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Tálamo, parábola conyugal en tres años.

TÁLAMO

Parábola conyugal en tres años.

De Pedro Miguel Rozo Flórez

Personajes:

MARIO

NATALIA

CRISTIAN (VOZ OFF)

Una cuna en el centro, un florero con claveles rojos.

1.

MARIO: Basta, dejemos esto, yo me largo!

NATALIA: Tú no serías capaz. Necesitas de mí para poder inventarte la existencia,

inventarte la agencia, Frida y su maldito perro labrador. Qué harías tu sin mi? Ante quién

podrías fingir tu podredumbre? (Mario empaca rápidamente). Mario, no me oyes? Sabes

que soy la única dispuesta a aceptar tus ficciones por verdades. Yo puedo hacer realidad tu

mito. Soy Dios, y ningún hombre puede vivir sin él.

MARIO: Eres una histérica delirante, no tienes remedio!

NATALIA: No podrás matarme, sabes que no puedes vivir sin mi!

MARIO: Ya cállate! (Natalia le apunta con un revolver).

NATALIA: Júrame por Cristian que nunca me vas a matar!

MARIO: Natalia...
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NATALIA: Júralo! (pausa).

MARIO: Haz lo que se te venga en gana, yo no aguanto más... no soporto un solo segundo

más. Vivo o muerto, ya no me tendrás nunca, y para las mentiras, quizá mamá todavía me

tenga paciencia, o tal vez al Diablo le guste escucharlas mientras me despedaza con su

tridente. Siempre hay alguien dispuesto a escuchar mentiras... si no me crees, pregúntaselo

a su tumba: todos los días recibe las mentiras en forma de clavel... yo las pongo en su

lápida, y casi siento que me felicita desde el más allá por ser capaz de mantener la farsa, e

incluso de inspirarme tanto como para sacarme dos lágrimas, y entonces me siento

orgulloso de ser tan buen actor, de todavía poder conmoverme por algo noble, aunque sea

ficticio. (pausa, se miran. Natalia baja el arma).

NATALIA: (al público). Uds. se preguntarán cómo empezó. Bueno, yo también me lo

pregunto. Mario era un niño presumido que conquistaba jovencitas a la salida del colegio

La Merced. Una de esas jovencitas fuí yo. Contaba muy bien chistes y bailaba de maravilla.

Nos conocimos y a la semana ya estábamos en la cama. Luego, vino lo de siempre: el

embarazo, las lágrimas indignadas de mamá, el ajuar de la tía Sandra, los cubiertos de plata

y todo el resto ... ‘juro amarle y respetarle’, etcétera. Cristian corría por toda la casa, rompía

platos y no orinaba en su vasenilla. Yo, llena de cosas, que la casa, que el polvo, que la

oficina, que las plantas. Lo hice bien, fuí buena esposa: corrí al médico en cuanto Cristian

se reventó la naríz, le hice aplicar todas las vacunas, le ayudé a hacer las tareas del colegio,

le aflojaba la corbata a mi marido cuando llegaba del trabajo después que yo, y aprendí a

cocinar sopa minestrone. Hice todo lo que pude, muchas cosas, más de las que aquí estoy

nombrando, fuí buena esposa, economicé energía, no compraba alimentos con demasiados

preservativos, no dejaba que viera tantas películas violentas, no lo llegué a golpear... solo

dos o tres palmaditas en la mano, le expliqué cómo llega la cigüeña, cómo ponerse la ropa,
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cómo ir al baño, cómo restregarse las orejas que siempre le quedaban sucias. Hice todo lo

que pude, muchas cosas, más de las que aquí estoy nombrando, le metía dos sanduches en

la lonchera, reclamaba su libreta de notas, lo hice bien, corrí al médico cuando Cristian se

reventó la nariz... (la penumbra ha ido apoderándose lentamente de ella y la cubre sin

dejarla terminar de hablar).

2.

NATALIA: Por qué no te largas con ella de una vez por todas?

MARIO: Es más divertido hacerlo en tus narices.

NATALIA: Y crees que eso me mortifica?

MARIO: Serías capaz de negarlo?

NATALIA: Sí!

MARIO: Entonces por qué dijiste que me largara?

NATALIA: Porque estoy harta, porque no soporto tu respiración, ni la de nadie. Quiero

estar aquí, sola.

MARIO: Ya lo estás, cuál es el problema?

NATALIA: Si tú fueras la soledad, te amaría tanto como te odio.

MARIO: Me odias porque no te amo, y eso no es culpa mía.

NATALIA: Cobarde, todo lo has hecho a medias. Hasta te casaste conmigo a escondidas

de tu noviecita de barrio.

MARIO: Es más cobardía haberle dicho a Cristian que yo no era su papá.

NATALIA: Tal vez es cierto.

MARIO: Es mentira!

NATALIA: (suelta una carcajada). Cómo puedes probarlo?


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MARIO: Las verdades absolutas no necesitan comprobarse.

NATALIA: Entonces por qué te empeñas en comprobarme que sales con ella y que no me

amas? (pausa). Eres un cerdo (silencio. Penumbra).

3.

Penumbra. Se escuchan unas carcajadas. Luz.

MARIO: (riendo) Parece haber sido ayer cuando veníamos juntos a arrullarlo para que nos

dejara dormir.

NATALIA: (riendo). Era yo quien lo arrullaba, no tú.

MARIO: (riendo). Es cierto. Yo te apretaba la cintura mientras tu desfogabas tu frustración

de no haber sido Paloma San Basilio.

NATALIA: (riendo). Y tu te apretabas a mí como niño regañado, escondiendo la cobardía

de haberla abandonado a causa de mi embarazo, empapando mi cintura con el sudor de tus

manos frías...

MARIO: (riendo). Las mismas manos que tu llamas a gritos por las noches.

NATALIA: (riendo). Sí, las llamo para ver si tienen la cortesía de asfixiarme y librarme

del grotesco del suicidio

Se escucha un disparo, las risas se cortan, la luz se concentra en la cuna. Silencio. Natalia

canta una canción de cuna, Mario se abraza a si mismo por la cintura. Penumbra.
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4.

Penumbra. Voz en off. Al fondo, el “Ave María” de Schubert, primero ténue, y cada vez

más fuerte.

CRISTIAN: Me considero un sujeto puro. Cosas como el afecto o el odio, sencillamente

pasan a través de mí y me abandonan... moriré sin remedio... pero adelantaré el proceso

para ahorrarme la vergüenza de la resignación... todos los adultos están llenos de

vergüenza. Pero yo no soy como ellos, la pureza me impide engañarme. El suicidio es la

cruz mediante la cual ellos expiarán todas sus culpas, todos sus rencores y toda su

melancolía. Soy muy joven, lo sé. Pero la muerte no importa porque mi eternidad será real

en sus corazones para siempre... Quizá, si hubiera envejecido, me hubieran olvidado mucho

antes de morir, y entonces respiraría, pero el olvido haría de mí un cadáver. Así, yo prefiero

volverme un recuerdo, porque el recuerdo es más eterno que la carne. Soy un sujeto puro:

los sentimientos me traspasan como un rayo de luz insípido. No nací para sentir, nací para

volverme sentimiento, esa es mi verdadera naturaleza. No soy un humano. Repetiré esto en

cuanto tenga el cañón en el paladar: ‘no soy un humano. Esta carne es el antifaz de mi

verdadera esencia. Soy puro. No nací para odiar sino para ser odiado, por eso estoy

condenado a la eternidad y soy feliz, transito hacia la inmortalidad del recuerdo’. Así como

la oruga se ha vuelto mariposa, mi asco se ha vuelto culpa. Ahora soy un problema... pero

ya no tengo problemas! Soy puro.

Se escucha un disparo, la música se corta. Silencio.


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5.

NATALIA: Mario?

MARIO: Qué? (pausa).

NATALIA: Tu crees que todavía soy bonita?

MARIO: La belleza no florece donde hay muerte.

NATALIA: Pero yo no estoy muerta.

MARIO: (mirando la cuna) Es como si lo estuvieras. (mirándola a ella) Eres como la flor

de un cementerio enterrada en el borde de una lápida... la flor abonada con los gusanos que

perforan la piel de terciopelo de tu amado hijo...

NATALIA: Basta.

MARIO: Siempre imploras las respuestas que te van a doler.

NATALIA: Lo sé. Soy como un muñeco vudú. Me gusta clavarme agujas porque sé que

cada pinchazo en mi piel te retuerce de dolor a tí de una forma u otra. No lo crees? Vamos,

de dónde esa alusión al cementerio?

MARIO: Es una metáfora, nada más.

NATALIA: Desde cuándo te volviste poeta? (silencio). Contesta!

MARIO: De nuevo estás divagando.

NATALIA: Estuviste allí, no es verdad?!

MARIO: Ayer estuve con Frida todo el día si es eso lo que quieres saber.

NATALIA: Otra vez con tu ‘verdad absoluta’? Y de casualidad no te diste un paseo por el

cementerio?

MARIO: Por el cementerio? para qué? Para visitar la putrefacción de los genes de tu

amante?

NATALIA: Estuviste, verdad?! (pausa).


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MARIO: Eso no te importa.

NATALIA: Dijiste que nunca lo harías.

MARIO: Es que no puede uno tener un acceso de piedad cristiana?

NATALIA: De piedad o de remordimiento?

MARIO: Si tú te sientes culpable, es problema tuyo. No soy tu muñeco vudú, no me

interesa ser el blanco de las agujas que tú te clavas a tí misma.

NATALIA: Cobarde, si por lo menos...

MARIO: Si por lo menos qué? (pausa, se miran).

NATALIA: Buenas noches.

6.

Natalia le apunta a Mario con el revolver. Pausa. Se miran. Natalia baja el arma. Mario

continua empacando.

NATALIA: Solo vi una vez su cadáver. No pude volverlo a ver, ni siquiera cuando lo

maquillaron en la funeraria. Sus pupilas apuntaban directamente a las mías con un gesto de

pregunta... todas las noches se repite la misma incógnita... y yo no le puedo responder

nada... porque nunca entiendo lo que me está preguntando. Desde chiquito me miraba con

esos ojos inexplicables cuando salía a la oficina o cuando sacaba la basura a la calle... pero

al morir, su mirada se quedó congelada en esta expresión para siempre, y yo, atrapada en

los puntos suspensivos de la ignorancia, esperando que algún día su fantasma apareciera

revelando esa frase muda cerrada con el signo de interrogación que fue su muerte.

Natalia suelta el arma. Penumbra.


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7.

MARIO: Tendremos que vender la casa. Todos los rincones huelen a él.

NATALIA: He invertido todos mis sueldos pagándola, no la voy a dejar ahora por un

berrinche.

MARIO: Sabes que no es solo eso.

NATALIA: Te faltan ocupaciones? Eso es lo que pasa?

MARIO: Tengo mucho trabajo en la agencia y lo sabes. No comprendo a qué viene esa

negligencia a progresar...

NATALIA: No lo comprendes, señor pensionado? (pausa).

MARIO: Por qué esculcas mi correspondencia?

NATALIA: Por qué te jubilaste? (pausa).

MARIO: No estoy en la obligación de consultarte mis...

NATALIA: Dónde has estado todos estos días?

MARIO: Ah, es eso? Otra escenita cursi de esposa agraviada? Bien, he estado con Frida, si

eso es lo que...

NATALIA: Ayer hablé con su esposo. Frida se fue del país hace cinco meses.

MARIO: (riendo). Y tú le creiste?

NATALIA: En dónde has estado, Mario?! (pausa).

MARIO: (sonriendo). No esperarás que te conteste, verdad?

NATALIA: Acabaré enterándome de todos modos.

MARIO: Es una amenaza?

NATALIA: Sé que planeas algo y no voy a dejarme tomar por sorpresa.

MARIO: Algo como qué? (se miran, pausa breve).

NATALIA: Por qué cancelaste las pólizas del banco?


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MARIO: Ah, es que también registras mis llamadas...

NATALIA: Y qué me dices del abogado con quien sacaste cita?

MARIO: (bromeando) Es mi amante.

NATALIA: No podrás engañarme por mucho tiempo: Tengo contabilizadas tu frecuencia

respiratoria, la cantidad de sonidos que hace tu cuerpo con tu ropa al vestirte y el número de

contracciones musculares que efectúas cada noche en medio de tus pesadillas...

MARIO: Te estás volviendo loca.

NATALIA: Tambor inoxidable con gatillo de seguridad, made in USA! (saca un revolver).

Calma, Mario, calma. Yo no soy la asesina de este matrimonio. (pausa).

MARIO: Es un recuerdo de Cristian. Es lo único que me quedó de él. Lo uso para rezar por

su alma...

NATALIA: ...Y para matarme a mi en cuanto hubieras resuelto tus asuntos, crees que soy

idiota?!

MARIO: No sé de qué hablas.

NATALIA: Nunca has rezado, y menos por las noches. Qué hace un revolver debajo de tu

almohada?

MARIO: Protección personal...

NATALIA: Nunca le has temido a los ladrones!

MARIO: Pero sí a las esposas insomnes que toman pastillas estimulantes para vigilar a sus

maridos!... si eres tan poco creativa, quédate con el arma. Con mucho gusto dejaré la boca

abierta al dormir para que apuntes más fácilmente a mi paladar y recuerdes con placer tu

maternidad fracasada.
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Mario le pone el arma en las manos a ella, y agarrándoselas, conduce el cañón del

revolver hasta su propia boca. Natalia quita velozmente el cañón de la boca de Mario y

guarda el arma asustada

NATALIA: Nunca pedí un hijo. Lo tuve, lo perdí y se acabó. Solo fue un aborto

extrauterino.

MARIO: De un aborto a un suicidio hay una distancia considerable...

NATALIA: Me infectaste la vida con tu esperma, pero ahora estoy limpia!

MARIO: Limpia de responsabilidades y colmada de los fracasos que orgullosamente

cultivaste...

NATALIA: (grita). Nunca quise casarme contigo! (pausa).

MARIO: Hay que comprar jabón para el lavamanos. (pausa).

NATALIA: Vas a comer? (pausa).

MARIO: Otra vez esos ruidos!

Penumbra.

8.

Natalia suelta el arma. Mario ha terminado de empacar, se dispone a marcharse

cautelosamente. Le da la espalda para irse, pero se vuelve repentinamente.

MARIO: No voy a darte el gusto de que me mates por la espalda. Me tendrás que ver los

ojos con gesto de pregunta incognoscible, y entonces, no tendrás más remedio que

suicidarte!
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NATALIA: (ríe delirante, le pasa el arma a Mario). Tú ganas, está muy bien. Hazlo. No

me importa que me mates como un perro labrador, si al hacerlo garantizo tu infierno en

vida!

Pausa, Mario deja el revolver en el suelo y empieza a marcharse caminando de espaldas,

o sea, de frente a Natalia. Penumbra.

9.

Unos ladridos se escuchan al fondo insistentemente.

MARIO: Anoche me apreció escucharlo subir las escaleras.

NATALIA: Era el perro que tenía frío y subió a dormir en la alfombra.

MARIO: No me gusta ese animal.

NATALIA: Es lógico, los espejos son siempre repugnantes.

MARIO: Cuando se lo va a llevar?

NATALIA: Mamá dijo que su viaje duraría uno o dos meses, cuando menos.

MARIO: Por lo menos debiste haberme consultado.

NATALIA: Tú no lo hiciste cuando empezaste a salir con F...

MARIO: No vuelvas a empezar, quieres? (pausa).

NATALIA: Te noto algo nervioso.

MARIO: Insisto en que hay ruidos extraños en la casa!

NATALIA: Posiblemente los crujidos de tu conciencia. (disparo).

MARIO: (al público. Los latidos del perro serán progresivamente más fuertes). Mi

conciencia está en paz, la suya no. Por eso me atormenta con el látigo de la envidia. Desde

que nos casamos se ha sentido culpable porque sabe que cometió un error tras otro error.
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Todo el tiempo lo dedica a su actividad favorita: equivocarse. La torpeza es el mayor de

todos los pecados. Yo cumplí, no necesito demostrarlo, pero cumplí. Cristian era un

muchacho extraño, todos lo decían, Natalia y yo lo sabíamos, casi me atrevo a asegurar que

ambos sentimos un alivio mutuo en el funeral. Claro, lo había hecho y era terrible, pero por

lo menos se acabó el miedo, el miedo a la certeza de que tarde o temprano lo haría. Esa

noche, Natalia y yo miramos su alcoba vacía, ella cantó una canción de cuna y luego, por

primera vez en muchos años, pudimos dormir la noche entera, ya que las pesadillas nos

aferraban sádicamente al sueño. Pero yo cumplí, y ya duermo tranquilo. Eso es lo que ella

no puede soportar. Por eso trajo aquí a ese chandoso, para atormentarme por las noches,

para que yo piense que su fantasma me persigue. No tengo deudas metafísicas ni con Dios

ni con mi esposa ni con nadie. Tengo una amante y salgo con ella porque es la única que

comprende mi inocencia, y que yo sepa, la inocencia no es un pecado sino una virtud. Ella

envidia mis virtudes y pretende arrebatármelas, clavarme las agujas de sus errores y

llenarme de miedo. Pero el miedo se acabó, yo cumplí y no necesito demostrarlo. No tengo

deudas metafísicas ni con Dios ni con mi esposa ni con nadie. Ha traído aquí a ese perro

para atormentarme, para lanzar el recuerdo de Cristian sobre mi. pero como siempre, se ha

equivocado... Si escucho ruidos extraños es por su culpa. Yo cumplí y no necesito

demostrarlo. Se oyen en su alcoba, en el patio, en el garaje, en la cocina, en las escaleras,

como si caminara precipitadamente con un revolver apretado en sus manos, listo para

detonarlo en su paladar. Ya basta, no lo logrará, yo cumplí!

Penumbra. se escucha un disparo, los ladridos se cortan.


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10.

Se escucha en el fondo el tic-tac de un reloj. Los personajes hablan con desazón mutua.

NATALIA: Estás loco.

MARIO: Si lo estuviera sería el mayor consuelo (pausa).

NATALIA: Qué voy a decirle a mamá?

MARIO: Hidrofobia.

NATALIA: No me creerá. Tenía todas las vacunas (pausa).

MARIO: Sigo escuchando sus pasos (pausa, Natalia llora).

NATALIA: (grita) Quiero largarme de aquí! (pausa). Si por lo menos hubieras asestado las

balas en mi cráneo.

MARIO: No soy un asesino. Solo vigilo la tranquilidad del hogar (pausa).

NATALIA: (mirando la cuna). Dos años, once meses, cuatro días y seis horas.

MARIO: Para qué llevar la cuenta?

NATALIA: Es inevitable. Los presos condenados a cadena perpetua son los que

contabilizan con más rigor el paso del tiempo (pausa). No podré decírselo a mamá.

MARIO: Hay que abrir un hoyo en el jardín.

NATALIA: Hay que taparle los ojos.

MARIO: Hacía demasiado ruido.

NATALIA: Tenía muchos conflictos.

MARIO: Yo no quería tenerlo.

NATALIA: Era tu obligación.

MARIO: No le dolió, ni siquiera chilló.

NATALIA: No murió al instante, alcanzó a agarrarse de la pata de la cama.


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MARIO: Abrió huecos en todos los cojines.

NATALIA: Habían trozos de carne debajo de sus uñas.

MARIO: La sangre solo salpicó las cobijas.

NATALIA: La bala quedó clavada en la pared.

MARIO: Un terrible accidente.

NATALIA: Solo jugaba. Seguro que no sabía que el revolver estaba cargado.

MARIO: Se orinó dos veces en el sofá.

NATALIA: Te dije que algo raro le ocurría.

MARIO: Nadie lo extrañará

NATALIA: Mamá lo quería tanto.

MARIO: Necesitaba un bozal.

NATALIA: Siempre me miró de un modo extraño.

MARIO: Tenía pulgas.

NATALIA: Me pregunto qué se preguntaba (pausa).

MARIO: Lo siento.

NATALIA: Estás loco.

MARIO: Si lo estuviera sería el mayor consuelo

NATALIA: Qué voy a decirle a mamá?

MARIO: Hidrofobia.

NATALIA: No me creerá. Tenía todas las vacunas (pausa).

MARIO: Sigo escuchando sus pasos (pausa, Natalia llora).

NATALIA: (grita) Quiero largarme de aquí! (pausa). Si por lo menos hubieras asestado las

balas en mi cráneo.

MARIO: No soy un asesino. Solo vigilo la tranquilidad del hogar (pausa).


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NATALIA: (mirando la cuna). Dos años, once meses, cuatro dias y seis horas.

MARIO: Para qué llevar la cuenta?

NATALIA: Es inevitable. Los presos condenados a cadena perpetua son los que

contabilizan con más rigor el paso del tiempo (pausa). No podré decirselo a mamá.

MARIO: Hay que abrir un hoyo en el jardín.

NATALIA: Hay que taparle los ojos.

MARIO: Hacía demasiado ruido.

NATALIA: Tenía muchos conflictos.

MARIO: Yo no quería tenerlo.

NATALIA: Era tu obligación.

MARIO: No le dolió, ni siquiera chilló.

NATALIA: No murió al instante, alcanzó a agarrarse de la pata de la cama.

MARIO: Abrió huecos en todos los cojines.

NATALIA: Habían trozos de carne debajo de sus uñas.

MARIO: La sangre solo salpicó las cobijas.

NATALIA: La bala quedó clavada en la pared.

MARIO: Un terrible accidente.

NATALIA: Solo jugaba. Seguro que no sabía que el revolver estaba cargado.

MARIO: Se orinó dos veces en el sofá.

NATALIA: Te dije que algo raro le ocurría

MARIO: Nadie lo extrañará

NATALIA: Mamá lo quería tanto.

MARIO: Necesitaba un bozal.

NATALIA: Siempre me miró de un modo extraño.


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MARIO: Tenía pulgas.

NATALIA: Me pregunto qué se preguntaba (pausa).

MARIO: Lo siento.

NATALIA: Estás loco.

MARIO: Si lo estuviera sería el mayor consuelo...

11.

Pausa. Mario deja el revolver en el suelo y se marcha lentamente caminando de espaldas,

o sea, de frente a Natalia.

NATALIA: No me dejes así, por Dios! (Penumbra. Se escucha un disparo).

12.

Los personajes fuman compulsivamente.

NATALIA: Cómo va el trabajo?

MARIO: Muy bien. (pausa). La casa se siente más tranquila.

NATALIA: Fumigué la semana pasada: los ratones hacían ruidos extraños en la casa.

MARIO: (tras una pausa). Frida prometió conseguirme un perro labrador. Dice que es

muy inteligente y que se puede amaestrar. Tu madre no notará la diferencia.

NATALIA: Qué bien (pausa, se miran a hurtadillas con desconfianza). Cómo?

MARIO: Qué?

NATALIA: Ibas a decir algo?

MARIO: Yo?
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NATALIA: Hiciste un movimiento como para empezar a hablar.

MARIO: Giraste bruscamente el cuello, pensé que ibas a empezar una frase.

NATALIA: No suelo girar bruscamente el cuello al hablar.

MARIO: Yo no iba a decir nada. (pausa larga). Natalia...

NATALIA: Qué? (pausa breve).

MARIO: Olvídalo.

NATALIA: Qué pasa?

MARIO: Bueno, eh... simple curiosidad... es una tontería... has estado leyendo hasta el

amanecer todos estos días.

NATALIA: No puedo dormir cuando tu lámpara está encendida...

MARIO: Ah, es que tengo mucho trabajo...

NATALIA: Sí, claro, la agencia..

MARIO: Eso es. (ambos ríen nerviosamente).

NATALIA: Quieres comer?

MARIO: (su risa se corta abruptamente) No.

NATALIA: Hace tiempo que no comes en casa.

MARIO: Tengo úlcera, debo cuidarme.

NATALIA: Cuidarte? De qué?

MARIO: De la úlcera, por supuesto, de qué o de quién más habría de cuidarme?

NATALIA: Fue una pregunta estúpida, perdona (pausa). Hay que pagar la misa, los tres

años se cumplen la semana entrante.

MARIO: Tres años?... tan pronto?

NATALIA: Muy pronto serán treinta y no sabremos a qué horas.

MARIO: (tras una pausa). Tendría veintiuno...


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NATALIA: ...y sería un drogadicto con tres delitos encima.

MARIO: Sí, lo más probable.

NATALIA: No hay mal que por bien no venga (ríen nerviosamente, pausa larga). Hay que

superar el pasado... (pausa). Se hizo lo que se pudo.

MARIO: Todavía pueden hacerse muchas cosas...

NATALIA: A qué te refieres? (pausa)

MARIO: A nada. (pausa).

NATALIA: A nada? (pausa).

MARIO: A qué podría referirme? (pausa).

NATALIA: A la muerte (pausa).

MARIO: A la muerte... de quién? (pausa).

NATALIA: (pausa).

MARIO: (pausa).

NATALIA: (pausa).

MARIO: (pausa).

NATALIA: (estallando). Qué estás esperando para hacerlo?!

MARIO: Quieres volverme loco? Deténte ya!

NATALIA: No, no voy a detenerme, no voy a darte el gusto de que me veas quieta, solo

muerta!

MARIO: Basta, dejemos esto, yo me largo!

NATALIA: Tú no serías capaz, necesitas de mí para poder inventarte la existencia,

inventarte la agencia, Frida y su maldito perro labrador! Qué harías tú sin mí? Ante quién

podrías fingir tu podredumbre?


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Mario empaca rápidamente, penumbra.

13.

Penumbra. Se escucha un disparo.

MARIO: (en off). Suicida de mierda, prueba esto! (disparo).

14.

Se escucha el “Ave María”, de Schubert. Natalia tiene una curación en una oreja, Mario

en un ojo. Se santiguan arrodillándose, se incorporan.

NATALIA: Es una de las más bellas misas a las que he asistido.

MARIO: Fue más bella la de nuestra boda (pausa).

NATALIA: Tres años.

MARIO: Muy pronto serán treinta y no sabremos a qué horas (pausa). Cómo sigue tu

herida?

NATALIA: (mirándolo fijamente) Igual que la tuya.

MARIO: No volverás a intentarlo, verdad?

NATALIA: Tienes miedo?

MARIO: Mi psiquiátra ha apaciguado las ideas autodestructivas.

NATALIA: La próxima vez tendré mejor puntería...

MARIO: Y entonces quedarás con dos orejas rotas.


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Pausa larga, ambos miran la cuna, Natalia canta, pero se interrumpe a si misma. Mario se

dispone a salir.

NATALIA: No vas a comer?

MARIO: Todavía está muy temprano, voy a... salir con Frida...

NATALIA: Espera... Llévale esto, por favor... yo no podría... (le pasa el ramo de claveles).

MARIO: Es inútil. Nunca sabrás cuál era su pregunta.

NATALIA: Lo sé. Y Frida nunca volverá del extranjero. (pausa larga).

MARIO: Qué vas a cocinar hoy?

Penumbra. el “Ave María” continua sonando más fuerte.

TELÓN.

PMRF. Santa Fe de Bogotá, enero de 1997.

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