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De las Violencias y sus Modos. Introduccién. Alejandro Isla y Daniel Miguez Puntos de\Partida stos procesos apareefan reflejados, aunque no siempre de una manera cla- a 0 directamente aprehensible, en una serie de tendencias estadisticas, en ciertas acciones de los medios de comunicacién y en algunos dliseursos po- Iiticos sobre los que volveremos luego. ‘Cuando nos propusimos estudiar estos procesos enfrentamos algunas Aificultades significativas. Un problema fue, y sigue si€ndolo, que las fuentes estadisticas oficiales de juzgados y, sobre todo, de la policta, inclufan sesgos + La expresién pénico moral tane un significado mis espectco que ser detaltado tug. Bae om, ected Descanganton de Ja. PobWHN ecdages don nperineh Sobre tos vralencra. oletsctvo Freateme: evn: Ua cabegarion oe 2 Meda tbanae muy pronunciados debido a dos causas principales. Una, es que existe una tendencia al subregistro por la reticencia de la pol ién a denunciar cierto tipo de delitos. Otra, es que también hay frecuentes manipulaciones de las estadisticas por parte de las agencias estatales en funein de diversos inte- reses coyunturales (como lo muestra, por ejemplo, el trabajo de Roovers en este volumen). Aunque en ese momento no pensamos en esto con detalle, esta dificultad inicial evidenciaba algo que reencontramos muchas veces en. la investigaci6n. Niveles muy significativos de inconsistencia en el funciona- miento de las burocracias estatales dedicadas a los ‘problemas de seguridad y prevencién de la violencia’ y, mas importante, un enorme nivel de descon- fianza-de ta poblaci6n sobre ellas. Como mostraremos después, existe una clara reticencia de la poblacién a vincularse a organismos judiciales, policia- es 0, incluso, politicos relacionados con la seguridad, por que se sospecha al mismo tiempo de su honestidad, idoneidad e interés en los problemas-de Ta poblacién. Sospechas, por otra parte, més que fundadas dadas las Practi- cas que freouentemente acometen los integrantes de estos organismos esta- tales. Pero, mas all de lo que indican estas dificultades sobre la relaciones entre la sociedad civil y ctertas agencias estatales, esta limitacién de las fuentes estadisticas nos oblig6 a trabajar solo sobre tendencias generales, haciendo muy diffeil establecer medidas precisas de los procesos bajo esti dio. Otra dificultad que se adiciona a esta es que la Argentina no parece te- ner una tradicién de estudios sobre la violencia delictiva y sus formas. Sal- ‘vo algunas publicaciones ocasionales, y en muchos casos realizadas mas des- de una perspeotiva lgal que sociol6tica, no parece haber en Argentina una masa eritica de trabajos sobre este tipo de problemética. De manera tal que al intentar disefiar el estudio del tipo de fenémeno descripto hasta aqui nos oe trascender una dimensién impresionista provista por los medios informativos, nas fuent ic mt bra y algur ites estadisticas que presentan diversos sesgos y ‘Una segunda fuente de problemas surgié de que la categoria de ané- lisis de la que pretendfamos partir, la de violencia delictiva, no termina de dar cuenta del fenémeno bajo estudio. Desde la perspectiva legal que le dio origen, la noci6n de ‘violencia delictiva’ incluye solo a los hechos ‘tilegal 0 sea, hechos que ‘ingen las leyes constitutivas del Estado y la sociedad, pero que al mismo. po han sido 'reconocidos', son ‘visibles’ y ‘denuncia- -dos'. EI problema de esta definicidn radica en que, por un lado, encontramos ‘en nuestros trabajos de campo un abanico de précticas que son ilegales y violentas desde la perspectiva del sistema juridico vigente, pero no desde la |[Perspectiva de los actores. Por otro lado, el sistema jurfdieo puede dejar ‘afuera prdcticas muy violentas, sino se comprueban ‘Segtin sus pre-requisitos. ‘Alejandro la y Dano Migue. Delos Volods y sus Modos modulo 3 Como pasa, por ejemplo, con la violencia doméstica o lo que se denominan delitos contra la honestidad, en los que st la victima no denuncia es desear- tado por el sistema, més alli del suftimiento del involucrado y el datio oca- sionado; 0 con los ‘apremios ilegal abe que la tortura esté prohibi pero frecuentemente se usa, tratand d legal de tratarlas. Pero ademés, y esto es posiblemente el la ‘violencia delictiva’ no puede entenderse desvincula- 108, eoondmicos y culturales que, a su vez, contienen sus propias formas interrelacionadas de violencia, De forma tal que com prender el fenémeno de la violencia delictiva nos obligaba a estudiar substratos econémicos, politicos y culturales sobre los que se asentaban, més el funcionamiento de algunas instituciones pablicas (edreeles, inst tos de menores, la policia el sistema judicial) que formaban parte de los p ‘cesos que fomentaban la violencia delictiva. Paradéjicamente, no en to% ‘ellos la violerfcia (al menos no en su manifestacién més obvia como violen- ‘ia fisica) ocupa un lugar preponderante en las précticas. Sin embargo, for- ‘man parte inextricable de los procesos que sf conducen a su existencia en otros Ambitos. En definitiva, fue esta combinaci6n de datos parciales, impresiones y problemas los que fueron configurando los ‘puntos de partida’ que orlenta- ron la investigacion. Esto implicaba, entonces, intentar dar cuenta de proce- sos complejos, en los que se imbricaban una serie diversa de fenémenos, procurando establecer con cierta precisiOn exactamente cémo es que estos interactuaban entre sf, Ahora, enfrentamos la dificultad de no poder reeurrir 2 suficientes estudios previos sobre estas dindmicas en Argentina, y a la li- mitacin de los datos estadisticos que si bien permitian establecer algunas tendencias en términos muy generales, no tenfan la calidad suficiente para dar cuenta detalladamente de los procesos. De manera tal que dadas estas aspiraciones y las limitaciones del caso comenzamos planteando, a manera de tuna red que intentara atrapar todo, 0 casi todo, unos puntos de partida bastante genéricos con la esperanza (tal vez la ilusién) de poder ir reducien- do las ambigtiedades y aumentando las precisiones a medida que la investi- gaci6n avanzara. ‘Nuestro punto de partida inicial suponta que, como lo hemos sugeri do antes, el incremento de los niveles de transgresi6n se vinculaba con los procesos de crecimiento del desempleo, empobrecimiento y marginaciGn ‘que comenzaron a evidenciarse desde mediados de la década de los setenta, Y se profundizaron significativamente en los aftos noventa. Paralelament en nuestra dptica incidfan dos factores. Uno era la pérdida de la capacidad {integradora del estado, tanto por la acci6n de polfticas que tendian a reducir Sayoungere h soawpuere'seryzted sossomub 4 Wevidas urbonas la prestacién de servicios por parte de las instituciones piiblicas, como por la pérdida de la calidad relativa de esos servicios en funcién de las nuevas demandas: Nos referimos, por ejemplo, a la perdida de la capacidad dol sis- tema educativo de prover las calificaciones necesarias para ingresar a un mercado de trabajo cada ver. més exigente, o la superacidn de la capacidad de respuesta del sistema pablico de salud dada la demanda creciente vincu- Tada a os desempleados que perdfan sus obras sociales, c Otro factor, también referido al estado, se vinculaba a las transgresio- | mes que se cometen al interior mismo de las instituciones pablicas y que re- > | ducen Inego la legitirmidad de estas para controlar y reprimir las transgresio- ‘mes. Si, como se ha demostrado innumerables veces, la eficacia predominan- te de los aparatos penales del estado radica en la eapacidad simbélica de dra- matizar Ia existencia de la norma (Downes y Rock, 1998:100) la comision sistemdtica de transgresiones por parte de estos elimina esa funeién y favo- rece las tendencias a que otros sectores de Ja poblacién las cometan. Agre- gadas a estas tendencias de las instituciones piiblicas, la sociedad argentina parece haber experimentado otras formas de degradaci6n de sus lazos socia- les, particularmente vinouladas a la pérdida de legitimidad de referencias co- _mo los partidos, los sindicatos y otras organizaciones aglutinantes. I Sumado a esto supusimos que, afectados por la pérdida de la estruc- | turacion de la vida en torno al trabajo, por la creciente incapacidad del es- _ ‘ado de cumplir su tradicional papel integrador, observando las crecientes 4 formas de transgresi6n al interior (y hacia el exterior) de las instituciones fdenciando la creciente obturacién de sus tradicionales cana- i6n de demandas (partidos y sindicatos) importantes sectores suftieron profundas alteraciones de sus identidades tradicio- _nales. La ruptura de esas identidades afectaria los lazos sociales, dando lu- ar a procesos de fragmentaciGn social perjudieando las tradicionales formas de sociabilidad y favoreciendo imiento de la violencia, Entonces, pa- a un importante sector de la poblaci6n, erefamos, la violencia era la expre- sién de la incapacidad de reestablecer alianzas y acuerdos. Pero también ‘reiamos que ademas de ser producto de la redueci6n de los consensos s0- ciales minimos, la violencia podfa cumplir un rol constructivo. Esto es, la lencia podia formar parte relevante de nuevas formas dle encarnar protés- as, de establecer identidades y.hasta de constituir vinculos. Pero, dado que ‘los procesos sociales rara ver earecen de matices y contratendencias, supo- niamos también que esa fragmentacién de consensos e identidades no im- iba una ruptura tos eoleetivos sociales, como sindicatos, juntas barriales, etc., era proba- ble encontrar distintas formas de liderazgos territoriales y laborales, que itiva del lazo social. A pesar del debilitamiento de ~ ‘Alejandro slay Daniel Migr, Or las Vilecias sus Nodos,Intoducin 5 articulan demandas de localidades espectticas, con organismos municipales, funcionarios, politicos, sindicatos, iglesias, al promover clientelarmente? in- tercambios de bienes y/o servicios, que proporcionan a los representados por esos lideres redes de relaciones? que los incluyen en ‘lo social o pabli- ‘', segiin las earacteristicas contemporéneas, ‘Ahora bien, si estos supuestos y especulaciones orientaron el dise- fio de nuestra investigacién, es oportuno mencionar que estamos lejos de haber logrado una adecuada comprensi6n de todos estos procesos. Los di- vyersos estudios de caso que se presentan en este trabajo permiten vislum- rar, hasta cierto punto, el proceso de conjunto que atraviesa la sociedad argentina, pero no en realidad poder ‘demostrar’ de manera acabada que lo ‘vislumbrado’ es efectivamente asf. De todas maneras, parece ttil presen- tar en esta introduceién ese ‘escenario vishumbrado’, en el que los casos es- tudiados se insertan como efecto, a la vez que lo producen como causa. De alguna manera, los estudios de caso actian como metonimias, que permi- ten entender con més detalles esos procesos, pero que como tales requie- ren de una visualizacion, aunque sea somera, del proceso general para ser comprendidas. Escenarios: El Pénico Moral ‘Aunque, como decfamos, no existe una masa orftica de estudios que sirvan de base para comprender la violencia criminal en Argentina, el pro- cceso que atravesamos ha tenido paralelos en otros paises y perfodos sobre Jos que se han hecho estudios relevantes, Un paralelo significativo es con la Gran Bretafia de los setenta y ochenta, los afios de Thatcher. Aunque hay di- forencias profundas sobre las que volveremos, hay algunas cercanias entre Jos procesos atravesados por la Gran Bretfia de eios afios y la Argentina en estos, particularmente en lo que se refiere a las modificaciones del estado, del mereado laboral, la evoluci6n de los indices delictivos y los humores de la opini6n pablica. 1 Se promueve en general una idea negatva de los Intercamblosy rlacionesfaciosas y clientele, ‘Sn embargo en un contexto de debitamient del no cumpln con sus promesas (vr Isla, 2002) 2 Siempre resuge la discasin en Amica Latina en torn al papel de las redes de ‘protecis’ a partir Gel raalo clio de Larissa Lomvitz 977. 6 eras wins Al igual que en Tos aftos noventa en Argentina, los e- sismo en Gran Brett etuveton cuacteriaados poy uae neha oe Proteccisn otongada por el estado de bienestar (que de hecho habia sido bas. tante mds inclusive que el argentino), Ia expansién del desempleo y de las tases de cia. Downes y Rock dan algunas cifras ilustrativas del pro- eso experimentado por la Gran Bretatia de esos afios, que de hech unos aspectos, tuvo paralelos con el Bstados Unidos de Reagan, Segaa los autores mencionados, en Gran Bretafia entre 1979 y 1983 el desempleo maseulino paso del 4% al 14%, lo que produjo en las dreas més golpeadas pr cos que llegaron al 80 y 90% entre los varones jévones; a st vez, la tasa le delinouencia se duplieé entre 1979 y 1992, cori un pico de crecimiento del 40% entre 1989 y 1992. Estas tendencias provocaron un ‘estado pablico de ansiedad’ (Downes y Rock, 1995:175 y 176), earacterizado por el miedo ciertos enclaves urbanos, la estigmatizacion de ciertos biotipos y sectores sociales, y la demanda de politicas que extremaran las aeciones represivas, ____A diferencia de lo que sucede en Argentina, para el caso britdnico la Vinculaelén entre estos estados de ansiedad y los procesos objetivos de transformacién social ya habian sido estudiados proviamente. Una aproxi. tmaoign al arunto habia so relizada por Stan Cohen (1980) al estudiar los movimientos de rockeros en los afios sesenta y setenta; y por Gill (1977) al estudiar enclaves urbanos estigmatizados como zonas delictivas y viclen- tas, Ambos autores utlizaron la nocién de ‘pinico moral’ para referitse a los estados de Ia conciencia coleetiva durante procesos de transformacién social como los sefilads, Pro quien, poibleente,elabord el concept en los {éeminos ms ptos para al ejercoio de eomparacién que estamos realzan- Cuando la reaccin oficlal hacia una persona o grupo de personas o serie de hos es completamente desproporcionada a In amenaza representada cuando los ‘expertos’, encamados por lo efes de pliea, : polltoosy fos editoresperciben la amenaza de formas Jes... cuando los medios..enfatzan‘repentinos y draméticot iacrementos.. 9 woreda? por onime y masa deo qe wn eto sobs y reali pods sostener, entonces creemos que es apropiado hablar de los oomienzos del péni- comoral (al, 97815) mnondel int Como puede notarse, la nocién de Hall muestra pénico mora to devin, ta. oko de as tendency betas redeg or las estadisticas, sino también de los esfuerzos que diversos actores (al- gunos med , Sectores politions y ‘expertos’ en problemas de segu- Tidad) hacen por otorgar significados especificos a estas tendencias objetivas ‘Aljandeo sta y Dane Miguer. De ls Violen y sus Modos. ntodcén 7 de la realidad, En general, estos discursos magnifican los riesgos, promovien- do una sensacién exagerada de ansiedad y temor en la poblacién, que pro- duce una demanda, 0 al menos consensos, en torno a politicas represivas y sestrictivas de las libertades. Ahora, lo que esta definicién de pénico moral parece no abordar del todo son las razones que hacen que estos discursos y percepeiones de la realidad sean aceptadas. En algiin sentido, parte de las razones parecen remedar el surgimiento de los movimientos ecologistas es- tudiados por Mary Douglas y Aaron Wildavsky (1982). Ellos observaban que la conformacién de esos movimientos respondia, en realidad, a la pereep- cién de un conjunto difuso de amenazas (producidos por cambios sociales de diversa indole) que se condensaban y expresaban en el miedo a una de- vastaci6n ecolégica. De la misma manera en Gran Bretafia, como posible- mente en Argentina, el pénico a la violencia delictiva podria actuar como a- talizador de un conjunto de temores vineulados a la pérdida de seguridad en diversos planos de la vida (el empleo, la familia, la salud, el retiro de las ga- rantias estatales, ete.). Ahora, aiin artioulando una respuesta como esta, el modelo de pénico moral de Hall deja abierta la pregunta sobre si estas mira- das son aceptadas sin resquicios, 0 si todos los sectores las aceptan de la misma manera. La exploraci6n de los escenarios argentinos nos permitiré, més adelante, realizar algunas observaciones en torno a estas preguntas. Pero mis alld de estas preguntas criticas finales, explorar el caso de Gran Bretafia muestra que la emergencia de la violencia delictiva sucle es tar asociada a escenarios sumamente complejos en los que se entremezclan procesos y politicas econdmicas, los intereses coyunturales de diversas bu- rocracias estatales (de los politicos por consolidar sus electorados, 0 de la policia y miembros del sistema judicial por inerementar su legitimidad), los medios de comunicacién y estados de la conciencia colectiva que la vuelve receptiva de discursos que ofrecen fieciones de seguridad y orden. Esta ten- dencias encontradas en el proceso briténico, por lo menos en los aspectos mas generales, tienen paralelos en l¢ Argentina de los noventa. Si bien las tendencias al surgimiento del desempleo estructural comenzaron a media- dos de los afios setenta, en los afios noventa y principios del siglo XXT este alcanzo niveles sin precedentes, por momentos superiores a los del easo Bri- tdnico. Como se muestra en algunos de Ios estudios en este volumen, el de- sempleo que a principios de los noventa rondaba el 6% leg6 a picos del 18,4% en 1995, no bajando del 12% en el resto de la década, ni durante los primeros afios del siglo XXI (INDEG, 2000a:10 y 11). Esto, obviamente, ha sido més grave entre los seotores de menor edad e ingresos, llegando a pleos de mds del 40% para los menores de 19 afios (INDEC, 2000b:13). Similar a los patses Europeos, el incremento del desempleo estuvo, en parte, asooiado & ——Hecdae Ubanas a la incorporacién de nuevas tecnologfas que desplazaron mano de obra y ademas exigieron mayores niveles de calificacién. Pero ademés, en el caso argentino, se sumaron a esto monetaria, de apertura de merca- laborales (vacaciones, obras que habian disfrutado los trabajadores ar- 10s durante déeadas. A diferencia de muchos oasos europeos, los tra- jadores argentinos no fueron asistidos por seguros sociales, y solo por pre- carios seguros de desempleo. Esto produjo importantes incrementos en las tasas de pobreza, que Iuego de la hiperinflacién de 1989 alcanz6 picos del 27,9% del total de personas en el Gran Buenos Aires en 1997 (INDEC, 1998:986) y también profundiz6 la brecha entre rieos y pobres. La Argenti- na lleg6 asf a niveles de marginalidad que no haba experimentado en casi ningin perfodo de su historia moderna, Tal como sucedis en el caso briténico, en el caso argentino esta flue- tuaei6n de las tasas de desempleo y pobreza estuvo acompaiiada por incre- mentos en los niveles de transgresion normativa, Si solamente nos referi- ‘mos a Jos delitos, la tasa de criminalidad se expand jeativamente en Argentina, pasando de 80 delitos cada 10 mil habitantes en 1980 a 174,2 en 1990, y Por ejemplo, segdn datos de la Suprema Corte de Justicia, en la provincia de Buenos Aires la eantidad de jévenes en conflicto con la ley penal en 1999 representaban el 299,47% de los judicializados en 1986, Pero al mis~ ‘mo tiempo, los encausados por problemas asistenciales habfan experimen- tado un-crecimiento mayor, el 391.04%, lo que sugiere una cierta conexion entre procesos de degradacién econémico social que afectaron a la pobla- clén y estos mismos procesos de judicializacién, Al mismo tiempo, las en- stas de victimizacién ilustrarfan un significative ni en los poderes piblicos como efectives pai tos. De acuerdo con una encuesta de Gallup r 4 de cada 10 personas suf agosto de 1999, durante el atio 10 de que un 56% de los afeotados no realize pondiente. Otros datos estadfsticos muestran 1a ‘cifra negra’ del delito es todavia mayor de lo sefialado por Gallup. sus Modos.invoducdin 9 ‘Aejndr tay Dave gure as Vole La encuesta de victimizacion 2000 realizada por la Direccién Nacional de Politica Criminal coincidia con la de Gallup al sefialar que cerca de un 40% de la poblacién habia sido objeto de delitos, pero solo el 30% de las vietimas lo hal 44,3% no ereia en la eficacia policial Lejos de escapar a la Logica det moral’ que operé en el caso briténteo, sobre estas tendencias estadisticas que manifiestan, ha punto, las dimensiones ‘objetivas’ del proceso social se produce la ia de una diversidad de diseursos que intentan otorgarles signi cificos. En este sentido, los discursos enunciados por sectores de la policia, de la clase polttica y algunos medios masivos responsabilizaron de la violen- cia urbana a ‘individuos’, que se dedicarfan por su propia opeién y perver- sién al robo a mano armada, asaltos a bancos, asaltos reiterados a comercios en barrios del Conurbano de Buenos Aires. Estos discursos subrayaron ¢3- pecialmente los robos con niveles muy altos de uso eaprichoso € irracional de violencia -v.g, j6venes que matan por un par de zapatillas, como también el asesinato ‘a sangre fria’ de policfas de custodia, como de franco; al mismo ‘tiempo estigmatizando ciertos espacios urbanos, como a las de monoblocks, definiéndolos como contaminantes y cargados de violencia. Estratégicamente, estos emunciados s otras practicas violentas que afectan a dad: vg, los muertos por la violencia po imar posturas que enfatizan icas de seguridad. Para el caso Argentino es interesante indicar que si bien, por un la- do, estos discursos logran cierta efectividad, por otro lado, el desprestigio y lta de legitimidad de muchos de los actores que los enuncian producen am- biguedad en su aceptacién. Del lado de la efectividad, es notable como estos discursos logran constituir algunos acontecimientos como paradigméticos de ‘lo que esta sucediendo’, usiindolos como justificaciones o ‘pruebas’ de las significaciones que promueven. Ademés, y como Io demostré Gill (1978), es- tas operaciones discursivas no dejan de tener efectos sumamente coneretos sobre la estructuracién y usos del espacio y tiempo. Ast, en el caso Argenti- ‘no, ciertos acontecimientos como la violencia en el fitbol, o los varios tipos de secuestros que se han practicado recientemente, 0 el asesinato de la hija 4 En realidad, y como seflamos, cs! todos ls datos estates con que contamos para medi ls ‘endenies ents conducastrangresoras de lo pabladén tienen importantes defen, Vandalismo ern une comBerion 10 Meds Urbane de un juez de a zona norte de Buenos Aires, més los numerosos poliofas ese- sinados, son wtlizados para constituir una imagen de caos y violencia inusi- tados. Esto ha repercutido en una tendencia posiblemente exagerada a per, cibir la ciudad comio peligrosa, promoviendo que amplios sectores de las cle. ses medias acomodadas se refugiaran en ‘barrios corrados’, countries 0 ca. sas de departamentos con vigilancia extrema. Esto ha generado, por momen. tos, una suerte de paranoia que exagera como una ‘aventura rlesgosa' el atra- vesar la villas y barrios populares para llegar a sus lugares cotidiamos de tre. bajo. ¥ por eso en coches, muchas veces eon vidrios polarizados, se elabo. ran permanentemente técticas para eh 3s asaltantes y asesinos, pos!- bles o imaginados, que los rodean. La efectividad discursiva ha logeado que estos sectores se sientan asolados por hordas de delincuentes, o de pobres y ‘menesterosos que los espiaban diligentemente, aguardando para el manota, 20. Estas se convirtieron en flceiones corrientes en algunos lugares y por pe. Hfodos tmprecisos. Por ejemplo, durante un perfodo era comin transitar el Acceso Norte, paranoico por a posibilidad que desde algiin puente le arroja- ran un proyectl, le astillaran el parabrisas obligando la detenciGn y ast eo. modamente lo saquearan, y posiblemente violaran, Todo ese magma de temores ereci6, sobre todo en los noventa, mez- ‘la de conjeturas, basadas en rumores y algunos hechos, pero tiene un hito table cuando mnas comisarias de la Po- das on el delito, Como isqueda de que las imi- ola legitimaran las politicas de mano dura, Particu- 1ce80 para radicar su denuneia y enoontré a al- tes del ‘otro lado del mostrador y con gorra’. También Ia cafda de la poderosa ‘banda de los comisarios’, asaltantes de bancos y blindados que ademas de contar con avezados poliefas de ese tan fe, reunia entre sus euadros més conspiows exguerilers dels forma jones de fos 70, que habjan sido colab lurante su detenci dlistintos centros la dictadura. eee Bl estado de sospecha y destegitimacién en el que cayé la poliofa en todos los seotores dela sociedad se puso en evidencia durante unve heches ocurridos en el 2002 en El Jagiel, un barrio pobre del suroeste del Conur. bano bonaerense. Los sucesos comenzaron con el secuestro de un joven, hi- Jode un almacenero, que luego de ser retenido para exigir un rescate duran. te varios dias aparecié asesinado, de manera cruenta, flotando en una tos- uera inundada, El dia en que aparecié el cadaver, un piquete de veeinos del Aljandeo Ia y Daniel Miguer De las Viena y sus Modos.ntodueén ML Jagitel asalt6 Ia comisaria local: la saquearon, Ia prendieron fuego y casi la demolieron. Falta de legitimidad para defender su local, la policta se retir6 permitiendo la accién demoledora de los vecinos. Aunque el piquete estaba conformado por personas de distintas edades, quienes més activamente pro- tagonizaron la demolicién del local policial fueron Jovenes de entre 15 y 25 afios. Las motivaciones de los vecinos para protestar/atacar al local policial emergieron a borbotones en los reportajes realizados por la prensa en momento. La indignacién brotaba al mismo tiempo de considerar a la poli- fa ineficaz, posiblemente c6mplice en el secuestro, y sobre todo, en el caso de los j6venes protagonistas de la demolicién, un poder perverso: No sélo por que siendo jévenes de sectores de bajos ingresos muchas veces sufrian la represién policial, sino por que para ellos la policfa mas que un poder re- resivo es un poder extorsivo, que -como se ve enrél articulo de Puex— los presiona para extraerles dinero, para utilizarlos en delitos, ejeretendo sobre cellos un poder absolutamente diserecional y abusivo. La reaccién de los j6- venes del Jagitel expresaba todas esas sensaciones en un solo acto vandali- co. Pero para completar a complejidad del proceso un hecho adicional de- be ser narrado: algunas horas después de ocurridos estos ineidentes un pe- riodista de un medio que claramente promueve las politicas de mano dura inquirié a Ia madre del joven asesinado sobre qué era lo que mereofan los delincuentes que habjan matado a su hijo: ‘a pena de muerte’, fue la previ- sible respuesta de una madre compungida. ‘Los hechos que venimos relatando indican la necesidad de reflexionar algo més sobre la noctén de panico moral introdueida por Hall, observando lo ‘que tal vez son diferencias con el-caso briténico. Segsin Hall el pénieo moral no es construido solo por la prensa, sino que expertos como policfas, miem- bros del sistema judicial y algunos lideres politicos. participan de esa cons- ‘truceién, La salvedad argentina es que, pablicamente, estos mismos sectores aparecen involucrados en los delitos. Esto produce profundas ambigiiedades, por que como se ve en el caso anterior, al mismo tiempo que las victimas 0 potenciales victimas de diversos seotores sociales se ven inclinados a pedir la represién extrema de Jos delincuentes, desconfian, incluso perciben como antagénicas, a las mismas instituciones que deberian llevar adelante las polf- ticas de ‘mano dura’ que suelen proponer. Entonces, como en el caso ingles, existe una percepcién y padecimiento concreto de las amenazas presentes en. tuna sociedad riesgosa que induce a aceptar polfticas de seguridad extrema, Pero al mismo tiempo se percibe que Ias instituctones de la seguridad con- tienen en su vientre la amenaza, por lo cual se desconfia de sus propuestas, generando una actitud ambigua que muestra que la aceptacién de Ia accién discursiva de medios y expertos no es tan lineal como Hall parece suponer. 12 Wetdae urbsnae Pero antes de avanzar mds sobre estas cuestiones, cir todavia un oaso mas que con todas sus derivaciones ¥ ib una manera sumamente clara la imbricacién entre sector¢ estado y de- lincuentes de toda laya en la comisién de una variedad de transgresiones: mostrando adem4s emo participan de estos hechos algunos sectores de la opinién pablica. Los Crimenes del "Loco de ta Ruta” pa elena neg a cr ne sade seuests no reals iedltamentesapeche de apo Paul Chevigny, 2002: 74 ise En julio de 1996 se produjo el primer asesinato de una saga de exf- menes de mujeres de los que se conocen fehacientemente por lo menos 13. sospechando que superan los 50 entre muertes y desapariciones. Estos eri. menes alcanzaron enero del 2002, continuiando ia macabra serie una prosti- tuta de Batén, que queria abandonar el negocio y inada en esa fecha. 1 de julio de 1996 se encontré el cuerpo desnudo de una artesana Femandez, estrangulada con un alambre, Ligada a aso- ciaciones de exeombatientes de Malvinas, con 27 ailos, no se doterminé que trabajara, en aquel stituta, Aunque aos mis tarde se imadas desd 1 celular sugirieron sospechas de ejercicio de la pros- En noviembre del mismo aflo 96, se encontré en la See ruta 55 el cuerpo de Maria Bsther Amaro, Bn su espa el asesino tall a cuchilo la palabra ‘puta’ Una mefiana soleada de enero de 1997 se encontraron las piernas y lerdo de Viviana Guadalupe Spindola, que habia desaparecido el brazo i iamente cortados en una bolsa pléstica en un cubo de basura. 5 alos y habia Surgié ast, en rial al que denominaron el despojos se encontraron en las rutas aledafia creada y popularizada por un periodista del di jo La Capital de Mar del Plata, ‘Alejandro Ista y Dane Migue. De as Vols y sus Nodos. noduceisn 33 que debié crear un titulo en un espacio grafico Himitado de aquel matuti- no. De inmediato, el apelativo corrié por la opinion pablica como reguero de pélvora. So supo, también, que varios cuerpos hallados ofrecieron muestras de torturas tremendas antes de alcanzar la muerte. Dos de los cuerpos te- nian rastros de quemaduras producidas por un soplete para soldadura aut6- gena. Uno debe preguntarse si ‘El Loco’, perseguia algén fin pedagégico es- pecitico al exhibir los euerpos descuartizados y cruelmente torturados, co ‘mo ilustr6 Foucault con los castigos y ejecuciones pul i en el Medicevo. ¥ de contestar, aunque sea de manera p: afirmativa en relacién a que los cadéveres contenfan un mensaje, uno debe- ria preguntarse de inmediato, a quién estaba dirigido. Pero también, a partir de julio de 1996, desaparecieron Ana Maria Nores, Patricia Prieto (conocida como "la dominguera’, pues sélo trabajaba ese dia), Silvana Paola Caraballo, Claudia Jaqueline Romero, Veronica An- drea Chavez, Mirta Adela Bord6n, Sandra Carina Villanueva y Mercedes Al maraz, Varias de ellas estaban embarazadas, tenfan hijos muy peyuefios, por Jo qr es improbable que los dejaran abandonados, yéndose a otros destinos, como sugirieron algunas interpretaciones oficiales apresuradas. Nunca se supo qué les ocurri6. ‘Siempre mujeres, j6venes, entre 25 y 35 aflos, todas prostitutas con- firmadas, menos la artesana Fernandez. Y ademés todas con paradas en el conocido entre los frecuentadores como el "yirédromo" 1a excepeién a esta regla fue Marfa del Carmen Leguizamén, que an- Di Talio; mas conocida, 1es terminaria la investigaci6n a partir del 2001. :pre los procedimientos fueron juez (el Dr. Garefa Collins) y reencausari tra cuesti6n igualé esos hechos: dorrosos, mal realizados, como en los amy ‘ode Natalia Melmann, Fueron tan desastrosos que evidenciaron la intencién de esconder pruebas, de destruir evidencias. Por ejemplo, nunca se pudo de- terminar qué habia en el disco rigido de la eomputadora de Silvana Paola Ca- raballo, una de las pocas en la que por testimo- nios, se sabe que anotaba Sandra, una de las chicas de La Perla, declar6 una ver, refiriéndose el ticamente al Loco: "es alguien muy grosso, que se mueve con muchos coches, ‘que pasa mirando y te elige... capaz que yo estuve con él...” (Carin, 25/10/98) ‘Algunos periodistas que siguieron cuidadosamente el tema tienen ra- zones para asociar el inicio de los erfmenes del 96 a la primera depuracion 16 Wendas woanas que hizo Duhalde, de ‘la policfa mejor del mundo’, cuando separa de la fuer- za a su jefe el comisario mayor Klodzik y es remplazado por el equipo de Lézzari y Vitelli. Este dejard afuera de la Bonaer legacién de Investi- un profesional; al- gulon que sabe del manejo de armas blancas de precisién’ (Claria, 22/ 10/98) Por aquellos afios, escribia el corresponsal de Clarin en ‘La Feliz’ ‘Aferrado al culto del bajo perfil, el fiscal Carlos Pelliza se esfuerza para que no trasciendan detalles de la investigacién. Ayer -como en anteriores ocasio- nes- Clarfa quiso hablar con él pero no encontré respuesta. "Hay que tener cuidado; el asesino nos esta mirando", se excusaba hace un tiempo’ (Clarin 15/09/99). Pero esta frase que Pelliza la reiter6 a la prensa en varias oportit- nidades, preanunciaba cfnicamente uno de los desenlaces finales del caso: era él mismo que ‘miraba’; 0, aterrado, sabia que lo observan desde el escri- torio de enfrente, o de un lugar muy préximo, Siempre el fiscal fue So’, y personalmente agregarfamos moroso, para relacionar en una ‘causa las diferentes victimas que fueron apareciendo, todas sospechadas vic- timas del ‘Loco’. El disourso de Sandra sugiere algo a lo que, a su ver, sugiere Bl fiscal general Ferndndez Garello (un hombre de Duhalde, que fue director de IOMA en la Provincia de Buenos Aires) reconocfa que ‘la inves- tigacién no es sencilla. Las prostitutas se mueven en lugares donde predo- minan la droga y el aleohol; es un ambiente diffeil para trabajar’ (Clarin 15/09/99). No se entiende qué ambiente selecto pretendia el fiscal general que allanara los motivos de la investigacién. Pero en las calles de Mar del Pla- ta, en los bares frecuentados por prostitutas y en sus pensiones, un secreto a voves se desparramaba en susurros; ‘habia policfas metidos en el asunto de los asesinatos’ y que la causa eran clertas indisciplinas de las chicas para pa- gar sus cuotes. Es sabido que las 10 comisarfas de Mar del Plat fico de acuerdo a las areas de ilegalidad que cont la prostitueién y juego. En stt zona las prostitutas se snen un precio lan. La 1° contro- iden por su edad. ‘Aland Ila y Dane Miguez De ss Vinca y 818 Mods. ntroduciin 15 En La Perla Nueva estén las mds jovenes, que hacen un promedio de 1500 pesos al mes y deben pagar un canton a la policfa. En La Perla Vieja estén ‘as veteranas’, muchas de mas de 60 aftos, que no pagan canon, pues la policia las usa para confeccionar la estadistica. Hay asf, como en la mayoria de la estadistica de delincuencia, una cifra de ilegalidad encubierta. se pueden incorporar en dos eategorias: las ‘callejeras’ y las ‘privadas’ que trabajan en sus casas 0 departamentos. En promedio estos dos tipos de prostitucién cobran $80 por ‘servicios comple- tos’ y més barato $40 0 820 segsin los servicios que presten. Luego estén las lamadas ‘vip’ o del ‘sector vip’ que, por ejemplo, merodean el Hotel Shera- ton o la whiskerfa Smoke, que tienen tarifas muy superiores, y seguramen- te ganancias mensuales bastante mayores que aquel promedio. Pero por lo que se sabe, todas mn porcentaje comtin de canoit Y ganancias personales: 40% para la mujer y 60% para la policta, Participa- ci6n y eifras bastante reconocidas por autoridades de distintas instituciones El juez Pedro Hooft terminé comprobando aflos més tarde algo cobraban 100 pesos por semana a cada| pros- no detenerlas, realizando también cobros por ‘en los locales nocturnos. sas muertes del 96 desataron un aluvion de teorfas po- motivaciones del ‘Loco’. Asf, de inmediato trascendieron serial killers, o perversos graves. La policia y vestigaci6n, orientaron a la opinién publica para imaginar un Hanibal Lecter. Un corresponsal de La Nacién, por ejemplo, imaginé un mondlogo de su Jack the Ripper: ‘Ahora escucho de nuevo la voz. "Volvé a hacerlo", dice. No dice, ordena. Sobre todo cuando la Luna esté grande ahi... impiar la suciedad del mundo...’ (18/ 10/ 98) Comparé también en a ‘El Loco de la Ruta’ con Santos Godino, mas cono- ido por ‘El Petiso Orejudo’, un espécimen que en dos meses del afio 1912 despachs siete chicos. Se hablaba en aquella nota de un perverso de extrema crueldad, ca- paz de freouentar précticas cantbales, y se consult6 a expertos eriminslo- {gos como Elias Neuman, Gabriel Jure y Rodolfo Goncebate, quienes a cie- as del expediente, cuidadosamente reservado, opinaron sobre un psiespa- ta abstracto. Sure, como psiquiatra, habl6 del ‘narcisismo pleno’ de los asesinos se- riales, que ademés exhiben ‘una pasiOn necrofila’. Es posible encontrar en sus vidas viveneias infantiles de suma agresividad, con violaciones reitera- das o severos castigos corporales, adujo. Bl perfil de un ‘monstruo’ estaba de- sarrollado desde sus rafces. 16 Weds Utena Neuman, sin embargo, dud6 de los hechos y le recomendé cautela al Periodista, afirmando que era extrafio este tipo de eriminalidad en este pats (La Nacién, 18/ 10/98). Aunque es bueno hacer Ia salvedad de que, como se investiga muy mal, las pruebas sobre los cadaveres son alteradas en las au- topsias, 2 veces negociadas con familiares 0 abogados defensores, segiin la importancia de los casos, que ademas hay poca o nula complementariedad para investigar hechos entre comisarias y que los hechos que no se produ- cen simulténeamente se dividen entre diferentes causas en distintos juzga- dos, como en este caso, es dificil discernir la cantidad de asesinos seriales ue tenemos entre nosotros. Es sintomitica de un estado de descomposici6n de la sociedad, aque- Ia discusién sobre la caracterologia del Loco. Periodistas, comentaristas y expertos dieron por hecho que detris de los acontecimientos macabros se ciicontraba un Loco, que a su vez era la versi6n policial publicitada. Nadie sospeché hasta ese momento, y si lo sospechs nadie afirmé piblicamente otra alternativa; y mucho menos que la locura tenebrosa se hallaba dentro de una institucién, cuyo cometido es cuidar que esas cosas no ocurran. Un grupo de policfas, amparados por algunos funcionarios judiciales, se habia disparado con una saga de erfmenes alucinantes. En agosto de 1999 el gobernador Duhalde ofrecié medio millon de pesos para quien aporte datos sobre ‘El loco’ (Clarin 04/08/ 99). Esto produ- Jo que un testigo con identidad reservada se presentara a uno de los aboga- dos patrocinantes en la causa de las desapariciones de Ana Maria Nores y Claudia Jackeline Romero, Fue conducido frente al Juez de garantias Marce- lo Medina, quien le tomé declaracién, La tiscalia de trol de trénsito, pero en ese entonces pudo justificar la tenencia de dicho elemento’ (La Nacién, 03/04/99), Los ‘sabuesos’ persegufan ¢ interrogaban a carniceros, minoristas de la carne, por el uso de habitual de cuchillas, pensaban repent nte en las peligrosas redes del narcotrafico, e insistian con Jack el Destripador. La pesquisa estaba empantanada. En enero del 2000, en plena temporada, otro hecho de sangre volvié a salpicar ‘La Feliz’. Una arquitecta joven, que viajé de Tres Arroyos con sus padres, salié una noche para tomar algo en un pub del centro de la ciudad ‘Abjandro Way Dane Migue. Oe las lens y sus Modes. Ineduccén 17 los tltimos que la vieron, la describen conversando animadamente con jombre en la barra, con quien después de la medianoche salieron det lo- cal, Apareci6 asesinada en los descampados de la Barranca de los Lobos, ¥ puede aseverar que este hecho se relacione a los otros. Pero otra mu- Jer se sumaba a la serie de asesinadas y de casos sin resolver. Recién en el 2001 se comenzé oficialmente a mencionar Ia hipstesis fan encontrado restos de cuerpos, ya hablaban en 1998 de ‘los locos de la yuta’, en vez del ‘loco de la ruta’. Bl fiscal general Fabidn Fernandez Garello ‘dio a entender que un fran obstéculo para esclarecer el caso es la pro} es una de les fuentes de mayor corray 25/01/01). Por octubre de aque! mismo afio, la cluir dentro de sus hipétesis de investigacién la posibilidad de que alguien © algunos de los efectivos de su fuerza, estuvieran involucrados, y que la ‘teorfa del Loco’ no fuera otra cosa que una maniobra de distracct6n, fogo- neada por efectivos de la policfa bonaerense, como tam Bl 12 de septiembre de 2000, encontraron el cuerpo con golpes en la cabeza y estrangulada con una buianda, de Marlene Michensi de 16 aftos. Habja sido violada. El 16 de ese mismo mes se encontré a Débora San Mar- tin, también de 16 afios, estrangulada de manera similar que la primera. Am- bas, se descubrié més tarde, estaban enganchadas con la prostitucién, en su modalidad de atencién ‘privada’, o sea en departamentos. E131 de octubre en su departamento del centro de esa ciudad, se ha- 16 el cuerpo de Iris Tzza, quien habia sido asfixiada. Al mes, el 21 de noviembre de 2000, un trabajador en el basural de Mar det Plata encontré restos no identificados de un fémur, como pies y ma- nos seccionados de una mujer. A los dos dfas encontraron a Liliana Hatrick, de casi 40 afios, ahoreada con el cable de un electrodoméstico: una plancha, Habia sido violada. Luego, el 25 de ese noviembre sangriento, hallaron a Maria Vazquez, asesinada mediante asfixia, aunque antes habia recibido varios golpes con- tundentes en su cabeza. Vivia sola en los suburbios de Camet y no habia si- do violada. En ese mismo barrio el 24 de enero de 2001 encontraron asesi- nada a Maria Claudia Renavell, también por asfixia. in este nuevo grupo de asesinatos, donde primé el estrangulamiento se atacé en su mayoria a mujeres muy j6venes que vivian solas © departamentos. En general todas ejercian la prostitucién. En la segunda semana de julio de 2001 fue destituido el juez Jonge Horacio Garcia Collins, integrante de la Cémara de Apelaciones marplaten- se. Este hecho se fundamenté en la denuncia de que ese juez ‘arreglaba’ causas de algunos detenidos en la cércel de Batan, en relacion a Margarita Di Tulio, alias Pepita Ia Pistolera. Pero la investigacién se profundiz6 a par- tir de la denuncia del Fiscal Pelliza, que seguia la muerte de Maria del Car- men Leguizam6n, cuando la joven trabajaba en la whiskeria de Di Tul Juez fue acusado de recibir plata de la meretriz, lo que se comprobs en las escuchas telefonicas.5 ibur, habian tenido resultados complemen- llamados entre la comisarfa 1*, de policia y el stibulo de la calle Salta al 1200, a propésito de la desaparicién de Ver6- Andrea Chavez, en cuya casa se encontré una agenda con nombres y tre ellos habia politicos y funcio- ; varios prohombres de La Per- Ja del Addntico. Encontraron en esa libreta el nombre del fiscal del fuero fe- Mareelo Garofa Berro, que en el! 2002 se harfa famoso por su deten- 10 involuerado en la causa. . quien se decia mi- le las primeras causas, iosas autopsias, iniciéndole un su- ‘mario por un motivo ftil. También Pelliza amenaz6 con causas a p Por lo menos dos policfas estaban involucrados en la desaparici6n de Chavez, y todas las sospechas tendian a desmentir la presencia de un psies- Pata que afios antes haba sido bautizado como el Loco de la Ruta. La den- sidad de las lamadas entre la Seccioi prostfbulo hicieron sospe- to de Chaves: detrés habia una organizacién delictiva para la trata de blancas. En octubre de 2001 el juez, Hooft realiz6 dos allanamientos sorpresi- ‘os, tanto para los duefios de los prostibulos como para Ja misma policia. 5, Nos preguntamos sie juer ests procesado 0 detenida. La opinién pica fe pedi el rasta renuta pinién pba le perdi el rasta a la in ‘Aljandi lea y Dane Miguet. De las Vlencls y us Modes. Imvoduccén 19 estaba centrada prineipalmente en la policfa bonaerense, con el concurs de Ia Gendarmeria y de agentes de la Policia Judicial, institucién que no depende de la Bonaerense, sino de la Pro- curacién de Ia Corte Provincial. ‘Todos estos acontecimientos se precipitaron tras el impacto que cau- 86 In desaparicién de Fernanda Lucfa Verén, el 11 de octubre det 2001, cuando con sus 22 afios hacta ‘la calle’ en una parada de La Perla. El Comi- sario Norberto Garcia explicé una vex a La Nacién, respecto a Mar del Pls- ta: No se la puede comparar con practicamente ninguna otra del pats y mu- cho menos dentro de la provincia’, quien continué, ‘le doy cuatro datos: tie ne casi 700.000 habitantes, puerto maritimo, una cércel con unos 700 dete- nidos y recibe por afio 3 millones de visitantes. No hay otra localidad asf en 1 pais. En este contexto, casi no hay asaltos express, ni golpes a camiones Dlindados y no se ve el nivel de violencia de algunos hechos que se dan en el conurbano bonaerense. Tampoco hay mafias onganizadas con sede en el lugar; en lo que coineidimos con el resto del pafs es que en los casos més violentos son protagonizados por delincuentes cada vez més jévenes. Esto no es un paraiso y seguramente hay muchisimo por mejorar, pero teniendo en euenta las condiciones que se da aqui, la situacién no es tan mala’ (La 8/10/01). xy Periodistas que sostienon que a la fecha de la declaracién habian sido asesinadas 0 desaparecido mas de 50 mujeres en 5 afios. Incluso hay otro casos no relacionados, atin previos a ese afio, donde se comprobaron descuartizamientos. e Peralta, se unific6 con la causa ballo y Verdnica Andrea Chavez, que de articulacién de comunicaciones VAIC, conformada por polieias, funcionarios judiciales y pe ‘Naci6n, 23/10/01). Por ejemplo, aparecfa a menudo en las conversaciones entre prostibulo, comisarta, jusgado el nombre de Jess Porrua, secretario de gobierno del Municipio. La fiscal Susana Kluka, del juzgado de Pedro Hooft, insistié que ha- bfa miembros de la justicia implicados ademas de Ia policta. Bsta tesis fue deoididamente apoyada por el procurador general de la Corte Suprema de Justicia de la Provineia de Buenos Dr. De la Cruz, quien declaré ‘se detecta- ron cruces telefénicos entre un prostibulo, policias y la Justicia Federal... hay un funcionario judicial de jerarqufa que, ademés de tener relaciones 20 Medes Woanas continuas con prostitutas, habitualmente anda de noche por la zona roja’ (Clarin, 12/ 10/ 01). Intachables jueces, hombres de fat moral péblica y privada frecuentaban el ‘yirédromo’. faron la apertura de un sumario ad: acusaciones del procurador general. Las sospechas relaciones intensas con chicas y duefios del prostibulo de Ia calle Salta, recayeron y/o rozaron a otros encumbrados miembros del tribunal federal; el excalibur habia desen- terrado estos comercios. Sin embargo, y aquf una de tantas paradojas, esa edmara con esos jueces, era la que llevaba uno de los ‘juicios de la verdad’, por los desapare- cidos durante la titima dictadura en Mar del Plata. Asi, comenzaron los co- mentarios, incluso entre muchos ‘progresistas’, que esas acusaciones sobre honorables miembros se debian a que el juez Hooft habia colaborado con ia dictadura, y asf trataba de impedir el buen res la verdad’. Pero en el tema de los asesinatos y desapariciones de mujeres | Prostitutas, las voces de los organismo de derechos humanos, que tuvier un papel protag6 cfones durante Pent House Privado, y que se mantiene préfuga), un ‘efa Berro, con variados cargos: extors asociacién ilfcita, falso testimonio, ete. El Loco de ba en algunos representantes de instituciones conspieuas de la moral y el control social. Los Crimenes del Loco en Perspectiva Analitica Los hechos del Loco de la Ruta ilustran de una manera particular los ‘scenarios en los que han teniido lugar los procesos vi delictiva en la Argentina, Una de las cosas que emerge de esta historia de fe ma partieularmente clara son los mecanismos y variantes que se produc en la evolucién del panico moral. La invenci6n del ‘Loo’ muestra de forma transparente cémo, wre una serie de hechos objetivos —las muertes de drentan de distintas. maneras a la poblacién. En este sentido los lios de comunicacién jugaron un papel cambiante. Si en un-punto facilitaron la Ruta se reconfigura- | lados a la violencia | fe Aljandeo tela y Daniel Migwen.De las Volncia y sur Modoe Introduccion 2 eonstruccién de Ia figura mitica del Loco, colaborando con los intereses de algunos de los actores involucrades, en otro momento publicitaron la exis tencia de las redes institucionales de corrupcién, develando Ia inexistencia del ese personaje. Mas alld de que algiin medio especifico o per parti- cular podria estar comprometido con los intereses de algunos de los secto- res involucrados, la prensa parece divulgar aquello que suena en princi por escandaloso 0 por exético o por morboso. Por eso Ia no permanece en un punto fijo, por que también la caracterfs- construcei jendo imagenes de temor, pero no haciéndolo necesariamen- te en un sentido tinico, ni homogéneo con los intereses de alguno de los sec- tores involuerados. A lo tinico que necesariamente atienden sin cortapisas, como es logico, es a sus propios intereses comerciales. Pero adicionada a esta cuesti6n surge otra, y esto es que en el caso argentino muchos de los actores que Hall menciona como arquitectos del pa~ nico moral, aquellos ‘expertos’ —policias, jueces, politicos— que definen la pertos, que intentan presentar el prot ‘pan ambiguas en la poblacién que, como puede verse en el trabajo de Puex, all ‘mismo tiempo pueden reclamar la intervencién policial y pensar a esta fuer 2a pailica como una permanente fuente de peligro. ‘También puede notarse esto en Ia inestabilidad de Las politicas de se- guridad. Si tomamos Io que est ye el epicentro de los problemas de seguridad, la provincia de Buenos Aires y dentro de ella el Co- abogados con actuaciones destacadas en el enjuiciamiento a las juntas mi tares y con perfiles claramente garantistas, Ninguno de todos estos cuadros logr6, de hecho, conseguir un claro consenso en la poblacién (seguramente de allf su escasa estabilidad en el cargo), ni establecer una politica de segu- ridad orginica que ordenara el funcionamiento de las agencias estatales de 22° Mets wanes seguridad -que usualmente miraban a esas politicas como intrusivas de précticas mas rentables que permitfan sus tra 16n, como el cobro de comisiones a prostitutas y prostibulos detras de los hechos del Loco. En la misma vena, es posible pensar que la adhesién a politicas de ‘mano dura y el panic moral to de la sociedad. Por ejemplo, si bien es cierto que algunos ex ~ militares y polictas identificados con los procedimientos de la dictadura militar y con las politicas de mano dura y tolerancia cero han ganado eleeciones munici- pales, su derrotero electoral ha sido incierto en el campo provincial, eviden- ciando consensos sélo regionales y fluctuantes. Por otra parte, en zonas don- de el electorado es principalmente de clase media (como en la Ciudad Aut6- noma de Buenos Aires) estos Ifderes politicos han tenido consensos mini- mos, y quienes ganaron las elecciones en general han sostenido prograinas de seguridad ideolégicamente opuestos a los anteriores. En definitiva, en el caso argentino resulta complejo pensar el panico moral como una construeci6n sistematica de la amenaza proveniente de gunos perversos que acechan a los ciudadanos ‘normales’ o de sectores em- pobrecidos que amedrentan a los més favorecidos. Si bien esto parece ser jionales formas de organiza- | cunden de la misma manera por el conjun- tuna parte de las amenazas pereibidas por la poblaciGn, otra fuente de ame- nazas serfan las propias fuerzas del orden, que se piensan dispuestas a ex- torsionar, delinguir y disimular; mds los funcionarios politicos que en el ima- nario social también delinguen, disimulan y mienten. De forma tal que el Péinico moral en Argentina no proviene de la simple eonstruceién de Ia opi- nlén publica que un sector de la sociedad logra articular en funcién de sus intereses. El pénico cunde por que se pereibe la amenaza por tna mul cidad de fuentes, y si bien es posible que la sensacién de devastacién, de eas y desorden sea algo mayor de lo que los hechos ameritan, este existe ‘eon un nivel inusual en la sociedad argentina. Frente a este panorama la poblacién no parece atinar a unificarse en una mera demanda de politicas de mano dura, Hay un pénico moral, una sensaci6n de devastacién y riesgo, pero que no encuentra canales claros en Tos que expresarse orgénica ¢ institucionalmente y que canzliza por estalli- dos, como los frecuentes ‘cortes de calle’ con las més diversas demandas: trabajo, seguridad, justicia, alimentos, educaci6n, ete. Estos estallidos se ex- presan muchas veces en contra de los propios organismos de seguridad, jus- ticia y de las instituctones politicas. Pero Ja imbricaci6n sistemdtica de diversos agentes estatales en la transgresi6n nos lleva a pensar en, al menos, dos cuestiones mas. La prime- ra ¢s la siguiente: tradicionalmente se ha pensado en la teorfa social al estado ‘Alfano sta y Darel Migue. Dela Voenis y sus Nedos. mroduccion 23, como Ia enearnaci6n del orden normative de la sociedad. Ya sea, en el fun- cionalismo, donde es la expresi6n del consenso poblacional sobre la necesi- lo, y sobre todo 1¢ Tos rganos pri- mordiales del control social, del resguardo del orden frente a la transgresi6n normativa. Pero las particularidades del caso argentino hacen dific drarlo en estas tradicionales miradas sobre el estado. Los agentes estatales en Ia Argentina, por lo menos en muchisimas oportunidades y en muchisi- mas sectores del estado, parecen no responder a los Obviamente que esta afirmacién no puede hacerse sobre la totalidad del estado, ni sabemos siquiera si sobre In mayoria de sus agencl sumamente frecuente en aquellas destinadas a la seguridad pabliea (udiciales, policiales y penales). Esta cues~ ti6n que, como se verd, reaparece en muchos de los trabajos incluidos en es- de las propias burocracias estat jon de los agentes estatales en Ia transgresion en este caso, encontrar es0s consensos que nos per- qué constituye y que no constituye violencia. Encontrar algu- j6n al problema exige elaborar algo mis la nocién de violencia y las complejidades tedricas y metodolégicas que le estin asociadas. ‘Ahora, la part normativa hace mitan ds Hl Evanescente Concepto de Violencia Boneeme [No fue intencin de'la investigaciin que emprendimos el logro de una definicién de la siempre inefable noci6n de violencia, pero sf debemos teorizar- Ja un instante para no quedar aquorsazados por las preseripetones d ‘penal, que como indicamos al comienzo presentan serias difigultades a Ia hora de teorizar sobre la violencia asociada ala transgresién normativa en Argentina. 2h Merdas urbana = __Lawiolencia es una noci6n escurridiza, pues siempre depende de va- lores subjetivos el denominar una accién de tal forma. Entonces, es comin que victimas, victimarios y testigos de una acci6n la valoren y nominen de 0 manera disimil. Lo que la victima puede considerar como violencia, para el perpetrador puede ser sélo una respuesta habitual, y para los testigos co- brar heterogéneas interpretaciones. Estas interpretaciones siempre estén relacionadas a valores que se desprenden, no s6lo de normas y leyes gene- | tales, sino de su socializacién segéin un conjunto de relaciones sociales me- liadas por la clase, la cultura y subculturas, la localidad, la familia e inchs. so también por la misma subjetividad de la persona. Asi, el uso de la pala- | bra violencia para una accién esté sujeta de manera inmanente a la con- cepeién ética'Ye los sujetos que la realizan, reciben o simplemente asisten + [a dicha adsién, ~_ Tiene de esta forma miltiples puntos de referencia, Entonces; ‘la no- ci6n de violencia, si ell implica a fin de cuentas una referencia a hechos po- sitivos, hace pasar esa referencia por un recorte en funcién de normas' (Mi- chaud, 1978: 90). Por ello, nosotros. la conceptualizamos, en una primer aproximaciGn, como formas de'jransgresin'a usos, normas y leyes de una sociedad. De esta manera, la violencia, en su expresisn fisioa 0 simbélica es parte constitutiva de las relaciones sociales. Bs epis6dica en su manifes- taciones extremas (el dafio fisico), pero en sus manifestaciones no extremas 98.cotidiana ¢ inmanente de las relaciones sociales, pues hace parte de le ‘ensiGn permanente entre el cumplimiento del orden establecido y su trans- gresi6n. Pero la represi6fi de una transgresiGn, por mas legitintada que esté, Puede ser también violenta, como en el caso de la pena de muerte en algu- nos estados de EB.UU. [~ Bn nuestra cultura en particular, muchos de los sentidos de la palan ra violencia estén estigmatizados. Nadie dria ‘sOy violento! en familia o en calle; Nadie suscribirfa ‘la violencia es una buena solueién, o una buena .edida’. Es un término proserito, en general en las culturas, pues esté liga- lo a valores ¥ preceptos éticos. De todas formas, 1o que tlumina Ia palabra ‘violeneia' son determina- das acciones sociales proscriptas, como por ejemplo ‘pegar’. En una amplia serie de entrevistas que realizamos en dos capitales de provincias del NOA, fieultad que tenfa mas del 90% de los entrevistados de hablar de ‘golpes' y ‘violencia’ en el seno de su hogar. En cambio, freeuentemente reconocieron ‘vecinos golpeadores’ en las inmediaciones. Varias mujeres de San Miguel de Tucumén reconocieron haber recibido ‘chirlos’ de sus pare- Jas, pero no aceptaron que 4 ello se le lamara ‘golpes’ ‘maridos violentos’. B finjoién transculty ii menos hablar de _ ‘ejandro lla y Datel Miguer De as Vols y ses Modos.Invoducién 25, lificativo viglencia tiene un fuerte conte- | -egin sean considerados como | Bntonces, la apelaci endo la violencia para Riches rf ‘recu rural y social, propuso cuatro propiedades bisicas de valde cranscultual 1. La ejecucién dea violencia es por su propia naturaleza susceptible de/ debate en cuanto a sie legitimidad? 2, La discrepaneia éntie Ios implicados en Ia eomprensiGn bisica de la eje- eucién de un acto violento, o en la experimentacién de una imagen violenta, probablemente sea minima: en su sentido clave, como la consecusi {isico, es poco probable que la violencia no sea reconocida como tal. | 3, La pridctica de la Siolenicia @8 faertemente percep: 4, La ejecucisn de Ia violencia en un grado moderado ‘quiere relativamente poco equipo especializado 0 conocimiento esotérico. La ‘manipulacidn y los recursos de fuerza que posee el cuerpo humano, més el co- tos suficientes para logear un act ser humtano (Riches, 1986: 11).7 26 Weréasurbanas -que no dejan huellas fisicas- pero que los actores pueden calificar como 'vio- ~-lentas'. Con esta simplificacién de la cuestiGn, Richies termina seducido por ‘Ia tentaci6n positivista’, y en sus conclusiones afirma que ‘no hay evidencias <¢ de que la estructura social produzea violencia, siempre hay caminos alterna- tivos'(1986:25), encapsuldnd6la én su définicidn de ‘dafio fisico resistido’. ~~ Una actualizacién de esa concepeién es la elaborada por John Keane, quien complicando aquella definicién, entiende por violencia: ‘..cualquier acto no requerido, ni deseado, aunque intencional o semi-intencional de vio- lacién fisiea del cuerpo de una persona, quien previamente habia vivido en. pas’ (1996:6).® Introduciendo aqui un nuevo intringulis moral de final in- cierto: si alguien hiere, tortura o mata a otro, que no habia vivido ‘en paz’, esto no es violencia, desde la perspectiva de Keane. Uno debe agregar con ello, alas ineertidumbres del término violencia, quién define ‘la vida en paz’ r Esta posicién nos Heelas hallaba que, para ciertas comunidades de Guestién que ya habfan advertido teéricos del derecho, como Kelsen (1962:60) cuando se referfa a los ‘6rdenes jurfdicos primitives’, describien- do comunidades con esos “érdenes’ en donde matar a un foréneo o a un es- clavo no era delito, mientras que si lo constituia, y era sancionado, matar a un miembro de la comunidad.9 No es necesario remitirse en nuestros dias a “érdenes juridicos primitivos’ para encontrar ejemplos en las naciones del imer mundo’ de un uso discrecional del derecho y Ia violencia, como, por ejemplo, la inmunidad que exige el gobierno de EE.UU. en rela- clén a sus tropas, repartidas por el mundo, sobre ser juzgados sus posibles cerimenes solamente por las leyes nacionales de ese nacionales locales y los internacionales. La e: mitivo’, sino en el poder que se detenta en el concierto Christian Krohn-Hansen, nos ofrece otro ejemplo interesante de dis- yuntiva moral: el aborto es considerado como una préctica legitima por el 8 fis adelante el matizaré su defiicin "eruda" de violent los autores que comentamos seguidamente (véase np. 65 2 2 En las soseddes guenetas de as “indies de les pradeas" matar a un enemigo en comb, 0 mori en ‘0 combate ea ensaleado como conduca sin embargo mata a uno de su tbu a tain ea severamente enalizado, Todos ern ats volts y propo de gueas, pero unos eran cotecos y otras inarets. ‘Aljandéo isa y Daniel Miguer.De las Velnclas y sus Modo. Intodvecén 27 estado noruego; y visto, en cambio, por algunos grupos religiosos de ese pats como extremadamente violento, definiéndolo con el término feticidio (Krohn-Hansen 1994:368), Para Krohn-Hansen, lo que entiende por violen- | cia sélo seria valido cuando se dan consensos sobre su centro 0 vértice | moral, dentro de contextos sociales determinados.° vad Diferentes antrop6logos han adelantado ideas similares sobre eon- ‘eceptos de similar polisemia* ...violencia y sexualidad son conceptos cultu- ‘no necesariamente tienen una relevancia in- ey & Gow: 1994:12) Desde ese punto de vista procedente deseribir una aeeién como no sole el iedarse teéricamente para- 16n escolar 0 caer como Hlaman algunos en Ta ‘ten cho, criminologfa, etc. sobre el tema. Si bien coineidimos con aquel postulan que es wn eérmino imposible de definir transculturalmente, elaborar un conjunto de principios que coadyuven a def mos y debemos recabar en las relaciones entre sociedad civil y Estado, para entender las violencias, no se puede, a fuerza de cometer un gran equivoco, |__Tabiendo sido torurados, Cuando se les pregutabe por qué, explcaban que no habia sido sometdos | a shocks eecicos"odle, 200: 4. _Abjando Ia y Daniel Wiguez. De lat olen y sve Mages itaduccién 29 de Francia y especialmente en Jos suburbios de las grandes ciudades. Con- cluyendo que el crecimiento de los homicidios y de la criminalidad en gene- cieneias sociales, nosotros tsamos con poca reve zal es un ‘indicador del grado de desorganizacién de una sociedad, que re- que en general, como dlecfa Gramsci, son elaboraciones parciales o fragmen- Salta el uso creciente de la violencia como forma de resolver conflictos in- @) tarlas pero muy iitiles, por cierto, para entender cualquier fenémeno, y en _terpersonales, y principalmente, ademas, la incapacidad del Estado en particular uno tan ‘fantasmal’, como el que tratamies. impedir 0 cohibir la violencia privada de bandas de eriminales’. A lo que debemos agregar, para armar un nuevo paradigma, que tienda a compren- der la situaci6n Argentina, que el Estado no es solamente ‘ineapar’ de impe- cia privada, sino que debemos colocarlo en el para- digma como un agente productor de delito igico imenta que la explicacién de la v s formas de eultura y de sociedad. Pero, ademas, cual hace particularmente dificil concebir y analizar formas de ‘violencia urbana’ sin contextualizar esas acciones en el terreno de fines y medios de las instituciones encargadas de prevenirla y © eventualmente reprimirla. De alli In necesidad de repensar muy seriamente ! el binomio Estado - Sociedad Civil, especialmente en el caso argentino, s0- | bre fo que volveremos, como indicamos antes, en las conclusiones. =~ En sintesis, definir universalmente la violencia como fenémeno es un camino intransitable; desde la 6ptica antropolégica, al menos, la violencia ss la conetbe. Pér6 aTsiii- smaitico en sf mismo. Si bien es esperable qué éi ada haya algunos consensos minimos sobre pautas de interaeci6n entre sujetos, y por lo tainto, sobre lo que constituye o no vio- lenioia, también es inevitable la existencia de disensos, particularmenté a sociedades altamente difereneiadas, De manera que, tal como lo sefiala Ri- fiotis, la definicion sobre qué to ¥ qué no, es un cainpo discirsivo ‘Séguramente atravesado por rélaciones de poder y conflicto, en la que el | plo. investigador interviene como actor. Hsto introduce, entonees, una | “mera dificultad, que nos obligaré a hablar de violencids)(de acuerdo a dist v2 Toda scn violent ene comporetessimlos, separando los sgiados del tring, do los ‘ples de las nocones de dominaciony hegemonia. Ee tas definiciones) y nunea de violencia, que implicaria tomar parte por la 4 la volends, pra Res, “ors Um gr eantal ma spa posse do present, pela conpren- sien de un seotor. So das emernes ati, com ase mincos magni ssa dinersioepbdeae agrentaie nan |S i ‘Sin embargo, atin en la disparidad discursiva, si existe comunidad 0 | siexiste sociedad, deberia haber acuerdos minimos, unas pautas morales bi- | sicas que permitan ciertos consensos sobre Jo que constituye no, violen- || cia. De acuerdo a una serie muy extensa de trabajos, entre los cuales la obra | de Foucault ha sido posiblemente el punto culminante, en las sociedades de clase el estado ha tradicionalmente encarnado el eje moral de la sociedad. | Expresando al mismo tiempo ese centro al que todos adhicren, pero un 30 Herdss bans centro sesgado que implica una moralidad acorde a los intereses del sector social en control. Sin embargo, en el caso Argentino esta visi6n presenta una dificultad, ya que los niveles de transgresién normativa, de vulneracién de la moral comin —de sentido comtin—, de los propios agentes estatales ha- ce que Ia ‘funcién pedagégica’ que el estado suele encarnar en las socieda- des de clase quede desdibujada. .el6n del sistema penal es por sobre todo ‘dramatizar la existencia de la norma’, en el c: las de emergencia o el funcionamiento del sistema penal de menores, pa- rece promover su vulneraci6n, Bsto agrega tun punto complejo en el andli- los, de los agentes policiales en las sis de la violencia, por que las organizaciones que deberfan enearnar esa definici6n hegeménica de la norma y por Jo tanto los consensos minimos sobre lo que constituye o no violencia, se han desplazado de ese eje. Esto, ya sefialamos, nos lleva a repensar el papel que tradicionalmente ha juga- do el estado en ese sentido, pero ademés nos obliga a buscar en otro lugar los ejes consensuales basicos que fan saber qué es violento y qué no en los émbitos explorados, Nuestra idea es que ese orden bésico per- manece como rasgo mnémico que se expresa en diversas aspiraciones de ! poblacién, Pero dada la deslegitimaci6n de los tradicionales canales de ex- mn (partidos, sindicatos, ete.), esas aspiraciones cireulan como mur- mullos en los pasillos de las villas, como rezongos recurrentemiente grava- dos en nuestras entrevistas y como explosiones ocasionales y esponténeas en protestas y no Ilegan a encarnarse claramente en politicas, programas 0 acciones piblicas. Hemos abierto hasta aquf un abanico extenso de problemas, tanto en Jo que hace a las dindmicas que atraviesan la sociedad argentina, como a las dificultades conceptuales que surgen al explorarlas, Tememos —en realidad estamos seguros— que son muchos més problemas de los que podremos re- solver, de todas formas pretendemos profundizar todavia un poco més en ale gunos de ellos en Ia seecién final det libro. En este sentido, los trabajos que se presentan en este volumen, que exploran los procesos de disoluci6n y re- constituci6n identitaria en barrios de grandes y pequeiias ciudades argenti- nas, o las formas de transgresién de agentes estatales en el sistema de me- nores o la trayectoria de delincuentes adultos y sus vieisitudes, nos permiti- én conocer con mayor profundidad estas ‘heridas urbanas’ sobre las que volveremos a reflexionar al final. ‘Alejandro isla y Dane Mique, Deis lenis y sus Modes. toduciin 31 La Observacién y sus Formas: Perspectivas y Capitulos Los trabajos que se presentan en este texto son resultado de una va- riedad de aproximaciones metodolégicas, producto de un equipo con diferen- tes formaciones profesionales en las ciencias sociales: socidlogos, trabajado- res sociales, abogados, con el predominio de antropélogos, que dieron lugar a diferentes énfasis en las herramientas usadas. Asf, se emplearon en algunos trabajos la combinacién de enfoques cual tivos, cuando los datos recolectados por instituciones gubs 1o permitieron. En ‘otros prevalecié la etnograffa como ‘deseripeién densa’ (Geertz: 1992) del ca- so, de la con residencia prolongada. Ademds, estas etnografias describen también las articulaciones de lo local con la sociedad nacional y el Estado (Comaroff, J. andl J. 1992) cuya presencia esté inserta y es constitutiva de las dinémi- €4s locales. Otros trabajos se basaron més en entrevistas focalizadas, trayec- torias, una etnografia sobre la memoria biografica de uno de los auto La priorizaci6n del enfoque etnogrifico se fundamenta en tres razo- nes. En primer lugar, que existen sticesos, précticas, que los discursos no re- memoran, 0 no meneionan, y que solo pueden ser regi servacién prolongada, En segundo lugar, es necesario verbales’ con précticas, pues aquellos pueden contrad Jas, En tereer lugar, porque las nociones entre lo que se habla y to que se hace 1 punto central de toda investigacin en antropologia social Esta combinacién de estrategias ha dado por resultado un total de sels trabajos divididos en tres bloques de dos capitulos cada uno. El primer bloque presenta las dindmicas vinculadas a la violencia y al delito en dos en- i ina villa en el Conurbano de Buenos Aires en Puex desarroll6 strictu sensu una etnogratfa, s barrios marginales en una ciudad de rango intermedio de Entre Ja que la antrop6loga Nath y vai Rios, en los que el antropdlogo Gerardo Rossini efectu6 prologados trabajos de verse la fragment mas de sociabilidad, el se la acoién de las agencias estat La seeci6n nal de menores en la provincia de Buenos Aires. Estos enfoques permiten 32 Wofdos uibanas pereibir el nivel de descomposici6n de estos fragmentos del estado y cémo intervienen en la gestidn de una violencia que ocurre més afuera, que aden- tro de ellos (aunque también hay violencia interna). Los trabajos presentan ‘un contrapunto entre una vision, la de Rovers, que considera a estas agen cias como parte de los mecanismos de control social y la de Miguez-Gonzd~ lez que los percibe como instituciones transgresoras, que no responden a un orden preestablecido sino a un estado general de desorden social. Esta ten- si6n en los enfoques, lejos de constituir un problema, permite un matiz que enriqueceré nuestra reflexién en la secci6n final del libro sobre la articula- ci6n Sociedad Civil Estado. Los tiltimos dos capitulos se incluyen en una secei6n sobre la trayectoria de delinouentes adultos. Estos estudios ‘longitu-

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