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£Qué son los valores? Introduccién a la axiologia por RISIERI FRONDIZI i) FONDO DE CULTURA ECONOMICA Primera edicion, 1938 Segunda edicién, 1968 Tercera edicion, 1972 Vigesimotereera reimpresién, 2010 Prondizi, Risieri Que son los valores? Introduccién a la axiologia / Risieri Frondizi, — 3" ed. — México: FCE, 1972 237 p.:17 x 11 em — (Colec. Breviatios 135) ISBN 978.968-16-5631-7 1. Axiologia 2. Filosofia I. Ser IL. Le Bp232 F713, Dewey 082.1 B846 V.135 Distribuetén mundial Comentarios y sugerencias ceditorial@fondodeculturaeconomica.com \wwnsifondodeculturaeconomica.com, Tel 227-4694 227-4672 Fax ( Empresa certificada ISO 9001: 2000 1D. R. © 1958, Foxbo ve Curzua Economica Carretera Picacho-Ajusco 227; 14738 Mexico, DF Se prohibe la reproduccién total o parcial de esta obra, —incluido el diseno tipografico y de portada—, sea cual fuere el medio, electronico 6 mecanico, sinel consentimiento por escrito del editor. ISBN 978.968-16-5631-7 Impreso en México * Printed in Mexico PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION Las RES primeras impresiones de la presente obra son similares, Las de 1962 y 1966 reproducen la pri- mera edicién con ligeras modificaciones. Esta obra trata de presentar en forma clara y sen- cilla una constelacién de problemas complejos. En el primer capitulo se enuncian en forma elemen- tal las caracteristicas bésioas de los valores. En el segundo se presentan los problemas findamenta- les que giran alrededor de una cuestién central tienen las cosas valor porque las deseamos 0 las a porque tienen valor? En el capitulo ter- ‘0 se exponen varias ressuestas subjetivistas a tal pregunta y en el cuarto Ia tesis de Max Scheler, forma tipica del objetivisno axiolégico. En el il: timo capitulo, el lector encontraré el esquema basico de una interpretacién propia, que el autor desarrollard en forma amplia en una obra en pre- paracion. Del punto de vista teérico, ia modificacién més importante que ofrece esta edicién radica en la interpretacién del valor como cualidad estructu- ral, En las ediciones anteriores se habia seialado que el valor es una cualidad irreal, sui generis, Si bien la expresién es correcta, resulta imprecisa La inrealidad del valor debe interpretarse como cualidad estructural, tal cual se la expone en el capitulo vz, § 3. Con el deseo de no recargar la bibliografia selec- cionada que se offece al final de cada capitulo, iL 7 8 PROLOGO A LA GUARTA EDICION se han suprimido los titulos menos relevantes para dar cabida a otros nuevos. Quien desee una biblio- grafia mas amplia puede consultar Ethel M. Albert & Clyde Kluckhon, A Selected Bibliography on Values, Ethics and Esthetics, 1920-1958 (Glencoe, Mincis, The Free Press, 1959). Parece innecesario seffalar la importancia del problema de los valores en nuestros dias. La crisis actual es una crisis de valores. No sélo de los valo- res que regian anteriormente, sino de su interpre- tacién y jerarqufa. La crisis aleanza el Ambito de la vida y de la teorla. La axiologia puede ser el sostén de la actividad creadora y servir para escla- recer los problemas éticos, estéticos, politicos, sociales y educativos. Cuando Ios valores entran en crisis y no se quie- re navegar a la deriva, es imprescindible un exa- men a fondo de su naturaleza, sentido, fundamento y jerarquia. Ayudar al lector a ese examen critico ‘es el propésito de la presente obra. RF. 2 de agosto de 1968 Departamento de Filosofia Universidad de California Los Angeles, California ADVERTENCIA A LA TERCERA EDICION En esta nueva edieién se han introducido algunos cambios importantes. A fin de ofrecer una teoria subjetivista en su. integridad, se amplié la expo- Sicién de la doctrina de Perry en el capitulo 1, lo mismo que la critica incluida en el capitulo v. El capitulo v aparece ahora dividido en dos. Uno dedicado a las eriticas de las teorias subjeti- vistas y objetivistas, y el vt a la exposicién de las Wdeas del autor. Se Than ampliado las eriticas y el desarrollo de la interpretacién del valor como cua- lidad estrvctural. - ‘Como se trata de una introduccién a la axiologia, el autor se esforzé por presentar con claridad los problemas fundamentales sin recargar la obra con Informacién prescindible 0 sutilezas conceptuales {que pudieran confundir al lector o hacerle perder la imagen de conjunto. A su vez, se puso al dia la Dibliografia_y se eliminaron las obras que han perdido vigencia. Las demés son modificaciones de presentacién y estilo. - 25 de mayo de 1972 Buenos Aires 1, ¢QUE SON LOS VALORES? 1. EL Muxpo pe 10s vatones Los valores constituyen un tema nuevo en la filosoffa: la disciplina que los estudia —Ia axiolo- sfa—ensaya sus primeros pasos en Ix segunda mitad del siglo xix. Es cierto que algunos valores inspiraron profundas paginas a mis de un filésofo, desde Platén en adelante, y que la belleza, la ticia, el bien, la santidad, fueron temas de viva preocupacién de los pensadores en todas las épo- cas. No es menos cierto, sin embargo, que tales Preocupaciones no lograban recortar una regi propia, sino que cada valor era estudiado aislada- mente. La belleza, por ejemplo, interesaba por si misma y no como representante de una especie mis ainplia. Si bien no se ha perdido interés en el estudio de la belleza, ésta aparece hoy come una de las for- mas de una peculiar manera de avomarse al mundo que se llama el valor. Este descubrimiento es uno de los més importantes de Ia filosofia reciente y consiste, en Io fundamental, en distinguir el sér del valer. Tanto los antiguos como los modernos inclufan, sin tener conciencia de ello, el valor en el ser, y median a ambos con la misma vara. Los intentos de axiologia se dirigian, sin excepcién, a valores aislados y en particular al bien y al mal. El estudio de estos valores aislados adquiere hoy nueva significacién al advertirse el hilo sutil que los une ¥ la proyeceién de luz sobre cada uno de estos Sectores que arvoja toda investigacién de conjunto u 12 AQUE SON LOS VALORES? sobre la naturaleza propia del valor. De ahi que tanto la ética como la estética —de vieja estirpe filoséfica— hayan dado, en Jos tiltimos aftos, un gran paso adelante a} afinarse la capacidad de exa- men del valor en tanto valor. No puede menospreciarse el descubrimiento de vung nueva provincia del mundo, Si la filosoffa tiende, por su misina esencia, a dar una expli- cacién de la totalidad de lo existente, cualquier hallazgo que ensanche nuestra visién serd un ver- dadero descubrimiento filosdfico. Tanto o més in- portante que una nueva explicacién del mundo es al descubrimiento de una zona antes no explorada, ‘pues mal podrd satisfacernos un esquema interpr tativo si ha dejado fuera, por ignorarla, una region completa de la realidad. Todo descubrimiento pola- riza la atencién sobre Io descubierto, en pasajero menoscabo de lo ya sabido, La primera reaccién consiste en forzar las cosas para acomodarlas a la modalidad del recién Iegado, Se pretende ver la totalidad del mundo a través de 1a grieta abierta por el nuevo descubrimiento. Esto explica Ia proli- feraciin de escritos sobre axiologia y la pretendida reduccién de la totalidad de la Filosofia a la teorfa de los valores. GA qué viene a agregarse esta nueva zona? ¢Qué regiones habfan sido ya exploradas cuando se des- cubren los valores? Desde su iniciacién, la filoso- fia pretendié dar una visién abarcadora de la totalidad del mundo. Pero, en sts comienzos, con- fundid la totalidad con uno de sus aspectos. La filosofia occidental comenzé hace veintiséis siglos con una preccupacién sobre el ser del mundo exicrios, Coando los jénicas en et preguntan cudl es el principio, o arché, de Ia reali- EL MUNDO DE LOS VALORES 13 ‘dad, entienden por realidad la naturaleza, el mun- Go exterior. De ahi que hayan escogido como res- puesta sustancias materiales, limense agua, apeiron faire. El mundo exterior es, pues, el primer tema de investigacién filoséfica y tas “casas”, en el sen- tido habitual del término, la primera forma de realidad. Pero un pueblo de Ia capacidad racional ‘acl griego —se ha dicho mas de una vez, exagera- damente, que el griego “descubre” la razon— no podia conformarse con Ia contemplacién del mun- & fisieo, y pronto advierte que junto a ese mundo existe otro, de tanto mayor significacién que el anterior, un mundo ideal, digamos asi. Es el mundo de las esencias, os conceptos, las relaciones, esto ts, de lo que hoy se denomina abjetos ideales, Los pitagéricos, Sécrates y Platén son los descubridores de este mundo de las escncias. ‘Ala realidad fisica y a los objetos ideales se agreg6 més tarde el mundo psiquico-espiritua}. ‘Ademés de piedras, animales, rios y montafias, y de niraeros, conceptos y relaciones, existen propias vivencias: mi dolor y mi alegria, mi espe Yanza y mi preocnpacién, mi percepeién y mi re cuerdo. Esta realidad es innegable; estaba, sin ‘embargo, tan cerca del hombre que éste tardé mu- cho tiempo en reparar en ella. Como el ojo que Ve las cosas exteriores y solo afios después se des- cubre @ si mismo —segiin Ia analogia de Locke— cl espiritu se voleé primero hacia afuera y, una Ye2 maduso, se replegé sobre si mismo. ‘Guando se descubre una zona nueva se produ- cen, por lo general, dos movimientos opuestos. Uno, al que ya aludimos, y que encabezan los mas ntusiastas del hallazgo, pretende ver todo desde a nueva perspectiva, © intents redueit Ia realidad i QUE SON LOS VALORES? anterior a la nueva. En oposicién a este movi miento se origina otro que pretende reducir Jo nuevo a lo viejo. Mientras unos sostienen que toda Ja filosofia no es mas que axiologia, otros se empe- flan en que los valores no constituyen ninguna novedad, que se ha descubierto un nombre nuevo para designar viejos modos del ser. 2A qué podrian reducirse los valores, segtin esta iiltima concepeién? Tres exan los grandes sectores de la realidad que habfamos sefialado: las cosas, las esencias y los estados psicolégicos. Se intenté, en primer térmifeducir los valores a los estados psicolégicos. El Gerd equivale a lo que nos agra- da, dijeron unos; se identifica con lo deseado, agregaron otros: es ef objeto de nuestro interés, insistieron unos terceros. El agrado, el deseo, el interés, son estados psicolégicos; el valor, para estos filésofos, se reduce a meras vivencias En abierta oposicién con esta interpretacién psi- cologista se constituyS una doctrina que adquirié pronto gran significacién y prestigio, y que terminé por sostener, con Nicolai Hartmann,’ que los valo- res sun esencias, ideas platénicas, Fl error de esta asimilaciin de los valores a las esencias se debid en algunos pensadores « Ia confusion de Ta irrea- Jidad con la idcalidad. La supuesta intemporalidad del valor ha prestado 1m gran apoyo a la doctrina que pretende inchir los valores cntre Jos objetos ideales. Si bien nadie ha intentado reducit tos valores @ las cosas, no hay duda que se confundid a aquéllos con los objetos materiales que los sostienen, esto es. con sus depasitarfos, Ta confsién se origins en el hecho real de que lus valores no existen por si mismos, sino que descansan en um depositario EL YALOR COMO CUALIDAD 15 © sosten que, por lo general, es de orden corporal. Asi, la belleza, por ejemplo, no existe por si sola flotando en cl aire, sino que esta incorporada a algiin objeto fisico: una tela, un marmol, un cuer- po humano, etc. La necesidad de un depositario en quien descansar, da al valor un cardcter peculiar, Te condena a una vida “parasitaria”, pero tal idio- sincrasia no puede justificar Ia confusién del sos- tén con Jo sostenido, Para evitar confusiones en el futuro, conviene distinguir, desde ya, entre los ‘valores y los bienes. Los bienes equivalen a las co- as valiosas, esto es, a Jas cosas mis el valor que se les ha incorporado. Asi, un trozo de marmol es tuna mera cosa; la mano’ del escultor le agrega belleza al “quitarle todo lo que le sobra”, segin la irénica imagen de un escultor, y el mérmol-cosa se transformaré en una estatua, en un Dien, Lat estatua continia conservando todas las caracters ticas del marmol comin —su peso, Su constituci6» quimica, su dureza, ete; se le ha agregado algo, sin embargo, que la ha convertido en estatua. Este agregado es el valor estético. Los valores no son, por consiguiente, ni cosas, ni vivencias, ni esencias son valores. 2. Ek varox como cuALADAD EsTMUCTURAL ‘Ahora bien, zqué son los valores? Dijimos que los valores no existen por si mis tos, al menos en este mundo: ecesitan de un depositario en que descansar. Se nos aparecen, por lo tanto, como meras cualidades de esos depo- Sitarios; belleza de un cuadro, elegancia de un vestido, utilidad de una herramienta. Si obsevva- mos el cuadro, el vestido o la berramicnta vero- 16 4QUE SON LOS VALORES? mos, sin embargo, que la cualidad valorativa es istinta de las otras cualidades. Hay en los objetos mencionados algunas cuali- dades que parecen esenciales para la existencia misma del objeto; Ia extensi6n, la impenetrabili- dad y el peso, por ejemplo. Ninguno de esos obje- tos podria existir si le faltara alguna de estas cualidades. Por otra parte, son cualidades que los objetos valiosos comparten con los demis obje- tos y que ellos mismos posefan antes de que se les incorporara un valor. Tales cualidades forman parte de la existencia del objeto, le confieren ser. Pero el valor no confiere ni agrega ser, pues la piedra existfa plenamente antes de ser tallada, antes de que se transfonnara en un bien. Aquellas cua~ lidades fundamentales, sin las cuales los objetos no podrian existir, son Mamadas “cualidades pri- marias”, Junto a ellas estén las “cualidades secun- darias” ‘0 cualidades sensibles, como el color, el sabor, el olor, ete. —que pueden distinguirse’ de las “primarias* debido a su mayor 0 menor subje- tividad, pero que se asemejan a aquéllas, pues forman parte del ser del objeto. Sea el color una impresién subjetiva o esté en el objeto, es evidente que no puede haber un hierro, una tela o un mérmol que no tenga color. El color pertenece a la realidad del objeto, a su ser, La elegancia, la uti lidad 0 Ia belleza, en cambio, no forman parte nesesariamente del ser del objeto, pues pueden ‘existir cosas que no tengan tales valores. “Cualidades terciarias” llamé Samuel Alexander a los valores, a fin de distinguirlos de las otras dos clases de cualidades. La denominacién no es adecuada porque los valores no constituyen una tercera especie de cualidades, de acuerdo con un EL VALOR COMO CUALIDAD a criterio de divisién comin, sino una clase nueva, segin un criterio también nuevo de divisién. Los valores no son cosas ni elementos de cosas, sino propiedades, cualidades sui generis, que poseen ciertos objetos Hamados bienes. ‘Como las cualidades no pueden existir por sf mismas, los valores pertenecen a los objetos que Husserl llama “no independientes’, es decir, que no tienen sustantividad. Esta propiedad, aparente- mente sencilla, es una nota fundamental de los valores. Muchos desvarios de ciertas teorias axio- lbgicas objetivistas se deben al olvido de que et valor es una cualidad, un adjetivo, Tales teorfas resbalaron del adjetivo al sustantivo, y al sustan- tivar al valor cayeron en especulaciones sin sen- tido y en la imposibilidad de descubrir su carde- ter peculiar. La filosofia actual se ha curado de hh tendencia tradicional de sustantivar todos los elementos constitutivos de la realidad. Hoy han adquirido importancia, en cambio, los verbos, los adjetivos y aun los adverbios. Detrés de muchos sustantivos tradicionales hay un adjetivo implicito. No hay que dejarse engatiar por el lenguaje. La lengua asimila las formas de pensar que prevalecen y la nueva teoria no puede quedar prisionera de la lengua: exige habitos lingifsticos que se adap- ten mejor a las nuevas formas de pensar. Por ser cualidades, los valores son entes para- sitarios que no pueden vivir sin apoyarse en obje- tos reales— y de fragil existencia, al menos en tanto adjetivos de los “bienes”. Mientras que las cvalidades primarias no pueden climinarse de los objetos, bastan unos golpes de martillo para terminar con Ia utilidad de un instrumento 0 la belleza de una estatua. Antes de incorporarse al 18. QUE SON LOS VALORES? respectivo postador 0 depositario, los valores son meras “posibilidades’, esto es, no tienen existencia real sino virtual. No hay que confundir los valores con Ios lama- dos objetos ideales —esencias, relaciones, concep- tos, entes matemiticos—; la diferencia esté en que éstos son ideales mientras que los valores no lo son, Mejor se verd Ia diferencia si se compara Ja belleza, que es un valor, con la idea de belleza, que es un objeto ideal. Captamos la belleza, pri- mordialmente, por via emocional, mientras que la idea de belleza se aprehende por via intelectual. ‘Una obra sobre estética no produce ninguna emo- ccién, pues esta constituida por conceptos y propo- siciones con significacién y sentido intelectual, No sucede lo mismo con un poema, donde Ia metéfora que usa el poeta tiene una intencién expresiva y de cortagio emocional, y no descriptiva o de cono- cimiento, De ahi también que los creadores de belleza —poetas, pintores, compositores— sean con frecuencia malos teérieot aun del propio ate que cultivan, A fin de distinguir los valores de los objetos {deales, se afirma que estos titimos “son”, mientras que los yalores no “son” sino que “valen”. Esta distincién de Lotze, como veremos més adelante, ¢s ‘itil para subrayar una diferencia entre objetos que habitualmente se confunden, pero es teérica- mente objetable. Se acostumbra afirmar que el valor es una euli- dad irreal. La afirmacién es correcta aunque vaga, pues la cualidad es negativa y no se sabe de qué irrealidad se trata. El valor es irreal en el sentido de que no equivale a ninguna de las cualidades primarias y secundarias. Ni es una nueva cualidad POLARIDAD Y JERARQUIA 19 del mismo tipo. Para indicar este caricter se le de- nominé cualidad sui generis, pero el agregado no aclara mucho. En otro sentido, el valor es real pues tiene existencia en el mundo real y no es una mera fantasia del sujeto. ‘A nuestro juicio, la irrealidad del valor debe interpretarse como wna cualidad estructural (Ges- taltqualitat). Una estructura no equivale a la suma de las partes, aunque depende de los miembsos que la constituyen; tales miembros no son horno- séénens. La estructura no es abstracta, como son los conceptos, sino concreta, individual. Una or- questa sinfénica es un claro ejemplo de estructura, Si se interpreta la irrealidad del valor como una cualidad estructural, se explica su carécter, apa- ‘entemente contradictorio, de depender de las cua- lidades empiricas en que se apoya pero, al mismo tiempo, no poder reducirse a tales cualidades." 3. Potanmpap ¥ yeranguia Una caracteristica fundamental de los valores s la polaridad. Mientras que las cosas son lo que son, los valores se presentan desdoblados en un valor positivo y el correspondiente valor negativo, Asi, a la belleza se le opone la fealdad; lo malo, @ lo bueno; lo injusto, a lo justo, eteétera. No se crea que el desvalor, o valor negativo, implica ia mera ausencia del valor positivo: el valor negativo existe por si mismo y no por consecuencia del valor ositivo, La “fealdad” tiene tanta presencia efectiva como la “belleza”; nos encontrarnos con ella a cada ato, Lo mismo puede decitse de los demés valores ° Ung exposiciin mis amplia y fundada del valer como ‘coaldac estractural se halla en leap. v2 20 2QUE SON LOS VALORES? negatives como la injusticia, lo desagradable, la deslealtad, etcétera. Se ha dicho muchas veces que la polaridad im- plica la ruptura de la indiferencia. Frente a los objetos del mundo fisico podemos ser indiferen- tes. En cambio, tan pronto se incorpora a ellos un valor, la indiferencia no es posible; nuestra reac- cién ~y el valor correspondiente— seran positivos © negativos, de aproximacién o rechazo. No hay obra de arte que sea neutra, ni persona que se mantenga indiferente al escuchar wna sinfonia, leer un poema o ver un cuadro. Los valores estin, ademés, ordenados jerdrqui- camente, esto es, hay valores inferiores y superio- res. No debe confundirse la ordenacién jerérquica de los valores con su clasificacién. Una clasifica- cién no implica, necesariamente, un orden jerér- quico. Se puede clasificar a los hombres en gordos ¥ flacos, altos y bajos, solteros y casados, etcétera, ‘sin que ninguno de los grupos’tenga mayor jerar- quia que el otro. Los valores, en cambio, se dan en su orden jerérquico o tabla de valores, La pre- ferencia revela ese orden jerarquico; al enfrentarse a dos valores, el hombre prefiere comtinmente el superior, aunque a veces lia el inferior por raz0- ‘nes circunstanciales, Es mis facil afirmar Ia existencia de un orden Jerérquico que sefialar concretamente cudl es este orden 0 indicar criterios vélidos que nos permi- tan establecerlo, No han faltado, por cierto, axié- logos que han pretendido fijarlo de una vez por todas. La critica ulterior ha mostrado los errores de tales pretensiones y especialmente de los terios utilizados. Un ejemplo conereto lo consti- BIBLIOGRAFIA a tuye la tabla axiolégica de Max Scheler, expuesta en el capitulo 1, que ha sido tomada como para- digma en diccionarios y tratados en lengua caste- lana, y que esté lejos de ofrecer seguridad y ‘sansistencia. Sin embargo, la existencia de un orden jerdr- quico es una incitacién permanente ala accién crea- dora y a la elevacién moral. El sentido creador y ascendente de la vida se basa, fundamentalmente, en la afirmacién del valor positivo frente al nega- tivo y del valor superior frente al inferior. EI hombre individualmente, tanto como las co- munidades y grupos culturales concretos, se apoyan en alguna tabla. Es cierto que tales tablas no son fijas sino fluctuantes y no siempre coherentes; pero ¢s indudable que nuestro comportamiento frente al projimo, sus actos, las creaciones estéticas, eteé- tera, son juzgados y preferidos de acuerdo con una tabla de valores. Someter a un examen criticos esas tables de valores que oscuramente influyen en nuestra conducta y nwestras preferencias, es tarea irrenunciable de todo hombre culto. No podrd, sin embargo, determinar criticamente una tabla de valores —dejamos de lado la posibilidad de afir- marla en forma dogmética— sin examinar previa- mente la validez de los criterios que pueden utilizarse para descubrirla. Esta es una de las cues tiones que estudiaremos en el capitulo siguiente. BIBLIOCRAFIA Cesans, Paul, La valeur (Paris, Presses Universitaires de France, 1959). Davar, Roger, La valeur morale (Paris, Presses Universi- ‘aires de France, 1951) 22 QUE SON LOS VALORES? Dorwitt, Eugéne, Fsyuisce d'une Philosophie des Valews (Paris, Alcs, 1936) Cuaxsponr, Maxime, Théorie Générale de la Valeur et ses plications en esthétique et en économie Gnativet de Soviologie, Université Libre de Bruselles, 1954) Haut, Everett W., Our Knowledge of Fact and Value (Chapel Bil, The University of North Carolina Press, 1961). Ver segunda parte, Hate, Everett W., What is Value? An Essay in Philosophi- al Anclysis (Rondon, Routledge & Kegan Paul, 1952). HaweMax, Robert §., BI conocimiento del bien (México, Foudo de Cultura ounémics, 1965). Hawowax, Robert S, La estructura del valor, Pundamen- tos de la axivlogia’cientifica (México, Fondo de Cultura Econémica, 1959), Kons, Alejandro, “Axiologia”, en La libertad creadora (Buenos Aires, Losada, 1944). May otras ediciones, Lamm, John, The Idee of Value (Cambridge, at the Uni- versity Press, 1929) Leroy, Ray (ed.), The Language of Valve (New York, Columbia University Press, 1957). Rescuize, Nicholas, Introduction to Value Theory (Bagle- ‘wood Cliffs, N3., Prentice-Fill, 1963). Trae bibliografia dividida por temas, Rowsso, Francisco, Teor sida, 1952). Ver cap. is Roseno, Francisco, "Trascendencia y valor”, en Papeles ata una filosofia (Buenos Aires, Losada, 1945). Rosso, Corrado, Figure ¢ dottrine nella flosofia det valori (Torino, Ed. Filosofia, 1950) Rover, Raymond, Philosophie de la valeur (Paris, Librairie Amand Colin, 1982). Hay traduccién espafiola, México, CE, 1971 Satszan Bondy, Augusto, Pars una filosofia det valor | San- saua de Chile, Editorial Universitaria, 1971), Reine ar- ticulos publicados con anterioridad. Sremx, Alfredo, La filosofia dle los valores, Panorama de las tendencias actuales en Alemania (México, Universi= dad Nacional Auténoma de México, 1944), del hombre (Buenos Aires, Lo- BIBLIOGRAFIA 3 Quien desee wna infosmacién bibliogsfica mis amplia pucie donsultar Ethel M, Albert & Clyde Kluckhon, A Se- Tees Gublography on Values, Ethics and Esthetics, Y20- 1658. (Glencoe, linois, The Free Press, 1950). wea inayoia de las revistas filsficas publican articulos sobie “eas aailogicos, En 1967 se, ied ura sev Sead or ene ato temas, The Jura of Vole Naa publica por Mastinus Niholf, a Hays, Holanda. ree itn trimestral, Biliographio de fx Philwvohic, ave publics el Toate International de Philosophie, te rex Termente una sees dedicada # axologi VI. VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION 1. SupenactO pe LA aNriresis La tarea de los axidlogos subjetivistas y objeti- vistas no fue vana, El subjetivismo most Ta pa sibilidad de separar el valor de nuestras reacciones Psicolégicas, nevesidades y apetencias, El objetivis- moa Su vex, conigié les exageracones del suje- ivismo y sefialé la necesidad de prestar atenciin a las cualidades objetiase nt Sei 'or otra parte, los anélisis psicologicos, tanto de Perry comp de Scheler, son por igual codarccede. res, a pesar de ser tan distintos en sus formas y significacién, Si no es posible separar el valor de J2 valoracién, resulta imprescindible un examen a fondo del interés, el deseo, la preferencia y demas estados relacionados 4 la estimativa. . El error inicial de las dos doctrinas tiene su ori: gen en el sofisma de falsa oposicién, Si bien se openen diametralmente, ambas coinciden en la fal sa cteencia de que el valor tiene que ser necesaria- mente subjetivo u objetivo. Ai advertir las fallas de una tesis adhieren apresuradamente a la opues- ta. El argumento de Russell en favor del subjeti- vismo —como se recordaré— radica en la falta de razones convincentes que prueben la tesis objeti= vista. Las consecuencias de orden moral y educa: tivo de la posicién subjetivista, a su vez, han servi do para sostener artificialmente al objetivisma. Si queremos atenernos a la naturaleza de los valores y no a la coherencia de la propia doctrina, debemes replantear de nuevo la cuestién, ¢Deben 199 SUPERACION DE LA ANTITESIS 191 ser los valores necesariamente objetivos o subjeti- vos? ¢Tienen todos Ios valores la misma naturaleza? ¢De dénde debemos partir en nuestro examen para oder atenernos a la realidad y no a teorias antici- padas y prejuicios? ‘Al intentar responder a la primera pregunta quizé podamos advertir que los estados psicolé- Bioos de agrado, deseo e interés son una condicién necesaria pero no suficiente; por otra parte, tales estados no excluyen elementos objetivos, sino que los suponen, Si as{ fuera, el valor se presentaria como resultado de una relacién o tensién entre el sujeto y ef objeto, y presentaria una cara subjetiva Y otra objetiva, Si en el examen que realizaremos advirtiéramo: que es asi, corresponderia luego averiguar hasta qué punto la proporcién de los dos elementos i tegrantes del valor se aplica a todos los valores. Podria muy bien suceder que la escala axiolégica estuviera justamente determinada por el aumento progresivo de uno de los elementos. La tercera pregunta es Ia més importante en este momento en que parece haberse alcanzado un impasse en el problema axiolégico. sCudl es la realidad de la que debemos partir? Una filosofia que postula determinados entes y que luego se atiene a sus propias definiciones pue- de lograr plena coherencia légica, pero jamés logrs r4 dar una explicacién de la realidad efectiva. La teorfa filoséfica debe medirse, a un mismo tiempo, por la coherencia de su esquema conceptual y le capacidad que tiene para explicar los hechos de este mundo, Al estudiar Ia doctrina de Scheler advertimos su coherencia Iégica y su capacidad para provocar tun estado emocional de adhesién; Ie repro- 192 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION chamos, sin embargo, su falta de consideracién de Ia experiencia efectiva, Que la filosofia, y en particular la ética, debe partir de la experiencia, lo reconoce también Sche- ler. Escribe: “El conocimiento, de cualquier clase que sea, radica en la experiencia, y la ética debe también, a su vez, fundarse en la ‘experiencial.” Esto no le impide sobrevolar luego por las nubes de las esencias. ‘No basta una adhesién verbal a Ja experiencia Bara que la teria se sustente en ella, Es necesario leterminar claramente qué se entiende por expe- Fiencia y no dejarla de lado cuando desmiente la teoria. Hemos examinado en otra oportunidad el con- cepto de experiencia y mostrado de qué modo cons- tituye el punto obligado de partida y de perma- nente referencia de todo genuino filosofar? Al considerar nuevamente el problema frente a la cues- tién axiolégica, advertimos que nuestro esquema interpretativo de la experiencia mantiene su validez. Hay también aqui, en efecto, una actividad y un objeto de tal actividad. El objeto es el valor, que resulta patente a la conciencia intencional valo- rativa, A su vez, parece imposible que la actividad tenga existencia y significacién si se niega su rela- cién con un sujeto. Hay que tener cuidado de no incurrir, en rela- cién al valor, en un error semejante al que se ha cometido muchas veces al discutir el status meta- fisico de las cosas y hechos del mundo, y la rela- 2 Chr, Bice, tomo I, p. 195 fe, Risieri Frondizi, El punto de partda del jlosofer ‘Buenos Aires, Edit. Losads, 1957), caps. ut y W- SUPERACION DE LA ANTITESIS 193, cién gnoseolégica que tenemos cor eflos. Se han preguntado muchos si “existe” el sonido que pro- duce un objeto al caer en el desierto inhabitado. Las dos interpretaciones antitéticas parecen igual- mente valederas, porque hay una ambigtiedad en el planteamiento y cada una de ellas toma en con- sideraci6n un aspecto distinto de la cuestién. El so- nido, en tanto sonido, no existe, desde luego, sino hay un ofdo que lo oiga: un sonido es un sonido oido. Si por existencia del sonido, en cambio, se entienden las vibraciones que produce el objeto al caer, la situacién es muy distinta, pues tal existencia no exige la presencia de ningun oido que lo perci- ba. En el andlisis de las percepciones gustativas, la istincién resulta muy patente. Si entendemos por “dulce” la correspondiente vivencia de percepcién gustativa, ella no puede existir sin un paladar, es decir, sin un sujeto que tenga la vivencia; el azticar no ¢s dulce, en este sentido, cuando esti dentro de un recipiente. En cambio, si entendemos por dulce las propiedades fisicoquimicas que tiene el azticar ‘que producen en nosotros la percepcién gustativa de Maulce”, tales propiedades son independien- tes del sujeto que puede paladear el azicar. Si examinamos la relacién de! objeto valioso con el sujeto que lo valora, una vez que la ambigtiedad ha sido disipada, advertiremos que el valor no pue- de existir sino en relacién con un sujeto que valora, 2Qué sentido tendria el agrado de una comida, sin tn paladar capsz de “traducir” las propiedades fisico-quimicas de la comida en vivencia de agra- do? Decimos comiinmente que la “comida” es agra- dable porque referimos la cualidad valiosa al causante, fuera de todo contacto can un paladar gue la saboree. Lo mismo se puede afirmar de un 194 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION valor estético musical o pictérico, que no existe so en relacion con sujet con seusibiidad ave: tiva y visual, “Ademis del sujeto y del objeto, hay que tomar en consideracién la “actividad” del sujeto, por me- dio de la cual éste se pone en relacién con el ob- jeto; en el caso de los valores, tal actividad es la valoracién. Un sujeto valorando un objeto valioso seré, por consiguiente, el punto de partida de} andlisis. Una vez realizado dicho andlisis se podré afirmar la existencia de un valor con independen- cia del sajeto que lo valora —como quieren los obje- tivistas— 0 coneluir, por el contrario, que no es més que una proyeccién del acto de valoracién del suje- to, como sostienen los subjetivistas. O que el valor tiene cardcter relacional y requiere la presencia del sujeto y del objeto. 2. CARAGTER RELACIONAL DEL VALOR Consideremos un caso sencillo: el agrado que siento al beber un vaso de cerveza, Para un subje- tivista, todo el valor de la cerveza depende del agrado que experimento; si por alguna razén, sea fisiolégica 0 psicolégica, no siento ningén agrado, Ja cerveza no tiene valor. El objetivista, por el con- trario, afirmara que el agrado esté insito en la cer vera y, si no lo estuviera, ésta no seria agradable. Por lo que vimos, el agrado supone un paladar capaz de traducir las propiedades fisico-quimicas del objeto en vivencia de agrado; y hasta aqui tiene razén el subjetivista. Mas se trata de la “tra- duccién” de ciertas propiedades que estén en ¢ objeto y no de la creacién 0 proyeccién de estados \ ! TT RATT CARACTER RELACIONAL DEL VALOR 195 psicolégicos. De modo que la presencia del objeto es indispensable para que exista la valoracién Lo dicho no basta, El problema es mucho més complejo porque tanto el sujeto como el objeto no son homogéneos ni estables. Comencemos por el sujeto. No siempre valoro la cerveza del mismo modo. Las condiciones biolégicas y psicolégicas en que me encuentre modifican mi reaccién, Asi, por ejemplo, si tengo sed, la cerveza me produce una sensacién distinta a si he ingerido mucho liquido; ‘cuando estoy enojado tiene un sabor distinto a cuan- do estoy contento. Todos los otros estados fisiolégi- cos y psicolégicos influyen igualmente; desde la pre- sién arterial hasta la actitud que tengo frente a la vida, pasando por el funcionamiento del sistema nervioso y glandular, el cansancio, la preocupacién Habla- mos de la cerveza como si fuera algo inmutable, pero no es asi. Hay cervezas y cervezas, a juzgar por su constitucién fisico-quimica. Si se’ altera su densidad, temperatura, etcétera, la sensacién de agrado seré distinta. Otros elementos objetivos in- fluyen igualmente; él vaso en que se bebe, la tem- peratura del ambiente fisico en que uno se encuen- tra, eteétera, ‘Ademés de los elementos subjetivos y objetivos, influyen también factores sociales y culturales; no es lo mismo tomar un vaso de cerveza con’ un amigo que con un enemigo, solo 0 acompafiado, en el propio pais o en el extranjero, en un bar de moda o de pie en mala compaiiia. El tipo de edu- cacién gustativa que hemos recibido, la tradicién, el prestigio de la bebida y una cantidad de ele- mentos culturales y sociales que constituyen la 196 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION historia de la sociedad y de Ia cultura en que vivi- ‘mos, influyen en el agrado que tengamos a! beber tun vaso de cerveza. Hemos tomado inicialmente un ejemplo sencillo para que se vea con claridad la copartieipacién de elementos de distinto origen. Si pasamos ahora del plano superficial del agrado a las capas pro- fundas de la valoracién ética o estética, advertire- mos el aumento de complefidad y las variantes en la proporcién de los ingredientes. Examinemos un valor ético, por ejemplo. El desarrollo del socio- logismo ético a partir de las doctrinas de Durkheim y Lévy-Bruhl, las contribuciones axioligicas de Milller-Freienfels y Heyde y la labor de la antro- pologia cultura) aorteamericana, han probado la conexidn que existe entre la valoracién ética y el comportamiento real de los hombres, debido a las costumbres, religién, eteétera, y a la organizacién juridica, econémica y social de la comunidad en que viven, ‘Tomemos como ejemplo el valor ético sobre el que descansa el séptimo mandamiento. El desva- lor que supone el robo tiene sentido tan sdlo en tuna sociedad con una organizacién econémica que garantiza la propiedad privada. Qué significacién podria tener el robo si hubiere comunidad de bie~ nes? Al cambiar el sistema econémico cambia el valor que sostiene el séptimo mandamiento. En otros casos, la naturaleza del valor se altera por razones de cardcter individual. El octavo man- damiento ordena que no debemos levantar falsos testimonios. ZRige este principio para un niiio de cuatro afios? La psicologia infantil nos revela cl mundo de fantasfa en que vive el nifio ¥ nos CARACTER RELACIONAL DEL VALOR 197 obliga a tratar a éste en términos distintos @ los que usamos al juzgar a los adultos. Si se da un vistazo a cualquiera de las escalas de valores que sostienen los axidlogos objetivistas, s2 advertird que todas han sido forjadas teniendo en cuenta al hombre adulto europes. Tales escalas son el resultado de la evolucién histérica de Ia cultura occidental; si el desarrollo hubiera sido dis- tinto —la historia no tiene un derrotero prefijado— la escala de valores también seria distinta. La suerte que ha corrido el cristianismo ~y la Iglesia caté- lica como institueién— ha influido sobre las tablas axiolégicas y las concepciones absolutistas del valor. La organizacién econdmica, juridica, las costum- bres, la tradicién, las reencias religiosas y muchas otras formas de vida que trascienden la ética, son Jas que han contribuido a configurar determina- dos valores morales, que luego son afirmados como existentes en un mundo ajeno a la vida del hombre. Si bien el valor no puede derivarse exclusivamente de elementos facticos, tampoco puede cortarse toda conexién con la realidad. Un corte semejante con: dena a quien lo ejecuta a mantenerse en el plano descarnado de las esencias. No se crea, sin embargo, que el juicio ético, es- tético 0 juridico se pueda reducir al complejo de circunstancias subjetivas, culturales y sociales. Tales, circunstancias forman parte de la valoracién, pero no constituyen el todo, como ya lo hemos indicado: falta el aspecto estrictamente objetivo. Qué pensa- rlamos de un sacerdote, un juez oun miembro de un jurado que valorara la conducta de un hombre, © la creacién estética, segtin el funcionamiento de su hfgado, la tradicién, o las ereencias e inclinacio. res del grupo a que pertenece? En estos casos 198 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION exigimos se atienda al objet mismo ~a la conducta © al cuadro— y no se le antepongan Jas circunstan- ccias que presionan sobre e! sujeto al valorar. La exigencia del aspecto objetivo es mayor en el plano ético 0 estético que en el del agrado porque ‘a medida que se asciende en la escala de valores se acrecienta el elemento objetivo. Mientras que nues- tras condiciones fisiolégicas y_psicolégicas sed, fatiga, enojo— tienen mucha importancia. en el orden del agrado, ceden su predominio a las exi- gencias objetivas en el plano ético. La altura del valor se podria medir por el mayor 0 menor predo- minio de la objetividad. Cualquiera que sea el caso examinado, o posicién del valor en la tabla, siempre nos encontraremos con la presencia de las dos caras de la cuestién: subjetiva y objetiva. El cine, como mero ejemplo de percepeién de movimiento aparente, revela la coparticipacién de los factores subjetivos y objetivos, Como ¢s sabido, se proyectan en la pantalla fotografias estdticas; si tales imagenes se suceden a una determinada ve- locidad, no vemos imégenes estticas sino en movi miento, A un hombre que no esté enterado del mecanismo de la percepcién de movimiento apa- rente, le resultard diffei! admitir que los répidos “movimientos” de la bailarina que tiene ante sus ojos, 9 fas patas del caballo a la carrera que “ve” en la pantalla, son el resultado de su propia con- tribucién. A su vez, quien descubriera el aporte del sujeto, podria cometer el error del subjetivismo axiolégico y afirmar que todo lo que vemos es una mera proyeccién del sujeto. La verdad es que ¢l aporte del sujeto nos permite ver el objeto en mo- vimiento, pero si no se proyetaran las imagenes CARACTER RELACIONAL DEL VALOR 199 estéticas no habria ninguna percepeién. La percep- cin en el cine es la sintesis de una doble contribu- cién: las imagenes estiiticas constituyen el aspecto objetivo y el sujeto agrega el movimiento. Algo se- mejante acontece con los valores, que son también la sintesis de reacciones subjetivas frente a cualida- des que se hallan en el objeto. No se trata, desde Juego, de una relacién sencilla y estética, sino compleja y cambiante. La compleji- 4dad tiene ‘un doble origen. Los dos factores que en- tran en relacién —el sujeto y el objeto— no son ho- mogéneos ni sencillos; por otra parte, la interrela- cién misma es compleja. Hay que reparar también en que ambos factores y la zelacién, son dindmicos, como lo revelaré un répido examen de la cuestién, ‘Veamos primero el aspecto subjetivo. Ya hemos visto que un valor no tiene existencia ni sentido fuera de una valoracién real o pasible. La valora- cién cambia, a su vez, de acuerdo con las condicio- nes fisiolégicas y psicol6gicas del sujeto. El sistema nervioro, el funcionamiento de las glindulas de se- crecién interna, la presién arterial y otros aspectos de nuestra vida bioldgica, condicionan nuestra va- loracién, especialmente en los planos mas bajos de la escala axiolégica. Mas patente resulta el caricter dinémico del in- grediente subjetivo si pasamos de las condiciones fisiolégicas a las psicolégicas. La vivencie valora- tiva recibe la influencia de todas las otras vivencias anteriores 0 contempordneas. E] modo de darse la percepcién visual o auditiva influye sobre la valo- raci6n del cuadro 0 del trozo musical que eseucha- mos. También influye el cuadro que hemos visto anteriormente o la obra musical que oimos unos momentos antes; en verdad, todas las vivencias 200 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION que han precedido a la valoracién. La influencia de las vivencias contemporineas es ain mayor. Un olor desagradable, un ruido intenso, un dolor © una preocupactén, interfieren en la valoracién de tun cuadro. Més atin, la cadena de asociaciones de ‘ideas que pone en movimiento la visién del cua- dro, también contribuye a la valoracién. Si no se puede dejar de lado toda la estructura de nuestra vida psiquica en el momento de Ja valoracién, ge6mo no hemas de tomarla en cuenta al examinar este problema? Hemos hecho un corte arbitrario al hablar de ‘vivencias contempordneas’ a la valorativa. Ni la valoracién ni las vivencias que la acompafian son fijas, sino cambiantes, y mantienen entre si relacién mutua. La intensidad de Ja emocién estética puede apagar o disminuir el dolor o preocupacién que estaba presente en el momento de ver el cuadro. Este ir y venir de la vivencia valorativa y de sus ataduras con las demés vivencias que la acompafian muestra, tan sélo por una cara, la complejidad del ingrediente subjetivo de la valoracién. Tat comple- jidad aumenta si echamos un vistazo a las vivencias, Pasadas que parecen mantener sw presencia en la actualidad. Comencemos por las vivencias del mismo tipo de la valoracién que examinamos. Al valorar uo cuadro esta presente toda nuestra experiencia, posi- tiva y negativa, en el orden estético. Las visiones anteriores del mismo cuadro, los cuadros del mismo autor vistos con anterioridad, toda la experiencia estética en nuestra vida, juntamente con las teorias que conozeamos o hayamos concebido por cuenta propia, estén presentes al valorar el cuadro. Pero como la vida estética no se puede separar de las CARACTER RELACIONAL DEL VALOR 20t demas formas de vida humana —religiosa, intelec- tual, politica, eteétera—, a través de nuestro pasado estético se hace presente toda nuestra vida anterior. Al valorar un cuadro lo hacemos, pues, con toda nuestra personalidad y desde una particular con- cepcién del mundo, No es menos compleje la naturaleza del ingre- dente objetivo. Dijimos que no hay valor sin valo- racién; podemos ahora afirmar que no hay valora- cién sin valor: la valoracién exige la presencia de ‘un objeto intencional. Hay cualidades en el objeto que me obligan a reaccionar de un modo determi- nado, a valorar positivamente guinque no me agrade © desee hacerlo, que reclaman mi interés aunque yo prefiera desentenderme de él, o que no logran espertar mi interés aunque me proponga tener ese estado de dnimo y prepare todas las condiciones psicolégicas que le favorezcan. Esas cualidades objetivas son las que mantienen en pie las grandes obras de arte, a diferencia de las que sélo logran despertar un interés efimero. El conjunto de cualidades objetivas de un cuadro, capaz de provocar una determinada emocién esté- tica, no se presenta en forma aislada: el cuadro tiene un marco, esté colgado de une pared que forma parte de un edificio. El tamafio, color y forma del marco, lo mismo que el color y tamatio de la pared, la posicién del cuadro dentro de la sala, eteétera, forman parte de las cualidades obje- tivas. Por eso podemos aumentar o disminuir el valor de un cuadro eambiando las condiciones objetivas que lo rodean, Entre esas condiciones, ademés de las sefialadas, esta, en primer lugar, la luz, sin que sean despreciables las otras condiciones 202 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION fisicas, como la temperatura de la sala, su tamaio, eteétera, La tendencia @ la abstraccién que ha revelado el objetiviseo axiolégico, le ha obligado a hablar de los valores con prescindencia de los deposita- ios, como si tuviéramos con aquéllos una relacién directa, fuera de los bienes concretos, La verdad es ‘que los valores que conocemos estin encarnados en bienes y suponen, por lo taato, un depositario. Entre el valor y su depositario, 0 sostén, hay una relacién superior a lo que habitualmente se cree. Silla catedral de Chartres se hubiera construido con ladrillos no tendrfa su actual valor estético. No se Puede trasvasar la forma de una estatua del mér- mol al bronce sin alterarla. La naturaleza del mate- Tial usado, su resistencia fisica, su color, su aspecto, influyen en la belleza de la estatua. Lo que decimos de la estatua puede extenderse a los demés campos estéticos y también a las demés esferas del valor. Un determinado valor no se da, por otra parte, con independencia de los dezids valores, La belleza de una catedral gética no se puede separar del valor religioso que la inspira; la calidad estética de un mueble, de su utilidad; la justicia de una sen- tencia, de las consecuencias de su aplicacién. No faltaré quien se empeiie en defender la obje- tividad e independencia del valor y afirme que las circunstaneias sefaladas influyen én la “captacién” del valor, y no en su constitucién o existencia. El valor es lo'que es ~se diré— y nuestras cambiantes condiciones subjetivas no podran alterarlo; podrén tan sélo modificar nuestra capacidad de captacién. ¢Acaso no sucede lo mismo en el orden matemé- tico?, se preguntaré. Nuestra educacién, capacidad a ‘amen CARACTER RELACIONAL DEL VALOR 203 ¢ inteligencia influyen en la captacién de una rela- cién matemitica; la relacién se mantiene intacta, sin embargo, aunque se empafie nuestra inteligencia © yerre nuestro razonamiento. ‘La fuerza de conviceién de este tipo de razona- miento se basa en la analogfa con los entes y rela- cfones mateméticas, La observacién supone que los valores se comportan como los entes mateméticos. No se ha probado, sin embargo, que los valores pertenezcan, efectivamente, a tal reino de entes. Conocemos ‘muchas doctrinas que sostienen —o suponen— que el valor es una esencia u objeto ideal; no conocemos ninguna que haya probado u ofrecido argumentos valederos en favor de esa tesis. Las supuestas pruebas de la objetividad e inde- pendencia del valor se basan —como en Scheler y Hartmann— en las formas més traicioneras de Ta objetividad: 1a famosa intuicién emocional. Ya sefialamos el justificado recelo que podemos abri- gar frente a esta forma de captar valores, puesto que tanto los valores como la tabla axiolégica que Ja intuicién descubre como objetiva y absoluta, coinciden, por feliz casualidad, con los valores y tabla que corresponden al Ambito cultural e histé- rico de la persona que posee esa rara capacidad. La coincidencia es sospechosa y la sospecha aumenta cuando la intuicién emocional se ajusta de tal modo a Ja teorfa de la persona que afirma poseerla, que el dato intuitive cambia al sufrir una alteracién la teoria filoséfica. Un claro ejemplo del ajuste de la intuicién a la teorfa —y no al revés— se encuentra justamente en el maximo defensor de Ja intuieién emocional como forma de captacién de los valores. Cuando Max Scheler rope con la concepeién de un Dios personal, infinito y perfecto, 204 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION la intuicidn infalible que le habia conferido tal conocimiento absoluto se pliega a su nueva con- cepcién teolégica. éQué hacer ante la falta de coincidencia de las supuestas intuicfones infalibles en la misma persona como en Scheler— 0 en personas distintas, como €5 comin? No podré tomarse el dato intuitivo como decisivo, ya que no se sabria a quién atender. Ante estas dificultades, sin embargo, no se debe cometer €l error opuesto y despreciar por completo el dato intuitivo. :Acaso despreciamos los datos de In ercepcién porque los sentidos muchas veces nos engaitan? Debe recogerse el dato intuitivo junto @ la informacién que nos proporciona la experiencia Sélo el contraste de los diversos datos entre sf y el anilisis de Jas distintas situaciones en que se pr0- ducen, nos permitiré una interpretacién a la luz de una experiencia completa, integral. Cuando el realismo absoluto quiere escapar del terreno resbaladizo de la intuicién emocional hace pie en el campo infecundo de la tautologia. Sostiene Scheler. como se recordaré, que aunque nunca s€ hhubiera juzgado que el asesinato era malo, el ase- sinato seria malo; y aun cuando el bien nunca hubiera valid como bueno serfa, no obstante, bueno. Que lo bueno es bueno, es tan cierto como infecundo; la maldad del asesingto, a su vez, esté implicita en la definicién. Cuando bajamos del plano de las abstracciones al de la realidad, las defi- Riciones formales de poco sirven, Si lo nutritivo es nutritive —como quiere Scheler— aunque llegue @ matarnos, no sabremos eémo conducimes frente a un fruto nutritivo por definiciba y mortifero por experiencia. Lo mismo sucede con lo agradable que tendré que ser agradable aunque nos repugne, y EL VALOR COMO CUALIDAD — 205, con independencia de las condiciones y hébitos Eisioldgicos y psicolégicos de la persona que valora. Por otra parte, como no podemos desprendernos de tales habitos, gqué condiciones fisiolégicas y psicoldgicas son necesarias para captar el agrado “objetivo” de algo agradable por definicién? Parece obvio que nadie —aunque afieme poseer la rara ‘capaciciad de atrapar esencias en el aire— sea capaz de saltar fuera del condicfonamiento fisiolégico y sociocultural. Es como pretender salirse del propio pellejo. 3. EL VALOR GoMO CUALIDAD ESTRUCTURAL Un error similar al de creer que la subjetividad y objetividad del valor son excluyentes, se comete cuando se piensa que el valor debe reducirse a sus propiedades descriptivas o ser algo completamente ajeno a ellas. $i es ana cualidad descriptiva simple, se dice, la captamos por uno de los sentidos; a su vez, si es compleja, se la puede descomponer en las cualidades simples que la constituyen, De lo contrario no es una cualidad empirica, Este tipo de razonamiento, frecuente en filésofos de habla inglesa, implica una asimilacién del empirismo al atomismo. B] atomismo es el supuesto de la actitud analitica. G. E. Moore sefial6 con acierto el vano intento de la reduccién del valor a las propiedades des- criptivas 0 naturales al denwnciar fa flamada ‘falacia rnaturalista’. Cay6, él también, sin embargo, en el error de la falsa oposicién y se recluy en un callején sin salida cuando afirmé que “bueno”, en tanto valor intrinseco, es indefinible por ser una 208 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION cualidad simple, como ‘amarillo’, que cualidad simp! que se capta por Moore esta en lo cierto al sefialar las dificultades de la definicién del valor, pero yerra al suponer que se deban a que el valor sea una cualidad simple. Creemos exactamente lo opuesto; que el valor es una cualidad muy compleja y por eso-difi- cil de defini En qué consiste la ‘falacia naturalists’? Consiste en identificar “bueno”, que no es una propiedad natural o descriptiva segin Moore, con una propie- dad natural, como placer 0 deseo? El hedonismo comete esta falacia. Como el placer es bueno, cree que placer y bueno equivalen. Otras doctrinas también cayeron en ella cuando identificaron ser y deber-ser. La obra de Moore esclarecié la marafia e Ia teoria ética y axiolégica y su contribucién critica fue muy importante, La parte constructiva de su doctrina axiolégica, en cambio, tuvo menos significacién. En un articulo ® Clr. su Principia Ethica (1903), secs. 11 y 12, Hay trad. cast: México, UNAM. Son también de interés sobre Ja falacia las secs. 25, 26, 35, 44 y 67. Como Moore la caracterizd de modos muy distintes, 3 sult claro thay varias maneas de caren a flac fampoco hay acuerdo si era de tipo légico 0 se comet cuando se intentaha definir ‘bueno’. “Bueno es indefinible ¥y negarlo implice ‘na falacia”, escribi6 en sec. 48. Sobre ‘propiedades naturales’ ver sec. 26, Aclaraciones ulteriores (1940) sobre el tema se encuentran en su respues- ta a los crticos en el volumen a cargo de Paul A. Schilpp, The Philosophy of G. E. Moore, 3a ed. (La Salle, Iinois, Open Court, 1968), pp, 581-90. La ‘falacia naturalists’ origin6 grandes polémicas en los cireulos filoséficos britinicos y norteamericanos, dio of gen a una abundante bibliografia critics. EL VALOR COMO CUALIDAD — 207 titulado “La concepcién del valor intrinseco”, publi- cado en 1922, sefialé su insatisfaccién y perpleii dad al encontrarse frente 2 dos caracteristicas del valor intrinseco que considerd excluyentes. Escri- bid: “Dos proposiciones distintas son igualmente verdaderas acerca de la bondad (goodness), a saber: 1) que depende solamente de la naturaleza intrin- seca de lo que posee... y 2) que, a pesar de que esto es verdad, Ia bondad no es, sin embargo, una propiedad intrinseca. .. Es por esto que afirmamos anteriormente que si hay algin valor intrinseco debe constituir una clase de predicado que es Yinico, pues no podemos pensar en ningin otro predicado que se le asemeje en este aspecto; que a pesar de no ser intrinseco comparte, sin embargo, con las propiedades intrinsecas la caracteristica de depender tnicamente de la naturaleza intrinseca de aquello que lo posee.”* Si parafraseamos a Moore, sustituyendo ‘intrin- seco’ por ‘natural’ o ‘descriptive’, podemos afirmar que dos proposiciones son verdaderas sobre la ‘bondad’ 0 cualquier otro valor; 1) que depende tinicamente de sus propiedades naturales o descrip- tivas; y 2) que, sin embargo, no es una propiedad natural o descriptiva. Comparto con Moore Ja opinién de que ambas proposiciones son verdaderas, pero extraigo una conclusién distinta. No hay duda de que le + “The Conception of Intrinsic Value", en Philosophical Studies (Nueva York, Harcourt & Brace, 1922). p, 273 Eseribe poco més adelante: “Las propiedades intrinsecas parecen describir Ia naturaleza intrinseca de aquello que las posee, cosa que no ocurre con los predicados de valor.” Op. cit, p. 274. Sobre el significado de “descripeién’, ver la respuesta de Moore a los eriticos en The Philosophy of GE Moore, ctado, pp. 590-92. 208 VALOR, ESTRUCTURA Y SITUACION mera proposicién es verdadera; la bondad depende de las cualidades naturales. La verdad de la segunda proposicién se deriva del hecho de que hay conjurtos de cualidades naturales capaces de producir una cualidad axiolé- ica, como la bondad o la belleza, que dependen de las cualidades naturales, pero que no pueden redu- cirse a ellas. Si asi fuera, las cualidades naturales © descriptivas serian una’ condicién necesaria pero no suficiente del valor. Los valores parecen reque- rir algo més, aunque no algo misterioso insuflado desde afuera. En otras palabras, debe haber alguna clase de cualidad que dependa de las propiedades naturales y que al mismo tiempo no se reduzca a tun mero agrogado de ellas. Hay, a mi juicio, una cualidad que retine esas condiciones: la cualidad estructural (Gestaltquali- tat), Es empfrica, aunque no ‘descriptiva’ o ‘natu- ral’, en el sentido que son los colores, sonidos, pla ceres y deseos para Moore. 2Qué es una estructura? Su caracteristica princi- pal es que tiene propiedades que no se encuentran en ninguno de los miembros 0 partes constitutivas ni en el mero agregado de ellas. Por eso hay siempre novedad en una estructura auténtica. ¥ Io importante es el tipo de totalidad que surge de Ia relacién de los miembros que la forman, Una estructura depende de sus miembros, pero no equivale a la mera yuxtaposicién de ellos, En muckos casos, la relacién de los miembros es més importante que su naturaleza intrinseca, El hecho de que una estructura no se reduzca al agregado mecinia. de los miembros que la com ponen no debe hacernes pensar que se trata de tuna cualidad 0 ente metalisico; es una cualidad L EL VALOR COMO CUALIDAD 209 empirica, real. Un organismo vivo, una sinfonia, una obra de teatro, son estructuras. Un drama no puede reducirse a la yuxtaposicién de sus actos 0 escenas y menos atin a las oraciones o letras que Jo forman. EI sentido total es lo que cuenta. Por otra parte, los miembros de una estructura no son homogéneos; y aqui radica la diferencia entre una estructura y un mero agregado 0 suma de partes. Un litro de agua, de leche o de vino, est formado por dos medios litros que son separables. Una persona honesta, en cambio, no equivale a dos medias personas honestas 0 a dos personas medio hhonestas. La constitucién fisico-quimica de cada gota es similar al todo; las partes son homogéneas. En el caso de la estructura no ocurre lo mismo, Una orquesta sinfénica, ejemplo tipico de una estruc~ tura, est formada por distintos misicos que tocan diversos instrumentos. Los miembros que la cons- tituyen son, pues, heterogéneos y la orquesta no equivale a la suma de los misicés que la forman. Algunos pueden sustituirse y, sin embargo, conser- varse la unidad de la orquesta. Cada miisico eje- uta su parte; la funcién del director es lograr la unidad estructural de la diversidad de miisicos e instrumentos.* Otto ejemplo elemental de valor como cualidad estructural lo ofrece un ramo de flores o un arreglo floral tipo Ikebana. Tanto 0 més importante que has flores que se usan es la disposiciin que se les ® El propio Russell, de mentalidad y actitad analitica, eseribié en 1931: "No siento la menor inclinacién a negar que las totalidades tienen propiedades importantes que uo Son necesariamente deducibles de los elementos que les ‘onstituyen.” Cfr, Charles W. Mortis, Six Theories of Mind (Chicago, ‘The University of Chicazo Press, 1982), p. 157.

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