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DIRECCIÓN GENERAL DE POSTGRADO, INVESTIGACIÓN Y EXTENSION

COMO DETERMINA EL JUEZ PENAL SI UN INDIVIDUO HA ACTUADO O NO


CON DOLO?

Abg. Richard Eduardo Riveros Cáceres

Caracas - Venezuela
2018
COMO DETERMINA EL JUEZ PENAL SI UN INDIVIDUO HA ACTUADO O NO
CON DOLO?
Richard Riveros1

La justicia, aunque anda cojeando,


rara vez deja de alcanzar al
criminal en su carrera.
Horacio.

SUMARIO. I. CONCEPTO DE DOLO. II. ELEMENTOS DEL DOLO. III. EL DOLO EN EL


CÓDIGO PENAL VENEZOLANO. IV. LA PRUEBA DE LOS HECHOS SUBJETIVOS EN EL
PROCESO. V. LA PRUEBA DEL DOLO EN LOS DELITOS DE RESULTADO. VI.
CONCLUSIONES.

I. Concepto de Dolo
Consiste en la intención de realizar un hecho antijurídico. La esencia del dolo radica en la intención
y esta surge del concurso de entendimientos y de la voluntad y se define en general como un
esfuerzo de la voluntad hacia un determinado fin, y en particular como un esfuerzo hacia el delito.
En nuestra legislación el código habla de la intención de realizar el hecho constitutivo del delito,
haciendo referencia con tal expresión a la voluntad que se dirige hacia un determinado hecho con
e! conocimiento previo de todas las circunstancias en las cuales y por las cuales la voluntad se
determina debiendo entenderse por el hecho no solo de obrar del agente, ni el solo efecto producido,
sino aquel y este con todos los elementos objetivos constitutivos del tipo, tal como los define la
ley.
II. Elementos del Dolo
Elemento Intelectual o Cognoscitivo
Para actuar dolosamente, el sujeto debe saber qué es lo que hace y conocer los elementos que
conforman el hecho típico (p. ej., en el caso del homicidio doloso debe saber que mata a otra
persona; en el hurto, que sustrae cosas ajenas sin el consentimiento de su dueño, etc.). Ese
conocimiento constituye un requisito previo a la voluntad (no puede querer hacer algo si no se sabe
primero qué se va a hacer).

1
Abogado egresado de la Universidad Bicentenaria de Aragua. Año 2001. Maracay-Venezuela y Abogado de la
Fundación Universitaria Los Libertadores. Año 2016. Bogotá-Colombia. Especialista en Derecho Procesal Civil.
Según Arteaga2:
El elemento intelectual del dolo implica el conocimiento y representación de los hechos,
fundamento lógico para la incriminación de la volición, careciendo de sentido que pueda
afirmarse que un hecho pueda ser querido si no ha sido conocido y previsto en su esencia
objetiva y en su eficiencia. Cuando se habla de conocimiento debe advertirse se hace
referencia también a la previsión. El conocimiento, precisamente, tiene por objeto los hechos
presentes; la previsión de los hechos futuros; cuando el individuo realiza la acción delictiva
hay hechos que le constan, por ser precedentes, pero otros que son los que se han de originar
como consecuencia de su conducta, solo puede preverlos. (1998, p. 161).

En tal sentido, existe una exigencia para que se configure el dolo, un momento intelectual o
cognoscitivo, significa que hace falta que el sujeto conozca el hecho constitutivo de delito en sus
notas o características, debiendo extenderse tal conocimiento también a todas aquellas condiciones
en que la acción debe desarrollarse, y aun a las circunstancias o elementos accidentales incluidos
en la descripción legal que sirven para calificar o agravar el tipo, como, por ejemplo, la
circunstancia del parentesco en el parricidio.

Elemento Volitivo
Una vez formuladas las consideraciones generales sobre el elemento intelectual o cognoscitivo del
dolo, corresponde tratar el elemento más característico que esta forma puede asumir, es decir, el
comportamiento psicológico del sujeto.

En efecto, para actuar dolosamente no es suficiente con el conocimiento de los elementos del hecho
típico, es preciso querer realizarlo. Es la concurrencia de esa voluntad lo que fundamenta el mayor
desvalor de acción del tipo de injusto doloso frente al imprudente: quien actúa con dolo se ha
decidido en contra del bien jurídico protegido en el tipo correspondiente.

2
Arteaga S., A. (1998). Derecho Penal Venezolano. 8ᵃ ed. Caracas: McGraw-Hill Interamericana de Venezuela.
Según Arteaga3:

Una vez aclarado lo que el sujeto debe conocer para que su comportamiento pueda
considerarse doloso, surge delimitar el campo de lo querido por el autor del hecho, esto
implica, averiguar hasta qué punto el sujeto ha querido o ha aceptado en su voluntad lo
representado, o en otras palabras, precisar a los efectos del dolo, cuando puede decirse que
un determinado hecho o resultado externo se considera querido por el agente y cuáles son las
modalidades de este querer. (1998, p. 166).

III. El Dolo en el Código Penal Venezolano


El artículo 61 del Código Penal representa la expresión la forma en que puede presentarse el nexo
psicológico entre el autor y su hecho, de realización normal del hecho en el sentido de que todos
los delitos pueden ser dolosos. Por lo tanto, en la legislación venezolana, el dolo se considera como
regla general y la forma normal en la realización del hecho, el cual reza:

Artículo 61. Nadie puede ser castigado como reo de delito no habiendo tenido la intención
de realizar el hecho que lo constituye, excepto cuando la ley se lo atribuye como
consecuencia de su acción u omisión.
El que incurra en faltas, responde de su propia acción u omisión, aunque no se demuestre que
haya querido cometer una infracción de la ley.
La acción u omisión penada por la Ley se presumirá voluntaria, a no ser que conste lo
contrario.

De esta disposición se traduce que, de acuerdo con la legislación penal venezolana, además de la
condición de la imputabilidad, para la formulación del juicio de culpabilidad y subsiguiente
responsabilidad, se requiere que el sujeto haya cometido el hecho con dolo, salvo que la propia ley,
lo ponga a cargo del agente, aunque éste no haya tenido la intención de realizarlo.

De esta manera, según el Código Penal se destaca como regla general la responsabilidad a título de
dolo, pero a la vez el legislador añade que tal principio admite excepciones las cuales se concentran

3
Ibídem. P. 166.
en las disposiciones que la propia ley consagra sobre delitos culposos, en aquellas acciones u
omisiones no son intencionales, produciendo el hecho por imprudencia, negligencia, impericia o
inobservancia de reglamentos.

En ese sentido, el encabezado del artículo ut supra señalado hace referencia a la regla general de la
responsabilidad a título de dolo y como excepción, aunque el legislador no lo haya señalado
expresamente, a la responsabilidad a título de culpa. Es importante resaltar que, el legislador patrio
al referirse al dolo en el precitado artículo (art. 61), lo define como intención, y en el último aparte
relativo a la supuesta presunción de dolo no utiliza tal expresión, sino que establece expresamente
que la acción u omisión se presumirá voluntaria a no ser que conste lo contrario. El dolo no se
presume en el Código Penal, tiene que ser probado en juicio.

IV. La Prueba de los Hechos Subjetivos en el Proceso


Para construir una teoría completa del dolo no basta con definir este elemento del delito, sino que
es necesario saber cómo debe constatarse en el proceso el dato fáctico del que depende su
aplicación: los conocimientos del acusado en el momento de delinquir.

La demostración en el proceso penal del conocimiento o las representaciones de un acusado en el


momento de realizar la conducta delictiva entra dentro de lo que jueces y tribunales suelen
denominar la prueba de hechos subjetivos o psicológicos. Según se afirma, la constatación de estos
hechos resulta especialmente compleja, pues, a diferencia de lo que sucede con la prueba de otros
elementos fácticos, el conocimiento ajeno es un dato que se sitúa más allá de la percepción sensorial
y, por tanto, para su descubrimiento bien poca cosa pueden aportar los medios probatorios más
habituales, como la prueba testifical.

Semejantes dificultades no se circunscriben al dolo, sino que surgen también cuando se intenta
constatar en el proceso la presencia de otros fenómenos de naturaleza psíquica, como aquéllos en
que se basan los elementos subjetivos del tipo o el conocimiento de la antijuricidad.

Tradicionalmente se ha entendido que, para la prueba de los hechos psíquicos, existen dos grandes
medios probatorios. En primer lugar, la confesión autoinculpatoria, que, según suele afirmarse, es
la prueba por excelencia de la existencia de dolo, puesto que sólo el acusado sabe realmente qué
pasaba por su cabeza en el momento de cometer los hechos. Y, en segundo lugar, la prueba de
indicios, es decir, la aplicación por parte del juez de determinadas máximas de experiencia a hechos
de naturaleza objetiva previamente probados. Este segundo medio probatorio es el recurso al que
más frecuentemente se acude en la práctica para atribuir conocimientos, ya que las confesiones
autoinculpatorias no son demasiado frecuentes.

V. La Prueba del Dolo en los Delitos de Resultado


En el caso de los delitos de resultado la doctrina y jurisprudencia mayoritarias entienden que, para
poder hablarse de una realización dolosa, es necesario que el acusado se haya representado el riesgo
concreto de producción del resultado típico que creaba con su conducta.

En la práctica es bastante frecuente encontrar casos en que puede atribuirse al acusado el


conocimiento en abstracto del riesgo que generaba su comportamiento, así como un conocimiento
correcto de las circunstancias fácticas que lo rodearon, pese a lo cual su defensa alega en el juicio
que su cliente no integró estos dos conocimientos en el juicio de apreciación del concreto riesgo
que exige el dolo de los delitos de resultado38. Piénsese, por ejemplo, en el sujeto que, intentando
huir de la policía después de un atraco bancario, dispara contra un agente hiriéndole mortalmente
y que alega en juicio no haberse representado un riesgo concreto de muerte. O imagínese la misma
alegación en el caso del conductor con prisas que decide saltarse un semáforo en rojo pensando
que evitará a los otros vehículos y que acaba ocasionando una colisión mortal.

En ambos casos el juez se encuentra ante sujetos que, en primer lugar, conocen en abstracto cuáles
son los riesgos que crean con su conducta, pues, de acuerdo con la experiencia social, cualquier
persona adulta en su sano juicio sabe que disparar contra otro crea un riesgo de muerte y lo mismo
puede afirmarse de quien ignora un semáforo en rojo en la vía pública. Del mismo modo, en ambos
casos puede atribuirse a los dos sujetos el conocimiento de las circunstancias en que actuaban: el
atracador sabe que la pistola está cargada y que el agente se encuentra en las posibles trayectorias
de la bala, del mismo modo que el conductor es consciente de que, si cruza en rojo, es posible que
su vehículo colisione con los que se avecinan por la vía perpendicular. ¿Qué decisión debe tomar
el juez ante las alegaciones de que estos conocimientos singulares no se integraron en el juicio de
peligro concreto que exige el dolo?.

A la anterior pregunta respondería la doctrina tradicional afirmando que la solución depende de la


íntima convicción del juez a la vista de las pruebas practicadas en el acto del juicio.

VI. Conclusiones
Para resolver la cuestión de cómo se prueba el dolo en el proceso penal es imprescindible contar
con dos herramientas teóricas: una teoría del dolo y una teoría de la prueba. La teoría del dolo hace
falta porque, sin saber qué es aquello que debe ser probado, difícilmente se puede decidir cómo ha
de llevarse a cabo la actividad probatoria en cuestión. Y, en segundo lugar, tampoco cabe prescindir
de la teoría de la prueba, pues sin ella no es posible instruir al operador jurídico que se encuentra
ante un caso concreto sobre cómo y cuándo debe dar por acreditada la presencia de aquellos
elementos fácticos que permiten afirmar el concepto cuya eventual aplicación se plantea.

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