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LALEY DEL MOLLE

Cualquier proceso de urbanización trae consigo un impacto para la vegetación nativa, pues es
una transformación del uso del suelo con la que se elimina lo originario del lugar y se introduce
una infraestructura para el hábitat humano. Este impacto de alguna manera se mitiga con la
planificación y reserva de una superficie destinada a la implementación de áreas verdes en la
urbanización, con lo cual se intenta reponer, compensar o mitigar el impacto sobre la
vegetación nativa

Pero, ¿dónde está la vegetación que debiera reemplazar a la vegetación nativa eliminada como
resultado del proceso de urbanización? Hablando particularmente de una especie muy típica
de los valles interandinos, el molle —Schinus molle—, presente a lo largo del valle de
Cochabamba, no se sabe cuánto tiempo más existirá. A diario, sus ejemplares son talados y son
objeto de eliminación debido a la fuerte expansión urbana en este otrora valle florido

Veamos por qué desaparece una infinidad de árboles de molle. Está claro que, donde el suelo
es urbanizable, necesariamente los árboles deben ser extraídos para emplazar las
construcciones, sin importar cuáles sean esas especies. Desde el 22 de octubre de 1991, el
molle está protegido por la Ley No. 1278, que indica: “Declárase al Molle (nombre científico)
Schinus Molle, el Árbol Símbolo de los Valles Interandinos de Bolivia (…). Queda prohibida para
cualquier fin la tala de Molle de los Valles Bolivianos, de conformidad a la reglamentación que
elabore el Poder Ejecutivo”

Al parecer, no ha sido suficiente promulgar una ley de protección del molle, pues, de todas
maneras, son 25 años que han sido talados muchos ejemplares, y la compensación o el
reemplazo no se hace evidente por la falta de seguimiento a la mitigación ambiental exigida

¿Habrá una forma de hacer respetar la reposición efectiva de esta especie protegida por ley?
¿Dónde está la reglamentación que tenía que ser elaborada por el Poder Ejecutivo de ese
tiempo? Estas interrogantes deben ser respondidas por las autoridades ambientales de los
gobiernos municipales del valle central de Cochabamba y el Gobierno Autónomo
Departamental, pues es necesario proteger a esta especie nativa para que no desaparezca
totalmente por su escasa población actual y el mínimo valor que la misma población le otorga

El molle también es conocido como árbol de la vida, falso pimentero, aguaribay y anacahuita.
Se lo puede ver en Bolivia, Perú, Uruguay, Argentina, Brasil y últimamente en Estados Unidos,
Europa, África y hasta Australia porque no solo es ornamental, sino que posee una gran
variedad de propiedades medicinales. Se lo usa como cicatrizante, analgésico, contra la
retención urinaria y hasta para la bronquitis.

Por esas y otras ventajas que ofrece el árbol de la vida es que el molle tiene una ley que lo
protege en Bolivia desde el 22 de octubre de 1991 que en sus dos artículos indica: Declárase al
Molle (nombre científico) Schinus Molle, el Arbol Símbolo de los Valles Interandinos de Bolivia.
Queda prohibida para cualquier fin la tala de Molle de los Valles Bolivianos.

A pesar de ello, en Cochabamba se presencia el atropello continuo de esta ley porque con uno
y otro motivo, se cortan molles cuya antigüedad sobrepasa los 50 años, no dato menor
considerando que este tipo de árbol crece muy lentamente, tanto que en cinco años apenas ha
logrado crecer el equivalente a una rama según los expertos.

En junio del año pasado, Nicolaus Andreas Hartmann Froehle denunció mediante carta dirigida
al Alcalde de Colcapirhua la tala de molles en la Avenida Dorbinic (también conocida como
Avenida Panamericana). Adjuntó fotos y hasta las georreferencias de los lugares de tala (17°23
´15.0"S 66°15´04.0"W / 17°23´13.4"S 66°15´09.8"W).

Sin embargo, a la hora de responder por quién o quiénes ordenan las talas y los motivos de las
mismas, los argumentos y justificativos están a la orden del día. En el último caso visto por
Opinión, las construcciones que se levantan para los Juegos Suramericanos 2018 son el motivo
y como estos son tan importantes, el Gobierno en lo último que está pensando es en los
molles, por lo menos así lo dio a entender el ministro de Deportes, Tito Rolando Montaño
Rivera, quien dijo: “Por dos molles no voy a poner en riesgo los Juegos (Suramericanos 2018)”.
Sucedió después de que él se enteró de la denuncia de la tala de seis molles en el Complejo
Petrolero, donde se construirá un estadio de atletismo para la competencia internacional que
se realizará en Cochabamba.
Lo que queda claro después de estas declaraciones es que como país no tenemos aún muy
claras nuestras prioridades y qué papel juegan en la misma los componentes centrales de la
naturaleza que son los que al final del día, del año y de la década nos permiten respirar, tener
acceso al agua, no tener problemas con riadas y demás o, en palabras más claras: cuál es el
lugar que le damos a todo aquello de lo que dependerá nuestra existencia misma.

Siempre se hizo lo que se quiso con la naturaleza, tal vez porque ella no puede gritar, hacer
bloqueos ni acusar a nadie. En el caso de los molles, el presidente del Foro Cochabambino del
Medio Ambiente (Focomade), Jhon Zambrana, explicó que la tala de esta especie genera daños
ambientales y, además, no es cuestión de decir que rápidamente se la sustituirá porque “solo
una ramita de tres metros tarda cinco años en crecer. Por la edad de los árboles que fueron
talados, se convierten automáticamente en representativos y deberían ser protegidos”.

Apurados como vivimos tratando de acumular a como dé lugar fama y dinero, la naturaleza se
ha convertido en un escollo o con suerte un dolor de cabeza para quienes deben acabar con
ella para levantar más megaobras.

Ejemplos de talas abundan y no solo en Cochabamba. Se podría escribir libros al respecto; sin
embargo, como ciudadanos nos toca exigir que las leyes se cumplan y que las autoridades
sean, en ese sentido, coherentes no solo con la normativa, sino con el presente y futuro de las
poblaciones.

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