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Vida, obras, amores y errores de Justo José de Urquiza

Apuntes históricos sobre el entreriano más famoso.

Autor: Eduardo Lazzari

La provincia de Entre Ríos fue el último espacio colonizado por los españoles en el viejo Virreinato
del Río de la Plata.

Sólo hacia 1780 fueron fundados los primeros pueblos en esos feroces territorios disputados,
inicialmente con los indios, y luego con los portugueses. Y sobre la banda occidental del río
Uruguay, aparecieron Gualeguay, Gualeguaychú y en el arroyo de la China, la villa de la
Inmaculada Concepción.

La historia de los presidentes argentinos abarca a cuarenta y ocho personas que ocuparon la
primera magistratura. Dos presidentes legales en 1826 y 27: Bernardino Rivadavia y Vicente López
y Planes (el autor del Himno Nacional), quizá éste el más olvidado de la lista.

Dos presidentes constitucionales con la república dividida por la secesión de Buenos Aires: Urquiza
y Derqui (1854 al 61). Treinta y un presidentes constitucionales desde Mitre hasta Macri. Y trece
dictadores, pero esa es otra historia y hay que tenerla en cuenta también.

Una gran curiosidad, de las que nos gustan a los historiadores, es que aquellos que gobernaron
antes de la república constitucional unificada (1862) nacieron antes de la Revolución de Mayo de
1810, y los que asumieron después de la definitiva unión nacional, fueron dados a luz después de
esa magna fecha.

Incluso Sarmiento se jactaba de haber sido concebido durante los fragores de la semana de Mayo.
Y como cuna de presidentes constitucionales, por su cantidad, llevan la delantera las ciudades de
Buenos Aires y Córdoba, a las que sigue orgullosa Concepción del Uruguay: allí nacieron Justo José
de Urquiza y Agustín Pedro Justo.

Vida y amores

José Justo de Urquiza nace en el Arroyo de la China, el 18 de octubre de 1801, en los albores del
siglo que lo convertirá en uno de sus grandes protagonistas. Desde niño invertirá los nombres que
sus padres le impusieron en la pila bautismal: se llamará desde entonces Justo José, quizá para
distinguirse amablemente de su padre, José. Se dedica prontamente a los negocios agropecuarios
de la familia y desarrolla una precoz carrera política. Se convertirá en uno de los hombres más
ricos de Sudamérica, siendo el poseedor de más de un millón de hectáreas en su provincia natal y
el fundador del saladero más grande del país, Santa Cándida. Sus empresas tienen
representaciones en Estados Unidos y Europa. Su vida política comienza como legislador de Entre
Ríos, llegando a ser presidente de la Legislatura provincial.

Es gobernador de Entre Ríos en varias ocasiones, ocupando el cargo por dieciséis años en varias
gestiones. Fue fugaz gobernador de Buenos Aires, poco tiempo después de la batalla de Caseros. Y
llegó a ser el primer presidente constitucional argentino, y el primero en terminar su mandato. Los
amores de Urquiza se han convertido en legendarios, habida cuenta de sus intensos romances, sus
numerosas parejas y su gran cantidad de hijos. Trataremos de ordenar este asunto. Sin duda,
Urquiza era un hombre irresistible, y su poder, su dinero y su porte marcial, lo ayudaron a vencer
fácilmente las resistencias femeninas. Tuvo ocho uniones conocidas. Con María Díez Monzón, es
padre de Concepción a los diecinueve años, en 1820. Con Segunda Calvento tendrá cuatro hijos
entre 1823 y 1829: Pedro, Diógenes, Waldino y José Francisco. Con María López Jordán tendrá a
Ana, una de sus hijas dilectas, en 1835. Juana Zambrana dará a luz entre 1840 y 1842 a Justo José y
María Juana. Al mismo tiempo, en 1842, nacerá de Tránsito Mercado Pazos, Cándida, y luego
Clodomira. María Romero parirá a Aurelia y Cándida Cardozo a Dorotea. Sin embargo, se puede
afirmar que el prócer alcanzó la estabilidad afectiva y emocional con Dolores Costa, con quien
convive desde 1851 hasta su muerte en 1870, se casa con ella y con quien tiene once hijos. La ley
41, sancionada por el Congreso Federal, puso en orden los asuntos jurídicos de los hijos de
Urquiza. Fueron reconocidos como legítimos 23 de sus hijos. La fantasía ha hecho subir hasta cifras
insólitas los descendientes del Organizador. Pero se sabe que Urquiza nunca descuidó a sus
vástagos, llegando a vivir con hijos de sus distintas mujeres en San José. Sin duda la pasión era
parte del ser de Justo José de Urquiza.

Presidente y mártir de la unión

El presidente Urquiza logró poner en marcha al Estado nacional. Las enormes dificultades
económicas hicieron imposible la sustentación de la Confederación Argentina sin Buenos Aires.
Logró que el Congreso funcionara con sus dos cámaras. Se sancionaron las primeras leyes
nacionales. No pudo nombrar a la Corte Suprema de Justicia. Por primera vez, un presidente
argentino le entregó el poder a otro presidente, luego de cumplir su mandato.

Lo hizo en los cincuenta años de la Revolución de Mayo, en 1860. Y decidió unir el país a la fuerza.
Lo logró triunfando en Cepeda, firmando en San José de Flores y en Pavón, una derrota que fue un
triunfo. La república Argentina llegó a su organización nacional como una sola, y Urquiza dejó a
Mitre la celebración de la unión definitiva. Volvió a ser gobernador de su provincia. Nunca más
salió de su territorio. Se afincó para siempre en San José. Comenzó a construir una suntuosa
residencia en Concepción, su capital. Su aporte a las filas del Ejército argentino durante la guerra
de la Triple Alianza, contra el Paraguay y en alianza con Brasil y el Uruguay, tanto en hombres
como en armas y animales, lo malquistaron para siempre con sus viejos amigos federales, a los
que no apoyó en su resistencia al gobierno del presidente Mitre. Entendió que la guerra civil había
terminado para siempre, y que la unión nacional, su logro más preciado, estaba por encima de
cualquier especulación y cálculo político. Recibió a su antiguo adversario, el ahora presidente
Sarmiento, con todas las pompas y demostró así una vez más, su astucia política. Apoyó al
presidente en su pugna con los liberales porteños. Pero el destino se convierte en tragedia el 11
de abril de 1870. Hordas seguidoras de su antiguo discípulo Ricardo López Jordán atacan el palacio
San José y asesinan al Organizador frente a su esposa y sus hijas. El mismo día son asesinados sus
hijos Waldino y Justo en Concordia. Tan brutal fue el episodio que el presidente Sarmiento no
interviene sino que le declara la guerra a la insurrecta provincia de Entre Ríos.
Hasta que no se repuso el orden constitucional la acción del Estado nacional no se detuvo. La
tumba de Justo José de Urquiza estuvo muchos años disimulada en la iglesia de la Inmaculada
Concepción y recién en la década de 1960 se construyó su mausoleo en la nave izquierda de la
ahora Basílica, en Concepción del Uruguay.

Sus obras perennes

La obra cumbre de la actuación de Urquiza como hombre público, probablemente la más grande
realización de la Argentina independiente, es la Constitución Nacional. Convoca al Congreso
General Constituyente a través del Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos. Era en ese momento el
hombre más poderoso del país. Se realiza en Santa Fe, fuera de su provincia. Llama a los liberales a
un pacto político: los federales deben renunciar al sistema de caudillos como forma de gobierno, y
los unitarios deben aceptar la federación para la constitución del país. Confía en sus viejos
enemigos y así se concreta para siempre la organización nacional. A Buenos Aires le costará una
década entender y aceptar la grandeza de Urquiza.

La más importante de sus obras materiales como hombre de Estado es sin duda el Colegio del
Uruguay. Urquiza lo llamó su "heredero". En 1849 decidió, como gobernador, establecer el primer
colegio laico del país, frente a la plaza Ramírez, donde se levanta aún hoy el edificio original que
mandó construir. La historia argentina no ha sido aún justa en la consideración de Urquiza como
uno de los más grandes promotores de la educación pública. Estudiaron en el Colegio del Uruguay
tres presidentes argentinos: Roca, De la Plaza y Frondizi, dos vicepresidentes: Beiró y Quijano, la
primera mujer bachiller argentina: Teresa Ratto (una de las primeras médicas graduadas) y desde
esta escuela partió hacia Europa su rector, José Benjamín Zubiaur, el único latinoamericano que es
fundador del Comité Olímpico Internacional. Y sin duda el Palacio San José, que como todas sus
propiedades, fue nombrada con el santo correspondiente a cada uno de los miembros de su
familia, es la realización magnífica del ideal de modernidad y poder de Justo José de Urquiza. Una
fastuosa construcción en la línea de la arquitectura romana, con detalles de lujo como la red de
agua corriente, una cocina impresionante, jardines que son un botánico y un zoológico, y la capilla,
obra maestra del arte religioso en la que se encuentra la pila bautismal que le enviara de obsequio
el Papa Pío IX. El otro uruguayense presidente la convirtió en museo y en monumento nacional.

La memoria aún ausente

La perennidad de Urquiza está garantizada por su chorrera de hijos e hijas, y su influencia en la


economía y el carácter entrerriano. Pero la Argentina está en deuda con la memoria del hombre
que supo ser un militar extraordinario (aspecto que merece ser tratado con profundidad en otro
texto), que supo pactar cuando era necesario, que supo organizar el país, que supo ceder en pos
de la unidad nacional y sobre todo, dejó claro para sí, para sus contemporáneos y para la
posteridad, la idea de que la Argentina sólo podía alcanzar su gloria en la unidad de sus
ciudadanos, de sus partidos y de sus instituciones.

Publicado en El Liberal el 10 de diciembre de 2017.

Link https://www.elliberal.com.ar/noticia/384517/vida-obras-amores-errores-justo-jose-urquiza

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