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IsAIAH BERLIN Las RAICES DEL ROMANTICISMO Conferencias A. W. Mellon en Bellas Artes National Gallery of Art, Washington DC, 1965 Bollingen Series XXXV: 45 Edicion de Henry Hardy Traduccién de Silvina Mart TAURUS PENSAMIENTO ‘Tilo original: The Rows of Romanticism {©The Trustees of the National Gallery of Art, Washington DG, ‘The lsaiah Berlin Trust and Henry Hardy 1999, 2013, Prologo de John Gray ala segunda edicion de Las ries dl wmanticisma {© 2018, Princeton University Press, reproducido con laautorizaciin de Princeton University Press (© 2015, dela presente edicion en castellano para tod el mundo: Penguin Random House Grupo Editorial, SAU. ‘Travessera de Gricia 47-49, 08021 Barcelona © Dela traduccion: Silvina Mari (© Dell taduccién del prélogo: Miguel Marqués Se garantiza el derecho moral de salah Berlin y Henry Hardy como autory editor de la obra, respectvamente © De esta edicin: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. de Ediciones, 2015 Homherto 1555, Buenos Aires wwwemegustaleercomar ISBN 978.987-737 011.9 Hecho el depésito que indica la ley 11.725 Impreso en la Argentina Pinta n Argentina Primera edicion: octubre de 2015 (© 2015, Pep Carré y Sonia Sanchez, por el diseio de la apa Lis ae el matic in par Hey Handy = ues Ae Tra, 205 ‘Hops 2413em(Pensmien) ‘Tio por ie Mi sanowonaaron9 utp Me Lay Hy Sn Mi coo eas ‘Queda poids, ato excep previa ena ey alge fora de eprodc, Shi cman pbc) santa es oor cow cin Sets uate ela propiedad inlet de derechos econo pete ‘econ de dein conta popindad lei Esa ein de 250 emplarese tering de ImpinienEncudernacin Arne SRL, |v Sen tn 155, amor Me, Boos les ch el cs de pete e215 INDICE «HI0S DE AMBOS MUNDOS», PROLOGO DE JOHN GRAY. . PREFACIO DEL EDITOR I. EN BUSCA DE UNA DEFINICION TL, PRIMER ATAQUE A LA ILUSTRAGION « III. Los VERDADEROS PADRES DEL ROMANTICISMO . . IV. Los ROMANTICOs MODERADOS V, EL ROMANTICISMO DESENFRENADO. VI. EFECTOS PERDURABLES DEL ROMANTICISMO APENDICE A LA SEGUNDA EDICION . . REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS . Inpice anatirico. 27 51 81 107, 137 167, 203 a1 231 En memoria de Alan Bullock re «HIjOS DE AMBOS MUNDOS» PROLOGO DE JOHN Gray Enthecho de que tas ideas raramente tengan el efecto bus cado por quienes las conciben —o de que, en el mejor de los casos, tengan el buscado y alguno mas— es un tema recu- rrente en la obra de Isaiah Berlin. No se trata ya de que las ideas se vean muy a menudo comprometidas cuando se po- nen en préctica, asunto bastante tratado. Yendo mas allé, las divergencias entre cémo se entiende una idea y la marafa de intereses y motivaciones humanas hacen imposible aplicar una idea sin adulteraciones o distorsiones. Berlin hacfa a me- nudo la siguiente cita de Immanuel Kant: «Con el fuste tor- cido de la humanidad jamas se construy6 nada recto»!, Sea correcta o no la interpretaci6n de Berlin, el mensaje es claro: Ja distancia entre las ideas y su aplicaci6n es una de las medi- das de la imperfeccién humana. La obra de Berlin arroja luz sobre un hecho atin més inte- resante. Una vez vertidas al mundo, las ideas cambian y reaparecen con formas fundamentalmente opuestas a las de su esencia original. Por ejemplo, la afirmacién de David Hume segiin la cual nuestra fe en la causa y efecto es pro- ducto del habito mas que de la inferencia racional forma parte de su filosofia de la duda escéptica. Pero el pensador ilustrado escocés no previé que su afirmacién terminaria 2 idea de una historia universal con propésito cosmopolitas (1784), Kant geam: nat Schrfen (Bern, 1900), vit 28, Une 22. prestando servicio a la religién. Obviamente, hubiera que- dado horrorizado. Sin embargo, asi ocurrié exactamente cuando el fideista cristiano J. G. Hamann eché mano del ar- gumento de Hume para defender la realidad de los mila gros. Mientras que Hume recurria al escepticismo sobre la causa y el efecto para argumentar que nunca podremos sa- ber si un milagro ¢s un milagro, Hamann hizo lo inverso: usar ese mismo escepticismo para argumentar que los mila- gros si ocurren. Para Hume, la duda escéptica era el punto final de la investigacién filos6fica; para Hamann, un tram- polin para el salto de fe. ‘Como deja claro Berlin, Hamann fue una figura clave en el desarrollo del romanticismo: «Hay un hombre que, en mi opinién, le asesté el golpe mas violento a la Tustracién y co- menz6 todo este proceso romantico [...]. [Hamann] empe- 26 con Hume y dijo que, en efecto, este estaba en lo cierto; que si nos preguntamos cémo es que conocemos el univer- so, la respuesta es que no lo es por la raz6n sino por la fe»? Hay algo paradéjico en el hecho de que uno de los principa- les pensadores de la Ilustracién enriqueciese el arsenal inte- lectual de sus detractores. La paradoja se ve acentuada cuan- do recordamos la opinién de Berlin, segtin la cual Hamann reaccionaba contra ideas compartidas por todos los pensa- cores ilustrados. Ultimamente se ha reflexionado bastante sobre sila familia de movimientos que, siendo discrepantes entre sf, se agrupan habitualmente en lo que llamamos «llustracién» poseyeron un compromiso intelectual comin. Pero Berlin no entra en eso, Definitivamente, la lustraci6n no fue en absoluto un fenémeno uniforme. Aun asf, «lo que es comtin a todos esos pensado- res es la nocién de que la virtud reside, en definitiva, en el conocimiento; de que si sabemos lo que somos ylo que necesi- tamos, y sabemos dénde obtenerlo, yo hacemos por los mejo- res mediosa muestra disposicién, podemos llevar una vida feliz, # P75, Bn las referencias la presente obra se consigna sinicamente el ndmero de pagina, Hyos ne somos mannose. Protege ne fon Gua virtuosa, justa, libre y satisfactoria»[p. 56]. Cualesquiera que fuesen las diferencias entre ellos—en algunos casos, importan- tes—, los pensadores de la Mustracién aceptaron tres principios ‘pésicos: todas las preguntas auténticas pueden en principio ha- llar respuesta; tal respuesta puede conocerse por métodos que pueden aprenderse y ensefiarse a los demds; y todas las respues- tas deben ser compatibles entre si. Dichos principios — [p. 52]— no quedaban confinados a los pensadores ilustrados, ni siquie~ ra a Occidente, sino que expresaban una filosofia eterna, articulada en muchas épocas y culturas. Los principios que enumera Berlin formaban la columna vertebral de la princ- pal tradicién occidental. «Es lo que de hecho ha quebrado el Romanticismo>, escribe Berlin [p.52]. El romanticismo, pues, no es solo una reaccién contra la Ilustracién, sino ® Hay quienes creen que esta transcripcién no deberia haber se publicado tampoco péstumamente —piensan que a pesar del indudable interés de estas conferencias, su publicacién de- valuarfa la oewore de Berlin—. Yo no comparto este punto de vista, y me apoyo en la opinién de muchos respetados especia- listas, en particular en la de Patrick Gardiner, un critico tan me- ticuloso, quien leyera la edicién de las transcripciones unos afios antes de su publicacién y se declarara expresamente a fa- vor de la misma. Aunque sea equivocado publicar este tipo de material durante la vida del autor (y aun de esto no estoy com- pletamente convencido), encuentro no solo correcto sino tam- ‘bién recomendable hacerlo cuando el autor es tan excepcional como Berlin yse trata de conferencias tan estimulantes como e+ tas, Mésatin, el propio Berlin era consciente de que el manuscri- to probablemente se publicaria después de su muerte € hizo re- ferencia a esta posibilidad sin manifestar serias reservas. El entendia que las publicaciones péstumas estaban gobernadas por criterios diferentes de los que rigen durante la vida del autor; y debe haber sido consciente, si bien nunca lo admiti6, de que sus conferencias Mellon eran un four deforceal arte espontaneo del conferenciante y que, por ende, merecian publicarse tal y como eran. Habja llegado la hora —para citar las palabras de Berlin acerca de su polémico libro sobre J. G. Hamann— «de seraceptado o rechazado por el lector», ® Carta del 20 de septiembre de 1966, Véase p. 208 " Tatoduecidn eserta especialmente, en 1994, para la edcin alemana de The Ma _gusafthe North: véase lah Berlin, Der Magus in Norden (Belin, 1995) p. 14. [Trad ‘xp E1 Mago del Nore. Hamann ya orig dl iraioaiomo moderna, Maid, Tec- ue Preracto Da. xorroR En el prologo de John Gray, nuevo en esta segunda edi- cién, también he realizado correcciones menores; he afiadi- do algunas fuentes que han salido a Ia luz desde la primera publicacién del libro, algunas de ellas mediante Google Books —esa herramienta imperfecta pero que ha transforma- do el mercado del investigador literario—, y redactado un apéndice que comprende uma seleccion de cartas, principal mente escritas por Berlin, sobre las conferencias. La mayoria de la correspondencia de Berlin sobre este particular sobrevi- ve en sus propios articulos y en Ia National Gallery of Art de Washington DC. Le agradezco a Maygene Daniels, Jefa de la SecciGn de Archivos, por facilitarme copias de los archivos en posesién del centro. Se han escogido las cartas que reflejan la actitud casi paranoica de Berlin a la hora de dar conferencias, especialmente unas tan destacadas como estas. En a correspondencia se encuentra un intercambio sobre posibles diapositivas con las que ilustrar las conferencias. Hay dos cartas de Berlin, En Ja primera, con fecha del 8 de febrero de 1965, Berlin observa con magnifica incongruencia: «Atin no tengo la intencién de mostrar ninguna diapositiva si pue- do evitarlo, pero, al mismo tiempo, quiero hacerlo de cual quier modo en una de las conferencias». En la segunda (del 24 de febrero), escribe: «si la nocién general estuviese clara no las explicaria con detalle, sino que las usarfa como una es- pecie de trasfondo general para mostrar cosas de este tipo». En consonancia con esta tiltima observacién, he afiadido cin- co de las imagenes sugeridas por Berlin en lugares vagamente adecuados en el texto, para «mostrar cosas de este tipo». Ya que la nueva edicién ha sido reorganizada, la pagina: ci6n es distinta a la de la primera edici6n. Esto puede causar algunos inconvenientes a los lectores que estén intentando lo- calizar referencias a la primera edicion. Por este motivo, he publicado un registro de concordancia de las dos ediciones en shup://berlin. wolf.ox.ac.uk/published_works/tr/concor- ‘os, 1907]. EI texto original en inglés de este prologo ha sido publcado en la obra de Bern Thre Cts ofthe Enlightenment Vio, Homann, Heder (Londres y Prince ‘on, 2000); véase este comentario en lap. 252 del mencionado volumen, dance.html>,para que las referencias a una edicién puedan, ser fécilmente reconvertidas a referencias ala otra. ‘Tengo una serie de agradecimientos que deseo dejar por escrito —sin duda son més de los que puedo recordar—, Los que conciernen ala provisiGn de citas son mencionados en las pp. 205-206, Ademas de ellos, mi reconocimiento principal (como ocurrié en el caso de trabajos previos) ¢s para los generosos bienhechores que hicieron posible la nanciacién de mi beca en Wolfson College; para el difunto lord Bullock, por haber facilitado que yo tenga bienhecho- res a quienes agradecer; para el Wolfson College, por haber. me alojado; para la difunta Pat Utechin, secretaria del autor y amiga paciente y fiel desde hace treinta y cinco afios; para Roger Hausheer y Patrick Gardiner, por su lectura y conse- jjos acerca de la transcripcién, y por las muchas otras formas de ayuda indispensable que me dispensaron; para Jonny Steinberg, por sus valiosas sugerencias editoriales; para los editores, que han debido soportar mis muchos y exigentes requisitos, especialmente para Will Sulkin y Rowena Skel- ton-Wallace de Chatto and Windus, y Deborah Tegarden de Princeton University Press; para Samuel Guttenplan, por st apoyo y titil consejo; y finalmente, para mi familia (a quie- nes sin darme cuenta no he mencionado anteriormente), por soportar la extraiia forma de autoaislamiento que carac- teriza a mi profesion. Espero que sea superfluo agregar que Ja gran deuda la he contrafdo con el mismo Isaiah Berlin, por confiarme la tarea mas satisfactoria que un editor pueda ansiar, y por darme completa libertad para llevarla a cabo. Henry Harpy Wolfson College, Oxford, Mayo de 1998 Heswall, Mayo de 2012 3 — I EN BUSCA DE UNA DEFINICION P oaria esperarse que comencara, o que intentara comenzar, con alguna definicién del romanticismo, o al menos, con algu- na generalizacién que aclarara qué entiendo por este. Pero no pretendo entrar en tal trampa. Ya el sabio y eminente profesor Northrop Fiye sefiala que cuando alguien se embarca en una .generalizacién sobre el tema, aun en algo tan inocuo como de- «ir, por ejemplo, que nacié entre los poetas ingleses una actitud nueva ante la naturaleza —digamos, por ejemplo, en Words worth y Coleridge por oposicién a Racine y Pope—, no faltaré quien presente evidencia contraria basdndose en los escritos de Homero o Kalidhasa, en las epopeyas arabes preisldmicas, en la poesia espafiola medieval y, finalmente, en los propios Racine y Pope. Por esta raz6n, no pretendo generalizar sino expresar de algtin otro modo lo que concibo como romanticismo. La literatura sobre el romanticismo es més abundante que el romanticismo mismo, y la literatura encargada de de- finir de qué se ocupa esta literatura es, por su parte, verdade- ramente voluminosa. Existe una especie de pirdmide inverti- da, Se trata de un tema peligroso y confuso en el que muchos han perdido, no dirfa su sano juicio, aunque sf su propio senti- do de la direccién, Esta situaci6n es comparable a esa caverna oscura descrita por Virgilio, donde todas las pisadas iban en una tinica direcci6n; 0 a la caverna de Polifemo, donde aque- os que alli se internaban parecfan no emenger nunca. Luego ‘me embarco en este tema con algo de temor. 27 Las nafoxs DEL ROMANTIISNO La importancia del romanticismo se debe a que constitu- ye el mayor movimiento reciente destinado a transformar la vida y el pensamiento del mundo occidental. Lo considero el cambio puntual de mas envergadura ocurrido en la con- ciencia de Occidente en el curso de los sighos XIX y XX, y pienso que todos los otros que tuvieron lugar durante ese pe- riodo parecen, en comparacién, menos importantes y estan, de todas maneras, profundamente influenciados por este. La historia, no solo del pensamiento, sino de la conciencia, la opinién y también de la accién, la historia de la moral, a po- litica y la estética es en gran medida una historia de modelos dominantes. Cuando analizamos una civilizacién en particu lar descubrimos que sus escritos mas caracteristicos, y sus otros productos culturales, reflejan un patrén de vida especi- fico que rige a los responsables de dichos escritos, pinturas o producciones musicales particulares. Comprendemos, enton- ‘ces, que para identificar una civilizacién, para concebir el tipo de civilizacién que es, y para entender el mundo en el que pensaron, sintieron y actuaron aquellos hombres, es impor. tante intentar, en la medida de lo posible, aislar ese patrén dominante por el que se rige dicha cultura. Consideremos, por ejemplo, la filosofia o la literatura griega de la era clasica, Si analizamos la filosofia de Plat6n, por ejemplo, descubri- mos que el autor se ve dominado por un modelo de pensa- miento geométrico o matematico. Vemos claramente que su linea de pensamiento esta condicionada por la nocién de que existen verdades axiomaticas, cristalinas e inquebrantables de las que es posible, gracias a una légica severa, deducir ciertas conclusiones absolutamente infalibles. Resulta evidente que es posible alcanzar este tipo de saber absoluto por un méto- do especial, recomendado por él; que existe un conocimien- to absoluto del mundo, y que de poder acceder a él —del que la geometria, es decir, la matematica en general, es su ex- presién mas cercana, su paradigma més perfecto—, podria- ‘mos organizar nuestras vidas en funcién de este saber, de es tas verdades, de una very para siempre, de modo estatico y sin necesitar cambio futuro. Asi, podria esperarse que todo sufri- B En mince ne una erMte¥oN miento, toda duda, toda ignorancia, toda forma de vicio 0 lo- cura humana desaparecieran de la Tierra, La noci6n de que hay en algin lugar una visién perfecta, yde que solamente se necesita para alcanzar dicha verdad cierto tipo de disciplina severa, 0 cierto tipo de método analo- go, de algtin modo, a las frias y aisladas verdades matematicas, afecta a una gran cantidad de otros pensadores del periodo posplat6nico. Sin duda, afecta al Renacimiento, que sostenia ideas similares; a pensadores como Spinoza; a pensadores del siglo xvitty x1x también, quienes crefan posible legar a algtin tipo de conocimiento, que aunque no absoluto, fuera de todas maneras casi absoluto, y arreglar, gracias a este, el mundo, creando un orden racional en el que la tragedia, el vicio y la estupidez —causantes de tanta destruccién en el pasado— pudieran ser finalmente evitadas gracias al uso de informa: cién cuidadosamente adquirida y a la aplicaci6n de una ra- z6n universalmente inteligible Me he referido a un tipo de modelo ofreciéndolo, simple- mente,a modo de ejemplo. Estos modelos comienzan invaria- blemente por liberar a la gente del error, de la confusién, de alguna realidad ininteligible que la gente intenta explicarse gracias a ellos. Casi invariablemente, sin embargo, ellos termi- nan por esclavizar a estas mismas personas, al no poder dar cuenta de la experiencia en su totalidad. Los modelos se int cian, entonces, como liberadores y terminan funcionando despéticamente. Analicemos otro ejemplo: una cultura paralela durante un periodo similar, la de la Biblia, la de los judios. Encontraremos ‘un modelo dominante completamente distinto, un conjunto de ideas diferentes que hubieran sido incomprensibles para los griegos. La noci6n en la que se origina eljudaisino y el cris tianismo es, en gran medida, la de la vida en familia, de las re- laciones entre padre e hijo, y tal vez también de las de miem- bros de una tribu con otra. Estas relaciones fundamentales por las que se explican la vida y la naturaleza —el amor de los hijos por el padre, la hermandad entre los hombres, el per don, los mandatos de un superior dirigidos a un inferior, el 29

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