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Introducción (2) FXF
Introducción (2) FXF
algo que me conto mi abuela hace mucho tiempo…. Cuando aún vivía.
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Él era de los Yungas, vivía en Coripata porque allí nació. Hubo un tiempo
en el que vivió muy feliz, pues se encontraba junto a su madre, padre, y un
hermano mayor, el cual incluso hoy desconozco su nombre, dado que mi
abuelo nunca se lo mencionó a mi abuela, porque ni él mismo recordaba cual
era, ya que era muy joven cuando él se fue, y apena tenia vagos recuerdos
juntos; entre su escasa memoria, apenas podía verse jugando a su lado en
compañía de un perro, que probablemente era su mascota en aquel entonces.
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a medida que transcurría el tiempo. Se cegaron tanto por el dolor, que incluso
olvidaron que aun había un niño que necesitaba de ellos, alguien que siendo
inocente tuvo que cargar la peor parte de aquel trágico episodio, alguien que
también era su hijo, pero en lugar de tratar de encontrar algún consuelo en él,
simplemente prefirieron hacer a un lado.
Mi abuelo era muy pequeño para entender lo que pasaba, él solo tenía seis
años, su madre se hacía la fuerte para no preocuparlo, pero no podía esconder
su deterioro diario. Mi abuelo la veía preocupado, cada día más delgada, cada
día más débil, cada día más cansada, hasta que llegó el momento en el que no
pudo levantarse más de la cama.
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— ¿Qué tienes mamá? —era la pregunta frecuente que mi abuelo le hacía
llorando, sintiéndose desolado por verla así. Mientras ella solo sostenía su
mejilla intentando callar su llanto.
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que viajaría a La Paz, noticia que después de tanto tiempo trajo alegría al
corazón de mi abuelo, pues en su inocencia, tenía la esperanza de encontrar a
su papá y que este pudiera ayudar a su mamá, por lo que contento fue a darle
la noticia a su progenitora.
— No tengas pena mamá, yo iré por mi papá para que venga y nos ayude —
dijo con honesta alegría, a lo que su madre solo pudo responder
—No vayas... —palabras a las que hizo caso omiso, pues estaba decidido y
tenía todas las esperanzas puestas en ese viaje
Cuando llegó la hora de partir, el chofer algo dudoso preguntó— ¿Tú mamá
te dio permiso de venir —a lo que mi abuelo simplemente — Si — y sin más
emprendieron el viaje.
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En el camino, él miraba todo con mucho asombro, pues nunca había salido
de su pequeño pueblo, y observó que a medida que se acercaban a su destino,
de apoco iban desapareciendo las plantas y el verde paisaje. Cada vez estaba
más lejos de su madre, pero la ilusión de que este viaje traería la ayuda que
necesitaban, aminoraba su nostalgia.
—Tapate con esa cama, que aquí no es como en los yungas, aquí hace mucho
frio y si no te abrigas te puedes enfermar —por lo que mi abuelo obedeció de
inmediato. Horas después, por fin llegaron a Villa Fátima.
—gracias, dijo antes de ponerse las prendas lo más rápido que pudo, para
juntos irse a desayunar.
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— ¿y ahora a donde iras? —mi abuelo terminó de tragar el pedazo de pan que
traía en la boca antes de responder
El chofer lo miró por un momento, notando que el pequeño era muy listo para
su edad, pero que llevaba una carga que probablemente no podría cargar solo,
y lamentaba no poder hacer mucho más por el
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Estuvo caminando por un rato por las calles de aquel lugar, y vio como poco
a poco ese mercado comenzó a llenarse. Se animó a preguntar en algunos
puestos, pero no conseguía ninguna información, la mayoría le decía “no tengo
tiempo”, “no sé”, “ven más tarde”, pero se rehusó a darse por vencido, y
siguió preguntando insistente hasta que chocó con una señora.
—ten cuidado mocoso, casi me haces caer ¿Dónde está tu mamá? ¿Por qué no
te cuida?—reprochó luego del leve impacto, por lo que mi abuelo
humildemente respondió
— Mi mamá está enferma, por eso vine a buscar a mi papá, pero para
encontrarlo primero necesito encontrar a mi tía, mi mamá me dijo que vendía
fruta por aquí, por eso vine
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La mujer lo miró detenidamente, extrañamente ese niño se le hacía familiar
—yo soy a quien estas buscando, pero no sabía que mi hermano tenía un hijo
de tu edad. Mira, cruza esta avenida hasta llegar al surtidor y avanza tres
cuadras rectas, hay una casa verde al lado de un garaje hecho de calaminas,
hay es, ve con cuidado y le dices que venga
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Pasadas unas horas, al fin llegó una mujer
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— ¿a quién buscas niño? —saludo con aquella pregunta, al ver al menor
sentado en su acera, por lo que mi abuelo rápidamente se puso de pie
—Aquí solo vivimos mi esposo, yo y mis hijos, vete a buscar a otro lado —y sin
más, entro a la casa cerrando la puerta en la cara del niño
—estas esperando en vano niño, la dueña de ese puesto ya se fue, ¿tu quien
eres?, ¿la conoces? —el menor la miró decaído
—es mi tía, su hermano es mi papá —ante las palabras del pequeño, la señora
quedó un poco sorprendida
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Caminó sin rumbo, hasta que la noche llegó, desilusionado y cansado, tan solo
se sentó frente a una puerta y se puso a llorar, no sabía que haría ahora, había
hecho aquel viaje para nada, continuó lamentándose hasta que no pudo más y
se quedó dormido, no era consciente de la hora cuando la nariz de un perro lo
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hizo despertar, el animal comenzó a ladrarle y él creyó que lo quería morder,
por lo que quiso correr
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Villa Fátima, era el lugar dónde las movilidades llegaban y partían de viaje,
por lo mismo la actividad laboral comenzaba desde muy temprano, las cuatro
de la mañana. El ruido hizo despertar al pequeño, que sin esperar se dispuso a
ver por una pequeña ventana que había en aquel cuarto y miró como el lugar
ya estaba repleto de gente, muchos viajeros llegando, otros preparados para
irse, esperando a las flotas que los llevarían a su destino.
—Todavía es muy temprano, será mejor que duermas—le dijo la mujer, por lo
que no muy contento el niño obedeció
Algunas horas más tarde, ya se podía ver la claridad del nuevo día que
comenzaba, por lo que comenzó a inquietarse un poco, lo que no pasó
desapercibido para la mujer
Fueron a una casa vecina, la mujer golpeó la puerta y no tardó en ser atendida
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—La barriga—la señora le dio unas pastillas, advirtiendo que tuviera cuidado, y
que no debía caminar solo, pues era peligroso y que debía cuidar bien ese
medicamento
—Sí, gracias los cuidare bien—mi abuelo agradeció contento, pues tenía la fe
que en cuanto su madre tomara esas pastillas se pondría mucho mejor y
sonrió poco antes de ser consciente de que no sabía qué hora era y de
recordar las palabras del chófer, quien advirtió que lo esperaría hasta las siete
de la mañana
—Por poco y no alcanzas —saludo con aquello, mientras el niño subía al carro.
Una vez sentado inmediatamente le mostró al chofer la medicina que había
conseguido para su mamá, se veía realmente contento
—Con esto mi mamá estará bien —el chofer sonrió antes de poner en marcha
el vehículo
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Al llegar a Coripata, el pequeño se encontraba visiblemente impaciente, solo
quería llegar pronto con su mamá, para darle las pastillas y verla sonriente y
sana nuevamente, así que agradecido se despidió del chofer y corrió hasta su
casa, pero antes de llegar se encontró con una vecina, que lo miraba con pena
inusual.
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Al llegar vio a mucha gente reunida, muchos de ellos llorando, y otros al verlo
quisieron agarrarlo, pero se rehusó y comenzó a buscar a su mamá, preguntó
a los ahí presentes, pero nadie se atrevía a decirle donde estaba, hasta que no
mucho tiempo después una amiga de su mamá se acerco a él.
—Ella ya está con Dios —la noticia le cayó como un balde de agua fría, se negó
a creerlo y comenzó a llamarla
— ¡mamá!, ¡mamá! ¡Aquí traigo tus medicinas!, ¡con esto estarás bien, ya no
te dolerá la barriga! —eran los gritos que podían oírse, haciendo del momento
un evento a un más doloroso para los allí presentes — ¡llévenme al hospital, yo
ya conozco La Paz puedo pedir ayuda!
—tu madre ya estaba muy enferma, aun si hubiera tomado esas pastillas no
habría servido de nada, ella ahora se encuentra en un lugar mejor, pero si
quieres verla puedo decirte donde la enterramos
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continuó haciendo lo único que podía hacer en ese momento, llorar, llorar
hasta que las lágrimas se secaran, y así lo hizo, lloro hasta quedarse dormido.
—pobre niño, tan pequeño y se quedó solo — era la voz de una mujer
—al parecer no, ¿Quién se hará cargo de él ahora? —esta vez hablo una mujer
de mayor edad
Lo que menos quería en ese momento, era estar alejado de su mamá, estar
cerca de su tumba le traía algo de paz, y no quería perder el único consuelo
que le quedaba, así que corriendo, fue en dirección a donde estaba enterrada
ella, cerca del monte, lugar que también le serviría de refugio a partir de
ahora.
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Así pasaron unos meses, el pequeño se alimentaba de frutas, postres, yuca,
plantas y todo lo que podía encontrar, o sacar de algunos cultivos cercanos. Al
principio los lugareños lo buscaban, pero él se escondía, le aterraba la sola
idea de ir a parar a un orfanato, de estar lejos del lugar de donde se
encontraba su madre, así que se la pasaba en el monte o el río, siempre
escondiéndose de la gente.
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Y uno de esos días, cuando corrió al rio, vio a un hombre mayor muy extraño,
que al parecer al igual que él, quería estar solo. Por un momento pensó en
escapar, pero el rostro triste de aquel sujeto llamo su atención de alguna
forma, quizá se había sentido identificado; así que sin pensarlo mucho se
acercó a aquel señor
—hola tío ¿qué haces? —lo saludo. El hombre lo miró serio, y haciendo caso
omiso de sus palabras, tan solo prefirió ignorarlo.
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—Yo te vi muchas veces llorar y correr y nunca te dije nada, te deje en paz, así
que lárgate y vete de aquí, no me molestes —su voz sonaba enojada, pero lo
que había captaddo la atención del niño habían sido sus palabras ¿Qué lo había
visto muchas veces?, ¿Cómo? Si para él, esta era la primera vez que se veían.
— ¡eres muy malo!, ¡por eso nadie te quiere y estas solo!—le gritó en un
intento por defenderse, sin embargo el anciano no cambió de expresión
—Si ese es el caso, no somos tan diferentes, tú también debes ser muy malo,
por eso también te encuentras solo — soltó el anciano, y sus palabras habían
calado hasta el fondo en el, por lo que simplemente dio la vuelta y se fue
corriendo para evitar que el viejo lo viera llorar.
Paso el resto del día recordando su encuentro con aquel extraño anciano, al
comienzo la rabia lo dominaba y lo maldecía por cómo se porto con él, pero
después de reflexionar ya en la noche, entendió que él tampoco había sido
muy amable con ese señor, fue grosero, y la culpa de lo que le había gritado,
casi no lo dejaron dormir en toda la noche.
Así que a la mañana siguiente se dirigió al rio, y espero a que ese anciano
volviera a aparecer para disculparse, pero eso no sucedió, el señor no volvió a
aparecer.
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—lo siento mucho señor, la otra vez fui muy grosero, discúlpeme por haberlo
molestado el otro día —soltó intentando que el anciano aceptara sus disculpas,
mientras este continuaba viéndolo serio, con un rostro mal humorado
—eso es todo, ahora vete y deja de molestar —el menor quedó nuevamente
sorprendido al ver lo fría que era la personalidad del viejo, sin embargo no
pensaba en ceder
—Tienes razón, yo también lo siento —se disculpo, logrando sacar una sonrisa
después de tanto tiempo en el rostro de aquel niño. Así, ambos se sentaron
juntos a charlar, dejando que pasaran las horas
—Pero si estaba en el rio, estoy limpio —contestó no muy contento, por lo que
el viejo se acerco a el
—Entraste al agua porque hace calor, no porque querías bañarte, pues aun
estas sucio —en seguida, le señalo los lugares en los que tenía acumulada la
suciedad — ¿acaso tu mamá no te enseña a bañarte? —preguntó, poniendo
triste al infante
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—No tengo mamá ni papá, soy huérfano —le dijo captando la atención del
anciano, que una vez mas no cambiaba de expresión
—Con más razón aun, debes caminar limpio, ser huérfano no significa ser
cochino —en seguida le entrego un pedazo de jabón para que fuera e hiciera lo
que le había ordenado, por lo que el niño obedeció de inmediato
—es mi cabello, es así desde que nací, no me gusta, por esto la gente siempre
puede reconocerme y quieren llevarme al orfanato —el viejo lo miro y le pidió
que se acercara, sacó unas tijeras que tenía y comenzó a cortar todo su
cabello, hasta dejarlo pelón, después de eso, le ofreció un espejo
—Mira —le dijo por lo que el niño obedeció de inmediato, alegrándose mucho
por su nueva apariencia
—Parezco otra persona —realmente amaba su nuevo look — ¿pero qué hago si
vuelve a crecer? —preguntó preocupado, por lo que el anciano simplemente
respondió:
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Y así pasaron el resto el día, cuando iba llegando la noche el viejo se
marchó a su hogar y el a su escondite secreto en el monte, pasaron algunos
días en los que no se llegaron a ver, pero después de no mucho tiempo,
tuvieron un nuevo reencuentro, esta vez era el anciano quien lo esperaba en el
rio
—toma, esto es jabón para que te bañes, después de bañarte siempre debes
de cambiarte de ropa y lavar la ropa que este sucia, así no te veras tan mal —
le entregó algunas prendas y una toalla también
—eso está muy mal, debes trabajar, no hay que ser flojo. —su voz no sonaba
tan ruda, pero el niño se sintió un poco ofendido
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—Entonces ve a otros lados, la gente siempre necesita ayuda, y si no pueden
darte dinero, entonces que te den pan o un plato de comida, ropa que ya no
usen, siempre hay formas de ganarse la vida y uno debe encontrar la manera
de salir adelante , nunca hay que darse por vencido —aconsejó el anciano. El
niño lo miro en silencio por un momento antes de preguntar:
— ¿y no puedo vivir con usted? —acto que hizo que el mayor se enterneciera,
sin embargo, estaba muy consciente de la realidad
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Un día estando en el guineal, cuando se disponía a bajarse unos plátanos, se
encontró con un muchacho un poco más grande que él. Al verlo, el otro chico
se asustó mucho, mas sin embargo se animo a hablarle
—Claro, toma los que quieras —tomando él también unos plátanos para comer
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— ¿Cómo te llamas? —se animo a preguntar el menor
—al rio ¿quieres venir? —ofreció, por lo que el pequeño afirmo y lo siguió
—Fui algún tiempo, pero cuando mi mamá enfermo y murió tuve que dejar de
ir –respondió el niño – ¿y tú?
Su voz sonaba algo molesta, pero lo que le impresionó mas al menor, era lo
que decía, tal parecía que él no era el único al que le había tocado una vida
complicada —a veces trabajo en la parada de buses ayudando a las señoras a
cargar sus bultos, o vigilar a sus niños ¿Por qué no te animas y vamos? En allí
siempre necesitan ayuda, los choferes te tratan bien porque en serio necesitan
la ayuda, a veces incluso te llevan a otros pueblos, solo hay que hacerse
conocer —le propuso tratando de hacer que se animara
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El niño al escuchar aquello, en seguida recordó las palabras del anciano, pues
le había dicho lo mismo. Lo pensó por un momento, pero al ver su situación,
creyó que lo mejor era aceptar, y así quedaron en encontrarse a la mañana
siguiente, lo que hicieron y juntos fueron a probar suerte a la parada de buses
A su migo parecía irle bien, pero como él era más pequeño, lo tuvo un poco
más difícil, sin embargo no quería darse por vencido, así que recordando el
consejo de su anciano amigo, se dirigió hacía una pensión cercana y se ofreció
a lavar los platos, por su almuerzo, o lo que quisieran darle. Así comenzó otra
etapa en su joven vida
De pronto el verdadero dueño del guinal les grito, por lo que sin pensarlo
comenzaron a correr rumbo al río. Una vez a salvo, se pusieron a conversar y
siguieron riendo por la confusión que había perdurado por tanto tiempo.
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—En el pueblo, pero desde que murió mi mamá nunca más he vuelto a ir
porque tenía mucho miedo —respondió algo nostálgico
Aquellas palabras hicieron eco en la cabeza del más joven, quien luego de
unos días, se armo de valor y volvió a su antiguo hogar
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— ¡no me toques muchacho mugroso y mañudo! —le gritó al momento de
proporcionarle un golpe, por lo que el niño indignado se defendió
—¡tu mamá me debía mucho dinero y me pago con esta casa!, ¡así que el que
se tiene que largar eres tú! ¡Y ni se te ocurra regresar, porque si lo haces te
corto los pies! ¡¿Oíste?! —continuo gritándole, mientras le arrojaba piedras y
todo lo que estuviera a su alcance, por lo que el niño no tuvo más opción que
escapar.
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Al otro día como siempre, se fue a la parada de buses a trabajar, sin
embargo ese día no pudo ver a su querido amigo Rengo, por mucho que
intentó y lo busco, y lo mismo ocurrió al día siguiente, y el que vino después
de ese. Intentó no preocuparse demasiado, ya que era muy probable que a su
amigo lo llevaran de viaje, y era algo de lo que Rengo disfrutaba. Así que
restándole importancia, se dirigió al monte a comer algunas frutas, y después
se fue al rio
A lo lejos, notó la figura de una persona que tenía muchas dificultades para
caminar, por un momento creyó que se trataba de su anciano amigo, pero al
acercarse se dio cuenta de que no era así, esa persona era su amigo Rengo,
pero se encontraba muy mal herido, por lo que rápidamente corrió hacia a el
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—no es nada, estoy bien, se ve peor de lo que es —contestó tratando de
quitarle importancia a la situación, el menor lo veía preocupado —ya te conté
que mi padrastro me odia, simplemente desquito su furia conmigo, ¿pero a ti
como te fue? —intentó cambiar el rumbo de la conversación, algo que no
funcionó
—No hay nada que contar, mi padrastro siempre se las agarra conmigo y me
golpea, mientras yo solo me aguanto, pero esta vez también estaba pegándole
a mi mamá, así que yo la defendí y me fue peor —el niño lo escucho atento
—ella le tiene mucho miedo, además si él la deja ¿Qué sería de mis dos
hermanas pequeños? —su voz sonaba triste
—el me odia porque soy varón, el quiere un hijo varón, pero hasta ahora solo
ha podido tener hijas mujeres, por eso se ensaña conmigo, ahí gira todo.
¿Sabes porque me dicen Rengo? —ante la última pregunta el menor solo negó
—no
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que no pudo hacer nada para defenderme. Cuando recupero la consciencia,
simplemente le pidió perdón, y ella lo perdonó como de costumbre —se podía
notar resentimiento en su voz —por eso odio mi vida, y quisiera irme muy
lejos, pero bueno, dejemos de hablar de mí, ahora dime ¿Cómo te fue?
El menor lo miró con tristeza, preguntándose así mismo que habían hecho
mal para tener tan mala suerte, pues su amigo también tenía una vida
bastante dura. Trato de calmar el ambiente, aunque no sabía si lo lograría
contándole lo que a él le había ocurrido con aquella cruel señora que se había
apoderado de todo lo que era de su mamá, pero bien dicen que las penas son
menos pesadas si las compartes con alguien más, así que se lo contó.
Cuando llegó, vio que su amigo Rengo ya se encontraba allí, este lo miraba
un poco sorprendido
— ¿no quieres un caldo? —dijo emocionado, mas sin embargo, ninguno de los
dos se atrevió a matar a la gallina, y terminaron comendo fruta aquel día
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Al llegar la noche, Rengo propuso llevarse a la gallina, con la promesa de
traer los huevos en cuanto esta los pusiera
—niño, ¿no quieres ganarte unos pesos? —El menor lo miró afirmando —
necesito que alguien venga conmigo y se encargue de vigilar que la gente no
suba o baje sin pagar, el viaje solo durara un par de días
—pues que estas esperando ve, no pasa nada, ya te dije que los choferes a
veces ofrecían viajes, pagan muy bien y de paso te distraes —aconsejó
mientras lo acompañaba a donde se encontraba ese señor, al cual reconoció en
seguida —el es bueno, te va a tratar bien —afirmó
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—Su mamá le dio permiso, somos primos —mentían para no verse tan
vulnerables ante los ojos de los demás, pues muchas veces la gente solía
aprovecharse de quienes estaban solos
El tiempo siguió su curso, y el cada vez se hacía más grande. Un día, cuando
fue a visitar la tumba de su mamá, escuchó como alguien se acercaba, era un
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caballero más o menos bien vestido, pero no recordaba haberlo visto antes.
Sin embargo prefirió marcharse del lugar, pero cuando pretendía hacer
aquello, la voz de aquel hombre lo detuvo
—no te vayas, espera, ¿tú eres el hijo de la difunta Juana? —Ante la pregunta
el menor solo afirmó —yo soy tu padrino, no me debes recordar porque eras
apenas un bebé cuando te bautice
— ¿y que ha sido de tu vida?, ¿Dónde vives, trabajas?, ¿Por qué nadie sabe de
ti?, ¿Por qué siempre te escapas? —interrogó, el menor simplemente se
sincero
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—Ella es mi esposa, por lo tanto es tu madrina —la mujer se acercó al menor y
lo abrazó cariñosamente
—que bien que has venido hijo, tomate un baño y luego comeremos —ofreció
amablemente, por lo que el niño obedeció.
—Tu padre también te buscó —soltó a mujer, atrayendo la atención del chico,
a quien se le hacía muy difícil creer eso
—es mentira, porque cuando fui a buscarlo a La Paz, me entere que ya tenía
otra familia, su mujer me trato muy mal y ni siquiera pude verlo, ahí entendí
que mamá y yo no significábamos nada para el —respondió mostrando el
rencor que aun guardaba por aquel amargo episodio
—no seas tan duro con tu padre, todo el mundo comete errores y solo Dios
puede juzgarnos —aconsejó — todavía eres un niño y aun te falta mucho por
aprender, el quiere verte
El menor nuevamente se sorprendió por eso, pero no quiso discutir, así que
ablandando un poco su corazón, aceptó tener un encuentro con su padre,
después de todo tenía mucho de qué hablar
—Está bien, lo veré —cedió, sacando una tenue sonrisa en los mayores
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Cuando llegó la mañana, el se despertó muy temprano y se dirigió
directamente al monte, allí tenía una pequeña choza, la cual tenía mucho
tiempo de haberla construido. De ahí recogió todas sus pertenencias, como el
dinero que había ahorrado y algunas ropas, puso todo en una bolsa antes de
dar un último vistazo a lo que por tanto tiempo había sido su hogar, decidió no
destruir la choza, pues si las cosas no iban bien con su padrino, al menos
tendría un lugar esperándole
— ¿Dónde estabas? Creí que te fuiste sin despedirte —lo saludo con esas
palabras
—lo siento madrina, es que tuve que ir por mis cosas ¿Y mi padrino? —buscó
con la mirada al nombrado, pero no lo hallaba por ningún lado
—Fue a la terminal de flotas, como quedaron en que irías a ver a tú papá, fue
a comprar los boletos para que vayan a La Paz —respondió la mujer aclarando
la duda.
—Conseguí los boletos —dijo, para luego tomar del hombro al menor —hijo,
mañana verás a tu papá
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en aquel entonces, empezando por su experiencia con la supuesta nueva
esposa de su progenitor, hasta la pérdida de su madre, de quien ni siquiera
pudo despedirse. Solo esperaba que esta vez todo fuera diferente, y de que
ese viaje no le creara más recuerdos amargos
Cuando llegaron a Villa Fátima, lo primero que hicieron fue buscar a su tía
Incarra, pues era la única persona que conocían que podía darles información
del paradero de su papá. Pero a diferencia de la última vez, en está ocasión
había sido mucho más fácil ubicarla
—hijo cuánto has crecido —la mujer se mostró amable cuando lo vió,
reconociéndolo casi de inmediato —le dije a tu padre que viniste a buscarlo,
pero él me dijo que nunca apareciste por su casa
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Cuando llegaron tocaron la puerta, y no tardaron en ser atendidos, quien les
abrió el portón era una niña pequeña
—padrino, cuánto tiempo, que bueno que hayas venido a visitarme —era Juan,
quien llegaba a la casa justo en ese momento. El mayor correspondió al saludo
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—que bueno que te encuentro hijo, tenemos que hablar —le contestó,
llamando un poco de especial atención al remitente
—pero pasa, y tu también —dijo está vez dirigiéndose al menor, que hasta ese
momento se había mantenido en silencio — ¿Quién es? —preguntó
—hijo, cuánto has crecido —lo abrazo llorando, acto que no fue rechazado por
el menor —perdóname, perdóname por favor —su disculpa sonaba honesta,
por lo que la aceptó
—quiero presentarles a mi hijo, mi hijo del que tanto les hable —mencionó
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La mujer se quedó en silencio, pero por su expresión cualquiera se daba
cuenta de su molestia, diferente a las dos niñas que estaban ahí, las cuales
sostuvieron al chico de las manos dándole la bien venida contentas
—Ya estás en tu casa hijo, estás con tu papá, así que pórtate bien—le dio un
beso en la frente, despidiéndose con eso. El chico tardó en entender, pues
parecía que todo había ocurrido muy rápido. Cuando el mayor se fue, recién
cayó en cuenta de que a partir de ese momento viviría con su papá
El mayor aún no podía creer que por fin su hijo estuviera a su lado, y su
alegría podía notarse en lo atento que se mostraba con él.
—por hoy dormirás en la sala —le dijo dándole unas mantas para que se cubra
—ya mañana te daré tu propio espacio —afirmó dejándolo solo
No pasó mucho tiempo, antes de que lo escuchará discutir con su mujer, era
evidente que la fémina no se encontraba nada contenta con su presencia, ni
con la decisión que habían tomado
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— ¡Es el colmo que te atrevas a tomar decisiones sin tenerme consideración!
¿Porque tendría que cargar con un niño al que no conozco? —era algunos de
los reclamos que la mujer le hacía, y tal parecía que comenzaba a molestar a
su papá
— ¡Pues si no quieres que viva con nosotros está bien! ¡Entonces yo me iré a
vivir con él a otro lado! —sentenció el hombre, calmando un poco la actitud de
la mujer
—¡Esta bien! ¡Pero si ocurre algo tu serás el único responsable! ¡No importa si
es tu hijo, es un niño que se crío en la calle y no sabemos las mañas que haya
aprendido! —dijo, pero ya no pudo escuchar más, al parecer las cosas se
habían apaciguado
Y así pasó su primera noche en aquel lugar, aún no sabía que le depararía el
futuro, ni cuánto tiempo duraría esa "estabilidad", pero por el momento no
podía hacer más que dejar que las cosas avanzarán a su ritmo
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