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Esta es más que una simple historia, pues forma parte de un pasado familiar,

algo que me conto mi abuela hace mucho tiempo…. Cuando aún vivía.

Mi abuela era una mujer trabajadora, honesta y honrada, que se enfrentaba a


la vida sin importar las circunstancias o las barreras que esta le pusiera,
siempre con la frente en alto y sin perder la sonrisa. Ella a menudo solía
contarnos sobre las historias de su infancia y juventud, y de lo dura que era la
vida en aquellos tiempos, ante una sociedad muchas veces indiferente al dolor
ajeno, donde uno mismo debía encontrar la manera de salir adelante, sin
importar lo joven o débil que uno fuera.

Era asombroso escuchar las historias de superación, a pesar de todos


aquellos conflictos, del dolor y las lagrimas que llegaron antes que las sonrisas;
sin embargo entre todas esas historias, había una que capturaba mi especial
atención, y esa era la historia de mi abuelo.

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Él era de los Yungas, vivía en Coripata porque allí nació. Hubo un tiempo
en el que vivió muy feliz, pues se encontraba junto a su madre, padre, y un
hermano mayor, el cual incluso hoy desconozco su nombre, dado que mi
abuelo nunca se lo mencionó a mi abuela, porque ni él mismo recordaba cual
era, ya que era muy joven cuando él se fue, y apena tenia vagos recuerdos
juntos; entre su escasa memoria, apenas podía verse jugando a su lado en
compañía de un perro, que probablemente era su mascota en aquel entonces.

En un comienzo, la vida de mi abuelo transcurrió con casi total


normalidad, con la paz que debe tener un niño en un ambiente armonioso, de
un hogar unido y lleno de amor; sin embargo aquella felicidad no perduro
mucho tiempo, pues sin pleno aviso y sin estar preparados, la muerte golpeo
su puerta, y se llevó a su hermano mayor, dejando un gran vacío en el corazón
de todos los miembros de aquellos que alguna vez fueron una feliz familia.

Desde aquel día, el ambiente se torno en tonos grises, sus padres no


lograban hallar consuelo, las peleas comenzaron y solo se fueron intensificando

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a medida que transcurría el tiempo. Se cegaron tanto por el dolor, que incluso
olvidaron que aun había un niño que necesitaba de ellos, alguien que siendo
inocente tuvo que cargar la peor parte de aquel trágico episodio, alguien que
también era su hijo, pero en lugar de tratar de encontrar algún consuelo en él,
simplemente prefirieron hacer a un lado.

Ante esta dolorosa situación, lógicamente la tristeza invadió el corazón de


mi abuelo, él era muy pequeño para entender la magnitud de todo lo que
pasaba, pero era lo suficientemente inteligente para saber que nada estaba
bien, se frustraba así mismo tratando de ignorar la situación, más al ser
consciente de que no podía hacer nada para cambiar todo aquello. Hasta que
el inevitable día llegó, sus padres habían decidido separarse.

A mi abuelo solo le dijeron que su padre viajaría a La Paz, sin embargo


omitieron decirle que nunca más regresaría para vivir con ellos. Su familia
estaba destruida, ya que el dolor de perder a su primer hijo, los había llevado
a cometer muchos errores, y a crear heridas que difícilmente podían cicatrizar,
de ese modo, mi abuelo se quedo solo con su madre.

Por unos años todo estaba relativamente bien, su mamá comenzó a


trabajar en el campo, y él ingreso a estudiar a una pequeña escuela, no podían
darse lujos, pero al menos tenían una economía más o menos estable, tenían
tranquilidad, y se tenían el uno al otro; sin embargo cuando todo parecía estar
en buen rumbo, la tragedia tocó sus vidas una vez más, y su madre enfermó.

Mi abuelo era muy pequeño para entender lo que pasaba, él solo tenía seis
años, su madre se hacía la fuerte para no preocuparlo, pero no podía esconder
su deterioro diario. Mi abuelo la veía preocupado, cada día más delgada, cada
día más débil, cada día más cansada, hasta que llegó el momento en el que no
pudo levantarse más de la cama.

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— ¿Qué tienes mamá? —era la pregunta frecuente que mi abuelo le hacía
llorando, sintiéndose desolado por verla así. Mientras ella solo sostenía su
mejilla intentando callar su llanto.

— No es nada, solo un dolor de barriga —le hablaba con ternura intentando


transferir tranquilidad al pequeño, deseando lograr darle consuelo.

Ante aquella situación, mi abuelo dejó de ir a la escuela, y se puso a trabajar


ayudando en el pequeño mercado del pueblo; la gente que conocía a su mamá
y sabía de su situación, llegaba a regalarle algunos pesos por pena, ya que lo
veían muy pequeño para que estuviera trabajando.

Así el tiempo siguió su curso, pero la situación en su hogar se mantenía igual,


la carga que debía llevar en su espalda era cada vez más pesada, y la tristeza
y desesperación empezaban a llenar su corazón al ver que su madre no
mejoraba, y entonces apareció él, un chofer que rápidamente le agarro cariño,
al verlo tan pequeño y trabajador, no paso mucho tiempo cuando este le dijo

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que viajaría a La Paz, noticia que después de tanto tiempo trajo alegría al
corazón de mi abuelo, pues en su inocencia, tenía la esperanza de encontrar a
su papá y que este pudiera ayudar a su mamá, por lo que contento fue a darle
la noticia a su progenitora.

— No tengas pena mamá, yo iré por mi papá para que venga y nos ayude —
dijo con honesta alegría, a lo que su madre solo pudo responder

—No vayas... —palabras a las que hizo caso omiso, pues estaba decidido y
tenía todas las esperanzas puestas en ese viaje

Cuando llegó la hora de partir, el chofer algo dudoso preguntó— ¿Tú mamá
te dio permiso de venir —a lo que mi abuelo simplemente — Si — y sin más
emprendieron el viaje.

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En el camino, él miraba todo con mucho asombro, pues nunca había salido
de su pequeño pueblo, y observó que a medida que se acercaban a su destino,
de apoco iban desapareciendo las plantas y el verde paisaje. Cada vez estaba
más lejos de su madre, pero la ilusión de que este viaje traería la ayuda que
necesitaban, aminoraba su nostalgia.

Al llegar a la cumbre y ver un paisaje completamente blanco, causo que su


mirada se mantuviera asombrada, él nunca había visto la nieve, y aquel
panorama le parecía hermoso, pero el frio que comenzaba a sentir cada vez
con mayor intensidad, dañaba un poco su experiencia. El chofer viéndolo con
ternura y entendiendo perfectamente la situación, le ofreció abrigo para que se
calentara.

—Tapate con esa cama, que aquí no es como en los yungas, aquí hace mucho
frio y si no te abrigas te puedes enfermar —por lo que mi abuelo obedeció de
inmediato. Horas después, por fin llegaron a Villa Fátima.

— ¿Quieres desayunar? —ofreció amablemente el chofer, por lo que mi abuelo


afirmó de inmediato. El chofer vio por un momento con detenimiento al menor,
y al ver que mi abuelo iba desabrigado preguntó. — ¿Y tu ropa niño? —
logrando la negación del menor.

—No traje —dijo simplemente mientras el hombre esbozó una sonrisa

—Quédate un momento aquí, no tardo —dijo para marcharse del lugar,


dejando al niño un poco confundido. Luego de un rato regresó, trayendo
consigo un buzo, una chamarrita y un par de medias, las cuales puso en las
manos del menor —abrígate —mi abuelo lo miró y sonrió agradecido

—gracias, dijo antes de ponerse las prendas lo más rápido que pudo, para
juntos irse a desayunar.

Mientras comían, el chofer quiso indagar un poco en la vida de quien le


parecía un osado niño, y tomando un poco más de confianza preguntó

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— ¿y ahora a donde iras? —mi abuelo terminó de tragar el pedazo de pan que
traía en la boca antes de responder

—a la casa de mi tía Incarra, mi mamá dijo que la buscara, que es hermana de


mi papa y que vende frutas en el mercado de Villa Fátima. Si la encuentro, ella
podrá decirme dónde encontrar a mi papá

El chofer lo miró por un momento, notando que el pequeño era muy listo para
su edad, pero que llevaba una carga que probablemente no podría cargar solo,
y lamentaba no poder hacer mucho más por el

—Estas de suerte —respondió captando la atención del niño —este es el


mercado de Villa Fátima, y las vendedoras de fruta no están muy lejos de aquí,
de hecho venden en la otra calle, aun es temprano, pero no tardan en abrir

Aquellas palabras dieron alegría al pequeño, pues pronto podría encontrar a


quien había venido a buscar —lamento que nuestro viaje terminé aquí, pues yo
también tengo cosas que hacer, espero puedas encontrar a tu papá pero si no
fuera así, yo mañana regreso a Coripata y podemos volver juntos, estaré
esperando hasta las siete de la mañana, luego me iré, suerte y cuídate —dicho
esto, el amable hombre tan solo se fue

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Estuvo caminando por un rato por las calles de aquel lugar, y vio como poco
a poco ese mercado comenzó a llenarse. Se animó a preguntar en algunos
puestos, pero no conseguía ninguna información, la mayoría le decía “no tengo
tiempo”, “no sé”, “ven más tarde”, pero se rehusó a darse por vencido, y
siguió preguntando insistente hasta que chocó con una señora.

—ten cuidado mocoso, casi me haces caer ¿Dónde está tu mamá? ¿Por qué no
te cuida?—reprochó luego del leve impacto, por lo que mi abuelo
humildemente respondió

— Mi mamá está enferma, por eso vine a buscar a mi papá, pero para
encontrarlo primero necesito encontrar a mi tía, mi mamá me dijo que vendía
fruta por aquí, por eso vine

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La mujer lo miró detenidamente, extrañamente ese niño se le hacía familiar

— ¿Cómo se llama tu tía? —preguntó más calmada

—Incarra, y mi papá se llama Juan —esas palabras sorprendieron a la mayor,


que aun sin procesar bien la situación, solo se limito a decir

—yo soy a quien estas buscando, pero no sabía que mi hermano tenía un hijo
de tu edad. Mira, cruza esta avenida hasta llegar al surtidor y avanza tres
cuadras rectas, hay una casa verde al lado de un garaje hecho de calaminas,
hay es, ve con cuidado y le dices que venga

El niño agradeció la información, y fue corriendo a la dirección que le


habían dado. No fue muy difícil encontrar aquella casa, y al llegar simplemente
tocó la puerta, pero después de insistir, no recibía respuesta de quienes allí
Vivian, por lo que se sentó a esperar.

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Pasadas unas horas, al fin llegó una mujer

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— ¿a quién buscas niño? —saludo con aquella pregunta, al ver al menor
sentado en su acera, por lo que mi abuelo rápidamente se puso de pie

—A don Juan, es mi papá —respondió con inocencia logrando el enojo de la


mujer

—Aquí solo vivimos mi esposo, yo y mis hijos, vete a buscar a otro lado —y sin
más, entro a la casa cerrando la puerta en la cara del niño

Mi abuelo se puso triste y comenzó a llorar, pero luego de un momento


pensó en que tal vez se había equivocado de lugar, y regreso corriendo al
mercado para hablar nuevamente con su tía, pero para su infortunio, esta ya
se había marchado. Desesperado, se sentó en el puesto sin saber qué hacer,
hasta que una señora que recogía su puesto, se decidió a hablarle.

—estas esperando en vano niño, la dueña de ese puesto ya se fue, ¿tu quien
eres?, ¿la conoces? —el menor la miró decaído

—es mi tía, su hermano es mi papá —ante las palabras del pequeño, la señora
quedó un poco sorprendida

— ¿don Juan? Yo lo conozco, pero el solo tiene dos hijas pequeñas.

Mi abuelo tan solo decidió marcharse luego de escuchar eso, algo


confundido, merodeo el mercado sin saber a dónde ir, hasta que decidió volver
a aquella casa a buscar a su papá una vez más, pero nuevamente no lo
encontró, lo único que pudo confirmar, era que su papá ya tenía otra familia,
había formado un nuevo hogar, y que y su mamá, tan solo formaban parte de
un pasado que el ya olvido.

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Caminó sin rumbo, hasta que la noche llegó, desilusionado y cansado, tan solo
se sentó frente a una puerta y se puso a llorar, no sabía que haría ahora, había
hecho aquel viaje para nada, continuó lamentándose hasta que no pudo más y
se quedó dormido, no era consciente de la hora cuando la nariz de un perro lo

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hizo despertar, el animal comenzó a ladrarle y él creyó que lo quería morder,
por lo que quiso correr

—No tengas miedo, el solo ladra no muerde, ya está viejo pero es mi


compañero —de pronto escucho la voz de una señora, era la dueña del perro
— ¿qué haces tan solo aquí?, ¿Dónde están tus padres? ¿Acaso te perdiste? —
Indagó un poco, al ver aquel niño solo a tan altas horas de la noche, pero en
respuesta del menor, recibió un fuerte abrazo, lo que la dejó un poco
confundida, el niño lloraba desconsoladamente—¿Qué ocurre? Calma ¿Por qué
lloras?—preguntó, intentando consolar al pequeño, por lo que este comenzó a
contarle toda su odisea.

La señora lo escuchó atentamente, no podía evitar sentir pena por lo que


oía, aquel niño era muy joven y no creía que alguien mereciera pasar por todo
lo que ese joven le contaba—así que tu madre está enferma, ¿Sabes que es lo
que tiene?—dijo después de oír su relato, ya cuando el niño se calmó un poco

—Ella dice que le duele mucho la barriga—respondió el niño secándose las


lágrimas

—pero ya, no llores, mañana compraremos medicina y ya verás que tú mamá


se pondrá bien, pero como ahora es muy tarde es mejor que entres, a esta
hora no hay nada y es muy peligroso andar por ahí, tú eres un niño y yo soy
una vieja nos podría pasar cualquier desgracia así que es mejor esperar a que
amanezca—ofreció la mujer, y como el frío comenzaba a hacerse cada vez más
intenso, mi abuelo no dudo en aceptar

Al entrar a la casa, la señora le ofreció un té, él cuál bebió gustoso pues no


había comido nada desde el desayuno, y luego se fueron a dormir, la jornada
le había parecido muy larga, por lo que se encontraba muy cansado, así que
no tardó nada en caer rendido por el sueño

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Villa Fátima, era el lugar dónde las movilidades llegaban y partían de viaje,
por lo mismo la actividad laboral comenzaba desde muy temprano, las cuatro
de la mañana. El ruido hizo despertar al pequeño, que sin esperar se dispuso a
ver por una pequeña ventana que había en aquel cuarto y miró como el lugar
ya estaba repleto de gente, muchos viajeros llegando, otros preparados para
irse, esperando a las flotas que los llevarían a su destino.

—Todavía es muy temprano, será mejor que duermas—le dijo la mujer, por lo
que no muy contento el niño obedeció

Algunas horas más tarde, ya se podía ver la claridad del nuevo día que
comenzaba, por lo que comenzó a inquietarse un poco, lo que no pasó
desapercibido para la mujer

—tomemos tecito y luego salimos—ofreció, y así lo hicieron

Fueron a una casa vecina, la mujer golpeó la puerta y no tardó en ser atendida

— ¿Quien?—era la voz de una mujer

—Soy yo, ¿Se encuentra tu hija?—preguntó muy calmada

—Ella no está, pero yo te puedo atender ¿Qué necesitas?—dijo aquella señora


viendo a sus dos visitantes. La mayor vio en dirección al pequeño

— ¿Qué dices que le duele a tu mamá?—volvió a preguntar, por lo que él niño


simplemente respondió

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—La barriga—la señora le dio unas pastillas, advirtiendo que tuviera cuidado, y
que no debía caminar solo, pues era peligroso y que debía cuidar bien ese
medicamento

—Sí, gracias los cuidare bien—mi abuelo agradeció contento, pues tenía la fe
que en cuanto su madre tomara esas pastillas se pondría mucho mejor y
sonrió poco antes de ser consciente de que no sabía qué hora era y de
recordar las palabras del chófer, quien advirtió que lo esperaría hasta las siete
de la mañana

Se despidió de ambas señoras, y se dirigió corriendo a la parada de flotas, no


tenía muchas esperanzas de encontrar a aquel hombre, pues la hora límite ya
había pasado, y se desilusionó un poco cuando al llegar no vio al camión que
debía estar ahí. Pero de pronto un bocinazo le devolvió la alegría, era el
camión de aquel hombre, que al estar el lugar repleto, no había podido
estacionar en su lugar habitual, así que el niño fue corriendo dónde él

—Por poco y no alcanzas —saludo con aquello, mientras el niño subía al carro.
Una vez sentado inmediatamente le mostró al chofer la medicina que había
conseguido para su mamá, se veía realmente contento

—Con esto mi mamá estará bien —el chofer sonrió antes de poner en marcha
el vehículo

— ¿entonces encontraste a tu papá? —preguntó, borrando un poco la sonrisa


del niño

—No quiero hablar de eso—soltó en voz baja. El mayor entendió que en


definitiva no le había ido nada bien, pero prefirió no indagar más y darle su
espacio, así que juntos emprendieron su viaje una vez más.

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Al llegar a Coripata, el pequeño se encontraba visiblemente impaciente, solo
quería llegar pronto con su mamá, para darle las pastillas y verla sonriente y
sana nuevamente, así que agradecido se despidió del chofer y corrió hasta su
casa, pero antes de llegar se encontró con una vecina, que lo miraba con pena
inusual.

— ¿Dónde estabas niño? —saludo con aquello sosteniendo sus hombros,


mientras él no lograba entender, un escalofrió recorría su cuerpo, tenía un mal
presentimiento —tienes que ser fuerte —continuó, haciendo que el menor se
soltara del agarre y corriera hasta su casa.

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Al llegar vio a mucha gente reunida, muchos de ellos llorando, y otros al verlo
quisieron agarrarlo, pero se rehusó y comenzó a buscar a su mamá, preguntó
a los ahí presentes, pero nadie se atrevía a decirle donde estaba, hasta que no
mucho tiempo después una amiga de su mamá se acerco a él.

—Ella ya está con Dios —la noticia le cayó como un balde de agua fría, se negó
a creerlo y comenzó a llamarla

— ¡mamá!, ¡mamá! ¡Aquí traigo tus medicinas!, ¡con esto estarás bien, ya no
te dolerá la barriga! —eran los gritos que podían oírse, haciendo del momento
un evento a un más doloroso para los allí presentes — ¡llévenme al hospital, yo
ya conozco La Paz puedo pedir ayuda!

No hallaba consuelo y continuaba llorando rogando porque aquello no fuera


más que una vil mentira, una broma cruel, una pesadilla. La gente lo miraba
con pena, el escenario en si era desolador, una de las personas se acerco al
pequeño e intento consolarlo.

—tu madre ya estaba muy enferma, aun si hubiera tomado esas pastillas no
habría servido de nada, ella ahora se encuentra en un lugar mejor, pero si
quieres verla puedo decirte donde la enterramos

Mi abuelo no perdió tiempo, y rápidamente se dirigió al lugar que le habían


indicado, su corazón estaba destrozado, pero tenía la vaga esperanza de no
sentirse tan solo o triste cuando llegara a donde estaba enterrada su madre,
pero no fue así. Cuando llego a la tumba de su mamá, sus lágrimas volvieron a
brotar inconteniblemente, su peor miedo se había hecho realidad, y lo peor era
que tendría que afrontar solo al mundo desde aquel momento.

Inevitablemente comenzó a llorar, a desgarrar su garganta suplicando un


milagro para que su mamá despertara, quería verla otra vez, aun cuando muy
en el fondo sabía que aquello era imposible. Los muertos no regresan, así que

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continuó haciendo lo único que podía hacer en ese momento, llorar, llorar
hasta que las lágrimas se secaran, y así lo hizo, lloro hasta quedarse dormido.

Cuando despertó se encontraba en una cama, no recordaba cómo había


llegado allí, pero al oír voces a su alrededor, prefirió quedarse quieto y
escuchar lo que decían

—pobre niño, tan pequeño y se quedó solo — era la voz de una mujer

— ¿su mamá no tenía familiares? —esta vez la voz fue de un hombre

—al parecer no, ¿Quién se hará cargo de él ahora? —esta vez hablo una mujer
de mayor edad

—lo mejor será meterlo a un orfanato —propuso el hombre, y esto fue


suficiente para atemorizar al menor, que no perdió tiempo y busco la manera
de escapar sin ser visto

Lo que menos quería en ese momento, era estar alejado de su mamá, estar
cerca de su tumba le traía algo de paz, y no quería perder el único consuelo
que le quedaba, así que corriendo, fue en dirección a donde estaba enterrada
ella, cerca del monte, lugar que también le serviría de refugio a partir de
ahora.

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Así pasaron unos meses, el pequeño se alimentaba de frutas, postres, yuca,
plantas y todo lo que podía encontrar, o sacar de algunos cultivos cercanos. Al
principio los lugareños lo buscaban, pero él se escondía, le aterraba la sola
idea de ir a parar a un orfanato, de estar lejos del lugar de donde se
encontraba su madre, así que se la pasaba en el monte o el río, siempre
escondiéndose de la gente.

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Y uno de esos días, cuando corrió al rio, vio a un hombre mayor muy extraño,
que al parecer al igual que él, quería estar solo. Por un momento pensó en
escapar, pero el rostro triste de aquel sujeto llamo su atención de alguna
forma, quizá se había sentido identificado; así que sin pensarlo mucho se
acercó a aquel señor

—hola tío ¿qué haces? —lo saludo. El hombre lo miró serio, y haciendo caso
omiso de sus palabras, tan solo prefirió ignorarlo.

El silencio se apodero del lugar por un breve instante, el menor por un


momento quiso alejarse y dejarlo solo, pero al percatarse de que aquel hombre
estaba llorando, se detuvo.

— ¿te pasó algo? —hablo acercándose nuevamente al anciano, quien solo


volteo a verlo fastidiado

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—Yo te vi muchas veces llorar y correr y nunca te dije nada, te deje en paz, así
que lárgate y vete de aquí, no me molestes —su voz sonaba enojada, pero lo
que había captaddo la atención del niño habían sido sus palabras ¿Qué lo había
visto muchas veces?, ¿Cómo? Si para él, esta era la primera vez que se veían.

El anciano al ver que el niño continuaba sin obedecer, comenzaba a


enfurecerse más, así que sin pensarlo mucho y en un acto cruel, se puso de
pie y agarro el palo que usaba de bastón para amenazarlo e intentar
ahuyentarlo, acto que asustó al niño.

— ¡eres muy malo!, ¡por eso nadie te quiere y estas solo!—le gritó en un
intento por defenderse, sin embargo el anciano no cambió de expresión

—Si ese es el caso, no somos tan diferentes, tú también debes ser muy malo,
por eso también te encuentras solo — soltó el anciano, y sus palabras habían
calado hasta el fondo en el, por lo que simplemente dio la vuelta y se fue
corriendo para evitar que el viejo lo viera llorar.

Paso el resto del día recordando su encuentro con aquel extraño anciano, al
comienzo la rabia lo dominaba y lo maldecía por cómo se porto con él, pero
después de reflexionar ya en la noche, entendió que él tampoco había sido
muy amable con ese señor, fue grosero, y la culpa de lo que le había gritado,
casi no lo dejaron dormir en toda la noche.

Así que a la mañana siguiente se dirigió al rio, y espero a que ese anciano
volviera a aparecer para disculparse, pero eso no sucedió, el señor no volvió a
aparecer.

Pasaron algunos días desde aquel entonces, y en uno de esos cuando se


encontraba nadando, vio nuevamente a aquel extraño sujeto, su primer
pensamiento fue escapar, pero se abstuvo de hacerlo y sin pensarlo mucho
salió del agua para acercarse a él

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—lo siento mucho señor, la otra vez fui muy grosero, discúlpeme por haberlo
molestado el otro día —soltó intentando que el anciano aceptara sus disculpas,
mientras este continuaba viéndolo serio, con un rostro mal humorado

—eso es todo, ahora vete y deja de molestar —el menor quedó nuevamente
sorprendido al ver lo fría que era la personalidad del viejo, sin embargo no
pensaba en ceder

—No me puedes botar, el monte y el rio no es propiedad de nadie —dijo


calmado, viendo por primera vez un cambio de expresión en el rostro de aquel
hombre, que al parecer cedió a no tratarlo tan duramente

—Tienes razón, yo también lo siento —se disculpo, logrando sacar una sonrisa
después de tanto tiempo en el rostro de aquel niño. Así, ambos se sentaron
juntos a charlar, dejando que pasaran las horas

— ¿tienes hambre? —preguntó el hombre al percatarse de que ya era medio


día

—Si —respondió felizmente el menor

—entonces báñate y luego almorzamos —eso desconcertó un poco al infante,


que no entendía a que se refería el viejo

—Pero si estaba en el rio, estoy limpio —contestó no muy contento, por lo que
el viejo se acerco a el

—Entraste al agua porque hace calor, no porque querías bañarte, pues aun
estas sucio —en seguida, le señalo los lugares en los que tenía acumulada la
suciedad — ¿acaso tu mamá no te enseña a bañarte? —preguntó, poniendo
triste al infante

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—No tengo mamá ni papá, soy huérfano —le dijo captando la atención del
anciano, que una vez mas no cambiaba de expresión

—Con más razón aun, debes caminar limpio, ser huérfano no significa ser
cochino —en seguida le entrego un pedazo de jabón para que fuera e hiciera lo
que le había ordenado, por lo que el niño obedeció de inmediato

Pasado un momento, y después de cumplir la orden, el menor regreso


contento

—Míreme ya estoy limpio, solo que ahora mi cabello se me viene a la cara de


lo limpio que esta —el mayor lo miró, y solo entonces se dio cuenta de algo
que no había notado antes

— ¿Qué es esto? —sujeto la parte delantera de su cabello, pues traía un


mechón blanco

—es mi cabello, es así desde que nací, no me gusta, por esto la gente siempre
puede reconocerme y quieren llevarme al orfanato —el viejo lo miro y le pidió
que se acercara, sacó unas tijeras que tenía y comenzó a cortar todo su
cabello, hasta dejarlo pelón, después de eso, le ofreció un espejo

—Mira —le dijo por lo que el niño obedeció de inmediato, alegrándose mucho
por su nueva apariencia

—Parezco otra persona —realmente amaba su nuevo look — ¿pero qué hago si
vuelve a crecer? —preguntó preocupado, por lo que el anciano simplemente
respondió:

—Te lo vuelves a cortar —sacó de su bolsa una gorra y se la coloco

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Y así pasaron el resto el día, cuando iba llegando la noche el viejo se
marchó a su hogar y el a su escondite secreto en el monte, pasaron algunos
días en los que no se llegaron a ver, pero después de no mucho tiempo,
tuvieron un nuevo reencuentro, esta vez era el anciano quien lo esperaba en el
rio

—hola señor, disculpe, me distraje en la tumba de mi mamá—el hombre


simplemente lo miro y sin más le comenzó a entregar algunas cosas que había
llevado para él

—toma, esto es jabón para que te bañes, después de bañarte siempre debes
de cambiarte de ropa y lavar la ropa que este sucia, así no te veras tan mal —
le entregó algunas prendas y una toalla también

El menor lo observó y agradeció aquel amable gesto

—muchas gracias señor

— ¿y tú de que vives? ¿Qué haces todo el día? —indagó un poco en la vida de


aquel niño

—a veces voy al pueblo, no me acerco mucho, pero veo a la gente de lejos,


voy al cementerio, al monte a recoger fruta o algo para comer, y luego vengo
aquí —contestó tranquilamente, logrando un regaño del anciano

—eso está muy mal, debes trabajar, no hay que ser flojo. —su voz no sonaba
tan ruda, pero el niño se sintió un poco ofendido

—Pero nadie le da trabajo a un niño y en el pueblo tengo miedo —reprochó al


regaño

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—Entonces ve a otros lados, la gente siempre necesita ayuda, y si no pueden
darte dinero, entonces que te den pan o un plato de comida, ropa que ya no
usen, siempre hay formas de ganarse la vida y uno debe encontrar la manera
de salir adelante , nunca hay que darse por vencido —aconsejó el anciano. El
niño lo miro en silencio por un momento antes de preguntar:

— ¿y no puedo vivir con usted? —acto que hizo que el mayor se enterneciera,
sin embargo, estaba muy consciente de la realidad

—en el corto tiempo que he llegado a conocerte, he logrado tomarte mucho


cariño, pero yo soy un viejo, y lo único que espero ahora es el día de mi
muerte para poder reunirme con mi esposa, si te llevo conmigo tu sufrirás y yo
no estaré tranquilo al saber que te deje solo otra vez. Estamos mejor así,
siendo solo amigos —las palabras del anciano, entristecieron un poco al
pequeño, más sin embargo comprendió

—Entonces seremos los mejores amigos —le dijo antes de abrazarlo

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Un día estando en el guineal, cuando se disponía a bajarse unos plátanos, se
encontró con un muchacho un poco más grande que él. Al verlo, el otro chico
se asustó mucho, mas sin embargo se animo a hablarle

— ¿puedo tomar algunos plátanos maduros? — preguntó, a lo que el menor


simplemente respondió:

—Claro, toma los que quieras —tomando él también unos plátanos para comer

Así juntos ambos niños se sentaron y comenzaron a platicar de cosas triviales


mientras degustaban la fruta

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— ¿Cómo te llamas? —se animo a preguntar el menor

—Pedro, pero no me gusta porque es el nombre de mi padrastro y el es muy


malo conmigo, por eso prefiero que me llamen Rengo, todos me llaman así –
dicho esto el mayor se puso de pie, mientras el más chico solo lo miraba

— ¿A dónde vas? —le preguntó

—al rio ¿quieres venir? —ofreció, por lo que el pequeño afirmo y lo siguió

Una vez nadando en el rio, ambos continuaban conversando, contándose el


uno al otro algunas de las cosas que les había tocado vivir

— ¿y tú no vas a la escuela? –se animó a preguntar Rengo

—Fui algún tiempo, pero cuando mi mamá enfermo y murió tuve que dejar de
ir –respondió el niño – ¿y tú?

—yo tampoco voy, no es porque no quiera, es porque mi padrastro me odia y


le prohibió a mi mamá mandarme a la escuela, y como ella es incapaz de
desobedecer lo que él dice, aquí estoy.

Su voz sonaba algo molesta, pero lo que le impresionó mas al menor, era lo
que decía, tal parecía que él no era el único al que le había tocado una vida
complicada —a veces trabajo en la parada de buses ayudando a las señoras a
cargar sus bultos, o vigilar a sus niños ¿Por qué no te animas y vamos? En allí
siempre necesitan ayuda, los choferes te tratan bien porque en serio necesitan
la ayuda, a veces incluso te llevan a otros pueblos, solo hay que hacerse
conocer —le propuso tratando de hacer que se animara

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El niño al escuchar aquello, en seguida recordó las palabras del anciano, pues
le había dicho lo mismo. Lo pensó por un momento, pero al ver su situación,
creyó que lo mejor era aceptar, y así quedaron en encontrarse a la mañana
siguiente, lo que hicieron y juntos fueron a probar suerte a la parada de buses

A su migo parecía irle bien, pero como él era más pequeño, lo tuvo un poco
más difícil, sin embargo no quería darse por vencido, así que recordando el
consejo de su anciano amigo, se dirigió hacía una pensión cercana y se ofreció
a lavar los platos, por su almuerzo, o lo que quisieran darle. Así comenzó otra
etapa en su joven vida

El tiempo fue pasando, los días se convirtieron en meses, y los meses en


años, como siempre fue muy trabajador, se ganaba el cariño de quien lo
conocía, su rutina diaria consistía en trabajar por las mañanas e ir de paseo
por las tardes

Un día después de trabajar se fueron al guienal, y allí encontraron a un


hombre cosechando los plátanos maduros

—mira Rengo te están robando, ¿o acaso se trata de tu padrastro? —el


nombrado lo miró un poco confundido

—no, ese no es mi padrastro ¿acaso esta no es tu huerta? —el menor negó, y


al entender la situación ambos empezaron a reír

De pronto el verdadero dueño del guinal les grito, por lo que sin pensarlo
comenzaron a correr rumbo al río. Una vez a salvo, se pusieron a conversar y
siguieron riendo por la confusión que había perdurado por tanto tiempo.

— ¿y entonces tú donde vivías antes? —preguntó el mayor estando un poco


más calmado

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—En el pueblo, pero desde que murió mi mamá nunca más he vuelto a ir
porque tenía mucho miedo —respondió algo nostálgico

—no seas tonto, tienes que ir, es tu casa de todos modos…

Aquellas palabras hicieron eco en la cabeza del más joven, quien luego de
unos días, se armo de valor y volvió a su antiguo hogar

El camino le traía nostalgia, había pasado tanto tiempo desde que no


caminaba por ahí, que todo le traía demasiada nostalgia, cuando estuvo cerca
de lo que era su casa, pudo ver a una mujer que vestía igual a como lo hacía
su mamá, emocionado corrió hacía ella para abrazarla, pero grande fue su
desilusión cuando la mujer bruscamente deshizo aquel agarre

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— ¡no me toques muchacho mugroso y mañudo! —le gritó al momento de
proporcionarle un golpe, por lo que el niño indignado se defendió

— ¡entonces vete! ¡Esta es la casa y esa es la ropa de mi mamá! —recriminó,


pero la mujer no parecía darle mucha importancia

—¡tu mamá me debía mucho dinero y me pago con esta casa!, ¡así que el que
se tiene que largar eres tú! ¡Y ni se te ocurra regresar, porque si lo haces te
corto los pies! ¡¿Oíste?! —continuo gritándole, mientras le arrojaba piedras y
todo lo que estuviera a su alcance, por lo que el niño no tuvo más opción que
escapar.

Corrió hasta la tumba de su mamá, y sin poder contener las lagrimas se


puso a llorar tratando de encontrar consuelo, y en medio de su desahogue, le
prometió a su madre que algún día podría vengarse de aquella mujer tan
malévola.

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Al otro día como siempre, se fue a la parada de buses a trabajar, sin
embargo ese día no pudo ver a su querido amigo Rengo, por mucho que
intentó y lo busco, y lo mismo ocurrió al día siguiente, y el que vino después
de ese. Intentó no preocuparse demasiado, ya que era muy probable que a su
amigo lo llevaran de viaje, y era algo de lo que Rengo disfrutaba. Así que
restándole importancia, se dirigió al monte a comer algunas frutas, y después
se fue al rio

A lo lejos, notó la figura de una persona que tenía muchas dificultades para
caminar, por un momento creyó que se trataba de su anciano amigo, pero al
acercarse se dio cuenta de que no era así, esa persona era su amigo Rengo,
pero se encontraba muy mal herido, por lo que rápidamente corrió hacia a el

—amigo ¿Qué te paso? —se encontraba muy preocupado, y sosteniéndolo del


brazo, lo ayudó a sentarse sobre una piedra

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—no es nada, estoy bien, se ve peor de lo que es —contestó tratando de
quitarle importancia a la situación, el menor lo veía preocupado —ya te conté
que mi padrastro me odia, simplemente desquito su furia conmigo, ¿pero a ti
como te fue? —intentó cambiar el rumbo de la conversación, algo que no
funcionó

—primero cuéntame que te pasó, y después yo te diré como me fue a mí —le


dijo el menor, por lo que a Rengo no le quedó más opciones

—No hay nada que contar, mi padrastro siempre se las agarra conmigo y me
golpea, mientras yo solo me aguanto, pero esta vez también estaba pegándole
a mi mamá, así que yo la defendí y me fue peor —el niño lo escucho atento

— ¿pero tu madre no te defendió? —preguntó

—ella le tiene mucho miedo, además si él la deja ¿Qué sería de mis dos
hermanas pequeños? —su voz sonaba triste

— ¿pero porque es tan malo tu padrastro? —indago más, tratando de entender


la situación, aun con todo lo que había vivido, todavía no entendía como podía
haber gente tan perversa

—el me odia porque soy varón, el quiere un hijo varón, pero hasta ahora solo
ha podido tener hijas mujeres, por eso se ensaña conmigo, ahí gira todo.
¿Sabes porque me dicen Rengo? —ante la última pregunta el menor solo negó

—no

—es porque cojeo, me lo hizo él estando borracho, porque me agarro a


patadas sin parar, mi mamá estaba en espera de mi segunda hermanita, así

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que no pudo hacer nada para defenderme. Cuando recupero la consciencia,
simplemente le pidió perdón, y ella lo perdonó como de costumbre —se podía
notar resentimiento en su voz —por eso odio mi vida, y quisiera irme muy
lejos, pero bueno, dejemos de hablar de mí, ahora dime ¿Cómo te fue?

El menor lo miró con tristeza, preguntándose así mismo que habían hecho
mal para tener tan mala suerte, pues su amigo también tenía una vida
bastante dura. Trato de calmar el ambiente, aunque no sabía si lo lograría
contándole lo que a él le había ocurrido con aquella cruel señora que se había
apoderado de todo lo que era de su mamá, pero bien dicen que las penas son
menos pesadas si las compartes con alguien más, así que se lo contó.

Pasaron la tarde juntos calmando sus preocupaciones y tratando de desviar


su atención a cosas que los divirtieran, y cuando llegó la noche se despidieron
con la promesa de verse al día siguiente

Llegada la mañana, el niño se dirigió a trabajar, aquel día la terminal de


buses estaba algo vacía, por lo que no le fue muy bien, pero no quiso
preocuparse mucho por eso. Desde hace algún tiempo se le había venido una
idea, y quizá ese era el día en que debía ejecutarla

A paso apresurado, se dirigió a su antiguo hogar, y al ver que no había nadie,


se acercó y tomó a la primera gallina que vio y de paso también tomó una lata,
después salió corriendo rumbo al rio

Cuando llegó, vio que su amigo Rengo ya se encontraba allí, este lo miraba
un poco sorprendido

— ¿para qué es esa lata? —preguntó al tiempo que el menor le mostraba la


gallina

— ¿no quieres un caldo? —dijo emocionado, mas sin embargo, ninguno de los
dos se atrevió a matar a la gallina, y terminaron comendo fruta aquel día

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Al llegar la noche, Rengo propuso llevarse a la gallina, con la promesa de
traer los huevos en cuanto esta los pusiera

Su vida transcurrió tranquila, e incluso algo rutinaria, y en uno de esos días


un chofer le hizo una oferta

—niño, ¿no quieres ganarte unos pesos? —El menor lo miró afirmando —
necesito que alguien venga conmigo y se encargue de vigilar que la gente no
suba o baje sin pagar, el viaje solo durara un par de días

Algo dudoso y desconfiado, el menor se tomo un breve tiempo para


responder, ciertamente necesitaba el dinero, pero también quería ser
precavido

—Déjeme preguntarle a mi mamá —respondió logrando la aprobación del


chofer

Rápidamente se puso a buscar a su amigo Rengo para que lo aconsejara,


como la terminal no era muy grande, no fue difícil encontrarlo. Y en cuanto lo
tuvo cerca le explico la situación

—pues que estas esperando ve, no pasa nada, ya te dije que los choferes a
veces ofrecían viajes, pagan muy bien y de paso te distraes —aconsejó
mientras lo acompañaba a donde se encontraba ese señor, al cual reconoció en
seguida —el es bueno, te va a tratar bien —afirmó

Cuando llegaron donde el mayor, Rengo lo saludo formalmente, mientras el


menor lo miraba

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—Su mamá le dio permiso, somos primos —mentían para no verse tan
vulnerables ante los ojos de los demás, pues muchas veces la gente solía
aprovecharse de quienes estaban solos

—Bueno, entonces partiremos mañana, y pasado ya estamos de regreso —dijo


el mayor, emocionando al más joven. Así inicio su primer viaje de trabajo

El tiempo siguió su curso, y el cada vez se hacía más grande. Un día, cuando
fue a visitar la tumba de su mamá, escuchó como alguien se acercaba, era un

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caballero más o menos bien vestido, pero no recordaba haberlo visto antes.
Sin embargo prefirió marcharse del lugar, pero cuando pretendía hacer
aquello, la voz de aquel hombre lo detuvo

—no te vayas, espera, ¿tú eres el hijo de la difunta Juana? —Ante la pregunta
el menor solo afirmó —yo soy tu padrino, no me debes recordar porque eras
apenas un bebé cuando te bautice

El niño lo miró detenidamente, hasta ahora se había venido a enterar de la


existencia de aquella persona que decía ser cercano a él

— ¿y que ha sido de tu vida?, ¿Dónde vives, trabajas?, ¿Por qué nadie sabe de
ti?, ¿Por qué siempre te escapas? —interrogó, el menor simplemente se
sincero

—Es porque no quiero ir al orfanato, trabajo ayudando a algunas personas,


además ahora también soy ayudante de chofer —su padrino lo miró asombrado
de la fortaleza del chico, que hasta ahora había podido sobrevivir solo, ¿pero
por cuánto tiempo más podría hacerlo?

—Ven conmigo a mi casa —ofreció —nadie te llevara al orfanato si no quieres,


no es bueno que vivas así, tu mamá debe estar llorando en el cielo

El menor lo miró y lo analizo por un momento, el hombre no parecía una


mala persona, y quizá aquella era una oportunidad para que su vida se
volviera un poco más sencilla, así que terminó aceptando

Juntos fueron al hogar de aquel hombre, en el camino tan solo hablaron de


cosas triviales, y aprovecharon el momento para conocerse un poco mejor.
Cuando por fin llegaron a la casa de su padrino, el hombre en seguida le
presentó a la señora que los había recibido

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—Ella es mi esposa, por lo tanto es tu madrina —la mujer se acercó al menor y
lo abrazó cariñosamente

—que bien que has venido hijo, tomate un baño y luego comeremos —ofreció
amablemente, por lo que el niño obedeció.

En el transcurso de la comida, el menor les contó todas las aventuras que


había pasado, y sobre la buena y mala gente que había conocido. Los mayores
escucharon atentos su relato, impresionados por todo lo que había tenido que
soportar

—Tu padre también te buscó —soltó a mujer, atrayendo la atención del chico,
a quien se le hacía muy difícil creer eso

—es mentira, porque cuando fui a buscarlo a La Paz, me entere que ya tenía
otra familia, su mujer me trato muy mal y ni siquiera pude verlo, ahí entendí
que mamá y yo no significábamos nada para el —respondió mostrando el
rencor que aun guardaba por aquel amargo episodio

—no seas tan duro con tu padre, todo el mundo comete errores y solo Dios
puede juzgarnos —aconsejó — todavía eres un niño y aun te falta mucho por
aprender, el quiere verte

El menor nuevamente se sorprendió por eso, pero no quiso discutir, así que
ablandando un poco su corazón, aceptó tener un encuentro con su padre,
después de todo tenía mucho de qué hablar

—Está bien, lo veré —cedió, sacando una tenue sonrisa en los mayores

—entonces yo te llevare a La Paz y te prometo que esta vez sí lo veras —


afirmó su padrino

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Cuando llegó la mañana, el se despertó muy temprano y se dirigió
directamente al monte, allí tenía una pequeña choza, la cual tenía mucho
tiempo de haberla construido. De ahí recogió todas sus pertenencias, como el
dinero que había ahorrado y algunas ropas, puso todo en una bolsa antes de
dar un último vistazo a lo que por tanto tiempo había sido su hogar, decidió no
destruir la choza, pues si las cosas no iban bien con su padrino, al menos
tendría un lugar esperándole

Cuando regresó a la casa de su padrino, su madrina ya se encontraba


despierta, está lo miró con alivio

— ¿Dónde estabas? Creí que te fuiste sin despedirte —lo saludo con esas
palabras

—lo siento madrina, es que tuve que ir por mis cosas ¿Y mi padrino? —buscó
con la mirada al nombrado, pero no lo hallaba por ningún lado

—Fue a la terminal de flotas, como quedaron en que irías a ver a tú papá, fue
a comprar los boletos para que vayan a La Paz —respondió la mujer aclarando
la duda.

No pasó mucho tiempo cuando su padrino llegó, estaba visiblemente de un


muy buen ánimo, así que todos podían intuir que traía buenas noticias

—Conseguí los boletos —dijo, para luego tomar del hombro al menor —hijo,
mañana verás a tu papá

Y así lo hicieron, a la mañana siguiente partieron desde muy temprano


camino a La Paz, el menor sentía mucha nostalgia al recordar la primera vez
que había realizado aquel viaje, y lo desafortunado que fue toda su experiencia

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en aquel entonces, empezando por su experiencia con la supuesta nueva
esposa de su progenitor, hasta la pérdida de su madre, de quien ni siquiera
pudo despedirse. Solo esperaba que esta vez todo fuera diferente, y de que
ese viaje no le creara más recuerdos amargos

Cuando llegaron a Villa Fátima, lo primero que hicieron fue buscar a su tía
Incarra, pues era la única persona que conocían que podía darles información
del paradero de su papá. Pero a diferencia de la última vez, en está ocasión
había sido mucho más fácil ubicarla

—hijo cuánto has crecido —la mujer se mostró amable cuando lo vió,
reconociéndolo casi de inmediato —le dije a tu padre que viniste a buscarlo,
pero él me dijo que nunca apareciste por su casa

Las palabras de la mayor confundieron un poco al niño, pero no tardó mucho


en analizar la situación, ya que era muy probable que aquella malvada mujer
ni siquiera le hubiera avisado de su visita

—¿Sabes dónde podemos encontrarlo ahora? —preguntó está vez su padrino

—pues el sigue viviendo en la misma dirección que te di años atrás, vayan


ahora que de seguro lo encuentran —la mujer les indico nuevamente el sitio,
por lo que ambos se dirigieron a aquel lugar

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Cuando llegaron tocaron la puerta, y no tardaron en ser atendidos, quien les
abrió el portón era una niña pequeña

—¿Está tu papá o tu mamá? —preguntó su padrino, por lo que la niña


afirmando, entró a llamar a alguno de sus padres. Luego de un momento salió
una mujer

En cuanto la vio pudo reconocerla en seguida, era la misma señora que


tiempo atrás le había tratado tan mal, al punto de cerrarle la puerta en la cara.
Está lo miraba con superioridad, y el podía intuir que ella también lo reconocía

—estamos buscando a Juan, el es su hijo —habló su padrino, por lo que la


mujer se mostró un poco molesta

—mi marido no está, y no sé cuándo regresará —dijo y sin más entró a la


vivienda. Desilusionados, estuvieron a un paso de marcharse, cuando una voz
masculina los detuvo

—padrino, cuánto tiempo, que bueno que hayas venido a visitarme —era Juan,
quien llegaba a la casa justo en ese momento. El mayor correspondió al saludo

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—que bueno que te encuentro hijo, tenemos que hablar —le contestó,
llamando un poco de especial atención al remitente

—pero pasa, y tu también —dijo está vez dirigiéndose al menor, que hasta ese
momento se había mantenido en silencio — ¿Quién es? —preguntó

—de él es de quien tengo que hablarte —respondió causando sorpresa en el


hombre

Pasaron a la casa, y después de una larga conversación y de ponerlo al


tanto de todo lo ocurrido estos años, Juan se alegró de que después de tanto
tiempo al fin podía ver a su hijo nuevamente, así que algo nostálgico y
arrepentido lo sostuvo de los hombros

—hijo, cuánto has crecido —lo abrazo llorando, acto que no fue rechazado por
el menor —perdóname, perdóname por favor —su disculpa sonaba honesta,
por lo que la aceptó

Calmándose un poco, y agradecido de tener a su hijo nuevamente, llamo a su


mujer y a sus dos hijas, las cuales no tardaron en entrar

—quiero presentarles a mi hijo, mi hijo del que tanto les hable —mencionó

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La mujer se quedó en silencio, pero por su expresión cualquiera se daba
cuenta de su molestia, diferente a las dos niñas que estaban ahí, las cuales
sostuvieron al chico de las manos dándole la bien venida contentas

Pasadas una horas más, y cuando el sol ya se había ocultado, su padrino


comenzó a despedirse de la familia, incluyendo también al niño, acercándose a
él, le dio dos palmaditas en el hombro

—Ya estás en tu casa hijo, estás con tu papá, así que pórtate bien—le dio un
beso en la frente, despidiéndose con eso. El chico tardó en entender, pues
parecía que todo había ocurrido muy rápido. Cuando el mayor se fue, recién
cayó en cuenta de que a partir de ese momento viviría con su papá

El mayor aún no podía creer que por fin su hijo estuviera a su lado, y su
alegría podía notarse en lo atento que se mostraba con él.

—por hoy dormirás en la sala —le dijo dándole unas mantas para que se cubra
—ya mañana te daré tu propio espacio —afirmó dejándolo solo

No pasó mucho tiempo, antes de que lo escuchará discutir con su mujer, era
evidente que la fémina no se encontraba nada contenta con su presencia, ni
con la decisión que habían tomado

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— ¡Es el colmo que te atrevas a tomar decisiones sin tenerme consideración!
¿Porque tendría que cargar con un niño al que no conozco? —era algunos de
los reclamos que la mujer le hacía, y tal parecía que comenzaba a molestar a
su papá

— ¡Pues si no quieres que viva con nosotros está bien! ¡Entonces yo me iré a
vivir con él a otro lado! —sentenció el hombre, calmando un poco la actitud de
la mujer

—¡Esta bien! ¡Pero si ocurre algo tu serás el único responsable! ¡No importa si
es tu hijo, es un niño que se crío en la calle y no sabemos las mañas que haya
aprendido! —dijo, pero ya no pudo escuchar más, al parecer las cosas se
habían apaciguado

Y así pasó su primera noche en aquel lugar, aún no sabía que le depararía el
futuro, ni cuánto tiempo duraría esa "estabilidad", pero por el momento no
podía hacer más que dejar que las cosas avanzarán a su ritmo

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