43 Al día siguiente, Jesús quiso salir para Galilea
y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo, "Sígueme." 44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. 45 Felipe encontró a Natanael y le dijo, "Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Ley y también en los Profetas: a Jesús de Nazaret, el hijo de José." 46 Y le dijo Natanael, "¿De Nazaret puede haber algo de bueno?" Le dijo Felipe, "Ven y ve." 47 Jesús vio que Natanael venía hacia él y dijo de él, "¡He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño!" 48 Le dijo Natanael, "¿De dónde me conoces?" Respondió Jesús y le dijo, "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi." 49 Le respondió Natanael, "Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel!" 50 Respondió Jesús y le dijo, "¿Crees porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”? ¡Cosas mayores que estas verás!" 51 Y les dijo, "De cierto, de cierto les digo que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre." (Juan 1:43-51, RVA-2015). Todos hemos experimentado el prejuicio y la parcialidad. Son el producto de nuestra cultura, lo refrenan aprendido y lo vivido. Pero cuando el prejuicio y el favoritismo no se , son fuerzas destructivas que dañan el tejido de la sociedad humana. Al igual que Natanael, nos preguntamos “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” O nos preguntamos “¿Puede venir algo bueno de Haití?” O “¿Puede algo bueno salir del África?” “¿Puede surgir algo bueno de Barrancas?” Como creyentes en Cristo, se nos llama a seguir a Jesús. ¿Qué significa seguir a Jesús el Cristo en el presente contexto donde el prejuicio y la parcialidad están fuera de control y el racismo se expresa sin ninguna vergüenza? 1. ABANDONA Felipe estaba muy entusiasmado de haberse encontrado con Jesús el Mesías. Cuando se encuentra con su amigo Natanael, le dice: “Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas”. Lo primero que le responde Natanael es “¡De Nazaret! ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?” Natanael estaba ciego por sus propios prejuicios y favoritismo. No podría ver ni oír el entusiasmo de Felipe que quería compartir algo tan especial con su buen amigo. ¿Puede algo bueno salir de Nazaret, una pequeña aldea allá afuera? ¿Puede algo bueno proceder de Haití, África, el Caribe o Centro América? Para que Natanael pudiese ver a Jesús el Mesías, tuvo que abandonar sus propios prejuicios y parcialidad para darle a Jesús una oportunidad, y así experimentar lo bueno que puede venir de Nazaret, Harlem, Haití, África y todos esos lugares menospreciados. 2. CRUZA HACIA EL OTRO LADO Natanael sospecha y tiene dudas acerca de este Jesús que Felipe encuentra tan tremendo. ¿Puede algo bueno venir de Nazaret? En respuesta al prejuicio y favoritismo de Natanael, Felipe responde con una invitación: “Ven a ver”. Para aceptar esta invitación de Felipe e ir a ver a este Jesús, Natanael tenía que cruzar las fronteras imaginarias que sus prejuicios y parcialidad habían construido. Una cosa que debemos entender aquí es que Natanael no es una persona mala. Por cierto, es una linda persona. El prejuicio y el favoritismo es parte de ser humanos. Los necesitamos para sobrevivir. Pero también debemos mantenerlos bajo control para poder prosperar como comunidad. Al acercarse a Jesús, éste le dice: “Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay falsedad”. En los evangelios, no mucha gente recibe una recomendación tan positiva de parte de Jesús. Se trata de una persona fiel. Pero tiene prejuicios y favoritismos forjados por su cultura y experiencia. Para ir a ver a Jesús tiene que dejar sus dudas y sospechas, sus prejuicios y parcialidad. Durante su ministerio Jesús se mantuvo cruzando fronteras; la frontera entre Judea y Samaria, la frontera entre Judíos y Gentiles, la frontera entre puros e impuros, entre varón y hembra, entre la visión de Dios y las ideas preconcebidas de lo que el mundo es o debería ser. Seguir a Cristo es “cruzar” las fronteras, poner de lado los parámetros aceptados que separan a la gente unos de otros, que constantemente juzgan y asignan valor dependiendo de su lugar social y económico, de dónde vienen, del color de su piel o su idioma, etc. 3. BÁJATE DEL PEDESTAL Natanael se sorprende y pregunta: “¿De dónde me conoces?” Es como si dijera: jamás te conocí y esta es la primera vez que me encuentro contigo. Jesús le responde: “Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto”. Jesús se revela a Natanael como alguien que es más grande que su escepticismo, prejuicios y parcialidades. Entonces Natanael declara: “Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!”. La respuesta de Natanael es más que una declaración. Es de hecho una confesión de fe. Puesto que Jesús era de Nazaret, hasta el momento en Natanael fue y se encontró con Jesús, menospreciaba a Jesús y se sentía superior. Habiéndose encontrado y experimentado a Jesús cara a cara, Natanael confiesa: “Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!”. Se bajó de su alta posición de privilegio y superioridad que venía de saber de dónde venía Jesús para elevar a Jesús de dicha posición humilde. Entender significa tener la humildad de colocarse por debajo de los desafíos y dificultades de otra persona, para verla no desde arriba sino frente a frente para poder ver bien. 4. ESFUERZATE Vivimos en un mundo muy dividido con muchas distinciones y líneas a lo largo de las grietas sociales y económicas, las líneas raciales, las diferencias culturales, etc. La retórica y las acciones que menoscaban el valor de los hijos de Dios están fuera de control. Cuando escuchamos a Jesús decir “sígueme”, esta no tan simple invitación nos llama a salir de nuestra zona de comodidad, de nuestros prejuicios y favoritismos. Se nos llama a cruzar las fronteras que nos separan de Dios y de otros a causa de nuestros prejuicios. Se nos llama a bajarnos de nuestra posición de privilegio y orgullo para seguir el consejo de Pablo en Filipenses: “con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”, no importa de dónde vengan. Además, se nos llama a esforzarnos y trabajar por un reino de Dios en el que TODOS son valorados sin importa su raza, color, sexo, identidad o estado económico y social, etc. ¿Imaginémonos si Natanael hubiera decidido no salir, cruzar y bajarse? Habría perdido bendiciones de por vida y por la eternidad. ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Ocurre que el Hijo de Dios y Rey de Israel que salvaría al mundo vino de Nazaret. Y este Hijo de Dios murió en la cruz para la salvación de TODA la gente sin importar de dónde eres. La Dra. Gail R. O’Day explica que, en el Evangelio de Juan, el concepto de discipulado es reconocer quién es Jesús así como Natanael reconoció que Jesús era el Hijo de Dios. Cuando reconocemos a Jesús como el Hijo de Dios, nuestro discipulado también implica que reconocemos a todos los que vienen de muchos lugares como Nazaret en el mundo, lugares como Haití, África y los barrios más pobres como hijos e hijas de Dios. ¿En qué formas tú sales, cruzas, te bajas y te esfuerzas para seguir a Jesús? Menciona una cosa que puedas hacer para reconocer y valorar a los hijos e hijas de Dios. La Vocación de Natanael LLAMADO A VER GRANDES COSAS "Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a Aquél de quien hablan Moisés y los profetas; es Jesús, hijo de José de Nazaret". Natanael le respondió: ¿Puede venir algo bueno de Nazaret?"- "Ven y verás", le contestó Felipe. Jesús al ver venir a Natanael , dijo de él: "Este es un verdadero israelita en quien no hay doblez".- "¿De cuándo a acá me conoces?", le preguntó Natanael. Y Jesús le respondió: "Antes de que Felipe te hablara, cuando estabas bajo la higuera, Yo te vi".- "Maestro" le respondió Natanael, "¡Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel!". Jesús le dijo: "¡Porque te dije que te vi bajo la higuera crees! Verás cosas mucho más grandes". (S. Juan I. 45-50). HACER OIR EL LLAMADO DE CRISTO "Ven y verás". Las palabras de Felipe son la repetición de las de Jesús a los dos primeros discípulos: "Vengan y vean". Felipe, mediador de la vocación de Natanael, aparece así mas claramente como portavoz de Jesús, el que transmite las palabras del Maestro. Llama como Cristo llama. Jesús subraya el papel de Felipe en el llamado de Natanael: "Antes que Felipe te llamara..." No hay misión mas noble que hacer llegar el llamamiento en nombre de Cristo. Felipe interviene en la vocación de Natanael como Andrés en la de Simón. Contribuye, por su intervención personal, al florecimiento de una vocación, asociado al acto soberano del poder y amor divinos por el que el Maestro llama a un joven a entregarse totalmente a El. LA ESTIMA QUE MUESTRA JESUS. "He aquí a un verdadero israelita". Este elogio de Natanael manifiesta la actitud bondadosa de Jesús. Antes Natanael había dicho una palabra de cierto desprecio hacia El.: "¿Puede venir algo bueno de Nazaret?", Por respuesta, Cristo mostró estima y admiración por la franqueza de este hombre "en quien no hay doblez". La lealtad ayudará a Natanael a realizar el nuevo ideal al que es llamado: verdadero israelita, será verdadero apóstol. La estima está en la raíz de la vocación. Cuando Jesús llama a alguien es que lo juzga capaz de corresponder. Detecta las cualidades que harán posible una vida generosa en su servicio. Así la vocación es prueba del aprecio especial del Maestro: para quien es invitado constituye un verdadero elogio. CONOCIMIENTO PERFECTO QUE PRECEDE AL LLAMAMIENTO. "¿De cuándo acá me conoces?", pregunta Natanael, sorprendido de verse definido por el rasgo dominante de su carácter. Jesús contesta probándole que este conocimiento es mucho más completo de lo que se imagina: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera , Yo te vi". El Maestro describe el estado de Natanael antes de ser llamado; sólo se trata de un detalle: que Natanael haya estado en ese momento bajo una higuera de su huerta o en otro lugar importa poco. Pero la indicación dada por Jesús prueba que nada se le escapa de la vida y conducta del que quiere llamar. El Maestro conoce toda la vida de Natanael. Este conocimiento perfecto es una garantía para la vocación. El que es llamado debe estar seguro de que Cristo lo conoce a fondo y que, por lo tanto, la vocación tiene todas las probabilidades de éxito. Si teme su flaqueza debe admitir que Cristo lo conoce mucho mejor de lo que él mismo se conoce. No debe declarar imposible lo que el Maestro juzga posible; debe fiarse de la mirada más lúcida de Jesús: "Yo te vi". EL ACTO DE FE "Tú eres el Hijo de Dios". Por la mirada sobrenatural de Jesús, Natanael quedó convencido: hasta ese momento había dudado y aún manifestado desconfianza hacia Cristo, pero ahora le expresa su fe. Este acto de fe era necesario para que pudiese seguir con amor al Maestro. Para corresponder a la vocación, hace falta tener fe viva en Cristo tenerlo presente como Hijo de Dios. La vocación exige una entrega absoluta que sólo Dios puede reclamar, Sólo corresponde quien cree en Dios que lo llama. Información sobre Natanael PROMESA DE VER GRANDES COSAS. "Verás cosas mucho mas grandes". Natanael estará asociado a la vida pública del Salvador, llena de numerosos milagros y de la revelación del Dios Amor. Participará en la grandiosa odisea de la Redención de la Humanidad, cuya cúspide será la Resurrección del Salvador. Toda vocación tiene la promesa de ver cosas grandes. Los que aceptan entregar su vida a Cristo se convierten en testigos privilegiados de las maravillas de la gracia en los corazones, del triunfo del amor divino sobre el mal del mundo. Natanael era un hombre que valoraba la honestidad, un hombre íntegro y sincero. Era un hombre que creía en Dios, que creía en las profecías acerca de la venida del Mesías, el Salvador de Israel. Él no había perdido la esperanza como muchos judíos oprimidos bajo el Imperio Romano. Y solía meditar en la Ley, en los Profetas, y en los Salmos. Cierto día se fue a meditar y a orar lejos del bullicio, y se refugió del calor del sol bajo la sombra de una higuera, y meditaba en las maravillosas profecías que anunciaban la liberación de Israel con la venida de su glorioso Rey y Salvador, el Hijo de Dios. “¿Cuándo será esto, Adonai? ¿Tendré el privilegio de ver a nuestro Mesías? Mira que tu pueblo sufre bajo este imperio extranjero, aunque muchos se han acostumbrado… pero yo se que tú tienes algo mejor para tu pueblo… ¡cuanto anhelo ver la salvación de Israel! ¡Cuanto anhelo ver renacer la esperanza de mi nación!…” Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz que le llamaba a lo lejos: “¡Natanael!, ¡Natanael!” Era su buen amigo Felipe… Juan 1: 45-50 (combinando Reina Valera y Dios Habla Hoy en todo el artículo): “Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y compruébalo. “Jesús vio venir a Natanael, y dijo de él: Aquí viene un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño. Natanael le dijo: ¿Cómo es que me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi. Respondió Natanael, y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? cosas mayores que éstas verás.” Yo creo que este relato fue inspirado por Dios para tocar nuestro corazón mostrándonos de una manera hermosa que Jesucristo (y, por consecuencia, el Padre y el Espíritu Santo) nos conoce íntimamente, que siempre está muy cerca de nosotros. Sí, lo hemos oído muchas veces, que Dios es omnipresente y todo eso… pero el creyente suele pasar por angustias y temores innecesarios antes de llegar a sentir de corazón que Cristo está cerca, pero muy, muy cerca. En lo personal el relato acerca del primer encuentro entre Natanael y Jesús me emociona profundamente. Me imagino la sonrisa de Jesús anticipando la sorpresa de Natanael al decir: “Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Me imagino la cara de asombro de Natanael, tal vez con una leve sonrisa al responder: “¿Cómo es que me conoces?” Me imagino a Jesús, ahora con una sonrisa traviesa (como cuando le decimos a algún amigo: “¡Adivina que!”), saboreando anticipadamente el sorprender aún más a Natanel: “Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”. Y me imagino a Natanael con la boca y los ojos muy abiertos, y luego con el rostro radiante por una mezcla de alegría y asombro: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” Veamos otros dos ejemplos que nos muestran que Jesús nos conoce de una manera personal e intima. Zaqueo Zaqueo era un cobrador de impuestos. Era judío pero trabajaba para el gobierno de Roma en Jericó. Como representante oficial del gobierno romano cobraba impuestos a los judíos, lo cual era considerado despreciable por los judíos en general. Pero Zaqueo probablemente consideraba que él simplemente se adaptó a la realidad, él necesitaba un trabajo, el gobierno romano tenía esa vacante y él la tomó. Comoquiera que haya sido, Zaqueo era un hombre honrado, y era diligente en su trabajo, por eso había llegado a ser líder entre los cobradores de impuestos de Jericó (“el principal de los publicanos”). El relato está en Lucas 19:1-10. Como todos los judíos de la región, Zaqueo oyó hablar de un tal Jesús, que afirmaba ser el Mesías, el Cristo. Oyó de sus milagros y de su predicación, y quería saber más de él. Cuando Jesús vino a Jericó, Zaqueo quería verlo y oírlo personalmente pero por su baja estatura y por tanta gente que se amontonaba alrededor de Jesús no lograba acercarse lo suficiente. Otra vez mi mente vuela al pasado y me imagino la escena: Zaqueo, buscando por uno y otro lado, no puede penetrar la multitud (pero Jesús ya lo está viendo – tal como había visto a Natanael – y sonríe anticipando la sorpresa que le va a dar). Entonces Zaqueo corre más adelante y se trepa a un árbol. Cosa curiosa: Un oficial del gobierno, líder entre los recaudadores de impuestos, un hombre rico, trepado en un árbol, mirando desde arriba con gran interés a aquel predicador que tanto revuelo había causado. Jesús y la multitud avanzaban aproximándose al árbol… de pronto la mirada de Jesús se dirige hacia arriba y se fija en los ojos de Zaqueo. Antes de conocer a Jesús, Zaqueo había llegado a sentir admiración por aquel maestro que predicaba buenas noticias. Siendo publicano, menospreciado por muchos, no podía esperar que aquel gran maestro le dirigiera la palabra. Pero allí estaba Jesús, mirándolo a los ojos con una cordial sonrisa, y luego ¡le llama por su nombre, y le pide hospedaje! Ese día no hubo hombre mas feliz que Zaqueo en toda Jericó. “Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: Mira, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, le devuelvo cuatro veces más. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Veamos ahora un relato muy conocido el cual he condensado para abreviar. La mujer samaritana Juan 4:3-42 “Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar… Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó, así junto al pozo. Era como la hora sexta.” Una vez más me imagino a Jesús que desde que venía por el camino ya había visto a la mujer samaritana que “casualmente” se lo iba a encontrar. Y ahora sentado junto a aquel pozo, cansado y sediento, sonríe anticipando la sorpresa que está a punto de darle a aquella mujer. (¿Se ha puesto usted a pensar que a Dios le encanta sorprendernos?). “Vino una mujer de Samaria a sacar agua… y Jesús le dice: Dame de beber. (Porque sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.) Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo Judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva… La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla. Jesús le dice: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Le dice Jesús: Bien has dicho, No tengo marido; porque cinco maridos has tenido: y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. “Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde es necesario adorar. Le dice Jesús: …la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad… Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dice la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él venga nos declarará todas las cosas. Le dice Jesús: Yo soy, que hablo contigo… Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres: Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo? “Entonces salieron de la ciudad, y comenzaron a venir á él. “Jesús les dijo [a sus discípulos]… Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. “Y muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Que me dijo todo lo que he hecho. “Viniendo pues los Samaritanos á él, le rogaron que se quedase allí: y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él. Y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” Tres personas completamente distintas, pero a las tres sorprendió Jesús demostrándoles que les conocía de una manera que revelaba la poderosa e íntima presencia de Dios en nuestra vida diaria. ¿Que le diría Jesús a usted? ¿Que me diría a mí? ¿Que le diría a cada uno de nosotros en lo personal si nos lo encontráramos? Tal vez diría: “Te vi cuando estabas desesperado por tanto estrés en tu trabajo” o “Te vi cuando estabas angustiado porque no podías conseguir trabajo – y sentí mucho pesar” o “Te vi angustiada cuando te diste cuenta que tu hijo era drogadicto – y me dolió el corazón” o “Te oí cuando fascinado me alabaste al ver la belleza de aquellas flores – ¡me sentí en las nubes!” “Te vi llorar cuando no podías hacer la tarea de matemáticas – y lloré contigo, ¡mi niño precioso!”… ¡cuantas cosas nos diría Jesús! Bueno, no dudes que Jesús está allí, junto a ti, en todo momento. Recuerda a Natanael, recuerda a Zaqueo, recuerda a la mujer samaritana, y haz una pausa en el ajetreo diario en casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela, en la playa, en el cine, en el hospital… en todas partes, en todo momento, en las buenas y en las malas. Jesús está allí, siempre lo ha estado (junto con el Padre y con el Espíritu Santo, porque son inseparables), y se alegrará si le diriges unas palabras según las circunstancias particulares que estés viviendo: “¡Que ricas quesadillas, muchas gracias, Señor!” o “Señor, ¡no se que voy a hacer!” “Dios, ¡que hermoso caballo!” “¡Que lindos son mis niños! Gracias, Dios mío” “Señor, perdóname, pero ¡mis hijos me tienen harto!” “Padre, si el tráfico no baja voy a llegar tarde, ¡ayúdame por favor!” y así por el estilo. A Dios puedes decirle cualquier cosa (de todos modos El oye todo lo que dices, ¿no?). Así que “acerquémonos osadamente al trono de la gracia” (Hebreos 4:16). Si estás alegre, díselo; si estás triste díselo; si estás enojado, enamorado, deprimido, preocupado, emocionado o arrepentido… ¡díselo! Porque por medio de los relatos que acabas de leer (léelos con calma en tu Biblia y deja que tu mente se impresione con la esencia de estos relatos) Jesús te habla de corazón a corazón y te dice: “Siempre estoy cerca de ti, siempre te estoy viendo, te amo, morí por ti, platícame lo que sientes, yo te escucho, cuenta conmigo…” Para terminar quiero enfatizar que en los relatos mencionados tanto Natanael como Zaqueo y la mujer samaritana, al saber que Jesucristo los conocía perfectamente antes de que ellos lo conocieran personalmente, reaccionaron básicamente de la misma manera: Fueron incitados a la acción, querían que los demás también recibieran de alguna manera ese maravilloso conocimiento. Natanael se convirtió en uno de los discípulos de Jesús. Zaqueo se llenó de gozo al confirmar que el camino del dar que él ya estaba practicando encajaba muy bien en la enseñanza del Mesías que personalmente le aseguraba que la gracia de la salvación también era para él y los de su casa. Y la mujer samaritana corrió a anunciar las buenas noticias, ¡y muchos vinieron a Jesús por el testimonio de ella, y creyeron en El! De la misma manera, si esta verdad ha penetrado tu corazón, entonces tú también podrás ser un medio por el cual el Espíritu Santo ayude a otros a conocer al que nos conoce tan íntimamente. El mundo necesita saber esto, y tú puedes ayudar. ¿Cómo? Yo creo que, a nuestro nivel, necesitamos imitar a Jesús: Necesitamos conocer a las personas que nos rodean, preocuparnos por ellas, demostrarles que les amamos – reflejar a Jesús para ellas. Jesús tenía poder sobrenatural para conocer a las personas por medio de la omnipresencia del Espíritu Santo pero nosotros no, nosotros tenemos que preguntar “¿Cómo estás?” Y que realmente nos interese conocer las circunstancias que atraviesan las personas que nos rodean, preguntarles por su familia, por su trabajo, por su salud, que nuestro corazón sea sensible hacia los demás (“Gozaos con los que se gozan: llorad con los que lloran” – Romanos 12:15). ¿Acaso no haría una gran diferencia en este mundo si más y más personas vivieran de esta manera? Por eso es vital que estemos conscientes de que Jesús nos conoce personalmente para que lo conozcamos nosotros a Él, y para que ayudemos a los demás a conocerlo. Y estará más cerca el día en que “toda la tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9