You are on page 1of 33

La sinceridad de Natanael ...

Juan capítulo 1: 43-51

43 Al día siguiente, Jesús quiso salir para Galilea


y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo, "Sígueme."
44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y
de Pedro.
45 Felipe encontró a Natanael y le dijo,
"Hemos encontrado a aquel de quien Moisés
escribió en la Ley y también en los Profetas: a
Jesús de Nazaret, el hijo de José."
46 Y le dijo Natanael, "¿De Nazaret puede
haber algo de bueno?" Le dijo Felipe, "Ven y
ve."
47 Jesús vio que Natanael venía hacia él y dijo
de él, "¡He aquí un verdadero israelita en quien
no hay engaño!"
48 Le dijo Natanael, "¿De dónde me conoces?"
Respondió Jesús y le dijo, "Antes que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la higuera,
te vi."
49 Le respondió Natanael, "Rabí, ¡tú eres el Hijo
de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel!"
50 Respondió Jesús y le dijo, "¿Crees porque te
dije: “Te vi debajo de la higuera”? ¡Cosas
mayores que estas verás!"
51 Y les dijo, "De cierto, de cierto les digo que
verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios
que suben y descienden sobre el Hijo del
Hombre." (Juan 1:43-51, RVA-2015).
Todos hemos experimentado el prejuicio y la
parcialidad. Son el producto de nuestra cultura,
lo refrenan aprendido y lo vivido. Pero cuando
el prejuicio y el favoritismo no se , son fuerzas
destructivas que dañan el tejido de la sociedad
humana.
Al igual que Natanael, nos preguntamos
“¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” O
nos preguntamos “¿Puede venir algo bueno de
Haití?” O “¿Puede algo bueno salir del África?”
“¿Puede surgir algo bueno de Barrancas?”
Como creyentes en Cristo, se nos llama a seguir
a Jesús.
¿Qué significa seguir a Jesús el Cristo en el
presente contexto donde el prejuicio y la
parcialidad están fuera de control y el racismo
se expresa sin ninguna vergüenza?
1. ABANDONA
Felipe estaba muy entusiasmado de haberse
encontrado con Jesús el Mesías. Cuando se
encuentra con su amigo Natanael, le dice:
“Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo
de José, aquel de quien escribió Moisés en la
ley, y de quien escribieron los profetas”. Lo
primero que le responde Natanael es “¡De
Nazaret! ¿Acaso de allí puede salir algo
bueno?”
Natanael estaba ciego por sus propios
prejuicios y favoritismo. No podría ver ni oír el
entusiasmo de Felipe que quería compartir algo
tan especial con su buen amigo.
¿Puede algo bueno salir de Nazaret, una
pequeña aldea allá afuera? ¿Puede algo bueno
proceder de Haití, África, el Caribe o Centro
América? Para que Natanael pudiese ver a
Jesús el Mesías, tuvo que abandonar sus
propios prejuicios y parcialidad para darle a
Jesús una oportunidad, y así experimentar lo
bueno que puede venir de Nazaret, Harlem,
Haití, África y todos esos lugares
menospreciados.
2. CRUZA HACIA EL OTRO LADO
Natanael sospecha y tiene dudas acerca de este
Jesús que Felipe encuentra tan tremendo.
¿Puede algo bueno venir de Nazaret?
En respuesta al prejuicio y favoritismo de
Natanael, Felipe responde con una invitación:
“Ven a ver”.
Para aceptar esta invitación de Felipe e ir a ver
a este Jesús, Natanael tenía que cruzar las
fronteras imaginarias que sus prejuicios y
parcialidad habían construido.
Una cosa que debemos entender aquí es que
Natanael no es una persona mala. Por cierto, es
una linda persona. El prejuicio y el favoritismo
es parte de ser humanos. Los necesitamos para
sobrevivir. Pero también debemos mantenerlos
bajo control para poder prosperar como
comunidad. Al acercarse a Jesús, éste le dice:
“Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien
no hay falsedad”. En los evangelios, no mucha
gente recibe una recomendación tan positiva
de parte de Jesús. Se trata de una persona fiel.
Pero tiene prejuicios y favoritismos forjados por
su cultura y experiencia. Para ir a ver a Jesús
tiene que dejar sus dudas y sospechas, sus
prejuicios y parcialidad.
Durante su ministerio Jesús se mantuvo
cruzando fronteras; la frontera entre Judea y
Samaria, la frontera entre Judíos y Gentiles, la
frontera entre puros e impuros, entre varón y
hembra, entre la visión de Dios y las ideas
preconcebidas de lo que el mundo es o debería
ser.
Seguir a Cristo es “cruzar” las fronteras, poner
de lado los parámetros aceptados que separan
a la gente unos de otros, que constantemente
juzgan y asignan valor dependiendo de su lugar
social y económico, de dónde vienen, del color
de su piel o su idioma, etc.
3. BÁJATE DEL PEDESTAL
Natanael se sorprende y pregunta: “¿De dónde
me conoces?” Es como si dijera: jamás te
conocí y esta es la primera vez que me
encuentro contigo. Jesús le responde: “Antes
de que Felipe te llamara, cuando aún estabas
bajo la higuera, ya te había visto”. Jesús se
revela a Natanael como alguien que es más
grande que su escepticismo, prejuicios y
parcialidades. Entonces Natanael declara:
“Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey
de Israel!”.
La respuesta de Natanael es más que una
declaración. Es de hecho una confesión de fe.
Puesto que Jesús era de Nazaret, hasta el
momento en Natanael fue y se encontró con
Jesús, menospreciaba a Jesús y se sentía
superior. Habiéndose encontrado y
experimentado a Jesús cara a cara, Natanael
confiesa: “Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú
eres el Rey de Israel!”. Se bajó de su alta
posición de privilegio y superioridad que venía
de saber de dónde venía Jesús para elevar a
Jesús de dicha posición humilde.
Entender significa tener la humildad de
colocarse por debajo de los desafíos y
dificultades de otra persona, para verla no
desde arriba sino frente a frente para poder ver
bien.
4. ESFUERZATE
Vivimos en un mundo muy dividido con muchas
distinciones y líneas a lo largo de las grietas
sociales y económicas, las líneas raciales, las
diferencias culturales, etc. La retórica y las
acciones que menoscaban el valor de los hijos
de Dios están fuera de control.
Cuando escuchamos a Jesús decir “sígueme”,
esta no tan simple invitación nos llama a salir
de nuestra zona de comodidad, de nuestros
prejuicios y favoritismos. Se nos llama a cruzar
las fronteras que nos separan de Dios y de
otros a causa de nuestros prejuicios. Se nos
llama a bajarnos de nuestra posición de
privilegio y orgullo para seguir el consejo de
Pablo en Filipenses: “con humildad consideren
a los demás como superiores a ustedes
mismos”, no importa de dónde vengan.
Además, se nos llama a esforzarnos y trabajar
por un reino de Dios en el que TODOS son
valorados sin importa su raza, color, sexo,
identidad o estado económico y social, etc.
¿Imaginémonos si Natanael hubiera decidido
no salir, cruzar y bajarse?
Habría perdido bendiciones de por vida y por la
eternidad.
¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Ocurre
que el Hijo de Dios y Rey de Israel que salvaría
al mundo vino de Nazaret. Y este Hijo de Dios
murió en la cruz para la salvación de TODA la
gente sin importar de dónde eres.
La Dra. Gail R. O’Day explica que, en el
Evangelio de Juan, el concepto de discipulado
es reconocer quién es Jesús así como Natanael
reconoció que Jesús era el Hijo de Dios.
Cuando reconocemos a Jesús como el Hijo de
Dios, nuestro discipulado también implica que
reconocemos a todos los que vienen de muchos
lugares como Nazaret en el mundo, lugares
como Haití, África y los barrios más pobres
como hijos e hijas de Dios.
¿En qué formas tú sales, cruzas, te bajas y te
esfuerzas para seguir a Jesús?
Menciona una cosa que puedas hacer para
reconocer y valorar a los hijos e hijas de Dios.
La Vocación de Natanael
LLAMADO A VER GRANDES COSAS
"Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos
encontrado a Aquél de quien hablan Moisés y
los profetas; es Jesús, hijo de José de Nazaret".
Natanael le respondió: ¿Puede venir algo
bueno de Nazaret?"- "Ven y verás", le contestó
Felipe. Jesús al ver venir a Natanael , dijo de él:
"Este es un verdadero israelita en quien no hay
doblez".- "¿De cuándo a acá me conoces?", le
preguntó Natanael. Y Jesús le respondió: "Antes
de que Felipe te hablara, cuando estabas bajo
la higuera, Yo te vi".- "Maestro" le respondió
Natanael, "¡Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el
rey de Israel!". Jesús le dijo: "¡Porque te dije
que te vi bajo la higuera crees! Verás cosas
mucho más grandes". (S. Juan I. 45-50).
HACER OIR EL LLAMADO DE CRISTO
"Ven y verás". Las palabras de Felipe son la
repetición de las de Jesús a los dos primeros
discípulos: "Vengan y vean". Felipe, mediador
de la vocación de Natanael, aparece así mas
claramente como portavoz de Jesús, el que
transmite las palabras del Maestro. Llama como
Cristo llama. Jesús subraya el papel de Felipe en
el llamado de Natanael: "Antes que Felipe te
llamara..."
No hay misión mas noble que hacer llegar el
llamamiento en nombre de Cristo. Felipe
interviene en la vocación de Natanael como
Andrés en la de Simón. Contribuye, por su
intervención personal, al florecimiento de una
vocación, asociado al acto soberano del poder y
amor divinos por el que el Maestro llama a un
joven a entregarse totalmente a El.
LA ESTIMA QUE MUESTRA JESUS.
"He aquí a un verdadero israelita". Este elogio
de Natanael manifiesta la actitud bondadosa de
Jesús. Antes Natanael había dicho una palabra
de cierto desprecio hacia El.: "¿Puede venir algo
bueno de Nazaret?", Por respuesta, Cristo
mostró estima y admiración por la franqueza de
este hombre "en quien no hay doblez". La
lealtad ayudará a Natanael a realizar el nuevo
ideal al que es llamado: verdadero israelita,
será verdadero apóstol.
La estima está en la raíz de la vocación. Cuando
Jesús llama a alguien es que lo juzga capaz de
corresponder. Detecta las cualidades que harán
posible una vida generosa en su servicio. Así la
vocación es prueba del aprecio especial del
Maestro: para quien es invitado constituye un
verdadero elogio.
CONOCIMIENTO PERFECTO QUE PRECEDE AL
LLAMAMIENTO.
"¿De cuándo acá me conoces?", pregunta
Natanael, sorprendido de verse definido por el
rasgo dominante de su carácter. Jesús contesta
probándole que este conocimiento es mucho
más completo de lo que se imagina: "Antes de
que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la
higuera , Yo te vi". El Maestro describe el
estado de Natanael antes de ser llamado; sólo
se trata de un detalle: que Natanael haya
estado en ese momento bajo una higuera de su
huerta o en otro lugar importa poco. Pero la
indicación dada por Jesús prueba que nada se
le escapa de la vida y conducta del que quiere
llamar. El Maestro conoce toda la vida de
Natanael.
Este conocimiento perfecto es una garantía
para la vocación. El que es llamado debe estar
seguro de que Cristo lo conoce a fondo y que,
por lo tanto, la vocación tiene todas las
probabilidades de éxito.
Si teme su flaqueza debe admitir que Cristo lo
conoce mucho mejor de lo que él mismo se
conoce. No debe declarar imposible lo que el
Maestro juzga posible; debe fiarse de la mirada
más lúcida de Jesús: "Yo te vi".
EL ACTO DE FE
"Tú eres el Hijo de Dios". Por la mirada
sobrenatural de Jesús, Natanael quedó
convencido: hasta ese momento había dudado
y aún manifestado desconfianza hacia Cristo,
pero ahora le expresa su fe. Este acto de fe era
necesario para que pudiese seguir con amor al
Maestro.
Para corresponder a la vocación, hace falta
tener fe viva en Cristo tenerlo presente como
Hijo de Dios. La vocación exige una entrega
absoluta que sólo Dios puede reclamar, Sólo
corresponde quien cree en Dios que lo llama.
Información sobre Natanael
PROMESA DE VER GRANDES COSAS.
"Verás cosas mucho mas grandes". Natanael
estará asociado a la vida pública del Salvador,
llena de numerosos milagros y de la revelación
del Dios Amor. Participará en la grandiosa
odisea de la Redención de la Humanidad, cuya
cúspide será la Resurrección del Salvador.
Toda vocación tiene la promesa de ver cosas
grandes. Los que aceptan entregar su vida a
Cristo se convierten en testigos privilegiados de
las maravillas de la gracia en los corazones, del
triunfo del amor divino sobre el mal del mundo.
Natanael era un hombre que valoraba la
honestidad, un hombre íntegro y sincero. Era
un hombre que creía en Dios, que creía en las
profecías acerca de la venida del Mesías, el
Salvador de Israel. Él no había perdido la
esperanza como muchos judíos oprimidos bajo
el Imperio Romano. Y solía meditar en la Ley,
en los Profetas, y en los Salmos.
Cierto día se fue a meditar y a orar lejos del
bullicio, y se refugió del calor del sol bajo la
sombra de una higuera, y meditaba en las
maravillosas profecías que anunciaban la
liberación de Israel con la venida de su glorioso
Rey y Salvador, el Hijo de Dios. “¿Cuándo será
esto, Adonai? ¿Tendré el privilegio de ver a
nuestro Mesías? Mira que tu pueblo sufre bajo
este imperio extranjero, aunque muchos se han
acostumbrado… pero yo se que tú tienes algo
mejor para tu pueblo… ¡cuanto anhelo ver la
salvación de Israel! ¡Cuanto anhelo ver renacer
la esperanza de mi nación!…” Sus pensamientos
fueron interrumpidos por una voz que le
llamaba a lo lejos: “¡Natanael!, ¡Natanael!” Era
su buen amigo Felipe…
Juan 1: 45-50 (combinando Reina Valera y Dios
Habla Hoy en todo el artículo): “Felipe halló a
Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de
quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a
Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Y le dijo
Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo de
bueno? Le dijo Felipe: Ven y compruébalo.
“Jesús vio venir a Natanael, y dijo de él: Aquí
viene un verdadero Israelita, en el cual no hay
engaño. Natanael le dijo: ¿Cómo es que me
conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que
Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera te vi. Respondió Natanael, y le dijo:
Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de
Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te
dije, te vi debajo de la higuera, crees? cosas
mayores que éstas verás.”
Yo creo que este relato fue inspirado por Dios
para tocar nuestro corazón mostrándonos de
una manera hermosa que Jesucristo (y, por
consecuencia, el Padre y el Espíritu Santo) nos
conoce íntimamente, que siempre está muy
cerca de nosotros. Sí, lo hemos oído muchas
veces, que Dios es omnipresente y todo eso…
pero el creyente suele pasar por angustias y
temores innecesarios antes de llegar a sentir de
corazón que Cristo está cerca, pero muy, muy
cerca.
En lo personal el relato acerca del primer
encuentro entre Natanael y Jesús me emociona
profundamente. Me imagino la sonrisa de Jesús
anticipando la sorpresa de Natanael al decir:
“Aquí viene un verdadero israelita, en quien no
hay engaño”. Me imagino la cara de asombro
de Natanael, tal vez con una leve sonrisa al
responder: “¿Cómo es que me conoces?” Me
imagino a Jesús, ahora con una sonrisa traviesa
(como cuando le decimos a algún amigo:
“¡Adivina que!”), saboreando anticipadamente
el sorprender aún más a Natanel: “Te vi antes
que Felipe te llamara, cuando estabas debajo
de la higuera”. Y me imagino a Natanael con la
boca y los ojos muy abiertos, y luego con el
rostro radiante por una mezcla de alegría y
asombro: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú
eres el Rey de Israel!”
Veamos otros dos ejemplos que nos muestran
que Jesús nos conoce de una manera personal
e intima.
Zaqueo
Zaqueo era un cobrador de impuestos. Era
judío pero trabajaba para el gobierno de Roma
en Jericó. Como representante oficial del
gobierno romano cobraba impuestos a los
judíos, lo cual era considerado despreciable por
los judíos en general. Pero Zaqueo
probablemente consideraba que él
simplemente se adaptó a la realidad, él
necesitaba un trabajo, el gobierno romano
tenía esa vacante y él la tomó. Comoquiera que
haya sido, Zaqueo era un hombre honrado, y
era diligente en su trabajo, por eso había
llegado a ser líder entre los cobradores de
impuestos de Jericó (“el principal de los
publicanos”). El relato está en Lucas 19:1-10.
Como todos los judíos de la región, Zaqueo oyó
hablar de un tal Jesús, que afirmaba ser el
Mesías, el Cristo. Oyó de sus milagros y de su
predicación, y quería saber más de él. Cuando
Jesús vino a Jericó, Zaqueo quería verlo y oírlo
personalmente pero por su baja estatura y por
tanta gente que se amontonaba alrededor de
Jesús no lograba acercarse lo suficiente.
Otra vez mi mente vuela al pasado y me
imagino la escena: Zaqueo, buscando por uno y
otro lado, no puede penetrar la multitud (pero
Jesús ya lo está viendo – tal como había visto a
Natanael – y sonríe anticipando la sorpresa que
le va a dar). Entonces Zaqueo corre más
adelante y se trepa a un árbol. Cosa curiosa: Un
oficial del gobierno, líder entre los
recaudadores de impuestos, un hombre rico,
trepado en un árbol, mirando desde arriba con
gran interés a aquel predicador que tanto
revuelo había causado. Jesús y la multitud
avanzaban aproximándose al árbol… de pronto
la mirada de Jesús se dirige hacia arriba y se fija
en los ojos de Zaqueo.
Antes de conocer a Jesús, Zaqueo había llegado
a sentir admiración por aquel maestro que
predicaba buenas noticias. Siendo publicano,
menospreciado por muchos, no podía esperar
que aquel gran maestro le dirigiera la palabra.
Pero allí estaba Jesús, mirándolo a los ojos con
una cordial sonrisa, y luego ¡le llama por su
nombre, y le pide hospedaje! Ese día no hubo
hombre mas feliz que Zaqueo en toda Jericó.
“Entonces él descendió aprisa, y le recibió
gozoso. Y viendo esto, todos murmuraban,
diciendo que había entrado a posar con un
hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en
pie, dijo al Señor: Mira, Señor, la mitad de mis
bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, le devuelvo cuatro veces
más. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación
a esta casa; por cuanto él también es hijo de
Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Veamos ahora un relato muy conocido el cual
he condensado para abreviar.
La mujer samaritana
Juan 4:3-42
“Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se
llamaba Sicar… Y estaba allí el pozo de Jacob.
Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó, así
junto al pozo. Era como la hora sexta.”
Una vez más me imagino a Jesús que desde que
venía por el camino ya había visto a la mujer
samaritana que “casualmente” se lo iba a
encontrar. Y ahora sentado junto a aquel pozo,
cansado y sediento, sonríe anticipando la
sorpresa que está a punto de darle a aquella
mujer. (¿Se ha puesto usted a pensar que a
Dios le encanta sorprendernos?).
“Vino una mujer de Samaria a sacar agua… y
Jesús le dice: Dame de beber. (Porque sus
discípulos habían ido a la ciudad a comprar de
comer.) Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo
tú, siendo Judío, me pides a mí de beber, que
soy mujer samaritana? porque los judíos no se
tratan con los samaritanos. Respondió Jesús y
le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es
el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él,
y él te daría agua viva… La mujer le dice: Señor,
dame esta agua, para que no tenga sed, ni
venga acá a sacarla. Jesús le dice: Ve, llama a tu
marido, y ven acá. Respondió la mujer, y dijo:
No tengo marido. Le dice Jesús: Bien has dicho,
No tengo marido; porque cinco maridos has
tenido: y el que ahora tienes no es tu marido;
esto has dicho con verdad.
“Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres
profeta. Nuestros padres adoraron en este
monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el
lugar donde es necesario adorar. Le dice Jesús:
…la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad… Dios es Espíritu; y los que
le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren. Le dice la mujer: Sé que el Mesías
ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él
venga nos declarará todas las cosas. Le dice
Jesús: Yo soy, que hablo contigo… Entonces la
mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a
aquellos hombres: Venid, ved un hombre que
me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es
éste el Cristo?
“Entonces salieron de la ciudad, y comenzaron
a venir á él.
“Jesús les dijo [a sus discípulos]… Alzad
vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya
están blancos para la siega.
“Y muchos de los Samaritanos de aquella
ciudad creyeron en él por la palabra de la
mujer, que daba testimonio, diciendo: Que me
dijo todo lo que he hecho.
“Viniendo pues los Samaritanos á él, le rogaron
que se quedase allí: y se quedó allí dos días. Y
creyeron muchos más por la palabra de él. Y
decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho;
porque nosotros mismos hemos oído, y
sabemos que verdaderamente éste es el
Salvador del mundo, el Cristo.”
Tres personas completamente distintas, pero a
las tres sorprendió Jesús demostrándoles que
les conocía de una manera que revelaba la
poderosa e íntima presencia de Dios en nuestra
vida diaria.
¿Que le diría Jesús a usted? ¿Que me diría a
mí? ¿Que le diría a cada uno de nosotros en lo
personal si nos lo encontráramos?
Tal vez diría: “Te vi cuando estabas
desesperado por tanto estrés en tu trabajo” o
“Te vi cuando estabas angustiado porque no
podías conseguir trabajo – y sentí mucho
pesar” o “Te vi angustiada cuando te diste
cuenta que tu hijo era drogadicto – y me dolió
el corazón” o “Te oí cuando fascinado me
alabaste al ver la belleza de aquellas flores –
¡me sentí en las nubes!” “Te vi llorar cuando no
podías hacer la tarea de matemáticas – y lloré
contigo, ¡mi niño precioso!”… ¡cuantas cosas
nos diría Jesús!
Bueno, no dudes que Jesús está allí, junto a ti,
en todo momento. Recuerda a Natanael,
recuerda a Zaqueo, recuerda a la mujer
samaritana, y haz una pausa en el ajetreo diario
en casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela,
en la playa, en el cine, en el hospital… en todas
partes, en todo momento, en las buenas y en
las malas. Jesús está allí, siempre lo ha estado
(junto con el Padre y con el Espíritu Santo,
porque son inseparables), y se alegrará si le
diriges unas palabras según las circunstancias
particulares que estés viviendo: “¡Que ricas
quesadillas, muchas gracias, Señor!” o “Señor,
¡no se que voy a hacer!” “Dios, ¡que hermoso
caballo!” “¡Que lindos son mis niños! Gracias,
Dios mío” “Señor, perdóname, pero ¡mis hijos
me tienen harto!” “Padre, si el tráfico no baja
voy a llegar tarde, ¡ayúdame por favor!” y así
por el estilo. A Dios puedes decirle cualquier
cosa (de todos modos El oye todo lo que dices,
¿no?).
Así que “acerquémonos osadamente al trono
de la gracia” (Hebreos 4:16). Si estás alegre,
díselo; si estás triste díselo; si estás enojado,
enamorado, deprimido, preocupado,
emocionado o arrepentido… ¡díselo! Porque
por medio de los relatos que acabas de leer
(léelos con calma en tu Biblia y deja que tu
mente se impresione con la esencia de estos
relatos) Jesús te habla de corazón a corazón y
te dice: “Siempre estoy cerca de ti, siempre te
estoy viendo, te amo, morí por ti, platícame lo
que sientes, yo te escucho, cuenta conmigo…”
Para terminar quiero enfatizar que en los
relatos mencionados tanto Natanael como
Zaqueo y la mujer samaritana, al saber que
Jesucristo los conocía perfectamente antes de
que ellos lo conocieran personalmente,
reaccionaron básicamente de la misma manera:
Fueron incitados a la acción, querían que los
demás también recibieran de alguna manera
ese maravilloso conocimiento. Natanael se
convirtió en uno de los discípulos de Jesús.
Zaqueo se llenó de gozo al confirmar que el
camino del dar que él ya estaba practicando
encajaba muy bien en la enseñanza del Mesías
que personalmente le aseguraba que la gracia
de la salvación también era para él y los de su
casa. Y la mujer samaritana corrió a anunciar
las buenas noticias, ¡y muchos vinieron a Jesús
por el testimonio de ella, y creyeron en El!
De la misma manera, si esta verdad ha
penetrado tu corazón, entonces tú también
podrás ser un medio por el cual el Espíritu
Santo ayude a otros a conocer al que nos
conoce tan íntimamente. El mundo necesita
saber esto, y tú puedes ayudar.
¿Cómo? Yo creo que, a nuestro nivel,
necesitamos imitar a Jesús: Necesitamos
conocer a las personas que nos rodean,
preocuparnos por ellas, demostrarles que les
amamos – reflejar a Jesús para ellas. Jesús tenía
poder sobrenatural para conocer a las personas
por medio de la omnipresencia del Espíritu
Santo pero nosotros no, nosotros tenemos que
preguntar “¿Cómo estás?” Y que realmente nos
interese conocer las circunstancias que
atraviesan las personas que nos rodean,
preguntarles por su familia, por su trabajo, por
su salud, que nuestro corazón sea sensible
hacia los demás (“Gozaos con los que se gozan:
llorad con los que lloran” – Romanos 12:15).
¿Acaso no haría una gran diferencia en este
mundo si más y más personas vivieran de esta
manera? Por eso es vital que estemos
conscientes de que Jesús nos conoce
personalmente para que lo conozcamos
nosotros a Él, y para que ayudemos a los demás
a conocerlo. Y estará más cerca el día en que
“toda la tierra será llena del conocimiento del
Señor como las aguas cubren el mar” (Isaías
11:9

You might also like