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Iv LOS HIJOS DE LA MALINCHE \aendadelmexiaonser nsndale. Noes recloproveca el ajeno. Si nuestra cortesia atrae, nuestra reserva hiela. Y las ‘ro. El contenido concreto de esas representaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros ‘una imagen ambigua, cuando no contradictoria: no somos gen- te segura y nuestras respuestas como nuestros silencios son im- previsibles, inesperados. Traicin y lealtad, crimen y amor, s¢ agazapan en el fondo de nuestra mirada. Atraemos y repe- Jemos. ‘No es dificil comprender los ocigenes de esta actitud, Para ‘eciedad aparece-comovextrafio-e:impenetrable. Los campesi- os, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir y el hablar, par- ‘cos, amantes de expresarse en formas y férmulas tradicionales, sjercen siempre una fascinacién sobre el hombre urbano. EB 4 Hl i i E vig) cexcondida entre es de Ia tierra. Lajimiujer, otro de los seres que viven aparte, también es 2 60 HL Laneaneo De 14 sOLEDAD figurayenigmética. Mejor dicho, esjeliEnigma, A semejanza del hombre de raza o nacionalidad extrafia, incitalyurepele, Es la imagen de la fecundidad, pero asimismo de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de la creacién son también deidades de destruccin. Citra viviente de la extrafieza del uni- verso y de su radical heterogeneidad, la mujer gesconde la muer- te o la vida?, cen qué piensa?, Zpiensa acaso?, gsiente de vveras?, Z¢s igual a nosotros? Elisadism@TRENinicialeoROINEA- ‘ganza ante el hermetismo femenino 0 como tentativa desespe- ‘ada para obtener una respuesta de un_ cuerpo: que tememos inwensiblem™Porque, como dice Luis Cernuda, ‘elideseovesiuma ‘preguntarcuyaprespuestarmovexiste A pesar de su desnudez, —redonda, plena— en las formas de la mujer siempre hay algo que desvelar: Eva y Cipris concentran el misterio del corazén del mundo. Para Rubén Dario, como para todos los grandes poetas, la ‘mujer no es solamente un instrumento de conocimiento, sino eonacimientormisme. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: ebmistetio supremo. Es notable que nuestras representaciones de la clase obrera no estén tefidas de sentimientos parecidos, a pesar de que tam- bign vive alcjada del centro de la sociedad —inclusive fisica- ‘mente, recluida en barrios y ciudades especiales—. Cuandamun novelista contempordneo introduce un personaje que simboliza Ja salud o la destruccién, la fertilidad 0 la muerte, no escoge, ‘como podria esperarse, a un obrero —que encierra en su figura larmuerte de la vieja sociedad y el nacimiento de otra. D. H. Lawrence, que es uno de los criticos més violentos y pro- fundos del mundo moderno, describereneasitodasisus)obras las virtudes que harian del hombre fragmentario de nuestros dias un hombre de verdad, duefio de una visiGn total del mun- 40, Para encarnar esas virtudes crea personajesidelraza¥anti- oe Myon BE LA MALINCHTE 6 guanyyyno-curopeas, O inventa la figura de Mellors, un guar- dabosque, unshijo detlaitierrs. Es posible que la infancia de Lawrence, transcurrida entre las minas de carbén inglesas, ex- plique esta deliberada ausencia. Es sabido que detestaba a los ‘breros tanto como a los burgueses. Pero gcémo explicar que ‘en todas las grandes novelas revolucionarias tampoco aparez- ‘ean los proletarios como héroes, sino como fondo? Bnitedas cllas el héroe ¢s siempre el aventurero, el intelectual o el revo- Jucionario profesional. El hombre aparte, que ha renunciado amu clase, a au origen o a su patria. Herencia del romanticis- ‘mo, sin duda, que hace del héroe un ser antisocial. Ademés, el ‘obrero es demasiado reciente. Y se parece a sus sefiores: todos son hijos de ta méquina. El obtero moderno carece de individualidad. La clase es ‘més fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo ge- ‘nérico. Porque ésa es la primera y mds grave mutilacién que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial. Bliea- pitalismo lo despoja de su naturaleza humana —lo que no ‘currié con el siervo— puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transforméndolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancia, en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde, briscamente y por razén ‘misma de su estado social, toda relacién humana y concreta con el mundo: ni son suyos los ditiles que emplea, ni es suyo lifrutordersuresfuerzo. Ni siquiera lo ve. Enlrealidad:no'es tun obrero, puesto que no hace obras o no tiene conciencia de lasiquertaee) perdido en un aspecto de la produccién. Bsn ttabajador, nombre abstracto, que fiojdesigialumalearealdeter- sminadaysinONURAMFUNEION. Asi, no lo distingue de los otros hombres su obra, como acontece con el médico, el ingeniero el carpintero, La abstracci6n que lo calfica —el trabajo me- dido en tiempo— no lo separa, sino lo liga a otras abstraccio- ries, De ahi su ausencia de misterio, de problematicidad, su ttansparencia, que no es diversa a la de cualquier instrumento. ‘La complejidad de la sociedad contemporénea y la especia- Tizacién que requiere el trabajo extienden la condicién abstrac- a 1 LasaainTo DE LA s0LADAD ta del obrero a otros grupos sociales. Vivimosrenmunmmundo de tecnicos, se dice. A pesar de las diferencias de salarios y de nivel de vida, 1a situacién de estos técnicos no difiere csencial- mente deilatdellosiobreros: también son asalariados y tampoco tienen conciencia de 1a obra que realizan. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporénea, seria asf el go- bierno de los instrumentos. Labfuncién’sustituiriavalsfin; el medio, al creador. La sociedad marcharia con eficacia, pero sincrumbo..Y la repeticién del mismo gesto, distintiva de la squina,levaria a una forma desconocida de la inmovilidad: la del mecanismo que avanza de ninguna parte hacia ningin ado. Los regimenes totalitarios no han hecho sino extender y ‘generalizar, por medio de la fuerza o de la propaganda, exta ‘ondiciéns) Todos los hombres sometidos a su imperio Ja pa- decen. En cierto sentido se trata de una transposici6n a la es fera social y politica de los sistemas econdmicos del capitais- mo. La produccién en masa se logra a través de la confeccién, de piezas sueltas que luego se unen en talleres especiales. La propaganda y la accién politica totaitaria —asi como el te- sor y la reptesién— obedecen al mismo sistema. La propa- ganda difunde verdades incompletas, en serie y por piczas suel- tas. Mis tarde esos fragments se organizan y se convierten cn teorias politicas, verdades absolutas para las masas. El te- stor obedece al mismo principio. alu pereeuciSRcomsieha contra grupos aislados —razas, clases, disidentes, sospechosos=, ‘nastajquergradualmentevaleanzavattodos. Al iniciarsc, una par- te del pueblo contempla con indiferencia el exterminio de otros {grupos sociales o contribuye a su persecucién, pues se exaspe- an los odios internofillRogORIselviel WEA TCSmnp lice Vrel ise timiento de culpa se extiende a toda la sociedad. El terror se generaliza: ya no hay sino persecutores y perseguidos. ENP secutor, por otra parte, se transforma muy fécilmente en perse- guido, Basta una vuelta de la miquina politica. Y nadie es capa a esta dialéctica feroz, ni los dirigentes. El mundo del terror, como el de la produccién en serie, es 1s Miyoe DE La MALINCHE 63 ‘inimundoide'cosaiyide\Grles. (De abi la vanidad de Ia dispu- ta sobre la validez histérica del terror moderno.) Yalosndtiles ‘nunca son, misteriosos 0 enigméticos, pues el misterio provie- ne de la indeterminacién del ser o del objeto que lo contiene. Un anillo misterioso se desprende inmediatamente del género anillo; adquiere vida propia, deja de ser un objeto. En su forma yace, excondida, presta a salar, la sorpresa. Elimisterio ¢s una fuerza 0 una virtud oculta, que no nos obedece y que ‘no sabemot a qué hora y cémo va a manifestarse. Pero los ‘tiles no exconden nada, no nos preguntan nada y nada nos esponden. Son inequivocos y transparentes. Meras prolongs- ‘Giones de nuestras manofho poseen més vida que la que nuee tra voluntad les otorga. Nos sirven; luego, gastados, vicjos, los arrojamos sin pesar al cesto de la basura, al cementerio de au toméviles, al campo de concentracién, © los cambiamos a ‘nuestros aliados o enemigos por otros objets. ‘Todas nuestras facultades, y también todos nuestros defec- fos, s€ oponen a esta concepcién’ del trabajo como exfuerzo imperona,repeido en igual y vais porcions de tiempo: la lentitud y cuidado en Ta tarea, el amor por la obra y por ‘ada uno de los detalles que 1a componen, el buen gusto, in- ‘ato yay a fuerza de ser herencia milenaria. Si na fabricamos, productos en serie, sobresalimos en el arte dificil, exquitito inGtil de vestir pulgas. Lo que no quiere decir que el mexi- ‘ano sea incapaz de convertirse en lo que se lama un buen, obrero, Todo ex cuestién de tiempo. WindeaVIEXeeGTBTEAM- bio histérico cada vez mis remoto e impensable, impediré que cl mexicano deje de ser un problema, un ser enigmitico, y se ‘convierta en una abstraccién ms. ‘Mientras llega ese momento, que resolvers —aniquiléndo- Jas— todas nucstras contradicciones, debo sefialar que lo extra- ‘ordinario de nuestra situaci6n reside en que no solamente s0- ‘mos enigméticos ante los extraios, sino ante nosotros mismos. ‘Un mexicano es un problema siempre, para otro mexicano y ‘paraisfimismo. Ahora bien, nada més simple que reducir todo el complejo grupo de actitudes que nos caracteriza —y 6 BL LANMAINTO DE LA soLADAD cen especial la que consiste en ser un problema para nototros mismo:— a lo que se amar “imioralideysiervo", por ‘oporicién no solamente a la “tHOFal/delsefir”, sino a la moral moderna, proletaria 0 burguesa ‘leoboNSTIAIESUERTENEsclaves, sicrvos y razas sometidas se pre sentan siempre recubiertos por una mascara, sonriente 0 adus- ta, Y Ginicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven ‘a manifestarse tal como son, ‘nenadas por el miedo y el recelo. Miedo al seiior, recelo ante ‘agiigualesm§Gada uno observa al otro, porque cada compa- fiero puede ser también un traidor. Para salir de si mismo al siervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su con- icin. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad + atreve a ser. La indudable analogia que se observa entre ciertas de nues- tras actitudes y las de los grupos sometidos al poder de un ‘amo, una casta 0 un Estado extrafio, podria resolverse en esta afirmacién: el cardcter de los mexicanos es un producto de las circunstancias sociales imperantes en nuestro pafs; la historia de México, que es la historia de esas circunstancias, contiene la respuesta a todas las . La situacién del pueblo durante el periodo colonial seria asi la rafz de nuestra actitud cerrada ¢ inestable. Nuestra historia como naci6n indepen-

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