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LA EXISTENCIA DE IDEAS ÉTICAS EN TODA PERSONA SIN

EXCEPCIÓN Y UTILIDAD DE LAS MISMAS


(Edwin de J. Horta Vásquez y Víctor Rodríguez Gallón)

La ética es un conocimiento que el hombre puede adquirir con el fin de vivir conforme a él; que
no es algo imposible sino todo lo contrario, que está al alcance del hombre y que produce en
éste una elevación de su vida, que es lo que hemos llamado como el “vivir bien”. También hemos
dicho que la persona humana está hecha y como diseñada para ir alcanzado cada vez una mayor
elevación o plenitud de sí misma, a medida que va poseyendo bienes mayores; en la misma
medida en que los bienes que vayamos poseyendo estén más ajustados a nuestra
estructura personal, en esa misma medida vamos experimentando una satisfacción o goce
mayor, una mayor plenitud en nuestra persona, que en palabras comunes y corrientes es lo que
recibe el nombre de felicidad.
Podemos concluir que no es ajena a la persona la natural aspiración a la felicidad, ni imposible
conseguirla, una felicidad fundada en su ser personal que es estable y no tanto en su querer
subjetivo, que es variable.
Cuando decimos que su conducta está fundada en su ser personal, lo que estamos diciendo
realmente es que cada una de sus acciones coincide con la realidad de su existencia, siendo la
realidad y no la voluntariedad la que indica lo que se debe y no se debe hacer.
Ahora bien las acciones que coinciden con la realidad personal, volvemos a repetir, no las que
están inspiradas por el capricho o por un querer puramente individual, sino aquellas que se
asientan sobre la naturaleza de la persona, son acciones que se conocen como buenas (porque
hacen bien a la persona), virtuosas (porque elevan a la persona), debidas ( porque están exigidas
por la naturaleza de la persona), loables, laudables, encomiables, etc.; son todas ellas acciones
morales que sólo son posibles en cuanto que haya un ser también moral que las ejecute y una
naturaleza que las facilite. En efecto, a ninguna persona humana le repugna que no le roben,
que le respeten sus ideas y sus bienes, etc.; esa es la felicidad que proporciona la naturaleza; lo
que es ya la acción concreta depende de la deliberación y libertad humanas; con lo cual
queremos expresar que el hombre puede o no, que está al arbitrio humano, que depende de
cada hombre, ser honrado o no, delicado o no, honesto o no, cumplido con sus obligaciones o
no, etc.; pero en cambio lo que por ninguna circunstancia está al arbitrio humano es la existencia,
en su naturaleza, de algo que lo hace tender a apreciar lo que son las buenas acciones. Por eso
decimos que las ideas éticas, están en toda persona sin excepción.
La segunda parte de este punto corresponde a aclarar si una vida que se ajusta a las exigencias
morales es o no una vida útil; para ello conviene distinguir entre “lo meramente útil”, “lo
beneficioso o benéfico” y “lo bueno”.
Estos tres términos tienen como denominador común un provecho que recibe el ser como efecto
de una conducta; sin embargo, la diferencia entre ellos radica en la cantidad y en la calidad del
provecho recibido.

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Lo “meramente útil”, limita el provecho a un sector de la persona; por ejemplo, cuando alguien
se gana una lotería recibe un provecho que se limita al aspecto económico.
No sucede exactamente lo mismo en el campo del “beneficio”, ya que en éste la naturaleza del
provecho permite que se amplíe a otras esferas más íntimas del ser humano; es lo que sucede
con una persona que asiste a una clase y aprende un determinado arte o ciencia; aquí se duplica
cuantitativa y cualitativamente la utilidad.
Cuando hablamos del “bien”, sucede algo de mayor trascendencia y es que como efecto de él,
se produce una elevación total de la persona que la podríamos traducir como transformación
buena de ella; por supuesto que esto implica o presupone que la persona realice una actividad
seria y ponderada. Es lo que sucede cuando la lección recibida no se limita a dar cuenta de ella
sino a incorporarla a la propia existencia; como, por ejemplo, quien después de haber estudiado
el tema de la justicia orienta su vida según las indicaciones aprendidas, proponiéndose realizar
la justicia en todas sus acciones. La utilidad en este tercer caso sobrepasa cualquier aspecto
parcial de la persona, sin excluir ninguno de ellos; es decir, el hombre justo está en condiciones
más favorables y permanente de conseguir bienes de fortuna que el que sin serlo y solo por azar
los consigue.
Veamos más detenidamente este último punto, ayudados por el sentido común. Una persona
que ha estudiado el oficio de relojero abre un pequeño local al público; llega su primer cliente y
le pide que le revise el reloj; como quiera que el relojero ya ha estudiado y conoce ese tipo de
relojes, se da cuenta que el desperfecto no es nada serio; sin embargo, dice a su cliente que se
trata de un trabajo delicado y costoso. A este hombre le ha faltado honradez, y como si esto
fuera poco se excede en el costo de la reparación y además atrasa el día de la entrega. Fijémonos
que este relojero conoce su arte, ese conocimiento le ha servido para fabricar un engaño más
elaborado y creíble; esta es una falta más.
Con el tiempo el dueño del reloj se entera que el desperfecto no era tan grave; que por lo tanto
el costo fue excesivo y el tiempo que el relojero empleó en repararlo sobrepasó todo límite. Así
las cosas y siendo nosotros los dueños del reloj, no solamente no volveremos a ocupar los
servicios de este relojero, sino que tampoco se lo recomendaremos a nadie, cuando no es que
tendremos que mordernos la lengua para impedirnos publicar a los cuatro vientos la indecencia,
la injusticia, la falta de honradez, de aquel hombre.
Ya el lector se habrá dado cuenta que no es ningún negocio, ni siquiera económicamente
hablando, proceder faltando a la ética, pues aquel relojero tendrá menos clientes, con riesgo de
perderlos todos y de perderse a sí mismo lo que no habría sucedido si la conducta hubiese sido
moralmente recta. En ese caso, cada cliente se habría convertido en un poderoso medio para
ampliar la clientela y lo ingresos.
De todo lo anterior se deduce que la mayor utilidad es el “bien”.
El lector se habrá percatado de que no se trata de esperar una rendición económica de la práctica
de las virtudes, sino de que quien vive las virtudes, está necesariamente en mejores condiciones
para conservar y aún para aumentar, inclusive, su patrimonio, que el que es deshonesto o en

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algún otro sentido vicioso, dadas por supuestas todas las condiciones que deben concurrir y que
la persona debe procurar para alcanzar el bienestar

Cuestionario:
1. Elabore un mapa conceptual con las ideas principales del artículo
2. ¿En qué se diferencia la ética de la moral?
3. Explique las siguientes proposiciones:
a. La felicidad debe fundarse en el ser personal y no tanto en el querer personal.
b. Hay una condición para la felicidad que es la aspiración más noble y natural al hombre.
4. Diga si son falsas o verdaderas la siguientes frases y argumente:
a. Es la voluntad y no la razón la que indica lo que se debe y lo que no se debe hacer.
b. Cuando hablamos de “bien” sucede algo de mayor trascendencia y es que como efecto de
él se produce una elevación total de la persona que podríamos traducir como una mayor
perfección.

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