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Enrique G. Encinosa
XI
EL HOMBRE DE MAISINICU
Incapaces de poder derrotar a las guerrillas utilizando solamente unidades militares, los
comunistas intentaron infiltrarse en las guerrillas. El más connotado y conocido de estos
infiltrados fue Alberto Delgado Delgado, al cual se le caracterizó como un héroe en una
película propagandista producida en 1973 en Cuba, llamada FI Hombre de Maisinicú.
Alberto Delgado fue soldado del Ejército Rebelde y sargento de milicias en la zona de
Morón. Licenciado por aparentes problemas nerviosos, fue reclutado por el Ministerio del
Interior con la específica misión de infiltrarse en las filas de los alzados. Delgado, un
individuo de bigote fino, baja estatura y personalidad cínica, se mudó para Las Villas,
para administrar la finca Maisinicú. Desde el momento en que comenzó su trabajo,
ofreció empleo en la finca a varios colaboradores de los alzados, ganandose así su
simpatía. Poco tiempo después. Delgado se covertiría en un aparente colaborador de las
guerrillas proporcionándoles medicinas, botas y comida Así fue ganándose la amistad y
confianza de algunos de los hombres claves en la línea de suministros, llegando a
proponerles la fuga de Cuba de algunos alzados, asegurándoles que él tenía a su
disposición los contactos para llevar a cabo la salida clandestina de estos hombres.
Para principios de 1964, la situación de los grupos guerrilleros era desoladora. Centenares
de alzados habían muerto en combate y o habían sido encarcelados y condenados a penas
de hasta treinta años, las lineas de suministros estaban casi destruídas. Debido al
racionamiento impuesto por el régimen, los bienes de consumo para avituallar a las
guerrillas se hacían imposibles de obtener. Sin balas y sin comida, los pocos guerrilleros
que lograron sobrevivir, se encontraban en una situación desesperada.
Una oportunidad para escapar al exilio, por riesgosa que fuera, era una baraja que bien
merecía la pena jugarse, y fue también la oportunidad de Alberto Delgado y Delgado para
entrar de lleno en su misión por encargo del Ministerio de Interior. El primer grupo que
intentó salir de Cuba por la vía establecida por Delgado fue la guerrilla de Maro Borges.
Maro, con su pecho marcado por la horrenda cicatriz, llevaba cuatro años alzado en los
montes de Las Villas. Delgado le había dicho que si podían llegar hasta Morón, un
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contacto los llevaría hasta un cayo cerca de Camagüey, desde donde los alzados serían
recogidos por una lancha norteamericana. Maro, el propio Delgado y quince guerrilleros
mas, comenzaron la larga caminata, moviéndose de noche para no ser detectados.
Acosta nos dijo: «Cerca de Jatibonico nos encontramos con un muchacho, y lo tomamos
prisionero. Delgado quería matarlo, para así implicarnos a todos en un asesinato.
Nosotros estábamos opuestos pues el muchacho aparentaba estar de nuestra parte.
Delgado le empezó a dar cranque a Raúl Morel, el segundo de Maro, para que matara al
muchacho. Raúl y su familia habían sufrido mucho, y no había que darle mucha cuerda.
Delgado se dió cuenta de este detalle y le insistió a Raúl para que hiciéramos algo con el
muchacho. Yo, dirigiéndome a Delgado, le dije: -'Mire, si aquí tenemos que matar a uno o
a cien hombres, lo hacemos y se acabó. Pero esto, no es un asunto de usted. No se meta'.
Pero Delgado me ignoró, y siguió jodiendo con el asunto. Yo rastrillé el Garand y le
apuntándole al pecho, le dije: -'Si lo que tú quieres es ver a un muerto, entonces ponte
espejuelos, que el muerto vas a ser tú.- Entonces se calmó y al muchacho lo dejamos que
se fuera.»
Al llegar a las cercanías de Morón, Alberto Delgado fue al pueblo a coordinar contactos.
Aunque en la película mencionan al Teniente Candelario Rubiel como el alzado que lo
acompañó al pueblo, el guerrillero fue realmente Amador Acosta, vestido de civil y
armado de una pistola. En la ciudad de Morón, ambos hombres se entrevistaron con
Sánchez, el misterioso contacto clandestino de Delgado, quien era en realidad un agente
de Seguridad del Estado. Sánchez les prometió un camión para trasladar a los alzados de
Morón a Punta Alegre, desde donde serian transportados en el bote de un pescador, a un
islote .
El cuatro de febrero de 1964, la guerrilla de Maro Borges fue recogida en un cayo por un
barco pintado de blanco, con tripulantes rubios_ que hablaban inglés. Confiados en que
estaban a salvo, los guerrilleros comieron emparedados y tomaron las cervezas que estos
aparentes tripulantes norteamericanos les ofrecían. Inocentemente, entregaron las armas y
se les dijo que bajaran al pañol del barco para recibir un exámen médico. Uno a uno,
estos hombres fueron atacados por los agentes de Seguridad del Estado, que se
encontraban allí escondidos. El viaje que esperaban concluyera en Miami, sólo los llevó a
una celda en Villa Marista donde se encuentran las oficinas de Seguridad del Estado en la
Habana.
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infiltrado sabía que la Seguridad del Estado podía interferir las transmisiónes de Conte
Agüero y sobreponer otras transmisiónes con la clave adecuada. Lo que Delgado no
sabía, era que uno de los guerrilleros de Carretero había establecido una segunda clave
privada entre él y un familiar en Trinidad. La segunda clave, una llamada de teléfono
desde Miami, indicaría que la ruta era segura. Ese mensaje teléfonico que nunca llegó
seria el principio del fin para Alberto Delgado.
El 9 de marzo de 1964, Carretero cayó en la trampa castrista con catorce de sus hombres
y Zoila Aguila, La Niña de Placetas, la única mujer que dirigió una guerrilla en combate.
El Comandante José Cheíto León Jiménez, que había asumido el mando de los pocos
grupos que aún quedaban en el Escambray, se había ganado sus galones --al igual que
todos los otros jefes guerrilleros- por sus méritos. Era un hombre joven, de 26 años,
fuerte y afable, Cheíto había sido educado en Trinidad. Estaba trabajando como
camionero, cuando decidió alzarse para combatir al comunismo. Él y su hermano Berardo
habían reclutado diecinueve hombres de la zona, que se irían con ellos dos. Conscientes
de que carecían de armamento y de experiencia militar, los veinte y un hombres se
enlistaron en un batallón de milicia. Después de varias semanas de entrenamiento básico,
los nuevos reclutas desertaron en abril de 1961 y se alzaron, llevándose con ellos los
rifles checos M52. Con tres años de experiencia en el combate, Cheíto León era, a pesar
de su juventud, un veterano curtido en docenas de encuentros contra fuerzas siempre
superiores.
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Una vez desenmascarada la infiltración de Delgado, la Seguridad del Estado lanzó una
redada, arrestando a toda persona que había tenido contacto con El Hombre de Maisinicú.
Dos empleados de la finca -- Varela y Pepe Yoyo----, fueron fusilados, Siripio Hernández,
otro empleado fue condenado al presidio político. Dos cuñados de Alberto Delgado, José
y Alberto Nodal, recibieron condenas carcelarias por haber estado involucrados en la
línea de suministros a los alzados.
El LCB continuó arremetiendo contra los alzados, tratando de ubicar a las bandas
guerrilleras, para eliminarlas una a una. La guerrilla de Rubén Cordobés fue atrapada en
un potrero, donde murieron cuatro alzados, combatiendo contra los cazadores. Pedro
González, el jefe guerrillero al cual se le atribuían las muertes de dos docenas de
milicianos, cayó en combate en el Cerco La Barca. A Cheíto León lo cercaron al norte de
Trinidad, en un fuerte combate, en el que murieron hombres de ambos bandos, Cheíto
León fue alcanzado por dos balas. Herido, Cheíto se arrastró hasta un matorral. Allí,
cuando lo iban a capturar mató a dos milicianos con su última granada, inmolándose con
ellos. Así murió el cuarto y último de los jefes guerrilleros del Escambray.
Durante los últimos meses del año de 1965 y durante todo el año de 1966, el LCB
utilizando todos los recursos de la dictadura, fue ubicando y cazando a los últimos
rezagados de las guerrillas. Luis Vargas, que se había alzado en 1960 y que fue el
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guerrillero que más tiempo se mantuvo en las lomas, fue capturado el día primero de
diciembre de 1965 y fusilado posteriormente. El último guerrillero. José Rebozo Febles,
fue atrapado en una cueva y capturado el primero de octubre de 1966. A Rebozo lo
condenaron a treinta años de presidio político.
Después de ochenta meses de combate, la gesta heróica del Escambray había concluido.
Fue una derrota física para los combatientes de la libertad, pero una victoria moral para
un pueblo, que a través de tres décadas aún combate por sus derechos.
La guerra campesina tuvo sus detalles históricos que no concluyeron en 1966 con la
captura del ultimo guerrillero. En 1968 y 1970 hubo infiltracic es de hombres del exilio
en tres desembarcos, enfrentandose estos nuevos guerrilleros en combates con las fuerza
del régimen, en los cuales murieron hombres de ambos lados. Figuras como Amancio
Mosqueda, Vicente Méndez y José Rodríguez Pérez entraron verticalmente en la historia
contemporanea de Cuba.
Años más tarde, en 1975, Raúl Castro en una entrevista declaró: «Esa lucha es poco
conocida ... fue una lucha esencialmente de clases.» y tenía toda la razón el comunista, la
lucha --hasta hoy-- ha sido poco conocida, ignorada por ambos lados. También fue una
lucha esencialmente de clases. Una era la nueva clase, los aristócratas del régimen
comunista, los explotadores totalitarios del pueblo cubano. La otra clase eran los
humildes guajiros, los pobres campesinos, la clase obrera cubana, luchando sin armas, y
sólo con la vergüenza por la libertad de Cuba contra el comunismo.
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