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sa y el desarrollo de tn movimiento social de desoeu- ntcament® 1 eae «ccesario ni evidente, ni mucho menos sostenido paios nob SPENT cura socjologica ha insistido, mds bien, el conjunto de di- i altempo. La Pietaracter objetivo como subjetivo, que atraviesa la accién de los fades, tanto de sar “que éstos se conviertan en un verdadero actor colectvo, desoeupads J atica vinculada con el hecho de que los desocupados se hallan ee ‘no ocupan por ello“ningsin lugar”, muchos afiaden a : estructura social de ate que remite a 1a heterogeneidad de las bases y de las trayectorias sols eos que la crisis de los aos 30 generd und amplia ola de desocupacién afects a todos los paises, sin excepcin. Como consecuencia de esta primera ola avi erdesempleo surgieron diferentes movimientos y sindicatos de desocupados, ae joen Estados Unidos como en Buropa (Croucher, 1987; Piven y Clomard, 1977). Gn embargo, esta primera gran crisis desembocé en la intervencién social del Es- tad posteriormente, en el desarrollo de economias de bienestar que lograron ab- hove intograr gran parte de la masa de desempleados, Hoy, mas que nunca, ‘ormt]0 eon muchos los que consideran que la desocupacién paso a convertirse en daatiag estructural del modelo posfordista, visible en la existencia de un ntimero importante ~aunque variable, segtin los paises- de desempleados, sigue vigente tuna politica de control del desempleo, a través de agencias de empadronamiento, seguras de desempleo, centros de formacién y de reinsercién. Asi, ciertos paises cen- tras euentan con una tradicién, avalada por una politica de Hstado ~que fue ajus- tada durante la crisis de los afios 80 y 90-, que les ha permitido desarrollar una simificativa red de contencién del desempleo. Asimismo, no es menos cierto que en otros paises la desocupacién, como problemética ~y més allé de las dificultades desu tematizacién, y del efectivo surgimiento de nuevas organizaciones-, ha sido 1, Un easo paradigmaético es sin duda el francés. Para el tema, véase Filleule (1998). [13] ericanas tradicional de integracién siete log temente expandido), y jy<° (Pro. lad ha ido generandy deed, my. desde los inicios mismog qe ° Ss ntan con altas tasas de margin! y y una baja integracién a) ite ad hayan multiplicadg °® en muchos paises = e. 0 (Murmis, 2000), dada |; es de informalidad labora” eja un cuadro por dems at; Jatinoamericanos en el cya) “sociedad salarial” (Cast) décadas la Argentina fy¢ nto de vista social. En |j. texto de pleno empleo, a tra. o la incorporacién de un de derechos sociales, pro. a “excepcionalidad” ar. s de contencién comuni- ia. clases medias, integra- tina estaba lejos de a encarnaci6n de la 0 tiempo, el nues- una distribucin de te proceso, marca- arranca en los y de reestruc- entra una ace- cién o bus- por jévenes procedentes de | ate Gp encontrs en condiciones de desarrolay eee del trabajo. Por tltimo, numerosas fueron las muscres nee a de sus hijos y la situacién desesperante de sus maridos. Re tidaigalir a buscar aquellon Tecursos que aseguraran la jma, sea a través del trabajo doméstico 6 comunitarig ? ‘paste My Etado argentino no contaba con redes de contencién ni pas in laboral, pero tampaco se propuso desarrollarles scare oy de ete radical proceso de descolectivizatin, en el momento de sel pet idas de flexbilizacién o licenciamientos masives. Ademés. la car crudas en la otrora poderosa CCT no sélo no acompaiiaron a sus afin, in SP csi todos los casos, avalaron activamente el programa de ref oi sino d Por tiltimo, el tejido comunitario de Ia sociedad argentine, ne. ass estractor Micjpientes desarrollos desde la décaca delos 80, aparecia como insulting, aos Por intereses del Partido Justicialista~en la tares fo ‘el peso de tantas caidas. sto de hechos y factores nos permite comenzar a responder por qué texiste un movimiento de desocupados, cuya expansién y relevin, do a erigirse en una suerte de caso tinico en el mundo. Pero esta ten. ‘cuyos (nuevos) representantes se decidieron a actuar y construir jen oposicién— de las estructuras sindicales tradicionales, mayoritaria. scaladas con el Partido Justicialista. See re el movimiento piquetero, que nunca fue uno ni uniforme, ha si- rado y en gran medida condenado por una buena parte de la po- ento se debe tanto a la estigmatizacién permanente que acusados del recurrente delito de portacién de alteri- gran parte de la poblacién de aceptar que desde el fon- osicién social pueden emerger importantes elementos de la experiencia de las principales organizaciones piqueteras Ja Argentina. La relevancia y complejidad del fenémeno, su ca- icomo la ausencia de trabajos de investigacién mas generales, nos ‘desafio la tarea de reconstruir y presentar un cuadro global 1 el conjunto de la experiencia piquetera desde sus origenes. A esto hay ® el affin por restablecer cierta inteligibilidad histérica a partir de [no es incompatible con el reconocimiento de que el fendmeno pi- yun cardcter tinico ni homogéneo. Ms bien, la genealogia que he- papas tanto a la pro} nstatacién efectiva de uy etic ido conti Si cna ido configurando un espacie eae €8Pacio eg. gipeinterroe tes Nos instalas 4 ea ciones piquetn,™ jencia con el Bstado, a traves 3a icamente entre la negociaci i ‘espacio recorrido alee lizacion como hacia la disry Biv wilizacion de las organizaciones py cen peor a partir dele sha y de la rdpida instituciong bonemos el acento en la rela. ial organizado, instalan- a cuesti6n que recorre le el eje de desarro- “gcabada” del mo- nciliaba jerarquia Introduceion 17 jones de la problematica de la heterogeneidad social como la progresi pilizaci6n de un relato en torno de la identidad piquetera. Por et enla ma Luego de tres dias a ‘enfrentamientos, el gobernador jujeno finalmente orden6 la retirada de Gendar- al tiempo que logro que los piqueteros aceptaran una cantidad de planes nr que cuadruplicaba su oferta inicial. Ese ofrecimiento se sustentaba en una decision del gobierno nacional -hecha publica— de destinar 600 millones de pesos a Ja ereacién de 100 mil nuevos subsidios (planes Trabajar) para hacer fren- te a los reclamos surgidos de los cortes. Esa decisién, apurada por la multiplica- cidn de cortes en todo el pais e incluso por la repercusidn internacional que éstos habfan aleanzado, mostraba que la nica forma de lograr el levantamiento de es- tas medidas era distribuir subsidios. En segundo término, el gobierno también de- cidié comenzar a enviar negociadores directos a los lugares de conflicto, a fin de de los gobernadores, que se veian forzados a encarar personal- se habian avanzado las negociaciones, los piqueteros de General ‘San Martin no levantaron el corte. Por el contrario, frente a la noticia del éxito de las negociaciones, los pobladores de los municipios de San Pedro y de Palpalé de- cidieron iniciar sus propios cortes. Frente a ese panorama —que suponia responder a la demanda de unos 14 mil planes en total el gobernador decidié separarse del conflict y convocar a autoridades nacionales y al juez federal de turno.2® Las pro- pias autoridades: tales reconocian que los cortes suponfan un proble- ma dificil de af pues los grupos que cortaban las rutas eran sumamente he- terogéneos y no tenian interlocutores claros, al tiempo que —como ya lo dijimos— los intentos de represién se mostraban infructuosos. el 26 de mayo y durante seis dias se abrieron intensos procesos de ne- gociacién que terminaron con el levantamiento de los veintitin cortes que habian Negado a paralizar la provincia de Jujuy. Un primer dato importante al respecto es que el tinico actor con capacidad para lograr que se iniciaran las negociaciones fue 28, Una de las crénicas hace hincapi¢ en que quienes habian realizado el corte habian sido los “zafreros” del ingenio, reclamando trabajo. Véase “Represién y sesenta heridos en Jujuy por otro corte de ruta”, en Clarin, 21 de mayo de 1997. 28. Al seeretario de Seguridad ~presente en la zona- se le sumarian los ministros de Trabajo, Salud y Desarrollo Social. Véase “Palpala recalienta el conilicto social en Jujuy”, en La Nacion, 25 de mayo de 1997. | €a80 jujefio, ee as demandas cruz, mente e] fF; CTA) y una figura illén. Esto con, ren} te a ag ue cOrtes ola provincial, ) nalmente compromet como el eje prin r trabajo y su justific, iltimo, el caso jujes, acién con las Butori iente— tiene la im. Ly iquetera. En primer y 1997, un nombr de identificacisn organizaciones cién de ciertas de a. Esa configura er ee «as dos vtants del movimiento piguetero a7 rr nel origen de esa tematizacién se encuentra el caracter fuertemente expresivo”! de los casos paradigmaiticos con los cuales se presenté la desestructu race

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