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GUIDO MIRANDA AL NORTE DEL PARALELO 28 P95 ee A OB. o \ = Muon, 3 a a fy Y >, Tlustré la tapa EDDIE TORRE Edicién efectuada con el apoyo financicro del Banco de la Provincia del Chaco Queda hecho el depésito que previene la ley Reservados todos los derechos IMPRESO EN LA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA Mas aca del Pais de la Selva Chaco es vocablo de significacién incierta. Enrique de Gandia opina que los quichuas denominaban asi un sistema de cacerfa consistente en la formacién sobre un campo ¢s- pacioso de un cerco vivo de indigenas, que al son de ame- drentadora baratinda se estrechaba alrededor de las bestias hasta tenerlas al alcance de sus brazos; pero Antonio Se- rrano establecié con bastante verosimilitud que “Chacogua- lamba” —tal la graffa con que asoma en los anales america- nos— debe ser una voz lule. Es decir, corresponde al idioma de cierta nacién aborigen que tuvo su habitat sobre el filo mismo de la actual linea divisoria chaco-saltefa. Hernando Clemente Balmori ha insinuado en los ultimos afios que proviene de un Arbol totémico —el quebracho— al que los vilelas Hamaban “hualén”. Deseamos apuntar, en fin, que la nominacién se extendié a un orbe deslindado con pro- piedad geogrdfica entre la ribera del Salado y la frontera de Santa Cruz de Ja Sierra, en el cual el paisaje est4 domina- do por bosques xerdfilos, y éstos por quebrachales. En ultima instancia, Chaco viene a ser la columna arbérea que suena a hist cuando la embate el filo tajante del hacha. iniNee dem Ee gee eee ee el primer argentino que ~ 7 6 ae secre del pa Is fue menatvar' ae gales ee ic ese territorio con animo de " ‘ades para el avance de la pobla- cién, E : ee Chaco €ra uno de los dioses Términos de la civi- a argentina, hermético como una muralla donde el fuste de si As i fasts Sepees maderas mas imponentes, se dejaba soslayar 8°— por el claro de sus: abras, y los esteros; ha- ‘ ic eu 8 SUIDO atRaND, briase sometido al blanco con sol ase s al bla soltura a no ser po; cerrazén de los tobas y afine per Ta bray el itin y el guayacé i los meandros de » CONSANgUincos de] a 1 bord hacia el nae aridez donde slo medr on Tanete en una umbroso expande ramas como de liquen, Rise t, oS follaje corpora en 1905 esta ladera del bosqte chaquefs ats i tura nacional. Algunos capitulos de “E] pais de he ra aparecicron cual folletin de “La Nacién”; son Jag ne que el reencuentro con el paisaje sugiere al autor durante tn viaje a Santiago del Estero, efectuado pocos meses antes de la publicacién del libro. . Mil novecientos cinco fue afio favorable para la contem- placién de la selva transaladina: “Ex el térax de la fosca — escribe Rojas—, formaban su esqueleto los quebrachos gi- gantes, fuertes como el hierro, Llenaban sus claros las varie- dades de takos o algarrobos de suculenta vaina. Pululaban en medio los mil ejenvplares de una vegetacion profusa que encruza en parte infranqueables redes...” Las lhavias hablan provocado una creciente extraordinaria del rio Parana y has- ta la fronda santiaguefia trafan los vientos el aroma fluvial, engendrador de un gozoso manto de grana. La exuberancia del escenario inspira la evocacién de otros paisajes, como el mar, y Ja montafa, sin esconderle la diferente manera de obrar sobre el alma de sus moradores:“El bosque pone, de irecho en trecho, vallas a los ojos: es necesario penetrar en dl, sentir el paisaje por su misma intimidad, y no por la sugestion de las distancias... En la selva falta, con el panora- ma de conjunto, la sensacién de lo gigantesco y lo inmuta- ble: en cambio, ante ella el corazén se oprime de terror y Ia mente se puebla de silenciosos fantasmas”. , Rojas Ievaba consigo Ja imagen del pais que le habla penetrado en Ja infancia, mas con puntualidad sorprendente asoman a lo largo de esta creacién literaria las impresiones de la excursién recién emprendida. Merced a ello la obra se convierte en clave del Chaco a la hora que alborea el auge ‘AL NORTE DBL PARALELO 28 5 de la industria forestal, con obvias cualidades de conten neidad y de ubicuidad que nos permitiran trasladarla a to- to los ambientes del fabuloso cfreulo del Gran Chaco. Ade- Es de la sagacidad de sus intuiciones acerca de Jo que la selva significa como ‘crisol_geografico”, por boca de Zupay —endriago teliirico— agrega el temprano vaticinio de su de- yastacién, Una noche que ambos velaban ante el primer que- bracho abatido por el hachero —“Que fucse, entre todos los hijos de la selva virgen, alcdzar de los pajaros y lira de Tas tenrpestades, hermano de los leones y primogénito del sol’— nuestro dios indigena le dijo: “Dentro de pocos lustros, estos hosques habran sido del todo exterminados”. En la novela titulada “Resistencia. La epopeya del Cha- co” José Winderman refiere las alternativas de los obrajes mas antiguos de la banda oriental. Alrededor de 1840 un gaucho que habfa_pertenecido a las tropas del general Paz, fugitivo después de Ja derrota que Joaquin Madariaga su- friera cn el Potrero de Vences, -atraviesa el Parana desde Corrientes y recala en el rio Negro, que segtin el novelista “nacta en un estero esparrancado y misterioso, a mds de dos- cientos kilémetros... y recién como a los treinta de su desem- bocadura se ensanchaba tomando... verdadera expresién”. Sus orillas eran anegadizas, excepto las de un abra considerable situada a seis kilémetros de la boca, donde va a poblar el protagonista. “De un lado uno que otro repecho defendido por gigantescas tacuaras y del otro una espesa muralla de flo- fa subbropical en salvaje albedrio —tras la cual charcos y ce- es tos, misteriosos y exuberantes— hasta morir aho- Fines ae” who, atte hirsuto pajonal y apifiadura de guayo apellidade Leh a en oe sitio un supuesto para- tie de cudadele con vas; “Ese Leivas moraba en wna espe- un reducide Pee teapto y todo, amasado de barro, en rios y simples... Una @ ue cobijaba varios ranchos sumo tuiaw su guardia earione entre mestizas e indios consti- ejecutora de sus designios cpanel lora de su desenfreno y .. Una centena de aborigenes tra- GUIDO MIRANDA bhajan en la mds incipiente rudimentaria elaboracién de obraje bajo una férrea dis a de esclavitud y terror”. os abundado en la tr ripeién porque las circuns- las por el escritor responden ¢on cxactitud a j el informe de In comision expla asiento para fundar Colonia Re- sistencia, ree. aban establecidas en el lugar ~trein- hos mas tarde— aleunas familias de curopeos que se de- pana Ta explotacién forestal. Log agrimensores debicron perseguir los jalones entre log resquicios de grucsos troncos ¢ inclusive aquellos inmigrantes que nunca em unaran un hacha, hubicron de adaptarse a vivir con esta herramienta sobre el hombre a guisa de fusil, para ensanchar Ios claros que transformaban cn sementeras, Interro ado en 1902 acer- ca de la gobernacién del Chaco, el viejo Latzina responde lacénicamente: “La orilla del Parand esté ocupada por gente civilizada que cultiva el suelo 0 explota los bosques por me- dio de los Namados obrajes, mientras que, tierras adentro, vagan los indios”. La creciente de 1905 penctré hasta treinta leguas de la costa desiruyendo las sementeras, al mismo tiempo que aisla- ra_a los pobladores por haber tapado los malecones de palo a pique de Barranqueras, Las Palmas y Puerto Bermejo. Du- rante largo tiempo subsisticron sdlo los obrajes, Segtin la me- moria del gobernador Martin Goitia correspondiente a 1906, se concentraban a dilatadas distancias entre montes y huellas laberinticas, muicleos de més de quinientos hombres, verdade- aglomeraciones de indios y de braceros yenidos de Co- rrientes y el Paraguay, cuyos frecuentes conflictos culmina- ban a menudo en episodios sangrientos. Los rollizos se atri- maban con cachapés o alzaprimas a los brazos de agua mas cercanos y bajaban a bordo de chalanas a los puertos del li- toral. El trabajo revelaba cierta majestad barbara en estos el cillos Héreules que volteaban el quebracho ceniensls a zibanlo al cachapé, asendercaban Jos bueyes entre. pical ee, Pantanos, y no hacfan aspaviento para dominar del mis tancias im. la realid: radora encar yistra que e: 1 NORTE DEL PARALELO 28 i a do una embarcacién recargada de palos entre los delgados mot rios agrestes. y Toda que el fortin, fue cl obraje aricte para penetrar Chaco. o es dedicado un capitulo de “Tres ciclos chaque- jos” al obraje de los quebrachales, porque son los montes de madera mds recia que se conozca en el mundo. Llevan implicito en su rudeza un clima de fragua y el confinamien- to rural, ya que existen sdlo donde pudieron crecer durante cientos de afios, libres de la destruccién intempestiva. Obra del enclaustramiento selvatico, el quebracho arrastra cual un genio del bosque al obrajero hacia lo oculto, siempre mds adentro. En los dias que Ricardo Rojas escribe —em- bargado por cierta recéndita angustia— “El pais de la selva”, a orillas del Salado, en Jas opuestas galerfas frondosas de la costa paranaense extiéndense como desolladuras sangrantes las playas de rollizos. Socavado en la espesura de musgosos drboles abrazados por lianas y caraguatds, el obraje resulté la forja en que se amalgamaron distintas naciones aborigenes y otros tantos mestizajes provinciales. Por lo comuin, eran sus empresarios deseriores de la justicia y aventureros tanto més brutales cuanto mayor ansiedad de fortuna los acuciaba. Todos los trabajos del monte exigen secreto vigor, dificil de prever a simple vista en la magrez de los peones; ni las sabandijas, ni el calor, ni Ja compacidad metdlica de las maderas acor- taban, sin embargo, el empuje de estos seres de bronce. En la €poca de las primeras entradas, la lobreguez nocturna — manchada con bramido de jaguares, susurro de viboras vene- nosas y aleve espionaje de los indigenas hostiles— los obli- gaba a congregarse al final de cada jornada en torno del rancho de la administracién, a despuntar el miedo con mate tabaco y alcohol. ? Esas horas de lasitud en medio de la pesada atmédsfera subtropical, que algiin centenar de indios convivian oscura- mente, engendraron el embrién de una sociedad singular en entrafia a j fa entrafta del Chaco, No faltaban del todo las mujeres, aun- 12 SUIDO RAND, que pertenecieran a la caterva selvatica, domi ensimismamiento comparable al de] quebracho, el palo-santo. Las uniones furtivas o violenta: edulcoraron la pendiente de tempranos am; Ja que al principio fuera breve progenie se tajos del monte, constituyendo df Hamaban “chino”. La influencia del obraje puede apreciarse en Ja diy de tonadas: el quebracho configura un penate bifront adopta al Este de Presidencia Roque Séenz P del quebracho colorado chaqueiio, ahito de pot para las fabricas de tanino; y desde aquella misma ciudad a] Oeste, la del quebracho colorado santiaguefio, apropiado para labrar vigas totémicas o traviesas de ferrocarril, segtin sea e] estadio cultural de la banda depredadora. E] asaje de la ca- dencia fonética correntina a santiaguefia se aoe tan sélo a favor del sendo aquerenciamiento a cada madera, de los obrajeros, que por la linea paterna se vienen sucediendo ge- ner:acién tras generacién, th muchacho sigue casi nifo a su progenitor en el monte y las chinitas se van a servir a las gentes urbanas. Hemos creido percibir en el corte del quebracho un suceso de naturaleza dramatica por excelencia; alguna vez ex- presamos que patentiza la lucha del hombre contra su destino, con el sentido de Ja tragedia humana que definié André Mal- rau en cl prefacio de “El tiempo del despre’, a lo cual debe agregarse que cl obraje ha sido con recuencia motivo de creaciones teatrales, entre las que merece mencionarse: “Chaco”, por Antonio Cunil Cabanellas, estrenada en i “Paralelo 28”, por Arturo Cambours Ocampo y ae lenti, de 1937; “El obraje”, por Eduardo Miranda Vag editada el afio 1929; y “Tierra extrafia”, por Roberto ni, 1947. in la fidelidad del Nos interesa destacar en esta ocasién la ‘h pieza de ambiente logrado mediante sencillos recy ta atmésfera, Miranda Gallino; la ardorosa luminosidad ie de obraje 8° que no provoca sopor espiritual —si el hom! el urunday 9 S de la fronda ancebamientos, arracimé por ie “po étnico que los blancos isoria : c que efia la especie AL NORTE DEL PARALELO 28 13 da a la bebida no Jo hace para def de una_supuesta aniquilacién climitica—. La inflexién caracteristica del habla, despojada como a machetazos de toda molicie sibilante. Y una oscilacién pendular del 4nimo —entre gaucho y guay- curi— que lo h ral indio, a ratos con aspercza, 0 bien como a un hermano cafdo. “Jochengo, Ilorando su bo- rrachera se cuelga del cuello de un indio, y dice: —Y por qu no, chamigo. Somo paisano. Utede son probe como nojotro, trabajadore como nojotro, mano como nojotro”. Si pudiese mensurarse lo que Jochengo considera que a cllos les fue per- mitido conservar pese a Ja severa indigencia de la explotacién forestal y que el aborigen habria perdido definitivamente, ob- tendriase un admirable instrumento sociolégico para inter pretar los suefios de esa clase proletaria que anda y desanda hace cien afios las picadas del bosque chaquefo. Pone énfasis Miranda Gallino en el apego a la polka, para ese entonces compendiada por “E] Karan”, que era Ja mas popular de las canciones lugarefias. Esa observacién cons- tituye un acierto que no perderd vigencia, aunque hoy se haya desdoblado Ja “purajhei” en polka —acentuadamente paraguaya—, que se ejecuta en arpa; y chamaimé —adscrito al patrimonio folklérico de Corrientes—, que prefiere las voces del acordedn. Dentro de la parquedad de las manifestaciones orales del obrajero, brilla como un relémpago entre las peripecias de su trabajo el grito de jtibilo, o sepukai, que acompaiia sicm- pre al desplomar de los arboles centenarios: “Después de Io- tas de lucha —refiere un personaje de la obra comentada— el hombre empieza a vencer a su enemigo. Porque en ese momento, cansado, torturado por la sed, picado por miles de bichos, ve en el tronco un enemigo y descarga desesperada- mente, con fuerza y rapidez su hacha, como si temiera morir de cansancio antes de que cayera el drbol. Por fin el quebra- cho se inclina primero lenlamenie, y con la rapide= del rayo después. Cae destrozando todo a su paso. Fl riido es infernal y se repite en los ecos del monte, acompariado por los alari- dos de los peones (los consabidos sapukais) y Ia corrida de los 14 GUIDO MIRANDA animales montaraces..." La polka o el chamamé, y esta ex. nacién salvaje, iguadas en el ancestro del lefiador re- gional, son los acentos mds profundos del obraje de quebra- cho colorado chaqueiio. Alrededor de 35 aftos después del viaje de Ricardo Ro. jas, “La Nacién” publica en folletin hebdomanario “Una pequefia excursién al desierto” por Bernardo Canal Feijéo, que por casual evento viene a referir Ja consumacién del pre- sagio de Zupay, que cerraba las paginas de “E] pais de Ja selva”. La obra de Canal Feijéo, discriminable en una fase regional, enfocada sobre Santiago del Estero con profundi- dad que pocas provincias han tenido la fortuna de asumir en Ja literatura argentina; y otra nacional, que contiene las mas sagaces observaciones acerca del papel del “Interior” en Ja estructura constitucional del pafs, retoma en lo que atafie al bosque ciertos motivos del autor de “Eurindia”, convirtién- dolos en actuales —y sobre todo activas— referencias a nues- tra realidad. En la introduccién al “Ensayo sobre la expresién popu- lar artfstica en Santiago”, nos dice: “No voy a distraerme aqui en una descripcién literaria del paisaje santiagueno. Para muchos sé que no existe como paisaje, pues no es ni pampa ni montana, Es bosque, broza, maleza, salina, Mientras fos otros paisajes estén disefados en distancia, en fuga, en infini- tud, en masa, éste sdlo se dibuja en tincones, en ocultos deta- les casuales. No es para ser visto desde el tren, o desde el seroplano. En cierto modo, pide la convivencia del sujeto humeno: no su simple éxtasis. El hombre estd ‘ante’ la pam- pa, ‘ante’ la montana, desde el punto de vista del sentimiento del paisaje... nunca podria estar ‘ante’ el bosque: precisa es- tar en él, inmerso en él’. , | Comprenderemos ahora, que un paisaje intuible por Ja sensibilidad recatada en circunstancias entrafiables, a que sélo se accede mediante estrecha compenetracién, abrazaré con fuerza al habitante. Arrasarlo serd desgarrar sutiles ie Ces animicas, que a menudo no se rehacen en el Pro una existencia humana; y ello ha sucedido a cientos de miles ' AL NORTE DEL PARALBLO 28 15 de pobladores de Ia tierra forestal. El volumen titulado “De la estructura mediterrdnea argentina” recoge la excursién al desierto y otros ensayos en torno del mismo tema; las re- flexiones de Canal Feijéo acerca del sentido inmanente del bosque cobran asf merecida perennidad, porque constituyen una clave sociolégica sin par para comprender Ja multiple re- percusin de los estragos provocados por su explotacién irra- cional; tras el obraje tal como sc sigue practicando queda el desierto terrestre y “celeste” Calteracién climiatica, sequia, ero- sién, muerte...), los escombros de un paisaje donde ni si- quicra la bestia montaraz puede morar. Una sociedad rica de valores culturales yace a la vera del camino de un progreso nugatorio, desmunida de ramas, flores y frutos como un tronco de lefia campana. La vida de los bosques situados en el borde de los rios Parana y Paraguay no tiene todavfa un intérprete Iticido como el que Ja selva santiaguefia hallé en el autor de “Burla, pasién, credo en Ja creacién artfstica”; entretanto, nos permitiremos ensayar la relacién del desgajamiento que el huracén de la industria fo- restal desencadené entre las latitudes de Calchaqui y Formosa, sobre cien mil kilémetros de quebrachales. Alfonso Reyes dice en “Notas sobre la inteligencia ame- ricana”: “El escritor tiene aqui varios oficios, raro es que logre ser escritor puro, es casi siempre un escritor ‘mds’ otra cosa u otras cosas”. Asimismo, los motivos de aquellos territorios que no se provincializaron hasta mediados del siglo, no pueden separarse de la escoria de sus circunstancias histéricas y so- ciales. No se olvide que a 1933 Ezequiel Martinez Estrada escribié: “Nuestras frovteras reales... son el linde de las pro- vincias de Buenos Aires, Santa Fe, Cérdoba, Entre Rios, y sus estribaciones hacia la vasta zona neutral. Lo demds es el ae Tana pantera desde donde repecha el mundo anti- far ese Lance res ¢ Racine tenemos la obligacién de alum- feteanade el a inokgnite, donde no es cierto que estuviera he aplicacion do a ©’ Fetraso, sino aquel donde a causa conron lack un insuficiente concepto de progreso se as Fuentes naturales de una pristina cultura regional. GUIDO MIRANDA 16 “a9 'E ierra es mia” por José Pg. id ela “Esta tierra ; a accién de la nov: e ie toca en su azaroso transcurso un obraje an zona central del Chaco; los cientos de hacheros que m ma son + ovenos, “Los dos tivos—expliza sriollos: correntinos y santiaguenos. ‘Los dos tip' xplica. Histinto: en la manera de hablar, en sus costum- isti 1 sue fisice tae aaeeiinti vida, son también aistinies oe ue neta de trabajar, Los correntinos son maestros & ; ye brachos de varias toneladas; los santiaguefios o “a o el arte de labrar la madera”. Después de voltear un ar 3 7 aches ro santiagueno abre el tronco por el medio dejan 10 4 lowe bierto a todo Jo largo el corazén rojo y reluciente del gue- bracho. Cada parte es Jabrada por separado; el hacha des- prende con golpes certeros la aspera corteza y luego corta pla- nos rectangulares a la medida, formando en la picada una estiba admirable de durmientes lisos y brillantes como saca- dos de un horno de fundicién. Oigamos un didlogo que esta situacién suscita: “Vea, chamigo, aqut no estamos en Santiago, y no hace falta que se ponga a labrar los rollizos”. “—Si, don, comprendo. Pero ne parece que a ustedes les da lo misino si nosotros les entregamos los durmientes termi- nados igual que en. el aserradero”. Debe tenerse en cuenta que la novela de Pabloski se desenyuelve durante la década del 40; cuando comenzara la tala del parque plaggen la labor del hachero era similar en ambas vertientes, Ya en 1880 cl sueco Cristiernnssen clo- giaba la destreza de sus Peones tobas de las Selvas del Rio de diversidad climética influyé en la modificacién de aspectos disuse de la explotacién, como ser, el medio de transporte ¢ Ta madera a las estaciones de embarque: hacia el lado de Santiago la aridez obliga a usar el carro “Dlayero” tirado por mulas, y por ello se fornaron preferibles Jas piezas labradas, La abundancia d @ de aguadas permitié méc oA i6 anc a As a del buey, tinica bestia ca By shel caches eee AL NORTE DEL PARALELO 28 17. por los bueyes en la odisea del obraje, comparable al del caballo en la gesta del gaucho: ss a —“El dia de hoy e fiero capata. El sol etd juerta mariana se me risabiaron ocho yunta. ; —Por precaucién le ordené al boyero que traiga lo giieye que etdn en el abra Guazii”. . . EI proceso de la divisoria de tonadas culmina con Ja im- plantacién de las fabricas de tanino, que aliadas al ferrocarril francés vinieron a superponerse sobre Ia red de aserraderos y trenes “decauvilles” como la cuspide del desarrollo forestal. Sin evadirnos de la esfera literaria —no tan pura como lo exigicra la preceptiva—, merced a Ia traduccién del libro “De Buenos Aires al Gran Chaco”, escrito en 1910 por el periodista francés Julio Huret, que hizo Enrique Gomez Ca- rrillo, podemos enterarnos del nacimiento de Ja produccién del extracto de quebracho. Durante el siglo pasado se ex- trafan maderas duras para la construccién de muelles, calza- das, edificios. E] advenimiento del ferrocarril produjo la de- manda de traviesas. La fase definitiva del quebracho colorado chaquefio fue alentada por cl descubrimiento de sus cualida- des curtientes. El barén Federico Portalis refirié a Huret que habiendo Iamado la atencién de un obrero curtidor de la Boca, el color a herrumbre de las aguas que bafiaban los pi- lotes de quebracho del muelle, probé una disolucién de dicha madera, descubriendo asi las enormes perspectivas de una oe ates pam presuimiblemente inagotable, porque tronco mismo. y te s a es ae oe oes cantina del Norte del abe ma especie extendida sin confines al 1872. decenpericiin forestal ef tuada en Buenos Aires el aio rontera, acrecenté el ane. oe Obligado avanzaba la tre las muestras cavidt gio de las maderas chaqueiias; en- fabricante del Ft ladas por Adrien Prat a Ernest Dubosc, lespués este dene trozo de quebracho. Un aiio bricar tanino de quebrac! fo. Ad _ pamer parente pata’ fee regién del mundo adonde be viértase que el Chaco —tmnica ‘ota esta especic— Ingresa en la . Eta 18 80200 inary, corriente del comercio internacional por via de un Producty r { mismo el mercado. que crea por si ala d _ Los hermanos Portalis —directores de multiples compa. fiias— emprenden el ano 1878 ie ae desembarco en Resistencia de los inmigrantes fund adores de la agricultura haquenia— a tala de un bosque de di z leguas de extensién aoe proveer de rollizos a la industria francesa. A] mismo emp Carlos Hartenek logra introducir el quebracho en Alemania; arios més tarde (1898) Hartenek se asocia a Ey, Renner, de Hamburgo, ¢ instalan una Fabrica en Calchagui, a fin de sustituir la exportacién de rollizos por Ja de tanino, Gentes humildes que Ilegan por los riachos del Parang Mins, rodean de Ja noche a Ja mafiana el primer pucblo forestal y atin se oye decir en los rincones imprevisibles del bosque hasta arriba del Pilcomayo esta frase: —{Mis padres también estuvieron en Calchaquifl, que sefiala con parquedad cefida el Arbol taninero, el entronque de toda una generacién des- posefda, con esta actividad econémica. Los Portalis y los Hartenek —asimismo integrantes del grupo constructor del ferrocarril de Santa Fe— constituyen “La Forestal del Chaco” y levantan, el afio 1902, la fAbrica de tanino de Villa Guillermina, que ha sido la de mayor to- nelaje del pafs. Resulta imprescindible nombrar por ultimo la Fabrica de La Gallareta, instalada el afio 1906, porque a poco mas de medio siglo (la vida de un hombre) representa el desenlace de la industria del tanino en la provincia de Santa Fe. Por la enredadera del rio y la tela de arafia de los de- cauvilles las fabricas de tanino atravesaron el paralelo 28, Cuando llegé a Resistencia el ferrocarril santafesino (1907) hacia un ato que funcionaba la de Puerto Tirol, levantada por Gustavo Lagerheim, E] choque entre las empresas ferro- viarias y los Proveedores de durmientes genera una crisis inicial aque se manifiesta por una huelga en los obrajes que rodean a Vera; la valija diplomética de Martin Garcia Me- shea de lo @ Europa del que no Tegresaré porque Jo sor- prende fa muerte, iba repleta de notas relativas al quebra AL NORTE DEL PARALELO 28 19 cho... Ya no va a ceder Ja inquietud de los trabajadores ni de los intelectuales ante el presagio de una frustracion fatal que la devastacién del bosque agudizara paulatinamente. Po- liticos con honda vena literaria como Mario Bravo, Alfredo Palacios y Juan Antonio Solari han reflejado ese proceso en paginas vigorosas. Entre nosotros el ambiente de Ja explota- cin forestal est4 vertido en agraz en cierta obra inédita de Juan Lestani, de la que nos ha quedado apenas un extracto; y los extraiios libros de Crisanto Dominguer, torturados como el autor, que no ha tenido la disciplina necesaria para modclar un extraordinario talento innato. Hoy en dia Ravil Cerrutti est4 trabajando en la caracterizacién folklérica del obraje. Las sendas del quebracho ofrecen cierta similitud con “E] camino del tabaco” de Erskine Caldwell, que fuera es- crito originariamente como picza dramética. En nuestra in- fancia —alrededor de los diez afios— oimos decir a un joven empleado de La Forestal —delgado, de ojos claros, usaba cor- bata voladora y escribfa versos— que Villa Ana era un pueblo condenado a desaparecer una vez que se volteasen los que- brachales que Ja circundaban. Decir Villa Ana era involu- crar en la sentencia a toda la regién maderera, que se desen- volyfa entonces asistida por una holgada confianza en el fu- turo. Escuchamos a este hombre con emocién, en visperas de una huelga que conmovié la floresta: la muerte de algunos huelguistas y de un conscripto del 12 de infanteria —recorda- das como trozos de pesadilla— explican por qué aquellas pa- labras se incorporaron en Ia esfera del sentimiento tragico y permanecen indelebles... _, Como Leopoldo Galibert, otra gente ha tenido la intui- cién de que el avance de Ja prosperidad forestal habia que apuntalarlo con la creacién de medios de subsistencia —diga mos, de cultura— reproductivos. Mas resulta que el tiempo dguella imp Jacable eid se haya modificado el sistema de anal vaca Otis eden que precipitara nuevamente las fabricas que subsisten oe en ae cién, Aquelles criatame alrosas como baluartes de civiliza- —el joven visionario y el nifio que SUDO staNp, A 20 } escuchar sus confidencias entrevié el destino trdgico de ‘: a Sol »s forestales— alcanzaron la madurez de sus ic Is Pucestigos, cn 1963, de la clausura de la tiltima {ie Chaco santafesino. Medio siglo fue lapso para implantar el. desierto alli donde el periodista francés mencionado habia dlescorricy il ado para hrotes de una riqueza inagotable; pero no ha bast gue la comunidad regional —las autoridades, ‘ as escuelas, la prensa, los partidos politicos, en fin, los pro- pios pobladores— hallasen una salida que evitara el fina] pre- yisto ya en los fogones de la lucha social de 1920. jCon que voces habré que clamar! para que idéntico azar no Prosiga su peregrinaje monte arriba, por entre las picadas del Chaco de Formosa, con el paso incoercible de Nohuet, aquel demo- nio temido de los tobas, que era el causante de todos los dafios, flagelos y catdstrofes que sufrieran las tribus. © Vamos a recurrir a una lucubracién de Crisanto Domin- guez, a fin de poner punto a esta incursién en un drama real para cientos de miles de habitantes de los Chacos =valga el nombre en plural para aludir a Jas tiérras comprendidas por el primitivo Chaco-Gualamba, ahora pepartidas entre diversas provincias y naciones—; figura en “Tanino” una escueta. re- lacién del desenvolvimiento de Jas empresas tanineras, la crd- nica se interrumpe de pdrrafo en parrafo por fragmentos, cual astillas, de un. relato popular del Noreste. Elegiremos las intercalaciones que sean _imprescindibles para recons- tuirlo sin una sombra de alteracién: ‘Ve, uté, ese paraje tan tranquilidad al parecer, Rio de Oro... Cada ve que yo te Megamo aqui siento un fudo correr por ini pecuezo, isulta ser ch'amigo, que aqui se crié un muchacho sin marde ni_parde... Too Ip queriamo al angelito ese, que lo amamo Tires (huerfanito), ,, Ala hora del sesteo, cuando too dormimo, él se va al 710... Nojotro siempre lo decimo: Tirei, no te vaya al tio. mira que lo yacaré, SE ti Slee ch’amigo, salié Tiret que se jugaba con Al. NORTE DEL PARALELO 28 21 su risa... Dice el que lo vio al Tirei que vio al mismo Ypora (dueito del agua) que le seiteaba de lejo... y que lo Hevéd... Tiret se iba... se iba... como jugando entre angelito... y lo perdid en el agua... donde etd esa cru. Dede entonce, la iujere saben venir a lamentarse en ete rincdn del Rio de Oro... Pero, ch’amigo, desde entonce la mujere que eidn encinia no se arriman a ete paraje...” importaria saber qué relaciones entrevié Crisanto entre Tirei y las clases populares cuyo acceso a una forma de cul- tura adaptada al ancestro, y al paisaje, se ahogé en las fauces del mundo econémico implantado por la explotacién forestal, pero nuestro artista —hijo auténtico de la selva— vive urgido por impaciencias indescifrables de las que resultar4 imposible rescatarlo... Sucede, sin embargo, que hemos nacido al borde del pa- ralelo 28 y conservamos cle la infancia una memoria poblada de quebrachales, esteros y pajonales donde el amanecer solta- ba una punzante algarabia de pijaros, y de tarde en tarde se levantaban a lo alto del ramaje viboras coloridas como flores tropicales. Cuando el azar nos obliga a recorrer de nuevo esos caminos de Ja nifiez, sufrimos el vértigo de la devastacién y_mos vienen a la mente las palabras que el joven Henry Thoreau escribié en 1846, al conocer la capital del Estado del Maine, adonde todos creyeron también que el esplendor de la selva iba a durar para siempre: —"La ciudad de Bangor se eleva como una estrella al horde de la noche, llorando todavia por el bosque que le dio origen”. Las raices de la Provincia del Chaco EL DESIERTO VERDE En realidad, ¢qué sabemos nosotros, no obstante todos los afanes de los eruditos, acerca de los origenes? —preguntaba Croce— para responderse: “Atin cuando se ofrecieran a nues- tras ansias todos los infinitos detalles de la historia infinita, no nos quedarfa sino fijarnos sobre ese detalle particular que res- ponde a un problema y constituye la historia viva y activa, la ‘historia contempordnea’”, Separar algunos hilos que parecen prolongarse hasta el presente, es lo que intentaremos, con el propésito de vislumbrar el intinerario recorrido por | decesores, que pusieron los cimientos de la provincia. Si el Chaco posee historia, gcual podra ser el hecho limi- nar? Sdlo después de haber leido la carta que Angel Ca- tranza escribié a Lafone Quevedo acerca de los tobas —a mbro de la comisién cien- ch, y de Victorica—, nos ara responder. Carranza demues- an hacia 1882 una m, Ititud d és t ultitu le prés- ‘amos culturales de] blanco; para retrotraer Ja mente a la ead le los origenes chaquea ; uehios debemos y, hasta la Primera travesia emontarnos entonces ciosa repign vqes tt Ree los espatioles de aquella espa- carecer le naelvatea que fonsefor Alumni deniming a na expedicién de Aleje Ga el “Desierto verde”. La tempra- vaciones andinse 7 en arcia Negé hasta las primeras ele- Sresar dejaron altered, eal chanes chiriguands. “Al re- alterada la terra”, exctihe Rui Diaz de Guz- Os pre- tifica de las expediciones de Bos munimos de cierto aplomo P tta que los tobas portaby GUIDO MuRAND, 24 44+ precisamente, esa alteracién og las tribus del desierty man; Pp! rimer Tayo de nuestro amanec i ‘aye cl primer ray er his. verde constituy' tdrico. Conviene prever que entre el fale et Alto Pert hallaban asentadas diversas naciones Indigenas cn el si. wiiente orden de contigitidad: pes: los tuph-guarantes, cultivadores rudimentarios, entre a costa rede y el tio Paraguay, segundo, as tribus ndmadas Ccazadores y recolec tores) que corrian desde el rio Paraguay hasta Jas estri aaCI0- nes montafiosas; tercero, en pleno sector andino, la provincia del Collay-Suyu, cuyos pobladores habian alcanzado cierto grado de civilizacién. A pesar de que Alejo Garcia no regre- sata jams, le siguieron a los afios Ayolas, Nufrio de Ché- vez, Irala, alentados por el mito de la Sierra de Ja Plata. Asi arrancé, entre veras y afiagazas, un proceso de cam- bio de la situacién cultural de los indigenas poblados en am- bas mérgenes del rio Paraguay, que todavia no ha cesado de buscar su quicio y que puede compendiarse con las si- guientes palabras de Emilio A. Coni: “La agricultura a base de maiz por un lado; por el otro la caza y la pesca, tales eran, no s6lo los medios de subsistencia, sino también los factores musdeladaees del crganismo social de entonces, que los espa- sete dhe Tas es anne ees, sn dee por co aha” ‘a intluencia de la civilizacién indi- La relacién dejada 7 blar Buenos Aires dase ga tivos habitantes de] lugar: “en Ja b ypety Gio bermejo) ¢ ee a boca del paraguay hasta el y,s¢ puede reseatar con elle ‘Os que no nos han hecho dafio abajo estan los agaces que ha con on recaudo. De arriba a = ¥ otras gentes que no oe quedado, los matards y maho- S guaranties de ” Nuestros amigos”. En’ cambio : Asuncié i vasore: i Sone ier is mvasores, dehido a gue i cecibieron amistosamente a los Suaycuriies at ‘| weontraban i in @an-en apricto frente a 1 rio Paraguay. De esta manera surgié una alk za a8? de queda por los euro pcos de] objetivos tech Jab 1 amino a Jas montafias qua one 2 ie en- a en San Gabriel al despo- ibe el cardcter de los primi- peos del o,

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