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ie Coordinadora de! Area de Literatura: Laura Giussani Editora de la coleccién: Pilar Mufioz Lascano Corrector: Mariano Sanz Jefe del Departamento de Arte y Disefio: Lucas Frontera Schallibaum Diagramacién: Mariano Gaitn Gerente de Preprensa y Produccién Editorii Carlos Rodriguez Marianidis, Carlos Prohibido sofar / Carlos Marianidis ; ilustrado por Maria Jesis Alvarez. - aed, - Boulogne : Estrada. 2017. Libro digital, POF - (Azulejos. roja ; $7) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-950-01-2165-1 1. Historia Argentina, 2, Dictadura. Alvarez, Maria Jesis, ilus. Il, Titulo. COD 982.064 He coleccion Azulejos - Serie Roja Ed Editorial Estrada S.A. forma parte del Grupo Macmillan. Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina, Internet: www.editorialestrada.comar Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723. Impreso en Argentina. Printed in Argentina ISBN 978-950-01-2165+1 No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmision la transformacion de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electronico 0 mecénico, mediante fotocopias, digitalizacion y otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infraccion esta penada por las leyes 1.723 y 25.446, Carlos Marianidis Prohibido sonar 6 ee Te pido disculpas por el modo en que escribi todo. Cuando uno crece, olvida un poco qué cosa pasé antes y qué cosa pas6 después. Lo que sigue sucedié cuando yo era nifio, en un pais que ya no existe. Mejor dicho, un pais que cambié tanto después de esto que te voy a contar... que ahora parece imposible que alguna vez haya existido. Es cierto. No habia celulares ni Internet. Tampoco programas por cable. Y muchos veiamos la TV nomas a dos colores: blanco y negro. Sin embargo, faltaba algo mas importante que todo eso. Aan hoy, cuando ando por estas calles, de pronto mi camino se oscurece como si un nubarrén se cruzara de- lante del sol. Enormes sombras me envuelven. Entonces -nunca sé por qué lo hago, pero siempre es en el mismo lugar-, miro hacia abajo y leo, en algunas baldosas de las veredas, esas palabras doradas. Estdn escritas asi para que sureflejo atraiga la mirada de los turistas y de tanta gente que no conocié aquellos tiempos. Prohibido sofar | 7 Esta es la sombra de Juan haciéndose. el payaso. | Desaparecié en marzo de... Sobre los techos de estas casas floté el sapo Braulio. Lo - perdimos el aio... a Luego, cuando miro hacia arriba, no veo ningtin sapo volador. Tampoco veo a mi tio, riendo con los brazos abiertos. Pero estan sus sombras. Fue hace muchos afios. Todo sucedié tan rapido, que ni ellas tuvieron tiempo de huir. Y alli quedaron. Tal vez, para que nadie olvide lo que paso... 8 | Carlos Marianidis ee ae En mi casa se quejan. Dicen que me sigo portando como si tuviera menos afios de los que tengo. Ayer cumpli siete. Pero también dicen que, a veces, pregun- to cosas en las que no tendria que pensar —al menos— hasta los doce. No sé. De lo Unico que estoy seguro es que pedi un perro y no me lo quisieron comprar. —A tu edad, yo tenia que trabajar —bufo mi padre—. Da gracias que tenés zapatos nuevos. En fin... Aqui estoy. Aburrido como todas las mania- nas. Por eso hoy me inventé el rio. De repente, muevo la cabeza a un costado y veo sus ojazos tristes. Es verano. Yo vivo en el campo. Mi casa es pequena, de color blanco, y esta en una esquina. Las calles son de tierra y cada manzana esta encerrada entre cuatro zanjas. éSabés qué es una zanja? Te leo lo que dice mi diccionario. Prohibido sonar | 9 ee Oe ee agua transparente. Es de color esmeralda por el mus- go y las algas que se juntan en el fondo. En invierno sirve para echarle barcos de madera e imitar grandes combates navales entre flores azules y violetas. En ve- rano te sorprende con peces de colores. Y en las inun- daciones es genial; un mar fabuloso, con olas y todo. O sea que yo vivo en una casa blanca, con una zanja de cada lado. Lo que se dice, un paraiso. De algGn modo, los vecinos ven las cosas de otra manera y se quejan todo el tiempo. Por ejemplo, renie- gan de las lluvias y las inundaciones. ¢Quién entiende a los adultos? Hoy es sabado. Estoy jugando al pescador, ala orilla de la zanja que hoy no es mi zanja. Es el rio Sena que pasa por Paris. El tiempo esta bastante fresco, pero no me importa. Nadie diria que pronto, en un dia igual a este, la vida de mucha gente va a cambiar para siempre. Pero yo apenas sé lo que sucede por encima y alre- dedor del agua. Nada mas. Tengo todo lo que necesito: una caja de zapatos va- cia, cuatro frascos limpios y una lupa. A las siete de la mafiana guardo mi primer renacua- jo. Es gordito, bocén y mueve la cola como si fuera la llama de una vela gris. No parpadea nunca. 101 Carlos Marianidis EotUy UU, Pal GUY DajV CIA CO Ue! TIO. Tengu un pino de tronco enorme a mi derecha y otro igual a mi izquierda. Entre los dos, cuelga una enredadera con racimos de campanillas que me hacen cosquillas en la frente. Podria moverme a un costado, o sentarme en la hierba. Sin embargo me quedo, porque me gus- ta sentir esa caricia azulada. Solamente me cambio de lugar si aparecen ellas. Una vez me picaron en la cara y aprendi a no molestarlas cuando trabajan dentro de sus flores. —Las flogues son di las abejas —me dijo un dia Lili, en un castellano casi perfecto. A esta hora, mis vecinos adn duermen. Podria con- tar muchas cosas sobre ellos. Pero mejor vuelvo al principio, que es cuando sucede lo mas importante. De repente, muevo la cabeza a un costado y veo sus ojazos tristes... Parece que tiene hambre, porque mira el paquete de galletitas y me mira a mi. Yo como una y él mira cémo mastico. Me mira hasta que termino. Qui- siera darle, pero si me ve mama por la ventana, se va a enojar conmigo. Asi que entro. Voy a la cocina, saco un pedazo de pana escondidas y se lo Ilevo. Else sienta a comer a mi lado. Después se acues- ta panza abajo sobre la orilla y vigila el fondo. A ve- ces, cuando ve un renacuajo entre los juncos, me avisa con los ojos. Es inteligente: ni siquiera ladra, para no Prohibido sofiar! 11 SSPE, CINUNLES GGG CI TEGStU, IS PONY aver tro unas migas de pan y lo meto despacio en el agua. De tanto en tanto, la brisa hace silbar los pinos. Me gusta el perfume que tienen las pifas, cuando se les cae entre las escamas verdes esa leche pegajosa que huele tan dulce. Lastima que me ensucien tanto las manos cuando las guardo en mi caja. El tiempo pasa. Espero sin moverme hasta que, por fin, un renacuajo se muere de curiosidad y cae en la trampa. Mi amigo mueve la cola. —¢Como te llamas? —le pregunto. No me contesta, claro. Es cachorro, tiene el pelo ma- rron y negro, con una mancha amarilla en el hocico. Le cae un mechén sobre los ojos, igual que un flequillo. Cada vez que mueve la cabeza de un lado a otro, me hace acordar a uno de los Beatles. El que tocaba la bateria. ¢éComo...? gNo escuchaste hablar de los Beatles...? éNunca? Eso lo solucionamas con mi diccionario. Wt. grupo musical formado por cuatro mucha- 1 chitos ingleses, uno mas divertido que el otro. Sus | canciones nos volvian locos, nos hacian aullar de ale- gria. Los escuchabamos en la radio, los veiamos en el cine jy hasta en dibujos animados! En la escuela, to- dos queriamos parecernos a ellos. Pero no podiamos, porque habia que llevar el pelo corto. Y el pantalén, de un solo color. Gris. 12 | Carlos Marianidis —~DUCTIV. THE BIGY CTT TMEV GHngum. VEsue Ilyy, tu nombre sera... jRingo! Le doy otro pedazo de pan y él vuelve a mover la cola. Una hora después, siento el olor a café con leche que viene del patio. Mama me Ilama. Guardo la lupa en el bolsillo. Me pongo bajo el brazo la caja con las pi- fas y los cuatro renacuajos que pesqué. Luego, camino con lentitud hacia la vereda. Sin embargo, siento que alguien me observa. Me detengo un instante y, final- mente, doy media vuelta. “Para qué le puse nombre si no puedo tener un pe- rro?”, pienso. Entonces, sefialo el horizonte y golpeo el talon de mi zapatilla contra el suelo. Como si con eso fuera suficiente para que este cachorro entienda que debe regresar por donde vino. Ringo ni se mueve. De pronto, alza las orejas, pues oye que mama vuelve a llamarme. Me ve caminar hacia atras e inclina su cabezota peluda. Trata de seguirme, pero se detiene. Sabe que la invitacién no es para él. Mientras me alejo de su mirada triste, una pena ex- traha me aprieta el corazon. 141 Carlos Marianidis Se NE EE a a ee OE eee El verano fue como un largo dia de campo. Tres me- ses de cara al sol, sin hacer nada. Cuando empiezan las clases, todo cambia. Hay que levantarse muy temprano, vestirse medio dormido, desayunar rapido y caminar varias cuadras. De ocho a doce, escuela, dictado, pasar al frente, leer un cuento entre todos sin equivocarse de renglon y mil cosas mas. Lo Unico bueno es que me encuentro con mis companeros del afio pasado. Sequimos estan- do juntos, pero en otra aula del colegio. El dia se hace de goma. Hasta que, con el ultimo tim- bre... salgo, cruzo el portén y corro como loco para llegar a casa antes de que empiece mi programa pre- ferido: Batman. A prisa, pasan las veredas de naranjos, los cante- ros con lirios y los jazmines. Cuando por fin estoy enla recta final, veo un punto oscuro a la distancia, en me- dio de la calle. Yo no sé como hace para reconocerme desde tan lejos. Pero apenas ve mi delantal, él da un salto y co- mienza la carrera hacia mi. Prohibido sofar | 15 SUNTO ot TMSTS UIT CGDGIIY Sdivaje Cl IINatuld, AINE” go levanta la polvareda del mediodia. Entonces, los gorriones le escapan y las mariposas le forman un ar- coiris de alas anaranjadas, blancas, celestes y amari- llas. Cabalga veloz con la lengua afuera y cuando me alcanza, se me tira encima con una fuerza que me hace caer para terminar revolcandome en la tierra, envuelto en besos de acuarela y abrazos de chocolate. “Ay, ay, ay...!", pienso mientras esquivo los dientes de arroz que me quiere clavar en las manos, “jCuando seré grande, asi se acabara todo esto!”. Aprovecho un segundo en que se queda quieto, mi- randome con las orejas paradas y el hocico torcido. Me levanto de un salto, pero él llega a casa antes que yo. Cuando entro, mama me da un beso. Después, se agacha y le acaricia la cabeza al cachorro. En seguida me dice una cosa que no olvidaré jamas. —Algtin dia, este pichicho va a ser el personaje de una novela tuya... La miro sin comprender. Yo creia que no le simpa- tizaba mucho, porque un dia me dijo que si llegaba a romperle una cosa mas, mi amigo volveria a la calle. —jEh...! -me despeina con una sonrisa picara—. ¢Ya te olvidaste de lo que hablamos? Entonces, hago memoria. Prohibido sofar | 17 TT PNOUYS, THE COME SLU, CaCOUlQGienay ia CdVedd CHI los hombros como una tortuga. Me parece que se rie de mi. De pronto, veo como mi plato se mueve solo. Va muy despacio, de izquierda a derecha. Miro a mama, pero no le digo. Me apoyo con los codos sobre la mesa y lacara entre las manos—. ¢De verdad lo creés? —jClaro que si! ¢Qué me dijiste ayer? gQué querés ser cuando seas grande? Después de abrirle la boca a Ringo para que suelte el mantel, traigo mi cuaderno de cuentos. —Escritor —digo bajito, a media voz, mientras anoto todo antes de olvidarme. 18 | Carlos Marianidis Se ee Mi calle pasa por distintas épocas, cada una con sus colores segtn la estaci6n del afio. Algunos meses son un poco aburridos, porque to- davia no hay demasiada vida en las zanjas. Eso ocurre, sobre todo, en las semanas heladas del invierno, cuan- do las cubre la escarcha. Mas tarde, al estancarse largo tiempo el agua de las lluvias, aparecen algas que tifien el fondo con una baba verdosa. Y en la superficie, prendidos a los primeros juncos, asoman racimos de huevos coloreados de un rosa brillante. Poco antes de llegar la primavera, los arboles des- nudos se empiezan a llenar de brotes. Parecen cris- tales de tan finitos; mas cuando el sol los ilumina por detras. Solamente los gorriones lo notan, porque al re- ventar el verde en las ramas, empiezan a cuchichear desde mas temprano. Entonces, un dia cualquiera, el aire que olia a humedad amanece con aroma de jazmi- nes. Sin que uno se lo espere, la brisa trae el perfume dulce desde el cantero de alguna casa. Y, de un modo magico, el gris terroso de las calles queda tapado Prohibido sofar | 19 PY Beigatas GIVUINDI ds US CeSpey MMevy, GE giallli= lla suave, de tréboles en los que paso mafanas ente- ras buscando alguno de cuatro hojas para regalarle a mama. Porque dicen que trae suerte... Para cuando las orillas estan totalmente cubiertas de pasto, ya los primeros renacuajos coletean bajo el agua clara. Me gusta ver como se contornean para un lado y para el otro. Algunas veces andan solos y se es- conden detras de la hoja gigante de algtin zapallo que brota por ahi, sin que nadie mas que yo pueda ver el amarillo furioso de sus flores acampanadas. Otras ve- ces, por el chasquido de una piedra, o algunos aguaciles que hacen ondear el agua como pequefios helicopteros, los renacuajos huyen velozmente y en grupo. Vibran asustados y cruzan a toda prisa, igual que un punado de lagrimas oscuras. Por fin, el verano pone en el aire todos los colores que faltaban. A la manana y a la tarde, las mariposas son las duefas de la calle. Las que mas abundan son las lecheras (blancas) y las limoneras (doradas), pero tam- bién pasa alguna monarca (rojiza con pecas blancas y negras). Poco después de la época de los renacuajos, co- mienza el tiempo de las ranas y los sapos. Al principio, parecen grillos que pasan del agua a la tierra. Saltan en grupos de a diez, de a veinte. Avanzan a lo tonto, 20 | Carlos Marianidis SHUTTING 10 Que Hay GeIaiite., OUI CONIY GI aHUs UF Hidie tostado que empiezan a explotar desde la gran sartén de la zanja; pochoclos verdes de cuatro patas y ojos saltones que alborotan el vuelo tranquilo de las mari- posas. Me da cosquillas sentir sus golpecitos suaves en las piernas. Pero lo mas divertido es ver a Ringo, que los corre y trata de atraparlos en el aire. Por suer- te para ellos, nunca lo consigue. En las noches, cuando hace mucho calor, ocurren dos cosas. Los grillos cantan sin cesar y las luciérnagas vuelan de un lado a otro, igual que estrellas fugaces. Cada vez que nos quedamos jugando a la pelo- ta hasta tarde, Alberto y yo seguimos a ciegas hasta que el sol desaparece por completo. A veces, nos es- condemos de los llamados para poder esperar a que oscurezca bien. Entonces, ya con todo el pueblo hu- medecido en una bruma azul, hacemos de cuenta que somos astronautas. Caminamos en camara lenta, ima- ginandonos que estamos en la Luna. Entre las luciér- nagas reales y las que titilan en la zanja, quedamos envueltos en una nube luminosa. Saltamos una y otra vez, de orilla a orilla. Alrededor de nosotros, los me- teoritos pasan veloces, aparecen y desaparecen. De tanto en tanto, la cola de algun cometa se nos enreda en el pelo. Cuando eso sucede, nos quedamos quietos para ver si vienen otros (de dia, con las palomas, eso Prohibido sonar | 21 Ud TESUnaty), Fer HO IVGIGHIUS CUDTITNUS Ge IMCetl~ tas como nos gustaria. jSeria fantastico! Por desgracia, nunca podemos estar todo el tiempo que queremos. A mi, en seguida me llaman para cenar. A él, viene a bus- carlo el hermano mayor. Como sea, el juego siempre se acaba. Asi es la vida en nuestra calle. No entiendo por qué los vecinos quieren que la asfalten. —jVamos, dejalas tranquilas! —le digo a Ringo, que parece reir mientras las luciérnagas se reflejan en sus ojos de cachorro travieso. 221 Carlos Marianidis ee —éQué es el Mayo Francés? —pregunto mientras, en el aire, se detiene frente a mi el plato de spaghetti, los fideos largos que tanto me gustan. —¢ Qué. agDe donde sacaste eso?? Me enoja un poco cuando me responden con otra pregunta. Por las dudas, no me quejo. —Ahi dicen que se van a cumplir ocho afios del Mayo Francés... {Qué es? Hay un hueco de silencio. Veo que mama mira hacia el televisor, donde el noticiero muestra una multitud de Jovenes que corre por una avenida muy ancha. Al fon- do, se ve una torre de hierro inmensa que tiene la for- ma de la letra “i” mindscula. Los estudiantes levantan sus carteles y la policia les arroja algo que echa humo y los hace llorar. Mi plato acaba de aterrizar en la mesa. La salsa pa- rece suspirar una brisa tibia de tomate y orégano que en seguida me da mas hambre de la que ya tenia. Lue- go, la respuesta a mi pregunta llega desde lo alto, en- vuelta en ese aroma dulz6n. Prohibido sonar | 23 TE CHINES Ge Hidy¥, PErY SINT alitid, (LUNE, QUE Se enfrian! “Ah, bueno...”, pienso y pongo cara de inteligente. La voz de mama siempre esta envuelta en dos olo- res: al mediodia y a la noche, en olor a comida; a la tar- de, cuando friega la ropa, en olor a lavandina. Me gusta hablar con ella, pero me molesta cuando cree que yo no entiendo las cosas. Me hace sentir un tonto y no sé como decirselo. Porque no quiero que se ofenda, o se enoje conmigo. Bastante tengo con papa, que vive de mal humor. A mi lado, Ringo abre la boca y me muestra su len- gua roja. —Ah, ah, ah... —jadea. ¢O se rie?... Quizas, también él se da cuenta de que en esta casa todos me toman por idiota. De cualquier modo, pesco un fideo con dos dedos, lo paso por el estofado para que tenga gustoa carne y se lo deslizo entre los dientes. El lo traga en un segundo y pide mas. Por suerte, mama lo llama para que almuerce en su propio plato. En la siguiente noticia hablan de nuestro pais. Me gusta cuando muestran el frente de la Casa Rosada, que es un edificio antiguo con grandes ventanas colo- niales. Después, todo se pone bastante aburrido, por- que aparece una mesa larga que tiene arriba muchas 241 Carlos Marianidis Ral Peltds ¥Y PSPpeles. AN LUCUU!, SE SICTILGII VaIIUS TOTTI: bres de caras muy serias. —Los patriotas del afio mil ochocientos... ése senta- ban en esa misma mesa? —pregunto. Mama sale del dormitorio y se detiene con un mon- ton de camisas entre sus brazos. Mira la pantalla un momento. Y responde mientras sigue caminando has- ta desaparecer. —Si... Pero estos no son patriotas. Trato de enroscar los fideos como me enseno el tio Juan. Es inttil: no me sale. O se me caen del tene- dor, o se me hace un bodoque tan grande que no me cabe en la boca. Para colmo, acabo de mancharme la camisa nueva con salsa (las gotas de tomate salieron despedidas como un latigazo y no me dieron tiempo a nada). De pronto se me ocurre que, antes de empe- zar a comer, debia hacer algo. Pero no me acuerdo qué era. —Claro... Si fueran patriotas, llevarian galera, y en vez de corbata, andarian.... |de mofo! —digo en voz bien alta para que se me pueda escuchar desde el lavadero. —jNo le grites a tu perro! Ademas, demonio es una mala palabra. jNo quiero volver a oirla! Miro a Ringo y levanto los hombros. Creo que tampoco entiende. Prohibido sonar | 25 Mi Pdod! ULid Ves UCIGINe Ue Ti, Hlallid se agatila yy observa mi brazo izquierdo. Luego, se acerca y me lo levanta como si yo hubiera ganado una pelea de box. Sin decirme nada, destapa un frasquito que hay en la mesa y me arroja sal sobre la manga. —Es para la buena suerte? El tio Juan dice que hay que tirarla por arriba del hombro. Hay un silencio demasiado largo. Los ojos de mama brillan de un modo inquietante. —Me estas tomando el pelo, Carlos...? Cuando en casa me Ilaman por mi nombre es por- que estan muy enojados conmigo. —No... —murmuro. —jCuantas veces te lo dije! ;Cambiate la ropa antes de comer! Era eso, acabo de recordarlo. Para defenderme, bajo la cabeza y senalo la servilleta que tengo atada al cuello. Quizas mi situacién mejore si se nota que me la puse para cuidar la ropa. Pero lo hago con tanta mala suerte, que quedan al descubierto las manchas anteriores. —jTu camisa del colegio! —escucho. Y al levantar los ojos, veo que toda la sal del frasco vuela sobre mi pecho—. ;Vamos, sacatela! jPronto, antes de que se seque el tomate! 26 | Carlos Marianidis AIIIGS LONG OlStdlitid., S© GLUE Std JUTILY d aU PIdly y apoya el hocico entre las manos. Apenas con un movi- miento de las pupilas, observa todo lo que pasa. Finalmente, me quedo asi como estoy: “en cueros”, como dice el tio. Quisiera ir a ponerme una remera o algo, porque comienza a entrar un poco de frio por la ventana. Pero tengo miedo de que la salsa vuelva a saltar de mi tenedor. Por hoy, no puedo ensuciar nada mas. Asi que trato de distraerme con la tele. Sin mo- lestar, hasta que todo se olvide. En la historica mesa, los gobernadores de las pro- vincias estan sentados. Todos visten traje y corba- ta. Nadie sonrie. Esa es otra cosa que no comprendo. Pienso que si yo trabajara ahi, me sentiria feliz de ocupar una de esas sillas donde se sentaron los pa- triotas. {Seria como estar en un cuadro! Durante largo rato, un periodista trata de acer- car el micréfono a alguno de ellos, pero nadie quie- re hablar. De pronto, una mano negra gigante cubre la pantalla. Se escuchan algunos gritos (es el periodista que se queja, porque no lo dejan pasar) y, de repente, todo queda oscuro y silencioso. —Como deciamos, desde la presidencia se ha con- vocado en horas de la madrugada a ministros y go- bernadores. Dejamos la reunion hasta tener alguna 281 Carlos Marianidis MOVEOCEG ~GHUNICId Ct CONUUCLO! Vel prougialiia~. Ve~ mos ahora qué esta pasando en la sesién del Senado... El Congreso es otro edificio antiguo. Parece una gigantesca torta gris de cumpleafios rodeada de es- calones y columnas. En el centro, arriba, tiene una cu- pula que llega al cielo. Me da curiosidad como esta ordenado todo en ese lugar. Para empezar, hay una pequena mesa, pare- cida a un mostrador de almacén donde atiende una sola persona. Delante, hay muchos sillones puestos en forma de “U” que aumentan de cantidad, desde el frente hasta el fondo. Ademas, los que estan cerca de la mesa se apoyan en el suelo; en cambio, el resto pa- rece un cine donde las butacas forman rueda alrede- dor del mostrador. El salon esta lleno. Uno de los senadores habla a los gritos. Hace grandes ademanes, amenaza a alguien con una mano en el aire y deja estirado el dedo indice, como a la espera de que se le suba alli un loro. Frunce la frente de una manera que da miedo. No entiendo bien lo que pasa. Porque unas veces lo interrumpen con insultos y otras, con ovaciones. Tardo un poco en darme cuenta de que los que le gritan estan abajo y los que aplauden, arriba. Trato de escuchar lo que ese grueso hombre de bi- gotes esta diciendo. Se parece a uno de los luchadores Prohibido sofar | 29 Be Fle CI et FING, PET U TE ;Ul Vesting. A COMLITd= cin, la voz desaparece y el conductor del noticiero anuncia una pausa. Dos palabras suyas me quedan resonando. —En un instante, seguiremos con este programa es- pecial. Vamos a una tanda de avisos comerciales... y luego seguiremos escuchando al lider de la oposicién. A través de la ventana, veo que mi camisa recién lavada flamea en la soga de la ropa. Aprovecho que mama termino de planchar —siempre hace varias co- sas ala vez— y se ha sentado a la mesa para tomarse una taza de té con dos aspirinas. Necesito hacer algo para que se olvide del incidente de las manchas. —¢Qué es oposicién? —pregunto distraidamente, como no dandole importancia al asunto. Ella, que esta con el cuello extendido para que ba- jen mas rapido las pastillas, me mira de reojo. —éPor qué preguntas eso? —Por nada. Dijeron en la tele. En el suelo, Ringo termina su plato y se acerca a ver si acabé con el mio. Le doy otro fideo mojado en salsa mientras espero la respuesta. —Mmm... Oposicién es cuando una cosa frena a otra... Por ejemplo, en un partido de basquet, cuando un jugador avanza con la pelota y otro se le pone delan- te para evitar que enceste —contesta rapido. Creo que 30 | Carlos Marianidis Rods Paslilids QMS LUTIId SUI THUY DUCTIds: es eso que ocurre cuando una mujer cansada quiere tener un dia de paz y algo se lo impide. Dejo caer la cabeza sobre un hombro y la miro fijo, para que sepa que entendi lo que quiso decir. Mama suspira. Luego me sonrie y se prepara para tomar su segundo sorbo. Entonces, mientras me refriego un brazo para que se me vaya la piel de gallina, me ani- mo a hacerle la siguiente pregunta. —¢Y lider...? Ringo vuelve a mirarme con la boca abierta y la lengua colgandole a un costado. —jAy, Dios...! gNunca sale al recreo ese cerebrito? —escucho murmurar, mientras un puléver me cubre la vision, mis brazos pasan por las mangas y se me va el frio que tenia—. Lider es... el elefante mas grande de una manada ©... el que da las 6rdenes en un grupo. Junto las dos explicaciones en mi cabeza. Mientras el cachorro atrapa otro spaghetti en el aire, me quedo pensando un buen rato. —Mamia... En el Congreso, gtodos quieren que el pais mejore? —Si, claro. —Entonces, gno deberian ayudarse todos? Digo... si unos quieren avanzar y otros se les ponen delante para frenarlos... como hacen para saber quién gana? + TOIIDICHT Prohibido sofar | 31 Matlid Tid gd INNIQGU Cll SHeHICIU. LUCGU LGIiid latia el televisor. —Es una buena pregunta —me dice. Y pone su nove- la de la tarde. 32! Carlos Marianidis SVE eee er ra ae Un dia que el tio viene de visita, le muestro el frasco. —jGuaaau...! —dice. Y Ringo lo mira de costado—. éSabés qué son? —jRenacuajos! —contesto, subiendo los hombros hasta las orejas. —Si, ya sé... Pero, son sapos?... 0 son ranas? Entonces, Ringo se queda mirandome solamente a mi. Y como yo no sé qué decir, se acerca a contemplar esas Cuatro criaturas oscuras que coletean en el agua. —ééNo son lo mismo?? —jNooo...! —dice Juan. —éY qué tienen de distinto? —Estos dos —senala—, cuando crezcan un poco mas, no podran seguir viviendo en el agua. Fijate bien en el color que tienen. Su piel ya empieza a ser diferente... Son sapos. jVana necesitar salir del frasco! Porque, de adultos, viviran en la tierra. —2Y los otros? —Las otras —me corrige el tio— son ranas. Ellas también cambiaran y en algun momento querran irse a la zanja. La gran diferencia es que se van a quedar con Prohibido sonar | 33 VOUS Tas UST Que 105 saps, PUI QUES Cild> saVErl tidudl. Cuando crezcan, sus patas pareceran remos de bote. A continuacién, Juan mete un vaso en el agua, pesca uno de los renacuajos —de los que se van a quedar mas tiempo— y me explica algo sobre los dedos que le es- tan saliendo y la cola que se le esta acortando. Después, hunde el vaso otra vez en el frasco, espera a que el re- nacuajo salga y pesca uno de los que se vana ir pronto. —Los sapos, cuando son chiquitos, tienen bran- quias, igual que los peces... las ves? Las branquias son unos agujeros que estan un poco escondidos. Y se ubi- can aqui —dice, sefalandose él mismo un lugar deba- jo de la oreja. Después acerca el vaso a mis ojos—. Lo que ves ahora es un sapo bebé que todavia tiene bran- quias. Pero cuando sea mas grande y esos agujeros se le cierren, ya tendra pulmones. jPulmones como vos, yo y Ringo! Entonces, el pobre sapo no va a poder respi- rar mas debajo del agua y se querra ir del frasco... para no ahogarse. Es importante que recuerdes esto: cuando ese dia llegue, no lo detengas. —Pero mis ranas seguiran teniendo agujeritos para respirar bajo el agua, ¢no? —Mmm.., No, tampoco. Las ranas, al crecer, también pierden las branquias y las cambian por pulmones. Pero son capaces de flotar, nadar y bucear. Por eso pueden 341 Carlos Marianidis HGS id 2diijd gd id Ulilla ¥ Ue id VIIId d Id 2al Yd. LUS sdpuUs Unicamente pueden andar por la tierra. Yo estoy un poco confundido. Creo que Ringo también. —¢Por qué pasa eso? —pregunto. —Mmm... Porque la vida no es tan simple como parece. Hay un silencio raro. Es como si todos nos quedara- mos pensando algo. Me parece que el tio esta tratando de leerme la mente. —éQuerés aprender una palabra nueva? —me pregunta. -iS —Bueno. Aqui va... ee es un cambio muy lento, casi magi- co, Siempre es para mejor Hace que las torrugas que nacen en la playa puedan bucear en el océano y los _canguros que crecen en la bolsa de su mama salgan cuando estan listos para saltar. Otros ejemplos son los pingiiinos que nadan en el mar y marchan por la nie- ve... y los sapos, que cambian la cola en el agua por patas que les sirvan en la tierra. Prohibido sofar | 35 TYPESEO Seti Mids IG oI LUUUS Se QUEUdI all Cll cr agual... Por qué tienen que cambiar? Juan sonrie. Hace que el renacuajo vuelva con sus companeros y, después, se sienta en el suelo frente a mi. Yo también me siento. Y Ringo viene a acostarse entre los dos. —Por alguna razon, la Naturaleza hace que muchas criaturas no se conformen con lo que son. Entonces, ellas tratan de ser mejores. Vos, por ejemplo... —<éYo qué...? —Vos tuviste tu propia metamorfosis. jImagina- te qué aburrido habria sido vivir como un pez duran- te afos! En seguida se da cuenta de cémo lo miro (a veces, Juan me hace enojar a propésito). —Bueno... Aunque no lo creas, antes de nacer, vos también vivias en el agua. Creo que se esta burlando de mi, pero no. —Todo ese tiempo... los nueve meses que estuvis- te dentro de la panza de tu mami... jVivias en el agua! —Y... gtenia bran...? — Branquias? jjNo...!! Respirabas aire gracias aun tubito, igual que hacen los astronautas en el espa- cio. La diferencia era que estabas en un lugar Ileno de agua, como en un frasco. 36 | Carlos Marianidis TESTO TO THES THOVId CON Id CUld, ~UlIGY, ITIL He dln me alos costados y poniendo boca de pececito. —jjAaaah, ja, ja!! —se rie Juan, cruzandose de bra- zos. Aunque, de pronto, se pone serio—. {Si yo te contara! Lo miro fijo. —éSi me contaras... qué? —Si te contara que una vez, no hace mucho tiempo, tuviste una cola larga que se meneaba asi —bromea, ondulando una mano mientras la mueve de abajo hacia arriba—, no me lo creerias, no? —jjNooo!! —respondo con mi mejor cara de inteligente. VUGIT SS IevVGId ¥ Va d id CULH Id. DESPUES US UTI EGU largo, vuelve con un café con leche y galletitas. Sin sol- tar la bandeja, se sienta lentamente en el suelo, con las piernas cruzadas igual que un buda. Le pone a Ringo un trozo de vainilla dulce entre los dientes y sigue hablan- do como si nunca se hubiera ido de alli. —Asi es, amigo... Tarde o temprano, algunas cosas cambian. Lo importante es que te conviertas en la me- jor persona que puedas ser. gMe lo prometés? —jPrometido! —digo y me cruzo los dedos sobre la boca. En seguida, el tio suspira tan fuerte que se le hacen unas ondas en el café. Luego pone un brazo sobre mis hombros. No sé qué pasa, que no vuelve a decir nada. Y asi nos quedamos los tres, comiendo galletitas y mirando a nuestros renacuajos. 38 | Carlos Marianidis ee Un dia, comenzé6 a aparecer en los noticieros un se- for de uniforme y bigotes gruesos. Cada vez que le acercaban un micréfono, ponia cara de estar oliendo basura y respondia de mala gana. Daba las respues- tas igual que la directora de mi escuela cuando decia: “jVista al freeeen.... te!” —éQué proyecto tiene, sefior? —pregunta el periodista. —Lo sabran cuando sea oportuno. Habra un comuni- cado para cada medida que tomemos. —éA qué le van a tomar medidas? —le pregunto a mama durante la merienda. El suspiro de ella se escucha hasta en el lavadero. —Hablando de tomar... se enfria tu leche —me responde. Ringo mira la pantalla y me mira a mi. Mueve apenas los ojos, igual que cuando pescamos renacuajos en la zanja. Creo que hay algo en la tele que no le gusta. Radamés Viruela —asi llamaba el tio al senor del uni- forme— era un hombre severo. Algunos decian que Prohibido sonar | 39 Std Mildaly, OLIOs, QUE Cid VUCTIV. C5U IY Sotuciiala yu, cuando Juan me llevaba de paseo y recorriamos la fe- ria de artesanos y la tienda de antigiiedades y el mer- cado de los italianos. —jEsta bien! jPara gobernar este pais hacia falta una mano dura! —decia el carnicero. Y partia un costillar de un solo golpe. —A mi, algo me huele mal —decia la panadera. Y qui- taba la cascara quemada de una rosca. Por toda la ciudad corrian rumores. Unos sonaban muy reales; otros, exagerados. Algunos decian que cuando era chico, Radamés de- senterraba las semillas que su madre sembraba en la huerta, Luego, las alineaba con una escuadra y volvia a enterrarlas. Bien derechas. Meses después, les cortaba las hojas a las plantas de maiz que habian crecido. —jSon mis soldados! —decia mientras jugaba— jY los soldados no pueden tener el pelo largo! Cuando se hizo grande y empezo a trabajar, Rada- més consiguié muy buenos empleos. Su especialidad eran los archivos: prolijos estantes, llenos de carpetas y biblioratos'. Nadie armaba informes con tanto cuida- do como él. Sus superiores estaban encantados por el modo en que ordenaba cada cosa que veia. Y tanto fue 1 Carpeta para archivar documentos. 40 | Carlos Marianidis Gol, QUE TE CHICA GG Ul COTTE gH LOU IU QUE, Segui! ou opinion, estaba mal hecho. Un dia, lo nombraron General y le dieron una gran oficina con un importante cartel en la puerta: GRAL. RADAMES VIRUELA INSPECTOR DE LIBROS, CANCIONES Y COSTUMBRES Muy pronto, los secretarios que Radamés entrend visitaron las escuelas de todo el pais. En una, prohibieron que se leyera Platero y yo?. Mo- tivo: en el titulo, un burro iba delante y eso era mal ejemplo. En otra se prohibié El Principito, la historia de un aviador que caia en el desierto y se hacia ami- go de un nifo. Motivo: los nifios no debian hablar con extrafos. Para evitar que en los recreos reinara el desorden (porque los chicos preferian juntarse en el patio, en vez de quedarse quietos en sus bancos) se prohibieron los juegos con mas de tres personas. 2. Platero y yo es una novela del escritor espafiol Juan Ramén Jiménez que narra la vida de un burro llamado Platero. 3 El Principito es un libro del aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry; fue publicado por primera vez en Estados Unidos en 1943. Prohibido sofar | 41 Ferry Sb CUNO HEgy Ulid Ialiatia LeMmlpl ally, Cudil~ do el mismisimo Radamés entré al aula en medio de la clase. La seforita Raquel acababa de copiar unas rimas en el pizarron: Cultivo una rosa blanca en junio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca. —£éSe puede saber qué les esta metiendo en la ca- beza a estos pibes? De quién es eso que escribid? —pregunto Radamés, enojado. Y a la maestra se le cayé la tiza de solo verle los ojos. —Son versos, sefior... El autor es José Marti, un poe- ta cubano —respondié con una sonrisa nerviosa—. éY usted es...? —Radameés Viruela, inspector de libros, canciones y costumbres. Esto esta muy mal... {Como un hombre va a decir que cultiva una rosa blanca para darsela a un amigo? jY que ese amigo lo toma de la manol... Qué otra cosa les enseno? Amablemente, la maestra le dio una silla al ins- pector. Luego, nos hizo pasar al frente a todos los alumnos. —Estamos ensayando una zamba para el acto del Dia de la Independencia. Si quiere, le mostramos... 421 Carlos Marianidis NARGIS GLEPLY. TI, d LUNN INGCION, CSCULIIY Id Call- cién hasta la Gltima estrofa: ..Como ese grillo del campo que solitario cantaba... asi perdido en la noche también era un grillo, jviday! mi zamba asi perdido en la noche se va mi zamba jpalomitay...! De pronto, a Radamés se le encendié una mirada de furia. —éQué cancién es esta? ¢Cdmo se llama? —grité. —"Zamba del grillo”, sefor... —respondi6 la maestra, sorprendida. El inspector anoto las tres palabras en un cuaderno de tapa negra y murmuré: —Lo lamento mucho, pero van a tener que ensayar otra. El autor de la letra esta... alterando el orden de las cosas. —jNo entiendo! —protesté la senorita Raquel—. jEs una letra hermosa... clara... transparente! —jNo, no, no! —dijo Radamés, moviendo un dedo en el aire—. Se presta a confusion. gNo se da cuenta...? Se titula "Zamba del grillo” y termina en "jpalomita!". —"jPalomitay!” —corrigié la maestra—. Es una expre- sién muy comtin en el campo, al cantar la...! —jNo-me-im-por-ta! —dijo Radamés-—. Gracias a los maestros que no ensefan las cosas que debieran, el pais esta como esta. jPiense en sus alumnos, por favor! Prohibido sonar | 43 MOY, QUE SUIT CINCOS, THE Zeid] GENO COIL PalOrlint después, cuando son adultos, mezclan ideas raras. Fue inutil. A nuestra escuela le siguié otra. Y otra. Y otra mas. En unas pocas semanas, dejaron de sonar miles de canciones y desaparecieron miles de libros. Muchos de ellos se quemaron en las plazas. Pero eso fue, nada mas, el comienzo... 441 Carlos Marianidis 2 Sa ae ee Lunes. Papa se va a trabajar de madrugada. Nun- ca lo veo, porque a las cinco de la mafana an estoy durmiendo. Una sola vez me desperté antes del amanecer, para ir a la cocina a tomar un vaso de agua. Entonces, lo vi ponerse el abrigo y salir. Recuerdo que corri para sa- ludarlo. Pero no llegué: él ya estaba en la vereda, dan- do grandes zancadas hacia la parada del colectivo. En el cielo azul oscuro brillaban todavia las estrellas de la noche. Hacia el horizonte, detras de los techos de las casas lejanas, un resplandor rosado anunciaba el dia. Lo mas raro de todo era que cuando papa volvia del trabajo, el cielo estaba igual que cuando se habia ido. Pero con el sol oculto del otro lado. Sin embargo, nun- ca lo escuché quejarse de lo mucho que trabajaba... ni de cuanto tiempo debia viajar para estar en el taller, a horario, duchado y bien peinado. Eso si: siempre tenia cara de estar furioso. —jVamos, despertate! —escucho, entre suenos, la voz de mama-. jNo querras llegar tarde! Prohibido sofar | 45 [VIeh Ye Que TY. , PILTISY. FEU Ie Cuesta GVIll IVS ojos. Mientras trato de continuar con lo que estaba so- fiando, pienso mas... Imagino que me levanto, voy al bafio, me cepillo los dientes... después me visto, tomo el desayuno... —Ya vi pasar tres delantales blancos —comenta mama, al entrar otra vez a mi cuarto. jNo...! jNo debo volver a dormirme! Si hay algo que me desagrada es correr diez cuadras hasta la escue- la y encontrar el portén cerrado. Y tener que explicar- le a la directora qué me pasé. Y entrar al aula cuando ya mis compafieros estan con la cabeza dentro del cuaderno. —¢De verdad, querés llegar tarde? —escucho la mis- ma voz, cinco minutos después. Y esas palabras magi- cas me hacen saltar de la cama. A las ocho menos veinte, mama me endereza el nudo de la corbata y me pone un paquete de galletitas en el bolsillo (hoy, mi delantal huele a limon). Luego me besa y me abraza como si estuviera por despegar en cohete hacia el espacio. Tomo en una mano la cartera con mis ttiles y en la otra, una enorme tabla cuadrada. En ella puse ayer tres montanas de arcilla, con arbustos y una cabafia de car- ton. Al levantarla, me pregunto como se me ocurrié hacer algo tan pesado para la Semana de la Tierra. 461 Carlos Marianidis Daj MNS Pleo, Cl PUCINS Ce ilaveid o© tallibdled sU~ bre la zanja. Por poco, evito que el trabajo de todo un dia acabe en el agua. Pero una vez que dejo atras el pe- quefio muelle estoy tranquilo, porque el resto del ca- mino son calles de adoquin y veredas de baldosas. Por la primera cuadra, rozo con la cartera un ligus- trin* enorme que cubre todo hasta la esquina. Por la segunda, bajo los frentes de tejas coloradas, hay can- teros con fresias que parecen soplar su perfume hasta la vereda. Por la tercera, hay olor a jazmines. Ya por la cuarta calle es donde se comienzan a oler los naranjos de un caser6n abandonado. Y al doblar la quinta, en dos largas hileras, unos arboles altisimos mezclan sus ho- jas estrelladas hasta llegar a la escuela. El tio Juan dice que son arces y cambian de color todo el afio. Ringo me ha seguido en silencio. He hecho equili- brio calle tras calle para que no se me enrede entre las piernas. Solo solt6 un ladrido finito en la esquina en que lo pisé sin querer. Para colmo, tuve que cuidar que no se me cayera la tabla, que a cada paso pesaba mas y mas. Por fin, estoy frente al porton de la escuela. Al sonar el timbre para formar las filas, miro a Rin- go y le sefalo la calle. Pero él no me entiende. Hace un 4 Arbusto pequefo. 48 | Carlos Marianidis THOVITHEING COMO Sl Soperdld Que le dl lUjdia Uli pall y luego se queda observandome con la cabeza torcida. —jA casa! —le ordeno en voz baja—. jVolvé a casa! Es inutil. Moviéndose a un lado y a otro, se las arre- gla para esquivar a todos los que caminan hacia el patio. Finalmente, se ubica en la fila, entre mi com- pafiero de adelante y yo. Cantamos la canci6n patria “Aurora” hasta que la bandera toca la bola plateada en lo alto del mastil. Nunca terminamos al mismo tiem- po. Se nota que a la directora eso le molesta, porque pone las manos en la cintura y mueve sus rulos grises hacia los costados. —jAdelante! —nos indica la senorita Raquel. Igual que un alumno sin delantal, Ringo camina al in- terior de la galeria. De vez en cuando, mira hacia arriba para asegurarse de que estoy detras de él. Entonces avanza, meneando el flequillo a derecha e izquierda. Antes de que nos sorprendan, lo levanto del suelo y lo oculto, como puedo, bajo mi trabajo manual. —ZéQué traés ahi? —me pregunta la maestra. La miro a los ojos, serio, como papa cuando juega a los naipes con sus amigotes. Sobre todo, cuando le to- can malas cartas y dice “;Demonios!” y en seguida disi- mula para que nadie se dé cuenta. —éYo...? Es un valle, sehorita —respondo mientras esquivo por debajo los dientes que se me clavan en Prohibido sonar | 49 Mild HidhO—™. Ld Hal iid Co id InNeVe Ge Ido HIUlidlids, T Cb espejo es un lago. —jMuy bonito, entra! —escucho, aliviado, esa voz dulce que huele a menta. Debajo de la tabla, Ringo mueve la cola. 50 | Carlos Marianidis

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