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Manual de Psiquiatría Infantil
Manual de Psiquiatría Infantil
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NO SALE A DOMICILIO
Ma n u a l
DE PSIQUIATRÍA
INFANTIL
por
AURELIO LÓPEZ-ZEA
Psiquiatra. Departamento de Terapéutica Conductísta
de la Clínica Mental de Santa Coloma de Cramanet
CUARTA EDICIÓN
ffl MASSON
MASSON, S.A.
Travcssera de Gracia, 17-21 - 08021 Barcelona (España)
Teléfono: (34) 93 241 88 00
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ViaM uzioAllendolodcltoSforza,7/9-20141 Milano(llalia) .
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ISBN 84-458-0556-8
Depósito Legal: B. 50.259 - 2004 A . ;
Impresión: Libcrdúplex, S.L. - Constitució, 19 - Barcelona (2004)
Printed in Spain ’ A a V* :>»>?• >.
PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN
CASTELLANA
uno vive y utiliza las limitaciones en función de lo que cree que el otro siente, desea
y espera de él.
La lesión biológica puede darse, que duda cabe, pero ha de ser vivida como un
accidente más de la existencia y no como una forma de ser en razón de las necesi
dades socioafectivas y conveniencias de los demás. Se dirá que hay lesiones invali
dantes que recortan notablemente las proyecciones intelectuales del ser humano y
que, por lo mismo, el niño o el hombre únicamente pueden aspirar a que se atiendan
sus necesidades vitales. Esto es cierto, pero sólo a medias: Es verdad desde la pers
pectiva de la biología mecánica, pero es falso en cuanto a lo que ello presupone,
pues la estructura para mantener una función no es la misma que se precisa para
adquirirla. La dimensión biológica se manifiesta por un orden espaciotemporal y
unos rendimientos útiles a la totalidad orgánica, pero no puede ser considerada en su
totalidad si se ignora o no se quiere aceptar el contexto relacional. El niño cerebral-
m cnte limitado se siente, de alguna manera, "en relación" y mediante este senti
miento de relación, se conoce y reconoce intimamente.
Su conducta expresa la interiorización de Una confrontación con la realidad
externa que en principio es una imitación directa, pero que luego adquiere signifi
cado de interpretación. El niño actúa según siente a través de las necesidades de los
otros y por lo que ha sido aceptado de él El núcleo se halla, a mi modo de ver, en
la forma de interpretar lo que ha sido comunicado y podría desglosarse en dos
aspectos: la actitud afectiva de los demás, a través de la cual se establece la comuni
cación y su contenido semántico. La contradicción es fácil de darse y una relación
"doble vinculante" se puede desarrollar, creando un nexo patológico entre el indivi
duo y la sociedad: la enfermedad. N i uno ni otro podrá realmente identificarse con
lo que siente ser y cree ser, por cuanto que la relación establecida exige de uno y de
otro que actúen como si "realmente" estuvieran satisfechas sus necesidades.
La importancia que tiene el contexto relacional ha motivado en el autor, no sólo
la necesidad de revisar la dimensión social de la vida en el niño, sino también la de
preocuparse por enseñamos que un análisis de los procesos de interacción desarrolla
dos en el seno de la familia, en el de la escuela y en el de la sociedad, nos permite
comprender que la enfermedad, al margen de su importante condicionamiento bioló
gico, es un proceso que encuentra su sentido en el contexto de las relaciones.
También la parte del libro dedicada al desarrollo, ha sido escrita de nuevo. El
maestro de Ginebra nos ha enseñado que el niño, a partir de los primeros conjuntos
reflejos, crea relaciones cada vez más variadas y complejas y que construye los instru
mentos precisos para conocer la realidad exterior. Aprende a dirigir sus actos y al
establecer la relación entre causa y efecto, forma una organización mental más com
pleja a la que se adecúan sus estructuras nerviosas. De asimilación en asimilación, según
las investigaciones del autor, el niño configura una relación dinámica entre el cuerpo y
el objeto. A partir de esta etapa esencial, las posibilidades del niño aumentan considera
blemente pues al poder interiorizar sus experiencias y reconstruir la realidad externa
con imágenes y representaciones, el niño desarrolla su lenguaje oral y motor, instru
mento que le permitirá en lo sucesivo dar al símbolo el valorde lo real. El símbolo va a
representar siempre cierta realidad, realidad que le pertenece sólo a él, nacida de la
propia naturaleza del niño o de la vida social. Las motivaciones inconscientes intervie
nen permanentemente en la asimilación y utilización de lo adquirido con arreglo a unas
leyes cuya formulación es objeto de la psicología profunda y que. De Ajuriaguerra
engarza con la psicología genética observando y constatando unos hechos en la vida del
niño. A sí adquieren, en la segunda parte del libro, una importancia trascendental las
hipótesis explicativas de los trastornos de las funciones vitales.
PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN CASTELLANA Vil
Alfredo REGO
Director del Centro Neuropsiquiátrico
de Martorell (Barcelona)
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN
FRANCESA
Es para nosotros un placer expresar nuestra gratitud para quienes nos han
ayudado en la exposición de algunos apartados relativos a su especialidad: X. Serón,
R. Soulayrol, II. Solms y P. Vengos.
Renuevo mi gratitud a:
Jeanne Abensur, cuyo sentido analítico e inquebrantable constancia han sido
irreemplazables.
A m i esposa, cuya colaboración y ayuda constante me han permitido emprender
y llevar a su término esta segunda edición.
PRÓLOGO DEL AUTOR
A LA PRIMERA EDICIÓN
♦ *
PRIMERA PARTE
PROBLEMAS GENERALES
Capítulo III.- Vida social y desarrollo del niño y del adolescente . . . ...........................63
SEGUNDA PARTE
LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
El sueño en el n i ñ o .......................................................................................................................158
Ontogénesis del sueño en el niño (158). El sueño en el marco general del desa
rrollo infantil (158).
El sueño y la imaginería en el niño ....................................................................................... 161
El sueño (161).
La ¡magiimción en el niño (164).
El insomnio y la somnolencia . ............................'. ..........................................................166
Comportamientos en el presueño, en el sueño y automatismos hipnicos . . . . . . 168
Comportamientos particulares o patológicos del sueño o durante el su eñ o ........................... 169
TERCERA PARTE
Capítulo XIX —Problemas particulares planteados por la depresión y ¡a exaltación en el niño 659
Generalidades................................................................................................................................. 345
El niño visto por el médico (845).
Problemas planteados por la hospitalización (847).
Psicosociologia del niño físicamente enfermo y del minusválido ......................................847
El niño y el ambiente durante la enfermedad 848
Problemas generales (848). Enfermedades graves (849). Problemas particulares
(852)
Las limitaciones físicas ............................................................................................ 854
Los minusválidos "en estado de enfermedad" 854.
El niño diabético (854). El niño hemofílico (856).
Los minusválidos "afectos de secuelas" (858). Trastornos del desarrollo físico y
deformaciones corporales (858). Los niños afectos de limitación motriz (859).
La noción de minusvalía y la personalidad del in v á lid o .................................................861
Higiene mental del niño minusválido ................................................ 864
Introducción .................................................................................................................................869
El mundo de los adolescentes (869).
Sociedad y adolescente (873).
Las personalidades inhabituales .................................................................................................877
Problemas planteados por la noción de niño o de adolescente psicópata ......................880
Capítulo XXVI.— Los niños victimas de agresión en el grupo social y fa m ilia r ......................941
PROBLEMAS GENERALES
CAPITULO PRIMERO
HISTORIA Y FUENTES
DE LA PSIQUIATRÍA INFANTIL
I .- R E S E Ñ A HISTÓ RICA
1 ° Precursores
(pedagogos y educadores)
Los precursores, procedan o no del campo de la medicina, son sobre todo reedu
cadores de deficiencias sensoriales’y del retraso mental. Como subraya G. Heuyer, la
colaboración de Seguin, educador, con el psiquiatra Esquirol viene a constituir el
primer equipo mcdicopedagógico. Habrá que esperar a finales del siglo XIX para que
Boumeville funde un auténtico centro medicopedagógico reservado exclusivamente
para retrasados mentales.
4 PROBLEMAS GENERALES
Al mismo tiempo, en Ginebra, hacia 1898, Claparéde introduce por vez primera
en la enseñanza pública clases para la formación de niños retrasados: son las denomi
nadas clases especiales. En colaboración con el neurólogo Fran^ois Naville inicia,
entre 1904 y 1908, la primera consulta medicopedagógica destinada a establecer
criterios de admisión y para seleccionar las clases especiales. En estrecha asociación.
Alfrcd Binet y Théodore Simón publican en Francia, en 1905, la primera escala de
desarrollo intelectual. A partir de entonces, la neuropsiquiatría infantil entra en un
constante desarrollo.
3 ° El siglo X X
Según Elen Key, el siglo XX es el siglo del niño. L. Kanncr considera así las pri
meras cuatro décadas:
La primera se caracteriza por la divulgación de los trabajos psicométricos de
A. Binet. Simultáneamente, con S. Freud aparecen las tendencias dinámicas en
psiquiatría, y Beers destaca el valor de la higiene mental. Los juristas siguen estas
orientaciones y crean tribunales especiales de menores.
. La segunda década ve abrirse los primeros centros de reeducación para delin
cuentes infantiles. Surgen hogares para niños que se hallan en grave peligro moral y,
al mismo tiempo, aumentan las escuelas especializadas en enseñanza individualizada.
En la tercera década se fundan los primeros centros de orientación infantil dirigi
dos por médicos, psicólogos y asistentes sociales que trabajan en equipo. Al mismo
tiempo, los educadores no piensan ya tanto en un simple retraso intelectual cuanto
en los cambios de conducta infantil, y en unión con psicólogos y psiquiatras tratan
de definir métodos educativos apropiados. Por estas fechas se organizan las.primeras
agrupaciones de padres de alumnos. De los repetidos contactos entre familias de
alumnos y educadores nace una mejor comprensión de las dificultades del niño en el
marco familiar y escolar.
En la cuarta década se establecen y generalizan los métodos psicoterápicos,
especialmente la terapéutica basada en la interpretación de los juegos según la doctri
na freudiana.
Podemos resumir esquemáticamente, con L. Kanner: en los primeros años del
presente siglo se hizo hincapié en los problemas del niño y especialmente en los de
su instrucción; en la segunda década se crearon organismos de tipo comunitario; en
la tercera, la acción se concentró en el marco familiar y escolar, y en la cuarta
década se trabajó directamente con el niño.
La psiquiatría infantil halla sus propios métodos y se desgaja como especialidad
propiamente dicha tanto de la psiquiatría del adulto como de la pediatría, aunque
conservando estrechas relaciones con ambas ramas de la Medicina. En 1937 se cele
bra en París el Primer Congreso Internacional de Psiquiatría Infantil. En algunos
países se fundan asociaciones nacionales de psiquiatría infantil, y todas ellas quedan
encuadradas dentro de una federación europea. En Francia, gracias a la incansable
actividad desplegada por el profesor G. Heuycr, la Educación Nacional y la' Facultad
de Medicina reconocen las particularidades de la paidopsiquiatría y se crea en la
capital de Francia una cátedra exclusivamente para el estudio de esta especialidad.
El psicoanálisis de los niños se ha extendido considerablemente en la mayoría de
los países occidentales, a excepción de la Unión Soviética. Es de señalar el considera
ble material aportado por los psicoanálisis precoces, la creación de auténticas escue
las psicoanalíticas (Anna Freud, Mélanie Klein, D. W. Winnicott, etc.), los estudios
HISTORIA Y FUENTES 5
directos del desarrollo, a partir del punto de vista psicoanalítico (S. K. Escalo
na, R. A. Spitz, etc.) así como los estudios de inspiración etológica o los pluridi-
mensionales en la segunda mitad del siglo xx.
Las terapéuticas se matizan y se diversifican con el desarrollo de la reeducación y
de la psicoterapia de inspiración pedagógica o psicoanalítica: tratamientos logopé-
dicos, relajación, psicodrama analítico.
Señalemos asimismo una difusión, durante estos últimos años, de las terapias
basadas en las teorías del aprendizaje.
En otro- terreno totalmente distinto, el aumento de los conocimientos bioquí
micos y cromosómicos ha tenido una gran importancia para los métodos de explo
ración y los tratamientos en psiquiatría infantil. También en terapia medicamentosa
se han realizado importantes progresos.
En numerosos países se ha planteado el problema de saber si la psiquiatría del
niño debía relacionarse más con la psiquiatría del adulto o con la pediatría. Si es
imprescindible, sin duda, conocer bien al niño, también es un absurdo abordar la
paidopsiquiatría sin un conocimiento profundo de los problemas de los adultos,
teniendo en cuenta la orientación actual de la psiquiatría hacia el tratamiento de la
familia en conjunto o de uno de sus miembros, sea adulto o niño.
Nuevos problemas han aparecido en la sociedad: la difusión considerable de las
drogas entre los jóvenes, la excesiva manifestación de la sexualidad y de la agresivi
dad. El desarrollo de las investigaciones epidemiológicas y socioculturales en psiquia
tría permiten confiar en la posibilidad de llegar a prevenirlos.
ante los síntomas considerados como hechos dentro de una historia individual y rela
cionados con una determinada biografía, como sale a colación un agente patógeno y
se piensa que el enfermo ha sido víctima de una agresión que explica la existencia de
la enfermedad, dando más importancia al agente agresor que a la víctima de su
acción. Admitiendo cualquiera de ambas posturas, según los casos, hoy tiene menos
interés la lesión o el síntoma que el proceso energético de la enfermedad y su
desarrollo.
En la psiquiatría infantil se entrecruzan diversas disciplinas: pediatría, psiquiatría
general, neurología, psicología, ctología, pedagogía y sociología, formas de conoci
miento con las que se confronta, se identifica o se diferencia valiéndose de los pro
gresos de una ciencia concreta o de todas ellas.
Igual que la psiquiatría clásica, la paidopsiquiatría se ha visto influida'por la
neurología. Esta no tardó en adquirir el carácter y la reputación de una ciencia
exacta, lo que movió á los psiquiatras a tratar de acomodar el proceso psiquiátrico al
modo de pensar neurológico. En el caso de la neurología es sabido que histórica
mente se han manifestado dos tendencias: una localizadora, que ve el funciona
miento de la psique como un mosaico de funciones, como un compendio de la
actividad de órganos independientes; y otra, biofuncional, según la cual' no son loca
lizabas las funciones, aun' cuando pueda relacionarse un síntoma con alguna lesión
localizada: el síntoma sería un producto arbitrario del modo de concebir las cosas.
También la psiquiatría general ha evolucionado entre dos tendencias contradic
torias: la de la organogénesis y la de la psicogénesis. Para los “organicistas” , todo
mecanismo mental se reduce a la actividad de sistemas neurológicos existentes y,
prescindiendo de esta mecánica, nada puede quedar elucidado; la integración de las
funciones se explica por la madurez y actividad sucesiva de aparatos anatomofisioló-
gicos, y los disfuncionamientos por desorganizaciones generales o focales. Investiga
una etiología basada en factores hereditarios, o en factores adquiridos, tóxicos,
infecciosos, mctabólicos, etc. Por su parte, los “ psicogenctistas” dan poca importan
cia a los procesos cerebrales y tan sólo se interesan por los mecanismos psicogcné-
ticos que guardan relación fundamentalmente con el estudio de los problemas con
flictivos mediante la comprensión histórica de la personalidad o de la individual
vivencia cxistencial. Habitualmentc no les interesan las aportaciones de la psicofisio-
logía, cuando no la rechazan de plano. La psiquiatría siempre osciló entre dos
tendencias: la que admite que la perturbación mental consiste en el mal funciona
miento de una mecánica, y la que tan sólo admite alteraciones “vividas” o “pre
sentes” , desligadas de todo lo orgánico. Muchas veces, a una mitología cerebral se ha
opuesto una mitología animista, carente de bases biológicas.
Si bien es verdad que el ser humano no es una cosa y que un atlas anatómico y
un hombre no son lo mismo, no es menos verdad que a fuerza de negar lo que está
predeterminado y organizado en el soma, se nos suele mostrar un ser descamado, un
hombre sin consistencia. Todo parece estar por encima del hombre y no en el
hombre, mecánico y creador a un tiempo.
Sólo considerando al ser humano como un todo funcional en relación con su
medio ambiente podemos llegar a una auténtica neurobiología. Contando con las
realidades anatomoclínicas, vemos al hombre en su desarrollo evolucionar en el
terreno de la relación formativa que se da juntamente con la realización funcional.
La evolución del niño nos hace ver y nos permite superar dichas contradicciones.-
Si a lo largo de este estudio comprobamos que el niño es “anhistórico” en sus actos
sucesivos y realizaciones funcionales que se van descubriendo progresivamente, ya
que todos ellos aparecen como fenómenos nuevos, no quiere esto decir que pueda
HISTORIA Y FUENTES 7
partir del momento en que tenga en cuenta las posibilidades del niño en sus suce
sivas “ fases” , de su capacidad de aprendizaje y de sus necesidades sociales. De hecho,
en algunos momentos de su historia, la sociedad ha manifestado unas exigencias
concretas para eliminar aquellas necesidades no empleando todo el potencial del niño
y cerrando el paso al empleo de todas sus posibilidades. Tenemos la absoluta segu
ridad de que. unas asociaciones pedagógicas, perfectamente conocedoras tanto de las
técnicas de enseñanza y de las doctrinas psicológicas del desarrollo del niño como de
los problemas psicopatológicos que nos plantea mientras dura su desarrollo, bastarían
para evitar, por sí solas, una buena proporción de casos que requieren reeducación o
psicoterapia.
Aunque complejas, las aproximaciones comparativas entre el desarrollo infantil y
los datos etológicos son interesantes (E. C. Grant, M. W. Fox, J. Bowlby, A. Am-
brose, etc.). Supervalorada por unos, criticada én exceso por otros, la moderna eto-
logía nos muestra modelos de desarrollo de gran importancia para comprender la
evolución de ese ser tan inmaduro que es el hombre al nacer. Como declara
A. Ambrose, en vez de restar méritos a la contribución capital de las diferentes teo
rías, estas aportaciones no sólo permiten clarificar sus bases biológicas, sino incluso
llenar el vacío existente entre ellas. Aunque dicha aproximación no tenga un sentido
unívoco, permite distinguir, según este autor, una gama infinita de modos de pensa
miento y de investigación que se nos plantean en todo momento; los estudios etoló
gicos abordan problemas con los que nos podemos encontrar en cualquier momento:
dicotomía entre instinto y aprendizaje, factores de edad y estudios ontogénicos,
distinción entre causalidad y función en la comprensión de la conducta, descripción
de ésta en su entorno ambiental, el importantísimo significado de la interacción
social, multiplicidad de los modos de actuar de los factores ambientales, compo
nentes de la conducta compleja, etc. Por otra parte, estos estudios nos permiten pro
fundizar en lo que significa el instinto en el hombre, la comunicación instintiva, la
conducta y el desplazamiento del conflicto, las formas cómo se establecen los lazos
recién nacido-madre, las fases de fijaciones objétales y los períodos críticos, la impor
tancia de los estímulos en el animal y en el niño, etc. No liemos de confundir la
otología y el desarrollo humano, aunque J. Bowlby piense que no existe una oposi
ción entre la otología y la teoría del aprendizaje, entre los conceptos generales opera-
cionales de J. Piagct y determinadas respuestas del psicoanálisis.
El niño, inmaduro como es, posee unos mecanismos innatos y unos componentes
instintivos (cuya característica es una constante con valor de generalidad) compara
bles a unos modelos etológicos y que evolucionan del automatismo hacia lo volun
tario. Desde muy temprana edad se distinguen algunos de estos tipos de actividad
como aspectos diferenciales de la conducta. E. J. Anthony se refiere al problema
filosófico y práctico de la observación del niño, observación que entre otros dilemas
presenta el de la subjetividad-objetividad, ¿Cabe preguntarse cómo es posible que
pueda darse una observación objetiva sin perder la riqueza de las observaciones subje
tivas y, viceversa, cómo podemos estudiar lo que una persona siente directamente
dejando de lado su propio saber, as! como en qué medida nuestro propio saber no
altera la misma observación? Por otra parte, al querer ejercer un control, ¿en qué
HISTORIA Y FUENTES 9
y los deseos inconscientes de los padres. Por otra parte, en el plano de la comunica
ción, siempre es difícil •descubrir las “ incongruencias” de los mensajes puestos en
circulación por los teóricos de la “ doble unión” (G. Batcson y otros), o saber hasta
qué punto la función que cada uno se atribuye no limita su capacidad de esponta
neidad real. Sabemos que según los datos de la antropología cultural, M. Mead ad
mite que hay diversos tipos de vínculos: complementarios, de interrelación, íntimos,
pudiéramos' decir, y por otra parte, simétricos, que llevan a la madre a comportarse
con su hijo como si fuera su semejante, y otros vínculos que impulsan el recíproco
cambio de bienes como si se tratara de objetos materiales. Hay padres que pueden
mantener permanentemente alguna de estas formas de relación, mientras que otros
cambian según la situación. Por otra parte, muchas veces, al pensar en una cierta mu-
. labilidad que existe en el niño, se da por descontado que los padres no cambian,
pero lo cierto es que con el transcurso del tiempo también son objeto de cambios,
como consecuencia de mutaciones económicas, de modificaciones de la relación in-
lerconyugal, de nuevas formas de satisfacción sexual, del nacimiento de otros hijos,
etcétera. Como señala N. W. Ackerman, conviene ser cada vez más escéptico entre los
clisés familiares y formulaciones estereotipadas en cuanto a la respuesta infantil al
rechazo paterno, a la seducción,'al complejo de Edipo, a la explotación de su narci
sismo, etc. No por ello hemos de ver forzosamente a los padres y al niño como ene
migos envueltos en una lucha, cada uno exigiendo el sacrificio del otro o —caso de
llegar a una difícil tregua— analizando su aspecto de competitiva oposición, olvidan
do la unión existente entre el niño, los padres y el resto de la familia. Creemos arti
ficial considerar la trama familiar como una lucha entre características positivas o
negativas de padres e hijos, siendo así que la realidad puede no tener caracteres pato
lógicos sino en situaciones que cristalizan y al llegar el niño a determinada edad.
Nuestros conocimientos son insuficientes para apreciar si hay un potencial de capaci
dades innatas; lo que sí sabemos es que existen desfases entre el desarrollo de las
capacidades diversas, lenguaje, motricidad, etc., y que las caracteríticas de tales capa
cidades pueden influir en la relación padres-hijo. Como dice T. Moore, puede haber
dos personas con igual grado de madurez y ser diferentes desde diversos puntos de
vista, lo que dependerá de la frecuencia diferencial de algunos actos o de las diferen
cias de intensidad o de calidad, que pueden ser calibrados pero no mensurados.
A. Thomas y cois, declaran haber identificado cierta proporción de modelos de reac
ciones primarias equivalentes a un perfil de personalidad relativamente constante al
menos durante los cinco primeros años, lo que puede influir en la conducta de los
p a d res y del e n to rn o . Como subraya P. Fcdida, en su estudio sobre Flaubert,
J. P. Sartre ha demostrado que la relación del niño con su familia está llena de múlti
ples y complejas contradicciones que se expresan en especiales sucesos de significado
indescifrable mediante los que el niño va tanteando su capacidad y su manera de
resolver temporalmente las contradicciones de su propia historia.
Creemos que puede haber cinco modos de estudiar el desarrollo que no se opo
nen entre sí, sino que se complementan.
El método biográfico, que comprende amplios estudios biológicos y relaciónales;
descripciones carentes de toda palabra discutible; un análisis de las observaciones y
otro de algunas totalidades clasificadas; un estudio acerca los observadores, que por
este motivo influyen en el niño, tan importante como el estudio del desarrollo. Este-
estudio presenta algunos inconvenientes debido al pequeño número de observaciones
y a la brevedad de los lapsos de evolución. A un pequeño número no le podremos
dar un valor general, ni tampoco valor de predicción a una evolución tan corta, pero,
aun así, tiene algunas ventajas, pues por la profundidad en los estúdios nos hace
comprender mejor la estructura íntima de la organización durante su evolución.
El método estadístico permite el estudio de determinados datos y el estudio de
correlaciones. Puede proporcionar cierto número de constantes muy valiosas, pero no
nos señala los momentos de organización, los instantes aclaratorios que representan
algo más que la simple suma de muchos términos conocidos.
El método biográfico retrospectivo puede servir, por ejemplo, para estudiar un
grupo de niños de escuela primaria con graves dificultades de adaptación, así como
para mejor conocer a su familia con vistas a establecer una constelación caracte
rística. Dicho estudio se confrontará con el de un grupo de control formado por
niños que no tienen esa dificultad. Si se da la misma dificultad en el grupo de con-
tiol, deberá profundizarse la investigación a fin de comprender los mecanismos de
compensación.
El estudio de la regresión en los niños psicóticos debe tener en cuenta que la
regresión no es una vuelta a un anterior nivel evolutivo, puesto que el niño hace la
regresión con cuanto ya tiene adquirido. El aspecto puede ser equivalente pero su
valor es distinto.
Los estudios longitudinales de larga duración se realizan, por ejemplo, con grupos
de niños seleccionados al nacer (prematuros, p. ej.), o después (p. ej., niños con per
turbaciones del lenguaje), pero siguiendo unos criterios muy estrictos y comparados
con niños de control.
V. — M ÉTODOS ASISTENCIALES
capital importancia el momento en que esta elección se produce, no sólo por los
cambios que comporta, sino por la posición que se adopta. No cabe hablar de tera
péutica abusiva; hay que elegir la terapéutica más apropiada en un momento dado
atendiendo a la situación real y a las posibilidades médicas existentes. Sólo hay que
aceptar a un enfermo cuando existe un perfecto acuerdo entre quienes se van a
ocupar de él. La terapéutica a seguir no siempre depende de los síntomas, sino del
impacto esperado al intervenir en el campo de fuerzas que se nos presenta. A veces
parecerá necesaria una psicoterapia en las alteraciones del lenguaje, bien sea sola o
unida a una reeducación logopédica; a veces, una reeducación psicomotriz puede
mejorar un débil motor paratónico afectado por trastornos emocionales.
¿Qué clase social es la que consulla al psiquiatra infantil? El niño muchas veces
llega al médico por el camino indirecto de una institución o de la escuela. Normal
mente son problemas de poco alcance los que preocupan a los padres: retraso del
crecimiento, asistencia a la escuela o conducta irregulares, síntomas aislados o así
considerados -d e l apetito, del esfínter y m otores-, alteraciones del lenguaje, del
sueño, de algunos hábitos motores, tendencias a la cólera, a la pereza, etc. Cuando
una madre lleva su hijo al médico muchas veces lo que se esconde tras ese acto es
una oscura petición personal de ayuda. Realmente, es raro que consulte directamente
para resolver sus propios problemas familiares. La consulta puede producirse a raíz
de un episodio brusco que pone en evidencia una organización psicopatológica ante
rior, inadvertida hasta el momento, o tras una larga evolución en que los síntomas se
han minimizado, esperando se tratara de un fenómeno pasajero; también puede ir
contra su voluntad, por indicaciones de personas pertenecientes a su misma familia o
ajenas a ella.
La familia que consulta al médico espera un tratamiento, un pronóstico y una
ayuda, y, a veces, incluso adquirir la tranquilidad de saber que no ha sido culpable
de la alteración. Por experiencia, sabemos que el síntoma no es sino la manifestación
aparente de una alteración mayor, bien porque la personalidad se ha formado en
tom o a un incidente primario, bien porque los síntomas externos ocultan o permiten
descubrir una alteración más grave de la personalidad. Por eso, la primera entrevista
tiene capital importancia; es la primera toma de contacto que nos permitirá poner en
funcionamiento nuestros recursos, actuando el médico de diverso modo según se
trate de un caso urgente, en el sentido médico del término, de una crisis del desarro
llo infantil o de un proceso. Sea lo que fuere, hemos de hacer un análisis estructural
en relación con el grado de evolución, tratando de señalar la fijeza o movilidad orga
nizativas y la capacidad o incapacidad de reversibilidad de funciones. Según las con
clusiones del análisis decidiremos si es urgente o no la acción terapéutica y hasta
dónde ha de extenderse nuestro estudio, pues aun cuando sea fácil aceptar encar
garse del paciente, no siempre estaremos en disposición de hacerlo. A veces, al mar
gen de la necesidad de hacer exámenes más concienzudos, basta con los conocimien
tos aportados por una sola consulta para dar una solución momentánea que tenga
efecto favorable, con lo que el problema puede quedar fuera del campo psiquiátrico.
Cuando sabemos que “ la enfermedad existe” , a partir del momento en que el mé
dico la nombra toma una forma médica que puede provocar una reacción en la
misma enfermedad; si es lícita la expresión de que la enfermedad se busca a sí mis
ma, no lo es menos que, también en ocasiones, toma una forma específica por la
acción del entorno o por el tratamiento médico. Con frecuencia no queremos dar un
diagnóstico precoz a la ligera ni proponer un tratamiento rígido. No obstante,
siempre nos parece interesante un esbozo de diagnóstico semejante al que nos ofrece
A. Frcud.
HISTORIA Y FUENTES 15
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EL DESARROLLO INFANTIL
SEGÜN LA PSICOLOGIA GENÉTICA
—Todo estadio ha de ser integrador. Esto es, que las estructuras elaboradas en
Una edad determinada se conviertan en parte integrante de las de los años siguientes.
— Un estad io co rre sp o n d e a una e s tru ctu ra de co n ju n to , y n o a la yu x tap o sició n
d e p ro p ied ad es e x tra ñ a s unas a otras.
—Un estadio comprende al mismo tiempo un nivel de preparación y un nivel de
terminación.
—Cuando se dan juntos una serie de estadios hay que distinguir el proceso'de
formación, de génesis y las formas de equilibrio final.
J. Piaget define en términos muy precisos lo que él llama estadio y que otros
llaman fase.
Se hace necesaria esta precisión habida cuenta de que, como muestra P. Os-
terrieth, no se ha logrado unanimidad en cuanto a la definición de este término. Este
autor ha comparado gran número de codificaciones de estadios, tanto europeos
como americanos, y al analizarlos ha podido registrar 61 períodos cronológicos dife
rentes y comprobar que entre los 0 y los 24 años puede considerarse que cada vez
que se cambia de edad comienza o tiene su final un estadio. Pese a tales discor
dancias, P. Osterrieth señala que cabe encontrar un cierto acuerdo comparando los
diversos sistemas. Pasando al plano intelectual, por ejemplo, en la mayor parte de los
estudios vemos que se da un período de preparación, de coordinación- de base, en
una época dominada por fenómenos de maduración y que coincide más o menos con
el primer año. Todo el mundo parece estar de acuerdo en señalar un período de
inteligencia aplicada al campo de lo concreto, inteligencia sensoriomotriz o de mani
pulación, según los autores. Casi todos coinciden en señalar un tercer período domi
nado por la aparición de la capacidad representativa. Posteriormente, el niño aban
dona la postura adualista y comienza a considerar al mundo que le rodea como algo
impersonal. Al mismo tiempo aparece la torna de conciencia de sí mismo con res
pecto a otros y frente a las cosas con un distanciamiento del mundo que le rodea.
Parece ser que en este período se elabora la lógica concreta. Casi todos los sistemas
señalan igualmente el advenimiento del pensamiento formal. En el plano afectivo y
social casi todos los autores coinciden al describir una serie de indicaciones concor
dantes. Son bastantes los que hablan de una primera crisis de oposición al cumplir
los 30 meses de edad aproximadamente. Algunos, como A. Gesell, señalan una crisis
de inseguridad, una fase conflictiva y una serie de dificultades al llegar a los 5 o
5 años y medio relacionada con el período edipiano de que nos habla la termino
logía psicoanalítica. Lo mismo cabe decir de la crisis de los 12-13 años, que general
mente suele considerarse dentro del marco general de la pubertad psicológica.
Existen importantes divergencias entre los autores. J. Piaget las subraya al tiempo
que pone en guardia contra superficiales o aparentes intentos de conciliación que,
para él, carecen de interés. Piensa que el delimitar unos estadios no es una meta en
sí y que ello es un simple instrumento indispensable para el análisis de procesos
formativos como son los mecanismos del razonamiento. Consecuencia de todo ello es
que los cortes entre estadios serán diferentes según el aspecto del desarrollo que sea
objeto de estudio.
R. Zazzo introduce una diferencia entre la idea de crisis y la de estadio: en algún
sentido la crisis ha de introducir un nuevo estadio definido cualitativamente y, por
consiguiente, una reorganización. Pero hay que decir que en la noción de estadio de
J. Piaget va implícita la reorganización.
Estudiando la evolución del carácter, M. Tramcr describe etapas y fases inestables
y fases estables. En cuanto a su estructura, estabilidad e inestabilidad, cambian de
p s ic o l o g ía g e n é t ic a 23
una etapa a otra, de una fase a otra, lo que da origen a una modificación del arma
zón del carácter y de su marco general. Como dice Tran-Thong, en los sistemas basa
dos en estadios el desarrollo infantil es a la vez discontinuo y continuo, compuesto
por una gama de niveles cualitativamente diferentes y unidos entre sí solidariamente.
A nuestro entender, la descripción de estadios está lejos de ser la principal apor
tación de la psicología genética. Veremos que nociones como la de “ posición”
(Mélanie Klein) y “organizadores” (R. Spitz) poseen un significado distinto del de
“estadio” , en la acepción clásica del término.
En realidad, la aportación de la psicología genética es todo un cuerpo de doctri
nas en que “ sincronía” y “ diacronía” son complementarias.
Es típica esta peculiaridad en las aportaciones de J. Piaget y H. Wallon.
Se ha mencionado de manera especial a estos autores al hablar del aspecto cualitati
vo de la evolución psíquica del niño, por oposición a aquellos cuyos esfuerzos tienden a
establecer unas medidas y que consideran que los cambios que se producen duran
te el desarrollo infantil sólo pueden ser captados cuantitativamente. J. Piaget y
II. Wallon presentan, el desarrollo psíquico como una construcción p r o g r e s i v a que se
produce por interacción entre el individuo y su medio ambiente. Piensan en una
a u t é n t i c a g é n e s is d e la p s iq u e frente a la idea del desarrollo como realización progre
siva de funciones predeterminadas.
Por lo demás, estos dos autores no se limitaron a darnos una descripción de las
etapas de la evolución psíquica, sino que trataron de explicarla, intentando deslindar
los procesos más sobresalientes de su génesis.
Pese a sus diferencias más o menos acentuadas en ciertos momentos, cabe consi
derar sus trabajos como complementarios: Piaget ha profundizado fundamentalmente
en los procesos propios del desarrollo cognitivo, y Wallon en el papel de la emoción
en el comienzo del desarrollo humano. Al señalar diversos estadios, Piaget ha insis
tido en los cambios estructurales característicos de cada etapa del desarrollo cogni
tivo, cambios relacionados con la conducta infantil en sentido general. H. Wallon se
ha fijado fundamentalmente en el desarrollo de la personalidad como cosa total, y
ha propuesto se caracterice cada período por la aparición de un rasgo dominante,
por el predominio de una función sobre las demás.
Desde el punto de vista de lós procesos generales del desarrollo podemos caracte
rizar rápida y esquemáticamente la aportación de los diversos autores.
Al estudiar el desarrollo cognitivo, J. Piaget da gran importancia a la a d a p ta c ió n
que, siendo característica de todo ser vivo, según su grado de desarrollo, tendrá
diversas formas o estructuras. En el proceso de adaptación hay que considerar dos
aspectos, opuestos y complementarios a un tiempo: la a s im ila c ió n o integración de
lo meramente externo a las propias estructuras de la persona y la a c o m o d a c i ó n o
transformación de las propias estructuras en función de los cam bios'del medio
exterior. J. Piaget introduce el concepto e q u ilib r a c ió n para explicar el mecanismo
regulador entre el ser humano y su medio. Se considera la adaptación mental como
prolongación de la adaptación biológica, siendo una forma de equilibrio superior.
Los continuos intercambios entre el ser humano y su medio adoptan formas progre
sivamente más complejas. J. Piaget acude a los modelos matemáticos para formular
su explicación del desarrollo cognitivo con el término de r e v e r s ib ilid a d . Esta ¡dea,
que inicialmcnte sirve para caracterizar un aspecto capital del desarrollo cognitivo, es
aplicable a los aspectos afectivos y sociales de la evolución del niño, cosa en la que
J. Piaget viene insistiendo desde hace tiempo.
Al dar cuenta del desarrollo del niño como algo total, sin aislar previamente el
aspecto cognitivo y el afectivo, H. Wallon otorga más importancia a otros procesos.
24 PROBLEMAS GENERALES
1 .- EL PRIMER PERÍODO
Bastará que unos movimientos aporten una satisfacción para que sean repetidos
(reacciones circulares). Las reacciones circulares sólo evolucionarán con el desarrollo
posterior, y la satisfacción (único objetivo) se disociará de los medios que fueron
empleados para realizarse.
Al coordinarse diferentes movimientos y percepciones se forman nuevos esquemas
de mayor amplitud. El niño incorpora las novedades procedentes del mundo exterior
a sus esquemas (podemos denominarlos esquemas de asimilación) como si tratara de
comprender si el objeto con que se ha topado es, por ejemplo, “ para chupar” , “para
palpar” , “ para golpear” , etc. Cabe afirmar que los diversos esquemas constituyen una
estructura cognitiva elemental en grado sumo, al igual que lo serán, posteriormente, •
los conceptos a los que incorporará los nuevos informes procedentes del exterior.
Durante el período scnsoriomotriz todo lo sentido y percibido se asimilará a la
actividad infantil. El mismo cuerpo infantil no está disociado del mundo exterior,
razón por la cual Piaget habla de un egocentrismo integral.
Gracias a posteriores coordinaciones se fundamentarán las principales categorías
de todo conocimiento: categoría de objeto, espacio, tiempo y causalidad, lo que per
mitirá objetivar el mundo exterior con respecto al propio cuerpo. Como criterio de
objetivación o exteriorización del mundo (inicio de una “ dcscentración” respecto al
yo), Piaget subraya el hecho de que el niño busca un objeto desaparecido de su vista
mientras que durante los primeros meses dejaba de interesarse por el objeto en
cuanto escapaba de su radio de percepción. Hasta el final del primero el niño no será
capaz de considerar un objeto como un algo independiente de su propio movimiento
y sabrá, además, seguir los desplazamientos de este objeto en el espacio.
Al finalizar el primer año será capaz de acciones más complejas, como volverse
para alcanzar un objeto, utilizar objetos como soporte o instrumentos (palos,
cordeles, etc.) para conseguir sus objetivos o para cambiar la posición de un objeto
determinado.
La función simbólica tiene un gran desarrollo entre los 3 y los 7 años. Por una
parte, se realiza en forma de actividades lúdicas (juegos simbólicos) en las que el
niño toma conciencia del mundo, aunque deformada. Reproduce en el juego situa
ciones que le han impresionado (interesantes e incomprendidas precisamente por su
carácter complejo), ya que no puede pensar en ellas, porque es incapaz de separar
acción propia y pensamiento. Por lo demás, al reproducir situaciones vividas las
asimila a sus esquemas de acción y deseos (afectividad), transformando todo lo que
en la realidad pudo ser penoso y haciéndolo soportable e incluso agradable. Para el
niño el juego simbólico es un medio de adaptación tanto intelectual como afectivo..
Los símbolos lúdicos del juego son muy personales y subjetivos.
El lenguaje es lo que en gran parle permitirá al niño adquirir una progresiva
interiorización mediante el empleo de signos verbales, sociales y transmisibles oral
mente.
Pero el progreso hacia la objetividad sigue una evolución lenta y laboriosa.
Inicialmente, el pensamiento del niño es plenamente subjetivo. Piaget habla de un
egocentrismo intelectual durante el período preoperatorio. El niño todavía es incapaz
de prescindir de su propio punto de vista. Sigue aferrado a sus sucesivas percep
ciones, que todavía no sabe relacionar entre sí.
El pensamiento sigue una sola dirección;- el niño presta atención a lo que ve y
oye a medida que se efectúa la acción, o se suceden las percepciones, sin poder dar
marcha atrás. Es el pensamiento irreversible, y en ese sentido Piaget habla de preo-
peratividad.
Frente a experiencias concretas, el niño no puede prescindir de la intuición direc
ta, dado que sigue siendo incapaz de asociar los diversos aspectos de la realidad per
cibida o de integrar en un único acto de pensamiento las sucesivas etapas del fenó
meno observado. Es incapaz de comprender que sigue habiendo la misma cantidad
de líquido cuando se trasvasa a un recipiente más estrecho, aunque no lo parezca;
por la irreversibilidad de su pensamiento, sólo se fija en un aspecto (elévación de
nivel) sin llegar a comprender que la diferencia de altura queda compensada con otra
diferencia de superficie. Tampoco puede comparar la extensión de una parte con el
todo, dado que cuando piensa en la parte no puede aún referirse al todo.
La subjetividad de su punto de vista y su incapacidad de situarse en la perspecti
va de los demás repercute en el comportamiento infantil.
Mediante los múltiples contactos sociales e intercambios de palabras con su
entorno se construyen en el niño durante esta época unos sentimientos frente a los
demás, especialmente frente a quienes responden a sus intereses y le valoran (véase
capitulo III: Vida social y desarrollo del niño y del adolescente).
El período de operaciones concretas se sitúa entre los siete y ios once o doce
años.
Este período señala un gran* avance en cuanto a socialización y objetivación del
pensamiento.
Aun teniendo que recurrir a la intuición y a la propia acción, el niño ya sabe
descentrar, lo que tiene sus efectos tanto en el plano cognitivo como en el afectivo o
moral. Mediante un sistema de operaciones concretas (Piaget habla de estructuras de
agolpamiento), el niño puede liberarse dé los sucesivos aspectos de lo percibido, para
p s ic o l o g ía g e n é t ic a 27
vez más generales, y dado su creciente interés por problemas de mayor alcance que
el aquí y . el ahora, comienza a buscar no ya unas soluciones inmediatas, sino que
construye unos sistemas tendentes hacia una verdad más genérica.
La adolescencia es una etapa difícil debido a que el muchacho todavía es incapaz
de tener en cuenta todas las contradicciones de la vida humana, personal y social,
razón por la que su plan de vida personal, su programa de vida y de reforma, suele
ser utópico c ingenuo. La confrontación de sus ideales con la realidad suele ser causa
de grandes conflictos y pasajeras perturbaciones afectivas (crisis religiosa, ruptura
brusca de sus relaciones afectivas con los padres, desilusiones, etc.).
razón por la que H. Wallon habla de simbiosis, ya que el niño entronca con su
medio, compartiendo plenamente sus emociones, tanto las placenteras como las desa
gradables.
Todavía hay una importante etapa que separa al niño del adulto: la adolescencia.
II. Wallon subraya el valor funcional de la adolescencia, coincidiendo con otros en la
importancia de la adolescencia para el desarrollo humano. Se ha dicho que la adoles
cencias es una etapa en que las necesidades personales adquieren toda su importan
cia, la afectividad pasa a primer plano y acapara todas las disponibilidades del indivi
duo. Pero, como ha mostrado J. Piaget, esta etapa es la del posible acceso, inteleo
tualmcntc hablando, a los valores sociales ’y morales abstractos. No hay que dejar
pasar esta etapa sin interesar al adolescente en los valores, sin hacerle descubrir el
deber de orientar la vida social hacia los valores espirituales y morales. El momento
en que puede descubrirlo en el momento en que tiene que descubrirlo, ya que
después será demasiado tarde. Hay un momento apropiado para el aprendizaje; es el
momento de aprender todo cuanto ha de constituir la orientación de la vida del
hombre para poder ser llamada verdaderamente humana. Es importante el valor
funcional del acceso a los valores sociales. Hay que movilizar la inteligencia y la
afectividad del adolescente, del joven adulto, hacia el acondicionamiento de una vida
32 PROBLEMAS GENERALES
teoría psicoanalitica, dice este autor, lia de tener a la vista ambos escollos para
evitarlos y saberse guiar con ellos.
Teniéndolo bien presente, expondremos esquemáticamente algunas nociones psi-
coanalíticas y la ontogcnésis del desarrollo mental.
I. - EL INCONSCIENTE
La característica ilel método psicoanalítico es haber sacado a la luz ciertas líneas dinámicas
inconscientes organizadoras de la psique. El conjunto dinámico no es el resultado de una concep-
tualización satisfactoria en función de un postulado, sino una sistematización impuesta por una
observación y una práctica. Según la doctrina freudiana, el inconsciente constituye el fondo de
toda vida psíquica cuyos fenómenos conscientes no son sino simples manifestaciones. Es una
doctrina revolucionaria frente a aquella que consideraba la conciencia como un sistema regulador
esencial que nos es dada en un determinado momento de la vida y uno de los fundamentos de la
organización psicológica del hombte. S. Freud no elude el problema de lo consciente, sino que lo
inserta en un sistema de inconscicntc-preconscicnlc-consciente, en que los fenómenos conscientes
no son sino la parte más superficial de la vida psíquica. Los psicólogos y filósofos de la escuela
clásica consideraban al hombre a través de cierta organización formal, realmente tranquilizante ya
que atribuían una vida afectiva regida por sus propias leyes y unos principios generales de afectos y
pasiones.
La noción de los procesos psíquicos inconscientes la encontramos en los primeros trabajos de
S. Freud sobre la histeria. En sus estudios sobre los sueños juzga que puede darse un doble conte
nido, uno manifiesto, aparentemente absurdo, captado por la persona que sueña, y otro latente,
cuyo sentido aparente disimula su propio contenido y se rige por la ley de los procesos primarios
de desplazamiento, condensación y simbolización. Estos tres mecanismos hacen que el contenido
latente se vuelva irreconocible. Los mecanismos constitutivos del proceso primario vuelven a apare
cer en otras formaciones del inconsciente: actos fallidos, lapsus, etc.
lia podido considerarse el inconsciente como un lugar psíquico, como un sistema con un conte
nido, con unos mecanismos y quizá con una energía específicos. Entre lo consciente y lo incons
ciente se halla una barrera energética que S. Freud llama censura. S. Freud distingue dos tipos dife
rentes de representaciones no conscientes: las preconscientes, que fácilmente pueden convertirse en
conscientes, y las inconscientes, positivamente rechazadas pero eficientes-, determinantes de la ela
boración de los sueños, por ejemplo, de los actos fallidos o de los síntomas neuróticos o psicóticos.
El término inconsciente no designa simplemente los pensamientos latentes en general, sino especial
mente los que poseen un carácter dinámico que, no obstante ser muy intensos y eficientes, se
mantienen lejos de lo consciente. Durante mucho tiempo se quiso identificar lo inconsciente con lo
rechazado, aun cuando S. Freud admitió la existencia de contenidos no adquiridos por el
individuo, filogenéticos, que constituyen el núcleo del inconsciente. El rechazo nos lleva al repre
sentante psíquico del impulso, de suerte que la función del rechazo no es suprimir la represen
tación nacida del impulso sino mantenerlo en el estado de representación inconsciente. El manteni
miento del rechazo precisa, por consiguiente, un permanente consumo energético. Lo rechazado
ejerce una presión constante en la dirección de lo consciente, y éste, por una contrapresión equi
valente, ha de mantener el equilibrio. El rechazo es el causante de la amnesia infantil —según esto,
el olvidar los recuerdos de los primeros años no obedecería a la falta o abolición de una fijación de
los recuerdos, sino que sería la consecuencia del rechazo-; también tiene que ver con el paso a lo
inconsciente de algunos impulsos de la libido, tanto si su realización está vetada como si la angus
tia que producen es de una intensidad insoportable. A partir de 1920, S. Freud definió una segun
da concepción del sistema psíquico, dándole el nombre de segundo tópico (el primero abarcaría los
sistemas inconsciente, preconsciente y consciente, y el segundo el Ello, el Ego y el Supcrcgo); aun
34 PROBLEMAS GENERALES
cuando en los nuevos componentes advertimos las características del inconsciente de sus primeras
descripciones, se les reconoce un origen y una parte conscientes.
El termino Trieb, empleado por S. Frcttd, se ha interpretado en las traducciones como instinto
y como impulso. De hecho, S. Freud empleaba los dos términos Instinkt y Trieb. Con la palabra
“ instinto” se ha querido calificar una conducta animal determinada por la herencia, característica
de la especie, preformada en su desarrollo y adaptada a su objeto; e “ impulso instintivo” para
designar1una carga energética no emanada del mundo exterior sino del mismo interior del organis
mo, representante psíquico de una fuente de estímulos endosomática permanente, presiones
violentas asentadas en los organismos vivos e inherentes a ellos, como son las de la sexualidad,
el hambre o el instinto de conservación del individuo. Los impulsos se definen por su fuente
originaria, como un estado de excitación intracorpóreo; por su finalidad, consistente en buscar
su satisfacción en la supresión del estado de tensión reinante en la misma fuente de los
impulsos; por el objeto de estos últimos, factor variable que nada tiene que ver con el impulso
si no es por la capacidad de producir satisfacción, objeto que puede ser tanto interno como
externo.
La teoría de los impulsos de S' Frctid es dualista. En su primera época enfrenta los impulsos
del Ego o de autoconservación a los impulsos sexuales. Los impulsos del Ego responden a las nece
sidades y funciones indispensables para la conservación individual, como son el hambre y la necesi
dad de alimentarse. S. Freud postula que la libido es una energía, cuya base consiste en transfor
mar los impulsos sexuales; una “ manifestación dinámica en la vida psíquica del impulso sexual” .
No se habla de una energía mental no específica; S. Freud siempre sostuvo el carácter sexual de la
libido, y si se ha hablado de una libido "des-scxualizada” es por haber renunciado a una finalidad
cspccificamcntc sexual. No podemos explicar la teoría del impulso sin contar con la evolución, la
fijación y la regresión. Con la “catcxis” , por otra parte, S. Freud distingue una libido cuyo objeto
es la misma persona (libido del Ego o narcisista), o un objeto exterior (libido de objeto). La libido
se vuelca en el Ego —narcisismo primario- antes de insuflar afectivamente a los objetos, pero
también puede darse, igualmente, una acción de la libido de objeto en el Ego, que constituye lo
que llamamos narcisismo secundario.
Posteriormente, las concepciones de Freud se complican dado que la acción de los instintos del
Ego y la libido no parecen explicar la totalidad de casos clínicos observados. Al recordar que los
instintos, última razón de ser de toda acción, son intrínsecamente conservadores y que todo estado
tiende a rehacerse cuando se lia perdido, Freud señala junto a la libido un instinto de destrucción
encargado de transformar en inorgánico todo lo que tiene vida, cuya manifestación clínica más
llamativa es el masoquismo primario y la necesidad de repetición. Nuevamente veremos el doble
impulso: por un lado, el impulso vital (el Eras), que encubre el impulso sexual propiamente dicho
y el de autoconservación, y, por otro, el de muerte y destrucción, o Tánatos, impulso autodes-
tructivo dirigido secundariamente contra el exterior y que se manifiesta como impulso de agresión
o destrucción. En las funciones biológicas Frctid piensa que estos dos instintos fundamentales son
contrarios o se dan juntos. De esta forma, la acción de comer, por ejemplo, implica la destrucción
de un objeto seguida de su asimilación; el acto sexual es una agresión deseosa de la mis estrecha
unión que darse puede. Muchos psicoanalistas no aceptan sino con reservas el instinto de muerte.
Sin embargo, ha pasado a formar parte de la teoría de Mélaníe Klein.
Si la conducta instintiva se caracteriza, etimológicamente, por su rigidez y parece poco modifi-
cable en el tiempo, la conducta impulsiva —relativamente independiente de la acción externa—se
adapta con más facilidad en algunos casos, madura en ocasiones por un desarrollo interno, y hasta
cierto punto puede sufrir determinada transformación conjuntamente con la biológica. La teoría
psicoanalítica ha querido ofrecer una cronología de este desarrollo estudiando unos estadios instin
tivos (oral, anal y fálico) cñ relación con las zonas crógenas.
En su segundo tópico psíquico, S. Freud hace mención de tres lugares o sistemas de función
psíquica, no aislados sino con una cierta configuración que les es propia y en los que toda la perso
nalidad sólo tendrá cabida admitiendo la existencia de conflictos intcrsistémicos entre las diferentes
instancias, o intrasistémicos entre las contradicciones derivadas del impulso en el interior de una
misma instancia. Sobre esta base podemos estudiar los sistemas del Ello, del Ego y del Superego.
L° El sistema del Ello. - El sistema del Ello correspondería fundamentalmente a la capa más .
antigua, el polo de los impulsos de la personalidad, que se confunde con los sistemas inconscientes
de la primera teoría del armazón psíquico. No sería todo el inconsciente, pues, como se ha dado a
entender, también una parte del Ego y del Superego forman parte del inconsciente. El Ello no es
un simple almacén de impulsos, heredados c innatos, sbio que comporta unos contenidos, producto
de adquisición, pero rechazados. S. Freud señala que el Ello es la parte del inconsciente en que
residen los instintos primarios, y está libre de las formas y principios constitutivos de la persona
social consciente. No se ve afectado por el tiempo ni perturbado por las contradicciones; ignora los
juicios de valor, el bien y el mal y la moral. Únicamente trata de satisfacer sus necesidades
instintivas según el principio del placer. Si bien Freud afirma que el Ello es un caos Heno de una
energía producida por los impulsos, pero carente de organización y de voluntad, no quiere eso
decir que no posea una estructura específica. Como dice D. Lagache, el Ello tiene una estructura,
más aún, es una estructura no homogénea ni coherente caracterizada por dominar en ella el
principio del displacer-placer, o paso directo de la excitación a la descarga, proceso primario:
predominio del deseo más fuerte c indiscriminación cualitativa que permite al placer desplazarse de
una representación a otra, condensar diversas representaciones en una sola y combinar unos deseos
que en sí son contradictorios, as! como la defensa contra esos mismos deseos. En otras palabras, su
característica es un pensamiento reconstruido calificable —en términos no freudianos—de confuso,
sincrético o incontrolado. Si, hasta cierto punto, la idea del Ello parece estar basada en ideas
biologizantcs o naturalistas, sería un error reducir el Ello a necesidades instintivas de naturaleza
propiamente biológica; para D. Lagache es más correcto admitir que la necesidad de los instintos
en cuestión - d e poder tener unos objetivos reales- tiende en las oscuridades del inconsciente hacia
unos objetivos y unas finalidades ajenos a la realidad y “ fantasmáticos”, propiamente hablando.
En resumen, junto con J. Laplanche y J. B. Pontalis, creemos que, desde un punto de vista
económico, para S. Freud el Ello constituye el primer almacén de energía psíquica; desde un punto
de vista dinámico, entra en conflicto con el Ego y con el Superego, y que, considerados genética
mente, constituyen a su vez sus diferenciaciones. La génesis de las diversas instancias aparece más
bien como una progresiva diferenciación, como una emergencia de los diferentes sistemas, y en la
idea de Freud se da una continuidad entre la génesis que va de la necesidad biológica al Ello y
desde éste al Ego y al Superego.2
2 o El sistema del Ego. — En relación con el primer tópico, podemos identificar el Ego con
lo consciente o potencialmente consciente, en otras palabras, con lo preconscicntc; la actividad
del Ego es consciente en cuanto representa la percepción externa, la percepción interna y el
proceso intelectual, y desempeña una función en los intereses y sentimientos morales y esté
ticos; pero hay que admitir que la actividad del Ego puede ser preconscientc, con posibilidad
de llegar al campo de la consciencia cuando haga falta, y también puede ser inconsciente par
tiendo de las experiencias y sentimientos rechazados y, en cierta medida, de sus mecanismos
defensivos.
El Ego asume la función autoconservadora, cumple la función de toma de conciencia de los
estímulos extemos y mediante su acción impone al mundo exterior los cambios que le favorecen.
En cuanto a lo que sucede en su interioridad, asume su función conservando el control de sus
exigencias instintivas, dicidiendo si conviene satisfacerlas, postergando su satisfacción para el mo
mento más favorable o suprimiendo por completo sus excitaciones. Entre las funciones del Ego se
destacan la de la elección de los medios adecuados para conseguir un objetivo, la de buscar solucio-
36 PROBLEMAS GENERALES
nes, la de ejercer un control y ejercitar, de forma que algunos consideran estas funciones como
guardianes de la función de esa etica sintética de la personalidad.
Desde el punto de vista psicoanalítico no hemos de considerar al Ego como una parte racional
y lógica de la personalidad en el sentido de la psicología clásica, aun cuando la estructura del Ego
está dominada por el principio de realidad, o sea por un pensamiento objetivo, socializado, racionat
y verbal. El Ego tiene una función mediadora entre el Ello y el mundo exterior, entre el Ello y el
Superego. Como seríala S. Nacht, el Ego ha de superar en todo momento el triple temor a la
realidad, al inconsciente elemental y al Superego. De esta forma se ha podido hablar de un Ego
débil y un Ego fuerte: un Ego débil, temeroso de los impulsos del subconsciente, y un Ego fuerte
que permite desarrollar con entera libertad los impulsos compatibles con el principio de realidad y
capaz de adecuar los restantes a sus intereses. Su idea del Ego no es comprensible al margen de sus
mecanismos de defensa, de sus técnicas para defenderse de las exigencias de los impulsos. S. Freud
considera que la producción de reacciones de angustia es una de las más importantes funciones del
Ego. Aparece la angustia siempre que el Ego siente su integridad amenazada por peligros intentos o
externos, ocasionados por la misma intensidad de las demandas instintivas, como por el hecho de
que las demandas instintivas fuerzan al individuo a entrar en conflicto con su entorno, porque las
exigencias de los instintos llevan al sujeto a un conflicto con su Superego. El rechazo es uno de los
mecanismos de defensa del Ego, pero hay otros, como son la denegación, la proyección, la forma
ción reaccional, la anulación retroactiva, etc.
Considerando que la estructura psíquica del Ego procede de una progresiva diferenciación que
ha tenido su punto de arranque en el Ello, puede presentarse como si el Ego fuera el resultado de
un proceso de diferenciación en que el Ego se convierte en una organización sumamente estructu
rada y opuesta al Ello. Según 11. llartmann, el desarrollo del Ego es el resultado de tres factores:
las características del Ego hereditario, los influjos de los impulsos instintivos y el influjo de la
realidad exterior. Según este autor, F.. y M. Kris y R. Loewenstein diferencian el Ego del Yo, que
es la persona en su totalidad, en tanto que el Ego es una instancia psíquica que se define por sus
funciones. Estos autores piensan que no puede darse un confrontamiento entre instinto y realidad
y convertirse seguidamente en origen de nuevas estructuras sin la existencia previa de determinadas
funciones scnsoriomotrices: acción y pensamiento, inhibición y defensa, carácter, función organiza
dora y sintética. De ahí procede la teoría de 11. llartmann acerca de los factores autónomos del
Ego; formulada en estos términos, atribuye al Ego un origen doble: nacido de los impulsos, por un
lado, e instrumental, por otro, lo que hace aceptar la existencia de una parte innata del Ego y de
una zona no conflictiva del Ego existente desde el nacimiento y de una energía neutra. A pesar de
su origen no en los impulsos y de su relativa independencia, los factores autónomos del Ego
—siempre en opinión de llartmann— están orientados por la necesidad en los primeros estadios del
desarrollo, que posteriormente pueden ser involucrados.
autores consideran que existen otros diversos antecedentes del Superego, asentados en el Ego y que
se apoyan fundamentalmente en las vicisitudes de los impulsos instintivos; equivocadamente se atri
buyen unas proltibicioncs defensivas del figo a una acción propia del Superego. que proporciona un
material del que el mismo Superego se forma, pero que en los primeros estadios todavía no se ha
transformado en autocrítica. Según R. Spitz, hay dos formas de acercarse al problema del Super
ego: el primero entiende que el Superego está presente en forma primitiva desde el primer momen
to, y el segundo se basa en la idea de los núcleos del Ego primitivo que, progresivamente, se van
diferenciando y sintetizando; el Superego viene a ser una institución mental de muy compleja orga
nización, irrealizable si en la totalidad del Ego no existe una importante organización. R. Spitz,
partidario de la segunda opinión, señala tres grupos primordiales que acaban pasando a formar
parte del Superego: antiguas experiencias de acción física inlübida y facilitada; tentativas de domi
nio por identificación con las acciones de los progenitores, y una identificación con el agresor, en
particular, a nivel ideativo del “no” de los padres.
Ciertos autores admiten la existencia de diferentes componentes del Superego que se fusionan,
componentes cuyos elementos se originan en las relaciones objétales pre-edipianas y se funden en
una unidad funcional al resolverse y dominar el complejo de Edipo (P, Kramer):
- El ideal del Ego que representa el objetivo por el que lucha el Ego, derivado de impresiones
infantiles de un padre omnipotente o de la que el niño quiere que el padre sea. Un estado de
armonía entre el ideal del Ego y el Ego mismo se experimenta como una satisfacción del Yo narci-
sista y un sentimiento de orgullo.
El Superego prohibitivo que se opone a las aspiraciones del Ello, exigente, duro y punitivo;
su prototipo es la odiada figura del padre, que se muestra prohibitivo y lleno de energía agresiva.
- El Superego benigno, próximo al ideal del Ego, tiene su origen en la imagen de unos padres
amantes y reconfortantes, especialmente la madre. Posee una energía que poco o nada tiene que
ver con los impulsos agresivos y está amorosamente unido al Ego.
I V . - L A EVOLUCIÓN FUNCIONAL
La descripción de la evolución funcional del niño replantea desde un punto de vista dinámico y
estructural, las nociones clásicas de la libido y del Yo.
Podemos preguntamos en qué medida el desarrollo funcional y el aumento del campo espacial
perceplivo-motor dependen de necesidades pulsionalcs o de características congénitas. Para II. Ilart-
mann, los mecanismos de Ja percepción, la motricidad, etc., que sirven de base para las funcio
nes del Yo, parecen activados en el niño por necesidades pulsionalcs, sin que estas los originen;
parcialmente innatos, forman parte de las características congénitas del Yo. Sin embargo, tanto el
aspecto determinado en función del Yo, como el que aparece en función del Ello corresponden, en
realidad, a dos fases de un mismo desarrollo; por lo tanto, la formación de las relaciones de objeto
puede ser abordada en función de las necesidades libidinalcs; mientras que el aspecto cognitivo y el
perceptivo del proceso pueden ser abordados en función del Yo.
Es cierto que el aumento del campo pcrccptivo-motor con su corolario, la diversidad de organi
zación, resultan influenciados por la existencia de una primera época durante la cual el binomio
pulsión-satisfacción tan sólo pudo adoptar formas poco variadas. Se va creando así un modelo
según el cual la pulsión encontrará o no satisfacción, sea mediante la consecución de su fin princi
pal, sea mediante la realización de actos sustitutivos (manipulación de objetos, primeras actividades
perceptivas, primeros deseos alucinados, conocimiento de las partes del cuerpo). Con el transcurso
de la maduración se constata una continuidad en la vida de relación merced a la persistencia de la
forma misma de la realización del principio de placer.
Para comprender la evolución del niño, la noción de libido como hipótesis de trabajo guarda
todo su valor si la consideramos como noción operativa. La libido se manifiesta a través del com
portamiento por ella dirigido y del que, por lo tanto, no es preciso separar. El comportamiento
libidinal del recién nacido se reduce casi a la práctica de la actividad oral, la única investida en esta
época. La posibilidad de desplazamiento amplía su campo de acción y crea nuevas, catexias lábiles
variables al principio, pero que luego se consolidan.
38 PROBLEMAS GENERALES
sería en este caso una acción del Yo contra el peligro de perder el objeto. \V. G. Joffe y J. Sand-
ler, estudiando el problema de la relación de objeto y del sufrimiento, consideran que el sufri
miento refleja la diferencia entre el estado real del Si mismo y el estado ideal deseado, que
admiten podría basarse en el recuerdo de un estado de satisfacción anterior o en fantasmas
cuyos determinantes pueden ser múltiples; estos autores admiten que cuando se ha perdido un
objeto querido, no sólo tiene lugar la pérdida del objeto en sí, sino también la pérdida del
aspecto de Si-mismo complementario al objeto y el estado afectivo del bienestar íntimamente
ligado a él. Lo que pierde el niño cuando la madre se aleja, no es sólo la madre sino también
el bienestar implicado en su relación con ella.
Según M. Schur, los principios de placer y de displacer deben ser abordados como experien
cia de regulación y como experiencia afectiva y, por lo tanto, se puede considerar la compulsión
de repetición como un aspecto de la expresión de placer o de displacer, y no del principio de
placer en cuanto principio de regulación.
J. Lacan lia insistido con interés en sus estudios, sobre la distinción a establecer entre la
necesidad y el deseo. A. Creen lia ilustrado claramente la posibilidad del equívoco a que puede
llegarse entre la necesidad y la satisfacción o la insatisfacción. Según este autor:
- Lo que ci;ca la insatisfacción d.c la necesidad no se anula con la satisfacción de la necesidad.
Esta proposición no pretende afirmar que la necesidad no llega a satisfacerse nunca, sino que, en
esta situación, se origina otro campo de acción. Junto al movimiento que determina una impulsión
(creada por la insatisfacción de la necesidad) se abre una esfera que le acompaña ya que, para
que el impulso sea percibido, debe adquirir significado por intermedio de signos: gritos, llanto o
agitación; a ellos se añade algún elemento del significante. La experiencia inmediata no los
distingue porque aparecen muy unidos entre si, pero de hecho, constituyen dos campos hetero
géneos entre si, y poseen una finalidad distinta. Mientras que la respuesta que realizará la satis
facción, la hace desaparecer, los signos tendrán una evolución distinta, ya que serán dotados de
sentido por el Otro.
— Lo creado por la satisfacción de la necesidad no desaparece cuando desaparece la satis-
facción de esta necesidad._____________ _________________________________________________
¿Qué sucede entonces cuando se ha producido la respuesta adecuada para hacer desaparecer
la insatisfacción de la necesidad?
Ésta no se limita a una abolición de las tensiones a consecuencia de la cual el sujeto en
estado de plenitud seria colmado por todos sus poros y quedaría repleto como una esponja con
las donaciones del Otro. De hedió, el alivio de la tensión (el cese del displacer) es diferente del
placer, lo importante es que esta no-equivalencia aparezca en el momento en que ambos fenóme
nos coinciden. Todavía, entonces están tan estrechamente unidos entre sí los dos órdenes de fenó
menos que se confunden; por lo tanto, la aparición del placer crea un campo homólogo al del
significante ya que con el placer aparece la posibilidad de desear. Asi, para A. Green, el placer - y
la posibilidad de desearlo- dan origen al Yo mediante dos acciones que tienen lugar al unísono:
por un lado, el Yo se revela a sí mismo (se autodescubrc) como formación excéntrica, el sujeto se
sitúa en el movimiento alternante entre centralización y descentralización; por otro lado, el deseo
determina en el sujeto una retroacción de la satisfacción. Esta concepción abre, sin ninguna duda
nuevos campos a la investigación.
La fase oral responde al placer del niño por excitación de la cavidad bucal y los labios, placer
que se produce al ingerir alimento. El placer oral no sólo va unido a la función nutritiva sino que
también tiene efecto al excitarse la mucosa oral, tegumento erógeno. Si bien el primer objetivo del
erotismo oral lo constituye la excitación autoerótica, posteriormente lo será la incorporación de
objetos. Al incorporarlos se une a los objetos; la introducción por la boca es también el ejecutante
de la primitiva identificación. En la fase oral pueden distinguirse dos etapas: un estadio precoz de
succión pre-ambivalente, en que el niño únicamente busca el placer de succionar, y otro posterior a
la aparición de los dientes, y en el que sólo desea morder el objeto (IC. Abraham). Este estadio,
denominado sádico-oral, es una acción de morder y devorar que implica la destrucción del objeto.
La fase fúlica aparece entre los tres y los cinco años. Los órganos genitales se convierten en la
zona erógena principal. La tensión se descarga mediante la masturbación genital acompañada de
imágenes. Durante la fase fálica es cuando se vive de manera especial el complejo de Edipo, com
plejo que está formado por la suma de deseos amorosos y hostiles del niño hacia sus progenitores.
En su forma positiva, al niño se le ofrece como un conflicto entre sus tendencias libidinales más o
menos genitalizadas, tendentes a poseer a la madre en exclusiva, y la culpabilidad que siente al
desear la desaparición del padre, su rival, para conseguir lo primero. El angustioso temor a la
castración le hace renunciar a la posesión exclusiva de la madre. La llamada forma negativa del
complejo de Edipo implica la atracción hacia su progenitor del mismo sexo y el odio por celos al
de sexo contrario. De hecho, ambas formas aparecen en diversos grados en el llamado complejo de
Edipo pleno o total. En la niña, la evolución hacia el padre, mucho más compleja, se va abriendo
camino por las decepciones en la relación con la madre, fundamentalmente por la carencia de
pene. El deseo de tener un pene, viene a ser reemplazado por el de tener un lujo del padre.
El final del complejo de Edipo señala la aparición de un periodo de latencia en el que el desa
rrollo sexual se detiene o sufre una regresión temporal. El declive responde en el nulo a la imposi
bilidad de realizar el doble deseo amoroso y criminal. D. Lagache piensa que corresponde a una
disminución de la intensidad de los impulsos debido más bien por la cultura que por el crecimiento
biológico. El niño olvida la “perversión polimorfa” de los años anteriores y contra los impulsos
desarrolla la ética de la moral social. S. Freud admite que dicha evolución, condicionada por el
organismo y fijada por la herencia, puede producirse en ocasiones sin que tenga que ver nada la
educación. Mientras se resuelve el complejo de Edipo, se producen importantes cambios. El
rechazo será especialmente activo durante la latencia y los mecanismos de identificación se mostra
rán muy activos; al no poder suprimir al molesto rival, el niño tiende a identificarse con él, que es
una forma de no perder de vista su objetivo edípico de conquista del progenitor del otro sexo, ya
que trata de obrar como el triunfador. La gran ventaja evolutiva del proceso de identificación
consiste en que el niño acepta diferir la realización de sus deseos. Seguidamente se producen una
serie de desplazamientos sucesivos de los afectos hacia nuevos objetos, así como un juego de
defensas contra los mismos afectos, ya sean positivos o negativos; el más evolutivo de dichos
desplazamientos y defensas lo forman las formaciones de reacción que originan posturas contrarias
y una verdadera distribución de las energías impulsivas. El rechazo de los impulsos sexuales entra
en un terreno ‘‘neutro” , “ no conflictivo” , que favorece las adquisiciones educativas y desarrolla los
intereses cognitivos.
En la fase genital, el impulso sexual, hasta este momento fundamentalmente autocrótico, descu
brirá en esta fase el objeto sexual a cuya realización cooperan todos los impulsos parciales y se
PSICOLOGIA GENÉTICA 41
subordinan las zonas erógenas a una primacía de la zona genital. Durante este período el Ego
luchará contra los impulsos y tenderán a reaparecer las tendencias rechazadas: se entabla la lucha
contra antiguas catexis, contra los padres como objeto de amor, para escapar del estado de depen
dencia. Tanto durante este período como durante la adolescencia, como dice S. Freud, el ser
humano se halla ante la gran tarea de desligarse de los padres, y hasta que no lo haya logrado n o
dejará de ser un niño para pasar a convertirse en un miembro más de la sociedad. Ello implica un
trastrueque total, cuyo resultado depende de las soluciones que se le hayan dado al complejo de
Edipo en el momento de declinar este.
La investigación psicoanalítica no se reduce, desde el punto de vista genético, a un estudio de la
evolución de los diversos estadios tal y como se lia indicado. Partiendo de los estudios de psicoaná
lisis infantiles, una nueva ontogénesis basada en la labor de S. Freud sabrá valorar diversas formas
de organización de la totalidad del sistema psíquico, investigaciones tendentes, fundamentalmente,
al estudio de la organización prcgehital, en sus primeros momentos.
I . ° E l d e s a r r o llo p r e n a t a l
Casi todos los psicoanalistas piensan que el niño, al nacer, es un organismo psico
lógicamente indiferenciado y sostienen con S. Freud que durante este período no
hay propiamente conciencia. Freud ha precisado que, durante la vida intrauterina, la
madre no es un objeto para el feto, y que en esc momento para él no existe objeto
alguno. E. Krapf opina que el feto manifiesta todo tipo de tendencias primitivas, y
que la attoxia fetal no sólo es el punto dé partida deldolor “subjetivo” que consti
tuye la angustia, sino incluso la acción “ objetiva” de la locomoción que es la huida.
P. Greenacre admite que la observación del recién nacido hace tener en cuenta una
precoz predisposición a la angustia, por lo que este autor juzga que la constitución,
las experiencias prenatales y la situación inmediatamente posterior al nacimiento
contribuyen a crear una prcangustia, esquema de conducta que será utilizado en las
auténticas manifestaciones de angustia posteriores. Algunos autores, como W. Grccnc,
admiten que puede existir una especie de percepción de objetos en los períodos
prenatal y natal, una a cargo del sistema vascular del feto que se halla “ fuera”
del feto, y otra a cargo de la superficie y límites del mismo feto, que recibe repeti
dos estímulos vibratorios. Y es posible que el feto pueda aprender a leer el ritmo
fisiológico de la madre. Este tipo de percepciones de objetos podrían servir de
modelo a todas las percepciones subsiguientes.
2 ° C a m b io s n e o n a t a l e s
D. V. Winnicott ocupa un lugar aparte entre los psicoanalistas de niños. Sus intui
ciones geniales fascinan, pero nos preguntamos hasta qué punto son transmisibles; le
han permitido entrar en el mundo del niño, pero su único sistema es la intuición.
En cuanto a J. Bowlby, ha intentado abordar el problema de la primera etapa del
desarrollo teniendo en cuenta los conocimientos biológicos actuales.
Se opone a Anna Frcud, que mantiene que “es discutible la posibilidad de que se
produzcan conflictos entre las necesidades hijas de los impulsos del tipo contra
dictorio de amor-odio, libido-destrucción, antes de que esté ya formado un Ego
central capaz de integrar los procesos psíquicos o poco después” .
Según Mélanic Klein no se puede comprender la raíz del Ego, instrumento de su
formación, sino por los mecanismos de introyección y proyección, mecanismos de
carácter precoz. Evidentemente, el Ego no comienza a existir como entidad perfecta
mente establecida. Se desarrolla gradualmente por repetición de experiencias y en
forma desigual en sus diversas funciones desde la base de los procesos generales de
todo organismo vivo, como son incorporación y expulsión. El Yo está expuesto a la
angustia provocada por .la dualidad de impulsos, y cuando el niño se encuentra con
la angustia que producen los instintos de muerte, el Ego desvía dicha angustia y la
transforma en agresión. El Ego hace el papel de transformador y proyector de la
agresión en el seno materno, primer objeto exterior con que se tropieza, de manera
que las nociones de Mélanic Klein sólo son aceptables admitiendo una relación de
objeto muy especial y precoz.
La idea de objeto que nos ofrece Mélanie Klein viene determinada por necesida
des risicas, impulsos y fantasmas. Los fantasmas sirven de soporte a la representación
de la necesidad y el objeto infantil será todo lo que esté dentro o fuera de su propio
cuerpo. Mientras dura la fase oral, el objeto que aparece como fantasma vuelto hacia
el interior es vivido por el niño como seno “ bueno” o “ malo” , según su necesidad
oral encuentre su satisfacción o no. El objeto es tratado al mismo tiempo tanto en el
interior —“ Ego” — como en el exterior —“ No F.go” —, a pesar de estar en el exterior
haciendo referencia a la persona y dependiendo de ella.
Mientras para S. Frcud el Supercgo es el heredero o sucesor del complejo de
Edipo, para Mélanie Klein se trata de una estructura elaborada durante toda la época
infantil y que se inicia con la introyección del seno materno. Se comprende el
Supcrego si admitimos una rica actividad imaginaria inconsciente, un objeto imagina
rio y un impulso primitivo de destrucción que Mélanie Klein identifica con la
tendencia de muerte freudiana. De esta forma, existe un complejo de Edipo precoz
en el niño de un año aproximadamente; la ansiedad producida por el comienzo del
conflicto de Edipo se traduce por el miedo a ser devorado y destruido. El niño
quiere destruir el objeto de la libido mordiéndole, devorándolo y haciéndolo añicos,
lo que produce una ansiedad, porque tras despertarse las tendencias edipianas se da
la introyección del objeto, que se convierte en ese momento en alguien del que cabe
esperar un castigo. El niño teme un castigo proporcionado a la ofensa: el Supcrego
se transforma en algo que muerde, devora y corta. El Superego será una estructura
elaborada en la niñez y que tiene su punto de partida en la introyección del seno de
la madre. El Superego bueno —objeto interno bienhechor— actúa como un estimu
lante para el desarrollo del Ego y le permite expansionarse y progresar mientras el
Superego amenazador no le impida actuar.
No se comprende el pensamiento de Mélanie Klein si se hace caso omiso de su
personal idea de desarrollo, su actitud frente a determinados conceptos, como objeto
parcial, dualidad impulsiva y vida fantasmática.
Sabemos que Mélanie Klein, en vez de hablar de estadio, habla de “posición” ,
mezcla de angustia y defensa que, con unos inicios precoces, aparecen y reaparecen
en los primeros años infantiles y en determinadas circunstancias de la vida de adulto.
S. Freud admitió la idea de objeto parcial, y R. Abraham explicó la oposición
parcial total en la evolución de las relaciones de objeto; Mélanie Klein, por su parte,
admite que el objeto parcial puede tener alucinaciones o fantasmas (seno u otra
PSICOLOGIA GENÉTICA 47
de la vida psíquica del recién nacido, capaz de percibir, por una parte, las
relaciones sexuales de sus padres, y lo que la más sencilla observación, por otra,
nos enseña sobre el rudimentario inicio de pensamientos que se adivina en dicho
periodo. Para este autor, en la nueva metapsicología se confunden literalmente
impulsos encaminados hacia el objeto, objetos libidinales y fantasmas, mediante los
que existe la posibilidad de reconstruir la naturaleza de las relaciones objétales;
recuerda la fundamental distinción entre representaciones mnésicas, pór una parte,
asociadas a una gratificación autentica o a una gratificación alucinatoria, y, por
otra, los fantasmas conscientes c inconscientes. Cree que el desarrollo del fantasma
será posterior al conocimiento del objeto. S. Lcbovici y ,R. Diatkitic no conciben el
estudio del comportamiento instintivo infantil sin tener en cuenta la elaboración del
objeto y los primeros núcleos del Ego. La relación objetal diferenciada se funda a
partir del momento en que el objeto materno no es ya simplemente funcional y
puede ser objeto de alucinación. Hasta ese momento, la relación preobjetival,
anaclitica y en vías de diferenciación, no se hace patente, sino en períodos de necesi
dades. Con todo, hemos de señalar que S. Lebovici admite que la búsqueda de!
objeto precede a su percepción, mientras que la teoría del narcisismo conduce a una
proposición inversa, es decir, la búsqueda del Yo funda el objeto; ambas situaciones
se confunden el primer día en que el estado narcisista define claramente la vida del
recién nacido. W. H. Gillespie cree que es una falsedad lógica el razonamiento de
S. Isaacs, que admite que los fantasmas son los representantes mentales de un
impulso instintivo, lo que hace suponer que, al aceptar la existencia de unos impul
sos desde nada más nacer, el fantasma también comenzará a tener realidad en ese
momento. Es admisible que el fantasma tenga una base en impulsos instintivos, pero
de ello no se deduce que cada vez que se ponga en actividad un impulso haya de ir
acompañado de fantasmas. Muchos autores consideran que los fantasmas captados al
tratar al niño pequeño, responden a la descripción de M. Klein, pero no son sino una
reconstrucción que parte de experiencias vividas. Así, R. Diatkinc y J. Simón recons
truyen fantasmas inconscientes, en todo conformes a las descripciones de Mélanie
Klein, en el contenido latente de las producciones de una niña de 4 años; pero a
continuación se preguntan acerca de la organización de estos procesos inconscientes
y especialmente acerca de la articulación entre la posición esquizoparanoica y la
posición depresiva. Según ellos, ambas forman parte de una estructura cuyos elemen
tos no son disociables. La separación y la identificación proyectiva sólo se pueden
entender como procesos defensivos, a partir del momento en que la catexia se hace
continua, tanto en su dimensión objetal como en la narcisista. A partir de este
momento la ambivalencia de la relación de objeto remplaza lo que al principio no
era más que alternancia entre estados agradables y desagradables, modificada progre
sivamente por la capacidad de alucinar el recuerdo de la satisfacción. A partir del
deseo así constituido se organiza el objeto, pero su constitución como manantial
permanente de placer y de displacer reorganiza fundamentalmente las actividades
psíquicas anteriores, dirigiéndolas contra las consecuencias depresivas de la depen
dencia con respecto al objeto. R. Diatkine y J. Simón ven en esta elaboración
teórica la justificación de sus posiciones acerca de los objetivos estratégicos del
psicoanálisis. Según ellos, importa mucho más permitir a los pacientes una mejor ela
boración de las contradicciones entre distintos sistemas, que la liquidación de una
angustia que está vinculada de manera específica a una fase de la evolución.
Nuestra opinión es que en la obra de M. Klein hay importantes aportaciones a la
metapsicología de los primeros meses del niño. Es probable que las vivencias destruc
tivas o aniquilatorias del paso de un estado de ser a uno de disgregación existan muy
50 PROBLEMAS GENERALES
La obra de Anna Freud, pionera del psicoanálisis del niño (1926), culminó en su
obra “ Lo normal y lo patológico en el niño” (1965), donde intenta clasificar los
trastornos del niño tomando como punto de partida la evolución normal de los
procesos del desarrollo. Define los conceptos de las líneas del desarrollo y estudia las
formas de regresión. Partiendo de estos datos establece una clasificación de trastor
nos que no es una simple descripción, sino que responde a una evaluación del
comportamiento teniendo en cuenta las referencias cronológicas que le permiten
distinguir los trastornos de cada nivel desde el punto de vista patológico e incluirlos
en el cuadro de lo normal o de lo patológico, estableciendo una valoración clínica
pertinente.
Su proyecto de establecer los perfiles del diagnóstico, por estar lejos de ser está
tico, le permite diferenciar con claridad las manifestaciones patológicas transitorias
de las permanentes. Su obra entra en el marco de la psicopatología genética, y
admite la complejidad del desarrollo y de sus avatares.
Su libro “ Lo normal y lo patológico en el niño” es indispensable para los psiquia-
PSICOLOGÍA GENÉTICA 55
Tres nombres (Piaget, Wallon, Freud): tres doctrinas que arrancan de algunos
puntos de partida comunes, cada una con sus peculiares características. A veces com
plementarias; otras veces, con fórmulas distintas, se aproximan, pero la mayoría de
veces se oponen, no obstante los intentos d e ' algunos autores por llegar a un
“compromiso”.
Los tres se enfrentan a la psicología clásica de las funciones anímicas. Funciona-
listas ellos, admiten la filogénesis, pero insisten en las particularidades humanas.
Estudian ontogenéticamente la personalidad, aceptando un potencial hereditario, no
conciben el espíritu como un todo dado, sino como una construcción, cuyos esque
mas de desarrollo son objeto de investigación.
Partiendo de la biología, J. Piaget se interesa por la evolución y la organización
formal, mientras que S. Freud y H. Wallon estudian fundamentalmente la dinámica
de dicha evolución. Médicos los dos últimos, en sus doctrinas expresan el drama
humano y su psicología está influenciada por la psicopatología.
Cada uno de los tres autores concede diversa importancia a la ncurofisiología. Se
halla implícita en J. Piaget, pero no la utiliza en el planteamiento de su doctrina.
Está íntimamente integrada en la obra de Wallon. Nostálgicamente reprimida en la
obra de Freud, obra que no hubiera sido lo que es, si hubiera hecho servir sus prime
ros conocimientos neurológicos —la ciencia “fijista” de su época—, pero en su obra
psicoanalítica se entrevén claramente sus tendencias biologistas.
Los tres autores admiten la existencia de una cierta fuente de energías en el ser,
pero el valor que Freud da a los impulsos instintivos no lo aceptan Piaget ni Wallon,
ya sea por la vaguedad terminológica, ya por su posible utilización con objetivos
animistas. Otro tanto ocurre con el problema del inconsciente. Consideramos un
error afirmar que la dinámica está virtualmente ausente en J. Piaget. En este autor
aparece como una cierta energética que busca el equilibrio, mediante unos meca
nismos de acomodación y asimilación, y aun cuando no existe realmente dentro de
los conflictos de fuerza —como en la doctrina psicoanalítica— se insiste más en el
estudio de lo que determinados autores denominan esferas sin conflicto. En Wallon
aparecen en su manera de concebir las múltiples causalidades y en el marco de su
dialéctica materialista, en forma de conflictos autógenos, resolución de contradic
ciones, acciones recíprocas, etc.
En los mecanismos del espíritu, los tres autores hacen uso de nociones energé
ticas, pero mientras el psicoanálisis trata de valorar la lucha entre dichas fuerzas,
Piaget insiste en conceder gran importancia al factor de “equilibración” , ya como
factor autónomo, ya como regulador de la acción combinada de los demás factores:
madurez, experiencia física y lógicomatemática, y experiencia social.
Para Wallon, aparte del equilibrio biológico indispensable al desarrollo, existen
diversos tipos de equilibrio de las relaciones entre el niño y el medio a diversos
niveles de la evolución del comportamiento.
56 PROHLEMAS GENERALES
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CAPÍTULO III
VIDA SOCIAL
Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL
ADOLESCENTE
relación directa y profunda entre las personas; los hechos naturales son distintos en
cada persona.
Las tendencias antropológicas evolucionan hacia una antropología social al mar
gen de la psicología y la historia o a una antropología cultural que trata de intro
ducir directamente lo humano en lo social y pretende tratar psicológicamente los
hechos culturales. Casi todas las escuelas antropológicas han tenido que tomar pos
tura ante los hechos de que nos habla S. Freud. Igual en Tótem y Tabú que ante
Psicología colectiva y análisis del Yo o El futuro de una ilusión, que constituyen el
centro por antonomasia del etnólogo. No podemos extendernos ahora en- los análisis
sociológicos de S. Freud. Una vez evidenciados los fenómenos fundamentales del
desarrollo mental y teniendo que comprobar su universalidad, el autor encontró en
el estudio de las sociedades primitivas de su época la confirmación del complejo de
Edipo, los vetos institucionalizados del incesto, la creencia en el absoluto poder má
gico del. deseo y el del pensamiento, el cambio de la realidad del tabú, o padre, en
un animal totémico que hace las veces de padre, venerado y celado, pero que en
determinadas condiciones se puede sacrificar y devorar. Piensa que el tabú del tótem
es el resultado de la represión de la tentación de asesinar al padre. En la primitiva
horda los jóvenes machos frustrados llegaron al acuerdo de matar al tirano paterno y
devorarlo triunfalmente, pero una vez muerto, lo que antes estaba prohibido por la
fuerza quedó vetado en virtud de un código moral, social y religioso. Como indican
S. Nacht y otros autores, algunos de los conceptos de S. Freud han sido superados
desde un punto de vista psicoanalítico y sociológico, pues la teoría de la horda no
sólo no es aceptada por todos actualmente, sino que en la teoría psicoanalítica de la
personalidad el complejo de Edipo no conserva ya la importancia que tenía todavía
cuando S. Freud escribiera Tótem y Tabú. Los actuales psicoanalistas tienden más
bien a considerar que el principio .del drama humano debió ser un conflicto con la
madre, en vez de con el padre primitivo. También se discute la filogénesis de la
transmisión de huellas mnésicas del primer drama. Como indican dichos autores,
S. Freud, aparte de unos hechos antropológicos discutibles, trató unos problemas que
constituyen la dinámica de las relaciones entre el individuo y la sociedad, y su mé
rito consistió en introducir la idea del instinto en la vida social. El psicoanálisis ha
dado a la sociología el concepto de libido, el de agresividad y, en términos más gene
rales, el de la carga afectiva objetal. Podemos decir esquemáticamente que S. Freud
deduce lo social de lo individual y lo institucional de los inconsciente, y el reproche
que se le hace es de haber “ psicologizado” lo social y personificado lo colectivo.
Si se ha dicho que S. Freud hace el mismo estudio de la cultura como si se trata
ra de una persona, los antropólogos culturalistas estudian la persona a través de la
cultura partiendo de la idea o concepto de la “personalidad básica” de cada cultura
(A. Kardiner), de “ personalidad estatuida” (R. Linton), personalidades diversificadas
por un estatuto subcultural, admiten que el modelo de conducta de un grupo se
traduce en una suma de principios ideológicos que acarrean la adaptación de una
sociedad a las condiciones del entorno y consideran que hasta cierto punto el incons
ciente personal es modelado por las instituciones. Intentan describir una personalidad
básica o con una determinada configuración cultural producto de diferentes culturas
y conocer la gama de posibles variantes en una determinada cultura. Pero como
subraya M. Dufrenne, si hay que llamar “personalidad básica” al conjunto de rasgos
componentes de dichas configuraciones no es porque constituyan una personalidad,
sino porque, representando la base de la personalidad de todos los componentes de
un grupo, ofrecen la matriz sobre la que se desarrolla el carácter. A. Kardiner distin
gue dentro de úna causalidad dialéctica las instituciones primarias que expresan el
VIDA SOCIAL Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE 65
resultado de las condiciones del medio sobre el individuo, que depende de factores
económicos y demográficos, de la organización socioeconómica, de las reglas de edu
cación, de la estructura familiar, etc., y las instituciones secundarias que traducen las
reacciones psicosociales de cada individuo en un determinado medio —religión,
moral, mitos, etc.—. Estas reacciones son la consecuencia de la acción de las institu
ciones primarias en la estructura de la personalidad básica, pero también pueden
modificar la institución primaria.
Numerosos antropólogos culturalistas han recibido el influjo del psicoanálisis;
otros, partiendo del psicoanálisis y comparándolo con el punto de vista sociológico,
han tratado de. cambiar elpsicoanálisis replanteándose conceptos como, el de la'pri
mitiva horda y el asesinato del primitivo padre, volviendo a dar un nuevo significado
a determinados conceptos freudianos, como son el de las relaciones entre el Yo y el
Ello, la función del inconsciente y el alcance del significado de la sexualidad. H. Mar-
cuse, en el capítulo que estudia la crítica del revisionismo neofreudiano (K. Homey,
E. Fromm, H. S. Sullivan), resume las principales objeciones de estos autores a la
obra de Freud: subestimación de la importancia del conflicto entre el individuo y su
medio, orientación biológica que conduce al autor a estudiar el pasado ontogénico y
filogcnético; tempranísima formación del carácter e interpretación del destino indivi
dual en términos de instintos primarios. Lo que sobre todo reprochan dichos autores
a S. Freud es su biologismo y su psicología de los instintos y genética. Como indica
R. Bastide, de hecho estas doctrinas se oponen al psicoanálisis, al que no le cuesta
admitir la diferencia entre el Yo del hombre primitivo y el civilizado y entre los
distintos hombres primitivos, al tiempo que se afirma con redoblada fuerza la iden
tidad del inconsciente. El freudismo no puede aceptar sin riesgo de su propia des
trucción J a idea de pluralismo propugnada por B. Malinowski. Por otra parte, el
psicoanálisis no puede aceptar que lo colectivo configure y determine al individuo,
ya que de esta forma perdería su “ profundidad natural” fundamental y su carácter
específico, al amputar al individuo la subjetivación a que él somete las experiencias
de su vida corporal e instintiva y las experiencias interpcrsonales y sociales. El ser
humano no recibe pasivamente, como la cera, el sello de las convenciones sociales y
de las instituciones, ni tampoco lo ocurrido durante la niñez (S. Nacht y otros). Los
psicoanalistas freudianos, durante algún tiempo, prescindieron hasta cierto punto del
fondo cultural en que se produce el conflicto humano, pero la sociología, por su
parte, no puede prescindir del inconsciente individual que la sociología clásica no
puede mostrar.
G. Rohcim admite que los paralelismos interculturales poseen un significado
oculto independiente del sistema social, de la cultura o de las instituciones
básicas, significado fundamentado en la naturaleza del proceso primario —aun cuan
do igualmente pueda comportar un significado complementario, producto de contex
tos culturales específicos—. Hay un simbolismo que podemos considerar universal. El
contenido oculto es universal, pero el símbolo puede ser expresado en palabras por
un individuo determinado o por muchos de ellos en diferentes lugares de la tierna y
ser captado por otros sobre la base del contenido latente universal. Como manifiesta
dicho autor, la escuela culturalisla no quiere saber una palabra de la unidad funda
mental de la humanidad, sosteniendo como sostiene que S. Freud basó su tesis en
dos hipótesis biológicas, una de las cuales se mostró indefendible —la herencia de
caracteres adquiridos— y la otra no es válida para el género humano (ley de la reca
pitulación de Hacckel).'G. Roheim señala que la humanidad posee otro rasgo común:
su infancia prolongada y el carácter juvenil del homo sapiens frente a otras especies
animales. La escuela culturalista lo admite, pero únicamente lo emplea para apoyar
66 PROBLEMAS GENERALES
su tesis de que la naturaleza humana puede ser condicionada igualmente. Olvida que
los condicionantes están sometidos a las mismas leyes humanas que los condiciona
dos. El proceso primario nace de la siguiente combinación: existencia de la libido
protegida en la situación madre-niño, y libido relativamente precoz (en dicha situación).
El psicoanálisis se equivoca, creemos, al interpretar los fenómenos sociológicos
demasiado esquemáticamente y unlversalizar los determinantes biológicos de ciertas
situaciones sociales o políticas. Pero, como indica H. Marcusc: “ Unicamente prescin
diendo de los factores biológicos y mutilando la teoría de los instintos se puede defi
nir la personalidad en términos de valor cultural objetivo, sin tener en cuenta el mar
gen represivo que obstaculiza su realización.” Si es cierto que existen contradicciones
entre el hombre, su entorno y la sociedad que le rodea, comprendamos también que
hay que admitir la existencia de contradicciones en la propia personalidad del indivi
duo. Desde el punto de vista dialéctico estas oposiciones deben ser superadas.
Durante mucho tiempo la sociología se dedicó al estudio de sociedades ya forma
das y a valorar las sociedades iinealniente. Son ya bastantes los psicólogos y sociólo
gos que han estudiado las diversas etapas de la evolución de la sociabilidad en el
niño. Antropólogos como M. Mead y E. Erikson, desde puntos de vista distintos, han
estudiado de manera especial las instituciones que guardan relación con la “ crianza”
de los niños como factor determinante en el proceso de adquisición de cultura. Los
psicólogos han abordado este mismo, problema estudiando la evolución de la inteli
gencia, de la emoción y de la afectividad,*1
I. — O N T O G ÉN ESIS D E LA SOCIALIZACIÓN
Por ahora nos limitaremos a estudiar las grandes corrientes de opinión de los autores que de
manera especial han profundizado en la evolución de la sociabilidad.
Sabemos que, para Ch. Búlilcr, las primeras reacciones del niño ante los seres humanos son posi
tivas, y que las reacciones sociales negativas son más tardías. También hemos visto que, para dicho
autor, el grito del niño ya constituye un medio de llamar a otra persona, y que la sonrisa del
tercer mes es siempre una reacción claramente social. Ch. Bühler considera que:
— hacia los 5 meses, el niño es un ser socialmente activo, que busca espontáneamente entrar en
68 PROBLEMAS GENERALES
contacto con cuanto se halla a su alcance, tanto si lo percibe a través del oído como por el con
tacto físico;
- entre los 6-7 meses trata de hacer entrar en su juego a los que le rodean;
- hacia los 8 meses ya tiene cierta capacidad de interpretarlos y comprenderlos.
La conducta social negativa se caracteriza por la huida, la defensa y el ataque. La respuesta de
huida y defensa del niño d u r a n te el prim er año está condicionada por dos factores: el estar muy
controlado, cosa que disminuye su libertad, y el extrañar las caras desconocidas. Durante dicho
período el niño no manifiesta simpatía ni da muestras de calor afectivo. La simpatía o antipatía
manifiestas hacia personas concretas no aparecen hasta los do s años. Mirado objetivamente, és sig
nificativo que cambien hasta ese punto las reacciones sociales del primero al segundo año, lo que
induce a pensar en una mutación psicobiológica fundamental. E n tre los d o s y los cu a tro a ñ o s las
reacciones del niño ante los demás difieren de las del primer año. No sólo llegará a distinguir unas
personas de otras, sino que también espera de ellos una cierta consideración como persona. E n tre
lo s d o s y lo s tres a ñ o s comienza a interesarse por sus propios objetivos, y al llegar la crisis de los
tres años, le hace sufrir su dependencia de personas de quienes se defiende y a quienes se resiste.
Establece los máximos contactos hacia los cuatro años. Entre los 5 y los 6 se da la segunda madu
rez del niño; aprende a acomodarse con un grupo; en cambio, en edad preescolar no podía ni
deseaba adaptarse a ello. Entre los J y los 1 0 a ños casi ya no presenta problema alguno en sus
relaciones sociales. Mientras que a los 3, según Ch. Biihler, todos los niños son niños-problema,
entre los S y los 10 son una excepción, y cuando esto sucede suele tratarse de un niño neurótico.
Observa el autor que entre los 12 y los 17 años se produce una riietamorfosis, la mutuación de la
actitud positiva en actitud negativa.
Al reflejamos la evolución social del niño, Ch. Bühlcr presenta algunas teorías con la idea de
mostrar dos polos en las relaciones entre el individuo y la sociedad, uno, caracterizado por la nece
sidad de diferenciación, y otro que se caracteriza por la necesidad de establecer un contacto con el
otro: “ A medida que el niño se torna menos dependiente y lábil de equilibrio y se vuelve más
activo, positivo e independiente en relación con el mundo que le rodea, ya no siente la misma
necesidad inmediata de los demás y se vuelve cada vez más insistentemente a los objetos de su
alrededor” .
Los estudios de J. Piaget sobre el desarrollo intelectual han mostrado que al crecer los niños
tienen unos compartimientos determinados frente a su entorno físico o social.
Prescindiendo del término empleado —en particular, del de egocentrismo—, J. Piaget describe las
diversas fases del desarrollo social tomando como punto de partida el desarrollo intelectual. Para
él, .el egocentrismo intelectual es una actitud espontánea que rige la actividad de la psique infantil
en su más temprana edad y se mantiene toda la vida en los estados de inercia mental. Considerado
por el lado negativo, dicha actitud se enfrenta a la relación con todo el mundo y a la coordinación
de perspectivas; en resumidas cuentas a la actividad interpcrsonal. Desde el punto de vista positivo,
dicha actitud consiste en la absorción del Yo dentro de las cosas y el grupo social, de tal manera
que el sujeto cree conocer personas y cosas por sí mismas, cuando en realidad les atribuye carac
teres objetivos de cualidades de su propio Yo o de su propia perspectiva particular. Salir de tal
egocentrismo equivaldría a disociar el sujeto del objeto, habida cuenta que la comprensión de los
demás y del mundo físico extrañan dos condiciones;
- tomar conciencia como persona y separar el sujeto del objeto, no dando al segundo los carac
teres del primero;
- dejar de considerar el propio punto de vista como el único posible y sumarlo a los de los
otros, lo que implica que los pareceres sean diversos.
El egocentrismo es una actitud que disminuye progresivamente con el transcurso del tiempo.
Estudiar el lenguaje del niño es un modo de observar las relaciones con el otro. J. Piaget enseña
cómo el niño utiliza diferentemente el lenguaje en situaciones y con finalidades diferentes. Habla
cuando se halla solo, también habla para sí mismo cuando se hallan otras personas delante (monó
logo), habla sin preocuparse si los otros escuchan o no, si responden o no (monólogo colectivo),
cuenta cosas a los demás, hace preguntas en espera de respuesta. Estudiando las diferencias, el
autor muestra que hay épocas del desarrollo nacidas en el estadio en que el monólogo lo es casi
VIDA SOCIAL Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE 69
todo y que, tras unas fases, cuya característica es el monólogo colectivo, se entablan autenticas
conversaciones cada vez más amplias. En cada fase del desarrollo hay restos de la fase anterior e
indicios de la que está por llegar.
E. Erikson distingue ocho etapas en el desarrollo psicológico y social del ser humano:
- La primera etapa (fase oral sensorial) se caracteriza por las primeras muestras de confianza en
la sociedad por parte del niño - la facilidad de alimentación, un sueño profundo, el buen funciona
miento de sus intestinos...—. Pero poco a poco irá apareciendo también una desconfianza funda
mental. Esto ocurre con la dentición, por ejemplo, cuando los dientes le hacen sufrir y los amigos
del exterior son incapaces de calmarlo o no se prestan a lo único que en parte le calma: a dejarse
morder.
- La segunda etapa es la de la pequeña infancia (fase muscular o anourctral); prepara el terreno
a dos diferentes modalidades sociales que se dan simultáneamente: el retener y el dejar ir. Se
alternan la autonomía, la humillación y la duda de sí mismo.
- La tercera etapa, la del parvulario (fase locomotriz infantil-gcnltal), añade al inventario de las
modalidades sociales básicas las de coger, y comporta como actitud la iniciativa, que alterna con
sentimientos de culpabilidad.
- La cuarta etapa o edad escolar (período de latericia), antes de que el niño psicológicamente
ya un personajillo familiar, lo sea biológicamente; comenzará a trabajar por sí solo y aprenderá a
lograr un prestigio elaborando su propia obra. Se advierten actitudes de trabajo y sublimación, asi
como fijaciones en el comportamiento edipiano.
- La quinta etapa, o fase juvenil (pubertad y adolescencia) se caracteriza por la integración en
que se forma la identidad del propio Yo, que es algo más que la simple suma de las identifica
ciones infantiles. El peligro de dicho estadio es que la función se diluya, dispersándose la personalidad.
- La sexta fase, período preadulto (sexualidad), se caracteriza por actitudes de sociabilidad y
aislamiento.
- La séptima fase, edad adulta, se caracteriza por la productividad y el egotismo.
- La octava, de madurez, por la integración de esperanzas y gustos.
S. Isaacs estudia la vida en tres actitudes principales, semejantes a las enunciadas por C. Bridges:
actitud egocéntrica inicial, hostilidad y agresión, actitud amistosa y cooperativa.
- La característica de la actitud realmente egocéntrica es que el niño advierte la presencia de
otros niños, pero no su personalidad ni sus posibles méritos.
- El comportamiento hostil y agresivo puede ser consecuencia de carácter del niño objeto de la
hostilidad o bien tener su origen en conflictos personales.
70 PROBLEMAS GENERALES
2. En el original: “je" y “non-je” (primera persona del pronombre personal). (TV. del T.)
VIDA SOCIAL Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE 71
familiar, se suma a la nueva instancia interna durante el período cdipíano y con posterioridad. Así
se da el paso del estatuto de un simple ideal deseable al de un legislador eficaz y real; a partir de
ese momento el Supcrcgo se las ingenia para dirigir desde dentro el control de los impulsos.
Indudablemente, la adaptación a la sociedad no se produce sin tener en cuenta el imperativo de
los instintos y la organización de los diferentes mecanismos defensivos. Siempre, según Anna
Freud, los procesos de imitación, de identificación e incorporación constituyen una etapa prepara
toria indispensable a la futura adaptación a la comunidad adulta, pero no garantizan que la adap
tación llegue a feliz termino ni siquiera cuando coinciden las reglas familiares y las de la comu
nidad social. El reglamento escolar, por ejemplo, conserva un cierto parecido con la familia en la
medida en que la imagen del maestro lo encame por más que las reglas escolares apenas si respetan
las diferencias individuales. El que los niños se identifiquen o sometan a las reglas familiares no
garantiza que se vayan a someter a las de la escuela. Posteriormente, cuando el niño pase de la
escuela a la comunidad adulta, la reglamentación legal se convierte en totalmente impersonal. El
“ser igual ante la ley” , dice Anna Freud, no sólo constituye una ventaja para la persona individual,
sino que ello supone que se prescinde del deseo de ventajas, privilegios personales y . trato prefe
rente.
til niño hace cosas que constituyen la base de los primeros contactos que adquie
ren un significado diferente durante la evolución. Forman parte de la misma consti
tución evolutiva; modificativa personalidad que, al realizarse, cambian ellas mismas
con el desarrollo, según la importancia que el niño u otra persona les conceda o
según la importancia que adquieran en el marco de la adaptación social-. Estudia
remos sucesivamente la función de la mirada, de la sonrisa, del sí y del no y, final
mente, la del juego.
Schcller fue el primero en hacer constar que el sentido de la mirada es experiencia fundamental
de la otredad, y que la percepción del otro y la comprensión de la expresión no vienen condicio
nadas por un juicio fundado en los datos sensoriales, que actúa en estado original, y que la expre
sión es lo primero que el niño capta de lo que le rodea. Para el autor, la percepción del otro es
“un-ser-capaz-de-participar-en-el-ser” , ya que, al haber un intercambio de miradas, “ no sólo veo
unos ojos, sino que veo una persona que me mira” . La fascinación de la mirada, bien conocida en
el campo otológico, tiene capital importancia en la vida del niño. H. L. Rheingold considera que el
contacto, no ya físico sino visual, constituye la raíz de la sociabilidad humana y que la exploración
infantil del entorno es una actividad primaria básica. Tras los estudios de E. Kaila (1935), R. Spitz,
K. M. Wolff (1946) y R. Alnens (1954), sabemos la importancia social de las respuestas del niño al
ver una cara. Posteriormente ha sido estudiado por K. S. Robson (1967), que nos ofrece una exce
lente visión de conjunto sobre la evolución y el significado del llamado mirar de hito en hito.
P. H. Wolff admite que durante la cuarta semana de vida el recién nacido mira fijamente los ojos
del observador como si le mirara de hito en hito. Diversos estudios indican que el contacto hito a
hito es un factor que representa la mutua interacción entre la acción de la madre y el recién
nacido. El tipo de contacto hito a hito entre una madre y su bebé parece saltarse todo siste
ma de interacción y transmite plenamente el carácter de intimidad y distancia de sus relaciones
(K. S. Robson). La importancia del contacto depende de la situación y del ambiente en que se
desenvuelve: la duración de la mirada de la madre guarda relación con la mirada infantil, momento
apropiado para entrar en contacto en relación con las necesidades del recién nacido, clima afectivo
72 PROBLEMAS GENERALES
2 ° La sonrisa
qué momento aparece la imitación de la sonrisa. Para unos es muy temprana; otros piensan que no
se da antes de los tres meses.
Lo que podemos decir es que en cada persona cambia la aparición de la sonrisa provocada, lo
mismo que la capacidad estimulante de la sonrisa del adulto y las relaciones preexistentes. Pero
aun en la sonrisa imitativa rápidamente supera la reacción-reflejo para convertirse en una forma
anticipatoria de relación que puede originar las primeras comunicaciones y el diálogo. Lo que
define el valor de la sonrisa es un funcionamiento egocéntrico o alocéntrico, sonrisa-reacción o
sonrisa-relación, sonrisa-captada o sonrisa-propia, sonrisa-diálogo, que pasa del esquema dado al
modelo construido. Con razón se ha dado a la sonrisa el sentido de una manera de ser que en
principio corresponde a un bienestar o tranquilidad, y pasa a convertirse en un esbozo de comu
nicación, sólo comprensible al margen de la relación y de lo que nos viene dado.
Según R. Spitz, el gesto “ sí” , que parece seguir inmediatamente al de “ no” , lo encontramos
hacia el tercer mes, cuando el niño llega a ser capaz de levantar la cabeza de la almohada. Hay que
resaltar que si lo descubrimos en una época tan tardía es porque el lactante no tiene, antes, la
posibilidad de mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
Aparte de estas gesticulaciones en las cuales R. Spitz intenta encontrar los primeros indicios de
la comunicación, hay que señalar que el niño tiene para expresarse una completa actividad motriz,
gutural y esfinteriana que utiliza para la comunicación con la misma habilidad que esos movi
mientos de la cabeza; entre el período del balbuceo y el del lenguaje propiamente dicho existe un
período entero de comunicación que puede tener carácter de satisfacción e incluso de consen
timiento (a través de una cierta monotonía gutural o a través de ciertos tipos de balanceo) o por el
contrario carácter de negación (con gestos de encogimiento o de rebelión). Por otra parte hay que
señalar que en el plano del lenguaje, también la negación, el “no” , precede a la explicitación
positiva del “ yo” . (1.a persona del pronombre personal).
Sobre esta base, le corresponde a R. Spitz el mérito de haber intentado definir unos términos
confusos: el “yo” pronombre, el “yo” sujeto del verbo, el “no-yo” y el “ uno” . El “yo” pro
nombre es un sistema organizador central de dirección con papel de mediador entre el exterior y el
resto de la psique. El “ uno” es el resultado de la conciencia por el que se. es una unidad que siente
y actúa, separada y distinta de cuanto le rodea; es un precipitado cognoscitivo de la conciencia en
un plano más elevado que el “yo” . Aparece una muestra de la conciencia del “uno” en el mo
mento en que el nulo empieza a hablar de sí mismo, incluso en tercera persona. El “yo” sujeto
verbal y el “ no-yo” son conceptos no psicoanalíticos que se aplican al comenzar a tener conciencia
de la existencia de algo esperado de el que es su entorno.
Si, propiamente, no cabe hablar de semántica del gesto en su evolución, no obstante se puede
afirmar que en el plano de la comunicación existe cierta continuidad entre el conjunto de la
expresión corporal y gestual y lo que ha de ser el lenguaje.
La importancia social y cultural del juego es umversalmente admitida. J. Iluizinga cree que la
civilización se inicia y viene a ser un juego. Su valor social es mucho menor si la consideramos
como una simple necesidad biológica, como descarga de energía superflua, como fenómeno de
compensación y corno actividad suplementaria destinada a satisfacer aptitudes no utilizadas, es
decir, como expresión de una intrínseca actividad energética. Sea lo que fuere, el niño encuentra al
otro en el juego o puede emplear algunas reglas y ritualizarsc en función de las aportaciones
culturales. K. Gross considera que el juego es un ejercicio de preparación ctr que el niño juega
siempre de una forma que prefigura la futura actividad del adulto, siendo el juego una especie
de preejercicio de las funciones mentales y de los instintos. Distingue los juegos de función
corriente, juegos de experimentación, y los juegos especiales, que preparan para la lucha, pa-
74 PROBLEMAS GENERALES
ni la función familiar, etc. Esta clasificación supone unos presupuestos teóricos no demostra
dos aún.
Estructuralmcnte, M. M. Stern distingue juegos individuales y juegos colectivos, y Ch. Büldcr
señala cuatro tipos de juegos: juegos funcionales, imaginativos, de creación o construcción y
juegos sociales.
J. Piaget propone una clasificación fundada en la estructura, que al mismo tiempo sirve de
análisis y de evolución del juego al crecer el niño en edad. Señala también tres grandes estruc
turas:
— juegos sin especial carácter lúdico, “ de ejercicio” , en los que se hace cualquier cosa por gusto
sin que la utilización lúdica de la conducta la modifique en su estructura;
- juegos que al ejercicio añaden un nuevo elemento estructural, el símbolo y la ficción, o
capacidad. de representar con gestos una serie de realidades no actuales, ausentes y no dadas en el
momentáneo campo perceptivo, juego del “como si” ;
— juegos con unas reglas ya tradicionales, transmitidas de generación en generación y que son
instituciones sociales propiamente dichas.
Los tres tipos de juegos tienen muy diferentes curvas evolutivas.
El juego como ejercicio crece en importancia en los primeros meses, tiene su apogeo en los dos
o tres primeros años y progresivamente va declinando. La curva del juego simbólico se inicia des
pués con la función simbólica durante el segundo año; tiene su apogeo en la primera infancia y
disminuye después. Finalmente, el juego de reglas se inicia muy tempranamente imitando los
juegos de reglas de los mayores, pero hasta los siete u ocho años no son juegos organizados (orga
nizados espontáneamente). El juego total adquiere mayor amplitud, hasta la edad adulta. Normal
mente ha de ser precoz el juego de ejercicios, porque no requiere una especial estructura lúdica; no
es sino repetición de acciones no lúdicas, por ejercicio o adquiridas; repetición que adquiere
carácter lúdico en la medida en que el placer funcional o el placer en sí se impone a la adaptación
propiamente dicha. El juego simhólico aparece posteriormente, ya que supone la representación de
la imagen mental. El niño —prosigue el mismo autor— necesita acudir al simbolismo porque no le
basta el lenguaje, ya que éste está constituido por palabras empleadas por todos cuantos hablan
una misma lengua, porque las palabras hacen referencia a conceptos que constituyen monedas de
cambio y no útiles individuales del pensamiento. El gesto y el símbolo son un instrumento de
evolución que permite revivir para compensar, liquidar y satisfacer un interés o cualquier otra
finalidad desde el punto de vista afectivo. El juego de reglas, al revés que los otros dos, tiene cada
vez mayor importancia. El juego, según unas reglas, es un resultado de la vida colectiva y crea esa
nueva realidad que es la regla, al tiempo que elimina la realidad centrada en el Yo que constituye
el simbolismo. Pero, aunque los juegos de reglas son los juegos adultos por antonomasia, los juegos
de ejercicio y simbólicos no desaparecen del todo.
Entre otros trabajos más recientes, los estudios de J. Chatcau sobre la conducta en el juego
como referencia social son de base genética.
Aun procediendo por diferentes caminos, E. Erikson distingue tres etapas evolutivas en la
evolución de los juegos infantiles:
- inicialmente, los juegos se realizan en la “ autoesfera” : el niño explora sensaciones extero-
ceptivas o interoceptivas en relación con su cuerpo o con quienes se ocupan del cuidado de su
cuerpo;
- cuando juega en la “ microesfcra” , utiliza pequeños juegos representativos para exteriorizar
sus fantasías. Se interrumpe constantemente su actividad lúdica; vuelve a la “ autoesfera” en un
movimiento regresivo y rehace las funciones de su Yo en la “ microesfcra” ;
— al llegar a la “ macroesfera” , el niño ya usa la relación con los adultos y aborda el proceso de
socialización.
El niño juega según su grado de madurez y sus posibilidades cognoscitivas y de adaptación a la
sociedad, pero no hay que olvidar lo que la parte externa del juego representa para él» El niño
expresa sus posibilidades a través del juego, y a través del juego se halla a sí mismo y a los demás.
Para Mélanie Klein, el juego no es simplemente la satisfacción de un deseo, sino un triunfo y
dominio de la realidad penosa, mediante el proceso de proyección en el mundo exterior de los
peligros intemos; “el juego transforma la angustia del niño normal en placer”.
VIDA SOCIAL Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE 75
Para S. Lebovici y R. Diatkine, el juego es un modo de relación con el adulto con el que no
sólo expresa sus posibilidades de oponerse a su dependencia, sino incluso las de adquirir una relati
va autonomía; también puede ser el símbolo o la expresión de relaciones positivas; puede constituir
una de las relaciones más válidas y constructivas con el adulto. Por otra parte, el juego no sólo
tiene una función en la estructuración de las especiales formas de relación objétales, sino que
expresa directamente dicha relación.
A ello hacía referencia. S. Freud con su juego de la “bobina” . El niño tira continuamente" al
suelo objetos que su madre tiene que recoger otras tantas veces; el rito, tan jubiloso para el bebé,
lo interpreta S. Freud como la prueba de que el niño tiene la absoluta certeza de que la madre que
está ausente volverá. Indudablemente, como el niño es capaz de conocer la realidad del objeto
materno, también puede tener una representación de lo que es su ausencia, una representación
mental; al hacer que se le devuelva la bobina, el niño se asegura de que su madre, objeto de aluci
nación, posee una realidad palpable.
Desde muy temprano, y a lo largo de su segundo año, da un sentido a los objetos -el osito de
pcluche, los animalitos con los que juega e incluso llega a dorm ir- considerándolos como “ objetos
de transición” , soporte de unas proyecciones en que se proyectan los primeros mecanismos defen
sivos: identificación-frustración, identificación proyectiva o incluso identificación del agresor.
Cuando los juegos funcionales le parecen juegos para él o en él -juegos autocéntricos-, el adulto
suele considerarlos como una actitud de ofrecimiento. Después, por imitación, parecen ser reflejo
de otro, pero también puede producirse una disyunción de los demás por una especie de represen
tación repetitiva. Ciertos juegos que semejan actividades autocéntricas son en. realidad el juego del
niño con su doble. Según D. W. Winnicott, entre el campo de la realidad psíquica interior o per
sona] y el del mundo real (relativamente constantes, uno determinado biológicamente y otro que
es propiedad común), se sitúa “ un tercer campo, el del juego, que se desarrolla por la creatividad y
en toda manifestación cultural humana. El tercer campo se opone a la realidad psíquica interior o
personal y al mundo real en que vive el individuo y que puede ser objetivamente percibido” .
D. W. Winnicott lo sitúa en el espacio potencial entre la persona y su entorno, que inicialmentc
unieray separara a la vez al hijo y a la madre:
A nuestro entender, dicho espacio es el mediador entre el niño -y su otro “él mismo” , espacio
en que es actor y espectador y en que, mediante el juego, se manifiesta, va tanteando y haciendo
cálculos, jugando a cara o cruz, trampeando y transgrediendo simbólicamente toda interdicción. En
los juegos ya está presente el otro. Aun cuando el juego colectivo, en el sentido clásico de la
palabra, no aparece hasta pasado bastante tiempo, parece ser que los contactos y el diálogo del
juego aparecen precozmente.
*
* *
I, ?Á h i » 4
76 PROBLEMAS GENERALES
do, agarrando, alcanzando con la mano, así como con el babeo y los lloros. Descubre
las tendencias preformadas iniciales de respuesta del lactante, la función de alarma,
para provocar respuestas de las personas que le cuidan, lo que consigue con su com
portamiento, y cómo el feedback de estas personas es utilizado de distintas formas
para terminar dicho comportamiento, para aumentar (o para disminuir) la posibilidad
de que se reproduzca y, progresivamente, para restringir únicamente los estímulos
eficaces a aquellos de origen humano y, por último (en la mayoría de los casos), a
aquellos que proceden de la figura materna y de otras figuras escogidas.
Para J. Bowlby, no son sólo los niños los que tienen una tendencia a comportarse
de manera especial para con los seres humanos, si no que también las madres tienen
una tendencia inherente a comportarse de manera especial para con su bebé.
D. W. Winnicott se ha comprometido a estudiar las aportaciones de la madre al
hijo y su presencia actuante: ella existe, sigue existiendo, y está allí, para ser sentida
de todas las formas posibles, ella ama de forma física, procura el contacto, una tem
peratura corporal, el movimiento y la quietud según las necesidades del bebé. Uno
puede confiar en su sedimento, pero no de forma mecánica; son fiables si existe
empatia con la madre. Los cuidados matemos del principio, el “mantenimiento” ,
protegen frente a los peligros psicológicos, vigilan la sensibilidad de la piel (táctil,
térmica), la sensibilidad auditiva, la sensibilidad visual, la sensibilidad al movimiento,
así como el hecho de que el niño ignora la existencia de cualquier otra cosa que no
sea el self. Se compone de toda una rutina de cuidados diurnos y nocturnos, dife
rentes según cada niño, ya que forman parte de él mismo y no hay dos niños pare
cidos. Se va adaptando día tras día a los cambios que le depara el crecimiento y el
desarrollo, cambios que son tanto físicos como psíquicos, simultáneamente. Dentro
del “ mantenimiento” , está el hecho de que se tiene físicamente al niño, lo que es
una forma de amor. __________
Son muchos los que se han dedicado a definir las características de la adoles
cencia. No obstante, la noción de adolescencia no existe en todas las sociedades. En
algunas sólo se describen cuatro tipos de edades: el bebé, el niño, el adulto y el
viejo. No se puede decir que una edad cronológica pueda servirnos de índice de desa
rrollo. Ciertos autores han puesto de manifiesto que existen instituciones en las que
se agrupan, bajo el término “ niños”, todas las personas menores de 18 años, mientras
que otras sociedades para “jóvenes” so ocupan desde Ios-niños menores de 10 años
hasta los jóvenes adultos de 25, inclusive.
Un número elevado de autores no establecen diferenciación entre la pubertad y la
adolescencia, mientras que para otros por un lado existe la pubertad somática
(estado somático sin posibilidad de retroceso a menos de presentarse un bloqueo
espectacular) y por otro, la adolescencia que es un fenómeno mucho más complejo y
que únicamente puede definirse a partir de un patrón psicológico (R. Laplane y
colaboradores), es decir que una depende de la naturaleza mientras que en la otra la
naturaleza y nutrición (natura y nurtura) se complementan.
La edad de la pubertad está mucho mejor definida ya que se caracteriza por un
determinado número de datos visibles; modificaciones morfológicas, sexuales y endo
crinas. De entre las modificaciones visibles, la del vello caracteriza tanto al muchacho
como a la muchacha (púber significa pelo), pero el término pubertad se emplea gene
ralmente para indicar la facultad viril de los muchachos. Este término de pubertad
apareció en Francia hacia el siglo Xiv en el que casi nunca se hablaba de la muchacha
púber, sino de la muchacha “ núbil” ; a veces, al muchacho púber se le llama simul
táneamente “pubcriente” y “ púber” (A.-M. Rocheblave-Spcnlé). Se han descrito
distintos estadios de la pubertad en función de la aparición y de las modificaciones
sucesivas del vello pubiano. En el caso de las niñas, la aparición de la primera regla
establece la fecha de comienzo de la pubertad: actualmente tiene lugar, por término
medio, entre los 13 y los 14 años, adnqne existen variaciones según las regiones; estas
variaciones no parecen depender ni de la raza ni del clima, sino que más bien parecen
estar relacionadas con factores socioeconómicos y nutritivos así como constitucionales.
Parece ser que desde el último siglo a hoy, el inicio de la primera regla retrocede de 4 a
6 meses cada diez años.
80 PROBLEMAS GENERALES
Para los psicoanalistas, la pubertad aparece después de la fase de latericia (desde los
7 hasta los 12 atíos). No obstante, es peligroso considerar silenciosa la fase de latencia
ya que, de hecho, como dice P. Blos, durante esta fase, se produce, una transfor
mación de la personalidad que prepara para la adolescencia; lo que cambiaría seria el
creciente control que el Yo y el Superyo ejercen sobre la vida instintiva. Pero, como
ha apuntado D. VV. Winnicott, no se tiene aún certidumbre sobre lo que constituye la
fase de latencia. Algunos consideran (B. Bornstein) que esta fase no es uniforme. De
final de la primera fase de latencia (de los cinco años y medio hasta los ocho), las
demandas púlsionales siguen siendo activas y el Superyo todavía es algo extraño. En
la segunda fase de latencia (desde los ocho hasta los diez años), el Yo estaría
expuesto a unos conflictos menos graves, las exigencias sexuales serían menos
fuertes; el Superyo sería sentido menos extraño y la adaptación a la realidad estaría
más y mejor asegurada.
Como dice Ch. David, los fenómenos de la latencia deben: aparecer a su tiempo;
teniendo en cuenta las exigencias del entorno; no ser excesivamente débiles, ausentes
o laminares, ya que, en un caso así, pueden acompañarse de cuadros mórbidos, gene
ralmente de mal pronóstico; y por último, no ser demasiado exagerados desde el
punto de vista de las manifestaciones de rechazo y de inhibición.
De hecho, sólo se puede intentar precisar los límites de la adolescencia si se tiene
en cuenta, simultáneamente, los factores biológicos, psicológicos y sociológicos.
Los factores biológicos responden a factores constatablcs (la regla en las muchachas, la erección
y la eyaculación en los muchachos), asi como a modificaciones de los caracteres sexuales secun
darios. Los mecanismos de la modificación puberal se explican por la puesta cu acción de la
hipófisis anterior y, desde el punto de vista neurológico, la del hipotálamo anterior. La hormona
somatotropa hipofisaria actúa directamente aumentando la masa corporal y sobre el crecimiento en
longitud del esqueleto. Asimismo’ intervienen en~tilo determinadas hormonas sexuales. Otras
hormonas lüpofisarias actúan indirectamente sobre las gónadas, fundamentalmente las gonado-
estimulantcs, asi como la tircocstimulina y la corticostimulina, teniendo, a su vez la cortico-
suprarrcnal un papel también esencial sobre la secreción androgénica. Las gónadas entran en acción
por medio de las hormonas gonadotropas de entre las cuales dos de ellas son esenciales: la folicu-
Iostimulina (FSH) y la luteostimulina (LH). Es evidente que estas modificaciones corporales gene
rales y genitales, sobre todo, desempeñan un papel no sólo por el hecho de su existencia física sino
incluso por la importancia psicológica de su presencia.
Las modificaciones de la estatura significan hacerse mayor y, por otro lado algunas modifi
caciones ponderales, como por ejemplo una ligera obesidad, pueden ser, contrariamente, vividas
como una molestia. La aparición del vello pubiano, del vello axilar o torácico, la evolución del
pene en el muchacho o el desarrollo mamario en la muchacha pueden ser vividos como un temor o
como una afirmación. La aparición de la regla en la muchacha no informada puede ser un descu
brimiento molesto o incluso vergonzoso; algunas muchachas pueden creerse portadoras de una
enfermedad. Pero, como indica H. Déutsch, la menstruación puede vivirse por la muchacha de
forma progresiva en lo que concierne a su aspecto biológico mientras que las reacciones emotivas
pueden manifestarse de forma regresiva. A veces, la menarquía, que confirma la feminidad, puede
ser considerada una vergüenza, una impureza, o bien puede evocar la posibilidad de procreación,
asociándose así la menstruación con el embarazo y con las relaciones sexuales. Si para la niña la
menstruación es el despertar espectacular de un nuevo período dentro de su evolución biológica
que además puede ir o no también acompañado de un despertar sexual; para al niño la eyaculación
se acompaña de una alegría de la cual no es aún dueño y que le liará sentirse culpable ante las
prohibiciones sociales. Estas manifestaciones de la naturaleza, por naturales que sean, son sentidas
de forma diferente según las culturas, tabúes y capacidad dé fantasear de padres e hijos.
Los factores sociológicos se entrelazan íntimamente con los biológicos durante la adolescencia.
M. Mead considera que la adolescente de las islas Samoa únicamente se diferencia de la no
VIDA SOCIAL Y DESARROLLO DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE 81
adolescente por los cambios físicos que la primera ha sufrido. En otros pueblos, el paso de la
infancia a la adolescencia, incluso a la edad adulta, se hace por unos “ ritos de cambio” durante los
cuales el sujeto se somete a todo tipo de pruebas que determinarán su estado de adulto y después
de las cuales la comunidad le atribuye una función perfectamente determinada. Si bien en ciertos
casos el ceremonial es quizá convencional y simbólico (ceremonias de iniciación a veces complejas),
en otros, se acompaña de pruebas físicas tales como la circuncisión en los muchachos y la clitori-
dcctomía en las muchachas. Algunos antropólogos han insistido en que el estado de adulto no
coincide necesariamente con el período de los cambios físicos de la pubertad. Creen que, para
comprender las “tempestades o tensiones” de la adolescencia, debemos buscar la explicación más
en la sociedad que en la biología. (O. Klincbetg).
Según B. Zazzo, la actitud de los' adolescentes pertenecientes a una misma sociedad y a una
misma zona geográfica, se diferencia en función ide sus status y sus roles. Cuando se trata de
sociedades en las que la adolescenciase define como un período de inserción social, se puede
prever que es parecida para todos por su carácter general de transición y, por otra parte, que se
diferencia a partir de las modalidades de la vida social y sobre todo según la duración de esta
transición. Se ha llegado a decir (sinque esto implique en sí mismo una contradicción) que la
“ aparición dela pubertad” es un acto de la naturaleza y la adolescencia un acto del hombre”
(P. Blos); se podría mejor decir, “dél hombre insertado en una sociedad dada” . Por ello se explica
que ciertas características, como el ascetismo y la intclectualización, se observan sobre todo en
aquellas capas sociales que se caracterizan por una enseñanza escolar estricta (Anna Frcud), que
sería la particularidad de la juventud europea, mientras que la “ uniformidad" (P. Blos), fenómeno
de grupo que protege al individuo, sería particular de la juventud americana. Sin embargo, nos
podemos preguntar si esta diferenciación sigue existiendo en la juventud actual en la que el adoles
cente “ no está muy inclinado a dejarse llevar por una predestinación wertheriana” (H. Deutsch).
Por otra parte, la historia nos muestra (W. F. Soskin y cois.) que antiguamente un niño normal
era a menudo cabeza de familia a los 16 años, gallardo soldado del ejército real a los 14 o 15,
aprendiz responsable de su profesión a los 13 o 14, mientras que en la actualidad, e n d e terminadas
clases sociales, el período de dependencia está mucho más alargado. Recientemente se ha subra
yado (Anna Frcud) que la edad de responsabilidad legal en Inglaterra lia crecido gradualmente
desde los 8 a los 17 años, y en los Estados Unidos desde los 7 a los 16, luego a los 18 y, en
algunos estados, incluso hasta los 21. Esta indulgencia nos parece justa pero quizá no tiene el
carácter que se le quiere dar. Como dicen W. F. Soskin y cois., tendemos cada vez más a tratar a
nuestros adolescentes y a nuestros muchachos como niños, mientras deploramos que no se com
porten como adultos. Por si fuera poco, hay diferencias entre los sexos. O. Lewis observa, después
de estudiar un pueblecito mejicano (y de hecho esto puede extenderse en general a las sociedades
de origen greco-latino), que las niñas están obligadas a llevar una vida más sedentaria que anterior
mente y a padecer nuevas contrariedades a nivel personal mientras que los niños, al contrario, ven
como se les concede una mayor libertad y una situación mejor. Por otra parte, se conoce la impor
tancia concedida al hombre en las familias patriarcales de Africa, de Oriente y del Oriente Medio,
en las cuales el deber de virginidad antes del matrimonio es liberal para el hombre y obligado para
la mujer. Después de lo que acabamos de decir, es imposible definir la adolescencia sin tener en
cuenta el estado y el rol de los'jóvenes en la sociedad.
Sin embargo, el adolescente no puede explicarse únicamente a partir de la interferencia entre lo
biológico y lo sociológico. Si bien es cierto que debe hacer la historia, no lo es menos que es fruto
de su historia personal.
No se pueden silenciar los importantes problemas que se han planteado por los
investimientos intelectuales y corporales. Como dice J. Piaget, en efecto es durante el
transcurso de la adolescencia cuando el sujeto consigue desembarazarse de lo con
creto y cuando consigue situar lo real dentro de un conjunto de transformaciones
posibles al beneficio de intereses orientados hacia lo inactual y lo futuro, y que va a
evolucionar hacia el pensamiento hipotético-deductivo o abrir la vía a un espíritu
experimental, y los efectos de la combinatoria y de la doble reversibilidad se per
ciben tanto para la conquista de lo real como para la de la formulación. Ahora bien,-
este cambio de perspectivas es, según J. Piaget y B. Inhelder, tan sumamente Impor
tante desde el punto de vista afectivo como cognitivo, ya que el mundo de los va
lores puede permanecer cerrado frente a la realidad concreta y perceptible o, al
contrario, abrirse a todas las posibilidades interindividuales o sociales. Es en este
periodo, según E. Kestemberg, cuando en la evolución se produce un enrique
cimiento, una estructuración constante de lo vivido por lo conocido y viceversa. Para
E. Pichón, propiamente hablando, no hay una jerarquía normativa en la sucesión de
etapas del desarrollo intelectual y cada etapa contiene aspectos positivos que deben
ser conservados. Dentro del marco del desarrollo intelectual determina los siguientes
estadios: el estadio pueril, el estadio reflexivo entre los 7 y los 11 años, el estadio
racional que se sitúa al empezar la pubertad. Dentro de este último período señala el
peligro de “sobreadultismo” 4, del racionalismo estéril. Por otra parte, para E. Pi
chón, el estadio de la fase racional no es el último, puede aparecer un nuevo distan-
ciamiento que se caracteriza por lo que él llama el estadio filosófico, en el cual la
razón teórica y especulativa es devuelta, de alguna manera, a su lugar; es la época de
la modestia intelectual. Aun teniendo en cuenta estos factores intelectuales descritos
por J. Piaget, para E. Pichón, el desarrollo intelectual está condicionado por factores
afectivos, particularmente por la “ ley de apetencia”. Se podríO nclúso decir, con
Anna Freud, que el peligro pulsional se hace inteligente. En nuestra sociedad actual
es palpable la cantidad de informaciones recibidas y a menudo mal digeridas o muy
orientadas, difíciles de elegir, dando lugar a un intelectualismo determinado y arbi
trario y a una madurez afectiva mal metabolizada.
El problema planteado por el investimiento corporal ha sido abordado recientemente
por un determinado número de autores (W. A. Schonfeld, E. Kestemberg, R. Ebtinger
y J.-P. Sichel). Si, como dice W. A. Schonfeld, durante la infancia las modificaciones
progresivas del aspecto que acompaña al crecimiento son fácilmente integrados en la
imagen que el niño se hace de su propio cuerpo, en la confusión causada por la
adolescencia, el ritmo de transformación se acelera mucho y necesita una revisión
radical de la imagen corporal. El cuerpo debe compararse al de los otros y debe
responder, hasta cierto punto, a ciertas concepciones sociales. La emergencia de
ciertos tipos de transformación plantea problemas al adolescente ya debido a sus
características simplemente morfológicas, ligadas a menudo al sexo, a la virilidad o a
la feminidad, ya debido a la imagen que él mismo se ha hecho de su propio cuerpo
comparándolo con el de los otros.
Las modificaciones de la apariencia corporal que se producen en los adolescentes
les provocan una fantasmatización de su propio cuerpo que a menudo es desconcer
tante y mal conocida. Por otra parte, E. Kestemberg prefiere utilizar la expresión
“ fantasma” del cuerpo antes que imagen del cuerpo para evitar la ambigüedad
debida a la connotación neurológica de este último término. H. Deutsch insiste en
que la primera eyaculación puede constituir un trauma para el muchacho, al rccor-
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BIBLIOGRAFIA 87
PROBLEMAS GENERALES
DEL DESARROLLO
Sólo se dará el desarrollo infantil si existen unas estructuras anatómicas y una determinada
organización fisiológica que viene dada con el nacimiento: una organización del cuerpo y visceras,
sistema endocrino y sistema nervioso que asegure el elemental funcionamiento biológico. Dicha
mecánica le permite seguir viviendo, le confiere un fondo funcional, un ritmo biológico, pero no
basta para hacer del recién nacido un hombre; todo lo más, pudiera permitirle una vida vegetativa.
Este hombre no tiene posibilidades de vivir, ya que el verdadero sentido de la vida humana con-
' siste en proyectarse hacia el futuro por medio del presente.
Por consiguiente, es fundamental conocer nuestra organización básica. Lo que somos no existe
- sino a . partir de una formación anatómica; el “ futuro”-se realiza mediante la organización fisioló
gica de los circuitos y se manifiesta por la realización funcional a través de circuitos existentes más
o menos fijos, más o menos fuertes. El estudio de la organogénesis de las estructuras, de la filogé
nesis de preformas o de los diversos sistemas de actividad requiere los mayores cuidados. Sólo asi
podremos discutir el problema de la ncurobiología humana y el tan debatido problema del “ or
ganismo-medio” .
I. - ESTUDIOS OTOLÓGICOS
la especie humana donde se encuentran menos neuronas por unidad de volumen (Haug, citado por
Til. Rabinowicz).
J. Altman (1970 y 1971), estudiando la • radiografía con timidina—/¡3- la proliferación y la
diferenciación celular, se puede poner de manifiesto la existencia de “microneuronas” o “intcmeu-
ronas” que se multiplican y se diferencian al principio del período posnatal en los mamíferos
nacidos prematuros y que serían más sensibles a las influencias del ambiente.
El estudio de la mielogcncsis ha sido considerado importante por cuanto que ésta es una de las
bases esenciales de las etapas del desarrollo madurativo. Desde O. R. Langworthy, está demostrado
que las vías se miclinizán en el mismo orden en que se desarrollaron filogcnéticamentc. Este estu
dio, hecho en los gatitos, ha sido reemprendido por Ni. Minkowski en los fetos humanos de 4 a 6
meses de edad concepcional hasta la edad de 2 años.
Todo el mundo está de acuerdo (J. Scherrer, G. Gottlieb, H. F. R. Prechtl, etc.) en que la mie
linización no es necesaria para el funcionamiento y la reactividad. Algunos defienden la existencia
de una cierta relación entre la evolución de la mielinización y la evolución funcional. Otros piensan
que la miclina es un indicador de la cronología según el cual anteriormente a ella se ha realizado la
maduración de las vías y de los nervios y por lo tanto de sus funciones correspondientes (P. I. Yav-
kolev y cois., 1967). Finalmente otros consideran la mielina como un criterio del termino de las
capacidades funcionales. Algunos (J. S. O’Brien), no obstante, parece que siguen aceptando las
leyes de O. R. Langworthy según las cuales las vías del sistema nervioso central se mielinizan, en
general, en el orden en que se desarrollan filogcncticamente y, por regla general, en el momento en
que se hacen funcionales.
Estudiando los fetos humanos, T. Ilumphrey toma partido en el problema de la mielinización y
del funcionamiento: en los fetos humanos, en la edad en que el primer reflejo sigue a la estimu
lación perioral, no hay signos de mielinización de las fibras craneales o espinales, periféricas o cen
trales (O. R. Langworthy, 1933; M. F. Lucas Keene y E. E. Hewer, 1931). Igualmente, el inicio de
la formación de la miclina no es necesaria para el funcionamiento de los arcos reflejos que apare
cen en primer lugar. Teniendo en cuenta que la mielina aparece en los tractos.de desarrollo tardío,
como en el sistema corticospinal, bastante antes de que existan signos de funcionamiento, es
particularmente interesante señalar que las fibras utilizadas por estos reflejos que aparecen precoz
mente sólo se empiezan a miclinizar algún tiempo después de haber empezado a funcionar.
G. Gottlieb, siempre negando que sea necesaria la mielinización para el funcionamiento, señala
no obstante que la mielina acelera el tiempo de transmisión neural. Como dicen R. Vcrley y cois.,
al mismo tiempo que se produce la mielinización se dan otras modificaciones no menos impor
tantes: aumento de la colincsterasa, aumento de la densidad de las mitocondrias así como el
aumento del diámetro de los axones. Para F. J. Schultc, la velocidad de conducción nerviosa
depende esencialmente del espesor y de la integridad de la vaina mielínica, lo que a su vez quiere
decir, de la distancia entre las estrangulaciones de Ranvier.
Los estudios bioquímicos están, actualmente, en franca evolución y parecen ser muy promete
dores (J. S. O’Brien, 1970; II. C. Agrawal y W. A. Himwich, 1970; W. A. Himwich, 1971;. y en el
Coloquio internacional sobre el desarrollo prc- y posnatal del cerebro humano, diciembre de 1972;
H. C. Agrawal y cois., N. Krctchmcr y cois., E. Farkas-Bargeron; L. Svenncrholm; P. Lcsch;
E. M. Shootcr).
Como resume W. A. Himwich (1971), los hechos fundamentales del desarrollo químico del cere
bro de los mamíferos son: mientras el cerebro crece en peso, en longitud y en volumen a medida
que avanza la maduración, también el agua es remplazada por sustancias orgánicas, especialmente
lipidos y proteínas. Determinados aminoácidos libres crecen en concentración (p. cj., ácido glutá-
92 PROBLEMAS GENERALES
mico, ácido gamma-amino-butírico [AGAB], ácido aspártico), otros disminuyen (p. ej., la taurina),
otros siguen manteniendo su concentración inicial. Parece que, en general, estos acontecimientos
empiezan en las regiones caudales y de aquí, ascendiendo hacia las cefálicas. Algunas zonas, como el
hipocampo, parecen relativamente maduras en el nacimiento, por lo que contradicen el concepto
de la neurofilogénesis, y en cambio concuerdan mejor con la teoría de la sistemogénesis. El
pattern de aminoácidos libres e incluso el de aminoácidos de las proteínas parece ser caracte
rístico de cada región, incluso si se dan cambios con la maduración. El ácido glutámico encabeza el
cuadro de los aminoácidos libres con unas cifras elevadas en la región rostral, y con otras algo
disminuidas en el cerebro medio, ya que la concentración de AGAB es algo mayor en esta región.
Se lia conseguido establecer las diferencias en ADN, ARN y en proteínas de las distintas partes del
cerebro. Este autor insiste en el gran problema comparativo y de interpretación funcional que se
presentan los datos bioquímicos, y asimismo en las “trampas” en que se cae al intentar correla
cionar los datos bioquímicos con los datos anatómicos, electrofisiólogicos y del comportamiento,
que puede que sólo sean concomitantes. Igualmente insiste en el hecho que ciertas sustancias son
muy influenciables por los cambios del ambiente, mientras que otras presentan gran resistencia a
los mismos, lo cual se hace más problemático si recordamos que recientemente se ha empezado a
considerar el ambiente como influcnciador.
Otro problema complica el esquema, es el de la existencia de diferentes vías para una misma
‘ sustancia, por ejemplo el caso del AGAB y del ácido glutámico, para los que hay determinados
reservónos en vías metabólicas distintas.
Las sustancias que más gratifican al investigador en su estudio de la maduración química son los
aminoácidos libres y sustancias como las proteínas y los lípidos que forman parte de la estructura
básica del cerebro.
Estudios más específicos, como los realizados por II. C. Agrawal, con los aminoácidos y las
proteínas de la mielina, demuestran que en el cerebro de rata, el ácido glutámico. la glutamina, ol
AGAB y el ácido aspártico, aumentan durante el desarrollo posnatal, dándose los aumentos más
importantes entre los 8 y 10 días después del nacimiento; este período se caracteriza por el hecho
de la rápida mielinización y por-un aumento llamativo en la glucosa de los aminoácidos del cere
bro; este autor aporta una serie de trabajos que sugieren que, durante este período, hay por lo
menos dos concentraciones distintas de glutamato en el sistema nervioso; intenta interpretar el
significado de la incorporación diferencial en las proteínas de la mielina a partir de los reservorios,
grandes y pequeños.
La orientación actual de los trabajos parece estar dirigida hacia el estudio con orientaciones
histoenzimológicas realizados por investigadores que son biólogos celulares y bioquímicos, como los
estudios realizados por N. Krctchmcr y cois., sobre las enzimas implicadas en la fase proliferativa
del desarrollo celular del cerebro, estudios que se inspiran en la biosíntcsis de la pirimidina, en los
mamíferos, relacionada con la proliferación celular. 0 también, como otro ejemplo, el estudio rea
lizado por E. Farkas-Bargeton sobre la histoenzimología de la maduración del ncocórtex en el niño.
Otras investigaciones se centran en la bioquímica de los diferentes componentes celulares, y
sobre todo de los que se supone son los responsables de la puesta en marcha de la información en
el cerebro (p. ej., "nerve growtli factor"; véase E. M. Shooter), de su transporte intercelular (mono-
aminas, ácido glutámico, aspártico, aminoacético, y AGAB), de su recepción por las células especí
ficas (sistema, de la adenilciclasa), y de su repartición intracelular (AMP cíclico).
I V .- ESTUDIOS ELECTROGENÉTICOS
a) El electroencefalograma.- Se han podido seguir .los primeros estadios del desarrollo eléctrico
de los mamíferos en el útero gracias a las técnicas de implantación de los electrodos que pueden
estar con el feto hasta el parto. De esta forma es posible conocer continuamente el electroence
falograma del feto simultáneamente con el de la madre.
Se pueden establecer correlaciones entre la evolución eléctrica y la evolución bioquímica del
cerebro. Varios autores han acentuado la simultaneidad de los estadios biocléctricos y enzimáticos
dentro del desarrollo del córtex cerebral.
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 93
En el caso del hombre, se puede llegar a comprender los primeros estadios de la maduración
eléctrica a través de su estudio en prematuros. En los prematuros de 24 a 27 semanas de edad
concepcional, el registro clectroencefalográfico es de tipo alternante (C. Dreyfus-Brisac), formado
por períodos de silencio eléctrico y otros de actividades polimórficas más o menos lentas. En los
prematuros un poco más mayores, estas actividades se enriquecen, y hacia las 36-37 semanas el
trazado de vigilia, que se distingue perfectamente del de reposo, es continuo poco rítmico y uni
forme en todas las zonas.
Esta evolución es concreta y permite clasificar los trazados por edades con un error de 15 días
de edad concepcional. De todas maneras uno se pregunta si con el nacimiento se da una modifi
cación. A. H. Parmelee (1968), siguiendo a un prematuro de 28 semanas, a medida que avanzaba su
desarrollo ha encontrado los estadios observados en prematuros mayores; por lo cual señala un
paralelismo entre el recién nacido a termino y el prematuro propiamente dicho. Sin embargo, para
C. Dreyfus-Brisac, si tenemos en cuenta no sólo el EEG sino también los otros parámetros, tales
como el ritmo cardíaco, respiración y motricidad, el sueño de los prematuros aun en la misma
edad concepcional no está tan bien organizado como en los nacidos a término. Esto puede deberse
o a una deficiente integración de las aferencias o a un defecto del entorno del prematuro.
Se puede estudiar la actividad eléctrica cerebral del feto colocando unos electrodos en la coro
nilla por vía transvaginal, después de romper las membranas (M.G. Rosen y J.J. Scibetta, 1969).
Este método permite evidenciar las modificaciones electroencefalográficas durante el parto, por
ejemplo un aplanamiento del trazado consecuente a una anoxia.
Las grandes líneas del desarrollo posnatal de vigilia son la espccialización de las actividades, ya
visible hacia los tres meses, y la aparición de actividades rítmicas posteriores, hacia los 5 meses.
Estas actividades rítmicas se acelerarán de forma progresiva hasta llegar al ritmo alfa del adulto, al
mismo tiempo que las ondas lentas desaparecen del todo en el trazado de vigilia.
C. Dreyfus-Brisac y C. Ulanc, insisten en la relación de simultaneidad que se observa, en las.
diferentes etapas, entre los fenómenos bioeléctricos y los neurológicos y psicomotrices. Tres meses
después del nacimiento, se ve aparecer la primera organización espaciotemporal de la electrogénesis
y, en el campo neurológico, unas adquisiciones esenciales: control tónico de la cabeza, coordi
nación oculomotriz, desaparición de un determinado número de reflejos arcaicos. A los 5 meses
aparecen casi simultáneamente la ritmicidad occipital definitiva, la prensión voluntaria y la visión
macular fina.
b) Los potenciales evocados. - Ya se pueden registrar potenciales evocados del animal mulero.
En la cobaya, J. J. Rosen, ha conseguido desde el día 55 de la gestación respuestas auditivas evo
cadas, desencadenadas por un sonido exterior al cuerpo materno. Unos controles han demostrado
que no se trata de artefactos y que estas respuestas necesitan la integridad del sistema nervioso
fetal. Por otra parte, colocando un micrófono en la cavidad uterina de una oveja, se pueden oír
perfectamente los ruidos del corazón materno, el peristaltismo intestinal y ruidos provocados por
la percusión en el abdomen materno. Estos hechos son importantes ya que demuestran que desde
antes del nacimiento al feto le llegan ciertas influencias del ambiente.
La ontogénesis de los potenciales evocados ha sido estudiada por G. H. Rose y R. J. Ellingson,
que han demostrado que los potenciales evocados del principio del desarrollo son inestables, varia
bles y que el nivel de desarrollo de estos potenciales no es paralelo para las distintas modalidades
sensoriales. Los potenciales somestésicos tienen una maduración más precoz respecto a los audi
tivos y visuales.
La maduración de los potenciales evocados se caracteriza por un empequeñecimiento de las la-
tencias y un aumento de la complejidad de las respuestas.
Según R. Verley, la capacidad del sistema nervioso para asimilar la información se puede apre
ciar partiendo de cuatro- criterios: el tiempo de conducción, la capacidad de transmisión ncuronal,
la actividad neuronal espontánea, y los criterios de comportamiento (motilidad adaptada, p. ej.,).
Pero la maduración comporta además "un modelado anatomofuncional de los circuitos" (J.Sche-
rrer) que servirá de base para los comportamientos elementales o complejos. Por ello la descarga
neuronal en medio de una población celular debe alcanzar una configuración bien definida para
conseguir el tratamiento de la información aferente o la expresión motriz de los comportamientos.
94 PROBLEMAS GENERALES
V. - ESTUDIOS HORMONALES
el campo neuronal. El campo neuronal que responde a una información aferente está determinado
hasta cierto punto por el clima bioquímico en el cual las neuronas se desarrollan, siendo las
concentraciones de hormonas circulantes un componente importante del clima neuronal.
II. — D IN Á M IC A DE LA O R G A N IZ A C IÓ N FU N C IO N A L
A. - LO INNATO Y LO ADQUIRIDO
que admite la posibilidad de una ciencia pura de las formas innatas del pensamiento
innato, independiente de cualquier experiencia.
De hecho, el concepto de innato se define a menudo como lo contrario de lo
adquirido, pero incluso los autores que consideran ambos conceptos como comple
mentarios los sitúan en un plano en que ambos coexisten.
Dentro del terreno de la biología del desarrollo general de los organismos
J. Monod presenta como idea central de su modelo el carácter teleonómico de las
reacciones internas del organismo, que permite, entre otras cosas, su autocons
trucción a través de una morfogénesis autónoma. Para F. Jacob, el programa genético
está constituido por la combinación de elementos en esencia invariables. Dentro de
su estructura, el mensaje de lo heredado no permite la más mínima intervención
concertada del exterior. Para cada individuo, el programa es la resultante de una
cascada de acontecimientos, todos ellos contingentes; la misma naturaleza del código
genético impide todo cambio deliberado del programa efectuado por su acción o por
el medio. Al abordar el problema de la articulación entre lo innato y lo adquirido,
F. Jacob admite que para el otólogo, cuando un comportamiento pone en juego una
parte adquirida de la experiencia, es únicamente en función del programa genético
que el aprendizaje puede insertarse dentro del cuadro fijo de lo heredado. Dentro del
programa genético que mantiene las características de un organismo complejo, hay
una parte cerrada cuya expresión está muy estrictamente fijada, y otra abierta que
permite al individuo una cierta libertad de respuesta. Por un lado, el programa
prescribe con rigidez estructuras, funciones, atributos; por el otro, sólo determina
potencialidad, normas, esquemas. Por un lado se opone, por el otro permite. En sus
últimas páginas, J. Jacob, admite que de todos los organismos, es el hombre el que
posee el programa genético más abierto y más flexible. Pero él mismo se plantea una
serie de preguntas: ¿Hasta dónde llega la flexibilidad? ¿Cuál es la parte del compor-
tamiento determinada por los genes? ;.A qué contrariedades de lo heredado está__
sometida la mente humana? ¿Cuales son las restricciones impuestas por el programa
genético a la plasticidad de la mente humana?
Si tomamos tres autores clásicos, concretamente S. Freud, II. Wallon, J. I’iaget, que se sitúan los
tres en el plano evolucionista, comprobamos que su actitud, no obstante, es distinta. S. Freud, ha
oscilado, según los periodos, entre la universalidad de las leyes naturales y la importancia
concedida al paire! organizador decisivo de las experiencias. De hecho lo que se desprende de su
pensamiento es que la constitución, asociada a los acontecimientos de la vida infantil, da lugar a
una nueva “serie complementaria” .
II. Wallon considera que la teoría evolucionista es falsa ya que no ha podido mantenerse dentro
de unos limites que inspiren confianza. Refiriéndose a la postura que S. Freud tomó sobre el
principio de que la ontogénesis viene a decir lo mismo que la filogénesis y que todo individuo pasa
por las mismas etapas que la especie de la que proviene, considera que, partiendo de que la
psicogénesis de la especie tiene como mediador la ontogénesis, los puntos de contacto entre las
etapas que recorre un individuo y los que ha recorrido su raza son numerosos. Pero también consi
dera que existe un desarrollo realmente personal que a pesar de ser más o menos parecido para
todos no por ello deja de ser individual. Según H. Wallon, una aplicación excesivamente estrecha de
la teoría evolucionista en psicopatología es cuestionable ya que, en ese caso, la evolución depen
dería completamente del pasado: se convertiría en un círculo cerrado cuya salida ya no estaría en
las manos del hombre y cuya vida psíquica se explicaría a partir de las sucesivas fases; el individuo
sólo podría ser un nuevo ejemplar de lo que se ha dicho antes que el, es decir el evolucionismo se
convertiría en sustancialismo en vez de seguir siendo dialéctico.
Durante toda su vida, J. Piaget se ha opuesto a las teorías como la defendida por J. Monod en
1970; J. Piaget se ha enfrentado de forma particular a J. Monod y N. Chomsky, en 1971, respecto
a su noción de “ núcleo innato fijo": para J. Piaget lo heredado no es más que un conjunto de
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 97
posibilidades de acción; a partir de aquí estas posibilidades de acción se tienen que actualizar y
organizarse a través de actividades autorreguladoras que se desarrollan dentro de una real auto-
construción. J. Piaget (1967) admite que la epigénesis de las funciones (cognitivas) supone una
colaboración cada vez más estrecha entre los factores del medio y el genoma, aumentando la
importancia de los primeros con el crecimiento.
En el plano del comportamiento, si se niega la existencia de las organizaciones que se ofrecen al
niño, también hay que hacer lo mismo con la “trayectoria” . Y se puede, como hace C. H. Wad-
dington, utilizar, en biopsicologia, el concepto embriológico de “creodes”, es decir trayectoria en
el tiempo con tendencia a la estabilización de una modificación dentro de un sistema de com
ponentes múltiples o un espacio multidimensional; la homeorresis tiene lugar cuando el proceso
formador, desviado de su trayectoria por influencias exteriores, vuelve a su reunión a través de
un juego de compensaciones coercitivas. La homeorresis hace posible la “homeostasis” al ase
gurar la construcción estructural de los órganos, pero a su vez la “homeostasis" resulta de la
puesta en funcionamiento de éstos por efecto de nuevas interacciones, siendo éstas, dice
J. Piaget, sincrónicas, y ya no diacrónicas, y desencadenadas fundamentalmente por el sistema
nervioso. .
Para M. D. S. Ainsworth, el recién nacido está provisto de un determinado número de sistemas
del comportamiento preparados para ser activados. Como J. Piaget, cree que los esquemas origi
nales están algo menos fijados que los reflejos. Para J. Bowlby, estas tendencias originales se
manifiestan a través de unos comportamientos que se asemejan a unos modelos de acción-fijada.
Si consideramos que los reflejos o esquemas hereditarios constituyen el punto de partida de la
ontogénesis de las conductas, según P. Mounoud, hay varias formas de concebir este punto de
partida. Según J. Piaget, los diferentes reflejos o esquemas hereditarios constituyen cada uno de
ellos unas conductas segmentarias (aisladas o independientes) que definen espacios heterogéneos.
Estas conductas independientes o estos espacios heterogéneos sufren ulteriormente un proceso de
coordinación. Y los esquemas se coordinan únicamente a partir de su tendencia a asemejarse entre
si. Pero para P. Mounoud, los montajes o esquemas hereditarios definen un primer nivel de organi
zación de conjunto, es decir de organización. Esta estructura de conjunto también define lo que él
llama un espacio global y que considera homogéneo. El proceso al que se asiste después del
nacimiento es, según este autor, una disociación de esta estructura inicial en subestructuras y
únicamente son estas estructuras las que son heterogéneas (momentáneamente) y definen espacios
tabicados. A esta disociación le sucederá una nueva coordinación.
A partir de los datos etológicos, las discusiones infaliblemente, giran en tomo explícita o
implícitamente, de las nociones de “adquirido” y de “no-adquirido” a distintos niveles, particu
larmente en lo que se refiere a esquemas hereditarios, a huella período crítico y período sensible.
La noción de huella de K. Lorcnz hace pensar en un proceso innato, instantáneo e irreversible.
Su importancia se ha extendido considerablemente durante los últimos años P. P. G. Bateson
(1971) subraya que las preferencias del pájaro ya están preformadas, que se introduce activamente
en su entomo, buscando los estímulos que pueden ser más eficaces para provocar su comporta
miento social, que su reactividad a estos estímulos depende en gran medida de su estado interno,
que el proceso de aprendizaje es progresivo, y finalmente que la estabilidad de la huella depende
de la duración de la exposición. La huella representa un caso realmente llamativo de la farnilia-
rización que tiene lugar probablemente durante la exploración, el aprendizaje latente y el estable
cimiento de otras numerosas preferencias y costumbres.
A nuestro parecer, a menudo se ha confundido, equivocadamente, el concepto de “huella” con
los de “período crítico” y “período sensible”.
El término de huella debe reservarse a determinados tipos de comportamiento, respuestas
sociales que se producen en los pájaros nidífugos en una edad precoz de su desarrollo y cuya
característica, es el atarse a un sujeto o a un estimulo externo, del que se hace dependiente; el
sujeto queda atado a una configuración extema como por imantación; este nexo no está relacio
nado ni con una recompensa ni con una gratificación. Se ha considerado a la huella como un
fenómeno no-aprendido, como un bloqueo que puede convertirse en comportamiento restrictivo.
No debe confundirse con lo que se ha llamado “período crítico” por el mero hecho de que se dé
en un momento muy determinado de la evolución. Además, existen, de hecho, numerosos “perío
98 PROBLEMAS GENERALES
dos etílicos” durante la vida de un animal o de un niño que no corresponden con la definición de
“huella” que liemos hecho anteriormente.
Por otra parte, se ha confundido “período crítico” con "período sensible”. Si bien estamos de
acuerdo con el concepto de “período crítico de socialización” de J. P. Scott, también creemos que
existen otros “períodos críticos” durante la evolución etnbriogénica o durante la evolución madura
tiva o incluso también durante la evolución del comportamiento, cuando totalidades nuevas llegan
para remplazar totalidades antiguas. Siendo estas últimas unos períodos de transformación cualita- .
tivamentc distintos de las primeras, y que no son ni contingentes, ni arbitrarios, y que guardan un
determinado orden de sucesión. .
En cuanto a los “períodos sensibles”, serian períodos del desarrollo ncurofisiológico y bio
químico durante los cuales el sistema nervioso estaría más predispuesto para recibir impactos proce
dentes del exterior. Las estructuras estarían preparadas para recibir los impactos del entorno y la
falta de los mismos podría poner en peligro el funcionamiento ulterior. Creemos que las aporta
ciones aferentes deben llegar en la cantidad y en la calidad que corresponde según el momento de
la evolución, las necesidades y la disponibilidad del niño.
Reconociendo el empleo esquemático que hemos hecho de la terminología, creemos, no
obstante, que conseguimos evitar ciertas confusiones. De todas maneras, también opinamos que la
“huella” puede ser considerada como un período crítico, y que el concepto de período sensible
puede ser considerado como un período relativamente crítico (L. Eisenberg) o una formulación
menos exigente del período crítico (P. H. Wolff).
Por lo que respecta a los genetistas (T. Dobzhansky, 1969), éstos subrayan que se ven forzados
a repetir constantemente a los investigadores, fundamentalmente a los de las ciencias sociales, que
lo que se hereda no es tal o cual rasgo o carácter fenotípico particular sino “una potencialidad
genotípica hacia una respuesta de desarrollo de un organismo respecto a su entorno”. Según
B. Ginsberg (1958): “todos los aspectos de nuestro organismo pueden ser considerados 100% gené
ticos, pero no 100% predeterminados”. G. Ginsberg establece una diferencia entre la importancia
universal de la genética, o su influencia ancestral en el desarrollo de todo el organismo, y el feno
tipo particular que emergerá. La-naturaleza de las estructuras y las vías en las cuales serán deter-
minadas por cada genotipo dependen de las condiciones particulares en las cuales se van a desarro
llar. Siguiendo por esta línea y, por lo tanto, como dice H. G. Birch,. nuestro problema del análisis
genético del comportamiento está en la valoración no sólo del genotipo, sino también de las cir
cunstancias particulares en las que el genotipo trabaja para la especie o para el individuo.
Del mismo modo que se puede afirmar que ya existe algo desde el comienzo es imposible negar un
entorno transformador y no necesariamente generador. Con un matiz humorístico, D. W. Winnicott ha
dicho: “esta cosa a la que se llama lactante no existe, ya que donde hay un lactante, hay cuidados
matemos, y sin cuidados maternos no habría lactante”.
Actualmente, la mayoría de los psicobiólogos están de acuerdo en que es difícil distinguir,
dentro de la organización funcional del niño, lo no-adquirido y lo adquirido. Quizás es útil pensar
con R. A. Hinde (1966) en un continuum de comportamientos que van desde los que son estables
respecto al entorno y relativamente poco influenciados por sus variaciones hasta los que son lábiles
respecto al entorno. El comportamiento comúnmente llamado “no-aprendido” o “instintivo” se
podría colocar en el extremo final estable del continuum, sin que ello implique que el aprendizaje
esté ausente en el curso de su desarrollo, así como tampoco niega que el comportamiento del
extremo relativamente lábil, esté influenciado por el código genético.
Según el valor que se les concede y según los autores, a menudo se confunde
reflejos primarios, esquemas innatos y ciertas funciones precoces que nos son dadas
y que seguirán una línea particular de desarrollo. Así ciertos autores dan un valor
extraordinario, desde el punto de vista de la organización funcional, a la desaparición
de los reflejos arcaicos (el reflejo de Moro, sobre todo). Es verdad que estas desapa
riciones tienen valor en cuanto que marcan un período que corresponde a una cierta
etapa de la maduración nerviosa, pero no están forzosamente ligadas a nuevas formas
de funcionamiento, más bien responden a nuevas posibilidades de organización fun
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 99
B. - MADURACIÓN Y ENTORNO
I. - PROBLEMAS MADURATIVOS
pación estructural del sistema nervioso respecto a la experiencia que vendrá. Aña
damos que, según la teoría de J. Piaget, para que la estructuración se pueda realizar,
es necesario que haya existido experiencia, y esta noción no se encuentra en la
concepción defendida por R. Verley y cois.
A nuestro parecer el principio de maduración anticipadora de Carmichael podría
defenderse en el sentido de que ciertos tipos de maduración están preparados para el
funcionamiento. Por nuestra parte hemos defendido la idea de que existe lo que
llamamos preformas de funcionamiento que toman forma con la realización fun
cional.'
Según P. H. Wolff, del mismo modo que los reflejos del recién nacido dispuestos
a funcionar en el nacimiento no siempre necesitan la interacción de la maduración y
de la experiencia- (en el sentido estricto del término), igualmente al principio del
desarrollo pueden aparecer una serie de estructuras sensorio-motrices complejas
como una “ emergencia evolutiva” 2. Por otra parte, cree, que ciertos patterns de
conducta pueden manifestarse en una forma terminada en distintos momentos pos
teriores al nacimiento según un plan de maduración e independientemente de la
experiencia. No todas las nuevas formas de comportamiento provienen necesa
riamente de las estructuras hereditarias presentes en el momento del nacimiento. La
hipótesis, defendida por P. H. Wolff, de las apariciones tardías no corresponde a un
preformismo radical; las apariciones tardías corresponden a nuevas adquisiciones de
formas durante el transcurso de evoluciones funcionales particulares.
Sin duda alguna, existen unos patterns característicos de cada especie, que se
transmiten por la herencia y que se manifiestan bajo formas parecidas para indivi
duos de la misma especie. Pero los patterns pueden activarse por la acción del en
torno, por estímulos táctiles, visuales, auditivos, etc., o sociales - “dcscncadenadores
sociales” - o modificarse por la ausencia o la acción cuantitativa o cualitativamente
inadecuada de las influencias del entorno.
No obstante, se observa que existen particularidades de desarrollo que hacen de
cada sujeto ún individuo distinto de los demás. Esto se podría explicar, y a veces
éste es el caso, a partir de las diferencias que se dan en la evolución madurativa.
Pero los trabajos etológicos y los estudios longitudinales del desarrollo del niño
insisten en que esta explicación no basta. El desarrollo no es comprensible si se le
aísla del entorno en el que se ha dado.
Esquemáticamente consideraremos: los estímulos, la relación madre-hijo, el medio
socioeconómico, el medio cultural.
a) Estímulos.— Para su organización el niño necesita estímulos. Como dice N. M.
Chtchclovanov (citado por D. B. Elkonin), si los estímulos externos no existen o son
insuficientes, la organización de la corteza cerebral se detiene o se realiza incorrec
tamente incluso estando el córtex, anatómicamente preparado ya para funcionar.
Para N. W. Fox, cuando un pattern no se ha manifestado es imposible conseguirlo si
el período crítico de su desarrollo y de su consolidación ya ha pasado. Por otra
parte, estímulos anormales pueden dar lugar a “modelos” de comportamiento mal
adaptados (S. G. Padilla). Se ha demostrado que la supresión de aferencias, como por
ejemplo la luz, puede conllevar alteraciones incluso de la constitución misma del
NACAír A D A J i r r i f t t r\
102 PROBLEMAS GENERALES
7 SA
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U
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 103
de forma que hubiesen podido relacionar su experiencia con otro saber establecido y
aplicarla a situaciones nuevas. Incluso si fuera posible, (dice P. H. Wolff,), acelerar el
desarrollo cognitivo de los niños con métodos mejorados de aprendizaje intensivo
precoz, se plantearía la duda de si esta aceleración es solamente inútil c inocua o si
además tiene efectos desfavorables a largo plazo consecuentes al décalage que la
aceleración intelectual selectiva provocaría en el desarrollo.
Se puede añadir a estos problemas el del papel del lenguaje, cuya importancia
dentro de lo que al niño le llega nadie niega, pero, que no obstante, tampoco es una
cuestión de “sobreestimulación”.
Es cierto que los estímulos no tienen únicamente un valor informativo; también
tienen un valor formativo. Lis aferencias sensitivosensoriales tienen un valor forma-
tivo en cuanto la reacción que provocan. Esta reacción es parte integrante de la acti
vidad sensitivomotriz y no se puede separar ni siquiera del inicio de la percepción
misma.
Podemos concluir que, si bien es deseable que las estimulaciones sean múltiples y
variadas, lo importante es que se den dentro de una atmósfera afectiva sin tropiezos
entre madre e hijo.
b) Relación madre-hijo. - Hemos visto que el ñiño está de tal manera dotado que
parece responder de una forma especial a los estímulos que provienen de seres huma
nos: sobre estas premisas se organizarán, según J. Bowlby, las relaciones madre-niño
(el “apego”) cuya complejidad hemos visto anteriormente. Hay que decir que los
esquemas “inscritos” se pueden transformar durante la evolución y convertirse en
elementos de la relación.
Ya hemos señalado (Capítulo III) que en un principio la sonrisa parece ser única
mente la reacción a excitaciones internas o externas, pero que, posteriormente, entra
dentro del marco de la relación como un metalenguaje con finuras y tonalidades
melódicas. Si las sonrisas pasan a convertirse finalmente en la voz, la sonrisa-diálogo
no puede explicarse únicamente como una afinidad anatomofisiológica, ni como una
modificación cuantitativa; sólo puede ser comprendida como la apertura de un sis
tema en desarrollo dispuesto a funcionar, como actividad funcionante dirigida a los
otros, y que la madre y el hijo van a utilizar para expresar sentimientos y, más
tarde, incluso para responder a los deseos del otro.
Desde el punto de vista experimental, en un determinado período, pueden
coexistir la sonrisa-reacción y la sonrisa-diálogo. Hemos visto, con I. Lczine y
A. Ilarrison, hasta qué punto la sonrisa-reacción depende de forma cualitativa y
cuantitativa de los estímulos y de las características tipológicas del niño.
Uno se extraña, junto con H. R. Schaffer, de la escasez de investigaciones sobre
los gritos-lloros, sobre todo si tenemos en cuenta que son uno de los signos más
potentes que un lactante puede emitir. Este autor hace resaltar que los niños
autistas, según sus madres, generalmente no gritan-lloran durante el primer año de
vida, es decir que parecen haber tenido un sistema de señalización gravemente
alterado.
El estudio de P. H. Wolff (1969) sobre los gritos-lloros y las primeras voca
lizaciones podría interpretarse en el mismo sentido. La madre debe permanecer aten
ta a esos signos y darles el valor que el niño quiere expresar para responder a ellos
de forma adecuada.
Para D. W. Winnicott, la madre, al identificarse con el niño, sabe lo que siente, y
está por lo tanto predispuesta para proveerle de todo aquello que le haga falta en
cuestiones de “ mantenimiento” y, a nivel más general, en cuestiones de entorno. Sin
104 PROBLEMAS GENERALES
una identificación así, no será capaz-de darle al niño lo que necesita al principio, es
decir una adaptación viva frente a las necesidades dél niño. Gracias a “los cuidados
que recibe de la madre” , cada niño está preparado para tener una existencia personal
y empieza a edificar lo que podríamos llamar el sentimiento de ser en continuidad.
Es a partir de esta continuidad que el potencial innato se convierte gradualmente en
un niño que tiene individualidad. Si los cuidados matemos no son lo suficientemente
buenos, el niño no consigue llegar a existir realmente, ya que le falta el sentimiento
de ser .en continuidad; la personalidad entonces se edifica sobre la base de reacciones
a las usurpaciones del entorno.
El modo de relacionarse madre c hijo depende de múltiples factores (M. Soulc):
las condiciones sociales y familiares desde el nacimiento (si la llegada del niño colma
los deseos de la madre o la frustra en sus satisfacciones profesionales, conyugales,
etcétera), las dificultades obstétricas (nacimiento fácil o difícil), las del embarazo,
las de toda la evolución afectiva anterior de la madre. Según M. Soulé, en este
mismo sentido, el niño tiene una existencia fantasmática en la mente de la madre.
La evolución personal de toda su existencia modifica esta relación fantasmática
de su niño futuro pero, no obstante, queda aún sitio para ciertas casualidades
cuando llegue el momento de enfrentarse con el niño mismo. Las circunstancias del
embarazo pueden presentarse como unas vivencias radicalmente nuevas que pueden
reestructurar totalmente los fantasmas. El sexo de los niños también puede modifi
carlos en distintos sentidos según el momento de su propia vida conflictiva, y las
características físicas del niño pueden desencadenar en la madre satisfacciones elec
tivas; éste explicaría que cada hijo, de la misma sangre materna, ha tenido una madre
distinta y por ello, una forma de vivir fundamentalmente distinta.
La comunicación entre el niño que, con su potencial de base expresa más o
menos sus necesidades,, y su madre, que consciente o inconscientemente está dispues
ta a satisfacerlos o a rechazarlos, es a menudo difícil. El modo de reacción será
distinto según que la madre se haga una imagen ideal o racional de sus relaciones
con el niño, según modifique o no su actitud cuando descubra las contrariedades que
existen detrás de su imagen idealizada, según descubra o no detrás de su imagen
racional la posibilidad de modificar su rigidez, y a través de una libre donación, ofre
cer satisfacción a las necesidades del niño. Las exigencias o las resistencias del niño
pueden ser ya aceptadas pura y simplemente por la madre, ya interpretadas de forma
peyorativa, ya fuente para la madre de descubrimientos de su propia personalidad o
de sus problemas conflictivos. Es evidente que la comunicación entre los diferentes
tipos de madre y sus hijos no puede ser considerada sólo desde un punto de vista
estático, debe ser contemplado desde el punto de vista de la dinámica de una perso
nalidad en evolución, lo que conlleva una diversidad de modos de comunicación.
Las terminologías empleadas por los sistemas de relación madre-hijo son a
menudo ambiguos y merecen ser analizados. Para B. Bettelheím el término de
“ reciprocidad” empleado por R. A. Spitz no le parece satisfactorio. El de “ interac
ción” , empleado por L. W. Sander, es más apropiado por la connotación “entre”
presente en “Ínter”. B. Bcttclheim insiste sobre lo que sucede en cada uno de ellos
(madre e hijo); no hay relación automática entre los dos -en tre lo que pasa entre la
gente y lo que pasa en ellos- aunque el uno influencie profundamente al otro. Pre
fiere “ mutualidad” 3, que implica un movimiento alternativo en un sentido y en
otro, ya que “mutuo” se. define como algo que es ejercido por cada uno de ellos con
respecto al otro.
de vuelta a casa y las notas escolares; el otro se refiere al clima afectivo en el que se
desarrolla la educación, y que puede ir del amor a la hostilidad. Como mínimo en
algunos trabajos se observa que los padres de la clase desfavorecida son a la vez
menos exigentes en cuanto al aprendizaje y más a menudo hostiles con un niño
considerado como una carga. Estas dos actitudes definidas, no obstante, están aún
lejos de poderlo ser de manera unívoca. Por lo que se refiere a las reglas de conduc
ta, una actitud liberal puede ser entendida: 1) como una actitud “democrática” con
un aprendizaje más precoz de las reglas y de responsabilidades permitiendo disfrutar
de la misma independencia a todos los miembros de la comunidad familiar, lo que
supone que cada uno de ellos respeta las reglas comunes; dentro de esta concepción
del liberalismo, hay que dar mucha importancia al aprendizaje de las reglas; 2) como
indulgencia, tolerancia, aceptación del niño tal como es, “no-directiva” , llegando al
extremo del dejar hacer, la incoherencia, léase la indiferencia. Parece ser que esta
concepción se ha observado en los padres desfavorecidos, sobre todo los más desfa
vorecidos, pero la popularización de ciertas doctrinas psicologistas o psicoanalíticas
parece haber aumentado el húmero de padres, en todas las clases sociales, que se
aproximan a esta actitud.
La dimensión “amor-hostilidad” merece también ciertas matizaciones. El extremo
“amor” puede ser definido como una comprensión intelectual y afectiva simultá
neamente, una personalización de las relaciones de los padres con cada hijo, un
clima de armonía que reina en el hogar; y un hogar afectivamente caluroso puede
ser aquel en el que los contactos entre todos los miembros de la familia sean
intensos, permanentes y animados de forma particular. Parece como si la primera
definición fuera la que más a menudo se escoge para describir el clima familiar en
las familias favorecidas, mientras que en las ciases sociales menos favorecidas lo
qué se destaca cs el calór y la intensidad dé las relaciones familiares. La hostilidad
respecto al niño parece ser, en algunos. trabajos, la consecuencia de la irritación
que produce en los padres la presencia de un hijo que es una carga económica,
una fuente de dificultades sobreañadidas, y se observa este tipo de dificultad sobre
todo en los desfavorecidos. Pero en otros casos, la hostilidad se presenta como
una crítica sistemática del niño por parte de las madres muy deseosas de acelerar
sus aprendizajes, y son las madres de nivel educativo elevado las que tienden más
fácilmente a manifestar esta forma de hostilidad.
La revisión crítica de S. Lebovici sobre la introducción de la ecología en la
psiquiatría infantil demuestra la ambigüedad de incluir en un solo grupo a todos
los factores psicoeconómicos, e incluso psicosociales, así como la del concepto de
salud mental, sobre todo cuando se trata de niños examinados en consultorios
psiquiátricos: se sabe que los trastornos de la conducta, por muy estrepitosos que
sean, no permiten en ningún caso, juzgar el porvenir mental del niño que los presenta.
Nos parece que se pueden recordar las conclusiones de S. Lebovici sobre la apor
tación de la Ecología a los trastornos mentales del niño: la inadaptación que se reve
la a través de los trastornos de comportamiento no es, en general, el caso de los
niños pertenecientes a las familias más miserables, a menudo poco preocupadas por
las irregularidades de la conducta de sus hijos. La categoría de trastornos que nos
hemos acostumbrado a llamar reactivos se observa en las familias bien estructuradas
y más o menos .armoniosas; en el grupo de los trastornos reactivos propiamente
dichos —los más raros—se sitúan una cantidad más importante de casos en los que la
reacción no se establece únicamente contra las condiciones exteriores hechas por la
familia al niño, sino sobre todo contra los residuos internalizados de imágenes no
asimiladas, que corresponden al fraude de las experiencias vividas más precozmente.
108 PROBLEMAS GENERALES
Es muy difícil abordar el problema del entorno sin tener en cuenta el medio social
en el que se desarrolla el niño, y la noción de permisividad o de autoridad depende
del status social y del rol que el niño desempeña en esc status.
Se puede tomar como ejemplo el “niño africano” , tal como lo describen H. Co-
llomb y S. Valantin: rigidez de los comportamientos, codificación extrema de las
reglas educativas y de las relaciones entre los individuos oponiéndose a la coagu
lación colectiva, como consecuencia de una fusión demasiado estrecha del individuo
con el anonimato del grupo. El individuo se forma a través de las dualidades permisi-
vidad/rigidez, autonomía/dependencia, cambio/tradición. Pero no existe en absoluto
lugar para la aventura individual, la desviación, la singularización. La conformidad se
obtiene a través de un condicionamiento que no despierta ni rebeldía ni defensas
individuales; el hombre “ africano” , jamás aislado, permanece simultáneamente sumi
so y permeable al entorno. Desde el punto de vista de la higiene mental, lo que
actualmente amenaza a África, paralelamente al progreso técnico, es la alteración de
la forma fundamental de existencia debido a una agresión cultural masiva; la intro
ducción de la técnica modifica radicalmente las relaciones interhumanas y la relación
del hombre con el mundo, en el que aún existe el ardor del mito. Asistimos a una
división y desorganización de los modelos colectivos de identificación, a una disloca
ción del grupo, a una ruptura entre las generaciones, a contradicciones en la educa
ción, a una soledad de raza y de tribu; la desintegración familiar ya no permite que
la familia realice sus funciones; ya no existe continuidad entre lo que se le pide al
niño y lo que se le pide al adulto. La autoridad suscita conflictos y separa más que
une a los individuos. Se desarrolla una patología social; la necesidad de encontrarse
juntos para luchar contra la soledad ya no lleva a la organización de “grupos de
jóvenes” sino a la de delincuencia y toxicómanos; el número de niños y de adoles
centes inadaptados es ya un problema¡-la prostitución, además, invade las ciudades;-
las familias y la sociedad se vuelven menos tolerantes con sus miembros inútiles y
embarazosos.
Sabemos que, desde el punto de vista ncurológico, en los animales existe una innata actividad
refleja incondicionada, que va del más elemental acto reflejo hasta las respuestas reflejas de mayor
complejidad; las reacciones reflejas pueden ser difusas o simples reacciones especializadas de
carácter local.
En cuanto al niño, la aparición del reflejo condicionado constituye una nueva etapa de su desa
rrollo. Es un mecanismo de señales que provoca respuestas impulsantes al acto, inicialmente inna
tas, y ello no sólo mediante excitaciones especializadas incondicionalmente, sino mediante otras
diversas excitaciones, al menos en determinadas condiciones. De esta forma, al entrar a formar
parte la acción condicionante, se crea una adaptación del organismo al medio. Se ha demostrado
que la rapidez de formación del reflejo condicionado, la estabilidad, la etapa latente y h intensidad
igual de la reacción condicionada cambian con la edad. Hay autores que creen que toda acción
infantil puede considerarse en términos de aprendizaje, mientras que otros piensan que con el
aprendizaje ocurre otro tanto, pero como condicionamiento.
Algunos autores siguen hablando y criticando al Condicionamiento desde el punto de vista
pavloviano clásico. Además del Condicionamiento Clásico (tipo I o pavtoviano) se ha descrito un
condicionamiento instrumental que tiene lugar por la relación de la contingencia existente entre la
emisión de una respuesta cualquiera del organismo y cualquier acontecimiento que le suceda y que
acrecienta la probabilidad de que dicha respuesta sea emitida. En este caso, contrariamente al
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 109
por la situación exterior pase a las vías efcctoras, sino que, al mismo tiempo, supone la actuali
zación de un sistema sensorial complementario que comporta un “modelo de acción”. Todo el
mundo conoce la importancia que los reflexólogos atribuyen al segundo sistema de señales. Según
A. N. Leontiev, con la.designación se produce un agrupamicnto bajo ciertas relaciones del objeto
con otros objetos, lo que equivale a una generalización del objeto, generalización que, por
supuesto, no borra sus rasgos individuales. Los resultados no proceden directamente de la misma
palabra, sino del proceso orientador, de análisis y síntesis, que la palabra como excitante provoca
en el hombre. La palabra no crea la generalización; es su instrumento y quien la comporta.
Algunos autores soviéticos, después de L. S. Vigotski, se han interesado por el problema de trans
formación de las acciones externas en un proceso intelectual interno, un problema de interiori
zación. Según ellos, la formación del acto intelectual no se limita a la simple interiorización de
actos prácticos. El cambio del acto, además de la interiorización, se caracteriza por la “logización”
del contenido, por tres grados de cambios relativamente independientes a los que A. N. Leontiev
llama “parámetros de acciones” -generalización del acto, reducción J T acto, asimilación y grado
de interiorización -. Admite que el estudio del aprendizaje humano no puede llevarse a cabo
confrontando directamente estímulos y reacciones. El proceso de aprendizaje adquiere una forma
cualitativamente nueva por la transmisión y asimilación de la experiencia social. La acción decisiva
incumbe al contenido de la acción cognitiva que determina los efectos inmediatos a la situación
externa del hombre.
Comparando las opiniones opuestas de A. N. Leontiev y J. Piaget, llegamos a la conclusión de
que ambos coinciden en admitir que la interiorización de las acciones no explica las operaciones,
aun siendo una condición necesaria. J. Piaget admite los parámetros de A. N. Leontiev, entendiendo
que al hablar de asimilación se refiere tanto a la del mundo físico como a los conocimientos
sociales. Está de acuerdo en que las operaciones únicamente son actos por su génesis y que al
concluir determinan el contenido más cstabje de los actos, su contenido objetivo no psicológico.
Así, J. Piaget afirma que las operaciones son el paso de la génesis temporal (y téngase en cuenta
que la génesis continúa en tanto dure la transformación) a la estructura intemporal, i. Piaget y
ATNrLcontiev considcran que lasrestructuras'son el resultado y no la causa inicial del desarrollo
(aun cuando toda génesis observable parte de una estructura más simple para construir una más
compleja; la más simple es el resultado de una génesis anterior, y nunca se llega a unos resultados
definitivos).
La confrontación teórica entre la escuela dcsarrollista piagetiana y las escuelas behavioristas ame
ricanas es un poco delicada. En efecto, si en sus inicios el behaviorismo americano fue identificado
como un rcduccionismo elemental, ello se debe principalmente a que ciertas posturas teóricas de su
creador J. G. Watson estaban poco matizadas. Pero desde 1937, un behaviorista tan conocido como
B. F. Skinncr rechaza la concepción E-R (Estímulo - Respuesta). Reconciliándose en parte con
las concepciones de E. L. Thorndikc, B. F. Skinncr dice que al intentar a cualquier precio identifi
car un estimulo para cada respuesta, no sólo se corre el peligro de no poder superar numerosos
“impasses” metodológicos en la interpretación de los hechos, sino sobre todo se desperdicia una
interpretación verdadera de las interacciones entre el organismo y el medio. Para este autor, el
esquema preconizado por i. B. Watson omite la acción del medio sobre el organismo después de
haberse dado la respuesta. Se concede, por lo tanto, un papel fundamental a la acción del orga
nismo, a la modificación que produce cri el medio y a la influencia que este último ejerce, poste
riormente, sobre el sujeto actuante.
De hecho, la escuela piagetiana ha intentado no relacionarse nunca con el behaviorismo skinne-
riano. Cuando J. Piaget (1965, 1969) (o sus colaboradores B. Inhelder, H. Sinclair y M. Bovet,
1973) define su posición, lo hace frente a la refiexologia soviética (como liemos visto lincas más
arriba), o frente a distintas corrientes ncobehavioristas. En lincas generales, el autor reprocha a la
psicología del E-R el presentamos a un sujeto pasivo, simple receptáculo de presiones ejercidas por
el medio exterior; a los neobehavioristas, que de distintas maneras han introducido una o más
variables “organismo” entre el estimulo y la respuesta, les reprocha dar demasiada importancia a la
acción del sujeto. Entonces propone su propia perspectiva como una posición intermedia que ad
mite la interacción entre un organismo asimilador y un medio exterior tendentes a la acomodación.
Se puede intentar una confrontación entre B. F. Skinncr y J. Piaget. Tanto uno como otro
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 111
están firmemente opuestos a todo tipo de nativismo o de maduracionismo. Igualmente para ambos,
el desarrollo del individuo no se establece a través de una programación cualquiera de conductas
independientes de la actividad del sujeto. Por otra parte, J. Piaget, como los behavioristas, estudia e
intenta descubrir las relaciones entre las propiedades de los estímulos exteriores y las propiedades
de las acciones del organismo. Si bien J. Piaget insiste especialmente sobre el contenido de las
experiencias conscientes del niño, el contenido de sus análisis llevan, no obstante, a dar gran
importancia al comportamiento manifiesto del sujeto en situaciones particulares y muy definidas.
Si bien ciertos behavioristas no se han preocupado de los fenómenos de la conciencia, no obstante,
li. F. Skinncr los ha reintroducido en los análisis de las conductas, aunque pida que se tomen en
consideración a título de conductas (privados, inconscientes, pasados...) y no como “construcciones
liipotéticas” invocadas para intentar explicar el comportamiento público considerado como reflejo
del mundo interior.
Igualmente, y al contrario de una opinión bastante' extendida, la escuela skinneriana (y la
mayoria de las neobehavioristas) nunca ha pretendido que el organismo se presentase en el naci
miento como una tabla rasa susceptible de aprender cualquier cosa y en cualquier momento
(B. F. Skinner, 1969). Y de nuevo, desde este punto de vista, es posible poner en un mismo plano
a B. F. Skinner y a J. Piaget, pues ambos aceptan la existencia de sujeciones genéticas (en el
sentido biológico) que influencian el desarrollo, sin que por ello operen como estructuras comple
tamente independientes de la actividad del organismo. Por lo tanto, el desarrollo nó es ni para
B. F. Skinner, ni naturalmente para J. Piaget, únicamente el producto de lo adquirido; los dos
autores están de acuerdo en la necesidad de tomar en consideración las variables ontogenéticas así
como las variables filogcnéticas.
Si bien es cierto que los behavioristas han insistido poco en el problema de la estructuración
del desarrollo, se puede pensar, no obstante, que la idea de una organización progresiva de las
conductas no Ies es ajena y no conllevaría modificaciones importantes de sus posiciones teóricas.
La cuestión más problemática, sin lugar a dudas, es la que se refiere al origen de estas estructuras,
es decir el identificar cuáles son los mecanismos responsables de su aparición ordenada. En otras
palabras, y de forma un poco simplificada: la formación ordenada de las estructuras de la inteli
gencia durante el transcurso del desarrollo se explica por las leyes del aprendizaje y priorita
riamente por el control de la conducta por sus consecuencias, o debe recurrirse a los mecanismos
de asimilación y de acomodación, procesos subyacentes a la formación de las estructuras c infe
ridos a partir del comportamiento observable.
Para B. Inhelder, M. Bovct y H. Sinclair, el papel del aprendizaje es doble. Por un lado, se pre
senta con un carácter positivo, ya que permite al sujeto, a través de su interacción con el medio,
descubrir lo imprevisto de situaciones nuevas, lo que despierta su curiosidad (conductas de explo
ración, de interrogación...). Pero, añaden estos autores, este imprevisto proveniente del medio hace
progresar al sujeto sólo si éste es capaz de insertar los fenómenos imprevistos dentro de un enca
denamiento de inferencias. Por otro lado, el efecto del medio se manifiesta, también, como una
forma negativa constituida por el conjunto de contradicciones que opone a las distintas anticipa
ciones del sujeto. Por lo tanto, si bien la escuela ginebrina no niega en absoluto la importancia del
aprendizaje, no obstante afirma que la confrontación sujeto-medio no se resume en una simple
“impresión” en el sujeto de los acontecimientos exteriores.
Otras dos conclusiones generales se extraen de esta obra: 1) los aprendizajes realizados no
permiten modificar el orden de adquisición de los procesos revelados por el análisis psicogcnctico;
2) en la mayoría de los casos, los resultados del aprendizaje están ligados al nivel de partida de los
sujetos, de forma que el orden jerárquico existente antes de las actuaciones se mantiene (aunque
con alguna modificación) después de éstas. En estas conclusiones, por otra parte interesantes, no
hay nada que pueda contradecir a la psicología behaviorista. Si el orden de adquisición de los
procesos revelados por el análisis psicogenético corresponde a unos niveles de complejidad en la
organización de las conductas^ no se ve por ningún lado nada que haga suponer una alteración de
esta jerarquía debida a distintos aprendizajes.
Sea lo que fuere, el debate está lejos de aclararse; la psicología piagetiana ha aportado una
cantidad incomparable de hechos objetivos concernientes al desarrollo cognitivo del niño. La
psicología behaviorista, con algunas pocas excepciones, aun despreciando casi siempre el problema
112 PROBLEMAS GENERALES
D. - MODELOS DE COMPORTAMIENTO
Desde un punto de vista general, las diferencias individuales entre los seres humanos son muy
importantes, como dice M. Mead, pero aún no hemos sido capaces de utilizar estas diferencias.
Hemos concebido clasificaciones en extremo simplificadas y posteriormente considerado a los
individuos que no entraban en estas clasificaciones como un contratiempo; si pudiésemos tomar
más en consideración estas diferencias y empezar a construir un sistema que pudiese tener en
cuenta; —el tiempo de aprendizaje individual, la distinta importancia de una forma de imaginación
o de una forma sensorial sobre otra, la configuración de las capacidades distintivas de cada uñó
se podrían hacer ciertas elaboraciones.
Los tipos de estudios diferenciales nos parecen interesantes y podemos hacer nuestras las ideas
desarrolladas por determinados sociólogos sobre el concepto de “diversidad”. Como J. Berquc,
creemos que: “toda identidad personal o colectiva descansa sobre un juego diferencial y un contra
punto entre distintas dimensiones. Se define por la relación liistórica entre estas dimensiones
tomadas cada una individualmente y por lo que cada una de ellas favorece". Se puede extrapolar a
la psicofisiología lo que J. Bcrque escribe en el plano sociológico: “ La diferencia no es una enfer
medad de la identidad humana sino que tiende a la organización plural de una verdadera iden
tidad”.
Junto a los aspectos evolutivos de la conducta que se consideran generales, hay otros tipos de
conducta rclacionables con componentes innatos o con especiales modos de organización en si
variables dependientes de las primeras relaciones filiomatemas. Los primeros son modelos consti
tucionales, los segundos son “moldeables” que, sobre bases de maduración, toman formas caracte
rísticas en función de los mecanismos de relación.
1 ° Tipología y condicionamiento
En opinión de I. P. Pavlov, no son iguales todos los perros ante el condicionamiento, lo que
lleva a individualizar algunas formas de reacción, según se condicionen con facilidad (tipo fuerte),
con dificultad (tipo débil) o paradójicamente (tipo paradójico). El autor señala otros dos tipos
cuyas características son la inercia de los procesos de excitación o de inhibición. En su estudio del
condicionamiento electrocnccfalográfico, N. y A. I’opov, y G. Lelord analizan una tipología clínica
que guarda correlación con la de Pavlov.
Sobre la base de los estudios de I. P. Pavlov, N. I. Krasnogorski analiza tipos de niños de las
siguientes características: el tipo normalmente excitable, fuerte, equilibrado y rápido; el tipo nor
malmente excitable, fuerte, equilibrado y lento; el tipo sumamente excitable, controlado; el tipo
débil, poco excitable. B. M. Tcplov analiza también los niños de tipo fuerte y débil en función de
los conocimiehtos de la reflexología.
Los partidarios de la “moderna (eoríá del aprendizaje” sostienen que personas y animales di
fieren en la rapidez y estabilidad de las respuestas condicionadas, teniendo en cuentas las diferen
cias individuales en los resultados de todo tipo de condicionamiento. Para H. J. Eysenck, el grado
de condicionabiüdad no es la única variante individual. La teoría del aprendizaje señala que el
refuerzo posterior a cualquier acción ofrece en gran parte la medida del condicionamiento
que se establece, pero la clase de sistema neurovegetativo difiere en cada niño, de suerte que un
PROBLEMAS GENERALES-DEL DESARROLLO 113
mismo mido provocara reacciones contrapuestas. Cuanto más lábil es un niño y más presto a reac
cionar, más propenso será a reacciones con miedo muy condicionadamente, como también con
angustias y fobias. Las diferencias individuales en la reactividad del sistema autónomo y en la
condicionabilidad le han hecho concebir a este autor dos dimensiones de la personalidad: el carác
ter neurótico y la introversión. Cuanto más importante sea la reactividad autónoma de una per
sona, más esclavo será de las alteraciones neuróticas, cuanto más fácil sea condicionarle, más intro
vertido será su comportamiento.
En opinión de N. I. Krasnogorski, sus tipos nó son inmutables ni inmóviles, dado que se fundan
en las particularidades de los reflejos no condicionados, en la actividad rcílecto-condicional del
primer sistema de señales en su interacción con el segundo. Cambian por influjo de los factores
sociales, por la educación, la alimentación, el crecimiento y las diversas enfermedades.
Hay que plantearse si la casi totalidad de los anteriores tipos se basan únicamente en la organi
zación congénita o si, además, han adquirido algunas características durante el desarrollo de las
primeras relaciones con el medio.
En las relaciones madre-hijo, influyen tanto la valoración de la función materna como las
características del niño objeto de los cuidados, o incluso la realidad de una auténtica interrelación
madre-hijo.
S. Brody considera que la manera de responder una madre a las necesidades de su hijo y la
cualidad de su respuesta emocional condicionan en buena parte la fuerza y calidad de iden
tificaciones y lu resistencia a las perturbaciones de la psique. Este autor clasifica cuatro tipos de
madres:
El grupo A:- son las madres que parecen poder responder a las necesidades de sus hijos: les
dejan en libertad de movimientos, les permiten hacer ruido, jugar o estar tranquilos, sin intervenir
directamente. Estas madres están seguras de poder hacerlo así; son comprensivas en cuanto a las
horas de alimentarlos y a la educación del esfínter, y ven la importancia de los afectos en la
educación.
El grupo B: son madres que tienen bastante confianza en sus capacidades, pero recurren a
informaciones librescas y se ajustan en parte a estos indicadores. No son demasiado hábiles en sus
relaciones con el niño.
El grupo C: son las que manifiestan una clara falta de espontaneidad y, antes que nada, desean
ser madres eficaces, cuya eficacia trata de manifestarse en lo esencial, y eso racionalmente. La
comunicación entre estas madres y sus nulos es mínima, pues piensan que sus relaciones con él son
puramente temporales.
El grupo D: son madres muy activas pero poco metódicas en su tarea. Casi todas ellas son
primíparas y les falta experiencia. Sobrevaloran su propia capacidad para llevar a cabo su cometido
y se basan en teorías generales de educación. En conjunto, su actuación es rígida: son muy exigen
tes tanto con el niño como consigo mismas.
S. Brody cree que podemos juzgar cuándo una alimentación es rígida o no: si la madre es
sensible a las necesidades de su hijo, si establece con él una comunicación verbal y física al
amamantarlo, la elección del procedimiento para criarlo y, fundamentalmente, los motivos en que
se basa para la elección.
Piensa que estas disposiciones desempeñan un importantísimo papel en la formación de la
personalidad infantil, y a título de hipótesis propone que:
—Los hijos de las madres encasilladas en el grupo A podrán llegar a la madurez antes que los
demás, esencialmente en cuanto a su adaptación a la sociedad, el dominio de su propio cuerpo y el
manejo de objetos.
114 PROBLEMAS GENERALES
—Los de las madres del grupo 1! encontrarán dificultades en su relación con el mundo exterior
y tienden a retraerse pasivamente en caso de frustración.
-Los hijos de madres del grupo C podrán tener conflictos con el control de sus impulsos y
tenderán a organizarse sobre la base de un carácter o una neurosis obsesiva.
S. Chess considera que los resultados de la experiencia clínica sugieren que los factores ambien
tales, por sí solos, no pueden dar cuenta de la específica naturaleza de la organización de la perso
nalidad. Al nacer, o poco después, aparecen algunas características, potencialmente importantes
para el funcionamiento de la conducta. Citando a S. Freud, para quien el Yo individual posee sus
propias disposiciones y tendencias, señala que el interés que el análisis atribuye a las diferencias
individuales se limita al problema de saber si se altera la intensidad de las nacientes necesidades en
una situación ambiental dada, o si al lactante le confieren una mayor o menor capacidad de satis
facer sus necesidades o de defender al organismo frente a la presión de dichas necesidades. De los
estudios longitudinales del autor, en colaboración con A. Thomas y II. Birch, se desprende que en
muchos niños llama la atención la constante expresión del temperamento en las diferentes edades.
En otros niños los cambios temperamentales parecen estar en relación con el trato familiar o con
especiales acontecimientos ocurridos en el medio. Las alteraciones en la conducta se deben invaria
blemente a una interacción mal adaptada entre el niño que tiene “un modelo” temperamental
específico y rasgos significativos en su ambiente. El estilo de la conducta individual se define en
función del estudio de nueve categorías de reactividad. En dicho análisis, S. Chess analiza diversos
tipos de niños:
-E l niño fácil, que adquiere unos hábitos regulares tanto en el sueño como en la alimentación,
que se adapta con facilidad y acomoda a las nuevas rutinas, a los nuevos alimentos, a una escuela
nueva o a personas extrañas. Sabe soportar una frustración sin gran aflicción, y puede responder
tranquilamente a lo que suelen esperar los padres de un hijo. En proporción, tiene menos proble
mas en su manera de conducirse que los otros, salvo que lo que se le enseñe en casa difiera de las
normas que se le exijan en otro grupo social.
-E l niño difícil, que come mal v preocupa por lo poco que duerme o porque no hav manera
de vestirlo. Reacciona ante la frustración con lloriqueos ruidosos y excesivos, y violentas y bruscas
cóleras. Las exigencias de adaptación social tienden a intensificar el stress, pudiendo aparecer
algunos sintomas cuando reacciona inconsecuentemente por impaciencia o por el castigo. Nada
hace suponer que los padres de niños difíciles sean radicalmente diferentes de los demás y que sean
responsables del especial temperamento de su niño. Una vez satisfechas sus exigencias, este tipo de
niño podrá adaptarse a la sociedad y vivir sin roces realmente graves. Lo malo es que los padres,
ante las dificultades de la educación de un muchacho así, reaccionan con resentimiento, con
sentimientos de culpabilidad o de impotencia, lo que origina un círculo vicioso de interacciones.
-E l niño “al que hay que empujarle": Le provocará un stress la insistencia de los padres para
obtener una respuesta positiva inmediata; también su retraimiento se hará más patente cuando le
presionen violentamente para hacerlo cambiar. Pero responderá positivamente si se reconoce que su
lenta adaptación forma parte de su temperamento normal y se obra con él adecuadamente. La
eficacia de cualquier terapéutica con tales niños depende de la evaluación de las características del
temperamento de cada uno en especial. Considerando que la influencia de los padres, al igual que
los restantes factores ambientales, se ven desde el prisma de la específica interacción niño-ambiente,
no por ello ha de subestimarse al “factor temperamento” la misma atención sistemática.
A menudo no se han tenido en cuenta los modelos de comportamiento según los sexos. Desde
la primera infancia, como subraya B. Cramer (1971), factores «ingénitos -umbrales de estimu
lación, diferencias anatómicas, manipulaciones diferentes por parte de la madre- determinan
interacciones diferentes. Un conjunto que comprende: la descarga a través de la actividad motriz,
la impulsividad elevada y la expresión de la agresividad por la acción, está erf el centro de gran
parte del comportamiento del niño varón. Lo que en un principio puede parecer un factor
primario resultante, en esencia, de la planificación de la maduración, puede ser (como en la
descripción de los estilos cognitivos) la expresión de una forma preferida de percibir que, a su vez,
está ligado a características personales que se refieren a un gran número de distintos terrenos o
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 115
aspectos del funcionamiento mental. Estudios longitudinales de niños y niñas en los primeros años
de vida pueden indicar hasta qué punto diferencias de aparición precoz, según el sexo, pueden
afectar de forma diferente el proceso de separación-individualización.
Según R. Stollcr, las madres, en general, se sienten en intimidad más fácilmente con sus lactantes
niñas que con los niños y, por lo tanto, el niño no tiene el desarrollo heterosexual directo que
S. Freud le atribuyó; antes al contrario, tiene un impedimento mayor en la via de la helero-
sexualidad; debe desembarazarse de todo lo que en él se ha desarrollado de feminidad durante la
simbiosis madre-lactante.
El estudio del informe de M. D. S. Ainsworth, plantea para unos el problema de la tendencia
particular de la madre i tratar de forma diferente los fáctantcs niños de los lactantes niñas; para
otros, se irata de la proyección de la madre en la hija a quien comprende mejor, mientras que
espera que provengan señales del niño; finalmente otros consideran que hay una diferencia esencial
entre nulas y niños en su capacidad de emitir señales.
infantil, será innecesario distinguir entre maduración y aprendizaje, aplicados ambos términos al
proceso del desarrollo.
M. David y G. Appel han estudiado el pattern de interacciones madre-hijo cuando éste tiene un
año, en cinco parejas madre-hijo. Permiten captar a lo vivo el juego directo y constante del
comportamiento de la madre con su hijo, y a la inversa, en cualquier circunstancia, mediante un
“modelo” de interacción. En cada pareja madre-hijo prevalecen una o dos formas fundamentales de
comportarse, que se manifiestan y hallan su realización en las interacciones que la relación organiza
en un “modelo” coherente y propio de una pareja concreta. Con todo y ser constante, el pattern
de interacciones no produce comportamientos estereotipados, sino que manifiesta una infinita
variedad de maneras. La interacción es no sólo el medio de expresión de la relación, sino también
el de regulación. Cada madre está más o menos abierta y es más o menos sensible a las diversas
manifestaciones de la conducta y el desarrollo de su hijo. Aparte de eso, dado su carácter indi
vidual, cada niño se ofrece a su madre como un “objeto” que por su naturaleza, sus reacciones y
sus propios impulsos provoca en ella una respuesta adecuada a su manera de ser. En función del
movimiento del uno hacia el otro se genera un juego de interacciones al que el niño siempre se
halla expuesto. Le opone reacciones que le son propias, que a su vez engendran y orientan las de
su madre. Son constantes interacciones que llevan al pattern motor que configura su personalidad.
Las investigaciones de M. D. S. Ainsworth son también de una finura notable, particularmente
su estudio de la interacción madre-lactante en los primeros meses de la vida, con Localización
especial en la situación de la alimentación, focalización que no implica, dice, la hipótesis de que la
pulsión de hambre o la gratificación oral sea preponderante para.estructurar la base de la inter
acción interpersonal, pero refleja el hecho de que, durante las primeras semanas, la mayor parte de
la interacción entre un lactante y su madre se refiere a la alimentación. Su investigación subraya la
sensibilidad de la madre a los ritmos, signos, velocidad y preferencia del bebé, como tema domi
nante, pero muestra también que esta misma sensibilidad se refleja en un determinado número de
escalas de evaluación, incluso en algunas que no tienen relación explícita con la alimentación.
Paralelamente a las relaciones madre-hijo, existen los modelos culturales que se imponen a
partir del momento en que son definidos como tales. Así, M. Mead (1971) señala, por ejemplo,
que en la cultura tradicional de Samoa, los niños estaban clasificados en cuatro grupos: aquellos
cuyas orejas y cuya garganta estaban abiertas, de forma que podían simultáneamente aprender bien
y expresar correctamente lo que habían aprendido; aquellos cuyas orejas estaban abiertas y cuya
garganta estaba cerrada, los tímidos; aquellos cuyas orejas estaban cerradas y cuya garganta abierta,
los insensatos; y aquellos cuyas orejas y cuya garganta estaban cerradas, los estúpidos sin remedio;
la decisión sobre el grupo al que debía pertenecer cada niño se tomaba muy pronto, y el trato que
les correspondía reforzaba el comportamiento .“innato” imputado. Igualmente, los Mundugumor de
Nueva Guinea creen que sólo los niños nacidos con una cuerda alrededor del cuello pueden llegar a
ser artistas, y estas suposiciones son profecías que se siguen. Parece, por lo tanto, que hay algo
de inevitable aportado por el modelo de cultura.
Uno se puede preguntar hasta qué punto estas descripciones, que parecen caricaturales, pueden
parecerse a determinadas conductas yatrógenas: algunas de nuestras etiquetas diagnósticas pueden a
veces convertirse en modelos de comportamiento que inducen al niño a responder según nuestros
modelos previstos.
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 117
factores internos y externos es compleja; S. Freud admitió que “asociándose con los
acontecimientos de la vida infantil, la constitución (a nuestro parecer este termino se
emplea aquí en su sentido general) da lugar a una nueva serie complementaria” .
Las investigaciones longitudinales sobre las características psicológicas de gemelos
desde las primeras semanas de vida hasta la edad escolar son bastante clarificadoras.
A. Gifford y cois. (1966) estudian las diferencias intcrindividualcs y las atribuyen a los distintos
pesos al nacer.
El trabajo de M. Alien y cois. (1971) y el de D. J. Cohén y cois. (1972), efectuados ambos
sobre el mismo grupo de gemelos (8 pares de monozigotos y 2 pares de dizigotos) desde el naci
miento hasta la edad escolar, no revelan una relación entre el peso al nacer y dominancia; los
autores han evaluado una “competencia constitucional”, durante la primera semana, a partir de
una escala que tiene en cuenta la salud, la adaptación fisiológica, la tranquilidad, la energía y el
examen neurológico; descubren que los gemelos MZ tienen experiencias distintas desde el naci
miento y son tratados y considerados de forma diferente por sus padres. Algunas de las diferencias
observadas en un par a la edad de un afío: 1) diferencia clara en la facilidad relativa de adaptación
a nuevos estímulos (diferencia en el estado de temor inicial, dependencia-independencia); 2) ten
dencia de un gemelo a ser más metódico y reflexivo, y del otro a ser más excitable y emocional;
3) una mayor orientación hacia las personas (sociabilidad) en un gemelo y una mayor orientación
hacia los objetos en el otro; 4) tendencia de un gemelo a explorar el entorno de forma paciente y
sistemática, y en el otro a buscar de forma más activa algún nuevo estimulo; S) tendencia en un
gemelo a ser más pasivo, y más confiado y dominante el otro. Tales diferencias, aunque a veces
sutiles, casi siempre son claras e impresionantes.
D. J. Cohén y cois, confirman en la edad escolar las diferentes capacidades de los niños (evalua
das con estudios de comportamiento, tests psicométricos, el Rorschach) frente al entorno y su
modulación de respuesta frente a un estímulo interno o externo, es decir que los “mejor dotados”
en su “escala de evaluación de la primera semana” persisten como tales posteriormente.
Algunos estudios sobre el desarrollo de los gemelos han llcvado a creer que las características de
auto-afirmación y de sociabilidad pueden estar divididas entre los dos niños (S. Gifford y cois.). No
obstante, esta conclusión no se extrae del estudio hecho por M. Alien y cois, y D. J. Cohén y cois.
En efecto, en sus casos, las características de cada uno de los gemelos se manifiestan desde el
nacimiento y persisten hasta la edad escolar. Según D. J. Cohén y cois., existe una cierta relación
entre la adecuación funcional o bioquímica durante la primera semana de vida y la “competencia”;
las respuestas de la familia entran en interacción con la constitución. El lactante atento y tranquilo
es consolado más fácilmente, tiene necesidad y recibe menos cuidados de la madre, pero proba
blemente por esta razón, está implicado dentro de un intercambio, más satisfactorio mutuamente.
La capacidad de ser reconfortado fácilmente y de permanecer atento está asociada a la capacidad
de modular las respuestas a una estimulación intema y externa. Es a través de una miríada de
transacciones que los niños y la familia refuerzan recíprocamente la percepción y la autopcrcepción
de la competencia (o de la incompetencia), de la auto-afirmación (o de la pasividad) y de la
dominancia (o de la sumisión).
Estos hechos nos demuestran que detrás de los parecidos que existen entre los
gemelos, se pueden encontrar diferencias que se explicarían por los elementos
intrínsecos a cada uno de los gemelos y de orígenes distintos -prenatal, obstétrico y
perinatal— asi como por una forma particular de adaptación al medio ambiental
desde una edad precoz.
Si abordamos el problema desde una perspectiva más general, podríamos admitir
que lo que se llama “ congénito” es un factor que nos es dado o que constatamos
desde el nacimiento; pero responde a un potencial de base, fruto de lo heredado, de
circunstancias del desarrollo durante la vida intrauterina y del período perinatal. Por
este potencial de base, el niño, según sus capacidades intrínsecas de vigilia, de acti
vidad, de voracidad, etc., -se ofrecerá a la madre o a su sustituía de una forma
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 119
propia, a lo que la madre reaccionará con sus características personales, según sus
disposiciones.
La dotación de base responde a una constante de funcionamiento, estructu
ralmente organizada en una edad precoz, que es la base de unas modificaciones ulte
riores y a partir de la cual se establecerán.unas relaciones con el entorno. Este equi
pamiento no puede confundirse ni con el potencial, ni con los procesos de madu
ración. La dotación no responde a una noción cuantitativa sino cualitativa; es una
característica particular del individuo que depende del potencial y de las formas de
transacción entre la madre y el niño o, más exactamente, de la experiencia que de
ellas tiene el.niño. Se crea asi, a una edad precoz, un determinado modelo de reac
tividad respecto al mundo que lo rodea. Esta manera de ver el equipamiento de base
permite hacer más sencilla la utilización de términos como “constitucional” , ya que,
según este concepto, existen organizaciones no heredadas que adquieren formas más
o menos rígidas, más o menos particulares a partir de modos trasaccionales precoces.
Esto tiene cierto parecido con lo que S. K. Escalona llama “patterns estables de
experiencia” .
l’or lo tanto hay que dar importancia (sin oponerlos), por un lado al potencial
que el niño aporta al nacer, y por el otro, a lo que el mundo exterior le va a aportar
a este niño prematuro tanto desde el punto de vista cuantitativo' como cualitativo de
manera que lo que sea posible se cumpla y lo que sea probable se realice Cn cada
momento de la maduración, dentro del marco de la organización funcional evolutiva.
El nivel de maduración nos muestra lo posible de una actividad y, hasta cierto
punto, el "funcionamiento de las estructuras preformadas en la línea general del desa
rrollo. Lo que si creemos esencial es la acomodación de las sucesivas organizaciones
durante el transcurso de la evolución misma. La maduración no nos explica a todos
los niveles lo que el niño hace y mucho menos lo que el niño vive, ya que la acti^
vidad no es anatomía sino relación, es decir funcionamiento de estructuras posibles
dentro de una relación que toma forma en el terreno de la experiencia y que contri
buye a organizar las estructuras internas con la perspectiva de futuras realizaciones.
Durante el primer desarrollo, la prematuridad limita el campo de posibilidades pero,
al mismo tiempo, la maduración permitirá de forma progresiva (con su mecánica
cada vez más compleja) abrir la posibilidad de comportamientos más variados y el
paso de la exploración de campos próximos a la exploración de campos lejanos.
Estas organizaciones se hacen en relación a una totalidad y responden a ciertas leyes
de equilibrio: equilibrio en el campo biológico, mecanismos de adaptación en el
campo interrclacional.
Según S. K. Escalona, los lactantes normales se diferencian unos de otros en su
excitabilidad. La reacción del sistema nervioso autónomo a los estímulos externos
difiere cn los bebés, y estas diferencias se revelan como relativamente estables, como
mínimo durante el principio de la primera infancia. Es posible, dice este autor, que
la excitabilidad sea una propiedad biológica del organismo que responde a un
número elevado de diferencias observadas y que codetermina el curso del desarrollo
subsiguiente. Los avances maduracionales dependen de las actividades autoengen-
dradas del lactante, es decir de su reactividad a la estimulación perceptiva prove
niente del entorno inmediato. La frecuencia con que el lactante muestra compor
tamientos espontáneos de “este tipo y las integraciones particulares del comporta
miento que adquiere están claramente relacionadas £0n las ocasiones que le son
ofrecidas por el entorno. Según este autor, el lactante busca la estimulación y realiza
esfuerzos para conseguir comportamientos que son su misma recompensa, en el sen
tido de que estos comportamientos se realizan incluso en presencia de obstáculos y
120 PROBLEMAS GENERALES
adjetivo, pero existen dificultades para el empleo del sustantivo “instinto”. Prefiere hablar de una
“teoría del comportamiento instintivo" a pesar de no estar, satisfecho del todo con esta locución.
Señalemos, por otra parte, que el término “energía” no satisface a S. K. Escalona, ya que, en su
sentido estricto, ha caído en desuso para la física, y no es un concepto central ni en biología. No
obstante admite que el modelo homcostático cumple aún una función en el estudio psicológico del
comportamiento humano.
La actitud de J. Bowlby ha estado muy influenciada por los trabajos de R. A. Hinde. Según este
autor, las primeras explicaciones del comportamiento “instintivo” sólo eran verbales; en primer
lugar fueron remplazadas por el concepto de “pulsión” lo que ha llevado a experiencias fecundas
pero también a peligrosas simplificaciones; se presta a confusión, ya que este concepto define ya
un estímulo, ya una respuesta, ya un estado fisiológico, ya un estado psicológico, ya un proceso
nervioso, ya un proceso “extranervioso”. El concepto de instinto sería casi siempre una variable de
“tapadera”, que da una explicación unitaria a una diversidad de características de comportamiento
que dependen, de hecho, de distintos mecanismos. Según R. A. Hinde, las variaciones del compor
tamiento de un animal de un momento a otro pueden atribuirse a múltiples factores: variaciones
de las estimulaciones externas, modificación del medio interior, cambios en el sistema nervioso
resultantes de la exposición a un estímulo o de la consecución de una respuesta, etc.
Algunos autores tienden, en la actualidad, a utilizar el término “motivación” en lugar del
termino “pulsión”. Pero si nos referimos al sentido dado por J. Nuttin a la noción de motivación,
percibimos que comprende dos componentes fundamentales: un componente “activador”, “eriergi-
zante”, que implica la existencia misma de una actividad del comportamiento y de su grado de
intensidad; y un componente “directivo”, responsable de la orientación que se imprime a esta
actividad. Pero también por aquí volvemos al concepto de energía.
Por otra parte, si bien para algunos hay que distinguir diferentes motivaciones cada una de las
cuales es una gran entidad unívoca, en cambio para otros no existe más que una sola motivación
“activadora”, una pulsión única sin orientación específica resultante de la entrada en juego de
sistemas neuronales no específicos. La orientación del comportamiento está entonces determinada
por los diferentes estímulos-signos en virtud de sus propiedades innatas o adquiridas. Como dice
P. Karli, la limitación de la noción de motivación a su componente activador y la dicotomía
“motivación-aprendizaje” que es su corolario, tienen un valor heurístico importante en los animales
cuya conducta consiste esencialmente en un encadenamiento automático e innato de estímulos y
de respuestas estereotipadas. En este caso, el proceso de aprendizaje se injerta, sin modificar su
orientación, sobre una “activación” más o menos intensa de una organización interna de constantes
innatas de la conducta. Pero en el caso de los mamíferos, y especialmente del hombre, esta
concepción de la motivación no es suficiente ya que sólo engloba una parte de los procesos que
determinan la intensidad y la orientación de las actividades de la conducta de un organismo en un
momento dado de su vida: no tiene en cuenta el papel eminente que en este determinismo ejerce
el bagaje cxpcricncial del organismo y la situación global en la que se desarrolla y se injerta su
conducta, y sólo abarca de forma muy parcial algo que, no obstante, es un aspecto esencial en la
génesis de la “personalidad” del individuo, a saber el desarrollo progresivo de un conjunto de
nexos “liistóricos” entre una situación y una respuesta conductal (P. Karli).
Varios autores han aceptado como suyo el modo de ver de i. Bowlby según el cual las teorías
psicoanalíticas de la motivación deben ser examinadas en términos de la teoría de los sistemas de
control, siendo sus conceptos fundamentales el feedback y la información. Para G. L. Engel, es
evidente que limitar los sistemas de la conducta instintiva a un modelo cibernético impide las
consideraciones sobre las características de la fuente de energía implicada y, por lo tanto, excluye
toda referencia a los puntos de vista dinámico y económico. Según este autor, la eliminación que
J. Bowlby hace de la energía “psíquica” no sólo está desprovista de sentido, sino que además es
contradictoria ya que, no puede decir que ninguna energía es capaz de poner en funcionamiento
todo el sistema y luego decir a renglón seguido “con la excepción de la energía de la física”. Está
claro que la energía es esencial no sólo para todo el sistema sino también para cada subsistema, y
por lo tanto para el aparato mental. Según este autor, los puntos de vista dinámico y económico
están inherentes en el concepto de “conducta instintiva” de Bowlby. De hecho, sería incompren
sible si no postulara que su actividad depende de una energía.
122 PROBLEMAS GENERALES
Según G. L. Engcl, gran parte de las críticas hechas por J. Bowlby a la teoría psicoanalítica
vendrían de su dificultad de diferenciar entre los marcos de referencia psicológicos y los conduc
íales. Junto con otros autores, G. L. Engel admite que los conceptos como “instinto” y “pulsión”,
que se emplean en psicoanálisis, podrían cambiarse, dada su deformación por muchas interpre
taciones, dispares, pero no puede existir la duda sobre unos términos de energía que son indispen
sables para comprender una actividad espontánea y el carácter perentorio de la conducta.
Además de los problemas sobre los que acabamos de hablar hay también otros que son el
objeto de discusión. J. Sandlcr, después de una rcformulación teórica extraída de los trabajos de
estos últimos años, mientras establecía, con su equipo, el índice de Hampátead, que es un intento
de ordenación y análisis del materiiil psicoanalítico del niño, ha podido comprobar los problemas
de comunicación que surgían entre los que hablaban en términos del Índice y los otros, a medida
que separaba los distintos significados de los conceptos ¡ntroyccción, identificación, fantasma,
sublimación, neutralización, Superyo, ideal del Yo, Ello, regresión, fijación, etc; cuanto más
cuidadosa era la definición, más crecía el problema de conceptualización y de comunicación. Final
mente admitieron que era ntuy apropiado utilizar un marco de referencia en un conjunto de
circunstancias y pasar a otro marco en otras; pudiendo coexistir así diferentes marcos de refe
rencia, sin que ello sea inapropiado. Se puede encontrar una aplicación de este índice en la obra de
J. Bolland y J. Sandler. Cuando se analiza el trabajo de J. Sandlcr y W. G. Joffe (1969), cuyo
objetivo es en parte intentar clarificar un determinado número de conceptos psicoanalíticos, o el de
M. D. S. Ainsworth que, dentro de una gran aportación teórica, estudia los conceptos de relación
objetal, dependencia y apego, se comprueba que, según los autores, cada termino empleado tiene un
significado no siempre idéntico, incluso sin salirse de la metapsicología freudiana y, haciendo la
exégesis de Frcud, cada autor encuentra la confirmación del sentido particular del termino tal como él
lo quiere emplear.
sámente conocidas y tan importantes, reflejan unas etapas del desarrollo tales como
la separación entre el Sí mismo y el entorno, el desarrollo de una relación con otro
ser humano, la aparición del comportamiento volitivo, y con éste la de funciones de
anticipación, de memoria y de lucha hacia un objetivo.
Son estos últimos trabajos (M. Kris; S. K. Escalona; M. David y G. Appel; P. H.
Wolff; M. D. S. Ainsworth) los que alimentan la esperanza de llegar a una mejor
comprensión del proceso de desarrollo del niño, de las interrelaciones niño-entorno y
de la génesis de las diferencias individuales.
Para S. K. Escalona, los factores del entorno y los orgánicos sé combinan esque
máticamente para producir acontecimientos de comportamiento reales que caracte
rizan la “experiencia” precoz de la cual dependerá la evolución; la “experiencia” o
pattern de experiencia son las sensaciones, el “ sentido” corporal y los estados
afectivos que el niño siente y la forma en que las fluctuaciones o tomas de concien
cia se ligan a las informaciones aferentes perceptivas. La variable experiencia es por
definición altamente subjetiva; la experiencia y los patterns de experiencia no deben
ser nunca evaluados directamente, deben ser deducidos.
Como indica M. D. S. Ainsworth, durante la última o las dos últimas décadas, la
investigación sobre los efectos de la experiencia precoz sobre el desarrollo ulterior de
la personalidad se ha desplazado de la preocupación por la hipótesis de la fijación a
un examen de la interacción madre-lactante. Esto también significa que hay conti
nuidad del desarrollo desde la primera infancia hasta años posteriores y que los
patterns de reacción establecidos durante la primera infancia pueden influenciar pro
fundamente el desarrollo ulterior. No obstante, ha tenido lugar un sutil desplaza
miento de la hipótesis de que una estructura de personalidad inalterable se hace a
través de la experiencia en los primeros años, a la hipótesis de que unas estructuras
neonatales, neurofisiológicas y de la conducta, se transforman por los primeros inter
cambios del lactante con su entorno y por el sesgo de sus percepciones y pattern de
acción, de tal mañera que responden a unas situaciones subsiguientes, (como mínimo
inicialmente,) a la luz de su experiencia anterior. Aunque se suponga que estas
estructuras interiores sean más o menos modificables por la experiencia, se considera
que la experiencia misma, está influenciada por esta estructura interior. Por consi
guiente, no se puede considerar cierto ni que la estructuración precoz es el único
determinante ni el más importante de las evoluciones ulteriores, ni que su influencia
está atenuada por transformaciones ulteriores que la harían despreciable.
Es durante el transcurso de la evolución de la realización funcional cuando las
“ unidades-sistemas” emergiendo de una totalidad encuentran en la realización su
confirmación y dan a estos sistemas, a través de catarsis sucesivas, una cierta autono
mía dentro del marco de una totalidad en evolución. Es evidente que no es el siste
ma anatómico el investido, sino las realizaciones que tienen lugar a través del sistema
dentro del marco del placer o del displacer funcional.
La organización de estos sistemas funcionales sólo puede hacerse a partir de los
investimientos primarios, biológicamente indispensables, y por una plasticidad ulte
rior de los investimientos y desinvestimientos. La valoración exagerada de ciertos
investimientos puede hacerse a expensas de la coherencia de una organización global.
Esto puede depender tanto del potencial biológico del niño como de la actitud de la
madre.
*
* *
PROBLEMAS GENERALES DEL DESARROLLO 125
El desarrollo infantil posee una historia propia; él mismo es una historia, la suya
propia, que se desenvuelve en la historia y área cultural en que ha nacido, que a su
vez poseen igualmente sus propias contradicciones. Este ser en evolución tiene unas
bases biológicas e históricas, pero lo que él y su familia ofrecen a nuestros análisis
son unos estados y maneras de actuar semejantes a una biografía —recuerdos de
recuerdos trabados entre si, con zonas de sombras que pueden ser iluminadas por un
análisis profundo—, que nos permiten captar la continuidad de su desarrollo, salvo en
el conocimiento de las propias adquisiciones, de ciertas formas generales por las que
ha pasado en diversas etapas. Así y todo, nos es posible “ construir” una historia que
nos permita prever un futuro más o menos aproximado. Sea lo que fuere, las previ
siones se basan en el conocimiento de las estructuras y el potencial del presente
organizado frente a un pasado, cuyo porvenir se formulará según nuestra experiencia
en la dinámica de las organizaciones (grado de libertad o de determinismo).
Al analizar al niño oscilamos entre dos polos: el objetivo y el subjetivo, el de los
efectos visibles y el del contenido o de experiencias muchas veces invisibles, las
“ certidumbres” y las posibles aproximaciones. A veces, confundimos los hechos con
“ la realidad” , y otras consideramos verdadero lo que no es comprobable. En ocasio
nes confundimos lo que conmueve al niño y lo que representa la experiencia de esa
“conmoción”.* Nos conformamos comprobando el paso de lo pasivo a lo activor sin
tener en cuenta la importancia del proceso como experiencia y la de lo experimen
tado en la manera cómo se ha ido gestando. Valoramos lo que le viene dado al niño,
pero no tenemos en cuenta “ cómo” le es dado y las consecuencias que puede tener
en un -momento dado, sin contar con que el niño vive en un estado permanente de
provocación. Sabemos que el niño considera al otro como receptor de mensajes y
dador de respuestas, pero sus vivencias pueden nacer en el espacio en que se produce
el- intercambio—El-rniño-^tiene—y—^cs—su propia-rcalidadj que^en algún modo se
identifica con el adulto, una realidad más desarrollada que le es simultáneamente
propia y extraña. En la oposición de ambas realidades —teniendo en cuenta que en
parte el adulto ha podido hacer una regresión infantil-, gracias a los fantasmas que
le preservan y al poder de fascinación, el niño llegará a asimilar la realidad del otro.
No puede emitirse un juicio válido sobre el desarrollo de la vida consciente o'inconscien
te del niño, sino bajo ciertas tonalidades intransmisibles y a través del espejo de la pro
pia melodía. Nuestras palabras al exponer la vida infantil clarifican y oscurecen, pues
sus íntimas emociones las captamos al margen de las palabras: la emoción se percibe en
palabras que trascienden las mismas palabras. A lo más que llegamos es a una aproxima
ción: deberíamos llegar a profundizar al máximo la dinámica de las vivencias, viviendo
hasta sus últimas consecuencias la alineación o la libertad ilimitada para poder captar
un mosaico de luces y sombras, llenas de misterios y contradicciones. Si a veces cree
mos poder adivinar lo que oculta el niño, o sus más íntimas palpitaciones, es transmu
tando las vivencias, cosa poco clara para el mismo niño, mediante un mecanismo de
reducción. Por otra parte, al no tener en cuenta lo que se pierde en la transmisión y el
porqué se pierde, podemos soslayar lo más esencial. Lo que nos parece claro, a veces, es
nuestra propia razón que lo ilumina, pero le hace perder su propia sustancia. Mediante
ciertos esquemas reductores llegamos a exponer sistemas lógicos y coherentes; podemos
establecer una lógica del desarrollo infantil que nos satisfaga y responda a leyes válidas
—cosa perfectamente válida en el camino del conocimiento—, pero a lo que se opone
cierta lógica inconsciente semejante a un cristal en el que es difícil ver las sombras. Con
el afán de liberarse de la satisfacción que nos proporciona una cierta lógica interna, hay
quien introduce fórmulas nada lógicas ni coherentes, en las que la imaginación pertene
ce al expositor y no a quien vive imaginativamente su propia realidad. La comunicación
NA caí r a n m /ím í ia
126 PROBLEMAS GENERALES
BIBLIOGRAFÍA
Además de los trabajos de los autores citados en este capitulo, indicamos algunas obras cuya
lectura es útil para mejor comprensión de los problemas generales del desarrollo del niño.
• ’ ■ ,V t; iY'i.Á
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134 PROBLEMAS GENERALES
PROBLEMAS GENERALES
- DE LA DESORGANIZACION
PSICOBIOLOG1CA DEL NINO
I. — LO N O RM A L Y LO PATOLÓGICO
los traumatismos sociales, así como aprender a desempeñar un papel en la sociedad. Por eso,
R. Muccldelli, considera que la socialización es la adquisición de la capacidad de hacer continuos
esfuerzos de adaptación social junto con la capacidad de resistir a la tensión de los compromisos
sociales. A la persona normal le es imposible adaptarse a todos los grupos, aunque sólo sea por la
simple razón de la imposibilidad de conocer todos los códigos correspondientes. De ahí que
E. Trilla! considere que la adaptación no es un criterio de normalidad y prefiera utilizar el termino
“adaptabilidad”: “El individuo normal nunca se adapta por completo, pero el psicópata es
inadaptablc.”
La adaptación puede ser la elección de un nivel, incluso de un nivel bajo, ya que le permite a la
persona evitar la intranquilidad, el sufrimiento, etc., pero sera ya anormal en el momento en que
las exigencias extemas no le permitan conservar ese nivel. Todo ser humano tiene una manera
especial de adaptarse parcialmente que le permite evitar el fracaso adoptando una manera de obrar
que no le es propia. Puede reaccionar de forma que no sufra una descompensación. Para una buena
adaptación existen igualmente ciertos mecanismos de defensa o una especial regresión. Para saber
lo que es una buena o mala adaptación, F. Mcycr se pregunta si no es necesario abordar el proble
ma de los valores. En nuestros juicios seguimos unas normas; por su parte, la sociedad y la misma
familia enjuician la adaptación a una ética o modelo moral que cambia según el encuadre social y
depende de los derechos que nos son dados en un determinado momento.
No se puede definir la normalidad sin tener en cuenta la idea histórica del ser concreto, de su
misma historia personal y del encuadre social en que vive. Se puede considerar sano o normal a un
hombre mientras las llamadas reservas energéticas sigan siendo energías formativas, mientras la
acción no signifique usura o desperdicio, sino utilización y adecuación al objetivo o creación de un
abrirse a nuevas posibilidades, en la medida en que lo que se considera o es realmente deficitario
sea asumido por él o por la sociedad en que se halla inmerso. Será normal el hombre que se
asimila activamente con el mundo, y no se acomoda pasivamente cuando supera sus deficiencias y
acomoda su organismo para utilizar al máximo sus posibilidades sin desorganizarse. La normalidad
en el hombre es su bienestar o su lucha, dentro de unas normas, con la norma como punto dé
referencia,---------------------------------------------------------------------- 1____________________
Se plantea el problema de la normalidad con respecto al de la salud y enfermedad. Desde un punto
de vista sociológico, E. Durkheim trata de definir las dificultades con que nos tropezamos para definir
el estado enfermo. Los culturalistas han mostrado que determinadas manifestaciones propias de una
persona serán consideradas como psicopatías en un pueblo, mientras que en otro no sólo serán
aceptadas, sino que pueden entrar en sus hábitos corrientes. La misma enfermedad es una norma de
vida, pero una forma menor, en el sentido en que no permite prescindir de las condiciones en que se
produce, imposibilitando el cambio a otra forma. Con razón dice G. Canguilhem: “El ser enfermo,
está normalizado en unas condiciones de vida determinadas; ha perdido la facultad normativa y la
facultad de establecer otras normas en otras condiciones.” La enfermedad es una nueva vida que se
caracteriza por nuevas constantes fisiológicas: estar sano no sólo es ser normal en una determinada
situación, sino ajustarse a unas normas en su situación o en otras situaciones posibles: estar sano es
poder caer enfermo y recuperarse, es un lujo biológico. La misma idea de “anormalidad” puede ser
ambigua, pues con ese término podemos definir los cambios de la enfermedad o fallos organizativos
más definitivos, como es la malformación. Algunos autores prefieren al termino “anormalidad” el de
“desvío”, “acto desviante” o “persona que se desvía”.
La enfermedad no depende exclusivamente de unas lesiones. Hay que tener en cuenta igual
mente las alteraciones funcionales en conjunto, el equilibrio y la adaptación biológica y social.
Se entiende que en cierto modo la normalidad y la enfermedad están en íntima relación con la
conducta y la motivación. La diferencia, según K. Goldstein, entre la conducta normal y la con
ducta enferma no es Una diferencia de carácter, sino de forma. Conducta ordenada es la que se
acomoda a las específicas condiciones personales del organismo y a las condiciones objetivas del
mundo circundante.
Con razón insiste Schwarz en el problema de la motivación. Las relaciones de una persona
normal obedecen a una motivación, mientras que las reacciones enfermizas responden a una falta
de motivación determinante. El individuo normal actúa dando un sentido a sus automatismos e
impulsos; estructura un conjunto psicofisiológico en función de una finalidad determinada.
138 PROBLEMAS GENERALES
F. Duyckaerts define lo patológico dando una marcha atrás. El hombre, en vez de dar un
sentido a su pasado, vuelve del sentido al no-sentido, del comportamiento motivado al compor
tamiento causal.
Asi, para el psiquiatra la misma enfermedad adquiere un significado que nada tiene que ver con
la suma de lesiones y síntomas de origen más o menos unívoco, al que normalmente se reduce.
Para nosotros la enfermedad viene a ser la manera de obrar del hombre de funciones desorga
nizadas. No se define por tener sistemas automáticos aislados, ya que, desde el punto de vista
neurobiológico, éstos podrán funcionar con cierta autonomía fisiológica: en determinadas condi
ciones, será perfectamente normal que unas estructuras reaccionen aisladamente, cuando dichas
reacciones sean vitalmente apropiadas. La tendencia a la autonomía influye en la misma integra
ción. Cuando se produce el aislamiento propiamente dicho (consecuencia de contradicciones
propias del sistema cuya víctima será el mismo organismo), podemos hablar de “lo patológico”.
Entonces se ve que, en el marco del funcionamiento general del organismo, la autonomía puede ser-
una plenitud y el aislamiento una reducción.
ficado durante el desarrollo, quizá también con alguna finalidad orgánica, pero no
por ello es patológico. Constituye una “ figura” que no se interpreta correctamente si
no se conoce el “ fondo” de la desorganización, ya que la forma general de ésta, más
que el mismo síntoma, adquiere un significado en la constelación sindrómica. Ante
una especial sintomatología habrá que estudiar el síntoma como un tipo específico
de estructura frente a la organización total. Como señala H. Hartmann, en la infancia
hay numerosos factores en cierto modo “patógenos” , que por sí solos no son causa
de neurosis o psicosis. Por otra parte, en la infancia hay fenómenos neuróticos corre
gibles, modificables durante el crecimiento y el desarrollo.-Téngase presente, dice el
autor, que cada nueva fase madurativa crea nuevas.posibles situaciones conflictivas y
nuevos modos de hacer frente a los conflictos, pero también trae en cierto modo la
posibilidad de modificar conflictos anteriores. El nuevo aspecto de las fases subsi
guientes es el cambio de predominio de ciertas funciones instintivas y determinadas
funciones del Yo. Lo cual comprende igualmente unas relativas capacidades en deter
minados niveles que permiten hacer frente a situaciones conflictivas, así como la
posibilidad de revisar la antigua manera de resolver los conflictos.
En el niño, muchos de los llamados problemas de neurosis se reducen a una
simple perturbación funcional y el paso del conflicto al síntoma .suele parecer más
corto que en la neurosis del adulto. Según H. Hartmann, no se puede comprender el
desarrollo de la neurosis sino mediante un detalladísimo análisis y un absoluto cono
cimiento del desarrollo normal. En la neurosis infantil todavía hay más problemas
que respuestas, ya que conocemos mejor la psicología del desarrollo general, lo que,
según H. Hartmann, nos estimula a precisar nuestras hipótesis.
Según M. Kris, la observación muestra que en el desarrollo infantil se producen
inevitablemente crisis y conflictos. Tales crisis son momentos cruciales del desarrollo,
~unos~como~ origen-de-aptitudes-y-otros-dc-debilidades-del—Yo„Eor_ejemplo,-una-
separación transitoria podrá ocasionar deficiencias del Yo, pero también estimulará el
desarrollo de mecanismos restitutivos tendentes a una mejor adaptación posterior.
Los estudios de los psicoanalistas de niños muestran que lo que expresan los
síntomas es muy distinto de los del adulto. Anna Freud y Mélanie Klein señalan lo
difícil que es durante el desarrollo encasillar determinadas conductas en el marco de
lo normal o de lo patológico, de no tener en cuenta la edad y toda la estructura de
la personalidad. Mélanie Klein, cuyas ideas hemos desarrollado ampliamente, encasilla
en el marco del desarrollo normal “ posturas depresivas” , “ posturas esquizopara-
noides” no forzosamente malsanas, sino correspondientes a los diversos momentos
evolutivos. El valor de angustias y fobias, de la difícil alimentación o el mal dormir
sólo es válido en una consideración general del desarrollo.
Mélanie Klein se pregunta cuáles son las dificultades normales y neuróticas en los
niños. Acepta que todos los niños pasan por una neurosis que sólo difiere por su
intensidad. La razón de que dichas neurosis llaman menos la atención que las de los
adultos se debe, a su entender, a que su manifestación externa difiere esencialmente
de los síntomas de los mayores. Los niños menos neuróticos no son los que más se
asemejan a los adultos no neuróticos. Por ejemplo, un niño que se acomoda a todas
las exigencias de su educación' y que se niega al abandono de la vida de sus fantas
mas instintivos, parecería perfectamente adaptado a la realidad y daría pocas señales
de angustia; sin embargo, no sólo sería una persona sin encanto, sino incluso un
anormal en el pleno sentido de la palabra. En el niño normal se da cierta ambiva
lencia afectiva, as! como en su sumisión a los imperativos de los instintos y a los
fantasmas y presiones del super-Ego sobre él. El niño que no se adapta a la realidad,
que pone obstáculos a su educación, no es un niño siempre “ fácil” ; será induda-
140 PROBLEMAS GENERALES
blemente neurótico cuando sus dificultades y las que pone a su entorno son excesivamente
grandes. Lo que distingue al niño menos neurótico del que lo es en mayor medida es
no sólo algo cuantitativo, sino su reacción ante las dificultades. La angustia infantil
se disfraza de muchos modos. Partiendo de la primitiva angustia, los terrores
nocturnos los superará como simples dificultades para dormir, aparentando tener un
sueño agitado o con las múltiples manías y ritos de los niños al acostarse. Las
primeras dificultades de nutrición en relación con la angustia subyacente podrán
transformarse posteriormente en una lenta deglución, en falta de apetito o cambios
en la manera de comportarse en la mesa. Fácilmente se advierte que la angustia 'de
los niños ante ciertas personas suele convertirse en timidez. Una vitalidad excesiva,
que muchas veces se interpreta como muestra de un gran temperamento o como
desobediencia, podrá ser, por la misma razón que la agresividad, una hipercom-
pensación de la angustia que así se halla modificada. Los niños suelen disimular su
primera intolerancia de la frustración adaptándose en general a las exigencias de su
educación; pronto se convierten en niños “ buenos” y “despiertos” : su principal
objetivo es yugular a toda costa su angustia y su culpabilidad, aunque con ello deban
negarse toda felicidad y satisfacción instintiva. Dependen de sus objetos más de lo
corriente, ya que en su entorno buscan protección y ayuda contra su angustia y su
culpabilidad. Lo importante, según Mélanie Klein, es el estudio de los medios, a
veces oscuros, mediante los que el niño ha transformado su angustia, así como su
actitud fundamental. Cuando a un niño no le gusta el teatro ni el cine, ni espec
táculo alguno, no le gusta hacer preguntas y está inhibido en el juego, incapaz de
jugar si el juego requiere imaginación, hemos de aceptar que dicho niño sufre una
profunda inhibición de sus necesidades epistemofílicas y un considerable rechazo de
su vida imaginativa, aun cuando en otros aspectos pueda estar perfectamente adap-
tado-y—no-presen tarningunapcrturbación-claram cn te-definida-Posteriormente-su~
deseo de.saber encontrará la forma de satisfacerse, muy obsesivamente, y ello le
arrastrará a otros tipos de neurosis. Mélanie Klein considera que es una buena señal
que los niños gusten de los juegos y den rienda suelta a su imaginación, sin dejar de
adaptarse a la realidad, lo que se advierte claramente, y que muestren un auténtico
aunque no excesivo afecto a sus cosas. También es una buena señal ver que las
tendencias epistemofílicas se desarrollan sin grandes perturbaciones y se orientan sin
la opresión y la intensidad, propias de la neurosis obsesiva. Para un feliz desarrollo
son condición indispensable algunas mezclas de emotividad y angustia.
Según R. Diatkinc, no hay que confundir el diagnóstico de estructura mental con
el de “normalidad” o patológico. La tarea del médico se facilita abandonando defi
nitivamente la hipótesis de una posible estructura “normal” .
A nuestro entender no hay que ver en un momento dado unas formas de orga
nización que nos obliguen a tomar decisiones terapéuticas; como indica Anna Freud,
la tarea del clínico es unir y articular elementos a fin de establecer una pertinente
evaluación. Hay que aclarar si, a pesar de las alteraciones de su conducta, el desa
rrollo de la personalidad del niño se produce de manera sana, dentro de las “nor
males variantes” , y si las formaciones patológicas existentes (síntomas) son transi
torias y no pueden considerarse como subproductos del desarrollo, si hay regresiones
permanentes de los impulsos hacia puntos fijos anteriormente establecidos, o regre
siones del Yo y del super Ego, etc. Según Anna Freud, no se puede establecer en
simples términos descriptivos, sino tras una evaluación metapsicológica con refe
rencias cronológicas a las líneas del desarrollo.
Para Anna Freud, el estudio de las diferentes líneas de desarrollo hace ver que
hay una correspondencia bastante perfecta en las diferentes líneas evolutivas: madu-
DESORGANIZA CIÓN PSICOBIOLÓGICA 141
Sabemos que el pensamiento médico del siglo XiX está dominado por tres orientaciones: la
anatoniQclmica, la fisiopatológica y la ctiológica. La primera considera al ser vivo como una suma
de partes anatómicas asociadas, y a la enfermedad como una alteración de la forma anatómica,
definiendo al hombre enfermo por su lesión anatómica, haciendo referencia a un déficit. Se
oponen a estas doctrinas las que consideran que las características que rigen los procesos de enfer
medad son las mismas que rigen la acción de ia vida fisiológica; lo esencial no son las lesiones ni
los síntomas como tales, sino los procesos energéticos y materiales de la enfermedad y su devenir.
Hay una tercera opinión, que nace de la idea de agentes patógenos y de la progresiva adquisición
de conocimientos de dichos agentes, que ve al enfermo como objeto de una agresión, que es el
origen de la enfermedad; en función de estos datos, y como medida previsora, se fija mucho más
en el agente agresor que en la persona que sufre la agresión.
Ya hemos visto en qué ha consistido la evolución neurológica, una ciencia exacta, y su influjo en
las ideas psicopatológicas, conocimientos que, con toda su perfección, al aplicarlos rígidamente lleva
ban a la inmutabilidad del funcionamiento de la psique. Dicha concepción ha sido criticada por
I I. Jacksun, C. von Monakoff, K. Goldstcin, que ven en la organización morfológica un sistema vivo.
Por eso abordan el problema en el plano de funciones y disfunciones con conceptos psicodinámicos.
S. Freud, reaccionando contra sus primeras tendencias anatómicas v contra el psicologismo de
las funciones anímicas de la psicología clásica, introduce una nueva manera de pensar en la que la
psicodinámica no se integra en las funciones nerviosas, sino en el plano de la organización de la
personalidad; por razones necesarias a la elaboración de su doctrina, deja de lado, sin eliminarlos
por completo, los sustratos anatomofisiológicos indispensables para que se produzca el desarrollo.
Sin ocuparse lo más mínimo del problema de las lesiones, S. Freud tiene siempre en cuenta el
potencial personal o hereditario del niño al nacer. Tanto él como otros psicoanalistas valoran los
factores biológicos del desarrollo, cuyo conocimiento no choca con una doctrina válida al abordar
el estudio del hombre como ser humano en toda su plenitud. El cuerpo, de su doctrina se define
perfectamente como tal, sin valerse de términos fisiológicos. Lo mismo cabe decir de las doctrinas
de J. Piaget. Sin embargo, la psiquiatría infantil, cuya finalidad es estudiar las alteraciones psicoló
gicas, no hay que confundirla ni con la mctapsicología freudiana, ni con una sociogéncsis ni
tampoco con una organogénesis. De paso, hemos de advertir que S, Freud habla frecuentemente de
series complementarias de formas diversas.
Para comprender el trastorno psicopatológico del niño hay que tener en cuenta
que se da en un ser en desarrollo, inmaduro de nacimiento —y por consiguiente,
móvil en su funcionamiento-, cuya mecánica se está formando, cuya organización
viene creada por un equipo cerebral que va unido a las aportaciones del entorno, y
que el niño ha de resolver, y resuelve, sus propios problemas y hallazgos a través de
su propia experiencia. En los desajustes hay que distinguir la enfermedad que se
presenta y de la que presenta el niño, y en la enfermedad tal y como la sufre, el
psiquiatra ha de calibrar lo que obedece a deficiencias de madurez, el trastorno
mecánico y lo que es una alteración más o menos pasajéra.
Es evidente que el ideal del científico es responder a una necesidad de causalidad.
C. Bemard llega a la conclusión de que una condición dada será la causa próxima de
un fenómeno:
DESORGANIZACIÓN PSICOBIOLÓGICA 143
—si se puede probar que dicha condición precede o acompaña en todo momento
al fenómeno;
-cuando la supresión de dicha condición produce la no-reproducción del fenóme
no (contra-prueba).
Vemos cuán rara es en la psicopatología infantil la posibilidad de una respuesta
afirmativa a los postulados de C. Bernard. Una misma causa puede actuar de diverso
modo según el momento de la evolución en que se hace aparente; sus consecuencias
variarán según el funcionamiento y las posibilidades de adaptación o de descompen
sación. Tras un período de alteración, la supresión de la causa no cambia forzosa
mente el cuadro; la nueva forma de la personalidad cambia su manera de adaptarse.
En psiquiatría, más que en otros campos, hay que distinguir entre etiología y patoge
nia, no detenerse en el hecho - n o por ello menos necesario e indispensable- de que
un agente o un trauma psíquico producen determinados trastornos (aun cuando en la
teoría freudiana ha cambiado la importancia del traumatismo, difuminándosc con la
evolución de la doctrina e integrándose en una concepción más vasta).
Lo que importa sobre todo es comprender cómo se organiza lá alteración tanto
en su forma negativa como por el aspecto positivo que toda nueva organización
entraña, cómo asume o sufre su desorganización, cómo en cierto momento organiza
la plenitud de su ser y por qué elige una determinada disfunción —tartamudeo, inhi
bición psicomotora, e tc .- , cómo trata de superarse mediante su nueva organización
o mediante nuevos funcionamientos parciales elegidos por su historia propia o vistos
como una nueva manera de expresarse su nueva personalidad. Se trata de la realiza
ción de ciertos modelos que, por la dinámica de su reorganización, se vuelven más o
menos estáticos (a veces relativamente fijados y. a veces relativamente abiertos),
pudiendo evolucionar con la madurez y el desarrollo o dinamizarse mediante nuevas
—aportaciones o expericncias iluminativas.----------------- ,—:--------------------:-------------------
En general, el cuadro patológico que se ofrece a nuestra consideración no ha
sido causado por un solo accidente o un incidente único: no nos permite ver una
directa causalidad para la totalidad del cuadro. A veces obedece a' causas indi
rectas: actúa en un eslabón del desarrollo y desorganiza el marco en donde el
eslabón hace su papel sin que los síntomas resultantes se manifiesten en tales esla
bones. A veces, la relación de causa-efecto de la enfermedad con el fenómeno que
la provocó es de segundo o enésimo grado. Dado que los motivos pueden ser infi
nitos, no siempre es satisfactoria la explicación de una causa múltiple, ya que la
enfermedad no es el resultado de una suma de fenómenos causativos, sino la for
ma adoptada tras las tensiones de fuerza que los diversos elementos introducen en
el pretendido equilibrio, tanto considerado anatomofisiológicamente como visto
desde la personalidad que sufre la alteración. Con los estudios piuridimensionales
introducimos una idea patogénica, aun cuando el abordaje de los fenómenos por
diversos métodos o caminos indique un desconfiar de una única causa directa, lo
que no supone estar de acuerdo con una pluralidad causal. La manera de organi
zarse posee su propia dinámica, pero no se es mecanicista simplemente por pensar
que algunos momentos de la organización son relativamente estáticos, sino cuando
no se tiene en cuenta la dinámica constitutiva. Leyendo determinados estudios se
advierte que ciertas formulaciones fisiológicas o bioquímicas empleadas para expli
car trastornos funcionales (aun sin confundir la intrínseca importancia de la reali
zación de la misma función) son más dinámicos que algunos de los llamados
psicodinámicos, empeñados en que el funcionamiento de la mente es un conglome
rado.
Se han opuesto de una manera esquemática los trastornos de naturaleza orgá
144 PROBLEMAS GENERALES
lizaciones limitadores de su marco, que halla sus propias características en las par
ticularidades de las realizaciones funcionales. Es incomprensible la idea de “instru
mento” al margen de la de totalidad, y sólo tiene algún sentido al realizarse y
hacerse patente. Cada campo de realidades —el campo visual, táctil, auditivo, etc.—
cuenta con sus propias reglas organizativas y su propia manera de investimiento. Pero
en la evolución del nivel sensoriomotor hasta el plano simbólico, los sistemas áfero-
eferentes se deslizan por un molde de instintos que, a su vez, es energético y tiene
una función en las cargas afectivas funcionales. El funcionamiento posee unos valores
difcrcnciadorcs en la organización temporal, aunque también se organiza en etapas
sucesivas y, en cierto modo, puede adquirir diverso valor en cada realización cuando,
prescindiendo del pasado, se hace presente. El funcionamiento es, en parte, cons
tante, ya que se confronta con lo anteriormente realizado. Las actividades se enri
quecen con la imitación y se desarrollan por el juego de interrelaciones.
Ciertos psicoanalistas creen que los mecanismos puestos al servicio de la percep
ción, la motricidad, etc., son activados por las necesidades de los impulsos, sin ser
éstos sus creadores. Mas el placer que va unido al funcionamiento, las respuestas
positivas o negativas al realizarse las funciones, las satisfacciones e insatisfacciones,
forman parte de la evolución funcional y al mismo tiempo son percibidas y “elabo-
radoras” de la actividad de los llamados sectores autónomos. Se entrecruzan y se
buscan las funciones antes de hacerse reales.
Las organizaciones funcionales en sector dependen de lo que les cueste madu
rar a unos sistemas, de la evolución de la capacidad cognitiva y de las posibili
dades de asimilación del nundo externo. Los sistemas funcionales adquieren su
significado con el uso, que les proporciona una forma en la que, al realizarse, se
confunden contenido y continente. Las actividades funcionales en sector son inse-
parables del desarrollo cognítivo al formar parte de la experiencia que contribuye
a formarlo. Tampoco hay que separarlas del desarrollo afectivo, ya que los im
pulsos y las relaciones objétales van englobadas en la misma realización y hacen
que el presente se establezca frente al pasado y busque el futuro, para encontrar
nuevas satisfacciones en la propia superación. Desde que se nos presentan estos
trastornos como una figura sobre un fondo, nos planteamos problemas que no
cabe eludir con una simple negación. Existe el peligro de considerar que las alte
raciones en sector son autónomas, sin relación alguna con la personalidad en
quienes se realizan, lo que no obsta para que tales trastornos tengan sus propios
métodos de producirse. Aun en casos en que su forma esté estrechamente unida al
desarrollo de la personalidad, se nos ofrece en una “ forma” que le es propia; y
apartada de los factores que la provocaron, posteriormente adopta unas formas
únicamente comprensibles en relación con el sistema, no evolucionado o en evo
lución según sus propias características.
B. - LA NOCIÓN DE INMADUREZ
La noción de inmadurez E. E. G. fue descrita por primera vez por D. HUI en 19S2. Normal
mente, el término hace referencia a un trazado elcctroencefalográfico en el que no existen ele
mentos de diferentes niveles de maduración. En definitiva significa que la actividad bioeléctrica se
halla en un estadio todavía inestable, retrasada respecto a las medias estadísticas. Este retraso
puede ser transitorio, lo que implica la necesidad de un estudio evolutivo antes de establecer un
diagnóstico. D. HUI define de esta forma los signos de inmadurez: ritmo theta dominante poscen
tral, ritmo alfa variable, focos de ondas lentas temporales posteriores. Dichos signos los ha obser
vado muy frecuentemente en enfermos neuropsiquiátricos adultos con alteración de la conducta sin
lesión cerebral orgánica. Los atribuye a alteraciones del proceso de maduración, ya que se observan
trazados simüares en personas normales más jóvenes, trazados que cambian con la edad, y en
general desaparecen con los años sin influir para nada en la inteligencia.
Posteriormente se ha empicado mucho el término de inmadurez E. E. G. en neuropsiquiatría
infantil. C. Lairy-Bouncs resume de esta forma los datos que a eUo hace referencia:
-Trazado globalmcnte lento para la edad madura, que en niños muy pequeños puede ser fisio
lógico.
-Trazado con una especial scnsibUidad a la hiperpnea, sensibUidad que se traduce por una clara
disminución, sin paroxismo, pero que parece desbordar ampliamente la sensibUidad normal en la
edad correspondiente.
-Por último, trazado con ondas lentas predominantemente occipitales.
Parece haber ciertas correlaciones entre la actividad eléctrica cerebral y la calidad de la defi
ciencia psicomotora y la manera de adaptarse la afectividad. En el desarrollo intelectual no existe
la misma correlación. Un trazado E. E. G., inmaduro o dismaduro, puede ser el cuadro bioeléctrico
de quien presenta una labUidad afectiva, menor tolerancia a las frustraciones e incapacidad de
asumir ciertas situaciones. Lo cual nos demuestra que la lesión anatómica no nos da la inmadurez
E. E. G. En neuropsiquiatría infantU, la interpretación del E. E. G. ha de tener en cuenta siempre la
plasticidad fisiológica del ritmo infantU que deforma y acentúa toda reacción ante una agresión
interior o exterior (C. Lairy-Boumes). En muchos casos habrá que preguntarse si la inmaduración
eléctrica es causa de trastornos,afectivos. o bien si. por lo contrario, son los trastornos de la
maduración afectiva los que producen una lábil asimilación de los sistemas afcrcnciales que imposi-
bUitan una organización eléctrica.
La inmadurez emocional es más bien una no-maduración de la inhibición de reacciones emocio
nales. En el recién nacido las reacciones emocionales son bruscas, globales, incoercibles y sin espe
cíficas reacciones afectivas. Poco a poco se van adaptando a los estímulos, responden a situaciones
con valores afectivos propios y constituyen una manera de adaptación al medio. Situados, dice
H. Wallon, “entre el automatismo de las reacciones y la actividad intelectual, las emociones tienen
con uno y otras una doble relación de filiación y oposición”. Tal vez las reacciones emocionales
sean mucho más vivas en personas con una especial labilidad neurovegetativa. Pero en cierto modo
la reacción emocional es una forma total de existencia, un estado de espera de la agresión. Los
shocks emocionales, confirman y verifican la espera. La reacción emocional equivale a la irrupción
de un peligro y, por desordenada que sea, tiene un significado para el individuo. Confirma y conso
lida un aislamiento en el mundo al reforzar los mecanismos originarios. La maduración biológica y
social tiende a frenar las reacciones emocionales desordenadas, a adaptarlas a la finalidad y hacerlas
significativas para el hombre. Las reacciones desordenadas son señal de no maduración y dependen
no sólo de la organización neurológica anatómica, sino del grado de maduración biosocial.
La inmadurez psicomotora aparece en el marco del desarrollo psicomotor, especialmente en su
retraso, descrito en la obra de E. Dupré con el nombre de “debilidad motriz". En ciertos casos la
debilidad motriz tal vez vaya acompañada de alteraciones anatómicas del desarrollo central. En
otros casos, el retraso del desarrollo motor estará en relación con procesos lesiónales. Con fre
cuencia la misma organización motriz se altera en la medida en que no se efectúa en los gestos, en
la praxis o que sufre el contraataque de una desorganización espacial. Entre la madurez psicomo
tora y la madurez emocional existen igualmente lazos bástante estrechos. En un estudio realizado
conjuntamente con M. Stamback, hemos mostrado que las sincinesias infantiles, especialmente las
imitativas, tienden a desaparecer con la edad mientras que perduran las sincincsias tónicas dado
148 PROBLEMAS GENERALES
que se hallan íntimamente relacionadas con los factores; tónicos de carácter general; reaccionar
gallardamente, por ejemplo, factor importante, depende de una buena organización emocional y
afectiva.
Un grupo de investigadores de Mesina (Franco y otros) ha investigado signos somáticos y bioló
gicos de la inmadurez afectiva. Según ellos, aparecen características de hipoevolución somática
generaj disarmónicamentc en los tests de Ozeretski, los E. E. G., etc., y que sería expresión de un
hipofuncionamiento dicnccfalohipofisario.
Los estudios sobre la madurez social, realizados con la escala de Dolí, muestran (lannuccelli y
otros) que la escolaridad tiene un especial papel en la maduración. A los siete años los niños de la
ciudad tienen una superioridad neta sobre los niños del campo en cuanto a madurez, diferencia
que disminuye hacia los nueve años. El nivel socioeconómico familiar rural ejerce una mínima
influencia en los niños, pero es capital en los hijos de intelectuales y obreros. La independencia
social es más notable en los hijos de funcionarios que carecen de autonomía personal, lo mismo
cabe decir de los hijos únicos frente a los hijos de familias numerosas en las que el grado de
independencia también está en función del número de orden que ocupan entre los hermanos.
La inmadurez afectiva, o retraso afectivo del niño sólo se estudia en relación con una edad
concreta. En general existen varios aspectos: dependencia-independencia, seguridad-inseguridad,
sugestibilidad, posibilidad o imposibilidad para inhibir las reacciones emocionales, posibilidad o no
para emitir juicios intelectuales y no afectivos, posibilidad o no de autonomía en la acción. Según
R. Laforgue y E. Pichón, el retraso afectivo es la raíz de toda regresión neurótica, al impedir que
una suficiente dosis de libido, de afecto, pueda consumirse en forma de oblación. El resultado
(contando con que el desarrollo intelectual sigue intacto) sería un desacuerdo entre el objeto
conscientemente pretendido y la conducta impuesta por apetencias inconscientes, desacuerdo al
que dan al nombre de esquizonoia. El infantilismo afectivo o psicoinfantilismo se extiende al
adulto, en quien persisten cualidades mentales características del niño (Linberg). Supone un desa
cuerdo entre desarrollo intelectual realizado y desarrollado afectivo no realizado. El desacuerdo se
traduce en una debilidad, una inseguridad, una manejabilidad y una dependencia excesivas que
semejan una importante fijación emocional a la madre, al padre o a otras personas provistas de
autoridad.
Aun cuando en la inmadurez afectiva pueda haber ciertos factores constitucionales, bien es
verdad que pueden responder a una actitud adquirida de la psique, a una disposición adquirida en
el primer desarrollo, que podrá mantenerse posteriormente. Es un fenómeno biológico en la
medida en que representa un estado por el que ha de pasar el desarrollo. Pero también es un
fenómeno social en el sentido en que el desarrollo infantil depende de la influencia del medio.
Parece ser que no podemos considerar la inmadurez de funciones como un hecho simplemente
estático, en el simple plano neurológico, aun cuando éste sea esencial. Sólo tiene un sentido en la
dinámica de la evolución: evolución de los impulsos, satisfacción c insatisfacción de necesidades,
reacciones del mundo exterior ante los impulsos, gratificaciones o castigos.
la acción de diversos factores, que no hay que considerar como tal si el resultado y
los medios con que se ha logrado no sólo sirven para descargar indirectamente los
impulsos, sino también para mantener por una calexis de valores permanentes, seme
jantes a las características de la constante objetal.
Entre las desorganizaciones funcionales hay una que se caracteriza por una disar
monía evolutiva a la que, al igual que P. Male, S. Lebovici y R. Diatkine, damos gran
importancia. Responde en parte a lo que Anna Freud denomina “ desequilibrio entre
líneas de desarrollo”. En ciertos niños, bien por razones de maduración o afectivas,
existe el desfase de una entidad parcial (motricidad, lenguaje, organización cognos
citiva y autonomía) que supera o está retrasada con respecto a los demás y, en
función de su repercusión en los demás sistemas y én su forma de aprehender la
realidad, puede ocasionar una perturbación en la plenitud de la personalidad. Por
nuestra parte hemos insistido en la importancia de estos hechos (desfase entre un
desarrollo intelectual precoz de las funciones perceptivomotoras e- insuficiencia del
lenguaje, etc.), ya que pueden ocasionar el retraso en la evolución por falta de ganas
de valerse de la función insuficiente o por hipercatexias de la función para la que el
niño está más dotado. Naturalmente, tales desfases no ocasionan forzosamente altera
ciones patológicas; posteriormente' podrán ser una de las características de la psicolo
gía diferencial de los niños.
En cuanto a la psicología diferencial, hemos de prestar suma atención al diagnos
ticar en el niño un tipo cualquiera de desorganización funcional. No hay que olvidar
que se halla en un estado de evolución y cambio. Sabemos que los sintomas en sí
tienen poco valor para el aislamiento de una organización neurótica o psicótica y
cuánto varia la conducta del niño en evolución, pero también sabemos que, una vez
Jlegada esta a cierto nivel, aparecen rasgos en el carácter que podemos considerar
patológicos. Suelen ser formas de organizar la personalidad que hacen diferenciársela
unos niños de otros, con el peligro de darles demasiado valor en relación con una
norma, sin que por eso hayan de ser patológicos. El carácter no lo consideramos
como un dato en sí, sino que. creemos, al igual que S. Freud, que “los rasgos perma
nentes del carácter pueden ser resultado de la gama intercambiable de impulsos
originales, de sublimación y formación de reacciones” . No podemos ver en abstracto
los rasgos caracterológicos sino en relación con el sujeto que los utiliza de una
manera determinada, en relación al sufrimiento que le pueden producir y a las
perspectivas que le pueden abrir o cerrar.
El niño, un ser en evolución, tiene gran movilidad funcional, así como su propia
facultad de compensación, reorganización y adaptación.
En la evolución hay que destacar dos hechos importantes:
—por una parte, no se advierte una desorganización hasta que está ya instalada
(como en el caso de ciertos síndromes neurológicos cuyo diagnóstico, por lesiones
prenatales o del nacimiento, se hace durante el primer año);
—lesiones de apariencia más grave pueden evolucionar más favorablemente de
como cabe esperar en un principio.
La semiología ncuropsiquiátrica de los comienzos del desarrollo hila muy fino y
está sometida a numerosos imprevistos. Si no se hace un balance muy detallado
152 PROBLEMAS GENERALES
BIBLIOGRAFIA
LAS FUNCIONES
Y SUS PERTURBACIONES
CAPÍTULO VI
EL SUEÑO
Y SUS PERTURBACIONES
La alternancia del sueño y vigilia forma parte de un ritmo biológico del hombre.
Este ritmo es fijo una vez superadas algunas etapas de su evolución funcional.
El paso de la vigilia al sueño viene tras el adormecimiento, que va seguido de la
“fase de sueno propiamente dicha, en la que hay diversos momentosrsegún la profun-
didad del sueño, para concluir en el despertar.
Con el sueño viene una desaferentación y ruptura de relaciones con el inundo
exterior, con cambios en las funciones de relación (motilidad y tono muscular) y
cambios en las funciones de la vida vegetativa (temperatura, pulso, secreciones urina
rias y sudoríparas, etc.).
Con posterioridad a D. H. Loomis, referente al E. E. G., casi todos los autores coinciden en
relacionar ciertas fases con el grado de profundidad del sueño (fases B. C. D. E., de Loomis, y I,
II, III y IV, de B. G. Kleitman.
En investigaciones posteriores, B. G. Kleitman y M. Jouvct señalan un trazado rápido de pe
queña amplitud con atonía total de los músculos, debilitación respiratoria, sobresaltos de las extre
midades, movimientos de ojos, todo ello junto con la actividad onírica. Por esto se han establecido
dos estados de sueño: sueño fusiforme y ondas lentas corticales (sueño lento), y sueño con acti
vidad cortical rápida o fase paradójica. El sueño lento y rápido se diferencian no sólo por la forma
del trazado eléctrico, sino también por las diferencias de conducta, tónicas y vegetativas.
Algunos autores creen en una relativa autonomía entre ambos tipos, de sueños en relación con
las estructuras que intervienen. Para explicar el sueño lento se han formulado diversas teorías. A la
interpretación del sueño, fenómeno pasivo que va unido a una progresiva desactivación del sistema
rcticulado activador se oponen actualmente teorías activas según las cuales el sueño lento depende
de la puesta en juggo de estructuras sincronizantes o ascendentes, retropónticas, que contrarrestan
el sistema de vigilia, o descendentes, rostrales, encefálicas o diencefálicas, que inhiben activamente
el sistema de la vigilia. El sueño de rápida actividad cortical responde a estructuras desencadenantes
situadas en el puente. Las vías ascendentes causantes de la actividad rápida son difusas; las vías
descendentes pertenecen probablemente a la formación reticular inhibidora del bulbo.
En una misma noche se alternan continuamente sueño lento y rápido.
158 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
I. - EL SUEÑO EN EL NIÑO
duela en cuanto a las fases de sueño y vigilia, preparación y despertar, que se carac
terizan por especiales maneras de obrar. El sueño puede tener un valor en sí, como
una retirada voluntaria más o menos conseguida, como defensa del mundo exterior,
como medio de diálogo (exigencia y rebeldía) o como la manera personal de expre
sarse el niño al desarrollar su ansiedad. También puede ser una forma de separarse de
los adultos, separación temida o deseada. Durante esta fase en que el ciclo del sueño
se busca a sí mismo, pueden alterarlo causas exógenas o conflictivas, modificando su
funcionamiento sin tener esas mismas causas nada que ver con la posterior evolución
alteradora, pero se puede influir en ellas mediante nuevas satisfacciones como la
simple presencia o el acunamiento.
Conociendo la evolución de los sueños durante el desarrollo infantil podremos
valorar sus características normales o patológicas. A. Gesell, R. Debré y A. Doumic,
S. Gifford, H. Nagcra y M. Spcrling lian estudiado la evolución. Se advierte que:
Entre los 3 meses y 1 año el sueño es más profundo que durante el primer tri
mestre, y el niño es más activo mientras está despierto; el adormecerse tras las
comidas es menos frecuente y a veces es más difícil por la noche; el despertar de
pende menos del hambre y mientras permanece despierto da la impresión de querer
moverse y de buscar satisfacciones afectivas.
Entre los 3 y los 5 años el sueño está mejor organizado en general, pero todavía
es frecuente que cueste dormirse, el despertarse por la noche, el soñar, la ansiedad,
etcétera. Hacia los cuatro años, poco a poco, se negará a hacer la siesta.
Entre los 5 y los 7 los niños empiezan a contar sus sueños. A esta edad suelen
tener pesadillas.
A partir de los 7 años el sueño depende cada vez más de los otros.
¿Cómo representan los niños el sueño en sus dibujos?
S. Schwarzburg señala que los suelen representar como algo nebuloso inconsistente, mediante
una nube o una figura difuminada, con un anciano majestuoso o formas extrañas que en nada se
parecen a la familia y sin diferencias sexuales; no faltan los brazos dispuestos a abrazar o proteger.
En cuanto al espacio, el sueño siempre viene de arriba, la nube baja a la tierra, y la figura humana
ocupa la parte superior del dibujo. Sobre este particular, cuando se le pide al niño que represente
“el miedo” se suele referir a experiencias oníricas o hipnagógicas.
II. — EL SUEÑO Y LA IM A G IN E R ÍA EN EL N IÑ O
I . - EL SUEÑO
Está demostrado que a medida que avanza la noche disminuyen las fases de sueño profundo,
mientras que se alargan las fases de sueño rápido, cuya duración cambia y se repite varias veces
cada noche. Como hay una relación entre las fases de sueño rápido y los sueños, el trazado
E. E. G. hace pensar que el sueño ocupa una buena parte del tiempo en las horas que preceden al
levantarse. Algunos autores piensan que los sueños no son propiedad exclusiva de la fase para
dójica, aunque en esta fase sean más originales, más estructurados y con un contenido más visual
que en las restantes fases.
Estudiando el problema de la rememoración de los sueños, D. R. Goodenough y otros consi
deran que quienes recuerdan normalmente sus sueños los cuentan cuando se despiertan en la fase
paradójica, mientras que quienes no los recuerdan no llegan a contarlos cuando se Ies despierta en
dicha fase. W. Dement y N. Kleitman admiten que es más probable recordar un sueño cuando a la
fase de sueño rápido no le sigue un estadio lento, profundo; de hecho, la rememoración depende
de la cuantía de movimientos oculares y corporales que mantienen la actividad onírica durante el
sueño paradójico (R. Tissot).
L. B. Ames considera que el sueño comienza en el niño a los dos años. Hacia los
tres comienza a contar sus sueños ocasionales, aun cuando es probable que lo que
cuente no sólo esté en relación con las imágenes del sueño, sino con sus propias
162 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
fantasmagorías. Algunos creen que carecen de solidez los sueños que se cuentan
hasta los siete años, pero pueden ser bastante fieles cuando se cuentan inmediata:
mente después de haber tenido lugar. Los niños son dados a contar principalmente
los sueños desagradables en que aparecen animales que les persiguen, y hombres o
mujeres horripilantes. Sus temas son de extraordinaria variedad: abandono, la so
ledad en medio del bosque, peligro de ser devorados y atacados. Lo normal es que el
niño crea no poder correr, que le van a coger y que no puede defenderse. Son fas
mismas sensaciones en casi todos los niños: indican el temor, la separación, el
intento de agresión o el castigo. Aun cuando en e}'sueño, cualquiera que sea su
edad, el niño siempre sea alguien importante, desde los siete años (L. B. Ames) se
convierte en el principal protagonista. Con todo, no todos los sueños infantiles son
desagradables.
J. Piaget considera difícil señalar en qué momento del desarrollo hacen su apa
rición los sueños, habida cuenta que antes del habla lo único que cabe hacer es un
análisis de la conducta. En algunos casos ha habido claramente sueños entre uno y
dos años, ya que, habiendo hablado en sueños, el niño ha tratado de contarlos al
despertar. En sus estudios sobre el simbolismo J. Piaget describe diversos tipos de
sueños intentando comparar su simbolismo con el de los juegos en la misma edad:
—Los sueños realizadores de deseos, por simple evocación del resultado deseado,
sin muestra de simbolismo aparente.
—Los sueños que conscientemente representan, como en el simbolismo elemental
del juego, unos objetos por otros.
— Sueños que configuran un acontecimiento penoso, dándole, una salida favo
rable, como ocurre en el juego.
—Las pesadillas (como ocurre en el juego) con pánicos voluntarios y que pro
vocan un placer proporcionado a la inquietud, una involuntaria tristeza ansiosa de
poner punto final; mientras en el juego existe un control más o menos consciente,
en el sueño el control es más difícil, ya que los sucesos se asimilan a esquemas más
profundos, a un pasado más lejano.
— Los sueños de castigo o autocastigo. ,
—Los sueños que son una simple traducción simbólica de un estímulo orgánico
real.
Se comprueba, según J. Piaget, que el primero de estos últimos sueños, el simbo
lismo —inicialmente muy elemental— se complica con resonancias secundarias, más o
menos intensas. La subsiguiente simbolización se produce con un deje de angustia o
inquietud, que señala la diferencia de los planos oníricos y lúdicos. Según este autor,
tanto por su estructura simbólica como por su contenido el sueño infantil se asemeja
a las ficciones, pero mientras el juego queda más controlado por la voluntad, el
control del sueño le lleva más allá de lo que quisiera su subconsciente. El juego
emplea como símbolo todo tipo de sustitutos materiales del objeto que facilitan su
imaginación, en tanto que el sueño se ve forzado a representarse el objeto como una
imagen mental o a elegir como sustituto otra imagen que simboliza el mismo objeto.
D. Foulkes ha estudiado el contenido de los sueños y muestra unos sueños diver
sos no especialmente característicos de la realización de deseos y ansiedades, aun
cuando éstos aparecen en el sueño como la imagen de un deseo como se da en la
vida común. En conjunto, el sueño se presenta en forma más bien realista, sin gran
aparato ni disimulo. Los sueños extraños son propios más bien de personas que
parecen inmersas en conflictos por resolver. En el sueño suelen aparecer las rela
ciones con los padres: el especial afecto a la madre, con temor a un padre castrador,
o una gran identificación con el padre, quedando la madre en segundo plano, claro
EL SUEÑO 163
__ Imaginería durante el día. - En el niño existe una imaginería rica, incluso durante los periodos
de vigilia, que corresponde a una fantasmatizacián positiva o a una exclusión del mundo de la
realidad que hay que diferenciar del eidetismo que tiene sus leyes propias.
E. J. Anthony muestra que cuando se Ies pide a los niños que fabriquen sueños artificiales, los
“sueños" de los niños que tenían un sueño perturbado eran más vivos, más reales, con más aspec
tos desagradables que los que estaban producidos por una señal de control, y la capacidad de fabri
carlos parece tener una relación bastante estrecha con la cantidad de sueños de noche y de “sueños
de día”; sugiere la existencia de una “capacidad oniricogénica” que tendría su base en la imaginería
de día, y cree que probablemente hay una distribución normal de la capacidad de visualizar en la
población general con unos extremos (Je tendencia visual y háptica, mientras que el individuo
visual o háptico “puro” sería una minoría.
La imaginería eidética, considerada por E. R. Jaensch como la “fuente ontogénica” de todas las
imágenes, es la facultad de volver a ver literalmente con una claridad sensorial, pero sin creer en la
objetividad material del fenómeno, los objetos percibidos durante más o menos tiempo anterior
mente. El eidetismo es raro en el adulto, mientras que su frecuencia en el niño es de alrededor del
61% según E. R y W. Jaensch. Para M. Cressot, el eidetismo es el patrimonio de la prepubertad (de
los 10 a los 12 años), edad durante la cual del 30 al 40% de los sujetos se revelan eidéticos; por
debajo de esta edad, las indicaciones de los niños no serían de fiar; E. J. Anthony indica que gene
ralmente cuanto más joven es el niño más susceptible es de ser eidético, y que el 60% de los niños
de 4 años son eidéticos; después de los 15 años la disposición eidética generalmente se apaga,
únicamente pocos individuos la conservan. Según E. J. Anthony, una imaginería eidética espontánea
puede acompañarse de perturbaciones emocionales y provocar “terrores diurnos”.
Visiones del entresueño.- Se pueden describir en el niño visiones del cntrcsúeño, en el sentido,
de E. B. Lcroy (es decir, visiones de esquemas sin realidad, que se transforman según la atmósfera
en la que transcurren, pero que, lo más frecuente, se presentan bajo la forma de un cuadro aislado
de arabescos o de imágenes caóticas), o bien lo que K. Leonhard llama postimágenes de la fatiga
(reviviscencia de una actividad pasada pero que conserva un carácter estésico) o incluso del
EL SUEÑO 165
mentismo. Muy frecuentemente, y desde una edad bastante precoz, los niños tienen tendencia a
dejar volar .su imaginación bajo una forma mucho más representativa que cstésica. A veces esta
actividad de su imaginación comporta reacciones ansiosas, ya que son incapaces de controlarla. A
veces también, el niño crea estas representaciones y las dirige; incluso puede llegar a utilizarlas
durante la vida diurna, así por ejemplo la imaginería del “compañero imaginario” (sobre la que han
insistido R. Hurlock y A. llurnstein), compañero que generalmente se presenta como un personaje
bueno, caritativo, fácil de abordar, consciente, sabedor de todas las respuestas. Puede tratarse aquí
de un personaje de compensación pudiendo desempeñar el papel de aplacador de la angustia y
poseyendo, en ciertos casos, el valor simbólico de un buen padre. Este tipo de personaje puede
aparecer en la imaginería del niño desde la edad de los 4 o 5 años y persistir incluso hasta una
edad bastante tardía.
Fenómenos hipnagógicos.- Unos fenómenos hipnagógicos diferentes de los del adulto han sido
descritos en el niño. L. Michaux y J. Bcrgcs los han encontrado bastante frecuentemente en los
niños de entre 6 y 15 años. Estos fenómenos aparecen desde que se apaga la luz o poco después.
Se trata de escenas estáticas o movidas, no coloreadas, sobre fondo neutro, con visiones de perso
najes o de animales. Raramente existen fenómenos auditivos, pero, en cambio, estas manifes
taciones se acompañan frecuentemente de modificaciones del esquema corporal, alargamiento,
reducción del cuerpo, etc. En algunos casos, la visión al principio es nebulosa, se trata de cavernas
con sombras, de las que se desprende progresivamente un personaje más o menos claro, casi
siempre caricaturizado o gesticulante; en otros casos no es más que una parte de la cara lo que
aparece en primer plano, un ojo por ejemplo o varios ojos parecidos alineados; aunque a veces los
personajes o los animales sean nebulosos, presentan una estesia muy adherente, ya que se desarro
llan sobre un fondo de ansiedad. Sucede que fácilmente se pone de manifiesto la relación con un
hecho vivido recientemente (lectura o película), y el contenido de las imágenes puede relacionarse
fácilmente con un simbolismo de abandono, de ataque, de destrucción o de incorporación. Estos
autores observan también unas, modificaciones del tono muscular, ya hacia la hipertonía, ya hacia
la lupófom'a. k f más frecuentemente localizados. más raramenteextendidas a todo el cuerpo. Según-----
L. Michaux y J. Bergés estas representaciones hipnagógicas aparecerían en los niños que presen
tarían un conjunto sindrómico caracterizado por unos elementos de disarmonía tónico-motriz, unos
elementos de hiperexcitabilidad (sobresaltos con los ruidos, Chvostck, hiperrefiexia osteotcn-
dinosa), unos elementos de la serie histérica con crisis frecuentes de tipo neuropático, rabietas
clásicas, a veces enuresis.
Estudiando los problemas de la actividad mental que aparecen durante el transcurso del sueño,
H. Gastaut describe en la fase de adormecimiento, (fase I), y según su profundidad tres tipos de
ensoñación: la ensoñación hipnagógica, pensamiento que ya no está dirigido por la atención sino
que se somete a fenómenos sugestivos, mientras se separa progresivamente de la realidad, teniendo
lugar durante el adormecimiento suave; la ensoñación hipnagógica, con despertar vago y confuso,
completamente separado de la realidad, teniendo lugar durante el adormecimiento medio; y final
mente el ensueño hipnagógico, con imágenes y que según dicho autor, no se diferencia en nada del
ensueño propiamente dicho; estos fenómenos son considerados integrantes del adormecimiento. Por
otra parte describe fenómenos aberrantes del endormecimiento. que se acompañan de una reacción
clectroencefalográfica de vigilia sin llegar necesariamente a la vigilia física: sobresaltos, ilusiones,
alucinaciones y angustias hipnagógicas.
E. J. Anthony recuerda los trabajos de M. de Manacéine (1897) sobre la hipnagogia y los
terrores nocturnos experimentales: esta autora se había interesado sobre todo por la patología
propia del estado hipnagógico, como los “sobresaltos nocturnos” y las “alucinaciones" hipnagó
gicas”, que pueden hacer que un niño grite de horror, pero no pueden ser consideradas respon
sables de los terrores nocturnos; esta autora sospechaba, no obstante, que había una relación entre
ambos. Descubrió que despertando ciertos niños de forma repentina de un sueño profundo podía
crear un estado “crepuscular” durante 5 o 6 minutos, tanto más largo cuanto más profundo era el
sueño, cuanto más pequeño era el niño y cuanto más nervioso e inestable era el sujeto; y cuanto
más, larga era la fase hipnagógica, más fácil era inducir un terror nocturno experimental haciendo
entonces una sugestión que engendrara miedo.
166 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
].° Insomnio. — Si bien puede parecer algo artificial el aislar el insomnio de los
trastornos del sueño, hay casos en que este síntoma predomina, de forma más o
menos evidente, como indican los estudios sobre la evolución del sueño y de los
trastornos de su desarrollo de R. Debré y A. Doumic; H. Nágera (1966); M. Spérling
(1969). L. Krcisler (1970) ha tratado más específicamente este tema.
Si se trata de dificultades para conciliar el sueño o de despertarse durante la
noche, estos síntomas, como dice H. Nágera, pertenecen casi siempre al contexto de
una perturbación familiar. El sueño puede convertirse en el campo de batalla sobre
el cual los padres expresan sus estados de tensión mutua, y se puede modificar al
corregir las actitudes paternas. En lo que respecta al niño, este autor distingue: por
un lado, las perturbaciones del sueño que responden a un síntoma utilitario, es decir
aquellas que tienen una función dentro de las relaciones exteriores del niño (a pesar
de su gravedad aparente, estos síntomas no responden a soluciones de compromiso,
como consecuencia de conflictos del niño; no obstante, posteriormente pueden ser
utilizados como expresión de conflictos del desarrollo o neuróticos); por otro lado,
las perturbaciones consecuentes a la formación de un compromiso dentro del marco
de los conflictos internos e interiorizados del niño.
Del nacimiento hasta los 3 meses, el “insomnio” puede estar relacionado con una
mala aplicación del régimen alimenticio (horario demasiado rígido, comidas dema-
siado cortas que no satisfacen la necesidad de succión). Igualmente puede estar
emparentado con excitaciones cutáneas insuficientes, con unas hiperestimülaciones
de una madre ansiosa, o a una falta de estimulación por una madre deprimida o
fóbica. Una determinada sensibilidad constitucional del niño, la asfixia u otro trau
matismo del parto, también pueden contribuir a la persistencia del despertarse duran
te la noche, al fracaso de la “ regulación” .
avidez de ver y de conocer, y este es el caso del “ insomnio alegre” del niño que se
quiere levantar y jugar; también puede serlo cuando es signo de oposición y de
conflicto con el entorno, o también cuando es un signo de tipo ansioso: ansiedad
relacionada con un traumatismo físico o afectivo (enfermedad, intervención quirúr
gica o separación de la madre), o ansiedad primaria profunda y difusa en la que el
lazo afectivo madre-hijo siempre está en cuestión (R. Debré y A. Doumic). En el
segundo año, las separaciones (de día, o de noche por separación de la habitación de
los padres), un exceso de excitación o de estimulación por parte de los padres, impo
siciones como la' reglamentación esfmteriana (y con la consecuencia del miedo a no
dominar los esfínteres), una obsesión demasiado grave de las relaciones pueden todas
ellas dar lugar al insomnio. En esta edad, dice S. Frcud, el dormirse no es ya un acto
puramente físico, respuesta casi automática a una necesidad corporal en un individuo
indiferenciado; un retroceso de la libido y de los intereses del Yo se convierta en
una condición prioritaria para dormirse, al principio con ansiedad, posteriormente,
cuando las relaciones objétales del niño se hacen más seguras y su Yo está suficien
temente estabilizado, con desaparición de la ansiedad.
Entre los 3 y los 5 años, según M. Spérling, unas perturbaciones ligeras y transi
torias del sueño pueden considerarse un rasgo típico de nuestra cultura. Evolucionan
hacia una remisión espontánea o mejora con un manejo más apropiado del medio
ambiente. No obstante, cuando se hacen persistentes pueden responder a una reivin
dicación por parte del niño (deseo de presentar), y los padres corren el peligro de
reaccionar ya con una actitud de resignación, ya con un resentimiento expresado,
dando lugar a relaciones inadecuadas. Según M. Spérling, perturbaciones graves del
sueño, sobre todo las exacerbaciones que llevan a un insomnio persistente, son fenó-
menos patológicos que indican un trastorno emocional serio.
En el niño mayor, el insomnio grave entra dentro del marco de las neurosis o de
las perturbaciones de la personalidad.
En la adolescencia, el insomnio, puede ser la manifestación de una perturbación
importante. Más comúnmente, la necesidad de originalidad del adolescente se ejerce
con el ritmo incoherente de los adormecimientos tardíos y de los despertares en la
cama que se hacen interminables. El insomnio también puede ser la consecuencia de
una excitación por hipcractividad intelectual, deportiva, e incluso a veces voluntaria
con anfetaminas (L. Kreisler).
Desde el punto de vista terapéutico, a veces unos sencillos consejos a la familia
pueden ser suficientes. En otros casos es necesario una psicoterapia al padre o a la
madre. El prescribir medicamentos (tranquilizantes relajadores antes que barbitú-
ricos) es a veces indispensable, pero no hay que olvidar que la mayoría de los medi
camentos pueden tener efectos paradójicos, llevar a situaciones de dependencia y
producir una agravación de los problemas para los que habían sido prescritos.
2.° Somnolencia y narcolepsia.— La somnolencia es frecuente en el niño acom
pañado a ciertas afecciones tóxicas o infecciosas generales y del sistema nervioso
central, hipertensión endocraneana y sobre todo tumoral. En estos casos vemos
distintos grados de vigilia que van desde la simple somnolencia al coma.
La narcolepsia no puede confundirse con la hipersomnia; se trata más bien de una
dis-somnia (Guilleminault). El término de narcolepsia esconde diferentes síndromes:
la narcolepsia idiopática o primaria que a su vez se ha dividido en dos formas, una
del tipo de “sueño paradójico” , la otra de tipo de “sueño lento” ; la narcolepsia
secundaria (postcncefalitica o postraumática).
168 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Los miedos, según L. B. Ames, son diferentes según la edad. Comienzan entre los
dos años y medio y los tres, y se mantienen hasta los cinco, o más; el niño pide
tener la luz encendida, aun cuando a veces se contenta con apagar, pero teniendo un
interruptor al alcance de la mano. Hacia los tres años y medio tendrá tal vez miedo
de ver animalitos en la cama, mientras que a los cinco años y medio creerá ver ani
ma lés~salvajes- érriainíN tacróiiniacÍa- 16s“sé¡s~^espec¡alm'entc^as~ninas=“tenren~que-
alguien se oculte bajo la cama; hacia los siete tal vez tenga miedo a las sombras, que
le parecerán espías o fantasmas, y quizá crea que hay ladrones escondidos en el
armario. Suelen ser miedos pasajeros, que desaparecen en seguida si los padres saben
ayudarle a superarlos con su presencia y sugestión.
Los rituales de adormecimiento se crean entre los dos y los tres años y medio. A
veces llegan a ser un auténtico ceremonial: el niño exige que la madre esté presente
en determinado lugar, que se quede junto a él un rato después de haber apagado la
luz y que le acunen antes de dormirse. Con la preparación del sueño suele darse la
succión del pulgar, cosa que ya ocurre al disminuir el número de comidas al segundo
mes, y puede llegar a ser indispensable para que pueda dormirse. En vez de chuparse
el dedo pulgar, o después de hacerlo, unos hacen ruido con la boca, con movi
mientos repetidos de los labios; otros necesitan tener una tela en la mano o restre
garla contra la cara, tela que ha de ser de cierta clase, con cierto olor, y que se
empeñan en no querer cambiar; otros se acarician la mejilla o la oreja con un
mechón de cabellos. Con el tiempo, querrá tener siempre a su lado su animal prefe
rido (el clásico osito de pcluche): lo acostará a su lado, lo apretará como algo vivo
que le reconforta y se pondrá violento cuando se lo quiten o lo pongan lejos. Son
ritos para conjurar la angustia, fórmulas mágicas para tranquilizarse, objetos que le
tranquilizan, “objetos de transición” que tienen gran importancia en su desarrollo.
Los juguetes-ángeles de la guardia (M. Vogl) le ayudarán a resolver un conflicto en
un determinado momento de su evolución. Después este mismo objeto perderá su
importancia y se convertirá en un simple hábito que acabará por desaparecer. Esta
conducta de tipo obsesivo se advierte preferentemente en niños cuyo Ego se desa
rrolla con lentitud; según H. Nágera, es el resultado de unos primeros temores del
EL SUEÑO 169
V. C O M PO R TA M IEN TO S PARTICULARES
O PATOLÓGICOS DEL SU EÑ O O D U R A N TE EL SUEÑO
uistingucn entre pesadillas y terror nocturno; finalmente otros asemejan las pesadillas a
los terrores nocturnos y los diferencian de los sueños de angustia.
Durante la pesadilla el niño hace algunos movimientos, gime y se despierta;
entonces es capaz de expresar su ansiedad y puede dejarse consolar fácilmente por los
padres o persistir en un determinado estado ansioso porque tiene miedo de volverse a
dormir.
Durante los terrores nocturnos, el niño, después de algunos pequeños gritos, se
levanta o se sienta en su cama, su cara está angustiada, grita, gesticula, se agita, hace
como si se defendiera, como si viviese una representación terrorífica; no reconoce a
las personas que le entornan pero reacciona más o menos a los intentos de recon
fortarle; cuando el terror se acaba el niño vuelve a dormirse. Cuando por la mañana
se despierta no recuerda nada del fenómeno que ha vivido. Los terrores pueden repe
tirse varias noches consecutivas y muy raramente en una misma noche. Cuando se
repiten, las crisis sucesivas tienen generalmente un horario fijo. A veces en los
mismos sujetos se dan “ terrores diurnos” (E. Still, citado por E. J. Anthony).
Las pesadillas son bastante frecuentes en los niños, los terrores nocturnos más
raros. Las familias pueden creer que las pesadillas son fenómenos normales o para
normales, mientras que los terrores nocturnos son considerados como fenómenos
patológicos. De entre las perturbaciones del sueño que se dan entre los 4 y los
14 años, los terrores nocturnos predominan entre los 4 y los 7 años, y las
pesadillas entre los 8 y los 10 (E. J. Anthony).
De hecho, existe una confusión en las definiciones concisas de pesadilla y terror
nocturno.
Para E. J. Anthony, J. E. Mack y otros muchos autores, la pesadilla parecería una
exageración del sueño de angustia; el niño puede concretar el contenido de un sueño
de angustia, cuya imagen es viva y reaL
Según H. Gastaut, la pesadilla del adulto está cerca del terror nocturno del niño;
se caracteriza por una descarga vegetativa masiva y, cuando tiene lugar el despertar
psíquico, lo que ocurre bastante frecuentemente, el sujeto nunca se acuerda del
sueño, pero siente una angustia terrible con sentimiento de opresión y de parálisis.
Bajo el término de pavor nocturno del niño, M. Sperling describe tres tipos de
perturbaciones: un tipo “psicótico” con hipermotilidad, comportamiento psicoti-
forme durante la crisis y amnesia retrógrada (terror nocturno de los otros autores);
un tipo “traumático” con inicio casi siempre después de un traumatismo agudo, con
sueño irregular, gritos, frecuente despertar, con la ansiedad de un sueño que repre
senta una repetición de la situación traumática original; un tipo “neurótico” , que se
caracteriza por pesadillas en las que el niño se despierta del todo, con angustia y un
recuerdo vivo y durable de los contenidos de los sueños.
Aunque se hayan podido considerar las pesadillas y los terrores nocturnos como
aspectos distintos, no obstante, ambos responden a unas manifestaciones de la angus
tia infantil y son la expresión de un conflicto interno no resuelto. En el caso del
sueño de angustia, como dice S. Freud, la función de “ guardián del sueño” que tiene
el ensueño fracasa, el ensueño se convierte antes en perturbador del sueño que en su
guardián.
Durante el sueño “sin-ensueño” (ondas lentas en el EEG), la actividad mental
persiste, según H. Gastaut, pero con un cierto carácter de memorización, y las repre
sentaciones mentales relacionadas con conflictos afectivos rechazadas, quizá las más
graves, se liberarían durante este sueño, durante el cual el sujeto no corre en abso
luto el peligro de ser consciente de ellas, y podrían conllevar una descarga ncurovege-
tativa y a veces, un despertar angustioso.
E L SU EÑ O 171
latorios considerados como una forma infantil de sonambulismo, mientras que otros
15 tenían terrores nocturnos acompañados de automatismos. Cuando se dieron estos
casos, en ninguno de ellos se diagnosticó una epilepsia. En el momento actual casi
todos los autores coinciden en señalar la no correlación entre epilepsia y dichas
manifestaciones. En los terrores es frecuente que se altere el E. E. G. -sobre una
base de 46, en 27 casos, según E. Kurth y otros, aparecieron alteraciones—. G. Heu-
yer y otros observan E. E. G. normales en muchos de estos casos, y en los que se
altera el E. E. G., suele ser demasiado impreciso para poder señalar una epilepsia. En
11 sonámbulos estudiados, A. Kales y otros observan 5 con E. E. G. anormal sin
manifiesto carácter epiléptico, aunque con un sistema nervioso inmaduro.
Tras estudiar el electroencefalograma de 100 individuos de 19 a 25 años con
persistencia de sonambulismo, C. André-Balisaux y R. Gonsette los dividen en tres
tipos:
—Los que tienen accesos benignos, sin anamnesis personal o familiar llamativa y
con E.E.G. negativo.
— Los de carácter hiperemotivo, con un E. E. G. con síndrome bioeléctrico de
hiperexcitabilidad cortical.
—Los que padecen un grave sonambulismo de carácter familiar con antecedentes
infecciosos o traumáticos y con un E. E. G. gravemente alterado.
Nivel del sueño y perturbaciones del sueño.- Según H. Gastaut y cois., el tenor nocturno es un
fenómeno aberrante del sueño profundo que aparece durante las fases clcctroencefalográficas más
lentas del sueño más profundo y se acompaña de una intensa reacción electroencefalográfica de
despertar; lo mismo ocurre con la pesadilla, en el sentido que la entiende este autor. El sonambu
lismo aparece durante el sueño electroencefalográGco más lento (fases III y sobre todo IV), y se
acompaña de un aligeramiento importante y prolongado de la fase hípnica en curso que, por
^ejemplo pasa a la tase 1“A,' y no desemboca emun despertar cspontáneo. Por lo tantopni uno ni
otro de estos fenómenos dependen del sueño. I’or lo que respecta a ciertos fenómenos epilépticos
nocturnos (episodios psicomotores con conducta aterrorizada o deambulación automática y pérdi
das de orina que exccpcionalmente pueden acompañar a una crisis epiléptica nocturna), pueden
diferenciarse fácilmente de la pesadilla, terror nocturno, enuresis, sonambulismo, que nunca son
epilépticos, gracias al contenido clínico y electroencefalográfico. Según las investigaciones de estos
mismos autores, el sueño es uno de los activadores de las descargas epilépticas criticas, pero puede
ser un activador especialmente eficaz de las descargas epilépticas intercríticas; de todas maneras hay
que saber que, desde el punto de vista práctico, la activación hípnica no es más específica que las
otras formas de activación normalmente utilizadas.
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v .ír ,-: \
CAPITULO VII
LA ESFERA
OROALIMENTICIA
(SU O R G A N IZA CIÓ N Y ALTERACIONES)
Las zonas que rodean el orificio bucal, especialmente labios, mucosas inlrabucales y lengua,
tienen una representación cortical sumamente extensa. El homúnculo de Penfield nos indica la
importancia de su representación frente a zonas relacionadas con otras partes del cuerpo.________
La actividad motora de la zona del orificio y circundantes, así como la sensibilidad de sus
mucosas dependen de la región bulboprotuberancial, de los nervios facial, hipogloso y trigémico.
Entre la representación cortical y la periférica existen sistemas intermedios de capital impor
tancia para la alimentación oral. Los más recientes experimentos señalan la importancia de las
regiones lupotalámicas y rinencefálicas. Se han observado importantísimas alteraciones de la acti
vidad oral tras practicar una ablación lateral en el rincncéfalo en regiones que interesan los núcleos
de las amígdalas, la corteza piriforme y el sector rostral del hipocampo (H. Klüver y P. C. Buey,
L. Schreiner y A. Kling, J. D. Green). Estos fenómenos se observan en el gato y en el perro.
Los gatos privados de rincncéfalo y estudiados por L. Schreiner y A. Kling muestran importantes
cambios en su conducta. Se sienten muy atraídos por cuantos objetos -animados o inanimados,
agradables o peligrosos- caen en su campo visual. Se aproximan lentamente a los más diversos
objetos, los observan atentamente, los huelen y exploran reiteradamente con las patas y la boca,
pero en seguida se desinteresan; van de uno a otro como a empujones. Buscan el contacto físico
directo con otros animales, incluso de especies diferentes, y con el observador.
Experimentando la excitación eléctrica y química dé la región de las amígdalas (P. D. McLean y
J. M. Delgado, II. Gastaut y otros varios autores) provocan complejas series de automatismos oroe-
mocionales y oroalimcnticios (movimientos rítmicos de lamido, masticación, deglución o regurgi
tación de husroeamiento). Van acompañados dichos actos de fenómenos de vocalización, de reac
ciones orientatorias y de una conducta que recuerda el ataque y la defensa.
Los estímulos eléctricos subcorticales de W. R. Hess ocasionan en el gato automatismos artifi
ciales bastante parecidos a los actos observados al estimular las amígdalas. Estimulando las áreas
septales y la región hipotalámica anterior se logra que el animal “huela”, cosa que recuerda la
búsqueda de alimento. Estimulando el núcleo talámico ventromediano, la región septal y las regio
nes anteriores del tálamo se produce la “regurgitación” . Estimulando la zona comprendida entre el
hipotálamo posterior (cuerpo mamilar-fómix) hasta el tegmento mescnccfálico se producen “reac
ciones iterativas de morder y gruñir” (bulimia de Hess), actos que recuerdan el fenómeno de oral
compulsiva behavior, que aparece tras la ablación de ambas amígdalas.
178 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Parece observarse alteraciones en la acción oral animal en focos muy localizados que interesan la
región de las amígdalas y la zona septal e hipotalámica posterior. De paso interesa subrayar que los
estudios electrofisiológicos de P. GIoor localizan ambos “campos de proyección primaria" de la
amígdala en las zonas septales y a la altura del tegmentum mcsencefálico.
La experimentación animal lia permitido observar alteraciones de la conducta que obedecen a
dos tipos de fenómenos: automatismos oroalimcnticios con rítmicos movimientos de lamido, masti
cación de deglución por una parte, y por otra, con una manera de tratar de conocer los objetos
que constituye una relación oral. Tal investigación no es una simple reacción de orientación; a
veces va acompañada de una instintiva reacción de apropiación y destrucción del objeto cuya
naturaleza no siempre es específica.
«•- Desde este momento, como señala R. Spitz, la conducta infantil ante el pecho
materno pasa por diversas fases:
—A los ocho días el niño responde a señales que son las de la sensibilidad pro
funda y del equilibrio. Al cogerlo en brazos para tetar vuelve la cabeza hacia el
pecho de la persona -ta n to da que sea hombre como m ujer- que le tiene en brazos.
No ocurre así colocándolo en posición vertical. Así sucede con los niños de nuestra
civilización occidental. Quizá los niños de Bali que maman de pie giran la cabeza al
ponerlos de pie, y no —como los occidentales-, en. posición horizontal.
—Hasta el segundo mes de vida el niño sólo conoce la señal de la comida cuando
tiene hambre.
• - Cuando va a cumplir los tres meses reacciona ante la presencia del adulto que se
le acerca al llorar porque tiene hambre. Deja de gimotear, abre la boca y adelanta los
labios, cosa que sólo hace cuando está esperando mamar. En ese momento responde
a un estímulo externo, en función de una simple percepción interoceptiva nacida por
un impulso inhabitual.
Poco después el niño fijará ya su mirada en los ojos matemos mientras mama. El
objeto que le satisface y la persona que lé consigue su satisfacción están íntimamente
unidos.
—Hacia los tres meses el niño reacciona al tomar el biberón con cambios motores
o movimientos de succión.
A. Freud distingue dos satisfacciones distintas: la satisfacción de saciar el apetito
y la satisfacción erótica oral. En cuanto al hambre, en la fase narcisista el recién
nacido oscila entre la tensión del hambre y la tensión satisfactoria. Posteriormente la
búsqueda de satisfacciones comenzará a tornarse hacia la comida, también fuente de
placer. En la fase objetal llevará a su afecto hacia la madre que le proporciona el
x— Se considera que tanto el niño como el animal recién nacido poseen desde el
primer momento los elementos necesarios para comportarse de una manera deter
minada ante el alimento. Son de dos tipos: unos instintivos, naturales y no condi
cionados, y otros adquiridos, dados por la educación y condicionados.
—^Habría que distinguir hambre y apetito. El hambre (R. Debré y otros) es un
estado somático provocado por la privación de alimento y que desaparece por la
ingestión de comida. Puede ir unida a la libre privación de un alimento especial y
—saciarse al tomarlo. El apetito es un estado consciente caracterizado por el deseo de
comer, estrechamente condicionado por una experiencia anterior y provocado por el
gusto de una comida concreta. La regulación nerviosa de la sed se efectúa en un
centro hipotalámico. La lesión de este centro produce la diabetes insípida.
Al igual que existe un hambre electiva, existe también una multiforme sed elec
tiva, según demuestran R. Debré y otros. Algunos recién nacidos gravemente deshi
dratados parecen no querer tomar líquido por la boca; en realidad se les puede rehi
dratar fácilmente por dicho conducto eligiendo cuidadosamente la solución. Vemos
recién nacidos que tienden a coger soluciones puras de cloruro sódico, bicarbonato
sódico, glucosa e incluso lactato potásicó, que parecen guardar una relación con las
alteraciones del equilibrio iónico del plasma sanguíneo.
C. Davis hizo una interesante experiencia (sobre una base de 36.000 comidas
libres), demostrando que el pequeño, una vez destetado, sabe elegir un régimen
perfectamente equilibrado. Se les estudia un tiempo en su actitud hacia alimentos
simples. De este modo se advierte que inicialmcntc sus gustos se limitan a dos o tres
alimentos, para hacerse más amplios con el tiempo y finalmente llegan a un perfecto
equilibrio de hidratos de carbono, grasas, proteínas, vitaminas, sales minerales, etc.
La elección de sus alimentos es la expresión directa de sus necesidades.
Dar el alimento a un niño no es un simple acto nutritivo, darle algo por vía oral,
sino una entrega por parte de la madre de sí misma, no sólo por el pecho que da,
sino por su actitud. Las mejores madres son las mejores nodrizas. En el tetar el niño
LA ESFERA OROALIMENTICIA 183
A. - ANOREXIA MENTAL
1 ° Cuadro clínico
cara, donde se forman arrugas; los pechos enflaquecen; tales jovencilas semejan muje
res de edad avanzada. Una amenorrea muchas veces primitiva se mantendrá mientras
dure la enfermedad, hasta aumentar de peso: trastornos de la piel y de las faneras
(se seca y se arruga la piel, se parte el cabello, las extremidades se enfrían y hay una
cianosis muy notable); alteraciones digestivas (lengua saburral, constipación perma
nente, que no cede ante los laxantes): bradicardia c hipotensión arterial.
Los exámenes de laboratorio muestran un descenso del metabolismo de base,
aumento del colesterol de la sangre, hipoglucemia y un aplanamiento de la curva
hiperglucémica, aumento de la sensibilidad a la insulina y anemia con disminución
del índice de hemoglobina. Hay insuficiencia oválica con frotis vaginales atróficos y
disminución de las células acidófilas. La eliminación de la F. S. H. disminuye en dos
tercios. J. Decóurt y J. P. Michard observan una notable disminución de todos los
esteroides de origen gonádico y que se mantienen o aumentan los 17-cctosteroides.
Para M. Bleuler, la eliminación de los 17-cetosteroides disminuye.
La representación que nos podemos hacer de la organización de la anoréxica es
completamente distinta según se insista como han hecho un determinado número de
autores clásicos sobre el problema de la caquexia o que por el contrario se admita
que la ausencia de hambre es el fenómeno esencial. Es cierto que la caquexia es un
síntoma capital en sí mismo, biológicamente hablando. Asimismo también es cierto
que la falta de apetito puede presentarse en un momento de la evolución de la enfer
medad, pero existe al principio una auténtica ausencia del deseo de alimentarse o las
sensaciones de hambre se reprimen. Sabemos, efectivamente, que la anorexia mental
puede ir emparejada con accesos de bulimia y que puede evidenciarse la existencia
de fantasías alimenticias en las anoréxicas.
Con el tiempo, las hipótesis patogénicas han ido evolucionando. Los primeros
autores que aislaron el síndrome lo consideraron de origen mental.
En 1914 (tras la descripción por parte de M. Simmonds del síndrome que lleva su
nombre y que se caracteriza por una progresiva caquexia de origen hipofisario),
muchos autores creyeron que la anorexia mental tenía su origen en anteriores tras
tornos hipofisarios. Otros, al no hallar lesiones anatómicas, piensan en una incierta
insuficiencia antehipofisaria. Otros creen que convenía buscar en las anorexias de
tipo psíquico un substrato constitucional (debilidad hipofisaria) y un trastorno deter
minante (la prolongada infraalimcntación).
Es indudable que en las anorexias mentales existe una sintomatología endocrina,
aunque sea causada por el trastorno principal que viene a ser la falta de elementos
nutritivos. La anorexia mental no mejora con tratamientos endocrinos o antehipofi-
sarios especiales; puede modificarse separándolas del ambiente familiar mediante un
tratamiento psicotcrápico. La anorexia mental, por consiguiente, se opone a la en
fermedad de Simmonds (caquexia por necrosis de la antehipófisis), al síndrome de
Sheehan (caquexia por necrosis aguda de la antehipófisis, generalmente consecuencia
de una isquemia), y a la poliesclerosis glandular de Falta, aun cuando secundaria
mente abarque un fenómeno hipofisario irreversible en casos de prolongada no-ali-
mentación.
También se ha propuesto una hipótesis hipotalámica. Son conocidos los adelgaza
mientos postcncefalíticos, los síndromes caquécticos subsiguientes a tumores del
tercer ventrículo (en 1939 dimos cuenta de un caso juntamente con J. Lhermitc,
LA ESFERA OR OA LIMENTICIA 189
T. de Martel y J. M. Guillaumc). Ciertos autores, sin admitir una lesión del tercer
ventrículo, suponen la existencia de cambios funcionales hipotalámicos que pudieran
explicar en forma global el factor constitucional, los trastornos de necesidades ali
menticias y el adelgazamiento.
3 ° Etiopatogenia
dice E. Kestembcrg, sus diferencias con ellas son mucho mayores, y consta de una
serie de cualidades específicas que los conocimientos teóricos que poseemos sobre
esas entidades no consiguen explicar o sólo pueden hacerlo deficientemente.
Otros autores consideran que pueden abocar a un síndrome anoréxico personas
que presentan estructuras muy diferentes: obsesiva, fóbica (dismorfestesia o dismor-
fofobia, véase pág. 355), histérica, prepsicótica (J. Carrier, J. Laboucarié y cois.,
K. Tolstrup, etc.), o de defensa frente a la psicosis. Las características que conlleva el
aspecto nutritivo y la estructura que adquiere la anorexia misma responden quizás a
unas patogenias que no son necesariamente univocas!
Otros describen formas “ obsesivas” , “histéricas” o de etiologías mixtas que
podrían diferenciarse desde un punto de vista clínico relativamente conciso.
De hecho, el problema debe colocarse dentro' del marco de la desorganización
oroalimenticia en cuanto función-realización y de la utilización de las investiduras y
las dcsinvestiduras de esta función. A veces responde a unas necesidades que son no
sólo nutritivas, sino que se sitúan bajo el ángulo más general de las investiduras o
desinvestiduras corporales. La anoréxica mental valora la alimentación o la vivencia
corporal y el entorno desempeña un papel más o menos importante en la fijación del
síndrome, según su actitud y el valor que se lé otorga.
Según el trabajo de Ph. Bourgcois, de la interpretación del test de Rorschach,
(según Fischer y Cleveland), y de la vivencia corporal de las anoréxicas, se desprende
que estas pacientes presentan unos límites corporales desvaídos, mal definidos, frági
les y deformes, lo que las hace especialmente vulnerables; el resultado de ello es que
los limites entre mundo interior y mundo exterior están mal definidos.
4 ° Aspectos psicodinámicos
como aparece en las fantasías imaginarias de la anoréxica. Estos fantasmas serían por
tanto, la expresión del temor a ser fecundada; la obesidad simbolizaría el embara
zo o incluso confundiéndose con el embarazo, debido éste a un exceso de alimen
tación y donde el nacimiento sería una especie de exoneración. El problema puede
centrarse a veces en un plano mucho más primitivo: incorporación del seno, objeto
ambivalente benéfico y maléfico. Es en la lucha maniquea entre la incorporación y el
rechazo donde se encuentran a veces las bases primitivas de la anorexia, implicando
“el comer” la asimilación y la destrucción simultáneamente..
Es posible que estas dos últimas formas sean disociables, solo aparentemente y
que respondan a diversos tipos de organización de la personalidad. Lo que aparen
temente las hace hasta cierto punto comunes, es la reviviscencia; en la época de la
adolescencia (época durante la cual las modificaciones morfológicas y el despertar
sexual hacen posible la reviviscencia), de estructuras muy primitivas que hasta enton
ces habian estado compensadas.
Según H. Thomá, la pubertad le confiere a la enfermedad una nota especial; el
aspecto y el síntoma dependerán de la calidad y cantidad del contenido inconsciente
que amenaza al Yo, así como de la elección de mecanismos defensivos que entran en
juego. Considera que el problema no radica en el instinto, sino en los impulsos. El
comportamiento de las pacientes con su madre manifiesta plenamente una ambiva
lencia oral, ambivalencia deformada por mecanismos defensivos conducentes a una
especial deformación del Yo, deformación que cabe atribuir a la regresión del Yo al
estadio de satisfacción alucinatoria. Las anoréxicas apenas si parecen preocuparse de
la destrucción de su propio cuerpo, como si pudieran vivir autárquicamente por sí
mismas. Al depender pasivamente el Yo del hambre se producen reacciones defen-
sivas, ya que el niño se da cuenta de estar dependiendo de la naturaleza de su propio
cuerpo y de quienes le rodean. El anoréxico teme la fuerza de los impulsos y tam
bién a la realidad. El temor de satisfacer el apetito parece mayor que el de morir de
hambre. Al convertirse la madurez sexual en realidad psíquica se produce una impor
tante crisis intrapsíquica debido a la no concordancia entre el Yo ideal y el Yo cor
poral. Las representaciones del esquema corporal y del Yo ideal femenino se
asemejan a las de un muchacho, y la contradicción entre el ansiado ideal y el hecho
del desarrollo femenino hace que se tema el convertirse en persona adulta. Al deseo
de ser un muchacho le sigue el deseo de ser pura y asexuada; la anorexia es un
autocastigo, y el hecho de disminuir la fuerza acarrea nuevos sentimientos de culpa
bilidad, y de ahí la necesidad de reaccionar con una febril hiperactividad. El anoré
xico mental no sólo teme incorporarse por vía oral, sino incluso la proximidad emo
cional, la ternura, el contacto físico y cuanto significa tomar y recibir. El cuerpo es
el objetivo de tendencias agresivas y eróticas a un tiempo, y las cualidades femeninas
son incompatibles con el ideal del Yo. Un proceso parcial o un contenido incons
ciente aislado podrá percibir toda la angustia, por ejemplo, desplazándose, la angustia
que supone la fecundación, a la receptividad oral, lo cual es combatido por la
anorexia. Para H. Thoma, la anorexia mental es la manifestación de un trastorno de
los impulsos, y la ambivalencia oral es el origen de la sintomatología.
Para M. Selvini-Palazzoli, rechazar la satisfacción oral, el hambre, significa adquirir
seguridad y poder, siendo sentida la satisfacción oral como incompatible con la ncce-,
sidad de seguridad y de ser autónomo y poderoso; el cuerpo es algo inaceptable,
culpable y concreto portador de la pasividad psíquica que siente la persona enferma.
Debido a su sentimiento de impotencia, se siente incapaz de probar su poder en
relaciones interpersonales, lo que le hace ocuparse plenamente en una relación intra-
personal con su propio cuerpo. Para ella la anorexia significa un entrenamiento que
192 LA ESFERA OROAUMENTICIA
en su totalidad, es objeto y sujeto del deseo bajo la forma de una imagen idealizada.
La erotización del hambre y la negación del cuerpo aparecen como la expresión del
masoquismo primario y afirmación de inmortalidad. La configuración edipica aparece
como difuminada y lo que prevalece económicamente es la imposibilidad de afrontar
la angustia de castración. E. y J. Kestemberg, y S. Decobert concluyen su obra inten
tando “elaborar una formulación concisa que reúna los elementos esenciales cuya
sola concomitancia defina la especificidad de la anorexia mental. Esta organización
especial parece realmente una megalomanía secreta actuante constantemente desde
detrás del estado lastimoso del cuerpo maltratado, cuyo placer se concentra en la
embriaguez muda del hambre buscada, perseguida y reencontrada, pero se ramifica
también en el vértigo de la dominación “de la bota por el caballero” , (siendo el
“animal” el cuerpo y sus necesidades, dominadas por el sujeto) y de todos aquellos
que, equivocados creyendo dirigirse al “ caballero” dan la impresión de interesarse
sólo por el “animal” .'
“ Están presentes y actuantes simultáneamente:
— una vivencia arcaica de fusión rechazado por la megalomanía, y el rechazo del
cuerpo que este rechazo exige;
—la satisfacción perversa hallada en este rechazo y el manejo de los demás inhe
rente a ello;
—el placer encontrado dentro del cuerpo, en el hambre misma, tras la desviación
la molricidad y del pensamiento por el funcionamiento “ desencantado” .
Numerosos autores han insistido en los componentes depresivos de la anorexia
mental. M. Boos considera que en toda anomalía se encuentra una negación, “ puede
ser por ejemplo, que la actitud de huelga hacia la vida corporal y terrestre se subleve
únicamente contra un “tener que ser” en un medio determinado y especialmente
insoportabler~A veces, en-cambiorla rebelión apunta-contra-el tener-quevivir-ñúoo
en su totalidad, aunque fuera en el mejor de los mundos terrestres”. Como dice
V. von Weizsácker, “el no comer nada no significa más que no querer vivir, y el no
poder-querer tomar alimentos debe interpretarse también como no poder-querer
seguir viviendo” . Para M. Selvini-Palazzoli no se observan nunca en las anoréxicas
deseos conscientes o inconscientes de suicidio y no se puede hablar de verdadera
depresión. Estas enfermas no suprimen del todo el alimento como los psicóticos, lo
reducen de forma absurda y juegan con la muerte como los niños que la conciben
como un juego en el que uno se esconde, comportándose con su cuerpo de forma
mágica, sin contacto con la realidad. Se observan en ellas la alternativa entre la
victoria sobre su instinto bruto y la negación de este instinto, pero aunque a veces
sucumban ante la necesidad, han optado de una vez por todas por la “ desencar
nación”. Esta desencarnación no es la muerte, es una rebelión contra la muerte, al
sobrepasar la corporeidad corruptible. Para E. Kestemberg, se diferencian de Ophelia
en que ellas no se suicidan, mueren sacrificándose a su fantasma de inmortalidad
intrínseca.
Si bien desde hace mucho tiempo se afirma que la anorexia mental se desarrolla
en unos medios especiales, H. Bruch y M. Selvini-Palazzoli, han abordado la cuestión
de una forma más profunda.
1. “De la botte par le cavalier": en el sentido de que lo superior domina a lo inferior (N. del T.j.
194 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
H. Brucli plantea así el problema: ¿Bajo que condiciones y en qué tipo de marco
familiar puede aparecer un fenómeno tan contradictorio, de rendimiento perfeccio
nista para un marco dado determinado y de impotencia paralizante ante la respon
sabilidad y la independencia? Las madres son generalmente mujeres que lian triun
fado en la vida o mujeres de profesión liberal frustradas en sus aspiraciones y que
suelen ser concienzudas en su realización del “ matemaje”. En muchos aspectos,
parecen ser las criadas de sus maridos, pero en realidad no les respetan verdadera
mente. Su necesidad de tener una vida perfecta domina la vida familiar y es
impuesta a las pacientes, incluyendo el control absoluto.de sus funciones corporales
y de los cstándars de rendimiento. El padre, a pesar de un éxito social, y financiero
que a menudo es considerable, en algún sentido se sienten en un segundo plano.
Están enormemente preocupados de las apariencias exteriores en el sentido físico del
término, admiran la belleza y las buenas formas. Ellos también, esperan de sus hijos
un comportamiento conveniente y triunfos importantes. Estas familias no muestran
signos dramáticos de división. Sin embargo fracasan en la. transmisión de un senti
miento adecuado de eficacia al hijo. El análisis del pattern transacclonal entre padre
e hijo muestra que éste se realiza a través de unos medios sutiles de falta de conside
ración de los signos que emanan del niño, en lo que hace referencia a sus necesi
dades, e imponiendo los cuidados que garanticen un desarrollo aparentemente
normal en el sentido de la madre. No obstante, la privación de la secuencia regular:
disconfort resentido, señal, respuesta apropiada, y satisfacción resentida, ejerce una
profunda dislocación de un aprendizaje esencial precoz, teniendo como resultado una
conciencia perturbada del funcionamiento corporal y una defectuosa concepción del
cuerpo. Este pattern transaccional, según H. Bruch, no es específico de la anorexia
mental, es la matriz sobre la cual se desarrolla, como última manifestación después
del fracaso de otros esiuerzos para realizar unaridentidad~autónoma.------------------------
En los últimos años, M. Selvini-Palazzoli ha estudiado la familia de la anoréxica
considerándola como un todo estructural de interacciones patológicas, y que cree
poder describir asi:
— Fijación de la madre en un plano homosexual latente. Por el mismo hecho; el
padre tiene unas tendencias pasivas profundas que pueden estar enmascaradas por
unos mecanismos contrafóbicos. A menudo presenta una estructura de carácter obse
sivo.
— Relación sadomasoquista entre los padres. Es corriente observar una conducta
sádica más aparente en el padre, mientras que la madre sabe ejercer su influencia
“ bajo mano”, y consigue ser intensamente constratadora, a pesar de su actitud de
aparente sumisión.
—La enferma está sometida a las necesidades de la madre e imposibilitada de
toda relación con el padre que,, por su parte acepta y refuerza este aislamiento.
— El sistema así establecido impide que la enferma se diferencie de la madre y
consiga elaborar una experiencia edípica sólida. M. Selvini-Palazzoli insiste también
en que ninguno de los padres se ha liberado suficientemente de los lazos que los
unen a su familia original: el marido se ha casado con una imagen materna ideali
zada, de carácter oral, obsequiosa, capaz, protectora, desprovista de identidad o de
necesidades propias. Cada vez que observa un aspecto de la personalidad de su mujer
que no encaja en su marco fantasmático, se siente abandonado, incomprendido,
tratado injustamente. La mujer ve en su marido bastantes de las características
aborrecibles de su propia madre: mujer exigente, exageradamente critica, posesiva y
fuerte, con la que ha tenido una relación estrecha hecha de esclavitúd, de culpabi
lidad y de hostilidad. Muy pronto, la madre insatisfecha y desgraciada, establece a su
LA ESFERA OR OA LIMENTICÍA 195
vez con su hija las mismas relaciones que había tenido con su madre y la hija esco
gida está inconscientemente destinada a consolar a su madre, debe ser obediente, sin
caprichos o problemas que sean personales.
Los padres de anoréxicas tienen, según E. y J. Kestemberg y S. Decobert ciertas
características comunes. La “matemización” del padre es a su parecer uno de los
rasgos importantes. La figura del padre se organiza mucho más como un objeto de la
madre que como la autoridad suprema; se deja llevar inconscientemente por su anti-
Edipo en la creencia de que así asegura a su mujer una protección contra su hija. Las
madres aparecen en conjunto como unas personalidades ligeramente ansiosas, sin que
pueda hablarse de organización fóbica caracterizada, ni siquiera de organización
caracterial específica. En cambio, a menudo, parece como si, en algún sentido,
hubiesen sacrificado una parte de ellas mismas a la familia y a sus hijos. Son mujeres
que tienen tendencia a pasar a segundo plano c incluso a alcanzar su plenitud de esta
forma y, que vivirán la “ enfermedad” de su hija como un fracaso e intentaran repa
rarlo constantemente. Se establece asi una discordancia dramática entre los adoles
centes que se viven como inmortales en su anórexia y las madres que les viven como
si se fueran a morir constantemente.
El rechazo de la alimentación adquiere para los padres un cariz de gravedad y de
catástrofe frente al cual, agredidos, heridos y muy inquietos, se reorganizan cada uno
en la célula familiar. Se instaura en la familia un modus vivendi hecho de exigencias
recíprocas de la niña y de los padres, encontrándose todos ellos cogidos en ese juego
manipulativo, sin que sea fácil dilucidar con precisión cómo ha empezado y quién lo
ha inducido, los padres o la niña. La niña que hasta entonces evolucionaba bastante
bien, obediente, demasiado obediente, teniendo con sus congéneres unos contactos
fugaces y superficiales, a veces algo mimada, casi siempre admirada, se convierte en
una^igresora-poniendo peligrosamente en-cuestión la-catarsis_narcisista_áe_ia_que_es
el objeto; pasando de ser una prueba de éxito a ser la prueba de la impotencia de los
padres, o sea de su “maldad” .
Para K. Tolstrup, el cuadro familiar, tal como se le presenta al observador
exterior, no es, sin embargo, patrimonio exclusivo de las enfermas de anorexia
mental; se puede ver en casos de niños con otros tipos de neurosis, y por el contra
rio, se pueden ver constelaciones familiares de tipos muy distintos en casos típicos
de anorexia mental.
tica los resultados sintomáticos son más o menos duraderos y más o menos artificia
les. Hay autores que creen se establece mejor pronóstico en anoréxicos con indicios
de personalidad histérica que en los esquizoides o compulsivos.
J. Cremerius, sobre la base de la evolución de 19 casos de anoréxicos con catam-
nesis de 15 a 18 años, cree incierto el pronóstico y considera dudoso el resultado
terapéutico. Estima que las diferencias que ofrece la literatura médica se deben a la
falta de homogeneidad de los grupos de pacientes estudiados por los diversos auto
res. No ve correlación alguna entre personalidad premórbida, evolución, terapéutica y
pronóstico, (De paso, señalemos que en los casos que nos ocupan no se ha trabajado
con una psicoterapia analítica.).
De hecho, no basta un aumento de peso, ni siquiera un cambio en las preocupa
ciones con respecto a la comida para dar por válida una curación. Hay quien cree
que la anoréxica no recobra su equilibrio mientras no desaparece su amenorrea. Las
reglas pueden tardar en reaparecer, pero la curación será total únicamente cuando la
personalidad del adolescente o de la muchacha haya cambiado no sólo en cuanto a
las particularidades de su manera de proceder ante la comida y sus naturales conse
cuencias, sino especialmente cuando haya obtenido suficiente movilidad en sus rela
ciones afectivas y haya visto comprometida su identidad con ciertas experiencias:
dando y los delgados siguen delgados; los autores han explicado estos hechos por la existencia de
una multiplicación de células grasas por sobrealimentación precoz, y que éste número elevado de
adipocitos parece que crea una tendencia a la obesidad que durará toda la vida; estos autores han
podido demostrar mediante unas biopsias que unos niños obesos de dos años de edad tenían un
número doble, de adipocitos por termino medio, que los niños “normales” de la misma edad,
pudiendo influir en ello la herencia o la sobrealimentación. Finalmente, H. Bruch ha puesto de
relieve un error en las transacciones precoces comportando un aprendizaje defectuoso: la madre
tendría tendencia a dar respuestas “inadecuadas" al niño, a imponer al niño lo que debe ser o
sentir, sin una consideración real de las necesidades del niño, y a interpretar todo malestar como
una necesidad de alimento. Por otra parte, unos psicólogos expcriinentalistas (S. Schachter)~han
demostrado la existencia en los obesos de una hiperrcactividad a los estímulos externos y un
déficit de control de los estímulos intemos que reflejan sus necesidades fisiológicas.
Los primeros estudios de H. Bruch sobre la obesidad del niño (en los años 30) '
llegaron a la descripción de un perfil especial del niño obeso y de su constelación
familiar; en 1970 reemprende su estudio por la misma línea aunque con algunas
modificaciones de interpretación, subrayando el abuso que los padres, hacen del
niño como compensación de las imperfecciones de su vida; desde el principio, la
energía de la madre parece ir dirigida hacia un cambiar al niño, a hacerlo a su
medida, deseo que se expresa por su modo- de ocuparse de sus necesidades cor
porales.
El niño obeso es un niño con cualquier nivel de inteligencia, pero que a menudo
presenta una mala adecuación emocional, sin que pueda describirse un tipo de perso
nalidad unívoco. H. Bruch, a partir del estudio de test proyectivos, descubre unas
perturbaciones en la representación de la imagen corporal, una confusión en la iden
tificación sexual, y en algunos casos unos rasgos de apariencia psicótica. Esto, natu-
r3lmcnte,-no-cs-sufirientc para explicar el mecanismo de la obesidad, ya que lo que
interesa es saber si la hiperfagia y la inactividad física están relacionadas no sólo con
la historia somática, sino también si lo están con una adaptación social pobre, con
una inmadurez emocional o con una maduración defectuosa, y conocer el valor que
adquiere la hiperfagia dentro de esta organización.
Por su parte, el niño cuyas otras necesidades están reprimidas, insatisfechas, reac
ciona con una demanda alimenticia creciente y un deseo de satisfacción inmediato;
el alimento, equivalente del amor, tiene un valor de compensación y de alivio; apa
rentemente sumiso, en realidad se convierte en un tirano que no soporta el rechazo.
Así, en los conflictos de la vida social, la hiperfagia puede ocupar el lugar de la
agresividad y el peso puede adquirir un valor simbólico; tiene miedo de perder su
fuerza adelgazando. La obesidad por lo tanto responde a un trastorno de la persona
lidad. El hecho de ser obeso tiene una gran importancia para este niño por cuanto
no ha encontrado solución a sus dificultades, sirviéndole la obesidad de “ pantalla”
para sus problemas. Este tipo de obeso se resiste a hacer régimen más que ningún
otro, y cuando se le impone, es fuente también de una gran tensión. De hecho, el
obeso sólo se curará cuando pueda seguir su tratamiento sin excesivo esfuerzo des
pués de la desaparición de los trastornos funcionales.
Lo que acabamos de exponer no es, naturalmente, más que una visión esquemá
tica de la descripción extraordinariamente rica de H. Bruch, que nos permite com
prender un cierto tipo de personalidad especial del niño obeso y captar el sentido
original de su forma de organización alimenticia que parece haber perdido. En su
monografía, H. Bruch (1957) responde a ciertas críticas que se le han hecho o que se
le pudieron hacer a sus anteriores trabajos (R. Laplane y cois.,) con respecto a la
selección de los casos, ya que no se puede aplicar una uniformidad descriptiva a
• 'O o n n * r v A u m í t IA
20 2 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
todos los casos de obesidad. De hecho, H. Bruch, no propone un único tipo, sino
tres tipos psicológicos:
—el obeso cuyo estado no depende de problemas emocionales;
—el obeso cuyo estado es consecuencia de una experiencia emocional traumática,
y en el cual la hiperfagia y la obesidad tienen la función de protegerlo de la angustia
y de la depresión;
—el obeso cuyo estado se caracteriza fundamentalmente por la imposibilidad de
poder soportar las frustraciones o por un retraso en la gratificación.
Por otra parte este autor no enfrenta su hipótesis psicodinámica a los mecanismos
generales neurocndocrinos, a través de los cuales se manifiesta la organización emo
cional, así como tampoco al factor herencia-medio. Cree que la obesidad responde a
unas formas de adaptación especiales; ciertos sujetos responden a unas dificultades
vitales con la hiperfagia-obesidad en vez de reaccionar con otra forma cualquiera
psicopatológica.
L. Kreisler admite que ciertos niños mayores o adolescentes que presentan un
cuadro psicopatológico se acercan al cuadro del “ pensamiento operativo” descrito
por algunos como característico de la enfermedad psicosomática.
Por otra parte, no podemos subestimar la importancia de las presiones sociales y
de sus efectos desfavorables sobre el psiquismo de los niños obesos, sobre la cual
insiste J. Mayer, que encuentra en niñas obesas unas características de la personali
dad típicas de las minorías étnicas y raciales sometidas a una discriminación intensa.
Nos parece extremadamente difícil no tener en cuenta los puntos de vista antes
expuestos al considerar el tratamiento de un niño obeso. El problema psicológico
siempre está presente, ya sea primario o secundario. Se encuentra tanto en el niño
como en los padres, y el médico. Para este último puede ser dcscorazonador el sentir
una-resistencia del-sujeto ante-el-tratamiento-prcscrito^tanto en-la csfcra de la_acti~
vidad psíquica como en la del régimen alimenticio, incluso con la ayuda de anoréxi-
cos, que sólo se pueden emplear con precaución y durante períodos cortos. Los
padres, por su parte, a veces se rebelan contra lo que ellos llaman la “falta de vo
luntad” del niño. Con respecto a esto último H. Bruch distingue acertadamente dos
tipos de obesos:
—los que, a excepción de su peso, son más o menos normales desde el punto de
vista psicopatológico y que a veces consiguen adelgazar y alcanzar un nivel ponderal
estable, a menos que el régimen que se les pide que sigan sea excesivo;
—los que sienten como nuevas frustraciones todas las imposiciones que le llegan
del exterior y que sólo pueden seguir el régimen si se acompaña de una psicoterapia
conjunta.
Únicamente un análisis de la personalidad del niño nos permitirá saber hasta qué
punto es necesaria una psicoterapia de apoyo o de comprehensión, o bien una psico
terapia profunda, siendo ésta última de manipulación difícil. Para H. Bruch, tiene
analogías con la que se propugna para la anorexia mental.
Según los estudios longitudinales de H. Bruch, una evaluación del desarrollo de
conjunto, de la curva del peso (su estabilidad y sus fluctuaciones antes que el grado
de exceso de peso), así como una evaluación de la madurez afectiva del niño y de
los problemas en las familias, permiten una predicción a largo plazo con un grado
bastante elevado de exactitud. Unos grados importantes de inactividad, especialmente
si están asociados a un aislamiento o a un retraimiento social, presagian una mala
evolución, así como un grado importante de ansiedad y de discordia dentro de la
familia, una-incapacidad de uno de los padres para permitir un desarrollo más libre
del niño hacia la independencia. H. Bruch también ha observado que cuanto más
LA ESFERA OROALIMENTICIA 203
C. - LA POLIDIPSIA
mucho sin haber sentido los retortijones del hambre en su estómago. Al abordar el
problema de la potomanía no hay que olvidar que en la alimentación infantil lo que
se llama hambre es, como se ha señalado acertadamente, hambre de líquido, siendo
la sed la primera tensión interna en el niño (R. Spitz). Creemos que la psicodinámica
de la sed merece un estudio más profundo.
D. - ABERRACIONES EN LA COMIDA
Además de la comida normal, hay niños que se llevan a la boca todo lo que
encuentran: papel, algodón, etc. Este fenómeno suele ocurrir en niños de 4 a 9
meses; disminuye su frecuencia al cumplir el año, pero puede prolongarse en los
niños mentalmente retrasados.
L. Kanncr señala que la pica2, o voluntaria absorción de sustancias no nutritivas
como jabón, tiza, carbón y tierra, existe en el niño de más tierna edad, y errónea
mente se la ha comparado con la geofagia propia de determinadas culturas y mujeres
encinta (consúltese el estudio de A. Saavcdra y M. Escobar); en la geofagia la per
versión del gusto es discriminatoria, cosa que no ocurre en el niño. Cuando dichas
aberraciones son episódicas y no discriminatorias en el niño, probablemente no serán
sino una investigación por vía bucal del entorno. Para F. K. Millican, y R. S. Lourie
(1969, 1970) han efectuado un importante estudio: una pica grave y prolongada,
incluso antes del año y medio, hace pensar en un estado psicopatológico y equivale a
una defensa contra la pérdida del objeto. Durante el segundo año el niño podrá iden
tificarse con la actividad oral de la madre; los citados autores afirman que el 63% de
madres de niños negros con pica también lo tenían ellas mismas. Con todo, pro-
siguen, la adopción por parte d é la madre de este procedercom odcfcnsafrcnte a la-
ansiedad, no basta para producir pica en el muchacho por sí sola, salvo cuando haya
una privación materna o paterna concomitante. En determinados casos el impulso
era una auténtica “ toxicomanía” , en sentido psicodinámico; la deformada satis
facción de los instintos se veía impelida por éstos a defenderse ante la seguridad
perdida; el componente psicopatológico es mucho mayor para los niños menores de
6 años, en quienes se advierte una defectuosa visión de la realidad, producto de una
lesión cerebral o un estado psicótico materno; los niños con pica solían tener además
otros problemas de carácter oral.
Varios autores señalan que diversos envenenamientos con plomo son consecuencia
de la pica.
En el primer año son muy raros la coprofagia y los juegos fecales. Se ha estu
diado la coprofagia en el adulto, y hay autores que, como es el caso de S. Arieti,
comparan este fenómeno regresivo en los esquizofrénicos con las actividades bucales
del mono cuando se le han extirpado los lóbulos temporales. El fenómeno es más
complejo en el niño. R. Spitz señala que la coprofagia aparece a finales del primer
año, en el paso de la fase oral a la fase anal. Las especiales circunstancias del estadio
en que ocurre la coprofagia hacen posible que el niño coprófago prefiera la materia
fecal en su proceder incorporativo. De los estudios del autor, en todos los casos
observados por él, las madres tenían una conducta hostilj inconsciente, frente a su
hijo. Es extraordinario el número de niños coprófagos que han sido maltratados por
su madre. Los niños coprófagos manifiestan estos síntomas orales al tener un afecto
deprimido, y hay una positiva y significativa correlación entre la depresión materna
2. Del latín pica, urraca, por el hábito omnívoro de esta ave. (N. del T.)
206 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
y los juegos fecales del niño. Para R. Spitz, los juegos fecales son una especie de
relación objetal, aun cuando sea patológica. En algunos de estos niños hay juegos
genitales antes de tomar cuerpo la coprofagia, lo que indica la existencia de rela
ciones- objétales relativamente normales antes de sufrir una perturbación. Si bien el
embadurnarse con suciedad es cosa bastante frecuente en el niño, la afición a la
materia fecal no es característica de la infancia sino —probablemente- tan sólo del
niño coprófago.
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•'i-- • - ■/ Á l W V - , . ■
CAPÍTULO VIII
LA ORGANIZACIÓN PSICOMOTRIZ
Y SUS PERTURBACIONES
I. — EV OLUCION D E LA M O TR ICID A D
Con este termino nos referimos a los aspectos de la motilidad infantil, que pre
sentan una concordancia entre una especial conducta motora y una manera de acti
vidad psíquica relativamente definida. Según los autores, los tipos psicomotores se
inscriben en el marco de formas subnormales de la conducta infantil (al margen de
una norma hipotética), ó en el marco de lo patológico. Sobre este particular H. Wa
llon escribe: “ Normalmente se considera el tipo como correspondiente a un ate
nuado grado sindrómico, al que está unido por una continua cadena de interme
diarios. Del síndrome al tipo media la misma distancia que de lo normal a lo pato
lógico.” Al estudiar , el estadio proyectivo, dice este autor: .“No es forzosamente
patológico este tipo de complexión psicomotora; una vez definido, se halla en grados
más o menos notables en personas que obran aparentemente con normalidad. Inter
viene entre los polos de constitución psicosoinática y los síndromes patológicos.”
Los principales síndromes psicológicos han sido descritos por A. Homburger,
M. Gourévitch y H. Wallon, partiendo de la patología, de la descripción del síndrome
de insuficiencia psicomotora, y el primero descrito fue el de E. Dupré (síndrome de
debilidad motora y mental). Estos .tipos tienen su razón, de ser en su especial motri-
cidad, según el grado de evolución y por el hecho de que el sistema psicomotor
corresponda a niveles evolutivos de carácter general o a características propias de
unas personas concretas. Por eso existe cierta ambigüedad entre la tipología psico
motora y el síndrome psicomotor, en el sentido patológico de la palabra.
Sobre una base fisiológica, M. Gourévitch distingue diferentes componentes
motores:
- “El componente cxtrapiramidal:~tono, TCgulación-dc-la-inervación-y denerva-
ción, tiempo-ritmos, movimientos automáticos (expresivos y defensivos), sincinesias,
etcétera.
— El componente piramidal: fuerza y energía de movimientos y precisión de di
versos elementos motores.
— El componente frontal: actividad motora, facilidad en movimientos simul
táneos, aptitud para la creación de fórmulas motoras.
— El componente corticoccrcbral: adaptación de movimientos en el espacio (di
rección y coordinación).
Dicha división corresponde a un concepto fisiológico establecido en función de
los conocimientos de patología y su valor es meramente negativo. Por lo demás,
corresponde en parte a especiales puntos patológicos del adulto, ya que, como dice
Lotmar, no debe olvidarse que “ cada etapa de la evolución cerebral, dependiente de
la progresiva maduración de nuevas células y conductos, requiere una nueva teoría
fisiopatológica”. Lesiones de idéntica naturaleza y nivel pueden producir síntomas
clínicos diversos según el momento en que se producen. Los trastornos del niño en
crecimiento raramente son de un solo tipo; es bastante característico su polimor
fismo, y según sus intrincaciones, los componentes motores y ciertos componentes
psicológicos o psicopatológicos pueden motivar síndromes diversos.
M. Gourévitch establece una lista de síndromes psicomotores, y a cada uno lo
bautiza con el nombre del primer autor que lo identificó: ha tratado de hacerlos
coincidir con una clasificación fisiológica (síndrome piramidal de E. Dupré, cortico-
proyectivo de H. Wallon, etc.).
H. Wallon admite la clasificación de M. Gourévitch, haciendo ciertas modifica
ciones; considera que a veces las relaciones son “ menos sencillas y directas, no tan
216 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
I :&■
No queremos volver sobre los trastornos descritos por R. Spitz por la privación de
afecto. Sabemos que en caso dé parcial carencia afectiva, a partir del tercer mes aparece
un retraso motor acompañado de expresión facial rígida. Si la privación de afecto se
prolonga el niño entra en la denominada por R. Spitz depresión anaclítica. .CuandoJa
carencia es total, los, trastornos motores .son considerables, los niños se muestran
completamente, pasivos, gimen en la cama, tienen cara inexpresiva, están.inm.óyiles__y
son incapaces.dc_.volversc.._Pasado .un t¡emp.Q»jd_moy¡micnto se manifiesta en.forma
ác^spasmus nutans.. Hacen extraños movimientos de dedos que recuerdan los movi
mientos .catatoniCQS.
En sus estudios sobre los estados de tensión ansiosa del recién nacido, M. Ribble
describe tres géneros de desórdenes1'psicomotores: hiperactividad crónica, hiperten
sión muscular y estupor con hipertonía muscular. Es muy raro que aparezca nada
más nacer; son más frecuentes al cabo de unos meses. Los-estados en tensión.s&jian,
según. M. Ribble,-en-niños .cuya madre se^gotó.en.los.últimos.mescs.deLembarazQ.o
sufrió perturbaciones emotivas;,en niños alimentados..artificialmente,. tanto si se les
ha_de&tetad.o„ya..en.la .prime)®..som.ana.Q.omo si ha sido después, pero bruscamente; en
niñQs J nsuficientcment.c aliment.ad.Qs.üos.que mamen demasiado poco) o a los,que se
impone ..una disciplina,,del .c.sfintér._antes, de. hpra.(p. ej„ en Jos niños prematuros).
Eiensa que la hipertonía muscular sigue a una tensión interna d e bases psicológicas y
en. relación.con.la asfixia, y„el .hambre. En la descripción que nos ofrece se demuestra
que la sedación del hipertono puede ocasionarse por una serie de maniobras que
nada tienen que ver con el hambre o la asfixia: baños tibios, caricias en la cara y la
cabeza, disminución de la luz, balanceos rítmicos. Como señala A. Hadji-Dimo, es
evidente que tales maniobras no están en relación con la nutrición y la respiración,
pero especialmente las dos últimas pruebas (disminución de la luz y del balanceo) no
pueden actuar, sino modificando el tono postural mediante el laberinto y la sensibi
lidad propioceptiva.
En .los primeros .años del desarrollo psicomotor normal del niño.se.obscrva cierto
qflmcro actos motores primitivos con .carácter_g.ejtérico,yjiug^us,Icri.Considerarse„
patológicos. Algunas de tales manifestaciones aparecen con un cierto ritmo y parecen
Iim¡tadas„por_la_.oscilación-de_un.circuito. _sensQrio-scns¡tiv.Q:motor,..cn..tantQ_otras
respqnden..a configuraciones. dc..mayor_complcjidad,y„.se integran,, conj.ujim bjgua
aparienda. de manipulación y significado interrelacionalcs, en las coordenadas del
despliegue ..de la. motilidad. Durante la evolución, el movimiento puede encontrarse
con objetos y orificios a que aferrarse, con los que se complace y se halla a sí
mismo. Las ritmias o hallazgos ocasionales irán desapareciendo conforme el niño sea
capaz, no ya de aguantar su movimiento y extraer complacencias momentáneas, sino
218 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Sucesivamente iremos estudiando las ritmias motoras, que entre sí ofrecen cierta
coherencia interna, y sus formas específicas, cuyas fórmulas explicativas son mucho
más complejas.
ORGANIZACIÓN PSICOMOTRIZ 219
1 ° Rilmias motoras
hipótesis que sobre cada uno de ellos se han pronunciado, pasando seguidamente a
reconsiderar el valor de la suma de hábitos motores.
impulsivo, expresivo y tic a un tiempo) resume bien a las claras los diversos aspectos
de un fenómeno motor. Soluciona problemas conflictivos, actuando como un movi
miento impulsivo que ha realizado ya su primera etapa para hacerse un movimiento
expresivo. La tendencia a la destrucción y a la agresividad manifiestas se trasponen a
un plano simbólico.
Desdc_nn_punto_dc_.vista diuámico, para S. A. ShentoitlzJajjnkQfagia-SS-unxQm-
portamiento agresivo pero„.con sentido dc..culpa_aL.volYcrse-la_agresiv¡dad-contrad
propio cuerpo, y de ahí el autocastieo v el masoquismo. Para este autor, la onico-
fagia viene a ser la prolongación de la succión y la masturbación; será .unilespJaz»-
miento y una regresión, al sustituir el. niño el plac6r.gsnital.J)oxjun_placcr oral seme-
jante a la succión; el niño q u ^ se muerde las _uñas.y_se_clii}pa Jos.dedoaJlega.a.satis
facer su necesidad de masturbación, x_mediante„.djcha.rautilacián~obticnc el placer
del acto prohibido .y. su. propio castigo.
En un plano más general, ¿no pudiera pensarse en que la onicofagia es un despla
zamiento de actividad en el sentido etológico?
La onicofagia puede ser un hábito pasajero o mantenerse hasta pasada la adoles
cencia o incluso la edad adulta. Es raro que se produzca lesiones que le hagan
sangrar las uñas, pero sí puede hacer que éstas no se desarrollen conforme a su
natural evolución.
nocibles por sus gritos más suaves o estridentes, por el cambio de color del rostro, el
brillo de los ojos y el flujo salival.
H. Bonnafous-Sérieux y H. Ey distinguen cinesias y atetosis basándose en el
siguiente criterio: su inconstancia, sus relaciones con la interesada atención del
paciente, su consecuente euforia, su brusca aparición en períodos de inactividad y su
inhibición por la acción adaptada (voluntaria).
Para H. Walion, ios movimientos lúdicos son expresión del ansia de jugar con. el
propio cuerpo y manejarlo como un juguete, como si la conciencia, incapaz de
moverse en el mundo exterior, permaneciera adherida a las funciones sensoriomo-
trices del propio cuerpo, perpetuándose y reflejándose en las inflexiones del tono
muscular.
Podríamos identificar dichas cinesias con una especie de narcisismo, inicialmente
difuso, pregenital, desarrollándose sobre un fondo de trastornos del tono, a un au
téntico ciclo motor cerrado que hace uso de funciones motoras alteradas. Hemos de
señalar que en los niños psicóticos se dan fenómenos prácticamente equivalentes,
bien con manifiesta complacencia lúdica, bien con formas más ritualizadas. Hay que
reconocer que aun siendo sumamente frecuentes en niños que tienen alterado el
desarrollo intelectual o con una represión de tipo psicótico, no entran forzosamente
en estos cuadros. Alguien ha hecho la observación de que dichos fenómenos serían
más frecuentes en retrasados con temperamento excitable (G. Bcrkson y R. K. Da-
venport). Otros han pensado que en los retrasados aparecerían en relación con el
hospitalismo. AI comparar un grupo de niños institucionalizados con otro que vive
con su familia, M. E. ICaufman señala que las descargas motoras pueden existir en
ambos casos, pero que quienes no viven en una institución tienen una conducta más
social, menos estereotipada v tienen menos autoestimuladores que quienes viven en
una institución.
En niños no retrasados también persisten o reaparecen estos tipos de conducta.
D. Burlingham y A. Freud señalan que los niños normales también pueden tener
descargas motoras, que por circunstancias fortuitas (desaparición de los padres, hun
dimiento de su casa o por querer tenerlos más al abrigo) son internados en una insti
tución de este tipo. Balanceos simples se pueden producir cuando, con ocasión de un
contagio, se obliga al niño a guardar cama o se ic tiene encerrado en un rincón. El
comienzo puede ser puramente casual, pasajero, con posibilidad de recaída; los
autores señalan el caso de un niño de 13 meses que, al reptar en una habitación,
choca contra un mueble, se para, sorprendido, y se queda mirándolo; primero lo
golpea suavemente, después empieza a darle fuertes cabezazos. El episodio parece
pasajero y sin consecuencias, pero tres meses después —inmovilizado en la cama por
una neumonía— se pone sistemáticamente a darse con la cabeza; al curarse todo
torna a la normalidad.
D. Burlingham y A. Freud emplean el término de actividad autoerótica para
designar la succión del pulgar y la masturbación (considerada como el archisabido
tacto exploratorio de los órganos sexuales) o los balanceos y golpes con la cabeza. Si
los unos producen placer y muestran una búsqueda de sensaciones agradables en el
cuerpo, los otros señalan una tendencia agresiva ejecutada en el propio cuerpo. Lo
que tienen en común es absorber toda la atención infantil mientras esto sucede; y es
corriente que tiendan a repetirse, a ir en aumento e intensificarse mientras se rea
lizan hasta llegar a su cénit. Estos autores han hecho ver con claridad meridiana la
relación existente entre esta forma de obrar y las situaciones de tensión afectiva. Lo
que para el niño resulta frustrador en sus relaciones afectivas puede originar y
aumentar la conducta regresiva y autoagresiva.
ORGANIZACIÓN PSICOMOTRIZ 225
Cabe preguntarse por qué se reúnen en un mismo capítulo conductas tan diversas.
Tienen una semejanza al manifestarse por la motricidad; esto no las hace equivalen
tes, máxime considerando la motricidad como una función aislada al margen de todo
el desarrollo. Estos actos hacen referencia en su totalidad al manejo del cuerpo, pero
en la medida en que éste tiene su puesto en el desarrollo de la personalidad, es decir,
dichos fenómenos tienen diferente significado según los períodos evolutivos de la ma
durez motora y la organización de la personalidad.
Todos estos hábitos motores son más o menos formativos en la evolución: des
cargas exploradoras que contribuyen al conocimiento corporal, descargas rítmicas
reductoras de la tensión, que -p o r su cadencia- permiten al niño aislarse del mundo
exterior, descargas autoofensivas rítmicas o no y ambivalentes. Con relación al
mundo externo, dichos hábitos pueden hacer de aislantes, separando al niño de la
realidad mediante el ritmo creado y sostenido por él; pueden ser igualmente identifi
caciones por el impacto que provoca en el mundo' exterior y por lo sentido y vivido
en su propio cuerpo. Si bien en determinados momentos pueden ser desviadores de
la evolución, lo normal es que sean sus configuradores. Tan pronto son juegos como
descargas de tensión erotizadas que, a su vez, hacen que en su realización el nulo
halle una satisfación, o se convierten en simbólico testigo de un conflicto ¡ntrapsí-
quico. A veces, lo que en un momento dado fue una casualidad, pasará a convertirse
en un hábito y podrá hacer de objeto de transición en el marco de los conflictos
familiares, así como una forma de diálogo en que el niño también espera una res
puesta de los demás. En el fondo, estos tipos de conducta se toman patológicos al
no aportar información y no producir auténtica satisfacción, al convertirse en este
reotipos a sufrir irremisiblemente.
C. - LOS T1CS
M A C A I C A n A M Í f l ! IA
226 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
por sus sacudidas y por sus cambios; el carácter seudointencional figurado ha hecho
describir los tics por su carácter funcional. El tic es inoportuno, intempestivo, un
acto estéril c incompleto; cambia de un niño a otro e incluso en la misma persona,
tiende a extenderse, a cambiar según circunstancias, posturas, situación, etc. (P. Janet).
Los tics son muy diversos y diversamente localizados; entre ellos se señalan:
Tics faciales. Probablemente son los más corrientes; aparecen en actos funcionales en que parti
cipan los músculos faciales: tics de párpados (guiños, desorbitainicnto de los ojos, parpadeo), tics
de las pestañas, la nariz, la frente, los labios (mordisquearse, la succión, muecas, rictus), de la
lengua (silbido, lamctco, graznido), tics del maxilar.
Tics-dcJa-cabeza y del cuello. —Alzarla, saludar, afirmación, negación, rotación. Clásicamente
se describía en este capítulo el llamado torticolis mental, actualmente encasillado en el cuadro de
discinesias de origen extrapiramidal; suele ir unido a movimientos como el espasmo de torsión y la
corcoatetosis.
Tics de tronco y miembros.- Tics de hombros (elevar los hombros, normalmente de un solo
lado), de los brazos, manos y dedos (rascarse, tricoplastia, onicofagia, peotilomama), tics del tron
co (saludo, equilibrios, tembleques), tic abdominal, tic del salto (cambio de paso, paso de polka).
Tics respiratorios - Quienes tienen este tic resoplan, aspiran, roncan, soplan, bostezan, sollozan
e hipanptic laringofacial (al movimiento de la cara se asocia la tos).
Tics fonatnrjns v verbales.- Se asemejan a los anteriores pero van acompañados de ruidos diver
sos: gritos inarticulados, ladrido, cloqueo, gruñido, croar. Los tics verbales están constituidos por la
emisión ~dc sílabas~articuladas, palabras y frases siempre idénticas. Tales palabras-suelcn ser de
carácter precoz (coprolalia).
Tics digestivos.- Tics de deglución con aerofagia, eructos encadenados y falsas ganas de ir al
retrete.
.Ejda.jles.cripi;¡ót\Jiene. un interés muy
sus.propios.tics,..que_suelcn ¡r .unidos. y..que._un .tic_pu.ede_sei_siempie..¡guaLa cambiar
ocasionalmente. Por su extensión, ciertos autores describen tics propios de deter
minadas zonas musculares junto a tics extensivos y múltiples.
Con posterioridad a otros, J. Rouart analiza lo que la persona con tics piensa
sobre este particular. Se siente el tic -d ic e - como una imperiosa necesidad de rea
lizar un acto, necesidad que se impone obsesivamente y que al realizarse produce
una satisfacción “excesiva, desplazada” (H. Meigé y E. Feindel). Se ve como nece
sidad de hacer algo prohibido y sin sentido, y no es raro que se tenga vergüenza y se
dé una importancia al hecho de ser visto.
A partir de un estudio psicofisiológico, H. Moldofsky (1971) distingue el tic
simple, sin significación psicológica, emocional o simbólica, y el tic complejo que
parece comportar unos componentes psicológicos dominantes, que reduce la tensión,
y en cuya expresión simbólica se encuentran unos conflictos que giran alrededor de
impulsiones agresivas y de necesidades sexuales imperiosas.
En los niños que tienen tics, J. Rouart distingue dos formas diversas de persona
lidad. La primera es la de los niños bien adaptados, buenos escolares; lo único que en
la familia preocupa algo son sus tics; sin embargo, son ansiosos, excesivamente infan
tiles, y actúan como auténticos neurópatas. Al segundo tipo pertenecen los inesta
bles, turbulentos, distraídos en casa y en la escuela, más extrovertidos que los prime
ros; en ellos el tic es una manifestación paroxística de inadaptación al medio a la
que se asocia una conducta compuesta de turbulencia y sentimiento de contrariedad,
de agresividad y temor. Además de estos tipos existen formas intermedias. En la
estructura de la personalidad de quienes tienen tics hay ciertos puntos subrayados
por J. Rouart: ambivalencia latente o explícita, señalada en esquemas de tipo
obediencia-rebeldía, un retraso afectivo (ya señalado por H. Meige y E. Feindel, que
decían: “ Sean pequeños o mayores, quienes tienen tics tienen el estado mental
propio de una edad inferior a la que tienen ,en realidad” ; e insisten en su infanti
lismo mental, en el que reconocen los siguientes caracteres: ligereza, versatilidad,
despreocupación, emotividad excesiva y fugaz, impaciencia y cóleras infantiles,
ex tre m a timidez, falta de ponderación en sus actos, afectividad caprichosa,
pasiones vivaces, breves y sorprendentes). J. Rouart insiste en sus fijaciones
narcisistas y en sus tendencias sádicas, que j e manifiestan en forma de oposición v
parecen hallarse inscritas en la raíz mjsma_.de dichos movimientos anormales, uno de
cuyos ..objetivos. pudiera ser-jeLaucrer. irtita r.a Ja familia: las .tendencias sádicas irán
unidas a-deseos masoquistas, puesto que si el tic es una agresión contra.Jos padres,
desencadenará-críticas y reprimendas. Gomo dice J. Rouart, todas estas tendencias y
las reacciones que provocan por parte del entorno al que apuntan directamente
imposibilitan separar el carácter del paciente del ambiente que le rodea. Lo cual
supone un interés en estudiar el marco familiar en que se mueve el niño con tics.
Debe subrayarse que frecuentemente se trata de hijo único. La atmósfera familiar
suele ser tensa; la madre, perfeccionista y llena de ansiedades, se muestra sumamente
consentidora ante ciertos casosyreprcsiva errexccscranteotros^com crelonanism o,-
por ejemplo. En definitiva, el tic lo soporta muy mal la familia, que normalmente lo
interpreta como señal de hostilidad y agresividad. La-familia,tiende-a reprimir los
tic .v .lo q u c normalmente -le...hace-sentir al niño un. fuerte_.scntiini.cntO_de_culpa-
bilidad.
Generalmente es fácil diagnosticar los tics, sobre la base de los mismos movi
mientos y la personalidad del sujeto.
Ahora bien, hay que distinguir el tic de determinados movimientos anormales,
como son:
Los movimientos coreicos, que se conocen por ser mucho más variables, inevitables y de carác
ter amorfo, opuesto al representativo, propio de los tics (H. Meige) y por su diversa evolución. No
obstante, la corea variable de los degenerados (E. Brissaud) combina la variabilidad de la corea y la
etiología del tic.
Los movimientos conjuratorios de los psicasténicos, muy semejantes a los tics, especialmente a
ciertos gestos antagonistas. Pueden darse múltiples formas de transición. R. Cruchet distingue tics y
“ritmias”, que son movimientos simples o combinados idénticos a sí mismos, que se suceden a
intervalos regulares como el batir del metrónomo y se asientan en la cabeza y el tronco. Describe
las ritmias del niño de poca edad, aun cuando frecuentemente se dan en los idiotas, en quienes se
presentan como cinesias de juego.
228 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Las donias, en sus diversas formas, distintas de los tics y cuyo contexto clínico permite un fácil
diagnóstico diferencial.
El espasmo facial, que suele plantear un difícil problema de diagnóstico, comparado con los tics
del rostro. Al diagnóstico se llega por el estudio de sincinesias, las condiciones en que se ha desen
cadenado y las posibilidades de inhibición temporal. Sólo un latgo estudio del paciente permitirá
solucionar el problema con ciertos paraespasmos faciales. No obstante, hay que advertir que tales
espasmos suelen aparecer tarde.
Los hábitos motores y manipuladores del cuerpo.- L. Kanner ofrece cierto número de rasgos
distintivos. Los hábitos motores se inician anteriormente. No tienen el carácter brusco del tic y
requieren cierta preparación; duran más y responden a actividades de mayor complicación; la
complacencia es más evidente; duración, intensidad y movimiento pueden variar con las repeticio
nes; puede interrumpirse su desarrollo; se pueden controlar voluntariamente.
Los tics aparecen entre los 6 y los 8 años, o a veces en la pubertad, que, en
definitiva, puede coincidir con una época de recrudecimiento. No tiene nada que ver
el sexo. Parece ser que los tics no existen en los pueblos primitivos, aunque no está
perfectamente-demostrado^Los tics-sc-dan-en persoñas de elevadojiiveLmentaL---------
J. M. Charcot daba la máxima importancia al factor herencia en quienes tienen
tics. En sus ascendientes se suelen dar los tics, al igual que en sus ramas colaterales,
c incluso encontrar numerosos neurópatas y psicópatas. Es-impresionante la asocia
ción tic-obsesión en el marco de una familia. Se plantea la pregunta de si no será
hereditaria la obsesión, campo abonado para el tic, o bien si una y otra no son
consecuencia de los primeros pasos en la educación.
Los primeros autores insisten mucho en la función imitativa; H. Meige y E. Fein-
del escriben: “ Entre quienes se hallan predispuestos, nada es más contagioso que los
tics.” Piensan que la repetición del mismo movimiento, impuesto por una ocupación
profesional, crea una predisposición para quedar localizado un tic en los músculos
puestos en función.
Según J. A. Corbett y cois., (1969), en las personas con tics, se encuentran unas
perturbaciones emocionales de las cuales las más comunes se parecen a las de una
población general de niños perturbados; no obstante, las “costumbres de gratifi
cación” , los trastornos del lenguaje, los trastornos de la defecación (incluida la
encopresis), los síntomas obsesivos e hipocondríacos aparecen de una forma signifi
cativa mucho más frecuentemente en los pacientes con tics, mientras que las depre
siones y las iras aparecen de forma significativa mucho más frecuentemente en la
población total de niños perturbados.
• ,
mantés ejercidas sobre un sujeto, por los modelos de transación intcrfamiliares, inspirándose en el
estudio de un caso de enfermedad de tics en un niño de 12 años de edad, de personalidad esquizoide y
cuyos síntomas se atenuaron al volverse psicótica la madre; estos autores consideran que la sintomato-
logía que presentaba el niño no era más que un pequeño fragmento del proceso que englobaba a toda
la familia; de hecho en el. marco familiar existía una vida controlada con rigidez por los modelos de
comportamiento de la madre, conllevando un trastorno de la comunicación que impedía al niño pro
veerse de indicadores y conceptos racionales y realistas (en el sentido descrito por T. Lidz en la esqui
zofrenia). Mientras la.madrc controlaba rígidamente el miedo .y.laagresividad..dc.su. i)ijo,.fate_Sál.0
padía.manifestarse a través de su enfermedad; durante todo el tiempo en..que jadominacióndeJa
ipadre.fue absoluta, la mejor respuesta posible éra la patología del niño. La.tQma dc cQnciencíajdeJas
impulsioncs.rcprimidas que tuvo lugar durante la psicosis de la madre proporcionó,alivionLhijojnctt_
ced,,por-otra-parte, a la ayuda que su padre le .proporcionó, quien reaccionó.de.forma aceptahle. De
todas maneras, para H. Moldofsky, a estos razonamientos, les falta especifidad, a pesar de todo.
Evidentemente la terapéutica no puede ser um'voca. Señalemos que se han empleado tratamientos ■
CQluelectrosliock, insulina, leucotqmía, por otra parte sin un beneficio importante; que la mayoría de
las terapias medicamentosas dan pocos resultados, excepto en algunos casos la clorpromazina, y. sobre
todo la butiroferona. Se han considerado favorables, jos tratamientos estereotáxicos por coagulación
bilateral de los núcleos intraiaminares y de los núcleos medianos del tálamo (R. Hassler y G. Dieck-
man, 1970). Asimismo también se han utilizado terapias behavoristas, (D. F. Clark; 13.11. Barrctt).
También se han citado beneficios obtenidos con psicoterapia por M. S. Mahler y J. A. Lukc, así
como por 1. J. McDonald y H. Bruch- .
D. - DEBILIDAD MOTRIZ
Por consiguiente, en cuanto al tono permanente, vemos que hay diferencias entre
dos fenómenos diversos del tono: la evolución genética mensurable y la hiperexten-
sibilidad y evolución de su pasividad.
Con razón insiste E. Dupré en la importancia de las sincinesias, como indicio de
un retraso en el desarrollo; mas de paso digamos que su semiología sigue siendo vaga
y- la fecha de desaparición incierta. Considerándolo clínicamente, nos ha parecido
indispensable distinguir dos tipos de sincinesias: la de difusión tónica o envaramiento
generalizado y la de difusión tonicocinética, imitadora del movimiento. Así, hemos
comprobado con M. Stambak que los niños de 6, 7 y 8 años forman un primer
grupo con importantes sincinesias, pero con importantes diferencias entre niños de
idéntica edad. Entre los 9 y los 10 años, aun habiendo sincinesias, son claramente
menos acusadas y menor la dispersión de resultados. A partir de los 12 años los
niños prácticamente no presentan sincinesias. Estudiando comparativamente las sinci
nesias tónicas y las tonicocinéticas, hemos mostrado que la desaparición de sin
cinesias tonicocinéticas se efectúa progresivamente con el crecimiento. En cuanto a
las sincinesias tónicas, la evolución es prácticamente nula entre los seis y los diez
años; disminuye muy poco y los índices de dispersión son muy importantes en todo
momento. A los 12, mientras las sincinesias imitativas son muy poco numerosas, en
el 64% de individuos todavía hay ligeras difusiones tónicas. El estudio genético pone
bien a las claras que ambas sincinesias no' tienen idéntico significado. Las sincinesias
tonicocinéticas parecen estrechamente relacionadas con los sucesivos estadios gené
ticos. Desaparecen poco a poco con la evolución, mientras que las tónicas parecen
independientes del factor evolución; existen en todo momento en cierto número de
individuos. Con frecuencia las tónicas se asocian a la paratonía; provocan tensiones
tónicas siempre propicias a la difusión del movimiento. La distribución del tono en
los diversos segmentos forma un todo, un conjunto constituido por partes interde
pendientes.
Todo cambio en cualquier parte del cuerpo ocasiona solidariamente una mutación
del estado tónico de las restantes partes, un cambio det tono inducido, cosa que
parece desprenderse de los estudios de K. Goldstein y W. Riese.
La reacción tónica generalizada también suele seguir una evolución. En ciertas
condiciones se produce el reflejo de Moro, hasta determinada edad. Otro tanto
ocurre con las reacciones acusticorreflejas. Progresivamente van haciendo su aparición
sistemas generales inhibidores de reacciones, y la reacción de sobresalto (fisiológi
camente normal hasta cierta edad) disminuye o se minimiza. La desaparición
depende de la maduración del sistema nervioso, mas sin prescindir del resto de la
personalidad. También hay diversas maneras de frenar la reacción de sobresalto, por
ejemplo, la llamada forma “seca” (que no va acompañada de cambios vegetativos) y
la “húmeda” , en que son muy claros (sudor, taquicardia, etc.).
La modificación de reflejos entra a su vez en el cuadro de signos de debilidad
psicomotriz. Si bien al nacer difícilmente aparecen los reflejos osteotendinosos por la
contracción, en cuanto empieza ésta a disminuir los reflejos se tornan vivos, tanto
los rotulianos como los aquíleos. En cuanto se producen las reacciones de prestancia,
a veces los reflejos no son fisiológicamente perceptibles; el envaramiento por pres
tancia impide la realización del reflejo, cosa que no equivale a la no-maduración del
eje reflejo; el individuo en cuestión, presenta uña rigidez generalizada que impide al
reflejo manifestarse. Manifestaciones como el signo de Weil (fijación en extensión en
el momento de desencadenarse el reflejo rotuüano, con bloqueo de agonistas y anta
gonistas en dicha posición) pueden producirse fisiológicamente en cuanto hacen su
aparición las reacciones de prestancia.
ORGANIZACIÓN PSICOMOTRIZ 237
En.Jercer lugar, .desde el. punto de visfr pinico, A. Collin admite que los niños
liastaJas_dos años,y .medio,poseen.una-especial,aptitud para conservar.sin fatigada
afeUind_pasiva,.-lQ_que.Je„conducc.^.Jadni¡tir.-ima_catalepsia~fisiológicaren-eUbebé.
Qnienes..admiten su.-existencia es-.porque. en .ciertas condiciones el ,recién_.nacido
presenta cierta JnmpyiUdad_de_jus_rni.e_mbroS-.-qu.e_paiecen„perrnanecer.xn^la..misma
posición. Con H. Baruk nosotros criticamos esta idea. No puede llamarse catalepsia
más oue a la activa conservación de las.posturas impresas exteriormente al individuo,
y nada de esto se percibe en el bebé; al alzar los miembros, éstos caen en su posi
ción inicial: pero téngase en cuenta que la inmovilidad jamás ha sido equivalente a
catalepsia. Esta, que consiste, esencialmente en la suspensión de la iniciativa motriz,
no aparece sino en quienes ya tienen desarrollada dicha función. Sobre este parti
cular Roedenbeck, tras una sistemática exploración de 60 niños de un mes a tres
años, no ha visto sino 6 —o sea, un 10% de los casos— con una discreta flexibilidad
cérea y con posibilidad de mantener actitudes impuestas durante un tiempo que va
de unos segundos a cuatro minutos.
El. niño catatónico presenta una facies yerta, una flexibilidad cerca en sus movi
mientos pasivos, y persisten sus movimientos forzados. Se mantienen largo tiempo
las más inverosímiles actitudes, de cinco a diez minutos, y hasta veintidós minutos
en un caso de Roedenbeck. Normalmente dicho síndrome se produce entre los 2 y
los 5 años. M. de Negri considera que puede sobrevenir.cn niños con normal desarro
llo psicomotor, con inteligencia superior a la normal o casi normal. El examen
E.E.G. y los exámenes corrientes de laboratorio no indican nada anormal en sus
10 observaciones. La etiología requerida es del tipo toxiinfeccioso (Roedenbeck,
L. Kanner), dismetabólica-raquítica (Modigliani, Dop). De Toni inscribe su síndro
me en el marco de una psicorreacción de tipo histérico. M. de Negri distingue dos
-gruposr-ehcataléptico-y-el-de-las-actitudes-eatalépticas—En-eí-primero-ve índicios-dc
hipertonía difusa (aumento de reflejos posturates y rueda dentada) que considera
en relación con episodios encefalíticos, tóxicos o dismetabólicos. El segundo lo
encasilla en el marco de la inhibición psicomotora de origen psicógcno. En conjunto,
la catalepsia infantil es en sí de pronóstico favorable. Para unos no ha de estudiarse
en el marco de la debilidad motriz por inmadurez sind en el sentido neuropsiquiá-
trico de lesiones y funciones infantiles del niño que evoluciona.
Tenemos un conjunto de signos que con frecuencia se han valorado sin contar
con la edad ni su significado. Algunos seguidores de E. Dupré, por una especie de
adultomorfismo, han desvalorizado un tanto el sentido del síndrome descrito por él.
Como ya hemos visto, el desarrollo del tono y la motricidad se confunden íntima
mente con el desarrollo • emocional, y con el desarrollo de orientación, gestual y de
lenguaje. Es indudable que ellos no dependen de un desarrollo psicomotor, aunque
su expresión sí lo puede ser. Por consiguiente, distinguimos los trastornos psicomo-
tores de los cuadros clínicos con que tantas veces se han confundido.
Tratemos de definir algunos de los caracteres generales de los trastornos psicomo-
tores:
— Los. tras tornospsicom otores.no.responden a.una lesión central como origen J e
los-síndKimesjieuroJógicos,clásicQS.
— Spn más o menos automáticos, motivados, sentidos n deseados.
—Van unidos a los afectos, pero también en relación con lo spmálim para fluir a
irflvéx de una conducta final común. _v. por esto no.poseen las .caracteris.ticas_propias
de la perturbación de un sistema concreto.
— Son persistentes o lábiles en su forma, pero variables en su expresión. En un
mismo individuo estarán estrechamente ligados a aferencias y situaciones.
238 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
E. - LA INESTABILIDAD PSICOMOTRIZ
O SÍNDROME HIPERCINÉTICO
1 ° Inestabilidad psicomotriz
sonalidad del inestable, por nuestra parte creemos que, en el cuadro del síndrome de
la inestabilidad psicomotriz podemos aislar dos casos extremos:
— una forma con trastornos motores prevalecientes, forma subcoreica, en que los
trastornos de la personalidad parecerían menos importantes;
—una forma caracterial con retraso afectivo y modificación de la motricidad
expresiva.
Siempre hemos defendido la existencia de estas dos formas extremas, pero
admitiendo la existencia de formas intermedias. Cflnsid£Kunos_queJaúnestabilidad
subcoreica. .es ..una~fotma_de.. motricidad. de aparición precoz, que responde a una
2 ° Síndrome liipcrcinético
Los autores de habla inglesa, que desconocen la mayoría de los estudios franceses
sobre la motricidad (que empezaron con los primeros trabajos de Dupré), han aislado
dentro del marco de los trastornos de la conducta lo que llaman el síndrome hiper-
cinétíco; respecto al mismo han emitido unas hipótesis patogénicas y utilizado unas
terapias especiales. Pero en ninguno de estos trabajos, dice N. Dopchie (en su revi
sión crítica), ni el mismo término de hipercinesia ha sido objeto, —ni siquiera se ha
intentado- de una definición rigurosa; únicamente H. F. R. Prechtl describe con
extrema minuciosidad el síndrome neurológico sobre el cual basa su diagnóstico de
“síndrome corniforme” , Es esto un reproche importante que también se podría hacer
con respecto al concepto de síndrome hipercinético. Im-sus-descripxúones»JaJlÍE0 -
cinesia-es_presentada-ya-sea-como una “ figura” sintomática sobre un “fondoP- de
desorganizaciones-generales, cuya. patogenia-es-Gonsiderada-básicamentc-como-uní-
vocar-ya_sea.-como.cl-origen~de.-estas-desorganUacÍQncs-dc-fondo.-Estc~conccptcude
liiperactividad- vuelve a,encontrarse-Gn-la-definición-del-ítsíndrome coreiformePy-asi
o0mo-cn-4a-dclJítrastorno impukivoJel.carácte¿l.y_deljijñp_llacting out’P Estas-dos
últimas formas son ■intermp.dias.ilp.Jas.descripciones.en las.que.está incluida la hiper
cinesia tales, .como ..‘‘los .trastornos._antisociales_por._dcsmhihición_dcl..desarrolla”
(P. J. Graham) y ciertas conductas desviadas con trastornos del aprendizaje (S. Ku-
242 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
—para unos, dentro del actual estado de cosas, más vale limitar el diagnóstico de
Hipercinesia a aquellos casos en los que una hipercinesia grave está asociada a otros
elementos del síndrome (tendencia a la distracción, impulsividad, capacidad de aten
ción muy breve, etc.);
- para los otros, el síndrome de hipercinesia está estrechamente ligado a unos
trastornos del aprendizaje de los cuales unos serían de tipo específico (dislexía, p. ej.)
y a unos trastornos psicológicos especíales puestos en evidencia por unos tests —per
turbaciones pcrceptivo-visúales y auditivas, trastornos de la coordinación óculo-
motriz, de la discriminación figura-fondo, de la constante de las formas, de la orien
tación, de la estructuración espacial. M. Frostig ha elaborado una batería de tests
para el estudio de estos trastornos.
De forma general, desde el punto de vista cognitivo, el nivel de integración
conceptual es considerado deficiente. S. B. Campbell y cois., consideran que hablar
de déficits cognitivos no es suficiente y que es importante, en psicología experi
mental, abordar este estudio a partir del concepto de “estilo cognitivo” . Según estos
últimos, los resultados muestran que estos niños se turban cuando se les pide que
hagan una selección entre varias alternativas; sus respuestas son sobre todo impulsivas
cuando se les coloca' delante de índices alternativos y contradictorios. Desde este
puntó, de vista son menos aptos para controlar su conducta y para inhibir las res
puestas incorrectas; son menos buenos cuando una pregunta les exige la separación
de un estímulo importante desde un segundo plano confuso, están más atraídos por
los aspectos más llamativos del campó del estímulo; son más lentos cuando lo que
hacen exige rapidez. Por ello se puede decir, según S. B. Campbell y cois., que los
niños hiperactivos emplean típicamente • unas estrategias,- unas resoluciones de los
problemas menos eficaces que los niños normales.
Naturalmente,-tanto-la-hiperaGtividad-como-laniipcrcinesiaTíOrPlas^onsecüencias-
quc_cllas-4n¡smas-eomportan,~nOí4iuede n-ser. .valoradas .si no-se. Jas. relaciona-ccm-la
edad-dcl-sujeto-y-con-su-evolución.
El ra c ie rto sa u toros,.la-hiperactividad-se.-atenúa-entre.-los_U—y.dos...l 3, años,..para
desaparccer-.completamente con-la-adolescencia; pero- esto es .igualmente cierto-para
Ios-trastornos-psicológicos asociados que o mejoran o adquieren.aspectosjdifeienles.
Aun así, se puede decir, no obstante, que una hipercinesia grave trastorna la línea
general del desarrollo debido al tipo de experiencia con que el individuo lo vive y de
la repercusión que el mismo provoca. Si ciertos autores han introducido también el
valor de la modificación E. E. G., asociada, por nuestra parte creemos que no se
encontrarían diferencias esenciales entre el conjunto de los que acuden a una con
sulta médico-pedagógica y el de unos niños hipercinéticos. Igualmente hay que decir
que no existe diferencia significativa entre los trastornos perceptivos de los niños
hipercinéticos y los del conjunto de niños con problemas, llevados a consulta. Por
otra parte, como ha mostrado C. Lairy, es difícil valorar un registro enccfalográfico
en el niño sin tener en cuenta las perturbaciones tonicomotrices, psicomotrices o
afectivas asociadas.
Tanto-si ■se„designa..estc-sindrome.con...eLjrombre..de-21hipcrcinéfico’I..cudeJürLis-
función cerebral mínima'’, se ha descrito una mejora con medicamentos. psicotónicos,
y_especialmentc.con.anfcta minas.
Desde 1937, C. Bradlcy mostró la acción beneficiosa de la anfetamina en los trastornos de la
conducta del niño. Posteriormente se emplearon otros psicotónicos (hay una bibliografía impor
tante en el volumen de P. H. Wender, 1971). Se ha empleado la DDanfetamina (Benzedrina) u otros
medicamentos con acción equivalente, especialmente el inetilfenidato (Rilalin). Actualmente parece
estar demostrado que estos medicamentos son de una efectividad evidente sobre el nivel de acti
244 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Nos parece difícil admitir el carácter lesional de todos estos estados hipercinéticos
y es con razón como la mayoría de estos autores hablan en la actualidad de disfun
ción cerebral. Las manifestaciones de la M. B. D., según R. H. Wender (1971), serían
la expresión de una disfunción del metabolismo de la noradrenalina de origen gené
tico, disfunción que actuaría a nivel del sistema de vigilia de la sensibilidad y de los
refuerzos. A partir de nuestros conocimientos actuales, nos parece aventurado apli
car, como hace este autor, dicha hipótesis a todos los trastornos hipercinéticos o a
todos los trastornos de conducta. Por otra parte, parece demostrado que las anfeta
minas actúan en sujetos que presentan unos trastornos de la conducta o unos, tras
tornos cognitivos especiales. Esto no hace más que confirmar la hipótesis, defendida
por H. Wallon, de la relación extremadamente estrecha entre la emoción y el carácter
y confirma, además, el papel que este autor concede a las relaciones entre la organi
zación postural y la organización emotívoafcctiva desde el principio de la organiza
ción psicológica del niño. Las investigaciones sobre la anfetamina nos muestran que
ORGANIZACIÓN FSICOMOTRIZ 245
que le envuelve exige de él y los trastornos que presenta casi siempre están acrecen
tados por las reacciones del entorno (medio familiar y escuela); son unos niños que
molestan, que se adaptan mal a un orden establecido y a una enseñanza rígida. Su
comportamiento, a veces incomprensible, hace que el medio reaccione. S. Kiener ha
estudiado las reacciones del medio frente al inestable y distingue diferentes tipos de
comportamiento de los padres y de los maestros de escuela frente al mismo.
En el transcurso de su evolución la personalidad del inestable depende de su modo
de aprehender el mundo, pero también de la actitud del entorno. Así se han descrito
diferentes tipos de conducta reactiva. Se pueden aislar .cuatro especiales (S. Kiener): la'
oposición, la renuncia, la autoacusación y el autocastigo; la reacción de oposición es la
más frecuente. Frente a la incomprensión de los padres y a la hostilidad del entorno, el
niño, sintiéndose engañado injustamente, se decide por la revuelta. Desobedece,
miente, reacciona frente a la más mínima contrariedad encolerizándose; con la obstina
ción y el enfado, desprecia sus deberes, no estudia sus lecciones. En clase es indiscipli
nado, hace lo peor y distrae a sus compañeros. Así se hace admirar por los otros niños,
atrae la atención del maestro y le ridiculiza; simultáneamente proporciona vía libre a su
necesidad de movimiento. A veces las reacciones son más violentas (insolencia, injuria,
amenazas, violencia e incluso fuga) como respuesta a una sanción que no ha sido
aceptada. La oposición puede llegar incluso más lejos: rechazo de toda regla social, de
toda conducta que recuerde las que los adultos proponen.
Mal adaptado a la vida escolar, para el inestable su preparación profesional sigue
siendo un handicap; el aprendizaje de un oficio que exige años de asiduidad y unos
gestos siempre iguales no consigue superarse; entonces es cuando puede empezar su
odisea de una profesión a otra. Pero, como ha mostrado L. Bourrat, si el niño está
inmerso en unas buenas condiciones educativas y afectivas, la inestabilidad se reduce
trn gran número de casos a un trastorno mínimo, y, en unas condiciones favorables,
puede disminuir hacia alrededor del décimo año de edad.
4.0 El tratamiento
No hace falta decir que en las grandes encefalopatías el retraso motor y el retraso
mental están íntimamente asociados. El retraso de la evolución motora se produce a
la vez que el de la inteligencia y responde a lo que se ha dado en llamar paralelismo
ORGANIZACIÓN PSICOMOTRIZ 247
B. - ASPECTOS CLÍNICOS
DE LAS APRAXIAS INFANTILES
En el niño no podemos ver una única apraxia, sino diversos tipos. Sucesivamente
iremos señalando diversas desintegraciones práxicas para, después, exponer lo que se
ha dado en llamar “apraxia especializada” .
A los niños dispráxicos les hemos aplicado unas pruebas que valoran las opera
ciones espaciales y las operaciones logicoaritméticas. Los resultados obtenidos son
muy diversos. Estas pruebas espaciales están muy mal logradas, cosa que ya esperá
bamos, dado el déficit de figuración simbólica. Pero hay que subrayar que los resul
tados de dichas pruebas suelen ser aberrantes. Las pruebas de conservación de la
cantidad, la sustancia y el peso también están mal logradas: en este aspecto, casi
todos los niños tienen un retraso de tres o cuatro años. Ahora bien, en las pruebas
de razonamiento logicoaritmético de soporte verbal, los resultados son absolutamente
normales. El desfase entre los diferentes tipos de razonamiento plantea el problema
de saber cuáles son los caminos por los que dichos niños pueden acceder a la lla
mada inteligencia formal
diverso modo. Hay quienes consideran que no tiene nada que ver con escribir con la
izquierda y que no es sino una consecuencia de contrariarles por escribir con la
izquierda (G. Bloede). Si bien los zurdos tienen cierta facilidad para escribir en
espejo, hemos de decir que en unión de H. de Gobineau y R. Diatkine, hemos
demostrado que el poder escribir en espejo es una capacidad muy frecuente en los
de uso diestro, cosa que evoluciona al crecer; pero también hemos comprobado que
los zurdos logran escribir en espejo perfectamente y con la misma facilidad que un
individuo normal escribe con la derecha. En el niño normal la escritura en espejo es
muy fácil de corregir, incluso, cuando hay alteraciones de la organización espacial,
mientras que cuando el retrasado escribe por este procedimiento es muy difícil.
Frente al niño zurdo con yerros en la escritura liemos de proceder teniendo en
cuenta hasta qué punto es zurdo, es decir, que en el caso de un niño claramente
zurdo e inhábil del lado no dominante, es. indispensable respetar su tendencia domi
nante, ayudándole a aprender a escribir con la izquierda; cuando la tendencia do
minante no está perfectamente establecida, la elección dependerá del grado de entre
namiento con la mano que ya se ha elegido y de los problemas afectivos que el ser
zurdo le haya planteado, así como de la actitud anterior de quienes le rodean y de
las reacciones del niño frente a esa actitud.
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CAPITULO IX
LA ORGANIZACION
DEL CONTROL DE ESFINTERES
Y SUS TRASTORNOS
1. — EL C O N TR O L ESFIN T E R IA N O
A. - BASES ANATOMOFISIOLÓGICAS
DE LA MECÁNICA ESFINTERIANA
1 ° La micción
La evacuación y retención de la orina están aseguradas por cuatro sistemas: dos sistemas de
contención y otros dos de expulsión.
—El primer sistema de contención garantiza el cierre permanente y estático de la vejiga me
diante el esfínter intemo Eso, independiente de la voluntad. Su inervación consiste en el nervio
liipogástrico y los nervios erectores.
- El segundo sistema de contención será un refuerzo del primero por contracciones voluntarias.
Es el esfínter extemo estriado. Está inervado por el nervio pudendo.
- El primer sistema de expulsión comporta un músculo Eso (el detrusor urime), cuya acción
no depende de la voluntad y que hace contraerse a la vejiga Eitermitcntemente. Está inervado por
nervios sensitivos y motores.
—El segundo sistema de expulsión pone en juego todos los músculos abdominales que pueden
contraerse voluntariamente provocando la contracción de la vejiga y demás visceras.
La micción puede ser automática o voluntaria. La automática depende de un centro medular
enclavado en la zona sacrolumbar y que está unido a la vejiga por nervios motores y sensitivos;
cuando la presión intravesical sobrepasa ciertos límites provoca la estimulación del centro medular,
que a su vez hace contraerse el detrusor y relaja el esfínter liso. Hay otros centros relacionados con
la micción en las regiones hipotalámicas (W. R. Hess), rincncefáEca (B. R. Kadda), cortical y del
lóbulo paracentral.
264 L A S F U N C IO N E S Y S U P E R T U R B A C IO N E S
La micción voluntaria depende de la maduración del sistema nervioso en general. No cabe con
siderarla únicamente desde un punto de vista motor y sensitivo, sino en forma de arco sensitivo-
motor con sus mecanismos de control.
2 ° La defecación
El recto posee a su vez dos esfínteres: el interno, de fibras lisas, inervado por el plexo hipo-
gástrico, y el externo, de fibras estriadas, inervado por el nervio hemorroidal. Cuando una onda
peristáltica evacúa las materias del colon pélvico al recto, la distensión de la pared rectal produce
la sensación de necesidad. El control del enfínter anal queda asegurado por unos centros radicados
en la región sacrolumbar, por centros hipotalámicos, rinencefálicos y corticales.
I. - ETAPAS
Podemos establecer una curva de la acción vesical infantil que tenga en cuenta el
volumen en abscisas y las presiones en ordenadas.
Las conclusiones a que ha llegado son las siguientes:
—hasta un año, la curva se caracteriza por una rápida elevación de la tensión que
irremisiblemente arrastra a la imperiosa micción. Es la curva de automatismo infantil
(tipo Al);
—de 1 a 2 años, la tensión sigue siendo elevada. La capacidad es algo menos
reducida; hay contracciones subconscientes apenas inhibidas (tipo A2);
—de los 2 a los 3 años, el aumento de la presión es más lento y progresivo. Se
perciben mejor las sístoles vesicales y están completamente inhibidas (tipo B 1);
— a partir de los 3 años, la curva se asemeja a la del adulto; se va elevando pro
gresivamente, las contracciones están completamente inhibidas y ya no aparecen en
la gráfica (tipo B2).
Conviene advertir que, durante el sueño, en el niño hay normalmente ondas
hipertensivas vesicales, que son: o secundarias por un movimiento total del cuerpo
(cosa manifiesta por el actograma), por una contracción abdominal aislada (contro
lada por el E. M. G. de los músculos abdominales), por una fuerte inspiración (cosa
manifiesta mediante el neumograma), o primitivas y resultantes de una espontánea
contracción de la vejiga (H. Gastaut).
El control del esfínter anal normalmente es anterior al del esfínter vesical. Queda
antes consolidado y con mayor firmeza.
Según E. J. Anthony, hay varias fases en el aprendizaje del control intestinal. En
la primera, el lograr que se ponga en el orinal es un éxito que hay que atribuir a un
proceso de condicionamiento. Al iniciarse el control voluntario, simultáneo al des
arrollo cortical, el niño sabe evacuar en un recipiente especial, y posteriormente
generalizarla' evacuación en cualquier lugar idóneor-Antes-de llegar a pedir-con-toda
responsabilidad el orinal, pasa por una etapa de indecisión, tras la que organiza con
regularidad el control. Entre las diversas fases hay episodios de transitoria regresión.
El control esfinteriano tiene lugar a partir de cierto grado de maduración del sistema
nervioso, sobre la base de un aprendizaje que, como dice M. Huschka, pretende
inducir al niño a “renunciar a su costumbre infantil de defecar - u orinar— donde y
cuando le place, pasando a eliminar en un momento y lugar concretos” . Si bien para
algunos su nuevo comportamiento puede modificarse por la actuación de diversos
tipos de condicionamiento, para otros se organiza precisamente en el marco de la
relación afectiva del niño y su ambiente.
ya no se ensucian; tampoco tienden a jugar con sus excrementos y, por otra parte, el
estreñimiento es algo totalmente desconocido.
Entre los indios navajos las reglas de la limpieza se van imponiendo poco a poco.
La madre espera a que el niño sepa hablar para explicarle y educarle, de manera que
no tiene la impresión de estar sometido a una voluntad ajena. La disciplina del
esfínter parece ser más bien una protección que una coacción.
En las tribus manus, de la isla del Almirantazgo, se pretende imponer al niño un
control precoz, haciendo hincapié en todas las funciones eliminatorias consideradas
vergonzosas, y otro tanto volverá a suceder posteriormente con la función sexual. La
madre tanala, dice Kardiner, comienza a educar a su hijo a partir de los 2 o 3 meses.
Entre los comanches, los padres no castigan, pero hacen usó de una serie de ame
nazas sin efecto alguno, así como de aprobaciones con fórmulas ya establecidas.
J. W. M. Whiting- c I. L. Child (1953) han estudiado 75 tipos de sociedades dis
tintas. Entre sus diversas formas de educación existen factores comunes, aun cuando
no puedan determinarse unas constantes en cuanto a formas de castigo c indulgencia
se refiere. Los métodos de aprendizaje no parecen desarrollarse a partir de actitudes
culturales, sino de antecedentes específicos de cada sistema de conducta. Al comen
tar dicho estudio, E. J. Anthony (1957) agrupa los diversos datos en tres tipos de
sociedades, según sea el interés que ponga la madre en enseñar: fuerte, moderado o
ligero. Las madres norteamericanas e inglesas son severas, siendo su cultura “anal” .
En un medio cultural anglosajón, el hacer escasa presión para el aprendizaje se con
sidera como algo patológico; los padres que se muestran “ liberales” con sus hijos se
encuentran ansiosos al no estar de acuerdo con el ambiente circundante, formado
por padres que en general confían plenamente en la coerción.
En una cultura primitiva negligente, el niño pasa de la “ práctica excretoria indul
gente y libre” a una práctica culturalmente aceptable por etapas; e f aprendizaje es
tan fácil que no se convierte en un problema consistente.
Sigue siendo un problema el porqué unas determinadas formas de aprendizaje
producen en una cultura determinada grandes perturbaciones, cuando en otra no
parece haber la menor dificultad.
Según E. 1. Anthony (1957), parece no haber gran continuidad en la enseñanza
de la limpieza entre las diversas generaciones, por poderosa que parezca la influencia
de las abuelas en las madres en ciertos casos concretos. Basándose en un severísimo
criterio de aprendizaje, W. Davis (1946) comprueba que a un 68% de niños se les
enseña a ser limpios (“ potting” ) antes de los 6 meses, mientras que 10 años después,
E. K. Klatskin señala que sólo es a un 6%. No obstante la general tendencia existente
hacia un menor rigor en todos los sectores educacionales, clínicamente comprobamos
la existencia de numerosos padres rigoristas que consultan al médico por sus hijos
perturbados.
Según una encuesta realizada por M. Th. Nourrissier (1952), en Francia, el 38%
de las madres empiezan a enseñarles antes de los 5 meses, el 41% entre los 6 y los 9
meses, y el 18% entre los 10 y los 18 meses.
¿Cuáles son las etapas del control de esfínter en el niño? Como hemos visto,
dependen de factores madurativos, sociales y afectivos. En su Baby-test, A. Gesell
fijará sus normas:
— Desde los 15 meses se regula progresivamente la micción diurna, hasta los 24
meses, en que el niño durante el día ya no se ensucia, mientras que el control noc
turno de materias se adquiere a los 18 meses.
— Entre los 24 y 36 meses aprenderá la limpieza nocturna, con tal de que du
rante la noche se le levante de la cama una vez.
CONTROL ESFINTER!ANO 2 67
Se ha hablado del aspecto sádico del estadio anal, relacionado con el hecho de
que las materias son objetos destruidos por la eliminación. El carácter anal puede
considerarse tanto como destrucción y como incorporación. La expulsión puede
considerarse igualmente en forma de rechazo, como una forma de agresión a los
demás.
No olvidemos que durante un largo período el niño vive envuelto en sus pañales,
siempre húmedo y sucio por sus excreciones. Si está limpio y seco, esto se debe
a los cuidados maternos. Por ello, los cuidados matemos entran en el esquema de
manipulaciones en general y contribuyen a satisfacer una especie de erotización
cutánea. Y hay que tener en cuenta igualmente que lo que con mayor frecuencia
hay que lavar son las zonas anogcnitales.
Autores como C. Thompson y H. S. Sullivan minimizan el factor “ placer” , frente
al factor “compromiso” con los padres. Para H. S. Sullivan, las funciones anales van
unidas a los móviles de poder y necesidad de seguridad. Al igual que en los primeros
momentos, los lloriqueos son el poderoso medio de llamar la atención, el estreñi
miento es otro medio de que se vale para llamar la atención de los demás.
Como señala E. Erikson, el problema de la educación del intestino no se reduce a
averiguar hasta qué punto el niño busca únicamente la satisfacción anal. Lo que
tanto al niño como a la madre les interesa antes que nada es saber quién decide en
cuanto a dicha parte del cuerpo. En este estadio, para el niño el problema se reduce
a lo siguiente: ¿cómo aprender a controlarse sin tener la impresión de ser forzado
por los demás? La madre, por su parte, puede mostrar al niño las exigencias exter
nas del medio, de forma que pueda hacerlas suyas y aceptarlas libremente, como si
fueran propias.
En función de lo que acabamos de decir, cabe esperar que sobre la personalidad
actúen determinadas formas de control.
Sobre este particular, hasta el momento actual hay pocos estudios aceptables.
M. Huschka ha estudiado el influjo de la educación del esfínter con 213 niños-pro
blema en un hospital de Nueva York: Los divide en dos grupos: uno, de niños que
recibieron una educación coercitiva —aprendizaje iniciado antes de los 8 meses o
terminado antes de los 18—, y otro, con los niños que tuvieron una educación del
esfínter apropiado (aprendizaje iniciado pasados los ocho meses y concluido después
de los 18). En el primer grupo son más frecuentes el estreñimiento, la angustia y las
rabietas. Las conclusiones de Th. Nourrissier confirman las de M. Huschka. A.
M. Th. Nourrissier le llama la atención la importancia o frecuencia de ciertos tras
tornos en un grupo de niños que habían adquirido el hábito de la limpieza antes de
los 15 meses. Este grupo, que representa el 9% de los niños estudiados, daba el
indice de un 34% de estreñimiento, un 19% con terrores nocturnos, un 13% con
hábitos obsesivos y un 32% con anorexias.
Los psicoanalistas señalan rasgos caracteriales relacionados con la organización de
las zonas crógenas. S. Freud —y posteriormente K. Abraham— describen la expresión
del carácter anal en la persona adulta. Los rasgos más sobresalientes de los individuos
de carácter anal serían: economía con necesidad de ahorro, el afán de atesorar y el
coleccionismo. La economía sería una prolongación de la costumbre anal de retener,
unas veces por temor a la pérdida y otras por puro placer erógeno. La necesidad de
orden sería una elaboración de la obediencia y de la puntualidad, la necesidad de
limpieza y pureza, la obstinación y la cabezoncría serían forma pasiva de agresividad
desarrollada al imposibilitarse la acción.
Ciertos hechos tienen una base antropológica, clínica y experimental. Se ha obser
vado la frecuente sodomía en muchachos de las tribus manus, de las islas del Almi-
CONTROL ESFINTERIANO 269
rantazgo, en donde la educación y el control del esfínter son muy tempranos, y para
quienes la sexualidad tiene carácter vergonzante. En los japoneses que hacen un
aprendizaje anal precoz se han observado rasgos caracteriales de tendencia obsesiva
con numerosos rituales -ansia de perfección, excesiva necesidad de limpieza, gran
valor de la propiedad y deseo de acumular bienes—. Pero, por otra parte, también se
señala que los urocks, que tienen las características especialmente anales de compul
sión, retención y recelo, durante sus primeros años no tuvieron un excesivo control
del aprendizaje del esfínter. Los estudios experimentales de G. V. Hamilton y de
P. S. Sears revelan —en opinión del prim ero- una proporción algo mayor de avaricia,
sadismo y masoquismo en un grupo de personas que recuerdan haber practicado
formas infantiles de erotismo anal que en otros que no tenían los mismos recuerdos.
Para el segundo, existe una ligera pero clara correlación de rasgos de avaricia y cabe-
zonería con necesidad de orden.
A. - ENURES1S INFANTIL
I. - ESTUDIO CLÍNICO
sido ellos también enuréticos, pensó en llevar a cabo una encuesta entre un grupo de
colegas. Estudiando 25 familias de médicos con —al m enos- un hijo cnurético,
comprueba que 23 padres y 17 hermanos de ellos habían sido enuréticos en la infan
cia. Apoyado en los estudios sobre los niños de los Kibboutz y los gemelos, H. y R.
Bakwin llega a la conclusión de que en la enuresis existe una base hereditaria.
M. Kaffman, al estudiar la enuresis de niños de Kibboutz confiados a guarderías
infantiles, señala que el índice de cnuréticos es claramente idéntico en niños criados
comunitariamente que en los criados en familia (un 11%, aproximadamente, de niños
de 5 años y medio a 12 años en ambos grupos). Los padres de niños enuréticos no
vacilaron en indicar espontáneamente los casos de enuresis; en una familia se repitió
la enuresis sucesivamente en las mujeres de las tres generaciones anteriores.
En cuanto al estudio de los gemelos, B. Hallgren, que ha reunido todos los casos
utilizables de la literatura, señala que la enuresis es concordante en dos terceras
partes de casos de gemelos monocigóticos, mientras que no es así en las diez parejas
de gemelos dicigóticos. Tras un estudio sistemático, esta autora aclara que la cnuresis
pudiera estar determinada por un gen mayor dominante autosómico, o por la simple
alteración de los poligenes y del medio externo, pero admite que numerosos casos
no están genéticamente determinados.
Las reacciones del niño y de la familia ante la enuresis varía según los casos. Al
niño le parecerá un síntoma desagradable y molesto, pero a veces tendrá una actitud
simplemente pasiva. La familia reaccionará con la máxima tolerancia o la máxima
severidad, incluso bruscamente.
El diagnóstico diferencial se establece ante la incontinencia urinaria, que hace suponer la exis
tencia de una lesión orgánica concreta, mecánica, nerviosa o por una inflamación. Hay cnuresis
cuando la emisión es involuntaria e inconsciente, y hay incontinencia cuando la emisión de orina
es involuntaria pero consciente, cuando todos los intentos del paciente por retener resultan inútiles
y las micciones son anormales. M. y N. Soulc distinguen, acertadamente, entre ambos términos y
ofrecen a cada uno un significado patológico concreto para evitar cualquier confusión y no
emplean, por ejemplo, los términos de “incontinencia de orina” por “enuresis diurna”, prescin
diendo incluso de la expresión de “enuresis orgánica”, aun cuando dicha distinción parezca formal.
Puede pasar por incontinencia la polaquiuria si ocurre de día, confundiéndose con una enuresis
cuando se manifiesta por la noche. Cl. Launay ha señalado que “la mayor parte de polaquiurias
que coinciden con una enuresis nocturna son independientes de cualquier lesión orgánica o meta-
bólica y no se entienden sino con intervención del sistema nervioso (hipercxcitabilidad neurovege-
tativa, participación de la emoción, proceso psicógeno con factores obsesivos básicos)”. Sea lo que
fuere, cuando la polaquiuria y la enuresis nocturna e imperiosa necesidad de orinar durante el día
van unidas, es indispensable un profundo examen para eliminar los posibles inicios de una afección
urológica.
Las causas de incontinencia son varias. Cuando aparecen sin llamar la atención pueden confun
dirse con la enuresis, al menos en algunos casos. Entre otros:
Poliurias de afecciones del metabolismo, entre las que sobresale la diabetes mellitus, rara antes
de los 5 años; la diabetes insípida; el síndrome poliuria-polidipsia, distinto de la potomanía, o
hábito de ingerir una cantidad anormal de líquido (véase el capítulo de La esfera oroalintenticiaj.
Afecciones urológicas o renales producidas por una irritación o una infección (cálculos vesicales,
cistitis aguda o crónica, uretrotrigonitis crónica de la niña), o de malformación congénita (falta de
control del esfínter, provocada, por ejemplo, por abocamiento ectópico de una uretra supernume
raria, por obstáculos subvesicalcs causantes de retención crónica y micción al estar rebosante, como
272 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
en la hipertrofia del veru montanum, atresia meática, etc.). Para G. Lagrue y P. Milliez (1970), y
quizás es verdad en los niños vistos por los urólogos, la existencia de una enuresis, incluso si se
presenta aislada, más allá de los 5 años de edad debe hacer que. busquemos siempre sistemática
mente, con investigaciones urológicas y nefrológicas, una anomalía orgánica o funcional de las vías
urinarias o del riñón.
Trastornos neuromusculares relacionados con lesiones adquiridas de la medula espinal o con
afecciones congénitas. En lesiones adquiridas -mielitis, traumatismos medulares, etc.- y de afec
ciones congénitas (espina bífida real, aplasia sacra) no cabe confusión alguna, ya que la malforma
ción no rosiste al simple examen.
M.F.Campbell describe anomalías del tracto urogenital en dos terceras partes de los niños'
enuréticos que se resisten a los métodos normales de tratamiento.
Según A. Bretón y cois., no hay que prescindir ni supervalorar las cnuresis orgánicas, que en su
opinión vienen a ser del orden del 10 al 20% de la suma total de enuresis. Tales datos están en
franca contradicción con los de la mayor parte de especialistas en enuresis (B. Hallgren,
H. Bakwin, etc.).
De hecho, según M. y N. Soulé, “no cabe confusión alguna con la cnuresis fundamentalmente
nocturna, con las micciones normales durante el día, ni existe afección alguna que la estimule”.
Tan sólo en casos de enuresis diurna adquirida o noctumo-diuma se plantea el diagnóstico diferen:
cial con afecciones orgánicas generadoras de incontinencia ó asociadas a otros trastornos de la micción.
Hay que suprimir ciertas hipótesis antiguas: la sífilis por herencia, teorías endo
crinas inconcretas, espina bífida oculta trivial, modificaciones en los componentes de
la orina (alcalinidad-0 acidez). Está demostrado que los elementos dc-la orina son
normales, que no se altera la relación entre la orina durante el día y tampoco cambia
el peso específico.
La literatura médica nos revela una pluralidad de factores etiológicos que suelen
evocar otras tantas explicaciones patogénicas.
H. Bakwin admite que la manifestación clínica de las anomalías del funciona
miento de la vejiga, objeto de nuestro estudio, se centra en las necesidades impe
riosas. Frente a la persona normal, que puede esperar horas y horas con la vejiga
llena, el enurético precisa vaciarla de inmediato. Esa ineludible necesidad puede
producirse y mojarse la cama al mismo tiempo. No es enurético el niño que por la
noche se levanta a vaciar la vejiga, pero si no sabe responder a la llamada hay que
considerarlo como tal.
No creemos que la patogenia cnurética se base tan sólo en un problema de tole
rancia. Lo que interesa averiguar es por qué no se siente la necesidad de orinar de
dia o de noche; por qué la enuresis pasa a ser fundamentalmente nocturna en un
momento dado; por qué no despierta el niño al tener la cuna mojada; por qué no le
molesta la humedad resultante; por qué a veces se modifica la enuresis tras un
cambio de ambiente o situación.
No creemos jque pueda abordarse el problema de la enuresis sin comprender la
evolución de la función esfmteriana en la evolución total de la personalidad y dentro
de un medio cultural concreto. .
La micción es mecánica; el control de la micción es un mecanismo funcional que
se transforma en un comportamiento con el paso de lo automático a lo voluntario,
en su exacto sentido fisiológico.
La micción tiene sus reglas fisiológicas que podemos considerar como auto
máticas.
CONTROL ESFINTERIANO 273
El problema, que ha sido abordado por diversos autores -D. J. Duché, K. S. Ditman,
K. A. Blinn y R. Lacassie-, también lia sido objeto de interesantes estudios por parte de H. Gas-
taut y cois., (1965). Dichos autores sostienen que los automatismos en la micción lúpnica apare
cen entre 93 y 162 minutos después de quedar dormidos, en el curso de un proceso al que
llaman el “episodio enurético”. Suele iniciarse en una fase IV, y comporta:
—una inicial alteración E. E. G., generalmente en forma de uno ó varios complejos K seguido
por una actividad característica de una fase menos profunda de sueño; *
—un movimiento global, sin carácter gestual, y una actividad de diducción acompañada de
moderada taquicardia y seguida de bradicardia;
—la micción propiamente dicha, que aparece en último lugar, de veinte segundos a tres minutos
tras la primera modificación del E. E. G.
Cuando no se Ies cambia tras haber orinado los niños pueden permanecer así durante algunas
CONTROL ESFINTERIANO 275
horas sin alcanzar las fases E. E. G. III y IV de ondas lentas que traducen el final normal de los
primeros ciclos hípnicos. Si se les ha cambiado, los mitos no tardan en dormirse y prosiguen con
entera normalidad un ciclo completo hasta las fases III y IV del sueño profundo.
En cuanto a los cambios de presión intravesical, H. Gastaut y R. G. Broughton (1963) prueban
que las primeras ondas de hipertensión intravesical resultantes de una espontánea contracción de la
vejiga son muchos más numerosas e importantes en niños diuréticos. Las contracciones aumentan
en número y amplitud (de 3 a 50 cm de agua en el manómetro) a medida que el E. E. G. hípnico
va pasando de la fase I a la fase IV. Al acabar la fase IV del primer o segundo ciclo hípnico, se
observa en los enuréticos una ininterrumpida sucesión de ondas de lüpcrtensión intravesical cuya
amplitud va en constante aumento hasta llegar a 100 e incluso 120 cm de agua, en que se man
tiene estática hasta que la orina se desparrama alrededor de la sonda de la uretra.
Algunos investigadores han despertado a los niños en examen en el 1. M. O. posterior a la enu
resis con objeto de conocer los posibles sueños. Los sueños nada tenían que ver con la micción
salvo cuando no se mudaba al niño.
C. Hamos, quien anota 122 sueños en 49 enuréticos -32 varones y 17 niñas-, advierte que
tienen un desarrollo especialmente agresivo -sueños con ladrones, animales terroríficos-, lo que
revela cierto sentimiento de culpabilidad.
MA C A I C A nAAAIAIÍ IA
276 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Gran número de autores han descrito una tipología psicológica del niño enurético.
Algunos, como L. Kanner y A. Doumic, señalan dos polos caracterológicos.
L. Kanner distingue, entre otros, los “ agitados hiperactivos excitables” , los “ llorones
gruñones irritables” y los “ desvergonzadamente rencorosos, tozudos”. En su estudio
de la cnuresis femenina, A. Doumic opone enuréticas pasivas, asténicas, perezosas,
muelles, a las que tienen rasgos semejantes a los masculinos. En opinión de ambos
autores no se puede describir una personalidad enurética. M. Gcrard no establece
oposiciones en un marco común, sino que describe diversas personalidades enuréticas
según el sexo, que representa, en cierto modo, lo contrario de la forma evolutiva,
masculina o femenina. Los chicos serán pasivos, retraídos, autodesvalorizadores,
temerosos, dependientes, con necesidad de afirmarse; las chicas se acercarían a la
normalidad en su conducta externa, pero se caracterizarían por su necesidad de inde
pendencia, de competencia con los chicos, por su ambición. En ambos sexos se
advierte la ansiedad, las pesadillas y los terrores nocturnos. D. A. Duché no ve una
unidad en las diversas descripciones caracterológicas de la enuresis, y piensa que es
ilusorio establecer un perfil psicológico válido para todos los enuréticos. El mismo
C. L. Launay cree que es un intento vano.
4 ° E l p a p e l d e lo s p a d r e s e n Iu g é n e s is d e la e n u r e s is
___ ELpapel. que. tienen los padres en el origen de la enuresis podemos contemplarlo
de dos formas: como un comportamiento erróneo en cuanto al adiestramiento del
esfínter infantil o como algo más general en el plano de su desarrollo afectivo.
Muchos autores subrayan que una conducta irrazonable o neurótica por parte de
los padres dificulta la formación del control del esfínter en su momento normal,
tanto por coaccionar excesivamente al niño -c o n rebeldía o autodefensa por parte
de éste— como si obran blandamente, con lo que no se llega a formar el control de
la micción. Como señala Telma Rcca, unos padres también enuréticos tendrán un
comportamiento temeroso o de excesiva superprotección, al recordar su propia humi
llación. El no saber ejercer el control adecuadamente los padres (prematura educa
ción del esfínter) es propio de mujeres obsesionadas que aplican las reglas con
excesiva rigidez, o propio de mujeres fóbicas, temerosas de la suciedad.
Mirado más generalmente, el comportamiento de los padres es motivo de una espe
cial afectividad infantil, según sea aquél protector o, a la inversa, cruel y repelente.
A veces la intervención de los padres es provocada por el comportamiento entre
hermanos: cuando hay celos hacia el hermano menor, máxime si ha nacido en el
momento en que está aprendiendo a controlar el esfínter, lo que hace que la regre
sión sea más frecuente en niños superprotegidos; en otras ocasiones, por rivalidad
con el hermano mayor, la enuresis obliga a la madre a ocuparse del pequeño y
abandonar al otro (Telma Reca).
5 ° Valor de!síntoma
El sintoma puede tener diversos significados. Para darle algún sentido, es indis
pensable tener en cuenta la evolución libidinal y de relación, y con P. Luquct con-
viene distinguir entre enuresis nacida durante el período pregenital y enuresis del
período edipiano.
Durante el período pregcnital la enuresis puede ser manifestación de pasividad:
satisfacción por los cuidados maternos, placer cutáneo por encontrarse en un medio
húmedo, o manifestación de actividad: ésta, a su vez, puede manifestarse agresivamen
te, con miras a su propia satisfacción (erotismo uretral) o, de manera más general, con
miras a la satisfacción del poder del niño por el uso que hace de su aparato.
En la fase edipiana o postedipiana la enuresis puede equivaler a una masturba
ción. Éste es un hecho señalado por numerosos autores seguidores de S. Freüd.
Como señala A.'Bergc, la enuresis puede ser una defensa ante el miedo a la castra
ción o una comprobación de la no-castración, una concepción sádica del comporta
miento genital, o tener un valor de identificación fantasmática con la virilidad
paterna. M. Gerard expone la hipótesis de que la enuresis es un sustituto de la
masturbación, que en la niña va asociado a fantasmas de acción —habida cuenta de
que la micción en ella pasa por un fenómeno destructivo— y en el niño con fan
tasmas exponentes de pasividad al dejar salir la orina sin control alguno. Ciertos
autores señalan que la enuresis responde a la satisfacción de un ansia de castigo para
liberarse del sentimiento de culpabilidad, pero, como dice M. Soulé, hay que ver
posibles castigos: uno secundario, relacionado con la reprobación general, y otro
primario, que es el causante de la enfermedad.
V. - TRATAMIENTO DE LA ENURESIS
B. - ENCOPRESIS
l. - ESTUDIO CLÍNICO
1 ° E l s ín to m a
2.a Su frecuencia
V. - ETIOPATOGENIA
VI. - EVOLUCIÓN
Vil. - TRATAMIENTO
BIBLIOGRAFÍA 1
1. La bibliografía sobre la enuresis es muy abundante. El lector encontrará más referencias en las
obras señaladas con un asterisco.
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B IB L IO G R A F IA 289
I
CAPÍTULO X
ORGANIZACIÓN
Y DESORGANIZACION
DEL LENGUAJE INFANTIL
I. - PROBLEMAS G E N E R A L E S
No es nuestra intención tratar en este apartado el conjunto de los problemas y las doctrinas
lingüísticas. Estos han sido expuestos en las obras de M. Leroy, B. Malmberg, M. Richelle,
G. Mounin. Nos limitaremos aquí a una visión de conjunto.
Los compaiativistas del siglo XIX se dedicaron sobre todo al estudio de la evolución y paren*
tesco de las lenguas. F. de Saussure (lingüista suizo) opone a la lingüística diacrónica (evolutiva c
histórica) la lingüística sincrónica, que estudia la constitución de la lengua, sus sonidos, palabras,
gramática, reglas, etc., en el momento de la evolución. Para este autor, la lingüística tiene como
único y verdadero objeto la lengua, considerada en sí misma y por sí misma, y teniendo en cuenta
además que la lingüística sólo es una parte de una ciencia más general, más vasta y para la que
propone el término “semiología”. 1
La oposición de E. de Saussure entre “sincrónica” y “diacrónica” no es tan estricta como
algunos desearían; asi para E. Coscriu, la lengua funciona sincrónicamente y se constituye diacró-
nicamentc. F. de Saussure distingue entre “lengua” y “habla”. La lengua se refiere a un sistema
abstracto, es decir, a un conjunto de reglas que determinan el empleo de los sonidos, de las formas
y de los medios de expresión sintácticos y lexicales. El habla es la utilización concreta y singular
de la lengua por un locutor determinado en un momento preciso, y se refiere a acontecimientos
actualizados del discurso. La lengua está compuesta de signos o unidades lingüísticas que son una
entidad de dos caras: el significante o imagen acústica (es decir, la huella psíquica del sonido y no
el sonido propiamente) y el significado o concepto. Para este autor pues, el estudio del lenguaje
comporta dos partes: una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e inde
pendiente del individuo; esle abordaje es únicamente psíquico. La otra, secundaria, tiene por
objeto el aspecto individual del lenguaje, es decir el habla, comprendida la fonación. Además
admite, no obstante, que existe interdependencia de la lengua y del habla, siendo éste a la vez el
instrumento y el producto de aquella.
En 1926 tuvo lugar el nacimiento de una nueva disciplina a la cual se otorgó el nombre de
“fonología”. Para N. S. Troubctzkoy, la fonética es la ciencia que se ocupa del aspecto material de
los sonidos del lenguaje humano, mientras que la fonología sólo abarca los sonidos que cumplen
una función determinada en la lengua. Si bien en principio los estudios de la fonología se referían
a la lengua únicamente en su aspecto sincrónico, posteriormente la fonética y la fonología fueron
considerados como “las dos facetas de una misma cosa”.
Si, como seüaló F. de Saussure, “la lengua es una forma y no una sustancia”, L. Hjclmslcy
funda su teoría lingüística a la manera de los lógicos; tiende a sustraer la ciencia lingüistica de toda
apreciación subjetiva y se esfuerza por establecer una especie de álgebra del lenguaje, es decir, una
292 L A S F U N C IO N E S Y S U S P E R T U R B A C IO N E S
red de definiciones que formaría un sistema estructurado como una entidad autónoma de depen
dencias internas y la forma podrá ser reconocida y definida, únicamente en el terreno de la función.
Entre los autores que tuvieron una gran influencia sobre la lingüística americana, debe citarse a
L. Bloomficld quien consideraba que el análisis lingüístico ganaría si se estudiaba por sí mismo, sin
referencia a un sistema psicológico. Opone lo que él llama el “mentalismo” y el “mecanicismo”. El
“mentalismo” supone que los fenómenos puramente lingüísticos deben interpretarse y completarse
en referencia a fenómenos psíquicos. El “mecanismo", implica no recurrir a ninguna disciplina
ajena al tema, se refiere a una descripción lingüística totalmente independiente y fundada única
mente en factores lingüísticos determinables y es el método más sólido. Posteriormente, su doctri
na se basó en el conductismo, es decir, en las distintas formas de conducta humana considerada
como el conjunto formado por una excitación o estímulo y una respuesta o acción que responde a
este estímulo.
En 1950 nació la psicolingüística bajo el signo de la informática y Ch. Osgood y T. Scbeok
formulan que la lingüística, en su sentido más amplío se ocupa de las relaciones entre los mensajes
y las características de los seres humanos que las eligen y las interpretan. Se han realizado gran
número de trabajos con esta perspectiva y se han introducido numerosos términos nuevos:
“emisor”, “receptor”, “canal”, “ruido”, “cantidad de información”, “codificación”, “descodifica
ción”, etc.
Anteriormente a la corriente actual, numerosos psicólogos americanos, habían generalizado sus
teorías del aprendizaje englobando la conducta verbal y admitían que los vínculos entre las palabras
y su significado se reducían a vínculos de probabilidad determinados por la frecuencia de las
asociaciones por el refuerzo. Fue en 1957 cuando 11. F. Skinner propuso un análisis funcional de
las conductas verbales, que consiste en una identificación de las variables que deben ser descritas
en términos de nociones tales como estímulo, refuerzo, privación. Aunque se hicieron innumerables
criticas a esta nueva forma de interpretación de B. F. Skinner, dichas críticas van dirigidas, según
M. Richelle, la mayoría de las veces, únicamente a las formulaciones tradicionales de la noción
estímulo-respuesta, que el mismo Skinner ha intentado superar. Este autor subraya las diferencias
entre su teoría y los análisis formales del lenguaje, pero su abordaje del comportamiento verbal no
excluye, de ningún modo, el abordaje lingüístico y mucho menos pretende sustituirlo.
N. Chomsky revolucionó la forma de concebir el lenguaje, negándose a abordar la lingüística
sobre la base de una ciencia clasificadora, y rechazando el uso de los modelos probabilisticos, para
explicar la estructura de las lenguas naturales, y reaccionando a su vez contra el conductismo de la
psicología norteamericana y en particular contra el defendido por Skinner. Aplicó los métodos
tradicionales de la lingüística estructural al estudio de la sintaxis y constató que cada lengua posee
un número finito de fonemas y también, aunque muy elevado, de morfemas. Por el contrario, el
número de frases de una lengua natural es infinito. En lugar de intentar la clasificación de los
elementos mediante la utilización del conjunto de las operaciones sobre un cuerpo de enunciados,
N. Chomsky afirma que la finalidad de la descripción lingüística debería ser la construcción de una
teoría que abordara el número infinito de frases de una lengua natural. Según él, detrás de una
"estructura superficial" que es lo único que ha interesado a los lingüistas,aparece “una estructura
profunda" en la cual se traduce el aspecto creativo del pensamiento. La producción del lenguaje
tiene lugar como si el locutor hubiese asimilado un cierto número de reglas convencionales,
mientras que las estructuras profundas permiten una generalización y el esbozo de una gramática
universal. La estructura profunda representa el substrato estructural abstracto que determina el
contenido semántico del enunciado y que está presente en la mente cuando la frase es emitida o
percibida. Podría ser muy bien, dice Chomsky, que una gramática se adquiriese simplemente
mediante la diferenciación de los esquemas fijos innatos, más que por la adquisición progresiva de
los datos, secuencias, encadenamientos y asociaciones nuevas. Las propiedades comunes a todas las
lenguas son las universales, que están alojadas profundamente en el “dispositivo de adquisición del
lenguaje” (LAD); podrían descubrirse reduciendo la extrema diversidad de las estructuras super
ficiales de las lenguas a un pequeño número de estructuras profundas. Pero, como ha señalado
G. Mounin, unas veces Chomsky insiste sobre el hedió de que las estructuras profundas universales
o casi universales reflejarían la universalidad de las relaciones extralingüísticas, es decir, que la
semántica sería la parte más universal de ¡as lenguas (universales sustanciales), y otras por el contra
E L L E N G U A J E 293
rio pone el acento sobre el hecho de que lo que sería universal en las lenguas, sería el funciona
miento del modelo transformacional que delimitaría las formas generales y comunes a todas las
lenguas (universales formales). El concepto de transformación, que es el punto de partida de la
lingüística chomskyana, nació de las dificultades propias de la lingüística distribucional de
M. Blommfield y Z. S. Harris. Según G. Mounin, N. Chomsky ha partido del concepto de transfor
mación que le ha llevado al concepto de gramaticalidad, el cual hace necesario recurrir a la intui
ción del sujeto que habla, lo cual conduce al concepto de competencia; por otro lado, el concepto
de transformación lleva a la distinción entre las estructuras superficiales y las profundas, y la
existencia de éstas conduce a las univeisalcs sustanciales y formales, las cuales Chomsky, sólo ha
podido explicarlas por la hipótesis de lo congénito. Según Chomsky, ía diferencia fundamenta]
entre su lingüística y las precedentes estriba en el hecho de que intenta conseguir por primera vez,
no una lingüística general, sino una teoría lingüística rigurosamente construida en forma de
modelos hipoteticodeductivos, en el sentido que esta expresión posee para la Lógica y la Matemá
tica. Para este autor, la “gramática” debe tener tres partes: una parte sintáctica que engendra y
describe la estructura interna del número infinito de frases de una lengua, una parte fonológica que
describe la estructura fónica de las frases engendradas por el componente sintáctico, y una
parte semántica que describe la estructura de sus significados. El núcleo de la gramática es la
sintaxis; la fonología y la semántica son puramente “interpretativas” , en el sentido de que describen el
sonido y el sentido de las frases producidas por la sintaxis, pero no engendran frases por sí mismas.
N. Chomsky opina que el niíío tiene ya construida en su mente la forma del lenguaje antes de
haber aprendido a hablar. Según él, el centro sintáctico de toda lengua es tan complejo y especí
fico en su forma, tan diferente de otros tipos de conocimiento, que ningún niño podría aprenderlo
a menos de tener ya programado en su cerebro “un perfecto conocimiento de la gramática univer
sal”. Los teóricos empiristas y conductistas del aprendizaje que conceden a la gramática su comple
jidad se enfrentan al siguiente dilema: o se apoyan únicamente sobre el mecanismo estímulo-res
puesta, en cuyo caso no pueden explicar la adquisición de la gramática, o bien admiten que existen
mecanismos innatos que posibilitan que el nulo aprenda el lenguaje. Pero desde el momento en que
los mecanismos son lo suficientemente neos para explicar la~complcjidad y la especificidad dé la
gramática, el aspecto de estímulo-respuesta deja de ser interesante, ya que el único interés que aún
conserva se refiere enteramente a la capacidad de desencadenar los mecanismos innatos, los cuales
se convierten entonces, en elementos esenciales de la teoría del aprendizaje.
Numerosos autores se lian unido al punto de vista de Chomsky. Así, desde el prisma psicológico
G. Millcr se alza enérgicamente contra el “rcduccionismo” de la teoría del aprendizaje y D. McNéill
defiende la noción de capacidad lingüística fundamental que debería manifestarse “como un reflejo
lingüístico”. Por su lado, J. Dccse postula que el niño posee en su dotación innata un dispositivo
equiparable a una teoría lingüística de un alto grado de complejidad. Pero se han formulado diver
sas interpretaciones a propósito de la noción de competencia y de rendimiento, a propósito de la
gramática chomskyana,' así como de lo metapsicológico del origen congénito del lenguaje.
Según N. Ruwet, la distinción entre competencia y rendimiento está muy próxima a la distin
ción clásica de F. Saussure entre lengua y habla. Para M. Richelle, lo que distingue la noción de
competencia de Chomsky de la noción de lengua de F. de Saussure, es el hecho de que aquél pone
el acento sobre la existencia de una entidad psicológica creadora en el sujeto que habla. La lengua
es para F. de Saussure “un tesoro acumulado por la práctica del habla en el sujeto que pertenece a
una misma comunidad y un sistema gramatical que existe virtualmente en cada cerebro”. El sujeto
es sólo el depositario de un sistema que le es extemo y que se convierte en propio por la practica
del habla. M. Richelle afirma que hablar de competencia más que de lengua, es abordar el lenguaje
como actividad, es introducirse sin ninguna duda en el problema de la psicología; como la compe
tencia es una abstracción inferida y la psicología sólo puede observar actos de rendimiento, resulta
muy difícil alcanzar por el análisis psicológico la coherencia propia del sistema formal.
Si bien es cierto que la teoría de Chomsky responde a una reacción contra el antipsicologismo
o antimentalismo de la lingüística norteamericana, él adopta también, según M. Richelle, una
posición radicalmente mentalista cuando no duda en identificar el aporte genético del organismo
con una teoría de la gramática.
Según Chomsky la noción de competencia está claramente ligada a la de aspecto creador o
294 L A S F U N C IO N E S . Y S U S P E R T U R B A C IO N E S
creatividad del lenguaje. Lo que llama aspecto creador del lenguaje, es la aptitud del sujeto ha
blante para engendrar un número indefinido de frases que nunca había escuchado con anterioridad.
Es en este punto, dice G. Mounin, en el que la competencia diferiría de la lengua según F. de
Saussure. De hecho, N. Chomsky distingue la creatividad gobernada por las reglas, que da prueba
de la competencia, de la creatividad que viola las reglas; esta última, la única que describió F. de
Saussure, da cuenta del rendimiento del habla. Como subraya G. Mounin, la lingüística de F. de Saus-
suré no ignoró la creatividad gobernada por las reglas; a ésta la denominó productividad.
Según J. Searle, los seguidores de Chomsky, aun aceptando las criticas que este teórico lanza
contra los antiguos estructuralistas, creen que no es la sintaxis la componente generadora de la teoría
lingüística, sino la semántica. Para estos semánticos generativos, la gramática comienza por la des
cripción del sentido de una frase, que engendra, a su vez las estructuras sintácticas, mediante la
introducción de reglas sintácticas y léxicas. Para autores como J. Searle, toda tentativa que pre
tenda explicar el sentido de las frases debe tomar en consideración su papel en la comunicación y
en la consecución de los actos del habla. Existe un conflicto entre dos concepciones del lenguaje
radicalmente distintas: una, la de Chomsky, ve en el lenguaje un sistema formal, autónomo, utili
zado más o menos ¡ncidentalmcntc para la comunicación; para la otra, el lenguaje es fundamen
talmente un sistema de comunicación. Cuando se persigue explicar el sentido de la competencia
semántica, un abordaje puramente formal fracasa porque no puede dar cuenta del hecho de que la
competencia semántica es, sobre todo, una cuestión de saber cómo hablar, es decir, de cómo
conseguir los actos del habla. Esta será, dice J. Searle, la próxima etapa en el desarrollo del estudio
del lenguaje, que consistirá en injertar el estudio de la sintaxis en el estudio de los actos del habla.
La lingüística es, según A. Martinct, una disciplina autónoma que no debe contentarse con una
actitud descriptiva, ni simplemente estructuralista, que no se arriesgue a sobrepasar la descripción
de los fenómenos observables; se decide por un “estructuralismo explicativo”. Pero estos dos tér
minos están demasiado cargados de afectividad; cada lengua dispondría de una orientación prede
terminada, interna, sometida misteriosamente a algún “gehió”, y sustraída de este modo a la causa-
lidad observable. Fura este autor, a diferencia de lo que ocurre eil Lógica o en Matemáticas, un
modelo teórico en lingüística no puede ser totalmente hipotcticodeductivo, en el sentido de que las
hipótesis no pueden ser cualesquiera sino que están ya inspiradas en un conocimiento empírico de
los hechos a los cuales conviene aplicar el sistema explicativo. Así, su hipótesis de la doble articula
ción es un hecho de observación y cuando utiliza el termino “lengua” pasa un acto arbitrario y lo
define de nuevo en función de esta observación, consigue construir un modelo empírico-deductivo.
La noción de N. Chomsky del “innatismo” del lenguaje, es parte de una doctrina que se sitúa
en un plano más extenso, tanto desde el punto de vista filosófico como fisiológico. En efecto, si
bien el conocimiento de la patología del adulto nos demuestra la existencia de zonas privilegiadas
del cerebro cuya lesión produce trastornos del lenguaje, Pierre Mario negó el carácter innato de
estos centros. Al igual que Monakow, opinamos que siempre debe hacerse una distinción entre
localización de una función y localización de una lesión. Si en el adulto ciertas lesiones producen
trastornos específicos, esto no quiere decir que las zonas sean congénitas. En efecto, estas zonas no
son nada sin la organización comunicativa. Las alteraciones afercncialcs y efercnciales, sensoriales o
motoras, pueden alterar la organización del lenguaje, incluso cuando no existe.lesión anatómica
cerebral localizada; no existen centros preformados, sino preformas de organización que toman
forma en el curso de la realización comunicativa; la dominancia hemisférica es mucho más lábil en
el niño que en el adulto. Incluso aunque existe una organización cerebral perfecta y órganos peri
féricos bien ajustados, el lenguaje sólo podrá formarse a partir de la comunicación creativa.
Podemos decir, por lo tanto, que el lenguaje no es una función completa resultante de la acti
vidad de un mecanismo innato. Es un modo de relación creado por la comunicación sobre la base
de una organización cerebral preformada que hace posible su existencia. Por lo tanto, no negamos
la importancia de la organización cerebral; es a partir de una cierta organización cerebral, más o
menos localizada que se forma el lenguaje, luciéndose con su dinámica propia y por aprendizaje de
un código impuesto.
Este tipo de noción nativista se opone tanto a la teoría del aprendizaje clásico como a las
teorías constructivistas. M. Richelle, considera que Chomsky, al invocar las teorías “ínnatistas”,
vuelve a adoptar, aunque con otra denominación, las entidades mentales tan apreciadas por la
E L L E N G U A J E 295
psicología de las facultades y está abocado al mismo callejón sin salida en el análisis de las con
ductas reales. Además, si la noción de competencia está estrechamente ligada a la de aspecto crea
dor, es decir la aptitud del sujeto hablante de engendrar un número infinito de frases que antes
nunca había oído, esto no es especifico del lenguaje, ya que encontramos lo mismo en el desarrollo
de las praxias o en el de la inteligencia.
D. Slobin, al hacer la crítica de D. McNcill quien defiende la teoría de la dotación innata, dice
con gran acierto que el problema es determinar qué tipo de cosas deberían ser consideradas como
“preprogramadas”. D. McNeill afirma que el niño nace con un conjunto entero de universales
lingüísticos y que, en cierto modo utiliza, este conjunto como una parrilla, a través de la cual filtra
el lenguaje particular que oye, Es un “abordaje de contenido” al sistema de adquisición del
lenguaje (LAD), mientras que D. Slobin defiende un “abordaje de proceso”: opina que elniño ha
nacido, no con un conjunto de categorías lingüísticas, sino con una especie de mecanismo de
proceso —un grupo de procedimientos y de reglas de inferencia- que utiliza para tratar los datos
lingüísticos. Estos mecanismos son tales, que aplicados a datos de informaciones’aferentes, el niño
consigue algo que es un miembro del grupo de las lenguas humanas. Los universales lingüísticos,
pues, son el resultado de una competencia cognitiva innata más que el contenido de esta com
petencia.
Este problema ha sido estudiado por J. Piaget (véase: Langage el intelligence); H. Sinclair con
sidera que existen más puntos comunes epistemológicos entre el estructuralismo transformacional
de N. Chomsky y el estructuralismo genético de J. Piaget, que entre uno cualquiera de los dos y el
conductismo.
Los primeros estudios sobre el desarrollo del lenguaje infantil son estudios longi
tudinales de niños de un determinado nivel sociocultural, hijos de psicólogos o lin
güistas -casos de A. Grégoire, W. F. Leopold, O. Bloch, e tc .-; los investigadores
posteriores han trabajado a mayor escala y con nuevos métodos.
—Observaciones sistemáticas longitudinales: R. Brown y C. Fraser, J. Eisenson,
A. Martinet, G. Mounin, Pichevin, etc.
—Observaciones no sistemáticas en el niño: M. Lewis.
—Observaciones a nivel prelingüistico: M. Shirlcy, O. C. Invin, E. H. Lenneberg.
-Investigaciones experimentales (estudios transversales): S. Ervin, J.. Berko,
j P. Mcnyuk, D. Slobin, H. Sinclair, etc.
—Estudios sobre la patología: con sordos (II. C. Furth); con retrasados (E. Lenne
berg), con afásicos, etc.
|
De hecho, cada una de estas investigaciones lleva la marca de una doctrina y la
l interpretación de los diferentes datos responde, con frecuencia, al método utilizado,
valorándose las respuestas en relación con la componente teórica que implica el
método en sí mismo. Frecuentemente llevan la marca de lo que estaba preconcebido
y que la experimentación no hace más que confirmar. A menudo, las aportaciones se
apoyan tan sólo en investigaciones fragmentarias que versan sobre el desarrollo de las
' adquisiciones de la articulación, el vocabulario, la extensión de las frases, el
i significado, etc. Unos se definen como lingüistas, otros como sociolingüistas.
2 9 6 L A S F U N C IO N E S Y S U S P E R T U R B A C IO N E S
I. - PERÍODO PRELINGÜÍSTICO
Esta fase, también denominada preverbal, abarca los primeros diez meses de vida.
Se distingue por una expresión bucofonatoria que de por sí apenas tiene valor comu
nicativo. Sabemos que, al nacer, el niño no reacciona sino ante ruidos muy fuertes y
que no sabe buscar espacialmente el origen del ruido. Hasta los 2 meses no se girará
hacia el lugar de donde procede la voz. En ese momento el grito no tiene valor de
relación; progresivamente van apareciendo vagidos y chasquidos. Deberá pasar algún
tiempo para que gritos y vagidos tengan valor de señal. Las madres emplean todo un
contexto para dar un significado a la voz. Hacia los tres meses pueden distinguir lo
que llaman “enfados” , ocasionados por estímulos interoceptivos y exteroceptivos
(I. Lézine). El niño comienza entonces a reaccionar ante los diferentes sonidos; de
manera que hay ruidos que le hacen gritar. Como dice E. Lenneberg, a los 3 meses
aparecen nuevas características acústicas en el habla: se inicia la modulación de reso
nancia, rico repertorio de altura en la modulación laríngea, buen control de la fona
ción de principio a fin, aun cuando la estructura de sus componentes esté mal defi
nida y sin existir la resonancia de las vocales.
La fase de lambdacismo,1 aparece hacia los tres o cuatro meses y se distingue por
su fonación lúdica. Si bien inicialmente el lambdacismo es independiente de toda
recepción auditiva, el niño irá aprendiendo progresivamente a reproducir los ruidos
que percibe. Algunos autores relacionan la actividad motriz y las vocalizaciones, sin
que baste la actividad motriz para desencadenarlas (M. M. Braun-Lamesch). En opi
nión de M. Shirley, las vocalizaciones disminuyen de frecuencia en el período de
aprehensión de objetos, al aprender a mantenerse en pie e iniciar la marcha. C. Kou-
pernik halla un valor comunicativo desde la más temprana edad. Las diversas voca
lizaciones “ negativas” y “ gorgoteos” —gurglings positivos- de M. Lewis son un
mensaje dirigido a la madre. Parece ser que, desde finales del primer mes, se da una
capacidad de apreciación de la carga afectiva de la voz que, según P. H. Wolff hace
aparecer la sonrisa a partir de la tercera semana -según el mismo P. H. Wolff, el oír
la voz hace sonreír antes que la vista de las personas-. El niño replica a la madre
vocalizando, de forma que M. Lewis no vacila en afirmar que a los dos meses el niño
“responde” .
Respecto al valor funcional de la bucofonación en el período prelingüístico,
parece razonable el análisis de E. Alarcos Llorach. Inicialmentc es una simple reac
ción circular autónoma incorporada en fenómenos reflejos. Se autoentretiene funda
mentalmente por percepciones anestésicas, y prueba de ello es su efímera existencia
en el sordomudo. Rápidamente, al simple cierre de lá curva de la reacción circular
cinestésica se viene a sumar el autoestímulo por el oído. El último, evidentemente,
permite cambiar el propio mantenimiento de la fonación por la producción verbal de
los padres del hiño. Éste no tarda en advertir que tanto sus fonaciones como cual-
quier otra cosa que haga produce unas reacciones en torno suyo. SU producción
verbal se desdoblará desde ese instante; por una parte, en forma de reacción circular,
conservará su carácter de juego o ejercicio, autónomo o no. Por otra parte, como
esquema sensoriomotor asimilador de reacciones ajenas, se torna intencional y desde
el punto de vista comunicativo toma un valor de llamada.
Mucho se discute sobre la naturaleza y orden en la aparición de sonidos emitidos
por el lactante de la fase prelingüística. Los clásicos estiman que aparecen antes y en
mayor número las vocales que las consonantes. Las vocales son anteriores y más
frecuentes, mientras que las consonantes posteriores, inicialmente son velares. Al
menos esto es lo que dice O. C. Irwin: a los dos meses hay un. 0,6% de consonantes
bilabiales, contra un 11,5% de consonantes velares; a los seis meses, un 7,7% de bila
biales,. frente a un 12,5% de velares; a los dos meses, un 72,7% de vocales anteriores
frente a un 2% de vocales posteriores; a los seis meses, un 61% de vocales anteriores,
frente a un 12,4% de vocales posteriores. Para E. Alarcos Llorach, que confirma lo
que dicen A. Grégoire y R. Jakobson, por distinta que sea la comunidad lingüística
en que se desenvuelva el niño, los primeros enunciados son articulaciones profundas
de la cavidad bucal [a) [ h r a ] (j g 9] (k x 3], etc. Son difícilfriente separables en
partes más elementales, y forman una especie de bloques en los que ni siquiera la
oposición entre consonante y vocal queda clara. El niño no tarda en descubrir la
infinita gama de posibilidades de los órganos de fonación, independientemente del
modelo fónico de la lengua hablada a su alrededor. El autor atribuye al adulto-
morfismo de los investigadores las distinciones concretas entre fonemas en dicho
estadio. “ En realidad -d ic e —, funcionalmente considerado, no se trata de vocales ni
consonantes, y desde el punto de vista articulatorio son más bien combinaciones casi
simultáneas de lo que en fonética se ha dado en llamar vocal-consonante.”
Vemos el matiz que separa~ambos campos. Los~clásicos, -atrincherados con los
modelos fonémicos del habla de los adultos, no dudan en identificarlos con el bal
buceo del recién nacido. Los estructuralistas,- conscientes de que, de todos modos,
tales emisiones verbales carecen de valor fonológico funcional, no aceptan la exis
tencia de rasgos distintivos que, en su opinión, tan sólo se dan en el plano de la
articulación y, por consiguiente, sin razón aparente. El clínico ve una contradicción
ya conocida; sabe que el niño en el momento de nacer posee ya prácticamente todos
los automatismos del movimiento - d e la marcha concretam ente-, aunque sin valor
funcional. Pero parece que su aprendizaje, sin entrenamiento especial, requiere su
desaparición. No se superponen, pues, rigurosamente los automatismos no fun
cionales a los auténticos movimientos de la marcha, que se adquirirán más tarde.
Sin embargo, no hay duda de que en ambas actividades coexisten los mismos siste
mas funcionales. Y es probable que otro tanto ocurra con los pseudofonemas del
período prelingüístico y con los fonemas del lenguaje.
En el período locutorio el niño usa las mismas palabras para diversas situaciones,
y a la inversa, muchas palabras de diversos significados para una misma situación. Se
logra un importantísimo progreso en el momento en que el niño llega a evocar
verbalmcnte diversos objetos —situaciones o personas ausentes— y responder con
palabras a otras palabras, mientras que hasta ese momento había estado respon
EL LENGUAJE 299
diendo a acciones con palabras y a palabras con acciones. De esle modo la lengua se
libera de su contexto situacional y trasciende la acción presente. La evocación se
basa en significantes formados por secuencias fonológicas de la lengua en curso de
adquisición, en imágenes, gestos y objetos simbólicos. Las palabras evocadoras tienen
el rasgo común de ser significantes distintos de los significados. Durante esta fase
—hacia el año y medio— aparece una función esencial para la evolución de su len
guaje, su conocimiento y su afectividad posteriores, a la que los lingüistas dan el
hombre de “ función semiótica” . Con ella se pueden evocar significantes que susti
tuyen a los significados. No se trata de una simple respuesta a un estimulo: lo
específico de la unión entre significantes y significado es el resultado de una pro
gresiva elaboración. En el terreno del significado de las palabras hay múltiples
ejemplos de que no se trata de una simple adquisición de nuevos términos sino de
una serie total de extensiones y restricciones semánticas. La aparición de cada
nueva palabra' produce cambios en el vocabulario existente por ser un sistema
elaborado activamente por el niño, y no una especie de lista de palabras apren
didas de una en una. Inicialmente, el vocabulario parece aumentar con bastante
lentitud, pero de 2 a 8 años lo hace rápidamente, volviendo seguidamente a ser
más lento hasta la madurez. Las adquisiciones en el campo del vocabulario van
acompañadas de otro cambio en la estructura de la frase. En el momento en que
se combinan ya dos o tres palabras puede hablarse de estructuración de la frase,
comprobándose la presencia de clases de palabras y de reglas para combinaciones
elementales (S. Ervin y IV. Miller, R. Brown y C. Fraser), pero a medida que crece
el niño se modifica su sistema, pasando de un sistema a otro con cambios progre
sivos (S. Ervin), lo que a los autores mencionados Ies permite establecer “gramá
ticas” para niños de dicha edad (2,6-3). Hay toda una floración de frases cons-
truidas-en^torno—a—la—palabra— p iv o te -c o m o —dicen—los—autores,-que-penn¡te_
construir frases progresivamente más fáciles y basadas en estos esquemas. En las
primeras adquisiciones se advierte ya la interrelación entre vocabulario, morfología
y sintaxis, y el niño irá adquiriendo progresivamente la mayor parte de estructuras
habituales, uniendo múltiples estructuras inicialmcnte limitadas, con progresiva
diferenciación semántica y morfológica.
El niño comienza a leer a! alcanzar cierto grado de madurez; la fase de la lectura sobreviene
una vez formada la capacidad de hablar, de expresarse y de comprender. La lectura es una
nueva forma de comprensión verbal que tiende a liberarse de las primitivas formas vcrboorales.
La lectura es percepción de símbolos gráficos con valor significativo. Al igual que en la percep
ción ordinaria, la percepción léxica pasa por fases de incapacidad de fijarse o adherirse al
objeto, que en este caso son las letras. El campo de percepción gráfica no es de libre elección;
está sometido a reglas de dirección, scriación y separación en un estrecho espacio. Por esa razón
las reglas generales de percepción objetiva —exploración y fijación—toman un aspecto particular.
Por lo demás, la regla general del orden de las palabras se entremezcla con las del fenómeno
perceptivo. La lectura no es ni un simple conocimiento de signos aislados ni comprensión de
significados conocidos. Las letras no sólo tienen valor de objetos, sino que, por su abstracción,
están fuera del mundo comprensivo y vivo. Las letras en sí tienen escaso valor de imagen y son
poco fantasmáticas. En el terreno de la percepción no se diferencian sino por reducción a
valores abstractos. Las palabras, por el contrario, poseen fisonomía propia, valor imaginativo en
relación con los objetos, un significado que nos es más próximo; nos permiten confrontar
nuestros datos lingüísticos, los objetos y las representaciones escritas. El conocimiento de las
letras parece estar más cerca del aprendizaje perceptivo de los datos nuevos y abstractos y el
conocimiento de las palabras más cerca del plano de los significados lingüísticos, pero la lectura
de una frase supone ya una exploración de conjunto, un ir y venir, recomponiendo los diversos
fragmentos. La lectura se toma fácil cuando, al mirar, se reconocen y comprenden las frases,
cuando las proposiciones se adivinan, se confirman y se afirman. La lectura, dice H. Delacroix,
es un simbolismo de segundo grado que se convierte en símbolo directo. En algunos, la lectura
tarda en dejar de ser verbalización de palabras-objetos. Palabras y frases se convierten en
conceptos una vez verbalizadás, conceptualizándose lo percibido tras un inicio de movimiento.
Muchas veces, mientras la palabra no se expresa, carece de sentido c incluso de viabilidad expre
siva. La facilidad de lectura no sólo depende de factores de conocimiento, sino de la diferen
ciación de letras, algunas de las cuales tienen un valor por la posición de determinados ele
mentos en el espacio, por un orden de términos y frases. Pero la lectura es movimiento en un
espacio, en un sentido concreto, en una especial orientación.
Lo escrito es una lengua convertida en percepción visual y una percepción que inicialmente
hace pensar en simples signos y finalmente en palabras que a su vez hablan de cosas y acciones.
Tras estas metamorfosis se transforma en objeto de sí mismo. Por lo demás, si bien la lengua habla
da nos envuelve, los escritos permanecen, la palabra dada se confirma por escrito; el lenguaje
escrito es más coercitivo que el simplemente oral.
La lengua oral nos viene dada en el diálogo; la escrita nos llega mediante distinto aprendizaje.
Con razón se ha dicho que lectura y escritura son para el niño los primeros actos concretos y el
aspecto oficial de la adaptación a la sociedad, la primera imposición por su pertenencia a la socie
dad; imposición que al niño le puede parecer una limitación de la libertad de su mundo lúdico y
de ideas (E. Lopcrfido y G. Savarino). /
En este sentido, para C. Langevin, el descifrar correctamente lo que se lee, supone:
—Un conocimiento previo y un perfecto reconocimiento del código y demás combinaciones
válidas para descifrar una leneua que, a su vez, permita identificar unidades significativas.
EL LENGUAJE 3 01
B. - LENGUAJE E INTELIGENCIA
» f/ v A i . _ .
302 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Los problemas del bilingüismo. — Un problema interesante (que se ha hecho confuso por acti
tudes apasionadas sobre todo en los paises de minorías lingüísticas) es el de la evolución del pensa
miento en sujetos que utilizan desde pequeños lenguas diferentes. M. Seeman, siguiendo los trabajos
de los autores opuestos al bilingüismo, admite que los niños que fueron educados desde su infancia en
dos lenguas muestran una inferioridad visible y una capacidad lingüística disminuida. E. Pichón es
de la misma opinión y considera que la adquisición de dos lenguas es nefasta por el hecho de que
el nulo se encuentra entre dos sistemas de pensamientos diferentes y corre el riesgo de adulterar
uno y otro, privándolos de su originalidad; de hecho, los sistemas idiomáticos que intenta dominar
simultáneamente se adulteran, recíprocamente. Pero esta no es la opinión de A. Tabourct-Kcller,
quien considera que el bilingüismo es favorable cuando las condiciones de su realización se
adaptan a las necesidades del niño y a sus posibilidades y se integran en un marco de educación
normal, dicho de otro modo, cuando el bilingüismo es general y por este hecho los problemas par
ticulares de toda lá educación están reunidos en su lugar. W. Pcnfield reconoce las extraordma-
EL LENGUAJE 303
rías aptitudes del niño para el aprendizaje de las lenguas y la facilidad de los niños para adquirir,
incluso sin darse cuenta, las unidades lingüísticas de lenguas diferentes, así como sus posibilidades
de utilizar con facilidad, con personas diferentes, las distintas lenguas as! adquiridas. No por ello es
necesario aceptar la existencia de otra área cortical responsable de la lengua secundaria adquirida
pues, de hecho, si las dos lenguas han sido adquiridas en una edad precoz, la expresión de una y
otra lengua se efectúa automáticamente, no sólo por un cierto tipo de clisé, sino más ampliamente,
por un cierto modo de pensar frente -al interlocutor. W. E. Lambert admite, con razón, que los
bilingües que han aprendido sus dos lenguas en un solo contexto han desarrollado un sistema bi
lingüe -‘compuesto” en el cual los símbolos de las dos lenguas funcionan como alternativas inter
cambiables, esencialmente con los mismos significados. Un sistema “coordenado” se desarrollaría
cuando los contextos de la adquisición de la lengua están separados cultural, temporal o funcio-
nalmcntc. Así, los bilingües “coordenados” por oposición a los “compuestos”, pueden aparen
temente mantener sus dos lenguas más independientes funcionalmente. En este sentido pueden ser
ayudados por el hecho de que tienen en sus dos lenguas, valores connotativos distintos para los
equivalentes traducidos. Según este autor, es probable que los bilingües que han aprendido sus
lenguas de una forma coordenada perderán más fácilmente el uso de una de las dos lenguas cuando
se vuelven afásicos, mientras que los bilingües “compuestos” muestran un déficit más general que
afecta a las dos lenguas. Nos parece que cuando un niño normal vive de una manera natural en un
contexto bilingüe, no existen problemas particulares de lenguaje. Desde el punto de vista de la
organización del pensamiento, incluso diríamos que el hecho de saber que un objeto es igual a sí
mismo a pesar del empleo de distintas denominaciones no hará más que afirmar su realidad.
Pero el problema no es tan simple, pues será diferente según que los padres utilicen bien las dos
lenguas o utilicen mal una de ellas y precisamente aquella que se utiliza en el medio escolar. El
lenguaje escolar, más gramatical, no se calca completamente sobre el esquema del lenguaje familiar
y tanto más cuando este lenguaje es pobremente utilizado en el marco familiar. Del mismo modo,
el problema se complicará cuando el lenguaje utilizado en la vida corriente sea un dialecto o un
“patois” cuyas raíces son las mismas que tas del lenguaje escolar, que es en este caso el lenguaje de
la lectura y que será sentido como forzado y menos espontaneo. Huelga dccirque cuando existe
un retraso de lenguaje, el bilingüismo no favorece las condiciones de la reeducación; en este caso,
debemos interesamos por fortalecer el conocimiento de una de las dos lenguas. Es cierto, igual
mente, que la catcxia de las lenguas y su utilización dependen del valor que los padres les con
cedan y de las diversas formas en que el niño las utiliza afectivamente.
E. l’ichon opina que el niño habla porque “ ansia” la lengua. Asimila el sistema
logicopsicológico que es el idioma gracias a su inherente capacidad de adquisición y
a su ansia de comprensión. En la lengua, aparte su función ordenadora y realizadora,
hay que distinguir una “ función apetitiva” . Función apetitiva que tendrá diversos
sentidos; necesidad de hablar, complacencia personal, necesidad de expresarse o de
abrir un diálogo, o de plantear el problema más general de la catcxis del lenguaje.
¿Qué importancia tiene la función apetitiva en las diversas etapas del desarrollo
del lenguaje?
En el período de balbuceo —lalación—, parece tener una función especial, confun
diéndose la satisfacción de balbucear y las que produce subsiguientemente. La acción
ritmicomelódica y estereotipada puede ser inducida por un tercero en el marco dé la
capacidad infantil de emitir sonidos, lo que significa que el niño empieza por respon
der a lo que ha oído con un sonido cualquiera, “mas cuando el sonido que emite
equivale más o menos al sonido escuchado, la serie de intercambios fonéticos se
convierte en una serie de hallazgos fonéticos” (A. Ombredatinc). Pasará de una
304 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
el hombre “es el ser aprendido, que coexiste con la adquisición del mundo y la inte
ligencia, con los que acaba uniéndose. Lo principal de estos símbolos y de su sintaxis
no se separan —para él—de sus cosas y de su experiencia adquirida” (E. Benveniste).
Por consiguiente, parece difícil deslindar en la lengua el hecho de que coexistan a un
tiempo evolución cognoscitiva y afectiva. Por otra parte, es peligroso aislar una
función apetitiva y otra ordenadora. Hay que poner en un orden el mensaje, mas la
forma la adquiere al realizarse en sucesivas evoluciones con respecto a un código.
Hay relaciones válidas, entre niño y adulto, antes de que la lengua esté -ya formada
por existir aparte de ella un código comunicativo con sus propias reglas y con un
contexto que posee gran importancia en la organización de la lengua. El niño, por
vivir en un mundo de hablantes, asimila el lenguaje, lenguaje que, al mismo tiempo,
le viene impuesto de fuera y que mediante un código determinado le abre el mundo
de la relación.'
En la fase de balbuceo hay en el niño una erotización de los órganos bucofona-
torios; posteriormente, cuando se trata ya de transmitir, se situará en una catexis
afectiva de lo que se diga y oiga decir. Lo que se dice entra ya en la fase ecolálica,
se convierte en intercambio en la fase delocutiva y en intercambio-compromiso al
formarse el lenguaje propiamente. Los fonemas, por el hecho de ser comprendidos
por los demás en el arbitrario juego de las relaciones patcrno-filiales, pueden cargarse
afectivamente con el valor que el niño les confiera o con las reacciones a que den
lugar. Con ciertas limitaciones, la palabra-frase conserva sus exigencias. Su interés
radica en que, con sus diversas concepciones posibles, éstas nó están indefinidas y su
generalización tiene unos límites que la encuadran en el marco de la acción o de las
satisfacciones. En la anterior fase de comprensión globalizadora lo aprehendido
depende esencialmente de la situación. Con una situación y una tonalidad dadas, una
frase de valor represivo podrá parecer permisiva o afirmativa en función de la forma-
de la melodía rítmica. Tanto es así que en el juego de contradicciones padres-hijo,
los padres suelen hacer uso de dicha ambivalencia al hablarle al pequeño.
Comunicar implica una motivación, una relación afectiva con el interlocutor.
Aunque el lenguaje tiene su propia estructura, sólo se crea mediante la relación, y el-
acto del habla es una actividad de complicidad entre el destinador y el destinatario.
“Aprender a hablar, dice F. Rostand, es aprender a desempeñar una serie de papeles,
es asumir una serie de conductas” . El lenguaje se enriquece por la relación y se
afirma por la realización. Sin tomar partido aquí sobre el problema de los “ niños
lobo” , señalaremos que se ha demostrado, fuera de toda hipótesis patogénica, que
estos niños sin habla pueden adquirir un lenguaje a partir del momento en que
aumentan las estimulaciones apropiadas. Por otro lado, los ejemplos de hospitalismo
o de “ niños sin familia” muestran cómo retrasa la evolución del lenguaje por ausen
cia de aportes externos. Encontramos igualmente estados deficitarios por defecto de
aporte lingüístico: defecto cuantitativo por desinterés o por falta de apetencia por
parte de los padres o del nulo; defecto cualitativo por razones de nivel o de for
mación..
La distorsión del lenguaje que proviene de los mecanismos particulares de la rela
ción es patente en los gemelos. En efecto, se observa en algunos de ellos, un retraso
del desarrollo del lenguaje, pero también un tipo de lenguaje particular, llamado por
unos “ lenguaje autónomo” y por otros “ criptofasia gemelar” , que es incomprensible
para, el entorno. Hemos de indicar que también hemos encontrado fenómenos equi
valentes en las situaciones pseudo-gemelares formadas por dos niños que a pesar de
te n e r una diferencia de edad mantenían entre ellos unas relaciones de tipo sim
biótico.
306 EL LENGUAJE Y SUS PERTURBACIONES
El lenguaje forma parte del entorno del niño, permite el inicio de la relación con
él desde una edad precoz, aunque sólo sea por el sonido y la tonalidad; forma parte
de los intercambios; tiene un valor no sólo por lo que aporta, sino también por el
contexto afectivo en el que se desarrolla; los miembros más decisivos del ambiente
del niño son aquellos que además de hablar a su alrededor, le hablan a él y mucho
más aquellos que además de hablarle ocupan un puesto capital en su universo asegu
rando la satisfacción de sus necesidades. G. Wyatt, convencido por la experiencia
clínica de la importancia de estos factores en el origen de numerosos trastornos del
lenguaje, clasifica a las madres en tres categorías: las que pecan por defecto, las que
lo hacen por exceso y las que. se sitúan en un nivel óptimo en relación con el niño
para favorecer su progresión. La madre que ofrece un excelente modelo verbal al
niño articula con claridad, usa frases cortas y simples apropiadas a la edad y al desa
rrollo del niño, emplea palabras y frases que se corresponden estrechamente con las
del niño, le enseña palabras nuevas, diferenciaciones entre objeto y concepto pró
ximo, le proporciona un feedback verbal específico c inmediato, todo ello en un
clima de encantamiento reciprocó.
Un cierto número de autores se han dedicado al estudio del manejo del lenguaje
o de tipos de lenguaje según los medios socioeconómicos. Así, II. Bernstcin distingue
dos tipos de lenguaje; la clase trabajadora dispondría solamente de “ un lenguaje
público” caracterizado por una proporción elevada de órdenes, de afirmaciones o
preguntas simples que utilizan un simbolismo descriptivo tangible, concreto, visual y
de generalidad débil, poniendo el acento más sobre las implicaciones emotivas que
sobre las lógicas. La clase media dispondría de este “ lenguaje público” , pero además
de un “lenguaje formal”, rico en clasificaciones, implicando el uso de operaciones
_lógicas_avanzadas_ v en las cuales los medios no verbales de expresión ocupan un
segundo lugar. En trabajos posteriores este autor distingue dos códigos lingüísticos;
un Código “elaborado” y un código “restringido” que son empleados desigualmente
por las diferentes clases sociales. Así, el retraso del desarrollo dé los niños social-
mente desfavorecidos podría ser un retraso culturalmente suscitado, transmitido al
niño por el código lingüístico que simboliza su pertenencia social.
D.,Lawton considera que es falso creer que lo que caracteriza el lenguaje de las
clases medias sea el código elaborado, mientras que los niños de las clases menos
favorecidas estarían confinados al código restringido. Lo que diferencia a estos dos
grupos de niños es la aptitud más o menos grande para “cambiar el código” , para
pasar de un tipo de organización del mensaje a otro tipo de organización. Este autor,
considera peligroso en extremo .el proceder a generalizaciones sobre el código utili
zado por niños procedentes de medios sociales diferentes a partir de una sola situa
ción de comunicación. Si ciertamente subsisten diferencias en una “situación pedagó
gicamente estructurada” , esta diferencia no se debe al hecho de que los utilizadores
recurran a dos códigos radicalmente distintos; sino que reside en la aptitud más o
menos grande para utilizar el código elaborado, pero frente a una pregunta abstracta,
todo el grupo manifiesta una tendencia a aumentar el número de proposiciones
subordinadas y de construcción más compleja. Para B. Lawton, no conviene imponer
un lenguaje (el lenguaje de la escuela por oposición al lenguaje espontáneo), por el
contrario conviene partir del nivel real de los niños para permitirles acceder a formas
más apropiadas de expresión. En consecuencia, para ellos, no es cuestión de un
“ buen” o “ mal” lenguaje, ya que el lenguaje de la clase obrera es portador de una
experiencia específica y es esencial para el educador que mantenga el vínculo entre el
lenguaje y la experiencia; pero también es un obstáculo para el enriquecimiento de la
experiencia y por ello es legítimo que el educador facilite el acceso del niño a un
EL LENGUAJE 307
lenguaje apropiado que permita un análisis más selecto de situaciones y explicitar las
articulaciones más complejas del pensamiento. Como indica M. Brossard, estos estu
dios sobrepasan ampliamente el problema puramente teórico, ponen en tela de juicio
a la pedagogía en sí misma y el papel desempeñado por la escuela en la orientación
de los niños. Así, el fracaso de lá enseñanza frente a las resistencias de un niño “ a
hablar de otro modo” será interpretada como una inaptitud por la enseñanza teórica
y . el niño será orientado hacia estudios “más concretos” . Inversamente, la actitud
pedagógica que consistiría en valorar incondicionalmente el lenguaje espontáneo del
niño, conduciría a fin de cuentas a “dejar estar” las diferencias sociales en lugar de
combatirlas.
En el comienzo de su desarrollo el niño se somete al habla que proviene de otro
y goza de la que él expresa, habla que actúa a su vez luego sobre el otro. En. el
estadio de locución, el lenguaje es acción, el niño recibe los impactos y envía deman
das. La acción, como el habla, confirma el mundo de los objetos. El habla confiere
al objeto su valor. La palabra y la frase tienen una realidad distinta a la del mundo
visible; expresan este mundo en su ausencia, evocan y permiten un intercambio sin
su presencia real, pero como dice M. Mcrleau-Ponty, “ la palabra, lejos de ser simple
mente el signo de lós objetos y de los significados, habita las cosas y vehiculiza las
significaciones” .
• En conjunto, los lingüistas están de acuerdo con F. de Saussure cuando dice: “ las
ideas o materias fónicas que existen en un signo importan menos que lo que existe
alrededor de él y de los otros signos” , y con R. Jakobson cuando admite que el
lenguaje humano está fundado sobre oposiciones caracterizadas a su vez por ciertos
rasgos distintivos que se combinan de diversas maneras para formar unidades funcio-
nalcs: pero existe en estas manifestaciones un punto de vista formal en el cual lo que
se dice y lo que se quiere decir se confunden. L. Bloomfieíd señala la oposición
entre la denotación de un término como definición objetiva de este término, válido-
para todos los locutores, y la connotación como conjunto de valores subjetivos liga
dos a este termino y variable según los locutores. Hasta cierto punto el término de
connotación se refiere a los valores emotivos y afectivos del lenguaje y responde a
los aspectos afectivos del lenguaje según Charles Bally, autor que separa los aspectos
intelectuales. Cualesquiera que sean las críticas que puedan hacerse a estos términos,
como dice G. Mounin, “que se les llame connotación o no, que se les considere más
bien acción del pragmatismo o de la estilística de la semántica, que se considere o n a
que se incorporan a la significación o que se añaden, existen muchos “valores parti
culares” del lenguaje que informan al auditor acerca del locutor, de su personalidad,
grupo social, su origen geográfico, su estado psicológico, en el momento del enun
ciado” . La importancia de lo que se llamaba los valores suplementarios o de infor
mación adicional, o valores evocadores, es capital en el desarrollo del lenguaje infan.-
til, al igual que su calor connotativo. El enunciado “situación” , el enunciado “evoca
ción” tienen valores limitativos, pero también una gran importancia en la comunica
ción padres-niño y son traducibles por ellos, sino comunicables para todos. El len
guaje mal formulado por el niño es comprendido por la madre; por este hecho abr«
la comunicación en el plano general, al mismo tiempo que individualiza sus reía
cioncs con el niño.
En el período de imitación, la palabra no sólo “es” , sino que también es dada 3
vivida. El aprendizaje y la identificación van unidas en la medida en que la palabn
sirve para comunicar con otro. Este otro, por la vía del lenguaje, impregna el habla
de características lingüísticas y de características de comunicación que sobrepasai
la semántica.
308 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
I. Fonagy nos lia abierto tal vez una nueva vía en el estudio sobre las bases
pulsionales de la fonación. Según este autor, actitudes como la cólera y la ternura se
declaran, y se revelan sólo por la voz, por la mímica proyectiva de la entonación.
Admite, con F. Trojean, dos comportamientos fonatorios en las actitudes emotivas
sonoras: “ habla de fuerza” y “habla protectora” . Según I. Fonagy, en el curso de
una regresión momentánea como la cólera, o cualquier emoción, la articulación se
“endurece” , los elementos obstructivos se prolongan en un estallido de cólera.
Esta remotivación está ligada a una regresión estructural y funcional que conduce
la comunicación verbal al estadio de la comunicación gestual prelingüística o
incluso al estadio precomunicativo lúdico que corresponde, en la ontogénesis, a la
charlatanería. Una interpretación psicoanalítica sugiere que una actitud regresiva
acentuará, en cualquier lengua, el esqueleto rítmico de la frase, reforzará los
acentos, disminuirá la melodía, simplificará el esquema melódico, abreviará la
duración de las vocales y prolongará la de las consonantes obstructivas, introducirá
pausas frecuentes y a menudo irregulares; las emociones revelan su contenido, se
explican, se interpretan por la expresión sonora, se manifiestan bajo la forma de
una ejecución dramática.
La lectura es un terreno especial. Las letras son signos abstractos que en el
aprendizaje son raramente investidos afectivamente, salvo en la lectura labial, pues
con sólo pronunciarlas ya nos pertenecen, para pasar a distanciarse de nosotros
con la evolución. El aprendizaje de la lectura comporta cierto carácter obsesivo
por las reglas que lleva anejas. Estas reglas disminuyen la libertad y la acción
lúdica hasta ese momento existente, y cuya libertad sería un obstáculo para apren
der. Siendo una acción social impuesta, se la considera represiva si el nifto, ligera
mente ansioso, no sabe llegar a término y fracasa.
La cscñfüra, acción gráfica,—es una reducción- de- la -grafía-expresiva, imitacióiL
de la expresión viva o mediante la que se expresa lo imaginario. Lectura y escri
tura tienen valor de diálogo una vez ya aprendidas. El sujeto carga toda su energía
o su pasividad en el aprendizaje, mucho más que en la función en sí. El rechazo
o la aceptación se refiere más bien al aprendizaje que a la función del lenguaje
que constituyen la lectura y la ortografía.
Numerosos autores han hecho interpretaciones a propósito de las letras después del soneto
de las Vocales de Rimbaud, quien les asignó un color. Algunos ven un simbolismo sexual;
Víctor Hugo atribuyó una figuración arquitectónica a las diferentes letras del alfabeto; R. Barthc
atribuye a la letra “z” un valor de desviación, el de la castración. J. Lascault admite, a través
de la obra de Aragón y la de Leiris, que el carácter convencional de la letra como significante
funciona como una llamada a la proyección. Por nuestra parte, creemos que, en el conjunto, las
letras por su abstracción están la mayoría de veces fuera del mundo comprensivo y vivo, y que
tienen en sí poco valor para la imaginación y la fantasía. Estamos lejos de creer en la genera
lización que podría hacerse de la interpretación de Mélanie Klein a propósito de la letra “1”
representando el pene, interpretación que habría mostrado la asociación entre las dificultades
escolares, configuración de la letra y gestos que permiten trazarla. Si algunas palabras se presen
tan como prohibidas, o como tentaciones, si ciertos lapsus pueden tener valores de sustitución c
inconscientes,' creemos no obstante que estamos lejos de los problemas generales que presenta el
aprendizaje de la lectura. Esto no impide que la fantasía pueda existir y tomar valores parti
culares en ciertos nifios, y, en particular en los psicóticos.
310 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
Los trastornos del lenguaje infantil pueden ser de origen diverso: por malforma
ción, lesional o funcional. Su patogenia suele ser compleja, intrincándose, a veces, los
síndromes y siendo patogénicamente interdependientes. La desorganización suele des
bordar el campo lingüístico, pudiendo hablarse de personas mal-hablantes. Otras
veces los errores de lenguaje son expresión de una personalidad perturbada.
Pueden persistir ciertos tipos organizativos con un condicionamiento, automati
zándose al margen de factores causales que han dado origen a las perturbaciones.
Ciertos estados deficitarios pueden superarse y manifestarse mediante otra sintomato-
logía (p. ej., la disortografía, normalmente asociada a una dislexia).
I. - TRASTORNOS DE LA ARTICULACIÓN
Estos trastornos, con diferente origen —déficit anatómico, sensorial, motor o fun
cional—, se distinguen por la deformación de los fonemas, remplazados o suprimidos,
según se halle deformado su nunto'de articulación._________________________ _____
También los trastornos de percepción auditiva pueden ocasionar una inadecuada
discriminación de las características propias de cada fonema, dificultando la articu
lación. Aunque, más que de trastornos articulatorios o fonéticos, habría que hablar
de trastornos fonémicos o fohemáticos. Si' bien tales distinciones son relativamente
fáciles en el adulto, en el niño, por estar su habla en evolución, son mucho más
delicadas. Ciertas dificultades motoras de ejecución pueden ir unidas a un déficit
práxico. De estas dificultades más o menos benignas hay que distinguir los trastornos
de realización motora, en relación con una lesión del sistema nervioso y que se ha
podido considerar como trastornos de tipo parético, distónico o disinérgico.
Las lesiones cerebrales extensas pueden originar, junto con una incapacidad
comunicativa, defectos de lenguaje. En la idiotez, el lenguaje es nulo; en trastornos
como la imbecilidad y la debilidad mental también observamos una pobreza de voca
bulario, defectos sintácticos y discursivos, normalmente acompañados de defectos
articulatorios (véase capítulo XVII).
En casos de enfermedad motora cerebral, hallamos trastornos del lenguaje en el
50 o 70% de los casos.
F. Mundler cita la clasificación de M. A. Perlstcin, quien señala cuatro formas
clínicas: disartria, por lesiones motoras y de los músculos de la fonación, su origen
más frecuente; dislalia, trastorno funcional simple que cubre el retraso del habla, el
lenguaje “ infantil” y la tartamudez, y que, en opinión de ese autor, es indicio de un
bajo coeficiente intelectual o de falta de maduración afectiva; la afasia, en su sentido
más amplío, y las disartrias producidas por defectuosa audición. Por su parte,
F. Mundler propone una clasificación en tres grupos: 1) el simple retraso, como
consecuencia de una debilidad mental o como efecto secundario de la super-
protección matcma;_2) los trastornos consecutivos a la sordera; 3) los trastornos,con
secutivos a los trastornos neurológicos.
Antes de analizar los trastornos de lenguaje en el I. M. C., hay que hacer balance
de la organización general que lo acompaña, a saber: la insuficiencia mental, que tan
frecuentemente le va unida; los trastornos auditivos (examinados según los métodos
del Pecp-Show-Box, mediante el audiograma fonético de S. Borel-Maisonny, por el
método verbotonal de P. Gubérina, etc.), prácticamente constantes en la secuela de
la ictericia nuclear y muy frecuentes en los atetósicos; las lesiones de los músculos
bucofonatorios, hipotónicos, hipertónicos o discinéticos; los trastornos de lateralidad
que pueden ser consecuencia de la afectación cortical.
Contando con la importancia de las “ áreas cerebrales de la lengua” , que en el
adulto tienen asiento en el hemisferio izquierdo, algunos se han dedicado a hacer
estudios comparativos de los trastornos del lenguaje tras la lateralización de las
lesiones en un hemisferio. Algunos autores han descrito afasias congénitas -d en o m i
nación inadecuada, a nuestro entender— por lesión en el hemisferio izquierdo. Pero
estos casos son raros en la literatura y van acompañados normalmente de deficiencias
intelectuales, siendo difícil afirmar que no haya lesión bilateral o, además, dificul
tades de síndole afectiva. Los estudios comparativos de hemipléjicos diestros y hemi-
pléjicos zurdos de casi todos los autores (L. Moor, J. McFic) no revelan deficiencias
que sean función de localización lesiona! hemisférica, mientras que para J. C. Chema-
ma, disfasias, dislexias, disgrafías o disortografías son fnás'frecuentes en hemipléjicos
diestros.
Por nuestra parte, a los trastornos del lenguaje en los I. M. C. les damos el
nombre de "trastornos de integración del lenguaje"', no hablamos de afasia del niño,
sino cuando existe una pérdida de la función del habla en un niño que anterior
312 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
mente hablaba con normalidad -caso en que algunos hablan de afasia adquirida—. El
mismo S. Freud distingue ya en su estudio de la parálisis cerebral infantil al esta
blecer las siguientes distinciones: afasia auténtica, o trastorno en la facultad de
hablar, anteriormente adquirida, y retraso en el desarrollo del habla en quien todavía
no ha adquirido dicha función.
La afasia “adquirida” es vista como algo excepcional. E. Guttmann (1942) y
A. F. Branco-Lefévrc (1950) y nosotros mismos en 1958, hemos señalado afasias
infantiles postraumáticas o tumorales de las siguientes características: reducción dé la
expresión verbal oral y especialmente escrita; muy frecuentes trastornos al hablar y,
en menor grado, en la comprensión; evolución esencialmente favorable si la lesión no
es evolutiva. Tras estudiar 32 casos de niños en edad escolar con afasia “ adquirida” ,
F. Nocton señala igualmente la reducción de la expresión verbal, con frecuentes tras
tornos articulatorios; comprensión oral raramente perturbada; frecuentes casos de
alexia, con equivocaciones en la escritura; antes de un año, la mayor parte de estos
niños han recobrado la lengua corriente normal, tanto hablada como escrita, aun
cuando los resultados no son tan claramente favorables en el orden escolar. Las
lesiones relativamente limitadas localizadas en el asiento de la subsilviana producen
errores menos importantes que las lesiones que interesan la región temporoparietal o
temporal posterior.
Según R. Collignori y cois., la recuperación es especialmente rápida: los tras
tornos de la comprensión verbal y los trastornos expresivos desaparecen primera
mente, de forma más o menos paralela; la lectura se. recupera, por lo general, un
poco más tarde; por el contrario, los trastornos de la escritura parecen más dura
deros y la recuperación puede incluso ser incompleta.
Desde el punto de vista del pronóstico, E. H. Lenneberg admite que si el trauma
o la agresión cerebral acontece antes de los 3 años, la recuperación es completa y
muy rápida, mientras que si la afasia aparece entre los 11 y 14 años, la recuperación
no es tan fácil como en el niño más joven. Esto puede explicarse desde el punto de
vista de maduración, ya que en efecto, existe un rápido crecimiento durante los dos
primeros años de la vida, ál cual sucede un período en que la maduración progresa
mucho más lentamente antes de que aparezcan, hacia los 14 años, las características
del cerebro adulto.
I. - EL RETRASO DE LA PALABRA
a) Retraso simple del lenguaje. — Existen niños que presentan un retraso simple
del lenguaje, que sólo consiste en un retraso homogéneo en la aparición del lenguaje,
retraso a veces familiar, a menudo considerado como inmaduro. Cuando existe un
retraso afectivo, la articulación y la tonalidad se modifican, conservan un aspecto
pueril, pero sin distorsión particular.
El retraso simple del lenguaje aislado por C. Launay responde a los trastornos de
la evolución del lenguaje por los cuales la familia se preocupa normalmente a partir
de la edad de tres años ya sea la progresión rápida o lenta, el niño puede conservar
durante largo tiempo un lenguaje infantil. Hacia la edad de 5 años, la gran mayoría
de los pequeños retrasados en el lenguaje parecen haber adquirido el lenguaje
normal, pero no siempre es así ya que, a veces, las dificultades de discriminación
fonémica perturban la organización verbal que es imperfecta; estos hechos forman la
transición con las disfasias. La noción de retraso simple es puramente empírica pero,
para Launay, es no obstante necesaria ya que recubre la mayoría de los casos de
retraso del lenguaje.
b) Audiomudez, disfasias. — Trastornos poco usuales de la evolución del lenguaje
lian sido descritos bajo apelaciones diferentes: "!Tudíomudez” (Brüjnig)rtérmino-utF~
lizado después por numerosos autores y por nosotros mismos, “ trastornos graves de
la elaboración del lenguaje” (C. Launay y S. Borcl-Maisonny), “ afasia congénita”
(C. Valenti y cois.). Hemos preferido reunir el conjunto de estos trastornos graves
bajo el cuadro de “disfasias” .
Se designa habitualmente bajo el nombre de “mudos con audición” , a niños que
no adquieren el lenguaje, sin que exista ningún trastorno de la inteligencia o de la-
audición que justifique dicha anomalía. Por analogía con la afasia del adulto, es habi
tual clasificarlos en dos grupos: los afectos de alalia o audiomudez análoga a la afasia
motriz; y los que padecen sordera verbal congénita.
Por los trabajos que. nos da cuenta la literatura médica y por nuestras observa
ciones personales con nuestro equipo del hospital Henri-Rousselle de París, hemos
señalado la imposibilidad de mantener la antigua distinción entre audiomulismo
expresivo y sordera verbal congénita. Sobre la base del estudio de la desorganización
del lenguaje y los trastornos extralingüísticos que lleva asociados, hemos podido
distinguir tres grandes formas clínicas:
Audiomutismo dispráxico: el lenguaje se altera profundamente, la articulación es
imprecisa, las palabras salen deformadas, el vocabulario es pobre y el discurso agra
mático, la comprensión de las palabras relativamente normal, el nivel intelectual poi
debajo de la edad real, pero fundamentalmente con logros muy dispersos, con una
estructura espacial muy alterada y un ritmo profundamente perturbado. En todos
estos niños la audición es normal.
Audiomutismo con prevalencia de trastornos de la organización temporal: se
asemeja a la anterior, pero en este caso las posibilidades de abstracción por estructu-
3 )4 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
ración espacial parecen mantenerse, mientras que las pruebas de ritmo dan resultados
nulos.
Audiomutismo con problemas complejos de percepción auditiva: a los niños les
es sumamente difícil percibir en la organización fonémica el valor semántico de los
signos sonoros; su indiferencia a los mensajes acústicos puede hacerlos pasar por
niños hipoacúsicos o autísticos. S. Borel-Maisonny ve en ellos una curva en U con
pérdida en la parte media de la curva en las pruebas del áudiograma fonético. Pare
cen vivir inmersos en un mundo sonoro que no llega a tomar formas significativas.
Todos tienen una actitud afectiva frente al mundo sonoro, actitud activa de defensa
y rechazo a un tiempo. Suelen ser niños ansiosos, fóbicos y a veces pasivos. Algunos
de ellos se organizan en la adolescencia en forma psicótica.
En un plano más amplio, hemos tratado de profundizar en las características inte
lectuales y afectivas de los niños disfásicos, juntamente con el equipo del Servicio
Médico Pedagógico de Ginebra. Estos niños cometen errores al integrar el lenguaje
sin insuficiencia sensorial o de fonación; a veces —aunque sea con dificultad— podrán
comunicarse verbalmente, dado que su nivel mental se considera normal. Los tras
tornos de dichos disfásicos son un trastorno de la recepción y del análisis del mate
rial auditivo-verbal, trastornos al procurarse cleméntos sintácticos y dificultad en la
relación léxica, dado que el vocabulario en sí no es criterio suficiente. Hay una.rela
tiva homogeneidad de la deficiencia entre comprensión-rcalización-soporte semántico.
Por eso la comprensión verbal de los disfásicos nunca es normal, y todos ellos pre
sentan -trastornos en el habla. De hecho, la comunicación de que son capaces es esen
cialmente fisionómica y no epicrítica; se aprehenden los conjuntos mediante aproxi
maciones verbales y mediante importantes aportaciones extravcrbalcs. Desde el punto
de vistarintelectual, los disfásicosrno obstante sus deficiencias en-elTenguaje. Hegan a
resolver complejos problemas que requieren una cierta abstracción. Poseen suficiente
movilidad operatoria, no obstante su deficiencia verbal y la mala organización de su
sistema personal de localización espaciotcmporal. Si bien la mayoría podrá llegar a
un grado de operatividad preformal, mucho nos tememos que no alcanzarán el pen
samiento formal.
En numerosos casos existe un trastorno afectivo precoz en el marco de las cargas
afectivas, para unos por echar en falta la necesidad de relación, y para otros por
falta de organización pcrccptivoverbal capaz de alterar las formas de relación.
En conjunto, el porvenir escolar de tales niños está bastante comprometido. En
cuanto al uso del lenguaje, hemos podido distinguir dos grupos de pacientes en
. quienes se daba una analogía entre su actitud verbal y su comportamiento general.
De este modo se han podido señalar dos polos: el de “ ecónomos mesurados” y el de
“prolijos poco controlados” . Los “ ecónomos mesurados” , así llamados por su reserva
verbal, se distinguen por sus frases sencillas, su habla preferentemente enumerativa y
descriptiva, la homogeneidad entre comprensión y realización, elaboración de frases
y discurso y las pocas variantes en los resultados. Los “ prolijos” , por el contrario,
elaboran frases complicadas, respetan escasamente el orden de sus palabras, cuyo dis
curso sobrepasa la simple enumeración, respetan poco la cronología y la coherencia
de sus palabras es mínima. Hay un desfase bastante grande entre comprensión y rea
lización, y su rendimiento es variable.
No sólo son mal-hablantes; tienen una personalidad característica, y para reedu
carlos se habrá de proceder abriendo un diálogo sin presiones, teniendo en cuenta
sus deficiencias de movilidad intelectual y sus dificultades para el intercambio afec
tivo, intercambios que en los “prolijos” se derrochan y se toman obsesivos en los otros.
EL LENGUAJE 3 15
2 ° Factores etiológicos
Hemos señalado cuáles eran los complejos mecanismos del aprendizaje de la lectu
ra. Partiendo de estos datos se han orientado las investigaciones para explicar su
patogenia. Tales investigaciones se han planteado en diversos planos: trastornos de la
percepción, alteraciones del lenguaje, desorganización espaciotcmporal y trastornos
afectivos.
a) Trastornos perceptivos. En cuanto a la percepción, los factores que primero
llaman la atención son los periféricos. Digamos que no son frecuentes, aun cuando
retrasen forzosamente el aprendizaje -cuando existen— salvo en casos graves. De
entrada, por otra parte, no se pueden eüminar los trastornos oculomotores. En un
importante trabajo basado en un estudio electrooculográfico, N. Lésévre subrayó la
importancia de la dispraxia ocular y la no-Iateralización de la mirada en niños dis
léxicos, aun cuando no todos los niños que no leen tienen este trastorno, y, en
cambio, lo tienen algunos que leen. Podemos preguntamos si las iniciales dificultades
en la comprensión de la lectura no motivan un desarreglo oculomotor al leer, pro
duciéndose un movimiento a sacudidas, aminorando el avance y reduciéndose la.
visión global.
Pero, como indica N. Galifret-Granjon, la percepción no puede estudiarse única
mente sobre el plano del conocimiento de los signos, debe serlo también en el plano
de la formulación de las hipótesis y de la aprehensión de las significaciones. La
elección a hacer, el significado que se atribuye a lo que se percibe depende de la
inteligencia en general, y más particularmente de la inteligencia de la lengua y de la
práctica de la misma que permite el aprendizaje de los lazos internos del sistema, de~
las frecuencias relativas, etc.
En la captación-retención-cvocación se realiza una auténtica aprehensión léxica.
La retención ha de ser tanto formal como emocional para permitir una apropiada
evocación, sea escrita u oral (D. Sadek).
b) Trastornos del lenguaje. Numerosos autores dan gran importancia a los tras
tornos del lenguaje. El porcentaje de trastornos es considerable en las estadísticas de
J. Roudinesco y cois, (un 52%) y en las de S. Borcl-Maisonny, para quien en un 70%
de casos de niños disléxicos es insuficiente la maduración del lenguaje. En su
opinión, el aprendizaje de la lengua escrita se realiza, “en principio, mediante una
toma de conciencia fonológica” , que posteriormente se convertirá de inmediato en
una toma de conciencia lingüística. Para pasar del uso de la forma fonológica a las
formas gráficas se requiere que el niño sepa intuitivamente dividir la frase y el valor
funcional de las palabras dentro de la misma frase. Ciertos trastornos son puramente
fonéticos, otros van unidos a la dificultad de traducir en símbolos sonidos perci
bidos, pronunciándolos correctamente, y otros reproducen errores articulatorios,
como si la falta o desplazamiento del punto de articulación acarreara una indiscri
minada agnosia del sonido. Otro problema a tener en cuenta es el de la audición, en
la medida en que la mala audición dificulta la formación del lenguaje oral. En
opiqión de J. M. Wepman, en el 27% de los casos hay una estrecha relación entre
inadecuada discriminación auditiva y unos índices de lectura significativamente bajos.
No creemos que en todas las deficiencias en la lectura quepa hablar de una hipoa-
cusia, y mucho menos hipoacusia del oído director. Se trata a veces de una difícil
recepción del mensaje, claramente perceptible mediante ciertos test fonéticos como
el de J. C. Lafon, o bien de dificultades como las descritas por A. Leroy-Boussion, o
EL LENGUAJE 317
sea, la imposibilidad para diferenciar y fusionar los sonidos de las palabras. Para
G. Gelbert, es posible el mecanismo evocador, mas lo que está lleno de errores son
los puntos de partida y llegada, siendo para los disléxicos más fácil evocar los
sonidos de las letras que indicar la grafía sobre la base del sonido. En estos desfases
es donde radica lo específico de dichos trastornos.
3 ° Patogenia
Cada uno de los factores ctiológicos que acabamos de describir está conside
rado por algunos autores como factor patogénico. De hecho, este no es el caso, con
excepción de algunos trastornos del aprendizaje de la lectura que parecen seguir a
retrasos del lenguaje.
Desde el punto de vista perceptivo, hemos comprobado con muchos otros, que las
perturbaciones visuomotoras se encuentran también en sujetos que no tienen tras
tornos de la lectura y de la ortografía. Cl. Rosen (1968) informa de un estudio en el
cual un grupo de niños que padecían trastornos de la lectura y visuomotores habían
recibido un aprendizaje visuomotor, mientras el grupo de control, igualado en estos
trastornos, no lo recibió. Los niños que habían recibido este aprendizaje obtenían
puntuaciones significativamente más elevadas en diversas tareas sensoriomotoras que
los del grupo de control, no obstante, no se encontraba ninguna mejora de las capa
cidades de lectura. A. F. Kalverboer y cois., han mostrado que en un caso de síndro
me de Mocbius (restricción muy grave de los movimientos oculares horizontales y
verticales), la lectura, la escritura y la ortografía eran normales en un niño de 2,6
años, mientras que las respuestas visuomotoras correspondían a las de un niño
normal de 4 a 5 años.
Los trastornos del lenguaje oral son sin ninguna duda un factor etiopatogénico
importante, pero existe no obstante un cierto porcentaje de niños disléxicos cuyo
desarrollo del lenguaje es normal. Hemos observado que algunos niños psicóticos
llegan a la comunicación por vía del lenguaje escrito, más neutro, antes de comunicar
por el lenguaje oral.
Si la organización temporospacial está frecuentemente alterada en la dislexia, se
podría estar de acuerdo con C. Chiland para aceptar este déficit como índice, pero
no como causa de la dislexia. En lo que concierne a los factores espaciales, hemos de
apuntar que son extremadamente frecuentes en los sujetos examinados en los consul
torios mcdicopedagógicos sin que ello vaya acompañado de una dislexia y que los
disléxicos presenten necesariamente trastornos de tipo espacial. En cuanto á los tras
tornos temporales, se les atribuye una gran importancia incluso'sabiendo que están
lejos de ser constantes en la dislexia. La noción de temporalidad que no puede
desprenderse por las pruebas, no debe hacer olvidar que la lectura, como la expre
sión oral, se desarrolla en “ un molde frástico ritmomelódico” .
Si, con N. Galifret-Granjon, después de otros autores, hemos confirmado la
frecuencia de una mala lateralización en los disléxicas, hemos mostrado que existen,
no obstante, disléxicos con una lateralización homogénea. Por otra parte, hemos
subrayado con H. de Gobineau y cois., que la escritura.en espejo puede formar parte
de la evolución normal incluso en el niño bien lateralizado. Además, hemos apun
tado con nuestros colaboradores, que el número de zurdos y de sujetos mal latera-
lizados es todavía más elevado entre los tartamudos que entre los disléxicos, incluso
si los tartamudos no presentan dificultades de lectura. De hecho, no creemos que
una mala lateralización sea la causa única y esencial de estos trastornos. Si desem
peña un papel en algunos casos, los trastornos que implica no son primitivamente
perceptivos, los trastornos de la lateralización pueden acarrear una desorganización
perceptivo-motora, alterar la capacidad de una organización espacial adecuada y,
secundariam ente, provocar por vía de consecuencia dificultades de la lectura.
320 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
durez, sea de los centros cerebrales, sea retraso de la mielinización de las fibras aso
ciativas en relación con el pliegue curvo, sea inmadurez fisiológica o psicológica más
general. K. de Hirsch describe así una falta de madurez del sistema nervioso que se
caracteriza por un retraso de la lateralización, de la coordinación muscular fina, de la
organización espacial y una insuficiencia del desarrollo de todos los procesos per
ceptivos. Estarían igualmente a favor de la teoría que defiende un trastorno de
maduración, la asociación sintomática dislexia inmadurez del lenguaje, inmadurez de
la motricidad, insuficiencia de la elaboración espacial así como la asociación dis
léxica, debilidad motriz, trastornos práxicos, retraso de la simbolización (J. Rou-
dinesco y cois.).
Para P. Satz y cois., la dislexia no es un síndrome unitario; refleja un retraso en
la maduración del sistema nervioso central que repercute sobre la adquisición de las
capacidades en crecimiento en las diferentes edades del desarrollo. Se fundan sobre
el estudio de niños disléxicos, elección de un grupo de control y aparejado a dos
niveles de edades diferentes para concluir que las capacidades que se desarrollan
ontogenéticamente más pronto (p. cj., integración visomotriz y audiomotriz) estarán
más retrasadas en niños disléxicos más jóvenes (7-8 años), mientras que las que se
desarrollan más tarde (p. ej., lenguaje y operaciones formales) estarán más retrasadas
en niños disléxicos mayores ( 1 1 -1 2 años).
Pensamos que hay que profundizar más la relación que existe entre la edad de
maduración y la edad de aprendizaje e insistir sobre el peligro que constituye la
exigencia de un aprendizaje rápido y de duración demasiado corta y forzando que
puede acarrear descompensaciones que corren el peligro de bloquear al niño de
manera relativamente irreversible, dañando la expresión de lo posible en potencia.
otro método desvalorizando los otros, se habría ganado tiempo si se hubiera estu
diado de un modo más profundo cuál era el tipo de personalidad neurobiopsicoló-
gica que fracasa o aprovecha de uno y otro método. Existen innumerables métodos,
pero como dice F. Best, el famoso debate método sintético, método global está
desplazado en el sentido de una renovación pedagógica. En el primer plano se ha
puesto el principio de la comunicación -hacer comprender, sentir a los niños que la
lectura es lectura de un mensaje, que es un acto de comunicación y de comunicación
trabajada a todos los niveles: lingüístico, psicológico, pedagógico. En el plano del
método propiamente dicho, el plan Rouchette insiste sobre el aspecto circular de
la relación entre tres fases: 1) investigación del significado; 2) fase analítica; 3)
fase sintética.
Muchas dificultades del aprendizaje de la lectura están en relación con los déficit
escolares ligados a: valorización de la rapidez, sobrecarga de las clases, cambio de
maestro. En un plano muy general, como dicen M. Stambak y cois., se trata, a la
vez, de desarrollar las capacidades del niño y de conducirlo a sentir la necesidad de
los instrumentos de nuestra cultura, para valorizar las actividades que se relacionan
con ella. De un modo más específico se trata de preparar al niño para él aprendizaje
de la lengua escrita; suscitar el deseo de leer no basta, conviene proceder a una pre
paración lingüística (paso al lenguaje recitado, luego al lenguaje escrito; corrección de
los retrasos y trastornos del lenguaje oral; preparación para la individualización de
los elementos que constituyen la lengua). Una experiencia capital es respetar las for
mas de razonamiento de que el niño es capaz y movilizarlas al servicio del aprendi
zaje. Un buen aprendizaje da al niño un instrumento que vehicula el conocimiento y
que utilizará con facilidad; el lenguaje oral y el lenguaje escrito pasarán a ser complc-
mentarios. F.n el caso contrario, la falta de fluidez del acto léxico le hará perder las_________ .__
ganas y el niño en una estructura cerrada lo llevará como una carga. Un buen apren
dizaje del manejo del lenguaje, de la lectura en particular, evitaría numerosas reedu
caciones a menudo innecesarias y difíciles en el estado actual de la enseñanza.
5 ° La ilisorlografia
minativa pero no significativa-. Son niños inteligentes que hacen muchas faltas en la
lectura y pausas, que no parecen haber automatizado aún la adquisición de su orto
grafía. Estos trastornos nos hacen pensar en un retraso o en un defecto de dicción.
Como es natural, la disortografía también puede darse en niños de bajo nivel inte
lectual, por falta de automatización, y en los débiles en quienes el retraso ortográ
fico va juntamente con mala dicción o, al menos, con una ortografía en consonancia
con tales errores.
Tanto C. Chiland como S. Borcl-Maisonny hacen hincapié en señalar cuán impor
tante es un habla correcta para aprender la lectura y la ortografía; en su estadística
sé refieren a muchos niños, hijos de familias de lengua no francesa cuyos padres
hablan un francés sintácticamente inseguro.
Todos coinciden en la importancia de una pronta intervención, puesto que una
reeducación individual evitará quedarse con una mala ortografía que sería un lastre
para el niño en los años escolares y le dificultaría incluso su futura vida profesional.
Son diversos los métodos reeducativos de lectura y escritura empleados: los de
S. Borel-Maisonny o sus continuadores, C. de Sacy, F. Kocher, M. de Maistre, etc., o
los de C. Chassagny, son los más corrientes en Francia. Digamos que hay niños que
resisten a tales procedimientos reeducativos y que a veces se hace indispensable una
psicoterapia. En algunos casos puede superarse la dislexia, pero posteriormente reapa
rece, como un nuevo problema, en una disortografía.
IV. - LA TARTAMUDEZ
2 ° Factores etiológicos
« • / V r t *• n 1 T\ A U f l O T t IA
326 LAS FUNCIONES Y SUS PERTURBACIONES
3 ° Patogenia
4 ° Evolución y tratamiento
Al igual que otros autores (véase el Cap. Psicosis infantiles), abordamos el pro
blema de acuerdo con R. Diatkine y D. Kalmanson. En todos nuestros casos de niños
psicóticos hay una específica perturbación de la relación con los demás. Habida
cuenta de la diversidad de cuadros clínicos, dividiremos los trastornos del lenguaje en
cinco grupos:
- Trastornos del lenguaje en las llamadas formas autistas. El lenguaje aparece tarde;
el niño no tiene mayor interés por hablar que con las personas que le rodean. Hasta ios
4-5 años, con el descubrimiento de las personas, no comienza a interesarse por la comu
nicación por las fórmulas abstractas inicialmente -cifras, fórmulas matemáticas-, por
expresarse mediante dibujos estereotipados y, por último, por su expresión oral. Su
retraso oral afecta tanto a la comprensión como al habla real. A veces leen según un
nivel superior, a partir de su lectura puede comenzar a consolidarse su lenguaje. Tal
evolución a veces no es posible sin una reeducación y una psicoterapia conjuntas. Para
lelamente hay desplazamiento del interés hacia los objetos inanimados y de su aspecto
formal hacia quienes le permiten alcanzar los mecanismos identificatorios y de «identi
dad, con el uso de los pronombres y de las correspondientes formas verbales.
— Trastornos del lenguaje por alteraciones de las primeras relaciones. Tales niños
están interesados por quienes les rodean, mas sin discriminación de apetencias afectivas.
En tales casos su vocabulario es extremadamente pobre y su habla se caracteriza por
formas ideoglósicas, palabras deformadas, párrafos correctamente reproducidos pero
empleados en sentido totalmente diferente del uso normal.
EL LENGUAJE 329
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CAPÍTULO X IV
DESARROLLO NEUROPSICOLÓGICO
DE LOS NIÑOS PREMATUROS
Y POSMADUROS
MA C Aír A ri A H ííA n »
452 G R A N D E S S IN D R O M E S
Las investigaciones sobre esta evolución son muy numerosas y a menudo contra
dictorias. En las monografías de I. Alm y de G. Uddcnberg, y sobre todo en la de
C. M. Drillien y en la revisión general de G. Wiener, pueden encontrarse la historia y
la crítica de las observaciones y de los diversos métodos de estudio. Las discordan
cias entre los autores se explican, en parte, por las diferencias entre las poblaciones
estudiadas y por la dificultad de encontrar grupos de control adecuados debido a la
cantidad de variables (edad, sexo, raza, peso de nacimiento, duración de la gestación,
complicaciones del embarazo y del parto, clase social, etc.). Por otra parte, los pre
maturos forman por sí mismos un grupo heterogéneo. En algunas estadísticas se eli
minan los niños que presentan trastornos neurológicos muy pronunciados. No es sor-
N I Ñ O S P R E M A T U R O S Y P O S M A D U R O S 453
préndente que, según la selección de los niños, los métodos empleados por el exa
men y la importancia otorgada a las lesiones cerebrales asociadas, algunos autores se
muestren relativamente optimistas mientras que otros encuentran un elevado porcen
taje de niños anormales entre los prematuros.
Con arreglo a una revisión general de la literatura, G. Wiener (1962) deduce que
el prematuro tiende a tener ritmos de desarrollo más lentos en los primeros años de
la vida y a estar limitado desde el punto de vista intelectual durante toda la infancia,
que los resultados de los distintos autores sugieren que existe una relación entre la
mayor gravedad de los trastornos y el menor peso de nacimiento, y que los niños
prematuros de cualquier edad presentan trastornos variados de la personalidad.
Es evidente que los estudios más interesantes son los que, mediante un método
longitudinal, han permitido estudiar los mismos grupos de niños. A fin de no sobre
cargar nuestra exposición sólo escogeremos algunos ejemplos entre aquellos cuya
metodología parece válida.
a) Edad preescolar
Según un estudio comparativo entre "127 prematuros y 122 niños nacidos a tér
mino escogidos en. condiciones parecidas (excluidos los niños que no pueden ser
sometidos a pruebas psicomctricas debido a un déficit profundo), 1. Lézine extrae
algunas conclusiones. Según este autor, las curvas ponderales de los prematuros naci
dos a los 6, 7 y 8 meses son inferiores en el primer año de la vida en relación con
las curvas ponderales de los niños nacidos a término. Los cocientes de desarrollo de
los prematuros obtenidos entre los 12 y los 15 meses son inferiores a los de los*7
niños nacidos a término. Las niñas nacidas a los 6 meses de gestación se recobran
del retraso inicial hacia los 4 años, mientras que los niños lo hacen a los 5 años.
Las niñas y los niños nacidos a los 7 y 8 meses de gestación se recobran del
retraso durante el segundo año. Según I. Lézine, los casos de retraso son más
pronunciados en los niños que en las niñas. La comparación hecha entre diversos
niños de bajo peso de nacimiento demuestra que el desarrollo psicomotor está más
influido por el grado de prematuridad que por el peso de nacimiento. Un gran
número de autores han insistido en el hecho de que se encuentra en estos niños
una desorganización de la evolución emocional. I. Lézine insiste, por su parte,
sobre el retraso de . la adquisición de la limpieza diurna en los prematuros de 6 o
7 meses en relación con los grupos control de niños nacidos a término o con los
prematuros de 8 meses, y sobre sus particulares dificultades alimenticias; estos
niños degluten mal, mastican lentamente, vomitan, tienen asco para ciertos ali
mentos, hacen tonterías y disputan en la mesa. Según este autor, durante la
permanencia en la incubadora, lo más frecuente son las dificultades de deglución.
Después de la salida de la incubadora y hasta la edad de 10 meses se observan
sobre todo anorexias pasajeras; a partir de los 11 meses dominan los problemas de
cambio de medio y de disciplina alimenticia.
Estudiando la conducta de estos niños, I. Lézine encuentra dos rasgos particu
larmente llamativos: detención y rechazo de actividad por una parte y descargas
bruscas y. agitación motora por otra. Las reacciones de inhibición,-inercia y pa
sividad son más frecuentes en el comportamiento de los prematuros en el trans
curso del primer año. Los niños están tnás inhibidos en todas las etapas, sopor
tan mal ser separados de su madre; por el contrario, en el grupo de control de
niños nacidos a término, el comportamiento de los niños es más activo y más agre
sivo.
454 G R A N D E S S ÍN D R O M E S
En el grupo de los prematuros, los de peso de nacimiento muy bajo (< 1.250 g.,
generalmente) presentan más problemas.
Según un estudio de 500 lactantes prematuros y 492 controles aparejados a las
40 semanas y de nuevo entre 3 y 5 años, H. Knobloch encuentra un exceso impor
tante de niños deficientes en el grupo cuyo peso de nacimiento era 1.500 g., o
menos, las diferencias entre los prematuros y los controles maduros aumentaban
entre las 40 semanas y los 3 años. Los trabajos de estos autores, así como los de
P. Harper y cois., demuestran que a las 40 semanas el 26,3% de los lactantes presen
tan un diagnóstico de parálisis cerebral posible o una anomalía neurológica manifies
ta; el 17,6% de los prematuros fueron considerados como afectos de un déficit
mental límite en relación al 1,6% para los del grupo control. Entre los 3 y 5 años, el
24% de este grupo eran considerados como mentalmente limitados; el 37%, límites o
medios bajos, y el 39%, medios o superiores. El perfeccionamiento de los cuidados
neonatales modifica notablemente el pronóstico de estos prematuros en centros espe
cializados: se estima que alcanzan un desarrollo psíquico normal una proporción del
80% aproximadamente, según datos publicados en 1971 (R. Rowling y cois.), y en
1972 (J. J. Hatt y cois.). .
b ) Edad escolar
3 ° Patogenia
El problema planteado por los niños posmaduros ha sido menos estudiado que el
de los prematuros. Su importancia e incluso su existencia es discutida. Varios autores
admiten la existencia de dos tipos de embarazos prolongados, unos fisiológicos y
otros patológicos. En los primeros, el ciclo gravídico de 9 meses y medio corrcspon-
dería a ciclos menstruales de 32 a 36 días. En este caso las mujeres darían a luz
niños robustos perfectamente constituidos y normales. El segundo grupo compren
dería, por'el contrario, los embarazos en los cuales el parto nó se pondría en marcha
en el tiempo fisiológico transformándose así en patológico. En estos casos se cita un
porcentaje de mortalidad extremadamente elevado que oscila entre un 10 y 30%,
debido la mayoría de las veces a un parto prolongado con hipodinamia uterina. Sin
embargo, en un estudio reciente (que tal vez refleja los adelantos de la obstetricia),
S. Kolonja (1967) estima que la mortalidad de los niños después de embarazos pro
longados no es mayor que la existente después de embarazos normales.
Según C. M. Drillien, algunos niños pueden presentar déficit neurológicos y “ limi
tación mental” por anoxia intrauterina, pero también se sabe, añade, que la posma
durez se asocia también a malformaciones congénitas. Un déficit hormonal materno
podría ser la causa común del embarazo prolongado y de la malformación.
C. Kohler y otros (1963) señalan los escasos trabajos aparecidos sobre el futuro
de los posmaduros. M. Schachter, después del estudio retrospectivo de varios niños
afectos de una encefalopatía o de trastornos del carácter, atribuye en algunos casos
un valor a la posmadurez. Según M. G. Amado, los “ niños robustos” presentan a
menudo un desarrollo atlético, trastornos psicomotores y del carácter con un retraso
masivo en algunos sectores, en particular del control de esfínteres. D. Gaburro y
G. Bonniver han establecido una relación entre posmadurez y comicialidad.
En su trabajo de 54 casos, C. Kohler y cois., encuentran que 11 niños presentan un
síndrome de dismadurez sensoriomotora, 6 niños presentan trastornos del carácter y
sólo 3 pueden clasificarse en el grupo de las insuficiencias intelectuales. Se encuentran
múltiples factores en la posible etiología de estos síndromes. Finalmente, estos autores
sólo tienen 7 casos de niños cuyo ambiente familiar parece sano y equilibrado y en los
cuales el origen de los trastornos no ha podido ser relacionado con ninguna etiología
precisa. Sin embargo, este porcentaje del 14% les parece elevado. Tres conclusiones se
desprenden de este estudio: la relativa frecuencia de los trastornos de la conducta, el
adelanto de! desarrollo estaturoponderal en relación con su edad y al parecer (en los
límites de la población que representa este grupo) la ausencia de repercusión sobre el
desarrollo intelectual posterior. Estos autores no han encontrado ninguna estrecha rela
ción entre posmadurez-convulsioncs y posmadurez-encefalopatía.
J. Malarrivé y otros (1969), en su estudio de 94 casos de posmadurez, encuentran
que el porvenir inmediato de los posmaduros es grave (23% de mortalidad) y que el
porvenir lejano es bueno si el posmaduro logra traspasar normalmente el límite de
los 10 primeros días. El nivel intelectual es normal y ningún trastorno de la con
ducta puede relacionarse con la posmadurez.
La actitud del ginecólogo frente a un embarazo prolongado no es unívoca-. Si
bien unos consideran que se debe inducir el parto o practicar una cesárea, S. Kolon-
ga y otros piensan que el parto debe realizarse de la forma más natural posible,
siendo la inducción del parto no sólo inútil para la madre y el niño, sino que además
puede dar lugar a que el niño nazca inmaduro.
458 G R A N D E S S ÍN D R O M E S
Algunos autores han estudiado los factores psicológicos que explican el parto
retrasado. II. Deutsch había ya insistido sobre el apego al slatu quo, el temor de la
madre a romper una unión basada en tantos lazos afectivos y físicos, y el miedo a
los dolores y a los peligros del parto, todo lo cual son factores que crean una resis
tencia a la terminación del embarazo. C. Müller admite igualmente la posibilidad de
un “ fenómeno de retención” a consecuencia de un miedo a la separación más o
menos asociada con otros conflictos psicológicos inconscientes. G. Bartholomei y
cois., han estudiado desde el punto de vista psicológico a 50 mujeres con embarazo
prolongado comparándolas con un grupo de control que presentaba las mismas
características socioeconómicas. Los resultados de este estudio (realizado mediante
entrevistas, test de Rorschach, Koch, etc.) confirman la frecuencia de la patogenia
psíquica de la prolongación del embarazo. Pero, según estos autores, estos factores
psicológicos, sólo intervienen en algunas mujeres predispuestas por un carácter parti
cularmente ansioso y rígido, y en las cuales se puede pensar que las tendencias
perfeccionistas c hiperprotectoras las incitan a prolongar la duración del embarazo.
Según. C. Kohler y cois., sus resultados no les autorizan a pensar que la posma
durez es un factor de fragilidad nerviosa y un elemento patológico por sí mismo o
indirectamente. Para explicar la relativa frecuencia de los trastornos de la conducta
encontrados en sus casos, estos autores (que encuentran también el carácter ansioso
e hiperprotector de algunas mujeres) elaboran la hipótesis de que estas características
maternas pueden desempeñar un papel en el retraso del desencadenamiento normal
del parto, y en lás dificultades de adaptación de los niños en tanto que elementos
reactivos a las actitudes maternas.
La posmadurez plantea problemas biológicos y psicológicos. La preparación psico-
fisiológica para el’ parto sin dolor ha abierto ya en parte esta vía. Los problemas
psicológicos nos hacen pensar que aparte de la mecánica del parto existe en los fenó-_________
menos de la expulsión o de la retención un mecanismo psicológico importante. Su
mejor conocimiento permitirá ya prever el futuro tipo de relación entre este niño y
su madre.
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C A P ÍT U L O X V I
TRASTORNOS PSÍQUICOS
POR AFECCIONES
CEREBRALES CONOCIDAS
En este capítulo se estudiarán todas las afecciones cerebrales que pueden ocasio
nar trastornos psicológicos: lesiones que pueden ser hereditarias o adquiridas; por
aberración cromosómica, metabólicas, infecciosas, tóxicas. La primera parte de este
capitulo corresponde a una parte de la etiología de la deficiencia mental, sabiendo
que cierto número de síndromes pueden aparecer precoz o tardíamente respon
diendo siempre a modificaciones metabólicas más o menos equivalentes.1
I.° Disgenesias mayores, las anencefalias. — Un gran número de anencéfalos carecen de toda
la zona del encéfalo que proviene de. las dos primeras vesículas encefálicas primitivas, es decir
que el encéfalo se reduce a la protuberancia y al bulbo. Sin embargo, se han observado algunos
casos con un tronco cerebral bien desarrollado, incluyendo el inesencéfalo.
La vida de los anencéfalos es de corta duración.
En casi todos los casos puede aparecer el reflejo primitivo de incurvación dorsolumbar. En
algunos se observa un reflejo de reincorporación, pudiendo existir igualmente el reflejo de
succión y un esbozo del reflejo de los puntos cardinales. Los ancncéfalos mesencefálicos presen
tan reacciones primarias un poco más ricas' (André-Thomas y J. de Ajuriaguerra).
3.a Malformaciones tardías. - Entre las disgenesias que acarrean trastornos importantes del
desarrollo del córtex, se han descrito las agirías, las paguigirias y las microgirias.
La agiría se caracteriza por la ausencia total, o casi total, de las cisuras y de las circunvolu
ciones. La paguigiria se caracteriza por unas circunvoluciones anchas y espesas, los surcos son
escasos y poco profundos. La microgiria llamada también polimicrogiria, se caracteriza por una
reducción del volumen de las circunvoluciones, mientras que su número está muy aumentado.
Otras deformaciones son las porencefalias: comunicaciones entre la cavidad ventrictilar.y el espacio
meníngeo, a las cuales debemos oponer, según P. 1. Yacovleff, las esquizoencefalias, determinadas
por la detención del desarrollo del córtex de las cisuras primitivas, y las porencefalias encefaloclás-
ticas tardías.
Las estenosis congcnitas del acueducto de Silvio constituyen un grupo importante; a veces se here
dan ligadas al sexo. La imperforación de los orificios de Magcndic y de Luscltka puede ser una
causa de hidrocefalia holoventricular. Una causa relativamente frecuente de hidrocefalia son las
malformaciones que afectan la zona caudal del rombcnccfalo (síndrome de Amold-Chiari).
Las hidrocefalias comunicantes dependen, bien de una lüpersecreción de líquido cefalorra
quídeo es decir, de un aumento del tejido productor de líquido, por múltiples causas ya sean
papilomas o malformaciones, o bien de mecanismos de hipoabsorción por bloqueo de las áreas de
resorción leptomeníngeas, que no suele ser debido a malformaciones, sino a una enfermedad fetal,
a meningoencefalitis, o a meningitis exudativa.
H. Carrier, tras el estudio de 57 observaciones anatomoclínicas de hidrocefalia no tumoral,
subraya que más del 90% de las hidrocefalias sorr debidas a bloqueos de la salida del líquido cefalo
rraquídeo. En la mitad de los casos son de naturaleza malformativa, en la otra mitad son en gene
ral postinflamatorias o posthemorrágicas.
Las lüdrocefalías se caracterizan por un aumento del diámetro cefálico y por una desproporción
entre el aumento de este diámetro y el de la cara. La cara tiene la forma de una pirámide que
reposa sobre su vértice, siendo la base el cráneo dilatado; los globos oculares se hallan dirigidos
hacia abajo, apreciándose además la congestión de las venas pcricraneales. A menudo la hidrocefalia
es bien tolerada durante mucho tiempo antes de que aparezcan trastornos orgánicos, rechazo de los
alimentos, alteraciones del sueño y la vigilia y crisis letárgicas. La hidrocefalia produce vómitos o
los signos, clásicos de liipertensión craneal, solamente cuando aparece como un proceso agudo.
En la hidrocefalia precoz, el desarrollo intelectual es nulo, el niño vive una vida puramente
vegetativa y rápidamente deja de reaccionar a los estímulos exteriores. Se aprecia una atrofia
óptica, estrabismo por compresión del tercer y sexto pares, trastornos de la vía piramidal, cerebe-
losa y vestibular.
Los métodos más empleados actualmente en el tratamiento de la ltidrocefalia son procedi
mientos de derivación, bien sea intracraneal (vcntrículo-cistcmotomías), o bien extracraneal (ven
trículo auricular y ventrículo-pcritoneal).
I. ° Neurofibromatosis de Recklinghausen
3 ° Neuroangiomatosis
i
—Angioinatosis encefalotrigeminal (o síndrome de Sturge-Weber). — Se carac
teriza por la presencia de angioinatosis cutánea, signos oculares y centrales y signos
radiológicos.
La angiomatosis cutánea es la lesión más característica; generalmente se sitúa en
el territorio del trigémino o de sus ramas. A veces se limita a un territorio determi
nado o se sitúa en una liemicara, pero se extiende a menudo hacia el lado contrario;
la mucosa labial y la del velo del paladar también pueden estar afectadas. Frecuen
temente la angiomatosis sobrepasa el. territorio del trigémino, extendiéndose al
cuello, a los miembros o incluso a la vulva o al periné.
Los trastornos psíquicos son casi constantes, extendiéndose desde la debilidad
mental simple hasta la idiocia. Se han descrito también trastornos del carácter y del
comportamiento.
Los signos neuroiógicos parecen depender directamente del angioma meníngeo.
A F E C C IO N E S C E R E B R A L E S C O N O C ID A S 487
C. - ABERRACIONES CROMOSÓMICAS
Los problemas planteados por las aberraciones cromosóniicas son extremadamente complejos
(véase revisión de J. de Grouchy, 1968) y están en constante renovación.
En diferentes ocasiones y a nivel internacional (Convenciones de Dcnver, Londres y Clücago, en
1960, 1963, 1966, respectivamente) se estableció una nomenclatura en función de la talla de los
cromosomas y de la situación de su centrómero, a saber 22 pares de autosomas numerados del 1 al
22 y repartidos en 7 grupos (de la A a la G) más dos cromosomas sexuales (femenino=XX,
masculino = XY) clasificados aparte, el X al lado del grupo C y el Y al lado del grupo G.
Las aberraciones cromosómicas se deben a accidentes ocurridos en el curso de la meiosis o en el
curso de la primera o de las primeras divisiones del zigoto.
Los accidentes en la meiosis pueden afectar al número de cromosomas o a su estructura.
Las aberraciones numéricas son debidas a una no-disyunción de los cromosomas. Por ejemplo si
en un par de cromosomas no se efectúa la disyunción y los dos pasan juntos a una misma célula
luja, tras la fecundación se producirán zigotos trisómicos ó monosómicos.
Las aberraciones que afectan la estructura se deben a roturas de los cromosomas. Son éstas:
a) en un mismo cromosoma:
- la deleción simple o pérdida de un segmento cromosómico.
- la deleción doble que da como resultado bien cromosomas en anillo con los dos brazos
amputados unidos uno al otro a nivel de la sección, o bien una inversión pericéntrica en la que los
segmentos rotos se vuelven a soldar después de la inversión del fragmento mediano;
ó) en varios cromosomas:
- translocación, resultante de las nuevas estructuras creadas por la rotura de cromosomas dife
rentes y de su resoldadura tras el intercambio de los segmentos rotos. En este caso se pueden
488 G R A N D E S S ÍN D R O M E S
encontrar múltiples combinaciones, a veces muy complicadas y particulares cómo es la fusión ccn-
tromérica. Si, por ejemplo, la translocación afecta a dos cromosomas el sujeto puede ser, si la
translocación es equilibrada, fenotípicamente normal aunque portador de dos nuevas estructuras. Si
no es equilibrada y sólo es portador de una sola de estas dos estructuras, resulta entonces aneusó-
mico por exceso o por defecto. Hablaremos eventualmcntc con más detalle de las combinaciones
relativas a las afecciones de las que más adelante nos ocuparemos y de los riesgos genéticos que
ellas entrañan.
- accidentes zigóticos, que originan mosaicos. Los sujetos son en este caso portadores de dos,
más raramente de varias líneas celulares de cariotipos diferentes.
Bajo el nombre de “monozigotismo etercocariótico” (R. Turpin, i. Lejeune) se han descrito casos
de gemelos monozigóticos de los que uno es normal y el otro presenta una aberración cromosómica,
en particular mongolistno o bien síndrome de Tumer, (J. J. Bourdy).
Estos descubrimientos partiendo de la modificación del capital cromosómico, han determinado
una nueva nosología de las deficiencias mentales permitiendo la confrontación de datos clínicos de
malformaciones o dismorfias con anomalías cromosómicas. Las anomalías pueden estar sobre los
autosomas o sobre los gonosomas. En general, se comprueba que la pérdida de material genético
produce mayores efectos que la duplicación, y que las aberraciones autosómicas producen mayores
anomalías que las que afectan a los cromosomas sexuales. El mecanismo por el que las aberraciones
cromosómicas producen deficiencia mental y malformaciones congénitas permanece oscuro todavía.
J. J. R. Bavin especula que en la mayor parte de los casos se debe presumir la existencia de genes
normales así como también la presencia de un número suplementario de algunos de ellos. Este hecho
podría entrañar una dosificación excesiva de enzimas y como consecuencia la perturbación del normal
equilibrio de los procesos mctabólicos, particularmente nocivo durante el desarrollo embrionario.
Entre los factores que predisponen a estas aberraciones, la edad de la madre es el único que
está claramente en relación con una incidencia aumentada en gran número de eUos. Se han soste
nido hipótesis virales pero lian sido muy discutidas.
En 1966, en Chicago, se estudió la nomenclatura de las aberraciones cromosómicas y proponen
este sistema para definir el cariotipo humano: inscribir el número total de cromosomas (cciltró-
meros) una coma, los cromosomas sexuales, úna coma, las anomalías autosómicas; colocar el signo
+ tras el cromosoma supernumerario y el signo —tras una perdida; señalar los mosaicos citando las
diferentes poblaciones por una barra oblicua (p. ej.: 47, XY, 21 + es una trisomía 21 en un
muchacho; 46, XY/47, XY, 21 +es un mosaico normal/trisomía 21).
Para las aberraciones de estructura se denominará “p” al brazo corto del cromosoma, “q” al
brazo largo seguido del signo + en caso de aumento de longitud, del signo - en caso de deleción
(p. ej.: 46, XY, 5 p - es una deleción del brazo corto del 5); las inversiones se anotarán “inv”
(p. ej.: 46, XY inv (1 p + q - ) es una inversión pericéntrica del 1); los cromosomas en anillo con la
letra “r” (p. ej.: 46, XY, 18 r, el cromosoma 18 está en anillo); una translocación con la letra “t”
y tras ella entre paréntesis el cromosoma dador, un punto y coma y el cromosoma receptor, así:
46, XY, t (Cq - ; Uq +) es una translocación entre un C y un D; una fusión centromérica entre
dos acrocéntricos se escribe: 46, XY, t (21q Dq).
Esta nomenclatura comprende otros símbolos. Hemos dádo aquí los más usuales.
I. - ABERRACIONES AUTOSÓMICAS
uniforme. En las aberraciones autosómicas por exceso, el retraso parece tanto más
profundo cuanto mis material genético hay en exceso: más profundo cuando un
cromosoma completo se encuentra en exceso que cuando se (rata de un fragmento;
en las trisomías regulares, es particularmente notable cuando se trata de cromosomas
de los grupos D y E. En las delecioncs del brazo corto del cromosoma 5, como en la
trisomía 21, los C. 1. se ordenan en curva de Gauss y el retraso tiende a acentuarse
con la edad.
Trisomía 21 (mongolismo)
El cuadro de la trisomía 21 fue descrito por primera vez por Seguin en 1846 bajo
el nombre de “idiocia furfurácea” .
a) 'Frecuencia. — Es relativamente elevada. J. Lejeune (1965) da un caso por cada
650 o 700 nacidos vivos, para todas las razas y todas las clases sociales. En cuanto a
la tasa de mongólicos encontrada entre los retrasos, J. A. Bróók (Suecia), daba el
10% en 1953; J. Constantinidis, en un estudio sobre 520 casos de retraso mental
examinados en el Servicio Médico-pedagógico de Ginebra de 1951 a 1960, da una
cifra del 5,6%
b ) Estudio clínico. - El cuadro clínico es fácilmente reconocible, ya que el retra
so mental corre parejas con modificaciones morfológicas particulares. Desde la prime
ra edad se pone de manifiesto un retraso psicomotor global con apatía e indiferencia,
evidenciándose más tarde el retraso mental. Desde el punto de vista: morfológico se
trata de sujetos de talla pequeña, braquicéfalos, de cara aplastada, con las mejillas
salientes, las hendiduras palpebrales oblicuas, estrechas, rasgadas, dirigidas ario alto y
afuera con epicantos. La frente es baja, la nariz pequeña y aplastada en su raíz, la
boca entreabierta con una lengua que sobresale agrietada (“ escrotal” ), la bóveda del
paladar es a menudo ojival, con los dientes mal insertados y deformes. Los miembros
son cortos, las manos de dedos cortos son gruesas, el anular está curvado, el pulgar
es muy pequeño y de baja implantación. Existen modificaciones dermatoglíficas
palmares, de las que la más frecuente es la línea transversal única que resulta de la
fusión de los pliegues palmares medios e inferiores. La bóveda plantar está hundida a
menudo y se aprecia en los miembros una hipcrlaxitud ligamentosa. El abdomen
puede estar distendido e hipotónico con hernia umbilical. Se han descrito malforma
ciones vertebrales o espina bífida. Estos niños presentan a menudo hipoplasia genital,
acompañada a veces en los muchachos de cctopia testicular o hipospadias y en las
niñas de un desarrollo vaginal y uterino rudimentarios. Se debe subrayar que puede
existir menstruación en las niñas, pero los embarazos son extremadamente raros. Los
trastornos tróficos son importantes, la piel está seca, a veces ictiósica, las uñas altera
das. Las cejas escasas. Este cuadro morfológico se acompaña de malformaciones
asociadas y de ellas las más importantes son las cardiopatías (principalmente comu
nicaciones intcrauriculares o interventriculares) y sindactilia. Se han descrito además,
ausencia de perforación anal, estenosis de píloro, csclerodermia, etc.
El déficit intelectual de los mongólicos es constante. Es excepcional sobrepasen
un C. I. de 70, pero el término de idiocia mongólica se encuentra lejos de ser ade
cuado en la mayor parte de los casos. Tras la revisión hecha por L. Moor (1970) los
C. I. se ordenan alrededor de una curva de Gauss, con una media de 40-45 y tienden
490 GRANDES SÍNDROMES
T ris o m ía 13
T ris o m ía 18
El r e tra s o m e n ta l y m o t o r es c o n s id e ra b le ; e s tá a s o c ia d a a u n a h i p o tr o f ia y a
m a lfo rm a c io n e s d iv ersas: e s c a fo c e fa lia y m ic r o rr e tro g n a tis m o ; p ie s d e fo rm e s e n p io
le t, m a lfo rm a c io n e s c a rd ía c a s , re n a le s y d ig e stiv a s. L a su p e rv iv e n c ia e s g e n e ra lm e n te
b re v e ; se h a c o n o c id o u n c a s o q u e vivió h a s ta lo s 15 a ñ o s.
M o n o s o m ía s
H a s ta h a c e p o c o tie m p o se p e n s a b a q u e la m o n o s o m ía e r a in c o m p a tib le c o n la
vida. Se h a n c ita d o m o n o s o m ía s d e l g ru p o G (c ro m o s o m a s 21 y 2 2 ) , p e r o s e d u d ó
d e la e x is te n c ia d e su f o rm a c o m p le ta .
E n la m a y o ría d e lo s c a s o s c o n o c id o s (re v is ió n d e R . B e rg e r, 1 9 7 2 ), se tr a ta d e
u n m o sa ic o m o n o s ó m ic o G /G e n a n illo ( 4 5 , G /4 6 , G r) y m e n o s a m e n u d o d e u n a
m o n o s o m ía G /d e lc c ió n d e b r a z o larg o (4 5 G - /4 6 , G q-) p a ra la s a n o m a lía s d e l c r o m o
so m a 2 1 . M ás ra ra e s la a n o m a lía d e l c r o m o s o m a 2 2 q u e s u e le c o n s is tir e n u n a G e n
a n illo , (4 6 , G r).
L a m o n o s o m ía 21 p a rc ia l, lfa n tim o n g o lis m o ” , se c a ra c te r iz a p o r p r e s e n ta r c a r a c
te re s s o m á tic o s o p u e s to s e n p a r te a lo s d e la tris o m ía 2 1 : liip e rto n ía m u s c u la r, o b li
c u id a d h a c ia a b a jo y a f u e r a d e las h e n d id u r a s p a lp c b ra le s , b le fa ro a c a la siá e x te r n a
p e rs is te n te d e la m e m b ra n a p u p ila r, g ran ta m a ñ o d e lo s p a b e llo n e s a u ric u la re s y d e
lo s c o n d u c to s a u d itiv o s e x te r n o s y n a riz p r o m in e n te . P o r lo d e m á s h a y m ic ro c e fa lia ,
m ic ro rre tro g n a tis m o a n o m a lía s u n g u e a le s, h e r n ia in g u in a l, c r ip lo rq u id ia , h ip o s p a d ia s ,
e s te n o s is d e l p ilo ro , h ip o tr o f ia y re tra s o p s ic o m o to r y a m e n u d o tr o m b o c ito p e n ia ,
e o s in o filia e h ip o g a m m a g lo b u lin e m ia .
L o s e le m e n to s c lín ic o s d e la m o n o s o m ía 2 2 so n : h ip o to n ía m u s c u la r, e p ic a n to s ,
sin d a c tilia . El re tra s o m e n ta l e s c o n s ta n te p e ro n o h a y n i h ip o tr o f ia n i m ic ro c e fa lia .
2 ° A berraciones estructurales
S ín d ro m e 5 p - (o d e l g r ito d e g a to )
L a c a u s a d e e s ta e n f e r m e d a d es la d e le c ió n d e l b ra z o c o r t o d e l c r o m o s o m a 5 . El
re tra s o e s m u y p r o f u n d o y la h ip o tro f ia d e la ta lla y el p e s o m u y n o ta b le . H ay
492 GRANDES SÍNDROMES
Síndrome 18 q—
El primer caso de un niño con dcleción parcial del brazo largo del cromosoma
18, fue descrito por J. de Grouchy y cois., en el año 1964.
El cuadro dismórfico característico comprende: además de microcefalia, una
retracción de la zona media de la cara que contrasta con un mentón bien desarro
llado. Los ojos están hundidos en las órbitas, de las que la parte interna de su borde
superior aparece hundido. Hay hipertelorismo con o sin epicantos. La boca tiene la
forma de boca de carpa, el filtrum (canal comprendido entre la mitad del labio
superior y el tabique nasal) está ausente. Los orificios nasales están dispuestos en
triángulo y a cada lado hacia afuera y abajo de las alas se descubre la presencia de
un nodulo malar subcutáneo. Las orejas de implantación baja, con muchos replie
gues, y atresia del conducto auditivo externo. Los dedos tienen forma de uso muy
nutable, el pulgar mal implantado y los deimatóglifos son característicos. Los pies
deformes. Los órganos genitales externos son anormales (con ausencia de los peque
ños labios o ectopia testicular). Se aprecian malformaciones oculares: nistagmo,.
estrabismo convergente, glaucoma y atrofia óptica; degeneración tapetorretiniana y
malformaciones cardiovasculares; y menos frecuentemente uropatías malformativas y
costillas cervicales.
El retraso mental y la hipotrofia son constantes. Se han descrito algunos casos de
convulsión y un caso de trazado de E. E. G. de hipsarritmia.
Síndrome 18 p—
La dcleción del brazo corto del cromosoma 18 fue descrito por primera vez por
J. de Grouchy y cois., en el año 1963 y supone un retraso mental y de la talla.
Dismorfias oculares (hipertelorismo, epicantos, estrabismo y pupilas excéntricas; se
ha descrito un caso de catarata nuclear bilateral, un caso de cebocefalia y un caso de
ciclopía); la raíz de la nariz aplastada, orejas grandes separadas y de implantación
baja; las manos cortas con el pulgar de inserción alta; el cuello ancho, a veces con
pterigium colli. Aisladamente se han descrito microcefalia, labio leporino, luxación
de la cadera, hepatomegalia, alopecia y sindactilia.*
* ■ Síndrome 18 r
Descrito por primera vez por W. C. Wang y cois., en el año 1962, este síndrome
del cromosoma 18 en anillo, es la consecuencia de una delcción de cada extremidad
del cromosoma con soldadura a nivel de las secciones. Esta forma de aberración está
sujeta a un número infinito de combinaciones, por lo que las manifestaciones clínicas
AFECCIONES CEREBRALES CONOCIDAS 493
D. - OLIGOFRENIAS DISMETABÓLICAS
Aminoácidos de cadena ra Enfermedad del jarabe de Inicio en la primera semana: rechazo del ali
mificada (leucina, isoleuci- arce mento, trastornos de la deglución, de la
na, valina) (leucinosis) respiradón, alteración del tono muscular
Recesiva autosómica de base a veces con crisis convulsivas.
Muerte o deterioro progresivo y grave
Hay una forma más tardía
Olor a jarabe de arce en la orina
Aminoácidos aromáticos y Enfermedad de Oast-House Orina con olor de apio seco.. Retraso men
metionina tal y físico, hipotonia, albinismo. Epi
sodios de fiebre, polipnea, edemas
*
AFECCIONES CEREBRALES CONOCIDAS 497
Déficit de fenilalanina-hi- Exceso de los ácidos fe- Exceso-de fenilalanina Mejoría con régimen po
droxilasa hepática n ilpirúvico, fenillác- bre en fenilalanina
tico y fenilacético •
■■toj.-'i
Anomalía del transporte H iperam inoaciduria, Mejoría con ácido nicotí
del triptófano a nivel importante excreción nico
de la mucosa intestinal de derivados indóli-
y del túbulo renal eos
Concierne a la descarbo- Exceso de leucina, iso- Exceso de leucina, iso Restricción precoz a un
xilación oxidativa de leucina, valina y aloi- leucina, valina y aloi- mínimo vital de la vali
los ácidos a-cctónicos solcucina y los ácidos so lc u c in a y de los na, leucina e isoleucina.
de leucina, isoleucina y a-cetó n ico s corres á c id o s cr-cc tónicos Parece eficaz para la
valina pondientes correspondientes prevención del final fa
A veces hipogluccmia tal y de la oligofrenia,
p ero p u ed e producir
dermatitis rebeldes
Aminoácidos
azufrados Oligofrenia frecuente, trastornos del com
Hemocistina Hemocisiinuria portamiento. E.E.G. alterado, a veces
Recesiva autosómica convulsiones, espasticidad, hemiplejía.
Anomalías esqueléticas parecidas al sín
drome de Marfan. Trastornos oculares
(luxación del cristalino). Tendencia a las
trombosis
Iminoácidos
Prolina I'rolinuria Convulsiones, oligofrenia
Uiperprolinemia
Tipo I Nefropatía. Debilidad mental moderada e in
constante
Usina Hipcrlisinemia
Tipo 1 Déficit mental. Convulsiones
.
AFECCIONES CEREBRALES CONOCIDAS 499
ciña
Desconocido Hiperaminoaciduría
500 GRANDES SÍNDROMES
y a veces de tofos, fluxión articular como en la gota infantil. Existe un aumento del
nivel de uriccmia y de uricuria. El alopurinol utilizado en el tratamiento no actúa
sobre la encefalopatía.
Los lipidos forman parte de los constituyentes del tejido cerebral, bajo la forma
de coíesterol, cerebrósidos, esfingomielina y cefalina. Estos distintos componentes
pueden acumularse en algunas enfermedades y ello lia dado lugar a la clasificación de
las enfermedades según la sustancia acumulada predominante. En el grupo de los
esfingolípidos, cuyo componente característico es la esfingosina, se pueden diferen
ciar: los gangliósidos (que se acumulan en la enfermedad de Tay-Sachs), la esfingo
mielina (que se acumula en la enfermedad de Niemann-Pick),Tos cerebrósidos (que
se acumulan en la enfermedad de Gaucher), los gangliósidos y los mucopolisacáridos
(que se acumulan en el gargolismo).
» IA A á•
502 GRANDES SÍNDROMES
AFECCIONES CEREBRALES CONOCIDAS 5 03
f ) Mucopolisacaridosis
Mucolipidosis. - Los últimos estudios lian demostrado que era necesario separar
de las mucopolisacaridosis otro grupo, las mucolipidosis, de las que J. Spranger y
cois., se han ocupado recientemente (1970). Presentan signos clínicos, radiológicos
y citológicos de las mucopolisacaridosis y de las esfingolipidosis y ocasionan
oligofrenia.
G. de Montis y cois., (1972) realizan una revisión sobre la literatura de la
mucolipidosis tipo 11 (enfermedad de las células de inclusión) e indican una nueva
clasificación de las esfingolipidosis, de las mucopolisacaridosis y de las mucoli
pidosis, dentro de la nomenclatura internacional'de las enfermedades óseas cons
titucionales.
I.° ilipcrnatremias
2 ° Hiponatremias
l.° Ilipocalcemia
1 ° Hipoglucemias
2 ° Diabetes mellitus
IV .- LOS HIPOTIROIDISIMOS
■i
Entre las oligofrenias debidas a trastornos endocrinos, la oligofrenia hipoti-
roidea (mixedema) es una de las más clásicas y de las mis típicas.
Fue D. M. Bourneville quien separó la oligofrenia mixedematosa del cuadro de las
oligofrenias, en su época muy mal definido y confuso. En algunas regiones existe un
mixedema endémico o cretinismo.
El mixedema produce un trastorno del desarrollo estatural con retraso de la osifi-
.cación; el aspecto de estos niños es característico: nariz ancha y aplanada, boca
abierta, lengua gruesa, cuello corto y tórax ancho, vientre abombado, piel y cabellos
secos y dentición retardada.
El C. I. es generalmente muy bajo, pero además estos niños presentan trastornos
de la conducta con apatía, desinterés y a veces crisis de cólera. También existe un
retraso del desarrollo psicomotor.
El colesterol sanguíneo está elevado, y el yodo ligado a las proteínas (P. B. 1.)
está generalmente bajo, excepto en algunos casos de trastornos de la hormonosíntesis
o después de la administración de medicamentos yodados. Los tests con yodo radiac
tivo pueden precisar algunos datos, pero se utilizan con reserva.
La patogenia de estos hipotiroidismos infantiles es diversa. Se pueden distinguir:
- El hiporitoidismo sin bocio se debe a una aplasia o a una lúpoplasia congénita de la glándula
tiroides que puede ser ectópica o no.
Los síntomas son precoces en los casos de aplasia, y en los demás, tardíos.
- El hipotiroidismo hipofisario o diencefálico es excepcional en el niño. Se ha observado en
algunas encefalopatías.
- El hipotiroidismo adquirido es de origen infeccioso, y puede aparecer después de una tiroidi-
tis aguda (durante determinadas infecciones infantiles) o subaguda de naturaleza autoinmunitaria
(tiroiditis linfocitaria de Hashimoto); puede ser consecuencia de una intervención quirúrgica o de
irradiaciones.
ellos puedan provocar el bocio endémico, cualquiera que sea la dosis de yodo en el régimen ali
menticio. La fisiopatologia del bocio endémico ha sido precisada, y los datos biológicos muestran
generalmente una fijación elevada de yodo radiactivo, el PBI frecuentemente bajo y la cantidad de
hormona secretada por la glándula tiroides normal o ligeramente baja; la proporción de hormona
circulante en el plasma se mantiene habitualmcntc dentro de los límites normales, pero puede
descender cuando el bocio endémico es particularmente grave; queda por saber si la relación entre
la triyodotironina y la tiroxina en la sangre de estos enfermos se encuentra elevada.
La yodación de la sal presenta numerosos obstáculos en estos países, donde la profilaxis consis
tente en inyecciones de aceite yodado, ha demostrado su eficacia.
. • 'í
El cretinismo endémico coexiste con el bocio endémico grave, pero nunca es
posible saber si la anomalía es o no el resultado de la deficiencia en yodo existente o
incluso si es la consecuencia necesaria de la acción dé los mismos factores que provo
can el bocio endémico! Entre las demás anomalías comúnmente asociadas al bocio
endémico, figuran la sordomudez endémica, la talla pequeña y oligofrenia. No es
fácil la comprobación de esta última, pues el bocio endémico bajo su forma más
grave se presenta generalmente en reductos culturales donde los problemas de len
guaje, los contactos sociales y de instrucción hacen que la valoración de las funcio
nes intelectuales sea extremadamente difícil. Algunos se han preguntado si el creti
nismo no seria debido a una carencia del feto en hormona tiroidea durante las fases
críticas de su desarrollo.
El pronóstico del estado mental en el hipotiroidismo congénito es variable, yendo
desde una oligofrenia profunda hasta niveles superiores del orden de un C. I. de 120
(J. Money). Las pruebas clínicas, aunque no son suficientes para ser estadísticamente
irrefutables, sugieren que es tanto mejor cuanto más tardío sea el comienzo del
déficit tiroideo (que puede aparecer más o menos pronto en la vida intrauterina) y
que son—menos numerosos los signos-de alteraciones neurológicas importantes,
cuando el principio del tratamiento ha sido precoz y cuando la terapia ha sido man
tenida de modo más constante a un nivel adecuado; esto se ha establecido por prue
bas experimentales. A partir de un estudio longitudinal sobre 43 sujetos, J. Money y
V. Lewis han llegado a la conclusión de que el “ pronóstico del C. I.” en el creti
nismo, no es tan desesperado, como se creía; en un pequeño número de casos espec
taculares, el C. 1. puede aumentar de 30 a 40 puntos.
El hipotiroidismo que comienza en la infancia, no produce cambios irreversibles
del C. I.
V. - EL PROBLEM A DE LA MALNUTRICIÓN
I. - FACTORES IN UTERO
a las dificultades visuales. El retraso es mayor en los casos en que existe catarata que
en los que existe sordera.
La vacunación contra la rubéola es eficaz y bien soportada; pero después de la
pubertad el problema principal reside en la absoluta necesidad de evitar todo
riesgo de embarazo en los dos meses (o tres) que siguen a la vacunación; antes de
la pubertad el problema estriba en que se desconoce la duración de la inmunidad
obtenida. Es importante la confirmación del diagnóstico de rubéola durante el
embarazo; la comprobación mediante fraccionamiento, de inmunoglobulinas espe
cíficas en el curso de una infección rubeólica aporta la certeza diagnóstica, si su
estudio se realiza lo más precozmente posible después del contagio ó de las mani
festaciones clínicas.
- Enfermedad de las inclusiones citomegálicas. — Los progresos virológicos
recientes han permitido establecer que tiene una gran difusión (J. F. Elchardus y
cois., 1971). En el recién nacido, y sobre todo el de bajo peso, las localizaciones
encefálicas se integran habitualmente en un cuadro de tipo septicémico: cianosis,
hipotermia, ictericia intensa, petequias y eventualmcnte equimosis, generalmente
hepatosplenomegalia; a veces las localizaciones nerviosas aparecen en un cuadro
menos rico, e incluso aparentemente aisladas. El cuadro neurológico comprende
somnolencia, apatía e hipotonía; a veces convulsiones, crisis oculógiras, nistagmo y
estrabismo. Se aprecian habitualmente anomalías craneanas, como son: microcefalia
y con menor frecuencia, hidrocefalia; calcificaciones, apreciables por radiografía de
cráneo, esencialmente perivcntriculares, aunque a veces pueden ser corticales o
subcorticales. En una cuarta parte de los casos, se aprecian lesiones intensas de
coriorretinitis atrófica y pigmentaria de aspecto colobomatoso; esta corionetinitis
puede desarrollarse al cabo de algunas semanas y a veces se asocia a una mícrof-
talmía. Lesiones del oído interno que pueden originar sordera. La evolución es,
con frecuencia, fatal y en los sujetos que sobreviven las secuelas suelen ser importan
tes: la más frecuente es la oligofrenia con microcefalia y a veces hidrocefalia, espasti-
Cidad, afectación extrapiramidal, ceguera, sordera y convulsiones.
El diagnóstico sólo puede hacerse por exámenes virológicos: el descubrimiento de células con
inclusiones citomegálicas (en la orina, saliva, líquido cefalorraquídeo o por punción-biopsia) o,
mejor, por cultivo de virus y dosificaciones scrológicas de los anticuerpos específicos. Estas últimas
técnicas han permitido precisar la epidemiología: parece que el niño se contagia por vía transpla-
centaria con ocasión de una primoinvasión de la madre, asintomática o no específica que afectaría
del 0,5 al 2% de mujeres gestantes; en la frecuencia parece ser del mismo orden en el recién
nacido, pero las formas sintomáticas no afectarían más que a un recién nacido por cada 3.300.
— Herpes. — Podría imitar los efectos del virus citomegálico sobre el feto
(M. A. South y cois., 1969).
Puede ser también la causa de una infección del recién nacido, adquirida casi
siempre fuera del parto: meningoencefalítis con cianosis, fiebre, vómitos, hepatome-
galia, tom a y convulsiones; la evolución es muy grave. En algunas encefalitis nccro-
santes agudas del lactante y del niño se ha dado como causa el virus herpético.
Algunos autores, han descrito una asociación entre psicopatía y anticuerpos séricos al
virus Herpes simple tipo 1 (J. F. Cleobury y cois., 1971).
A F E C C IO N E S C E R E B R A L E S C O N O C ID A S 515
Habiendo sido citada la ausencia de especifidad de los signos clínicos, cuando existen, el diag
nóstico de la toxoplasmosis congénita sólo puede hacerse por criterios biológicos. El descubri
miento del parásito por inoculación de placenta a la rata cuando es positiva no significa necesaria
mente que el niño esté contaminado, aunque generalmente así es. En la práctica se recurre a los
tests scrológicos. La demostración en la sangre del recién nacido de inmunoglobulina M (IgM) anti-
toxoplásmica, indica una infección activa del niño; este tipo de inmunoglobulina no atraviesa la
placenta.
Diversos trabajos efectuados para determinar si e! LSD-25 tiene una acción muta-
gena y tcratógena han abocado a resultados contradictorios; D. 1. Dishotsky y cois.
(1971) han realizado una revisión crítica en la que subrayan que la frecuencia de
anomalías cromosómicas era elevada en sujetos que utilizan el LSD-25 como droga y
no en los que lo utilizaban puro como medicamento; esta diferencia puede estar
ligada a impurezas, a otras drogas, infecciones virales, malnutrición en el primer caso.
Estos autores concluyen que el LSD-25 puro a dosis moderadas no provoca en el
hombre ni alteraciones cromosómicas in vivo,.ni anomalías genéticas detectables.
En los casos de toxicomanía materna a la morfina o a la heroína, el recién nacido
puede presentar un síndrome de privación: intensa irritabilidad, temblores, vómitos,
gritos particularmente agudos y trastornos respiratorios (C. Zclson y cois., 1971).
Durante el parto, los opiáceos a dosis elevadas están contraindicados, al igual que
las asociaciones medicamentosas que tienen un efecto depresor importante.
4 ° Otros factores
La oligofrenia se sigue asociando a otros síndromes malformativos como son:
—El síndrome de Seckel (microcefalia, déficit estaturo-ponderal grave, nariz
prominente).
—Síndrome de Prader-Willi (hipotonía y obesidad).
—Síndrome de Marinesco-Sjógrcn (ataxia cerebelosa, hipotonía y cataratas).
—Síndrome de Sjógren-Larsson (ictiosis y espasticidad).
— Síndrome de Menkes (proceso cerebral degenerativo grave con crisis, cabello
sinuoso y parcialmente fracturado sobre todo en su longitud).
—Síndrome de Micten (opacidad corneal, nariz pequeña, contractura en flexión
de los codos).
—Síndrome de Smith-Lemli-Opitz (anteversión de los orificios de la nariz y/o
ptosís palpebral, sindactilia, hipospadias y criptorquidia).
—Síndrome névico de las células básales.
(Consultar el trabajo de D. W. Smith (1970), versión española: "Atlas de malfor
maciones somáticas en el niño”, donde se encontrará una importante iconografía
sobre todos los síndromes malformativos.
1
518 G R A N D E S S ÍN D R O M E S
— Causas obstétricas. — Desde el inicio del siglo XIX los obstetras habían obser
vado que el parto dificultoso podía ser patógeno para el niño. W. J. Littlc fue el
primero en escribir sobre ello.
Se puede reprochar a los trabajos de los primeros 30 años de este siglo al basarse
tan sólo en diagnósticos de .traumatismos obstétricos realizados a posteriori, durante
la observación de sujetos afectos de trastornos neuropsiquiátricos; en estos casos eran
desconocidos la naturaleza y la extensión exacta del traumatismo.
La metodología de las investigaciones más recientes (1930 a 1950) es mejor;
puede decirse que su proceder es inverso, ya que se basa en la vigilancia de la evo
lución de niños que han sufrido un traumatismo obstétrico conocido. Sin embargo,
los porcentajes anunciados para el retraso mental y las secuelas de todo tipo, en
función de la alteración en el momento del parlo, eran considerablemente divergen
tes (entre 10 y 89%) c incluso contradictorios, debido probablemente a que los
métodos de observación posteriores eran distintos para cada autor, en los que
algunos incluían la prcmaturidad y otros no. Además, existe otro inconveniente
mayor: la ausencia de grupos de control en la mayoría de los trabajos.
En 1953, en un estudio realizado en 4.464 niños, M. Keith, M. A. Norval y
A. B. Ilunt no encuentran diferencias significativas en la frecuencia de las lesiones
ñeurológicas y de las convulsiones entre el grupo de los que habían presentado un
traumatismo obstétrico y un grupo de control constituido por sujetos que no habían
sufrido ningún accidente.
__ Aunque entre los partidarios de la etiología obstétrica, unos atribuyen los trastor
nos a accidentes mecánicos, otros insisten más en el papel de la anoxia.'En 1953,
G._Tardieu y J. Trelat encontraron diferencias significativas en relación con un grupo
de control, en los niños que presentaron trastornos anóxicos importantes. Estas
secuelas móntales se encontraban en un 25% de los reanimados durante más de 15
minutos, y en un 22% de los reanimados menos de 15 minutos.
Cada día, la locución “ traumatismo obstétrico” se toma en un sentido cada vez
más amplio. Los factores que intervienen en el parto distócico y en el trauma obsté
trico son innumerables, y todos pueden, de una forma u otra, influir en la alteración
cerebral y el retraso mental (trabajo de parto largo, parto demasiado rápido, mala
presentación, utilización de fórceps o de vacuum, asfixia, anoxia, inhalación de
líquido amniótico, compresión del cordón, colapso circulatorio, trombosis, isquemia,
hemorragia, congestión, edema, acidosis, etc.). Sin embargo, los trabajos actuales
siguen generalmente centrados sobre un solo grupo de factores. Subrayemos que la
cesárea no implica necesariamente ausencia de traumatismo obstétrico, sobre todo
cuando se practica en niños que presentan ya signos de sufrimiento.
De los trabajos de G. M. Drillien, se deduce que las complicaciones del trabajo de
parto y del parto se encuentran con más frecuencia en los casos de limitación mental
acompañados de epilepsia con o sin trastornos motores. Pero, como en más de la
mitad de este grupo compuesto se encuentran anomalías congcnitas que pueden
haber surgido en una fase precoz de la gestación, este autor cree que en muchos
casos el cuadro total de limitación se debe a una malformación del desarrollo asocia
da a una perturbación fisiológica en la madre, traducida por infertilidad materna,
prematuridád y posmadurez, y por dificultades durante el trabajo y el parto. En
niños con deficiencia mental, sin otro defecto y procedentes de hogares adecuados,
C. M. Drillien encuentra una frecuencia creciente de nacidos con poco peso, parto
A F E C C I O N E S C E R E B R A L E S C O N O C ID A S 519
lación materna los glóbulos rojos fetales y evitar así la producción de anticuerpos
anti-Rh.
Las lesiones del sistema nervioso central producen varios tipos de cambios
psíquicos que pueden ser distintos según .la edad y la fase de la enfermedad (fase
aguda o período crónico de secuelas). Algunos trastornos debidos a lesión encefálica
son progresivos, mientras otros pueden manifestarse después de un intervalo libre. La
mayoría de estos trastornos están en relación con una afección adquirida, pero otros
no son más que la expresión tardía de un trastorno del metabolismo preexistente o
de un trastorno genético..
Esquemáticamente, pueden describirse algunas características generales de los tras
tornos agudos y crónicos.
Los trastornos agudos forman parte de la sintomatologia de lo que se llama
“ manifestaciones psicológicas de origen exógeno” en el sentido de Bonhoffer, o de
lo que se denomina “síndrome psicoorgánico” de M. Bleuler. Con toda razón
G. Bolles piensa que es necesario tener en cuenta en el niño la reacción cronógena,
es decir una reacción fcnomcnológicamcntc unida a los factores temporales, pues la
reactividad y la vulnerabilidad local del cerebro están unidas esencialmente a su
grado de maduración. Por otra parte, algunos grupos de enfermedades presentan una
electividad anatomopatológica particular que condiciona en parte el cuadro psicopa-
tológico agudo. Por otro lado, la personalidad premórbida y el ambiente familiar en
que.se desarrolla el cuadro pueden representar un papel importante.
Se caracterizan frecuentemente:
— por alteraciones confusionales, con modificación del nivel de conciencia, de
modo permanente o fluctuantc, que se acompañan a veces de componentes oníricos;
el niño puede presentar en este caso fenómenos ilusorios sobre los objetos que le
rodean, con un desconocimiento más o menos completo de su entorno, y tabulación,
acompañándose a veces del mismo modo de sensaciones de modificación corporal o
del entorno (despersonalización, desrealización); a menudo se encuentra desorien
tado, describiendo escenas vividas e imaginarias;
—por trastornos túnicos, angustia, estado depresivo o hipertónico;
— por discordancias del pensamiento con o sin síndrome delirante;
— por una especie de afectación psicomotora de tipo oposicional, con rechazo de
los alimentos, o del tipo de síndromes verdaderamente catalépticos o catatónicos;
—por trastornos del comportamiento de aspecto polimórfico.
Todas estas formas pueden acompañarse de convulsiones.
A. - TRASTORNOS MENTALES
DEBIDOS A ENCEFALITIS
‘ • I. - MENINGITIS VÍRICAS
Y MENINGOENCEFALITIS AGUDAS
Meningitis supuradas. — Las meningitis supuradas son producidas sobre todo por
los meningococos, neumococos o Haemophilus influenzae (bacilo de Pfeiffer). Se
caracterizan por la asociación de un síndrome meníngeo y un síndrome infeccioso
que se confirma por la punción lumbar. Aunque su mortalidad general ha disminuido
considerablemente con el empleo de los antibióticos y los corticoides, las secuelas
son importantes (del orden del 5-10%. P. Mozziconacci, 1971). Las secuelas pueden
ser sensoriales, ceguera o sordera, esta última es más grave porque puede ocasionar
mudez cuando el niño es muy pequeño, o neurológicas, convulsiones, trastornos de
la esfera intelectual (oligofrenia) o del comportamiento (trastornos del carácter).
En el grupo de las encefalitis primitivas pueden distinguirse dos tipos: las encefa
litis plurifocales y las encefalitis primitivas difusas.
1 ° — Encefalitis plurifocales
Los trastornos mentales postencefalítícos no son raros. Han sido objeto de varios
trabajos, en particular el de G. Heuyer, en Francia, y los de numerosos autores cuyos
trabajos son referidos en la tesis de A. Combes-Hantelle. Este autor admite que no
existe demencia postencefalítica infantil ni regresión intelectual cuando la encefalitis
aparece después de los 10 años. Cuando la encefalitis se produce antes de los 10
años, puede producirse un enlentecimiento del desarrollo intelectual, y el retraso será
tanto mayor cuanto más pequeño sea el niño afectado. Por otra parte, a menudo
existe una desproporción entre el cociente intelectual y el cociente escolar, estando
este último mucho más afectado, debido a la enfermedad misma y a sus consecuen
cias: escolaridad irregular y trastornos del carácter. Los trastornos de la conducta
son diversos;' en estos niños puede encontrarse: inestabilidad, falta de atención,
impulsividad y tendencias antisociales o perversas (fugas, violencia, desobediencia,
perversiones sexuales). Pero lo que destaca sobre todo de estos trabajos es que los
trastornos mentales de origen encefalítico no son proporcionales ni a la gravedad del
episodio agudo inicial, ni a la importancia de los signos neurológicos asociados.
Parece que, en general, los trastornos son tanto mayores cuanto más precozmente
aparece la encefalitis, y, por otra parte, esta enfermedad puede agravar las conductas
o las tendencias perversas preexistentes.
2 ° Encefalitis difusas
Existen varios tipos: las encefalitis de predominio cortical generalizado con com
ponentes de localizaciones centrales variables, las encefalitis víricas de predominio
corticobasal y de tendencia nccrosante, y las encefalitis de predominio axil (leucoen-
cefalitis).
M A f* A? *- « “i
526 GRANDES SÍNDROMES
se aproxima a algunas encefalitis producidas por virus; existen una serie de argu- .
mentos que apuntan hacia el papel que representa un mixovirus vecino al del saram
pión e incluso hacia este mismo virus.
La encefalitis vacunal es el tema central a partir del que se han abordado todas
las discusiones fisiopatogénicas. Actualmente se admite que es preciso distinguir
esquemáticamente dos tipos (D. Graveleau, I. Velin, 1970; S. Thieffry, 1971): ence
falitis verdadera o encefalitis del niño de más de 2 años y encefalitis circulatoria
difusa del lactante.
La encefalitis vacunal clásica aparece entre el 7.° y el 14.° días (fechas limites:
3.°—18.°), con un brote febril, vómitos, alteraciones de la conciencia y manifesta
ciones convulsivas. Casi al mismo tiempo el cuadro clínico se caracteriza por signos
de sufrimiento cerebral difuso. La muerte puede acaecer en algunas horas, a veces el
cuadro neurológico puede desvanecerse del mismo modo que apareció, con una
brusquedad sorprendente o bien de un modo progresivo en unas ocho horas. Las
secuelas son importantes.
La encefalopatía aguda convulsivante del lactante aparece hacia el 9.° día, con un
coma profundo inmediato y crisis convulsivas subintrantes, sintomatología neuroló-
gica menos rica y trastornos respiratorios y circulatorios. Es a menudo mortal o deja
graves secuelas neuropsíquicas.
S. Thieffry (1971) indica que en las estadísticas detalladas en las que pueden
aislarse las formas del lactante, aparece la gravedad particular de estas últimas (50%
de mortalidad antes del año) lo que confirma la gravedad excepcional de la encefalo
patía circulatoria, que apenas deja posibilidades de supervivencia o de curación.
Todas las estadísticas demuestran' un aumento en la frecuencia- de la- encefalitis,
cuando la primovacunación se ha realizado después de los 4 años. Antes de esta edad
hay diferencias entre las estadísticas dé los diferentes países, que tal vez se expliquen
por diferencias en la apreciación clínica del diagnóstico de encefalitis.
En un extenso estudio (en 1966, en los Estados Unidos) sobre las complicaciones
de la vacunación antivariólica, la frecuencia de la “ encefalitis” posvacunal era un
poco más elevada en el primer año que en el segundo. Todos los casos en lactantes
ocurrían entre e l-6.° y el 12 .° meses (hay que subrayar que la vacunación en los
Estados Unidos rara vez se realiza antes). Desde entonces la práctica usual en
América del Norte y en parte de Europa consiste en vacunar durante el segundo año
(informe de la O. M. S., 1972). Estudios comparativos sobre la frecuencia de las
complicaciones entre los vacunados a los 6-12 meses y los vacunados en el naci
miento o en los primeros meses, permitirán juzgar si la vacunación en los primeros
meses de la vida, como generalmente se recomienda en Francia, es la más segura.
2 ° Complicaciones ncurológicas
de las enfermedades no eruptivas
Aunque algunas de estas afecciones se han considerado que forman parte del
grupo de la encefalitis perivenosa, encefalitis gripal y dé la parotiditis, las complica
ciones neuropsiquiátrica3 de otras se hacen depender de la acción de una endotóxina,
de trastornos hemodinámicos, de procesos anóxicos o de tromboflebitis de las venas
cerebrales. Por otra parte, es evidente que deben separarse claramente las encefalitis
perivenosas de los trastornos descritos con el nombre de “síndrome maligno” , o de
los accidentes que se designan con el término de púrpura cerebral y encefalitis hemo-
rrágica, que constituyen procesos de tipo circulatorio o hemodinámico. Sin embargo,
podría pensarse que algunas manifestaciones hemodinámicas parainfecciosas se deben
a mecanismos alérgicos. Así, se plantea el problema de saber si procesos tan dispares
como los, accidentes hemodinámicos y la encefalitis perivenosa, no se deben en reali
dad' a un mismo mecanismo fundamental, es decir, si no representan dos formas de
reacción del organismo frente a una misma enfermedad.
La encefalitis de la tos ferina aparece generalmente alrededor de la cuarta semana
de la aparición de los accesos de tos y es tanto más frecuente cuanto más grave, con
accesos de tos frecuentes o complicada con bronconeumonía. La sintomatología es
variada, puede caracterizarse .por convulsiones, síndrome hipertérmico con palidez,
trastornos de la conciencia y neurológicos —paresias, trastornos del lenguaje, afec-
, ciones sensoriales, etc.—. El pronóstico es muy reservado y las secuelas son sobre
, todo frecuentes cuando la afección ocurre antes de los dos años. Se caracterizan por
, 1a persistencia de la sintomatología ncurológica, crisis comiciales o retraso mental.
; Cuando la enfermedad se produce en ñiños vacunados es, generalmente, benigna. Los
. trastornos están en relación, sobre todo, con perturbaciones de tipo hemodinámico.
. Encefalitis tífica — Las alteraciones de la conciencia forman parte del cuadro de
la fiebre tifoidea, pero, en algunos casos, la afección cerebral es predominante dando
lugar al meningoencefalotifus, caracterizado por trastornos confusionales con agita
ción y onirismo.
También se han descrito encefalitis en el curso de infecciones respiratorias de
etiología variada, o de infecciones del tubo digestivo en los niños pequeños.
530 GRANDES SÍNDROMES
3.° Acrodinia
B. - ENFERMEDADES DESMIELIN1ZANTES
EN EL NIÑO
Hemos visto.las formas del lactante al estudiar la oligofrenia (pág. 500), aquí
sólo veremos las formas tardías del niño.
E. - TRASTORNOS MENTALES
DEBIDOS A TUMORES CEREBRALES
F. - TRASTORNOS MENTALES
DEBIDOS A INTOXICACIONES
III. — EPILEPSIA IN FA N T IL
Se conoce desde hace tiempo que los niños tienen una mayor predisposición a las
crisis convulsivas que los adultos. Teniendo en cuenta el proceso de maduración del
sistema nervioso central en esta época de la vida, es importante conocer las caracte-
542 GRANDES SÍNDROMES
rísticas peculiares de las crisis convulsivas infantiles, y mis aún teniendo en cuenta
que las manifestaciones varían con la edad. Estos fenómenos son la representación de
una descarga liipersincrónica de un conjunto de neuronas cerebrales. La función de
estas asociaciones neuronales determinan los caracteres clínicos de la crisis (motora,
sensitiva, psíquica, etc.). La capacidad de las neuronas para la descarga depende
generalmente de condiciones hereditarias (epilepsia familiar), de maduración (epilep
sia dependiente de la edad), metabólicas (epilepsia mctabólica y epilepsia de encefa
lopatías metabólicas) y adquiridas (epilepsia lesional).
La frecuencia de la epilepsia ha sido apreciada de modo variable, en encuestas
epidemiológicas generales, que no siempre precisan la proporción de epilepsias
infantiles.
El estudio de D. A. Pond y cois,, realizado en Inglaterra en el año 1960, ha per
mitido descubrir un 0,62% de epilépticos en la población censada, del 0,3 al 1,29%
dependiendo de las muestras de población (en tres muestras y hasta la edad de 1
año, el 1,9%; de 20 a 30 años, el 0,34%; la proporción es similar para los grupos
masculino y femenino).
En la isla de Wiglit, M. Rutter (1970) encuentra una prevalencia en el niño
comprendida entre el 0,5 y el 0,9% '
ESTUDIO CLÍNICO
Miodonías. - Su extensión depende del sujeto y de) momento de aparición; pueden ser masivas
(simétricas o no) cuando interesan de modo preferente músculos axiales y flexores; si afectan a los
miembros inferiores pueden originar caídas. Pueden ser parcelares, cuando interesan un miembro o
un músculo. Las mioclonias son muy breves y pueden agruparse dos o tres en menos de un
segundo. Se desencadenan generalmente de modo espontáneo. El trazado E. E. G. de las
mioclonias está constituido por polipuntas ó polipuntas ondas. Desde el punto de vista elec-
tromiográfico, cada punto corresponde a una descarga de potencial muscular, pero las relaciones
cronológicas de los dos fenómenos no son siempre exactas. Por otra parte, las mioclonias parce
lares no siempre tienen expresión E. E. G.
Crisis clónicas. - Son sobre todo características d e .la primera infancia y consisten en sacu
didas bilaterales repetidas, de modo más o menos rítmico, casi siempre arrítmicas en el nulo y
repartidas más o menos regularmente por todo el cuerpo. Estas sacudidas se acompañan en el
E. E. G. de una asociación de ritmos rápidos y de ondas lentas, que dan lugar a imágenes más o
menos regulares de puntas-onda y polipuntas-onda.
Crisis tónicas. - Fueron descritas por H. Gaslaut y se observan sobre todo en la primera y
segunda infancia. La contracción tónica más o menos breve afecta sobre todo los músculos del eje
AFECCIONES CEREBRALES CONOCIDAS 543
Crisis tonicoclónicas. — Estas crisis tonicoclónicas o crisis de gran inal son más raras en el niño,
tanto en su presentación tonicoclónica clásica como las bruscas generalizaciones.
— Ausencias de pequeño mal, que dan en el E. E. G., descargas generalizadas bilaterales, síncro
nas, de puntas-onda de 3 c/sg., y de terminaciones netas.
Las manifestaciones clínicas que las acompañan pueden ser tónicas, clónicas e incluso tonico
clónicas (crisis hemigeneralizadas). La pérdida de conciencia es inmediata, cosa que no ocurre en
las crisis parciales.
La forma de crisis unilateral, más frecuente encontrada en el niño, es la fomta clónica o hcnii-
clónica. Las sacudidas clónicas son enormemente' variables: en intensidad, localización y ritm o, no
solamente de una crisis a otra, sino incluso en el curso de la misma crisis, donde no es raro ver
cómo cambian las clonias de lado y afectan la otra mitad del cuerpo.
Estas crisis unilaterales, a menudo largas, pueden ser seguidas, tras su desaparición, de una
paresia transitoria poscrítica (parálisis de Todd) que afecta el lado convulsivado y que puede tardar
algunos días en desaparecer. A veces estas crisis tienen tendencia a durar y a repetirse, organizán
dose como un estado de mal con alteración de la conciencia y elevación térmica. No es raro que
tras la resolución del estado de mal persista una hemiplejía definitiva (síndrome H H, hemiconvul-
siones, hemiplejía de H. Gastaut).
544 GRANDES SÍNDROMES
2 ° Crisis parciales
Estas crisis no son tan raras en el niño como apuntaba el pensamiento clásico, pero son de
difícil observación y para ser analizadas exigen a menudo el uso de técnicas de activación (sueño o
activación cardiazólica), o de registros de Larga duración, recogidos en magnetoscopio o por tele
metría. Debido a que con frecuencia suelen generalizarse de modo secundario, a menudo son clasi
ficadas en el grupo de las crisis generalizadas, lo que contribuye a dificultar su localización.
Se acompañan de una descarga electroenccfalográfica, más o menos localizada, y el E. E. G.
intercrítico, habitualmcnte con un ritmo de. fondo normal, muestra espontáneamente o bajo el
efecto de activación, anomalías paroxísticas de puntas o de puntas-onda intermitentes.
Estas epilepsias pueden verse en todas las edades, pero afectan sobre todo a nulos y adoles
centes. Son frecuentes manifestaciones neurológicas (hemiplejía) o neurorradiológicas (atrofia unila
teral o localizada) en relación con el lugar de la lesión cpileptógena. La etiología es a menudo
evidente, orgánica, que origina lesiones localizadas (traumática, anóxica, neuroisquémica o postin
fecciosa); pero es posible, sobre todo en el niño, que sean el resultado de trastornos funcionales o
de una fragilidad hereditaria, lo que explicaría todo un grupo de epilepsias, llamadas funcionales,
descritas por P. Loiseau (1968) y que pueden curar en la pubertad sin dejar secuelas.
3 ° Estado de mal
Se caracteriza por presentar crisis repetitivas. Pueden describirse tantas variedades de estado de
mal como variedades de crisis existentes; En el curso de un mismo estado de mal, el tipo de crisis
es casi siempre el mismo, sin embargo, puede suceder que el tipo de crisis se modifique.
Desde el punto de vista terapéutico, se trata de una urgencia que debe tratarse con fcnobarbital
por vía parentcral, o con Diazepán (Valium) por vía intravenosa.
Las convulsiones son muy frecuentes en el niño, desde el l.cr mes hasta los 3
años. Pueden ocurrir en:
—meningitis agudas purulentas, que son la causa de buena parte de ellas;
—hematoma subdural crónico del lactante, en donde las convulsiones permiten
hacer el diagnóstico;
—deshidrataciones agudas, que son frecuentemente causa de convulsiones por
trastornos hidroelectrolíticos;
—hipoglucemia, aunque sobre todo sea la causa de comas;
—hipocalcemia, que acompaña al raquitismo;
—intoxicaciones que son una de las causas más frecuentes de convulsiones oca
sionales;
—convulsiones de la hipertermia.
Las crisis convulsivas ocasionales del niño pequeño pueden también ocurrir aparte
de todas estas circunstancias. Para J. Aicardi, el papel de tales factores en el meca
nismo de las crisis no ha sido demostrado de manera convincente: Acepta que es
indiscutible la existencia de convulsiones ocasionales en estados patológicos muy
variados del lactante, incluso sin intervención de los mecanismos clásicos, y traduce
la propensión acentuada en esta edad a los paroxismos convulsivos. Para colmo, han
sido frecuentemente observadas convulsiones aisladas “en frío” , que no tienen conti
nuación y no son seguidas, incluso a largo plazo, de una epilepsia crónica.
En el niño mayor las convulsiones ocasionales son raras; los procesos agudos y la
hipertermia, difícilmente originan una expresión convulsivante. Sin embargo, se dan
con frecuencia en las nefritis agudas.
diferenciada el pequeño mal, que traduce la participación del sistema difuso que
relaciona la corteza y la mayor parte de los nodulos subcorticales. En la pubertad
la organización cerebral se acerca a la del adulto.
- Según la mayor o menor evidencia etiológica: (epilepsia generalizada primaria
o criptogenética, epilepsia generalizada secundaria a una encefalopatía cuya etio-
. logia puede permanecer desconocida y epilepsia parcial lcsional de etiología
reconocida). De este modo se constituyen unos síndromes epilépticos, que son
agrupamientos electroclínicos, y de los que podemos proponer; tres grandes
variedades.
Las crisis son de tipos muy variados. Puede haber crisis de gran mal tonicocló
nicas que a menudo se generalizan secundariamente (en este caso, casi siempre el
registro de la crisis permite afirmar esta generalización secundaria). Muy a menudo
estas epilepsias se manifiestan como crisis tónicas de todas las variedades: atónicas
o derrumbamiento epiléptico, mioclónicas masivas y bilaterales (espasmos en
flexión o crisis tónicas breves) e incluso como ausencias, a menudo únicamente
detectables por un descenso transitorio de la vigilancia (Guey). En el mismo sujeto
pueden interferirse estas diferentes variedades de crisis.
Las manifestaciones críticas del E. E. G. consisten en descargas epilépticas bila
terales, síncronas, más o menos simétricas y más o menos específicas de un tipo
de crisis dado (bouffée de puntas-onda lentas de 2 c/sg, seudorrítmicas durante las
ausencias, o ritmo creciente epiléptico o desincronización durante las crisis tónicas,
y polipuntas-onda en las mioclonias masivas). Los trazados intercríticos rara vez
son normales, los ritmos de fondo a menudo enlentecidos y más o menos amplios
según la edad (disritmia).. Las anomalías irritativas se representan frecuentemente
por descargas más o menos largas de puntas-onda, lentas, generalizadas, pero a
menudo asimétricas y- asincronas, pudiendo localizarse incluso en una o en las dos
regiones temporales, manifestándose en este caso de modo síncrono o asincrono.
Estas epilepsias comienzan en la infancia, persistiendo rara vez más allá de la
segunda infancia; de modo excepcional pueden persistir o surgir en la adolescencia
e incluso en la edad adulta.
La epilepsia^ generalizada secundaria se acompaña habitualmente de signos neu-
rológicos o neurorradiológicos (atrofia cerebral), pero sobre todo de una sintoma-
tólogía mental de predominio deficitario (R. Mises, 1968).
Estas crisis epilépticas se caracterizan por su resistencia a las terapéuticas pro
puestas, que son diferentes de los antiepilépticos clásicos y de eficacia a menudo
pasajera, lo que obliga a modificar las medicaciones en función de los refuerzos
periódicos de estas crisis bajo influencias mal determinadas. Por ello se proponen
con diferente fortuna: los derivados del diazepán (Valium), la carbamazepina
(Tegretol), el propilazetato. de sodio (Dépakine) o la corticotcrapia bajo la forma
de cortisona, de hidrocortisona o de ACTH., simple, retardada o sintética
(Cinakténe).
Estas epilepsias generalizadas secundarias, corresponden a lo que se ha denomi
nado epilepsia difusa o multifocal infantil, o encefalopatía cpileptógena grave.
lición. Para J. Aicardi no hay duda de que constituyen una crisis epiléptica en el
sentido neurofisiológico del término, pero el clínico debe distinguir las crisis febriles
“verdaderas” de las convulsiones febriles reveladoras de comicialidad. A este fin el
autor determina cierto número de criterios: 1) La crisis febril debe ser la primera
manifestación convulsiva del niño; 2) Deben ocurrir a las 24 primeras horas de una
elevación térmica que alcance al menos-los 38,5°; 3) Que aparentemente no sea de
bida a una enfermedad del sistema nervioso; 4) La crisis debe ser de corta duración
(inferior a 15 minutos), pudiendo repetirse, eventualmente, una o dos veces, pero sin
originar un estado de mal; 5) Deben ocurrir en niños sin antecedentes ncurológicos;
•6) La edad debe ser inferior a los 3 años en la primera crisis; 7) Finalmente el
E. E. G. no debe mostrar signos específicos o evocadores de comicialidad una semana
después del accidente. Teniendo en cuenta estos criterios de modo estricto, el por
centaje probable de comicialidad posterior es débil (del orden de un 5%), pero aún
es muy superior al porcentaje de frecuencia de epilepsia en la población general.
Para algunos autores, la epilepsia se encuentra mucho más a menudo en sujetos
que han presentado crisis febriles; para otros la incidencia es mínima y en todo caso
no es más elevada que en el resto de la población infantil. Tras un estudio catam-
nésico, entre 84 niños que habían presentado crisis febriles, entre los 4-y los 10 años
aproximadamente, M. Giardini y cois., han. manifestado que 4 de los 84 son epilép
ticos, 28 de 40 E. E. G. practicados (en los no epilépticos) presentan alteraciones'
menores.
Espasmo del sollozo. — Fue descrito por .R. Debré y F. Lcvy en el año 1932.
H. Gastaut distingue dos variedades: 1) Espasmo del sollozo incoercible, que puede
originar en el lactante y en el niño pequeño, de 1 a 4 años, obnubilación de concien-
cia.~Puede llegar a una pérdida completa de conciencia con relajamiento muscular o
ligeros espasmos tónicos en extensión. El registro poligráfico permite precisar la
semiología y la fisiopatología. Durante todo el desarrollo del fenómeno, el ritmo
cardíaco no se enlentccc y el electroencefalograma no se modifica; la pérdida de
conciencia está en relación con una asfixia provocada por la bradipnca jadeante,
responsable de una ventilación ineficaz. 2) Espasmos de la respiración cortada, que
sucede después de una emoción violenta (reprimenda, bofetada, dolor). El niño lanza
un grito prolongado, en el .curso del cual bloquea su respiración durante un lapso de
tiempo más o menos largo (de 5 a 20 segundos) mientras se observa cianosis del
rostro; durante esta fase asfictica el ritmo cardíaco está casi siempre acelerado, no
hay ondas lentas en el E. E. G., pero cuando la respiración se reanuda, con un ritmo
muy lento, se observa al mismo tiempo una importante bradicardia, pérdida de cono
cimiento con o sin espasmos tónicos y ondas lentas en el E. E. G; no se trata por lo
tanto de un síncope puramente asfíctico, sino más bien asficticoisquémico.
Aunque es clásico individualizar el espasmo del sollozo en el cuadro de las con
vulsiones ocasionales infantiles, de hecho esto no es tan sencillo, a pesar de su modo
de desencadenarse, sus características clínicas y su evolución (desaparece general
mente en el curso del tercer año). C. T. Eoinbroso y P. Lerinan precisan que puede
persistir después de los 6 años. P. M. Jeavons y cois., a consecuencia de una catam-
nesis hecha de 4 a 12 años después del comienzo de los trastornos encuentran que:
9 de 80 presentan aún espasmos, 43 (más de 1 niño de cada dos) han presentado
otra forma de epilepsia, la mitad de ellos con anomalías neurológicas y sobre todo
anomalías del E. E. G., localizadas o generalizadas. S. Pele (1970) que las caracterís
ticas clínicas (repentinidad del acceso, impulsividad, violencia, cefaleas, palidez,
sueño postictal y amnesia), la presencia en el cuadro familiar de incidencias anor-
ma r at r A n m / V I P l ! T A
552 GRANDES SÍNDROMES
Crisis no epilépticas. — Las más frecuentes son los síncopes y las lipotimias, que
consisten en pérdidas de conciencia de origen cardiovascular, vagotónico. Se instau
ran progresivamente, acompañándose de signos neurovegetativos y de una atenuación
de las sensaciones; el ortotatismo las favorece. El E. R G., con compresión ocular
(P. Lagct y R. Salbreux, 1967) puede permitir el diagnóstico.
V. - CUADRO PSICOPATOLÓGICO
Mientras que las técnicas psicológicas han sido ampliamente utilizadas en los epi
lépticos, pocos autores han intentado aproximarse con estos métodos a lo que ocu
rría en el momento mismo del acceso.
Gracias-al empleo de tests, B. Tizard y J. H. Margerison (1963), demostraron que
f\ V ¿*tf •A * -.* •* * y* t v
AFECCIONES GENERALES CONOCIDAS 553
Los registros telemétricos han permitido, gracias a los registros de larga duración
de sujetos en situaciones lo más naturales posible, aproximarse mejor al estudio del
fenómeno crítico. Cl. Yeager (1964) ha subrayado que gracias a este medio técnico,
podrían ponerse de manifiesto, no solamente la influencia de los conflictos intra-
psíquicos, sino también la de las perturbaciones de la relación parental, en la aparición
y reparto de las crisis.
Con la telemetría, J. Guey y cois., han podido estudiar el reparto de ausencias de
pequeño mal en el niño en función de sus actividades y de las situaciones en las que
se encuentra. Declaran que la situación más favorable a la aparición de ausencias es
aquella en que el niño se encuentra solo, sin actividad impuesta. Cuando la atención
del niño se mantiene suficientemente, como ocurre durante las pruebas de inteli
gencia, la proporción de ausencias disminuye sensiblemente. Durante los tests pro
yectaos las ausencias aún se hacen más raras.- Por el contrario, en sujetos sometidos
a pruebas de carácter en las escuelas, han aumentado las manifestaciones clínicas.
Los autores subrayan la importancia de los factores afectivos en las manifestaciones
clínicas de las descargas y en el E. E. G. Estos hechos habían sido ya subrayados por
W. Barkcr y cois. (1950), J. R. Stevcns (1959) y L. S. Zegans y cois. (1964).
ambiente, aunque los niños les lleven ventaja en los paroxismos E. E. G. Es como si los adoles
centes ante un paroxismo difuso, tardasen más tiempo en elegir que los adultos, el hacer o no una
crisis clínica. La edad es uno de los factores más importantes para orientar la elección; la fre
cuencia de los paroxismos L. E. G. disminuye con la edad, el número relativo de las crisis clínicas
aumenta, en tanto que se restringe también con la edad la independencia frente al medio ambiente.
2 ° Datos psicoanaliticos
b) La mentalidad epiléptica
a) Datos biológicos
b ) Datos psicosociológicos
—El ambiente familiar del epiléptico y de las relaciones que en él establece, con
función de su enfermedad y sus consecuencias a nivel de los padres ha sido estudia
do por D. Freudenberg y A. Grasset. Estos autores describen determinado número de
actitudes en los padres bastante habituales frente al niño enfermo, oponiendo o com
binando conductas hipcrprotcctoras o de rechazo, negando la enfermedad, diso
ciando la pareja.
Los epilépticos sufren trastornos de tipo reaccional en relación con el modo de
relación con los padres y con la actitud de una sociedad que les es hostil, que le-
teme y que le rechaza. Al principio, los padres se apiadan de este niño sin defensa y
se sienten implicados en su enfermedad. Más o menos conscientemente van compar
tiendo el prejuicio hacia el “ mal sagrado” . Buscando ayuda y socorro, consultan
numerosos médicos a fin de que se les tranquilice sobre el origen accidental y no
hereditario de la enfermedad, que se encuentre una medicación eficaz y definitiva y
que se les afirme que no se trata de una enfermedad crónica..El niño será rechazado o
sobreprotegido y a menudo tema vergonzoso, su actitud será casi siempre ambiva
lente. Este rechazo, como dice D. Freudenberg, puede manifestarse de diferentes
formas: impaciencia, falta de afecto, grandes castigos para faltas pequeñas, disgusto
hacia las crisis y hacia el niño enfermo, piedad demostrativa de desprecio hacia el
niño; hiperprotección que oculta agresividad reprimida; pero a veces según este
autor, los padres se identifican totalmente con el niño, frente a la sociedad; luchan
con todas sus fuerzas por los derechos del niño, que se convierte entonces en el
centro de sus pensamientos y los demás niños deben soportar constantemente sus
exigencias. '
Creemos, por nuestra parte, que no es suficiente la observación de las actitudes
de estas relaciones; pensamos, junto con J. Guey, que al igual que en otros terrenos
de la patología humana, sería oportuno preocuparse de la panorámica familiar y de
sus relaciones con la enfermedad, estudiar el sentido y la relación de esta última.en
el discurrir colectivo parcntal.
- D. A. Pond y cois., indican que, en la escuela, cerca de la mitad de los epilép
ticos han tenido dificultades escolares, independientemente de las crisis, puesto que
560 GRANDES SINDROMES
c) El mismo niño
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i
CAPITULO XVI I
LAS OLIGOFRENIAS
I. - CO N CEPTO DE O L IG O F R E N IA
que han asistido a una escuela en la que apenas han aprendido más que a coser o a
escribir, o hijos de extranjeros que comprenden mal el francés, o finalmente hijos
retrasados en sus estudios a causa de una miopía ignorada.
El W. I. S. C. (Wechsler Intelligence Scale for Children) permite diferenciar un
C. I., verbal y un C. I., de rendimientos, pero las posibles significados de los resulta
dos son múltiples. En la “ nueva escala métrica de la inteligencia” , (N. E., M. I.)
R. Zazzo y el equipo del Hospital Henry Rousselle, hacen especial hincapié en los
rendimientos motores por un lado, y sobre las funciones de organización espacial y
temporal por otro. Es completada por la escala de desarrollo p'sicosocial (D. P. S.) de
M. C. Hartig, que está emparentada con la escala de madurez social de Vineland,
serie estandarizada de preguntas relativas a los rendimientos habituales del niño en el
terreno déi vestir, del lenguaje y de la comunicación, de la limpieza, etc.; también se
parece a la escala de V. E. Dolí que clasifica la conducta por grados de iniciativa
personal y de responsabilidad social, y que admite que esta escala permite evaluar
cuantitativamente los criterios sociales en los que pueden basarse las otras caracte
rísticas del niño retrasado.
Criticando las escalas anteriores y buscando una forma de abordaje pluridimen-
sionál de tipo dinámico, R. Mises y M. Perron-Borelli (1971) presentan las “ escalas
diferenciales de eficiencia intelectual” (E. D. E. I.), que conservan la distinción,
importante a nivel teórico, entre pruebas verbales y no verbales; especifican y preci
san la distinción entre “ inteligencia abstracta” e “ inteligencia concreta” , o entre
“inteligencia lógica” e “ inteligencia práctica” , merced a pruebas de actividad catego
ría!, por un lado en una prueba verbal y por otra, en una prueba no verbal; aíslan la
evaluación de los conocimientos, convertidos en “automatismos” en el sentido de
A. Rey; asimismo, intentan tomar en consideración los aspectos del desarrollo de la
inteligencia más directamente relacionados con la comprensión de las situaciones y
relaciones sociales y, aunque reconocen que el resultado global de su escala de “com
prensión social” expresa sobre todo el grado de adhesión a estereotipias comunes,
piensan que un retraso selectivo en la adquisición y la utilización adaptada de las
nociones relativas a las relaciones sociales supone una perturbación de su investi
miento que puede afectar al conjunto del desarrollo intelectual, permitiendo el análisis
cualitativo de las respuestas aclarar en cierta medida la naturaleza de esta perturbación.
El C. I., nos aporta un dato cuantitativo, pero no nos muestra la cualidad de la or
ganización. Como señalan N. O’Connor y B. Hermclin: “el concepto del C. 1. y la psi-
cometria han retrasado el estudio de las estrategias y mecanismos implicados en la
reflexión y la solución de problemas”. Las pruebas clínicas de Piaget-Inhelder presen
tan el gran interés de abordar el estudio mismo de los procesos cognitivos en su
evolución y en su mecanismo, aunque no son los únicos implicados en la concepción
más común de retraso mental.
Otro criterio utilizado es el de adaptación social, el cual sólo puede definirse en
relación con la sociedad. Se deben buscar las capacidades de adaptación, las cuales
son variables de una sociedad a otra y diferentes según la edad.
En la mayor parte de países en que la enseñanza es obligatoria, la noción de
déficit mental está íntimamente relacionada con la capacidad escolar. Es evidente
que esta capacidad sólo puede juzgarse en función de los métodos de enseñanza y de
las exigencias escolares de cada sociedad.
Por otra parte, es difícil hacer una distinción, como han hecho algunos, entre
niños “corregibles” y “educables” , excepto después de que exista una educación ade
cuada ya desarrollada.
OLIGOFRENIAS 575
El criterio biológico es cada vez más importante porque aporta datos sobre la
génesis de la sintomatología, el pronóstico y el tratamiento.
Pero, como dice R. Zazzo, mientras que no se distinga claramente entre la causa
y el criterio de la debilidad mental, no será posible una definición simple de oligofre
nia. Para conseguir una definición útil debe reunirse una amplia información: bioló
gica, sociocultural, afectiva, sin la cual no se pueden comprender las dimensiones
espaciales y temporales de la personalidad. Si sólo se utiliza un criterio, el concepto
de oligofrenia no puede tener un valor absoluto, pero puede tener un valor opera-
dona!, útil provisionalmente para la comunicación, la investigación y la terapéutica.
Desde este punto de vista, se puede aceptar, con R. Heber, que el déficit mental
depende de la asociación de dos criterios (cada uno de los cuales aisladamente es
insuficiente): una inferioridad general del desarrollo intelectual que se inicia en el
período de desarrollo y una mediocre cualidad de respuesta a los estímulos del
medio natural y social (“ deterioro del comportamiento adaptado”).
En los manuales de terminología de los Estados Unidos, el retraso mental (“ men
tal deficiency” ), o más común “ mental retardation” ) “ se refiere a un funciona
miento intelectual general por debajo de la media, que tiene su origen durante el
período de desarrollo y que se asocia a una alteración de la conducta adaptativa”
(American Association for Mental Deficiency: A. A. M. D.). El D. S. M. II (Diagnos-
tic and Statistical Manual of Mental Disorders, 2.a edición) de acuerdo con la
C. I. M. 8 (Classification International des maladies, 8.a revisión) de la O. M. S. susti
tuye “ la alteración de la conducta adaptativa” por: “ la alteración de la adaptación o
de la maduración o de ambos en el aprendizaje y la socialización” . Se trata, por
tanto, de una descripción que elude los problemas de la etiología, de natura versus
nurtura y de la evolución, y considera el retraso mental como un fenómeno pluridi-
mensional que comprende, entremezclados, aspectos fisiológicos, psicológicos, médi
cos, educacionales y sociales del funcionamiento y de la conducta humana; contraria
mente a la revisión anterior de la O.M. S. (1958) que recomendaba el término de
“subnormalidad mental” , dividido en dos categorías separadas y distintas: “ mental
retardation” (retraso mental) para el funcionamiento subnormal debido a causas
“ambientales” , y “ mental deficiency” (deficiencia mental) para el funcionamiento
subnormal debido a causas “patológicas” . Más adelante veremos que incluso la deter
minación del nivel de retraso es discutible.
I. - CLASIFICACIÓN
l l r t r i J T P 1 f \ A t f T A f ! » A
576 GRANDES SÍNDROMES
Según los d a to s psico m étrico s, los deficientes mentales se clasifican en: idiotas,
cuando tienen un C. 1. entre 0 y 20-25; imbéciles, cuando tienen un C. I. entre 25 y
40-50, y débiles mentales cuando el D. I. es inferior a 75.
Su correspondencia clínica es esquemáticamente la siguiente. En la idiocia el niño
no llega a adquirir el lenguaje, en la imbecilidad el niño puede adquirir a veces los
mecanismos de la lectura, pero no de su comprensión, y en la debilidad mental el
niño no llega a adquirir la capacidad de abstraer una ley a partir de un fenómeno
concreto. La O. M. S. ha fijado, para la oligofrenia profunda, al menos 5,3 desvia
ciones estándar por debajo de la media, es decir, un C. I. inferior a 20; para la oligo
frenia grave, de 4,3 a 5,3 desviaciones estándar por debajo de la media, es decir, un
C. I. entre 21 y 35; para la oligofrenia moderada, de 3,3 a 4,3 desviaciones estándar
por debajo de la media, es decir, un C. I. de 51 a 70.
Los métodos psicométricos son muy útiles para hacer una clasificación de las oligo
frenias y muy válidos desde el punto de vista estadístico. Tienen interés incluso para
estudiar los casos individuales, sobre todo si se tiene en cuenta el análisis dé cada
Ítem del test y si el examen se repite varias veces durante la evolución, ya que existe
(sobre todo si se trata de un retraso mental ligero) una inestabilidad del C. 1. que
puede depender de las modificaciones biológicas generales del niño, de su evolución
afectiva y del marco sociocultural en que se desarrolle.
Si se enfoca desde el p u n to d e vista asistencial, el problema puede plantearse de
forma distinta: capacidad de autoprotección, capacidad de comunicación, mayor o
menor capacidad de independencia relativa, capacidad de inserción en un grupo o en
una actividad social.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los estándares sociales varían de una
cultura a otra (según el nivel tecnológico) y de una edad a. otra (por el aprendizaje y
hrmaduración),~y~puedcn asf-modificarría-adaptación social-posterior—W. Sloan-y
J. W. Birch describen varios niveles de comportamiento de adaptación, con sus carac
terísticas según la edad, los cuales pueden ser muy útiles para la formación de grupos
con la finalidad de una planificación de la asistencia, si se tiene en cuenta además la
organización afectivocaracterial del niño (tabla III).
Por otra parte es evidente que, aunque se conozcan el C. I. y el C. S., no se
tienen datos suficientes para describir los tipos de comportamiento. Aunque, de una
forma esquemática, se describen algunas características básicas del comportamiento
que pueden intervenir tanto en la clasificación desde el punto- de vista asistencial,
como en la predicción de la evolución ulterior de la oligofrenia, ello no es suficiente.
Es preferible establecer perfiles de comportamiento a partir de estas características
básicas. En efecto, una buena clasificación no puede hacerse únicamente teniendo en
cuenta los signos deficitarios, sino que debe proporcionar una comprensión del tipo
de organización psicológica del niño.
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OLIGOFRENIAS 577
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578 GRANDES SÍNDROMES
de la distribución de los retrasados mentales según el sexo, todos los autores admiten
una preponderancia para el sexo masculino. La frecuencia relativa de débiles menta
les, imbéciles e idiotas varía según los métodos de investigación y los lugares escogi
dos (tabla IV).
Parece estar demostrado que los casos de oligofrenia profunda se hallan repar
tidos igualmente en todas las clases sociales de la población, mientras que los casos
leves se encuentran sobre todo en las clases sociales materialmente bajas.
La oligofrenia plantea un problema especial a los epidemólogos (Z. A. Stein y
cois.)., en efecto, es un atributo social que comprende al menos tres componentes:
orgánico (alteración cerebral), psicológico (incapacidad) y social (minusvalía), que
varían en su respectiva importancia. Por otra parte, en lo que concierne al retraso
ligero llamado “ cultural-familiar” , no siempre es precedido de una alteración orgá
nica detectable y no siempre es acompañado de handicap mental en cuanto al com
ponente social; a veces, la minusvalía mental es atribuida a sujetos que no presentan
ni alteración cerebral, ni incapacidad intelectual. Todos los autores subrayan que la
frecuencia de la oligofrenia es baja en los años preescolares pórque sólo son detec
tadas, las formas graves, comprobándose la incidencia más elevada entre los niños en
edad escolar, lo qué refleja las exigencias y las supervisiones escolares. Además, como
señala A. Kushlick, buen número de sujetos'que sufren de dificultades de adaptación
escolar se integran en la sociedad y llegan a ser independientes económicamente, y
en ocasiones, el C. I. se eleva durante algunos años después de la edad en la que se
considera que se detiene el desarrollo intelectual.
Una investigación epidemiológica no puede, pues, limitarse a un estudio psicomé-
OLIGOFRENIAS 579
trico que no coincide con las categorías nosológicas, las perspectivas evolutivas, ni
generalmente con el potencial y, en consecuencia, con las exigencias medicosocialcs
y psicopedagógicas aplicadas a estos casos. Teniendo en cuenta el hecho de que
nuestras investigaciones deben conducir a una adaptación de nuestras organizaciones
a las necesidades existentes, se deben establecer categorías que respondan a la organi
zación del comportamiento (en el sentido general del término) de estos niños.
A. y Fr. Jaeggi, en 1963, realizaron una investigación epidemiológica en el cantón
de Ginebra para determinar la frecuencia de niños de edades escolares (7 a 14 años),
que debían ser mantenidos completamente por la sociedad debido a la profundidad
de la oligofrenia (C. I. <50), y/o debido a trastornos de las relaciones interpersonalcs
(psicosis), o a trastornos motores importantes. El reparto en categorías de comporta
miento en el grupo de edad escolar (178 niños) revela los siguientes porcentajes:
Ausencia de inotilidad y de le n g u a je ......................... ........................ ... 4,5%
Locomoción autónoma, ausencia de la comprensión necesaria para una actividad
de grupo elem en tal...................................................................................... 23%
Trastornos mayores en las relaciones intcrpcrsonales ......................................21,5%
Ausencia de trastornos qué impidan una integración en una actividad social
elemental (p. ej., m ongólicos)...................................................................... 46%
Estado acompañado y agravado por trastornos motoresúmportantcs.....................5%
La asociación de oligofrenia con epilepsia plantea problemas sociológicos, educa
tivos y terapéuticos particulares. La frecuencia de la epilepsia en los retrasados men
tales es en general, según B. Hallgren y T. Sjógren, del 4 ‘1%, y según H. O. Akesson,
del 7,6 ± .2,3%. Esta cifra es mucho más elevada en el grupo de los oligofrénicos
internados, según L. S. Penrose del 27,6%. Es evidente que la epilepsia es más fre
cuente en los oligofrénicos profundos (11,4%' según H. O. Akesson, 13% según J. Cons
tantinidis) que en los débiles mentales (5,7% según H. O. Akesson, 5,8% según
J. Constantinidis).
A. - OLIGOFRENIAS GRAVES
I. - OLIGOFRENIA PROFUNDA
actividad clástica. En grupos bien estructurados los imbéciles pueden tener una cierta
autonomía, siempre que no se les exijan actividades complejas.
Aparte de los trastornos del comportamiento, deben estudiarse de una forma
precisa la organización del pensamiento, de la percepción y del lenguaje, ya que
estos estudios abren nuevos caminos al problema de la reeducación. N. O’Connor y
B. Hcrmclin han realizado un trabajo experimental muy detallado sobre este tema
que expondremos resumidamente. Se trata de un estudio comparativo entre
imbéciles y niños normales de la misma edad y, entre los imbéciles, de un estudio
diferencial entre .mongólicos y no mongólicos. El análisis de la percepción ele
mental demuestra q u e . está menos alterada de lo que cabría esperar en estos
déficit profundos. En lo que concierne a las discriminaciones de formas complejas,
el proceso de aprendizaje está alterado, en particular el reconocimiento de las
semejanzas y las diferencias entre los objetos. Estas incapacidades pueden estar en
relación con los trastornos del juicio o de la formulación verbal más que con una
falta de discriminación perceptiva. Cuando el aprendizaje ha terminado, la genera
lización hacia los estímulos parecidos es mayor en los niños normales. El apren
dizaje es discriminativo y más rápido si se aumentan las dimensiones del estímulo.
Así, son necesarios menos ensayos para aprender a distinguir un estímulo que
difiere de los otros en la extensión y la forma, que si sólo se diferencia por la
forma. Estudiando el lenguaje de los imbéciles, éstos autores demuestran que la
limitación de su vocabulario se debe, al menos en parte (sobre todo en los niños
que viven en instituciones), a su ambiente limitado y limitante. La estructura del
lenguaje que emplean estos niños se asemeja a la del lenguaje de los niños nor
males en una etapa correspondiente del desarrollo mental, y los imbéciles pueden
tener una cierta capacidad de generalización semántica. Respecto a la lectura, el
hecho de conocer la significación de una palabra facilita su rcconocimicnto en la
forma impresa. Analizando la naturaleza de los artificios que emplean para resolver
problemas, N. O’Connor y B. Hermelin ponen de manifiesto que los niños aféelos
de un déficit profundo pueden utilizar conceptos como principio de clasificación,
aunque sean incapaces de verbalizar estos conceptos, pero la ausencia de verbali-
zación hace que la respuesta perceptivomotora aprendida sea inestable y fácilmente
reversible. Por otra parte, la denominación puede transferirse de una imagen a la pala
bra escrita que la designa, y se les puede inculcar la discriminación entre la
palabra escrita aprendida y otras que se le parezcan. Estudiando los procesos de
codificación sensorial intermodal, estos autores demuestran que cuando el estímulo
y la respuesta se refieren a la misma modalidad sensorial, dan lugar a un compor
tamiento estereotipado, mientras que cuando el estímulo da lugar a una respuesta
sensorial intermodal, la movilidad del tipo de respuesta es mayor. Las experiencias
demuestran que en los imbéciles el aprendizaje visual discriminativo está en
función de la cantidad de información contenida en los estímulos, mientras que la
memoria es independiente de la cantidad de información presentada en cada ítem.
Los estudios comparativos entre los mongólicos y los no mongólicos, demuestran
que los primeros realizan peor las pruebas de reconocimiento estereognósico y los
tests de dibujo, mientras que no parecen existir diferencias en la percepción visual,
lo cual puede explicarse en función de la hipotonía y de la falta de feed -b a ck
cinestésico de los mongólicos. Este tipo de trabajos son muy importantes ya que,
como señalan sus autores, tienen como finalidad la reeducación y, a largo plazo,
el aumento del potencial de los deficientes de nivel mental bajo.
586 GRANDES SÍNDROMES
Para Binet y Simón es débil mental el niño que puede comunicarse verbal
mente y por escrito con los demás, y que presenta un retraso escolar de 2 años,
si tiene menos de 9 años, o de 3 si tiene más de 9, siempre que este retraso no sea
debido a una insuficiente escolaridad. Cuando llegan a la edad adulta, su edad men
tal oscila entre los 7 y 10 años.
Sin embargo, otros autores.consideran que la insuficiencia de las funciones men
tales no puede definirse solamente por medios psicométricos, y que las dificultades
de adaptación social deben incluirse en el grupo de la debilidad mental. A. Rey, cuya
competencia en psicometría es indiscutible, admite que para fijar el límite de la
debilidad mental es necesario recurrir a otro tipo de criterios, como, por ejemplo, el'
fracaso frente a situaciones escolares y profesionales a las que se adaptan la mayoría
de individuos, y el fracaso para organizarse y estabilizarse económica y socialmente
una vida independiente. Según este autor, aunque la debilidad mental “ puede carac
terizarse en su grado por la incapacidad para resolver determinado tipo de situacio
nes-problemas, es sobre todo la vida y sus riesgos y la variedad cuantitativa y cualita
tiva de las pulsiones procedentes del organismo, las que forman prácticamente al
débil mental. El estado intelectual no es más que un instrumento, mientras que la
vida social y económica y las necesidades congénitas y adquiridas son las que
plantean al sujeto mentalmente limitado las situaciones-problema” .
Muchos autores se han interesado en describir la personalidad del débil mental.
Unos consideran que está en relación con el déficit de base y de repercusión psico-
social que esto implica y otros, creen que los déficit y la organización psicológica de
los débiles mentales son la consecuencia de trastornos interrelacionales precoces.
La noción de seudo-debilidad m en ta l se basa en un principio teórico, es decir, la
existencia de un cuadro equivalente al de la debilidad mental en sujetos cuyo poten
cial intelectual propiamente dicho está intacto; asimismo se apoya en un principio
práctico: la posibilidad de transformar el cuadro por una reeducación o una terapéu
tica adecuada que permita al sujeto adquirir o percibir los datos que le faltan.
A. Bcnton considera que sólo pueden integrarse en este cuadro algunas formas de
deficiencia mental de etiología atípica; por ejemplo, las consecuentes a una insufi
ciencia sensorial, de .una deficiencia motora, de una privación cultural o de proble
mas emocionales, factores que pueden interferir en la evolución de la inteligencia.
Las seudodebilidades son clasificadas clínicamente según su origen; J. L. Faurc
propone el siguiente esquema: seudodebilidades por un defecto de aportación del
entorno, seudodebilidades por una inhibición de las posibilidades del sujeto y seudo
debilidades debidas a dificultades específicas.
I. - TRASTORNOS INTELECTUALES
—Reacciones de compensación, como las que se observan en los débiles mentales que logran
unos rendimientos sorprendentes en lo tocanta a la memoria inmediata, a las fechas, al cálculo
mental, a la ejecución musical, etc. Sin duda las logran porque son sorprendentes y suscitan la
admiración de las personas que le rodean.
—Hostilidad frente a las personas que Ies rodean, como se observa en el niño que “se enfada”
(“cnquistamicnto”, de Kurt Lcwin), o que desarrolla una gran agresividad según el esquema clásico
(L E. Rosenzweig) de la frustración-agresión. Gran parte de los trastornos del carácter del débil
mental se sitúan en esta categoría.
—Admiración hacia el mejor dotado, niño o adulto, y deseo de actuar como el. Sin embargo, el
proceso de identificación del débil mental se conoce poco y mal. No se sabe si se ven obligados a
590 GRANDES SINDROMES
tico y lo no genético, sino también intentar aislar, por una parte, las deficiencias
mentales relacionadas con una falta de potencial, clasicamente considerado como
hereditario, o con una insuficiencia adquirida y, por otra, las deficiencias mentales
que aparecen en niños que tienen un potencial anatomofisiológico útil, pero que
no son capaces de utilizarlo, o que razones socioculturales o afectivas convierten
en inútil.
No se puede contraponer de una forma demasiado esquemática natura y nur-
tura. No creemos que se deba, como hacen algunos especialistas, dividir el retraso
mental en dos categorías: el gran retraso mental, llamado generalmente patológico
o clínico, en cuya etiología sólo puede ser dominante un factor, y varias ■formas
menores de retraso mental cultural o aclínico que serían debidos a la interacción
de varios factores de tipo biológico y social.
Revisando los factores de variación de la inteligencia, C. Burt estima que un
40% de la variación es atribuible a componentes genéticos fijos, un 30% a comp'o-
nentes genéticos no fijos y el resto está sometido a la influencia del medio y
puede atribuirse a tres factores diferentes: las enfermedades y la naturaleza de la
nutrición (principalmente en el período perinatal), el medio intelectual y el modo
de estimulación de los logros intelectuales, las posibilidades culturales y educativas.
Como quiera que sea, desde hace muchos años, numerosos autores se han
dedicado a estudiar los factores hereditarios mediante investigaciones genealógicas
de la transmisión de los caracteres congénitos. Con ello han contribuido sin querer
al establecimiento de una noción estática del retraso mental. Actualmente, una
importante corriente de investigación se dedica a poner de manifiesto el papel de
los factores culturales en el desarrollo mental e intelectual del niño, pero sería de
desear que esta nueva tendencia no olvide, a su vez, el gran número de trastornos
Tteurológicos de origen cromosómtco o meTüBolíco. Para progresar es necesario
seguir el camino escogido por los autores que estudian el retraso m ental con una
visión pluridimensional.
Antes de exponer el conjunto de los descubrimientos actuales sobre las causas
conocidas de retraso mental, estudiaremos brevemente el problema de la herencia
y la influencia de los factores socioculturales y afectivos.
Discusión
Nos parece que existe una gran confusión tanto en lo referente a las denomi
naciones como sobre la patogenia del retraso mental.
Para los que lo fundamental es lo congénito, el retraso responde a una falta
primaria de potencial del aparato psíquico.
En otros casos, el potencial psíquico es dificultado por una lesión cerebral cono
cida o supuesta.
En otros casos, el potencial neurofisiológico es virtualmente válido, pero-existe
una desorganización de los sistemas preparatorios y de elaboración cognitiva en una
época precoz, por factores funcionales, afectivas, socio-culturales, etc.
De hecho, no se puede definir la debilidad únicamente con métodos psicomé-
tricos; que son únicamente unos instrumentos de medida que nos permiten conocer
el estado del sujeto desde el punto de vista patogénico.
La valoración dé cada uno de éstos individuos no puede ser hecha sobre bases
unívocas pues su organización responde en parte a las investiduras o desinvestiduras
delós~procesos del conocimiento, de los aportes procedentes del exterior y de las
modalidades conflictivas en las que el niño se encuentra frente al mundo y en las
que también los padres se hallan implicados evidentemente.
En nuestra opinión, las distinciones propuestas: exógeno-endógeno, orgánico-no
orgánico, armónico-disarmónico debilidad simple-debilidad con trastornos asociados,
todas ellas corresponden en realidad a nuestra necesidad de seguridad clasificatoria,
suponen formas de pensar propias de los autores que las establecen, y con frecuencia
se confunden etiología y patogenia. Una teorización demasiado estricta corre el
riesgo de frenar nuestro pragmatismo indispensable e incluso la programación de
nuéstra actuación, por otra parte, responden con frecuencia a visiones transversales
de un determinado momento de la evolución del niño, cuando existe una biografía
que nos facilitaría la comprensión de sus trastornos y nos permitiría trazar una tra
yectoria futura más adecuada. Es seguro que la personalidad del niño insuficiente
mental es el fruto de la conjunción de un potencial de base y de un sistema rela-
cional. Si es cierto que en los casos de idiocia y en las formas inferiores de imbecili
dad el primer factor parece ser muy importante, también sabemos que la educación
puede modificar al sujeto que la recibe; en el caso de la debilidad se puede afirmar,
de forma esquemática que la importancia de los factores es la inversa.
Si en el cuadro de los insuficientes mentales se han separado los retrasados con
componentes innatos o lesiónales prevalcntcs de los retrasados cuyo origen es sobre
todo sociocultural, esta diferenciación debe ser considerada por nosotros como una
“ clasificación brújula” y no como una “ clasificación catálogo” ; ya que en ocasiones
es muy difícil apreciar el carácter congénito de los trastornos y la importancia de los
factores socioculturales para cada caso. Lo que interesa conocer, sin ningún secta
rismo es la organización de la personalidad. Es asimismo grave desconocer las conse
598 GRANDES SÍNDROMES
En este equipo, el médico tiene una función no sólo a causa de lo que puede y
debe hacer, sino también por la importancia que le confieren las familias, sobre todo
en lo concerniente al pronóstico y a los consejos terapéuticos.
Es raro que el niño sea llevado a la consulta a una edad precoz. Según J. Tizard y
J. C. Grad, el diagnóstico se realiza en un 31% de los casos antes de la edad de 1
año, en un 32% antes de los 5 años y en un 37% después de la edad escolar. Los
padres consultan generalmente al pediatra, a veces al internista de la familia, otras a
un psicólogo, y mucho más raramente a un psiquiatra. Generalmente, el neuropsi-
quiatra infantil recibe estos casos por consejo de colegas, psicólogos o educadores.
La función del médico es de tres. órdenes: realizar una valoración, indicar una
terapéutica y aconsejar.
Con mucha frecuencia, las familias consultan por motivos que no están relacio
nados con el bajo nivel intelectual de su hijo, sino por otros tipos de trastornos, por
ejemplo: del crecimiento, de la marcha o del lenguaje. En general, el retraso es
minimizado, la pasividad es considerada como docilidad y la inestabilidad como viva
cidad. Unas veces consultan para que se rectifique un diagnóstico hecho anterior
mente, otras para que éste se confirme y para que se proponga una institucionali-
zación que desean pero que no se atreven a decidir por sí mismos por temor a verse
censurados. Hemos visto algunas familias consultar con el fin de que se establezca un
diagnóstico etiológico de causa oxógena, debido al temor de uno u otro de los
padres de que la endogénesis del trastorno sea imputado a la herencia de alguno de
ellos y perjudique la armonía del matrimonio. A menudo, con razón, consultan con
el fin de establecer un pronóstico inmediato o lejano, ya que necesitan saber cómo
serán sus hijos cuando sean adultos y ellos falten. Generalmente, cuando son vistos
por un especialista, estos niños ya han sido sometidos a numerosas terapéuticas y los
padres buscan el remedio milagroso más reciente, o bicn (deccpcionados por diagnós-
ticos únicamente etiológicos) simplemente consejos educativos o sobre la mejor
forma de conducta con el retrasado mental.
El niño que viene a la consulta, tanto si es por primera vez como después de
otras numerosas consultas, debe ser sometido a un examen completo: estudio genea
lógico, pruebas biológicas y cnzimáticas, examen neurológico incluyendo examen
ocular, radiografías de cráneo y E. E. G., examen psicométrico y estudio psicosocio-
lógico de los padres y de la familia. La encefalografía gaseosa sólo interesa en
algunos casos particulares. Si la valoración médica ya se ha realizado no es necesario
repetirla, excepto cuando el síndrome sea evolutivo o cuando sufran complicaciones
y cambios particulares en su evolución (epilepsia, etc.). Por contra, el examen
psicométrico debe repetirse regularmente, ya que permite seguir la evolución del
retrasado mental. Mediante exámenes sucesivos y cualitativos y mediante tests en un
contexto determinado, se puede establecer un diagnóstico de nivel mental real y
emitir un pronóstico.
Desde el punto de vista terapéutico propiamente dicho, ya hemos visto la impor
tancia de algunas acciones medicamentosas o de regímenes dietéticos en la detención
o disminución de algunas oligofrenias dlsmetabólicas. La acción de otros medica
mentos sobre la deficiencia intelectual, como el ácido glutámico, no dan los resul
tados que se habían adelantado. Sin embargo, existen medicaciones complementarias
interesantes, como los fármacos de tipo psicoanalépticó o psicoléptico, que permitan,
unos aumentar la eficacia y otros disminuir la excitación o la agresividad. Las anfeta-
minas se han empleado en algunos niños apáticos o con inhibición psicomotriz, pero
creemos que no son aconsejables en niños que presenten signos de ansiedad. Entre
los estimulantes del humor, se han obtenido buenos resultados con los inhibidores de
Kl A caica rvAiurTCii m
602 GRANDES SÍNDROMES
BIBLIOGRAFÍA
La literatura sobre el retraso mental es tan abundante que sólo citamos aquí algunos libros,
revistas, congresos y números suplementarios de publicaciones periódicas recientes con bibliografía,
asi como algunos trabajos muy citados en este capitulo.
Vcase también la bibliografía del capítulo XVI.
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6 5 8 GRANDES SÍNDROMES
PROBLEMAS PARTICULARES
PLANTEADOS POR LA DEPRESIÓN
Y LA EXALTACION EN EL NIÑO
I. - LA D EPRESIÓ N EN EL N IÑ O
El término “depresión” no posee el mismo sentido para el niño que para el adul
to. La depresión infantil no tiene el mismo contenido y representa una experiencia
diferente según la edad. Considerada por unos como una fase normal de la evolu
ción, y por otros un fenómeno patológico. Si “patológico” significa fuera de la
norma, no creemos que existan individuos que no hayan presentado períodos depre
sivos, por lo que algunos autores han intentado, con razón, separar el afecto depre
sivo de la enfermedad depresiva, el momento depresivo de la forma de ser depresiva,
las fases depresivas de los procesos depresivos.
660 GRANDES SÍNDROMES
Con el nombre de posición depresiva, M. Klein describe la fase que sigue a la posición para-
noide o persecutoria y que corresponde al período durante el cual el niño es capaz de recono
cer al objeto en su conjunto y ya no dividido. La madre, durante esta fase, es la fuente tanto
de lo bueno como de lo malo, lo cual produce en el niño su propia impotencia y su depen
dencia. En relación con el objeto, la actitud del niño es ambivalente y la antigua angustia de
persecución deja paso, durante la fase depresiva, a una angustia centrada sobre el temor de sus
pulsiones destructivas. El niño no podrá asegurarse la posesión dé este objeto, que siente que se
le escapa, más que intensificando los procesos destructivos. Por ello, el niño siente la desespe
ración depresiva, la aflicción de este objeto perdido o destruido y la culpabilidad de haber
destruido él mismo este objeto. Se trata, según esta teoría, de una fase del desarrollo normal
del niño.
Aunque D. W. Winnicott juzga muy deficiente la denominación posición depresiva cuando se
trata de un proceso normal, reconoce no haber encontrado otra mejor.
Desde el punto de vista objetivo, R. A. Spitz describe la angustia del sexto mes en el niño
normal, pero los niños que sufren una carencia emocional en relación con la separación pueden
presentar lo. que este autor denomina una depresión anaclitica, que se caracteriza por un de
sinterés progresivo hacia el ambiente, pérdida de apetito y un trastorno del desarrollo ponderal
y general. Después de tres meses, la motricidad disminuye, la actividad autocrótica desaparece
progresivamente y se instala el insomnio. Esta sintomatología reversible es comparable con el
estadio de alarma de Selye. Después de una fase de resistencia, el niño entra en un estado de
agotamiento que tiene consecuencias irreversibles.
En su estudio crítico sobre las depresiones en el niño, II. E. Ríe considera que lo que se
describe como forma de depresión en el lactante, y que posteriormente no evoluciona hacia la
depresión del adulto, no debe incluirse en el cuadro de la depresión infantil.
Señalemos, sin embargo, que M. S. Mahler admite que la respuesta depresiva es uña reacción
afectiva que puede compararse a la angustia y que es la intensidad y la duración aumentada de
la respuesta depresiva en algunos niños, durante el proceso de individualización, la que crea el
humor de base y la tendencia afectiva a la depresión. Según este autor, durante la segunda
subfase de separación-individualización, el niño parece intoxicado por sus propias facultades y
por la magnitud de su propio mundo y carga afectivamente, de forma narcisista sus propias
funciones y su propio cuerpo; hacia la mitad del segundo año el niño se toma cada vez más
consciente de su estado de separación física; en la época de la adquisición del dominio personal,
alcanza un elevado punto de exaltación casi hipomaníaco, basado en la creencia de su propia
omnipotencia mágica, pero hacia los 18 meses experimenta de forma más o menos gradual los
obstáculos que se encuentran en su camino en su conquista del mundo. Entre esta época y los
24 meses se producen cambios dramáticos en la psicodinámica del niño, y el derrumbamiento
de la creencia del niño en su propia omnipotencia y en la de sus padres origina la reacción
depresiva de base. El humor depresivo puede estar representado de forma predominante por la
angustia de la separación y por reacciones de tristeza, o también por el descontento y la cólera
después de un período más corto de tristeza que constituye un período de aflicción acortado.
La tristeza con un contenido psíquico desde esta época debe distinguirse de las reacciones ante
riores fisiológicas de descontento y de sufrimiento, tales como las reacciones transitorias al
destete o a un peligro corporal de larga duración.
Según D. W. Winnicott, la posición depresiva aparece en el momento del destete. Si todo va
bien se alcanza la posición depresiva en la segunda mitad del primer año y se establece en ella.
A menudo hace falta más tiempo, incluso en desarrollos normales. El abordaje repetido de la
posición depresiva representa, en muchos niños y adultos en análisis, un aspecto importante del
mismo; ello significa 'que hay progresos y ello implica también una carencia primitiva en este
estadio del desarrollo. No es preciso fijar la edad exacta en que ello tiene lugar. Puede suceder
que algunos niños pequeños lleguen a realizar un momento de posición depresiva antes de los
seis meses, y puede que incluso antes. Ello sería un signo favorable, pero no significa que la
DEPRESIÓN Y EXALTACIÓN 661
posición depresiva se haya establecido; el citado autor duda de que se trate de algo muy com
plejo y cree que debe ser el mantenimiento de una angustia y de una esperanza durante cierto
tiempo. Para llegar a la posición depresiva, es preciso que el niño se haya establecido como
persona total y que, en tanto persona total, haya establecido relaciones con personajes totales.
Criterios. — Es importante analizar la base sobre la que apoya la noción de estado depresivo.
Así, M. Speriing no define claramente sus criterios clínicos, admitiendo como síntomas de depre
sión las perturbaciones del aparato digestivo, trastornos del sueño, el prurito, las cefaleas migra-
ñosas, el retraso motor, etc., trastornos que son agrupados por este autor bajo un criterio pato
génico común.
J. Sandler y W. G. Joffe describen una constelación de rasgos (Index de Hampstead) que descu
biertos en cualquier edad, permiten determinar el síndrome o el tipo de reacción depresiva. Estos
autores encuentran una combinación de algunos de los rasgos siguiente- en un grupo numeroso de
casos: 1) Niños que parecen tristes, desgraciados o deprimidos, sin que por ello sea necesario que
se quejen de ser desgraciados en ese momento' preciso, ni siquiera que sean conscientes; 2) Niños
que muestran cierto retraimiento, poco interés por las cosas, en forma momentánea o duradera, da
la impresión de que se aburren; 3) Niños' descritos como descontentos, raramente satisfechos y
con escasa capacidad para el placer; 4) Niños-que. dan la impresión de sentirse rechazados o no
amados y prontos en abandonar los objetos que les decepcionan; 5) Niños no dispuestos a aceptar
ayuda o consuelo; incluso cuando lo piden, parecen aceptarlo manifestando decepción y descon
tento; 6) Una tendencia general a regresar a una pasividad oral; fenómeno que se observaba sobre
todo en los niños que habían realizado tentativas reales para adaptarse; -7) Insomnio y otros
trastornos del sueño; 8) Actividades autocróticas y otras actividades repetitivas; 9) Finalmente,
662 GRANDES SÍNDROMES
los terapeutas informaban generalmente de la dificultad para mantener un contacto con el niño, en
esa época.
Los criterios de C. B. Malmquist se basan en el Indice de Hampstead que acabamos de describir,
mientras que E. Poznanski y J. B. Zrull sólo utilizan 5 de los 9 ítems de dicho índice; según estos
autores, el hecho de que el niño sea incapaz de pedir ayuda o de ser consolado la dificultad del
terapeuta para establecer un contacto duradero, la tendencia a regresar a una pasividad oral son
evaluados a partir de niños en terapia psicoanalítica (en el trabajo de los autores británicos). Según
G. Nissen, cuando se clasifican los síntomas según su frecuencia, los más frecuentes son las dificul
tades de contacto, la angustia, la inhibición, la incertidumbre, la agresividad, la cnuresis, el insom
nio, el mutismo y la onicofagia.
Un gran número de autores, considerando que la depresión como tal es difícilmente observable,
hacen entrar en el cuadro de los estados depresivos trastornos “enmascarados” o expresados en los
“equivalentes conductuales” (J. M. Toolan). E. Poznaski y J. B. Zrull admiten que se hallan carac
terísticas depresivas en las descripciones de niños tristes, desgraciados, formas de reacciones afec
tivas del tipo depresivo en las entrevistas o cuando tienen más edad y exponen por sí mismos sus
estados afectivos. Una confirmación de este estado se halla cuando el niño se autocrítica de forma
exagerada, cuando expresa sentimientos de dcsadaptación, dificultades para dormir y temores exa
gerados sobre la muerte. Una confirmación adicional, pero no necesaria será proporcionada por los
informes escolares y los tests psicológicos. La perturbación más frecuente en la sintomatología
depresiva sería una imagen negativa de sí mismo; los niños se describen a sí mismos como estúpidos
o temen fracasar o sufrir una acción injusta por parte de los demás; tienen un sentimiento profun
damente arraigado de ser malos, con sentimientos de autocrítica y de degradación. A veces, la
dificultad para manejar la agresividad es el síntoma más frecuente, ya se manifieste en forma
directa y primitiva, o lo haga de una forma deliberada; puede ser manifestada directamente contra
el objeto, pero en general es desviada.
II. — LA EXALTACIÓN
IV. — T R A TA M IEN TO
Las depresiones del niño pueden tratarse con las mismas medicaciones antide
presivas utilizadas en el adulto, sea con tricíclicos, sea con inhibidores de la monoa-
minoxidasa, particularmente tolerados por el niño sin dificultad. En caso de ansiedad
o de insomnio son aconsejables los ansiolíticos.
En el caso de una agitación superior, las fenotiacinas o las butirofenonas pueden
calmarla.
En el caso de síndromes maníacodepresivos, en algunos enfermos, el tratamiento
con litio puede ejercer una acción estabilizante y normalizante.
Si algunos autores rechazan completamente las terapéuticas medicamentosas,
considerando que una psicoterapia bien llevada permite abordar las dificultades de
una manera mucho más satisfactoria, para la mayoría, no se plantea oposición en
cuanto al empleo conjunto de estos dos tipos de terapias.
670 GRANDES SÍNDROMES
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B IB L I O G R A F Í A 671
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS
I. — G E N E R A L ID A D ES
micas y las estructuraciones funcionales de las relaciones. Su verdadera actividad depende de motiva
ciones y su realización se efectúa según tipos históricos de relación, constituidos durante el desarrollo
individual. A partir de algunos automatismos de base, el individuo podrá, según la confrontación de su
realización con la realidad, obtener el compromiso “experimentado” de esta realización.
Con el nombre de patología psicosomática, se han descrito una serie de posiciones seguidas por
los autores americanos.
Unos (H. Wolff) se basan en hechos psicofisiológicos (fisiología de las emociones, fenómenos de
stress, etc.), y valoran las situaciones de la vida misma, constituyendo tensiones que influyen en
todo tipo de órganos, los cuales reaccionan de forma característica. Otros dan menos importancia a
los acontecimientos externos, y valoran para cada síndrome mórbido un tipo específico de perfil de
personalidad (F. Dunbar). En el primer caso, el efecto es demasiado general para explicar las altera
ciones particulares, y en el segundo nos encontramos con formulaciones tipológicas nuevas: el indi
viduo entra en un grupo en el cual los autores nos describen los rasgos dominantes del carácter,
pero en el que la enfermedad no se aborda necesariamente ni en sus mecanismos ni en su diná
mica. Estos dos tipos de enfoque sólo tienen en cuenta los hechos tal como se presentan —la
emoción como tal, separada de su historicidad, o las conductas formadas según características for
m ales-, y eluden la función de las emociones interiorizadas y de las bases afectivas de la organiza
ción de la personalidad. Según F. Alexandcr, el trastorno psicosomático aparece cuando los afectos
o las emociones no pueden expresarse normalmente y cuando la energía que permanece encerrada
en el organismo de forma crónica produce una disfunción de los órganos. Así, pues, son las pul
siones rechazadas las que producen la disfunción, pero al mismo tiempo las construcciones psicoló
gicas de defensa pueden servir para establecer perfiles de personalidad. Este autor ha descrito
esquemas dinámicos específicos para las grandes enfermedades psicosomáticas. Según el, a partir de
los conflictos infantiles de dependencia o agresividad se tiene un tipo de organización de la perso
nalidad que se expresa a través del sistoma simpático o parasimpático produciendo alteraciones de
órganos específicos.
La discusión actual tiende a determinar la importancia respectiva del stress y de! tipo específico
de estructura de la personalidad. Aunque 11. Sclyc ha descrito los caracteres inespecíficos del sín
drome general de adaptación, parece que la reacción de stress no puede definirse únicamente por la
agresión, sino que también debe tenerse en cuenta al sujeto que la recibe, la situación en que esta
agresión se produce y lo que representa para el sujeto. Como señala D. Pinkerton, se pueden acep
tar factores de stress ■psicógenos específicos para casos particulares de cualquier síndrome, pero
¡nespecíficos para el propio síndrome, ya que un mismo paciente puede no adoptar siempre el
mismo “canal” de expresión, incluso frente a un stress parecido. La noción de esquema dinámico
específico no responde, como señalan muchos autores, al carácter intercambiable de los trastornos
psicosomáticos y a la semejanza de los factores psicodinámicos en toda una serie de enfermedades
funcionales no relacionadas entre sí. El propio concepto del significado del síntoma psicosomático
es discutible; este sentido está teóricamente implicado en la concepción de F. Alexandcr. Para
otros (M. de M’Uzan), el síntoma psicosomático no tiene sentido, la sintomatología psicosomática
está determinada (P. Marty y otros) por una carencia de relaciones objétales y de la vida imagina
tiva. Este tipo de pensamiento, que estos autores denominan pensamiento operatorio, se caracteriza
por una ausencia de valor funcional de la vida mental. Para J. P. Valabrega, el sentido no se
encuentra en un esquema vectorial lineal ni en una función con variables múltiples, sino en la
relación que sostiene la producción sintomática y sobre todo en el fracaso de esta relación.
Aunque, según algunos autores, se oscila entre la especificidad de los conflictos inconscientes o
de los factores predisponentes hereditarios, otfos niegan la especificidad de la estructura de la per
sonalidad o de los conflictos y admiten que los enfermos reaccionan a las agresiones tanto físicas
como emocionales a partir de esquemas latentes organizados muy precozmente en la infancia.
R. Grinker, después de J. Ruesch, propone sustituir las vanas investigaciones sobre las relaciones
causales por las de las transacciones, es decir, de las interacciones en el interior de un campo de
fuerzas.
A medida que evolucionan las investigaciones en el terreno psicosomático, muchos autores, y en
especial F. Alexandcr, intentan establecer una diferencia, si no una separación, entre la histeria de
conversión, trastorno psicógeno del cuerpo, y el síndrome psicosomático que se desarrolla en los
736 GRANDES SÍNDROMES
órganos viscerales. J. P. Valabrega admite que la noción de conversión no es suficiente para separar
a estas dos entidades, ya que, si bien existen liistcrias sin conversión, reciprocamente también
pueden existir conversiones no histéricas. En lugar de esta separación categórica, Ch. Brissct pre
senta una teoría del “ocultamiento progresivo” de los afectos rechazados y de los síntomas que,
partiendo de la histeria manifiesta, pasan a la somatización “histeroansiosa” , después a “la organi
zación liisteropsicosomática” hasta la “somatización completa” .
Es un trabajo sobre las relaciones entre el psicoanálisis y la medicina psicosomática, P. B. Sclmei-
der muestra como el problema de la enfermedad es planteado de forma distinta según que el autor
teriga una tendencia biológica o una cierta rigidez psicoanalítica. Coincide con H. G. Wolff al se
ñalar que si unos se plantean la cuestión: “ ¿Cuál es en el fondo del significado biológico de un
hecho psicosomático?” , los psicoanalistas buscan “el significado psicológico del hecho psicoso-
mático” , mientras que el problema que finalmente debería resolverse es: “ ¿Cuál es el significado
biopsicológico de los síntomas o enfermedades psicosomáticas? ” Analizando el conjunto de las
teorías psicoanalíticas, P. B. Schneider demuestra, siguiendo el estudio de J. Cremerius, que
S. Freud voluntariamente nunca quiso tratar enfermos orgánicos, ni incluso de tipo psicosomático.
Nunca deseó traspasar la barrera entre lo psicológico y lo fisiológico, aunque aceptaba que el hom
bre constituye una unidad, un todo. Existe un terreno psicológico, que es motivo de su estudio, y
un terreno orgánico que no quiere estudiar y, cuando lo hace, hace intervenir explicaciones de
naturaleza especulativa como el placer somático, las diferencias cuantitativas heredadas de la libido,
los factores constitucionales o de predisposición, etc., y entonces confiere al síntoma significados
parecidos a los descritos en el síndrome de conversión. Este autor pone también de manifiesto
hasta qué punto el modo de pensar de los distintos psicoanalistas difiere según el grupo al que
pertenecen, diferencias que se refieren tanto a la elección de los enfermos que se consideran “ psi-
cosomáticos” como a las hipótesis patogénicas. El enfoque terapéutico tampoco equivale al de la
práctica psicoanalítica usual. Al interesarse sólo en la psicogénesis del trastorno y al imitar las
formas de pensar del paralelismo psicofísico, la mayoría de las teorías psicosomáticas de orienta
ción psicoanalítica son discutibles cuando quieren explicar los hechos fisiológicos; los que lo han
intentado lo hacen a veces en forma de un conglomerado de hechos fisiológicos y psicológicos,
mientras que, como señala P. B. Schneider, el drama de la medicina psicosomática es precisamente
encontrarse exactamente en el nivel en que no se puede separar lo biológico de lo psicológico.
Esta encrucijada ha sido percibida por algunos psicoanalistas, como E. D. Wittkower, que prevé
tres posibilidades futuras para la medicina psicosomática:
—especialidad o terreno limitado dominado solamente por el psicoanalista;
—campo de investigación del laboratorio de psicofisiología con la colaboración de otros investi
gadores del mismo tipo (neurofisiólogos, bioquímicos, etc.), pero del que los psicoanalistas o psi
quiatras estarían más o menos excluidos;
—aproximación global holística de los problemas de la Medicina.
Este autor piensa que el progreso se realizará en la dirección de la psicofisiología y de la neuro-
fisiología, pero considera que los distintos terrenos de la investigación psicosomática serán los que
nos permitirán comprender cómo los procesos simbólicos producen cambios somáticos y cómo los
procesos somáticos dan lugar a consecuencias simbólicas.
Creemos que la mejor forma de abordar este problema podría ser partiendo de los estudios
neuropsicobiológicos del niño en evolución.
Puede decirse que casi todas las enfermedades infantiles han sido abordadas en el
terreno psicosomático. Con esta denominación se han incluido, de una forma dema
siado amplia, tanto las afecciones que pueden producirse por una emoción, los tras
tornos afectivos de origen lcsional preciso o incluso de las malformaciones como,
finalmente, las enfermedades psicosomáticas propiamente dichas. Estas últimas se
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS 737
También se han descrito algunas características en los padres de los niños asmá
ticos. H. Miller y D. Baruch describen un tipo de madre que rechaza al niño, y de
padre generalmente dominado por su mujer, aceptando las actitudes que le impone,
o bien inmaduro, que tiene una actitud hiperproteclora hacia su hijo. Varios autores
(R. Robertson, J. Trélat, M. Soulé, etc.) consideran que existen tanto madres ansio
sas, rechazadoras y agresivas como superprotectoras, que ocultan tras su hiperpro-
tección un rechazo profundo. J. Block y cois., describen tres tipos de madre:
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS 739
etcétera). Para estos autores, el asma, trastorno del aparato respiratorio, debe conce
birse a partir de la fisiología del grito-llanto del recién nacido, grito, que, junto a su
valor de estímulo fisiológico y regulador de la respiración del recién nacido, sería un
precursor-de la comunicación verbal, situándose así a nivel del prelenguaje en tanto
que manifestación de presencia o de llamada. Si se le compara con los mecanismos
del espasmo del sollozo en el que el grito se presenta como una mezcla de protesta y
de llamada, en el asma se trata de gritos “subvocalcs” o de gritos inexpresados, gritos
reprimidos que alterarían la maduración normal de la dinámica respiratoria. Según
J. Bostock, el asma sería el “ modelo congelado” del grito infantil, y el hecho de que
el lactante grite sin lágrimas hasta el tercer mes le hace pensar que esta analogía se
elabora desde los primeros meses. Algunos autores han comparado las crisis de asma
con esta ausencia de llantos al inicio del desarrollo del niño, y de una forma simbó
lica, se ha dicho que el asmático Hora a través de sus bronquios.
Casi todos los autores aceptan la necesidad, al menos en algunos casos, de una ac
ción psicoterápica, pero debe saberse que la psicoterapia infantil es larga y difícil, y que
muchas madres soportan muy mal este tipo de intervención. Otros consideran que la
psicoterapia madre-hijo es indispensable. Por último, algunos (M. Bekei) consideran que
la psicoterapia es necesaria en los casos en que el niño se ha hecho dependiente de los
corticoides, ya que estos niños experimentan su dependencia medicamentosa tan peli
grosa como la dependencia hacia su madre. Empíricamente, T. Alcock piensa que cuan
to mayor es el elemento de la alergia familiar más difícil es el trabajo del psicotcra-
peuta. Sea lo que sea, e independientemente de lo que se piense de las hipótesis emi
tidas, todo el mundo admite la necesidad de aportar ayuda o consejos a las familias
de los asmáticos. Deben explicarse algunas reglas de higiene mental: debe romperse
la obsesionalización de los rituales y los hábitos que producen un temor permanente.
o la espera de la crisis, y dejar una cierta libertad al niño aparte de las actividades te
rapéuticas indispensables y de una escolaridad regular, aconsejando evitar las actitudes
de hiperprotección, ya que el niño debe sentir que la madre está presente pero no an
siosa ni indiferente (C. B. de Matera). No se trata de subvalorar el síntoma o la enferme
dad sino de distender el ambiente en el cual se desarrolla ya que, “ la angustia de la res
piración” no sólo es vivida por el niño sino también por las personas que le rodean,
dando lugar a mecanismos de coinducción que contribuyen a fijarla enfermedad.
B. - TRASTORNOS PSICOSOMÁTICOS
DEL APARATO DIGESTIVO
Estos trastornos fueron descritos por E. Weil y M. Pehu (1900), por H. Finkcl-
stein (1938), por A. G. Alarcón (1929, 1943) y por R. Soto (1937). Estos últimos
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS 743
autores describen ios elementos esenciales de esta afección que R. Spitz ha confir
mado con nuevas aportaciones.
Según A. Henncquct (1959), este síndrome se instala en niños de apariencia
normal, ocho o diez días después del nacimiento, después de la vuelta de la madre al
domicilio. Se caracteriza por gritos coincidentes con las comidas, que aparecen cinco
o diez minutos después del biberón o de la tetada, y sobre todo después de la
comida de la segunda parte del día. Estos gritos se acompañan de una mímica y de
una agitación motriz particular, el tronco se contorsiona, los miembros se agitan, los
muslos se flexionan cspasmódicamente sobre las caderas y- los puños se cierran y se
llevan hacia la boca abierta. Esta conducta imita, hasta el punto de confundirse, a
una actitud de hambre imperiosa y dolorosa. Excepto una ligera aerocolia, el resto
del examen es normal. Este síntoma parece que sólo existe en los niños criados en el
domicilio, ya que es excepcional en los niños criados en colectividad. Para explicarlo
se han propuesto diversas hipótesis: inmadurez del tubo digestivo, enterospasmo que
pone de manifiesto síntomas alérgicos de origen alimentario, hipertonía congénita,
tensión familiar, etc. La mayor parte de tratamientos son ineficaces, excepto la
succión y el mecer al niño. Por ello, muchos pediatras americanos utilizan la tetina
llena que antiguamente utilizaban nuestras abuelas y que en América lleva el evoca
dor nombre de “ pacificador” (M. L. Lcvine y A. J. Bell).
Del conjunto de las antiguas descripciones, R. Spitz destaca algunos puntos que
tienen importancia para una explicación patogénica: las características del niño que
algunos han descrito como hipertónico desde el nacimiento, las características de la
madre, inquieta hasta la ansiedad y que generalmente ofrece el alimento siempre que
se le pide, y desaparición de los cólicos con el "pacificador” . La hipertonía constitu
cional y la satisfacción somática del niño se intrincan con la inquietud excesiva de
madre. El aparato digestivo de este niño es más activo; el peristaltismo, más rápido,
incluso violento, y el exceso de alimento provocan una actividad intestinal exagera
da, produciéndose un círculo vicioso; el niño hipertónico es incapaz de desembara
zarse normalmente de su tensión durante la lactación y lo hace después de la comida
mediante los gritos y la agitación motora que caracterizan estos casos. La madre, ex
cesivamente solícita, alimenta inmediatamente otra vez a su hijo, conformándose de
forma excesiva al principio del “ horario de demanda” . Durante esta comida suple
mentaria se descarga una parte de la tensión debido a la actividad oral y a la deglu
ción, y el niño se calma durante algún tiempo. Sin embargo, el alimento que el niño
absorbe sobrecarga de nuevo el aparato digestivo, aumenta la tensión y provoca un
recrudecimiento del estado de insatisfacción que se manifestará por un nuevo cólico
acompañado de gritos. La madre, ansiosa, sólo interpreta los gritos del niño desde el
punto de vista del régimen de demanda, y le alimentará de nuevo perpetuando así un
círculo vicioso. El chupete que se da a un niño que padece cólicos lo cura, porque le
ofrece un medio de descarga sin aporte de alimentos superfluos, irritantes para el
aparato digestivo. Pueden darse varias explicaciones al hecho de que el cólico desapa
rezca después de los tres meses. Puede pensarse que al cabo de tres meses las madres,
presas de sentimientos de culpabilidad, o las que, con poca experiencia, se fatiguen
con el constante sacrificio que impone el régimen de demanda exagerado, o quizás
aprendan a interpretar mejor los gritos y las manifestaciones vocales de su lactante,
renunciando a una interpretación demasiado unilateral de las exigencias del niño.
Pero, como señala R. Spitz, lo más importante es que durante el tercer mes el niño
desarrolla sus primeras respuestas dirigidas e intencionadas, a saber: una conducta vo
luntaria dirigida hacia las personas que le rodean, es la edad en que aparecen las pri
meras respuestas sociales, los primeros precursores del objeto, los primeros cambios
744 G R A N D E S S ÍN D R O M E S
de afectividad sobre las marcas mnésicas, el inicio de una actividad mental y la mul
tiplicación de las actividades corporales; es decir, después del tercer mes, la energía
del lactante se canaliza a través de sus actividades, y el nivel de tensión desciende.
Según M. Fain, lo que se denomina solicitud ansiosa primaria, no refleja más que
la gran dificultad de estas madres para elaborar su angustia. Cuando la modulación
afectiva de la madre es pobre, aunque contenga un componente ansioso, obliga al
niño a realizar descargas somáticas. Se comprende entonces que el niño, a partir de
ciertas frustraciones, elabore'sistemas autoeróticos de compensación que le aseguren
una cierta autonomía (o si se prefiere, una tolerancia a la frustración). Si se desbor
dan sus posibilidades, como ocurre en los cólicos, aparece un trastorno somático. Si
se le da un chupete (compensación aútoerótica) o si se le. mece (aporte narcisista),
los trastornos cesan. Además, los trastornos también pueden desaparecer si se deja al
niño en el hospital, es decir, si se crea un sistema de frustración esencialmente dife
rente. M. Fain piensa,, al igual que L. Kreisler, que no existe una personalidad defi
nida, sino que, al contrario, la aparición del síndrome proviene seguramente de meca
nismos comunes, resultado del encuentro de una madre y un hijo determinados.
3.a Vómitos
El vómito es un síntoma que se caracteriza por la expulsión por vía bucal del
contenido gástrico, lo cual es posible gracias a la relajación del esfínter superior del
estómago y la contracción conjunta del píloro, la pared abdominal y el diafragma. Se
trata, pues, de la activación de una determinada mecánica, pero su valor varía según
el cuadro clínico.
Durante los primeros meses, los vómitos pueden estar en relación con un exceso
de alimento, aerofagia, o deberse a inapetencia.
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS 745
“modelo” típico. Sin embargo, M. Bekei describe algunos factores comunes a todos
los niños que presentan vómitos cíclicos: miedo a la pérdida de la madre con sín
tomas angustiantes de abandono, sentimientos de culpa, trastornos en las relaciones
madre-hijo condicionados por factores externos a la propia relación (en ningún caso
el trastorno es debido a hostilidad materna) y un Yo constitucionalmcnte fuerte.
Según este autor, los vómitos acetonémicos aparecerían en algunos momentos crí
ticos de peligro, tendrían un valor regresivo y responderían a sentimientos agresivos
vividos con sentimiento de culpabilidad, reactivos a un sentimiento y a una sensación
de abandono. Esto explicaría la desaparición de estos vómitos en la pubertad, es
decir, en el momento en que el niño empieza a ser más independiente y tiene menos
reacciones de agresión y menos sentimiento de culpabilidad.
C. S. Hoyt y G. B. Stickler muestran cómo los diversos tratamientos empleados
tie n e n com o d en o m in ad o r com ún un efecto psicológico. M. Sperling (1968) y
C. W. Davenport y cois. (1972) se dedican al estudio de adolescentes y preadolescentes
desde el punto de vista psicoanalítico. Para M. Sperling, los vómitos cíclicos pueden ser
una reviviscencia de vómitos infantiles, pero también un síntoma de conversión.
5 ° Cu'iíiis ulcerosa
Determinados autores (G. J. Devroede y cois., 1971) abogan por una proctocolecto-
mía precoz de esta grave enfermedad, cuyo índice de mortalidad y riesgo de desarro
llo de un cáncer cólico se halla expuesto en la serie de la Mayo Clinic. Otros autores
la consideran enfermedad psicosomática, y en calidad de tal constituyó el objeto de
748 GRANDES SÍNDROMES
C. - TRASTORNOS CARDIOVASCULARES
D. - TRASTORNOS ENDOCRINOS
E. - ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS
Se ha dicho que la piel es el fiel espejo de las influencias psíquicas. Por otra
parte, el fenómeno psicogalvánico se basa en la observación de las alteraciones del
potencial eléctrico de la piel producido por las emociones. Así, pues, no es sorpren
dente que se haya puesto interés en el estudio psicosomático de algunas afecciones
cutáneas —ncurodermatitis, prurito, urticaria, etc.—. La desaparición de las verrugas
por métodos sugestivos plantea problemas todavía no aclarados.
R. Spitz ha insistido con razón sobre la importancia que debe darse, durante el
desarrollo del niño, a la superficie de la piel como órgano perceptivo. Este autor
comparte la opinión de M. F. Ashlcy Montagu sobre la función de la piel en el com
portamiento de adaptación de los animales, ya que la piel posee un significado fun
cional insospechado para su desarrollo fisiológico y psicológico -im portancia en
especial del lamido de las crías.
NO SALE A DOMICILIO
752 GRANDES SÍNDROMES
Por otra parte, en el estudio de los trastornos cutáneos del niño, deben tenerse
en cuenta también fenómenos como la picazón, el rascado y la producción secun
daria de lesiones cutáneas, liquenización, etc.
Las peladas emocionales son bien conocidas, y, para algunos, las peladas familia
res apoyan la existencia de una verdadera personalidad peládica (M. Juon).
P. de Graciansky distingue la alopecia aguda, que aparece después de traumas
emocionales, de. la alopecia peládica más compleja que aparece en sujetos que pre
sentan una falta de independencia, de decisión y de agresividad y que tienen madres
hiperprotectoras. El abandono se encuentra a menudo en estos niños, por lo que se
ha comparado la pelada con la neurosis de luto (E. Wittkowcr).
R. D. Mehlman y R. D. Griesemer han seguido detalladamente durante tres años a
20 pacientes con alopecia (consulta de la Clínica Dermatológica del Children’s Hos
pital, Boston). Describen 5 tipos de acontecimientos desencadenantes; cada uno de
ellos representa una pérdida real o simbólica aparecida alrededor de dos semanas
antes del inicio de los síntomas:
—Varios de los pacientes más jóvenes han presentado una alopecia en asociación
aparente con un destete traumático.
—En otro grupo, la afección parece ser debida a un abandono posible o real.
—Algunos pacientes, en especial los de mayor edad, mostraban en su historia
síntomas claros de ansiedad neurótica altamente elaborada, en el fondo de la cual
existían síntomas de abandono y de pérdida.
—En algunos, la caída del cabello se asociaba con el nacimiento de hermanos.
—En algunos casos la alopecia apareció después de la pérdida de una relación
significativa.
F. - CEFALEAS Y MIGRAÑAS
J.° Cefaleas
A ? V Í'"
i í/ J
ENFERMEDADES PSICOSOMÁTICAS 753
2.° Migrañas
G. - PSICOSOMÁTICA Y OFTALMOLOGÍA
Ya hemos visto anteriormente que los trastornos histéricos del aparato ocular son
frecuentes, y en particular la ceguera histérica o los trastornos del campo visual.
Durante mucho tiempo el estrabismo se ha considerado como un trastorno motor
cuyo tratamiento se basaba únicamente en los aspectos anatómicos y tenía por finali
dad la corrección estética, pero los oftalmólogos y sobre todo los reeducadores
observaron rápidamente que detrás del déficit anatómico existía un déficit funcional.
Estudiando las características de la personalidad de estos enfermos, se han des
crito algunos rasgos particulares que unos consideran como secundarios al estra
bismo, mientras que otros creen que desempeñan algún papel en el origen o en la
persistencia del trastorno. Algunos autores piensan que la histeria es el principal fac
tor etiológico. Según M. Fain, no puede describirse un tipo de personalidad estrábica,
pero los estrábicos, tanto congénitos como adquiridos, agregan siempre sobre este
síntoma interpretaciones inconscientes de tipo histérico. Todos estos niños presentan
un punto común, reaccionan museularmente presentando con frecuencia una agita-
ENFERMEDADES PSICOSOMÁ TICAS 755
ción motora considerable que se exterioriza por pataleo y por juegos bulliciosos.
Estas tendencias a agitarse provocan a menudo una actitud represiva de los padres, la
cual engendra fuertes reacciones agresivas que el niño reprime, y su estrabismo
aumenta. II. Moutinho y J. Dos Santos reconocen la existencia de una actitud repre
siva de los padres, pero, para ellos, no se debe solamente a la actitud agresiva de los
niños, sino que está en relación con el sentimiento de superioridad de la madre o
con su autoritarismo. Estos autores consideran el estrabismo concomitante como un
síntoma reactivo psicomotor que aparece generalmente junto a otros sintomas del
mismo tipo; los niños estrábicos se describen generalmente como insoportables,
revoltosos y testarudos; se encuentran síntomas de debilidad motora en sus antece
dentes. Basándose en dichos datos estos autores proponen dos principios generales
para orientar la actividad educativa: la reeducación debe tener como finalidad equi
librar una personalidad trastornada y no sólo restablecer una función. La persona
lidad de un deficiente se afecta sobre todo en lo que respecta a su capacidad de
expresión corporal, la acción reeducadora no debe ejercerse únicamente sobre la
musculatura ocular, sino también sobre el dinamismo ocular, y debe basarse en la
observación de los niños, la evaluación de sus posibilidades y el conocimiento de sus
intereses.
persona adulta; detrás de esta apariencia, el nacimiento del hijo puede despertar
nuevos modos de relación y poner en movimiento algunos mecanismos escondidos;
no basta con hacer una descripción de la madre tal como es, sino que se debe
intentar comprender lo que el niño representa para la madre, y esto no sólo a
través de la actitud objetiva de ésta sino teniendo en cuenta los mecanismos
inconscientes que son la base de esta actitud. Además, si no se profundiza
suficientemente en el análisis de la madre, lo que ella nos ofrece de su propia
personalidad y que puede no ser más que una fachada, corre el peligro de hacér
nosla clasificar racionalmente en uno u otro grupo, pero el niño puede sentir
detrás de esta fachada la realidad que un análisis objetivo no permite siempre
desenmascarar. Para conocer mejor a la madre hace falta, como señala M. Gerard,
estudiar detalladamente el comportamiento de estas madres para determinar la
influencia d e ' las variaciones mínimas en su modo de alimentar, de sostener o de
bañar al niño, de hablar, de cantar, de sonreír o de fruncir el ceño; es necesario
también apreciar la constancia o la falta de constancia de todas estas actitudes así
como las reacciones del niño. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que el
comportamiento de la madre puede modificarse por las respuestas o los ofre
cimientos del.niño y sus reacciones hiperactivas o pasivas. Según el tipo de estas
reacciones, la madre puede elaborar reglas que repercuten en el niño o refuerzos
racionales de su actitud inconsciente.
Aunque las reacciones del niño están íntimamente relacionadas con los cuida
dos de la madre, no puede olvidarse que antes de la organización del Yo el niño
puede presentar modos de conducta personales que pueden inducir la actitud de la
madre. No se trata necesariamente de la activación de funciones específicas sino
de necesidades, de modos de acción, de demandas de satisfacción, de expresiones
cuya insatisfacción corre el peligro de producir un trastorno.
Muchos autores hablan de constitución psicosomática infantil; pero esta noción
puede interpretarse de formas diversas. 1. Richmond y otros han estudiado la reactivi
dad autónoma del recién nacido y, en especial, el desarrollo de las relaciones cortico-
autónomas. Según estos autores, existe una amplia variación individual en los recién
nacidos en lo que respecta al ritmo cardíaco, a la temperatura cutánea y a las respuestas
del sistema nervioso autónomo, lo que exige a la madre una gran flexibilidad.para res
ponder a las necesidades individuales de su lactante. Además de la cantidad y de la
cualidad de las experiencias de gratificación de las necesidades, la regulación de las ten
siones es importante para la realización de la homeostasia somática y fisiológica. Debi
do al estado de impotencia del lactante, los modelos de respuestas fisiológicas depen
den de la cualidad de los cuidados maternos al principio de la vida. La repetición y la
modificación de estos modelos en un amplio campo de relaciones con personas distin
tas parecen importantes para el desarrollo de las reacciones psicosomáticas más tardías.
M. Fries piensa que el nivel de actividad representa una vitalidad y una cualidad
resistente que, frente a la amenaza del medio ambiente, transforma el modelo de
comportamiento, fil desarrollo de las defensas psicológicas es distinto según que el
nivel de actividad sea elevado o bajo; este nivel está determinado por factores gené
ticos, experiencias psicosomáticas de la vida fetal y de la nutrición y por el compor
tamiento de los padres.
Algunos autores han descrito determinados tipos de niños; niños fuertes, niños
débiles, personalidades sensibles o vulnerables, niños “alérgicos a los stress emocio
nales” (P. Pinkerton).
Ya hemos visto que la mayoría de autores insisten sobre el comportamiento
tónico particular de los niños que padecen cólicos del primer trimestre. M. Fain
760 GRANDES SÍNDROMES
que es el proceso inverso del primero y que se asocia a una vuelta al régimen del
proceso primario, y que se debe a un fracaso de la neutralización, lo cual constituye
una de las primeras barreras contra los stress fisiológicos. En esta época, la emer
gencia de los fenómenos somáticos está relacionada con la función del Yo; la regre
sión del Yo, especialmente la prevalencia de los procesos primarios, puede producir
el fracaso de otra función esencial del Yo: la facultad de neutralizar la agresión.
Según M. Schur, parece que existe un cierto paralelismo entre la prevalencia de los
procesos del pensamiento primario, el fracaso de la neutralización y la “resomati
zación” reactiva.- La regresión fisiológica y sus consecuencias dependen de factores
congénitos y del medio que, juntos, determinan la constelación del desarrollo del
Ello y del Yo, la predisposición a la angustia (o mejor a tipos regresivos de angustia)
y la elección del órgano reaccionante. La reacción individual depende de las carac
terísticas de la regresión, mientras que el Yo puede tolerar una regresión escogida
controlada o incluso buscarla y sentir placer, la reacción regresiva en la angustia es
vivida por el Yo como un peligro. Un análisis meticuloso de este fenómeno puede
mostrar diversos tipos de organización, unas veces el Yo intenta desesperadamente
restablecer el equilibrio, restaurar el proceso del pensamiento secundario y ponerse
de nuevo a operar con la energía neutralizada, lo cual producirá una angustia
controlada, otras veces nos encontraremos frente a una situación de regresión
completa en la cual la tentativa de restauración ha sido abandonada o ha fracasado,
dando lugar a una situación de angustia no controlada. Entre estos dos extremos
tenemos que enfrentarnos, según M. Schur, con una serie complementaria de respues
tas. En la angustia controlada pueden esperarse reacciones diferentes no sólo en
cantidad sino también, en cualidad, diferencias que se extienden a los. fenómenos de
descarga somática. Los conceptos de ansiedad controlada y no controlada son para
lelos a los de agresión controlada y no controlada. Las manifestaciones somáticas de
la agresión deben, en analogía con la ansiedad, depender de la condición total del
individuo comprendiendo en todo momento la suma total de todos los factores
congénitos y del medio interdependientes e intrincados y, como en la ansiedad, es
posible qué las manifestaciones somáticas de estas múltiples facetas de agresión
difieran no sólo en cantidad sino también en cualidad.
* ■
* *
puede manifestarse más que a través de determinados sistemas. Sólo más tarde, con
la aparición de una motilidad más libre, de una organización sensorial, de una verba-
lización y con la organización del pensamiento, el sujeto podrá “ actuar experimen
talmente con pequeñas cantidades de energía” (S. Freud) y el mundo visceral ad
quirir una cierta independencia. Pero en esta época, cuando las emociones no se
manifiestan ni en la acción ni en la verbalización, la expresión del conflicto se hará a
través de la vida végetativa, a través de determinadas afectividades exageradas o
anacrónicas. Así, aunque los órganos han tenido un sentido en su expresión en un
momento de la evolución, este significado se pierde niás tarde; pero durante d eter
minadas fases - evolutivas, mediante un proceso de retrogénesis, pueden volver a
situarse en un primer plano mediante la vuelta a una somatización.
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C A P IT U LO X X I I
EL NIÑO Y SU FAMILIA
Cuando se trata del “marco familiar” , se acostumbra a hacer una referencia implí
cita a la familia occidental o, precisando más, a la familia nuclear: el padre, la madre
y los hijos. Es corriente hablar del padre y de la madre como si cada uno tuviera un
rol universal equivalente. Ahora bien, sabemos positivamente que el marco familiar y
sus factores están intimamente ligados a las estructuras de una determinada sociedad
en un momento dado, pudiendo ser patriarcales, matriarcales o sencillamente dife
rentes y no obligatoriamente malas porque no respondan a los cánones occidentales.
E incluso habría que precisar el calificativo “ occidental” . ¿Qué tienen en común el
marco familiar de los niños mediterráneos y el de los niños del Norte de Francia o
sencillamente el marco familiar del niño del campo y el del niño de la gran ciudad,
por ejemplo? Además, se ha hablado muchas veces de la relación madre-niño (buena
o mala) sin ninguna referencia a su entorno y especialmente el rol del padre del
niño, esposo de la madre. Añadamos que la familia occidental nuclear clásica está
actualmente en plena mutación.
Debemos comprender lo que sigue teniendo en cuenta estas restricciones. Arbitra
riamente, tratemos de considerar los roles de los diferentes miembros de la situación
triangular.
Según las investigaciones de K. Abraham y de Mélanie Klein, el niño reacciona ya en
una época precoz con angustia y hostilidad frente a su madre porque ésta no puede
satisfacer a todos sus deseos instintivos incluso si le da todo lo que le es posible.
Según D. W. Winnicott, en la preocupación materna primaria, es necesario que la
madre sea capaz de llegar a un estadio de hipersensibilidad, casi una enfermedad,
para comprender a su bebé. Concede un valor especial a los cuidados matemos, al
holding (traducible por “conservación” o “mantenimiento” ) que protege al niño
de los riesgos psicológicos, tiene en cuenta la sensibilidad, comprende toda la rutina
de los cuidados diurnos y nocturnos así como la adaptación a los cambios debidos al
crecimiento y desarrollo. Sin embargo, D. W. Winnicott piensa qüe “ la necesidad de
un buen entorno (absoluto al principio) se convierte rápidamente en relativa. La
madre ordinaria es suficientemente buena. Si lo es, el bebé llega a ser capaz de paliar
las deficiencias de la madre, a través de su actividad mental. Ésta transforma un
entorno bastante bueno en un entorno perfecto, es decir transforma una falta rela
tiva de adaptación en una adaptación lograda. La facultad de comprensión del niño
permite a la madre no ser del todo perfecta” . Para dicho autor, la satisfacción puede
aniquilar el objeto en la medida en que mata al deseo, constituyendo la razón de
que los recién nacidos no estén siempre felices y contentos, contrariamente a lo que
se piensa por regla general después de una comida que los ha satisfecho. La madre
770 E L N IÑ O Y L O S G R U PO S S O C IA L E S
I. — EL G R U PO P A D R E S -N IÑ O
La noción del grupo padres-hijos es una manera más sencilla de abordar el pro
blema de un caso restrictivo de relación sin olvidar, no obstante, que esta relación
forma parte integrante de la comunidad (en el amplio sentido del término) cuyas
reglas son hereditarias.
Pueden describirse varios tipos de padres patógenos. R. Laforgue y J. Leuba, han tratado las
madres patógenas y que N. Porot llama las “madres abusivas”.
- La madre virago que desviriliza a su hijo por sus excesivas exigencias, es una mujer que no ha
acedado su feminidad, que se muestra agresiva con el hombre, que es feminista por odio y por
placer, sufragista por los derechos de la mujer y no de la igualdad de derechos en la pareja; este
tipo de mujeres se casa frecuentemente con hombres débiles o debilita a los hombres más o menos
fuertes y, al mismo tiempo; hace tambalear el grupo familiar.
—La madre escrupulosa en exceso, ansiosa, que no sabe cómo actuar con sus hijos; madre
perfeccionista que encuentra en determinados rituales una manera de resolver la forma de la reía-
EL NIÑO Y SU FAMILIA 773
ción afectiva con el niño; mujeres asépticas, lüpcrordenadas, que quieren a su hijo a través de las
reglas rígidas que las tranquilizan.
- La madre para quien el niño es, bien objeto de satisfacciones que ella no ha encontrado en
otra parte, bien objeto inconsciente de chantaje con los demás, o bien objeto que representa la
transfiguración de un amor no experimentado profundamente pero racionalizado bajo la forma del
deber. Se puede citar también:
- Madres cuyo odio es manifiesto: se trata de las “contramadres” de H. Bazin, “cuyos senos
son ácidos”. Son, con frecuencia, mujeres que no han aceptado el alumbramiento o que se decep
cionaron por la llegada de un lujo que no era del sexo esperado. El odio de la madre desencadena
de rechazo el odio y, a menudo, la rebeldía en el niño.
Recientemente se lian delimitado los diversos tipos de padres patógenos tal como ya se había
hecho respecto a las madres; se han descrito los siguientes:
—El padre ausente: dimisión del papel del padre que entraña alteraciones por defecto de auto
ridad (L. Michaux, J. Sutter), tesis que nos parece discutible porque autoridad no quiere decir
necesariamente presencia y mucho menos presencia calurosa y tranquilizadora. Un padre puede
desaparecer, bien porque la madre esté demasiado presente o porque se sienta incapaz de tomar
responsabilidades. En ambos casos el niño no se siente seguro.
—El padre rígido: la rigidez del padre se caracteriza por un lüpcrmoralismo, un exagerado
sentido del deber, un dominio en minutos del horario cotidiano. Estos padres quieren que sus hijos
sean como ellos o mejores que ellos, que lleguen hasta donde ellos no pudieron llegar.
. - El padre cruel: la crueldad y el odio son más frecuentes en el padre que en la madre. Ambos
se caracterizan por un exceso de autoridad, por imposiciones arbitrarias, por la crueldad moral.
H. Flavigny piensa si no es la mayor o menor gran carencia del padre lo que va a modular el grado de
influencia o de resonancia sobre el niño de una madre más o menos patógena.
Pero al lado del autoritarismo intolerante y de la violencia, escribe G. Mauco, al lado de la
renuncia y la abdicación, hay una conducta paterna menos aparente pero también perturbadora y
sofocante: el patemalismo. Al igual que el matemalismo, oculta su autoritarismo bajo una aparien
cia de amor vigilante.
Hay padres que rechazan y padres que superprotegen. Muchos autores se lian asomado al problema
que plantean ambas actitudes. P. Ostcrrieth observa una similitud compuesta por un haz de rasgos
comunes entre los “rechazados” y los “superprotegidos”, ya señalada por otros y que él resume así:
egocentrismo e incapacidad para despegarse de si mismo; huida del contacto con la realidad y ten
dencia a refugiarse en la ensoñación y lo imaginario; dificultades en el contacto con los semejantes;
pasividad, falta de iniciativa c incapacidad para defenderse; sentimiento de inferioridad y no-valía;
dependencia y propensión a “seguir siendo pequeño”; falta de interés por el futuro.
Hubo una época en que la autoridad paterna era aparentemente aceptada por no
decir reconocida.
P. Ostcrrieth afirmaba en 1958 que lo característico de nuestro tiempo consiste en que el niño
aparece hoy como un compañero del adulto y no como el objeto de sus cuidados o de sus afanes
educativos, y en la tendencia a aceptarlo a la vez como niño y como individuo.
Desde 1963, una copiosa literatura (M. Mitscherlich, 1963; G. Mcndcl, 1969; A. Stephane, 1969;
S. Lcbovici y R. Crémieux, 1970) presta atención a la agravación de las dificultades de identificación
con el padre. Para S. Lebovici y R. Crémieux es la identificación primaria la que triunfa. Ya no se
dice: “El hijo se parece al padre”, sino “el padre tiene el mismo carácter que el hijo”. A. Stephane
(1969) caracteriza esta situación por la evitación recíproca del conflicto de las generaciones (véase
caps., III y XXV). Para M. Mitscherlich, el padre constituye un engranaje anónimo en nuestra tecnifi-
cada sociedad, sin posibilidad de organizar el ideal del Yo.
S. Lebovici y M. Soulé observan que todos estos autores están de acuerdo en constatar que la
culpabilidad falta, pero que la depresión de culpabilidad conduce a la exaltación de un ideal del Yo
artificial y desconflictualizado.
Puede que las anteriores descripciones hayan sido útiles a veces, pero no suficientes
para explicar una desorganización infantil. Si queremos comprender la relación exis
774 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
tente entre las motivaciones inconscientes de los padres o su conducta aparente y las
dificultades de orden emotivo del niño, tenemos que analizar con mayor profundi
dad la organización del conjunto del inicrogrupo que representa la familia y no sola
mente con relación a los padres, pues comporta todo un sistema de relaciones inter
dependientes y no basta con conocer las relaciones parciales de determinadas perso
nalidades de este grupo para comprender el problema de su complejidad.
Es necesario saber que (aparte del rechazo materno en el plano de lo real) existe
también un rechazo materno en el plano de lo imaginario. En efecto, el niño puede
sentir a la madre'como rechazante en razón de atributos personales de los que ella
no es responsable, con motivo del modo de relación madre-hijo en la que el rechazo
puede ser una manifestación del inconsciente de la madre o un sentimiento incons
ciente del niño, o debido a que el niño expresa ciertas frustraciones en forma de
rechazo. Como siempre existen frustraciones en el curso de la relación madre-hijo,
siempre hay en un momento dado, en lo real o lo imaginario, un sentimiento de
rechazo en el niño. Hay que tener en cuenta estos hechos cuando se utiliza la noción
de madre rechazante.
No hay ninguna duda de que (M. Rutter, 1971) los conocimientos y concep
ciones erróneas,, asi como los mitos sobre los efectos de los diferentes modelos de
criar a los niños son legión; generaciones de médicos, psicólogos, enfermos y educa
dores pontificaron sobre lo que los padres necesitan saber para educar a sus hijos de
manera que lleguen a ser adultos con buena salud y bien adaptados. Para M. Rutter,
los resultados de las investigaciones no pudieron mostrar ningún efecto significativo
proveniente de modelos de alimentación, destete, aprendizaje esfinteriano, siendo las
consecuencias de los diferentes pattern de disciplina extraordinariamente débiles.
Es imposible definir la madre y el padre ideal. Los mejores padres son los que
conservan su espontaneidad intuitiva, sienten las necesidades del niño y dan las
respuestas adecuadas. No son obligatoriamente permisivos a priori, tampoco rígidos,
pero aseguran una cierta continuidad y son siempre, sin fastidio, receptivos a las
demandas. Saben mantener una cierta distancia delante de una posición crítica,
psicológicamente normal, de un niño determinado, en una época determinada.
Tenemos que reconocer que si aún existen padres así, tienen mucho mérito
porque la toma de posición de los “ técnicos” en la materia, tanto en la literatura
especializada como en las obras de vulgarización, sobre todo en los dos primeros
decenios de la segunda mitad de nuestro siglo, no les habrá facilitado la tarea.
Asimismo tenemos que reconocer que la actitud culpabilizadora y agresiva (frisando
a menudo en el juicio moral) para con los padres y sobre todo para con las madres,
víctimas propiciatorias, ha sido sin lugar a dudas muy nefasta. Ni que decir tiene que
no negamos la existencia de problemas, pero las situaciones extremas no pueden
tener el valor de generalidad.
La imagen de los padres tal como nosotros los vemos no corresponde forzosa
mente a lo que los niños experimentan en el curso de la interrelación. Además, la
descripción hecha por el niño puede ser la consecuencia de una ambivalencia, sir
viéndole para ocultar conflictos internos que le han llegado a ser propios; utiliza
imágenes distorsionadas de los padres para salir de sus contradiciones personales.
Podemos ayudar a que los padres comprendan esta ambivalencia. El odio expresado
por el niño no quiere decir que los padres sean necesariamente “odiables” , como
tampoco el asentimiento del niño frente a actitudes rígidas significa que los padres
sean “amables” .
Sea lo que sea, el hecho de que los padres hayan podido vivir las actitudes o
comentarios del terapeuta de su hijo como peyorativos respecto a ellos es altamente
E L N IÑ O Y S U F A M IL I A US
perjudicial. En la practica, por otra parte, los fracasos que algunos de dichos técnicos
experimentaron en su rol de padres constituyen por lo menos la prueba de lo injusto
de estos juicios tan cierto como que la crítica es fácil y el arte difícil.
Si S. Frcud pudo afirmar que hagan lo que hagan los padres, lo hacen mal:
demasiado o no lo suficiente, E. Bergler escribió: “ Lo peor que pueden hacer los
padres neuróticos es obligar al niño a crear defensas inconscientes específicas y
temporales, mientras que los mejores padres normales no pueden impedir malen
tendidos infantiles específicos” . “ El hecho de que el niño perpetúe o renuncie al
malentendido o las defensas improvisadas depende de su personal elaboración
inconsciente”.
A. Dührssen concede una importancia muy grande a los deseos y esperanzas de
los padres con relación a sus hijos. A este respecto, su actitud será completamente
diferente según que el niño haya nacido deseado por ambos padres, por uno de
los dos solamente, contra la voluntad de ambos o de uno de los dos, y según la
actitud del resto de la familia para con él y con relación a los niños de la paren
tela. Las esperanzas de los padres pueden verse frustradas por el sexo del niño que
no corresponde al deseado, por su aspecto físico, por sus dotes intelectuales o la
cualidad de sus aptitudes (manuales y no intelectuales, p.'ej.), o incluso por el ritmo
personal del niño quc.no corresponde al tiempo de uno u otro de los padres. Los
padres pueden tener afección o antipatía particular hacia uno de los hijos; en este
caso es importante saber si el amado o rechazado lo es por el más débil o por el
dominante de los padres. El favorito del progenitor más débil tendrá un porvenir
completamente diferente al de los otros hermanos y hermanas preferidos por el
dominante.
En su estudio sobre la actitud de 165 mujeres con respecto al nacimiento de un
niño y en su apreciación de la morbosidad psiquiátrica en Suecia, A. Nilsson (1970)
se sorprende por el elevado número de embarazos no planificados (57,3%) y no
deseados (39,4%); observa relaciones entre embarazo no deseado y embarazo resen
tido como un handicap seis meses después del nacimiento del niño, así como la
presencia de síntomas psiquiátricos durante el embarazo y el período posparto. Sin
embargo, seis meses después del nacimiento, el 73,3% de las mujeres en cuestión
consideraban el embarazo como un acontecimiento positivo y “ feliz”.
Señalemos que en un estudio de J. R. Wolff y cois., el 80% de las mujeres con un
hijo nacido muerto tomaron la decisión de tener un nuevo embarazo inmediatamente
después.
Aparte del posible amor hacia su hijo, cualquier padre tiene un determinado ideal
de niño que a menudo corresponde a un modelo social concreto, a un modelo
personal dichoso o a un ideal de sí-mismo que quisiera vivir en el hijo, por no haber
podido realizarlo él mismo. Aunque sea humano desear un futuro feliz para su hijo,
siempre hay que temer que un modelo estático de niño ideal se convierta en una
regla que impida el completo desarrollo específico de cada uno.
Como dice A. Dührssen, toda familia tiene una historia y es necesario investigar en su pasado si
queremos comprenderla en un determinado momento; entender, por ejemplo, los motivos del ma
trimonio, la calidad de los sentimientos que lo decidieron, el papel desempeñado por los problemas
socioeconómicos. ¿Cuál de los padres tomó la decisión? Si, a veces, la pareja es el resultado de un
encuentro azaroso, en otras ocasiones es el fruto de una elección deseada inconscientemente. Si,
por ejemplo, la clccoión del compañero dependió de que éste se dejara dominar o si ha sido la
culminación de una búsqueda de complcmcntaricdad entre ambos; y, en este caso, si la comple-
mentariedad lo era de cualidades opuestas o bien la adición de cualidades equivalentes.
La afinidad en la pareja desempeña un papel cierto en la situación triangular padres-hijo, pero,
M A C AI T A n A M ir n iA
776 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
como toda vivencia dilectiva, es difícil de comprender y, singularmente, de explicar. Ningún esque
ma puede explicar el vínculo “dilectivo” entre los miembros de la pareja, ni entre ellos y el niño
cuando aparece éste, ni los cambios que imprime cada nuevo nacimiento. Son numerosos los auto
res que han tratado de la necesidad de que la unión de la pareja se equilibre a través del niño. Si la
pareja oonsigue por ello que su unión se convierta en un verdadero matrimonio (en la acepción que
le da Nora en Casa de muñecas, de Ibsen), es decir, un verdadero intercambio, y ha encontrado,
como dice J. Maisonneuve, “el sentido último de la afinidad: el acceso a esta intimidad común, a
este “nosotros” vivido, cuya falta determina que toda connivencia narcisista quede en precario y
aparece facticio desde que uno de los compañeros descubre la.soledad”, aquella pareja es, sin duda
alguna, gratificada y enriquccedora por el niño. Hay, pues, parejas que han encontrado la intimidad
comunal del “nosotros” y otras cuyo equilibrio resulta del hecho de la complementariedad de los
compañeros. Ni que decir tiene que toda pareja no puede forzosamente y en todo caso recondu
cirse a un tipo preciso y que hay supuestos intermedios, dado que el vinculo afectivo no es el
resultado únicamente de la complementariedad de las necesidades, sino que estas dependen tam
bién, como dice J. Maisonneuve, de muchas similitudes, que conciernen no sólo a la adhesión a los
mismos intereses y a los mismos valores, sino también a la expresión de ciertas necesidades y a la
posesión de ciertos rasgos. Añadamos que el equilibrio puede derrumbarse a causa del “pigmalio-
nismo” de una de las partes que, transformando a la otra, modificará sus necesidades y le hará
tomar conciencia de la facticidad de este equilibrio.
Las tipologías de las parejas, tal como han sido descritas por determinados auto
res no corresponden más que a rasgos de carácter y conducta que no responden ne
cesariamente a la profunda realidad. Como dice L. Kubie, si hay factores neuróticos
en cada ser humano, los habrá también en cada matrimonio. La principal fuente de
desdichas en el matrimonio estriba en la discordancia entre las demandas conscientes
e inconscientes de cada cual tal como se manifiestan en la elección del cónyuge y en
la evolución ulterior de sus relaciones. Las predicciones sobre el futuro de un matri
monio, fundadas en elementos conscientes, tienen un valor reducido. Es difícil prever
dicho futuro por depender de factores que no siempre están claros y sí en funciór
de cada uno de los cónyuges y de la evolución de la pareja en sí-misma. Y es por
que, en palabras de L. Kubie, “un matrimonio feliz es a lo sumo un accidente feliz”.
Es importante saber todas estas cosas para comprender las reacciones de los pa
dres frente a los hijos, pero es necesario conocer además la historia de su desarrollo
personal que presidió el modo de organización de su personalidad en el marco de la
propia familia (influenciando la elección del compañero-a en su matrimonio), del
mismo modo que interesa conocer el grado de dependencia emotiva y profesional del
momento con relación a sus propios padres.
En efecto, los abuelos desempeñan un rol importante en la atmósfera familiar y
están lejos de ser siempre nefastos como se ha dicho muchas veces. Son diversas las acti
tudes que pueden tener con relación a los niños; algunos consideran su influencia sobre
los nietos como extraordinariamente perniciosa; sin embargo, pueden aportar una ayu
da muy eficaz cuando trabajan ambos padres. Su acción depende de las interferencias
en el plano de la educación de los niños y de la tendencia a reemplazar padre y madre
prodigando consejos a menudo anticuados. Además, el niño puede explotar su afecto
con exigencias muchas veces tiránicas. Más aún, los abuelos son al mismo tiempo sue
gros capaces de interferirse en la organización emotiva y educativa de los niños por el
modo de relaciones particulares que crean con la pareja hija-yerno o hijo-nuera.
El niño, por su parte, no es un ser únicamente pasivo, pudiendo ser modelado
por la acción dé los padres, sino que tiene un determinado número de características,
un cierto tipo de reactividad o de espontaneidad, una energía o una placidez, pudien
do responder a factores innatos que serán difícilmente aceptados por los padres; ade
más, aparte del papel desempeñado por sus características hereditarias, reaccionará de
nt ; n A
EL NIÑO Y SU FAMILIA 777
manera distinta ante las tensiones familiares, según su edad, su conformación y su es
tructura personal; dicho de otra manera, reaccionará según el momento en que tales
tensiones familiares vayan a influir en este cuadro infantil, pero ya estructurado
sobre bases interpersonates. Si admitimos que un niño se forma desde el punto de
vista longitudinal y adquiere una estructura particular en corte horizontal, la influen
cia psicológica externa depende del momento en que se manifiesta y, al mismo tiem
po, de la forma que adopta la estructuración de la personalidad en ese momento. En
realidad, de una biografía sólo conocemos los grandes acontecimientos valorados p or
el hecho de que se les juzga traumáticos, pues el nifio puede estar o sentirse frus
trado sin haber vivido frustraciones reales. Su vida fantasmática, aun estando ligada a
la madurez de las relaciones, tiene autonomía propia y debe tenerse en cuenta al
lado de , las frustraciones precoces realmente vividas. Una maduración prematura,
desde el punto de vista m otor y perceptivo, puede crear demandas excepcionales
imposibles de satisfacer o que el niño no pueda asimilar a causa del nivel de su
madurez biológica u otras razones similares. Estos desfases son fuente de malas
estructuraciones que enfrentan al niño con sus propias contradicciones, sin que sus
padres puedan ayudarle a resolverlas.
El tipo de organización de un niño no puede explicarse en función del modo de
relación directa padres-niño. En realidad, las cosas importantes son: lo que los padres
ofrecen y lo que hay detrás de esta oferta; lo que el niño recibe y cómo lo experi
menta en el plano de lo real o de lo imaginario; cómo responde a la oferta de sus
padres; cómo los padres sienten esta respuesta. Sólo desde esta posición podremos
comprender el valor propio de las ofertas y los rechazos. La carta del escritor Franz
Kafka a su padre aclara bastante este problema: “ En el fondo —escribe a su p a d re -
eres tierno y bueno (esto no se contradice con lo que sigue y sólo hablo de la impre
sión que causabas al niño) pero los niños no tienen siempre la paciencia o el valor de
buscar hasta el fin la bondad (...). Confiabas en ti tan generosamente que, aun si lle
gabas a ser inconsecuente contigo mismo, te dabas, a pesar de todo, la razón (...). A
mis ojos adoptabas ese carácter enigmático que tienen todos los tiranos cuyo dere
cho está fundado sobre su propia persona y no sobre la razón (...). El más grave
obstáculo a mi matrimonio reside en mi inquebrantable convicción de que, para for
mar y gobernar una familia, me hubiera sido necesario reunir todo lo que de bueno
y malo reconocí en ti, inextricablemente enmarañado: tu superioridad y tu manera
de burlarte de los demás, tu robusta salud que no cede ni ante los excesos, tu'elo-
cuencia irreplicablc, esa satisfacción de ti mismo acompañada del desprecio del pró
jimo, tu profundo saber que se convierte en tiranía, tu conocimiento de los hombres
y, junto a él, tu desconfianza (también tus cualidades sin defecto, como tu capaci
dad de trabajo, tu perseverancia, tu presencia de espíritu, tu osadía, etc.).” Por otra
parte, Franz Kafka escribe, en una carta a su hermana: “Los padres arrebatan al
niño, paso a paso, todo derecho a la personalidad y, a partir de ahí, pueden incapa
citarlo permanentemente para ejercitar correctamente sus derechos.” Hay ahí “ una
desgracia que afecta tan gravemente a los padres como a los hijos” .
Leyendo esto, podemos damos cuenta de qué relativos son nuestros modos de apro
ximación. Podemos pensar que sólo de estudios biográficos profundos y de psicotera
pias de larga duración se pueden extraer las estructuraciones patológicas y los modos de
relaciones anormales entre padres e hijos. Esto no significa que neguemos todo valor a
los estudios realizados hasta ahora, pero sí es preciso conocer los límites para utilizar
mejor las aportaciones. A este propósito, es muy interesante y útil la investigación de
M. Rutter (1971), el cual confrontó con sus trabajos los resultados obtenidos por dife
rentes investigadores. La tendremos en cuenta a menudo en el curso de este capítulo.
778 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C I A L E S
Las descripciones de las familias nucleares tal como lian sido hechas corresponden
a una concepción estática que no tiene en cuenta el hecho de que los marcos socia
les están en transformación a consecuencia de la industrialización, mejora de los
medios de comunicación, extensión de los medios de información, reivindicaciones
de las mujeres relativas a un reparto más justo de su rol en la sociedad y a causa de
la precoz toma de conciencia de la juventud actual frente a problemas que no había
afrontado hasta ahora.
Lá frase de Confucio, puesta de relieve por A. L. Gall, está más que nunca de
actualidad: “ Recuerda que tu hijo no es tu hijo, sino el hijo de su tiempo” .
Desde la más tierna infancia, el problema de hoy ya no se plantea de la misma
manera. Si antiguamente la madre en el hogar y la lactancia constituían el funda
mento de cualquier núcleo familiar y si ulteriormente la madre siguió siendo la
Vestal por su permanente vigilancia y considerada siempre como calurosa, actual-
mente la legión de madres que trabajan plantean el problema de la lactancia artificial
y custodia de sus trijos durante las horas de trabajo.
Nos hallamos frente a dos concepciones: 1) la de los que detentan la antigua
fórmula, sin posibilidad de mantenerse sin un mínimo de modificaciones; y 2) la
de los que consideran que la nueva fórmula no es perjudicial y están de acuerdo
con Margarct Mead cuando sugiere que la campaña sohre los males de la separa
ción madre-hijo responde a una tentativa más de ios hombres para anclar las mu
jeres a la casa.
Para M. Rutter (1971) es importante “que comprendamos exactamente qué cla
se de. crianza necesita un niño y, de manera precisa, que factores provocan un tras
torno psiquiátrico en los niños” . “Pero no lo sabemos, y el no reconocimiento de
nuestra ignorancia ha llevado a declaraciones confiadas y contradictorias” . “Nuestra
ignorancia, en calidad de tal, no es nociva, pero sí nuestro hecho de saber, cosas
que no son ciertas” . Según M. Rutter, nuestras teorías sobre la importancia de la
familia se han multiplicado y llegado a ser ciertas de manera creciente, mucho antes
de saber cuáles son los hechos que las teorías tienen que explicar.
A menudo se han descrito las relaciones entre la pareja y el niño como una rela
ción casi permanente con un miembro de la familia. Pero, de hecho, no es el caso
más frecuente en la sociedad actual. La situación de las madres que trabajan consti
tuye un ejemplo de muy breves separaciones recurrentes y de cuidados matemos
dispensados por diferentes figuras maternales. Basándose en sus estudios epidemioló
gicos y en una revisión de la literatura, M. Rutter (1971) rechaza la noción de que
un contacto ininterrumpido madre-hijo (completa ocupación de la madre en la
crianza del hijo) es necesario para la salud mental y que la utilización de las guarde
rías infantiles podría ocasionar un perjuicio permanente. No existen pruebas, añade,
de que dos niños sufran por tener varias figuras maternas (durante tanto tiempo)
como relaciones estables y por los buenos cuidados que cada una le procura; de
hecho, los cuidados de la guardería no se interfieren necesariamente en el afecto
normal entre madre e hijo (B. M. Cadwell y cois., 1970).
1. Lézinc X1972) describe la evolución de las guarderías de antaño, ambientes po- •
bres afectivamente, cuyos efectos nocivos se pusieron en evidencia (véase capítulo
“Carencias afectivas, sociales y sensoriales” ), hasta las guarderías actuales en las que
se ha intentado apartar todos los peligros denunciados por los investigadores que
E L N IÑ O y S U F A M IL IA 781
No podemos tratar aquí todos estos problemas culturales; escogeremos dos ejemplos: la “familia
africana” (véase cap. IV) y la comunidad kibboutz; la primera porque forma parte de la historia
social de un tipo de civilización; la segunda porque se creó en todos sus detalles para ser el ve
hículo de fines, diversos: nacional, educativo y social, con vistas a abrir la vía a una nueva vida
cuyo ideal consistía en implantar una verdadenj igualdad y un colectivismo auténtico.
En los kibboutz los niños son educados en colectividad en “casas” reservadas para ellos. De 0 a
18 meses, están en la “Guardería”. El grupo de niños que ulteriormente vivirán juntos es reunido
en una sola casa. Allí les cuida su madre, así como 'una Metapelct (nodriza, educadora cualificada)
hasta los 6-8 meses, durante los cuales la madre se habrá ido descargando progresivamente de los
cuidados de su niño en favor de la Metapelet, antes de tener que reemprender su trabajo.
782 E L N IÑ O Y L O S G R U PO S S O C IA L E S
A los 18 meses son transferidos a la Home d'enfants en donde vivirán hasta la entrada en el
Jardín de los pequeños (3 a 4 artos). J.ZelIcrmayer y J. Marcus señalan que el empleo del tiempo
diario está desde entonces en manos de la Melapelet (comida, actividades organizadas, etc.); sin
embargo, el contacto con la familia subsiste no solamente durante la “hora familiar” por la tarde,
en que la familia se reúne en la sala de los padres, sino también a lo largo de la jomada a través de
las cortas y regulares visitas de los padres y de los hermanos a la lióme o las visitas de los peque
ños al lugar de trabajo de sus padres.
A partir de los 3-4 artos, el grupo pasa al “Jardín de los pequeños”, luego sucesivamente hacia
los 4-5 años al “Jardín de los medianos” y a los 7-8 años al “Jardín transitorio” cuya última
actividad está dedicada a una preparación escolar (primeras nociones de lectura y de cálculo, juegos
que tienden al desarrollo de la creación libre, actividades de grupo y cooperación).
Seguidamente, el grupo entra en la Escuela primaria donde aumenta la importancia concedida a
los aprendizajes escolares, juntamente con un compromiso progresivo en un verdadero trabajo con
responsabilidades (en la granja de los niños) de trabajos fáciles en su propio jardín y en el “rincón
de los animales”, propiedad suya. Así (dicen J.ZelIcrmayer y J.Marcus) la existencia de esta
“sociedad de los niños”, en la que cada uno tiene un rol independiente y responsabilidades, prefi
gura un factor importante para el período ulterior de la adolescencia. En efecto, al tiempo de la
adolescencia, el joven del kibboutz entra en la llamada “sociedad de los jóvenes”. Dicen J. Zellcr-
mayer y J. Marcus que la estructura precisa de. esta sociedad de adolescentes varía según los
kibboutz, pero que en cualquier caso se caracteriza por un cierto grado de separación física de los
padres. Los adolescentes disfrutan de un estatuto completo en el medio kibboutz en el que debe
rán contribuir a la prosperidad de la sociedad no solamente con sus estudios sino también con su
trabajo. El adolescente soporta un fuerte programa de estudios secundarios y de trabajo manual.
Los autores que estudiaron al niño y adolescente de los kibboutz coinciden en su opinión.
J. Zellcrmayer y J. Marcus observan que durante los dieciocho primeros meses de la vida del niño,
el rol de la madre sigue siendo central, sobre todo en lo que concierne a la alimentación y al
juego; en la situación del kibboutz, la madre normal, con un niño sano y una lactancia mutua
mente satisfactoria, puede desembarazarse de los otros aspectos (menos agradables y generadores
de ambivalencia) de la socialización y de los cuidados cotidianos. “En consecuencia, los primeros
años de la relación madre-hijo, importantes a causa de su aspecto formativo, pueden verosímil
mente ser gratificantes al máximo”. Dichos autores no creen, como dijeron algunos, que la “madre
múltiple” sea perjudicial para el niño. La idea de que el objeto simbiótico tiene que ser una sola
persona es para ellos una suposición a priori Plantean la hipótesis de que todos los cuidados y las
personas que se ocupan de ellos (comprendido el padre, el grupo de niños y el entorno) consti
tuyen juntos una Gestalt que forma parte de la imagen mental del “principio de madre”; lo cual
implicaría de una manera u otra que el kibboutz representa en su conjunto la figura nutritiva glo
bal. Observan que el procedimiento institucional por el que la madre deja una parte de los cuida
dos en las manos de otra mujer contribuye a reducir la angustia de la separación y, probablemente,
facilita el proceso global de separación-individualización. Postulan que el conflicto edipiano no
adquiriría en el' niño del kibboutz “la intensidad característica del desarrollo afectivo en el seno de
la familia nuclear” (...). Al no ser exclusivas sino modificadas las relaciones en el estadio edipiano,
la resolución ulterior del complejo se vuelve menos imperativa y menos rebelde (...). La participa
ción activa del padre en los cuidados prodigados al niño desde las fases precoces del desarrollo
implica la triangulación necesaria, impide la privación paterna y ayuda a la elaboración progresiva
de la idea de los roles masculino y femenino, condición prcv¡3 a la diferenciación ulterior de los
sexos (...). La vida en grupo (...) en el curso de los artos crea una dimensión adicional de relaciones
interpcrsonales y favorece el sentimiento de pertenecer a un grupo social. A su vez, esto ayuda a
evitar el sentimiento de anomia y de alienación durante la adolescencia (...). El aspecto estruc
turado (...) del medio adolescente permite al joven pasar la “fase de grupo” (...) sin tener que
recurrir a la organización de agrupaciones o de bandas para despegarse de los objetos infantiles”.
J.ZelIcrmayer y J. Marcus concluyen: “Lo que decimos parece ser un fiel reflejo de las condicio
nes reales de los kibboutz". Dejan sin respuesta otras cuestiones, y entre ellas: 1) ¿Cuáles son el
grado y el tipo de la autonomía del individuo con relación a los códigos del grupo? 2) ¿De que
potencial dispone el individuo para adaptarse y funcionar en un medio distinto del kibboutz?
E L N IÑ O Y S U F A M IL I A 783
En la obra de B. Bcttelheim dedicada a los kibboutz (1969), se encuentra en parte una res
puesta a estas dos cuestiones. Según él, el adolescente nacido en el kibboutz es esencialmente
cl-mismo cuando está entre los otros (...). La intimidad con los demás es en su esencia inaccesible
para muchas de las personas nacidas en el kibboutz.
En un trabajo relativo a los trastornos afectivos entre los kibboutzniks, M. Kaffman muestra las
mismas entidades psiquiátricas que en los demás sectores de la sociedad cuando hay una relación
trastornada entre el niño y sus padres. Los ideólogos creían que los kibboutz servían incluso para
proporcionar condiciones adecuadas con las que aislar las neurosis de los padres y de las madres y
evitar las contaminaciones neuróticas a la segunda generación. Pese a todas estas esperanzas, el
problema de la transmisión de la neurosis hizo su aparición en la vida de los kibboutz a su tiempo.
Ni siquiera las condiciones de vida de kibboutz aparentemente ideales podían evitar ni los con
flictos “normales” ni los “patógenos” entre padres e hijos.
I. - EL VÍNCULO FRATERNO
Y LA ESTRUCTURA DE LA COMUNIDAD FRATERNAL
Puede creerse que el vínculo fraterno es origen de amor, pero, de hecho, existen
problemas muy importantes entre hermanos; podemos imaginárnoslo come» vinculó
“ intergrupo” que da vida a cierta homogeneidad de autodefensa con relación al
mundo exterior, pero en realidad la cohesión del grupo fraterno está constituida por
los padres y, al mismo tiempo, perturbada por las rivalidades que pueden crear invo
luntariamente. A propósito de. esto, Ch. Baudouin ha dicho que “la fraternidad es en
principio rivalidad, pues los hermanos nacen enemigos” . Según P. Cahn, el niño desea
que la madre sea exclusivamente para 61, y la existencia de hermanos ocasiona ine
luctablemente, sean cuales fueren las circunstancias particulares, una rivalidad fun
dada en la experiencia de una frustración y generadora de envidia. El mecanismo de
la relación fraterna dependerá esencialmente de dos factores: la actitud de la madre,
agente y causa de la frustración al mismo tiempo; los determinantes psicosociales del
niño frustrado, como su posición ordinal entre los hermanos, la importancia del
número de hermanos, edad y sexo absolutos y relativos.
Teóricamente, si el reparto de amor materno fuera el mismo para cada uno, no
debería existir rivalidad fraternal; pero, de hecho, la rivalidad no está en relación con
un reparto equitativo, ni es el fruto de la igualdad del valor de lo que se recibe; es, a
menudo, la consecuencia de una impresión que tiene el niño de no recibir suficiente,
en función de este reparto justo o no. Por esta razón, las madres que temen, por
razones personales, ser injustas para con sus hijos y que extreman su cuidado en
repartir equitativamente su afecto, no pueden impedir la existencia de rivalidad entre
hermanos. Por el contrario, algunas madres de familia numerosa, que se sienten libres
en este reparto, dando más o menos según las situaciones, siendo capaces de res
ponder sin ninguna idea preconcebida a las necesidades personales de cada hijo,
pueden disminuir estas tensiones dentro del grupo fraterno. Para M. Sewall, las envi
dias fraternas son mucho más importantes cuando la madre está excesivamente pen
diente que cuando es despreocupada. Es indudable que la actitud de las madres abu
sivas que reviven a menudo sus propios problemas infantiles, o cuyo apego a sus
hijos no es más que la consecuencia de una insatisfacción conyugal, crea una atmós-
784 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
fcra de rivalidad; cada vez que la madre da algo, cada hijo lo siente como una dona
ción acompañada de una contraprestación de años; este mecanismo crea desórdenes
en el plano individual y, de rechazo, una desorganización en el reparto de las fuerzas
dentro del grupo fraterno, porque cada hijo tiene su propio modo de reaccionar. En
cambio, una madre despreocupada, cuya infancia transcurrió sin verdaderos pro
blemas en el plano competitivo y cuya vida conyugal es satisfactoria, puede tener un
amor extremadamente tierno para sus hijos, manteniendo, sin embargo, ciertas dis
tancias que le permite desvincularlos de sus problemas personales.
El papel desempeñado por el padre en las relaciones fraternas parece haberse mi
nimizado en demasía. Es, salvo excepciones, utilizado tanto por la madre como por
los hijos; representante de la autoridad, confirma o anula las actitudes maternas en
función de su personalidad y del modo de las relaciones conyugales. Representa una
autoridad las más de las veces abstracta, que cada hijo intenta utilizar en su provecho.
rcncias según los sexos, B. Cramer piensa que estas diferencias pueden considerarse
como características que forman un agrupamiento en los dos extremos de la misma
curva, con todos los matices de mezclas que contribuyen al perfil de cada niño o
niña. En el extremo del espectro correspondiente al niño se sitúan: una tendencia a
la descarga de los impulsos por la motilidad y un mayor grado de actividad motora;
una tendencia a la descarga de la agresión por la acción y un control bajo de los
impulsos. En el extremo del espectro correspondiente a la niña: mayor rapidez en la
maduración, los impulsos no se vierten tan fácilmente en la acción y son más contro
lados. La descarga afectiva se muestra más característicamente en el manejo de las
reacciones de objeto y los conflictos.
Las relaciones entre hermanos y hermanas no dependen únicamente de sus dife
rencias intrínsecas, sino también de la importancia concedida al rol del sexo en el
sociodrama familiar.
Algunos autores (C. P. Oberndorf) estiman que la situación edipiana refuerza el
antagonismo entre hermanos del mismo sexo y lo atenúa entre los del sexo opuesto.
Según S. Lebovici, existe una relación indudable entre el complejo de Caín y el
complejo de Edipo, ambos nacidos del deseo de posesión exclusiva de la madre, “ las
envidias entre hermanos - d ic e - son frecuentemente la proyección sobre el plano
filial de sentimientos edipianos desplazados” .
En las conclusiones de su trabajo, P. Cahn admite que “ la relación fraterna” se
sitúa entre dos polos: uno, inmanente, constituido por la pareja madre-lujo, que se
impone durante los primeros meses de vida, pero cuya disposición progresiva permite
al niño acceder a relaciones más amplias; el otro, trascendente; formado por la pareja
conyugal, cuyo primer modelo es proporcionado por los padres.
“ Sin embargo, la hermandad constituye para el niño una transición entre el res
tringido medio familiar y la sociedad propiamente dicha, una especie de aprendizaje
social cuya eficacia está en función de la actitud de los padres” . Éstos, en efecto,
corren el riesgo de obstaculizarlo: bien por una preferencia marcada hacia uno de los
hijos, que produce el efecto de alimentar la envidia de los otros hermanos; bien por
una desunión de la pareja conyugal, que trae consigo el intento de captación de los
niños por uno de los padres, quedando de este modo bloqueado el impulso social de
aquéllos y siguiendo puesto en litigio el modelo de identificación parcntal; bien por
una indiferencia total hacia la comunidad fraterna, cuya primera experiencia de
sociabilidad será negativa por ser agresiva hacia los padres.
Esta doble dependencia, dice P. Cahn, motiva la ambivalencia odio-amor que carac
teriza la relación entre hermanos, explica el ambiente conflictivo en sus orígenes y lleva
a considerarla como una fase de primera importancia en la genénesis socioafectiva.
Lo que acaba de exponerse responde a cierta realidad, pero según un estudio
metodológico sobre “ la familia agente etiológico de la enfermedad mental” . J.-P.
Spiegel y N. W. Bell consideran que es extremadamente difícil exponer y evaluar los
hallazgos procedentes de los estudios sobre las relaciones entre padres e hijos, a
causa de la falta de sistemática en el conjunto de trabajos aparecidos en la literatura.
Refiriéndose, por ejemplo, a ciertos tipos’ de comportamiento de los padres, y con
frontándolos con reacciones particulares del niño, se pueden hallar relaciones que
sean su condición necesaria pero no suficiente. La confusión persistirá mientras que
los investigadores no se ocupen más que de una parte de las relaciones existentes en
el seno de la familia que, en realidad, es un todo, no formando más que un único y
mismo sistema de relaciones interdependicntes; el estudio de una o varias de estas
¡ntcrrelacioncs, no puede reflejar la imagen exacta del conjunto. Además, estos auto
res destacan que la mayoría de estos estudios no examinan más que una variable a la
786 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
vez, olvidando el contexto y sin tener en cuenta la constante de otras variables signi
ficativas, llegando así a conclusiones erróneas. De esta manera, J. Haldane y S. Smith
destacan que ciertos hechos explicados por el orden de los nacimientos, se explican
en realidad por la edad de la madre, que crece al mismo tiempo que el número de
los nacimientos. También la mayor parte de las comprobaciones relativas al orden de
los nacimientos o a la posición dentro de la comunidad fraterna, son dudosas porque
no se han tenido en cuenta las diferencias de edad y de sexo. Lo importante no es,
quizás, el hecho de ser el primogénito o el mayor de tres hermanos, sino el ser el
primer hijo varón en una familia de tres hijas. Considerar varias alternativas al mismo
tiempo complica mucho la investigación, pero no parece posible proceder de otra
manera si quiere llegarse a conclusiones válidas y exactas. Se reprocha igualmente a
algunas de estas investigaciones el no tener bastante en cuenta, o también de enfren
tar, los factores constitucionales a los ambientales, mientras que sería interesante
ocuparse de determinar su interdependencia.
lares” tiene efecto hacia los dos años y medio. Se puede desembocar en un verda
dero sentimiento de despersonalización acompañado de un vértigo de extrafieza,
rareza, etc.
El drama de la situación de los gemelos, radica en el conflicto entre el deseo de
identificarse y la necesidad de tener personalidad propia. La separación no se vive,
generalmente, como irreparable, porque al sufrimiento de estar solo se une el placer
de la libertad; pero, a menudo, la pérdida del otro es muy sentida y el gemelo nece
sita formar una nueva pareja. Por otra parte, el matrimonio representa una amenaza
de ruptura y crea actitudes de rivalidad envidiosa.
Es interesante la relación entre padres y gemelos. No se trata de una forma de
relación entre una madre y dos hijos considerados como un ser único, sino de una
verdadera situación triangular. Como ha demostrado D. Búrlingham, el hecho de que
la madre no pueda querer a sus gemelos antes de diferenciarlos, es el origen de rela
ciones insatisfactorias que acarrean perturbaciones de su maduración afectiva. Por
otro lado, una gran parte de energía de los gemelos se utiliza para dominar y com
pensar los deseos agresivos, consecuencia de la carencia materna. D. Búrlingham ha
comprobado que cuanto más satisfactorias sean las relaciones afectivas de cada ge
melo con la madre, mayor será su tendencia a independizarse el uno del otro. Esta
disposición triangular la demuestra también E. Demarest y M. Winenstine en su tra
bajo. En sus observaciones, un hijo ha sido aceptado por la madre y el otro, rechaza
do. La gemela aceptada, que era el elemento dominante, uitlizaba a su hermana, en
ausencia de la madre, como un niño utiliza a una muñeca; cambiada (tomando el rol
activo) su rol pasivo frente a la madre, por el mecanismo de identificación con el
agresor. La gemela dominada se contentaba con utilizar a su hermana como sustitu-
tivo de la madre, ci bien no bastaba para llenar el vacío materno.
Vemos que la situación “gemelar” es un verdadero dispositivo experimental para
demostrar que la formación de la personalidad depende tanto del factor hereditario
como del ambiental, en última instancia, como dice R. Zazzo, del sistema de relación
entre el Yo y el prójimo.
Desde un punto de vista práctico, según D. W. Winnicott, el hecho de que los
gemelos experimenten o no el sentimiento de que cada uno posee una madre es muy
importante al principio. La finalidad de la madre no debe consistir en tratar a cada
niño de la misma manera, sino en intentar distinguir las diferencias de temperamento
de cada cual a fin de poder entregarse a cada uno según su temperamento. Es nece
sario que en la vida de los gemelos haya alguien que los reconozca claramente para
que no haya confusión entre ellos mismos. La madre debe tener una relación com
pleta con cada uno de ellos, procurando cuidados personalizados a fin de que uno y
otro se reconozca en su totalidad y en su unicidad.
Según A. van Krevclen, “el hijo único resulta un ser débil, insuficientemente
dotado para enfrentarse con un mundo hostil; en su lucha por la vida, es un lamen
table combatiente”. Según L. Kanner, aunque ser hijo único no constituya en sí una
enfermedad, todo el mundo reconoce que este tipo de niño tiene problemas particu
lares; el lujo único es frágil, caprichoso, tímido, tiránico con los suyos, indolente;
tiene dificultades de adaptación con sus compañeros y, para integrarse en un grupo,
reacciona frecuentemente bajo el aspecto de desconcierto (de reclusión en una vida
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la aplicación de leyes sociales de las que también se benefician las madres solteras, y
la segunda guerra mundial en 1939-1945. En Suiza, la lasa osciló alrededor del 4%
entre 1901 y 1966. El porcentaje de madres muy jóvenes (15 años y menos) se
acrecienta en todos los países.
Antes de abordar el problema de la psicología o de la psicopatología de los niños
nacidos fuera de matrimonio, debemos analizar el marco en el que tienen lugar estos
nacimientos y las dificultades sentimentales y sociales inherentes a la posición de la
madre soltera.
Los aspectos socioeconómicos, tal como los analiza J. P. Keller y cois., desempe
ñan un papel importante, debido a la frecuente marginación de la madre soltera. Si
estadísticamente la madre soltera proviene de estratos sociales poco favorecidos, es
necesario decir que se debe a una menor información en materia de contraconcep
ción en estas capas de población, a una mayor libertad sexual, a la costumbre aún
vigente en virtud de la cual el. hombre puede tener experiencias sexuales con mujeres
de situación social inferior, a una mayor dificultad para eludir la ley sobre el aborto.
Estos elementos pueden ser determinantes en bloqueo o aisladamente. Es bastante
frecuente que la mujer deje pasar el tiempo hasta un punto en que el aborto se hace
más difícil. Esto obedece a una actitud ambivalente, a una especie de negación del
mismo embarazo' al principio o a implicaciones ulteriores y a deberes para, con el
hijo.
En un estudio psicológico de 215 expedientes de hijos ilegítimos, G. Gcnevard revela que muy
pocos padres han establecido un trato afectivo con el hijo natural; una sola paciente conserva un
recuerdo grato de su padre, los otros 7 fracasaron completamente, tanto en el plano afectivo como
en el social, para educar al hijo. La mitad de las madres no se ocupan para nada del hijo desde su
nacimiento hasta la edad de quince años. Frecuentemente la madre abandona al hijo después de
algunos años; esto suele ocurrir antes de los 6 años. Es frecuente que la madre intente recuperar al
hijo aproximadamente de 8 a 10 años después de su nacimiento, es decir, demasiado tarde. El
fracaso es casi seguro si la madre es soltera. Si está casada éste se produce en el 9/10 de los casos,
porque el lujo ha conocido ya en el 2/3 de los casos más de tres ambientes nutricios. Sólo el 12%
de las madres han podido, permaneciendo solteras o casándose, educar al hijo hasta los 15 años.
1 ° El niño huérfano
que hacen creer al niño que el muerto sigue existiendo y obrando, aunque en un
ambiente distinto. El dominio incompleto o la distorsión del concepto de causalidad
llevan frecuentemente al niño a conectar el hecho de la muerte con actividades de la
vida cotidiana. De esta forma, el niño puede temer irse a la cama por miedo a no
volver a despertarse (como el padre muerto); en caso de que el fallecimiento haya
ocurrido por accidente o enfermedad, puede reaccionar ante sus propios problemas o
enfermedades leves con una preocupación exagerada o con pánico, porque ve en
ellos el presagio de la muerte. Por otra parte, el niño puede plantearse el problema
de la causa de la muerte del padre y de esta manera, desplazarla o confundirla con
sus propios pensamientos, su mala conducta', sus deseos malévolos, sus propios actos
agresivos, y tener la impresión de haber contribuido a su muerte.
Las reacciones emocionales de cada niño, según B: Arthur y M. L. Kemme,
dependen de su nivel de desarrollo, su anterior relación con el fallecido, de las
circunstancias de su muerte y de la forma de reacción de la familia. El niño puede
reaccionar de dos formas: por una sensación de abandono o por una reacción de
culpabilidad.
La sensación de abandono puede reflejarse en un vacío emocional y un senti
miento de desesperación por encontrarse solo y perdido. La anterior confianza y
seguridad ceden terreno a la aprensión; el niño se pregunta si no morirán también él
u otros miembros de la familia. La convicción por parte del niño de haber quedado
abandonado desencadena a menudo la fantasía de reunirse con el fallecido, y esto
puede reflejarse en su negativa a considerar la muerte como una finalidad (J. Bowl-
by). Los niños pequeños pueden tener la convicción y la esperanza de una reunión
arriba en el cielo; los de mayor edad, teniendo una comprensión más clara del signi
ficado de la muerte, pueden expresar el deseo de reunirse con sus padres. El examen
profundo pone en evidencia una culpabilidad subyacente, de difícil expresión.
Hallamos en estos niños repetidos temas de castigos severos por actos de agresión, así
como esfuerzos de denegación, de anulación y de reparación que pueden ir acompa
ñados de un temor subyacente de ver volver al difunto en busca de venganza; este
temor se manifiesta por terrores nocturnos o pesadillas.
En las reacciones de duelo, hemos de distinguir entre la reacción inmediata a la
reacción a largo plazo. Numerosos autores (H. Deutsch, entre otros) han observado la
ausencia de pena en las reacciones del niño ante la muerte de uno de los padres,
pero B. Arthur y M. L. Kemme muestran que esto no es la regla general. En el 13%
de los casos, el niño reacciona ante la noticia del fallecimiento con llantos excesivos;
en el 35% parece triste en el momento del examen. Aún en los casos en que hay
ausencia aparente de pena, existen otros indicios que indican un shock emocional:
agitación, risa inapropiada, comportamiento regresivo, tales como desorganizaciones
en el juego, bulimia, una cncopresis, aparición de la masturbación, etc.
Si unos han podido considerar el duelo como un proceso necesario que permite
una carga afectiva eventual en nuevos objetos, mientras que otros insisten en la natu
raleza patológica de todos los duelos, para B. Arthur y M. L. Kemme (1964) todo
aspecto de la personalidad es potencialmcnte susceptible de modificación. El senti
miento persistente de abandomo puede acarrear una adaptación precaria que res
tringe del desarrollq hacia la independencia y las futuras relaciones interpersonales.
El niño puede reaccionar por la traslación afectiva de sus valores positivos del
mundo real a un mundo fantástico en que sólo aparecen el fallecido y él, o, en otros
casos, puede reorganizarse bajo la forma de una autovaloración extremadamente
narcisista, desarrollando una sensación de omnipotencia. Los tipos de organización
pueden ser distintos según, el sexo del padre fallecido. En los casos en que el falle-
796 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
ciclo era del mismo sexo, la manifestación más evidente es la culpabilidad, proce
dente de la hostilidad anterior hacia éste, que produce períodos depresivos o desór
denes caracterológicos de varios grados, pudiendo ser las reacciones agresivas de
origen defensivo para evitar la depresión. La muerte del padre del sexo opuesto
puede experimentarse como una victoria en la lucha edipiana, victoria en la que la
idealización del fallecido no confrontada con la realidad, permite al niño conservarle
como suyo para siempre. Este hecho ha sido señalado por O. Fenichel (1931). El
niño puede experimentar una irritación o un resentimiento contra aquellos que
intentan devaluar la imagen del muerto; y esto particularmente en'las niñas huérfa
nas de padre. Cuando el sentimiento de culpabilidad forma parte del cuadro, se
centra más en rivalidades libidinosas prohibidas que en impulsos agresivos. Estos
autores muestran además cómo el fallecimiento de un padre puede plantear proble
mas de identificación sexual y cuántos niños, huérfanos de padre, han tenido que
tomar modelo de su madre y llegar a ser ambivalentes respecto a la masculinidad.
Según M. Rutter (1971) puede existir en el niño modificaciones psicológicas tras
un fallecimiento, pero pueden estar ligadas a factores asociados (angustia emocional
en el curso de una enfermedad de uno de los padres, melancolía de larga duración en
el padre superviviente, deterioro económico y social tras la muerte del padre, etc.).
Numerosos autores (H. Barry jr., H. Barry y E. Lindemann, etc.) han estudiado la
relación entre el duelo en la infancia y las enfermedades mentales del adulto, pero
no podemos extendernos sobre este problema. Citemos, sin embargo, los recientes
trabajos de F. Brown, que considera indubitable la relación entre la pérdida de uno
de los padres en la infancia y la delincuencia subsecuente o lo que se llama estados
sociopáticos. Según este autor, que cita investigaciones anteriores, las modificaciones
descritas no pueden achacarse al duelo porque existen al mismo tiempo una serie de
acontecimientos desastrosos: cambios de cuidados, orfanato y rechazo, etc.
Es evidente que el problema de la reorganización del huérfano y de su porvenir
no puede comprenderse como un fenómeno en si, fuera del cuadro familiar en el
que se desarrolla. En efecto, un nuevo casamiento plantea problemas particulares
(M. Porot); la madrastra se encuentra en una situación difícil, particularmente frente
a las hijas que no suelen tolerar esta manumisión, por una intrusa, del afecto del
padre, a quien consideran exclusivamente suyo después del fallecimiento de la
madre. Por otra parte, los hijos de un matrimonio anterior son para la madrastra el
rastro indeleble de la que sigue siendo su rival en cierto modo. El padrastro es gene
ralmente mejor acogido, porque la madre puede conservar la casi exclusividad del
afecto del niño, pero la reacción del hijo frente al “usurpador" es semejante a la de
la hija frente a la madrastra.
En ausencia de la madre, una hermana mayor puede ocupar su lugar e intentar
superar las dificultades de los hijos; su transformación en madre accidental puede
repercutir sobre ella y, de esta forma, modificar su propia evolución, bien por el
hecho de correr el riesgo de no casarse, al menos temporalmente, bien porque
después continúe teniendo actitudes maternas hacia su marido.
Debemos mencionar un tipo particular de niños que llamaremos “ seudohuér-
fanos” . Se trata de un fenómeno señalado después de la guerra en niños de 10 y 12
años, cuyos padres permanecieron prisioneros o deportados durante largos años. Se
caracteriza por una reacción de rechazo del padre a su vuelta al hogar; es consi
derado como un intruso por este hombrecito en potencia, que ha cobrado cierta
autoridad en la familia y ve en él un elemento hostil que viene a perturbar el am
biente familiar reorganizado. Señalemos también relaciones particulares en algunas
jóvenes educadas durante largos años fuera del ambiente familiar. De vuelta a casa,
EL NIÑO Y SU FAMILIA 797
estar más protegidos que los del padre, por el hecho de que las visitas de la madre
son más valiosas para el niño que las del padre. Teniendo en cuenta únicamente el
interés del niño, puede resultar aconsejable interrumpir las visitas paternas hasta que
los conflictos provocados por el divorcio se hayan apaciguado. Para evitar cualquier
chantaje posible, piensa que es necesario separar el problema del derecho de visita
del de la pensión alimenticia. Considera aconsejable acudir al embargo de salarios en
caso de falta de pago de la pensión alimenticia, para proteger la tranquilidad de la
madre. A este respecto, es partidario de la solución sueca, por la que, en caso de
dificultades, la madre recibe directamente la pensión alimenticia de la administración
tutelar, que se encarga de percibirla del sueldo del padre. Haffter se opone “ al pre
juicio corriente de que el divorcio implica siempre una desgracia para los hijos”.
Revela que 100 de los sujetos piensan que el divorcio de sus padres no les ha sido
desfavorable, contra 30 que piensan lo contrario. Aunque objetivamente la situación
sea más compleja, piensa que en la mayoría de los casos el divorcio no es desfavo
rable, y desde luego preferible a un hogar deficiente por motivos de salud mental,
alcoholismo, etc., que provocan entre otras una mala situación economicosocial, o
simplemente a causa de un desacuerdo entre los cónyuges, que provocan en el niño
sentimientos perjudiciales de inestabilidad.
Sin embargo, a pesar de lo que se diga, el divorcio en sí plantea problemas reales,
porque como acto es para el niño la demostración de un desacuerdo irremediable, el
comienzo de una batalla de la que suele ser el objeto, la fuente de actitudes equí
vocas por parte de los padres respecto a él, tanto desde el punto de vista financiero
como afectivo del que no es más que uii pretexto. Las posturas más características
son la sobrevaloración afectiva de uno de los padres con respecto al otro, tendiendo,
cada uno de ellos, a demostrar al niño que sólo él le quiere realmente. La importan
cia que uno y otro conceden al niño en el momento de la decisión suele depender
de la situación misma y de su explotación, pero además los sentimientos que
expresan aún siendo sinceros, están influenciados por su propia culpabilidad; a
menudo no son más que la expresión de revivir antiguos conflictos personales.
J. C. Westman y cois. (1970) encuentran claras diferencias en las dificultades del
desarrollo del divorcio entre los que tienen hijos y los que no los tienen. Las dificul
tades entre los antiguos cónyuges durante los dos años que siguen al divorcio están
en relación con problemas de hijos y de dinero.
Hay que distinguir en las reacciones del niño frente al divorcio los fenómenos
agudos de las consecuencias ulteriores.
Si el anuncio del divorcio no es siempre el descubrimiento del desacuerdo con
yugal, suele ser la revelación de una derrota ineluctable. El niño reaccionará bien por
una emoción intensa o por una actitud de derrota en la que se siente implicado, bien
por tomas de posiciones agresivas acompañadas de reacciones de abandono y de hos
tilidad. Descubre en ese momento todo lo insatisfactorio de la vida familiar anterior
y que expresaba inconscientemente con trastornos caracterológicos o adoptando
actitudes pasivas, fruto de los mecanismos de defensa; también presentará frecuente
mente sentimientos de culpabilidad porque piensa que es la causa de la derrota
familiar y tiene reacciones autopunitivas.
Según J. C. Westman y cois. (1970), los hijos tienden a deformar las razones del
divorcio exagerado hasta el extremo de su propia contribución a la separación de sus
padres.
Pero el tipo más habitual de reacciones es de orden depresivo y va acompañado
de angustia; se manifiesta por la tendencia al aislamiento, el rechazo de alimentos,
huida frente á 'la sociedad o también bajo la forma de terror y pesadillas durante la
EL NIÑO Y SU FAMILIA 7 9 9
noche. Otras veces el niño tiene reacciones de tipo caracterológico (ira, reacción de
huida, etc.).
Las reacciones a largo plazo dependen en gran parte del modo de reacción fami
liar: elección del padre, que se hace cargo del niño; actitud del otro cónyuge, que
suele abandonar sus responsabilidades; intervenciones más o menos acertadas de cada
uno de ellos durante su vida. A menudo el niño, aun reconociendo el lado positivo
de la persona que se encarga de él, utiliza al padre ausente que ha idealizado para
contrarrestar la educación de la madre especialmente. En caso de nuevo matrimonio,
la llegada del padrastro o de la madrastra puede plantear nueyas dificultades.
Según J. R. McDermott-Jr., las reacciones a largo plazo de los hijos consisten en
trastornos de la conducta. En el niño, el prematuro cambio de su rol en el marco
familiar (a continuación del divorcio), juntamente con las imágenes negativas del
padre impuestas por la madre, contribuye a la formación del “ pattem ” prede
lincuente.
Los problemas planteados por los hijos de matrimonios divorciados son completa
mente diferentes según la edad.
G. Brun considera que existen edades más vulnerables que otras en caso de
separación. Pone de relieve que los niños en edad escolar sienten la necesidad de
desempeñar el papel de protector de uno de los padres, principalmente cuando éste
es muy dependiente e inmaduro o padece anomalías. Respecto a esto habla de
“vinculación fóbica al objeto de amor temido” . Para el niño pequeño, la madre es el
elemento importante, pei¡o desde un punto de vista jurídico se suele subestimar el rol
del padre; un nuevo matrimonio precoz puede crear otro hogar eficaz. El niño
mayor reacciona de un modo más evolucionado psicosocialmente, con mejor com
prensión, desde el punto de vista intelectual, de los verdaderos problemas, pero sin
aprehender por ello la realidad de sus conflictos inconscientes; las actitudes agresivas
son más . fuertes, las tomas de posición respecto a uno de los padres son más nítidas;
no llegando a resolver sus propios problemas, éste sujeto invierte al máximo (su
energía mental y emocional) el grupo extrafamiliar, buscando así la mayor autono
mía y aprovechándose de los sentimientos de cada uno de los padres.
J. L. Despert considera que el niño necesita saber, asegurarse; si el conjunto de la
familia participa de esta cuestión, debe darse cuenta de modo especial (el niño) que
pertenece a sus padres y pensar en ellos como en dos personas separadas. Este autor
piensa que ciertos principios deben presidir las discusiones entre padres e hijos. Por
esto, tiene que explicarse al niño que la decisión de separación se ha tomado a raíz
de dificultades, exponiéndole tranquilamente los motivos para ayudarle a calmar su
angustia. Además, será preciso explicarle que los adultos pueden equivocarse, que sus
padres no son una excepción y que algún día aceptará la realidad de sus errores; esto
forma parte de su desarrollo. Finalmente, es necesario que se convenza de que no
debe reprochársele la separación de sus padres y que su desacuerdo no implica que
deba distinguir entre el bueno y el malo. Ha de tener la seguridad de que sus padres
le amarán a pesar de sus discusiones.
Los padres atravesarán la difícil situación de no poder participar en el debate más
o menos inconsciente sobre su hijo, porque corre el riesgo de colocarlos en un en
frentamiento cuyo precio es su amor y de no menospreciar la imagen del padre
ausente. Cuanta mayor conciencia tomen los padres de este estado de cosas, mayores
serán las posibilidades de un porvenir satisfactorio para el niño.
Parece, dice J. F. McDermott Jr., que nuestra sociedad facilita un sistema legal y
una palestra para obtener el divorcio, pero poca ayuda para afrontar sus consecuen
cias. El proceso legal puede contribuir a empeorar más bien que a ayudar a resolver
800 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
El estudio de las consecuencias de las enfermedades de los padres sobre los hijos,
ha sido objeto de numerosos trabajos. Destaquemos el estudio de M. Rutter (1966),
en el que hallaremos una importante revisión de la literatura y el futuro de investiga
ciones clínicas y estadísticas personales.
La deficiente salud física de ambos padres, según H. Langher y S. Michael, com
porta un gran riesgo para la salud mental de los hijos. En'realidad, todo depende de
si la enfermedad afecta a los dos y es además de larga duración, en cuyo caso es
preciso analizar la forma de asistencia de los hijos, la vida en el hogar, en casa de
familiares o en una institución. Ocurrirá lo mismo si únicamente la madre presenta
una enfermedad de larga duración porque ello supone también una reorganización de
la vida familiar. Se ha de tener en cuenta la edad de los hijos.
La separación por causa de enfermedad física, el hogar deshecho, dice M. Rutter,
pueden ser factores importantes en el desarrollo de trastornos en algunos niños
(numerosos autores han destacado la frecuente delincuencia), Pero si la carencia de
padres ha sido desfavorable, en el caso de enfermedad mental de uno de ellos, como
indica M. Rutter, su presencia en el hogar es asimismo nefasta.
La enfermedad mental de uno de los padres parece (H. W. Hopkirk) necesitar a
menudo la custodia de los niños a organizaciones extrafamiliares. D. W. Winnicott ha
estudiado sobre la dificultad de tomar una decisión de separación: cada caso debe
ser objeto de un estudio cuidadoso. Para J. Bowlby, según su frecuencia y su larga
duración, las enfermedades mentales desempeñan con frecuencia un papel más
importante que las somáticas, incidiendo en el número de hijos necesitados de
cuidados, y son, de este modo, una causa frecuente de desadaptación. C. W. Buck y
K. B. Laughton admiten, según estudios longitudinales, que hay una relación entre
los trastornos psiquiátricos menores en la madre y los trastornos suficientemente
fuertes en el niño, para justificar un estudio intenso de la cuestión por la investiga
ción directa y a largo plazo de las familias.
La importancia que se concede a la herencia en los hijos de padres psicóticos ha
dado lugar a numerosos trabajos. De hecho, es muy difícil distinguir lo que en prin
cipio es genético y lo que responde a la influencia del medio ambiente.
Según un estudio comparativo entre los padres de niños atendidos en una clínica
psiquiátrica y un grupo de control, S. Wolff (1970) comprueba que las madres del
primer grupo presentaban más enfermedades físicas y psiquiátricas, y que casi el 50%
sufrían trastornos de la personalidad (histeria y sociopatía), contra un 20% en el
grupo de control. Entre los padres de niños enfermos no se encuentran diferencias
significativas en cuanto a enfermedades mentales; la única diferencia consistía en
trastornos pavés de la personalidad (sociopatía). S. Wolff piensa que estos factores
corroboran la teoría que sostiene que la causa de los trastornos de conducta del niño
reside más en el ambiente que en la genética.
Se conoce la existencia de trastornos mentales comunicados o simultáneos entre
padres e hijos, y más especialmente entre madre c hijo. El niño suele ser más bien
sujeto pasivo del delirio que agente inductor del mismo. En el primer caso, la separa
ción acostumbra a detener la actividad delirante del niño.
E L N IÑ O Y S U F A M IL IA 801
M A r* AI r A r v A í í í A n TA
802 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
mente al niño de los padres. (Estos tipos de trastornos se acercan a lo que algunos
autores llaman “ psicosis simbióticas” ).
- finalmente, un tercer grupo de perturbaciones va unido a la desorganización del
ambiente del hogar (subcultura de la psicosis): negligencia en el desarrollo ambiental
(padre hebcfrcnico o catatónico), con frecuentes problemas de comportamiento o de
delincuencia en los niños; “ desorganización organizada” en el ambiente paranoide,
incorporándose la vida familiar al sistema delirante; inconsistencia, conducta caótica,
comunicaciones contradictorias en el contorno “reactivo” (“irracionalidad ambien
tal” ), cuya influencia perturbadora sobre la vida de los niños es muy grande.
Si consideramos exclusivamente la psicosis de uño de los padres como experiencia
de stress para el niño, la intensidad de la reacción del niño está en función de la inten
sidad y del tipo de psicosis del padre, y de la vulnerabilidad del niño. Tienen im
portancia todos los factores habituales significativos en la etiología de los desórdenes
por stress.: la edad del paciente al iniciarse la alteración, la duración de su exposi
ción, su intermitencia, la aparición de las rutinas corrientes, la presencia de un sus
tituto adecuado, las experiencias prctraumáticas del niño.
E. J. Anthony (1970) profundiza y amplía este estudio, mostrando el impacto
ocasionado en la familia por una grave enfermedad mental o física-de uno de los
padres. En 1969, encuentra que del 5 al 10% de los niños con un padre psicptico
presentan un cuadro de “ supernormalidad” . Por su parte, P. Bourdier describe la
“ hipermaduración” de los hijos de enfermos mentales, que clasifica en dos tipos
clínicos predominantes: uno con brillante historial escolar, sobre investimiento de las
funciones intelectuales y del lenguaje, pero con repentinos desmoronamientos; otro,
más resistente, caracterizado por la calma, el retraimiento, la limitación de los
afectos, pero con un rendimiento escolar más modesto.
J. P. Spiegel y N. W. Bell han analizado los efectos de la evolución de la enfermedad
mental y de la hospitalización en el grupo familiar. Al principio, puede no recono
cerse el síndrome como patológico y, sin embargo, influir en el grupo familiar bajo
la forma de inseguridad. En cuanto se reconoce el carácter patológico, puede alterar
se la comprensión y el comportamiento respecto de la persona enferma e intentarse
la reorganización de la familia, atribuyendo al enfermo un rol diferente, reestructu
rando la autoridad y los nuevos vínculos. El hecho de reconocer la enfermedad de
un miembro de la familia puede reprimir los problemas emocionales de los otros
miembros. El reconocimiento oficial y público de la enfermedad puede perturbar e in
cluso romper las relaciones extrafamiliares. Si se interna al sujeto, la familia puede ten
der a reorganizar su vida y establecer nuevas relaciones. A su vuelta, se encuentra for
zado a adaptarse a la situación creada en su ausencia. A veces, otro miembro de la fami
lia ha ocupado su puesto, por ejemplo, la hija mayor el de la madre, que se sentirá des
poseída de su rol, y esto provocará nuevas formas de relación con sus hijos.
En un estudio comparativo entre un grupo de hijos de padres psicóticos y un gru
po de control, R. Landau y P. Harth (1972) muestran, al igual que otros autores, la
elevada, frecuencia de psicopatología en el primer grupo, llegando a la conclusión de
que los hijos de padres psicóticos deberían estar considerados como una población
de gran riesgo. Así pues, se debería proporcionar a estos niños una ayuda importante
,y ofrecerles posibilidades de sostener relaciones a largo plazo con adultos estables.
' r '.t í 7) 1’ *• ; ' "V • •. ' !. •
perjudiciales para el niño. Seguiremos la descripción que ha hecho este autor. Las
discordias graves suelen influir con carácter definitivo en el niño. El espectáculo de
la hostilidad entre sus padres, sus gritos, sus groserías y su intercambio de golpes no
son el marco ideal para su identificación. Testigo de estas disputas, el niño experi
mentará, según sus preferencias, desprecio u odio hacia uno de los padres que así se
degrada, o hacia ambos. Este sentimiento hostil corre después el riesgo de transfe
rirse al plano social en todo lo que representaba la sociedad familiar.
En la investigación de M. Rutter (1971) sobre la relación existente entre discordia
paterna y trastornos antisociales en el niño, incluso cuando el hogar no está roto, se po
nen de manifiesto: 0% de trastornos en los niños de un “ buen” matrimonio; el 22% en
tre los de matrimonio bastante bueno; el 39% en el caso de matrimonio muy malo.
Al lado de las discordias graves, existen tensiones latentes en las que el otro es
siempre considerado como la persona incomprensiva o incapaz. El mantenimiento de
una cohesión aparente crea un ambiente artificial en el que la unión llega a ser coe
xistencia y el hogar se deshace progresivamente. El niño percibe perfectamente esta
hostilidad, que provoca en él un sentimiento de inseguridad. Frente a esta situación,
los padres reaccionan con mecanismos de huida. Buscan una solución a sus proble
mas fuera de la familia y compensaciones en aventuras sexuales extraconyugales. El
hombre puede huir también absorbiéndose en su trabajo, en el que se atrinchera no
por placer, sino para evitar las relaciones. En cuanto a la mujer, la huida a través del
trabajo o de obras benéficas puede también desempeñar un rol patológico, como la
excesiva beatería o una religiosidad pomposa, y esto le permite, con tranquilidad de
conciencia, desentenderse de las dificultades conyugales. A menudo, suele refugiarse
en la enfermedad. El alcoholismo es también una forma de huida, y se da preferente
mente en el hombre, pero también a veces en la mujer, que suele sustituirlo por otra
toxicomanía. Como dice M. Porot, el niño es a la vez el medio y la víctima de la
compensación buscada. Los padres recurren al niño para resolver sus problemas, bien
bajo la forma de captividad patológica, que le anula e impide toda evolución hacia
su autonomía, bien bajo la forma de rechazo total, o bien bajo la de preferencias
injustas que encizañan la relación fraterna, con distinciones entre “mi” hijo y “ tu ”
hija, o a la inversa. Tanto el uno como el otro llegan, por mecanismos proycctivos, a
crearse coartadas inconscientes que les permiten rehuir la responsabilidad del desarro
llo familiar.
M. Rutter señala que en la práctica clínica es frecuente encontrar parejas muy
trastornadas, uno de cuyos miembros se comporta de forma anormal, mientras que
el niño conserva todavía una buena relación con el otro. Ello plantea la siguiente
pregunta: ¿hasta qué punto una buena relación con uno de los progenitores puede
compensar una vida familiar excesivamente perturbada en todos los demás aspec
tos? ; los resultados del estudio demuestran que no es suficiente para suprimir los
efectos desfavorables de la desavenencia conyugal aunque puede atenuarles.
sin que intervengan estimulaciones activas por parte de) adulto. Se toman en
consideración una serie de elementos para cada grupo de niños: el reparto del
tiempo según el ritmo sueño-vigilia; el espacio en el que el niño se mueve, que va
creciendo con él; el material de los juegos que tiene en cuenta las posibilidades
locomotoras y manuales de los niños y corresponde a la evolución de su interés;
las intervenciones del adulto, orientadas a mantener las condiciones óptimas para
su actividad autpinducida, siempre con un apoyo verbal. A medida que los niños
crecen, se introducen actividades que ensanchan el abanico de relaciones sociales y
su campo de experiencia. Este trabajo sólo puede llevarse a cabo en equipo
numeroso y estructurado, al que se asocian los padres en condiciones muy pre
cisas. La salida de la institución sólo plantea problemas para los niños con más de
ocho meses. M. David y G. Appell tienen la sensación de que los niños de 8 a 15
meses aún no tienen un afecto completamente personalizado hacia su niñera,
mientras que más tarde no se puede evitar la ruptura de un afecto fundamental.
Aunque los niños tengan una relación privilegiada con la nurse, sólo aprehenden
de ella su manera de ser con ellos; solamente la conocen en esta relación muy espe
cial en que se entrega por completo a ellos, siempre del mismo modo. Asimismo
están al abrigo de los trastornos afectivos profundos de su cuidadora puesto que ésta
reacciona esencialmente en función de las necesidades c interés de los niños y no de
su propia personalidad.
Es evidente que se trata de una experiencia excepcional que plantea muchos pro
blemas, pues la institución consigue preservar a los niños de carencias graves.
E. Pikler al hacer la catamnesis de 100 sujetos de 14 a 23 años que habían pasado
por el Instituto, no encuentra síntomas demostrativos de trastornos de personalidad,
característicos de una primera infancia pasada en una institución.
Como indican M. David y G. Appell, no se puede zanjar la cuestión de este
“matemaje” insólito, pero la experiencia de Loczy parece apropiada para estimular
nuestra reflexión e imaginación.
I. - LOS ADOPTANTES
rrollo futuro del hijo que escogen. Un examen pediátrico previo permite eliminar las
malformaciones importantes y las enfermedades congénitas. Una encuesta puede
evidenciar la existencia de afecciones hereditarias en la familia de origen. En general,
no hay motivo para pensar que los hijos ilegítimos tienen más posibilidades de estar
tarados que los legítimos. Un gran número de autores han estudiado el problema de
la previsibilidad del desarrollo intelectual del niño (L. B. Costin, J. W. McFarlane,
H. Fradkin y D. Krugman); la mayoría piensan que es muy difícil prever durante los
primeros meses de la vida del niño su desarrollo ulterior; algunos creen que no se
puede pronosticar antes de los 4 o 5 años, y además, que el desarrollo va íntima
mente unido a tos primeros cuidados y al ambiente afectivo en el que ha vivido el
niño en los primeros meses de su vida. Por estas dos razones aparece cierta discor
dancia en la edad de los niños escogidos porque, si por una parte resulta más fácil
prever el porvenir una vez desarrolladas sus funciones intelectuales (para algunos
autores, hacia la edad de 4 o 5 años), no debemos olvidar, por otra (y casi todos los
autores coinciden en esto), que una hospitalización anterior o frecuentes cambios de
padres nutricios son pronósticos desfavorables para su desarrollo. Un gran número de
autores están de acuerdo en que se lleve a cabo la adopción entre los 3 y 6 meses o,
por lo menos, antes del año. A una edad temprana los modos de relación madre-hijo
son más estrechos y el afecto creado por esta interrelación es una'garantíaíde desa
rrollo normal. Cuando se trata de adoptar lactantes, no es aconsejable lo que se ha
llamado período probatorio, y el emplazamiento provisional en una institución, si es
inevitable, debe ser de corta duración. Los padres que adoptan deben saber que, al
margen de malformaciones, enfermedades neurológicas, existencia de taras heredita
rias, fácilmente perceptibles, existen riesgos durante el desarrollo de todo niño y
deben asumirlos cuando adoptan a uno.
Para L. Eisenberg, la búsqueda de lo perfecto en la adopción retrasa su acaeci
miento; el pequeño incremento en la certidumbre no compensa el riesgo corrido
mientras tanto.
Se ha planteado un problema particular relacionado con la adopción de niños
minusválidos. Existe una diferencia entre el minusválido físico (retraso motor, mal
formación cardíaca, insuficiencia sensorial, etc.) y el minusválido mental. Estos
últimos necesitan ser amados tanto o más que los otros, pero existen pocas parejas
con aptitudes paternales suficientes para poder hacerse cargo de un deficiente de este
tipo. Generalmente la deficiencia mental es la que peor se soporta. Actualmente,
unos planes de estudio y exámenes permitirían eliminar cierto número de enferme
dades metabólicas o degenerativas (véase capítulo sobre Retraso mental).
La adopción puede constituir un buen parto sin embarazo, con tal que sea una
amalgama de acto gratuito y de donación en el único sentido de la aceptación. En el
juego de ruleta que ofrece la vida se acepta la apuesta de la felicidad o de la des
dicha que un niño puede reservar y se acepta el fruto de las entrañas de otra mujer.
El que adopta debe afrontar su futuro como si el niño fuera el fruto de su propia
fecundación.
Nos quedan pues, los trastornos del comportamiento y, sobre todo, los desacuer
dos entre hijo adoptado y padres adoptivos, como lo indicábamos anteriormente. El
conjunto de autores juzga que la prevención de este riesgo reside:
—en la adopción muy precoz (las estadísticas revelan que la edad media en el
momento de la adopción es superior en los niños examinados en la consulta que la
habitual para la adopción);
—en la cuidadosa elección de los padres candidatos a la adopción.
Reducido el riesgo, sería deseable que los organismos responsables de la adopción en
Francia usaran ampliamente los poderes que les confiere la nueva ley y hagan de.manc-
ra que las adopciones se lleven a cabo dentro de los plazos más favorables. A este res
pecto, Cl. Launay ños dice: “ De hecho, la mejor adopción, tanto para los padres adop
tivos como para los paidopsiquiatras, es la de los niños de muy poca edad, es decir,
entre los 3 y 9 meses. La nueva ley no puede aportar ninguna solución a esto.” El
problema no es ya legislativo, es un problema'de opinión pública que concierne a las
nociones de consentimiento para la adopción y abandono. Mientras que la opinión pú
blica francesa no acepte que una madre puede obrar beneficiosamente estimando que el
hijo que acaba de nacer no podrá llevar una vida feliz, a no ser que sea adoptado; mien
tras el consentimiento a la adopción (y no el abandono de antaño) no sea admitido y
disculpado, seguiremos viendo en Francia cada año miles de niños abandonados, que
plantean problemas insolubles, mientras que miles de parejas deseosas de adoptar a un
niño se ven en la imposibilidad de hacerlo por falta de niños adoptables.”
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812 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
EL NIÑO, LA ENFERMEDAD
Y LA LIMITACIÓN FÍSICA
I. — G EN ER A LID A D ES
El tipo de relación niño-médico se define de una forma muy ambigua por el niño
y expresada generalmente según una formulación abstracta y a menudo aprendida o
desde la reviviscencia de determinadas experiencias más o menos recientes. La mejor
forma de comprenderla es analizándola a través del dibujo del niño (G. P. Guasch y
M. F. Carenzo), o según el “juego del doctor” (L. y G. Israel).
En la mayoría de los dibujos el médico se caracteriza por tres elementos esen
ciales: un vestido oscuro, un sombrero y un maletín negro, es decir, el medico pre
senta ciertos atributos de prestigio y de autoridad (a menudo junto a detalles que
indican una cierta virilización del personaje) y que parece participar en una cere
monia; el maletin es un accesorio algo misterioso, la acción dramática de la visita
médica está en función de un personaje puesto en escena. Según G. P. Guasch y
M. F. Carenzo, ésta se representa en forma de algunas situaciones tipo que difieren
sensiblemente según el sexo del niño.
En el niño, la madre está raramente ausente del dibujo y la situación se presenta
como particularmente ansiógena; cuando la madre está presente se pueden distinguir
tres tipos de situaciones:
—relación traumatizante y ansiógena, el médico es entonces de mucho mayor
tamaño que los demás personajes y presenta las caracteríticas de un ser agresivo;
846 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
—la madre y el médico, a uno y otro lado de la cama, forma) una pareja parcn-
tal, el niño aparece cómodo y por lo general se identifica con un bebé;
—la pareja madre-médico es percibida a veces como frustrante por el niño; el
médico aparece entonces como un rival que le quita a su madre; el niño puede
entonces representarse como un ser abandonado, de pequeña talla, o como un ser
rcjvindicativo con la misma talla que el médico y presentándose bajo una forma
agresiva.
En la niña, la madre está frecuentemente ausente del dibujo o bien está represen
tada con la misma talla que el médico, formando entonces con él una verdadera
pareja. Cuando la madre está presente pueden también distinguirse tres casos;
—la madre es de la misma talla que la niña, aparece entonces muy próxima a
ella, parece su aliada, pero su poder protector no es suficiente para darle se
guridad;
—la percepción de una pareja madre-médico como en los niños tiene dos conse
cuencias: la representación del tipo regresivo al estadio del lactante, o bien la cstig-
matización de ia madre, que es desvalorizada;
— la madre está representada de mayor tamaño que el médico, se presenta como
una madre amenazadora, mientras que el médico se traslada a la talla del niño,
creando así un clima de complicidad en el que la angustia sé desplaza de la persona
del médico a la de la madre.
En el juego del médico (L. y B. Israel) se desprende de una forma muy clara que
el médicu se pieseuta al niño bajo tres aspectos, o más bien tres funciones de rico
significado: una función paterna, otra materna y otra sexual:
—El papel paterno se pone en evidencia por el juego de un personaje que tiene
todas las características de la potencia y que inspira al mismo tiempo el temor, que
ordena y debe ser obedecido (tanto el niño como los padres). El papel del médico es
a menudo buscado porque da seguridad y representa poder y actividad, pero a veces
es rechazado porque puede representar el papel de un padre particularmente exigente
y poderoso, siendo considerado como un agresor, o bien porque esta elección repre
senta la adquisición del poder paterno o incluso un sobrepoder delante del cual
incluso el padre debe someterse. En este caso el rechazo representa el temor de
exhibir el deseo de sobrepasar al padre.
— El papel de la madre es más fácil de poner en evidencia; de ordinario es un
buen papel. A menudo representa el papel de enfermera, crea un ambiente delicado
y proporciona el alimento, pero a veces la madre desempeña un papel dominador y
destructor.
—La función sexual es evidente. Su papel es ante todo un papel fálico, general
mente peligroso y castrador. El médico tiene además un aspecto voyeurista; tiene
derecho a tocar, mirar, ver cosas prohibidas.
Tal vez debería establecerse una diferencia entre lo que representa el doctor
durante el acto médico propiamente dicho y durante el recuerdo. Durante el acto
médico, el doctor tiene una actividad real (generalmente simbólica, es cierto), pero el
niño reacciona a su actividad según las características de su personalidad y la prepa
ración de la familia, y según que el médico tenga una simple función de exploración
o una actividad; terapéutica más o menos agradable. Las reacciones dependen
también del modo de relación que se establece entre él y el niño durante los inter
cambios anteriores, y del condicionamiento respecto a las primeras relaciones. Así,
generalmente, la simple visión de una bata blanca puede desencadenar reacciones de
pánico.
E L N IÑ O . L A E N F E R M E D A D Y L A L I M I T A C I Ó N F ÍS IC A 8 47
A. - EL NIÑO Y EL AMBIENTE
DURANTE LA ENFERMEDAD
1 ° Problemas generales
En los servicios de urgencia se han hecho estudios de los niños accidentados y especialmente de
los niños con extensas quemaduras (J. Woodward; R. Scligman y cois.; N. R. Bcmstein y cois.).
850 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
Además del stress agudo, la angustia y e! sufrimiento, N. R. Iiernstein y cois., llaman la atención
sobre la práctica del transporte de los niños enfermos a centros médicos alejados, separándolos de
su familia y produciendo regresiones catastróficas; los cuidados, a veces despersonalizados, que van
a la par de una gran especialización, acrecientan estos problemas.
Se estudiaron sobre todo los problemas que plantean las enfermedades graves evolutivas, leuce
mias, cáncer, nefropatías.
Los psiquiatras americanos (J. B. Richmond y H. A. Wasiman; M. F. Bozeman y cois.) ya ha
bían abordado en los años 50 el problema de las leucemias a petición-de los pediatras; y, en Fran
cia, J. Bernard y 1. M. Alby (1956) habían expuesto su experiencia personal en un momento en
que las terapéuticas sólo permitían alivios, fuentes de falsas esperanzas. N. Alby y J.-M. Alby ana
lizan la situación en 1971, después de una larga experiencia y en un momento en que el problema
de la leucemia del niño ha cambiado: la duración de la supervivencia, notablemente aumentada, así
como la cualidad de los alivios permiten a los médicos encontrar un sentimiento de eficacia sos
tenido por la esperanza razonable de una curación en algunos casos; las recaídas tardías (después
de los cinco años), más frecuentes, son tanto peor soportadas; se modifica la cualidad del vínculo
entre el niño, su familia y el equipo médico; el abandono de los tratamientos y el recurso a los
curanderos han llegado a ser raros.
Se encuentran problemas similares en los servicios de canccrología infantil (H. Lawrence).
G. Raimbault y P. Royer indican las especiales características de las frenopatías: una larga evolu
ción interrumpida por alivios y recaídas, comportando tanto una cuasi-ccrtcza de curación o de
muerte como una incertidumbre en cuanto a las modalidades y al resultado de la evolución; por
otra parte, con el desarrollo y aplicación al niño de los métodos de diálisis crónica y de trasplante,
un universo completamente nuevo se crea alrededor de la fase terminal, con posibilidades de retro
ceso de esta fase.
Tomaremos por ejemplo el estudio de N. Alby y J.-M. Alby sobre las leucemias.
ción crítica originada por la ansiedad; el niño establece un lazo positivo con el servi
cio en la medida en que está físicamente aliviado y se siente atendido eficazmente;
es extremadamente sensible a la ansiedad de los familiares. Algunos niños padecen,
con motivo de su afección o de las terapéuticas, trastornos biológicos brutales y gra
ves, seguidos de una especie de marasmo, y añadiendo a su agotamiento una retirada,
un desinterés frente a su cuerpo. Hay que distinguir estos estados de las regresiones
de la conducta, más próximas de las manifestaciones histéricas: inhibición de las fun
ciones motoras, anorexia, rechazo del lenguaje, sobre las cuales puede tener un efec
to rápidamente positivo la interpretación del miedo y de la agresividad.
El niño y los padres no son los únicos protagonistas del drama. El equipo médi
co, las enfermeras sobre todo, no escapan; éstas hacen muchas curas difíciles, sabien-
&fA A A
1
852 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
do que muy raramente tendrán la gratificación que representa para ellas la curación;
soportan los sufrimientos físicos, la angustia de los niños y de sus familias, encari
ñándose con los niños al mismo tiempo que temen este cariño. El medico puede vi
vir sus problemas personales, reviviscencia originada por la angustia del niño y de los
padres; a veces, a fin de soportar mejor lo ineluctable, el medico puede adoptar una
actitud de investigación científica que le procura un refugio necesario, la justificación
indispensable, la esperanza de curar un día, o adoptar una cierta distancia, fruto de
su experiencia psicológica, o desahogarse con un especialista, psicólogo o psiquiatra.
G. Raimbault y P. Royer subrayan que, para el medico', las dificultades a nivel de
relación aparecen de manera predominante en el momento de la ruptura que coinci
de con el fin del acto técnico o con los límites del saber médico; encontrándose des
asistido, ya no puede sostener la relación y experimenta la necesidad de mantener un
mecanismo de defensa viendo sólo al niño desde el punto de vista de un enfermo,
objeto de praxis e investigación; pierde de vista el rol y lugar del niño en su familia;
liiperposesivo, mantiene al niño en su dominio, el hospital, incluso en el caso de una
mejoría o, al contrario, prolongando en demasía los exámenes y cuidados de efecto
muy dudoso. Un proceso de denegación aparece especialmente en los médicos que no
pudieron dialectizar su rol médico en la doble función de agresión y empatia. Durante
la relación entre la familia y el médico, la demanda explícita de la familia está intrin
cada en la demanda implicita del médico, siendo a partir de esta confrontación cuando
se modela el modo de funcionamiento del médido, determinado por su temática perso
nal a base de sentimientos de culpabilidad, de necesidades de reparación y de com
batividad.
.
3.° Problemas particulares
a) El secreto
Para el conjunto del equipo médico se plantea el problema de evaluar las reservas
emotivas de los padres, lo que saben de la enfermedad, si desean conocer la gravedad
del caso, cuáles son las implicaciones frente a los otros miembros de la familia, en fin,
la elección del padre al que se confesará la verdad.
Pero ¿qué decir a los niños? En Francia es costumbre mantener el secreto. En
los Estados Unidos son diversas las actitudes adoptadas (J. Vernick y M. Karon;
A. J. Solnit y M. Green), y este problema fue objeto de una investigación cerca de
los médicos de Nueva York (J.-M. Wiener, 1970). Como dicen N. Alby y J.-M. Alby,
todos los que intentaron comprender las necesidades del niño coinciden en que hay
dos actitudes a evitar: guardar el silencio a cualquier precio manteniendo una atmós
fera de complot insoportable eludiendo cualquier pregunta del niño relativa a su
enfermedad; el niño lo comprende de modo que evita hablar de ello o hablar a secas,
lo que no significa que no tenga necesidad de hacerlo; al contrario, “revelar” por
norma su diagnóstico y la amenaza que pesa sobre él expresa a menudo en el adulto
la necesidad, completamente inconsciente, de “confiar” al niño el peligro que corre
como para liberarse de él.
de evolución progresiva ineluctable que duran hasta la muerte. Pero la muerte del
niño también puede ser brutal, accidente o enfermedad aguda, constituyendo enton
ces para los padres un choque emotivo violento.
Aunque el niño no tiene una clara representación de su muerte (véase la represen
tación de la muerte en el niño, pág. 437), tiene miedo de sufrir, de estar “aún más
enfermo” , de ser apartado. Como dicen N. Alby y J.-M. Alby, en algunos casos pare
ce incluso presentir su muerte de un modo ineluctable. En el período terminal, si no
está hundido por el malestar físico, habla de lo que le amenaza, muchas veces de
manera negativa. Algunos no dicen nada pero rechazan los cuidados, quieren volver a
casa reclamándolo de manera especial; la madre puede estar englobada en el rechazo
masivo del mundo exterior; el niño se aisla, como si huyera antes del abandono que
teme, o que ya no soportará a los que van a dejarlo, que lo abandonan y ya no
saben prestarle socorro. Uño de los pocos medios para aliviarlo, aparte de los sedan
tes, tranquilizantes y antálgicos, consiste en el contacto corporal y (si el niño lo
acepta para sí) la expresión verbal de lo que podemos conocer de su sufrimiento, de
su miedo al abandono, en términos muy concretos y de un modo a veces muy
regresivo.
Incluso antes de estar aislado en la muerte, dice G. Raimbault, el niño está sepa
rado de los demás vivientes que quieren tranquilizarlo y obrar como si todo fuera
bien. Sin embargo, el niño presiente lo que pasa en ’su cuerpo, ve la tristeza de los
demás, sabe que está llamado a morir y sólo pide que se le hable de ello, a poco que
encuentra a alguien que sea capaz de entablar diálogo con él. El niño pequeño perci
be la muerte como una separación, como un aislamiento, como una ausencia. Va a
faltar para los que quedan y sé siente culpable de no estar con los que le aman; se
acusa de hacer sufrir a todos los que le rodean y se pregunta por otra parte qué falta
ha cometido para ser asi castigado.
Aunque algunos adolescentes manifiestan ideas de suicidio y otros llevan a cabo
Un cierto modo de suicidio mediante el rechazo del mundo exterior y de la terapéu
tica, podemos señalar, con N. y J.-M. Alby, la escasez de suicidios.
En el caso de una enfermedad grave evolutiva, la noción de incurabilidad pone en
tela de juicio (para el médico) el problema de sus conocimientos y de su actitud
frente a la impotencia. La muerte forma parte de su problemática personal y social,
siendo anulada a menudo por el médico, que no quisiera estar implicado sino ser
irresponsable: quiere estar allí para curar y no para ayudar a morir, dejando este rol
a los curas, a los pastores y también a los psicólogos. Olvida, sin embargo, dice
G. Raimbault, que, incluso si esta muerte sella un fracaso en su lucha contra la en
fermedad, tiene un rol terapéutico que desempeñar, antes de la muerte, cerca del
niño, y, más allá de la muerte, cerca de la familia; si no lo hace, habrá experimen
tado un doble fracaso.
El médico se siente culpable, pues la amenaza de la muerte que se cierne sobre el
niño lo acusa en su función. Algunos médicos prefieren mantener la ilusión a cual
quier precio y no decir nunca, hasta el final, que eí niño está aquejado de enferme
dad mortal.
Según N. y J.-M. Alby, la inminencia de la muerte del niño suscita el miedo y la
huida tanto en los que lo aman como en los médicos desprovistos de poder; despier
ta en cada uno de nosotros temores primitivos de abandono. Es la imagen inacepta
ble, imagen de un proyecto sin cumplimiento.
En el caso de enfermedades crónicas, los padres y la familia están intranquilos
desde hace meses o años; a pesar de lo inaceptable que es, la muerte se soporta
mejor cuando los padres pudieron hacer un trabajo de duelo progresivo, ocuparse del
854 E L N IÑ O Y L O S G R U PO S S O C IA L E S
niño, cuidarlo mejor y mimarlo (N. Alby). Para los padres que ven al niño declinar
poco a poco y sufrir, la muerte puede parecerles como una liberación para el niño;
las reacciones son menos dramáticas cuando los padres tuvieron tiempo de habituarse
progresivamente a esta muerte (G. Raimbault).
Cuando la muerte está próxima y no hay remedio, la realidad viene bruscamente
a batir en brecha los mecanismos de defensa; este periodo crítico hace resurgir
muchas veces las conductas patológicas observadas durante la elaboración del diag
nóstico. El agotamiento emotivo puede conducir a la descompensación de los padres,
que hasta entonces habían podido mantener un cierto equilibrio. Se observan reac
ciones patentes o latentes de abandono; algunos ya no soportan seguir con el niño
enfermo y verlo sufrir (N. y J.-M. Alby).
Según N. y J.-M. Alby, merece señalarse la frecuencia de embarazos relativamente
tempranos en el transcurso de la enfermedad, al cabo de un año, y muchas veces
“ preventivamente” durante un alivio. Es evidente la significación reparadora y la
necesidad de restaurar Una buena imagen materna, pero es poco lo que sabemos de
la evolución entre la madre y su nuevo hijo.
Hay que ayudar a estas familias a hacer su duelo. Los psiquiatras adultos obser
van muchas depresiones y descompensaciones debidas a la soledad en que se encuen
tran los padres, la rememoración de escenas penosas y la incapacidad de investir en
otra parte toda la energía investida en su hijo durante la enfermedad. A veces, el
culto del niño muerto puede ser perjudicial para el equilibrio familiar, culto compar
tido a veces o en el que adquieren forma nuevas separaciones.
1 ° El niño diabético
2 ° El niño hemofílico
4. 0 Otras enfermedades
El problema planteado por los niños con “handicap” de los miembros superiores
fue objeto de un estudio de D. Colín y M. Ritaine (artrogriposis, amputación, pará
lisis obstétricas, etc.). Los problemas de los niños focomélicos fueron objeto de espe
cial interés tras el drama de la talidomida. Así, T. Goudin-Décarie expuso un estudio
de 22 niños de éstos, que padecían malformaciones de las extremidades superiores
(manos y brazos), de las extremidades inferiores (piernas y pies), o de ambas extre
midades a la vez, yendo la gravedad de la malformación de la sindactilia a la
focoinelia cuádruple. Se continuó este estudio durante varios años; solamente indi
caremos las primeras observaciones de T. Gouin-Décarie- hechas cuando estos niños
tenían 1, 5 a 3, 8 años. Su inteligencia (difícil de apreciar debido a que la ma
yoría de las escalas de desarrollo para esta edad comprenden principalmente Ítems
en relación con la motricidad o la prensión fina) se evaluó por la escala de desa
rrollo mental de Griffiths habida cuenta del handicap; si la curva de los C. I. es
inferior a la de la población general, el autor halla que (con excepción de los
niños que, además de las malformaciones de los miembros, tenían serias deficien
cias asociadas debidas a la talidomida), los porcentajes bajos están en relación con
el tiempo pasado en las instituciones y no con el grado de malformación; por otra
parte, parece haber un perfil típico bastante inadvertido, cualesquiera que sean
el método de evaluación y el entorno, constituyendo el lenguaje el dominio más
afectado y siendo la más elevada la escala mano-ojo (comprendiendo lo que podía
hacerse con los pies o la boca). A juicio de J. Piaget, se adquiría (incluso hasta
su último estadio) la permanencia del objeto, evaluada según una escala de
T. Gouin-Décarie, entre el 24 y el 31 mes (normalmente entre el 18 y el 24 mes),
incluso en el caso de niños minusválidos graves y, en algunos casos, ingresados en
la institución desde el nacimiento. Estudiando el desarrollo afectivo de estos niños
y, más específicamente, sus relaciones de objeto, T. Gouin-Décarie no halla, en
este estadio del desarrollo, ninguna relación entre la clase de malformaciones y el
desarrollo del objeto; un niño que padece malformaciones graves puede mostrar
una notable sociabilidad, mientras que otro sujeto menos con “ handicap” puede
revelar una trágica falta de afecto a los humanos.
Según D. W. Winnicott, muchas deformidades físicas no son de una naturaleza
tal que un bebé podría ser consciente en cuanto anomalías. De hecho, el niño peque
ño tiene tendencia a suponer que lo que existe es normal. Según este autor, el niño
que tiene una deformidad puede llegar a ser un niño sano con un self no deformado,
y el sentimiento que de ello tiene está fundado en la vivencia como persona acep
tada. Las distorsiones del yo pueden provenir de las distorsiones de la actitud de los
que se cuidan del niño. El self, el sentimiento que de él tiene el niño y la organiza
ción de su yo pueden estar intactos porque se apoyan en la base de un cuerpo que
era normal para el niño en el transcurso de su período formativo.
El psiquismo del niño paralítico cerebral está alterado por diversas razones: difi
cultades personales para adquirir conocimientos, dificultades para establecer rela
ciones humanas, necesidades afectivas particulares de sentir la confianza de su familia
y de su medio, de ser tomado en consideración por sus amigos, por las personas
mayores, de dar y recibir afecto, de sentir alrededor de el una situación estable y
firme y de someterse a una disciplina personal.
La orientación profesional en los enfermos paralíticos cerebrales es, como indican
N. Laiter y otros, una tarea difícil y desalentadora desde el primer momento. El 20%
de la población general paralítica cerebral es capaz de integrarse en la sociedad
debido a la relativa discreción de la limitación motora; los otros tendrán, con algunas
excepciones, enormes dificultades de colocación laboral. Para estos autores sería
indispensable la creación de hogares de asistencia, tales como los previstos por la Ley
francesa de 1957. En estos hogares de asistencia por el trabajo, nada impediría la
existencia de verdaderos talleres del tipo “ taller protegido” , pero sin esa noción de
rentabilidad total que en principio caracteriza a estos últimos.
C. - LA NOCIÓN DE MINUSVALÍA
Y LA PERSONALIDAD DEL INVALIDO
nRij.- •
Hay varias formas de no ser normal. En primer lugar debe distinguirse la enfer
medad de la anomalía. En efecto, se enferma no sólo con referencia a los demás,
sino también con relación a sí mismo; por el contrario, lo característico de la ano
malía es ser constitucional, congénita, y el portador de una anomalía no puede com
pararse a sí mismo. La anomalía puede incluirse en la enfermedad pero ella no es en
sí mismo una enfermedad. El focomélico no puede compararse con un niño que ha
perdido sus brazos.
862 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C I A L E S
El comité de Expertos de la OMS nos indica las líneas generales que debemos
seguir, a fin de disminuir los trastornos afectivos que plantean los minusválidos
físicos durante su evolución.
Todo el mundo está de acuerdo en admitir en cada caso la importancia de exa:
minar la mejor forma de abreviar el período de hospitalización y organizar lo más
rápidamente posible la convalecencia a domicilio, ya que es indispensable, durante la
enfermedad, mantener el contacto entre los padres y los niños. Esto implica una
reglamentación menos estricta en los hospitales.
El niño disminuido físicamente debe recibir una instrucción casi idéntica a la del
niño ordinario. Es necesario incluso proporcionarle mayores posibilidades de forma
ción para compensar la condición desfavorable en que se encuentra, pero debe reexa
minarse con frecuencia cada caso en particular para evitar la permanencia en una
escuela especial más tiempo del necesario. En las escuelas ordinarias, los maestros y
los alumnos deben ser preparados para acoger entre ellos a niños físicamente dismi
nuidos, a fin de que estos últimos no sufran un sentimiento de aislamiento o de
inferioridad.
El objeto de la orientación de la formación profesional de los jóvenes inválidos
consiste en darles el máximo de posibilidades de ocupar un empleo remunerado que
les satisfaga, teniendo en cuenta sus aptitudes y sus gustos, así como las considera
ciones médicas y psicológicas relativas a su caso.
• Desde el punto de vista de la colocación y del empleo, los jóvenes físicamente
disminuidos deben poder acceder a los empleos de todas las categorías que son
capaces de ocupar. En algunos países este, derecho está legalizado. Para los jóvenes
cuya incapacidad física impide llevar a cabo una ocupación normal o desplazarse
fácilmente, es necesario prever posibilidades de trabajo gracias a la creación de
talleres especiales o a la instauración de un sistema de trabajo a domicilio con
control apropiado.
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868 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE
Y LA SOCIEDAD
I. — IN T R O D U C C IÓ N
Desde la más remota antigüedad, ya se encuentran en los escritos de los filósofos griegos juicios
morales emitidos por los adultos con respecto a los niños. No hay nada más irritante que leer las
descripciones peyorativas que hacen los adultos de la generación que viene; sin embargo, aunque
nosotros abordamos este problema, lo haremos sin emitir juicios de valor, teniendo en cuenta el hecho
de que la evolución de la sociedad actual nos parece que corresponde a una verdadera mutación.
Antes de abordar el mundo de los adolescentes de hoy, quisiéramos hacer un retraso1rápido de
los adolescentes de antaño. Vivíamos en una sociedad en la que nos encontrábamos solitarios y
cuya organización sólo la conocíamos a través del filtro familiar. La familia era un bloque, el
núcleo de nuestra conciencia;.los adultos eran personalidades indentificatorias, la autoridad paterna
era respetada, por no decir temida, a veces incluso amada. Acatábamos más o menos la ley y el
orden del padre. Resolvíamos nuestros conflictos más o menos bien a través de nuestras identifica
ciones, mediante procesos de interiorización y de sublimación, reprimiendo nuestros impulsos.
Nuestras actitudes ambivalentes sólo se exteriorizaban por vías oblicuas (trastornos del carácter y
de la conducta, etc.) y no por vías directas. Nuestra sexualidad era culpabilizadora; al tener un
alma, nuestro cuerpo constituía una molestia. Se respetaba el rol de “clase”, reprimiéndose dura
mente la transgresión. Nuestros ideales sociales eran los de nuestra familia, los personales se con
fundían la mayoría de las veces con un ideal de clase y una fantasmatización poco reconocida;
hasta tal punto se asignaba el rail de la sociedad por el montaje de una realidad que no respondía a
los cánones aprobados. No compartíamos nuestro narcisismo, nos pertenecía por entero; la ascesis
y el afán de poder respondían a nuestras necesidades íntimas de independencia y no osábamos
formularlas ni confesarlas claramente, por eso producían reacciones de culpabilidad. El cuadricu-
870 E L N IÑ O Y L O S G R U P O S S O C IA L E S
lado familiar y social nos hacía vivir una vida monótona pero al mismo tiempo era tranquilizadora
y los placeres de la adolescencia estaban tenidos de una cierta melancolía sin verdadera tristeza,
considerándose el éxito social como un investimiento positivo y el no-éxito como un fracaso. Se
criticaban y resolvían las injusticias de un modo caritativo. Creíamos pertenecer a determinada
cultura o hacíamos lo imposible por adquirirla a fin de poder, si era necesario, discutirla. Se casti
gaba la transgresión y, por eso mismo, se experimentaba a veces un gusto agradable. La vida no era
desagradable si uno no se dejaba guiar por ella y si nuestras pasiones no cambiaban el orden de las
cosas. Los malos (eran los otros) vivían en el temor, pero organizaban su vida con modelos de
aceptación equivalentes. En el fondo, vivíamos una identidad generativa y una independencia orien
tada en relación con un estatuto que era preciso ganar; una vida tribal, en suma, con determinados
ritos y mecanismos defensivos tranquilizadores. Se trataba evidentemente de un esquema que com
prendía una determinada realidad de vivencia de un determinado genero de adolescente. Es evi
dente que, en este cuadro, las crisis de originalidad juvenil transcurrían detrás de la cortina un
cierto pudor y bastante vergüenza, sin que esto implique sin embargo una ausencia de felicidad,
viviendo el presente con una cierta concreción y el futuro en la esperanza.
El mundo del adolescente de hoy es completamente diferente. Actualmente, hay una unifor-
mación e internacionalización de las. características de los adolescentes; una indiferenciación de
edad; bachilleres, aprendices y estudiantes que se atribuyen roles equivalentes; un igualitarismo de
sexos, “somos compañeros” ; una diferenciación de los adultos que se manifiesta por la transgre
sión, lo que hace que los adolescentes, rehusando el estatuto y el rol que se les impone, se con
viertan en personajes que se confunden en un grupo en cuyo seno buscan su identidad. Al rechazar
el estatuto y el rol antiguo, se crean nuevos estatutos y nuevos roles en oposición a los del adulto.
Inversamente de lo que hubiera, podido creerse, la adolescencia, delimitada al principio por la socie
dad, más tarde negada como etapa por algunos, ha llegado a ser de hecho una nueva clase que
toma por modelo determinados sistemas de los adultos con las mismas rigideces o los rechaza de
plano negándolos; no reconoce el doble factor del principio de placer y del principio de realidad,
desvaloriza o hipervaloriza la felicidad o la desgracia y el sufrimiento; de este modo, vive en una
necesidad de destrucción por no decir de autodestrucción, rebelándose contra una sociedad que no
hace lo que ella pretende hacer y en la que no ve más que una ambigüedad hipócrita. Los adolcs-,
ccntes sólo encuentran solución en el aislamiento o en la adhesión a grupos en cuyo seno esperan
encontrar una purificación y con los que se identifican a costa de una pérdida de autonomía y de
individuación. Las fórmulas que utilizan son diferentes de las utilizadas por generaciones anteriores.
Ya no se habla del sufrimiento y de los desdichados, sino de los derechos; ya no se habla de
caridad, sino de justicia; se eliminan términos como “piedad” por tener un valor arcaico; los ado
lescentes quieren ser más cognitivos que sentimentales. Por reaseguro, quisieran ser portadores de
fórmulas; a menudo, éstas no están más que plagiadas de doctrinas cuyos grandes trazos son justos
pero antiguos y no renovados por la experiencia de la historia. Viven en la magia del verbo, utili
zando eslogans que lindan con los fantasmas de todos los hombres, sensitivamente válidos y con un
valor fantasmático reconocible pero que permanecen estáticos al no tradticirsc en acción. Su iden
tidad personal es precaria; algunos no adquieren (a través del grupo) más que una identidad difusa
en la que se diferencian de los adultos, pero siguen indiferenciados en el grupo, pareciéndose por
ello a las personalidades gemelas. De hecho, pasan de una dependencia con relación al adulto a
otra dependencia simbiótica del grupo con reparto de alegrías y angustias y una división de la
persona más bien que una personalización. Algunos compromisos o supercompromisos exteriores
constituyen a veces huidas de 'su interior, ante sus propios problemas que prefieren no abordar.
Utilizan sistemas proyectivos a fin de no ponerse ellos mismos en tela de juicio; son los adultos los
culpables por su inmovilismo. Reprochan a los adultos que quieren transformarse el no ir lo bas
tante lejos en la transformación del mundo y de la vida. Son portadores de fórmulas definitivas,
negadores de la historia y del tiempo. Cuando algunos dicen “queremos abolir el tiempo”, se trata
de una fórmula ambigua: tan pronto quieren decir la temporalidad en su pasado y en su futuro,
viviendo solamente un presente feliz y no soportando las frustraciones, deseando todo en seguida,
por temor a que el gozo de la instantaneidad se les escape; como quieren decir que no hay progra
mación posible en una sociedad injusta, siendo la acción la que hace al tiempo; como incluso
quieren decir que viven el futuro como una opacidad sin salida o el presente como un mundo de
E L N lN O , E L A D O L E S C E N T E Y L A S O C IE D A D 871
soledad (H. Dculscli), de la melancolía (P. Male) y del aburrimiento (E. Frontín). Según H.
Deutsch, algunos no soportan incluso una soledad temporal, al encontrarse amenazado su narci
sismo si no hay nadie alrededor de ellos para confirmar con una pura presencia que se está dispues
to a quererlos y admirarlos.
Esta actitud pasiva comporta un elemento interior que exige el contacto, exterioriza una
tensión y un deseo de amar y ser amado; otros tienen miedo del despertar de su propia agresividad
y reclaman la ayuda de los demás para facilitar la movilización de sentimientos positivos en ellos
mismos (11. Deutsch). La melancolía es un síndrome que no se confunde ni con la depresión verda
dera ni con la psicosis, pero que está unida a un retiro del investimiento; este estado puede
parecer de origen antiguo y supeditado a un fracaso de las primeras relaciones, pero los trastornos
de la conducta asociados a él “como para salir del aburrimiento” (fuga, droga, suicidio) estarían,
según P. Male, supeditados muy a menudo al bloqueo de los instintos, a su represión, a lo que
podría considerarse como una “falta de aprovisionamiento afectivo”, siendo susceptibles de mejorar
mediante determinadas técnicas madurativas. Para algunos, en el plano sexual se plantean proble
mas muy demostrativos: tendencia a la igualdad de sexos, no sólo como derecho sino a veces como
“clase” con fantasmas de bisexualidad y partenogénesis; creencia de que una completa libertad
sexual y una actividad ilimitada en el dominio del sexo constituyen los signos de un progreso y de
un nuevo valor (II. Deutsch).
Si, para las jóvenes, la libertad sexual puede representar una liberación de la mujer, a menudo
reprimida en las sociedades precedentes, los jóvenes, por su parte, otorgan a menudo esta libertad a
las jóvenes en provecho de un gozo sexual personal más precozmente obtenido; sus relaciones
tienen tanto más valor cuanto que tienen un carácter ostentatorio. En algunos, hay una desvalo
rización de la necesidad de amar porque, al implicar reciprocidad, se siente como dependencia;
pero el cinismo ante el amor oculta a menudo una necesidad de amor y no es más que un pudor
ante sus propias necesidades.
De hecho, los impulsos sexuales ¡n abstracto no corresponden a la realidad concreta de la evolu
ción y sus maduraciones deben llegar en su tiempo madurativo; hacer el amor no quiere decir amor
más que cuando hay una madurez efectiva que reviste a esta clase de diálogo de toda su plenitud.
En términos generales, se tiene la impresión de que existe una gran ansiedad y un gran descon
cierto en la adolescencia actual. 11. Deutsch admite que todos los grupos de adolescentes tienen dos
objetivos principales: “servir de vehículo a la rebelión y ofrecer, de alguna manera, un refugio
antifóbico contra la angustia que les hace decir: “solo, estoy perdido; juntos, somos fuertes”.-Por
otro lado, los adolescentes tratan de hallar salidas para la viscosidad de su vida, a veces en la droga,
a veces en el ritmo o en la danza.
De hecho, como dicen P. Amold y cois., no hay ningún sistema en estado puro. Así, un grupo
podrá ser perfectamente inconformista a nivel de conductas externas (estará obligado por la
presión de los hechos) y contestatario a nivel de los valores de que es portador y a los que aspira.
Al contrario, ¿cuántos grupos pudimos observar (entre algunos estudiantes, p. cj.) cuya conducta
exterior era radicalmente contestataria y cuyas aspiraciones profundas alcanzaban el hiperconfor-
mismo? ¿Cuántos grupos, cuyo objetivo consistía en la instalación de una congestión generalizada,
se agruparon burocráticamente con roles jerarquizados y una coacción del grupo sobre sus
miembros más fuerte que en muchos otros casos?
Si admitimos con P. Ricoeur dos modos de encuentros, el del “socius” por una
parte y el de la “ persona” por la otra, hay entre estas dos formas una incompatibili
dad puesto que lo social tiende a obstruir el acceso de lo personal y a ocultar el
misterio de las relaciones interhumanas y tan pronto la relación personal con el
prójimo pasa por la relación con el socius, como se elabora al margen o se subleva
contra la relación con el socius. Como dice dicho autor, la separación entre socius y
prójimo raramente se da en estado puro; la mayoría de las veces está mezclada en
proporciones variables y la elaboración con el prójimo se elabora en los intersticios
de la relación “ socius” .
Estas actitudes no pueden explicarse únicamente en el marco social, se revelan a
través del individuo y de su propia organización, incierta debido a la falta de imagen
identificatoria, en el seno ella misma de un mundo incierto. De hecho, el mundo
contestatario no puede definirse sólo con relación a sí mismo, sino con relación a
una sociedad o a familias demisionarias. El uno no puede hacer frente a sus
impulsos, el otro no puede resolver el problema de sus propias contradicciones,
oponiéndose la humanización de uno a la cosificación del otro. Al juzgarse otro, el
adolescente se hace otro entre los otros pero el otro no es sólo el entorno, es igual
mente el otro que está en-él en su pasado y que no quiere ser otro en el futuro.
Es im portante subrayar la actitud de los padres frente a estas modificaciones de
la adolescencia. Muchos de ellos experimentan un violento deseo de ser “modernos”
también ellos: se muestran “ tolerantes” y renuncian a su autoridad. Los jóvenes son
“dejados en libertad” con la complicidad de sus padres. Los padres desean á veces
hallar una especie de victoria con retraso identificándose con sus hijos cuando no
lograron su propia evolución de adolescencia (H. Deusch). Como observa E. J. Antho
ny, la imagen que el adulto se hace del adolescente está muy a menudo desvirtuada
por determinados estereotipos; reacciones estereotipadas hacia el adolescente consi
derado como un objeto o un peligro; respuestas estereotipadas al objeto sexual,
pudiendo reactivar en el joven la crisis de la adolescencia una crisis sufrida anterior
mente por los padres en el transcurso de su adolescencia; respuestas de padres inma
duros a la inadaptación del adolescente; respuesta al adolescente considerado como
un objeto de envidia; respuesta al adolescente considerado como un objeto perdido,
perdiendo el hijo a sus padres, pero comenzando los padres a perder igualmente a su
hijo; reacciones estereotipadas de la sociedad hacia el adolescente debido a la
creación, según su propósito, de una nueva cultura en la que los padres son más
camaradas que padres. Podemos afirmar, con-E. J. Anthony, que la relación con los
padres es buena cuando su reacción es un elemento de empatia y de simpatía resul
tante de una experiencia personal satisfactoria en el momento de su propia adoles
cencia, no por haber estado exenta de conflictos sino por haber habido conciencia y
resolución de los mismos.
Al sentirse superada por la adolescencia, la sociedad se pregunta si se trata de una
simple crisis, de una mutación, de una revolución o de un apocalipsis. No hay duda
de que atravesamos un período especialmente delicado, pero no se pueden exorcizar
las dificultades negándolas.
*
* *
amplios cuya coherencia está relacionada únicamente con las reacciones del compor
tamiento o con las actividades delictivas.
—Los trastornos del carácter y del comportamiento, o “caracteropatías”, que se
definen por formas inadaptadas particulares de comportarse, pero cuya patogenia es
heterogénea.
—La delincuencia infantil y juvenil.
Se han clasificado en este cuadro cierto número de personalidades que difícilmente pueden
integrarse ni en las neurosis, ni en las psicosis, pero de las cuales se encuentra una descripción en el
cuadro de la “locura de degenerados” de B. A. Morel y J. Magnan, de la “locura moral” do
Z. C. Prichard, en el grupo de “psicópatas apáticos” de K. Schneider (“individuos sin compasión, sin
pudor, sin honor, sin arrepentimiento, sin conciencia, que son a menudo, por naturaleza, sombríos,
fríos, gruñones y brutales en su comportamiento social”). Esta última fonna se aproxima a la noción
de “perversión instintiva” de E. Dupré: “Conjunto de anomalías de las tendencias del individuo
considerado en su actividad moral y social, tocando los tres grandes instintos primitivos: el instinto de
conservación, el instinto de reproducción, el instinto de asociación (instinto colectivo, altruista
E L N IÑ O , E L A D O L E S C E N T E Y L A S O C IE D A D 881
Los autores que individualizan a ios psicópatas como una entidad encuentran que su cuadro
ofrece suficientes características para distinguirlos de las neurosis, tanto lústéricas, fóbicas, como
obsesivas, o de las neurosis del carácter en el sentido psicoanalítico del término; “allí donde el
neurótico sufre conflictos interiores excesivos, el psicópata hace sufrir a los demás por falta de
conflictos interiores" (R. L. Jenkins).
Sin embargo, M. Q. Brill y G. W. Becbc, estudiando 842 veteranos diagnosticados de psiconeu-
rosis, encuentran en la anamnesis del 11,4% de ellos un diagnóstico anterior de trastornos de la
conducta o de la personalidad que habían sido considerados como psicopáticos; para estos autores
no es contradictorio presentar a la vez síntomas psiconeuróticos graves y un comportamiento psico
pático grave.
Por’el contrario, L. Cassiers considera que el trastorno de la vida fantasmática del psicópata es
casi lo opuesto del trastorno neurótico, y aunque admite que los dos tipos de alteraciones pueden
persistir en algunos, le parece evidente que cuanto mayor sea la alteración psicopática de un
paciente, es decir, cuanto más importante sea la pobreza fantasmática, menos oportunidades se
tendrán de encontrar en el trastornos neuróticos, careciendo estos últimos del soporte simbólico
inconsciente mínimo que permitiría su desarrollo. El grupo de los psicópatas se diferencia también
del grupo de las psicosis, en particular esquizofrénicas, y debe distinguirse igualmente de las
heboidofrenias con las cuales comparten algunas características sintomáticas. Por el contrario, es
más difícil de diferenciar del grupo de los border-line tal como los describe M. Sclimidebcrg, que
los considera como una entidad distinta cualitativamente diferente de neurosis y psicosis, combi
nando en proporciones variables, normalidad, neurosis, psicosis y psicopatía. Estos enfermos se
caracterizarían por una inadaptación a la sociedad, contactos afectivos limitados, insensibilidad,
intolerancia a la emoción, inadaptación a la realidad, incapacidad para el placer, trastornos sexua
les, dificultad de identificación con los demás, a veces con acentuación del retraimiento y del
narcisismo, etc.
Según B. Karpman, se' puede distinguir al sujeto neurótico y psicópata del psicópata con pare
cida sintomatología, por el hecho de que los primeros padecen trastornos de la conciencia y
distorsión de la realidad, mientras que los segundos presentan una ausencia de conciencia y una
apreciación patológica de la realidad. Entre los individuos con tendencia antisocial, B. Karpman
distingue un grupo sintomático con aspecto psicopático, que puede encuadrarse en los grupos
nosológicos existentes, y un grupo idiopático o primario que se incluye en un grupo que se carac
teriza por una ausencia de conciencia y una dificultad para establecer transferencia, la cual oca
siona dificultades en el tratamiento psicoanalítico.
Si se tiene en cuenta, por otra parte, la importancia que se ha concedido a la incapacidad
fantasmática (L. Cassiers) y a la incapacidad de verbalización tan característica en estos pacientes
(E. Tríllat), se encuentran aquí ciertas características descritas por M. Marty y otros como elemen
tos importantes de la personalidad psicosomática.
La antigua noción de psicopatía o de locura moral se basaba sobre el constitucionalismo,
noción de innato, invariable e incurable; nociones que respondían a la creencia de que estos
trastornos son el fruto de una anormalidad constitutiva del soma, hereditaria o adquirida en el
transcurso de la primera juventud, de un vicio del desarrollo que se caracterizaría por una ruptura
de la armonía entre inteligencia y afectividad por un lado y las diversas tendencias instintivas por
otro. En numerosas observaciones, se encuentra una importante herencia, en otras a veces se
encuentran factores desencadenantes, traumáticos o cncefalíticos; lo cual hace decir a algunos
autores de la escuela francesa y también a G. N. Thompson que la lesión cerebral es un factor
etiológico invariable en la personalidad del psicópata.
Los hallazgos E. E. G. han puesto de manifiesto la frecuencia de trazados’anormales en estos
sujetos, S. K. Ehrlich y R. P. Keogh los han encontrado en el 80% de los casos. Sin embargo, el
20% que presentaban E. E. G. normales eran, al menos desde algunos puntos de vista, los psicó
patas más graves. Los ritmos theta descritos por W. Cray Walter y D. HD1, como asociados a tras
tornos del carácter con comportamiento agresivo, eran los ritmos dominantes en 18 de los 50
psicópatas estudiados por estos autores y se encuentran en el 50% de los trazados de los delin
cuentes adultos, según G.y J. Verdcaux. Pero este tipo de ritmos pueden tener, según estos
autores, tres significados: que traduzcan un stress cerebral orgánico, que acompañen al trastorno
E L N IÑ O , E L A D O L E S C E N T E Y L A S O C IE D A D 883
haya presentado una actividad delictiva mientras que, como indica D. Karpman, sólo
el 15% de los delincuentes entran en el grupo de los psicópatas.
Ahora se trata de discutir no sólo si la psicopatía se debe a trastornos precoces
de la organización afectiva o a trastornos de tipo constitucional, sino sobre todo si
se pueden aislar en el niño o en el adolescente comportamientos que permitan hacer
este diagnóstico. Algunas descripciones nos orientan en este sentido.
Aunque algunos tipos de niños o de adolescentes perversos, tales como los descri
ben determinados autores de la escuela francesa, merecen ser retenidos; la descrip
ción de los paidopsiquiatras americanos nos parece más precisa.
En 1914, G. Heuyer, tomando las ideas-de E. Dupré, describe las perversiones
precoces de los instintos entre las que sitúa; la mitomanía, el vagabundeo, la fuga, el
robo, la piromanía, la inafectividad, las cóleras, las violencias, el erotismo, etc. La
noción de “perversión constitucional” es empleada por este autor de una forma muy
amplia. La noción de perversión infantil es utilizada con frecuencia por los psiquia
tras franceses y la revisión de este problema se ha hecho en dos monografías, la de
R. Lafon y J. L. Faure (1951) y la de L. Michaux (1952 y 1961). La mayoría de
autores franceses utilizan la noción de comportamiento perverso para definir una
conducta que supone una modificación patológica de las tendencias afectivas y
morales fundamentales, en la cual se encuentran algunos caracteres de la noción de
psicópata tal como ha sido descrita por los autores anglosajones.
L. Michaux describe tres tipos de perversiones instintivas desde el punto de vista
etiológico: las perversiones instintivas adquiridas, las perversiones instintivas reactivas
o condicionales que regresan si los conflictos de base se anulan y se reproducen si
reaparecen y, sobre todo, las perversiones instintivas constitucionales del tipo Dupré.
En este último sentido admite que las perversiones afectan a los instintos de asocia
ción, de reproducción, de conservación, que convergen hacia una consecuencia unívo
ca, la inadaptabilidad social. Esta perversión del tipo Dupré se caracteriza por la
precocidad de su aparición y por su incurabilidad; es decir, por su carácter innato c
irreductible, presentándose la inadaptación de forma distinta según el carácter del
niño, ya sea bajo una forma pasiva (perverso apático), o bien bajo una forma activa
y agresiva.
R. Lafon y J. L. Faure han descrito Varias formas clínicas de comportamientos
perversos:
—el comportamiento perverso descuidado, que se manifiesta, sobre todo, alre
dedor de los 15 años en forma de un rechazo a un esfuerzo continuado, de una
búsqueda de la vida, fácil, de satisfacción inmediata de deseos egoístas, de donde se
desprende una inadaptabilidad en el trabajo, una inestabilidad profesional y de las
reacciones de tipo medicolegal;
—el comportamiento perverso agresivo que se inicia desde la edad de 7 a 10
años, y que se caracteriza por una actitud de oposición activa sistemática a las reglas
del grupo y por agresiones múltiples, con un cierto placer en ver castigar y hacer
sufrir;
—el comportamiento perverso que se inicia entre los 14 y 18 años, con un fondo
de desequilibrio mental que se caracteriza por un comportamiento egoísta, a la vez
inestable y contradictorio, una abulia y reacciones excesivas que conducen final
mente a la inadaptación al medio.
P. Male considera que deben distinguirse en las perversiones infantiles la “ reac
ción perversa” y el “núcleo perverso” . La reacción perversa (impulsiones, brutalidad
peligrosa respecto a otros niños, tendencia sádica a torturar a los animales, fuga
precedida de robo, tendencia a prender fuego e incluso al homicidio), cuya caracte
E L N IÑ O , E L A D O L E S C E N T E Y L A S O C I E D A D 885
I. - ETIOPATOGENIA
estar, a pesar de todo, bien adaptados. Este autor postula, por una parte, la exis
tencia de una base constitucional específica determinada por los genes, y admite,
por otra parte, que existen suficientes pruebas para aceptar qué modificaciones
químicas o fisiológicas pueden producir distorsiones de la personalidad. También
pone de manifiesto que factores como la torpeza motora, trastornos de la percep
ción del espacio y un desarrollo lento del lenguaje, pueden influir sobre deter
minados individuos, los cuales se tornan así incapaces de alcanzar formas compen
sadoras de satisfacción.
Señalemos que A. y C. Haim encuentran trastornos “instrumentales” en un
55% de los psicópatas jóvenes. En nuestra opinión, estos trastornos que nosotros
también hemos encontrado, pueden deberse a la inadaptación o ir unidos a déficit
catéxicos, su resistencia a la donación que está implicada en el aprendizaje como
primera forma de regla impuesta. De cualquier forma, en tanto que tales, estos
déficit aumentan la inadaptación en el curso de la evolución.
Señalemos también que muchos psiquiatras norteamericanos rechazan el atributo
constitucional que se añade a la noción de psicopatía (L. Bender, H. S. Lippman,
etc.). Otros autores, como R. D. Rabinovitch, admiten que se puede plantear el
problema de los factores constitucionales en los pequeños grupos clasificados por
B. Karpman con el nombre de “ anetópatas”. Con esta denominación, este último
autor describe una incapacidad de base para experimentar sentimientos de culpa y
un rechazo total de nuestro comportamiento ético y social positivo. Pero frente a la
“anetopatía”, R. D. Rabinovitch opone la “acatexis psicógena primaria”, dando a
entender con esta locución el fracaso inicial condicionado por el medio a establecer
relaciones objétales de base.
R. S. Lourie opina que las raíces, de la psicopatía pueden encontrarse en los cinco
primeros años de la vida. La mayoría de autores opinan que lo que se denomina
“psicopatía” se organiza en una edad muy precoz — según R. Spitz y L. Bender,
antes de los dos años.
Ya conocemos la importancia que J. Bowlby otorga a la carencia materna precoz
en la patogenia de los estados psicopáticos, y no insistiremos en ello. L. E. Hewitt y
R. L Jenkins han estudiado los trastornos de las primeras relaciones, basándose en la
observación de 52 niños enviados a la consulta que presentaban 3 o más de los
siguientes rasgos: tendencia a atacar, tendencia a iniciar las riñas, crueldad, desacato
a la autoridad, maldad y sentimientos de culpabilidad inadecuados. Este grupo de
niños, que denominan “ agresivos no socializados” , se ha comparado con un grupo de
500 casos no seleccionados de la misma clínica. De estos estudios se deduce que en
lodos los casos ninguno de los padres deseaba el embarazo, y que la madre estuvo
seguramente bajo una tensión emocional considerable durante este período; que
ambos padres, pero especialmente la madre, han rechazado dar afecto al niño desde
el principio, que los niños convivieron de forma temporal o permanente con
parientes o extraños o cambiaban de un padre a otro y, en los casos en que los
padres vivían juntos, que sus relaciones eran poco armoniosas, que ambos padres
eran más bien de carácter violento y la familia mal considerada por los vecinos.
Ninguna otra relación entre los miembros de la familia ha alentado el desarrollo de
una actitud social sana en estos niños. Uno de los padres era generalmente muy
dominante, mientras que el otro asumía pocas responsabilidades. El estatuto del niño
en el hogar era una fuente de conflicto en la familia. La madre, y en gran medida el
padre, no aceptaba ninguna interferencia del exterior, impidiendo al niño los cui
dados de la escuela y de las autoridades. Durante buena parte del tiempo, estos
niños son indiferentes en sus actitudes y la madre más susceptible de ser manifiesta
E L N IÑ O , E L A D O L E S C E N T E Y L A S O C IE D A D 887
Debe señalarse también que estos sujetos intentan protegerse contra el desarrollo de
cualquier ligazón y rompen las relaciones cuando empiezan a sentirse ligados. La psi
coterapia debe tener como finalidad ayudar al paciente a reconocer que su sustituto
paterno se interesa en su bienestar, que no es hostil sino que únicamente hace restric
ciones razonables, y que la actitud prudente consiste en sacar partido de las ocasiones
constructivas que la situación ofrece. Este autor concuerda con W. y J. McCord en
considerar que la psicoterapia puede tener como resultados una disminución de los
fantasmas agresivos, un aumento significativo de su culpabilidad interiorizada y
una representación de las figuras de autoridad cómo menos punitivas, así como un
aumento de sus ideales del Yo y de sus capacidades para mantener relaciones
afectuosas.
A menudo es difícil diferenciar lo que se denomina “ psicopatía pura” y psico
patía de origen neurótico; en estos casos, nuestra terapéutica no debe estar influida
por el diagnóstico de psicopatía o seudopsicopatía, sino por la evolución del propio
tratamiento, que nos permitirá hacer el diagnóstico.
Todos conocemos personas etiquetadas de “ psicópatas” en un momento determi
nado de su existencia y que posteriormente han tenido salidas (más o menos confor
mes) en un medio social. En realidad, existen pocas catamnesis basadas en una larga
evolución de sujetos diagnosticados de psicópatas. M. Craft (1966), después de una
amplia encuesta realizada en los hospitales especiales de Inglaterra, encuentra que un
número considerable de psicópatas mejoran con el tiempo o con una acción psicote-
rapéutica. Para algunos autores, la mejoría puede oscilar desde la posibilidad de un
trabajo en talleres protegidos hasta la integración en la comunidad.
*
* *
Por otra parte, debe prestarse atención a los problemas que plantean las institu
ciones destinadas a tratar los trastornos del carácter y del comportamiento. En
efecto, aunque algunas de ellas pueden modificar la evolución de la personalidad de
estos sujetos, otras corren el peligro de reforzar la psicopatía a través de la confron
tación con sujetos afectos de las mismas tendencias.
Por otra parte existen sujetos educados en un medio coherente en relación con
las normas sociales de la nación o de la época y que, durante determinados cambios
sociales o durante algunas fases de su desarrollo, se incluirán por facilidad o por
reacción pasajera con grupos asociales, y aceptarán después, por facilidad o hábito,
las leyes de este nuevo grupo; en estos casos no se encuentra necesariamente un tipo
de personalidad definida, entran en un grupo por azar, permanecen en él por hábito,
y encuentran algunas ventajas o no encuentran la forma de salirse, perdiendo las rela
ciones con el medio natural del que lian sido rechazados debido a su conducta; así,
pues, se adhieren por convicción a la moral del nuevo grupo.
Para H. F. Shirley, una gran parte de la delincuencia juvenil de Estados Unidos
corresponde al tipo disocial. Estos sujetos, como señala este autor, se hacen miembros
de un grupo con orientación antisocial después de una vigilancia inadecuada, de una
falta de recursos de la comunidad, de una no aceptación de la vida de los adultos y de
la comunidad. Aprenden a vivir la vida de una subcultura caracterizada por su ilegalidad
y que, aunque minoritaria, es un problema social siempre presente y serio.
Es evidente que estas formas de organización de tipo disocial están íntimamente
relacionadas con el propio problema social, con una cierta decadencia y con una
injusticia en él reparto de los bienes y de la cultura de los que la comunidad debe
sentirse responsable. El problema es, pues, al menos en principio, menos psiquiátrico
que sociológico, lo que no impide que pueda hacerse el estudio en el plano del desa
rrollo de la personalidad, ya que es cierto que estos sujetos tienen sus propios con
flictos y su propia psicología o patología diferenciales. Pero esto no quiere decir que
incumba al psiquíatra el papel de defensor de la sociedad establecida. Puede ser nece
saria su intervención en las consecuencias traumáticas o conflictivas, cuando las
reglas establecidas imponen al sujeto un cambio de código, lo cual no se produce sin
dar lugar a tensiones. Nuestra función, en estos casos, no consiste en ser los misio
neros de la sociedad, sino corresponder al individuo como tal, en sus dificultades.
Sin embargo, no debe olvidarse que muchos de estos sujetos pueden haber
presentado trastornos precoces de la personalidad, consecuencia en unos de determi
nadas carencias afectivas y en otros de su mala inserción. La psicología de determina
das personalidades desarraigadas o de determinados individuos componentes de
grupos sectorios se descompensan a veces cuando, en tanto que individuos, son con
frontados con otra realidad para la cual no están preparados.
Así, en la literatura de lengua francesa, se describen frecuentemente algunos niños agrupados según
la naturaleza de sus reacciones, de sus componentes caracterológicos o temperamentales: inestables,
agresivos, coléricos, ladrones, huidizos, mitómanos, reprimidos o excitados, inlúbidos o desinhibidos,
impulsivos, hiperemotivos, rasgos de carácter fóbico, obsesional, histérico, proyectivo, etc.
Esta clasificación es criticable, de un lado reúne síntomas cuya patogenia está lejos de ser uní
voca y, de otro, organizaciones caracterológicas que pueden ser más transitorias que fijas; como
destacan L. Michaux y D. J. Duché, es un error corriente querer hacer entrar forzosamente a cada
niño en un cuadro tipo; la mayoría no dependen de un cuadro tipológico; cabalgan sobre muchos
de ellos con o sin predominio de una tendencia; estos tipos pueden parecer constitucionales o
adquiridos; pueden quedar en el grado de las particularidades psicológicas o realizar una determi
nación psiquiátrica: neurosis o psicosis.
J. L. Lang, en función de uní pronóstico de educabilidad y desde un punto de vista medico
social, prevé tres eventualidades:
—Perturbaciones caracterológicas reaccionales cuyo desequilibrio e inadaptación resultan de Id
89 4 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
grupo más bien que una psicopatología individual. Los delincuentes socializados se distinguen del
nido agresivo no socializado y del que tiene reacciones de huida, a causa de su mayor socialización
de base y, en particular, a su capacidad de lealtad al código que ha escogido (véase el párrafo
acerca de los psicópatas y los disociales). El delincuente socializado representa no un fracaso de
socialización, sino una limitación de la lealtad a un grupo más o menos preestablecido.
■
: sobre el porvenir de estos niños: J. Euziérc, R. Lafon y cois., P. Meignant y cois.,
R. Crémieux y cois., C. Kohlcr y cois., presentaron los resultados de sus trabajos.
Los más interesantes, por su amplitud y su metodología, son los realizados en el
servicio de G. Heuyer, pero, desgraciadamente, a pesar de la riqueza de sus aporta
ciones, no pudieron alcanzar completamente la finalidad que pretendían. El porvenir
a largo plazo de los niños inadaptados también ha sido objeto de otros trabajos
(D. W. Cohén y M. L. Carper, G. E. Gardner y Ñ. Goldman, P. O’Neal y L. N. Robins,
D. P. Morris y E. P. Sorokcr, etc.), pero, como señala R. Cahn, la mayoría de los
estudios catamnésicos engloban poblaciones variadas de niños inadaptados y casi
todas se centran sobre el valor de la adaptación del adulto sin referencias clínicas
£;
!
896 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
precisas. Otros trabajos sólo consideran una categoría muy limitada de trastornos
clínicos observados en la infancia de los que se examinan su evolución posterior. Por
otra parte, pocos estudios (excepto los de G. Hcuyer y de L. N. Robins y P. O’Neal)
establecen una comparación con un grupo de control. Basándose en el análisis de los
trabajos de estos autores y en la investigación efectuada en el Centro de Observación
de Vitry-sur-Seine, R. Cahn admite que sólo 1/5 parte de los sujetos inadaptados
anteriormente no conservan ningún trastorno; y aunque la adaptación es satisfactoria
en los 2/3 de los casos, desde el punto de vista clínico persisten dificultades niás o
menos importantes en un 80% de los casos. Estos resultados contribuyen a explicar
la fragilidad de muchas adaptaciones que, a grandes rasgos, parecen sensiblemente
idénticas al conjunto de la población. En la estadística de R. Cahn, así como en la de
G. Heuyer, los porcentajes de intemamicnto en los hospitales psiquiátricos no está
significativamente elevada en relación con la población general. Los resultados de las
investigaciones de la mayoría de autores, así como los de R. Cahn, coinciden en
demostrar la ausencia de relaciones entre los trastornos caracteriales y neuróticos del
niño (los más llamativos y los menos tolerados) y las psicosis del adulto. Por otra
parte, R. Cahn, según sus estudios estadísticos, muestra que los sujetos que presentan
un determinado síntoma, sea cual fuere, tienen una evolución ni mejor ni peor que
la del conjunto del grupo y se reparten de forma sensiblemente idéntica en sujetos
equilibrados y ligera o profundamente perturbados. La estadística de G. Heuyer
mostró que no existía ninguna repercusión sobre el pronóstico en lo referente a
haber comprobado en la infancia de los sujetos examinados, signos de inestabilidad,
d e p re s ió n , hipocondrías, epileptoides, esquizoides, rasgos paranoicos e incluso
tendencias perversas, mientras que la rebeldía, la agresividad, la obstinación así como
la inhibición tendrían una correlación incluso más bien favorable con una buena
adaptación. Los robos ocasionales no comportan tampoco ningún significado pronós
tico desfavorable. Sin embargo, existen algunos síntomas que parecen tener un signi
ficado privilegiado. Así, en el trabajo de P. O’Neal y L. N. Robins, se observa una
correlación particularmente elevada entre las fugas del niño y los porcentajes de
desviación en el adulto. R. Cahn señala que los niños que presentan tendencias suici
das o autoagresivas, y perversidad con agresividad maligna, se muestran posterior
mente más frecuentemente agresivos, mal controlados, ansiosos, mitómanos, paranoi
cos, con tendencia a la oposición y a las fugas y en conjunto más perturbados que el
resto del grupo. Si el síntoma sólo tiene un determinado valor pronóstico, ciertos
tipos de estructuras psicopatológicas tienen significados más válidos. Según el trabajo
de R. Cahn, parece deducirse que las evoluciones favorables se producen en los niños
que tienen un Yo sólido sin perturbaciones afectivas profundas y sobre todo cuando
la dcsdramatización o la desaparición de una situación patógena y libera la evolución
libidinal que reemprende su curso, el cual había estado bloqueado durante algún
tiempo. En algunos casos puede evolucionar hacia una adaptación satisfactoria, sin
perturbación profunda de la personalidad a pesar de la persistencia aparente o subya
cente de una misma estructura psicopatológica. Todo ocurre, dice el autor, cómo si
las conductas se adaptaran cada vez más con mejores controles que permiten la
atenuación o la desaparición de los conflictos más espectaculares, mientras que la
estructura de la personalidad persiste idéntica con los mismos problemas afectivos no
resueltos y los mismos mecanismos de defensa más o menos patológicos. También se
encuentra aquí una cierta evolución de la maduración del Yo con posibilidades de
adaptación y de catexis relativamente satisfactorias respecto al núcleo conflictivo
persistente. Los casos desfavorables se caracterizan por personalidades profunda
mente perturbadas en las que predominan los mecanismos de autopunición, o donde
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 8 9 7
Es clásico considerar que la delincuencia juvenil es más frecuente entre los chicos
que entre las chicas. Pero debe decirse, en relación al acto delictuoso, que el
comportamiento delictivo es particular en cada sexo. A. M. Johnson estima que la
“delincuencia sociológica” predomina en los muchachos, y que la “ delincuencia
individual” es común a ambos sexos.
El tipo de acto delictivo se ha modificado en el curso de estos últimos años
desde el plano sexual (despertar más precoz de la sexualidad), desde el punto de
vista del robo (actividad que goza de muchos adeptos), en el campo de las toxico
manías (cuyo aumento es importante) y por razón de comportamientos particulares
en pandillas en busca de aventuras. Parece que haya crecido sobre todo la “delin
cuencia sin motivo” y las destrucciones gratuitas, cuyos móviles serían más bien
“inconformistas”; que asocialés.
A. - CONSIDERACIONES GENERALES
SOBRE LA GÉNESIS DE LA DELINCUENCIA JUVENIL
La tesis defendida por C. Lombroso del criminal nato, que tiene un tipo psicoso-
mático específico (tesis que ha tenido una gran importancia en el desarrollo de lá
criminología), es puesta actualmente en duda por la mayoría de autores; lo que no
quiere decir que la hipótesis de que los factores constitucionales o hereditarios
ejercen sobre el carácter una influencia tal que predispone al individuo a la delin
cuencia sea del todo insostenible (L. Bovet). Este problema cobra de nuevo vigencia
a partir del momento que se le va dando importancia a las posibles relaciones entre
el triple cromosómico XYY y una cierta disposición a la delincuencia. P. A. Jacobs y
cois., han sido los primeros en encontrar, en 1965, 7 casos de aberración cromosó-
mica XYY sobre 197 pacientes retrasados mentales y criminales violentos de gran
altura, mientras que sólo hallaron un único XYY sobré 1.925 sujetos tomados al
azar. Muchos de los estudios hechos a continuación (M. D. Casey y cois., en 1966;
Nielsen, en 1968 y 1969; W. H. Price y P. B. Whatmore, en 1967) parecen confirmar
una frecuencia significativamente más elevada de XYY en los criminales que en la
población general. Esta frecuencia relativamente elevada se vuelve a encontrar para ei
síndrome de Klincfclter (J. Nielsen y cois., 1969). De este modo J. Nielsen descubre
en sus propias investigaciones (1968, 1969) 7 pacientes XYY sobre 608 criminales
observados, es decir, el 1,2%, mientras que la frecuencia en el resto de la población
es probablemente entre el 0,05% (W. M. Court Brown) (1968) y el 0,2% (F. Scrgo-
vich y cois., 1969); Sergovich (1969) encuentra, sin embargo, una frecuencia del 0,4%
entre los recién nacidos. Muchas veces estos estudios, como dice J. Nielsen, no dan
posibilidad alguna de calcular el riesgo de criminalidad entre los pacientes que, habien
do tenido un síndrome XYY, no respondan, sin embargo, al tipo descrito inicialmente.
R. F. Daly señaló, en 1969, de manera bastante detallada, el caso de 10 individuos
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 901
2 ° F actores so ciológicos
M A A ir n i
902 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
ción de J. J. Rousseau, sea actualmente inaceptable, dado que antes de expresarse las
aportaciones exteriores deben ser interiorizadas en una personalidad en evolución, no
quiere decir eso, sin embargo, que la importancia de esos factores sociales debe ser
minimizada. En su favor -se ha hecho constar la frecuencia de la delincuencia juvenil
en las zonas urbanas, y su relativa rareza en las zonas rurales; las nocivas consecuen
cias de orden económico, social y psicológico de la urbanización y de la industriali
zación que acarrean una gran complejidad en la vida de los individuos, una disgrega
ción de los cuadros y una ambivalencia en la personalización de las actividades y de
las responsabilidades. Se ha atribuido igualmente una gran importancia a la moviliza
ción de las masas de población por razones económicas, movilización que puede
traer consigo modificaciones de las normas de vida y, por consecuencia, una desadap
tación social.
Se ha examinado, en ese sentido, el problema planteado, por la raza y el origen
étnico. En América, en la población negra, la frecuencia de la delincuencia es superior a
la que se registra en la población blanca; la débil tasa de delincuencia que aparece en los
grupos judío y chino no puede explicarse desde el punto de vista puramente racial, sin
tener en cuenta el estado de dependencia en el cual viven muchos de estos individuos,
las reivindicaciones que persiguen y la cohesión más o menos grande, tradicional o
defensiva, de cada uno de los grupos de que forman parte.
La influencia de la televisión, de la radio, de la prensa y del cine es considerada
de capital importancia para muchos autores, mientras que para L. Bovet estos medios
de información pueden determinar la forma adoptada para la comisión de un delito,
pero no la idea misma del delito. Los psiquiatras soviéticos consideran que la cen
sura, para los jóvenes, de estos medios de información, junto a una formación más
positiva para la vida en sociedad, pueden desempeñar un papel muy importante en la
prevención de la delincuencia infantil. Según nuestro parecer, estos modos de infor
mación visual o audiovisual, ensalzando los actos agresivos y mostrando a menudo la
impunidad del acto delictuoso, pueden repercutir en una tendencia a la delincuencia,
ya sea en razón de mecanismos de imitación; o sea, también porque dan un carácter
de realidad a una parte de nuestra vida fantasiosa y una aprobación implícita,.o
sentida como tal, a la expresión de nuestros instintos; o sea, en fin y sobre todo,
según nos parece, porque perturban a los jóvenes el mecanismo de identificación a
los padres, ofreciéndoles posibilidades de identificaciones múltiples o contradictorias,
y creándoles también imágenes ideales de afirmación que van al encuentro de la
organización presente de su Yo y de las exigencias de su Superego en formación.
Los factores socioeconómicos son sin duda muy importantes en la dcsadaptación
juvenil. Como han mostrado muchos sociólogos (En Francia, Y. M. J. Chombart de
Lauwe), el problema no se plantea únicamente en el plano de la pobreza o de la
insuficiencia de medios económicos. En efecto, en algunos países pobres o en ciertas
regiones rurales aisladas, la delincuencia no es más importante que en otros sitios, y
cuando se registra se soporta mejor por lo general. Por el contrario, la pobreza sólo
influye en las ciudades en la medida en que produce una modificación societaria:
promiscuidad y ausencia de vida familiar por falta de lugar o formación de grupos
extrafamiliares creadores de una ética diferente de la adulta. Subrayemos, además,
que se ha insistido actualmente acerca del importante aumento de la delincuencia en
las familias acomodadas — en lo que se ha llamado la “juventud dorada”.
Todos estos factores sociológicos ejercen su acción, sobre todo, por la desorgani
zación que implican desde el punto de vista de la integración comunitaria y los
desórdenes que provocan en la cohesión social del grupo en el amplio sentido del
término, es decir, de la sociedad.
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 903
3 ° El ambiente familiar
Es en este microgrupo social, que ofrece por tradición modelos que permiten
guardar cierto equilibrio, donde el niño se desarrolla y se forma. Hay quien
admite que los niños que viven en un medio social válido están inmunizados
contra la delincuencia. En la sociedad moderna el estatuto particular del padre se
ha desvalorizado; el padre se ha convertido en una “ entidad” , tanto por haber
sido desbordado por los problemas económicos y por su estatuto profesional,
cuanto por ser condescendiente e, incluso a veces; dar la espalda a los pequeños
problemas que le plantean los hijos. Las relaciones entre los hijos y la madre
pueden ser perturbadas bien por un absentismo impuesto por las circunstancias
económicas (la madre trabaja fuera de casa), bien porque por tradición no se
forme a los niños, o bien porque desde la más tierna infancia no reciban muestras
de afecto. Sería demasiado fácil describir algunos tipos de madres rechazadoras,
demasiado condescendientes o rígidas: De hecho se tiene la impresión que eso
importa mucho más respecto a la organización neurótica que al problema de adap
tación propiamente dicho. Lo que parece importar más es el aspecto inseguro de.
la madre: la madre que carece en sí misma de seguridad por carecer de apoyo
suficiente del. resto de la familia.
T. C. N. Gibbens recuerda que se dice a menudo que las separaciones y los
divorcios, actualmente muy frecuentes, traen como consecuencia no tanto la clara
repulsa o Ja frustración, sino más bien una atención —quizá suficiente—, pero dada
al niho sin calor por uno solo de los padres; en estos casos, la aportación está
desprovista de estímulo o de autoridad eficaces. Los tipos de separaciones fami
liares son tan diversos y su influencia es tan diferente para cada edad que es
imposible generalizar. Este autor, abordando el problema tan controvertido de la
influencia del trabajo de la madre en el exterior, admite que es inofensivo para el
niño cuando el trabajo se inserta en un horario bien organizado; por el contrario,
emprendido de manera impulsiva e incontrolada, puede acarrear un gran senti
miento de inseguridad y de abandono. De otro lado, la mayor independencia de
las mujeres puede dar a los padres débiles, cuya moral ha sido sostenida hasta
entonces por los esquemas culturales de la superioridad del varón, un sentimiento
de desvalorización y contribuir así a un estado crítico o a un aminoramiento del
sentido de su responsabilidad paterna. Otro punto sostenido por este autor parece
igualmente interesante; se trata del cambio de condición económica de los jóvenes
adolescentes. En el Reino Unido, por ejemplo, los leen agers ganan el 8,5% del
conjunto de salarios. Después de 1938, sus ingresos reales han aumentado en un
50%, y sus gastos discrecionales “reales” probablemente un 100%; de esta forma
se crea un verdadero mercado especializado para adolescentes, que tiende a
persuadirles que constituyen un mundo aparte que no es ni el de los niños ni el
de los adultos.
A. M. Johnson describe dos categorías de delincuentes: el delincuente individual
y el delincuente sociológico. Si este último caso es de una etiología compleja, que
puede estar en relación con un abandono o una falta de educación válida, con
ejemplos de contagio antisocial, etc., el caso d el‘delincuente individual sería fácil
mente comprensible si se hiciera referencia a la inmaduración psíquica de los padres.
Se trataría, en el caso de estos niños, de un conflicto intrapsíquico con falta de
formación del Superego y en particular de algunos de sus aspectos —social y m o ral-
poco desarrollados en sus mismos padres.
904 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
La clasificación de H. S. Lippman nos parece una de las más válidas, ya que toma a la vea en
cuenta la organización de la personalidad (organización pulsional, organización del Yo y organiza
ción del Supcrcgo), de comportamiento más o menos socializado, y el componente orgánico o
psicogénico de la patogenia del trastorno.
Por otra parte, numerosos autores americanos hacen una separación entre la delincuencia
antisocial y la disocial. Otros distinguen entre la delincuencia profesional, cuya personalidad no
tiene características patológicas y el delincuente psicótico, neurótico o de origen orgánico.
R. Mucchielli denomina a este último “falso delincuente”, caracterizándose el verdadero por un Yo
fuerte, una buena adaptación a la realidad (a menudo superior a la media normal), una inafecti
vidad que responde a una repulsa hacia los lazos de dependencia, una afirmación de si mismo que
atrae en su provecho todas las motivaciones, y un sistema de valores cuya peculiaridad es el ego
centrismo ético. Aqui no se trata, pues, de anetópatas en el sentido que ha sido definido prece
dentemente.
El problema de la actuación
dencia repetitiva; hay una confusión concomitante entre fantasía y realidad, pasado
y presente. Desde otro punto de vista, si bien el esquema freudiano del acto perverso
es aplicable al tránsito directo en la realidad de la pulsión parcial, no es menos cierto
que el acto perverso, responde más frecuentemente a una defensa neurótica contra la
angustia de desintegración, de castración o de despersonalización. Concluyendo, el
acto puede ser tanto un acto (cvcntualmentc medicolegal) cuanto también una mane
ra de obrar o, lo que es igual, una manera de ser. El acto del desequilibrio, según
E. Trillat, es, efectivamente, una actuación que puede responder a la existencia de
una inmadurez de estructura biológica o psicológica, con imposibilidad de encontrar
la solución de las necesidades o estar en relación con la existencia de conflictos ana
crónicos, y una tendencia a reproducir en el presente situaciones antiguas.
La elección del acto plantea también, en sí misma, incógnita; el acto se realiza a
veces en función de la necesidad de satisfacer de inmediato deseos largamente diferidos,
bajo el señuelo de una elección que no tiene nada que ver con el objeto deseado. Si la
elección del objeto puede tener un valor simbólico, puede también responder a la
necesidad de realizar un acto de inmediato con la finalidad de convencerse o castigarse,
pudiendo relacionarse con circunstancias presentes en una situación dada y tener tan
sólo una importancia accesoria en la resolución de un conflicto.
Los factores circunstanciales (G. Heuycr) deben incluirse entre los que tienen
influencia en' el acto delictivo. Si otros factores son apreciados en su naturaleza
intrínseca, los actos circunstanciales se caracterizan, según M. A. Potier, únicamente
por referencias a las condiciones de su superveniencia y. actuación. Según este autor,
estos factores están desprovistos de originalidad específica, interviniendo en un
episodio coetáneo-del delito e imprimiendo una inflexión decisiva a la resultante de
factores anteriormente manifiestos, teniendo sólo interés si permitiesen reconocer
con una cierta nitidez correlaciones causales en las consecuencias cronológicas. A
nuestro parecer, cabe distinguir los factores circunstanciales de las motivaciones
inconscientes, teniendo siempre en cuenta que determinadas circunstancias pueden
permitir que tales motivaciones se manifiesten.
Una vez que el niño sea detenido e interrogado, lo confesará normalmente con un
alivio evidente; otras veces razonará de modo simplista, o mentirá, estallando pronto
la culpabilidad inhibida durante el robo.
No nos ocuparemos ahora de los factores etiológicos, hereditarios, orgánicos o
sociológicos. Nos dedicaremos más bien a presentar la personalidad del niño que
roba y las patogenias del acto mismo.
Sé puede describir esta personalidad con arreglo a la estructura básica: robo en el
niño psicótico, en el neurótico, en el psicopático y en el perverso; o bien a través del
tipo caracterológico del niño (G. Heuyer y L. Michaux), en función de los nueve
tipos que quedaron descritos en otro lugar. Parece difícil, en efecto, describir la
personalidad del que roba sin que lo sea el robo mismo realizado por dicha perso
nalidad; de hecho, podría haber sido origen de otros tipos de actos delictuosos y no
del robo. J. Rich distingue diferentes categorías de robos:
—La “rapiña”, robo que se comete cuando se presenta la ocasión, pero que carece de
preparación.
—Los “robos de afirmación”, cometidos sin intervención ajena con el fin de probar su viri
lidad o para autoafirmarse; el robo de coches es el que predomina en este grupo.
—Los “delitos de compensación”, robos familiares o robos impulsivos o solitarios (que son,
por lo común, un sustitutivo de la pérdida de amor o van ligados a un resentimiento producido
por traumas afectivos).
—Los “delitos secundarios”, cometidos aisladamente o por muchos sujetos del mismo tipo,
que tienen ideas muy precisas acerca de lo que puede ser robado, adoptando precauciones para
no ser descubiertos.
social, como una variedad del Yo, incapaz de afrontar una elaboración mental que
resuelva sus conflictos.
Por el contrario, los robos de la adolescencia comportan un elenco de múltiples
pulsiones intrincadas en muy distintos registros de regresión. Dichos robos son de
transición; su técnica se perfecciona, llega a ser más agresiva, la “distancia de la víc
tima” se acorta, y aumenta su aspecto rentable. Suele ser un medio eficaz para
desencadenar la reacción de la colectividad.
Según D. W. Winnicott, el niño que roba un objeto no busca dicho objeto en sí,
sino a la madre sobre la cual él tiene derechos. Estos derechos resultan del hecho de
que, “desde el punto de vista del niño” , la madre ha sido creada por él. Ella lia
correspondido a la creatividad primaria del niño y de este modo se ha convertido en
el objeto que él pretende encontrar. (El niño no habría podido crear a la madre,
pero el significado de la madre para el niño depende además del poder creativo de
éste). D. W. Winnicott se pregunta si es posible relacionar estos dos aspectos: él robo
y la destrucción-, la búsqueda del objeto y lo que la provoca, las compulsiones libidi-
nales y las compulsiones agresivas. Según su parecer, la asociación de los dos se
encuentra en el niño y representa una tendencia hacia “la autocuración”, la curación
de una difusión de los instintos.
El robo, tal como se nos presenta, es al mismo tiempo contestación y sumisión,
agresión y flaqueza, satisfacción y castigo. Puede satisfacer a veces el narcisismo del
personaje, pero es sobre todo una salida al conflicto que representa, una actuación a
la vez sádica y masoquista.
Si en algunos casos el objeto del robo corresponde a una opción simbólica, puede
responder, más bien, en otros a una necesidad de apropiación; se elige entonces el
objeto en función de la facilidad de su obtención o de la consecuencia de su imita
ción. A veces, lo que más importa es la escena en que se desarrolla el robo, la
vivencia y el sentido psicosocial que adquiere. Por eso muchas veces no se roba por
placer sino por la necesidad de experimentarse.
Los robos de un mismo objeto pueden tener significaciones completamente
distintas. Así, el robo de coches sólo puede comprenderse por el gran sentido que
tiene para el hombre el automóvil en el mundo moderno (G. Heuyer y M. Hijazi). El
coche, en efecto, es un exponente material de éxito social y, al mismo tiempo, una
máquina que tiene un valor antropomórfico. Traza una barrera entre sus poseedores
y los demás; es una coraza que protege. El robo de vehículos podrá tener signi
ficaciones diversas, su sentido puede variar según se cometa individualmente o en
pandilla.
¿Cuál es la actitud de los familiares hacia el robo? Como observan C. Debuyst y
J. Joss, el hecho de que un niño traiga a casa objetos cuyo origen resulta desconocido
para los padres puede muy bien ser acogido con indiferencia y desenvoltura, o incluso
con una secreta complicidad. Pero en cuanto la conducta del niño es denominada
explícitamente “ robo” y esta denominación emana de las autoridades, el resultado es
una fuerte reacción emotiva por parte de los familiares. Muy a menudo, el problema se
transpone del niño a los padres o incluso a la sociedad. En mayor medida quizá que
cualquier otra conducta delictiva, el robo desencadena una inquietud ética en los
diferentes medios en que repercuten sus consecuencias. Según dichos autores, es esen
cial desdramatizar la situación, no interpretando a partir de las repercusiones que
provoca en los adultos afectados. Sin duda es importante el hecho de que haya trans
gresión, pero es secundario con relación al sentido de la conducta, a través de la cual
una personalidad se expresa mediante un “ lenguaje” cuyo sentido variará según el
contexto en el que se inserte y que importa interpretar y comprender.
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 911
Estos delitos parecen haber aumentado en los niños y adolescentes en una gran
proporción, tanto en el Reino Unido como en Francia. Según las estadísticas de la
educación “vigilada” (entre 1956 y 1966) casi se han duplicado en el caso de los
muchachos, mientras que apenas han variado respecto a las muchachas.
La agresión física, para T. C. N. Gibbéns, puede resultar de la combinación de una
fuerte excitación y de una frustración grave. Si algunas agresiones parecen estar en
relación con trastornos orgánicos o son consecuencia de una intoxicación, por ejemplo,
el alcohol, los casos más graves, según este autor, son los de adolescentes que sufren
una agresividad profundamente arraigada que se remonta a una precoz repulsa pater
nal que produce una grave frustración. Esta forma de agresividad es susceptible de
extenderse a todas las situaciones, de manifestarse con respecto a camaradas y
patronos; frecuentemente la hoja penal de los que cometen delitos de violencia
comprende, además, los delitos de hurto a la propiedad. Sobre 105 delitos cometidos
por 36 psicópatas violentos, observados durante 8 años, 18 solamente eran por agre
siones. Inversamente, los de los delincuentes que sólo cometen violencias de poca
importancia tienen normalmente un trabajo regular y son, por lo general, estables
(T. C. N. Gibbens y cois.).
El homicidio es tratado en el capítulo Psicopatologla de los impulsos agresivos y
el infanticidio en el capítulo Los niños victimas de agresión.
Los estudios hechos en Gran Bretaña muestran cómo los crímenes sexuales cons
tituyen menos del 6% de todos los actos criminales descubiertos por las autoridades
represivas durante un año. Los delitos sexuales han aumentado considerablemente en
Gran Bretaña desde hace algún tiempo. Por 100 de estos delitos denunciados a la
policía en vísperas de guerra, hay 352 en el período posterior a ella. Los atentados
al pudor son extremadamente numerosos, tanto en la categoría de delitos hetero
sexuales como en la de los homosexuales.
Si se estudia la evolución de los delitos sexuales en los jóvenes, se obtiene la
impresión de que la violencia de muchachas por muchachos de la misma edad no ha
aumentado estos últimos años. Por el contrario, la violación colectiva viene a ser más
frecuente. Los juegos sexuales han aumentado numéricamente y la edad aceptada
para las relaciones sexuales es más precoz. Esta libertad sexual conduce a veces a una
especie de prostitución por la aceptación implícita de regalos. La verdadera prosti
tución de las menores parecía haber aumentado en el curso de la guerra o de la
posguerra, para decrecer a continuación; lo mismo sucedería con la prostitución
homosexual.
Sobre la base de 82 casos seleccionados, D. Szabo ha estudiado las características
psicosociales de los niños o adolescentes acusados de delitos sexuales antes de los 13
años (14,63%), e infiere que el “máximo” de delitos sexuales se comete entre los 14
y 16 años (76,82%), y que se encuentra un pequeño número de acusados de más de
17 años (8,51%). Este descenso a partir de los 17 años parece obedecer a razones
socioculturales. Gracias a la socialización progresiva, los adolescentes aprenden bien a
refrenar su instinto sexual después de una primera aventura para evitar consecuencias
912 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
Este mismo autor lia intentado destacar el aspecto de la personalidad inherente a los delitos
sexuales, y distingue 4 tipos de personalidades:
—Las personalidades armoniosas que no implican ninguna perturbación psíquica grave y cuya
vida sexual sólo lia sido sometida a una perturbación pasajera o accidental.
—Los insumisos pasivos que representan graves perturbaciones de la personalidad, que se
adhieren a normas morales diferentes de las que consagra la ley, pero que no se encuentran en
oposición permanente o prolongada con su familia o con otras autoridades sociales.
—Los insumisos activos que tienen una personalidad gravemente perturbada, que rechazan toda
ayuda de su familia o de la sociedad, que se adhieren a unas normas de conducta proscritas por la-
ley y se integran en subculturas donde tales normas están en vigor.
—El pervertido sexual, ya se trate del adolescente homosexual empedernido o del joven que se
entrega a la prostitución no tanto para satisfacer necesidades dinerarias como en razón de una
inclinación excesiva hacia el libertinaje.
El mencionado autor ha estudiado igualmente la personalidad de las madres de esos niños.
Observa que apenas una cuarta parte de ellas tienen una personalidad propia para asegurarles una
socialización satisfactoria. Gran número de ellas son autoritarias, los protegen de modo excesivo y
se hallan en violenta oposición contra ellos desde el comienzo de su adolescencia.
La prostitución
guarde a su hijo con unas actitudes coercitivas que no hacen más que agravar el
sentimiento de culpabilidad que entraña frecuentemente un abandono posterior. En
la medida en que la madre o la familia si existe pueden asegurar un máximum de
seguridad al niño, no hay ninguna razón para incitar a la adopción. Si se queda con
su liijo, puede ser una buena madre, con los riesgos de su situación marginal. Si bien
es cierto que estas madres son muchas veces capaces de pagar una cuidadora, el
salario de fregonas que tendrán el día en que quieran abandonar la prostitución no
les permitirá continuar pagando los gastos de la pensión; además, es posible una
deterioración tanto al nivel del hijo como de la madre, incluso de la pareja que
asegura la subsistencia. Un equipo pluridisciplinario de trabajadores sociales sería
capaz de prevenir a veces estos conflictos. Cuando el niño alcance los seis años se
planteará el problema de la recuperación del niño por su familia o por su madre; es
entonces cuando se descubren niños moral y realmente abandonados desde años
atrás. Aunque la familia o la madre recupere al niño, ni una ni otra están preparadas
para recibirlo la mayoría de las veces. En realidad, son pocas las cosas que conoce
mos sobre la evolución de estos niños.
Hasta una época reciente la toxicomanía era una afección del adulto, pero actual
mente ha llegado a ser muy frecuente entre los adolescentes, planteando así proble
mas psicosociales de masa.
Bajo la denominación de toxicomanía o de dependencia respecto a las drogas se
describe “un estado psíquico y algunas veces igualmente físico resultante de la inter
acción entre un organismo vivo y un producto psicoactivo, y que se caracteriza por
modificaciones de la conducta y por otras reacciones que comprenden siempre un
deseo, invencible de tomar la droga continua o periódicamente, a fin de experimentar
de nuevo sus efectos psíquicos y evitar algunas veces el malestar de la privación. Este
estado puede ir o no acompañada de tolerancia. Un mismo individuo puede depen
der de varias drogas” (Comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud,
Ginebra). En este contexto, la “dependencia” es un término de alcance general apli
cable a todas las clases de empleos abusivos de drogas; no prejuzga en absoluto la
amplitud del riesgo que resulta de estos abusos para la salud pública, ni la naturaleza
del control eventual a considerar. Sus características varían según las drogas; la indi
cación precisará en cada caso la clase especial de la que se trata: dependencia de tipo
morfínico, cocaínico, cannábico, barbitúrico-alcohol, amfetamínico, alucinógeno, etc.
El término droga reviste múltiples significaciones. H. Solms (1972) propone la
definición siguiente: sustancia psicótropa de origen natural o industrial, con o sin
aplicación terapéutica, pero de la que se hace un empleo inmoderado (o un simple uso)
con una finalidad no médica. Esta definición se basa en la función que la sustancia
psicótropa en cuestión ejerce en una situación dada, es decir sobre las clases de interac
ciones entre la droga y el sujeto, y entre la droga y el medio ambiente. El efecto de una
droga no depende exclusivamente de sus propiedades psicofannacológicas, de la dosis,
del modo de administración, de la frecuencia del uso, sino también de las reacciones
individuales, de las estructuras psíquicas del sujeto, de sus experiencias psicotóxicas
previas, de su espera, del estado de salud en que se encuentra en el momento de la
toma, del entom o en que se sitúa, etc.
Estas drogas producen un apaciguamiento o un desvanecimiento pasajero y pue
den conducir a un estado de “ dependencia” , a los “ paraísos artificiales” (Baudelaire)
creados por ellos y los “ milagros miserables” (Henri Michaux) hechos por ellos y a
los cuales desembocan pronto o tarde. Fuente de beatitud o de ilusiones, someten al
hombre a satisfacciones de las que no es creador y de las que no conserva el entero
dominio. Se debe decir que si, a veces, una droga determinada es escogida en ocasión
de circunstancias fortuitas, puede también por las mismas razones pasarse de una
toxicomanía relativamente anodina y sin dependencia real a otra toxicomanía que
conduce a la esclavitud.
Es difícil establecer una clasificación de las drogas empleadas por los jóvenes.
Aun de forma artificial distinguiremos, según el efecto psicoactivo buscado por el
individuo, tres grupos:
918 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
- Drogas "mágicas", capaces de infundir formas de embriaguez especial, caracterizadas por esta
dos de onirismo y éxtasis, acarreando “experiencias” nuevas de los órganos de los sentidos y del
cuerpo, ilusiones y alucinaciones, estados de desrealización y despersonalización, “viajes” fuera del
tiempo y del espacio con extinción de la realidad cotidiana: cannabis, LSD, mescalina psilocibina,
nuez moscada, etc.
- Drogas psicoestimulantes ocasionantes de una disminución de la fatiga, un acrecentamiento
de la energía y de la actividad, una excitación eufórica, tales como las amfetaminas, los derivados
de la coca (cocaína), las hojas del khat, etc.
-Drogas disminuidoras del estado de tensión o de sufrimiento, causantes de un estado de
sosiego o de dicha, un grado de euforia variable, el olvido y el sueño. Entran en este cuadro los
“estupefacientes” tradicionales (el opio y los opiáceos, la morfina y sus sucedáneos sintéticos, la
heroína, etc.), los hipnóticos barbitúricos y no barbitúricos, los analgésicos, los tranquilizantes y,
cómo no, el alcohol.
Aparte esta clasificación, mencionamos de paso un grupo muy heterogéneo de productos rara
mente utilizados por los jóvenes y cuya acción esencial se sitúa en otro dominio, productos que
sólo tienen accesoriamente y a título de efectos secundarios una acción sobre el psiquismo: deter
minados antibéquicos, determinados medicamentos contra el mareo, determinados antiasmáticos,
determinados anlihistamínicos, determinados anliparkinsonianos y determinados productos indus
triales (disolventes, volátiles, contenidos en la cola para modelos plásticos reducidos, en el esmalte
para uñas,, en productos de mantenimiento, etc.).
Esta enumeración es incompleta. Las sustancias utilizadas por los jóvenes son ¡ncuantificables e
insospechadas. Un medicamento benigno o producto industrial se transforma, a veces por medios
caseros o en combinación con otra sustancia, en una nueva droga. Muchos adolescentes ya desco
nocen incluso lo que se administraron, tanto en calidad como en cantidad. El médico se halla
frente a un mundo de una rara imprecisión farmacológica. Existe incluso una “farmacología para
lela”, realizada en laboratorios clandestinos donde se inventan nuevas drogas.
sivos de una droga a otra o por asociaciones (mezcla) variadas, según los individuos,
el contexto subcultural y la disponibilidad del “mercado” , pudiendo conducir este
consumo polítropo a la politoxicomania. La droga se administra por diversos con
ductos: por vía oral (comprimidos, polvo, líquido, humo), tomas nasales, por suposi
torios, o mediante inyección: intramuscular, intravenosa (“fija” ) en el antebrazo o
bajo la lengua. El recurso a la administración intravenosa de la heroína, opio, mor
fina y psicoestimulantes puede acarrear muy pronto una asiduidad psíquica y física
especialmente grave con deterioración e inhabilitación socioprofesional, comparable a
las toxicomanías tradicionales; pero el problema es más grave a causa del riesgo de
una rápida evolución hacia el vagabundeo precoz. La vía intravenosa puede acarrear
otras complicaciones que le son propias: locales (absceso, perifiebitis) o generales de
origen infeccioso (absceso del pulmón, endocarditis, hepatitis vírica o acroembolis-
mos). El múltiple uso de las drogas impresiona por la complejidad de los problemas
psicosociales que plantea, pero no hay que perder de vista que la mayoría de los
jóvenes consumidores sólo utilizan el cannabis.
4. En otro tiempo, el abuso del cannabis y de los opiáceos (en las regiones orien
tales y en los ghetos industriales de América del Norte) estuvo a menudo unida a la
miseria física, a la subalimentación y a la inseguridad provocada por la miseria. Hoy
día, por contra, el uso colectivo de sustancias psicotóxicas en los jóvenes aparece en
las sociedades opulentas y especialmente en los países que, bajo un régimen liberal,
atraviesan una potente expansión económica.
Estos datos transforman los procesos de intoxicación clásica:
1. La práctica del "flash" o "rush". la inyección intravenosa destinada a provocar
una verdadera explosión interior de sensaciones violentas de un placer orgasmático
(“planeta”), vivido como superior al placer del orgasmo sexual, este paseo solitario,
que nos introduce en el corazón del problema: la búsqueda del riesgo, el juego con
la locura y la muerte. La sobredosis es responsable de los casos de fallecimiento
repentino que se producen por millares hoy en día.
2. La agravación de los desequilibrios emotivos por los alucinógenos, los psicoesti
mulantes y otros productos c incluso la aparición de trastornos mentales provocados
(embriagueces alucinógenas sobrepasadas, farmacopsicosis o revelados por las intoxi
caciones de moda.
3. En los casos graves, se observa el desarrollo precoz de un estado deficitario
especial, tanto físico como psíquico, caracterizado por la pasividad y la indiferencia
general (“síndrome amotivacional” según los autores americanos), con riesgo de
determinar un vagabundeo.
4. Hay que observar aún otro nuevo fenómeno que podríamos denominar "la
intoxicación familiar" (R. G. Smart y cois., 1971): la importancia de la toma de
drogas por los niños cuyos padres acusan un empleo considerable de medicamentos
psicótropos.
Describiremos sucesivamente la sintomatología de determinado número de toxico
manías actuales.
Los psicoestimulantes (las anfetaminas y sus sucedáneos). —Entre las tías antiguas citaremos la
toxicomanía con anfetaminas. Utilizadas al principio sobre todo por estudiantes durante los exá
menes, el uso de esta droga se convierte rápidamente en una costumbre; permite aumentar la capa
cidad de trabajo, teniendo al sujeto en vilo. La absorción puede ser episódica o permanente
durante algunas semanas, suspendiéndola el sujeto ulteriormente. Aunque esta medicación consti
tuye una ayuda para algunos y permite un doping transitorio sin consecuencias nefastas ulteriores,
920 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
en otros puede producir modificaciones del carácter con irritabilidad o desencadenar incluso a
veces síndromes confusionales o excitomotores. Este hábito puede ir a la par (a consecuencia del
insomnio que acarrea) con la toma de fármacos hipnóticos, especialmente barbitúricos. Así, el
sujeto toma medicamentos para despertarse e hipnóticos para dormir, descubriendo la acción
antiansiógena de los barbitúricos. El uso de los psicocstimulantcs por los jóvenes en U. S. A. fue al
principio en forma de comprimidos, siendo administrados más tarde por vía intravenosa ("speed").
Esta reciente forma de intoxicación arrancó en parte del movimiento hippic en San Francisco para
alcanzar Suecia, Inglaterra y finalmente los otros países del occidente europeo. Por esta vía, las
anfetaminas y la fenmetrazina producen, al lado de una sintomatología simpaticomimética intensa,
una lúperexcitabilidad con estado confusoalucinatorio y conducta de tipo paranoide: También se
las asocia a otras drogas, principalmente a los somníferos, a los alucinógenos y a la heroína. Con
trariamente al abuso peroral de los psicoestimulantes que no engendra más que una dependencia
psíquica, la administración intravenosa puede inducir rápidamente un estado de verdadera asiduidad
con dependencia física capaz de ocasionar inhabilitación psíquica y socioprofesional como en el
caso de las “drogas fuertes” . En la intoxicación aguda, el sujeto puede presentar un colapso cardio
vascular con estado comatoso capaz de conducir rápidamente a la muerte.
Acercándose a la metanfetamina y emparentado con la tnescalina, tenemos asimismo el pro
ducto sintético STP ("serenity, tranquility, peace"), también denominado DOM, DMA o “super-
carburantc”, que desencadena reacciones violentas del mismo orden que las resultantes de la absor
ción de alucinógenos y anfetaminas.
El cáñamo indio (Cannabis indica). - Las hojas, las cumbres florecidas, la resina secretada por
los pelos glandulares y los tallos de la planta hembra son utilizados de múltiples maneras para
preparar un tabaco (fumado en cigarrillos denominados “junturas” o en pipas con el apelativo
de “chiloins”, -para incorporar el producto a golosinas, para utilizarlo en forma de maceracio-
nes acuosas bebibles o incluso para mezclar el producto seco con jarabes, alcohol, opio. Un
comité de expertos de la OMS (1969) propone denominar los preparados de hojas y cumbres
florecidas marihuana, los preparados solamente de cumbres florecidas ganja y los preparados
a base de resina haschich. Hay al menos 350 nombres para designar estos productos. La mari
huana es denominada maconha en el Brasil, kif en Marruecos, dagga en Africa del Sur y bhang en
la India; y el haschich, charas en la India. Más comúnmente, el tabaco recibe el nombre de
“hierba”, “chira”, “H” y “mierda” (a causa de su olor nauseabundo).
Recientemente se obtuvieron progresos en materia de química y determinación de los canna-
binoides (G. G. Nahas, 1973). Los constituyentes químicos del cannabis son muy complejos. Entre
los cinco cannabinoides biológicamente importantes, la sustancia más activa parece ser el trans-del-
ta-9-tctraliidrocanabinol (delta-9-THC). Todos los efectos del haschich fumado pudieron ser repro
ducidos por la mgestión oral de THC. Los T1IC se metabolizan en el hígado; existe una circulación
entcrohcpática. Los metabolitos de los THC se eliminan muy lentamente puesto que permanecen
alrededor de 8 días en el cuerpo. Se cree que la concentración de THC es del 1% en la marihuana,
del 3% en la ganja y de 5% en el haschich.
Los efectos del cannabismo fueron descritos por los literatos Th. Gauthier, Baudclairc, Gérard
de Nerval y H. Michaux. En 1845, Moreau de Tours da una descripción psiquiátrica exhaustiva que
le permite formular su concepción del estado primordial delirante.
Es poco lo que hay que añadir a la descripción de Morcau de Tours: trastornos neurológicos y
neurovegetativos (trastornos neuromuseulares, secretores, respiratorios; excitación genésica con pe
queñas dosis, anafrodisiaca con dosis fuertes), sentimiento de felicidad, euforia, excitación y disocia
ción de las ideas, errores sobre el tiempo y el espacio, desarrollo de la sensibilidad acústica, ideas fijas,
convicciones delirantes, trastornos emotivos, impulsos irresistibles ilusiones, alucinaciones.
El uso ocasional de muy pequeñas dosis de cannabis resulta trivial en la mayoría de los casos;
ahora bien, si se fuman dosis moderadas de extractos de cannabis conteniendo de 5 a 10 mg. de
THC, se pueden trastornar de manera importante las funciones motoras y mentales (G. G. Nahas) y
entorpecer la conducción de un coche. Si se fuman dosis de 15 mg. de THC, se puede provocar
una verdadera reacción alucinógena con distorsiones perceptivas, alucinaciones, fenómenos de
despersonalización y de desrealización. El cannabis administrado por inhalación es tres veces má¡
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 921
activo que por vía oral. Por consiguiente, el cannabis no es tan anodino como algunos quisieron
liaccrlo creer. El cannabismo puede desencadenar realmente estados confusionales, estados de
agitación agudos y alucinatorios. En las personas que consumen cotidianamente cannabis aparece
una tolerancia fisiológica y psicológica de la droga que les obliga a aumentar las dosis y que les
puede llevar a tomar finalmente drogas más fuertes. Aunque no se ha podido comprobar riesgo de
real dependencia física, se observa sin embargo en los fumadores regulares una clara dependencia
psicológica respecto del cáfiamo. Además, los fumadores regulares de importantes dosis de haschich
pueden presentar estados de embotamiento o de indiferencia con debilitamiento de la memoria y
episodios confusionales o incluso cuadros de tipo esquizofrénico. Por otra parte, la marihuana
constituye el primer paso hacia la búsqueda de los paraísos artificiales y deja la puerta abierta a
otras intoxicaciones. Finalmente, hay' que señalar que algunos traficantes parece que adulteran el
cáñamo mezclándolo con drogas “fuertes”.
Los opiáceos (la heroinomanía). —La heroinomanía fue con la morfmomanía y la cocainomanía
la intoxicación clásica de los adultos. La primera, considerada erróneamente como más euforizantc
que la morfina, se ha convertido en una intoxicación a gran escala en los adolescentes y suele
conducir al abuso de otros tóxicos. Es la toxicomanía más grave de los adolescentes. La heroína
(“tigre” o “caballo”), cxccpcionalmentc vendida en estado puro, se utiliza en polvo mediante toma
nasal (raramente), en pastillas (píldoras rojas) o más frecuentemente en solución por vía parentcral
(subcutánea, intramuscular y sobre todo intravenosa). Desde el punto de vista vital es peligrosa;
puede producir el coma o la muerte por sobredosis. La nalomorfina es un antídoto sustitutivo; los
IMAO y las anfetaminas están contraindicadas.
El consumo de heroína produce un estado de pesadez y lasitud no alucinógeno, seguido de un
estado de necesidad, debiendo renovarse la dosis muchas veces por día, y un estado de rápida
dependencia. Aun aceptando ciertas estructuras psicopatológicas clásicas del heroinómano -retrasado
afectivo, psicópata, prepsicótico, bordcrline—, debe decirse que no corresponden completamente a
la realidad actual, pudiendo ser la heroinomanía el último estadio común después de cualquier otra
toxicomanía.
El estado de servidumbre es muy penoso, estado de subcxcitacíón ansiosa con descenso del
nivel de conciencia (señalemos que un toxicómano incipiente puede presentar signos de servi
dumbre). La intoxicación crónica se presenta más rápidamente que con la morfina y se carac
teriza por un estado de torpeza junto a una pérdida de eficiencia y arranques ansiosos con
seudohipcractividad.
Señalemos el consumo por los jóvenes de medicaciones que contienen opiáceos (dionina,
codeína) utilizadas en la terapéutica corriente.
El ácido lisérgico (LSD). - El ácido lisérgíco (alcaloide del cornezuelo del centeno), producto
sintético descubierto en 1938, utilizado ulteriormente en el campo experimental psiquiátrico, ha
entrado en el campo sociológico desde hace una decena de años con una intensidad nunca cono
cida, a causa de la facilidad de su fabricación y de su costo relativamente moderado. Después de la
fase experimental, se supo que el LSD producía modificaciones perceptivas, cenestésicas y pares-
tésicas diversas, modificaciones de la agudeza auditiva y trastornos alucinatorios que alteraban la
realidad exterior, bajo la forma de perturbaciones del esquema corporal, modificaciones del ámbito
temporal y espacial, fenómenos de despersonalización acompañados de modificación del humor. El
LSD fue muy utilizado en una época por la relativa facilidad de su síntesis clandestina, por sus
destacados efectos a pequeñas dosis y por el culto casi místico que le atribuían algunos grupos.
“El ácido” que se toma por vía oral junto con una cantidad de azúcar, en un brebaje, o se
administra por vía intravenosa, puede producir estados de excitación con ansiedad extremadamente
marcada y fenómenos de pánico sobre fondo confusional. Puede tratarse de confusión hipcrcinética
o de trastornos en el sentido de inhibición psicomotriz y seudocatatónica, o de delirios de tipo
esquizofrénico. En el curso de los estados de despersonalización con ideas de invulnerabilidad o de
omnipotencia, el individuo puede realizar actos de violencia o tentativas de suicidio. Los efectos
pueden persistir bajo la forma de idea fija postonírica o de delirio postonírico. La experiencia
vivida bajo tóxicos puede reaparecer después de un intervalo sin nueva toma de tóxico (recidiva
espontánea).
922 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
Su auge, verdaderamente epidémico, parece disminuir en América desde hace algunos aflos. En
Europa es uno más de los tóxicos empleados por los politoxicómanos. Se utiliza a veces alternán
dolo con el liaschich o mezclándolo con anfetamina y con el STP. Su acción puede atenuarse con
Ijirgactil o Valium.
Actualmente, parece que las reacciones adversas triviales a continuación de un consumo de alu-
cinógenos, es decir, las embriagueces con pánico depresivo, persecutorio o agresivo (“mal viaje”) o
las recurréncias espontáneas (“flash backs") raramente necesitan ayuda médica. Estos accidentes
son tan conocidos de los contertulios del “medio-ambiente” que saben cómo hacer “bajar de
nuevo” al adepto.
El alcohol. - En ciertos países productores, puede existir una verdadera intoxicación por el
alcohol desde una edad muy temprana; es el fruto de un hábito familiar, ofreciéndose el alcohol
por los padres y tomándolo los niños por espíritu de imitación.
Resulta de las encuestas (entre otras la de G. Heuyer y cois., realizada sobre 100 niños de la
consulta de la Clínica universitaria de Psiquiatría infantil de París, y la de G. Amado, obtenida de
2.000 niños inadaptados de ambos sexos, de 4 a 13 años) que no hay una verdadera apetencia
alcohólica antes de la adolescencia.
El alcoholismo, raro entre los adolescentes en la época de los beatniks o incluso (aunque lo
asocien a veces a la droga) entre ciertos hippics, cuya necesidad suele ser la Coca-cola.oponiéndose
así al mundo de los adultos, ha aumentado relativamente entre los adolescentes actuales. Se trata
de un alcoholismo episódico en grupo, en el curso de guateques (de surbouins) con borracheras
patológicas, y exccpcionalmentc en solitario. El alcoholismo crónico es poco frecuente.
subcultura “hippic” y se droga en un contexto comunitario con partición de los bienes sin
contactos importantes con el mundo criminal del gran tráfico; el segundo grupo de verdaderos
toxicómanos a base de tóxicos “fuertes" (“/unkies ” o “fijos” y "speeders") engloba a sujetos
generalmente más solitarios y en contacto directo con los ambientes del tráfico y de la prostitu
ción así como con las bandas de delincuentes. En el cuadro psicosociológico, esta muestra francesa
se distingue claramente de los delincuentes clásicos de la misma edad. Se trata, en efecto, de un
tipo de desviación nueva, caracterizada entre otras por una fuerte proporción de huidas, de vaga
bundeo, de propensión al suicidio y por un nuevo tipo de retraso escolar (dificultades y descolga
mientos que se sitúan al nivel del ciclo secundario) seguido muchas veces por tma ociosidad
completa. Sus familiares, cuya estructura aparece disociada o marginalizada en la mitad de los
casos, pertenecen más bien a un medio económicamente favorecido.
m a catc a n A M ir n m
' 9 2 6 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
convierte en “ mercado gris” ) y, por otra, llegar a un diálogo con los toxicómanos
para poder tratarlos sin coacción. Algunos psiquiatras británicos admiten la exis
tencia de “adictos estabilizados funcionando sin droga” y pudiendo mantenerse asi
con una vida relativamente válida y determinada dosis de tóxicos. Sin embargo,
reconocen el elevado porcentaje de dificultades que entraña esta actitud debido a los
riesgos que implica y a la conducta de manipulación respecto del médico que puede
provocar en el toxicómano.
Partiendo del mismo principio y con objetivos más bien farmacosociales -que
terapéuticos, el “ tratamiento continuo con Metadona” (Methadone maintenance),
“ opioide” de síntesis cuyos efectos son comparables a los de la morfina, hizo su
primera aparición en los Estados Unidos (V. Dole y M. Nyswander), luego en Ingla
terra, para extenderse desde hace poco al continente. Sustancia toxicomanógena en
su confluencia con determinados individuos, causante de la dependencia en la misma
medida que la morfina, peligrosa por sus efectos acumulativos, puede permitir “una
reducción de la criminalidad y del consumo ilícito de las drogas, así como una mejor
adaptación social” (XVIII Informe del Comité de expertos de la O.M.S. para la
farmacodependencia). Utilizada principalmente por- los heroinómanos inveterados, su
empleo tiende a ganar actualmente a los morfinómanos y opiómanos, constituyendo
el objeto de vivas controversias. Se hallará una revisión completa de las diferentes
técnicas de. aplicación en “ Méthadone Maintenance” dirigida por St.:Einstcin (1971).
Según A. Calanca, D. Ladewig, P. C. Samitca, y A. Uchtenhagén, en una puesta a
punto en 1973, “ el tratamiento continuo con Metadona puede constituir el manteni
miento (bajo otra forma) de una dependencia de tipo morfínico, siendo necesario no
recurrir a él nunca aparte de una aproximación más compleja de las personas depen
dientes, es decir de una rclacional del grupo o individual y de las medidas de readap
tación sociales” .
No abordaremos aquí otro nuevo tipo de aproximación psicofarmacológico
puesto que todavía se halla en la fase de experimentación; se trata de la ádminis-
tracción de Cyclazocin y de Naloxon, antagonistas de las sustancias morfínicas, así
como de la alfa-metiltirosina, antagonista de las anfetaminas, capaces de crear un
bloqueo farmacológico del efecto euforizante de las drogas..
El psiquiatra no debe minimizar los efectos de las drogas ni desconocer el problema
de la escalada, pero tampoco debe participar en la agresividad consciente o inconsciente
de una parte de la sociedad adulta, implicada ella misma en sus propias contradicciones.
No es el representante de las jurisdicciones represivas. Debe encontrar soluciones
distintas según el país y según los individuos a fin de ayudar al adolescente toxicómano,
teniendo en cuenta que la desintoxicación es un primer paso, pero que una psicoterapia
individual de sostén o una socioterapia de grupo es indispensable.
Las autoridades, por su parte, deben ser extremadamente severas con los provee
dores de drogas en el plano nacional y los organismos internacionales deben atacar
también con severidad a los traficanles. Pero la dificultad ha aumentado estos
últimos años, pues mientras que antiguamente sólo eran los adultos los proveedores
de drogas, actualmente suele ser el adolescente a la vez drogadicto y traficante.
3 .° L o s piróm ailos •
r *. V 7 U u' ¿ / z ’t » *.
EL NIÑO, EL ADOLESCENTE Y LA SOCIEDAD 921
1 ° Las agrupaciones
2 ° L as pandillas asocíales
Las pandillas están constituidas por jóvenes cuya edad oscila entre 13 y 22 años.
.Las pandillas formadas por niños más jóvenes son excepcionales. Sin embargo,
sabemos que algunos adultos se asocian a veces a las pandillas de adolescentes.
Comprenden más chicos que chicas; estas últimas constituyen más bien un vínculo
930 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
4 ° Psicosociología d e l grupo
y de las personas q u e lo integran
BIBLIOGRAFÍA
Valor del testimonio del niño.- El testimonio en el adulto puede ser erróneo por razones
simplemente intelectuales: memoria, atención, etc., o por razones emotivas y afectivas; puede ser
desvirtuado por “escotomización” o por proyección de los elementos de la personalidad del
testigo. Es evidente que el valor del testimonio en el niño resulta aún más complejo, pues sabemos
que antes de llegar al período de la racionalización de la concepción del mundo, se da en el niño
una especie de confusión entre lo que es intemo y lo que es externo, pasando por un período de
animismo y de artificialismo antes de llegar al período racional. Por otra parte, los estudios
psicoanalíticos mostraron hasta qué punto es rica la vida fantasmática del niño y cómo se con
funden a veces realidad y ficción, por poco que se induzca el ensueño del niño o que se le sugieran
respuestas que van a la par con sus deseos. S. Freud relata en Mi vida y el psicoanálisis cómo, al
principio de sus investigaciones, basándose en las declaraciones de los niños en las que tenía fe,
creyó que la seducción precoz por un adulto constituía la fuente de neurosis ulteriores. Más tarde
se retractó y sacó la conclusión de que los síntomas neuróticos no respondían a eventos reales, sino
a fantasmas de deseos.
No hablaremos aqui del problema general del valor del testimonio del niño a propósito de un
crimen o de un delito, ni de las autoacusaciones de jóvenes desequilibrados deseosos de hacerse
interesantes o de los niños que se acusan por declarar inocente a un padre o a un amigo que saben
o creen culpable, problema que entra en el cuadro de la mentira o de la fabulación infantil,
estudiada por J. M. Suttcr. Al lado del niño que se acusa, forma relativamente rara, es más frecuen
te la forma del niño que acusa o que con/irma las acusaciones de los adultos. Es algo a tener en
cuenta cuando se trata de los atentados contra los niños, atentados de orden físico (brutalidad) o
sexual (M. Schachtcr). Las personas acusadas son los padres, los vecinos, el maestro o personas
desconocidas o simplemente imaginarias. Las calumnias pueden ser el fruto de un ensueño o de
una actividad imaginaria y fabulatriz que se concretiza en el acto de la calumnia. Otras veces se
trata de una jactancia compensatoria a fin de hacerse valer; otras veces incluso se presenta en
942 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
A. - EL NIÑO MALTRATADO
Hay que distinguir entre “niño descuidado” al que faltan cuidados físicos, y
“ niño maltratado” que puede sin embargo estar limpio, bien alimentado y bien
vestido; pero en algunas condiciones socioeconómicas, un niño puede estar a la vez
descuidado y maltratado.
El problema de la brutalidad para con los niños dentro del grupo familiar, merece
ser estudiado. Numerosos niños sufren y mueren cada año del síndrome poüfractu-
rario llamado “ de los niños apaleados” . Muchos niños resultan irremediablemente
marcados en su cante y en su espíritu, y los médicos deben saber que este síndrome
(tal como lo han descrito C. Kempe, F. Silverman, P. Steele, W. Droegmullcr y
H. Silver en un resonante informe medicopsiquiátrico, publicado en 1962) “ consti
tuye una causa frecuente de invalidez permanente y de muerte, y que debe
considerarse siempre que un niño presente cualquier fractura, hemorragia tnenin-
gítica, heridas o hematomas múltiples, trastornos atípicos del crecimiento, y
siempre que un niño muera repentinamente y siempre que la importancia y la
naturaleza de las heridas que presente no correspondan al relato que haga la
familia de las circunstancias del accidente” .
Desde esta época, son centenares las publicaciones aparecidas. Se hallarán infor
mes generales sobre el tema en el libro de R. E. Helser y D. H. Kempe (1968), en el
de A. E. Skinner y R .N . Castle (1969), en los artículos de P. Straus y A. Wolf
(1969) y de N. Lukianowicz (1971).
Actualmente, el “ síndrome del niño maltratado se ha convertido en un complejo
bien definido de síntomas clínicos clásicos pero, desgraciadamente, como dice
N. Lukianowicz (1971), no se tienen bastante en cuenta los daños causados por las
frecuentes heridas en los tejidos blandos externos y en los órganos internos, presen
tes en el 77% de los casos de A. E. Skinner y R. N. Castle, mientras que el síndrome
clásico sólo aparece en el 55% de los niños de su muestra. El mismo N. Lukianowicz
trata a niños “ gravemente maltratados físicamente”.
A título de información, se han puesto de manifiesto en los niños que padecen
del síndrome de los niños golpeados, además de las lesiones óseas puestas en
evidencia por los éxamenes radiológicos, lesiones buconasales y anomalías oculares.
Las secuelas óseas son de diverso orden; encorvamiento de la diáfisis humeral, limita
ción de los movimientos del codo, deformaciones de los dedos, coxavara, defor
mación de las vertebras lumbares. Los golpes buconasales comportan: destrucciones
y cicatrices del velo, lisis del tabique nasal. Los daños oculares se caracterizan por
puentes atróficos en la periferia del campo retiniano temporal. Según P. Marotaux y
colaboradores aunque este síndrome aparece en determinados casos en niños realmente
LOS NIÑOS, VÍCTIMAS DE AGRESIÓN 943
A corto plazo, los efectos de los malos tratos en el niño son: un cambio de apa
riencia y de conducta, un cambio de actitud hacia el padre brutal, claro exponente
del miedo y de los síntomas de stress emocional -enuresis diurna o nocturna y
encopresis, rechazo de los alimentos, vómitos, etc.
Estudiando los niños y su familia en un centro diurno especial de protección de
niños precscolarcs, R. Galdston observa que estos niños toleran muy fácilmente la
separación de la familia.
Aunque inicialmente se presentan como apáticos y faltos de interés, más tarde
adoptan una conducta violenta que parece constituir la expresión del deseo de ser
reconocido personalmente por un adulto a través de la descarga de energía muscular
(las actividades violentas son menos acentuadas en las muchachas que en los mucha
chos). Además, manejan muy mal su cuerpo, sin que esto esté necesariamente en
relación con un trastorno neurológico, pues los trastornos de la coordinación y de la
habilidad motora desaparecen al cabo de algún tiempo de tratamiento. La interrup
ción de la frecuentación de este centro, aunque sea durante algunas semanas o
incluso durante el fin de semana, puede engendrar una regresión con pérdida de las
habilidades recientemente adquiridas. Estos autores señalaron cómo otra caracte
rística una denegación activa de la existencia o de la presencia del otro. La acción
terapéutica de este centro, en la que participan los padres, parece positiva, sin que se
pueda afirmar claramente si esto está en relación con una identificación con el
entorno, una imitación con el simple reconocimiento por el adulto de la existencia
del niño.
B. - EL INFANTICIDIO
sólo la muerte puede evitar a la víctima un destino peor que la muerte. T. Harder se
pregunta hasta qué punto esto no oculta un rechazo o una verdadera incapacidad de
establecer buenas relaciones maduras con el hijo o un miedo de no ser capaz de
cumplir las funciones maternas. En dos tercios de los casos de infanticidio los sujetos
muestran signos de rechazo o de amor exagerado hacia los niños. Este autor está de
acuerdo con M. Schachter (1958) quien, dejando de lado el altruismo, juzga que es
más apropiado considerar el infanticidio como una de las vías por las que una acti
tud inhumana puede manifestarse contra un hijo.
La mayoría de los casos publicados corresponden a estados psicóticos y depresi
vos, y a menudo a una psicosis postpartum.
G. McDermaid y E. G. Winkler subrayaron en el síndrome de “depresión obsesiva
centrada en el hijo” que el filicidio puede ser una excepción en la creencia general
de que las ideas obsesivas no son “obradas” .
Muchos autores hicieron una comparación entre depresión, suicidio y filicidio
(St. S. Asch, J. C. Rheingold). Según St. S. Asch que estüdió el mecanismo de la depre
sión del postpartum, hay en las mujeres normales, en el momento del postpartum, una
crisis de depresión muy débil que responde a un sentimiento de pérdida, pero determi
nadas depresiones dél postpartum y otras psicosis puerperales pueden desarrollarse en
las mujeres que no fueron capaces de hacer frente de manera adecuada a problemas de
pérdida y de separación en el transcurso de su propia infancia (hipótesis asimismo de
J. C. Rheingold). Por esto no son capaces de aceptar la pérdida del bebé, es decir de
una parte de ellas mismas, en el proceso del parto y de entrar en relación con él de una
manera normal, madurativa y amante; otras mujeres pueden desarrollar una necesidad
de destruir algo que resienten como una parte mala de sí-mismas, estando identificada
dicha parte mala con el bebé y experimentada como un cuerpo extraño, siendo incapaz
la mujer de. entrar en relación con él en calidad de objeto a amar.
J. Delay y cois., considera que el tipo de infanticidio más frecuente es el suicidio
colectivo, que no es privativo exclusivamente de los melancólicos pero que puede
observarse igualmente en personas que presentan un carácter histérico,
El infanticidio a cargo de padres esquizofrénicos responde a motivaciones diver
sas: va a la par con las ideas de suicidio (observándose una oscilación entre suicidio
y asesinato), con ideas sacrificiales a fin de salvar el conjunto de la familia (con la
posibilidad de que el'eneinigo y la víctima se confundan en determinados casos en la
persona del hijo), o constituye un acto impulsivo intitulado asesinato catatónico o
puede ser dictado por alucinaciones. Determinados autores describen un infanticidio
por pasividad: la madre deja morir al niño por falta de cuidados y no se ve afectada
por su muerte.
La actitud de la sociedad hacia los homicidas, muy severa antiguamente, lo sigue
siendo para los hombres, mientras que las mujeres son frecuentemente absueltas. La
noción de amor materno está tan enraizada que no se comprende bien cómo una
madre puede matar a su hijo, de otro modo que por razones profundamente patoló
gicas o bajo el peso de una emoción, y muy a menudo por amor. Señalemos que
según S. A. Myers, son muchos los padres infanticidas que se suicidan.
I. - LA PEDOFILIA
En una encuesta hecha en Canadá. D. Szabo ha señalado que la edad de las víc
timas de personas condenadas por delito sexual es, en el 43% de los casos de menos
LOS NIÑOS, VÍCTIMAS DE AGRESIÓN 949
II. - EL INCESTO
NO SALE A DOMICILIO
952 EL NIÑO Y LOS GRUPOS SOCIALES
El perfil de las personalidades de los padres incestuosos debe estudiarse separadamente según se
trate del padre o de la madre.
En parte por razones inconscientes, nos limitamos a describir al padre incestuoso como un
“degenerado” en el sentido clas'ico del término, cómo un retrasado mental o como un psicótico,
produciéndose el acto incestuoso la mayoría de las veces bajo el efecto del alcohol. Al hacer esto,
situamos al incesto fuera del cuadro de un modo especial de relación instintiva, no pudiendo ser
este acto otra cosa que la “demencia” en el sentido legal del término o de una aberración del
juicio y de la conducta, extranatural.
En realidad, aunque se describe frecuentemente el alcoholismo, no es constante; Colin y cois.,
hallan la debilidad intelectual en 27 casos, mientras que en 30 casos el nivel intelectual es normal
o máximo. Según H. Maisch, la inteligencia es normal en el 60 a 85% de los casos. Los niveles
mentales bajos (C.I. inferior a 70) oscilan entre 2 y 9% H. Cavallin encuentra desorganizaciones
psicóticas en 2 casos sobre 12, además de 2 casos borderline. N. Lukianowicz no encuentra ni
estado psicótico, ni estado francamente neurótico en sus casos.
Muchos autores describen organizaciones defectuosas de la personalidad del padre: relación
inadecuada o débil, personalidad mal organizada con identidad mal definida y actitud paranoide
que tienden a aislarlo de la familia y de la sociedad. Sin embargo, hay padres incestuosos que
presentan una compostura social al menos aparentemente satisfactoria y mantienen una fachada
patriarcal. El acto incestuoso es en su opinión un derecho natural y, pese a reconocer su carácter
ilegal, no lo clasifican en el cuadro de una verdadera responsabilidad moral. Por otra parte, en
determinados casos el padre puede considerarse con derecho a la iniciación del amor sexual que,
gracias a él, se hará con ternura y sin la brutalidad que podría sufrir su hija si tuviera relaciones
con gente joven. A veces este modo de relaciones comienza con la hija mayor y puede seguir con
las siguientes. El padre de familia incestuoso no es de ordinario “mujeriego”; como dice
P. Scherrer, sólo se puede deplorar “que tenga un sentido de familia demasiado grande”. Según
dicho autor, son dos los tipos de padres incestuosos que se pueden describir:
—el que reemplaza a su mujer o tiene tendencia a reemplazarla por una hija, convertida en verda
dera compañera, con la que se contraen lazos amorosos, más o menos fuertes, más o menos cargados
de sensualidad y de ternura, más o menos duraderos según la estructura mental del hombre y tal
vez también de la chiquilla amante;
—aquél cuya voluptuosidad poco arriesgada puede ser satisfecha económicamente por el objeto
a medida de su deseo, entregado a su apetito por su dependencia.
LOS NIÑOS, VÍCTIMAS DE AGRESIÓN 953
De una manera general, a despedró de su aspecto antimoral, el primer tipo parece ser más
propio de la sociología y el segundo,, de la patología.
Finalmente hay un tipo al que se le podría llamar neurótico, observado la mayoría de las veces
en los hombres abandonados por su mujer. Su estructura mental es muy masoquista; tienden a
invertir los roles y a hacer de madre de sus hijos.
Muchos autores han insistido en el rol que desempeña la mujer en las relaciones
incestuosas padre-hija, en calidad de esposa o en calidad de cómplice más o menos
consciente. También se insistió en los frecuentes trastornos de las relaciones conyu
gales en las que estos padres se sienten frustrados por una mujer no amante, fría,
hostil o sexualmentc rechazante y que les incita a buscar gratificaciones sexuales en
otra parte (C. N. Lustig y cois., D. I. Raphling y cois., etc.). Pero se piensa, además,
que el padre puede verse ayudado en su relación incestuosa con su hija por una
esposa cómplice que acepta pasivamente el hecho. Como observa D. 1. Raphling, a
veces la misma madre fue rechazada por su propia madre con la cual no se identi
ficó, pudiendo tener, en consecuencia, una actitud hostil hacia su prole femenina; a
veces, la madre no es capaz de asumir su rol de esposa y responsabiliza a su hija
haciéndole desempeñar el rol de esposa y amante de su propio padre, descargando
así sobre ella el rol que no puede desempeñar personalmente. Visto desde este
ángulo, es normal que algunos autores hayan podido considerar a la madre como la
piedra angular de este sistema familiar patológico (C. N. Lustig y cois.).
Según J. Noel y cois., hay que subrayar el siguiente hecho: “el conocimiento del
incesto por la madre, como tampoco la publicación oficial, no quiebra la cohesión
de la familia que sobrevive siempre, incluso a la inculpación del padre” . Esto es
cierto en nuestra opinión, incluso cuando la madre, denuncia al padre, pero la separa
ción puede tener lugar después, durante la repetición del incesto, después de
reincidir en la misma persona o en otra de las hijas. La actitud de la hija frente al
incesto es a menudo pasiva, pero algunas adolescentes son incitadoras a veces y
pueden desempeñar un rol en el comienzo de las relaciones incestuosas. Como dice
N. Lukianowicz, no todas las chiquillas son “ víctimas inocentes”. Según J. Noel y
cois., se pueden establecer tres formas clínicas de incesto según la tolerancia de la
hija: el incesto es padecido en el terror, el incesto es aceptado pero sigue siendo
conflictivo y el incesto es integrado sin conflicto y sin síntoma. En una importante
encuesta en Suecia, O. Kimberg y cois., señalan que las relaciones son raramente
afectuosas y describen seis casos solamente de incesto de tipo marital por 23 casos
de incesto despótico.
Muchas veces, cuando la actividad incestuosa progresa de la pasividad receptora
de afecto a la participación o incluso a la acción, la hija descubre en este modo de
relaciones un nuevo modo de satisfacción en la ambigüedad de un acto experi
mentado al mismo tiempo como donación y como imposición.
Aunque determinados autores describieron estas hijas como débiles mentales,
según H. Maisch, la inteligencia se considera normal en el 77% de los casos, por
debajo de la media en el 23% de los casos. Según el estudio de D. Szabo referente a
96 casos de incesto, 54 chiquillas son consideradas como normales.
taron una frigidez y una aversión por las relaciones sexuales con su marido, mostran
do 3 de ellas síntomas de personalidad histérica. 3) En 4 chicas se observaron
francos sintonías psiquiátricos: neurosis de angustia aguda en una, reacciones depre
sivas con tentativas de suicidio en las otras tres. 4) En 6 chicas no se observó ningún
defecto aparente sobre la actividad sexual ulterior, pero algunas se volvieron celosas
cuando su padre dejó de mantener relaciones con ellas para volverse hacia su herma
na más joven. Según O. Kinberg y cois., no se comprobarían repercusiones serias sobre
la afectividad en las chiquillas que experimentaron el incesto; K. Fricdlender admite
que la repercusión psíquica en la chiquilla depende del carácter del niño y de su
desarrollo instintivo. Según dicho autor, los conflictos serian más graves cuando el
incesto se produce alrededor de la pubertad.
■En realidad, la evolución psicológica de estas chiquillas depende mucho de la
constelación en la que tiene lugar la situación incestuosa —la mayor o menor acepta
ción del acto por la hija, la coacción más o menos importante impuesta por el padre.
Las demandas judiciales pueden agravar el problema; como dice K. Friedlender,
cualquiera que sea el tacto de los investigadores no es menos cierto que la hija se
considera responsable del encarcelamiento de su padre y, como tiene la vaga noción
de sus. propios deseos (incluso aunque los haya rechazado conscientemente), no deja
de sentirse muy culpable. Desde un punto de vista psicológico, este autor admite que
habría que arreglar las cosas sin recurrir a los tribunales, simplemente alejando a la
hija del hogar.
El incesto madre-hijo es raro. En su trabajo, N. Lukianowicz no cita más que
3 casos. En uno de ellos, la madre era esquizofrénica y sus tentativas sobre su hijo
parecían haber sido impulsivas, no premeditadas y bastante infantiles. En los otros
dos casos, parece que las madres (una viuda y la otra muy desgraciada en su vida
conyugal) eran muy dependientes de su hijo mayor y buscaban un apoyo' moral, una
protección; representaba una especie de joven amante idealizado. Los hijos objeto
del incesto están la mayoría de las veces gravemente trastornados emotivamente y
pueden presentar episodios psicóticos (W. C. Wahl, M. S. Guttmacher).
El incesto hermano-hermana aparece en 15 casos del grupo de N. Lukianowicz.
Se trata la mayoría de las veces de juegos o exploraciones sexuales y, más tarde, de
relaciones heterosexuales reales. En un solo caso, las relaciones fueron de cierta
duración. Más tarde, la mayoría encontraron nuevas parejas sexuales fuera de la fami
lia. Hay unanimidad de opinión (E. L. Mastcrs) para afirmar que produciría menos
perjuicios que la relación incestuosa con uno de los padres.
A propósito del estudio de dos niños aparentemente sanos, aunque mantuvieron
relaciones incestuosas con uno de sus padres (un caso madre-hijo y otro padre-hija),
A. Yorukoglu y J. P. Kempf se preguntan si estos niños no evolucionaron normal
mente por el hecho de que eran capaces de ver de manera realista que el padre
implicado estaba gravemente trastornado y asimismo por el hecho de que habían
tenido un desarrollo normal y un desarrollo psicosexual adecuado, antes de tener
relaciones incestuosas. Sin embargo, aunque estos niños presentan pocos signos de
conflictos intrapsíquicos, no se puede afirmar que no' presentarán ulteriormente difi
cultades como pareja en sus relaciones heterosexuales o en el matrimonio por incapa
cidad de aceptar el rol de padre.
nadas en prisión durante los años 1968-1971. En la mayoría de los casos, el acto
fue impulsivo y no se le causó daño alguno al bebé. El auotr clasifica a estas
pacientes en cuatro categorías fundadas sobre sus características psicopatológicas:
1) Pacientes débiles mentales; el robo (cometido por impulso, sin comprensión rea!
de las implicaciones) parece estar en relación con un sentimiento de privación y
de soledad, un deseo de consuelo y juego. 2) Esquizofrénicos; el delito cometido
durante recaídas graves se volvía inteligible a la luz de sus sentimientos de “mater
nidad frustrada’' y de sus ideas delirantes. 3) Trastornos graves de la personalidad
con rasgos histéricos predominantes, delincuencia anterior; estas mujeres expe
rimentan un sentimiento de privación de afectos; son incapaces de establecer rela
ciones con adultos y buscan la satisfacción de sus necesidades de relaciones
afectivas a través del bebé. 4) El robo “ manipulador” responde, según la descrip
ción de este autor, a una tentativa para resolver sus problemas afectivos especí
ficos; algunas cometieron este robo a continuación de un falso-alumbramiento a
fin de presentar un bebé a su pareja por considerar que el hijo es uno de los
lazos esenciales de la pareja. En el segundo y tercer grupos, el riesgo de rein
cidencia es más verosímil.
Sería interesante conocer el futuro psicológico de los niños que padecieron un
rapto y la importancia del traumatismo sobre su desarrollo posterior.
Al lado de estos raptos criminales, hay raptos en el seno de las familias. Por
ejemplo, mientras los textos sobre la adopción permanecieron imprecisos, se obser
varon secuestros recíprocos, sintiéndose igualmente en su derecho la madre adopti
va y la madre por la sangre. Estos secuestros recíprocos se dan asimismo entre
padres divorciados. Tanto en el primer caso como en el segundo, el niño sale muy
traumatizado porque es lo que se ventila en una lucha pasional en el trascurso de
la cual no puede permanecer nunca como simple espectador.
Al lado de los verdaderos raptos, es interesante observar en el niño "falsos
recuerdos de rapto".
La anécdota referida por J. Piagct es muy significativa: “Mi recuerdo más antiguo se remonta
a una época en que una nuise me paseaba todavía en coche de bebé (lo que sería un recuerdo
muy excepcional si fuera auténtico). Un individuo trató de robarme, pero la nurse me defendió
bien, hasta ser fuertemente arañada, y el individuo huyó al aproximarse un guardia municipal.
Este recuerdo sigue siendo muy vivaz: aún Contemplo de nuevo toda la escena, que tenía lugar
en la glorieta de los Campos Elíseos, aún veo a los curiosos acercarse y la llegada del poli con
la pequeña esclavina que llevaban entonces, etc. Ahora bien, cuando tuve 15 años, la antigua
nurse escribió a mis padres que, convertida recientemente, se sentía obligada a confesar todos
sus pecados: la historia del bebé casi robado era completamente inventada, los arañazos
fabricados, etc., y el. reloj recibido en recompensa era puesto a disposición de mis padres. Este
bonito recuerdo de infancia es pues un recuerdo reconstituido visualmcnte (y este punto tiene
su importancia) pero a partir de un relato escuchado, sin duda entre los 5 y los 10 años. Si el
recuerdo fuera “cierto” en el sentido conforme a los sucesos, no será menos reconstituido por
ello”.
Hay que señalar que aparte de estos recuerdos (falsos como tales) mantenidos
a partir de un relato mentiroso, puede haber en el niño una fantasmatización del
rapto, entrando en el cuadro de la noción de la “novela familiar” , utilizado por
psicoanalistas. Puede tratarse de la expresión de un deseo de otra filiación que
permita fantasmar determinado sentimiento de omnipotencia a fin de arreglar
conflictos más complejos susceptibles de convertirse en un recuerdo pantalla.
BIBLIOGRAFÍA 957
BIBLIOGRAFÍA
EEG, 146 157, 159, 161, 163, 169, 173, 220, Endocrinos (trastornos psicosomáticos), 750.
232,237,285,320. Energía, 120.
Efcrenciales (sistemas), 146. Enfermedad, 143.
Efercncias, 704,707. — (conciencia de la), 141,560.
Eficiencia motora, (trastornos de la), 246. Enfermedad de,
Egocentrismo, 66,773. —Cornelia de Langc, 484.
—intelectual (Piaget), 26, 66,68, 77. —Crouzon, 484.
Eidctismo, 164. — Dollingcr-Biclschowsky, 534.
Elaboración de imágenes, 163,343. —Focrstcr, 234,861.
Elcctrogcnéticos (estudios) y desarrollo, 92. —Fólling, 494.
Ello (sistema del), 35,77. —Gaucher, 535.
Emaciación dicncefálica, 186. —Gilíes de la Tourctte, 225,232.
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—actínica, 517. —Hand-Schüllcr-Christian, 203.
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Emergencia evolutiva, 101. —Ilurler, 503.
Emisor, 304. —del jarabe de arce, 496.
Emoción(es), 24,29,30, 309, 324. —Krabbe, 533.
—y autoagresividad, 432. —Landing, 500.
—(control de las), 581. —Leigh-Feigin-Wolf, 537.
—según Wallon, 214. —Niemann-Pick, 501,534.
Emplazamiento, —Pelizaeus-Mcrzbacher, 533.
—en la colectividad, 803. —Schilder, 532.
—familiar, 469,803. —Spielmeyer-Vogt, 534.
—(problema del), 803. —Steinert, 861.
Enanismo, —Verdnig-Hoffmann, 861.
—con cabeza de pájaro de Virchów-Seckel, —Wilson, 536.
484. Enfermedad grave del nillo,
—hipofisiario, 379. —y el equipo médico, 851.
Encefalitis, 237,425. —y los padres, 851.
—corticobasal, 526. —y el secreto, 852.
—difusas, 525. Enfermo físico, 845.
—de Economo, 525. —y su entorno, 848.
—epidémica, 229. Entonación, 298.
—herpética, 526. Enunciados, 297.
—necrosante, 526. —situación, 307.
—periaxil de Schilder, 532. —evocación, 307.
—postinfeciosa, 527. Enuresis, 169,269,400, 821.
—de la rubéola, 529. —en el cuadro de la evolución del sistema
—sarampionosa, 528. miccional y de su realización funcional, 277.
—de la tosferina, 529. —(ctiopatogenia de la), 272.
—vacunal, 528. —y los padres, 276.
—varicelosa, 528. —y personalidad, 276.
—víricas, 525. —(tratamiento de la), 277.
—de la viruela, 529. —(valor del síntoma), 277.
Encefalopatía, 234. Epilepsia, 233, 425, 482, 518, 541, 704, 745.
—arsenieal, 539. —bravais-jacksoniana, 228.
—satumínica, 538. —(cuadro psicopatológico de la), 552.
—por Talio, 539. —generalizada primaria, 546.
Encopresis, 228,280,821. —nocturna, 172.
—(estudio clínico de la), 280. —parcial o focal, 549.
—(ctiopatogenia de la), 285. —temporal, 646.
—(evolución de la), 284. Epiléptica,
—(formas clínicas de la), 282. —ausencia, 546.
—(rol del aprendizaje y del medio en la), —fuga, 172.
283. —mentalidad, 556.
—(tratamiento de la), 286. Epilcptoide, 216.
Encoprético (personalidad del), 283. Equilibración, 23,55.
Endocrinos (trastornos), 505, 507. Equilibrio, 136,211.
968 ÍNDICE ALFABÉTICO
NOsai f anoMínnn
976 ÍNDICE ALFABÉTICO
Niño (s) (perfil psicológico de los padres de Obsesiones (evolución de las), 639.
los niños maltratados), 943. - (mecanismos de defensa y), 639.
—de prostitutas, 913. - y neurosis, 231,631.
—psicótico y la familia, 702. - (patogenia de las), 637.
—“salvaje”, 461,464. - (semiología de las), 634.
—tipos de - maltratados, 114,116. - (tratamiento de las), 641.
—único, 787. - de vergüenza, 357.
—(valor del testimonio en el - ) , 941. Obsesivo-compulsivo (síndrome), 230.
—víctimas de la agresión, 941. Obstétrico (traumatismo), 518.
Nistagmo, 219,234. Oculomotricidad y dislexia, 316,319.
Nivel de conciencia (disolución del), 646. Odio, 332.
Noy Sí,73. ---- amor, 46,107,437.
Norma, 136. - primitivo, 417.
Normal y Patológico, 136. Offcnsa Capitis, 220.
—(noción de), 136. Oligofrenia, 329.
Normalidad, 135. - véase también Retrasos mentales.
—y adaptación, 136. Omnipotencia, 52,332.
Nostalgia primaria de retomo al útero, 52. Onanismo, 229.
“Novela familiar”, 809, 956. Ondinismo, 400.
“Núcleo fijo innato”, 96,302. Onicofagia, 222,744.
Ontogénesis, 99,302.
- dé la angustia, 616.
O - de los estados de vigilancia, 94.
- de la socialización, 66.
Obesidad, 199. Ontogenéticas (variables), 10,110-111.
—y anorexia, 199. Operaciones
—(fisiopatología de la), 200. - de clasificación, 302.
—(herencia y - ) , 200. - concretas, 26.
—(incidencia familiar en la), 199. - constitutivas de las clases lógicas, 301.
—y sobrealimentación, 201. - formales, 28.
—Obeso, (personalidad del), 201, 202. - formales y lenguaje, 321.
Objeto, 212. - e interiorización de las acciones, 110.
—de apego, 106. - de seriación, 302.
—(apego al), 300,581. Operatividad, 213,302,343.
—bueno o malo, 46,417. - y trastornos del lenguaje, 314.
—exterior, 51. Operativos y figurativos (aspectos), 213.
—(formación del - libidinal), 43. Oposición, 185,186,330.
—heterosexual, 331. Oral, Fantasma, 196.
—(introyección del); 46. - estadio, 39.
Objeto libidinal, 57. - hábito, 183.
—fobógeno, 625. - placer, 222.
—libidinal y objeto permanente, 57. - satisfacción, 179.
—(molde del), 57. Oralidad y vida relaciona], 182.
—(noción de), 56, 58. Organizaciones),
—(Palabra-), 300. - anal, 267.
—parcial, 46,47,57. - cerebral, 117.
—(percepción del objeto), 42,300. - espaciotemporal,317,319.
—(pérdida del), 398. - evolutiva de la orientación sexual, 366.
—permanente, 49,57, 581. - funcional, 95,117.
—permanente y cuerpo propio, 343. - del lenguaje, 295.
—(prc-), 45. - (modos conjuntos de), 241.
—precursor, 44. - nerviosa de los esfínteres y condicionamien
—real, imaginario, simbólico, 49. to, 264.
—(relación de), 49,178,307,581,859. - de la personalidad y debilidad mental, 588.
—(succión primaria del), 52. - propioceptiva, 211.
---- sujeto, 123. - sensomotriz, 302.
—transicional, 74,168,222,225, 390. - tónica de fondo, 211.
Obnubilación episódica, véase Psicosis cicloide. Organizadores, 43.
Obsesiones, 195,229, 633, 688,826. Orientación sexual, 366.
ÍNDICE ALFABÉTICO 977
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