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Clase 3
La ESI como derecho que incluye al deseo
Daniel Del Torto
Walter García
Allí se posa el error clave: se interpreta que los derechos humanos, los derechos de
cada quien, son un motivo de individualismo extremo y merecido, y que en la
educación resuena en los ecos de la meritocracia: sólo podrá tener una vida digna
quien sepa más y haya sido resiliente frente a todas las adversidades que el sistema
les tiene preparado. En esa carrera contra el tiempo, sin medidas, olvidamos que en
realidad somos seres sociales, no podemos existir sin otrxs, no podemos enseñar sin
otrxs. Entonces la ley se vuelve perversa: “¿Y por qué no gozar hasta las últimas
consecuencias?”.
El límite es reinterpretado como censura, como imposición de lxs otrxs, cuando en
realidad la función del límite es justamente delimitar opciones para que la elección
sea posible.
Antes se utilizaban metáforas botánicas, para referirse a los estudiantes. Lxs niñxs
eran vidas torcidas que requerían de otrx que lxs enderece, y los ayude a
desarrollarse (paradigma moralista extremo).
El conflicto sin embargo es la base de todo aprendizaje, genera saber. Pero miren
desde donde era leído en esa época, cuáles eran los ideales y los discursos
institucionales para poder leer esos comportamientos.
Massimo Recalcati dice (Pag 33) que no se puede forcluir1, dejar de lado, rechazar el
deseo en la enseñanza. “Ley y deseo han de tomarse necesariamente como una
articulación simbólica: sin el deseo, la Ley se vuelve estéril y se convierte en una
momia en defensa de un ser muerto, pero sin la Ley el deseo se fragmenta y se
convierte en puro caos”.
La educación implica esta articulación entre la norma y el deseo, ni uno solo, ni uno
sobre otro.
Esta lógica paternalista que veíamos en la escuela-edipo, trajo un efectos en las
relaciones y junto a la configuración del discurso capitalista, lo que se produjo fue la
1
“El término "forclusión" fue introducido por J. Lacan en la última clase de su Seminario dedicado a Las Psicosis,
el 4 de julio de 1956. La génesis de este concepto se remonta a la noción de alucinación negativa, utilizada por
Hippolyte Bernheim para designar la falta de percepción de un objeto presente en el campo del sujeto, después
de la hipnosis. Freud tomó el sentido de esta noción aplicándole el término Verwerfung en 1894, en el tercer
apartado de su artículo "Las neuropsicosis de defensa", a propósito de la psicosis alucinatoria: "Existe un tipo de
defensa mucho más enérgica y mucho más eficaz, que consiste en que el yo rechaza (verwirft) la representación
intolerable, simultáneamente con su afecto, y se comporta como si la representación no hubiera llegado jamás al
yo"” En https://www.elpsicoanalisis.org.ar/old/numero2/forclusion2.htm
escuela –Narciso. Una institución que potencia la búsqueda de la afirmación cínica
de uno mismo.
https://www.youtube.com/watch?v=Nhf8yLAPlVY
El lenguaje nos pone al corriente del día, donde se empuja a alcanzar la máxima
eficacia en el menor tiempo. Hace no mucho escuchábamos en un comercial
“impossible is nothing”. O incluso, ¿Se han puesto a contar entre un programa y otro,
o en las pausas televisivas cuantas propagandas son de medicamentos?. No
podemos ni siquiera enfermarnos tranquilos. Si te sentís mal, no te preguntes nada,
toma una pastilla y a lo que sigue.
El docente no encarna un saber sino una posición que le hace lugar a un vacío para
que desde allí advenga un acto, el acto del aprendizaje, como efecto de una apuesta,
de una respuesta por parte del sujeto que lo lleve hacia un nuevo lugar. Por eso
decimos que la posición del docente tiene que ser la de circunscribir un agujero, una
ausencia para bordearla desde las respuestas de que el sujeto va construyendo, así
como hacía Sócrates.
Hay vacíos que están llenos. Parece una contradicción pero por ejemplo: un pintor
aprendiz (inclusive no tan aprendiz) frente a un lienzo blanco, puede llegar a inhibirse
al encontrarse con un blanco lleno de sentido. Un vacío pleno de sentido: allí están
jugando todas las pinturas que no conoce y que no recuerda (y las que recuerda
también) es un lugar pleno de sentido, que lo deja paralizado. Si eso no se agujerea,
de algún modo esto petrificará a quien intente intervenir.
En el libro “La hora de clase” Massimo Recalcati (54-55) utiliza este ejemplo para
poner de relieve la importancia del vacío de sentido y dice ahí donde el maestro le da
un brochazo al lienzo para romper ese blanco pleno, agujereando esa significación
plena, entonces el pintor empieza a delinear sus primeras marcas. Pasamos de la
inhibición, del detenimiento, del sometimiento a un saber absoluto que supone a un
otro completo, a un saber incompleto, radical, diferente, singular. Ese
encandilamiento del estudiante por su maestro que sabe, ese amor al saber ubicado
en el otro, que se traduce como amor al otro es el que paraliza, sin embargo la cintura
del maestro debe conducir ese amor a un amor al saber, que está por fuera de él. Un
amor que no puede darse sin él, pero está por fuera, en otro lado y hay que ir a
buscarlo. Impulsa el deseo del sujeto hacia un saber inédito, nuevo, distinto, singular.
Hay una diferencia taxativa entre el gesto del maestro que sabe cómo poner en
movimiento el deseo de su discípulo, y el acto patronal de la seducción o el
adoctrinamiento. La diferencia la hace el posicionamiento docente.
Por eso decimos, junto a Recalcati, que “La erótica de la enseñanza se sustenta en
cambio sobre el amor por el saber que es amor por una carencia que nos atrae y
causa el deseo de conocer.”
De esa manera el objeto de conocimiento, de instrucción, el contenido curricular, pasa
a ser un elemento crucial del proceso educativo. De esta manera la escuela abre la
posibilidad de la exogamia, promueve la transición de la lengua materna a otras
lenguas que nos acercan a lo social, a lo diferente, a lo distinto y entonces el
aprendizaje cobra un valor diferencial, significativo. Un aprendizaje es significativo
cuando se puede hacer uso de él.
Y es entonces, que la ESI como discurso nos permite pensarnos como docentes,
dentro de nuestra posición ética. Preguntarnos por nuestro posicionamiento en el
decir, más que en los dichos que enunciamos. Porque para poder transmitir algo de
la ESI, debemos dejarnos tocar por la palabra, pero a su vez, hacer que la misma
circule y toque a lxs otrxs.
Hace falta que haya instrucción sobre determinados conocimientos, pero la cuestión
puntual está en el cómo eso se lleva a cabo. Cómo hacemos de la educación una
humanización de la vida (Dolto). Hablamos de la erótica de la enseñanza porque lo
esencial de ella es que estriba en la movilización del deseo de saber.
La erótica de la enseñanza resuelve la estéril oposición entre instrucción (contenido)
y educación (valores)2. Es a partir de la apertura del/de la docente, la hiancia que
aloja un deseo que busca otro deseo para subsistir, lo que moviliza la escena del
aprendizaje.
“Porque la auténtica enseñanza siempre está recorrida por el cuerpo,
por la pulsión, al tener como meta más alta la transformación de los
objetos del saber en cuerpos eróticos”
(Massimo Recalcati - La hora de clase)
Es la relación al saber, junto a los objetos del conocimiento, los que tornan a estos
últimos elementos del aprendizaje. Y es la configuración que arma el docente de su
clase, como se predispone, qué tonos, gestos utiliza, lo que conforma el canal de
transmisión. Y esto ocurre más allá de su propia voluntad.
Es efecto de su formación, pero que va más allá de una formación académica, es
decir de un conocimiento compartido. Es más bien el efecto de una constante
reflexión crítica sobre nuestro quehacer como docentes. Adquirir el hábito de leernos
por fuera del acto de clases, en un segundo momento, para poder pensarnos y evaluar
los efectos acontecidos. Esto debería ser un ejercicio constante, parte de la rutina
docente. Es por eso que cada cuerpo, en la clase, se convierte en un libro a ser leído.
2
Massimo Recalcati, pag.94
Aquí les proponemos pensar en un circuito constante que denominamos “el circuito
de las tres R”: Repreguntar sobre lo acontecido clase a clase, Repensar las diferentes
posibilidades para abordar un próximo encuentro a partir de lo evaluado en la clase
anterior y Reinventar nuestra práctica a la luz de una acción a conciencia, donde
nuestro norte sea el aprendizaje como significativo.
Todo acto de aprendizaje ocurre por un doble movimiento: los objetos de saber se
convierten en cuerpos erotizados, al ser investidos con afectos, y a su vez los cuerpos
presentes en la clase se vuelven el texto de la propia performance docente. No es lo
mismo ver bostezar a lxs alumnxs, que verlos inquietos en sus sillas, o expectantes.
Una clase tendrá diferentes resonancias y efectos, según sus participantes (y aquí
tenemos que ser categóricos) “todxs” sus participantes” inclusive el docente, hayan
sido tocados o no por lo que allí ocurre.
Desde esta perspectiva cobra una relevancia importante el gesto del/la docente, ya
que es el que crea una realidad de doble trayecto que implica una relación moebiana.
Al transformar el saber en un objeto que cause el deseo, hace que los horizontes de
la vida se ensanchen y el mundo advenga escenario para el aprendizaje. Es el gesto
amoroso del docente, ese que se define por presentar la incompletud como parte
misma del saber, el que abre la posibilidad y da lugar a esxs otrxs que vienen con su
propia falta y su palabra.
La hora de clase se configura por un interjuego de faltas que resuenan, ubicando en
un lugar específico al saber, el que hace de ese saber el pivote de la jugada. El saber
no está en el docente, tampoco en lxs estudiantes, sino más bien en la relación que
allí se establece. El saber es un supuesto que da forma al vínculo, que lo tracciona,
lo funda y lo reinventa cada vez.
El gesto de amor del docente, ese que no tiene miramientos, y cuyo combustible es
el saber que se ubica como causa, como causante del deseo en tanto deseo de saber,
es el que transforma la palabra en algo más que una sucesión de letras que busca
una significación. Las palabras no son solo medios de comunicación o vehículos de
información, sino más bien son médiums, por donde pasan nuestras historias. Entran
en el cuerpo y pueden ser caricias o incluso golpes. Estamos hechos de palabras.
En nuestro caso, la red se establece por los discursos que prevalecían y organizaban
la vida de nuestros antecesores: ¿Qué se decía? ¿Qué se pensaba? ¿Qué no se
podía decir porque estaba prohibido o censurado? ¿Qué posición tomaron nuestros
padres, familiares y educadores respecto de ello? ¿Cómo algo de esta historia ingresa
por las vibraciones que arman nuestro cuerpo desde lo intrauterino inclusive?
¿Cómo nos enteramos, nosotros docentes, sobre esta constelación familiar, sobre
estos sentidos que armaron una trama, una red en donde fue alojado ese/ sujeto que
es nuestrx estudiante?
3
García Walter. El cuerpo, una relación al mundo. Hacer-se un cuerpo en el autismo y la psicosis
infantil. Letra Viva (2017)
La imagen parece un poco fuerte, cualquiera podría decir que es un sujeto sometido.
Y es que en un principio somos sometidos por las leyes del lenguaje, pero es un
sometimiento necesario digamos. Pero lo que queremos resaltar también es que esta
imagen nos parece demostrativa, gráfica respecto de la vida de un sujeto. un sujeto
que requiere estar sostenido por los hilos enunciativos de sus predecesores.
Estos hilos son los del discurso. No solo los cuidados necesarios, de higiene y
alimentación, sino el cariño, el amor, que sostiene a ese individuo vivo. Ahora bien,
lo que quiero acentuar aquí es que estos hilos del discurso es necesario que los
empiece a manejar de alguna forma. Si bien en un principio son lxs otrxs quienes
mueven los hilos, como decíamos necesario para poder vivir, en algún momento el
sujeto tiene que hablar por sí mismo.
Y aquí hacemos otro paréntesis, que hable por sí mismo, en primera persona, no
significa que se deshaga de esos otrxs, ni rompa todo significado previo, sino
justamente que hable en nombre propio, que se anime a tomar la palabra es efecto
de que allí haya otrxs para escucharle. Que tomen esa palabra en serio, como un
acto enunciativo de un sujeto en singular. Esa posición de escucha habilita allí un
lugar para ese sujeto. Un sujeto que es único en su singularidad, pero que no podría
contarse si no es con otrxs.
Que ese sujeto tome la palabra es producto de que haya un lazo afectivo que le
permita hacerlo, que lo habilite, y entonces pueda contar su historia, que no es
solamente una sucesión de hechos.
Las palabras transmiten la historia sonora que nos precede, ahí donde fuimos
hablados por nuestros antecesores, donde nuestra piel se hace tímpano, y por lo tanto
excede al sentido. Son esos sones, esas vibraciones, las que constituyen la
materialidad del impacto que traen las palabras a nuestro cuerpo. La palabra es
cuerpo sutil. La palabra, cuando nos toca, es que ha tomado cuerpo, que ha adquirido
cierto relieve.
La palabra toma cuerpo, adquiere relieve y textura de la voz de quien la enuncia, pero
no tanto por cómo suena, sino por el gesto que transmite. El gesto es más que un
ademán, es la forma en que hacemos lugar a lxs otrxs. El modo de alojar una
singularidad dispar que viene a aprender junto a nosotrxs.
Ahora bien, debemos tener ciertos recaudos al momento de pensar esto, pues allí se
juega el mayor poder seductor que una palabra puede tomar. Al posicionarnos en
esa disimetría, en esa asimetría respecto de nuestros estudiantes, nuestra posición
puede tranquilamente desviarse. Pues toda relación social, humana diría, implica ya
una relación de poder, en donde algo de la propia historia se pone en juego, sin que
lo sepamos.
Una cosa es el amor al conocimiento y otra cosa es el amor vehiculizado por ciertas
tendencias sugestivas, como la admiración, la devoción, entre otras. ¿Por qué
decimos esto? Porque no es sin amor que el conocimiento se construye, no es sin el
vínculo esencial entre enseñante y aprendiente, que está hecho con la materialidad
de la palabra, con esa caricia sonora..
Y este amor tiene una doble vertiente, por un lado es un amor verdadero en tanto se
erige sobre las bases de nuestras primeras relaciones de afecto, digámoslo así: es la
vía regia para la sustitución directa del oficio de los padres al educador, y por lo tanto
virar en otra cosa. Por ejemplo, puede que se confunda con el mero asistencialismos,
algo que el escenario actual suele propulsar a partir de la brecha socio-económica
ensanchada por el sistema.
Allí las escuelas entonces se transforman en instituciones que atienden las
necesidades básicas de lxs estudiantes. En otras ocasiones ese amor puede devenir
en una “mutación psicologista” a partir de la cual se corre el riesgo de caer en lugares
aún más sugestivos como “decir lo que se tiene que hacer.” “patologizar las
respuestas y realidades de lxs niños”. Oficiar como discurso amo del saber.
Allí en vez de quedar erotizado el objeto del saber, lo que queda erotizado es el cuerpo
del docente. El docente queda en el lugar del saber y por lo tanto la transmisión
deviene admiración y pura repetición estéril. La atracción de la que hablamos, este
poder de seducción, no es algo que pasa por la conciencia de quien enseña, sino
justamente, viene desde esta materialidad misma del lenguaje, esas sonoridades de
las cuales no podemos huir, por más que queramos.
El lenguaje está hecho de esta materialidad sonora que nos envuelve el cuerpo.
Nuestra lengua es materna, es decir, se configura de ciertos juegos de sonoridad
(sonidos, silencios, cadencias, acentos, etc) que impacta sin consentimiento en
nuestra subjetividad y con la cual tenemos que arreglarnosla. Lxs niñxs y lxs poetas
saben mucho de eso.
A esto nos referíamos cuando decíamos que la sexualidad humana viene marcada
por el lenguaje, y que aquellxs que hacen concreto este encuentro son nuestros
predecesores.
Darío Z nos pone en pista pensando el lenguaje, la lengua y el poder:
https://www.youtube.com/watch?v=wq8gSsOT4So
Cada ser hablante, ya está marcado por el lenguaje y el lenguaje trastoca, trastorna
al cuerpo. ¿Cómo lo vemos? Especialmente cuando hablamos (estoy “muy” cansado
“no puedo más”, “tengo tanta hambre que me como una vaca” expresiones que no se
condicen con la realidad no), pero también cuando actuamos: siempre dormimos de
más, o de menos, comemos un poquito de más o de menos, nos damos un gustito,
nos quedamos en la cama un rato más.
Tenemos ganas de ir al baño, pero estamos en una reunión importante y nos
aguantamos. Tenemos ganas de estar tomando un rico café y charlando con amigos,
o viendo una serie de netflix, pero bueno tenemos que estar a cargo de una clases de
ESI.
Justamente al ser concebidos por otrxs seres hablantes – es decir por otrxs que están
tocados por el lenguaje- también somos afectados por sus emociones, por sus
angustias, por sus alegrías, por sus tristezas. Nuestrxs otrxs son seres afectadxs por
ese baño sonoro del lenguaje, y esto hace que tengan un cuerpo también trastocado,
y entonces nunca nada va a ser exacto. Siempre va a haber allí una desproporción.
Esta desproporción es lo que solemos llamar “diferencia”. Cada cual se las va a tener
que arreglar con eso. Y eso no tiene una respuesta verdadera última, para ello no
hay receta. La respuesta se construye, se inventa, y para eso necesitamos de lxs
otrxs que nos acompañen en dicha travesía.
Necesitamos de los cuidados primarios, pero también del amor, del gesto amoroso
que allí aloje, aunque a veces nos den ganas de tirarlos por la ventana, eso que viene
desproporcionado por estructura.
Las primeras relaciones con nuestros padres, madres y familiares, es una relación tan
íntima, tan fuerte y tan necesaria que nos marca para toda la vida. Y esto no tiene
que ver con que “todo lo que nos pasa es culpa de nuestros padres”. Algunas cosas
sí (chiste) pero en definitiva la respuesta es poder hacer con eso, otra cosa. Esas
marcas son inevitables, porque son las que nos dan la vida.
Sabemos que no solo los cuidados higiénicos y alimentarios nos mantienen con vida,
allí tiene que haber alguien que esté dispuesto a donar su amor, su afecto, su deseo,
es decir su falta. Porque como sabemos si no nos falta algo, no podríamos desear.
Pero esta falta, tiene una vuelta interesante, no es falta de algo…es decir no tiene
que ver con esos ideales que uno se propone conscientemente como por ejemplo:
“Quiero que mi hijx sea alguien en la vida, que llegue hasta donde yo no pude, que
logre más cosas que las que yo hice...etc.”
En definitiva, tener un/a hijx que supla mis faltas. No se trata de esas faltas, aunque
muchas veces se pueda jugar a ese nivel. Lo que intentamos captar aquí es que esta
falta es una falta estructural, una falta singular, originaria – porque es producto de
nuestra relación primera con el lenguaje como decíamos recién, ese lenguaje que
trastorna al cuerpo y lo deja sin saber absoluto - y por lo tanto implica un “deseo que
no sea anónimo”.
Esta frase enigmática que trae un psicoanalista muy famoso, que es Jacques Lacan,
¿Qué quiere decir? ¿Qué quiere decir que un deseo no sea anónimo? Una de las
lecturas que podemos hacer es que:
Por eso el arte muchas veces nos impacta de una forma que no entendemos…porque
allí un deseo, el de quien hizo el cuadro o escribió el poema, se enganchó a nuestro
deseo, a nuestra hiancia primera. A esas marcas lenguajeras que se quedaron
impregnadas en nuestro cuerpo.
Esas marcas que nos constituyen a partir de las primeras relaciones con nuestros
otros primordiales: las caricias junto a los cantos, los tonos de las voces de nuestras
madres y el movimiento en que nos mecen, pero también las angustias que pasaron
al no dormir de noche, o incluso mucho antes de nuestra venida al mundo, lo que
pasaron cuando eran niñxs también. Por eso hablamos del lenguaje, porque el
lenguaje vehiculiza historias que nos preceden y que muchas veces impactan en
nuestros cuerpos sin saber de ello.