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historia/Historia Reinhart Koselleck traduccién e introduccién de Antonio Gémez Ramos MINIMA TROTTA MINIMA TROTTA wsORIca erica icator: ia cy José M, Cute Abad Thulo original: Geschichte, Historie (© Ernst Kiet Stuttgart, 1975 (© Antonia Gémez Ramos, 2006, (© Editorial Trott, SA. 7004 Ferraz 5, 28008 Madrié Teléfore: 91563 0361 Fax 9153 1488 Ema trota@infometes hp: Mwwwiretiaes ISON, 94-9164-670-7 epost logal: M-7297-2006 limpresién ‘Marta Impresién, SL. INDICE Koselleck y la Begriffsgeschichte. Cuando el lenguaje se corta con la historia: Antonio Gomez Ramos. HIsTORLVHIsTORIA 1, La formacién del concepto moderno de histor 1. Introduceién por la historia del término 4) Elsurgimiento del sustantivo colectivo sing lar [Kollektivsingular .. ) La fusi6n de «Historia» [Historie] e shistoria» [Geschichte] sane 2. «La historia» como filosofia de la historia 4) La reflexién estética wens 8) De la moralizacién a la procesualizacion de la historia 6) De la formacién racional de hipGtesis ala ra z6n de la historia. 4) Resultados del gito histdrieo-filosofico en la época de la Revolucién.... 3.La acufacién de la «historia» como concepto fundamental. 4a) De la historia naturals ala shistoria naturale [Naturgeschichte} 74 82 83 b) De la historia sacra a la shistoria de la salva- cidne [Heilgeschichte] verensnennsnnnn 90 ©) De la historia universalis a la «historia mun- diab» [Weltgeschichte] 97 Introducci6n Il, «La historia» como concep: 106 1. Funciones sociales y politicas del concepto de KOSELLECK Y LA BEGRIFFSGESCHICHTE. historia 106 CUANDO EL LENGUAJE 2. Relatividad historica y temporalidad 113 SE CORTA CON LA HISTORIA 3.El crecimiento del abismo entre experiencia y expectativa nn 126 4, La chistoriae entre la ideologga y la cetica de las Antonio Gémex Ramos ideole 135 MI, Perspectivas .. 150 chistoria/Historia», que se presenta aqui como un librito, podrfa ser un articulo largo, se redact6 y aparecié como entrada para un diccionario, el monumental Geschichtli- che Grundbegriffe (Conceptos Histéricos Fundamentales, en lo sucesivo GG}, editado por el propio Koselleck, junto a Otto Brunner y Werner Conze. Es, entre otras cosas, una historia del concepto moderno de historia: como tal, és un texto de historia, 0 de teoria de la historia, o de filosofia de la historia, o de filosofia, o un modelo de erudicién filol6- gica, El lector sabré leer todo eso. Reinhart Koselleck (n. en Gérlitz, en 1923) es uno de los raros casos de excelencia interdisciplinar en una época y una cultura que claman cada dia, mas bien en vano, con- tra la especializacién. Historiador de pura cepa, profesor de Teoria de la Historia en Bielefeld desde 1973, cada una de sus paginas rezuma el trato con la filosofia, la teorfa politica, la filologia o las ciencias sociales; y su lectura re- vierte con fecundidad en cualquiera de esos campos para quien esté interesado en saber qué ha pasado en los alti- mos dos siglos, qué es lo que pasa ahora, y cémo interpre- tar que pase lo que pasa. O si se quiere: para quien esté interesado en saber lo que significa ser moderno. Su lectu- ra es fecunda, no s6lo por la elegancia y precisin de sus textos —recibié en 1999 el premio Sigmund Freud de pro- sa cientifica—, sino también porque este hijo de profesor 8 9 perseguido por cl nazismo, con la experiencia juvenil de haber combatido en la segunda guerra mundial y haber sido prisionero de guerra en la UniGn Soviética, estudiante después en Heidelberg, con historiadores como Werner Conze y Johannes Kiihn, filsofos como H.-G. Gadamer, Karl Jaspers y Karl Lawith, antropélogos como Viktor von Weizsticker, discipulo inicialmente de Carl Schmitt, ha fun- ido criticamente todo ese universo de ideas, junto a su propia investigacién histér arse como un género en si mismo. Un nuevo género! en el que, a partir de unos proble- mas y materiales caracteristicos, se urden mimbres de la historia de las ideas, de la filosofia y del pensamiento polf- tico y social bajo el rétulo de Begriffsgeschichte: historia conceptual, o historia de los conceptos. El término, cierta- mente, es mucho més antiguo. Hegel —o los apuntes de sus lecciones de Filosofia de la Historia— parece haber sido el primero en usarlo’. Pero en él se refiere a uno de los tres modos de escritura de Ia historia: el que Hegel llama la historia reflexiva», la cual, configurada segin puntos de vista generales —como historia del arte, del de- recho o de la religin— wexpone el paso a una historia 1, Astlo denomina M. Richter, «Begrffageschichte and the History of Ideas: Journal of the History of Ideas, 48 (1987), pp- 247-263, p. 249. El mismo Richter ofrece en una monografia posterior, The History of Political and Social Concepts. A Critical Introduction, OUP, New York! Oxford, 1995, un detallado estudio de gestacién de la Begnffsgeschichte, de sus diferentes realizaciones y de sus implicaciones politcas. Diseure también en devalle sus paralelos con la teoria politica ¢ historiografia anglosajonas, sobre todo de Skinner y Pocock, y las potencialidades de luna historia conceptual aplicada a ese contexto politico-cul for- mando, de paso, que ya se estd realizando esa aplicacién en los Patses Bajos y China.) 2. CEJ. Ritter y K Grinder sal por J. Gaos en Alianza, Madrid, #2001, no recoge 10 \s6fica del mundo». No deja de ser un uso singular del término, sin consecuencias posteriores. Los antecedentes remotos de la practica que Koselleck y su entorno? ponen en juego se hallan, mas bien, en la vieja Geistesgeschichte 0 historia intelectual alemana, pasada luego por el tamiz de Ia hermenéutica del siglo xx y conectada finalmente con una historia social que atiende a las realidades extralin- lilsticas y extraconceptuales que determinan las acciones. En el origen lejano se halla, por un lado, la reaccién frente a una Geistesgeschichte entendida como historia de concepciones del mundo que animasen y unificasen los aspectos espirituales de las sociedades y las épocas, realiza- da desde una perspectiva ahist6rica y desconectada de los ‘grupos sociales y las estructuras econémicas y politicas; y por otro, la respuesta a una historiografia intelectual re cida a método historico-filologico que registrase en diccio- narios, como un fichero intemporal, la historia de cada una de las palabras. Historiogrdficamente, la primera reaccién, que apun- taba a lo que més tarde desarrollarian los GG, partié del medievalista Brunner’, quien corrigié la tradicién filologi- ca de los historiadores alemanes, criticando los anacronis- ‘mos en que incurrfan a menudo. Brunner reclamaba que se recuperase el significado de los términos politicos en la época que se estudiaba —como «tierra», «dominio» 0 «feu- dalismo»—, despojindolos de cuanto el tiempo les habia aiiadido posteriormente, y conecténdolos con su contexto politico y social. En una perspectiva estrictamente filos6fi- 3. Dejamos de lado en esta presentacidn otras variances de la Be- sgriffsgeschichte contemporineas de Koselleck; y de no menor importan- cia; en particular, la de Blumenberg. Sobre esta ultima, el lector puede aprender en Paradigms para una metafor ‘con traduecién y prolo- g0 de J, Pérez de Tudk 4. Puede cons de Occidente, Alianza, Madrid, 1991, presentacién de J. Pardos, 2 quien agi esta edicién 11 ca, el primer esfuerzo en esa direcci6n lo representa el monumental Historisches Worterbuch der Philosophie (Dic- cionario histérico de filosofia], editado por Joachim Rit- ter. Aunque sigue siendo una obra de referencia impres- cindible, su estudio exhaustivo del uso de los términos filos6ficos en su contexto histérico por filésofos 0 tedlo- 08 no recoge, quiz4 por su propio formato, la gran apor- tacién de la hermenéutica alemana de la postguerra: que las palabras tienen una vida propia que se escapa a cual- quier encasillamiento de diccionario, y que los conceptos dibujados con esas palabras son igualmente sujetos de una historia que queda traicionada al ofrecer una imagen fija. Gadamer, maestro de Koselleck y cofundador, junto con Ritter, en los afios cincuenta, del Archiv fir Begriffs- sgeschichte [Archivo para la historia conceptual], seria quien mis insistiese en ello. La filosoffa es para él —si se nos permite la simplificacin— un proceso continuo de con- ceptualizaci6n que trabaja en Ia esencial indeterminaci6n de los conceptos y se desenvuelve en el medio lingiistico del didlogo’. Por eso, Ia filosofia no puede consistir en la depuracién terapéutica o escolar de los conceptos —con vistas a su uso en la vida cotidiana—, sino que es la puesta al descubierto de la imbricacién hist6rica de los conceptos, tal como se hallan enraizados en el lenguaje cotidiano, no tanto para aclararlos y fijarlos cuanto para, desde la indi- gencia del pensamiento ante el lenguaje, renovar constan- temente la tensi6n del pensar en la que se despliega el de- nuedo del concepto. Ciertamente, Gadamer iba asf mucho més alla que el Historisches Worterbuch der Philosophie de Ritter. Pero, a pesar de la apertura interdisciplinar que parece sugerir la perspectiva gadameriana de la historia conceptual, su com- promiso con la conversacién entre todos los que intervie- 5. Ch Begrifigeschichte als Philosophie, Gesammelte Werke, Mobs, Tubingen, 1986, vol 2, pp. 77-91 (tead. en Verdad y metodo 2, Sigueme, Salamanca, pp. 81-93). 12 nen en el lenguaje no llega a incluir a las practicas discur- sivas ajenas al 2mbito de la filosofia o la literatura ni, desde luego, a las realidades extradiscursivas que determinan tan- to la historia como el discurso mismo. Esto se lo harfa notar su discfpulo Koselleck muchos afios mas tarde‘. Este habia comenzado con un brillante trabajo de his- toria intelectual, Kritik und Krise. Eine Studie zur Pathoge- nese der biirgerlichen Welt (Freiburg/Minchen, 1959)’, su tesis doctoral. Escrita bajo el confesado influjo de Carl Sch- mitt, exponfa controvertidamente los Ifmites politicos in- herentes ala Ilustraci6n y una explicacion de la génesis del mundo moderno desde Hobbes y las guerras de religion hasta Diderot, Rousseau y la Revolucién francesa. En rea- lidad, una «patogénesis» que hizo que la modernidad fuera y sea, sobre todo, una crisis continua, menos por la dialéc- tica francfortiana de la Tlustracién que por la particular situacién histérica en que se despleg6'. Su escrito de habilitacién, tutorado por Werner Con- ze, con quien habria de coordinar inicialmente los GG, trascenderfa el marco de la historia meramente intelectual. Las 700 paginas de Preussent zwischen Reform und Revolu- tion (Prusia entre la reforma y la revolucién)’ no slo com- binaban la mera historia de los conceptos con la historia 6. Cf. Historica y hermenéutica, Paidés, Barcelona, 1996 (tad. de F, Oncina y J. L. Villcafas. El prélogo de los eraductores ala ediciSn ‘ofsece ademis una instructiva exposicin ertica dela historia concep: tual. 7. ‘Tempranamence tradacido al castellano —y por desgracia, en- tonces desstendida y ahora olvidado—: Critica 9 criss. Estudio sobre la patogéness de! mundo burgués, Rialp, Barcelona, 1965). 8. Cierwo es, como hace oar el propio Richter, op ity pp. 57-59 que el ariculo «Crisis de los GG, escrito por el propio Koselleck, corri- fe y complet as tess de aquel libro juverl distanciandose desu sschmi- fianismor inicial 9. Preussen zwischen Reform und Revolution, Allgemeines Land recht, Verwaltung und sociale Bewegungen von 1791 bis 1848, Klet-Cor- ta, Stuttgart, 1981 (1967). 13 politica y administrativa para explicar exhaustivamente los vaivenes modernizadores de Prusia entre las guerras napo- leénicas y la revolucién de 1848: al estudiar, en los textos y discursos més diversos, cOmo en ese perfodo se recon- ceptualizaban la idea de ciudadanfa, Estado, propiedad, estamento o clase, entre otros, y los efectos sociales poltti- cos que esa reconceptualizacién conllevaba, esta obra anunciaba todo el rendimiento iluminador que puede te- ner la combinacién de la historia meramente conceptual con una historia social que registre las practicas en las que los conceptos contribuyen a determinar la accién social misma y las expectativas de los agentes. Entre esos dos trabajos, y paralelamente a intensos contactos en Heidelberg con historiadores, filésofos y te6ricos de la literatura", se fue gestando en esos afios lo que habia de ser la hipétesis central con la que los GG investigarian los conceptos politicos y sociales de la Euro- pa moderna: que entre 1750 y 1850, en lo que Koselleck ha llamado el Sattelzeit, tuvo lugar un cambio en la esfera felectual, no menos intenso y répido que en la esfera so- cial y politica, que s6lo se puede estudiar atendiendo a la interacci6n entre ambas esferas —o si se quiere, practican- do a la vez historia de los conceptos ¢ historia social ‘Traducido a personas, ello significaba la colaboracién en- tre los dos principales editores del diccionario, Reinhart Koselleck y Werner Conze. Fue el primero quien, por el fallecimiento de Brunner y la enfermedad de Conze, acab6 haciéndose cargo de la mayor parte del trabajo, y quien escribié una introducci6n programética que delimitaba su propia concepci6n de la Begriffsgeschichte. La sospecha de partida es que «[D]esde mediados del siglo Xvi ha tenido lugar un profundo cam- 10. Koselleck ha participada en los seminatios de la Universidad de Constanza agrupados en torno a la teoria de la recepcién y los vola- imenes de Poetik und Hermeneutik. El mismo fue editor del volumen Geschichte — Ereignis und Erzablung, Fink, Munchen, 1973. 14 bio semantico en los topoi clisicos, de tal modo que pala- bras muy antiguas [del vocabulario politico y social, A. G.] adquirfan nuevos significados que dejan de precisar una traduccién conforme se acercan a nuestro presente»"!, Las consecuencias de ese cambio, sin embargo, no eran mera- mente seménticas, en la medida en que los conceptos plas- mados en tales topoi guardan un rostro jénico. Mirando hacia atrds, se referian a situaciones sociales y politicas que ya no entenderfamos hoy sin un comentario critico; pero, hacia adelante, tenfan ya un significado que hoy nos pare- ceria inmediatamente comprensible. Lo que estaba tenien- do lugar, entonces, era un cambio en la experiencia hist6- rica que se realizaba también conceptualmente, de tal manera que el concepto no sélo recogia la experiencia —era un indicador de ella—, sino que también, por las expectativas que creaba, contribufa a anticiparla y mode- larla, trazando el horizonte y los limites de la experiencia posible. Cuando, por ejemplo, el reformador prusiano Harden- berg, a la altura de 1807, pretiere un término como «es- tamento», ligado al Antiguo Régimen, en favor de térmi- nos como «ciudadanos», «Estado» o «clase», el uso de los conceptos correspondientes —atin sin delimitar en la épo- ca, y sin tener aiin el significado ni la realidad que alcanza- rian més tarde— no s6lo est indicando las transformacio- nes sociales y la profundidad hist6rica de los cambios, sino que, ala vez, est anticipando esas transformaciones y cam- bios e interviniendo en ellas, contribuyendo a la vez a modelar (el cambio de) los conceptos. La lucha social es también una lucha por el concepto correcto, una suerte de guerra civil semAntica, tanto més decisiva cuanto que un concepto «agavilla la multiplicidad de la experiencia hist6- 11. Cf. Ia introduecién de Koselleck 2 los GG, vol. 1, p. xi 12. _Vergangene Zukienft, Subrkamp, Frankfurt a. M., 1389 (1979), pp. 109. Traduccin espafiola de N. Smilg, Futuro Pasado, Paid6s, Barce- Iona, 1993. 15 rica y toda una suma de referencias objetivas tedricas y Practicas, estableciendo entre ellos una conexién que s6lo por el concepto se da y sdlo por el concepto se experimen- ta realmente», Metodolégicamente, entonces, la historia no puede prescindir de una delimitacién conceptual de la época, es- tudiando el uso que del lenguaje se hacfa al discutir sobre el Estado, la sociedad y la economia, ni puede dejar de identificar los grupos, clases y agentes hist6ricos que usa- ban —o criticaban— ese lenguaje, analizando la compren- sién que esos agentes tenfan de su propio uso linguistico. A la vez, debe analizar cémo la entrada en accién de los con- ceptos, su uso, provoca unas transformaciones estructura- les que afectan tanto a la sociedad como al concepto mis- mo. Pues tales transformaciones, que son la historia misma, constituyen a la par la realidad del concepto que se estu- dia". Es decir, es preciso un estudio sincr6nico de los con- ceptos que se combine con un principio diacrénico que siga la sucesi6n de los significados de las palabras y permi- ta asi una traduccién a nuestra comprensién actual. En esta tarea, los GG distinguen tres grupos de con- ceptos politicos y sociales, En primer lugar, conceptos tradicionales, como aristocracia 0 monarquia —los de la Politica aristotélica—, cuyo significado parece haberse mantenido hasta hoy. Luego, conceptos cuyo contenido se transformé hasta tal punto durante el Sattelzeit que, a pesar de mantener la misma palabra, no pueden enten- 13. Ibid, p. 120 14. Witgensteinianamente, el significado de un concepte es 54 us0s pero el uso —desde luego, el so politico y social— modifica la realidad sobre la que se aplica, y con ella, el significado. Es Skinner y la Escuela de Cambridge quien hs aplicado la historia intelectual la teorfa de los actos de habla y la concepciGn del significado como uso. Ea su relac con Ia historia la Begriffgeschichte, puede ser del el comencatio de Mel- vin Richter, «Pocock, Skinner and the Geschichtliche Grandbegniffer, en ‘The History of Political and Social Concepts, cit., pp. 124-142, 16 derse hoy dia sin un trabajo de investigacién y recons- truccién histérica. «Historia», la protagonista de este li- bro, «clase», «Estado» 0 «sociedad civil» son algunos ejemplos. Finalmente, hay neologismos como «fascismon, «comunismo» o «cesarismos, acufiados como reaccién & las situaciones politicas y con la voluntad de describirlas y transformarlas. Naturalmente, hay transiciones y sola- pamientos de los conceptos, cuyo estudio resulta ilumi- nador de todo el proceso histérico. Piénsese en un con- cepto como «democracia», que participarfa de los tres grupos, Lo especificamente modetno de estos conceptos esti constituido, a juicio de Koselleck, por cuatro rasgos que adquieren todos ellos dentro de este perfodo y que los dis- tinguen de todos los procesos histéricos anteriores. 1) Por un lado, tiene lugar una temporalizacin (Verzeitlichung) de las categorias socio-politicas, que quedan insertadas dentro de una u otra filosofia de la historia por la que todo el acontecer humano se clasifica en periodos, fases 0 esta- dios de desarrollo. La historia queda periodizada, casi siemn- pre con caracter teleolégico. Asi, muchos topoi tradiciona- les —«repiblica», por ejemplo, o la misma «historiae— adquieren una carga casi emocional de expectativa, de algo por llegar. 2) Democratizacién (Demokratisierung), por la que el vocabulario social y politico, antes restringido a cier- tas elites, se universaliza. A partir de la Ilustracién y de los cambios politicos que siguieron a la Revolucion francesa, especialmente, con el nacimiento de la opinién piblica, crecen las audiencias y los usuarios del lenguaje politico. Y se difuminan también, ciertamente, los significados. 3) Los conceptos se hacen susceptibles de ser utilizados ideolégi- camente, se hacen ideologizables (ideologisierbar). Incor- porados en ideologfas politicas, adquieren mayor grado de abstraccién, y lo que en el Antiguo Régimen era mas bien particular y referido a contextos sociales concretos, como las libertades de los habitantes de las ciudades (Birger), se convierte en un singular colectivo y abstracto para su uso 7 en Ia interpretaci6n de las situaciones politicas: Ia Liber- tad, 4) Politizacién (Politisierung). La pluralizacién de la sociedad y la universalizacién dela politica, més la indef- nicién que han ganado los conceptos, los convierte en sus- ceptibles, Me ser usados en la lucha politica, a modo de esl6ganes a fos que se apela, o de pares contrapuestos con los que se definen los bandos. «Revolucionario» y «reac cionario», «demécrata» y «arist6crata, estén a disposicién de todo el mundo, y permiten identificarse a si mismo y al adversario. Todo eso supone que hay un desfase creciente entre los conceptos y la realidad que describen, por un lado, y entre los conceptos y las palabras que los expresan, por otro. La convergencia entre historia y concepto que es el tema de la Begriffageschichte tiene lugar precisamente en ese desfase y esa tension crecientes. La tesis de trabajo es que la historia se plasma en conceptos, y es historia preci- Samente porque es concebida —no en dltima instancia, como se verd en este texto, en el concepto mismo de histo- ria; pero eso es precisamente lo que mueve luego a los propios conceptos, de modo que sélo se los pueda aclarar én su ambigtiedad y multivocidad, en su indefinicién. Pues, segiin el dictum de Nietasche que Koselleck tiene presente continuamente, «sélo lo que no tiene historia es definible». Por eso, la historia conceptual se mueve en la variable ten- si6n entre el concepto y el estado de cosas que éste descri- be, en el hiato entre las situaciones sociales reales y el uso lingiifstico que se refiere a ellas. Su método alterna la se- masiologia, atendiendo a los miltiples significados que se dan para un mismo término, con la onomasiologfa, consi- derando las milkiples denominaciones que existen para estados de cosas en principio idénticos. Los significados de cada concepto se establecen, por i decirlo, estratigréficamente, procediendo cada uno de los estratos seminticos de tiempos diversos, pero mante- niéndose todos ellos activos ¢ interactéando. Hay una asi- multaneidad de lo simulténeo dentro de cada concepto, 18 que le da a éste, a la vez, su consistencia y su polivalencia histricas también su capacidad de evoluci6n". En esto se distingue la Begriffegeschichte de cualquier proyecto de his. toria intelectual que, como la history of ideas de Lovejoy en el mundo anglosaj6n, pretenda distinguir unas wrzit- ideas, constantes invariables de la historia del pensamien- to. El exceso de significado de cada concepto, extendido en los diferentes estratos de su uso y sus usuarios, en la inadecuacién con la realidad que desctibe y modela —y con ello, en el desfase entre las experiencias y las expecta- tivas, entre el pasado y el futuro—, hace que los conceptos no puedan ser, sin més, objetos de una historia como pie- zas inalteradas que reaparecen en diferentes escenarios. Antes bien, en su propio desarrollo y evolucién, los con. ceptos constituyen la sustancia del tiempo histérico. No se han dejado de sefialar las insuficiencias del pro- ceder de la Begriffsgeschichte de Koselleck en los Geschicht- liche Grundbegriffe. Por un lado, para su discipulo Rolf Reichardt, esta obra esté demasiado sesgada hacia la elite cultural. A pesar de hacer uso también de diarios, textos literarios y periodisticos, el andlisis de la evolucién semén- tica de los conceptos se realiza con demasiado énfasis en los grandes pensadores y escritores, sin lograr un equili- brio real en el uso de las fuentes, El estudio salta de cum- 1S. CE. los ensayos «Zeitschichtems, y Uber die Theoriebedirfei- Beit der Geschichtswissenschaft» en el titimo libro de Koselleck publi ado por ahora, Zeitschichten, Subrkamp, Frankfurt a, M., 2000, pp. 19- 27 y 298-316, respectivamente. El tfulo, Estratos del tiempo, oftece un bonito juego de palabras en alemén. El tema Schicht, que significa estra- {0, capa, aparece por una azarosa homofonia en Ge-schichte, histori ue significa, lireralmente: lo acontecido. La historia, entonces, como el se referia a Carlomagno, a Francia, etc. En palabras de Chladenius: «Los eventos, y con ellos también la historia, son cambios», Pero éstos, sin embargo, «presuponen un 7. C.F. Plogel, Geschichte des menschlichen Verstandes, Breslau, 1765, prélogo. 8. Recensién dela 3.* edicidn (1776) de la obra de la nota anterior en Allgemeine dexische Bibliographie, 34 (1778), p. 473, 30 sujeto, una esencia o substancia permanente»®. O bien, una historia tenfa por objeto —en cuanto narracién— un obje- to que le perteneciera. Las cosas cambiaron en cuanto los historiadores ilustrados intentaron captar la «historia mis- ma». Pudo pensarse entonces la «historia en y para si, sin un objeto particular que le correspondiera. Medida segiin la facticidad de las personas y los acontecimientos, «la his- toria misma» era mas bien un metaconcepto. Al principio, por supuesto, el giro sélo se referfa al Ambito de los acontecimientos, tal como lo formulaba Gundling en 1734: «La Historia [Historie] en si misma, quatenus res gestas complectitur, no agudiza el judicium», lo cual es asunto de la logica hist6rica [historisch]". O bien, como lo expresaba Hausen con la palabra alemana, «la historia [Geschichte] en y para si misma es una serie de eventos, no tiene principios universales y no debe, por lo tanto, ser considerada una ciencia»''. Pero la cosa no que- do en esta contraposicion racional de un Ambito s6lo de acontecimientos y su elaboracién cientifica. La reivindica- cign de una genuina realidad efectiva por parte de la histo- ria crecfa en cuanto comprendia més que la suma de todos los hechos, siendo el permanente reproche de los ilustra- dos a sus predecesores el que se hubieran limitado a enu- merar esos hechos. «Una serie de eventos se llama una historia», definia Chladenius en 1752". Pero «la palabra serie significa aqui [...] no meramente una cantidad o una multiplicidad; sino que muestra también el vinculo de los mismos entre sf y su 9. J.M. Chladenius, Aligemeine Geschichtawissenschaft, worinnen der Grund au einer neuen Einsicht in allen Artan der Gelebrtheit gelegt ‘wird, Leipzig, 1752, p. 11. 10. N. H. Gundling, Academischer Discours iber des Freiberrn ‘Samuel von Pufendorfs Einleitung cu der Historie der vornehmsten Reiche tnd Staaten, Frankfurt, 1737, p. 2. 11. C.R Hausen, Rede von der Theorie der Geschichte, Vermischte Schriften, Halle, 1766, p. 131. 12, J.M, Chladenius, Algemeine Geschichtswissenschaft. 31 Pe? conexién mutuae. Esta conexién, que la mayorfa de las veces se interpretaba, con miras pragmsticas, como una urdimbre de causas y efectos, una ver vista, se alzaba por encima del plano de los meros acontecimientos y sucesos. Esla egran historia», como decfa Planck en 1781, la que «se va anudando a través de tantas historias mds pequefias», Ahora bien, lo decisivo para la historia del concepto es. aque la conexién dindmica de los efectos no sélo se inter- ppretaba como un constructo racional —aspecto que trata- remos en el siguiente apartado—, sino que se la reconocia como un ambito aut6nomo que gufaba, en su complejidad, toda experiencia humana. La historia misma, aplicada lin- giifsticamente, se convirtio en su propio sujeto. En 1767, Iselin se preguntaba si no habria hecho me- jor en titular su Historia [Geschichte] de la bumanidad mas bien Del espirit de la historia. Le parecia que este titulo «no quedarfa mal y expresaria m4s claramente la intencién y contenido de a obras". Asf, Thomas Abbt habla metafé- ricamente de la «majestad de la historia», contra la que no se deberia pecar con ninguna interpretaciOn. O bien, opina ‘que «la historia se despliega siempre desde sus comienzos, sin detenerse» y que, como cuerpo de la naturaleza, tiene ‘sus causas y sus efectos ordenados y, consiguientemente, una velocidad propia»". Ahora, Hausen, haciendo una analogia con el «teatro del mundo», podia hablar del «tea- tro de la historia», que repercute en los corazones huma- nos'*. Y cuatro afios mas tarde, en 1744, Herder, en la 13. (G.J Planck), Geschichte der Emstehung, der Vertnderingen send der Bildung unsers protestantischen Lebrbegriffs, Leipzig, vol. 1, 1781p na 1. Iselin, Tagebuch, 1-3-1767, citado segin U. im Hof, Isaak Iselin und die deutsche Spataufklarung, Bern/Minchen, 1967, p. 90. 13. Abbe, Brief, de neste Literatur betreffend, 12, 1762, 1p. 259, «Carta 196 dy cVom Vora der Geschichten Venmschte Wer ewok 6 FrankfurfLlpi, 1783, 9p. 1245 16, Cit Hause, Von dem Linas der Geschichte auf des mensch: fiche ers ale 170,98. 32 «sobremanera curiosa crisis» en que se encontraba el «es; ritu humano», se proponfa «buscar el zumo y las simientes de toda la historia», Una vez que se descubre la historia como auténoma y actuando por sf misma, ésta articula también la exposici6n que se hace de ella: «pero la clasificacién nos la pone en la mano la historia misma>'®, Es més, permite al historiador enfriar «la manfa heroica» propia de los principes, «sobre todo cuando la historia misma hace del historiador un fil6- sofo», Paso a paso, esta historia, con su genuino y com- plejo contenido de realidad efectiva, va aumentando tam- bién sus propias pretensiones de verdad. «La historia misma, cuando se la considera de modo general, nos pro- porciona la mejor gula de las relaciones que existen en todo el ser intelectual, moral y social», escribfa Wegelin en 1783. Sobre ella descansan el derecho natural y el derecho de gentes, sin ella no puede haber experiencia de la liber- tad y la moralidad, «De ella emerge el concepto de mundo moral, o el de la conexién de todos los seres que piensan y obran. Este concepto universal no es otra cosa que la ex- presi6n de la historia en general.» Quedaba asf estableci- do el concepto para la fundamentacién de la Iustracién hist6rica [historisch] en una historia que ya no era detiva- da, sino «la historia en general». La historia asciende hasta convertirse en una suerte de instancia Gltima. Pasa a ser agente del destino humano 0 del progreso social. En este sentido escribia Adam Weis- 17. J. G. Herder, Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit (1774), SW, vol. 5, 1891, p. 589 [trad. de P. Ribas, «Otra filosofta de la historia para edificacion de la humanidads, en Obra selec- 4a, Alfaguara, Madrid, 1982, pp. 273-367]. 18. J. L. v, Mosheim, Geschichte der Kirchemverbescerung i sech- chnten Jahrhundert, ed. de J. A. Chr. «. Einem, Leipzig, 1773, p. 4. 19. "IN. Vogt), Anzeige, wie wir die Geschichte behandelten, benuts- ten sand darstellen werden, Mainz, 1783, p. 19. 20. J. Wegelin, Briefe uber den Werth der Geschichte, Berlin, 1783, p24. 33 rientos individuales. «Esta ha sido una historia sin fechas 1i nombres» anotaba orgulloso; «la historia del surgimien- toy evolucién de nuestras pasiones ¢ impulsos», que a par- tir de ahora habian de dominarse racionalmente: «Ahora tienen que salir a escena los actores y actuar ellos mismos». ia misma» se ocupard en lo sucesivo de que todo se incline infaliblemente a favor del perfeccionamien- to, pues «en todos los tiempos, la historia ha vencido por sf misma a los errores mas pertinaces»". Resulta natural que detras de esta nueva concept: dad que cemitia la historia a sf misma como agente se vis- lumbrara, oculta o transformada, la providencia divina, cosa que, ademds, era correcta desde el punto de vista de la historia efectiva. San Agustin, por ejemplo, siguiendo el tenor dela historia divina revelada, habfa constatado que las exposiciones historicas (historisch] te, de las insticuciones humanas, pero que la historia mis- ‘ma (ipsa historia) no era ninguna institacién humana. Pues lo que ha sucedido irreversiblemente una vez pertenece al orden de sucesin de los tiempos (in ordine temporum hhabenda su sts como fuente empftica de la revelacién contribuy6 en gran medida a que el concepto de historia adquiriera una pretensién enfética de verdad. «Pues el sacramento o histo- tia y el verbo / si se habla de sacramento / son dos cosas distintas» (Lutero)®. Hamann aplica ya el colectivo singu- Jar cuando define «la historia, la naturaleza y la revelacién» 21, A. Weishaus, Geschi ‘chen Geschlecs,Frankfurd/Leiprig, vol. 1 22, San Agustin, De doctrina Ch Vom Abendiabl! Christi, Bekenntnis (1528), WA, vol 26, 1909, p. 410. 34 como las tras fuentes de conocimiento atin, cuando confronta la historia con lo acontecido: «Sin autoridad, la verdad de la historia [desaparece] con el acon- tecer mismo»™, Pero fueron sobre todo Herder y el campo suabo de la teologia pietista federal quienes impulsaron el uso moderno de la palabra. La facticidad de la historia reci- be una consagracién propia por medio de la encarnaci6n de Cristo*, «ia legado la hora» escribe Wizenmann, «de que se comience a tratar Ia historia de Jess, no meramente como un libro de sentencias para la dogmitica, sino como la alta hist Antes querria yo con- firmar la filosofia por Ia historia que la historia por la sofia». Un solo hecho nuevo podria abatir todo el sistema. «La historia es la fuente de la que se ha de sacar todo*.» Lo que distingufa especialmente al nuevo concepto de una «historia en general», su logro especial, es que ya no era preciso remontarse hasta Dios. Con ello iba de con- suno el que quedara despejado un tiempo que era propit sélo de Ia historia y que abarcaba, como acentuaba Chla- denius frente al uso lingiistico habitual, los tres tramos Las cosas futuras forman parte de la historia imamente el conocimiento de lo futuro se cap- ta muy estrecha y brevemente frente al conocimiento de lo enemos alguna especie de conocimiento del Hamann, Briefe eines Vaters I (hacia 1755), SW, ol. 4, Wien, 1952, p. 217; 35 cor. «Y por ello, en la teoria racional de la historia, es menester captar este concepto de modo tan extenso que comprenda en él también a lo futuro”.» Y, a contraco- triente de las expectativas cristianas, esta historia alcanza en Chladenius un horizonte por principio ilimitado: «Pues Ia historia en sf y ante si no tiene final» Mas tarde, Kant polemiz6 a menudo en contra de la y las revoluciones en «la Revolucién», «la historia» subordiné a las historias bajo sf. En Ia economfa del len- guaje histérico-politico de los alemanes, corresponde a este concepto, mas que a ningiin otro, el lugar que ocupa entre los franceses la «Revolucién». El nuevo concepto de la «historia» ya se habfa establecido antes de la Revolucién francesa, y el complejo de acontecimientos revoluciona- ios aprovechaté todo lo que esta nueva historia tenfa de sorprendente y nico para hacer de ello una proposicién empftica casi axiomatica. 4) La fusion de «Historia» [Historie] € «historia» [Geschichte] La historia, cuyo crecimiento semantico hemos venido describiendo hasta aqui, no eta s6lo un nuevo concepto de realidad; también era un nuevo concepto de reflexion. Después de 1780, Herder podia utilizar el nuevo sustanti- vo colectivo singular para los dos planos en una sola frase: 34. G. W. F, Hegel, Die Vernunft in der Geschichte, ed. de J. Hoft- meister, Hamburg, “1955, p. 182 {rad. de C. A. Gémer, La tazin on la bustoria, Seminarios y Ediciones, Madrid, 1972) 38 «El hecho es el fundamento de todo lo divino de la reli- gidn, y ésta sélo puede representarse en la historia. Més atin, tiene que ir deviniende ella misma continuamente historia viva. La historia es, pues, el fundamento de la Biblia»*5. Lo que venia resonando en las citas que hemos visto hasta aqui debe quedar demostrado ahora: el nuevo espacio de experiencia de la historia solo llega a abrirse porque la reflexién sobre ella va de consuno con el con. cepto. Desde el punto de vista de la historia del término, esto se muestra en que, en el iltimo tercio del siglo xvui, el contenido seméntico de «Historia» [Historie] se ve ab- sorbido —conforme la palabra retrocede— por el conjun- to de la «historia» (Geschichte). Desde la germanizacién de la palabra latina historia como Historie en el siglo xi, Geschicht(e) e Historie habian conservado significados claramente diferentes, como se ve ya en Konrad Megenberg: «(...] lo que las pro- pias historien dicen, es el escrito de las historias [geschi- chten] en las tierras y en los tiempos»”. En 1542, Burkart ‘Waldis escribe la rima «cudndo esta historia [geschichte] ha ocurrido, quedara en las Historias [historien] visto». Has- ta bien entrado el siglo xvitt, el ambito vobjetivo» de los acontecimientos y las acciones, por un lado, y la indaga- cién «subjetivay, la narracién o —posteriormente—la cien- cia, por otro, podfan concebirse con dos terminologias di ferenciadas. Asi, en 1705, en el prefacio a un diccionario de geografia, se dice «Historie o Ciencia de las historias 35._J.G. Herder, Briefe, das Studium der Theologie betreffend (1780/ 1785), SW, vol. 10, 1879, pp. 257 s. Sobre esto, cf. R. Staats, «Der theo- logiegeschichtliche Hi 36. H. Rupp y O. Kohler, «Hise (1951), p. 632, 37K. v, Megenberg, Buch der Natur hacia 1350), ed. de F. Pfeif- fer, Srurtgart, 1861; reimpr. Hildesheim, 1971, p. 358, 38. B. Waldis, Streitgedicht (1542), ed. de F. Koldewey, Halle, 1883, p. 33. Seeculum, 2 39 (Geschichten|». Ciertamente, rara vez se observaba esta contraposicién tan rigurosamente como en las definicio- nes. Un significado tefifa el otro, aunque con diferente in- d. Ya los vocabularios del sigio xv constatan un solapa- miento de ambos campos semanticos: la palabra latina his- toria se traduce como «un suceso, una cosa que ha sucedi- do, geschicht, un discurso escrito de fo hecho tal como sucedié» y como historie (history). Tanto «cosa sucedida» como historie significan lo que el latin historia, la cual se define como res facta, y en tanto que es una «narracién- historia de un asunto sucedido» significa las dos cosas en una"!. Esta extensién de la «Historie» a los sucesos mismos. © su decurso se conserva continuamente en el plano de los dicionarios alemanes, latino-alemanes 0 franco-alemanes de entonces. En la literatura historiogréfica, en cambio, basandose en el latin, que era la lengua de los eruditos, se impone la definicion ciceroniana: «La Historia», dice He- derich en 1711, «es una narracién verdadera de cosas su- cedidas»**, Extremadamente raro siguié siendo, sin embar- 80, un giro que apuntaba a la conexién misma de las cosas, y que aparece en Leibniz: «(...] que ningiin principe y nin- gin elector hace més en el publica, y por tanto, participa més en la Universal Histori de este tiempo que el principe elector de Brandenburgo»®. mae aevatis, Feankfurt, 1857, p. 279. 41. Vocabularius incipiens Teutonieum ante Latinum, Nienberg, 1482, pp. 47, 62; Vocabularins gemma gemmarunn, Strasbourg, 1508, p. 58; P. Dasypodius, Dictionarum Latino-Germanicum, lat-al., Stras. bourg, 1536; reimpr. Hildesheim, 1974, p. 93. 42._B. Hederich, Anleitung zu den firmehmsten historischen Wis senschafien, Wiseemberg, 71711, p. 186. 43. G. W. Leibniz, Werke, ed. de A. Klopp, 1." erie, vol. 10, Han- over, 1877, p. 33. 40 Mientras que la «Historia» permanecié relativamente inmune a su coloracién por la «historia», la transferencia de significados de «Historia» a «historia» se fue imponien- do mucho més répida y profundamente. Ya Lutero aplica- ba shistoria» (Geschichte] en los dos sentidos de «aconteci- miento» y «narracién», En una ocasién, incluso dentro de Ja misma frase: «Pero la historia [geschichte] del rey David, las dos, la primera y la Giltima, véase, estén escritas en las historias (geschichten] de Samuel»*, En 1561, Josua Maaler registraba para Geschichte: «una narracién orde- nada y una explicacién de cosas verdaderas, profundas y ocurridas», y al lado: «Historias [Geschichten] y acciones. Acta»*. Por esta razén, en los titulos de libros del siglo XVilse suelen usar formas dobles como «Historie und/oder Geschichte von...»*, con lo que se podria expresar que el contexto de acontecimientos y la narracién eran indistin- guibles, e incluso estaban convergiendo. Al final, no fue la palabra Historie, sino Geschichte la que fusioné los dos campos semédnticos en uno. El célebre titulo de Winckel- mann, Geschichte der Kunst des Altertums (Historia del arte de la Antigtiedad), ponia en 1764 hasta tal punto los dos significados bajo un denominador comin‘ que ya no ¢s posible deducir de la palabra si el acento se halla en el campo de objetos narrado o en la exposicién. Desde me- diados del siglo, el rétulo Geschichte va desplazando cada vez mas a Historie de tos titulos de los libros hist6ricos"; 44, M. Lucero, 1. Chronologie 30, 29 (Zerbster Handschrift, 15 segdn la enumeracin moderna: 29, 23). Deutsche Bibel, vol. 1, 1906, pp. 281s. 45. J, Maaler, 1561, p. 195 b. 46. CEP. Geiger, Das Wort «Geschichten. cit p. 14, 47. J.J. Winckelmann, Geschichte der Kunst des Altertums, SW, ed. de J. Eisclin, Donaueschingen, vol. 3, 1825 [vers. esp. Historia del arte cena Edad Antigua, Iberia, Barcelona, 1967). 48. W. Heinsius, Allgemeines Bucher Lexikon oder vollsténdiges AL- phabetisches Verzeichnis der von 1700 bis tum Ende 1810 erschienen Bucher, Leipzig, #1812, vol. 2, pp. 82 58, 391s 41 los escasos titulos que llevan Historie son numéricamente os mismos que los que llevan el plural Geschichten” ‘Winckelmann explicaba el concepto, que se percibia como una novedad, remitiendo especialmente a la inten- cidn sistematica que le gufaba: «La historia del arve de la Antigiiedad que me propongo escribir aqui no es una mera narracién de la serie temporal y de los cambios que tuvie- ron lugar en la misma, sino que tomo la palabra historia [Geschichte] en el sentido amplio que tiene en la lengua &riega, y es mi intencién producir un ensayo de un sistema doctrinal [Lebrgebatide]»®. De este modo nombraba Winckelmann la segunda fuente de la que se nutria el colectivo singular moderno. Pensar una historia» que Ilevara més alla de la narracién cronolégica de los cambios era un logro te6rico que hacia desembocar la tealidad de la historia en un «sistema doc- trina», sin el cual serfa por completo imposible reconocer a historia como algo mas que meros acontecimientos. «La historia» s6lo quedaba despejada en la reflexién sobre las historias individuales. En lo que se refiere a la historia de la palabra, la «His- toria» tealizaba aquf el papel auxiliar, tal como éste habia sido pensado y definido continuamente por las numerosas doctrinas del arte y método de la Historiograffa a partir del humanismo. La «Historia», como doctrina o disciplina cientifica, ya habia podido aplicarse siempre de modo re- flexivo y sin referirse a un objeto. Desde Cicerén, toda la ciencia de las historias individuales habfa quedado subsu- mida bajo el término «historias: Historia magistra vitae, 49. Chr. G. Kayser, Index locupletissimus librorum. Vollstindiges Bitcher-Lexicon, enthaltend alle von 1750 bis eu Ende des Jabres 1832 in Deutschland und in den angrenzenden Landern gednckten Bacher, Leip: vg, vol. 2, 1834, pp. 355 s. 3683 vol. 3, 1835, p. 155. '50. J. J. Winckelmana, Geschichte der Kunst des Altertums, cit., , prdlogo lef. nota 48 de la trad. exp $1. R. Koselleck, “Historia magistra vitae. Uber die Aufldsung des ‘Topos im Horizont neuzeitlich bewegter Geschichnes, en Natur sod Ge- 42 Valga sélo un testimonio, importante por su efecto hist6ri- co, de entre los numerosos giros que enfatizaban esta fun- cidn pedagogica de esta historia: «Porro», decia Melan- chton, «non alia pars literarum plus aut voluptatis aut utilitatis adfert studiosis, quam historia»5?, Seguramente, fue Pufendorf el primero que, en 1682, llam6 ciencia al saber criticamente considerado de las historias que habia que ensefar: «La Historia [es] la mas amena y dtil de las ciencias»®, Aparentemente, este significado fue absorbido sin vio- Iencia dentro de la «historia». En 1715, Pomey, al enume- rar los topoi ciceronianos, tenfa todavia que traducir el latin Historia como «Historiografia» (Geschichts-Beschrei- bung]. «La historiografia es testigo del tiempo, luz de la verdad, maestra de la vida, narradora de todas las cosas, sucedidas antes de nosotros», En 1748, el traductor Ro- lin ya podfa utilizar el colectivo singular alemén: «La histo- ria es, con raz6n, el testigo del tiempo», ‘A partir de entonces, se hace dificil mantener separa- das la historia «efectivamente reab> y la historia teflexio- nada como activa. Federico el Grande todavia se quedaba perplejo cuando el bibliotecario Joh. Erich Biester le decta que «él se dedicaba sobre todo a la historia [Geschichte]. Y el rey le pregunto que si eso significaba lo mismo que la Historia [Historie], porque no le sonaba familiar la pala- schichte. Karl Léwith zum 70. Geburtstag, ed. de H. Braun y M. Riedel, Stuttgart, 1967, pp. 196 ss; reimpr. en Vergangene Zukunft, Suktkamp, Frankfurt a. M., 1995 {trad. de N. Smilg, Futuro pasado, Paidés, Barce- Jona, 1993). 52. Ph. Melanchton, «Brief an Christoph Sralberg von 1526+, CR, vol. 1, 1834, p. 837. 53. S. Pulendorf, Einleitung 2u der Historie der Vornchmsten Reiche und Staaten, Frankfurt, 1682, p. 1, prologo. $4. BA. Pomey, Grand Dictionnaire Royal, t. 1, 1715, p. 485 55. C. Rollin, Historie alter Zeiten und Volcker, vol. 12 (trad. al. en Dresden/Leipaig, 1748), p. 221, 43 bra alemana», segiin nos explica quien nos refiere la anéc- dota. Seguramente, conocfa la palabra, pero no el sentido reflexivo que se halla contenido en el nuevo sustantivo colectivo singular‘. En 1777, ya era posible entender de modo automitico que Iselin tuviera la intencién de «estu- diar historia [Geschichte|» y de convertirse en «profesor de historia [Geschichte]»*”. Finalmente, en 1775, Adelung registraba el triunfo de la «historia». La expresién tiene tres significados de igual rango, que ya no ha perdido desde entonces: «1. Lo que ha sucedido, una cosa sucedida [...], 2. La narracién de esta historia 0 de los eventos acontecidos; la Historia [Historie] L...] 3. El conocimiento de lo eventos acontecidos, la cien- cia de la historia; sin plural», «La historia [Geschichte] es la maestra fiable de la moral», segiin se explica en e! iltimo punto. En el breve articulo sobre la «Historie» aparecen las mismas definiciones, y Adelung afiade: «Mas para todos estos significados, al menos en la escritura mas elegante, es més usual el término aleman Geschichten, Ahora bien, esta constatacién, que Adelung, segura- mente, registraba con intenciones de politica lingifstica, podria interpretarse de modo puramente onamosiol6gico, diciendo que el campo seméntico de una palabra —«His- torie>— hubiera sido asumido por otra palabra —«Ge- schichte»—, Pero la historia de la palabra ha mostrado que ‘este tipo de convergencias eran posibles, ¢ incluso usuales, desde la baja Edad Media. Tampoco es decisivo que Histo- rie se pudiera utilizar ahora en el sentido de Geschichte, como nos lo confirma la Deutsche Enzyklopadie, a pesar $6. Hofcat Botiger, Erinnerungen an das literarische Berlin im Au- gust 1796, en Oberlieferungen zur Geschichte, Literatur und Kunst der Vor. und Minwelt, ed. de F. A. Ebert, Dresden, 1827, vol. 2/1, p. 42. 57. Ephemeriden der Menschheit, ed. de. Iselin, 11. Stick, 1777, pp. 122s., nota, 58. J. Chr. Adelung, Versuch... ct, vol. 2, pp, 600 5 1210 s. 44 de algunas diferenciaciones eruditas®, Lo decisivo era que en el tiltimo tercio del siglo xvi se traspasé un umbral. Los tres planos: estado de cosas, exposicién y ciencia de ello, se ponen ahora bajo un concepto comin tinico como historia». Si consideramos todo el uso léxico de entonces, se trataba de la fusién del nuevo concepto de realidad de la «historia en general» con las reflexiones que ensefaban por primera vez a comprender realmente esta realidad. Formulado de un modo conciso, la «historia» era una es- pecie de categoria transcendental que apuntaba a la conci- cién de posibilidad de las historias. Cuando Hegel establecfa que «La historia reine en nuestra lengua [alemana} tanto el lado subjetivo como el objetivo y significa tanto la historia rerum gestarum como la res gestas misma», no apreciaba esto como algo que no fuera una «contingencia exterior». Los «hechos y eventos propiamente hist6ricos», que dejaban tras de sf el espacio, previo a lo hist6rico, de los sucesos naturales, s6lo se ha- bian originado, a la vez que su elaboraci6n, en el medio de la natracién de historias. Lo uno remite a lo otro, y a la inversa. O bien, tal como dirfa Droysen més tarde, religan- do el modo de ser de la historia ala conciencia de ella: «El saber de ella es ella mismas*! Venian asi a coincidir el nuevo concepto de una reali- dad con el nuevo concepto de reflexién. Epistemolégica- mente, esta convergencia condujo a numerosas imprecisio- 59. H.M, Koster, at. «Geschichte» en Deutsche Encyclopadie, vol 12, 1787, p. 67; Id, art. «Historie, Philosophie der Histories, ibid., vol. 15, 1790, p. 649. Ct, ademés, el exeurso eximol6gico de G. Hertz. berg, art. «Geschichtes, en J. S. Ersch y J. G. Gruber, Allgemeine En- *, por lo que la 65. F, de Fenelon, sLerre AM. Dacier sur les occupations de tAcadémien, en Euvres complies, vol. 6, Paris, 1850, p. 639. J. Chr. Gatsched, Versuch einer Critizchen Dichtkunst, Leiptigy 42, p. 354; cf. F. Winterling, Das Bid der Geschichte in Drama und Dramertheore Gotcheds und Bodmers (esis doctor 15. Sobre ls metifora de la verdad desnuda en sus jfuadignen 2 cnet Metapho is fir Berfigeschicte, 6 (1960) lead. de J. Pérez de Tadela, digmas pars ina metaforologa, Tre 67. Asses, Potica 1451 68. GE. Lesing Uber den Beweis des Geistes und der Kraft (1777), en Simtlche Seen, vol 13, 1897, p. 5. 48 idad interna» de la poesia posee una fuerza supe- verdadero, tantas ve- ces cuestionable®, A diferencia del historiador, el «poeta ¢s (..1] sefior de la historia; y puede juntar unos eventos con otros tanto como quiera»’®, tal como lo expresa, mas modernamente, Lessing. Consecuente con sus reservas aris- totélicas frente al conocimiento histérico [historisch], no sorprende que, en el momento en que interviene como filésofo de la historia, en 1784, en su «Educacién del géne- ro humano», Lessing renuncie a la expresion «historia» [Geschichte]. Esto muestra, por via negativa, con qué len- titud se iba imponiendo la pregnancia filosofica del nuevo término Geschichte, EI que la historia se hiciera capaz de hacer filosofia no debe atribuirse, en modo alguno, al triunfo de uno de los dos campos que acabamos de esquematizar resumidamen- te. Ni se impusieron los representantes de la «verdad des- nuda», esto es, los precursores de la «historia misma», ni tampoco lo hicieron los abogados de la superiotidad de la Poesfa, que sometian su exposici6n a las reglas de una po- idad inmanente. Antes bien, los dos campos llevaron a cabo una fusion en la que la Historia se beneficié de la verdad més general de Ia poesia, de su plausibilidad inter- na; y a la inversa, la poesfa se sometié cada vex mas a las Pretensiones de la efectiva realidad histérica. La sefial de que se habia llegado a un resultado fue, finalmente, la filo- sofia de la historia. ‘Ya Bodino habia revalorizado decididamente la Histo- tia frente a Bacon. Sin sus leyes sagradas (sacrae historiae leges) nadie podrfa arreglirselas en la vida uso la filosofia fracasa sin los dicta, facta, consilia histéricos: gra- Abbandlungen aber die Fabel (1757), en Simtilche Schrif- 891, p. 446. Briefe, die neweste Literatur betreffend, n.° 63, Samtliche , 1892, p. 168, Schriften, 49 cias a ella era posible orientarse hacia el futuro”'. Justa- mente, el reino de lo probable era lo que distinguta ia his- toria humana —frente a las verdades mate: o reli- siosas—, y de sus incertidumbres y extravios obtenfan sus conocimientos los philosophistorici”. En esta modestia se hallaba, a la larga, la ganancia, pues, en el enfrentamiento que siguié con siana ypitrénica ala falta de certeza y de fial declaraciones «Aunque en la Historia no sea posi ar auna cer- teza completa», as{ resume Zedler en 1735 la victoria del Pirconismo, «tiene lugar la probabilidad, la cual es también tuna especie de verdad». El que quisiera juzgar una Historia tendria que preguntar por la «historia misma, en qué me~ dida és sea posible o no»”. De este modo, en el marco de {a jerarquizacién aristotélica, la Historia habla escalado hasta un rango que la colocaba muy cerca de la poesia. No s6lo se requerfa la realidad, sino también, y primero, las 8 s. Sobre la historia conceptual de lo proba ble, ef H. Blumenberg, op. cit, pp. 88 ss. 73, G. W, Leibiz, Monadologie, § 33, en Philosopbische Schriften, 612 (ed. tiigie en Pental- 1 Pp. 123 ss. (trad. de E. Ove Discours de métaphysique, en Philo 74, JH. Zedler, Grosses vollstindiges Universal-Lexikan aller Wise senschaftn und Kunst, 64 vols., Halle/Leipzig, 1732-1754, vol. 13, 1735, p. 283, at. «Historen, 50 condiciones de su posibilidad. Pero a esto también estaba obligada la poesfa. Una vez puestas bajo una pretension racional comdn, podia también definirse de modo comin : «Le but principal de 'Histoire, aussi bien que de la poésie, doit étre d’enseigner la prudence et la vertu par des exemples, et puis de montrer le vice d'une maniére qui en donne de l’aversion, et qui porte ou serve & Peviters”. Dentro de la poesfa, fue el nuevo género de la novela burguesa el que ahora qued6 sometido, pot su parte, al postulado de la fidelidad hist6rica a los hechos. La Histo- ria y la novela quedaban equiparadas como dos vasos co- y la fuerza de conviccién de la misma medida en que ésta se aproximaba a una «Historia veraz». De este proceso, que con las expectativas rea- lectores, resulta significativo el rapido cambio de los tftulos en la primera mitad del siglo xvit"*, Con el fin de dar una apariencia convincente de adecuacin a la realidad, las novelas fracesas se solian titular «Histoire», 0 «Mémoires». El intento de Charles Sorel de mantener la vieja separacién entre novela e Historia no consiguié im- ponerse: «ll ne faut persuader que quelque roman que ce soit puisse jamais valoir una vraie histoire, ni que l'on doi- ve approuver que l'histoire tienne en quelque sorte du roman»”?_ 78. G. W. Leibniz, Theodicea, § 148, en Philosophische Schriften, city vol. 6, p. 198. 76. P.S. Jones, A List from French Prose Fiction from 1700 10 1750 (tesis doctoral de la Universidad de Columbia, New York, 1939), intro- ducci6n; ademss, Livre et société dans la France du xvit stele ed. de F. Furet, PariDen Haag, 1970), 77. Ch. Sorel, De la connaissance de bons lies ow Examen de ple- siewrs authewrs, 1671, cit. por Gustave Dulong, L’abbé de Saint-Réal. Etude sur les rapports de histoire et du roman au xt sidele,t 1921, p. 69. 51 Antes bien, con la mutua trabazén de Poética e Histé- rica se liberaba el nuevo y complejo concepto de historia que religaba la verdad superior de la filosofia y la poesta con la facticidad hist6rica (historisch]. Asi, Diderot usaba las categorias arist lo posible para re: poésie, «L’art poétique serait donc bien avancé, si le traité de la certitude historique était fait.» Y su Eloge de Ri- chardson, de 1762, muestra cémo, cn manos de Diderot, el concepto de historia se liberaba de sus ataduras atistoté licas, Todavia se decfa, tradicionalmente, que la Historia suele estar Ilena de mentiras y muestra solamente trozos 0 acontecimientos limitados a un segmento de tiempo. La novela de Richardson seria diferente: trataba de la socie- dad y sus costumbres, su verdad abarcaba todos los espa- cios y tiempos del género humano, «’oserai dire que souvent histoire est un mauvais roman; et que le roman comme tu I’es fait, est une bonne histoire!»”, En Alemania tuvo lugar una revalorizacién semejante. Johann Wilhelm von Stubenberg acuiié en 1664 la expre- sién poema-historia [Geschicht-Gedicht] para la novela, a fin de caracterizar su vinculacién a la realidad. Los herma- nos Scudéry trataban en su Clelie, decia él, «historias ver- daderas y creidas por sf mismas / a las que afiaden tales contingencias / posibles, vere -poe- ma [Gedicht-Geschicht}, con el fin de distinguir la epope- expresi6n histor Assézat, Paris, 1875, vol. 7, p. 3353 cf loge de Richardson (176: cf. pp. 215, 218. 80. M. y G. de Scudéry, Clelia: eine Romische Geschichte, trad. a de J..W. Freiherr v. Seubenberg, vol. 1, Naznberg, 1664; citado por W. ‘Vosskamp, Romantheorie in Deutschland. Von Martin Opitz bis Friedrich von Blanckenburg, Stuttgart, 1973, pp. 11 s., donde se encuentran mis anilsis en este sentido. 52 ya de la novela. Desde entonces, «los Ifmites de la inven- cién poética y verosimil» aparecen «[...] como los limites del mundo hist6ricamente [historisch] pensable»*!. Y a par- tir de 1700, més o menos, la palabra Geschichte desplaza a la palabra Roman, nov y mas todavia a la palabra His- torie de los titulos de las novelas alemanas*?, Ast, pues, mucho antes de que los historiadores cam- biaran del rétulo Historie al de Geschichte, los poetas ya se servian del tftulo que era més atractivo, y que prometia un mayor contenido de realidad. En 1741, Bodmer exhortaba a enlazar el conjunto de lo que se narraba con cosas cono- cidas. «De este modo, el poema y la novela se van elevan- do cada vez mas hasta la dignidad de la Historia, que con- siste en el grado mas alto y supremo de verosimilitud; pues que la célebre verdad hist6rica (historisch] no es otra cosa que verosimilitud, la cual se demuestra por testimonios coincidentes y uné Mientras que el arte de la novela se obligaba a la rea- lidad histrica, la Historia, a la inversa, se sometia al pre- cepto poetolégico de crear unidades fundadoras de senti- do. Se reclamaba de ella mas arte expositivo; en lugar de narrar series cronolégicas, debfa averiguar los motivos ocultos y extraer un orden interior de los sucesos contin- gentes. De este modo, por via de una especie de ésmosis , ambos géneros Hlevaron al descubrimiento de una realidad hist6rica que s6lo podia obtenerse en la reflexi6n. dre et dans Varrangement. Pour parvenir a ce bel or- dre, Vhistorien doit embrasser et posséder toute son his- 82, Hi. Singer, Der deutsche R Koln/Graz, 1963, bibliogr 83. J. J. Bodmer, Critische Betracheungen iber die Postischen Ge- ‘mdblde der Dichter, Mit einer Vorrede von Job. Jacob Breitinger, Zitich, 1741, p. 548. Citado por Vosskamp, Romantheorieu., city pr 156. 53 it entiére comme d'une seule vue Il faut en montrer ettirer, pour ainsi dire, d'une seule source tous les principaux événements qui en dépen- dent». Asf obtendria el lector a la vez provecho y entrete- nimiento™, Sélo por medio de un logro subjetive del historiador ligado a su punto de vista, se desvela esa unidad de la hi toria que luego habia de encontrarse cada vez més en la efectiva realidad histérica misma. Ahora bien, esta reivin- dicacién se vio impulsada por la perspectiva teolégica de una historia universal experimentada desde el cristianis- mo. Bossuet insistia en que todas las historias estén conec- tadas entre si, de modo que se podia captar «comme d'un coup d'oeil, tout l’ordre des temps». «La vraie science de istoire est de remarquer dans chaque temps ces secrétes dispositions qui ont préparé les grands changements, et les conjonetures importantes qui les ont fait arriver®®» Leibniz se servia ya de la muy discutida metafora de la novela con el fin de reescribir la unidad interna de la mejor de las historias humanas posibles: «Ce Roman de la vie humaine, que fait histoire universelle du genre humain, s'est trouvé tout inventé dans ’entendement divin avec une ité autres». Pero sdlo la serie efectiva de los aconte- imientos [cette suite d’événements] es lo que Dios ha de- cidido realizar, porque se ensambla de modo éptimo en todo lo demas*, Hasta qué punto la certeza teolégica de la providencia divina se retiraba para asegurar cientificamente la unidad de la historia lo testimonia Gatterer cuando, en 1767, tra- ta del «plan hist6rico [historisch|» y de «ensamblamiento de las narraciones, que descansa sobre ese plan». Gatterer 84, F. de Fenelon, eLettre..», cit, p. 639. 8S. J.B, Bossuet, Discours su ire universelle (1681), ed. de J. ‘Truchet, Paris, 1966, pp. 40, 354 [Discurso sobre la historia universal, Madrid, Escelices, 1964). 86. G. W. Leibniz, Theodicea, § 149, 54 SA ‘entré conscientemente en la discucién poetolégica con el ‘objeto de justificar el que la Historia tuviera como mi la fundacién de una unidad, a pesar de enfrentarse al desa- fio del «caos» formado por un reacio material de fuentes. La Historia, que hasta ese momento habja estado a la som- bra de la poesfa, «se encuentra ahora entre nosotros con toda una via por delante que han abierto los poetas». Lo que importa es el plan y las categorfas con las que se haya de conocer y exponer la historia. «El modo ms natural de proceder» es cuando «se retinen de modo sistematico los sucesos [...] aquellos sucesos que no pertenezcan al sistema [...] no son sucesos para el historiador, por asf decirlo», Sélo por medio de esta anticipacién sistematizadora se ponen al descubierto las conexiones pragméticas. Si el his- toriador es «fil6sofo, y a fe que ha de setlo, y si quiere hacerse pragmético, se dard entonces maximas universales de cémo suelen originarse los sucesos». Reflexiona sobre con el fin de religar a historia misma. El transito historiador fundamenta, compara, atiende al cardcter y los motives y «se atreve a deducir de aqui un sistema de sucesos, un motor» que, 0 bien confirma por medio de fuentes contemporaneas, «0 bien encuentra justificado por todo el conjunto conexo de la historia». La anticipacién te: versalis, queda robustecida, entonces, por Ia historia mis- ma. «Pues ningtin evento en el mundo es, por asi decirlo, insular. Todo esta conectado con todo, todo se motiva mu- twamente, se engendra mutuamente, es ocasionado y en- gendrado, ocasiona y engendra a su vez".» Asi, del desafio de realizar una exposicién pragmatica que considerara el efecto y el provecho de la Historia re- sultaba una coercién a ver que también en la conexién 87. J. Chr. Gatterer, «Vom historischen Plan», cit, pp. 21, 16, 8255. 55 Pragmdtica de los acontecimientos habfa un sistema inter- no. Y resulta significativo que de la primera Filosofia de la Historia [Philosophie der Historie] escrita en Alemania se certificara —presumiblemente por parte del propio Garte- ter— que «no contiene nada nuevo», Pues su autor, Kés ter, entendfa que una «Filosofia de la Historia», o de la shistoria (Geschichte)» consistia en las reglas de la exposi- cién y de la investigacién, y aplicaba el concepto igual- mente al «Sistema de la Historia universal, el cual tam- bién puede «llamatse ontologta o doctrina fundamental de la historia», y al que no se puede «rebusar el titulo de la filosofia de la historia>™, Késter reunfa las intenciones de Chladenius, Iselin, Gatterer 0 Schlézer bajo un concepto comin que ellos no habian aplicado. El plan del autor y la unidad interna, demostrable des- de la historia misma, acabaron poco a poco por coincidir entanto que parecfan estimularse reciprocamente. En este sentido, Justus Méser, en 1768, sugeria darle a la historia del imperio germénico desde 1495 «el movimiento y el poder de una epopeyan. Su plan de «elevar» la historia hasta hacer de ella «una unidad» correspondfa entonces a tuna chistoria completa del imperio, que «no puede sino consistir en la historia natural de una unificacién» del im- perio®. Fue Kant quien, finalmente, abrié una brecha filos6fi- camente orientadora, cuando redujo la pregunta por la telacin de la historia con una presentacién adecuada de

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