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Hacía mucho calor como siempre en Santa Caliventura, un niño se adentraba por un parque, el cual tenía un

bosque enorme detrás, parecía buscar insectos con una red y un frasco que tenía varias mariposas adentro, estaba
regresando a casa debido a que se le hizo muy tarde, hasta que a lo lejos escuchó un fuerte estruendo, “No creo
que sea buena idea ir a ver, ya me advirtieron sobre esto” él intento alejarse obedientemente hasta que un chillido
lo hizo sobresaltarse, al oírlo, decidió investigar en caso de que alguien necesitase ayuda.
Mientras buscaba el origen del chillido, descubrió lo que parecía ser una clase de masa gelatinosa arrastrándose
sin rumbo alguno. Ésta criatura se dio cuenta de su presencia y se acercó rápidamente hacia el muchachito, pero
sin previo aviso comenzó a elevarse en el aire. Aquél niño no entendía muy bien lo que ocurría, al menos hasta
que él también levitó sin explicación alguna. Pataleó, gritó, e intentó aferrarse de lo que podía, sin tener éxito
alguno. Ambos terminaron ascendiendo a una altura que se consideraba mortal, notó como la masa viscosa y
gelatinosa se liberó del agarre de la fuerza gravitatoria extraña y huyó hacia lo más profundo del bosque, y del
miedo el chico cerró sus ojos esperando lo peor.
Cuando los abrió se encontraba en un lugar extraño,
parecía ser una nave como las que veía en películas
de alienígenas. Se levantó y se paseó por el lugar
curioso hasta que fue sorprendido por una entidad
con un traje espacial, ambos se miraron con asombro,
era un alíen. El extraño gritó de miedo y el pequeño
capibara solo se acercaba intentando hablar con él.
– ¿Quién eres? - preguntó con mucha curiosidad el
pequeño, el alíen habló en una serie de chasquidos,
su cara de frustración al no saber cómo comunicarse
empezó distorsionarse de una forma algo extraña.
Dibujó en una pantalla digital algunos mensajes, pero
el crío no entendía qué quería lograr, los dibujos del
desconocido eran terribles y se asemejaban a
pinturas rupestres ya olvidadas. Los dos se miraron
incómodos- ¿Puedes devolverme abajo? – Volvió a
preguntar el capibara.
El alíen ladeó la cabeza amigablemente sin entender lo que le decían.
– Soy Capi, ¿Cuál es tu nombre? - el alíen solo se quedaba en silencio rascándose la cabeza, fue hasta una sala
enorme con el niño siguiéndole detrás, todo era demasiado asombroso para el pequeño, él empezó a conducir la
nave bajando con torpeza, parecía que le estaba funcionando mal, se veía algo maltratada. Cuando la nave estuvo
en el suelo, el niño otra vez volvió a insistir:
– Oye, en serio, tengo que irme a casa, no sea
que mi madre se preocupe o me vayan a
robar.
Sin seguir comprendiendo el habla del
capibara, el alíen se levantó de su asiento y
presionó un botón, el mecanismo interno de la
nave abrió pequeñas escotillas con cosas
extrañas dentro, así estuvo un buen tiempo
hasta que encontró lo que buscaba; una
especie de broche, que se puso así mismo e
intentó configurarlo, hablando varios idiomas
hasta que dio en el que hablaba el niño.
– No entiendo lo que dices - comentó
mientras continuaba buscando otra
herramienta, y luego al hallarla la colocó en su cabeza.
– Soy Orion, pero estoy seguro que es difícil de pronunciar, no tengo un nombre terrícola, ¿Podrías
recomendarme uno? - El niño pensó por un rato, y riéndose empezó a darle nombres raros como Anacleto, luego
nombró otros más como Chicharrón, Tocineta, Fideo, Chuleta, Peluca, Papaya, Cucharita. Capi tenía tanta hambre
que los únicos nombres que podía recomendar eran basados en comida que le gustaba. El alíen no identificaba
ninguna de las palabras y rascaba su cabeza confundido.
Después de un buen rato, el estómago de Capi empezó a rugir con fuerza, espantando así al hombre espacial.
– ¿Qué fue ese sonido? ¡Se parece al tigre de dientes de cable de mi planeta! Un segundo… ¿¡Hay uno de esos
bichos en mi nave!?- el niño soltó una carcajada y dijo:
– Es mi estómago, ¡Tengo mucha hambre! - parecía sentirse feliz, ya que el alienígena tenía más miedo de él, que
él del alienígena.
– Quiero ir a casa a comer algo- Expresó Capi con firmeza.
– Casa…- el alíen solo lo miró sintiendo algo de nostalgia, Capi notó la expresión de aquél extraño ser y preguntó si
tenía hambre, a lo que el señor ladeó la cabeza lentamente, entonces el pequeño lo tomó de la mano, jalándolo
hasta la escotilla por la cual había entrado.
– Por favor, ábrela, estoy seguro de que mi mamá tiene más comida para compartir contigo.
La compuerta más grande se abrió, el niño lo jaló hacia afuera y el alienígena solo se dejó arrastrar, pero observó
con pánico a su alrededor.
– No creo que sea bueno que salga así, ¡La gente se espantará! - exclamó ansioso.
– Ni que estuvieras tan feo - dijo el niño con ingenuidad, él solo alzó los hombros y miró dentro de la nave –
¿Tienes algo que ayude a esconderte?
El alíen asintió y activó otro botón en su muñeca y empezó a desaparecer, Capi solo lo miraba maravillado y
pensando miles de cosas. Estuvieron caminando durante un buen rato, pero después de largos minutos llegaron al
hogar de Capi, y desactivando el botón de su muñeca se dejó ver otra vez.
El niño solo pudo mirar embobado como el alíen volvía a aparecer, hasta que de repente el estruendo de un plato
roto lo hizo sobresaltarse de nuevo. Capi aterrorizado vio a su madre completamente pálida y aterrada por la
presencia del desconocido del espacio exterior.
- ¿¡Qué bicho trajiste ahora Capi!? – exclamó exaltada por la visita repentina, el niño empezó a explicarle lo que
había pasado, pero su mamá solo se enfureció más y más.
– ¿Cómo se te ocurre traer a un extraño que intentó secuestrarte? – El alíen trató de calmar a la señora
explicándole lo sucedido.

– Lo que ocurrió es que estaba intentando buscar a una especie que escapó de mi nave, y sin ella no puedo
volarla. Cuando la encontré, su criatura estaba cerca, así que lo abduje accidentalmente. Lo lamento mucho,
señora, ¡Se lo juro!
El alíen parecía entrar en pánico, dándose cuenta que se olvidó de ese pequeñito detalle, y en vez de buscar a la
criatura, estaba en la casa de una extraña raza de capibaras, Sus palabras hicieron que la madre de Capi solo
arqueara una ceja y se cruzara de brazos, al final solo suspiró cansada del asunto y de lo irreal que todo parecía.
Tirando la toalla se iría a la cocina, y después de unos minutos trajo dos platos de sancocho, Capi arrastró al Alíen
hasta el comedor obligándolo a sentarse antes de que su mamá se enoje más con él. Capi se sentó junto a su
nuevo amigo y le dedicó una mirada amable.
Alíen al principio hizo una cara de disgusto, pero cuando vio lo enojada que estaba la mamá de Capi, empezó a
comer rápidamente, su expresión cambió a
una de asombro.
– Esto no está mal, ¿Qué es? – preguntó con
un brillo en sus ojos. La madre de Capi sonrió
orgullosa de que incluso alguien que venía
del espacio exterior pensaba que su comida
era sabrosa, y luego respondió:
– Se llama Sancocho. O lo odias, o lo amas,
pero el mío es el mejor de todos – Alíen miró
confundido a la señora y luego al plato de
comida, el cual acabó en un segundo. Se
levantó de la mesa sonriente y dijo:
– En honor a este delicioso platillo, mi
nombre terrícola será Sancocho.
Capi lo miró incómodo, entrecerrando los
ojos con una mirada de disgusto total
mientras que su madre lo veía contenta,
encantada, e incluso halagada.
Luego de una buena comida ambos salieron en búsqueda del cubo
gelatinoso extraterrestre, obviamente, con el permiso de la mamá
de Capi, y se adentraron en los mismos bosques donde éste
buscaba en un primer lugar algo bueno para cazar.
— ¿¡Dónde puede estar, ¿¡Sancocho!?
— ¡No lo sé Capi! ¡Quizás en unos minutos más podríamos
encontrarlo!
Los dos no tenían ni la menor idea de dónde podría hallarse el
combustible viviente de Sancocho, pero tras minutos de extensa
búsqueda, se encontraron con una escena que les dejó el cabello de
las piernas totalmente paralizados.
— ¡Hey! ¡Qué están haciendo con mi combustible!
Sancocho gritó tras notar como un grupo de niños matoneaban a su
pequeña mascota-gasolina, y tras momentos de pánico y horror,
Sancocho tomó la pistola rayo de su mochila y empezó a disparar
descargas somnolientas a los críos, dejándolos dormidos durante
horas. Mientras tanto Capi solo miraba la acción en shock
Luego del rápido combate ambos muchachos huyeron de la escena con rapidez a la nave de Sancocho en conjunto
del cubo gelatinoso ya recuperado. Al abastecer la nave, Sancocho empezó a presionar botones, ellos empezaron a
ascender rápidamente, Capi solo podía ver sorprendido la situación, entonces comenzaron a volar por todo el
espacio exterior a unas velocidades impresionantes, Capi, feliz por su nuevo amigo y por su ayuda decidió
mostrarle su planeta de nacimiento.
Capi no podía creer que algo tan
maravilloso existiera
vivieron aventuras por los planetas, estrellas y muchas galaxias lejanas, pero volviendo a fin de cuentas a la tierra
para comer un sancocho más. Capi y Sancocho se convirtieron en amigos inseparables, uniendo dos mundos
diferentes en una amistad única. Su historia se convirtió en leyenda, inspirando a otros a explorar, descubrir y
valorar la diversidad en el vasto universo. Y así, con una sonrisa en sus rostros, Capi y Sancocho continuaron su
vida llena de aventuras y amistad en cada rincón del cosmos.

FIN

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