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2771 Articulo
2771 Articulo
Carlos Díaz
Universidad Complutense (Madrid)
Summary: Pandemic is the antithesis of ademic; the former affects all peo-
ple, while the latter affects no one. They are extremes which meet, because a
large number of people behave in the most uncivil way possible. As if possessed
by a conspiratorial animism, the new type of person---Covid man---fabricates
self-prophylactic method which, like a seat belt, are meant to protect one from
the syntax of contagion. In reality, this animism flees from death, while actually
enjoying it by attempting to make it compatible with the hidden hedonism of
clandestine parties and gatherings, as if circumventing authority so to avoid a
fine could also deceive the virus. In short, from such an ademic pandemic, who-
ever can will be saved. And the return to normality will be like a pig wallowing
in its own vomit---the vomit of death---unless some miracle falls from the sky
during this desert crossing, since human beings are acting as if they were an evil
germ whose viral strain is ineradicable.
Palabras clave: pandemic, death, conversion, suffering and love.
1
Cfr. Mis libros Estos días llenos de noches. Un planteamiento ético sobre
la pandemia; En las cimas de la desesperación. El miedo a vivir; Por mí que
no quede; Derecha burra e izquierda caviar; Del tamaño de un hipopótamo su-
mergido; Cementerio de ideas; Organizar la compasión. Estos ocho libros han
sido publicados en Editorial Sinergia, Guatemala. Son totalmente desconocidos
en España.
2
Savater, F: Declaraciones a El Tiempo, Lima 16/05/2020.
maestros de humanidad, pero esos son los que sienten más desgarro
ante la situación, los que menos se dejan anestesiar y caminan en
carne viva. Viva, sí, viva.
Lo propio de las sociedades insanas es que interrumpen y exclu-
yen la comunicación solidaria con todos sus miembros, y a conse-
cuencia de ello alteran su comunicación con los demás. En las so-
ciedades neuróticas quedan bloqueadas algunas partes de sí mismas
—inconscientes reprimidas, o negadas a la conciencia social— de
manera tal que ellas ya no se comunican entre sí, porque quienes
entran en ese infierno han perdido toda esperanza, como Dante en
el infierno. Si tienen esperanza, es una esperanza límbica, la de al-
canzar el nirvana. Y, si me dieran a elegir entre un buenista con su
peculiar «esperanza» y un desesperado activo, elegiría a éste, por
su bien: porque a quien presume de lo que no tiene le irá mal, pero
a quien no tiene y lucha por tenerlo puede comenzar a abrírsele un
claro en el bosque.
Estos meses no he cesado de preguntarme por qué este apego
destructivo a la vida: ¿por qué ha aumentado el 26% en los centros
de salud europeos el número de personas que están patológicamente
enfermos de gravedad por miedo al coronavirus, a veces tan grave
que ha llevado a la destrucción de vínculos personales y familiares?
Porque una cosa sensata es protegerse y una cosa insensata soñar
con que tal o cual riesgo de contagio vírico va a por mí, por lo cual
me aíslo absolutamente, a cal y canto, a fin de acorazarme en el
bunker de mi salud. Vivir así, con una profilaxis tan espantada, es
perder contacto con la vida, por renuncia a la cual se exige el aisla-
miento e incluso el encierro en una burbuja perfectamente aséptica
y sin mezcla alguna de amenaza, a fin de que la vida asesina no
mate a la vida sana.
Si volver a la vieja normalidad está significando para muchos
volver a lo que siempre fueron, es decir, a la normalidad de su
anormalidad, y eso ya no hay quien lo pare cuando la vida se tor-
na bárbara berreando en manada en los estadios de fútbol, en los
botellones, en las despedidas de soltero o de soltera, o en simples
banquetes de amigos o familiares, qué se le va a hacer, no es mejor
3. Protréptico
Con ática elegancia, y como elemento esencial en la paideia,
enseñaba el estoico Epicteto: «La muerte está frente a tus ojos cada
día, y no tendrás nunca un pensamiento rastrero ni una pasión exce-
siva». También Séneca lo predicaba: filosofar es aprender a morir.
Esta actitud fue en buena medida compartida por el cristianismo de
los primeros siglos, y así san Basilio, apodado el Grande, escribe:
«Nosotros, hijos míos, no damos ningún valor a esta vida terrena ni
consideramos ni llamamos un bien a lo que muestra utilidad sola-
mente para esta vida. Ni el brillo del nacimiento, ni la fuerza física,
ni la belleza, ni el tamaño, ni los homenajes de todo el mundo, ni la
misma realeza, ni todo lo que se llamaría humano, nada de esto es
grande ni aun deseable según nuestra opinión, y aquellos que lo po-
seen no causan en absoluto nuestra admiración. Nosotros llevamos
más lejos nuestra esperanza y cumplimos todas nuestras acciones
para prepararnos otra vida. Decimos que hay que amar y buscar con
todas nuestras fuerzas lo que nos sirve para aquella vida y despre-
ciamos como no valioso lo que a ella no conduce».
La tarea de enseñar a vivir no es la de llenarla de pánico, sino
la de llenar de vida al propio pánico rompiendo los barrotes de su
jaula de muerte, es decir, llenando de luz y fecundidad cada rincón
oscuro de la existencia supuestamente amenazada. Como terapeuta
durante los últimos años, sobre todo en países muy empobrecidos,
hasta hoy siempre he comprobado que los más miedosos han sido
los más infecundos y estériles, aquellos cuya vida ha sido peor rea-
3
Cioran, E: En las cimas de la desesperación (Barcelona: Tusquets Edi-
tores, 1991), 41.
4
Ibíd., 154-155.
chas gentes), o como un ser personal que sabe que va a vivir sufrien-
do tensiones y después muriendo yo elegiría esto último. Porque un
perro que muere y no sabe que muere, que vive y no sabe que vive,
yo no quisiera serlo: no quisiera que el mío fuese un mondo cane.
Al perro lo que es del perro. Sólo los verdaderos enfermos, aquellos
que conocen su infirmitas o carencia de firmeza, son los capaces de
seriedad auténtica, de dar la cara, de no renunciar en lo más íntimo
de sí mismos a las revelaciones metafísicas más allá de las físicas,
a cambio de un amor cándido o una voluptuosa inconsciencia. Toda
enfermedad implica heroísmo, un heroísmo de la resistencia, y no
de la conquista, que se manifiesta a través de la voluntad de mante-
nerse en las posiciones perdidas de la vida»5.
La depresión es la ausencia de fortaleza tanto para resistir como
para contrarrestar. No sólo la psicología, sino también la actitud
virtuosa le otorga una fuerza básica para salir de la oscura depre-
sión. Todo individuo que se plantee seriamente el problema de la
muerte no podrá por menos de sentir miedo, eso resulta inevita-
ble, pero —aunque nos tiemblen las piernas— podemos sostener-
nos sobre ellas haciendo lo suficientemente al menos por no huir.
Que nos tiemblen es normal, que nos tiemblen donde nos tengan que
temblar es valiente; que nos tiemblen donde nos tengan que temblar
sin renunciar a los ideales y trabajando por ellos es heroico. Sin ese
aferrarse a una esperanza o a una realidad salvadora, a veces uno se
hunde en el vacío del ser que habita el ser sin serlo. Sin ello, las for-
mas y las categorías abstractas aparecen ante la muerte como insig-
nificantes, mientras que su pretensión de universalidad se vuelve ilu-
soria frente al proceso de aniquilación irremediablemente devorador.
En esta situación, muchos se vuelven escépticos radicales, in-
cluso nihilistas absolutos, pues preferirían la nada antes que el ser
que irremediablemente muere. Del mismo modo, otros muchos se
han declarado ateos a lo largo de la historia porque han temido a un
Dios juzgador que hubiera podido poner de relieve las estructuras
de pecado que ellos mismos han descubierto al tiempo que ocultado
5
Ibíd, 48.
6
Ibíd., 204.
7
Ibíd., 92.
8
Frankl, V: Un psicólogo vive el campo de concentración. Traducción de
Carlos Díaz (Guatemala: Editorial Sinergia, 2016), 98.
9
Frankl, V., o.c., 47, ss.
10
Ibíd., 91 y 96.
11
Frankl, V., A pesar de todo, decir sí a la vida (Guatemala: Ed. Sinergia,
2015), 180. Curiosa e inexplicablemente existe también otra obra de Frankl de
título homónimo: A pesar de todo, sí a la vida. Tres conferencias pronunciadas
en la Universidad Politécnica de Wien-Ottakring (Barcelona: Ed. Plataforma,
1917). Tengo el honor de haber traducido al español ambas obras.
12
Ibíd., 126.
13
Ibíd., 181.