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Aranda Perez, G. y Perez Gondar, D., Libros Poéticos y Sapienciales, 2017
Aranda Perez, G. y Perez Gondar, D., Libros Poéticos y Sapienciales, 2017
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto-
rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
LIBROS POÉTICOS
Y SAPIENCIALES
1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:
• Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la
de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.
• Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara-
ción teológica para transmitirla a otros.
• Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar.
• Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía,
salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecua-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la
necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios
profundos.
2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus-
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).
Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-
mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende
5
responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad pro-
fesional.
3. Las características de esta colección son:
• Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-
sia católica.
• Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filosó-
ficas (y de otras ciencias).
• Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-
ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
cos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones,
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.
PRESENTACIÓN
SUMARIO
1. LOS LIBROS A ESTUDIAR Y SU SITUACIÓN EN LA BIBLIA • Libros objeto de
la asignatura • Lugar y orden en el canon bíblico • 2. RASGO FORMAL MÁS DES-
TACADO: EL LENGUAJE POÉTICO • La poesía en la Biblia • Peculiaridades del len-
guaje poético: belleza expresiva y condensación del pensamiento • Procedimientos
poéticos: el paralelismo, los recursos fónicos y la estrofa • 3. LA REVELACIÓN DIVI-
NA TESTIMONIADA EN LOS LIBROS POÉTICOS Y SAPIENCIALES.
1. Los libros a estudiar y su situación en la Biblia 11
1.1. Libros objeto de nuestra asignatura
Desde el punto de vista literario, los libros que vamos a estudiar utilizan fun-
damentalmente formas poéticas de expresión. Los salmos son piezas poéti-
cas compuestas para ser interpretadas musicalmente en su mayor parte en
la liturgia del Templo. El Cantar de los Cantares contiene los cantos de amor
cruzados entre un amante y su amada, cantos que evidentemente tienen estilo
poético. Proverbios, Eclesiastés, Job, Eclesiástico y Sabiduría recogen pro-
verbios breves construidos en verso, o reflexiones más amplias sobre la vida
y la sabiduría que mantienen asimismo la forma de poemas. Sólo en el libro
de Job se distinguen claramente unas partes en prosa: la parte introductoria
y la final.
El lenguaje poético está presente también en otras partes a lo largo de la Sa-
grada Escritura. Israel, como en general todos los pueblos, cultivó la poesía
desde época muy temprana. Rastros de primitivos poemas, que constituyen
quizás los estratos más antiguos de la Biblia, se conservan insertados dentro
de los relatos en prosa de carácter más reciente. En general es fácil distin-
guir los tipos de poesía presentes en la Escritura atendiendo a los temas
tratados:
• Épica: Cantos de liberación como el de Ex 15,1-18; el canto de venganza de
Gen 4,23-24, propio de las tribus del desierto; cantos de victoria como el de
Jc 5; o de conquista como Nm 21,27-30. También la emplean los profetas 15
para cantar las gestas divinas, por ejemplo Ha 3,2-19.
En los libros que ahora estudiamos se suele distinguir un tipo de poesía lírica
que se encuentra en algunos salmos y en el Cantar de los Cantares y otro tipo
que tiene más bien carácter sapiencial, propio para transmitir una enseñanza.
De ahí de estos libros, unos se designen comúnmente como libros poéticos
(Salmos y Cantar) y otros como sapienciales (Proverbios, Job, Eclesiastés,
Eclesiástico y Sabiduría).
16 2.2. Peculiaridades del lenguaje poético:
belleza expresiva y condensación del pensamiento
En ese sentido, cada tipo de poesía que vamos a encontrar tiene su propia
peculiaridad:
• Los Salmos son, por una parte, la condensación expresiva del sentir de Is-
rael ante las experiencias de su relación con Dios a lo largo de la historia,
y, por otra, el medio de revivir tales sentimientos en generaciones futuras.
Quienes los recitan vuelven a «recrearlos» haciendo de ellos expresión de
sus propias vivencias religiosas.
• El Cantar de los Cantares hace sentir al lector la atracción mutua expe-
rimentada por dos jóvenes enamorados y la ansiedad por el encuentro.
Mediante el uso de metáforas, a veces atrevidas, expresa la belleza de am-
bos jóvenes de manera que impacta en el lector. El ritmo que imprime la
intervención del coro hace que el lector se sienta invitado a participar de la
admiración ante aquella belleza.
• Los libros sapienciales usan un procedimiento poético que sugiere una
manera intuitiva y certera de adquirir conocimiento y sabiduría desde la
observación de la realidad. A la vez, reflejan también un modo lingüístico
de transmitir tal conocimiento de forma que sea impactante al lector y fá-
cil de recordar. Las expresiones breves y condensadas se desarrollan des-
pués en poemas más largos que llevan a la meditación sobre la conducta o
a la contemplación de la sabiduría.
2.3. Procedimientos poéticos más importantes en la Biblia: 17
el paralelismo, los recursos fónicos y la estrofa.
Desde el punto de vista teológico, todos esos libros, por ser parte del Antiguo
Testamento, participan del mismo valor que la Iglesia atribuye a la Sagrada
Escritura, y su importancia teológica está en que:
• Muestran la forma de actuar de Dios con los hombres (cf. Dei Verbum 15a).
Esto aparece no tanto mediante la narración de los acontecimientos salví-
ficos, o con el anuncio de castigos, como sucede en los libros históricos o
proféticos; sino mediante la alabanza y la oración al Dios que se ha revela- 21
do a su pueblo, y mediante la reflexión sobre la excelencia de la Ley que le
ha otorgado.
• Preparan el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo mediante la oración
confiada pidiendo la ayuda de Dios, y mediante la contemplación antici-
pada del Verbo, es decir, de la Sabiduría divina actuando en el mundo y
entre los hombres.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• Paralelismo • Trimembre
• Canon • Asonancia
• Época persa • Aliteración
• Qohélet • Acróstico
• Apócrifo • «selah»
• Deuterocanónico • Paranomasia
• Pseudoepigrafía • Antitético
• Sinonímico • Sintético
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO DE LOS SALMOS • Nombre y lugar del li-
bro en la Biblia • El texto hebreo y el de las versiones antiguas: dos numeraciones
y diferentes textos • Los títulos al comienzo de algunos salmos • 2. FORMACIÓN
PROGRESIVA DEL LIBRO DE LOS SALMOS • Colecciones anteriores a la composi-
ción final • Etapas en la formación del libro • 3. EL LIBRO DE LOS SALMOS EN EL
CONJUNTO DE LA BIBLIA • Valor religioso de los salmos en su origen y en su desa-
rrollo • Los salmos y la religiosidad de Israel • Los salmos en el Nuevo Testamento:
enriquecimiento de sentido • 4. HISTORIA DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS SAL-
MOS • Época Patrística • El renacimiento y el comienzo de la época crítica • El es-
tudio de los géneros literarios y el origen de los salmos.
24 1. Primera aproximación al libro de los Salmos
Este libro recoge 150 piezas poéticas: oraciones de alabanza, oraciones de sú-
plica, imprecaciones contra los enemigos, meditaciones sobre la ley divina,
etc. Es el único libro de la Biblia de este género. Al dirigirse a Dios desde su
situación vital, los autores de los poemas contemplan las acciones divinas en
la naturaleza, en la historia del pueblo y en la vida particular de cada persona.
El nombre del libro (los Salmos) deriva de la tradición griega y latina. «Psal-
mos» significa en griego canción para instrumento de cuerda (el verbo «psa-
llein» significa pulsar las cuerdas de un «psalterion»). A la colección de «psa-
lmoi» se le dio el nombre de «psalterion» (de donde viene «salterio», nombre
con el que se indica el libro de los Salmos). «Psalmos» viene a ser la traducción
griega del hebreo «mizmor» que significa asimismo un canto acompañado de
un instrumento de cuerda, y que aparece como título de 57 composiciones. En
el Nuevo Testamento se le menciona como «biblos psalmon» (libro de los
salmos) (cf. Lc 20,42; 24,44; Hch 1,20). Pero en realidad ese título no responde
del todo a su contenido, ya que hay piezas que no son «mizmor».
Entre los hebreos el libro se denomina «Sefer tehillim» (libro de los cantos de
alabanza). «Tehillim» es un plural anómalo de «tehillah» (canto de alabanza,
cf. Sal 145,1). Tampoco este título responde al contenido del conjunto, aunque
sí muestra su intencionalidad final: la alabanza al Señor. A veces a los cantos
se les califica de «tefillot», plural de «tefillah» (oración, cf. Sal 72,20).
Esquema de la numeración:
Hebreo Griego
0 1-8 1-8 0
0 9 9A 0
+1 10 9B -1
+1 11-113 10-112 -1
+1 114 113 A -1
+2 115 113 B -2
+2 116 A 114 -2
+1 116 B 115 -1
+1 117-146 116-145 -1
+1 147 A 146 -1
0 147 B 147 0
0 148-150 148-150 0
Muchos de los Salmos llevan una breve introducción a modo de título. Son
añadidos posteriores a la composición del poema y aluden:
• al tipo de composición de que se trata: 27
– «mizmor»: canción acompañada con instrumento de cuerda. Aparece en
57 ocasiones (por ejemplo en Sal 3,1).
– «maskil»: poema didáctico o poema artístico. Aparece 13 veces (por ejem-
plo en Sal 32,1).
– «miktan»: parece ser un canto penitencial o una oración secreta. Aparece 6
veces (por ejemplo en Sal 16,1).
– «sir hammalot»: «canto de las subidas» (cf. Sal 120-134). El significado de
esta expresión puede ser:
– canto del retorno de los desterrados cuando retornaban desde Babilo-
nia.
– cantos interpretados por los levitas durante la subida de las quince gra-
das al atrio de los israelitas en el Templo.
– cantos de peregrinación cuando los israelitas subían a Jerusalén para
las fiestas (este último es el significado más probable).
– «sir»: canto, canto cultual acompañado de música (cf. Sal 45,1).
– «tehilláh»: alabanza, himno (cf. Sal 145,1).
– «tefilláh»: oración, súplica, lamento (cf. Sal 17,1).
– «shiggaión»: lamento (cf. Sal 7,1).
• al autor: Aparece David 73 veces, Asaf 12, los hijos de Coré 11. Además se
cita a Hemán, Etán, Moisés y a Salomón en alguna ocasión.
• a la circunstancia en la que fue compuesto.
• a indicaciones de carácter musical para cantarlo.
Los datos no siempre van en el mismo orden ni se señalan para cada salmo.
La expresión «leDawid» (de David) en el título de un salmo puede significar
«de David», «para David», «sobre David» o «perteneciente a David». La abun-
dancia de esa designación ha dado pie a atribuir a David los salmos que llevan
tal título (y por extensión todos los que no llevan título). Cierto que David po-
seía cualidades musicales y poéticas (cf. 1 S 16,16-18; 2 S 1,19-27 y 2 S 3,33-34).
En 2 S 22 se pone en boca de David un poema que es reproducido en recensión
distinta en el Salmo 18. A la luz de los datos de los libros históricos se ha de
considerar a David, en efecto, como uno de los iniciadores de la lírica en Israel,
28 y, por tanto, autor de salmos de una forma u otra. Merece el título de «suave
salmista de Israel» (2 S 23,1).
Los títulos no pertenecen al texto de los salmos y cuando estos son recitados
litúrgicamente en la Iglesia se prescinde de ellos.
Una lectura atenta del libro de los salmos hace descubrir algunas repeticiones
llamativas que apuntan a la existencia de colecciones parciales anteriores. En-
tre las repeticiones destacan:
– El Salmo 53 es prácticamente idéntico al Salmo 14.
– El Salmo 108 es igual a la fusión de Sal 57,8-12 y Sal 60, 6b-14.
– Sal 40,14-18 viene como pieza distinta en el Salmo 70.
Atendiendo al modo diverso de referirse al nombre divino, a los autores a
los que vienen atribuidos los salmos, y al contenido en el que coinciden va-
rios salmos contiguos, es posible detectar las siguientes colecciones de salmos,
previas a la recopilación final:
• Una colección «yahwista» integrada por Sal 3-41. Los salmos de esta co-
lección están caracterizados por estar atribuidos a David, usar el nombre
divino «YHWH» y tener una cierta lógica interna como veremos en Tema
4. Además, son, en su mayoría, súplicas individuales llenas de confianza
en el Señor, para ser recitadas en diversas circunstancias, sobre todo de
aflicción, privadamente o en grupo en el Templo. También contiene him-
nos de alabanza a Dios creador y dueño de la naturaleza, así como oracio-
nes por el rey. Se considera la parte más antigua del salterio.
• Una colección «elohista» que integraba un grupo de salmos de los «hijos
de Coré» (Sal 42-49), otro de «salmos de David» (Sal 51-72) y otro de «sal-
mos de Asaf» (Sal 73-83). Quizás esta colección se había formado a partir
del grupo de salmos de David (Sal 51-72), al que se unieron los salmos de
Asaf, pero poniendo uno de estos, el Salmo 50, como introducción a todo
aquel conjunto. Después se habría antepuesto la serie de salmos de los
hijos de Coré, resultando así el bloque completo (Sal 42-83). Se piensa que
esta colección experimentó una revisión en la que se sustituyó el nombre
divino de YHWH por el de Elohim. Los salmos que recogía esa colección
son tan antiguos como los de la anterior.
• Una colección de cantos a la realeza de Dios (Sal 93-100). Aparece bien 29
definida por el tema de los poemas: Dios como rey. En general hunden sus
raíces en la época de la monarquía, pero aparecen con retoques posterio-
res.
• El grupo Sal 101-110 (enmarcado por dos salmos reales) tiene como centro
la proclamación del poder de Dios manifestado en la creación y en la his-
toria. Parecen ser de época postexílica.
• El grupo de los «cantos de las subidas» (Sal 120-134), determinado por-
que todos ellos llevan el mismo título. Reflejan el tiempo posterior a la
vuelta del destierro.
• El Hallel (Sal 111-118). Todos ellos (excepto el Salmo 115) vienen introdu-
cidos con el término «Aleluya» y sirvieron para la alabanza divina en las
grandes fiestas. También son postexílicos.
Todos estos conjuntos muestran la religiosidad del pueblo de Israel a lo largo
de su historia. Una vez que pasaron a integrar el libro de los Salmos, quedaron
fijados como medio de oración para todas las generaciones de creyentes.
El proceso de formación del libro de los Salmos parece haber seguido una
serie de etapas, cada una movida por una intencionalidad determinada. En
cualquier caso es lógico suponer que el medio más importante en el que fue
creciendo la colección fue el culto en el Templo y la oración sinagogal.
Primera etapa: Unión de las colecciones yahwista y elohista. Al unirse estos
bloques se habría puesto como introducción el Salmo 2 y como apéndice final
unos salmos de Coré (Sal 84-88) y uno de Etán (Sal 89).
De esta forma, las oraciones davídicas, que abundaban en salmos en primera
persona del singular, habrían pasado de oraciones de piedad personal a ora-
ciones litúrgicas de uso colectivo.
Segunda etapa: Introducción de salmos sobre la Ley. Puesto que el Salmo 119
tiene características especiales por su longitud (es el más largo del libro) y por
tratar de un solo tema, la Ley, se puede pensar que sirvió en algún momento
como punto final de una nueva reagrupación. Se piensa que se habrían inser-
tado los salmos de la realeza de Dios (Sal 93-100); y otros salmos de alabanza
(Sal 101-110 y Sal 111-118). Al conjunto se le puso como introducción el Sal-
mo 1. Esta hipótesis se corrobora observando las semejanzas temáticas entre
30 el Salmo 119 y el Salmo 1, por lo que se piensa en una fase en que los salmos
se transmitieron como libro sapiencial.
Tercera etapa: Nuevos salmos de alabanza. Finalmente se añadirían otras co-
lecciones de salmos (Sal 120-150), es decir, los «cantos de las subidas» (Sal 120-
134), otro grupo de «salmos de David» (Sal 138-145) y los «salmos aleluyá-
ticos» finales (Sal 146-150). De ese modo, la colección global en su conjunto
volvería a presentarse con acentuados intereses litúrgicos, y sería entonces
cuando se habrían introducido las indicaciones musicales. Se puede observar
que los salmos finales (Sal 146-150) son «salmos de alabanza». Así quedaría
fijado el sentido final deseado para todo el libro. De esta forma el libro de los
Salmos queda configurado como el libro de la alabanza al Señor.
En este momento o un tiempo después se produjo un fenómeno significati-
vo: la división de todo el libro en cinco partes. Esta división se llevó a cabo
mediante la adición de una serie de doxologías. Este aspecto final del libro de
los Salmos será objeto de estudio en el Tema 4. Todo hace pensar en que esta
división artificiosa se realizó para establecer un vínculo entre el libro de los
Salmos y la Ley. Podemos pensar que esta forma final cristalizó en tono a los
siglos II-I a. C. En cualquier caso, esa división no tiene en cuenta los bloques
de conjuntos anteriores.
Del mismo tiempo que se detectan en el libro delos Salmos las colecciones
parciales previas, o la división final en cinco partes o «libros», se percibe tam-
bién la unidad y la lógica que guarda la secuencia de un salmo tras otro. Esa
unidad se mantiene incluso en la sucesión de salmos pertenecientes a distintas
colecciones, y de ahí la dificultad a veces de precisar sus límites. Al lector del
libro de los Salmos se le van ofreciendo los poemas en un orden determinado,
que contribuye a captar el sentido de cada salmo en continuidad con el salmo
precedente y posterior. De ese modo se produce un avance en su oración. Así
es como aparece el libro (y no por colecciones previas ni por géneros literarios)
y así es como los salmos son recibidos como Palabra de Dios. A esta secuencia
se habrá de atender también para captar en su contexto el sentimiento trans-
mitido en cada salmo tal como aparece en la recopilación final.
Un salmo, como poesía que es, se actualiza sirviendo de molde para expresar
los sentimientos de la fe en Dios en cualquier época y situación. Su texto sirve
de vehículo para suscitar la confianza en Dios y la esperanza en Él en los lec-
tores de cualquier época. Por otra parte, hay que tener en cuenta que estamos
ante un libro cuidadosamente compuesto y editado. El Salmo 1, que hace de
introducción, da una clave de lectura: el hombre que medita la Ley del Señor.
A esa misma clave se vuelve en el Salmo 19 diciendo que ese hombre es agra-
dable a Dios. Todo esto se desarrolla por extenso en el Salmo 119, en el que se
meditan los mandamientos de Dios. Hay por tanto una proyección sapiencial
del salterio, que induce a la meditación, además de su uso para la oración. A
lo largo del libro parece establecerse por tanto un progreso que se inicia con
la petición a Dios desde las tribulaciones personales o sociales, madura con la
meditación, y que culmina en la contemplación de la grandeza de Dios y de
sus obras, y en la alabanza.
32 3.2. Los salmos y la religiosidad de Israel
A veces emplea la segunda persona «Tú» (cf. Sal 6,3), y de la misma forma
personal habla el «yo», autor de salmo (cf. Sal 6,2), o se refiere a sus enemigos
como «ellos» (cf. Sal 5,9). Otras veces es toda la comunidad la que pide ayuda,
como en Sal 12,8: «Tú, Señor, nos guardarás, nos protegerás para siempre de 33
esta ralea».
También surgen salmos en las circunstancias favorables en que se encuentra
un individuo tras experimentar una curación (cf. Sal 30,1-3) o al contemplar el
mundo creado (cf. Sal 8). Algunos reflejan acontecimientos de la vida del rey
(cf. Sal 45) o del orante. En 23 salmos se dan referencias históricas concretas.
En bastantes salmos se hace referencia a elementos del culto del Templo:
holocaustos (cf. Sal 20,4; 66,13-15), lavatorio de manos y rodear el altar (cf.
Sal 26,6), sacrificios de aclamación (cf. Sal 27,6), toque de instrumentos (cf.
Sal 81,3-4), sacrificios de acción de gracias (cf. Sal 107,22; 116,17), alzar las
manos (cf. Sal 134,2) o servir en el Templo (cf. Sal 135,2). A veces la naturaleza
exacta de los ritos se nos escapa. Otros salmos reflejan que son cantados en el
Templo (cf. Sal 48). En ocasiones, se recogen en los títulos de los salmos indi-
caciones relacionan con días concretos (cf. Salmo 92 para el sábado; Salmo 30
para la fiesta de la Dedicación; Salmo 39 para la fiesta de las Tiendas, según el
griego; etc.). Lo más probable es que sólo se refieran al uso que posteriormente
se hizo de esos salmos. Sin embargo, no hay duda que el contexto más propio
de algunos salmos fue el culto.
Hay como unos 25 salmos que reflejan la experiencia del hombre ante la vida
(cf. Sal 127 y 128), o reflexionan ante los problemas que conlleva la existen-
cia (cf. Sal 37 y 73) o invitan a comportarse según la Ley o a estudiarla (cf.
Sal 1; 19 y 119). Muchos de estos salmos reflejan círculos sapienciales más que
cultuales.
A partir del siglo XVI y durante el XVII se pone la atención en la crítica textual
(Biblias Políglotas) y en el conocimiento de las lenguas semíticas. Luego, en el
XVIII, se llevan a cabo amplias recopilaciones de términos, y se comentan las
formas poéticas en la lengua hebrea. Pero la actitud crítica frente a la autoría
davídica de los salmos y en general frente a lo que se expresa en los títulos co-
mienza a plantearse sistemáticamente en el s. XIX. Sobre la base cierta de que 35
el conjunto del libro de los Salmos refleja su composición tras el destierro, se
llegó a considerar que eran de época reciente, algunos cercanos ya al tiempo
del Nuevo Testamento.
4.3. El estudio reciente de los géneros literarios y del origen de los salmos
Así nace, para el cristiano, la posibilidad de leer el Salterio a la luz de todo el misterio de
Cristo. Precisamente desde esta perspectiva se descubre también la dimensión ecle-
sial, particularmente puesta de relieve por el canto coral de los salmos. De este modo
se comprende que los salmos hayan sido tomados, desde los primeros siglos, como
oración del pueblo de Dios.
(San Juan Pablo II, Audiencia General,
Miércoles 28 de marzo de 2001, n.3)
38
TEMA LOS SALMOS.
3 GÉNEROS LITERARIOS
Este tema estudia los salmos según los géneros literarios en los que se
pueden clasificar, exponiendo las características formales y el contexto
histórico originario en el que surge y se desarrolla cada género.
SUMARIO
1. DETERMINACIÓN DE LOS GÉNEROS LITERARIOS • 2. LOS HIMNOS O SALMOS
DE ALABANZA • Motivos y expresión de la alabanza • Himnos al Dios creador y sal-
vador • Himnos a la realeza de Dios • Himnos al rey • Himnos a Sión • Himnos a
la Ley • 3. LOS SALMOS DE SÚPLICA • Naturaleza y forma literaria • Contexto de
las súplicas individuales y tribulaciones presentadas a Dios • Contexto y motivacio-
nes de las súplicas colectivas • Salmos de súplica con relieves más marcados • Los
salmos de súplica a la luz del Nuevo Testamento • 4. LOS SALMOS DE ACCIÓN DE
GRACIAS • Naturaleza y forma literaria • Contexto veterotestamentaria de los sal-
mos de acción de gracias • Las acciones de gracias en el Nuevo Testamento. La Euca-
ristía o acción de gracias en la Iglesia. Actualización de los salmos.
1. Determinación de los géneros literarios 39
Un género se determina, según Gunkel, por el lenguaje común que poseen va-
rios salmos, por reflejar estados de ánimo y sentimientos propios de una situa-
ción vital determinada, y por servir para la misma acción litúrgica. Aunque la
catalogación de géneros literarios hecha por Gunkel se mantiene en sus líneas
esenciales en la investigación posterior, ha sido discutida y modificada por
cada estudioso según su particular punto de vista, sobre todo eliminando la
distinción entre géneros mayores y menores, o proponiendo nuevos géneros,
como el profético o los salmos de confianza. Por otra parte, hay que tener en
cuenta que existen salmos que corresponden a varios géneros, y otros que no
es posible clasificar de forma clara en ninguno (los llamados salmos «vagos»).
Por otro lado, debemos considerar que, con frecuencia, en un mismo salmo
se entremezclan distintos géneros, pues la inspiración poética no puede en-
casillarse en moldes rígidos. A veces ocurre que un salmo de súplica termina
con una acción de gracias, y que en medio de un salmo de acción de gracias
se encuentran expresiones de tipo sapiencial. Se consideran entonces salmos
de género «mixto».
En cualquier caso es evidente que las diversas formas literarias y los tipos de
composición representados en los salmos sirven para expresar y desarrollar
las actitudes fundamentales del hombre ante Dios en las distintas circunstan-
cias de la vida. Estas actitudes son, en definitiva:
• el reconocimiento de Dios, de su poder, de su amor, de sus obras o de las
instituciones que ha suscitado.
• la petición de ayuda en las necesidades, presentándolas a Dios con rasgos
a veces patéticos o aduciendo las causas de la desgracia.
• el agradecimiento por la salvación que Dios ha otorgado recordando la
situación anterior de aflicción y alabándole por su intervención. Estas acti-
tudes adquieren ciertamente distintas modalidades según los motivos que
las hacen brotar y las circunstancias en las que se expresan.
De ahí que, simplificando, podamos determinar como géneros literarios fun-
damentales en los salmos:
• Himnos o alabanzas.
• Súplicas.
• Acciones de gracias.
40 He aquí un esquema atendiendo a los elementos predominantes en los salmos:
A Dios Creador y Salvador 8*; 19,1-6; 29; 33; 66,1-12; 67*; 95; 100; 103; 104; 105*; 111; 113;
114; 117; 135*; 136*; 145; 146; 147; 148; 149; 150
A Dios como «rey» 47; 93; 95; 96; 97; 98; 99; 100; 144;
A Dios como «juez» 14; 50; 52; 53; 75; 81; 82; 94;
Al rey, «ungido» de Dios 2; 18; 20; 21; 45; 72; 101; 110
A la Ley dada por Dios y sus efectos 1; 19,7-14; 36*; 37; 49; 73; 112; 119; 127; 128; 133
SALMOS DE SÚPLICA
Comunitarios 12; 44; 58; 60; 74; 79; 80; 83; 85; 89*; 90; 94; 123; 126; 129
Individuales 3; 4; 5; 7; 9-10; 13; 14; 17; 22; 25; 26; 27*; 28; 31; 36*; 39; 40,12-17;
41; 42-43; 52*; 53; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 64; 70; 71; 77; 86; 89*; 120;
139; 141; 142
Individuales 18; 21; 30; 32*; 34; 40,1-11; 66,13-20; 92; 108*; 116; 118; 138
Especial expresión de confianza 11; 16; 23; 27*; 62; 63; 91; 121; 125; 131
Entre los himnos de alabanza forman un grupo especial los que alaban al Se-
ñor como Rey, llamados salmos de la realeza del Señor y también salmos de
entronización (cf. Sal 47; 93; 95-100).
En los Himnos al rey (Sal 2; 21; 45; 72 y 110) se proclama al rey como instru-
mento por el que Dios gobierna y auxilia a su pueblo.
El origen de los himnos dedicados al rey hay que situarlo fundamentalmen-
te en las ceremonias de la coronación, o en acontecimientos extraordinarios
de su reinado, como las bodas reales o una victoria sobre los enemigos. La
unidad de estos salmos en un grupo peculiar responde más a su temática
y contenido que a una estructura literaria formal. El contexto originario de
estos salmos es la corte real y la vida del rey. Para comprenderlos es necesario
recordar la relevancia que la monarquía davídica tiene en el Antiguo Testa-
mento.
44 Exhala mi corazón un discurso aderezado; Escucha, hija, y mira, presta tu oído,
dedico mi poema al rey; olvida tu pueblo y la casa de tu padre:
mi lengua es pluma de escriba veloz. y el rey se prendará de tu belleza;
Eres el más hermoso de los hijos de Adán, él es tu señor, inclínate ante él.
en tus labios se ha derramado la gracia, La hija de Tiro viene con presentes,
pues Dios te ha bendecido para siempre. los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ciñe tu espada al costado, valiente: Radiante de gloria, la hija del rey enjoyada
tu gloria y tu honor. (de brocados de oro es su vestido,
Triunfa, sube al carro por la verdad, con bordados de colores), es conducida ante el rey.
la modestia y la justicia; Vírgenes, sus damas, forman su séquito,
que tu diestra te enseñe a realizar hazañas. son conducidas ante ti;
Tus flechas son agudas, son conducidas en medio de alegría y regocijo;
los pueblos se te someten, entran en el palacio del rey.
se clavan en el corazón de los enemigos del rey. En lugar de tus padres estarán tus hijos;
Tu trono, ¡oh Dios!, es por siempre, sin fin; los constituirás príncipes por toda la tierra.
cetro de rectitud es el cetro de tu reino. Haré memorable tu nombre
Amas la justicia y odias la impiedad; en todas las generaciones;
por eso te ha ungido Dios, tu Dios, por esto, te alabarán los pueblos
con óleo de alegría, más que a tus compañeros. por los siglos de los siglos (Sal 45,2-18).
Mirra, áloe y casia exhalan tus vestidos;
en palacios de marfil te deleitan las arpas.
Hijas de reyes están entre tus damas.
A tu diestra está la reina,
adornada con oro de Ofir.
La relación del rey con Dios está en el marco de la Alianza (cf. Sal 89,26-28):
el rey representa al pueblo, y la Alianza con «David» (incluyendo toda su di-
nastía) era una concreción de la Alianza de Dios con su pueblo. El favor y las
promesas de Dios hacia el rey, lo eran hacia el pueblo. De ahí que la esperanza
de salvación se expresara a través de un «ungido», de un rey «mesías», y por
eso se llame a estos salmos mesiánicos.
Cada nuevo rey que continuaba la dinastía davídica era señal de que Dios iba
llevando adelante su promesa, con lo que se avivaba la esperanza en la salva-
ción del advenimiento del Reino de Dios. Así se refleja también en los oráculos
de Is 7-11. A pesar del juicio negativo que hace el Deuteronomista respecto
a los reyes, y que la monarquía desaparece con el destierro, se conservaron
aquellos viejos himnos cantados al rey y se adaptaron a la liturgia del segundo
Templo. Esto hubo de suponer necesariamente una actualización de su senti-
do proyectándolo con más fuerza a la era escatológica. Aquellos himnos, por
encima del tiempo y de las circunstancias, cantaban en definitiva la actuación
de Dios a través de sus mediadores: los reyes de la dinastía de David. Y esa
actuación de Dios se haría efectiva algún día a través de un mediador perte- 45
neciente a aquella misma dinastía que inaugurase el cumplimiento del reino
de Dios. En este sentido se potenció el significado mesiánico de estos salmos.
Cuando hablamos de «mesianismo» hay que tener en cuenta el significado del
término «mesías» en el Antiguo Testamento, y que la realidad que se afirma de
Jesús al proclamarle Mesías (Cristo o Ungido) sobrepasa aquellas perspectivas.
En el Antiguo Testamento el término «mesías» aparece treinta y ocho veces. Apa-
rece ya en Levítico aplicado a los sacerdotes (cf. Lv 4,3.5.16; 6,15). Luego se aplica
como título de los reyes. En Is 45,1 el título «ungido» se aplica a Ciro, un rey persa.
También el título «ungido» se aplica a los profetas (cf. Is 62), y a veces establecien-
do un paralelismo entre «ungido» y «profeta» (cf. Sal 105,15: «No toquéis a mis
ungidos, ni hagáis mal a mis profetas»).
Dentro de los himnos o salmos de alabanza existe otro grupo que se puede
identificar como Cantos de Sión (Sal 46; 48; 76 y 87). Estos salmos resaltan la
grandeza y el esplendor de Jerusalén, porque en ella está Dios. De ahí la con-
fianza que suscita la ciudad misma, su contemplación emocionada y orante,
los votos que se le hacen y el gozo de pertenecer a ella. Estos salmos no guar-
dan propiamente la estructura formal de los himnos, pero son ciertamente
cantos de alabanza.
El contexto originario de estos cantos podría ser alguna fiesta o las peregrina-
ciones a Jerusalén. Tienen relación temática con los «Cantos de las subidas» y
46 con los «Himnos procesionales», cuya estructura formal se basa en un diálogo
entre quienes llegan al Templo en procesión y los guardianes del Santuario
(Sal 15; 24; 46; 68 y 132).
En el Nuevo Testamento Jerusalén es presentada como el centro desde el que
la salvación se extiende a todos los confines de la tierra. Así la considera san
Lucas en su obra. Pero la nueva Jerusalén es la Iglesia, tal como la presenta
san Pablo en Gal 4,26ss., refiriéndola a la Iglesia presente, o como aparece en
Ap 21-22, proyectándola a la Iglesia triunfante. Desde esta óptica los cantos de
Sión adquieren un significado actual para el cristiano.
Estos salmos incluyen temas que aparecen directamente tratados en los libros
sapienciales, como la retribución (cf. Sal 37; 49; 73 y 91), el contraste entre el
justo y el malvado (cf. Sal 1), consejos sobre la conducta, la responsabilidad
personal y la diligencia. Su estilo, cercano al de la literatura sapiencial, se mue-
ve entre comparaciones, exhortaciones, estructuras alfabéticas, proverbios nu-
méricos y bienaventuranzas. Por eso se los ha llamado «salmos sapienciales».
Muchos de estos salmos reflejan ciertamente un contexto de enseñanza al
modo sapiencial y tienen un carácter tardío. Quizás se incluyeron en el sal-
terio porque fueron los sabios posteriores al destierro quienes hicieron las re-
copilaciones sálmicas (a ello se debería que figure en primer lugar el Salmo
1). Además, a lo largo de todo el salterio, se percibe una influencia sapiencial,
como puede verse en el Salmo 2: «Ahora reyes aprended…» o en el Salmo 73: 47
«Fíjate cómo son los impíos…».
Estos salmos preparan asimismo la revelación del Nuevo Testamento. En la
enseñanza de Jesús encontramos expresiones parecidas a algunas de estos
salmos (compárese, por ejemplo el Salmo 1 con las «Bienaventuranzas»). Sin
embargo, por encima de la sabiduría que enseña que la dicha del hombre está
en el temor del Señor y en el cumplimiento de la Ley, Jesús enseña que la dicha
está en pertenecer al Reino de Dios.
Los salmos sapienciales se llenan de un sentido nuevo cuando la Iglesia los
reza. La Ley que cantan estos Salmos es para el cristiano la Ley nueva, la ley
del amor y la libertad. La salvación no viene por el cumplimiento de la Ley,
sino por la fe.
Es importante observar que todas las lamentaciones van unidas en los salmos
a actitudes de alabanza o de acción de gracias; no existe la lamentación en
estado «puro». Esto es una señal de que la lamentación no se separa del con-
texto de la fe en Dios Salvador. La desgracia llevada a la oración se contempla
ya como atendida por Dios y por lo tanto se convierte en motivo de alabanza
y de acción de gracias. Esto hace pensar que el orante ha recibido ya la res-
puesta positiva a su plegaria, quizá mediante el oráculo pronunciado por el
sacerdote.
• La enfermedad, que se debe a Dios (cf. Sal 38), pues la envía y sólo Él
la puede curar (cf. Sal 38,3 y 102,11). Se considera fruto del pecado (cf.
Sal 107,17) y se describe de forma dramática. Se supone que el enfermo ha
pecado y por lo tanto los enemigos se ríen de su piedad y se aprovechan
de la situación. La curación es como una señal del perdón de los pecados
(cf. Sal 6; 38 y 102).
Según la intensidad con que aparecen algunos temas, entre los salmos de sú-
plica se pueden distinguir:
• Salmos de confianza en Dios (cf. Sal 3; 4; 11; 16 y 22). Muestran con espe-
cial claridad la profunda actitud religiosa que anima al salmista.
• Salmos de petición de perdón (cf. Sal 6; 32; 38; 51; 102; 103; 130 y 143). Se
trata de oraciones de un enfermo que implora a Dios pidiendo perdón de
sus pecados.
• Salmos imprecatorios. Son aquellos en los que aparecen con especial in-
tensidad imprecaciones contra los enemigos. La dureza de muchas ex-
presiones se explica por el contexto del AT (no se ve otra forma de que
instaure la justicia de Dios y ésta ha de regirse por la ley del talión, cf.
Sal 5; 10; 18; 31; 35; 52; 54; 58-59; 69; 79; 83; 104; 109; 125; 137; 139-140).
El Salmo 69, un salmo de súplica, es el texto del Antiguo Testamento más cita-
do en el Nuevo. Le sigue en número de citaciones el Salmo 22. Ambos se ven
actualizados en la pasión de Cristo.
Estos poemas reflejan una profunda actitud religiosa del hombre que reconoce
a Dios en los acontecimientos positivos de su vida. El contexto originario de
estos salmos pudo ser diverso:
También conectan estos salmos con los de súplica ya que, a veces, se describe
la situación de miseria en la que estaba el orante y de la que ha sido salvado.
Como los salmos de súplica, también los salmos de acción de gracias pueden
ser colectivos e individuales. Los más abundantes son los individuales (cf.
Sal 30; 31; 40,2-11; 41; 66,13-20; 92; 107; 116 y 138). Las acciones de gracias
colectivas son relativamente escasas. Reflejan el agradecimiento del pueblo
por la liberación de un peligro común, por una buena cosecha, o por los
beneficios concedidos al rey que redundan en bien de todo el pueblo (cf.
Sal 66 y 124).
La estructura literaria de estos salmos es la siguiente: 53
• La introducción. Es muy similar a la de los salmos de alabanza, introdu-
ciendo la invitación a dar gracias, o a bendecir o alabar (cf. Sal 9,2 y 138,1).
• El cuerpo del salmo lo constituye generalmente una narración en la que
se expone la situación atribulada del salmista y la intervención salvadora
de Dios. Dos temas que no deben faltar son la historia de la persona que lo
recita y el reconocimiento de Dios como liberador. La narración no puede
faltar en el salmo de acción de gracias, por breve que sea (cf. Sal 69,33-34).
• Al final, como conclusión, se vuelve a resaltar lo dicho en la introducción
del salmo, generalmente en sentido de alabanza.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• súplicas • salmo «vago»
• Sión • género literario
• teocéntrico • imprecatorio
• mesianismo • persecución, enfermedad, muerte
• ungido • guerra, carestía, plaga
• Ley • fiestas, peregrinaciones
• acción de gracias
SUMARIO
1. EL ORDEN DE LOS SALMOS EN EL INTERIOR DEL LIBRO • 2. INTRODUCCIÓN
AL SALTERIO (Sal 1-2) • 3. EL LIBRO I DEL SALTERIO (Sal 3-41) • El reconocimien-
to de Dios (Sal 3-14) • La oración de quien reconocer al Señor (Sal 15-24) • La bon-
dad del Señor con sus fieles (Sal 25-34) • Confianza en el Señor frente a los enemigos
(Sal 35-41) • 4. EL LIBRO II DEL SALTERIO (Sal 42-72) • El Señor presente en Sión y
en el Templo (Sal 42-49) • Desde el Templo el Señor habla a su pueblo (Sal 50) • La
respuesta del hombre (Sal 51-72) • 5. EL LIBRO III DEL SALTERIO (Sal 73-89) • Los
beneficios y las exigencias de la Alianza (Sal 73-83, de Asaf) • Dios salva desde Sión
(Sal 84-89, de Coré) • 6. EL LIBRO IV DEL SALTERIO (Sal 90-106) • La parte mo-
saica del salterio • El Señor, Rey de la tierra (Sal 93-99) • El Señor, salvador de su
pueblo (Sal 101-106) • 7. EL LIBRO V DEL SALTERIO (Sal 107-150) • La dignidad y
función del rey ungido (Sal 110) • Cantos para la alabanza (Sal 111-118) • Un canto
a la Ley del Señor (Sal 119) • Cantos de las subidas (Sal 120-134) • La oración del
desterrado (Sal 137-145) • La gran alabanza final (Sal 146-150).
1. El orden de los salmos 57
en el interior del libro
Tal como aparecen en el libro de los Salmos las composiciones que lo integran
no vienen agrupadas ni por su género literario ni por su temática, sino que si-
guen un orden que responde a otros criterios. Como ya expusimos al explicar
la formación del libro de los Salmos, en éste han sido incorporadas diversas
colecciones que existían previamente.
En la redacción final, tal como ha llegado a la Iglesia, se percibe un orden y
una disposición de los salmos que se ha de tener en cuenta para su correcta
comprensión. El libro se abre con una introducción formada por los Salmos 1
y 2 y concluye con un pequeño bloque de salmos de alabanza (Sal 146-150).
Además, en su interior, el libro se presenta dividido en cinco partes o libros
(en correspondencia a los cinco libros de la Ley o Pentateuco). Esto indica que
el libro tiene actualmente una configuración propia en la que cada colección
incorporada (y cada una de las cinco partes que se van sucediendo) tiene una
significación peculiar en el conjunto de la obra (como la tiene igualmente cada
salmo respecto a los que le preceden y le siguen).
En este tema vamos a ir considerando cada grupo de salmos que aparecen
en el libro al hilo de los cinco libros de que consta. He aquí un esquema que
puede servir de guía:
Los Salmos 1 y 2 son una introducción a todo el libro. Con estos dos salmos
se invita al lector a hacer motivo de meditación y de oración cada uno de los
acontecimientos de la vida humana a la luz de la Ley de Dios y en unión a su
Ungido, el Mesías.
El salmo 1 proclama primero la dicha del hombre que sigue la ley de Dios
(vv. 1-3); y luego, en antítesis, el fracaso de aquél que se aleja de ella (vv. 4-6).
También invita a meditar sobre la orientación fundamental de la vida. A lo
largo del salterio el lector podrá aprender a secundar la Ley de Dios, pues de
ella se irá hablando reiteradamente (sobre todo en el Salmo 119). La situación
en que quiere estar el autor del Salmo 1 culminará cuando nuestro Señor Je-
sucristo (que hace presente entre los hombres al Reino de Dios) proclamará
definitivamente quién es el hombre «dichoso» o «bienaventurado»: aquel que
pertenece al Reino de los Cielos (cf. Mt 5,1-11; Lc 6,20-23).
58 FASES
LIBROS
FORMACIÓN
1 reflexión
Salmo 1 INTRODUCCIÓN
sapiencial
Salmo 2 2
50 de Asaf 31
51-71 de David
72 de Salomón 72 doxología
C 89 de Etán 89 doxología
90 reflexión
90-92 Moisés (90)
sapiencial
101-110 Alabanza
111-118 Aleluyáticos
(Liturgia Pascual) Hallel
119
138-145 de David
150 doxología
146-150 ALELUYÁTICOS Hallel
final
Dichoso el hombre y no se marchitan sus hojas: 59
que no sigue el consejo de impíos, cuanto hace prospera.
ni se detiene en el camino de pecadores, No así los impíos, no así.
ni toma asiento con farsantes, Son como polvo que dispersa el viento.
sino que se complace en la Ley del Señor, Por ello, los impíos no se levantarán en el juicio,
y noche y día medita en su Ley. ni los pecadores en la asamblea de los justos.
Será como un árbol Porque el Señor vela sobre el camino de los justos,
plantado al borde de la acequia, mientras el de los impíos acaba en perdición (Sal 1,1-6).
que da fruto a su tiempo,
Los Salmos 3-14 constituyen una serie que incluye, al comienzo, plegarias de
la mañana, de la noche y en el Templo (Sal 3-5), luego presenta dos oraciones
en las que el hombre expone su conciencia de pecador y de justo ante Dios
(Sal 6-7), y, como punto culminante, un poema de reconocimiento de la gran-
deza divina (Sal 8). A éste le siguen, en contraste, los Salmos 9-14, que tratan
de quienes no reconocen a Dios como Señor, los impíos o pecadores, que final-
mente son calificados de «necios» (por negar su existencia) (cf. Sal 14,1).
60 El Salmo 8 fija la atención en la primera gran obra del Señor: la creación y,
más en concreto, la creación del hombre. Tras las súplicas recogidas en los
Salmos 3-7, ahora, la oración se despliega en alabanza.
– primero mostrando su poder (8,4): «Cuando veo los cielos, obra de tus
dedos, / la luna y las estrellas, que Tú pusiste»;
En esta sección se proclama quién puede subir al Templo del Señor. Com-
prenden un ciclo de poemas en el que van apareciendo las figuras del levita
(Sal 16), del rey (Sal 18; 20 y 21) y del hombre injustamente perseguido (Sal 22).
En el Salmo 15 se proclaman las condiciones que hacen falta al hombre para
permanecer en el Templo de Dios: una conducta justa, precisamente lo con-
trario de lo que hacen los impíos o malvados. Tras presentar en el Salmo 17
la súplica del hombre cuyas acciones responden al plan divino, en los salmos
siguientes, aparece, de un modo u otro, la figura del rey (Sal 18-21) como tipo
de quien reconoce al Señor. El Salmo 18 se encuentra también en 2 S 22,1-5,
puesto en boca de David, e introducido con las mismas palabras que leemos
en el titulillo: «De David cuando Dios le libró de todos sus enemigos». Des-
pués viene la oración del justo que sufre (Sal 22), y el Salmo 23, que proclama
que el verdadero pastor (rey) es el Señor.
El Salmo 22 tendrá un fuerte eco en el Nuevo Testamento. Nuestro Señor Je-
sucristo pronunció las primeras palabras de este salmo cuando estaba clavado
en la cruz («Eloí, Eloí, lamá sabaktani», cf. Mt 27,46; Mc 15,34) y manifestó
que hacía suyos los sentimientos de confianza en Dios encerrados en esta ora-
ción. El salmo adquiere así un valor excepcional en cuanto que, por una parte;
podemos ver en él prefigurados los sentimientos de Jesús; y, por otra, nos
permite acercarnos un poco más al modo en que Jesús vivió su muerte y el
significado que tiene para nosotros. En efecto, al narrar la muerte del Señor
los evangelistas han querido poner de relieve que entonces se cumplieron las
palabras de este salmo.
62 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Pero yo soy un gusano, no un hombre,
Lejos estás de mi salvación, oprobio de los hombres,
de mis palabras suplicantes. desprecio del pueblo.
Dios mío, te invoco de día, y no escuchas; Al verme, todos hacen burla de mí,
de noche, y no encuentro descanso. tuercen los labios, mueven la cabeza:
Pero Tú eres el Santo, «Confió en el Señor: que lo salve Él,
sentado entre las alabanzas de Israel. que lo libre, si es que lo ama».
En Ti pusieron su esperanza nuestros padres; Tú me sacaste del vientre,
esperaron y los liberaste. me confiaste a los pechos de mi madre.
A Ti gritaron y fueron salvos, A Ti me encomendaron desde las entrañas maternas;
en Ti confiaron y no quedaron avergonzados. desde el seno de mi madre Tú eres mi Dios (Sal 22,1-11).
Con el Salmo 25, construido con secuencia alfabética (salmo acróstico), se ini-
cia un conjunto de salmos que va hasta el Salmo 34 (también acróstico). En
ambos, además, aparece cantada la bondad del Señor: en el primero se afirma
que «el Señor es bueno» (cf. Sal 25,8) y en el otro se dice: «gustad y ved qué
bueno es el Señor» (Sal 34,9).
Dentro de este conjunto resaltan conceptos como el amor, la misericordia y
la gracia de Dios. La bondad del Señor se va manifestando en cuanto que el
Señor hace justicia (Sal 26), protege y guía (Sal 27), es refugio seguro (Sal 28),
deja oír su voz (Sal 29), cura de la enfermedad (Sal 30), no abandona frente a
los perseguidores (Sal 31), perdona el pecado (Sal 32) y es creador y providen-
te (Sal 33). Por eso, en el Salmo 34, se concluye con una alabanza personal, ya
que «los ojos del Señor» velan sobre los justos (cf. Sal 34,16).
En el Salmo 25 el orante reconoce su pecado y pide perdón y en el Salmo 26 63
presenta a Dios su inocencia y pureza de corazón. Estas eran las condiciones
requeridas en el Salmo 24 para entrar en el Templo, y recibir la bendición del
Señor. Sólo se es plenamente inocente cuando el Señor perdona (Sal 25).
En los Salmos 27 y 28 aparece de nuevo el Templo como lugar de salvación
y de escucha del Señor. Dios deja oír su voz poderosa en la tormenta (Sal 29)
y con su poder atiende la súplica de quien está al borde de la muerte (Sal 30)
y abandonado de todos (Sal 31), porque es un Dios que perdona (Sal 32) y
providente con todos (Sal 33). De ahí que se invite a reconocer su bondad y a
temerle (Sal 34,8-11).
El Salmo 31 cobra especial relieve entre estos ya que la angustiosa situación
humana referida en este salmo, que recuerda a la del profeta Jeremías, la expe-
rimentó, más que nadie, nuestro Señor Jesucristo en su pasión y muerte. Hizo
suyas las palabras del v. 6 justo antes de expirar en la cruz: «En tus manos
encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46), dándonos a conocer que Dios es fiel, es el
Padre que no iba a abandonar a su Hijo. Rescatado de la muerte y exaltado a
la derecha del Padre, Cristo es también aquél en cuyas manos pone el cristia-
no su vida antes de morir, como hizo san Esteban, el primer mártir cristiano:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7,59).
Los salmos de «los hijos de Coré» presentan ciertos rasgos propios que los
distinguen de los demás:
• su expresividad lírica,
• su amor a Jerusalén y
• su carácter universalista.
Los Salmos 42-43 forman parte de una misma plegaria que manifiesta el de- 65
seo de Dios, como la cierva el agua, y, pensando que Dios le ha abandona-
do, anhela poder acercarse al Templo. Además, la gloria y majestad del rey
sigue manifestándose en sus bodas con una princesa extranjera (Sal 45), y
el Señor sigue habitando en Sión (Sal 46), morada del Altísimo (cf. Sal 46,5).
Aunque Dios como rey ya es aclamado en el Salmo 24 (y de nuevo lo será en
los Salmos 93-100), en el Salmo 47, la aclamación de la realeza de Dios viene
unida a la contemplación de la gloria de Jerusalén y se anuncia que será
participada por los demás pueblos (cf. Sal 47,10). La belleza y seguridad de
la ciudad santa, causada por la presencia de Dios, vuelve a cantarse en el
Salmo 48. Es la ciudad del Dios de los ejércitos, cuya alabanza se eleva por
toda la tierra.
El grupo de salmos de los hijos de Coré termina centrando también la aten-
ción en el hombre concreto. El Salmo 49 destaca una enseñanza derivada de
la fe en la presencia de Dios en Sión: la seguridad de los individuos no está en
su riqueza sino en la confianza en el Señor. La enseñanza va dirigida a todos
los hombres, pues el Dios de Israel es Rey de todos los pueblos y de toda la
tierra.
Escucha, pueblo mío, voy a hablar. me pertenece todo lo que se mueve por el campo.
Contra ti, Israel, voy a dar testimonio: Si tuviese hambre, no tendría que decírtelo,
Yo, Dios, soy tu Dios. pues mío es el orbe y cuanto lo llena.
¿Es que voy a comer carne de toros
No te reprendo por tus sacrificios, y a beber sangre de machos cabríos?
pues tus holocaustos están siempre ante Mí.
No tomaré de tu casa ni un ternero, Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
ni un cabrito de tus apriscos; cumple tus votos al Altísimo,
porque mías son todas las fieras de la selva, e invócame en el día de angustia:
y los miles de animales en mis collados; Yo te libraré
conozco todas las aves del cielo, y tú me glorificarás (Sal 50,7-15).
66 El poema comienza describiendo la manifestación de Dios que va a hablar a
su pueblo (vv. 1-6). Después viene la locución divina a modo de un oráculo
(vv. 7-23). Tras invitar al pueblo a escuchar (v. 7), le habla de los sacrificios de
animales que, aunque Él no los necesita, los acepta como alabanza (vv. 7-15);
luego corrige la conducta hipócrita de quienes no cumplen sus mandamientos
aunque los proclaman (vv. 16-22) y termina mostrando su aceptación de los
sacrificios sinceros y de la conducta recta (v. 23).
Dios no rechaza los sacrificios en general (v. 8), sino la actitud de querer com-
prar con ellos su voluntad, de querer obligarle, como si Él tuviese necesidad
del algo (vv. 10-13). Dios pide actos de culto que procedan verdaderamente
del deseo de alabarle y de la sincera petición de auxilio (vv. 14-15). En el poe-
ma Dios recrimina también a los «impíos» que son caracterizados por su hipo-
cresía al querer engañar a Dios (vv. 16-18) y por su deslealtad hacia los demás
(vv. 19-20). Ellos interpretan el aparente silencio de Dios como si éste aprobase
su conducta; imaginan un Dios a su medida, que equivale a olvidarse del ver-
dadero Dios. Por eso se les anuncia el castigo (vv. 21-22) y en contraposición a
ellos Dios mismo señala quiénes le van a ser gratos (v. 23).
Las advertencias que el Dios de la Alianza hace a su pueblo en este salmo
quedan recogidas en las palabras de Jesús a sus discípulos: «No todo el que
me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos; sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21). De nada sirve conocer
la ley, o enseñarla, dirá san Pablo a los judíos en Rm 2,17-24, si se deshonra a
Dios transgrediéndola.
Los salmos que siguen al Salmo 50 son una serie de oraciones de súplica y de
alabanza, en su mayor parte atribuidas a David. Representan la respuesta del
hombre a Dios que habla desde el Templo. La serie incluye:
• en primer lugar una petición de perdón (Sal 51);
• la súplica ante el mal proceder de los impíos:
– su aparente prepotencia y necedad (Sal 52-53),
– y la violencia que ejercen contra el justo (Sal 54-60);
• después, la confesión de encontrar refugio en Él (Sal 61-64),
• la alabanza (Sal 65-68),
• y, de nuevo, la petición de ayuda, que culmina en la petición por el rey 67
(Sal 69-72).
El Salmo 51 es una respuesta a la acusación divina expresada en el salmo ante-
rior (cf. Sal 50,7). Los vv. 18-19 muestran haber comprendido lo que Dios pedía
en Sal 50,8-13, y toda la oración del Salmo 51 viene a ser el cumplimiento de
Sal 50,15. Por ello se piensa que los Salmos 50 y 51, aun siendo tan diferentes,
van uno a continuación de otro porque fueron usados en la misma liturgia
penitencial. En el Salmo 51, el salmista,
• comienza su oración pidiendo a Dios que quite de él su pecado (vv. 3-4):
«Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad; / según tu inmensa
compasión / borra mi delito. / Lávame por completo de mi culpa, / y
purifícame de mi pecado.»;
• luego presenta su condición de pecador (vv. 5-8): «Pues yo reconozco mi
delito, / y mi pecado está de continuo ante mí. / Contra Ti, contra Ti sólo
he pecado, / y he hecho lo que es malo a tus ojos. / Por eso has de ser justo
en tu sentencia, / has de tener razón en tu juicio. / ¡Mira! En culpa nací, /
y en pecado me concibió mi madre. / Pero Tú amas la verdad más íntima,
/ y, en lo oculto, me enseñas la sabiduría.» y
• de nuevo pide ser librado del pecado mediante un rito de purificación
(vv. 9-11): «Rocíame con hisopo y quedaré limpio, / lávame y quedaré más
blanco que la nieve. / Hazme sentir gozo y alegría, / que exulten los hue-
sos que has quebrado. / Aparta tu rostro de mis pecados / y borra todas
mis culpas».
• A esta parte centrada en el pecado sigue otra centrada en la gracia (vv. 12-19):
– se pide a Dios una nueva condición humana (vv. 12-14): «Crea en mí, Dios
mío, un corazón puro, / y renueva en mi interior un espíritu firme. / No
me arrojes de tu presencia, / ni me retires tu santo Espíritu. / Devuélveme
el gozo de tu salvación / y afírmame con un espíritu noble»,
– y se le promete dar testimonio de su acción, alabarle y ofrecerle un sacrifi-
cio agradable, el del corazón (vv. 15-19): «Enseñaré a los malvados tus ca-
minos, / y se convertirán a Ti los pecadores. / Líbrame de la sangre, Dios
mío, / Dios de mi salvación; / mi lengua anunciará tu justicia. / Señor,
abre mis labios / y mi boca proclamará tu alabanza. / No te complaces en
los sacrificios, / y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. / El sacrifi-
cio grato a Dios es un espíritu contrito: / un corazón contrito y humillado,
/ Dios mío, no lo desprecias».
68 • Finalmente se ruega por Jerusalén (vv. 20-21): «Por tu benevolencia, favo-
rece a Sión, / reconstruye los muros de Jerusalén. / Entonces te complace-
rán los sacrificios legítimos, / holocaustos y oblaciones; / entonces, sobre
tu altar, / se ofrecerán novillos», de manera semejante a como el salmista
oraba por él mismo al comienzo de la oración.
En los Salmos 52-60 se contempla la malicia humana:
• la prepotencia de los fuertes (Sal 52),
• la necedad de quien niega a Dios (Sal 53 que repite Sal 14),
• la alevosía de los enemigos del salmista (Sal 54-57),
• la iniquidad de los jueces (Sal 58)
• y la saña de los pueblos enemigos de Israel (Sal 59-60).
La oración cambia de tono en los Salmos 61-64, donde predomina el tema de
la seguridad que se encuentra en Dios, en el Templo y en su poder.
A este grupo de salmos de súplica en los que se acentúa la seguridad que el
orante encuentra en el Señor sigue otro pequeño grupo en el que se alaba al
Señor con una perspectiva universalista (Sal 65-68). Es como si Dios hubiese
escuchado y actuado. La oración de alabanza encuentra un momento cumbre
en el Salmo 68, ya que en él culminan las alabanzas iniciadas en el Salmo 65,
y en él convergen los recuerdos de las hazañas del Señor en el pasado, la con-
templación de su presencia en el Templo y la consideración de su señorío so-
bre toda la tierra y todos los pueblos.
Para cerrar el Libro II aparece la súplica en los cuatro salmos finales (Sal 69-
72). En ellos, un hombre enfermo, piadoso y afrentado por todos (Sal 69) pide
el auxilio divino (Sal 70) desde una situación llena de debilidad (Sal 71). Final-
mente, se pide para el rey y su reinado (Sal 72) juicio y justicia, pues mediante
ella Dios librará al pobre y desvalido. La sucesión de estos salmos manifiesta
la convicción de que Dios envía su auxilio a través de su ungido, el rey.
La tercera parte del libro de los Salmos comienza con un grupo de ellos atri-
buidos a «Asaf» (Sal 73-83). A estos sigue un nuevo grupo de salmos «de los
hijos de Coré» (Sal 84-88) entre los que se intercala una plegaria de David
(Sal 86) y termina con una oración asignada a «Etán» en la que se pide por el
rey (Sal 89).
5.1. Los beneficios y las exigencias de la Alianza (Sal 73-83, de Asaf) 69
Los Salmos 73-83 tienen la peculiaridad de expresar con más fuerza que el res-
to del Salterio las exigencias de la Alianza. Además recuerdan los prodigios
que Dios realizó por el pueblo al sacarlo de Egipto y al instaurar la dinastía
davídica.
El Salmo 73 guarda cierto paralelismo con el Salmo 1 porque expresa que es
la verdadera sabiduría la que va guiando constantemente al lector del libro de
los Salmos y le introduce ahora en la contemplación del poder de Dios (Sal 74-
76) y en la meditación de la historia de Israel (Sal 77-80).
Aunque parezca que triunfan los impíos (Sal 73) y haya sido destruido el
Templo (Sal 74), Dios es el juez supremo (Sal 75) ante el que nadie puede
resistir (Sal 76). La historia de Israel muestra los prodigios de Dios en favor
de su pueblo sacándole de Egipto (Sal 77) y guiándolo a la Tierra Prometida
y manteniendo la monarquía davídica (Sal 78), a pesar de la pérdida del
Arca y el abandono divino del santuario de Silóh como castigo por los pe-
cados del pueblo (Sal 78,59-61). También la profanación del Templo (Sal 79),
como la devastación de las tribus del Norte (Sal 80), son consecuencias del
pecado. A continuación, el Señor vuelve a pedir que se le escuche (Sal 81)
y condena a los jueces inicuos (Sal 82). Ante esto no puede sino surgir la
plegaria para que Dios destruya a los enemigos de Israel (Sal 83). La histo-
ria muestra por tanto que Dios mantiene su Alianza, pero corrige al pueblo
cuando no es fiel.
A continuación aparecen dos pares de salmos de «los hijos de Coré» (Sal 84-
85 y 87-88). Cada uno de esos pares de cantos de los hijos de Coré consta de un
salmo dedicado a Sión (Sal 84 y 87), seguido de otro de súplica (Sal 85 y 88).
Sus acentos son similares a los que encontrábamos en el grupo de salmos de
los hijos Coré al comenzar la segunda parte del Libro II (Sal 42-49). El Sal-
mo 84 ensalza ante todo al Templo y el Salmo 87 a Jerusalén. En el Salmo 85
ora el pueblo viendo que la justicia divina se ha unido a su fidelidad y en el
Salmo 88 ora un individuo al borde de la muerte.
El Salmo 86 es una oración de David situada en el centro del grupo y procla-
ma la venida de todas las gentes a postrarse ante Dios en el Templo. En esta
oración se encuentran bastantes frases pertenecientes a otros salmos que aquí
están reunidas a modo de antología. Es indicio de una composición tardía.
70 La oración por el rey del Salmo 89 con la que concluye el Libro III está en co-
rrespondencia con el final del Libro II, que también terminaba con una oración
por el rey (cf. Sal 72).
No hay como Tú entre los dioses, Señor, para que ande en tu fidelidad.
ni obras como las tuyas. Haz que mi corazón sea sencillo,
Todas las naciones que hiciste para que tema tu Nombre.
vendrán a postrarse ante Ti, Señor, Te daré gracias de todo corazón, Señor, Dios mío,
y a dar gloria a tu Nombre; y glorificaré tu Nombre por siempre.
porque Tu eres grande y haces maravillas: Pues tu misericordia es grande conmigo
Tú solo eres Dios. y has librado mi alma del seol profundo (Sal 86,8-13).
Enséñame, Señor, tu camino,
El Libro IV comienza con el Salmo 90, que lleva como título «plegaria de Moi-
sés». La mayoría de las composiciones que integran esta parte no llevan en ge-
neral título, salvo algunos salmos atribuidos a David (Sal 92; 98-100; 101 y 103)
y el Salmo 102, atribuido a un hombre afligido. Se pueden distinguir:
• Los Salmos 90-92 que, con un matiz didáctico, invitan a ver las proezas de
Señor.
• Los Salmos 93-100 que cantan la realeza de Dios.
• Los Salmos 101-110 que tienen como centro el recuerdo de la salida de
Egipto y la entrada en la Tierra Prometida (los Salmos 107-110 pertenecen
ya, sin embargo, al Libro V del salterio).
Al final del Salmo 106 aparece una doxología que marca el final del Libro IV.
Coincide que en este salmo se menciona a Moisés, lo mismo que en el título
del Salmo 90, con el que comienza este Libro. Por eso se ha llamado la Parte
mosaica del Salterio y porque, además, el nombre de Moisés lo encontramos
en los salmos que la componen con más frecuencia que en el resto del salterio.
Aclamad al Señor, la tierra entera; Entrad por sus puertas con acción de gracias,
servid al Señor con alegría, en sus atrios con cantos de alabanza,
entrad a su presencia con júbilo. dadle gracias, bendecid su Nombre.
Sabed que el Señor es Dios: Porque el Señor es bueno:
Él nos hizo y somos suyos, su misericordia es eterna,
somos su pueblo y ovejas que Él apacienta. y su fidelidad, por todas las generaciones (Sal 100).
En el Salmo 101 un rey terreno promete un buen gobierno. Este poema tiene
una correspondencia con el Salmo 110 en el que se canta la subida del rey al
trono y su sacerdocio. Ese conjunto vendría a mostrar que el rey ha de go-
bernar con rectitud y justicia (Sal 101). El rey, como instrumento de Dios, se
preocupa del hombre abatido y de la suerte del pueblo (Sal 102-103). Dios
manifiesta su poder en la creación y en la liberación de su pueblo de Egipto
(Sal 104-105). Dios actuó por medio de Moisés (Sal 106) y puede en cualquier
momento cambiar la suerte del pueblo (Sal 107-108) y castigar a los impíos
(Sal 109), porque ha puesto al rey como su representante y sacerdote (Sal 110).
Pero la bondad de Dios con su pueblo, cantada en el Salmo 105, contrasta con
su pecado, presentado en el Salmo 106. En él se exponen los pecados del pue-
blo y el perdón de Dios junto al mar Rojo (vv. 6-12), en el desierto (vv. 13-33) y
en la tierra de Canaán (vv. 34-43), concluyendo con la afirmación de que Dios
tuvo misericordia de los cautivos (vv. 44-48). Si en el Salmo 105 se proclama y
se muestra la fidelidad del Señor a su palabra, en el Salmo 106 se muestra su
misericordia mediante el perdón. Así, las dos características fundamentales
del Dios de la Alianza quedan proclamadas al final del Libro IV del salterio.
Tal como ha quedado el Libro V, los Salmos 107-112, vienen a ser como una in-
troducción al grupo de salmos de alabanza o «Hallel» constituido por los Sal-
mos 113-118. Esa «introducción» consta de un salmo sapiencial que no lleva
título (Sal 107), seguido de tres salmos atribuidos a David (Sal 108-110), más
otros dos de tipo sapiencial y sin título (Sal 111-112). Si entendemos que los
salmos atribuidos a David formaban un grupo propio, entonces el Salmo 107
sirve para introducir ese pequeño grupo que culminaría con el Salmo 110.
Este salmo significaba que la acción redentora de Dios hacia su pueblo se hace
extensible por la mediación del rey. Así, la figura del rey queda resaltada ahora
como agente de la alabanza que viene a continuación. El Salmo 110 muestra:
• Que Dios hace al rey su lugarteniente (v. 1): «Oráculo del Señor a mi señor:
“Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de
tus pies».
• Las consecuencias que ello conlleva para los enemigos y para el pueblo
(vv. 2-3): «El Señor extenderá desde Sión el poder de tu cetro: “Domina en
medio de tus enemigos”. Para ti es el principado el día de tu poder, entre
esplendores sagrados. Desde el seno, antes de la aurora, como el rocío, te
he engendrado».
• Después se declara el sacerdocio del rey (v. 4): «El Señor lo ha jurado y no
se arrepiente: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melqui-
sedec”»,
• y se hace un comentario sobre su dominio universal (vv. 5-7): «El Señor, a
tu derecha, el día de su ira quebrantará a los reyes. Juzgará a las naciones,
amontonará los cadáveres, quebrantará las cabezas sobre ancha tierra. En
el camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza».
Jesús empleó y citó el Salmo 110 cuando planteó a los judíos que si David, a
quien todos atribuían el salmo, llama «señor» al Mesías, ¿cómo puede éste ser
un descendiente suyo? (cf. Mc 12,35-37 y par.). El Mesías es muy superior a
David puesto que éste le llama «señor». De esta forma Jesús mostraba el ca- 73
rácter trascendente de su mesianismo, por lo que «Señor» se ha de entender
con mayúscula.
Aleluya.
Alef
Doy gracias al Señor, de todo corazón,
Bet
en el consejo de los rectos y en la asamblea.
Guímel
Grandes son las obras del Señor;
Dálet
dignas de ser contempladas por todos los que las aman.
He
Esplendor y majestad son su obra,
Vav
y su justicia permanece para siempre.
Záin
Ha hecho maravillas dignas de recordar.
Het
El Señor es clemente y compasivo.
Tet
Da alimento a quienes le temen,
Yod
recuerda siempre su alianza.
Kaf
Manifestó a su pueblo la fuerza de su obrar,
Lámed
al darle la heredad de las naciones.
Mem
Las obras de sus manos son verdad y justicia.
Nun
Dignos de confianza, todos sus mandatos;
Sámek
promulgados para siempre,
Áin
se han de cumplir con fidelidad y rectitud.
Pe
Envió la redención a su pueblo;
Sade
ordenó para siempre su alianza.
Qof
Su Nombre es santo y temible.
Resh
Principio de la sabiduría es el temor del Señor.
Shin
Sensatos son cuantos lo practican.
Tav
Su alabanza permanece para siempre (Sal 111).
74 El Salmo 114 celebra lo que hizo el Señor al sacar a su pueblo de Egipto y
el Salmo 115 habla de su presencia manifestada en su bondad para con su
pueblo y en la creación. El Salmo 117 (el más breve del salterio) es como una
ampliación del «Aleluya» que se viene repitiendo en los salmos anteriores.
Finalmente, en el Salmo 118, resuena, real o ficticiamente, la voz del rey que
alaba al Señor después de una victoria. El «Hallel» termina así con la atención
puesta en el rey.
Entre el grupo de salmos que forman el «Hallel» (Sal 113-118) y el de los can-
tos de las subidas que va a continuación (Sal 120-124) aparece el extenso Sal-
mo 119. Este salmo pudo hacer de conclusión a una edición del libro de los
Salmos anterior a la que ha llegado a nosotros. En ese caso habría servido de
colofón al libro, dejando al lector en la contemplación de la Palabra y de la Ley
del Señor.
El Salmo 119 está compuesto con un arte literario especial y un dominio ex-
cepcional de la lengua hebrea. Va siguiendo las letras del alfabeto y haciendo
coincidir la primera letra de la primera palabra de cada ocho versículos con
cada una de sus veintidós letras. Resulta así una composición larguísima de
176 versículos. Todo el salmo está dedicado a la Ley de Dios que es menciona-
da en cada versículo utilizando a lo largo del salmo ocho términos distintos:
ley, preceptos, caminos, decretos, mandamientos, juicios, palabras y pro-
mesa. No se percibe una unidad temática estricta en cada uno de los grupos
de ocho versículos, ni una sucesión de argumento entre ellos. Aparecen, sin
orden determinado, máximas sapienciales, súplicas al Señor, frases de lamen-
tación, alabanzas a Dios, o reafirmaciones del salmista en su conducta. Se trata
claramente de un salmo compuesto después del destierro, más para ser leído
y meditado personalmente en orden a estimular la reverencia y la piedad ha-
cia la Ley de Dios, que para ser proclamado en público. Mientras que en otros
salmos aparecen las acciones de Dios en la creación y en la historia del pueblo,
aquí la gran acción de Dios es haber dado la Ley y comunicado su palabra
con la que orienta la vida del salmista y ante las que pide obediencia.
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, Haz volver, Señor, a nuestros cautivos
nos parecía soñar. como los torrentes del Négueb.
Se nos llenaba de risas la boca, Los que siembran con lágrimas
la lengua, de cantares de alegría. cosechan entre cantares de alegría.
Entonces se decía entre las naciones: Al marchar iban llorando,
«El Señor ha hecho con ellos cosas grandes». llevando las semillas.
El Señor ha hecho con nosotros cosas grandes: Al volver vienen cantando,
estamos llenos de alegría. trayendo sus gavillas (Sal 126).
Después de los «salmos de las subidas» aparece el Salmo 136 que resume en
forma de letanía las acciones divinas en la creación y en la liberación de Egip-
to. Junto con el Salmo 135, forman en la liturgia judía el llamado «Gran Ha-
llel», o «Hallel egipcio», distinto del formado por los Salmos 113-118.
Los Salmos 138-145 forman un grupo por estar todos ellos atribuidos a David.
Su sentido se comprende mejor a la luz del Salmo 137, que presenta la situa-
ción de un desterrado al que sus deportadores piden que les cante los cantos
de Sión. Para ellos no puede cantarlos, pero sí para el Señor, y tal sería el sen-
tido de los ocho salmos que van a continuación y que pueden considerarse la
oración del desterrado. El grupo contiene seis oraciones de súplica (Sal 139-
144) enmarcadas en dos cantos de alabanza (Sal 138 y 145).
Como grupo de oraciones del desterrado todos estos salmos tienen especial
relevancia a la luz del Nuevo Testamento, que enseña al cristiano que vive
76 como extranjero (cf. 1 P 1,1), y que mientras habitamos en este mundo, vivi-
mos lejos del Señor, pues caminamos en la fe, no en la visión (cf. 2 Co 5,6).
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
Se dice que el gran filósofo y científico Blaise Pascal recitaba diariamente este Salmo,
que es el más amplio de todos; mientras que el teólogo Dietrich Bonhoeffer, asesinado
por los nazis en 1945, lo convertía en oración viva y actual escribiendo:
«Indudablemente el Salmo 118 es largo y monótono, pero nosotros tenemos que ir pa-
labra por palabra, frase por frase, lenta y pacientemente. Descubriremos entonces que
las aparentes repeticiones son en realidad aspectos nuevos de una misma realidad:
el amor por la Palabra de Dios. Como este amor no puede tener nunca fin, tampoco
tienen fin las palabras que lo confiesan. Pueden acompañarnos por toda nuestra vida.
En su sencillez se convierten en la oración del niño, del hombre, del anciano» (Rezar los
Salmos con Cristo, «Pregare i Salmi con Cristo», Brescia 1978, p. 48).
(Catequesis de san Juan Pablo II sobre
el salmo 119 (118), Audiencia General,
miércoles 14 de noviembre de 2001, n. 2)
78
TEMA
5 LOS SALMOS. TEOLOGÍA
Este tema presenta una síntesis del mensaje que aparece contenido en
los Salmos sobre Dios, el hombre y el mundo. Se pretende dar unas cla-
ves para la comprensión de los Salmos a la luz del Nuevo Testamento.
SUMARIO
1. UNA TEOLOGÍA DE LOS SALMOS • 2. DIOS Y SU FORMA DE ACTUAR • Sobe-
ranía universal del Dios de Israel • La actuación de Dios con Israel • La actuación de
Dios con el justo y con el impío • 3. EL HOMBRE EN EL MUNDO Y ANTE DIOS • La
condición humana • La unión con Dios • Dimensión cristológica del Mesías y del
Templo.
1. Una teología de los salmos 79
En el libro de los Salmos cada poema es una composición completa en sí mis-
ma, que expresa quién y cómo es Dios para el orante, cómo éste se comprende
a sí mismo y al mundo que le rodea y cuál es su relación con Dios. Por otra
parte los salmos recogen el sentir religioso del pueblo elegido desde la épo-
ca de la monarquía hasta la última etapa del Antiguo Testamento. Dada esa
variedad interna es legítimo preguntarse si es posible una «Teología de los
Salmos». La respuesta es afirmativa por las mismas razones por las que es
posible una teología bíblica. En efecto, la teología bíblica trata de sistematizar
de forma orgánica lo que en los diversos libros se expone sobre Dios, objeto
propio de la teología, de forma narrativa, preceptiva o sapiencial. En cuanto
a la Teología de los Salmos se trata de sistematizar esos contenidos desde el
ámbito de la oración.
En los salmos queda reflejada toda la Revelación de Dios al antiguo Israel, y la
respuesta de éste a Dios. La dimensión religiosa de los salmos sólo puede per-
cibirse, por tanto, en la lectura y meditación detenida de cada poema. Que en
los salmos estos aspectos hayan sido hechos oración contribuye a situarlos en
la perspectiva que les es más propia, el diálogo entre Dios y el hombre, pues
la Revelación de Dios tiene como fin «invitar a los hombres a la comunicación
con Él y a recibirlos en su compañía» (C. Vaticano II, Dei Verbum, n. 2).
Aunque la historia de la formación del libro puede delatar sucesivos acen-
tos religiosos a medida que se fue configurando la colección (relación del
individuo con Dios, aspectos cultual y sapiencial, dimensión litúrgica), el
libro, tal como ha sido recibido, constituye una unidad en la que quedan
reflejadas, mejor que en ningún otro libro del Antiguo Testamento, la fe y la
espiritualidad de Israel. Una fe que se fue fraguando a lo largo de la historia
y al hilo de la meditación de las intervenciones divinas; y una espirituali-
dad que surgió de la vivencia de esa fe en las más diversas circunstancias
por las que atravesaban el hombre y el pueblo. De ahí que el libro de los
Salmos sea el lugar por excelencia dentro del Antiguo Testamento para co-
nocer la manera de actuar de Dios y para percibir quién es Él y qué es el
hombre ante Él.
Dios está por encima del universo visible y es trascendente a todo. La repre-
sentación de Dios habitando en los cielos (cf. Sal 2,4; 11,4; 14,2; 29,10; 33,13-
14; 102,20; 113,5-6), o expresiones como «Señor de los ejércitos» (cf.
Sal 103,21 y 148,2) o «Soberano de todos los dioses» (cf. Sal 95,3), formadas
sin duda a partir de concepciones religiosas más primitivas, sirven para poner
de relieve la trascendencia y señorío absolutos del Dios de Israel.
La soberanía de Dios abarca, por tanto:
• a los cielos con todos sus elementos: «Tuyos son los cielos, tuya es la tierra;
el orbe y cuanto lo llena, Tú los fundaste» (Sal 89,12);
• a todas las naciones y reinos de la tierra que subsisten porque Él quiere:
«¡Levántate, oh Dios! Juzga la tierra, porque Tú eres el Señor de todas las
naciones» (Sal 82,8);
• a todo hombre y todo ser vivo a los que Él cuida con su providencia (cf. 81
Sal 33,13-15 y 36,6-10) y a los que muestra su grandeza y su gloria median-
te
– el ritmo de los astros (cf. Sal 19,4-6 y 74,16)
– y la fecundidad de la tierra (cf. Sal 65,9-10 y 67,7).
La absoluta soberanía de Dios a la que se acaba de hacer referencia se ha
manifestado en la historia de Israel. Dios lo eligió como su pueblo, lo formó
y lo mantiene como tal a pesar de las vicisitudes por las que ha atravesa-
do y, sobre todo, a pesar de que el pueblo no ha sido fiel a la Alianza (cf.
Sal 33,12; 50,7).
También es Dios quien da el éxito o el fracaso a las acciones humanas. Por eso
se apela a Él en la enfermedad y en las situaciones de angustia a causa de la
persecución de los enemigos. Él es «saddiq» (justo) con todos y a cada uno da
su merecido (cf. Sal 112,4 y 116,5). Así muestra su justicia: salvando al pobre y
al humilde y castigando al que confía en sí mismo y al soberbio.
De la forma de actuar de Dios con su pueblo a lo largo de la historia y con cada
hombre tal como éste lo percibe en su experiencia personal, se deduce que:
• Dios siempre es fiel a Sí mismo, a lo que Él es, soberano, providente y
justo: «A Ti, Señor, levanto mi alma. / Dios mío, en Ti confío. / No quede
yo avergonzado, / no se alegren mis enemigos a mi costa. / Nadie que
espera en Ti queda avergonzado; / queden avergonzados los traidores sin
motivo. / Muéstrame, Señor, tus caminos, / enséñame tus sendas. / Haz-
me caminar en tu fidelidad, instrúyeme, / pues Tú eres mi Dios salvador,
/ y en Ti espero todo el día. / Acuérdate, Señor, de tu misericordia / y de
tu amor, que son eternos» (Sal 25,1-6).
• Dios es compasivo y misericordioso y está lleno de una bondad que se
manifiesta en su constante disposición al perdón: «Pero Tú, Señor, / Dios
compasivo y misericordioso, / lento a la cólera, rico en misericordia y fi-
delidad, / mírame y ten piedad, / da fuerzas a tu siervo, / y salva al hijo
de tu esclava» (Sal 86,15-16).
• En todo su actuar Dios muestra fidelidad a su Palabra. Tal fidelidad divi-
na llena la tierra y no tiene fin: «La palabra del Señor es recta, / y hace con
fidelidad todas sus obras. / Él ama la justicia y el derecho: / la tierra está
llena de su misericordia.» (Sal 33,4-5).
84 La absoluta soberanía de Dios no queda mermada por el hecho de que las
naciones no la reconozcan de momento (cf. Sal 79,6), pues son invitadas a
hacerlo y llegará el día en que la reconocerán (cf. Sal 68,32; 67,2). Tampoco
queda oscurecida por el hecho de que la vida de todos los hombres, incluso de
los justos, acabe en la muerte, pues, aunque en los salmos no aparezca expre-
samente la esperanza en una recompensa divina más allá de este mundo (cf.
Sal 6,6 y 88,11), la muerte no es entendida como límite ni al poder de Dios ni
a su misericordia hacia el hombre. La muerte es el designio divino sobre todo
ser vivo, algo connatural al hombre cuando ha cumplido sus días. Por encima
del valor de la vida está la misericordia divina: «Tu misericordia vale más
que la vida» (Sal 63,4a). La Revelación contenida en otros libros de la Biblia, y
sobre todo en el Nuevo Testamento con la resurrección de Cristo, harán más
explícita esa esperanza y mostrarán su cumplimiento.
Dos instituciones de Israel cobran especial relieve en los salmos: el rey, como
instrumento de la salvación otorgada por Dios, y el Templo, como lugar de
la presencia divina. Ambas anuncian a Cristo, aunque de forma distinta, y
culminan en Él.
En los «salmos del rey» queda abierta la promesa de Dios sobre su Ungido,
el descendiente de David. En el Nuevo Testamento se comprenderá que tales
promesas se han cumplido en Jesucristo y a él se aplicarán en sentido estricto
expresiones que en los salmos sólo tenían sentido metafórico. Por eso a esos
salmos se les ha llamado «salmos mesiánicos», aunque en realidad, todos
pueden referirse a Cristo de una forma u otra (cf. Lc 24,44).
Para los hombres del Antiguo Testamento el máximo encuentro con Dios se
producía en el Templo de Jerusalén y los salmos dejan constancia de la año-
ranza del lugar santo y del gozo de permanecer en él. En el Nuevo Testamento
se proclama que Dios se hace presente en la Humanidad de Cristo, nuevo
Templo (cf. Jn 2,17-22); en Él se ofrece a todos los hombres la posibilidad de
un encuentro filial con el Dios Creador y Redentor. El cristiano aspira no a
permanecer en el Templo, sino a vivir en Cristo.
La dimensión cristológica del Salterio arranca del uso que Jesús hace de los 87
Salmos y de cómo los comprendieron los hagiógrafos del Nuevo Testamento,
especialmente san Pablo y los evangelistas.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• Belial • «Nombre»
• compasivo y misericordioso • Templo
• «saddiq» • Teología bíblica
• «Señor de los ejércitos» • Ley y Alianza
Nuestra lectura buscará sobre todo destacar el significado religioso de los salmos,
mostrando cómo, aun habiendo sido escritos hace muchos siglos por creyentes judíos,
pueden ser usados en la oración de los discípulos de Cristo. Para ello nos serviremos
de los resultados de la exégesis, pero a la vez veremos lo que nos enseña la Tradición, y
sobre todo escucharemos lo que nos dicen los Padres de la Iglesia.
(San Juan Pablo II, Audiencia del miércoles
28 de marzo de 2001, n. 2)
89
TEMA EL CANTAR
6 DE LOS CANTARES
En este tema se estudia el libro del Cantar de los Cantares. Primero se ex-
plica el lugar que ocupa el libro en la Biblia y el título con el que se trans-
mite; después se analiza su estructura y contenido. Una vez situados en
el texto, se abordan cuestiones sobre la autoría, fecha de composición y
género literario. Por último se enuncian las principales interpretaciones
de esta singular obra. El estudio del Cantar nos ayudará a valorar la be-
lleza y dignidad del amor entre varón y mujer según el proyecto divino
y a aprender a ver en las expresiones con las que se describe ese amor
un camino apto para profundizar en la relación entre Cristo y la Iglesia y
entre Dios y el alma.
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO • Su lugar en la Biblia • Título • Aspecto
general • 2. ESTRUCTURA Y CONTENIDO • Estructura • Primer poema: la bús-
queda y el encuentro del amado (Ct 1,1-2,7) • Segundo poema: la celebración del
amor (Ct 2,8-3,5) • Tercer poema: día de bodas (Ct 3,6-5,1) • Cuarto poema: admi-
ración ante el amado (Ct 5,2-6,3) • Quinto poema: admiración ante la amada (Ct 6,4-
8,4) • 3. CUESTIONES ENTORNO AL CANTAR DE LOS CANTARES • El autor • El
género literario • Unidad de la obra • Fecha de composición • 4. LA INTERPRETA-
CIÓN DEL CANTAR: INTERPRETACIONES ALEGÓRICAS Y SENTIDO LITERAL.
90 1. Primera aproximación al libro
1.2. Título
2. Estructura y contenido
2.1. Estructura
• otros estudiosos distinguen 8 cantos (Ct 1,1-2,7; 2,8-3,5; 3,6-5,1; 5,2-6,3; 6,4-
6,12; 7,1-14; 8,1-7 y 8,7-14), otros 13, y los hay que ven hasta 53 cantos me-
nores.
De acuerdo con los temas que desarrolla, y por la repetición de versos a modo
de estribillos, la estructura hipotética más probable es la que distingue 5 gran-
des poemas, cada uno incluyendo varios cantos menores.
A un conocedor de la historia bíblica no le resulta difícil descubrir en los diversos
cambios de la acción unas imágenes de la relación amorosa entre Dios y su pueblo
en la época que sigue al destierro de Babilonia. Israel es la amada que ha buscado
a su Dios aunque no siempre ha sido completamente solícita con Él; pero ahora la
amada, Israel, ha pasado por la prueba del destierro que la ha purificado, y, reno-
vada, anhela ardientemente el momento de paz en el que pueda celebrar la unión
inquebrantable con su amor (Dios-amado). Esta es la interpretación que hacían
desde el principio los rabinos.
Como introducción y clave de lectura del libro se señala ante todo que es la
amada la que se asombra ante las singulares cualidades del amado. Es ella
quien tiene la iniciativa y sale en busca la unión amorosa con él (Ct 1,1-4). Am-
92 bos se encuentran y se cantan recíprocamente (Ct 1,5-2,7). Este primer poema
puede dividirse en tres partes.
• La amada sale en busca del amado (Ct 1,5-8),
• sigue con el encuentro de los amantes y el canto en el que cada uno exalta
la singularidad del otro (Ct 1,9-2,3)
• y concluye con la quietud de la unión amorosa (Ct 2,4-7) expresada en el
ruego de no despertar al amor (Ct 2,7).
El segundo poema supone la aceptación del amor, con la que concluía el pri-
mer poema, que ahora se desarrolla en la primavera (Ct 2,8-17) y por la noche
(Ct 3,1-5). La acción recomienza: el poema anterior concluía con el sueño y éste
se abre con el despertar.
Al llegar la primavera (Ct 2,8-17) se describe la llegada del amado y su llama-
da a la amada, coincidiendo con el despertar de la naturaleza en primavera. El
canto celebra, en campo abierto, un renacimiento de la naturaleza y del amor.
Como la fecundidad de la primavera triunfa sobre la esterilidad del invierno,
así triunfa el amor.
• Comienza el canto con la voz de la amada que está a la espera del amado,
• le reconoce en la lejanía por la voz y, en la cercanía, por el rostro (Ct 2,8).
• En correspondencia, el amado cantará después el rostro y la voz de la ama-
da (Ct 2,14).
• El cuerpo del poema es la invitación del amado a gozar del amor en comu-
nión con la naturaleza (Ct 2,10-14). De ahí también la petición conjunta que
viene a continuación: hay que hacer desaparecer todo cuanto estorbe esa
celebración triunfal.
• Las palabras finales de la amada en las que reclama para sí de manera
exclusiva al amado, al tiempo que le ofrece la libertad (Ct 2,16-17), serán
después estribillo (Ct 6,3 y 7,11) y final (Ct 8,14) del Cantar.
(El amado)
93
¡Levántate, ven, amada mía, y el arrullo de la tórtola
hermosa mía, vente! se escucha en nuestros campos.
Que ya pasó el invierno, La higuera comienza a madurar sus frutos,
las lluvias ya cesaron, se fueron. las viñas en flor ya exhalan su fragancia.
Aparecieron los brotes en el campo, ¡Levántate, ven, amada mía,
ha llegado el tiempo de la poda, hermosa mía, vente! (Ct 10b-13)
Si se lee el Cantar como una unidad literaria, este tercer poema está en el cen-
tro y presenta ciertas particularidades. Esta sección describe el día de bodas
del rey Salomón (Ct 3,11). Faltan los estribillos que se repiten en los otros
poemas del Cantar y, frente al diálogo y la exaltación que dominaban los an-
teriores, el tono de este poema es más descriptivo.
Comienza con la presentación de los novios (Ct 3,6-4,15) y acaba con la unión
conyugal y la invitación a los amigos del esposo para que celebren el aconte-
cimiento con un banquete (Ct 4,16-5,1).
• Presentación de los novios (Ct 3,6-4,15)
– Comienza hablando el poeta a partir del aspecto visual, como si descubrie-
ra en la lejanía del horizonte «algo» que se acerca, y, al poco, se ve que es
la litera de Salomón con su escolta (Ct 3,6-7).
94 – Entonces, como si estuviesen ya cerca, se describen, con asombro, la litera
y la figura real de Salomón (Ct 3,8-11). El canto no especifica quién sube
desde el desierto.
– A continuación es el amado quien describe la belleza de la amada. Tal des-
cripción consta de dos partes que pueden denotar distinta procedencia.
– En la primera (Ct 4,1-7) la amada
(El amado)
es denominada «amiga» y reco-
¡Ven del Líbano, esposa mía,
ge un retrato poético del cuerpo
ven del Líbano, vente!
de la mujer; canta la belleza físi- Aléjate de la cumbre del Amaná,
ca de la «amiga» y concluye con de la cumbre del Senir y del Hermón,
una expresión significativa: no de las guaridas de leones,
hay «tacha» alguna en ella. de los montes de leopardos.
(La amada)
Yo abrí a mi amado, pero mi amado Me golpearon, me hirieron,
ya no estaba, me despojaron del chal
se había marchado. los guardias de las murallas.
Se me escapó el alma por este motivo.
Lo busqué y no lo encontré; Os conjuro, hijas de Jerusalén:
lo llamé y no me respondió. si encontráis a mi amado,
Me encontraron los guardias ¿qué le habéis de anunciar?
que rondan por la ciudad. Que estoy enferma de amor (Ct 5,6-8).
Eres hermosa, amada mía, como Tirsá, Aunque sean sesenta las reinas,
bella como Jerusalén, ochenta las concubinas,
terrible como escuadrones y un sinnúmero las doncellas,
en orden de combate. ella sola es mi paloma, mi preciosa;
Aparta de mí tus ojos, ella la única de su madre,
que me conturban. la preferida de quien le dio a luz.
Tus cabellos son como rebaño de cabras Las muchachas, al verla, la aclaman dichosa,
que bajan de Galaad. la alaban las reinas y las concubinas:
Tus dientes, como rebaño de ovejas «¿Quién es ésa que se asoma como el alba,
que suben del baño, hermosa como la luna,
todas con crías mellizas, brillante como el sol,
ninguna de ellas estéril. terrible como escuadrones
Tus mejillas, medias granadas rojas en orden de combate?» (Ct 6,4-10).
a través de tu velo.
• Admiración y deseo hacia la amada (Ct 6,11-7,11). Este es uno de los can-
tos más complejos del Cantar. Con todo, pueden distinguirse cuatro mo-
mentos:
– el recuerdo de la posesión de la amada (Ct 6,11-12);
– un nuevo retrato poético de ella (Ct 7,1-6),
– el avivarse el deseo de gozar del amor de un modo nuevo (Ct 7,7-10) y
– el asentimiento a ese deseo por parte de la amada (Ct 7,10-11).
• Asentimiento pleno de la amada (Ct 7,12-8,4). Al final del poema la ama-
da se siente querida y toma otra vez la iniciativa y expone al amado los
98 planes que ha preparado para consumar el amor. De nuevo tiene lugar en
primavera, el tiempo de la celebración del amor (Ct 7,10-14; cf. Ct 2,10-14).
La referencia a ser «su hermano» expresa el deseo de que el amor entre
ambos se manifieste abiertamente, con naturalidad, de modo espontáneo
y en libertad, sin trabas ni posibles confusiones (cf. Pr 7,10-23).
El poema concluye con un epílogo (Ct 8,5-7) que representa la consumación
del amor y es como la culminación de todo el libro.
3. Cuestiones entorno
al Cantar de los Cantares
3.1. El autor
Por el juego de ritmos y por el mismo título del libro, resulta lógico incluirlo
en el género lírico. Un poema lírico no necesita desarrollo de la acción y, ade-
más, el Cantar tiene momentos de gran intensidad poética. El libro no consta
de un solo poema, sino de un conjunto de cantos de amor de diversa proce-
dencia reunidos por un recopilador. Son abundantes las imágenes pastoriles,
el ambiente festivo de una boda (la de Salomón u otro rey o cantos de boda
de ambiente rural). Cada canto sería completo en sí mismo y en él se daría la
búsqueda ansiosa del amado y la amada, y el encuentro. Sin embargo, el texto
no presenta esos cantos por separado (como los Salmos), sino que aquí encon-
tramos un único poema en el que se van enhebrando diversos estribillos (cf.
Ct 2,16; 6,3 y 7,11 y Ct 2,7; 3,5 y 8,4).
3.3. Unidad de la obra 99
Por todo lo dicho, parece que la hipótesis más probable es que el Cantar in-
cluye cantos de boda ya existentes en la tradición de Israel y que, recogidos
por un autor con ligeros cambios, los ha dotado de un cierto argumento y de
una consistencia propia, aunque no han quedado borrados del todo algunos
rasgos de la diversidad originaria. Esta hipótesis es bastante congruente. En
efecto, algunas partes del libro son muy semejantes a otros cantos de amor
orientales de los siglos XIII ó XIV a. C.
Lo más lógico y acorde con el texto es ver en el Cantar la obra de un poeta
que presenta el amor de dos jóvenes que culmina en su matrimonio. El libro
consta de escenas ficticias, lo mismo que los personajes, sin orden cronológico
ni realidad objetiva. Son como círculos concéntricos en torno al tema de fondo:
la ansiedad de la búsqueda y la alegría del encuentro.
Junto a lo que es común con los cantos de amor de la época está también lo
que es peculiar en el libro bíblico y que también deja notar la mano unificado-
ra de un autor. La protagonista del Cantar es la amada que busca al amado y
que pasa por diversas pruebas para llegar a la comunión con él. El amado se
caracteriza por su fidelidad y porque, al final del poema, es conquistado por
la amada. Las imágenes y las comparaciones de los amantes evocan muchos
lugares de la geografía de Palestina y muchas metáforas (rey, pastor, esposo,
esposa, viña, rocío) que la literatura profética aplicaba a Dios y a Israel en su
relación de alianza. Esta presencia continua de imágenes bíblicas hace que los
lectores de la obra se hayan preguntado desde la antigüedad si no se está ante
una alegoría que expresa en forma poética la alianza esponsal entre Dios y su
pueblo, anunciada por los profetas (cf. Os 2,16-25; Is 62,4-5; Jr 31,1-34).
«El Cantar es un enigma», decía san Agustín (Sermón 46,35). La lectura cui-
dadosa del texto obliga a coincidir en esa apreciación. Únicamente dos cosas
parecen claras:
• que habla del amor entre el hombre y la mujer y
• que usa constantemente una terminología que es empleada también por
los profetas en las alusiones a la alianza esponsal entre Dios e Israel.
«Alegrémonos; saltemos de júbilo; démosle gloria, deslumbrante y puro: el lino son las buenas obras
pues llegaron las bodas del Cordero y se ha engala- de los santos» (Ap 19,7-8; cf. Ap 21,2).
nado su esposa; le han regalado un vestido de lino
La tradición judía más antigua que se conoce a propósito del Cantar de los
Cantares ya lo interpretaba en sentido alegórico y quizás esa interpretación
contribuyó a que el libro pasase a formar parte de la Biblia. Con ese mismo
sentido fue acogido el libro en la Iglesia como parte de las Escrituras y se desa-
rrolló en general la interpretación cristiana refiriéndolo al amor entre Cristo y la
Iglesia (aunque hubo algunas excepciones, como Teodoro de Mopsuestia, que
aceptaba como canónico el Cantar, pero no aceptaba la interpretación alegórica).
Gran parte de la interpretación reciente del Cantar entiende que su sentido
literal histórico, el pretendido por el hagiógrafo, se ha de buscar en el ámbito
102 del amor humano. Los cantos serían expresión modélica de ese amor, puesta
en boca de Salomón. También desde esa interpretación tiene perfecto sentido
que el Cantar llegase a ser reconocido como libro santo. Vendría a ser una ex-
posición inspirada de la bondad y grandeza del amor matrimonial, inscrito
por el mismo Dios en el corazón del hombre y de la mujer al principio, en la
creación (cf. Gen 1-2).
El libro canta el amor según el proyecto de Dios, purificado de la sensuali-
dad y pecaminosidad con que quedó viciado por el pecado. A pesar de que
el lenguaje resulte a veces un tanto crudo para nuestra mentalidad, muestra
cómo la vida humana en todos sus aspectos (incluido el amor entre varón y
mujer) entra en el proyecto de Dios. El carácter de exclusividad y totalidad
que presenta presupone el matrimonio monogámico e indisoluble, aunque
no aborde esos aspectos de forma directa. El libro se fija en el fundamento: la
naturaleza misma del amor esponsal en el corazón del hombre y la mujer, tal
como fue proyectado por Dios.
En la misma línea de interpretación que los rabinos estuvieron casi todos los
Padres de la Iglesia (con la diferencia de que lo aplicaron al amor entre Cristo
y la Iglesia).
El comentario cristiano más antiguo que conocemos es el de san Hipólito.
Con los ojos puestos en Ef 5,21-33, este Padre interpreta muchas partes del
Cantar como un desposorio entre Cristo-esposo y la Iglesia-esposa. El des-
posorio se realiza en la Cruz, desde la que Cristo derrama sus perfumes (la
vida) sobre la humanidad. Esta tipología de Cristo y la Iglesia pervive en toda
la Tradición y es fácil encontrarla en Orígenes, san Ambrosio, san Agustín u
otros. Este hecho tiene testimonios en la tradición textual ya que algunos có-
dices griegos añadieron acotaciones al Cantar para señalar cuándo hablaba el
amado o la amada. Estas acotaciones, en la Vetus Latina, ya se traducían como
Cristo y la Iglesia.
En el comentario que Orígenes hace del Cantar recoge la tipología de la
Iglesia, pero la completa: la amada es también el alma cristiana que, encen-
dida de amor, busca la unión con Dios en la Iglesia. La línea antropológica
abierta por Orígenes tiene pronto su culmen en las homilías que escribió
san Gregorio de Nisa. Para el niseno, la esposa es tanto la naturaleza huma-
na como el alma cristiana que se sienten llamadas por el esposo, el Verbo,
a embellecerse y a perfumarse con las virtudes. Así, debe ser para acceder
a la unión con el amado que se da en los sacramentos (especialmente en la
Eucaristía).
Por último, san Ambrosio introduce la tipología de la Virgen María como la 103
representada por la esposa y, por tanto, modelo también para las vírgenes cris-
tianas que se desposan con Dios. También la tradición ha aplicado el Cantar
de los Cantares a la Santísima Virgen María en los escritos que tratan acerca
de su Asunción.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• lírico • metáfora
• Sulamita • restauración
• Aminadab • exclusividad
• alegoría • singularidad
• esponsal
SUMARIO
1. LA SABIDURÍA EN EL ORIENTE ANTIGUO • Los libros sapienciales de la Bi-
blia • Escritos sapienciales en Egipto, Mesopotamia y Canaán • 2. LA SABIDURÍA
EN ISRAEL: ELEMENTOS COMUNES CON LA SABIDURÍA EXTRABÍBLICA Y PRO-
PIEDADES ESPECÍFICAS • 3. DESARROLLO DE LA SABIDURÍA: VISIÓN DE CON-
JUNTO DE LOS LIBROS SAPIENCIALES • Etapas en el recorrido de la sabiduría en el
AT • Revelación de Dios a través de la reflexión sapiencial y los libros que la contiene.
106 1. La sabiduría en el Oriente antiguo
3. Desarrollo de la sabiduría:
visión de conjunto de los libros sapienciales
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• «Maat» y «Re» • sabiduría personificada
• proverbio • fe y razón
• retribución • Ugarit
• sabiduría tradicional • Amenemope
• ultramundano • pseudoepigrafía
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO DE LOS PROVERBIOS • 2. ESTRUCTURA
Y CONTENIDO • El prólogo • Las colecciones de proverbios de Salomón • Las co-
lecciones de proverbios de los sabios • El epílogo • 3. CUESTIONES EN TORNO A
PROVERBIOS • El género «proverbio» • Composición del libro y contexto históri-
co • 4. EL LIBRO DE LOS PROVERBIOS EN EL CONJUNTO DE LA SAGRADA ESCRI-
TURA • Su singularidad • Su aportación propia • Significación del libro a la luz del
Nuevo Testamento.
1. Primera aproximación al libro de los Proverbios 117
El libro lleva en hebreo el título «Proverbios de Salomón hijo de David, rey
de Israel». En una primera lectura se advierte que contiene diversas coleccio-
nes de dichos atribuidas a diversos autores. Estas máximas o refranes llenas
de sentido común eran denominadas «meshalim» (plural de «mashal»). La
versión griega de los LXX dispone en un orden ligeramente distinto esas co-
lecciones de proverbios. Esta divergencia entre el texto hebreo y LXX muestra
que una serie de colecciones independientes fueron unidas y organizadas de
dos maneras distintas.
2. Estructura y contenido
– La sabiduría libra al hombre del mal camino. La doctrina de los dos cami-
nos se hará muy popular en el judaísmo posterior y en el cristianismo.
Como se indicaba hace un mo- La ciudad se alegra con el bien de los justos,
mento, salvo unos pocos casos, y canta de júbilo con la ruina de los malvados.
cada uno de los proverbios de las
La ciudad prospera con la bendición de los rectos,
colecciones salomónicas ocupa se arruina con la boca de los malvados.
un versículo y, originariamente,
fue una unidad independiente Quien desprecia a su prójimo es un insensato,
que existió en forma oral. Pue- el hombre prudente guarda silencio.
de decirse que los versos de los
El chismoso divulga secretos,
capítulos Pr 10,1-22,16 y Pr 25-29 el hombre de fiar se guarda la palabra (Pr 11,1-13)
han estado en uso como prover-
122 bios independientes antes de que comenzara el proceso editorial. Al integrar-
se en grupos recibieron una nueva significación, se convirtieron en literatura
sapiencial.
Más vale buena fama que muchas riquezas, Instruye al muchacho acerca de su camino,
buena estima, que plata y oro. y ni de viejo se apartará de él.
Rico y pobre tienen en común El rico domina a los pobres,
que a ambos los hace el Señor. y el deudor es esclavo del acreedor.
El hombre cauto ve el mal y se oculta, Quien siembra malicia cosechará desgracias,
pero los ingenuos siguen adelante y lo sufren. y la vara de su ira lo consumirá.
Recompensa de humildad y temor del Señor, El generoso será bendito,
son riqueza, honra y vida. por haber dado de su pan al pobre (Pr 22,1-9).
En el camino del retorcido hay espinas y trampas,
quien cuida su alma se mantiene lejos.
2.4. El epílogo (Pr 31,10-31) 123
Se trata de un poema acróstico que describe a la mujer ideal. Esa figura de
mujer representa la sabiduría personificada y puede ser el punto culminante
del libro. En efecto, en el conjunto del libro de los Proverbios, este epílogo se
ha de leer en relación con el prólogo donde se había presentado la Sabiduría
personificada como una mujer que invita a todos al banquete preparado en
su casa. Ahora, en esta mujer fuerte que sabe hacer lo oportuno en todas las
circunstancias concretas de la vida, queda reflejada de nuevo la Sabiduría que
Dios ha dejado impresa en el orden de las cosas creadas.
Los proverbios más antiguos del libro reflejan una estructura social que encaja
en el contexto histórico de la monarquía, en la época anterior al destierro (si-
glos X-VI a. C.). Por eso, es probable que el núcleo original del libro fuera una
recopilación de esos proverbios, bien en forma oral o escrita, que se completó
más tarde (en torno al año 700 a. C.) y que quizá estuvieran destinados a la
instrucción de los jóvenes en la corte de Jerusalén. Más adelante se irían aña-
diendo una tras otra las demás colecciones de diversas procedencias.
En la redacción final del libro, realizada por un autor cuyo nombre no cono-
cemos, se compuso un largo prólogo, con un estilo propio e inconfundible,
para que sirviera de introducción al «manual» de sentencias y animase a su
aprendizaje (Pr 1-9), y se situó el hermoso poema de la «mujer fuerte» como
colofón final. Esta última fase del proceso tuvo lugar en la época postexílica y
se culminó probablemente durante los últimos años de la dominación persa
en el siglo IV a. C.
La unidad del libro viene dada por la figura de Salomón. El autor real com-
pone el amplio prólogo como si fuera Salomón; introduce a continuación la
sabiduría de este rey y la de otros sabios que vendría a ratificarla; y, al final,
el poema de la mujer perfecta que ejemplifica aquella sabiduría. Se trata por
tanto de una recopilación que ha sido cuidadosamente planeada.
4.1. Su singularidad
•
«mashal» • mujer extraña
•
Agur • sabios extranjeros
•
Lemuel • mujer perfecta
•
acróstico • Amenemope
•
temor de Dios • Ajicar
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO DE JOB • Situación en la Biblia • Título y
argumento de base • 2. ESTRUCTURA Y CONTENIDO • Los relatos en prosa: pró-
logo y epílogo • Los discursos en verso de Job y sus amigos • Los discursos de Eli-
hú • Discursos del Señor • 3. TEMAS EN TORNO AL LIBRO DE JOB • Autor y épo-
ca de composición • Unidad y modo de composición • Relación con la literatura
sapiencial extrabíblica • 4. EL LIBRO DE JOB EN EL CONJUNTO DE LA SAGRADA
ESCRITURA • Ante el problema del sufrimiento del justo • Job figura de Cristo.
130 1. Primera aproximación al libro de Job
El libro de Job suele aparecer el primero dentro del grupo de los libros poé-
ticos y sapienciales (antes del libro de los Salmos). No sucede lo mismo en la
Biblia hebrea, en la que viene colocado a continuación del libro de los Salmos.
Quizá su posición al principio del grupo se debe a que Job era considerado un
patriarca que vivió en los tiempos antiguos, antes que David y Salomón.
2. Estructura y contenido
El relato cuenta cómo Job vivía feliz siendo un fiel servidor de Dios. Dios per-
mitió que Satán le tentase para probar su fidelidad y Job perdió primero todos
sus bienes y luego a sus propios hijos. Finalmente fue herido en su cuerpo
con una terrible enfermedad. Job soporta todo con paciencia y sin separarse 131
de Dios. La esposa de Job llega incluso a invitarle a maldecir a Dios. Entonces
aparecen en escena tres amigos de Job que intentan consolarle: Elifaz de Te-
mán, Bilbad de Suar y Sofar de Naamá. Siete días y siete noches están senta-
dos a su lado en silencio.
Este personaje aparece y desaparece sin que el redactor del libro dé explicación
alguna. Pronuncia cuatro discursos intentando justificar el proceder de Dios
con Job. Su estilo se caracteriza por la ampulosidad. Elihú resalta la dimensión
correctiva del sufrimiento. Éste es una instrucción divina (cf. Job 33,14-25) y
medio de vuelta a Dios (cf. Job 36,15). Dios interviene si se le invoca como
Creador y Señor (cf. Job 35,9-16) y salva a los penitentes (cf. Job 34,31-33).
A Dios le basta con hablar una sola vez, y la comida le resulta insoportable;
133
no lo repite dos veces. su carne se consume a la vista
En sueños y visión nocturna, y sus huesos, antes revestidos, quedan
cuando el sopor invade a los hombres al descubierto.
y duermen en su lecho, Su alma está próxima a la fosa
abre los oídos de los hombres, y su vida a la morada de los muertos.
los estremece con sus apariciones, Si hay junto a él un ángel,
para alejar al hombre de su mal obrar protector suyo entre mil,
y librarlo de la soberbia, mostrando al hombre el camino recto,
para preservar su alma de la fosa y que, compadecido de él, diga:
y su vida de cruzar la frontera de la muerte. «Líbralo de bajar a la fosa,
También le amonesta con dolor en el lecho que he encontrado su rescate»,
y continuos temblores de huesos; entonces su carne recobrará el vigor primero,
le hace aborrecer en ese estado el alimento volverá a los días de su juventud (Job 33,14-25).
En esta sección se narra cómo el Señor censura a los tres amigos de Job y cómo
le restituye lo perdido ampliamente. Job «murió anciano y colmado de días»
(Job 42,17). Entre los bienes otorgados por Dios, destacan siete hijos y tres hijas
hermosísimas.
Tampoco poseemos datos suficientes para datar este libro con seguridad. El
relato en prosa sitúa a Job en la época patriarcal cuando el «paterfamilias»
cuidaba de los suyos y ofrecía sacrificios personalmente. Por estas razones la
antigua tradición rabínica hacía remontar la fecha de composición al siglo XX
a. C. No obstante, los comentaristas cristianos más antiguos y muchos Padres
de la Iglesia ya consideraban que el libro no pudo ser escrito antes del reinado
de Salomón.
El problema del sufrimiento del justo que plantea el libro de Job no es origina-
rio de la literatura bíblica, sino que se ambienta en las reflexiones del mundo
antiguo sobre el problema del mal y del dolor. Hay que relacionarlo sobre
todo con algunas obras procedentes de Mesopotamia (como, por ejemplo el
«Poema del justo que sufre» o también el «Diálogo de un sufriente con su
amigo»).
El libro de Job parte desde el comienzo de la fe en un único Dios, el Dios de Is-
rael. La fuerza del libro está en la parte poética: en los diálogos entre Job y sus
amigos y en la manifestación y locución de Dios. En esta parte el libro de Job
es único tanto por la fuerza con que se plantea el problema del justo que sufre,
como por la actitud del protagonista: Job más que suplicar a Dios, se encara
con Él. El lector no dejará de sorprenderse cuando la respuesta de Dios desde
la tormenta no conlleva la promesa de devolverle los bienes.
136 4. El libro de Job en el conjunto de la Sagrada Escritura
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• Bildad, Elifaz y Sofar • dolor
• prueba • Satán
• corrección • Behemot
• «do ut des» • Elihú
• temor de Dios • Leviatán
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO • Lugar en la Biblia • Título • 2. ESTRUC-
TURA Y CONTENIDO • Primera Parte: La Sabiduría es vanidad • Segunda Parte: La
sabiduría reside en el Temor de Dios • 3. CUESTIONES EN TORNO A QOHÉLET • El
autor y el género literario • Entorno cultural y religioso • Relación con la sabiduría
extrabíblica • 4. EL ECLESIASTÉS EN EL CONJUNTO DE LA SAGRADA ESCRITU-
RA • En el contexto del Antiguo Testamento • A la luz del Nuevo Testamento.
1. Primera aproximación al libro 141
1.1. Lugar en la Biblia
El libro de Qohélet (Qo) viene situado a continuación del libro de los Prover-
bios. Este orden se debe probablemente a la atribución del libro a Salomón. En
la Biblia hebrea está situado de otra forma: entra en el grupo de los «megui-
llot» o «cinco rollos» que se leen en festividades especiales. En este grupo, el
libro está ubicado detrás de Proverbios y antes de Daniel. Eclesiastés se leía y
se lee en las sinagogas en la fiesta de los Tabernáculos (sukkot). Esta fiesta se
celebra al comienzo del otoño, una vez terminada la recolección de los frutos,
y la lectura del libro del Eclesiastés supone una invitación a gozar con agra-
decimiento de los bienes obtenidos en la cosecha, sin olvidar que son un don
de Dios.
Entre los judíos hubo un tiempo en que se discutió su canonicidad. Dudaron
de su carácter sagrado algunos rabinos. Finalmente fue aceptado en el canon
judío debido sin duda a la supuesta autoría salomónica y a que se vio en él
una doctrina ortodoxa.
1.2. Título
El que ama el dinero no se sacia de dinero, y el que ama las riquezas no las consigue; también esto es vanidad.
Si abundan los bienes, abundan los depredadores, ¿y qué provecho saca el dueño sino verlo con sus ojos?
Dulce es el sueño del obrero coma poco o mucho, pero al rico el empacho no lo deja dormir (Qo 5,7-11).
El libro termina casi del mismo modo que comenzó: «¡Vanidad de vanidades,
dice Qohélet, todo es vanidad!» (Qo 12,8). Se cierra, finalmente, con un epílo-
144 go en el que el autor señala a Qohélet como maestro de la verdadera sabiduría
(cf. Qo 12,9-14).
Esto es lo malo de todo lo que pasa bajo el sol, que haya un único destino para todos.
Así el corazón de los seres humanos se llena de maldad, sus corazones desvarían duran-
te su vida y después se van con los muertos. Pero quien se cuenta entre los vivos tiene
esperanza, ya que más vale perro vivo que león muerto. Los vivos saben que morirán,
pero los muertos no saben nada, ni tendrán más recompensa porque su recuerdo se
ha esfumado; también se perdieron sus amores, odios y envidias, y ya nunca tendrán
parte en nada de lo que se hace bajo el sol. Anda y come tu pan con alegría, y bebe tu
vino con buen corazón, que Dios ya se ha complacido en tus obras. Lleva siempre ropas
blancas, y que no falte el perfume en tu cabeza. Goza la vida con la mujer que amas, to-
dos los días de la vana vida que tienes bajo el sol, todos tus vanos días, pues es lo tuyo
mientras vives y trabajas bajo el sol. Todo lo que esté al alcance de tu mano, hazlo con
todas tus fuerzas, pues en el sheol adonde te diriges no hay acción ni discernimiento,
ciencia ni sabiduría (Qo 9,3-10).
151
TEMA EL ECLESIÁSTICO
11 (SIRÁCIDA)
Conocer el libro del Eclesiástico ayuda a profundizar en la sabiduría de
Israel, que se presenta ahora a modo de síntesis y en clara confrontación
con la cultura griega. Es un libro del que se conocen muchos detalles
concretos: autor, lugar de composición, fecha y estructura. Un maestro
de Israel de inicios del s. II a. C. compendia todas sus enseñanzas en una
obra de valor siempre actual. Este libro no es reconocido como parte
de la Biblia ni por los judíos ni por los protestantes. Siguiendo la fe de la
Iglesia se estudia aquí como preparación cercana a la llegada de Cristo.
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO • Su lugar en la Biblia • Título • 2. ES-
TRUCTURA Y CONTENIDO • El prólogo • Primera Parte: Dios tiene la plenitud de la
Sabiduría • Segunda Parte: Dios infundió la Sabiduría en sus obras • Tercera Parte:
Dios concede la Sabiduría a quien guarda los mandamientos • Cuarta Parte: La ple-
nitud de la Sabiduría es temer a Dios • Quinta Parte: La lección de las generaciones
pasadas • Epílogo • 3. CUESTIONES EN TORNO AL ECLESIÁSTICO • El autor y su
época • El texto del libro del Eclesiástico • 4. EL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO EN LA
SAGRADA ESCRITURA • En el conjunto del Antiguo Testamento • El Eclesiástico a
la luz del Nuevo Testamento.
152 1. Primera aproximación al libro
1.2. Título
Esta obra se ha trasmitido con diversos nombres en las tradiciones judía, grie-
ga y latina. En los escritos rabínicos se la conoce como «Instrucción de Ben
Sirac», o bien, «Libro de la Instrucción». En la mayoría de los manuscritos
griegos cristianos recibe el título de «Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac» (o,
de forma breve, «Sabiduría de Sirac»). Algunos manuscritos latinos coinciden
con los griegos en llamarle «Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac». A partir del si-
glo III se hace frecuente también llamarle «Eclesiástico», quizá por el uso que
se hacía de él en la Iglesia para la instrucción de catecúmenos o neófitos. Esta
última denominación ha sido la prevalente en el área latina hasta la actuali-
dad, en que parece ganar terreno la de «Jesús ben Sirac» o también «Sirácida».
2. Estructura y contenido
Muchas y extensas enseñanzas se nos han transmitido mediante la Ley, los Profetas y los otros que han
continuado tras ellos; se debe, por tanto, alabar a Israel por su doctrina y sabiduría. Pero, puesto que con-
viene que los lectores no sólo se hagan sabios, sino que, como amigos del saber, también puedan ser útiles
a los de fuera tanto de palabra como por escrito, por eso mi abuelo Jesús, después de haberse dedicado
por mucho tiempo a la lectura de la Ley, de los Profetas, y de los otros libros de los antepasados, y una vez
adquirida una gran familiaridad con ellos, se propuso escribir él también algo que sirviera para enseñanza
y sabiduría, de modo que las poseyeran también los amantes del saber, y pudieran progresar siempre más
en una conducta de acuerdo con la Ley (Si, Prólogo 1-14).
2.3. Segunda Parte: Dios infundió la sabiduría en sus obras (Si 16,24-23,38)
El Señor creó al hombre de la tierra, Les otorgó que se gloriaran siempre de sus mara-
lo hizo según su imagen. villas
Y a ella lo hará volver de nuevo, para que alabaran su santo Nombre,
y le revistió de fuerza como la suya. y proclamaran la grandeza de sus obras.
Le asignó días contados, un tiempo determinado, Además puso ante ellos la ciencia
y le dio el dominio de cuanto hay sobre la tierra. y les dio en herencia la Ley de la vida.
Hizo que todo ser viviente le temiese Estableció con ellos una alianza eterna
para que dominara sobre las bestias y los pájaros. y les dio a conocer sus juicios y sus decretos.
Le concedió discernimiento, lengua, ojos y oídos, y Sus ojos contemplaron la grandeza de su gloria,
un corazón para razonar con ellos, y sus oídos oyeron su majestuosa voz.
y lo llenó de la capacidad para entender. Les dijo: «¡Guardaos de toda iniquidad!»,
Creó en ellos el conocimiento espiritual, y dio a cada uno preceptos con relación al prójimo.
llenó de sentimientos su corazón, Los caminos de ellos están siempre ante Él,
y les mostró el bien y el mal. no permanecen escondidos a sus ojos.
Puso el temor de Él en sus corazones, En cada pueblo constituyó un jefe,
mostrándoles la grandeza de sus obras. pero Israel es la porción del Señor (Si 17,1-15).
Gracias a los datos que nos ofrece el Prólogo al libro es posible situar con bas-
tante precisión el tiempo y lugar de su autor: «Jesús, hijo de Sirac, hijo de Elea-
zar, de Jerusalén» (cf. Si 50,29b). También es fácil ubicar a su nieto, el traductor
griego, de nombre desconocido. Éste dice haber llegado a Egipto y haberse es-
tablecido allí (probablemente en Alejandría) el año 38 del reinado de Evergetes,
que corresponde al 132 a. C. De ahí se deduce que la traducción griega tuvo que
ser realizada después de esa fecha. El abuelo del traductor fue un maestro de
Jerusalén amante de la Sabiduría y que se dedicó a la enseñanza de la Ley regen-
tando una bet-midrásh (cf. Si 51,31), es decir, una academia o escuela para estu-
dios de los libros sagrados del judaísmo. Como Ben Sirac no parece conocer la
revuelta macabea, se supone que escribió su obra unos sesenta años antes de la
traducción de su nieto (190-180 a. C.). En el libro no aparece ninguna referencia
a los acontecimientos acaecidos bajo el reinado de Antíoco IV Epifanes (175-164
a. C.), que impuso por la fuerza la helenización de la tierra de Israel. En cambio,
por lo que dice en Si 50,5-23, parece que pudo conocer personalmente al sumo 161
sacerdote Simón II, que ejerció su oficio sacerdotal hasta el 196 a. C.
La experiencia docente de Ben Sirac está bien reflejada en sus escritos. La ins-
trucción parte de las máximas tradicionales, aunque cambia un poco el estilo
de exponerlas. En el libro de los Proverbios, como hemos podido ver, se re-
cogen frases muy breves, con la concisión propia de refranes, y se suceden
unas a otras con rapidez aunque sean de temáticas diversas. En cambio, en la
«Instrucción de Ben Sirac», el maestro desarrolla un poco más cada una de las
ideas y realiza una cierta agrupación temática en unidades breves que, a su
vez, se van concatenando con las anteriores y las siguientes sin cambios brus-
cos de tema. Toda esa sabiduría se va trenzando con llamadas a la fidelidad a
la Alianza, que se concreta en el estudio y cumplimiento de la Ley que Dios
ha entregado a Israel.
El libro refleja los tiempos en los que la cultura griega se ha afianzado en todo
el Oriente próximo. En los últimos años del s. III a. C. y comienzos del II a. C.,
las «Guerras Sirias» entre los lágidas de Egipto y los seléucidas de Siria ter-
minaron por dejar Palestina bajo el poder del sirio Antíoco III. Éste promulgó
varios decretos destinados a acelerar la reconstrucción y repoblación de Jeru-
salén, concedió privilegios a los sacerdotes, escribas y miembros de la «gerou-
sía» o consejo de ancianos, y dispuso lo necesario para el mantenimiento de la
ciudad y del Templo. Con ello, la Ciudad Santa fue adquiriendo una fisono-
mía cada vez más parecida a la de las grandes ciudades griegas.
En esta situación las escuelas tradicionales de Judá fueron acusando el im-
pacto de la cultura helénica, especialmente con la aparición de maestros que
enseñaban a sus discípulos las diversas concepciones filosóficas debatidas en
el mundo cultural griego de entonces. No obstante, el acercamiento al mundo
helenista no supuso un menoscabo en la observancia de la Ley de Dios, la
Torah. Por el contrario, ésta cobraba una mayor importancia, como muestra
de fidelidad al Dios de los padres y como característica distintiva de la propia
identidad del pueblo judío.
Por su parte, ante las nuevas influencias extranjeras, los sacerdotes en el Tem-
plo hubieron de afrontar no pocas dificultades para desempeñar dignamente
sus funciones. Es en este contexto cuando se debió de escribir esta obra, como
un llamamiento a la fidelidad a las tradiciones de Israel. En el libro se mani-
fiesta la veneración del autor por el culto del Templo de Jerusalén, por la histo-
ria de Israel y por el sacerdocio. Enlaza además con la tradición sapiencial de
Proverbios y se hace eco de algunas expresiones de filósofos griegos.
162 3.2. El texto del libro del Eclesiástico
Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nue-
aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended vo, pero el que beba del agua que yo le daré no ten-
de mí que soy manso y humilde de corazón, y encon- drá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré
traréis descanso para vuestras almas (Mt 11,28-29) se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida
eterna (Jn 4,13-14)
Escucha, hijo, ten en cuenta mi parecer
y no desprecies mi consejo. Los que comen de mí aún tendrán más hambre,
Mete tus pies en sus cepos y los que de mí beben, aún sentirán más sed.
y tu cuello en su argolla (Si 6,24-25) Quien me obedece no se avergonzará,
y los que obran conmigo no pecarán.
Someted vuestro cuello a su yugo, Los que me esclarecen tendrán la vida eterna
Que vuestra alma reciba la instrucción. (Si 24,21-22).
Al alcance está el encontrarla.
Ved con vuestros ojos qué poco me he fatigado,
y el gran sosiego que me he encontrado (Si 51,34-35).
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones:
• Bet-midrash • Henoc
• Masada • Ley
• Qumrán • catecúmeno
• Evergetes • Sumo sacerdote Simón II
• lágidas y seléucidas • retribución
Como se puede ver, para el autor inspirado el deseo de conocer es una característica
común a todos los hombres. Gracias a la inteligencia se da a todos, tanto creyentes
como no creyentes, la posibilidad de alcanzar el «agua profunda» (cf. Pr 20, 5). […] La
168 peculiaridad que distingue el texto bíblico consiste en la convicción de que hay una
profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe. El mun-
do y todo lo que sucede en él, como también la historia y las diversas vicisitudes del
pueblo, son realidades que se han de ver, analizar y juzgar con los medios propios de la
razón, pero sin que la fe sea extraña en este proceso. Ésta no interviene para menospre-
ciar la autonomía de la razón o para limitar su espacio de acción, sino sólo para hacer
comprender al hombre que el Dios de Israel se hace visible y actúa en estos aconteci-
mientos. Así mismo, conocer a fondo el mundo y los acontecimientos de la historia no
es posible sin confesar al mismo tiempo la fe en Dios que actúa en ellos. La fe agudiza
la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el sucederse de los acon-
tecimientos, la presencia operante de la Providencia. Una expresión del libro de los
Proverbios es significativa a este respecto: «El corazón del hombre medita su camino,
pero es el Señor quien asegura sus pasos» (Pr 16, 9). Es decir, el hombre con la luz de la
razón sabe reconocer su camino, pero lo puede recorrer de forma libre, sin obstáculos
y hasta el final, si con ánimo sincero fija su búsqueda en el horizonte de la fe. La razón
y la fe, por tanto, no se pueden separar sin que se reduzca la posibilidad del hombre de
conocer de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios.
(San Juan Pablo II, Fides et Ratio, 16)
169
TEMA
12 EL LIBRO DE LA SABIDURÍA
El libro de la Sabiduría recoge el legado de la fe en el Dios único y de la
tradición sapiencial de Israel y lo expone en moldes culturales helenísti-
cos. Desde ahí aporta una concepción antropológica que le permite dar
una nueva solución al tema de la retribución afirmando la inmortalidad
del hombre y expone la historia de Israel como manifestación de la sa-
biduría que ha conducido al pueblo elegido a adorar al verdadero Dios
frente a la idolatría imperante. Las afirmaciones del libro sobre el origen,
naturaleza y función de la sabiduría resuenan en el Nuevo Testamento
cuando se enseña el origen eterno del Verbo, su divinidad y su función
en la historia al hacerse hombre.
SUMARIO
1. PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO • Lugar en la Biblia • Título • Recepción
en la Iglesia • 2. ESTRUCTURA Y CONTENIDO • Primera Parte: La sabiduría lleva
a la inmortalidad • Segunda Parte: Cómo alcanzar la sabiduría • Tercera Parte: La
sabiduría actuando en la historia: Israel y Egipto • 3. CUESTIONES EN TORNO AL
LIBRO DE LA SABIDURÍA • Recepción en la Iglesia • Fecha de redacción • Am-
biente cultural de redacción del libro • 4. EL LIBRO DE LA SABIDURÍA EN LA SA-
GRADA ESCRITURA • En el conjunto del Antiguo Testamento • A la luz del Nuevo
Testamento.
170 1. Primera aproximación al libro
El libro de la Sabiduría suele estar después del Cantar de los Cantares. Esta
situación se debe a que el libro se atribuye a Salomón lo mismo que el Cantar.
Muchos antiguos códices griegos lo ubican a continuación de Job, y éste, des-
pués del Cantar. En este caso Sabiduría no parece que se atribuya a Salomón
y queda descolgado como libro aparte, seguido de Eclesiástico. El libro de la
Sabiduría (del mismo modo que Eclesiástico) no se encuentra en la Biblia he-
brea. Un elemento que pudo influir es que Sabiduría fue escrito originalmente
en griego.
1.2. Título
2. Estructura y composición
Parece que el hagiógrafo estructuró su obra en tres partes, que se podrían
resumir así:
Esta sección trata de la vida del hombre desde una visión escatológica. Co-
mienza exhortando a los que gobiernan la tierra a amar la justicia que da la in-
mortalidad (Sb 1,1-15). A continuación, expone la forma equivocada de pensar
de los impíos y su comportamiento (Sb 1,16-2,24), muestra el distinto final que
aguarda en la muerte a los justos y a los impíos (Sb 3,1-4,20) y presenta el juicio
de Dios en el que los impíos reconocerán su error y recibirán su castigo (Sb 5,1-
23). Concluye recordando la responsabilidad de los que gobiernan (Sb 6,1-11)
y los invita a amar la Sabiduría para reinar eternamente (Sb 6,12-21). En con-
junto, esta primera parte enseña que la justicia (en el sentido de rectitud de
conducta) y la felicidad en la vida presente estriban en cumplir (bajo la guía
de la Sabiduría divina) la voluntad de Dios. De la conducta observada en la
vida presente depende la vida del más allá. La virtud («areté» en griego) era 171
el ideal más alto de los griegos. El autor inspirado sitúa este ideal como equi-
valente al comportamiento del justo dándole una dimensión religiosa (Sb 4,1).
La Sabiduría que ha de actuar en el hombre se define como algo relaciona-
do con Dios: un «espíritu santo» (Sb 1,5), «un espíritu que ama al hombre»
(Sb 1,6). Se trata de una expresión novedosa en el Antiguo Testamento, pero
que se explica desde la personificación de la sabiduría (cf. Pr 8 y Si 24) y desde
el uso del término «espíritu» («pneuma» en griego y «ruaj» en hebreo) con el
significado de fuerza.
En cuanto que todas las criaturas proceden de Dios, y tienen, por tanto, una
relación originaria con Él, están destinadas a la inmortalidad. La muerte, ex-
plica el autor de Sabiduría, no fue hecha por Dios. Tampoco creó Dios los seres
vivos para la muerte, sino para que vivieran (Sb 1,13-14). La muerte entró en
el mundo por envidia del diablo (Sb 2,23-24). Dios no hizo la muerte; sino
que «creó al hombre incorruptible y le hizo imagen de su misma naturale-
za» (Sb 2,23). La muerte es consecuencia del pecado (Sb 10,3).
Pero el impío no se limita a disfrutar de los placeres, sino que no tolera la
presencia del justo, porque es para él un constante reproche. Por eso el impío
somete a prueba al justo:
Oprimamos al indigente que es justo, no tenga- fin de los justos y se ufana de tener a Dios por pa-
mos piedad de las viudas, ni respeto de las viejas dre. Veamos si son veraces sus palabras, pongamos
canas del anciano. Que nuestra fuerza sea ley de a prueba cómo es su salida. Si el justo es de verdad
la justicia, pues lo débil ha de ser rechazado por hijo de Dios, Él le amparará y le librará de manos de
inútil. Preparemos trampas para el justo, pues nos los adversarios. Sometámosle a prueba con ultraje
es molesto: se opone a nuestros actos, nos echa en y tortura para cerciorarnos de su rectitud y compro-
cara pecados contra la Ley, nos denuncia de faltas bar su paciencia. Condenémosle a muerte ignomi-
contra la educación que recibimos. Declara que niosa, pues, según sus palabras, Dios le asistirá».
conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche de nuestros pensamientos, sólo el Así discurren, pero están engañados, pues su maldad
verle nos resulta una carga, pues lleva una vida dis- los ciega; no conocen los misterios de Dios, ni tienen
tinta de los demás, y sus sendas son diferentes. Nos esperanza en el premio de la santidad, ni aprecian el
considera como escoria, y se separa de nuestros honor de las almas sin mancha (Sb 2,10-22).
caminos como de la impureza; proclama dichoso el
Dios de los padres y Señor de la misericordia, que en tu santo monte y un altar en la ciudad de tu mo-
hiciste todas las cosas con tu palabra y con tu sabi- rada, a imitación de la tienda santa que preparaste
duría formaste al hombre, para que dominara so- al principio. Contigo está la sabiduría, que conoce
bre las criaturas hechas por ti, rigiera el mundo con tus obras, que estaba presente cuando hiciste el
santidad y justicia, y juzgase con rectitud de ánimo: universo, y sabe lo que es agradable a tus ojos y
otórgame la sabiduría que asiste junto a tu trono, conforme con tus mandamientos. Envíala desde los
y no me excluyas de entre tus hijos. Porque soy tu cielos santos, mándala desde el trono de tu gloria,
siervo e hijo de tu esclava, hombre débil y de corta para que me asista y trabaje conmigo y sepa yo lo
vida, incapaz de comprender los juicios y las leyes. que te agrada. Ella, que todo lo sabe y lo entiende,
Pues si alguien cree ser perfecto entre los hombres, me guiará con prudencia en mis actos,
pero le falta la sabiduría que viene de ti, no vale me custodiará en su gloria. Así, mis obras te serán
nada. Tú me elegiste como rey de tu pueblo y juez gratas, gobernaré a tu pueblo con justicia
de tus hijos e hijas. Me mandaste edificar un Templo y seré digno del trono de mi padre (Sb 9,1-12).
Desgraciados son, pues, los que ponen su esperan- con minio, pinta de rojo su superficie y recubre to-
za en cosas muertas, quienes llamaron dioses a las das sus manchas;
obras de manos humanas, al oro y a la plata labra- le prepara una habitación digna, lo pone en la pa-
dos con arte, y a figuras de animales, o a la piedra red fijándolo con un clavo: prevé que no se caiga, a
inútil, obra de mano antigua. Es como si un hábil sabiendas que no puede valerse por sí mismo, pues
carpintero corta un tronco moldeable, lo descorte- sólo es una imagen que necesita ayuda. Pero le reza
za con pericia, y, aplicando oportunamente todo su por sus bienes, su matrimonio y los hijos, sin aver-
arte, fabrica un objeto útil para los menesteres de la gonzarse de hablar a un objeto inanimado, y pide
vida. Los desechos de su obra los emplea para pre- salud al que está enfermo, ruega por su vida al que
pararse la comida, con la que se sacia. Pero lo que está muerto, suplica ayuda al ser más inepto, y por
aún sobra, que no sirve para nada, un leño torcido y un buen viaje al que no puede ni mover los pies,
nudoso, lo toma y lo esculpe para ocupar su tiempo y por los negocios, el trabajo y el éxito de sus ma-
de ocio; con su saber, en horas de descanso, le va nos demanda habilidad al más torpe de manos.
dando forma, hasta parecer la figura de un hombre, (Sb 13,10-19).
o dándole la semejanza de algún vil animal. Lo unta
Del contenido del libro se deduce claramente que su autor fue un judío de la
diáspora en Egipto, buen conocedor de la cultura helénica, pero en abierta
polémica con el politeísmo. Ese autor, formado en la tradición de Israel, que ve
en el Éxodo la mano poderosa de Dios y el castigo implacable de los idólatras,
vertió el legado religioso israelita en el lenguaje de la cultura griega, sin perder
contacto con la revelación del Antiguo Testamento.
La atracción del helenismo constituía un peligro para la identidad judía. La
deslumbrante cultura helénica había impregnado la vida de las ciudades del
Delta del Nilo, y los judíos que habían fijado su residencia en Alejandría se
encontraban en fuerte tensión:
• De un lado, los lazos religiosos y de costumbres les mantenían insertados
en la tradición de sus antepasados.
• Pero, por otro lado, era evidente que no podían vivir al margen de la nue-
va cultura que había traído el helenismo.
Una actitud de cerrazón y aislamiento no era razonable ni posible. La posición
del autor del libro de la Sabiduría fue la más sabia y positiva: afirmar los va-
lores fundamentales del legado religioso de Israel y aprovechar, con capaci-
dad crítica y a la luz de la religión del Dios Único, las aportaciones ciertas de
la filosofía griega. Al mismo tiempo, procuró evitar el sincretismo religioso
del mundo helénico.
La intención principal del autor del libro es hacer el elogio de la Sabiduría.
Para ello usa el género demostrativo y encomiástico griego, pero con clara
finalidad religiosa. Esta visión de fe conduce al autor sagrado a hacer no sólo
el encomio de la sabiduría como virtud (que sería lo específicamente griego),
sino a presentar la Sabiduría como un atributo divino, personalizado fuer-
temente a nivel literario. Además, el hagiógrafo propone una valoración reli-
giosa de la historia como historia de la salvación y, a tal efecto, hace un repaso
sucinto de la historia del pueblo elegido y de sus relaciones con otros pueblos.
Lo más significativo de Sabiduría no es sólo la lengua en que fue redactado,
sino la actitud del autor respecto a la cultura griega. Mientras que el libro del
Eclesiástico se caracteriza por la defensa de la tradición judía frente al hele-
nismo, y los libros de los Macabeos por narrar el enfrentamiento a la cultura y 175
dominio griegos y la victoria del judaísmo, el libro de la Sabiduría representa
otra corriente distinta dentro del judaísmo de la diáspora. El autor se expresa
con un lenguaje comprensible para la cultura griega, teniendo en cuenta a
veces las adquisiciones de la ciencia de su tiempo (cf. Sb 7,17-21 y 8,8) y se
dirige a los judíos que viven en la diáspora, que corren el peligro de dejarse
llevar por el prestigio de la ciencia pagana helenística. Al mismo tiempo el ha-
giógrafo tiene la intencionalidad de hacer comprensible y amable la ley judía
ante el pensamiento griego.
4. El libro de la Sabiduría
en la Sagrada Escritura y en la Revelación
Son abundantes las semejanzas entre pasajes de Sabiduría y del Nuevo Testamen-
to. Se ofrece ahora un elenco sintético y no exhaustivo de algunas coincidencias
temáticas:
TEMA PASAJE DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA PASAJE PARALELO DEL NT
Acción creadora del «Conozco lo escondido y lo patente; pues me lo enseñó la sa- «Todo se hizo por él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (Jn 1,3).
Verbo biduría, artífice de todo» (Sb 7,21). «En el mundo estaba, y el mundo se hizo por Él, y el mundo no le conoció»
«Si poseer riqueza es algo apetecible en la vida, ¿qué hay más (Jn 1,10).
rico que la sabiduría que lo causa todo? Y si es la prudencia
la que obra, ¿quién mayor artífice que ella entre los seres?»
(Sb 8,5-6).
Omnisciencia del Ver- «Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras, que estaba «Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará
bo presente cuando hiciste el universo, y sabe lo que es agrada- obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis» (Jn 5,20).
ble a tus ojos y conforme con tus mandamientos» (Sb 9,9).
Amor de Dios por la «La sabiduría es un espíritu que ama a los hombres, pero no «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el
criatura humana dejará sin castigo al que blasfema con sus labios; porque Dios que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su
es testigo de sus interioridades, vigilante veraz de su corazón, Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
y escucha su lengua.» (Sb 1,6) (Jn 3,16-17).
«Amas a todos los seres y no odias nada de lo que hiciste; por-
que si odiaras algo, no lo hubieras dispuesto. ¿Cómo podría
permanecer algo, si Tú no lo quisieras? ¿Cómo podría conser-
varse algo que Tú no llamaras? Tú perdonas a todos, porque
son tuyos, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,24-26)
Dios ama a los que «[porque] Dios ama sólo a los que conviven con la sabiduría» «Jesús le respondió: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le ama-
aman a la «Sabiduría/ (Sb 7,28) rá, y vendremos a él y haremos morada en él”» (Jn 14,23)
al Hijo» «(…) ya que el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis
creído que yo salí de Dios» (Jn 16,27)
El conocimiento de la «Y si, fascinados por su belleza, los tomaron por dioses, que «En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia
existencia de Dios a sepan cuánto mejor es el Señor de ellos, pues los creó el de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia. Porque lo que
través de la contem- progenitor de la belleza. Y si se asombraron de su potencia se puede conocer de Dios es manifiesto en ellos, ya que Dios se lo ha mostrado.
plación de las obras y eficacia, que deduzcan de ellas cuánto más poderoso es el Pues desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios (su eterno
de la creación que los formó. Pues por la grandeza y hermosura de las criatu- poder y su divinidad) se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas
ras se puede contemplar, por analogía, al que las engendró» creadas. De modo que son inexcusables» (Rm 1,18-20)
(Sb 13,3-5)
177
178
TEMA PASAJE DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA PASAJE PARALELO DEL NT
Corrupción de la con- « Luego no les bastó con errar en el conocimiento de Dios, «[P]orque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron
ducta moral por los sino que, debatiéndose en la dura guerra de la ignorancia, les gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su in-
hombres y correspon- llaman «paz» a tan grandes males. Practicando ritos infantici- sensato corazón: presumiendo de sabios se hicieron necios y llegaron a trans-
dientes consecuen- das o misterios secretos, o banquetes orgiásticos de ritos gro- ferir la gloria del Dios incorruptible a imágenes que representan al hombre co-
cias y castigo tescos, no guardan ya puras ni la vida ni las bodas, sino unos rruptible, y a aves, a cuadrúpedos y a reptiles. Por eso Dios los abandonó a los
a otros se matan a traición o se afligen con adulterios. Todo es malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran entre ellos
un caos: sangre y homicidio, robo y engaño, corrupción, infi- sus propios cuerpos: cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron cul-
delidad, rebeldía y perjurio; perturbación de las cosas buenas, to y adoraron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos.
olvido de los beneficios, corrupción de las almas, perversión Amén. Por lo tanto, Dios los entregó a pasiones deshonrosas, pues sus mujeres
sexual, desorden en el matrimonio, adulterio, impureza. En cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza, y del mismo
verdad que el culto de los ídolos nefandos es el principio, cau- modo los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos
sa y fin de todo mal. Pues, cuando se divierten, se enloquecen, de unos por otros, cometiendo torpezas varones con varones y recibiendo en sí
vaticinan falsedades, o viven de modo inicuo, o se apresuran a mismos el pago merecido por sus extravíos. Y como demostraron no tener un
perjurar: al confiar en ídolos sin alma, no esperan castigo por verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a un perverso sentir que les
haber perjurado. Les aguarda una doble sentencia: por haber lleva a realizar acciones indignas, colmados de toda iniquidad, malicia, avaricia,
errado acerca de Dios, dirigiéndose a los ídolos, y por haber maldad; llenos de envidia, homicidio, riñas, engaño, malignidad; chismosos, ca-
perjurado para engañar, despreciando a la Santidad. Porque lumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores
no es el poder de aquellos por los que juran, sino la misma de maldades, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, desamorados, des-
culpa de los que pecan la que persigue siempre las transgre- piadados. Ellos, aunque conocieron el juicio de Dios (que quienes hacen estas
siones de los inicuos» (Sb 14,22-31) cosas merecen la muerte), no sólo las hacen, sino que defienden a quienes las
hacen» (Rm 1,21-32).
La misericordia y pa- «Pero te apiadas de todos, porque todo lo puedes; no mi- «¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, y
ciencia de Dios, que ras los pecados de los hombres a fin de que se conviertan» no sabes que la bondad de Dios te lleva a la penitencia?» (Rm 2,4)
llama a la conversión (Sb 11,23).
a las criaturas huma- «Tú perdonas a todos, porque son tuyos, Señor, amigo de la
nas vida» (Sb 11,26)
«Por eso corriges poco a poco a los que caen; los corriges re-
cordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean
en ti, Señor» (Sb 12,2)
TEMA PASAJE DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA PASAJE PARALELO DEL NT
El poder absoluto de «Pues ¿quién puede decirte: “Qué has hecho”? ¿Quién podrá «Pero me dirás: “¿Entonces, por qué reprende? ¿Es que alguien ha podido resistir
Dios oponerse a tu juicio? ¿Quién te reprochará la destrucción de a su voluntad?” ¡Hombre, quién eres tú para contradecir a Dios! ¿Acaso le dice la
naciones que Tú creaste? ¿Quién se te enfrentará como ven- vasija al que la ha moldeado: “Por qué me hiciste así”? ¿Es que el alfarero no tie-
gador de hombres inicuos?» (Sb 12,12) ne poder sobre el barro para hacer de una misma masa una vasija, bien sea para
usos nobles, bien para usos viles? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y dar
a conocer su poder, soportó con mucha paciencia las vasijas de ira preparadas
para la perdición…?» (Rm 9,19-23)
La «Sabiduría / Cristo» «Es un hálito del poder de Dios y un destello puro de la glo- «El cual es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda creación» (Col
como imagen de Dios ria del Todopoderoso: por eso nada inmundo penetra en ella. 1,15)
invisible Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la acción de Dios» «Él, que es resplandor de su gloria e impronta de su sustancia y que sustenta
(Sb 7,25-26) todas las cosas con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purifica-
ción de los pecados, se sentó en los cielos a la diestra de la Majestad» (Hb 1,3)
Los poderes de Dios «Él tomará la panoplia de su celo y armará la creación para «Así pues, estad firmes, ceñidos en la cintura con la verdad, revestidos con la
y las virtudes del cris- vengarse de los enemigos. Se revestirá de la armadura de la coraza de la justicia y calzados los pies, prontos para proclamar el Evangelio de
tiano justicia, y se pondrá el casco del juicio veraz. Tomará como la paz; tomando en todo momento el escudo de la fe, con el que podáis apagar
escudo la santidad inexpugnable, afilará la espada de la ira los dardos encendidos del Maligno. Recibid también el yelmo de la salvación y
implacable. El universo luchará a su lado contra los insensa- la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6,14-17).
tos» (Sb 5,17-20)
Las cualidades exce- «Porque hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, mul- «En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, y además
lentes de la sabiduría tiforme, sutil, móvil, perspicaz, incontaminado, lúcido, inofen- pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial,
sivo, amante del bien, agudo, incoercible, benigno, amigo sin hipocresía. Los que promueven la paz siembran con la paz el fruto de la jus-
de los hombres, firme, cierto, seguro, omnipotente, que lo ticia» (St 3,17-18)
observa todo, que penetra todos los espíritus inteligentes,
puros, sutilísimos. La sabiduría es el más móvil de todos los
movimientos, pues por su pureza atraviesa y penetra todas
las cosas» (Sb 7,22-24)
179
180 Las afirmaciones del Antiguo Testamento sobre la sabiduría fueron cauce para
los hagiógrafos del Nuevo. A partir de la misma enseñanza de Jesús y de los
acontecimientos pascuales, comprendieron y presentaron la figura de Jesu-
cristo como el Verbo (Palabra o Sabiduría) de Dios encarnado. El libro de la
Sabiduría presenta con especial claridad aspectos de la sabiduría que pueden
aplicarse a la actividad terrena de Jesús y a la preexistencia del Verbo. Así, la
actuación de la sabiduría en la historia, culmina en Jesucristo muerto y resuci-
tado, a quien san Pablo designa como «sabiduría de Dios» (1 Co 1,24-30).
La tradición cristiana aplica a Jesucristo la imagen de la sabiduría. Pero ésta
puede aplicarse también al Espíritu Santo. Así es designada la sabiduría en
Sb 1,5 y 9,17, y su acción en el hombre es similar a la que Is 11,2 atribuye al
Espíritu de Dios (que inspira y santifica a los profetas). También las funciones
que se atribuyen a la sabiduría respecto al hombre (guiarle y dirigirle en sus
empresas, cf. Sb 10,10 y 11,1) son similares a las que realiza el Espíritu Santo
respecto a Jesucristo (cf. Lc 4,1) y los apóstoles (cf. Hch 13,2). El Espíritu Santo
es el que crea en el cristiano una relación con Dios semejante, aunque a nivel
más profundo, a la que la sabiduría crea en el justo según el libro de la Sabi-
duría (cf. Rm 8,11 y Sb 7,27).
La carencia de este libro (judíos y protestantes) propicia que la fe y la razón
caminen por calles distintas y tiendan más fácilmente a desembocar, una, en
el deísmo o el fundamentalismo, y la otra, en el cientificismo o en la increduli-
dad. En ambos casos, se hace más arduo el trabajo propio de la Teología.
Ejercicio 1. Vocabulario
• inmortalidad • idolatría
• helenismo • historia
• diáspora • éxodo
• «areté» • retribución
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Ejercicio 2. Guía de Estudio
Contesta a las siguientes preguntas:
1. ¿Qué lugar ocupa en la Biblia hebrea y en las Biblias protestantes el libro de la
Sabiduría?
2. ¿Cuándo fue redactado el libro de la Sabiduría y en qué lengua?
3. ¿Con qué rey se identifica el autor del libro cuando dice haber recibido la sabi-
duría?
4. ¿Qué es lo que hace al hombre inmortal según el libro de la Sabiduría?
5. ¿Qué significa «justicia» en el libro de la Sabiduría?
6. ¿Por qué y cuándo se introdujo la muerte en el mundo según el autor de Sabi-
duría?
7. ¿Cómo entiende el autor del libro de la Sabiduría la muerte prematura del jus-
to? ¿Cómo un castigo divino o como un acto de amor de Dios?
8. ¿Cómo es definida la sabiduría en el libro de la Sabiduría?
9. ¿Cuál es la mayor aberración del hombre y de la razón según el autor de Sabi-
duría?
10. ¿Por qué se detuvo la cólera de Dios cuando los israelitas pecaron en el desier-
to?
«La sabiduría es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Om-
nipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna,
un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad» (Sb 7,25-26).
«La sabiduría es más bella que el sol, supera a todas las constelaciones; comparada
con la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la sabiduría no
prevalece la maldad» (Sb 7,29-30). «Yo me constituí en el amante de su belleza» (Sb 8,2).
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2500)
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ÍNDICE GENERAL
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