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Gobernar las Indias. Por una historia social de la normalizacién* Diana L. Ceballos Gomez A Antonio Restrepo Arango, Jairo Montoya Gémez y JohannesMichael Scholz, que ven mucho mds alld. “Mais on s'enferme évidemment dans la logique méme du Processus que Yon s'est donné pour objet d’etude...”. L. Boltanski - Y. Darré- A, Schiltz, Alles, was von augen kam, war fremd und mobilisierte in Hausen Angst und Abwehr, zumeist beides zugleich. Das Dorf war die eigene Welt, zu der man gehdrte, die einem insoweit auch gehérte, als man sie aus- und inwendig kannte, ihre Gesetze, Regeln, ihre Vernunft. Man war ein Teil dieser Welt und dieses In-ihr-Stecken, Dazu-Gehéren, bot gleichzeitig Identitit. Was vorhin einigermagen allgemein Natur genannt wurde, war in der konkreten Perspektive diese Hausener Welt, deren Enge uns entdriickend scheinen mag, weil alles jenseits von ihr Furcht einlégte und insofern zu anderen Welten gehérte. In diese eigene Welt wuchs man so selbstverstindilch hinein, dag man sich von Anfang an als ein Teil von ihr spiirte. ‘Man erfuhr keine Grenze zwischen und dieser Welt, die Form der Arbeit, die darauf aufbauenden sozialen Regeln und der Verkehr untereinander gehérten zu dieser Welt, erschienen als die einzig richtigen und méglichen. Albert Ilien und Utz Jeggle** * Este articulo ha sido posible gracias al generoso apoyo, mediante becas de investigaci6n, de! Deutscher Akade- mischer Auslandsdienst (DAD. del Max Planck-Institut fiir Europaische Rechts geschichte y del Instituto Colombiano pa- ra el Desarrollo de la Ciencia y Ia Tec- nologia (COLCIENCIAS) y se inscribe dentro de un proyecto mayor (“Quyen tal haze, que tal pague”. Hechicerfa o la 150 Las experiencias limites, los casos extremos, posibilitan el reconocimiento y el anélisis de aspectos, que en casos “norma- les” podrian pasar desapercibi dos. El ejercicio del orden, el cumplimiento de las normas y el funcionamiento de las institu- clones en el mundo europeo del Antiguo Régimen aparecen co- mo algo casi sobreentendido y de relativa regularidad, ejerci- dos verticalmente y desde arti. ba, con un cubrimiento amplio, a través de un territorio més o menos homogéneo, que posee una relativa densidad demogré- fica —en relacién a otros con- tinentes en la misma época—, y en el que también se norma- liza, en un movimiento hori- crénica de un mal entendido). De igual forma, las fructiferas discusiones con el Dr. Johannes-Michael Scholz, durante mi estadia en el otofio de 1997 en el Max- Planck-Institut far Europaische Rechtsges- chichte en Frankfurt am Main, fueron cruciales para concretar viejas ideas con- tenidas en él. Agradezco, de todo cora- z6n, su generosidad para conmigo. ** A. Tlien und U. Jeggle, Leben auf dem Dorf: zur Sozialgeschichte des Dor- fes und zur Sozialpsychologie seiner Bewohner, 1. Aufl,, Opladen, 1978, s. 50. 4. Normalizar palabra de doble sen- tido que quiere decir “regularizar © poner en buen orden fo que no lo es taba” pero también “tipificar, ajustar a un tipo, modelo © norma” {Diccionario de la Real Academia de la Lengua Espa- fiola, 20a. ed, 1984, t. 2, p. 598)., €s decir, a la vez normatizar y homogenei- zat, término que también se podria ex- presar con el anglicismo estandarizar HISTORIA Y SOCIEDAD 5 zontal, a través del control so- cial, pero en el que los macro- poderes —monarquias, aparatos de justicia y administrativos— Parecen tener un peso evidente, al menos a primera vista, aun- que no haya que Ilamarse a en- gafio. E! gobierno de las Indias ® ‘es, en si mismo, un caso limite y atipico. En 6! se conjugan un territorio desmesurado ©, la le- Janfa del centro administrativo y sede de la Corona (el eje Ma- drid-Sevilla) y la consiguiente dilatacién del tiempo y de las comunicaciones, contra la inten- cién de gobernar y dominar ese espacio geogréfico, sus gentes (que en inglés equivaldrfa a los voca- blos standard / to standardize y norm- normal /to normalize). 2. Mis que GOBERNAR, con maytiscu- fas, se trata del uso de estrategias de gobierno. 3. Para citar slo un ejemplo, el del istrito de la Inquisicién: cada uno de los Tribunales americanos tenfa una extension muchisimo mayor que la pro- pia Espana. El Tribunal de México tenia jurisdicci6n sobre los actuales México, (incluidos el sur y suroeste de los Esta dos Unidos, entonces pertenecientes México}, Guatemala, Honduras, Belize, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador. El de Cartagena de Indias tenfa a su cargo Co- lombia, Venezuela, Panamé, Cuba, Puer- to Rico, Reptblica Dominicana, todas las Islas de Barlovento y Sotavento (An~ tillasy provincias dependientes de la Audiencia de Santo Domingo, es decir, todas las islas del Caribe, y el distri de Lima comprendia los otros tertitorios espafioles de Suramética). DIANA L. CEBALLOS GOMEZ y riquezas, o sea, en él se con- trapone una economia del espa- cio/tiempo, con una economia del poder (véase mapa). Se tra- ta ya de un caso extremo, por- que plantea los problemas de la instauracién del orden en una sociedad que pareciera, en mu- chas ocasiones, no ser alcanza- ble por las instituciones, y que se hace més complejo, si se en- frenta desde el estudio de un delito de comprobacién imposi- ble:: el de la persecucién de las précticas mdgicas. Pero qui- 24s estos dos hechos |imites po- sibilitan tomar distancia y ob- servar, “entre lineas", lo que no aparece evidente a la mirada. El espacio enorme cambia total- mente la organizacién de la jus- ticia y de la administracién. Ade- més, la imposibilidad probatoria de la hechiceria y, sobre todo, de la brujeria, el hecho de que nunca se pueden allegar prue- bas suficientes condenatorias contra un reo y el beneficio de la duda, que siempre permane- cerd en estos casos —tanto en el caso de las prdcticas efecti- vas: hechicerfa, como en el de las imaginarias: brujeria—, evi- tan el ocultamiento detrés de la evidencia o materialidad del de- lito —homicidio, robo, traicién, amancebamiento, —_ insubordina- cién, alzamiento, injuria, ete— y permiten establecer los resor- tes internos de! funcionamiento de la sociedad, pues por resol- verse en el plano de lo imagina- rio, de lo meramente simbdlico, 154 afloran con més claridad los con- flictos inherentes a la comuni- dad, y su forma de registrarlos, interpretarlos y solucionarlos se hace més visible. Al fin de cuen- tas, los sistemas simbélicos e Imaginarios son los que en ulti- mas crean el consenso necesa- rio para un determinado orden social“), Estas condiciones limites per- miten entrever un modelo de au- torregulacién social, a través de la cristalizacién de microcons- telaciones, que tal vez no ha sido tan evidente para Europa ®), por No presentarse tan gran abismo espacio-tiempo, como en el caso de Ultramar; pero que quizés puede ser dtil también en el ca- so del Vielo Continente, siéndo- lo, al menos, para la Espafia de esta época. Se ha escrito, por supuesto, sobre el control so- cial, pero sobre todo referido al contro! de las conductas indivi- duales y restringido, con fre- cuencia, al 4mbito de la moral, 4. Cf, P. Bourdieu, Le pouvoir symbo- lique, in: Annales. E.5.C., 32e Année, No. 3, Mai-Juin, 1977, pp. 405-411, y Postface & Architecture gothique et pen- sée_scolastique de E. Panofsky, Paris, 1967, pp. 133-167. También, D. Sperber, Le symbolisme en général, Paris, 1974; E. Cassirer, Esencia y efecto del concep- to de simbolo, México, 1989, y Filosofia de as formas simbélicas, 3 tomos, Méxi- co, 1971; T. Todorov, Simbolismo e in- terpretaci6n, Caracas, 1992, y Teorfas del simbolo, Caracas, 1981. 5. No hay, que yo sepa, publicaciones en este sentido. 152 es decir, de los comportamien- tos socialmente prohibidos y de las conductas individuales fuera de la regla. También se ha es- crito sobre el testimonio, la de- nuncia y la delacién ® y se han desarrollado metodologias de trabajo en este campo, pero la mayor parte de las investiga- ciones se circunscriben a estu- dios sobre los dos tltimos si- glos, traténdose en muchos ca- sos de situaciones politicas ex- tremas (Revolucién Francesa, Gestapo, Stasi, U.R.S.S., cam- pos de concentracién...)} y que, por lo tanto, esclarecen, pero no dan cuenta de la estructura Interna de funcionamiento de la denunciacién como préctica so- cial, cotidiana y constitutiva de 6. L. Boltanski avec Y. Darré et MA. Schiltz. La dénonciation, in: Actes de Ia Recherche en Siencies Sociales, No. 51, mars, 1984, pp. 3-40; Practices of Denun- ciation in Modern European History, 1789-1989, The Journal of Modern His- tory, Vol. 68, No. 4, Dec. 1996, especi mente la introduccion de Sh. Fitzpatrick y R. Gellately, pp. 747-767, para preci- sién de los conceptos de denunciacién y delacién; M. Pollak avec N. Heinich, Le témoignage, in: Actes de la Recherche en Sciences Sociales, No. 62-63, Juin, 1986, pp. 3-29; R. Schulte, Les incen- diaires, in: Actes de la Recherche en Sciences Sociales, No. 51, mars, 1984, pp. 55-66; M. Douglas, Witcheraft Con- fessions and Accusations, London, 1970. 7. Por ejemplo, el articulo citado de Boltanski, Darré y Schiltz, sobre las formas de la denunciacién, estudiadas a través de las cartas del lector a un pe- riédico, como forma de protesta social. HISTORIA Y'SOCIEDAD 5 la vida en comunidad durante el Antiguo Régimen. Mas intere- sante a este respecto, resultan articulos como el de Soman so- bre brujeria®, en el que trata aspectos de! papel de la denun- cla, del “bruit comun” y el cas- tigo a la difamacién en tales acusaciones y, sobre todo, el maravilloso texto de Sabean , quien, a través de la muerte de un pastor de pueblo, investiga los lazos que unfan la vida local con las instituciones del Esta- do. A continuacién, pues, se pre- sentard un andlisis del funciona- miento de la autorregulacién so- cial en el mundo hispano alto- moderno, establecida a través de mecanismos de orden de ca- récter interactuante. UNO. LAS CONDICIONES 4C6mo se concretizan las le- yes, si a pesar de la inoperan- cia de las instituciones, por ejemplo por falta de personal ejecutor “, el sistema funciona 8 A. Soman, Les procés de sorcellerie au Parlement de Paris (1565-1640), in: Annales. ES.C., 32e. Année, No. 4, Julliet-Acat 1977, pp. 790-814. 9. D. Sabean, La conscience et la peur: qui a tué le pasteur? in: Actes de fa Recherche en Sciences Sociales, No. 51, mars, 1984, pp. 41-54. 10. Para el caso de la justicia en Amé- rica, T. Herzog, La administracién co- ‘mo un fenémeno social: la justicia penal de la Ciudad de Quito (1650-1750), Ma- DIANA L. CEBALLOS GOMEZ y el control sobre los mlem- bros de la comunided se ejer- ce? “), En otros términos, ,c6- mo es el proceso que hay des- de la expedicin de una norma en el Consejo de Indias hasta su llegada a América? ;Qué pro- cedimiento se sigue? ;Cémo es- cribir una nueva historia de la Instalacién de! régimen, de la conformacién de estructuras so- ciales, de la organizacién (go- bierno), de! establecimiento del orden, de la normalizacién (Nor- mendurchsetzung) en el mundo indiano? {Qué hacer con Ia his- torla del derecho, qué han de hacer los historladores, los his- torladores que se confrontan con los problemas de {a aplicacion de las normas y de! estableci- miento del poder (Vermachtung), y los historiadores del derecho que quieren abrirse a la histo- ria social y a la historiografia? Problemas a los que se enfren- tan permanentemente y de for- ma evidente los investigadores que se dedican al estudio de la historia colonial de Iberoaméri- drid, 1995, cap. 3, y The “Recopilacion de Indias” and ist discourse. The Spanish Monarchy, the Indies and the seven- teenth century, in: lus Commune, XX, 1993, S. 144-163. 11. El orden y la presencia de las ins tituciones es mayor en el siglo XVIII, Pero no como creen ciertos autores, que sf hubo control efectivo ejercido como un macropoder desde Espafia, desde Se- villa con el Consejo de Indias/Despacho Universal de Indias y desde Madrid con la corte. 153 ca. ,Cémo explicar que a pesar del aparente fracaso en el in- tento por extender la forma de gobierno de Espaiia y sus ins- tituclones, por prolongar a Es- Pafia en América, expectativas que se Ilenaron de manera in- completa o de forma nula en ciertos aspectos, el imperio hu. biera perdurado y se hublera mantenido el control por tres siglos, a despecho de los em- bates de las potencias en auge, Inglaterra y Francla, y de la de- cadencia de la Peninsula? 0, zCémo se puede explicar que en un mundo de alta compleji- dad cultural y étnica y, por tan- to, Ileno de conflictos (no sélo sociales —que son evidentes en un mundo jerarquizado, de oportunidades desiguales, con una aplicacién de la ley inequi- tativa, con esclavitud y “servi- dumbre", lo que equivale a de- cir: pleno de resentimientos—, sino también culturales —diver- sos universos simbélicos: reli- gién, magia, medicina. .., lo que nos sitda ante diversas maneras de interpretar el mundo y de 12, 12. Cf. P, Liss, Atlantic empires: the network of trade and revolution, 1713-1826, Baltimore, 1993; B. Bennassar, La América espafiola y la América portu- guesa (siglos XVI-XVII), Madrid, 1985; G. Kahle und H. Pietchmann (Hrg), La teinamerika; Entdeckung, Eroberug, Ko- lonisation, Kéln-wien, 1983, y J. Lynch, Spain 1516-1598. From Nation State 10 World Empire, (1. ed. 1981 Spain under the Habsburgs] Oxford UK-Cambridge UsA, 1991-1992. 154 construir realidades—), en el que el buen gobierno se ve es- torbado por la inmensidad del espacio, por la dilatacién del tiempo en las comunicaciones, por la poca presencia de las instituciones, cémo se puede explicar que a pesar de todo ello, el goblerno se imparta y no reine el caos? Una forma tradicional de ha- cer historia, que olvida el espa- cio y el tlempo, una perspecti- va de historia del derecho y de las instituciones, de tradici6n hispanista “® y centrista o una perspectiva de observacién de las prdcticas sociales a veces 43. A. Garcla-Gallo, Panorama actual de los estudios de historia det derecho indiano, in: Revista de la Universidad de Madrid, 1952, p. 77/2134; Metodologla de la historia de! Derecho Indiano, San- tiago de Chile, 1971; Domingo de Soto y el Derecho Indiano, in: Congreso In- ternacional de Historia del Derecho in- diano, Actas y Estudios, 2 t, Madrid, 1991, p. 151ss.; Bases para una progra- macion de la ensefanza de la historia del Derecho, y en especial de la del derecho indiano, in: IMT Congreso. del Instituto Internacional de Historia del Derecho indiano, Madrid, 1973, p. 1107- 1130. La mayor parte de los articulos de Garcla-Gallo se hallan recopilados en dos voltimenes, uno de 1972, Estudios de Historia del Derecho Indiano, Madrid, y otro de 1987, Los origenes espafoles de fas instituciones americanas, Madrid, 1987; G. Morazanni de Pérez Enciso, Las ordenanzas de Intendentes de Indias (Cuadro para su estudio), Caracas, 1972; F. Tomas y Valiente, La venta de offcios fen Indias (1492-1606), Madrid, 1972, por mencionar s6lo algunos. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 ahistorica *® es incapaz de re- solver este tipo de problemas. Es indispensable ver histérica- mente las instituciones en la so- ciedad. El recuento simple de la creacién de instituciones o de la produccién de legislacién, no necesariamente conduce al anélisis de procesos histéricos efectivos, pues el papel, la pro- duccién de la norma, no siempre coincide con las prdcticas. Una historia del derecho) desde los tratadistas ", desde las normas y las recopilaciones “"), daré cuenta de la produccién, pe- ro no de la concretizacién en el terreno, no de las practicas efec- tivas —materlales o simbdli- cas—, no de la normalizaci6n “*). 14, Y, por tanto, no muy lejana de la anterior. B. Clavero, Antidora, An- tropologla catélica de la economia mo- derma, Milano, 1991, y Usura. Del uso econémico de la religién en la historia, Madrid, 1984; C. Petit, Estado de Dios y gracia de Hespanha, pp. 101-128, in: Initium, 1, 1986, y A. M. Haspanha, De la “lustitia” a ta disciplina, in: Tomés y Valiente, F., B. Clavero, A. M. Hespanha, J. L. Bermejo, E. Gacto y C. Alvarez Alon- s0, Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid, 1990. 415. © del no derecho, de la negacién de su existencia: Clavero, Petit. 46. Clavero, Petit, Tomis y Valiente, a veces Espanha. 17. Historia det derecho indiano, histo- riografia de corte hispanista, estilo Garcla-Gallo. 48. Un ejemplo, en Tomés y Valiente, La tortura en Espafia. Estudios histo- ricos, Barcelona, 1973, se afirma, desde los tratados de la época sobre el tema, DIANA L. CEBALLOS GOMEZ Una perspectiva demasiado abs- tracta y funcionalista, que de- construye tanto, que se pierde en las alas de la comunicacién y del discurso, de su creacién literaria, y olvida lo social, tam- Poco aporta muchos elemen- tos “*), Cada una de estas vias ignora la diferencia, olvida los pardmetros empiricos, las dis- tinciones: el espacio, el tiempo, la multip'icidad étnica y cultu- ral, que hace las veces de su- Perficie de clivaje en los proce- 808 sociales. Un ejemplo craso y simple de que la historia hecha desde una perspectiva centrista no da cuen- ta cabal de los fenémenos que pretende explicar y que mues- tra las cortedades de esa for- que a los reos se les aplica la tortura, buscando la “‘confesién” a cualquier precio y por cualquier método, Y segtin mi experiencia con juicios criminales e inquisitoriales, esta afirmacién estaba le- jos de Ia préctica judicial espafo'a del ‘Antiguo Régimen, siendo més blanda, fen el campo de la tortura, Ia Inquisicién que las autoridades seculares, cuando aquélla se presentaba, lo que no siem- pre era el caso més frecuente. 19. N. Luhmann, Die Gesellschaft dor Gesellschaft, 2 Bd., Frankfurt am Main, 1997; Soziale Systeme. Grundrig einer allgemeinen Theories Frankfurt am Main, 1987; Die soziologische Beobach- tung des Rechts, Frankfurt am main, Wurzbunger Vortrige zur Rechtsphi'oso- phie, Rechtstheorie und Reschtssoziolo- sie, Heft 3, 1986, (Vortrag gehalten am 31. Januar 1985), y Kausalitét im Siiden, in: Soziale Systeme, 1/1995, Heft 1, s. 7 155 ma de hacer historia, lo repre- sentan, justamente, dos temas ejemplares para los historiado- res del Derecho Indiano ®) y de la historia institucional @”: la implantacién de las Leyes Nuevas al inicio del imperio es- Pafiol en América hacia media- dos del siglo XVI y la instaura- cién del Régimen de Intenden- tes, en el marco de las Refor- mas Borb6nicas, a finales del siglo XVIII, por parte de la Co- rona espafiola en las Indias, Es- ta perspectiva da por sentado que la “ley hace la norma” y da como un hecho el cumplimien. to de lo legislado, pero la im- plementacién de las Leyes Nue- vas fue de muy dificil ejecu- cién y su cumplimiento conté con grandes resistencias ). El 20. No me refiero al lugar geogréfico, que en este caso seria Espafia, pues serfa una afirmacién absurd. Como ejemplo: A. Garcia-Gallo, Las etapas del desarrollo del Derecho indiano, in: Los origenes espaftoles de las instituciones americanas, Madrid, 1987. 21. G. Morazanni de Pérez Enciso, Las ‘ordenanzas de Intendentes de Indias (Cuadro para su estudio), Caracas, 1972. 22, Las quejas provenientes de América y la discusin teolégica sobre ta esclavizacién y exterminio de los indios, a despecho de su prohibicién en 1530 y de la declaracion de su libertad en 1503, provoca la promulgacién de las Leyes Nuevas en 1542-43, para poner fre- no al poder y a los abusos de los con- quistadores. En México y en el Nuevo Reino de Granada, las autoridades apla- zan su cumplimiento. En Perd, se produ- ce una rebelién, en cabeza de Gonzalo 156 régimen de Intendentes no fun- cloné en muchos lugares y hubo virreinatos como el del Nuevo Reino de Granada, donde ni si- quiera se llegé a posesionar un intendente, a pesar de estar nombrado; en lugares como la Nueva Espafia, donde se estable- cié realmente, lo hizo de mane- ra incompleta “, Ambos ejem- plos muestran que instituciones que fueron pensadas como Im- portantes por la Corona en el marco de transformaciones es- tructurales en la implementa- cién del gobierno, no llegaron a concretizarse en el Nuevo Mun- do, segiin y como fueron pensa- das en Madrid-Sevilla, sencilla- mente porque las condiciones, deseos e intereses de ese mun- Pizarro, contra Carlos V. En 1550, la Co- ona se ve obligada a prohibir nueva- mente Ia esclavitud de los indios. Ante el fracaso efectivo en e! cumplimiento de las Leyes Nuevas —no se af todo rigor—, como alterativa se desa- rrolla la encomienda. P. Liss, Mexico un- der Spain, 1521-1556, Chicago, 1975; A. Valencia UL, Las rebeliones de los enco- menderos, Historia y espacio. No. 14, Car ti, junio, 1991, pp. 33-51. H. Pietschmann, Staat und staatliche Entwicklung am Be- inn der spanischen Kolonisation Ame- rikas, Miinster, 1980, LM. Pérez-Prendes y Mufioz de Arraco, Las Casas y el De- recho Piblico en Indias, in: En ef quinto centenario de Bartolomé de las Casas, Madrid, 1986, pp. 157-168. 23. H. Pietschmann, La introducci6n de! sistema de Intendencias, in: Jahr- buch far Geschichte von Staat, Wirts- chaft_und Gesellschaft Lateinamerikas, Band 7, Kéln-Wien, 1970, s. 411ff. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 do eran diversos *. Estos ejem- plos comprueban que la historia del tipo “Derecho indiano” es incapaz de dar cuenta de los fe- némenos de Ultramar, pues su forma de proceder, que mira 86- lo ta produccién de leyes, nor- mas y pautas desde el “centro” —la Espafia actual—, es insufi- ciente para dar cuenta de las variadisimas realizaciones que en Ultramar tuvieron los linea- mientos sentados por la Corte. La nueva historiografia del de- recho subordina el Derecho al mundo religioso *) y hace de- saparecer el concepto de Esta- do? (concepto de economia catélica de Bartolomé Claveros sostenido también por Carlos Petit); amparada en un déficit de los poderes centrales (debi- lidad institucional), aproxima 24, Historia hecha desde la promulga- i6n de normas (ley, ordenanza, c&- dula...) 0 desde ta creacién de institu clones (Consejo, Tribunal, Audiencia, In- tendente...) puede resultar més gran- diosa y gratficante, que una historia so- cial, que rearma las piezas “% tes” y que puede llegar a ser desalen- tadora, prosaica y, eso si, més cercana a las mezquindades cotidianas de los hom- bres. 25. Subrayan el papel de los conceptos catdlicos, tanto, que se borra el de- recho. 26. Petit afirma: “debe toda su brillan- tez al abandono de la categoria es- tatal...”. p. 126, “La presencia aplastan- te del Estado contamina. ..”. C. Petit, Es- tado de Dios y gracia de Hespanha, pp. 101-128, in: Initium, 1, 1996, p. 128. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ abusivamente las siguientes ca- tegorias: Estado a ley y ejecu- cién, gracia del rey a gracia de dios, justicia a caridad, privile- gio a acto de amor y a amistad. Al llegar a estas conclusiones desde los tratadistas, olvidan que existen “elementos pertur- badores” cotidianos, que per- vierten la presentacién de lo que se escribe y el contenido de lo que se imprime. ;Quién, cémo Y para quién se escribe en Es- pafia? En primer lugar, la salva- guarda de la ortodoxia, sobre todo en el dmbito de la escritu- ra —donde cada libro se censu- ra y necesita una licencia de impresién—, hace que los libros que se publicaron en Espafia sean de corte catolicisimo . En segundo lugar, la Espafia del siglo XVI no era tan catélica co- mo Clavero pretende. Con sélo adentrarse un poco por el mundo de la historiogratia inquisitorial —de la Peninsula o de Améri- ca—, se vera que la “catoliza- cién” seré un hecho del siglo XVI), Ocho siglos de domi- 27. Por otto lado, las publicaciones en Espafia son restringidas y muy con- troladas. Existen pocas imprentas en sus reinos, porque la Corona es consciente de que la letra es peligrosa, subvierte. Para censura de libros: M. Defoumeaux, Inquisicién y censura de libros en la Espatia del siglo XVIII, Madrid, 1973. 28. “Pero a pesar de la Inquisicion, a pesar de su actitud militante contra cl Islam y el judaismo, el catolicismo es- pafol no aparece en el extranjero con los esplendores de aquella pureza sin 157 naci6n musulmana “) no pasan en vano. Un dominio sobre cua- tro continentes no deja lugar a tanta homogeneldad. Pretender tanta caridad y tanta gracia esté lejos de la prdctica cotidiana. Es bien claro que en el Antiguo Régimen el Derecho no lo es todo ), pero Espafia esté lejos de ser esa cadena de virtudes teolégicas —gracia, religién, pie- dad, amistad, gratitud, miseri- cordia—. La Espafia de los tiem- pos modernos es un Imperio ul- tramarino que legisla *) y se mancha que tan categricamente reivin- dicard en fa 6poca de la contrarreforma. «la severidad misma de la represién inquisitorial es interpretada fuera de Es- pafia como sefial de que los espafioles nrecesitaban violencia para ser cris nos. [...]. Sin hablar de los conversos agregados por violencia y cuyo catolicis- mo es de dudosa calidad, la Iglesia de Espafia encierra en su seno, desde fines del siglo XIV, una proporci6n notable de elementos. venidos del judaismo”. M. Batallion, Erasmo y Espafia, Estudios so- bre la historia espiritual del siglo XVI, México, 1982, p. 60. 29. J. Vernet, La cultura hispanodrabe en Orriente’ y Occidente, Barcelona, 1978. 30. J. M. Pérez-Prendes y Mufloz de ‘Arraco, Interpretacién hist6rica del derecho. Notas, esquemas, pricticas, Ma- drid, 1996. 31. Ch. A. Heredia Herrera (dir), Caté- ogo de las consultas del Consejo de Indias, 1610-1616, Sevilla, 1964; Recopi- Tacién de leyes de los reynos de las In- dias, México, 1987; Leyes de Recopila- cién, que contiene los libros primero, segundo, tercero, quarto, i quinto, Ma- drid, MDCCAXXIL; P. N. Llano de, (adi- 158 estatiza para gobernar™. La explotacién de América es to- do, menos cristiana. La raciona- lidad econémica interna del Tri- bunal del Santo Oficio, la mane- ra como manejan sus finanzas y su organizacién administrativa es todo, menos caritativa. Clave- ro se refiere, a lo sumo, a las relaciones entre las élites cas- tellanas, en la Corte. {Es esto la Espafia moderna? De cual Espafia medieval se habla? ,De Catalufia, de Galicia y el Pais Vasco 0 de Castilla la Vieja; de la Espafia musulmana, de la ju- dia o de la cristiana? *. cionador), Compendio de fos comenta- tos extendidos por el maestro Antonio Gémez a las Ochenta y tres leyes de Toro, Madrid: MDCCLXXX. Consiiltese también J. M. Ayala, (Consejero del Real y Supremo de las Indias y Caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos I), Notas a la Recopilacién de indias. Origen e@ historia ilustrada de las Leyes de Indias, Obra inédita, transcripcién y estudio preliminar de Juan Manzano Manzano, Madrid, 1945, y Diccionario de gobierno y legislaci6n de Indias, Edi- cién de Maria Milagros del Vas Mingo, 13 t, Madrid [Colecci6n documentos in€ditos para la historia de Ibero-Amé- rica], 1988-1992. 32. H. Pietschmann, Staat und staatliche Entwicklung am Beginn der spar chen Kolonisation Amerikas, Minster, 1980, y P. Anderson, El estado absolutis- ta, 3¢ ed., México, 1982. 33. Quizés la fascinacién que Le Goff muestra en su prélogo a la edicién francesa de Clavero, se deba a que, co- mo él lo afirma, es medievalista y no es “hispanisant’. Vid. L2 grace du don. Antropologie catholique de ’économie moderne, Paris, 1996, p. ix. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 La idea de la desaparicién del estado pareciera provenirles de Grossi“, Pero hablar de Edad Media no es lo mismo que ha- blar de sociedad altomoderna, y hablar de la Francia) medie- val 0 de la del siglo XVI no es igual que hacerlo de Espafia. En la época misma se usa el tér- mino con un sentido ya diferen- te al de reino y es posible ras- trearlo tanto en las legislacio- nes, como en simples documen- 34, “El hundimiento del Estado romano significa la desaparicién —por lo ‘menos sustancial— de un poder politico absolutamente completo, que habla pre~ tendido ejercer un control eficaz de fo social y que, concibiendo lo ‘uridico co- mo el basamento esencial de esto ait mo, habia extendido incluso una minu- convirtiéndolo en un precioso Instru- mentum regni. Esta encarnacién tan in- tensa de lo politico se reemplaza en la Edad Media por experimentos més diver- sos: impetio, reinos, principados laicos y eclesiésticos, repablicas oligérquicasy democraticas, todas sin embargo contras- tadas por un poder politico tan incom pleto que, a mi juicio, tora incorrecta, ‘0 al menos equivoca, aquella nocién de Estado a fa que exageradamente habia ‘mos concedido en nuestra mente tan per- fecta plenitud y que, aplicada al Medioe- vo, se hace victima de una grave anti- historicidad”. P. Grossi, En busca del or- den juridico medieval, in: De la ilustra- ci6n al liberalismo. Symposium en honor al profesor Paolo Grossi. Madrid-Miraflo- res, del 11 al 14 de enero de 1994, Madrid, 1995, pp. 46-47. 35. Véase prologo de J. Le Goff a la edi- cién francesa del libro de Clavero, La grace du don, Antropologie catholique de l'économie moderne, Paris, 1996. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ tos criminales o administrati- vos: En cuanto al término Estado, presenta en Castilla dos acep- ciones principales que encon- tramos también en Indias. La primera, atestiguada desde la baja Edad Media, equivale a reino. La otra, que tiene mani- festaciones institucionales de relieve desde comienzos del siglo XVI, designa un deter- minado orden de asuntos de gobierno. Se habla asi de Con. sejo de Estado, de secretario de Estado y de cosas y ne- gocios de Estado. L...] A esta acepcién de la palabra Estado que podemos lamar fundamentalmente po- Iitica, se afiade otra, més bien gubernativa, Aparece... en una disposici6n tardia, de 1604 recogida en la Recopilacién, donde se habla de “negocios y materias tocantes al Esta- do”, Esto por sélo citar un segui- miento “filolégico” del vocablo Estado, ya que Clavero en 36. B. Bravo Lira, La noci6n de Estado de las Indias en la Recopilacién de 1680, in: Recopilacién de leyes de los teynos de las Indias, México, 1987. Ade- mis léase, H. Pietschmann, Stat und staatliche Entwicklung am Begin der spa- niischen Kolonisation Amerikas, Mister, 1980; J. M. O's y Capdequi, fl Estado espaol en las Indias, México, 1941, y P. Anderson, El Estado Absolutista, 3¢ ed., México, 1982. 159 sus propésitos metodolégicos dice querer hacer un anélisis de los conceptos y palabras en su contenido histérico, tal y como era su significado en la época y evitar asi transpolaciones del presente. Eso de querer trans- poner el concepto de Estado ac- tual, seguin los presupuestos de definicién contemporéneos, a tiempos remotos, es por supues- to anacrénico, ahistérico *), Verdad de a pufio: en Historia cada concepto, cada definicién de una institucién, cada signi- ficado, hay que situarlo en su época y leerlo con los paréme- tros empiricos y estrategias de comprensién de la época mis- ma. Historlar es entender y en- tender es traducir , y como 37. Véase la critica de J-M. Scholz Policia. Zu Staat un Gesellschaft in der spanischen Neuzeit, in: M. Stollets (rg), Policey im Europa der frithen Neu- zeit, Frankfurt am Main, 1996, S. 213-297, al uso sustantivo que hacen de la pala- bra Estado, al tomar el vocablo como cosa, 38. La palabra “estado” encierra en si misma el significado de transforma- cién, de transitoriedad (situacién, Zus- tand), de mutacién y cambio; tiene ca- ricter temporal. 39. “"Traducimos en cuanto entramos en contacto ofdo 0 lefdo con el pasa- do... El modelo esquemético de la tra- ducci6n es ef de un mensaje provenien- te de una lengua-fuente que pasa a tra- vés de una lengua-receptora, Iuego de haber suftido un proceso de transforma- cién [...J. Exactamente el mismo mo- delo —y esto es algo que se subraya muy raramente— funciona en el interior 160 en la traduccién, hay que situar- se en la otra lengua ¢ interpre- tar por contexto y connotacién. La expansién espafiola posee un carécter estatal. Ultramar, América, produce, gracias a la necesidad de gobernar y contro- lar la explotacién de sus rique- zas, una creciente estatiza- cin de Espafia: un tipo de orden, abierto y cambiante, que se instituye con determinados fines, dentro de una determina- da racionalidad politica, hacien- do uso de clertas estrategias de poder, de gobierno, materializa- das en Instituciones, y que mas que un deber ser, es un querer ser. América, China y las Filip nas son la prueba mas visible del Estado espafiol del Antiguo Régimen, estrategia de gobier- no que dentro de la misma Pe- ninsula no es tan evidente, por- que hay factores enturbiadores de una lengua Gnica. Pero aquf la dis- tancia que separa la lengua-fuente de la lengua-receptora es la del tiempo". G. Steiner, Después de Babel. Aspectos de! lenguaje y la traduccién, México, 1980, pp. 44-45, 40. I signiticante “estado” se usa fre cuentemente en el Ambito de la ad- ministracién y de la normalizacién y es rastreable en toda la documentacién del Antiguo Régimen —al igual que otros términos como “repablica” que hoy usa- mos con diferente connotacin—. Este hecho, el de su uso, bastaria, sin més discusi6n, para afirmar su existencia y, por supuesto, el significado no corres- onde exactamente a nuestro concepto actual de Estado. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 y la cercania, el fausto, los gran- des ceremoniales, recubren al Estado de un boato que nubla e impide ver, transparentemente, el fin ultimo de cualquier Esta- do: implementar un determinado principio de orden —ése y no otro—, un determinado discipli- namiento. Es verdad que en el mundo del Antiguo Regimen la separa- cidn IgiesiaEstado es imposible de deimitar, pero es bien claro que, a pesar de la fuerte pre- sencia de lo religioso en todas las esferas de la vida publica y privada, afirmar la disolucion del derecho o del Estado “+ pa- rece un poco arriesgado. Un buen contra-ejemp.o de esta lec- tura catélica de las institucio- nes lo representa, 1a que a pri- mera vista se pensaria la insti- tucién catoiicisima por excelen- cia: la Inquisicién espafola “), 41. “En mi trabajo trato de insistir en que el Santo Oficio no fue una ins- titucién aislable y comprensible por si sola, sino una entidad muy peculiar den- tro del Estado absolutista, mixta en su esencia, y cuya organizacién y funciona- miento obedecia, por lo que concieme @ su principalisima vertiente procesal pe- nal, a unos principios procesales propios del Derecho...”, F. Tomés y Valiente, Gobierno e instituciones en la Espafia de ‘Antiguo Régimen, Madrid, Cap. 1: Rela- ciones de la Inquisicién con el aparato institucional del Estado, p. 9. 42. Ch. Fe Bethencourt, U’inguisition a Fepoque moderne: Espagne, Italie, Portugal, XV0-XIXe sigcle, Paris, 1995) B. Benassar et al, L’inguisition espagnole: DIANA L. CEBALLOS GOMEZ que en realidad més que un ins- trumento religioso fue una ins- titucién de disciplinamiento po- litico y social. Fundada en 1478 por los Reyes Catdlicos con el fin de exterminar a moros y ju- dios, es decir, con un claro pro- Pésito politico y con una es- tructura diferente de la Inquisi cién papal medieval: es de la XV-XIX siécle, Paris, 1979; H. Kamen, La Inquisicién espafiola, Barcelona, 1985, JeP. Dedieu, Linquisition, Paris, 1987; J. Caro Baroja, El sefior Inquisidor y otras vidas por oficio, 2¢ ed,, Madrid, 1970; Las formas complejas de la vida religio- sa. (Religion, sociedad y cardcter en la Espaa de los siglos XVI y XVII), Madrid, 1985; Inquisici6n, brujerta y criptojudais- ‘mo, 3* ed,, Barcelona, 1974; JM. Scholz, Spanische Inquisition, Zum Stand Histrois- cher Justizforschung, in: lus Commune, XVIII, 1991, S. 225-273; B. Lewin, La In- uisicién en Hispanoamérica; judios, pro- testantes y patriotas, Buenos Aires, 1967; J. Pérez Villanueva y B. Escandell Bonet (Ed), Historia de la Inquisicién en Espa- fa y América. 1. EI conocimiento cienti- fico y el proceso hist6rico de fa Institu- cién (1478-1834), Madrid, 1984; G. Hen- rningen and J. Tedeschi (ed), The Inqui- sition in Early Modern Europe. Studies of Sources and Methods, Deklab, 1986, G. Henningen, EI abogado de las brujas. Brujerla vasca e Inquisicién espafola, Ma- drid, 1983; D. Ceballos G,, Hechicerta, brujerta e Inquisicién en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios, Bogoté, 1994, y de H. Lea., por s6lo ci- tar los dos textos mis representativos, H. Lea, The Inquisition in the Spanish Dependencies. Sicily-Naples-Sardinia-Mi lan-The Canaries-Mexico-Peru-New Gra- nada, New York-London, 1922, y Geschi- chte der Spanischen Inquisition, 3 Bde, Neudruck de ausgabe Leipzig, 1911, Aa- len, 1980. 161 época moderna. El Rey “) tie- ne injerencia en ciertos nombra- mientos y se autorregula por un supra-aparato, el Consejo Gene- ral de la Suprema Inquisici6n. Sus inquisidores son més fun- clonarios del Estado que de la Iglesia, hacen carrera, se com- Portan de forma mundana y Ile- gan a tener peso en la vida po- litica peninsular, sobre todo el Inquisidor General “. Los deli- tos perseguidos por la Inquisi- clén encierran un problema de orden y atentan contra el Es- tado,\**, més que contra la Igle- 43. A. Alvarez de Morales, Inquisici6n, Ainstitucion eclesidstica o institucién teal, in: Centralismo y autonomismo en los siglos XVI-XVII, Barcelona, 1989. 44, Lleg6 a gobemar de hecho a Espa- fia, v. JeP. Dediew, L’inquisition, Pa- tis, 1987, p. 60. También, J. Caro Baroja, EI seftor Inquisidor y otras vidas por off cio, 2 ed., Madrid, 1970. Para los Inqui= sidores Generales Valdés y el Cardenal Cisneros, vid. M. Bataillon, Erasmo y Es- afta. Estudios sobre la historia espititual del siglo XVI, 1982. 45. J. Blézquez M,, Eros y Ténatos, Bru= jerla, hechiceria y supersticién en Espafia, Toledo, 1989. G. Henningsen. El abogado de las brujas. Brujerla vasca € Inquisicién espafola, Madrid, 1983; J. Caro Baroja, Inquisicién, brujera y riptojudaismo, 3 ed., Barcelona, 1974, y D. Ceballos G., Hechicerta, brujeria e Inquisicién en el Nuevo Reino de Gra- nada. Un duelo de imaginarios, Bogoté, 1994. L. De Mello e Sousa, O diabo € a Terra de Santa Cruz. Feticaria e religion sidade popular no Brasil Colonial, Sko Paulo, 1993, y L. Mott, Escravidéo, ho- ‘mossexualidade e demonologia, Sto Pau- lo,- cone, 1988. 162 sia, Cuando se persigue un es- clavo 0 esclava por brujeria, se trata mas de restablecer un or- den social y mantener cierto equilibro, es decir, de ejercer policia “, que de perseguir al- go que atenta contra la religién. Por supuesto, la motivacién que se alega es lo religioso, pues si se atenta contra el Estado, se atenta también contra el orden religioso y viceversa. gPero dén- de termina lo religioso y comien- za lo politico? Esta frontera es dificil de establecer, porque re- presenta las dos caras de la misma moneda; sin embargo, el que los limites no sean demar- cables, no autoriza a borrar el Estado “9, 46, Para ver c6mo se desplaza, a partir de fines del siglo XVIII, el eje de la normalizacién de la sociedad como un todo, hacia el eje familia-sociedad-Esta- do y el papel de la higienizacién y de la escuela en este giro: J. Donzedot, La po- licla de tas familias, Madrid, 1990. 47. Ya en 1890 haba escrito el gran es- pecialista de la Inquisicion espafio- la H. Ch. Lea, que: “In the essay en cen- sorship 1 have departed somewhat from the sphere of purely religious history, but in Spain Church and State were se intimately connected that in some fields of activity it is imposible to treat them separately. In its origin Censorship was decised by the Church to preserve purity of faith; then papacy made use of it to atrengthen the defences of the temporal power, and the State naturally took hold of the machinery created to serve its own purposes. No survey of the subject could be complete that did not consider it in both aspects”. H. Ch. Lea Chapter from the Religious History of Spain con- HISTORIA Y SOCIEDAD 5 En el Antiguo Régimen y, es- pecialmente, en Indias, todo vie~ ne relativizado por las posibili- dades de comunicacién y por el tiempo —factibilidad de las co- municaciones—. La vida y la his- toria se construyen siempre so- bre las posibilidades que se tie- nen. En la esfera personal, es importante ademds la posicién que se ocupa en la sociedad. SI se es blanco, se es de calidad y se conoce a alguien, se echa mano del amiguismo, de los con- tactos, de las redes sociales. Pero si no se lee, no se tiene posicién y no se cuenta con ami- gos entre los abogados, los “‘adi- nerados” o los funcionarios, se recurre a otros mecanismos so- ciales. Sin embargo, el espacio vuelve a ser decisivo; los abo- gados se encuentran en las ciu- dades y villas de importancia, no en los puebluchos, en los campos 0 en las minas. Los abo gados estén cerca de las insti- tuciones ‘“*), Por ello es impor- tante estudiar las posibilidades nected with the Inquisition. Censorship Of the Press-Mystics and illuminati-Ende- moniadas-El Santo Nifio de la Guardia- Brianda de Bardaxi, Philadelphia, p. v. 48. Cl. JM. Scholz, Relatores et magis- trados. De la naissance du juge mo- deme au XIXe sigcle espagnol, in: Les figures de Yadministrateur. Institutions, réseaux, puvoirs en Espagne, en France et au Portugal, 16e-18e siécle, Paris, 1997, pp. 151-164, y T. Herzog, La administra- cién como un fenémeno social: fa justi cia penal de la Ciudad de Quito (1650- 1750), Madrid, 1995. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ de comunicacién en cada mo- mento, la situaci6n espacio-tem. poral; es imprescindible pensar de una forma situativa “), como ellos lo hacian: los hombres del Antiguo Régimen observaban de una manera situativa y en ello radicaba su éxito. El éxito de Espafia radica en su flexibilidad, en su capacidad de adaptacién, de mimetismo y de cambio. La debilidad de los americanistas de viejo cufio radica en que in- sisten demasiado en el gober- nar, en el ejercicio del poder, pensando que una buena inter- Pretacién se hace desde Madrid, desde las recopilaciones y pue- de sustituir a un trabajo “desde abajo”, desde lo pequefio ®), y obviar, para continuar con la metéfora toponimica, el “ir a Se- villa", al Archivo de Indias, o a los archivos americanos. Con el agravante de que el enfoque 49. Cf. JM. Scholz, Situativ beobachten und opak kommunizieren. Wahmneh- ‘mungen an einer hochvernetzten Gesells- chaft, in: Observation and Communica- tion: The Construction of Realities in the Hispanic World, Frankfurt am Main, 1997, 50. En el sentido como lo entiende ta microhistoria, sinecd6ticamente, de explicar el todo por la parte, es deci, de ilustrar, a partir de un ejemplo par- ticular, un problema histérico, cuyos ex- ponentes més. sobresalientes son Carlo Ponti, Giovani Levi, Hans Medick y Car- lo Ginzburg, siendo quizés de este ditt timo el ejemplo més conocido, el del molinero Menocchio, C. Ginzburg, Ef queso y los gusanos. El cosmos segin un molinero del siglo XVI, 2° ed, Barcelo- na, 1982. 163 que se hace desde esta pers- pectiva esté generalmente po- litizado, herencia de los afios del franquismo, pues tiene co- mo punto de partida la hispani- dad, perspectiva que excluye una observacién situativa y deja por fuera la historia de la mayor parte de la sociedad america. na, la de las clases subordina- das: indios, negros y mestizos de todos los matices. Marcelo Neves *», discipulo de Luhmann “), observa que la 51. M, Neves, Verfassung und Positivitat des Rechts in der peripheren Moder- ne. Eine theoretische Betrachtung und eine Interpretation des Falls Brasilien, Berlin, 1992. 52. N. Luhmann, Die Gesellschaft der Gesellschaft, 2 Bd., Frankfurt_am Main, 1997; Soziale Systeme. Grundrig einer allgemeinen Theorie Frankfurt am Main, 1987; Die soziologische Beobach- tung des Rechts, Frankfurt am Main, Wirzbunger Vortrage zur Rechtsphiloso- ie, Rechtstheorie und Reschtssoziolo- Bie, Heft 3, 1986, (Vortag gehalten am 31. Januar 1985). Para una critica a Luh- mann y la teorla sistemética véase JM. Scholz, Situativ beobachten und opak kommunizieren. Wahenehmungen an ei- ner hochvernetzten Gesellschaft, in: Ob- servation and Communication: The Cons- truction of Realities in the Hispanisch World, Frankfurt am Main, 1997, S. 3-112. Sobre limitaciones y problemas en la teoria de la sociedad mundial ef. Luh- mann, Kausalitat im Siden, in: Soziale Systeme, 1/1995, Heft 1, 8. 7 ff, G. Teub- nner, Globale Bukowina. Zur Emergenz einer transnationalen Rechtspluralismus, in: Rechtshistorisches journal, 15, 1996, S. 255-290 ff.; M. Neves, Verfassung und Positivistit des Rechts in der peripheren 164 teorizacién en ciencias sociales no es capaz de entender el mun- do de afuera “: “No se trata de debatir ni tampoco de confirmar la muy abstracta construccién de Luh- mann, sino de poner en cues- tién criticamente su aplica- cién concreta o los limites de ‘su aplicabilidad: advertir con- tra la trasposicién irreflexiva de una teoria a los paises de la periferia, que gana en plau- sibilidad empirica con miras alas sociedades centristas de Europa Occidental y Nortea- mérica” @9, Una teorizacién en tal senti- do 5, globalizacién y abstrac- ‘Moderne. Eine theoretische Betrachtung und eine Interpretastion des Falls Bré lien, Berlin, 1992; R. Stichweh, Zuh Theo- rie der Weltgesellschaft, in: Soziale Sys- teme, 1/1995, S. 29 ff. 53. La teorfa social se produce por aca- démicos que escriben desde las ciu- dades més 0 menos reguladas del mun- do occidental primermundista. 54, “Es handelt sich aber auch weder um iner Widerlegung noch um ‘eine Bestitigung der sehr abstrakten theore- tischen Konstrukction Luhmanns, sondern tum eine kritische Infragestellung inhrer konkreten Anwendbarkeit bzw. Anwen- dungsgrenze: die Warung vor leicht- fertigen Ubertragungen einer Theorie aut die peripheren Linder, die eher im Hin- blick auf die zentrstischen Gasellschat- ten Westeuropas und Nordamerikas an cempirischer Plausibilitat gewinnt”. Neves, Verfassung (N. 51), p. 9. 55. “Zwar ligt sich unter politisch-re- chtlichem Gesichtspunkt immer noch HISTORIA Y SOCIEDAD 5 ta, deberfa integrar las excep- ciones desde el principio y no ir enumerando excepciones has- ta cuando éstas se convierten en la regia“, gNo desconoce- fa y excluiria una definici6n clé- sica europea otros tipos de so- ciedades en Africa, Asia, mun- do drabe, Australia y América, participes de estructuras socia- les, familiares y econémicas di- ferentes? Mangels welteinheitlicher Rochtsbildung und Politik ist die Weltgesellschaft keine durch normative Erwartungsstrukturen konstituierte Einheit, also weder sin Wel- treich noch ein internationales System”, Neves, op., ci, p- 75. 56. N. Luhmann, Kausalitit im Siiden, in: Soziale Systeme, 1997, S. 7 ff. 57. “"...Wir_schlieBen mithin an die alteuropaische Tradition an, sofern es um den Begriff der Gesellschaft geht”. Luhmann, Die Gesellschaft der Gesells- chaft..., 8. 79. El surgimiento del con- cepto de sociedad mundial es posible, precisamente, a partir de la integracion de las posesiones americanas a la econo- mia europea, al vincular de paso, a tra- vés de la trata de esclavos, al continente africano. Pero fueron los europeos y sus descendientes quienes se incorporaron realmente a esta racionalidad. 2¥ la ma- yorta de la poblacin —negros, indios y mestizos— se incorporaron? {De hecho estén acaso hoy por hoy incorporados? {Si lo estén, hasta qué punto? La teorla de una Weltgesellschaft parece fallar ‘cuando se mira las clases bajas de estas sociedades —y ellos son la mayorla de Ja poblacién—, pues lo que garantiza es- ta unién es la comunicacion a través de la I6gica econémica y estas capas estén, de cualquier forma, excluidas de este clt- DIANA L. CEBALLOS GOMEZ “Veremos que este’ andlisis nos obliga a admitir un Gnico sistema de sociedad mundial, que como pulsante creciera y se encoglera, de acuerdo a lo que se entienda como comu- nicacién. Un nimero mayor de sociedades seria slo conce- ible, si no hubiera ninguna Comunicacién (relacién comu- nicativa) entre ellas “, EI concepto autopoiético y bio- logista de Luhmann presupone que la sociedad es un sistema cerrado “) —como lo son cier- tos fenémenos macrosociolégi- cos—, basado en la posibilidad de comunicacién, que es posi- ble resolver en estructuras abs- tractas , y del que se. deri- varia el concepto de “sociedad ‘cuito, el de la sociedad mundial, a no ser una inclusién por via de la exclusi fs decir, a través de la explotacién. 58. “Wir werden noch sehen, dag diese Analyse uns festlegt auf die Annahme fines einzigen Weltgesellschaftssystems, das gleichsam pulsierend wachts oder schrumpft, je nachdem, was als Kommu- tion realisiert wird. Eine Mehrheit von Gesellschaften ware nur denkbar, wenn s keine kommunikativen Verbindungen zwischen inhen gébe’. Luhmann, Op. cit. S. 78. 59. “Beschrebt man dis Gesellschaft als System. So folgt aus der allgemeien Theorie autopoietischer Systeme, dag es sich um ein operativ geschlossenes ‘Sys- tem handeln mug’. Luhmann, Die Ge- sellschaft der Gesellschatt...., S. 92. 60. “Das _methodische Desiderat_ des funktionalen Vergleichens spiegelt Eigenarten der modernen Gesellschaft, 165 und auch darin liegt ein Grund, sich theoretisch wie methodisch nicht langer auf Traditionsvorhaben zu _verlassen. [...]. Das aber heift, daf das Gesamt- system sich nicht mehr durch operative Kontrolle, sondern nur noch ber struk- turelle Auswirkungen ihrer Differenzie~ rungsform auf die Tellsysteme zur Gel- tung bringen kann. Diese Einsicht fuhrt zu methodologisches Konsequenzen: We- der Ideale noch Normen kénnen den ‘Ausgangspunkt fir methodologische Ri- chilinien [...] bieten; ... Statt dessen kann und mug man die Gesellschaftsbe- dingtheit von Befunden dadurch nachwei und wie sich i igen. Funktionsbe- feichen (Familien und Politik, Religion und Wirtschaft, kognitive Wissenschaft ++) dieselben ‘Grundstrukturen nachwi sen lassen. Das Argument lauter dan solche Koinzidenzen kénnen sich hi zufallig ergeben; sie kéninen und missen auf die Form des Geselischaftssystems zu- riickgefithrt werden. Insofern hangen die folgenden Untersuchungen nicht nur theoretisch, sondern auch methodolo- isch von sehr abstrakten Begriffsents- cheidungen ab”. Ibidem, S. 42-43. Por supuesto, no es coincidencia, se trata de tuna misma sociedad, regida por una de- terminada estructura simbélica que im- pregnaré y dejaré su impronta sobre to- dos sus productos. Precisamente, lo que no ocurre en fo que Luhmann denomina la periferia, donde conviven diferentes sistemas cognitivos y formas de vida asi mmilables a diversas fases de la histo europea (pueblos recolectores...). Yo preferitfa nombrar a cada regién del pla~ neta por su nombre y suprimir fa pala~ bra periferia, usando la palabra centro s6lo como referencia a centros adminis- trativos 0 de gobiemo, a poblados sedes de instituciones (capitales, cabeceras de distrito, etc), es decir en sentido geo- sréfico. La misma denominacién centro- periferia es ya centrista, jerarquiza y crimina, introduce un juicio de valor y tuna clasificacién, en categoria de impor- tancia, de las diferentes regiones del glo- t 166 mundial” (*, Este modelo des- conoce Ia existencia de diferen- tes formas simbélicas ‘ (es- tructuras profundas), de otros sistemas cognitivos ‘*, Esto tie- ne implicaciones mucho més hondas que las de una simple resolucién en el émbito de la “politica” 0 del “derecho”, que se concretizaria en las denomi- nadas “sociedades regionales”, pues ignora la existencia de di- versas légicas (estrateglas) de apropiacién del mundo, instru- mentos de conocimlento, que producen otras formas socia- les 9, otras formas de clasifi- cacién (arte, economia, ciencla, bo, al igual que el término de recepciém. “El discurso es una manifestacién con- ccreta de la lengua, y se produce nece- sariamente en un contexto particular, en el cual intervienen no solamente los ele- mentos lingiifsticos, sino también las cir- cunstancias de su produccién: interlocu- tores, tiempo y lugar, y las relaciones cexistentes entre estos elementos extrali Riifsticos”. Todorov, Simbolismo e inter- pretacién, 2° ed., Caracas, 1992, p. 9. 61. “"...le symbolisme culture! focalise Vattention des membres d'une mé- me société dans les memes directions, détermine des champs devocation para- Hates et structurés de la méme manid- re...”. D. Sperber, Le symbolisme en gé= néral, Paris, 1974, pp. 148-49. 62. E, Cassirer, Esencia y efecto del con- cepto de simbolo, México, 1989, y Filosota de las formas simbélicas, 3. to- mos, México, 1971. También, D. Sperber, Le symbolisme en général, Paris, 1974. 63. Sperber, op. cit, p. 96. 64. P. Bourdieu. Le pouvoir symbotique, in: Annales, E. S. C,, 32e, Année, No. 3, Maisuin, 1997, pp. 405-411, y HISTORIA Y SOCIEDAD 5 Politica ‘**), El caso que aqui se presenta es el de una sociedad ablerta, en la que la comunica- cién es con bastante frecuencia imposible, tanto en el mundo fi- sico ‘, como en la esfera sim- bélica, en la cual conviven una cultura del hablar con una cul- tura del callar, Ciertas culturas son més. fuertes semiéticamen- te que otras "”), ;C6mo conciliar este abismo _ silencio-palabra, cuando se convive en el mismo espacio y las mismas institucio- nes? zC6mo conciliar el abismo entre los diversos grupos cultu- rales (negros, indlos, blancos y mestizos), cuando se tienen dife- rentes formas de organizar, dife- Postface @ Architecture gothique et pen- sée_scolastique de E. Panofsky, Paris, 1967, pp. 133-167. 65. Para expresarlo en términos occiden- tales. 66. La comunicacién no era entonces posible y en vastas extensiones de ‘América, sigue, atin hoy, sin ser posible. Témese, por ejemplo, a un pals como Colombia, inmensa isla en medio de ‘América, que continGa sin tener comuni- cacién terrestre eficiente: mar y selva demarcan sus fronteras, no pose ningu- nna autopista, Ia comunicacién férrea es ‘casi inenistente, tiene comunicacién so- lamente con dos pafses vecinos por tres carreteras nacionales —dos con Vene- zuela y una con Ecuador— y ninguna con los demés patses limitrofes; las co- municaciones fronterizas se_establecen por caminos en la selva, por barco y por avin, medio por el que se trata de su- plir estas deficiencias. 67. T. Todorov. La conquista de América. La cuesti6n del otro, México, 1987. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ rentes maneras de concebir, di- ferentes modos de comunicar? iQuién habla y para quién habla? La asi llamada “periferia” no ‘suele corresponder con los mo- delos tedricos construidos des- de el con una éptica que, a pesar de todos los esfuer- Zos, sigue siendo eurocentrista y continta usando conceptos de centro, como lo es el uso mis- mo de los vocablos centro y pe- tiferia, La pretensién de que las Instituciones de creacién euro- pea, trasladadas a otras regio- nes del planeta —como el dere- cho mismo— son recibidas y, Por tanto, aceptadas e integra- das a las socledades sin més, presupone cierta inermidad, pa- sividad, Incompetencia y falta de creatividad y la no existencia de otros rasgos, normas, institucio- nes y formas de interactuar pro- pios de esas comunidades. Nor- malmente son sociedades me- nos homogéneas que las de Eu- ropa occidental, en las cuales conviven formas de vida, etnias y culturas diferentes. No se tra- ta de un simple uso de palabras 0 del malestar que pueda pro- ducir tal tratamiento “centrista” en la sensibilidad de algunas personas, se trata de la imposi- bilidad de dar cuenta de los fe- némenos sociales e histéricos con unos modelos insuficientes y totalizantes, construidos de manera aislada, macro y abstrac- ta, sin ver su puesta en movi- miento. 167 Una historia hecha “desde abajo” serfa més deseable, al no pretender partir con pre-su- puestos (i.e. disposiciones dic- tadas por el Rey, que quizés permanecieron en el papel y no legaron a cumplirse) y obser- var los fenémenos tal y como se vivieron “), cumpliendo un 68. En un mundo muy complejo, como es el mundo hispanoamericano de la época colonial y como lo es en gene- ral el mundo del Antiguo Régimen, ef aparato estatal —el establecimiento de ‘orden— funcionaba, a pesar de que las condiciones de comunicaci6n y los me- dios para poner en efecucién las decisio- nies no eran los més expeditos. EI ndcleo de la instituci6n es la préctica, Prueba de ello es que no existe una codificacién sistemética, como se posee en la actua- lidad, porque ta misma produccién de las normas (leyes, cédulas, ordenanzas, disposiciones...), se hacia sobre la mar- cha en el ejercicio, en el tiempo, de for- ma no sistemética y respondiendo a la situacién del momento, Si una norma mostraba_no ser conveniente, sencilla- mente no se aplicaba y se pedian nue- vas directrices al centro que produjo la decisién. Si las autoridades la considera~ ban conveniente, pero los poseedores de tierra, minas, esclavos —duefios de ‘a produccién— no lo crefan asf, pues en- tonces no la cumplian, oponiendo resis- tencia y ejerciendo presién hasta tratar de llegar a un acuerdo. De allf la famosa férmula del mundo administrativo hispa- noamericano de “se obedece, pero no se cumple”, de tan diversa y polémica interpretacién. En muchas ocasiones se lleg6 a este tipo de transacciones con mas o menos dificultad, algunas veces sin problemas y otras a costa de rebe- liones, revueltas, amotinamientos y_le- vantamientos populares. El siglo XVI da cuenta de numerosas rebeliones de en- comenderos y de esclavos, y el mundo 168 proceso de doble via, que ana- lizaria simultaneamente las dis- posiciones e instituciones —lo que hace normalmente la histo- ria politica y de las institucio- nes de corte tradicional—, es decir, la produccién, asi como lo que se ha dado en llamar la “recepcién” de ellas en el mun- do ultramarino, término que pa- rece inconveniente, porque de un lado, ademés de que se co- rre el peligro de caer en el eu- rocentrismo ‘®, no se trata de andino —actuales Pera, Bolivia, Ecuador y Colombia— del XVIII esti plagado de motines, revueltas, levantamientos, ne- gros artochelados, des6rdenes civiles y protestas, durante todo el transcurrir del siglo, siendo los més conocidos, por su dimensi6n, los levantamientos de Tapac ‘Amaru y los hermanos Katari en el Virrei- nato del Perd (1780-1781) y el de los Comuneros en el Nuevo Reino de Gra- nada (1781). Consiltese, entre otros, A. McFarlane, Civil Disorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada, in: Hispanic American Historical Review, 64, No. 1, 1984, pp. 17-54; JL. Phelan, £I pueblo y el rey: Ia revolucién comu- rnera en Colombia, 1781, Bogoté, 1980; A. Flores Galindo, Los rostros de la ple- be, in: Revista Andina, T. 1. No. 2, Cuzco, diciembre, 1983, pp. 315-351; S. O'Phe- lan Godoy, Rebellions and Revolts in ‘eighteenth century Peru and upper Peru, Kéln, 1985, y El perfil de las Rebeliones ‘Andinas del siglo XVIII, Ponencia pre- sentada a la conferencia Resistance and Rebellion in the Andean World, 18th- 20th Centuries, Madison, Wisconsin, abril 26-28, 1984; M. E. Valle de Siles, Topac Katari y la rebelién de 1781. Ra- diogratfa de un caudillo Aymara, in: ‘Anuario de Estudios Americanos, Vol. 34, 1977, p. 633. y ss. 69. Caso Luhmann. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 una mera recepci6n; en diversas ocasiones las normas fueron re- chazadas, modificadas 0 ignora- das. Por otra parte, desconoce hechos como el de que los reinos americanos no eran considera- dos por la Corona como colo- nias , sino como la misma Espafia, Espafia en ultramar, lo que establece una diferencia enorme de concepcién de este mundo, tanto en el dmbito poli- tico, como en el social y muy especialmente en el juridico, pues sienta una diferencia im- Portante tanto en el momento de producir las normas, como en el de su percepcién, aprehensién y aplicacién in situ. Una colonia no tendré el status suficiente para protestar, denegar o re- legar una reglamentacién cual- quiera, ni ef centro permitiré un comportamiento de tal tipo (de- claraciones del tipo.se obedece pero no se cumple serian impo- sibles en una relacién de tipo meramente colonial). No basta- ria, sin embargo, cambiar una historia de las Instituciones, pen- sada desde los estatutos, por 70. Para Espaiia, sobre todo bajo los Austrias, los territorios americanos son parte integrante de Espafia misma y ro tienen el estatuto juridico de colo- nias, como es el caso de las posesiones briténicas. S6lo en Ia segunda mitad del siglo XVIII, a partir de Carlos M11, con ef intento, no siempre efectivo, de la Mo- narquia ilustrada de “adecuar” la admi- nistracién a la 6poca (Reformas borbéni- cas), se produce un cambio en esta con- cepcién, al cual van aparejados los co- DIANA L. CEBALLOS GOMEZ una pensada desde las practi- cas, cualquiera de ellas nos da- rfa_una visién incompleta. Ha- bria que realizar una historia que conecte las dos direcciones, Para asf brindar un abanico com- pleto (*, respondientes cambios institucionales, como la creacién del régimen de inten- dentes, tema tocado en este articulo. Esta distincién es importante, porque tanto el tipo de relaciones que se esta- blecieron, como los mecanismos de go- bierno e instituciones posefan un caric~ ter diferente, cada Audiencia era un rei- ‘no inalienable, aunque subordinado, li- gado a la corona de Castilla y de Leén. Como muestra de su estatuto soberano, las Audiencias, en persona colectiva, dis- frutaban del rango, titulo y tratamiento de alteza. AI respecto: J. L. Phelan, £7 puebio y el rey, Boroté, 1980, pp. 191 y ss. También, M. Mémer, La reorganiza cién imperial en Hispanoamérica, 1760- 1810, Tunja, Cuademos de Historia No. 2, 1979, y J. Lynch, Hispanoamérica 1750- 1810. Ensayos sobre la sociedad y el E3- tado, Bogoté, 1987. 71. Germén Colmenares serfa un buen ejemplo de cémo dar cuenta de las dos caras de la moneda en la historia: de las instituciones y de la producci6n de directrices, combinadas con el estu- dio de la sociedad y de la vida diari Véase: Algunas consideraciones sobre el manejo ideo'égico de la ley a fines de fa Colonia y a comienzos de la época re- publicana, Universidad de! Valle, Co- lombia. Folleto; La ley y el orden so- cial: fundamento profano y fundamento divino, in: Boletin Cuttural y Bibliogréfi- 0, Vol. 27, No. 22, 1990, po. 2-19; Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiograffa hispanoamericana del siglo XIX, 2% ed., Bogots, 1989. Para tuna aproximacién tedrica. A. Restrepo A, Pensar la historia, Medellin, 1987. 169 DOS. LA PUESTA EN OBRA 2Qué quiere decir organizar? tOrganizar el espacio? ~Cémo organizar Ultramar en un mundo que no sabe organizar las co- sas, en un mundo que no cla- sifica? “), No se puede preten- der que se reduzca, como lo ha- cen clertas tendenclas investi- gativas, a un asunto de estimu- lo/respuesta, La organizacién (conquista/colonizacién) de un territorio y las relaciones y ne- xos que allf se establecen son, por supuesto, mucho més colo- ridas y no responden una légi- ca binaria. Al encontrarnos an- te un problema complejo, hay que preguntarse, entonces, por los principios con los cuales se realiza la organizacién de las In- dias. Tal vez, organizar quiere decir evitar lo peor‘, quizés los términos se desplazan. :Te- nian los espafioles planes de or- ganizacién, estrategias previas de conquista y colonizacién? No, pero ellos, los espafioles, Pensaron el problema de la co- Municaci6n con y dentro de Ul- 72. En el mundo hispano, por lo me- ‘nos hasta mediados del siglo XVIII. Cf. M. Foucault, Las palabras y las cosas, 15a. ed., México, 1984, Cap. V: Clasifi- car. 73. Como por ejemplo perder los te- tritorios americanos para la Corona, Por ello es mejor dejar hacer y ser fle- xibles, permitir y tolerar los abusos de {os encomenderos. Vid. supra: Encomien- da y Leyes Nuevas. 170 tramar y adoptaron la experien- cia como principio de organiza- cién ‘™, estando dispuestos al cambio y al reacomodamiento de politicas y estrategias de go- bierno (colonizaci6n, poblamien- to, legislacién, explotacién y adecuacién). Tedlogos y juris- tas fueron los encargados de pensar y crear dichas estrate- glas, con instrumentos teolégi- cos y juridico-filoséficos ‘®, Na- 74, Para la preocupacién por el espa- cio y la geograffa y la importancia que para las autoridades espafiolas te- nia el conocimiento del territorio: R. KO~ netzke, Die “Geographische Beschreibun- gen” als Quellen zur hispanoamerikanis- chen Bevilkerungagsgeschichite der Kolo- nialzeit, in: Jahrbuch far Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateln- amerikas, Bd. 7, Kéln-Wien, 1970, S. 175. 75. Piénsese solamente en ef papel cen- tral que el Inquisidor General tuvo, en ciertos perfodos, en la administraci6n y dictamen de la politica de! Reino, hom- bres como Torquemada, Cisneros, de Valdés © Nithard, que combinaban muy bien las tareas teolégicas con las jurf- dicas y de gobierno. Cf. J-P. Dediew, Uinquisition, Paris, 1987, pp. 59-67, ast ‘como también M. Bataillon, Erasmo y Es pafia. Estudios sobre la historia espiri- tual def siglo XVI, 1962, H. Kamen, La Inquisicién espaftola, Barcelona, 1985; J. Caro Baroja, fl sefior Inquisidor y otras vides por oficio, 2a. ed., Madrid, 1970; Las formas complejas de fa vida religiosa. (Religion, sociedad y carécter en fa Espa- fra de los siglos XVI y XVI), Madrid, 1985; J. Pérez Villanueva y B. Escandell Bonet (Ed), Historia de la Inquisiciin en Espafta y América. I, EI conocimiento cientifico y ef proceso histérico de ta Institucién (1478-1834), Madrid, 1984; G- HISTORIA Y SOCIEDAD 5 turalmente no se encuentra un tratado sobre la organizacién de Ultramar. Las instituciones tenfan un ca- racter débil, su presencia no al- canzaba a llegar hasta todos los puntos de la geografia para ejer- cer el control requerido, su juris- dicci6n y cubrimiento real se que- daba en la cercanfa a los cen- tros , Como lo especifican las précticas ‘ de las Cancl- erias de Granada y Valladolid y las disposiciones sobre juris- dicci6n de las Audiencias para los casos de corte, su distrito tendré un cubrimiento de cinco leguas a la redonda por fuera del perimetro de la cludad, ju- risdicci6n que puede cumplirse, por ser de cobertura razonable. Cosa que no ocurre con otro ti- Henningsen, & abogado de las brujas. Brujerla vasca e Inquisicién espafola, Madrid, 1983. 76. Hablamos de un espacio desmesura do, que ni siquiera hoy en dia lega a ser cubierto, a pesar de la “eficiencia” actual de las comunicaciones. 77. Vid. J. Moriana, Ceremonial de los Consejos de Castilla y Leén, Biblio- teca Nacional, Madrid. Mss. 5798; J. Mo- riana, Discursos penales y particulares del gobierno general y politico de! Consejo Supremo de Castilla y Leén y ceremo~ nial en él, 1632, Biblioteca Nacional, Ma- drid, Mss. 7467, F. J. Somoza de Monso- tig, La justicia vestida de todas sus au- toridades. Enero de 1769, 178 f., Biblio- teca Nacional, Madrid, Mss. 22. 213; An6- nnimo, Préctica de la Chaneilleria de Gra- nada sighs XVIFXVIII, Biblioteca Nacio- nal, Madrid, Mss. 309. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ po de tareas encomendadas a las Audiencias, para las que te- nian asignado un territorio ma- yor, como todo el Virreinato, 0 Para otro tipo de Tribunales, co- mo los de la Inquisicin en Amé- rica, que posefan un distrito in- abarcable y en la préctica, ter- minaban controlando la ciudad en la que tenian sede, sus alre- dedores y las regiones circun- dantes, con no tan frecuentes casos de remisién de reos de regiones distantes ‘), Las ins- tituctones estaban mal organi- zadas 0, mejor dicho, mal pues- tas en obra, pero funcionaban. Funcionaban porque habla otros circultos que garantizaban la re- produccién de cierto orden de cosas, de una estrategia de go- 78. En Castilla, donde no existié Inqui sicién medieval como en Arag6n, no se contaba con el sistema de comisarios y las circunseripciones resu'taban dema- sido vastas, como para poder ser cu- biertas por dos Inquisidores, se instauré la prictica de las “Visitas de distrito”” pa ra tratar de cubrir el territorio. Después de que en 1559 Toledo fuera inundado Por panfletos y no se tuviera la presen- cia de un Inquisidor, se tomé la decisi6n de sedentarizar los tribunales, creando una red de agentes densa que permitie- ra la actuaci6n a distancia. “C’était sans doute la premitre fois qu'une adminis- tration prenait une telle décision en Eu- rope occidentale: aucune agglomération ne devait se trouver & plus de quinze ki- fométres d’un représentant de la cour”. Ct. JP. Dedieu, L’Inquisition, Pa p. 65. En el caso americano, las redes de comisarios y familiares, ‘cuando existieron, lograron superar la seografia, 171 bierno ‘") (micropoderes, meca. nismos intrinsecos de orden, re- des sociales), dentro de una in- teraccién particular de la econo- mia del espacio-tiempo con la economia del poder, provocada por la Imposibilidad de una co- municacién efectiva entre dos puntos diversos del territorio del Reino, tanto entre dos lu- gares diferentes de América, co- mo entre ésta y Europa “, Lo moral sustituye en parte a la organizacién y por ello se esta- blecen y funcionan otras formas de disciplinamiento: el discipli. 79. En Espafia, a partir de Felipe Ill, has- ta el rey “evita” gobernar directa- mente y delega en su subaltemo, el va~ —de Felipe Ill era el duque de Ler- + el ejercicio del poder. Sobre el tema de los validos, F. Tomds y Valiente, Los Validos en la Monarquia Espafiola del siglo XVII (Estudio institucional), Madrid, 1963. 80. EI funcionamiento del orden no de- pendia sélo de las instituciones, nor- mas 0 personas, sino también, e insist- mos en ello, del espacio y el tiempo. Un proceso 0 una indagacién inquisito- tial en ultramar, podian concluir a ratz de la partida de la flota hacia Espana. Los tribunales locales estaban obligados a enviar informes periédicos a la Supre- ima, asf que si los galeones partian, ha- bia que terminar, a cualquier precio, las relaciones de causas de fe, aunque éstas no estuviesen en “estado” suficiente. "sy porque con el poco tiempo que queda por estar tan de proximo esta pre~ sente Armada para hazer viaje a los Rey- nos de Espafia y para fenezer y acabar la caussa...”. AHNE, Inquisicién, Carta- gena de Indias, Leg. 1620, No. 7, contra Diego Lopez, f. 8. 172 namiento social. La gufa es la necesidad ‘*, iCémo se explica que, ante tal flojedad y poca presencia de las instituciones en un espacio tan vasto, el sistema funclonara, que se Impartiera justicia, se explotaran las minas, tierras y hombres, se pagaran los Impues- tos y se cumplieran las normas? El aparato que produce decisio- nes en el (los) centro (s) * ga- rantiza el que todo un montén de gentes, en todos los puntos del territorlo participen de esa economia del espacio-tiempo di- latada, que entra en juego con la economia del poder. Econo- mia que, por lo menos en su fase inlcial, no es centralizada ni vertical, no se ejerce en for- ma jerérquica ni individual y no recurre a la violencia fisica, lo que constituye el éxito del sis- tema. Las instituciones (macro- poderes) son de un carécter tan abierto, que ponen en contacto 81. Teorlas que ignoran el concepto de necesidad, las condiciones del uni- verso. material, como la Systemtheorie (demasiado funcionalista) © como la Han- dlungstheorie (demasiado _racionalista), son incapaces de dar cuenta de fenéme- ‘nos concretos que se aparten minima- mente de sus presupuestos. La necesi- dad genera procesos y formas de actuar, que no son siempre determinables de acuerdo a las intenciones 0 a la l6gica racional. 82. Madrid-Sevilla y los respectivos cen- tros regionales: capitales de Virre rato, Audiencias, sedes de Capitanias, Generales grandes ciudades y puertos. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 los micropoderes (duefios de la produccién) con el conjunto de la sociedad y con las redes so- clales, lo que permite la précti- ca de la administracién, de la Justicia y del orden —poder—, por medio de un ordenamiento interactuante que pone en mar- cha todo el aparato, a través de los mecanismos y de la denun- cia —como paso final—; apara- to que funciona en todos los lu- gares, grandes y pequefios, par- tidos, pueblos, villas y cludades. Preguntarse cémo han pensa- do la organizacién estos hom- bres, es preguntar indirectamen- te cémo han gobernado ‘*), pues gobernar quiere decir organizar, institucionalizar_procedimientos, crear rutinas , Por qué ex- 83. Bourdieu, Décrire et prescrire. Note sur les conditions de possi les limites de lefficacité politique, in: Actes de la Recherche en Sciences So- ciales, No. 38, mai 1981, pp. 69-74. 84, Institucionalizar quiere decir obje- tivar, P. Bourdieu, Sens Pratique, in: Actes de Ia Recherche en Sciences So- ciales, No. 1, 1976, Paris, pp. 43-60. Jus- ticia y gobierno son dos cosas que no se diferencian en el Antiguo Régimen, hacer justicia es también administear y gobernar, es establecer orden. El buen gobiemo esti en manos de un funciona- rio, quien impartiré justicia y al mismo tiempo administraré, pues las institucio- nos son ante todo rutinas, cf JM. Scholz, Relatores et magistrados. De la naissance du juge moderne au XIXe sié- cle espagnol, in: Les figures de admi- ristrateur. Institutions, réseaux, puvoirs fen Espagne, en France et au Portugal, 16¢- 19e Sidcle, Paris, 1997, pp. 151-164; Con- DIANA L. CEBALLOS GOMEZ Portan el “modelo espafiol” en vez de otro? Porque la econo- mia de esa estrategia de orden es eficiente en condiciones de espacio-tiempo extremas, Su re- gla es invertir tanto como sea necesario, nunca més, nunca menos, y por ello perdura y se Perpetua durante tres siglos. El ‘secreto de Espajia fue tener Ins- tituciones tan abiertas que per- mitieran integrar plenamente la autorregulacién social, para su- plir asi la no presencia del apa- rato estatal. Hacen que el apa- rato de gobierno funcione ade- cuadamente, trabajando con gen- te capaz de pensar su estructu- ra tal y como se necesita (asun- tos de propiedad, contratos, lo que en otras palabras se tradu- ciria en escrituras, poderes, tes- tamentos, etc.), escribiendo: la sociedad no necesita otra cosa. Todos los actos de gobierno de Espafia estén impregnados por la lengua, y, a veces, slo son me- ras recreaciones literarias y re. téricas y no actos concretos. A través de la escritura, objetivan la realidad *), administran, ins- titucionalizan, en una interaccién version et accumulation, Sur la formation professionelle du personnel judiciaire en Espagne, in: lus Commune, XXIV, 1997, pp. 301-318; Policia. Zu Staat und Ge- sellschaft in der spanischen Neuzeit, in: M. Stolleis (Hrg.), Policey im Europa der frahen Neuzeit, Frankfurt. am Main, 1996, S. 213-297, y JeM, Scholz und JeP. De- dieu, Investitur. Richterliche Autoritat und spanische Verwaltung, in: lus Com- mune, XXII, 1995, S, 151-223. 173 entre autoridad y sociedad, en- tre instituciones y mecanismos, pues asi es como se practica el poder. El primer paso es tener un cuerpo de instituciones (ma cropoderes), que actdan de for- ma descentralizada “*, aunque 85. M. Foucault, Las palabras y las cosas, ‘15a. ed., México, 1984, Cap. II: La rosa del mundo, Cap. Ill: Representar. Copiar es ser como los otros, imitar es lo caracteristico del Antiguo Régimen (similitud). 86. Hasta mediados del siglo XVill, el Estado espaftol en las Indias fue un Estado altamente centralizado s6lo en teorfa. La monarqufa espafiola creé_un aparato burocratico estructurado con mi- as a manejar, desde la metrépoli, to- dos los asuntos de su gran imperio ul- tramarino, impetio, no sobra decirlo, que en las épocas de su mayor esplendor, el siglo XVI, comprendia terrtorios en los cuatro continentes conocides hasta el momento: Filipinas, Népoles, Améri- ca..., “el imperio donde el sol nunca se pone”. Sin embargo, fue esta misma extension, la lejanfa de la metr6poli, la que hizo que el centralismo quedara s6- lo en el papel. En la préctica, la pollti- ca de gobierno de la casa de los Aus- trias, siglos XVI y XVII, fue manejada con gran laxitud y, generalmente, se es- tablecié un mecanismo de consenso, una especie de tira y afloje entre la Corona y los habitantes de América con la in- termediacién de las autoridades cotonia- les, virreyes y Audiencias. Cuando los in- tereses de la Corona chocaban con los de los habitantes de América, los repre- sentantes del Rey encontraban una férmula intermedia que satisfaciese ambas partes y en la que todos cedian tun poco. Esta forma de gobiemo se ex- tendié hasta el siglo XVIII, cuando con fos. Borbones se hicieron los primeros inten- 174 aparezcan, aparentemente, co- mo controladas por instituciones totalizantes en Espaifia, ta'es co- mo el Consejo de Indias, mas tarde despacho Universal de In- dias. En segundo lugar, aceptan una difuminacién del poder, que polariza el ejercicio del control: en otras palabras, aceptan la existencia de micropoderes lo- cales, esparcidos por todo el te- rritorio (encomenderos, posee- dores de esclavos, propletarios de minas, en fin, poseedores de la produccién que tienen control sobre gran parte de las clases subordinadas) y estén vincule- dos por redes sociales. Pero es- tos dos prerrequisitos no son suficientes. Estas sociedades con poca presencia institucional efectiva funcionan, porque hay mecanismos sociales que garan- tizan el establecimiento del or- den, por autorregulacién y con- trol social, y el seguimiento de ciertas pautas, escritas o no *". los Borbones franceses, un centralismo fuerte, que le daba a América un ver dadero status de colonia, al modo como lo entendemos hoy, politica ésta que lle- ‘86 2 su climax con el reinado de Carlos Il a mediados de siglo. Con los Habs- burgo se la consideraba como una ex- tensién de la Peninsula, no como su apéndice. 87. Cuando este control (autorregula- cién social) se pierde sin haber al canzado una presencia institucional efec- tiva y clara, se rompe el equilibrio entre las partes del sistema y reina el caos —Iéase justicia privada—, porque esa ca- pacidad de accién, control y estableci- HISTORIA Y SOCIEDAD 5 Por ultimo, estos mecanismos sociales de autorregu'acién st- guen un proceso y se concreti- zan, para culm‘nar, en la denun. cia, que es la que establece, fi- nalmente, el contacto con las instituciones, cerrando el ciclo y vinculando, asi, las institucio- nes con la sociedad. El dominio de Espafia en Amé- rica se establecié a partir de la construccién de ciudades y miento de orden, representada en los micropoderes, se vuelve el todo. Despo- jada la sociedad, en el proceso de mo- demizacién y de individuatizacién, de su parte en la tarea de ejercer policia, inerme al haber perdido los mecanismos el valor necesario para poner en marcha la autorregulacién social (cuando ef qué dirén, la moral catélica... no son més acatados y no se ha constituido una so ciedad civil), impera, entonces, la ley de! més fuerte. Baste como ejemplo la Co- lombia actual, donde el ejercicio del po- der esté altamente polarizado por la pre~ sencia de micropoderes perversos: él tes y narcotraficantes que pagan parami litares y grupos urbanos de justicia pri- vada y de “limpieza social”; guerrilleros que combaten a gentes de derecha y hasta de izquierda y acosan a la pobla~ i6n civil; paramilitares y efércitos mer- cenarios al servicio de los mafiosos con guerras privadas contra sectores del E5- tado © contra otros grupos paramilita- res, guertlleros 0 no. Una sociedad en la que el Estado nunca ha tenido una presencia efectiva, pues ha actuado, des- de el perfodo colonial, s6'o como inter- mediario entre ta sociedad y los micro- poderes —y generalmente a favor de es- tos iltimos— y en la que al desaparecer ella como parte del establecimiento tra- dicional de orden y no ser reemplazada por un Estado 0 una ética civil fuerte, desaparece el equilibrio. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ del repartimiento de encomien- das >), es decir, a partir de la aproplacién y “domesticacién” del espacio, lo que posibilité la formacién de estructuras socia- les, a través de la concentra- cién del poder: --.vivir en “repablica” equi- valfa a“... llevar una vida urbana bien arreglada y orde- nada". ...las huestes de la conquista sélo alcanzan un re- conocimiento politico de parte de la Corona a partir de este principio identificador, el né- cleo urbano. Este constituye no sélo una concentracién de fuerza que subordina a sus necesidades el entorno “ru- ral" indigena sino que se eri- ge como nexo de continuidad entre la civilizacién urbana mediterrénea y el Nuevo Mun- do conquistado. Son entonces los privilegios de las ciuda- des los que integran un pri- mer nécleo de poder politico y derivan honores y privile- gios para sus “vecinos” ®, 88. Mediante la encomienda se le otor- gaba a un espafiol el dominio sobre tuna gran extension de tierra y se le asig- aban, encomendaban, indios (reparti- ‘miento), como mano de obra para dicha explotacién. 89. G. Colmenares, Historia econémica ¥ social de Colombia, 1537-1718, 2a. ed., Medellin, 1975, pp. 18-19. También, A. Valencia Ll, Las rebeliones de los en- comenderos, in: Historia y espacio, Nt 14, Cali, junio, 1991, pp. 33-51. 175 Impartir Justicia no es un de- ber y un querer ser del Estado, como se piensa en términos ac- tuales, sino un asunto de la co- munidad toda, un problema co- lective. Cuando se ofende a al- guien se ofende a la victima, a la comunidad y, por ende, al Rey. Por ello la justicia es ejem- plarizante y una parte de las pe- nas son publicas y de conteni- do simb6lico, por lo cual, al cum- plir la condena, se cumple con la afrenta que se le hace a la sociedad, todo funciona de ma- nera colectiva, no se castiga a un individuo, porque haya come- tido un delito como individuo, es decir por su culpa o concien- cia personal o por haber ofen- dido a una persona —aunque si ha de resarcirse luego ante la persona ofendida, sobre todo cuando se trata de delitos que atentan contra la moral y las buenas costumbres—, sino por- que las faltas atentan contra el orden social, contra ese equili- brio —disciplina— que permite que la sociedad funcione, por- que cada miembro de la comu- nidad cumple su parte a caba- lidad —economia— y se com- porta dentro de las reglas, es- tablecidas de forma escrita o tacita, consenso basico que ga- rantiza el mantenimiento del or- den social, politico y cotidiano. La sociedad ejerce “justicia” y un verdadero control sobre ca- da uno de los miembros, antes y después de las leyes esori- 176 tas ®, y ésta es precisamente la caracteristica principal de la normalizacién durante el Anti- guo Régimen. Para América, el Rey y el Estado adicionan cie tas normas a las ya estable das social y previamente por el uso, y que se hacen necesarias para las nuevas condiciones geo- gréficas, étnico-culturales, eco- némicas y sociales (la sola ex- plotacién del oro y la plata son un nuevo asunto para ser regula- do). Precisamente el sentido de la legislacién indiana, en gene- ral, es cubrir y dar cuenta de to- do aquello que no esté incluido en la legislacién castellana, le- gislar para los otros, para la nue- 90. Para el pensamiento medieval, toda autoridad politica era la expresién de la justicia y la comunidad era la Gnica fuente de esta autoridad (supremacia de la ley sobre ef goberante); libertad po- Utica significa ante todo supremacia de la ley, ley que es expresin de la cos- tumbre y de la voluntad de la comuni- dad. La teorla politica espafiola de los siglos XVI y comienzos del XVII (Soto, Vitoria, Molina, Suétez, Mariana...), de- fini6 tres principios bisicos: 1. La auto- ridad politica deriva en citima instan- cia de Dios, e inmediatamente de la co- munidad misma, y esta sujeta a las con- diciones que fa comunidad ha impues- to Guérez); 2. El principe también esté sujeto a las leyes (Mariana), y 3. El prin- cipe que usa su autoridad injusta y ti- rénicamente puede ser desacatado y de- puesto. A. J. Carlyle, Political Liberty. A History of the conception in the Mid- dle Ages and Modern Times, Liverpool and London, 1963, sobre todo, Part |, pp. 1-22, y capitulos | y IV de la Part I, Pp. 23-51 y pp. 81-95. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 va geografia y sus riquezas (te- rritorio, oro, plata...), para la nueva divisién administrativa (vl- reyes, nuevas Audiencias, Ca- pintanias. ..). No hay que olvi- dar que el primer gran intento de legislar después del arribo de Colén a América es justamente después de la desaparicién de dos tercios de la poblacién in- digena (Leyes de Burgos 1512/ Leyes Nuevas de 1542). En la administracién de Ultra- mar se da una descentralizaci6n en las relaciones de dominacién. En re'acién a la economia, en cambio, nos encontramos ante una centralizacién de los medios econémicos y de produccién en manos de las élites. Esto nos conduce a una infiuencia infor- mal *), que se traduce en ml- cropoderes y se ejerce, a su 91. “...4e mot-clé pour exprimer les re- lations de domination entre les gros propriétaires, les petits détenteurs de te- rre, les artisans, les laboureurs était le mot «peur». Une analyse de ce sentiment nous permettra d’examiner la théologie et 'économie de la conscience”. p. 52, D. Sabean, La conscience et la peur: qui a tué le pasteurz, in: Actes de la Re- cherche en Sciences Sociales, No. 51, mars 1984, Si esto se cumple para el mundo europeo, es de creer que tam- ign lo sea para el mundo americano, sobre todo si se tiene en cuenta que mu chas de las relaciones son claramente de cardcter jerdrquico, como las que se es- tablecen entre blancos ¢ indios y entre blancos y negros. Claro, que este mismo hecho posibi'ita y genera también, reac ciones y estrategias de resistencia més fuertes. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ vez, a través de instituciones in- formales, los mecanismos. Los micropoderes son, pues, tejidos informales, que por me- dio de redes sociales se articu- lan y se conectan a las institu- ciones ®, a las cuales relevan, 92. Para el funcionamiento de las redes sociales en el mundo hispanoameri- cano, Ch. Windler, Lokale Eliten, seig- neurialer Adel und Reformabsolutismus in Spanien (1760-1808). Das Beispiel Nie- derandalusien, Stuttgart, 1992, T. Herzog, La administracién como un fenémeno social: la justicia penal de la Ciudad de Quito (1650-1750), Madrid, 1995, Ch. Blschges, Familie. Ehre und Macht, Kon- zept und soziale Wirklichkeit des Adels jn det Stadt Quito (Ecuador) wahrend der splten Kolonialzeit, 1765-1822, Stutt- gart, 1996; G. Colmenares, Historia eco- némica y social de Colombia, 1537-1719, 2a. ed., Medellin, 1975; J-M. Scholz, Si- tuativ beobachten und opak kommuni- zieren. Wahmehmungen an einer hoch- vernetzten Gesellschaft, in: Observation and Communication: The Construction of Realities in the Hispanic World, Frank- furt am Main, 1997, S. 3-112. Lo moder- nro del siglo XVI consiste en la juridifica ci6n de los conflictos, imponiendo un ‘orden legal modernizan la sociedad. £1 Quiebre en la concepcién de! derecho y de la sociedad que trajo la Reforma a los patses protestantes, no se dio en los palses que no tuvieron guerras de reli Bin. Los palses catélicos contindan la via de esa légica que funciona de acuer- do a otros tipos de legitimaci6n. Para la relacién confesionalizacién-moderniza- cién: M. Stolleis, Konfessionalisierung” oder “Sikularisierung” bei der Entste- hung des frihmoderen Staates, in: lus Commune, XX, 1993, S. 1 ff. Para la pro- fesionalizacién y lo moderno que ella conlleva en ta formacién de los cuadros, K-O. Maiwald, Die Herstellung von 17 en parte, de las funciones de control y con las que comparten el ejercicio del poder, en una especie de equilibrio en la ac- tuacién, Las redes sociales cum- plen un papel importante en la conexién e integracién de la ad- ministracién con la sociedad, le- gitiman la intervenci6n individual en conflictos y hacen de puente entre los individuos y la admi- nistracién. Sélo las redes, al ac- tuar por nodos, pueden superar las dificultades que presenta el espacio. En Indias los micropo- deres estén representados por los encomenderos, los poseedo- res de esclavos (amos), los pro- pietarios de tierras y de minas. Ellos controlan la economia y las personas, tienen bajo su do- minio a la mayor parte de la po- blaci6n: indios —encomendados, Recht. Eine exemplarische Untersuchung zur Professionalisierungsgeschichte der Rechtsprechung am Beispiel Preuens im ‘Ausgang des 18. Jahrjunderts, Berlin, 1997, y F. Ranieri, Vom Stand zum Beruf, die Professionalisierung des Juristensta des als Forschungsaufgabe der europai chen Rechtsgeschichte der Neuzeit, i Jus Commune, XX, 1993, S. 83 ff; para la permanencia de esa otra légica, un aso. espafiol_contemporéneo: JM. Scholz, Medizinische Diagnostik und ge- sellschaftliche _Beziehungen: Gregorio Maran (1887-1960), in: Observation and Communication: The Construction of Realities in the Hispanic World, Frank- furt am Main, 1997, pp. 433-478, Véase también F. Ranieri, El estilo judicial es- pafiol y su influencia en la Europa del Antiguo Régimen, in: A. Pérez Martin, ed., Espafia y Europa, un pasado comén, Murcia, 1986, pp. 63-80. 178 mitayos & 0 no—, esclavos, negros libres, blancos pobres y mestizos de todas las layas. Ge- neralmente ocupan cargos admi- nistrativos, practican el control Individualmente y castigan, im- partiendo orden. n vez de presentar la des- centralizacién de un modo tra- dicional, como lo han hecho has- ta ahora la historia de las ins- tituciones y la historia politico- Juridica, seria deseable una pers- pectiva desde la historia social, desde las nuevas tendencias de los estudios culturales (neue Kulturwissenschaften) y de la historia de la cultura y de los imaginarios (neue Kulturgeschi- chte). La historia institucional es prisionera de su mundo, esta tan atada a la jerarquizacién verti- cal de las instituciones, a su organigrama, que es incapaz de analizar la historia desde la so- ciedad misma: habria que hacer historia de forma tal que se cru- zara el estudio de lo que la his- toria queria ser, las normas y los lineamientos de la adminis- tracién (la mirada desde arriba, vertical), con lo que la historia fue, la prdctica, la vida misma, algo que podriamos Ilamar his- torla desde abajo (desde la so- 93. La mita era una institucién para el trabajo de las minas, que posbilita- ba la vinculaci6n de la poblacién ind!- ‘gena a la explotacién minera. En la préc- tica se convirtié en una forma de escla- Vizacién y de abuso de los indios, sien- do los reales de minas def Virreinato del Pert tristemente famosos en este sentido. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 ciedad misma, horizontal) o his- toria desde las précticas (préc- ticas sociales, culturales, eco- némicas, simbdlicas...). Si se encara la palabra “gobernar” desde la perspectiva de la his- toria social, es posible descu- brir un mecanismo que permite incorporar, de una manera vo- luntaria, no forzada ni jerdrqui- camente, las estrategias de go- bierno e integrar en la sociedad la doctrina del derecho, la doc- trina cristiana, las diversas cul- turas con sus précticas ®), la aculturacién y la transcultura- cién, en fin, que es capaz de dar- le sentido a la vida de las gen- tes, ese mecanismo es el qué dirén. La anticipacién produce y permite el autocontrol, Cada In- dividuo anticipa cuando es su turno y se comporta de acuerdo a las circunstancias. Se puede anticipar, porque hay reglas t& citas de comportamiento, sobre- entendidas, que todos compar- ten. Por ello es posible el fun- cionamiento de un mecanismo como el qué dirén, mecanismo que atin opera en clertos secto- res de las sociedades tradicio- 94. Nos hallamos ante una sociedad de miltiples caras. Vid. D. Ceballos G., Hechicerfa, brujerla e Inquisicién en el ‘Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios, Bogots, 1994, cap. 1: Acul- turar para dominar: transculturacién; S. Gruzinski, La segunda aculturacién: ef estado ilustrado y la religiosidad indige- nna en Nueva Espaia (1775-1800). Revista de Estudios Novohispinicos, Colegio de México, 1985. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ nales contempordneas ®). Es un Juego en el que cada cual invier- te, sin intenciones prefijadas. Hay un consenso tacito sobre lo que es correcto y lo que no lo ademés de las normas es- critas, que establecen el orden deseado por una monarquia da- da, se cuenta con una “codifi- cacién” no expresa (normas so- ciales), en cuanto a los compor- tamientos sociales e individua- les (comportamientos socialmen- te prohibidos 0 aceptados), que se regula a través del qué diran. El qué dirén actda como freno y control, establece limites e im- pone patrones de comportamien- to, Impidiendo que las conduc- tas individuales se salgan do ese consenso no escrito. Las personas se atienen a esas nor- Mas sociales, para evitar estar en boca de todos y no concluir en esa especie de muerte so- cial, que ocasiona la pérdida del buen nombre (fama) y que se materializa en la estigma- tizacién y la segregacién so- ciales. Por ejemplo, una perso- na evitaré las vestimentas es- candalosas o timar a su vecino, porque sabe que luego todos ha- blarén y que el descrédito ante 95. Las que se exceptian del modelo de la sociedad mundial —Weltges- ellschaft— de Luhmann y no participan nado Tercer Mundo, o del sur de Eu ropa y de Europa Oriental. Véase N. Luhmann, Kausalitat im Siiden... y M. Neves, Verfassung. .. 179 sus vecinos terminaré por estro- pear su vida cotidiana y sus re- laciones con la comunidad, co- rriendo el riesgo de que se con- vierta incluso en un verdadero veto social, lo que conduciria a su aislamiento (muerte social). El qué dirén est directamente ligado a la comidilla, al chismo- Teo, propios de la vida pueble- rina, Se siguen las normas so- ciales para evitar la comidilla. La autorregulaci6én social es como una maquina“ de con- trol social, opera como un cir- culto interactuante, que sirve de punto de conexién entre la so- ciedad y el ejercicio del poder, Instaura orden y se pone en prac- tica a través de diversos meca- nismos, finos y flexibles, que se adaptan a las circunstancias geo- gréficas, temporales, étnicas, so- ciales, econémicas y simbélico- culturales, El circuito funciona como un alud o ciclén que va creciendo y que pone en mar- cha el control social, maquina autorreguladora y productora de orden. Los mecanismos se adaptan al lugar y al tiempo. No se tra- tara siempre de! mismo tipo de Tumor, ni el motivo (chispa) que pone en funcionamiento el cir- cuito de esta forma de discipll- namiento social (macropoderes— /redes_ sociales/ —micropode- res-sociedad-mecanismos— /A- 96. En el sentido deleuziano, 180 cusacién/ - denunciacién) sera siempre el mismo. Algunas ve- ces se trataré de simple envidia 0 de resentimientos y conflictos interpersonales 0 intergrupa- les ; otras veces la causa se- +4 una muerte no explicada; cons- piraci6n, intriga 0, por supues- to, homicidio 0 robo u otro de- lito comin, pueden ser también los iniciadores en este proceso de construccién de un reo. Ac- tdan en diversos niveles (socia- les, de espacio y tiempo) y con un cierto orden temporal (intrin- seco, generalmente de forma sucesiva, | = t —tiempo—). En este recorrido por los diversos niveles y con estos ritmos tem- porales, se crean los reos, los culpables (por ejemplo cuando los delitos son imaginarios, co- “qué dirén” mecanismo-ejecutor HISTORIA Y SOCIEDAD 5 mo en el caso de las brujas) y se establece el orden, en forma de disciplinamiento social. Mecanismos posibles serian: rumor - comidilla - chismorreo- denuncia (acusacién) - delacién- “piiblica voz y fama" (opinién publica, fama) - “qué dirén”- di- famacién - delito - conciencia- miedo - envidia - desavenencias pasadas - resentimientos - muer- te no explicada - conspiracién- odio - intriga - ete., y los podria- mos dividir en mecanismos-chis- pa, iniclan el sistema y son va- riables, y mecanismos-ejecuto- res, hacen parte del sistema y son fijos. Tomemos un espacio-tiempo, donde | representa el orden tem- poral, la sucesién en el tiempo. delito/envidia/desavenencias/muerte no explicada/miedo/intriga/etc. 4 (comidilla, chismorreo) rumor = mecanismo-ejecutor = mecanismos-chispa “pdblica voz y fama” (opinién publica, fama) = mecanismo-ejecutor 4 (acusacién) denunciacién (punto de contacto con las instituciones) = mecanismo -ejecutor 97. Todo grupo social precisa de miem- bros marginales para mantener el ‘equilibrio, chivos expiatorios en la pro- duccién y solucién de contlictos. La pdblica voz y fama: es lo que socialmente se sabe de al- guien, su fama (6ffentliche Ruf, réputation), lo que define el lu- gar de una persona en la socie- DIANA L, CEBALLOS GOMEZ dad, la consideracién que se tie- ne de ella. La fama no es per: manente, puede cambiar en el tiempo. Siempre es una aprecia- cién colectiva, tacita, desvincu- lada del prestigio social del in- dividuo y que se constituye a través de mecanismos como el rumor (Geriicht, rumeur) y de la comidilla (Klatsch, commérages). No es objetivable, es decir, es independiente de los rasgos rea- les del individuo, es una cons- trucci6n simbélica ®, En el ca- so de la brujerfa y de la hechi- ceria es bien clara esta caracte- ristica. En las acusaciones por brujeria ‘) se trataré _normal- mente de una construccién sim- 98. Para un ilustrativo ejemplo de la fama y la caracterizaci6n colectiva ‘que se construye de personas sospecho- sas de un delito (pdblica voz y fama), véase el caso de los hermanos Droh- mann, sospechosos de haber asesinado al pastor, en el maravilloso articulo de David Sabean, “La conscience et la peur: qui a tué le pasteur? In: Actes de Ja Recherche en Sciences Sociales, N° 51, Mars, 1984, pp. 41-54. 99. Entendida como el delito imposi- ble, que involucra pacto con ef De- monio y las demés propiedades de !a brujerfa saténica. L. de Mello e Souza, © diabo e a Terra de Santa Cruz. Fe- ticaria e religiosidade popular no Bra sil Colonial, Sio Paulo, 1993; J. Caro Baroja, Las brujas y su mundo, Madrid, 1993, y Vidas mégicas ¢ Inquisicién, Ma- drid, 1967, y B. Ankarloo and G. Hen- nengsen (ed), Early Modern European Witchcraft. Centres and Peripheries, Ox- ford, 1990; C. Ginzburg, Historia Noc- tuma. Un desciframiento del aquelarre, Barcelona, 1991. 181 bélica, que generalmente no va ligada a propiedades objetivas del reo y que es, ademas, de comprobacién imposible. En los casos de hechiceria, se podra encontrar normalmente relacién con prdcticas magicas o médi- cas efectivas, o con atributos o conocimientos personales rea- les, 0 con delitos comprobables —envenenamiento, por ejem- plo—, en suma, es posible alle- gar una prueba del hecho. En la mayoria de los casos por bruje- ria ante Tribunales inquisitoria- les, las “técnicas de ablanda- miento” (silencio, largas sema- nas sin ver a nadie, Interrogato- to dirigido) hacen su efecto y los reos comienzan a “recor- dar”, a crear historias y a acusar a las personas que conocen. Elena de la Cruz acusa, en la octava audiencia en Cartagena a 17 dias del mes de octubre de 1633, a dofia Isabel de Atienza, de que en compafiia de otras mujeres “...benian en quadri- lla a hazer su junta segun esta pressumio...” porque “.. las sussodhas tienen fama en Tolu que son brujas y asi lo declara Y que ansi mismo a oydo dezir generalmente en la villa de Tolu Por cossa notoria y publica que dofia Ysauel de Atienzia...es es asi mismo bruja y por tal esta tenida y rreputada...” 0%, En 100. Todos los subrayados son mios. AH.NE, INQUISICION, Leg. 1620 (Ed. 70 - Rollos 1 y 2), No. 8, 1636, f. 75. 182 esta 6poca, la representacién co- lectiva es lo que determina los roles de las personas, ya que por lo que uno es tenido y depu- tado, es lo que uno es, La ima. gen de cada cual se construye a través de los demés y se fija a través de mecanismos como el rumor. La sociedad funciona colectivamente y el contro! so- cial es también colectivo; tareas que hoy consideramos privadas, individuales, particulares y has- ta Intimas, hacen en esta época parte de las cosas que se reall- zan colectivamente. Dormir, por ejemplo y hasta defecar, se rea- lizan en pdblico. Los conceptos de intimidad y vida privada no existen, asi que una imagen pri- vada, individual y personal de sf mismo, tampoco es tan clara- mente diferenciable del concep- to que los demés tienen, no por- que sean incapaces de pensarse a si mismos de una manera di- ferente, en el caso concreto, no porque una mujer no sepa decir de si misma si es o no bruja, sino porque la Imagen que los demas se representan de la per- sona en cuestién, la imagen que el grupo tiene de ella, es decir, la imagen social, es la que en Gltima instancia tiene un valor y un peso real en las relaciones Interpersonales y colectivas. To- dos declaran de ofdas, y lo que se oye, lo que todos repiten, es lo que es cierto. Las decla- raciones se asemejan, porque existe una memoria oral colec- tiva fuerte. Ahi radica el encan- HISTORIA Y SOCIEDAD 5 to de la cultura oral, en que pue- de vivir de las palabras o de las imagenes. Todos pueden repetir, de la misma forma y con las mismas palabras, lo que oyeron contar alguna vez. Lo que se oye se graba fijamente en la memoria y permanece “). Por ello, los rumores y lo que se dice en el pueblo finaliza por ser repetido por todos con precisién y se toma como verdadero y co- mo motivo, razén y verdad para levantarle un proceso a alguien. En una sociedad de’ palabras, el rumor, lo que se dice y se tiene por general, tlene carécter de verdad. La denuncia era la via para en- cauzar los tres mecanismos de orden: ptblica voz y fama, qué dirén, rumor. El qué dirén repre- sentaba el consenso y asegura- ba que las personas permane- cieran en la norma, Cuando una Persona rompfa este acuerdo no escrito, es decir, cuando alguien no respetaba la(s) norma(s), té- cita(s) o expresa(s), el rumor en- traba en juego y transformaba la fama, la de ese individuo, creando “opinién publica", la PUblica voz y fama, lo que iba de boca en boca y se callaba a gritos. En este momento, cuan- do alguien adquirfa mala fama y estaba en la boca de todos, se 101. Un comercial de televisién puede ser descrito con precisién hoy en dia —cultura visual— por un extenso piblico, sin equivocarse en sus detalles. DIANA L. CEBALLOS GOMEZ producfa la acusacién. La denun- ciacién, era, entonces, el cami- 183 no que conectaba la sociedad con las instituciones. sociedad -> qué dirén > rumor —> piblica voz y fama > denunciacién > micropod (acusacién) ‘La comidilla siempre estaba presente y hacfa parte de la vida local. £1 mundo se construfa con Palabras. Se hablaba de los de- més y de sf mismo como algo corriente, de las cosas Importan- tes como de las pequefias. Cuan- do los hechos se salfan del or- den de lo cotidiano, perturban- do el equilibrio social, el chis- morrero, la comidilla, tomaba el cardcter de rumor y ponfa en funcionamiento otras instanclas de orden: los micropoderes y la dupla denunciaci6n-instituciones. La envidia, el chisme y la comi- dilla hacian parte del sistema, Pero no establecian orden, aun- que si posibilitaba la acusa- cién “), Mas que controlar po- 102. Témese como ejemplo el Paula de Eguiluz, negra esclava, natural de Santo Domingo y residente en las minas de cobre de Santiago de Cuba; en él se pueden ver todas las malversaciones po- sibles de un enjuiciamiento por brujeria: ‘comienza como proceso secular en Cu- ba y termina en inquisitorial en Cartage- . La envidia reina; ella, una negra, es amante de su amo Joan de Fguiluz, alcalde mayor de las minas de cobre, tiene buenos vestidos y es bor ta siendo esclava, mientras las otras mu- jeres en las minas estén mal vestidas y deben trabajar duramente. No hay pric- ticas mégicas visibles; se le acusa de ha- ber chupado el ombligo del bebé de una 1 — instituciones (redes sociales) dian pervertir el sistema, dando cabida a la maledicencia, a los falsos testimonios, al perjurio y a la difamacién, que, tanto en la Justicia secular como en la in- quisitorial, eran castigados con la dureza y el rigor con el que se sancionaba a los delitos mis- mos. Por esta raz6n, la difama- india, tipica acusaci6n del tipo brujeria diabélica —delito de cardcter_imposi- ble—; circulan los chismes, los rumo- res, Fulanita le cuenta a Peranito, acaba siendo acusada de brujerla y muchos testigos afirman haber ofdo muchas veces y ser de piblica voz y fama que Paula es bruja y que tiene hechizado a su amo, el alcalde mayor. Finalmente, es trasla- dada a Cartagena, donde termina demo- nizada, “convirtiéndose” en bruja y res- pondiendo a los prototipos inquisitori: les de la brujerta. En este caso es posi- ble hacer el seguimiento de cémo se construye una bruja y de cémo un reo pasa, después de una larga estadia en tas irceles del Santo oficio, de no saber ab- solutamente nada de brujeria, a ser el experto mayor y a autoacusarse de tales delitos (aquelarres; encuentros con el demonio y relaciones camales con él, sodomiticas 0 no; besos en el trasero de Satin; canibalismo, infanticidio, or- sias; posesién de demonios compafie- ros; etc). Paula sufre tres procesos y, por supuesto, al final es la mejor exper- ta. Segin y como es costumbre en la In- uisicién espafiola en los delitos por bru- jeria, las sentencias en su contra no fue- ron muy severas.

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