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EL ARTE VISIGODO.
El arte prerrománico se define como la sucesión y la unión de estilos artísticos del occidente
europeo desde la caída del imperio romano de occidente y la eclosión del románico como arte
unificador europeo.
En el término “prerrománico” abarcamos artes tan distintos como el ostrogodo, el irlandés, el
anglosajón, el merovingio, el carolingio, el otoniano, el visigodo o visigótico, el asturiano, entre
otros.
El arte visigodo es un movimiento artístico que apareció en el siglo V en España cuando el reino
gobernante era el Hispano- Visigodo. Sin embargo, este estilo de arte pertenecía a una agrupación
de tipos de arte llamada arte prerrománico que estuvo presente durante muchos siglos en la
península ibérica, apareció en la derrota del reino romano hasta el comienzo del arte románico
como una agrupación artística europea.
Solo en el siglo VII se puede hablar de un arte visigodo o hispanovisigodo propiamente dicho. El
estilo prerrománico era un grupo de diferentes estilos de arte entre los que se encontraba el arte
visigodo, el arte asturiano y el arte mozárabe. Es por esta razón por lo que el estudio de este
periodo resulta difícil por dos razones sencillas:
Tras haber aclarado que el arte visigodo estaba dentro del grupo prerrománico y que además
estuvo en una etapa un tanto complicada. Tenemos que hablar de la característica principal que
caracteriza al arte visigodo y es la naturaleza arquitectónica que poseía ya que es una de las
disciplinas principales de este arte.
En el arte Visigodo destacan algunas características que lo destacan de otros artes como:
No son muchas las construcciones visigodas que subsisten, y de ellas prácticamente ninguna que
pudiera contarse entre las grandes realizaciones en los núcleos metropolitanos como Toledo,
Sevilla o Mérida.
Su arquitectura religiosa se caracterizaba por una capilla mayor rectangular, con dos sacristías,
prótesis y diakonikón, a ambos lados, separadas una de la otra. Una cancela o iconostasio ante el
presbiterio, ornamentado. Decoración escultórica a las fachadas, arco de herradura en el acceso
exterior.
Existen algunas obras del arte muy destacadas de la arquitectura visigoda entre ellas podemos
encontrar la Iglesia de San Cugat del Vallés (de Barcelona) en el siglo VI, pero sin embargo está muy
desgastada por el tiempo pero la ventaja que tiene es que se pueden observar una base que
finaliza con una ábside. De siglos siguientes podemos destacar algunas obras de arte como son San
Juan de Baños, San pedro de la Nave o incluso Quintanilla de las viñas.
Principalmente en la arquitectura visigoda se seguían las técnicas tradicionales del arte
paleocristiano pero sin embargo, no son muchas las obras de arte que todavía hoy en día existen y
la gran mayoría de ellas no se pueden contar como obras muy destacadas en este siglo. Las obras
de arte que hoy en día podemos observar de este estilo de arte suelen ser templos o ermitas
aunque esto ha sido de gran ayuda para poder identificar al arte visigodo y destacar algunas
características principales que posee.
Edificios más representativos del arte Visigodo
La escultura se redujo, en la mayoría de los casos, a pequeños relieves decorativos más o menos
abstractos. El material más usado en el arte Visigodo fue sin duda la piedra. La escultura se declina
a favor de un relieve casi plano ó bajo relieve, en dos dimensiones, realizados con la técnica del
bisel, que da a las obras un relieve muy plano, gráfico, totalmente limitado por el espacio. La
figura humana, las representaciones de animales y vegetales se completan siempre con incisiones
que además de definir sus rasgos, son obras de tipo geométrico , con orientales espirales, círculos,
rosetas, formas botánicas y figuras zoomorfas de animales estilizados, obteniendo resultados
destacados de claroscuro. Estos relieves están grabados en los sillares formando frisos, en los
capiteles y en las líneas de importa. En la representación de la figura humana hay una importante
transformación, como ejemplo tenemos la pérdida del volumen, haciéndose la figura más tosca y
lineal.
Respecto a su composición la escultura se adapta al marco arquitectónico y se marca por ejes de
simetría. No hay una unión estructural entre capitel y relieve, este aparece como si fuera una
decoración superpuesta. La estética del momento pide ornamentación. El fondo, liso, está muy
cuidado, valorándolo mucho.