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Síntesis conceptual

En esta unidad nos proponemos presentar la Ley Micaela N°27.499 que


fundamenta esta capacitación. Para eso, es importante conocer quién fue
Micaela García y por qué esta ley lleva su nombre.

Proponemos también un primer acercamiento a las nociones de género,


perspectiva de género y estereotipos, como categorías que nos permiten
entender el carácter histórico y cultural de las relaciones entre los géneros y de
las desigualdades que estas relaciones producen, deteniéndonos en algunas
particularidades de las diferentes etapas vitales.

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Presentación

La Ley Micaela establece la capacitación obligatoria en la temática de género y


violencia contra las mujeres y LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero,
transexuales, travestis, intersexuales, queer, entre otras identidades) para todas
las personas que se desempeñan en la función pública, en los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial a nivel nacional.
La ley recibe este nombre en conmemoración de Micaela García, una joven
entrerriana de 21 años, militante del Movimiento Evita y participante activa del
movimiento #NiUnaMenos1 que fue violada y asesinada en la Ciudad de
Gualeguay, Entre Ríos, en el año 2017.

El asesino de Micaela había sido condenado por dos violaciones previas y se


encontraba en libertad condicional al momento de secuestrar a Micaela, a pesar
de sus antecedentes y de un informe penitenciario que desaconsejaba su
liberación. Este hecho, sumado al tratamiento mediático del caso, pusieron al
descubierto la falta de perspectiva de género del sistema judicial y de las
instituciones en general, generando a su vez una enorme conmoción y
movilización social.

Pocos meses después de su femicidio, la mamá y el papá de Micaela, Néstor


García y Andrea Lescano, crearon la Fundación Micaela García “La Negra”, como
la llamaban, con el objetivo de continuar con la tarea social que ella desarrollaba
en su provincia y ofrecer jornadas de sensibilización, entre otras iniciativas.

Paralelamente, la familia de Micaela, en conjunto con los movimientos


feministas y de mujeres, impulsaron la sanción de esta norma sobre la que se
presentaron diferentes proyectos que finalmente se lograron unificar en la Ley
27.499 Micaela promulgada el 10 de enero de 2019.

A más de dos años de su vigencia, el presidente de la Nación Alberto Fernández,


las máximas autoridades del Poder Ejecutivo Nacional, del Congreso de la
Nación y de diferentes Ministerios Nacionales se capacitaron en las temáticas
que la ley establece.

Hasta diciembre de 2020 adhirieron más del 70% de las provincias y


aproximadamente 500 municipios. También lo hicieron la totalidad de las
Universidades Nacionales de nuestro país, organizaciones sociales, sindicatos,
empresas, organizaciones educativas y deportivas.

Les invitamos a ver el siguiente video para conocer quién fue Micaela García y
por qué esta ley lleva su nombre:

1
Para conocer más sobre esta Organización, ingresar al siguiente link: http://niunamenos.org.ar/
3
Ley Micaela: Tu sonrisa como bandera - Spot 01

¿Cuáles son los ejes centrales de la Ley Micaela?


● La formación y capacitación permanente y transversal en perspectiva de
género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan
en la gestión pública, sin importar jerarquía, forma de contratación ni el
ámbito en el que desempeñen sus funciones.

● Abarca los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y


también a los organismos descentralizados.

● Es obligatoria y su incumplimiento constituye una falta grave. En caso de


que corresponda, puede impedir el ascenso a un cargo superior.

● Los contenidos deben apuntar a la prevención de la violencia de género


en todas sus formas, como establece la Ley 26.485 de Protección integral
para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los
ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (2009).

● El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es el organismo de


aplicación, encargado de hacer efectiva la aplicación de la ley, de acreditar
las capacitaciones que desarrolla cada organismo y de generar informes
periódicos sobre el impacto de las capacitaciones en la transformación
de prácticas institucionales.

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¿Por qué es importante esta capacitación para los
organismos del Estado?

● Es importante que quienes nos desempeñamos en la gestión pública


tengamos espacios de reflexión que nos permitan revisar nuestros
prejuicios, desnaturalizar y revertir aquellas prácticas y miradas y que
refuerzan inequidades y sostienen injusticias y desigualdades de género.

● Todas, todos y todes crecimos y nos formamos en el marco de la cultura


patriarcal que a lo largo de la historia fue normalizando injusticias y
volviendo naturales formas de hacer, pensar y sentir que deben ser
revisadas.

● Las políticas públicas deben contribuir a repensar esas formas, a


reflexionar críticamente y a erradicar las desigualdades de género y la
violencia hacia las niñas, las mujeres y diversidades.

Mencionamos la importancia de capacitarnos en perspectiva de género y


violencia de género, pero ¿a qué y a quién refieren estos conceptos? ¿para qué
sirven?

Familiarizarnos con estas ideas no tiene solo una intención teórica, sino que, a
partir de su definición y comprensión, podremos analizar cómo inciden en la
realidad cotidiana de las personas y en las relaciones que se generan en cada
contexto. No nos referimos sólo a nuestras relaciones interpersonales en el
ámbito privado, sino también a nuestros vínculos y roles laborales, así como a
los modos en que se desarrolla nuestra tarea en el contexto de un organismo
que implementa políticas públicas destinadas a infancias, adolescencias,
personas adultas mayores y familias.

Es importante destacar que esta capacitación es obligatoria para quienes tienen


roles de conducción y toma de decisiones a nivel institucional, para los equipos
técnico-profesionales y también para quienes desarrollan tareas administrativas,
entre otras tareas dentro de la SENAF.

Ahora sí, veamos algunas definiciones.

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Sistema sexo-género
Se llama sistema sexo-género a los modos en que la sociedad
organiza una estructura jerárquica mediante prácticas, ideas y
valoraciones basadas en la determinación biológica dada por el
sexo atribuido a las personas al nacer.
Esta noción fue utilizada por la antropóloga estadounidense
feminista Gayle Rubin y definida como "un conjunto de
acuerdos por el cual la sociedad transforma la sexualidad
biológica en productos de la actividad humana y en las cuales
estas necesidades sexuales transformadas, son satisfechas"
(Rubin, 1996: 44).

En el marco de este sistema de relaciones sociales, la dimensión biológica


(varón/mujer) determina la asignación y valoración de determinados modos de
ser, pensar, sentir y actuar diferenciados, que se vinculan con lo masculino y lo
femenino como construcción socio cultural del género.

A su vez, estos atributos que se pretenden “naturales” subordinan aquellos


valores vinculados a lo femenino, asociado a lo subjetivo-particular-emocional-
privado, mientras que lo masculino es asociado a lo objetivo-universal-racional-
público. Como señala Rita Segato, la reproducción y renovación de estas
jerarquías sociales basadas en el género se sostienen a través de procesos de
violencia (2003).

Es importante comprender que sexo y género no son lo mismo y que no deben


usarse como sinónimos.

Sexo
Cuando nos referimos al sexo, hablamos de las diferencias y
características biológicas, anatómicas, fisiológicas y
cromosómicas de los cuerpos. De acuerdo a la observación
de los genitales y de estas diferencias que presentan las
personas al nacer, se nos asigna un sexo en función de dos
categorías preestablecidas: hombre o mujer.

Si bien en la mayoría de los casos se asigna un sexo bajo esta diferenciación


binaria (hombre/mujer), no debemos perder de vista que existen personas
intersexuales, es decir, que nacen con genitales que no son exclusivamente
femeninos ni masculinos, y por lo tanto no responden a los patrones aceptados
culturalmente para varones y mujeres. Se estima que la población total de
personas intersex alcanza entre el 0,05 y el 1,7% de la población mundial.2

2
https://unfe.org/system/unfe-72-Intersex_Factsheet_SPANISH.pdf

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Género
El género es una construcción histórico social en la que se
van configurando modos de actuar, pensar y sentir
diferenciados para hombres y mujeres en contextos
determinados. Este conjunto de rasgos psicológicos y
socioculturales asignados a las personas convierten a la
diferencia sexual en jerarquías y desigualdades sociales.

La noción de género surge en los años 60 de la mano de los estudios


académicos feministas en el campo de las ciencias sociales. Si bien a lo largo
del tiempo se dieron distintos debates sobre la definición de este concepto,
tomaremos aquí aquella que alude a una relación social. Es decir, género no es
sinónimo de mujeres, sino que remite a un conjunto de características que la
sociedad asigna a mujeres, hombres y otras identidades, y a los modos en que
se relacionan en función de estas características.

“El género es una categoría construida, no natural, que atraviesa tanto

la esfera individual como la social (...) influye de forma crítica en la

división sexual del trabajo, la distribución de los recursos y la

definición de jerarquías entre hombres y mujeres en cada sociedad.

En suma, la construcción social y cultural de las identidades y

relaciones sociales de género redunda en el modo diferencial en que

hombres y mujeres pueden desarrollarse en el marco de las

sociedades de pertenencia, a través de su participación en la esfera

familiar, laboral, comunitaria y política. De este modo, la configuración

de la organización social de relaciones de género incide

sustantivamente en el ejercicio pleno de los derechos humanos de

mujeres y varones” (Faur, 2008:23).

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El patriarcado como sistema social

Les invitamos a ver el siguiente video de la Dra. Eleonor Faur y la Dra. Diana
Maffia:

Construcción social del patriarcado y cómo comenzar a


deconstruirlo desde el lugar que ocupamos

¿Qué es el patriarcado?

Tal como menciona Diana Maffía en el video, el patriarcado se impone como un


sistema de relaciones que establece jerarquías entre los géneros. En nuestra
cultura es el varón con ciertos atributos (blanco, adulto, de cierto nivel
socioeconómico y heterosexual) quien se constituyó como modelo de
referencia y como sujeto hegemónico, no solo respecto de la mujer, sino
también respecto de las niñas y niños, y también respecto de las personas
adultas mayores.

¿Qué es el adultocentrismo?

De la misma manera, la noción de adultocentrismo da cuenta de una relación


social productora de prácticas y discursos que históricamente ha posicionado
al adulto como sujeto privilegiado en el marco de un sistema de roles y
relaciones intergeneracionales jerárquicas.

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Es importante pensar el adultocentrismo en su trama con las relaciones
patriarcales que reproducen dinámicas de poder, lo cual ha condicionado
históricamente las relaciones y los procesos identitarios de otros grupos
sociales como las infancias, adolescencias y vejeces, negando su capacidad de
agencia, autonomía, protagonismo e incluso sus derechos como ciudadanos y
ciudadanas.

“...el adultocentrismo como matriz sociocultural (…) se trata de un

sistema de relaciones económicas y político institucionales y de un

imaginario de dominación de las sociedades capitalistas y

patriarcales, que al ser develados como tales aportan en la mejor

comprensión de las dinámicas sociales” (Duarte, 2012: 120).

Perspectiva de género
Si el género funciona como categoría analítica que arroja luz sobre la dimensión
sexuada de las relaciones que organizan lo social, la perspectiva de género es
una toma de posición teórica y política que permite analizar la construcción
social de los géneros sus roles, sus relaciones mutuas y las dinámicas que entre
ellos se generan en contextos determinados.

Implica analizar las relaciones sociales de poder entre mujeres, hombres y otras
identidades de género como parte constitutiva de todos los procesos y
problemáticas que atañen al bienestar social en su conjunto. Esta perspectiva
reconoce la posición relativa que tienen las personas en la sociedad en relación
con una trama de poder determinada que jerarquiza lo masculino sobre lo
femenino, determina a la heterosexualidad como la norma que rige nuestras
relaciones y refuerza la división binaria (hombre/mujer). Esta perspectiva se
propone también buscar alternativas y nuevas formas de ampliar el acceso al
ejercicio pleno de derechos para todas las personas (MDS, 2021).

A partir del concepto de género y de relaciones de género como relaciones de


poder (relaciones asimétricas y jerárquicas), la perspectiva de género nos
permite reflexionar críticamente acerca de las diferencias y principalmente de las
desigualdades entre los géneros. Nos permite entender cómo las desigualdades
se fueron construyendo a lo largo del tiempo, los motivos que las generaron y
cómo se reproducen día a día, así como los modos en que esas desigualdades
generan accesos desiguales a bienes, servicios y oportunidades, y generan
discriminación y diversas formas de violencia.

Con esta mirada, lo que se observa e intenta revertir son las diferentes
jerarquizaciones sexo – genéricas presentes en la sociedad, ya que esto da lugar
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a que las personas construyan su subjetividad y configuren sus trayectorias
vitales de manera desigual según la posición de dominación o subordinación
que se ocupa en esas jerarquías de género.

Interseccionalidad: diferentes dimensiones de la


desigualdad
Este término fue utilizado por primera vez en 1989 por la activista feminista afro
estadounidense Kimberle Crenshaw, profesora de derecho especializado en
etnia y género. La autora llamó interseccionalidad a los modos en que distintas
características que profundizan la desigualdad se combinan y entrecruzan en las
trayectorias vitales de las personas.

La interseccionalidad es una herramienta de análisis para pensar las diferentes


dimensiones que atraviesan a las personas y condicionan el acceso a
oportunidades y el cumplimiento de los derechos.

Algunas de estas dimensiones son la edad, la etnia, la clase social, el género, las
situaciones de discapacidad, la orientación sexual, entre otras. Por ejemplo, si
bien todas las mujeres sufren las desigualdades propias del sistema patriarcal,
las mujeres indígenas deben enfrentar también los prejuicios racistas y sus
consecuencias. Las niñas también atraviesan una doble vulnerabilidad por su
condición de mujeres y por su edad, producto del adultocentrismo.

Veamos el ejemplo que da la propia autora en el siguiente video:

¿Qué es "interseccionalidad"?

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Quienes trabajamos en políticas públicas debemos contemplar, a la hora de
garantizar los derechos, los diferentes factores de opresión y desigualdad
que atraviesan a las personas.

Diana Maffía habla de este entrecruzamiento de manera contundente, ya que se


puede ver la doble vulnerabilidad que atraviesan las niñas y las mujeres de los
sectores populares:

“...muchas veces se dice, “es más urgente atender otras cosas, por

ejemplo, la pobreza” como si atender las mujeres fuera contradictorio con

atender la pobreza, o los pobres fueran todos varones, en la discusión de

políticas públicas esto es sistemático. Una cosa que hay que tener

presente es que no están por un lado los pobres y por el otro las mujeres.

Si nos vamos a ocupar de pobreza, nos tenemos que ocupar

especialmente de las mujeres, porque son el setenta por ciento de los

pobres.” (Maffía, 2008:1)

Estereotipos y roles de género


Para conocer qué son y cómo operan los estereotipos de género, les invitamos a
ver el siguiente material:

Estereotipos VARONES Y MUJERES

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"La relación entre los conceptos «estereotipo», «prejuicio» y

«discriminación» es muy estrecha. Este modo de abordar la relación

existente entre estos términos parte de una concepción clave: la

consideración de que están íntimamente unidos al concepto de

actitud como fenómeno compuesto por tres componentes: cognitivo

(lo que sé del asunto), afectivo (las emociones que suscita) y

conductual (la conducta que, como consecuencia, desarrollo)”

(González Gavaldón, 1999: 79).

Estereotipos y roles de género: cómo inciden en las


infancias y adolescencias

En niñas, niños y adolescentes estos estereotipos operan, por ejemplo, cuando


se definen los juegos y expresiones “adecuados” para unos y otras, así como
también determinados roles, tareas, vestimentas, expectativas, etc. Esto va
moldeando y condicionando habilidades, capacidades y deseos, a la vez que
promueve la reproducción social de modelos que limitan el desarrollo integral y
reproducen desigualdades.

Los estereotipos, al ser construcciones sociales arraigadas, se imponen y


reproducen en los ámbitos familiares, institucionales y comunitarios en los
que se desarrollan las niñas, niños y adolescentes.

Por ejemplo, desde antes del nacimiento las familias asignan colores y diseños
dependiendo del sexo: los clásicos “celeste para los varones” y “rosa para las
nenas” son el inicio de una serie de condicionantes. En la escuela, estos
estereotipos se pueden encontrar en distintos ámbitos como el juego, donde se
les prepara para identificarse con ciertos roles: para los varones deportes, autos,
juegos activos que pueden incluir peleas, y para las niñas juegos que
representan actividades de cuidados como las muñecas, juegos de cocina, etc.

“Cuando a un niño se le dice que no puede jugar con una muñeca, se lo


priva de aprender a cuidar a otres. ¿Acaso no han visto a une niñe
inventarse una torta de pasto y tierra o una ropita con un mantel?, estos
juegos le permiten ir ensayando el cuidado y también el autocuidado, ir
descubriendo que hay rutinas comunes a toda la familia, una hora de
comida y descanso, por ejemplo. Y si le decimos a una niña que no juegue
12
a la pelota, la privamos de que aprenda a confiar en su fuerza física, a
jugar en equipo, a competir con reglas, a recibir apoyo y reconocimiento
en una grupalidad. (…) ...la propuesta es invitarles a estar atentes de que
no sea sólo una parte del mundo la que ofrezcamos, cuando
acompañemos crianzas, e inclusive cuando nos vinculamos con otras
adulteces, hacer el ejercicio de preguntarse ¿qué parte del mundo le fue
ofrecido como posible y que parte le fue negada?” (MMGyD, 2021).

En la adolescencia los estereotipos también operan en los procesos de


socialización de género, por ejemplo, a partir de ciertos mitos de amor romántico
que encontramos en los relatos, en las canciones o en las películas, donde
muchas veces se muestran modelos de varones celosos, posesivos y hasta
violentos, y a chicas dulces, pasivas y discretas.

Expresiones como “la media naranja” o “el alma gemela” son estereotipos que
proponen un modo de entender y vivir las relaciones amorosas que suponen
posiciones diferenciadas y relaciones de poder entre los géneros.

Por otro lado, estos modelos que circulan en la cultura popular se transforman
en mandatos de masculinidad y femineidad. En relación a los primeros, el autor
David Gilmore (1994) habla de “mandatos de masculinidad hegemónica” y
propone cuatro requerimientos que funcionan como modelos a seguir: ser
proveedores, ser protectores, ser procreadores y ser autosuficientes.

“Es una forma de ejercer la masculinidad que apela a no ser, es decir, que

para ser un varón hegemónico no se debe tener rasgos femeninos, ni

infantiles, ni homosexuales (Olavarría, 2003). Hay una superioridad por

sobre las mujeres (y los varones menos “masculinos”) y esta

jerarquización es respetada sin cuestionamiento. El ejercicio y

construcción de la masculinidad hegemónica es, todas las veces, la base

para la desigualdad y la violencia hacia otras personas” (MMGyD, 2020:

19).

Si bien estos mandatos cada vez son más visibles y cuestionados, siguen
funcionando como modelos que condicionan la forma de ser, los deseos, las
expectativas y las relaciones sexo-afectivas.
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¿Qué mandatos ponemos en las mochilas de chicas y chicos? En este video vas
a escuchar lo que piensan y cómo lo viven.

Sin Mochilas - Experimento

Para pensar
¿Cómo deconstruir o romper con el imaginario de la infancia ideal
en relación con los estereotipos de género? ¿Es posible aportar
desde nuestro lugar al desarrollo de políticas públicas que
posibiliten la construcción de nuevas subjetividades e
identidades, más libres y diversas?

Estereotipos y roles de género: cómo inciden en las


personas adultas mayores
Como venimos viendo, los estereotipos y roles construyen y afectan los
comportamientos de las personas en las diversas etapas y facetas de la vida. Al
crecer, nos atraviesan estas construcciones sociales que, de algún modo,
determinan lo esperable, lo aceptado y lo pautado a lo largo de la vida.

En el caso de las personas mayores, existe una gran cantidad de mitos y


prejuicios que configuran esa etapa vital y que otorgan atributos
fundamentalmente negativos a la vejez, asociándola a un momento de pérdidas,
de fragilidad o vulnerabilidad, así como a la discapacidad y la muerte. A su vez,
estos mitos y prejuicios generan temores y rechazos que dan lugar a diversos
modos de discriminación hacia las personas mayores.
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Esta discriminación, reproducida también por los medios de comunicación, tiene
un impacto en términos sociales y subjetivos, es decir que, en algunos casos, las
mismas personas mayores van limitando sus gustos, actitudes y hábitos al
percibirse de esta manera.

Para pensar
¿Escuchaste, dijiste o pensaste alguna vez estas
cuestiones? ¿Te parece... usar ese vestido o tal ropa...
iniciar una relación/enamorarte... hacerte un tatuaje...
iniciar una carrera... teñirte el pelo... separarte, poner fin a
una relación a tu edad?

Podemos pensar mil ejemplos más que terminen con la pregunta ‘¿a tu edad?’.
Como si la edad fuera un determinante o, peor aún, un dato que deshabilita esas
posibilidades.

Como venimos viendo, todas estas cuestiones están inmersas en el sistema


patriarcal en el que vivimos y, por tanto, afectan de distinta manera a mujeres y a
hombres.

Por ejemplo, la idea de que las mujeres de cierta edad se visten de determinada
manera, tejen, no tienen sexualidad, o se dedican a cuidar a sus nietos y nietas, o
incluso sin tenerlos son llamadas abuelas de igual modo. Sucede que, cuando
los estereotipos vinculados al género se combinan con otros aspectos como en
este caso la edad, pero también con la pertenencia étnica, económica o social,
esas múltiples dimensiones de la vida configuran complejas situaciones de
desigualdad.

Es importante señalar las implicancias que tienen las desigualdades y


estereotipos de género en la vejez a nivel personal y también social. La idea es
que podamos ir deconstruyendo todos esos mitos y prejuicios construidos
socialmente sobre las personas mayores y comprender que no existe un único
modo de envejecer, sino que hay tantas vejeces como personas en el mundo.

Por ello subrayamos que el hecho de tener más edad no debería limitar a las
personas en sus decisiones y posibilidades, sino que, por el contrario, es
necesario ampliar la mirada y fomentar el envejecimiento en libertad y
autonomía, libre de prejuicios y de discriminaciones.

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Estereotipos y roles de género en el ámbito laboral

“Mientras que a la mujer se le han asignado las actividades domésticas,

de crianza y cuidado propias del ámbito privado y que son

consideradas inferiores y no reconocidas (trabajo reproductivo), al

hombre le corresponden las actividades de la vida pública que gozan de

mayor respeto, prestigio y remuneración (trabajo productivo). Esta

división generó históricamente la exclusión de las mujeres de la vida

política y la participación ciudadana, invisibilizando sus aportes y

experiencias y limitando su autonomía y desarrollo” (SENAF, 2020:12).

Para pensar en nuestros ámbitos de trabajo

¿Podemos identificar la atribución de determinadas


tareas o roles en función del género? ¿existe un trato
diferenciado hacia mujeres y hombres? ¿hay personas
LGBTI+? ¿quiénes tienen mayoritariamente puestos de
jerarquía y decisión política?

Las mujeres y personas LGBTIQ+ se ven afectadas por el llamado “techo de


cristal”. Se trata de un concepto utilizado por los estudios de género para
explicitar los límites (muchas veces invisibles a simple vista) que padecen las
mujeres y las disidencias a la hora de conseguir ascensos laborales o acceder
a puestos de mayor jerarquía.

La expresión "techo de cristal" hace referencia a construcciones sociales que


imponen limitaciones no explicitadas en leyes o códigos sociales visibles y que
por lo tanto son difíciles de detectar (Burin M., 2012). Estas limitaciones
constituyen otro factor de discriminación que imposibilita el crecimiento laboral,
personal y económico, y que muestra las dificultades y desventajas respecto de
los hombres en el mundo del trabajo.

Según un informe del Ministerio de Economía, quienes sufren los mayores


niveles de desempleo y precarización laboral en nuestro país son mujeres, que
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en promedio ganan un 29% menos que los hombres, brecha que se amplía en el
ámbito del trabajo informal, alcanzando un 35,6%.

Respecto de las personas travestis y trans, no existe aún información oficial


certera respecto de su situación en el mercado laboral, aunque se estima, según
una encuesta del año 2012, que la mayoría expresó dedicarse a actividades
vinculadas a la prostitución o a trabajos informales altamente precarizados
(Ministerio de Economía, 2020).

Compartimos un video que sintetiza este concepto y brinda algunos datos


estadísticos que, si bien recoge la realidad uruguaya, la misma no difiere del
contexto argentino:

¿Qué es el techo de cristal y el piso pegajoso?: las barreras


que las mujeres enfrentan laboralmente

Para finalizar, compartimos algunas preguntas disparadoras que sintetizan algo


de lo que fuimos viendo a lo largo de esta Unidad:

“... ¿qué cambios supone analizar críticamente nuestra vida cotidiana?,

¿cómo podemos identificar y modificar las situaciones de desigualdad,

subordinación y exclusión por las que atravesamos como sociedad

teniendo en cuenta la perspectiva de género?, ¿qué rol tenemos mujeres y

hombres en esta transformación?, ¿es posible pensar a las infancias sin

mandatos de género excluyentes desde las distintas instituciones

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sociales como la escuela, la iglesia, el club, entre otras?” (Tarducci y

Zelarrallán, 2016: 2).

Esperamos que este primer material haya resultado orientador, y que podamos
volcar las primeras reflexiones en el Foro de la Unidad.

¡Nos leemos!

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Marco normativo

Ley 27.499 Micaela. Disponible en:


http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/315000-319999/318666/n
orma.htm

Bibliografía

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Duarte, C. (2012): Sociedades adultocéntricas: sobre sus orígenes y reproducción.


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González Gavaldón, B. (1999): Los estereotipos como factor de socialización en el


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https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/las_brechas_de_genero_en_la_a
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https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/cuaderno_de_participacion_y_f
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Rubyn, G. (1996): El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo.
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19
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Editora.

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