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Mario Bellatin El Gran Vidrio Tres autobiografias m EDITORIAL ANAGRAMA Jaton Fea: Uo (How Rj eemee, Ca de Maso "fe Ea Men, Cita arty Krmeat, élo (© Mav Balai, 2007 1 EDITORIAL ANAGRAMA S.A 2007 Paid delsGeas 38 sus s7e0ha9-7107 Depa Lap 89066007 Pins a Sin kept $1 Ucar BY 2249, 7.4 lpn Tesfondo O57 Sane oc oro sa Mi piel, luminosa en los alrededores de la tumba del santo sufi Durante el tiempo que vivi junto a mi madre fhunea se me ocursié que acomodar mis ger tales en su presencia pudiera tener una reper- cusién mayor. Estaba equivocade. 3. Después supe que incluso les pedi a las otras Newe mujeres objetos de valor para que los miraran plenamente. ‘Ajustados, acogotados, a punto de esallar. ‘Mi madre aprovechando mi dolor. Recolectando objetos sin parat Muchas veces coms de comer 0 pequefias prendas de adorno personal: aretes de © alguna cuerd delgada que adosaba a su mu: fieca. 10. 1. 2. 13. 4 15. 10 Cierca vez consiguié un lépiz con el que pine 16 sus labios. Fue tanto el entusiasmo que parecié causarle elinear su boca que olvids por unos mo- ogee enter dessnudat la extra prenda ‘que ided para nuestra visitas los bas pa- biicos. Quedé totalmente al descubiert. Una luz difusailuminé mi carne. Decidi arrojarme al agua. Aa parte més honda ‘Aparté a unas mujeres obesas que con sus ‘cuerpos me impedian el paso. Eseave incluso a punto de cruzar a la seccién. reservadaa los hombres. De haberlo logrado, estoy seguro de que nunca més habria vuelto a ser recibido de la ‘misma manera por mi madre. 18, 19. 2. 2, RB 25. 26. 2, Me encontraba a gatas. Bl agua se confundia con el barco. Si me hubiere puesto de pie me habrla lega- do apenas a os cabillos. Quedaria expuesto entonces auevamente a las miradas que hacen posible que me en- cuentre ahora en estos bafos. Las mujeres hurgarian entte sus pertenen y lograrian, por medio del erueque tan patti ‘ular que sn cuerpo propicia, contemplarme dl tiempo que considerasen necesario. De improviso se me ocutei voleeae. Mi madre continuaba al lado de las piletas dde aguas termales. Segula abstrafda en el ritual de delinear su boea. Las demés la observaban con detenimiento. Salvo las mujeres obesas, que pareefan deses- petadas por salir dela 20na que les tenfan te- servada, uw Suenos coeeuemecee 28, 2%, 30, 31 32. 33. 34 35. 2 Me atrevo a decir que esa escena de mi ma- dre pintando sus labios era un especticulo ajeno a las costumbres de la region. ‘Me parecié tan alejado de nuestras usanzas {que no pude controlarme y le gité Mivoz se fue acrecentando. El reboce del agua contra los canales de c=- mento distorsioné de manera rorunds las pa- labras. No podia permitir que la boca de mi made fuera més importante que el especticulo que mis testiculos son eapaces de ofrecer. Pero en ese momento parecia serlo, incluso a Jas mujeres obesas se las veia dispuestas a romper las reglas y se preparaban para ingre- saren la zona de aguas termales, Aquello nunca antes habia sucedido. A partir de cierta edad y de las diferencias de los cuerpos, cada cual tiene su seccién asig- nada Sélo a los nifos y los adolescentes se nos per- rite ir de una a otra sin el permiso de nadie 37, 38 39. 40, 41 En los primeros tiempos acoscumbraba per- ‘manecer muchas horas dent del agua En aquella época no habla experimemtado atin lo perjudicial que suelen ser los excesos. Era inconsciente todavia de lo vetistas que se tornan las superficies cuando son recorri- dlas por sustancias iquidas una y otra ver. Descubrir las marcas que el tiempo produce sobre las texturas es quiz una de las ense- fianzas mas importantes de estos bafos. Lo tinico que parece escapar a este deterioro son mis testiculos, siempre dispuestos para la exhibicién. 13 | 2. 4% 4 a”. “4 Mi madre solia esperarme diariamente en la puerea de salida. Se vela contenta cada vex que nos velviamos a encontrar. Llevaba casi siempre consigo los objetos re- colectados durante la jornade- Le agradaban la mayorfa de los regalos que le ‘ofiecian a cambio, pero parecia haber co- menzado a sentir una especial predileccién por los ipices de labios. . En més de una ocasién me desperé en plena ‘madrugada para mostrarme su boca colorea- dda de morado o fuesia fosforescente Era dificil estar seguro de si aquela figure cexatada formaba parte de un suefio o de una accién que existia en la realidad, *. so. 5. 2 33 5 8. 3. Mi madre no suele dejar de mostratme los labios hasta que despierto del todo, En madrugadas como aquéllas es dificil que ‘yuclvaa conciliar un suefio profundo. Permanezco entre despierto y dormido. Pongo entonces en prictica un viejo juego que me entrtiene desde siempre~ que con Ste en sca ie genitals sn necesidad de las manos, de la extrafia ropa ineerior que me confeciona mi made. . Esta prenda, que debo llevar todo el tiempo sin que muchas veces se note su presencia, no es precisamente una invencién suya. Para disefiarla a seguido una serie de patro- nes de antigua data Sé ademés que el oficio de madre que se de- dlica a mostrar los genitales de sus hijos no es tampoco de su invencién. Se trata de una prictica milenaria para la cual no todas las mujeres con pacitadas. En realidad casi ninguna se encuentra en condiciones de llevar a cabo un ejercicio de esta naturaleza, De all la infima cantidad de madres de este tipo que existe actualmente 15 58. 59. 16 En [a regién donde vivimos munca se habia sabido de la presencia de una mujer seme- jane. ‘Tuvo que ser mi propia made quien les in- Formé que, cincuenta afios aceds, la hermana de su abuela se convitié, como producto de ‘este oficio, en Ia mujer més poderosa de la Se tenfa cierto recuerdo de sus andanzas Pero nadie, ni siquiera mi madre, conocfa cl destino final de esa mujer y, mucho menos, del hijo que la habla lievado a reunir tanto prestigio. 62, Bs verdad lo que se rumotar, me dijo mi madre cirta madrugada en que me desperté para ensefiarme unos labios cubiertos con tuna patina aceitosa. 63, «De las mujeres mostradoras de geniales se recuerdan muchos detalles, pero de sus hijos exhibidos se ignora todo.» 64, Luego supe que los mataban sin piedad. cu 65, 66. 67 os. 9, 70. 18 Cai profandamente dormido. Tuve muchos suefios, que continuaron en Jas noches siguientes, Imagine el aspecto de aquellas mujeres. También el de sus propios hijos. Se deeia que los genitales terminaban siendo witimas del mal que propiciba la envidia de las demés. Que de un momento a otro comenzaban 2 secarse, hasta que de la bola inflada que los contenia no quedaba sino una tripa flaca y colgante, que acababa por desprenderse del cuerpo antes de que la victima advirtiese lo que estaba sucediendo n. n. 73. m, %. 76. Cuando los hijos pierden de ese modo los testiculos las madres huyen de inmediato Cargan como pueden con los objetos de va- lor recolectados y suelen dirigitse hacia las Antiguamente Ia ley marcaba la forma de muerte para e50s hijos. Una de las maneras més frecuentes era dejar sin cuidado la herida del escroto caido. Me enteré de aquel método hace relativa- mente poco tiempo. Me lo describié la directora de la Escuela Es- pecial a la que asst, 19 77. «Por qué me encuentro matriculado en una Escuela Especial’, es una pregunta que no dejo nunca de hacerme. 78. No creo que alguien tenga una respuesta se gura, ni siquiera mis compatieros de rechu- sién, 79. Se conforman, como yo, con saber que duer- ‘mo en uno de los pabellones cencraes. 20 60, aL 82 83, 35. 86, Mi madre quiz4 sepa por qué insistié canto con la directora hasta lograr mi aceptacién. Pareeia no bastar con mi repetida exhibicion «en los bafos piblicos. Enriquecerse con los objetos que iba adqui- riendo. Pintarse los labios hasta la saciedad. Todo daba la impresién de parecerle poco. Cualquiera que la hubiese visto en ese enton- ces habria pensado que me odiaba con todas Jas fuerzas desu corazén, Serfa la inica manera de intexprecarse l goz0 que se refleé en su rostro cuando la directo- 1a dio por fin su veredicto. a 487. Cuando a mi madre le nacié el deseo de que formara parte de la Escuela Especial, visité- bbamos ya los bafios con frecuencia, 88, En aque époce, una escuela semejante era tal vex la unica salida que podia encontrar para ser considerada una madee hasta cierto puinto normal dentro de nuestra comunidad. 489. Hallé quizd de ese modo une mancra de so- breponerse al abandono de mi padze. 2 90. La amante de mi padre habia muerio poco antes, de una grave enfermedad. 91, Se desempefiaba como secretaria en la insti tucion paibica donde él rrabajaba. 92, Nunca supe si se trataba de su secretatia o de ‘una empleada ms 93. Lo que sf me consta es que mi madre pade- cis su enfermedad como si se hubiera estado desarrollando en su propio cuerpo. 2B 94 95. 96. 38, 99. 100, 4 Recuerdo que tiempo después de que nos ‘quedliramos solos -mi padre nos dejé una mafiana de invierne~ mi madre comen26 & realizar una serie de experimentos con mi cuerpo. ‘Me imagino que para conseguir de una ma- nera més efecriva mi futuro ingreso en la Escuela Especial. En esa poca habfamos regresado a habitar la trastienda del horno de mi abuclo. . Entre otras acciones, me colocaba unos len- tes con los que la realidad se trastocaba hasta convertise en una presencia irreconocible,

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