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Respuestas: La realidad de la vida cotidiana

Responder las siguientes preguntas-guía:

1. ¿Cómo describen Berger y Luckmann la realidad de la vida cotidiana?; ¿qué significa


que la realidad se organiza a partir del aquí y ahora? (en su respuesta incluya
conceptos tales como espacio/tiempo, lenguaje, conocimiento, relaciones cara a
cara, tipificación).

La realidad de la vida cotidiana

El primer apartado del capítulo I: Los fundamentos del conocimiento de la vida cotidiana,
se titula “La realidad de la vida cotidiana”. Su análisis fenomenológico se inicia posándose
en la conciencia, que es intencional, como indica la tradición metodológica seguida. La
conciencia posa su atención entre objetos y situaciones diversas, interpretándolas desde el
sentido común. Ella experimenta realidades múltiples: sueña, desea, observa; se angustia,
etc. Se desplaza de una a otra realidad, pero una de ellas es la suprema realidad: la de la
vida cotidiana.

La vida cotidiana se aprehende, se experimenta como ordenada y objetivada mediante el


lenguaje en pautas y objetos que aparecieron antes de que uno naciera. Además, la realidad
de la vida cotidiana se organiza alrededor del “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi
presente, estos son los focos de atención que se presta a la realidad de la vida cotidiana y
constituyen lo “real” de mi conciencia (p. 37).

Otra característica fenomenológica, es decir, que todos comprendemos, y por eso Berger y
Luckmann utilizan en el texto la primera persona, es que la realidad tiene zonas de interés
pragmático, vinculadas con nuestras prácticas cotidianas, y otras menos relevantes.
También tenemos la experiencia de transitar por zonas limitadas de significado: el sueño, el
juego, el rezo, el relato fantástico (ir al cine, ver una serie, leer una novela), etc.; uno pasa
de uno a otro, pero quien los organiza es la vida cotidiana.

La realidad cotidiana tiene sectores no problemáticos y problemáticos. Cuando la vida


funciona, es no problemática; cuando se interrumpen las rutinas, tengo mis instrucciones
para volver a ellas; por ejemplo, consulto a mi psicólogo. Evidentemente, esta realidad es

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intersubjetiva, así como, por ejemplo, no lo es el sueño; al menos, hasta que se lo cuento al
psicólogo. Su estructura es coercitivamente temporal (no se puede manejar el tiempo),
enmarcada en una biografía y un proyecto, y articulada en una historia social.

Interacción social en la vida cotidiana

Berger y Luckmann postulan en el segundo apartado del capítulo I que la experiencia


intersubjetiva más intensa es el cara a cara, y su opuesto es el anonimato, lo que se ha visto
en esta ficha al hablar de la relación Nosotros de Schütz. Desde luego, la relación cara a cara
es menos rígida que la anónima, pero toda aprehensión del otro se tipifica: estudiante,
docente, psicólogo, etc. Las tipificaciones son de extensión variable: argentino, psicólogo,
psicoanalista, lacaniano, etc. El grado máximo de anonimato de la tipificación ocurre con lo
que se conoce como “opinión pública” y también con los antecesores (bisabuelos; próceres)
y sucesores. Toda interacción se tipifica; es decir, uno se comporta de forma típica con un
tipo de persona, pero a medida que la relación cara a cara se profundiza, es posible
modificar interpretaciones erróneas. Por supuesto, ambos interlocutores tipifican y
negocian significados en la relación cara a cara.

El lenguaje y el conocimiento en la vida cotidiana

La expresividad humana se puede objetivar en productos de la actividad humana. Por


ejemplo, el enojo se trasluce en gestos faciales..., o empuñando un arma. La realidad de la
vida cotidiana está llena de objetivaciones y además es posible únicamente por ellas. La
significación es un caso especial de objetivación y se refiere a la producción humana de
signos. Un signo se distingue de otras objetivaciones por su intención de ser un indicio de
significados subjetivos.

El lenguaje, definido como el sistema de signos vocales, es el más importante de la sociedad


humana. En la situación cara a cara permite sincronizar las intenciones subjetivas de los
hablantes y hace que mis significados subjetivos sean más accesibles para mí mismo; hace
más real mi subjetividad. El contenido conversacional, además, se relaciona
primordialmente con las actividades de la vida cotidiana, con el motivo pragmático.

Por supuesto, puede referirse también a otras realidades y superar el cara a cara. El lenguaje
es externo y es coercitivo, uno se adapta a sus pautas sintácticas. Las objetivaciones
comunes de la vida cotidiana se sustentan primariamente por la significación lingüística, lo
que hace que la su comprensión sea esencial para cualquier comprensión de la realidad de
la vida cotidiana. El lenguaje tipifica experiencias; por ejemplo, dicen Berger y Luckmann
que la experiencia de pelearse con la suegra es típica y así tipificada lingüísticamente se

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anonimiza en la categoría “dificultades con la suegra”, lo que podría sucederle a cualquier
“yerno”.

Al trascender el aquí y ahora, el lenguaje es capaz de transformarse en depósito objetivo de


vastas acumulaciones de significado y experiencias que puede preservar a través del tiempo
y transmitir a generaciones futuras. Puede integrar zonas limitadas de significado, integrar
realidades diversas: puedo interpretar un sueño con ayuda de otra persona.

Cualquier tema que pase de una realidad a otra es para Berger y Luckmann un símbolo (p.
57). El lenguaje simbólico trasciende la experiencia cotidiana; construye enormes edificios
de representación simbólica que parecen dominar la realidad de la vida cotidiana como
gigantescas presencias de otro mundo. Aquí pueden mencionarse la religión, la filosofía, el
arte y la ciencia. El simbolismo y el lenguaje simbólico llegan a ser constituyentes esenciales
de la realidad de la vida cotidiana y de la aprehensión que tiene de esta realidad el sentido
común.

El lenguaje constituye campos semánticos o zonas de significación lingüísticamente


circunscritos. Clasifica objetos según su género, número, modos de intimidad, etc. Por
ejemplo, no es lo mismo para una interacción tutear que tratar de “usted”. Así se permite
y define la ubicación de los individuos en la sociedad y el manejo apropiado de ellos cuando
participan en el cúmulo social de conocimiento. De hecho, ofrece significados accesibles
para ordenar la práctica social de cada uno. Dentro de estos campos semánticos se posibilita
la objetivación, la retención y la acumulación de la experiencia biográfica e histórica.

Esta acumulación es selectiva, ya que estos campos indican qué información es relevante y
se ha de retener y cual habrá que olvidar. Mediante esta selección se forma un acopio social
de conocimiento que se transmite de generación en generación y está al alcance del
individuo en la vida cotidiana.

El acopio social de conocimiento establece diferenciaciones dentro de la realidad según los


grados de familiaridad. De esa manera el conocimiento sobre la propia ocupación y el
propio mundo es muy abundante y específico, mientras que del mundo ocupacional de los
otros es apenas un conocimiento muy esquemático.

El conocimiento de la vida cotidiana se estructura en términos de relevancias, algunas de


las cuales determinan los propios intereses pragmáticos inmediatos y otras por la situación
general en se encuentra el individuo dentro de la sociedad. Esto determina el grado de
acopio de conocimiento objetivado.

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Berger y Luckmann señalan en la Introducción cinco elementos fundamentales que
estructuran la tríada realidad interpretada /significado subjetivo /mundo coherente: la
conciencia intencional, el mundo intersubjetivo, la temporalidad como hecho social y de
orden temporal biográfico, la interacción social y el lenguaje, que facilita la estructuración
del conocimiento en términos de relevancia.

Una última reflexión atañe a la distribución social del conocimiento, que Berger y Luckmann
relacionan con la idoneidad personal. “Diferentes individuos y tipos de individuos poseen el
conocimiento en grados diferentes (…) y se, en general, cuáles son los tipos de individuos
de quienes cabe esperar que posean determinados tipos de conocimiento” (p. 63). No se
aprecia en este párrafo una consideración de factores sociales coercitivos explícitos, ni
situaciones sociales de crisis o disfuncionalidades de esta distribución social.

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