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Orton Joe - Lo Que Vio El Mayordomo
Orton Joe - Lo Que Vio El Mayordomo
de JOE ORTON
Dr. PRENTICE
GERALDINE BARCLAY
Sra. PRENTICE
NICHOLAS BECKETT
Dr. RANCE
Sargento MATCH
ACTO I
El Dr. PRENTICE entra enérgicamente. Geraldine Barclay lo sigue. Lleva una pequeña caja
de cartón en sus manos.
El Dr. PRENTICE se coloca un par de anteojos, la mira. Abre un cajón del escritorio, saca
un anotador.
PRENTICE (tomando un lápiz). Le voy a hacer unas pocas preguntas. (Le alcanza un
anotador y un lápiz) Escríbalas. En español, por favor. (Vuelve a su escritorio, se sienta,
sonríe) ¿Quien fue su padre? Ponga eso en la parte superior de la hoja.
Geraldine pone la caja a un lado, cruza las piernas, apoya el anotador en su rodilla y toma
nota.
El Dr. Prentice está perturbado por la respuesta pero no da la menor evidencia de lo que le
sucede. En cambio le brinda una sonrisa amistosa.
PRENTICE. Le voy a ser franco, Srta. Barclay. No puedo darle el empleo si usted es de algún
modo milagrosa. Iría contra las prácticas usuales. ¿Usted tuvo un padre?
GERALDINE. Por supuesto que sí. Mi madre era desbordada en sus hábitos, pero ordenada
en temas como ese.
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PRENTICE. Si tuvo un padre ¿Porqué no lo puede decir?
GERALDINE. Él dejo a mi madre hace muchos años. Ella fue victima de un ataque
desagradable.
El Dr. Prentice frunce el entrecejo, se saca los anteojos y se pellizca el puente de la nariz.
PRENTICE. Páseme ese volumen, ese grueso con tapa de cuero, por favor. Tengo que
chequear lo que me está diciendo. Es para salvaguardar mis intereses. ¿Me comprende,
verdad?
GERALDINE. Sí.
PRENTICE. (Abriendo el volumen, moviendo su dedo sobre la hoja) ¡Ah, acá está! Es un
edificio de escaso mérito arquitectónico, construido para alguna cuestión que se desconoce, a
fines del siglo pasado, para luego ser transformado en hotel. (Asiente con la cabeza) Estuve
ahí una vez cuando era joven. Tiene una reputación de lujoso que dejaría perplejo al pasajero
menos demandante. (Cierra el volumen bruscamente y lo deja a un lado.) Su historia
pareciera ser, a grandes rasgos, correcta. Este maravilloso volumen por supuesto que omite la
mayoría de los detalles. Pero eso es lo que uno espera de publicaciones orientadas hacia el
uso general. (Se coloca los anteojos) Simplemente escriba algo a los efectos de recordar que
su padre está desaparecido. No ponga nada sobre las circunstancias. Podría influir en mi
decisión final.
Geraldine hace unas rápidas anotaciones en el anotador. El Dr. Prentice coloca el volumen
en la biblioteca.
PRENTICE. ¿Su madre está viva? ¿O también desapareció misteriosamente? Tenga cuidado
porque esta es una pregunta capciosa. Podía hacerle perder puntos en el recuento final.
GERALDINE. Hace muchos años que no la veo. Fuí criada por una Sra. Barclay. Murió hace
poco.
GERALDINE. Una explosión a causa de una pérdida de gas voló el techo de la casa y la
mató en el acto.
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PRENTICE. ¿Inició alguna demanda?
GERALDINE. Sí. Una estatua de Sir Winston Churchill que acababan de levantar sufrió
graves daños. Hubo partes de este gran hombre que fueron encontradas incrustadas dentro de
mi madrastra.
GERALDINE. Lamento no poder ayudarlo en eso. Estaba demasiado alterada como para
supervisar los arreglos del funeral o para reconocer el cuerpo.
GERALDINE. No, muchas gracias señor, pero prefiero no empezar a tomar drogas.
PRENTICE. Su prudencia habla muy bien de usted, mi querida. (Le sonríe amistosamente)
(Pausa) ¿A qué velocidad escribe a mano alzada?
PRENTICE. ¿Y a máquina?
PRENTICE. Tal vez usted tenga otras cualidades que no se reconozcan a simple vista.
Acuéstese en la camilla.
PRENTICE. Nunca haga preguntas. Esa es la primera lección que debe aprender una
secretaria. (Corre las cortinas delante de la camilla) Y por favor sáquese las medias. Quiero
ver el efecto causado en sus piernas por la muerte de su madrastra.
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GERALDINE. Perdón doctor pero ¿esto no es un poco raro?
PRENTICE. No tenga miedo Srta. Barclay. Lo que yo veo en la camilla no es una apetitosa y
hermosa señorita. Veo una mente enferma que necesita tratamiento psiquiátrico. Para una
persona de mi prestigio, el cuerpo no tiene ningún interés. Una vez una mujer se me entregó,
literalmente. No hace falta decirle que esto se lo digo en total confianza. Estaba totalmente
desnuda. Quería que me comportara de una forma inadecuada. ¿Y puede creerme que en lo
único que estaba absorto era que tenía el ombligo deformado? Ese es el nivel de atención que
le presto al cuerpo de una mujer.
GERALDINE. Por favor, discúlpeme doctor. De ninguna manera se me ocurriría sugerir que
sus intenciones eran de alguna manera inapropiadas.
Ella se saca los zapatos y las medias y se acuesta en la camilla. El Dr. Prentice le pasa una
mano por las piernas y asiente, sabiamente.
PRENTICE. Si sus reacciones son normales va a estar parada en menos que lo que dura un
suspiro.
GERALDINE. Mi directora no hizo mención de nada de esto en su folleto “Consejos para la
Recién Egresada”.
PRENTICE. Habrán omitido del texto el capítulo referido a los exámenes médicos.
GERALDINE. ¡Pero eso sería ridículo en un trabajo para ser usado exclusivamente en
escuelas!
PRENTICE. Srta. Barclay, usted tiene toda la razón. Nuestro sistema educativo necesita ser
revisado en profundidad. Hable con su directora en el próximo encuentro de egresadas.
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Él va hacia el lavatorio y se enjuaga las manos.
GERALDINE. Me gustaría que otra mujer estuviera presente. ¿Su esposa, tal vez?
PRENTICE. La Sra. Prentice está ocupada en una reunión más larga de lo usual. No va a
volver hasta la tarde.
PRENTICE. Mi querida, yo no tengo tanta paciencia. Tengo una tendencia natural a apurar
las cosas. No la voy a preocupar con los problemas de mi vida privada hasta que esté vestida.
Geraldine baja el cierre de su vestido y se lo saca. El Dr. Prentice la mira. Pausa. Deja la
toalla y se pone los anteojos.
Le tengo que pedir que no mencione este examen a mi esposa. Es que, sabe, no estoy
haciéndolo dentro del Esquema del Ministerio de Salud. Ella tendría que informarlo y eso
generaría todo tipo de malentendidos.
GERALDINE. (Suspirando) Pobre. Que difícil debe ser para usted. (Se sienta en la camilla)
Me encantaría poder hacer algo para levantarle el ánimo.
PRENTICE. Bueno querida, si quiere sentirse bien podría probar mi nuevo sistema
anticonceptivo.
PRENTICE (con una sonrisa con aires de superioridad) Acuéstese en la camilla con las
manos atrás de la cabeza y piense en los capítulos finales de su novela favorita. El resto
dejemelo a mí.
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Geraldine desaparece tras el cortinado. El Dr. Prentice va hacia el cajón de su escritorio. La
Sra Prentice entra desde el hall. Lleva un costoso tapado de piel.
PRENTICE. (Se sonroja, culpable) Debo recordarte que no entres en mi consultorio sin
golpear primero. Estás interrumpiendo mis estudios.
PRENTICE. Le estaba dictando un mensaje a Matron. Esta preocupada por el poco control
que tiene sobre su vejiga.
Sra. PRENTICE. ¿La orina puede ser controlada pensando en Tess de D’Urbevilles?
PRENTICE. Mi teoría esta todavía en una etapa preliminar. Prefiero no discutir sobre eso.
Sra. PRENTICE. Cuando llegué a mi reunión había un tumulto en el hall. Helen Duncanon
reconoció que estaba enamorada de un hombre y como ya sabés el Club es fundamentalmente
para lesbianas. Yo misma soy una excepción a la regla porque vos contás como una mujer.
Expulsamos a Hellen y pasé la noche en el Hotel de la Estación. (Toma todo su trago)
Sra. PRENTICE (al Dr. Prentice) ¿Podés chequear mi equipaje, por favor? El personal del
hotel ya me robó la mitad. (Va hacia la mesa y se sirve otro trago) Es tan difícil ser una
mujer.
PRENTICE. Bueno, estoy seguro que sos el mejor juez para tal afirmación.
Él va hacia el hall con un evidente disgusto. La Sra. Prentice pone hielo en su trago y mira a
Nick con una expresión fría en su rostro.
Sra. PRENTICE. No le pido que me devuelva ni mi bolso ni la plata que me robaron, pero si
no aparecen mi vestido y mi peluca voy a presentar una queja formal en la gerencia. Tiene
tiempo hasta el mediodía.
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NICK. Ya vendí el vestido por una fortuna. Puedo conseguirlo pero le va a costar. También
encontré a uno interesado en las fotos.
Sra PRENTICE. (Con la boca abierta) Cuando firmamos el contrato no incluía derechos
cinematográficos.
Sra. PRENTICE. Estaba enojada. Una amiga lesbiana justo anunció que se casaba con un
miembro del Parlamento.
NICK. Tendría que ser más cuidadosa con los amigos que elige. Me gustaría dejar el tema de
las estafas con fotos indecentes. Me pone los nervios de punta. ¿No me podría buscar un
trabajo que valga la pena? Tuve una infancia difícil.
Sra. PRENTICE. (Firme) Yo le voy a pagar por las fotografías pero me es imposible
recomendarlo como mecanógrafo.
La Sra. Prentice va hacia el escritorio. Se sirve un trago. Su mano tiembla. El Dr. Prentice
vuelve desde el hall. Trae una pequeña valija. La Sra. Prentice esconde la botella de whisky
vacía y pone hielo en su vaso.
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PRENTICE. Mi mujer decía que si daba el pecho se le iba a arruinar la figura. Sin embargo,
por lo que recuerdo, tal vez habría mejorado con algunos mordiscos.
PRENTICE. Ella es un ejemplo de anti-crianza. Una falla en la evolución que combinado con
su pasión por el alcohol y por las relaciones carnales hacen que no sea muy recomendable
para ella la maternidad.
PRENTICE. Naciste con las piernas separadas. Te van a mandar a la tumba en un cajón con
forma de Y.
Sra. PRENTICE. (Con una frágil sonrisa) ¡Mi problema viene de tu inutilidad como amante!
¡Es vergonzoso! Debés haber aprendido tus técnicas viendo fuegos artificiales. (Hace una
mueca de desprecio) Las pastillas rejuvenecedoras no te hacen ningún efecto.
Sra. PRENTICE. Las tomaste todo el tiempo mientras tuvimos relaciones. El ruido
ensordecedor que hacías al masticar es la razón por la cual nunca pude tener un orgasmo.
PRENTICE. ¡Pero como te atrevés a decir algo así! Tu libro sobre los orgasmos en la mujer
es fundamentalmente autobiográfico (Pausa. La mira) ¿O acaso te estuviste haciendo pasar
por una mujer sexualmente responsable?
Sra. PRENTICE. ¡Mis contracciones uterinas han sido falsas durante un tiempo!
PRENTICE. (Mirando hacia ella) ¡Mirá que descubrimiento! Casado con una maestra del
falso orgasmo. (Se sirve un trago)
NICK. (Después de una pausa) Mis padres eran divorciados, señor. Nunca tuve el calor de
una familia feliz.
PRENTICE. Como psiquiatra hago todo lo que puedo para que parejas alejadas vuelvan a
estar juntos. (Le pone a Nick algo de dinero en la mano) No dudes en llamarme si te sentís
mentalmente desquiciado.
Nick agarra el dinero y se va al hall. El Dr. Prentice, con el vaso en la mano, corre la cortina
de la camilla y mira.
No tiene sentido que se quede ahí acostada Srta. Barclay. Mi esposa volvió.
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GERALDINE. ¡Qué bueno! Va a poder ayudar con su examen.
PRENTICE. El examen queda suspendido hasta nuevo aviso. (Agarra la ropa interior de la
silla) ¡Vístase!
La Sra. Prentice entra desde los pabellones. Tiene un vaso vacío en la mano.
El Dr. PRENTICE esconde la ropa interior en su espalda. Geraldine queda oculta por la
cortina.
Sra. PRENTICE. Mi papá tenía un secretario y mi mamá decía que era mucho mejor que una
mujer.
PRENTICE. No podría pedirle a un jovencito que se quedara a hacer horas extras y después
convencerlo con un lápiz de labios o con una botella de licor. Serían trajes de seda y Alfa
Romeos.
Sra. PRENTICE. Probá con un muchacho. Sos un hombre rico que se puede dar lujos en la
vida.
Geraldine mira por sobre las cortinas. El Dr. Prentice le ordena que se esconda. Ella
desaparece. El toma el anotador, escribe algo y lo pasa sobre la cortina. La Sra. Prentice se
sirve otro trago. El Dr. Prentice ve el vestido de Geraldine sobre la silla y lo levanta. Justo
cuando lo va a tirar al tacho de basura, la Sra Prentice se da vuelta, vaso en mano. El Dr.
Prentice intenta ocultar el vestido tras su espalda pero cuelga tras de él.
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PRENTICE. Nuestro matrimonio es como el reino de Dios. Está más allá de toda
racionalidad.
Se saca el tapado. Solo tiene puesta una bombacha. El Dr. Prentice no puede con su
sorpresa.
PRENTICE. ¿Se puede saber porqué no tenes puesto un vestido? ¿Es acaso una nueva moda
extrema?
Sra. PRENTICE. (Poniéndose el vestido de Geraldine) Te voy a decir algo con total
franqueza. Por favor mime bien y reservate los comentarios para mas tarde. (Se sube el cierre
del vestido) La habitación del hotel era chica, sin aire y absolutamente incómoda. Mientras
me vestía para ir a cenar, noté que las sábanas estaban literalmente sucias. Pensando en hablar
con alguien responsable, me fuí al cuarto de la ropa blanca que sabía que estaba en el
segundo piso. Ahí me encontré con un botones que me forzó dentro de ese cuarto y me hizo
una propuesta indecente. Cuando lo rechacé me quiso violar. Me defendí como pude pero no
pude impedir que me robara el bolso de mano y gran parte de mi ropa.
PRENTICE. Esa no pareciera ser el tipo de conducta que uno espera en un hotel cuatro
estrellas.
PRENTICE. (Va hacia la mesa junto a ella) ¿Vos te das cuenta de lo que pasaría si se supiera
de tus aventuras? Sería mi ruina. Las puertas de la sociedad londinense se cerrarían en mis
narices. (Se sirve un whisky) ¿Hiciste alguna denuncia por este escándalo?
Sra. PRENTICE. No
Sra PRENTICE. Porque vi en este joven los resabios de una bondad natural, destruida por las
presiones de esta sociedad. Prometí que le conseguiría un trabajo.
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Sra. PRENTICE. No. Estuvo deprimido por su incapacidad para conseguir un empleo. Es por
eso que se dedicó a violar.
Sra. PRENTICE. Como tu secretario. Va a volver en una hora. Podés chequear sus
antecedentes cuando te venga bien. ¿Dónde está la Srta. Barclay?
PRENTICE. Arriba.
Sra. PRENTICE. Esta repentina ansiedad por la ropa femenina me resulta por demás
desagradable.
Ella deja el vaso en la mesa y se va hacia el hall. El Dr. Prentice se pasa la mano por la
frente.
PRENTICE. (Va hacia la camilla, corre la cortina y mira) Srta. Barclay, la situación se está
volviendo peligrosa. Mi mujer está convencida que su vestido es de ella.
GERALDINE. Tenemos que explicarle, con el mayor tacto posible, que ella cometió un erros.
PRENTICE. Lo siento pero eso es imposible. Va a tener que tener un poquito mas de
paciencia.
PRENTICE. Por supuesto, Srta. Barclay. No me cabe duda que esto la debe poner muy
incómoda. Me voy a ocupar de conseguirle una ropa apropiada.
Va hacia el tacho de basura y cuando está a punto de sacar la ropa interior entra el Dr.
Rance desde el jardín. El Dr. Prentice vuelve a poner la ropa interior en el tacho y deja este
en el piso.
RANCE. (Con una sonrisa cortés) Buen día. ¿Usted es el Dr. Prentice?
RANCE. No, nunca hago citas. (Deja su maletín y le da la mano) Me gustaría que me diera
detalles de su clínica. Según tengo entendido, está dirigida con todos los permisos y el
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conocimiento de las autoridades sanitarias locales. ¿Se especializan en todo tipo de crisis
nerviosas y sus derivados?
PRENTICE. Si, Pero eso es altamente confidencial. Nunca muestro mis documentos a
extraños.
RANCE. Estando conmigo puede hablar con total libertad. Vengo en representación del
Gobierno de Su Majestad. Gerárquicamente una locura superior. Yo soy un comisionado.
RANCE. Salud mental. Espero que este sea el comienzo de una relación agradable. ¿Este es
su consultorio?
RANCE. ¿Por qué hay tantas puertas? ¿Esta casa fué diseñada por un desequilibrado?
PRENTICE. Sí. (Se sirve otro whisky) Cada tanto lo tenemos como paciente.
PRENTICE. No. Es absolutamente inútil para todo, excepto para dejar entrar la luz.
El Dr. Rance asiente, serio. Se pasea por el cuarto, examinandolo todo, bajo la mirada del
Dr. Prentice.
RANCE. (Al lado de la camilla) ¿Esta camilla está aprobada? Parece de dos plazas.
PRENTICE. (Con una sonrisa maliciosa) Hago consultas dobles. Ocurre que muchas veces
los pequeños se sientes aterrorizados por el doctor por lo que decidí examinarlos junto con
sus madres.
PRENTICE. Estoy en desacuerdo con los científicos que dan a conocer sus teorías.
RANCE. Debo reconocerle que estoy de acuerdo con usted. Desearía que más científicos
guardaran sus teorías para ellos mismos.
RANCE (leyendo) ¿“Mantenga su cabeza agachada y no haga ningún ruido”? (Pausa) ¿Sus
pacientes reaccionan favorablemente con este tratamiento?
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PRENTICE. Podría decir que me ha ido bastante bien.
RANCE (seco) Pienso que sus ideas son un tanto avanzadas para la época.
Abre las cortinas y las cierra rápidamente. Se vuelve hacia el Dr. Prentice, estupefacto.
PRENTICE. Sí
GERALDINE (mirando por sobre las cortinas) Doctor, no puedo ver a nadie sin mi ropa.
PRENTICE. No
RANCE. ¿Porqué se sacó la ropa? ¿No se le ocurrió pensar que su psiquiatra podría
avergonzase con su conducta?
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PRENTICE (volviendo con un documento) Estoy al tanto de todo esto desde hace algún
tiempo.
RANCE. (A Geraldine) ¿Usted se imagina que algún hombre de negocios podría tolerar una
secretaria desnuda en su oficina?
GERALDINE. El Dr. Prentice me pidió que me desvistiera para ver si realmente iba a ser
apta para las tareas que me encomendara. No hubo ninguna sugerencia acerca de trabajar
permanentemente sin ropa.
RANCE (al Dr. Prentice) Me voy a hacer cargo de este caso. Pareciera tener esa cualidad
bizarra necesaria para hacer una tesis extraordinaria. (Firma el documento) Llene los
registros que sean necesarios y de cuenta al dispensario de todas mis necesidades.
El Dr. Prentice va hacia el dispensario con el documento. El Dr. Rance se dirige a Geraldine.
El Dr. Prentice viene del dispensario con un carro hospitalario. Trae un colchón de goma,
una almohada y una sábana. En su brazo trae un camisón blanco. El Dr. Rance lo toma y se
lo pasa a Geraldine por sobre la cortina.
RANCE. ¡Póngaselo!
GERALDINE. (Al Dr. Rance) Muchas gracias. Es una tranquilidad estar vestida de nuevo.
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PRENTICE. Pareciera que fué una persona desagradable. Dejó a su madre embarazada en el
lugar donde trabajaba.
RANCE. Eso es extraño. Y muy revelador (abre las cortinas. A Geraldine) Acuéstese en la
camilla. (Al Dr. Prentice) Vaya y prepare un sedante.
GERALDINE. Por favor, hagame el favor de llamar un taxi. Me gustaría volver a casa. Yo no
tengo las habilidades suficientes como para este trabajo.
RANCE (la sube a la camilla y la cubre con la sábana) Tranquila que pronto va a estar mejor
Srta Barclay.
El Dr. Prentice viene del dispensario con un recipiente con forma de hígado y una jeringa
hipodérmica. El Dr. Rance le sostiene el brazo a Geraldine y lo frota con una gasa.
GERALDINE (suplicándole al Dr. Prentice) ¡Dígale la verdad, doctor! ¡Tengo las mejores
calificaciones!
RANCE. Acepte su condición sin llorar y sin abusar de aquellos que tenemos autoridad.
(Guarda la hipodérmica y se va a enjuagar las manos)
Sra. PRENTICE. (Ansiosa) No puedo encontrar a la Sta. Barclay por ningún lado.
RANCE. Está bajo los efectos de un poderoso sedante y no debe ser molestada por ningún
motivo.
PRENTICE. Mi esposa está hablando de mi secretaria. Hace rato que no sabemos dónde está.
GERALDINE. Yo soy Geraldine Barclay. Busco un trabajo part-time como secretaria. Acá
certificaron que estoy loca.
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RANCE (a la Sra. Prentice) Olvídese de estos desvaríos. En el estado en el que está la
paciente son absolutamente normales. (Al Dr. Prentice) ¿Tiene el mismo nombre que su
secretaria?
Sra. PRENTICE. Voy a llamar a la agencia de empleo. La Srta. Barclay no se puede haber
evaporado en el aire.
PRENTICE. Mi mujer no está al tanto de los hábitos de las jovencitas. Conocí unas cuantas
que podían desaparecer misteriosamente. Y otras a las que les encantaba hacerlo.
PRENTICE. Sí.
RANCE. Mire Prentice, su vida privada es asunto suyo. De todas formas no deja de
parecerme chocante. ¿Sabía la paciente de su relación con la Srta. Barclay?
PRENTICE. Posiblemente.
Srta. Barclay, usted está bajo los efectos de la droga que yo mismo le he dado y está relajada
y sin miedo. Le voy a hacer algunas preguntas que me gustaría que contestara en lenguaje
cotidiano. (Al Dr. Prentice) Va a tomar eso como una invitación a usar malas palabras. (A
Geraldine) ¿Quien fue el primer hombre en su vida?
GERALDINE. Mi papá.
GERALDINE. ¡No!
RANCE (al Dr. Prentice) Puede estar diciendo “si” cuando dice “no”. Es pura psicología
femenina. (A Geraldine) ¿Estaba al tanto su madrastra del amor que sentía por su padre?
GERALDINE. Yo vivía en una familia normal. No tenía ningún amor por mi padre.
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RANCE. (Al Dr. Prentice) Apostaría que fue víctima de un ataque incestuoso. Claramente
asocia el acto sexual con violencia. Su intención de provocarlo, estando desnuda, para que
tuviera una respuesta erótica, podría tener un profundo significado. (A Geraldine) ¿Su padre
tenía creencias religiosas?
RANCE (al Dr. Prentice) Y todavía insiste en haber vivido en una familia normal. La
gravedad de su estado podría medirse a partir de tal aseveración. (A Geraldine) ¿La iglesia de
su padre condenaba la violación? ¿Hubo acaso algún servicio religioso antes de ser atacada?
GERALDINE. Señor, no puedo responder esas preguntas. Me parecen desagradables y sin
sentido.
¡Es un caso de libro! Un hombre mas allá de la inocencia, una chica desesperada por
experiencia. La belleza, la confusión y la urgencia llevándolos hacia una loca pasión. Se
embarcan en una imprudente relación amorosa. A él se le hace difícil su secreto culposo con
sus convicciones espirituales. Queda preso de su mente. La actividad sexual termina. Ella, que
gozaba de ese amor, siente ansiedad por la pérdida. Busca consejo en su sacerdote. La Iglesia,
basándose en sus tradiciones ancestrales, recomienda castidad. El resultado, la locura.
Pone las vendas y la hipodérmica en el recipiente.
PRENTICE. Es una teoría fascinante y muy inteligentemente construida. ¿Pero concuerda con
los hechos?
RANCE. Eso no debería causarnos una excesiva ansiedad. Civilizaciones enteras se han
fundado y sostenido bajo teorías ajenas a toda razón. Hasta donde yo entiendo, esta pequeña
ha sido abusada por su propio padre. Basaré mi accionar futuro con esta certeza.
PRENTICE. No.
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PRENTICE. No. Quédese tranquila. Hay una explicación perfectamente racional para todo lo
que está pasando. Todo va a estar bien.
RANCE. Hay algo que también resulta evidente, aun para el más insignificante de los
principiantes, y es que la paciente ve en usted a su padre. Por eso se desvistió. Cuando yo
entré en escena, ella estaba a punto de revivir aquel episodio inicial. La fastidiosa pregunta del
motivo está ahora clara. Ella era consciente de la relación que existía entre usted y su
secretaria. Usted representa a su padre. La identificación de ella con la Srta. Barclay completa
el cuadro.
PRENTICE. Tal vez exista una explicación más sencilla para la aparente complejidad del caso.
RANCE. Las explicaciones sencillas son para mentes sencillas y yo no encajo en ninguna de
las dos. (Se lleva el carro hacia la puerta de los pabellones) Abra la puerta. Voy a supervisar
como le cortan el pelo a la paciente.
El Dr. Prentice abre la puerta. El Dr. Rance se lleva a Geraldine en una silla de ruedas?
Hacia los pabellones. El Dr. Prentice se sirve un trago y se lo toma de golpe. Su mirada va
hacia el tacho de basura. Sacude la ropa interior, mira el zapato y las medias y las levanta.
La Sra. Prentice entra desde el hall. El Dr. Prentice le da la espalda mientras se va
caminando encorvado haciendo un esfuerzo para ocultar la ropa.
Sra. PRENTICE. (Alarmada por esta extraña conducta) ¿Qué te pasa?¿Te duele algo?
La Sra. Prentice corre hacia el dispensario. El Dr. Prentice mira alrededor con
desesperación. Ve un florero, alto y con rosas. Saca las rosas y mete la ropa interior y un
zapato en el florero. El otro zapato no entra. Hace una pausa, perplejo. Cuando se dispone a
poner nuevamente las rosas en el florero, entra la Sra. Prentice con un vaso de agua. El Dr.
Prentice esconde el zapato dentro de su saco. La Sra. Prentice mira atónita. El tiene el ramo
de rosas. Sonríe automáticamente y le ofrece el ramo con un ademán elegante. La Sra.
Prentice está sorprendida y enojada.
¿Llamo a un médico?
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PRENTICE. ¿Me podrías traer otro vaso? Ese no tiene la forma apropiada.
PRENTICE. Sí.
La Sra. Prentice lo mira y se va al dispensario. El Dr. Prentice intenta poner las rosas en el
florero. No entran. Toma unas tijeras de su escritorio y corta los tallos a cinco centímetros de
las flores. Pone las rosas en el florero, envuelve los tallos con su pañuelo y los coloca en un
bolsillo. Busca donde poner el otro zapato. Se pone de rodillas y coloca el zapato en un
espacio sobre los libros del estante inferior de la biblioteca. Entra la Sra. Prentice con otro
vaso. Para y mira.
Sra. PRENTICE. Esta conducta infantil me hace dudar de tu gran prestigio académico. (Pone
el vaso en el escritorio mientras sacude su cabeza) Acaba de llegar el jovencito que quiero
que contrates como tu secretario.
PRENTICE. (Tomando agua) Quizás debería volver en un rato. No me siento muy bien.
PRENTICE. ¡Dos décadas desperdiciadas luchando contra ella y contra la caída del pelo! Ya
tengo suficiente de los dos.
PRENTICE. (Sorprendido) ¿Le parece que esa fue una medida acertada? ¿Le parece que está
de acuerdo con el acercamiento que se busca con aquellos mentalmente enfermos?
RANCE. Perfectamente de acuerdo. Publiqué una monografía sobre este tema. La escribí en la
universidad. Fue supervisada por un docente realmente admirable. Como no pudo resolver su
propia locura entregó su vida a la docencia para enseñarla a otros.
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RANCE. Había algunos más capacitados.
PRENTICE. ¿Dirigiéndolos?
RANCE. La mayoría.
Sra. PRENTICE. (Al Dr. Prentice) Insiste con la puntualidad. Te da cinco minutos.
PRENTICE. (Al Dr. Rance) Un posible candidato. Sería inútil no reconocer que el socialismo
no ha dejado su marca.
RANCE (a la Sra. PRENTICE) ¿Sabe algo de la Srta. Barclay?
Sra. PRENTICE. Nada. Ya llamé a la agencia de empleo y sus clientes tienen estrictas
instrucciones de llamar después de cada entrevista y la Srta. Barclay no lo hizo.
RANCE. Tenemos que organizar una búsqueda. (Al Dr. Prentice) ¿Qué tiene en materia de
perros?
RANCE. ¡Hay que soltarlos! Geraldine Barclay debe ser encontrada, de lo contrario habrá que
informar a las autoridades.
Sra. PRENTICE. Hay que dar aviso al guarda. El está a cargo de la puerta y sabrá si dejo el
edificio. (Da media vuelta como para irse)
PRENTICE. No, no hagas eso. La Srta. Barclay está perfectamente bien. Está abajo. Me acabo
de acordar.
PRENTICE. Se me olvidó.
PRENTICE. No recuerdo.
PRENTICE. Señor, lo único que puedo afirmar es lo que sé. No se puede esperar que recuerde
cosas que he olvidado.
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Sra. PRENTICE. ¿Qué es lo que está haciendo abajo la Srta. Barclay?
PRENTICE. Está haciendo muñecas de trapo blancas para vender en grupos con prejuicios
raciales.
RANCE. ¿Dr. Prentice, usted asegura haber olvidado que su secretaria estaba haciendo
semejante cosa?
PRENTICE. Sí.
RANCE. No puedo creer lo que está diciendo. ¿Y cual era el objeto de crear estos objetos
monstruosos?
RANCE. Mire, le ordeno que destruya esas criaturas endemoniadas antes de que su nefasta
influencia pueda hacerse sentir.
PRENTICE. (Cansado) Le voy a decir a la Srta. Barclay que haga lo que usted ordena.
Sale por la puerta de los pabellones. El Dr. Rance gira hacia la Sra. Prentice mientras se
agarra la frente.
Sra. PRENTICE. (Con una media sonrisa) Mi esposo es una persona rara. ¿Es un genio o un
perfecto idiota?
RANCE. Me gustaría conocerlo mejor antes de aventurar una opinión. ¿Pasó algo mas aparte
de este escándalo con las muñecas de trapo?
Lleva su whisky a la biblioteca. Levanta un volumen con tapa de cuero. Abre el libro y se lo
muestra al Dr. Rance.
Escribió su primera carta a los doce años quejándose de la información poco precisa que le dió
un chico alemán mientras jugaban al “papá y la mamá”. Desde entonces especula en la natura
y el alcance de la propaganda nazi.
El Dr. Rance mira el libro con atención. La Sra. Prentice da vuelta las hojas.
Hasta su más reciente carta, publicada hace un mes, en donde afirma que los baños públicos de
caballeros son “la última fortaleza de los privilegios masculinos”.
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El Dr. Rance lee y devuelve el libro.
Sra. PRENTICE. La finalidad de la clínica de mi marido no es curar sino hacer que la locura
se libere y sacar provecho de eso.
RANCE. Por lo que se ve, lo hace muy bien. (La mira amistosamente) Nunca en mi vida he
visto manejarse los asuntos de la forma en que lo hacen en este lugar.
Saca un papel de su bolsillo y se lo entrega a ella.
Lea esto.
Sra. PRENTICE. (Leyendo) “Mantenga la cabeza baja y no haga ningún ruido”. (Se lo
devuelve) ¿Qué quiere decir?
RANCE. (Mira hacia arriba. Pausa) Sra. Prentice, tengo que pedirle que sea honesta
conmigo. ¿En alguna oportunidad dudó sobre la salud mental del Dr. Prentice?
Sra. PRENTICE. (Pausa) Usted tiene razón. Hace rato que sé que las cosas no están del todo
bien. Traté de convencerme de que mis temores eran infundados. Todo el tiempo sabía que me
estaba engañando.
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RANCE. (Tranquilo) ¿Qué fue lo primero que la hizo sospechar?
Sra. PRENTICE. Bueno, tal vez la forma grosera en que trataba a mi madre. Acostumbraba
llamarla para sugerirle como suicidarse de las formas más horribles. Rendida ante la
insistencia, siguió sus consejos.
RANCE. ¿Y algo más reciente, digamos esta mañana?¿Ha notado alguna desmejora en su
condición?
Sra. PRENTICE. Poco después de volver, mi marido empezó a tener las ideas más increíbles
que yo hubiese querido perdonar si no hubiesen traspasado los límites del buen gusto.
Sra. PRENTICE. Me negué a darle mi ropa y se fue a buscar a la Srta Barclay. Al rato, y en mi
presencia, tuvo un especie de ataque y me pidió que le trajera algo de tomar. Al regresar me
recibió con un ramo de flores.
Sra. PRENTICE. Solo había ido hasta el dispensario. Las flores las sacó del florero. (Señala el
florero) Yo estaba enojada y, le aseguro, con algo de miedo. Así estaban las cosas cuando de
repente un espasmo de agonía le recorrió el rostro. Le ofrecí el vaso con agua y reaccionó
violentamente. Me dijo que el vaso no tenía la forma correcta.
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palmea el hombro a la Sra. Prentice.) No tengo dudas que lo que me acaba de contar es de
gran importancia. También debemos considerar que ha admitido tener lagunas en su memoria
y el hecho de intentar crear formas alienígenas de vida. (Guarda el zapato en su maletín) No
vaya a decir nada de nuestras sospechas. Las fantasías crecen como la maleza en la insalubre
tierra de un cerebro enfermo.
Sra. PRENTICE. (Retocándose los ojos con un pañuelo) Ay doctor, no sabe el alivio que
siento al poder hablar con alguien como usted.
Sra. PRENTICE. A una mujer no le gusta enfrentarse con la realidad de que el hombre que
ama está loco. La hace sentir a una como una idiota.
Guarda el pañuelo, se sirve un trago y pone hielo en el vaso. El Dr. Prentice entra desde los
pabellones.
RANCE. (Girando hacia él) ¿Siguió mis instrucciones?
PRENTICE. Sí.
El Dr. Rance y la Sra. Prentice intercambian miradas. El Dr. Rance levanta una ceja.
RANCE. (Con gravedad e ironía) ¿Acaso tiene el hábito de usar zapatos de mujer?
PRENTICE. (Rápido, desesperado) Mi vida privada, es mía. La sociedad no debería ser tan
escabrosa en sus juicios.
RANCE. ¿Dónde está su secretaria? Tengo una serie de preguntas que me gustaría hacerle.
PRENTICE. No puedo permitir que sea molestada. Tiene trabajo que hacer.
RANCE. Prentice, me parece que usted no termina de entender su posición. La autoridad que
me fue concedida por los comisionados, me da pleno derecho a entrevistar a cualquier
miembro de su plantel cuando yo lo decida. ¿Dónde esta Geraldine Barclay?
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PRENTICE. Está haciendo una pira funeraria con los muñecos. No estaría bien molestarla en
este momento.
RANCE. Muy bien. (Los labios apretados) Voy a ir a buscarla yo mismo. Pero de por hecho,
doctor, que su conducta va a ser informada.
Sra. PRENTICE. Había un zapato de mujer escondido en la biblioteca. ¿Que hacía ahí?
Sra. PRENTICE. El Dr. Rance y yo estamos intentando ayudarte. Tu estado nos intranquiliza.
PRENTICE. A mí también. Esto es insoportable y vos sos la culpable. Tendría que haber
terminado con esta infamia hace años.
La Sra. Prentice pone la botella vacía a un lado y mira al Dr. Prentice con resentimiento.
Sra. PRENTICE. ¿De quién es la culpa si nuestro matrimonio se toma con hielo? Sos
desconsiderado y egoísta. No me busques porque podría acostarme con otro.
PRENTICE. ¿Quien?
PRENTICE. ¡No podés tener amantes en Asia! El precio de los pasajes sería devastador.
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La Sra. Prentice pone hielo en su vaso ignorando al Dr. Prentice. Este se para al lado de ella
y le grita al oído.
Sra. PRENTICE. Vos no tenés capacidad psicológica para entender las dificultades que tengo
que afrontar. (Toma whisky)
PRENTICE. (Tomándola del brazo, blanco de ira) A menos que tengas mucho cuidado, un día
vas a descubrir que estás adentro de una caja esperando que pase el basurero.
Sra. PRENTICE. Estas amenazas encubiertas no hacen más que confirmar mis dudas sobre tu
salud mental.
Ella se toma el whisky y se aleja del Dr. Prentice. Nick entra desde el hall. Trae un pequeño
fichero con un cartelito del “Hotel de la Estación” impreso.
NICK. (A la Sra. Prentice) Me gustaría que me diera la plata de una buena vez así le doy las
fotos. De todas formas necesitaría alguna garantía con respecto a mi futuro trabajo antes de
desprenderme de los negativos.
El Dr. Prentice, atónito, mira a la Sra. Prentice.
Sra. PRENTICE. El tiene en su poder una cantidad de fotos pornográficas mías. La sacó
anoche sin mi conocimiento.
PRENTICE. ¿Un vestido? Me voy a hacer cargo de eso. (Le saca la caja a ella)
Sra. PRENTICE. Le voy a tener que informar al Dr. Rance que me robaste uno de mis
vestidos.
La Sra. Prentice agarra una botella de whisky llena del escritorio y se marcha por el hall.
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NICK. Quiero disculparme si es que mi comportamiento de anoche la puso ansiosa a su
esposa pero yo tengo un ardiente deseo de acostarme con todas las mujeres con las que estoy.
NICK. En eso estoy de acurdo, señor. Mi salud nunca fue la misma desde que dejé de
coleccionar estampillas.
PRENTICE. En esta clínica tenemos una política moral de la cual ni yo mismo estoy exento.
Mientras esté con nosotros, esperaré que no muestre interés en ningún órgano sexual que no
sea el suyo.
RANCE. No hay pistas de su secretaria. Debo decirle, Prentice, que mi paciencia se agota.
Sra. PRENTICE. Hay un policía en la puerta. Quiere hablar con alguien responsable.
PRENTICE. ¿Por qué tiene miedo que lo arresten? Puede ser franco conmigo.
NICK. Mire, señor, como su esposa le contó, anoche intente sobrepasarme con ella, pero no
tuve éxito. Si que nada pudiera detenerme, fuí hasta el tercer piso del hotel donde se alojaba
un grupo de chicas de una escuela. ¡Ay, señor, si hubiese visto lo solas y desesperanzadas que
estaban!
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PRENTICE. ¿No había nadie a cargo?
NICK. No y nunca me va a perdonar por no haberlo hecho. Ella que la que dio aviso a la
policía. ¡Por favor, señor, no me entregue!
RANCE. Le prevengo, Prentice, que a menos que esté dispuesto a cooperar en encontrar a la
Srta. Barclay, lo haré responsable directo de su desaparición. Si es incapaz de hacerlo la
policía debería ser notificada.
PRENTICE. No. Estoy obsesionado con el mío. En este momento deberíamos estar
compartiendo la misma celda.
PRENTICE. ¡Qué está diciendo! ¿Eso es lo que pasa habitualmente cuando un hombre le pide
que se saque la ropa?
Nick se saca la ropa velozmente y con gran agilidad. El Dr. Prentice mira con admiración.
Nick le alcanza la ropa al Dr. Prentice. Queda desnudo con los calzoncillos puestos. Cuando
se los está por sacar el Dr. Prentice lo para.
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Sra. PRENTICE. ¿Se puede saber en que porquería estás ocupado ahora?
Sra. PRENTICE. Vos no sos médico. ¿Para qué necesitas al chico desnudo?
PRENTICE. (Sonriendo, con una paciencia enorme) Mis investigaciones con su cuerpo
vestido serían estrictamente no-científicas e inevitablemente superficiales. A fin de asegurarme
que me será de alguna utilidad, debo examinarlo exhaustivamente.
Sra. PRENTICE. ¡Degenerado! En mi vida escuché algo tan pobre y estúpido. Este jovencito
va a hacer que te echen a patadas de la matrícula. (Levantando el uniforme de Nick) Venga
conmigo, querido. No puede quedarse con este hombre.
PRENTICE. Tengo una idea. Quiero que se haga pasar por mi secretaria. Su nombre es
Geraldine Barclay. Si acepta mi propuesta se van a resolver todos nuestros problemas.
Es de vital importancia que convenza al Dr. Rance que usted es una mujer. No debería tener
mayores problemas. Imagino que no ha visto una en mucho tiempo.
Después de encontrarlo, diga que está enferma y váyase. Cuando todo el operativo haya
terminado, le voy a dar una suma de dinero y un pasaje de avión al destino que usted elija.
(Empujandolo dentro del dispensario) Si se llegara a meter en problemas, voy a negar que lo
conozco. Vístase ahí adentro.
Va hacia el escritorio y abre una botella de whisky. Nick abre la puerta del dispensario y
mira.
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Saca el zapato del maletín del Dr. Rance y se lo tira a Nick. Va hasta el florero, levanta las
rosas y mete la mano buscando el otro zapato. Entra el Sargento Match. Nick se mete
rápidamente en el dispensario. El Dr. Prentice esconde las rosas en su espalda.
El Sargento Match se va. El Dr. Prentice toma el zapato del florero y lo sacude. Corre hasta el
dispensario, arroja el zapato adentro y vuelve corriendo al florero. Cuando está punto de
poner las flores nuevamente, entra la Sra. Prentice desde el hall. Ve al Dr. Prentice con el
ramo de flores y se queda estupefacta. El Dr. Prentice le ofrece el ramo. Ella empalidece. Está
enojada y ligeramente asustada.
Sra. PRENTICE. Minuto a minuto te vas poniendo cada vez más raro. ¿Porqué fuiste grosero
con el policía?
La Sra. Prentice va hacia el hall. El Dr. Prentice repone las flores, va al escritorio y se llena
el vaso de whisky. Geraldine entra desde el jardín. Tiene la cabeza rapada. Viste un camisón
de hospital. El Dr. Prentice se alarma con su presencia en el cuarto.
GERALDINE. Doctor, no hay nada que pueda hacer para que permanezca un minuto más en
su staff. Quería avisarle.
El Sargento Match entra desde el hall. No la llega a ver a Geraldine quien queda oculta.
PRENTICE. (Girando, abruptamente) Por favor espere afuera. Me parece que fuí claro.
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El Sargento Match, un tanto perplejo por la situación, se va hacia el hall. El Dr. Prentice la
toma a Geraldine del brazo.
Sus apariciones podrían arruinarme. Deme una oportunidad para terminar con este desorden.
PRENTICE. Esa es una actitud completamente derrotista (la empuja detrás de la cortina)
GERALDINE. (Mirando por sobre la cortina) Por lo menos devuélvame mi ropa. Me siento
desnuda.
El Dr. Prentice saca las rosas del florero, agarra la ropa interior y las medias de Geraldine y
se las arroja. La Sra. Prentice y el Sargento Match entran desde el hall. Geraldine se esconde
detrás de la cortina. El Dr. Prentice tiene las rosas en la mano. La Sra. Prentice se aferra del
brazo del Sargento Match.
Miran en silencio mientras el Dr. Prentice pone nuevamente las rosas en el florero. Con el
florero vacío, las rosas caen dentro del florero. La Sra. Prentice no puede creer lo que ve.
Sra. PRENTICE. ¡Les cortó los tallos! Su locura va mas allá de lo imaginable.
El Dr. PRENTICE agarra su vaso y gira, como si nada pasara, hacia el Sargento Match.
PRENTICE. Sargento, disculpe la histeria de mi mujer. Anoche, una persona intentó abusar de
ella y todavía no se recuperó por completo.
MATCH. Tengo entendido que la Sra. Prentice le presentó al muchacho. ¿Es así?
MATCH. Entiendo que para su mujer sería poco prudente andar repitiendo sus experiencias
ante un jurado. De todas maneras, como ya sabrán, ese caso no me incumbe. Lo que sí me
interesa son los movimientos del joven entre la medianoche y las siete de la mañana. Durante
ese período cabe suponer que se ha comportado en forma impropia en una fiesta escolar.
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PRENTICE. Muy bien sargento, como no está por acá, le avisaremos cuando lo veamos.
Sra. PRENTICE. (Aturdida) ¡Cómo te atrevés a darle información falsa a la policía! (Al
Sargento Match) El estaba acá. Tengo su ropa afuera.
MATCH. Fue muy inteligente de su parte confiscarle la ropa. Si más mujeres hicieran lo
mismo, se reducirían a la mitad los casos de violación.
Sra. PRENTICE. No haga caso a nada de lo que diga mi marido. Voy a buscar la ropa.
MATCH. También estoy interesado en establecer el paradero de una joven de llamada Barclay.
¿Podría ayudarme en mi investigación?
PRENTICE. (Un espasmo de ansiedad le recorre el rostro) ¿Por qué quiere ver a la Srta.
Barclay?
Sra. PRENTICE. Acá está la prueba de que el joven estuvo en esta habitación.
PRENTICE. Es envidiable todo lo que logro hacer sin ropa la otra noche.
MATCH. (Al Dr. Prentice) ¿Sigue afirmando, señor, que no tiene idea del paradero del joven?
PRENTICE. Sí.
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MATCH. ¿Y qué se hizo de la Srta. Barclay?
Sra. PRENTICE. Le dijiste al Dr. Rance que estaba quemando las muñecas.
Sra. PRENTICE. Sargento, le recomiendo que hable con el Dr. Rance. Tal vez el sea capaz de
explicarle el comportamiento inusual de mi esposo.
Sra. PRENTICE. En el jardín. Por favor dígale que necesitamos urgentemente de sus
conocimientos especializados.
El Sargento Match se va hacia el jardín. La Sra. Prentice gira hacia su esposo y le habla en
un extraño tono de quietud y simpatía.
Mirá, querido, está claro que perdiste la capacidad de recordar información fresca, de resolver
problemas nuevos y de permanecer orientado. No dejes que esto te aflija. Voy a estar a tu lado
mientra dure tu enfermedad. Más aún, voy a tomar nota de los progresos en tu colapso
nervioso así nada se desperdicia. Tratá de recordar, porqué dañaste las flores del florero.
Podría tener una relación directa en el caso.
GERALDINE. Nunca me dijo que me estaba seduciendo. Dijo que estaba interesado en mi
mente.
PRENTICE. Eso es como decir “ábrete Sésamo”, una fórmula para abrir puertas.
El Sargento Match aparece por las ventanas francesas. Geraldine se esconde tras las
cortinas.
PRENTICE. Sí.
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MATCH. ¿Entonces donde puede estar?
El Dr. Prentice se encoge de hombros y sigue al Sargento Match hacia el jardín. Geraldine
baja de la camilla. Esta vestida con la bombacha y el corpiño. En su mano lleva el camisón.
Agarra el uniforme de Nick, deja el camisón en la silla y se va al dispensario. Se hecha para
atrás repentinamente.
Corre hasta el hall, mira como está vestida y vuelve corriendo hasta la camilla. Se sube y
cierra la cortina. Entra la Sra. Prentice con las rosas en un florero mas chico. Nick entra
desde el dispensario. Está vestido con ropa de mujer y con una peluca rubia. La Sra. Prentice
mira asombrada y pone el florero sobre la mesa.
NICK. Estaba ocupada atendiendo las mil y una actividades que tiene una secretaria promedio
durante su jornada laboral.
Sra. PRENTICE. Estoy segura que hacerse las uñas no le llevará toda la mañana ¿no?
Sra. PRENTICE. Es evidente que usted no está capacitada para este trabajo. Voy a desaprobar
su contratación.
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(Al sargento Match) Sargento, esta es la secretaria de mi esposo. Va e a estar encantada en
ayudarlo con su investigación.
MATCH (a Nick) Srta. Barclay, debo pedirle que entregue o haga que sean entregadas, las
parte faltantes de Sir Winston Churchill.
MATCH. Ante la falta de evidencias voy a tener que pedir colaboración medida para medir sus
dichos. Usted debe ser analizada exhaustivamente.
MATCH. Los sospechosos del sexo femenino deben ser revisados exclusivamente por
mujeres.
La Sra. Prentice lleva aNick al dispensario. El Dr. Rance entra desde los pabellones. Su
rostro es una máscara del horror.
Tiene que haber pasado por este cuarto. Usted y yo estábamos en el jardín. La Sra. Prentice
estaba en el hall. Es imposible escapar. Todavía tiene que estar en este cuarto. (Lo mira al Dr.
Prentice con aire de triunfo) Hay un solo lugar donde esconderse.
Corre las cortinas de la camilla. Aparece Geraldine. Está vestida con el uniforme, sombrero y
zapatos de Nick. Tiene puestos los anteojos del Dr. Prentice.
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MATCH. ¿Usted es del Hotel de la Estación?
GERALDINE. Sí.
MATCH. Mi querido, me gustaría tener unas palabras con usted. (Saca su anotador)
Telón
ACTO II
GERALDINE. (Al sargento Match) No se imagina lo contenta que estoy de ser arrestada.
PRENTICE. Sí. Lo que esta joven afirma no es mas que una fina red de mentiras.
MATCH (pausa) Señor, este es un joven, no una joven. Si usted se encuentra desorientado con
semejante diferencia va a ser prudente tratarlos a ambos con precaución. (A Geraldine) Quiero
escuchar de sus labios lo que tenga para decir.
GERALDINE. Vine acá por un trabajo. Con pretextos, el doctor me indujo a que me quitara la
ropa. Después se comportó de una manera extraña.
MATCH. ¿Qué hizo?
El sargento match mira al Dr. Prentice desaprobando. El Dr. Prentice bebe whisky. Match se
dirige a Geraldine.
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MATCH. (Tranquilo) ¿El intento el algún momento inmiscuirse con usted?
MATCH. Espero, señor, que sea considerablemente más experimentado antes de perder eso.
¿Qué razón tenía para sacarle la ropa?
MATCH. Supongo que será consciente que este joven está haciendo una seria acusación en su
contra.
PRENTICE. El muchacho tiene una reputación repulsiva. Lo ocurrido anoche necesita ser
explicado antes que lo de esta mañana.
GERALDINE. Yo no tuve nada que ver con hechos desgraciados ocurridos en el Hotel de la
Estación.
MATCH. ¿Niega haberse comportado en forma obscena con un grupo de señoritas del Priory
Road School, en la noche del último Jueves?
GERALDINE. Sí.
MATCH. Mire, Nicholas Beckett. Le prevengo que todo lo que diga será registrado y podría
ser usado como evidencia en su contra.
MATCH. (Pausa, con el seño fruncido) ¿Entonces por qué imagina que quiero arrestarlo?
PRENTICE. ¿Usted imagina que va a estar a salvo de actos indecentes en una estación de
policía?
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GERALDINE. Por supuesto.
RANCE. Se están llevando a cabo preparativos de máxima seguridad. Nadie puede dejar la
clínica sin una orden escrita. Prentice, haga que su secretaría prepare autorizaciones para cada
miembro del staff.
PRENTICE. Lo voy a hacer en cuanto esté preparada para retomar sus actividades.
MATCH (al Dr. Rance) ¿Podría ayudarnos a aclarar un asunto, doctor? Es un tema urgente. La
otra noche este joven agredió a unas jovencitas. Esta mañana, él mismo fue agredido.
MATCH. El muchacho ha hecho una seria acusación contra el Dr. Prentice. Dice que fue
forzado a desvestirse y a acostarse en la camilla.
RANCE. (Al Dr. Prentice) Una lista completa de sus indiscreciones haría un best-seller.
RANCE. Escuche Prentice, en este momento hay una sola cosa que le podría aconsejar. Sea
absolutamente franco. ¿Se ha portado de manera indecorosa?
PRENTICE. ¡No
El Dr. Prentice se pasa la mano por la frente. Tiene una expresión de ansiedad desesperada.
Lamento que mi declaración haya confundido al sargento. Tengo los nervios de punta.
RANCE. Usted es un idiota. Lo que no es precisamente la misma cosa. Aunque en su caso, las
dos podrían tener mucho en común. (Al sargento Match) ¿Usted ya sabía de este chico?
MATCH. No por un caso como este. Es por eso que debemos ser cuidadosos. Como bien dice
el doctor, tiene una reputación repulsiva. Puede ser también que esté cargado de rencor hacia
el Dr. Prentice.
RANCE. (Al Dr. Prentice) Tal vez esta acusación provenga de una desilusión. Hubiese sido
más inteligente no rechazar los halagos del joven
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RANCE. La ruina viene con la acusación, no con el vicio. Si no hubiese hecho lo que hizo, no
estaría ahora acusado de nada. .
RANCE. Preferiría que no usara esas palabras poéticas. No hacen mas que confundir. (Al
sargento Match) ¿Cómo imagina que podemos llegar al fondo de este asunto?
RANCE. Yo lo voy a supervisar. La mente de las víctimas en estos casos de agresión debe ser
considerada tanto como el cuerpo.
GERALDINE. A mí no me agredieron.
RANCE (al sargento Match) ¿Usted fue también agredido por el Dr. Prentice? (al Dr.
Prentice) ¿A usted le interesan los jovencitos o los policías? A su edad ya va siendo hora que
tome una decisión. (Al sargento Match) Espere afuera. Voy a revisar al muchacho y a preparar
un informe. Después lo reviso a usted.
RANCE. (Con una sonrisa socarrona) Usted está en un loquero. Las conductas inusuales son
moneda corriente.
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RANCE. Aca no tenemos privilegios de clase.
(Sobre su hombro) Querido, sacate la ropa. Acostate en la camilla. (Se sigue lavando)
Geraldine toma al Dr. Prentice del brazo.
RANCE. ¿Disfrutó la experiencia? (Deja la toalla y se pone unos guantes de goma) ¿Piensa
que disfrutaría de una relación normal?
GERALDINE. No. Podría quedar embarazada. (Se da cuenta de su error e intenta arreglarlo)
o ser la causa del embarazo de otros.
El Dr. Rance se da cuenta rápidamente del error y se vuelve hacia el Dr. Prentice.
RANCE. Acaba de darnos una información clave. (Va hacia Geraldine) ¿Usted se ve como
una chica?
GERALDINE. No.
PRENTICE. Muchos hombres imaginan que la preferencia por la mujer es ipso facto, una
prueba de virilidad.
RANCE (asintiendo sabiamente) Alguien debería escribir un libro sobre esos mitos
folclóricos. (A Geraldine) Sáquese los pantalones. Yo le voy a decir a cual sexo pertenece.
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GERALDINE. (Apartándose) ¡Prefiero no saber!
GERALDINE. Sí.
RANCE. No la puedo motivar si tiene una actitud tan cómodo y egoísta. Tiene que enfrentar
las cosas como todos nosotros.
PRENTICE. Señor, está forzando al chico a que reviva una repetición de una experiencia
traumática. Podría volverse loco.
RANCE. Este es un loquero. No podría haber elegido un lugar más apropiado. (A Geraldine)
Desvístase. Mi tiempo vale oro.
GERALDINE. ¡Doctor, no aguanto más! Tengo que decir la verdad. (Al Dr. Rance) ¡No soy
un chico!¡Soy una chica!
RANCE (Al Dr. Prentice) Excelente. Por fin una confesión. Ella desea creer que es una chica
para así poder minimizar los sentimientos de culpa derivados de una relación homosexual.
GERALDINE. (Los ojos muy abiertos, desesperada) Yo fingí ser un chico. Lo hice para
ayudar al Dr. Prentice.
GERALDINE. Las esposas se ponen furiosas si descubren que sus maridos han desvestido y
seducido a una chica.
RANCE. ¿Siendo muchachos el juego es mas justo? Tengo mis serias dudas sobre lo
cuestionable que resulta su tan personal visión de la sociedad.
Presionada mas allá de su capacidad, Geraldine se arroja a los brazos del Dr. Rance y llora
histéricamente.
GERALDINE. ¡Entonces desvístame! Haga lo que quiera, pero pruebe que soy una mujer.
RANCE. Si él piensa seguir comportándose de esta manera, vamos a tener que atarlo.
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Sra. PRENTICE. (Al Dr. Rance) ¿Doctor, podría darle una mirada a la Srta. Barclay? Se niega
a desvestirse delante de una mujer.
RANCE. Me pregunto si podría tentarla. (Se muerde un labio) Voy a probar. Tal vez sea una
ninfómana. (Al Dr. Prentice) Si este muchacho empieza a decir improperios, manténgalo en
estado de ebullición hasta que yo vuelva.
GERALDINE. Doctor, me voy a ir por el jardín y me voy a tomar un taxi hasta mi casa.
PRENTICE. Eso es imposible. Se están tomando estrictas medidas de seguridad hasta que el
paciente sea recapturado.
PRENTICE. No.
Geraldine gime angustiada. El Dr. Rance vuelve del dispensario sacándose los guantes de
goma.
RANCE. Su secretaria está parada arriba de una mesada, luchando contra todo intento de ser
desvestida. Pareciera que es incapaz de comportarse de manera civilizada.
RANCE. Porque usted espera que una secretaria se comporte de esta manera. Es una
condición para ser contratada. (Lo mira al Dr. Prentice con franqueza) ¿Usted se da cuenta
que la mujer usa una afeitadora?
PRENTICE. No veo nada extraordinario en lo que me dice. La Sra. Prentice también tiene que
sacarse ocasionalmente algún pelo indeseable.
RANCE. ¿Del mentón? Mire, hay dos sexos. Debemos enfrentarnos con la indigerible
realidad.
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RANCE. (Hacia Nick, moviendo la cabeza) Qué imagen cautivante de una mente en
decadencia.
PRENTICE. La Srta. Barclay no está más enferma que lo que estoy yo.
RANCE. Ningún loco acepta su propia locura. Solo los cuerdos hacen eso. (A Nick,
bruscamente) ¿Por qué no se dejaba desvestir por la Sra. Prentice?
Sra. PRENTICE. Sus objeciones parecen ser por motivos religiosos. Dice estar conectada con
Dios.
RANCE. (A Nick) ¿Cuando fue la primera vez que se dio cuenta de esta relación especial con
el todo poderoso?
RANCE. Bueno, supongo que esas cosas a uno se le escapan de la memoria. ¿Tenía alguna
inscripción?
NICK. Sí.
RANCE. Ah, los considera como Dios. Claramente, usted ha tenido una verdadera experiencia
religiosa. (Asiente, a Geraldine) ¿Usted estaba presente cuando el Dr. Prentice usó a este
muchacho en forma inusual?
RANCE. (A la Sra. Prentice) Que perturbadoras que pueden ser las preguntas de los locos. (A
Nick) Suponga que le hago una propuesta indecente. Si usted acepta, algo podría ocurrir que,
en general, podría ser tomado como algo natural. Si por el contrario, abordara a este pequeño
(le sonríe a Geraldine) mi accionar solo podría ser entendido como una grosera violación del
orden de las cosas.
Sra. PRENTICE. (Señalando a Geraldine con la cabeza) ¿Mi marido se comportó mal con ese
chico?
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RANCE. Eso es algo imposible de decir con algún grado de precisión. Se niega a cooperar con
el examen médico.
Sra. PRENTICE. (Al Dr. Prentice) ¿Qué paso con el otro chico?
RANCE. ¿Cómo describiría usted a una persona que maltrata jovencitos, molesta a la policía e
intima con una mujer que se afeita dos veces al día.?
RANCE. Me alegra que empiece a enfrentar los hechos tal cual son. (A Geraldine) ¿Si no es
Nicholas Beckett, quién es usted?
PRENTICE. No.
PRENTICE. Se retiró hace una hora para continuar con sus obligaciones en el Hotel de la
Estación.
Sra. PRENTICE. ¡No pudo hacer eso! Yo le saqué el uniforme. Estaría desnudo.
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PRENTICE. Por lo que uno escucha del Hotel de la Estación, el uniforme pareciera ser
opcional.
RANCE. (Moviendo la cabeza, preocupado) Espero que no hayamos perdido a otro. (A la Sra.
PRENTICE) Averigüe si el muchacho volvió al hotel.
La Sra. PRENTICE va hacia el hall. El Dr. Rance gira hacia el Dr. Prentice.
Voy a declarar dementes a estos dos. Prepare los papeles que sean necesarios.
RANCE. Yo soy un representante del orden y usted del caos. Si no es consciente de esto, no
puedo tener esperanza de curarlo. (Al Dr. Prentice) Prepare las órdenes de internación así las
firmo.
PRENTICE. (Molesto y furioso) De ninguna manera voy a aceptar una acción tan drástica. No
tenemos la menor evidencia de insanía.
RANCE. Queda usted relevado en sus funciones como director general de esta clínica. De
ahora en más hará lo que yo le diga.
PRENTICE. Señor, me desagrada la forma en que manejó todo este asunto. Le voy a hacer
llegar mi punto de vista a los comisionados.
RANCE. Tengo mis serias dudas que el punto de vista de un loco tenga mucho peso entre los
comisionados.
PRENTICE. No estoy loco. Solo parezco. Si hay alguien que está cerca del chaleco de fuerza,
ese es usted.
RANCE. Considerando su anormalidad esa es una reacción normal. Los sanos parecen tan
extraños a los locos como los locos a los extraños. Quédese donde está. Le voy a dar una
pastilla.
GERALDINE. (Sollozando) ¡Declarada loca dos veces en un solo día! Y me decían que iba a
trabajar para un grupo maravilloso. (Se suena la nariz)
NICK. ¿El porqué se puso mi uniforme?
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PRENTICE. No es una chica. Es un chico. (Se sirve un whisky) Ay, si llegara a vivir hasta los
noventa no volvería a intentar tener una relación sexual.
NICK. Señor, si nos cambiamos de ropa podríamos volver las cosas a la normalidad.
PRENTICE. Cuando desaparece gente que no existe los motivos de su partida deben ser
convincentes.
PRENTICE. No.
PRENTICE. Estuve demasiado tiempo entre locos como para saber lo que es la cordura.
NICK. (Al Dr. Prentice) Podemos ingeniar algún pretexto para que desaparezca. Después nos
podemos cambiar la ropa.
Entra el Dr. Rance desde el dispensario. Le entrega al Dr. Prentice una cajita con píldoras
rojas.
RANCE. Drogas peligrosas que se supone van a aliviar su estado patologicamente inestable.
Tenga cuidado en no excederse con la dosis. (A Nick) No de mas vueltas, señorita, y entregue
de una vez esos objetos que busca la policía de cinco estados. (Toma a Geraldine del brazo)
Voy a encerrar a este jovencito en el cuarto acolchado. Debemos cuidarnos de un repentino
hermafroditismo.
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GERALDINE. Ah, me alegro que mis padres estén muertos. Esto los hubiera matado.
PRENTICE. (A Nick) Voy a hacer que el sargento se desvista. Ya que estoy sospechado de
haberlo hecho, puedo tranquilamente hacerlo.
Nick va al escritorio y saca una caja cuadrada y blanca del cajón. El Dr. Prentice abre la
puerta del hall.
Nick le alcanza la caja con las pastillas al Dr. Prentice y se va al dispensario. El Sargento
Match entra desde el hall.
MATCH. (Se sienta en la camilla y se desanuda los cordones de las botas) Doctor, si llega a
hacer algún intento por incitarme, voy a pedir ayuda.
PRENTICE. Es fácil ver por qué nadie quiere involucrarse con usted. Pone demasiadas
piedras en el camino.
El Sargento Match se saca las botas. Nick aparece en la puerta del dispensario. El Dr.
Prentice le alcanza las botas. Nick se las lleva al dispensario. El Sargento Match se saca la
túnica y se la da al Dr. Prentice. Nick, sin zapatos ni peluca, aparece en la puerta del
dispensario. El Dr. Prentice le da la túnica del sargento. Nick se da vuelta y el Dr. Prentice le
baja el cierre del vestido. Nick se lleva la túnica al dispensario. El Sargento Match se saca la
camisa y la corbata. Nick, en calzoncillos aparece en la puerta del dispensario. El Dr.
Prentice le da la camisa y la corbata del sargento. Nick se va al dispensario. El Sargento
Match se saca los pantalones. La Sra. Prentice entra desde el hall. Al ver al Sargento sin sus
pantalones, grita. Sorprendido y avergonzado, el Sargento Match se sube los pantalones.
Sra. PRENTICE. (Fría) Oficial, ¿Qué hacía con los pantalones abajo?
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Sra. PRENTICE. ¿Por qué?
MATCH. Hay razones para suponer que hace algún tiempo yo tuve una experiencia
desagradable.
Sra. PRENTICE. Tengo que hablar con él. Las cosas se están yendo de las manos.
Se marcha apurada hacia los pabellones. El Dr. Prentice gira hacia el Sargento Match.
El Sargento Match se saca los pantalones y se los da al Dr. Prentice. Solo tiene puestos los
calzoncillos y las medias. Con un ademán, el Dr. Prentice saca las pastillas de su bolsillo y se
las da al sargento.
(Sonriendo) Me gustaría que se tome esto. Agarre todas las que quiera. Son inofensivas.
El sargento agarra la caja.
Ahora lo que quiero es que se acueste en la camilla y piense en los capítulos finales de su
novela favorita.
El Sargento Match se acuesta en la camilla. El Dr. Prentice cierra la cortina y corre hacia el
dispensario con los pantalones. Se encuentra con Nick en la puerta. Lleva puesto el uniforme
del Sargento. El Dr. Prentice le da los pantalones.
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Nick se va hacia el jardín con la ropa. El Dr. Prentice va hacia el escritorio y se sirve un
whisky. Se lo toma de un trago. Nick aparece, sin el uniforme, por la ventana.
NICK. En el dispensario.
Nick corre hacia el hall. El Dr. Prentice va rápidamente hacia el dispensario. La Sra. Prentice
entra desde los pabellones. Nick vuelve desde el hall en calzoncillos y con el casco. Al verlo,
la Sra Prentice da un alarido y se queda dura. Nick corre hacia el jardín.
El Dr. Rance entra desde los pabellones. La Sra. Prentice lo mira, salvaje.
RANCE. (Sonriendo) Todos los que sufren alucinaciones creen que son reales. ¿Cuándo fue la
ultima vez que vio a un hombre desnudo?
RANCE. (Seco) No es difícil imaginar mi querida, lo que hay en su mente. ¿Está teniendo
problemas en su matrimonio?
Sra. PRENTICE. Bueno, en realidad sufro de neuritis. Mi marido se niega a prescribirme algo.
RANCE. Un hombre no debería drogar a su mujer para tener una relación feliz.
Sra. PRENTICE. (Poniendo hielo en el vaso) No sé. Cuando volví de llamar al Hotel de la
Estación, estaba desvistiendo al sargento.
49
RANCE. ¿Cómo describiría su vínculo con el Sargento?
RANCE. ¿Haciéndose el coqueto, eh? Bueno, de alguna manera le agrega pimienta a una
relación amorosa. ¿Qué novedades hay del paciente?
Sra. PRENTICE. Ninguna. Excepto que esto se parece al camisón que ella usaba. (Levanta el
camisón de Geraldine)
Sra. PRENTICE. Aseguran que en sus registros no figura ningún botones llamado Gerald
Barclay. El joven es un impostor.
RANCE. (Muy preocupado) Dos personas, una loca y la otra sexualmente inestable, los dos
desnudos, deambulan por esta casa.
Sra. PRENTICE. ¡Ah, doctor! ¿Hay algo de esto que tenga sentido para usted?
RANCE. Claro que sí. Una historia sobre los intereses humanos. Un respetable miembro de la
comunidad médica está casado con una mujer deslumbrantemente hermosa.
Desesperadamente enamorada pero con una mutua desconfianza, aun sin admitirlo, poco es lo
que pueden hacer para prevenir que lo que alguna vez fue una preciosa relación, se vuelva
amarga. El Doctor tiene una paciente mentalmente inestable pero encantadora. Ella es la llave
de este misterio. A temprana edad fue victima de un ataque sexual. ¡Y el abusador fue su
propio padre! Un acto de transferencia, cosa corriente en la experiencia de cualquier
psiquiatra, le permite a ella reconocer en el doctor a su padre. Las exigencias de una esposa y
una paciente ninfómanas, junto con aquellas de su ardiente secretaria, fueron demasiado para
su equilibrio mental. Angustiado cambia, y se le da por arremeter contra jovencitos.
Manteniendo, sin embargo, vestigios de normalidad, persuade a los menores a vestirse con
ropa de mujer. Esto explica su deseo por las prendas femeninas. A medida que madure su
neurosis, sabremos si quería que el chico representara a su esposa, a la paciente o a la
secretaria.
50
Sra. PRENTICE. ¿Hace cuanto imagina que mi marido está loco?
RANCE. El origen de su enfermedad puede ser rastreado tan lejos como aquella carta que
escribió al diario. Desde las asombrosas ideas del Dr. Goebbles sobre el funcionamiento del
órgano sexual masculino uno cae lógicamente en los Golliwogs blancos. Un intento, de hecho,
de cambiar el orden de la creación -la homosexualidad acá mete una cuña- interesándose
superficialmente en el arte de los negros. El robo de las partes privadas de una figura pública
muy reconocida, se conecta con esta teoría. ¡O yo soy alemán o tenemos delante de nuestras
narices un caso de adoración fálica! (Con una media sonrisa) Voy a hacer una fortuna cuando
esto sea publicado. Mi novela rosa “tipo documental” va a batir récords de reimpresión. Voy a
poder dejar este trabajo para poder gozar de aquellos que, como yo, no encuentren indecente
que les saque el dinero de la billetera.
Sra. PRENTICE. (Tomando whisky con un escalofrío) Qué historia espantosa. La desaprobaría
tajantemente si fuera ficción.
RANCE. Ahora no le voy a poder pedir al Dr. Prentice que inaugure la Exposición de Salud
Mental. (Presionando los labios) Tendremos que buscar alguien sano entre los miembros del
gabinete.
La Sra. Prentice levanta una caja de pastillas del piso, cerca de la camilla. El Dr. Rance lo
advierte rápidamente.
¿Qué es eso?
RANCE. Justo cuando uno menos lo espera, lo inesperado sucede. Tenemos que encontrarlo
antes que sea demasiado tarde.
Salen velozmente en direcciones opuestas. La Sra. Prentice va hacia el hall y el Dr. Rance
hacia los pabellones. El Dr. Prentice y Nick entran simultaneamente desde el dispensario y el
jardín. El Dr. Prentice trae la peluca y los zapatos envueltos en el vestido. Nick viste el
uniforme del Sargento.
NICK. (Urgido) ¡Doctor, la Srta Barclay está colgando de la ventana de la celda acolchada!
51
Levanta el florero. Es demasiado pequeño para que entre un vestido. Mira alrededor, rápido y
desesperado. Las cortinas se separan y el Sargento Match cae al piso, insensiblemente
drogado. El Dr. Prentice y Nick reaccionan al ver en qué condición está en Sargento Match.
El Dr. Prentice se palpa el bolsillo, saca la caja de pastillas blancas. Sus ojos se abren. Traga
saliva.
Nick corre al lavatorio, moja una toalla y le da golpecitos en la cara al Sargento. El Dr.
Prentice deja el vestido en el piso en intenta que el Sargento Match se pare. El Sargento
refunfuña, mira alrededor en estado de estupor y tiembla incontrolablemente.
NICK. Póngale algo arriba y tirémoslo afuera. Dejemos que duerma un rato.
Levanta el vestido.
PRENTICE. (Retorciéndose las manos) ¿Cómo voy a explicar la presencia del cuerpo drogado
de un sargento de policía en mi jardín?
NICK (poniéndole el vestido al Sargento Match) Usted es culpable. No tiene nada que
explicar. Solo los inocentes hacen eso.
Sube el cierre del vestido. El Dr. Prentice hace que el Sargento se pare.
Llevan al Sargento Match en estado semiconsciente al jardín. La Sra. Prentice entra desde el
hall y el Dr. Rance desde los pabellones.
Sra. PRENTICE. Alguien se robó el casco del Sargento de la mesa del hall. ¿Usted cree que
puede haber sido mi esposo?
RANCE. Es posible. Su comportamiento es tan ridículo que uno hasta podría sospechar que
está sano.
La Sra. Prentice al mirar por la ventana repentinamente grita alarmada.
¿Qué pasa querida? Me parece que te emocionas más de la cuenta con la simple mención de
un casco de policía.
Sra. PRENTICE. Acabo de ver a mi marido llevando una mujer hacia los arbustos.
52
Sra. PRENTICE. No.
RANCE. Entonces se nos abre una nueva y aterradora posibilidad. Las drogas de la caja
(Levanta la caja) pueden haber sido usadas no para suicidarse sino para matar. ¡Su marido se
acaba de deshacer de su secretaria!
RANCE. Los lunáticos son melodramáticos. La desagradable sombra del anticristo acecha esta
casa. Habiendo descubierto a su Padre/Amante en la figura del Dr. Prentice, la paciente lo
reemplaza, haciendo una reorganización psicológica, por la arquetípica figura-Padre -el
Diablo. Ahora todo está claro. Los capítulos finales de mi libro se van cosiendo unos con
otros: incesto, sodomía, mujeres ultrajantes y extraños cultos amorosos. Todas las joyas de
moda. Una chica, hermosa pero neurótica, convence al doctor para que sacrifique una virgen
blanca para dar vuelo a los oscuros dioses de la sinrazón. “Cuando entraron en el antro
maloliente encontraron su pobre cuerpo sangrando detrás del obsceno y semi-erecto falo”. (A
la Sra. Prentice) Mi historia imparcial del caso del infame asesino-sexual Prentice sin dudas
agregará mucho para el conocimiento de semejantes criaturas. La sociedad debe ser advertida
sobre la creciente amenaza de la pornografía. ¡Toda esa alevosa onda moderna va a quedar
expuesta por lo que es -un instrumento para incitar a ciudadanos decentes a cometer crímenes
bizarros contra la humanidad y el estado! (Hace una pausa, un poco abrumado se toca la
frente) Querida, usted tiene bajo su techo a uno de los lunáticos más increíbles de todos los
tiempos. Tenemos que organizar una búsqueda del cadáver. Como asesino bisexual, travesti y
fetichista, el Dr. Prentice despliega una superposición de desviaciones. Tal vez, también
tengamos necrofilia. Una suerte de bonus.
RANCE. No me interesan sus explicaciones. Me basta con las mías. ¿Dónde está su
secretaria?
PRENTICE. La despedí.
53
RANCE (a la Sra. Prentice) El espera la resurrección. Tenemos acá un lazo con la religión
primitiva. (Al Dr. Prentice) ¿Por qué le dio la espalda a Dios?
RANCE (a la Sra. Prentice) Su noción de normalidad es bastante anormal. (Al Dr. Prentice)
¿Mató a la chica antes o después de sacarle la ropa?
RANCE. Las mujeres usan vestidos, Prentice, no los hombres. ¿Usted se cambió de ropa con
la víctima antes de que muriera?
PRENTICE. ¡Nadie murió! La persona que vieron conmigo era un policía que había tomado
una sobredosis de narcóticos.
El Dr. Rance lleva a la Sra. Prentice a un lado, su rostro una máscara de desaprobación.
Sra. PRENTICE. Los métodos modernos de tratamiento han vuelto obsoleto al chaleco de
fuerza.
RANCE. Estoy bien al tanto de eso. Sin embargo los seguimos usando. ¿Por casualidad tiene
alguno?
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Se va hacia el hall. El Dr. Prentice, en el escritorio, se sirve un whisky, escupe palabras
envenenadas a su esposa.
PRENTICE. Decime, harpía traidora ¿Es esta otra de tus maquinaciones para socavar mi
reputación?
La Sra. Prentice no hace ningún esfuerzo en contestar. Sonríe y pone su mano en el hombro
del Dr. Prentice.
Sra. PRENTICE. (Amablemente) Querido, sos el culpable de la muerte de una pobre chica.
Tendrías que aceptar que te espera un período de reclusión.
PRENTICE. (Tragando el whisky) ¡La Srta. Barclay no está muerta!
Sra. PRENTICE. Hacé que aparezca y van a desaparecer todos tus problemas.
PRENTICE. No puedo.
Sra. PRENTICE. (Sonríe incrédula) Querido, si vamos a intentar salvar nuestro matrimonio,
vas a tener que admitir que preferís los chicos a las mujeres. El Dr. Rance ya explicó las
razones que explican tu aberración. Vas a descubrir en mí a alguien bastante tolerante. De
hecho, conozco un grupo de muchachitos encantadores. Podría pasarte algunos de los más
jóvenes. Mejoraría el tono de nuestro matrimonio considerablemente.
El Dr. Prentice queda estupefacto con las sugerencias. Gira alrededor de ella, furioso.
Sra. PRENTICE. Admití que preferís tu sexo al mío. Yo no tengo ningún problema en hacerlo.
Sra. PRENTICE. (Ansiosa) ¿Me vas a golpear? Hacelo si es lo que querés. Tus experiencias
psicóticas son de gran valor y vos deberías arrojarte en ves de quedarte frustrado y reprimido.
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Sra. PRENTICE. (Exclamando) ¡Hay, querido! Esta es la forma en que se endereza en sexo en
el matrimonio.
El Dr. Prentice la arroja de su lado. Choca contra el florero que cae al piso. El Dr. Rance
entra desde el hall con dos chalecos de fuerza. El Dr. Prentice corre hacia el jardín con el
vestido de la esposa. La Sra. Prentice se sienta entre las flores del piso, el pelo revuelto,
vestida solo con su ropa interior.
Sra. PRENTICE. (Se levanta y va hacia el escritorio) Ah, doctor, durante su ausencia mi
marido se puso violento y me golpeó. (Se sirve un whisky)
Sra. PRENTICE. Solo al principio. Pero los placeres sensoriales enseguida aburren.
Se toma el whisky. El Dr. Rance se agacha y recoge el florero y las flores marchitas.
RANCE. ¿Intentó destruir estas flores?
Sra. PRENTICE. Se cayeron durante la pelea.
RANCE. Ah. Eso fue un simple acto físico, irrelevante en su significancia psicológica. No
podemos perder tiempo en ponerle un freno al Dr. Prentice. Vamos a necesitar ayuda. ¿Por
casualidad no conoce algún muchacho musculoso, de esos que llamaría cuando está estresada?
Sra. PRENTICE. ¡Doctor, soy una mujer casada! Sus sugerencias son de pésimo gusto.
NICK. Doctor, me gustaría hablar con usted. Es sobre mi hermano, Nicholas Beckett. Acabo
de arrestarlo.
RANCE. Semejante demostración de amor de amor fraterno está a tono con el espíritu de
nuestros tiempos. ¿Por qué lo arrestó?
RANCE. ¿Y por eso va a ser tratado como un criminal? ¿Dónde quedo ese espíritu británico
del amor por el juego limpio? ¿Dónde está su hermano ahora?
NICK. En la cárcel.
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RANCE (a Nick) ¿Dónde está el Sargento Match?
RANCE. (A la Sra. Prentice) Cuando el castigo por ser inocente o culpable es el mismo, se
vuelve lógico cometer un crimen. (A Nick) ¿Lo vio al Dr. Prentice en el jardín?
NICK. No.
RANCE. Mire, esos rangos cabalísticos son tan eficientes para ahuyentar al demonio como las
lunas y las estrellas en el sombrero de un hechicero. Vamos a necesitar su ayuda para dar con
el paradero del insensato asesino de la Srta. Barclay.
NICK. Doctor, estoy obsesionado por sentimientos de culpa. Tengo que confesarle algo.
NICK. Yo soy Nicholas Beckett. No tengo derecho de llevar este uniforme. (Se saca el casco)
Lo hice porque me lo pidió el doctor pero nunca imaginé que estaba involuntariamente
ayudando a un psicópata.
NICK. No. Yo soy un botones que trabaja en el Hotel de la Estación. Conocí al Dr. Prentice de
casualidad. Se ve que le caí bien. Después de una breve charla en la que hablamos de
cuestiones sexuales de manera libre y desinhibida, me preguntó si me molestaría vestirme de
mujer. Yo acepté su sugerencia ya que había oído que el travestismo no es un vicio que se
vuelva peligroso. El doctor me presentó frente a sus colegas como la “Srta. Barclay”. Me iba a
pagar una suma de dinero. (A la Sra. Prentice) Por eso no dejé que me desnudaran. Me
hubiese sentido abochornado.
Sra. PRENTICE (al Dr. Rance) ¿Entiende lo que esto significa, doctor?
RANCE. Sí. La Srta. Barclay está desaparecida desde esta mañana. (A Nick) ¿Cuando el Dr.
Prentice le pidió que posara como una mujer, le explicó para qué?
NICK. No.
57
Sra. PRENTICE. ¿No consideró que era raro lo que le pedían?
NICK. No.
RANCE. (A Nick) Me atrevo a decir que usted debe haber pasado gran parte de su vida entre
los más brutales e irresponsables miembros de la sociedad. Mas vale que me ayude a
enderezar los desastres que hizo.
NICK. ¿Qué quiere que haga, señor? Después de mis experiencias recientes, entienda que
desconfíe.
Sra. PRENTICE. (Dándole una al Dr. Rance) ¿Se va a asegurar antes de disparar que mi
marido no esté mostrando una rama de olivo?
RANCE. Una rama de olivo puede ser usada como un arma de ataque. Si hay problemas lo
voy a hacer volar por el aire. (Va hacia la ventana del jardín, sacudiendo la cabeza) Soy
reacio a certificar como demente a un colega psiquiatra. Causa sentimientos encontrados
dentro de la profesión.
Se va hacia el jardín.
Sra. PRENTICE. (A Nick) No se arriesgue. En cuanto vea al Dr. Prentice pida ayuda. (Se va
hacia el hall moviendo el arma) Trate de no romperle los brazos o las piernas. Después se
vuelve muy complicado ponerle el chaleco de fuerza.
Se va hacia el hall. Nick abre el chaleco. El Dr. Prentice entra desde los pabellones con el
vestido que le sacó a la Sra. Prentice. Se lo ve preocupado.
PRENTICE. La Srta. Barclay se cayó por la ventana de la celda acolchada. Cuando le pedí que
se desvistiera se puso histérica.
Nick asiente, comprendiendo. Camina hacia el Dr. Prentice y lo agarra firmemente del
hombro.
NICK. Vamos, doctor, quiero que se ponga esto. (Levanta el chaleco)
PRENTICE. (Sin escucharlo) Quiero que usted me ayude a que las cosas vuelvan a la
normalidad en este lugar.
58
NICK (pausa) Señor, si yo hago eso, ¿usted se pondría esto? (Levanta el chaleco)
Se bambolea por el cuarto hasta el dispensario, agarrándose de los muebles. Está pálido y
con la mirada perdida. Geraldine, vestida con el uniforme de Nick, entra atolondradamente
desde el jardín. La cara magullada y embarrada. Está pálida y en estado de shock.
PRENTICE. No tiene que tardar más de un segundo en desvestirse. (La agarra e intenta
desabrocharle el vestido)
NICK. El Dr. Rance va a declararlo insano. (Moviendo el chaleco) ¡Tengo que meterlo adentro
de esto!
Salta sobre el Dr. Prentice e intenta ponerle el chaleco de fuerza. El Dr. Prentice le baja los
pantalones a Geraldine. Ella lo golpea, sollozando. Se sube los pantalones. El Dr. Prentice se
saca de encima a Nick y trata de evitar que Geraldine se suba los pantalones. Entra el
Sargento Match desde el dispensario, cruza el cuarto a los tumbos, golpeando y moviendo los
muebles.
PRENTICE. (A Geraldine) Dele a este joven la ropa que tiene puesta. (Levanta el vestido)
Póngase esto. (A Nick) Devuélvale el uniforme al Sargento. Cuando pase de nuevo le sacamos
el vestido de mi esposa y terminamos con todos los problemas.
Nick se saca el uniforme. Geraldine se baja los pantalones. Se oye un disparo desde los
pabellones. Entra el Sargento Match con una pierna sangrando.
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MATCH. Doctor, estaba en el baño cuando entró un hombre y me disparó. Me interesaría su
opinión acerca de la gravedad de la herida.
PRENTICE. No se puede esperar que un marido de lo mejor de sí mientras lo apuntan con una
pistola. (Se aleja)
La Sra. Prentice dispara. El Dr. Prentice se agacha y luego sale corriendo hacia el jardín. La
Sra. Prentice lo sigue y dispara de nuevo. El sargento Match sale del dispensario,
horrorizado. Al verlo, la Sra. Prentice da un alarido. El Sargento Match grita aterrorizado y
se va hacia el hall. Nick sale de abajo del escritorio y corre hacia el hall. La Sra. Prentice
chilla sorprendida. Geraldine corre hacia el dispensario con la chaqueta y sin los pantalones.
La Sra. Prentice corre hacia los pabellones. Cuando llega a la puerta se oye un disparo y
Nick vuelve a entrar quejándose y agarrándose el hombro. Aterrorizada, la Sra. Prentice le
dispara salvajemente a Nick quien con un agudo grito de dolor, se va hacia el jardín. El Dr.
Rance entra desde los pabellones con la pistola humeante. La Sra. Prentice se le acerca.
Sra. PRENTICE. ¡Doctor! El mundo está lleno de gente desnuda corriendo en todas las
direcciones.
La Sra. Prentice va hacia el dispensario con prisa. Se oye un llanto y algo que golpea y
Geraldine sale corriendo. Se saco todo el uniforme y solo viste con la bombacha y el corpiño.
Apunta su arma a Geraldine. La Sra. Prentice sale del dispensario con un chaleco de fuerza y
se lo entrega a Geraldine.
60
RANCE. (Mirando mientras la Sra. Prentice ata a Geraldine) Estas desagradables escenas
finales van a ser profusamente ilustradas con gráficos mostrando el efecto de su decadencia en
su pobre y torturada mente. Mientras tanto, en su templo del amor, el depravado Dr. Prentice y
su acólito deben andar rezando a sus falsos dioses sin saber que las fuerzas de la razón los
tiene en la mira.
RANCE. Usted imagina que es una secretaria. En realidad usted es el jugador fundamental en
una de las historias más increíbles y siniestras de la historia reciente. Hasta dónde usted
influyó en su empleador y contribuyó en su caída ya va a ser determinado.
RANCE. Me alegra que adopte una actitud más responsable. Es una actitud valiente. ¿Dónde
está el cuerpo?
GERALDINE. No sé.
RANCE. ¿Está bajo secreto de confesión?¿En qué ritos oscuros fue iniciada por este
desagradable sacerdote de lo desconocido?
Geraldine sigue sollozando, no puede hablar. El Dr. Rance se arroja abruptamente sobre ella
y la toma de los brazos.
RANCE. (Alejándose de Geraldine) Es una nueva y, hasta hoy nunca probada tipo de terapia.
Creo que dadas las circunstancias puede funcionar.
61
Sra. PRENTICE. Su tratamiento parece diseñado más para hundir a los pacientes en la
demencia que para intentar una cura definitiva.
RANCE. Alguien cuyo inconsciente es tan raro como el suyo difícilmente podría comprender
mis métodos.
Sra. PRENTICE. ¿Qué me está queriendo decir?
RANCE. Me refiero a esas demostraciones repentinas de penes con los que usted vive
topándose.
RANCE. ¿No se imaginará que voy a desperdiciar esta droga en ella, no? (Se arremanga) Con
el precio que tiene sería criminal. (Se da la inyección) Vaya y llame a la policía.
La Sra. Prentice se va hacia el hall. El Dr. Rance deja la hipodérmica. Vuelve la Sra.
Prentice, los ojos desencajados, sus manos manchadas de sangre.
Sra. PRENTICE. (Desesperada, mostrando sus manos) ¿Es verdadera esta sangre?
RANCE. No.
RANCE. Sí.
RANCE. ¿Quién es usted para decir qué es lo verdadero? Quédese donde está. Voy a llamar a
la policía.
62
Se va hacia el hall. La Sra. Prentice se sirve un whisky. Nick aparece por el ventanal, pálido y
bamboleándose de forma inestable y sangrando por la herida del hombro. La sangre se le
escurre entre los dedos.
Sra. PRENTICE. (Deja caer el vaso y esconde su rostro entre las manos) ¿Estoy perdiendo la
razón!
NICK. Él es psiquiatra, debe saber lo que hace. No te hubiese puesto un chaleco de fuerza si
estuvieses bien. Tendría que estar loco.
GERALDINE. Ella piensa que sí. Imagina que sos un invento de su imaginación.
NICK. (A la Sra. Prentice, cabeceando hacia Geraldine) Ella puede verme. ¿Eso no es una
prueba de que soy real?
NICK. Si usted piensa que yo soy un fantasma de su inconsciente, entonces debe estar loca.
Geraldine estalla en lágrimas. Nick está tirado sobre el escritorio sangrando por la herida. El
Dr. Prentice entra desde el jardín.
Agarra el arma de la Sra. Prentice del escritorio, toma el chaleco y avanza hacia el Dr.
Prentice. La Sra. Prentice se cubre el rostro con las manos. El Dr. Rance entra desde el hall
con el otro chaleco de fuerza. Se lo arroja a la Sra. Prentice. Nick y el Dr. Prentice caen al
piso forcejeando a los gritos.
63
PRENTICE. (A Nick) ¡Baje esa pistola! (Al Dr. Rance) Deberían permitir que un marido le
ponga un chaleco de fuerza a la mujer. Es uno de los pocos placeres que quedan en el
matrimonio moderno.
Logra moverse. Nick sostiene el chaleco en una mano y revolea la pistola con la otra.
NICK. No.
Saca el pañuelo de su bolsillo. Tiene envuelto los tallos de las rosas. Se los arroja en la cara.
Lo agarra a Nick desprevenido y luego se arroja encima de él. Se suman a la pelea el Dr.
Rance y la Sra. Prentice. Gritan y luchan mientras Geraldine los mira sollozante desde la
camilla. El Dr. Prentice logra sacarle el arma a Nick y se para. Nick se aparta arrastrándose
y gimiendo, con la herida sangrando, su rostro pálido y enfermo. El Dr. Prentice le pone el
chaleco de fuerza a su mujer y se para.
PRENTICE. (Revoleando la pistola) ¡Quédese donde está, doctor! Su conducta hoy fué un
modelo de irresponsabilidad oficial y de mentalidad sanguinaria. Voy a declarar que está
demente.
PRENTICE. Yo tengo el arma. Usted tiene la opción. ¿Qué es lo que prefiere? ¿La locura o la
muerte?
El Dr. Rance va hacia la pared y presiona la alarma. Suena una sirena. Caen unas rejas
metálicas sobre las puertas. Se apagan las luces. La sirena se va apagando. El cuarto queda
iluminado por el reflejo de un atardecer rojizo, que brilla tras los árboles del jardín.
RANCE. (Seco) Espero que las medidas de seguridad en los pabellones sean tan eficientes
como en su consultorio. Podríamos morirnos de hambre.
El Dr. Prentice deja el arma en el escritorio. El Dr. Rance saca la suya y apunta al Dr.
Prentice que mira atónito.
64
RANCE. (Manteniendo quieto al Dr. Prentice con el arma y agarrando la que estaba en el
escritorio) En una hora lo voy a tener adentro de un chaleco. ¡Es una tripleta!
RANCE. (Pone el arma del Dr. Prentice en el bolsillo) No, para nada. Una vez metí a una
familia entera en un chaleco de fuerza comunitario.
RANCE. Lamentablemente, no. Era mi propia familia, sabe. En casa tengo una foto de ese
momento. Mi pie apoyado perfectamente sobre la cabeza de mi padre. Se la mandé a Sigmund
Freud y me contestó con una postal encantadora.
NICK. No puedo ser una alucinación. (Se señala el hombro sangrando) Mire esta herida. Es
real.
PRENTICE. Este joven es el botones del Hotel de la Estación. Se comportó mal con mi
esposa. No fue una alucinación cuando hizo eso.
RANCE. Su mujer está afectada por una tipo de desorden mental que la lleva a imaginar que
es acosada por figuras masculinas desnudas. Este joven es una de ellas. Si él es quien la
agredió se comprende que el atraco fué una construcción de su mente enferma.
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PRENTICE. (Al Dr. Rance) La historia que está por escuchar solo puede interesarle desde el
corazón. La mente y sus misterios no se podrían haber alejado más de mis pensamientos
cuando, temprano esta mañana, persuadí a esa joven que se quitara la ropa. (Se toma el
whisky)
GERALDINE. (Al Dr. Rance) La Sra. Prentice confundió mi vestido con uno suyo y, por una
equivocación, me confundió con una paciente. El Dr. Prentice me pidió que ne quedara quieta
para preservar su buen nombre. ¿Qué podía hacer? Estaba aterrada de quedar expuesta.
RANCE. Suéltela. A su esposa también. (Mientras el Dr. Prentice lo hace, mira confundido)
Hubiese apostado mi reputación profesional a que esta chica había sido víctima de un ataque
incestuoso. No voy a dar marcha atrás con mi diagnóstico. Mis editores me demandarían por
pérdidas en los beneficios.
NICK. Yo tengo un broche como ese. (Le muestra a Geraldine un broche) ¡Miren, hacen un
par!
Sra. PRENTICE. Déjenme ver eso. (Le muestran los broches) Se puede hacer un solo broche
con estas dos partes. (Junta los dos fragmentos) ¡Ah, mi corazón golpea en forma salvaje!
RANCE. Dos elefantes que llevan una silla ricamente ornamentada, en donde está sentada una
joven y hermosa mujer, tal vez una princesa. Un magnífico ejemplo de arte oriental. (A la Sra.
Prentice) ¿Cómo sabía que era una sola pieza?
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Sra. PRENTICE. Era mía. Hace muchos años, cuando yo era una jovencita, fui violada
adentro de armario de ropa blanca en el segundo piso del Hotel de la Estación. Antes de irse,
el hombre me dejó ese broche como parte de pago.
Sra. PRENTICE. Pague por mi mala conducta engendrando mellizos. Para mí era imposible
tenerlos -estaba comprometida con un joven y promisorio psiquiatra. Decidí abandonarlos a su
suerte. Rompí el broche por la mitad y colgué una parte en cada uno de los bebés. Después los
abandoné en el pueblo donde vivía, bien alejados uno de otro. Alguna alma caritativa los habrá
criado como propios. (Nick y Geraldine sollozan abrazados) ¡Ah, mis hijos!¡Soy su madre!
¿Me podrán perdonar alguna vez por lo que hice?
Sra. PRENTICE. Me contrataron como mucama. Lo hice como un chiste poco después de la
guerra. Tendrían que ver los efectos que causó el Partido Laborista en la clase media para
creerlos.
Sra. PRENTICE. Nunca vi a tu padre. El incidente ocurrió durante un corte de luz. Quedé
embarazada mientras esperaba que se normalizara el servicio.
PRENTICE. (Débilmente, al Dr. Rance) Atrás del broche van a ver una inscripción.
PRENTICE. “A Lillian de Avis. Navidad de 1939". Yo encontré ese broche hace mucho
tiempo. Estaba en el piso a la salida de una gran tienda.
PRENTICE. No tengo idea. Se cayó del collar de un pequinés. Lillian y Avis deben haber sido
los dueños de la criatura. (Mira el broche avergonzado) No lo había visto desde que lo dejé en
las manos de una mucama a quien corrompí moralmente poco antes de casarme.
Sra. PRENTICE. (Llorando al comprender) ¡Ahora entiendo por qué querías pasar nuestra
noche de bodas adentro de un armario de ropa blanca!
PRENTICE. Quería recrear un momento muy valioso para mí. Si te hubieses entregado a mí,
nuestro matrimonio nunca habría fracasado.
Sra. PRENTICE. De ahora en adelante, no vamos a hacer el amor en otro lugar que no sea un
armario de ropa blanca. Es lo menos que puedo hacer después de haberte hecho sufrir tantos
años.
67
Él la abraza y lo hace también con Nick y Geraldine.
RANCE. (A Prentice, emocionado) Si usted es el padre de estos chicos, mi libro puede ser
escrito de buena fe. ¡Ella es la víctima de un ataque incestuoso!
Sra. PRENTICE. ¡Y yo también, doctor! Mi hijo tiene una colección de fotografías indecentes
que prueban sin posibilidad de error, que hizo lo que quiso conmigo en el mismo hotel e
incluso en el mismo armario donde él mismo fué concebido.
RANCE. ¡Ah, no sabe el placer que me causa este descubrimiento! (Abraza a la Sra. Prentice,
a Nick y a Geraldine) Hay más posibilidades de tener un best-seller con un doble incesto que
con un crimen. Y así es como debe ser ya que el amor debe darnos mas placer que la violencia.
Todos se abrazan unos con otros. Se abre el lucernario, cae una escalera de sogas y baja el
Sargento Match con el vestido de leopardo ropo en uno se los hombros y totalmente
ensangrentado.
MATCH. ¿Será posible que alguien entregue o haga que sean entregadas las partes que faltan
de Sir Winston Churchill?
GERALDINE. El sepulturero.
MATCH. ¿No tuvo él palabras de condolencia hacia usted, siendo que es la única descendiente
de una mujer violada por el héroe de 1940?
Geraldine levanta la caja que traía al llegar al consultorio. Siempre estuvo sobre el
escritorio. El Sargento Match abre la caja, mira adentro y suspira.
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El gran hombre va a recuperar su lugar como un ejemplo para todos nosotros de cual fue el
espíritu que ganó la Batalla de Inglaterra.
El Sargento Match saca de la caja y muestra un pedazo de una estatua de bronce de una
escala mayor al tamaño original. Todos aspiran profundamente.
RANCE. (Con admiración) Cuanto más inspirador hubiese sido si, en esos días oscuros,
hubiésemos visto lo que estamos viendo. En vez, nos teníamos que satisfacer con un cigarro,
un símbolo mucho más corto, como todos sabíamos, que el objeto en sí mismo.
El crepúsculo desde el jardín y la luz desde arriba le dan al Sargento Match un brillo dorado
mientras sostiene en alto la herencia de la nación.
PRENTICE. Bueno, sargento, hoy hemos contribuido a ocultar una serie de increíbles
pecaditos. No me caben dudas que usted va a cooperar en mantenerlos alejados de la prensa
¿verdad?
Telón
Geraldine levanta la caja que traía al llegar al consultorio. Siempre estuvo sobre el
escritorio. El Sargento Match abre la caja, mira adentro y suspira.
El gran hombre va a recuperar su lugar como un ejemplo para todos nosotros de cual fue el
espíritu que ganó la Batalla de Inglaterra.
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RANCE. ¡Ah, la incredulidad de la juventud!
El Sargento Match cierra ruidosamente la tapa de la caja y se la mete abajo del brazo.
PRENTICE. Bueno, sargento, hoy hemos contribuido a ocultar una serie de increíbles
pecaditos. No me caben dudas que usted va a cooperar en mantenerlos alejados de la prensa
¿verdad?
Telón
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