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LA VOZ DEL CONTRALOR

Septiembre 2010

EL DEBER DE SER EFICIENTES.


En virtud del principio de autonomía de los órganos de Control Fiscal (OCF)
respecto al sujeto controlado, pueden los titulares de los OCF permanecer en
sus respectivos puestos, durante el período para el cual fueron designados, sin
que sea legalmente posible removerlos, destituirlos, reemplazarlos o cambiarlos
a voluntad de autoridad alguna sin la anuencia del Contralor General de la
República. Como sabemos, sólo el Contralor General de la República está
facultado para solicitar la separación de estos funcionarios cuando se configuren
los supuestos establecidos en la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y del Sistema de Control Fiscal. Por otra parte, los principios
generales que orientan el Sistema Nacional de Control Fiscal (SNCF)
promueven la debida dotación de los recursos para el adecuado ejercicio de sus
funciones. Esta aparente prerrogativa comporta un considerable grado de
compromiso, toda vez que los OCF, en tanto órganos del SNCF, deben ejercer
un conjunto de atribuciones cuya especificidad les confiere cualidad suficiente
como entidades fiscalizadoras, con potestades sancionatorias, de investigación y
de determinación de responsabilidades. En consecuencia, sus integrantes no
pueden permitirse una actuación trivial o anodina: deben ser eficientes por
naturaleza, en la acepción más amplia del término. Los factores de formación
académica, capacitación y experiencia, aunados la solvencia moral, que dan
lugar a la selección por concurso para el ejercicio de tan delicadas funciones,
resultan inseparables de las cualidades que, en materia gerencial, debe estar
dotado el titular de un OCF, a pesar de que el factor eficiencia en el
desempeño no aparezca expresamente en los requisitos que ha establecido el
Máximo Órgano de Control para la selección de los titulares de los OCF. Se
pondera el tiempo de antigüedad como presunción de experiencia. Se infiere,
por tanto, que, a quienes han ejercido esa posición durante años se les atribuye
un valor de experiencia, independientemente del factor eficiencia, aunque la
antigüedad no sea garantía de experiencia, y menos de eficiencia. No es de
esperarse, sin embargo, que, deba el Máximo Órgano de Control, por su
potestad como rectora del SNCF, expresar juicios de valor subjetivo para
ponderar una determinada gestión en virtud de haber cumplido sus atribuciones
con la probidad que la ley le exige. Es un deber ejecutar las actuaciones en el
marco de la legalidad y eficiencia. Resulta un deber el mantenimiento de la
calidad gerencial en términos de capacidad estratégica, racionalidad en el
manejo de los recursos y procura de perfeccionamiento profesional y tecnológico
de las organizaciones a su cargo, amén de la labor pedagógica encaminada
hacia el sujeto de control para difundir la normativa y fortalecer el ambiente y la
cultura de control como sistema. En todo caso, es un deber observar y promover
una conducta dirigida a un comprobable impacto de la acción de control en los
resultados, y a la propensión de la excelencia de la institución que representan,
sin ánimo de obtener otra prebenda que no sea la de cumplir con la vocación de
servidores públicos garantes del patrimonio sujeto a su fiscalización. Es un
deber ser eficientes. Es un deber hacerlo bien sin esperar aplausos. Lo que en
efecto habrá de esperarse serán aquellas sanciones que establecen las
disposiciones legales derivadas de un desempeño carente de la debida
probidad y solvencia.

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