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250

EL CONDE

DE MONTE- CRISTO .
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BIBLIOT UNIVERS
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EL CONDE

MO CR
NT IS
DE E- TO

POR

ALEJANDRO DUMAS.

EDICIO ADORNA GRABAD


N DA CON MAS DE 400 OS .

novísima version castellana

POR D. VICENTE BARRANTES .

Vance
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IMPRENTA DEL SEMANARIO PID
NTROR
IES : Y DE LA ILUSTRACION ,
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á cargo de D. G. Alhambra, Jacometrezo, 26,

1854.
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1

El Faraoa , bergantin de los señores Morrel é hijo.-


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EL CONDE DE MONTE- CRISTO ,

NOVELA DE A. DUMAS .

NOVISIMA VERSION CASTELLANA POR D. VICENTE BARRANTES.

CAPITULO PRIMERO.

MARSELLA.LA LLEGADA.
El 24 de febrero de 1815 hizo el vigía de Nuestra | porque en Marsella se da mucha importancia á la lle
Señora de la Guarda señal de que arribaba el bergan-
tin Faraon, procedente e Smirna, Trieste y Nápoles. gada de un buque , y mucha mas á un buque como Et
Un práctico salió al punto del puesto , segun se acos Faraon , construido en los astilleros de la antigua
tumbra , atravesó por delante del castilo de If, y abordó Phocia, y perteneciente á un armador de la ciudad.
al buque entre el cabo de Mongion y la isla de Rion. El buque entre tanto avanzaba : ya habia pasado fc-
lizmente el estrecho , que alguna erupcion volcánica
Al momento , segun es costumbre tambien , la plata-
forma del fuerte de San Juan se llenó de curiosos, produjo sin duda , entre las islas de Calasareigne yde
SEGUNDA SERIE .- ENTREGA 101. Jaros ; ya habia doblado á Pomeque , y hendia las olas
1
2 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

bajo sus tres gavias , su enorme foque y su mesana, | y es preciso que los viejos cedan su puesto á los jó-
aunque con tanta lentitud y tan lúgubre movimiento, venes: á no ser así no habria ascensos; y pues me ase-
que los curiosos , con ese instinto que adivina siempre gurais que el alijo ...
la desgracia , se preguntaban unos á otros qué acci- -Se halla en el mejor estado , señor Morrel. Os
dente podia haber ocurrido á bordo . Sin embargo , los aconsejo pues que no lo cedais ni aun con 25,000
peritos en el arte de navegar reconocian que, á haber francos de ganancia .
sucedido alguna desgracia , no era precisamente al bu- En seguida y viendo que habian pasado ya la torre
que , pues aunque lentamente , marchaba con todas Redonda , gritó el jóven marino :
las condiciones de bien gobernado. Su áncora estaba -Largad las velas de las escotas , el foque y las de
preparada , desenganchados los cabos del bauprés , y mesana.
junto al piloto, que se disponia á dirigir al Faraon por La órden se ejecutó casi con la misma exactitud
la estrecha entrada del puerto de Marsella , veiase un que en un buque de guerra .
jóven que con fisonomía animada y ojo avizor vigilaba ---Amaina y carga por todas partes .
cada uno de los movimientos del buque , repitiendo to- A este último grito se plegaron todas las velas , y
das las órdenes del piloto. el barco avanzaba de una manera casi imperceptible,
La vaga inquietud que se pintaba en los espectado- sin otro impulso que el que traia de enantes.
res , trasluciase mas claramente en uno de la esplanada -Si quereis subir ahora , señor Morrel, dijo Dantés
de San Juan , que no resignándose á esperar la entrada conociendo la impaciencia del armador , aquí viene
del buque en el puerto, saltó á una barquilla encami- vuestro encargado Mr. Danglars , que sale de su cama-
nándose hácia El Faraón , que vino á alcanzar frente á rote , y que os instruirá de todos los pormenores que
la ensenada de la Reserva. deseeis. En cuanto á mí , necesito vigilar las maniobras
Al ver acercarse á este hombre, el jóven marino hasta que quede El Faraon fondeado y de luto.
dejó su puesto al lado del piloto , y fué á apoyarse , con No dejó el armador que le repitieran la invitacion ,
su sombrero en la mano, en el costado del buque. y asiendo de un cable que le arrojó Dantés, subió por
Tendria diez y ocho ó veinte años ; era alto , bien pro- la escala del costado del buque con una ligereza que
porcionado, de hermosos ojos y cabellos negros , des- honrara á cualquier marino, mientras que Dantés , vol-
cubriéndose en toda su persona ese aire de calma y de viendo á su puesto , cedió el que ocupaba últimamen-
resolucion peculiar á los hombres acostumbrados desde te á aquel que habia anunciado con el nombre de Dan-
su infancia á luchar con los peligros. glars , y que saliendo de su camarote se dirigia con
-¡Ah! ¿sois vos, Dantés ? esclamó el hombre de la efecto hacia el armador.
barca: ¿qué ha sucedido? ¿qué significa el aire de tris- Era el recien llegado un hombre de veinticinco á
teza que se advierte en toda la tripulacion? veintiseis años , de semblante algo sombrío , obsequio-
-Una gran desgracia , señor Morrel , respondió el so con sus superiores , insolente con sus subordina-
jóven ; una gran desgracia , para mí particularmente. dos; de modo que con esto y con su calidad de sobres-
A la altura de Civita-Vechia hemos perdido al valiente tante , siempre tan mal vista , le aborrecia toda la
capitan Leclerc ... tripulacion , tanto como queria á Edmundo .
¿Y el cargamento ? preguntó con viveza el ar- ¡Y bien ! señor Morrel , dijo Danglars , sabeis ya
mador. la desgracia, ¿ no es cierto ?
-Viene sin novedad, y creo que quedareis conten- -Sí, sí, ¡pobre capitan Leclerc! era honrado y va◄
to. Pero el pobre capitan Leclerc... liente.
-¿Qué le ha sucedido ? preguntó el armador visi- -Y buen marino sobre todo , encanecido entre el
blemente tranquilizado; ¿qué le ha sucedido al valiente cielo y el agua, como debe de ser el hombre encargado
apitan? de los intereses de una casa tan respetable como la de
-Ha muerto. Morrel é hijos , respondió Danglars .
-¿Se cayó al mar? -Sinembargo, repuso el armador dirigiendo su vista
‫ مدريد‬No señor, ha muerto de una calentura cerebral
se- hácia Dantés que fondeaba en este instante ; me pare-
guida de los padecimientos mas horribles . ce que no se necesita ser marino viejo, como decís,
Luego , volviéndose hácia la tripulacion : para estar amaestrado en el oficio . Y si no , ahí teneis
-¡Hola! ¡eh! dijo: cada uno á su puesto , que vamos á nuestro amigo Edmundo , que sabe el suyo de una
á fondear. manera que no ha menester lecciones de nadie.
Y la tripulacion obedeció , lanzándose inmediata- ¡Oh! si , dijo Danglars echando á Dantés una mi-
mente los ocho ó diez marineros que la componian rada aviesa en que se descubria cierto odio reconcen-
unos á las escotas , otros á los brazos , y otros á cargar trado; parece que ese jóven todo lo sabe . Apenas mu-
velas . rió el capitan se apoderó del mando del buque sin
El jóven marino observó con una mirada el princi- consultar á nadie , y aun nos hizo luego perder dia y
pio de esta maniobra, y viendo á punto de ejecutarse medio en la isla de Elba en vez de dirigirse á Marsella .
sus órdenes , se volvió hácia su interlocutor . -En cuanto á tomar el mando del buque , repuso
-¿Pero cómo sucedió esa desgracia ? continuó el el armador , cumplió con su deber ; en cuanto á per-
armador, anudando de nuevo la conversacion . der dia y medio en la isla de Elba, ha hecho mal, á no
¡ Oh Dios mio ! de repente. Después de una larga que fuese para reparar alguna avería.
plática con el comandante del puerto , el capitan Le- -Señor Morrel , e! bergantin se hallaba en el mejor
clerc dejó á Nápoles bastante agitado, y no habian pa- estado, y aquella detencion fué puro capricho , gana
sado veinticuatro horas cuando le acometió la fiebre... de bajar á tierra , no lo dudeis.
tres dias después ya habia muerto . Le hicimos los fu- -Dantés , dijo el armador volviéndose hácia el jó-
nerales de ordenanza , y reposa decorosamente en- ven , venid acá.
vuelto en una hamaca , con una bala de á treinta y -Disimuladme , señor Morrel, repuso Dantés , seré
seis á los piés y otra á la cabeza , á la altura de la isla con vos dentro de un instante.
de Giglio. La cruz de honor y la espada las conserva- En seguida dirigiéndose á la tripulacion : -« Fondo >»
mos y las traemos á su viuda... dijo ; é inmediatamente cayó el ancla haciendo rodar
Es muy triste en verdad, continuó el jóven con me- la cadena con gran ruido. Dantés permaneció en su
ancólica sonrisa , haber hecho la guerra á los ingleses puesto á pesar de la presencia del piloto, hasta que
por espacio de diez años , y venir á morir después en esta última maniobra se hubo terminado.
su cama como otro cualquiera. -Bajad el gallardete hasta la mitad del mastelero,
-¿Y qué hemos de hacerle, señor Edmundo? replicó gritó en seguida. ¡ Iza el pabellon , cruza las vergas!
el armador cada vez mas consolado : somos mortales, -¿Lo veis? dijo Danglars , se cree ya capitan.
Edmundo Dantés.
!
H
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
3

-Y lo es de hecho , contestó el armador. ¿ A mí? no : ¿ le dió alguna carta para mí?


-Sí, aunque sin vuestro consentimiento ni el de -Presumia que además del pliego le hubiese con-
vuestro asociado , señor Morrel. fiado tambien el capitan una carta.
-¡Diantre ! ¿Y por qué no le hemos de dejar con -¿Pero de que pliego hablais , Danglars ?
ese cargo? dijo el armador. Es jóven , ya lo sé , pero -Del que Dantés ha dejado en Porto-Ferrajo al
me parece que le sobra esperiencia para ejercerlo... pasar.
Una nube sombría oscureció la frente de Danglars . -¿Cómo sabeis que Dantés traia un pliego para de-
-Disimuladme, señor Morrel, dijo Dantés aproxi- jarlo en Porto - Ferrajo ?...
mándose, y pues ya hemos fondeado, aquí me teneis á Danglars se sonrojó.
vuestras órdenes. Me llamasteis ¿ no es verdad? -Pasaba por delante de la puerta del capitan , es-
Danglars dió un paso hacia atrás . taba entreabierta, y vi que entregaba á Dantés un pa-
Queria preguntaros por qué os habeis detenido enquete y una carta.
la isla de Elba. -Nada me ha dicho todavía , contestó el armador ;
-Lo ignoro , señor Morrel : fué para cumplir las pero si trae esa carta , él me la dará.
últimas órdenes del capitan Leclerc , que me entregó Danglars reflexionó un instante.
al morir un paquete para el mariscal Bertrand. -En ese caso , señor Morrel , os suplico que nada
-¿Le habeis visto, Edmundo ? digais de esto á Dantés ; me habré equivocado.
-¿A quien? En esto volvió el jóven y se alejó Danglars.
---Al mariscal. -Ea, querido Dantés , ¿estais ya libre ? le preguntó
-Si. el armador.
Morrel miró á su alrededor, y llevando á Dantés -Sí señor.
aparte: -Vamos , la operacion no ha sido larga.
-¿Cómo está el emperador? le preguntó con interés . -No , he dado á los aduaneros la factura de nues-
--Muy bien , segun he podido juzgar por mis pro- tras mercancías , y los papeles de mar á un oficial del
pios ojos. puerto que vino con el práctico.
¡Cómo ! tambien habeis visto al emperador ?... -¿Con que nada teneis que hacer aquí ?
-Sí señor, entró en casa del mariscal cuando yo Dantés echó una ojeada rápida á su alrededor.
estaba en ella... -No , que todo está en órden.
-¿Y le hablasteis? -¿Podreis veniros á comer con nosotros , eh?
-Al contrario, él me habló á mí , repuso Dantés son- -Dispensadme , señor Morrel , dispensadme , os lo
riéndose.
suplico , porque quiero ver antes á mi padre. No que-
-¿Y qué os dijo? do sin embargo imenos agradecido al honor que me
--Me hizo mil preguntas acerca del buque , de la haceis.
época de su salida de Marsella , del rumbo que habia -Es muy justo , Dantés, es muy justo ; ya sé que
seguido y del cargamento que traia. Creo que á haber sois un buen hijo.
venido en lastre , y á ser yo su dueño , su intencion -¿Sabeis cómo está mi padre ? preguntó el jóven
fuera el comprármelo ; pero le dije que no era mas con interés .
que un simple segundo , y que el buque pertenecia á -Creo que bien, querido Edmundo , á pesar de que
la casa de Morrel é hijos.¡Ah ! repuso entonces, la no le he visto.
>>conozco. Los Morrel han sido siempre armadores , y -Continuará encerrado en su mísera habitacion .
>>uno de ellos servia en el mismo regimiento que yo, -Eso prueba á lo menos que nada le ha hecho falta
>>cuando estábamos de guarnicion en Valence.» durante vuestra ausencia.
-¡Es verdad ! esclamó el armador loco de alegría: Dantés se sonrió .
ese era Policarpo Morrel mi tio, que es ahora capitan. -Mi padre tiene demasiado orgullo , señor Morrel,
y aunque hubiese carecido de lo mas necesario , dudo
Dantés , si decís á mi tio que el emperador se ha acor-
que pidiera nada á nadie , escepto á Dios.
dado de él , le vereis llorar como un chiquillo . ¡Pobre
viejo ! Vamos , vamos , continuó el armador dando -Pues bien , después de esa primera visita cuento
amistosamente con su mano en el hombro de jóven; con vos .
habeis hecho bien en seguir las instrucciones del capi- -Os repito mis escusas , señor Morrel ; pero des-
pués de esa primera visita , quiero hacer otra no me-
tan Leclerc deteniendoos en la isla de Elba , á pesar de
que podria comprometeros el que se supiese que ha- nos interesante á mi corazon.
beis entregado un pliego al mariscal y hablado con el -Ah! es verdad , Dantés , me olvidaba de que en
emperador. el barrio de los Catalanes hay una persona que debe
-¿Ypor qué habia de comprometerme? dijo Dantés. esperaros con tanta impaciencia como vuestro padre,
Yo puedo asegurar que no supe lo que traia ; y en la bella Mercedes .
cuanto al emperador , no me hizo otras preguntas que Dantés se sonrojó .
las que hubiera hecho á otro cualquiera. Pero con -Ya , ya, repuso el armador, por eso no me asombra
vuestra licencia, continuó Dantés: vienen los aduane- que haya ido tres veces á saber noticias de la vuelta
ros , permitidme... de El Faraon. ¡ Caspita ! Edmundo , en verdad que sois
Sí , sí , querido Dantés , cumplid vuestro deber.hombre que lo entiende. Teneis una brava querida.
Separose el jóven, y á medida que se alejaba fué -No es mi querida , señor Morrel , dijo con grave-
aproximándose Danglars. dad el marino , es mi novia.
-Vamos , preguntó este , ¿ os ha esplicado su de- -Tanto vale , contestó el armador riéndose.
tencion en Porto -Ferrajo? -Para nosotros no , señor Morrel.
-Palmariamente , señor Danglars. -Vamos , vamos , mi querido Edmundo , replicó el
-Vaya, tanto mejor, respondió este, porque no me armador , no quiero deteneros mas. Habeis desempe-
agrada tener un compañero que no cumple con su
deber. ñado harto bien mis negocios para que yo os impida
que os ocupeis de los vuestros. ¿Necesitais dinero?
-Dantés ha cumplido con el suyo , respondió el ar- -No señor, conservo todos mis sueldos de viaje.
mador , y no hay por qué reprenderle . Era una órden -Sois un muchacho muy económico , Edmundo."
del capitan Leclerc . -Y añadid que tengo un padre pobre, señor Morrel.
-Apropósito del capitan Leclerc: ¿os ha entregado -Sí, ya sé que sois buen hijo . Id á ver á vuestro
una carta de su parte? padre.
-¿Quién? —Con vuestra licencia , dijo el jóven saludando .
-Dantés. -¿Pero no teneis nada que decirme?
4 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-No señor. -Si yo fuese solo , os daria la mano , mi querido


-El capitan Leclerc ¿no os ha dado al morir una Dantés , diciendoos... es cosa hecha ; pero tengo un
carta para mí? socio, y ya sabeis el proverbio italiano: Che á com-
-¡Oh! no, le hubiera sido imposible escribirla; pero pagni å padrone. Sin embargo , mucho es que de dos
esto me recuerda que tendré que pediros licencia por votos tengais ya uno ; en cuanto al otro descuidad
algunos dias. en mí , que yo haré lo posible porque le obtengais
-¿Para casaros ? tambien.
-Para eso primeramente , y luego para ir á París. -¡Oh señor Morrel ! esclamó el jóven con los ojos
-Bueno , bueno , por el tiempo que querais , Dan- inundados en lágrimas y estrechando las manos del

Siempre hay Dios en el cielo para la gente honrada .

tés. El alijo del buque nos ocupará seis semanas lo | armador : señor Morrel , os doy gracias en nombre de
menos , de manera que no podrá darse á la vela otra mi padre y de Mercedes.
vez hasta dentro de tres meses . Para esa época si ne-
-Basta , basta , dijo Morrel . Siempre hay Dios en
cesito que esteis de vuelta , porque El Faraon , con- el cielo para
la gente honrada ; id á verlos y volved
tinuó el armador tocando en el hombro al jóven ma- después á buscarme .
rino , no podria volver á partir sin su capitan . ¿ No quereis que os lleve á tierra?
-¡Sin su capitan ! esclamó Dantés con los ojos ra-
-No, gracias : tengo aun que arreglar mis cuentas
diantes de alegría ; reparad lo que decís , señor Morrel, con Danglars. ¿ Os llevasteis bien con él durante el
porque reviven á esas palabras las ilusiones mas que- viaje?
ridas de mi corazon . ¿ Pensais nombrarme capitan de
El Faraon ? -Segun el sentido que deis á esa pregunta . Como
camarada , no , porque creo que no me quiere bien,
Y vació sobre la mesa sus bolsillos , que contenian una docena de monedas de oro.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO 5

desde el día en que á consecuencia de cierta disputa , lo dudes : entré sin prepararte , porque dicen que la
le propuse que nos detuviésemos los dos solos diez mi- alegría no mata. Ea , sonriete , y no me mires con esos
nutos en la isla de Monte-Cristo , proposicion que él ojos tan espantados. Ya me tienes de vuelta , y vamos á
tuvo á bien rehusar. Como agente de vuestros nego- ser muy felices .
cios , nada tengo que decir , y quedareis satisfecho . -¡Ah! ¿con que es verdad? replicó el anciano: ¿con
-Si llegais á ser capitan de El Faraon , ¿os llevareis que vamos á ser muy felices ? ¿ con que no me dejarás
bien con Danglars? otra vez? Vaya , cuéntamelo todo.
-Capitan ó segundo , señor Morrel , respondió Dan- -Dios me perdone , dijo el joven , si aplaudo una
tés, tendré siempre las mayores consideraciones á desgracia que ha llenado de luto a una familia , pues
aquellos que posean la confianza de mis armadores. el mismo Dios sabe que nunca anhelé por esta clase
-Vamos, vamos , Dantés , veo que sois de todo en de felicidad ; pero ha sucedido , sin embargo , y con-
todo un escelente muchacho . No quiero deteneros mas, fieso que no soy fuerte á lamentarla . El capitan Le-
porque conozco que estais en brasas. clerc ha muerto , y es probable que con la proteccion
-¿Con que me permitís ?... del señor Morrel ocupe yo su plaza... ¡ Capitan á los
-Idos ya . veinte años , con cien luises de sueldo y una parte en
-¿Podré usar de la lancha que os trajo? las ganancias ! ¿ no es mucho mas de lo que podia es-
-¡Pues no! perar un pobre marinero como yo?
-Hasta la vista , señor Morrel , y gracias por todo . -Si , hijo mio , sí , que con efecto , dijo el anciano,
-Dios os guie. ¡ esa es una gran felicidad !
-Hasta la vista , señor Morrel. -Asi pues quiero, padre , que del primer dinero que
-Hasta la vista , mi querido Edmundo . tome alquiles una casa con jardin , para que puedas
El jóven saltó á la lancha , y sentándose en la plantar tus enredaderas y tus capuchinas... ¿ pero qué
popa dió órden de abordar á la Cannebière. Dos mari- tienes , padre ? parece que estás malo .
neros iban al remo , y la lancha se deslizó con toda la -No, no, hijo mio, esto no será nada.
rapidez que es posible en medio de los mil buques que Y las fuerzas faltaron al anciano , que cayó hácia
obstruyen la especie de calle estrecha que guia entre atrás .
dos filas de barcos desde la entrada del puerto al mue- -Vamos , vamos , dijo el jóven , un vaso de vino ,
lle do Orleans. padre mio , te reanimará. ¿ Dónde tienes el vino ?
Elarmador le siguió con la vista , sonriéndose , hasta -No , gracias , no tengo necesidad de nada , dijo el
que le vió saltar á los escalones del muelle y confun- anciano procurando detener á su hijo .
dirse al punto entre la multitud , que desde las cinco ---Sí tal , padre , sí tal , es preciso : dime dónde está .
de la mañana hasta las nueve de la noche inunda la Y abrió dos ó tres armarios .
famosa calle de la Cannebière , calle de que tan enva- -No te canses , dijo el anciano , no hay vino en casa.
necidos están los modernos phocios , que dicen con la -¡Cómo ! ¿no tienes vino ? esclamó Dantés palide-
mayor formalidad : «si París tuviese la Cannebière , se- ciendo á su vez y mirando alternativamente las meji-
ria una pequeña Marsella. » llas flacas y descarnadas del viejo . ¿Y por qué no tienes
Al volverse el armador vió detrás de sí á Danglars , vino? ¿ te ha hecho falta dinero por ventura, padre mio?
que aparentemente esperaba sus órdenes ; pero que en -Nada me ha hecho falta , pues ya te veo , dijo el
realidad seguia como él con la vista al jóven marino. anciano .
Eran muydiferentes, sin embargo , estas dos miradas -Sin embargo , replicó Dantés limpiando el sudor
dirigidas almismo hombre. que corria por su frente , sin embargo , yo te dejé dos-
cientos francos ... hace tres meses , al partir.
CAPITULO II. -Sí , sí , Edmundo , es verdad . Pero olvidaste cierta
deudilla que tenias con nuestro vecino Caderousse ;
EL PADRE Y EL HIJO. me la recordó , diciéndome que si no se la pagaba iriá
á casa de Mr. Morrel ... y yo temiendo que esto te cau-
Dejemos á Danglars dando rienda suelta á su odio sase algun perjuicio , ¿ qué habia de hacer ? le he pa-
inventar alguna calumnia contra su camarada , y si- gado.
gamos á Dantés , que después de haber recorrido la -Pero , eran ciento cuarenta francos los que yo
Cannebière en toda su longitud , se dirigió á la calle debia á Cáderousse... esclamó Dantés. ¿ Se los pagas-
de Noailles , entró en una casita situada al lado iz- tes de los doscientos que yo te dejé ?
quierdo de las alamedas de Meillan , subió apresurada- El anciano hizo un movimiento afirmativo de cabeza,
mente los cuatro tramos de una escalera oscurísima, y -De manera que has vivido tres meses con sesenta
comprimiendo con una mano los latidos de su corazon francos... murmuró el jóven .
se detuvo delante de una puerta entreabierta que de- -Ya sabes que yo necesito poco , dijo su padre .
jaba ver hasta el fondo de aquella estancia. -¡Oh Dios mio , Dios mio ! ¡ perdonadme ! esclamó
Allí era donde vivia el padre de Dantés . Edmundo arrodillado ante aquel buen hombre .
La noticia del arribo de El Faraon no habia llegado -¿Qué haces ?
aun hasta el anciano , que encaramado en una silla , se -¡Oh! me habeis desgarrado el corazon.
ocupaba en clavar estacas con mano temblorosa para -Bah! puesto que ya estás aquí , dijo el anciano
unas capuchinas y enredaderas que subian enroscadas sonriendo , todo lo olvido.
hasta la ventana . -Sí , ya estoy aquí , dijo el jóven , ya estoy rico de
De repente sintió que le abrazaban por detrás, y porvenir y rico un tanto de dinero . Toma , toma , pa-
oyó una voz que esclamaba: dre , y envia al momento por cualquier cosa.
¡Padre mio!... ¡ padre mio! Y vació sobre la mesa sus bolsillos , que contenian
El anciano dando un grito volvió la cabeza ; pero al una docena de monedas de oro , cinco o seis escudos
ver á su hijo se dejó caer en sus brazos pálido y tem- de cinco francos cada uno y várias monedillas .
bloroso. El viejo Dantés se quedó asombrado .
¿Qué tienes , padre ? esclamó el jóven lleno de in- ¿ Para quién es esto ? le preguntó.
quietud: ¿estas malo? -Para mí , para tí , para nosotros . Toma , compra
-No , no , querido Edmundo , hijo mio , hijo de mi provisiones, sé feliz ; mañana Dios dará .
alma, no; pero no te esperaba, y la alegría... el placer -Despacio , despacito , dijo el anciano sonriendo;
de verte así... tan de repente... ¡Ay Dios mio! me pa- con tu permiso gastaré , pero con moderacion , pues
rece que voy á morir... creerian al vernie comprar muchas cosas que me he
-Nada , tranquilízate , padre : yo soy , yo soy , no visto obligado á esperar tu vuelta para tener dinero.
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
6

-Haz lo que quieras . Pero ante todo , toma una -Por volar mas pronto á vuestros brazos , padre
o s o mio, respondió el jóven; ¡ tenia tantos deseos de veros !
criada , padre mio . No quier que te quede solo . Traig -Pero no debiste contrariar á ese bueno de Mr.
café de contrabando y buen tabaco en un cofrecito ; Morrel , replicó Caderousse ; que el que desea ser
mañana estará aquí . Pero silencio , que viene gente .
--Será Caderousse que sabedor de tu llegada vendrá | capitan , no debe desairar á su armador.
-Ya le espliqué la causa de mi negativa , replicó
á felicitarte . ndido .
-Bueno , siempre labios que dicen lo que el corazon Dantés , y espero que la haya compre
no siente , murmuró Edmundo ; pero no importa , al -Para calzarse la capitanía hay que lisonjear un
fin es vecino y nos ha hecho un favor . tanto á los patrones .
Con efecto, cuando Edmundo acababa esta frase en -Espero ser capitan sin eso , respondió Dantés.
voz baja , se vió asomar en la puerta de la escalera la -Tanto mejor para tí y tus antiguos conocidos ,
a da
cabez negra y barbu de Cader ousse . Era un hom- sobre todo para uno que vive allá abajo , detrás de la
bre de veinticinco á veintiseis años , y traia en la ma- Ciudadela de San Nicolás .
no un pedazo de paño , que en su calidad de sastre se -¿Mercedes ? dijo el anciano.
disponía á convertir en forro de un vestido. -Sí , padre mio , replicó Dantes ; y con vuestro
ya os he visto , y sé que estais bueno y
-¡Hola , bien venido seas , Edmundo ! dijo con un permiso , pues
acento marsellés de los mas pronunciados , y con una que tendreis todo lo que necesitareis , si no os da eno-
sonrisa que descubria una filà de dientes blancos como jos , iré á hacer una visita á los Catalanes.
-Anda ve , hijo mio , ve , dijo el viejo Dantés , y
el marfil.
-Tan bueno como de costumbre, vecino Caderous- ¡ Dios te bendiga en tu mager, como me ha bendecido
se , y siempre dispuesto á serviros en lo que os plazca , en —¡Sumi hijo!
muger! dijo Caderousse ; aun no lo es , padre
respondió Dantés disimulando su frialdad con aquella
Dantés ; aun no lo es , segun creo .
oferta servicial. -No ; pero segun todas las probabilidades , respon-
-Gracias , gracias ; felizmente yo no necesito de
nada, sino que por el contrario , los demás son los que dió Edmundo , no tardará mucho en serlo .
algunas veces necesitan de mí . (Dantés hizo un movi- -No importa, no importa , dijo Caderousse ; has he-
miento .) No digo esto por tí , muchacho : te he pres- cho bien en darte prisa á venir, muchacho .
tado dinero , me lo has devuelto , eso es cosa corrien- -¿Por qué?
te entre buenos vecinos , y estamos pagados . -Porque Mercedes es una buena moza, y á las bue-
-Nunca se está pagado con los que nos hacen un nas mozas nunca faltan amantes, á esa sobre todo . La
favor , dijo Dantés , porque aunque se pague el dinero , | persiguen á docenas.
-¿De veras? dijo Edmundo con una sonrisa que re-
se debe la gratitud."
-¿A qué hablar de eso? lo pasado pasado ; hable- velaba inquietud , aunque leve.
mos de tu feliz llegada, muchacho . Iba hácia el puerto -¡Oh! ¡sí! replicó Caderousse , y se la presentan
á comprar paño , cuando me topo con el amigo Dan- tambien buenos partidos; pero como vas á ser capi-
glars . -¿Tú en Marsella? le dije. -¿No lo ves? me res- tan , no hay miedo de que te dé calabazas .
pondió .-¡Pues yo te creia en Smirna ?-Toma ! si -Eso quiere decir , replicó Dantés con una sonri-
ahora vuelvo de allá. -¿Y sabes dónde está Edmundo? sa que disfrazaba mal su inquietud , que si no fuera
-En casa de su padre sin duda , respondió Danglars. capitan ...
Entonces vine corriendo , continuó Caderousse, por -Hem... balbuceó Caderousse.
tener el gusto de estrechar la mano á un amigo . -Vamos , vamos , dijo el jóven , yo tengo mejor opi-
-¡Qué buen Caderousse ! dijo el anciano : ¡cuánto mion que vos de la mugeres en general , y de Merce-
nos ama ! des en particular, y estoy convencido de que capitan
-Ciertamente que os amo y os estimo , porque sois ó no , siempre me será fiel.
muy honrados , y esa casta de hombres no abunda... -Tanto mejor, tanto mejor, respondió Caderousse,
Pero á lo que veo vienes rico , muchacho , continuó el siempre es bueno cuando uno va á casarse tener fé;
sastre reparando en el monton de oro y plata que ¡ pero no importa! creeme , muchacho , no pierdas
Dantés habia hecho sobre la mesa. tiempo en irle á anunciar tu llegada y en partíciparle
El jóven notó el rayo de codicia que iluminaba los tus esperanzas.
ojos de su vecino. -Allá voy, dijo Edmundo , y abrazó á su padre, sa-
-Bah, dijo sencillamente, ese dinero no es mio . Ma- ludó á Caderousse y salió.
nifesté á mi padre temor de que le hubiera hecho falta A poco rato Caderousse se despidió del viejo Dantés ,
alguna cosa durante mi ausencia , y para tranquili- bajó á su vez la escalera, y fué á reunirse con Danglars
zarme vació su bolsa ahí. Vamos , padre , continuó que le esperaba al estremo de la calle de Senac.
Dantés , guarda ese dinero en tu bolsa , si es que á su -Con que, dijo Danglars , ¿le has visto?
vez no lo necesita el vecino Caderousse , en cuyo caso -Acabo de separarme de él, respondió Caderousse .
lo tiene á su disposicion . ¿Y te ha hablado de su esperanza de ser capitan?
-No , muchacho , dijo Caderousse , nada necesito , -Ya lo da por hecho.
que á Dios gracias , el oficio alimenta al hombre. Guar- ¡Paciencia ! ¡ paciencia! dijo Danglars; muy de pri-
da tu dinero , guárdalo , y Dios te dé mucho mas : eso sa va , segun creo.
no es parte á que yo deje de agradecértelo como si ¡Diantre! no parece sino que le haya dado formal
me hubiera aprovechado de él . palabra Mr. Morrel .
-Yo lo ofrecia de buena voluntad , dijo Dantés . -¿Estará muy contento?
-No lo dudo. A otra cosa. ¿Con qué eres ya el favo- -Mas que contento , está insolente. Ya me ha ofre-
rito de Morrel? ¡picaruelo ! cido sus servicios , como si fuese un gran señor , y
-Mr. Morrel ha sido siempre muy bondadoso con- dinero como si fuese un capitalista.
migo , respondió Dantés . -¿Habrás rehusado?
-En ese caso , has hecho mal en rehusar su con- -Por supuesto , aunque bastantes motivos tenia
vite. para aceptar , puesto que yo fuí el que le prestó el
-¡Cómo ! ¿rehusar su convite ? esclamó el viejo primer dinero que tuvo en su vida ; pero ahora Mon-
Dantés ; ¿te ha convidado á comer? sieur Dantés no necesitará de nadie , pues va á ser ca-
-Sí , padre mio , replicó Edmundo sonriéndose al pitan .
ver lo que asombraba á su padre aquel honor. -Aun no lo es , dijo Danglars.
-¿Y por qué has rehusado , hijo? preguntó el an- -A fé que sería bueno que no lo fuese , dijo Ca-
ciano. derousse ; que entonces ¿quién le toleraba?"
Fernando.

i
i
J
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 7

-En nosotros está , dijo Danglars , que no llegue á mente no se mezclan con la poblacion de Marsella ,
serlo , y hasta que sea menos de lo que es. sino que se casan entre sí , conservando los hábitos y
-¿Qué dices? costumbres de la madre patria , del mismo modo que
-Yo me entiendo. ¿Y sigue amándole la catalana? conservan su idioma.
-Con frenesí; ahora estará en su casa . Pero ó mu- Preciso es que nuestros lectores nos sigan á través
cho me engaño , ó algun disgusto le va á dar ella. de la única calle de este pueblecillo , y entren con
-Esplícate. nosotros en una de aquellas casas , á cuyo esterior ha
-¿Para qué? dado el sol el bello colorido de las hojas secas , comun
-Eso es mucho mas importante de lo que te ima- á todos los edificios del país, y cuyo interior pule una
ginas. ¿Tú no le quieres bien, es verdad? capa de cal, esa tinta blanca, único adorno de las po-
-No me gustan los orgullosos. sadas españolas .
-Pues entonces dime todo lo que sepas de la ca- Una hermosa muchacha de cabellos negros como el
talana. ébano y ojos dulcísimos como los de la gacela , esta-
-Nada sé de positivo ; pero he visto cosas que me ba de pié , apoyada en una silla , oprimiendo entre
hacen creer, como te dije , que espera al futuro capi- sus dedos afilados una inocente rosa cuyas hojas arran-
tan algun disgusto por los alrededores de las Vieilles- caba , y cuyos pedazos se veian ya esparcidos por el
Infirmeries. suelo. Sus brazos desnudos hasta el codo , brazos ára-
-¿Qué has visto? vamos , di . bes , pero que parecian modelados por los de la Venus
He visto que siempre que Mercedes viene á la de Arles , temblaban con una como impaciencia febril,
ciudad, la acompaña un mancebo catalan , de ojos ne- y golpeaba de tal modo la tierra con su pié breve, que
gros, de piel tostada, muy moreno, muy ardiente, y á se entrevian las formas puras de su pierna , aprisio-
quien llama primo mio. nada en una media de algodon encarnado á cuadros
¡Ah! ¿de veras? Y ¿crees que ese primo la haga la azules .
corte? A tres pasos de ella , sentado en una silla , balanceán-
--Alo menos lo supongo . ¿Qué otra cosa puede ha- dose á compás y apoyando su codo en un antiguo
ber entre un muchacho de veintiun años y una jóven mueble , un moceton de veinte á veintidos años la mi-
de diez y siete? raba con un aire en que se traslucia inquietud y des-
-¿Y Dantés ha ido á los Catalanes? pecho : sus ojos parecía como si preguntasen algo; pero
-Ha salido de su casa antes que yo.
la mirada firme y fija de la jóven los dominaba ente-
-Si fuésemos por el mismo lado , nos detendriamos ramente.
en la Reserva , en casa del compadre Pánfilo , y be- -Vamos , Mercedes , decia el mancebo , las pascuas
biendo un vaso de vino de Lamalgue , esperariamos se acercan , tiempo de perlas para casarse . ¿No eres
algunas noticias ... de mi opinion?
-¿Y quién nos las dará? -Ya te respondí cien veces , Fernando , y en poco
-Estaremos en acecho, y cuando pase Dantés adi- te estimas , pues aun sigues preguntándome.
vinaremos en la espresión de su rostro lo que haya -Repítemelo , te lo suplico , repítemelo por la cen-
pasado. tésima vez para que yo pueda creerlo. Dime que des-
-Vamos allá, dijo Caderousse , ¿ pero pagas tú? precias mi amor que aprobaba tu madre. Hazme com-
-Pues es claro , respondió Danglars . prender que te burlas de mi felicidad ; que mi vida ó
Los dos se encaminaron apresuradamente hacia el mi muerte no son nada para tí ... ¡Ah Dios mio , Dios
lugar indicado, donde pidieron una botella y dos vasos. mio ! haber soñado diez años con la dicha de ser tu
El compadre Panfilo acababa, segun dijo , de ver pasar esposo, Mercedes, y perder esta esperanza, la única de
á Dantés diez minutos antes. Seguros de que estaba en mi vida.
los Catalanes , se sentaron bajo el follaje naciente de -No soy yo por cierto quien ha alimentado en tí
los plátanos y sicomoros , en cuyas ramas una alegre esa esperanza con mis coqueterías , Fernando , res-
pajarillos saludaba con sus gorgeos los pri-
bandada de primaverales pondió Mercedes . Siempre te he dicho: -«te amo como
meros dias . à un hermano ; pero no exijas de mí otra cosa, porque
mi corazon pertenece á otro. » -¿No te he dicho siem-
CAPITULO III. pre esto?
-Sí , ya lo sé, Mercedes , respondió el mancebo;
LOS CATALANES. hasta el horrible atractivo de la franqueza tienes para
mí. ¿Pero olvidas que es ley sagrada entre los nues-
A cien pasos del lugar en que los dos amigos , con tros el casarse catalanas con catalanes?
los ojos clavados en el horizonte y el oido atento , pa-
-Te engañas , Fernando , no es una ley , sino una
ladeaban el vino de Lamalgue , se elevaba por detrás costumbre ; y creeme , no debes de invocar esta cos-
de un promontorio desnudo y agostado por el sol y por tumbre en tu favor. Has caido quinto , Fernando ; la
el nordeste, el modesto barrio de los Catalanes .
libertad de que gozas la debes únicamente á la tole-
Una colonia misteriosa abandonó en cierto tiempo rancia. De un momento á otro pueden reclamarte tus
la España, viniendo á arribar á la lengua de tierra en banderas, y una vez soldado, ¿ qué harias de mí, pobre
que permanece aun . Nadie supo de dónde venia , y huérfana , sin otra fortuna que una miserable cabaña
hasta hablaba un dialecto desconocido . Uno de sus je- casi arruinada y unas malas redes , herencia única de
fes, el único que se daba algo á entender en el proven- mis padres ? Un año há que murió mi madre , y desde
zal, pidió á la municipalidad de Marsella que le conce- entonces , bien lo sabes, Fernando, vivo casi á espen-
diese aquel árido promontorio , en el cual , á fuer de sas de la caridad pública. Tal vez me dices que te soy
marineros antiguos , acababan de dejar sus barcos. Su útil, para partir conmigo tu pesca, y yo la acepto, Fer-
peticion fué otorgada , y tres meses después aquellos nando , porque eres hijo del hermano de mi padre,
gitanos
torno á de nce habian
sus laquimar ó veinteedificado
barcas . un pueblecito en porque nos hemos criado juntos , y porque conozco
además que te disgustarias si la rehusase . Pero sé muy
Construido en la actualidad de una manera estraña bien que ese pescado que yo vendo, y ese dinero que
y pintoresca , medio árabe , medio española , es el mismo me dan por él, y con el cual compro el estambre que
que hombres
llos se ve hoy: hasta
habitado por los el
conservan descendientes
idioma de susdepadres
aque-. luego
recibo hilo
como, no
tal.es sino una limosna , Fernando , y la
Tres ó cuatro siglos han pasado , y aun permanecen -¿Y qué importa eso , Mercedes? pobre y sola como
fieles estos miseros al promontorio en que se dejaron vives , me convienes mas que la hija del armador mas
caer como una bandada de pájaros marinos. No sola- rico de Marsella . Yo quiero una muger honrada y ha-
8 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cendosa, y ninguna como tú posee esas dos cualidades. -Pues bien, tienes razon , Mercedes, me haré mari-
-Fernando, respondió Mercedes con un movimiento nero , dejaré el traje de nuestros padres que tú tanto
de cabeza , no puede responder de ser siempre honrada desprecias , y me pondré un sombrero de suela , una
y hacendosa , la que ama á otro que no su marido. Con- camisa rayada y una chaqueta azul con anclas en los
téntate con mi amistad , porque te repito que esto es botones. ¿No es así como hay que vestirse para agra-
todo lo que puedo ofrecerte. Yo no ofrezco sino lo que darte ?
estoy segura de poder dar. -¿Qué quieres decir con eso? no se me alcanza...
-Sí, sí , ya te comprendo , dijo Fernando ; sopor- -Quiero decir, Mercedes , que no serias tan cruel
tas con resignacion tu miseria , pero te asusta la mia. conmigo, si no esperaras á uno que usa el traje con-

Mercedes , si me amas , probaré fortuna y llegaré á ser rico.

Pero, oye, Mercedes , si me amas probaré fortuna y sabido. Pero acaso él no te es fiel , y á sértelo, el mar
llegaré á ser rico. Puedo dejar el oficio de pescador; no lo habrá sido con él.
puedo entrar de dependiente en alguna casa de co- -Fernando, esclamó Mercedes, te creia bueno , ¡ pero
mercio , y llegar á ser mercader... me engañaba! Eso prueba mal corazon. Sí , no te lo
-Tú no puedes nada de eso , Fernando , Eres sol- oculto , espero y amo á ese que dices, y sino volviese,
dado , y si permaneces en los Catalanes todavía es por en lugar de acusarle de inconstancia , creeria que ha
que no hay guerra : sigue con tu oficio de pescador, muerto adorándome.
no fabriques castillos en el aire, y conténtate con mi El catalan hizo un gesto como de rabioso .
amistad , pues no puedo darte otra cosa. -Te comprendo , Fernando , querrás vengar en él
EL CONDE DE MONTE- CRISTO .

los desdenes mios... querrás desafiarle... ¿ Pero qué


alcanzarás con esto ? perder mi amistad si eres venci- | delante de Mercedes , y con una mirada sombría , y los
do, ganar mi odio si vencedor. Creeme, Fernando: no puños crispados, esclamó :
es batirse con un hombre medio de agradar á la mu- Mercedes , te lo repito , responde ¿estás resuelta?
ger que le ama. Convencido de que te es imposible -¡Amo á Edmundo Dantés , dijo friamente la jóven ,
tenerme por esposa , no , Fernando , no lo harás , te y ningun otro que Edmundo será mi esposo!
contentarás con que sea tu amiga y tu hermana. Ade- -¿Y le amarás siempre ?
-Mientras viva.
más , añadió con los ojos preñados de lágrimas , tú lo
has dicho hace poco , el mar es pérfido : espera , Fer- Fer
piro nanmas
que do bajó cabeia
bienlaparec desa
zaun lentdo,
gemi ado;y exha
levan un sus-
lótando de

Caderousse.

nando espera . Han cuatro meses desde


pasado duran que
partió..,tempe
. ¡ cuatr o meses
stade s!... , y
te ellos he contado repente la cabeza y rechinando los dientes de cólera ,
tantas
esclamó :
Permaneció Fernando impasible sin cuidarse de en-
jugar las lágrimas que rodaban por las mejillas de -Pero, ¿y si hubiese muerto?
Merlág
ced au nq dec ve rd po ca da un aq ue - -Si hubiese muerto... ¡ yo moriré tambien !
es, ue á ir ad r
llas rimas hubiera dado mil gotas de su sangre... afue ade
ra ; ¡siMete
-¿Y edes ! e?'
rcolvidas
lág de rr ¡Mercedes ! gritó una voz jovial y sonora desde
pero aquellas rimas las amaba por otro . Levan-
tose , dió una vuelta por la cabaña , volvió , se paró amor -¡Ah ! esclamó
, bien jóven
ves quelano ha olvid
me sonrojá ado , de
ndose pues ya llega
alegría yde.
10 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Y lanzándose á la puerta la abrió esclamando : Fernando míró á los dos hombres con aire imbécil
—¡Aquí, Edmundo , aquí estoy ! sin responderles.
Fernando , pálido y furioso, retrocedió como un via- -Afligido parece , dijo Danglars , tocando á Cade-
jero á la vista de una serpiente , yendo á caer desfa- rousse con la rodilla. ¿Si nos habremos engañado , y se
Ilecido y aniquilado sobre una silla. saldrá Dantés con su tema contra todas nuestras pre-
Edmundo y Mercedes se abrazaban entre tanto. visiones?
El ardiente sol de Marsella , penetrando á través de ¡ Diantre! es preciso averiguar esto , contestó Ca-
la puerta , los inundaba de sus dorados reflejos. Nada derousse ; y volviéndose hácia el jóven le gritó: -ca-
veian en torno suyo : una inmensa felicidad los sepa- talan , ¿ te decides ?
raba del mundo , y solamente pronunciaban palabras Enjugose Fernando el sudor que corria por su fren-
entrecortadas que eran los intérpretes de la viva ale- te , y entró á paso lento bajo el emparrado , cuya som-
gría de su corazon . bra puso un tanto de calma en sus sentidos , y la
De repente Edmundo vislumbró la cara sombría de frescura vigor en sus cansados miembros.
Fernando , que se dibujaba en la sombra , pálida y ame- -Buenos dias : me habeis llamado no es verdad?
nazadora : quizás sin que él mismo comprendiese la dijo cayendo sobre uno de los bancos que rodeaban
razon , el jóven catalan tenia apoyada la mano sobre la mesa.
el cuchillo que llevaba á la cintura. -Corrias como un loco , y temí que te arrojases al
-¡Ah! dijo Edmundo frunciendo las cejas á su vez; mar , respondió Caderousse riendo . ¡ Qué demonio!
no habia reparado en que somos tres. A los amigos no solamente se les debe ofrecer un vaso
Volviéndose en seguida á Mercedes : de vino, sino impedirles que se beban tres ó cuatro
-¿Quién es ese hombre ? la preguntó. pipas de agua.
-Un hombre que será de aquí en adelante tu me- Fernando exhaló un suspiro que semejaba un so-
jor amigo , Dantés, porque lo es mio , es mi primo, mi llozo, y dejó caer su cabeza sobre las manos .
hermano Fernando , es decir , el hombre á quien des- ¡ Hum ! ¿ quieres que te hable francamente , Fer-
pués de ti amo mas en la tierra. nando ? dijo Caderousse entablando la conversacion
--Corriente , respondió Edmundo. con esa brutalidad grosera de la gente del pueblo , que
Y sin abandonar á Mercedes , cuyas manos estre- con la curiosidad olvidan toda clase de diplomacia ;
chaba con la izquierda , presentó con un movimiento pues tienes todo el aire de un amante desdeñado .
cordialísimo la derecha al catalan. Pero lejos de res- Y acompañó esta broma con una estrepitosa carca-
ponder Fernando á este ademan amistoso , permane- jada .
ció mudo é inmóvil como si fuese una estatua. -¡Bah! replicó Danglars , un muchacho como este
Entonces dirigió Edmundo sus ojos investigadores no ha nacido para ser desgraciado en amores : tú te
á Mercedes , que estaba temblando , y al sombrío y burlas, Caderousse .
amenazador catalan alternativamente. Esta mirada le -No, replicó este, repara ¡qué suspiros ! ... Vamos,
reveló todo el arcano , y la cólera se apoderó de su co- vamos , Fernando , levanta la cabeza y respóndenos .
razon . No está bien que calles á las preguntas de quien se
-Al darme tanta prisa en venir á vuestra casa , no interesa por tu salud.
creia encontrar en ella un enemigo. -Estoy bueno , murmuró Fernando apretando los
-¡Un enemigo ! esclamó Mercedes con una mira- puños , aunque sin levantar la cabeza .
da de odio dirigida á su primo ; un enemigo en mi ¡ Ah! ya lo ves, Danglars, repuso Caderousse gui-
casa? A ser cierto, yo te cogeria del brazo y me iria de ñando los ojos á su amigo. Lo que pasa es esto : que
Marsella, abandonando esta casa para no volver á pisar Fernando, catalan valiente, como todos los catalanes ,
sus umbrales. y uno de los mejores pescadores de Marsella, está ena-
Los ojos de Fernando brillaron como un relámpago . morado de una linda muchacha que se llama Mercedes;
-Y si te aconteciese alguna desgracia , Edmundo pero desgraciadamente , á lo que creo , la muchacha
mio, continuó con aquella calma implacable que daba ama por su parte al segundo de El Faraon ; y como El
á conocer á Fernando cuán bien leia en su siniestro Faraon ha entrado hoy mismo en el puerto.... ¿qué
pensamiento; si te aconteciese alguna desgracia , tre- tal, me entiendes?
paria al cabo del Morgion para arrojarme de cabeza Maldito si te entiendo, respondió Danglars.
sobre las rocas. -El pobre Fernando habrá recibido su pasaporte.
Fernando se puso con estremo pálido . -¡Y bien ! ¿qué mas ? dijo Fernando levantando la
-Pero te engañas , Edmundo, prosiguió Mercedes. cabeza y mirando á Caderousse como aquel que busca
Aquí no hay enemigo alguno, sino Fernando mi pri- en quien descargar su cólera. Mercedes no depende de
mo, que va á estrecharte la mano como á su amigo nadie, ¿no es así? ¿ no puede amar á quien se le antoje?
mas íntimo . -¡Ah ! ¡si lo comprendes de ese modo , dijo Ca-
Y la jóven fijó, al decir estas palabras, su imperiosa derousse , eso es otra cosa! yo te tenia por catalan.
mirada en el catalan , quien , como fascinado por ella , Hanme dicho que los catalanes no son hombres para
se acercó lentamente á Edmundo y le presentó la mano . dejarse vencer por un rival , y tambien me han ase-
Su odio desaparecia ante el ascendiente de Mer- gurado que Fernando sobre todos es temible en la ven-
cedes. Pero apenas hubo tocado la mano de Edmundo, ganza.
conoció que habia ya hecho todo lo que podia hacer, Fernando se sonrió y dijo :
y se lanzó fuera de la casa. -Un enamorado nunca es temible.
-¡Oh! esclamaba corriendo como un insensato , y --¡ Pobre muchacho ! replicó Danglars fingiendo
mesándose los cabellos . ¡ Oh ! ¿quién me libertará de compadecer al jóven ; ¿qué quieres? no esperaba sin
ese hombre? ¡ Desgraciado de mi ! duda que volviese Dantés tan pronto . Quizás le creeria
-¡Eh ! catalan , ¡ eh ! Fernando ! ¿adónde vas ? dijo muerto , quizás infiel , ¡ quién sabe ! Esas cosas son
una voz. tanto mas sensibles cuanto que nos estan sucediendo
El joven se detuvo para mirar en torno , con que á cada paso.
apercibió á Caderousse sentado con Danglars bajo el -A fé mia que no dices mas que la verdad, respon-
emparrado. dió Caderousse, que bebia al compás que hablaba, y á
¡Eh ! le dijo Caderousse , ¿por qué no te acercas? quien el espumoso vino de Lamalgue comenzaba á
¿tanta prisa tienes que no te queda tiempo para dar surtir su efecto : Fernando no es el único que siente la
los buenos dias á tus amigos? llegada de Dantés, ¿no es así, Danglars?
-Sobre todo cuando tienen delante una botella casi ---Sí, y casi puedo asegurarle que eso le ha de traer
llena, añadió Danglars. alguna desgracia.
Nada veian en torno suyo.
1
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 11

-Pero no importa , añadió Caderousse llenando | del capitan Edmundo Dantés , marido de la bella ca-
para el jóven un vaso de vino , y haciendo lo mismo talana!
por la duodécima vez con el suyo ; no importa, mien- Caderousse llevó el vaso á sus labios con mano tré-
tras tanto se casa con Mercedes , con la bella Merce- mula , y se lo bebió de un sorbo . Fernando tomó el
des... se sale con la suya. suyo y lo arrojó con furia al suelo.
Durante este coloquio Danglars observaba con mi- ¡ Hola ! esclamó Caderousse , ¿ qué es lo que veo
rada escudriñadora al jóven. Las palabras de Cade- allá abajo en direccion á los Catalanes? Mira , Fernan-
rousse caian como plomo derretido sobre su corazon . do , tú tienes mejores ojos que yo : me parece que
-¿Y cuándo es la boda? preguntó. empiezo á ver demasiado , y bien sabes que el vino

¿Y cuándo es la boda ? preguntó.

¡Oh! todavía no está hecha , murmuró Fernando . | engaña mucho ... Cualquiera diria que son dos amantes
No, pero lo estará , dijo Caderousse , lo estará tan que van agarrados de la mano... ¡ Dios me perdone!
cierto como que Dantes será capitan de El Faraon:
¿no opinas tú lo mismo , Danglars? ¡ no presumen que los estamos viendo , y mira cómo se
Danglars se estremeció al oir esta salida inesperada, abrazan!
volviéndose á Caderousse , en cuya fisonomía estudió Danglars no dejaba de observar á Fernando , cuyo
á su vez si el golpe estaba premeditado ; pero solo leyó rostro se contraia horriblemente .
la envidia en aquel rostro casi trastornado por la bor- -¡Calle ! ¿Los conoceis , señor Fernando? dijo.
rachera. -Sí , respondió este con voz sorda : ¡ son Edmundo
-¡Ea ! dijo llenando los vasos , ¡ bebamos á la salud y Mercedes!
-¡Digo ! esclamó Caderousse, ¡ y yo no los conocia!
12 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

¡Dantés ! ¡ muchacha ! Venid aquí , y decidnos cuándo -Siempre tiene uno prisa por ser feliz , señor Dan-
es la boda, porque el testarudo de Fernando no nos loglars ; porque quien ha sufrido mucho , apenas pue-
quiere decir. de creer en la dicha. Pero no es solo el egoismo
¡Quieres callarte ! dijo Danglars fingiendo dete- el que me hace obrar de esta manera ; tengo que ir
ner á Caderousse , que tenaz como todos los que han á París .
bebido mucho se disponia á irlos á interrumpir. Haz -¡Ah! ¿á París? ¿y es la primera vez que vais ,
por tenerte en pié, y deja tranquilos á los enamorados. Dantés?
Mira , mira á Fernando , y toma su ejemplo. -Si .
Acaso este, incitado por Danglars , como el toro por -¿Algun negocio , eh?
los diestros , iba al fin á arrojarse sobre su rival , pues -No mio , es una comision de nuestro pobre capi-
ya de pié tomaba una actitud siniestra , cuando Mer- tan Leclerc . Ya comprendereis que esto es sagrado .
cedes , risueña y alegre , levantó su linda cabeza y Sin embargo , estad tranquilo , no gastaré mas tiempo
clavó en Fernando su brillante mirada. Entonces el que el de ida y vuelta.
catalan se acordó de que le habia prometido morir si -Sí , sí , ya comprendo , dijo Danglars.
Edmundo moria, y volvió á caer desesperado sobre su Y después añadió en voz sumamente baja : -A Pa-
asiento . rís... sin duda para llevar alguna carta que el capi-
Danglars miró sucesivamente á los dos hombres , el tan le ha dado . ¡ Ah! ¡ diantre! esa carta me acaba de
uno embrutecido por la embriaguez y dominado el otro sugerir una idea... una escelente idea. ¡Ah ! ¡Dantés!
del amor. amigo mio , aun no tienes el número 1.º en el regis-
-¡Oh! ningun partido sacaré de estos dos hombres , tro de El Faraon.
murmuró , y casi tengo miedo de estar en su com- Volviéndose en seguida hácia Edmundo , que se
pañía. Este bellaco se embriaga de vino , cuando solo alejaba : -¡ buen viaje ! le gritó.
debia embriagarse de odio ; el otro es un imbécil que -Gracias , respondió Edmundo volviendo la cabe-
le acaban de quitar la novia en sus mismas barbas , y se za , y acompañando este movimiento con cierto ade-
contenta solamente con llorar y quejarse como un chi- man amistoso .
quillo . Sin embargo, tiene la vista torva como los es- Y los dos amantes continuaron su camino , tranqui-
pañoles, los sicilianos y los calabreses , que saben ven- los y alborozados como dos ángeles que se elevan al
garse muy bien; tiene unos puños capaces de estrujar | cielo .
la cabeza de un buey tan pronto como la cuchilla del
carnicero... Decididamente el destino le favorece ; se CAPITULO IV.
casará con Mercedes , será capitan y se burlará de nos-
otros como no... (una sonrisa lívida apareció en los COMPLOT .
labios de Danglars), como no tercie yo en el asunto.
-¡Hola! seguia esclamando Caderousse á medio le- Siguió con la vista Danglars á Edmundo y á Mer-
vantar de su asiento ; ¡ hola ! Edmundo , ¿ no ves á los cedes hasta que desaparecieron por uno de los ángulos
amigos , ó te has vuelto ya tan orgulloso que no quie- del puerto de San Nicolás ; y volviéndose en seguida,
res hablarles ? vislumbró á Fernando que se arrojaba de nuevo sobre
-No , mi querido Caderousse , respondió Dantés; su silla , pálido y desesperado , mientras que Cade-
no soy orgulloso , sino feliz , y la felicidad ciega algu- rousse entonaba una cancion.
nas veces mas que el orgullo . -¡Ay, señor mio, dijo Danglars á Fernando, me pa-
-En hora buena , ya eso es decir algo , replicó rece que el tal casamiento no sienta bien á todo el 1
Caderousse . ¡ Buenos dias , señora Dantés! mundo!
Mercedes saludó gravemente . -Amí me tiene desesperado , respondió Fernando .
-Aun no es ese mi nombre , dijo , y en mi país es -¿Luego amais á Mercedes? "
de mal agüero algunas veces el llamar á las mucha- -La adoro.
chas con el nombre de su prometido antes que se casen . -Hace mucho tiempo? I
Llamadme Mercedes . -Desde que nos conocimos . 1
-Es necesario perdonar á este buen vecino , aña- -¿Y estais ahí arrancandoos los cabellos en vez de
dió Dantés. Falta tan poco tiempo ... buscar remeio à vuestras cuitas? ¡ qué diablo ! no
-¿Con que es decir que la boda se verificará pronto, creí que obrase de esa manera la gente de vuestro
señor Dantés? dijo Danglars saludando á los dos jóvenes . país.
-Lo mas pronto que se pueda , señor Danglars: nos -¿Y qué quereis que haga? preguntó Fernando .
toman hoy los dichos en casa de mi padre , y mañana —¿Qué sé yo? ¿acaso tengo yo algo que ver con?...
ó pasado mañana á mas tardar será la comida de bodas, paréceme que no soy yo , sino vos , el que está enamo-
aquí, en La Reserva; los amigos asistirán á ella; lo que rado de Mercedes. Buscad , dice el Evangelio , y en-
quiere decir que estais convidados desde ahora, señor contrareis.
Danglars, y tú tambien , Caderousse . -Ya habia yo encontrado.
-¿Y Fernando? dijo Caderousse sonriendo con ma- -¿Cómo?
licia ; ¿Fernando lo está tambien? Queria asesinar al hombre , pero la muger me ha
-El hermano de mi muger es mi hermano, respon- dicho que si llegara á suceder tal cosa á su futuro, se
dió Edmundo, y con muchísimo disgusto le veriamos mataria después.
lejos de nosotros en semejante momento . -¡Bah! ¡ bah! esas cosas se dicen , pero no se hacen.
Fernando abrió la boca para responder ; pero la voz -Vos no conoceis á Mercedes , amigo mio , es mu-
espiró en sus labios y no pudo articular una sola pa- ger que dice y hace .
labra. Imbécil! murmuró para sí Danglars , ¿qué me im-
¡Hoy los dichos , mañana ó pasado la boda! .. ¡ Dia- porta de que ella muera o no muera , como Dantés no
blo! mucha prisa os dais , capitan. sea capitan?
-Danglars, replicó Edmundo sonriendo, digoos lo -Yantes que muera Mercedes yo moriria , replicó
que Mercedes decia hace poco á Caderousse : no me Fernando con un acento de invariable resolucion.
deis título que aun no tengo , que podria ser de mal ¡ Eso sí que es amor ! gritó Caderousse con una
agüero para mí. voz de cada vez mas vinosa ; eso sí que es amor , ó yo
-Dispensadme , respondió Danglars . Decia pues no lo entiendo.
que os dais demasiada prisa . ¡ Que diablo! tiempo so- -Veamos , dijo Danglars ; me pareceis un buen
bra: El Faraon no se volverá á dar á la vela hasta den- muchacho , y lléveme el diablo si no me dan ganas de
tro de tres meses. sacaros de penas ; pero...
Mercedes.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 13

-Sí , sí , dijo Caderousse , veamos . Y Caderousse se puso á cantar los últimos versos de
-Mira , replicó Danglars , ya te falta poco para bor- una cancion, muy en boga en aquella época.
racho , con que acábate de beber la botella y lo esta-
rás completamente. Bebe , y no te metas en lo que Los que beben agua sola
son hombres de mala ley ,
nosotros hacemos. Porque para alternar en esta con- y la prueba es... el diluvio
versacion es indispensable estar en su sano juicio .
-¡Yo borracho , esclamó Caderousse , yo ! si aun de los tiempos de Noé .
me atreveria á beber cuatro de tus botellas , que por -Con que deciais , replicó Fernando , que quisié-
cierto son como frascos de agua de colonia...-Y aña- rais sacarme de penas; pero añadiais...

Danglars.

diendo al dicho el hecho , y gritando: -¡tio Panfilo ,


mas vino ! --Caderousse dió fuertes golpes en la mesa -Sí , añadia , que para sacaros de penas , basta con
con su vaso. que Dantés no se case , y el casamiento me parece que
¿Deciais?... replicó Fernando, esperando anhelo- se puede impedir sin que Dantés muera .
so la continuacion de la frase interrumpida . ¡Oh ! solo la muerte puede separarlos , dijo Fer-
-¿Qué decia? ya no me acuerdo. Ese borrachon nando.
me ha hecho perder el hilo de mis ideas. -Raciocinais como un pobre hombre , amigo mio,
esclamó Caderousse ; aquí teneis á Danglars, truhan
Borrachon ! me place, ¡ ay de los que no gustan del de á folio , que os probará en un santiamen que no
vino!
vin tielonen
o se algun
haga elar.pensamiento , y temen que el sabeis una palabra . Pruébalo , Danglars , yo he respon .
revmal
dido de tí , dile que no es necesario que Dantés muera-
14 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Por otra parte muy triste seria el que muriese Dan- tos me he de servir sino de pluma , tinta y papel?
tés ; es un buen muchacho ; le quiero mucho , mucho : -¿Traes eso ? esclamó Fernando á su vez.
já tu salud , Dantés! ¡ á tu salud! -En esa mesa hay recado de escribir , respondió el
Fernando se levantó impaciente . mozo señalando una inmediata.
-Dejadle, dijo Danglars deteniendo aljóven. ¿Quién -Traenoslo .
le hace caso? además , no va tan descaminado : la au- El mozo lo cogió y lo puso sobre la mesa de los bé-
sencia separa á las personas casi mejor que la muer- bedores .
te. Suponed ahora que entre Edmundo y Mercedes se -¡Cuando reflexiono , dijo Caderousse dejando caer
levantan de pronto los nuros de una cárcel ; estarán su mano sobre el papel , que con esos medios se puede
tan separados como si los dividiese la losa de una asesinar á un hombre mas sobre seguro que en un ca-
tumba. mino á puñaladas ! siempre tuve mas miedo á una plu-
-Sí, pero saldrá de la cárcel, dijo Caderousse , que ma y á un tintero , que à una espada ó á una pistola.
con la sombra de juicio que le quedaba se ingeria en -Ese tunante no está tan borracho como parece ,
la conversacion ; y cuando uno sale de la cárcel y se dijo Danglars . Echadle mas vino , Fernando .
llama Edmundo Dantés , se venga. Llenó Fernando el vaso de Caderousse , observán-
-¿Qué importa? murmuró Fernando . dole atentamente , hasta que le vió , casi vencido por
-Además , replicó Caderousse , ¿ por qué han de este nuevo esceso , colocar ó mas bien dejar caer su
prender á Dantés si él no ha robado ni matado á na- vaso sobre la mesa.
die?... -¿Con que?... murmuró el catalan , conociendo que
-Cállate , dijo Danglars. no podia ya estorbarle Caderousse , pues la poca ra-
-No me da la gana , contestó Caderousse , quiero zon que conservaba iba á desaparecer con aquel úl→
que me digan por qué habian de prender á Dantes ; yo timo vaso de vino .
quiero mucho à Dantés; ¡á tu salud, Dantés, á tu salud! -Pues señor , decia , prosiguió Danglars , que si
Y apuró otro vaso de vino. después de un viaje como el que acaba de hacer
Danglars estudió en los estraviados ojos del sastre Dantés tocando en Nápoles y en la isla de Elba, le de-
el progreso de su borrachera , y volviéndose hácia nunciase alguno al procurador del rey como agente
Fernando le dijo : bonapartista ....
Comprendeis ya que no habria necesidad de ma- -Yo le denunciaré , dijo vivamente el jóven .
tarle? -Sí , pero os harán firmar vuestra declaracion , os
-Ciertamente que no , si pudiéramos lograr que le carearán con el reo , y aunque yo os de pruebas
prendiesen. ¿Pero qué medio ?... para sostener la acusacion , eso es poco ; Dantés no
-Como le buscáramos bien , dijo Danglars , ya se puede permanecer preso eternamente ; un dia ú otro
encontraria. Pero ¿ en qué lio voy á meterme? ¿ acaso saldrá , y el dia en que salga , ¡ desdichado de vos!
tengo yo algo que ver ?... -¡Oh ! solo deseo una cosa , dijo Fernando , y es
-Yo no sé si esto os interesa , dijo Fernando agar- que me venga á buscar.
rándole por el brazo; pero lo que sí sé es que teneis al- -Sí , pero Mercedes os aborrecerá si tocais al pelo
gun motivo de odio particular contra Dantés, porque de la ropa á su adorado Edmundo .
el que odia no se engaña en los sentimientos de los -Decís bien , contestó Fernando .
demás. -Nada, replicó Danglars , si nos decidimos , lo me-
¡Yo motivos de odio contra Dantés ! ninguno , jor es coger esta pluma simplemente y escribir una
¡ bajo palabra de honor ! Os vi desgraciado , y vuestra denuncia con la mano izquierda para que no sea cono-
desgracia me conmovió ; esto es todo. Pero desde el cida la letra.
punto en que crecis que obro con miras de interés, Y esto diciendo escribió Danglars con la mano iz-
adios , mi querido amigo , salid como podais de ese quierda y con una letra que ninguna semejanza tenia
atolladero. con la suya acostumbrada , los siguientes renglones ,
Y Danglars hizo como que se marchaba. que Fernando leyó á media voz.
-No , dijo Fernando deteniéndole , quedaos. Poco «Un amigo del trono y de la religion previene al se-
me importa que odieis ó que no odieís á Dantés; pero ñor procurador del rey que un tal Edmundo Dantés,
yo si le odio; yo lo confieso francamente. Decidme un segundo de El Faraon , que arribó esta mañana de
medio , y lo ejecuto al instante... como no sea matarle, Smirna , después de haber tocado en Nápoles y en
porque Mercedes ha dicho que se mataria si matasen Porto-Ferrajo , ha recibido de Murat una carta para
á Dantés. el usurpador, y de este otra carta para la junta bona-
Caderousse levantó la frente que habia dejado caer partista de París .
sobre la mesa , y mirando á Fernando y á Danglars >>Fácilmente se tendrá la prueba de su crímen pren-
con ojos de estúpido á medio abrir : diéndole , porque la carta se hallará sobre su persona ,
¡ Matar á Dantés ! ….. dijo . ¿Quién habla de matar á ó en casa de su padre , ó en su camarote , á bordo
Dantés? ¡ No quiero que le maten... es mi amigo... de El Faraon. »
esta mañana me ofreció su dinero ... así como yo partí -Corriente, prosiguió Danglars . De este modo vues-
en otro tiempo el mio con él ... ¡ No quiero que maten tra venganza tendria sentido comun , y de otro podria
à Dantés !... no... no... recaer sobre vos mismo , ¿ entendeis ? Ya no queda sino
-Y¿quién habla de matarle, imbécil? replicó Dan- cerrar la carta , escribir el sobre , -y Danglars lo hizo
glars . Solo se trata de una simple broma. Bebe á su como lo decia -Al señor procurador del rey ― y ne-
salud , añadió llenándole un vaso , y déjanos en paz . gocio concluido .
-Sí , sí , á la salud de Dantés , dijo Caderousse apu- -Sí , negocio concluido , esclamó Caderousse,
rando su vaso ; á su salud ... á su salud... á su... quien con los últimos resplandores de su inteligen-
-¿Pero el medio? ... ¿el medio? murmuró Fernando. cia habia escuchado la lectura , y comprendido por
No le habeis hallado aun? instinto todas las desgracias que podria causar seme-
-No , vos os encargasteis de eso. jante denuncia ; sí, negocio concluido; pero seria una
-Es verdad , repuso Danglars , los franceses llevan infamia .
á los españoles la ventaja de que los españoles pien- Y alargó el brazo para coger la carta .
san y los franceses improvisan. -Por supuesto , dijo Danglars apartándole la mano,
-Improvisad pues , dijo Fernando impaciente . lo que estoy diciendo no es mas que una broma ; y soy
-Muchacho, dijo Danglars , trae recado de escribir . el primero que sentiria mucho que le sucediese algo a
-¡Recado de escribir ! murmuró Fernando . Dantés , á ese bueno de Dantés. Vaya , ¡ no faltaba
-Pues soy editor responsable , ¿ de qué instrumen- mas !...
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 15

Y cogió la carta , la arrugó entre sus dedos , y la ti- , los novios. Entre los convidados circulaba cierto mur-
ró á un rincon. mullo ocasionado porque los armadores de El Faraon
-¡Bien hecho ! esclamó Caderousse. Dantés es mi debian de honrar con su presencia la comida de boda
amigo, y no quiero que le hagan ningun daño. de su segundo. Era tan grande este honor , que nadie
-¿Quién diablos piensa en hacerle daño? á lo me- se atrevía á creerlo , hasta que Danglars, que llegaba
nos no seremos ni Fernando ni yo , dijo Danglars le- con Caderousse , confirmó la noticia, porque aquella
vantándose y mirando al jóven , cuyos ojos estaban mañana habia visto á Mr. Morrel, y le dijo que asisti-
clavados en elpapel denunciador que yacia en el suelo. ria á la comida de La Reserva.
-En ese caso, replicó Caderousse, que nos den mas Con efecto , un instante después Mr. Morrel entró
vino , quiero beber á la salud de Edmundo y de la be- en la sala y fué saludado por los marineros con un uná-
lla Mercedes. nime hurra de aplausos. La presencia del armador les
-Bastante has bebido , ¡borrachon! dijo Danglars; y confirmaba las voces que corrian de que Dantés iba á
como sigas bebiendo te verás obligado á dormir aquí, ser su capitan ; y como le querian tanto todos aque-
porque probablemente no podrás tenerte en pié. llos valientes marineros , dában gracias al armador,
-¡Yo! balbuceó Caderousse levantándose con la ar- porque pocas veces la eleccion de un jefe está en
rogancia del hombre borracho: ¡ yo no poder tenerme! armonía con los deseos de los subordinados . Apenas
¿Apuestas algo á que me atrevo á subir al campana- entró Morrel eligieron á Danglars y á Caderousse para
rio de las Accoules derechito sindar el menortraspiés? que saliesen al encuentro de los novios, y les previ-
-Bien, dijo Danglars, hago la apuesta ; pero la de- niesen de la llegada del personaje que habia produ
Jaremos para mañana. Ya es tiempo de que nos vaya cido tan viva sensacion, con que se apresuraran á
mos, dame el brazo. venir pronto. Danglars y Caderousse partieron inme-
-Vamos allá , dijo Caderousse ; mas para andar no diatamente , pero á los cien pasos apercibieron la co-
necesito de tu brazo. ¿Vienes, Fernando? ¿vuelves á mitiva que se acercaba.
Marsella con nosotros? Componiase esta de cuatro jóvenes amigas de Mer-
-No , respondió Fernando , me vuelvo á los Cata- cedes , catalanas tambien , que acompañaban á la
lanes. novia, á quien daba el brazo Edmundo. Junto á la fu-
-Mal hecho , ven con nosotros á Marsella. tura caminaba el padre de Dantés , y detrás de ellos
-Nada tengo que hacer en Marsella , y no quie- venia Fernando con su maligna sonrisa. Ni Mercedes
ro ir. ni Edmundo podian ver esta sonrisa : los pobres mu-
-Bueno , bueno, ¿no quieres, eh? Pues haz lo que chachos eran tan felices que solo pensaban en sí mis
te plazca : libertad para todos en todo. Ven, Danglars, mos, y solo miraban aquel hermoso cielo que los ben-
y dejémosle que vuelva á los Catalanes , pues así lo decia.
quiere. Cumplieron Danglars y Caderousse con su mision
Danglars aprovechó este momento de docilidad de de embajadores , y dando después un fuerte apreton
Caderousse para llevarle hácia Marsella ; pero por de- de manos á Edmundo , Danglars se fué á colocar al
jar mas á sus anchas á Fernando , en vez de irse por el lado de Fernando , y Caderousse al del padre de Dan-
muelle de la Rive-Neuve echó por la puerta de Saint- tés , objeto de la atencion general. Vestia el anciano
Victor .
una casaca de tafetan, con grandes botones de acero
Caderousse le seguia tambaleándose asido de su tallados. Cubrian sus delgadas, aunque vigorosas pier-
brazo. nas , unas medias de algodon que olian á la legua á
Apenas anduvieron unos veinte pasos, Danglars vol- contrabando inglés . De su sombrero apuntado pendian
vió la cabeza, en tan buena sazón, que pudo ver con pintoresca profusion cintas blancas y azules ; se
al jóven avalanzarse al papel , que guardó en su apoyaba, en fin , en un nudoso baston de madera, en-
bolsillo , dirigiéndose en seguida hacia el Pillon. corvado por el puño como el pedum antiguo. Parecia
-Calla ! ¿qué es lo que hace? dijo Caderousse. Nos uno de esos figurones que adornaban en 1796 los jar-
ha dicho que iba á los Catalanes , y se dirige á la ciu- dines del Luxemburgo y de las Tullerías.
dad. ¡Oye , Fernando, vas descaminado, oye ! Habiase colocado junto á él , como ya hemos dicho,
-Tú eres el que no ves bien, dijo Danglars. ¡Si si- Caderousse, à quien la esperanza de una buena co-
gue derecho el camino delas Vieilles Infirmeries!... mida acabó de reconciliar con los Dantés ; Caderous-
-Es verdad, respondió Caderousse, pero hubiera se, á quién quedaba un vago recuerdo de lo que el dia
jurado que iba por la derecha. Decididamente el vino anterior pasó , como cuando al despertar por la ma-
es un traidor, que hace ver visiones. ñana nos representa la imaginacion el sueño que he
Vamos, vamos, murmuró Danglars, que esto mar- mos tenido por la noche. Al acercarse Danglars á
cha , y no hay sino dejarlo marchar. Fernando , penetró con una mirada profunda al cora-
zon del desdeñado amante. Este, que caminaba detrás
CAPITULO V. de los novios completamente olvidado de Mercedes ,
que con ese egoismo sublime del amor , solo pensa→
LA COMIDA DE BODA. ba en su Edmundo ; Fernando , repetimos , pálido y
sombrío , de vez en cuando dirigia una mirada á
Lamañana siguiente fué magnífica: el tiempo estaba Marsella, con lo que un temblor convulsivo se apo-
hermosísimo ; el sol puro y brillante , y sus primeros deraba de sus miembros. Parecia como si esperase,
rayos , de un rojo purpúreo , doraban las espumas ó mas bien previese algun acontecimiento.
de las olas. Dantés estaba vestido con grave sencillez , como
La comida habia sido preparada en el primer piso perteneciente á la marina mercante; su traje partici-
de La Reserva, cuyo emparrado conocemos ya. Se paba del uniforme militar y del traje civil; y con él
componia aquelde un gran salon iluminado por cinco y con la alegría y gentileza de la novia, parecia mas
ó seis ventanas ; encima de cada una se veia escrito alegre y mas gentil.
el nombre de una de las mejores ciudades de Fran- Estaba Mercedes tan hermosa como una griega de
cia. Todas estas ventanas caian á un balcon de ma- Chipre ó de Céos , de ojos de ébano y de labios de
dera : de madera era tambien todo el edificio. coral. Su andar libre y desenvuelto parecia de an-
Aunque la comida se anunció para las doce, desde daluza ó de arlesiana. Una jóven cortesana quizás hu-
las once de la mañana llenaban el balcon multitud de biera procurado disimular su alegría ; pero Mercedes
curiosos impacientes. Eran estos los marineros privi- miraba á todos sonriéndose, como si con aquella son-
legiados de El Faraon y algunos soldados amigos de risa y aquellas miradas les dijese : «Pues sois mis
Dantés. Todos se habian puesto de gala para honrar á amigos, alegraos como yo , porque soy muy feliz. »
16 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Apenas fuéron divisados los novios desde La Reser- | Ya corrian de mano en mano por toda la mesa los sal-
va , Mr. Morrel se adelantó á su encuentro , seguido chichones de Arlés , las brillantes langostas , las sa-
de los marineros y de los soldados, á los cuales renovó brosas ostras del Norte , los esquisitos mariscos en-
la promesa de que Dantés sucederia al capitan Leclerc . vueltos en su áspera concha, como la castaña en su
Al verlo Edmundo dejó el brazo de su novia y tomó el erizo , y las almejas preferidas á las anchoas por las
de Mr. Morrel. El armador y la jóven dieron la señal gentes meridionales ; en fin , toda esa multitud de en-
subiendo los primeros la escalera de madera que con- tremeses delicados que arrojan las olas á la arenosa
ducia á la sala de la comida. playa , y los pescadores designan con el nombre ge-
--Padre mio , dijo Mercedes deteniéndose junto á la nérico de frutos de mar.

Danglars volvió la cabeza , en tan buena ocasion , que pudo ver al jóven arrojarse sobre el papel.

mesa , vos á mi derecha , os lo ruego. A mi izquierda -¡Qué silencio ! dijo el anciano saboreando un
pondré al que me ha servido de hermano , añadió con vaso de vino amarillo como el topacio , que acababa
una dulzura que penetró como la punta de un puñal de traer á Mercedes el tio Pánfilo. ¿ Quién diria que
á lo mas profundo del corazon de Fernando. Sus labios hay aquí treinta personas que solo desean hablar?
palidecieron , y bajo la arrebatada tinta de su rostro, ¡ Bah ! un marido no siempre está alegre , dijo
fácil fué distinguir cómo se retiraba poco á poco la Caderousse.
sangre para afluir al corazon. -El caso es , dijo Dantés , que soy en este momen-
Mientras tanto habia hecho Dantés lo mismo con to demasiado feliz para estar alegre.
Mr. Morrel, colocándole á su derecha, y con Danglars, -Si vos lo entendeis de ese modo , vecino , teneis
que colocó á su izquierda, haciendo en seguida señas razon ; la alegría causa á veces una sensacion estraña,
con la mano á todos para que se colocaran á su gusto. que oprime el corazon casi tanto como el dolor.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 17

Danglars observaba á Edmundo, cuyo espíritu im- -A fé mia, vecino Caderousse , dijo Dantés , que
presionable absorbia y devolvia toda emoción. no vale la pena que me desmintais por tan poca cosa.
-Qué , le dijo , ¿temeis algo? me parece que todo Mercedes no es aun mi muger , teneis razon ,-y sacó
marcha segun vuestros deseos. su reloj; pero dentro de hora y media lo será.
-Eso justamente es lo que me espanta , respondió Todos lanzaron un grito de sorpresa , escepto el pa-
Dantés , paréceme que el hombre no ha nacido para dre de Dantés , cuya sonrisa dejaba ver una fila de
ser feliz con tanta facilidad. La dicha es como esos pa- dientes muy bien conservados. Mercedes sonriose sin
lacios de las islas encantadas , cuyas puertas guardan ruborizarse, y Fernando empuñó convulsivamente el
formidables dragones; preciso es combatir para con- mango de su cuchillo.

La comida de boda.

quistar, yyo á la verdad no sé por qué haya merecido - Dentro de una hora ! dijo Danglars palideciendo
la dicha de ser marido de Mercedes. tambien: ¿pues cómo así?
-¡Marido ! ¡ marido ! dijo Caderousse riendo ; toda- -Sí, amigos mios , respondió Dantés : gracias á
vía no , mi capitan. Haz del marido un poco, y ya ve- Mr. Morrel , el hombre á quien debo mas en el mundo
rás la que se arma. después de mi padre , todos los obstáculos se han
Mercedes se sonrojó . allanado; hemos obtenido dispensa de las amones-
Fernando yacia agitadísimo en su silla , estreme- taciones, y á las dos y media el alcalde de Marsella
ciéndose al menor ruido, y tal vez limpiándose las nos espera en el ayuntamiento. Ahora pues, como
gruesas gotas de sudor que corrian por su frente como acaba de dar la una y cuarto , creo no haberme enga;
las primeras gotas de una lluvia de tormenta ñado mucho al decir que dentro de una hora y trein-
SEGUNDA SERIE ENTREGA 102.
18 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

ta minutos , Mercedes se llamará Mad. Dantés. tana , y Danglars,que no le perdia de vista un momen
Fernando cerró los ojos; una nube de fuego le abra- to, le vió observar á Dantés con inquieta mirada , le-
saba los párpados ; apoyose sobre la mesa , y á pesar vantarse como por un movimiento convulsivo , y vol-
de todos sus esfuerzos no pudo contener un sordo ge- ver á caer á plomo en el sitio donde se hallaba antes .
mido , que se perdió en el rumor causado por las risas Al propio tiempo resonó en la escalera un ruido
y por las felicitaciones de la asamblea, sordo, como de pasos pesados , voces confusas y ar-
-Esto sí que se llama ser activo , dijo el padre de mas , ahogando las esclamaciones de los convidados é
Dantés. Ayer llegó y hoy se casa... no hay como los imponiendo á toda la asamblea el silencio del estupor.
marinos en esto de actividad. El ruido se oyó mas cerca : en la puerta resonaron
-Pero , ¿y las formalidades? preguntó tímidamen- tres golpes... cada cual miraba á su alrededor con
te Danglars ; ¿el contrato?... asombro.
-El contrato, le interrumpió Dantés riendo , el con- -¡En nombre de la ley! gritó una voz sonora.
trato está ya hecho . Mercedes no tiene nada , yo tam- Y la puerta se abrió al punto , dando paso á un co-
poco; nos casamos bajo el sistema comunista ; con que misario con su faja y á cuatro soldados y un cabo.
ya se os alcanzará que ni se habrá tardado en escribir Con esto á la inquietud sucedió el terror.
el contrato ni nos costará mucho. ¿Qué se os ofrece? preguntó Mr. Morrel adelan-
Esta broma escitó una nueva esplosion de alegría y tándose hácia el comisario á quien conocia ; sin duda
de plácemes . venís equivocado ,
-¿Con que es decir que esta es ya la comida de bo- -Si ha sido así , señor Morrel ,-respondió el comi-
das? dijo Danglars.. sario , creed que pronto se deshará la equivocacion.
-No , repuso Dantés , no la perdereis por eso , po- Mientras tanto , y por muy sensible que me sea , debo
deis estar tranquilos. Mañana parto para París: cuatro cumplir con la órden que tengo .
dias de ida , cuatro de vuelta , y uno para desempeñar ¿Quién de vosotros , señores , se llama Edmundo
puntualmente la comision de que estoy encargado; Dantés ?
el 1.º de marzo estoy ya aquí ; con que la verdadera Todas las miradas se volvieron hacia el jóven , que
comida de bodas se aplaza para el 2 de marzo. muy conmovido , aunque conservando toda su digni-
Esta promesa de un nuevo festin aumentó la ale- dad, dió un paso hacia adelante y respondió :
gría hasta tal punto , que el padre de Dantés , que al -Yo soy , caballero , ¿qué me quereis?
principio de la comida se quejaba del silencio , hacia -Edmundo Dantés, repuso el comisario, en nombre
ahora vanos esfuerzos para espresar sus deseos de que de la ley, daos á prision.
Dios hiciera felices á los esposos ." · -¡Preso yo ! díjo Edmundo , cuyo rostro se cubrió
Dantés adivinó el pensamiento de su padre , pagán- de ligera palidez ; ¡ preso yo! pero ¿por qué?
doselo con una sonrisa llena de amor. Mercedes entre -Lo ignoro , caballero . Ya lo sabreis en el primer
tanto miraba la hora en el reloj de la sala , haciendo interrogatorio que os hagan.
picarescamente cierta señal á Edmundo. Reinaba en Mr. Morrel comprendió que nada se podia intentar
la mesa esa alegría ruidosa y esa libertad individual contra lo inflexible de la situacion : un comisario con
que siempre se toman las personas de clase inferior al su faja no es ya un hombre , es la estatua de la ley,
fin de la comida. Los que no estaban contentos en sus fria , sorda , muda. El viejo , por el contrario , se pre-
sitios se habian levantado para ocupar otros nuevos . cipitó hácia el comisario: hay ciertas cosas que nunca
Todo el mundo empezaba ya á hablar en confusion, podrá comprender el corazon de un padre d'el de una
y nadie respondia á su interlocutor , sino á sus propios madre. Rogó , suplicó ; pero ruegos y lágrimas fuéron
pensamientos. inútiles . Sin embargo, su desesperacion era tan gran-
La palidez de Fernando se comunicaba por minutos de , que el comisario al fin se conmovió.
á Danglars . Aquel sobre todo parecia presa de mil tor- -Caballero , le dijo , tranquilizaos ; quizás se habrá
mentos horribles . Habiase levantado de los primeros y olvidado vuestro hijo de alguno de los requisitos que
se paseaba por la sala , procurando apartar su oido de exigen la aduana ó la sanidad . Yo así lo creo. Cuando
la algazara, de las canciones y del choque de los vasos. se hayan tomado los informes que se desean, lo pon-
Caderousse se acercó á él en el momento en que drán en libertad.
Danglars, de quien parecia huir, acababa de reunírsele -¡Calle! ¿qué significa esto ? preguntó Caderousse
en un ángulo de la sala . frunciendo el entrecejo á Danglars , que aparentaba
-En verdad , dijo Caderousse, á quien la amabili- sorpresa..
dad de Dantés , y sobre todo el vino del tio Pánfilo, ¿Qué se yo? respondió Danglars ; como tú , veo y
habian hecho olvidar enteramente el odio que le ins- me confundo sin comprender jota.
piró la repentina felicidad de Edmundo ; en verdad Caderousse buscó con los ojos á Fernando , pero
que Dantés es un guapo muchacho , y cuando le veo habia desaparecido .
sentado junto á su novia , digo para mí , que hubiera La escena entera de la víspera se representó á Cade-
sido una lástima jugarle la mala pasada que intenta- rousse entonces con todos sus pormenores. Aquella
bais ayer. catástrofe acababa de arrancar el velo que la embria-
-Pero ya has visto , respondió Danglars, que aquello guez habia echado entre su entendimiento y su me-
fué conversacion solamente. Ese pobre Fernando esta- moria.
ba ayer tan fuera de sí que me causó lástíma al princi- -¡Oh! dijo con voz ronca , ¿ quién sabe si esto será
pio ; pero desde que se determinó á asistir á là boda el resultado de la broma de que hablabais ayer, Dan-
de su rival , no hay ya temor alguno. glars? En ese caso, desgraciado de vos, porque es muy
En esto Caderousse miró á Fernando , que estaba triste broma por cierto.
lívido. -Bien viste que rompí aquel papel , balbuceó Dan-
-El sacrificio es tanto mayor , continuó Danglars , glars .
cuanto que la muchacha es de perlas. ¡ Diantre! miren -No lo rompiste ; lo arrugaste y lo tiraste á un
si es dichoso mi futuro capitan . Quisiera llamarme rincon.
Dantés no mas que por doce horas. -¡Calla! tú estabas borracho. ,
-¿Vámonos? dijo en este punto con dulce voz Mer- -¿Que es de Fernando?
cedes ; acaban de dar las dos , y á las dos y cuarto nos ¡ Qué se yo! habrá tenido que hacer. Pero en vez
esperan. de ocuparnos de él, consolemos á esos pobres afligidos.
-Sí , sí , contestó Dantés levantándose al punto. Con efecto, durante la conversacion, Dantés habia
-Vamos , repitieron á coro todos los convidados. dado la mano sonriendo á sus amigos, y con un abrazo
Fernando estaba sentado en el poyo de una ven- • á Mercedes, se habia entregado al polizonte, diciendo;
-¡En nombre de la ley ! gritó una voz sonora.
I
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 19

«Tranquilizaos , pronto se reparará el error , y proba- Mercedes y el anciano corrieron al encuentro del
blemente no llegaré á entrar en la cárcel. >» armador, con quien se unieron á la puerta: Mr. Morrel
-¡Oh! de seguro, dijo Danglars , que , como ya he- estaba sumamente pálido.
mos dicho , se acercaba en este momento al grupo -¿Qué hay? esclamaron todos á la par.
principal. -¡Ay! amigos mios , respondió el armador meneando
Dantés bajó la escalera precedido del comisario de la cabeza , la cosa es mas grave de lo que nosotros
policía y rodeado de soldados. Un coche los esperaba á presumiamos...
la puerta, y subió á él , 'seguido de los soldados y del -Señor, esclamó Mercedes , ¡ es inocente!
comisario. La portezuela se cerró, tomando el carruaje -Lo creo , respondió Mr. Morrel ; pero le acusan...
el camino de Marsella. -¿De qué? preguntó el viejo Dantès.
-¡Adios , Dantés ! ¡ adios , Edmundo! esclamó Mer- -De agente bonapartista.
cedes desde el balcon , adonde salia desatentada. Aquellos de nuestros lectores que hayan vivido en
Escuchó el preso este último grito , escapado al co- la época de esta historia , recordarán lo terrible que
razon doliente de su novia como un sollozo , y asoman- era en aquel tiempo semejante acusacion . Mercedes
"do la cabeza por la ventanilla del coche , le contestó: exhaló un grito, y el anciano se dejó caer en una silla.
-¡Hasta la vista , Mercedes ! -¡Oh ! murmuró Caderousse, me habeis engañado,
Con esto desapareció por uno de los ángulos del Danglars , y al fin hicisteis lo de ayer. Pero no quiero
fuerte de San Nicolás . dejar morir de dolor á ese anciano y á esa jóven , y
-Esperadme aquí , dijo el armador ; voy á tomar el voy á contárselo todo.
primer carruaje que encuentre: corro á Marsella, y os -Calla , ¡ desgraciado! esclamó Danglars agarrando
traeré noticias suyas . la mano de Caderousse , ¡ calla ! ó no respondo de tí.
-Sí , sí , id , esclamaron todos á un tiempo ; id , y ¿Quién te dice que Dantés no es culpable? El buque
volved presto. tocó en la isla de Elba ; él desembarcó, permanecien-
A esta segunda marcha siguió un momento de estu- do todo un dia en Porto-Ferrajo. Si le han hallado al-
por terrible en todos los que se quedaban . El anciano guna carta que le comprometa, los que le defiendan
y Mercedes permanecieron algun tiempo sumergidos pasarán por cómplices suyos.
en el mas profundo abatimiento; pero al fin se encon- Caderousse con el rápido instinto del egoismo com-
traron sus ojos , y reconociéndose por dos víctimas prendió toda la solidez de este discurso , miró á Dan-
heridas del mismo golpe, se arrojaron en brazos uno glars con admiracion , y retrocedió dos pasos .
de otro. -Esperemos pues , murmuró.
Durante todo este tiempo , Fernando , vuelto á la -Sí , esperemos , dijo Danglars ; si es inocente , le
sala , bebió un vaso de agua y fué á sentarse en una pondrán en libertad ; si es culpable , inútil es compro-
silla . La casualidad hizo que Mercedes , al desasirse meterse por un conspirador.
del anciano , cayese sobre una silla próxima á aquella -Vámonos , no puedo permanecer aquí por mas
donde él se hallaba; con lo que Fernando, por un mo- tiempo.
vimiento instintivo , retiró hácia atrás la suya. -Sí , ven , dijo Danglars , complacido de alejarse
-El ha sido , dijo á Danglars Caderousse , que no acompañado ; ven , y dejemos que salgan como pue-
perdia de vista al catalan. dan de ese atolladero.
-Creo que no, respondió Danglars , es demasiado Así que partieron , Fernando , que habia vuelto á
tonto. En todo caso la responsabilidad es suya. ser el apoyo de la jóven , cogió á Mercedes de la ma-
-Y del que se lo aconsejó, repuso Caderousse. no , y la condujo á los Catalanes. Los amigos de
-¡Ah ! si fuese uno responsable de todo lo que in- Dantes condujeron á su vez á la alameda de Meillan al´
advertidamente dice... anciano casi desmayado ,
-Sí , cuando lo que se dice inadvertidamente trae Pronto se esparció por la ciudad el rumor de que
desgracias como esta. Dantés acababa de ser preso por agente bonapartista.
Entre tanto los grupos comentaban el arresto de -¿Quién lo hubiera creido , mi querido Danglars?
Dantés de mil maneras . dijo Mr. Morrel reuniéndose á este y á Caderousse , en
-Y vos , Danglars , dijo una voz , ¿qué pensais de el camino de Marsella , adonde se dirigia apresurada-
este acontecimiento? mente para adquirir algunas noticias directas de Ed-
-Yo , respondió Danglars , creo que traeria alguna mundo por el sustituto del procurador del rey , Mr. de
cosa de contrabando en El Faraon... Villefort , con quien tenia algunas relaciones . ¿ Lo
-Pero si así fuera , vos lo sabriais , Danglars ; ¿no hubierais vos creido ?
sois vos el responsable? -¡Diantre ! esclamó Danglars , ya os habia yo dicho
-Sí, pero no lo soy sino de lo que viene en factura. que Dantés hizo escala en la isla de Elba sin ninguna
Lo que sé es que traemos algunas piezas de algodon, razon , lo que me pareció sospechoso.
tomadas en Alejandria en casa de Mr. Pastret, y en -Pero ¿habeis participado vuestras sospechas á ál-
Smirna en casa de Mr. Pascal: no me pregunteis mas. guien mas que á mí?
-¡Oh! ahora recuerdo , murmuró al oir esto el pobre -Líbreme Dios muy bien de ello , señor Morrel,
anciano, ahora recuerdo... ayer me dijo que traià una dijo en voz baja Danglars ; bien sabeis que por culpas
.caja de café y otra de tabaco. de vuestro tio , Mr. Policarpo Morrel , que ha servido
-Ya lo veis , dijo Danglars , eso será sin duda ; du- en sus ejércitos , y que no oculta sus opiniones , sos-
rante nuestra ausencia , los aduaneros habrán regis- pechan que sentís la caida de Napoleon , y mucho me
trado El Faraon y lo habrán descubierto . disgustaria el causar algun perjuicio á Edmundo ó á
Mercedes , casi insensible hasta este momento , dió vos. Hay ciertas cosas que un subordinado debe decir
rienda suelta al fin á su dolor. á su armador , y ocultar cuidadosamente á los demás.
-¡Vamos, vamos, esperanza! dijo el padre de Dan- -¡Bien! Danglars, ¡ bien! contestó el armador, sois
tés, sin saber siquiera lo que decia. un hombre honrado . Bien hice en pensar en vos para
-¡Esperanza! repitió Danglars. cuando ese pobre de Dantés hubiese llegado á ser ca-
¡Esperanza ! murmuró Fernando ; pero esta palapitan del Faraon.
bra le ahogaba ; sus labios se agitaron sin articular -¿ Pues cómo?...
ningun sonido." -Sí , ya habia yo preguntado á Dantés qué pen-
¡Señores ! grító uno de los convidados que se ha saba de vos y si tenia alguna repugnancia en que os
bia quedado en una de las ventanas; señores , un car- quedarais en vuesto puesto, pues yo no sé por qué me
ruaje... ¡Ah! jes Mr. Morrel! ¡Animo! ¡ánimo! sin duda pareció notar que os tratabais con alguna frialdad,
traerá buenas noticias, -¿Y qué os respondió ?
20 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Que creía con efecto le guardabais , por una cau- Tomad pues el mando, os autorizo á ello, y presencia
sa que me ha callado , algun rencoreillo; pero que todo el desembarque . Los asuntos nodeben de entorpecerse
el que poseia la confianza del armador , poseia la porque suceda una desgracia á alguno de, la tripu-
suya tambien. lación .
-Hipócrita ! murmuró Danglars. -Señor , confiad en mí. ¿Y podré ver al pobre Ed-
-Pobrecillo ! dijo Caderousse , era un escelente mundo ?.
muchacho. -Pronto os lo diré , Danglars. Voy á hablar á Mr. de
-Sí , pero entre tanto , prosiguió Mr. Morrel , tene- Villefort , y á influir con él en favor del preso. Bien sé
mos al Faraon sin capitan. que es un realista furioso ; pero qué diablo , aunque

El padre de Dantés .

-¡Oh ! dijo Danglars, es razon esperar , puesto que realista y procurador del rey, tambien es hombre, y
no partimos hasta dentro de tres meses, que para en- no le creo de muy mal corazon.
tonces ya estará libre Dantés. -No, repuso Danglars ; pero he oido decir que es
-Sí , pero entre tanto... ambicioso, y entonces...
-¡Entre tanto... aquí me teneis , señor Morrel! dijo -En fin , dijo Mr. Morrel suspirando , allá veremos :
Danglars. Bien sabeis que conozco el manejo de un id á bordo , que ya os sigo.
buque tan bien como el mejor capitan . Esto no os Y se separó de los dos amigos para tomar el camino
obligará á nada, pues cuando Dantés salga de la prision del Palacio de Justicia.
volverá á su puesto, yo al mio, y pax christi. -Ya ves el giro que toma el negocio, dijo Danglars
Gracias, Danglars, así se concilia todo con efecto. á Caderousse; ¿ piensas todavía defender á Dantés?
a

Un viejo condecorado con la cruz de San Luis se levantó brindando por la salud del Rey.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 21

-No á fé ; pero sin embargo , terrible cosa es que la Francia y para el trono. Los magistrados anatema-
tenga tales consecuencias una broma. tizaban sus errores políticos ; los militares murmura-
-¿Y quién ha tenido la culpa ? no seremos ni tú ni ban de Moscow y de Leipsick ; las mugeres , de su
yo á lo menos ; si alguno por acaso , Fernando será . divorcio de Joselina ; y no parecia sino que aquel
Bien vistes que yo por mi parte tiré el papel á un rin- mundo alegre, y triunfante , no por la caida del hom-
con; y hasta creo haberle roto. bre , sino por la derrota del principio , creyese que la
-No , no , dijo Caderousse : ¡ oh! en cuanto á eso vida comenzaba de nuevo para él , y que despertaba de
estoy seguro , le vi en un rincon , doblado y arrugado; un sueño penoso.
ojalá estuviese aun allí. Un anciano condecorado con la cruz de San Luis se
-¿Qué quieres? Si Fernando lo ha cogido , le habrá levantó brindando por la salud del rey Luis XVIII. Era
copiado ó le habrá hecho copiar, y aun sabe Dios si se el marqués de Saint-Meran. A este brindis , que recor-
tomaria esa molestia. Ahora que pienso en ello , ¡ Dios daba á la vez al desterrado de Hartwell y al rey pacifi-
mio ! quizás habrá entregado mi propia carta. Feliz- cador de la Francia, se aumentó la bulla , los vasos
mente yo disfracé mucho la letra. chocaron unos con otros , las mugeres se quitaron las
-¿Pero sabias tú que Dantés conspiraba? flores de la cabeza y las esparcieron sobre el mantel;
-¿Qué habia de saber? aquello fué broma, como ya momento fué este en verdad de entusiasmo casi poé-
te dije. Pero me parece que , á imitacion de los arle- tico .
quines , he dicho la verdad burlando. -Ya confesarian paladinamente si estuviesen aquí,
-Tanto vale, replicó Caderousse . Yo sin embargo dijo la marquesa de Saint- Meran, muger de mirada du-
daria cualquier cosa porque no hubiera pasado lo que ra , labios delgados y continente aristocrático , muger
ha pasado , ó á lo menos por no haberme metido en aun á la moda á pesar de sus cincuenta años ; ya con-
nada : ya verás cómo por esto nos sucede tambien á fesarian paladinamente todos esos revolucionarios que
nosotros alguna desgracia , Danglars. nos han secuestrado, y á quienes dejamos á nuestra vez
-En todo caso la desgracia caerá sobre el verda- conspirar tranquilamente en nuestros antiguos casti-
dero culpable , y el verdadero culpable es Fernando y llos comprados por un pedazo de pan en tiempo del
no nosotros . ¿Qué desgracia quieres que nos suceda? terror ; ya confesarian que el verdadero desinterés es-
Vivamos tranquilos , que ya pasará la tempestad. taba de nuestra parte , puesto que nosotros nos unia-
-¡Amen! dijo Caderousse haciendo una señal de mos á la monarquía agonizante , mientras ellos , por el
despedida á Danglars y dirigiéndose á la alameda de contrario , saludaban al sol que nacia , y labraban sus
Meillan , meneando la cabeza y hablando consigo mis- fortunas , mientras que nosotros perdiamos la nuestra ;
mo, como aquellas personas que están muy preocu- confesarian que nuestro rey era verdaderamente Luis ,
padas con sus pensamientos. el muy amado, mientras que su usurpador no fué nun-
Magnífico ! murmuró Danglars , las cosas toman ca nas que Napoleon el maldito . ¿No es verdad , Vi-
el giro que yo esperaba. Ya soy capitan por lo pronto, ilefort?
y si ese imbécil-de Caderousse se calla , capitan para -¿Qué decis... señora marquesa?….. respondió aquel
siempre... solo me atormenta el pensar que si la justi- á quien se dirigia esta pregunta. Perdonadine, no aten-
cia diera libertad & Dantés... ¡ Oh ! ... no , añadió son- dia à la conversacion .
riendo con satisfaccion , la justicia es la justicia, y en -Dejad á esos muchachos , marquesa , replicó el
ella confio. viejo que habia brindado . Van á casarse, y naturalmen-
Y diciendo esto saltó á una barca , mandando al bar- te tendrán que hablar de o ra cosa que no de política ,
quero que le condujese á bordo del Faraon , adonde, --Perdonadme , mamá , dijo una preciosa jóven de
como ya recordará el lector, le habia citado Mr. Morrel, cabellos rubios y ojos azules. Os devuelvo a Mr. de
Villefort á quien entretuve un momento . Mr. de Vi-
CAPITULO VI. llefort , mamá os preguntaba...
-Estoy pronto á responder á la señora marquesa ,
EL SUSTITUTO DEL PROCURADOR DEL REY. si se digna renovar su pregunta que antes no oí.
-Estais perdonada , Renée , dijo la marquesa con
En la calle de Grand-Cours , afrontando con la fuen- una sonrisa de ternura que rara vez brillaba en su
te de las Medusas , en una de esas antiguas casas de rostro áspero y seco ; pero el corazon de la muger es
arquitectura aristocrática , edificadas por Puget , se de tal naturaleza que aunque árido y endurecido por
celebraba tambien en el mismo dia y á la misma hora las exigencias sociales , siempre guarda un rincon fér-
una comida de bodas , con la diferencia de que en lu- til y amable ; el que Dios ha consagrado al amor ma-
gar de ser los personajes y anfitriones gente del pue- ternal.
blo , marineros y soldados , pertenecian á la alta so- -Estais perdonada... Ahora oid , Villefort : dije que
ciedad de Marsella. los bonapartistas no tenian ni nuestra conviccion , ni
Eran antiguos magistrados que habian dimitido sus nuestro entusiasmo , ni nuestro desinterés .
empleos en tiempo del usurpador , antiguos oficiales -¡Oh señora! á lo menos tienen algo que reemplace
desertores de sus filas para pasarse á las del ejército á eso : el fanatismo. Napoleon es el Mahoma de Occi-
de Condé, y jóvenes de ilustre alcurnia, poco elevados dente ; es para todos esos hombres vulgares , aunque
aun á pesar de lo que habian sufrido ya por el odio ambiciosos si nunca los hubo, no solamente un legis-
hácia aquel á quien cinco años de destierro debian de lador, sino un tipo , el tipo de la igualdad .
convertir en un mártir , y quince de restauracion en -¡De la igualdad! esclamó la marquesa . ¡Napoleon
un dios. tipo de la igualdad ! Y entonces ¿qué es Mr. de Robes-
Estaban sentados á la mesa , y la conversacion chis- pierre? Paréceme que le quitais de su lugar para colo-
peaba á impulsos de todas las pasiones de la época, car en él al corzo ,bastabale con su usurpacion.
pasiones tanto mas terribles y encarnizadas en el me- -No señora , repuso Villefort , dejo á cada cual en
diodía de la Francia , cuanto que al cabo de quinien- su puesto: á Robespierre en la plaza de Luis XV sobre
tos años , los odios religiosos se juntaban á los odios el cadalso; á Napoleon en la plaza de Vendôme sobre su
políticos. columna; con la diferencia de que el uno ha creado la
El emperador rey de la isla de Elba, que después de igualdad que abate ; el otro la igualdad que eleva ; el
haber sido soberano en una parte del mundo , reinaba uno ha puesto á los reyes al nivel de la guillotina ; el
sobre una poblacion de cinco a seis mil almas, y después otro ha elevado al pueblo al nivel del trono. Mas eso
de haber oido gritar¡ Viva Napoleon ! por ciento vein- no impide , añadió Villefort riendo , que los dos sean
te millones de vasallos , en diez lenguas diferentes , era unos infames revolucionarios , y que el 9 termidor y
tratado allí como un hombre perdido sin remedio para el 4 de abril de 1844 scan dos dias felices para la Fran-
22 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

cia, y dignos de ser igualmente festejados por los ami- | cosa , respondió Mr. de Saint-Meran. ¿ Y adónde le
gos del orden y de la monarquía ; pero esto esplica envian?
tambien cómo, aunque caido para no levantarse jamás , -A Santa Elena.
Napoleon ha conservado sus adeptos. ¿Qué quereis , -¿A Santa Elena? ¿ Qué es eso? preguntó la mar-
marquesa? Cromwel, que no fué ni la mitad de lo que quesa.
Napoleon, tuvo tambien los suyos . ---Una isla situada á dos mil leguas de aquí , mas allá
-¿Sabeis, Villefort, que lo que estais diciendo tiene del ecuador, respondió el conde.
un colorido algo revolucionario ? Pero os perdono : es -¡ Vítor ! gran locura era en verdad , como dice Vi-
imposible á un hijo de un girondino no conservar llefort, dejar á semejante hombre entre la Córcega ,
cierto apego al terror. donde ha nacido , entre Nápoles , donde aun reina su
Villefort abochornándose repuso : cuñado, y enfrente de esa Italia , de que iba á formar
-Mi padre era girondino , señora , es verdad ; pero un reino para su hijo.
mi padre no votó la muerte del rey; estuvo proscripto -Desgraciadamente , dijo Villefort , los tratados
por ese mismo terror que os proscribia , y poco le de 1814 impiden que se toque ni aun al pelo de la
faltó para perder la cabeza en el mismo cadalso en que ropa de Napoleon .
la perdió vuestro padre. -Pues se faltará á esos tratados, repuso Mr. de Ser-
-Sí , dijo la marquesa sin alterarse por este horro- vieux. ¿Tuvo él tantos escrúpulos en fusilar al desgra-
roso recuerdo; con la diferencia de que hubieran al- ciado duque de Enghien?
canzado un mismo fin por diferentes medios , como lo -Sí , añadió la marquesa , es cosa convenida. La
prueba que toda mi familia haya permanecido siempre Santa Alianza libra á la Europa de Napoleon , y Villefort
unida á los príncipes desterrados , mientras que vues- libra á Marsella de sus partidarios . O el rey reina ó no
tro padre ha tenido á bien unirse al nuevo gobierno , y reina . Si reina , su gobierno debe de ser fuerte y sus
después de haber sido girondino el ciudadano Noirtier, agentes inflexibles ; único medio de impedir el mal.
el conde Noirtier se haya hecho senador. -Por desgracia , señora , dijo Villefort sonriendo ,
-¡Mamá! ¡mamá! balbuceó Renée , bien sabeis que un sustituto del procurador del rey acude siempre
hemos convenido en no renovar tristes recuerdos. cuando el mal está hecho .
-Señora, respondió Villefort, junto mis ruegos con -Entonces su deber es repararlo.
los de la señorita de Saint-Meran para que olvideis lo -Tambien pudiera yo decíros , señora , que á él no
pasado . ¿A qué echarnos unos á otros en cara cosas que le toca repararlo, aunque sí vengarlo .
el mismo Dios no puede impedir ? porque Dios puede -¡Oh señor de Villefort ! dijo una hermosa jóven,
cambiar lo porvenir , mas no lo pasado. Lo que nosotros hija del conde de Salvieux y amiga de la señorita de
los hombres podemos solamente es cubrirlo con un Saint-Meran ; procurad que se vea alguna causa de
velo. ¡Pues bien! yo me he separado no solamente de la esas mientras residimos en Marsella . Nunca he asistido
opinion, sino del nombre de mi padre. Mi padre ha sido á un tribunal , y me han dicho que es cosa curiosa.
ó es aun bonapartista , y se llama Noirtier ; yo soy -Oh! sí , muy curiosa con efecto , señorita, respon-
realista y me llamo de Villefort. Dejad que se seque en dió el sustituto , porque en lugar de una tragedia fin-
el caduco tronco un resto de sávia revolucionaria , y gida, lo que allí se representa es un drama verdadero;
no mireis , señora, sino al retoño que se separa de este en lugar de dolores aparentes , son dolores reales. El
mismo tronco , sin poder , y acaso diga ... sin querer hombre que se presenta allí, en lugar de volver, cuando
separarse enteramente. se corre el telon, á entrar tranquilamente en su casa,
¡Bravo, Villefort! dijo el marqués ; ¡ bravo ! ¡ buena á cenar con su familia , á acostarse y conciliar pronto
respuesta! Yo estoy suplicando continuamente á la el sueño para volver á sus tareas al dia siguiente, en-
marquesa que olvide lo pasado, sin poder conseguirlo: tra en una prision donde le espera tal vez el verdugo.
veremos si vos sois mas dichoso. Bien veis que para las personas nerviosas que desean
-Sí , está bien , respondió la marquesa : olvidemos emociones fuertes no hay otro espectáculo mejor que
lo pasado ; no deseo otra cosa ; pero á lo menos que ese . Tranquilizaos , señorita , si se presentase la oca-
Villefort sea inflexible en adelante. No os olvideis de sion , ya os avisaré.
que hemos respondido de vos á S. M.; que S. M. ha -¡Nos hace temblar... y se rie ! dijo Renée palide-
tenido á bien olvidarlo todo , de la misma manera que ciendo .
yo lo hago accediendo á vuestra súplica. Pero si cayese -¿Qué quereis? replicó Villefort , esto es un como si
en vuestras manos un conspirador , cuenta con lo que dijéramos ... un desafio ... Por miparte he pedido ya cin-
haceis , porque es fuerza tengais entendido que se os co ó seis veces la pena de muerte contra acusados por
vigila muy particularmente , por pertenecer à una fa- delitos políticos... ¿quién sabe cuántos puñales se afi-
milia que puede estar relacionada con los conspira- lan á esta hora ó estan ya afilados contra mí?
dores. -¡Oh Dios mio ! dijo Renée cada vez mas espanta-
-¡Ay señora ! dijo Villefort; mi profesion , y sobre da , hablais formalmente , señor de Villefort?
todo los tiempos en que vivimos me obligan á ser muy -Lo mas formalmente posible, replicó el jóven ma-
severo. Pues bien , lo seré . He tenido que sostener gistrado sonriéndose . Y con los procesos que desea
algunas acusaciones políticas , y estoy ya como quien esta señorita para satisfacer su curiosidad , y yo tam-
dice probado . Desgraciadamente aun no hemos con- bien deseo para satisfacer mi ambicion , la situacion
cluido. no hará sino agravarse. ¿ Creeis que esos veteranos de
-¿Pues cómo? dijo la marquesa . Napoleon que no vacilaban en acometer ciegamente al
-Tengo temores casi ciertos... Napoleon en la isla enemigo , en quemar cartuchos ó en cargar á la bayo-
de Elba no está muy lejos de la Francia ; su presen- neta , vacilarán en matar á un hombre que tienen por
cia casi á vista de nuestras costas sostiene la espe- enemigo personal , cuando no vacilaron en matar á un
ranza de sus partidarios . Marsella está llena de ofi- ruso , à un austriaco ó á un húngaro á quien nunca
ciales sin colocacion , que se traban todos los dias de habian visto? Por otra parte, todo es necesario , por-
disputas con los realistas, de las que resultan duelos que á no ser así no cumpliríamos con nuestro deber.
entre las personas de clase elevada , asesinatos entre Yo mismo , cuando veo brillar de rabia los ojos de un
el vulgo. acusado , me animo , me exalto ; entonces ya no es un
-A propósito, dijo el conde Salvieux , antiguo amigo proceso , es un combate ; lucho con él, y el combate
de Mr. de Saint- Meran y chambelan del conde de Ar- acaba , como todos los combates , en una victoria ó
tois; ¿no sabeis que la Santa Alianza desaloja á Napo- una derrota. Esto es lo que se llama acusar; esos son
leon de donde está? los resultados de la elocuencia . Un acusado que se
—Sí, cuando salimos de París no se hablaba en otra sonriera después de mi réplica , me haria creer que
EL CONDE DE MONTE-CRISTO: 23

hablé mal , que lo que dije era pálido , flojo , insufi- | -¡Todo en el mundo le deberé á ese gran monarca!
ciente. Pensad en cambio qué sensacion de orgullo qué no haria yo por su servicio?
esperimentará un procurador del rey cuando conven- -Así os quiero , añadió la marquesa . Vengan ahora
cido de la culpabilidad del acusado, le ve inclinarse bajo conspiradores y ya verán ...
el peso de las pruebas y bajo los rayos de su elocuen- -Yo, madre mia, dijo al punto Renée , ruego á Dios
cia... La cabeza que se inclina caerá inevitablemente. que no os escuche , y que solamente depare á Mr. de
Renée lanzó un grito ligero. Villefort rateros y deudores. Así dormiré tranquila.
-Eso es saber hablar , dijo uno de los convidados. -Tanto vale como si para un médico desearaís ca-
-Ese es el hombre que necesitamos en estos tiem- lenturas, jaquecas , sarampiones , enfermedades en fin
pos, añadió otro. de nonada, repuso Villefort sonriendo . Si deseais que
Cuando estuvisteis inspiradísimo, querido Ville- ascienda pronto á procurador del rey , pedid por el
fort, repuso un tercero , fué cuando... esa última cau- contrario esos males agudos cuya curación honra.
sa... ¿no recordais? la de aquel hombre que asesinó á En esta sazon , como si hubiese la casualidad espe
su padre. A decir verdad, primero lo matasteis vos que rado el deseo de Villefort para satisfacérselo, un criado
el verdugo. entró á decirle algunas palabras al oido. Incontinenti
-¡Oh!... para los parricidas no debede haber per- se levantó de la mesa el sustituto escusándose , para
don , dijo Renée ; para esos crímenes no hay suplicio volver poco después lleno de alegría.
bastante grande; mas para los desgraciados reos polí Mirábale Renée amorosa , porque en aquel momento
ticos!... Villefort con sus ojos azules , su pálida tez y sus pa-
Para los reos políticos, esclamó la marquesa, tillas negras, estaba en verdad apuesto y elegante. La
mucho menos aun , Renée, porque el rey es el padre jóven parecia pendiente de sus labios , como en espera
dela nacion, yquerer destronar o matar al rey, es que de que esplicase aquella momentánea desaparicion.
rer matar alpadre de treinta y dos millones de almas! A próposito , señorita , dijo al fin Villefort , ¿no
-Tambien lo concedo, señor de Villefort, repuso deseabais tenerpor marido un médico? Pues sabed que
Renée, si me prometeis ser indulgente con aquellos tengo siquiera con los discípulos de Esculapio (frase á
que os recomiende yo. la usanza de 1815) una semejanza, y es que nunca pue-
-Tranquilizaos, dijo Villefort con una sonrisa muy do disponer de mi persona , y que hasta de vuestro
tierna, sentenciaremos juntos. lado me arrancan en la misma comida de boda.
-Hija mia , dijo la marquesa; atended vos á vues- -¿Y para qué? le preguntó la jóven un tanto in-
tras fruslerías caseras y dejad á vuestro futuro esposo quieta.
cumplir con su deber. Hoylas armas han cedido su -¡Ay! para un enfermo que si no me engaño está
puesto á la toga, como dice cierta frase latina... in estremis. La enfermedad es tan grave que quizás
-Cedant arma toga, añadió Villefort inclinándose. termine en el cadalso.
-No me atrevia á hablar en latin, prosigió la mar- iDios mio ! esclamó Renée palideciendo.
quesa. -¿De veras ? dijo á coro toda la asamblea.
-Creo que estaria mas contenta si fueseis médico, -Segun parece , se acaba de descubrir un complot
replico Renée. El ángel esterminador , aunque ángel, bonapartista.
me asusta mucho. -¿Será posible ? esclamó la marquesa.
· —¡Qué buena sois! murmuró Villefort con una mi- -Oigan VV. la denuncia.
rada amorosa. Y leyó Villefort en voz alta.
-Hija mia, Mr. de Villefort será médico moral y po- «Un amigo del trono y de la religion previene al se-
lítico de este departamento , añadió el marqués. El ñor procurador del rey que un tal Edmundo Dantés,
cargo no puede ser mas honroso. segundo de El Faraon , que arribó esta mañana de
Y así hará olvidar el que ejerció su padre , añadió Smirna , después de haber tocado en Nápoles y en
la incorregible marquesa. Porto-Ferrajo , ha recibido de Murat una carta para
-Señora , repuso Villefort con triste sonrisa , ya el usurpador, y de este otra carta para la junta bona-
tuve el honor de deciros que mi padre abjuró los erro- partista de París.
res de su vida pasada; que se ha hecho partidario acér- >>Fácilmente se tendrá la prueba de su crímen pren-
rimo de la religion y del órden , y realista , y acaso diéndole , porque la carta se hallará sobre su persona,
mejor realista que yo, pues lo es por arrepentimiento, ó en casa de su padre , ó en su camarote , á bordo
y yo por pasion lo soy. de El Faraon. »
Pronunciada esta frase , para juzgar Villefort del -Pero esa carta , dijo Renée , sobre ser un anóni-
efecto que producia, miré á todos lados alternativa- mo , no se dirige á vos, sino al procurador del rey.
mente , como hubiera mirado en la audiencia á su au-
ditorio tras una frase por el estilo. -Sí , pero con la ausencia del procurador, el secre-
tario que abre sus cartas abrió esta , mandome bus-
Justamente, querido Villefort , repuso el conde de car , y como no me encontrasen , dispuso inmediata-
Salvieux, eso mismo decia yo anteayer en las Tullerías mente el arresto del culpable .
al ministro que se admiraba de este enlace singular en-
-¿Con que está preso el culpable? preguntó la mar-
tre el hijo de un girondino y la hija de un oficial del
ejército de Condé : mis razones le convencieron . quesa.
Luis XVIII profesa tambien el sistema de fusion y -Decid mejor el acusado , repuso Renée.
-Sí señora , y conforme a lo que tuve há poco el
como nos estuviese escuchando sin nosotros saberlo, honor de deciros , si damos con la carta consabida , el
salió de repente y dijo : enfermo no tiene cura.
-Villefort,-reparad que no pronunció el nombre
-¿Y dónde está ese desdichado? le preguntó Renée.
de Noirt ier, sino que recalcó el de Villefort, --Ville- -En mi casa.
fort hará fortuna . Sobre pertenecer en cuerpo y alma
-Pues corred , amigo mio , dijo elmarqués. No des-
á mi partido, tiene esperiencia y talento. Pláceme cuideis por nuestra causa el servicio de S. M.
que el marqués y la marquesa de Saint- Meran le den
-¡Oh Villefort! balbuceó Renéejuntando las manos.
la mano de su hija , y aconsejáraselo yo mismo á no ¡ Indulgencia ! Hoy es el dia de nuestra boda.
habér melo ellos consultado y pedido venia .» >
-¿Eso dijo el rey? esclamó Villefort lleno de gozo. Dió Villefort una vuelta á la mesa , y apoyándose en
-Testualmente ; y si el marqués es franco os lo con- el respaldo de la silla de la jóven , le dijo:
firmará. Una escena semejante le pasó con S. M. cuan- -Por no disgustaros , haré cuanto me sea dable,
do le habló de esta boda hace seis meses. querida Renée ; pero si no mienten las señas , si es
-Es verdad , añadió el marqués. cierta la acusacion, me veré obligado á cortar esa mala
yerba bonapartista.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
24

obligaciones de sustituto de procurador del rey , á


Estremeciose Renée al oir la palabra cortar, porque |
conciencia , es decir , con atroz severidad.
la yerba en cuestion tenia una cabeza sobre los hom- Pero al paso que esto decía, sus miradas á hurta-
bros. dillas decian á su novia:
-Ba , ba , dijo la marquesa , no os cuideis de esa «-Tranquilizaos , Renée ; por vuestro amor seré in-
chica , Villefort ; ya se irá acostumbrando .
Esto diciendo presentó al sustituto una mano des- dulge
Pagolntee. »Renée estas miradas con una tan dulce son-
carnada , que él besó , aunque con los ojos clavados en risa , que Villefort salió de la estancia alborozado .
Renée , como si la dijese :

Mercedes y el anciano corrieron al encuentro del armador.

<-Vuestra mano es la que beso... ó la que quisiera


«
CAPITULO VII.
besar ahora.»
-¡Mal agüero ! murmuró Renée . EL INTERROGATORIO.
-¿Qué niñadas son esas? le contestó su madre. ¿Qué
tiene que ver la salud del Estado con vuestro senti-
Salido apenas del comedor despojose el sustituto
mentalismo ni con vuestras manías?
de su risueña máscara , tomando el aspecto grave de
-¡Oh madre mia ! murmuró Renée. quien va á decidir de la vida ó la muerte de un hom-
-Perdonad á esta mala realista , señora marquesa ,
bre. Sin embargo , aunque ocasionada á mudarse su
dijo Villefort . Yo en cambio os prometo cumplir mis
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 25

fisonomía , cosa que alcanzó el sustituto á fuerza de con las esperanzas -palabra horrible inventada por los
trabajo y tal vez ensayándose al espejo como los cómi- que hacen del matrimonio un juego de cubiletes-po-
cos , en esta ocasion le fué doblemente difícil fruncir dia aumentarse un dia hasta medio millon con una he-
las cejas y poner en sus facciones la gravedad opor- rencia . Todos estos elementos reunidos componian
tuna. pues para Villefort una suma increible de felicidad ,
Porque , dejando á un lado el recuerdo de las opi- de tal manera que le faltaba poco para escupir al sol .
niones políticas de su padre, que podian en lo futuro El comisario de policía le esperaba á la puerta. La
impedirle su fortuna, Gerardo de Villefort era en aquel vista de este hombre hízole caer de su cielo á nuestro
momento de todo en todo feliz. Rico de suyo , sobre mundo material . Reformó su semblante en la manera

Mr. de Villefort.

gozar á los veintinueve años de una posicion brillante que hemos dicho , y acercándose al oficial de justicia :
en la magistratura , iba á casarse con una jóven her- -Ya me teneis aquí , le dijo . He leido vuestra car-
mosa, á quien amaba , sino ciega, razonablemente, ta: hicisteis bien prendiendo á ese hombre. Contadme
como puede amar un sustituto del procurador del rey. ahora cuanto sepais de él y de su conspiracion.
Y cuenta que además de su belleza , notable sin duda -De la conspiracion , señor , nada sabemos toda-
alguna , la señorita de Saint Meran , su futura esposa, vía. En un legajo sellado teneis sobre vuestro bu-
pertenecia á una de las familias mas en valimiento por fete cuantos papeles le hemos cogido . Del preso sola-
aquel entonces , y con las influencias de su padre , que mente os podré decir que segun reza la carta que
por ser bija única Renée consagrarian al yerno entera- habeis visto ,es untal Edmundo Dantés, segundo de El
mente , llevaba en dote cincuenta mil escudos ; que Faraon, bergantin propio de la casa de Morrel, que ha
26 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

ce el comercio de algodon con Alejandría y Smirna. , para formarse una idea del hombre á quien iba á in-
-Antes de pertenecer á la marina mercante, ¿ habia terrogar . En aquella frente despejada y ancha , habia
servido quizás en la de guerra? adivinado la inteligencia , el valor en aquellos ojos fijos
-No señor. ¡ Si es muy jóven! y aquel fruncido entrecejo , y la franqueza en aquellos
¿ Que edad tiene? labios gruesos y entreabiertos , que dejaban ver sus
-Diez y nueve ó veinte años , todo lo mas. dientes, blancos como el marfil.
En este momento llegaba Villefort con el comisa- Esta primera impresion fué favorable á Dantés;
rio á la parte de la calle Grande en que desemboca la pero como Villefort habia oido asentar muchas veces
de los Consejos. Un hombre que estaba como espe- como máxima de profunda política , que es bueno des-
rándole , salió á su encuentro . Era Mr. Morrel. confiar de nuestro primer impulso , aplicó á la oca-
-¡Ah ! Mr. de Villefort , esclamó el buen hombre sion la máxima , sin tener en cuenta la diferencia que
al ver al sustituto . ¡ Gracias á Dios que os encuentro! va del impulso á la impresion.
Sabed que acaba de cometerse la mas escandalosa , la Ahogó pues los sanos instintos que se despertaban
mas increible arbitrariedad . Acaban de prender al se- en su corazon , compuso al espejo su fisonomía como
gundo de mi Faraon , al jóven Edmundo Dantés . para caso tan grave , y sombrío y amenazador sentose
-Ya lo sé , caballero , respondió Villefort ; y ahora à su bufete.
justamente voy á interrogarle. Un instante después entró Edmundo .
-¡Oh caballero ! prosiguió el armador exaltado por El jóven proseguia pálido , aunque tranquilo y son-
la amistad , vos no conoceis al acusado , yo sí , yo le riendo. Saludó á su juez con desembarazo político , y
conozco. Es el hombre mas provo , mas dulce , y aun se puso á buscar con los ojos una silla , como si estu-
diré mas entendido en su oficio que haya en toda la viese en casa del armador Morrel..
marina mercante . ¡ Oh señor de Villefort ! ¡ os le reco- Hasta este momento no se topó su mirada con la
miendo eficacísimamente ! impasible de Villefort , con aquella impasible mirada
Como ya habrán los lectores comprendido, pertene- propia de los hombres de mundo , que por empeño de
cia Villefort al partido noble de la ciudad , y Morrel al ocultar el pensamiento , hacen de sus ojos un cristal
plebeyo ; con que el primero era ultra-realista , y al sin trasparència. Con esto vino el pobre jóven á reco-
segundo se le tachaba de imperial . nocer su verdadera situacion.
Miró Villefort desdeñosamente á Morrel, y le dijo con -¿Quién sois ? ¿ cómo os llamais? le preguntó Vi
frialdad: llefort , hojeando las notas que recibiera del agente al
-Bien se os debe alcanzar , caballero, que puede entrar , notas que en una hora habian alcanzado mas
un hombre ser amable en su vida privada , provo en que mediano volúmen : tanto obra la corrupcion de los
sus relaciones comerciales , y ser sin embargo muy espías en esto de prisiones.
criminal en política . Esto se os alcanza , ¿no es -Me llamo Edmundo Dantés , respondió el jóven
verdad? con voz vibrante y segura: soy segundo de El Faraon,
Y recalcó el magistrado estas palabras últimas, como buque perteneciente á los señores Morrel é hijos.
queriéndolas aplicar al mismo Morrel, mientras con su -¿Vuestra edad ?
mirada escrutadora penetraba al fondo del corazon de -Diez y nueve años .
aquel hombre , que se atrevia á interceder por otro , -¿Qué haciais cuando os prendieron ?
necesitando él mismo de indulgencia. -Hallábame en la comida de mi boda , señor , re-
Púsose el armador como la grana, porque en punto puso el jóven con voz un tanto conmovida , por el
á cosas políticas no tenia muy limpía la conciencia, y contraste que hacia aquel recuerdo con su situacion ,
porque no se le apartaba enteramente de la memoria y el imponente rostro del sustituto , con el divino
lo que Edmundo le habia dicho de su entrevista con el rostro de Mercedes.
gran mariscal , y de las palabras del emperador . Mas -¡Comida de boda ! repitió Villefort , estremecién.
no por eso dejó de añadir con el interés mas vivo: dose mal su grado .
-Suplícoos , señor de Villefort , que justo como de- -Sí señor: voy á casarme pronto con una muger en
beis de serlo , y bondadoso como sois , nos devolvais quien adoro hace tres años.
pronto al pobre Dantés. A pesar de su ordinario estoicismo , conmovió á
Este nos devolvais hizo un son revolucionario al Villefort esta coincidencia, que junta á la voz melancó-
oido del sustituto . lica de Dantés , despertaba en el fondo de su alma una
--¡Hola ! ¡hola ! murmuró para su capote : nos devol- dulce simpatía. El tambien , como aquel jóven , se ca-
vais... ¿ Si estará afiliado ese Dantés en alguna socie- saba ; él tambien era dichoso , y fueron á furbar su
dad secreta? Cuando su protector usa sencillamente dicha para que él turbara á su vez la de aquel jóven .
de la fórmula colectiva... Si no me engaño , el comi- -Esta homogeneidad filsófica, pensó para sus aden-
sario dice que le prendió en una taberna en medio de tros , sorprenderá mucho á los convidados , cuando
mucha gente... hum, hum. yo vuelva á casa de Saint Meran. "
Luego añadió en voz alta: Y de antemano , mientras Dantés esperaba que si-
-Podeis , caballero , estar tranquilo , que no en guiese el interrogatorio , se puso á componer en su
vano apelais á mi justicia si el preso es inocente; pero caletre el discurso que debia de pronunciar , lleno de
si es culpable , me veré obligado á cumplir con mi antítesis sorprendentes , y de esas frases pretensiosas
obligacion , pues en la época que alcanzamos , seria la que tal vez son tenidas por verdadera elocuencia .
impunidad muy mal ejemplo. Terminado el speech , sonrió Villefort seguro de su
Y llegando con esto á la puerta de su casa , inme- éxito , y encarándose con Dantés :
diata al Palacio de Justicia , entró en ella majestuosa- -Proseguid , le dijo.
mente , después de saludar con mucha ceremonia al -¿En que quereis que prosiga?
desdichado armador , que se quedó como petrificado. En ilustrar á la justicia
Llena estaba la antecámara de gendarmes y poli- -Dígame la justícia en qué quiere que la ilustre ,
zontes , y entre ellos el prisionero de pié , inmóbil y y obedeceré de todo en todo : aunque le prevengo,
tranquilo , aunque todos los ojos se le asestaban llenos añadió con una sonrisa , que cuanto puedo decir es de
de rencor. poca monta.
Atravesó Villefort la antecámara mirando á Dan- -¿Habeis servido bajo del mando de Napoleon?
tés de reojo , y después de recibir un legajo de manos -Šu caida estorbó que me viese incorporado á la
de un agente , desapareció diciendo : marina de guerra .
-Que traigan al preso. -Diz que vuestras opiniones políticas son exagera-
Aunque rápida, aquella mirada bastó á Villefort das , prosiguió Villefort,que aunque nada sabia de esto,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 27

quiso darlo por seguro porque le sirviese como de cion falsa á otro que se interesa por él. ¿Qué hay de
añagaza . verdad en esto de la acusacion anónima ?
-¡Yo opiniones políticas, señor ! ¡ Ah ! casi me da Y Villefort arrojó con disgusto sobre su bufete la
vergüenza el decirlo , pero nunca he tenido opinion . carta maldecida.
Con mis diez y nueve años escasos , como ya os di- -Todo y nada , señor: voy á deciros la verdad , la
je , ni sé nada, ni estoy destinado á otra cosa que á los verdad pura , por mi honor de marino , por el amor de
medros que plazca otorgarme á mis armadores Mor- Mercedes y por la vida de mi padre.
rel é hijo. Con que ved, señor, que todas mis opinio- -Hablad , dijo en voz alta Villefort.
nes, no digo políticas , sino privadas, se resúmen en Luego añadió en voz baja:
estos tres sentimientos :-amo á mi padre , respeto á -Si Renée me viese , tendria de seguro gran con-
Mr. Morrel y adoro en Mercedes. - Es cuanto puedo de- tentamiento , y no me llamaria corta-cabezas.
eir á la justicia. Supongo que no la debe de importar -Oid , señor. Al salir de Nápoles cayó malo de ca-
mucho. lentura cerebral el capitan Leclerc. Como no habia mé-
A medida que Dantés hablaba , con estudiar Ville- dico á bordo , y el capitan se negaba á que desembar-
fort su fisonomía tan dulce y tan sincera , ibansele cásemos en cualquier punto de la costa , porque tenia
acordando las palabras de Renée, que sin conocerle in prisa en llegar á la isla de Elba , su enfermedad subió
tercedió por aquel preso. Ayudado del conocimiento de punto hasta el de que sintiéndose acabar á los tres
que ya tenia de los crimenes y de los criminales , dias , me llamó y me dijo :
hallaba en cada frase de Dantés una prueba de su ino- «-Querido Dantés, juradme por vuestro honor que
cencia. Aquel jóven, 6 por mejor decir , aquel mucha- hareis , lo que os tengo de encargar ahora. Van en
cho sencillo, natural, elocuente , de esa elocuencia del ello muy altos intereses.
corazon quejamás encuentra el que la busca, henchido >>-Lo juro , capitan , le respondí.
de afectos para todos, porque era feliz, cosa que trueca >>-Pues oid. Como después que yo muera os perte-
en buenos á los hombres malos, contagiaba en su dulce nece el mando de El Faraon , pues sois mi segundo,
afabilidad hasta su mismo juez . A pesar de lo severo lo tomareis , y haciendo rumbo á la isla de Elba des-
que se le mostraba Villefort , ni en sus miradas , ni en embarcareis en Porto-Ferrajo , preguntareis por el
su voz , ni en sus acciones tenia Edmundo para él gran mariscal y le entregareis esta carta. Acaso en-
otra cosa que bondad y dulzura. tonces os darán otra con una comision , que me esta-
-¡Par diez ! esclamó para sí Villefort. ¡ Qué jóven tan ba reservada á mí. La cumplireis , y todo el honor
interesante ! No me costará mucho trabajo cumplir el será vuestro.
primer deseo de Renée... lo que me valdrá adeniás un »
>-Así lo haré, capitan ; pero supongo que no será
buen apreton de manos. >>tan fácil como vos os presumís llegar hasta el gran
De tal modo restauró esta esperanza el ceño de Vi- »mariscal.
llefort, que cuando volvió á ocuparse de Dantés, el jó- -Esta sortija os abrirá todas las puertas , y alla-
ven , que habia observado atentamente las mudanzas »nará todas las dificultades , repuso Leclerc.»
de su rostro, le sonreia tambien como su pensamiento. Con esto me entregó la sortija.
-¿Teneis enemigos? le preguntó Villefort. Y fué en buena sazon , porque dos horas después
-¡Enemigos yo ! dijo Dantés. Por dicha soy bien deliraba , y á la mañana siguiente habia ya muerto.
poco para tenerlos. Aunque mi carácter es tal vez de- -¿Qué hicisteis entonces?
masiado vivo, procuro siempre refrenarlo con mis sub- -Lo que debia , señor , lo que otro cualquiera en
ditos. Diez ó doce marineros tengo á mis órdenes. Di- mi lugar hubiera hecho. Siempre son sagrados los de-
gan ellos si no me aman y me respetan, no como á un seos de un moribundo , y entre los marinos órdenes.
padre,, que mayor
soy .muy jóven para eso , sino como á un Hice pues rumbo á la isla de Elba , adonde llegué á la
mañana siguiente , desembarcando yo solo , después
-Si no enemigos , podeis tener émulos. Vais á ser de mandar que nadie se moviese. Como lo habia pre-
capitan á los diez y nueve años, lo que para los vues- visto se me presentaron algunas dificultades para ver
tros es una posición elevada: ibais à casaros con una al gran mariscal , pero todas las allanó la sortija. Des-
muger que os quiere , felicidad rarísima en la tierra.pués de rogarme que le contara los detalles de la muer-
Estos favores del destino os pueden acaso grangearte de Leclerc, como elpobre capitan habia sospechado,
émulos. me entregó una carta encargándome que la llevara á
-Sí , teneis razon . Es muy posible , cuando vos lo París en persona. Prometiselo resueltamente porque
decís: vos, que debeis conocer el mundo mejor que así cumplia tambien la última voluntad de mi capitan.
yo; pero si esos émulos fuesen amigos mios , os de- Lo demás ya lo sabeis. Desembarqué en Marsella,
claro que no deseo conocerlos por no verme obligado arreglé todos mis negocios de El Faraon y corrí por
á odiarlos. último á ver á mi novia, que he encontrado mas bella
-Estais en un error , jóven. Importa mucho cono- y mas amante que nunca. Gracias á Mr. Morrel todas
cer el terreno que pisamos , y de mí sé decir que me las diligencias eclesiásticas se apresuraron , de modo
pareceis tan bueno , que por vos me separaré de las que cuando me prendieron asistia como dije á la co-
ordinarias fórmulas de la justicia , ayudándoos á des- mida de boda. Una hora después pensaba casarme y
cubrir quién sea el que os denuncia. Aquí teneis la partir mañana á París , cuando esta maldita denuncia
carta que me han dirigido. ¿Conoceis la letra? que vos teneis en tan poco como yo ..
Y sacando la denuncia de su bolsillo la presentó -Sí , sí, murmuró Villefort , todo lo creo, y á ser
Villefort á Dantés. Al leerla este pasó como una som- culpable lo sois de imprudencia, aunque imprudencia
bra por sus ojos , y respondió : legítima, pues vuestro capitan os la impuso. Dadme
-No conozco la letra, porque está de propósito dis- esa carta de la isla de Elba , y con palabra de presen-
frazada , aunque correcta y firme. De seguro la trazó taros así que os llame , podéis volver al seno de vues-
mano habilísima . ¡ Cuán feliz soy , añadió mirando á tros amigos.
Villefort con gratitud , cuán feliz soy en haber dado -¿Con que estoy libre , señor? esclamó Dantés
con un hombre como vos, pues reconozco con efecto lleno de júbilo.
que mi émulo es un verdadero enemigo! -Si , pero dadme esa carta.
Y en la fulminante mirada con que acompañó el jó -Debe de estar ahí , en ese legajo , pues vislumbro
ven estas frases , pudo comprender Villefort cuánta en él algunos papeles de los que me cogieron.
energía se ocultaba bajo aquella dulzura aparente. -Esperad, dijo el sustituto á Dantés , que ya cogia
-Vamos francos , dijo el sustituto , habladme no su sombrero y sus guantes ; esperad ¿á quién iba di-
como preso al juez , sino como hombre en una posi- | rigida?
28 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

—A Monsieur Noirtier , calle de Coq-heron , Paris. -¡Oh! si señor, esclamó Dantés, y os lo agradezco
Un rayo que hiriera á Villefort no le trastornara mas en el alma , que habeis sido para mí mas un amigo
que este imprevisto golpe . Cayó sobre su asiento , de que un juez.
que se habia separado un si es no es para asir del le- -Pues, amigo , voy á teneros preso algun tiempo .
gajo, y hojéandolo precipitadamente , entresacó la car- todavía , el menos que pueda . El principal cargo que
ta fatal , contemplándola con indecible terror. existe contra vos es esta carta , y mirad...
-¡Mr. Noirtier, calle de Goq-heron , núm . 13! mur- Esto diciendo acercose Villefort á la chimenea , y
muró palideciendo mas y mas. arrojó la carta al fuego , sin separarse de allí hasta
-Si señor , respondió Dantés admirado. ¿ Le cono- verla convertida en pavesas.
ceis? -
—Mirad……. ya no existe.
-No , respondió el sustituto vivamente. Un fiel -¡Oh señor ! esclamó Dantés ; no sois la justicia ;
servidor del rey no conoce á los conspiradores. sois la Providencia.
-¿Es una conspiracion? le preguntó Edmundo que -Escuchadme , prosiguió Villefort ; con lo que aca-
después de haberse creido libre empezaba de nuevo á bo de hacer me parece que confiareis en mí, ¿no es
amedrentarse. De todos modos , os lo repito , señor, verdad?
ignoraba completamente el contenido de esa carta. -¡Oh señor! mandad y sereis obedecido .
-Sí , repuso Villefort en voz sorda , pero no igno- -No, dijo Villefort aproximándose al jóven , no son
rabais el nombre de la persona á quien va dirigida. órdenes lo que quiero daros , sino consejos.
-Era preciso que lo supiese para poder entregár- -Hablad, que tanto como órdenes valen vuestros
sela á él mismo . consejos para mí.
-¿Y no se la habeis enseñado á nadie? dijo Ville- -Hasta la noche os tendré aquí en el Palacio de
fort leyendo y demudándose á par que leia. Justicia: si por acaso otra persona viniese á interro-
-A nadie ; os lo juro por mi honor. garos , decidle todo lo que me habeis dicho , escepto
-¿Ignora todo el mundo que sois portador de una lo de la carta.
carta de la isla de Elba para Mr. Noirtier? -Os lo prometo , señor.
-Todo el mundo , señor ... escepto la persona que Parecia que el juez rogase y el preso concediese .
me la ha dado . - -Ya comprendeis , añadió mirando las cenizas que
—Eso ya es mucho ... muchísimo , murmuró Ville- aun conservaban la forma del papel , y revoloteaban
fort. en torno á la llama ; ya comprendeis que destruida esta
Su frente se arrugaba cada vez mas , á medida carta y guardado el secreto por vos y por mí , nadie os
que proseguia la lectura de la carta : sus labios blan- la volverá á presentar. Negad pues , si os hablan de
cos , sus manos temblorosas , sus ojos sanguinolen- ella , negadlo todo , y estais á salvo.
tos , hacian cruzar por el cerebro de Dantés las mas -Negaré, señor , dijo Dantés.
dolorosas fantasías . -¡Bien ! ¡bien! añadió Villefort llevando la mano al
Terminada la lectura dejó Villefort caer la cabeza cordon de la campanilla; pero se detuvo al ir á cogerlo.
entre las manos permaneciendo un instante como fuc- -¿No teniais mas carta que esa ? le preguntó.
ra de sí. Nada mas.
¡Dios mio! ¿qué pasa de nuevo? preguntó Dantés → Juradlo .
timidamente. Dantés estendió la mano .
Villefort no respondió ; y al cabo de un rato volvió -Lo juro.
á levantar su cabeza en desórden para releer el bilete . Villefort llamó , y apareció un comisario de policía .
-¿Decis que no sabeis el contenido de esta carta? Acercose Villefort al comisario para decirle al oido
tornó á preguntar á Edmundo . ciertas palabras , á que respondió aquel con un movi-
-Bajo palabra de honor os lo aseguro , respondió miento de cabeza.
Dantés ; pero ¡ Dios mio ! ¿qué teneis ? ¿estais malo? -Seguidle , dijo Villefort á Dantés .
¿quereis que llame? Hízole el jóven una genuflexion , y con una postrera
-No señor , dijo el sustituto levantándose viva- mirada de gratitud salió de la estancia.
mente ; no abrais la boca , no digais una palabra. Yo Apenas se cerró tras él la puerta, faltaron las fuer-
soy quien manda aquí , no vos. zas al sustituto , y cayendo en un sillon casi desvane-
-Era , señor , no mas que por ayudaros , dijo Dan- cido, murmuró:
tés algo resentido. -¡Oh Dios mio! ¡ qué cosas tan deleznables son la
-De nada necesito ; fué un mareo pasajero . Ocu- vida y la fortuna ! Si hubiese estado en Marsella el pro- 1
paos de vos : dejadme á mí. Responded . curador del rey , si hubieran llamado al juez de ins-
Esperó Edmundo el interrogatorio que auguraba truccion en lugar mio , segura era mi ruina. Y todo
este mandato ; pero vanamente. Volvió el sustituto á por ese papel, ¡ por ese papel maldito! ¡ Ay padre ! ¡ pa-
caer en el sillon , y pasándose por la frente su mano dre ! ¿ qué siempre habeis de ser un obstáculo á mi
fria se puso á leer la carta por tercera vez. fortuna? ¿ qué he de luchar yo siempre con vuestra
¡Oh! ¡ si sabe qué contiene esta carta , si sabe que vida pasada?
Noirtier es padre de Villefort , estoy perdido , perdido Luego de repente brilló en toda su fisonomía un ful-
para siempre! gor estraordinario : dibujose en sus labios contraidos
Y de vez en cuando miraba de reojo á Dantés , como aun una sonrisa ; sus ojos vagos parecia como si se
si quisiese penetrar ese velo impenetrable que cubre fijasen con un solo pensamiento.
en el corazón los secretos que no suben á los labios . -Esto es hecho , sí... dijo . Esa carta que debía de
-¡Oh! basta de dudar , esclamó de repente. perderme, será acaso la rueda de mi fortuna . Ea , Vi-
-Pero en nombre del cielo , esclamó el desdichado llefort, manos á la obra.
jóven , si dudais de mí , si sospechais de mi honradez, Y asegurándose de que el reo no estaba ya en la an-
interrogadme , que estoy pronto á contestaros. tecámara, salió á su vez el sustituto del procurador del
Hizo Villefort un violento esfuerzo sobre sí mismo , rey, encaminándose á casa de su futura.
. y con un acento que en vano procuraba fuese firme:
-Joven , le dijo, resultan contra vos los mas gra- CAPITULO VIII.
ves cargos. No está en mi poder ya como creia en an-
tes , el poneros en libertad ahora mismo . Antes de EL CASTILLO DE IF.
paso tan grave , debo de consultar al juez de instruc-
cion. Mientras tanto , ya habeis visto de qué manera Al atravesar la antecámara hizo una, seña el comi-
os traté... sario de policía á dos gendarmes , que incontinenti se
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 29

colocaron á la derecha y á la izquierda de Dantés . Condújosele á uno, aunque decente, bien guardado
Abriose una puerta que comunicaba con la habitacion de barrotes y cerrojos ; pero su aspecto no era para
delprocurador del rey en el Palacio de Justicia, y echa- infundir serios temores. Además, las palabras del sus-
ron por uno de esos pasadizos sombríos que hacen tituto del procurador del rey, que habian parecido tan
temblar á los que por ellos pasan , aunque no tengan sinceras á Dantés, resonaban en su oido todavía como
por qué temblar. una promesa de esperanza.
Así como el despacho de Villefort comunicaba con Eran las cuatro cuando Dantés entró en su prision,
el Palacio de Justicia , el Palacio de Justicia comuni- de manera que la noche llegó muy pronto.
caba con las prisiones, monumento sombrío pegado al Corria , como hemos dicho, el 1.0 de marzo.
Palacio. Por todas sus ventanas y balcones se ve el Falto de empleo el sentido de la vista, se le aumentó

Renée.

ente. campanario de los Acoules , que se eleva en- | grandemente el del oido . Creyendo que venian á
famoso
fr
po-
nerle en libertad al rumor mas leve , se levantaba al
Tras mil vueltas y revueltas por el pasadizo , vió punto encaminándos á la puerta; pero bien pronto el
Dantés abrirse una puerta con candado de hierro, co- e
mo en respuesta a tres golpes que dió el comisariocon rumor se perdia en otra direccion, y el preso volvia á
un martillo de hierro , y que resonaron lúgubremente caer sobre su asiento.
A las diez de la noche , en fin, cuando iba ya per-
en el corazon del preso . Recelaba este de pasar el din- diendo toda esperanza , le pareció que un nuevo ruido
tel; pero los dos gendarmes le empujaron , y la puerta se dirigia con efecto á su prision. Y así fué . Oyéronse
se volvió: ya
á cerrar respira
mefitico Ya los
estaba. en ba os
calaboz . aire, pesado y en el corredor unos pasos , que junto á su puerta ce-
otro
4 saroi : giró una llave, rechiñaron los cerrojos , y la
30 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

pesada puerta de encina se abrió , inundando de luz El barco proseguia su camino , y pasada ya la Te-
deslumbradora la estancia . te-de-More , hallábase enfrente de la columna del
Al resplandor veia Edmundo brillar los sables y los Faro , donde dobló la maniobra incomprensible para
mosquetes de cuatro gendarmes. Dantés.
Habia dado ya un paso hacia la puerta ; pero se de- -Pero ¿ adónde me llevais ? preguntó á uno de los ·
tuvo al ver aquel aparato militar. gendarmes.
-¿Venís á buscarme? preguntó. -Ahora lo sabreis.
-Ší , respondió uno de los gendarmes. -Pero...
-¿De parte del sustituto del procurador del rey? -Nos está vedado el decíroslo.
-Así lo creo. Tenia Dantés mucho de soldado , y calló por pare-
-Estoy pronto á seguiros, dijo Dantés. cerle cosa absurda el preguntar á súbditos á quien es-
Convencido de que le buscaban de parte de Villefort, taba prohibido responder.
ningun recelo le acudia. Adelantose pues con rostro Entonces las más bizarras fantasías asaltaron á su
tranquilo y paso firme, colocándose él mismo en medio imaginacion . Como en tal barco era humanamente
de su escolta. imposible hacer una larga travesía, y como no se mira-
En la puerta de la calle esperaba un coche. Junto al ba ningun otro anclado por aquellos alrededores , se
cochero estaba sentado un polizonte. imaginó que le iban á desembarcar en algun punto
-¿Es para mí ese coche? preguntó Dantés . lejano de la costa , diciéndole que estaba libre . Todo
-Para vos , respondió un gendarme. contribuia á afirmarle con buenos agüeros esta ima-
Quiso Dantés hacer algunas observaciones ; pero la ginacion . Ni estaba atado , ni intentaron tan siquiera
portezuela se abrió , sintiéndose empujado á subir; y ponerle grillos. Luego , el sustituto , que tan bien le
como no tenia ni posibilidad ni intencion de resis- tratara, ¿no le habia dicho que con tal que nunca pro-
tirse, hallose al punto en el fondo del carruaje , sentado nunciase aquel nombre fatal de Noirtier nada le suce-
entre dos gendarmes. Ocuparon los otros dos el asiento deria ? ¿ Ante sus mismos ojos no habia quemado Vi-
de la delantera, y el pesado vehículo se puso en mar- llefort aquella carta peligrosa , única prueba en su
cha con un rechinar siniestro. contra?.
Dirigió sus ojos el preso á las ventanillas , pero todas Decidiose pues á esperar mudo y pensativo . Sus
tenian rejas : no habia hecho sino mudar de prision; ojos , acostumbrados á las tinieblas como los de todo
solamente que esta se movia , trasportándole á un sitio marino ; devoraban la oscuridad y el espacio.
de él ignorado. A través de los barrotes, tan espesos A la derecha quedaba ya atrás la isla de Ratoneau
que apenas cabia la mano entre uno y uno , reconoció con su faro , y bordeando la costa llegaban á la sazon
Dantés que pasaban por la calle de Caisserie , y que á la altura de los Catalanes. Aquí fuéron dobles y de-
bajaban al muelle por la calle de San Lorenzo y la de voradoras las miradas del preso ; porque estaba cerca
Taramis. de Mercedes , y á cada instante creia ver dibujarse en-
Luego á través de la reja del coche y de la del mo- tre las nieblas de la orilla la forma indecisa y vaga de
numento á que se acercaba , vió brillar las luces de la úna mugér . *
Consigna. ¿Cómo el corazon no decia á Mercedes que pasaba
Detuvose el carruaje , y se apeó el polizonte - acer- su amante á trescientos pasos de ella ?
cándose al cuerpo de guardia , de donde salió al punto Una luz solamente brillaba en los Catalanes. Estu-
una docena de soldados que se pusieron en fila, viendo diando la situacion de esta luz , llegó á comprender
Dantés relucir sus fusiles al resplandor de los rever- Edmundo que alumbraba á su novia : Mercedes era á
beros del muelle . no dudar la única que velaba en la colonia. Con un
-¿Se desplegará por mí ese aparato de fuerza? mur- solo grito que él diera podia oirle y reconocerle.
muró para sus adentros. Un falso amor propio le detuvo sin embargo. ¿ Qué
Abriendo el polizonte la portezuela , que estaba cer- dirian los gendarmes oyéndole gritar como un loco?
rada con llave , respondió a la pregunta de Dantés sin 3 Mudo y con los ojos clavados en la luz quedó, mien-
pronunciar una sola palabra , porque pudo ver enton- tras el barco proseguia su camino , sin pensar ni en
ces entre las dos filas de soldados un como camino el barco ni en el camino , sino solo en Mercedes.
preparado para él desde el carruaje al puerto. Un accidente topográfico hizo que la luz se perdiese
Los dos gendarmes que ocupaban el asiento de de- de vista . Volviose Dantés al punto , y conoció que la
lante, bajaron los primeros , haciéndole á su vez apear- embarcacion entraba en alta mar.
se, en lo que le imitaron luego los dos que al lado lle- A pesar de cuanto le repugnaba hacer nuevas pre-
vaba. Dirigiéronse hacia una lancha que un aduanero guntas al gendarme , acercose á él , y tomándole una
de la marina sujetaba á la orilla con una cadena , mien- mano :
tras los soldados contemplaban at preso con aire de Camarada , le dijo , suplícoos por vuestra con-
estúpida curiosidad. En un abrir y cerrar de ojos ha- ciencia y vuestra cualidad de soldado que tengais pie-
Ilose instalado en la popa , siempre entre los cuatro dad de mí y me respondais. Yo soy el capitan Edmundo
gendarmes, y el polizonte á la proa. Una violenta sacu- Dantés , francés bueno y leal , aunque acusado de no
dida separó al barco de la orilla , y cuatro remeros vi- sé qué traicion . ¿ Adónde me llevais ? Decídmelo , que
gorosos lo enderezaron hacia el Pillon, A un grito de os doy mi palabra de marino de resignarme á mi
los remeros bajó la cadena que cierra el puente , y se suerte.
encontró Edmundo en lo que se llama el freon, es de- Rascose el gendarme la oreja mirando á su camara-
cir, fuera del puerto . da , que hizo un ademan como si dijese : -A la altura
Ál salir al aire libre el primer impulso del preso fué en que nos hallamos creo que ya no hay peligro.—
de alborozo , porque el aire significa libertad . Abriose, Y volviéndose el primero á Edmundo :
por decirlo así , su pecho á respirar esa brisa ligera -¡Siendo marino y marsellés preguntais adónde
que lleva en sus alas los dulcísimos é incomprensibles vamos ! le dijo.
misterios de la noche y de la mar. Pronto , sin em- -Sí , que lo ignoro bajo palabra de honor.
bargo , exhaló un suspiro, porque pasaba delante de -¿Ni lo sospechais tan siquiera?
aquella Reserva donde tan feliz habia sido aquella mis- -Ni lo sospecho .
ma mañana , antes de su prision . A través de las lu- -Es imposible.
minosas rendijas de dos ventanas, los alegres rumores -Os lo juro por lo mas sagrado; Respondedme en
de un baile llegaban á sus oidos para mayor dolor. nombre del cielo .
Dantés , con las manos puestas en actitud de orar, -Pero la consigna...
levantó los ojos al cielo, -La consigna no os veda decirme lo que yo sabré
... Pudo comprender Edmundo que era llegado el término del viaje , y amarraban el esquife.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 31

dentro de diez minutos 6 de media hora , ó acaso an- seguia detrás calada la bayoneta en su mosquete.
tes. Con decirlo me ahorrais siglos de incertidumbre . Ya no hizo Dantés vanas resistencias. Su lentitud
Os lo pregunto como si fueseis mi amigo. Mirad : ni en el andar mas era ocasionada de inercia que de re-
puedo ni quiero moverme , ni huir. ¿ Adónde vamos? sistencia , y daba traspieses como un borracho. Veia
-Si no estais ciego , como hayais salido alguna vez escalonarse soldados por el camino ; conoció que subia
por mar de Marsella , podreis adivinarlo. una escalera que le obligaba á levantar los piés , y que
-No. entraba por una puerta , y que esta puerta se cerraba
-Mirad en torno. detrás de él ; pero todo maquinalmente , como á tra-
Púsose Dantés de pié , y mirando hácia donde pare- vés de una nube , y sin poder juzgarlo sobre seguro .
cia el barco dirigirse , apercibió en la oscuridad á cien | Ya ni siquiera veia el mar , esa fuente de dolores para
toesas la negra y descarnada roca en que campea co- los presos , que contemplan el espacio afligidos por no
mo una esfinge el sombrío castillo de ff. poderlo salvar.
Esta mole informe , esta prision terrorífica , que En un momento en que hicieron alto , procuró Ed-
provee á Marsella de consejas y tradiciones lúgubres mundo recogerse on si mismo y darse cuenta de su
hace trescientos años , como Dantés no pensaba en situacion . Miró en torno suyo , y se hallaha en un pa-
ella , le hizo el distinguirla aquel efecto que el cadalso tio cuadrado de altísimas paredes ; oíase á lo lejos el
hace al que va á morir. paso acompasado de los centinelas , y tal vez cuando
-¡Dios mio ! esclamó, ¡el castillo de If! ¿qué vamos pasaban al resplandor proyectado en los muros por
á hacer en él? dos ó tres luces que habia dentro del castillo , veia
El gendarme se sonrió. brillar el cañon de sus fusiles .
-¿No será encerrarme , prosiguió Dantés , porque Aquella detencion duró nueve ó diez minutos. Se-
el castillo de If es una prision de Estado donde entran guros de que ya no podria escapárseles , habian los
solamente los grandes criminales políticos ? ¿ hay allí gendarmes abandonado á Dantés. Parecia que espera-
• quizás jueces ó magistrados?... sen órdenes , órdenes que al fin llegaron.
-Por mi cuenta , dijo el gendarme , no hay sine -¿Dónde está el preso? preguntó una voz,
murallas de piedra , gobernador , carceleros y guarni- -Aquí , respondieron los gendarmes.
cion. Ea , ea, amiguito , no hagais del admirado , que -Que venga conmigo á su habitacion.
no parece sino que me agradeceis con burlas mi com- -Id , dijeron los gendarmes á Dantés.
placencia. Siguió el preso á su guia , que con efecto le condujo
Dantés le apretó la mano , hasta hacer crujir sus á una sala casi subterránea , cuyas paredes negras y
huesos. húmedas parecia que sudasen lágrimas. Una como
-¿Sospechais que me lleven á encerrar al castillo lamparilla , de fétida grasa en vez de aceite , ardia so-
de If? bre un banco iluminando esta mansion horrible. Con
-Es probable, camarada; pero no sé á qué viene su luz pudo reconocer Dantés á su conductor , carce-
el apretar tanto... lero subalterno , mal vestido y de mala facha.
Sin mas formalidades? ¿ sin mas averiguaciones? -Por esta noche esta es vuestra habitacion , le
-Las formalidades están cumplidas , y las averigua- dijo. Es ya tarde y el señor gobernador está acostado.
ciones hechas. Cuando mañana se levante , segun las órdenes que
-¿Con que á pesar de la promesa de Mr. de Vi- tenga , acaso os mudará de domicilio. Mientras tanto,
llefort ?... aquí teneis pan, agua en ese cántaro, y paja allí en un
-Ignoro si Mr. de Villefort os ha prometido algo , dijo rincon. Es cuanto puede un preso desear. Buenas no-
el gendarme; pero sé quevamos al castillo de If - Ho- ches.
la ! ¿ qué haceis ?-Camaradas , á mi. Y antes que pensara Dantés en abrir la boca á res-
Rápido como el rayo Dantés habia querido arrojar- ponderle , antes que reparase dónde ponia el pan el
se al mar ; pero los ojos infatigables y peritos del gen- carcelero , antes que comprendiese dónde estaba el
darme lo habian adivinado , y cuatro brazos vigorosos cántaro ni en qué rincon la paja, habia el carcelero co-
le sujetaron cuando ya sus piés se desprendian del gido la lamparilla, y cerran lo la puerta, robádole aque-
barco , donde al fin cayó rugiendo de rabia. Ila mezquina luz , que como la de un relámpago hizo
¡Bravo! esclamó el gendarme poniéndole sobre el distinguir al preso las grasientas paredes de su cala-
pecho una rodilla. Bravo ! ¡ asi eumplís vuestra pala- bozo .
bra de marino ! ¡ quién se fia de moscas muertas ! Aho- Encontrose pues solo , en silencio y oscuridad ,
ra , amiguito , si os moveis tan siquiera , os soplo una mudo y triste como aquellas paredes cuyo frio gla-
bala en el cráneo. Falté á la primera parte de mi con- cial helaba el sudor de su frente.
signa ; pero os juro que no faltaré á esta segunda. Cuando el primer albor de la aurora trajo á aquel
Y sintió con efecto Dantés apoyado en su sien el antro un si es no es de claridad , volvió el carcelero
cañon de la carabina. con órden de dejarle en el mismo calabozo. Dantés ni
Al pronto estuvo tentado de hacer el movimien- siquiera habia mudado de sitio , como si una mano de
to que se le prohibia para acabar de una vez con aque- hierro le hubiese clavado en él la víspera. Inmóbil y
lla serie de inesperadas desgracias ; pero por lo mismo con la cabeza baja , notábasele una alteracion sola-
que eran inesperadas , no pudo creerlas duraderas , y mente : casi cubiertos los ojos por una hinchazon hija
con esto , y con recordar las promesas de Villefort , y de la humedad.
con parecerle indigna , preciso es decirlo , aquella Así habia pasado toda la noche : de pié , sin dormir
muerte á manos de un gendarme en el fondo de una un minuto.
lancha , volvió á su sitio primero , sollozando de ira y Acercósele el carcelero , y aun dió en torno suyo al-
retorciéndose los brazos. gunas vueltas ; mas parecia que Dantés no le viese . Al
Casi al propio tiempo hizo temblar al barco un cho- fin le dió un golpecito en la espalda , que le hizo tem-
que violentísimo . Saltó uno de los remeros á la roca blar y sacudir la cabeza.
en que acababa de tocar la proa ; crujió una maroma ¿ Habeis dormido? le preguntó el carcelero .
énroscándose en una polea , y pudo comprender Ed- -No lo sé , respondió Dantés.
mundo que era llegado el término del viaje y amarra- El carcelero le miraba asombrado.
ban el esquife . -¿Teneis hambre? prosiguió.
Con efecto sus guardias, que le sujetaban á par por No lo sé , respondió de nuevo Dantés,
los brazos y por el cuello , obligáronle á levantarse y Quereis algo?
á saltar á tierra , impeliéndole hacia los escalones que Ver al gobernador.
conducian á la ciudadela , mientras el polizonte los El carcelero se encogió de hombros y se fué,
32 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Siguiole Dantés con la vista , estendiendo los brazos de los mas célebres de Marsella , hubiera por debajo
á la puerta entreabierta , que se cerró al punto. del agua escapado á la persecucion de los gendarmes , y
Entonces su pecho se desgarró , por decirlo así, en ganada la costa, huido á una isla desierta, en especta-
un interminable sollozo. Corrieron á torrentes las lá- tiva de algun navío genovés ó catalán que le llevase á
grimas que hinchaban sus pupilas ; púsose de hinojos Italia ó á España . Desde allí escribiria á Mercedes que
con la frente pegada al suelo , y á rezar por largo rato, viniera á reunirse con él. Ni por asomos le inquietaba
repasando en su imaginacion toda su vida pasada , y la miseria en ninguna parte del mundo á que fuese,
preguntándose qué crimen habia cometiao á sus pocos pues los buenos marinos en todas son raros , sin eon-
tar que hablaba el italiano.como un toscano , y el espa-
años para merecer castigo tan duro.

¡Hola ! ¡hola ! murmuró para su capote : ¡ nos devolvais ! ...

Así pasó el dia entero. ñol como un castellano viejo. Hubiera pues de este
Algunos bocados de pan y algunas gotas de agua modo vivido libre y feliz con Mercedes y con su pa-
fuéron su alimento único . Ora se sentaba absorto en dre , que tambien se les juntaria , mientras en la pre-
sus meditaciones , ora giraba en torno de su cuarto sente situacion , encerrado en el castillo de If, sin
como un animal en una casa de fieras . esperanzas , ni aun el consuelo tendria de saber de su
Sobre todas una idea le atormentaba. Durante la padre y de Mercedes. ¡Y todo por haber fiado de las
travesia , ignorando su destino , permaneció tranquilo palabras de Villefort ! Motivo era para perder el juicio;
é inmóbil, cuando pudo muchas veces arrojarse al y Dantés se revolcaba furioso en la paja que le servia
mar, donde gracias a que era grande nadador y buzo de lecho .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 33

A la misma hora de la mañana siguiente volvió el El acento de estas palabras dió á entender al carce-
Carcelero. lero que no seria el morir desagradable á Edmundo;
1
-¿Qué tal , estais ya mas razonable? le preguntó . y como por cada preso tenia diez cuartos diarios sobre
Dantés no le respondia. poco mas o menos , calculando el déficit que su falta le
Vamos , valor, prosiguió aquel. ¿Deseais algo que ocasionaria, repuso en tono mas dulce:
yopueda proporcionaros? Decidlo. -Escuchad : ese deseo es imposible ; desechadlo ,
-Deseo hablar al gobernador. porque no hay ejemplo de que haya venido una sola
-¡Quiá ! ya os dije que es imposible , repuso el car- vez el gobernador al calabozo de un preso; pero si os
celero impaciente. portais cuerdamente se os concederá pasear, con lo

Atravesó Villefort la antecámara mirando á Dantés de reojo.

-¿Por qué? que acaso algun dia veais al gobernador: entonces po-
-Porque el reglamento no lo permite á los presos. dreis hablarle.
-¿Qué les permite pues? -¿Pero cuánto tiempo , dijo Edmundo , tendré que
Que coman mejor , si lo pagan , que salgan al pa- esperar á que sepresente esa ocasion?
sco y tal vez que lean. -Cáspita ! respondió el carcelero; un mes, tres
Ni quiero leer, ni pasear, ni comer mejor. Solo meses, medio año ó quizás uno.
quiero ver al gobernador. -Eso es mucho , esclamó Dantés. Quiero verle in-
-Si me fastidiais con dar enese tema , prosiguió el continenti.
c rcelero, no os traeré de hoy mas comida alguna. -No seais terco; no-os empeñeis en ese imposible,
Pues
Dantés . me moriré de hambre ypax christi, dijo ó antes de quince dias estareis loco.
-¿Lo crees así? dijo Dantés.
SEGUNDA SERIE. - ENTREGA 103. 3
34 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Loco seguramente , que la locura por lo comun letras , perderia mi destino , que me vale mil libras
principia de ese modo. Aquí tenemos un ejemplar. Con anuales, sin los gajes y la bucólica . ¿No será imbecili-
el tema de ofrecer un millon al gobernador si le ponia dad que yo aventure mil libras por trescientas?
en libertad, ha perdido el seso un abate que antes que -Pues oye , y tenlo presente , dijo Edmundo. Si te
vinierais ocupaba este calabozo . niegas á avisar al gobernador de que deseo hablarle;
¿Y cuánto tiempo hace que salió de aquí? si te niegas á llevar mi carta á Mercedes , ó siquiera á
-Dos años. noticiarle que estoy preso aquí, te esperaré el dia me-
-¿En libertad? nos pensado detrás de la puerta , y cuando entres te
-¡Quiá! se le ha trasladado al subterráneo. romperé el alma con ese banco.

El principal cargo que existe contra vos, es esta carta ; y mirad...

-Escucha, dijo Dantés , yo no soy abate ni loco , 1I esclamó el carcelero retroce-


¡Amenazas á mí ! esclam
que por desdicha tengo aun completo mi juicio... voy diendo y poniéndose en guardia. Decididamente se os
a hacerte una proposicion . | trastorna el juicio. Como vos principió el abate: den-
Cuál? tro de tres dias estareis , como él , loco de atar. Por
-No te ofreceré un millon , porque no podria dár- fortuna hay subterráneos en el castillo de If.
telo, pero sí cien escudos, como quieras el primer dia Dantés cogió el banco, é hizo el molinete con él so-
que vayas á Marsella llegar hasta los Catalanes con bre la cabeza del carcelero.
una carta mia, para una joven que se llama Mercedes... ! -¡Está bien! ¡ está bien! dijo este: vos lo habeis que-
¿ Qué digo carta? cuatro letras. rido. Voy á prevenir al gobernador.
-Si se descubriese que habia llevado esas cuatro -En hora buena sea , respondió Dantés colocando
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 35

el banco en su sitio , y sentándose con la cabeza baja -¡Diablo! esclamó el marqués ; no perdamos tiempo.
y los ojos vagarosos como de demente. Y sentándose á la mesa se puso á escribir á su
Salió el carcelero, y un momento después volvió con banquero una carta encargándole que vendiera á cual-
cuatro soldados y un cabo. quier precio.
-De órden del gobernador , les dijó , llevad á este -Ahora que tengo esta carta , dijo Villefort guar-
hombre al piso de abajo. dándola con mucho cuidado en su cartera , necesito
-¿Al subterráneo? preguntó el cabo. otra.
-Al subterráneo : los locos deben de estar con los Para quién?
locos. -Para el rey .
Apoderáronse cuatro soldados de Dantés , que los -¿Para el rey?
seguia sin resistencia , sumido en una especie de ma- -Sí.
rasmo. -Pero yo no me aventuro á escribir directamente
Bajaron quince escalones, y se abrió la puerta de un á S. M.
subterráneo, en que entró murmurando: -Tampoco os la pido á vos , sino que os encargo
-Tiene razon : los locos con los locos. que se la pidais á Mr. de Salvieux. Es preciso que me
Cerrose la puerta , y camino Dantés hácia adelante dé una carta que me ayude á llegar hasta el rey , sin
hasta tropezar con la pared : entonces se acurrucó in- las formalidades y etiquetas que me harian perder un
móbil en un ángulo, mientras sus ojos, acostumbrados tiempo precioso.
á la oscuridad, principiaban á distinguir los objetos. -¿Pero no podria serviros el guarda-sellos de in-
El carcelero tenia razoň. Poco le faltaba para perder termediario ? él tiene entrada en las Tullerías.
la cabeza. -Sí, mas no quiero partir con otro el mérito de la
CAPITULO IX. nueva de que soy portador. ¿Comprendeis ? El guarda-
LA NOCHE DE boda. sellos se lo apropiaria todo , hasta mi parte en los be-
neficios. Basteos, marqués , con esto que digo. Mi for-
Como dejamos dicho, Villefort tomó el camino de la tuna está asegurada si llego antes que nadie á las
plaza del Gran-Cours, y de la casa de Mad. de Saint- Tullerías , porque voy á hacer al rey un servicio que
Meran, donde encontró á los convidados tomando café nunca podrá olvidar.`
en el salon después de los postres. --En ese caso , querido mío , id á arreglar el viaje,
Esperábale Renée con una impaciencia de que par- mientras hago yo que Salvieux escriba esa carta.
ticipaban todos , con que la acogida que tuvo fué`una -No perdais tiempo. Dentro de un cuarto de hora
esclamacion general. tengo que estar andando.
-¡Hola, señor corta cabezas , columna del Estado,- -Venid aquí en la silla de posta.
Bruto realista! esclamó uno ; ¿ qué hay de nuevo? -Me disculpareis no es verdad ? con la señora
-¿Nos amaga otro Terror? preguntó un segundo. marquesa y con Renée , á quien dejo en ocasion tan
-¿Ha salido de su çaverna el ogro de Córcega? aña- grata con sentimiento vivísimo.
dió un tercero. -En mi gabinete las encontrareis á lá hora de vues-
-Señora marquesa , dijo Villefort acercándose á su tra partida.
futura suegra , vengo á rogaros que me perdoneis. La Gracias mil veces. Pensad en mi carta.
necesidad me obliga á dejaros... ¿Tendré el honor, El marqués llamó y vino un lacayo.
señor marqués, de hablaros un instante en secreto? --Decid al conde de Salvieux que le espero aquí. Ya
¿Tan grave es el asunto?...murmuró la marquesa, podeis iros , continuó el marqués dirigiéndose á Vi-
observando la alteracion del rostro de Villefort. llefort.
-Tan grave que me obliga á despedirme de vos , -Bueno : ir y volver será un solo punto.
para una corta ausencia.-¡Mirad si será grave! añadió Y Villefort salió de la estancia apresuradamente;
volviéndose á Renée. pero ocurriósele al llegar á la calle que un sustituto
-¿Vais á partir? esclamó Renée sin poder ocultar del procurador del rey podria ocasionar la alarma de
la emocion que le causaba esta noticia inesperada. un pueblo con que se le viese andar muy de prisa.
-¡Ay señorita! es preciso , respondió Villefort. Volvió pues á su paso ordinario , que era en verdad
-¿Adónde vais? preguntó la marquesa. digno de un juez.
-Ese es el secreto de la justicia , señora ; sin em- Junto á la puerta de su casa pareciole distinguir en
bargo ,
mandar para si alguno de estos señores tiene algo que la oscuridad una cosa como un fantasma blanco que
París , sepa que un amigo mio que está le esperaba inmóbil.
á sus órdenes , partirá esta noche misma. Era la linda catalana , qué no teniendo noticias de I
Todos se miraron unos á otros. Edmundo , venia á saber por sí misma la ocasion del
-¿No me habeis pedido una entrevista ? dijo el arresto de su amante.
marqués, Al acercarse Villefort saliole al paso , destacándo-
-Sí, pasemos, si os place, á vuestro gabinete . se de la pared en que se apoyaba. Como Dantés le ha-
Trabó el marqués del brazo á Villefort, y salieron bia hablado ya de su novia , nada tuvo que hacer Mer-
juntos . cedes para que la reconociera. Villefort , sorprendido
Vamos, hablad , ¿qué pasa ? esclamó el marqués de la belleza y dignidad de esta muger , cuando le pre-
cuando llegaron al gabinete . guntó el paradero de su amante , no parecia sino que
-Cosas que creo de alta importancia, y que exigen el fuese el acusado y el juez ella.
que marche á París inmediatamente . Ante todo , mar- -Ese hombre , la dijo bruscamente , es gran crimi-
qués, --y perdonadme lo indiscreto de la pregunta,- nal, y en nada puedo favorecerle , jóven.
¿teneis créditos contra el Estado? Mercedes lanzó un gemido, y detuvo á Villefort,
-Tengo en papel toda mi fortuna. Unos seiscientos que intentaba proseguir su marcha.
ó setecientos mil francos. -Pero decidme al menos dónde está ; pueda yo tan
-Pues vendedlo , vendedlo en seguida , siquiera saber si es muerto ó vivo.
ruinais. os ar
-Ni lo sé , ni eso me atañe á mí, respondió Vi-
-¿Cómo quereis que desde aquí lo venda ? llefort.
-Teneis un corresponsal banquero, ¿no es verdad? Y molestado por aquellos ojos penetrantes y aquel
-Sí . ademan de súplica , rechazó Villefort á Mercedes , y
-Dadme una carta para él , encargándole que ven- entró en su casa cerrando la puerta, como para dejar
esos .créditos sin perder un minuto. Quizás llega- aquel dolor de la parte de afuera.
da tarde
ré "Pero el dolor no se deia rechazar así. Semejante á la
36 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

flecha mortal de que habla Virgilio , el hombre herido pronunciado muchas sentencias de muerte, sin otra
de él le lleva siempre consigo. emocion que la de la lucha moral del juez con los reos;
Aunque habia cerrado la puerta, al llegar Villefort á y aquellos reos ajusticiados gracias á su terrible elo-
su gabinete sintió que sus piernas flaqueaban , y lan- cuencia que convenció al jurado y á los jueces , no
zando mas que un suspiro un sollozo, dejose caer en puso en su frente una sola arruga , porque aquellos
un sillon. hombres eran criminales , á lo menos en la opinion
Entonces brotó en el fondo de aquel pecho enfermo del sustituto . Pero de esta vez no sucedia así : acababa
el primer gérmen de un cáncer mortal . Aquel hombre de aplicar la reclusion perpetua á un inocente, á un
sacrificado á su ambicion , aquel inocente que pagaba inocente que iba á ser feliz , arrebatándole la dicha

Dirigiéronse hácia una lancha que un aduanero de la marina sujetaba á la orilla con una cadena.

culpas de su propio padre , apareciósele pálido y ame- | sobre la libertad. Ahora ya no era juez , que era ver-
nazador , acompañado de su novia , pálida como él , y dugo.
seguido del remordimiento , no del remordimiento que Y pensando en esto comenzaba á sentir ese golpeo
vuelve loco al que lo sufre como en los antiguos sis- sordo que hemos descrito , desconocido de él hasta
temas fatalistas , sino de ese sordo y doloroso golpeo so- entonces ; oíalo en el fondo de su corazon , llenando
bre el corazon, que en ciertos instantes nos hiere con su mente de quimeras . Así un dolor instintivo y
el recuerdo de un crímen casi olvidado , herida cuyos violento notifica á los que sufren que no deben sin
dolores ahondan la llaga que nos conduce á la muerte. temblar poner el dedo en sus llagas antes que se cica-
Todavía vaciló un instante el alma de Villefort. Habia tricen.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
37
Pero la de Villefort era de esas que no se cicatrizan
nunca , ó que se cierran aparentemente para volver á lando palabras sin sentido , hasta que los pasos del
abrirse mas enconadas y dolorosas .
ayuda de cámara que venia á ponerle la capa , le sacaron
Si en esta situacion la dulce voz de Renée le hu- de su éstasis , y lanzándose al carruaje , ordenó lacóni-
biera recomendado clemencia ; si entrara la linda Mer- camente que parara en la calle del Grand- Cours , en
cedes á decirle ; -«En nombre de Dios que nos ve y
casa de M. de Saint- Meran.
nos juzga devolvedme á mi amante ,»- oh ! sí , aque-
¡ Pobre Dantés !
lla voluntad doblegada al cálculo hubiese cedido , y sin Como le ofreció Mr. de Saint- Meran , Renée yla mar-
duda con sus manos frias , á riesgo de perderlo todo, quesa estaban en su gabinete. A la vista de la jóven
el sustituto tembló ; porque pensaba que le pediria de

Siendo marino y marsellés , preguntais adonde vamos ! -le dijo.


hubiera firmad inmediatam
o ente la órden de poner á nuevo la libertad del preso ; pero ¡ ay! que es forzoso de-

annaunntcéisaern libertad ;cpaebro nineguna voz lee habló al oido , cirlo para afrenta de nuestro egoismo , la linda jóven
anan abrliequ lo al st y ng
ó laepuesrta silnoos paraabealn craiado aqnucehavdionso áà solo pensab en una cosa : en la marcha de Villefor .
la silla de posta. a t
Levanto
se el sustituto , 6 dicho mej , sal de la ciar cuánd volveri . En vez de compade á Ed
silla como aquel que triunf de una luocrha sectróe , y mun Le a,mRaebnoaé, y mVaillldeifaor deilbaho
á mpbarrtirqu ene eclomnicsseumrocrpíunt-o
corriend a ta d e d en jo t e anmuenn-
o á su bufete vació en su bolsillo todo el oro epuoaerdaebbidae
leansq s e a m l
a a z a . p a r a s i e m p , y s i n
a n u nterse re
que encerraban sus cajones. Después dió por la pieza
dosó tres vueltas con las manos en la frente , articu-
¿Qué era entre tanto de Mercedes?
La pobre habia encontrado á Fernando en la esquina
38 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

de la calle de la Logia , á Fernando que habia seguido | tinente aristocrático y pulcro . Al paso que le oia S. M.
sus huellas , y volviendo á los Catalanes se arrojó en iba haciendo anotaciones á la márgen en un volúmen
su lecho moribunda y desesperada . De rodillas y acari- de Horacio , de la edicion de Griphius , que aunque
ciando una de sus manos heladas , que Mercedes no incorrecta es la mas estimada, y á las sagaces obser-
pensaba en retirarle , Fernande la cubria de ardientes vaciones filosóficas del rey se prestaba mucho .
besos , ni siquiera sentidos de ella. -¿Deciais pues , caballero?... murmuró el rey.
Así pasó la noche . Cuando no tuvo aceite se apagó -Que estoy , señor , lleno de ansiedad y cuidados.
la lámpara; pero Mercedes no advirtió la oscuridad, -¿De veras? ¿ Os han aparecido acaso en sueños
como no habia advertido la luz . Hasta la aurora vino siete vacas gordas y siete flacas ?
sin que ella la advirtiese. -No señor , pues eso anunciaria solamente siete
Habia puesto el dolor en sus ojos una venda que so- años de abundancia y otros siete de hambre , que con
amente á Edmundo la dejaba ver. un rey tan previsor como V. M. no se deben de temer.
-¡Ah! ¿estais aquí ? esclamó al fin volviéndose á -¿Pues qué otros cuidados os acuitan , mi querido
Fernando. Blacas?
-Desde ayer no os he abandonado un punto , res- -Creo , señor , y lo creò fundadamente , que por el
pondió con un suspiro este. Mediodía nos amagan tempestades.
Mr. Morrel por su parte no se habia desanimado : -¡Quiá! mi querido conde , respondió Luis XVIII ;
supo que Dantés á consecuencia de su interrogatorio estais mal informado , que sé positivamente que hace
fué preso , y corrió en el acto á interesarse con todos muy buen tiempo por allá.
sus amigos , y con todas aquellas personas de Marsella Aunque hombre de talento , Luis XVIII gustaba de
que gozaban de algun influjo; pero ya corria el rumor decir chanzonetas fútiles .
de que Dantés habia sido preso por agente bonapar- -Señor, dijo Mr. Blacas , aunque no fuese sino por
tista , y como en esta época hasta los visionarios te- tranquilizar á un fiel servidor , ¿no podria enviar V. M.
nian por insensatez cualquiera tentativa de Napoleon al Languedoc , á la Provenza y al Delfinado , hombres
para recobrar su trono , el buen Mr. Morrel , acogido fieles que informaran sobre la situacion política de
con frialdad de todos , volvió desesperado á su casa, aquellas tres provincias ?
aunque confesando que el lance era crítico , y que nadie -Canimus surdis , respondió el rey , prosiguiendo
podria disminuir su gravedad. en sus notas á Horacio.
Caderousse tambien se habia inquietado mucho por -Señor, repuso el cortesano , sonriéndose para dar
su parte. En vez de revolver el mundo como Mr. Mor- á entender que comprendia el hemistiquío del poeta
rel , en vez de hacer algo por Edmundo , encerrose de Venusa ; señor , V. M. puede con razon fiar del es-
con dos botellas en su cuarto , é intentó ahogar su in- píritu público reinante en Francia ; pero yo creo te-
quietud en una borrachera. nerla asimismo para temer alguna tentativa deses-
Pero en la situacion moral que alcanzaba eran poco perada.
dos botellas para hacerle perder el juicio. Lo perdió -¿De quién?
sin embargo lo bastante á impedirle que fuese á bus- De Bonaparte , ó á lo menos de sus partidarios.
car mas víno , y demasiado poco para borrar sus re- -Mi querido Blacas , dijo el rey , vuestros temores
cuerdos ; con que puesta la cabeza entre las manos me impiden trabajar.
sobre la mesa coja , y al lado sus dos botellas , se quedó -Y vos , señor , con vivir tan sobre seguro me
como si dijéramos entre dos luces , viendo danzar á la quitais el sueño .
de su candil aquellos espectros de que ha henchido -Esperad , esperad. Me ocurre una escelente nota
Hofmann sus libros empapados en rom. á aquello del Pastor cun traheret. Ya continuareis
Danglars solo no gozaba ni pena ni gloria . Casi ale- luego.
gre se le veia tal vez por haberse vengado de un ene- Hubo un instante de silencio , durante el cual
migo , asegurando su empleo en El Faraon, que temia Luis XVIII escribió con una letra todo lo microscópica
perder. Danglars era uno de esos hombres calculistas que pudo, una nota nueva á la márgen de su Horacio,
que nacen con una pluma detrás de la oreja y un tin- y dijo después , levantándose con la satisfaccion del
tero por corazon. Todas las cosas del mundo eran para que se imagina haber concebido una idea , cuando no
él sumas ó restas , y un número de mas importancia ha hecho sino comentar las de otro :
que un hombre , cuando el número podia aumentar -Continuad , querido conde , continuad.
la suma que el hombre podia disminuir. --- Señor , dijo Blacas , que por un momento abrigó
Danglars se habia acostado á la hora de costumbre la esperanza de esplotar á Villefort en su pró ; obligado
y dormia tranquilamente. me veo á deciros que no son simples rumores lo que
Después de recibir Villefort la carta de Mr. de Sal- sin fundamento ine inquieta. Un hombre merecedor
vieux , y besado á Renée en las dos mejillas y en la de mi confianza , un hombre de saber, á quien he dado
mano á Mad. de Saint-Meran , con un apreton al mar- el encargo de vigilar el Mediodía ( el conde vaciló al
qués, corria la posta camino de Aix. pronunciar estas palabras), llega en posta en este mis-
El padre de Dantés se moria de dolor y de inquietud. mo instante á decirme: «El rey está amenazado de un
A Edmundo ya sabemos todo lo que le pasaba. gran peligro. Por eso vine á decíroslo , señor.
-Mala ducis avi domum , continué anotando
CAPITULO X. Luis XVIII.
-¿Me ordena V. M. que no insista en esto otra vez?
LA CÁMARA CHICA DE LAS TULLERÍAS. -No , mi querido conde , pero alargad la mano.
-¿Cual?
Dejemos á Villefort camino de París , por donde no -La que mas os plazca ... ahí á la izquierda...
corre, que vuela, gracias á que va derramando dinero , -¿Aquí , señor?
y,atravesando los dos ó tres salones que le preceden, -Digoos que á la izquierda y buscais á la dere-
penetremos en aquel gabinetito ovalado de las Tulle- cha... quise decir á mi izquierda. Ahí encontrareis un
rías , tan célebre por haber sido la estancia favorita de informé del ministro de la policía con fecha de ayer.
Napoleon , de Luis XVIII y de Luis Felipe. Pero ¡ calla ! aquí parece en persona Mr. Dandré...
Sentado á una mesa que habia traido de Hartwel, ¿ No habeis dicho Mr. Dandré? esclamó Luis XVIII di-
y que por una de esas manías comunes á los altos rigiéndose al ugier , que con efecto acababa de anun-
personajes , tenia en particular estimacion , el rey ciar al ministro de policía .
Luis XVIII escuchaba distraido á un hombre de cin- -Si señor , el señor baron Dandré , repuso el
cuenta á cincuenta y dos años , cabellos canos y con- ugier.
...Acariciando una de sus manos heladas , que Mercedes no pensaba en retirarle , Fernando la cubria

de ardientes besos.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 39

-Justamente , repuso Luis XVIII con imperceptible -Bonaparte, continuó el baron , se fastidia mucho,
sonrisa. Entrad, baron , entrad, y decid al duque lo y pasa los dias de sol á sol viendo trabajar á sus mine-
que sepais mas reciente de Mr. de Bonaparte. No disi- ros de Porto-Longonne.
muleis la gravedad de la situacion , si la tiene , sea la -Y se rasca para distraerse , añadió el rey.
que sea... Veamos : ¿es con efecto la isla de Elba un Se rasca? preguntó el conde ; ¿ qué quiere de-
volcan pronto á vomitar sobre nosotros las llamas de cir V. M.?
la guerra : bella , horrida bella? -¿Olvidais, mi querido conde, que ese coloso, ese
Meciose con gracia Mr. Dandré apoyando las ma- héroe , ese semi-dios, padece una enfermedad cutánea
nos en el respaldo de un sillon, y dijo: que le consume?

El castillo de If.

-¿Se ha dignado V. M. pasar los ojos por mi infor- -Y hay mas , señor conde , continuó el ministro de
me de ayer? policía: estamos casi seguros de que á la vuelta de
-Sí , sí , pero decídselo al conde , decidle lo que re- poco tiempo estará loco.
za ese informe , que no puede encontrar. Esplicadle -¿Loco?
qué hace el usurpador en su isla. -Loco de atar : su cabeza se debilita . Tan pronto
-Señor , dijo el baron al conde , todos los vasallos llora á mares como ric á carcajadas. Otras veces pasa
de S. M. deben de regocijarse con las noticias que te- las horas muertas arrojando al agua piedrecitas , y al
nemos de la isla de Elba. Bonaparte ... verlas botar en la superficie , se queda tan satisfeche
Mr. Dandré miró á Luis XVIII, que ocupado en es- como si hubiera ganado otro Marengo ú otro Auster-
cribir una nota no levantó la cabeza. litz. Estos confesareis que son síntomas de locura.
40
BIBLIOTECA UNIVERSAL .

V-O de sobrado juicio , señor baron , dijo Luis XVIII


iendo ; arrojando piedrecitas á la mar se solazaban los -A los buenos principios. -Baron , esplicádselo.
grandes capitanes del tiempo antiguo . Leed sino en -Escuchad pues..... dijo el ministro con mucha
Plutarco la vida de Seipion el Africano . gravedad . Há pocos dias ha pasado Napoleon una re-
A la vista de estos dos hombres tan tranquilos, vista , en que dos ó tres de sus viejos gruñones, como
él los llama, demostraron anhelo por volver á Francia ,
Mr de Blacas quedó dudoso ; porque Villefort no ha-
bia querido decirle todo lo que sabia , sino lo que bas- en lo que consintió exhortándoles á servir á su buen
tara á alarmar le , por no perder de todo en todo el va- rey. Estas fuéron sus propias palabras , señor conde ,
lor de su secreto . lo sé por buen conducto .
-Y ahora, Blacas , ¿qué direis? esclamó el triunfan-

-Escucha , dijo Dantés , yo no soy abate ni loco...

-mos vamos , Dandré, dijo Luis XVIII , Blacas | te monarca dejando de compulsar el volúmen abierto
no está convencido todavía . Contadle la conversion á sus ojos .
del usurpador.
El ministro de policía se inclinó . -Digo , señor , que ó el ministro de policía ó yo es-
-¿Conversion del usurpador ? murmuró el conde tamos engañados ; pero como es imposible que el en-
mirando al rey y á Dandré. ¿El usurpador se ha con- gañado sea él, que tiene el cargo de velar por V, M. es
vertido? mas probable que yo lo sea. Sin embargo , señor , yo
-Completamente , querido conde . en lugar vuestro interrogaria por mí mismo á la per-
-Pero ¿ á qué? sona que aludo ; y por mi parte insistiré en que siga
V. M. este consejo .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 41

-En hora buena , conde. Presentádmele y lo reci- -Yo , señor , voy á buscar á mi mensajero, dijo
biré ; pero con las armas en la mano. Señor ministro, Mr. Blacas.
¿teneis algun parte de fecha mas moderna que este, -Esperad , esperad un momento , respondió
que es del 20 de febrero y estamos á 3 de marzo? Luis XVIII. A decir verdad, conde , debo de cambia-
-No señor ; pero lo estaba esperando de un mo-
ros las armas del escudo : pondreis desde ahora un
mento á otro , cuando salí esta mañana, y quizás haya águila volando con una presa entre sus garras que
legado durante mi ausencia.
pugna en vano por escapársele , y esta divisa :
-Id pues à la prefectura , y si no ha llegado... Tenax.
ejem... ejem... continuó riendo Luis XVIII ; inventad -Ya escucho , señor , dijo Mr. Blacas impaciente.
uno. ¿Sería la primera vez? ejem , ejem... -Quería consultaros sobre este pasaje. -Molli fu-

La Marquesa de Saint Meran.

gies anhelitu... ya sabeis... se trata del ciervo que


¡Oh señor ! dijo el ministro, á Dios gracias tocan-
te á eso nada hay que inventar ; porque todos los dias
huye del lobo. ¿ No sois cazador , y de lobos? Bajo
nos llueven denuncias y muy detalladas de infelices
esos mismos dos puntos de vista, ¿qué os parece el
que creen hacer un servicio y esperan que se le pa-
molli anhelitu?.
gue. La mayor parte ve visiones ; pero espera que la -¡Admirable, señor ! pero mi hombre es como el
casualidad las realice hoy ó mañana. ciervo de que hablais. En tres dias escasos ha anda-
XVIII.bien , id , y cuenta que os es pero , dijo
Luis Está do doscientas veinte leguas en posta.
-Buena tontería , cuando el telégrafo sin cansarse
-No haré sino ir y volver. Antes de dez minutos maldita de Dios la cosa gasta tres ó cuatro horas sola-
estoy de vuelta. mente.
42 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-¡Ah señor! que mal pagaís á ese pobre jóven, que de miras elevadas y sobre todo ambicioso. ¡ Par diez! si
viene tan apresurado á dar å V. M. un aviso útil. Aun- vos conoceis de nombre á su padre!
no sea sino por Mr. Salvieux que me le recomien- -¿Asu padre?
que -Sí , Noirtier.
da , os suplico que le recibais bien.
-¿Mr. de Salvieux , el chambelan de mi hermano? Noirtier el girondino ? ¿Noirtier el senador?
-El mismo . -Justamente.
-En Marsella está con efecto . ¡Y V. M. emplea al hijo de semejante hombre!
-Desde allí me escribe. -Blacas , amigo mio , vos no sabeis vivir. ¿ No os
Y él tambien os habla de esa conspiracion? dije que Villefort es ambicioso? Por medrar sacrificará
—Ño ; pero me recomienda á Mr. de Villefort, en- hasta su padre,

www

-Mi fortuna está asegurada, si llego antes que nadie á las Tullerías.

cargándome que le traiga á la presencia de V. M. -Con que le traigo?


-¡Mr. de Villefort ! esclamó el rey : ¿ ese mensaje- -Al punto , al punto . ¿ Dónde está?
ro se llama Mr. de Villefort? -Debe de esperarme abajo en su carruaje .
-Sí señor. -ld á traermele .
-¿Y es él quien viene de Marsella? Ya voy.
-En per sona. El conde salió de la cámara con la rapidez de un
-Dijéraisme su nombre desde el principio , escla- jóven , porque su sincero realismo le prestaba el ardor
mó el rey tomando de repente cierto aire de inquietud. propio de los veinte años.
-Yo , señor , lo creia desconocido á V. M. Quedose Luis XVIII á solas , volviendo á hojear el
-No tal , no tal , Blacas ; es un hombre de talento, libro entreabierto y murmurando ;
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 43

Justum et tenacem propositi virum. lo he abandonado todo en el mismo punto para venir
Con la misma celeridad volvió Mr. Blacas ; pero á demostrar á V. M. mis temores y mi adhesion.
en la antecámara se vió obligado á invocar la autori- -Es verdad , dijo Luis XVIII. ¿No existia un pro-
dad del rey , porque el traje empolvado y no conforme yecto de matrimonio entre vos y la señorita de Saint-
á la etiqueta de Mr. de Villefort , alarmó á Mr. de Bre- Meran.?
zé, que no comprendia cómo aquel hombre pudiera -Hija de uno de los mas fieles servidores de V. M.
osar á presentarse al rey de aquella manera. Sí , sí ; pero volvamos á ese complot , señor de
Pero el conde allano todos los obstáculos con esta Villefort.
sola frase: De órden de S. M.; y á pesar de cuantas -Mucho metemo que sea mas que un complot , una
reflexiones hizo el maestro de ceremonias pasó Ville- conspiracion.
fort á la cámara régia. -Una conspiracion en estos tiempos , dijo Luis XVIII
El rey estaba sentado donde le dejara Blacas , con sonriendo , es cosa muy fácil de proyecctar , pero difí-
que al abrir la puerta Villefort hallósele frente á fren- cil de llevar á cabo , porque restablecidos ayer como
te, y fué quedarse parado su primer movimiento . quien dice en el trono de nuestros abuelos, estamos
-Entrad , Mr. de Villefort , le dijo el rey , entrad . amaestrados por lo presente , por lo pasado y para lo
Saludó el sustituto adelantándose algunos pasos , y porvenir. De diez meses á esta parte redoblan mis mi-
esperando que le interrogara. nistros su vigilancia en el litoral del Mediterráneo .
-Mr. de Villefort , continuó Luis XVIII , asegura Desembarcara Napoleon en Nápoles , y antes que lle-
Mr. de Blacas que teneis que decirnos cosas impor- gase á Piombino , se levantarían en masa los pueblos
tantes. coaligados ; si desembarca en Toscana , aquel pais es
-Señor , el conde tiene razon , y espero que V. M. su enemigo ; si en Francia , ¿quién le seguiria ? un pu-
se la dará tambien por su parte. ñado de hombres , y fácilmente le hariamos entrar en
-Ante todas cosas , caballero , ¿es en vuestra opi- vereda , sobre que todo el mundo le aborrece. Tran-
nion el mal tan grave como quieren que yo lo crea? quilizaos pues , caballero ; mas no por eso esteis
-Señor, yo lo creo gravísimo, pero no irreparable, menos seguro de nuestra real gratitud.
gracias á mis precauciones . Asi lo espero. -Aquí está Mr. Dandré , esclamó en esto el conde
-Hablad, hablad todo lo que querais , caballero, de Blacas.
dijo el rey, que empezaba á contagiarse en el sobresal- Con efecto en este mismo instante asomaba en la
to de Mr. de Blacas y en el que descubría tambien la puerta el ministro de policía, pálido y tembloroso : sus
1
voz de Villefort; hablad , y sobre todo principiad por miradas vacilaban como si estuviese á punto de desma-
el principio, que gusto del órden en todas las cosas. yarse.
-Señor, dijo Villefort , haré á V. M. una relacion Villefort dió un paso para salir ; pero un apreton de
muy fiel; pero suplicándole de pasada que disculpe la manos de Mr. Blacas le detuvo .
oscuridad que acaso ponga en mis palabras mi presen-
te turbacion. CAPITULO XI.
Una mirada al rey después de este exordio insi-
nuante , aseguró á Villefort de que era escuchado con EL OGRO DE CÓRCEGA.
benevolencia.
-Señor , continuó , he venido á París con toda la Al contemplar aquel rostro demudado , el rey Luis
celeridad posible, á anunciaros que en el ejercicio de XVIII rechazó violentamente la mesa á que estaba
mis funcioneshedescubierto, no una de esas conspira- sentado.
ciones vulgares é insignificantes como las que se urden -¿Qué teneis , señor baron? esclamó : ¡ estais tur-
todos los dias, asi por el ejército como por el paisanaje, bado y vacilante! ¿Tiene alguna relacion eso con lo que
sino una verdadera conspiracion que amenaza nada decia Mr. de Blacas, y ahora Villefort me repite?
menos que al trono de V. M. Señor , el usurpador se Por su parte Mr. de Blacas se acercó tambien al ba-
ocupa en armar tres navios : medita un proyecto , in- ron ; pero el miedo del cortesano impedia el triunfo del
sensato quizás , pero terrible , aunque insensato. A orgullo del hombre. Con efecto, en aquella sazon era
estas horas debe de haber salido de la isla de Elba , ig- mas ventajoso para él verse humillado por el mi-
noro en qué direccion , pero de seguro intentará un nistro de policía , que humillarle en cosa de tanto in-
desembarco en Nápoles , en las costas de Toscana , ó terés.
en nuestro mismo suelo quizás. V. M. no ignora que -Señor... balbuccó el baron .
el soberano de la isla de Elba mantiene relaciones to- -Acabad , dijo Luis XVIII.
davia con Italia y con Francia. Cediendo entonces el ministro de policía á un arran-
-Si lo sé , caballero , dijo el rey muy conmovido , que de desesperacion , corrió á postrarse á los piés
y hace poco nos avisaron de que en la calle de San- del rey, que dió un paso hacia atrás frunciendo las
tiago se verificaban reuniones bonapartistas. Pero cejas .]
continuad , os lo ruego. ¿Cómo adquiristeis esas -¿No hablareis ? dijo .
noticias? -¡Oh señor ! ¡ qué desgracia tan espantosa ! ¿no
-Son , señor , el resultado de un interrogatorio que soy digno de lástima ? nunca me consolaré.
hice á un hombre de Marsella á quien de mucho tiem- Caballero, dijo Luis XVIII, hablad, yo os lo mando.
po atrás vigilaba . El mismo dia de mi marcha le hice -Pues bien , señor , el usurpador ha salido de la
prender. Aquel hombre , marino revoltoso , y bona isla de Elba el 26 de febrero, y ha desembarcado el
partista acérrimo , ha ido á la isla de Elba secreta- 1.º de marzo .
mente , donde el gran mariscal le encargó una mision -¿Dónde ? ¿en Italia? preguntó el rey vivamente .
verbal para cierto bonapartista de París, cuyo nombre No señor , en Francia , en un puertecillo cercano
no he podido arrancarle: esta mision se reducia á á Autibes , en el golfo Juan.
encargar al bonapartista que preparase los ánimos á -¡Cómo ! el usurpador ha desembarcado en Fran-
una restauracion (tened presente , señor , que copio cia , cerca de Autibes , en el golfo Juan , á doscientas
el interrogatorio),
est á cercana. restauracion que indudablemente cincuenta leguas de París el dia 1. ° de marzo , y
hasta hoy 3 no sabeis esta noticia ... ¡ eso es imposible,
Y qué es de ese hombre? preguntó Luis XVIII. caballero! U os han informado mal ó estais loco.
-Esta preso , señor. -¡Ay señor! no es sino muy cierto.
Con qué os parece el asunto tan grave? Hizo Luis XVIII un inesplicable gesto de cólera y de
Tan grave , señor , que la primera noticia me sor- espanto , levantándose de repente como si este golpe
prendió en una fiesta de familia , el dia de mi boda , y imprevisto le hiriese á par en el corazon y en el rostro.
44 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡En Francia! esclamó ; ¡ el usurpador en Francia! El silencio del ministro equivalia á una confesion
pero ¿ no se vigilaba á ese hombre? ¿ quién sabe si es- palmaria .
tarian de acuerdo con él? -¿Y creeis , caballero , que podamos sublevar el
¡Oh señor! esclamó el conde de Blacas , no se de- Delfinado como la Provenza? preguntó el rey á Villefort.
be acusar de traición á personas como Mr. Dandré . -Duéleme, señor, decir á V. M. una verdad cruel;
Todos estábamos ciegos , alcanzando tambien nuestra pero las opiniones del Delfinado son muy diferentes dé
ceguera al ministro de policía . Este es todo su crímen . las de la Provenza y el Languedoc. Los montañeses ,
-Pero... dijo Villefort , y repuso al momento repor- señor , son bonapartistas.
tándose:-Perdon, señor, perdon, mi celo me hace au- -Vamos , murmuró Luis XVIII: bien sabe lo que
daz. Dígnese V. M. de escusarme. se hace. ¿Y cuantos hombres tiene?

Al acercarse Villefort saliole al paso.

-Hablad, caballero , hablad libremente , contestó -No lo sé, dijo el ministro de policia.
Luis XVIII . Vos solo nos habeis avisado el mal : ayu- ¡ No lo sabeis ! ¿no os habeis informado de esta
dadnos á buscarle remedio. circunstancia ? en verdad que no es importante, aña-
-Todo el mundo , señor , aborrece á Bonaparte en dió el rey con una sonrisa irónica.
el mediodía, paréceme que si osa á penetrar en su ter- -No pude informarme , señor . El despacho anun-
ritorio , fácilmente se logrará que la Provenza y el Lan- ciaba solamente el desembarco y el camino que trae
güedoc se subleven contra él." el usurpador.
-Sin duda , dijo el ministro ; pero viene por Gap y -¿Por qué conducto habeis recibido ese despacho?
Sisteron. El ministro bajó la cabeza , y el bochorno se pinta-
-¡Viene ! esclamó Luis XVIII. ¿ Viene á París ? ba en su semblante .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 45

-Por el telégrafo , señor. mí mas cuidadosas que por ellas mismas, porque mi
Luis XVIII dió un paso hacia atrás cruzándose de fortuna es su fortuna , porque no eran nada antes
brazos, como Napoleon hubiera hecho , y dijo pálido de que yo subiese al trono, porque nada serán si yo caigo ,
cólera:
y caer , y por torpeza , y por incapacidad . ¡Ah ! ¡cuán-
-¡Con que una coalicion de siete ejércitos ha der- ta razon teneis, señor mio, la fatalidad !...
rocado á ese hombre, con que un milagro de Dios me. El ministro se inclinaba al peso de tan terrible aná-
ha restituido el trono de mis padres tras veintitres años tema ; Blacas se limpiaba la frente cubierta de sudor,
de destierro, con que he estudiado, sondeado y analiza y Villefort sonreia para su capote viendo crecer su
do en ese destierro los hombres y las cosas de esta importancia.

Mr. Noirtier.

Francia, mi tierra de promision, para que al llegar -Caer !.. prosiguió Luis XVIII , que al primer gol-
al goce de mis anhelos, el mismo poder de que dispon- pe de vista sondeó el abismo que amenazaba tragar
go huya de mis manos aniquilándome! su trono; ¡ caer! ¡ y saber por el telégrafo la noticia!
-Señor, la fatalidad.... murmuró el ministro, aplas- ¡Oh ! mejor quisiera subir al cadalso de mi hermano
tado por aquellas fulminantes palabras. Luis XVI, que bajar así las escaleras de las Tullerías,
-¿Con que es verdad lo que murmuraban nuestros arrojado por el ridículo... ¿Sabeis, caballero, lo que el
enemigos? ¿nada hemos aprendido? ¿nada hemos olvi- ridiculo puede en Francia? No lo sabeis , aunque de-
dado? Si me vendiesen como á él le vendieron , vaya biais de saberlo .
en gracia, me consolaria ; pero estar rodeado de per- -Señor , ¡ por piedad ! murmuró el ministro ,
sonas engrandecidas por mí, que deben de velar por -Acercaos, Mr. de Villefort, continuó el rey diri-
46 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

giéndose al jóven, que de pié y un tanto retirado ob- Los ojos del ministro de policía con una profunda
servaba la marcha de esta conversacion, en que el des- espresion de despecho se tornaron á Villefort , que
tino de un reino se trataba; acercaos y decid á este ca- inclinó la cabeza con la modestía del triunfo.
ballero que pudo saber antes lo que no supo -No lo digo por vos , Blacas , continuó Luis XVIII ,
-Señor , era materialmente imposible adivinar pro- pues si bien nada habeis descubierto , tuvisteis al me-
yectos que el usurpador recataba de todo el mundo. nos la cordura de sospechar , y sospechar con perseve-
¡Materialmente imposible! ¡ gran palabra! por des- rancia. Otro que no vos acaso hubiera tenido por in-
dicha hay palabras tan grandes como grandes hom- significante la revelacion de Mr. de Villefort , ó por
bres : ya conozco á elles y á ellos. ¡ Imposible á un hija de una ambicion innoble.

El baron Dandré.

ministro que cuenta con una administracion , con Estas palabras aludian á las que el ministro de po-
oficinas, con agentes , con gendarmes , con espías, con licía pronunció tan sobre seguro una hora antes.
un millon y quinientos mil francos de fondos secretos , Villefort comprendió el intento del rey. Otro en su
imposible saber lo que pasa á sesenta leguas de las lugar acaso se desvaneciera con el humo de la alaban-
costas de Francia ! Pues oid: este caballero no contaba za ; pero temió crearse un enemigo mortal en el mi-
con ninguno de esos recursos ; este caballero , simple nistro de policía , aunque lo tuviese por hombre per-
magistrado , sabía mas que vos con toda vuestra poli- dido sin remedio . Con efecto , aquel ministro que en la
cía , y hubiese salvado mi corona á tener como vos el plenitud de su poder no supo adivinar el secreto de
derecho de dirigir un telégrafo. Napoleon , podia en sus últimos instantes de vida polí
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 47

tica descubrir el de Villefort, tan solo con interrogar de vista en la esquina de la calle de Coq -heron.
á Dantés. Por esto en vez de cebarse en el caido le Villefort habia tenido que apoyarse en el respaldo
alargó la mano. de un sillon , porque á medida que el ministro habla-
-Señor , dijo , lo rápido de este suceso debe pro- bå , negábanse sus piernas á sostenerle ; pero cuando
bar á V. M. que Dios solo con una tempestad pudo supo que el desconocido habia escapado al agente que
impedirlo. Lo que V. M. achaca en mi á una perspi- le seguia , respiró mas á sus anchas.
cacia notable , es hijo del acaso pura y simplemente . -Buscad á ese hombre , caballero , dijo el rey
Lo he aprovechado como un servidor fiel , y nada mas. al ministro de policía , porque si es verdad , como
No me concedais mérito mayor que el que tengo , para todo induce á creerlo , que el general Quesnel que tan
no veros obligado á recobrar la primera opinion que útil nos hubiera sido en estas circunstancias , ha caido
formasteis de mí. bajo el puñal de un asesino , bonapartistas ó no los
Agradecido al jóven el ministro de policía le dirigió criminales , quiero que sean castigados como me-
una elocuente mirada , con que conoció Villefort que recen.
habia logrado su deseo , es decir , que sin perder la Villefort necesitó de toda su sangre fria para no
gratitud del rey , acababa de ganar un amigo con demostrar los terrores que le inspiraban estas pla-
quien podia contar en todo y por todo. bras del rey .
-Está bien, dijo Luis XVIII. -¡ Cosa particular ! prosiguió el rey , como bro-
Y volviéndose al ministro de policía y á Mr. de Bla- meando : la policía cree haberlo dicho todo cuando
cas , añadió: dice: se ha cometido un asesinato ; -y haberlo hecho
-Podeis retiraros, señores . Lo que hay que hacer todo cuando añade : -he dado con la pista de los cul-
ahora atañe al ministro de la guerra. pables.
-Por fortuna , señor , dijo Mr. Blacas , podemos --Señor , yo espero que V. M. quede satisfecho esta
contar con la marina. V. M. sabe cuán adicta es á su vez.
gobierno , segun todos los informes. -Allá lo veredes . No quiero deteneros mas , baron.
-No me hableis , conde , de informes , que ya sé Mr. de Villefort, id á descansar, que debe de habe-
cómo debo de mirarlos. Y á propósito de informes, ros fatigado mucho el viaje. ¿ Parais en casa de
señor baron , ¿qué hay de nuevo en el asunto de la vuestro padre?
calle de Santiago? Una nube pasó por los ojos del magistrado.
-¡En el asunto de la calle de Santiago ! esclamó el -No señor, dijo . Paro en el hôtel de Madrid, calle
sustituto sin poder reprimir una esclamacion . de Tournon .
Mas luego repuso : -Pero le habreis visto?
-Perdon , señor , si mi adhesion á V. M. hace que -Señor , al instante de mi llegada fuí á buscar al
me olvide, no del respeto que le debo , que ese está en conde de Blacas .
mi corazon grabado profuil mente, sino de la etique- -Pero ¿le vereis ?
ta de palació . -No lo intento .
-Decid y haced lo que os plazca , caballero , res- -¡Ah ! es justo , dijo Luis XVIII sonriéndose como
pondió Luis XVIII: en esta ocasion habeis adquirido para probar que todas sus preguntas encerraban in-
el derecho de interrogar. tencion ; olvidábame de que estais algo reñido con
Señor, respondió el ministro de policía , ahora Mr. Noirtier , nuevo sacrificio á la causa real, que
venia justamente á comunicar á V. M. las últimas yo debo de recompensaros .
noticias que he adquirido sobre el asunto que nos ocu- -Señor , la bondad con que me trata V. M. es ya
pa. La muerte del general Quesnel nos va á dar el hilo recompensa tan sobre todos mis deseos , que nada
de un gran complet. mas tengo que pedir al rey.
Este -No importa , caballero , os tendremos presente ,
Ville fortnombre
.
del general Quesnel , hizo temblar á
descuidad : mientras tanto esta cruz.....
-Con efecto , señor , prosiguió el ministro de poli- Y quitándose el rey la cruz de la legion de honor
cía , todo induce á creer que esta muerte no ha sido que llevaba comunmente en el pecho cerca de la cruz
suicidio , como al principio creia todo el mundo , sino de San Luis , y por cima de las placas de la órden de
asesinato. Cuando desapareció , salia segun parece el Nuestra Señora del Monte Carmelo y de San Lázaro,
general Quesnel de un club bonapartista. Un hombre se la dió á Villefort, que repuso :
desconocido le fué á buscar aquella misma mañana , -Señor , V. M. se equivoca : esta cruz es de
citándole para la calle de Santiago : por desdicha el oficial.
ayuda de cámara del general, que le estaba peinando al -Tomadla , por mi fé , sea la que sea , dijo Luis XVIII,
entrar el desconocido en el gabinete , aunque recuer- que no tengo tiempo para pedir otra. Blacas , cuidad
da bien que la calle era la de Santiago, el número de de que estiendan el despacho á Mr. de Villefort.
la casa no lo recuerda. Los ojos de este se inundaron de lágrimas , y to-
A medida que el ministro narraba estos detalles, mando la cruz la besó repetidas veces .
Villefort,
tantáneamente como pendiente de sus labios , mudaba ins- -¿Qué órdenes , dijo , tiene V. M. que darme
la color . ahora?
El rey se volvió hácia él. -Descansad el tiempo de que necesiteis , y tened
-
¿ No creeis como yo , Mr. de Villefort, que el ge- presente que si en París no podeis servirme en nada,
neral á quien se tenia justamente por adicto al usur- en Marsella puede suceder al contrario.
pador , pero que en el fondo era todo mio , haya -Señor, respondió Villefort inclinándose ; dentro
muerto víctima de una venganza bonapartista ? de una hora habré salido de Paris.
-Es probable, señor, respondió Villefort ; pero ¿no -Idos , caballero , dijo el rey , y si yo por acaso os
se sabe nada mas ? olvidase, que los reyes son desmemoriados , no temais
Hemos dado con el hombre de la cita , y se le si- el hacer por recordaros ..... Señor baron, mandad que
gue la pista. busquen al ministro de la guerra. -Blacas , quedaos .
-¡Se le sigue la pista ! repitió Villefort. ¡ Ah señor ! dijo al magistrado el ministro de po-
Sí , el criado dió sus señas. Es un hombre de licía , cuando salieron de palacio : ¡ Con huen pié en-
cincuenta á cincuenta y dos años ; moreno, ojos trais : vuestra fortuna es hecha!
negros, cejas espesas y bigote. Trae un redingote azul -¿Durará mucho ? murmuró Villefort saludando
abotonado, y en un ojal la insignia de oficial de la al ministro , cuya fortuna se deshacia , y buscando con
legion de honor. Ayer siguió la policía á un indivi- los ojos un coche para volver á su casa.
duo exactamente igual en todo á ese ; pero le perdió A una seña de Villefort se acercó un fiacre, á cuyo
48 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

conductor di Villefort las señas 'de su casa , lanzán- -Si señor.


1 dose al fondo en seguida , donde se entregó á sus -Ha dado mis señas ? ¿ sabe quién soy yo?
sueños ambiciosos. -Segurísimamente .
Diez minutos despues Villefort estaba ya en su ca- -¿Qué trazas tiene?
sa , y mandó á par que le sirviesen el almuerzo y que -Es hombre como de cincuenta años.
preparasen los caballos para dentro de dos horas. -¿Alto ? ¿bajo ?
Iba ya á sentarse á la mesa , cuando sonó fuerte- -De la estatura de V. sobre poco mas o menos.
mente la campanilla , como agitada por una mano -¿Blanco ó moreno?

Vuelta de Napoleon de la isla de Elba.

vigorosa. Abrió el ayuda de cámara , y Villefort pudo -Muy moreno ; y cabellos , y ojos y cejas negras.
oir que pronunciaban su nombre. -¿Y su traje , cuál es ? preguntó vivamente Vi-
-¿Quién puede saber ya que estoy en Paris ? mur- llefort.
muró, -Un leviton azul , abotonado hasta arriba , con la
En este momento entró el ayuda de cámara. insignia de la legion de honor.
¿Qué hay? le dijo Villefort . ¿ Quién ha llamado? ¡ El es ! murmuró Villefort palideciendo .
¿quién pregunta por mí? Par diez ! dijo asomando en la puerta elhombre
-Una persona que no quiere decir su nombre . que hemos descrito ya dos veces. ¡ Par diez ! ¡ qué
-¡Una persona que no quiere decir su nombre! conducta tan estraña ! ¿ Hacen así los hijos en Marse-
¿y qué desea?
-Hablar á V. lla esperar á sus padres en la antecámara?
-¡Padre mio !... esclamó Villefort , no me enga-
-¿A mí?
ñé... sospechaba que fueseis vos.
www
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
49

-Pues si lo sospechabas , contestó el recien ve-


mo la puerta de la antecámara , y echando el cerrojo á
nido poniendo su baston en un rincon y su sombrero
en una silla, permíteme, querido Gerardo , te hagaver la de la alcoba, acercose, tendiéndole la mano, á Ville-
fort, que aun no había dominado la sorpresa que le
que has procedido mal haciéndome esperar. causaban aquellas operaciones.
-Dejadnos , German , dijo Villefort. -Cáspita! ¿ sabes, querido Gerardo , le dijo mirán-
Con esto se fué el criado , y con visibles señales de dole de una manera indefinible, sabes que se me anto-
estrañeza.
ja que no te alegras mucho de verme?

-Entrad , baron, entrad , y decid al duque lo que sepais mas reciente de Mr. Bonaparte.

CAPITULO XII . , -Si tal, padre mio, respondió Villefort, me alegro


con toda el alma; pero no esperaba vuestra visita y me
EL PADRE Y EL HIJO. ha sorprendido .
-Paréceme, caro amigo, respondió Mr. Noirtier,
Mr. Noirtier , porque él era con efecto quien aca-
baba de llegar , siguió con la vista al criado hasta que que yo os podría decir otro tanto. Me anunciais desde
Marsella vuestra boda para el 28 de febrero ¡ y estais
la puerta estuvo cerrada, y luego , sin duda receloso en París el 3 de marzo!
de que se quedase á escuchar en la antecámara, la
volvió á abrir por su propia mano. No fué inútil esta -No os quejeis , padre mio , de mi estancia en Pa-
precaucion, y la ligereza con que salia German de la ris , dijo Gerardo acercándose á Mr. Noirtier. He ve-
antecámara dió á entender que no estaba puro del nido por vos, y mi viaje puede salvaros.
-¿De veras? dijo Mr. Noirtier tendiéndose á la
pecado que perdió á nuestro primer padre. Entonces
Mr. Noirtier se tomó el trabajo de cerrar por sí mis- larga en un sillon; ¿de veras ? Contadme el cómo,
SEGUNDA SERIE . - ENTREGA 104. señor magistrado , que debe de ser cosa buena.
50 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Habeis oido hablar , padre mio , de cierto club se mata á un hombre, sino que se allana un obstáculo .
bonapartista de la calle de Santiago ? ¿ Quereis saber cómo ha acaecido lo del general Ques-
-¿Número 53 ? ¡ Vaya ! como que soy vice-presi- nel ? pues voy á decíroslo. Creiamos poder contar
dente. con él, y aun nos le habian recomendado de la isla de
-Vuestra sangre fria me hace temblar , padre. Elba. Uno de nosotros fué á su casa á invitarle con
-¿Qué quieres ? quien ha sido proscrito por la asistir á una reunion de amigos en la calle de Santia-
Montaña , quien se ha escapado de París en un carro go . Consiente ; se le descubre el plan , la fuga de la
de heno , quien ha correteado las Landas de Burdeos isla de Elba , el desembarco , todo en fin; y cuando lo
perseguido por los sabuesos de Robespierre , se acos- sabe , cuando ya nada le queda por saber , nos dice
tumbra á todos los golpes. Continúa ¿Qué ha pasa- que es realista. Entonces nos miramos unos á otros;
do en ese club de la calle de Santiago ? hacémosle jurar , pero jura de tan mala gana que pa-
-Ha pasado que hicieron ir allá al general Quesnel, recia como si tentase á Dios... Pues oye , á pesar de
y que el general Quesnel , que salió á las 9 de la no- esto , se le deja salir en libertad , en libertad absolu-
che de su casa , ha amanecido en el Sena. ta... Si no ha vuelto á su casa ... ¿ qué sé yo ? habrá
-¿Y quién os ha contado esa historia? errado el camino , por que él se separó de nosotros
El mismo rey , señor. sano y salvo . ¡ Asesinato decís! Chócame en verdad ,
-Pues á cambio de ella voy á daros una noticia, Villefort, que vos, sustituto del procurador del rey ,
prosiguió Noirtier. fundeis una acusacion en tan malas pruebas. ¿ Me
-Presumo que la sé ya , padre mio . ha ocurrido jamás á mí , cuando cumpliendo vues-
-¡Ah ! ¿sabeis el desembarco de S. M. el empe- tro deber de realista cortais la cabeza á uno de los
rador? mios , me ha ocurrido jamas el iros á decir: -¿habeis
-¡Silencio, padre ! os lo suplico por vos y por mí. cometido un asesinato ? -No , sino que os he dicho:
Ya sabia yo esa noticia , y aun antes que vos , porque bien, muy bien : mañana tomaremos la revancha.
hace tres dias que bebo los vientos desde Marsella á -Pero tened en cuenta, padre mio , que cuando
París rabioso por no poder apartar de mi imaginacion nosotros la tomemos será terrible.
esa idea que me la trastorna. -No os comprendo .
-¡Hace tres dias ! ¿ estais loco? Hace tres dias no ¿ Teneis por segura la vuelta del usurpador?
habia desembarcado aún el emperador. -Por segura.
-No importa. Yo sabia su intento. -Os engañais. No avanzará diez leguas al corazon
-¿Cómo? de la Francia, sin verse perseguido y acosado como un
-Por una carta que os dirigian de la isla de Elba . animal feroz.
¿A mí? -Mi querido amigo , el emperador está ahora ca-
A vos : yo la he sorprendido como al mensajero. mino de Grenoble ; el dia 10 6 12 llegará á Lyon , y el
A caer en manos de otro aquella carta , quizás esta- 20 ó el 25 á París.
riais fusilado á estas horas, padre mio. -Los pueblos se sublevarán ...
Mr. Noirtier se echó á reir . -Para salirle al paso.
-No parece , dijo , sino que la restauracion haya -Solo trae algunos hombres , mientras se aprestan
aprendido del imperio el modo de dar remate pronto contra él ejércitos numerosos .
los asuntos. ¡Fusilado ! ¿ adónde vamos á parar? -Que formarán su escolta el dia de su entrada en
-¿Y qué es de esa carta? os conozco asaz bien para la capital. En verdad, querido Gerardo , que sois un
imaginarme que haya salido de vuestras manos . niño todavía , pues os creeis bien informado porque
-La quemé temeroso de que hubiese en el mundo el telégrafo dice con tres dias de atraso : — «El usurpa-
un solo fragmento ; porque aquella carta era vuestra dor ha desembarcado en Cannes con algunos hom-
sentencia. bres.Ya se le persigue . » - Pero de lo que hace y de
-Y la pérdida de vuestro porvenir , contestó fria- la posicion que ocupa , nada sabeis. Ya se le persigue,
mente Noirtier. Ya lo comprendo todo ; pero no hay es el non plus de vuestras noticias. Si son ciertas se
porque tema , pues vos me protegeis. le perseguirá hasta París sin quemar un cartucho.
-Mas que eso aun : os salvo . Grenoble y Lyon son dos ciudades fieles que le
-¡Hola ! ¡ hola ! el interés dramático sube de punto. opondrán una barrera insuperable.
Esplicaos. -Grenoble le abrirá sus puertas con entusiasmo , y
-Volvamos á hablar del club de la calle de Santiago. Lyon le saldrá al encuentro en masa. Creedme: esta-
-Parece que el tal club se le ha clavado á la poli- mos tan bien informados como vosotros , y vale nues-
ía en el magin. Buscáranlo mejor y dieran con él. tra policía tanto como la vuestra . ¿ Quereis que os lo
-Ya han dado con la pista. pruebe? Intentabais ocultarme vuestra llegada , y sin
-Esa es la frase sacramental, Cuando la policía no embargo la he sabido á la media hora . A nadie sino al
ve mas allá de sus narices en un negocio, asegura que cochero habeis dado las señas de vuestra casa , y sin
ha dado con la pista ; y con esto espera el gobierno embargo yo las sé , puesto que llego justamente
tranquilamente àá que venga á decirle con las orejas cuando os ibais á sentar á la mesa . A propósito , pedid
gachas: he perdido la pista. otro cubierto y almorzaremos juntos.
-Sí , pero ha encontrado un cadáver. El general -Con efecto , respondió Villefort mirando á su pa-
ha sido muerto : en todas las partes del mundo se lla- dre con asombro; con efecto estais bien informado.
ma eso un asesinato. -Es muy natural . Vosotros , que estais en el poder,
-¿Un asesinato decís? nada lo prueba . Todos los no disponeis de otros recursos que los que el oro pro-
dias se encuentran en el Sena cadáveres de desespera- porciona , mientras nosotros, que esperamos el poder,
dos ó de personas que no saben nadar. disponemos de los que proporciona la adhesion.
-Muy bien sabeis , padre mio , que el general no se -¿ La adhesion ? dijo Villefort riendo .
ha suicidado, así como que en el mes de enero nadie -Sí , la adhesion , que así en términos decorosos se
se baña. No , no , no os engañeis á vos mismo. Su llama á la ambicion que espera .
muerte está bien calificada de asesinato . Y esto diciendo Noirtier alargó la mano al cordon
Y quién la califica así? de la campanilla , para llamar al criado, viendo que su
El mismo rey. hijo no le llamaba ; pero este le detuvo, diciéndole:
¿El rey? le tenia por filósofo : ¿cómo cree que en -Teneos , padre mio , una palabra mas.
política haya asesinatos? En pólítica , querido mio, Y -Decidla .
vos lo sabeis tan bien como yo , no hay hombres, sino -A pesar de su torpeza, la policía realista sabe una
ideas ; no sentimientos, sino intereses. En política no cosa terrible.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
51

-¿Cuál ? Y levantándose con esto , se quitó el redingote y la


Las señas del hombre que estuvo en casa del ge- corbata , tomó del necessaire de su hijo, que estaba
neral Quesnel la mañana del dia en que desapareció. sobre una mesa, una navaja de afeitar, se enjabonó la
-¡Hola ! ¿ con que sabe eso ? ¡ miren la policía! cara, y con mano firme quitose aquellas patillas ne-
¿Y cuáles son sus señas? gras que tan comprometido le tenian.
-Color moreno , cabellos , ojos y patilla negra, re- Su hijo le miraba con un terror que tenia algo de
dingote azul abotonado hasta la barba , insignia de admiracion .
oficial de la legion de honor , sombrero de alas anchas Cortadas las patillas, peinose Noirtier de diferente
y baston de junco. modo , trocó su corbata negra á otra de color que se

...El ministro de policía... corrió á postrarse á los piés del rey.

¡Hola ! con que sabe eso ? dijo Noirtier . ¿ Y por | veia en una maleta entreabierta , su redingote azul
qué no le ha echado la mano? cerrado , á otro de su hijo abierto y de color de casta-
-Porque le perdió ayer de vista en la esquina de ña , reparó al espejo si le caeria bien el sombrero de
la calle de Coq- heron . alas estrechas de Villefort , y dejando el baston de
Cuando yo os digo que es la policía estúpida! junco en el rincon de la chimenea donde le labia
Sí , pero de un momento á otro puede dar con él. puesto, agitó en su nerviosa mano un ligerísimo junco
-Si no estuviese sobre aviso, dijo Noirtier mirando del cual Villefort se servia para presentarse y andar
en torno con la mayor calma ; pero como lo está, va á con desenvoltura , que era una de sus principales cua-
mudar de rostro y de traje. lidades.
52 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Y ahora crees que me reconocerá la policía ? di- ¿ Quiéres pasar á sus ojos por profeta?
jo al cabo volviéndose hácia su hijo. -Los profetas de desgracias no son en la corte bien
-No señor , balbuceó el sustituto. A lo menos yo recibidos, padre.
lo espero .
-Sí ; pero á la corta ó á la larga se les hace justi-
-Encomiendo á tu prudencia , prosiguió Noirtier, cia. En el caso de una segunda restauracion pasarás
estos trastos que dejo aquí.
por un grande hombre.
-¡Oh! id ' tranquilo , padre mio , respondió Vi- -¿Y qué he de decir al rey?
llefort .
«Señor , os engañan acerca del espíritu reinante en

Mr. Blacas.

-Ya lo creo. Oye : empiezo á comprender que con


efecto puedes haberme salvado la vida ; pero anda , que »> Francia , y en las ciudades y en el ejército . El que
muy pronto te lo pagaré. llamais en París el ogro de Córeega , el que se Hama
Villefort bajó la cabeza. »todavía en Nevers el ususpador , se llama ya en Lyon
-¿No estás convencido ? »Bonaparte, y el emperador en Grenoble. Creeislefu-
>
-Espero que os engañeis . »gitivo , acosado, y en realidad vuela como el águila
-¿Volverás á ver á Luis XVIII? »de su pendon. Sus soldados que creeis muertos de
-Quizás . >>hambre y de fatiga , dispuestos á desertar , se au-
»mentan como los copos de nieve en torno á la ava-
EL CONDE DE MONTE- CRISTO. 53

»lancha que cae . Señor , partid , abandonad la Fran- | como aquel que conoce á sus enemigos y es fuerte
»cia á su verdadero dueño, al que no la ha comprado, de suyo. Andad , andad , mi querido Gerardo , que
sino conquistado; partid , señor , y no porque esteis con obedecer á las órdenes paternales, ó dicho mejor,
»en peligro , que él es bastante poderoso para no to- si os place así, con atender á los consejos de un ami-
»caros al pelo de la ropa , sino porque seria mengua go, os sostendremos en vuestro destino. Así podreis,
»de un nieto de San Luis , deber la vida al hombre añadió Noirtier sonriendo , salvarme por segunda
»de Arcolea, de Marengo y de Austerlitz . »-Dile esto, vez si la rueda de la fortuna política vuelve á levanta-

-¡Él es ! murmuró Villefort palideciendo. ,

Gerardo.....6mejor será que no le digas nada. Oculta ros y á bajarme á mí. Adios , mi querido Gerardo : en
tu viaje á todo el mundo , no te glories de lo que has el primer viaje que hagais venid á parar á mi casa.
venido á hacer ni de lo que has hecho en Paris; si Y con esto fuese tranquilo , como no habia dejado
has bebido los vientos á la venida , devóralos á la un punto de estar durante esta plática .
vuelta;entra entu casade modo que nadie lo barrunte, Pálido y agitado Villefort, corrió á la ventana, desde
y en particular sé desde ahora humilde , inofensivo, donde le pudo ver pasar impasible entre dos ó tres
atento ; porque de esta vez te juro que obraremos hombres de mala traza , que emboscados detrás de la
54 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

esquina, y en los portales, esperaban quizás al de las CAPITULO XIII .


patillas negras , el redingote azul y el sombrero de
alas anchas , para echarle el guante. LOS CIEN DIAS.
De pié y ansioso permaneció Villefort, hasta que vién-
dole desaparecer en la encrucijada de Bussy, se preci- Buen profeta era Mr. Noirtier. Como los auguró,
pitó sobre el malhadado traje, hundió en el fondo de su pasaron los sucesos. Todo el mundo conoce el de la
maleta el redingote azul y la corbata negra, aplastó el vuelta de la isla de Elba , suceso estraño , milagroso,
sombrero escondiéndole debajo de un armario, hizo que no tiene ejemplo en lo pasado ni tendrá imita-
añicos el bastón arrojándolos al fuego , y poniéndose dores en lo porvenir probablemente .

Villefort... se precipitó sobre el malhadado trage ...

su gorro de camino , llamó al ayuda de cámara , pro- |


hibiéndole con un gesto las mil preguntas que este se Luis XVIII no acudió á parar golpe tan rudo sino
con mucha parsimonia. Su desconfianza de los hom-
perecia por hacer , pagole su cuenta , y se precipitó bres le hacia desconfiar de los acontecimientos . El
al carruaje que ya le esperaba. En Lyon supo que realismo , ó dicho mejor , la monarquía restaurada por
Bonaparte acababa de entrar en Grenoble , y partici- él, vaciló en sus cimientos mal afirmados aun; un solo
pando de la agitacion que reinaba en los pueblos del gesto del emperador acabó de demoler el caduco edi-
tránsito , llegó á Marsella lleno de las angustias conficio, mezcla heterogénea de preocupaciones y de
que la ambicion y los primeros medros emponzoñan nuevas ideas. Villefort no obtuvo de su rey sino aque-
el alma.
lla gratitud inútil á la sazon y hasta peligrosa, y aque-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 55

lla cruz de la legion de honor , que tuvo la prudencia | como si le costase trabajo reconocerle , y pasado un
de no enseñar a nadie , aunque Mr. Blacas le envió el buen espacio de silencio , durante el cual no hacia el
despacho á vuelta de correo, cumpliendo la órden digno armador sino darle vueltas y mas vueltas á su
del rey . sombrero entre las manos , el sustituto dijo :
Ciertamente que Napoleon hubiera destituido á Vi- -Si no me equivoco... sois ...Mr. Morrel.
llefort , á no protegerle Noirtier , que gozaba de mu- -Sí señor , el mismo soy , respondió el armador.
cha influencia en la corte de los Cien Dias , así por los -Acercaos , prosiguió eljuez haciéndole con la mano
peligros que habia corrido, como por los servicios que un signo protector ; acercaos y decidme á qué debo el
había hecho. El girondino de 93 , el senador de 1806 , honor de esta visita.
protegió pues á su protector de la víspera , como se -¿No lo sospechais, caballero? le preguntó Mr. Mor-
lo habia prometido . rel.
Durante la resurreccion del imperio , resurreccion -Ni remotamente ; aunque eso no impide que esté
que hasta á los menos avisados se alcanzaba poco dura- dispuesto a serviros en cuanto de mí dependa.
dera , se limitó Villefort á ahogar el terrible secreto Todo depende de vos , repuso Mr. Morrel.
que Dantés habia estado en trance de divulgar. -Esplicaos pues .
Solamente el procurador del rey perdió su empleo, -Señor , prosiguió Morrel animándose á medida
porque se le tildaba de tibieza en el bonapartismo. que hablaba y conociendo así lo fuerte de su posicion,
Sin embargo , restablecido apenas el imperio , es como la justicia de su causa ; señor , ya recordareis
decir , apenas habitó Napoleon en las Tullerías que que pocos dias antes de saberse el desembarco de
acababa de abandonar Luis XVIII , apenas lanzó sus S. M. el emperador , vine á recomendar á vuestra in-
numerosas y diferentes órdenes desde aquel gabinete dulgencia á un desdichado jóven , segundo de mi bar-
que conocemos, donde halló todavia abierta y casi llena co á quien se acusaba -ya lo recordareis-se acusa-
sobre la mesa de nogal la caja de tabaco de Luis XVIII, ba de mantener relaciones en la isla de Elba. Aquellas
Marsella , á pesar del vigor de sus magistrados , empe- relaciones , entonces criminales , son hoy títulos de
zó á dejar traslucir en su seno las chispas de la guerra favor. Entonces serviais á Luis XVIII y le castigasteis ,
civil, nunca apagadas enteramente en el Mediodía . Fal- caballero... fué vuestro deber. Hoy servís á Napoleon ,
tó muy poco para que las represalias fuesen algo mas y debeis protegerle, porque tambien es vuestro deber.
que cencerradas á los realistas metidos en su concha, Vengoros á pregunta que ha sido de aquel jóven.
y silbas y vayas públicas á los que se atrevian á pisar Villefort hizo un violento esfuerzo para decir:
las calles . -¿Cómo se llamaba? tened la bondad de decírmelo .
Por un cambio natural, el armador , que como diji- -Edmundo Dantés .
mos pertenecia al partido del pueblo , llegó á ser con De seguro Villefort hubiera preferido batirse en
esta ocasion , si no muy poderoso , porque Mr. Mor- duelo á veinticinco pasos , que oir pronunciar este
rel era prudente y algo tímido , como aquel que con su nombre así á boca de jarro; pero ni por esas se con-
laborioso trabajo reune lentamente una fortuna ; á movió.
lo menos , alentado por los bonapartistas furibundos -Con esto , dijo para su sayo, nadie me podrá acu-
que criticaban su moderacion , hallose, repetimos, bas- sar de haber hecho una cuestion personal de la pri-
tante fuerte para levantar la voz y hacer una recla- sion de ese hombre.
macion, que como ya se adivinará , era la de Dantés. -¿Dantés? repitió; ¿Edmundo Dantés decís?
Villefort permanecia sustituto á pesar de la caida -Ší señor .
del procurador: su boda, aunque resuelta , estaba apla- Abrió entonces Villefort un grueso libro que yacia
zada para mejores tiempos. Como el emperador se en un cajon de su mesa, y después de hojearlo mil y
afirmase en el trono, necesitaba Gerardo de otra alianza , mil veces, se yolvió á decir al armador con el aire mas
que su padre buscaria y ajustaria ; pero como una se- natural del mundo :
gunda restauracion devolviese la Francia á Luis XVIII, -¿Estais seguro de no equivocaros?
creceria la influencia de Mr. de Saint-Meran, y la suya A ser Morrel hombre de otra clase ó mas versado
propia , con lo que llegara á ser la proyectada union en negocios de esta , le chocara que el sustituto del
mas ventajosa que nunca. procurador del rey se dignase responderle en cosas
Era interinamente el sustituto del procurador del agenas de todo en todo á su jurisdiccion . Entonces se
rey el primer magistrado de Marsella , cuando una ma- hubiera preguntado por qué no le hacia Villefort re-
ñana se abrió la puerta de su despacho y le anunciaron currir al registro general de cárceles , á los gobernado-
á Mr. Morrel . res de las prisiones , ó al prefecto del departamento .
Otro que no Villefort se apresurara á salirle al en- Pero Morrel , que habia esperado encontrar á Ville-
cuentro , indicándole su posicion falsa con esto ; pero fort temeroso , creia hallarle condescendiente . El sus-
el sustituto era un hombre superior, que tenia , si no la tituto conoció su flaco .
práctica, el instinto de todas las cosas . Hizo esperar á -No señor , no me equivoco , repuso Morrel . Co-
Mr. Morrel en la antecámara , lo mismo que hubiera nozco hace diez años á ese jóven, y hace cuatro que le
hecho tiempos atrás , y no porque estuviera ocupado tengo á mi servicio. Ha seis semanas ¿ no os acordais?
con alguien , sino porque es costumbre que se haga vine á rogaros que fuérais con él clemente , así como
antesala al sustituto del procurador del rey. Hasta hoy vengo á rogaros que seais justo . ¡ Harto mal me
después de un cuarto de hora , pasado en leer tres ó recibisteis entonces, y aun me contestasteis peor; que
cuatro periódicos de diferentes colores políticos, no dió los realistas entonces trataban á la baqueta á los bo-
órden de que entrase el armador. napartistas!
Esperaba Mr. Morrel encontrar á Villefort abatido , y Caballero , respondió Villefort saliéndole al piso
le halló como seis semanas antes , firme, grave, y con con su ordinaria presteza y sangre fria , yo era enton-
esa ceremoniosa política que es la mas alta de todas las ces realista porque creia ver en los Borbones no sola-
barreras que separan al hombre vulgar del hombre ele- mente los herederos legítimos del trono sino los elec
vado . tos del pueblo ; pero las jornadas milagrosas de que
Como entró en el gabinete convencido de que al hemos sido testigos pruébanme que me engañaba . El
verle iba á temblar el magistrado , y como sucedió al genio de Bonaparte sale vencedor . El monarca legíti-
revés, él fué quien se vió tembloroso y conmovido ante mo es el monarca amado. #
aquel personaje interrogador, que le esperaba con el -En hora buena , esclamó Morrel con su franqueza
codo apoyado en la mesa y la barba en la palma de ruda; me da gusto de oiros hablar así , y ya pronós-
la mano. tico buenas cosas al pobre Edmundo .
Mr. Morrel se detuvo á la puerta . Mirole Villefort --Esperad , esperad , repuso Villefort hojeando otro
56 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

registro : ya doy con él... ¿no es un marino que se iba -Que vuelva cuando guste , le reservo su puesto.
á casar con una catalana? Sí... si... ya recuerdo. Era Pero ¿ cómo no ha tornado ya? Paréceme que el pri-
negocio muy grave. mer cuidado de la policía debió de ser poner en liber-
-¿Cómo? tad á los presos de la justicia realista.
¿ No sabeis que desde mi casa se le llevó á las -Esa es una acusacion temeraria, mi querido mon-
prisiones del Palacio de Justicia? sieur Morrel , respondió Villefort. Para todo hay su
-Si; ¿y qué? fórmula legal. La orden de prision vino de arriba y de

Mirole Villefort como si le costase trabajo reconocerle.

-DI cuenta á París , enviando los papeles que le arriba ha de venir la de ponerle en libertad. Ahora
hallé...¿qué quereis ? mi deber lo exigia . Ocho dias bien , como apenas hace quince dias de la vuelta de
despues de su prision me arrebataron al reo. Napoleon, todavía no es tarde.
Os le arrebataron? esclamó Morrel ; ¿ y qué han -Pero habrá algun medio de activar el asunto,
hecho de él? ahora que nosotros mandamos ¿ eh? Tengo amigos y
-¡Oh , tranquilizaos ! Le habrán trasportado á Fe- alguna influencia : puedo lograr que se eche tierra á
nestrelles , á Pignerol ó á las islas de Santa Margari- la sentencia.
ta... lo que se llama deportacion en lenguaje jurídico, --No ha habido sentencia.
y el dia menos pensado le vereis volver a tomar el -Pues que le borren del registro general de cár-
mando de su navío. celes.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 57

-En causas políticas tampoco hay registro. Muchas


rece que haga para apresurar la vuelta de Dantés?
veces importa á los gobiernos que un hombre desapa- --Una sola cosa : dirigid una solicitud al ministro
rezca sin dejar rastro alguno. Las apuntaciones del de justicia.
registro general podian servir de hilo conductor al que -¡Oh! caballero , ya sabemos el destino de las so-
le buscára. licitudes ; el ministro recibe doscientas cada dia y no
-Eso quizás sucedería en tiempo de los Borbones; lee cuatro .
pero ahora...
-Sí , respondió Villefort , pero leeria una dirigida

Fernando... se sentaba á la punta del cabo Pharo...

--En todos tiempos sucede lo mismo , mi querido por mi conducto , recomendada al márgen por mí , y
Mr. Morrel. Los gobiernos se suceden unos a otros remitida directamente por mí.
imitándose siempre . La máquina penitenciaria inven-
tada -¿Con que os encargaríais de que llegara á sus ma-
por Luis XIV, sigue hoy en uso, y es muy seme- nos esa solicitud?
jante á la Bastilla . El emperador ha sido mas severo al Con mucho gusto . Dantés pudo ser entonces cul-
reglamentar sus prisiones que el gran rey mismo , y
pable ; pero ahora es inocente , y es mi deber ahora
es incalculable el número de los presos que no cons- procurarle su libertad, como entonces lo fué qui-
tan en el registro general de cárceles . társela.
Tanta benevolencia hubiese borrado hasta las sospe- Villefort evitaba así una requisitoria, aunque poco
chas mas evidentes que Morrelno tenia por otra parte. probable, posible; requisitoria que sin remedio le per-
-Pero en fin , Mr. de Villefort le dijo , qué os pa-
deria.
58 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Cómo se escribe al ministro? su voz imperiosa y potente , Danglars tuvo miedo , que
-Sentaos ahí , Mr. Morrel , dijo Villefort levantán- esperaba á cada instante ver aparecerse á Dantés , á
dose y cediéndole su puesto. Voy á dictaros. Dantés , enterado de todo , y amenazador y terrible en
-¿Tendriais tanta bondad? la venganza. Entonces manifestó á Mr. Morrel su de-
-Sin duda alguna . No perdamos tiempo , que ya seo de abandonar la vida marítima , logrando que el
hemos perdido demasiado. armador le recomendase á un comerciante español , á
-Sí , caballero . Pensemos en que el pobre mucha- cuyo servicio entró á fin de marzo , es decir , diez ó do- •
cho sufre , espera y quizás se desespera. ce dias después de la vuelta de Napoleon á las Tulle-
Tembló Villefort al recuerdo de aquel desgraciado rías. Partió pues para Madrid , y nadie volvió á saber
que le maldeciría desde el fondo de su prision ; pero su paradero.
habia ya avanzado mucho para retroceder. Dantés Fernando por su parte no comprendió lo que habia
debia ceder ante su ambicion. pasado. Dantés estaba ausente. Con esto se contenta-
-Ya espero , dijo el armador , sentado en la butaca | ba. ¿Qué le habia sucedido ? No trató de saberlo . So-
de Villefort y con la pluma en la mano. lamente con el respiro que le dejaba su ausencia se
Villefort le dictó una solicitud en escelente sentido , ingentó como pudo , ora para engañar á Mercedes so-
que no dejaba dudar de sus buenas intenciones , exa- bre las causas de la desaparicion de Edmundo , ora
gerando el patriotismo de Dantés , sus servicios á la para meditar planes de emigracion y robo . Tal vez ,
causa bonapartista , y pintándole en fin como uno de y eran estos momentos los mas tristes de su vida ,
los agentes mas activos de la vuelta de Napoleon . Era se sentaba á la punta del cabo Pharo , desde donde se
evidente que á tal solicitud el ministro haria al punto distinguen á la par Marsella y los Catalanes, contem-
justicia, si ya no la habia hecho. plándolos triste é inmóbil como un ave de rapiña , y
Terminada la solicitud , Villefort la volvió á leer en soñando á cada instante ver venir á sú jóven rival vi-
voz alta. varacho , erguido , y para él tambien nuncio de hor-
-Así está bien , dijo. Ahora confiad en mí. rendas venganzas . Su partido entonces estaba tomado :
-¿La mandareis pronto, caballero? mataba á Edmundo de un tiro , y se suicidaba después ;
-Hoy mismo . pero esto se lo decia á sí mismo para disculpar su ase-
-¿Anotada por vos? sinato . Fernando se engañaba . Nunca se hubiera él
La mejor nota que yo podria ponerle es certificar suicidado , porque tenia esperanzas aun .
que es cierto cuanto decís en la solicitud. En estas imaginaciones , cuando se hallaba entrega-
Y sentándose á su vez , escribió Villefort á la már- do á estos pensamientos dolorosos , el imperio llamó á
gen su certificado . sus banderas la última conscripcion , y todos cuantos
-¿Y ahora qué hay que hacer , caballero ? le pre- podian empuñar las armas se lanzaron fuera del terri-
guntó el armador. torio francés á la voz del emperador .
-Esperar, repuso Villefort, yo me encargo de todo. Fernando fué de este número ; abandonó á Merce-
Con esta seguridad cobró Morrel esperanza , de des y á su cabaña con doble dolor , pues temia que eu
modo que cuando dejó al sustituto le habia ganado su ausencia volviese su rival y se casase con la que»
enteramente. El armador fué en seguida á anunciar al adoraba .
padre de Edmundo que no tardaría en volver á ver á Si alguna vez debió Fernando matarse fué al aban-
su hijo. donar á Mercedes.
Por lo que toca á Villefort , guardó cuidadosamente Sus miramientos con ella , la compasion que á su
aquella solicitud que para salvar en lo presente á desdicha mostraba , el cuidado con que adivinaba sus
Dantés le comprometia tanto en lo porvenír , caso de menores deseos , habian producido el efecto que pro-
que sucediese una cosa que ya los sucesos y el aspec- ducen siempre las apariencias de adhesion en los co-
to de la Europa dejaban entrever , otra restauracion . razones generosos . Mercedes habia querido mucho á
Edmundo , pues , siguió preso : aletargado en su ca- Fernando como amigo ; y su amistad creció con el
labozo no oyó el rumor espantable de la caida del agradecimiento .
trono de Luis XVIII , ni el mas espantable aun de la del -Hermano mio , le dijo atando á la espalda del ca-
trono de el Emperador. talan la mochila del quinto , hermano mio , mi único
Pero el sustituto lo habia observado todo con ojo amigo , no me dejeis sola en este mundo en que tanto
avizor . Durante esta corta aparicion imperial lla- lloro , y en el que estaré enteramente abandonada si
mada los Cien Dias , Morrel habia vuelto à la carga vos me faltais .
insistiendo siempre en pedir la libertad de Dantés ; Estas palabras , dichas por despedida , fuéron para
pero Villefort le habia tranquilizado con promesas y Fernando un rayo de esperanza . Si Dantés no tornaba,
esperanzas. Al fin llegó el dia de Waterloo . quizás Mercedes llegaria á ser suya.
El armador habia hecho por su jóven amigo cuanto Quedó, pues, sola Mercedes en aquella tierra árida,
era posible humanamente. Ensayar nuevos medios que nunca se lo habia parecido tanto , con el mar in-
durante la segunda restauracion hubiera sido com- menso por único horizonte. Bañada en lágrimas , co-
prometerse en vano. mo aquella loca cuya doliente vida cuenta el pueblo ,
Luis XVII volvió á subir al trono. Villefort, para veíasela de continuo errante en torno á los Catalanes;
quien Marsella estaba llena de recuerdos muy semejan- ora quedándose muda é inmóbil como una estatua bajo
tes á remordimientos , solicitó y obtuvo la plaza de el ardiente sol de Mediodía , para contemplar á Marse-
procurador del rey en Tolosa. Quince dias después de lla ; ora sentándose á la orillà del mar , como si escu-
su instalacion en esta ciudad se verificó su matrimo- chara sus gemidos , eternos á par que su dolor , y
nio con la señorita Renée de Saint-Meran, cuyo padre preguntándose al propio tiempo á sí misma si no le
tenia mas influencia que nunca. fuera mejor que esperar sin esperanza , inclinarse há-
Y con esto Dantés permaneció preso , así durante cia adelante y dejarse caer por su propio peso en aquel
los Cien Dias como después de Waterloo , y olvidado, abismo que la tragaria .
si no de los hombres , de Dios á lo menos . No fué valor para realizar su proyecto lo que faltó á
Danglars al ver la vuelta de Napoleon comprendió Mercedes , sino que vino en su ayuda la religion á sal-
todas las consecuencias del golpe que habia asestado varla del suicidio.
á Dantés. Su denuncia acertó por casualidad, y como Caderousse fué como Fernando Hlamado por la pa-
aquellos hombres que tienen cierta aptitud para el tria ; pero tenia ocho años mas y era casado , con que
crímen y un mediano arte de saber vivir , llamó á esta se le destinó á las costas.
rara casualidad decreto de la Providencia. El viejo Dantés , á quien solo la esperanza sostenia ,
Pero cuando Napoleon volvió á París , y á resonar I la perdió con la caida del imperio.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 59

Cinco meses , dia por dia , después de la ausencia -No señor , sino desde que quiso matar al llavero
de su hijo , y á la misma hora en que Edmundo fué encargado de traerle la comida.
preso , espiró su padre en brazos de Mercedes . -¿Ha querido matar al llavero?
Mr. Morrel fué quien pagó todos los gastos del -Sí señor , á este mismo que nos viene alumbran-
entierro y las mezquinas deudas que el pobre viejo do. - ¿ No es cierto , Antonio? le preguntó el gober-
habia contraidó durante su enfermedad. nador.
Era esto mas que filantropía , era valor , porque el -Como V. lo oye , respondió el llavero. "
pais estaba en combustion , y socorrer , aunque mori- -¿Es loco ese hombre?
bundo, al padre de un bonapartista tan peligroso como -Peor que loco : es el diablo.
Dantés, podia ser tomado por un verdadero crímen po- -¿Quereis que demos cuenta á la superioridad?"
lítico. preguntó el inspector al gobernador.
Es inútil. Bastantemente castigado está. Ya raya
CAPITULO XIV. en la locura , y segun la esperiencia que nuestras ob-
servaciones nos dán , dentro de un año estará com-
EL PRESO FURIOSO Y EL PRESO LOCO. pletamente loco.
-Mejor para él , dijo el inspector. Cuando esté loco
Cerca de un año después de la vuelta de Luis XVIII, padecerá menos .
el inspector general de cárceles gíró una visita á las Como se vé, era este inspector un hombre muy hu-
del reino . mano , y digno del filantrópico empleo que gozaba..
El rumor de los preparativos que se hacian en el -Teneis razon , caballero , repuso el gobernador; y
castillo lo percibia Dantés desde su calabozo , y no vuestra reflexion da á entender que habeis estudiado
por el alboroto que ocasionaban , aunque no era gran- la materia á fondo . Tenemos en otro subterráneo que
de, sino porque los presos oven en el silencio de la está separado de este unos veinte piés y al cual se baja
noche hasta la araña que teje su tela , hasta la caida por otra escalera , tenemos un abate viejo, jefe de par-
periódica de la gota de agua que tarda una hora en tido de Italia in illo tempore , preso aquí desde 1811 .
filtrarse por el techo de su calabozo. Desde fines de 1813 se le ha trastornado la cabeza , y ya
Con esto adivinó que pasaba algo nuevo en el mun- nadie le podria reconocer físicamente. Antes lloraba,
do de los vivos : hacia tanto tiempo que habitaba en ahora rie ; antes enflaquecia , ahora engorda. ¿Quereis
una tumba que podia muy bien tenerse por muerto. verle antes que á este ? su locura es chistosa , y no os
Con efecto , el inspector iba visitando una tras otra entristecerá.
prisiones , calabozos y subterráneos. A muchos presos -A uno y á otro veré , respondió el inspector. Ha-
interrogaba , particularmente á aquellos cuya dulzura gamos las cosas como se deben hacer.
6 estupidez los hacia recomendables á la benevolencia Era esta la primera vez que el inspector desempe-
de la administracion : sus preguntas se redujeron á ñaba su destino , con que queria dar a sus jefes buena
cómo estaban alimentados y qué reclamaciones tenian idea de sí.
que hacer á su autoridad. -Entremos pues en este , dijo.
Todos le respondieron unánimemente que el ali- -Bien , respondió el gobernador , haciendo una sc
mento era detestable , y que pedian la libertad. ña al llavero, que abrió la puerta.
El inspector les preguntó entonces sino tenian otra Al rechinar de las macizas cerraduras , al rumor de
cosa que decirle. los pesados cerrojos , Dantés que estaba acurrucado
Su respuesta faé un ademan de cabeza. ¿ Qué otra en un ángulo del calabozo recreándose deleitosamente
cosa que la libertad pueden pedir los presos? en el exiguo rayo de luz que penetraba por un respi-
Volviose el inspector con una sonrisa á decir al go- radero diminuto con gruesísimos barrotes , Dantés,
lernador del castillo : repetimos , levantó la cabeza.
-No sé para qué nos obligan á estas correrías inú- Al ver á un desconocido alumbrado por dos llaveros
tiles. Quien ve à un preso ve á ciento. Quien oye á un que llevaban antorchas encendidas, custodiado por dos
preso oye á mil. ¡ Siempre lo mismo ! todos están mal soldados, y respetado por el gobernador de tal manera
alimentados é inocentes por añadidura . ¿ Hay algu- que le hablaba con el sombrero en la mano , Dantés
nos mas?
comprendió el objeto de su visita, y viendo en fin que
-Si , tenemos los peligrosos y los dementes, que se le presentaba coyuntura de hablar á una autoridad
están en el subterráneo.
superior, saltó lácia él con las manos en actitud de
-Vamos , dijo el inspector como con fastidio. Cum- súplica .
plamos nuestra obligacion en regla. Bajemos al sub- Los soldados calaron bayoneta , temiendo que el
terráneo.
preso se dirigiese al inspector con malas inten-
-Esperad que al menos vayan á buscar dos hom - ciones .
bres, respondió el gobernador ; que los presos , sea por El mismo inspector retrocedió un paso.
hastio de la vida, sea para hacerse condenar á muerte , Dantés comprendió que le habian pintado á sus ojos
intentan tal vez crímenes desesperados , y podriais ser como un hombre temible.
víctima de alguno .
Entonces procuró poner en su mirada cuanto de
-Tomad pues precauciones , dijo el inspector. humildad y mansedumbre hay en el corazon humano,
Con efecto , enviaron á buscar dos soldados , y co- y con una elocuencia piadosa que admiró á todos los
menzaron á bajar una escalera , tan empinada , tan circunstantes trató de conmover al recien venido.
infecta y tan
lastimaba húmeda , que el olfato y la respiracion se
n á la Escuchó hasta el fin el inspector el discurso de
par.
Dantés , y volviéndose al gobernador , le dijo en voz
¡Oh! ¿quién diablos puede morar ahí ? dijo el ins- baja:
pector á la mitad del camino . -Ya va haciéndose humano , y los sentimientos
-Un conspirador de los mas temibles : nos lo han dulces empiezan á dominarle . Mirad cómo el temor
cualquier cosaparticularmente
recomendado como hombre capaz de obra en él su efecto : retrocedió ante las bayonetas , y
. el loco no retrocede ante peligro alguno. Sobre este
-¿Está solo? síntoma he hecho yo en Charenton observaciones muy
-Ší. curiosas .
¿ Há mucho tiempo? Después, volviéndose al preso :
-Un año con corta diferencia. -En resúmen , le dijo , ¿qué pedis?
¿Y desde su entrada en el castillo está en el sub-
terráneo -Pido que se me diga cuál es mi crímen ; que se me
?
nombren jueces ; que se me juzgue ; que se me fusile
60 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

si soy culpable , pero que se me ponga en libertad si -No señor, porque la prision me doma , me anona-
inocente. da. ¡ Hace tanto tiempo que estoy aquí !
-¿Comeis bien? le preguntó el inspector. -¡Mucho tiempo ! ¿ en qué época fuisteis preso ? le
-Si , yo lo creo ... no lo sé; pero eso importa poco. preguntó el inspector.
Lo que debe importar , no solamente á mí, pobre pre- -El 28 de febrero de 1815 , á las dos de la tarde.
so , sino á todos los que se ocupan en hacer justicia, El inspector se puso á calcular.
y sobre todos al rey que nos manda , es que el inocen- -Estamos á 30 de julio de 1816 ; no hace mas que
te no sea víctima de una denuncia infame , y no diez y siete meses que estais preso .

M.

...Vino en su ayuda la religion á salvarla del suicidio.

muera entre cerrojos maldiciendo de sus verdugos. No hace mas ? repuso Dantés. ¿Os parecen po-
-¡Qué humilde estais hoy! ledijo el gobernador. No cos diez y siete meses ? ¡ Ah! caballero , vos no sabeis
siempre sucede lo mismo , que de otra manera habla- lo que son diez y siete meses de cárcel; diez y siete años,
bais el dia que quisisteis asesinar á vuestro guardian. diez y siete siglos, sobre todo para un hombre como
-Es verdad , señor, respondió Dantés , y por ello pi- yo que estaba próximo á ser feliz; para un hombre
do humildemente perdon á este hombre , que ha sido que veia abierta una carrera honrosa , y que todo lo
siempre bondadoso conmigo. Pero ¿ qué quereis? yo pierde en aquel mismo instante , que desde el dia mas
estaba loco , yo estaba furioso. hermoso y claro pasa á la noche mas profunda , que
-¿Y ya no lo estais? ve su carrera destruida , que no sabe si le ama aun la
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 61

muger que antes le amaba, que ignora en fin si su an- , canza que vos no podeis ponerme en libertad de motu
ciano padre es muerto ó vivo . Diez y siete meses de propio , pero podreis trasmitir mi súplica á la autori-
cárcel para un hombre acostumbrado al aire del mar, dad, provocar una requisitoria , hacer en fin que se
á la independencia del marino, al espacio, á la inmensi-
me juzgue. ¡ Justicia es todo lo que pido ! sepa yo al
dad , á lo infinito , caballero , diez y siete meses de menos de qué crímen se me acusa , y á qué castigo se
cárcel es el mayor castigo que pueden merecer los crí- me sentencia. La incertidumbre es el peor de todos
menes mas horribles del vocabulario humano. Tened los suplicios.
pues piedad de mí , caballero , y pedid para mí no in- -Contadme pues pormenores , dijo el inspector

-¡Justicia , caballero , yo no pido mas que justicia !

dulgencia, sino rigor, no gracia , sino justicia. Justicia, -Caballero , esclamó Dantés , por vuestra voz com-
caballero, yo no pido mas que justicia. ¿Quién se la prendo que estais conmovido . ¡ Caballero , decidme
niega á un preso?
que tenga esperanza!
Está bien , dijo el inspector; ya veremos. -No puedo deciroslo , respondió el inspector , sino
Y volviéndose hacia su acompañante añadió: solamente prometeros examinar vuestra causa.
En verdad que me da lástima de este pobre dia- -Oh! entonces , caballero , estoy libre, ¡ me he
blo. Luego me habeis de enseñar en el libro de regis- salvado!
tros su partida.
-¿Quién os mandó prender ? le preguntó el inspec-
Corriente , respondió el gobernador , pero creo tor.
que hallareis contra él notas tremendas .
-Mr. de Villefort , respondió Dantés . Vedle y en-
-Caballero , prosiguió Edmundo , bien se me al- tendeos con él.
62 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Hace un año que Mr. de Villefort no está en Mar- -¿Quereis ver ahora ellibro de registro , dijo el
sella sino en Tolosa.
gobernador , ó pasar incontinenti á esta otra prision?
-¡Ah ! eso no me admira , balbuccó Dantés. ¡ He -Acabemos la visita, respondió el inspector . Si vol-
perdido á mi único protector ! viese á salir al aire libre quizás no tendria valor para
-¿Tenia de vos Mr. de Villefort algun motivo de acabarla.
resentimiento?
-Este preso no es por el estilo del otro , que su
-Ninguno , señor , que fué harto bondadoso con- locura entristece menos que la razon de su vecino .
migo. -¿Cuál es su locura?

El abate Faria.

-¿Podré fiarme de las notas que haya dejado escri- -¡Oh ! rarísima . Se cree poseedor de un tesoro in-
tas sobre vos , ó que me proporcione él mismo? menso . El primer año ofreció al gobierno un millon si
-De todo en todo. Je ponia en fibertad ; el segundo año le ofreció dos mi-
-Pues bien : teired esperanza ." llones ; el tercero tres , y así progresivamente. Ahora
Dantés cayó de rodillas levantando las manos al cie- está en el quinto año : es probable que os pida una en-
lo,y recomendándole en una oracion aquel hombre trevista , y os ofrezca cinco millones.
que habia bajado á su calabozo como el Salvador á sa- -Manía rara es con efecto , dijo el inspector. ¿ Y
car las almas del infierno. cómo se llama ese millonario?
Aunque la puerta se habia cerrado , la esperanza -El abate Faria.
que acompañaba al inspector se quedó encerrada en -Número 27 ; dijo el inspector.
el calabozo de Dantés. -Aquí es. -Abrid , Antonio.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 63

El llavero obedeció , con lo que pudo el inspector | Newton. ¿Podeis concederme una entrevista secreta?
pasear su mirada curiosa por el calabozo del abate -¿Eh? ¿qué decía yo ? dijo el gobernador al ins-
loco. pector.
(Así llamaban comunmente á aquel preso). -Bien conoceis á vuestra gente , respondió este
En medio de la estancia , dentro de un círculo tra- último sonriendo .
zado en el suelo con un pedazo de yeso de la pared, Y volviéndose á Faria:
veíase agazapado un hombre casi desnudo, tan roto es- -Caballero , le dijo , lo que me pedis es imposible.
taba su traje. Ocupábase á la sazon en trazar dentro -¿Y si se tratase , caballero , repuso el abate , de
del círculo líneas geométricas muy bien trazadas , y hacer ganar al gobierno una suma enorme , una suma
parecia tan preocupado con su problema como Arquí- de cinco millones?
medes cuando le mató el soldado de Marcelo . Ni pes- -A fé mia que hasta la cantidad adivinasteis , dijo
tañeó siquiera al rumor de la puerta que se abria, ni el inspector volviéndose otra vez hácia el gobernador.
dió muestra alguna de sí cuando el resplandor de las -Vamos , prosiguió el abate, conociendo que el ins-
antorchas alumbró con desusado brillo el húmedo sue- pector iba á marcharse, no hay necesidad de que este-
lo en que trabajaba. Volviose entonces y vió admirado mos absolutamente solos . El señor gobernador puede
con estremo la numerosa comitiva que acababa de en- asistir á nuestra entrevista.
trar en su calabozo. -Señor mio , dijo el gobernador, por desgracia sa-
Acto contínuo se levantó de repente , y cogió un bemos de antemano lo que quereis decirnos . ¿De
cobertor que yacía á los piés de su miserable lecho vuestros tesoros , no es verdad?
para envolverse y hacer mayor decencía á los recien- Miró Faria á este hombre burlon con ojos en que
venidos. un observador desinteresado hubiera leido la razon y
-¿Qué pedis? le dijo el inspector sin alterar su la verdad.
fórmula. -Sin duda , le respondió. ¿De qué quereis que yo
-Yo , caballero ?... no pido nada , respondió el hable , sino de mis tesoros?
abate como admirado. -Señor inspector, repuso el gobernador, puedo
-Sin duda no me comprendeis , repuso el inspec- contaros esa historia tan bien como el abate , porque
tor. Yo soy un delegado del gobierno para visitar las hace cuatro ó cinco años que no me habla de otra
cárcelesy y atender las reclamaciones de los presos. cosa .
-Eso es otra cosa, caballero, esclamó vivamente el -Eso prueba , señor gobernador, dijo Faria, que
abate . Espero que nos entendamos. sois como aquellos de que habla la Escritura , que fie-
-No lo veis ? dijo el gobernador por lo bajo. El nen ojos y no ven , oidos y no oyen.
principio, ¿no os indica que va á parar á lo que yo os -Amigo mio, añadió el inspector, el gobierno es
decia? rico, y á Dios gracias no necesita de vuestro dinero.
-Caballero , prosiguió el preso , yo soy el abate Guardadle , pues , para cuando salgais del calabozo.
Faria , natural de Roma. A los veinte años era se- Dilatáronse los ojos del abate, y asiendo de la ma-
cretario del cardenal Rospigliossi . Sin saber por qué no del superior le dijo :
me prendieron á principios de 1811 , y desde entonces -Pero, ¿y si no salgo nunca? ¿y si contra toda jus-
pido vanamente mi libertad á las autoridades italianas ticia permanezco siempre en este calabozo? ¿Y si mue-
y francesas. ro sin haber legado á nadie mi secreto? ¡ El tesoro se
¿Y por qué á las francesas? le preguntó el gober- perderá ! ¿ No es mejor que el gobierno y yo lo posea-
nador. mos? Me alargaré hasta seis millones , caballero , sí,
Porque me prendieron en Piombino , y presumo le daré hasta seis millones , y me contentaré con el
que como Milan y Florencia, Piombino será actual- resto si se me pone en libertad.
mente capital de un departamento francés. -Bajo mi palabra, dijo á media voz el inspector,
El inspector y el gobernador se miraron sonriendo. habla con tal acento de conviccion , que se le creeria
Sabeis , amigo mio , le dijo el inspector , que no á no saber que está loco .
son muy frescas vuestras noticias de Italia? -No estoy loco, caballero , digo la verdad , repuso
-Datan del dia de mi prision , caballero , repuso el Faria , que con ese oido finísimo de los presos no per-
abate Faria; y como S. M. el Emperador habia creado dió una sola de sus palabras. El tesoro de que hablo
el reino de Roma para el hijo que el cielo acababa de existe ciertamente, y me comprometo á firmar con
darle, me presumo que siguiendo el curso de sus con- vos un tratado por el cual me conducireis adonde yo
quistas haya realizado el sueño de Maquiavelo y de designe , se cavará en la tierra , y si yo miento, si no
César Borgia , que era hacer de la Italia entera un solo se encuentra nada , si estoy loco como decís , consen-
y único reino . tiré en volver al calabozo, y en permanecer toda mi-
-Caballero , dijo el inspector , la Providencia por vida , y en esperar la muerte sin volver á pedir nåda
fortuna ha modificado ese gigantesco plan de que pa- ni á vos ni á nadie.
receis partidario tan ardiente. El gobernador se echó á reir.
-Es el único para hacer de la Italia un Estado vi- -¿Está muy lejos vuestro tesoro?
goroso , independiente y feliz , respondió el abate. -A cien leguas de aquí , sobre poco mas o menos.
-Puede ser , repuso el inspector; pero yo no he -No está eso mal imaginado, dijo el gobernador.
venido á estudiar un curso de política ultramontana , Si todos los presos se divirtiesen en pasear á sus guar-
sino á preguntaros , como ya lo hice , si teneis algo dias por un espacio de cien leguas , y si los guardias
mentreclam
que
o. ar sobre vuestra habitación , trato y ali- consintiesen en tales paseos , serían un escelente ar-
bitrio para que los presos tomaran las de Villadiego á
-El alimento es igual al de todas las cárceles , la primera ocasion , que no dejaria de presentarse
quiero decir, malísimo , respondió el abate; la habita- ciertamente en tan larga correría.
cion ya la veis, húmeda é insalubre , aunque muy -Es un arbitrio muy gastado, dijo el inspector . Ni
buena para
calabozo . Pero no tratemos de eso sino de siquiera tiene el mérito de la invencion.
revelaciones de la mas alta importancia que tengo que Después volviéndose al abate le dijo:
hacer al gobierno. -Ya os he preguntado si os dan bien de comer...
-Ya pareció aquello , dijo en voz baja el goberna- -Caballero, respondió Faria , juradme por Cristo
dor al inspector. nuestro Señor, que me pondreis en libertad si no
-Me felicito , pues , de veros , prosiguió el abate, miento, y os diré dónde está el tesoro.
aunque me habeis interrumpido un cálculo escelente Os dan bien de comer? repitió el inspector.
que á no fallarme cambiaría quizás el sistema de -Nada aventurais , caballero, y no será un arbitrio.
64 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

para escaparme , pues consiento en permanecer aquí -¿Si habrá poseido con efecto algun tesoro? decia
mientras que vos vayais... el inspector subiendo la escalera.
-¿No respondeis á mi pregunta? repuso impacien- -O habrá soñado que lo poseia, y despertó demen-
te el inspector. te , repuso el gobernador.
-¡Ni vos á mi solicitud! respondió el abate . ¡Mal- -Si él fuera en verdad tan rico no estaria preso,
dito seais como los insensatos que no han querido añadió el inspector con la sencillez del hombre cor-
creerme ! ¿No quereis mi oro? para mí será. ¿Me ne- rompido.

-Juradme por Cristo nuestro señor que me pondreis en libertad si no miento.

gais la libertad? Dios me la dará. Idos . Ya nada tengo Así acabó para el abate Faria esta aventura. Si-
que decir. guió preso sin que lograse con la visita otra cosa que
Y arrojando el cobertor , volvió á coger el abate afirmar su fama de loco.
su yeso, y á sentarse otra vez en su círculo, y á trazar Caligula ó Neron, aquellos célebres rebuscadores de
sus figuras geométricas. tesoros , que se dieron de cabezadas por todo lo impo-
-¿Qué hace? decia el inspector al irse. sible , hubiesen atendido á este pobre hombre , le hu-
-Cuenta sus tesoros, le contestó el gobernador.biesen concedido el aire que deseaba , el espacio que
Faria respondió á este sarcasmo con una mirada en tanto tenia , la libertad que queria pagar tan cara;
sublime de desprecio . pero los reyes de ahora, encerrados en los límites de
Salieron, y el llavero cerró la puerta. lo probable , no tienen la audacia de la voluntad,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 65

temen la oreja que escucha las órdenes que ellos Por lo mismo que el abate Faria se habia vuelto loco
mismos dan , el ojo que repara sus acciones ; no sien- en su prision, estaba condenado á no salir nunca de
ten en sí lo superior de la esencia divina , son hom- ella.
bres coronados, en una palabra. En otros tiempos se En cuanto á Dantés, el inspector le cumplió su pa-
creian ó se llamaban siquiera hijos de Júpiter , y con- labra, examinando el libro de registro á su vuelta á las
! servaban algo del ser de su padre ; que no se plagia habitaciones del gobernador. Así decia la nota refe-
fácilmente las cosas de ultra-nubes. Ahora los reyes rente á él :
se vulgarizan muy amenudo. Empero como ha repug-

... El inspector le cumplió su palabra , examinando el libro de registro

nado siempre al gobierno despótico que se vean á la Bonapartista acérrimo. Ha toma-


luz pública los efectos de la prision y de la tortura; do una parte muy activa en la
como hay pocos ejemplos de que una víctima de la in- Edmundo Dantés. vuelta de Napoleon.
quisicion haya podido pasear por el mundo sus huesos Téngasele muy vigilado y con el
triturados y sus sangrientas llagas , así la locura , esta mayor secreto.
úlcera causada por el fango de los calabozos, se oculta
casi siempre cuidadosamente en el sitio en que ha na- Esta nota era de otra letra y de otra tinta que las
cido , ó sí sale de él es para enterrarse en un hospital demás del registro , lo que prueba que habia sido aña-
sombrío, donde el médico no puede distinguir ni al dida después de la prision de Edmundo:
hombre ni al pensamiento entre las informes ruinas Lo positivo de la acusacion no admitia réplica. El
que el carcelero le entrega. inspector escribió , pues , debajo:
SEGUNDA SERIE. -ENTREGA 105. 5
66 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

«Nada se puede hacer por él. >» mezclados con los bandoleros y con los asesinos, que
Esta visita habia , permítasenos esta frase , hecho con innoble placer contraen horribles lazos , haciendo
revivir á Dantés. Desde su entrada en el calabozo se de la vida de la carcel una orgía espantosa. Pues á pe-
habia olvidado de contar los dias ; pero el inspector lesar de todo llegó á desear hallarse en uno de estos an-
habia dado una fecha nueva , y no la olvidó esta vez , tros, por ver otras caras que la de aquel carcelero im-
sino que arrancando de la pared un pedazo de yeso pasible y mudo; llegó á echar de menos el presidio con
escribió en el muro : -« 30 de julio de 1816 . » - Desde su infamatorio traje, su cadena asida al pié, y su hier-
este momento señaló con una raya cada dia que pasa- ro en la espalda. Los presidiarios á lo menos viven en
ba, para poder calcular el tiempo . sociedad con sus semejantes , respiran el aire libre y
Pasaron dias y semanas y meses , y Dantés seguia ven el cielo : los presidiarios deben de ser muy di
esperando . Empezó por fijar para su salida de la cár- chosos.
cel un término de quince dias , pues suponiendo que Cierto dia suplicó á su guardian que pidiese para él
el inspector no tuviese en su asunto sino la mitad un compañero, aunque fuese el abate loco de que ha-
del interés que él mismo tenia , bastárale con ese pla- bia oido hablar. Bajo la capa de un carcelero , puesto
zo. Pasado tambien , pensó que era absurdo creer que que sea muy ruda, queda siempre algo del hombre, y
el inspector se ocupase en tal cosa antes de su vuelta éste, aunque no lo habia demostrado nunca ostensible-
á París , y como su vuelta era imposible sin terminar mente, en lo íntimo de su alma compadeció muchas
la visita, que debia de durar lo menos un mes ó dos , veces á aquel desdichado jóven , sujeto á tan dura cau-
alargó Edmundo. su plazo hasta tres meses, Pasados tividad , con que trasmitió al gobernador la solicitud
estos hizo otro cálculo, prolongándolos hasta seis ; pero del número 34; pero el gobernador , prudentísimo como
cuando estos pasaron tambien, halló que juntos los si fuera un hombre politico , se figuró que Dantés
primeros dias con los meses habia esperado diez y queria insurreccionar á los presos, fraguar una cons-
medio. piracion , contar con algun amigo para alguna tentati-
En estos diez meses en nada habia mudado su situa- va ; y negó la solicitud.
cion ; ninguna nueva de consuelo habia tenido , y se- Así recorrió Dantés el círculo de los medios huma-
guia como siempre mudo su carçelero . Comenzó Dan- nos . Luego, como digimos que debia suceder , pensó
tés á dudar de sus sentidos , á creer que lo que toma- en Dios.
ba por un recuerdo no era sino una vision de su fan- Entonces vinieron á vivificar su alma todos esos pen-
tasía , y que aquel angel consolador solamente habia samientos piadosos que baten sus alas sobre los des-
bajado á su calabozo en alas de un sueño . graciados. Recordó las oraciones que le enseñaba su
Al cumplirse el año mudó el castillo de gobernador , madre, hallándoles una significacion hasta entonces de
obteniendo el antiguo el mando de la fortaleza de Ham , él desconocida , porque las oraciones para el hombre
adonde se llevó muchos de sus dependientes, entre feliz son palabras vacías de sentido, hasta que el dolor
ellos el carcelero de Edmundo . Llegó el nuevo gober- viene á esplicar al infortunio ese lenguaje sublime con
nador , y como le costase mucho trabajo retener en la que nos habla Dios .
memoria los nombres de los presos , se los hizo repre- Rezó pues, mas no con fervor , sino con rabia . Re-
sentar por números . Este horrible hôtel tenia unas zando en alta voz no le asustaban sus palabras ; caia
cincuenta habitaciones , cuyos números respectivos en una especie de éstasis ; á cada palabra que pronun-
tomaron sus habitantes . ciaba se le aparecia Dios ; sacaba lecciones de todos los
¡ El desgraciado marino dejó de llamarse Edmundo hechos de su vida humilde y oscura, atribuyéndolos á
Dantés para llamarse el núm. 34!! Dios, imponiéndose deberes para lo porvenir, y al final
de cada rezo intercalaba ese deseo egoista que los
CAPITULO XV. hombres dirigen á sus semejantes mas amenudo que
á Dios:
EL NÚM. 34 Y EL NÚM. 27. «...Y perdónanos nuestras ofensas , así como nos-
otros perdonamos á nuestros ofensores...»
Dantés pasó por todas las peripecias que hace sufrir Con esto se puso sombrío, y un velo cubrió sus ojos .
la desgracia á los presos olvidados en el fondo de sus Dantés era un hombre sencillo y sin educacion . Lo
calabozos. pasado permanecia para él envuelto en ese misterio
Comenzó en recurrir al orgullo, que es una conti- que la ciencia desvanece. En la soledad de su calabozo ,
nuacion de la esperanza y un íntimo convencimiento en el desierto de su imaginacion , no podia resucitar
de la propia inocencia ; después dudó de su inocencia, los tiempos pasados , reanimar los pueblos muertos ,
lo que no dejaba de justificar un tanto las suposicio- restaurar las antiguas ciudades , que el pensamiento
nes de locura del gobernador , y por último cayó del poetiza y agiganta, y que pasan delante de los ojos
pedestal de su orgullo , y no para implorar á Dios , si- alumbradas por el fuego del cielo, como los cuadros
no á los hombres. Dios es el último recurso. El des- babilónicos de Martinn . Dantés no conocia mas que su
graciado que deberia de comenzar por él , no llega á pasado, tan corto , su presente, tan sombrío , y su por-
implorarle sino después de haber agotado todas sus venir, tan dudoso . ¡ A la luz de los diezynueve años ver
esperanzas. la oscuridad de una noche eterna! Como ninguna dis-
Entonces pidió Dantés que le trasladasen de aquel traccion le distraia , su espíritu enérgico , á cuyas aspi-
calabozo á otro, aunque fuese mas negro y mas oscuro. raciones bastara solamente el tender su vuelo á través
Un cambio , aunque perdiendo , era siempre un cambio , de las edades, se veia obligado á ceñirse á su calabozo
y le proporcionaría por algun tiempo distraccion . Tam- como un águila encerrada en una jaula. Entonces se
bien pidió que le concediesen el pasear, y el tomar el agarraba , por decirlo así , á una idea , á la de su ven-
aire, y libros é instrumentos . Nada le fué concedido ; tura , desvanecida sin causa aparente por una fatalidad
pero no por eso dejó de pedir, pues se habia acostum inconcebible ; agarrábase , pues , á esta idea, la daba
brado á hablar con su carcelero , que era mas_mu- mil vueltas , la miraba por todas sus fases, devorándo-
do que el anterior si es posible . Hablar con un hom- la como el implacable Ugolino devora el cráneo del ar-
bre , aunque no le respondiese , habia llegado á zobispo Roger en el Inferno del Dante. Edmundo , que
parecerle una gran felicidad. Hablaba para escuchar solamente tenia una fé pasajera en el poder, la perdió
supropia voz, pues cierta vez que ensayó el hablar á como la pierden otros después del triunfo , con la úni-
solas , su voz le puso miedo. ca diferencia de que él no habia sabido aprovecharla.
En otro tiempo, cuando gozaba de libertad, se habia Al ascetismo sucedió la rabia.
horrorizado Dantés al recuerdo de esas cárceles comu- Tales blasfemias decia Edmundo , que el carcelero
nes de las poblaciones , donde los vagabundos estan retrocedia espantado : se daba golpes contra las pare-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 67

des , y en cuanto tenia á la mano, principalmente en quien detienen en la pendiente de la desgracia estas
sí mismo, se vengaba de las contrariedades que le ha- tristes ideas ! Son como uno de esos mares muertos
cia sufrir un grano de arena, una paja, ó una ráfaga que reflejan el purísimo azul del cielo ; pero que si el
de viento. Entonces aquella carta acusadora que él nadador se arroja á ellos, siente hundirse sus piés en
habia visto , que él habia tocado , que le enseñó Ville- un suelo fangoso, que le atrae, le aspira y le traga! En
fort, volvia á clavársele en el magín ; y cada línea bri- esta situacion, sin auxilio divíno, no hay remedio para
llaba en la pared como el Mane Thécel Pharès de Bal- él, y cada esfuerzo que hace le hunde mas y mas.
tasar. Decíase á sí mismo que era el odio de los hom- Sin embargo , esta agonía moral es menos terrible
bres , no la venganza de Díos , quien le habia hundido que el dolor que la precede y el castigo que acaso la

JARVER

Caia en una especie de éstasis!..

en aquella sima ; entregaba aquellos hombres desco- sigue; es una especie de consuelo vertiginoso, que nos
nocidos á todos los suplicios que inventaba su ardien- muestra la profundidad del abismo, pero quetambien
te imaginacion , y aun le parecian los mas tremendos en su fondo nos muestra la nada . Así Edmundo se con-
dulces, y sobre todo livianos para ellos , porque tras soló un tanto con esta idea. Todos sus dolores , sus
el suplicio viene la muerte , y la muerte es , si no el sufrimientos todos , con su lúgubre cortejo de fan-
reposo, la insensibilidad, que se le semeja mucho. tasmas, huyeron hácia aquel rincon del calabozo,
A
puro decirse á sí propio en esto de sus enemigos donde parecia que el angel de la muerte pudiese fijar
que la calma es la muerte, y que el que desea casti- su silenciosa planta. Contempló ya con tranquilidad
gar con crueldad necesita de otros recursos que no su vida pasada, con terror su vida futura, y eligió ese
de la muerte , cayó en el horrible ensimismamiento término medio que le ofrecia un asilo.
que ocasiona la idea del suicidio. ¡Pobre de aquel á -Tal vez en mis lejanas correrías , cuando yo era
68 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

hombre aun , y cuando este hombre libre y potente tiempo , ¡ qué de sucesos no podian arrasar las murallas
daba á otros hombres órdenes que eran ejecutadas al del castillo de If, y romper las puertas , y volverle á
punto, tal vez (decia para sí) he visto nublarse el cie- la libertad! Entonces aproximaba á su boca aquella co-
lo , bramar las ondas y encresparse, nacer la tempes- mida , que Tántalo voluntario , apartaba al punto con
tad en un estremo del espacio , y como un águila gi mano firme , pues con el recuerdo de su juramento ,
gantesca venir llenando con sus alas los dos horizon- esta generosa naturaleza temia despreciarse á sí mis-
tes. Tal vez conocia yo entonces que mi barco era un ma si lo quebrantaba. Rigoroso é implacable consigo
refugio despreciable , puesto que parecia temblar y propio, gastó pues el asomo de existencia que le que-
estremecerse , ligero como una pluma en la mano de daba , llegando un día en que no tuvo fuerzas para le-
un gigante. Pronto al terrible mugido de las olas la vantarse á arrojar la comida.
vista de los escollos me anunciaba la muerte , y la A la mañana siguiente no veia, y oia con mucho
muerte me espantaba , y hacia inauditos esfuerzos por trabajo. El carcelero creyó que estaba enfermo de
huirla , y reunia en un punto todas las fuerzas del gravedad , y Edmundo confió ya en su muerte pró-
hombre y toda la inteligencia del marino para luchar xima.
con Dios. Y esto, porque yo entonces era feliz ; porque Así pasó todo el dia. Cierto atolondramiento vago,
volver á la vida era para mí volver á la felicidad ; por- y un si es no es agradable , empezaba á apoderarse de
que aquella muerte yo no la habia llamado ni la habia él. Ya se habian adormecido las convulsiones nervio-
elegido ; porque el sueño , en fin , me parecia insufri- sas de su estómago; se habian calmado los ardores de
ble en aquel lecho de algas y de légamo ... era que me su sed. Cuando cerraba los ojos veia una multitud de
indignaba á mí, criatura, imágen de Dios , el servir de resplandores brillantes , como esos fuegos fátuos que
pasto á los milanos ó á los tiburones. Pero hoy la es- oscilan por la noche á flor de los terrenos fangosos :
cena ha cambiado : he perdido cuanto me hacia ama- era el crepúsculo de ese ignoto país que se llama la
ble la existencia ; hoy la muerte me sonrie como una muerte.
nodriza al niño que va á amamantar ; hoy muero como De repente , á las nueve de aquella misma noche,
se me antoja; muero cansado y fatigoso , como dormia oyó en la pared en que se apoyaba su cama un ruido
en aquellas noches de desesperacion y rabia después sordo y lento.
de haber dado en mi camarote tres mil vueltas ; es de- Hacian tanto en aquella mansion los animales
cir, treinta mil pasos ; es decir, diez leguas sobre po- inmundos , que poco á poco se habia acostumbrado
co mas o menos. Dantés á no despertar siquiera de sus sueños por cosa
Así como esta idea germinó en la imaginacion del tan liviana ; pero esta vez , ya que la abstinencia tu-
jóven, púsose un tanto mas alegre , mas risueño , se viese exaltados sus sentidos , ya que fuese el ruido
conformó mas con su pan negro y con su cama dura, con efecto estraordinario , ó ya porque en los momen-
comió menos , dejó de dormir , y comenzó á parecerlé tos supremos todo tiene importancia , Edmundo le-
soportable aquel resto de existencia, que podria dejar vantó la cabeza para oir mejor.
cuando le diese la gana , como se deja un vestido Era una especie de frotamiento acompasado , que
viejo. parecia provenir, ó de unas uñas enormes, ó de unos
Dos maneras tenia de morir : una era sencilla : atar dientes fortísimos , ó en fin , de un instrumento que
su pañuelo á un hierro de la ventana y ahorcarse: otra chocara con la piedra.
era dejarse morir de hambre , sin que su carcelero lo Aunque debilitada , en la imaginacion del jóven
conociese. La primera repugnaba mucho á Dantés, bulló al punto esta idea falaz , fija constantemente en la
porque aborrecia á los piratas, que mueren ahorcados de todo preso:-¡la libertad ! -La ocasion en que escu
de las vergas de los navíos que los apresan; tenia pues chaba aquel ruido , justamente cuando todo ruido iba
á la horca por un suplicio infamante , y no queria á cesar para él , hízole figurarse que Dios se apiadaba
aplicárselo á sí mismo ; con que adoptó el segundo al fin de sus sufrimientos , y con aquel ruido le acon-
medio, empezando desde aquel dia á ponerlo en prác- sejaba que se parase al borde de la tumba, que ya to-
tica. caba su pié. ¿Quién sabe si alguno de sus amigos , al-
En estas alternativas habian pasado cerca de cuatro guno de esos seres amados, en quien tantas veces pen-
años. A fines del segundo dejó de contar los dias , y só siempre que pensaba , no se ocuparía de él en
habia vuelto á esa ignorancia del tiempo, de que le aquellos momentos , y no trataría de disminuir la dis--
sacara en otro el inspector. tancia que los separaba?
Habiendo dicho Dantés -quiero morir, -y habiendo Pero no, sin duda Edmundo se equivocaba , y era
elegido hasta la muerte que se daria , lo calculó bien uno de esos sueños que nos toman á las puertas de la
todo , y por temor de arrepentirse hizo juramento con- muerte.
sigo mismo de morir de aquella manera .-«Cuando me Sin embargo , el ruido seguia oyéndose, y duró
traigan las provisiones las arrojaré por la ventana , de- hasta tres horas sobre poco mas o menos , terminando
cia para su sayo ; y aparentaré que las he comido . >> en una especie de roce, como al arrastrar una cosa.
Y lo cumplió con efecto. Dos veces cada dia tiraba Algunas horas después se repitió mas fuerte y mas
su comida por la ventanilla con reja , que apenas le cercano . Empezaba Edmundo á interesarse en aquel
dejaba ver el cielo , primeramente con alegria , des- trabajo que le hacia compañía , cuando entró el car-
pués con reflexion , y por último con pesar . Para for- celero .
talecerse en tan horrible lucha , necesitaba recor- Ocho dias eran pasados con corta diferencia desde
dar á enda instante el juramento que habia hecho . que se determinó á morir, y cuatro desde que empezó
Aquel alimento que otras veces le repugnaba, gracias á poner en planta su proyecto, y en todo este tiempo
al aguijon del hambre , le parecia ahora tentador á no habia Edmundo dirigido la palabra á aquel hombre,
la vista , esquisito al olfato, y mas de una vez pasó ni respondido á las que él le dirigia preguntándole
horas enteras con la cazuela en las manos contem- por su enfermedad , sino que por el contrario , siempre
plando fijamente aquella carne nauseabunda , aquel se volvia del otro lado cuando el carcelero le contem-
pescado podrido, y aquel pan negro y moloso . Domi- plaba atentamente . Pero esta vez podia escuchar aquel
naban aún en él los postreros instintos de la vida, ha- ruido y alarmarse , y destruir acaso aquel yo no sé qué
ciéndole de cuando en cuando flaquear en su propó- de esperanza , cuya sola idea deleitaba los últimos mo-
sito . Entonces su calabozo le parecia menos sombrío, mentos de Dantés.
y su situación menos desesperada. Todavía era jóven, El carcelero le llevaba el almuerzo.
puesto que debia contar veinticinco ó veintiseis años , Incorporose Edmundo en su cama, y ahuecando la
y le quedaban con corta diferencia cincuenta que vi- voz se puso á hablar de todas las cosas posibles , de la
vir, ó sea el doble de lo que habia vivido. En tanto mala calidad de su alimento, del frio que reinaba en
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 69

el calabozo, maldiciendo y gruñendo, para tener el de- á la desgracia, y que no podía sin mucho trabajo vol-
recho de gritar mas fuertemente, y agotando la pa- ver á concebir la felicidad. Era pues la idea de que
ciencia del carcelero, que justamente aquel dia habia quizás aquel rumor lo ocasionarían algunos albañiles
pedido para el preso enfermo caldo y pan tierno, que que se ocupasen por orden del gobernador en compo-
ambas cosas le llevaba. ner el calabozo inmediato.
Por fortuna creyó á Dantés en delirio , y salió del Fácil era salir de esta incertidumbre; pero ¿cómo
calabozo, poniendo el almuerzo en la mesilla coja don- se atrevia á preguntarlo? Nada mas fácil , repetimos,
de lo solia poner. i que esperar la llegada del carcelero, hacerle apercibir-

Dos veces cada dia tiraba su comida por la ventanilla.

Entonces Edmundo desembarazado volvió á escu- se del ruido , y reparar la impresion que le causara;
char con deleite .
pero con esta nimia satisfaccion de su curiosidad, ¿no
El ruido era ya tan claro que el jóven lo escuchaba podria arriesgar intereses muy altos? Por desdicha la
sin trabajo alguno . cabeza de Edmundo , como una campana vacía, estaba
No hay duda! esclamó para sí : puesto que á pe- atolondrada, y tan débil, que su cerebro, flotante como
sar de la luz del dia prosigue este ruido, lo ocasiona al- un vapor, no podia condensarse para concebir una idea.
gun desdichado preso que trabaja para escaparse. Solo un medio encontró Edmundo para volver á su
¡Oh! ¡si yo estuviera con él cómo le ayudaria! anterior estado lúcido; volvió los ojos hácia el caldo,
De repente una nube sombría pasó eclipsando esta humeante aun, que el carcelero acababa de poner so-
aurora de esperanza por aquella mente , solo habituada bre la mesa , y levantándose como pudo, cogió la taza
70 . BIBLIOTECA UNIVERSAL.

y la bebió de un sorbo , sintiendo al punto un indeci jo no solamente lícito sino obligatorio , al punto lo
ble bienestar. proseguirá. Si por lo contrario es un preso , el ruido
Y tuvo fuerzas para contenerse , aunque habia que yo haga debe de sobresaltarle , y temiendo ser
ya cogido el pan para comerlo ; pero el recuerdo de descubierto , dejará su trabajo hasta la noche, cuando
que muchos náufragos , estenuados de hambre, habian todos duerman en el castillo ,
muerto por comer de repente mucho , hízole dejar el Acto continuo volvió á levantarse Edmundo , y esta
pan sobre la mesa y volver á acostarse. vez , ni sus piernas vacilaban ni sus ojos se desvane-
Ya no queria morir. cian. Dirigiose á un rincon del calabozo , arrancó una

Dejó caer el cántaro al suelo , con que se hizo mil pedazos.

Pronto conoció Edmundo que su cerebro entraba | piedra, que con la humedad iba ya desprendiéndose, y
en caja. Sus ideas vagas é incomprensibles empezaban con ella dió tres golpes en la pared, donde parecia sen-
á reflejarse en ese espejo maravilloso cuya lucidez dis- tirse mas cercano el ruido.
tingue al hombre del animal. Pudo, pues, pensar, for- Al primer golpe el ruido cesó como por encanto.
tificando su pensamiento con el raciocinio. Púsose á escuchar Edmundo con toda su alma , y
Entonces dijo para sí : pasó una hora , y pasaron dos , sin que el ruido pro-
-Debo de hacer una prueba , pero sin comprome- siguiese. Del otro lado de la pared respondia á sus
ter á nadie. Si el ruido procede de un albañil, en cuan- golpes un silencio absoluto.
to yo golpee la pared, cesará , porque él intente saber Lleno de esperanza el jóven comió algunos bocados
quién llama y por qué llama; pero como será su traba- | de pan , bebió un trago de agua , y gracias á la pode-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 71

rosa constitucion de que le dotara la naturaleza , ha- | venir , á imitacion de los gladiadores, que ejercitaban
Ilose sobre poco mas o menos como antes. su cuerpo y lo frotaban con aceite antes de entrar
El dia pasó sin que el silencio se alterase. en la arena. En los intervalos de esta febril actividad,
Llegó la noche y el ruido no se sentia. escuchaba por si el ruido volvia, impacientándose con
-¡Es un preso ! esclamó Dantés con júbilo impón- la prudencia de aquel preso, que no adivinaba que quien
derable. le habia interrumpido en sus tareas de libertad era
Desde entonces su cabeza fué un volcan , y su vida , otro preso que deseaba tanto como él lo menos el re-
violenta á puro ser activa. cobrarla.

El carcelero , gruñendo , fué á traer otra vasija nueva.

Toda la noche pasó sin que el ruido prosiguiese. Tres dias pasaron... setenta y dos horas mortales
Edmundo no pegó los ojos. contadas minuto por minuto.
Con el alba vino el carcelero á traer las provisiones . Al fin una noche , cuando el carcelero acababa de
Edmundo habia agotado las del dia anterior , y agotó hacerle su última visita , tenia Edmundo por vez cen-
lasnuevas tambien , escuchando incesantemente aquel tésima pegado el oido á la pared , y le pareció que un
ruido que no continuaba , temblando que no volviese rumor imperceptible vibraba sordamente en su cabe-
á repetirse , andando al dia diez ó doce leguas en su za, puesta en contacto con la pared.
calabozo, asiéndose á la reja de hierro de la ventanilla Apartose un poco para refrescar su cerebro exalta-
para recobrar la elasticidad de sus miembros, y dispo- do , dió algunas vueltas por la habitacion, y tornó á
niéndose en fin á luchar cuerpo á cuerpo con lo por- colocarse en el mismo sitio.
72 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

No era posible dudar : alguna cosa pasaba del otro | dos á las tablas con tornillos. Para poder arrancarlos
lado . El preso habia reconocido lo arriesgado de su necesitaba de un destornillador.
empresa y la proseguia de otro modo. Sin duda habia No quedaba á Dantés mas que un recurso : romper
sustituido el cincel con la palanca. el cántaro, y emprender su tarea con uno de los
Animado por este descubrimiento , Edmundo resol- tiestos.
vió ayudar a aquel obrero infatigable . Empezando por Dicho y hecho : dejó caer el cántaro al suelo, con
separar su cama , pues detrás de ella creia que sonaba que se hizo mil pedazos.
el rumor, buscó con los ojos un objeto que le sirviese Eligió Edmundo dos ó tres de los mas agudos , {y

STAAL

Con efecto , al cabo de una hora la piedra habia salido de la pared.

para rascar la pared y arrancar una piedra de sus ci- | los escondió en su jergon , dejando los otros en el sue-
mientos húmedos .
lo. El romperse el cántaro era un suceso tan natural,
Ni cuchillo ni instrumento alguno cortante tenia;
sino solamente los barrotes de la reja , y como mas de que no le daba cuidado alguno.
Edmund podia trabajar toda la noche ; pero con
una vez se habia convencido de que era imposible ar- la oscuridadono se daba trazas , pues tenia que traba-
rancarlos , ni siquiera lo intentó .
Todos sus muebles consistian en la cama, una silla, jar á tientas , y conoció bien pronto que su informe
herramienta se embotaba contra un cuerpo mas duro.
una mesa , un jarro y un cántaro.
La camá tenia los piés de hierro ; pero los tenía uni- Volvió pues á acostarse y esperó la llegada del dia:
con la esperanza le habia vuelto la paciencia.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 73

En toda la noche no dejó de oir al zapador anónimo Empero la humedad habia reblandecido esta cal.
qu continuaba su trabajo subterráneo . Con alegres latidos de su pecho reparó Dantés que
Al amanecer entró el carcelero. Díjole el jóven que se caia á pedazos , y que aunque los pedazos eran áto-
bebiendo la víspera en el cántaro se le habia escapado mos, á decir verdad, en media hora arrancó un puñado
de las manos y roto. sobre poco mas o menos. Un matemático hubiera po-
El carcelero, gruñendo , fué á traer otra vasija nue- dido calcular que con dos años de este trabajo , si no
va, sin tomarse el trabajo de llevarse los restos de se topaba con la piedra viva, llegaría á hacerse un agu-
la tra. jero de dos piés cuadrados y veinte de profundidad.

Recibió Dantés en sus brazos à aquel nuevo amigo.

Volvió con ella un instante después , y encargando Entonces se reprendió á sí mismo el preso por no
al preso que tuviese mas cuidado, tornó á marcharse. haber ocupado en aquella manera las largas horas que
Con indecible júbilo oyó Dantés el rumor de aque- habia perdido esperando , rezando y desesperándose .
lla puerta, que en otro tiempo le partia el corazon cada En cerca de seis años que llevaba de calabozo, ¿qué
vez que se cerraba . Oyó alejarse el ruido de los pasos, trabajo no hubiera podido acabar por lento que fuese?
y cuando se estinguieron enteramente , corrió á sepa- Esta idea le infundió nuevos brios.
rar su cama de su sitio, con que pudo ver, al débil ra- Con precauciones inauditas logró en tres días sola-
yo de luz que penetraba en el calabozo, lo inútil de su mente arrancar todo el cimiento, dejando la piedra al
tarea de la noche anterior , puesto que habia rascado aire. La pared se componia de morrillos interpolados
la piedra y no la cal que por sus estremos la rodeaba. de piedras para mayor solidez. Una de estas piedras,
74 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

era la que él había casi desprendido y la que anhelaba bre. Habeis roto un cántaro, y habeis tenido la culpa
ahora por arrancar de su base. de que rompiese yo la cazuela. Si todos los presos hi-
Recurrió Dantés á sus dedos ; pero eran insufi- ciesen tanto gasto como vos , no podria el gobierno
.cientes. soportarlo. Os dejaré la cacerola , y en ella os echaré
Los pedazos del cántaro , introducidos á manera de la sopa de hoy mas : acaso no la rompereis .
palanca en los huecos, se rompian cuando él apretaba. Alzó Dantés los ojos al cielo , y juntó las manos de
Después de una hora de inútiles tentativas se incor- bajo de su cobertor.
poró Dantés , bañada en sudor la frente , lleno de an- Aquel pedazo de hierro, de que dispondria ya á to-
gustia el corazon. das horas , le inspiraba una gratitud al cielo , mas viva
¿Tendria que renunciar al principio de su empresa? que la que le habian inspirado todas las bienandanzas
¿Tendria que esperar, inerte y pasivo , á que su com- de su vida anterior. Habia reparado solamente que su
pañero, que quizás se cansaria , lo hiciese todo por compañero no trabajaba desde que él habia comen-
su parte? zado .
Entonces pasó por su imaginacion una idea que le Pero ni esto importaba , ni era razon para desma-
hizo quedarse parado y sonriendo. Su frente, húmeda yar : si su compañero no llegaba hasta él , él llegaria
de sudor, se secó al punto. hasta su compañero .
El carcelero le llevaba todos los dias la sopa en una Todo el día estuvo trabajando sin tregua , de ma-
cacerola de zinc . Además de su sopa , contenia esta nera que por la noche, gracias á su nuevo instru-
cacerola sin duda la de otro preso , puesto que habia mento , habia arrancado de la pared sobre diez puña-
observado Dantés que unas veces estaba enteramente dos , entre morrillos, cal y piedra del cimiento .
llena y otras hasta la mitad solamente , segun que su A la hora de la visita enderezó lo mejor que pudo
conductor empezaba á distribuir en él ó en su compa- el mango de su cacerola, colocándola en su sitio . Va-
ñero . ció en ella el llavero su ordinaria racion de sopa y de
Tenia esta cacerola un. mango de hierro, que era provisiones , ó por mejor decir de pescado, porque
justamente lo que ambicionaba Dantés , y lo que hu- aquel dia , así como tres veces por semana, hacian
biera pagado con diez años de su vida. á los presos comer de viernes. Este hubiera sido un
El carcelero solia vaciar la cacerola en la cazuela medio de calcular el tiempo, si Edmundo no hubiera
de Dantés , quien después de comerse la sopa con una renunciado á él desde hacia mucho.
cuchara de palo , lavaba la cazuela para que le sirvie- Después se fué el carcelero.
ra al siguiente dia. Esta vez quiso Dantés asegurarse de si su vecino
Puso Dantés aquella noche la cazuela en el suelo habia con efecto renunciado á su empresa , y se puso
entre la puerta y la mesilla , de modo que al entrar el á escuchar.
carcelero la piso y la hizo mil pedazos. Reinaba el silencio mas profundo , como en aque-
Esta vez nada pudo decir á Dantés : si él habia co- llos tres dias que contaba de fecha la interrupcion del
metido la torpeza de dejarla en el suelo , el carcelero trabajo.
habia cometido la de no mirar dónde ponia los piés; Dantés suspiró, convencido de que el preso des-
con que tuvo que contentarse con refunfuñar un si confiaba de él .
es no es. Sin embargo , no por esto dejó de trabajar toda la
Luego miró en torno suyo para hallar donde dejar- noche ; pero a las dos ó tres horas tropezó con un
le la comida ; pero Dantés absolutamente tenia otra obstáculo.
vasija que la cazuela . El hierro no se hundia , sino que resbalaba en una
-Dejadme la cacerola, dijo Dantés , mañana podreis superficie plana.
recogerla cuando me traigais el desayuno. Metió Dantés la mano, y pudo cerciorarse de que
Este consejo convenia tanto á la pereza del carce- habia tropezado con una viga que atravesaba , ó dicho
lero , como que así no necesitaba de subir y bajar otra mejor, cubria enteramente el agujero comenzado
vez la escalera. por él.
Dejó pues la cacerola . Era preciso cavar por debajo de ella ó por encima .
Edmundo tembló de alegría. Al desdichado no se le habia ocurrido semejante
Comió esta vez á toda prisa la sopa y el resto de sus inconveniente .
provisiones , que segun costumbre de las cárceles se -¡Oh Dios mio ! ¡ Dios mio! esclamó , tanto os habia
juntaban en una sola vasija , y después de esperar una rezado, que esperaba que me oyeseis. ¡Dios mio ! des-
hora á cerciorarse de que el carcelero no volveria, pués de haberme quitado la libertad en vida... ¡Dios
separó la cama de la pared , cogió su cacerola , é in- mio ! después de haberme hecho renunciar al reposo
troduciendo el mango por la juntura de la piedra, sir- de la muerte... ¡Dios mio ! que me habeis devuelto al
viose de él como de una palanca. mundo... ¡ Dios mio ! tened piedad, no me dejeis morir
Una leve oscilacion de la piedra probó á Edmundo desesperado .
que su intento le salia bien. -¿Quién habla de Dios y se desespera? murmuró
Con efecto, al cabo de una hora la piedra habia sali- una voz, que como salida del centro de la tierra , lle-
do de la pared, dejando un hueco de pié y medio de gaba á Dantés opaca, por decirlo así, y con un acento
diámetro. sepulcral.
Recogió Dantés con cuidado toda la cal, la escondió Erizáronsele á Edmundo los cabellos , y retrocedió ,
en los rincones del calabozo , raspó el suelo con uno aunque estaba de rodillas.
de los pedazos del cántaro , y mezcló aquella cal con ¡Ah! dijo : oigo la voz de un hombre.
tierra negruzca . Hacia cuatro o cinco años que Edmundo no habla-
Queriendo después aprovechar esta noche, en que la ba sino con el carcelero , y para los presos el carce-
casualidad, ó mejor dicho, su sábia combinacion le pro- lero no es un hombre, que es una puerta de carne au-
veyera de tan precioso instrumento , siguió cavando mentada á la puerta de encina de su calabozo , un
con mucho afan. hierro de carne aumentado á los hierros de su ven-
Al rayar el alba volvió á colocar la piedra en su tana.
agujero , colocó la cama en su sitio , y se acostó. -En nombre del cielo , quien quiera que seais el
Su almuerzo era un pedazo de pan , que poco des- que habló, dijo, seguid hablando, aunque vuestra voz
pués vino á traerle el carcelero . me asuste : ¿quién sois?
-¡Cómo! ¿no me bajais otra cazuela? le preguntó -Y ¿quién sois vos? le preguntó la voz.
Dantés. -Un preso desdichado , respondió Dantés, que no
-No, porque todo lo rompeis , respondió el hom- tenia ningun inconveniente en responder.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 75

-¿De qué país? Estas palabras hicieron temblar á Edmundo: aquel


-De Francia. preso llevaba de cárcel cuatro años mas que él .
-¿Vuestro nombre? -Está bien : no caveis mas , dijo la voz muy á
-Edmundo Dantés.
prisa. Decidme solamente , ¿á qué altura está vuestra
-¿Vuestra profesion? escavacion?
-Marino. -Al nivel del suelo .
¿Desde cuándo estais aquí? -¿Y cómo puede ocultarse?
-Desde el 28 de febrero de 1815. -Con mi cama.

El abate se dejó caer sobre la cama de Edmundo, que permaneció de pié.

¿Cuál es vuestro crímen? -¿No os han mudado la cama desde que estais
-Soy inocente. preso?
-Pero ¿de qué os acusan? -No.
-De haber conspirado á la vuelta del emperador. -¿Adónde cae vuestro calabozo?
A la vuelta del emperador? qué, ¿el emperador -A un corredor.
no está ya en el trono? -¿Y el corredor?
-Abdicó en Fontainebleau en 1814, y fué dester- -Al patio.
rado á la isla de Elba. Pero ¿ desde cuándo estais vos -¡Ay ! murmuró la voz.
aquí que ignorais todo esto? Dios mio ! ¿qué sucede ? dijo Dantés.
-Desde 1811 .
Que me he equivocado; que lo imperfecto de mi
76 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

croquis me engañó ; que la falta de compás me ha per- | en algunos intervalos le ahogaba . Sentábase en la ca-
dido, pues una línea equivocada en mi croquis equiva- ma, apretándose el pecho con las manos , y al menor
le en realidad á quince piés. He creido que era la mu- ruido que se oia en el corredor lanzábase bácia la
ralla esta pared que nos separa. puerta ; porque una ó dos veces le pasó por la imagi-
-Pero entonces hubierais salido al mar. nacion la idea horrible de que le separasen de aquel
-Eso era lo que yo queria. hombre, á quien ya amaba aunque no le conocia. En-
-¿Y si lo hubierais logrado?... tonces tomo una resolucion : si el carcelero separaba
-Nadara hasta arribar á una de esas islas que ro- su cama de la pared , y veia la escavacion , y se inclina-
dean al castillo de If, la isla de Daume ó la de Tiboulen, ba para examinarla , élle asesinaría al punto con la bal-
ó á la costa, y me hubiera salvado . dosa en que colocaba el cántaro del agua .
-¿Podriais nadar tanto? Bien se le alcanzaba que le condenarian á muerte ;
-Dios me hubiera dado fuerzas . Ahora todo se ha pero ¿ no iba él á morir de fastidio y desesperacion
perdido. cuando aquel ruido milagroso te volvió á la vida?
-¿Todo? A la noche volvió el carcelero . Dantés estaba acos-
-Sí, tapad muy bien ese agujero, no trabajeis mas, tado, porque le parecia que así ocultaba mejor la es-
no os ocupeis en nada, y esperad que yo os avise... cavacion. Con ojos muy estraños debió de mirar sin
-¿Quién sois ? decidme al menos quién sois . duda al importuno carcelero, porque este le dijo :
-Soy... soy el número 27 . -¿A que vais á perder el juicio otra vez?
-¿Desconfiais de mí? le preguntó Dantés. Dantés no respondió , porque temia que lo conmovi-
Y creyó oir por toda repuesta una risa amarga. do de su acento le delatase.
¡ Oh ! soy buen cristiano , esclamó en seguida , El carcelero se fué, meneando la cabeza.
adivinando instintivamente que aquel hombre pensa- Al llegar la noche creyó Dantés que su vecino se
ba abandonarle. Os juro por Cristo que antes me ma- aprovecharia del silencio y de la oscuridad para anu-
tarán que yo deje percibir á nuestros verdugos ni aun dar la conversacion; pero nada menos que eso : la no-
la sombra de la verdad ; pero en nombre del cielo , no che pasó sin que ningun ruido respondiese á su febril
me priveis de vuestra presencia , no me priveis de ansiedad ; pero por la mañana, después de la visita de
vuestra voz , porque...-os lo juro , me van abandonan- costumbre, cuando ya él habia separado su cama de la
do ya las fuerzas ...-porque me estrellaría contra la pared, sonaron tres golpecitos acompasados , con que
pared y tendriais que echaros mi muerte en cara. se puso pricipitadamente de rodillas.
-¿Qué edad teneis ? vuestra voz parece de un -¿Sois vos ? dijo . Ya me teneis aquí.
jóven . ¿Se ha marchado el carcelero ? preguntó la voz .
-No sé mi edad á punto fijo , como no sé el tiempo -Ší ; y no volverá hasta la noche, respondió Dantés :
que he pasado aquí. Solamente sé que iba á cumplir tenemos doce horas á nuestra disposicion .
diez y nueve años cuando me prendieron en 1815. Puedo pues trabajar ? dijo la voz.
-Aun no ha cumplido veintiseis años , murmuró la -Sí , sí , ¡ al instante ! ¡ al instante ! yo os lo suplico.
voz. A esa edad no es traidor el hombre todavía. Al punto la tierra en que apoyaba Dantés ambas
-¡Oh! no, no, os lo juro, repitió Dantés. Os lo dije , manos , pues tenia la mitad del cuerpo metido en
y os lo repito: antes que venderos me dejaré hacer el agujero , vaciló como si le faltara la base. Echose
pedazos. hácia atrás Dantés, y una porcion de tierra y piedras
-Bien hicisteis en hablarme, bien hicisteis en ro- se precipitó por otro agujero que acababa de abrirse
garme, porque ya iba yo á trazar otro plan y á sepa- debajo del abierto por él. Entonces en el fondo de aquel
rarme de vos . Pero vuestra edad me tranquiliza : es- antro sombrío , cuya profundidad no era calculable á
peradme, que me reuniré con vos. primera vista , apareció una cabeza , unas espaldas , y
-¿Cuando ? un hombre por último que salia con bastante agilidad.
-Antes calcularé nuestros recursos : dejad á mi
cargo el avisaros . CAPITULO XVI.
-Pero no me abandonareis , no me dejareis solo,
¿es verdad? Os vendreis á juntar conmigo ó consenti- UN SABIO ITALIANO.
reis en que vaya á juntarme con vos. Huiremos jun-
tos, y si no podemos huir, hablaremos , vos de las per- Recibió Dantés en sus brazos á aquel nuevo amigo
sonas a quien ameis, yo de aquellas á quien amo. Vos esperado con tanta impaciencia, y lo llevó junto á su
debeis de amar á alguien. ventana para que le alumbrase por entero la exigua
-Soy solo en el mundo . luz del calabozo .
-Entonces me amareis á mí. Si sois jóven , seré Era un hombre pequeño de estatura , encanecido
vuestro amigo ; si viejo , seré vuestro hijo . Mi padre mas por las penas que por los años , de ojos perspicaces
debe de tener ahora setenta años, si aun vive ; yo so- ocultos por espesas cejas tambien un tanto canas , Y
lamente amaba á él y á una jóven llamada Mercedes. de larguísima barba que aun se mantenia negra. Lo
Estoy seguro de que mi padre no me ha olvidado ; pe- demacrado de su rostro, que surcaban arrugas profun-
ro ella... sabe Dios si piensa en mí todavía. Os amaré dísimas , la línea atrevida de sus facciones típicas, todo
como amaba á mi padre. en él, en fin, revelaba al hombre mas acostumbrado á
-Está bien, dijo el preso . Hasta mañana. ejercer las facultades del alma que las del cuerpo .
Aunque pocas, el acento de estas palabras conven- Su frente estaba cubierta de sudor.
ció á Dantés, que sin hacer ninguna pregunta mas se En cuanto á su traje , era imposible distinguir la
levantó, y tomando para ocultar los escombros las forma primitiva, porque se caia á pedazos .
mismas precauciones de otros dias , volvió á apoyar su Lo menos representaba sesenta y cinco años , aun-
cama en la pared. que cierto vigor en las acciones demostraba que tenia
Desde entonces se entregó en cuerpo y alma á su acaso menos edad que la que le hacia representar su
felicidad : ya no iba á estar solo, quizás iba á ser libre; larguísimo encierro.
y lo peor que podria sucederle , si seguia preso , era Acogió el recien venido las entusiastas protestas del
tener un compañero, y como es sabido, la prision en jóven con una especie de agrado , y parecia como si su
compañía es solo media prision. Las quejas exhaladas alma helada reviviese por un instante para confundir-
en comun son casi oraciones ; las oraciones en comun se con aquella alma ardiente. Agradeciole pues su cor-
son casi himnos de gratitud. dialidad con calor, aunque le habia causado una im-
Todo el dia se le fué á Dantés en dar vueltas por su presion muy terrible hallar un segundo calabozo donde
calabozo, saltándosele el corazon de júbilo, júbilo que creia encontrar la libertad.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 77

-Veamos primeramente , le dijo , si hay medio de Un instante después retiró la cabeza con mucha
que los carceleros no den con el quid de nuestras en- prisa.
trevistas. Nuestra tranquilidad futura consiste en -¡Oh! job! dijo ; ¡ ya lo sospechaba yo!
que ellos ignoren lo que ha pasado. Y resbalándose hasta la mesa por el cuerpo de
Y con esto se inclinó hácia la escavacion , y levantan- Dantés , saltó al suelo .
do la piedra en vilo, aunque era grande su peso, la vol- -¿Qué sospechabais? le preguntó ansioso el jóven,
vió á colocar en su sitio. saltando tambien.
-Esta piedra ha sido arrancada con poca precau- El anciano meditaba.
cion , dijo al inclinarse. ¿Teneis herramientas? -Sí , dijo... eso es... la cuarta pared del calabozo
-¿Y vos? le preguntó Dantés admirado. da á una galería esterior, á una especie de ronda por
-Yo he construido algunas. A escepcion de lima, donde pasan patrullas, y donde hay centinelas.
tengo todas las que necesito, cincel, tenazas y palanca . ¿Estais seguro?
-¡Oh! cuánta curiosidad tengo de ver esos pro- -He vistó el chacó de un soldado y la boca de su
ductos de vuestra paciencia y de vuestra industria, fusil. Por miedo de que él tambien me viese me re-
dijo Dantés. tiré tan pronto .
-Mirad, aquí traigo el cincel. -En resúmen... dijo Dantés .
Y esto diciendo , le enseñó un hierro fuerte y agu- -Ya veis que es imposible escaparnos por vuestro
do : el mango era de haya. calabozo.
-¿Cómo habeis hecho esto? le dijo Dantés. -¿Con que?... continuó el jóven con su acento in-
-Con uno de los goznes de mi cama. Con esta terrogativo.
herramienta he abierto todo el camino que me con- -Con que, ¡ hágase la voluntad de Dios ! dijo el an-
dujo aquí : cerca de cincuenta piés . ciano.
• ¡ Cincuenta piés ! esclamó el preso con una espe- Una sombra de profunda resignacion envolvió to-
cie de terror . das sus facciones .
-Hablad mas bajo , jóven, hablad mas bajo . Mu- Dantés no pudo menos de mirar, con estrañeza
chas veces hay detrás de las puertas quien escucha á cercana á la admiracion , á este hombre que con tanta
los presos . filosofia renunciaba á una esperanza alimentada tantos
-Saben que estoy solo . años .
-No importa . -¿Quereis ahora decirme quién sois? le preguntó
-¿Y decís que habeis cavado cincuenta piés para luego .
llegar hasta aquí? -¡Oh! sí, como os interese todavía, no pudiendo ya
-Tal es con corta diferencia la distancia que sepa- serviros para nada.
ra mi calabozo del vuestro. Empero , como me falta- -Podei s servirme de consuelo y de sosten, porque
ban instrumentos de geometría para tirar la escala de me parece sin igual vuestra fortaleza de espíritu .
proporcion , he trazado mal la curva , de modo que El anciano se sonrió tristemente.
envez de cuarenta piés de elipse he hallado cincuenta. -Yo soy, le dijo , el abate Faria , preso , como ya
Era mi intento, como ya os lo dije, salir á la muralla sabeis , desde 1811 en el castillo de If; pero antes de
esterior, horadarla tambien , y arrojarme al mar. En esa fecha llevaba ya tres años en la fortaleza de Fe-
vez de pasar por debajo de vuestro calabozo , he cos- nestrelle . En esa fecha me trasladaron del Piamonte
teado el corredor á que sale, con que todo mi trabajo á Francia. Entonces supe que el destino , hasta allí su
es inútil , pues el corredor cae á un patio lleno de cen- vasallo, habia dado un hijo al emperador Napoleon ,
tinelas. hijo que en la misma cuna se llamaba ya rey de Roma .
-Es verdad , dijo Dantés , pero el corredor no cos- Yo estaba entonces muy lejos de sospechar lo que vos
tea mas que una de las paredes de este calabozo, que me habeis dicho , á saber : que cuatro años mas tarde
tiene cuatro. el coloso se haria pedazos. ¿Quién reina ahora en
-Sin duda alguna ; pero esta pared primera está Francia? ¿Es Napoleon II ?
edificada en la piedra viva : necesitarian para hora- -No , sino Luis XVIII.
darla diez mineros con buenas herramientas diez años: -¡Luis XVIII ! ¡ el hermano de Luis XVI ! ¡Estraños
esta otra debe de empalmar con los cimientos de las y misteriosos decretos del Altísimo ! ¿ Cuál es el obje-
habitaciones del gobernador ; saldriamos á las cuevas, to de la Providencia en abatir al hombre que habia
que están cerradas con llave : allí nos cogerian . La elevado , y elevar al que habia abatido?
otra pared cae... esperad , esperad... ¿adónde cae la Dantés seguia con los ojos los ademanes de este
otra pared? hombre que se olvidaba un momento de su propio des-
Esta pared era la del respiradero por donde en- tino para ocuparse de los del mundo.
traba la luz. A imitacion de las troneras, este respira- -Sí , sí , continuó , lo mismo que en Inglaterra.
dero iba estrechándose hasta el fin de un modo, que Después de Carlos I , Cromwel ; después de Cromwel ,
sin contar las tres hileras de hierros , capaces de ha- Carlos II ; y quizás después de Jacobo II , algun pa-
cer dormir tranquilo al gobernador mas pusilánime, riente , algun príncipe de Orange, algun Statuder que
no hubiera podido escaparse ni un niño por allí. se corone rey, ¡ y con él nuevas concesiones al pue-
Al hacer esta pregunta el recien venido, arrastró la blo , y constitucion , y libertad ! Vos lo vereis , jóven ,
mesa hasta colocarla debajo del tragaluz. dijo volviéndose hácia Dantés , y mirándole con ojos
-Subid , dijo á Dantés. brillantes y profundos , como debian de tenerlos los
Dantés obedeció , y adivinando el intento de su profetas. Vos lo vereis , que todavía teneis edad para
compañero, apoyó la espalda en la pared y le alargó verlo.
ambas manos desde encima de la mesa. -¡Ay! si salgo de aquí.
Entonces el hombre que se habia llamado á sí pro- -Justamente , respondió el abate Faria . Estamos
pio con el número de su calabozo, y cuyo verdadero presos , aunque hay momentos en que lo olvido , por-
nombre ignoraba Dantés aun , con mas ligereza que que mis ojos atraviesan esas paredes y me creo en li-
la que su edad hac.. presumir, subió del suelo á la bertad.
mesa, y luego, flexible como un gato ó un reptil, de -Pero ¿ por qué estais preso?
la mesa á las manos de Dantés, y de las manos á las -Por haber soñado en 1807 lo que Napoleon quiso
espaldas . Con esto, doblándose estremadamente , por- realizar en 1811 ; porque como él quise formar con to-
que no le permitia otra cosa el techo del calabozo, dos esos principados que hacen de lá Italia un nido de
pudo meter la cabeza entre la primera fila de hierros, reyezuelos tiránicos y débiles, un imperio compacto y
y mirar arriba y abajo . fortísimo; porque creí hallar mi César Borgia en un bo-
78 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

bo coronado que aparentó comprenderme para enga- no se imaginó siquiera ; otro, menos jóven, menos
ñarme mejor. Mi proyecto era el de Alejandro VI y el de fuerte , menos atrevido que él, á poder de astúcia y de
Clemente VII. Siempre fracasará, puesto que ellos lo paciencia, se habia procurado cuantas herramientas
emprendieron inútilmente, y Napoleon no pudo acabar necesitaba para esta operacion increible , que solo
de realizarlo. No hay duda : ¡ la Italia está inaldita! pudo fracasar por una línea mal tirada ; todo esto lo
El anciano inclinó la cabeza... habia hecho otro hombre , con que nada era imposi-
Dantés no comprendia cómo un hombre puede ar- ble á Dantés ; Faria habia minado cincuenta piés ; él
riesgar su existencia por semejantes cosas ; bien que minaria ciento; Faria , con cincuenta años de edad,
á decir verdad, si conocia á Napoleon por haberle vis- habia consagrado tres á su obra ; él , que solo tenia lami-
to y haberle hablado , en cambio ignoraba completa- tad de los años de Faria , consagraria seis; Faria, hom-
mente quiénes fuesen Clemente VII y Alejandro VI. bre de Iglesia, abate y sabio , no habia temido aventu-
Con esto fué contagiándose en la creencia de su rarse á pasar á nado desde el castillo de If á la isla de
carcelero , creencia general en el castillo de If , y dijo Daume , de Ratonneau, 6 de Lamaire; ¿cómo él, Ed-
al anciano: mundo el marino , el hábil nadador que tantas veces
-¿No sois vos el eclesiástico á quien se cree... en- habia bajado al fondo del mar á coger una rama de co-
fermo? ral, cómo él vacilaria en pasar una legua á nado? ¿una
-A quien se cree loco quereis decir , ¿ no es hora solamente , cuando él habia estado horas enteras
verdad? en el mar sin hacer pié ni descanso alguno? No, no,
-No me atrevia , repuso Dantés sonriendo. Dantés solo necesitaba de que el ejemplo le animase.
-Sí, sí, prosiguió el abate con amarga sonrisa ; yo Todo lo que pueda hacer otro hombre lo hará Dantés.
soy el que pasa por loco , yo soy el que divierte á los El jóven reflexionó un instante.
moradores de esta cárcel há tantos años, y el que di- -Ya encontré lo que buscabais , dijo al anciano.
vertiria á los niños , si hubiera niños en la mansion del Faria se conmovió.
duelo sin esperanza . -¿Vos? esclamó levantando la cabeza, como si die-
Dantés permaneció un instante inmóbil y mudo. se á entender á Edmundo que á decir él verdad, su
-¿Con que renunciais á huir ? le dijo al cabo. desaliento no seria de larga duracion . Veamos , ¿qué
-Lo reconozco imposible . Es volverse contra Dios habeis encontrado?
intentar lo que Dios no quiere. -La mina que habeis hecho para llegar hasta aquí,
-¿Por qué os desanimais? tambien es pedir mucho tiene la misma direccion que la galería esterior, ¿no
á la Providencia querer á la primera tentativa... ¿No es verdad?
podeis volver á la escavacion por otro lado ? -Sí.
-Pero ¿así hablais de volver ? ¿ No sabeis lo que ya -¿Debe de estar á una distancia de cincuenta pasos?
he hecho? ¿ No sabeis que he necesitado cuatro años -A lo sumo.
- - Pues bien , al comedio de la mina abrimos otra
para construir las herramientas que poseo ? ¿ No sa-
beis que hace diez años que pico y cavo una tierra tan que forme como los brazos de una cruz . Esta vez to-
dura como el granito? ¿ Sabeis quehe necesitado des- mais mejor vuestras me lidas ; salimos á la galería es-
encajar piedras que en otro tiempo hubiera yo creido terior , matamos al centinela y nos escapamos . Solo
imposible mover; que he pasado dias enteros en esta dos cosas se necesitan para llevar adelante este plan;
empresa titánica , creyéndome dichoso por la noche ánimo , vos le teneis ; fuerzas , no me faltan á mí. No
con haber minado una pulgada en cuadro de ese ve- hablo de paciencia : vos me habeis probado ya la vues-
tusto cimiento, que hoy está ya tan duro como la mis- tra , y yo os probaré la mia.
ma piedra? ¿ Y no sabeis que para ocultar los escom- -Esperad , que aun no sabeis, mi querido compañe
bros que sacaba , he necesitado horadar la bóveda de ro , de qué especie son mis ánimos , respondió el abate ,
una escalera, y que en ella los he ido depositando has- y qué uso puedo hacer de mis fuerzas. En cuanto á la
ta el punto de que hoy no puede ya contener un pu- paciencia , creo que demuestre bastante el volver a
ñado de polvo mas ? ¿ No sabeis por último que ya empezar por la mañana la tarea de la noche , y por la
creía tocar al fin de mi trabajo , que no me quedaban noche la tarea del dia. Pero cuando lo hice , escuchad-
mas fuerzas que las justas para esto , cuando Dios no me bien , jóven , cuando lo hice me imaginaba servir
solamente lo aleja sino que lo alarga indefinidamente? á Dios dando libertad á una de sus criaturas , que con
Así , os repito lo que os dije : nada haré desde ahora ser inocente no pudo ser condenada.
para alcanzar mi libertad, puesto que Dios quiere que -Y ¿ no sucede lo mismo ahora que entonces ? le
por siempre la haya perdido. preguntó Dantés. ¿Ú os reconoceis culpable desde que
Edmundo bajó la cabeza por no confesar á aquel me habeis encontrado?
hombre que el júbilo de tener un compañero le impe- -No ; pero no quiero llegar á serlo . Hasta ahora no
dia participar de su justísimo dolor. creí tener que habérmelas sino con las cosas ; pero se-
El abate se dejó caer sobre la cama de Edmundo , gun vuestro plan , tendré que habérmelas con los hom-
que permaneció de pié. bres. He podido romper una pared , destruir una es-
Jamás habia pensado en la fuga el jóven. Tienen al- calera ; pero no romperé un pechó ni destruiré una
gunas cosas tal aire de imposibles, queno nos ocurre vida.
la idea de intentarlas, y hasta las evitamos instintiva- Dantés hizo un leve ademan de sorpresa.
mente. -¡Cómo ! le dijo ; ¡ pudiendo escaparos , renuncia-
Hacer una mina de cincuenta piés, empleando tres riais por semejante escrúpulo!
años, para salir por todo triunfo á un precipicio que →Y vos , repuso Faria , ¿por qué no habeis asesina-
cae al mar; arrojarse desde cincuenta, sesenta ó acaso do á vuestro carcelero , y habeis huido disfrazado con
cien piés de elevacion, para hacerse pedazos en una su traje?
roca, si antes la bala del centinela no ha hecho su ofi- -Porque nunca se me ocurrió tal cosa.
cio ; verse obligado , sí se escapa de tantos peligros , -No, sino porque teneis al crímen horror instinti-
nada menos que á nadar una legua , era lo bastante vo ; por eso no os ocurrió tal cosa , repuso el anciano.
para que cualquiera se resignara , y ya hemos visto Nuestro mismo instinto nos advierte que en lo natu-
que á Dantés le faltó poco para llevar esta resignacion ral y en lo sencillo no nos apartamos de la línea del
hasta el suicidio. deber. El tigre que se alimenta de sangre, y cuyo
Pero ahora que veia á un viejo agarrarse á la vida destino es bañarse en sangre, solo necesita de que le
tan enérgicamente, dándole ejemplo de resoluciones indique su olfato dónde hay una presa que devorar.
desesperadas , se puso á reflexionar y á hacer cuentas Al punto se abalanza á ella, y la destroza. Es su ins-
con su valor. Otro hombre habia intentado lo que él tinto, obedece á su instinto; pero al hombre, por lo
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 79

contrario, le repugna la sangre: y no creais que son | mas , aunque haya cien mil en los diccionarios , si no
las leyes sociales las que le prohiben el asesinato, no, me equivoco. No seré quizás elocuente , pero me daré
que son las leyes de la naturaleza. á entender, y con esto me basta.
Dantés quedó anonadado : aquellas palabras eran De cada vez mas maravillado, comenzaban á parecer
con efecto la esplicacion de las ideas que habian pa- sobrenaturales á Edmundo las facultades de aquel
sado por su cerebro, ó dicho mejor por su alma , por- hombre. Puso empeño en cogerle flaco en algun pun-
que hay ideas que brotan del cerebro é ideas que bro- to , y continuó :
tan del corazon. -Pero si no os han dado plumas ¿ cómo habeis po-
-Además , continuó Faria, en los doce años que dido escribir esa obra tan voluminosa ?
llevo de calabozo, he recordado todas las fugas cé- -He hecho plumas escelentes que, á ser conocidas,
lebres , y aunque pocas , las que ha coronado el éxito las preferiria todo el mundo , con los cartílagos de la
fueron las meditadas á sangre fria, y preparadas len- cabeza de esas enormes pescadillas que algunas veces
tamente. Así se escapó de Vincennes el duque de nos dan á comer los dias de vigilia . Por esto veo
Beaufort, así de Fort l'Eveque el abate de Buquoi , y con mucho placer llegar los miércoles , los viernes y
así Latude de la Bastilla. Ha habido además otras fu- los sábados, porque espero aumentar mi provision de
gas proporcionadas por la casualidad , y esas son las plumas, y porque son mi tarea mas dulce los traba-
mejores. Creedme : esperemos una ocasion , y apro- jos históricos , yo lo confieso. Engolfándome en lo pa-
vechémosla si se presenta. sado me olvido de lo presente; volando libre y á mis
-Avos os ha sido fácil esperar , dijo Dantés sus- anchas por la historia, me olvido de que estoy preso.
pirando. Vuestra continua tarea os ocupaba todos los -Pero ¿y la tinta ? ¿con qué la habeis hecho? dijo
instantes , y cuando no, teniais esperanzas para con- Dantés.
solaros. -En otros tiempos, contestó Faria, habia en mi ca-
-Tened presente que yo no me ocupaba solo en labozo una chimenea, que sin duda estuvo tapiada an-
eso, dijo el abate. tes de mi venida; pero por espacio de muchos años han
-Pues, ¿qué haciais? encendido en ella lumbre, puesto que todo el cañon
-Escribir ó estudiar. está cubierto de hollin . He disuelto este hollin en el
-¿Osdan papel , tinta y plumas? vino que me dan todos los domingos , y cátese una
-No; pero yo los hago. tinta magnífica. Para las notas, y para aquellos pasa-
-¡Vos haceis papel, tinta y plumas ! esclamó jes que han de atraer poderosamente la atencion de
Dantés. los lectores, me pico los dedos y los escribo con mi
-Si. sangre.
Dantés miró á aquel hombre admirado, aunque -Y ¿cuándo podré yo ver todo eso ? le preguntó
dudoso en creer lo que decia. Faria lo conoció. Dantés.
-Cuando vengais á mi cuarto, le dijo , os enseñaré -Cuando querais , respondió Faria.
una obra completa , resulta o de los pensamientos , -¡Oh ! ¡ al punto ! ¡ al punto! esclamó el jóven .
reflexiones é indagaciones de toda mi vida. La habia Pues seguidme .
imaginado á la sombra del Coliseo, en Roma, al pié de Y penetró el abate en el camino subterráneo , se-
la columna de San Marcos , en Venecia, y á las orillas guido á poco de Dantés.
del Arnó , en Florencia. No sospechaba yo siquiera
entonces que mis verdugos me obligarian á escribirla CAPITULO XVII .
en un calabozo del castillo de If. Intitúlase mi libro:
Tratado sobre la posibilidad de una sola monarquía EL CALABOZO DEL ABATE.
italiana. Formará un volúmen en cuarto muy abul -
tado. Andando casi á gatas , aunque no muy difícilmente,
-¿Y lo habeis escrito?... por el camino subterráneo , llegó Dantés á su estremo
-En dos camisas . He inventado una preparacion opuesto , que lindaba con el calabozo del abate. Allí el
que pone al lienzo liso y compacto como el pergamino. paso era mas difícil, y tan estrecho, que apenas basta-
-¿Luego sois químico ? ba á un hombre.
-Poca cosa . He conocido á Lavoisier , y tratado El calabozo del abate estaba embaldosado : en levan-
amistosamente á Cabanis . tar una de estas baldosas del rincon mas oscuro fué
-Mas para tal obra habeis tenido que hacer investi- en lo que empezó la maravillosa empresa cuyo tér-
gaciones históricas. Teneis libros? mino habia visto Dantés .
-En Roma tenia una biblioteca de cerca de cinco Apenas estuvo en él, y de pié todavía , púsose el jó-
mil volúmenes ; y á puro leerlos y releerlos llegué á ven á examinar el cuarto con suma atencion. Al pri-
comprender, que con ciento cincuenta obras elegidas mer golpe de vista nada tenia de particular.
con inteligencia, se posee, si no el resúmen completo -Bueno , dijo el abate : no son mas que las doce y
del saber humano, lo mas útil tan siquiera. Consagré cuarto : podemos disponer aun de algunas horas.
tres años de mi vida á leer y releer esas ciento cin- Dantés miró en torno suyo buscando el reloj , en que
cuenta obras, de modo que cuando me prendieron las el abate habia podido ver la hora tan sobreseguro.
sabia casi de memoria , y con un leve esfuerzo las he -Reparad , le dijo Faria , ese rayo de luz que en-
ido recordando todas en mi prision. De cabo á rabo tra por mi ventana , y reparad en la pared las líneas
podria recitaros á Tucydides, Jenofonte, Plutarco, Tito que yo he trazado. Gracias á esas líneas , combinadas
Livio, Tácito , Strada , Jornandés , Dante , Montaigne, con el doble movimiento de la tierra , y la elipse que
Shakespeare , Espinosa , Maquiavelo y Bosuet . Sola- ella describe enderredor del sol , sé con mas exactitud
mente os cito los mas importantes . la hora que si tuviese un reloj , porque el reloj se
-¿Sabeis muchas lenguas? descompone, y el sol y la tierra no se descomponen
-De las vivas hablo cinco : el aleman , el francés, nunca.
el italiano, el inglés y el español. Con ayuda del grie- Nada habia comprendido Dantés de esta esplica-
go antiguo comprendo el griego moderno; aunque cion. Al ver salir el sol detrás de las montañas y po-
To hablo mal, lo estoy al presente estudiando . nerse en el Mediterráneo , siempre habia creido que
¿Lo estais estudiando ? dijo Dantés . era el sol quien giraba , no la tierra. Este doble mo-
Ší, ciertamente. He hecho un vocabulario de las vimiento del globo que habitamos , y que él sin em-
palabras que sé, combinándolas de todas las maneras bargo no echaba de ver, le parecia casi imposible;
bastantes á que me sirvan á espresar lo que pienso . con que en cada una de las palabras de su interlocu-
Sé cerca de mil palabras , y en rigor no necesito de tor entrevia misterios profundos de ciencia tan admi-
80 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

rables, como las minas de oro y de diamantes que vi- | nal del abate , y Dantés, como provenzal, conocia per-
sitó años atrás en un viaje que hizo á Guzarate y fectamente este idioma.
Golconda. Mirad , ya está acabada.. Hace ocho dias que he
-Vamos , vamos , dijo al abate. Ardo en deseos de escrito la palabra fin en el lienzo sexagésimoctavo.
examinar vuestros tesoros. Me he quedado sin dos camisas y sin todos mis pañue-
Dirigiose Faria á la chimenea , y levantó , con ayu- los ; pero si algun dia salgo de aquí , y si encuentro
da del cincel que tenia siempre en la mano, la piedra en la Italia entera un impresor que se atreva á impri-
que en otro tiempo sirvió de hogar , que ocultaba un mirla , tengo asegurada mi reputacion .

Y penetró el abate en el camino subterráneo , seguido á poco de Dantés.

hoyo bastante profundo. En este hoyo estaban guar- -Sí , respondió Dantés , bien lo veo . Enseña me
dados todos los objetos de que habló á Dantés. ahora, yo os lo suplico , las plumas con que habeis
-¿Qué quereis ver primero ? le preguntó . escrito esta obra.
-Enseñadme vuestra obra sobre Italia. -Vedlas , dijo Faria.
Sacó Faria al oir esto de su precioso armario tres ó Y enseñó al jóven un palito como de seis pu
cuatro rollos de lienzo , semejantes á hojas de papirus. gadas de largo, y como el mango de un pincel de
Eran retazos de tela , de cuatro pulgadas sobre poco grueso , á cuyo estremo habia puesto y atado con un
mas ó menos de ancho y diez y ocho de largo . Esta- hilo uno de los tales cartílagos, aun manchado en la
ban todos numerados y llenos de una escritura que tinta de que habló á Dantés. Era picudo , y tenia pun-
Dantés pudo leer , porque era italiana , lengua mater- tos como una pluma ordinaria.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 81

Dantés lo examinó, buscando con los ojos por el -Tenia tambien las noches, respondió Faria.
cuarto el instrumento con que habia sido cortado. -¿Sois como los gatos? ¿veis á oscuras?
-¡Ah! buscais el cortaplumas , ¿no es verdad? le -No, pero Dios ha dado al hombre la inteligencia,
dijo Faria. Esa es mi obra maestra. Lo he hecho, así para remediar la pobreza de sus sentidos ; la luz mé
como este cuchillo, del hierro de un candelero viejo . la he procurado.
El cortaplumas cortaba como una navaja de afei- -¿Cómo?
tar, y en cuanto al cuchillo, reunia la ventaja de po- -De la comida que me traen, estraigo la grasa, la
der servir de cuchillo y de puñal. derrito, y saco una especie de aceite muy espesa ; mi-
Dantés examinó estos objetos con la misma aten- rad mi bujía.

El calabozo del abate Faria.

cion con que en las tiendas de bisutería de Marsella Y el abate enseñó á Dantés una especie de lampa-
habia examinado otras veces las chucherías construi- rilla, semejante á las que se suelen usar en los feste-
das por los salvajes, y traidas de los mares del Sud jos públicos.
por marinos aventureros .
-¿Pero y el fuego?
-En cuanto á la tinta, dijo Faria, ya estais ente- -No veis ahí pedernal y algodon quemado? con
rado; sabed
la necesito. ademá s que la voy hacie ndo á medi da que pretesto de una enfermedad cutánea pedí un poco de
azufre , que me concedieron.
-Me admira sin embargo una cosa , dijo Dantés, y Puso Dantés sobre la mesa los objetos que tenia en
trabajos tan la mano , é inclinó la cabeza humillado por aquella
. dias os hayan bastado para
es que slos
grande
SEGONDA SERIE . ENTREGA 106 . perseverancia y aquella fortaleza de espíritu.
6
82 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Y esto no es todo, prosiguió Faria, porque nadie -¿Pero no echaron de ver que las sábanas de vues-
debe de tener sus tesoros en un mismo sitio : aca- tra cama se iban quedando sin tejido?
bemos en esto . -No, que yo las cosia.
Y colocaron la baldosa en su sitio. Echó un poco -¿Con qué?
de tierra por encima el abate, la pisoteó para que les- -Con esta aguja.
apareciese todo rastro de solución de continuidad , y Y de entre un harapo de su vestido sacó el abate una
en seguida separó su cama del sitio en que estaba. espina larga y afilada que llevaba consigo.
Detrás de la cabecera, oculto con una piedra que lo -Sí, prosiguió Faria, tuve primeramente inten-
cerraba casi herméticamente , habia un agujero que ciones de limar los hierros y huir por esa ventana, que

Y de entre un harapo de su vestido sacó el abate una espina larga y afilada que llevaba consigo.

contenia una escala de cuerda de veinticinco á trein- | como veis es mas grande que la vuestra, y aun la
ta piés de larga. hubiese agrandado para escaparme; pero descubrí que
Dantés la examinó convenciéndose de su perfeccion. caia á un patio interior y renuncié à mi proyecto por
-¿Quién os dió la cuerda que habreis necesitado aventurado. Conservo sin embargo la escala para cual-
para esta obra maravillosa? quier caso imprevisto , para una de esas fugas que
-Primeramente algunas camisas que yo tenia , y proporciona la casualidad, como enantes os decia.
después la ropa de mi cama que he deshilachado en Aunque pareciese que Dantés examinaba la escala,
los tres años de mi prision en Fenestrelle. Cuando me en realidad pensaba en otra cosa. Se le habia ocurri-
trasportaron al castillo de If hallé medio para traerme do de repente que aquel hombre tan ingenioso, tan
las filas , y aquí he continuado mi tarea." sabio , tan profundo , quizás acertaria á ver claro en
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 83

las tinieblas de su propia desgracia, que él nunca habia | muere, el supernumerario hereda su sueldo y sus ga-
podido penetrar. jes. Este sueldo es su lista civil, su presupuesto; nece-
-¿En qué pensais? le preguntó el abate con sonri- sita de él para vivir , como el rey necesita de sus millo-
sa, tomando el ensimismamiento de Dantés por una nes. En torno de cada individuo , así en lo mas alto
admiracion llevada hasta el éstasis como en lo mas bajo de la escala social, se agrupa
-Pienso en primer lugar en la inmensa inteligen- constantemente un mundo entero de intereses , con
cia que habeis empleado para llegar á esta situacion. sus torbellinos y sus átomos , como los mundos de
¿Qué hubierais hecho gozando de libertad? Descartes. Estos mundos van agrandándose á medida
-Acaso nada; acaso mi cerebro exuberante se hu- que suben; son una como espiral truncada, que por
biera evaporado en cosas pequeñas. Así como es nece- un juego de equilibrio se sostiene sobre su punta.
saria la presion para hacer estallar la pólvora , así el in- Volvamos , pues , á vuestro mundo. ¿ Con que ibais á
fortunio es necesario tambien para descubrir ciertas ser nombrado capitan del Faraon?
minas misteriosas ocultas en la inteligencia humana. -Sí .
La prision ha condensado todas mis facultades inte- -¿E ibais á casaros con una jóven muy linda?
lectuales en un solo punto , que por ser estrecho ha -Sí.
ocasionado que ellas choquen unas con otras. Como ya -¿Podia interesar á álguien que no fueseis capitan
sabeis , del choque de las nubes resulta la electrici- del Faraon? ¿Podia interesar á álguien que no os ca-
dad , de la electricidad el rayo , y del rayo la luz. saseis con Mercedes? Responded á mi primera pregun-
-Yo no sé nada , contestó Dantés humillado por su ta ante todo . El órden es la llave de los problemas.
ignorancia : casi todas las palabras que pronunciais ¿Podia interesar á álguien que no fueseis capitan del
estan para mí vacias de sentido. ¡ Cuán feliz sois en Faraon?
saber tanto! -No , que yo era muy querido á bordo . Si los ma-
El abate se sonrió. rineros hubiesen podido elegir su jefe , estoy seguro
-¿No deciais ahora poco que pensabais en dos de que yo seria el electo. Un solo hombre estaba algo
cosas? picado conmigo , porque cierto dia tuvimos una dis-
-Sí. puta, le desafié, y no aceptó.
-Solo me habeis dicho la primera. ¿ Cuál es la se- -Vamos , vamos . ¿ Cómo se llamaba ese hombre?
gunda? -Danglars .
-La segunda es que vos me habeis contado vues- -¿Cuál era su empleo á bordo ?
tra historia , y yo no os he contado la mia. -Inspector responsable.
-Vuestra historia , jóven , es harto breve para que -Si hubieseis llegado á ser capitan ¿ le conserva-
pueda contener sucesos de importancia. riais en su empleo?
-Contiene sin embargo , repuso Dantés , una des- -No , á depender de mí , porque creí encontrar en
gracia inmensa , una desgracia inmerecida ; y quisie- sus cuentas algun renuncio.
ra para no blasfemar de Dios, como lo he hecho hartas -Bien. Decidme ahora : ¿presenció álguien vuestra
veces , poder quejarme de los hombres. última entrevista con el capitan Leclerc?
-¿Os creeis inocente del delito que se os imputa? -No , que estábamos solos.
-De todo en todo. Lo juro por las únicas personas -¿ Pudo oir álguien la conversacion?
caras á mi corazon , por mi padre y por Mercedes. -Ší , que la puerta estaba abierta , y aun... espe-
-Vamos , contadme vuestra historia , dijo el abate rad... sí .. sí... Danglars pasó justamente en el mo-
cerrando su escondrijo y volviendo á poner la cama en mento en que el capitan Leclerc me entregó la carta
sulugar. para el gran mariscal.
Entonces le contó Dantés lo que él llamaba su his- -Bien , murmuró el abate , ya dimos con la pista.
toria , que se limitaba á un viaje á la India , y dos 6 ¿Cuando desembarcasteis en la isla de Elba os acompa-
tres á Levante , llegando al fin á su último viaje , á laňó álguien?
muerte del capitan Leclerc ; al encargo que le dió para -Nadie .
el gran mariscal , á su plática con este , á la carta -¿Y os entregaron una carta?
que le confió para un tal Mr. Noirtier , á su llegada á -Ší , el gran mariscal.
Marsella , á su entrevista con su padre , á sus amores, -¿Qué hicisteis de ella?
á su desposorio con Mercedes, á la comida de aquel -La guardé en mi cartera.
dia , y por último, á su arresto , á su interrogatorio , á -¿Llevabais vuestra cartera ? ¿ Y cómo una carte-
su prision provisional en el palacio de Justicia , y á su ra capaz de contener una carta oficial podia caber en
traslacion definitiva al castillo de If. Desde este punto el bolsillo de un marinero?
Dantés nada mas sabia , ni aun el tiempo que llevaba -Teneis razon. Mi cartera estaba á bordo.
de prision. -¿Y á bordo fué donde colocasteis en ella la carta?
Acabado su relato , el abate se puso á reflexionar -Sí.
profundamente. -Desde Porto-Ferrajo á bordo ¿ qué hicisteis de
Después de un corto espacio, dijo: la carta?
-Hay en legislacion un axioma profundísimo , que -La tuve en la mano.
prueba lo que hace poco yo os decia, esto es, que á no --Cuando abordasteis de nuevo al Faraon, ¿pudie-
nacer los malos pensamientos de una organizacion ron ver todos que llevabais una carta?
mala tambien , el crímen repugna á la humana natu- -Sí.
raleza. Sin embargo , la civilizacion nos ha creado ne- Y Danglars tambien ?
cesidades, vicios y falsos apetitos , cuya influencia lle- -Tambien Danglars .
ga tal vez á ahogar en nosotros los buenos instintos , -Poco á poco. Escuchad bien : refrescad vuestra
arrastrándonos al mal . De aquí nace esta máxima:-Pa- memoria. ¿Os acordais de los términos en que estaba
ra descubrir al culpable, averiguad quién se aprovecha escrita la denuncia?
del crímen. ¿Quién pudo aprovecharse de vuestra des- ¡ Oh ! sí , sí, la he leido y releido muchas veces,
aparicion? ytengo sus palabras muy presentes.
-Nadie. ¡Dios mio ! ¡ yo era tan poca cosa! -Repetídmelas.
-No respondais así, que falta á vuestra respues- Dantés se recogió en su interior un momento , y
ta lógica y filosofía. Todo es relativo , mi caro amigo, repuso:
desde el rey, que estorba á su futuro sucesor , hasta el -Así decia testualmente.
empleado , que estorba á su supernumerario. Si el rey «Un amigo del trono y de la religion previene al se-
muere, el sucesor hereda una corona: si el empleado ñor procurador del rey, que un tal Edmundo Dantés,
84 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

segundo del Faraon , que arribó esta mañana de -Una letra contrahecha, ¿ no es verdad?
Smirna, después de haber tocado en Nápoles y en -Muy correcta era para contrahecha.
Porto-Ferrajo, ha recibido de Murat una carta para el -Esperad.
usurpador, y de este otra carta para la junta bonapar- Y esto diciendo , cogió el abate su pluma , ó lo que
tista de París. él llamaba pluma , la mojó en tinta , y escribió con la
>>Fácilmente se tendrá la prueba de su crimen pren- mano izquierda en un lienzo de los que tenia prepara-
diéndole, porque la carta se hallará en su poder, ó en dos, los dos ó tres primeros renglones de la denuncia.
casa de su padre, ó en su camarote , á bordo del Fa- Dantés retrocedió , mirando como espantado al
raon.» abate.

-No , él me hubiera asesinado simplemente.

El abate se encogió de hombros. -¡Oh! ¡es admirable! esclamó . ¡Cómo se parece esa
-Eso está claro como la luz del dia, dijo , y es ne- letra á la otra!
-Es que sin duda se escribió la denuncia con la
cesario tener un alma muy buena , muy inocente, para
no haberlo adivinado desde luego . mano izquierda. Tengo hecha una observacion , pro-
-¿Lo creeis así? esclamó Dantes. ¡ Oh ! ¡ seria una siguió el abate.
accion infame! -¿Cuál?
-Todas las letras escritas con la mano derecha
-¿Cuál era la letra ordinaria de Danglars ?
-Cursiva, y muy hermosa . son várias, y son todas semejantes las escritas con la
¿Y la del anónimo? mano izquierda.
-Una letra trasversal. - ¡ Cuánto habeis visto ! ¡ cuánto habeis obser-
El abate se sonrió. vado!
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 85
85

-Continuemos. -No , la carta.


-¡Oh! sí, sí. -¿Estais seguro?
--Pasemos á mi segunda pregunta. -Lo ví con mis propios ojos.
-Ya os escucho. -La cuestion varía. Ese hombre puede ser mas
-¿Podia interesar á alguien que no os casarais con malo de lo que os imaginais.
Mercedes? -¡Me haceis temblar! dijo Dantés. ¿ Que no estará
—Sí , á un jóven que la amaba. poblado el mundo sino de tigres y cocodrilos?
-¿Su nombre? -Sí, con la diferencia de que los tigres y coco-
-Fernando. drilos de dos piés, son mas terribles que los otros.
-Ese nombre es español . -Sigamos, sigamos.
-El era catalán. -En buen hora. ¿ Con que quemó la carta?
-Y ¿le creeis hombre para escribir esa carta? -Sí , diciéndome por añadidura: - «Ya veis , esta es
-No, él me hubiera asesinado simplemente. la única prueba que existe contra vos, y la destruyo. >»
Eso es muy español. Un asesinato sí , una ba- -Muy sublime es esa conducta para ser natural.
jeza, no. -¿De veras?
Además, ignoraba todos los pormenores que con- -Estoy seguro. ¿A quién iba dirigida la tal carta?
tiene la denuncia , prosiguió Dantés. -A Mr. Noirtier, calle de Coq-heron , núm . 13, en
-¿No se los habíais contado á nadie? París.
-A nadie. -¿Y no sospechais que al sustituto pudiera intere-
-¿Ni á vuestra novia? sarle que desapareciese esa carta?
-Ňi á mi novia , -Quizás; porque diciéndome que por mi interés
-Luego Danglars fué. lo hacia , me obligó á jurarle dos ó tres veces que á
-¡Oh ! ahora estoy seguro. nadie hablaria de la carta , ni menos de la persona á
-Esperad un poco... ¿Conocia Danglars á Fer- quien iba dirigida.
nando? -¡Noirtier! ¡ Noirtier! murmuró el abate. Yo he
-No... si... ya recuerdo... conocido un Noirtier en la corte de la antigua reina
-¿Qué? de Etruria , un Noirtier que habia sido girondino en
-La antevíspera de mi boda los ví sentados juntos á tiempo de la revolucion. ¿Cómo se llamaba el sustitu-
la puerta de la taberna de Pánfilo. Danglars estaba to de que hablais?
afectuoso y burlonjuntamente, y Fernando pálido y co- -Villefort.
mo turbado. El abate se echó á reir á carcajadas.
-¿Estaban solos? Dantés le miraba estupefacto.
-No, los acompañaba un tercero, conocido mio, -¿De qué os reis?
y que fué sin duda el que los relacionó... un sastre Veis ese rayo de luz? le preguntó Faria.
llamado Caderousse; pero estaba ya borracho ... Es- -Sí.
perad , esperad... ¿cómo no he recordado esto antes -Pues todo está ya tan claro como ese rayo traspa-
de ahora? Junto á su mesa había un tintero... papel y rente . ¡Pobre niño! ¡ pobre jóven! ¿Con que era muy
pluma... (Edmundo se llevó la mano á la frente.) ¡ Oh! bondadoso el magistrado?
¡infames! ¡ infames! -Si.
-¿Quereis saber algo mas? le dijo el abate son- -¿Con que el digno sustituto quemó la carta?
riendo. -Si .
-Sí , sí : puesto que veis claro en todo, y todo lo ¿Con que el honrado abastecedor del verdugo os
adivinais , quiero saber por qué no he sufrido sino un hizo jurar que á nadie hablariais de Noirtier?
interrogatorio solamente , por qué no me han juzgado, -SI.
por qué me han condenado sin oirme. -Pues ese Noirtier , pobre ciego que sois ; ese
-¡Oh! eso es mas difícil , dijo el abate. La policía Noirtier ¿no sabeis quién era? Ese Noirtier era su
tiene misterios casi imposibles de penetrar. Lo averi- padre.
guado hasta ahora en eso de vuestros dos enemigos, Un rayo caido á sus piés , abriendo para tragarle la
es una bagatela. En esto de la justicia tendreis que boca del infierno , hubiera causado á Edmundo me-
darme pormenores mas minuciosos. nos impresion que aquellas palabras inesperadas. Co-
-Interrogadme, pues , porque á decir verdad , mas mo un loco recorria la habitacion, sujetándose la ca-
claras veis vos mis cosas que yo mismo. beza con las manos por temor de que estallara.
-¿Quién os hizo el interrogatorio ? ¿El sustituto, -¡Su padre! ¡su padre! esclamaba al mismo tiempo.
el procurador del rey, ó el juez de instruccion? -Sí , su padre , que se llama Noirtier de Villefort,
-El sustituto. repuso el abate.
-¿Era jóven ó viejo? Entonces un resplandor vivísimo iluminó la inteli-
-Jóven, como de veintisiete á veintiocho años. gencia del preso. Todo lo que hasta entonces le habia
-Bien , no estaria corrompido aun; pero ya podia parecido oscuro , le fué ya indudable y claro. Las
ser ambicioso, dijo el abate. ¿Cómo se portó con vos? bruscas alteraciones de Villefort durante el interroga-
-Antes blando que no severo. torio , la carta quemada, el juramento que le exigió,
-¿Se lo contasteis todo? el tono casi de súplica del magistrado, que en vez de
-Todo . amenazar parecia que rogase... todo le vino á la memo-
torio? ¿Varió su conducta en el curso del interroga- ria. Lanzó un grito , vaciló un instante como si estu-
viera borracho, y lanzándose al agujero que conducia
-Un tanto: cuando leyó la denuncia , pareciome á su calabozo, esclamó :
que sentia mi desgracia. -¡Oh! necesito estar solo para pensar en todo
-¿Vuestra desgracia? esto.
-Si . 1
Y al llegar al calabozo se arrojó sobre la cama, don-
-¿Estais seguro de que era vuestra desgracia lo de le hallo por la noche el carcelero , sentado, con los
que sentia? ojos fijos , las facciones contraidas , é inmóbil y mu-
-A lo menos me dió una prueba muy grande. do como una estatua.
-¿Cuál? Durante aquellas horas de meditacion que habian
meteQuemó
rme.
el único documento que podia compro- pasado como instantes , tomó una resolucion terrible
é hizo un juramento atroz.
-¿Qué documento? ¿la denuncia? Una voz sacó á Edmundo de estas abstracciones,
86 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

era la del abate Faria , que habiendo recibido tambien Dantés se sonrió , y dijo:
la visita del carcelero , venia á convidar á Edmundo á -Hablemos de otra cosa.
comer. Su cualidad de loco, y en particular de loco Contemplole el abate_todavía un momento , y bajó
divertido, le proporcionaba algunos privilegios, como tristemente la cabeza. Luego , como Dantés le habia
son un pan mas blando y una copa de vino los domin- exigido , se puso á hablar de otra cosa.
gos. Justamente aquel dia era domingo , y el abate El anciano era uno de esos hombres cuya con-
brindaba á su jóven compañero con la mitadde su pan versacion , como la de todos aquellos que han sufrido
y su vino. mucho , á par que sirve de enseñanza , interesa y con-

Un rayo caido á sus piés , abriendo para tragarle la boca del infierno , hubiera causado á Edmundo menos impresion que
aquellas palabras inesperadas.

Dantés le siguió. mueve ; empero no era egoista, que nunca hablaba de


Se habia su rostro desarrugado ; pero al recobrar su sus desgracias.
ordinario aspecto le quedaba un no sé qué de sequedad Admirado escuchaba Dantés cada una de sus pa-
y firmeza, que demostraban una resolucion invariable. labras : unas le revelaban ciertas ideas , de que él
Faria le contempló fijamente. ya tenia nocion por rozarse con la marina , que pro-
-Siento por vida mia , le dijo , el haberos ayudado fesaba ; y otras , referentes á cosas desconocidas , le
en vuestras averiguaciones de ayer y el haberos di- abrian horizontes nuevos , como esas auroras boreales
cho lo que os dije. que alumbran á los navegantes en las regiones del
-¿Por qué ? le preguntó Dantés. austro. Con esto comprendió Dantés cuánta felicidad
-Porque he engendrado en vuestro corazon un seria para una inteligencia bien organizada, seguir á
sentimiento que antes desconocia : la venganza. la del abate en su vuelo por las esferas morales , filo-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 87

sóficas y sociales , en que ordinariamente se cernia. -Si , como pusieran en la galería un centinela cie-
-Debiais de enseñarme algo de lo que sabeis , aun- go y sordo.
que no fuese sino para no cansaros de mí , le dijo -Será ciego y sordo, respondió Dantés con una re-
una vez. Paréceme que la soledad os seria preferible á solucion que espantó al abate .
un compañero sin educacion ni modales, como yo . Si -¡No! ¡ no! ¡imposible! esclamó este.
accedeis á lo que os pido, me comprometo á no habla- Dantés quiso proseguir hablando de aquello; pero
ros de hoy mas de la fuga. Faria meneó la cabeza , y se negó á responder mas.
El abate se sonrió. Tres meses pasaron.
-Ay hijo mio ! le contestó : el saber humano es -¿Teneis fuerzas? le preguntó el abate un dia.
tan limitado, que cuando os enseñe las matemáticas , Dantés, sin responderle, cogió el cincel , lo dobló
la física , la historia y las tres ó cuatro lenguas que como un cayado, y lo volvió luego á su forma primi-
poseo , sabreis tanto como yo. Pues todo eso ape- tiva.
nas tardará dos años en pasar de mi cabeza á la -¿Os obligais á no matar al centinela sino en el
vuestra. último estremo?
-¡Dos años ! esclamó Dantés. ¿ Creeis que podré -Bajo palabra de honor.
aprender tantas cosas en dos años? --Entonces podemos ejecutar nuestro plan , dijo el
-En su aplicacion , no , en sus principios , sí. abate.
Aprender no es saber: de aquí nacen los eruditos y los -¿Cuánto tiempo necesitaremos para ejecutarlo?
sabios : la memoria hace á los unos, y la filosofía á los -Lo menos un año.
otros. -Pero , ¿cuándo pueden empezar nuestros tra-
-Pero ¿no se puede aprender la filosofía? bajos?
-La filosofía no se aprende. La filosofía es el ma- -Al instante .
trimonio de las ciencias con el genio que las aplica. -Ya lo veis , hemos perdido un año , esclamó
La filosofía es la nube resplandeciente en que puso Dantés .
Dios el pié para subir á la gloria. -¿Creeis que lo hayamos perdido?le replicó el abate.
-Veamos , dijo Dantés. ¿Qué me enseñareis pri- ¡Oh ! ¡perdonadme ! esclamó Edmundo como con
mero ?Ardo en ansias de empezar ; me abraso en sed vergüenza .
de ciencia. -¡Callad! el hombre siempre es hombre , y vos uno
-Todo, contestó el abate. de los mejores que yo haya conocido. Oid mi plan .
Con efecto , aquella noche imaginaron los dos Acto continuo el abate enseñó á Dantés un plano
presos un sistema de educacion , que desde el dia que habia trazado, conteniendo su calabozo , el de
siguiente se puso en práctica . Tenia Dantés una me- Dantés, y la escavacion que juntaba uno con otro. En
moria prodigiosa , y una estremada facilidad en con- medio de esta escavacion abrian un ramal semejante
cebir las ideas. La disposicion matemática de su inte- á los que se abren en las minas : por él llegaban á la
ligencia le predisponia á comprenderlo todo con ayuda galería del centinela , y una vez allí, desprendian del
del cálculo , á par que el instinto poético del marino suelo una baldosa , que en un momento dado se hun-
corregia lo que hubiese de aridez sobrada y materia- diria bajo el peso del centinela , que desapareceria en
lismo en la demostracion reducida á números ó á la escavacion. Entonces Edmundo se abalanzaba á él,
líneas. El ya sabia , como se ha dicho , el italiano y un cuando aturdido con el golpe de la caida no pudiera
poco del romaico, aprendido en sus viajes á Oriente. defenderse, le sujetaba , le ataba , y luego, saliendo
Estas dos lenguas le hicieron comprender fácilmente por una de las ventanas de aquella galería , se descol-
el mecanismo de las demás , con que á los seis meses gaban ambos de la muralla esterior, para lo cual les
empezaba á hablar el español , el inglés y el aleman. serviria la escala del abate.
Segun habia prometido á Faria , bien que la dis- Este plan era tan sencillo , que no podia menos de
traccion del estudio le sirviese como de libertad , ó salir bien: Dantés lo aprobó palmoteando. Sus ojos bri-
que él fuese rígido cumplidor de su palabra , como lo llaban de alegría. Desde aquel punto se pusieron á
hemos visto , no hablaba ya de escaparse , y los dias trabajar los mineros con tanto mas ardor cuanto que
pasaban para él tan rápidos como instructivos . habian descansado mucho tiempo , y aquel trabajo , se-
Al año era ya otro hombre . gun to las las probabilidades, no era sino la continua-
Por lo tocante al anciano Dantés reparaba que á pe- cion del pensamiento íntimo y secreto de cada uno
sar de la distraccion que en su cautividad le habia oca- de ellos.
sionado su compañía , de cada vez se iba poniendo mas Nada los interrumpia , y solamente á ciertas horas
taciturno. De un pensamiento eterno é incesante pa- se separaban para recibir cada uno la visita de su car-
recia dominado, caia en profundas abstracciones , sus- celero . Se habian además acostumbrado tanto á distin-
piraba involuntariamente , se incorporaba de súbito, y guir el rumor imperceptible de los pasos de este hom-
cruzando los brazos se ponia á dar vueltas taciturno bre cuando bajaba la escalera, que nunca sorprendió
por su calabozo. ni á uno ni á otro.
Cierto dia se paró de repente en medio de uno de La tierra que sacaban de la nueva mina, que hu-
esos círculos que sin tregua trazaba en derredor de la biera atestado sin duda la cavidad de la antigua , la
estancia , y dijo : arrojaban puñado á puñado con precauciones inaudi-
-¡Ah! ¡si no hubiera centinela! tas por una ó por otra ventana, así del calabozo de
No habrá centinela como vos querais , respondió Dantés como del abate , pulverizándola con mucho
Dantés , que había seguido el curso de su pensamien- esmero, y el viento de la noche se la llevaba sin dejar
to á través de las arrugas de su frente, como á través rastro alguno.
de un cristal .
Mas de un año pasó en esta labor , ejecutada con
-Ya os dije que el crimen me repugna , repuso el un cincel, un cuchillo y una palanca de madera. En
abate.
este tiempo, y al paso que trabajaban , el abate seguia
Y sin embargo , si cometiéramos ese crímen , se- instruyendo a Dantés , hablándole ora en una lengua
ría defensa
de por instinto de conservacion, por un sentimiento ora en otra , enseñándole la historia de los pueblos y
personal . la de los grandes hombres que dejan en pos de sí de
-No importa , yo no podria... siglo en siglo una de esas estelas brillantes que se lla-
-Pero ¿pensais en ello? man gloria. Hombre de mundo Faria , y del gran mun-
-A todas horas , á todas horas , murmuró el abate. do , tenia además en sus maneras una como grandeza
Y habeis encontrado algun medio, ¿no es verdad? melancólica que Dantés supo convertir , gracias al es-
dijo Edmundo con presteza .
píritu de asimilacion con que le habia dotado la natu-
88 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

raleza , en la finura elegante que le faltaba , y en esas Oh Dios mio ! esclamó Dantés : ¿que es eso?
maneras aristocráticas que no se adquieren sino con qué teneis?
las costumbres y el continuo trato de las clases eleva- ¡ Pronto ! ¡ pronto! respondió Faria: escuchadme.
das ó de los hombres superiores. Contempló Dantés su rostro lívido , sus ojos circun-
A los quince meses la escavacion estaba termina- dados de una aureola negruzca , sus labios blancos ,
da debajo de la galería. Oíanse los pasos del centinela , sus cabellos erizados , y lleno de terror dejó caer al
y los dos obreros, precisados á esperar una noche sin suelo el cincel que en la mano tenia.
luna para que su evasion tuviese mas probabilidades -Pero ¿qué sucede ? esclamó luego.

Contempló Dantés su rostro livido, sus ojos circundados de una aureola negruzca, sus lábios blancos, sus cabellos erizados,
y lleno de terror dejó caer al suelo el cincel que en la mano tenia.

aun de buen éxito, solo un temor tenian, y era que el -¡Soy perdido ! dijo el abate : escuchadme. Una
suelo, falto de su base, se hundiera por sí mismo bajo enfermedad horrible y acaso mortal va á acometerme;
los piés del soldado. Este inconveniente se remedió ya la siento llegar , ya la siento. El año anterior á mi
un si es no es , colocándo una especie de puntal que prision me acometió tambien. Solo un remedio tiene,
habian hallado en sus escavaciones. Ocupado en ase- y os lo voy á decir : corred á mi calabozo , levantad el
gurarlo estaba Dantés , cuando oyó de repente al abate pié de mi cama, que está hueco , y allí encontrareis un
Faria, que se habia quedado en el calabozo del jóven frasquito de cristal medio lleno de un líquido rojo:
aguzando una clavija para asegurar la escala, oyó, re- traédmele... O si no... antes ... es verdad: podrian sor-
petimos, que lo llamaba con acento de suma angustia. prenderme fuera de mi calabozo... ayudadme á volver,
Acudió Dantés al punto y encontró al abate de pié en ahora que tengo algunas fuerzas tadavía. ¿ Quién sabe
medio de la estancia, pálido, con las manos crispadas , lo que va á suceder, ni cuánto tiempo durará el ataque?
é inundada la frente de sudor. Dantés sin aturdirse , aunque aquella desgracia
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 89

fuese inmensa , bajó á la escavacion remolcando, por El ataque fué tan violento y súbito, que ni aun
decirlo así , á su cuitado compañero , y con muchí- pudo el desgraciado preso terminar la frase : una nu-
simo trabajo pudo llegar al calabozo del abate, á quien be envolvió su frente , rápida y sombría como las tem-
acostó en su cama. pestades del mar : la crisis dilató sus ojos , torció su
-Gracias , le dijo este, tiritando de piés á cabeza boca , y puso color en sus mejillas : rugió, forcejeó,
como si acabase de tomar un baño de hielo. Siento vomito espuma ; pero Dantés ahogó sus gritos con la
que la enfermedad se acerca: voy á quedar catalép- ropa de la cama , segun se lo habia recomendado .
tico: acaso no haré ni un movimiento siquiera: aca- Esto duró dos horas. Después, inerte como una ma-

w
w

Cogió entonces el cuchillo , introdujo la punta entre los dientes , separó con muchísimo trabajo las mandíbulas crispadas,
le echó , contándolas con exactitud , diez gotas de aquel licor rojo, y esperó el resultado.

1
so ni podré quejarme tampoco ; pero acaso tambien | sa , mas pálido y mas frio que el mármol , y mas des-
echaré espuma por la boca , y gritaré y batallaré con trozado que una caña que se pisotea , se agitó vio-
estremo. Procurad que no oigan mis gritos, que es lo lentamente en una postrera convulsion , y se puso
mas importante , porque quizás me trasladarian á otro livido.
calabozo, separándonos para siempre. Cuando me veais Solo esto esperaba Edmundo : solo que aquella
inmóbil , frío y como muerto, solo entonces, tenedlo muerte aparente se hubiese apoderado de todo el cuer-
bien entendido, me separareis los dientes con el cu- po, frio hasta en el corazon. Cogió entonces el cuchi-
chillo, me echareis en la boca ocho ó diez gotas de lo, introdujo la punta entre los dientes , separó con
ese licor, y acaso volveré á la vida. muchísimo trabajo las mandíbulas crispadas, le echó,
-¿Acaso? esclamó dolorosamente Dantés. contándolas con exactitud, diez gotas de aquel licor
-¡Acudid!... ya... acudid , esclamó el abate; yo..... rojo, y esperó el resultado.
me... mue... Dos horas pasaron sin que el viejo hiciera movi-
90 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

miento alguno. Temió Dantés haber acudido dema- -Jóven , repuso el abate, sois marino y nadador, y
siado tarde, y le contemplaba fijamente con las dos debeis saber por consiguiente que con tal peso nin-
manos enlazadas á sus cabellos . Al fin una tinta casi gun hombre nada cincuenta brazas. Cesad de aluci-
imperceptible coloreó sus mejillas ; sus ojos , cons- naros con quimeras , que no puede creer ni vuestro
tantemente abiertos é inmóbiles , volvieron á mirar; un mismo corazon , tan generoso. Yo permaneceré aquí
débil suspiro salió de su boca , é hizo un movimiento . hasta que suene la hora de mi libertad , que será la
-¡Se ha salvado ! ¡ se ha salvado! esclamó Dantés. de la muerte. Vos huid , huid . Sois jóven , diestro y
El enfermo, que no podia hablar aun, le designó la fuerte ; no os cuideis de mí ; os vuelvo vuestra pa-
puerta con una ansiedad visible . Púsose Dantés á es- labra.
cuchar, y oyó con efecto los pasos del carcelero. Iban ¡Oh ! pues tambien permaneceré yo aquí , dijo
á dar las siete : Dantés no habia podido ocuparse en Edmundo.
calcular el tiempo. Luego, levantándose y estendiendo su mano sobre
Al punto se precipitó por el agujero , volvió á colocar Faria , añadió solemnemente:
la baldosa sobre su cabeza, y pasó á su calabozo . -Por la sangre de Cristo , juro que no os abando-
Un instante después se abrió la puerta , y el carcele- naré hasta la muerte.
ro, como siempre , encontró al jóven sentado en su El abate contempló á aquel jóven tan noble , tan
cama. sencillo , tan grande , leyendo en sus facciones, ani-
Apenas volvia la espalda , apenas se perdia en el madas con el fuego del entusiasmo mas puro , la sin-
corredor el ruido de sus pasos , cuando Dantés , devo- ceridad de su afecto y la lealtad de su juramento .
rado de inquietud , sin pensar en la comida , tomaba -Lo acepto , contestó Gracias.
otra vez el camino que habia traido , y levantando la bal- Y añadió tendiéndole la mano :
dosa con su cabeza , entró en el calabozo del abate. -Quizás una adhesion tan desinteresada tendrá re-
Habia este recobrado ya el conocimiento ; pero se- compensa algun dia ; empero como yo no puedo es-
guia inerte y sin fuerzas tendido en la cama. caparme y vos no quereis, lo que importa es cegar el
-Ya pensé no volveros á ver , dijo á Edmundo . subterráneo que hemos hecho debajo de la galería. El
-¿Por qué? le preguntó el jóven . ¿Pensabais morir? soldado puede advertir que el suelo repite el eco de
-No; pero como todo está dispuesto para la fuga , sus pesos , y avisar al gobernador , con que nos des-
creí que os escapariais . cubririan y nos separarian. Id pues á cegarlo vos , ya
Los colores de la indignacion subieron al rostro de que no puedo ayudaros por desgracia . Emplead toda
Dantés. la noche si es preciso , y no volvais á verme hasta
¡ Sin vos ! ¡ me habeis creido capaz de escaparine mañana después de la visita del carcelero . Entonces
solo ! ¿de veras ? esclamó. acaso tendrá que deciros alguna cosa importante.
-Ya veo que me engañaba, dijo el enfermo . —¡ Qué Apretó Dantés la mano de Faria , que le pagó con
debil y que molido estoy! una sonrisa , y salió de la prision , obediente y respe-
--¡Valor ! pronto recobrareis las fuerzas , le dijo Ed- tuoso , como era en todas ocasiones con su anciano
mundo, sentándose junto á la cama y cogiendo una de amigo.
sus manos. CAPITULO XVIII.
El abate meneó la cabeza .
-La otra vez , le dijo , el ataque me duró una hora, EL TESORO.
y después tuve hambre y pude andar solo . Hoy no
puedo levantar mi pierna ni mi brazo derecho ; y Cuando volvió Dantés la mañana siguiente al cala-
mi cabeza está aturdida , lo que prueba un derrame bozo de su compañero , le encontró sentado y tran-
cerebral. A la tercera vez quedaré enteramente para- quilo. Al rayo de luz que penetraba por su angos-
lítico ó moriré del ataque . ta ventana, tenia en su mano derecha , única de
-No, no , tranquilizãos , no morireis. Cuando os dé, que ya podia servirse , un pedazo de papel , que por
si os da , ese tercer ataque , ya estaremos libres ; en- haber estado enrollado mucho tiempo conservaba la
tonces os salvaremos como ahora y mejor que ahora, forma cilindrica, que no seria muy fácil de quitarle.
porque tendremos todos los auxilios necesarios . Sin decir una palabra enseñó el abate á Edmundo
Amigo mio , le contestó el viejo , no os engañeis á el papel .
vos mismo . La crisis que acabo de pasar me ha conde- -¿Qué es esto ? le preguntó el jóven .
nado á prision eterna . Para huir es preciso poder andar. -Miradlo bien , repuso el abate sonriendo .
-Pues bien , esperaremos ocho dias , un mes , dos -En vano lo miro con toda atencion , dijo Dantés.
meses si es necesario ; que en ese intervalo recobra- Solo veo un papel medio quemado, que contiene al-
reis vuestras fuerzas. Todo está preparado para nues- gunas letras góticas, escritas con una tinta muy
tra fuga , y hasta podemos elegir la hora y la ocasion singular .
que mas nos convengan. El dia que os sintais capaz -Este papel, amigo mio ,-ya puedo deciroslo todo ,
de nadar, aquel mismo dia pondremos nuestro proyec- puesto que os he probado; -este papel es mi tesoro : la
to en ejecucion . initad os pertenece desde hoy.
-Yo no nadaré de hoy mas , dijo Faria : este brazo La frente de Edmundo se cubrió de un sudor frio.
está paralítico, y no para un dia , sino para siempre. Hasta entonces , ¡y ya hemos visto cuánto tiempo era
Levantadlo vos mismo y vereis cuánto pesa. pasado ! hasta entonces habia evitado cuidadosamente
El jóven levantó aquel brazo, que volvió á caer in- el hablar á Faria de aquel tesoro , ocasion de su pre-
sensible por su propio peso. tendida locura. Con su delicadeza instintiva no ha-
Edmundo exhaló un suspiro. bia querido Edmundo herir esta fibra dolorosa ; y
-¿Estais convencido ya , no es cierto? le preguntó por su parte Faria tambien habia callado, haciéndole
Faria. Creedme : yo sé bien lo que me digo . Desde tomar aquel silencio por el cobro de la razon ; pero
que sufrí el primer ataque de este mal no he dejado ahora sus palabras, justamente después de una enfer-
un punto de pensar en él. Ya me lo esperaba , porque medad tan grave, anunciaban que recaia en la locura.
es hereditario en mi familia. Mi padre murió al tercer nestro tesoro ? balbuceó Dantés.
ataque, y mi abuelo tambien. El médico que compuso te se sonrió .
ese licor, que no es otro que el famoso Cabanis , me -Si , le dijo. En todo es noble vuestro corazon, Ed-
predijo la misma suerte. mundo, y de vuestra palidez y vuestro temblor infie-
¡ El médico se engaña ! esclamó Dantés. Y tocan- ro lo que os pasa en este instante. Pero tranquilizaos ,
te á la parálisis , no me importa . Cargaré con vos y que no estoy loco. Este tesoro existe , Dantés, y ya que
nadaré, llevandoos á la espalda. yo no he podido poseerlo, vos lo poseereis. Nadie quiso
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 91

escucharme ni creerme , teniéndome por loco ; pero | sesperacion de mi estado. Pero ahora que por amor
vos que debeis saber que no lo soy, me creereis des- vuestro he perdonado al mundo, ahora que os veo jó-
pués de lo que voy á deciros . Escuchadme. ven yrico de porvenir, ahora que pienso en la fortuna
¡Ay! murmuró Edmundo para sí. Ha vuelto á re- que puedo proporcionaros con esta revelacion , me
caer. Esto solo me faltaba. asusta la tardanza, y temo no dejar seguras en manos
Luego añadió en alta voz: de un propietario tan digno como vos, tantas riquezas
-Amigo mio, vuestra enfermedad os habrá dejado olvidadas.
fatigoso. ¿No quereis reposar? Mañana, si os place, me Edmundo volvió la cabeza suspirando.

Sin decir una palabra enseñó el abate á Edmundo el papel.

contareis vuestra historia, que hoy solo pienso en -Persistís en vuestra incredulidad, Edmundo, pro-
cuidaros . Además , prosiguió sonriéndose , un tesoro siguió Faria: mi voz no os ha convencido . Ya veo que
¿ que prisa nos corre? necesito pruebas. Pues bien, leed ese papel que nadie
Mucha ! ¡ mucha , Edmundo! respondió el viejo. ha visto en el mundo.
¿Quién sabe si mañana ó pasado me dará el tercer -Mañana, amigo mio , respondió Dantés , repug-
ataque? Pensad que ¡ entonces ya no habria remedio! nándole coadyuvar á la locura del viejo. Crei que es-
Si, muchas veces he recordado con amargo placer esas taba ya convenido que no hablariamos de esto hasta
riquezas, que harian la felicidad de diez familias, per- mañana.
didas para esos hombres que no han querido atender- -No hablaremos hasta mañana ; pero leed hoy ese
me. Esta idea me servia de venganza, y la saboreaba papel.
deliciosamente en la noche de mi calabozo y en la de- -No le exasperemos , dijo Edmundd para sí.
92 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Y tomando aquel papel , que le faltaba la mitad sin -Estoy seguro, y vos mismo lo conocereis ; pero
duda por algun accidente, leyó: ahora escuchad la historia de ese papel.
que puede ascender à dos -¡Silencio ! esclamó Dantés ... oigo pasos ... se
manos con corta diferenci acercan... me voy... Adios.
tando la roca vigésima , á c Y gozoso con librarse de la historia y de la espli-
Este en linea recta. Dos cacion que esperaba le confirmasen la desgracia de
grutas: el tesoro yace en su amigo, se deslizó Dantés como una culebra por el
segunda. Como á mi úni estrecho subterráneo, mientras Faria, con una espe-
clusiva propiedad el refe cie de actividad ocasionada por el terror , colocaba
en su sitio la baldosa , dándole con el pié , y cubrien-
25 de abril de 14
dola con un pedazo de estera, porque no se advirtiese

Recibiole Faria sentado , y evitando todo movimiento que pudiera comprometerle , logró ocultar al gobernador la parálisis ,
que le habia dejado como muerta la mitad del cuerpo.

-¡Eh? ¿qué tal? dijo Faria cuando el jóven acabó | la solucion de continuidad que no habia podido evitar
su lectura. con la prisa.
-Yo aquí no encuentro, respondió Dantés , sino
El gobernador era quien , informado por el carce-
renglones cortados, palabras sin sentido . El fuego, lero del mal del abate, venia por sí mismo á asegu-
además, ha puesto ininteligibles las letras . rarse de su gravedad.
-Para vos , amigo mio , que las leeis por primera Recibiole Faria sentado , y evitando todo movi-
vez; pero no para mí que he pasado leyéndolas hartas miento que pudiera comprometerle , logró ocultar al
noches de claro en claro, reconstruyendo á mi modo gobernador la parálisis, que le habia dejado como
cada frase , y completando cada pensamiento.
- muerta la mitad del cuerpo . Esto fué porque temia
Y creís haber llegado á comprenderlo todo del que el gobernador, compadecido de él, quisiese trasla-
todo?
darle á una prision mas saludable, separándole de su
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 93
95

0
jóven compañero; pero no sucedió así por fortuna, y Empero por la tarde, después de la visita ordinaria,
el gobernador se retiró convencido de que su pobre viendo el anciano que Edmundo no venia , intentó sal-
loco, por quien sentia cierta afeccion en el fondo de var el espacio que los separaba. Edmundo tembló de
su pecho, solamente habia sufrido una ligera indispo- piés á cabeza al oir los dolorosos esfuerzos que hacia
sicion. para arrastrarse, porque una de sus piernas estaba
En este intervalo, Edmundo, sentado en su cama, paralítica , y del brazo no podia servirse para nada.
con la cabeza entre las manos, pugnaba por coor- Viose pues Edmundo precisado á ayudarle , porque
dinar sus ideas. Todo lo que había visto en Faria des- de lo contrario nunca hubiera podido salir por la es-

El Cardenal Spada.

de que
le conoció era tan razonable , tan lógico y tan | trecha boca del subterráneo que daba á su calabozo.
sublime, que no lo podia comprender en tantas cosas
-Aquí me teneis persiguiéndoos con tenacidad, dí-
cuerdo y en una sola demente. ¿Seria que Faria se jole con una sonrisa muy benévola. Sin duda habiais
engañase en esto de su tesoro, ó que todo el mundo se creido poder libraros de mi magnificencia , pero no
engañase en juzgar á Faria? será. Escuchadme.
Todo el dia lo pasó Dantés en su calabozo sin atre- Edmundo conoció que ya no podia retroceder . Hizo
verse á volver al de su amigo. Por este medio esperaba sentar al viejo en su cama , y se colocó á su lado en el
retardar la hora en que adquiriese certidumbre de la
locura del abate . Esta creencia debia de serle muy banquillo .
dolorosa. Ya sabeis, dijo el abate, que yo era secretario, fa-
miliar y amigo del cardenal Spada, último de los prín-
94 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cipes de este nombre. A aquel prelado dignísimo de- dar la mano á ciertas personas , el leon las mordia im-
bo cuanta felicidad haya gozado en mi vida. Aunque perceptiblemente, y à las veinticuatro horas... re-
las riquezas de su familia eran proverbiales , y mu- quiescant in pace.
chas veces he oido decir : -«rico como un Spada» –él César propuso pues á su padre mandar abrir el
no era rico ; pero vivia á costa de esta reputacion de armario á Rospigliosi y á Spada, ó darles un cordial
riquezas. Así viven de sí mismas casi todas las repu- apreton de manos ; pero Alejandro VI le respondió:
taciones populares. Su palacio fué mi paraiso. Yo edu- -Tratándose de esos escelentes cardenales Spada y
qué á sus sobrinos , que ya han muerto , y apenas se Rospigliosi , paréceme que no debemos rehuir los
quedó él solo en el mundo , le pagué en adhesion cuan- gastos de un gran banquete , porque tengo para mí
to habia hecho por mí en diez años. que habemos de reintegrarnos. Sin duda olvidais , Cé-
Pronto no tuvo secretos para mí la casa del carde- sar, además, que una indigestion hace su efecto en el
nal. Muchas veces habia yo visto ocupado á monseñor acto, mientras un mordisco ó una picadura tardan uno
en compulsar los libros antiguos, y hojear ávidamente ó dos dias.
los manuscritos , olvidados entre el polvo del archivo Estas razones convencieron á Borgia , y de aquí el
de la familia. Un dia que yo le hice ver la inutilidad de que se convidara á comer á los dos cardenales.
sus afanes , pues por todo resultado acababan en de- El banquete se debia verificar cerca de San Pedro
jarle muy abatido, me miró , sonriendo con amargura, | Advíncula , en una lindísima posesion del Papa , muy
y por respuesta abrió un libro, que es la historia de la conocida de los cardenales por su celebridad.
ciudad de Roma. En el capítulo XX de la vida del Papa Rospigliosi, entontecido con su nueva dignidad,
Alejandro VI leí las siguientes líneas , que desde en- preparó su estómago para el banquete ; pero Spada,
tonces no puedo olvidar. hombre prudentísimo y que amaba con estremo á su
sobrino , un capitan joven de mucho porvenir , tomó
«Terminadas las tremendas guerras de la Romanía, papel y pluma é hizo testamento .
César Borgia, su conquistador, necesitaba dinero para En seguida envió un recado á su sobrino encargán-
comprar el resto de Italia , y el Papa por su parte ne- dole que le esperase por los alrededores de San Pedro;
cesitaba tambien dinero para acabar con Luis XII , pero segun parece , el mensajero no le encontró.
rey de Francia , que á pesar de sus últimos reveses Spada conocia muy á fondo el secreto de estos
era un enemigo poderoso todavía . Resolvieron , pues , convites.
de consuno hacer un buen negocio , lo que era muy Desde que el Cristianismo , eminentemente civiliza-
difícil en aquella pobre Italia, exhausta de recursos. dor, introdujo el progreso en Roma, no era un centu-
>>Su Santidad concibió una idea muy feliz. Determi- rion el que venia de parte del tirano á deciros : —«Cé-
nó crear dos cardenales . >>> sar quiere que mueras,»-sino que era un legado ad
latere, que con la sonrisa en los labios venia á deciros
Con elegir á dos de los primeros personajes de Ro- de parte del Papa : -« Su Santidad quiere que comais
ma , es decir, á dos de los mas ricos , hacia á la vez Su en su compañía. »
Santidad dos buenos negocios: primeramente podia A las dos se encaminó Spada á San Pedro Advíncu-
vender los altos cargos y los magníficos empleos que la : ya le estaba esperando el Papa allí . La primera
aquellos dos cardenales poseian; y podia aprove- persona que vieron sus ojos fué á su sobrino el capi-
charse, en segundo lugar , del subido precio á que los tan , muy ataviado y muy tranquilo. César Borgia le
dos capelos se vendieran. colmaba de halagos y caricias. Spada palideció , por-
Otra tercera especulacion resultaba de esto, que po- que César , con una mirada irónica , le daba á enten-
dremos conocer muy pronto. der que todo lo habia previsto y que estaba bien ten-
Al momento encontraron el Papa y César Borgia dido el lazo.
sus futuros cardenales. Uno era Juan Rospigliosi, Durante la comida , el cardenal no pudo hacer otra
que poseia las mas altas dignidades de la Santa Sede , cosa que preguntar á su sobrino : -«¿ Recibisteis mi
y el otro César Spada , uno de los romanos mas no- recado ?» -El capitan respondió que no ; pero habia
bles y mas ricos. Uno y otro podian apreciar en su comprendido la pregunta. Ya era tarde, sin embargo,
verdadero valor el precio de semejante favor papal. porque acababa de beber un vaso de escelente vino, es-
Ambos eran ambiciosos. canciado esprofeso para él por el copero del Papa . En
Al punto en que ellos aceptaron , encontró César el mismo instante ofrecian liberalmente á Spada vino
Borgia compradores para sus empleos. de otra botella . Una hora después un médico declaró
La consecuencia de esto fué, que Rospigliosi y Spa- que ambos estaban envenenados con setas. Spada mu-
da pagaron por ser cardenales, y otros ocho pagaron rió allí mismo, y el capitan á la puerta de su casa, ha-
tambien por ser lo que eran los cardenales antes de ciendo una seña á su muger, que no pudo compren-
su creacion. Ochocientos mil escudos ingresaron en derla.
las arcas papales. Al punto César Borgia y el Papa se apoderaron de
Pasemos á la última parte de la especulacion, que la herencia , á pretesto de registrar los papeles de los
ya es tiempo . Rospigliosi y Spada se miraron colma- difuntos; pero todo el caudal de Spada consistia en un
dos de halagos por el Papa , que habiéndoles conferido pedazo de papel en que habia escrito él mismo:
por sí mismo las insignias del cardenalato, estaba se- «Lego á mi muy amado sobrino mis baules y mis li-
guro de que ellos, por demostrar dignamente su gra- »bros, entre los cuales se halla mi hermoso breviario
fitud, realizarian toda su fortuna para fijar en Roma su >>con cantos de oro , que deseo conserve en memoria
residencia. Así con efecto sucedió , y el Papa y César »de su querido tio.»
Borgia los convidaron á comer. Admirados los herederos de que Spada , el hombre
Este convite dió ocasion á una grave disputa entre poderoso , fuese con efecto el mas pobre de los tios, lo
el padre y el hijo. César opinaba que se debía recurrir registraron todo, revolvieron los muebles, y admira-
á uno de esos medios que él solia emplear con sus ron el breviario . Ningun tesoro pareció , como no se
amigos íntimos , á saber : la famosa llave con que se cuenten los tesoros científicos encerrados en la biblio-
rogaba á ciertas personas que abriesen cierto arma- teca y en los laboratorios.
rio. Esta llave, sin duda por un olvido inocente del Nada mas. Las pesquisas de Césarry y de su padre fué-
cerrajero, tenia una especie de pua pequeña de hier- ron inútiles.
ro, que al hacer fuerza la persona que abria el arma- Nada se encontró , ó á lo menos , poquísimo , es decir,
rio, que era difícil de abrir, se clavaba en la mano, unos mil escudos en alhajas , y otro tanto en dinero.
ocasionando la muerte al otro dia. El otro medio era Su sobrino , sin embargo, habia vivido bastante
la sortija con cabeza de 'con : César se la ponia para | tiempo para decir á su muger :
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 95

-Buscad entre los papeles de mi tio , 'que hay un Esto y unos mil escudos romanos , que poseia en di-
testamento. nero , me lo legó, á condicion de componer una histo-
Con esto se hicieron mas diligencias aun que las ria de su casa y un árbol genealógico , y de mandar
que habian hecho los augustos herederos ; pero todo decir misas en el aniversario de su muerte. Todo lo
en vano. Los dos palacios de Spada y la posesion que he cumplido con la mayor exactitud.
tenia detrás del Palatino, como los bienes inmuebles en No os impacienteis , mi querido Edmundo , que ya
aquella época valian poco, quedaron á favor de la fami- llegamos al fin.
: lia, por indignos de la rapacidad del Papa y de su hijo. En 1807, un mes antes de mi prision y quince dias
Años y meses pasaron. después de la muerte del conde Spada , el dia 29 de
Alejandro VI, como sabeis , murió envenenado por diciembre (ahora comprendereis por qué se me la que-
una equivocación: César, envenenado tambien , se sal- dado tan fija esta fecha importante) hallábame yoʻle-
vó, cambiando de piel como las culebras. En su nueva yendo por centésima vez aquellos papeles , que iba
piel el veneno había dejado unas manchas semejantes coordinando , porque el palacio iba á pasar á perte-
å las del tigre. Precisado, por último , á abandonar á nencia de un estranjero. Yo pensaba salir de Roma y
Roma , fué á hacerse matar oscuramente en una es- establecerme en Florencia con todo el dinero que po-
caramuza nocturna, casi olvidado de la historia. seia , que eran unas doce mil libras , mi biblioteca y
Después de la muerte del Papa y del destierro de su mi famoso breviario. Hallábame , pues, como digo,
hijo, todo el mundo esperaba que la familia volviera fatigado de aquella tarea , y algo indispuesto por un
al fausto que tenia en los tiempos del cardenal Spada; esceso que habia hecho en la comida , y dejé caer la
pero no fué así. Los Spada siguieron viviendo en una cabeza entre las manos, durmiéndome en seguida.
dudosa mediania : un misterio eterno envolvió este Eran las tres de la tarde.
asunto lúgubre. La opinion general fuéque César, me- Cuando desperté daba el reloj las seis.
jor político que su padre, le habia robado la fortuna de Al levantar la cabeza halleme en la mas profunda
los dos cardenales; y digo los dos, porque Rospigliosi, oscuridad. Llamé para que me trajesen luz ; pero nadie
que no habia tomado precaucion alguna , fué despoja- acudió . Entonces resolví servirme á mí mismo , que
completamente. era además un hábito filosófico , que iba á serme muy
-Hasta aquí, dijo Faria interrumpiéndose y son- necesario . Cogí con una mano la bujía ya preparada, y
riendo , no os parece éste cuento de loco, ¿es verdad? con la otra busqué un papel para encenderlo en la mo-
Oh amigo mio! le contestó Dantés ; paréceme al ribunda llama que quedaba en la chimenea ; pero te-
contrario que leo una crónica interesantísima. Suplí- miendo que la oscuridad me hiciese coger un papel in-
COOS que continueis. teresante en vez de otro inútil, hallábame perplejo,
-Ya continúo : cuando recordé haber visto en el famoso breviario que
La familia se acostumbró á esta situacion : pasaron estaba sobre la mesa, un papel viejisimo, ya casi ne-
años y años . Entre sus descendientes unos fuéron sol- gro, que al parecer servia de registro ó señal , y sin
dados , otros diplomáticos , otros sacerdotes y otros duda habia durado tantos años en aquel libro por la
banqueros. Enriqueciéronse algunos, y otros se aca- veneracion con que los herederos lo miraban . Busque-
baron de arruinar. Vengamos ahora al último de esta le, pues, á tientas, lo encontré, lo retorcí, y acercán-
familia, á aquel de quien fui secretario , al conde de dolo á la llama lo encendí.
Spada. Pero como por magia, entre mis dedos, á medida que
Muchas veces le habia yo oido quejarse de la despro- el fuego se propagaba, ví aparecer unas letras negruz-
porcion que guardaba con su rango su fortuna : acon- cas, que por momentos iban convirtiéndose en pa-
sejele pues que la colocara á renta vitalicia: siguió mi vesa. Asusteme, estrujé en mis manos el papel para
consejo, y dobló su renta. apagarlo, encendí la bujía en la luz de la chimenea,
El famoso breviario, que no habia salido de la fami- examiné conmovido el papel quemado , y conocí que
lia, pertenecia á este conde de Spada. De padres á hi- una tinta misteriosa y simpática habia trazado aque-
jos se lo habian ido trasmitiendo , porque aquella rara llas letras, que solo el fuego pudo hacer inteligibles.
cláusula que se encontró en el testamento , hizo de él Lo quemado era como una tercera parte del papel,
una verdadera reliquia, mirada con supersticiosa ve- y el resto lo que habeis leido esta mañana. Volvedle á
neracion. Era un libro con magníficas iluminaciones leer, Dantés, que luego , para que lo entendais , com-
góticas , tan cargado de oro , que en los dias solemnes pletaré yo las frases y el sentido.
lo llevaba un criado delante del cardenal. Y el abate , con aire de triunfo , presentó el papel
Como todos los administradores y secretarios que al jóven , que en esta ocasion leyó ávidamente estas
me habian precedido , yo me dedique tambien á regis- palabras, escritas con una tinta como herrumbrosa :
trar los archivos de la familia , llenos de toda clase de
títulos , papeles y pergaminos ; pero á pesar de mi ac- Hoy 25 de abril de 149
tividady esmero fuéron inútiles mis pesquisas. Ycuen- mer S. S. Alejandro VI, co
ta que yo habia leido y hasta habia escrito una his- contento con haberme hec
toria, ó por mejor decir unas efemérides de la casa de heredarme, y me reserve l
Borgia , con la idea de descubrir si á la muerte del car- Caprara y Bentivoglio , qu
denal César Spada había tenido algun aumento la for- dos. Declaro pues á mi sobr
tuna de aquellos príncipes , y no encontré otro que el redero universal, que he esc
ocasionado por los bienes del cardenal Rospigliosi , su conoce por haberlo visitado
compañero de infortunio . grutas de la isla de Monte- Cris
Con esto llegué á quedar casi convencido de que ni ras de oro, dinero acuñado,
los Borgias ni la familia Spada se habian aprovechado joyas. Yo solo conozco la e
de la herencia, que sin duda habia quedado sin dueño, que pueda ascender à dos
como esos tesoros de los cuentos árabes que yacen en manos con corta diferenci
las entrañas de la tierra guardados por un genio. Mil y tando la roca vigésima , á c
mil veces conté y rectifiqué los capitales, las rentas y Este en linea recta. Dos
los gastos de la familia durante trescientos años; todo grutas: el tesoroyace en
vanamente. Yo continué en mi ignorancia, y el conde segunda. Como á mi úni
Spada en su miseria. clusiva propiedad el refe
Por este tiempo murió él. De su renta vitalicia ha- 25 de abril de 14
bia esceptuado sus papeles de familia , su biblioteca , CÉS
compuesta de 5,000 volúmenes, y su famoso breviario.
96 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Ahora, añadió el abate, leed este otro : co heredero , le dejo en es-


Y presentó á Edmundo otro papel con otros frag- rido tesoro.
mentos de renglones. 98.
Tomolo Edmundo y leyó:
AR + SPADA .
8 me ha convidado á co-
n que me presumo que no Faria seguia todos sus ademanes con los ojos como
ho pagar el capelo quiera ascuas.

on

iden
Wants 2017

Y conocí que una tinta misteriosa y simpática habia trazado aquellas letras, que solo el fuego pudo hacer inteligibles.

a suerte de los cardenales -Ahora , dijo, viendo que Dantés habia llegado al
e han muerto envenena- último renglon ; ahora juntad los dos fragmentos, y
ino Guido Spada, mi he- juzgad por vos mismo.
ondido en un sitio que él Dantés obedeció : de los dos fragmentos unidos re-
en mi compañía , en las sultaba lo siguiente :
to, cuanto poseo en bar-
pedrería, diamantes y Hoy 25 de abril de 149...8, me ha convidado á co-
xistencia de este tesoro, mer S. S. Alejandro VI, co...n que me presumo que no
millones de escudos ro- contento con haberme hec...ho pagar el capelo quiera
a, y se encontrará levan- heredarme, y me reserve l...a suertede los cardenales
ontar desde el ancon del Caprara y Bentivoglio, qu ...e han muerto envenena-
aberturas hay en estas dos. Declaropues á mi sobr...ino Guido Spada, mi he-
el ángulo mas lejano de la redero universal, que he esc...ondido en un sitioque él
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 97

conoce por haberlo visitado... en mi compañía , en las | el resto, calculando la longitud de las líneas por la del
grutasdela isla deMonte-Cris...to, cuanto poseo enbar papel , y deduciendo de lo no quemado lo que debia
ras de oro, dinero acuñado, pedreria , diamantes y
decir lo quemado ; como un átomo de luz que viene
joyas. Yo solo conozcola e... xistencia de este tesoro, del cielo, guia á aquel que camina por un subter-
que puede ascender á dos... millones de escudos ro- ráneo.
manos concorta diferenci...a, y se encontrará levan-
-Ycuando os figurasteis haber hecho este descu-
tando la roca vigésima, á c...ontardesde el ancon del brimiento ¿ qué hicisteis ?
Este en linea recta. Dos... aberturas hay en estas
-Determiné marchar, y marché al instante, Ile-

Faria alargó el brazo que le quedaba sano , y Dantés se arrojó llorando á su cuello.

grulas: el tesoro yace en... el ángulo mas lejano de la


vando conmigo el principio de mi grande obra sobre
segunda. Como á mi úni... co heredero, le dejo en es-
la unidad de Italia; pero hacia mucho tiempo que la
clusiva propiedad el refe... rido tesoro.
policía imperial no me perdia de vista. Entonces Na-
25 de abril de 14...98. poleon queria dividir ef reino en provincias, al con-
trario de lo que quiso apenas tuvo un heredero . Mi
CES...AR + SPADA. marcha precipitada despertó, pues, las sospechas de
¿Lo entendeis al fin? dijo Faria. la policía , que estaba muy lejos de poder adivinar su
-Esta era la declaracion del cardenal Spada , el verdadera ocasion , y me prendieron cuando ya iba á
testamento tan buscado, y tan inútilmente , contestó embarcarme en Piombino .
Edmundo , incrédulo todavía . -Ahora , amigo mio, prosiguió Faria mirando á Dan-
-Sí, mil veces sí. tés con ternura casi paternal, ahora sabeis tanto co-
-Pero ¿ quién lo ha completado en esta forma ? mo yo. Si nos escapamos juntos, la mitad de mi tesoro
-Yo: con ayuda del fragmento existente adiviné es vuestro ; si muero aquí y os escapais solo , por en-
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 107. tero os pertenece.
98 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Pero ¿no tiene en el mundo ese tesoro dueño con efecto hubiera existido , existiese todavía ; y
mas legítimo ? le preguntó Dantés vacilante. cuando no lo mirase como cosa quimérica , lo miraba
-No , no, tranquilizaos. La familia se ha estinguido á lo menos como dudosa.
completamente . Además, el último conde Spada me No parecia sino que el destino se empeñase en qui-
dejó por su heredero. Legándome aquel breviario sim- tar á los presos su última esperanza , y darles á enten-
bólico , me legó cuanto contenia. No , no, tranquili- der que estaban condenados á prision eterna . Una
zaos. Si llegamos á apoderarnos de esta fortuna, pode- nueva desgracia les sobrevino por entonces. La gale-
mos gozarla sin remordimientos. ría que daba al mar , ruinosa desde mucho tiempo
-¿Y decís que este tesoro?... antes , había sido reparada. Reforzáronse los cimien-
-Asciende á dos millones de escudos romanos , ó tos , y se rellenó con enormes trozos de granito la es-
sean sobre poco mas ó menos trece millones de nues- cavacion que á medias habia cegado Dantés. Sin esta
tra moneda. precaucion, sugerida al jóven por el abate , como se
-¡Imposible ! esclamó Dantés , espantado de tan recordará , su desgracia hubiera sido mayor aun , por-
enorme suma. que descubierta su tentativa de evasion los hubieran
-¡Imposible ! ¿y por qué? repuso el viejo . La fami- separado inevitablemente. Una nueva puerta , mas
lia Spada era de las mas antiguas y poderosas del si- maciza y mas inexorable que las otras , se habia cer-
glo XV. Además , en aquellos tiempos no se conocian rado para ellos.
ni especulaciones ni industrias : esta acumulacion de -Ya veis , decia el jóven á Faria con dulce triste-
dinero y joyas no es inverosímil. Familias romanas za ; ya veis que Dios quiere quitarme hasta el mérito de
hay todavía que se mueren de hambre, teniendo ama- lo que vos llamais adhesion . Os he prometido perma-
yorazgado un millon en diamantes y pedrerías de que necer aquí eternamente , y ahora ni aun libre soy para
no pueden disponer. cumplir mi promesa . Me quedaré sin el tesoro , como
Edmundo , vacilando entre el placer y la increduli- vos , y ni uno ni otro saldremos de este castillo . Empero
dad , se creia en sueños. mi verdadero tesoro , amigo mio , no es el que espera-
-No os he ocultado este secreto tanto tiempo, pro- ba encontrar en los antros lúgubres de Monte-Cristo,
siguió Faria , sino para probaros y sorprenderos. Si sino vuestra presencia , nuestra union de cinco ó seis
nos hubiéramos escapado antes de mi ataque de cata- horas cada dia , á pesar de nuestros carceleros ; y so-
lepsis, os hubiera simplemente llevado á Monte- Cristo; bre todo estos torrentes de inteligencia que habeis
pero ahora , añadió con un suspiro , vos me llevareis á derramado en la mia, estos idiomas que me habeis da-
iní. Ea , Dantés , ¿ no me dais las gracias? do á conocer con todas sus ramificaciones filológicas ,
-Ese tesoro os pertenece , amigo mio , respondió estas ciencias que tan fácilmente me habeis comuni .
el jóven ; os pertenece á vos solo: yo no tengo ningun cado por la profundidad con que las conoceis y los
derecho á él: ni aun pariente vuestro soy. sencillos principios á que las habeis reducido . Este es
-Vos sois mi hijo , Dantés ! esclamó el anciano . mi verdadero tesoro , amigo mio ; con esto sí que me
Sois el hijo de mi prísion . Mi estado me condenaba al habeis dado riqueza y felicidad . Creedme y consolaos:
celibato , y Dios os envió á mí , para consuelo junta- esto vale mas para mí que montes de oro y de diaman-
mente del hombre que no podia ser padre, y del preso tes , aunque no fuesen tan problemáticos como esas
que no podia ser libre. nubes que en las alboradas se ven flotar sobre el mar,
Faria alargó el brazo que le quedaba sano, y Dantés que á primera vista las cree uno tierra firme, y áme-
se arrojó llorando á su cuello. dida que se va acercan lo á ellas se evaporan, se vola-
tilizan y se desvanecen . Teneros á mi lado el tiempo
CAPITULO XIX. mayor posible , oir vuestra elocuente voz , adornar mi
inteligencia , fortalecer mi alma , predisponer mi or-
EL TERCER ATAQUE. ganizacion entera á grandes y terribles cosas para
cuando goce de libertad , ejecutarlas de manera que
Ahora que aquel tesoro , objeto tanto tiempo de las no vuelva á dominarme la desesperacion , de que ya
meditaciones del abate Faria, podia asegurar la dicha estaba casi poseido cuando os conocí ; esta es la fortu-
futura del que amaba verdaderamente como á un na que os debo , y no quimérica, sinó tan verdadera ,
hijo , habia ganado á sus ojos en valor. No hablaba de que todos los soberanos del mundo , aunque fuesen
otra cosa todo el dia que de aquella inmensa cantidad, como César Borgia, no lograrian robármela.
esplicando á Dantés cuánto puede servir á sus amigos Con esto, para los dos infelices fuéron los dias , si no
en los tiempos modernos el hombre que posee trece ó venturosos, menos largos y mas tranquilos. Faria , que
catorce millones . Estas palabras contrajeron el rostro en tantos años ni una palabra habia dicho de su teso-
de Dantés , porque el juramento que habia hecho de ro , hablaba ahora á cada instante.
vengarse cruzó por su imaginacion , haciéndole pensar Como lo habia pronosticado , se quedó enteramente
tambien cuánto mal puede hacer á sus enemigos en paralítico del brazo derecho y la pierna izquierda, y ca-
los tiempos modernos el hombre que posee un caudal si perdió toda esperanza de poder servirse de ellos;
de trece ó catorce millones. pero soñaba siempre con la libertad ó la fuga de su
El abate no conocia la isla de Monte-Cristo ; pero sí compañero, y gozaba por él con esta idea. Temeroso
Dantés , que habia pasado muchas veces por delante y de que el papel se perdiese ó se estraviase algun dia,
una hizo escala en ella : está situada á veinticinco mi- obligo á Dantés á aprenderlo de memoria, y lo apren-
lías de la Pianosa , entre Córcega y la isla de Elba. dió con efecto desde la primera palabra hasta la última.
Monte-Cristo, que ha estado siempre y está todavía en- Seguros entonces de que nadie por el primer trozo po-
teramente desierta , es una peña de forma casi cónica, dria adivinar su contenido completo, hicieron pedazos
que parece abortada por un cataclismo volcánico desde el segundo .
el fondo del mar á la superficie. Muchas veces pasaban horas enteras dando Fa-
TrazóDantés á Faria el plano de la isla , y Faria dió ria instrucciones á Dantés , instrucciones que de-
consejos á Dantés sobre los medios que habia de em- bian de servirle al hallarse en libertad . Desde el
plear para apoderarse del tesoro. mismo dia , desde la misma hora, desde el mismo ins-
Empero Dantés ni estaba tan entusiasmado ni tan tante que se viera libre, su único y esclusivo pensa-
lleno de confianza como el viejo. Aunque ya se hubiese miento debia de ser ir á Monte-Cristo de cualquier
convencido de que no era loco , y la manera con modo, fraguar una disculpa que no escitase sospechas
que adquirió este convencimiento fuese parte á que para quedarse allí solo, y una vez solo, enteramente
le siguiera admirando mas y mas , no podia creer solo, buscar las maravillosas grutas , y cavar en el si-
humanamente que aquel tesoro , aun suponiendo que tio indicado. El sitio indicado, como recordará el lec-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 99

tor, era el ángulo mas lejano de la segunda abertura. cuando Faria se quedaba solo y Edmundo se volvia á
Con esta esperanza se les pasaban las horas, si no su prision.
ligeras , tolerables. Una noche se despertó este último sobresaltado cre-
Como ya lo hemos dicho , Faria, aunque sin volver yendo haber oido que le llamaban.
al uso de su pié y de su mano , habia vuelto completa- Abrió los ojos y puso empeño en devorar las tinie-
mente al de su inteligencia , y enseñado poco áa poco blas y el espacio.
á su jóven compañero , además de las nociones mora- Su nombre, ó mas bien una voz doliente que se es-
les que quedan espresadas , ese calmoso oficio de forzaba á pronunciarlo, llegó hasta sus oidos.

La isla de Monte-Cristo.

preso , que consiste en hacer algo de lo que no es na- Incorporose en la cama lleno de angustia y sudoro-
da en el fondo. Continuamente, pues, estaban ocupa- so, y escuchó atentamente. No habia duda. La voz ve-
dos, Faria por temor de envejecer , y Edmundo por nia del calabozo de su compañero.
temor de recordar su pasado , ya casi en olvido , y que -
¡ Gran Dios ! murmuró Edmundo : ¿ si será que...
no quedaba en su memoria sino como una luz lejana, Y separando su cama de la pared, arrancó la piedra ,
perdida en las tinieblas de la noche. Tal era su vida, lanzose al subterráneo, y llegó al estremo opuesto.
semejante á la de esos hombres á quien la desgracia La baldosa estaba levantada.
no ha herido nunca , y que vegetan tranquila y ma- A la luz de aquella lamparilla informe y vacilante
quinalmente bajo la mano de la Providencia . de que ya hemos hablado , vió Dantés al abate pálido
Empero esta calma profunda ocultaba quizás en el con estremo , y aunque en pié, agarrado á su cama
corazón del jóven y en el del viejo muchos ímpetus para poder sostenerse . Sus facciones estaban trastor-
reprimidos, muchos suspiros ahogados, que estallaban nadas por aquellos horribles síntomas que Edmundo
100 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

conocia ya , y que tanto le asustaron la otra vez. | dos vuestros movimientos . Decididamente Dios se
¿ Comprendeis ... amigo mio? ¿no es verdad? le di- acuerda de vos; os da mas que os quita, pues ya es
jo Faria resignado. Nada tengo que deciros. tiempo de que yo muera.
Lanzó Dantés un grito de dolor, y perdiendo com- Edmundo solamente pudo juntar las manos y decir:
pletamente el juicio, se dirigió á la puerta gritando: -¡Oh amigo mio ! ¡amigo mio ! ¡ callad !
-¡Socorro! ¡ socorro ! Luego , recobrando su fortaleza, que le abandonó un
Faria tuvo suficientes fuerzas aun para detenerle. instante por aquel golpe imprevisto, y su valor, venci-
-¡Silencio, ú os perdeis ! le dijo. No pensemos sino do por las palabras del viejo, repuso:

El jóven se hincó de rodillas , apoyando su cabeza en la cama del abate.

en vos, amigo mio, en haceros soportable la prision ó -¡Oh! ya os he salvado una vez, bien puedo salva
posible la fuga. Años enteros necesitariais para volver ros otra.
á hacer vos solo, lo que yo hasta aquí he hecho , y Esto diciendo , levantó el mástil de la cama y sacó
lo que seria vano en el mismo punto en que nuestros el frasquito, que aun contenia una tercera parte del
guardas conociesen que estamos de acuerdo. Por otra licor rojo .
parte , tranquilizaos , amigo , que no estará vacio mu- -Mirad, le dijo, aun nos queda esta medicina sal-
cho tiempo este calabozo, que yo voy á abandonar. dora. Pronto, pronto, decidme lo que necesito hacer.
Otro desdichado vendrá á ocupar mi puesto. Acaso él¿Se toman esta vez otras precauciones? Hablad, amigo
será jóven, y fuerte, y sufrido como vos, y podrá ayu- mio, que ya os escucho.
daros en vuestra fuga , que yo estorbaba. Ya no ten- -No hay esperanza , respondió el abate sacudiendo
dreis un semicadáver adherido á vos , paralizando to- la cabeza ; però no importa : la voluntad de Dios es
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 101

que el hombre que ha creado , y en cuyo corazon ha | su trémula luz alumbraba con reflejos estraños y fan-
puesto con tantas raices el amor á la vida, haga cuan- tásticos aquella fisonomía desencajada , aquel cuerpo
to pueda por conservar esta vida , tan penosa algunas inerte y destrozado.
veces como siempre amada. Con los ojos clavados en él esperó valerosamente
-¡Sí, sí! esclamó Dantés; os salvaré, yo lo digo. la ocasion de administrarle la medicina salvadora.
-Pues ea, procuradlo ; el frio me acomete : siento Cuando la creyó llegada, cogió el cuchillo, separó
que la sangre refluye á mi cerebro : este horrible tem- los dientes, que ofrecieron menos resistencia que la
blor que hace chocar mis dientes, y parece que dislo- otra vez, contó las doce gotas, y esperó. El frasco po-
ca todos mis huesos, este horrible temblor invade mi dria tener otro tanto de licor que el gastado.
cuerpo dentro de cinco minutos me dará el ataque: Esperó diez minutos, un cuarto de hora, media
dentro de un cuarto de hora no os quedará de mí mas hora, ¡y nada! Tembloroso, con los cabellos lacios y la
que un cadáver. frente inundada de sudor, contaba los minutos por los
-¡Oh ! esclamó Dantés con el corazon partido de latidos de su corazon .
dolor. Con esto creyó que era ya tiempo de arriesgar la
-Haced lo que la otra vez , con la diferencia de no última prueba : acercó el frasco á los labios sanguino-
esperar tanto tiempo . Todos los resortes de mi vida lentos de Faria , y sin necesidad de separarle las
estan ahora muygastados, y la muerte,-prosiguió en- mandíbulas, que no habian vuelto á juntarse, vació en
señándole su brazo y su pierna paralíticos,-la muerte la boca el resto del líquido.
tiene andado la mitad de su camino. Si después de ha- El efecto fué galvánico. Una violenta contraccion
berme echado en la boca doce gotas, en lugar de diez, sacudió todos los miembros de Faria , volviéronse á
vieseis que no vuelvo en mí, me echais el resto. Ahora, abrir sus ojos con espantable espresion, exhaló un sus-
llevadme á la cama, porqué no puedo tenerme en pié. piro que parecia un grito, y volvió luego poco a poco
Edmundo cogió en sus brazos al viejo, y lo puso en à quedar inmóbil.
la cama. Los ojos solamente seguian abiertos.
-Ahora acercaos , amigo mio , único consuelo de Media hora , una y hasta hora y media pasaron,
mi triste vida, le dijo Faria ; don del cielo, aunque para Edmundo de agonía. Inclinado hacia su amigo
algo tardio , pero en fin , don del cielo, y don inapre- con la mano sobre su pecho, sintió sucesivamente irse
ciable , de que le doy gracias infinitas... en este mo- el cuerpo enfriando, y el latido del corazon hacerse
mento en que me separo de vos para siempre , os de- sordo y profundo. Todo acabó bien pronto: apagose
seo todas las dichas, toda la prosperidad que mereceis. el último latido: la cara se puso lívida , y aunque los
¡ llijo mio! ¡yo os bendigo ! ojos seguian abiertos, ya no miraban.
Fl jóven se hincó de rodillas, apoyando su cabeza Eran las seis de la mañana , y rayaba el dia : su luz
en la cama del abate. indecisa, penetrando en el calabozo, amenguaba la de
-Escuchad con atencion lo que os digo en este la lamparilla moribunda. Sus ráfagas estrañas y fan-
instante supremo: el tesoro de los Spada existe efecti- tásticas daban tal vez al cadáver apariencias de vida.
vamente. Dios me otorga en este momento que no Mientras duró esta lid del dia con la noche, Dantés pu-
haya para mí ni obstáculo ni distancias. Lo estoy do dudar aun ; pero cuando el dia lució enteramente,
viendo en el fondo de la segunda gruta : mis ojos pe- llegó á comprender que estaba solo con un cadáver.
netran á las entrañas de la tierra, y se deslumbran con Entonces se apoderó de él un terror profundo é in-
riquezas tantas. Si lograis escaparos , recordad que el vencible. No osaba estrechar aquella mano que caia
pobre abate, á quien todo el mundo creia loco , no lo fuera de la cama, ni menos fijar sus ojos en aquellos
estaba , no lo estaba. ¡Corred á Monte-Cristo, apode- ojos blancos é inmóbiles, que en balde trató de cerrar
raos de nuestra fortuna , y gozadla , que bastante ha- mucha veces. Apagó la lamparilla, ocultola con mucho
beis sufrido! cuidado, y fuese, colocando como pudo la baldosa so-
Una violentísima convulsion interrumpió al anciano. bre su cabeza.
Edmundo levantó la cabeza y vió encarnados sus Ya era tiempo, el carcelero iba á venir.
ojos : parecia que una ola de sangre le subiera desde Esta vez comenzó en Edmundo su visita, y después
el pecho á la frente. de su calabozo iba al del abate , á quien llevaba el al-
¡Adios! ¡adios! murmuró Faria, apretando con- muerzo y ropa blanca.
vulsivamente la mano del jóven. ¡ Adios ! Nada indicaba en el carcelero que tuviese ya cono-
-¡Oh! ¡ todavía no ! ¡ todavía no! esclamaba este. No cimiento de la desgracia.
nos abandoneis...~ ¡ Oh Dios mio ! socorredle!...- Cuando salió, sintiose Edmundo impaciente por sa-
¡Socorro! ¡acudid!... ber lo que iba á pasar en elcalabozo de su desgraciado
-Silencio! murmuró el moribundo . ¡ Silencio! que amigo , con que penetró en el subterráneo, llegando á
luego nos separarán si me salvais. tiempo de oir las esclamaciones del carcelero , que lla-
-Teneis razon. ¡ Oh ! sí, sí, confianza : os salvaré. maba gente en su ayuda.
Además, aunque parece que sufrís mucho, no es tanto Pronto acudieron los otros carceleros : oyose des-
como la otra vez. pués ese paso regular y sordo que usan los soldados,
-Desengañaos... sufro menos , porque tengo me- aunque no estén de servicio.
nos fuerzas para sufrir. A vuestra edad se tiene fé Después de los soldados llegó el gobernador.
en la vida; que es el privilegio de la juventud creer y Oia Edmundo rechinar la cama, como si diesen vuel-
esperar; pero los viejos ven mas claro la muerte... tas al cadáver, y la voz del gobernador, que mandaba
¡Oh!... ya está aquí... ya se acerca... todo se acaba... echarle agua al rostro, y que viendo que no le causaba
pierdo la vista... ¡y la razon !-Dadme la mano, Dan- efecto alguno, envió á buscar al médico.
tés... ¡Adios ! ¡ adios! Salió el gobernador, y algunas frases compasivas lle-
E incorporándose por un esfuerzo supremo, repuso: garon á oídos de Dantes, juntas con carcajadas bur-
-¡Monte-Cristo !... ¡ no os olvideis de Monte-Cristo! Ionas.
Y cayó en la cama. -Vamos , vamos, el loco ha ido á unirse con su te-
El accidente fué terrible. soro, decia uno. ¡ Buen viaje!
Unos miembros retorcidos, unas pupilas hinchadas, Con todos sus millones no tendrá para pagar la
una espuma sangrienta y un cuerpo inmóbil, fué lo mortaja, añadia otro.
que en aquel lecho de dolor ocupó el puesto del ser tan -¡Oh! las mortajas del castillo de If no cuestan
inteligente que se habia acostado pocos minutos antes. caras, respondia un tercero.
Cogió Dantés la lamparilla, y colocola la cabecera, -Quizás como es sacerdote se hará algun gasto por
en una piedra que sobresalia de la pared , de modo que él, DEdijo uno de los que hablaron primero.
102 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Este irá al saco. No habeis tenido nunca queja de él? preguntó


Edmundo no perdia una sola palabra, aunque no el gobernador al carcelero encargado de llevar la co-
comprendiese mucho esta gerigonza . mida al abate.
A poco dejaron de oirse las voces, y juzgó que ha- -Nunca , señor gobernador , nunca , respondió el
bian salido del calabozo. carcelero. Al contrario : muchas veces me divertia
Sin embargo, no se atrevió á entrar en él , porque contándome historietas , y hasta una vez que mi mu-
era fácil que alguno se hubiera quedado a velar al jer estuvo enferma me dió una receta que la puso
muerto . buena.
Conteniendo su respiracion , permaneció mudo é -¡Hola ! ¡hola ! ¡ yo ignoraba que me las hubiese
inmóbil. con un colega ! dijo el médico . Espero, señor goberna-
Pasada una hora , sobre poco mas 6 menos , inter- dor, añadió sonriendo , que le tratareis como á tal.
rumpió el silencio un leve ruido, que iba aumentán- -Sí , sí, desde luego . Le meteremos decentemente
dose. en el saco mas nuevo que haya . ¿ Os dais por satis-
Era el gobernador que volvia acompañado del mé- fecho ?
dico y de algunos oficiales. -¿Tenemos que cumplir esa formalidad en vuestra
Hubo un momento de silencio. Era evidente que el presencia ? le preguntó un mozo.
médico se acercaba á la cama y reconocia el ca- -Sin duda alguna ; pero daos prisa , que no me he
dáver. de estar aquí todo el dia.
Pronto comenzó la discusion. Con esto se oyeron nuevas idas y venidas , y poco
Analizó el médico la enfermedad de que Faria habia después el roce como de una tela: giró la cama sobre
sucumbido , y declaró que estaba muerto . sus goznes , y un pié pesado como de un hombre que
La conversacion tenía un tono de indiferencia que levanta una carga, conmovió la baldosa que ocultaba
indignaba á Dantés , pues pareciale que todo el mundo á Dantés . Luego volvió á rechinar la cama como si el
debiera de profesar al pobre abate una parte de la cadáver tornase á su sitio .
afeccion que le profesaba él. -Esta noche... dijo el gobernador.
-Mucho lo siento , dijo el gobernador en respues- -¿Se le dirá misa? preguntó uno de los oficiales.
ta á la declaracion del médico ; mucho lo siento , por- -¡Es imposible ! respondió el gobernador. Ayer
que era un preso dulce , inofensivo , que nos divertia justamente me pidió el capellan del castillo licencia
con su locura , y sobre todo fácil de guardar . para ir á Hyeres por ocho dias , y yo se la concedí res-
¡Oh! repuso el llavero , aunque no le hubiéramos pondiéndole de todos mis presos. Si el pobre abate se
guardado tan bien , hubiera permanecido aquí cin- hubiera dado menos prisa, no se quedara sin su re-
cuenta años, sin intentar una sola vez escaparse , yo loquiem.
aseguro . -Ba , ba, dijo el médico con la impiedad comun á
-Sin embargo, repuso el gobernador , creo que se- los de su profesion , es sacerdote, y Dios se lo tomará
ria oportuno , á pesar de vuestra declaracion " y no en cuenta, por no dar al infierno el gusto de enviarle
porque yo dude de vuestra ciencia , sino por cubrir un sacerdote.
mi responsabilidad , seria oportuno que nos asegurá- Una carcajada general acogió esta broma horrible.
semos de que está efectivamente muerto. Mientras tanto seguian amortajando al abate. I
Hubo otro intervalo de silencio absoluto , durante -Esta noche ... dijo el gobernador, viendo la tarea
el cual Dantés , que seguia en acecho , creyó que el acabada.
médico examinaba y tocaba el cadáver por segunda -¿A qué hora? le preguntó el mozo.
vez . -A eso de las diez 6 las once .
-Podeis estar tranquilo , dijo al gobernador. Está -¿Y velaremos al muerto?
bien muerto , yo os lo aseguro . -¿Para qué? Se cierra el calabozo como si estuvie-
-Ya sabeis , caballero , repuso el gobernador con se vivo.
insistencia , que en estos casos no nos contentamos Las voces fuéron perdiéndose , y los pasos alejan-
con un simple exámen ; con que dejando a un lado las dose : crujió la cerradura de la puerta y sus pesados
apariencias , servios cumplir las formalidades prescri- cerrojos , y un silencio mas lúgubre que el de la sole-
tas por la ley. dad, el silencio de la muerte, invadió el calabozo y
Que calienten los hierros , dijo el doctor , aunque hasta el alma petrificada del jóven .
es en verdad una precaucion inútil . Entonces levantó lentamente la baldosa con su ca-
Esto de calentar los hierros hizo á Dantés estreme- beza , paseando por la habitacion miradas investiga-
cerse. doras.
Oyéronse pasos precipitados , rechinar la puerta , La habitacion estaba desierta.
idas y venidas , y después entró un mozo diciendo: Edmundo salió del subterráneo.
-Aquí está un brasero con un hierro.
Hubo otro instante de silencio : oyose después un
chirrido como de carne quemada, y un olor nausea- CAPITULO XX.
bundo llegó hasta el horrorizado jóven , atravesando
las paredes . EL CEMENTERIO DEL CASTILLO DE IF.
De tal manera le puso este olor de carne carboni-
zada , que creyó que iba á desmayarse. Tendido á lo largo sobre la cama , y alumbrado dé-
-Bien veis , caballero , que está muerto efectiva- bilmente por la brumosa luz que penetraba por la ven-
mente, dijo el doctor : esta quemadura en el talon es tana , veiase un saco de tela grosera , cuyos informes
la última prueba que podiamos hacer. Ya el pobre loco pliegues dibujaban los contornos de un cuerpo huma-
se curó de su locura, y se libró de su cautividad. no : aquel era el sudario del abate , aquel era el suda-
¿No se llamaba Faria? preguntó uno de los ofi- rio que, segun decian los carceleros, costaba tan poco.
ciales que acompañaban al gobernador. Todo acabó. Una separacion material existia ya entre
-Sí señor , y pretendia que su nombre fuese muy Dantés y su anciano amigo . Ya no podria ver aquellos
aristocrático . Por lo demás , le creia hombre muy en- ojos que habian quedado abiertos como para mirar mas
tendido y muy razonable en todas las cosas que no allá de la muerte , ni podria estrechar aquella mano
fuesen su tesoro ; pero en esto debo de confesar que , industriosa que levantó el velo á tantos misterios para
era insufrible. que él los penetrase. Faria , su útil , su buen compa-
-Nosotros llamamos á ese mal monomanía , dijo el ñero, á cuya presencia tanto se habia acostumbrado,
médico. no existia ya sino en su memoria.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 103

Edmundo se sentó á la cabecera de la cama , domi- la idea de esta muerte infamante , y súbito pasó de
nado de una triste y lúgubre melancolía. esta desesperacion á una sed ardiente de libertad.
¡ Solo ! ¡Habia vuelto á quedarse solo ! ¡ habia vuelto -¡Morir ! ¡ oh! no, esclamó ; no valdria la pena de
al silencio y á la nada! haber vivido tanto y sufrido tanto , para morir ahora.
¡ Solo! ¡ Sin la compañía y hasta sin la voz del único Eso me estaba bien en otro tiempo , há muchos años;
ser amigo que le quedaba en la tierra ! No le fuera pero ahora seria verdaderamente conspirar en favor
mejor ir á resolver con Dios el problema de la vida, de mi destino miserable. No , quiero vivir , quiero lu-
como Faria , aun pasando por tantos dolores como él? char hasta lo último ; quiero recobrar la dicha que me

-Eta queimadura en el talon es la última prueba ...

La idea del suicidio , desterrada por la presencia y han robado. Me olvidaba, con la idea de la muerte, de
la amistad del abate , bulló junto a su cadáver en el que tengo verdugos que castigar , y quién sabe si re-
cerebro de Dantés. compensar amigos. Pero ¡ ay ! ahora van á olvidarme,
-Si pudiera morir iria adonde él va , dijo , y vol- y no saldré ya de aquí sino como el abate Faria.
veria á encontrarle seguramente. Pero ¿ cómo morir? Pero al decir estas palabras Edmundo , quedó petri-
Bien fácil es , añadió sonriendo. Me quedo aquí, me ficado, como aquel á quien ocurre una idea aterrado-
abalanzo al primero que entre , le ahogo, yme guillo- ra. De pronto se incorporó, llevose la mano á la fren-
tinan. te como si le diera un vértigo , dió dos ó tres vueltas
Pero como sucede siempre, así en los grandes dolo- por la habitacion, y vino á pararse delante de la cama .
res como en las grandes tempestades, que damos con -¡Oh! joh! murmuró ¿Quién me envia este pen-
el abismo al dar en los estremos , horrorizó á Dantés samiento? ¿Sois vos , Dios mio? Pues que solo los
104 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

muertos salen de aquí, ocupemos el lugar de los la misma situacion que el cadaver tenia , y volvió á
muertos. coser por dentro la costura.
Y sin tomarse tiempo para madurar esta resolucion, Si entraran por desdicha en este momento , hubie-
como si temiese que el raciocinio la destruyera, incli- ran podido oir los latidos de su corazon.
nose sobre el nauseabundo saco, lo abrió con el cu- Posible le fuera esperar que pasase la visita de la
chillo que Faria habia hecho , sacó el cadáver, lo llevó noche ; pero temia que el gobernador cambiase de
á su propio calabozo , lo acostó en su cama, poniéndole resolucion , mandando sacar el cadáver .
en la cabeza el pañuelo de hilo que él acostumbraba Con esto perderia su última esperanza.

...Metiose en el saco embreado.

ponerse , lo cubrió con su cobertor , besó por última Ahora lo que tenia que temer era muy poco.
vez aquella frente helada , pugnó por cerrar aquellos He aquí su plan.
ojos rebeldes que seguian abiertos y horribles en su Si por el camino los enterradores conocian que lle-
inmobilidad, le puso la cabeza vuelta á la pared , por- vaban un vivo en vez de un muerto, Dantés no les da-
que el carcelero al traerle la cena creyese que estaba ba tiempo para nada : con una cuchillada vigorosa
acostado como solia , volvió al subterráneo, colocó abria de arriba abajo el saco, y se aprovechaba de su
desde él la cama en su sitio , entró en el otro calabo- terror para escaparse. Si querian detenerle ¿ no lleva-
zo , sacó de su escondite la aguja y el hilo , se quitó ba un cuchillo ?
sus harapos para que se sintiera por el tacto la carne Si le conducian al cementerio y le metian en una
desnuda , metiose en el saco embreado , se colocó en fosa, dejábasé cubrir de tierra, y apenas los enter-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 105

radores hubiesen vuelto la espalda, se abria paso á tra- Al llegar la hora de las siete fué cuando empe-
vés de la tierra removida, y como era de noche, esca- zaron, á decir verdad, las agonías de Dantés. Con una
paba. Creia que el peso no fuese tanto que no lo pu- mano apoyada en el pecho, trataba de ahogar los la-
diera resistir. tidos de su corazon, mientras enjugaba con la otra el
Si se equivocaba, si por el contrario la tierra le pe- sudor de su frente, que corria hasta sus mejillas. De
saba mucho y le aliogaba , ¡ tanto mejor para él ! todo vez en cuando corria por todo su cuerpo un temblor
concluia. convulsivo, oprimiéndole el corazon como si estuviera
Desde la víspera no habia comido Edmundo; pero sometido á la presion de un torno. Pasaban las horas
ni aquella mañana habia pensado en el hambre, ni sin que en el castillo se notase ningun movimiento,
ahora pensaba tampoco. Era demasiado precaria su con que Dantés comprendió que se habia librado del
posicion para que pudiera pensar en otra cosa. primer peligro. Esto era de buen agüero. Por último,

limbs

-Para ser viejo y tan flaco , pesa bastante.

El primer peligro que corria era que el carcelero, | á la hora señalada por el gobernador se oyeron pasos
al llevarle su comida á las siete, echase de ver la sus- en la escalera. Edmundo conoció que el momento ha-
titucion verificada. Por fortuna veinte veces habia re- bia llegado, y llamó en su ayuda todo su valor, conte-
cibido Dantés al carcelero acostado , ya fuese por mi- niendo su aliento. Feliz él si hubiera podido contener
santropia, ya por fatiga, y en este caso por lo comun del mismo modo las violentas pulsaciones de sus arte-
aquel hombre dejaba sobre la mesa el pan y la sopa y rias.
se marchaba sin hablarle . Los pasos , que eran dobles , se detuvieron á la puer-
Pero esta vez podia el carcelero faltar á sus hábitos ta, con que adivinó Dantés que eran dos los enterra-
de mudo, ydirigir la palabra á Dantés, y como Dantés dores que venian á buscarle. Esta sospecha se trocó
no le. responderia, acercarse á la cama y descubrirlo á certidumbre cuando oyó el ruido que hacian al po-
todo
ner las parihuelas en el suelo.
106 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Abriose la puerta, y una luz semivelada hirió los ¡A las dos!


ojos de Edmundo. A través del lienzo que le envolvia -¡A las tres!
vió acercarse dos sombras á su cama. Otra , con un Al mismo tiempo se sintió Edmundo lanzado á un
farol en la mano, se quedó á la puerta . Cada uno de inmenso vacio , hendiendo los aires como un pájaro
los que se acercaron á la cama cogió el saco por una herido de muerte, y bajando, bajando con una veloci-
punta. dad que le helaba el corazon . Aunque le atraia hácia
-Para ser viejo y tan flaco, pesa bastante , dijo abajo una cosa pesadísima que precipitaba su rápido
uno de ellos levantando la cabeza de Dantés . vuelo, pareciole que aquella caida duraba un siglo,
-He oido decir que cada año aumenta media li- hasta que por último, con un ruido espantable , se hun-
cra el peso de los huesos , contestó el otro cogiéndole dió en un agua helada que le hizo exhalar un grito ,
por los piés. ahogado incontinenti.
-¿Has hecho el nudo? preguntó el primero. Edmundo habia sido arrojado al mar con una bala
-Buena tontería fuera añadir un peso inútil. Allá de treinta y seis á los piés .
o haré. El cementerio del castillo de If es el mar.
-Tienes razon. Vamos.
-¿Para qué ese nudo? dijo en su interior Dantés. CAPITULO XXI.
Desde la cama trasladaron á las parihuelas al falso
muerto. Edmundo se estiró cuanto pudo para desem- LA ISLA DE TIBOULEN.
peñar mejor su papel de cadáver. Pusiéronle , pues,
en las parihuelas, y alumbrados por el del farol , que Aunque aturdido y sofocado , tuvo Dantés fuerza de
iba delante, empezaron á subir la escalera. espíritu bastante á reprimir su respiracion , y como
De repente el aire fresco de la noche , en que Dantés llevaba de antemano preparada á todo evento su ma-
reconocia al mistral, azotó su cuerpo . Esta súbita sen- no derecha , segun lo hemos dicho , y empuñado el
sacion fué á la vez angustiosa y dulcísima. cuchillo , rasgó de un solo corte el saco, con que
A los veinte pasos pararon los conductores y pusie- pudo sacar el brazo y la cabeza ; pero á pesar de
ron en el suelo las parihuelas. todos sus esfuerzos para levantar la bala, se sin-
Uno de ellos debió de alejarse un tanto , porque tió mas y mas agarrotado. Entonces se agachó hasta
Dantés oia sus pisadas en las baldosas . la cuerda que ligaba sus piernas , y por un esfuerzo
-¿Dónde estoy? se preguntó á sí mismo. supremo pudo cortarla cuando ya le iba faltando la
-¿Sabes que pesa? dijo el que habia permanecido respiracion . Hizo en seguida un hincapié vigoroso, y
junto á Dantés, sentándose al borde de las parihuelas. subió desembarazado á la superficie del mar , mientras
La primera idea de Dantés fué escaparse entonces; la bala hundia en sus profundos abismos aquella tela
pero por fortuna se contuvo . grosera, que á poco mas le sirve de mortaja.
-Alúmbrame, animal, dijo el que se habia separa- Unicamente para respirar salió Dantés al aire libre,
do ; alúmbrame , ó no podré encontrar lo que busco. pues volvió á zambullirse acto continuo , porque la
El hombre del farol obedeció esta llamada , aunque, primera precaucion que debia de tomar era que no
como se ha visto, no era nada cortés. le viesen.
-¿Qué buscará? dijo para sí Dantés ; sin duda una Cuando salió por segunda vez , hallábase lo menos
zada. á cincuenta pasos del sitio en que habia caido . Sobre
Una esclamacion dió á entender que el enterrador su cabeza miraba un cielo tempestuoso y negro , en
sabia encontrado al fin lo que buscaba. que el aire hacia rodar nubes ligeras , descubriendo
-No te ha costado poco trabajo, dijo el otro. tal vez un pedazo azul en que brillaba una estrella .
-Sí , pero nada se ha perdido por esperar , repuso Delante de él se estendia el mar sombrío y mugiente,
e! primero . cuyas olas comenzaban á hervir como al principio de
Con esto se acercó á Edmundo , que oyó poner á su una borrasca : y á su espalda , mas negro que el cielo
ado una cosa pesada y sonora . Al mismo tiempo una y que el mar, descollaba como un fantasma amenaza-
cuerda atada á sus piés le causó viva y dolorosa im- dor el gigante granítico cuya lúgubre cúpula parecia
gresion. un brazo estendido para recobrar su presa.
-¿Está el nudo ya hecho? preguntó el enterrador En la roca mas alta brillaba un farol alumbrando á
que no se habia movido de allí. dos sombras.
-Y bien hecho , respondió el otro. Pareciole á Edmundo que estas dos sombras se in-
-Pues en marcha. clinaban hacia el mar como con inquietud. Con efec-
Y volviendo á coger las parihuelas siguieron su to , aquellos enterradores de nueva especie debieron
camino. de oir el grito que exhaló hendiendo el espacio. Zam-
A los cincuenta pasos sobre poco mas o menos hi- bullose Dantés de nuevo, y nadando entre dos aguas,
cieron alto para abrir una puerta, y después conti- anduvo bastante trecho. Esta maniobra le habia sido
nuaron. muy familiar en otro tiempo , y atraia á verle de ordi-
El ruido de las olas, estrellándose en las peñas que nario en la ensenada del Faro á muchos admiradores,
sirven de cimiento al castillo , iba llegando mas dis- que le proclamaban el mas hábil nadador de Marsella .
tintamente á Dantés á medida que adelantaban. Cuando volvió á salir á flor de agua , el farol había
-¡Mal tiempo hace ! dijo uno de los hombres. No desaparecido.
está el mar para bromas esta noche. Lo que importaba entonces era orientarse del ter-
-Mucho riesgo corre el loco de mojarse. reno. De todas las islas que rodean al castillo de If,
Y ambos soltaron una carcajada. Pomegue y Ratonneau son las mas cercanas ; pero Po-
Aunque Dantés no los comprendió, sus cabellos se megue y Ratonneau estan habitadas , así como la is-
erizaron. lilla de Daume ; las que ofrecian mas seguridades á
-Bien. Ya hemos llegado , dijo el primero. Edmundo eran la isla de Tiboulen , ó la de Lemaire.
-Mas allá , mas allá , repuso el otro. ¿No recuer- Ambas estan á una legua del Castillo de If.
das que el último muerto se quedó en el camino, des- esto dejó de resolverse á arribar á una de
rozado entre las rocas , y que el gobernador nos re- s islas ; pero ¿ cómo encontrarlas en medio
prendió al dia siguiente? de che, que cada vez se iba poniendo mas y mas
Siempre subiendo , dieron cuatro ó cinco pasos mas: oscura?
inego sintió Edmundo que le cogian por los piés y por En este momento vió brillar como una estrella el
la cabeza, y que le cuneaban . faro de Planier.
¡A la una! dijeron los enterradores. Dirigiéndose en derechura al faro, dejaba un tanto á
-¡A la una ! ¡ á las dos ! ¡ á las tres ! gritaron los enterradores.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 107

la izquierda la isla de Tiboulen ; y torciendo aun mas toso trueno. La tempestad, desencadenada en el espa-
de aquel lado , debia de hallar á Tiboulen en su ca- cio , hacia chocar los vendavales con estrépito horroro-
mino. so. De vez en cuando caia , como una serpiente de
Pero ya hemos advertido que desde el castillo de Ifá lumbre , un rayo del cielo , alumbrando las olas y las
esta isla hay una legua lo menos. nubes, que se confundian chocándose aquí y allí como
Muchas veces en la prision habia dicho Faria al jó- en un inmenso caos.
ven viéndole perezoso y abatido: El ojo de marino habia sido fiel á Dantés aquella
-Dantés , no os dejeis debilitar . Si no ejercitais las era con efecto la primera de las dos islas, la de Tibou-
fuerzas , os ahogareis el dia que querais escaparos. len El sabia que en ella ni abrigo, ni asilo , ni cosa al-
Estas palabras zumbaron en los oidos de Dantés, guna se encontraba ; pero cuando la tempestad cesase
cuando cortaba por el fondo las saladas olas, y se dió volveria á echarse al mar en direccion á la isla de Le-
prisa á salir á flor , para convencerse de que no habia maire , que aunque no menos árida , era mas grande,
perdido sus fuerzas . Con efecto, lleno de júbilo vió que y por consiguiente mas hospitalaria.
su forzosa inaccion nada le habia quitado de vigor ni Una peña cóncava prestó á Dantés abrigo momentá-
de agilidad, y que era todavía señor del elemento con neo : casi al mismo tiempo.estalló la tempestad.
que había jugado siendo niño. Edmundo sentia temblar la peña que le cobijaba:
El miedo por otra parte, este ligerísimo persegui- las olas , azotando la base de aquella pirámide gigan-
dor , doblaba sus brios : agazapado en la cúspide tesca , saltaban hasta él. Aunque estuviese en paraje
de las olas, poniase á escuchar por si llegaba á sus seguro , con aquel ruido atronador , y aquellas ráfagas
oidos algun rumor . Cada vez que en brazos de una ola sulfúreas , le acometió una especie de vértigo. Pare-
se levantaba á los cielos , sus ojos rápidos abarcaban ciole que la isla temblaba debajo de sus piés , y que de
todo el horizonte visible, pugnando por penetrar en un momento á otro iba , como un navío anclado , á per-
las espesas tinieblas: cada ola que fuese un poco mas der sus cables y á sepultarle en aquel inmenso torbe-
elevada que las demás parecíale un barco que le perse- llino .
guia, y redoblaba sus esfuerzos , que aunque le ale- Entonces recordó que hacia veinticuatro horas que
jasen sin duda del castillo debian de agotar muy pron- no probaba bocado : tuvo hambre : tuvo sed.
to sus fuerzas. Alargó las manos y la cabeza , y bebió el agua de
Seguia pues nadando , y ya el terrible castillo se la tempestad en el hoyo de una roca.
miraba confundido entre los vapores nocturnos: no lo Cuando se incorporaba, un relámpago que parecia
distinguia, pero lo sentia. que rasgase el cielo hasta los piés del trono del Altísi-
Pasó una hora con esto, hora en que Dantés, exal- mo, iluminó el espacio , mostrandole con su res-
tado por el sentimiento de la libertad que tan comple- plandor, entre la isla de Lemaire y el cabo de Croi-
ta y vertiginosamente le dominaba , siguió hendiendo sille , á un cuarto de legua de distancia , como un
las olas en la direccion que se había trazado . espectro que se resbala al abismo desde encima de una
-Vamos, se decia á sí mismo , pronto hará una hora ola , un barquichuelo pescador arrebatado á la vez
que nado; pero como el viento me es contrario , he de- por el viento y por el mar. Un minuto después volvió
bido adelantar una cuarta parte menos. Sin embargo, à aparecerse el fantasma encima de otra ola , acercán-
como no me equivoque en mís cálculos , no debo de dose con horrible rapidez. Quiso el jóven gritarles, y
estar ahora muy lejos de Tiboulen. aun buscó algun trapo que tremolar para hacerles ver
Pero ¡ si me equivocase !... que estaban perdidos ; pero bien lo conocian ellos. A la
Un estremecimiento horrible conmovió todo el luz de otro relámpago pudo vislumbrar Edmundo á
cuerpo del nadador . Intentó para reposo hacer un cuatro hombres agarrados á los palos y á los estais,
instante el muerto ; pero el mar de cada vez se iba mientras otro sujetaba el mástil del tronchado timon.
poniendo mas alborotado , y comprendió que le era Sin duda hubieron de verle tambien aquellos hombres,
imposible. como él los veia, porque llegaron á su oido gritos lasti-
-Sea pues, dijo. Nadaré hasta lo último , hasta que meros en alas del vendaval silbador. En la punta del
mis brazos se cansen, y los calambres me acometan, palo mayor hecho trizas azotaban el aire los girones
que entonces... me iré á fondo. de una vela, que de pronto acabose de romper , y des-
Y siguió nadando con la fuerza y el brio de la de- apareció en los abismos tenebrosos del espacio , se-
sesperacion. mejante á uno de esos enormes pájaros blancos que
De repente pareciole que el firmamento, ya oscuro, buscan para cernirse las nubes negras .
se oscurecia mas y mas , y que una nube espesa y Al mismo tiempo sonó un ruido espantoso , mezcla-
compacta bajaba hasta él. Al mismo tiempo sintió en do con gritos de agonía que llegaron hasta Dantés.
la rodilla un dolor vivísimo. Hizole creer la imagina- Asido como una esfinge de las rocas , abarcaba con sus
cion, con su rapidez incomparable, que aquello era la ojos todo el abismo , y ála luz de otro relámpago pu-
herida de una bala , y que en seguida oiria la esplosion do ver al barco irse á pique, y flotar entre sus restos
del tiro , pero la esplosion no sonó. Alargó Dantés la cabezas de espresion desesperada y brazos estendidos
mano , y halló un cuerpo resistente ; encogió su otra hácia el cielo.
pierna y tocó el suelo ; con que reconoció entonces Luego quedó todo envuelto por las tinieblas. Aquel
⚫qué cosa era lo que se le había figurado una nube. terrible drama habia durado lo que un relámpago."
A veinte pasos se elevaba una mole de peñascos , de A riesgo de caer al mar, lanzose Dantés á la pendien-
forma estraña , que parecia un cráter inmenso petrifi- te resbaladiza de las rocas á mirar y á escuchar; pero
cado
isla de momento
el oul
enTib en . de su mayor combustion . Era la nada vió y nada oyó . Ni gritos ni cosas humanas : so-
lamente la tempestad , esa gran cosa de Dios , se-
Levantose Dantés , dió algunos pasos adelante , y guia rugiendo con el huracan , y espumando con las
alabando á Dios, se tendió sobre aquellos guijarros, olas.
que entonces le parecieron mas blandos que la cama Poco á poco fué calmándose el viento , y rodaron
mas blanda. al occidente las preñadas nubes rojas , que parecian
Luego , á pesar del viento, y de la borrasca , y de la detenidas por la mano de la tempestad. Volvieron á
lluvia que empezaba á caer , rendi . como estaba de brillar las estrellas en el cielo con su luz vivísima.
fatiga se quedó dormido , con ese delicioso sueño del Luego por el Este una ráfaga azulada , un tanto ne-
hombre cuya materia se aletarga, pero cuya alma per- gruzca, coloreó el horizonte, y saltaron las ondas tran-
manece despierta con la idea de una felicidad ines- quilamente, trocando su espumosa superficie en cri-
perada. nes de oro.
Al cabo de una hora despertó á Edmundo un empan- Era el alba.
108 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Inmóbil y mudo contempló el jóven este espectácu- lo á un hombre desnudo y hambriento que andará er-
lo, como sí lo viese por primera vez. Lo habia olvidado rante , y saldrán de Marsella los alguaciles y los es-
con efecto desde su entrada en el calabozo. pias á perseguirme por tierra, mientras el gobernador
Volviose hacia el castillo , escudriñando con una mi- me persigue por mar. ¿Qué será entonces de mí? Ten-
rada penetrante la tierra y el mar. } go hambre, tengo frio, y hasta he perdido el cuchillo
El sombrio edificio se destacaba entre las olas con salvador , que me estorbaba para nadar. Estoy á merced
esa imponente majestad de las cosas inmóbiles , que del primer paisano que quiera ganar veinte francos
parece que tengan ojos para vigilar y acento para entregándome. Ya no me quedan ni fuerzas , ni reso-
mandar. lucion, ni ideas. ¡Oh Dios mio! ¡Dios mio ! Mirad si he

olaga to book
sms of eth
Dantés se determinó al instante á volver á echarse al mar.

Serian las cinco de la mañana, y el mar seguia cal- sufrido bastante, y si podeis hacer algo por mí, que yo
mándose poco a poco. ya no puedo.
-Dentrode dos ó tres horas, dijo Edmundo, el car- En el momento en que Edmundo pronunciaba en
celero irá á mi cuarto , hallará el cadáver de mi infe- una especie de delirio , ocasionado por su abatimiento
liz amigo , le reconocerá , me buscará vanamente, y y el vacio de su inteligencia , esta ardiente oración ,
dará el grito de alarma. Descubrirán el subterráneo y vuelto con ansiedad á Marsella, vió aparecer á la pun-
la galería , preguntarán á los que me arrojaron al ta de la isla de Pomegue, dibujando en el horizonte su
mar , que han debido oir mi grito , saldrán en segui- vela latina , semejante á una paviota que vuela_ras-
da mil barcas llenas de soldados en persecucion del pando la superficie de las aguas , un barquichuelo en
fugitivo , que saben que no puede estar muy lejos: quien solamente el ojo de un marino podia reconocer
anunciará el cañon á toda la costa que nadie dé asi- una tartana genovesa, estando como estaba el mar
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 109

todavía un tanto nebuloso. Venia del puerto de Mar- Un instante después la chalupa, con dos hombres,
sella, y entraba en alta mar cortando las espumas se dirigió á su encuentro, cortando con sus dos remos
con su aguda proa , que abria á sus costados redondos el agua. Abandonó entonces Dantés la tabla, de que ya
un camino mas fácil. no creia necesitar, y nadó con toda su fuerza por
-¡Oh! esclamó Edmundo, ¡ pensar que dentro de ahorrar al barco la mitad del camino.
media hora podria yo alcanzar aquel navío , si no te- Empero el nadador contaba con fuerzas ya casi nu-
miese que me reconocieran por fugitivo y me volvielas, y conoció entonces cuán útil le era aquella ta-
sen á Marsella! ¿Qué he de hacer? ¿qué he de decir? bla que flotaba ahora á cien pasos de allí . Empezaron
¿qué fábula inventaré para engañarlos? Esas gentes á agarrotarse sus brazos, perdieron la flexibilidad sus
son contrabandistas y casi piratas , que con pretesto piernas, sus movimientos eran forzados y vanos , y
del comercio de cabotaje merodean por las costas; dificultosa su respiracion.
preferirán el venderme á hacer una buena accion qué A un segundo alarido que lanzó , redoblaron los re-
nada les valga. meros sus esfuerzos, y uno de ellos le gritó: —¡ánimo!
Esperemos. Esta palabra llegó á su oido en el momento en que
Pero es imposible esperar : me estoy muriendo de una oleada pasaba por encima de su cabeza , cubrien-
hambre : dentro de pocas horas perleré las pocas dole de espuma.
fuerzas que me quedan : se acerca además la hora de Cuando volvió á salir á flor, azotaba el agua con
la visita del carcelero: aun no han dado la señal de esos ademanes desesperados del hombre que se ahoga.
alarma: acaso no sospecharán nada todavía : puedo Después exhaló otro grito, y se sintió atraido al fondo
pasar por uno de los marineros de esa barca pesca- del mar como si aun llevara á los piés la bala de trein-
dora que ha naufragado esta noche. Esto no es inve- ta y seis.
rosímil: ninguno de ellos vendrá á contradecirme, A través del agua, que pasaba por encima de su ca-
porque todos han muerto. beza, veia un cielo lívido con manchas negruzcas.
Vamos. Otro esfuerzo violento volvió á sacarle á la super-
Y esto diciendo volviose Dantés hácia el sitio en que ficie.
la barca se habia hecho pedazos , y tembló de alegría. Pareciole esta vez que le agarraban por los cabellos,
En la punta de una roca se habia quedado agarrado el y luego perdió la vista y el oido .
gorro frigio de uno de los marineros , y flotantes cer- Se habia desmayado . "
ca de allí los restos de la carena, tablas insignificantes Cuando volvió á abrir los ojos , hallose Dantés en el
que el mar achocaba contra el cimiento granítico de puente de la tartana , que proseguia su camino : su
la isla. primera mirada fué para ver cuál seguia : iba aleján-
Dantés se determinó al instante á volver á echarse al dose del castillo de If.
mar; nadó hácia el gorro , se lo puso , y cogiendo una Tan debilitado estaba Dantés , que la esclamacion
de las tablas, dirigiose á salir al paso á la tartana. de júbilo que hizo pareció un suspiro doloroso.
-¡Ya me he salvado ! murmuró. Como dejamos dicho , estaba acostado en el puente:
Y diole esta creencia nuevos bríos . un marinero le daba friegas con un cobertor de lana:
Pronto el barco se dejó ver , que iba contra viento, otro, en quien reconoció al quele habia gritado :-¡Ani-
entre el castillo de If y la torre de Planier. Dantés lle- mo ! — le acercaba á los labios la boquilla de una ca-
á sospechar y temer que en vez de seguir costean- labaza ; y otro, en fin, marinero viejo, que era á par
do entrase de lleno en alta mar, como de seguro lo piloto y patron, le miraba con ese sentimiento de pie-
hubiese hecho si se encaminara á Córcega ó á Cerde- dad egoista que inspira generalmente á los hombres
ña; pero luego dedujo el nadador de sus maniobras que una desgracia, de que se han librado la víspera, y que
iba á pasar por entre las islas de Jaros y Calaseraigne, puede sucederles al día siguiente.
como suelen todos los barcos que van á Italia. Algunas gotas del rom que contenia la calabaza rea-
Mientras tanto el nadador y el navío se aproxima- nimaron el desfallecido corazon del jóven, al paso que
ban uno á otro insensiblemente. En una de sus bor- con las friegas que seguia dándole el marinero de ro-
dadas, el barco llegó á estar un cuarto de legua de dillas , tornaba á sus miembros la elasticidad.
Duntés , que sacó entonces el cuerpo fuera del agua, -¿Quién sois? le preguntó en mal francés el pa-
agitando su gorro en señal de apuro; pero ningun ma- tron .
ero hubo de verle, puesto que el navío viró de -Soy, respondió Edmundo en mal italiano , un
do. Pensó Dantés dar gritos ; pero calculando la marinero maltés. Veniamos de Siracusa con cargo de
distancia, conoció que su voz no llegaria hasta allá, vino , cuando la tormenta de esta noche nos sorpren-
deelida y ahogada
las olas . por las brisas marinas y el rumor dió en el cabo Morgion , estrellándonos en esas rocas
que veis allá abajo.
Entonces se felicitó á sí mismo por su precaucion Y de dónde venís vos?
de estenderse sobre una tabla. Débil como estaba ya, -De las rocas : tuve la fortuna de agarrarme á
acaso no hubiera podido sostenerse á flor de agua ellas , mientras nuestro pobre capitan se hacia peda-
hasta que la tartana pasase , y de seguro si la tartana zos : los otros tres compañeros se aliogaron , y tengo
pasaba sin verle, que era muy posible, no podría vol- para mí que soy el único que me salvé. Vislumbré
ver á la isla. vuestro barco, y temeroso de tener que esperar mu-
Aunque estuviese casi cierto del camino que se cho tiempo en esa isla desierta, me aventuré á saliros
guia , los ojos de Edmundo acompañaban á la tartana al encuentro en unatabla , resto del naufragio. Gra-
con cierta ansiedad , hasta que la vió amainar y vol- cias , gracias, prosiguió Dantés, me habeis salvado la
verse hácia él. vida. Era ya hombre muerto, si uno de estos camara-
Entonces siguió avanzando á encontrarla ; pero an- das no me coge por los cabellos.
tes que se juntasen empezó el barco á virar de bordo. -Yo fuí , dijo un marinero de rostro franco y abier-
Af punto Dantés, por un esfuerzo supremo, se puso to , sombreado por grandes patillas negras. Yo fuí el
casi de pié sobre el agua, tremolando su gorro, ylan- que os saqué, y å buen tiempo, que ya os ibais á fondo.
zando uno de esos gritos lamentables que solamente Sí , amigo mio, sí : os doy las gracias por segunda
lanzan los marineros cuando estan en peligro, gritos vez , dijo Edmundo tendiéndole la mano.
que parecen el lamento de algun genio del mar. Por mi fé que anduve perplejo y dudoso , dijo el
Esta vez le vieron y le oyeron. Interrumpió la tar- marino, porque con vuestra barba de seis pulgadas de
tana su maniobra , torciendo el rumbo hácia él , y has- largo, y vuestros cabellos de un pié, antes pareciais
tadistinguió Edmundo al propio tiempo que se prepa- un bandido que no un hombre de bien.
raban á echar al agua una chalupa . Dantés recordó con esto que efectivamente desde
110 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

su entrada en el castillo de If, ni se habia cortado el -Pues bien , patron , dijo el marinero que habia
pelo, ni afeitado tampoco. gritado -jánimo ! -á Dantés ; si el camarada dice ver-
-Esto, dijo, es un voto que hice en un grave peli- dad, ¿por qué no ha de quedarse con nosotros?
gro á nuestra Señora del Pié de la Grotta , de estar diez -Si dice verdad , si, contestó el patron como du-
años sin afeitarme ni cortarme el pelo. Hoy justa- doso ; pero en el estado en que se encuentra el pobre
mente cumple el voto, y por cierto que á poco mas diablo, se promete mucho, y luego ...
me ahogo en el aniversario. -Cumpliré mas que he prometido, repuso Dantés.
-¿Y qué hacemos de vos ahora? le preguntó el pa- -¡Oh! joh! murmuró el patron riéndose . Allá lo ve-
tron. remos.

Pareciole esta vez que le agarraban por los cabellos...

-¡Ay! respondió Dantés, haced lo que querais. La | -Cuando querais lo vereis , repuso Dantés levan-
falua que yo tripulaba se ha perdido, el capitan ha tándose. ¿Cuál es vuestro rumbo?
muerto, y como veis , me he librado de la misma -A Liorna.
desgracia absolutamente en cueros. Por fortuna soy -Pues entonces , en vez de contraventear, perdien-
un marino bastante bueno: dejadme en el primer do un tiempo precioso, ¿por qué no cargais velas sim-
puerto á que abordeis , que no dejaré de encontrar plemente? e
-Porqu iriamos derechos á la isla de Rion.
acomodo en algun barco mercante .
-¿Conoceis el Mediterráneo? -Pasareis á veinte brazas de ella.
-Navego por él desde mi infancia. -Tomad, pues , el timon , dijo el patron , y os juz-
-¿Y conoceis tambien los buenos fondeaderos? garemos.
-Pocos puertos hay, aun entre los peores, en que Sentose Edmundo en el timon , y asegurándose
yo no pueda entrar y salir con los ojos cerrados. con una ligera maniobra de que el barco obedecia
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 111

bien , aunque no fuese de primera calidad , gritó: gándose con la manga de la camisa la frente bañada
-¡A las vergas y á las bolinas! en sudor.
Los cuatro marineros que componían la tripula- -Al postre... si él es , tanto mejor , murmuró el
cion corrieron á sus puestos. El patron los observaba patron mirándole. He adquirido un hombre resuelto.
á todos. Con pretesto de que estaba fatigado , pidió Dantés
-¡Halad! prosiguió gritando Dantés . sentarse en el timon . El timonel , gozoso de verse re-
Los marineros obedecieron con bastante exactitud. levado en su tarea , consultó con una mirada al pa-
¡Amarrad ahora! ¡bien está! tron , que le hizo con la cabeza un signo afirmativo .
Ejecutada esta órden como las dos primeras , el Así sentado Dantés pudo observar atentamente las
barco, en vez de seguir contraventeando, comenzó á cercanías de Marsella."
dirigirse á la islade Rion , cerca de la cual pasó, como -¿A cuántos estamos? le preguntó á Jacobo , que
Dantés habia dicho , dejándola á unas veinte brazas vino á sentarse junto á él cuando ya se perdia de vista
á estribor. el castillo de If.
-¡Bravo! gritó el patron. -A 28 de febrero , respondió este.
-¡Bravo! repitieron los marineros. -¿De qué año ? siguiole preguntando el jóven.
Y todos contemplaban maravilla los á aquel hombre, -¡Cómo de qué año ! ¡Me preguntais de qué año !
cuyas miradas habian recobrado una inteligencia, y -Sí , repuso el jóven , os lo pregunto.
cuyo cuerpo habia recobrado un vigor que estaban -Pero ¿habeis olvidado el año en que vivimos ?
muy lejos de sospechar en él. ¿ Qué quereis ? dijo Dantés sonriendo ; he tenido
-Ya veis , dijo Dantés separándose del timon , que esta noche tanto miedo , que á poco pierdo la razor ,
podré serviros de algo, á lo menos durante la travesía. y lo que es la memoria se me ha quedado turbadísi-
Si no os convengo, me dejais en Liorna , que con el ma. Pregunto, pues, que de qué año es hoy el 28 de
primer dinero que gane os pagaré la comida que me febrero.
deis hasta allá, y el vestido que vais á prestarme. -Del año de 1829 , contestó Jacobo.
-Está bien , está bien: si os poneis en la razon Hacia catorce años , dia por dia , de la prision de
nos arreglaremos. Dantés.
-Un hombre vale lo que otro hombre, contestó Entró en el castillo de If de diez y nueve años , y
Dantés. Dadine el sueldo que deis á mis camaradas, y salia de treinta y tres.
negocio concluido. Una dolorosa sonrisa plegó sus labios. -¡ Mercedes!
-Eso no es justo, porque vos sabeis mas que nos- se preguntó á sí mismo , ¿qué ha sido de Mercedes er:
otros, dijo el marinero que le habia salvado. tantos años teniéndome por muerto?
-¿Quién te mete á tí en esto , Jacobo? esclamó el Luego una ráfaga de odio empañó su mirada, al
patron. Cada uno puede ajustarse por lo que le con- pensar en aquellos tres hombres que le ocasiona-
venga. ron tan dura y larga cautividad.
-Justamente, repuso Jacobo; pero esto no es mas Y renovó contra Dauglars , Fernando y Villefort
que una observacion... aquel juramento de venganza implacable que habia ya
-Mejorharias en emprestar á este bravo camarada, hecho en su calabozo .
que está desnudo , un pantalon y una chaqueta, si los Abora este juramento no era una amenaza van“ ,
tienes de repuesto. porque el barco mas velero del Mediterráneo no hu
-No los tengo, contestó Jacobo ; pero sí una camisa biera podido alcanzar en este momento á la tartan ,
y un pantalon . que á toda vela se dirigia á Liorna.
-Es cuanto me hace falta, contestó Dantés. Gra-
cias, amigo mio. CAPITULO XXII .
Deslizose Jacobo por la escotilla, y á poco rato vol-
vió á subir con las prendas ofrecidas, que se puso LOS CONTRABANDISTAS.
Dantés con alegría estraordinaria.
-¿Necesitais ahora algo mas? le preguntó el pa- No habia aun pasado Dantés un dia á bordo , y ya 1
tron. se le alcanzaba qué clase de pájaros era aquella gente.
pedazo de pan , y otro trago de ese rom tan Aunque no hubiese aprendido en la escuela del abate
escelUnente
que ya probé, porque hace mucho tiempo Faria, el digno patron de La Jóven Amelia (tal era e
que no he tomado nada. nombre de la tartana) sabia casi todas las lenguas que
Trajeron á Dantés el pedazo de pan , y Jacobo le se hablan en torno á ese gran lago llamado el Mediter-
presentó la calabaza. ráneo , desde el árabe hasta el provenzal . Con esto se
¡El mástil
al timonero . á babor! gritó el capitan volviéndose tal ahorraba de intérpretes , gentes fastidiosas de suyo y
vez indiscretas, y le era mas fácil y directo enten-
Al llevarse la calabaza á la boca , los ojos de Dintés derse , ya con los navíos que encontraba á su paso, ya
se volvieron hacia aquel lado; pero la calabaza se con las barquillas que se topaba en las costas , ya eu
quedó á la mitad del camino . fin con esos seres sin nombre , sin patria y sin oficio
Calle ! preguntó el patron , ¿qué es lo que pasa aparente , que nunca faltan en los barrios bajos de los
en el castillo de If? puertos de mar , y que se alimentan de ese maná
Con efecto , hacia el baluarte sud del castillo , coro- misterioso y oculto atribuido á la Providencia , de I
nando las almenas, acababa de aparecer una nube- quien efectivamente debe venir,pues el observador'mas
cilla blanca, nube que ya habia escitado la atencion perspicaz no les descubriria medio alguno visible de
de Edmundo . Un momento después, el eco de una es- ganarse la vida.
plosion lejana retumbó en el puente del navío. Con esto ya se comprende que Dantés se hallaba á
Los marineros levantaron la cabeza mirándose unos bordo de un barco contrabandista.
á otros Por esto le recibió el patron al principio con cierta
-¿Qué quiere decir aquello? preguntó el patron. desconfianza. Como estaba en tan malas relaciones cor.
Se habrá escapado esta noche algun preso, y ti- los aduaneros de la costa , y como entre él y ellos por-
ran el cañonazo de alarma , repuso Dantés. fiaran á quién engaña á quién, pensó al principio que
Miró el patron de reojo al jóven , que cuando dijo Dantés era simplemente un espia de la Hacienda que
esto se llevó la calabaza á la boca ; pero viole saborear empleaba tan ingenioso medio para penetrar los secre-
rom con
el desva tanta
neció calma,
al mome nto.que si alguna sospecha tuvo tos del oficio; pero la manera brillante con que Dantés
se se defendió cuando trató luego de sonsacarle , le dejć
¡Qué fuertísimo es este rom ! dijo Dantés enju casi enteramente convencido . Cuando vió después aque-
T
112 BIBLIOTECA UNIVERSAL. .

lla columna de humo flotar sobre el baluarte del castillo | muy alto su dulzura , su pericia náutica , y en par-
de If, y cuando oyó el estampido remoto del cañonazo , ticular su refinado disimulo.
se le figuró por un instante que acababa de recibir á ¿Quién sabe además si el genovés no era uno de esos
bordo a uno de esos por quien se tiran cañonazos á la hombres que tienen bastante talento para no saber nun-
entrada y á la salida , como por los reyes. En honor de ca mas que lo que deben saber , ni creer nunca mas
la verdad, justo es decir que esto le importaba menos que lo que les importa creer?
que si fuese un aduanero el recienvenido ; pero tam- | En este recíproco estado los sorprendió la llegada á
bien esta segunda suposicion desvaneciose como la Liorna.

1010

-Ya veis , dijo Dantés separándose del timon , que podré serviros de algo.

primera, gracias á la impasible serenidad de Edmundo. Allí debia de intentar Edmundo otra prueba , que era
Alcanzó, pues, este la ventaja de saber quién era su saber si se reconoceria á sí mismo , al cabo de cator-
patron , sin que su patron supiera quién era él. No le ce años que no se veia. Conservaba una idea muy
atacaba ni el patron ni marinero alguno por lado que exacta de lo que habia sido cuando jóven , é iba á ver
no defendiera perfectamente, ya hablando de Nápoles , lo que era cuando hombre. Ya estaba cumplido su vo-
ya de Malta , que conocia tan bien como Marsella , y to, en concepto de sus camaradas, con que entró en la
todo con una exactitud que hacia mucho honor á su calle de San Fernando , en casa de un barbero á
memoria. quien él conocia de sus anteriores viajes.
" Pese á su sutileza, el genovés fué quien se dejó en- El barbero contempló admirado aquel hombre de
gañar por Edmundo, aunque en su favor hablasen larga cabellera y de espesa y negra barba , semejante
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 113

á esas cabezas tan hermosas que pintó el Ticiano. Su rostro ovalado era ahora anguloso ; su boca ri-
Entonces no era moda todavía llevar tan largos los ca-
sueña formaba esos pliegues tirantes que indican fir-
bellos y la barba : hoy el barbero solo se admiraria de meza y resolucion ; sus cejas se juntaban debajo de
que un hombre con tantas ventajas físicas renunciase una arruga, que aunque única, declaraba la actividad
á ellas de motu propio .
de su pensamiento ; sus ojos se habian como impreg-
Empero sin hacer observacion alguna se puso á nado de profundísima tristeza, y á veces lanzaban ful-
desempeñar su comision. minantes destellos de odio y de misantropía ; su tez,
Terminada que fué , cuando se sintió Edmundo la por tanto tiempo privada de la luz del dia y de los ra-

་་་

...Pidió un espejo para mirarse.

cara rasa , cuando sus cabellos quedaron como los lle- | yos del sol, habia tomado ese color mate que cuando
van todos comunmente , pidió un espejo para mirarse. va unido á cabellos negros constituye la belleza aris-
Como ya dejamos dicho, tenia treinta y tres años , y tocrática de los hombres del Norte. La profunda cien-
los catorce que pasó en el castillo de If habian obrado cia que habia aprendido ceñia además su rostro con
en él un cambio moral completo , permítasenos esta una aureola de inteligente superioridad.
frase.
Su cuerpo, por último, bastante alto naturalmente,
Habia entrado en el castillo con esa cara redonda, habia adquirido ese vigor macizo, por decirlo así,
festiva y abierta del jóven que es feliz , y que da sin de un cuerpo que vive siempre concentrando sus
trabajo ni pena sus primeros pasos en el sendero de fuerzas.
la vida , fiando en lo porvenir, como consecuencia na- La elegancia de sus contornos nerviosos y cenceños
tural de lo pasado . se habia trocado á muscular solidez; los sollozos , las
Todo esto habi a desa pare cido. oraciones y las blasfemias habian cambiado tanto su
SEGUNDA SERIE - ENTREGA 108. 8
114 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

voz , que unas veces era de esquisita dulzura y otras A la caida de la tarde vió Edmundo pasar á su isla
tenia un acento agreste y casi ronco. por todas las gradaciones de las tintas del crepúsculo ,
Como acostumbrados å la oscuridad y á la luz opaca, y perderse para todos en la oscuridad, menos para él,
sus ojos habian adquirido esa rara facultad que tienen que acostumbrado á las tinieblas de su prision, conti-
los de la hiena y el lobo de distinguir los objetos en lo nuó viéndola sin duda , puesto que fué el último que
oscuro. quedó sobre cubierta
Una sonrisa arrancó á Edmundo el verse á sí pro- El dia siguiente les amaneció á la altura de Aleria,
pio. Era imposible que su mejor amigo , si le quedaba y se pasó todo en contraventear. Por la noche apare
algun amigo todavía , le reconociese , puesto que no cieron unas lumbres en la costa , que sin duda eran la
se reconocia él mismo. señal de que podia verificarse el desembarco , puesto
El patron de La Jóven Amelia , á quien importaba que se puso un fanal en el asta-bandera de la tarta-
mucho tener en su tripulacion un hombre del temple na , que llegó á tiro de fusil de la orilla.
de Dantés , le habia brindado con algunos adelantos á Dantés habia observado que al acercarse á la orilla,
cuenta de sus ganancias futuras , que él aceptó. Lo el patron de La Jóven Amelia se habia pertrechado ,
primero que hizo al salir de la barbería donde habia sin duda para las circunstancias solemnes, con dos cu-
sufrido su primera metamorfosis , fué entrar en un al- lebrinas, que sin hacer mucho ruido por su tamaño
macen de ropas á comprarse un vestido de marinero. podian arrojar boníticamente á mil pasos balas de á
Este vestido , como todo el mundo sabe, es muy senci- cuarteron.
llo, y se compone de un pantalon blanco , una camisa Pero esta noche tal precaucion quedó vana porque
rayada y un gorro frigio. las cosas pasaron á medida del deseo . Arrimáronse å la
Cuando tornó Dantés al barco en este traje de sordina cuatro chalupas à la tartana , que sin duda
volviendo el que le habia emprestado á Jacobo, viose para hacerles los honores botó al mar su propia cha-
en la precision de repetir su historia , pues el patron lupa ; portándose tan bien las cinco , que a las dos de
no acertaba á reconocer en aquel marinero elegante la mañana estaba desembarcado todo el cargamento
y hasta coqueton , al hombre de espesa barba que de La Jóven Amelia.
desnudo y moribundo habia recogido en La Jóven Era el patron hombre tan exacto y puntual , que
Amelia , con los cabellos llenos de algas y el cuerpo aquella misma noche se repartieron las ganancias ,
empapado en agua del mar. tocándole á cada uno cien libras toscanas , ó lo que es
Seducido por su buena planta , renovó á Dantés sus lo mismo , ochenta francos sobre poco mas ó menos
proposiciones de enganche ; pero como Dantés tenia en moneda francesa.
otros proyectos , no las quiso aceptar sino por tres Pero no por esto quedaba terminada la espedicion ,
meses. sino que se encaminaron á Cerdeña , donde tenian que
Pocas tripulaciones se habrán visto tan activas co- emplear el dinero que acababan de recoger.
mo la de La Jóven Amelia , ni pocos patrones como Esta segunda operacion fué tan afortunada como la
el suyo tan amigos de no perder tiempo. A los ocho primera . Estaba de suerte la tartana .
dias escasos de su estancia en Liorna , ya se vieron Componíase el nuevo cargamento, casi de todo en
los redondos costados de la tartana llenos de museli- todo , de cigarros habanos y vino de Jerez y Málaga ,
nas pintadas , algodones de contrabando , pólvora in- con destino al ducado de Luca.
glesa , y tabaco que no queria pagar derechos á la Allí estuvo en muy poco que entrara á parte en las
aduana. Tratábase de sacar todo esto de Liorna, puer- ganancias la aduana , esta enemiga eterna del patron
to franco , y desembarcarlo en las costas de Córcega , de La Jóven Amelia . Tuvieron un muerto los del res-
desde donde se encargarian ciertos especuladores de guardo , y dos heridos la tripulacion . Dantés era uno
introducirlo en Francia. de estos dos heridos : una bala le habia atravesado la
Edmundo volvió á hendir aquel mar azulado , primer carne de la espalda derecha .
horizonte de su juventud , objeto de todos sus sue- Aquella escaramuza y aquella herida dejaron á Dan-
ños en el calabozo , y dejando a la derecha á la Gorgo- tés muy satisfecho de sí mismo , pues le habian demos-
na , v á la Pianosa á la izquierda , se dirigió á la patria | trado , aunque con la dureza que suelen , la influencia
de Paoli y de Napoleon. que podrian tener los dolores sobre su corazon . Son-
A! subir al puente la siguiente mañana, como acos- riendo habia arrostrado el peligro , y al recibir el ba-
tumbraba todos los dias muy temprano , encontró el lazo habia dicho como aquel filósofo de Grecia : -«Do-
patron á Dantés apoyado en la barandilla , mirando lor , no eres un mal. »
con estraña atencion una mole de rocas que el sol Habia además contemplado al aduanero moribun-
coloreaba con su rosada luz. do , y bien porque le hiciese la lucha sanguinario,
Era la isla de Monte-Cristo. bien porque sus sentimientos de humanidad estuvie
La Jóven Amelia la dejó á tres cuartos de legua á sen ya muy frios , aquel espectáculo no le causó sino
estribor , y siguió su ruta á Córcega . una impresion pasajera. Ya estaba Dantés templado
Ocurríasele á Edmundo al contemplar esta isla , de como queria ; ya el objeto de todos sus afanes se reali-
tan dulce nombre para él, ocurríasele que con echar- zaba... ya su corazon se iba petrificando en su pecho.
se al agua , llegaría en media hora á la tierra prometi- En desquite Jacobo , que al verle caer en la ac-
da ; pero ¿ qué haria allí , sin herramientas para sacar cion le tuvo por muerto , se habia apresurado á levan-
su tesoro , y sin armas para defenderlo? ¿ Qué dirian tarle del suelo , y á curarle como un escelente cama-
además los marineros? ¿Qué pensaria el patron? Era | rada.
preciso esperar. Este mundo podia no ser tan bueno como el doctor
Por fortuna , él sabia esperar. Habia esperado | Pangloss se lo figuraba ; pero no era tan malo como
catorce años la libertad , con que ahora que era libre se lo figuraba Dantés , puesto que un hombre que si
podia esperar mejor seis meses ó un año la riqueza . algo podia esperar de su compañero no mas era que la
Si le hubieran brindado con la libertad sin riqueza herencia de la mezquina suma que habia ganado , se
¿no la aceptara? afligia de tal modo con su desgracía.
Además , no era aquella riqueza enteramente fan- Por fortuna , como ya lo hemos dicho , Dantés no
tástica? Nacida en la imaginacion enferma del pobre estaba mas que herido. Gracias á ciertas yerbas cogi-
abate Faria , ¿no habria muerto con él? das en ciertas épocas , que venden á los contraban-
Aunque á decir verdad, la carta del cardenal Spada distas las viejas sardas, la herida se cerró muy pronto.
era prueba concluyente. Entonces trató Edmundo de probar á Jacobo , ofre-
Y repetia la carta en su memoria de cabo á rabo , sin ciéndole dinero en recompensa de sus atenciones ; pero
olvidar una letra. Jacobo lo rehusó con indignacion .
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
115

La consecuencia de esta simpatía que Jacobo de-


mostró á Edmundo desde el primer momento, fué que ¿ Para qué ha de aprender todas esas cosas un
Edmundo sintiese tambien por Jacobo cierta afección; pobre marino como yo?
Edmundo le respondia :
pero el marinero no exigia mas , adivinando instinti-
vamente que el discípulo del abate Faria era muy su- -¿Quién sabe? acaso llegues un día á ser capitan
perior á su posicion y á aquellos hombres , superiori- de navío. ¿No ha llegado á ser emperador tu compa-
dad que Edmundo solo de él dejaba traslucir. El pobre triota Bonaparte?
marino se contentaba , pues , con esto, aunque era Nos habiamos olvidado de decir que Jacobo era
bien poco. corso.
En estos viajes pasaron dos meses y medio. Edmun-

MI

Jacobo.

Todos los dias, que tan largos son á bordo , cuando | do llegó á ser tan escelente costeño , como en otro
la tartana bogaba tranquilamente por aquel mar azul, tiempo habia sido hábil marino , trabándose de amis-
sin necesitar de otra ayuda que la del timonel , gra- tad con todos los contrabandistas de la costa , y
cias al viento favorable que henchia sus velas , Edmun- aprendiendo los signos masónicos que sirven á estos
do, con un mapa en la mano, desempeñaba con Jacobo semi-piratas para entenderse entre si .
el papel que con él habia desempeñado el pobre abate Veinte veces habian pasado de ida ó de vuelta por
Faria. Esplicábale la situacion de las costas, las alte-
raciones de la brújula , y enseñábale en fin á leer en delante de la isla de Monte-Cristo ; pero ni una sola
ese gran libro abierto sobre nuestras cabezas , escrito tuvo ocasion de desembarcar en ella.
Su resolucion estaba tomada.
por Dios con letras de diamante en páginas azules .
Y cuando Jacobo le preguntaba: Tan pronto como terminara su ajuste con La Jóven
Amelia, alquilaba una barquilla (que bien lo pod
116 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

pues habia ahorrado unas cien piastras en sus á aquellos audaces marineros , que dominan absolutos
viajes), y con un pretesto cualquiera se encaminaba á en un litoral de dos mil leguas á la redonda , se habia
la isla de Monte-Cristo. preguntado á sí mismo cuán poderoso no seria el hom-
Así podria hacer sus pesquisas con entera libertad. bre que llegara á imponer su voluntad á todas aque-
Y sin embargo, no con libertad tan entera , pues de llas diferentes voluntades.
seguro le espiarian los que le hubiesen conducido; pe- Tratábase ahora de un gran negocio. Ahora se tra-
ro en el mundo á la larga es preciso arriesgar algo. taba de encontrar un terreno neutral , donde pudiera
La prision habia hecho al jóven tan prudente, un barco cargado de tapices turcos , telas de Levante
que hubiera querido no arriesgar nada. y cachemiras , trasladar su cargamento á los barcos

El patron de La Jóven Amelia.

Pero por mas que ponia á prueba su imaginacion, contrabandistas , que se encargarian de despacharlo
que era tan fecunda , no encontraba otro medio de en Francia.
arribar á la deseada isla. La ganancia era enorme si el negocio salia bien:
Con estas incertidumbres luchaba Dantés , cuando lo menos tocarian á cincuenta ó sesenta piastras cada
el patron, que tenia en él mucha confianza, y deseaba marinero.
retenerle á su servicio , le trabó una noche del brazo El patron de La Jóven Amelia propuso para este ob-
y le condujo á una taberna de la calle del Oglio , donde jeto la isla de Monte-Cristo , que desierta, sin aduane-
acostumbraba reunirse la flor de los contrabandistas ros ni soldados, parece colocada de propósito en medio
de Liorna. del mar allá por los tiempos olímpicos por el mismo
Allí , por lo comun , se arreglaban todos los alijos Mercurio , dios de los comerciantes y de los ladrones,
de la costa. Ya en dos ó tres ocasiones habia entrado oficios que nosotros hemos hecho diferentes , y la anti-
Edmundo en esta bolsa marítima , y al ver reunidos güedad segun parece , hermanos gemelos.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 117

El nombre de Monte-Cristo hizo temblar á Dantés. ha cansado de perseguir; al fin Dantés iba á realizar
Para ocultar su emocion tuvo que ponerse de pié y sus ilusiones de una manera sencilla y natural , ar-
dar una vuelta por la taberna, donde todos los idiomas ribando á la isla sin inspirar sospechas à nadie.
del mundo conocido se fundian en la lengua franca.
Cuando volvió á acercarse á sus dos interlocutores , Una noche le separaba solamente del viaje tan es-
perado.
estaba ya resuelto el desembarco en Monte- Cristo, y Esta fué una de las noches mas agitadas que Dantés
la partida para la noche siguiente.
pasó en su vida . Todas las probabilidades buenas y
El parecer del jóven, á quien consultaron , fué que inalas, todas las dudas y todas las certidumbres se

obenes

El parecer del jóven , á quien consultaron , fué que la isla ofrecia todas las seguridades posibles.

la isla ofrecía todas las seguridades posibles, y que las


disputaban el dominio de su fantasía . Si cerraba los
grandes
cabo sobreempresas , para
la marcha . salir bien , se han de llevar á
ojos , veia en la pared con rutilantes caractéres la carta
del cardenal Spada; si un instante se rendia al sueño,
En nada se alteró el programa. A la noche siguien las mas insensatas visiones trastornaban su imagina-
te se aparejaría , y como el viento era favorable , al cion.
amanecer se ballarian en las aguas de la isla neutral. Ora se creia andando por grutas cuyo suelo eran
esmeraldas , las paredes rubíes, y las estalactitas dia-
CAPITULO XXIII . mantes . Como se filtra por lo comun el agua subter-
ránea, caian las perlas gota á gota.
LA ISLA DE MONTE-CRISTO. Absorto, maravillado Edmundo, se llenaba los bol-
sillos de piedras preciosas , que al salir afuera las ha-
Al fin Dantés , por una de esas casualidades inespellaba convertidas en pedernales. Intentaba volver en-
radas ,que tal vez suceden á aquellos que la fortuna se tonces á las maravillosas grutas , que apenas habia
118 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

registrado ; pero perdia el camino en un dédalo de es- subia en llamaradas al rostro, y se enrojecia su frente ,
pirales infinitas . La entrada se habia hecho invisible. y una nube purpúrea pasaba por sus ojos.
En vano revolvia su fatigada memoria para recor- Nunca jugador que arriesga á un golpe todo su cau-
dar aquella palabra mágica y misteriosa que abria dal ha sentido las angustias que Edmundo sentia en el
al pescador árabe las espléndidas cavernas de Ali Baba. paroxismo de sus esperanzas.
Todo en vano. El tesoro desaparecia ; el tesoro habia Llegó la noche .
vuelto á ser propiedad de los genios de la tierra , á A las diez abordó á la isla la tartana , siendo la pri-
quien tuvo esperanzas de quitárselo . mera en acudir á la cita.
El amanecer le cogió tan febril como habia estado la Pese al imperio que tenia sobre sí mismo , Dantés
noche entera ; pero le hizo pensar con lógica y arre- no pudo contenerse . Saltó el primero á tierra , y á no
glar su proyecto , que hasta entonces habia flotado va- faltarle valor , la hubiera besado como Bruto.
gamente en su imaginacion. La noche estaba bastante oscura ; pero á eso de las
Con la llegada de la noche comenzaron los prepara- once la luna surgió de en medio del mar , argentando
tivos del viaje , proporcionando á Dantés un medio de sus olas mugidoras , y á medida que subia por el cielo ,
ocultar su agitacion. sus rayos caian en cascadas de luz sobre los informes
Poco a poco habia ido adquiriendo sobre sus com- peñascos de aquella segunda Pelion .
pañeros el derecho de mandar en jefe , que como sus La tripulacion de La Jóven Amelia conocia muy
órdenes eran siempre claras y facilísimas de ejecutar, bien á Monte-Cristo , porque era una de sus estaciones
ellos le obedecian, no so con prontitud, sino hasta ordinarias; pero Dantés , aunque la habia visto en cada
con placer. uno de sus viajes á Levante, nunca habia desembar-
El patron le dejaba obrar á su antojo , porque cado en ella.
tambien habia reconocido la superioridad de Dantés Con esto se decidió á sonsacar á Jacobo.
sobre los marineros , y aun sobre él mismo . Mira- -¿Dónde vamos á pasar la noche ? le preguntó.
ba en aquel jóven su natural sucesor , y sentia no te- -¡Toma! á bordo , respondió el marinero .
ner una hija para ganar á Edmundo con un casamien- -¿No estariamos mejor en las grutas?
to ventajoso. -¿En qué grutas?
Los preparativos terminaron á las siete de la no- -En las de la isla.
che: á las siete y media doblaba la tartana el faro, -Yo no sé que las haya , dijo Jacobo.
justamente cuando se encendia. Un sudor frio inundó la frente de Dantés .
El mar estaba tranquilo. Navegaban con un vien- ¡Pues no hay en Monte-Cristo unas grutas ? le
tecillo fresco de Sudeste , bajo un cielo azul , en que volvió á preguntar .
empezaba Dios á encender sus faros , sus faros que -No.
cada uno es un mundo. Dantés declaró que todos los Dantés quedó por un instante aturdido ; mas luego
marineros podian acostarse , puesto que él se en- pensó que cualquier accidente podia haberlas cegado,
cargaba del timon. ó el mismo cardenal Spada para mayor precaucion.
Semejante declaracion del Maltés (así llamaban á Todo cuanto tendria que hacer en este caso era en-
Edmundo los marineros) era bastante á que todos se contrar la abertura tapada , y pareciéndole vano_el
acostaran tranquilos. buscarla por la noche lo dejo para el siguiente dia.
Esto habia ya sucedido algunas veces . Lanzado el Además , una señal hecha como á media legua mar
jóven desde la soledad al mundo , sentia de cuando en adentro , señal á que La Jóven Amelia respondió con
cuando deseos de estar solo. Ahora bien , ¿ qué sole- otra semejante , indicaba que habia llegado el momen-
dad mas inmensa y mas poética que la de un navío to de poner manos á la obra.
que boga aislado en alta mar , entre las tinieblas de la El barco que se habia retardado , convencido por la
noche , en el silencio de lo infinito , bajo la mano del señal de que no habia temor alguno ni peligro , se des-
Señor? lizó silencioso y blanco como un fantasma , viniendo á
Y en esta ocasion la soledad se poblaba con sus pen- echar el ancla à un cable de la orilla.
samientos , las tinieblas se desvanecian ante sus ilu- En seguida empezó el trasporte.
siones , y el silencio se turbaba con sus votos y sus En medio de su trabajo, pensaba Dantés en el hour-
proyectos . ra de júbilo que podria levantar entre aquellas gen-
Cuando despertó el patron , el navío bogaba á toda tes , con decir en alta voz el pensamiento que sin
vela : parecia que tuviesen alas las suyas ; mas de dos cesar bullia en su cabeza y resonaba en sus oidos .
leguas y media hacia por hora. Pero en vez de revelar el grandioso secreto, temia ha-
La isla de Monte-Cristo se dibujaba en el hori ber dicho ya demasiado , y haber despertado sospechas
zonte. con sus idas y venidas , sus preguntas sin número y
Entregó Dantés al patron el mando de su barco , y sus observaciones minuciosas. Por fortuna (que en esta
fué á su vez á reclinarse en la hamaca ; pero á pesar ocasion era fortuna) , su doloroso pasado reflejaba en
del insomnio de la noche anterior , no pudo cerrar los su fisonomía una tristeza indeleble , y los arranques
ojos un instante. de su alegría, envueltos en esta nube de tristeza , no
Dos horas después volvió á subir al puente. El bar- eran en verdad sino relámpagos.
co iba á doblar la isla de Elba , y hallábase á la altura Nadie pues sospechaba nada , y cuando á la maña-
de la Mareciana , por cima de la verde y llana Pianosa. na siguiente Dantés , tomando su fusil , pólvora y ba-
En el azul del cielo se dibujaban los contornos del pico las , manifestó que queria matar una de las nume-
brillante de Monte-Cristo . rosas cabras salvajes que se veian saltar de roca en
Con el objeto de dejar la Pianosa á la derecha, man- roca , no se atribuyó su deseo sino á aficion á la caza ó
dó Dantés al timonero que pusiese el mástil á babor , amor á la soledad. Solamente Jacobo se empeñó en
porque calculaba que con esta maniobra se abreviaria acompañarle, y Dantés no quiso oponérsele, temiendo
un si es no es el camino. inspirar sospechas con esta repugnancia á ir acom-
A las cinco de la tarde se veia ya la isla clara y dis- pañado ; pero apenas andarian como un cuarto de le-
tintamente. Hasta sus menores detalles saltaban á los gua , cuando tiró y mató una cabra, y ocurriósele en-
ojos , gracias a esa limpidez atmosférica que produce la viarla con Jacobo á sus compañeros , invitándoles á
luz poco antes del crepúsculo de la noche. cocerla , y rogándoles que cuando estuviese cocida le
Edmundo devoraba con sus miradas aquella mole avisaran con un tiro de fusil para ir á comerla. Algu-
de rocas áridas y secas que iba tiñéndose con todos los nas frutas secas y un frasco de vino de Monte-Pulcia-
colores crepusculares , desde el rosa mas vivo hasta el no debian de completar el festin.
azul mas oscuro. Tal vez un fuego incomprensible le Dantés prosiguió su camino, volviendo de cuando
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 119

en cuando la cabeza . En el pico de una peña parose á vacilar á la punta de una peña , y desaparecer exha-
contemplar á mil piés debajo de él á sus compañeros, lando un grito.
ocupados en preparar el desayuno, aumentado , gracias Todos corrieron á su ayuda como un solo hombre,
á su destreza , con la cabra que acababa de llevarles porque todos le amaban á pesar de su superioridad.
Jacobo. Jacobo fué sin embargo el primero que llegó.
Edmundo los contempló un instante con esa sonrisa Hallábase Edmundo tendido en el suelo , ensangren-
dulce y triste del hombre superior. tado y casi sin conocimiento : debió haber rodado una
-Dentro de dos horas , dijo , esas gentes se volve- altura de doce á quince piés. Hiciéronle tragar algu
rán á hacer á la vela , ricas con cincuenta piastras, nas gotas de rom, y este remedio , tan eficaz en él an-
para ir á ganar otras cincuenta esponiendo su vida . teriormente, ahora le produjo el mismo efecto.
Luego , con seiscientas libras por toda riqueza, irán á Abrió los ojos, quejándose de un dolor muy vivo en
despilfarrarlas en cualquiera poblacion, con el orgullo la rodilla, de pesadez muy grande en la cabeza, y pun-
de los sultanes y la arrogancia de los nababs. Hoylazadas horribles en los riñones. Trataron de traspor-
esperanza me obliga á despreciar su riqueza y á te- tarle á la orilla; pero aunque fué Jacobo el director de
nerla por miseria ; pero quizás mañana el desengaño la operacion , declaré Edmundo con dolorosos gemi-
me obligue á tener esa misma miseria por la suprema dos que no se sentia con fuerzas para soportar el
felicidad. ¡ Oh , no ! esclamó para sí. No puede ser. traqueteo del trasporte.
El sabio, el infalible Faria , no se habria engañado en Ya se comprenderá con esto que Dantés no pudo
esto solamente. No, que preferible me fuera la muerte almorzar; pero exigió que sus camaradas, que no es-
á esta vida miserable y humillada. taban en el mismo caso , volviesen á su puesto. En
Así aquel hombre, que tres meses antes solo aspira- cuanto á él, dijo que solo necesitaba de repose , y que
ba á la libertad, no tenia ya bastante con la libertad, y á su vuelta le encontrarian mejorado .
aspiraba á las riquezas. La culpa no era de Dantés, si- No se hicieron mucho de rogar los marineros : te-
no de Dios, que haciendo tan limitado el poder del nian hambre , llegaba hasta allí el olor de la cabra , y
hombre, le ha puesto deseos infinitos. no es ceremoniosa la gente de mar.
Entre tanto se acercaba al sitio donde suponía Una hora después volvieron . Todo lo que habia po-
que debiesen de estar las grutas , siguiendo una dido hacer Edmundo era arrastrarse como cosa de
vereda perdida entre rocas y cortada por un torrente. diez pasos para buscar apoyo en una roca llena de
Segun todas las probabilidades , nunca humana planta musgo.
habia pisado donde la suya. Siguiendo la orilla del Pero lejos de calmarse sus dolores, eran al parecer
mar, y examinando minuciosamente todos los obje- mas violentos. El viejo p tron, que tenia que salir
tos , creyó advertir en algunas rocas señales hechas aquella misma mañana á desembarcar su contrabando
por la mano del hombre. en las fronteras del Piamonte y de Francia, entre Niza
El tiempo, que echa sobre todas las cosas físicas su y Frejus , insistió en que Dantés probara á levantarse;
manto de musgo , como sobre las morales su manto pero fuéron vanos los esfuerzos del jóven para conse-
de olvido , parecia que hubiese respetado estas seña- guirlo : á cada esfuerzo caia mas pálido y mas lleno de
es , trazadas con cierta regularidad y con el objeto dolores.
evidente de señalar una especie de camino. Sin em- -¡Se ha deslomado ! dijo el patron en voz baja. No
bargo , desaparecian por intervalos bajó el follaje importa : es un buen compañero , y no le debemos de
de los mirtos , que estendian sobre las rocas sus abandonar. Procuremos llevarle á la tartana.
ramas cargadas de flores , 6 bajo parásitas matas Pero Edmundo declaró que le era la muerte prefe-
de liquen. Tenia á cada paso Edmundo que apartar las rible á los atroces dolores que le ocasionaria cualquier
ramas ó levantar el musgo , para encontrar las señales movimiento, por pequeño que fuese.
indicadoras que le guiaban en aquel nuevo laberinto. -Pues bien , suceda lo que suceda , repuso el pas
Pero estas señales le habian llenado de esperanzas. tron , no se dirá que hemos dejado de socorrer á un
¿Por qué no habia de ser el cardenal Spada quien las camarada tan valiente como tú. Hasta la noche no
hubiese trazado , para que sirviesen de guia á su partiremos.
sobrino , caso de una catástrofe que no pudo pre- Esta determinacion sorprendió mucho á los mari-
veer tan completa? Aquel lugar solitario era sin duda neros , aunque ninguno la combatiese , sino todo lo
el conveniente á un hombre que iba á ocultar su teso- contrario ; pero el patron era un hombre tan rígido,
ro. Solo una duda le ocurria. ¿ Aquellas señales no que ahora por primera vez se le veia renunciar á una
habrian llamado la atencion de otros ojos que de aque- empresa ó retardar su ejecucion.
llos para quien se grabaron ? La isla maravillosa ¿ha- Por lo mismo Dantés se opuso á que se cometiera
bria guardado fielmente su magnífico secreto? por su causa semejante infraccion de la disciplina es-
A sesenta pasos del puerto , con corta diferencia, tablecida á bordo.
pareciole á Dantés , siempre oculto á sus amigos por -No, no , le dijo al patron ; he sido torpe, y es justo
las vueltas y revueltas de las rocas , pareciole que las que sufra el resultado de mi torpeza. Dejadme provi-
señales hacian punto, sin que guiasen á gruta alguna. sion de bizcochos , un fusil , pólvora y balas , para ma-
Un gran peñasco redondo , asentado en una base só- tar cabras 6 para defenderme en caso de apuro, y una
lida, era el único objeto á que condusian al parecer. azada para construirme una choza , si tardais mucho
Con esto se imaginó que en vez de haber llegado el en volver por mí.
término, estaba quizás al principio de sus pesquisas; -Pero vas á morirte de hambre , le dijo el patron.
lo que le obligó á volverse por el mismo camino que -Lo prefiero al dolor horrible que cualquier movi-
trajo. miento me produce , respondió Edmundo.
Durante este intervalo , los marineros preparaban El patron á cada instante se volvia á contemplar su
su gaudeamus , traian agua, pan y fruta del barco , y tartana, ya medio aparejada, que se mecia graciosa-
cocían la cabra. Al punto justamente en que la saca- inente en el puerto , pronta á lanzarse al mar cuando
ban de su improvisado asador , vieron á Dantés sal- su toilette estuviese concluida. 1
tando de roca en roca, audaz y ligero como una ga- -¿Qué quieres que resolvamos , Maltés ? le dijo.
muza, y dispararon un tiro para indicarle que viniera No podemos abandonarte así , y no podemos tampoco
á comer. En el mismo momento cambió el cazador de permanecer en la isla.
direccion , viniendo hacia ellos á carrera ; pero —Marchaos , marchaos , esclamó Dantés.
cuando todos contemplaban asombrados la especie de -Mira que vamos á tardar ocho dias lo menos ,
vuelo que tendia sobre sus cabezas , tachándole de que luego tendremos que apartarnos de nuestro camí-
temerario, se le resbaló á Edmundo un pié , viósele no para venir á buscarte.
120 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Escuchad , repuso Dantés : si dentro de dos ó tres | ré , y espero además hallar entre estas rocas ciertas
dias os topaseis con algun barquichuelo pescador que yerbas, que son la mano de un santo para contu-
se dirija hácia aquí , recomendadme á él. Le daré vein- siones.
ticinco piastras porque me lleve á Liorna. Si no le en- Una sonrisa estraña agitó los labios de Dantés ,
contrais volved vos mismo. mientras apretaba con efusion la mano de Jacobo; pe

Se le resbaló á Edmundo un pié, viósele vacilar á la punta de una peña, y desaparecer exhalando un grito.

El patron meneó la cabeza. ro seguia tenaz en su intento de quedarse, y de que-


-Hay un medio que todo lo concilia, patron Baldi , darse solo .
dijo Jacobo. Marchaos, y yo me quedaré á cuidar al Dejáronle sus compañeros lo que les habia pedido, y
herido. se separaron de él, no sin volver la cara muchasve-
-¿Renunciarás por mí , Jacobo , á tu parte en las ces , haciéndole signos de cordial despedida , que con-
ganancias? le dijo Edmundo. testaba Edmundo con la mano solamente como si no
-Sin duda alguna. pudiera mover el resto del cuerpo.
-Eres un escelente muchacho , Jacobo , y Dios te Cuando desaparecieron del todo , murmuró sonrién-
lo tendrá en cuenta ; pero gracias... gracias... no ne- dose:
cesito de nadie. Con un dia 6 dos de reposo me alivia- -Es cosa estraña que solo se encuentre la amis-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 121

tad y el desinterés entre semejantes hombres. Entonces se levantó mas ágil y mas listo que
Arrastrándose con precaucion hasta el pico de una las cabras moradoras de aquellos bosques salvajes,
peña que le ocultaba el mar , vió á la tartana acabarse cogió con una mano su fusil , su azada con la otra,
de disponer , levar anclas, cunearse graciosamente y corrió á la peña en que remataban las señales ó

-Ahora , esclamó recordando la historia del pescador árabe... ¡ Sésamo , ábrete!

como una paviota que tiende su vuelo , y partir. | hendiduras que habia advertido tan gozoso.
A la hora ya habia desaparecido completamente , 6 -Ahora, esclamó recordando la historia del pesca-
era á lo menos
herido yacia. imposibl e verla desde el sitio en que el dor árabe que Faria le habia contado , ahora... ¡ Sésa-
mo, ábrete!

FIN DE LA PRIMERA PARTE.


:
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.

SEGUNDA PARTE.

CAPITULO PRIMERO.

FASCINACION.

El sol llegaba al tercio de su carrera : sus rayos derrumbaderos : la isla, en resúmen , estaba habitada
ardientes y vivificadores , como que corria el mes y viva, y Dantés sin embargo se sentia solo bajo el de-
de mayo, se desplomaban sobre las rocas, que pa- do de Dios.
recian sensibles á su calor. Millares de cigarras ocul- Dominábale una estraña emocion, muy parecida al
Las entre el ramaje , soltaban su chirrido monótono; miedo: era esa desconfianza que inspira la luz del dia,
las hojas de los mirtos y de los acebuches se mecian haciéndonos creer, aun en medio del desierto, que nos
temblorosas , haciendo un son casi metálico. Ca- miran atentamente ojos escrutadores .
da paso que daba Edmundo en la roca calcinada , ahu- Era tan fuerte esta emocion, que al ir á emprender
yentaba una turba de lagartos, verdes como la esme- Edmundo su tarea, soltó la azada, cogió su fusil, y su-
ralda: las cabras salvajes, que atraen tal vez cazadores bió por última vez à la roca mas elevada de la isla , para
á Monte-Cristo , se veían á lo lejos saltar por los espíar con nuevo cuidado sus contornos.
124 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Pero debemos de confesarlo : lo que llamó su aten- Tendió los ojos en torno suyo , con el aire de aquel
cion no fué ni la poética Córcega , que se podia dis- que se halla perplejo , y reparó en el cuerno de oveja
tinguir hasta las casas , ni la Cerdeña , casi desconoci- griega que, lleno de pólvora , le habia dejado su amigo
da, que á continuacion la sigue, ni la isla de Elba, con Jacobo."
sus gigantescos recuerdos , ni aquella línea impercep- Una sonrisa vagó en sus labios . La invencion infer-
tible , en fin, que se distinguia en el horizonte , y que nal iba á producir su efecto.
al ojo perito de un marinero hubiera revelado la so- Con ayuda de la azada abrió Dantés entre el peñas-
berbia Génova y la comercial Liorna ; no : lo que llamó co y su base un conducto , por el estilo de los que ha-
la atencion de Dantés fué el bergantin que habia sa- cen los mineros cuando quieren ahorrarse un trabajo
lido de Monte-Cristo al amanecer, y la tartana que demasiado grande , lo llenó de pólvora hasta arriba, y
acababa de salir. luego, deshilachando su pañuelo y mojándolo en salí-
El primero estaba á punto de perderse de vista en tre hizo una mecha de él.
el estrecho de Bonifacio; la otra , con opuesto rumbo, Luego lo encendió , apartándose al punto de allí.
costeaba la Córcega, que se disponía á doblar. La esplosion no se hizo esperar: la roca vaciló, con-
Edmundo se tranquilizó , volviéndose á contemplar movida por aquel impulso incalculable , y la base voló
los objetos que mas de cerca le rodeaban : viose en el en añicos. Por el agujero que antes hizo Dantés salió
punto mas elevado de la isla cónica , estatua punti- atropellándose una multitud de amedrentados insec-
aguda de aquel inmenso pedestal ; ni un hombre , ni tos , y una culebra enorme , guardian de este miste-
una barca en torno suyo; nada mas que el mar azu- rioso camino , se deslizó entre el musgo , enroscándose
lado que venia á besar los piés de la isla , semejante y estirándose.
á un cinturon de plata. Acercose Dantés : la roca , ya sin cimiento , se incli-
Entonces bajó con paso rápido , aunque precavido. naba sobre el abismo. Dió la vuelta el intrépido jóven ,
En tal ocasion temia que le sucediera un accidente por eligió el punto menos firme , é introduciendo su pa-
el estilo del que con tanta habilidad habia fingido. lanca de madera entre el suelo y la roca , se apoyó con
Como lo dejamos dicho , Dantés habia vuelto piés todas sus fuerzas como Sísifo.
atrás en el camino señalado por las señales hechas en Vaciló la roca con esto , y redobló Dantés su impul-
las rocas , y habia visto que este camino guiaba á una so. Cualquiera le tomaria en aquella sazon por uno de
especie de ancon , oculto como el baño de una ninfa los Titanes que arrancaban las montañas de raiz , para
de la antigüedad. La entrada era bastante ancha , y hacer la guerra á Júpiter. Al fin cedió la roca , y ora
por el centro tenia bastante profundidad para que pu- rodando , ora botando , fué á sepultarse en el mar.
diese anclar en él un barquillo de guerra y per- Dejaba descubierta una hondonada circular, en que
manecer oculto. Con esto , siguiendo el hilo de las brillaba una argolla de hierro en medio de una baldo-
inducciones , ese hilo , que en manos del abate Faria sa cuadrada.
era un guia tan seguro y tan ingenioso en el dédalo Edmundo exhaló un grito de admiracion y alegría.
de las probabilidades , se le ocurrió que el cardenal Nunca primera tentativa se vió coronada de resultado
Spada , conviniéndole no ser visto, habia abordado á tan grande.
este ancon , y ocultando allí su barco, habia tomado Quiso proseguir su obra ; pero le temblaban las
luego el camino que las señales indicaban , para es- piernas de tal modo , y le latia el corazon tan fuerte-
conder al término su tesoro. mente , y pasó tal nube por sus ojos , que viose obli-
Esta suposicion era la que llevaba á Dantés junto á gado á contenerse.
la roca circular. Esta vacilacion duró , sin embargo , poquísimo. Pa-
Solamente una cosa le inquietaba, por ser opuesta só Edmundo por la argolla su palanca , y abriose con
á sus conocimientos dinámicos : ¿cómo habian podi- poco trabajo la baldosa , descubriendo una especie de
do , sin emplear fuerzas considerables, subir aquella escalera, que se perdia en una gruta, á cada escalon
enorme roca del sitio en que basaba? mas oscura.
De repente se le ocurrió una idea. Otro que no él hubiese bajado acto continuo , lanzan-
-En vez de subirla , dijo , la habrán hecho bajar. do gritos de alegría ; pero Dantés se detuvo , palideció
Y acto contínuo trepó por encima del peñasco , en y dudó.
busca del sitio que ocupó antes. -Ea , seamos hombre , dijo. Acostumbrado á la ad-
Con efecto , pronto reparó en una leve pendiente, versidad, no nos dejemos abatir por un desengaño. Si
hecha sin duda alguna de propósito . La roca habia no para eso ¿ para qué he sufrido tanto ? El corazon
caido de su base al sitio que ahora ocupaba ; otra pie- si padece, es porque dilatado en demasía al fuego de la
dra, del tamaño comun á las que suelen emplearse en esperanza, entra a ver cara á cara el hielo de la realidad .
las paredes, le habia servido de cala ; y pedruscos y Faria soñó. Nada ha guardado en esta gruta el carde-
pedernales aquí y allí sembrados cuidadosamente, nal Spada ; acaso nunca vino á ella , ó si vino , César
ocultaban toda solucion de continuidad , habiendo Borgia , el aventurero intrépido , el ladron infatigable
sembrado en las inmediaciones yerbas y musgo , de y sombrío , vino tambien tras él , descubrió su huella
manera que entrelazándose con los mirtos y los len- y las mismas señales que he descubierto yo , levantó
tiscos , parecia la nueva roca nacida en aquel mismo la roca como yo la he levantado, y no dejó nada, nada
lugar. al que venia detrás de él.
Dantés arrancó con precaucion algunos témpanos Inmóbil, pensativo, con los ojos clavados en el lúgu-
de tierra , y creyó descubrir ó descubrió con efecto bre agujero , permaneció un instante.
todo este magnífico artificio. -Ahora que ya no cuento con nada , ahora que ya
Y se puso inmediatamente á destruir con su azada me he dicho á mi mismo que toda esperanza seria loca,
esta pared intermediaria , endurecida por el tiempo. el proseguir esta aventura escita solamente mi curio-
A los diez minutos de trabajo la pared se desmoro- sidad... solamente.
nó , abriéndose un agujero en que cabia el brazo. Y volvió á quedar inmóbil y meditabundo.
Corrió en seguida Edmundo á cortar el olivo mas -Sí , sí , es una aventura digna de figurar en la vi-
grueso de los alrededores, y despojándole de las ramas, da de aquel regio ladron , mezcla heterogénea de
To introdujo á guisa de palanca por el agujero. sombra y de luz, en el caos de sucesos estraños que
Pero la peña era asaz grande, y estaba asaz adheri- componen el tejido de su existencia. Este suceso fa-
da á su cimiento artificial , para que la pudiesen arran- buloso es hermano de tantos otros. Sí , Borgia ha
car fuerzas humanas, ni aun las del mismo Hércules. venido aquí una noche , con una antorcha en una
Entonces reflexionó Dantés que lo que habia que mano y la espada en la otra , mientras á veinte pasos
destruir era este cimiento, pero ¿ cómo? de él , quizás junto á esta misma roca , dos esbirros
Al fin cedió la roca , y ora rodando , ora botando , fué á sepultarse en el mar.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 125

amenazadores espiaban la tierra , el aire y el mar; Allí estaba la entrada sin duda alguna.
mientras su dueño entraba , como voy á entrar yo , ahu- Por un estraño misterio de la humana organiza-
yentando las tinieblas con agitar la antorcha en su te- cion , cuando mas pruebas iba teniendo Dantés de que
mible brazo. Faria habia dicho verdad, mas y mas su corazon des-
Sí ; pero ¿ qué hubiera hecho César Borgia de los fallecia, y mas y mas le dominaban el desaliento y la
esbirros que conociesen su secreto? se preguntó Dan- duda. Este suceso , que debió darle nuevo brio , le
tés á sí mismo. quitó el que le quedaba. Se escapó la herramienta de
Lo que hicieron con los enterradores de Alarico , se sus manos , dejola en el suelo , se limpió la frente , y
respondió , que los enterraron con el enterrado. salió de la gruta dándose á sí mismo el pretesto de
Sin embargo , prosiguió Dantés , á haber venido se ver si le espiaba álguien ; pero en realidad porque ne-
contentara con apoderarse del tesoro . Borgia, el hom- cesitaba aire, porque conocia que se iba á desmayar.
bre que comparaba la Italia á una alcachofa que se iba La isla estaba desierta. El sol, en su cenit, la
comiendo penca á penca , sabia muy bien cuánto vale abarcaba toda con sus miradas de fuego . Las olas, ju-
el tiempo, para haber perdido el suyo volviendo á colo- gueteando , parecian barquillas de zafiro.
car la roca sobre su base. Nada habia comido Dantés en todo el dia; pero es-
Bajemos. taba en aquel momento muy lejos de pensar en seme-
Y bajó con la sonrisa de la duda en los labios, mur- jante cosa. Echose algunos tragos de rom, y volvió á
murando esta última palabra de la humana sabi- la gruta mas tranquilo .
duría: La azada, que le parecia tan pesada, pareciole ahora
¡Quizás!!!... una pluma , y prosiguió su tarea.
Pero en vez de las tinieblas que creia encontrar, en Alos primeros golpes advirtió que las piedras no es-
vez de una atmósfera opaca y víciosa, halli Dantés una taban encaladas, sino sobrepuestas, y luego jalbegadas
dulce luz, descompuesta en azulados átomos ; ella y el con el barniz consabido. Introdujo la punta de la aza-
aire penetraban no solamente por el agujero que él da entre dos piedras , se apoyo en el mango , y vió
acababa de abrir, sino tambien por hendiduras imper- lleno de júbilo rodar la piedra, como si tuviera goznes,
ceptibles de las rocas , á través de las cuales se veía el á sus piés.
cielo y las ramas juguetonas de las verdes encinas y de Desde este instante ya no tuvo que hacer otra cosa
las zarzas-rosas. sino ir sacando con la azada piedra á piedra.
A los pocos instantes de su permanencia en esta Por el espacio que dejó la primera hubiera podido
gruta, cuyo ambiente, mas bien templado que húme- Edmundo meterse; pero dando treguas á la realidad
do , antes aromático que nauseabundo , era á la tem- por algunos instantes, conservaba la esperanza.
peratura de la isla lo que el resplandor al sol ; á los Al cabo, tras una momentánea perplejidad atreviose
pocos instantes, Dantes, que estaba acostumbrado á la á pasar á la segunda gruta.
oscuridad, como ya lo hemos dicho , pudo reconocer Era esta mas baja , mas oscura, y de peor aspecto
hasta los mas ocultos rincones. La grūta era de grani- que la primera. No recibiendo aire síno por el agujero
to , cuyas facetas brillaban como diamantes. que acababa de hacer Edmundo, estaba su atmósfera
¡Ay! dijo al verlas sonriéndose . Estos sin duda empapada en los gases mefiticos que se admiró de no
son los tesoros que ha dejado el cardenal , y el buen hallar en la primera . Para entrar en ella tuvo que
abate, que veia en sueños las paredes resplandecien- dar tiempo á que el aire esterior renovaseaquel am-
tes, se alimentó de quimeras. biente muerto.
• Pero no por esto dejaba de recordar el testamento, A la derecha del portillo habia un ángulo oscurísi-
que sabia de memoria. «En el ángulo mas lejano de la mo y profundo.
segunda gruta , » decia el testamento. Pero ya hemos dicho que para los ojos de Dantés no
Dantés solo habia penetrado en la primera : impor- habia tinieblas.
tábale ahora dar con la segunda. Al primer golpe de vista conoció que la segunda
Empezó á orientarse . La segunda gruta se debia na- gruta estaba vacía como la primera.
turalmente de internar en la isla. Examinando la capa El tesoro , si contenia tal tesoro , estaba enterrado
de las piedras , púsose á dar golpes en una de las pa- en aquel rincon oscuro.
redes donde le pareció que debía de estar la abertura, Era llegada la hora de las angustias : dos piés de
cubierta para mayor precaucion. tierra , algunos golpes de azada era lo que separaba á
Los golpes de la azada eran tan llenos y sonoros, Dantés de su mayor alegría ó de su mayor desespe-
que la frente de Edmundo se bañaba en sudor. Al fin racion.
pareciole que una parte de la granítica pared produ- Acercose al ángulo , y como si tomara una deter-
cia un eco mas sordo y mas profundo ; aproximó sus minacion repentina , se puso á cavar desaforada-
ardientes ojos , y con ese tacto del preso pudo cono- mente.
cer lo que nadie quizás hubiera conocido ; que allí de- Al quinto ó sesto golpe , el hierro de la azada resonó
bia de haber una abertura. como si diera en hierro.
Sin embargo, por no trabajar en balde, Dantés, que Nunca el toque de rebato , ni el lúgubre doblar de
como César Borgia conociael valor del tiempo, golpeó las campanas , causaron mayor impresion en el que
con su azada las otras paredes, y el suelo con la culata los oye. Aunque Dantés hubiera encontrado vació el
de su fusil , púsose á cavar en los sitios que le infun- lugar de su tesoro, no se pusiera mas pálido,
dian sospechas, y viendo en fin que nada sacaba en Púsose á cavar á un lado de su primera escavacion,
limpio , volvió á la pared que sonaba un tanto hueca. y halló la misma resistencia , aunque no el mismo
De nuevo y mas fuertemente tornó á golpear. sonido.
Entonces vió una cosa estraña, y es, que á los gol- -Es un arca forrada de hierro, esclamó.
pes de la azada se despegaba y caia en menudos pe- En este momento, una sombra rápida cruzó inter-
dazos una especie de barniz , semejante al que se ceptando la luz que entraba por la abertura.
pone en las paredes para pintar al fresco, dejando al Dejó caer Edmundo su azada , cogió su fusil, y lan-
descubierto las piedras blancuzcas , que no eran de zose afuera.
mayortamaño que el comun. La abertura, pues, estaba Una cabra salvaje habia saltado por la primera en-
tapiada con piedras de otra clase, que luego se habian trada de las grutas , y triscaba á pocos pasos de allí.
cubierto con una capa de este barniz , imitando el Buena ocasion era aquella de procurarse qué comer;
color y la cristalización de las demás paredes. pero Edmundo temió que el tirò llamase la atencion
Con esto volvió Dantés á dar golpes; pero con el pi- de alguien.
co de la azada, que se introdujo en la pared bastante. Reflexionó un momento, y cortando un árbol resi-
126 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

noso , fué á encenderlo en la candela humeante toda- Ya no habia duda : el tesoro estaba allí seguramen-
vía que sirvió á los contrabandistas para su almuerzo, te. No se hubieran tomado tantas precauciones para
y volvió alumbrado á las grutas. nada.
No queria dejar de ver ninguna cosa de las que le En un momento estuvo arrancada la tierra de uno
esperaban. y otro lado , con que vió Dantés aparecer primero la
Con acercar la luz al hoyo pudo convencerse de cerradura de en medio , situada entre dos candados , y
que no se habia equivocado . Sus golpes dieron alter- las asas de los lados , todo con cinceladuras tan mag-
nativamente en hierro y en madera. Ahondó por los níficas como las que se usaban en aquella época,

STRAAL

Al quinto ó sesto golpe , el hierro de la azada resonó como si diera en hierro.

lados al momento cosa de tres piés de ancho y dos de que el arte hacia preciosos los metales mas viles.
largo , y al fin logró distinguir claramente un arca de Cogió Dantés el arcon por las asas, y trató de levan-
madera de encina, guarnecida de hierro cincelado . En tarlo ; mas era imposible.
medio de la tapa , en una lámina de plata que la tierra Luego pensó abrirlo ; mas la cerradura y los canda-
no habia logrado oxidar , brillaban las armas de la fa- dos estaban cerrados de tal manera, que no parecia
milia Spada, es decir , una espada en posicion verti- sino que guardianes fidelísimos se negaran á entregar
cal en un escudo redondo como todos los de Italia, sutesoro.
coronado por un capelo. Introdujo el filo de la azada en las rendijas de la ta-
Dantés lo reconoció muy fácilmente. ¡ Con tanta pa , y apoyándose en el mango, la hizo saltar con gran-
minuciosidad se lo habia descrito el abate Faria! de chirrido. Rompiose tambien la madera de los lados,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 127

con que fuéron inútiles las cerraduras , que tambien que apisonó bien , le echó encima una capa de arena,
saltaron á su vez , aunque no sin que los goznes se re- para que lo removido se igualase al resto del suelo, y
sistieran á desclavarse de su sitio . salió de la gruta , volviendo á colocar la baldosa y cu-
El arca se abrió. briéndola de peñascos de tamaños diferentes. Rellenó
Estaba dividida en tres departamentos. de tierra las junturas , plantó en ellas malezas y mir-
En el primero brillaban escudos de oro deslum- tos , regándolas para que pareciesen nacidas allí,
brantes. borró las huellas de sus pasos, impresas en todo aquel
En el segundo , barras casi en bruto , colocadas si- circuito , y esperó la vuelta de sus compañeros impa-
métricamente, que no tenian de oro sino el peso y el ciente . J
valor. Con efecto , no era cosa de permanecer en Monte-
El tercero, por último , solo estaba medio lleno de Cristo guardando como un dragon de la mitología sus
diamantes, perlas, y rubíes, que al cogerlos Edmundo inútiles tesoros. Lo que ahora importaba era volver
febril á puñados , hacian como una cascada deslum- á la vida y á la sociedad , recobrar entre los hombres
bradora, y chocaban unos con otros con un ruido co- el rango , la influencia y el poder que da en este mun-
mo del granizo en los cristales. do el oro, el oro , la mayor y la mas grande de las
Harto de palpar y enterrar sus manos en el oro y fuerzas de que la criatura puede disponer.
en las joyas , levantose Edmundo y echó á correr por Al sesto dia volvieron los contrabandistas. Desde
las grutas, exaltado, como un hombre que está á pique lejos reconoció Dantés por su porte y por su marcha á
de volverse loco . Saltó á una roca, desde donde podia La Jóven Amelia. Acercose á la orilla arrastrando,
distinguir el mar ; pero á nadie vió. Estaba solo, ente- como Filoctetes herido, y cuando desembarcaron sus
ramente solo con aquellas riquezas incalculables, in- compañeros les anunció con voz lastimosa que estaba
verosímiles , fabulosas, que ya le pertenecian. Sola- un tanto mejor. A su vez los marinos le dieron cuen-
mente de quien no estaba seguro era de sí mismo. ta de su espedicion . Habian salido con bien, es verdad;
¿Era víctima de un sueño, ó luchaba cuerpo á cuerpo pero apenas desembarcado el cargamento, tuvieron
con la realidad? aviso de que un brick guarda-costas de Tolon aca-
Necesitaba volver á deleitarse con su tesoro, y sin baba de salir del puerto y les iba al alcance. Entonces
embargo conocia que le iban á faltar las fuerzas . Se se pusieron en fuga á toda vela, echando muy de me-
apretó un instante la cabeza con las manos, como para nos á Dantés, que sabía hacer yolar á la tartana. Con
impedir á la razon que se le escapara, y luego se puso efecto , bien pronto alcanzaron á ver al guarda-costa
á correr por toda la isla, sin seguir, no diré camino, que les daba caza ; pero con ayuda de la noche , do-
que no lo hay en Monte-Cristo , sino línea recta, ahu- blando el cabo de Córcega , habian conseguido esca-
yentando á las cabras salvaj s ý á los pájaros marinos par á su persecucion.
con sus gestos y sus esclamaciones. Al fin , dando un En suma, el viaje no habia sido malo de todo en to-
rodeo, volvió al mismo sitio , y aunque todavía vaci- do, y los camaradas, en particular Jacobo, sentian que
lante , se lanzó de la primera á la segunda gruta , ha- Dantés no hubiera ido , con eso tendria su parte en
llándose con su riqueza cara á cara . las ganancias , que eran nada menos que cincuenta
Esta vez cayó de hinojos , apretando con sus manos piastras.
convulsivas su corazon, que saltaba , y murmurando Edmundo los oyó impasible. Ni una sonrisa le
una oracion, solo para el cielo inteligible. arrancó siquiera la enumeracion de las ventajas que
Con esto se sintió mas tranquilo, y por ende mas fe- le hubiera reportado el dejar á Monte -Cristo; y como
liz, porque empezó á creer en su felicidad. La Jóven Amelia solo habia venido á buscarle , aque-
En seguida se puso á contar su fortuna. Las barras la misma tarde se volvió á embarcar para Liorna .
de oro eran mil, y su peso como de dos á tres libras En Liorna fué á buscar á un judío , y le vendió cua-
cada una. Hizo luego un monton de veinticinco mil tro de sus diamantes mas pequeños , por cinco mil fran-
escudos de oro , con el busto del Papa Alejandro VI y cos cada uno. El mercader hubiera debido informar-
sus predecesores : cada uno podia valer ochenta fran - se de cómo un marinero podía poseer semejantes
cos de la actual moneda francesa. Y el departamento alhajas ; pero se guardó muy bien de hacerlo , porque
en que estaban no quedó, sin embargo, sino medio va- ganaba mil francos en cada una.
cio. Por último, contó diez puñados de sus dos manos A la mañana siguiente compró una barca nueva , y
juntas de pedrería y diamantes , que montados por los diósela á Jacobo con cien piastras , para que pudiese
mejores plateros de aquella época , tenian un valor enganchar una tripulacion , con encargo de ir á Mar-
artístico casi igual á sú valor intrínseco. sella á averiguar qué habia sido de un anciano llama-
El sol mientras tanto iba aproximándose al ocaso , do Luis Dantés , que vivia en las alamedas de Meilhan,
con que temiendo Dantés ser sorprendido en las gru- y de una jóven llamada Mercedes, que vivia en los
tas por la noche , cogió su fusil y salió al aire libre. Catalanes.
Un pedazo de galleta y algunos tragos de vino fuéron Jacobo creyó que soñaba , y entonces Edmundo le
su cena. Después coloco la baldosa en su sitio , se contó que se habia hecho marino por una calaverada , y
acostó encima, y durmió, aunque pocas horas , cu- porque su familia le negaba hasta lo necesario para su
briendo con su cuerpo la entrada de la gruta . manutencion; pero que á su llegada á Liorna habia sa-
Esta noche fué á par deliciosa y terrible, como ha- bido la muerte de un tio suyo, que le dejaba por único
bia pasado ya dos ó tres en su vida este hombre des- heredero. La buena educacion de Dantés daba á este
tinado á emociones tan violentas. cuento tal verosimilitud , que Jacobo no tuvo duda
alguna de que decia la verdad su antiguo compañero.
CAPITULO II. Por otra parte, como el enganche de Edmundo con
La Jóven Amelia habia cumplido ya , despidiose del
EL DESCONOCIDO. patron , que hizo muchos esfuerzos por retenerle; pero
que habiendo sabido, como Jacobo, la historia de la
Al fin amaneció. Hacia mucho tiempo que Dantés herencia , renunció desde luego á la esperanza de que
lo esperaba con los ojos abiertos. A los primeros ra- su antiguo marinero variara de resolucion.
yos de la aurora se incorporó, y subiendo como la vís- A la mañana siguiente Jacobo emprendió su viaje á
pera á la roca mas elevada á espiar las cercanías, pu- Marsella, debiendo reunirse con Edmundo en la isla de
do convencerse de que la isla estaba desierta. Monte-Cristo.
Luego levantó la baldosa que cubria su gruta , llenó El mismo dia marchó Dantés , sin decir adonde , ha-
sus bolsillos de piedras preciosas , volvió a componer biéndose despedido de la tripulacion de La Jóven
el arca lo mejor que pudo , y á cubrirla de tierra, Amelia, gratificándola espléndidamente, y del patron,
128 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

ofreciéndole que el dia menos pensado recibiria noti- Ofreció el armador al jóven sus servicios para ajus-
cias suyas. tar una buena tripulacion ; pero Dantés le dió las gra-
Edmundo fué á Génova. cias , diciéndole que tenia la costumbre de navegar
Justamente á su llegada estaba probándose en el solo , y que lo único que deseaba era que en su ca-
puerto un yacht , encargado por un inglés , que ha- marote , à la cabecera de su cama, se hiciese un arma-
biendo oido decir que los genoveses eran los mejores rio oculto con tres departamentos ó divisiones, secretas
armadores del Mediterráneo , queria tener un yacht tambien .
construido en Génova. Lo habia ajustado en cuaren- Dos horas después salia Edmundo del puerto de Gé-

641

...Le vendió cuatro de sus diamantes mas pequeños , por cinco mil francos cada uno.

ta mil francos: Dantés ofreció sesenta mil , á condi- | nova, contemplado y admirado por una muchedumbre
cion de tenerlo por suyo en el mismo dia. Como curiosa , ávida de conocer al caballero español que
el inglés habia ido á dar una vuelta por la Suiza , para acostumbraba navegar solo.
dar tiempo á que el barco se concluyera , y no debía Dantés se lució á las mil maravillas. Con ayuda del
de volver hasta dentro de tres ó cuatro semanas, cal- timon , y sin necesidad de abandonarlo, hizo á su yacht
culó el armador que tendria tiempo para poner otro hacer todas las evoluciones que quiso. No parecia sino
en astillero . que fuese el barco un ser inteligente , siempre dis-
Llevó Edmundo al genovés á casa de un judío , que puesto á obedecer al menor impulso , con que Dantés
conduciéndole á la trastienda , le entregó sus sesenta convino en que los genoveses merecian la reputacion
mil francos. que gozan de primeros constructores del mundo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 129

Siguieron los curiosos con sus miradas al yacht, Ocho dias permaneció allí Dantés, haciendo manio-
hasta que se le perdió de vista , que entonces recaye- brar á su barco en torno á la isla, y estudiándole como
ron las conversaciones sobre el punto adonde se diri- un picador estudia un caballo. Todas sus buenas cua-
giria. Unos opinaron que á Córcega , otros que á la lidades y todos sus defectos le fuéron ya conocidos ,
isla de Elba; apostaron algunos que al Africa ; otros con que determinó de aumentar las unas y remediar
que á España , y ninguno se acordó de la isla de Mon- los otros.
te-Cristo. Al octavo dia vió Dantés acercarse á la isla á velas
A Monte-Cristo era, sin embargo, adonde iba Dantés. desplegadas un barquillo , que era el de Jacobo. Hizo

Dos horas después salia Edmundo del puerto de Génova.

Llegó en la tarde del segundo dia. El barco , que una señal convenida , respondiole el marinero , y dos
era muy velero , hizo el viaje en treinta y cin- horas después el barco estaba junto al yacht.
co horas. Dantés habia reconocido minuciosamente la Cada una de las preguntas del jóven obtuvo una
costa , y en vez de desembarcar en el puerto de cos- respuesta triste.
tumbre , desembarcó en el ancon que ya hemos des- El anciano Dantés habia muerto.
crito . Mercedes habia desaparecido.
La isla estaba desierta. Nadie , al parecer , habia Escucholas ambas Dantés con semblante tranquilo ;
abordado á ella después de Edmundo , que encontró su pero en el acto saltó á tierra , prohibiendo que le si-
tesoro lo mismo que lo dejó. guiesen.
A la mañana siguiente toda su inmensa fortuna es- Dos horas después tornó. Dos hombres de la tripu-
taba lacion de Jacobo pasaron á su yacht para ayudarle, y
marioyadeá su
bordo, guardada en los tres secretos del ar-
camaro te. los ordenó que hiciesen rumbo á Marsella.
SEGUNDA SERIE. - ENTREGA 109. 9
130 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

La muerte de su padre la esperaba ya ; pero á Mer- | debido de espirar el triste viejo , pronunciando el
cedes ¿qué le habria sucedido? nombre de su hijo.
Sin divulgar su secreto, no podia Edmundo comisio- Los dos jóvenes contemplaban admirados á aquel
nar á un agente para hacer indagaciones , y aun algu- hombre de frente severa, en cuyas mejillas brillaban
nas de las que estimaba necesarias , solamente él po- dos gruesas lágrimas, sin que su rostro se alterase;
dria hacerlas. El espejo le habia demostrado en Liorna pero como la religion del dolor es de todo el mundo
que no corria peligro de que le reconociera nadie , y respetada, no solo no hicieron los recien casados pre-
esto sin contar que tenia á su disposicion todos los me gunta alguna al desconocido, sino que se apartaron
dios de disfrazarse. Una mañana , pues , el yacht y la un tanto de él para dejarle llorar libremente ; y cuan-
barquilla anclaron en el puerto de Marsella ; justa- do se marchó le acompañaron , diciéndole que podria
mente en el mismo sitio donde aquella noche de fatal volver cuando gustase , que siempre encontraria
memoria embarcaron á Edmundo para el castillo de If. abierta su pobre morada.
No sin cierto temor instintivo vió acercarse Dantés En el piso de debajo se detuvo Dantés delante de
á un gendarme en el barco de la sanidad ; pero con la una puerta á preguntar si habitaba allí todavía el sas-
perfecta calma que ya habia adquirido, le presentó un tre Caderousse ; pero el portero respondió que habiendo
pasaporte inglés que habia comprado en Liorna , y venido muy á menos el hombre de que hablaba, tenia
gracias á este salvo-conducto estranjero, mas respeta- ahora una posada en el camino de Bellegarde á Beau-
do en Francia que el mismo francés , desembarcó sin caire.
dificultad alguna. Acabó de bajar Dantés, y enterándose de quién
Al llegar á la Cannebière, la primera persona que fuera el dueño de la casa de las Alamedas de Meillan ,
vió Dantés fué uno de los marineros del Faraon , que pasó en el acto á verle , anunciándose con el nombre
habiendo servido bajo sus órdenes , parecia que se de lord Wilmore (nombre y título que llevaba en el
encontrase allí para asegurarle del completo cambio pasaporte), y le compró por veinticinco mil francos la
que habia sufrido. Encaminose á él resueltamente, ha- casa : sin duda valia diez mil francos menos ; pero
ciéndole muchas preguntas, que le satisfizo sin darle á Dantés , si le hubieran pedido por ella medio millon ,
sospechar siquiera, ni por sus palabras ni por su fiso- lo hubiera dado.
nomía , que recordase haber visto nunca aquel desco- El mismo dia avisó el notario que hizo el contrato
nocido. á los jóvenes del quinto piso que el nuevo propietario
Diole Dantés una moneda en agradecimiento de sus les daba á elegir una habitacion entre todas , sin
buenos oficios , y un instante después oyó que corria aumento alguno de precio , á condicion de que le ce-
tras él el marinero. dieran la que habitaban.
Dantés volvió la cara. Este singular acontecimiento dió mucho que hacer
-Disimuladme, caballero , pero sin duda os habreis ocho dias a todo el barrio de las Alamedas de Meillan ,
equivocado, pues creyendo darme una pieza de cua- ocasionando mil conjeturas á cual mas inexacta.
renta sueldos , me habeis dado un napoleon doble. Pero lo que sorprendió y admiró sobre todas las
-Con efecto, me equivoqué , amigo mio , contestó cosas, fué ver á la caida de la tarde al mismo hombre
Edmundo ; pero como vuestra honradez merece re- de las Alamedas de Meillan , pasearse por el barrio de
compensa , tomad otro napoleon , que os ruego acep- los Catalanes, y entrar en una casita de pescadores ,
teis, para beber á mi salud con vuestros camaradas. donde estuvo mas de una hora preguntando por per
Contempló el marinero á Edmundo con tanto asom- sonas , que habian muerto ó desaparecido quince ó
bro , que hasta se olvidó de darle las gracias , y mur- diez y seis años antes.
muraba al verle alejarse : A la mañana siguiente, los pescadores en cuya casa
-Sin duda es algun Nabab que viene de la India. habia entrado recibieron un regalo de una barca nue-
Prosiguió Dantés su camino , oprimiéndosele el co- va catalana atestada de redes.
razon á cada paso con sensaciones nuevas. Todos sus Bien hubieran querido aquellas gentes dar las gra-
recuerdos de la infancia , recuerdos indelebles en su cias al generoso desconocido ; pero al separarse de
memoria , renacian en cada calle , en cada plaza y en ellos le habian visto dar algunas órdenes á un mari-
cada barrio . Al final de la calle de Noailles , cuando nero , montar á caballo , y salir por la puerta de Aix.
pudo ver las Alamedas de Meillan , sintió que sus pier-
nas flaqueaban , y á poco mas cae desvanecido entre CAPITULO III.
las ruedas de un coche. Al cabo llegó á la casa de su
padre. Las capuchinas y las aristoloquias habian des- LA POSADA DEL PUENTE DEL GARD.
aparecido de la ventana en donde la mano del pobre
viejo las habia plantado y criado con tanto afan." Los que como yo hayan recorrido á pié el mediodía
Apoyado en un árbol permaneció algun tiempo me- de la Francia, habrán visto seguramente entre Bellegar-
ditabundo, contemplando los últimos pisos de aquella de y Beaucaire , á la mitad del camino que separa á las
humilde mansion. Al fin se determinó á dirigirse á la dos poblaciones , aunque un tanto mas cercana á
puerta, atravesó el dintel , preguntó si habia algun Beaucaire que á Bellegarde , una modesta posada que
cuarto desocupado , y aunque sucedia lo contrario, in- tiene como por rótulo sobre la puerta , en una lámína
sistió de tal modo en ver el del quinto piso, que el por- de hierro tan delgada que el menor vientecillo la za-
tero subió á pedir á las personas que lo habitaban, de marrea , una grotesca vista del puente del Gard . To-
parte de un estranjero, permiso para visitar la habi- mando por tipo el curso del Rodano , esta posada se
tacion. encuentra al lado izquierdo del camino , volviendo la
Los moradores de la casita eran dos jóvenes que se espalda al rio. Decórala eso que se llama jardin en el
habian casado hacia ocho dias solamente. Languedoc, que consiste en una cerca trasera á las
Al verlos exhaló Dantés un profundo suspiro. habitaciones , donde crecen algunos olivos raquíticos
Por lo demás , nada le recordaba el aposento de su é higueras salvajes , blancas del polvo que las cụ-
padre. Ni era el mismo el papel de las paredes, ni bre. Aquí y acullá , á guisa de legumbres , crecen pi-
existian tampoco aquellos muebles antiguos, compa- mientos , tomates y ajos ; y en uno de sus rincones, por
ñeros de la niñez de Edmundo , presentes á su memo- último , como centinela olvidada, un gran pino de los
ria con toda exactitud . Solo eran las mismas... las pa- llamados quitasoles eleva melancólicamente su tronco
redes . flexible , mientras su copa, abierta como un abanico,
Dantés se volvió hácia la cama, que estaba justa se quema á un sol de treinta grados .
mente en el mismo lugar de la del otro vecino. A su Estos árboles , así los grandes como los pequeños ,
pesar , sus ojos se arrasaron en lágrimas. Allí habia se inclinan todos naturalmente en la direccion que
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 131

lleva el mistral cuando sopla. El mistral es una de las cien pasos de la posada que acabamos de describir,
tres plagas de la Provenza; las otras dos, como todo el aunque lacónica, fielmente.
mundo sabe , ó como todo el mundo ignora , eran la Era el posadero hombre como de cuarenta á cua-
Durance y el Parlamento. renta y cinco años , alto , seco y nervioso, verdadero
Diseminadas en la cercana llanura, que parece un tipo meridional , ojos hundidos y brillantes , nariz
lago inconmensurable de polvo, vegetan algunas matas aguileña, y dientes blancos como los de un animal
de trigo, sembradas por los horticultores del país, sin carnívoro. Sus cabellos , que parecia se resistiesen á
duda por curiosidad, pues solo sirven de asilo á las encanecer, á pesar del embate de los años, eran espe

Los dos jóvenes contemplaban admirados á aquel hombre de frente severa.

cigarras, que aturden con su canto agudo y monóto- sos , crespos y apenas salpicados de canas , como su
no á los viajeros estraviados en aquella Tebaida. patilla corrida. Su rostro, tostado á nativitate, se habia
Hacia seis ó siete años que habitaban este meson un mas y mas ennegrecido con la costumbre adquirida
hombre y una muger con una criada llamada Antonita por el pobre diablo de estar á la puerta de su meson
y un mozo llamado Picaud. Aunque poca, esta gente por mañana y tarde , en espectativa de viajeros de á
bastaba al servicio del meson, en particular desde que pié ó de á caballo , espectativa casi siempre vana, y
un canal abierto de Beaucaire á Aguas Muertas , habia durante la cual no tenia su rostro otro preservativo de
sustituido ventajosamente los barcos y los faetones á los ardientes rayos del sol, que un pañuelo encarnado
las diligencias. ceñido á su cabeza, como los que usan los arrieros es-
Como para aumentar las desdichas del pobre posa- pañoles.
dero que arruinaba, este canal pasaba entre el Ródano, Este hombre era nuestro antiguo conocido Gaspar
donde tiene orígen, y el camino que inutiliza, á unos Caderousse.
132 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Su muger, Magdalena Radelle , era por lo contrario | y Lambesc. Es costumbre en aquel país designar á
pálida, flaca y enfermiza. Natural de las inmediaciones todas las personas con su apodo y no con su nombre,
de Arlés, aunque conservando algo de la belleza tradi- y por esto Caderousse habia sustituido el de Carconte
cional de sus compatriotas , habia visto la suya des- al de Magdalena, quizás sobrado dulce y eufónico para
aparecer á impulsos de esas calenturas intermitentes su lenguaje rudo.
que afligen á las poblaciones próximas á los lagos de Sin embargo, á pesar de esta aparente resignacion,
Águas Muertas y al pantano de la Camargue. Yacia de no se crea que nuestro mesonero no sintiese estrema-
continuo sentada y tiritando en el fondo de su habita- damente la miseria á que le habia reducido el misera-

La Carconle.

con del primer piso , ó ya tendida en un sillon , ó re- ble canal de Beaucaire, ni que tampoco le hiciesen
clinada en su cama, mientras su marido desempeñaba mella las continuas lamentaciones de su muger. Era
á la puerta las funciones de que hemos hablado; fun- como todos los meridionales , hombre sin grandes ne-
ciones que muy á menudo prolongaba de motu pro- cesidades, pero muy dado á las apariencias , con que
pio, tanto mas cuanto que cada vez que se juntaban en sus tiempos prósperos no habia procesion ni fiesta
marido y muger, esta le aturdia con sus eternas la- pública á que no concurriese con la Carconte , él en
mentaciones de la suerte , lamentaciones únicamen- ese traje pintoresco del mediodía , mezcla del catalan
te acalladas por este arranque filosófico de su ma- y del andaluz , y ella con ese lindísimo traje de las
rido: mugeres de Arlés, que parece copiado de las griegas y
-¡Cállate, Carconte ! Dios lo quiere. las arábigas ; pero poco a poco cadenas de reloj , colla-
El origen de este apodo era, que Magdalena Radelle res , cinturones , corpiños bordados , vestidos de ter-
habia nacido en Carconte, pueblo situado entre Salon ciopelo, zapatos con hebilla de plata , habian ido des-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 133

apareciendo , y Gaspar Caderousse, en la imposibilidad base entre dos hileras de árboles raquíticos, esplicando
de salir en público con su antiguo esplendor , habia re- perfectamente cómo ningun viajero que no tuviese
nunciado en su nombre y en elde su muger á todas las necesidad muy perentoria , se atrevia á internarse en
pompas y vanidades del mundo, aunque no sin que el aquel temible Sahara.
ruido y la algazara que hacian le destrozase el cora- "Sin embargo , á pesar de todas las probabilidades,
zon , llegando hasta la pobre posada en que vivia mas si Caderousse permaneciera en su puesto , hubiera
por vivir que por ganar. podido ver del lado de Bellegarde un ginete que venia
Una parte de la mañana habia pasado como de cos- con ese aire reposado y tranquilo que indica buenas

- Cállate , Carconte ! Dios lo quiere.

tumbre Caderousse delante de su puerta, paseando su


melancólica mirada desde un césped , donde juguetea- relacio nes entre caballo y caballero. Aquel era capon
y de buena estampa, y este un sacerdote vestido de
ban unas palomas, hasta el fin del desierto camino que negro, con sombrero de tres picos. A pesar del calor
por un lado conduce al mediodía, y al norte por el otro, insufríble, como que el sol estaba en su cenit, andaban
cuando le obligó de repente á dejar su puesto la des
á un trote regular.
templada voz de su muger. Retirose pues refunfu- Ambos se detuvieron al llegar á la puerta de la posa-
ñando, aunque sin cerrar la puerta , como si rogara á da. Dificil hubiera sido determinar si fué el caballo
los viajeros que no le echasen en olvido al pasar. quien detuvo al hombre, ó el hombre quien detuvo al
En el momento en que Caderousse entraba, el ca- caballo ; pero sea lo que fuere, el sacerdote echó pié á
mino de
que hemos hablado, y que sus miradas recor- tierra, y cogiendo por la brida al animal, lo ató á una
rian, estaba tan solitario como el desierto en medio argolla que habia en la pared , y luego, limpiándosela
del dia. Como una cinta blanca é inmensa, prolongá- frente sudorosa con un pañuelo de algodon, adelanto
134 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

se á la puerta y dió tres golpes en el suelo con el bas- | estraña atencion dos ó tres minutos , y pareció que
ton que llevaba en la mano. tambien quisiera llamarleá él por su parte la atencion;
Al punto un perrazo negro salió ladrando y ense- pero viendo por último que no manifestaba otra cosa
ñando sus dientes blancos y agudos , con lo que daba que sorpresa de que no le respondiese, creyó que era
á entender cuán poco acostumbrado estaba á la com- ya tiempo de poner fin á la escena muda, y le contestó
pañía. con un acento italiano muy pronunciado:
Tambien al punto unos pasos ligeros cimbrearon -¿No sois il signor Caderousse?
la escalera arrimada á la pared frontera del zaguan , -Sí, caballero, dijo el hombre, mas admirado aun de

El abate Busoni.

por donde bajaba de espaldas y agachándose el pobre la pregunta que no del silencio anterior; yo soy, con
dueño del meson. efecto, Gaspar Caderousse , para serviros.
-¡Ya estoy aquí ! decia asombrado Caderousse ; ¡ ya -Gaspar Caderousse... si... creo que esos son el
estoy aquí! -¿Quieres callar, Margotin?-No tengais nombre y el apellido... En otro tiempo viviais en las
miedo, señor, que aunque ladra, no muerde.- Que- Alamedas de Meillan, en un quinto piso , ¿no es ver-
reis vino, no es verdad? ¡ Si hace un calor espantoso! dad?
-¡Ah! perdonadme , esclamó interrumpiéndose , al ver -Exactamente.
qué clase de persona era el viajero; perdonadme, que -Entonces ¿erais sastre?
ignoraba á quién tengo el honor... ¿Qué deseais , qué -Si señor; pero el oficio andaba muy mal. Hace
pedis , señor abate? Estoy à vuestras órdenes. tanto calor en ese inferno de Marsella , que acabarán
El sacerdote estuvo contemplando al posadero con al fin las gentes por andar en cueros. -Pero... á pro-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 135

pósito de calor, ¿ no quereis refrescar , señor abate? que arrepentirme de haberle envidiado un tanto su fe-
-Si tal, dadme una botella del mejor vino que ten- licidad. Pero después , os lo juro á fé de Caderousse,
gais, y proseguiremos si os place nuestra conversa- he lamentado hartas veces su desdicha.
cion desde el punto en que la dejamos. Hubo un momento de silencio , durante el cual la
-Como gusteis, señor abate, respondio Caderousse. mirada fija del abate no cesó de interrogar un punto
Ypara no perder la ocasion de dar salida á una de el móvil rostro del posadero.
las pocas botellas que le quedaban de vino de Cahors, -¿Con que conocisteis á aquel pobre muchacho?
levantó Caderousse apresurado la trampa de una cueva prosiguió Caderousse.
que habia en esta misma habitacion , zaguan , sala y -Me llamaron para prestarle los últimos consuelos
cocina en una pieza. de la religion , contestó el abate.
Cuando volvió á salir á los cinco minutos, halló al -¿Y de qué murió? repuso Gaspar con voz aho-
abate sentado en un banco, con el codo apoyado en gada.
una mesa, mientras Margotin tendia sobre su muslo -¿De qué se muere en la cárcel á los treinta años ,
su cuello descarnado, como si el oir que iba á hacer sino de mal de cárcel?
gasto aquel viajero singular le animara á hacer las pa- Caderousse se limpió el sudor que por su frente
ces con él. corria.
--¿Vivís solo? preguntó el abate al mesonero , que -Lo mas estraño de todo , repuso el abate , es que
le ponia delante una botella y un vaso. Dantés en la agonía me juró por el Crucifijo, cuyos piés
--¡Ay Dios mio! solo, ó casi solo, señor abate, pues besaba , que no sabia la verdadera causa de su prision .
aunque soy casado, no puede mi muger ayudarme en ¡ Es verdad! ¡ es verdad! murmuró Caderousse ; no
nada, porque la infeliz Carconte está siempre en- podia saberla. Sí, señor abate, no mentia el pobre
ferma. muchacho.
-¡Ah! ¡ sois casado! dijo el abate con un cierto inte- -Por eso sin duda me encargó que la indagase, ya
rés, tendiendo en torno suyo los ojos , como aprecian- que él nunca habia podido indagarla, y rehabilitase su
do en su justo valor los miserables atavíos de la casa . memoria , caso de que tuviera algun borron.
-Conoceis que no soy rico, ¿es verdad, señor aba- Y á las miradas del abate , de cada vez mas fijas, no
te? dijo Caderousse suspirando; pero ¿qué quereis? en se escapó la espresion casi sombría del rostro de Ca-
el mundo no basta para prosperar ser honrado. derousse al oir esto.
El abate clavó en él una mirada penetrante. -Uu inglés muy rico , prosiguió el abate , compa-
-Sí, honrado, puedo vanagloriarme de serlo , se- ñero suyo de cárcel , de donde le vino á sacar la se-
ñor, dijo Gaspar, arrostrando aquella mirada con una gunda Restauracion , poseia un diamante de gran va-
mano sobre el pecho. No todos pueden decir otro tan- for , y se lo regaló á Dantés en prenda de gratitud por
to en esta época. haberle cuidado fraternalmente en cierta enfermedad
Tanto mejor si es verdad, contestó el abate, por- que habia tenido. En vez de aprovecharse de la joya
que tengo la firme convicción de que tarde ó tem- para ganar á sus carceleros , que además podrian re-
prano el bueno alcanza recompensa y el malo castigo. cibirla y venderle después , Edmundo la conservó
-A vos, como sacerdote, os toca decir eso, señor con mucho cuidado en espectativa del dia de su li-
abate, como sacerdote, repuso Caderousse con amar- berta 1 , porque entonces tenia su fortuna asegurada
gura. Sin embargo, cada uno puede tener su opinion . con la venta del diamante.
-Haceis mal en hablar así, contestó el abate, por- -¿Con que era , segun decís, un diamante de mu-
que quizás yo mismo sea dentro de poco una prueba cho valor? le pregunto Caderousse con los ojos como
para vos de esta verdad. ascuas.
¿Qué quereis decir? le preguntó Caderousse ad- -Todo es relativo, repuso el abate : de muchísimo
mirado . valor para Edmundo , puesto que estaba tasado en
-Ante todo debo de asegurarme de si sois vos la cincuenta mil francos.
persona que busco. -¡Cincuenta mil francos ! dijo Caderousse. ¿ Seria
-¿Qué pruebas quereis que os dé? tan gordo como una nuez?
-¿Habeis conocido en 1814 6 1815 á un marinero -No tanto; pero vais á juzgar por vos mismo , pues-
que se llamaba Edmundo Dantés? to que lo traigo aquí.
¡Dantés !... ¡ vaya si he conocido al pobre Edmun- Los ojos de Caderousse parecia que buscasen
do! ¡si era uno de mis mejores amigos ! Ya lo creo, es- debajo de la sotana del desconocido la joya de que
clamó Caderousse , tiñéndose de encarnado sus meji- hablaba.
llas , mientras los ojos penetrantes del abate parecia Sacó el abate de su bolsillo una cajita de piel de za-
que se dilataban por abarcarle con una sola mirada. pa negra , y mostró á los ojos deslumbrados del posa-
-Creo con efecto que se llamaba Edmundo. dero , la rica piedra montada en una sortija mag-
¡Vaya si se llamaba Edmundo aquel muchacho! nífica .
como me llamo yo Gaspar Caderousse . ¿Y qué ha sido -¿Y eso vale cincuenta mil francos?
de él, caballero? ¿le habeis quizás conocido? ¿vive aun? -Šin la sortija , que tiene tambien su valor , dijo el
¿es libre? ¿es feliz? abate.
-Ha muerto en su calabozo, mas desesperado y mas Y cerrando la caja la metió en el bolsillo , no
miserable que los forzados que gimen en Tolon. sin que siguiese brillando en el pensamiento de Cade-
Una palidez mortal sucedió en el rostro de Cade- rousse.
rousse al rubor de que antes se habia cubierto . Vio- -¿Pero cómo teneis en vuestro poder esa alhaja ,
le el abate volverse , y enjugar una lágrima con la señor abate? le preguntó . ¿Os la ha legado Edmundo?
punta del pañuelo encarnado que tenia á la cabeza. -No, sino que me hizo su albacea, diciéndome:--
¡Pobre muchacho! murmuró Caderousse . Ahí te- «Yo tenia tres buenos amigos yuna novia,todos cuatro
neis una prueba evidente de lo que os decia , señor »me echan muy de menos, estoy seguro. Uno de ellos
abate, de que Dios solo para los malos es bueno. ¡Ah! »se llamaba Caderousse . »
prosiguió Caderousse con ese lenguaje pintoresco de El posadero se estremeció.
los meridionales , el mundo va de mal á peor. ¡ Que no « El otro , prosiguió el abate, sin que al parecer se
Hoviera pólvora dos dias , y fuego una hora, acabára- »apercibiese de la emocion de Caderousse , el otro se
mos de una vez! » llamaba Danglars ; y el tercero - añadió Edmundo-
-¿Parece que amabais á ese jóven de todo corazon? »aunque rival mio , me amaba tambien . »>
le preguntó el abate. Una sonrisa diabólica agitó los labios del posadero,
-Si que le amaba, dijo Caderousse , aunque tengo que hizo como si quisiera interrumpir al abate.
136 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Teneos , dejadme acabar , dijo este , que luego me »co partes , y dareis una á cada uno de mis bueno s
hareis todas las observaciones que os ocurran. «El »amigos , á aquellos que son los únicos que me ama-
»otro, aunque rivalmio , me amaba tambien : se llamaba »ron en la tierra.>>
>>Fernando . - Mi novia se llamaba... ¡pues no se me ha -¿Cómo cinco partes? esclamó Caderousse; no ha-
»olvidado el nombre de la novia ! murmuró el abate. » beis nombrado mas que cuatro personas.
-Mercedes , dijo Caderousse. -Porque me han dicho que la quinta ha muerto ...
¡ Ah ! es verdad... Mercedes, repuso el abate aho- la quinta era el padre de Dantés.
gando un suspiro. -¡Ay! ¡es verdad ! dijo Caderousse conmovido por

Una sonrisa diabólica agitó los labios del posadero , que hizo como si quisiera interrumpir al abate.

-¿Y qué mas? dijo Caderousse. contrarios afectos ; ¡ es verdad ! ¡ el pobre anciano ha
-Dadme un jarro de agua. muerto!
Caderousse le obedeció al momento. -En Marsella lo supe , respondió el abate haciendo
El abate llenó el vaso , y tomó un sorbo . un gran esfuerzo por parecer indiferente ; pero hace
-¿En qué estabamos? preguntó al posadero , po- ya tanto tiempo de esa muerte, que no he podido ave-
niendo el vaso sobre la mesa. riguar los pormenores... ¿ Sabriais vos alguno?
-En que la novia se llamaba Mercedes. -¿Quién, como yo, los puede saber? dijo Caderous-
-Sí , es verdad.- «lreis á Marsella...» - Tened se . Yo era vecino suyo. Y sí que hace ya tiempo. Un
presente que Edmundo es el que habla. año después de la desaparicion de su hijo murió el po
-Ya estoy. bre anciano .
-Vendereis este diamante ; hareis del dinero cin- -¿De qué mal?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 137

-Los médicos decian que de... de... gastro-enteri- -Ahora creo que tienes razon, muger , contestó
tis... sí, eso es; sus conocidos decian que habia muer- Caderousse.
to de pesar... y yo , que casi le vi morir , digo que -¿Luego nada quereis decirme? repuso el abate.
murió... Para qué ? dijo Caderousse. Si viviera Edmundo
Caderousse vacilaba en rematar la frase. y viniese á mí para conocer de una vez todos sus ami-
—¿De qué murió ? repuso con ansiedad el sacer- gos y enemigos, vaya en gracia ; pero segun decís,
dote. está ya debajo de tierra, y ni puede aborrecer ni ven-
-¡De hambre ! garse. Olvidemos lo pasado.
-De hambre ! esclamó el abate agitadísimo: ¡ de. -¿Quereis, pues, dijo el abate, que dé á esas gentes
hambre ! ¡ ni los animales mas viles se mueren de á quien llamais indignas y falsas, una recompensa des-
hambre ! los perros errantes por las calles encuentran tiñada solo á la lealtad?
una mano compasiva que les arroje un mendrugo de -Es verdad... teneis razon, dijo Caderousse. ¿Qué
pan, ¡y un hombre , un cristiano, muere de hambre seria además para ellos la herencia de Edmundo? lo
en medio de otros hombres que se llaman cristianos que al mar una gota de agua.
como él! ¡Oh! imposible , ¡ eso es imposible! -¡Y olvidas cuánto daño pueden hacerte ! dijo su
-Lo dicho dicho , repuso Caderousse. muger.
-Haces mal. ¿A qué te metes en eso? dijo una voz Cómo así? ¿han llegado á ser ricos y poderosos ?
desde la escalera. Luego no sabeis su historia?
Volvieron la cabeza los dos interlocutores , y á tra- -No, contádmela.
vés de la balaustrada de la escalera vislumbraron la ca- Caderousse reflexionaba al parecer.
beza enfermiza de la Carconte , que habiéndose arras- -No , no , dijo por último. Es cuento largo.
trado hasta allí, los escuchaba sentada en el primer -Dueño sois de hacer lo que os plazca , amigo mio,
escalon , con la cabeza apoyada en las rodillas. repuso el abate con acento de absoluta indiferencia:
-¿A qué te metes tú en esto, muger ? le dijo Cade- respeto vuestros escrúpulos . Sin contar que lo que
rousse . Este caballero me pidé ciertas noticias, que haceis, es con efecto digno de un hombre de bien. No
exige la cortesía que yo le dé. hablemos de esto. ¿ Cuál era mi mision? una sencilla
-Sí , pero la prudencia exige lo contrario, ¿Qué sa- fórmula . Venderé pues el diamante.
bes tú la intencion con que te preguntan eso , im- Y sacando del bolsillo la cajita, la abrió haciendo
bécil? brillar la alhaja ante los fascinados ojos de Cade-
-Con escelente intencion , señora , yo os lo asegu rousse .
ro , respondió el abate. Nada tiene que temer vuestro -Ven y verás, muger, dijo este con voz ronca.
esposo, como me diga la verdad. -¡Un diamante ! esclamó la Carconte, levantando-
-Sí, nada que temer... todos dicen lo mismo... se y bajando la escalera con paso muy firme. ¿ Y qué
primero promesas , luego seguridades , luego si te vi significa ese diamante ?
no me acuerdo , y el dia menos pensado le viene á uno -¿No lo has oido , muger ? respondió Caderousse.
una desgracia sin saber de dónde. Edmundo nos lo ha legado, á su padre en primer lu-
-Estad tranquila, buena muger , que no os vendrá gar , á sus tres amigos, Fernando , Danglars y yo , y á
por mí ninguna desgracia. su novia Mercedes. Vale cincuenta mil francos .
Refunfunó la Carconte algunas palabras ininteligi- -¡Oh! ¡ qué hermosa sortija ! esclamó la Carconte.
bles , volvió á echar sobre sus rodillas la cabeza, que -Es la quinta parte lo que nos pertenece , ¿ no es
habia levantado un instante , y víctima de la fiebre, verdad ? dijo Caderousse.
dejó á su marido en libertad de proseguir su conver- -Si señor, respondió el abate, y además la parte
sacion, aunque situada de manera que la oia sin perder del padre de Dantés, que me creo autorizado á repar-
palabra. tir entre vosotros cuatro.
En este intervalo el abate se habia repuesto , bebien- -¿Por qué entre nosotros cuatro ? preguntó la
do algunos tragos de agua. Carconte.
-¿Pero tan abandonado de todos estaba el pobre -Porque erais los cuatro amigos de Edmundo.
viejo , repuso , que haya muerto tan tristemente? -Amigos no son los traidores , murmuró sorda-
-No tanto , caballero , respondió Caderousse ; que mente la muger.
ni Mercedes la catalana ni Mr. Morrel le habian aban- -Sí, sí, añadió Caderousse, eso es lo que yo decia .
donado ; pero el pobre viejo tenia á Fernando un odio Es casi una profanacion, casi un sacrilegio , recom-
irreconciliable... ese mismo Fernando , añadió Cade- pensar la traicion y acaso el crímen .
rousse con irónica sonrisa , ese mismo á quien tenia -Vos tendreis la culpa, repuso tranquilamente el
Dantés por amigo suyo . abate , guardando la cajita en el bolsillo de su sotana .
-¿Con que no lo era? dijo el abate. Ahora, dadme las señas de los amigos de Edmundo,
-Gaspar ! ¡ Gaspar! murmuró la Carconte desde el para que yo pueda cumplir su última voluntad.
escalon , ¡ cuidado con lo que vas á decir! Gruesas gotas de sudor corrian por la frente de
Hizo Caderousse un movimiento de impaciencia, y Caderousse , al ver al abate levantarse en direccion á
sin contestar á su muger respondió al abate: la puerta, como para indicar á su caballo que estu-
Se puede ser amigo de aquel cuya novia se de- viese prevenido, y volver luego.
sea?Edmundo , con su buen corazon, creia á todos ami- El posadero y su muger se miraban con espresion
gos suyos... ¡ pobre muchacho ! Aunque mas vale que indescriptible.
no lo haya sabido , que así le costara mas el perdonar- -Entero seria el diamante para nosotros, dijo él.
los á la hora de la muerte... Digan lo que digan , pro- -¿Lo crees así? respondió su muger.
siguió Caderousse en su lenguaje no desprovisto de -Un sacerdote no querria engañarnos .
poesía , temo mas la maldicion de los muertos que el -Haz lo que quieras, añadió la Carconte ; yo en
odio de los vivos .
esto ni entro ni salgo.
-¡Imbécil ! refunfuñó la Carconte. Y tomó, tiritando, el camino de la escalera. Sus
DantésY? sabeis qué sea lo que hizo Fernando contra dientes chocaban á pesar del insufrible calor que
repuso el abate. hacia.
-HaVaya
¡ ! ¡ y tanto como lo sé! En el último escalon se detuvo.
blad pues.
-Reflexiónalo bien , Gaspar, dijo desde allí.
-Haz lo que quieras , Gaspar , dijo su muger; tú -Estoy resuelto, le contestó Caderousse.
eres el. am ; pero si te fiaras de mí no despegarias los
labios La Carconte entró en su habitacion, exhalando un
suspiro. Oyose temblar el pavimento bajo sus piés,
138 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

hasta que llegó al sillon, en que se arrojó pesada -Hasta ahí llegan mis noticias, que el mismo Ed-
mente. mundo no sabia otras posteriores que las referentes á
-¿A qué estais decidido? preguntó el abate. él, porque no había vuelto á ver á alguna de las cinco
-A decíroslo todo, respondió Caderousse . personas que os he nombrado , ni á oir hablar de
-Creo en verdad que es lo mejor que podreis ha- ellas.
cer, dijo el eclesiástico, no porque me importe á mí -Pues bien : preso Edmundo , corrió Mr. Morrel á
el saber lo que vos queriais ocultarme, sino porque tomar informes , que fuéron por cierto asaz tristes.
será parte á que yo distribuya la herencia segun los El anciano volvió solo á su casa , guardó llorando su
deseos del testador. Así me place. traje de boda, pasó todo el dia en dar vueltas por su
-Así lo espero, respondió Caderousse con el rostro habitacion , y ni se acostó siquiera por la noche, pues-
inflamado por el ardor de la esperanza y de la ava- to que yo vivia debajo de él , y le oia andar. Tampoco
ricia. yo, que debo decirlo, tampoco yo dormi en toda la no-
-Ya os escucho , dijo el abate. che, porque me hacía mucho daño el dolor de aquel
-Esperad , repuso Čaderousse, que podrian inter- afligido padre , y cada uno de sus pasos resonaba en
rumpirnos en lo mas interesante, y nos fastidiarian. mi corazon como si los diera sobre mi pecho.
Es tambien inútil que nadie sepa que estais aquí. A la mañana siguiente vino Mercedes á Marse-
Y cerró la puerta de la posada con tanto cuidado, lla á implorar la proteccion de Mr. de Villefort, pro-
que hasta le puso la tranca que por la noche le ponia . teccion que no alcanzó , y á hacer al mismo tiempo
Durante este tiempo habia elegido el abate un sitio una visita al anciano . Cuando le vió tan abatido y me-
para escuchar á Caderousse cómodamente, sentándose lancólico , como que ni se habia acostado en toda
en un rincon de manera que le ocultaba la sombra, la noche, ni comido desde la víspera , se empeñó
mientras dala de lleno toda la luz en el rostro de su en llevársele consigo para cuidarle ; pero el viejo de
interlocutor ; y en esta situacion , inclinada la cabeza , ningun modo lo consintió .
juntas las manos, 6 dicho mejor crispadas, se dispo- «No , decia , no saldré de esta casa , porque yo soy
nia á escuchar con alma Y vida. > la persona á quien él ama mas en el mundo , y cuan-
»
Caderousse, cogiendo un banco , se sentó en frente »do salga de la prision , á mí será á quien venga á ver
de él. >>primeramente. ¿Qué diria si no me encontrara aquí
-Ten presente que yo no he despegado mis labios , » esperándole?»>
dijo la temblorosa voz de la Carconte, como si á tra- Yo escuchaba esta conversacion desde el descan-
vés del techo viese la escena que se preparaba. so de la escalera , porque tenia deseos de que Merce-
-Está bien , está bien , respondió Caderousse; cá- des lograse convencer al anciano. Su andar lento y
llate, que yo lo tomo bajo mi responsabilidad. sordo, retumbando á todas horas sobre mi cabeza , no
Y principió á decir: me dejaba reposar un instante .
-¿Pero no subiais vos tambien á consolar al ancia-
CAPITULO IV. no? le preguntó el abate.
¡Ah señor! respondió Caderousse; solo se consue-
RELACION . la al que quiere ser consolado , y él no queria serlo.
Además , no se por qué pareciome que le repugnaba
-Ante todo debo rogaros, señor abate, que me el verme. Una noche, sin embargo , sus sollozos me de-
prometais una cosa . terminaron á subir : cuando llegué à la puerta ⚫ya no
-¿Cuál? le preguntó el abate. sollozaba, sino que rezaba. No sabré deciros , señor,
-Que nunca ha de saberse , si haceis algun uso de de dónde habia sacado el pobre viejo aquellas palabras
lo que os voy á contar, nunca ha de saberse que fuí tan elocuentes , aquellas oraciones tan lastimosas.
yo el que os lo conté; porque las personas de que voy Aquello era mas que piedad y mas que dolor , tanto,
& hablaros son muy poderosas , y podrian perderme que yo que no soy beato ni jesuita dije para mi :-En
solo con mirarme con malos ojos. verdad que soy muy feliz solo y sin hijos, porque si
--Estad tranquilo, amigo mio, contestó el abate. fuese padre y me hallara en la misma situacion dolo-
Soy eclesiástico , y las confesiones se entierran en mi rosa de ese pobre anciano, no pudiendo arrancar á mi
pecho . Recordad que nuestra única idea es cumplir corazon y á mi cabeza tantas cosas buenas como él
dignamente la voluntad de nuestro amigo. Hablad dice al Dios de los buenos , me arrojaria al mar, para
pues sin reserva, pero sin odio ; decidme la verdad, poner fin á mis pesares.
pero la verdad completa. Ni conozco ni conoceré pro- -¡Pobre padre ! murmuró el sacerdote.
bablemente nunca å las personas de que vais á hablar- -De dia en dia se fué quedando mas solo , mas ais-
me; soy además italiano y no francés; pertenezco á lado . Tal vez venian á verle Mr. Morrel y Mercedes;
Dios, y no á los hombres , y voy á volver a encerrarme pero hallaban su puerta cerrada y no les respondia,
en mi convento, de donde no he salido sino para cum- aunque yo tengo por seguro de que estaba dentro..
plir las mandas de un moribundo. Cierta vez que, contra su costumbre , habia recibido
Esta promesa pareció tranquilizar un tanto á Cade- á Mercedes, como la pobre niña , aunque desesperada
rousse. tambien, intentase influirle ánimo, le dijo :
-Pues siendo así, respondió , quiero , ó mejor di- -«Créeme, hija mia, ha muerto , y en vez de espe-
cho , debo desengañaros sobre esas amistades que el »rarle nosotros , él es el que nos espera. ¡ Cuán feliz
pobre Edmundo creia sinceras. >>soy , puesto que, como el mas viejo , seré el primero
-Empecemos, si os parece, por su padre, dijo el , »que le vuelva á ver !»
abate. Edmundo me habló muchísimo de aquel viejo, Por muy bueno que uno sea, ya sabeis que las per-
en quien adoraba. sonas tristes le cansan pronto á uno. Al fin se quedó
Triste es la historia , señor, dijo Caderousse bajan- solo el viejo Dantés ; no veia yo subir á su casa sino
do la cabeza. El principio lo sabreis probablemente. gentes desconocidas de vez en cuando, que bajaban
-Sí , respondió el abate. Edmundo me contó has- luego, ocultando torpemente tal ó cual bulto . Después
ta lo de su prision en una taberna cercana á Marsella. he comprendido lo que aquellos bultos eran : el pobre
-En la Reserva. ¡ Oh Dios mio! ¡ Aun me parece que iba vendiendo para vivir todo lo que tenia.
estoy viendo aquel cuadro! Pronto la casa se quedó en cruz y cuadro , y debia
-Fué en la comida de su boda , ¿ no es verdad? tres plazos del alquiler, y le amenazaban con echarle;
-Sí , ¡qué fin tan triste tuvo aquella comida, que pidió ocho dias de término , que le fuéron concedidos .
principió tan alegre ! Un comisario de policía, con Supe estos pormenores por el casero, que al salir de
cuatro de sus satélites, llegó á prender á Dantés. su cuarto entró en el mio.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 139

Durante los tres primeros dias le oí andar por su tambien la opinior. de Mr. Morrel, que queria obli-
habitacion como de costumbre ; pero al cuarto dejé de garle á esta traslacion ; pero el viejo grito tanto, que
oirle. Atrevime á subir : la puerta estaba cerrada ; pe- temieron irritarle. Mercedes permaneció á la cabece-
ro por el ojo de la llave le vi tan pálido y tan desfalle- ra de su cama. Al marcharse Mr. Morrel le hizo señas
cido, que creyéndole muy enfermo corrí á avisar á de que dejaba sobre la chimenea un bolsillo ; pero res-
Mr. Morrel y á Mercedes. Ambos se apresuraron á ve- guardado con la receta del médico, no quiso el ancia-
nir , Mr. Morrel traia un médico , que declaró que lo no tomar nada. Al cabo, después de dos dias de abs-
que tenia era gastro-enteritis, recetándole dieta. Yo | tinencia y desesperacion, espiró maldiciendo de los

- Créeme , hija mia , ha muerto , y en vez de esperarle nosotros , él es el que nos espera.

estaba presente , caballero , y recuerdo muy bien la que habian sido ocasion de su desgracia, y diciendo á
sonrisa con que el anciano escuchó las palabras del Mercedes:
doctor. «Si vuelves á ver á mi Edmundo, dile que muero
Desde entonces abrió su puerta á todo el mundo, »bendiciéndole. >»
porque ya tenia disculpa al no comer. El médico le El abate se levantó á dar dos ó tres vueltas por la
había recetado dieta. estancia, llevándose la mano temblorosa á su gargan-
El abate lanzó una especie de gemido. ta seca.
-Os interesa esta historia, ¿ no es verdad? le pre- -¿Con que creeis que ha muerto?...
guntó Caderousse. -De hambre, señor... de hambre... dijo Caderous-
-Sí, respondió el abate , que es tiernísima . se; yo os lo aseguro. Es tan verdad como que estamos
Al volver Mercedes hallole tan mudado, que como aquí dos cristianos.
en otros tiempos, intentó llevársele á su casa.Esta era El abate, con mano convulsiva, cogió el vaso, me-
140 BIBLIOTECA UNIVERSAL. .

dio lleno aun de agua, se lo bebió de un trago, y sere- -Ambos, señor. Uno escribió la carta , y el otro
nó con esto sus ojos alterados y sus mejillas pálidas. la echó al correo .
-Confesad que fué una desgracia muy grande, di- -¿Dónde se escribió esa carta?
jo con voz ronca. -En la misma Reserva , la víspera de la comida.
-Tanto mas grande , señor, cuanto que no fuéDios, -Está bien, está bien, murmuró el abate. ¡ Oh Faria,
sino los hombres, los que tuvieron la culpa.
Faria ! ¡ québien conocias á los hombres y á las cosas!
-Hablemos, pues, de esos hombres, dijo el abate;
¿ Qué deciais , señor? le preguntó Caderousse.
pero pensadlo bien, prosiguió con tono casi amenaza-
-Nada , repuso el abate. Proseguid.

www

-Si vuelves á ver á mi Edmundo , dile que muero bendiciéndole.

dor, puesto que os habeis obligado á decírmelo. Vea- -Danglars fué quien escribió la denuncia, con la
mos. ¿Quiénes son esos hombres que hicieron morir mano izquierda, para que su letra no se conociese , y
al hijo de desesperacion y al padre de hambre? Fernando quien la dirigió.
-Dos hombres celosos de él, uno por amor, otro -¿Luego vos estabais allí ? esclamó el abate de re-
por ambicion, Fernando y Danglars. pente.
-Decidme, ¿ de qué manera demostraron esos -¡Yo ! esclamó Caderousse admirado . ¿Quién os ha
celos? dicho que estaba yo allí?
-Denunciando á Edmundo por agente bonapar-
tista. El abate conoció que habia aventurado mucho.
-Nadie , respondió ; pero es preciso que los hubie-
Pero ¿ cuál le denunció ? ¿ cuál de los dos fué el seis presenciado, para estar tan al corriente de todos
verdadero culpable? los sucesos,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 141

-¡Es verdad! repuso Caderousse con voz ahogada: -Así como lo ois, respondió Caderousse. Con vein-
allí estaba yo. ticinco años de laboriosidad inimitable , tras haber ad-
-¿Y no os opusisteis á aquella infamia? añadió el quirido un buen nombre en el comercio de Marsella,
abate: luego sois su cómplice? Mr. Morrel está arruinado irremisiblemente . Cinco
-Señor , dijo Caderousse , me habian hecho be- navíos ha perdido en dos años, tres quiebras ha su-
ber ambos de tal manera, que casi tenia perdida la ra- frido, y hoy no le queda otra esperanza que ese mismo
zon. No veia sino á través de una nube. Hice y dije Faraon, mandado un tiempo por Dantés, que debe
cuanto podia hacer y decir un hombre en estado se- llegar de las Indias con cargo de cochinilla y añil. Si
mejante; pero ambos me respondieron que era una le falta ese navío como los otros, se pierde irremisi-
broma que no tendria consecuencias. blemente.
-A la mañana siguiente visteis , sin embargo , que ¡Y tiene muger é hijos el desdichado! murmuró
las tenia , ¡y no los descubristeis, aunque estabais pre- el abate.
sente cuando prendieron á Edmundo! -Sí, una muger que es una santa de todo en todo;
-Cierto, señor, que lo estaba : quise hablar ; quise una hija que iba á casarse con un jóven á quien ama-
descubrirlo todo ; pero Danglars me contuvo dicién- ba, y a quien hoy ya impide su familia el matrimonio
dome : por ser ella pobre; y tiene un hijo , en fin , teniente
-«Si por casualidad es culpable, si verdaderamente del ejército; pero como comprendereis fácilmente,
>>ha desembarcado en la isla de Elba, si verdaderamen- esto es aumento al dolor del padre, en vez de consue-
>>te está encargado de una carta para el comité bona- lo. Si fuera solo en el mundo, se saltaria la tapa de los
»partista de París , como se la cojan , los que hayan sesos, y negocio concluido .
»sostenido su inocencia pasarán por cómplices suyos .» > -¡Eso es horrible! murmuró el sacerdote.
Tuve miedo de la policía, que era entonces terrible, -Así premia Dios á la virtud, añadió Caderousse .
lo confieso. Callé ; fué cobardía , lo confieso tambien, Pues oid otra prueba. Yo que nunca hice nada malo,
pero no crímen. aparte eso que os conté, yo estoy pobre y hasta mise-
-Entiendó , entiendo. Dejasteis rodar la bola. rable. Veré morir á mi desdichada muger de calen-
-Si señor , respondió Caderousse , y ese es mi re- tura, sin que pueda hacer nada por ella, y luego me
mordimiento eterno. Muchas veces pido por ello per- moriré de hambre como el padre de Dantés, mientras
don á Dios , os lo juro; con tanto mas ahinco, cuanto nadan en oro Fernando y Danglars.
que esta acción es la única que tengo que echarme en -¿Cómo es eso?
cara sériamente, y la ocasion sin duda tambien de to- -Porque todo les sale bien, así como á los hom-
das las desgracias que me han sobrevenido. Estoy bres honrados todo les sale mal.
espiando un arranque egoista. Por eso digo siempre -¿Qué ha sido de Danglars, que fué el mas culpa-
á la Carconte cuando se queja: ble, puesto que fué el instigador?
«Cállate , muger, que Dios lo quiere. »> -¿Qué ha sido de él? Salió de Marsella, á ser por
Y bajó la cabeza Caderousse, al parecer con since- recomendacion de Mr. Morrel, que ignoraba su crí-
ro arrepentimiento . men, tenedor de libros de un banquero español. Cuan-
-Bien, habeis hablado con franqueza , le dijo el do la guerra de España contrató una parte del ves-
abate. Reconvenirse á sí mismo de ese modo es me- tuario del ejército francés, y ganó algun dinero , con
recer perdon. el cual jugó en la Bolsa, triplicando y aun cuadrupli-
-Por desdicha Edmundo ha muerto sin perdonar- cando su caudal. Viudo de la hija de su principal , se ha
me , añadió Caderousse. casado con otra viuda , Madama de Nargonne, hija de
El lo ignoraba... Mr. Salvieux , chambelan del rey actual , que goza de
-Pero quizás ahora lo sepa , repuso Caderousse. mucha influencia. Era ya millonario , y le han hecho
Dicen que los muertos lo saben todo. baron, de suerte que ahora es baron Danglars, y
Hubo un instante de silencio. El abate, que se habia tiene una casa magnífica en la calle de Mont-Blanc , y
levantado y se paseaba meditabundo, volvió á ocupar diez caballos en sus caballerizas, y en sus antesalas
su asiento. seis lacayos, y no sé cuántos millones en su caja.
-Dos ó tres veces me habeis nombrado á un tal -¡Ah! esclamó el abate con una entonacion muy
Mr. Morrel, dijo luego . ¿Qué hombre era ese? singular. ¿Y es dichoso?
-El armador del Faraon , el patron de Dantés. -¿Quién podrá decir si es dichoso? La felicidad y
-¿Y cuál fué su papel en tan triste asunto? la desgracia son los secretos de las paredes. Las pare-
-El de un hombre honrado, afectuoso y decidido. des oyen, pero no hablan . Si una gran fortuna da la
Veinte veces lo menos intercedió por Edmundo. A la felicidad, Danglars es feliz.
vuelta de Napoleon , escribió, suplícó , amenazó ; pero -¿Y Fernando?
vino la segunda Restauracion, y le persiguieron estre- -Fernando es tambien un gran personaje , aunque
madamente por bonapartista . Como ya os lo he dicho por otro estilo.
hartas veces, fué á casa del padre de Dantés para lle- -¿Pero cómo ha podido enriquecerse un pobre
varle á la suya, y la víspera de su muerte, como creo pescador catalan, sin educacion y sin recursos? Estoy
habéroslo dicho tambien ya, dejó sobre la chimenea pasmado, os lo confieso .
un bolsillo, que sirvió para pagar las deudas y el en- -A todo el mundo le sucede lo mismo. Preciso es
tierro del pobre anciano, de manera que pudo morir que en su vida haya algun estraño misterio que nadie
como había vivido, sin causar á nadie daño alguno. conoce.
Todavía conservo yo aquel bolsillo, que era de seda -Pero en fin , decidme por qué escalones visibles
encarnada. ha subido á esa fortuna ó á esa alta posicion social.
-Y ese Mr. Morrel ¿vive aun? preguntó el abate . -A ambas á dos , ¡ á ambas! Tiene fortuna y po-
-Sí, respondió Caderousse. sicion.
-Pues debe de ser un hombre bendecido del Se- -Jurara que me contais un cuento.
ñor, feliz... rico... -Y lo parece en verdad; pero oid, y lo compren-
Caderousse se sonrió amargamente. dereis.
-Feliz... como yo, repuso. Pocos dias antes de la vuelta del emperador habia
¡Qué , es desgraciado Mr. Morrel ! esclamó el caido quinto Fernando. Los Borbones le dejaron tran-
abate. quilamente en los Catalanes; pero Napoleon decretó á
-Se halla muy cercano á la miseria, ó dicho mejor, su vuelta una quinta estraordinaria, y se vió obligado
á la deshonr a. á marchar. Tambien yo marché ; pero como tenia
-¿Cómo así? mas edad que Fernando , y acababa de casarme
142 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

con mi pobre Magdalena, me destinaron á las costas. | la corte y de las provincias , le comprometió, compro-
Agregado Fernando al ejército espedicionario, pasó metiéndose á su vez , guió á su regimiento por sendas
la frontera con su regimiento , y se halló en la batalla de él solo conocidas en las montañas llenas de realis-
de Ligny. tas , é hizo , en fin , tales servicios en esta corta cam-
La noche siguiente á la batalla hallábase Fernando paña , que después de la accion del Trocadero fué
de centinela á la puerta de un general que mantenia ascendido á coronel, con la cruz de oficial de la legion
con el enemigo relaciones secretas , y debia de juntar- de honor y el título de conde.
se con los ingleses aquella misma noche. Propuso á -¡Lo que es el destino ! murmuró el abate.

Propuso á Fernando que le acompañase , y Fernando aceptó , abandonando su puesto.

Fernando que le acompañase, y Fernando aceptó , ¡Sí! pero escuchad, que no es esto todo. Conclui-
abandonando su puesto. da la guerra de España, sin duda que paraba la eleva-
Lo que hubiera hecho que se le formara consejo de cion de Fernando , pues parecia muy duradera la paz
guerra, á permanecer Bonaparte en el trono , fué pa- reinante en Europa. La Grecia solamente, sacudiendo
ra los Borbones recomendacion , de manera que entró el yugo de la Turquía , principiaba entonces la guerra
en Francia con la charretera de subteniente, y como de su independencia. Los ojos del mundo entero se
no perdió la proteccion del general, que gozaba de fijaban en Atenas. Hízose moda comp decer á los grie-
mucha influencia, era ya capitan cuando la guerra de gos y ayudarlos , y el mismo gobierno francés , sin
España en 1823 , es decir , cuando Danglars hacia protegerlos abiertamente como ya sabreis , toleraba
sus primeras especulaciones. Por su cualidad de es- las emigraciones parciales. Fernando solicitó y obtu
pañol fué enviado á Madrid á esplorar el espíritu pú- vo el permiso de ir á servir á Grecia, sin dejar por eso
blico : allí encontró á Danglars , renovaron las amista de pertenecer al ejército francés.
des , ofreció á su general el apoyo de los realistas de Algun tiempo después se supo que el conde de
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 143

Morcef, que este era el título de Fernando , habia -El caso es , dijo el abate con sonrisa amarga,
entrado como general instructor al servicio de Ali- que en junto hacia diez y ocho meses... ¿ Qué mas
Pachá. puede exigir el amante mas querido?
Como ya sabreis , Alí-Pachá fué asesinado ; pero Y luego murmuró estas palabras del poeta inglés :
antes de morir recompensó los servicios de Fernan--Frailty, thy uome is woman.
do con una suma considerable , con la cual volvió á -Seis meses después , prosiguió el posadero, se
Francia , donde se le revalidó sú empleo de teniente verificaba el matrimonio en la iglesia de los Accoules.
general. -En la misma iglesia donde debia de casarse con
—¿De manera que en la actualidad?... preguntó el Edmundo , murmuró el sacerdote. Todo el cambio se
abate. reducia... al novio.
-En la actualidad , prosiguió Caderousse , posee -Casose, pues, Mercedes , prosiguió Caderousse;
una casa magnífica en París , calle de Helder , núme- pero aunque tranquila en apariencias, al pasar por
ro 27. delante de la Reserva le falto poco para desmayarse.
Abrió el abate la boca , permaneció un instante co- Diez y ocho meses antes se habia celebrado allí su co-
mo aquel que duda en hablar, y dijo, haciendo un es- mida de boda con aquel á quien , si consultara su pro-
fuerzo: pio corazon, conoceria que amaba aun.
-¿Y Mercedes ? ¿me han asegurado que desapa- Mas dichoso Fernando, pero no mas tranquilo, que
reció? yo le ví en aquella época , sobresaltado á todas horas
-Desapareció , sí , repuso Caderousse , como des- con pensar en la vuelta de Edmundo , determinó de
aparece el sol para volver á salir mas esplendoroso al irse con su muger á otro país , que eran los Catalanes
otro dia. lugar, de muchos peligros y recuerdos. Con que se
Tambien ella ha hecho fortuna ? preguntó el marcharon á los ocho dias de la boda.
abate con una sonrisa irónica. -¿Habeis vuelto á ver á Mercedes? le preguntó el
-Mercedes es hoy día de la fecha una de las mas abate.
aristocráticas damas de París. -Sí, en Perpiñan , donde la habia dejado Fernando
-Proseguid , que paréceme que escucho contar un para ir á la guerra de España. Ocupábase entonces en
sueño , dijo el abate ; pero he visto yo tambien cosas la educacion de su hijo.
tan estraordinarias , que me admiran menos las que El abate se estremeció.
me referís. -¿De su hijo?
-Al principio puso á Mercedes desesperada la pér- -Si, respondió Caderousse , del niño Alberto.
dida de su Edmundo. Ya os he contado sus instancias -Pero ¿tenia ella educacion para dársela á su hijo?
á Villefort , y su afecto al padre de Dantés . En esto prosiguió el abate. Paréceme haber oido decir á Ed-
vino á heriría un nuevo dolor , la ausencia de Fernan- mundo que era hija de un simple pescador; hermosa ,
do , de Fernando , cuyo crímen ignoraba , y á quien pero ignorante.
tenia por hermano. -¡Oh! ¡ tan mal conocia á su propia novia! dijo Ca-
Con esta ausencia quedó Mercedes sola . derousse. Si la corona debiese de adornar solo las
Tres meses pasaron para ella de afliccion . Ni noti- cabezas mas lindas é inteligentes , Mercedes hubie-
cias de Dantés recibia , ni tampoco de Fernando . ra podido ser reina. A medida que su fortuna crecia ,
Nada tenia presente á sus ojos sino un anciano , mo- iba creciendo ella moralmente. El dibujo , la música ,
ribundo de desesperacion. todo lo aprendia. Además, creo -aquí para entre nos-
A la caida de una tarde , que habia pasado entera otros que esto lo hacia por distraerse , por olvidar,
como de costumbre , sentada en la union de los dos y que solamente llenaba su cabeza con tantas cosas
caminos que van de Marsella á los Catalanes , volvió por combatir el vacio de su corazon . Pero ahora , con-
Mercedes á su casa mas abatida que nunca . Ni su tinuó Caderousse , será sin duda otra muger. La for-
amante ni su amigo regresaban por alguno de los dos tuna y los honores la habrán consolado . Es rica , es
caminos , y ni de uno ni de otro sabia el paradero. condesa, y sin embargo...
De repente pareciole oir unos pasos muy cono- El posadero se contuvo.
cidos ; volvió con ansiedad la cabeza , y abriéndose la -Sin embargo , ¿qué? le preguntó el abate.
puerta vió aparecer á Fernando con su uniforme de -Estoy seguro de que no es feliz, dijo Caderousse .
subteniente. -¿En qué os fundaís?
No recobraba todo , pero sí una parte de su vida pa- -Escuchad . - Cuando mas hostigado me vi por la
sada , de lo que tanto sentia y lloraba perdido. miseria, ocurrióseme que no dejarian de ayudarme un
Cogió Mercedes las manos de Fernando con un tanto mis antiguos amigos , con que me presenté á
trasporte , que este tuvo por amor , no siendo sino de Danglars, que no quiso recibirme , y á Fernando, que
alegría , por verse ya en el mundo menos sola y con me dió por conducto de su ayuda de cámara cien
un amigo , tras tantas horas de solitaria tristeza. francos.
Además , preciso es decirlo , nunca habia odiado á -¿Luego no visteis ni á uno ni á otro?
Fernando; no le habia amado , es verdad; pero porque -Ciertamente; pero Madama de Morcefsí me vió.
otro ocupaba su corazon entero. Este otro estaba au- -¿Cómo?
sente... habia desaparecido ... quizás habria muerto... -Al salir de su casa cayó un bolsillo á mis piés
Esta idea hacia prorumpir á Mercedes en sollozos y con veinticinco luises. Levanté al punto la cabeza, y
retorcerse los brazos ; pero esta idea , rechazada cuan- pude ver á Mercedes , que cerraba la ventana.
do otro se la sugeria , estaba de suyo siempre fija en -¿Y Mr. de Villefort? preguntó el abate.
su imaginacion. Tampoco por su parte el anciano -Ni habia sido mi amigo , ni yo le conocia tan si-
Dantés hacia otra cosa que decirle: -«Nuestro Edmun- quiera , con que nada tuve que pedirle
do ha muerto, porque de lo contrario él tornaria. » -¿Pero no sabeis qué ha sido de él, ni sabeis la
Como ya os dije , el anciano murió. Sin esto acaso parte que tomó en la desgracia de Edmundo?
nunca se casara Mercedes con otro , porque él seria un -No. Sé solamente que algun tiempo después de la
acusador de su infidelidad. Todo esto lo comprendió prision del pobre chico, se casó con la señorita de
Fernando , con que volvió á Marsella al saber la muer- Saint-Meran, y muy luego dejaron á Marsella. Sin du
te del padre de Dantés. Ya era teniente. Cuando su pri- da la fortuna les habrá sonreido como á los otros ; sin
mer viaje ni una palabra de amor habia dicho á Mer- duda Villefort es rico como Danglars, y considerado
cedes ; pero esta vez ya le recordó cuánto la amaba . como Fernando. Yo solo permanezco pobre y olvida-
Mercedes le pidió que la dejase seis meses todavía do, como veis, de Dios.
llorar y esperar á Edmundo. Os engañais, amigo mio, dijo el abate. Dios tal
144 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

vez, mientras prepara lo srayos de su justicia, aparen- sesperacion, para que en esto nunca me chancee . To-
ta olvidar ; pero llega un dia en que recuerda, y así mad, pues, el diamante ; pero en cambio...
os lo prueba . Caderousse retiró su mano , que tocaba ya la sortija .
Esto diciendo el abate sacó de su bolsillo la sortija. El abate se sonrió .
-Tomad, amigo mio , dijo á Caderousse presentán . -En cambio, repuso, dadme ese bolsillo de seda
dosela : tomad este diamante, que es vuestro. encarnada que dejó Mr. Morrel sobre la chimenea del
-¡Cómo! ¡mio ! ¡ mio solo! esclamó Caderousse. anciano Dantés, y que vos poseeis, segun me dijisteis.
¡Ah señor! ¿no os burlais ! De cada vez mas admirado Caderousse se dirigió á

Casamiento de Mercedes con Fernando.

-El precio de este diamante debia de repartirse un armario de encina, y abriéndolo dió al abate un
entre sus amigos , con que si Edmundo tenia uno so- bolsillo largo de torzal encarnado, que adornaban dos
lo, es imposible la reparticion . Tomad este diamante y anillos de cobre , dorados en otro tiempo.
vendedlo. Os repito que vale cincuenta mil francos . Cogiolo el abate , y en su lugar dió al posadero el
Con tal suma espero que saldreis de la miseria . diamante.
-¡Oh señor! dijo Caderousse alargando la mano Oh señor! sois un hombre bajado del cielo, escla
tímidamente y enjugándose con la otra el sudor que le mó Caderousse . Nadie sabia que Edmundo os dió este
bañaba el rostro; joh señor, no tomeis á chanza la diamante, y hubierais podido quedaros con él.
felicidad ó la desesperacion de un hombre! -¡Hola ! dijo para sí el abate ; segun eso tú lo hu-
-Harto bien sé lo que es felicidad y lo que es de- bieras hecho.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 145

Y cogió su sombrero y sus guantes, y se levantó. | le despedia, y partió en la misma direccion que habia
-¡Ah! dijo de repente : ¿eso que me habeis con- traido.
tado es verdad pura? ¿puedo crerlo al pié de la letra? Al volverse Caderousse vió detrás á la Carconte,
-Esperad, señor abate , respondió Caderousse : en mas pálida y mas temblorosa que nunca.
este rincon hay un Santo Cristo de madera, bendito, -¿Es verdad lo que he escuchado ? le dijo.
y sobre aquel baul el devocionario de mi muger. -¿Qué? ¿que nos daba el diamante para nosotros
Abridlo, que sobre él una mano, y con la otra esten- solos? respondió Caderousse loco de júbilo.
dida hacia el Crucifijo, os juraré por la salvacion de -Si?

Hielod

-Caballero , le dijo , yo soy el comisionista principal de la casa de Thomson y French de Roma.

mialma y por mi fé de cristiano, que os he contado -Nada mas verdadero, porque... míralo.
todo tal como pasó, y como el ángel de los hombres Contemplolo un instante la muger, y luego dijo con
lo repetirá al oido de Dios el dia del juicio final. voz sorda:
-Está bien, repuso el abate , convencido por su -¡Si fuera falso ! ...
acento de que decia Caderoussé verdad. Está bien. Caderousse palideció y estuvo á punto de caerse.
Adios. Voime lejos de los hombres, que tanto mal se -Falso!... murmuró; ¡ falso! ¿y por qué ese hom-
hacen unos á otros . bre me habia de haber dado un diamante falso?
Y librándose á duras penas de los trasportes de -Por hacerte hablar sin pagarte , imbécil.
entusiasmo de Caderousse, quitó el abate por sí mis- Al peso de esta suposicion , quedó Caderousse como
mo la tranca á la puerta, volvió á subir á caballo, aturdido.
saludó por última vez al posadero, que ruidosamente ¡Oh! dijo después de un instante , cogiendo su
SEGUNDA SERIE.- ENTREGA 110. 10
146 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

sombrero, que se puso sobre el pañuelo encarnado El inglés reflexionó un instante, y luego dijo:
que tenia á la cabeza ; pronto lo sabremos. -¿Con que os inspira temores ese crédito?
-¿Cómo? Lo miro como perdido .
-Hoy es la feria de Beaucaire : habrá plateros de -Pues yo os lo compro.
París : voy á enseñárselo. Guarda tú la casa, muger, -¡Vos!
que dentro de dos horas estoy de vuelta. -Sí , yo.
Y salió Caderousse precipitadamente de la posada , -Pero , ¿sin duda con descuento énorme?
tomando el camino opuesto al que acababa de tomar -No: á la par : por doscientos mil francos. Nues-
el desconocido. tra casa , añadió el inglés sonriendo , no hace negocios
-¡Cincuenta mil francos ! murmuró la Carconte al de esa clase.
verse sola: es dinero... pero no es riqueza. -¿Y pagais?...
-Al contado .
CAPITULO V. Y sacó el inglés de su bolsillo un legajo de billetes
de banco, que podrian importar el doble de la suma
LOS REGISTROS de cárceles. que temia perder Mr. de Boville.
Un relámpago de alegría iluminó el semblante de
La mañana siguiente al dia en que pasó, camino este ; pero haciendo un esfuerzo , añadió :
de Bellegarde á Beaucaire, la escena que acabamos de -Es mi deber advertiros , caballero , que segun to-
describir, un hombre de treinta á treinta y dos años , das las probabilidades no recobrareis el seis por cien-
con frac azul, pantalon de nankin , chaleco blanco, ý to de esa suma .
aire á par y acento inglés, se presentó en casa del -Eso no es cuenta mia , sino de la casa de Thom-
alcalde de Marsella. son y French, en cuyo nombre procedo , respondió el
-Caballero , le dijo, yo soy el comisionista prin- inglés. Acaso tenga ella empeño en apresurar la ruina
cipal de la casa de Thomson y French de Roma. Hace de otra casa rival ; lo que sé , caballero , es que estoy
diez años que estamos en relaciones con la de Mor- pronto á pagaros el endoso que vais á hacerme, y que
rel é hijos de Marsella , y hasta le tenemos confiados solo os exigiré un mínimo corretaje .
unos cien mil francos sobre poco mas o menos . Lo -
-¡Y tanto, caballero ! nada mas justo , esclamó
que se dice de que amenaza ruina la tal casa , nos po- Mr. de Boville. El derecho de comision suele ser un
ne actualmente en suma inquietud , con que vengo uno y medio por ciento; ¿quereis el dos ? ¿quereis el
esprofeso de Roma á pediros noticias sobre este tres ? ¿ quereis el cinco ? ¿quereis mas? Vuestra boca
asunto. será medida .
-Caballero, respondió el alcalde, sé efectivamente -Caballero , repuso sonriendo el inglés , yo , como
que de cuatro 6 cinco años acá parece que persigue mis principales , no hago negocios de esa clase ; mi
la desgracia á Mr. Morrel. Ha perdido sucesivamente corretaje es de otra especie.
cuatro ó cinco barcos, y ha sufrido tres ó cuatro quie- -Hablad pues , que ya os escucho .
bras; pero no me toca á mí, aunque su acreedor por -¿Sois inspector de cárceles?
unos diez mil francos , no me toca esplicaros la situa- -Catorce años há .
cion de su casa. Esto es cuanto puedo deciros , caba- ¿Teneis libros de entradas y salidas?
llero. Si quereis saber mas , id á ver á Mr. de Boville , -Sin duda alguna .
inspector de cárceles , que vive calle de Noailles, nú- -¿En esos libros deben de constar las notas relati-
mero 15. Segun creo , tiene colocados doscientos mil vas á los presos?
francos en la casa de Morrel, y si realmente hay oca- -Cada preso tiene su casilla de observaciones.
sion de que temamos, como su cantidad es mayor —Pues oid , caballero . Yo fuí educado en Roma por
que la mia, serán tambien mas exactas sus noticias un abate , un pobre diablo , que desapareció de la no
probablemente. che á la mañana . Después supe que le habian preso
Al parecer apreció mucho el inglés esta delicada en el castillo de If, y quisiera enterarme de los por-
conducta, y saludando al alcalde se encaminó á la calle | menores de su muerte.
indicada, con ese paso peculiar á los hijos de la Gran -¿Cómo se llamaba?
Bretaña. -El abate Faria.
Mr. de Boville estaba en su gabinete . Al verle hizo -¡Ah! le recuerdo perfectamente , esclamó Mr. de
el inglés un movimiento de sorpresa , como si no fue- Boville : estaba loco.
ra la primera vez que viese á la persona que venia á -Eso decian.
visitar. En cuanto á Mr. de Boville, estaba tan deses- -¡Oh ! lo estaba de seguro.
perado, que evidentemente el pensamiento que ahora -Puede ser. ¿Y cuál era su locura?
absorbia todas sus facultades no dejaba á su memoria -Se imaginaba tener noticia de un tesoro inmenso ,
ni á su imaginacion volar á lo pasado . y ofrecia al gobierno sumas incalculables porque le
Con la flema de los de su raza , abordó el inglés la pusiera en libertad .
cuestion casi en los mismos términos en que acababa Pobre diablo! ¿ con que ha muerto?
de hablar al alcalde. -Hace cinco ó seis meses ; en febrero último.
-¡Oh caballero! esclamó Mr. de Boville , no pueden -Buena memoria teneis , caballero , pues así re-
ser mas fundados vuestros temores por desdicha. cordais las fechas.
Aquí me teneis en la desesperacion . Doscientos mil -Recuerdo esta , porque la muerte del abate fué
francos tenia yo colocados en la casa de Morrel; dos- seguida de un suceso muy singular.
cientos mil francos que eran la dote de mi hija, y -¿Se puede saber ese suceso ? preguntó el inglés
pensaba casarla dentro de quince dias, puesto que de con tal espresion de curiosidad, que hubiera sorpren-
esa cantidad, cien mil francos eran reembolsables el 15 dido á un observador el hallarla en su rostro fle-
de este mes, y los otros cien mil el 15 del próximo. mático.
Ya tenia avisado á Mr. Morrel que deseaba que fuera ¡Oh ! sí , caballero : figuraos que el calabozo del
exacto en el reembolso , y cata que viene él mismo á abate distaba cuarenta y cinco ó cincuenta pasos con
decirme há media hora , que si su barco El Faraon no corta diferencia del de un antiguo agente bonapartis-
ha vuelto para el 15, le será imposible pagarme. ta , uno de aquellos que mas habian contribuido á la
-Pero eso parece solo un aplazamiento , dijo el vuelta del usurpador en 1815 , hombre muy audaz y
inglés. muy peligroso...
¡Decid mejor que parece una bancarrota! esclamó -¿De veras? dijo el inglés.
desesperado Mr. de Boville. -Ší , respondió Mr. de Boville : yo mismo tuve oca-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 147

sion de verle en 1816 ó 17 ; por cierto que solo con un -Es verdad. Esta historia nos ha hecho divagar un
piquete de soldados me atreví á bajar á su calabozo . tanto. Disimuladme.
¡Qué impresion tan profunda me causó aquel hombre! -¡Disimularos ! ¿por qué? ¿por la historia? no tal:
Jamás olvidaré su fisonomía. háme parecido curiosísima.
El inglés se sonrió imperceptiblemente. -Y lo es con efecto. ¿Con qué deseais, caballero ,
Y luego repuso : examinar todo lo relativo á vuestro pobre abate , que
-¿Deciais, caballero, que los dos calabozos?... era la misma dulzura?
-Solo distaban cincuenta piés uno de otro ; pero -Tendré mucho gusto .
segun parece , Edmundo Dantés... -Pasemos á mi despacho , y os complaceré.
-¿Con que el hombre peligroso se llamaba?... Y los dos pasaron al despacho de Mr. de Boville.
Edmundo Dantés. - Pues pareceque el tal Edmun- Todo allí respiraba órden y arreglo. Cada libro tenia
do Dantés se habia procurado herramientas, ó las ha- su número, cada nota ocupaba su lugar. Hizo el ins-
bia construido él mismo , pues se encontró una gale- pector al inglés sentarse en su propio sillon , ponién-
ría subterránea, por donde se comunicaban los dos dole delante el libro y las notas referentes al castillo
presos. de If, ydejándole en completa libertad de examinarlas,
-Ese subterráneo tendria un objeto sin duda, ¿el pues él se sentó en un rincon á leer un periódico.
de escaparse? Pronto encontró el inglés lo que buscaba ; pero sin
-Justamente; pero por desdicha de los presos, duda le habria interesado mucho la historia que le
atacó al abate Faría una catalepsis , y murió. contó Mr. de Boville, pues habiendo recorrido muy por
-Ya comprendo. Eso debió destruir los proyectos encima el registro de Faria , prosiguió hojeando hasta
de fuga. dar con el de Edmundo Dantès. Allí tambien cada do-
-Para el muerto, sí ; pero no para el vivo, respon- cumento lo halló en su sitio: la denuncia , el inter-
dió Mr. de Boville. En esta desgracia halló por lo con- rogatorio , la solicitud de Morrel y el informe de Ville-
trario Dantés un medio de apresurar su fuga. Sin fort. Dobló mañosamente la denuncia , echósela en el
duda se figuró que los presos que mueren en el casti- bolsillo , llegó al interrogatorio , y viendo que no se
llo de Ifse entierran en un cementerio como los comu- nombraba siquiera á Mr. Noirtier , examinó la solici-
nes, pues trasladó el difunto á su calabozo , ocupó su tud de 10 de abril de 1815 , en que por consejos del
lugar en el saco en que se le habia metido, y esperó la sustituto , Morrel exageraba,-con la mejor intencion,
hora del entierro. pues reinaba entonces Bonaparte,-los servicios de
-Espediente atrevido, y que indicaba algun valor, Dantés á la causa imperial , corroborados por la certi-
repuso el inglés. ficacion de Villefort. Con esto lo comprendió ya todo
¡Oh! ya os dije, caballero, que era un hombre muy claramente. Guardando Villefort la solicitud de Morrel,
peligroso. Por fortuna, él mismo libró al gobierno de había hecho de ella un arma poderosa bajo la segunda
los temores que le inspiraba. Restauracion. Ya no pudo , pues, admirarle hallar esta
-¿Cómo? nota en el registro, al márgen de su nombre:
-¿No lo comprendeis?
-No. Bonapartista acérrimo. Ha to-
-El castillo de If no tiene campo-santo sino que mado una parte muy activa
simplemente arrojan á los muertos al mar, atándoles Edmundo Dantés. en la vuelta de Napoleon.
á los piés una bala de treinta y seis. Téngasele muy vigilado y con
-¿Y qué?... añadió el inglés como si fuera torpe el mayor secreto .
de comprension.
-Que le tiraron al mar con una bala de treinta y Debajo de estas líneas habia escrito una mano di-
seis. ferente:
-¿De veras? esclamó el inglés. «Vista la nota anterior, nada se puede hacer por él.»
-Sí, caballero. Ya comprendereis cuánta debió de Solo comparando la letra del márgen con la de la reco-
ser la sorpresa del fugitivo al sentirse precipitado mendacion puesta á la solicitud de Morrel , pudo con-
desde aquella altura. Cualquier cosa daria por haber vencerse de que ambas eran iguales , es decir , ambas
visto su cara en aquel momento. de Villefort.
-Cosa difícil era. En cuanto á la última nota , comprendió el inglés
-No importa , contestó Mr. de Boville , á quien la que habria sido escrita por algun inspector, á quien
idea de recobrar sus doscientos mil francos ponia de Edmundo inspirara un interés pasajero, destruido
buen humor. No importa: me la estoy figurando. por lo terminante y espresivo de la nota marginal.
Y se echó á reir. Ya hemos dicho que por discrecion, el inspector
-Yo tambien , añadió el inglés. se habia puesto á leer aparte La Bandera Blanca,
Y tambiense echó á reir ; pero como rien los in- por no molestar al discípulo del abate Faria; con que
gleses , de dientes á fuera. no pudo verle doblar y guardarse la denuncia, escrita
-Segun eso, añadió el inglés recobrando el prime- por Danglars bajo el emparrado de la Reserva , con un
ro su sangre fría; segun eso ¿el fugitivo se ahogó? sello del correo de Marsella del 27 de febrero á las
-¡Toma! seis de la tarde.
-De manera que el gobernador del castillo de If Pero debemos decir que aunque lo hubiera visto,
se libró al par del preso furioso y del preso loco. daba tan poca importancia á aquel papel, y tanta á
-Justamente . sus doscientos mil francos, que no se hubiera opuesto
¿Ese suceso debe de constar por algun documen- á que se lo llevara.
to? preguntó el inglés. Gracias, dijo el inglés cerrando el libro de repen-
Sí, sí, por una partida de defuncion. Ya com- te. Ya he despachado , y ahora debo de cumplir mi
prendereis que á la familia de Dantés , caso de que la promesa. Hacedme un simple endoso de vuestro
tenga, podría interesarle convencerse de si era muer- crédito, confesando haber recibido el importe , y voy
to ó vivo. á contároslo.
-De suerte que si le heredan, pueden gozarlotran- Y cediendo su sillon á Mr. de Boville , que se apre-
quilamente. El está muerto, y bien muerto. suró á hacer el endoso y el recibo, púsose el inglés á
-¡Vaya! hasta se les espedirá certificacion el dia contar billetes de banco en el otro estremo de la mesa.
que la quieran.
-Corriente , respondió el inglés ; pero volvamos á
los registros.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
148

que los poblaron en otro tiempo : uno era un jóven de


veintitres ó veinticuatro años , llamado Manuel Ray-
CAPITULO VI.
mond, que enamorado de la hija de Mr. Morrel, perma-
MORREL É HIJOS. necia en el escritorio , á pesar de todos los esfuerzos
que hacia por lo contrario su familia. El otro era un
a
Quien hubiese dejado á Marsell algunos años antes, viejo, empleado en la caja; llamábase por apodo Co-
conociendo á fondo la casa de Morrel, y hubiese vuelto cles, apodo que le habian dado los jóvenes que en
n que
en la época á que hemos llegado con nuestros lecto- otro tiempo henchia aquella casa poco menos
desierta, y apodo en fin que habia sustituido tan
res, la encontraria muy variada.

100

Dobló mañosamente la denuncia y echósela en el bolsillo.

En vez de ese aroma de vida , de felicidad y de holgu- | completamente á su propio nombre , que segun todas
ra que exhalan , por decirlo así, las casas en estado prós- las probabilidades no habria vuelto ahora la cabeza si
pero; en vez de aquellos alegres rostros que se veian le llamaran por su nombre.
detrás de los visillos de los cristales; en vez de aquellos Cocles permanecia al servicio de Mr. Morrel , ha-
agentes afanosos que cruzaban por los corredores con biéndose verificado en la situacion de aquel hombre
la pluma detrás de la oreja; en vez de aquel patio lleno un cambio muy singular . Habia ascendido á cajero y
de fardos, retumbando á los gritos y á las carcajadas
de los factores , hallara á primera vista yo no sé qué de No ndido
desce dejabaápor
criad o . de ser siempre el mismo Cocles,
esto
triste, yo no sé qué de muerto. bueno , leal , sufrido; pero inflexible en cuanto á la
En aquel corredor desierto y en aquel patio soli- aritmética , en lo cual se las tenia tiesas hasta con el
tario solo , quedaban dos de los numerosos empleados mismo Mr. Morrel, aunque no conociese otra teoria
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 149

que su tabla de Pitágoras, que se sabia de memoria, aquella exactitud , ni aquellos pagos suspenderse; co-
ya decorrido, ya salteado , y á pesar de cuantos ardi- mo el molinero que posee un molino en un rio muy
des se usaran para hacerle equívocarse. caudaloso, no comprende que pueda secarse el rio.
Cocles era el único impasible en medio de la gene- Hasta la fecha con efecto nada habia podido destruir
ral desgracia que pesaba sobre la casa de Morrel; pero la creencia de Cocles. Los pagos del fin del mes ante-
no se juzgue mal de esta impasibilidad, que no era rior se verificaron con rigorosa puntualidad. Cocles
falta de cariño, sino todo lo contrario, conviccion habia rectificado una equivocacion de ochenta cuar-
profundísima. Así como las ratas, que segun cuentan, tos, cometida por el armador contra su bolsillo , y el

un sh reno od www
ssion ohjens ni
1
-Gracias, dijo el inglés, cerrando el libro de repente.

van abandonando poco á poco al navío sentenciado de | mismo dia se los habia devuelto. Morrel , con una son
antemano por las borrascas á irse á pique; así como risa melancólica los tomó y los echó en un cajon ca-
estos animales egoistas cuando leva el ancla ya lo si vacío, diciéndole :
han abandonado completamente ; así la turba de agen- -Bien, Cocles: sois el non plus de los cajeros.
tes y factores que vivia de la casa del armador, habian Y Cocles se marchó reventando de orgullo, porque
ido poco a poco desertando del despacho y de los al- un elogio de Mr. Morrel, el non plus de los hombres
macenes como ya se ha dicho ; pero Cocles los vió honrados de Marsella, lo tenia en mas que una grati-
marcharse sin pensar siquiera en la causa. Todo en él, ficacion de cincuenta escudos .
volvemos á repetirlo, se reducia á cuestion de números, Pero desde este fin de mes tan glorioso habia
como en los veinte años que llevaba en el escritorio pasado Mr. Morrel horas muy crueles. Para aten-
de Morrelhabia visto siempre verificarse los pagos con der á aquellos pagos agotó todos sus recursos, y
tanta exactitud, no comprendía que pudiera faltar hasta habia hecho en persona un viaje á la feria de
150 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Beaucaire á vender algunas alhajas de su muger y de -Caballero , le dijo Mr. Morrel, á quien parecia mor-
su hija y una parte de su plata , temeroso de que el re- tificar esta contemplacion ; caballero , ¿ deseabais ha-
currir en Marsella á tales estremos hiciera dar por blarme?
segura su ruina. Con este sacrificio pudo salir lucida -Sí señor. Sabeis de parte de quién vengo , ¿ no es
del apuro la casa de Morrel ; pero la caja quedó com- verdad?
pletamente vacía. -De parte de la casa de Thomson y French , se-
El crédito , con su habitual egoismo , se alejaba de gun me ha dicho mi cajero .
ella por los rumores que circulaban, y para hacer fren- -Os ha dicho la verdad. En todo este mes y el
te á los cien mil francos de Mr. de Boville á mediados próximo necesita la casa de Thompson y French pa-
del mes actual, y á otros cien mil que iban á vencer el gar en Francia unos cuatrocientos mil francos , y co-
15 del mes siguiente , no contaba en verdad Mr. Mor- nociendo vuestra exactitud , ha reunido todo el papel
rel si no con la vuelta del Faraon , cuya salida habia que corria vuestro , encargándome que lo hiciera efec-
anunciado un navío que acababa de llegar, y que ha- tivo á medida que venciera .
bia salido al propio tiempo que él. Morrel exhaló un profundo suspiro, y se pasó la ma-
Pero la llegada de este navío, procedente, como El no por la frente , cubierta de sudor.
Faraon, de Calcuta , fué quince días atrás, mientras del -¿Segun eso teneis pagarés mios ? preguntó al
Faraon no se sabia noticia alguna. inglés.
Tal era el estado de la casa de Morrel é hijos , cuando -Sí , caballero , pagarés que importan una suma
en la misma mañana en que hemos dicho ajustó considerable.
con Mr. de Boville su importantísimo negocio , se pre- -¿Cuánto? preguntó Morrel con acento que en va-
sentó en casa de Mr. Morrel el agente de Thomson y no queria que pareciese firme.
French, de Roma. -Vedlos , respondió el inglés sacando un legajo de
Recibiole Manuel, y como toda cara nueva le asus- su bolsillo. Aquí teneis un endoso de doscientos mil
taba, porque en cada cara nueva veia un nuevo acree- francos hecho á nuestra casa por Mr. de Boville , ins-
dor, que inquieto por la fortuna de la casa venia á son- pector de cárceles. ¿ Reconocéis deber esta cantidad
dear al comerciante, Manuel , repetimos , quiso evitará Mr. de Boville?
esta visita á Mr. Morrel, é hizo mil preguntas al re- -Sí , caballero . La colocó en mi casa al cuatro y
cien venido , quien le declaró que nada podia decir á mediopor ciento hará pronto cinco años.
Mr. Manuel, pues necesitaba entenderse con Mr. Mor- -¿Y debeis reembolsársela ...
rel en persona. -La mitad el 15 de este mes , y la otra mitad el 15
Llamó el jóven suspirando á Cocles , que apareció del próximo.
al punto, recibiendo la órden de llevar al estranjero á Corriente. Ved ahora valores importantes treinta
presencia de Morrel. Ꭹ dos mil quinientos francos , pagaderos á fin de este
Cocles salió delante y el estranjero detrás . mes. Son abonarés vuestros que nos han trapasado
En la escalera tropezaron con una jóven muy linda sus tenedores.
de diez y seis á diez y siete años, que miró al estranje- -Los reconozco , dijo Morrel , poniéndose colorado
ro como con inquietud. de vergüenza al pensar que por la primera vez iba á
Cocles no reparó esta mirada ; mas al parecer el es- quedar su firma desairada. ¿ Es esto todo?
tranjero , sí. -No , caballero , que tengo aun cincuenta y cinco
-Mr. Morrel está en su despacho , señorita Julia , mil francos sobre poco mas o menos , traspasados á
¿no es verdad? la preguntó el cajero . nuestra casa por las de Pascal y Wild y Turner , de
-Sí ... yo lo creo al menos , respondió la jóven vaci- Marsella . Importan estas sumas doscientos ochenta y
lando . Cercioraos antes, Cocles , y si está , anunciadle siete mil quinientos francos .
á este caballero . Lo que padecia el infeliz banquero es indescrip-
-Será inútil anunciarme , señorita ; Mr. Morrel no tible.
conoce mi nombre , respondió el inglés . Este buen se- -¡Doscientos ochenta y siete mil quinientos fran-
ñor solo tiene que decir que soy el comisionista prin- cos ! repitió maquinalmente.
cipal de la casa de Thomson y French de Roma, con -Sí señor , repuso el comisionista. -Ahora pues,
la cual está en relaciones la de vuestro padre. continuó después de una corta pausa , no debo oculta-
La jóven se puso pálida y siguió bajando, mientras ros , señor Morrel , que aun reconociendo vuestra pro-
Cocles y el estranjero seguian subiendo . bidad sin tacha hasta lo presente , dícese por Marsella
Ella entró en la oficina de Manuel, y Cocles, con una que no estais en disposicion de hacer frente à vues-
llave que poseia para entrar á todas horas en el despa- tros créditos .
cho de su amo, abrió una puerta situada en un rincon A esta salida casi brutal , palideció Morrel estrema-
del rellano del piso segundo , guió al estranjero á una damente.
antesala, abrió otra puerta , que volvió á cerrar detrás -Caballero , dijo , hasta lo presente -y hace ya
de sí, y dejando un instante à solas al comisionado de veinticuatro años que recibí la casa de manos de mi
la casa de Thomson y French, volvió luego haciéndole padre , que á su vez la habia manejado treinta y cinco;
señas de que podia entrar. -hasta lo presente ni una firma de Morrel é hijos se
Halló el inglés á Mr. Morrel sentado delante de una ha desairado en mi caja.
mesa, palideciendo al contemplar las columnas de nú- -Ya lo sé , respondió el inglés ; pero habladme, ca-
meros de su capital pasivo . ballero , de hombre honrado á hombre honrado : ¿ pa-
Al ver al estranjero cerró Mr. Morrel su libro de gareis estas con la misma exactitud ?
caja y se levantó para acercar una silla : luego que le Morrel se estremeció, mirando al que le hablaba así
vió sentado, se volvió él tambien á sentar. con una firmeza que antes no habia tenido.
Mucho habian mudado los catorce años al digno ne- -A preguntas hechas con tal franqueza , preciso
gociante á quien conocimos de edad de treinta seis es responder del misino modo. Caballero , pagaré si
al principio de esta historia. Ahora frisaba en los cin- mi navío llega sano y salvo , como espero , pues con
cuenta ; sus cabellos habian encanecido; su frente, po- su llegada recobraré el crédito que me han quitado
blada de melancólicas arrugas , y su mirada , en otro las desgracias de que he sido víctima ; pero si me fal-
tiempo tan firme , era á la sazon irresoluta y vaga , co- tase El Faraon, si me faltase mi último recurso...
mo si temiera á cada momento verse obligado á bajarla Las lágrimas se agolparon á los ojos del pobre ar-
ante una idea ó ante un hombre . mador.
El inglés le contemplaba con una curiosidad, en que -¿Con que si os faltase este último recurso?... le
se traslucia interés palpablemente .
preguntó su interlocutor .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 151

-Pues bien , repuso Morrel, mucho me cuesta de- -¿Y no es el vuestro?


cirlo... pero acostumbrado ya á la desgracia, necesi- -No, que es La Gironda, navío bordelés, que viene
to acostumbrarme tambien à la vergüenza... Pues tambien de la India como el mio.
bien... creo que me veria en la precision de suspen- -Quizás haya visto al Faraon y os traiga noti-
der los pagos... cias suyas .
-¿No teneis amigos que puedan ayudaros en esta -¿Quereis que os diga una cosa, caballero? casi
ocasion? tanto temo saber noticias de mi bergantin , como es-
Morrel se sonrió con tristeza. tar en incertidumbre... la incertidumbre participa al-
-Bien sabeis, caballero, contestó, que en el comer- go de la esperanza.
cio no hay amigos, sino socios. Luego añadió en voz sorda:

-Levantose Morrel para abrir la puerta ; pero le faltaron las fuerzas, y volvió á caer en su asiento.

-Esta tardanza no es natural. El Faraon salió de


-Es verdad, murmuró el inglés. ¿Con que decidida-
mente solo teneis una esperanza? Calcuta el 5 de febrero : hace mas de un mes que de-
-Una sola. bia haber llegado.
¿Que es la última? -¿Qué es eso? dijo el inglés aplicando el oido. ¿Qué
-La última . significa ese rumor?
-De suerte, que si os sale esa vana... ¡Oh Dios mio Dios mio ! ¿ qué sucederá de nue-
Soy perdido, caballero , completamente perdido! vo? esclamó palideciendo Morrel.
-Cuando Con efecto, en la escalera sonaba un ruido muy
yo venia hácia aquí, entraba un navío en
el puerto . grande: gentes que iban y venian, y hasta lamentos
Ya lo sé . Un jóven que me ha permanecido fiel, á y suspiros.
pesar de mi desgracia , pasa mucha parte del dia en Levantose Morrel para abrir la puerta; pero le fl-
unmirador de esta casa , con la idea de poder traer- taron las fuerzas, y volvió á caer en su asiento.
alguna buena noticia . Por él supe la llegada de ese
me ío. Los dos hombres estaban frente á frente; Morrel
nav temblando de piés á cabeza, el estranjero mirándole
152 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

como con profunda compasion. Aunque habia cesado -¿Con que El Faraon se ha perdido ? articuló
el ruido, el armador al parecer aguardaba alguna cosa. Morrel.
Con efecto, el ruido debia tener su causa, y por ende La jóven no respondió ; pero con la cabeza , que re-
su resultado. clinaba en el seno de su padre, hizo una señal afir-
El estranjero creyó oir que subian muy quedito la mativa.
escalera, y que los pasos , que eran como de muchas -¿Y la tripulacion? le preguntó Morrel.
personas, se paraban en el descanso. -Se ha salvado , respondió la jóven. La ha salvado
Introdújosé una llave en la cerradura de la primera el navío bordelés que acaba de llegar.
puerta, cuyos goznes se oyeron rechinar. El bueno de Mr. Morrel levantó las manos al cie-

Cocles.

-Solo dos personas tienen Have de esa puerta: Co- | lo , con ademan sublime de gratitud y resignacion.
cles y Julia , murmuró el armador. -¡Gracias, Dios mio! esclamó: al menos me herís á
A este tiempo abriose la segunda puerta, aparecien- mí solo con este golpe.
do la jóven, pálida y bañada en llanto. Aunque el inglés era asaz flemático , humedeció
Levantose Morrel todo tembloroso , teniendo que una lágrima sus ojos.
apoyarse en el brazo de su sillon para no caer. Queria -Entrad , añadió Morrel , entrad, pues me presumo
preguntar; pero le faltaba la voz. que estais todos á la puerta.
-¡Oh padre mio! dijo la jóven juntando las ma- Con efecto , pronunciadas apenas estas palabras ,
nos; perdonad á vuestra hija el ser la mensajera de apareció sollozando Madama Morrel , seguida de Ma-
una triste noticia.
nuel. En el fondo de la antecámara se percibian los
Morrel palideció con estremo, y Julia se echó en sus semblantes atezados de siete ú ocho marineros medio
brazos. desnudos.
-¡Oh padre mio! ¡padre mio! murmuraba:-¡valor! La vista de estos hombres hizo al inglés estreme-
Acercaos , Penelon , y contadnos cómo fué.

EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 155

cerse. Dió un paso como para salirles al encuentro; | do menos de sonreirse , á pesar de sus lágrimas ; pero
pero se detuvo, ocultándose, por lo contrario, en el ¿en dónde está el capitan ?
rincon mas lejano y mas oscuro del gabinete. -En cuanto al capitan , señor Morrel , se ha que-
Sentose Madama Morrel en el sillon , cogiendo una dado enfermo en Palma ; pero si Dios quiere , aquello
de las manos de su marido , mientras Julia reclinaba no será nada, y dentro de pocos dias le vereis volver
la cabeza sobre el pecho de su padre. Manuel se habia tan bueno y tan sano como vos y como yo.
quedado en medio de la estancia, como lazo que unie- -Corriente... Hablad ahora, Penelon.
Mudó Penelon su mascada de tabaco del carrillo de-
se á la familia de Morrel y á los marineros de la
puerta. recho al carrillo izquierdo , púsose la mano sobre la

LALY

omisia aboup

-Yo, yo fuí el que le cogi á brazo partido, y se lo eché á mis camaradas,

| boca, volvió la cabeza para arrojar á la antesala una


¿Cómo sucedió el naufragio ? preguntó el ar- saliva muy grande y muy negra, alargó un pié , y con-
mador .
-Acercaos , Penelon , dijo el jóven, y contadnos có- toneándose dijo: ero
-Por lo prim , señor Morrel , estábamos así
mo fué. como quien dice entre el cabo Blanco y el cabo Boya-
Un marinero viejo , tostado por el sol del ecuador, dor , marcha que marcha , con una brisa dulce de sud-
adelantóse dando vueltas entre sus manos á un sombre-
sudoeste tras ocho dias de calma y contraventeo ,
ro hecho pedazos . cuando el capitan Gaumard se me arrima , que yo es-
-Buenos dias, Mr. Morrel, dijo primeramente, como taba en el timon , y me dice: «Compadre Penelon ,
si hubiera salido de Marsella la víspera; como si llega- »¿qué opinas tú de aquellas nubes que se van forman-
se de Aix ó de Tolon.
-Buenos dias , amigo , contestó Morrel, no pudien- »do allá abajo?»
154 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Justamente yo las atisbaba en aquel entonces. tro pulgadas, y veinticuatro pulgadas hacen dos piés.
-¿Lo que yo opino, capitan? Opino que suben mas Dos piés, con tres que ya teniamos , sumaban cinco...
de prisa que lo que deben, y que son mas negras que ¿eh? ¿Si podrá pasar por hidrópico un navío que tie-
lo que conviene á nubes de buena intencion. ne en el estómago cinco piés de agua?
-Ese es tambien mi parecer, contestó el capitan, y -Vamos , dijo el capitan , Mr. Morrel nada tendrá
voy á tomar mis precauciones. Tenemos muchas velas que reñirnos. Hemos hecho por salvar al barco cuanto
para el viento que correrá pronto...-¡ Hola! ¡ eh ! ¡ cer- estaba en nuestro poder. Pensemos ahora en salvar á
rad las escotillas ! ¡ halad los foques ! los hombres.-Hijos mios , á la chalupa... á la chalu-
Ya era tiempo. Apenas se habia ejecutado la órden, pa ¡y pronto!
cuando el aire se nos echó encima , poniendo al navío Atended , mi amo , prosiguió Penelon , nosotros
de costado. queriamos mucho al Faraon ; pero por mucho que el
-Bueno, dijo el capitan , todavía tenemos mucha marinero quiera á su barco , quiere á su pellejo mas.
vela. ¡Carga la grande! Con que no nos lo dijo dos veces. Y reparad que tam-
Cinco minutos después estaba cargada la vela ma- bien el navío, lamentándose, parecia que nos dijese:-
yor, y navegábamos con la mesana , las gavias y los « Idos pronto , pronto ! »-No se engañaba el pobre
juanetes. Faraon. Materialmente lo sentiamos hundirse bajo
-¿Qué es eso , compadre Penelon? me dijo el capi- nuestros piés .
tan. ¿Por qué meneas la cabeza? En un verbo se echó la chalupa al mar , y nosotros
-Porque en vuestro lugar , es un decir, yo no haria á ella .
tan poco . El capitan fué el último , 6 por mejor decir no lo fué,
-Creo que tienes razon, perro viejo, me contestó; que no queria abandonar el navío. Yo , yo fuí el que
vamos á tener una bocanada de aire. le cogí á brazo partido , y se lo eché á mis camaradas ,
-¡Ah capitan ! le respondí: el que cambiara una bo- saltando detrás de él. Ya era tiempo. Apenas habia yo
canada de aire por aquello que pasa allá abajo, no sal- saltado, cuando el puente se abrió con un ruido seme-
dria perdiendo, á buen seguro . Es una tempestad en jante al de las bordadas de un navío de á cuarenta y
regla, o yo soy un topo. ocho.
Esto vale como si dijéramos que se veia venir el Diez minutos después se zambulló por delante , lue-
viento como se ve venir el polvo en Montredon. Por go por detrás, púsose á dar vueltas como un perro
fortuna se las habia cara á cara con un hombre bien que quiere morderse la cola , y por último ... ¡ adios
templado. mundo!... ¡ Prrrrrrum!... ¡ adios , Faraon!
-¡Cada uno á su puesto! gritó el capitan . ¡Coged dos En cuanto á nosotros , tres dias estuvimos sin co-
rizos á las gavias ! ¡ largad las bolinas ! ¡ brazas al aire ! mer ni beber ... como que ya hablábamos de echar
¡recoged las gavias ! ¡pasad los palanquines por las suertes á ver á quién le tocaba servir á los otros de bu-
vergas! cólica, cuando vislumbramos á La Gironda. Hicímosle
-Poco era eso aun para aquellos sitios , dijo el in- las señales consabidas , nos vió , se dirigió á nosotros,
glés. Yo en su lugar hubiera cogido cuatro rizos, y y nos echó su chalupa, donde nos acogimos. Este es
me hubiera deshecho de la mesana. el caso, señor Morrel , tal como ha pasado , á fé de ma-
Aquella voz firme , inesperada y sonora, estremeció rino, bajo palabra de honor.-¿No es verdad, mu-
á todo el mundo . El marino se puso sobre los ojos la chachos?
mano un si es no es encanutada, para mirar al que con Un murmullo general de aprobacion indicó que el
tanto á plomo criticaba las operaciones de su capitan. narrador reunia todos los sufragios, así por lo verda-
-Hicimos otra cosa mejor , caballero , le contestó con dero del fondo , como por lo pintoresco de la forma.
algun respeto ; cargamos la mesana y pusimos el timon -Bien, amigos mios, dijo Mr. Morrel, sois denoda-
al viento, para dejarnos llevar de la borrasca . Diez mi- dos , y harto bien me figuraba yo que no tendriais
nutos después, cargadas tambien las gavias, navegá- vosotros la culpa de esta desgracia, sino mi destino .
bamos á palo seco . Tráemela la voluntad de Dios , no faltas de las criatu-
-Muy viejo era el navío para atreverse á tanto , di- ras. Acatemos la voluntad de Dios . - Decidme ahora,
jo el inglés. ¿cuánto se os debe de sueldo?
-Eso justamente nos perdió. Hacia ya doce horas -Ba , ba , no hablemos de eso , señor Morrel.
que andábamos de aquí para allá dados á los demonios , -Al contrario, hablemos de eso, respondió el ar-
cuando el barco empezó á hacer agua. mador con una sonrisa triste .
-Penelon , viejo mio , me dijo el capitan , creo que -Pues bien, se nos deben tres meses, añadió Pe-
nos vamos á fondo . Dame el timon, y baja á la sentina. nelon.
Dile el timon, bajé con efecto... ya habia tres piés -Dad, Cocles , doscientos francos á cada uno de
de agua. Vuelvo á subir gritando : —¡á las bombas ! já estos valientes. -En otros tiempos , amigos mios ,
las bombas ! aunque era ya un poco tarde. Pusimos prosiguió Morrel, hubiera yo añadido :-Dad á cada
manos á la obra; pero mientras mas agua sacábamos uno doscientos francos de gratificacion; pero estos
mas habia. tiempos son muy malos, amigos mios, y no me per-
-Por mi fé, dije al cabo de cuatro horas de trabajo, tenece el poco dinero que me queda. Disimuladme, y
puesto que nos vamos á fondo , dejémonos ir, que solo no por esto me querais menos.
una vez se muere. Hizo un gesto Penelon de enternecido, y volvién-
—¿Así das ejemplo, maese Penelon ? me dijo el ca- dose á sus compañeros, cruzó con ellos algunas frases.
pitan. Espera, espera. -Atento á eso, señor Morrel, añadió luego, trasla-
Y yendo á su camarote á coger un par de pistolas , dando al otro carrillo su mascada de tabaco, y arro-
añadió : jando á la antesala otra saliva, que fué á hacer com-
-Al primero que se aparte de la bomba le pego pañía á la primera ; atento á esó...
un tiro. -¿A qué?
-Bien hecho, dijo el inglés. -Al dinero...
-No hay nada que reanime tanto como las buenas -Y bien. ¿qué?
razones, prosiguió el marinero; sin contar que en este -Que dicen los camaradas , señor Morrel , que
intervalo el tiempo se habia ido aclarando y calmán- por lo de ahora tienen bastante con cincuenta francos
dose el aire ; pero no por eso dejaba el agua de subir; cada uno ; que esperarán por lo demás .
poco, es verdad, unas dos pulgadas por hora , pero al -¡Gracias , amigos mios , gracias! esclamó el arma-
fin subia. Dos pulgadas por hora, ya veis , parece cosa dor, conmovido hasta el fondo del alma. ¡ Qué corazon
despreciable ; pues á las doce horas suman veinticua- teneis todos !-Pero tomad los doscientos francos, to-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 155

madlos, y si encontrais un buen acomodo, aceptadlo, -Pues si no teneis dinero , no debeis pagarnos.
porque estais sin ocupacion. Haremos como hizo el pobre Faraon, navegar á palo
Esta última frase causó una impresion singular á seco.
aquellos dignos marineros, que se miraron unos á -Callad, callad , amigos mios , respondió Morrel
otros como con espanto. Falto de respiracion el viejo, ahogándose de emocion . Os ruego que acepteis ese
á poco mas se traga el bocado de tabaco ; pero por dinero . Ya nos volveremos á ver en mejores circuns-
fortuna acudió á tiempo con su mano á la garganta. tancias. -Manuel , acompañadlos , añadió el armador,
-¿Cómo, señor Morrel, nos despedis? murmuró y haced que se cumplan mis deseos.

FOLL
ET

-Al primero que se aparte de la bomba le pego un tiro.

con voz ahogada. ¿Estais descontento de nosotros? -¿Con que nos volveremos á ver tan siquiera , se-
-No, hijos mios, contestó el armador ; no estoy ñor Morrel? dijo Penelon.
descontento de vosotros, sino todo lo contrario. No os -Sí , amigos mios , al menos así lo espero. - Id.
despido... pero... ¿qué quereis? ya no tengo barcos, E hizo una señal á Cocles, que salió delante, segui-
ya no necesito marineros. do de los marineros y de Manuel.
-¿Que no teneis barcos? dijo Pe elon. Pues cons- -Ahora , dijo el armador á su muger y á su hija,
truireis otros... esperaremos . Grac...s á Dios, ya sa- dejadme solo un instante , que tengo que hablar con
bemos lo que es vaguear. este caballero.
-Notengo dinero para construir otros barcos, Pe- Y con los ojos indicaba al comisionista de la casa de
nelon, repuso Morrel con su sonrisa triste ; por lo Thomson y French , que durante esta escena habia
tanto no puedo aceptar vuestra oferta, aunque me sea permanecido inmóbil y de pié en su rincon, sin tomar
muy satisfactoria. otra parte en ella que las palabras que ya hemos dicho.
156 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Alzaron las dos mugeres los ojos al estranjero , de | armador uno de esos vislumbres de felicidad , nuncios
quien ya se habian olvidado completamente , y al re- de que la fortuna se ha cansado de perseguirnos . Con-
tirarse la jóven le dirigió una mirada sublime de sú- tó el mismo dia el suceso á su hija , á su esposa y á Ma-
plica , mirada que él contestó con una sonrisa que nuel, con que tornó al seno de la triste familia un
parecia imposible en aquel semblante de hielo. tanto de esperanza, si no de tranquilidad ; pero desgra-
Los dos hombres quedaron solos. ciadamente Morrel no se las habia solo con la casa de
-Ea , caballero , dijo Morrel arrojándose de nuevo Thomson y French, tan fácil de contentar . Como él
en su sillon ¡ todo lo habeis visto! ¡ todo lo habeis oido ! mismo habia dicho , en el comercio no hay amigos , sino
nada tengo que añadir. socios.
-Ya he visto, caballero , respondió el inglés , que Cuando se ponia á pensar en aquella accion de los
os viene otra desgracia , tan inmerecida como las ante- comerciantes de Roma , solo podia esplicársela co-
riores. Esto me afirma mas y mas en mi propósito de mo un cálculo egoista é inteligente á par. Thomson y
serviros. French habrian dicho para sí:-Mas nos conviene sos-
-¡Oh caballero ! murmuró Morrel. tener á un hombre que nos debe cerca de trescientos
Veamos , prosiguió el comisionista. Yo soy uno mil francos , mas nos conviene cobrarlos dentro de
de vuestros principales acreedores , ¿no es verdad? tres meses , que no apresurar su quiebra , cobrando
-Sois al menos el que posee créditos á plazo mas solamente el siete ó el ocho por ciento del capital.
corto. Por desdicha no pensaron de la misma suerte los
-¿Deseais uno para pagarme? otros corresponsales de Morrel, sea ceguedad, sea en-
-Un plazo me podria salvar el honor , y por lo vidia, y aun los hubo que obraron de todo en todo al
tanto la vida , repuso Morrel. revés. Con nimia exactitud fué presentándose en la
-¿De cuánto tiempo lo quereis? caja todo el papel que tenia Morrel en circulacion , y
Morrel, vacilante , dijo : gracias al respiro debido al inglés , pudo pagarlo el
-De dos meses . cajero. Con esto prosiguió Cocles en su impasibilidad
-Os lo concedo de tres , respondió el estranjero. fatídica; pero no Morrel, que calculó con terror , que á
¿Pero creeis que la casa de Thomson y French... pesar delplazo era hombre perdido cuando tuviese que
Eso corre de mi cuenta.- Hoy estamos á 5 de abonar los pagarés del comisionista.
junio . Todo el comercio de Marsella se imaginaba que el
-Sí. armador no podria resistir tantos desastres, con que
-Pues renovadme todo ese papel para el 5 de se- causó grandísima admiracion ver que se habian cum-
tiembre á las once de la mañana. A esa hora vendré á plido fielmente las obligaciones de fin de mes. Sin
buscaros. embargo, no por esto volvió la casa á recobrar su
(El reloj marcaba en aquel momento las once de la crédito , pues unánimemente el público aplazó para fin
mañana). del mes próximo la quiebra.
-Os esperaré, caballero, dijo Morrel , y ó vos que- Este mes pasó entero en esfuerzos increibles de
dareis pagado... 6 muerto yo. Morrel para allegar todos sus recursos. En otro tiempo
Esta última frase la pronunció en voz tan baja , que sus pagarés, aunque fuesen á fecha larga , eran toma-
no pudo el estranjero oirla. dos en la plaza y hasta pedidos . Trató ahora de nego-
Renováronse los pagarés, rompiéronse los antiguos , ciar á noventa dias , y hallose cerradas todas las cajas.
y el pobre armador tuvo á lo menos tres meses de Por fortuna podia contar con algunos ingresos suyos
respiro para allegar sus últimos recursos. propios , que se verificaron exactamente , lo que le pu-
Acogió el inglés sus muestras de gratitud con la so en disposicion de cumplir sus obligaciones de fin
flema peculiar á los de su nacion , y despidiose de de julio .
Morrel, que le acompañó hasta la puerta bendiciéndole. En cuanto al agente de la casa de Thomson y
En la escalera encontró á Julia , que aparentaba á French , no se le habia vuelto á ver en Marsella desde
la sazon bajarla ; pero que en realidad estaba espe- la mañana siguiente ó la otra posterior á su visita á
rándole . Mr. Morrel , y como no habia tenido en Marsella rela-
-¡Oh caballero! dijo la jóven juntando las manos. ciones sino con el alcalde , Mr. Boville y el armador ,
-Señorita , respondió el inglés , si en alguna oca- no dejó otros recuerdos que los de estas tres personas.
sion recibís una carta... firmada por... por Simbad Los marineros del Faraon sin duda habian encon-
el marino... haced al pié de la letra lo que os encar- trado acomodo, porque tambien desaparecieron .
gue , aunque os parezca estraño mi consejo. Mejorado de la enfermedad que le detuvo en Palma ,
-Lo haré, caballero , respondió Julia. volvió á Marsella el capitan Gaumard , temeroso de
-¿Me lo prometeis? presentarse en casa de Morrel ; pero este supo su lle-
-Os lo juro. gada , y fué en persona á buscarle. El digno armador
-Corriente . Adios, señorita. Proseguid siendo co- conocia de enantes, por la relacion de Penelon , la
mo hasta aquí una jóven buena y santa, que espero en conducta valerosa del capitan en aquella desgracia , Y
Dios justo os recompensará dandoos & Manuel por él fuéafquien
solar necesitando
marino de además
. Llevábale consuelossu tuvo que
sueldo con-
, que el
marido.
Exhaló Julia un imperceptible grito , y púsose encar- capitan no hubiera osado ir á cobrar.
nada como una cereza , apoyándose en la pared para Cuando bajaba la escalera encontró Mr. Morrel á
no caer. Penelon que la subia. Al parecer habia empleado bra-
El inglés prosiguió su camino , haciéndole con la vamente sus doscientos francos , porque estaba de
mano señas de despedida. piés á cabeza vestido de nuevo. La presencia del ar-
En el patio halló á Penelon con un paquete de cien inador embarazaba un poco al digno timonel . Retirose
francos en cada mano , como perplejo en decidirse á al rincon mas apartado del descanso , pasó alternati-
llevárselos. vamente su mascada de tabaco de un carrillo á otro
-Seguidme, amigo mio , le dijo , que tengo que con ojos espantados , y no aceptó , sino muy tímida-
hablaros. mente, el apreton de manos que le ofrecia Mr. Morrel
CAPITULO VII. con su cordialidad de costumbre. A la elegancia de su
traje atribuyó Mr. Morrel el embarazo del marinero .
EL 5 DE Setiembre. Sin duda al que no habria costeado él atavío tan lujo-
so. Sin duda estaba ya enganchado con otro navío , y
El plazo concedido á Morrel por la casa de Thomson se avergonzaba de no haber llevado mas largo tiempo
y French cuando menos lo esperaba , pareció al pobre el luto del Faraon , si se nos permite usar de esta
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 157

frase. Quizás habria tambien venido á anunciar su El dia primero llegó Morrel. Toda su familia le es-
nuevo empleo al capitan Gaumard, ó á hacerle alguna peraba en la mayor ansiedad , porque aquel viaje á
proposición de su nuevo amo. París era su último recurso. Morrel se habia acordado
¡Buenas gentes ! dijo Morrel alejándose , ojalá de Danglars, hoy millonario, y en otro tiempo su pro-
vuestro nuevo dueño os ame como os amaba yo , y tegido, puesto que su recomendacion le introdujo en
sea mas feliz que yo lo soy. la casa del banquero español, donde habia comenzado
Agosto lo pasó Morrel haciendo mil y mil tentativas su fortuna. Hoy Danglars tenia, al decir de la fama,
para recobrar su crédito antiguo, 6 ganarse otro nue- siete ú ocho millones, y un crédito ilimitado, con que

-¡Buenas gentes! ojalá vuestro nuevo dueño os ame como os amaba yo, y sea mas feliz que yo lo soy.

vo. El 20 de agosto se supo en Marsella que habia to- | podria salvar á Morrel sin gastar un escudo, solo con
mado un asiento en el correo , con que se dijo que garantizarle un empréstito. Hacia mucho tiempo que
decididamente se declararia en quiebra á fin de mes, Morrel pensaba en Danglars ; pero hay antipatías ins-
y partia anticipadamente para no asistir á este acto tintivas que no pueden dominarse, y mientras tuvo
cruel, encomendado sin duda á su oficial primero otras esperanzas renunció á este supremo recurso.
Manuel , y á su cajero Cocles. Pero contra todos los Tuvo razon Morrel, porque volvia de París humillado
agüeros , el 31 de agosto se abrió el escritorio, como con una negativa.
de costumbre , apareciendo detrás de la verja Cocles, Pero no por esto exhaló una queja ni una murmura-
tranquilo como el justo de Horacio, examinando con cion. Abrazó llorando á su muger y á su hija , tendió
la escrupulosidad característica el papel que se le pre- á Manuel una mano, y se encerró con Cocles en su
sentaba, y pagándolo todo con la misma escrupulo- gabinete del piso segundo.
sidad. Hasta giros se presentaron que pagó el cajero -¡Ahora sí que nuestro mal no tiene remedio! di-
con la misma exactitud que si fueran pagarés. El jeron á Manuel las dos mugeres.
público se hacia cruces, y con esa tenacidad comun Luego trataron en un conciliábulo, de que Julia es-
los
fin de profetas de
setiembre desgracias, aplazaba la quiebra para cribiese á su hermano que viniera al instante. Estaba
. en Nimes de guarnicion.
158 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Conocian las pobres mugeres instintivamente cuán Tal era el jóven á quien pedian su madre y su her-
necesarias les eran todas sus fuerzas para resistir el mana ayuda en los trances que presentian cercanos.
golpe que les amenazaba. Y no se equivocaban , porque un instante después
Maximiliano, además, aunque apenas contaba vein- de haber entrado el cajero en el gabinete del armador,
tidos años, tenia ya sobre su padre una influencia vió Julia salir á aquel pálido , tembloroso , y todo fue-
grandisima. ra de sí.
Era un jóven Maximiliano Morrel de carácter firme Al pasar á su lado intentó preguntarle ; pero el
y recto. Cuando llegó á la edad de elegir carrera , co- buen hombre siguió bajando la escalera con estraor-

Maximiliano Morrel.

mo su padre no habia querido imponerle ninguna por- | dinaria celeridad, contentándose con esclamar , alzando
que él siguiese su inclinacion , eligió la militar, ha- al cielo las manos :
ciendo por consiguiente muy notables estudios pre- ¡Oh señorita ! ¡ señorita! ¡ qué desgracia tan horri-
paratorios, y entrando por oposicion en la Escuela ble ! ¿quién lo hubiera creido?
Politécnica , de la cual habia salido subteniente del re- Un instante después viole Julia volver á subir con
gimiento 53 de línea. Hacia un año de esto , y ya le dos ó tres libros muy gruesos , una cartera y un saco
tenian prometido el ascenso á teniente á la primera de dinero.
ocasion. En el regimiento era tenido Maximiliano por Consultó Morrel los registros , abrió la cartera , y
muy rígido, no solo en cuanto á los deberes militares, contó el dinero .
sino tambien en cuanto á los humanos, de suerte que le Sus existencias en caja consistian en seis ú ocho mil
llamaban el estóico. No hay que decir que le llamaban francos, que con cuatro ó cinco mil que esperaba de di-
así de oidas, pues sus compañeros no sabian qué signi- versas entradas, componian, sumando muy por lo lar-
fica estóico. go, un activo de catorce mil francos, para pagar dos-
Cogió á su hija y la sentó á su lado.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 159

cientos ochenta y siete mil quinientos. Ni aun canti- Las dos mugeres pasaron la noche juntas: esperaban
dad era bastante para darla á buena cuenta. á Maximiliano desde la tarde anterior.
Sin embargo , cuando bajó á comer parecia tran- A las ocho entró á verlas Mr. Morrel, sosegado en la
quilo aunque esta tranquilidad asustó mas á las dos apariencia; pero revelando con su palidez y su aba-
mugeres que si le vieran muy abatido. timiento la agitacion en que pasó la noche.
Morrel acostumbraba después de comer ir á tomar Ninguna osó á preguntarle si habia dormido bien..
café y á leer el periódico La Semáfora al círculo de Nunca habia estado Morrel tan bondadoso con su
los Focios ; pero el dia de que hablamos volvió á su- muger, ni tan paternal con su hija. No se hartaba de
bir á su despacho. contemplar y abrazar á la pobre niña.
El pobre Cocles parecia atontado. Casi toda la ma- Recordando Julia el consejo de Manuel , quiso se-
ñana la pasó en el patio , sentado en una piedra con guir á su padre cuando salia de la estancia ; pero él,
la cabeza al aire , aunque hacia un sol de treinta deteniéndola con dulzura, le dijo :
grados. -Quédate con tu madre.
Aunque Manuel se afanaba por tranquilizar á las Julia insistia.
mugeres , le faltaban palabras y elocuencia. Estaba -Yo lo mando , añadió Morrel.
harto al corriente de los negocios de la casa para no Era la vez primera que Morrel decia á su hija yo lo
conocer que la amagaba una gran catástrofe. mando ; pero fo decia con tal acento de paternal dulzu-
Por la noche no se acostaron madre ni hija , con la ra, que la jóven no se atrevió á dar un paso mas.
esperanza de que Morrel entrase en su cuarto al bajar Muda é inmóbil permaneció en el mismo sitio: un
del gabinete ; pero oyéronle pasar por delante de la instante después se volvió á abrir la puerta, sintió
puerta apretando el paso , sin duda temeroso de que que la abrazaban y que ponian un beso en su frente.
le llamaran. Alzé los ojos , y con una esclamacion de júbilo:
Como aplicaron el oido, pudieron comprender que ¡ Maximiliano ! esclamó : ¡ hermano mio!
habia entrado en su cuarto, cerrando detrás la puerta . A estas voces acudió Madama Morrel á echarse en
Mandó Madama Morrel á Julia que se acostara , y brazos de su hijo. *
media hora después, quitándose los zapatos, se deslizó -Madre mia , dijo el jóven , mirando alternativa-
por el corredor á ver por la cerradura lo que hacia su mente á la madre y á la hija, ¿qué hay ? ¿qué pasa?
marido . vuestra carta me asustó muchísimo.
Una sombra salia del corredor cuando ella entraba. -Julia, repuso Madama Morrel haciendo al jóven
Era Julia , que sobresaltada tambien , habia precedido una seña , ve á avisar á tu padre la llegada de Maximi-
á su madre con el mismo objeto. liano.
La jóven se unió á Madama Morrel. Salió corriendo la jóven de la habitacion ; pero al
-Está escribiendo , le dijo. principio de la escalera la detuvo un hombre con una
Ambas se habian comprendido sin hablar. carta en la mano.
Madama Morrel se inclinó á mirar por la cerradura: -¿Sois la señorita Julia Morrel? la dijo con un
Morrel escribia con efecto ; pero lo que no habia ad- acento italiano de los mas pronunciados.
vertido la hija lo advirtió la madre, y es que el arma- -Sí señor , balbuceó Julia ; pero ¿qué me quereis?
dor escribia en papel sellado . yo no os conozco.
Con esto le asaltó la terrible idea de que hacia -Leed esta carta , dijo el hombre presentándosela.
testamento, y aunque tembló de piés á cabeza, tuvo Julia no se atrevia.
suficiente valor para no despegar sus labios. -Va en ello la salvacion de vuestro padre , añadió
A la mañana siguiente estaba al parecer muy tran- el mensajero.
quilo el armador : subió á su despacho como acostum- Arrancole Julia la carta de las manos , y leyó rápi-
braba, bajó á almorzar como acostumbraba tambien , damente:
y solamente después de comer fué cuando hizo á su
hija sentarse á su lado , la cogió la cabeza, y la estre- «Id al punto á las Alamedas de Meillan , entrad en
chó fuertemente á su corazon. »la casa número 15 , pedid al portero la llave del piso
Aquella tarde dijo á su madre Julia, que aunque »quinto , entrad, y sobre la chimenea hallareis una
tranquilo en apariencia, habia reparado que el cora- »bolsa de torzal encarnado ; traédsela á vuestro padre.
zon de Mr. Morrel latia violentamente. >>Importa mucho que la tenga antes de las once.
Los otros dos dias pasaron casi in estatu quo. El 4 >>Me habeis prometido obediencia absoluta : os re-
por la noche pidió Mr. Morrel á Julia la llave de su »cuerdo vuestra promesa.
gabinete. >>SIMBAD EL MARINO . »
Esto hizo temblar á la jóven , pues le parecia de mal
agüero. ¿Por qué le pedía su padre aquella llave, que La jóven exhaló un grito de júbilo, y al levantar los
ella habia tenido siempre, y que desde su infancia no ojos al hombre que le habia traido la carta , vió que
le quitaban nunca sino por via de castigo? habia desaparecido.
¿Qué he hecho yo, padre mio, le dijo mirándole Entonces quiso leerla por segunda vez , y advirtió
de hito en hito, para que así me reclameis esa llave? que tenia una postdata.
-Nada, hija mia, respondió el infeliz Morrel saltán- «Es importantísimo que vayais vos misma, y sola;
dosele las lágrimas ; nada , pero la necesito. >>pues á no ser vos quien se presentase, ó á venir acom-
Julia hizo como si buscara la llave. >>pañada , responderá el portero que no sabe de qué se
-La habré dejado en mi cuarto, murmuró. >>trata.»>
Y salió corriendo de allí ; pero no á su cuarto, sino Esta postdata fué un vaso de hiel mezclado á la
á consultar á Manuel. alegría de la jóven. ¿ No tendria nada que recelar?
-No le deis la llave à vuestro padre, dijo este; y si¿No seria un lazo aquella cita ? Su inocencia la tenia
os ma
la esñaposible,
na. no le abandoneis un punto mañana por ignorante de los peligros que corre una jóven de su
edad; pero no es necesario conocer el peligro para
En vano trató la joven de sonsacar á Manuel : ó no temerlo. Hasta una observacion hemos hecho , y es
sabia mas , 6 no quiso decirle mas. que los peligros ignorados son justamente los que in-
Toda la noche del 4 al 5 de setiembre la pasó Mada- funden mayor temor.
ma Morrel en acecho . Hasta las tres de la mañana oyó Julia resolvió pedir consejo á alguno ; pero por un
á su marido pasearse por la habitacion muy agitado. sentimiento estraño no recurrió á su madre , ni á su
A aquella hora fué solamente cuando se reclinó so- hermano , sino á Manuel.
bre la cama.
Bajó á su despacho , y contole cuanto le habia su-
160 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cedido el dia que el comisionista de la casa de -Sí.


Thomson y French se presentó en la suya , y la esce- -¿Hoy á las once tiene que pagar vuestro padre
na de la escalera , y la promesa que le había hecho , y cerca de trescientos mil francos?
le enseñó la carta que acababa de recibir. - -Ya lo sabemos.
-Es preciso que vayais, señorita , dijo Manuel. -Pues bien , no hay en caja quince mil.
-¡Qué vaya ! murmuró Julia. -¿Y qué sucederá?
-Sí , yo os acompañaré. -Sucederá que si antes de las once no ha encon-
-Pero ¿no habeis visto que debo de ir sola? trado vuestro padre alguno que le ayude á salir del

ds

To callE

Julia Morrel.

-Ireis sola , respondió el jóven. Yo os esperaré en la apuro, tendrá que declararse en quiebra al mediodía .
esquina de la calle del Museo , y si tardaseis lo bastan- ¡Oh! ¡ venid! ¡ venid! esclamó la jóven arrastrando
te á parecerme sospechoso , iré á buscaros , y os ase- á Manuel tras ella .
guro que jay de aquellos de quienes os quejeis á mí! Durante este tiempo Madama Morrel se lo habia
-¿Con que vuestro parecer, Manuel, es que acuda contado todo á su hijo.
á la cita? añadió la jóven vacilante aun. Harto sabia el jóven que de resultas de las desgra-
-Si: ¿no os ha dicho el portador que va en ello la cias sucedidas á su padre, se habian modificado mu-
salvacion de vuestro padre? cho los gastos de la casa ; pero ignoraba que se viesen
-Pero decidme siquiera qué peligro corro. próximos á tal estremo.
Manuel vacilaba un tanto; pero el deseo de decidir Esta revelacion le anonadó.
al punto á la jóven, pudo mas que sus escrúpulos. De repente saliose del aposento y subió la escalera,
Oid, le dijo: hoy estamos á 5 de setiembre, ¿no creyendo que estaria su padre en el despacho; pero
es verdad? en vano llamó á la puerta.
Una para vos, otra para mí.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 161

En esta situacion oyó abrir una puerta de la plan- -Padre mio, balbuceó el jóven, doblando una ro-
ta baja. Era su padre , que en vez de volver directa- dilla ; bendecidme.
mente á su despacho, habia entrado antes en su ha- Cogió Morrel con ambas manos la cabeza de su
bitacion , y salia ahora. hijo, y acercándola á sus labios la besó repetidas
Al ver á su hijo lanzó un grito, pues ignoraba su veces.
llegada , quedándose como clavado en el mismo si- -Sí , sí , esclamaba á par, yo te bendigo en mi
tio , ocultando con su brazo derecho un bulto que lle- nombre y en el de tres generaciones de hombres sin
vaba debajo de su redingote. tacha. Oye lo que con mi voz te dicen: -El edificio
Bajó al punto Maximiliano la escalera , arrojándose que la desgracia destruye, la Providencia puede re-
á su cuello; pero de pronto retrocedió, dejando sin em- edificarlo. Viéndome morir de tan triste manera, los
bargo su mano derecha sobre el pecho de su padre. mas inexorables te compadecerán; quizás lleguen á
-¡ Padre mio ! le dijo poniéndose pálido como la concederte á tí treguas que á mí me habrían rehusado .
muerte; ¿por qué llevais debajo del redingote un par Procura entonces que nadie pronuncie la palabra pi-
de pistolas? llo.-Trabaja, jóven, trabaja; lucha con valor y ar-
-¡Esto es lo que yo temia!, esclamó Morrel. dientemente. Vive tú, y que vivan tu madre y tu her-
-¡Padre mio! ¡padre mio! en nombre del cielo mana con lo estrictamente necesario, á fin de que dia
¿qué significan esas armas? por dia aumente la fortuna de mis acreedores con
-Maximiliano, respondió Morrel, mirando á su hi- tus ahorros. Piensa que no habrá dia mas bello , ni mas
jo fijamente; tú eres hombre, y hombre de honor . grande, ni mas solemne, que el dia de la rehabilita-
Ven , que voy á contártelo. cion, aquel dia que puedas decir en este mismo escri-
Y subió á su gabinete con paso firme. Maximiliano torio : -Mi padre murió, porque no pudo hacer lo que
le seguia tambaleándose. yo hago hoy; pero murió tranquilo y resignado, por-
Abrió Morrel la puerta, y cerrola detrás de su hijo: que esperaba de mí esta accion.
luego atravesó la antesala, y poniendo las pistolas so- -¡Oh padre mio, padre mio! esclamó el jóven: ¡ si
bre su bufete, señaló con el dedo al jóven un libro pudierais vivir á pesar de todo!
abierto. -Viviendo yo, todo cambia. Viviendo yo, el inte-
En aquel libro constaba exactamente el estado de rés se cambia en duda ; la piedad en encarnizamiento.
su caja. Viviendo yo, no soy mas que un hombre que ha fal-
Dentro de una hora tenia que pagar doscientos tado á su palabra, que ha suspendido sus pagos ; soy
ochenta y siete mil quinientos francos. en fin un comerciante quebrado. Si muero, piénsalo
-Lee, dijo solamente. bien , Maximiliano; si muero, por el contrario, seré
El jóven lo leyó, quedándose como petrificado. un hombre infeliz , aunque honrado. Vivo , hasta
Su padre no decia una palabra. ¿Qué hubiera podido mis mejores amigos huyen de mi casa; muerto, Mar-
añadir á la inexorable elocuencia de los números? sella entera acompañará mi cadáver al cementerio;
-¿Y para evitar esta desgracia, habeis hecho todo vivo , tienes que avergonzarte de mi nombre ; muerto,
lo posible, padre mio? le preguntó Maximiliano des- levantas la cabeza muy alta y dices:-Hijo soy de
pués de un instante. aquel que se mató , porque tuvo una vez en su vida
-Si, respondió Morrel. que faltar á su palabra.
-¿No contais con ningun ingreso? El jóven exháló un gemido, aunque estaba al pa-
-Con ninguno . recer resignado. Era la segunda vez que el conven-
-¿Habeis agotado todos los recursos? cimiento se apoderaba, si no de su corazon, de su
-Todos. cabeza.
-¿Con que dentro de media hora, prosiguió Maxi- -Ahora, dijo Morrel , déjame solo , y procura alejar
miliano con acento lúgubre; dentro de media hora de aquí á las mugeres .
nuestro nombre quedará deshonrado? ¿No quereis volver á ver á mi hermana? le pre-
-La sangre lava la deshonra, repuso Morrel. gunto Maximiliano .
-Padre mio, teneis razon : os comprendo. El jóven fundaba en esta entrevista una esperanza
Y alargando la mano á las pistolas, añadió : sombría y postrera.
-Una para vos , otra para mí. Gracias. Mr. Morrel meneó la cabeza.
Morrel le contuvo. -Ya la he visto esta mañana, y me he despedido
-¿Qué será de tu madre... y de tu hermana?... de ella.
Un temblor involuntario se apoderó del jóven. -¿No teneis ningun encargo particular que ha-
-¡Padre mio! repuso, ¿pensais lo que decís? ¿me cerme, padre mio? le preguntó Maximiliano con voz
aconsejais que viva? alterada .
-Si, te lo aconsejo, porque es tu deber. Tú tie- -Sí tal , hijo: un encargo sagrado .
nes, Maximiliano, una inteligencia vigorosa y fria; tú -Hablad, padre mio.
no eres un hombre comun , Maximiliano. Nada te -La casa de Thomson y French ee la única que por
mando , nada te aconsejo, solamente te digo:-Estu- humanidad, ó acaso por egoismo ,-que no me es dado
dia la situacion como si fueras estraño á ella, y júz- leer en el corazon humano,-ha tenido piedad de mí.
gala por tí mismo . Su comisionista, que dentro de diez minutos se pre-
Tras un instante de reflexion , animó los ojos del sentará á cobrar los doscientos ochenta y siete mil qui-
jóven un fuego sublime de resignacion. Con ademan nientos francos, no diré que me concedió, sino que me
lento y triste se arrancó la charretera y la capona, ofreció tres meses de plazo . Encárgote, hijo mio, que
insignias de su grado. sea esta casa la primera que cobre, y que sea ese hom-
-Está bien , padre mio, dijo tendiendo á Morrel la bre sagrado para tí.
mano: morid en paz : yo viviré. -Si, padre, respondió Maximiliano.
Quiso el armador en esto prosternarse á los piés de -Y ahora, adios otra vez, repuso Morrel. Vete , ve-
su hijo , que se lo estorbó abrazándole , con que aque- te, que necesito estar solo. En el armario de mi al-
llos dos corazones nobles confundieron sus latidos . coba encontrarás mi testamento .
-Bien sabes que no es mia la culpa, dijo Morrel. Eljóven permaneció de pié é inmóbil, falto no solo
Maximiliano se sonrió. de fuerza de voluntad , sino de ejecucion.
-Sé, padre mio, que sois el hombre mas honrado -Escucha, Maximiliano, dijo su padre ; figúrate
que yo haya conocido nunca . que soy soldado como tú, que me han mandado tomar
-Todo está dicho ya . Vuelve ahora al lado de tu un reducto, y que sabes que han de matarme cierta-
madre y de tu hermana. mente: ¿no me dirias como hace poco: -Id, padre mio,
SEGUNDA SERIE -ENTREGA 111. 11
162 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

id, porque os deshonrarais de otro modo, y mas vale El son vibraba en su interior como si la campana
la muerte que la deshonra? sonase en su propio corazon.
-Sí , sí , dijo el jóven, sí. -Veamos , hija mia , le dijo : esplícate. ¿ Dónde
Y cogiendo á Morrel por el brazo convulsivamente , has hallado esta bolsa?
añadió: -En una casa de las Alamedas de Meilhan , núme-
-Id, padre mio, id. ro 15 , sobre la chimenea de un quinto piso muy
Y se lanzó afuera del gabinete. pobre.
Después de la marcha de su hijo permaneció el ar- -¡Pero esta bolsa no es tuya! esclamó Morrel.
mador de pié, con los ojos clavados en la puerta. Julia alargó á su padre la carta que en la mano
Luego alargó la mano , y tiró del cordon de una cam- tenia.
panilla. -¿Y has ido sola á esta casa? le preguntó Morrel
Al cabo de un instante apareció Cocles. después de haberla leido .
Ya no era el mismo hombre. Aquellos tres dias le -Me acompañaba Manuel , padre mio. Debia de
habian trasformado. El pensamiento de que la casa esperarme en la esquina de la calle del Museo ; pero
de Morrel iba á suspender sus pagos , le inclinaba á ¡ cosa estraña! ya no estaba cuando volví.
la tierra mas que otros veinte años sobre los que de -¡Señor Morrel ! gritó una voz en la escalera; ¡ se-
edad tenia. ñor Morrel!
-Mi buen Cocles, le dijo Morrel con un acento -Es su voz, murmuró Julia.
imposible de describir; mi buen Cocles, vas á que- Al mismo tiempo entró Manuel trastornado de júbi-
darte en la antecámara, y cuando venga aquel caba- lo y emocion.
llero de há tres meses , ya lo conoces, el comisionado -¡El Faraon ! esclamó . ¡ El Faraon!
de la casa de Thomson y French, cuando venga ... me -¿Qué es eso ? ¡ El Faraon! ¿estais loco , Manuel?
lo anuncias. Ya sabeis que se ha perdido.
Cocles no respondió : hizo con la cabeza una señal -¡El Faraon, señor !... lo señala el vigía del puer-
de asentimiento , y fué á sentarse á la antesala . to... está entrando ahora mismo .
Tornó Morrel á dejarse caer en su asiento , volvien- Morrel cayó sobre su asiento falto de fuerzas. Su
do los ojos hácia el reloj . ¡ Siete minutos no mas le inteligencia se negaba á dar crédito á tantos sucesos
quedaban ! El minutero andaba con una rapidez in- increibles, maravillosos.
creible. El se figuraba sentirla. - Pero su hijo llegó tambien á este punto esclamando:
Lo que en estemomento supremo pensó aquel hom- -¡Padre mio ! ¿cómo deciais que El Faraon se ha
bre, que jóven aun iba á separarse del mundo, de la perdido? El vigía lo señala , y dicen que está entrando
vida y de las dulzuras de la familia, fundado en un razo- en el puerto .
namiento, falso quizás, pero al menos especioso; lo que -¡Amigos mios ! esclamó el armador , si eso fuere
pensó, repetimos , es imposible de pintar. Hubiera sido cierto tendriamos que atribuirlo á milagro palpable .
preciso verlo , para formarse una idea. Aunque su ¡ Imposible ! ¡ imposible!
frente se inundara de sudor , estaba resignado ; aun- Pero lo que era verdad , y no menos maravilloso, era
que sus ojos se bañaran de lágrimas, estaba resignado. aquella bolsa que tenia en la mano, aquel pagaré inu-
El minutero seguia corriendo , las pistolas estaban tilizado , y aquel magnífico diamante.
cargadas : alargó la mano y tomó una , murmurando -¡Ah señor ! dijo Cocles entrando á su vez , ¿ qué
el nombre de su hija. quiere decir esto ? ¿El Faraon?...
Después dejó el arma mortal , cogió la pluma y se -Vamos , hijos mios, dijo Morrel levantándose; va-
puso á escribir algunas palabras. mos á verlo , y Dios tenga piedad de nosotros si es
Creia haber dicho poco á su hija querida. mentira.
Luego se volvió á mirar al reloj. Ya no contaba los En medio de la escalera los esperaba la pobre de
minutos , sino los segundos. Madama Morrel , que no se habia atrevido á subir.
Con la boca entreabierta y los ojos clavados en el Como por ensalmo llegaron á la Cannebière.
minutero , volvió á coger el arma , estremeciéndose En el puerto habia muchísima gente.
al ruido que él mismo al montarla hacia. La muchedumbre se abria para dejar paso á Morrel.
En esto se oyó girar sobre sus goznes la puerta de -¡El Faraon ! ¡El Faraon ! esclamaban todas las
la escalera , y después abrirse la del gabinete. voces.
El minutero iba á señalar las once. Con efecto , ¡ cosa maravillosa! ¡ increible ! un navío
Morrel no volvió siquiera la cabeza , porque espe- con estas palabras escritas en la popa en letras blan-
raba que Cocles pronunciase estas palabras : -«El co- cas: -El Faraon, de Morrel é hijos de Marsella, -ab-
misionista de la casa de Thomson y French.. >> solutamente igual al Faraon, y cargado igualmente
Y ya tocaba su boca con el arma . de cochinilla y añil , echaba el ancla y cargaba sus
De repente sonó un grito ... era la voz de su hija ... velas en frente del fuerte de San Juan. Desde el puente
Al volverse y ver á Julia , la pistola se escapó de daba sus órdenes el capitan Gaumard , y maese Pene-
sus manos. lon hacia señas á Mr. Morrel.
-¡Padre mio! esclamó la jóven falta de aliento, y No era posible dudar : allí estaba la prueba , á la
casi moribunda de alegría. ¡ Salvado ! ¡ os habeis sal- vista , y diez mil personas lo confirmaban tambien.
vado! Cuando Morrel y su hijo se abrazaban , con aplauso
Y se arrojó en sus brazos , enseñándole una bolsa de toda la ciudad , presente á este prodigio , un hombre
de seda encarnada. de larguísima barba negra que se ocultaba detrás de
¡Salvado , hija mia ! murmuró Morrel. ¿Qué quie- la garita de un centinela, contemplaba este cuadro
res decir? enternecido , y murmurando:
-Sí, mirad, mirad , repuso la jóven . -Sé feliz , corazon noble ; bendigate Dios por el
Morrel cogió la bolsa temblando , porque tuvo un bien que has hecho y el que harás todavía ; y quede
vago recuerdo de que le habia pertenecido. mi gratitud ignorada como tu beneficio .
De un lado yacia el pagaré de doscientos ochenta y Y con una sonrisa que revelaba felicidad y júbilo
siete mil quinientos francos , finiquitado . abandonó su escondite, sin que nadie reparase en él,
Y del otro un diamante tan gordo como una avella- tan preocupada estaba la multitud con aquel suceso,
na , con
frase un pedazo
:-«Dote de pergamino
de Julia .» en que se leia esta y bajando los escalones que sirven de desembarcade-
ro , gritó tres veces:
Morrel se pasó la mano por la frente : creia soñar. ¡Jacobo ! ¡ Jacobo ! ¡Jacobo!
En este momento daba el reloj las once . Con esto acercose una chalupa , que le condujo á un
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 163

yacht ricamente aparejado , á cuyo puente subió con conde Alberto de Morcef era el uno , y el baron Franz
la ligereza de un marinero. Desde allí se puso otra vez D'Epinay el otro. Habian concertado entrambos que
á contemplar á Morrel, que llorando de júbilo repartia irian á pasar aquel año el carnaval en Roma , donde
á todos apretones de manos , mirando á par al cielo, Franz , que hacia cuatro años que habitaba en Italia,
como si buscase para darle gracias á su desconocido serviria á Alberto de cicerone.
protector. Ahora bien , como esto de pasar el carnaval en Ro-
-Ahora, murmuró el desconocido, adios, bondad, ma no es cosa tan sencilla , sobre todo para el que
humanidad y gratitud... adios, todos los sentimientos ! no quiere vivir en la Plaza del Popolo ó en el Campo

-Sé feliz, corazon noble.

que ennoblecen el alma. Me he puesto en el lugar de Vaccino, escribieron á maese Pastrini, propietario del
la Providencia para recompensar á los buenos... aho- hotel de Londres, en la Plaza de España, que les guar-
ra cédame el suyo el Dios de las venganzas para cas- dase para entonces una habitacion confortable.
tigar á los malos. Maese Pastrini les contestó que no tenia disponi-
Y esto diciendo hizo una señal , que parecia que el bles otras que dos salas y un gabinete del secondo
barco no esperase otra cosa para hendir la superficie piano, que les ofrecia por el módico precio de un luis
de las aguas. diario. Los jóvenes aceptaron , y queriendo Alberto
CAPITULO VIII. aprovechar el tiempo que le quedaba , partió para Na-
poles , y Franz se quedó en Florencia .
ITALIA. SIMBAD EL MARINO. Luego que gozó razonablemente de la vida que se
hace en la corte de los Médicis , luego que se pa-
A principios del año de 1838 hallábanse en Floren- seó á su sabor por este eden que se llama los Casinos;
cia dos jóvenes de la mas alta sociedad de París: elviz- luego , en fin , que gozó de las magníficas tertulias de
164 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Florencia , diole el capricho de ir á ver la isla de El- -¡Oh ! no seré yo , esclamó Franz.
ba , ese gran puerto de amparo de Napoleon , puesto -Ni menos nosotros , añadieron los marineros.
que ya habia visto la Córcega , cuna de Bonaparte. -Pues á Monte-Cristo .
Una tarde , pues , desató una barchetta de la ar- Dirigió el patron la maniobra, y poniendo la proa á
golla que la detenia en el puerto de Liorna , y acos- Monte-Cristo , comenzó el barco á bogar.
tándose en el fondo , embozado en su capa , dijo á los Dejó Franz que la operacion acabara , y cuando se
marineros simplemente : entró en el nuevo camino , cuando henchida la vela
-¡A la isla de Elba ! por la brisa volvieron á sus puestos los marineros ,
La barca salió del puerto como salen de su nido los tres adelante y uno en el timón , renovó su plática.
pájaros marinos , y á la mañana siguiente desembar- -Mi querido Gaetano , dijo al patron , acabais de
caba Franz en Porto- Ferrajo. decirme , segun creo , que la isla de Monte-Cristo es
Atravesó la isla imperial , después de haber segui- guarida de piratas, lo que me parece caza muy distin-
do todas las huellas que allí dejó el gigante , y fué á ta de la de cabras.
embarcarse en la Marciana. -Es verdad , escelencia.
Dos horas después desembarcó en la Pianosa , don- -Bien sabia yo que existen contrabandistas ; pero
de le aseguraban que podria divertirse matando per- creia que desde la toma de Argel y la destrucción de
dices coloradas , de que abunda mucho. la regencia no existian los piratas sino en las novelas
El propósito , sin embargo , le salió mal . Con mu- de Cooper y del capitan Marryat.
cho trabajo mató algunas perdices héticas , y como to- -Pues vuestra escelencia se equivocaba . Existen
do aquel cazador que se ha fatigado en balde , tornó á piratas, como existen bandidos , que aunque fuéron
su barca muy mal humorado. esterminados por el papa Leon XII , roban todos los
-¡Ah! si quisiera vuestra escelencia ¡ qué gran ca- dias á los viajeros á las mismas puertas de Roma. ¿No
cería podria echar ! le dijo el patron . habeis oido decir que hace apenas seis meses fué ro-
-¿Dónde ? bado, á quinientos pasos de Velletri , el encargado de
-¿Veis esa isla? prosiguió el patron apuntando con negocios de Francia cerca de la Santa Sede?
él dedo al mediodía , en cuya direccion se divisaba en -Sí tal.
medio del mar una masa cónica de hermoso color -Pues bien , si como nosotros viviese en Liorna
de añil. vuestra escelencia , de vez en cuando oiria contar que
Y qué isla es esa ? preguntó Franz. un barquichuelo cargado de mercancías 6 un lindo
La isla de Monte-Cristo , respondió el liornés. yacht inglés que se esperaba en Bastía , Porto-Ferrajo
-Yo no tengo licencia para cazar allí . o Civita-Vechia , no ha llegado, y que se ignora su
-Vuestra escelencia no la necesita . La isla está paradero: sin duda se habrá estrellado en alguna roca.
desierta. Pues esa roca es una barquilla estrecha y chata , tri-
-¡Par diez ! esclamó el jóven . ¡ Qué cosa tan cu pulada por seis ó siete hombres , que le han sorpren-
riosa es una isla desierta en medio del Mediterráneo ! dido ó robado en una noche sombría , á la inmediacion
-Y cosa natural , escelencia. Esa isla es una masa de algun islote desierto , como los ladrones detienen y
de peñascos: quizás en toda ella no hay una fanega de roban una silla de posta entre las sombras de un
tierra de labor. bosque.
-Y ¿á qué país pertenece esa isla? -Pero ¿cómo las víctimas no se quejan? repuso
-A la Toscana. Franz siempre tendido en su barca . ¿Cómo no atraen
-Y ¿ qué podré cazar? sobre esos piratas la venganza del gobierno francés,
-Cabras salvajes á millones . del sardo ó del toscano ?
-¿Se alimentan de lamer las piedras ? dijo Franz -¿Por qué ? repuso Gaetano sonriéndose.
con sonrisa de incrédulo. -Sí , ¿por qué?
-No , sino paciendo musgo , y despuntando mir- -Porque lo que hacen primero es trasportar del
tos y lentiscos , que crecen en las grietas. yacht ó del navío á su barca cuanto hay que valga la
-Pero ¿ dónde me acostaré? pena , y luego atan á la tripulacion de piés y manos,
-En las grutas de la isla , 6 en vuestra capa , á y al pescuezo de cada uno una bala de cañon, y hacen
bordo del barco. Además , si quiere vuestra escelen- un agujero en la quilla del barco robado , y suben al
cia podremos volvernos así que termine la cacería , puente, y cierran las escotillas y se pasan å su barca.
pues harto sabe que navegamos tan bien de noche Alos diez minutos empieza á quejarse la embarcacion
como de dia , y que á falta de velas tenemos remos. y á gemir, y poco á poco se hunde uno de los costados
Como le quedaba á Franz todavía tiempo suficiente primero , el otro después , luego vuelve á salir á flor
para juntarse con su compañero , y como no tenia que y á hundirse , y mas y mas de cada vez. De pronto
ocuparse en buscar vivienda en Roma , aceptó esta suena un ruido semejante á un cañonazo : es el aire
proposicion, que iba á desquitarlede su primeracacería. que rompe el puente . Entonces se revuelve el barco
Al oir su respuesta afirmativa cambiaron entre sí como un hombre que se ahoga. Pronto el agua , de-
los marineros algunas palabras en voz baja. masiado comprimida en las cavidades, inunda todo el
-¿Qué tenemos ahora de nuevo? les preguntó . ¿Ha barco, saliendo por sus agujeros , como los torrentes
ocurrido alguna dificultad? de humor que echa por sus poros un gigantesco ce-
—No ; pero debemos de advertir á vuestra escelen- táceo .
cia que la isla está en estado de sitio. Al fin exhala un gemido postrero , da sobre sí mismo
-¿Qué quiere decir eso ? la última vuelta , y se hunde, formando en el abismo
se
Quiere decir que como en Monte-Cristo no hay un círculo inmenso , que gira y gira un instante ,
habitantes , sirve de escala muchas veces á los contra- calma poco a poco , y acaba por desvanecerse tan
bandistas y á los piratas que vienen de Córcega , de completamente , que á los cinco minutos se necesita-
Cerdeña o de Africa. Si por cualquier azar se descu- ria el ojo de Dios para buscar en el fondo de las tran-
briese á nuestra llegada á Liorna que hemos estado en quilas aguas el navío agujereado.
Monte-Cristo , nos veremos obligados á hacer una -¿Comprendeis ahora , añadió el patron sonriendo,
cuarentena de seis dias.
cómo el navío no vuelve al puerto, y por qué los roba-
-¡Diablo ! ya varía la cuestion. ¡ Seis dias ! Justa- dos no se quejan?
mente el tiempo que Dios necesitó para crear el mun- Si esto lo hubiese contado Gaetano antes de propo-
do. El plazo es largo , hijos mios . ner la espedicion , es probable que Franz lo pensara
-Pero ¿quién ha de decir que su escelencia ha es- con mas madurez'; pero ya que la habian emprendido
tado en Monte-Cristo? pareciole el renunciar cobardía. Era Franz uno de
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 165

esos hombres que no corren al peligro ; pero que si ran encendido gentes que temiesen ser descubiertas.
se presenta la ocasion , lo arrostran con impertur- ¡Oh! eso nada quiere decir, repuso Gaetano. Si
bable sangre fria : era uno de esos hombres de volun- pudieseis en medio de la oscuridad reconocer la situa-
tad inflexible, que no miran el peligro sino como en cion de la isla, veriais que es tal, que el fuego no se
un duelo al adversario , que calculan hasta sus movi- descubre desde la costa ni desde la Pianosa, sino
mientos, que estudian su fuerza, y que al primer golpe desde alta mar solamente.
de vista comprenden todas las ventajas y matan de un -Con que segun eso, ¿temeis que sea de mal
solo golpe. agüero?
¡Bha! respondió , he atravesado la Sicilia y la Ca- -Es preciso orientarse, repuso Gaetano con los
labria , he navegado por el Archipiélago dos meses, y ojos fijos en aquella estrella terrestre.
ni la sombra he visto de un bandido ó de un pirata. -¿Y cómo?
-Es que yo no se lo he dicho á su escelência para -Vais á verlo.
hacerle renunciar á su proyecto , añadió Gaetano. Me Y con esto Gaetano reunió á sus compañeros, y
preguntó, y le respondí simplemente. después de cinco minutos de discusion, ejecutaron
-Sí, mi caro Gaetano , y vuestra conversacion es en silencio una maniobra, con la cual viró el barco de
de las mas interesantes, con que quiero gozar de ella bordo como por ensalmo. Volvieron entonces á tomar
el mayor tiempo posible. A Monte-Cristo. el camino que habian traido, y algunos segundos des-
Entre tanto se iban acercando al término del viaje, pués desapareció el resplandor, sin duda á causa de
ycon un vientecillo fresco hacia el barco seis ó siete las alteraciones topográficas.
millas por hora. La isla parecia que brotase del cen- Entonces el piloto dió nueva direccion al barquillo,
tro del mar á medida que la distancia se acortaba, y á que se acercó á la isla visiblemente , no distando
través de la limpia atmósfera del crepúsculo se distin- mas de cincuenta pasos.
guia,como las balas amontonadas en un arsenal, aque- Amainó Gaetano, y quedó el barco inmóbil.
lla masa de rocas, en cuyos intersticios se veían las Esto se habia ejecutado con el mayor silencio, y
matas y los árboles surgir. En cuanto á los marineros, hasta sin pronunciar una palabra, sobre todo desde
aunque estaban al parecer enteramente tranquilos, el cambio de direccion .
eraevidente que habian redoblado su vigilancia, y que Como era Gaetano el que habia propuesto aquella
sus miradas escudriñaban aquel mar, terso como un espedicion, caia sobre él toda la responsabilidad. Los
espejo, poblado solo de algunas barcas pescadoras que cuatro marineros no le perdian de vista, puestos al
con sus velas blancas se deslizaban como las paviotas remo y en disposicion de usarlos con todas sus fuer-
de ola en ola. zas, lo que no era difícil, gracias á la oscuridad.
A unas once millas de Monte-Cristo se encontrarian Franz, con esa sangre fria que ya le reconocemos ,
ya, cuando el sol se ponia detrás de la Córcega, cuyas aprestaba sus armas (que eran dos escopetas de dos
montañas se vislumbraban á la derecha dibujando en cañones y una carabina), las cargaba y las ponia en el
el cielo sus picos sombríos. Delante de la barca, ocul- | seguro .
tándole el sol, que ya solo doraba sus últimas rocas, En este intervalo el patron se habia quitado su
se elevaba amenazador aquel gigante de piedra, pare- marsellés y su camisa, y asegurándose los pantalones
cido á Adamastor. Poco a poco subieron desde el mar en las caderas , sin quitarse zapatos ni medias, que
las sombras, ahuyentando aquel rayo de luzque iba ya no gastaba, se puso un dedo sobre la boca, como dan-
á apagarse; al fin subió aquella estela luminosa hasta do à entender que guardaran profundo silencio, se
la cima del cono , donde se detuvo un instante fla- deslizó al mar, nadando hacia la orilla con tanta pre-
meando como el penacho de un volcan , hasta que la caucion, que era imposible oir el menor ruido. Sola-
sombra invasora se apoderó progresivamente de las mente con ayuda de la fosfórica estela que dejaba en
alturas, reduciéndose la isla á una nube rojiza que iba el agua, se podia observar su camino.
por momentos ennegreciéndose. Una hora después Pronto desapareció esta estela. Era evidente que
cerró la noche. habia llegado á la orilla Gaetano.
En medio de la oscuridad profunda que los envol- Todoslos del barco permanecieron inmóbiles por es-
via no faltaban á Franz temores; pero por fortuna los pacio de media hora, que tardó en reaparecer junto á
marineros conocian muy bien hasta los puntos mas la orilla la misma estela luminosa en direccion á ellos .
ignotos del archipiélago toscano. La Córcega habia Un instante después Gaetano estaba en la barca.
desaparecido enteramente, y casi la isla de Monte- -¿Y bien? le preguntaron á la par Franz y cuatro
Cristo; pero los marineros tenian, como los linces, la marineros.
facultad de ver en las tinieblas , y el piloto que iba al -Son , dijo, contrabandistas españoles, aunque
timon no señalaba ningun obstáculo . hay tambien con ellos dos bandidos corzos .
Una hora habria pasado desde la puesta del sol, -¿Y qué hacen esos dos bandidos corzos con los
cuando Franz creyó percibir á un cuarto de milla á contrabandistas españoles?
la derecha una sombra confusa, aunque era imposible -¡Toma, escelencia! repuso Gaetano con aire de
el distinguirla bien; con que temiendo que se le burla- sublime caridad , es preciso ayudarse los unos á los
sen los marineros si tomaba por tierra firme algunas otros. Los bandidos muchas veces se ven acosados en
nubes flotantes , no dijo esta boca es mia; pero de re- tierra por los gendarmes ó los carabineros , y enton-
buenos cama-
pente apareció en la orilla un resplandor muy grande. ces encuentran una barca tripulada por
La tierra
mete oro. parecia una nube , pero el fuego no era un quien radas como nosotros, á quien pedir hospitalidad, y de
recibirla en su mansion flotante. ¿Quién niega
-¿Qué luz es aquella? preguntó. amparo á un pobre hombre que se ve perseguido? Le
¡Chist! dijo el patron . Es una lumbre. recibimos á bordo, y para mayor seguridad nos mete-
-Pero ¿no decíais que la isla estaba deshabitada?
mos en alta mar. Esto no nos cuesta nada, y le salva
Dije que no tiene poblacion fija ; pero dije tam la vida, 6 lo menos la libertad, á uno de nuestros se-
bien que es un asilo de contrabandistas. mejantes, que el dia de mañana en pago del servicio
¿Y de piratas? que le hemos hecho, nos indica un buen sitio para
Y de piratas , añadió Gaetano repitiendo las pala- desembarcar sin que nos molesten los curiosos.
bras de Franz. Por eso dí órden de que pasáramos -¡Ah ! ¡ ya! ¿con que vos mismo teneis tambien algo
mas no alláde
so tros. la isla, y ya lo veis , la lumbre cae detrás de contrabandista, mi querido Gaetano? le dijo Franz.
de
-¿Qué quereis, escelencia? contestó con una son-
-Pero ese fuego, prosiguió Franz, antes me pa- risa imposible de describir; bueno es saber algo de
rece que quita temores, que no los da. No lo hubie- todo; es preciso ingeniarse.
166 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Luego, ¿conoceis á esa gente que ahora habita | talidad á esos contrabandistas y á esos bandidos.
Monte-Cristo? ¿Creeis que nos la otorgarán?
-Así , así. Nosotros los marinos somos como los -De seguro .
fracmasones , que por ciertas señales nos recono- -¿Cuántos son?
cemos. -Cuatro, escelencia, y con los dos bandidos , seis.
-¿Y creeis que no ofrece peligro nuestro desem- -Justamente somos tantos para tantos , somos
barco? seis para seis , por si esos señores se nos pusieran
-Absolutamente ninguno. Los contrabandistas no foscos y tuviéramos que traerlos á razon . Por última
son ladrones. vez, vamos á Monte-Cristo.
4
.

Franz d'Epinay .

-Pero esos bandidos corzos... murmuró Franz -Corriente, escelencia ; pero nos permitireis tomar
calculando de antemano todas las probabilidades. algunas precauciones mas.
-¡Vaya por Dios ! repuso Gaetano. Ellos no tienen -Por supuesto, caro mio. Sed sabio como Nestor,
la culpa de ser bandidos, sino la autoridad. y prudente como Ulises. Hago mas que permitíroslo,
-¿Qué decís? os lo aconsejo.
-Sin duda alguna. Los persiguen por haber hecho -Pues entonces, ¡silencio ! murmuró Gaetano.
una piel, y nada mas. ¡Como si el vengarse no fuera Todo el mundo calló.
en Córcega lo mas natural del mundo! Para un hombre observador como Franz, todas las
¿Qué entendeis por haber hecho una piel? ¿haber cosas tienen su verdadero punto de vista : esta situa-
asesinado á un hombre? dijo Franz prosiguiendo sus cion , sin ser peligrosa, no carecia de cierta gravedad.
pesquisas. Hallábase en las tinieblas mas profundas , en medio
-Haber matado á un enemigo , que es muy dife- del mar, rodeado de marineros que no le conocian,
rente, repuso el patron. que no tenian ningun motivo para quererle , que sa-
-Pues bien , añadió el jóven. Vamos á pedir hospi- bian que llevaba en el cinto algunos miles de francos,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 167

y que muchas veces habian examinado , si no con en- era una mescolanza del de los artistas y del de los dan-
vidia, con curiosidad al menos sus armas , que erandys, no inspiró sospecha alguna.
muy hermosas. De otra parte, iba á arribar, sin mas Despues de amarrar el barco á la orilla dieron algu-
ayuda que aquellos hombres, á una isla que á pesar nos pasos en busca de una especie de vivac donde se
de su nombre religioso, no le prometia al parecer otra colocaran; pero sin duda el punto adonde se dirigian
hospitalidad que la del Calvario á Cristo, gracias á los no era del gusto del que hizo papel de centinela, por-
bandidos y á los contrabandistas . Luego la historia de que gritó á Gaetano :
aquellas barcas agujereadas en el fondo , que de dia -Por ahí no.
la creyó exagerada , pareciole de noche verosímil. Balbuceó una disculpa Gaetano , y sin insistir diri-
Fluctuando pues entre este doble peligro, quizás ima- giose á la parte opuesta , mientras dos marineros iban
ginario, no abandonaba su mano el fusil, ni sus ojos à encender en la hoguera antorchas para alumbrar el
á aquellos hombres. camino.
Mientras tanto habian los marineros izado otra vez A los treinta pasos sobre poco mas o menos detu-
sus velas y vuelto á emprender su marcha. A través viéronse en una esplanada pequeña cercada de rocas,
de las tinieblas, á las cuales estaba ya un tanto acos- en que habian labrado unos como asientos , que que-
tumbrado, distinguia Franz el gigante de granito querian parecer garitas , donde el centinela pudiera sen-
la barca costeaba, y pasando en fin el ángulo saliente tarse. En torno crecian en algunos trozos de tierra
de una peña , pudo ver la lumbre mas encendida que vegetal encinas enanas y mirtos de ramaje espeso. Por
nunca, y sentadas en torno cinco ó seis personas. un monton de cenizas que vió Franz bajando al suelo
El resplandor del fuego iluminaba una distancia lo una antorcha , vino á comprender que no era el pri-
menos de cien pasos mar adentro. Costeó Gaetano la mero que reconociese la escelencia de aquel sitio , y
luz , procurando que su barco no saliese un punto de que debia de ser una de las guaridas habituales de los
la sombra , y cuando logró situarse en frente de la nómadas visitadores de Monte-Cristo.
lumbre, lanzose atrevidamente al círculo formado por Ya habia dejado de estar en alarma y en acecho.
el reflejo, entonando una cancion de pescadores , y ha- Desde que puso el pié en tierra , desde que se aper-
ciéndole el coro sus compañeros . cibió de las disposiciones si ro amistosas indiferen-
Al primer verso de la cancion se habian levantado tes de sus huéspedes , desapareció toda su descon-
los que se calentaban, acercándose al embarcadero con fianza , cambiándose en apetito con el olor de la cabra
los ojos fijos en la barca, cuya fuerza é intenciones se que asaban en la cercana lumbre.
esforzaban indudablemente á adivinar. Pronto demos- Sobre este nuevo accidente dijo algunas palabras á
traron que el exámen les satisfacia, yendo á sentarse Gaetano , que le respondió que nada era mas sencillo
junto á la lumbre, en que asaban un cabrito entero, á que comer, para quien trajese como ellos en su bar-
escepcion de uno, que se quedó á la orilla de pié. co, pan , vino , seís perdices , y un buen fuego para
Al llegar el barco á unos veinte pasos de la orilla, el asarlas .
que estaba de pié hizo maquinalmente con su carabi- -Además , añadió, si tanto incita á vuestra escelen-
na el ademan de un centinela ante la fuerza armada, y cia el olor de la cabra , puedo ofrecer á los vecinos
gritó en dialecto sardo: dos de nuestras aves por un pedazo de su asado.
-¿Quién vive? -Sí tal, sí tal , Gaetano , contestó el jóven. Haced-
Franz preparó friamente sus dos tiros. lo , que habeis nacido en verdad para esta clase de
En esto Gaetano cruzó con aquel hombre algunas negocios.
palabras , que el viajero no pudo comprender , pero Entre tanto los marineros habian arrancado un
que á él se referian sin duda. buen monton de musgo , y con mirtos y encina ver-
¿Quierevuestra escelencia dar su nombre 6 guar- de encendido una buena lumbre.
dar el incógnito ? le preguntó el patron . Franz impaciente esperaba á su negociador, olfa-
-No quiero que mi nombre suene para nada , con- teando la cabra , cuando aquel apareció con aire de
testó Franz. Decidle solamente que soy un francés pensativo.
que viaja por gusto . -Ea ¿qué hay de nuevo ? le preguntó : ¿ rechazan
Luego que trasmitió Gaetano esta respuesta , dió nuestra oferta?
una órden el centinela á uno de los hombres que es- -Al contrario , dijo Gaetano. Su jefe , á quien han
taban sentados á la lumbre , el cual acto contínuo se dicho que sois un jóven francés , os convida á cenar.
levantó, desapareciendo entre las rocas. -¡Caramba ! esclamó Franz . ¡ Qué hombre tan ci-
Hubo un instante de silencio. Cada uno pensaba en vilizado debe de ser ese jefe ! No hay razon para que
sus propias cosas. Franz en su desembarco , los ma- yo me niegue , tanto mas cuanto que le llevo mi parte
rineros en sus velas , los contrabandistas en su ca- de bucólica.
bra; pero á pesar de este descuido aparente , se ob- -¡Oh! no es eso. El tiene para cenar y aun algo
servaban unos á otros . mas. Es que pone á vuestra entrada en su casa una
El hombre que se habia separado de la lumbre apa- condicion muy singular.
reció de repente en opuesta direccion , haciendo con -¡En su casa ! ¿ha construido una casa aquí?
la cabeza una señal al centinela, que volviéndose hácia -No ; pero no deja por eso de tener, segun se ase-
el barco se contentó con pronunciar estas palabras : gura al menos , una mansion muy digna.
-S'accommodi. -¿Conoceis pues á ese jefe ?
El s'accommodi italiano es imposible de traducir, -Por haber oido hablar de él.
porque significa á la par: -venid , entrad , sed bien- -¿Bien ó mal ?
venido , estais en vuestra casa , todo es vuestro . - Se -De ambas maneras.
parece á aquella frase turca de Molière que tanto ad- ¡ Diablo ! ¿ Y cuál es la condicion que pone ?
miraba al paleto caballero (le bourgeois gentilhomme) -Que os dejeis vendar los ojos , y que no os qui-
por el sin número de cosas que significaba. teis la venda hasta que él mismo os lo diga.
No se lo hicieron repetir los marineros , sino que á Franz examinó con toda la atencion posible las mi-
los cuatro golpes de remo ,tocó la barca en la orilla. radas de Gaetano , para conocer el secreto de esta
Saltó Gaetano el primero , tornando á hablar breve- proposicion.
mente con el centinela en voz baja ; saltaron los ma- -¡Ah! respondió el marinero adivinando su idea.
rineros. unos tras otros , con que le llegó su turno á ¡ Bien sé yo que merece reflexionarse!
Franz
-¿Qué hariais en mi lugar? le preguntó el jóven .
Llevaba al hombro uno de sus fusiles , Gaetano el -Como nada tengo que perder , iria.
otro , y un marinero su carabina ; pero como su traje -¿Con que aceptariais ?
168 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Sí, aunque no fuera sino por curiosidad. Reflexionó Franz un rato, y comprendiendo que si
-¿Hay algo curioso que ver en casa de ese jefe? aquel hombre era tan rico no querria robarle á él, que
-Escuchad , dijo Gaetano bajando la voz : yo no sé solo llevaba algunos miles de francos, y como además
si es cierto lo que dicen... entre todo esto veia en lontananza una cena esce-
Y se detuvo para reparar si alguno de los de la otra lente, se decidió.
lumbre le escuchaba . Gaetano fué á llevar su respuesta.
-¿Qué dicen? Sin embargo, como ya lo hemos dicho, Franz era
-Dicen que ese jefe habita un subterráneo , que prudente, con que quiso adquirir todas las noticias
deja muy atrás al palacio Pitti. posibles de su estraño y maravilloso anfitrion. Volvio-

Gaetano.

¡Qué sueño! esclamó Franz volviendo á sentarse.


se pues á un marinero que durante este diálogo se
-No es sueño , contestó el patron , sino realidad. ocup
Cama, el piloto de San Fernando, entró un dia, y sa- aba en desplumar las perdices con la gravedad
de un hombre bien empleado, y le pregunto en qué
lió maravillado, diciendo que solo en los cuentos de habrian podid arrib
las hadas hay tales tesoros . o ar á la isla los contrabandistas,
-¿Sabeis que con esas palabras, dijo Franz , me puesto que ni barca, ni tartana , ni canoa se veia.
hariais bajar á las cavernas de Ali- Babá? -Eso no me da cuidado, dijo el marinero, porque
conozco la embarcacion que tripulan .
-Digo lo que me dicen, escelencia.
-¿Con que me aconsejais que acepte? -¿Es buena?
-No digo tanto. Vuestra escelencia hará lo que sea -Una igual deseo á vuestra escelencia para dar
de su gusto. Yo no quisiera aconsejarle en semejante vuelta al mundo .
ocasion. -¿De qué fuerza es?
-De unas cien toneladas sobre poco mas o menos.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 169

Es un barco de capricho, un yacht, como dicen los -Sí.


ingleses; pero construido de manera que en todo -¿Dónde mora ese señor?
tiempo anda por el mar. -En el mar.
-¿Dónde lo han construido? -¿De qué pueblo es?
-Lo ignoro, aunque lo tengo por genovés . -No lo sé.
-¿Y cómo un jefe de contrabandistas, prosiguió -¿Le habeis visto?
A

Franz, se atreve á construir en Génova un yacht con -Algunas veces.


destino á su comercio?
-¿Qué trazas ?...
-Yo no he dicho que él sea contrabandista , res- -Vuestra escelencia juzgará por sí mismo.
pondió el marinero. -¿Y dónde va á recibirme?

Мишк

...Vendáronle los ojos.

No, pero me parece que Gaetano lo ha dicho. -Sin duda en ese palacio subterráneo de que Gae-
Gaetano habia visto
hablado de lejos la tripulacion , pero tano os habló.
ninguno
no habia con .
-Y al desembarcar en esta isla , encontrándola de-
-Pues si ese hombre no es capitan de contraban- sierta , ¿no habeis tenido nunca la curiosidad de dar
distas , ¿qué es?
con ese palacio encantado?
-Un señor muy rico que viaja por gusto. -Si tal, escelencia, repuso el marinero , y mas de
-Vamos , pensaba Franz , con ser las relaciones di- una vez pero siem
; pre fuéron inútiles nuestras te.l-
ferentes , se hace mas y mas misterioso el personaje .
-¿Cómo se llama? tativas. Hemos revuelto la gruta de arriba abajo ,
encontrar la menor comunicacion . ¡ Si dicen quesinla
el Marino
Cuando lo pregunt
se yo
; pero dudo que , respond
anese que Simbad
sea sue nombre mágica!
ver- puer ta no se abre con llave , sino con una palabra
dadero .
Vamos , decididamente esto es un cuento de las
-¿Simbad el Marino?
Mil y una noches, murmuró Franz.
170 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Su escelencia os aguarda , dijo detrás de él una , quier dia me la encontraria sin duda como Dios fuere
voz, que reconoció por la del centinela. servido, lo que me diera bien poco gusto , no por la
Acompañaban al recien llegado dos hombres de la pérdida de lo que vale , sino porque me quitaria la se-
tripulacion del yatch. guridad que ahora tengo de poder separarme del mun-
Por toda respuesta sacó Franz su pañuelo , presen- do cuando me da la gana. Ahora procuraré haceros ol-
tándoselo al que le habia dirigido la palabra. vidar esa nimia molestia, ofreciéndoos lo que no espe-
Sin decir una sola vendáronle los ojos con una es- rariais encontrar aquí , esto es, una cena regular y
crupulosidad, que le daba á entender que no cometie- una cama bastante buena.
se ninguna indiscrecion : luego hicieronle jurar que│A fé mia , querido anfitrion , que no necesitais de
no trataria de destaparse. pedirme disculpa , repuso Franz . Estoy acostumbrado
Franz juró. á ver cómo se vendan los ojos átodos los que van á en-
Con esto le cogieron cada hombre por un brazo , y trar en palacios encantados . Eso sucede á Raoul en los
echó á andar, conducido por ellos y guiado del centi- Hugonotes; y en verdad que yo no debo de quejarme,
nela. pues lo que veo, paréceme una continuacion de las
A cosa de treinta pasos , por el olor mas vivo de la maravillas de las Mil y una noches.
cabra , conoció que pasaba por delante del vivac ; -¡Ay! tengo que deciros como Lúculo: -A esperar
hiciéronle después dar como otros cincuenta pasos , yo vuestra visita, hubiera hecho algunos preparativos .
evidentemente de la parte por donde prohibieron á En fin , tal como es mi choza , tal como es mi cola-
Gaetano que anduviera , prohibicion que ahora se cion , las pongo à vuestro mandar. —¿Estamos ya ser-
esplicaba. Pronto por el cambio de la atmósfera com- vidos , Alí?
prendió que entraba en un subterráneo , y á los pocos Casi al mismo instante levantose el cortinon de la
segundos de marcha oyó un estallido, y pareciole que puerta , apareciendo un negro nubiano , tan negro co-
cambiaba otra vez la atmósfera, poniéndose perfuma- mo el ébano , vestido con una sencilla túnica blanca,
da y tibia. Cuando sus piés , por último , res balaban so- el cual hizo á su amo una seña , que indicaba que po-
bre un muelle tapiz, sus guías le abandonaron . Hubo dia pasar al comedor.
un intervalo de silencio , hasta que dijo una voz en Oid ahora , dijo á Franz el desconocido . No sé si
buen francés , aunque con acento estranjero : sereis de mi opinion , pero me parece cosa fastidiosí-
-Seais , caballero , bien venido á esta casa . Ya po- sima estarse dos ó tres horas hablando sin saber los
deis quitaros el pañuelo. interlocutores sus nombres respectivos. Y cuenta que
Como se deja entender, no hizo Franz que le re- yo respeto demasiado las leyes de la hospitalidad para
pitiesen la invitacion. Se quitó su pañuelo y hallose que os pregunte vuestro nombre ni vuestro título;
cara á cara con un hombre de treinta y ocho á cua- ruegoos solamente que me digais uno cualquiera, por
renta años, en traje tunecí, ó para que se nos entien- que pueda dirigiros la palabra. Para proporcionaros á
da mejor, con un casquete colorado con borla de seda vos iguales ventajas , os diré de mí que acostumbran
azul, una chaquetilla de paño negro bordada de oro , á llamarme Simbad el Marino.
pantalones largos y anchos de color de sangre , calzas -Y de mí os diré, que como ya no me falta para es-
del mismo color, bordadas tambien de oro , y pantuflas tar en la misma situacion de Aladino sino la famosa
amarillas. Llevaba á la cintura un magnífico chal de lámpara maravillosa , no encuentro dificultad alguna
cachemira, y sujeto en él un yatagan pequeño y en que me llameis Aladino interinamente . Tentaciones
corvo . me dan de creerme trasportado al Oriente por algun
Aunque pálido hasta degenerar en livido , el rostro genio benéfico , con que esta nueva ficcion prolongará
de este hombre era de notable hermosura . Sus ojos vi- mis quimeras .
vos y penetrantes , su nariz recta y casi al nivel de la -Pues bien , señor Aladino , dijo el anfitrion , ha-
frente, como de tipo griego en toda su pureza; sus beis oido que podiamos pasar á la mesa , ¿no es verdad?
dientes , blancos como perlas, resaltaban á maravilla entremos pues , si os place. Vuestro humilde servidor
entre su negro bigote. pasa delante para enseñaros el camino .
Sin embargo, aquella palidez era singular. Parecia Y levantando con esto la cortina , pasó en efecto
de un hombre encerrado mucho tiempo en un sepul- | Simbad delante del jóven.
cro, que no hubiese podido recobrar después el ver- De cada vez estaba Franz mas maravillado . El ser-
dadero color de la carne viva . vicio de la mesa era espléndido . Seguro ya de es-
No era de alta estatura, pero sí bien formado, y con te punto tan importante , dirigió sus miradas á otra
las manos y los piés muy pequeños, como los meridio- parte . El comedor, menos suntuoso que el gabine-
nales. te que acababa de dejar, era todo de mármol con ba-
Pero lo que admiró á Franz , que habia tenido por jos relieves antiguos de gran mérito y valor. A los
sueño las exageraciones de Gaetano , fué la suntuosi- dos estremos de esta habitacion , que era oblonga, ha-
dad del mueblaje. bia dos magníficas estatuas con cestones en la cabeza,
Las paredes estaban cubiertas de seda turca car- que contenian frutas magníficas, ananas de Sicilia ,
mesí, salpicada de flores de oro. A una parte se veia granadas de Málaga , naranjas de las islas Baleares ,
una especie de divan coronado por un trofeo de armas albérchigos franceses , y dátiles de Tunez.
arabescas con vainas de plata sobredorada incrustadas La cenase componia de un faisan asado con mirlos
de pedrería. Pendia del techo una lámpara de cristal de Escocia , un jamon de jabalí á la gelatina , un pe-
de Venecia, preciosísima por su forma y su color, y dazo de cabra á la tártara, un rodaballo magnífico, y
cubria el suelo un tapiz turco , tan blando, que hasta el una langosta colosal.
tobillo se hundian los piés. Grandes cortinones colga- En los intermedios circulaban entremeses delicados .
ban delante de la puerta por donde habia entrado La vajilla era de plata , y los porta-vasos de China.
Franz, y de la otra que daba paso á una habitacion Franz se frotaba los ojos para cerciorarse de que
magníficamente iluminada al parecer. no soñaba.
El desconocido abandonó un instante á Franz á su Solamente Alí era admitido á servir á su dueño , lo
sorpresa, examinándole con la misma atencion con que hacia perfectamente, valiéndole esto á Simbad ala-
que él lo examinaba todo, y sin perderle un punto de banzas de su convidado.
vista. -Sí, contestó aquel haciendo esquisitamente los
-Caballero, le dijo al fin , suplicoos mil veces que honores á su cena , sí , es un pobre diablo que me quie-
me disimuleis las precauciones tomadas para intro- re mucho, y se afana por agradarme. Recuerda que le
duciros aquí; pero como esta isla está desierta casi he salvado la vida , y como la apreciaba mucho al pa-
siempre, conocido el secreto de esta morada, cual- recer , me lo agradece bastante.
Simbad el marino.
1
1
H
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 171

Alí se acercó á su dueño , cogiole una mano y se la | nez. Tal exigencia era inútil. Por muy de lejos que el
besó. infiel distinga cuando navegamos las costas de Africa,
-¿Pecaré de indiscreto , señor Simbad, preguntán- se esconde al punto en la cala , y no hay medio de ha-
doos cómo y cuándo hicisteis esa bella accion? le dijo cerle salir de allí hasta que no se haya perdido de vista
Franz. la tercera parte del mundo.
-Oh Dios mio ! es una accion muy vulgar , res- Franz se quedó un instante ensimismado, pregun-
pondió Simbad el Marino . Sin duda ese pillastre ha- tándose qué deberia pensar de la frialdad horrible con
bria rondado el serrallo del bey de Tunez mas de que su anfitrion acababa de contarle aquella cruel
cerca de lo que á los negros se permite, porque el bey historia.

De cada vez estaba Franz mas maravillado.

le sentenció á cortarle la lengua , la mano y la cabe- Luego dijo mudando conversacion:


za: la lengua el primer dia , la mano el segundo , y la -¿Y vos pasais vuestra vida viajando como el hon-
cabeza el tercero. Siempre habia yo deseado tener un rado marino cuyo nombre llevais?
mudo á mi servicio, con que esperé á que le hubiesen -Sí, es un voto que hice en cierta ocasion , cuando
cortado la lengua para ir a proponer af bey que me lo menos pensaba poderlo cumplir , dijo el desconocido
diese, á cambio de una magnífica escopeta de dos ca- sonriéndose. Muchos tengo hechos como este , que
ñones que me habia parecido la víspera agradar á su espero en Dios que se cumplan.
alteza bastantemente. Aun con esto vaciló, tanto de- Aunque pronunció Simbad estas palabras con la
seo tenia de acabar con ese pobre diablo ; pero yo le mayor sangre fria, sus ojos despidieron un fulgor es-
di sobre la escopeta un cuchillo inglés de monte , con traño de ferocidad.
el cual habia yo mellado el yatagan de su alteza , y -¿Habreis sufrido mucho, caballero? le dijo Franz.
esto al fin le determinó á perdonarle la mano y la ca- Simbad se estremeció , y mirándole fijamente:
beza, aunque á condicion de que nunca volviera á Tu- -¿Por qué os lo figurais ? le preguntó.
172 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Por todo , repuso Franz : por vuestra voz , por -¿Y por qué ha de ser una venganza ? le pre-
vuestras miradas , por vuestra palidez , y hasta por guntó.
esta clase de vida que traeis. -Porque me pareceis un hombre de esos que, per-
¡Yo ! ¡ yo traigo la vida mas feliz que haya gozado seguidos por la sociedad , tienen que arreglar cuen-
un hombre ! ¡una vida de pachá ! Soy el rey del mun- tas con ella , repuso Franz.
do. Me agrada un sitio , permanezco en él ; me des- -Pues bien , dijo Simbad sonriendo de aquella ma-
agrada, lo dejo. Soy libre como los pájaros, y como ellos nera estraña que solo dejaba entrever sus dientes
tengo alas. A una señal me obedecen todos los que blancos y afilados. Pues bien , no dais en ello . Tal

Alí se acercó á su dueño , cogiole una mano y se la besó.

me rodean. De vez en cuando me entretengo en bur- como me veis, soy un filántropo sui géneris, y acaso
lar á la policía de los hombres, quitándole un bandido un dia iré á París á hacer sombra a Mr. Appert y
que busca ó un criminal que persigue. Tengo yo ade- al hombre de la capa azul.
más tambien mi justicia baja y alta , aunque sin pape- -¿Será la primera vez que hagais ese viaje?
lotes ni apelacion, que absuelve ó condena, y que na- -¡Oh, sí ¿Indica poca curiosidad en mí , no es
die tiene que ver con ella. ¡ Oh! ¡ Si hubieseis probado cierto ? Pero os aseguro que no he tenido la culpa de
esta vida mia , no gustarais de otra alguna , y nunca tardar tanto, y que al fin el dia menos pensado iré.
volvierais al mundo , á no que tuvieseis que realizar -¿Será pronto?
algun proyecto gigantesco!" -No lo sé todavía , que depende de circunstancias
-Una venganza , por ejemplo , dijo Franz. y combinaciones muy inciertas.
El desconocido clavó en el jóven una de esas mira- -Quisiera estar allí cuando vos vayais, para paga-
das que penetran hasta lo mas profundo del pensa- ros en la manera que me fuese posible esta hospitali-
miento y del corazon humano.
dad tan generosa que me dais en Monte-Cristo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 173

-Con mucho placer aceptaria vuestra invitacion, por realidad , era un sueño; pero un sueño tan dulce,
repuso Simbad, síno tuviera que guardar el incógnito tan embriagador , tan voluptuoso , que se vendian en
en París . cuerpo y alma al que se lo proporcionaba , y obedien-
1- Entre tanto la cena proseguia. Como si hubiera sido tes á sus órdenes como á las de Dios , iban á buscar
preparada esprofeso para Franz, que hacia razonable- hasta el fin del mundo la víctima indicada para herir-
mente los honores de ella , el marino solo gustaba los la , espirando en los tormentos sin proferir una que-
platos del espléndido festin. Al cabo Ali sirvió los ja, alentados por la esperanza de que su muerte no era
postres , ó dicho mejor , las cestas que tenian en sus sino una trasmigracion á aquella vida de delicias que
manos las estatuas. les daba á probar esta yerba santa , que acaban de
Entre las dos puso una copa pequeña de plata so- servirme en vuestra presencia.
bredorada con tapa del mismo metal. -Entonces, esclamó Franz , es el hatchis; sí; yo lo
El respeto con que Alí cogió esta copa, chocó mu- conozco , á lo menos de nombre.
chísimo à Franz , con que levantando la tapa , halló -Justamente ; habeis acertado con el nombre , se-
que contenia una especie de pasta verde, parecida al ñor Aladino ; es el hatchis ; el hatchis mejor y mas
dulce de angélica , que él nunca habia visto. puro que se hace en Alejandría ; el hatchis de Abou-
Cuando volvió á tapar la copa, se hallaba tan igno- gor, el grande , el único , el hombre á quien se de-
rante de su contenido como al destaparla. Miró á su beria edificar un palacio con esta inscripcion :
huésped y le vió sonreirse.
Al mercader de la dicha , el mundo reconocido.
-No podeis adivinar qué es lo que contiene ese
vaso? le preguntó este. -¿Sabeis, dijo Franz , que me dan ganas de juz-
-Os lo confieso. gar por mí mismo de la verdad ó exageracion de vues-
-Pues bien , esa especie de dulce verde , no es ni tros elogios ?
mas ni menos que la ambrosía que Hebe servía á Jú- -Juzgad por vos mismo, mi querido huésped , juz-
piter. gad; pero no por la primera impresion que os produz-
-Pero sin duda esa ambrosía, repuso Franz, al pa- ca. Es preciso acostumbrar los sentidos á una nueva,
sar por la mano de los hombres habrá perdido su como acontece en todas las impresiones, dulce 6 vio-
nombre divino para tomar otro humano . ¿ Cómo se lenta , triste ó alegre: existe una lucha entre esta divi-
llama pues en fengua vulgar este ingrediente, que á na sustancia y la naturaleza , que no está organizada
decir verdad no me inspira gran simpatía? para el placer, y que se aferra mucho al dolor . Es pre-
-Ahí teneis justamente la revelacion de nuestro ciso que la naturaleza vencida muera sobre el campo
orígen material, esclamó el marino. ¡ Cuántas veces de batalla ; es preciso que la realidad suceda al sueño,
pasamos del mismo modo junto á la felicidad, sin ver- y entonces es el sueño el que domina absoluto , y la
la, sin mirarla, ó sin reconocerla, si la vemos ó la vida se hace sueño , y el sueño se hace vida. ¡Pero qué
miramos! Si sois un hombre positivista , si vuestro Dios diferencia en tal trasformacion! Esto vale como decir,
es el oro, probad esto, y se os abrirán las minas del que comparados los dolores de la vida real, con los
Perú, de Guzarate y de Golconda . Si sois un hombre placeres de esa existencia ficticia , no querreis vivir
de inteligencia, si sois poeta, probad esto, y desapa- nunca , porque querreis soñar siempre . Cuando aban-
recerán para vos los límites de lo posible, y se os abri- doneis vuestro mundo por el mundo de los demás, os
rán los campos de lo infinito, y en libertad absoluta parecerá que pasais de una primavera de Nápoles á
de pensamiento y de alma , volareis á vuestro antojo un invierno de la Laponia ; os parecerá que dejais el
por las inconmensurables esferas de la fantasía. ¿Sois paraiso por la tierra , y el cielo por el infierno. Probad
ambicioso, os pereceis por las vanidades de la tierra? el hatchis , mi querido huésped , probadlo.
probad esto, y dentro de una hora sereis rey no de Por toda respuesta cogió Franz una cucharada de
un reino miserable, olvidado en un rincon de Euro- aquella pasta maravillosa, igual á la que había tomado
pa, como Francia, España é Inglaterra, sino rey del su anfitrion, y se la llevó á los labios.
mundo, rey del universo, rey de la creacion. Asenta- -¡Diablo! esclamó cuando se la hubo tragado, no
reis vuestro trono en la montaña adonde llevó Satan á sé si la consecuencia será tan agradable como decís;
Jesucristo, y sin que le rindais tributo , sin que os hu- pero lo que es como manjar, no me parece tan sucu-
milleis hasta besarle la pezuña , sereis el soberano so- lento como á vos.
berano de todos los soberanos de la tierra. ¿No es lo -Porque vuestro paladar no está acostumbrado á
que os ofrezco tentador? confesadlo : tanto mas tenta- lo sublime de esa sustancia . Decidme, ¿os han gustado
dor, cuanto que no hay nada mas fácil que hacer esto. desde el primer dia las ostras, el té, las trufas, y to-
Mirad. do lo que después habeis apreciado en tal manera?
Y descubriendo á su vez la copa de plata que con- ¿Comprendeis acaso á los romanos , que sazonaban
tenia el ponderado elíxir, llenó de él una cucharilla de los faisanes con asafétida, y á los chinos, que co-
café , la llevó á sus labios , y la saboreó lentamente, men nidos de golondrinas? No por cierto, no. Pues
con los ojos medio cerrados y la cabeza echada há- bien , lo propio sucede con el hatchis . Tomadlo solo
cia atrás. ocho dias seguidos , y ningun manjar del mundo os
Franz le dejó todo el tiempo necesario para tra- parecerá que reune la delicadeza de este , hoy soso y
garlo , y le dijo al verle ya vuelto, por decirlo así, á la nauseabundo para vos. Pasemos ahora á la habitacion
escena : de al lado, es decir, á la vuestra, que va Alí á servir-
-Pero ¿á qué se reduce este manjar tan precioso? nos el café y á darnos pipas.
-Habeis oido hablar, le contestó el marino , del Levantáronse los dos, y mientras el que á sí mismo
Viejo de la montaña, de aquel que quiso asesinar á Fe se habia dado el nombre de Simbad , y que nosotros
lipe Augusto? hemos nombrado de tiempo en tiempo, porque se le
-Sin duda. pudiera llamar de cualquier modo; mientras Simbad,
-Pues sabed que reinaba en un valle fertilísimo, repetimos , daba algunas órdenes á su criado , Franz
que dominaba la montaña de donde habia tomado su entró en la pieza inmediata.
pintoresco nombre . Estaba aquel valle lleno de jardi- El mueblaje de esta era mas sencillo, aunque no
nes, plantados por Hassen-ben-Sabad , con pabellones menos rico, yla forma de ella redonda. Un divan pro-
aislados, donde hacia entrar á sus elegidos para darles longado la cenia en derredor ; pero divan , techo, pa-
á masticar , segun dice Marco Paulo , cierta yerba que redes y suelo estaban cubiertos de magníficas pieles ,
los trasportaba al paraiso , entre plantas siempre en blandas como los mas blandos tapices ; eran de leo-
flor, frutas maduras siempre , y mugeres siempre vir- nes del Atlas , con sus majestuosas crines, de tigres de
genes. Ahora bien , lo que aquellos jóvenes tomaban | Bengala , á rayas deslumbradoras , de panteras del
174 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Cabo, tachonadas de oro, como la que se aparecia al aire embalsamado y fresco , como el que debia de so-
Dante ; y pieles, en fin , de osos de la Siberia y zorras plar en torno á la gruta de Circe, aire lleno de perfu-
de Noruega, arrojadas todas con profusion unas so- mes que embriagan la fantasía, de ardores que en-
bre otras, de manera que parecia que se anduviese cienden los sentidos, y volvió á ver todo lo que habia
sobre la alfombra mas espesa, ó se reposase en el le- visto antes de su sueño , desde Simbad, el fantástico
cho mas muelle. marino, hasta Alí, el criado mudo. Luego todo parecia
Ambos se sentaron en el divan. Pipas con boquilla que se confundiese y se borrase á su vista, como las
de ámbar y tubos de jazmin yacian á la mano, y pre- últimas sombras de una linterna mágica que se apaga,
paradas para que no hubiese necesidad de fumar dos hallándose de nuevo en la habitacion de las estatuas,
veces en una misma . Tomó una cada uno , y Alí las que alumbraba solamente una de esas lámparas anti-
encendió , saliendo luego á buscar el café. guas de luz pálida, que en medio de la noche acompa-
Hubo un momento de silencio , que Simbad pasó en- ňan al sueño ó á la voluptuosidad .
tregado á los pensamientos que al parecer le domina- Las estatuas eran las mismas, de formas delicadas,
ban sin tregua, aun en medio dela conversacion , y ricas de poesía y de lujuria, con ojos magnéticos,
Franz, abandonado á esa especie de fascinacion verti- sonrisa lasciva y larga cabellera . Frina , Cleopatra,
ginosa que acomete siempre al que fuma escelente Mesalina , las tres cor.esanas célebres . Entre aquellas
tabaco. No parece sino que el humo del tabaco bueno sombras impúdicas aparecia después como un ángel
tenga la propiedad de quitarnos todas las penas , dán- cristiano en medio del Olimpo, como un rayo de luz
donos á cambio ilusiones. pura, una vision dulce que se cubria la frente vir-
Alí trajo el café. ginal ante aquellas impurezas de mármol.
-¿Cómo lo tomais ? preguntó á Franz el descono- Entonces se figuró que las tres estatuas habian
cido, ¿ á la francesa ó à la turca? ¿cargado ó claro? fundido sus amores en uno para un hombre solo, y
¿con azúcar ó sin ella? ¿pasado 6 hirviendo? Podeis que este hombre era él , y que se acercaban á su lecho
elegir , pues lo hay de todas las maneras. envueltas en largas túnicas blancas , desnuda la gar-
-Lo tomaré á la turca , respondió Franz. ganta, destrenzados los cabellos , con una de esas acti-
-Haceis bien. Eso prueba que teneis buenas dis- tudes que seducian á los dioses, pero que resistian
posiciones para la vida oriental. ¡Ah! los orientales los santos; con esas miradas inflexibles y ardientes
convendreis conmigo que son los únicos hombres como la de la culebra que atrae al pájaro, y que se
que sepan vivir. Por lo que á mí toca , añadió Sim- entregaba por último à aquellas caricias dolorosas
bad con una de aquellas singulares sonrisas que no se como un abrazo, y voluptuosas como un beso.
escapaban á la observacion del jóven ; tan pronto co- Pareciole á Franz que cerraba los ojos, y que con
mo despache mis negocios de París iré á morir al la última mirada veia á la estatua púdica cubrirse el
Oriente , y si entonces quereis encontrarme , os será rostro enteramente ; y después de cerrados sus ojos á las
preciso irme á buscar al Cairo , á Baagad ó á Is- cosas materiales , se abrieron sus sentidos á las fantás
pahan. ticas, gozando de una felicidad sin límites , de un amor
-Cosa fácil será por vida mia , dijo Franz , pues incesante, como el que prometia á sus elegidos el
paréceme que tengo alas de águila , capaces de dar la profeta .
vuelta al mundo en veinticuatro horas. Entonces se animaron aquellas bocas de piedra , y
¡Hola ! ¡hola ! ¡ ya hace operacion el hatchis ! pues palpitaron aquellos pechos hasta tal punto, que para
abrid esas alas , y volad á las regiones de la fantasía . Franz , que por la vez primera conocía los efectos del
Nada os arredre , que hay quien vele por vos , y si hatchis, este amor casi era dolor, esta voluptuosidad
vuestras alas se derriten al sol como las de Icaro , casi tortura , sobre todo cuando sentia posarse en su
aquí estoy yo para recibiros. boca ardiente los labios de las estatuas, frios y petri-
Tras esto dijo á Alí algunas palabras árabes . El ne- ficados como los anillos de una culebra . Pero mientras
gro hizo un gesto de obediencia y se retiró , aunque mas se esforzaba á rechazar aquel amor imaginario,
sin alejarse. mas se engolfaban sus sentidos en el sueño misterio-
Franz en aquel momento sufria una rara trasforma- so, hasta que después de una lucha en que tanto de-
cion . Todas sus fatigas físicas , toda la exaltacion ori- seaba quedar victorioso como vencido , cedió entera-
ginada en su cerebro por los sucesos de aquel dia mente, abrasado de fatiga , hastiado de voluptuosidad,
iban desapareciendo, como en esos primeros instantes á los besos de aquellas mugeres de mármol , y á los
del sueño en que se vive todavía . Čobraba al parecer encantos de aquel sueño inconcebible .
su cuerpo una ligereza inmaterial , su razon se despe-
jaba de una manera maravillosa , y parecian duplicar- CAPITULO IX.
se las facultades de sus sentidos . Su horizonte se iba
ensanchando de cada vez mas y mas ; pero no ese ho- EL DESPERTAR.
rizonte sombrío y lleno de terrores en que se arrastra-
ba antes de su sueño , sino un horizonte azul , traspa- Cuando volvió Franz en sí , parecian los objetos es-
rente y vasto , con todo lo que el mar tiene de tintas teriores parte integrante de su fascinacion. Imaginose
mágicas , con todo lo que el sol tiene de luz , y todo lo en un sepulcro , donde apenas penetraba un rayo de
que la brisa tiene de perfumes. Luego, entre los cantos sol como una mirada compasiva. Alargó la mano
de los marineros , cantos tan límpidos y claros, que á y tocó piedra : incorporose y se halló acostado en un
poder escribirlos compusieran una armonía divina, mi- lecho de hojas secas aromáticas y dulces .
raba aparecer la isla de Monte-Cristo , no como un Las visiones habian desaparecido , y como si fueran
escollo terrible entre las olas , sino como un oasis las estatuas solo sombras salidas de sus sepulcros du-
perdido en el desierto ; y á medida que la barca se rante su ensueño, habian huido al despertar.
acercaba haciase el canto mas numeroso , porque A toda la agitacion del sueño , sucedia la calma de
tambien la isla exhalaba á Díos una armonía misterio- la realidad.
sa , ni mas ni menos que si alguna hada , como Lore- Dió Franz algunos pasos hácia el punto de donde
lay, ó algun encantador, como Anfion, quisiera atraer venia la luz , y hallose en una gruta : á través de la
hácia aquella parte un alma ó edificar una ciudad . puerta se apercibia el azul del mar y del cielo.
Al cabo la barca tocó en la orilla , aunque sin vio- Aire y agua resplandecian á los rayos del sol de la
lencia , sin sacudimiento, como toca un labio á otro mañana: a la orilla estaban sentados los marineros
labio, y penetró en la gruta sin que dejase de sonar riendo y cantando : á diez pasos mar adentro se me-
aquella música encantadora. Bajo , ó mejor dicho , cia graciosamente la barquilla sobre sus anclas.
pareciole que bajaba algunos escalones , respirando un Saboreó largo rato aquella brisa fresca que le azo-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 175

taba la frente , escuchó el débil rumor de las olas que | lo , sin peso en el cerebro , sino todo lo contrario, un
se estrellaban en la orilla , salpicando las rocas de bienestar general , una predisposicion á absorber el
blanca espuma, y entregose instintivamente á ese di- sol y el aire mas grande que nunca.
vino éstasis que la naturaleza produce , sobre todo Con esto se acercó á sus marineros.
después de un sueño fantástico. Poco a poco la vida Así como le vieron venir se levantaron todos , y el
esterior , tan pura , tan grande , tan tranquila , recor- patron se le acercó.
dole lo inverosímil de su sueño, empezando á poblar- -El señor Simbad , le dijo , nos ha encargado de
se de recuerdos su memoria. cumplimentar á vuestra escelencia en su nombre , y

...que se acercaban á su lecho envueltas en la rgas túnicas blancas...

Recordó su llegada á la isla, su presentacion á un de manifestarle cuánto siente no poder despedirse de


jefe de contrabandistas , un palacio espléndido , una vuestra escelencia ; mas espera que le disimuleis en
cena escelente y una cucharada de hatchis. sabiendo que un negocio importantísimo le obliga á
Solamente en medio de esta realidad palpable le marchar á Málaga.
parecia que contaban todas aquellas cosas lo menos un -¡Ah! oye , mi querido Gaetano , ¿es todo realmen-
mes de fecha, tan vivo era el pensamiento de su sueño , te verdad? ¿existe un hombre que me recibió en esta
y tanta importancia tenia en su imaginacion . De vez en isla , que me dió una hospitalidad régia , y se ha mar-
cuando figurábase que veia entre los marineros , chado durante mi sueño?
junto á una roca , ó meciéndose sobre el barco , una -Tan cierto es , que por allí va alejándose su yacht
de aquellas sombras que con besos y miradas poblaron á velas desplegadas : con vuestro anteojo de larga vis-
de estrellas el cielo de su noche. Por lo demás , sentia ta quizás podreis aun reconocer al marino en medio de
la cabeza enteramente despejada y el cuerpo tranqui- la tripulacion sobre cubierta.
176 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Y esto diciendo estendia Gaetano su brazo en direc- -¿Qué manda vuestra escelencia? le preguntó Gae-
cion á un barquillo, que se dirigia al estremo meridio- tano.
nal de Córcega . -Primeramente que me deis una luz .
Franz cogió el anteojo , lo arregló , y se puso á mi- -¡Ah! ya comprendo , repuso el patron ; para bus-
rar al sitio indicado. car la entrada de la mansion encantada. Buen prove-
No se engañaba Gaetano. A la popa del barco apare- cho os haga , escelencia , puesto que teneis gusto en
cia el misterioso estranjero, de pié, vuelto hácia Franz, ello: voy á daros la antorcha que me pedís ; pero
y con un anteojo en la mano como él. Estaba vestido sabed que á mí tambien me ha asaltado esa idea, que

Ali.

con el mismo traje que se presentó á su huésped, y en he tenido ese capricho tres ó cuatro veces ; y que
son de despedida agitaba un pañuelo . siempre he acabado por renunciar á él.- Giovanni ,
Devolviole Franz su saludo de la misma manera. añadió, enciende una tea y traela á su escelencia.
Un momento después apareció á la popa del barco Giovanni obedeció , y tomando Franz la tea entró
una nubecilla de humo , elevándose al cielo graciosa y en el subterráneo seguido de Gaetano.
lentamente: una débil detonacion llegó á oidos de Reconoció el sitio en que se habia despertado, y su
Franz. lecho de hojas hollado todavía ; pero por mas que exa-
-Ois? le dijo Gaetano : con eso os da el adios. minó con ayuda de la tea toda la superficie esterior de
Tomó el jóven su carabina, descargándola al aire; la gruta, nada vió, si se esceptuan algunos sitios que
pero sin esperanza de que la detonacion pudiese atra- por lo ahumados demostraban que otros habian he-
vesar la distancia que separaba al yacht de la costa. cho antes que él la misma investigacion .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 177

No dejó sin embargo por esto de examinar un solo Además, otras ideas preocupaban su imaginacion.
pié de aquella muralla granítica , impenetrable como Desde la víspera se había constituido en héroe de un
el porvenir: no vió una sola grieta sin introducir en cuento de las Mil y una noches : un poder invencible
ella su cuchillo de monte : no observó un solo ángulo le arras raba á la gruta.
saliente de una piedra sin apoyarse en él, con la es- Pese á la inutilidad de sus primeras pesquisas em-
0 peranza de que cederia; pero todo fué inútil , y en es- prendió otras nuevas, mientras Gaetano, por órden su-
te trabajo perdió dos horas sin resultado alguno. ya, asaba una de las cabras. Harto tiempo debió durar
Al cabo de este tiempo renunció á sus proyectos. esta segunda visita , pues cuando tornó estaba ya asada
Gaetano habia triunfado. la cabra y dispuesto el almuerzo.

Alberto de Morcef.

Cuando volvió Franz á la playa, el yacht no apare- Sentado Franz en el mismo sitio adonde la víspera
cia ya sino comoun punto blanco en el horizonte: re- vinieron á invitarle á cenar de parte del misterio-
currió á su anteojo ; pero ni aun así le fué posible so desconocido, distinguió todavia , como una paviota
distinguir nada. cerniéndose sobre las aguas, al diminuto yacht, que
Recordole Gaetano que habia venido á cazar cabras, continuaba su camino a Córcega.
cosa de que él se habia ya olvidado enteramente. To- -¿Pero no me dijisteis que el señor Simbad iba á
mó su escopeta y se puso á recorrer la isla, mas bien Málaga? esclamó de repente encarándose con Gaeta-
como un hombre que cumple una obligacion, que no. Paréceme que se dirige á Porto-Vecchio.
como aquel que procura divertirse, y al cabo de un ¿No recordais, contestó el marinero , que os dije
cuarto de hora habia muerto una cabra y dos cabri- tambien que entre su tripulacion habia accidental-
tillos. Pero aquellas cabras, aunque salvajes y ligeras mente dos bandidos corsos?
como gamuzas, tenian una gran semejanza con nues- -Con efecto: irá á desembarcarlos en la costa, aña-
tras cabras domésticas, y Franz no las consideraba dió Franz .
como caza. -Justamente. ¡Ah! Simbad el Marino es un buen
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 112. 12
178 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

sugeto, que no teme á Dios ni al diablo , y que por ha- , fondista no supo decir á ciencia cierta á cuál de las
cer un servicio á un pobre , dicen que andaria diez dos naciones pertenecia.
leguas. -Corriente, maese Pastrini , dijo Franz . Necesita-
-Pero los servicios de ese género le pueden mal- mos ahora por lo pronto una cena cualquiera para esta
quistar con las autoridades del país donde los haga, noche , y un carruaje para mañana y los siguientes
repuso Franz . dias.
-¡Ah! esclamó sonriéndose Gaetano . ¿Qué le im- -En lo de la cena , respondió el posadero , sereis
portan á él las autoridades ? se burla de ellas , y cuando servidos en el acto ; pero en lo del carruaje...
le persiguen no es su yacht un buque velero , sino un -¿Cómo es eso , maese Pastrini ? ¡dudais! ... Ea , no
pájaro, sobre que para encontrar amigos , solo tiene os chanceeis , que necesitamos un carruaje.
que echarse á la costa. -¡Oh caballero ! todo lo imaginable se hará por
Lo que resultaba palpable de todo esto , era que el proporcionároslo , y es cuanto os puedo decir.
señor Simbad, el agasajador de Franz, honrábase con -¿Y cuándo sabremos la razon? le preguntó Franz .
estar relacionado con todos los contrabandistas y ban- Mañana por la mañana , respondió el posadero.
doleros del Mediterráneo, posicion asaz escéntrica . -¡Qué diablos! esclamó Alberto. Con pagarlo bien,
Como nada retenia ya á Franz en Monte-Cristo , y es negocio concluido. Ya sabemos á qué atenernos.
como habia perdido la esperanza de descubrir el en- Un carruaje de Drake ó de Aaron cuesta veinticinco
canto de la gruta , apresurose á almorzar , ordenando francos los dias de trabajo , y treinta ó treinta y cinco
á los marineros que preparasen la barca para dentro los domingos y disantos , con que añadiendo cinco
de una hora. francos diarios de corretaje , suman cuarenta . No se
Pasada que fué, pudo desde á bordo echar la última vuelva á hablar de esto .
mirada al yacht , que estaba á punto de perderse de -Recelo que aun ofreciendo el doble los señores,
vista en el golfo de Porto -Vecchio. Cuando , dada la no logren proporcionárselo.
señal de partir, se ponia su barco en movimiento, -Pues que pongan caballos al mio , aunque del
aquel desaparecia enteramente. viaje está algo estropeado ; pero no importa...
Con el yacht se desvanecia la postrera realidad de la -No se encontrarán caballos.
noche anterior; la cena , Simbad, el hatchis , las esta- Alberto miró á Franz con el aire de aquel que oye
tuas , todo en fin empezaba á tomar para el jóven el una cosa incomprensible .
colorido de un sueño. -¿Ois, Franz ? le dijo. ¡ No hay caballos ! Pero de
El dia y la noche entera caminó la barca , y á la sa- posta ¿no podria haberlos?
lida del sol á la mañana siguiente habia perdido tam- -Estan alquilados todos há quince dias , y solamen-
bien de vista á la isla de Monte-Cristo . te quedan los indispensables para el servicio .
Así como puso Franz el pié en tierra firme , se olvi- -¿Qué es lo que decís ?
dó, aunque fuera momentáneamente , de los últimos -Digo, que cuando no comprendo una cosa , acos-
acontecimientos, para terminar sus quehaceres polí- tumbro dejarla á un lado y pasar á otra. ¿Está dis-
ticos y juveniles en Florencia, y no pensar en otra puesta la cena , maese Pastrini?
cosa que en juntarse con su compañero , que le espe- -Sí , escelencia.
raba en Roma. -Pues ante todo , cenemos.
Partió pues en el correo, y el sábado por la noche -Pero ᏓᎩ el carruaje y los caballos? dijo Franz.
se apeaba en la calle de la Aduana. -Descuidad , caro amigo , que ellos vendrán por su
Como ya se ha dicho , la habitacion la tenia de an- propio pié . El busilis está en el precio.
temano preparada, no necesitando de otra cosa que Y Morcef, con esa admirable filosofía del hombre
dirigirse al hotel de maese Pastrini , cosa que no era que nada juzga imposible mientras tiene el bolsillo
muy fácil, pues una inmensa muchedumbre henchia repleto , cenó, se acostó y durmió á pierna suelta , so-
las calles ya , y se miraba aturdida Roma por el ru- ñando que paseaba las calles de Roma en un carruaje
mor febri y sordo que precede á las grandes solem- tirado por seis caballos.
nidades.
Las grandes solemnidades de Roma son cuatro :- CAPITULO X.
El Carnaval, la Semana Santa , el dia del Corpus, y el
de San Pedro. -En el resto del año torna à caer la LOS BANDIDOS ROMANOS.
ciudad en ese triste marasmo, punto medio entre la
vida y la muerte, entre este mundo y el otro , maras- Al dia siguiente despertó Franz antes que su com-
mo sublime, característico y poético , que Franz habia pañero , y tiré en el acto del cordon de la campanilla:
estudiado ya cinco ó seis veces, encontrándolo á cada aun no habia acabado de vibrar , cuando apareció
una mas fantástico y maravilloso. maese Pastrini en cuerpo y alma.
Atravesando pues aquella turba , por momentos Sin esperar á que Franz le interrogase esclamó
creciente y agitada , llegó á la fonda. con aire de triunfo:
Con esa impertinencia propia de los cocheros de al- -¿Eh? ¿qué tal ? bien hacia yo ayer en no compro-
quiler que tienen ya viaje aparejado , y de los fondis- meterme a nada. Habeis llegado tarde , y ya no hay en
tas que tienen sus cuartos llenos , respondieron á su Roma un solo coche desalquilado ... para los tres últi-
primera pregunta que no habia para el habitacion en mos dias , se entiende .
la fonda de Londres. Con esto se vió obligado á enviar ¡ Pues ! ¡ para los dias que mas los necesitamos ! aña-
una tarjeta á maese Pastrini , y á preguntar por Al- dió Franz.
berto de Morcef. Este arbitrio fué escelente , pues -¿Qué hay? preguntó Alberto entrando á la sazon .
acudió en persona maese Pastrini con mil escusas, ¿ No tenemos coche?
por haber hecho esperar á su escelencia , y tomando -Justamente, querido amigo , respondió Franz. Lo
la bujía de mano de un cicerone que ya se habia apo- habeis adivinado.
derado del viajero, preparábase á conducirle junto à su -¡Pues buena está vuestra ciudad eterna!
amigo , cuando este apareció. Queriendo maese Pastrini dejar bien parado el pabe-
La consabida habitacion se componia de dos piezas llon de la capital del mundo cristiano , replicó á los
pequeñas y de un gabinete con ventanas que daban á viajeros :
la calle , cualidad que exageró mucho maese Pastrini , -Es decir , que no hay carruajes desde el domingo
audiendo que era inapreciable su valor. Lo restante por la mañana hasta el martes por la noche; pero des-
de aquel piso lo tenia alquilado á un personaje muy pués los encontrareis de sobra.
rico, que pasaba por siciliano ó maltès , aunque el -¡Ah! eso ya es algo , repuso Alberto . Hoy es jue-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 179

ves : de aquí al domingo sabe Dios lo que puede su- -Primeramente á San Pedro , y luego al Coliseo ,
ceder. respondió Alberto, que ignoraba que solo para ver á
-Que llegarán diez ó doce mil viajeros , y la difi- San Pedro se necesita un dia , y para estudiarlo un
cultad será mayor , repuso Franz. mes. En ver á San Pedro se les pasó aquel dia.
-Gocemos del presente , amigo mio , replicó Mor- De repente advirtieron los dos jóvenes que iba ano-
cef, y no amarguemos el porvenir. checiendo . Sacó Franz el reloj y eran las cuatro y me-
-¿Tendremos siquiera una ventana? preguntó dia , con que tomaron al punto la vuelta del hotel,
Franz. mandando Franz al cochero por despedida que estu-
-¿Dónde ? viese allí á las ocho . Queria enseñar á Alberto el Coli-
En la calle de la Carrera. seo á la luz de la luna , como le habia enseñado San
¡Oh! ¡ una ventana! ¡imposible de toda imposibi- Pedro á la luz del dia.
lidad! esclamó maese Pastrini. Una sola quedaba en el Cuando enseñamos á un amigo una poblacion que
quinto piso del palacio Doria , y la ha alquilado un ya nos es conocida , usamos de la misma coquetería
príncipe ruso por veinte cequíes diarios. que para enseñarle nuestra novia. Franz por consi-
Los dos jóvenes se miraron como estupefactos. guiente trazó al cochero su itinerario , que era sa-
-Pues querido, dijo Franz á Alberto, lo mejor lir por la puerta del Popolo , y costeando la muralla
que podremos hacer es irnos á Venecia á pasar el entrar por la puerta de San Juan . De esta manera el
carnaval. Allí tan siquiera , si no encontramos carrua- Coliseo aparecia de repente , sin que el Capitolio , el
jes encontraremos góndolas. Foro , el arco de Septimio Severo , el templo de Anto-
-¡Oh! no, no, repuso Alberto; estoy resuelto á ver nino y Faustino y la Via Sacra sirviesen como de pun-
el carnaval de Roma, y lo veré aunque sea en zancos. to medio para que el curioso se apreste á ver mara-
-¡Calle! esclamó Franz : magnífica es esa idea, so- villas .
bre todo para apagar los moccoletti . Nos disfrazamos de Sentáronse á la mesa.
polichinelas, de vampiros ó de habitantes de las Lan- El fondista les habia prometido un banquete verda-
das, y damos golpe. dero , y gracias si les dió una comida regular.
-¿Insisten sus escelencias en tener un carruaje A los postres entró maese Pastrini , y creyendo
para el domingo? Franz que venia á recibir alabanzas de su comida , se
-¿Pues podeis imaginaros que recorramos nos- preparaba á dárselas , cuando le interrumpió el íta-
otros á pié las calles de Roma , como si fuéramos es- liano.
cribientes de escribano? -Mucho me lisonjea vuestra aprobacion , escelen-
-Voy pues á cumplir, en cuanto me sea dable, las cia , le dijo ; pero no subo á vuestro cuarto para eso .
órdenes de sus escelencias , respondió maese Pastrini; -¿Será quizás para decirnos que habeis hallado
pero les advierto que costará el carruaje seis piastras carruaje ? le preguntó Alberto encendiendo un ci-
por dia. garro .
-Yyo, caro Pastrini, yo que no soy nuestro vecino -Mucho menos . Lo que debeis hacer es no pensar
el millonario , repuso Franz , os advierto que como mas en ello y resignaros . En Roma las cosas se pueden
esta es la cuarta vez que vengo á Roma, sé muy bien ó no se pueden hacer. Se os ha dicho que no ... pues
cuánto cuesta un carruaje, así en día festivo como en negocio concluido.
dia comun. Por hoy , mañana y pasado os daremos -¡Oh! en París sucede mejor ... Cuando una cosa
doce piastras, y aun saldreis ganancioso . no se puede se paga doble... y se puede al instante.
-Sin embargo, escelencia... añadió Pastrini, pug- -A todos los franceses oigo decir lo mismo , con
nando por oponerse . que no comprendo cómo viajan , repuso un tanto pi-
-Idos, idos, mi querido maese, ó iré yo en persona cado maese Pastrini.
á ajustar el carruaje con vuestro affettatore, que es -Es que los que viajan , añadió Alberto arrojando
tambien el mio. Le conozco de antaño, y como me con mucha flema al techo una bocanada de humo y
ha robado bastante dinero, aceptará un precio menor meciéndose sobre los piés traseros de su silla ; los que
aun que el que os propongo, con la esperanza de ro- viajan son los locos y los imbéciles como yo ; que las
barme mas... con que perdereis la diferencia , y ten- personas cuerdas nunca abandonan su casita de la calle
dreis vos mismo la culpa . de Helder , el boulevard de Gante y el café de París.
--¡Oh! no os tome esa molestia, escelencia, res- Por escusado tenemos advertir que Alberto vivia en
pondió Pastrini, sonriendo como el especulador ita- la calle mencionada , que daba todos los dias su paseo
liano que se declara vencido. Haré el encargo como fashionable, y comia en el único café en que se puede
seme alcance mejor, y espero dejaros complacido. 'comer , estando con los mozos en buena amistad.
-Perfectamente, eso se llama ponerse en la razon. Quedó maese Pastrini un instante silencioso , como
¿Cuándo quereis el coche? si meditara la respuesta de Alberto , respuesta que sin
-Dentro de una hora. duda no le debió parecer muy comprensible.
-Dentro de una hora estará á la puerta . -Acabemos , dijo Franz á su vez , interrumpiendo
Con efecto, una hora después esperaba á los dos al fondista en sus meditaciones geográficas. Por algo
jóvenes el carruaje, que era una modestísima calesa, habreis venido aquí. ¿Quereis esplicárnoslo?
elevada por la solemnidad del dia al rango de carre-' -Justamente. Al caso. ¿Habeís mandado al cochero
tela; pero á pesar de su humildad, nuestros jóvenes que vuelva á las ocho?
se contentaran mucho con tener un carruaje seme- -Sí.
jante para los tres últimos dias. -¿Haciais propósito de visitar el Coloseum?
-Escelencia, gritó el cicerone viendo á Franz aso- -¿Es decir, el Coliseo?
marse á la ventana , ¿se acerca al palacio la carroza? -Es lo mismo.
Por muy habituado que Franz estuviese al énfasis -Pues adelante.
italiano , fué mirar en torno suyo su primera idea; -¿Habeis mandado al cochero que saliese por la
pero á él se dirigian con efecto aquellas palabras. El puerta del Popolo, y que rodeando la muralla en-
era el escelencia, la calesa la carroza, y el palacio la trase por la puerta de San Juan?
fonda de Londres . El carácter adulador de todo un --Esas fuéron mis palabras.
pueblo estaba retratado en aquella frase. -Pues ese itinerario es imposible, ó al menos muy
Bajaron Franz y Alberto , y acercándose al palacio peligroso.
la carroza , subieron á ella sus escelencias . El cicero- -¡Peligroso! ¿ por qué?
ne se colocó en la zaga .
-Por culpa del famoso Luigi Vampa.
-¿Adónde quieren ir sus escelencías ? -Ante todo , caro Pastrini , ¿ quién es ese famoso
180 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Luigi Vampa? le preguntó Alberto . Podrá ser en Ro- | puso Franz , sino que no os ha de creer de todo en
ma famosísimo ; pero os anuncio que es en París en- todo. Yo, sí , os creeré . Esto os baste. Hablad.
teramente desconocido . -Sin embargo, escelencia, bien se os alcanza que
-¡Cómo! ¿no le conoceis? si se pone en duda mi...
-No tengo ese honor. -Caro, le interrumpió Franz , sois mas susceptible
-¡Pues si es un bandido que deja tamaños á los De- que Casandro, que á pesar de ser profeta , de nadie
cesaris y los Gasparones! era escuchado. Vos á lo menos contais con una mitad
-Alberto, atencion, dijo Franz. Ya pareció aquello . de vuestro auditorio . Vamos pues, sentaos y decidnos
Ya tenemos un bandido en campaña. quién sea ese señor Vampa.

-Alberto , atencion , dijo Franz. Ya pareció aquello.

-Os prevengo, caro Pastrini, que no he de creer -Ya os dije, escelencia, que era un bandido como
ni una palabra de lo que me digais; con que sentado no se vió semejante desde los tiempos del famoso
este precedente, decid lo que os . plazca , que estoy Mastrilla.
pronto á escucharos.-«Era vez...»-¡ Cómo! ¿ no -Pero , ¿qué tiene que ver ese bandido con la ór-
proseguís? den que he dado al cochero de salir por la puerta del
Volviose Pastrini á Franz, que le parecia mas se- Pópolo y volver por la de San Juan?
sudo que su compañero, y le dijo gravemente: -Mucho, respondió maese Pastrini. Por la prime-
-Escelencia, si pensais que miento, inútil es que ra podreis salir, pero dudo de que entreis por la otra.
diga lo que iba á decir. Puedo sin embargo afirmar, -¿Por qué? le preguntó Franz .
que solo afecto à vuestras escelencias me movia. -Porque apenas llega la noche, ya no está nadie
-Alberto no dice que mintais , señor Pastrini, re- seguro á cincuenta pasos de las puertas.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 181

-¿De veras? esclamó Alberto. -Veamos el reloj, dijo Alberto.


-Señor conde, respondió maese Pastrini, picado Sacó maese Pastríni de su bolsillo un magnífico re-
siempre con Alberto , porque dudaba de su veracidad; loj con la etiqueta de su autor Breguet , el sello de Pa-
señor conde, no hablo con vos, sino con vuestro rís , y una corona de conde.
compañero de viaje , que conoce bien á Roma, y que -Aquí le teneis.
sabe que en esto no se puede uno chancear. -¡Cáspita ! esclamó Alberto , os doy la enhorabue-
-Oye, caro, dijo Alberto dirigiéndose á Franz, se na. Yo tengo uno enteramente igual , añadió sacando
nos presenta una magnífica aventura. Llenamos nues- á su vez el reloj del bolsillo de su chaleco ; me ha cos-
tro coche de pistolas, trabucos y escopetas de dos tado tres mil francos.
cañones, y cuando venga á prendernos Luigi Vampa, -Oigamos la historia , dijo en esto Franz , aconse-
le prendemos nosotros á él, lo traemos á Roma, y se jando por señas á maese Pastrini que se sentara.
lo presentamos á Su Santidad, que nos pregunta en -Dispensen sus escelencias...
cambio qué puede hacer por nosotros. Entonces le ¡ Qué diablo ! repuso Alberto , no sois predicador
pedimos solamente una carroza y dos caballos de sus para hablar de pié.
caballerizas , y pasamos el carnaval como unos prín- Sentose el fondista , haciendo á cada uno de sus
cipes, sin tener en cuenta, que agradecido tambien oyentes un saludo respetuoso , lo cual queria decir que
el pueblo romano, quizás nos corone en el Capitolio, estaba dispuesto á dar las noticias pedidas de Luigi
proclamándonos beneméritos de la patria, como á Cur- Vampa.
cio y á Horacio Cocles. -Esperad , esclamó Franz atajando á maese Pastri-
Mientras pronunciaba Alberto este discurso, gesti- ni , que abria ya la boca. Dijisteis que habeis conocido
culaba maese Pastrini de una manera difícil de des- á Luigi Vampa desde la niñez; ¿pues es jóven todavía?
cribir. - -Vaya si es jóven , apenas cuenta veintidos años:
-Primeramente , dime, preguntó Franz á Alberto, ¡ oh ! todavía ha de dar mucho que hacer.
¿dónde encontrarás esas pistolas , esos trabucos y --¿Qué tal , Alberto? á los veinte años es muy raro
esas escopetas de que quieres llenar el coche? el haber adquirido fama , dijo Franz.
-No será en mi arsenal , contestó Alberto, pues en -Si por cierto ; y á su edad , Alejandro , César y
Terracina me despojaron hasta de mi puñal. ¿Y á tí? Napoleon , que después gozaron de tanta , apenas te-
-A mí me sucedió lo propio en Aquapendente . nian fama alguna.
-¡Ah! querido hospedero , añadió Alberto , encen- -¿Con que el héroe cuya historia vais á contarnos
diendo otro cigarro en la punta del que iba á tirar. tiene veintidos años ? repuso Franz.
¿Sabeis que favorece mucho á los ladrones esa medi- -Escasamente , como tuve el honor de deciros.
da , y que se me antoja que se ha tomado de acuerdo -¿Es alto , ó bajo?
con ellos? -De estatura regular, así como la de vuestra esce-
Aquella pregunta debió de poner á maese Pastrini | lencia , añadió Pastrini señalando á Alberto .
en muy grande embarazo , pues no respondió sino me- -Gracias por la comparacion , dijo este inclinán-
dias palabras , y siguió dirigiéndose á Franz , como al dose .
único con quien por razonable pudiera entenderse. -Ea , proseguid , maese , esclamó Franz sonriendo
-Harto sabido es que no acostumbra defenderse el de la susceptibilidad de su compañero. ¿ A qué esfera
que se ve atacado por los bandidos. social pertenecia?
¡ Cómo! esclamó Alberto, cuyo valor se escitaba -Era simplemente un pastor de la quinta del con-
con la idea de dejarse robar inerte ¡ Cómo! ¿ no es cos- de de San Felice, que está entre Palestrína y el lago de
tumbre defenderse? Gabri. Es natural de Pampinara , y á los cinco años de
No , porque fuera inútil. ¿Qué vais á intentar edad habia entrado al servicio del conde. Su padre ,
contra una docena de forajidos que salen de un foso, que era un pastor de Ascagni , poseia un corto reba-
de una choza ó de debajo de la misma tierra, por de- ño , y se mantenia viniendo á Roma á vender la lana
cirlo así , y que os apuntan sus armas á boca de jarro do sus carneros y la leche de sus ovejas.
y todos á la vez? A los siete años fué cierto dia á buscar al cura de
Quiero que me maten , esclamó Alberto. Palestrina, y á rogarle que le enseñara á leer , cosa di-
Volviose el fondista á Franz con un gesto que valia fícil , pues el niño pastor no se podia apartar un pun-
como si dijese : -Sin duda vuestro compañero es loco. to de su ganado. Pero el bueno del señor cura, que to-
-Querido Alberto , repuso Franz, sublime es vues- dos los dias iba á decir misa á una pobre aldea que no
tra respuesta; vale tanto como el famoso qu'il mourut podia mantener cura (aldea sin nombre, conocida por
de Corneille; con la única diferencia de que cuando el de Borgo) , ofreció à Luigi esperarle á su vuelta en
Horacio respondia así, se trataba de la salvacion de el camino por donde él tenia que pasar, y darle enton- 1
Roma, lo que valia bien la pena de decirlo; pero tened ces leccion , leccion que le previno tendria que ser
en cuenta que nosotros tratamos de un capricho , y se- corta . porque la aprovechara bien.
ria ridiculez arriesgar nuestra vida por satisfacerlo. Luigi aceptó lleno de júbilo.
¡Ah! ¡ per Bacco! eso es saber hablar, esclamó Todos los dias llevaba á pastar su rebaño al camino
maese Pastrini. de Palestrina á Borgo , ytodos los dias, sentados sobre
Llenó Alberto un vaso de lácrima cristi, y murmu- la yerba á las nueve de la mañana, daba leccion el pas-
rando frases entrecortadas se lo bebió á sorbos . torcillo en el breviario del sacerdote.
-Ahora que mi compañero calla , maese Pastrini, A los tres meses ya sabia leer.
replicó Franz ; ahora que estais ya convencido dé Pero esto no le satisfacia : necesitaba aprender á
mis benévolas disposiciones, decidnos quién es ese se- escribir, con que el buen sacerdote encargó á un
ñorVampa, ¿es pastor ó patricio? ¿jóven ó viejo? ¿alto maestro de Roma tres alfabetos, uno de letras mayús-
6 bajo? describídnosle pues, para que podamos tan si- culas, otro de letras minúsculas , y otro de letras mi-
quiera reconocerle si le encontramos un dia por el croscópicas; y se los dió á Luigi, diciéndole que co-
mundo.
piando exactamente aquellas cifras en una pizarra,
¿A quien mejor que á mí podriais recurrir para podría aprender á escribir.
que os dénoticias ciertas? Conozco á Luigi Vampa des- Aquella misma noche, después que recogió su ga-
de la niñez , y cierto dia que caí en sus manos yendo nado en la quinta , corrió Vampa á casa del cerra-
desde Ferentino á Alatri , recordó por mi fortuna nues- jero de Palestrina , y tomando un clavo grueso lo for-
tro antiguo conocimiento , y me puso en libertad , no jó, lo redondeó y lo afiló , hasta convertirlo en una
solo sin robarme nada, sino regalándome un magnífico especie de stylo como los que se usaban en la an-
reloj y contándome su historia. tigüedad.
182 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

El dia siguiente hizo un acopio regular de pizarras, y | aquellas dotes de imitacion que tenia , dibujaba como
se puso á trabajar en ellas. Giotto en sus pizarras las ovejas, los árboles y las
Pasados otros tres meses ya sabia escribir. chozas . Tambien por este tiempo se dedicó á tallar la
Asombrado el cura de tan rara inteligencia , y ani- madera con la punta de su cortaplumas , dándole todas
mado por tan felices disposiciones, le regaló unos las formas que queria.
cuantos cuadernillos de papel, un mazo de plumas y Iguales fuéron los principios de Pinelli , ese escul-
un cortaplumas. Esto le dió ocasion á nuevo estudio; tor tan popular.
pero estudio insignificante comparado con el primero. Una niña de seis ó siete años, poco mas pequeña

...Cuando se encontraban los dos niños sentábanse juntos.

Una semana después así manejaba la pluma como que Vampa , huérfana, natural de Valmontone y lla-
el stylo. mada Teresa, guardaba el rebaño de otra quinta in-
Contó el cura esta historia al conde de San Felice , mediata á Palestrina.
que quiso ver al pastorcillo ; hízole en su presencia Cuando se encontraban los dos niños sentábanse
leer y escribir, lo que valió á Vampa que el conde | juntos , y dejando á sus ganados mezclarse y pastar
ordenara á su mayordomo que le pusiese á comer unidos , hablaban , reian y jugaban , hasta que á la
todos los dias á la mesa de sus criados , dándole ade- noche separaban el rebaño del conde de San Felice
más dos piastras cada mes. del del baron de Cervetri, y se despedian para tornar
Este dinero servia á Luigi para comprar libros y á sus respectivas viviendas , prometiéndose reunirse
lápices. al dia siguiente .
Con efecto, aplicando á todas las cosas esteriores Nunca faltaban á su palabra.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 183

Así fuéron creciendo juntos , y Vampa cumplió do- Estas acciones le iban dando en la comarca cierta
ce años y Teresa once. reputacion: donde quiera que se halle, se crea el hom-
A la par se iban desarrollando tambien sus ins- bre superior una corte de admiradores. Hablábase del
tintos y sus afectos. Luigi reunia un carácter violento, jóven pastor como del mas audaz y mas valiente con-
burlon y colérico, á su amor al arte, en que ya habia tadino que hubiese en diez leguas á la redonda; y
empezado á darse á conocer cuanto era posible en su aunque era y pasaba Teresa por una de las jóvenes
aislamiento. Ningun niño de los de Pampinara, Pa- mas lindas de la Sabinia , nadie osaba mirarla con ojos
lestrina ó Valmontone habia podido adquirir sobre él de deseo por saber que Vampa adoraba en ella.
influencia alguna , ni aun ser su amigo. Su genio vo- Nunca, sin embargo , se habian declarado su amor
luntarioso, exigente, y nunca dócil á las exigencias los dos jóvenes. Habian ido creciendo juntamente, co-
de los demás, alejaba los afectos tiernos de él y hasta mo dos árboles que confunden sus raices debajo de la
la dulce simpatía. Solamente la niña Teresa dominaba tierra, sus ramas en el espacio , y su perfume en el
con una sola palabra , con una sola mirada , con un cielo ; y sin embargo , siempre era el mismo el deseo
solo gesto aquel carácter inflexible que se doblaba que de verse tenian , deseo que llegó á ser necesi-
bajo la mano de una muger, mientras hubiera sal- dad ; tanto , que comprendian mejor la muerte , que
tado violentamente bajo la de un hombre. no dejar de realizarlo una sola vez.
Teresa, por el contrario, era jovial y vivaracha, aun- Tenia Teresa diez y seis años y Vampa diez y siete .
que por estremo coqueta. Tanto las dos piastras que el A esta sazon se empezaba á hablar mucho de una
mayordomo del conde daba á Luigi, como el valor de compañía de bandoleros que se estaba organizando
los trabajos que este hacia para venderlos en Roma, en los montes Lapinos.
gastábanse en zarcillos de perlas , en collares y en al- Nunca se han podido estinguir enteramente los ban-
fileres de oro; de suerte que ayudada de la prodigali- doleros en las cercanias de Roma. En algunas ocasio-
dad de su amigo, era Teresa la mas bonita y mas lu- nes les falta jefe ; pero si alguno se presenta , nunca
josa aldeana de las cercanías de Roma. le falta partida.
Seguian creciendo los dos niños juntos todo el dia , El famoso Cucumetto , perseguido en los Abruzzos ,
y entregados á los impulsos de su carácter. Vampa arrojado del reino de Nápoles, donde habia tenido que
en sus conversaciones , en sus delirios y en sus suo- sostener una guerra formal, pasando el Garellano co-
nos se figuraba siempre verse convertido en capitan mo Manfredo, vino á refugiarse en las riberas del
de navío , enporgeneral ó en gobernador de una provín Amasina , entre Sonnino y Juperno. Imitador notable
cia. Teresa su parte se figuraba verse rica , vesti- de los Decesaris y Gasparone , que iba á dejar muy por
da con mucho lujo, y rodeada de lacayos con aristo- debajo de sí , se ocupaba actualmente en organizar
cráticas libreas. una partida. De Palestrina , Frascati y Pampinara des-
Tras estos dias que pasaban juntos hablando de su aparecieron muchos jóvenes : sus familias al principio
porvenir, tras quimeras tan hermosas , separábanse se asustaron por ignorar su paradero ; pero pronto
para llevar sus rebaños á los establos de sus dueños, llegó á su noticia que habian ido á aistarse en la
cayendo desde el cielo de sus ilusiones al abismo de partida de Cucumetto.
su estado infeliz. Al poco tiempo este bandido lograba llamar la
Cierta vez dijo al mayordomo del conde el jóven atencion de todo el mundo. Se contaban rasgos de su
pastor, que habia visto salir de las montañas de la Sa- brutalidad y de su audacia verdaderamente increibles.
binia un lobo que acechaba su ganado . Con esto el Cierta vez robó á una jóven , hija de un agrimensor
mayordomo le dió una escopeta, que era lo que Vampa de Frosinone. Las leyes de los bandidos no admiten
queria . Era por casualidad un arma escelente , con apelacion. La muger pertenece primeramente al que la
cañon de Brescia, que calzaba bala como las carabinas roba , y luego, por suerte, á cada uno de los de la par-
inglesas : la habian desechado por inútil; porque cier- tida, hasta que la infeliz satisface los torpes deseos de
to dia que iba el conde persiguiendo con ella á un todos, que después la abandonan ó la natan . Si sus
zorro, hizo pedazos la culata. parientes son ricos, les envian para tratar de su res-
Esto no era obstáculo á un escultor como Vampa; cate un mensajero : la cabeza del preso responde de
calculó por las dimensiones de la culata vieja las que la seguridad de aquel. Si la familia no admite las con-
debia tener la nueva para apuntar bien , y en pocos diciones del rescate, sufre el condenado irrevocable-
dias hizo otra culata , con tan magníficos adornos , que mente su sentencia.
con venderla hubiera ganado de seguro quince ó vein- Tenia aquella jóven un amante, que era de la par-
te piastras ; pero en todo pensaba él menos en esto . tida de Cucumetto. Verle, reconocerle y tenderle los
Tener una escopeta habia sido siempre su idea fija . brazos creyéndose salvada , fué solo un punto; pero el
En los países donde ha sustituido á la libertad la in- pobre Carlini sintió su corazon hecho pedazos , por-
dependencia, es tener un arma la primera necesidad que adivinaba la suerte que la esperaba .
que siente todo corazon enérgico , toda organizacion Como era sin embargo favorito de Cucumetto , co-
vigorosa ; un arma que asegurando á par el ataque y mo llevaba tres años de participacion en todos sus pe-
la defensa , hace temible al que la tiene y le hace te- ligros , y como hasta le habia salvado la vida matando
mido tambien . de un pistoletazo á un aduanero que tenia ya sobre
Desde entonces consagró Vampa todo el tiempo de su cabeza levantado el sable, esperó que Cucumetto
que podia disponer al uso de su arma ; se proveyó de se apiadaria de su pesar.
pólvora y balas , y cuantos objetos veia á su alrededor Mientras la jóven, sentada junto al tronco de un
los tomaba por blanco ; ya el tronco de un olivo , ya pino, que se elevaba en medio de una esplanada del
el zorro que salía de su cueva á su caza nocturna, y ya bosque, se cubria el rostro como con un velo con
el águila en fin que se cernia en el espacio. Llegó á el pintoresco tocado de las aldeanas del país, para evi-
ser pronto tan diestro , que venciendo Teresa el ter- tar las lujuriosas miradas de los bandidos, llamó
ror que al principio le inspiraba la detonacion , se en- Carlini á Cucumetto aparte, y le contó lo que le pa-
tretenia en verle clavar la bala en el mismo punto que saba, sus amores con la prisionera, sus juramentos de
habia elegido por blanco, tan perfectamente como si fidelidad, y aun las citas que todas las noches tenian
la hubiera clavado allí de propósito. en unas ruinas de las inmediaciones.
Una vez salió con efecto un lobo del bosque in- Justamente la noche en que pasaban estos sucesos
mediato al sitio donde tenian los dos jóvenes sus con- habia enviado el jefe á Carlini á una poblacion cer-
ferencias. Apenas dió diez pasos por la llanura , ya cana, con que tuvo que faltar á la cita . En cambio
estaba muerto. Orgulloso Vampa con tan buen tiro, Cucumetto por casualidad, segun dijo, pasó por allí, y
se echó el animal á cuestas y llevóselo á la quinta. tuvo ocasion de robar á la jóven.
184 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

La súplica de Carlini á su capitan se reducia á que Los pastores son por lo comun los emisarios de que
esceptuara á Rita de la regla general, respetándola se valen los bandidos , porque simpatizan con ellos
por amor suyo. Tambien añadió que su padre era ri- en vivir entre el campo y la poblacion, entre la vida
co, y podria pagar un buen rescate. salvaje y la civilizada ..
Al parecer Cucumetto cedió á los ruegos de su Carlini volvió gozoso al aduar á unirse con su ama-
amigo, encargándole que buscase un pastor que pu- da , y á anunciar la tan feliz noticia.
diera ir á Frosinone á casa del padre de Rita. Halló en la esplanada á la compañía, comiendo ale-
Gozoso con esto Carlini se acercó á su novia, y gremente las provisiones que á guisa de tributo exi-
1

Cucumetto.

dijola que estaba en salvo, rogándole que escribiera gian á los paisanos ; pero entre todos buscó vana-
á su padre una carta con la narracion del suceso , y el mente á Cucumetto y å Rita.
anuncio de que se habia fijado en trescientas piastras A las preguntas que hizo, respondieron sus amigos
su rescate. con una sonora carcajada . Un sudor frio inundó su
Por todo plazo se concedian á su padre doce horas, frente ; una angustia mortal se apoderó de su corazon.
es decir, hasta las nueve de la mañana siguiente . Renovó la pregunta , y entonces uno de los bandole-
Escrita que fué la carta se apoderó Carlini de ella , ros , llenando un vaso de vino de Orvietto , se lo pre-
y corrió á la llanura á buscar quien la llevase . sentó esclamando :
Un pastor jóven que apacentaba su ganado fué el -¡A la salud del bravo Cucumetto y de la hermosa
que se encargó de la mision, partiendo inmediata- Rita!
mente, y prometiendo estar antes de una hora en En este punto creyó Carlini oir un grito de muger.
Frosinone . hízole mil
Todo lo comprendió : abalanzose al vaso ,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 185

pedazos en la cara del que se lo presentaba, y se lanzó -¡Magnífico ! Entre tanto , ¡ qué noche tan buena
hácia donde habia oido el grito. vamos á pasar ! Esta muchacha es divina , y por mi
Al revolver de un matorral , á cien pasos de sus fé que tienes buen gusto , maese Carlini. Como yo no
compañeros , vió á Rita desmayada en los brazos de soy egoista , juntémonos ahora con los camaradas y
Cucumetto. echemos suertes á ver á quién le toca.
Al vislumbrar á Carlini se incorporó el bandido con -¿Con que resueltamente le imponeis la ley co-
una pistola en cada mano. mun? esclamó Carlini.
Los dos se estuvieron mirando algun tiempo fija- -¿Por qué se la ha de esceptuar?

Al vislumbrar á Carlini se incorporó el bandido con una pistola en cada mano,

mente, uno con la sonrisa en los labios de la lujuria; -Creí que mis ruegos...
otro con la palidez de la muerte en el rostro. Cual- -¿Vales tú mas que los otros ?
quiera se imaginaria que entre aquellos dos hombres Teneis razon.
iba á pasar algo terrible ; pero las facciones de Carli- -Pero descuida, hombre, repuso Cucumetto son-
ni se fuéron calmando lentamente , y dejó caer á lo riéndose ; que á la corta ó á la larga te llegará tu vez.
largo de su cuerpo la mano que habia encaminado Los dientes de Carlini rechinaban.
enantes á las pistolas de su cinto. -Vamos, dijo Cucumetto dando un paso hacia el
Rita yacia en el suelo entre los dos. resto de la cuadrilla. ¿No vienes?
La luna iluminaba esta escena. -Ya os sigo...
¿Y comision
le preguntó Cucumetto , ¿has desempe- Alejose Cucumetto sin perder á Carlini de vista,
ñado tu qué? ? porque sin duda recelaba que por la espalda le hiriese;
-Sí , capitan, respondió Carlini. Mañana antes de pero nada en el bandido anunciaba intencion hostil.
las nueve estará aquí el padre de Rita con el dinero . Permanecia, por lo contrario, junto á Rita , que
186 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

seguia desmayada , de pié , y cruzado de brazos. La papeleta tenia el nombre de Diavolaccio , que
Por un instante se imaginó Cucumetto que iba el jó- era el mismo que propuso á Carlini el brindis á la sa-
ven á cogerla y á huir con ella; pero le importaba muy lud del jefe , brindis que aceptó Carlini rompiéndole
poco, pues habia ya conseguido de Rita lo que desea- el vaso en la cara.
ba, y por lo tocante al valor de su rescate, trescientas Desde la mejilla á la boca tenia una herida, por don-
piastras repartidas entre todos los compañeros toca- de salia á chorros la sangre.
ban á tan poco, que le importaba mucho menos. Al verse Diavolaccio favorecido de la fortuna , lanzó
Prosiguió pues su camino hacia la esplanada , y con una gran carcajada .

Luigi Vampa.

grande admiracion vió á poco llegar á Carlini detrás


de él. -Ahora mismo, capitan, dijo, se ha negado Carlini
suertes ! esclamaron á beber á vuestra salud ; proponedle que beba á la
¡A echar
los bandido
suertes ¡ á echar
como! vieron mia , que acaso será con vos mas condescendiente que
s así á su capitan .
Y sus ojos brillaban de embriaguez y lujuria: la conmigo .
llama de la hoguera los teñia de un fulgor rojizo , se- Todos esperaban algun arrebato de Carlini ; pero
mejándolos á demonios. con asombro general cogió con una mano un vaso,
Era muyjusto lo que pedian, con que el jefe hizo con la otra una botella , y dijo con voz muy tranquila
un movimiento de cabeza, en demostracion de que después de haberlo llenado :
accedia á su demanda . ¡A tu salud , Diavolaccio!
Metiéronse en un sombrero papeletas de todos los Y sin que su mano temblase tan siquiera, lo apuró.
nombres, inclusa la de Carlini , y el mas jóven de la Luego repuso, sentándose junto al fuego:
partida sacó una del improvisado cántaro. -Mi parte en la comida, que me ha abierto el ape-
tito la caminata que acabo de hacer.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 187

-¡Viva Carlini! esclamaron los bandidos. -¿Qué has hecho, miserable ? esclamó el padre de
-En horabuena. Eso se llama tomar las cosas co- Rita.
mo de quien vienen, de amigos verdaderos. Y contemplaba con terror á su hija , pálida , inerte ,
Y mientras Diavolaccio se alejaba , estrecharon los ensangrentada, con un cuchillo clavado en el co-
bandidos mas y mas el corro junto à la Jumbre. razon.
Carlini comia y bebia como si tal cosa. Un rayo de luna alumbraba esta escena con su me-
Contemplábanle sus compañeros con asombro , sin lancólica luz.
acertar á comprender aquella impasibilidad, cuando -Cucumetto gozó á tu hija, y como yo la amaba,
oyeron rechinar el suelo bajo los piés de un hombre. la asesiné, dijo el bandido; porque tras él, iba á ser-
Volviéronse, y distinguieron á Diavolaccio que vir de jugete á mis compañeros todos.
traia en sus brazos á la jóven, con la cabeza caida, y El viejo ni siquiera abrió la boca ; pero se puso
arrastrando los cabellos por el suelo. pálido como un espectro.
A medida que avanzaba en el espacio alumbrado -Ahora... véngala si hice mal, dijo Carlini.
por la hoguera , se iba claramente distinguiendo la Y arrancando el puñal del seno de la jóven, se lo
palidez de la jóven y la del bandido . presentaba á su padre con una mano , mientras con
Habia en esta aparicion tanto de solemnidad y es la otra separaba la camisa de su pecho, por presen-
trañeza, que todos se levantaron , escepto Carlini , társelo desnudo.
que permaneció sentado, comiendo y bebiendo co- -Has hecho bien , le respondió el anciano con voz
mo si nada pasase en torno suyo . sorda. Abrázame, hijo mio.
Diavolaccio se acercó al capitan en medio del si- Carlini se arrojó llorando á los brazos del viejo.
lencio mas profundo, y colocó á sus piés á Rita. Eran las primeras lágrimas que vertia aquel hom-
Entonces pudieron todos comprender la causa de bre sanguinario.
la palidez de la jóven y de la palidez del bandido . -Ayúdame ahora á enterrar á mi hija , le dijo el
Por encima del pecho izquierdo tenia Rita un pu- anciano.
ñal clavado hasta el mango . Buscó Carlini dos azadas, con que el padre y el
Todos los ojos se volvieron hácia Carlini : la vaina amante se pusieron á cavar la tierra al pié de una
de su puñal estaba vacía. encina, cuyas corpulentas ramas debian de dar som-
¡Ah! ¡ah! esclamó el jefe. Ya comprendo por qué bra á la tumba de la jóven.
Carlini se quedó detrás de mí. Terminado el hoyo, la abrazó primero el padre y
Las naturalezas salvajes son ocasionadas á apreciar luego el amante, y cogiéndola después el uno por los
los grandes hechos. Aunque ninguno de aquellos ban- piés, y por las espaldas el otro , la colocaron en la
doleros hubiera sido acaso capaz de hacer lo que hizo fosa.
Carlini , todos lo comprendieron . Tras esto se arrodillaron á rezar las preces de los
Y ahora, dijo Carlini á su vez acercándose al ca- difuntos.
dáver con una mano en la culata de sus pistolas; y Terminadas, cubrieron de tierra el cadáver hasta
ahora , ¿hay alguno todavía que me dispute á esta igualar el piso . Entonces, alargándole la mano, dijo á
muger? Carlini el padre :
-No , respondió el jefe . Tuya es. -Gracias, hijo mio.-Ahora déjame solo.
Con esto Carlini la tomó en sus brazos , y llevósela -Pero... murmuró el bandido.
fuera de allí. -Déjame : yo te lo mando .
Colocó Cucumetto sus centinelas como de costum- Carlini obedeció yendo á reunirse con sus compañe-
bre , y los bandidos restantes se acostaron en torno á ros : embozose en su capa , y pronto dormia al pare-
la hoguera, einbozados en sus capas. cer tan profundamente como los demás .
A media noche dió un centinela la señal de alarma: Estaba resuelto desde la víspera que se trasladaria
el jefe y sus compañeros se levantaron al instante. el campo á otra parte.
Era el padre de Rita que venia en persona á traer Una hora antes de amanecer despertó Cucumetto á
el rescate de su hija. su gente, y les dió la órden de marchar.
-Toma , dijo á Cucumetto alargándole un saco de Carlini no quiso abandonar el bosque sin saber el
dinero ahí tienes trescientas piastras : dame mi hija. paradero del padre de Rita , con que se dirigió al sitio
Sin tomarle el dinero le indicó por señas el capitan en donde le habia dejado.
que le siguiese. El anciano se había ahorcado de una rama de la
Obedeció el anciano , y ambos se fuéron por debajo encina que daba sombra á la tumba de su hija.
de los árboles , alumbrados á intervalos por la luna, Entonces por el cadáver del uno y la tumba de la
que entre sus ramas penetraba. Al fin Cucumetto se otra , juró Carlini vengarlos á entrambos .
paró , señalando al viejo con la mano un grupo de dos Pero no pudo cumplir su juramento , porque dos
personas que debajo de un árbol se veia. dias después lo mataron en un encuentro con los ca-
-Pide tu hija á Carlini, que él te dará cuenta de rabineros.
ella. Causó grande admiracion entre la partida el que
Dijo, y se volvió con sus compañeros. hubiese Carlini recibido un balazo en la espalla ha-
El anciano permaneció inmóbil, con los ojos atóni- ciendo frente al enemigo; pero cesó esta admiracion
tos. Conocia que amagaba á su cabeza alguna desdi- con el recuerdo que tenia uno de los bandidos, de
cha inmensa, inconcebible . que cuando Carlini cayó, estaba Cucumetto detrás de
Al fin se atrevió á dar algunos pasos hácia el infor- él , á unos diez pasos de distancia.
me grupo, que no distinguia muy bien. La mañana que abandonaron el bosque de Frosino-
Al rumor de sus pasos levantó Carlini la cabeza, y ne siguió en la oscuridad los pasos de Carlini, oyen-
entonces á lospersonas
ojos del anciano parecieron mas clara- do su juramento de venganza ; y como era hombre
mente las dos . previsor , cogiole la delantera.
Una muger tendida en el suelo apoyaba su cabeza Otras historias no menos curiosas que esta se con-
en las rodillas de un hombre sento , que inclinaba taban del terrible Cucumetto.
su rostro hacia el suyo. Al incorporarse fué cuando el Su nombre solo hacia temblar á todo el mundo des-
hombre
estrechadejó vercor
al anciano el rostro de la muger que de Fondi á Perusa.
ba á su azo n. Muchas veces habian dado ocasion estas histo-
El viejo reconoció á su hija , y Carlini reconoció al rias á las pláticas de Teresa y Luigi. Escuchábalas
viejo . la jóven con espanto; pero Vampa la calmaba con una
-Te esperaba, dijo el bandido. sonrisa, y con empuñar su escopeta, que era tan cer-
188 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

tera. Después, si esto no la satisfacia , buscaba con los que cerraba la entrada de su gruta , y atrayéndola há-
ojos algun pajarillo puesto en la rama de un árbol á cia sí , hizo seña al fugitivo de que se refugiara en
cien pasos de distancia , le apuntaba , salia el tiro , y aquel asilo , ignorado de todos ; y colocando otra vez
el animal caia muerto al pié del árbol. la piedra como estaba , volvió á sentarse junto á Te-
Entre tanto pasaba el tiempo . Los jóvenes habian resa.
determinado casarse cuando tuviese Luigi veinte años Casi al mismo punto aparecieron al lindel del bos-
y Teresa diez y nueve. Como eran huérfanos los dos, que cuatro carabineros de á caballo . Tres sin duda
á nadie tenian que pedir permiso sino á su amo , y dé buscaban al fugitivo , que el otro conducia á un ban-
este ya lo habian obtenido. dido prisionero .

QUE

www

-Ahora ... véngala si hice mal , dijo Carlini.

Un dia que se embelesaban hablando en sus pro- Esploraron el país con una mirada los tres carabi-
yectos para el porvenir , oyeron dos ó tres tiros, y neros, y al ver á los dos jóvenes, corrieron á ellos á
Juego salió de repente del bosque inmediato un hom-
bre que corria hacia ellos . galope .
Cuando estuvo mas cerca les gritó: Pero á sus preguntas respondieron que á nadie ha-
bian visto .
¡Me persiguen! ¿podreis esconderme?
Bien se les alcanzaba á los jóvenes que el fugitivo -Es lástima , dijo el jefe , porque el que buscamos
debia de ser algun bandido ; pero entre el paisano y era el capitan.
el bandido romano hay una especie de simpatía que ¡Cucumetto ! esclamaron á par Luigi y Teresa sin
hace que el primero esté dispuesto siempre à favore- poderse reprimir.
cer al segundo . -Sí , respondió el jefe , y como dan por su cabeza
Sin despegar sus labios, Vampa corrió á la piedra mil escudos romanos , serian quinientos para vosotros
si nos ayudaseis á cogerle .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 189

& Los jóvenes cruzaron una mirada , que hizo conce- | mirar en torno. Ninguna de sus convidadas llevaba
bir esperanzas al jefe. un traje siquiera parecido al suyo y al de sus compa-
Quinientos escudos romanos , que hacen tres milñeras.
francos de moneda francesa, son una fortuna para dos El conde de San Felice le señaló entre la multitud
pobres huérfanos que se van á casar. á Teresa, que iba de bracero con Luigi.
-Sí que es lástima, dijo Vampa ; pero no le hemos -¿Me permitís, padre mio?.. le preguntó Carmela.
visto. -Sin duda alguna. ¿No estamos en carnaval? res-
Con esto los carabineros echaron inútilmente una pondió el conde.
batida por el alrededor y desaparecieron. Carmela se dirigió á un jóven que la acompañaba, y
Vampa dirigiose á levantar la piedra. Cucumetto le dijo algunas palabras, señalándole á Teresa con el
salió. dedo.
Por las rendijas de su puerta de piedra habia visto á Hizo el galan un gesto de obediencia , y siguiendo
los jóvenes hablar con los carabineros, y sin dudar con los ojos la direccion que aquella linda mano le in-
un punto de la ocasion de su plática, habia leido en dicaba , fué á invitar á Teresa á componer la cuadri-
los rostros de Teresa y de Luigi la terminante reso- lla dirigida por la hija del conde.
lucion de no venderle. Con esto sacó un bolsillo lleno La joven sintió que le abrasaba el rostro un fuego
de dinero, y ofrecióselo. estraño. Interrogó con los ojos á Luigi, que, como no
Vampa levantó con altivez la cabeza; pero los ojos podia negarse humanamente , soltócon mucha lentitud
de la joven relampaguearon al pensar cuántos adornos el brazo de Teresa, que con el suyo sujetaba.
y cuántos vestidos de lujo podria comprar con aquel Teresa , acompañada por su elegante pareja , fué
oro. temblorosa á ocupar su puesto en la comparsa aristo-
Cucumetto era un demonio muy hábil, que habia crática.
tomado la forma de bandido en lugar de la de ser- A los ojos de un artista , ciertamente que el tra-
piente. Sorprendió esta mirada de Teresa, y recono- je propio y severo de la jóven no era de todo en
ciendo en ella una digna hija de Eva, internose en la todo igual al de Carmela y sus compañeras; pero
espesura, volviéndose muy á menudo con pretesto de á Teresa , como frívola y coqueta que era , la des-
saludar á sus libertadores. lumbraba el brillo de los trajes , la enloquecia la ri-
En muchos dias no se volvió á oir hablar ni á ver á queza de los aderezos. Luigi empezaba á brotar un
Cucumetto. sentimiento desconocido . Primeramente se anunció
El carnaval se acercaba. como un dolor sordo que le destrozaba el corazon,
El conde de San Felice anunció un gran baile de estendiéndose desde allí á todas sus venas y po-
máscaras, convidando á la sociedad mas elegante de niéndole fuera de sí. Seguia con la vista los meno-
Roma. res movimientos de Teresa y de su pareja ; cuando
Teresa ardia en deseos de ver este baile, con que se tocaban sus manos , sentia una especie de ma-
pidió Luigi á su protector el mayordomo, permiso reo , latian sus arterias violentamente , y parecia en
para asistir ambos á él, confundidos con los criados de lo aturdido que vibrase junto á él una campana
la casa; y el mayordomo se lo concedió. sonora. Cuando hablaban, aunque la joven escucha-
La principal ocasion del baile del conde era dar gus- se con muestras de timidez , bajando los ojos , como
to á su hija Carmela, á quien queria entrañablemente. Luigi leia en los del hermoso jóven que sus dis-
Carmela tenia por azar los mismos años y la misma cursos eran alabanzas y galanteos , pareciale que el
estatura que Teresa, sin que fuera Teresa menos her- cielo se le venía encima , y que todas las voces del in-
mosa que Carmela . fierno le inspiraban ideas homicidas . Temiendo en-
La noche del baile se puso Teresa su traje mas tonces que le cegara su locura , se agarraba con una
elegante, sus mejores agujas y sus inas ricos abalo- mano á un árbol cercano, y con la otra apretaba con-
rios; traje en un todo igual al de las mugeres de vulsivamente el puñal de cabo labrado que llevaba á
Frascati. la cintura , y que sin que él lo advirtiese, mas de una
Luigi llevaba el pintoresco traje que llevan los dias vez había salido casi entero de la vaina.
de fiesta los paisanos de Roma. ¡ Luigi estaba celoso ! adivinaba que á impulsos de
Segun el permiso que tenian, se mezclaron los dos su naturaleza versátil y orgullosa podia olvidarle su
entre los criados y la gente de la quinta. Teresa.
No solamente parecia la casa un ascua de oro con Entre tanto la jóven habia ido perdiendo su timi-
la iluminacion, sino que tambien de los árboles del jar- dez y serenándose. Ya hemos dicho que Teresa era
din colgaban á millares farolillos de colores. En cada hermosa . Esto no es todo : era tambien graciosa ; pe-
encrucijada habia una orquesta, y buffets y refrescos; ro de esa gracia natural y salvaje , por decirlo así, que
los paseantes se detenian allí, y formando corros bai- tiene mas atractivos que la que en el mundo se afec-
laban donde mejor les parecia. ta. Para ella fuéron casi todas las alabanzas , y si tu-
Carmela llevaba el traje de las mugeres de Lonino, vo envidia de la hija del conde de San Felice, no nos
que consistia en un sombrero cuajado de perlas, agu- atreveremos á decir que Carmela no tuviese tambien
jas de oro y diamantes en el pecho, un cinturon de envidia de ella.
seda turca, cuyos broches eran dos flores, sobretodo y Su pareja la acompañó galantemente, colmándola
guardapiés de cachemira, y delantal de muselina de la de atenciones, al sitio en donde la esperaba Luigi.
India. Los botones de su corpiño eran piedras pre- Durante el baile , dos ó tres miradas furtivas le
ciosas. habia la jóven dirigido , y á cada una le vió mas pá-
Dos de sus compañeras iban vestidas, como las mu- lido y mas trastornado. Cierta vez , hasta creyó dis-
geres de Nettuno, la una, y como las de la Riccia , la tinguir el brillo de su puñal, que salia maquinalmente
otra. de la vaina.
Cuatro jóvenes de los mas ricos y de los mas nobles Casi temblando cogió el brazo de su amante.
de Roma las acompañaban , con esa franqueza italiana La contradanza habia gustado mucho , y era evi-
que no tiene rival en ningun otro país. Iban vestidos dente que se trataria de hacer una segunda edicion.
de paisanos de Albano, de Velletri, de Civitta-Caste- Carmela era la única que se oponia ; pero el conde de
llana, y de Sora. San Felice se lo suplicó con tanta ternura, que no
No necesitamos decir que todos estos trajes estaban pudo menos de consentir.
cuajados de piedras preciosas. Al momento uno de los caballeros buscó á Teresa,
Ocurriósele á Carmela formar una comparsa uni- sin la cual era imposible que se bailara la contradan-
forme; pero faltaba una muger. En vano se puso a za; pero la jóven habia desaparecido.
190 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Con efecto, Luigi no contaba con fuerzas suficientes --Pensaba, contestó la ljóven con toda la franqueza
para soportar una segunda prueba , y ora persuadién de su alma , pensaba en que daria la mitad de mi vida
dola , ora obligándola, se habia llevado á Teresa á otro por tener un traje como el suyo.
estremo del jardin. Teresa, aunque á pesar suyo, ha- -¿Y qué te decia tu pareja?
bia cedido, porque advertia el trastorno del jóven , y -Me decia que en mi consistia el tenerlo, que no
adivinaba por su silencio, interrumpido solamente por me costaria si no pronunciar una palabra.
estremecimientos nerviosos , que le acontecia alguna -Tenia razon, contestó Luigi. ¿Lo deseas tanto
cosa estraordinaria. Ella tambien estaba agitada inte- como dices?

www

134

...Se agarraba con una mano á un árbol cercano, y con la otra apretaba convulsivamente el puñal .

riormente; y sin haber hecho nada malo , conocia -Si.


que Luigi tenia derecho para reprenderla : ¿ por qué? -¡Pues lo tendrás!
lo ignoraba; pero no dejaba de presentir que era justa Asombrada la jóven, levantó la cabeza para pregun
la reprension. tarle ; pero vió su rostro tan demudado y tan terrible,
Sin embargo , con grande asombro de la jóven , Lui- que se le helaron en los labios las palabras .
gi quedó mudo, y ni una palabra pronunciaron sus la- Tras esto se fué Vampa.
bios en todo el resto de la noche. Cuando el frio hizo Mientras la oscuridad la permitió distinguirle , los
que se alejaran los convidados de los jardines , cuan- ojos de Teresa le siguieron, y al verle desaparecer en-
do se cerraron las puertas de la quinta para que la tró en su casa suspirando.
fiesta siguiera por dentro , acompañó á Teresa á su Aquella misma noche sucedió una desgracia muy
casa , preguntándole al entrar: grande, por culpa sin duda de algun criado que se
-Teresa, ¿ en qué pensabas cuando bailabas en olvidó de apagar las luces. Prendiose fuego la
frente de la condesa de San Felice? quinta de San Felice, justamente por la parte adonde
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 191

caian las habitaciones de la hermosa Carmela. Des- , bina , y desembarazado del molesto ropaje marchó
pertada al resplandor de las llamas, saltó la jóven del delante del viajero , con ese paso rápido del montañés
lecho, y envolviéndose en su bata trató de huir por que apenas un caballo puede seguir.
la puerta; pero el corredor que era preciso atravesar En diez minutos llegaron á la especie de encrucija-
estaba ya ardiendo . Entonces se volvió á su habitacion da que habia indicado el pastor.
y empezó á gritar, cuando de repente se abrió la ven- Parado allí , con un gesto majestuoso como el de
tana, situada á veinte piés del suelo ; saltó por ella un un emperador , estendió la mano hacia el camino que
aldeano jóven , la cojió en sus brazos , y con un vigor debia seguir el viajero.
y una destreza sobrenaturales la bajó á la pradera, -Ese es vuestro camino, escelencia; ahora no po-
donde se desmayó . Al volver en sí , su padre estaba deis equivocaros.
junto á ella. Todos los criados la rodeaban y la pres- -Toma pues tu recompensa , dijo el viajero ofre-
taban auxilio. Un ala entera de la quinta habia ar- ciendo al pastor algunas monedas.
dido ; pero esto , ¿qué importaba si Carmela se habia -Gracias, respondió Luigi retirando su mano; hago
salvado? un favor, no lo vendo.
Buscaron por todas partes á su libertador , pero -Si rehusas un salario , acepta al menos un rega-
vanamente ; preguntaron á todo el mundo , nadie le lo , repuso el viajero , que parecia estar acostumbrado
habia visto. Carmela, como estaba tan asustada, no le y ser apreciador de esta diferencia entre el servilismo
habia conocido . del hombre social y el orgullo del campesino.
Por lo demás , como el conde era inmensamente -¡Ah! ¡ eso es otra cosa!
rico , aparte del riesgo que habia corrido Carmela y -Pues bien , dijo el viajero , toma esos dos cequíes
que le pareció por el modo milagroso con que se habia de Venecia, y dáselos á tu novia para que se haga con
salvado, mas bien un nuevo favor de la Providencia ellos unos zarcillos.
que una desgracia real, la pérdida ocasionada por las -Pues entonces tomad este puñal, contestó el pas-
llamas era en verdad muy poca cosa para él. tor; no encontrareis otro puño mejor labrado desde
El dia siguiente, á la hora de costumbre, se encon- Albano á Civita-Castellano.
traron los dos jóvenes á la entrada del bosque. Llegó -Lo acepto , dijo el viajero ; pero ahora soy yo el
Luigi primero y se presentó á la jóven con estraordi- que quedo obligado , porque este puñal vale mas que
naria alegría, como si hubiese olvidado completamen- los dos cequies.
te la escena de la víspera. Teresa estaba meditabunda, -Para un comerciante , tal vez; pero para mí que
pero al ver tan jovial á Luigi , afectó la risueña indi- soy quien lo ha hecho , apenas vale una piastra.
ferencia que era el fondo de su carácter cuando no lo -¿Cómo te llamas? le preguntó el viajero.
turbaba alguna pasion. -Luigi Vampa , respondió el pastor con el mismo
Tomó Luigi del brazo á Teresa y la condujo á la tono que si hubiera dicho : -Alejandro, rey de Mace-
puerta de la gruta , donde la jóven se detuvo , adivinan- donia . -¿Y vos?
do que habia allí alguna cosa estraordinaria, y mirán- -Yo , dijo el viajero, me llamo Simbad el Marino.
dole fijamente. Franz d'Epinay lanzó un grito de sorpresa .
-Teresa , le dijo Luigi , anoche me digiste que -¡Simbad el Marino! murmuró.
darias el mundo entero por tener un traje igual al de -Sí, repuso maese Pastrini , ese es el nombre que
la hija del conde. dijo el viajero á Vampa ser el suyo.
-Sí , respondió Teresa asombrada ; pero estaba lo- -Pero, ¿qué hay que te admire en ese nombre? le
ca cuando manifesté tal deseo . interrumpió Alverto. Es muy bonito, y debo decirte
Y yo te contesté: -¡Pues lo tendrás! que las aventuras del homónimo de aquel viajero , me
-Sí , repuso la jóven, cuyo asombro iba en aumen- han divertido mucho en mi juventud
to á cada palabra de Luigi ; pero sin duda digiste eso Franz no insistió ya . El nombre de Simbad el Ma-
por no disgustarme. rino, como se lo figurará el lector facilmente, habia
-Jamás te he prometido cosa que no te hubiese de despertado en él un mundo de recuerdos, como ha-
cumplir , Teresa , dijo con orgullo Vampa. Entra en bia sucedido la víspera con el del conde de Monte-
la gruta y vístete . Cristo.
Esto diciendo separó la piedra de la entrada , con -Continuad, dijo al posadero.
que pudo ver Teresa la gruta iluminada por dos bu- Vampa guardó desdeñosamente los dos cequies,
jias que ardian junto à un espejo magnífico. En y regresó muy despacio por el mismo camino que
un estuche sobre la mesa rústica , hecha por el mis- habia traido. Al llegar á unos trescientos pasos de
mo Luigi , brillaban el collar de perlas y las agujas de la gruta pareciole oir un grito.
diamantes , y á su lado el resto del traje. Se detuvo escuchando de qué parte venia, y al cabo
Lanzó Teresa un grito de alegría, y sin informarse de un segundo oyó pronunciar su nombre distinta-
de dónde venia aquel traje , sin dar siquiera las gra- mente de la parte de la gruta.
cias á Luigi , se precipitó á la gruta trasformada en Echó á correr como un gamo , preparando su esco-
tocador. peta á toda prisa, y en menos de un minuto llegó á la
Luigi volvió á colocar la piedra , porque acababa cima de la colina opuesta á aquella en que habia
de ver en la cresta de una duna que le separaba de visto al viajero.
Palestrina , á un viajero á caballo que se detuvo un Allí los gritos de ¡ socorro! ¡ socorro ! llegaron á su
instante como dudoso del camino que habia de seguir. oido mas perceptibles .
Su sombra se dibujaba en el azul del cielo , con esa Con una mirada abarcó todo el espacio que domi-
pureza de contorno peculiar á las lontananzas de los naba : un hombre se llevaba á Teresa , como el cen-
países meridionales. tauro Neso á Deyanira , en direccion al bosque , y
Así como el viajero vió á Luigi puso su caballo al tenia ya andadas tres cuartas partes del camino.
galope y se dirigió hácia él. Midió Vampa la distancia , y calculando que le lle-
Luigi no se equivocaba : el viajero que se dirigia vaba aquel hombre doscientos pasos lo menos de de-
desde Palestrina á Tívoli estaba perplejo en la elec- lantera , y que no habia tiempo que perder antes que
cion de camino. entrase en el bosque, se detuvo como si sus piés hu-
Eljóven se lo indicó ; pero como á cosa de un cuar- bieran echado raices , y echándose la escopeta á la
to de legua se dividia en tres ramales, y el viajero po- cara , levantó el cañon lentamente en direccion al
dia confundirse otra vez ; rogó á Luigi que le sirviera raptor , le puso el punto é hizo fuego.
de guia. Parose el criminal , sus rodillas se doblaron, y cayó,
Quitose Luigi su capa , echose á la espalda la cara- | arrastrando á Teresa tras sí.
192 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Pero la jóven se levantó al momento , mientras el Contemplole Vampa un instante sin que se notase la
fugitivo se revolcaba con las convulsiones de la menor alteracion en su rostro , al paso que Teresa, tré-
agonía. mula todavía , no osaba acercarse al cuerpo del ban-
Vampa se dirigió al instante hácia Teresa , que á dido , sino paso á paso y mirándolo á hurtadillas , por
diez pasos del moribundo habia caido desfallecida , cima del hombro del Luigi.
atormentado por la duda horrible de que la bala que A poco rato Vampa se volvió hácia ella y la dijo:
acababa de herir á su enemigo , hubiese herido tam- -Ah! puesto que tú estas vestida , voy á vestir-
bien á su adorada. me yo.
Felizmente no era así , que solo el terror habia pa- Con efecto , Teresa se habia vestido de piés á ca-
ralizado las fuerzas de Teresa . Cerciorado Luigi de beza con el traje de la hija del conde de San Felice.

Teresa.

que estaba sana y salva , se encaminó hácia el herido, Cogió Vampa el cuerpo de Cucumetto y lo introdu-
que acababa de espirar con los puños cerrados , la bo- jo en la gruta , á cuya entrada se quedó Teresa.
ca contraida por el dolor , y los cabellos erizados con A pasar entonces por allí algun otro viajero, hubie-
el sudor de la agonía. ra visto una cosa estraña , hubiera visto nada menos
Sus ojos permanecieron entreabiertos y amenaza- que una pastora guardando su rebaño con vestido de
dores. cachemira, pendientes y collar de perlas , agujas de
Con acercarse Vampa al cadáver , reconoció á Cu- diamantes, y botones de zafiros , esmeraldas y rubies.
cumetto. Con esto sin duda se hubiera creido trasportado á
Desde el dia en que le salvaron los dos jóvenes , se los tiempos de Florian , y á su regreso á París afir-
habia el ladron enamorado de Teresa , y jurando que se- mara que habia encontrado á la pastora de los Alpes
ria suya , la habia espiado sin cesar hasta el momento sentada al pié de los montes dela Sabinia.
en que su amante la dejó sola para enseñar el camino Al cabo de un cuarto de hora salió Vampa de la
al viajero , que entonces la robó , y ya la contaba por gruta. Su traje no era en su género menos elegante
suya, cuando la bala de Vampa le atravesó el corazon . que el de Teresa.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 193

Traia chaqueta de terciopelo granate con botones -Al fin del mundo.
de oro cincelados , chaleco de seda bordado , una ban- -Pues cógete de mi brazo y marchemos , porque no
da romana anudada al cuello, un cinto bordado de hay tiempo que perder.
oro y seda encarnada y verde , calzones de terciopelo La jóven apoyó su brazo en el de su amante, sin
azul celeste, sujetos por debajo de las rótulas con hebi- preguntarle adónde la llevaba ; porque en aquel mo-
llas de diamantes , botines de piel de gamo con mil mento le pareció hermoso , altivo y potente como un
primores , y un sombrero con cintas de todos colores. dios.
De los bolsillos de su chaleco colgaban las cadenas de Y se internaron juntos en el bosque.

Con acercarse Vampa al cadáver reconoció á Cucumetto.

dos relojes , y en su cinto relumbraba un magnífico Inútil es decir que Vampa era perito en todos los
puñal. senderos de la montaña , con que avanzó por el bosque
Teresa lanzó un grito de admiracion al verle en sin vacilar, aunque no hubiese camino practicable, adi-
aquel traje , que parecia un retrato de Leopoldo Ro- vinando el que debia seguir por los árboles y mator-
bert ó de Schnetz. rales. Así caminaron cerca de hora y media.
Se habia puesto el mismo que llevaba Cucumetto. A este tiempo llegaban al sitio mas espeso del bos-
Conociendo el joven la impresion que habia causa- que. Un torrente , cuya madre estaba seca , con-
do á su novia , pasó por sus labios una sonrisa de or- ducia á una garganta profunda. Vampa echó por
gullo. aquel estraño sendero , que encajonado entre las dos
-Ahora, dijo á Teresa, ¿estás dispuesta á participar orillas y casi oculto por la oscura sombra de los pinos,
de mi suerte , sea cual sea? se parecia, escepto en la bajada que era fácil, al cami-
-Sí, esclamó la jóven con entusiasmo. no del averno de que habla Virgilio.
-¿Me seguirás adonde vaya? Temblorosa la jóven al aspecto de este lugar salvaje
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 113. 13 ག།
194 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

y desierto , se arrimaba mas y mas á su guia sin decir A los cinco minutos el bandido les hizo seña de que
una palabra ; pero viéndole caminar siempre con paso se detuvieran .
firme, y vislumbrando en su rostro una calma profun- Los jóvenes obedecieron .
da , hacia lo posible por disimular su emocion. Su guia imitó tres veces el graznido del cuervo.
De repente, á diez pasos de ellos , salió un hombre Otro graznido le respondió.
detrás de un árbol que le ocultaba , y gritó apuntando -Muy bien , dijo en esto . Puedes continuar tu ca-
á Luigi : mino.
-¡No des un paso mas ó eres muerto! Luigi y Teresa echaron á andar.
-¡Qué dijo Vampa levantando la mano con un Pero mientras mas avanzaban , mas temblorosa se

JANYER

-Quieroos decir que me cansa el oficio de pastor.

ademan de desprecio , mientras que Teresa, domina- | ponia la jóven, y mas se arrimaba al brazo de su aman-
da de terror, se asia á su brazo fuertemente: ¡ qué! te , porque á través de los árboles se veian brillar ar-
¿se muerden lobo á lobo? mas de fuego.
-¿Quién eres? le preguntó el centinela. El descampado de Rocca-Bianca era la cima de una
-Soy Luigi Vampa , pastor de la quinta de San eminencia, que sin duda fué volcan en otro tiempo,
Felice. volcan apagado antes que Rómulo y Remo desertaran
-¿Qué quieres? de Alba para edificar á Roma.
-Quiero hablar á tus compañeros , que están en el Al llegar Teresa y Luigi á la cima se hallaron fren-
descampado de Rocca-Bianca. te á frente con unos veinte bandidos.
-Entonces sígueme, dijo el centinela , ó mejor será -Este jóven desea hablaros , les dijo el centinela.
que vayas delante , puesto que sabes el camino. -¿Y qué quiere decirnos ? preguntó el que en au-
Sonriose con aire de desprecio Vampa de esta pre- sencia del capitan hacia sus veces.
caucion del bandido , y pasando adelante con Teresa, -Quieroos decir que me cansa el oficio de pastor,
siguió su camino con el mismo paso firme que hasta contestó Vampa.
allí. -¡Ah! ya te entiendo , dijo el teniente ; ¿vienes
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 195

á pedirnos que te admitamos en nuestras filas ? traia á Franz de sus reflexiones sobre la historia que
-¡Sea bien venido ! gritaron algunos bandoleros acababa de contarle maese Pastrini, en que figuraba
de Ferrusino, de Pampinara y Anagni que conocian á su misterioso anfitrion de la isla de Monte-Cristo. Así
Vampa. pues, se acurrucó en un rincon del coche, entregán-
-Sí ; pero vengo á pediros otra cosa mas que ser dose á sus meditaciones sin número , que nunca le
vuestro compañero. daban un resultado satisfactorio.
-¿Cuál? dijeron los bandidos asombrados. Otra cosa le habia recordado á su amigo Simbad
-Vengo á pediros ser vuestro capitan. el Marino , que eran aquellos misteriosos lazos en-
Todos soltaron una carcajada. tre los ladrones y los marineros. Lo que dijo Pastrini
-Y ¿qué has hecho para aspirar á tanto honor? dijo de que Vampa se refugiaba en los barcos pescadores y
el teniente. contrabandistas, recordó á Franz los dos bandidos
-He matado á vuestro capitan Cucumetto , cuyos corsos que habia encontrado comiendo con la tripula-
despojos veis en mí , respondió Luigi, y he pegado fue- cion del yacth, que luego con el solo fin de desem-
go å la quinta de San Felice para regalar á mi novia barcarlos habia torcido su rumbo á Porto-Vecchio.
un vestido de boda. El nombre que se daba á sí mismo su anfitrion de
Una hora después era Luigi Vampa elegido capitan Monte-Cristo, pronunciado por el fondista de Roma,
en reemplazo de Cucumetto. probábale que cumplia la misma mision filantrópica
¿Qué pensais, caro Alberto, dijo Franz volviéndo- en las costas de Piombino, de Civita-Vechia, de Ostia
se hácia su amigo ; qué pensais del ciudadano Luigi y de Gaeta, que en las de Córcega, España y Toscana,
Vampa? y como el propio Simbad le había hablado de Palermo
-Pienso que es un myto que no ha existido y de Túnez, sí no mentian los recuerdos de Franz, era
nunca. prueba evidente de la estension del círculo de sus
-¿Qué es un myto ? preguntó Pastrini. relaciones.
-Seria muy largo de esplicar , mi querido posade- Pero por mucho que estas reflexiones le distrajeran ,
ro, respondió Franz . ¿ Con que decís que miese Vam- desvaneciéronse todas cuando vió dibujarse la gigan-
pa ejerce en este momento su profesion en las cer- tesca sombra del Coliseo , cuyas ruinas , con sus grie-
canias de Roma? tas, semejaban á la luz de la luna ojos de fantasmas .
-Con un atrevimiento de que no hay ejemple. El carruaje paró á algunos pasos de la Meta Sudans , y
-¿Qué hace la policía que no le echa mano? cuando abierta por el cochero la portezuela se apea-
-¿Qué hade hacer ? él está á un mismo tiempo en ron los dos jóvenes , halláronse cara á cara con un ci-
connivencia con los aldeanos de la llanura, con los cerone , que parecia salir de las entrañas de la tierra .
pescadores del Tíber y con los contrabandistas de la Como iba en su compañía el del hotel , se encon-
costa . Le buscan en la montaña , y se encuentra á la traron con dos cicerones .
orilla del rio; le persiguen en este último punto, y se Imposible es en Roma evitar este lujo. Además del
embarca, ó de repente, cuando se le cree refugiado cicerone general que se apodera del viajero al poner
en la isla de Giglio , de Guanonti ó de Monte-Cristo, el pié en la fonda, y que no le abandona hasta que lo
se le ve aparecer en Albano, en Tívoli ó en la Riccia. pone fuera de la ciudad, en cada monumento, y aun
-¿Y qué conducta observa con los viajeros? me atreveria á decir que en cada fraccion de monu-
-Es muy sencilla. Segun la distancia á que se en- mento, hay otro cicerone especial. Mírese pues si fal-
cuentran de la ciudad, les da ocho horas , doce ó un tará su cicerone al Colósseo, es decir, al monumento
dia para pagar su rescate. Trascurridos que son les por escelencia que hizo esclamar á Marcial:
concede una hora de gracia. Si á los sesenta minutos «Pare Menfis en la loa de sus bárbaras pirámides:
no recibe el dinero, les salta la tapa de los sesos ó les »déjense de cantar las maravillas de Babilonia ; todo
atraviesa el corazón con su puñal , y negocio con- »ceda al anfiteatro de los Césares, que todas la trom-
cluido.
>>petas de la fama deben de juntarse en una para ala-
-¿Qué tal , Alberto ? dijo Franz á su compañero, »bar á este monumento . »>
¿estais dispuesto á ir al Coliseo por los alrededores de Franz y Alberto ni por asomo intentaron librarse
las murallas ? de la tiranía cicerónica. Esto además les hubiera sido
-Sí que lo estoy, si el camino es mas pintoresco. muy difícil, puesto que solamente los guias tienen de-
En este momento dieron las nueve; y se abrió la recho á recorrer con luces las ruinas. Así pues se
puerta, y el cochero apareciendo, dijo : entregaron á ellos sin resistencia alguna, como quien
-Escelenci , el coche espera. dice atados de piés y manos.
-Pues vamos al Coliseo, contestó Franz. Franz conocia ya el terreno, que lo habia visitado
Por la puerta del Popolo, escelencia, 6 por las otra vez ; pero como era la primera que su novicio
calles? compañero entraba en el monumento de Flavio Ves-
¡Por las calles, ira de Dios ! ¡ por las calles ! escla- pasiano , debo de confesar en pro suya, que á pesar
mó Franz. del ignorante empirismo de sus guias, no dejaba de
-En verdad que os creia mas valiente , dijo Alber- causarle impresion. Con efecto, el que no las ha visto
to levantándose y encendiendo su tercer cigarro. no puede formarse idea de la majestad de semejantes
Con esto bajaron la escalera los dos jóvenes y en- ruinas, doblado aun su mérito por la misteriosa luz
traron en el carruaje . de aquella luna meridional, que parece un crepús-
culo de las regiones occidentales.
CAPITULO XI. Apenas el meditabundo Franz habia dado cien pasos
bajo los pórticos interiores , dejó á Alberto en po-
LA APARICION. der de sus guías, que no renunciaban al derecho de
enseñarle al pormenor la fosa de los Leones, el palco
Franz habia hallado un término medio para que lle- de los Gladiadores, y el podium de los Cesares , y su-
gase Alberto al Coliseo sin pasar delante de ninguna biendo por una escalera medio arruinada , fué á sentar-
otra ruina, y por consiguiente, sin que preparado de se junto á una columna , enfrente de un derrum-
antemano por otras impresiones, perdiera de su valer
la que habia de inspirarle aquel coloso monumento. bamiento que le permitia abarcar con un mirada la
majestuosa estension de aquel gigante de granito .
Su plan era seguir la via Sistina, y trazando un ángu- Como un cuarto de hora haria que Franz ocupaba
lo recto delante de Santa María la Mayor, llegar por la aquella posicion, que segun va dicho era la sombra
via Urbana y San Pedro Advíncula a la via del Coliseo. de una columna , distraido con mirar à Alberto que en
Reunia otra ventaja este camino, y era que no dis- compañía de sus dos cicerones provistos de antorchas
196 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

acababa de salir de un vomitorium situado al otro es- prenderle su aparicion ; pero del paso vacilante con que
tremo del Coliseo, cuando pareciole oir botar una pie- subió los escalones últimos, de la manera con que se
dra en el fondo del monumento, como si la hubiesen paró en la plataforma como escuchando, se deducia
desprendido de la escalera situada en frente de la otra con evidencia que habia venido allí con un objeto , y
por donde habia subido al sitio en que estaba aho- que esperaba á alguno .
ra. No es sin duda cosa rara que se desprenda una Por un movimiento instintivo ocultose Franz de-
piedra á impulsos del tiempo y baje rodando al abis- trás de la columna, como mejor le fué dado .
mo; pero en esta ocasion le pareció que eran los piés A cosa de diez piés del sitio en que ambos se encon-

FANET

El Coliseo.

de un hombre los que la habian desprendido , y hasta traban habia en la bóveda un agujero redondo, seme-
pareciole oir ruido de pasos , ruido que hacia por apa- jante á un pozo, que dejaba ver el cielo tachonado de
gar el que los daba . estrellas.
Con efecto , un instante después salió un hombre En torno á este agujero , que quizás tendria siglos
gradualmente de la sombra, distinguiéndose mas y de fecha, crecian jaramagos , cuyas verdes ramas
mas á medida que subia la escalera , cuyo orificio, se destacaban en el claro azul del firmamento ,
que afrontaba con Franz, estaba alumbrado por la luna y enredadera y yedra , que colgando y meciéndose en
de suerte que los escalones iban perdiéndose en la el espacio, parecian cordeles
oscuridad así como se bajaban. El personaje cuya misteriosa aparicion habia sor-
Podia fácilmente ser aquel hombre un viajero como prendido tanto á Franz , hallábase colocado entre la luz
él , que prefiriese la meditacion á solas , al insignificante y la sombra, de una manera que le impedia distinguir
charlatanismo de sus guias , y no debía por tanto sor- sus facciones, pero que no le impedia sin embargo
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 197

distinguir su traje . Iba embozado en una capa parda que yo haga , nos arrojaremos á la escolta puñal en
muy larga, y uno de sus embozos, echado sobre el mano, y se lo robaremos.
hombro izquierdo, le ocultaba média cara, mientras -Eso me parece aventurado, y creo decididamente
su sombrero de alas anchas le ocultaba la otra média. que es mejor que el vuestro mi plan.
La oblicua luz que entraba por el agujero caia sola- -¿Cuál es vuestro plan, escelencia?
mente sobre la parte baja de sus vestidos, con que pu- -Daré dos mil piastras á cierta persona que yo sé,
do Franz distinguirle el pantalon negro, que abotinaba que logrará aplazar hasta el año que viene la ejecu-
elegantemente una bota charolada. cion de Peppino; y luego en ese año daré otras mil
De seguro pertenecia aquel hombre , si no á la aris- | piastras á otra persona que tambien yo sé, con que
tocracia, á la alta sociedad lo menos. podrá escaparse de la prision.
Ya hacia algunos minutos de su llegada, y comen- -¿Estaís seguro de conseguirlo?
zaba á dar visibles muestras de impaciencia, cuando -¡Par diez! dijo en francés el embozado .
se oyó un rumor estraño á la parte del agujero . -¿Y os satisface ese plan? le preguntó el transti-
Al mismo tiempo una sombra interceptó la luz, y berino .
asomó por allí un hombre sondando con mirada es- -Digoos, mio caro, que haré yo mas con mi di-
crutadora las tinieblas, hasta que distinguió al em- nero, que vos y todos vuestros amigos con sus puñales,
bozado, que entonces, asiéndose á un manojo de aque- sus pistolas, sus escopetas y sus trabucos. Dejadme
llas enredaderas flotantes , se escurrió hasta llegar | obrar.
á tres ó cuatro piés del suelo, y desde allí dió un -Corriente ; pero estaremos sobre aviso por si no
salto. salieseis adelante.
Iba vestido enteramente como los transtiberinos. -Estad sobre aviso si os place; pero contad de se-
-Perdonadme, escelencia, si os hice esperar, dijo guro con que logro mi plan.
en dialecto romano; aunque solo mi tardanza fué de -Reparad que pasado mañana es martes. No teneis
minutos. Acaban de dar las diez en San Juan de ya mas tiempo que mañana.
Letran. -Pero el dia tiene veinticuatro horas , la hora tiene
-Yo he sido el que vine con anticipacion , no vos sesenta minutos, y el minuto sesenta segundos . En
el que tardasteis , respondió el estranjero en toscano ochenta y seis mil cuatrocientos segundos se pueden
castizo; con que no hablemos de esto mas; sin tener hacer muchas cosas.
en cuenta, que aunque me hubieseis hecho esperar, -¿Y cómo sabremos si lo habeis logrado , esce-
nunca dudara yo de que fuera por gusto vuestro. lencia?
-Y tendriais razon, escelencia. -Vengo del castillo -Muy sencillamente. He alquilado las tres últimas
de Saint Angelo, donde he pasado para hablar con ventanas del café de Rospoli . Ši consigo el plazo , es-
Beppo todos los trabajos de Hércules. tarán las dos laterales colgadas de damasco azul, pero
-¿Quién es ese Beppo? la del medio de damasco blanco , con una cruz roja .
-Un empleado de la cárcel, á quien doy un suel- -Corriente. ¿Y por qué conducto hareis llegar la
decillo para saber lo que pasa en las prisiones de Su gracia á su destino?
Santidad. - Mandadme á uno de vuestros camaradas vestido
-¡Ah! ya veo que sois hombre que lo entiende, de penitente, y yo se la daré. Con este traje le será
caro mio. permitido acercarse al cadalso, donde entregará la
-¿Qué quereis, escelencia? nadie sabe lo que le bula al jefe de la hermandad , que la pasará al verdugo .
aguarda. Acaso un dia caeré yo tambien en el anzuelo Entre tanto, participádselo á Peppino , no sea que
como el pobre Peppino , y necesitaré de un raton que vaya á morirse de miedo ó á volverse loco , que en-
me roa los hierros de mi calabozo . tonces hariamos un gasto inútil.
-En resumidas cuentas, ¿qué habeis averiguado? -Oid , escelencia , dijo el transtiberino , yo os estoy
-Que el martes se verificarán dos ejecuciones. muy obligado, y vos lo sabeis, ¿no es verdad?
Esto se acostumbra en Roma á guisa de introduc- Así á lo menos lo espero .
cion de todas las grandes fiestas . Uno de los reos -Pues bien, si salvais á Peppino , ya no os pagaré
será mazzolato : el tal no merece compasion, que con adhesion, sino con obediencia.
es un miserable, asesino de un sacerdote que le ha- -Repara lo que dices, mio caro. Mira que acaso
bia educado. El otro, que es el pobre Peppino , será algun dia te lo recuerde, porque acaso algun dia ne-
decapitato. cesitaré tambien de tí.
-¿Qué quereis , mio caro? es tan graude el terror -Pues me encontrareis , escelencia , á la hora del
que inspirais, no solo al gobierno pontifical, sino al peligro como me habeis encontrado á la hora de la
de los pueblos limítrofes, que quieren irrevocable- cita. Si entonces estuvieseis en el fin del mundo , no
mente hacer un ejemplar . teneis mas que escribirme : -« haz esto; »— y lo haré
-Pero Peppino no es de mi partida, sino un pobre por mi nombre de...
pastor que no ha cometido otrò crímen que proveer- -¡Chiton ! dijo el incógnito : oigo ruido .
nos de víveres. -Son unos viajeros que visitan el Coliseo á la luz
-Eso le hace cómplice; y ya veis que por eso artificial.
mismo le tratan con cierto miramiento. En vez de -A nada conduce que nos hallen juntos . Esos beli-
martirizarlo, que es vuestro destino, si os ponen algu- tres de cicerones podrian reconoceros, y por muy
na vez la mano encima , con guillotinarlo se conten- honrosa que sea vuestra amistad, querido amigo , si
tan. Así la diversion del pueblo será mas vária , mas se supieran los lazos que nos unen, temo que yo
adecuada á todos los gustos . perderia algun tanto de mi crédito.
-Sin contar el que yo le preparo, que no lo espe- -Con que ¿si conseguis el plazo?...
ra, añadió el transtiberino. -La ventana de en medio estará colgada de da-
-Permitidme que os diga, mi querido amigo , re- masco blanco, con una cruz roja.
puso el embozado, que os creo dispuesto á cometer —¿Y si no lo conseguís?
una tontería. -Las tres colgaduras serán azules .
-A todo estoy dispuesto por salvar á ese pobre -Entonces...
diablo, que por mí se ve como se ve. Si no hiciese -Entonces, caro amigo, haced de vuestros puña-
algo por él , seria yo muy cobarde ¡ voto á la Madona! les lo que os plazca . Os lo permito , y estaré allí para
-¿Y qué hareis? presenciarlo.
-Colocaré en torno al cadalso una veintena de -Adios, escelencia. Cuento con vos, Contad con
honibres, que al punto en que le saquen, á una señal migo.
198 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Esto diciendo desapareció el transtiberino por la desconocido , le veia y le oia por primera vez; pero
escalera , mientras el desconocido , cubriéndose mas y con respecto al otro no se hallaba en la misma situa-
mas el rostro con la capa , cruzó à dos pasos de Franz , cion , que aunque Franz no le hubiese visto la cara ,
y por las gradas esteriores bajó á la arena. oculta siempre en la capa ó en la sombra, su acento
Un segundo después oyó Franz resonar su nom- le habia chocado asaz la primera vez que lo oyó, para
bre por las bóvedas : era Alberto que le llamaba. que nunca pudiera sonar junto á él sín que lo reco-
Para responderle esperó á que los dos hombres se nociese . Su entonacion , burlesca en particular, te-
hubiesen alejado, porque no advirtiesen que habian nia algo de estridente y de metálico , que le hizo

Peppino.

tenido un testigo , que si bien no les vió la cara, no temblar en las ruinas, como le habia hecho temblar
perdió una sílaba de su conversacion. en la isla de Monte-Cristo. Por esto creia firme-
Diez minutos después el coche se dirigia al hotel mente que no era otro aquel hombre que Simbad el
de España , y Franz, con una distraccion poco menos Marino .
que grosera, escuchaba las reflexiones que con auto- En otra ocasion la curiosidad que le inspirara este
ridad de Plinio y Calpurnio le hacia Alberto sobre los hombre fuera tan grande, que se hubiera dado á co-
garfios de hierro que impedian á las fieras arrojarse nocer de él ; pero en esta la conversacion que acababa
á los espectadores. de oir era demasiado íntima para que no concibiese
Sin contradecirle en lo mas mínimo dejábale Franz la sospecha de que le desagradaria su aparicion. Así
hablar, deseando hallarse solo para entregarse á sus pues le dejó ir, como ya se ha visto ; pero compro-
reflexiones sobre lo que acababa de ver. metiéndose consigo mismo, si otra vez le encontraba ,
De aquellos dos hombres uno le era enteramente á no dejar que la ocasion se le escapase.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 199

Tenia el joven demasiado en qué pensar para poder La situacion del palco era la que entre nosotros ocupa
dormir, con que pasó la noche recordando en su in- la galería. Esto no quita que los tres pisos de palcos
terior todas las circunstancias relativas al hombre de sean iguales en cuanto á su valor aristocrático , por
la gruta y al desconocido del Coliseo, circunstancias lo que los llaman los palcos nobles.
que convenian en hacer de los dos un solo personaje. El palco en cuestion , en que cabrian hasta doce
Mientras mas revolvia Franz su mente mas se afir- personas sin estar apretadas , les costó á los dos ami-
maba en esta opinion. gos algo menos que un palco de cuatro personas en
Ya era el amanecer cuando se durmió , lo que fué el Ambigú.
causa de que despertara bastante tarde. Alberto, como Otra esperanza abrigaba Alberto , y era que como
parisiense legítimo , habia tomado ya sus precauciones llegase á conquistar el corazon de alguna hermosa ro-
para todo el dia, y alquilado por añadidurà un palco en mana , conquistaria tambien un posto en su carruaje,
el teatro de Argentina. y veria las fiestas desde un asiento de buen tono, ó
Como Franz tenia que escribir á Francia muchas desde el balcon de un piso principal.
cartas, le cedió á Alberto el coche por todo el dia. Estas reflexiones le ponian mas desdeñoso que
A las cinco volvió Alberto . Habia entregado sus car- nunca lo fué. Con la espalda vuelta á los actores sa-
tas de recomendacion, le habiau convidado en todas caba del palco casi todo el cuerpo , para asestar á
las casas para sus soirees, y había visto á Roma. las mugeres bonitas unos gemelos de seis pulgadas de
Para todo esto le fué bastante un día. longitud.
Hasta tuvo tiempo para enterarse de la ópera y de Y sin embargo , ni una sola hermosura recompen-
los actores que la representaban. saba siquiera con una mirada de curiosidad los afa-
La ópera era Parisina, y los actores se llamaban nes de Alberto.
Coselli, Moriani y la Spech. Cada cual hablaba en el teatro de sus negocios , de
Como se ve no dejaban de tener fortuna nuestros sus gustos , de sus amores, del carnaval que empeza-
dos jóvenes, puesto que iban á oir una de las mejores ba al otro dia , de la próxima Semana Santa , sin cui-
óperas del autor de Lucía di Lammermoor , cantada darse para nada de los actores ni de la ópera, hasta los
por tres artistas de los mas célebres de Italia. momentos consagrados en que se volvían á oir un re-
Nunca habia podido Alberto acostumbrarse á los citado de la Coselli, algun rasgo magnífico de Moriani ,
teatros ultramontanos, donde no se puede ir á la or- ó para gritar ¡ bravo ! á la Spech. Después se reanuda-
questa, y que no tienen balconcillos ni palcos descu- ban las conversaciones.
biertos. Cosa era muy dura para un hombre que tenia Al fin del primer acto abriose la puerta de un palco,
en los Bufones su luneta , y abono en el palco infernal que hasta entonces habia estado vacío , y vió entrar
de la Opera . Franz á una persona á quien tuvo el honor de ser
Esto sin embargo no le impedia ponerse de punta presentado en París , y á quien creia á la sazon en
en blanco siempre que iba á la ópera con Franz. Tiem- Francia. Alberto notó el ademan que hizo su amigo al
po perdido, porque debemos de confesar en mengua de verla , y volviéndose hácia él le preguntó:
uno de los representantes mas digno de nuestra ele- -¿Conoceis por ventura á aquella muger?
gancia, que en los cuatro meses que hacia que cru- -Si : ¿ qué os parece?
zaba la Italia en todas direcciones, no se le habia -¡Encantadora, mio caro ! ¡y rubia! ¡ Oh ! divinos
presentado una sola aventura. cabellos ! ¿Es francesa?
Muchas veces hacia por echarlo á broma ; pero en -Es veneciana.
el fondo se sentia mortificado con estremo. ¡ El , Al- -¿Cómo se llama?
berto de Morcef, uno de los calaveras mas corridos, -La condesa de G...
navegar á palo seco! Y esto le era tanto mas doloroso, -¡Oh ! la conozco de nombre , esclamó Alberto.
cuanto que con la modestia habitual á nuestros que- Dicen que es tan espiritual como linda . ¡ Por vida de!
ridos compatriotas, habia salido de París con la pro- Ahora recuerdo que pude lograr que me presentaran á
funda conviccion de que iba á dar golpe en Italia, y ella en el último baile de Madama de Villefort , adonde
que volveria á ser el héroe del boulevard de Gante entrambos concurrimos , y no se me ocurrió semejan-
con el cuento de sus aventuras amorosas. te cosa. ¡ Qué tonto que soy!
¡Ay! ¡castillos en el aire ! Las divinas condesas de -¿Quereis que yo repare ese error? le dijo Franz.
Génova, de Florencia y de Nápoles habian permanecido -¡Cómo! ¿la conoceís lo bastante para poderme lle-
fieles á sus amantes, sino á sus maridos, adquiriendo var á su palco ?
Alberto la triste conviccion de que las italianas se -Solo tres ó cuatro veces he tenido el honor de
aventajan á las francesas lo menos en ser fieles á su hablarla en mi vida ; pero ya sabeis que con eso puedo
infidelidad. atreverme, sin temor de cometer una imprudencia.
Esto no quiere decir que en Italia no tenga escep- En este momento vió la condesa á Franz , y le hizo
ciones la regla como en todas partes. con la mano una seña amistosa llena de gracia . Franz
Y sin embargo, Alberto era no solo un jóven muy le respondió con una respetuosa inclinacion de ca-
elegante , sino de mucho talento ; y vizconde por aña- beza .
didura, vizconde de nuevo cuño , es verdad; pero hoy -¡Hola! paréceme que estais en muy buenas rela-
que no se hacen pruebas de nobleza , ¿ qué importa ciones con ella , dijo Alberto.
descender del siglo XIV 6 de 1815 ? Sobre todo esto te- -Ese juzgar de ligero es el que nos hace á nosotros
nia cincuenta mil libras de renta, que es mas de lo que los franceses incurrir en mil tonterías. Y lo estraño
se necesita para ser en París leon . Mírese pues cuánto es que lo medimos todo con nuestro rasero de París.
le humillaria el que hasta lo presente no hubiera repa- En España , y mas particularmente en Italia , no juz-
rado en él nadie en ninguna de las poblaciones que gueis nunca de la intimidad de las personas por la que
habia recorrido . sus relaciones aparentan . Lo que hay entre la condesa
Pero en Roma pensaba desquitarse , tanto mas y yo es que hemos simpatizado .
cuanto que el carnaval es en todos los países que ce- -¿Simpatía de corazon ? le preguntó su amiga
lebran tan amable institucion una época de libertad, riendo.
que hace cometer locuras á las mugeres mas recata- -No : simpatía moral , respondió Franz grave-
das . Ahora bien , como el carnaval comenzaba al dia mente .
siguiente , tenia mucha prisa el jóven por repartir su -Y ¿ en qué ocasion?
prospecto . -En una visita al Coliseo , semejante á la que he-
Con este propósito tomó uno de los palcos mas mos hecho juntos.
claros del teatro, y se adornó estremadamente para ir. —¿A la luz de la luna?
200 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Si . ¡Ba!
--¿Solos?
-Poco menos. -¡Ay, amigo mio ! ¡ qué descontentadizo sois ! dijo
Franz volviéndose á otro lado , mientras Alberto se-
-¿Y hablasteis?... guia maniobrando con sus gemelos.
-De los muertos.
Al fin cayó el telon con mucho gusto del vizconde
-¡Ah ! esclamó Alberto: ¡ vaya una conversacion ! de Morcef, que tomando su sombrero y pasándose li-
Pues de mí os aseguro , que como tenga la fortuna de geramente la mano por sus cabellos , su corbata y los
acompañar á la linda condesa en otro paseo por el es puños de su camisa , hizo observar á Franz que le es-
tilo, solo le hablaré de los vivos. taba esperando.

La condesa de G...

-Y acaso hareis mal. Como de su parte la condesa , á quien interrogó


-En resumidas cuentas, ¿me presentareis , como Franz con una mirada, le diese á entender por señas
me lo habeis prometido? que sería bien recibido , no puso este ningun obs-
-Cuando caiga el telon. táculo á la satisfaccion del anhelo de Alberto , y dando
-¡Qué demonio ! ¡ es tan largo este acto primero! la vuelta al hemicyclo , acompañado de su amigo, que
-Atended al final , que es magnífico , y Coselli lo aprovechaba este tiempo en deshacer los pliegues que
canta admirablemente. el movimiento habria podido poner en el cuello de su
-Si ; pero ¡ qué poca gracia! camisa y en su traje , fué á llamar al palco núm. 4,
-La Spech está dramática como nadie. que era el ocupado por la condesa.
-Pero ya comprendereis que quien ha oido á la Al punto el joven que estaba sentado á su lado
Sontag y á la Malibran... en la delantera se levantó para ceder su sitio al que
-No os parece escelente el método de Moriani? llegaba, que segun una costumbre del país , debia
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 201

luego de cederlo á la primera visita que llegase. des comunes á la condesa y á él. Comprendiendo
Presentó Franz su amigo á la condesa , como uno Franz que estaba ya en buen camino , dejole hacer, y
de los jóvenes franceses mas distinguidos por su po- pidiéndole sus colosales gemelos , se puso á su vez á
sicion social y por su talento , lo que era verdad segu- examinar la concurrencia.
ramente, pues en París y en su círculo era un jóven Sola, en la delantera de un palco tercero , enfrente,
sin tacha . Franz añadió que desesperado por no haber había una muger con estremo hermosa , vestida á lá
podido aprovechar la estancia de la condesa en París, griega, traje que llevaba con tanta naturalidad que evi-
para que le presentasen á ella , le habia pedido que dentemente era el suyo propio.

-Esperad, me voy, dijo la condesa levantándose.

reparase aquella falta , mision que creia cumplir con Detrás de ella dibujábase en la sombra un caba-
rogar á la condesa, para quien él mismo debia de nece- llero cuyo rostro era imposible distinguir.
sitar presentador , que le disimulase tanto atrevi- Interrumpió Franz la conversacion de Alberto y de
miento . la condesa , para preguntar á esta última si conocia á
La respuesta de la condesa fué un saludo encanta- la linda albanesa, pues era digna de llamar la aten-
dor á Alberto , y un apreton de mano á Franz. cion no solo de los hombres, sino que tambien de las
lavitado por ella , sentose Alberto en la delantera mugeres.
que habia quedado vacía , colocándose Franz en la No , respondió la condesa. Todo lo que sé de ella
segunda fila, detrás de la condesa. es que está en Roma desde el principio de la estacion,
Alberto halló un escelente modo de introducir con- porque en el mismo sitio donde hoy la vi el primer
versacion , que fué hablar de París y de las amista- dia de esta temporada teatral , y hace un mes que no
DE
AL
I
202 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

falta una sola noche , ya acompañada del que está con -Señora condesa , respondió Franz, há poco os he
ella ahora , ya seguida de un criado negro. preguntado si conociais à aquella albanesa : ahora os
-¿Y qué os parece , condesa? pregunto , ¿conoceis á su marido?
Estremadamente hermosa . Medora debia de pare- -Ni mas ni menos que á ella , respondió la con-
cérsele . desa.
Franz y la condesa cambiaron una sonrisa. -¿No habeis nunca reparado en él?
Ella volvió á su plática con Alberto , y Franz á fle- -Esa es una pregunta á la francesa. Ya sabeis que
char sus gemelos á la albanesa . para nosotras las italianas , no hay en el mundo otro
En esto alzose el telon para el baile , para uno de hombre que el que amamos.
esos bailes italianos puestos en escena por el famoso -Es justo, respondió Franz.
Henri , que gozaba en Italia de una reputacion colosal -En todo caso , añadió ella acercando á sus ojos
de coreógrafo , reputacion que el desdichado vino á los gemelos de Alberto, y tomando la direccion del
perder al teatro náutico . Era uno de esos bailes en que palco; en todo caso debe de ser algun desenterrado , al-
todo el mundo , desde el primer bailarin hasta el últi- gun muerto que sale de su tumba con permiso del
mo comparsa, toma en la accion una parte tan activa , enterrador , porque me parece pálido con estremo .
que ciento cincuenta personas hacen á par el mismo -Siempre está así, respondió Franz.
gesto ó levantan á pár el mismo brazo ó la misma -¿Con que le conoceis? esclamó la condesa. En-
pierna. tonces yo soy la que debe de preguntaros quién es.
El baile se titulaba Poliska. -Creo haberle visto antes de ahora.
Ocupábale á Franz demasiado su linda griega para -Con efecto, dijo ella , ya comprendo que nunca se
que pudiera ocuparse del baile, por bueno que fuese . olvide á ese hombre cuando se le haya visto una vez.
Ella, por su parte, gustaba mucho visiblemente de Y agitábase su espalda hermosa como si circulara
aquel espectáculo , gusto que parecia en contradic- por sus venas un escalofrio .
cion con el supremo desden de su acompañante, que No era pues una impresion de su temperamento la
mientras duró la obra maestra coreográfica no hizo que habia sentido Franz , puesto que otra persona la
un solo movimiento , como si estuviera sumergido en sentia tambien.
los éstasis de un sueño apacible y delicioso , á pesar -¿Y qué pensais de ese hombre? preguntó á la
del ruido infernal que hacian las trompetas, los tim- condesa, después que le hubo otra vez mirado .
bales y los chinescos de la orquesta. -Que me parece lord Ruthwen en carne y hueso.
Acabado el baile , cayó el telon entre los aplausos Este nuevo recuerdo de Byron cuadró á Franz
frenéticos de un público entusiasmado . perfectamente. Con efecto , si algun hombre podia
Gracias á esta costumbre de intercalar bailes en la hacerle creer en la existencia de los vampiros era
ópera, son en Italia muy cortos los entreactos, pues aquel hombre.
tienen tiempo los cantantes para descansar y cam- -Es preciso que yo sepa quién es , dijo levantán-
biar de traje, mientras los bailarines ejecutan sus dose.
piruetas y ensayan sus cabriolas. -¡Oh, no! esclamó la condesa; no me abandoneis.
Cuando empezó la introduccion del acto segundo, Cuento con vos para acompañarme. Os retengo á mi
cuando sonó el primer golpe de orquesta , vió Franz lado .
al dormilon levantarse lentamente y acercarse á la ¡Qué! ¿de veras tendreis miedo? le dijo Franz al
jóven, que volvió la cabeza á decirle algunas palabras , oido.
tornando después á apoyarse de codos en la barandilla -Escuchad, repuso ella. Byron me juró que creia
del palco. en los vampiros ; díjome que los habia visto , y hasta me
El rostro de su interlocutor permanecia siempre pintó su cara ... que es de todo en todo la de aquel hom-
entre la sombra, sin que pudiese Franz distinguir bre. Aquellos largos cabellos negros, aquellos ojos que
ninguna de sus facciones. brillan con un fuego estraño, aquella mortal palidez...
Levantado el telon, atrajeron los actores las mira- Advertid además que no acompaña á una muger... co-
das de Franz , de manera que tuvo que separarlas del mo todas las mugeres, sino a una estranjera... una
palco de la hermosa griega. griega... una cismática... maga sin duda como él. Os
Como todo el mundo sabe , principia el acto en el ruego que no os vayais. Mañana haced cuantas pesqui-
duo del sueño. Dormida Parisina , revela involunta- sas se os antojen ; pero hoy os intimo que no os de-
riamente delante de Azo el secreto de su amor á jo ir.
Ugo. El esposo engañado siente todas las furias de los Franz insistió.
celos , hasta que convencido de que su esposa le es -Esperad, me voy, dijo la condesa levantándose,
infiel, la despierta para anunciarla su proxima ven- no puedo quedarme hasta el fin de la ópera, porque
ganza. recibo gente en mi casa . ¿Sereis tan poco galante que
Este duo es uno de los mas bellos , de los mas es- me negueis vuestra compañía?
presivos y de los mas terribles que hayan brotado La única respuesta posible á estas palabras era co-
jamás de la fecunda pluma de Donizetti. Oíalo Franz ger el sombrero, abrir la puerta, y presentar el brazo
por la tercera vez, y aunque no pasase por acérrimo la condesa.
melómano , le causó una impresion profunda. Iba Esto hizo Franz.
pues á unir sus aplausos á los de la concurrencia, Estaba la condesa verdaderamente conmovida, y el
cuando sus manos, próximas ya á juntarse, permane- mismo Franz no podia desechar cierto terror supers-
cieron separadas, y espiró en sus labios el ¡ bravo! que ticioso , tanto mas natural cuanto que lo que en la
en ellos ya tenia. condesa era resultado de una sensacion instintiva,
El hombre del palco se habia puesto de pié , y le era en él resultado de un recuerdo.
daba la luz en la cabeza. Franz acababa de reconocer Al subir al corruaje advirtió que iba temblando.
al misterioso habitante de Monte-Cristo , á aquel que Acompañola hasta su casa, donde no habia un alm
la víspera creyó tambien reconocer por la voz y por siquiera. Nadie la esperaba. Franz se quejó de este
la estatura en las ruinas del Coliseo . engaño.
No habia duda ya : el singular viajero habitaba en -No me siento buena, y quiero estar sola, respon-
Roma. dió la condesa. La vista de aquel hombre me ha tras-
Sin duda la espresion del rostro de Franz , armoniza- tornado.
ba con lo turbado que aquella aparicion le puso, por- Franz intentó reirse .
que la condesa le miro y echose á reir, preguntán- —No riais sin gana , le dijo ella . Prometedme una
dole qué tenia . cosa.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 203

-¿Cuál? A su vuelta al hotel encontró á Alberto en bata,


-Prometédmela. y tendido voluptuosamente en un sillon fumando un
-Todo lo que exijais de mí, escepto que renuncie cigarro.
á descubrir quién sea ese hombre. Tengo razones, -¡Ah! sois vos ? le dijo. A fé mia que no os espe-
que no puedo deciros, para desear saber quién es, de raba hasta mañana.
dónde viene y adónde va. -Mi querido Alberto, respondió Franz, celebro que
-Ignoro de dónde viene ; pero puedo deciros adón- se me presente ocasion para deciros de una vez que
de va: va al infierno de seguro. habeis concebido ideas muy falsas de las mugeres ita-

El hombre del palco se habia puesto de pié.

-Volvamos á la promesa que ibais á exigir de mí, lianas. Paréceme que vuestro fiasco amoroso os las de-
señora, dijo Franz. biera de borrar.
-Que volvais al hotel directamente, sin procurar -¿Qué quereis? son incomprensibles estos diablos
esta noche ver á ese hombre. Entre las personas de de mugeres : os dan la mano , os la aprietan, os hablan
quien uno se separa y las personas á quien se jun- al oido, os hacen acompañarlas á su casa ... con la
ta hay ciertas afinidades : no sirvais de hilo conductor cuarta parte de eso perderia su reputacion una pa-
entre ese hombre y yo . Buscadle ñana si os aco- risiense.
moda; pero nunca me lo presents i no quereis que -Justamente porque nada tienen que ocultar es
me muera de miedo . Con que buenas noches : haced por lo que obran con desfachatez, y por lo que se cui-
por dormid : yo sé de cierta persona que no dormirá. dan tan poco las mugeres del qué dirán en estas tier-
Y con esto dejó á Franz solo y perplejo, sin saber ras del sí , como dice el Dante. Además , bien visteis
si se habia estado divirtien lo á costa suya, ó si ver- que la condesa tenia efectivamente miedo.
daderamente habia tenido tauto terror. -Miedo &de qué ? ¡ de aquel buen hombre que es-
204 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

taba enfrente de nosotros , con aquella griega tan her- -Esperándole estoy.
mosa ! Yo que estaba muy tranquilo quise cruzarme A este punto se abrió la puerta, asomando la cabeza
con ellos en los corredores del teatro .. y no sé por maese Pastrini.
qué diablos os inspiran esas ideas del otro mundo . Es -¿Permesso ? dijo .
un apuesto caballero, muy elegante, y aun me parece -Vaya : ¡ pues no lo hemos de permitir ! esclamó
que su sastre debe de ser parisiense , Blin ó Humann. Franz.
Él está un poco pálido ciertamente; pero ya sabeis que -Ea, nos habeis proporcionado la carreta y los
la palidez es un sello de distincion. bueyes? le preguntó Alberto.
Franz sonrió recordando que Alberto tenia muchas Otra cosa mejor, respondió muy satisfecho de sí
pretensiones de estar pálido ." mismo.
-Yo tambien estoy convencido de que son erró- -Tened en cuenta , mi querido hostelero , que lo
neas las ideas de la condesa sobre este hombre, re- mejor es enemigo de lo bueno .
repuso. ¿ Pasó hablando junto á vos ? ¿le oisteis al- -Fien de mi vuestras escelencias , dijo Pastrini
gunas palabras? con tono magistral.
-Sí que habló ; pero en romaico ; lo reconocí en -Pero en fin, ¿ qué hay? le preguntó Franz á
algunas palabras griegas desfiguradas. Debo deciros , su vez.
caro mio, que en mis tiempos de colegial era yo muy -Ya sabeis que el conde de Monte-Cristo vive en
fuerte en griego . este mismo piso de la fonda...
-¿Con que hablaba en romaico ? -¡Vaya si lo sé ! esclamó Alberto . Como que por
-Probablemente . culpa suya tenemos una habitacion digna de estudian-
-No hay duda ¡es él!... murmuró Franz . tes de la calle de Saint-Nicolas-du-Chardonnet.
-¿Qué decis ? -Pues bien, ha sabido el apuro en que os encon-
-Nada. trais , y os brinda con dos sitios en su carruaje y en
¡ Ah! sus ventanas del palacio Rospoli.
-¿Qué haciais cuando vine? Alberto y Franz se miraron uno á otro.
-Os preparaba una sorpresa. -Pero ¿ debemos nosotros aceptar ofertas de un
-¿Cuál ? estraño , de un desconocido ? preguntó Alberto.
Ya sabeis que es imposible que tengamos car- -¿Qué hombre es ese , ese conde de Monte-Cristo?
ruaje. preguntó Franz al posadero .
-A pesar de que hemos hecho todos los esfuerzos -Un señor siciliano ó maltés , que no lo sé á punto
i naginables . fijo , noble como un Borghese, y rico como una mina
Pues he concebido una idea magnífica . de oro.
Franz miró á Alberto como sino le inspiraran mucha -Paréceme, dijo Franz á Alberto , que si ese hom-
confianza sus ideas. bre fuese tan aristocrático como dice maese Pastrini,
-Caro mio , dijo el joven, me honrais con una mi- nos hubiera hecho su invitacion de otra manera , ya
rada que está pidiendo reparacion . escribiéndonos , ó ya...
-Estoy pronto á dárosła, si la idea es tan ingeniosa En este punto llamaron á la puerta.
como decís. -Adelante, dijo Franz.
-Escuchad. Un criado con librea muy lujosa apareció en el
-Ya escucho. dintel , y dijo:
—¿No hay medio de tener coche? -De parte del conde de Monte-Cristo, para Mr.
-No . Franz de Epinay y para el señor vizconde Alberto de
-¿Ni caballos ? Morcef.
-Tampoco. Y á par alargaba dos tarjetas al posadero , que las
-Pero podremos tener una carreta. entregó á los jóvenes.
-Quizás . -El señor conde de Monte-Cristo , prosiguió el
-Y un par de bueyes . criado, me encarga pida á estos caballeros su vénia
-Es probable. para hacerles una visita mañana por la mañana con la
-Pues oid mi idea, caro amigo. Mando adornar la franqueza de vecinos, y de informarme á qué hora
carreta, y vistiéndonos de segadores napolitanos, re- estarán visibles.
presentamos á lo vivo el magnífico cuadro de Leopol- -A fé mia, dijo Alberto á Franz, que el recado es
do Robert. Si la condesa quisiera ponerse el traje de espresivo.
las mugeres de Puzzolo ó de Sorrento, completaria la -Decid al conde , respondió Franz, que nosotros
mascarada, pues ella es bastante hermosa para repre- seremos los que tengamos el honor de visitarle.
sentar á la madre del cuadro consabido. El criado se fué.
-¡Por Cristo ! esclamó Franz ; ahora teneis razon, -Eso se llama finura y cortesania, esclamó Alber-
señor Alberto, que es magnífica esa idea. to . Vamos, veo que teneis razon , maese Pastrini , y
-Y nacional, sobre todo, caro mio. ¡ Ah, señores que es un hombre completo vuestro conde de Monte-
romanos ! ¿creiais que íbamos á andar á pié por esas Cristo.
calles, como los lazzaroni, porque os faltan carruajes Con que aceptais su oferta ? dijo el posadero.
y caballos ? No, que nos ingeniaremos . -Sí á fé mia, respondió Alberto . Sin embargo , os
mis
-¿Y habeis comunicado ya á álguien vuestra feliz confieso que me duele renunciar á mi carreta y
ocurrencia? segadores ; que à no contar con la ventana del palacio
-A nuestro posadero . Hícele subir y le espuse mi Rospoli en compensacion de nuestra pérdida , volve-
plan. Asegurome que nada es tan fácil como realizar- ria á mi primer propósito . ¿Qué decís de esto, Franz?
lo . Yo queria que los bueyes llevasen los cuernos do- -Digo que opto tambien por las ventanas del pala-
rados ; pero me dijo que solo para eso se necesitaban cio Rospoli, respondió Franz .
tres dias, con que nos pasaremos sin tanto lujo. Esta oferta le habia recordado la conversacion que
-¿Y dónde anda? oyó en las ruinas del Coliseo entre el embozado y el
-¿Quién? transtiberino , conversacion en la cual el primero se
-El posadero. habia comprometido á obtener el perdon del senten-
-Arreglando nuestras cosas. No hay tiempo que ciado.
perder. Ahora bien : si el embozado era , como ya tenia ra-
-¿De manera que esta misma noche nos dará zones Franz para creerlo , el mismo que tanto le lla-
cuenta del resultado?
mó la atencion en el palco del teatro de Argentina, in-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 205

-¡Oh ! presumí que vuestra escelencia no querria


dudablemente él le reconoceria , sin que nada le im- rozarse con la canalla , cuyo teatro es aquel, por de-
pidiese entonces satisfacer su curiosidad.
Una parte de la noche la pasó Franz pensando en cirlo así. blemente no iré, dijo Franz ; pero deseo
-Proba sa-
sus dos misteriosos aparecidos , y anhelando porque
ber algunos pormenores...
llegase la mañana.
Con efecto, entonces se iba todo á aclarar , y á me- -¿Cuáles ?
-Quisiera saber cuántos son los reos y sus nom-
nos que su anfitrion de Monte-Cristo poseyese el ani- bres, y el género de muerte de cada uno.
llo de Gijes, y el don de hacerse con él invisible , era
! A buena ocasion acude vuestra escelencia. Aho-
claro que no podria escapársele .

971

-¿Qué hombre es ese , ese conde de Monte-Cristo ?

ra justamente me acaban de traer las tavolette.


Con esto se despertó antes de las ocho. Y qué es eso de tavolette ?
Como Alberto no tenia para madrugar las mismas
-Las tavolette son unas tablitas que cuelgan en
razones que Franz , dormia á pierna suelta aun. todas las esquinas de Roma la víspera de la ejecucion,
Franz mandó llamar al posadero , que acudió con su con el nombre de los reos, el delito que han come-
ordinaria rapidez . tido, y la clase de muerte que tendrán. -El objeto de
-Maese Pastrini , le dijo , ¿ no debe de haber hoy ellas es invitar á los fieles á que pidan á Dios para los
una ejecu cion culpables una contricion sincera.
? ia ; pero si me lo preguntais para al-
-Sí, esce lenc
Y os traen esas tavolette para que unais vues-
quilar una ventana , tarde acudís. tras súplicas á las de los fieles? le preguntó Franz co-
--No, repuso Franz, aunque creo que si me empe- mo con irónica duda.
ñase en ver el espectáculo no me faltaria un lugar en -No, escelencia , sino que me he confabulado con
el monte Pincio.
206 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

el repartidor , que me las trae , así como las pape- Y salió por una de las puertas .
letas de teatro, para si alguno de mis huéspedes quie- Al abrirse esta puerta oyeron los dos amigos los
re asistir á la ejecucion . acordes de una guzla , que al punto se apagaron ,
-¡Ah ! ¡ qué atento sois y qué precavido ! esclamó puesto que abriéndose y cerrando la puerta en uno
Franz. mismo, no habia dejado entrar , por decirlo así, sino
-¡Psche ! dijo el maese , puedo vanagloriarme de un soplo de armonía .
no olvidar nada de cuanto pueda agradar á los nobles Cambiaron Franz y Alberto una mirada , y pusié-
estranjeros que me honrar con su confianza. ronse á contemplar los muebles , los cuadros y las
-Ya lo veo , ya lo veo ; y descuidad , que se lo iré armas.
diciendo á todo el mundo . -Desearia leer una de esas Detenidamente les parecieron mas magníficos aun
tavolette. que al primer golpe de vista.
-Es muy facil, dijo el posadero abriendo la puerta. -¿Qué decís de todo esto? preguntó Franz á su
Tengo colgada una en ese corredor . amigo.
Con esto salió de allí, y descolgando la tavolette se -Digo , mio caro , que debe de ser nuestro vecino
la presentó á Franz. un bolsista que haya jugado á la baja sobre los fondos
Así decia traducida literalmente: españoles , algun príncipe que viaja de incógnito .
«Pónese en conocimiento del público que el mar- -Chist ! dijo Franz. Vamos á saberlo, porque ya
»tes 22 de febrero, primer dia de carnestolendas , se- le tenemos aquí.
»rán ejecutados de órden del Tribunal de la Rota, en la Con efecto, oyeron los franceses rechinar los goznes
»plaza del Popolo , Andrea Rondolo, por haber asesina- de una puerta, y levantándose el cortinon casi al pro-
»do al muy respetable y venerado D. César Torloni , pio tiempo , dio paso al propietario de tantas mara-
>>canónigo de la iglesia de San Juan de Letran, y Pep- villas.
»pino , alias Rocca Priori, por cómplice del malvado Alberto salió á encontrarle ; pero Franz quedó en su
»ladron Luigi Vampa y de toda su partida. sitio como clavado .
>>El primero será mazzolato. El que acababa de entrar no era otro que el emboza-
>>>El segundo será decapitato. do del Coliseo, el desconocido del palco , su misterioso
>>Se suplica á las almas caritativas que pidan á Dios anfitrion de la Isla de Monte-Cristo .
»que dé una sincera contricion á los desdichados
>>reos.» CAPITULO XII.
Esto mismo era lo que Franz habia escuchado la
antevíspera en las ruinas del Coliseo. El programa es- LA MAZZOLATA .
taba conforme. Exactamente los mismos eran los
nombres y los géneros de muerte de los reos. -Señores , dijo al entrar el conde de Monte-Cristo,
Con que segun todas las probabilidades el transti- disimuladme si os he dejado tomar la delantera; pero
berino no era otro que el ladron Luigi Vampa , y el visitándoos mas temprano que esta hora , temí pecar
embozado Simbad el Marino, que en Roma como en de indiscreto .
Porto-Vecchio y en Tunez , se dedicaba á la filan- Además, como me mandasteis á decir que vendriais,
tropía. me quedé á esperaros .
Entre tanto pasaba el tiempo, y Franz iba á desper- -Franz y yo, señor conde, tenemos que daros mil
tar á su amigo , porque eran las nueve , cuando con gracias , dijo Alberto. Nos habeis sacado de un apuro
gran le asombro le víó salir de su habitacion vestido grande á la verdad, y ya nos lanzábamos á inventar
ya en toda reglo. vehículos de fantasía , cuando hemos recibido vuestra
El demonio del carnaval , que le poseia , le desper- amable invitacion .
taba mas temprano de lo que su amigo esperaba. -¡Oh señores ! repuso el conde haciendo señas
-Ahora que estamos ya dispuestos , dijo Franz á á los dos amigos de que se sentaran en un divan; ese
Pastrini, ¿ creeis , maese , que podemos pasar á ver al imbécil de Pastrini tiene la culpa de que no os haya
conde de Monte-Cristo ? sacado antes del apuro. Ni una palabra me habia dicho
-¡Y tanto que sí ! respondió el macse . El conde de de ello , á mí , que solo y aislado como estoy, no bus-
Monte-Cristo es madrugador por costumbre, y estoy caba otra cosa que ocasion de trabar relaciones con
seguro de que hace mas de dos horas que está levan- mis vecinos. Al momento que supe que podia servi-
tado. ros en algo , ya visteis con cuánto afan aproveché la
-¿Con que creeis que no sea indiscrecion el visi- coyuntura.
tarle ahora? Los dos jóvenes hicieron una genuflexion.
-Lo creo. A Franz no se le habia ocurrido aun una palabra
-En ese caso, Alberto , si estais listo... siquiera, ni habia tomado resolucion alguna, que como
-Lo estoy, dijo Alberto. nada indicase en el conde anhelo ni voluntad de re-
-Vamos a dar las gracias á nuestro vecino por su novar sus relaciones antiguas, ignoraba si debia de
cortés invitacion . hacer alusion á lo pasado con una palabra , ó dejar al
-Vamos. tiempo que le proporcionase otras pruebas.
Solo tenian que atravesar los dos jóvenes el pasadi- Además, aunque estaba íntimamente convencido
zo. El posadero se adelantó á llamar , y un criado abrió de que era él el hombre del palco de la víspera , no lo
la puerta . estaba tan seguro de que fuese el embozado del Coli-
Y signori francesi, dijo Pastrini . seo de la antevíspera .
El criado se inclinó haciéndoles señas de que pasaran. Con esto se determinó á no hacer indicacion al-
Atravesando dos piezas, amuebladas con un lujo que guna al conde, y á dejar que siguiesen las cosas su
no creian encontrar en la fonda de Pastrini, llegaron curso natural.
á un salon elegantísimo. Su posicion era muy ventajosa , puesto que conocia
Cubria el suelo un tapiz de Turquía , y los muebles el secreto del conde, mientras el conde ninguna ac-
eran de todo en todo confortables. cion podia ejercer sobre él .
Magníficos cuadros , de los mas célebres pintores , Entre tanto resolvió hacer que la conversacion
trofeos y armas primorosas colgaban de las paredes; recayese sobre punto que le pudiera disipar ciertas
grandes cortinones de tapicería flotaban delante de dudas.
las puertas. -Señor conde , le dijo, nos habeis brindado con dos
Si sus escelencias gustan de sentarse, voy á avi- plazas en vuestro carruaje y en vuestras ventanas del
sar al señor conde. palacio Rospoli. ¿Podreis decirnos ahora cómo lo-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 207

graremos unposto cualquiera, como dicen los italia- nuto ni una palabra. Miradlo : ya está aquí nuestro
nos, en la plaza del Popolo? hombre.
-¡Ah! es verdad, dijo el conde como distraido mi- En esto apareció un personaje de cuarenta y cinco
rando á Morcef con suma atencion, ¿no hay en la pla- á cincuenta años, que se parecia estremadamente al
za del Popolo una cosa parecida á una ejecucion? contrabandista que introdujoá Franz en la gruta; pero
-Sí, respondió Franz, viendo que él propio se ve- que no dió muestra alguna de reconocerle.
nia adonde deseaba traerle. Franz cogió ya otro hilo.
-Esperad, esperad : creo haber encargado ayer á -Señor Bertuccio, le dijo el conde, ¿me habeis bus-

El que acababa de entrar no era otro que el embozado del Coliseo.

mi mayordomo que se ocupase en esto. Acaso os po- cado, como ayer os lo mandé, una ventana en la plaza
dré hacer sobre los otros este fútil servicio. del Popolo?
Y alargando la mano al cordon de una campanilla, -Sí, escelencia; pero ya era tarde, respondió el
lo agitó tres veces . mayordomo.
¿Os habeis dedicado alguna vez, dijo á Franz, á ¡Cómo! dijo el conde frunciendo el ceño , ¿no os
estudiar el empleo del tiempo, y á simplificar las idas dije que queria tener una?
y venidas de los criados? Yo he hecho en esto un es- Y vuestra escelencia la tiene, una que estaba al-
tudio especial. Cuando tiro una vez de la campa- quilada ya al príncipe Lobanieff: me he visto obligado
nilla, es porque venga mi ayuda de cámara; cuando á dar por ella ciento ...
tiro dos veces, es porque venga mi cocinero, y tres, -Está bien, está bien , señor Bertuccio : ahorrad
para que venga mi mayordomo. Así, ni pierdo un mi á estos señores esas cuentas caseras. ¿Tenemos la
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
208

pagareis un dia en París todo esto. - Mandad , señor


ventana, eh? pues lo demás importa poco. Dad al co-
chero las señas de la casa, y esper adnos en la esca- Bertuccio, que pongan tres cubiertos.
En seguida tomó la cartera de manos de Franz .
lera para servirnos de guia. Idos. -Deciamos pues , esclamó con un tono que no
El mayordomo , haciendo un saludo , dió un paso parecia
sino que estuviese leyendo un cartel de tea-
para marchar se .
-¡Ah! repuso el conde, hacedme el favor de pre- tro ,-«Que serán ejecutados de órden del Tribunal de
»la Rota , en la plaza del Popolo, Andrea Rondolo , por
guntar á Pastrini si ha recibido la tavoletta , y si quie-
on »haber asesinado al muy respetable y venerado Don
e to
re enviarm el prospec de la ejecuci .

Bertuccio

-Es inútil , repuso Franz sacando del botsillo su >>César Torloni, canónigo de la iglesia de San Juan
cartera ; yo he visto las tabolettas , y las he copiado . »de Letran, y Peppino , alias Rocca Priori, por cóm-
>>plice del malvado ladron Luigi Vampa y de toda su
Miradlas .
-Bien está . Entonces , señor Bertuccio, podeis re- partida.
tiraros , que ya no os necesito . Cuidad solamente de El primero será mazzolato.
que nos avisen cuando esté el almuerzo dispuesto. >>El segundo será decapitato.
¿Me harán estos señores el honor de acompañarme? >>Se suplica á las almas caritativas que pidan á Dios
»que dé una sincera contriccion á los desdichados
añadió encarándose con los dos amigos.
-Pero eso seria abusar, señor conde, murmuró »reos. »
Alberto. -¡Hum!-«El primero será mazzolato, y el segun
-No, que por el contrario, me proporcionais un do decapitato.»- Si, con efecto, repuso el conde,
gusto muy grande. Uno ú otro, y acaso los dos, me , así era como antes debia de ser la ejecucion ; pero
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 209

senor creo que de ayer acá haya ocurrido algun cambio en cuales seria liviano suplicio el palo de los turcos , el
el órden y la marcha de la ceremonia . cubo de los persas , el enrodamiento de los iroque-
17. -¡Ba! dijo Franz. ses? ¡Y sin embargo , indiferente la sociedad los deja
De no Sí. Ayer por la noche, en casa del cardenal Ros- impunes ! responded, ¿no hay crímenes de esa na-
team piglioni, oí que trataban , no sé... de un sobresei- turaleza ?
mal miento concedido á uno de los reos... -Sí , repuso Franz , y para castigarlos se tolera el
, por -¿A Andrea Rondolo? preguntó Franz. duelo.
Dot -No, repuso con indiferencia el conde, al otro... (y -¡Ah! ¡ el duelo! ... esclamó el conde : brava mane-
echó una mirada á la cartera , como para recordar ra por el alma mia de lograr un fin, cuando ese fin es
el nombre) á ese Peppino (a) Rocca Priori. Eso os la venganza ! Un hombre os arrebata vuestro amor,
privade unguillotinamiento; pero os queda en cambio un hombre seduce à vuestra muger , un hombre des-
la mazzolata , que es un suplicio muy curioso para honra á vuestra hija... de una existencia que tenia
el que lo ve por primera vez, y aun para el que lo ve derecho á esperar de Dios la parte de felicidad pro-
por segunda, mientras el otro, que debeis de conocer metida á todas sus criaturas , hace una existencia de
sin duda, es muy sencillo, y no tiene nada de parti- dolor , de miseria ó de deshonra ; ¿y os creereis ven-
cular. La mandaja nunca yerra, ni tiembla, ni hiere gado si al que puso la desesperacion en vuestro pecho
en falso, ni necesita dar muchos golpes, como el sol y la locura en vuestra cabeza dais en el pecho una
dado que cortó la cabeza al conde de Chalais, y á quien cuchillada ó le meteis una bala en la cabeza ? Y esto
sin duda habia recomendado el paciente Richelieu . sin acordarnos de que casi siempre él es el que queda
¡Ah! no me hableis, añadió el conde en tono despre- vencedor , y lavado á los ojos del mundo y perdona-
ciativo, no me hableis de los europeos en esto de dar do de Dios en cierto modo. No , no , prosiguió el
la muerte, que no entienden una palabra, que están conde: si alguna vez tuviera que vengarme , no me
en la infancia, ó dicho mejor, en la vejez de la vengara yo así.
crueldad.
-¿Es decir que desaprobais el desafio? ¿Con que
-En verdad, señor conde, que cualquiera sospe- no os batiriais? pregunto á su vez Alberto, asombrado
charia que habeis hecho un estudio comparativo de de oir tan estraña proposicion.
los géneros de muerte que se usan en todos los pue- -¡Oh! Entendámonos, dijo el conde . Me batiria, si,
blos del mundo. por una futesa, por un insulto, por un mentís, por
-Pocos hay que yo no haya presenciado, repuso un bofeton, y con tanta mas confianza , cuanto que
el conde friamente. gracias á la destreza que he adquirido en todos los
-Qué os placen espectáculos tan horribles? ejercicios corporales , ý á lo acostumbrado que estoy
-La primera impresion que me causaron fué re- á los peligros, tendria casi seguridad de mátar á mi
pugnancia, la segunda indiferencia, y la tercera cu- contrario. Por todo esto me batiria; pero por un do-
riosidad. lor lento, profundo, eterno, devolveria si me era posi-
-¡Curiosidad! ¿sabeis que es terrible esa palabra? ble un dolor semejante á aquel que me lo hubiera cau-
-¿Por qué? sado; ojo por ojo, diente por diente, como dicen los
-Solo hay en la vida un punto culminante , que orientales, nuestros maestros en todo, esos elegidos
es la muerte. ¿ Y no os parece cosa curiosísima de la creacion, que han sabido formarse una vida de
el estudio de las diferentes maneras con que pue- ilusiones y un paraiso de realidades.
de el alma salir del cuerpo , y las diferencias que -Pero con esa teoría, que os constituye en juez y
los caractéres , los temperamentos y hasta las cos- verdugo al par de vuestra propia causa, dijo Franz
tumbres del país marcan en los individuos que sufren al conde, es difícil que podais conservaros en un punto
ese tránsito supremo del ser al no ser? Por mi parte medio que os salve siempre del poder de la ley. El
os respondo de una cosa, y es que en mi opinion po- odio es ciego , la cólera irreflexiva, y el que llena
drá la muerte ser un suplicio , pero no un castigo, para sí mismo la copa de la venganza, se espone á be-
porque al que ha visto morir á muchos, le es morir ber un brebaje amargo .
mucho mas fácil. -Sí, como sea pobre y torpe; pero no si es millona-
-No os comprendo bien , dijo Franz . Esplicaos, rio y hábil. Lo peor que le puede suceder es sufrir el
porque no podeis tener una idea de cuánto escitan mi último suplicio, de que hablábamos ahora , ese que la
curiosidad vuestras palabras. filantrópica revolución francesa ha sustituido al des-
-Escuchad, dijo el conde , agolpándose á su cara cuartizamiento y á la rueda. Y ¿qué le importará el
la hiel , como se agolpa la sangre á la de otros. Si un suplicio si se ha vengado? A deciros verdad, casi llego
hombre, con torturas increibles, con tormentos sin á sentir que ese miserable Peppino, segun todas las
fin hubiera asesinado á vuestro padre , á vuestra ma- probabilidades, no sea decapitato; veriais lo que du-
dre , á vuestra querida , á uno de esos seres , por úl- raba, y si valia la pena de que se hablara de ello. Pero
timo , que cuando se arrancan del corazón dejan en verdad que hemos introducido una conversacion
un eterno vacío , una llaga chorreando siempre san- rara para un dia de carnaval. ¿Cómo principió? ¡Ah! ya
gre , os dariais por satisfecho con la reparacion que lo recuerdo, me pedisteis un sitio en mi ventana...
la sociedad os concede , con que el hierro de la gui- pues bien , lo tendreis ; pero vamos á almorzar prime-
llotina se hunda entre la base del occipital y los mús- ro, pues me presumo que vienen á anunciarnos que
culos trapecios del asesino , y con que el que os dió ya estamos servidos.
siglos enteros de dolores morales pase algunos minu- En efecto, un criado abrió una de las cuatro puer-
tos de dolores físicos? tas del salon, y pronunció las palabras sacramentales:
-Sí, ya sé que para consuelo no basta la justicia ~ ¡ Al suo commodo!
humana, repuso Franz. Nada mas puede que ver- Los dos jóvenes se levantaron y pasaron al co-
ter sangre por sangre. Pidámosla lo que puede y na- medor.
da mas.
Durante el desayuno, que fué escelente y servido
-Y cuenta que el ejemplo que pongo es material, con esquisita delicadeza, Franz buscó las miradas de
repuso el conde: pongo el ejemplo de la sociedad, Alberto con las suyas, á fin de leer en ellas la impre-
cuando atacada en su base por la muerte de un indi- sion que no dudaba le hubiesen causado las pala-
viduo , venga la muerte con la muerte: ¿pero no hay bras del conde; pero sea que con su indiferencia ha-
mil dolores que desgarran las entrañas del hombre, bitual no las hubiera prestado grande atencion, ó sea
sin que la sociedad lo aperciba tan siquiera , sin que que el asentimiento del conde al desafio le hubiera
le brinde con ese medio incompleto de venganza de reconciliado con él, ó sea, en fin, que los antecedentes
que hablábamos ahora? ¿No hay crímenes para los que hemos contado, conocidos de Franz únicamente,
SEGUNDA SERIE .-ENTREGA 114, 14
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
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-Vamos pues , ya que os empeñais , dijo Franz :
hubieran doblado para él solo el efecto de las teorías mas para ir à la plaza del Popolo deseo pasar por la
del conde, no advirtió en su compañero la meditacion calle de la Carrera : ¿es posible , señor conde?
mas mínima , sino que por el contrario hacia los ho- -A pié , sí ; pero en carruaje , no .
nores á la comida , como aquel que estaba condenado
hacia cuatro ó cinco meses á la cocina italiana , es -Bí
-¿Teneen ,is á pié.
iré pre cision de pasar por la calle de la
decir, á una de las peores cocinas del mundo .
El conde apenas desfloraba los platos , pudiéndose Car-S rer a
í ,?tengo que ver cierta cosa .
decir que en sentarse á la mesa con sus convidados , -Bien , vamos por la calle de la Carrera : haremos
cumplía un simple deber de urbanidad , y esperaba que el carruaje vaya á esperarnos á la plaza del Po-
que se marcharan para hacerse servir manjares es- polo por la Strada del Babuino . ¡ Ah ! no me viene
mal el pasar por esa calle , veré si se han cumplido
trambóticos rdab ó deasu gusto.
Esto reco á Franz , á pesar suyo, el miedo que ciertas órdenes que he dado.
el conde habia inspirado á la condesa de G... , y la -Escelencia , dijo el criado abriendo la puerta , un
conviccion que no pudo destruir en ella de que el con- hombre vestido de penitente desea hablaros .
-¡Ah! sí: ya sé quién es. Señores , ¿quereis pasar
deAleraconc
unluirvamsepir o. erzo sacó Franz el reloj . al salon ? al momento voy allá . En la mesa del medio
el almu
-¿Qué es eso? ¿que os vais? dijo el conde . encontrareis escelentes habanos .
-Disimuladnos , señor conde ; pero todavía tene- Los jóvenes se levantaron y salieron por una puer-
mos muchas cosas que hacer , contestó Franz . ta , cuando el conde salia por la otra.
Alberto, que era gran fumador , y que desde que es-
-¿Cuáles son?
-No tenemos disfraces , y hoy son de rigor. taba en Italía no tenia por uno de los menores sacrifi-
-No os ocupeis de tal cosa. Podemos disponer cios el verse privado de los cigarros del café de París ,
de una habitacion en la plaza del Popolo ; haré exhaló un suspiro de alegría al aproximarse á la mesa
que nos lleven allí los trajes que indiqueis, y nos viendo unos habanos legítimos .
-¿ Y qué opinais del conde de Monte-Cristo? le
vestiremos .
-¡Después de la ejecucion ! esclamó Franz .
-Sin duda ; después , antes , ó durante ella , como pre-¿ gunQutóéFra opi . ? respondió Alberto visiblemente
nzno
asombrado de que su compañero le hiciese semejante
os parA ezca . pregunta ; opino que es un hombre sin par, que hace
-¿ la vista del cadalso?
-El cadalso forma parte de la funcion . los honores de su casa á las mil maravillas , que ha
-Perdonad , señor conde , pero he pensado otra visto mucho , que ha estudiado mucho y ha reflexio-
cosa , dijo Franz . Os doy gracias por vuestra aten- nado mucho , que es, como Bruto , de la escuela estoi-
cion ; pero me contento con un sitio en vuestro ca (y añadió despidiendo con delicia una bocanada de
carruaje , y otro en el balcon del palacio Rospoli; humo , que subió en espiral al techo), y que tiene , so-
déjoos en libertad de disponer def de la plaza del icons cigarrert
os
breTal o , la
todera nífnio
magopi de Alb .o sobre el conde ; pero
Popolo .
Os advierto que perdeis un espectácul muy com Fra sab que era una de sus pretensiones el
o o nz ia
curioso , respondió el conde. no formar opinion sobre los hombres ni las cosas sino
-Ya me lo contareis , repuso Franz , y estoy con- después de un maduro exámen , no intentó siquiera
vencido de que una relacion hecha por vos , me cau-
sará casi tanto efecto como si lo viera . Por otra parte , rebati rla
-¿H abe. is notado una cosa singular ? le preguntó .
mas de una vez he hecho propósito de asistir á una
ejecucion , y al cabo no he podido resolverme . ¿Y vos, -¿Qué?
-La atencion con que os miraba .
Alber to ? o utar aing -¿ A mí?
-Yo he vist ejec á Cast , contestó el viz-
conde; pero se me figura que aquel dia estaba un tanto -A vos.
Alberto se puso á reflexionar .
beodo . Fué precisamente el dia de mi salida del cole- -¡Ah ! dijo dando un suspiro , no me estraña . Como
gio , y habi amos pasa do la noc he e
en part no muy hac e cer a de un año que falt o de París y debo tener
mod ales de mal tono , el conde habrá creido que soy
bue na
-Qu. e no hayais hecho una cosa en París no es provinciano . Desengañadle , caro amigo ; os ruego que
razon para que dejeis de hacerla en el estranjero : à la primera ocasion le digais que se equivoca .
cuando se viaja es para instruirse ; cuando se uda
de lugar es para ver cosas nuevas . Imaginaos qué pa- Franz se sonrió .
Un instante después volvió el conde .
pel hareis cuando os pregunten : -¿Cómo se ejecutan -Ya estoy aquí, señores , dijo , y enteramente á
en Roma las sentencias de muerte ? -y respondais : vuestra disposicion . He dado la órden de que el carrua
-No lo sé .- Dícese además que el reo es un bri- je vaya á la plaza del Popolo, y nosotros , si quereis ,
bon que ha matado á morillazos á un buen canónigo emprenderemos nuestra marcha hacia la calle de la
que le habia servido de padre . ¡ Qué diablos ! para Carrera . Tomad algunos de esos cigarros , señor de
matar á un eclesiástico se hace uso de una arma mas
decente que no un morillo , sobre todo cuando el Mor cef.n mucho gusto , dijo Alberto , porque los cigar-
-Co
tal sacerdote es acaso nuestro padre . Si viajais por ros italianos son peores que los del estanco. Cuando
España ireis á ver las corridas de toros , ¿ no es ver- vayais á París os los devolveré .
dad ? Pues suponed que es una corrida lo que vamos -Convenido : tengo pensado echar un viaje por allá,
á ver; acordaos de los antiguos romanos del Circo , de y puesto que me lo permitís , iré á llamar á vuestra
aquellas fiestas en que se mataban trescientos leones puerta . En marcha , señores , en marcha , que no hay
y cien hombres ; acordaos de aquellos ochenta mil es- tiempo que perder : son las doce y media.
pectadores que aplaudian ; de aquellas prudentes ma-
ironas que llevaban al Circo sus hijas casaderas , y de Los
Recitres cochnero
saliero
bió el . las últimas órdenes de su amo,
aquellas encantadoras vestales de blancas manos, que echando por consiguiente por la via del Babuino ,
hacian con el índice una señal graciosa , como si dije mientras que los que iban á pié subieron por la plaza
ran:-Anda , perezoso , acaba con ese hombre que de España y por la via Frattina , que los condujo di-
está ya medio muerto rectamente entre el palacio Fiano y el de Rospoli .
-¿Vais , Alberto? dijo Franz. Franz no cesaba de mirar á las ventanas de este úl-
-ší á fé mia : estaba perplejo como vos , pero la timo palacio ; pues no habia olvidado la señal conve-
elocuencia del conde me ha decidido.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 211

!
nida en el Coliseo entre el hombre de la capa y el Dos filas de carabineros se estendian desde la puer-
transtiverino. ta de la iglesia hasta el cadalso , rodeándolo y dejando
-¿Cuáles son vuestras ventanas? preguntó al con- un camino de diez piés de ancho poco mas o menos, y
de con la mayor naturalidad que le fue posible. alrededor de la guillotina una circunferencia de unos
-Las tres últimas, contestó con una indiferencia cien piés.
que nada tenia de afectacion ; pues no era posible adi- En el resto de la plaza solo se veían cabezas de
vinase el objeto con que se le hacia aquella pregunta. hombres y mugeres.
Los ojos de Franz se dirigieron rápidamente hácia Muchas mugeres tenian á sus hijos en los hombros.
aquellas ventanas. Estos niños, sobresaliendo entre la multitud, hacian
Las laterales estaban colgadas de damasco azul, y un espectáculo digno de ver.
la de en medio de damasco blanco con una cruz roja. El Monte Pincio semejaba un vasto anfiteatro cuyas
El embozado habia cumplido su palabra al transti- gradas estuviesen llenas de espectadores.
verino, y ya no era posible dudar de que aquel hom- Los balcones de las dos iglesias que forman las es-
bre fuese el conde. quinas de la calle del Babuino y di Ripetta estaban
Las tres ventanas estaban desocupadas todavía. cuajadas de curiosos privilegiados , y los escalones de
En todas partes se hacian preparativos para la fies- los peristilos parecian una ola movible y abigarrada
ta : se colocaban sillas, se levantaban tablados, se po- que una marea contínua empujase hácia el pórtico.
nian colgaduras en los balcones. Cada piedra saliente de la pared que podía resistir
Ni las máscaras podian presentarse ni circular los á un hombre tenia su estatua viva.
coches hasta que sonara la campana ; pero se sentian Lo que decía el conde era verdad; no hay en la vi-
las máscaras detrás de todos los balcones y los co- da nada mas curioso que el espectáculo de la muerte.
ches detrás de todas las puertas. Y sin embargo, en lugar del silencio que parece
Franz, Alberto y el conde siguieron bajando por la exigia la solemnidad del espectáculo, aquella muche-
calle de la Carrera. dumbre armaba un atroz ruido con sus risotadas y
A medida que se acercaban á la plaza del Popolo la gritos bulliciosos.
multitud era mas compacta, y sobre todas las cabezas Era tambien evidente, como tambien habia dicho el
se veían dos cosas ; el obelisco coronado de una cruz, conde, que esta ejecución no la miraba todo el pueblo
que indica el centro de la plaza, y delante del obelisco, sino como el principio del carnaval.
exactamente en el punto que se distingue desde las tres De repente cesó el tumulto como por encanto ; la
calles del Babuino, del Corso y di Ripetta , los dos puerta de la iglesia acababa de abrirse.
postes superiores del cadalso, entre los que brillaba Una cofradía de penitentes vestidos con sacos grises
la cuchilla corva de la mandaja. con dos agujeros para mirar , y sendas velas encendi-
En la esquina de la calle encontraron al mayordo- das en las manos, apareció primeramente. A la cabeza
mo del conde, que estaba esperándolos. marchaba el jefe de la cofradía, ó dígase hermano
La ventana alquilada sin duda en aquel precio exor- mayor.
bitante que no quiso decir el conde á sus convidados , Detrás de los penitentes iba un hombre de estatura
pertenecia al segundo piso del gran palacio situado colosal.
entre la calle del Babuino y el Monte Pincio. Estaba desnudo , á escepcion de unos calzones de
Era, comohemos dicho, una especie de tocador que tela , á cuyo lado izquierdo pendia un cuchillo de-
daba á una alcoba. forme dentro de su vaina. Al hombro llevaba una ma-
Cerrando la puerta de la alcoba los inquilinos del za de hierro. Cubrian sus piés unas sandalias atadas
gabinete estaban como en su casa. Sobre las sillas ha- con cordeles.
bia trajes de payaso elegantísimos , de raso blan- Este hombre era el verdugo.
coDyy azul. Detrás marchaban en el orden con que habian
-Como dejasteis á mi eleccion la de los trajes, dijo de ser ejecutados , primero Peppino y después Andrea.
el conde á los dos amigos, mandé preparar estos , que Cada uno iba acompañado de dos sacerdotes , y
son
modos de los que mas se llevarán este año, y los mas có- ni uno ni otro tenian los ojos vendados.
para los confetti, puesto que la harina no deja Peppino andaba con paso firme : sin duda habia re-
en ellos señal. cibido aviso de lo que se trabajaba por él.
Como Franz no oyó sino á medias las palabras del Andrea , por lo contrario , necesitaba que los dos
conde, quizás no apreció en su justo valor esta nueva sacerdotes le llevasen cogido por debajo de los brazos.
galantería . Entrambos , de tiempo en tiempo , besaban el Cru-
Toda su atencion estaba fija en el espectáculo que cifijo que les presentaban los sacerdotes.
presentaba la plaza del Popolo con aquel instrumento Con sola esta introduccion del espectáculo conoció
terrible, entonces su adorno principal. Franz que le flaqueaban las piernas, y se volvió á mi-
Era la primera vez que Franz veia una guillotina; rar á Alberto.
y decimos una guillotina, porque la mandaja romana Estaba tan blanco como su camisa , y maquinal-
está casi cortada por el mismo patron que aquel otro mente tiró el cigarro , aunque no habia fumado mas
instrumento de muerte, con la única diferencia de de la mitad.
que la cuchilla, en forma de media luna, corta por la Solo el conde permanecia impasible , y hasta aso-
parte convexa y cae de menos elevacion. maban al parecer colores entre la palidez lívida de su
Dos hombres sentados sobre la plancha de la báscu- rostro.
la donde se coloca al reo, se desayunaban con pan y Su nariz se dilataba como la de un animal feroz que
cerezas, segun advirtió Franz ; uno de ellos levantó olfatea la sangre, y sus labios, ligeramente entre abier
la plancha, y sacando un porron de vino bebió un tra- tos , dejaban ver sus dientes blancos , pequeños y
después á su camarada. Estos dos agudos como los de un chacal.
go y se lo alargóayudantes
hombres eran los del verdugo . A pesar de todo esto, su rostro tenia una espresion
A
sudor . su vista los cabellos de Franz se bañaron en de dulce amabilidad, que nunca Franz le habia repa-
rado , y sus negros ojos particularmente rebosaban
Trasladados los reos la víspera desde las Cárceles mansedumbre .
nuevas á la pequeña iglesia de Santa María del Popolo , Proseguian los reos su camino al cadalso , y á medi-
habían pasado la noche asistido cada uno de dos sa- da que avanzaban se podian distinguir sus facciones.
cerdotes, en una capilla iluminada Y cerrada por una Peppino era un gallardo mozo de veinticuatro á
reja, delante de la cual se paseaban algunos centine- veintiseis años , de tez tostada por el sol y de mirada
las, relevados de hora en hora. altiva y salvaje.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
212

Llevaba la cabeza levantada , y parecia que olfatease | pié de la mandaja , un penitente , que sin duda se habia
retrasado, rompió las filas sin que los soldados le pu-
el viento para saber por qué parte vendria su liber- sieran impedimento alguno , y adelantándose hácia el
tador. jefe de la cofradía le entregó un papel doblado.
Andrea era rechoncho y regordete ; su rostro, ba- La mirada ardiente de Peppino no habia perdido
jamente cruel, no indicaba su edad; pero podria tener ninguno de estos detalles . El hermano mayor desdo-
unos treinta años. bló el papel, y levantando la mano dijo en voz alta y
En la prision se habia dejado crecer la barba.
Su cabeza se inclinaba sobre un hombro, sus pier- sonora:

2000 led of p9 asubayl

Arsalan sup stead

Este hombre era el verdugo.

-¡El Señor sea alabado y Su Santidad bendito ! uno


nas se doblaban ; todo su ser parecia que obedeciese
á un movimiento de máquina en que no tenia parte de los reos ha sido perdonado .
-¡ Perdon ! esclamó el pueblo casi con una sola voz;
alguna su voluntad.
-Paréceme , dijo Franz al conde , que nos habeis ¡ hay perdo
A esta n ! bra de perdon agitose horriblemente todo
pala
anunciado que solo habria una ejecucion . el cuerpo de Andrea, y levantando la cabeza , esclamó :
-He dicho la verdad , contestó friamente el conde.
-Sin embargo , los reos son dos . -¡P erdon! ¿para quién?
Peppino permanecia silencioso , inmóbil , y lleno de
-Sí , pero de esos dos reos el uno camina á la
muerte y el otro acaso vivirá muchos años. ansiedad .
-Se indulta de la pena de muerte á Peppino (a)
-Pues si el perdon ha de venir no tiene que per-
Rocca Priori, dijo el jefe de la cofradía.
der mucho tiempo. Y entregó el papel al comandante de la fuerza ar-
-Ya llega,o,mira
Con efect d, dijo
en el que. Peppino llegaba al
conde
instaelnte mada , que se lo devolvió después de haberlo leido.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 213

habia
-¡Perdon á Peppino! esclamó Andrea, saliendo clamó el conde estendiendo los dos puños hácia la
e pu
cia el del estupor en que parecia sumido; y ¿por qué le han multitud; bien os reconozco en esto, que en todas
de perdonar á él y á mí no? Ibamos a morir juntos; ocasiones sois dignos de vosotros mismos!
rdido hasta me habian prometido que moriria antes que yo; Con efecto, Andrea y los criados del verdugo roda-
-ops
no es justicia que yo muera solo, ¡no quiero morir ban por el suelo, y siempre aquel gritando: «Debe mo-
Itay solo, no quiero! rir, quiero que muera, no es justo que yo muera
Y desasiéndose de los saderdotes , gritaba , chillaba, solo. »
y hacia esfuerzos inauditos y horribles para romper -Mirad, mirad, continuó el conde cogiendo de la
las cuerdas que le ligaban las manos . mano á cada uno de los jóvenes; mirad, porque á fé mia

Craquel nacion

CREDO in

Proseguian los reos su camino al cadalso.

Hizo el verdugo una señal á sus dos ayudantes, que que es un lance muy curioso. Ese hombre que esta-
saltando del cadalso vinieron á apoderarse del reo. ba resignado con su suerte, que marchaba al patibu-
¿Qué es lo que pasa? preguntó Franz al conde. lo , que iba á morir, como un cobarde, es cierto, pero
Como todo aquello pasaba en patois , no lo habia enfin, que iba á morir sin 1 esistencia y sin acritud,
comprendido bien. ¿sabeis lo que le alentaba, lo que le daba brios?
-¿Qué es lo que pasa? repitió el conde, ¿no lo sabeis lo que le consolaba? ¿sabeis lo que le ha-
comprendeis? que esa criatura humana que va á morir cia soportar el suplicio con paciencia? ¡ pues no era
está desesperada porque su semejante no muere con sino que otro participaba de su suerte triste! ¡ que
ella, y que si la dejaran obrar la desgarraria con sus otro iba á morir como él! ¡ que otro iba á morir antes
manos y con sus dientes, antes que dejarla gozar de que él! Llevad dos carneros á la carnicería, dos bue-
la vida que á ella le van á quitar. ¡ Oh hombres , hom- yes al matadero, y hacedles comprender que uno de
bres! ¡raza de cocodrilos! como dice Karl Moor, es- ellos no morirá; el carnero balará de alegría, y el buey
214 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

mugirá de gozo; pero el hombre , á quien Dios ha im- | -Nada , absolutamente nada , respondió este. El
puesto por primera, por única, por suprema ley el carnaval ha empezado , como veis ; vestios pronto.
amor á su prógimo; el hombre, á quien Dios ha dado -Con efecto , repuso Franz , no queda de aquella
voz para espresar su pensamiento, ¿cuál será su pri- escena horrible sino el recuerdo de un sueño.
mer grito cuando sepa que su compañero se ha sal- -Y no ha sido mas que un sueño , una vision que
vado? una blasfemia. ¡ Gloria al hombre, maravilla de tuvisteis.
la naturaleza , rey de la creacion! -Sí ; pero el reo...
Y el conde soltó una carcajada , carcajada terrible. -El reo es otro sueño , con la única diferencia de
Mucho debió haber sufrido hasta aprender á reirse de que él prosigue dormido y vos estais despierto . ¿Cuál
aquella manera. de los dos puede decir que ha ganado ?
La lucha entre tanto continuaba , y era espantosa -¿Pero qué fué de Peppino ? preguntó Franz.
de ver. -Peppino es un muchacho de muy buena imagina-
Los ayudantes conducian á Andrea al cadalso ; todo tiva, sin pizca de amor propio , que al revés de to-
el pueblo habia tomado partido contra él , y veinte mil dos los hombres , que se enojan de que el mundo los
voces gritaban con un solo grito: « ¡Que muera ! ¡ que ponga en olvido , se alegró materialmente de ver que
muera!!! » todos se ocupaban de su camarada ; y por ende se ha
Franz se retiró del balcon ; pero el conde le cogió aprovechado de esa distraccion para desaparecer
por el brazo y le detuvo. entre el tumulto, sin dar siquiera las gracias á los
-¿Qué haceis? le dijo , ¿os inspira compasion? ¡A fé dignos sacerdotes que le acompañaban. Decididamen-
mia que está bien empleada ! Si oyerais gritar:-jese te el hombre es un animal tan ingrato como egoista ...
perro va rabioso ! -preparariais vuestra escopeta , sal- pero vestios ; mirad cómo os da el ejemplo Mr. de
driais á la calle, y matariais sin compasion à boca de Morcef.
jarro al pobre animal, que al fin y al cabo no seria cul- Efectivamente , Alberto se ponia á la sazon sus pan-
pable sino de que le hubiese mordido otro perro , y de talones de tafetan sobre sus pantalones negros y sus
querer devolver el mal que le habian hecho ; ¡ y os botas charoladas.
inspira compasion un hombre á quien ningun otro ha Y qué, Alberto , le preguntó Franz, ¿ os sentís con
mordido, y que sin embargo ha asesinado á su bienhe- ánimo de hacer locuras ? respondedme con franqueza .
chor, y que ahora, no pudiendo matar porque tiene -No, respondió el jóven; pero no me pesa de ha-
las manos atadas , quiére á toda costa ver morir á su ber presenciado aquella escena , y empiezo á com-
compañero de cautiverio , á su camarada de infortunio ! | prender lo que decia el señor conde. Cuando uno se
No, no , mirad, mirad. İlega á acostumbrar á espectáculos de esta clase, ellos
La recomendacion era casi inútil. solos le pueden causar emociones.
Franz estaba como fascinado por aquel horrible es- -Sin tener en cuenta que en estos momentos su-
pectáculo. premos es cuando se pueden estudiar los caractéres ,
Los ayudantes del verdugo habian subido al reo al añadió el conde. La muerte nos quita en el primer es-
cadalso , y allí , á pesar de sus esfuerzos , mordeduras calon del cadalso la careta que hemos llevado toda la
y gritos, le habian obligado á ponerse de rodillas. vida, y entonces aparece nuestra verdadera cara . Con-
En este intervalo el verdugo se habia colocado de- vengamos en que la de Andrea no era muy bonita por
trás con la maza enhiesta. cierto... ¡Qué pícaro-tan repugnante ! ...-Pero vistá-
Entonces á una señal se separaron los ayudantes. monos, señores , vistámonos.
El reo quiso levantarse ; pero antes que tuviera tiempo Como á Franz le pareció ridículo andarse con escrú-
de hacerlo cayó á plomo sobre su sien izquierda la pulos de monja , y no seguir el ejemplo de sus compa-
maza . ñeros , púsose pues su máscara y su careta, que no
Oyose un ruido sordo , y el paciente cayó como un era por cierto menos pálida que su rostro.
buey , con el rostro contra el suelo , y luego de repen- Acabada esta operacion bajaron los tres .
te se volvió de cara. El carruaje los esperaba á la puerta lleno de con-
Entonces el verdugo abandonó su maza , y sacando fetti y de ramilletes .
el cuchillo de la vaina , de un solo golpe le abrió la En seguida se unieron á la fila de los coches.
garganta , y subiéndose en seguida sobre su vientre Muy difícil fuera formarse idea de una transicion
empezó á pisotearle. tan completa como la que acababa de pasar.
A cada presion saltaba un chorro de sangre del En vez de aquel espectáculo tan silencioso y tan
cuello de la víctima. lúgubre, presentaba la plaza del Popolo el de una or-
De esta vez abandonó á Franz su sangre fria. gía loca y desencadenada .
Retirose de la ventana , y fué á caer medio acongo- Por todas las puertas , por todas las ventanas, de
jado en un sillon . todas las partes salia como torrente desbordado una
Alberto , con los ojos cerrados , permaneció de pié, multitud de máscaras.
pero asido á la puerta fuertemente para no caerse . En todas las esquinas de la calle descargábanse los
El conde permanecia de pié y en aire de triunfo coches de pierrois, de arlequines, de dominós, de
como el ángel malo. marqueses , de transtiberinos , de todas las formas en
fin que en la máscara se conocen, gritando, gesticu-
CAPITULO XIII. lando, arrojando huevos llenos de harina y confites y
ramilletes, y atacando de obra y de palabra así á los
UN CARNAVAL DE ROMA. amigos como á los estraños, así á los conocidos como
á los desconocidos, sin que nadie tuviese derecho á
Cuando Franz volvió en su acuerdo halló que Al- enojarse, sin que nadie hiciera otra cosa que reirlo.
berto bebia un vaso de agua, que necesitaba asaz , se- Franz y Alberto se hallaban en la situacion de esos
gun era de grande su palidez , y que el conde se po- hombres á quienes llevan sus amigos á una orgía , para
nia su traje de payaso. distraerlos de una pena muy honda : á medida que
Maquinalmente sus ojos se dirigieron á la plaza. beben y que se embriagan , conocen que cae un velo
Todo habia desaparecido , cadalso , verdugos y víc- entre su presente y su pasado
timas. A pesar de esto, veian , ó dicho mejor, sentian den-
Solo quedaba el pueblo bullicioso y alegre . tro de sí mismos el reflejo de lo que acababan de ver.
La campana de Monte Citorio , que solo suena cuan- Pero poco áa poco se fuéron contagiando en la ge-
do comienza el carnaval , se tañia á vuelo á la sazon. neral locura, y parecioles que su juicio vacilante los
-¿Qué ha pasado ? preguntó al conde. iba á abandonar, y dominábalos una poderosa comezon
El conde de pié y en aire de triunfo como el ángel malo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 215

de tomar parte en aquel ruido , en aquel movimiento , Con efecto, figúrense nuestros lectores aquella mag-
nífica calle de la Carrera, toda compuesta de palacios
en aquel vértigo. de cuatro ó cinco pisos , con tapicerías en todos los
Un puñado de confetti que cayó sobre Morcef desde balcones, y colgaduras en todas las ventanas; y en
un carruaje inmediato , cubriéndole de polvo á él y á estos balcones y en estas ventanas trescientas mil
sus compañeros , y picándole en el cuello y en todas
personas, entre romanos, italianos y gente de las
las partes que el disfraz dejaba descubiertas , como si cuatro partes del mundo. Allí todas las aristocracias
le hubieran arrojado un monton de alfileres , acabó de
reunidas; la aristocracia de la sangre, la del dinero y
lanzarle á la palestra en que ya se habian lanzado to-
la del talento; mugeres divinas, que fascinadas por la
das las máscaras que encontraban.

T
1

...Y el cond: se ponia su traje de payaso.

influencia de aquel espectáculo, sacan la mitad del


Púsose él tambien de pié en su coche , y con todo |
cuerpo de las ventanas , arrojando á los coches que
el vigor y toda la destreza de que era susceptible, em-
pezó á arrojar á puñados huevos y dulces á sus ve- pasan una lluvia de confetti, que les devuelven en
ramos de flores ; el espacio siempre lleno de dulces
cinos. que bajan y de flores que suben; y además en la
La lucha estaba trabada .
Borrose de repente de la imaginacion de los dos calle una multitud alegre y loca, con trajes capricho-
sos , coles gigantescas que se mueven , cabezas de bú-
amigos el recuerdo de lo que habían presenciado me-
dia hora antes. ¡Tanto consiguió distraerlos el cuadro falo que mugen en cuerpos humanos, y perros que
churrigueresco é insensato que tenian á la vista! andan al parecer con las patas delanteras.
En medio de todo esto cae por azar una careta , y
El conde de Monte-Cristo , por su parte , nunca, co-
parodiando la tentacion de San Antonio, que puso Ca-
mo queda dicho , se habia dejado dominar de estas
flot en caricatura , deja ver una Astartea hermosa que
emociones .
216 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

da ganas de seguirla; pero unos demonios , semejantes | en El Oso y el Pachá, y que los dos lacayos de atrás
á los que se ven en sueños, se interponen . iban vestidos de monas verdes con tanta exactitud,
Con esto formará el lector una remota idea de lo que hasta sus caretas eran de muelles para hacer
que es el carnaval en Roma. muecas á los transeuntes.
A la segunda vuelta mandó el conde parar el car-
Dió Franz al conde las gracias por su delicada ofer-
ruaje, pidiendo á sus compañeros permiso para aban- ta; pero Alberto ni aun reparó siquiera en ella, pues
donarlos, aunque dejando el coche á su disposicion. á la sazon coqueteaba con un carruaje lleno de labra-
Hallábanse enfrente del palacio Rospoli: levantó doras romanas , que se habia detenido como el del

...Y con todo el vigor y toda la destreza de que era susceptible , empezó á arrojar á puñados huevos y dulces á sus vecinos.

Franz los ojos , y vió en la ventana de en medio, en conde por una de esas pausas tan frecuentes en los
aquella ventana con colgaduras de damasco blanco paseos de carruajes.
y cruz roja, un dominó azul , que se figuró que ocul- Alberto lo inundaba de ramilletes.
taba á la hermosa griega del teatro de Argentina. Por su mala fortuna la fila de carruajes volvió a po-
-Señores, dijo el conde apeándose , cuando os can- nerse en marcha, y mientras bajaba el suyo hacia la
seis de ser actores y os plazca tornar á ser especta- plaza del Popolo , subia el que tanto llamole la aten-
dores, ya sabeis que os espera un puesto en mis ven- cion hacia el palacio de Venecia.
tanas . Entre tanto , disponed de mi cochero, de mi co- -¡Ah, mio caro! dijo á Franz, ¿no habeis visto?...
che y de mis criados. -¿Qué? le preguntó Franz.
Se nos habia olvidado decir que el cochero del con- -Aquel carruaje lleno de labradoras romanas?
de se habia puesto, con toda la gravedad imaginable, -No.
una piel de oso negra, exactamente igual á la de Odry -Estoy seguro de que son hermosísimas.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
217
atrás
itud, -¡Lástima que esteis de máscara, mi querido Al-
berto ! Era la ocasion de vengar vuestro fiasco amo- | que habia ido á buscarle á las cuatro al palacio Ros-
acer roso. poli.
-¡Oh ! respondió el jóven en tono casi jovial y Pastrini tenia la comision de brindar á los dos ami-
ofer casi de convencido; espero que no pasará el carnaval gos de parte del conde con la llave de su palco en el
pues sin traerme alguna ocasion de venganza . teatro de Argentina .
bra-
del A pesar de estas ilusiones , pasó aquel dia sin otra Franz trató de enterarse de lo que pensaba hacer
aventura que la del carruaje de labradoras , que se lo Alberto ; pero antes de ir al teatro tenia este que
volvieron á encontrar dos o tres veces .
realizar proyectos muy grandes .
En uno de estos encuentros , fuese por casualidad 6 En vez de responderle el jóven , preguntó á maese
de propósito , se le cayó á Alberto la careta . Pastrini si podria proporcionarle un sastre.
Esta misma vez el jóven arrojó al carruaje todas las -¡Un sastre ! esclamó el fondista ; ¿para qué?
flores que le quedaban . -Para que nos haga de aquí á mañana dos trajes
Sin duda á una de aquellas en que Alberto creia des- de labrador romano , todo lo elegantes que sea posible,
cubrir mugeres divinas con el traje de labradoras , le dijo Alberto .
agradó esta galantería , pues á su vez cuando volvió á Maese Pastrini meneó la cabeza.
pasar el carruaje de los dos amigos , le arrojó un ramo -¡Haceros dos trajes de aquí á mañana ! esclamó.
de violetas .
Ese es un capricho puramente á la francesa, y perdó-
Alberto se apresuró á cogerlo, y como Franz no nenme vuestras escèlencias . ¡ Dos trajes ! ¡ cuando en
tenia motivo alguno para sospechar que á él fuese ocho dias no encontrareis ciertamente un sastre que
dirigido , lo dejó hacer su gusto. consienta en pegar seis botones á un chaleco , aun-
Půsolo Alberto con aire de triunfo en un ojal, y si-
guió su marcha el carruaje .
que se los pagueis á escudo cada uno !
二 -¿Con que es preciso renunciar á mi deseo ?
-Ea, le dijo Franz , eso ya es el prólogo de una -No .
aventura. Dejadlo ,á porq ue encontraremos hechos los trajes .
mi cargo , que mañana al despertar encon-
-Creo que sí, aunque os burleis cuanto se os an- trareis una coleccion de sombreros , de chaquetas y
toje . Ya no me separo de este ramillete . de pantalones , que no habrá mas que pedir .
-¡Y haceis bien, por Cristo ! repuso Franz con son -Mio caro , dijo Franz á Alberto , pongámonos en
risa : es una contraseña para reconoceros . las manos de nuestro fondista , que ya nos ha probado
Pronto tomó esta broma un aire de realidad, pues que es hombre de recursos. Comamos ahora tranqui-
cuando se cruzaron de nuevo los dos carruajes , si- lam
ente, y vámonos luego al teatro á oir La Italiana
guiendo sus respectivas hileras, la contadina que en Argel.
arrojó á Alberto el ramillete , batió las palmas al ver -Iremos , pues , á La Italiana en Argel , añadió
en dónde lo llevaba. Alberto ; pero tened en cuenta , maese Pastrini , que
-¡Bravo , mio caro , bravo ! le dijo Franz . Esto mar- á este caballero y á mí , añadió señalando á Franz,
cha. ¿Quereis que os abandone? ¿ quereis mejor estar nos interesa muchísimo el tener mañana los trajes
solo?
que os hemos pedido .
-No, no arriesguemos nada. No quiero dejarmenian El que vol
fondis taver pengur
lesá ase saróenporello
últ, ima vezser
y que que serfe-
ian no vi-
engañar como un doctrino á las primeras de cambio . dos , con lo que Franz y Alberto subieron á quitarse
Si la hermosa labradora desea que esto pase adelante , sus trajes de payaso .
mañana la encontraremos , ó ella nos encontrará , por
decirlo mejor, y con darme muestras de sí yo veré lo
Al quitarse el suyo Alberto estrechó á su cora-
que me toca hacer. zon el ramo de violetas , que era la contraseña que
-En verdad , mi caro Alberto , dijo Franz , que sois le habia de servir para ser reconocido al dia si-
sabio como Nestor y prudente como Ulises . Si vuestra guiente.
Circe logra trasformaros en animal , muy traviesa ha Luego pusiéronse á comer los dos amigos , no sin
de ser .
que reparara Alberto la notable diferencia que existia
Tenia razon Alberto. entre el cocinero de maese Pastrini y el del conde de
La hermosa desconocida habia resuelto sin duda no Monte- Cristo .
llevar la intriga mas lejos aquel dia , pues aunque die-
A pesar de la prevencion con que al parecer miraba
ron los jóvenes muchos mas paseos no volvieron á todo lo relativo al conde , en obsequio à la verdad tu-
ver el carruaje que buscaban . Sin duda habia desapa- vo Franz que confesar , que el que llevaba la ventaja
recido por alguna de las calles próximas . en el paralelo no era el cocinero de maese Pastrini.
Con esto se tornaron al palacio Rospoli ; pero el postres llegó un criado á informarse de la ho-
conde tambien habia desaparecido con el dominó ra A los
azul. á que querian el carruaje los dos jóvenes.
Franz y Alberto cruzaron una mirada con verdade-
Las dos ventanas laterales seguian ocupadas por
ro temor de ser indiscretos .
personas que él habria convidado probablemente . El criado los comprendió.
En este mo mento la campana que tocó para el prin- -S u escelencia el conde de Monte- Cristo , dijo , ha
cipio de la mascherata tocó para el fin.
dado la órden terminante de que el coche esté todo
Al pun to se rom pie ron las filas de los car ruajes del el dia á disposicion de sus señorías , con que sus se-
Corso , desapareciendo todos instantáneamente por las ñor ías pueden disponer de él sin temor de pecar de
calles trasversales .
indiscretos .
A esta sazon se hallaban los dos amigos enfren - se Co ent det liberm
ertina de laloscor
n esto era
,con se ad ron jóvtes ía del
ene con cha
á aprovede y
, r-
te de la via de la Maratta : echó por ella el coche mandaron enganchar , mientras sustitsuia n su traje de
ro sin despegar sus labios , y pasando por la plaza de etiqueta al traje de mañana , ajado un si es no es en
España , y costeando el palacio Poli, se detuvo á la la mascarada .
puerta de la fonda.
Maese Pastrini salió á recibir á sus huéspedes á la
misma puerta . En seguida se fuéron al teatro de Argentina , é ins-
taláronse en el palco del conde.
El pri mer cui dado de Fr anz fué inq uir ir not ici as
del conde , y manifestar el sentimiento que le habia desEn medio del acto primero entró en el suyo la con-
a de G...
causado no haberse reunido á tiempo oportuno con él;
Como su primera mirada se dirigió al sitio en que
pero Pastrini lo tranquilizó diciéndole, que el conde de habia visto al conde la víspera , vió á Franz y á Alber-
Monte-Cristo habia pedido otro coche para él , coche
to en el palco de aquel de quien manifestó á Franz
tan estraña opinion hacia veinticuatro horas.
218 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Con tal tenacidad se fijaban en él los gemelos de la muerzo; durante la mascheratta hemos corrido el Cor-
condesa , que Franz conoció que seria muy cruel si so en su carruaje, y esta noche, en fin, venimos á su
retardase mas tiempo la satisfaccion de su curiosidad; palco.
con que usando del privilegio de los espectadores ita- -¿Luego le conoceis?
lianos , que consiste en hacer de los teatros salas de -Sí y no.
estrado , salieron de su palco los dos amigos para ir á -¿Cómo es eso?
ofrecer sus respetos á la condesa. -Es una historia muy larga.
Apenas si habian entrado , cuando esta hizo seña á -¿Que me contareis por supuesto?
Franz de que se sentara en el sitio de preferencia. - Os daria mucho miedo.

¿Y es conde? -Conde toscano.

Alberto se sentó detrás. -Razon de mas.


-¿Con que segun parece , dijo sin dar apenas tiem- -Esperad siquiera que llegue al desenlace .
po á Franz para sentarse; segun parece, lo primero en -Convenido . Me gustan las historias completas .
que habeis pensado ha sido trabar relaciones con ese Decidme entre tanto ¿cómo habeis trabado relacio-
nuevo lord Ruthwen , y ya sois los mejores amigos nes? ¿quién os presentó á él?
del mundo? -Nadie. El, por el contrario, hizo que le presenta-
-Sin que hayamos llegado á tanto , como decís, sen á nosotros.
en recíproca intimidad , no puedo negaros , señora -¿Cuándo?
condesa , respondió Franz , que todo el dia hemos es- -Anoche , después que nos separamos .
tado abusando de su amabilidad. -¿Por qué conducto?
-¿Cómo todo el dia? -¡Oh Dios mio! por el conducto altamente prosaico
-Esa es la verdad . Esta mañana aceptamos su al- de nuestro posadero .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 219

-¿¡Pues vive en el hotel de Londres como vos? Eligieron los dos amigos dos iguales , que les sen-
-No solo en el mismo hotel , sino en el mismo piso. taban bien con cortas enmiendas , y encargaron al
-¿Cómo se llama? ¿sabreis su nombre sin duda? maese que mandara coser á sus sombreros unas
-Si señora. quince 6 veinte varas de cinta, y que les buscase dos
-¿Cómo?... de esas lindas fajas de seda á rayas trasversales y de
-El conde de Monte-Cristo. colores fuertes, que tienen la costumbre de llevar á la
-¿Qué nombre es ese? ese no es nombre de fa- cintura los hombres del pueblo los dias de fiesta.
milia. Alberto ardia en deseos de ver cómo le sentaba su
-No, es el de una isla que ha comprado. traje, que se componia de un justillo y unos panta-
-¿Y es conde? lones de terciopelo azul con bordados en las costuras,
-Conde toscano. zapatos de lazo y chaleco de seda.
-En fin , ¿qué se ha de hacer? lo tragaremos co- Con traje tan pintoresco no podia menos Alberto
mo hemos tragado tantos otros , repuso la condesa , que de ganar en belleza; con que cuando su faja ciñó su
pertenecia á una de las familias mas ilustres de Ve- talle elegante , y cuando inclinado su sombrero un si
necia. ¿Y qué clase de hombre es? es no es , le caia sobre la espalda un diluvio de
-Preguntádselo al vizconde de Morcef. cintas , viose obligado Franz á confesar que entra
-Ya lo ois , caballero, à vos me envian , dijo la por mucho el traje en la superioridad física que tal
condesa. vez concedemos á ciertas naciones.
-Muy descontentadizos fuéramos, señora , si no Los turcos, tan pintorescos antaño con sus largas
nos pareciese inmejorable , respondió Alberto. Un túnicas de colores vivos, ¿no parecen hoy asquerosos
amigo de diez años no hubiera hecho mas que él por con sus redingotes azules abotonados, y sus gorros
nosotros, y eso con una amabilidad, con una cortesía, griegos, que los semejan á botellas de vino con tapon
que lo declaran verdadero hombre de mundo. lacrado?
-Al fin vereis, dijo sonriendo la condesa , cómo mi Llenó, pues, Franz de lisonjas á Alberto , que delan-
vampiro viene á parar en algun ricote del dia, que te del espejo se sonreia con un aire de satisfaccion
pugna porque le perdonemos sus millones, y que ha indudable.
bra parodiado á Lara para que no se le confunda con En esto apareció el conde de Monte-Cristo .
Rothschild. Y á ella ¿la habeis visto? -Señores, les dijo , como por muy agradable que
-¿Quién es ella? preguntó Franz sonriéndose. sea un compañero agradable , la libertad lo es mas
-La griega tan hermosa de ayer. todavía ; vengo á deciros , que por hoy y los dias sub-
-No. Creemos haber oido su guzla; pero permane- siguientes dejo à vuestra disposicion el coche que
ció invisible. ayer habeis ocupado. Nuestro fondista ha debido de-
-Eso de invisible , mi caro Franz , lo decís sin duda ciros que tengo en sus cocheras tres é cuatro ; con
por hacer el misterioso , dijo Alberto. ¿Pues quién que no me hareis mala obra : disponed de él como
creeis que fuese aquel dominó azul que vimos á la mejor os plazca, sea para fiestas sea para negocios.
ventana colgada de damasco blanco? Nuestro punto de reunion , por si algo se nos ocurre
-¿Qué ventana es esa? preguntó la dama. decirnos mutuamente, será el palacio Rospoli.
-Una del palacio Rospoli. Bien quisieran los dos jóvenes poner algun reparo ;
-Qué, ¿tenia el conde tres ventanas en el palacio pero en verdad no se les ocurria ninguno, ni razon
Rospoli? para desechar un ofrecimiento que les venia como de
-Si. ¿Habeis pasado por la calle de la Carrera? molde.
-Sin duda. Al fin aceptaron.
-Reparasteis en dos ventanas colgadas de damas- El conde permaneció en su compañía un cuarto de
co azul, y otra colgada de damasco blanco con una hora , hablando en todo con suma facilidad.
cruz roja? Las tres eran del conde. Como ya se ha podido advertir , era conocedor de la
-¡Ah, sí! pero ¿es un Nabal ese hombre? Sabeis literatura de todos los países.
lo que valen tres ventanas como esas en los ocho dias Una mirada á las paredes de su casa probó á Franz
de carnaval, y en el palacio Rospoli , es decir, en el y Alberto que tambien era inteligente en pintura .
mejor sitio del Corso? Algunas frases que sin pretension alguna pronunció,
-Doscientos ó trescientos escudos. les probaron que tampoco á las ciencias era profano.
-Decid mejor dos ó tres mil. Sobre todo parecia que se hubiese dedicado á la qu´-
-¡Cáspita! mica con particular predileccion.
¿Será su isla la que le produce tan brava renta? Ni por asomo habian pensado los dos amigos en
-Su isla no le produce un junco. devolverle el almuerzo qué les habia dado; pues hubie-
¿Por qué la ha comprado entonces? ra sido broma de mal gusto brindarle con las viandas
-Por capricho . de maese Pastrini, á cambio de sus delicadísimos
-¿Luego es un hombre estravagante? manjares.
-La verdad es que me ha parecido muy escén- Así se lo dijeron francamente, y él recibió sus es-
trico, dijo Alberto. Ši viviese en París , si frecuentase cusas como hombre que sabia apreciar esta delicadeza.
nuestra sociedad, creeria una de dos cosas : ó que es El conde habia fascinado á Alberto enteramente , y "
un hombre que se divierte de mala manera, ó que es á no ser porque sabia tanto, le hubiera tenido por to-
un pobre diablo , entontecido por los libros modernos. do un aristocrata.
Esta mañana dijo dos ó tres cosas dignas de Didier ó La libertad de disponer á su capricho del carruaje,
de Antony . le llenaba particularmente de júbilo. Tenia ya trazados
En este momento entró una visita, y segun la cos- sus planes con aquellas lindas labradoras, y como la
tumbre, le cedió Franz su sitio. víspera ocupaban un carruaje elegante, agradábale so-
Ambas circunstancias dieron por resultado un cam- bremanera el presentarse á ellas con igual tren.
bio de conversacion . A la una y media bajaron.
Una hora después volvian al hotel los dos amigos. El cochero y los lacayos habian tenido el capricho
Maese Pastrini no se habia olvida o de los consabi- de ponerse sus libreas sobre sus trajes de máscara,
dos trajes de máscara, y les prometió que quedarian con que presentaban un aspecto mas grotesco aun
satisfechos de su actividad.
que la víspera , valiéndoles enhorabuenas de Franz y
Con efecto, á las nueve de la mañana siguiente de Alberto.
entraba en la habitacion de Franz con un sastre, y En su sentimentalismo , Alberto se habia colocado
ocho ó diez trajes de labradores romanos . en el ojal su ramo de violetas marchitas.
220 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

A la primera campanada se lanzaron á escape por Es escusado decir que las coqueterías de Alberto y
la via Vittoria á la calle de la Carrera. de la payasina duraron todo el dia.
A la segunda vuelta que dieron , un ramo de viole- Al volver por la noche á la fonda se halló Franz con
tas frescas disparado de un coche lleno de payasos, una carta de la embajada , en que le anunciaban que
vino á caer al del conde , indicando á Alberto que así á la mañana siguiente tendria el honor de ser recibido
como él y su amigo , las labradoras habian cambiado por Su Santidad .
de traje, y que fuese por casualidad ó por un senti- En cada viaje que habia hecho anteriormente á Ro-
miento igual al suyo , mientras ellos tomaban el traje ma habia solicitado y obtenido el mismo favor ; no so-
de ellas , ellas tomaban el de ellos. Jamente por devocion, sino por gratitud , ni una sola

En esto apareció el conde de Monte-Cristo.

Colocó Alberto su ramo en lugar del marchito , pe- | vez habia pisado la capital del orbe cristiano sin ren-
ro no sin conservar este, que cuando pasó otra vez dir un homenaje respetuoso á los piés de ese sucesor
junto al coche lo llevó á sus labios amorosamente ; ac- de San Pedro , modelo raro de todas las virtudes .
cion que al parecer agradó mucho , no solo á la que
se lo habia dado , sino tambien á sus locas amigas. Aquel dia pues no habia que pensar en el carnaval,
porque aunque es tanta su bondad como su grandeza,
La fiesta estuvo no menos animada que la del dia nadie se prepara sin profundísimo respeto á arrodillar-
anterior ,y es probable que un observador profundo se ante ese noble y santo anciano que se llama Grego-
hasta hubiera hallado aumento de alegría y de tu-
multo. rio XVI.
El conde asomó un instante en su ventana ; pero mente, el Vaticano
Desdeevitando , Fran
hasta z volvi
el pasar poró al
la hotel decid
calle de ida-
la Car-
cuando el coche volvió á pasar por allí ya había des- rera .
aparecido.
Llevaba un tesoro de pensamientos pios , que hu-
01
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 221

biera profanado el solo aliento de la mascheratta. Hízose de rogar Alberto todo el tiempo justamente
A las cinco y diez minutos volvió Alberto. que exige la política de la amistad , y al cabo confesó
Estaba loco de alegría. á Franz que le haria un servicio muy grande deján-
La payasina habia vuelto á su traje de labradora, y dole solo en el coche toda la mañana siguiente.
al pasar por delante del coche de Alberto se habia le- A la ausencia de su amigo atribuia Alberto la bon-
vantado la careta. dad de la hermosa labradora , que habia llegado hasta
Era preciosa. levantarse la careta.
Dió Franz sinceramente su enhorabuena á Alberto, Ya se comprende que Franz no era bastante egoista
que la recibió como hombre que la merecia. para servir de obstáculo á Alberto en el principio de

www

Era preciosa.

De ciertas cosas de mucha elegancia, habia deduci- | una aventura, que prometia dejar su curiosidad y su
do que su hermosa desconocida debia de pertenecer á amor propio satisfechos .
la aristocracia mas alta. Conocia demasiado bien cuánta era la indiscrecion
Estaba determinado á escribirla á la mañana si- de su digno amigo , para dudar un punto de que le
guiente. . tuviera al corriente de toda aquella amorosa intriga,
Después que Fr y como en los dos años que llevaba de recorrer la Ita-
anz recibió esta confidencia, pare-
ciole advertir que su amigo queria pedirle alguna cosa lia en todas direcciones , nunca le pasó por el magin
y no llegaba á atreverse . el emprender otra semejante por su propia cuenta,
Manifestóselo claramente, no sin asegurarle de an- no le desagradaba á Franz el enterarse de los trámites
temano que estaba dispuesto á hacer en aras de su y consecuencias que tenian.
felicidad todos los sacrificios posibles . Ofreció pues & Alberto contentarse con ser á la
222 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

mañana siguiente espectador, desde las ventanas del


palacio Rospoli. -¿Qué tal? ¿me engañaba yo? le dijo.
Con efecto, á la mañana siguiente cumplió su pala- ¿Os ha contestado? esclamó Franz .
-Leed.
bra, y vió pasar á Alberto.
Llebaba un enorme ramillete, que era sin duda el Fué pronunciada esta palabra con una entonacion
portador de su epístola amorosa. imposible de describir.
Franz leyó:
Trocose esta sospecha á certidumbre, cuando vió
Franz el mismo ramo, que era notable por un círculo «El martes , á las siete de la noche , apeaos de vues-
»tro carruaje enfrente de la via de los Pontífices, y

171

Leed.

de camelias blancas que tenia , en manos de una paya-


sa encantadora. »seguid á una labradora romana que os quitará vues-
>>tro moccoletto.
Con esto, á la noche no estaba ya Alberto loco, sino
»>Para que pueda reconoceros al llegar al primer
delirante, pues no dudaba de que la payasa le contes- escalon de la iglesia de San Giacomo, llevareis en
taria por el mismo conducto. >>el hombro un lazo de color de rosa."
Adivinando Franz su deseo , lo previno con decirle >>Hasta entonces no me volvereis á ver.
que le fatigaba aquel bullicio, y que habia decidido >>Constancia y discrecion . »>
emplear la mañana siguiente en repasar su album, y
en corregir sus apuntes de viaje. -Y bien, ¿qué os parece? dijo Alberto á Franz
terminada la lectu ra .
Por lo demás, no se engañaba Alberto en sus pro-
nósticos . Al dia siguiente por la noche le vió entrar -Paréceme, respondió Franz , que toma esto el
Franz en su habitacion brincando de júbilo , y agitan- carácter de una aventura muy agradable.
do en sus manos un papel. -Yo pienso lo mismo, dijo Alberto , y recelo que
vais á ir solo al baile del duque de Bracciano.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 223

Nuestros jóvenes habian sido convidados aquella Vanamente hubiera querido desconocer lo bello de
misma mañana por el célebre banquero de Roma. aquella cabeza hermosa, cuya palidez era el único de-
-Tened presente, mio caro, le dijo Franz, que toda fecto ó acaso el mérito principal.
la aristocracia irá al baile del duque; con que si vues- Héroe de lord Byron en carne y hueso, no podia
tra hermosa desconocida pertenece á ella, no podrá Franz, no digamos verle, sino ni aun pensar en él,
menos de ir tambien. sin representarse en aquel rostro sombrío á Manfredo
-Vaya ó no vaya, me aferro á la opinion que he ó á Lara.
formado , repuso Alberto. ¿ Habeis leido la carta? En su frente se advertia esa arruga que indica un
-Si. esclusivo pensamiento amargo y tenaz. Eran sus ojos
-Ya sabeis que en Italia reciben muy mala educa- de esos ojos ardientes que penetran á lo mas recóndi-
cion las mugeres de mezzo cito. to del alma , y tenia esos labios altivos y sarcásticos
(Así se llama en Italia á la clase media.) que dan á sus palabras ese no sé qué, que las hace
-Sí , tornó á repetir Franz. grabarse profundamente en la memoria de los que las
-Pues volved á leer la carta , reparad la letra, y á oyen.
que no encontrais una falta de estilo ó de ortografía . Monte-Cristo no era jóven, lo menos tenia cuarenta
(Con efecto, la letra era bellísima, y á la ortografía años , y sin embargo , á primera vista se comprendia
nada pudiera pedírsele .) que estaba predestinado á dominar á los jóvenes con
-Estais predestinado, dijo Franz á Alberto, devol- quien se encontrase.
viéndole su epístola . La verdad es que para mayor semejanza con los
-Reid y burlaos cuanto se os antoje; estoy ena- héroes del poeta inglés, parecia que el conde tuviese
morado, añadió Alberto: el don de fascinar.
-¡Oh Dios mio! ¡me horripilais! esclamó Franz. Ya Alberto se hacia lenguas celebrando el encuentro
veo que no solo iré sin vos al baile del duque de Brac- de tal hombre, y aunque estuviese Franz menos entu-
ciano , sino que tambien volveré sin vos á Florencia . siasta , se doblaba á la influencia que ejercen sobre
-La verdad es que si mi desconocida es tan her- cuantos los rodean los hombres superiores.
mosa como amable , os declaro que me fijo en Roma Pensando en aquel proyecto que ya dos ó tres veces
por seis semanas lo menos. Roma me gusta mucho , y habia manifestado el conde que tenia de ir á París , no
ya sabeis además que he sido siempre aficionado á la dudaba de que con su carácter escéntrico, su fisono-
arqueología. mía fantástica y su fortuna colosal, dejase de meter
-Ea pues , con otra aventura ú otras dos como la mucho ruido.
presente , os veremos miembro de la Academia de Y sin embargo deseaba no hallarse en París cuando
Inscripciónes y Buenas letras. él fuese.
Iba Alberto sin duda á sostener su derecho al sillon Pasó la noche como pasan todas comunmente en
académico , cuando entraron á avisar que la mesa los los teatros de Italia, no en oir á los cantantes, sino
esperaba. en hacer visitas y charlar.
Nunca el amor le había quitado á Alberto el ape- Quiso la condesa de G... renovar la conversacion
tito . del conde; pero anunciole Franz que tenia que con-
Aplazando para después la discusion, sentáronse al tarle otra cosa mas nueva, y pese á los trasportes de
punto los dos jóvenes á la mesa. falsa modestia de Alberto , le refirió el gran suceso que
Después de comer , anunciaron al conde de Monte- hacia tres dias ocupaba á los dos amigos enteramente.
Cristo. Como no son raras en Italia estas intrigas, á lo me-
Hacia dos dias que no le habian visto. nos si se da crédito á los viajeros , no manifestó la con-
Cierto asunto le habia llamado á Civita-Vecchia , se- desa incredulidad alguna , felicitando á Alberto por los
gun dijo maese Pastrini. principios de una aventura que prometia tener un re-
Había marchado la víspera por la noche , y solo ha- sultado satisfactorio.
cia una hora de su vuelta. Con esto se despidieron hasta el baile del duque de
Estuvo el conde admirable. Bien que de suyo lo Bracciano , al cual estaba convidada Roma entera .
procurara , bien que la ocasion no fuera para desper- La dama del ramillete cumplió su palabra. Ni al dia
tar en él las fibras acres que en amargas palabras ha- siguiente ni al otro la volvió á ver Alberto .
bian ya resonado en su corazon dos o tres veces , no Al fin llegó el martes , el último y el mas desenfre-
dió muestra alguna estraordinaria de su genio . nado de los dias de carnaval.
Para Franz era este hombre un verdadero enigma. Este dia se abren los teatros á las diez de la maña-
No podia dudar el conde de que el jóven viajero le na , porque desde las ocho de la noche en adelante ya
hubiese reconocido , y sin embargo , ni una sola pa- es cuaresma.
labra habia desde su nuevo encuentro salido de su Todos los que por falta de tiempo , de dinero ó de
boca que indicase recuerdo de haberle visto otra vez. entusiasmo no han tomado parte en las anteriores
Aunque Franz por su parte se pereciera por hacer fiestas , se mezclan el martes á la bacanal , y déjanse
alusion á aquella entrevista, el temor de desagradar á llevar por la orgía, dándole su tributo de alboroto y
un hombre que á él y á su amigo los habia abrumado locura.
á servicios , pudo mas que su deseo , y le hizo prose- Desde las diez hasta las cinco pasearon Franz y Al-
guir en reserva igual á la suya. berto entre la hilera de carruajes , cambiando puña-
El conde habia sabido que los dos amigos quisieron dos de confetti con los de la hilera opuesta , y con los
tomar un palco del teatro de Argentina y hallaron que transeuntes que circulaban entre los piés de los caba-
estaban vendidos todos. llos y entre las ruedas de los coches , sin que sobre-
El motivo aparente al menos de su visita era llevar- viniese el menor accidente , ni una disputa siquiera ,
les la llave del suyo . ni una desgracia.
Manifestaron Franz y Alberto algunas dificultades , Bajo este punto de vista no tienen los italianos com-
alegando temor de privarle á él del palco ; pero les res- paracion con ningun otro pueblo.
pondió que aquella noche iba al teatro de Palli, y que Las funciones son siempre funciones para ellos.
por consiguiente quedaria vacío si no lo ocupaban El autor de este libro , que ha vivido en Italia cinco
ellos. ó seis años , no recuerda haber visto nunca turbada
Esto los determinó á aceptar su oferta . una solemnidad por uno solo de los sucesos que son
Franz se habia ido poco a poco acostumbrando á la el corolario obligado de las nuestras .
palidez del conde, que tanto efecto le hizo la vez pri- A Alberto le iba muy bien con su traje de payaso.
mera que lo vió. A la espalda llevaba un lazo de cinta de color
224 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

de rosa , cuyas puntas le llegaban hasta las piernas. Verificanse estas evoluciones con inconcebible des-
Para que nadie pudiera confundirlos, Franz conser- treza y rapidez maravillosa, sin que la policía tenga
vaba su traje de labrador. que ocuparse para nada en señalar á cada uno el sitio
A medida que se acercaba el dia á su fin iba cre- que le corresponde ó el camino que debe seguir.
ciendo el tumulto . Ni en todo aquel espacio , ni en to- Los transeuntes se arrimaron á las paredes.
dos aquellos carruajes, ni en todas aquellas ventanas, Al punto oyose un gran ruido de armas y de caba-
habia boca cerrada, ni brazo inmóbil . Era una verda- llos.
dera tempestad humana, con sus truenos, que eran los Un escuadron de carabineros, á quince en fondo,

alhozlow
ng indon

oni

ob

Viéronse pasar , raudos como sombras , siete ú ocho caballos.

gritos , y su lluvia, que eran los dulces , los ramilletes, recorrió á galope la calle del Corso en toda su esten-
los huevos, las naranjas y las flores. sion , despejándola para hacer plaza á los barberis.
A las tres el ruido de los morteretes disparados á Otra descarga de morteretes anunció que la calle
la vez en la plaza del Popolo y en el palacio de Vene-
cia, sofocando con mucho trabajo este tumulte hor- lacio delimpia
estaba , y que el escuadron habia llegado al pa-
Venecia.
rible, anunció que iban á comenzar las carreras. Casi al propio tiempo , en medio de un clamor univer-
Las carreras , como los moccoli , son uno de los epi- sal, inmenso, viéronse pasar, raudos como sombras ,
sodios peculiares á los últimos dias de carnaval. siete ú ocho caballos , azuzados por los gritos de tres-
Al rumor de los morteretes rompieron filas los
cientas mil personas , y por los latigazos que les des-
carruajes como por ensalmo , refugiándose cada uno cargaban.
en la calle traviesa mas cercana al sitio donde se en-
contraban. El castillo de Saint-Angelo disparó luego tres ca-
ñonazos, para anunciar que habia ganado el número 3.

ww
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 225

Al punto , sin necesidad de otro aviso , volvieron á Pero ha encontrado mil medios para quitarla ; bien
circular los carruajes en direccion al Corso, desbor- que el diablo le ayuda no poco á esta sublime em-
dándose por todas las calles como torrentes compri- presa.
midos que vuelven á su cauce , y luego recobran El moccoletto se enciende aproximándolo á cual-
su curso, juntos en uno mas caudaloso y mas potente quiera luz.
que nunca. ¿Pero quién dirá los mil medios inventados para
Un nuevo elemento de ruido y de algazara se unia apagar los moccolettos? ¿Quién dirá los soplos gigan-
ahora á la turba: acababan de entrar en escena los tescos , los apagadores monstruosos , los abanicos co-
vendedores de moccoli. losales?

www

...Y sin que él hiciese resistencia alguna arrancole el moccoletto.

Los moccoli ó moccoletto son unas como velas de Todos se apresuraron á comprar moccolettos, y
diferentes tamaños, desde el cirio pascual hasta el ce- Franz y Alberto tambien.
rillo, que inspiran á los espectadores del gran dra- La noche se venia á mas andar, y ya á los gritos
ma que cierra el carnaval romano, dos tentaciones de-¡moccoli! -repetidos por las voces estentóreas
opuestas : de mil vendedores , dos ó tres llamaradas brillaron
1. La de conservar encendido su propio mocco- entre la inmensa turba .
lello. Aquella fué la señal.
2. La de apagar el moccoletto de los demás. A los cinco minutos brillaban cincuenta mil luces,
El moccoletto es un trasunto de la vida . El hombre bajando desde el palacio de Venecia á la plaza del
solo ha encontrado un medio de trasmitirla, y este Popolo, y subiendo desde la plaza del Popolo al pala-
medio emana de Dios. cio de Venecia.
SEGUNDA SBRIB.-ENTREGA 115. 15
226 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Parecia una funcion de fuegos fatuos. Ya estaba puesta la mesa, y como Alberto le habia
Nadie, si no lo ha visto, puede formarse idea de este prevenido que no contaba con regresar muy pronto ,
espectáculo. se puso solo á comer.
Figúrese el lector que todas las estrellas bajan del Maese Pastrini , que estaba acostumbrado á verlos
cielo para tejer en la tierra una danza fantástica , al comer juntos, quiso informarse de aquella alteracion;
son de gritos que nunca los ha oido iguales el hombre pero el jóven le dijo solamente que Alberto estaba
en toda la redondez de la tierra. convidado en otra parte desde la víspera .
En este momento particularmente es cuando todas La súbita estincion de los moccoletto , aquella os-
las clases de la sociedad se mezclan y se confunden. curidad profunda que los habia reemplazado , y el si-
El facchino da el brazo al príncipe , el príncipe al lencio que al tumulto habia seguido , ponian en el jó-
transtiberino , el transtiberino al labrador, y todos so- ven una tristeza que se acercaba no poco á la in-
plan y apagan y encienden . quietud.
Si apareciera el viejo Eolo en este momento seria A pesar de los oficiosos cuidados del fondista , que
proclamado rey de los moccoli, y Aquilon heredero vino dos ó tres veces á preguntarle si necesitaba de
presunto de la corona . algo , comió en el mayor silencio .
Dos horas sobre poco mas ó menos dura esta satur- Estaba determinado á esperar á Alberto hasta cual-
nal de Juces. Alumbrada la calle de la Carrera como quiera hora en que volviese .
con la del sol de mediodía, se distinguen las facciones Advirtiendo que el coche estuviese dispuesto para
de todos los concurrentes , aun de los que están en las once , rogó á maese Pastrini que le avisara al ins-
cuartos ó quintos pisos. tante en que Alberto regresase al hotel.
De cinco en cinco minutos sacaba Alberto su reloj , A las once no habia vuelto aun.
hasta que señaló las siete . Vistiose pues Franz y salió , previniendo á Pastrini
Hallábanse justamente los dos amigos enfrente de que pasaba la noche en casa del duque de Bracciano .
la via dei Pontefici , con que Alberto se apeó con su La casa del duque es una de las mejores de Roma ,
moccoletto en la mano . y su muger, uno de los últimos vástagos de los Colon-
Dos ó tres máscaras intentaron apagárselo; pero co- nas, hace los honores con una amabilidad sin par . De
mo era hábil boxador las echó á rodar á diez pasos de todo esto resulta que sus bailes tienen una fama
sí, prosiguiendo su camino bácia San Giacomo. europea.
Las escaleras estaban llenas de curiosos y de más- Franz y Alberto llevaron á Roma recomendaciones
caras luchando por arrancarse mutuamente los moc- para él , con que su primera pregunta á Franz fué
colettos. por su compañero de viaje .
Franz, que seguía con los ojos á Alberto , viole subir Respondiole el joven que le habia dejado á la hora
el primer escalon : casi al propio tiempo una máscara de apagarse los moccolettos, perdiéndole de vista en
con el traje bien conocido de la labradora de marras , la via Macello .
alargó el brazo, y sin que él hiciese resistencia alguna -¿Y no ha vuelto al hotel? le preguntó el duque.
arrancole el moccoletto. -Hasta ahora mismo he estado esperándole, res-
Estaba Franz demasiado lejos para oir las palabras pondió Franz .
que cambiaron ; pero sin duda no debieron de ser -¿Sabeis adónde iba?
hostiles, porque los vió alejarse de bracero . -Enteramente no; sin embargo , presumo que era
Púdolos algun tiempo seguir entre la multitud ; pe- cita amorosa .
ro en la via Macello los perdió de vista. -¡Diablo! esclamó el duque , mal dia es , 6 mejor
De repente sonó la campana que anuncia el fin del dicho , mala noche para retardarse tanto. ¿No es ver-
carnaval, y como por ensalmo apagáronse al instante dad , señora condesa?
todos los moccolettos . Estas palabras se dirigian á la condesa de G... que
Parecia que un solo é inmenso soplo los hubiese acababa de llegar, y á la sazon se paseaba del brazo
apagado á lá par. de Mr. Torlonia, hermano del duque.
Con esto hallose Franz en la oscuridad mas pro- -Paréceme al contrario que esta noche es divina ,
funda. respondió la condesa ; y los que se hallan aquí solo se
Al mismo tiempo cesaron todos los gritos , como si quejarán de una cosa , y es de que pase tan pronto.
el mismo soplo que habia apagado las luces hubiese -No hablo yo de las personas que se hallan aquí,
apagado tambien los sonidos. repuso el duque sonriendo , pues esas no corren otros
Solamente se oia el ruido de los carruajes en que peligros que el enamorarse de vos los hombres , y el
volvian las máscaras á su casa : solamente se veia al- rabiar de envidia las mugeres por veros tan hermosa.
guna luz fugitiva brillar á través de las ventanas . Hablo de los que andan por las calles de Roma.
El carnaval habia concluido. -¿Y quién anda á estas horas por las calles de Ro-
ma , á no ser que vaya á algun baile? preguntó la con-
CAPITULO XIV. desa.
-Nuestro amigo Alberto de Morcef, señora, res-
LAS CATACUMBAS DE SAN SEBASTIAN. pondió Franz . Le dejé siguiendo á su desconocida á
las siete de la noche, y no he vuelto á verle.
Acaso en toda su vida no habia sentido Franz una -¡Cómo ! ¿y no sabeis dónde está?
impresion tan violenta, una transicion tan rápida del -Absolutamente .
júbilo á la tristeza como en este momento , pues no -¿Lleva armas?
parecia sino que Roma se hubiese convertido en un -Va vestido de payaso .
vasto sepulcro al mágico poder de un demonio noc- -No debisteis dejarle , vos que conoceis mejor á
turno. Roma, dijo á Franz el duque.
Por un azar que aumentaba horror á las tinieblas , la -¡Oh! mas fácil hubiera sido detener al número 3 de
luna, en su cuarto menguante, no debia de salir hasta los barberi, que hoy ha ganado el premio de las car-
las once de la noche. reras, repuso Franz. Y de otra parte , ¿ qué le puede
Todas las calles que iba el jóven atravesando estaban suceder?"
oscuras como boca de lobo. —¿Quién sabe? la noche está muy oscura , y el Tí-
Por fortuna era corto el camino . ber muy cerca de la via Macello.
A los diez minutos su carruaje , ó dicho mejor el Franz sintió correr por sus venas un frio glacial
del conde de Monte-Cristo , paró á la puerta de la viendo acordes al duque y á la condesa con sus pro-
fonda de Londres. pios recelos .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
227

-Por eso dije al fondista que tenia el honor de


pasar la noche en vuestra casa , señor duque, añadió -¿Os volveremos á ver para que nos traigais noti-
Franz, con que vendrán á anunciarme su regreso . cias ? le preguntó la condesa .
-Mirad, dijo el duque, allí viene uno de mis cria- -Sí , como el suceso no sea grave , que entonces
tampoco respondo de mí mismo.
dos que creo que os busca.
El duque no se engañaba. Al ver á Franz el criado -¡Prudencia ! ¡ prudencia ! dijo la condesa.
se encaró con él. -¡Oh! descuidad .
-Escelencia, le dijo, el dueño de la fonda de Lon- Y cogiendo su sombrero salió Franz apresurado .
Habia despedido su carruaje , encargando que vol-

ra o

-¿Y os volveré à encontrar aqui ?-Por supuesto.

dres os avisa que os espera un hombre con una car-


ta del vizconde de Morcef. viera á las dos ; pero por fortuna el palacio de Brac-
-¡Con una carta! esclamó Franz . ciano, que cae por una parte á la calle del Corso y por
-Sí . la otra á la plaza de los Santos Apóstoles , está á diez
minutos de la fonda de Londres.
-¿Qué hombre es ese?
-Lo ignoro. Al acercarse á la fonda distinguió Franz un hom-
bre en medio de la calle , y desde luego se figuró que
-¿Por qué no ha venido aquí á traérmela? seria el emisario de Alberto.
-El criado de la fonda no me lo ha dicho.
Estaba embozado en una capa muy larga.
-¿Y dónde está el criado? Encaminose Franz á su encuentro ; pero con gran-
-Se marchó al verme entrar á buscaros en la sala
del baile . de admiracion suya , él fué el primero que habló.
-¡Oh Dios mio ! dijo la condesa á Franz. ¡ Corred , -¿Qué me quereis , escelencia ? dijo echando un
corred ! ¡ pobre jóven! quizás le haya sucedido algo . paso atrás, como hombre que quiere estar en guardia.
-Corro pues , dijo Franz. -¿Sois el que me trae una carta del vizconde de
Morcef? le preguntó Franz.
228 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Vive vuestra escelencia en la fonda de maese No había tiempo que perder.


Pastrini? Corrió á la cómoda , abriola , y en el cajon indicado
-Si. halló la cartera , y en la cartera la letra , que era en
-¿Es vuestra escelencia el compañero de viaje del todo de seis mil piastras; pero de estas seis mil habia
vizconde? ya gastado tres mil Alberto.
-Sí. Franz por su parte no tenia letra alguna. Como
-¿Cómo se llama vuestra escelencia? habitaba en Florencia y habia venido á Roma á pasar
-El baron Franz d'Epinay. siete ú ocho dias solamente , trajo unos cien luises , de
-Pues entonces para vuestra escelencia es esta carta. los cuales le quedarian cincuenta á lo sumo.
-¿Esperais contestacion ? le preguntó Franz to- Faltábanles pues á entrambos setecientas ú ocho-
mándola. cientas piastras para reunir la cantidad exigida.
-Sí ; por lo menos vuestro amigo la espera con Bien que para caso tan apretado podia contar
ánsia. Franz con la amabilidad de los señores Torlonia.
-Subid á mi cuarto y os la daré. Preparábase ya á volver sin pérdida de momento al
-Quiero mejor esperarla aquí , dijo sonriendo el palacio de Bracciano , cuando pasó por su mente una
mensajero. idea luminosa.
—¿Por qué? Pensó en el conde de Monte-Cristo.
Vuestra escelencia lo comprenderá cuando lea la Iba á decir Franz que llamasen á maese Pastrini,
carta. cuando le vió aparecer en persona .
-¿Y os volveré á encontrar aquí? -Mi caro señor Pastrini , le dijo al punto , ¿ presu-
Por supuesto. mis que esté el conde en su cuarto?
Entró Franz en el hotel : en la escalera topose con -Sí , escelencia , acaba de volver.
maese Pastrini. -¿Ha tenido tiempo de acostarse?
-¿Y bien? le preguntó este. -Lo dudo.
-Y bien , ¿qué? respondió Franz . -Pues llamad á su puerta , y os ruego que en mi
-¿Habeis visto al hombre que deseaba hablaros de nombre le pidais permiso para ir á verle.
parte de vuestro amigo? Apresurose maese Pastrini á hacer lo que se le de-
-Sí , le he visto, y me ha entregado esta carta, cia , y cinco minutos después estaba de vuelta .
respondió Franz. Haced que suban una luz á mi ha- -El conde espera á vuestra escelencia , dijo .
bitacion. Atravesó Franz el corredor , y un criado le intro-
El fondista mandó á un criado que fuese delante de dujo en la habitacion del conde.
Franz con una bujía. Era un gabinetito rodeado de divanes , que no habia
Habia reparado el jóven que maese Pastrini estaba visto Franz aun.
como aturdido , y esto le dió mas deseos de leer la El conde le salió al encuentro.
carta de Alberto . -¡Hola ! ¿qué buen viento os trae á estas horas
Así que estuvo encendida la bujía acercose á ella y por aquí ? le dijo. ¿Vendreis , por fortuna , á pedirme
abrió la carta. de cenar? Mucho os lo estimaria.
Estaba escrita y firmada por el mismo Alberto . -No , si no que vengo á hablaros en un asunto
Dos ó tres veces la leyó Franz : ¡ tan lejos estaba de grave.
presumir su contenido! -¡Un asunto ! esclamó el conde mirando á Franz
A continuacion la reproducimos testualmente . con aquella mirada escrutadora que le era habitual;
¿qué asunto es ese?
<<Querido amigo : -¿Estamos solos?
»Al punto que recibais esta carta , tened la bondad El conde se encaminó á la puerta, y volvió después
»de coger de mi cartera , que encontrareis en el cajon diciendo :
>>cuadrado de la cómoda , mi letra de cambio , y jun- -Enteramente solos .
>>tando con ella la vuestra si no alcanzase , corred á Franz le presentó la carta de Alberto .
>>casa de Torlonia á cobrar las cuatro mil piastras que -Leed , le dijo.
»entregareis al portador. El conde leyó la carta murmurando :
>>Es muy urgente que me envieis esta suma sin la —¡Ah ! ¡ah!
»menor tardanza. -¿Os habeis enterado de la postdata?
>>No insisto mas porque cuento con vos , como vos -Ší , respon dió : ya veo que:
>>podriais contar conmigo. «Se alle sei della mattina le quattro mile piastre
»P. D. Y belleve now to italian bandetti. >>non sono nelle mie mani , alle sette il conte Alberto
>>Vuestro amigo, »avia cessato di vivere.
»ALBERTO DE MORCEF. >> >>LUIGI VAMPA.>>
-¿Qué decís de eso ? le preguntó Franz.
Debajo de estas líneas habia escrito una mano es- -¿Teneis la suma que os piden?
traña estas otras en italiano : -Ší , menos ochocientas piastras.
El conde se acercó á su cómoda , la abrió, y sacan-
«Se alle sei della mattina le quattro mile piastre do un cajon lleno de oro , dijo á Franz :
>>non sono nelle mie mani , alle sette il conte Alberto -Espero que no me hareis la injuria de dirigiros á
»avia cessato di vivere (1) . otro que no á mí.
>>LUIGI VAMPA. » á
-Bien veis , por lo contrario , repuso Franz , que
vos acudo primeramente.
Con esta segunda firma lo comprendió todo Franz , -Y os lo agradezco . Tomad.
y la repugnančia del portador á subir á su cuarto. La Esto diciendo, hacia á Franz seña de que cogiera
calle era sitio para él mas seguro . dinero del cajon .
Alberto habia caido en poder del famoso capitan de -¿Es indispensable enviar á Vampa esta suma? le
bandidos de cuya existencia estuvo tanto tiempo preguntó el jóven mirándole fijamente.
dudoso. -¡ Diablo! juzgad vos mismo. La postdata está ter-
minante.
(1) Si á las seis de la mañana no están en mi poder las -Paréceme que si os tomarais el trabajo de bus-
cuatro mil piastras , á las siete habrá dejado de existir el conde carlo, quizás hallariais algun medio que simplificara
Alberto. un tanto el asunto.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
229
-¿Cuál ? preguntó el conde admirado. Y dinero?
-Por ejemplo si fuésemos juntos á buscar á Luigi
Vampa , estoy seguro de que no os negaria la libertad -Es inútil. ¿ Dónde está el portador de la carta?
de Alberto. -En la calle.
-¿A mí? ¿qué influencia quereis que yo tenga so- -¿Espera la respuesta?
bre ese bandido ? -Sí.
-¿No acabais de hacerle uno de esos servicios que -Es preciso saber adónde iremos . Voy á llamarle.
nunca se olvidan? -Será en vano. Se negó á subir.
-A vuestro cuarto es probable ; pero no al mio.

Peppino se hincó de rodillas, y cogiéndole la mano se la besó repetidas veces .

-¿Cuál ?
¿ No acabais de salvar á Peppino? Y asomándose el conde á la ventana del gabinete
-¡Ah ! ¡ah! ¿y quién os ha dicho eso? que caia á la calle, se puso á silbar de cierta inanera.
¿ Qué os importa ? yo lo sé. Separose de la pared el embozado, y avanzó hasta el
connci permaneció un instante mudo y con
de do comedio de la calle.
ceñElo fru .
el -¡Salite ! dijo el conde con un tono como si diera
-Si yo fuese á ver á Vampa ¿me acompañareis ? una órden á su criado.
-Si mi compañía no os desagrada... Obedeció el mensajero sin duda , sin tardanza , has-
Pues sea . El tiem po está magn ífic o , y un pase o ta con afan , y entró en el hotel. Cinco segundos des-
por la campiña de Roma nos hará provecho . pués estaba á la puerta del gabinete .
-¿Necesitamos llevar armas ?
-¡Ah! ¿eres tú, Peppino? dijo el conde.
-¿Para qué? Pero en lugar de responder Peppino se hincó de ro-
dillas, y cogiéndole la mano se la besó repetidas veces.
230 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-¡Ah! ¡ ah! esclamó el conde . ¿ No olvidaste aun -Sí . El francés la hizo telégrafos , y Teresa se en-
que te he salvado la vida ? ¡ qué milagro ! y eso que ya tretuvo en alentarle. El francés la arrojó ramos , y ella
hace ocho dias.
se los arrojó á él... todo, por supuesto, con consenti-
-No, escelencia, y nunca lo olvidaré, respondió miento del capitan , que iba en el mismo carruaje .
Peppino con acento de profunda gratitud ." -¡Cómo esclamó Franz : Luigi Vampa iba en el
¡ Nunca ! ¡ largo me lo fias! pero en fin, algo es ya carruaje de las labradoras romanas ?
que tú lo creas.- Levántate y responde. -El era el que lo conducia disfrazado de cochero,
Peppino echó á Franz una mirada de inquietud . respondió Peppino.

Beppo sacó un par de pistolas.

-¡Oh! puedes hablar delante de su escelencia, que -¿Y qué sucedió después? le preguntó el conde.
es un amigo mio .-Permitid que os dé este título, dijo -Después el jóven se quitó la careta , y Teresa
en francés el conde volviéndose á Franz : es necesario hizo otro tanto , siempre con anuencia del capitan ; el
para inspirar á este hombre confianza. francés le pidió una cita , y Teresa se la concedió,
-Podeis hablar delante de mí, repuso Franz: soy solamente que en vez de Teresa fué Beppo el que
un amigo del conde. acudió esta vez á los escalones de la iglesia de San
-Enhorabuena , respondió Peppino volviéndose Giacomo,
hácia Monte-Cristo á su vez. Interrógueme vuestra es-
-¡Cómo ! interrumpió Franz , aquella labradora que
celencia, que yo responderé. le arrancó el moccoletto...
-¿Cómo ha caido el vizconde Alberto en manos de
-Era un muchacho de quince años , respondió
Luigi? Peppino; pero no es mengua para vuestro amigo el
Escelencia, el carruaje del francés se ha encon- haber caido en el lazo , pues Beppo ha atrapado ya á
trado muchas veces con el de Teresa, otros...
-¿La querida del capitan? -¿Y Beppo fué el que se lo llevó estramuros?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 231

Justamente : al final de la via Macello los espera- | de San Gregorio, llegó á la puerta de San Sebastian.
et ba un coche . Beppo subió á él , invitando al francés á Quiso oponerse el conserje á que salieran ; pero el
seguirle: no se lo hizo repetir, y ofreciéndole el asien- conde de Monte-Cristo presentó una autorizacion del
to de la derecha con mucha galantería se colocó á su gobernador de Roma para entrar y salir de la ciudad
lado. Entonces anunciole Beppo que iba á llevarle fue a cualquiera hora del dia ó de la noche. Alzose pues
ra de Roma, y el francés le aseguró que estaba pronto el rastrillo, y recibiendo el conserje un luis por su
á seguirle al fin del mundo . En seguida el cochero su trabajo , salieron .
bió por la calle de Ripetta, á salir por la puerta de San El camino que seguia el carruaje era la antigua
Pablo. Apenas habrian dado doscientos pasos estramu- via Apiana , sembrada de monumentos cinerarios.
ros, cuando el francés se propasó á vias de hecho, con De vez en cuando, á la luz de la luna que empezaba
que Beppo sacó un par de pistolas, y el cochero, dete- á rayar , pareciale al jóven ver una sombra como en
niendo el carruaje volviose á hacer otro tanto. Al centinela entre las ruinas; pero á una seña de Pep-
mismo tiempo cuatro de nuestra partida , que estaban pino desaparecía.
emboscados á orillas del Almo , se arrojaron á las por- Un poco antes de llegar al circo de Caracalla de-
tezuelas. Ganas tenia el francés de defenderse, y hasta túvose el carruaje, y viniendo Peppino á abrir la por-
le faltó poco para estrangular á Beppo, segun mis no- tezuela bajaron el conde y Franz.
ticias; pero ¿qué habia de hacer contra cinco hombres -Dentro de diez minutos llegaremos , dijo el coude .
armados ? Tuvo pues que rendirse por buenas ; hi- Y llamando aparte á Peppino le dió una órden en
ciéronle bajar del carruaje, y siguiendo por la orilla voz baja, con lo cual se marchó el bandido , proveyén-
del riachuelo , lleváronte adonde estaban Teresa y Lui- dose de antemano de una antorcha que sacaron del
gi, que era en las catacumbas de San Sebastian." baul del cupé.
-Paréceme , dijo el conde volviéndose á Franz , que Durante cinco minutos le vió Franz internarse
esta historia es tan dramática como otra cualquiera. por un estrecho sendero , entre las quiebras del ter-
¿Qué os parece à vos que sois inteligente? reno que forman el suelo volcánico de la llanura de
-Muy buena me pareceria , contestó Franz, á no Roma, y desaparecer entre aquellos altos matorrales
ser el héroe nuestro pobre Alberto . rojizos, que semejan la crin erizada de un leon gi-
-Lo cierto es, añadió el conde, que si no me hu- gantesco.
bieseis encontrado le costaria esta aventura á vuestro -Ahora, sigámosle , dijo el conde.
amigo un poco cara ; pero tranquilizaos, que ya sola- Internáronse con esto entrambos en la vereda, que
mente le costará el su to . á los cien pasos caía por una pendiente á un valle.
-¿Y seguís de opinion de que vayamos juntos á Entre la sombra se entrevian dos hombres en
buscarle? preguntó Franz. conversacion .
-¡Par diez! con tanto mayor motivo cuanto que -¿Debemos seguir andando , 6 tendremos que es-
es el lugar muy pintoresco . ¿Conoceis las catacumbas perar? preguntó Franz al conde.
de San Sebastian? -Andemos. Peppino debe haber avisado al cen-
-No, que nunca he bajado á ellas ; pero pensaba tinela .
hacerlo uno de estos dias. Con efecto , uno de aquellos hombres era Peppino,
-Pues la ocasion se os viene á la mano : con mu- y el otro un ladron que estaba en acecho.
cha dificultad encontrariais otra mejor. ¿Teneis dis- Al acercarse Franz y el conde los saludó.
puesto vuestro carruaje? -Escelencia , dijo al último Peppino , si quereis
-No . seguirme , la entrada de las catacumbas está á dos
--Eso no importa. Mis criados acostumbran tener- pasos de aquí.
me uno enganchado de dia y de noche. -Corriente. Ve delante, respondió el conde.
-¿Enganchado? Con efecto, detrás de unos matorrales , en medio
-Si. Yo soy un hombre muy caprichoso. Debo de- de unas rocas, se veia un agujero por donde apenas 1
ciros que tal vez al levantarme de la mesa, ó á media cabria un hombre.
noche, me da el capricho de marchar á cualquiera Deslizose por él Peppino, y como á los pocos pasos •
parte del mundo , y marcho. se ensanchaba considerablemente, detúvose á encen-
Tiró el conde una vez del cordon de la campanilla , der su antorcha y á reparar si le seguían.
y apareció su ayuda de cámara. El conde habia colado primero, y detrás Franz .
-Haced que salga á la calle el coche de reserva , le El camino comenzaba en una pendiente suave , y se
dijo, y que le quiten las pistolas dela zaga. No es ne- iba ensanchando paulatinamente . Sin embargo,
cesario despertar al cochero . Ali hará sus veces. Franz y el conde se veian aun en la precision de
Un instante después ovose el rumor del carruaje | andar agachados, y apenas hubieran podido pasar los
que se detenia delante de la puerta. dos en fondo. I
El conde sacó su reloj. A los cincuenta pasos que dieron detúvolos el
-Las doce y media , dijo. Aunque marcháramos á grito de : -¿quién vive?
las cinco de la mañana llegariamos á tiempo; pero es- Al mismo tiempo brillaba en la oscuridad el ca-
te retardo quizás haria pasar una noche muy mala á ñon de una carabina , a reflejo de su propia an-
vuestro compañero. Mejor es que nos apresuremos á torcha.
sacarle del poder de los infieles. ¿ Seguís decidido á -¡Amigo! contestó Peppino.
acompañarme? Y adelantándose él solo dijo algunas palabras á este
-Mas que nunca. segundo centinela, que como el primero saludó á los
-Pues venid. visitadores nocturnos, haciéndoles seña de que po-
Y Franz y el conde salieron seguidos de Peppino. dian seguir su marcha.
A la puerta encontraron el cochie. Detrás del centinela habia una escalera de unes
Alí estaba en el pescante. veinte escalones.
Franz reconoció en el al esclavo mudo de la gruta Con bajarlos Franz y el conde, halláronse en una
de Monte- Cristo . especie de patio mortuorio.
Franz y el conde subieron al carruaje , que era un Cinco caminos brillaban como los rayos de un es-
cupé . trella, y las paredes, cuajadas de nichos unos s bre
Colocose Peppino junto á Alí, y partieron á galope . otros, indicaban que eran llegados al fin á las e.ta-
Sin duda habia recibido órdenes Alí de ante- cumbas.
mano , porque echó por la calle del Corso , y atrave- Por una de estas cavidade , cuya longitud era im-
sando el Campo Vaccino y subiendo por la strada posible calcular, penetraban algumos rayos de luz,
232 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

El conde le puso á Franz la mano sobre la espalda. | se hallaban Franz y el conde, y de la otra á una gran
-¿Quereis ver un campamento de bandidos en des habitacion cuadrilonga, rodeada de nichos, semejantes
canso? le preguntó. á los que hemos descrito.
-Sí por cierto, respondió Franz. Elevábanse en el comedio de esta habitacion cuatro
-Pues venid conmigo...-Peppino , apaga la an- piedras , que en tiempos fuéron altar, como lo indi-
torcha. caba una cruz que les servia de corona.
Obedeció Peppino , y halláronse Franz y el conde en Solo una lámpara puesta sobre un trozo de columna
la mas completa oscuridad. alumbraba con trémula y vacilante luz la estraña es-

Era el capitan de los bandidos : era Luigi Vampa .

Solamente á unos cincuenta pasos delante de ellos cena que se ofrecia á la contemplacion de los dos cu-
seguian serpenteando á lo largo de las paredes algunos riosos, ocultos en la sombra.
reflejos rojizos, mas visibles aun desde que apagó Con el codo apoyado en esta columna , y volviendo
Peppino su antorcha. la espalda á los arcos por donde ellos venian, estaba
guiando el conde á Franz como si tuviera el raro , sentado un hombre leyendo .
don de ver en lo oscuro, avanzaron silenciosos. Era el capitan de los bandidos : era Luigi Vampa.
Sin embargo, Franz tambien iba distinguiendo mas En torno suyo, agrupados sin órden , y envueltos
el camino á medida que se acercaban á los reflejos, en sus capas, o con la cabeza en una especie de ban-
que eran su guia. co de piedra que rodeaba todo el columbarium, veian-
Componiase la entrada de tres arcos : el de en medio se unos veinte ladrones.
servia de puerta . Todos tenian su carabina á la mano.
Caian estos arcos de la una parte al corredor en que
Medio oculto en la penumbra, silencioso y seme-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 233

jante á una sombra, paseábase un centinela delante -Pero ¿ dónde está el preso ? dijo Franz mirando
de otra abertura, que solamente se distinguia por el en torno con inquietud. Yo no le veo.
mayor espesor de las tinieblas en aquel punto -¡Espero que no le habrá sucedido nada ! esclamó
Cuando calculó Monte-Cristo que Franz habia pa- el conde frunciendo las cejas.
seado bastante sus miradas por este cuadro pintoresco, -El preso está allí, contestó Vampa señalando con
llevose un dedo á los labios encargándole que callara , la mano el camaranchon que vigilaba el centinela , y
y subiendo los tres escalones que habia desde el cor- voy en persona á anunciarle que está libre.
redor al columbarium , entró en la habitacion el Acercose el capitan al sitio designado, y Franz y el
por
arco de en medio , dirigiéndose al jefe , que estaba tan conde le siguieron.
embebido en su lectura que no sintió sus pasos. -¿Qué hace el preso ? preguntó Vampa al cen-
-¿Quién vive? gritó el centinela, que como des- tinela.
ocupado, vió á la luz de la lámpara una sombra que -No lo sé , á fé mia , capitan , respondió ; há mas
por detrás se dirigia á su jefe. de una hora que ni moverse le siento.
A este grito levantose apresurado Vampa , quitán- -Venid , escelencia , dijo Vampa.
dose del cinto una pistola . Subieron Franz y el conde siete ú ocho escalones ,
Al punto se incorporaron tambien los bandidos to- siempre guiados por el capitan , que descorrió un cer-
dos, con que apuntaron al conde veinte carabinas. rojo y empujó una puerta.
-¡Cómo! dijo este con voz sumamente tranquila , Con esto , á la luz de una lámpara igual á la que
y sin que se contrajese un solo músculo de su cara; alumbraba el columbarium, pudo verse á Alberto em-
¡cómo! mi querido Vampa , ¡ tanto aparato para recibir bozado en una capa que le habia prestado uno de los
á los amigos ! ladrones , durmiendo en un rincon á pierna suelta.
-¡Abajo las armas ! gritó el capitan haciendo un -Vamos , dijo el conde con aquella sonrisa que le
signo imperioso con una mano, mientras se quitaba era peculiar, no está mal eso en un hombre que debia
con la otra respetuosamente su sombrero. ser fusilado á las siete de la mañana.
Luego, volviéndose al singular personaje que do- Vampa contemplaba al jóven con cierta admiracion.
minaba esta situacion , le dijo: Se conocia que no era insensible á esta prueba de
-Perdonad, señor conde, que no os haya recono- fortaleza.
cido , pues estaba lejos de esperar verme honrado con -Teneis razon , señor conde, murmuró: este hom-
esta visita. bre debe de ser amigo vuestro.
-Paréceme, Vampa, que teneis en todo muy poca Luego añadió acercándose á Alberto y dándole un
memoria, repuso el conde , y que así olvidais las fac- golpecito en la espalda :
ciones, como los pactos hechos con uno. -¿Quereis despertar, escelencia?
-¿Qué pactos he olvidado yo , señor conde? le pre- Estendió Alberto los brazos, y frotose y abrió los
guntó el capitan con el tono de aquel que si ha co- ojos .
metido un error está pronto á repararlo . -¡Ah! ¿sois vos , capitan ? le dijo. ¡Par diez! mejor
¿No hemos pactado , respondió el conde, que se- hicierais en dejarme dormir , porque tenia un sueño
rian para vos sagradas , no solo mi persona , sino que delicioso. Soñaba que bailaba una galop en casa de
tambien las de mis amigos? Torlonia con la condesa de G...
-¿Y en qué he faltado al pacto, escelencia? Y sacando su reloj , que habia conservado para cal-
En robar esta noche y en trasportarlo aquí al cular el tiempo , añadió:
vizconde Alberto de Morcef. Pues habeis de saber, -¡La una y media de la madrugada ! ¿para qué dia-
prosiguió el conde con un acento que hizo temblar blo me despertais á esta hora?
Franz; habeis de saber que ese jóven es amigo mio, -Para deciros que estais libre , escelencia .
que ese jóven vive en la misma fonda que yo, que ese -Mio caro , repuso Alberto con entera sangre fria;
jóven ha corrido ocho dias el Corso en mi mismo car- tened muy presente en lo futuro esta máxima de Na-
ruaje; y sin embargo , os lo repito , le habeis robado, poleon el Grande :-«Solo me desperteis para darmie
le habeis traido aquí y le habeis puesto á precio, como una mala noticia. » -Si me hubierais dejado dormir,
si fuera un quidam , añadió sacando la carta de su hubiera yo terminado mi galop , y os lo agradeceria
bolsillo. mientras viviese...-¿Con que han pagado ya mi res-
-¿Por qué no me habeis avisado vosotros ? gritó cate?
Vampa volviéndose á su gente , que retrocedió ante sus -No , escelencia.
miradas ; ¿ por qué me habeis espuesto de este modo -Pues entonces , ¿cómo estoy libre?
á faltar á mi palabra á un hombre como el señor con- -Porque ha venido á reclamaros cierta persona , á
de , que tiene en su mano la vida de todos nosotros? quien yo nada puedo negar.
¡Por la sangre de Cristo ! si creyese que alguno sabia -¿Y ha venido aquí?
que ese jóven era amigo de su escelencia , le saltaria -Aquí.
yo mismo la tapa de los sesos. -¡Ah! par diez , muy amable es esa persona.
-¿Qué tal? murmuró el conde volviéndose á Franz; Miró Alberto en torno suyo y distinguió á Franz.
¿no os dije yo que en esto debia de haber equivo- -¡Cómo ! le dijo ; ¿sois vos, mi caro amigo , el que
cacion? lleva la amistad hasta este punto ?
-¿No estais solo ? esclamó Vampa con inquietud . -No , contestó Franz , no soy yo , sino nuestro veci-
-Estoy con la persona á quien va dirigida esta no el señor conde de Monte - Cristo.
carta , y áa quien he querido probar que Luigi Vampa ¡ Ah ! par diez, señor conde, dijo Alberto jovial-
es hombre de palabra . Acercaos , escelencia , dijo mente arreglándose la corbata y los puños de su cami-
á Franz; aquí teneis á Luigi Vampa, que os va a decir sa; sois un hombre verdaderamente divino, y espero
el error que
mismo
acabasí de
por comete r. desesperado le trae
cuán que desde este punto para in eternum me tengais por
vuestro servidor , primero por el asunto del coche, y
Acercose Franz , y Luigi dió tambien hácia él algu- después por este asunto.
nos pasos. Y alargó su mano al conde , que tembló al darle la
Bien venido seais entre nosotros , escelencia , le suya, aunque sin embargo se la diese.
dijo. Ya oisteis lo que acaba de decir el conde , y lo El bandido contemplaba esta escena estupefacto.
que yo le respondí. Solo tengo que añadiros que aun Sin duda estaba acostumbrado á ver á los presos
á trueque de las cuatro mil piastras en que he fijado temblar en su presencia, y cate usted que este ni aun
el rescate de vuestro compañero , no querria que se habia perdido su buen humor.
mejante cosa hubiera sucedido. Franz por su parte estaba contentísimo de que
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
234

vals , rodeó Alberto con su brazo la cintura de la con-


Alberto sostuviese tan bien el honor nacional , aunque desa , y desaparecieron en el torbellino de los bai-
solo en presencia de un bandido .
-Mi querido Alberto , le dijo, si quereis daros prisa , larines.
En este intervalo meditaba Franz en el raro temblor
tendremos tiempo aun para ir á terminar el baile en
que habia agitado los miembros todos del conde de
casa de Torlonia ; con que proseguireis vuestra galop
Monte-Cristo, al verse en cierto modo precisado á dar
en donde la habeis interrumpido , sin que tengais que
guardar rencor alguno al señor Luigi , que en este ne- la mano á Alberto .
gocio se ha portado en verdad bravamente .
-¡Y que teneis razon ! contestó Alberto : á las dos CAPITULO XV.
podremos llegar. -Señor Luigi , prosiguió encarándose
LA CITA.
con el capitan , para cumplir dignamente con vuestra
escelencia , hay que llenar alguna otra formalidad?
Al levantarse á la mañana siguiente, lo primero que
-Ninguna , señor , respondió el bandido , y sois libre
hizo Alberto fué proponer á Franz que hicieran una
como el aire. visita al conde de Monte -Cristo , pues aunque ya le
-En ese caso , buena vida y alegre . — Venid , seño-
habia dado las gracias la víspera , estimaba que á un
res , venid. servicio como el que le habia hecho no bastaba prueba
Y seguido de Franz y el conde bajó Alberto la esca-
lera, atravesando el columbarium, donde todos los tan efímera de gratitud .
Franz , que se sentia atraido por el conde de Mon-
bandidos estaban de pié con el sombrero en la mano.
te-Cristo con un iman terrible , no quiso dejarle ir
-Peppino , dijo el capitan , dame tu antorcha .
solo á casa de aquel hombre .
-¿Qué vais á hacer? le preguntó el conde . Fuéron pues introducidos en el salon , y á los cin-
-Acompañaros , dijo el capitan . Es el honor mas
ínfimo que pueda hacer á vuestra escelencia . co minutos llegó el conde .
Y cogiendo al pastor la antorcha encendida echó de- -Señor conde , le dijo Alberto saliéndole al paso ,
permitidme que os repita hoy por la mañana lo que
lante de sus huéspedes , no como criado que cumple os dije tan mal ayer. Nunca olvidaré las circunstancias
una obligacion servil , sino como rey que despide á sus en que vinisteis en mi auxilio , y siempre recordaré
embajadores . que os debo la vida.
Al llegar á la puerta se detuvo . ----Mi querido vecino , respondió el conde riendo ,
-Ahora , señor conde , dijo , renuevoos mis protes- exagerais vuestra gratitud . Lo único que me debeis
tas , y confio en que no me guardareis rencor alguno es un ahorro de veinte mil francos en vuestro pre-
por lo que acaba de pasar. supuesto de viaje , y ya veis que eso no merece la
-No , mi querido Vampa , respondió Monte -Cristo ; pena de mentarlo . Recibid de vuestra parte mi en-
y luego , teneis una manera tal de subsanar vuestros
horabuena , porque habeis demostrado un valor y una
errores , que casi está uno tentado á daros gracias por
indiferencia admirables.
haberlos cometido . -¿Qué quereis , conde? dijo Alberto : figureme que
-Señ ores , prosi guió an
el capit encar ándos e con
de resultas de una quimera habia tenido un lance de
los dos jóvenes , acaso creais que no vale la pena este honor , y quise hacer comprender á los bandidos que si
ofrecimiento ; pero si alguna vez se os antojase hacer- en todos los países del mundo se baten , solo los france-
me otra visita , donde quiera que yo esté sereis bien ses se baten riendo . Como mi obligacion respecto
á vos
recibidos . no es de poca importancia , vengo á preguntaros si po-
Franz y Alberto le saludaron . dré hacer algo en vuestro obsequio , yo , ó mis amigos y
El conde salió el primero por la claraboya , y Alberto conocidos . Mi padre el conde de Morcef, que es de
en seguida . Franz se quedó detrás . origen español , goza en Francia y en España de una
-¿Tiene vuestra escelencia alguna pregunta que posicion elevada , y vengo á ponerme à vuestras ór-
hacerm e ?
-Sí , lo leconfi Vampa
dijoeso , resposonrien do
ndió Fran. z . Hame picado ladenes en mi nombre y en el de todos los mios.
-Confiesoos que esperaba vuestro ofrecimiento ,
curiosidad de saber qué libro era el que leiais con tan- señor de Morcef, dijo el conde , y le acepto de todo
ta atencion cuando llegamos . corazon . Hasta habia pensado pediros un favor .
-Los comentarios de César, que es mi libro pre-
dilecto , contestó el bandido . -¿Cuál?
-No he estado nunca en París , ni conozco á París .
-¿Qué , no venís ? preguntó Alberto . -¿De veras ? esclamó Alberto; ¿habeis podido vivir
-Allá voy , respondió Franz . hasta lo presente sin ver á París? ¡ eso es increible !
Y salió á su vez de las catacumbas . -Sin embargo , es cierto ; pero comprendo , como
A los pocos pasos que dieron por la llanura , escla- vos , que es imposible pasar mas tiempo sin conocer la
mó Alberto volviendo atrás : capital del mundo civilizado . Hay mas : acaso hubiera
¡ Ah , capitan ! con vuestro permiso ... hecho ese viaje indispensable años atrás , á haber con-
Y encendió un cigarro en la antorcha de Vampa . tado con algun amigo que pudiera presentarme en
-Ahora , señor conde , añadió , vamos con toda la ese mundo donde no tengo ningunas relaciones .
prisa posible . Me interesa estremadamente pasar el -¡Oh! ¡un hombre como vos! esclamó Alberto .
resto de la noche en casa del duque de Bracciano . -Me dispensais mucho favor ; pero como no reco-
El carruaje se hallaba en el mismo sitio donde lo
nozco en mí otro mérito que poder competir en cau-
dejaron . Dijo el conde á Alí una sola palabra árabe , y dal con Mr. Aguado ó Mr. Rothschild , y como no voy
partieron á escape los caballos . á París á jugar á la Bolsa , me ha detenido esta ni-
Las dos señalaba justamente el reloj de Alberto miedad . Ahora me decide vuestra oferta. ¿Os compro-
cuando entraron en la sala del baile.
Mucho llamó su vuelta la atencion ; pero como vol- meteis , mi querido señor de Morcef (el conde acom-
vian juntos , cesaron todos los temores que habia ins- pañó esta s palabras con una sonrisa singular) , os
comprometeis cuando vaya á Francia á abrirme las
pirado Alberto. puertas de ese mundo , donde seré tan estraño como
-Señora , dijo el vizconde de Morcef acercándose
á la condesa , ayer tuvisteis la bondad de prometerme un hur on ó un cochinchino?
¡Oh! me comprometo , señor conde , de todo en
una galop, y aunque vengo un poco tarde á reclamar
el cumplimiento de tan dulce promesa , mi amigo , cu- tod o , respondió Alberto : y con tanto mas gusto (no os
burleis de mí, Franz ) cuanto que esta mañana misma
ya veracidad os es conocida , puede aseguraros que no acabo de recibir una carta llamándome á París , donde
tuve yo la culpa. tratan de que contraiga alianza con una familia que
Y como en este momento preludiaba la orquesta un
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 235

tiene en el mundo parisiense una magnífica posicion. -Pero veamos , conde, repuso Alberto gozosísimo
-¿Alianza matrimonial ? le preguntó Franz sonrién con tener que presentar en el mundo á semejante
dose . hombre; veamos , ¿no es vuestro proyecto uno de esos
-¡Oh! sí . Con esto, á vuestra llegada á París me castillos en el aire que se hacen á miles cuando se
encontrareis quizás bien colocado, y aun quizás pa- viaja, y que cimentados en arena se los lleva el pri-
dre de familia. Caerá eso bien á mi natural gravedad , mer soplo de viento?
¿no es cierto?-En todo y por todo, conde, os lo repi- -No por mi honra , dijo el conde. Quierolir á Pa-
to, en cuerpo y alma somos vuestros yo y los mios . rís ; es preciso que vaya.

...Y desaparecieron en el torbellino de los bailarines.

-Acepto , dijo el conde, pues os juro que solo esta -¿Y cuándo?
ocasion me faltaba para realizar ciertos proyectos que -Pero ¿cuándo ireis vos?
traigo acá en mientes desde hace mucho. -¡Yo! joh Dios mio! dentro de quince dias, ó de
Ni siquiera dudó Franz un instante de que aquellos tres semanas á mas tardar : el tiempo del viaje sola-
proyectos fuesen los que el conde dejó traslucir, aunque mente.
de modo muy somero , en la gruta de la isla de Monte- -Pues lo alargo hasta tres meses, dijo el conde; ya
Cristo; y se puso á contemplarle cuando decia estas veis que no me quedo corto.
palabras, para ver si en su lisonomía vislumbraba al- -¿Y dentro de tres meses ireis á llamar á mi puer-
gun rastro de aquellos proyectos que le llevaban á Pa- ta? esclamó Alberto con júbilo.
rís; pero era sumamente dificil penetrar en el alma -¿Quereis que nos citemos para dia determinado
de este hombre, sobre todo cuando la velaba con una y hora determinada? preguntó el conde. Os prevengo
sonrisa. que mi exactitud es hasta fastidiosa.
236 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Dia determinado y hora determinada, respondió -Ahora descuidad, repuso guardándose el libro de
Alberto. Así me gusta. memorias. No será el minutero de vuestro reloj mas
-Pues sea. exacto que yo.
Y añadió señalando con la mano un calendario col- -¿Y os volveré á ver antes de mi marcha? le pre-
gado junto al espejo, y sacando su reloj: guntó Alberto.
-Estamos hoy á 21 de febrero, y son las diez y -Segun y conforme. ¿Cuándo marchareis?
media de la mañana. ¿Quereis esperarme el 21 de -Mañana á las cinco de la tarde.
mayo próximo á las diez y media de la mañana? -En ese caso me despido de vos , porque tengo

-Estamos á 21 de febrero, y son las diez y media de la mañana.

-Corriente , dijo el vizconde. Os tendré el al- que hacer en Nápoles, y no estaré aquí de vuelta has-
muerzo preparado. ta el sábado por la tarde ó el domingo por la mañana.
-¿Dónde vivis? ¿Y vos partís tambien , señor baron? preguntó el conde
-En la calle del Helder, número 27. á Franz.
-Y si estais en dependencia como jóven, ¿no os mo- -Sí.
lestaré? -¿A Francia?
-Aunque vivo en el palacio de mi padre, ocupo un -No, á Venecia. Todavía he de pasar uno o dos
pabellon independiente en el fondo del jardín. años en Italia.
-Bien. ¡Y no nos veremos en París?
Y sacando el conde su libro de memorias, escribió:
-Temo no poder gozar de ese honor .
«Calle de Helder, núm. 27, el 21 de mayo á las diez -Ea, señores, buen viaje, dijo el conde tendiendo
»y media de la mañana. »> una mano á cada uno de los dos amigos.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 237

金 Era la primera vez que Franz tocaba la mano de -Pero ¿y aquellos bandidos corzos que se halla-
este hombre, y tembló, porque estaba fria como la de ban entre la tripulacion ? dijo Franz.
ON un muerto. -¿Y qué hay que os admire en eso? Vos sabeis me-
7

-Por última vez quede sentado bajo palabra de jor que nadie ¿no es verdad? que los bandidos corzos
honor, dijo Alberto, que el 21 de mayo á las diez y no son ladrones , sino solamente fugitivos desterrados
media de la mañana, en la calle de Helder, núm. 27, de sus pueblos á consecuencia de alguna vendetta.
¿no es verdad? Cualquiera puede verlos sin comprometerse; y de mí
-El 21 de mayo á las diez y media de la mañana, os aseguro , que si alguna vez voy á Córcega , antes que
en la calle de Helder, núm. 27, repuso el conde. me presenten al gobernador 6 al prefecto haré que
Con esto saludaronle y salieron los dos jóvenes. me presenten á los bandidos de Colomba, caso de que
-¿Qué teneis? dijo Alberto á Franz al volver á su estén visibles. Me encantan los bandidos , debo con-
cuarto. ¡Qué aire tan meditabundo! fesároslo.
-Sí, os lo confieso , respondió Franz , el conde es -Pero Vampa y su partida, repuso Franz, son ban-
un hombre singular, y me inquieta esa cita que os ha didos que roban, y espero que no melo negueis. ¿Qué
dado para París. decís de la influencia del conde sobre ellos?
-¿Esa cita... os inquieta? ¡ ah! ¿pero estais loco, -Diré , mio caro , que como segun todas las proba-
ini querido Franz ? esclamó Alberto. bilidades, le debo la vida á esa influencia , no me toca
-¿Qué quereis ? loco ó no , me inquieta. á mí criticarla mucho . Con que en lugar de tenerla
-Escuchad , repuso Alberto , y pláceme que se me como vos por un crímen capital , permitidme que la
presente ocasion de deciros lo que os voy á decir. crea disculpable, si no por haberme salvado la vida, en
Mientras mas amablemente se la portado el conde lo que hay quizás exageracion, á lo menos por haber-
con nosotros , mas frio os he visto á vos con él. ¿Le me ahorrado cuatro mil piastras, que hacen veinti-
guardais algun resentimiento particular? cuatro mil libras de nuestra moneda, cantidad en que
-Acaso. sin duda alguna no me hubieran tasado en Francia; lo
-¿Le habiais visto en alguna parte antes de nues- que prueba, añadió Alberto sonriendo , que nadie es
tro encuentro aquí? profeta en su tierra.
-Justamente. -Pues á eso me atengo. ¿De qué tierra es el conde?
-¿Dónde? ¿qué lengua habla? ¿ cuál es su modo de vivir? ¿de
-¿Me prometeis no decir una palabra de lo que voy dónde le viene su inmensa fortuna? ¿cuál ha sido la
á contaros? primera parte de su vida, la primera parte de esa vida
-Os lo prometo. misteriosa é ignorada , que ha puesto en la segunda
¿Bajo palabra de honor? esas tintas lúgubres y misantrópicas ?
Bajo palabra de honor. -Mi querido Franz, repuso Alberto, cuando al re-
-Pues escuchad. cibir mi carta conocisteis que necesitábamos de la in-
Y entonces Franz contó á Alberto su escursion á la fluencia del conde, fuisteis á decirle : -mi amigo Al-
isla de Monte-Cristo , y que habia encontrado allí una berto de Morcef corre peligro, ayudadme á sacarlo de 1
banda de contrabandistas , y con ellos dos bandidos él-¿ no es verdad?
corzos. Anduvo hasta prolijo en detallarle todas las cir- -Sí .
cunstancias de la fabulosa hospitalidad que el conde -Y entonces os preguntó él : -¿quién es ese Alberto
le habia dado en su gruta de las Mil y una noches. de Morcef? ¿de dónde le viene ese nombre? ¿cuál es
Contole lo de la cena , lo del hatchis , lo de las es- el origen de su fortuna? ¿cuáles son sus medios de
tatuas , lo del sueño y lo de la realidad , y cómo al existencia? ¿cuál es su país? ¿dónde ha nacido?-De-
despertarse solo quedaba para prueba y memoria de cidme, ¿ os hizo tales preguntas?
todos aquellos sucesos el diminuto yacth dibujando- -No, lo confieso.
se en el horizonte con direccion á Porto-Vecchio . -Os sirvió sin despegar sus labios , sacándome del
Luego pasó á hablar de Roma, de la noche del Coli- poder de Vampa, donde á pesar de mi desenvoltura
seo, de la plática que oyó entre Vampa y el conde, aparente, que vos conocisteis, no me encontraba muy
plática en que se trataba de Peppino, cuyo perdon ofre- á gusto, á decir verdad. Pues bien , mio caro, cuando
ció el conde lograr, y logró con efecto, como ya lo ha á trueque de tal servicio me pide que haga por él lo
podido conocer el lector. que hacemos todos los dias por el primer príncipe 1
Llegó , por último , á la aventura de la noche prece- ruso ó italiano que pasa por París, es decir, presen-
lente al apuro en que se encontró viendo que le tarle en el gran mundo, ¿quereis que se lo niegue?
faltaban seiscientas 6 setecientas piastras para com- Vamos, querido Franz, estais loco.
pletar la suma, y á la ocurrencia que tuvo de dirigirse Justo es decir que al revés de siempre , la razon to-
al conde, ocurrencia que dió á la vez un resultado sa- da estaba de parte de Alberto.
tisfactorio y divertido . -Haced, en fin, lo que os plazca , mi querido viz-
Alberto escuchaba á Franz con estremada atencion. conde, repuso Franz suspirando. Confieso que cuanto
-Y bien , ¿qué hay en todo eso que censureis ? le me decís es especioso; pero no podreis negarme que
dijo cuando hubo acabado. El conde es viajero y tie- por lo menos es un hombre singular el conde de Mon-
ne un navío suyo propio porque es rico . Id á Ports- te-Cristo .
mouth ó á Southampton , y vereis los puertos llenos -El conde de Monte-Cristo es simplemente un
de yacths pertenecientes á ingleses poderosos que filántropo. ¿No os ha dicho cuál es el objeto que le
dan en el mismo tema . Para tener donde descansar lleva á París? pues va á optar á los premios de Mon-
de sus escursiones, para librarse de estas malditas co- thyon, y si para obtenerlos no necesitara de otra cosa
inidas italianas que nos envenenan , á mí desde hace que de mi voto y de la influencia de aquel señor tan
cuatro meses, y á vos desde hace cuatro años ; para feo que los concede, le daria el uno y le ganaria la 1.
no acostarse en estas detestables camas donde no se otra. Con que no hablemos en esto mas, mi querido
puede dormir, se habrá hecho amueblar un albergue en amigo; sentémonos á la mesa , y vamos luego á ha-
Monte-Cristo, y cuando ya lo tuviera amueblado, te- cer à San Pedro la última visita.
miendo que el gobierno toscano le incomodase y que Hízose lo que Alberto decia , y á la tarde siguiente
se hubiese gastado en balde su dinero, habrá compra á las cinco se separaban los dos jóvenes, Alberto para
do la isla y habrá tomado él su nombre. Mio caro, repa- volver á París, y Franz d'Epinay para ir á pasar en
sad vuestra memoria y decidme cuántas personas co- Venecia quince dias.
noceis que hayan tomado el nombre de posesiones que Pero antes de subir al coche entregó Alberto á un
no han tenido nunca. mozo de la fonda una tarjeta para el conde de Monte-
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
238

Cristo , en la cual , debajo de estas palabras-el viz- Solamente dos de sus ventanas daban á la calle , que
conde Alberto de Morcef- habia escrito con lapiz: de las otras , tres daban al patio y dos al jardin.
Entre este patio y este jardin elevábanse las esten-
21 DE MAYO Á LAS DIEZ Y MEDIA DE LA MAÑANA, sas y elegantes habitaciones del conde y la condesa de
EN LA CALLE DE HELDER , Núm. 27. Morcef, construidas con el mal gusto arquitectónico
de la época imperial.
¡Tanto temia que su convidado faltase á la cita ! Toda la casa por la parte de la calle estaba circuida
de una pared, adornada de jarrones de flores equidis-

12
mor

Se separaban los dos jóvenes.

tantes , con una reja dorada en el comedio , que servia


CAPITULO XVI.
para entrar las gentes en los dias de recepcion . Para
LOS CONVIDADOS. los criados y aun para los amos cuando entraban 6
salian á pié , habia junto al cuarto del portero una
Eu esta casa de la calle de Helder, para donde habia puert
Esteecita . lon , habitado por Alberto , revelaba la de-
pabel
citado Alberto de Morcef en Roma al conde de Monte-
Cristo, hacianse grandes preparativos el dia 21 de ma- licada prevision de una madre, que no queriendo sepa-
yo por la mañana, para cumplir dignamente la palabra rarse enteramente de su hijo, comprende sin embargo
deljóven. que un jóven de la edad del vizconde necesita de -su
Moraba Alberto en un pabellon situado en el ángulo liber tadien
Tamb se arevel
enter . aba de otra parte, debemos de con-
de un patio grande, pabellon que caia enfrente de fesarlo , el inteligente egoismo del hijo de familia, afi-
otro destinado á los criados.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 239

cionado á su modo de vivir libre y sin trabas , que se le que se miraban ornados con el escudo en relieve de
dora como su jaula al pájaro . las tres flores de lis de Francia en campo azul con
Por estas dos ventanas que daban á la calle podia una corona real, habían salido indudablemente de los
Alberto de Morcef esplorar la parte de afuera. guarda-muebles del Louvre , ó á lo menos del de al-
La vista de la calle es muy necesaria á los jóvenes gun sitio real.
que están siempre anhelando por ver el mundo á tra- Veianse en los asientos de estos sillones, como ar-
ves de su horizonte , aunque este horizonte no sea si- rojadas al desgaire, ricas telas de colores vivos , teñ -
LARK no el de una calle. Luego, cuando hubiese hecho esta das al sol de Persia , ó fabricadas por las mugeres de
esploracion , si Alberto la juzgaba merecedora de un Calcuta y Chandernagor.
examen mas detenido, podia salir por otra puertecita Imposible fuera esplicar lo que hacian allí aquellas
inmediata semejante á la que habia junto al cuarto del telas."
portero. Sin duda alguna esperaban un empleo ignorado
Esta merece especial mencion. de su mismo dueño .
Era una puerta pequeña, que parecia olvidada de to- El sitio de preferencia ocupábalo un piaro de la
dos desde que se construyó el edificio, y condenada fábrica de Roller y Blanchet : era de palo de rosa y del
para siempre, segun era dificil de distinguir, y segun tamaño comun á los que se ven en nuestros salones
estaba de empolvada , si sus goznes y su cerradura, diminutos, y sin embargo encerraba toda una or-
untados de aceite con esmero, no anunciasen que questa en su sonoro centro, orquesta digna de las
hacia un servicio continuo y misterioso. mejores obras de Beethoven, de Weber, de Mozart,
Esta puertecilla traidora afrentaba á las otras dos de Haydin , de Gretry y de Porpora.
con burlarse del portero, y con escapar á su jurisdic- Sobre todo esto, en las paredes , encima de los por-
cion y á su vigilancia, pues se abría como la famosa tados, veíanse espadas, puñales , mazas, hachas, ar-
puerta de las Mil y una noches, como el Sésamo en- maduras completas, ya doradas, ya incrustadas, ya em-
cantado de Ali-Bahá , con ayuda de algunas frases ca- pavonadas; y herbarios , y muestras de minerales y pa-
balísticas ó de algunos golpecitos mágicos , palabras jaros embalsamados abriendo en su vuelo inmóbil sus
pronunciadas por dulces voces, ó golpecitos dados alas de color de fuego , y su pico que nunca cierran .
por manos blanquísimas. Parece escusado decir que esta habitacion era la
El estenso corredor en que se hallaba esta puerta, que el jóven preferia.
y que servia de antesala , desembocaba por la derecha Sin embargo, el dia de la cita , Alberto, en traje se-
en el comedor de Alberto, que caia al patio , y por la mi de casa, habia establecido su cuartel general en
izquierda en su salita de recibo , que caia al jardin. el saloncito del piso bajo .
Enredaderas y otras plantas, formando como un cor- Allí, en un velador situado junto á un divan muelle
tinon delante de las ventanas, impedian que así desde y estenso , veianse en vasijas de loza que tanto agra-
el patio como desde el jardin se viese el interior de es- dan á los holandeses , todos los tabacos conocidos,
tas dos piezas , únicas que se hallaban al alcance de desde el amarillo de San Petersburgo hasta el negro
las miradas curiosas, como situadas en el piso bajo . del Sinay, desde el de Puerto-Rico hasta el de Mary-
En el principal eran las mismas las habitaciones, land y el de Latakia.
aumentadas con otra equivalente á la antesala de Junto á ellos , en cajas de madera odorifera, hallá-
abajo. banse colocados por orden de tamaños los cigarros
Una sala, una alcoba, y un tocador. puros de regalía , los habanos y los filipinos.
La sala de abajo solo era una especie de divan ar- Por último , en un armario que estaba abierto en-
gelino destinado á los fumadores. teramente , veianse una coleccion de pipas alemanas
El gabinete del piso principal tenia comunicacion de todas clases, con boquilla de ámbar , adornos de
con la alcoba, y tambien con la escalera por una puer- coral con incrustaciones de oro , y otras cuyos tubos
ta secreta. estaban enroscados como serpientes, aptos á todos los
Como se ve, estaban tomadas todas las medidas de gustos y á todos los caprichos de los fumadores.
precaucion. Alberto habia presenciado , y aun dirigido en per-
El piso segundo era todo un vastísimo taller; se ha- sona , la colocacion de todo en simétrico desórden,
bian derriba do los tabiques y hasta las paredes maes- ese desórden que tanto place á los convidados de un
tras, para construir este pandemonium que dispu- almuerzo moderno contemplar después del café, entre
taba al dandy el artista. el humo que desde sus bocas va á perderse en el techo
Allí se habian ido refugiando y amontonando todos en dilatadas espirales.
los caprichos sucesivos de Alberto . Trompas de caza , A las diez menos cuarto entró su ayuda de cámara .
contrabajos, flautas, y una orquesta completa en fin, Era un diminuto groom de quince años, que solo
porque le habia dominado un instante, no la aficion á | hablaba en inglés, y que á pesar de llamarse German ,
la música, sino la melomanía. respondia al nombre de John.
Allí los caballetes, las paletas y los colores, porque En este daban principio y fin todos los criados de
á la mania de la música sucedió la de la pintura. Alberto .
Y allí tambien los floretes, los guantes de boxador, Sin embargo, en los dias comunes tenia á su dispo-
los sables y los bastones de todos tamaños, pues por sicion al cocinero, y en las grandes solemnidades al
no faltar á la costumbre de los jóvenes de buen cazador del conde de Morcel.
tono, cultivaba Alberto de Morcef, con mucha mayor El ayuda de cámara , que poseia entera la confianza
perseverancia que la que consagró á la música y a la de su jóven amo, traía en la mano un legajo de perió-
pintura, esas tres artes que completan la educacion dicos, que puso encima de una mesa, y una porcion
de moda , la esgrima, el boxar, y el manejo del bas- de cartas, que entregó á Alberto.
ton, y en aquella misma pieza , que era la destinada Miró el joven desdeñosamente las cartas, y tomando
á todos los ejercicios corporales, recibia sucesivamen- dos de letra pulida y papel perfumado, rompió sus ne-
te á los maestros Grisier, Coorks y Carlos Lecour . mas y leyolas con un si es no es de gusto.
El resto del mueblaje de esta habitacion privile- -¿Cómo han venido estas cartas ? preguntó.
giada eran chineros vetustos de los tiempos de Fran- -La una por el correo, y la otra la trajo el ayuda
cisco I, atestados de vajillas de porcelana , de vasos de cámara de Madama Danglars.
del Japon , de loza de Lucca y de la Robbia , y -Mandad á decir á Madama Danglars, que acepto
de platos de Bernardo de Palissy , y sillones no menos el sitio que me ofrece en su palco ... Esperad, espe-
vetustos en que quizás se habrian sentado Enrique IV rad ... después ireis... hoy mismo, á decir á Rosa que
6 Lully, Luis XIII 6 Richelieu , porque dos de ellos, acepto su invitacion, y que cenaré con ella después de
240 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

la ópera... Llevadle seis botellas de vinos generosos... Arrojose Alberto en el divan, y arrancando las fa-
de Chipre, de Jerez, de Málaga , y un barril de ostras jas á dos ó tres periódicos , se puso á leer el boletin
de Ostende... Tomad las ostras en casa de Borel , sin de espectáculos , haciendo un gesto al ver que se re-
presentaba una ópera y no un baile : buscó vanamente
olvidaros de decir que son para mí.
-¿A qué hora manda el señor que se le sirva el al- entre los anuncios de perfumería el de una opiata para
muerzo? los dientes que le habian ponderado mucho, y leyó
-¿Qué hora es? uno tras otro los tres periódicos mas populares de
Las diez menos cuarto. París, diciendo entre dientes :

www

483
093
7-

...Se puso á leer el boletin de espectáculos.

-Pues servidlo á las diez y media , que Debray -En verdad que los periódicos se van poniendo
quizás tenga que ir al ministerio... Además (añadió cada dia mas insulsos .
Alberto consultando su libro de memorias) esa hora es En este momento detúvose á la puerta un ligero
e instante después entró el ayuda de cá-
la que fijamos el conde y yo... el 21 de mayo á las carruaj , y un
diez y media de la mañana, y aunque no confio mu- mara á anunciar á Mr. Luciano Debray.
Sin sonreirse , sin hablar, con un aspecto semi-ofi-
cho en su promesa , quiero ser puntual. A propósito ,
¿sabeis si se ha levantado la señora condesa ? cial, apareció en esto un jóven alto , pálido , rubio , de
ojos grises , y labios delgados y frios. Traia un frac
-Lo preguntaré si gusta el señor vizconde .
-Sí... pedidle una de sus licoreras , que la mia está azul con botones de oro con armas, corbata blanca, Y
lente de concha suspendido de un cordon de seda , que
manca, y decidle que tendré el honor de pasar á su ando sus nervios estremadamente , lograba tal
habitacion á las tres, y que le pido permiso para pre- violent
vez fijar en lo cóncavo de su ojo derecho.
sentarle una persona. -Buenos dias, Luciano , buenos dias , le dijo Alberto.
El criado salió.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 241

¡ Ah! me amedrentais con vuestra exactitud , que hombre todas las cosas al mismo tiempo que nos-
rido mio. ¿Qué digo exactitud? Vos, á quien espera- otros) Mr. Danglars jugó á la alza y ganó.
ba el último, llegais à las diez menos cinco minutos , -Y vos tambien ganásteis una cinta nueva, segun
cuando la hora de la cita es á las diez y media. ¡ Esto parece, pues creo ver en vuestro ojal una cinta azul.
es milagroso! ¿ Ha caido quizás el ministerio? -¡Psche! me han enviado la gran cruz de Carlos III ,
-No, carísimo, respondió el jóven encajonándose respondió con desden Debray.
en el divan ; tranquilizaos ; siempre estamos en cri- Vamos, no hagais del desdeñoso, y confesad que
sis, pero nunca caemos; y ya principio á creer que os ha gustado el recibirla.

!!!
wwwww

Ir

Beauchamp.

vamos á petrificarnos , sin tener en cuenta que -Sí por mi fé. Cae bien en un frac negro abrocha-
las cosas de la Península nos consolidarán segura- do. Es un adorno elegante.
mente. -Y da un aire así... de príncipe de Gales 6 de
¡Ah ! sí , es verdad . ¿Con que echais á D. Carlos duque de Reichstadt, añadió Alberto sonriéndose.
de España ? -Por eso me veis hoy tan temprano, carísimo.
-No, carísimo , no nos confundamos . Le traemos de -¿Porque queriais anunciarme eso de la gran cruz
la parte de acá de la frontera, y le ofrecemos en Bour- de Carlos III?
ges un asilo regio. -No; porque he pasado la noche estendiendo vein-
-¿En Bourges? ticinco notas diplomáticas, y al volverá mi casa al
Si . No tiene por qué quejarse. Bourges es la ca- amanecer no me dejaba dormir el dolor de cabeza;
pital del rey Carlos VII. -¿No sabiais esta noticia? con que me levanté para salir á caballo una hora . En
¡Pues si desde ayer la sabe todo París!... y aun antes el bosque de Bolona me asaltaron á la par fastidio
de ayer se habia traslucido ya algo en la Bolsa, pues y hambre, dos enemigos que rara vez caminan juntos,
Mr. Danglars (ignoro por qué conducto sabe ese y que sin embargo se han coaligado en contra mia;
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 116. 16
242 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

liga como si dijéramos entre carlistas y republicanos. -Con mucho gusto . Es escelente el vino de Espa-
Acordéme entonces de que hoy por la mañana dabais ña . Esto os prueba que hemos hecho bien en pacificar
un festin, y aquí me teneis. - Tengo hambre, dadme aquella nacion...
de almorzar;-me fastidio , distraedme. -Si; pero D. Carlos...
-Ese es mi deber de anfitrion , querido amigo, dijo -Don Carlos beberá vino de Burdeos , y dentro de
Alberto llamando al ayuda de cámara , mientras se en- diez años casaremos á su hijo con la reina Isabelita.
tretenia Luciano en golpear los periódicos con su del- -Lo que os valdrá el toison de oro , si seguís aun
gado baston de puño de oro con turquesas incrustra- en el ministerio .
das.-German , un vaso de Jerez y un bizcocho.- -Creo, Alberto, que hoy habeis adoptado el sistema
Mientras os sirven , mi querido Luciano , aquí teneis de alimentarme de humo.
cigarros, cigarros de contrabando por supuesto . In- -Eso distrae mejor el hambre , confesadlo ; pero
vítoos á probarlos, y á aconsejar á vuestro ministro chist... oigo en la antesala la voz de Beauchamp... os
que nos los venda iguales en lugar de esas hojas de enredareis en disputas , y así pasará el hambre y el
nogal con que envenena á los ciudadanos. tiempo.
-Yo me guardaré muy bien de hacerlo , ¡ ira de -¿De qué hemos de disputar?
Dios! Al punto que el gobierno os vendiera buenos ci- -De cosas periodísticas.
garros, os parecerian detestables. Eso sin contar que -¿Leo yo acaso los periódicos , caro amigo? dijo
el ministerio del Interior nada tiene que ver con los Luciano con infinito desden .
cigarros. Dirigios con esa pretension á Mr. Haumann , -Razon en mi abono. Así disputareis mas y mejor.
seccion de contribuciones indirectas , corredor A, -¡Mr. Beauchamp ! dijo el ayuda de cámara anun-
núm . 26. ciando .
-Digoos sinceramente que me admira la estension -¡ Entrad , entrad , escritor fulminante ! dijo Alber-
de vuestras relaciones, repuso Alberto; pero tomad un to levantándose y saliendo á recibir al jóven. Aquí te-
cigarro. neis á Debray , que sin leeros os detesta, ó á lo menos
¡Ah! mi querido conde , murmuró Luciano en lo dice.
cendiendo un cigarro filipino en una bujía de color -Tiene razon , dijo Beauchamp , yo hago lo propio,
de rosa que ardia en un candelero de plata sobredo- le critico sin saber lo que hace. Buenos dias , comen-
rada, y recostándose en el divan ; ¡ ah conde! ¡ qué di- dador.
choso sois en no tener ocupacion alguna! Ni vos ¡ Ah ! ¿ ya lo sabeis ? respondió el secretario par-
mismo sabeis cuánta dicha es esa. ticular cambiando con el periodista una sonrisa y un
-¿Y qué hariais si no hicierais nada , mi querido apreton de manos.
pacificador de reinos? repuso Morcef con imperceptible -¡Vaya ! repuso Beauchamp.
ironía. ¡Cómo! secretario particular de un ministro, -¿Y qué hay por el mundo?
lanzado á la vez en el gran torbellino europeo y en las -¿Por qué mundo? ¡Tenemos tantos en el año de
intrigas rastreras de París , teniendo reyes, y lo que es gracia de 1838!
mejor, reinas que proteger' , partidos que conciliar, y -Por el mundo crítico-político en que vivís.
elecciones que dirigir; haciendo desde vuestro despa- Oh ! se dice que mereceis esa condecoracion.
cho con vuestra pluma y vuestro telégrafo mas que -Vamos , no me disgusta , respondió Luciano . ¿Por
Napoleon hacia en los campos de batalla con su espa- qué no os pasais á nuestro partido , caro Beauchamp?
da y sus victorias ; poseedor de veinticinco mil libras Con tanto talento haríais fortuna en tres ó cuatro años.
de renta , además de vuestro empleo , y un caballo por -Solo espero una cosa para seguir vuestro consejo;
el cual os ha ofrecido Chateau-Renaud cuatro mil lui- un ministerio que dure seis meses . -Ahora , oid una
ses,sin que hayais querido vendérselo, y un sastre que palabra , querido Alberto : dejaré tranquilo á ese pobre
nunca os echa á perder un pantalon , y la Ópera, y el Luciano . Almorzamos , o no ? Tengo mucho que ha-
Jockey-club , y el teatro de Variedades... ¿ y en todo cer. No es todo flores nuestro oficio , como decís.
esto no hallareis cosa que os distraiga ? Pues yo me -Almorzaremos. Ya no hay que esperar sino á dos
encargo de distraeros. personas. En cuanto lleguen nos sentaremos á la me-
-¿Cómo ? sa , contestó Alberto.
-Proporcionándoos una amistad nueva. -¿Y qué personas son esas ? le preguntó Beau-
-¿De hombre ó de muger? champ .
-De hombre. -Un hidalgo y un diplomático , repuso Alberto.
-¡Oh! tengo ya demasiadas. -Pues esperaremos al hidalgo dos horas cortas, y
-Pero ninguna como esta de que os hablo. al diplomático dos horas largas. Volveré á los postres.
-¿De dónde viene ese hombre? del fin del Comeré en la Cámara una tortilla. Guardadme fresa,
mundo? café y cigarros.
-Acaso de mas allá. -No hagais tal cosa , Beauchamp, pues aunque fue-
¡Diablo ! espero que no será él quien nos traiga se el hidalgo un Montmorency y un Metternich el di-
el almuerzo . plomático , almorzaremos á las once en punto. Entre
-No , descuidad : nuestro almuerzo se está confec- tanto , imitad á Debray; probad mi Jerez y mis biz-
cionando en las cocinas maternales . Pero qué, ¿teneis cochos.
hambre? -Bien , me quedo. En algo se ha de pasar la ma-
-Sí , lo confieso , por humillante que sea. Ayer ñana.
comí en casa de Mr. de Villefort , y ¿ habeis reparado -Tambien en eso imitais á Debray. Sin embargo,
una cosa , caro amigo? ¡ qué mal se cóme en casa de creo que cuando el ministerio está triste la oposicion
todos esos hombres de ley ! cualquiera diria que es debe de estar alegre.
porque tienen remordimientos. -¡Ah! no sabeis cuántas calamidades me amena-
-Sí , despreciad las comidas de otros... ¡ Como son zan. Hoy por la mañana tengo de oir en la Cámara de
tan buenas las de vuestros ministros! los diputados un discurso de Mr. Danglars , y en casa de
Sí , pero en cambio no convidamos á los hombres de su muger esta noche una tragedia de un par
de buen tono ; y si no fuera porque nos vemos obli- Francia. ¡Vaya al diablo el sistema constitucional !
gados á convidar á ciertos parásitos que piensan y puesto que la eleccion estaba en nuestra mano, ¿por
sobre todo que votan bien , ya nos guardaríamos de qué habremos elegido este?
comer en nuestras casas , creedme. -Ya os comprendo : necesitais desquitaros.
-Vamos , mio caro , tomad otra copa de Jerez y -No murmureis de los discursos de Danglars, que
otro bizcocho . vota por vos , que es de la oposicion , dijo Debray.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
243

-Ese es el mal. Espero que le envieis al Luxem-


burgo á fraguar peroratas : así me reiré mas y mejor . -Sí, creo que estais en la razon , Luciano , respon-
-Querido, dijo Alberto á Beauchamp, en el humor dió Alberto con tristeza.
-Además , todo millonario es noble como un bas-
insufrible que teneis se conoce que estan ya arregla-
das las cosas de España. Recordad que las revistas de tardo, ó si no puede serlo.
París anuncian el casamiento de la señorita Eugenia -¡Silencio ! no digais tal cosa , Debray, repuso
Danglars conmigo. En conciencia no puedo dejaros Beauchamp riendo , pues aquí viene Chateau-Renaud
murmurar de un hombre que deberá decirme algun que para curaros de esa manía os atravesará con la
espada de Renaud de Montauban , su antepasado .

AAZ
~~

Chateau-Renaud .

dia : -Señor vizconde ¿ sabeis que el dote de mi hija


son dos mil leones? -Mal haria, contestó Debray, porque yo soy villano
¡Quia ! dijo Beauchamp: ese casamiento no se ve- y muy villano .
rifica. El rey ha podido hacerle conde ; podrá hacerle -¡Bravo! esclamó Beauchamp. El ministerio canta
pai ; pero caballero, nunca , y la espada del conde de la palinodia. ¿Adónde vamos á parar?
Morcef es harto aristocrática para consentir en una ¡ Mr. de Chateau-Renaud! ¡ Mr. Maximiliano Mor-
alianza indigna por dos millones miserables. El viz- rel ! dijo el ayuda de cámara anunciando á dos nuevos
conde de Morcef solo se debe casar con una marquesa . personajes .
¡ Dos mil lon es !... ¡ bon ita can tid ad ! mur mur ó -Ya estamos todos , pues si no me engaño, solo
Morcef. esperábais dos personas .
social
capitaolde de .tercer órden , ó
teatrotura -¡Morrel ! murmuró Alberto sorprendido . ¿Quién
de -El
un camin hierr un minia
deo en
será ese señor Morrel?
Pero antes que acabase de decir estas palabras
repusMorce f, dejad
o Debra y. le hablar y casaos , que es lo mejor, le apretaba la mano Chateau-Renaud , lindo mozo
de treinta años, hidalgo hecho y derecho , es decir,
244 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Genihe en el rostro y Montemart en el talento. | sion en que levantaban el sitio , y tuve que tocar
-Permitidme que os presente , le dijo , al señor retirada como los demás. Por espacio de cuarenta y
Maximiliano Morrel , capitan de spahis , mi amigo y ocho horas sufrí con bastante valor la lluvia del dia
salvador. Por supuesto que él se basta y se sobra pa- y la nieve de la noche , hasta que á la tercera mañana
ra presentarse á sí mismo. Vizconde , saludad á mi se murió de frio mi caballo . ¡ Pobre animal ! ¡ acos-
héroe. tumbrado á las mantas y á las estufas de la cuadra!
Y se apartó á un lado para hacer lugar á aquel como era árabe se murió en Arabia al sentir diez
jóven de apuesto continente , alto , de frente ancha , grados de frio.
de penetrantes ojos, y de bigote negro , á quien nues- -Por eso , dijo Debray , me queriais comprar mi
tros lectores han visto en Marsella en una situacion caballo inglés; porque os presumiais que resistiria me-
harto dramática para que se hayan olvidado de él. Un jor al frio que vuestro árabe .
lujoso uniforme , medío francés y medio oriental, que -Os engañais , pues he hecho voto de nunca vol-
garbosamente manejaba , hacia resaltar su esbelto talle ver á Africa.
y su ancho pecho , condecorado con la cruz de la le- -¿Tanto miedo le cobrásteis ? preguntó Beauchamp.
gion de honor. -¡Oh! sí , lo confieso , respondió Chateau-Renaud,
El oficial saludó al vizconde con elegante corte- y habia por qué cobrárselo. Muerto mi caballo , reti-
sanía. rábame yo á pié , cuando vienen á galope seis árabes
Era gracioso en sus ademanes, porque era fuerte . à cortarme la cabeza. Maté á dos de ellos con los dos
-Caballero, le dijo el vizconde afectuosamente , al tiros de mi escopeta , y á otros dos con mis dos pisto-
señor baron de Chateau-Renaud constaba de antema- las ; pero quedaban dos , y yo estaba desarmado . Él uno
no todo el placer que me ocasionaria con presentaros. me asió de los cabellos , por eso los llevo cortos ; na-
Pues sois, caballero , uno de sus amigos , sed de los die sabe lo que le espera ; -y el otro me echó su yata-
nuestros. gan á la garganta. Ya sentia el agudo frio del hierro ,
-Muy bien dicho , esclamó Chateau-Renaud ; de- cuando este jóven que veis aquí cargó sobre los ára-
sead, querido vizconde , que si llega el caso haga por bes , matando de un pistoletazo al que me asia de los
vos lo que ha hecho por mí. cabellos y partiendo de un sablazo la cabeza al que
-¿Qué ha hecho? le preguntó Alberto. intentaba cortarme la mia . Este caballero se habia pro-
-¡Oh ! es cosa que no vale la pena, murmuró Mor- puesto aquel dia salvar á un hombre , y la casualidad
rel: el señor exagera... hizo que yo fuese el hombre. Cuando sea rico encar-
-Oiga ! ¿con que la vida no vale la pena...? Bien garé á Klagman ó á Marochetti una estátua de la Ca-
está que digais eso de vos , que la esponeis todos los sualidad.
dias; pero de mí , que la espongo una vez, y esa por -Sí , dijo sonriéndose Morrel; era el 5 de setiem-
casualidad... bre , es decir , el aniversario de la milagrosa sal-
-Lo que veo yo mas claro en todo esto es que el vacion de mi padre ; y por esto , en la manera que
soñor capitan Morrel os ha salvado la vida... puedo, lo celebro todos los años ese dia con alguna
-Eso justamente, dijo Chateau-Renaud. accion...
-¿Y en qué ocasion? preguntó Beauchamp. -Heróica , ¿no es verdad? le interrumpió Chateau-
-Beauchamp amigo, dijo Debray, tened en cuenta Renaud. En una palabra , yo fuí el elegido ; pero no es
que me estoy muriendo de hambre. No empeceis ya eso todo. Después de salvarme de la muerte me salvó
con vuestras historias. del frio , dándome no la mitad de su capa , como ha-
--Pues ¿impido yo que almorcemos?... Chateau-Re- cia San Martin , sino dándomela entera : y luego me
naud nos la contará á la mesa. salvó tambien del hambre , partiendo conmigo ... ¿á que
-Señores , añadió Morcef, no son mas que las diez no adivinais qué?
y cuarto, y tenemos que esperar á otro convidado to- -¿Un pastel ? preguntó Beauchamp.
davía. -No , su caballo , del cual comimos un trozo cada
-¡Ah! es verdad : á un diplomático, repuso Debray. uno con grande apetito . Duro era...
-No sé si es diplomático , ni qué es: lo que sé decir ¿ El caballo ? preguntó Morcef riendo.
es que le dí una embajada que despachó tan á mí -No , el sacrificio , respondió Chateau-Renaud.
satisfaccion, que á ser yo rey le hubiera al instante Preguntad á Debray si sacrificaria por un estraño su
hecho caballero de todas mis órdenes , inclusa la del caballo inglés .
Toison de oro y la de la Jarretiera. -Por un estraño , no , dijo Debray ; pero por un
-Puesto que no nos sentamos á la mesa, dijo De- amigo , quizás sí.
bray, consolaos, baron, con una botella de Jerez, co- -Yo adivinaba que llegariais á ser de los mios,
mo nosotros hemos hecho , y contadnos esa historia. señor conde , dijo Morrel. Además , ya he tenido la
-Bien sabeis todos que me dió el capricho de ir á honra de deciros que heroismo ó no , sacrificio ó no ,
Africa. debia yo aquel dia un tributo á la mala fortuna, en re-
-Camino que os han trazado vuestros antecesores , compensa del favor que en otro tiempo nos habia he-
mi caro Chateau - Renaud , dijo Morcef galantemente . cho la buena .
-Sí ; pero dudo de que fueseis como ellos á libertar -La historia á que Mr. Morrel alude es admirable,
el Santo Sepulcro. prosiguió Chateau-Renaud. Algun dia os la conta-
-Teneis razon , Beauchamp , repuso el aristocráti- rá , cuando tengais con él relaciones mas íntimas. Por
co jóven: iba solo por dar muestra de mí. Como sa- hoy divirtamos el estómago y no la memoria . ¿A qué
beis, el duelo me repugna desde que los testigos elegi- hora almorzais , Alberto?
dos por mí para arreglar cierto asunto , me obligaron -A las diez y media.
á romperle un brazo á uno de mis mejores amigos ... -¿En punto? preguntó Debray sacando su reloj.
¡voto al diablo ! á ese pobre Franz d'Épinay á quien -¡Oh! siempre me concedereis cinco minutos de
todos conocemos. espera , dijo Morcef, porque yo tambien aguardo á un
-¡Ah ! sí , es verdad , dijo Debray , os batísteis en salvador.
tiempos de... ¿de qué? -¿Salvador de quién ?
¡ Lléveme el diablo si lo recuerdo ! respondió Cha- -¡ Pardiez ! de mí , respondió Alberto . ¿ Crees que
teau- Renaud. Lo que recuerdo perfectamente es que no se me pueda salvar á mí como á otro cualquiera,
no queriendo dejar dormir mis buenas cualidades, qui- ó creeis que solamente los árabes cortan cabezas?
se probar en los árabes unas pistolas que me acaba- Nuestro almuerzo es un almuerzo filantrópico , y es-
ban de regalar, y me embarqué para Oran. Desde Oran pero, Dios mediante , reunir á nuestra mesa dos bien-
fuí á Constantina , adonde llegué justamente en oca- hechores de la humanidad.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
245

-¿Cómo nos compondremos si el premio de Mon-


tyon no es mas que uno ? dijo Debray. -¿Va armado hasta los dientes?
-Se le da al que nada haya hecho por merecerlo , -¡ Ca !
dijo Beauchamp. Así suele salir de sus apuros la Aca- ¿ Pero se encargó de vuestro rescate?
demia. -Con dos palabras que dijo al capitan al oido me
ví libre .
-¿Y de dónde viene? preguntó Debray: escusadme
que insista ; pero aunque habeis respondido ya á es- -Y hasta se disculpó de haberos preso , dijo Beau--
ta pregunta , fué con tanta vaguedad , que me creo champ .
autorizado á hacerla por segunda vez. -Justamente , añadió Morcef.
-A decir verdad no lo sé , respondió Alberto . -¡Ah ! pero ¿ese hombre era el Ariosto ?
Cuando le convidé hace seis meses estaba en Roma; -Era simplemente el conde de Monte- Cristo .
pero desde entonces ¿ quién sabe la tierra que habrá -No hay en el mundo tal conde de Monte-Cristo,
corrido? dijo Debray.
-Yo no lo creo , añadió Chateau- Renaud con la
¿ Y le creeis capaz de ser exacto á la cita? pre-
guntó Debray. sangre fria de aquel que sabe de memoria el novilia-
-Le creo capaz de todo , respondió Morcef. rio europeo. ¿ Hay quien conozca en algun país un
Monte-Cristo?
-Cuenta que con los cinco minutos de gracia , solo conde de
nos quedan diez minutos. -Acaso dimane de la Tierra Santa , dijo Beau-
champ . Sus abuelos habrán poseido el Calvario , como
-Pues los aprovecharé para deciros algo de mi
convidado. los Mortemart el Mar Muerto.
-Dispensadme que os interrumpa , añadió Beau- -Con vuestra vénia , señores , dijo Maximiliano , yo
champ. En lo que vais á contarnos habrá materia creo poder sacaros del apuro. Monte- Cristo es una
para un folletin? pequeña isla de que he oido hablar muchas veces á los
-¡Vaya ! y de los mejores , dijo Morcef. marinos dependientes de mi padre ; un grano de are-
-Contad , pues. Ya veo que no he de poder ir á na en el Mediterráneo ; un átomo en lo infinito .
la Cámara , con que me desquitaré . -Eso es exactamente, dijo Alberto. - Pues bien , de
-El último Carnaval lo pasé yo en Roma . ese grano de arena , de ese átomo es rey y señor el
-Ya lo sabemos , dijo Beauchamp. hombre de que os hablo : habrá comprado su título de
conde á la Toscana.
-Pero lo que no sabeis es que me robaron los
bandidos. -¿Es rico?
-No hay bandidos por el mundo , dijo Debray . Yo así lo creo ; ¡ vaya!
ter -E so se conoce al vuelo.
-Si que los hay , y ribles, ó por mejor decir
admirables , pues á mí me parecieron tan guapos que -Os engañais , Debray.
me asustaban . -No os comprendo .
-Vamos , mi querido Alberto , dijo Debray , con- -¿Habeis leido las Mil y una noches?
fesad que vuestro cocinero es un posma , ó que no ¡ Miren qué pregunta !
habeis recibido aun las ostras de Marennes ó de Os- ¿ Si -¿Sabeis si son ricos ó pobres aquellos personajes?
tende , y á imitacion de Madama de Maintenon , que- sus granos de cebada no son diamantes ó rubies?
reis entretenernos el hambre con un cuento . Confe- Al parecer son míseros pescadores , ¿no es verdad? Por
sadlo , caro amigo , que somos bastante amables para tales los tomais , y de repente os abren una caverna
perdonároslo y para oir vuestra historia aunque pro- misteriosa , donde encontra is tesoros para comprar la
mete ser muy fabulosa . India .
Y yo, aunque parezca fabulosa , os la fio verda- -¿Y en resúmen?
dera de todo en todo . - Habíanme pues robado los la- —En resúmen , el conde de Monte- Cristo es uno
drones, conduci éndome á un sitio muy triste que se de aquellos pescadores . Hasta tiene un nombre sacado
llama las catacumbas de San Sebastian . del tal libro : se llama Simbad el Marino , y posee una
-Lo conozco muy bien , dijo Chateau-Renaud . A caverna llena de oro.
poco mas cojo allí unas calenturas . -¿La habeis visto , Morcef? le preguntó Beau-
-Yo las tuve realmente , dijo Morcef. Anunciáron- champ .
me que estaba preso , y puesto á precio ó rescate... -Yo , no; Franz , sí ; pero ¡ chiton ! en su presencia
una iniseria... cuatro mil escudos romanos, veintiseis no hay que decir de esto una palabra , porque bajó
vendados á la caverna , y le sirvieron á la
mil libras tornesas . Por desgracia yo no tenia mas de con los ojos
mil quinientas , pues como ya estaba al fin de mi mesa mudos y mugeres tan hermosas, que comparada
viaje, mi letra andaba tambien dando fin . Se lo escribí con ellas , segun parece , es Cleopatra una modistilla .
mugeres , sin embargo , no tiene entera certi-
á Franz... ¡ calla ! ¡ qué recuerdo! Franz estaba allí; po- De las
deis preguntarle si exagero 6 si miento. -Escribí pues dumbre , puesto que entraron después que se atracó
á Franz , que si á las seis de la mañana no iba á bus- de hatchis , de manera que podria suceder muy bien
carme con los cuatro mil escudos , á las seis y diez que hubiese creido mugeres á una caterva de es-
minutos habria yo ido á juntarme con los bienaven- tátuas .
turados santos y gloriosos mártires en cuya com- Los jóvenes miraron á Morcef como si dijesen :
pañía me encontraba , pues Mr. Luigi Vampa ,- -Amiguito , ¿ os volveis loco , ú os quereis divertir
te era el nombre de mi capitan de bandoleros -es-
, - á costa nuestra
escr upulosamente su palabra , -Con efecto , dijo Morrel pensativo , he oido á un
meeehubi
cr dme.era cumplido marino viejo llamado Penelon , contar una cosa pare-
-¿Pero Franz llegó con los cuatro mil escudos? dijo cida á lo que dice Mr. de Morcef.
Chateau- Renaud . ¡ Qué diablo ! ¿Quién se apura por -¡Ah ! me felicito de que venga en mi ayuda Mr.
cuarttro
be mil
de Mo esc
rc udo
ef s llamándose Franz d'Epinay 6 Al- de Morrel . ¿ No es verdad que os contraría el ver que
o ? echan un hilo en mi laberinto?
-No, sino que llegó pura y simplemente , acompa- -Disimuladnos , caro amigo , repuso Debray ; pero
ñado del convidado que os anuncio y que espero pre- nos decís cosas tan inverosímiles...
sentaros .
-¿Por qué? ¿ porque no os hablan de ellas vuestros
caballer Hércule mató embajadores ni vuestros cónsules ? no tienen tiempo ,
¡ Ah ! ¿ pero es ese o un Androm s
edaque
á Caco , 6 un Perseo que libertó á ? lo gastan todo en molestar á sus compatriotas que an-
-No , es un hombre de mi estatura sobre poco mas dan viajando.
6 menos. -¡Ah ! ya os incomodais y la pegais con nuestros
pobres agentes ! ¿Y cómo quereis que os protejan?
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
246

Todos los dias les va la Cámara sisando su sueldo, has- -¿Con que cóme ese hombre estraordinario ?
ta el punto que ya los embajadores andan por los ojos -A fé mia que si cóme es tan poco , que no vale la
de la cara. ¿Quereis ser embajador de Constantinopla, pena de decirlo.
Alberto? yo hago que os nombren. -Ya vereis como es un vampiro.
-No, ¡ voto a cribas ! ¿para que el Sultan , á la pri- -Tomadlo á risa si quereis; pero esa era la opinion
mera demostracion que yo haga en pro de Mehemet- de la condesa de G... que como ya sabeis ha conocido
Alí, me envie el cordon de seda y me estrangulen mis á lord Ruthwen.
secretarios? No tal. -¡ Magnífico! dijo Beauchamp : para un hombre

El conde apareció en el dintél.

-Haceis bien , dijo Debray. profano al periodismo , ahí teneis la continuacion del
-Sí ; pero todo eso no impide que exista mi conde famoso cocodrilo del Constitucional. ¡ Un vampiro! no
de Monte-Cristo. hay mas que pedir.
-Pardiez , ¡ miren qué milagro ! todo el mundo -Ojo jaspeado cuya pupila se estira y se encoje á me-
existe. dida del deseo , ángulo facial muy desarrollado, frente
-Sin duda , pero no como él. Todo el mundo no magnífica , tez lívida , barba negra, dientes blancos y
tiene esclavos negros , salones de príncipe , armas á afilados , finura á proporcion , dijo Debray.
la Casauba , caballos de seis mil francos , y queridas -Pues justamente es tal como lo pintais , Luciano,
griegas. contestó Alberto; no puede ser el retrato mas pareci-
-Habeis visto á la querida griega? do. Sí , su finura es incisiva y molesta. Ese hombre
-Sí , la he visto y la he oido. La he visto en el tea- me ha hecho temblar , y entre otras , cierta vez que
tro de Argentina , y la le oido un dia que almorcé en presenciábamos juntos una ejecucion , creí que me iba
casa del conde, á poner malo ; antes de verla y de oirle a él hablar
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 247

friamente de todos los suplicios de la tierra, que no de -Confesad que habeis tenido una pesadilla , y va-
ver al verdugo y de oir los gritos del reo. mos á almorzar, dijo Beauchamp.
-¿No os ha llevado á la chita callanda á las ruinas Pero no se habia estinguido aun la vibracion del
del Coliseo á beberos la sangre , Morcef? le preguntó reloj , cuando se abrió la puerta y esclamó German :
Beauchamp. -¡Su escelencia el conde de Monte-Cristo!
-Después de haberos libertado , ¿ no os hizo firmar A su pesar hicieron los circunstantes un gesto, que
en pergamino encarnado un pacto cediéndole vuestra demostraba la emocion que les habian causado las pa-
alma , como cedió Esau su derecho de primogenitura? labras de Alberto.

TMW

-¡Ah ! dijo : ¿ tiene buen corazon este caballero ?

-Burlaos, burlaos cuanto querais, señores , dijo El mismo Alberto no pudo reprimir una súbita es-
Morcef algo picado. Cuando os contemplo á vosotros clamacion.
garridos parisienses , abonados al boulevard de Gan- Ni se habia oido en la calle coche alguno , ni pasos
te, paseantes del bosque de Boloña, y se me acuer- en la antesala. Hasta la puerta se abrió sin ruido.
da aquel hombre... pues bien, paréceme que no so- El conde apareció en el dintel vestido con la ma-
mos de la misma especie. yor sencillez ; pero el elegante mas exigente no habria
-A mí me lisonjea mucho , dijo Beauchamp. encontrado en su traje nada que criticar.
-Siempre será vuestro conde de Monte-Cristo un Todo era de esquisita delicadeza ; todo acababa de
hombre regular en sus ratos de ócio , prescindiendo | salir de las tiendas mas afamadas : vestido , sombrero
de esos tratados con los bandidos , añadió Chateau- y ropa blanca.
Renaud. Parecia que apenas tuviese treinta y cinco años , y
¡Ya no hay bandidos ! dijo Debray. lo que asombró á todo el mundo fué su estremada
Ni vampiros ! añadió Beauchamp. semejanza con el retrato que Debray habia trazado
-Ni conde de Monte-Cristo , respondió Debray.- de él.
Ya son las diez y media, querido Alberto, Adelantóse el conde sonriendo al medio del salon
248 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

en derechura á Alberto , que le salió al encuentro pre- | ra , le pido que me permita presentárosle como ami-
sentándole la mano. go mio .
-La exactitud es la política de los reyes , dijo el A estas palabras hubiérase podido notar en Monte-
conde , como ha dicho , segun creo , uno de los vues- Cristo aquella mirada fija , aquel rubor fugitivo , y
tros; pero pese á su buena voluntad, no es siempre la aquel estremecimiento de párpados que solia causarle
de los viajeros. Sin embargo , espero me perdonareis , una emocion.
querido vizconde , los dos o tres segundos que he tar- -¡Ah! dijo : ¿tiene buen corazon este caballero?
dado á la cita, en gracia á mis buenos deseos . No se ¡ tanto mejor!
andan quinientas leguas sin algun contratiempo , en Esta especie de esclamacion , que mas bien respon-
Francia particularmente, donde está prohibido, segun dia al pensamiento del conde que á lo que Alberto
parece, dar prisa á los postillones. acababa de decirle , sorprendió á todo el mundo , y á
-Señor conde , respondió Alberto , hallábame á esta Morrel en particular , que miró admirado á Monte-
sazon anunciando vuestra visita á algunos amigos , Cristo ; pero su acento era á par tan dulce , 6 dicho me-
que he reunido hoy, fiado en la promesa que os dig- jor tan blando , que por estraña que fuese aquella sa-
násteis de hacerme, y que tengo el honor de presen- lida no habia ocasion de enojarse.
taros . Son los señores conde de Chateau-Renaud, cuya -¿Por qué habia de dudarlo? dijo Beauchamp á
nobleza data de los doce pares , y cuyos antepasados Chateau-Renaud .
se sentaron á la Tabla redonda ; Mr. Luciano Debray, Este , que con su esperiencia del mundo y su mi-
secretario particular del ministro de lo Interior; Beau- rada aristocrática habia adivinado en Monte- Cristo
champ, periodista enérgico , terror del gobierno fran- cuanto él dejaba adivinar , respondió al periodista:
cés ; en Italia no habreis oido nunca hablar de él, -No nos engañaba Alberto . Es el conde un perso-
porque no permiten la entrada á su periódico; -y en naje singular. ¿Qué os parece á vos , Morrel?
lin, el capítan de spahis, Mr. Maximiliano Morrel . -Tiene por vida mia voz simpática y mirada fran-
A este nombre , Monte-Cristo , que hasta allí habia ca , respondió el jóven . Me agrada mucho , á pesar de
ido saludando uno á uno , aunque cortésmente , con la estraña reflexion que acaba de hacerme .
inglesa impasibilidad , dió como á pesar suyo un paso -German me anuncia, señores, que estamos servi-
hácia adelante, y un ligero carmin pasó como un re- dos , dijo Alberto . Mi querido conde , permitidme que
lámpago por sus pálidas mejillas. os enseñe el camino .
-¿Este caballero , dijo , lleva el uniforme de los Y pasaron silenciosamente al comedor , donde ocu-
nuevos adalides franceses ? ¡ bonito uniforme ! pó cada uno su lugar.
Imposible fuera asegurar qué sentimiento daba á la -Señores , dijo al sentarse Monte-Cristo , permitid-
voz del conde tan profunda vibracion y brillo invo- me que os confiese una cosa que me servirá de dis-
luntario á su mirada, tan espresiva cuando no la ani- culpa á todas las faltas que pueda cometer: soy estran-
maba alguna emocion violenta. jero , y estranjero hasta tal punto , que esta es la
-¿No habeis visto nunca á nuestros africanos, ca- primera vez que vengo á París . Las costumbres fran-
ballero ? le preguntó el vizconde. cesas en particular me son desconocidas , pues hasta
-Nunca , contestó Monte-Cristo completamente ahora no he practicado sino las orientales , enteramen-
repuesto. te contrarias al buen tono parisiense . Os ruego , pues,
-Pues sabed , caballero , que debajo de este uni- me disimuleis si advertís en mí algo de turco , de na-
fo me late un corazon de los mas buenos y valientes politano ó de árabe. Hecha esta salvedad , almorcemos ,
del ejército . señores .
Oh ! señor de Morcef... murmuró Maximiliano. -Esas son palabras de un gran señor , murmuró
-Dejadme hablar , capitan. Beauchamp.
Y Alberto prosiguió : -De un gran señor estranjero, añadió Debray .
-Ahora acabamos de saber una accion suya tan -De un gran señor de todos los paises , Debray,
heróica , que aunque hoy le veo por la vez primc- dijo Chateau-Renaud.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE.


A

-Hermosa querida teneis , vizconde .


1
1
EL CONDE DE MONTE -CRISTO .

TERCERA PARTE.

CAPITULO I.

EL ALMUERZO.

El conde , como lo recordará el lector, era un hués- -Si me conocierais mas, repuso el conde sonrién-
ped muy sóbrio. dose, no tomaríais tan á pechos una cosa casi humi-
Reparólo Alberto , temeroso de que la vida pari- llanté para un viajero como yo, que se ha mantenido
siense empezase á disgustarle desde aquel mismo sucesivamente, en Nápoles con macarrones , en Milan
punto, por su lado mas material aunque tambien mas con papilla , en Valencia con olla podrida, en Cons-
necesario. tantinopla con arroz, y en la China con nidos de go-
-Mi querido conde, le dijo , vedme dominado del londrinas. Para un cosmopolita como yo no hay coci-
temor de que la comida de la calle de Helder no os nero posible. Cómo de todo en todas partes, aunque
plazca tanto como la de la plaza de España. Sin duda cóma poco, y hoy que me acusais de sobriedad hállo-
yo he debido preguntaros cuáles fueren de vuestro me en uno de mis dias hambrientos , porque no he
gusto, para teneros algunos platos de propósito. comido desde ayer por la mañana.
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 1. -TOмO 11. 1
B
ลง
2 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Cómo ! ¡ desde ayer mañana ! esclamaron los -¿Y qué os dieron esos dos soberanos á trueque
convidados. ¿Hace veinticuatro horas que no comeis? de regalo tan magnífico ? le pregunto Debray.
-Sí, respondió Monte-Cristo . Vime obligado á apar- -El Gran Señor la libertad de una muger, respon-
tarme del camino real para adquirir en las cercanias dió Monte-Cristo , y el Santo Padre la vida de un
de Nimes ciertas noticias , de manera que por haber- hombre. Con esto he sido una vez en mi vida tan po-
me retardado un poco no quise ya detenerme .
?- deroso, como si Dios me hubiese hecho nacer en los
Habeis comido en el carruaje ? le preguntó escalones de un trono.
Morcef. -¿Y fué á Peppino á quien librasteis ? ¿ no es ver-
-No, he dormido, como me sucede siempre que dad? le preguntó Morcef. ¿ A él aplicásteis vuestra
me aburro sin tener valor para distraerme , ó siempre gracia?
que estoy hambriento sin tener gana de comer. -Quizás, dijo sonriéndose Monte- Cristo.
-Pero ¿mandais en el sueño , caballero ? le pregun- -No podeis figuraros, señor conde , cuánto placer
tó Morrel. me ocasiona oiros hablar así, dijo Morcef. De antema-
-Me falta poco . no os habia anunciado á mis amigos como un hom-
¿ Tendreis alguna receta? bre fabuloso , como un encantador de las Mil y una
-Infalible . noches , como un mágico de la edad media ; pero los
-De perlas nos vendria á nosotros los africanos , parisienses son gente tan ducha en esto de paradojas,
que nunca tenemos que comer , y rara vez que beber, que toman por fantasías las verdades mas absolutas,
dijo Morrel. cuando estas verdades no reunen todas las condicio-
-Sí, contestó Monte-Cristo; pero por desgracia nes de su existencia ordinaria . Aquí teneis por ejem-
mi receta, escelente para un hombre como yo que plo á Debray que lee , y á Beauchamp que imprime
trae una vida escepcional , seria muy peligrosa apli- todos los dias , que han asaltado y robado en el boule-
cada á un ejército , que no se despertaria cuando vard à un miembro del Jockey-Club , que han asesi-
se necesitara de él. nado á cuatro personas en la calle de San Dionisio ó
-¿Podremos saber esa receta? preguntó Debray. en el barrio de San German , que han cogido á diez,
¡Oh! sí, que no hago un secreto de ella , dijo Mon- quince ó veinte ladrones, ya en un café del boulevard
te-Cristo. És una mezcla de escelente opio que he ido del Temple , ya en las Terinas de Juliano ; y dudan
en persona á buscar á Canton para estar seguro de su sin embargo de la existencia de los bandidos de las
pureza, y del mejor hatchis que en Oriente se recoge, Marismas , de los campos de Roma ó de las lagunas
es decir, entre el Tigris y el Eufrates. Mézclanse pues Pontinas . Decidles vos , señor conde , os lo supli-
en porciones iguales , convirtiéndolas en una especiede co , decidles que á mí me atraparon los bandidos, y
píldoras, que se tragan cuando se quiere. Diez minu- que sin vuestra generosa mediacion estaría segun to-
tos después el efecto es seguro. Preguntádselo al baron das las probabilidades á la hora presente esperando la
Franz d'Epinay , que creo que las ha probado un dia. resurreccion de la carne en las catacumbas de San
-Sí , respondió Morcef , ya me ha dicho que tiene Sebastian , y no dándoles de almorzar en mi pobre
de eso un recuerdo muy agradable . choza de la calle de Helder.
-¿Pero llevais siempre con vos esa droga ? dijo -¡Bah! dijo Monte-Cristo , me habíais ofrecido no
Beauchamp, que como periodista era muy incrédulo. volver á hablar de esa pequeñez.
-Siempre , respondió Monte-Cristo. -No fuí yo , señor conde , esclamó Morcef, no fuí
-¿Seria una indiscreccion pediros que nos enseñels yo , sino algun otro á quien habreis hecho el mismo
esas preciosas píldoras ? añadió Beauchamp, esperan- servicio , y sin duda nos confundís á entrambos. Ha-
do cogerle en descubierto . blemos por lo contrario de eso , porque como os deci
-No señor, respondió el conde . dais, no solo me volvereis á decir lo que yo sé , sino
Y sacó de su bolsillo una cajita maravillosa , que acaso algo de lo que ignoro todavía.
era una sola esmeralda ahuecada y cerrada con un -Paréceme, dijo el conde sonriendo , que vuestro
tornillo de oro, que al abrirse daba paso á una bolita papel en este negocio ha sido asaz importante, para
verdinegra en el color, y en el tamaño como un gui- que sepais tan bien como yo todos sus pormenores.
sante. -Si digo todo lo que sé , ¿ me prometeis decirme
Su olor era acre y trascendente. todo lo que no sé ? añadió Alberto.
Cuatro ó cinco bolitas iguales habia en la esmeral- -Es muy justo , respondió Monte-Cristo.
da, y podia contener hasta una docena. -Pues bien , prosiguió Morcef, aunque con men-
Pasó la cajita de mano en mano , antes para exami- gua de mi amor propio , me creí por espacio de tres
nar aquella admirable piedra que no para ver las píl- dias objeto de los mimos de una máscara , que yo to-
doras. maba por descendiente de las Tulias y Popeas , cuan-
-¿Y es vuestro cocinero el que os lo prepara? le do era pura y simplemente una contadina. -Reparad
preguntó Beauchamp . que digo contadina por no decir labradora.- Lò que
No señor, contestó Monte-Cristo , que no confio recuerdo y sé bien es que como un simple , mas sim
yo á manos indignas mis verdaderos goces. Soy un ple que ese de quien hablaba ahora , equivoqué á
químico bastante bueno y lo preparo yo mismo. la contadina con un jóven bandido de quince a diez
¡ Admirable esmeralda ! ¡es la mayor que he visto y seis años , imberbe , delgado y esbelto , que cuando
en mi vida ! aunque mi madre tiene algunas alhajas yo queria ya emanciparme hasta el punto de darle un
de familia, notables por demás, dijo Chateau-Renaud. beso en su casta espalda sacó una pistola , y con ayu-
-Tres tenia iguales, repuso Monte-Cristo ; una se da de siete ú ocho de sus compañeros me condujo ó
la dí al Gran Señor, que la hizo incrustar en su sable; mas bien me arrastró al fondo de las catacumbas de
otra al Padre Santo, que la incrustó en su tiara , jun- San Sebastian , donde me hallé con un capitan de
to á otra esmeralda casi igual, aunque menos hermosa, bandidos , tan literato á fé mia , que se ocupaba en
regalada á su antecesor Pio VII por el emperador leer Los comentarios de César , y que dignose de
Napoleon ; y esta tercera la he guardado para mí, interrumpir su lectura para decirme, que si å las seis
aunque quitándole con ahuecarla la mitad de su valor , de la mañana siguiente no entregaba en su caja cua-
si bien así me sirve mejor para lo que yo la quiero . tro mil escudos , á las seis y cuarto habria dejado de
Todos miraban á Monte-Cristo con asombro. existir... y punto redondo. La carta existe , que la
Hablaba con tanta naturalidad, que si no decia ver- conserva Franz d'Epinay , firmada por mí , con una
dad estaba loco. postdata de maese Luigi Vampa. Si me lo poneis en
Sin embargo, aquella esmeralda que tocaban hacia duda, escribo á Franz que legalice las firmas ante es-
que se inclinasen á la primera suposicion. cribano. Esto es lo que yo sé ; pero lo que no sé es
:0
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 3

cómo vos , señor conde , habeis llegado á inspirar -No señor, respondió Monte-Cristo , con la simple
tanto respeto á los bandidos de Roma , que tan pocas condicion de que me respetarian siempre á mí y á los
cosas respetan. Os confieso que Franz y yo nos que- mios. Acaso os parezca estraño lo que voy á decir,
damos estupefactos. acaso os lo parezca á vosotros los socialistas , los hom-
-Pues nada mas sencillo , respondió el conde ; yo bres del progreso , los humanitarios. Yo nunca pienso
conocia al famoso Vampa desde hace mas de diez en mi prójimo para nada : nunca trato de proteger á la
años. Siendo él muy jóven y pastor todavía , cierta sociedad que no me protege á mí, y aun diré mas, que
vez que le dí no sé qué moneda de oro porque me no tan solo no me protege , sino que no piensa en

-¡Admirable esmeralda ! dijo Chateau-Renaud.

habia guiado en un camino, me dió él, para no deber- mí sino para hacerme daño , y suprimiéndola en mi
me nada, un puñal esculpido por él mismo, puñal que estimacion y guardando neutralidad con ella , creo
habeis debido ver en mi coleccion de armas . Mas tarde, que la sociedad y mi prógimo me quedan obliga-
6 ya que se hubiera olvidado de aquel cambio que dos todavía.
debió ser cuna de nuestra amistad , 6 ya que no me -¡Enhorabuena ! esclamó Chateau-Renaud. Gra-
hubiese reconocido , intentó cogerme; pero fuí yo, cias a Dios que oigo á un hombre valiente predicar
por el contrario , el que le cogió á él y á doce de los el egoismo con lealtad y con franqueza. ¡ Magnífico,
suyos. Pude entregarle á la justicia romana , que es señor conde ! ¡ bravo !
espedita , y con él lo hubiera sido mucho mas ; pero -Eso es siquiera franqueza , dijo Morrel ; pero es-
no quise , y les dí libertad á él y á los suyos. toy seguro de que el señor conde no se habrá arre-
-A condicion de que no volverian á pecar , dijo pentido de haber faltado una vez á los principios que
riéndose el periodista. Veo con placer que han cum- acaba de esponernos de una manera tan absoluta.
plido religiosamente su palabra. -¿Cómo he faltado yo á esos principios, caballero?
4 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

le preguntó Monte-Cristo , que de vez en cuando no si algun hábito de buen tono , si algun conocimiento
podia menos de mirar á Maximiliano con tanta aten- de nuestros bazares pueden recomendarme á vos ,
cion , que ya dos ó tres veces aquel jóven tan audaz póngome á vuestras órdenes para buscaros una casa
habia tenido que bajar los ojos ante su mirada pene- elegante. No me atrevo á brindaros con la mia del
trante y límpida. mismo modo que yo en Roma gocé de la vuestra , por-
-Paréceme , dijo Morrel , que libertando á Mr. de que yo, que aunque no profeso el egoismo soy egoista
Morcef, á quien no conocíais, servíais al prógimo y á por escelencia , nunca sufriré en mi casa otra som-
la sociedad. bra que la mia , á menos que sea la sombra de una
-De que es el mejor adorno , dijo Beauchamp gra- | muger.
vemente , apurando de un solo trago una copă de ¡ Ah! dijo el conde , ese es pudor conyugal. Con
Champagne. efecto , caballero , en Roma me dijísteis algo de un
-Señor conde , esclamó Morcef , ya os veo con- matrimonio... ¿ Debo felicitaros por vuestra próxima
vencido , á vos el lógico mas contundente que yo dicha conyugal?
conozca ; y hasta habeis de ver que os prueban en -Todavía está en proyecto , señor conde.
seguida palmariamente , que en vez de ser egoista Y quien dice proyecto dice eventualidad , repuso
sois todo lo contrario , sois filántropo . ¡ Ah señor con- Debray.
de ! vos quereis pasar por oriental , por levantino, por -No tal , dijo Morcef. Mi padre se empeña , y antes
maltés , por indio , por chino , por salvaje ; os lla- de mucho espero presentaros , si no á mi muger , á
mais Monte-Cristo por vuestra familia , Simbad elmi futura la señorita Eugenia Danglars.
Marino por nombre propio , y cátese aquí que desde -¡Eugenia Danglars ! replicó Monte-Cristo. Oid:
el mismo dia que poneis el pié en París os adorna ins- ¿es su padre el baron Danglars?
tintivamente el mérito mayor ó el mayor defecto de -Sí , respondió Morcef; baron de nuevo cuño .
nuestros parisienses escéntricos , que es que os vana- --¡Oh! ¿qué importa ? dijo Monte-Cristo, ¿ qué im-
gloriais de vicios que no teneis , y ocultais las vir- porta si ha hecho al Estado servicios que le hayan va-
tudes que teneis verdaderamente. lido esa distincion ?
-Mi querido vizconde, repuso Monte-Cristo , en todo -Enormes , dijo Beauchamp. Aunque liberal de co-
lo que yo he dicho ó he hecho no veo razon que me- razon , completó en 1829 un empréstito de seis millo-
rezca de vuestra parte y de la de estos señores el pre- nes para el rey Carlos X, que le hizo baron y caballe-
tendido elogio que acabo de recibir : vos no érais pa- ro de la legion de honor ; de manera que lleva la cinta
ra mí un estraño , puesto que yo os conocia , puesto no en el bolsillo del chaleco, como era de presumir,
que os habia cedido dos habitaciones , puesto que os sino descaradamente en el ojal de su frac.
habia dado de almorzar , puesto que os habia prestado -¡Ah Beauchamp! ¡Beauchamp! dijo Morcefriendo;
uno de mis carruajes , puesto que habíamos paseado guardad esas ideas para los furibundos artículos del
el Corso juntos , y puesto que habíamos presenciado Corsario y del Charivari , pero en mi presencia res-
desde una ventana de la plaza del Popolo aquella eje- petad á mi futuro suegro.
cucion que tanto efecto os hizo que á poco os des- Luego añadió volviéndose á Monte-Cristo:
mayais . Ahora bien , yo pregunto á todos estos seño- -Habeis pronunciado el nombre del baron como si
res , ¿ podia dejar á mi huésped en manos de aquellos le conociéseis...
terribles bandidos , como vos los llamais ? Además ya -No le conozco , dijo con indiferencia Monte-Cris-
sabeis que con salvaros realizaba yo un proyecto , que to ; pero no tardaré probablemente en conocerle,
era que me sirviéseis de introductor en los salones puesto que tengo contra él una letra abierta de las ca-
de París cuando viniera á Francia . Por algun tiempo sas de Richard y Blount de Londres, Arstein y Es-
habreis podido creer mi resolucion un proyecto va- keles de Viena, y Thomson y French de Roma.
go y deleznable ; pero hoy ya lo veis , es una realidad , Al pronunciar estos dos últimos nombres miró
y teneis que someteros á ella ó faltar á vuestra pa- Monte- Cristo de reojo á Maximiliano Morrel .
labra. Si algun efecto habia pensado causar al jóven no se
-La cumpliré, dijo Morcef; pero temo quedeis des- engañó , porque todo el cuerpo de Maximiliano tembló
ilusionado , mi querido huésped ; vos , aficionado á los como si acabase de sufrir un golpe eléctrico.
sitios pintorescos , á la variedad de los acontecimien- -¿Conoceis , caballero , la casa de Thomson y
tos y los horizontes fantásticos. Aquí no encontra- French ? dijo .
reis ningun episodio de esos á que os tiene avezado -Son mis banqueros en la capital del mundo cris-
vuestra vida aventurera. Nuestro Chimborazo es Mont- tiano , respondió sencillamente el conde. ¿Puedo ser-
martre; nuestro Himalaya el monte Valerien; nuestro viros en algo para con ellos ?
gran desierto la llanura de Grenelle , donde se cs- -¡Oh, señor conde ! acaso podriais a yudarnos en
tan ahora haciendo pozos artesianos para proveer de unas pesquisas , hasta lo presente inútiles. Esa casa
agua á las caravanas. Tambien tenemos ladrones, hizo á la nuestra en otro tiempo un servicio grandi-
aunque no tantos como vulgarmente se cree ; pero simo , y no sé por qué razon se ha negado siempre á
esos ladrones temen mas á un espía raquítico y des- confesarlo.
preciable que á un gran señor. La Francia, en fin , es -Estoy á vuestras órdenes , caballero , respondió
una nacion tan prosáica , y París un pueblo tan civi- inclinándose Monte-Cristo.
lizado , que no encontrareis en nuestros ochenta y -¡Es singular ! dijo Morcef. ¡ Cómo hemos olvidado
cinco departamentos-digo ochenta y cinco porque nuestra primera conversacion , por hablar de Mr. Dan-
hay razon para eliminar la Córcega , - no encon- glars ! Tratábase de buscar una casa decente al conde
trareis, repito , la menor montaña que no tenga su te- de Monte-Cristo. Ea , señores , espongamos todos
légrafo , ni la menor gruta que no esté alumbrada nuestras ideas. ¿ En dónde alojaremos a este nuevo
por gas, de órden de la policía. Solo un servicio pue- huésped del populoso París ?
do haceros, mi querido conde , y para hacéroslo me -En el barrio de San German , dijo Chateau-Re-
pongo á vuestra disposicion : presentaros ó haceros naud . Allí puede encontrar este caballero un palacio
presentar por mis amigos en todas partes. De esto no pequeñito , aislado entre el jardin y el patio , á la in-
se hable mas . Bien que vos de nadie necesitais , pues glesa.
con vuestro nombre, vuestra fortuna y vuestro talen- -Bah , Chateau-Renaud, no sabeis salir de vuestro
to (Monte-Cristo se inclinó , sonriéndose con algo de triste v nauseabundo barrio de San German , dijo De-
ironía) se presenta uno á sí mismo , y es bien recibido bray. No le presteis oidos , señor conde , sino id á ha-
en todas partes. No puedo, pues , en resúmen servi- bitar en la Chaussée-d'Antin , que es el verdadero
ros sino para una cosa. Si alguna costumbre de París, centro de París.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 5

-No , no , en el boulevard de la Ópera, dijo Beau- quien amaba, y el único que en nuestra desgracia nos
champ , en un piso principal que tenga balcones. Pro- ha sido fiel : Manuel Herbaut.
véase el señor conde de butacas magníficas para ver, Monte- Cristo se sonrió imperceptiblemente.
mientras fuma su pipa ó se traga sus píldoras , desfilar -Allí me voy á vivir durante mi estancia en la ca-
ante sus ojos toda la poblacion. pital , prosiguió Maximiliano, y allí nos tiene el señor
-¿Y vos, Morrel , no teneis ninguna idea? ¿nada conde para todo lo que se le ocurra , á mí y á mi
proponeis? dijo Chateaud-Renaud. cuñado Manuel.
Sí tal , dijo sonriéndose el jóven , tengo una idea; | -¡Un instante ! esclamó Alberto antes que Monte-

RO

LA

Debray.

pero esperaba que el conde se dejase seducir de algu- | Cristo tuviese tiempo de responder; cuenta con lo que
na de las brillantes proposiciones que acaban de ha- haceis, Morrel ; vais á emparedar á un viajero, á Sim-
cerle. Como ninguna ha aceptado, creo poder ahora bad el Marino; á un hombre que ha venido á ver á
ofrecerle un cuartito en una casa encantadora, una París, ¡ quereis convertirlo en patriarca !
casa enteramente á la Pompadour, que tiene mi her- -¡Oh! no tal , respondió Morrel sonriendo ; mi her-
mana alquilada desde hace un año en la calle de Meslay. mana tiene veinticinco años y mi cuñado treinta, son
-¿Teneis una hermana ? le preguntó Monte-Cristo. jóvenes, felices y dichosos... además , el señor conde
-Ši señor, una escelente hermana. puede estarse en su departamento, y solo tendrá co-
Casada? municacion con sus huéspedes cuando le plazca bajar
-Pronto hará nueve años. á verlos.
-¿Feliz ? tornó á preguntarle el conde. -Gracias , caballero , gracias , dijo Monte-Cristo,
-Tan feliz como es permitido serlo á una criatura, me contentaré con que me presenteis à vuestra her-
respondió Maximiliano. Se ha casado con el hombre mana y cuñado , si quereis hacerme esa honra. No he
6 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

aceptado las ofertas de estos señores porque tengo ya -¿Y ciudadano tan honrado habeis elegido para
casa. mayordomo vuestro , señor conde ? dijo Debray.
-¡Cómo! esclamó Morcef. ¿ Vais á vivir en alguna ¿ Cuánto os roba al año?
fonda? Eso en vos seria de muy mal gusto. -Ni mas ni menos que otro cualquiera , os lo ase-
-¿ Tan mal estaba yo en Roma ? le preguntó Monte- guro bajo palabra de honor ; pero me sirve bien, no
Cristo. repara en imposibles , y vamos andando.
-¡Pardiez! en Roma os habia costado cincuenta mil -Ea, dijo Chateau-Renaud , ya teneis puesta casa;
piastras el adorno de las habitaciones , y no presumo teneis un palacio en los Campos Elíseos , y criados y
que esteis dispuesto á hacer todos los dias gastos tan mayordomo . Solo os falta una querida.
considerables. Alberto se sonrió pensando en la hermosa griega
-Nunca eso me hubiera detenido, respondió Mon- que habia visto en el teatro de Argentina.
te-Cristo ; pero estaba determinado á tener casa en -Tengo mas que una querida , dijo Monte-Cristo,
París , casa mia propia , y despaché delante á mi ayu- tengo una esclava. Vosotros alquilais vuestras queri-
da de cámara, que ya á estas horas me la habrá com- das en el teatro de la Ópera , en el teatro del Vaude-
prado y amueblado." ville ó en el de Variedades. Yo he comprado la mia en
-Acabárais de decir que teneis un ayuda de cáma- Constantinopla. Me cuesta mas ; pero en cambio hice
ra que conoce á París , esclamó Beauchamp. el gasto de una vez.
-Esta es la primera vez que viene á Francia como -¿Os olvidais , esclamó Debray riendo , os olvidais.
yo; es negro y mudo , dijo Monte-Cristo. de que nosotros los franceses, como lo ha dicho el rey
-¿Entonces será Álí? le preguntó Alberto en me- Carlos , somos francos por nombre y francos por ca-
dio de la general sorpresa. rácter? ¿ Os olvidais de que al entrar en Francia que-
-Sí señor; es él, Alí , mi nubiano , mi mudo , á da vuestra esclava libre?
quien segun creo vísteis en Roma. -¿Quién se lo dirá ? preguntó Monte-Cristo.
-Sí por cierto, respondió Morcef, lo recuerdo per- -¡Cáspita ! cualquiera.
fectamente. Pero ¿cómo habeis comisionado á un nu- -Solo habla romaico.
biano para compraros una casa en París , y á un mudo -¡Ah! eso es otra cosa.
para amueblárosla? Lo habrá hecho todo mal el pobre. -Pero ¿ no la hemos de ver tan siquiera? ¿ó teneis
-Al contrario. Estoy seguro de que las cosas que tambien eunucos como teneis un mudo? esclamó Beau-
haya elegido serán de mi gusto, porque ya sabeis que champ .
mi gusto no es el de la generalidad. Hace ocho dias de -No á fé mia, dijo el conde, que no llevo á tal exa-
su llegada ; habrá recorrido toda la poblacion , con un geracion mi orientalismo. Todos los que me rodean
instinto semejante á un perro que caza solo; conoce son dueños de dejarme, y al dejarme ní necesitarán de
mis caprichos y mis necesidades , con que lo habrá or- mí ni de nadie en el mundo. Por eso quizás no me
ganizado todo á mi manera . Como sabia que yo iba á | dejan.
llegar hoy á las diez, desde las nueve me estaba espe- Hacia ya un rato que estaban en los postres y fu-
rando en la barrera de Fontainebleau , y me entregó mando.
este papel, que son las señas de mi nueva morada. To- -Querido amigo , dijo Debray levantándose, las dos
mad ,leed. y media ; vuestro convidado me encanta, pero no hay
Ý Monte-Cristo alargó un papel á Alberto. buena compañía que no se abandone , y aun tal vez
-Campos Elíseos , número 30 , leyó Morcef. por otra mala. Tengo que regresar al ministerio . Ha-
-¡Ah ! ¡ eso sí que es original ! dijo Beauchamp sin blaré del conde al ministro, y procuraremos averiguar
poderse contener. su vida y milagros .
-A lo príncipe, añadió Chateau -Renaud. -Ved que hasta los mas audaces han renunciado
¿Y es posible que no hayais visto aun vuestra á esa empresa , dijo Morcef.
casa? le preguntó Debray. -¡Bah ! disponemos de tres millones para la policía,
-No, porque ya os dije que no queria faltar á la y aunque se suelen gastar adelantados, no nos faltarán
hora convenida, respondió Monte-Cristo. Me vesti en cincuenta mil francos para esto .
el carruaje, y he puesto el pié en París á la puerta del Y cuando sepais quién es , ¿ me lo direis?
vizconde. -Os lo prometo . -Alberto , hasta la vista. - Señores,
Todos los jóvenes se miraron unos á otros , igno- soy vuestro servidor.
rando si Monte-Cristo representaba una comedia; pero Y al salir gritó Debray en la antesala:
cuanto salia de su boca era tan sencillo á pesar de su ¡ Que se acerque el carruaje !
escéntrica apariencia, que no se podia presumir que Bueno , dijo Beauchamp á Alberto; no iré á la Cá-
mintiese. Por otra parte, ¿á qué habia de mentir? mara; pero tengo en cambio para mis lectores una
-Tendremos que contentarnos , dijo Beauchamp , cosa mejor que un discurso de Mr. Danglars.
con hacer al señor conde servicios pequeños , que son -Por favor, Beauchamp , no digais del conde ni
los que podremos hacerle. Yo en mi cualidad de pe- una palabra en el periódico , respondió Alberto. No me
riodista le abro todos los teatros de París. quiteis el mérito de presentarlo y de esplicarlo. Es un
-Gracias, caballero, dijo Monte-Cristo sonriéndose. hombre curioso de ver, ¿no es verdad?
Mi mayordomo ha recibido ya la órden de abonarme -Mas que eso , respondió Chateau-Renaud , es ver-
en todos. daderamente uno de los hombres mas estraordinarios
-¿Es tambien mayordomo vuestro algun nubiano , que yo haya visto en mi vida. -¿Venís , Morrel?
algun mudo? le preguntó Debray. -Sí , en cuanto dé mi tarjeta al señor conde, que
-No señor , sino simplemente un compatriota vues- se digna ofrecerme una visita á la calle de Meslay,
tro, si es posible que un corzo tenga compatriotas; número 14.
pero vos le conoceis , señor de Morcef. -Estad seguro de que no faltaré , caballero , dijo
-¿Será por casualidad aquel signor Bertuccio , tan inclinándose el conde.
entendido en esto de alquilar ventanas? Y salió Morrel con el baron Chateau-Renaud , de-
-Justamente en mi casa le vísteis el dia que tuve jando á Monte-Cristo solo con Morcef.
el honor de convidaros á almorzar. Es un bravo , que
ha sido en el mundo un poco de todo lo que se puede
ser, soldado , contrabandista , en fin , de todo. Aun
no me atreveré yo á jurar que no haya tenido tam-
bien sus cuentas con la policía, por una miseria, por
una puñalada... ó cosa semejante.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 7

celanas del Japon , sederías de Oriente , abalorios


CAPITULO II. de Venecia, armas de todos los países del mundo, todo
le era familiar , y al primer golpe de vista reconocia
LA PRESENTACION. su siglo , su país y su origen.
Morcef, que habia creido tener que esplicárselo, era
Al verse Alberto á solas con Monte- Cristo le dijo: por lo contrario el que estudiaba , bajo la direccion
-Permitidme , señor conde , que comience á cum- del conde , un curso de arqueologia , de mineralo-
plir con vos mi deber de cicerone , dándoos una idea gia y de historia natural.

-Estad seguro de que no faltaré , caballero , dijo inclinándose el conde.

de lo que es la morada de un jóven parisiense. Acos- Luego bajaron al piso principal.


tumbrado á los palacios de Italia, necesitais de un es- Alberto introdujo al conde en el salon, lleno de
tudio muy sério para comprender en cuántos piés obras de los pintores modernos.
cuadrados puede vivir un joven que pasa por no ser Alli paisajes de Dupré , con arroyuelos tembladores,
de los que viven peor. A medida que pasemos de una y árboles esbeltos , y vacas que mujen , y cielos ma-
habitacion á otra iremos abriendo las ventanas para ravillosos.
que respireis. Alli ginetes árabes de Delacroix, con largos albor-
El conde conocia ya el comedor y el salon del piso noces blancos , con esplendentes cinturones , con ar-
bajo. mas de acero empavonado , con caballos que se muer-
Alberto le condujo á su taller primeramente. den de rabia unos á otros, mientras los ginetes se
Ya recordará el lector que esta era su habitacion destrozan con férreas mazas.
predilecta. Allí acuarelas de Boulanger representando todos los
Monte-Cristo podia apreciar dignamente todas las episodios de la novela Nuestra Señora de Paris , con
cosas almacenadas por Alberto : cofres antiguos, por- ese vigor que hace del artista el émulo del poeta.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Allí floreros de Diaz, que hace á las flores mas bellas , á mi cuarto sin que lo contemple , y rara vez lo con
de lo que son , y al sol mas bello de lo que es . templa sin lágrimas . Por lo demás , este disgustillo es
Allí dibujos de Decamps , de tan buen colorido como el único que ha habido entre el conde y la condesa,
los de Salvator Rosa , pero mucho mas poéticos . que aunque casados veinte años há, siguen amándose
Y allí pinturas al pastel de Giraud y de Muller , re- como el primer dia.
presentando niños con cabezas de ángel , y mugeres Echó Monte -Cristo á Alberto una rápida ojeada , co-
con caras de vírgen . mo para descubrir si aquellas palabras tenian segun-
Allí croquis arrancados al album del Viaje á Oriente da intencion ; pero conoció que las habia dicho con
de Danzats , croquis trazados en un minuto sobre la toda la sencillez de su alma.
silla de un camello ó bajo la bóveda de una mezqui- -Ahora ya habeis visto todas mis riquezas , señor
ta ; y allí , en fin , cuanto el arte moderno puede pre- conde , dijo Alberto ; permitidme que aunque indig-
sentar en cambio y desquite del arte antiguo, perdido nas de vos , os las ofrezca. Aquí estais en vuestra
para siempre. casa , y para mejor probároslo dignaos de acompañar-
Alberto esperaba que alguno de estos objetos lla- me á las habitaciones de Mr. de Morcef, á quien
mase por su novedad la atencion al conde; pero con escribí desde Roma el servicio que me habíais
grande asombro advirtió que ni aun necesitaba de ver hecho y la visita que me habíais ofrecido. Puedo ase-
las firmas , que en muchas obras no eran sino ini- guraros, que tanto el conde como la condesa espera-
ciales, para aplicar al punto á cada una el nombre ban impacientes la ocasion de manifestaros su grati-
de su autor , de tal manera, que era fácil comprender tud. Yo sé que sois un hombre un tanto gastado , y
que no solo le eran aquellos nombres conocidos , sino que no ejercen mucho influjo sobre Simbad el Marino
que tambien habia estudiado y apreciado sus diferen- las escenas de familia ; porque ¡ habeis visto tantas!
tes talentos . pero aceptad la que os propongo como introduccion á
Del salon pasaron á la alcoba , que era á la par mo- la vida parisiense , vida de cumplimientos , de visitas
delo de elegancia y de severo gusto. y de presentaciones .
Allí solo habia un retrato con marco de oro ; pero Monte-Cristo se inclinó sin responder.
firmado por Leopoldo Robert. Aceptaba la proposicion sin entusiasmo y sin pesar,
Desde luego se atrajo este lienzo la atencion de como una de esas conveniencias sociales que son
Monte-Cristo , que dando rápidamente tres pasos al para el hombre deberes .
interior de la estancia , se detuvo de pronto enfrente Llamó Alberto á su ayuda de cámara, para que
de él. fuese á avisar al conde y á la condesa de Morcef la
Representaba una jóven como de veinticinco á vein- próxima llegada de Monte - Cristo.
tiseis años , tez morena y ojos de fuego , velados por Detras del ayuda de cámara salieron ambos.
lánguidas pupilas. Entrando en la antesala del conde , veíase sobre la
Su traje era pintoresco , que era el de las pescado- puerta que daba al salon un escudo de armas , que
ras catalanas : corpiño encarnado y negro y agujetas por su rico marco y lo bien que armonizaba con los
de oro en la cabeza. adornos de la pieza se traslucia la importancia que
Estaba mirando al mar , y su elegante perfil se di- le daba su dueño .
bujaba en el azul de las ondas y en el azul del cielo . Monte-Cristo se paró delante del escudo, examinán-
A no estar oscura la alcoba hubiera podido ad- dole atentamente.
vertir Alberto la palidez lívida que cubrió las mejillas ¡Siete merletas de oro en campo azul ! ¿Estas se-
del conde , y sorprender el temblor nervioso que agi- rán las armas de vuestra familia ? preguntó á Alberto.
tó sus espaldas y su pecho . Aparte una ligera nocion que me permite descifrar
Hubo un instante de silencio , durante el cual Mon- los blasones , os confieso que en heráldica soy muy
te-Cristo permaneció mirando obstinadamente aquel ignor: nte . ¡ Al fin conde de casualidad , fabricado por
retrato. la Toscana , con ayuda de una encomienda de San
-Hermosa querida teneis , vizconde, dijo al fin con Esteban ! Y me hubie: e pasado sin ser gran señor, á
voz enteramente tranquila ; y ese traje , traje de más- no decirme todo el mundo que el que viaja necesita
cara sin duda alguna , la cae á maravilla . estremadamente llevar algo sobre la portezuela del
¡Ah señor! repuso Alberto ; nunca os perdonaria carruaje, aunque no sea mas que para ahorrarse los
esas palabras , si junto á ese retrato hubieseis visto registros de aduanas . Disimuladme pues que os ha-
otro . Vos , caballero , no conoceis á mi madre, que es ga esta pregunta.
esa : mandóse retratar así hace seis ú ocho años . -Nada tiene de indiscreta , dijo Alberto con la
Segun parece , ese es un traje de capricho ; pero sencillez de la conviccion : habeis comprendido bien
ayuda al parecido tanto , que se me figura ver a mi que esas son nuestras armas , es decir , las del jefe de
madre tal como estaba en 1830. Mandó la condesa la familia de mi padre; pero como veis , estan enlaza-
hacer ese retrato durante una ausencia del conde, das á otro escudo de torres de plata en campo de
creyendo sin duda prepararle una sorpresa agrada- gules que pertenece á la familia de mi madre. Por
ble; pero ¡ cosa estraña ! le desagradó á su regreso en las mugeres soy español ; pero la casa de Morcef es
tal manera , que ni aun su valor artístico , que como francesa , y una de las mas antiguas del mediodía,
veis es grande , pues se cuenta entre las mejores obras segun tengo entendido.
de Leopoldo Robert , ni aun su valor artístico pudo -Si , replicó Monte-Cristo , eso es lo que indican
disminuir la antipatía que le cobró. Bien que aquí las merletas. Casi todos los cruzados que fuéron á la
para entre nosotros , mi querido conde , Mr. de Mor- ό
conquista de la Tierra Santa tomaron por armas,
cef, uno de los pares mas asíduos al Luxemburgo , y cruces , signo de la mision que se imponian , ó pája-
general de fama como teórico , es en artes casi profa- ros , emblema del largo viaje que iban á emprender
no. No así mi madre , que pinta muy bien , con que en alas de la fé . Alguno de vuestros abuelos por par-
conociendo que de obra tal no debia deshacerse , me te de padre iria á alguna de las cruzadas , y aun su-
la regaló, porque en mi cuarto daria menos ocasiones poniendo que fuera la última , la de San Luis , esto
al disgusto de Mr. de Morcef, cuyo retrato , pintado hace remontar vuestra nobleza al siglo XIII , lo que
por Gros , os enseñaré luego. Disimuladme que así os ya es algo.
inicie en las cosas de familia ; pero como voy á tener -Es muy posible , dijo Morcef; en el gabinete de
el honor de llevaros á casa del conde , os hago esta mi padre hay un árbol genealógico que nos lo esplicará
prevencion para que no se os escape elogiar el re- mejor. Yo en tiempos tomaba estas cosas muy á bur-
trato en su presencia. El tal retrato, por otra parte, las ; y en la actualidad no me ocupo de ellas , aun
ejerce un influjo fatal , pues rara veź baja mi madre que os debo de confesar , en cumplimiento de mis
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.

deberes de ciceroni, que como nuestro sistema polí- treinta y ocho años, con el uniforme de general ; las
tico es popular se tiene en algo la nobleza. dos charreteras de canelones de oro, signo de su grado;
-Pues entonces vuestro gobierno ha debido elegir la cinta de la Legion de Honor al cuello , lo que indi-
en su historia alguna cosa preferible á esos dos ma- caba que era comendador ; en el pecho , á la derecha,
motretos , sin significacion alguna heráldica, que he la placa de gran oficial de la órden del Salvador, y á la
reparado en vuestros monumentos públicos. Por lo izquierda la de Carlos III, lo que daba á entender que
que á vos toca, Morcef, repuso el conde, mas afortu- el original de este retrato debia de haber hecho las
nado soís que vuestro gobierno , porque vuestras ar ! guerras de Grecia y de España , ó desempeñado en

El conde de Morcef.

mas son verdaderamente hermosas y hablan á la ima- ambos países alguna mision diplomática , lo que viene
ginacion. Sí , á par descendeis de Provenza y de á ser lo mismo en esto de cruces.
España. Esto esplica , si es parecido el retrato , aquel Ocupado hallábase Monte-Cristo en observar este
hermoso color moreno que tanto admiraba yo en el retrato con no menos atencion que habia observado el
rostro de la noble catalana.
otro , cuando abrióse una puerta lateral , hallándose
Edipo ó la Esfinge tuviera que ser quien adivinase cara á cara con el conde de Morcef.
la ironía de estas palabras , dichas al parecer con la Era un hombre de cuarenta á cuarenta y cinco años,
mayor finura.
pero que representaba lo menos cincuenta; su bigote
Morcef agradecióselas con una sonrisa , y pasando y sus cejas negras hacian contraste raro con los ca-
delante para enseñarle el camino empujó la puerta nosos cabellos de su cabeza , casi rapada á la moda
situada debajo de su escudo, puerta que como hemos militar.
dicho daba al salon. A la sazon vestia de paisano y llevaba en el ojal un
Tambien se veia un retrato en el testero de este lazo de diferentes colores , que indicaban las órdenes
salon. diferentes de que era caballero.
Representaba á un hombre de treinta y cinco á Entró en la habitacion con noble continente.
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 118.- ТOMо 11. 2
10 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Monte-Cristo le vió acercarse sin dar un solo paso . -¡ Bah , padre mio ! dijo Alberto sonriéndose; bien
Bien que sus pies parecia que estuviesen clavados veo que no conoceis al señor conde de Monte-Cristo.
en el suelo , y sus ojos en la cara del conde de Sus goces todos estan fuera de este mundo , y no
Morcef. aspira á otros honores que á los que hacen falta pu-
-Padre mio , dijo el jóven, tengo el honor de pre- ramente para adornar su pasaporte.
sentaros al señor conde de Monte-Cristo , que es el -Esa es la frase mas exacta que yo haya oido nun-
generoso amigo que en las terribles circunstancias ca decir de mí , respondió el estranjero .
que ya sabeis tuve la fortuna de encontrar . -Este caballero ha sido árbitro de su suerte , y ha
---Bien venido sea á esta su casa , dijo el conde de elegido el camino de las flores, dijo suspirando el con-

Morcef saludando á Monte-Cristo y sonriéndose: con- de de Morcef.
servándole su único heredero , ha hecho á nuestra -Justamente , caballero , replicó Monte-Cristo, con
casa un servicio cuya deuda nunca será bastante á una de esas sonrisas que nunca dibujará un pintor ni
pagarla nuestra gratitud. analizará un fisiólogo.
Y esto diciendo señalaba el . conde un sillon á -Si no temiese fatigar al señor conde, añadió el
Monte-Cristo, á par que él se sentaba en frente del general , prendado evidentemente de las maneras de
balcon. Monte-Cristo, le llevaría hoy á la Cámara, que la sesion
Tomando el conde el sillon designado por Morcef es curiosa para quien no conoce á nuestros senado-
lo colocó de manera que él quedase velado por la res modernos.
sombra de los cortinones de terciopelo y pudiera á -Mucho os agradeceré , caballero , que otro dia me
sabor leer en el rostro de Morcef la historia de sus renoveis esa proposicion ; pero hoy me han hecho
dolores secretos, escrita en cada una de sus arrugas concebir la dulce esperanza de ser presentado á la
tempranas. condesa, y la esperaré.
La señora condesa estaba en su tocador , dijo este, -¡Ah! ¡aquí viene mi madre! esclamó el vizconde.
cuando recibió del vizconde el aviso de la visita que Volvióse con efecto vivamente Monte-Cristo, y
iba á tener la dicha de recibir. Al momento vendrá, y vió á Madama de Morcef en el dintel de la puerta con-
espero que la veamos aquí antes de diez minutos. traria á la que dió paso á su marido.
-Mucho honor es para mí , repuso Monte-Cristo , Al volverse Monte-Cristo hacia ella dejó caer in-
verme relacionado el mismo dia de mi llegada á París móvil y pálida su brazo , que sin saber por qué apo-
con un hombre cuyo valer y fama corren parejas , con yaba en el marco dorado de la puerta. Hacia algunos
un hombre á quien la fortuna no ha sido ingrata , por segundos que estaba allí , y habia oido las últimas pa-
ser justa siquiera una sola vez; pero ¿ será posible que labras del misterioso estranjero.
no tenga aun en las llanuras de Mitidja ó en las mon- Al punto levantóse este y saludó á la condesa ,
tañas del Atlas un baston de mariscal para ofre- quien a su vez se inclinó muda y ceremoniosa .
céroslo? -¡Oh, Dios mio! ¿qué teneis, señora? le preguntó
-¡Oh ! replicó Morcef ruborizándose un tanto , he el conde. ¿Os hace mal acaso el calor de este salon?
dejado el servicio , caballero. Nombrado par en los tiem- -¿Sufrís, madre mia? esclamó el vizconde abalan-
pos de la Restauracion , hallábame haciendo mi prime- zándose á Mercedes .
ra campaña bajo del mando del mariscal Bourmont, y A entrambos dió ella las gracias con una sonrisa.
podia aspirar al mando , ó Dios sabe á lo qué , si Car- -No, contestó; pero he sentido algo de emocion al
los X hubiera permanecido en el trono ; pero la revo- ver por la vez primera al hombre que nos ha libertado
lucion de Julio era, segun parece , lo bastante gloriosa de vivir eternamente en duelo y lágrimas . Caballero ,
para poder ser ingrata , y fuélo con todos los servicios prosiguió la condesa , adelantándose con la majestad
que no databan del tiempo del Imperio . Hice pues de una reina, os debo la vida de mi hijo, y os bendigo
dimision ; porque el que ha ganado sus charreteras en por esta deuda . Ahora os doy gracias por el placer
el campo de batalla no sabe maniobrar en los pala- que me proporcionais con procurarme esta ocasion
cios , y tirando la espada me lancé á la política , á la de manifestaros mi gratitud, de la misma manera que
industria, á las artes útiles. Este fué siempre mi ma- os he bendecido , es decir , desde el fondo del alma.
• yor deseo , aun en los veinte años en que serví; pero El conde volvió á inclinarse mas que la primera
no habia tenido tiempo de realizarlo . vez. Estaba mas pálido que Mercedes.
-Esas ideas son las que sostienen la superioridad -El señor conde y vos, señora, me recompensais ,
de vuestra nacion sobre las otras , caballero, contestó dijo , con harta generosidad por una accion muy sen-
Monte-Cristo. Vástago de una gran familia , con una cilla. Salvar á un hombre, ahorrar á un padre un tor-
fortuna hermosa , consentísteis en ganar vuestros mento y á una madre un dolor, no es hacer una buena
grados uno á uno desde los mas infimos ... ¡ Oh ! ¡ eso obra , sino un acto de humanidad.
es muy raro ! Y después , general ya, y par de Francia, A estas palabras, pronunciadas con esquisita urba-
y comendador de la Legion de Honor , habeis consen- nidad y dulzura, respondió Madama de Morcef en voz
tido en abrazar otra carrera , sin otra esperanza ni otra conmovida:
recompensa que la de ser útil un dia à vuestros seme- -Muy dichoso es mi hijo, caballero, en teneros por
jantes... ¡ Ah , caballero ! eso es verdaderamente her amigo, y yo doy gracias a Dios por haberlo dispues-
moso... es mucho mas , ¡ es sublime ! to así.
Alberto miraba y escuchaba asombrado á Monte- Mercedes alzó los ojos al cielo con una gratitud
Cristo . No estaba acostumbrado á verle entusiasmarse tan grande , que Monte-Cristo creyó ver temblar en
de tal manera. ellos una lágrima.
¡Ay! prosiguió el estranjero , por disipar sin M. de Morcef se acercó á su esposa y la dijo:
duda la nube imperceptible que sus palabras habian Que repitais, os ruego, señora, al conde de Monte-
tenerle
traido al rostro del conde de Morcef, ¡ ay ! no hace- Cristo las escusas que ya le he dado yo por
mos eso nosotros en Italia. Nosotros, segun nuestra que dejar tan pronto. La sesion se abre å las dos : son
raza y nuestra especie , crecemos , vejetamos y mori- las tres , y tengo que tomar parte en ella.
remos siendo siempre casi inútiles. -Marchaos, caballero, que yo procuraré que nues-
-Pero, caballero, repuso el conde de Morcef, no es tro huésped se olvide de vuestra ausencia, dijo la con-
patria la Italia para un hombre de vuestra valía , y desa con la misma sensibilidad . -El señor conde, pro-
Francia os tiende sus brazos : venid á ella, que acaso. siguió volviéndose à Monte-Cristo , ¿nos hará el gusto
no será ingrata con todo el mundo . Trata muy mal á de pasar con nosotros todo el dia?
sus hijos ; pero por lo comun acoje muy bien á los -Gracias, señora , y creedme que os las doy de todo
estraños. corazon ; pero á vuestra puerta me he apeado esta

La condesa de Morcef.
15
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 11

mañana de mi coche de viaje, é ignoro todavía cómo | lo imposible , nada le cojia de nuevas. Sin embargo,
estoy alojado en París, y apenas sé en dónde. Es un quiso esta vez juzgar por sí mismo , y le acompañó
cuidado leve, ya lo sé ; pero al fin es un cuidado . hasta la puerta del palacio.
-Espero que tendremos otro dia ese gusto; ¿nos No se habia equivocado Monte-Cristo. Al punto que
lo prometeis? preguntó la condesa. apareció en la antecámara del conde de Morcef, un
Monte-Cristo se inclinó sin responder ; pero su lacayo el mismo que en Roma fué á llevar á los dos
ademan podia tenerse por señal afirmativa. amigos la tarjeta del conde y el anuncio de su visita-
-No me obstino, caballero, añadió la condesa, por- salio apresuradamente del peristilo, de manera que al

ww
ww
ww

-¡Ah! ¡aqui viene mi madre ! esclamó el vizconde.

que no quiero llegar con mi gratitud hasta la indis- llegar al pórtico halló efectivamente el ilustre viajero
crecion ó la importunidad . que le esperaba su carruaje.
-Si os place , mi querido conde , dijo Alberto , tra- Era un cupé recien salido del taller mas elegante
taré de pagaros en París vuestros amables favores de de Paris , con un tiro que no habia querido Drake el
Roma , poniendo mi cupé á vuestra disposicion hasta dia anterior por diez y ocho mil francos, como lo sa-
que tengais listos vuestros carruajes. bian todos los jóvenes de buen tono.
-Mil y mil gracias , vizconde , respondió Monte- -No os propongo , caballero , que me acompañeis
Cristo ; pero me presumo que M. Bertuccio habrá em- á mi casa , dijo á Alberto el conde , porque solo podria
pleado bien las cuatro horas ymedia que le he dejado enseñaros una casa improvisada ; y ya sabeis que en
libre; con que tendré ya á la puerta un carruaje en- esto de improvisaciones tengo una reputacion que
ganchado. conservar. Concededme un dia , y permitidme que en-
Acostumbrado ya Alberto á ver estas cosas en el tonces os convide. Estaré mas seguro de no faltar á
conde , sabiendo que se despepitaba como Neron por las leyes de la hospitalidad.
12 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Cuando me pedís un dia , señor conde , segura- que se suele tener á vuestra edad; ¿ creeis que el con-
mente no me enseñareis una casa , sino un palacio . Sin de sea lo que parece?
duda teneis á vuestras órdenes algun genio. -¿Y qué parece?
-Dejad correr esa idea , que me hará algun partido Ahora acabais de decirlo : un gran señor.
entre las mujeres , dijo Monte-Cristo poniendo el pié -Os dije , madre , que se le tenia por tal.
en el estribo de su espléndido carruaje, estribo forrado -Y vuestra opinion ¿ cuál es?
de tercipelo. -Os confieso que no la tengo aun bien formada: le
Y arrojándose al interior cerróse la portezuela y creo maltés .
partió á galope , mas no con tanta velocidad que no -No os pregunto por su orígen , sino por su ca-
reparase el conde la imperceptible oscilacion de las rácter .
cortinas de la sala en que habia dejado á Madama de —¡Ah! lajcuestion varía . He visto en él tantas cosas
Morcef. estrañas, que si quereis que os diga lo que pienso, le
Al volver Alberto á las habitaciones de su madre tomo de buen grado por uno de esos héroes de Byron,
la halló en el gabinete sumida en un gran sillon de marcados con el sambenito fatal de la desgracia; por
terciopelo. un Manfredo, un Lara , un Werner , por une , en
Como la habitacion estaba muy oscura no pudo fin , de esos vástagos de una familia antiquísima , que
Alberto ver el rostro de la condesa envuelto en una desheredados de su fortuna paternal , han reunido
nube de gasa , que se habia ella liado en torno á sus otra con su genio aventurero , poniéndose fuera de
cabellos como una nube de vapor. Empero figurósele toda ley social.
que su voz estaba alterada , y aun distinguió entre los -¿Con que decís...
perfumes de las rosas y heliotropos de las rinconeras, Digo que Monte-Cristo es una isla en medio del
el áspero é incisivo olor de las sales antinerviosas . Mediterráneo , deshabitada , inculta , y refugio de los
Con efecto, en una de las copas cinceladas de la chi- piratas y contrabandistas de todas las naciones.
menea veíase un pomito á medio sacar de su caja de ¿ Quién asegura que estos dignos industriales no pa-
chagrin. Con esto se redobló la inquietud del joven. gan á su señor un derecho de asilo?
Sufrís , madre mia ? esclamó al entrar . ¿ Os ha- -Es muy posible , dijo la condesa.
beis puesto mala durante mi ausencia? -Pero contrabandista ó no , repuso el jóven , con-
No , no, Alberto ; pero ya comprendes que esas vendreis, madre mia , puesto que le hábeis conocido,
rosas , esas flores exhalan durante estos primeros ca- en que el conde de Monte-Cristo es un hombre muy
lores , que nos cojen desprevenidos , unos perfumes notable , que va a dar golpe en los círculos de París.
tan fuertes... Por lo pronto , esta misma mañana en mi habitacion
-Entonces , madre mia , es necesario llevarlas á la inauguróse dejando estupefactos á todos , hasta Cha-
antesala , dijo Morcef alargando la mano á la campani- teau-Renaud.
lla . Estais verdaderamente indispuesta. Ya cuando vi- ¿Y qué edad puede tener ? preguntó Mercedes ,
nísteis estábais muy pálida. dando visiblemente gran importancia á esta pregunta.
¿ Que estaba pálida decís , Alberto? -Treinta y cinco á treinta y seis años , madre
-Palidez que os sienta admirablemente , madre mia .
mia ; pero que no por eso dejó de asustarnos á mi pa- -¡Tan jóven !... ¡ es imposible! respondiendo á su
dre y á mí. hijo y á su pensamiento al par.
-¿Os habló de ella vuestro padre ? dijo Mercedes Y sin embargo , es lo cierto ; tres ó cuatro veces
yivamente. me ha dicho sin premeditacion alguna : -en tal época
-No señora , que fué á vos misma . tenia yo cinco años , en tal diez , en tal doce.- Yo,
-No recuerdo , murmuró la condesa. que lleno de curiosidad me apoderaba de estos detalles,
Al rumor de la campanilla entró un criado. Confrontaba las fechas, y nunca le cojí en renuncio.
-Llevaos esas flores , le dijo Alberto , á la antesala La edad pues de este hombre singular , que no tiene
6 al tocador , que le hacen daño á la señora condesa . edad , es de seguro treinta y cinco años . Tened ade-
El criado obedeció . más presente , madre mia , cuánta es la viveza de
Mientras duró la traslacion de las flores guardaron sus ojos , lo negro de sus cabellos , y la tersura de su
ambos silencio. frente, aunque pálida . Es una organizacion , no solo
-¿Qué significa ese nombre de Monte-Cristo? pre- vigorosa, sino todavía jóven .
gunto la condesa cuando el criado salió con el último Mercedes bajó la cabeza como abrumada por un
vaso : ¿ es nombre de familia , de una posesion , ó un tropel de amargos pensamientos .
titulo simplemente ? -¿Y ese hombre se ha hecho muy amigo vuestro?
-Creo que no es mas que un título , madre mia. preguntó á su hijo con cierto temblor nervioso.
El conde ha comprado una isla en el archipiélago tos- -Así lo creo , señora.
cano , y ha fundado una encomienda , segun decia él -Y vos... ¿le amais tambien ?
mismo esta mañana. Ya sabeis que eso lo hace todos --Me agrada mucho , señora, diga lo que diga Franz
los dias San Esteban de Florencia , San Jorge Cons- d'Epinay , que queria hacerle pasar á mis ojos por
tantino de Parma , y hasta la Orden de Malta. Por lo un hombre que vuelve del otro mundo.
demás él no tiene pretensiones noviliarias, y se apelli- La condesa hizo un ademan de terror.
da conde de casualidad , aunque en Roma era tenido -Alberto , dijo con voz alterada , siempre os he
por un gran señor . aconsejado que os mfreis mucho en esto de amistades
Sus maneras son escelentes , dijo la condesa , á lo nuevas. Ahora ya sois hombre y podríais darme á mí
menos por lo que he podido juzgar en los cortos ins- propia consejos... Sin embargo , no me cansaré de
tantes que permaneció aquí. repetiros:-Alberto , ¡ prudencia !
-¡Oh! no hay que pedirle , madre mia. Sobrepuja -Primero será preciso, para que me aproveche el
á cuanto yo he conocido de mas refinado en las tres consejo, madre querida , que sepa yo de qué he de
noblezas mas orgullosas del mundo , es decir , en la desconfiar. El conde no juega nunca; el conde solo
nobleza inglesa, en la española y en la alemana. bebe agua mezclada con una gota de vino español ; el
La condesa reflexionó un instante, y tras una corta conde hace alarde de ser tan rico, que no podria pe-
perplejidad repuso: dirme dinero prestado sin que todo el mundo se le
Vos habeis visto , mi querido Alberto ... ya com- riese en sus barbas. ¿Qué temor quereis pues que
prendeis que es una pregunta de madre la que os os inspire?
hago,-vos habeis visto al conde interiormente , sois -Teneis razon, y mis temores son locos, y mas
perspicaz, teneis ciencia de mundo, y mas tacto que el tratándose de un hombre que os ha salvado la vida,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 13

respondió la condesa . A propósito de esto, Alberto, | oyó un instante respirar en su dulce inmovilidad,
¿le ha recibido bien vuestro padre? Importa que tra- alejóse de puntillas, cerrando con precaucion, la puer-
temos al conde con mucho esmero, y como M. de ta, porque no hiciese ruido.
Morcef, á causa de sus contínuas ocupaciones, que Ese diablo de hombre, murmuró meneando la
alteran su humor, podria sin quererlo... cabeza , hace impresion á todo el mundo, como se lo
-Mi padre, señora, le interrumpió Alberto , nada habia pronosticado. Tengo un termómetro infalible
me ha dejado que desear, y hasta diré que parecióme para calcular su valía . Mi madre la ha notado ; con
le halagaron mucho dos o tres galanterias muy opor- que es preciso que sea muy notable.

OCIT

La condesa hizo un ademan de terror.

tunas, que el conde le dirigió con tanto acierto como Y con esto bajó á sus cuadras, no sin despecho
si le conociese treinta años há. Una de aquellas ala- oculto de que el conde de Monte-Cristo poseyera un
banzas bastaba á enorgullecer á mi padre , prosiguió tiro que dejaba, para los inteligentes, á su tiro de ba-
Alberto sonriendo ; con que se han separado tan ami- yos en segundo lugar.
gos, que M. de Morcefqueria llevarle hoy mismo á la -Decididamente, dijo, los hombres no son iguales.
Cámara á que oyese su discurso. Rogaré á mi padre que desenvuelva en la Cámara
La condesa no respondió: estaba sumida en una alta este teorema .
*meditacion tan profunda, que sus ojos se habian cer-
rado poco á a poco. CAPITULO III.
En pié delante de ella, la contemplaba el jóven BERTUCCIO.
con ese amor filial, que es mas tierno y mas afectuoso
en los hijos cuyas madres se conservan jóvenes y En este intervalo habia llegado el conde á su casa,
hermosas. Luego, cuando vió cerrarse sus ojos y la tardando solo seis minutos en el camino.
14 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Estos seis minutos bastaron á que le viesen veinte -¿Cómo diablos la he de haber visto ? He llegado de
jóvenes, que conociendo el precio del tiro de caballos Cádiz hoy por la mañana ; nunca he venido á París , y
que ellos no habian podido comprar , pusieron los aun es esta la primera vez que piso el territorio
suyos al galope para ver al espléndido señor que gas- francés.
taba caballos de á diez mil francos cada uno. -Eso es otra cosa , respondió el notario. La casa
La casa elegida por Alí para mansion de Monte- que va á comprar el señor conde está situada en
Cristo estaba situada en los Campos Elíseos , á la Auteuil.
mano derecha así como se sube. Era una de estas ha- Al oir esto palideció Bertuccio visiblemente.
bitaciones construidas entre patio y jardin . Algunos -¿Y dónde está Auteuil? preguntó Monte-Cristo.
árboles que crecian en medio del patio ocultaban una -A dos pasos de aquí , señor conde, respondió el
parte de la fachada. De estos árboles partian á derecha notario , cerca de Passy , en medio del bosque de Bo-
é izquierda dos caminos , por donde los carruajes llega- loña , en una situacion bellísima.
ban hasta un peristilo, en cuyos escalones se veian -¡Tan cerca ! dijo Monte-Cristo . ¡ Eso no es cam-
jarros de porcelana llenos de flores. po ! ¿Cómo diablos , señor Bertuccio , me habeis ido á
Aunque aislada en medio de un gran espacio de elegir una casa á las puertas de París?
terreno, tenia esta casa, además de la principal, otra -¡Yo! esclamó el mayordomo con precipitacion
puerta que daba á la calle de Ponthieu . estraña . No he sido yo á quien ha encargado el señor
La maciza verja giró sobre sus goznes antes que conde de buscarle esa casa. Dignese el señor conde
el cochero hubiera llamado al conserje. recordar... consulte su memoria...
Habian visto venir al conde, y en París como en -¡Ah! teneis razon , dijo Monte-Cristo. Ya recuer-
Roma y como en todas partes le servian con la pres- do . Leí el anuncio en un periódico , y me dejé seducir
teza del relámpago. por el pomposo título de Casa de Campo.
Sin acortar ni un punto el paso entró el cochero -Aun es tiempo , dijo Bertuccio vivamente . Si
describiendo un semicírculo , y ya estaba la verja cer- vuestra escelencia me encarga de buscarle otra , yo
rada cuando aun rechinaban las ruedas con la arena revolveré el mundo hasta encontrar la mejor , sea en
del camino . Enghien , sea en Fontenay-aux-Roses , sea en Be-
El coche se detuvo á la izquierda del peristilo, y llevue.
al instante aparecieron dos hombres : uno era Alí, que -No tal, dijo con indolencia Monte-Cristo. Puesto
sonrió á su amo con increible y jovial franqueza , cre- que ya tengo esta, la conservaré.
yéndose pagado con una simple mirada , mientras el -Y haceis bien , se apresuró á decir el notario ,
otro saludó humildemente á Monte-Cristo y le pre- temiendo perder sus derechos. Es una posesion lindí-
sentó su brazo para ayudarle á bajar del carruaje. sima , con aguas potables , bosques espesos , casa es-
-Gracias, señor Bertuccio, dijo el conde salvando celente , aunque abandonada hace muchos años , sin
ligeramente los tres escalones del estribo. -¿Y el no- contar el mueblaje , que aunque antiguo tiene su va-
tario? lor , hoy sobre todo que se buscan con afan las anti-
-En la sala chica , escelencia , respondió Ber- guallas . Disimúleme el señor conde si le creo del gusto
tuccio . de la época.
-¿Y las tarjetas que os mandé hacer en cuanto su- -Decid en conclusion : ¿ es una casa decente? es-
piéseis el número de la casa? clamó Monte-Cristo.
-Ya estan hechas , señor conde. Fuí al mejor gra- -¡Ah ! mas que decente ; ¡ es magnífica !
bador del Palacio Real , que hizo delante de mí la -Diablo ! pues no perdamos la ocasion , dijo el
plancha. El primer ejemplar lo llevaron al instante , conde. Dadme la escritura , señor notario.
cumpliendo vuestras órdenes , al señor baron Dan- Y firmó en un abrir y cerrar de ojos , después ,
glars, diputado, calle de la Chaussée-d'Antin , núm. 7. de leer muy por encima la hoja en que se detalla-
El resto de la tirada está sobre la chimenea de la al- ban la situacion de la propiedad y los nombres de sus
coba de vuestra escelencia. dueños.
-Bien.-¿Qué hora es? -Bertuccio, dijo en seguida , dad á este caballero
-Las cuatro. cincuenta y cinco mil francos .
Dió Monte-Cristo sus guantes, su sombrero y su Salió el mayordomo con paso inseguro y volvió
baston al mismo lacayo francés que vimos en la ante- poco después con un legajo de billetes de banco , que
sala de Alberto , y luego pasó á la sala conducido por el notario contó como hombre acostumbrado á no re-
Bertuccio, que le enseñaba el camino . cibir dinero sin contarlo.
-¡Qué pobreza de estátuas hay en esta antesala! -¿Estan ya llenas todas las formalidades ? le pre-
dijo Monte-Cristo . Espero que desaparecerán todas. gunto el conde.
Bertuccio se inclinó : -Todas , señor.
Como él lo habia dicho , el notario esperaba en la -¿Traeis las llaves?
sala . -Las tiene el conserje que guarda la casa ; pero
-¿Este caballero , preguntó Monte-Cristo, es el no- tomad esta copia de la órden que le he dado de insta-
tario encargado de vender la casa de campo que yo laros en ella.
deseo? -Bien.
-Sí, señor conde , respondió el notario . - E hizo Monte-Cristo al notario una señal con la ca-
-¿Está ya hecha la escritura? beza, que quería decir:
-Sí , señor conde . -Ya no os necesito . Idos.
-¿La traeis ? Pero creo que el señor conde se equivoca , se
-Ší señor. atrevió á decir el honrado curial. Toda la suma no
-Perfectamente. ¿Y cuál es la situacion de esa pasa de cincuenta mil francos.
casa? preguntó Monte-Cristo dirigiéndose al notario -¿Y vuestros derechos?
y á Bertuccio á la par. -Estan incluidos en ella.
El mayordomo hizo un gesto que significaba :-no -Pero ¿no habeis venido de Auteuil aquí?
lo sé. -Sin duda.
El notario miró con asombro á Monte-Cristo . -Pues justo es pagaros la incomodidad , repuso el
¡ Cómo ! ignora el señor conde, dijo , dónde está conde.
la casa que va a adquirir ? Y le despidió con un gesto.
-No , á fé mia , respondió el conde. El notario salió de la estancia andando para atrás y
-¿No la habeis visto ? doblándose hasta el suelo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 15

Desde el dia en que tomó su título era la primera -¿No me habeis dicho en otro tiempo , señor Ber-
vez que se topaba con un cliente por el estilo. tuccio , que habíais viajado por Francia?
-Acompañad á este caballero , dijo el conde á Ber- -Sí , escelencia, por ciertas partes de Francia.
tuccio. -¿Conocereis sin duda los alrededores de París?
El mayordomo salió detrás del notario. -No , escelencia , no , respondió Bertuccio con una
Apenas se vió solo sacó el conde de su bolsillo una especie de temblor nervioso , que Monte-Cristo, cono-
cartera con llave , llave que pendiente de su cuello no cedor profundo de emociones , atribuyó con razon á
le abandonaba nunca . inquietud vivísima.

El notario miró con asombro á Monte-Cristo.

Después de examinar algunas hojas detúvose en -¡Lástima es , repuso , que nunca hayais visitado
una llena de notas , y confrontándolas con la escritu- los alrededores de París , porque quiero ir esta misma
ra que yacia sobre la mesa y evocando sus recuerdos, noche á ver mi nueva propiedad , y sin duda me hu-
murmuró: biérais servido muy bien de cicerone.
-Auteuil, calle de la Fontaine , núm. 28 ... Exac- -¡Yo ir á Auteuil ! esclamó Bertuccio poniéndose
tamente. ¿Deberé yo creer en una confesion arranca- lívido, de moreno que era. ¡ Yo á Auteuil!"
da por el terror religioso ó por el terror físico? Den- -¿Qué tendria de particular que viniéseis á Au-
tro de una hora lo sabré. teuil Preciso os será ir cuando yo viva en aque la
¡Bertuccio! esclamó golpeando con una especie casa , puesto que formais parte de mi servidumbre.
de martillo de mango elástico en un timbre, que lanzó Bertuccio bajó la cabeza ante la imperiosa mirada
un sonido agudo y prolongado. -¡Bertuccio! de su amo , permaneciendo inmóvil y sin responderle.
El mayordomo apareció. -Pero ¿qué es lo que os pasa? ¿Vais á hacerme
16 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

otra vez llamar para que pongan el carruaje? dijo


Monte-Cristo con el tono en que Luis XIV debió decir CAPITULO IV.
aquella frase tan célebre:-¡He tenido que esperar!
De un salto llegó Bertuccio desde la sala á la ante-
sala gritando con voz ronca: LA CASA DE AUTEUIL .
-¡El coche de su escelencia!
Monte-Cristo se puso á escribir dos ó tres cartas. Habia reparado Monte-Cristo que al bajar del pe-
Cuando cerraba la última volvió á entrar el mayor- ristilo se persignó Bertuccio á la manera de los cor-
domo diciendo :
zos , es decir , haciendo en el aire una cruz con el dedo

-¡Yo ir á Auteuil ! esclamó Bertuccio , poniéndose livido de moreno que era.

-El coche de su escelencia está á la puerta. pulgar , y que al sentarse en el coche murmuraba en
-Tomad vuestros guantes y vuestro sombrero, le voz baja una corta oracion .
dijo Monte-Cristo. Un hombre que no hubiera sido curioso apiadárase
-Pero acompaño al fin al señor conde ? esclamó de la singular repugnancia manifestada por el digno
Bertuccio.
mayordomo á aquel paseo extramuros ; pero el conde
-Sin duda ; tendreis que tomar algunas disposi- era al parecer demasiado curioso para dispensar á
ciones , puesto que pienso habitar aquella casa. Bertuccio aquel viaje.
No habia ejemplo de que hubiera tolerado el conde En veinte minutos llegaron á Auteuil.
réplica alguna.
La emocion del mayordomo habia ido acrecen-
Con que el mayordomo le siguió . tándose.
Al subir al carruaje se sentó respetuosamente en la Reclinado en un rincon del coche, se puso á exami-
banqueta delantera.
nar, cuando entraron en el pueblo, las casas con aten-
cion febril.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 17

--Decid que paren en la calle de la Fontaine , nú- Llamó Bertuccio, y abriéndose la puerta apareció el
mero 28 , dijo el conde clavando sin piedad sus mira- conserje.
das en el mayordomo á quien daba esta órden. ¿Quién es? preguntó.
Aunque se cubrió de sudor su rostro obedeció Ber- -Vuestro nuevo amo, buen hombre, dijo el lacayo.
tuccio , é inclinándose fuera del carruaje gritó al Y alargó al conserje la órden firmada por el
cochero : notario.
-Calle de la Fontaine , núm. 28. -¿Con que se ha vendido la casa , y es este caba-
Este número se hallaba á un estremo de la pollero quien viene á vivir en ella?
blacion. -Si, amigo mio , respondió el conde , y procu-

-Pero ¿acompaño al fin al señor conde ? esclamó Bertuccio,

Durante el camino habia cerrado la noche, 6 mas raré que no echeis de menos á vuestro antiguo amo.
bien una nube preñada de electricidad daba á las pre- -¡Oh! no le echaré mucho , caballero, repuso el
maturas tinieblas el colorido y la solemnidad de un conserje , porque muy rara vez le veíamos . Mas de
episodio dramático. cinco años há que no viene por aquí, y ha hecho bien
El carruaje se detuvo , lanzándose el lacayo á abrir á fé mia en vender una casa que nada absolutamente
la portezuela. le rentaba.
-¿Y qué, no bajais , señor Bertuccio ? dijo el con- -¿Y cómo se llamaba vuestro amo? le preguntó
de. ¿Os quedais en el carruaje? ¿En qué diablos pen- Monte-Cristo,
sais esta noche? El marqués de Saint-Meran. A buen seguro que
Precipitóse Bertuccio á la portezuela, y presentó su no habrá vendido la casa en tanto como le costó.
hombro al conde , que bajó uno á uno apoyado en él -¡El marqués de Saint-Meran ! repitió Monte-Cristo.
los tres escaloncitos del estribo. Paréceme que yo he oido ese nombre antes de ahora...
-Llamad y anunciadme , dijo el conde. ¡ El marqués de Saint-Meran !...
18 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Y se puso á registrar su memoria, al parecer. titud de nubes que la cubrian por intervalos , y que
-Un caballero antiguo , fiel servidor de los Borbo- ella tal vez doraba , hasta que ennegreciéndose mas y
nes, prosiguió el conserje. Tenia una hija que estuvo mas iban á perderse en los antros de la inmensidad.
casada con M. de Villefort , que fué procurador del El mayordomo quiso echar por la izquierda.
rey en Nimes y luego en Versalles. -No señor , dijo Monte-Cristo , ¿ á qué seguir las
Dirigió Monte-Cristo á Bertuccio una mirada , ha- veredas ? Vamos cortando por esta alfombra de
llándole mas blanco que la pared en que se apoyaba musgo.
para no caerse. Bertuccio obedeció , limpiándose el sudor que por
-¿No ha muerto esa jóven ? Paréceme que lo he su frente corria.
oido decir, preguntó Monte-Cristo . Sin embargo , continuaba inclinándose á la iz-
-Sí, caballero , hace veintiun años , y desde en- quierda .
tonces no han llegado á tres las veces que hemos visto Monte-Cristo , por el contrario, se inclinaba ála de-
á nuestro querido amo. recha, y al llegar á un grupo de árboles se detuvo.
-Gracias, gracias, dijo Monte-Cristo, juzgando por El mayordomo no pudo ya contenerse.
la situacion del mayordomo que no podia estirar mas -¡Quitaos , señor, quitaos! ¡ yo os lo pido ! esclamó.
aquella cuerda sin riesgo de romperla. Gracias. ¡ Estais justamente en el mismo sitio!
Dadme una luz , buen hombre. -¿En qué sitio?
-¿Quereis que os acompañe ? ¡Donde cayó!
-No, es inútil. Bertuccio me alumbrará. -Mi querido Bertuccio , volved en vos , que no es-
Y acompañó el conde estas palabras con dos mone- tamos en Córcega , dijo sonriéndose Monte-Cristo.
das de oro, que arrancaron al portero una multitud de Esto no es un bosque sino un jardin , que aunque mal
bendiciones y suspiros . cuidado, no merece...
-¡Ah, señor ! dijo este después de buscar por todas -¡Señor, no os quedeis ahí ! ¡ no os quedeis ahí!
partes , no tengo aquí vela ninguna. -Creo que vais á volveros loco , señor Bertuccio,
-Coged, Bertuccio, uno de los faroles del carruaje, dijo el conde con frialdad . A ser así avisádmelo, para
y veremos la casa , dijo el conde. que os mande encerrar en un hospital antes que
Obedeció sin réplica Bertuccio ; pero era fácil ad- suceda una desgracia.
vertir en el temblor de su mano y del farol cuánto le -¡Ay escelencia ! dijo Bertuccio meneando la ca-
costaba la odediencia. beza yjuntando las manos en una actitud que hubiera
Recorrieron la planta baja , que era muy grande , y hecho sonreir al conde , si pensamientos mas graves
en seguida el primer piso , compuesto de un salon, no le tuvieran atento á los menores síntomas de
una sala de baños y dos alcobas. aquella conciencia timorata. ¡ Ay escelencia ! la des-
En una de estas alcobas habia una escalera espiral gracia ya sucedió !
por donde se bajaba al jardin. -Señor Bertuccio , debo deciros que gesticulais y
-¡Calle! ¡miren qué escalera , y qué buena es ! dijo os retorceis los brazos y revolveis los ojos ni mas ni
conde. Alumbradme , señor Burtuccio , delante de menos que un endemoniado á quien Lucifer no quiere
mí, y vamos adonde nos lleve á parar. abandonar. Tengo advertido que no hay Lucifer mas
-Señor, va á parar al jardin, dijo Bertuccio . testarudo que un secreto. Yo os tenia por corzo, yo os
-¿Cómo lo sabeis? tenia por hombre preocupado siempre con alguna
-Es decir que debe ... añeja historia, y os sufria esto en Italia porque allí
-Pues cerciorémonos. estas cosas estan á la órden del dia; pero en Francia
Bertuccio exhaló un suspiro y bajó delante. el asesinato es de muy mal gusto ; existen gendarmes
Con efecto, la escalera conducia al jardin . que lo persiguen , jueces que le condenan, y cadalsos
Al llegar á la puerta se detuvo el mayordomo. que lo vengan.
-Vamos, señor Bertuccio, dijo el conde . Bertuccio juntó las manos; y como al ejecutar
Pero á quien se dirigia estaba embrutecido , en- estas evoluciones no abandonaba un momento su lin-
simismado. terna, la luz iluminó su trastornado rostro.
Sus ojos , desencajados , parecia como si en torno Examinó Monte - Cristo con la misma mirada con
buscasen las huellas de un pasado terrible , y con sus que en Roma habia examinado el suplicio de Andrea;
manos crispadas pretendia apartar de sí recuerdos es- y después, con un tono que hizo estremecer al pobre
pantosos. mayordomo, le dijo:
-Vamos, repitió el conde. ¿Luego me habia engañado el abate Busoni cuan-
-¡No , no! esclamó Bertuccio colocando el farol en do , después de su viaje á Francia en 1829, os envió á
un rincon de la parte de adentro . No , señor , no anda- mí, acompañado de una carta de recomendacion , en
ré mas; es imposible. la cual me encarecia vuestras preciosas cualidades?
-¿Qué quiere decir esto ? murmuró la voz irresis- Pues ahora bien : voy á escribir al abate ; le haré res-
tible de Monte-Cristo. ponsable de su protegido, y averiguaré á no dudarlo
-Ya veis , señor, que esto no es natural, esclamó el qué hay sobre este crímen . Os prevengo solamente,
mayordomo; no es natural que pudiendo comprar una señor Bertuccio, que cuando vivo en un país acos-
casa en París , la compreis justamente en Auteuil, y tumbro amoldarme á sus leyes , y que no tengo ganas
que comprándola en Auteuil sea la casa número 28 de de indisponerme por vos con la justicia de Francia.
la calle de la Fontaine. ¡ Ah, señor! ¿por qué no os lo ha- -¡Oh! no hagais eso , escelencia ; os he servido fiel-
bré contado todo cuando era tiempo? De segurono me mente, ¿no es verdad? esclamó Bertuccio desesperado;
hubiérais exigido que viniese . Yo esperaba que la casa he sido siempre hombre de bien , y he ejecutado bue-
fuera otra que no esta. ¡ Como si no hubiera otra casa nas acciones siempre que me ha sido posible.
en Auteuil que la del asesinato! -No digo que nó, repuso el conde ; ¿pero por qué
-¡Oh! joh! dijo Monte-Cristo deteniéndose á cada diablo estais tan agitado? Es mala señal : una con-
esclamación . ¿Qué maldita palabra es esa que acabais ciencia tranquila no pone tanta palidez en el semblan-
de pronunciar? ¡ Diablo de hombre ! ¡ Corzo infernal ! te, tanta convulsion en las manos de un hombre...
¡Siempre misterios ó supersticiones ! Vamos , coged -Pero, señor çonde, repuso titubeando Bertuccio,
ese farol y visitemos el jardin. Espero que no tengais no me habeis dicho vos mismo que el abate Busoni,
miedo yendo conmigo. que me confesó en las cárceles de Nimes, os habia pre-
Bertuccio obedeció, volviendo á cojer la luz. venido al enviarme à vuestra casa que pesaba un gra-
Al abrirse la puerta descubrióse un cielo plomizo . ve cargo sobre mi conciencia?
La luna se esforzaba en vano á luchar con una mul- -Sí; pero como os dirigia á mí diciéndome que
-Señor , ¡ no os quedeis ahí ! ¡ no os quedeis!
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 19

seríais un escelente mayordomo, he creido que ha- va á blanquecer aquella nube , y aquí , colocado como
bríais robado, y nada mas . lo estais , envuelto en esa capa que me oculta vuestro
-¡Oh, señor conde! dijo Bertuccio con desprecio. cuerpo y os asemeja al del señor de Villefort!...
O que como buen corzo que érais , no habríais -¡Cómo ! esclamó Monte-Cristo , ¡ es el señor de
podido resistir al deseo de hacer una piel, como se Villefort....
dice en el país por antífrasis, cuando quieren deno- -¿Le conoce vuestra escelencia?
tar que deshacen alguna. -¿El antiguo procurador del rey de Nimes ?
-Pues bien; ¡ sí, monseñor, sí, mi buen señor , esto -Si.
es ! esclamó Bertuccio arrojándose á los piés del con- -¿Que se habia casado con la hija del marqués de
de : sí; es una venganza, os lo juro , una simple ven- Saint- Meran?
ganza. -Sí.
-Comprendo; pero lo que no atino es , por qué sea -¿Y que gozaba reputacion del mas severo , del
justamente esta casa la que os galvanice hasta tal mas rígido magistrado?"
punto. -Pues sí, señor , esclamó Bertuccio ; aquel hombre
-Pero, monseñor, ¿no ha de ser natural , repuso de reputación sin tacha...
Bertuccio, cuando en esta casa es donde se ejecutó la -Sí .
venganza? -Era un infame.
-¡Cómo! ¿en mi casa? -¡Bah! dijo Monte-Cristo: ¡ imposible !
-¡Oh, monseñor! aun no era vuestra , respondió -Sin embargo , os digo la verdad.
ingénuamente Bertuccio.. -¡Ah! ¿de veras ? esclamó Monte-Cristo : ¿ teneis
-Pero ¿de quién era? Del señor marqués de Saint- pruebas de ello ?
Meran, nos dijo, segun creo, el conserje. ¿ De qué -La tenia al menos.
diablos teníais que vengaros en el marqués de Saint- -¿Y la habeis perdido , torpe?
Meran? -Ší ; pero buscándola bien la puedo volver á en-
-¡Oh! no era de él , señor , sino de otro. contrar.
-¡Estraña casualidad! dijo Monte- Cristo , cediendo ¡ Bien ! dijo el conde. Contadme eso , señor Ber-
al parecer á sus reflexiones ; ¡estraña casualidad, que tuccio , pues empieza con efecto á interesarme.
os encontreis así, sin prevencion alguna, en una casa Y tarareando el conde una arieta de Lucía fué á
donde ha pasado una escena que os trae tan terribles sentarse en un banco , mientras Bertuccio le seguia
remordimientos ! evocando sus recuerdos.
-Señor , dijo el mayordomo, á la fatalidad es á Bertuccio permaneció de pié delante del conde.
quien se debe todo esto, estoy bien seguro : primera-
mente comprais una casa cabalmente en Auteuil : esta CAPITULO V.
casa es donde se ha cometido el asesinato ; bajais al
jardin precisamente por la escalera que él mismo bajó ; LA VENDETTA ( 1) .
os deteneis justamente en el sitio donde recibió el
golpe ; á dos pasos , junto á aquel plátano , estaba el -¿Desde dónde quereis que empiece mi narracion,
hoyo donde acababa de enterrar al niño ; todo eso no señor conde ? le preguntó Bertuccio.
es casual, nó , porque entonces la casualidad se ase- -Desde donde querais , dijo Monte-Cristo , puesto
mejaría muchísimo á la Providencia. que yo no sé absolutamente nada .
Pues bien, señor corzo, supongamos que sea la -Creia sin embargo que el señor abate Busoni ha-
Providencia ; yo supongo todo lo que se quiera : por bia contado à vuestra escelencia...
otra parte, á los espíritus enfermos es menester otor- -Si , algunos detalles sin duda; pero han pasado ya
gar algunas concesiones. Veamos, haced memoria, y siete ú ocho años , y los he olvidado todos.
contadme todo eso. -Entonces puedo , sin temor de fastidiar á vuestra
-No lo he contado mas que una vez , y fué al abate escelencia...
Busoni. Semejantes cosas, añadió Bertuccio mereando -Decid , señor Bertuccio , decid ; me figuraré que
la cabeza, no se dicen mas que sub confesione. leo un periódico de la tarde."
-Entonces, querido Bertuccio, dijo el conde, apro- -Estos sucesos se remontan á 1815.
bareis el que os mande otra vez con vuestro confesor; -¡Ah , ah ! dijo Monte-Cristo , no es ayer 1815 .
á que la echeis con él de cartujo ó de bernardo, y le -No señor ; y sin embargo los mas mínimos deta-
conteis vuestros secretos . Pero yo tengo miedo álles estan tan presentes á mi memoria como si solo
vivir con un hombre que ve semejantes fantasmas ; no hubiera pasado un dia. Tenía yo un hermano, un her-
gusto de que mis gentes no se atrevan á pasearse por mano mayor que yo , que estaba al servicio del empe-
la tarde en mi jardin . Además , os lo confieso, no deseo rador. Habia llegado á ser teniente de un regimiento
que me haga una visita el comisario de policía ; y de corzos . Este hermano era mi único amigo . Había-
aprended esto, señor Bertuccio : en Italia no se paga mos quedado huérfanos , yo á los cinco años , él á los
á la justicia sino cuando calla ; pero en Francia, al diez y ocho ; me habia educado como si hubiese sido
contrario, no se la paga sino cuando habla. ¡ Qué dian- | su hijo. En 1814, en tiempo de los Borbones , se habia
tre! crei que teníais algo de corzo , mucho de contra- casado. A la vuelta del emperador de la isla de Elba
bandista, y que érais por consiguiente un hábil ma- volvió mi hermano de nuevo al servicio, y herido lige-
yordomo; pero veo que teneis otras cuerdas mas en ramente en Waterloo, se retiró con el ejército detrás
vuestro arco. Ya no estais á mi servicio, señor Ber- del Loira.
tuccio. -Pero esa historia de los Cien Dias que me contais ,
-¡Oh , monseñor , monseñor ! esclamó el mayor- señor Bertuccio, la he oido ya, si no me engaño.
domo aterrado con aquella amenaza ; ¡ oh! si en eso -Dispensadme , escelencia , pero estos primeros
consiste el quedarme en vuestro servicio, hablaré, lo
diré todo; y si os dejo, será para ir al cadalso . (1) No hemos querido traducir, como se ha hecho en algunas
-Entonces es diferente , dijo Monte-Cristo; pero si versiones , la palabra vendetta, que no tiene equivalente en
quereis mentir, reflexionadlo : mas vale que no digais ningun otro idioma. En Córcega la vendetta, es decir, el espiritu
nada. de venganza, se estiende, por lo general , no solo al ofensor, sino
No, señor, os lo juro por la salvacion de mi alma; que tambien à la familia de este, y se trasmite de generacion
en generacion por parte del agraviado hasta quedar horrible-
Los lo contaré todo ! pues el mismo abate Busoni no mente satisfecha aquella pasion rencorosa y hereditaria. Obser-
supo sino una parte de mi secreto. Pero primero os vamos que el autor , M. Dumas , ha conservado en su original
suplico que os alejeis de ese plátano : ya lo veis; la luna francés la misma palabra italiana.
20 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

detalles son necesarios , y me habeis prometido tener -»Pché! repuso , él se sirvió de la espada y ha pe-
paciencia. recido por la espada.
-¡Proseguid, proseguid! cumpliré mi palabra. ->>Os equivocais , señor, ha perecido por el puñal.
-Un dia recibimos una carta. Debo deciros que -¿Qué quereis que le haga yo ? respondió el ma-
habitábamos en la pequeña aldea de Rogliano, en la gistrado.
estremidad del cabo Corto : esta carta era de mi her- -Ya os lo he dicho : quiero que le vengueis.
mano ; nos anunciaba el licenciamiento del ejército, y -»¿Y de quién?
que volvia por Chateauroux, Clemon - Terrand, el Pui -»De sus asesinos.
y Nimes. Suplicábame que si tenia algun dinero se lo - -¿Los
)) conozco yo por ventura?
enviase á Nimes en casa de un posadero conocido -»Mandadlos buscar.
nuestro, con el cual tenia yo algunas relaciones . -¿Y para qué? Vuestro hermano habrá tenido al-
-De contrabando , repuso Monte-Cristo. guna pendencia , algun desafío. Todos esos antiguos
-¡Pero por Dios! señor conde, es menester bus- soldados se arrojan a unos escesos que les solian salir
carse la vida . bien bajo del Imperio , pero que redundan ahora en
-Ciertamente ; proseguid pues. perjuicio suyo. Ademas á nuestras gentes del Medio-
-Amaba yo entrañablemente á mi hermano , ya os día no les gustan ni los soldados ni los escesos.
lo he dicho , escelencia ; con que determiné no enviarle ->>Señor , repliqué , no es por mí por quien os rue-
el dinero, sino llevárselo yo mismo. Poseia mil francos; go . Yo lloraría , ó me vengaría simplemente ; pero mi
dejé quinientos á Assunta, que era mi cuñada ; tomé pobre hermano tenia una esposa. Ši á mi vez me su-
los otros quinientos y me puse en camino para Ni- cediese alguna desgracia , esa pobre muger moriría de
mes. Era cosa fácil : tenia mi barca que hacer un hambre , pues el trabajo de mi hermano era tan solo
cargamento en el mar ; todo secundaba mi proyecto. lo que tenia para subsistir. Alcanzad para ella del
Pero hecho el cargamento, se levantó un viento con- gobierno una corta pension.
trario ; de manera que estuvimos cuatro ó cinco dias ->>Cada revolucion trae sus catástrofes , respondió
sin poder entrar en el Ródano. Lo conseguimos al fin , M. de Villefort ; vuestro hermano ha sido víctima de
y llegando hasta Arlés, dejé la barca entre Bellegarde esta; es una desgracia, pero el gobierno nada debe á
y Beaucrire y tomé el camino de Nimes. vuestra familia por esto. Si tuviésemos que juzgar
-¿Y llegásteis, no es eso? todas las venganzas que los partidarios del usurpador
-Si señor ; pero como verá vuestra escelencia, no han tomado de los partidarios del rey, quizás hoy vues-
le digo mas que las cosas absolutamente necesarias. tro hermano seria condenado á muerte. Lo que ha su-
Pues era el momento en que tenian lugar las famosas cedido es cosa natural ; es la ley de las represalias.
matanzas del Mediodía. Habia allí dos o tres bandidos -»Y qué , señor , esclamé , ¿ es posible que me ha-
que se llamaban Testaillon, Teufermy y Graffan , que bleis así , vos, un magistrado!...
degollaban en las calles á todos los sospechosos de ->Esos corzos son todos locos por vida mia ! res-
bonapartismo. Sin duda el señor conde habrá oido pondió M. de Villefort , y creen aun que su compa-
hablar de estos asesinatos. triota es emperador . Equivocais los tiempos , querido
-Vagamente ; estaba muy lejos de Francia en mio ; era menester haber venido á decirme esto hace
aquella época. Continuad. dos ineses . Hoy es demasiado tarde ; idos pues , y si
-En Nimes se caminaba sobre sangre ; á cada paso no quereis , yo os haré salir.
se encontraban cadáveres; los asesinos , organizados en Miréle un instante para ver si con una nueva ré-
bandas, mataban , saqueaban y quemaban. A vista de plica podria lograr algo. Aquel hombre parecia de
aquella carnicería me estremecí, no por mí , pues yo, piedra. Acerquéme pues á él.
simple pescador corzo, no tenia gran cosa que temer: ¡Bien, le dije à media voz , puesto que conoceis
al contrario, aquel tiempo era magnífico para nosotros á los corzos , debereis saber cómo cumplen su palabra .
los contrabandistas ; pero por mi hermano, soldado del Os parece que han hecho bien en matar á mi hermano,
Imperio, que volvia del ejército del Loira con su uni- que era bonapartista , porque vos sois realista ; pues
forme y sus charreteras, y que por consiguiente tenia bien , yo soy bonapartista , y os digo una cosa: os
que temerlo todo. Corrí á casa de nuestro posadero. mataré. Desde este momento os declaro la vendetta;
Mis presentimientos no me engañaron ; mi hermano pues la primera vez que nos volvamos á encontrar
habia llegado la víspera á Nimes, y á la misma puerta cara á cara, será vuestra última hora.»>
de aquel á quien iba á pedir hospitalidad le asesina- Y dicho esto, antes de que hubiese vuelto de su
ron. Hice todo lo que imaginarse puede para conocer sorpresa, abrí la puerta y me marché.
á los asesinos; pero nadie se atrevió a decirme sus -¡Ah! ah! dijo Monte-Cristo , con esa cara de hon-
nombres: tan temidos eran. Pensé entonces en la jus- radez decís tales cosas, señor Bertuccio! ¡y á un pro-
ticia francesa, que nada teme, de la cual tanto me curador del rey! ¡ vaya , vaya ! ¿ Y él sabía al menos
habian hablado, y me presenté en casa del procurador lo que quiere decir esa palabra vendetta?
del rey. -Lo sabia tan bien , que desde aquel momento no sa-
Yese procurador del rey se llamaba Villefort? lió nunca solo y se encerró en su casa , haciéndome
preguntó como con descuido Monte-Cristo. perseguir por todas partes.
-Sí, escelencia : venia de Marsella , donde habia Por fortuna estaba yo tan bien escondido , que no
sido sustituto. Su celo le habia valido el ascenso . Se pudo encontrarme.
decia que era uno de los primeros que hubiesen anun- Entonces el miedo se apoderó de él ; la idea de que
ciado el desembarco de la isla de Elba. yo residiese en Nimes le horrorizó ; solicitó cambiar
-¿Con que os presentásteis en su casa? repuso de residencia , y como era con efecto hombre influ-
Monte-Cristo. yente , fué destinado á Versalles ; pero , ya lo sabeis ,
-Señor , le dije , mi hermano ha sido asesinado no hay distancia para un corzo que ha jurado vengarse
ayer en las calles de Nimes, no sé por quién , pero de su enemigo; y su carruaje, por muy aprisa que
vuestra mision es saberlo. Sois aquí jefe de la justicia, anduviese , jamás me llevaba media jornada de delan-
y á la justicia es á quien toca vengar á los que no tera, aunque yo le seguia á pié.
ha sabido defender. Lo importante no era matarlo ; cien veces pude ha-
-»¿Y qué era vuestro hermano? me preguntó el cerlo; pero habia que matarlo sin ser descubierto, y
procurador del rey. sobre todo sin ser cojido.
)) eniente det batallon corso.
- -»T De allí en adelaute yo no me pertenecia : mi deber
-¿Soldado del usurpador, segun eso? era amparar y mantener á mi cuñada.
-»Un soldado de los ejércitos franceses. Por espacio de tres meses estuve al acecho de
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 21

M. de Villefort; durante este tiempo no salió á paseo, no de la tapia , ví á una muger jóven y hermosa que se
dió un paso ni hizo un solo movimiento sin que mi paseaba sola por el jardin. La jóven miraba con fre-
vista le siguiera por todas partes . cuencia á la puerta, y yo comprendí que aquella noche
Al fin descubrí que venia á Auteuil misteriosa- aguardaba á M. de Villefort.
mente: seguíle, y le vi entrar en esta casa en que Cuando estuvo bastante próxima de mí para que , á
ahora nos hallamos ; solamente que en lugar de en- pesar de la oscuridad pudiese distinguir sus facciones,
trar como todos por la puerta principal de la calle, conocí que podria tener de diez y ocho á diez y nueve
venia unas veces á caballo y otras en carruaje , de años , y que era alta y rubia.

Desde este momento os declaro la vendetta.

jando el uno ó el otro en el parador , y entraba por Como llevaba solamente un peinador y nada opri-
aquella puertecita que veis alli. mia su talle , noté que se hallaba en cinta , y que su
Monte-Cristo hizo una señal con la cabeza para pro- embarazo parecia bastante adelantado.
bar que en medio de la oscuridad distinguia con efec- Algunos momentos después abrióse la puertecita:
to la entrada que le indicaba Bertuccio. un hombre entró : corrió la jóven á su encuentro, y
-Como nada tenia ya que hacer en Versalles , me arojándose en los brazos uno de otro , se estrecharon
fijé en Auteuil y empecé á indagar. Si queria apode- con ternura y entraron juntos en la casa.
rarme de él , aquí tenia evidentemente que atraparle. Aquel hombre era M. de Villefort.
La casa pertenecia , como se lo ha dicho á vuestra Reflexioné que al salir , sobre todo si era de noche,
escelencia el conserje , á M. de Saint-Meran , padre debia de atravesar solo el jardin en toda su longitud.
político de Villefort. -¿Y habeis averiguado después el nombre de aque-
M. de Saint-Meran habitaba en Marsella ; por consi- la muger? le preguntó el conde.
guiente esta casa de campo le era inútil ; así es que -No , escelencia , respondió Bertuccio. Ya vereis
segun dicen acababan de arrendarla á una viuda jóven, cómo no tuve tiempo de saberlo.
á quien solo conocian bajo el nombre de la baronesa. -Continuad.
Con efecto , una noche, acechando yo por encima -Aquella noche , prosiguió Bertuccio , quizás hu-
22 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

biera podido matar al procurador del rey ; pero no Mi primer cuidado fué correr á la puerta: el hombre
conocía aun lo bastante el jardin en todas sus partes. habia dejado la llave dentro , tomando sin embargo la
Temí no matarlo de un golpe , y no poder huir si precaucion de darla dos vueltas.
acaso alguno acudia á sus gritos. Nada estorbaba mi huida por aquel lado .
Lo aplacé para la próxima cita , y para que ningun Púseme pues á reconocer aquellos sitios .
preparativo me faltase, tomé un cuartito próximo , que El jardin formaba un cuadrilongo ; un prado de fino
dando á la calle dominaba la tapia del jardin. musgo inglés se estendia hácia el medio ; á los estre-
Tres dias después , hácia las siete de la noche , ví mos se encontraban algunos grupos de árboles de es-
salir de la casa á un criado á caballo , que tomó á ga- peso follaje , y entremezclados con flores de otoño.

Ví una muger jóven y hermosa que se paseaba por el jardin.

lope el camino de la carretera de Sevres. Presumí que Para dirigirse de la casa á la puertecita , ó de esta
iba á Versalles , y no me engañaba . á la casa , bien entrase ó bien saliese, M. de Villefort
Tres horas después volvió el hombre cubierto de tenia que pasar de por fuerza junto á los árboles.
polvo. Estaba cumplida su comision. Estábamos á fines de setiembre ; el viento soplaba
Diez minutos mas tarde, otro hombre á pié, envuel- con furia: la luna , pálida y velada á cada instante por
to en una capa, abria la puertecita del jardin , que se espesas nubes que atravesaban con rapidez por el cie-
cerró acto contínuo . lo, blanqueaba la arena de las alamedas que conducian
Bajé rápidamente. Aunque no hubiese visto el ros- á la casa; pero no podia romper la oscuridad de aque-
tro de Villefort , le reconocí por los latidos de mi collos espesos bosquecillos , en los cuales un hombre
razon : atravesé la calle , me acerqué á un poste co- podia permanecer oculto sin temor de ser descubierto .
locado en el ángulo de la tapia , y por donde yo habia Me escondí en el que estaba más cercano al sitio
observado por primera vez el jardin . por donde debia pasar Villefort : apenas estaba allí,
Esta vez no me contenté con mirar; saqué mi na- cuando en medio de las bocanadas de viento que do-
vaja del bolsillo , me aseguré de que la punta estaba blaban los árboles por eneima de mi cabeza, me pare-
bien afilada , y salté por encima de la tapia. ció oir como unos gemidos.
- Soy Juan Bertuccio ! tu muerte por mi hermano ; tu tesoro para su viuda .»>
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 23

Pero ya sabeis , 6 mas bien no lo sabeis , señor con- Con efecto, al cabo de un instante crei sentir un
de, que el que aguarda la ocasion para cometer un ligero latido en la region del corazon ; desembaracé su
asesinato, cree siempre oir gritos sordos en el aire. cuello del cordon que le envolvia , y como he sido en-
Dos horas pasaron , durante las cuales creí oir los fermero, del hospital de Bastia , hice lo que hubiera
mismos gemidos repetidas veces. podido hacer un médico en igual caso ; es decir , le
Dieron las doce de la noche. introduje aire en los pulmones , y tras un cuarto de
Cuando sonaba lúgubre y retumbante la última hora de esfuerzos inauditos le vi respirar y oí que
campanada, apercibí un débil resplandor que ilumina- exhalaba un grito su pecho .
ba las ventanas de la escalera secreta , por la que he- A mi vez yo tambien arrojé un grito; pero un grito
mos bajado poco tiempo ha. de alegria .
La puerta se abrió , y el embozado volvió á apa- -«Dios no me maldice , dije , puesto que per-
recer. >>mite que devuelva la vida á una criatura humana, en
Era el momento terrible; pero hacia largo tiempo »cambio de la vida que he quitado á otra!»
que estaba yo preparado para aquel trance: con que -¿Y qué hicísteis de aquel niño? le preguntó Monte-
nada me hizo desistir ; saqué mi navaja , y cuando la Cristo; era una carga harto embarazosa para un hom-
tuve en la mano esperé. bre que tenía que huir.
El embozado vino á mí en derechura; pero á medi- -Por eso no tuve un instante la idea de llevarle
da que avanzaba en terreno descubierto, creia yo no- conmigo, sabiendo que existia en París un hospicio
tar que llevaba un arma en la mano derecha ; tuxe destinado á esas pobres criaturas.
miedo , no de la lucha, sino de que mi plan fracasara. Al pasar por la barrera declaré que habia encon-
Cuando estuvo ya pocos pasos de mí, reconocí que trado aquel niño en el camino y tomé informes . El
lo que habia tomado por un arma no era otra cosa que cofre estaba allí y podria dar fé ; los paños de batista
un azadon. indicaban que el niño pertenecia á familia rica ; la
No habia tenido aun tiempo de adivinar con qué ob- sangre de que yo estaba manchado , lo mismo podia
jeto llevaria M. de Villefort en la mano un azadon , pertenecer al niño que á otro individuo cualquiera.
cuando se detuvo junto á los árboles , echó una mira- No me pusieron ninguna dificultad. Diéronme las
da en torno suyo , y se puso á cabar un hoyo en la señas del hospicio , que estaba situado á lo último de
tierra. la calle del Infierno, y tomando la precaucion de cor-
Entonces fué cuando me apercibí de que llevaba tar el pañal en dos pedazos , de manera que una de
algo bajo su capa ; acababa de ponerla sobre el musgo las dos letras con las cuales estaba marcado envol
para que fuesen libres sus movimientos. viese el cuerpo del niño , guardándome yo la otra ,
"
Entonces , lo confieso , se mezcló á mi rencor algo deposité mi carga en el torno, toqué la campanilla, y
1 de curiosidad ; quise ver á qué iba allí Villefort , y huí á todo escape .
permanecí inmóvil , sin alentar siquiera. Quince dias después estaba de vuelta en Rogliane ,
Luego ocurrióseme una idea, que se confirmó vien- y dije á Assunta:
do al procurador del rey sacar de su capa un cofrecito -«Consuélate , hermana mia : Israel ha muerto,
de dos piés de largo y de seis á ocho pulgadas de pero yo le he vengado. »
ancho. Entonces ella me pidió esplicacion de estas pala-
Dejéle poner en el hoyo el cofre , sobre el cual echó bras, y le conté lo sucedido.
tierra ; luego aquella tierra removida la pisoteó para «Juan , me dijo Assunta , debiste traer al niño, hu-
que desapareciese la huella de aquel trabajo nocturno. biéramos hecho las veces de los padres que ha per-
Lancéme sobre él y le di un navajazo en el pecho, dido; le hubiéramos llamado Benedetto , y en premio
¦ diciéndole: de esta buena accion Dios nos hubiera bendecido
- «¡ Soy Juan Bertuccio! tu muerte por mi herma- seguramente.
no ; tu tesoro para su viuda : ya ves que mi venganza Por toda respuesta le di la mitad del pañal que
es mas completa que lo que yo mismo me imaginaba .» habia conservado , à fin de reclamar el niño si lle-
No sé si oiria aquellas palabras ; mas no lo creo, gábamos á ser mas ricos.
pues cayó al suelo sin dar un grito , y sentí su sangre -¿Y con qué letras estaba marcado aquel pañal?
saltar á borbotones y humeante á mis manos y á mi preguntó Monte-Cristo.
rostro; pero yo estaba ébrio, yo delirabà. Aquella san- -Con una H y una N. , y encima una corona de
gre me refrescaba en vez de quemarme . baron.
En un segundo desenterré con ayuda del azadon el --Creo ¡ Dios me perdone ! que usais de términos
cofrecito; y luego , para que no conociesen que lo ha- heráldicos , señor Bertuccio ! ¿ dónde diablos habeis
bia sacado , llené de tierra á mi vez el hoyo, arrojé el hecho vuestros estudios?
azadon por encima de la tapia, y me lancé á la puerta, -- En vuestro servicio , señor , donde todo se
que cerré por de fuera dando dos vueltas á la cerra- aprende .
dura y llevándome la llave. -Proseguid ; tengo curiosidad de saber dos cosas .
Bueno ! dijo Monte-Cristo ; un asesinato acom- -¿Cuáles, monseñor?
pañado de un robo. Qué fué del niño . ¿ No decís que era un niño ,
- señor Bertuccio?
-No , escelencia , respondió Bertuccio , una ven-
detta seguida de una restitucion . -No , escelencia ; no recuerdo haber hablado de
-¿Y la cantidad era grande al menos ? eso.
-No era dinero . -¡Ah! creia haberlo oido; me habré engañado.
¡ Ah ! sí, ya recuerdo , dijo Monte- Cristo: ¿ no -No , no os habeis engañado , pues era efectiva-
habeis hablado de un niño? mente un niño ; pero vuestra escelencia desearia,
-Justamente , escelencia . Corrí hasta el rio , me segun me dijo , saber dos cosas : ¿ cuál es la segunda?
senté en su orilla , y deseoso de saber lo que contenia -La segunda es el crímen de que fuísteis acusado
el cofrecito , hice saltar la cerradura con mi navaja. cuando pedísteis un confesor, y cuando el abate Bussoni
Entre unos pañales de finisima batista yacia en á consecuencia de esta demanda fué á buscaros á la
vuelto un niño recien nacido; su rostro purpúreo, sus cárcel de Nimes.
manos amoratadas, anunciaban que debió de sucum→ -Quizás sea muy larga esa relacion , escelencia.
bir á una asfixia causada por los ligamentos naturales -¿Qué importa? apenas son las diez; ya sabeis que yo
arrollados alrededor de su cuello ; sin embargo , como no duermo, y supongo que por vuestra parte no ten-
aun no estaba frio, no quise arrojarlo á aquellas ondas dreis mucha gana de dormir.
que á mis piés corrian. Inclinóse Bertuccio, y prosiguió su narracion.
24 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Tanto por alejar los recuerdos que me asaltaban , | docena de sitios donde depositar nuestras mercancías,
cuanto por socorrer á la pobre viuda , me entregué y donde en caso necesario encontrar un refugio contra
con ardor á ese oficio de contrabandista , que habia los aduaneros y los gendarmes .
llegado á ser mas fácil por el relajamiento de las leyes No hay oficio que produzca mas que el de contra-
que sigue siempre á las revoluciones. bandista , cuando se ejerce con inteligencia y vigor.
Las costas del Mediodía estaban mal vigiladas, á Yo vivia en las montañas , teniendo ahora que temer
causa de los contínuos movimientos que tenian lugar con doble Lazon á los gendarmes y á los aduaneros,
ora en Avignon , ora en Nimes, ó en Ugés. pues una comparecencia ante los jueces podia ocasio-

Entre unos pañales de finísima batista yacia envuelto un niño recien nacido.

Aprovechamos aquella especie de tregua que nos nar pesquisas , y estas pesquisas son siempre una es-
habia sido otorgada por el gobierno para contraer re- cursion á lo pasado ; y en mi pasado se podia encon
laciones con todo el litoral. trar ahora algo mas grave que algunos cigarros
Después del asesinato de mi hermano en las entrados de contrabando ó algunos barriles de aguar-
calles de Nimes , no habia querido volver á esta diente circulando sin pagar derechos. Así pues, prefi-
ciudad. riendo mil veces la muerte á un arresto, hacia cosas
Resultó que el posadero, con el cual haciamos ne- asombrosas, y mas de una vez conocí que el tener
gocios , viendo que ya no queriamos ir á buscarle, tanto cuidado con el cuerpo es quizás el único obs-
había venido á buscarnos, estableciendo una posada en táculo que se opone al buen éxito de aquellos pro-
el camino de Bellegarde á Beaucaire , con una mues- yectos del hombre que han menester de una decision
tra que decia Posada del puente del Gard. rápida y una ejecucion vigorosa.
Con esto, así por la parte de Aigues-Mortes, como Con efecto, una vez hecho el sacrificio de la vida,
por la de Martingues , & la de Bouc , teníamos una ya no es igual á los demás hombres, ó mas bien los
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 25

demás hombres no son nuestros iguales, y cualquiera | Realizamos nuestra ganancia, y nos volvimos con-
que haya tomado esta resolucion siente en el mismo tentos.
instante aumentarse sus fuerzas y agrandarse su hori- Al entrar en mi casa, la primera cosa que noté en
zonte. el sitio mas visib'e del cuarto de Assunta , en una cuna
-¿Filosofía tenemos , señor Bertuccio ? le dijo in- suntuosa relativamente á los demás adornos , fué un
terrumpiéndole el conde ; ¿de todo habeis probado en niño de siete á ocho meses.
vuestra vida? Exhalé un grito de alegría .
-¡Oh! perdonadme , escelencia... Los únicos momentos de tristeza que habia espe-

JAHTER.

Assunta. "

-¡No , no! sino que la filosofía á las diez y media de rimentado después del asesinato del procurador del
la noche es un poco intempestiva . Pero no tengo rey habian sido ocasionados por el abandono de aque-
otra observacion que laceros , porque no me parece la criatura.
mal, lo que no puede decirse de todas las filosofías . Ya se echa de ver que remordimiento por el ase-
-Mis empresas llegaron a ser mas y mas grandes, sinato no tuve ninguno.
y mas y mas provechosas Assunta era el ama de go- La pobre Assunta lo habia adivinado todo: se habia
bierno, y nuestra pequeña fortuna se aumentaba. Un aprovechado de mi ausencia, y provista de la mitad
dia que yo iba á marchar a una espedicion : del pañal, y escribiendo, para no dudarlo, el dia yla
«Anda, me dijo , que á tu regreso te preparo una hora en que fué depositado el niño en el hospicio, par-
sorpresa.» tió á París y fué ella misma á reclamarle.
Preguntéle inútilmente : no quiso decirme nada, No le pusieron obstáculo alguno , y el niño le fué
y parti. La espedicion duró cerca de seis semanas: ha- devuelto .
bíamos estado en Luca en busca de aceite , y en Liorna ¡Ah! confieso, señor conde, que al ver aquella po-
á tomar algodones ingleses . Nuestro desembarque se bre criatura durmiendo en su cuna se me partió el
verificó sin ningun contratiempo . corazon y brotaron de mis ojos algunas lágrimas.
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 119.-TOMO 11. 3
26 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-«En verdad, esclamé, que eres una buena muger, quedó dueño de la casa , y todo comenzó á poner-
Assunta, y la Providencia te bendecirá. se mal.
-Esto , dijo Monte-Cristo, no es tan exacto como Aunque de once años escasos , elegia sus cama-
vuestra filosofía ; bien que aqui no entra mas que radas entre jóvenes de diez y ocho á veinte , los
la fé. mas calaveras de Bastia y de Corte , y de resultas de
-Escelencia , repuso Bertuccio, harta razon te- travesuras que merecian un nombre mas sério , la jus-
neis, y aquel mismo niño fué á quien Dios encargó ticia ya nos habia hecho algunas advertencias.
mi castigo. Yo estaba asustado ; cualquier informe podia tener
Nunca se manifestó tan prematuramente una na- funestas consecuencias : precisamente me iba á ver
turaleza mas perversa , y sin embargo, nadie pudo obligado á salir de Córcega á una espedicion im-
decir que estuviese mal educado , pues mi hermana le portante.
trataba como al hijo de un príncipe. Reflexioné largo tiempo, y presintiendo que evita- .
Era un chico de rostro encantador, con unos ojos ria alguna desgracia , me decidí á llevar conmigo á
azules que resaltaban sobre la blancura de su tez , Benedetto .
como resalta el azul sobre un fondo de porcelana Esperaba que la vida activa y penosa del contra-
china ; sus cabellos , de ún rubio demasiado vivo, bandista y la disciplina severa que se observa á bordo ,
dando á aquella fisonomía un carácter particular, au- cambiarian aquel carácter próximo á corromperse si ya
mentaban la vivacidad de su mirada y la malicia de su no lo estaba.
sonrisa. Llamé pues á Benedetto aparte y le propuse que
Por desgracia hay un proverbio que dice que el me siguiese, dulcificando esta proposicion con todas
rubio ó es muy bueno ó muy malo . El proverbio no se las promesas que pueden seducir á un niño de doce
equivocó en Benedetto , que desde su infancia mani- años .
festó ser muy malo . Cierto es tambien que la dulzura Dejóme hablar hasta lo último, y cuando acabé,
de su madre avivó sus primeras inclinaciones. soltó una carcajada diciendo:
Mi pobre hermana iba al mercado de la ciudad que -¿Estais loco , tio? (así me llamaba en sus momen-
distaba cinco leguas á comprarle las primeras frutas tos de buen humor ) ¡ yo cambiar la vida que traigo
y los dulces mas delicados , y sin embargo , el niño por la que vos traeis ! ¡ mi grata pereza por el horrible
preferia á las naranjas de Palma y á las conservas de trabajo que os habeis impuesto ! ¡ pasar la noche al frio ,
Génova las castañas robadas al vecino saltando las el dia al calor; ocultarse sin cesar , y cuando se pre-
paredes , ó las manzanas secas de su granero , mien- senta la cara , recibir fusilazos , y todo eso para ganar
tras tenía á su disposicion las castañas y las manzanas un poco de dinero ! Dinero tengo yo cuanto quiera ;
de nuestro jardin . madre Assunta me lo da cuando se lo pido. Bien veis
Un dia apenas tendria Benedetto cinco ó seis que seria un tonto si aceptase tal proposicion.
años-et vecino Wasilio , que segun costumbre de • Aquella audacia y aquel razonamiento me dejaron

nuestro país no guardaba ni su dinero ni sus joyas , estupefacto .
pues vos, señor conde, sabeis tan bien como nadie Benedetto se volvió á jugar con sus compañeros ,
que en Córcega no hay ladrones; el vecino Wasilio se y le vi á lo lejos señalándome á ellos como un idiota .
nos quejó de que habia desaparecido un luis de su -¡Niño encantador! murmuró Monte-Cristo.
bolsillo . Todos creyeron que estaba equivocado ; pero -Oh! si hubiese sido mio , respondió Bertuccio,
él aseguró que le faltaba. si hubiese sido mi hijo ó á lo menos mi sobrino, ya le
Aquel dia Benedetto se habia ausentado de casa hubiera yo hecho entrar en vereda , pues la conciencia
desde por la mañana , y estábamos llenos de inquietud , fortalece.
cuando á la noche le vimos llegar arrastrando á un Pero la idea de que iba á pegar á un niño cuyo
mono, que decia haber encontrado al pié. de un árbol padre habia yo matado , me hacia imposible toda
con una cadena . correccion . Di buenos consejos á mi hermana, que en
Hacia un mes que aquella mala criatura, no sa- nuestras cuestiones siempre tomaba su defensa; y ha-
biendo qué cosa imaginar, ardia en deseos de tener un biéndome confesado ella que muchas veces le habian
mono. faltado sumas considerables , la indiqué un sitio donde
Un titiritero que habia pasado por Rogliano, y que podria esconder nuestro pequeño tesoro. Mi resolu-
tenia muchos de estos animales, cuyos gestos y ade- cion estaba tomada . Benedetto sabia leer , escribir y
manes habian regocijado al niño con estremo , le ins- contar perfectamente; pues cuando queria por casua-
piró sin duda aquel estraño capricho. lidad dedicarse al trabajo , aprendia mas en un dia que
-En nuestros bosques no se encuentran monos, otro alguno en una semana . Mi resolucion , como di-
le dije , y mucho menos encadenados ; confiésame go, estaba tomada . Pensaba colocarle en calidad de se-
pues cómo has adquirido este. crétario en algun buque de larga carrera , y sin pre-
Benedetto sostuvo su mentira , acompañándola con venirle hacerle cojer una mañana y trasportarle á
detalles que hacian mas honor á su imaginacion que a bordo. Con esto y con recomendarle al capitan , todo
su veracidad . Me enfadé , y se echó á reir ; le amenazé, su porvenir dependia de él .
y se retiró dos pasos . Arreglado este plan , parti para Francia.
No puedes pegarme , dijo , no tienes derecho á Todas nuestras operaciones debian aquella vez
pegarme , no eres mi padre. verificarse en el golfo de Lyon , y se hacian cada vez
Siempre ignoramos quién le reveló este fatal se- mas difíciles, pues estabamos en 1829.
creto, que con tanto afan le habiamos ocultado. La tranquilidad estaba perfectamente restablecida,
En resúmen , esta respuesta , con la cual se reve y por consiguiente el servicio de costas habia llegado
laba abiertamente el niño , casi me asombró; mi brazo, ser mas regular y mas severo que nunca.
ya levantado , cayó efectivamente , pero sin tocar al Esta vigilancia crecia aun momentáneamente por
culpable. la feria de Beaucaire, que acababa de principiar.
Triunfó el muchacho , inspirándole esta victoria Los primeros pasos de nuestra espedicion se ve-
tal audacia , que desde aquel momento todo el dinero rificaron sin tropiezo alguno .
de Assunta, cuyo amor parecia aumentarse á medida Amarramos nuestra barca , que tenia un doble
que se hacia menos acreedor á él , se gastó en capri- fondo en el cual ocultábamos nuestro contrabando, en
chos que no sabia contrarestar y en locuras que no medio de un sinnúmero de embarcaciones que cer-
tenia valor para impedir. caban por ambas riberas al Ródano desde Beaucaire
Cuando yo estaba en Rogliano las cosas inarcha- hasta Arlés.
ban aun regularmente ; pero apenas partí , Benedetto Llegados allí , empezamos á descargar de noche
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 27

nuestras mercancías prohibidas , y á hacerlas entrar Entre los aduaneros noté algunos gendarmes ; y
en la ciudad por medio de gentes que estaban en re- tan tímido á la vista de estos como valiente era yo de
laciones con nosotros, ó de posaderos en cuyas casas ordinario á la vista de cualquier otro cuerpo militar,
estableciamos nuestros almacenes. bajé á la sentina , y escurriéndome por una tronera,
Bien fuese que el buen éxito nos hubiese hecho me dejé caer al río , y nadé después entre dos aguas,
imprudentes , ó bien que fuimos vendidos , una tarde no respirando mas que á largos intervalos , tan bien,
á las cinco, cuando nos ibamos á poner á merendar, que sin ser visto alcancé una trinchera que acababan
nuestro grumete llegó muy azorado diciéndonos que de construir y que comunicaba desde el Ródano con

-No puedes pegarme , dijo , no tienes derecho á pegarme , no eres mi padre.

habia visto una partida de aduaneros dirigirse hacia el canal que se dirige de Beaucaire à Aigues-Mortes.
nosotros. Una vez llegado allí , estaba á salvo , pues podria
No era precisamente la partida lo que nos asusta- sin ser visto seguir aquella trinchera. Así lo hi e in-
ba: á cada instante , sobre todo en aquel entonces , ternándome en el canal.
veíamos compañías enteras rondar por las orillas del No era por casualidad y sin premeditacion el seguir
Ródano; pero lo que mas nos atemorizaba eran las yo aquel camino.
precauciones que, segun decia el muchacho , aquella He hablado ya á vuestra escelencia de un posadero
partida tomaba para no ser vista. de Nimes , que habia establecido una posada en el ca-
En un instante estuvimos preparados para recibir- mino de Bellegarde á Beaucaire.
los, pero demasiado tarde. -Sí, dijo Monte-Cristo, lo recuerdo perfectamente.
Nuestra barca, que era evidentemente el objeto de ¿Ese hombre benemérito era , si no me engaño , vues
as pesquisas, estaba cercada . tro asociado ?
28 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Eso es , respondió Bertuccio ; pero hacia siete ú -De 1829, señor conde.
ocho años que habia cedido su establecimiento á un -¿En qué mes ?
antiguo sastre de Marsella , el cual , por haber- En el mes de junio .
se arruinado con su oficio, quiso probar fortuna en -¿A principios ó á fines?
otró. Escusado es decir que los tratos y relaciones -El 3 por la noche.
que teniamos con el primer propietario continuaron -¡Ah ! dijo Monte-Cristo, el 3 de junio de 1829...
con el segundo con este hoinbre pues contaba para Bien ; proseguid.
que me diese un asilo. -Con Caderousse pues era con quien contaba para

LALS

...salté el vallado del jardin.

Y cómo se llamaba aquel hombre ? preguntó el pedirle un asilo. Como tal vez , y aun por lo comun
conde , que al parecer empezaba á tomar algun interés no entrábamos en su casa por la puerta que daba al ca-
en la relacion de Bertuccio. mino, resolví no mudar de costumbre; salté el vallado
-Llamábase Gaspar Caderousse; estaba casado con del jardin , me escurrí á través de los desmedrados
una del pueblo de la Carconte , á la cual no conocia- olivos y de las higueras silvestres, y temiendo que Ca-
mos nosotros por otro nombre que por el de su pueblo: derousse tuviese algun viajero en su posada , me
era una pobre muger atacada de unas tercianas malig- metí en una especie de camaranchon , donde habia
nas , que la iban debilitando poco á poco. El por su pasado mas de una noche tan bien como en la mejor
parte era un moceton robusto, de cuarenta á cuarenta cama.
y cinco años , y que mas de una vez nos habia dado, Este camaranchon no estaba separado de la sala
en circunstancias difíciles , pruebas de su presencia de comun del piso bajo de la posada mas que por un ta-
espíritu y de su valor. bique de tablas un poco entreabiertas , á propósito
-¿Y decís, preguntó Monte-Cristo, que esas cosas para podernos aprovechar del momento oportuno y
pasaban por los años de... avisarle de que estábamos allí .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
29
Yo me proponia , si Caderousse estaba solo , darle á
conocer mi llegada, acabar con él la comi la interrum- lo -¡Cuarenta mil francos ! esclamó la Carconte : no
pida por los aduaneros , y aprovechar la tormenta que daremos por ese precio . El abate nos dijo que valia
amenazaba para volver otra vez á las orillas del Róda- cincuenta mil francos sin la montura .
no, y asegurarme de lo que habia sido de la barca y de -¿Y cómo se llamaba ese abate? la preguntó el in-
los que la tripulaban . fatigable pregunton .
Me deslicé pues en el camaranchon , é hice bien en --El abate Bussoni , contestó la muger .
aguardar , pues en aquel mismo momento Caderousse -¿Sería estranjero?
entraba en su casa con un desconocido. -Era , segun creo , italiano , de las cercanías de
Estuve quedo y esperé, no con la intencion de ave- Mántua .
riguar los secretos de mi huésped , sino porque no -Enseñadme el diamante , repuso el joyero , que
podia hacer otra cosa ; además , muchas veces habian lo vea yo por segunda vez ; á veces se juzga mal de las
sucedido ya casos semejantes . piedras á primera vista .
El hombre que acompañaba á Caderousse eviden- Caderousse sacó de su bolsillo un estuchito de piel
temente no era del mediodía de la Francia : era uno de negra, lo abrió, y lo entregó al joyero.
esos negociantes forasteros que vienen á vender joyas A la vista del diamante , cuyo grueso sería como el
á la feria de Beaucaire, y que en todo el mes que dura de una avellana pequeña, me acuerdo como si le viese
´esta feria , adonde acuden mercaderes y compradores aun , los ojos de la Carconte brillaron de codicia .
de todas partes de Europa , hacen negocios algunas -¿Y qué pensábais de todo eso , señor escucha á las
veces de ciento á ciento cincuenta mil francos. puertas ? preguntó Monte- Cristo á Bertuccio; ¿ creías
Caderousse entró muy apresurado y delante. en esa fábula?
Luego , viendo desocupada como de costumbre la -Sí , escelencia ; no tenia á Caderousse por mal-
sala de abajo , y guardada nada mas que por su perro , vado ; le creja incapaz de haber cometido un crímen
llamó á su mug er .
ó un robo . -
¡ Eh , Carconte ! la dijo , el buen sacerdote no nos -Eso honra mas á vuestro corazon que á vuestra
habia engañado ; el diamante era bueno . esperiencia, señor Bertuccio. Habíais conocido á ese
Dejóse oir una esclamacion de alegría , y casi al Edmundo Dantés de quien se hablaba?
mismo tiempo la escalera crugió bajo un paso entor- No , escelencia , nunca habia oido hablar de él
pecido por la debilidad y las dolencias . hasta entonces , y no le he oido después mentar sino
¿ Qué es lo que dices ? preguntó la muger mas una sola vez al abate Bussoni , cuando le vi en las cár-
pálida que una muerta . celes de Nimes .
-Digo que el diamante era bueno : aquí tienes al -Bien: proseguid .
señor, uno de los primeros joyeros de París , que está El joyero tomó la sortija de manos de Caderousse ,
dispuesto á darnos por él cincuenta mil francos . Sola- y sacando de su bolsillo unas pinzas diminutas de acero
mente para asegurarse de que el diamante es nuestro y un par de balanzas de metal, separó las abrazaderi-
pide que le cuentes , como yo lo he hecho ya , la mane- tas de oro que sujetaban la piedra , hizo salir el dia-
ra milagrosa con que el diamante vino á parar á nues mante de su engaste, y lo pesó minuciosamente en las
tras manos . Mientras tanto , caballero , os podeis sen- balanzas.
tar si gustais , y como el tiempo está algo caluroso , -Daré hasta cuarenta y cinco mil francos , dijo
voy en busca de alguna cosa para refrescar. luego , pero ni un cuarto mas ; por otra parte , como
El Joyero examinó con atencion el interior de la esto era lo que valia el diamante , no he traido mas
posada y la pobreza bien visible, de los que le iban á que esta cantidad.
vender un diamante digno de un principe . -¡Oh ! eso no le hace , dijo Caderousse , volveré
--Contad, señora , dijo , queriendo sin duda aprove- con vos á Beaucaire en busca de los otros cinco mil
charse de la ausencia del marido , para que ninguna francos.
señal suya influyese en la muger , y para ver si en- -No , dijo el joyero devolviendo la sortija y el dia-
trambas relaciones venian bien una con otra . mante á Caderousse , no ; que no vale mas , y aun me
—¡Oh , Dios mio ! respondió la muger con volubili- arrepiento de haber ofrecido esa suma, atendido á
dad , es una bendicion del cielo que estábamos muy que la piedra tiene un defecto que no habia notado al
lejos de esperar . Imaginaos , señor de mi alma , que mi primer pronto ; pero no importa , no tengo mas que
marido estuvo en relaciones en 1814 6 1815 con un una palabra ; he dicho cuarenta y cinco mil francos ,
marino llamado Edmundo Dantés : aquel pobre mucha- y no me desdigo de ello .
cho , á quien Caderousse habia olvidado completamente, -A lo menos volvedme á colocar el diamante en la
no le olvidó á él, y al tiempo de morir le dejó el dia- sortija , dijo con acritud la Carconte .
mante que acabais de ver . Justo es , dijo el joyero , y volvió á engastar la
-¿Pero cómo llegó á ser poseedor de ese diamante? piedra.
preguntó el joyero . ¿Le tendria cuando entró en la -¡Bueno ! ¡ bueno ! ¡ bueno ! dijo Caderousse , vol-
cárcel? viendo á meterse el estuche en el bolsillo ; ya se ven-
-No señor , respondió la muger ; pero en la cárcel derá á otro.
trabó, segun parece , conocimiento con un inglés muy -Si , repuso el joyero ; pero otro no hará lo que yo ;
rico ; y como allí su compañero de prision habia caido otro no se contentará con los informes que me habeis
enfermo , y Dantés le cuidó como si hubiera sido su dad no
o; es natural que un hombre como vos posea
hermano , el inglés al ser puesto en libertad dejó al un diamante de cincuenta mil francos ; avisará á los
pobre Dantés que , menos feliz , ha muerto en la magistrados , será preciso encontrar al abate Bussoni, y
cárcel , este diamante , que nos legó á su vez al mo- son raros los abates que dan diamantes de dos mil
rir , dando comision de entregárnoslo al digno abate luises; la justicia se meterá en el negocio ; os levarán
que vino esta mañana. á la cárcel , y si sois declarado inocente , y os ponen en
-Es lo mismo , murmuró el joyero ; y al cabo bien libertad después de tres ó cuatro meses de prision, la
puede ser verdadera esta historia , aunque á primera sortija se habrá traspapelado en la escribanía ú os
vista parece algo inverosímil. Solo resta convenirnos darán una piedra falsa que valdrá tres francos , en lugar
en el precio , en el cual no estamos de acuerdo . de un diamante que vale cincuenta mil ó quizás cin-
-¡Cómo! ¡ todavía no! dijo Caderousse : yo os creia cuenta y cinco mil ; pero como no podreis menos de
conforme en el precio que os pedía . convenir , buen hombre , algun riesgo . se corre en
-Es decir, repuso el joyero , que yo he ofrecido comprarlo .
cuarenta mil francos . Caderousse y su muger se interrogaron con la
vista.
30 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-No , dijo Caderousse, no somos ricos para per- -¡Ea ! dijo Caderousse , aunque nos hayais dejado
der cinco mil francos . sin una docena de mil francos tal vez , ¿ quereis cenar
-Como querais , amigo mio , dijo el joyero ; sin em- con nosotros ? lo digo de buena volun tad.
bargo, como veis , habia traido buena moneda. -Gracias, dijo el joyero : debe de ser tarde y es pre-
Y sacó de uno de sus bolsillos un puñado de oro ciso que vuelva á Beaucaire ; mi muger estará in-
que hizo brillar á los deslumbrados ojos del posadero , quieta.
y del otro un paquete de billetes de banco . Y sacando su reloj:
Un rudo combate se trababa visiblemente en el -¡ Diantre ! esclamó , son cerca de las nueve, con
ánimo de Caderousse: era evidente que aquel estuchito que no llegaré á Beaucaire antes de las doce de la
al que daba vueltas en su mano , no le parecia corres- noche. Adios , hijos mios : si os vuelven á visitar aba-
ponder en valor á la enorme suma que fascinabates Bussonis pensad en mi.
sus ojos. -Dentro de ocho dias ya no estareis en Beaucaire,
Volvióse hácia su muger y la preguntó por lo dijo Caderousse , puesto que la feria concluye la se-
bajo: mana próxima.
-¿Qué piensas tú? -No , pero eso no le hace ; escribidme a París , á
-Dalo , dalo , dijo ella ; si vuelve á Beaucaire sin el M. Joannés , en el Palais-Royal, galería de piedra, nú-
diamante nos denunciará ; y como él dice , quién sabe mero 15. Haré espresamente el viaje si vale la pena
sí podremos encontrar al abate Bussoni. de ello.
-¡ Pues bien ! sea , dijo Caderousse , tomad pues el En esto se oyó de repente un trueno, acompañado
diamante por cuarenta y cinco mil francos : pero mi de un relámpago tan vivo , que casi desvaneció la
muger quiere una cadena de oro , y yo un par de claridad de la lampara.
hebillas de plata. -¡Oh, oh ! dijo Caderousse , ¿ y vais à partir con
El platero sacó de su bolsillo una cajita larga y este tiempo?.
achatada que contenia varias muestras de los objetos -¡Oh! yo no tengo miedo á los truenos , dijo el
pedidos. platero.
-Tomad , dijo , á mí me gusta concluir las cosas -¿Yá los ladrones ? le preguntó la Carconte, Ahora
pronto: escojed. con motivo de la feria no está el camino muy seguro.
La muger eligió una cadena de oro que podia valer -¡Oh! esto es lo que tengo para los ladrones, dijo
cinco luises , y el marido un par de hebillas que val- Joannés .
drian quince francos. Y sacó de su bolsillo un par de pistola's cargadas
Creo que no os podeis quejar ? dijo el joyero. hasta la boca.
El abate dijo que valia cincuenta mil francos , -Aquí teneis , añadió, unos cachorros que ladran y
murmuró Caderousse. muerden á la par ; los destino á los dos primeros que
-Vamos , vamos , dádmelo: ¡ qué hombre este ! re- tengan ganas de poseer vuestro diamante , tio Cade-
puso el joyero arrancándole el diamante de las manos ; rousse .
le doy cuarenta y cinco mil francos , dos mil quinien- Caderousse y su muger cambiaron una mirada fa-
tas libras de renta , es decir , una fortuna como yo tídica.
quisiera tener , ¡ y aun no está contento ! Parecia que á los dos hubiese ocurrido un mismo .
-¿Y dónde estan los cuarenta y cinco mil francos? pensamiento horrible.
preguntó con voz ronca Caderousse. -Pues entonces buen viaje, murmuró Caderousse .
-Aquí estan , dijo el joyero. -Gracias , respondió el joyero .
Y contó sobre la mesa quince mil francos en oro y Y tomando su baston , marchóse .
treinta mil en billetes de banco. Al abrir la puerta entró tal bocanada de aire, que
-Aguardad á que encienda la lámpara , dijo Cade- á poco apaga la lámpara .
rousse : ya no se vé muy bien y nos podriamos en- ¡Oh! dijo , ¡vaya un tiempo ! ¡ y tener que andar
gañar. dos leguas !
Con efecto, durante aquella discusion habia llega- -Quedaos y acostaos aquí , dijo Caderousse.
do la noche , y con ella la tempestad que hacia media -Sí, quedaos , añadió la Carconte con voz temblo-
hora estaba amenazando. na. Os cuidaremos bien.
Oíase rugir sordamente el trueno á lo lejos ; pero -No , tengo que dormir en Beaucaire . - Adios .
ni el platero ni Caderousse ni la Carconte parecian Caderousse se encaminó á la puerta lentamente.
ocuparse de ello , poseidos como estaban los tres -Ni el cielo se vé ni la tierra , dijo el joyero ya
por una infernal codicia. fuera de la casa . ¿ Por dónde he de tomar, por la dere-
Yo mismo esperimentaba una estraña fascinacion cha ó por la izquierda?
á la vista de aquel oro y de aquellos billetes. -Por la derecha , respondió Caderousse . No es
Me parecia que estaba soñando , y como sucede en posible equivocarse. El camino está plantado de ár-
sueños , me sentia clavado en mi sitio. boles.
Caderousse contó y recontó el oro y los billetes -Bien , ya lo sigo , dijo la voz perdiéndose en el
y en seguida los dió a su muger , que a su vez hizo espacio.
—¡Cierra la puerta ! gritó la Carconte . Cuando hay
la misma operacion que su marido.
En este intervalo el platero movia el diamante truenos no me gusta ver las puertas abiertas.
á la luz de la lámpara , y la piedra preciosa arrojaba res- -Y cuando hay dinero en casa, ¿no es verdad? res-
plandores que le hacian olvidar los que , precursorespondió Caderousse echando la llave.
de la tempestad, comenzaban á penetrar por las ren- Y volviendo al armario cojió el saco y la cartera,
dijas de las ventanas. y se pusieron por tercera vez los dos esposos á contar
-i Y bien ! ¿ está cabal la cuenta? preguntó el dia- su dineró y sus billetes.
mantista. Nunca he visto espresion como la de sus rostros á
-Sí, respondió Caderousse . - Dame la cartera y la tibia luz de aquella lámpara vacilante.
La Carconte en particular estaba horrible de ver.
busca un saco, Carconte.
Dirigióse esta á un armario , y volvió trayendo Era doblado el temblor nervioso que continuamente la
una cartera vieja de cuero , de la cual sacaron algu- agitaba.
Su rostro de pálido se habia convertido en lívido .
nas cartas mugrientas , en cuyo lugar pusieron los
billetes y un saco que contenia dos ó tres escudos Sus ojos cóncavos llameaban .
-¿Por qué le brindaste con que se acostara aquí?
de seis libras , que probablemente componian toda la
fortuna del miserable matrimonio.. preguntó en voz ronca .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 51

-Por... por ahorrarle el trabajo de volver á Beau- -¡Jesus! dijo la Carconte santiguándose .
caire , respondió estremeciéndose Caderousse . En el mismo momento , en medio del silencioso
-¡Ah! dijo su muger con espresion indescriptible. terror que sigue á los truenos , oyóse llamar á la
Crei que fuera por otra cosa. puerta.
-¡Muger ! ¡ muger ! esclamó Caderousse. ¿ Por qué Caderousse y su muger se echaron á temblar mi-
tienes esos pensamientos y por qué ya que los tienes rándose espantados .
no te los callas ?
-¿Quién vá ? esclamó levantándose Caderousse y
-¿Qué importa ? dijo la Carconte tras un instante reuniendo el oro y los billetes en un monton que cu-
de silencio. Tú no eres hombre. brió con ambas manos.

...Los destino á los dos primeros que tengan ganas de poseer vuestro diamante , tio Caderousse.

-¿Cómo? articuló Caderousse. -Yo , dijo una voz.


-Si tú fueras hombre no hubiera él salido de -¿Quién sois vos?
aquí. -¡Toma ! Joannés el platero.
-¡Muger! -¡Eh ! ¿qué decias , repuso la Carconte con horri-
-O no llegaria á Beaucaire . ble sonrisa , qué decias de que estaba ofendiendo á
¡Muger! Dios? ¡Dios nos le trae!
-El camino hace un recodo... él tiene que seguir Caderousse cayó en su silla pálido y agitadísimo .
el camino , yá lo largo del canal hay un atajo... La Carconte, por lo contrario, se levautó, y yendo
-Muger, estás ofendiendo á Dios . Mira , escucha...
con paso firme á abrir la puerta , dijo :
Cou efecto , oyóse un trueno espantoso , y un re- -Entrad , querido señor Joannés.
lámpago iluminó toda la estancia con su luz rojiza. -No parece sino que el diablo quiere que yo no
El ruido se fué perdiendo como si huyera de la casa vaya á Beaucaire esta noche , dijo el joyero empapadc
maldita.
en agua Cumplimientos á un lado, ini querido Cade.
32 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

rousse . Me ofrecísteis hospitalidad , la acepto , y vuel- acontecimiento que nos ha hecho poseedores de él es
vo á dormir en vuestra casa. tan inesperado que apenas podemos creerlo , y lo juz-
Caderousse articuló algunas frases enjugando el gamos un sueño, á pesar de tener á la vista la prueba
sudor que por su frente corria. material.
La Carconte cerró la puerta con llave cuando es- Sonrióse el joyero y preguntó:
tuvo dentro el joyero . -¿Teneis viajeros en vuestra posada?

-¡Jesus ! dijo la Carconte santiguándose.

CAPITULO VI. -No , respondió Caderousse; aquí no damos camas:


como estamos tan inmediatos á la ciudad , nadie se
detiene.
LA LLUVIA DE SANGRE..
-Entonces voy á incomodaros.
Lanzó el joyero al entrar una mirada investiga- -¡Incomodarnos ! dijo la Carconte , nada de eso , os
dora en rededor ; pero nada al parecer debia desper lo aseguro.
-Veamos ; ¿dónde me colocareis?
tar sus sospechas, ni tampoco confirmarias si ya las -En el cuarto de arriba.
tenia . Caderousse tenia siempre entre sus manos su
oro y sus billetes. La Carconte mostraba á su huésped -Pero, ¿no es vuestro cuarto ?
su mas agradable sonrisa. ¡Oh! no importa : tenemos otra cama en la pieza
de al lado.
-¡Ah ! jah! dijo el joyero , parece que temiais no Caderousse miró con admiracion á su muger.
haber contado bien , y habeis vuelto á examinar vues-
tro tesoro después de mi marcha. El joyero tarareó una cancion calentándose la es-
--No es eso, respondió Caderousse, sino que el palda á la lumbre que la Carconte acababa de encen-
der en la chimenea para que el huésped se secara :
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 33

tambien habia entre tanto estendido una servilleta á | tra el sueño. Sin embargo dirigí la última ojeada al
un estremo de la mesa, sobre la cual puso los escasos interior de la cocina.
restos de una cena , á los que añadió dos ó tres hue- Caderousse estaba sentado al lado de una larga
vos frescos. mesa, en uno de esos bancos de madera que en las
Caderousse habia guardado de nuevo dos billetes posadas de los pueblos reemplazan á las sillas. Vol-
en su cartera , su oro en su saco, y todo , en fin, en el víame la espalda , de modo que no podia yo verle la
armario . Pascábase de arriba abajo sombrío y pen- cara: por otra parte , aunque hubiera estado colocado
sativo, mirando de vez en cuando al joyero que, fu- de otro modo hubiera sido difícil verla, puesto que
mando delante del hogar , se volvia de un lado con- tenia la cabeza sepultada entre las manos.
forme se iba secando por el otro. La Carconte le miró algun tiempo, alzó los hombros
-¡Ea ! dijo la Carconte poniendo una botella de y vino á sentarse en frente de él. En este momento
vino sobre la mesa, cuando gusteis : todo está pronto . la llama espirante se apoderó de un pedazo de leña ,
-¿Y vosotros? preguntó Joannés. apagado hasta entonces , y una luz algo mas viva
Yo no ceno, replicó Caderousse . alumbró esta escena.
-Hemos comido inuy tarde , se apresuró á decir la Tenia la Carconte los ojos fijos en su marido ; y
Carconte. como éste conservaba siempre la misma postura , la
-Voy pues á cenar solo , dijo el joyero. vi estender su mano gafa y tocarle en la frente.
-Os serviremos , respondió la Carconte con una Caderousse se estremeció.
oficiosidad que no acostumbraba mostrar, ni aun con Parecióme que su muger movia los lábios ; pero sea
Jos huéspedes que pagaban. que hablase muy bajo, sea que mis sentidos estuviesen ya
Caderousse le lanzaba de cuando en cuando una mi- entorpecidos por el sueño , el ruido de sus palabras no
rada rápida como un relámpago . llegó hasta mí. No veia yo sino como á través de una
La tempestad continuaba. niebla , y con esa duda precursora del sueño que le
-Ois, ois? dijo la Carconte , á fé mia que habeis hace á uno creer que empieza ya á soñar. Cerráronse
hecho bien en volver. en fin mis ojos , y perdí la conciencia de mí mismo.
-Lo que no impide, dijo el joyero , que vuelva á Estaba en lo mas profundo de mi sueño , cuando
ponerme en camino, si el huracan se apac:gua mien- me despertó un pistoletazo seguido de un grito terrible.
tras ceno. Algunos pasos vacilantes resonaron sobre el piso del
-Es el mistral, dijo Caderousse sacudiendo la ca- cuarto, y una masa inerte fué á desplomarse en la es-
beza : durará hasta mañana . calera sobre mi cabeza .
Y exhaló un largo suspiro. No era yo todavia dueño de mi razon . Oí gemidos ,
A fe mia , dijo el joyero sentándose á la mesa, después gritos ahogados semejantes á los que acom-
tanto peor para los que esten fuera . pañan una lucha . Un grito en fin mas prolongado
-Si , replicó la Carconte, pasarán mala noche . que los otros, y que degeneró en quejidos , vino á sa-
El joyero empezó á cenar , y la Carconte continuó carme completamente de mi letargo . Incorporéme
prodigándole todos los minuciosos cuidados de una sobre un brazo , abrí los ojos , que nada vieron en las
huéspeda atenta : ella , ordinariamente tan temosa y tinieblas, y llevé la mano á mi frente , sobre la cual me
tan áspera, se habia convertido en un modelo de previ- pareció que sentiâ caer á través de las tablas de la es-
sion y de política. Si el joyero la hubiera conocido calera una caliente y abundante lluvia . El mas pro-
antes, un cambio tan repentino le hubiera ciertamente fundo silencio habia sucedido á aquel ruido es-
admirado , y no hubiera dejado de inspirarle alguna pantoso.
sospecha . En cuanto á Caderousse, continuaba su pa- Oí despues los pasos de un hombre que andala
seo sin decir palabra , y vacilaba todavía en mirar á su sobre mi cabeza , haciendo rechinar la escalera . Este
huésped. Cuando se acabó la cena abrió la puerta, y hombre bajó á la sala inferior, se acercó á la chime-
dijo: -parece que la tempestad se calma. -Pero en este nea y encendió una luz .
momento , como para darle un mentís, un horrible Era Caderousse , con el rostro pálido y la camisa
trueno hizo retemblar la casa , y una bocanada de ensangrentada.
viento mezclada con agua entró y apagó la lámpara. Encendida la luz , subió rápidamente la escalera, y
Caderousse volvió á cerrar la puerta , y su muger en- escuché de nuevo sus pasos rápidos é inquietos .
cendió una luz en el hogar moribundo . Un instante después volvió á bajar . Traia en la
-Vaya , dijo la Carconte al joyero , debeis estar fa- mano la cajita: se aseguró de que el diamante estaba
tigado : he puesto sábanas limpias en la cama ; subid, dentro ; dudó un momento en cuál de sus bolsillos lo
acostaos , y dormid bien. pondria , y despues no considerando sin duda el bol-
Joannés se quedó todavía un instante para asegu- sillo como un escondrijo bastante seguro , le arrolló
rarse de que el huracan no se calmaba , y cuando se en su pañuelo encarnado que colocó alrededor de su
aseguró de que los truenos y la lluvia iban en aumen- cuello. Despues corrió al armario , sacó sus billetes y
to, dió las buenas noches á sus huéspedes y subió la su oro , puso los unos en el bolsillo de su pantalon , él
escalera . Al pasar por encima de mí, oia yo cada es- otro en el de su chaqueta , tomó dos ó tres camisas ,
calon rechinar bajo sus piés. La Carconte le seguia y lanzándose hácia la puerta despareció en la oscu-
con mirada codiciosa , mientras que Caderousse , por ridad .
lo contrario, le volvia la espalda. Entonces todo apareció claro á mis ojos, y me
Todos estos detalles que han vuelto á mi memoria acusaba de lo que acababa de suceder, como si hubiera
desde aquel tiempo, no llamaron entonces mi aten- yo sido el verdadero culpable.
cion : era al parecer muy natural todo lo que pasaba , Parecióme oir todavía gemidos : el desgraciado jo-
si se esceptua la historia del diamante, que me pareció yero quizá no estaba muerto, y tal vez podia socorrien-
un poco inverosimil. De modo que como estaba yo dole reparar una parte del mal , no que habia hecho ,
rendido de faliga , y pensaba tambien aprovechar el sino que habia dejado hacer. Apoyé la espalda contra
primer claro de la tormenta, resolví dormir algunas una de aquellas tablas no muy bien unidas que sepa-
horas y alejarme en medio de la noche, raban la especie de tambor en que me habia acostado
Oia yo en la pieza de arriba al joyero que se dis- de la sala baja , y cediendo las tablas me encontré en
ponia por su parte á pasar la mejor noche posible. la casa .
Bien pronto el lecho rechinó bajo el peso de su Corro á la luz y me lanzo á la escalera : habia un
cuerpo ; acababa de acostarse. cuerpo atravesado en ella ; era el cadáver de la Car-
Mis ojos se cerraban á pesar, mio, y como no tenia conte. El pistoletazo que yo habia oido la habia alcan-
ninguna sospecha, no procuraba tampoco luchar con- zado : tenia la garganta atravesada de parte á parte, y
34 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Pero en la sala inferior habia cinco ó seis aduane-


arrojaba sangre por su herida y por la boca . Estaba
muerta. ros y dos ó tres gendarmes que se apoderaron de mí
Salté por encima de ella y pasé . El cuarto ofrecia sin que yo procurase hacer la menor resistencia .
á la vista un espantoso desórden. Los muebles estaban Probé á hablar; lancé algunos gritos inarticulados : hé
trastornados , las sábanas , á las que el desdichado jo- que. los aduaneros y los gendarmes me señala-
aquíVitodo
yero se habia asido, arrastraban por el suelo: él mismo ,
tendido y con la cabeza apoyada sobre el muro , na- ban con el dedo. Bajé la vista , y me hallé todo cu-
daba en un mar de sangre que brotaba de tres hondas bierto de sangre . Aquella lluvia tibia que habia sen-

Era Caderousse , con el rostro pálido y la camisa ensangrentada.

heridas en su pecho. En la cuarta habia quedado un tido caer sobre mí á través de las tablas de la escale-
largo cuchillo de cocina , del cual no se veia mas que ra era la sangre de la Carconte. Mostré con el dedo
el mango . Al andar pisé la segunda pistola que no el lugar en que habia estado oculto.
habia dado fuego : sin duda la polvora estaba mojada. -¿Qué querrá decir? preguntó un gendarme.
Acerquéme al joyero , que no estaba muerto efec- -Quiere decir que ha pasado por ahí , respondió un
tivamente . Al ruido que hice , al rechinamiento del aduanero enseñando el agujero por el cual efectiva-
piso sobre todo, abrió los estraviados ojos, pudo fijar- mente habia yo pasado.
fos un momento en mí , movió los labios como si qui- Comprendí entonces que me tomaban por el ase-
siera hablar, y espiró. sino . Hallé la voz , hallé la fuerza que me faltaba , Y.
Aterróme este horrible espectáculo; cuando vi que desprendiéndome de las manos de dos hombres que
á nadie podia socorrer, solo esperimenté una necesi- me tenian , esclamé:
dad , la de huir. Precipitéme á la escalera estrechan- -¡No he sido yo! ¡ No he sido yo!
do mi frente entre mis manos , y lanzando un rugido Dos gendarmes me apuntaron con sus carabinas
de ter ror. diciéndome :
La habitacion se hallaba en el desórden mas espantoso.
4

EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 35

-Si haces un solo movimiento eres muerto. respondió, me ha encargado que le busque un hombre
-Pero cuando os repito que no he sido yo . de confianza. Si quereis ser ese hombre, yo os reco-
-Ya contarás esa historia á los jueces de Nimes , me mendaré á él.
respondieron. Entre tanto síguenos , y te aconsejamos ¡ Oh , padre mio , cuánta bondad ! esclamé .
por tu bien que no hagas resistencia. -Pero habeis de jurar no darme nunca ocasion de
No era esta seguramente mi intencion, hallándome que me arrepienta .
quebrantado por la admiracion y por el terror. Pu- En se uida estendí la mano para hacer el jura-
siéronme las esposas , me ataron á la cola de un caba- mento.
llo y me condujeron á Nimes. Es inútil , me dijo . Yo conozco á los corzos y los
Habia sido yo seguido por un aduanero , que ha- quiero . Aquí teneis mi carta de recomendacion .
biéndome perdido de vista en los alrededores de la Y escribió las cortas líneas que entregué à vuestra
casa , calculó que pasaria allí la noche , por lo cual escelencia, y con las cuales tuvo vuestra escelencia la
fué á avisar á sus compañeros : habian llegado todos bondad de tomarme á su servicio . Ahora- con orgu-
á punto de oir el pistoletazo y de prenderme en medio llo se lo pregunto á vuestra escelencia - ¿ le he dado
de tales pruebas de culpabilidad, que comprendí inme- nunca motivo de queja?
diatamente el trabajo que me costaria hacer reconocer No , respondió el conde ; y confieso con placer
mi inocencia . que sois un buen criado, aunque algo falto de confian-
Con esto no me fijé sino en una sola cosa . Mi pri- za , señor Bertuccio.
mera peticion al juez de instruccion fué que hiciera ¡ Yo , señor conde!
buscar por todas partes á cierto abate Bussoni, que --Vos, sí. ¿ Cómo teniendo una hermana y un hijo
se habia detenido durante el dia en la posada del adoptivo no me habeis hablado nunca ni del uno ni de
Puente. la otra?
Si Caderousse había inventado una historia , si el -¡Ay , escelencía ! es que me falta contar aun la
tal abate no existia , era evidente que yo estaba per- parte mas triste de mi vida. Marché á Córcega con
dido ; á menos que cojido á su vez Caderousse lo gran deseo de ver y de consolar á mi pobre hermana,
confesase todo. como ya os figurareis; pero cuando llegué á Rogliano
Trascurrieron dos meses , durante los cuales, encontré mi casa de luto . ¡ Habia pasado una escena
debo decirlo en alabanza de mi juez , se hicieron horrible, que recuerdan los vecinos todavía ! Siguien-
grandes pesquisas para hallar al que yo pedia . Perdí do mis consejos se resistia mi pobre hermana á las
toda esperanza . Caderousse tampoco había sido preso exigencias de Benedetto , que á cada instante se em-
#
Iba ya á ser juzgado en la primera sesion, cuando peñaba en que le diese todo el dinero que habia en
el 8 de setiembre , es decir , tres meses y cinco dias casa . Una mañana se atrevió á amenazarla y no vol-
después del suceso , el abate Bussoni, con quien yo no vió en todo el dia . Assunta lloró , porque tenia un co-
contaba ya , se presenta en la cárcel diciendo que razon maternal para aquel miserable , y por la noche
habia sabido en Marsella que un preso deseaba hablar- no se acostó por esperarle . Cuando llegó á las once
le , y que se apresuraba á cumplir este deseo. con dos amigos suyos , compañeros ordinarios de sus
Podeis imaginaros con qué ardor le recibí . Contéle locuras , tendióle ella los brazos ; pero la cojieron
todo aquello de que habia sido testigo: llegué. con in- entre los tres , y uno-¡ tiemblo de pensar que fuera
quietud á la historia del diamante; pero contra lo que aquel infernal muchacho ! -uno de ellos esclamó :
yo esperaba y temia , era enteramente verdadera ; en -Démosla tormento, que ella declarará donde tie-
fin , dió entero crédito á todo lo que dije. Entonces, ne el dinero.
arrastrado por su dulce caridad , reconociendo en él El vecino Wasilio se hallaba casualmente en Bas-
un profundo conocimiento de las costumbres de mi tia : solo su muger estaba en casa.
país , y pensando que el perdon del único crímen que Nadie, escepto ella , podia ver ni oir lo que pasaba
yo habia cometido podia acaso descender de sus labios, en la de mi hermana.
le revelé bajo el secreto de la confesion la aventura de Dos cojieron á la pobre Assunta, que no creyendo
Auteuil con todos sus detalles . posible crímen tan atroz, sonreia á los que iban á ser
Produjóme esto el mismo efecto que si lo hubiera sus verdugos , y el tercero fué á atrancar puertas y
hecho por cálculo : la confesion de este primer asesi- ventanas . Cuando volvió , reunidos los tres, ahogando
nato , que nada me obligaba á revelarle , le probó que los gritos que el terror le arrancaba , acercaron los
no habia cometido el segundo; y me dejó, prometién- piés de Assunta á la lumbre , con cuyo poder conta-
dome hacer todo lo que estuviera en su mano para ban para que les confesase donde estaban ocultos
convencer á los jueces de mi inocencia. nuestros ahorros ; pero con la lucha prendió fuego en
Conocí que se habia ocupado de iní cuando ví mi los vestidos , y para no quemarse ellos mismos aban-
prision dulcificarse gradualmente , y cuando supe donaron á la pobre víctima.
que no me juzgarian sino en los otros assises que Corrió ardiendo á la puerta. pero la puerta estaba
"debian seguír á aquellos , para los cuales se estaban cerrada.
reuniendo. Dirigiósę á la ventana , pero la ventana estaba
En este intervalo la providencia permitió que Ca- atrancada .
derousse fuese preso en el estranjero y conducido á Entonces oyó la vecina gritos espantables. Eran de
Francia Assunta que pedia socorro.
Confesólo todo, achacando la premeditacion y sobre Pronto la voz se fué apagando. Convirtiéronse los
todo la instigacion á su muger . gritos en gemidos ; y cuando á la mañana siguiente la
Con que el fué condenado á galeras perpétuas , y yo muger de Wasilio , tras una noche de terror y de an-
puesto en libertad. gustias , se atrevió á salir de su casa y á llamar al juez
-¿Y entonces fué , dijo Monte- Cristo , cuando os que abriera la puerta de la mia , hallaron á Assunta
presentásteis en mi casa con una carta del abate medio abrasada, aunque respirando aun , y forzados los
Bussoni ? armarios y estraido el dinero.
-Sí, escelencia : él se habia tomado por mí un inte- Por lo que toca á Benedetto , habia salido de Ro-
rés palpable. gliano para no volver. Desde entonces no he vuelto á
Vuestro oficio de contrabandista os perderá , me verle y ni aun á oir hablar de él.
dijo. Abandonadle si salís de aquí. Cuando supe estas tristes noticias, fué cuan-
-¿Pero cómo quereis , padre mio , que viva y que do me dirigí á vuestra escelencia , prosiguió Bertuc-
mantenga á mi pobre hermana ? le pregunté. cio. No os hablé de Benedetto porque habia desapa-
-Un penitente mio que me estima en mucho , merecido , ni de mi hermana porque habia muerto.
36 . BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Y qué habeis pensado de tal suceso? le pregun- -Nunca. A saber donde se hallaba le hubiera hui-
tó Monte-Cristo . do como á un mónstruo. Sí , por fortuna no he oido
Que era castigo del crímen que cometí, respon- hablar de él. Espero que haya muerto.
dió Bertuccio . ¡Ah! ¡son los Villefort una raza maldita! -No lo espereis, Bertuccio, dijo el tonde. Los mal-
-Yo así lo creo , murmuró el conde en voz lú- vados no mueren así, porque parece que Dios los con-
gubre. serva para hacerlos instrumento de sus venganzas.
-Ahora ya comprenderá vuestra escelencia , prosi- -Sea, respondió Bertuccio. Solo pido al cielo no
guió Bertuccio , que esta casa que no habia vuelto á volverle á ver nunca. Ahora ya lo sabeis todo, señor
ver, que este jardin donde me encuentro de repente, conde , prosiguió el mayordomo doblando la cabeza.

...acercaron los piés de Assunta à la lumbre.

que este lugar donde he matado á un hombre, han Mi juez sois aquí abajo, como Dios lo será allá arriba.
debido causarme las emociores lúgubres que habeis ¿No me direis alguna palabra de consuelo?
querido profundizar; porque no estoy, en fin, bien se- -Teneis razon , y puedo deciros lo que os diria el
. guro de que ahí á mis piés no yazga enterrado Mr. de abate Bussoni . Ese Villefort á quien asesinasteis me-
Villefort en la tumba que habia abierto para su hijo. recia aquel castigo por su acción , y acaso por otra ú
-Todo es posible con efecto, dijo el conde levan- otras ; Benedetto , si vive , servirá como os lo he di-
tándose del banco en que estaba sentado: y añadió en cho para alguna venganza divina, y luego será á su
voz muy baja:-menos la muerte del procurador del vez castigado. A vos solo os toca una culpa en reali-
rey.-El abate Bussoni hizo bien en acomodaros con- dad, la de no haber devuelto el niño á su madre , ya
migo , y vos tambien en contarme vuestra histo- que le salvástéis de la muerte... Esa es la culpa , Ber-
ria, pues así no me hareis pensar mal de vos. Y tuccio.
de ese Benedetto , tan mal llamado Benedetto (bendi- -Sí, señor , esa es mi culpa , mi verdadera culpa,
to), ¿ no habeis nunca indagado su paradero ni lo que porque en eso fui cobarde : una vez vuelto el niño á
ha sido de él? la vida , solo una cosa tenia que hacer , vos lo ha-
La hermosa griega.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 37

beis dicho, que era enviárselo otra vez á su madre: mas mano izquierda , y apoyando su cabeza en la palma
para eso tenia yo que hacer averiguaciones, y llamar de la misma, cerro los ojos como quien duerme.
la atencion , y acaso entregarme... no quise morir; -¡Ah! dijo Monte-Cristo , acostumbrado á este len-
deseaba la vida por mi hermana, por el amor propio guaje, ¿son tres las que esperan en la alcoba , no es
innato en nosotros , amor á ser constantes y á salir eso ?
victoriosos de nuestra venganza ; y además , quizás -Sí, respondió Alí bajando la cabeza.
deseaba la vida por el mismo amor á la vida: ¡oh ! ¡yo -La señora estará esta noche cansada , continuó
no era valiente como mi pobre hermano! Monte-Cristo, y sin duda querrá dormir ; que no la
Ocultó Bertuccio su rostro entre las manos , y den conversación . Las doncellas francesas deben so-
fijó Monte-Cristo en él una larga é indefinible mirada. lamente saludar á su nueva señora y retirarse. Cui-
Luego, después de un instante de silencio, mas dareis de que la doncella griega no tenga roce alguno
solemne aun por la hora y el sitio, dijo el conde con con las francesas.
un acento melancólico que no le era habitual: Alí se inclinó.
-Para terminar debidamente esta conversacion , Pronto se oyó dar voces al portero; y abriéndose
que será la última que pasemos sobre sucesos tales, la verja, se oyó tambien rodar por la calle de árboles
señor Bertuccio, retened bien mis palabras, que las un carruaje que se detuvo delante de la escalera.
he oido pronunciar con frecuencia al mismo abate Cuando bajó Monte-Cristo, la portezuela estaba ya
Bussoni : para todos los males hay dos remedios : el abierta , y alargó la mano á una joven envuelta com-
tiempo y el silencio. Ahora, señor Bertuccio, dejadme pletamente en un manto de seda verde, bordado en oro,
pasear un instante por este jardin. Lo que para vos que le cubria la cabeza.
es una emocion punzante, como actor que fuísteis en Tomó la jóven la mano que la presentaban , besóla
esa terrible escena , será para mí una sensacion casi con cierto amor mezclado de respeto ; y ella con ter-
dulce y que dará doble precio á esta propiedad. Los nura, y el conde con dulce gravedad , cruzaron algu-
árboles , ya lo veis , señor Bertuccio , nos gustan mas nas palabras en ese lenguaje sonoro que puso el viejo
porque dan sombra, y la sombra no gusta sino porque Homero en boca de sus dioses.
está llena de ensueños y de visiones. Cate usted que Con esto, precedida de Alí que llevaba una antor-
he comprado un jardin cuando yo creia comprar un cha de cera de color de rosa, la jóven , que no era otra
simple terreno cercado de tapias... de repente este que la hermosa griega, compañera ordinaria de Monte-
terreno se convierte en un jardin lleno de fantasmas Cristo en Italia, fue conducida á su habitacion , reti-
que no habian entrado en el contrato . Empero á mírándose después el conde al pabellon que se había re-
me gustan las fantasmas: no he oido decir nunca que servado .
los muertos hayan hecho en seis mil años tanto mal A las doce y media de la noche estaban apagadas
como hacen los vivos en un solo dia. Retiraos, señor todas las luces de la casa , y era de creer que todo el
Bertuccio; idos á dormir en paz. Si vuestro confesor mundo dormia.
en la última hora es menos indulgente que lo fué el
abate Bussoni , mandadme llamar si estoy aun en el CAPITULO VII.
mundo, y yo encontraré palabras que mecerán vues-
tra alma dulcemente á la sazon en que esté dis- EL CRÉDITO ILIMITADO .
puesta á hacer ese fiero viaje que llaman eternidad.
Inclinóse Bertuccio respetuosamente ante el conde, El dia siguiente á las dos de la tarde una carretela
y se fué exhalando un suspiro. tirada por dos magníficos caballos ingleses se detuvo
Monte-Cristo se quedó solo; y dando cuatro pasos ante la puerta de Monte-Cristo. Un hombre vestido de
adelante , murmuró : frac azul con boton de seda del mismo color, chaleco
-Aquí , junto á ese plátano, el hoyo en que fué de- blanco cruzado por una enorme cadena de oro , panta-
positado el niño : allá là puertécita por donde se en- lon de color de avellan , y cabellos negros que le caian
traba al jardin : en aquel rincon là escalera secreta tanto sobre las cejas que se pudiera dudar fuesen
que conducia á la alcoba ... No creo que necesite apun- naturales, por lo poco que armonizaban con las arru-
tar esto en mi cartera , pues aquí tengo à la vista, á gas inferiores que no conseguian ocultar; un hombre,
mj alrededor, el plano en relieve, el plano vino. en fin , de cincuenta á cincuenta y cinco años , que
Y después de haber dado la última vuelta por el quería aparentar cuarenta , asomó su cabeza por la
jardin, fué en busca de su coche. Bertuccio, que le portezuela en cuya parte esterior se veia pintada una
veia pensativo; subió sin hablar palabra al pescante y corona de baron , y envió su groom á preguntar si es-
sentése al lado del cochero . taba en casa el conde de Monte-Cristo.
El carruaje tomó el camino de París. Mientras tanto, examinaba este hombre con una
La misma noche de su instalacion en la casa de atencion tan minuciosa que casi rayaba en imperti-
los Campos Eliseos , el conde de Monte- risto la re- nente, el esterior de la casa , lo que se podia distinguir
corrió toda, como hubiera podido hacerlo un hombre del jardin , y la librea de algunos criados que se de-
familiarizado con ella desde muchos años . Ni una sola jaban ver yendo y viniendo de un lado á otro.
vez, y eso que él iba delante , abrió una puerta por Su mirada, aunque penetrante, indicaba mas astu-
otra , ni tomó una escalera ó un corredor que no le cia que talento . Tenia los labios tan delgados , que en
condujese directamente adonde se encaminaba. vez de sobresalir parecia que entrasen en la boca ; la
Alí le acompañaba en esta visita nocturna . anchura y prominencia de sus pómulos , en fin , señal
Dió el conde à Bertuccio muchas órdenes para infalible de astucia , șu deprimida frente , su desarro-
el embellecimiento ó la nueva distribucion de las hallado occipucio , que hacian mas chorante unas grandi-
bitaciones, y sacando su reloj , dijo al nubio: simas orejas no muy aristocráticas que digamos , todo
-Son las once y media ; Haydée no puede tardar. contribuia á dar, á juicio del fisiólogo , un carácter
¿Están prevenidas las mugeres francesas? casi repugnante á la figura de este hombre , muy re-
Alí estendió la mano hacia la habitacion destinada comendable á los ojos del vulgo por sus magnificos
á la hermosa griega , habitacion que estaba de tal ma- cabellos , el enorme diamante que llevaba en la pe-
nera aislada ; ocultándose la puerta detrás de una chera de su camisa , y la cinta encarnada que se esten-
colgadura, que se podia recorrer toda la casa sin sos- dia de un ojal á otro de su frac.
pechar que allí hubiese un salon y dos cuartos ocu- El groom llamó á los cristales de la portería y pre-
pados. guntó:
Alí, como deciamos , estendió la mano. hácia la ¿No es aquí donde vive el señor conde de Monte-
habitacion, señaló el número tres con los dedos de su Cristo?
38 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Aquí vive su escelencia ; respondió el portero ; | gritó al cochero de manera que se le pudiese oir al
pero... y consultó á Alí con una mirada . otro lado del camino :
-¡A la cámara de diputados!
-Pero ¿qué? preguntó el groom. A través de una celosía de su pabellon , el conde de
-Pero su escelencia no está visible , respondió el Monte -Cristo, avisado á tiempo , habia visto al baron
portero. y le habia examinado con ayuda de un magnífico an-
-En ese caso , ahí teneis una targeta de mi amo ,
el señor baron de Danglars . Entregádsela al señor teojo , no menos atentamente que Mr. Danglars habia
conde de Monte-Cristo, y decidle que al ir á la cámara, examinado la casa, el jardin y las libreas .

Tomó la jóven la mano que la presentaban , y besóla con cierto amor mezclado de respeto .

mi señor ha dado un rodeo por tener la honra de verle. -Decididamente , dijo con un gesto de disgusto, in-
-Yo no hablo con su escelencia, repuso el portero; troduciendo los tubos de su anteojo en su estuche de
su ayuda de cámara cumplirá la comision . marfil , decididamente es una criatura fea ese hombre.
• El groom se volvió al carruaje . ¡Cómo se echa de ver en él, al primer golpe de vista,
á la serpiente de frente achatada , al buitre de cráneo
-¿Qué hay? le preguntó Danglars .
El muchacho, bastante avergonzado con la leccion obtuso y prominente , y al pervoptero de cortante
que habia recibido , dió á su amo la respuesta del por- pico !
-¡Ali! gritó; y luego dió un golpe sobre el timbre
tero.
-¡Oh ! dijo Danglars , ¿ es por ventura algun prín- de metal.
cipe ese señor á quien llaman escelencia , y ese señor Cuando Alí se present , le dijo :
á quien solo su ayuda de cámara tiene derecho de -Llamad á Bertuccio,
hablar? No importa; puesto que trae un crédito contra Al mismo instante vino Bertucio.
mí, ya tendré que verle cuando quiera dinero. Me manda llamar vuestra escelencia ? le prc-
Y reclinándose Danglars en el fondo de su carruaje gunto el mayordomo.
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EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 39

-Si señor, dijo el conde. ¿ Habeis visto los caballos quiero saber , y soy muy curioso , os lo prevengo . Si
que acaban de pararse á mi puerta ? llegase á saber que habiais hablado de mi , ya en pró
-Seguramente , escelencia, y por cierto que son ó ya en contra , que habiais comentado mis actos , ó
muy hermosos . que habiais vigilado mi conducta , en el mismo instan-
¿Cómo, dijo Monte- Cristo frunciendo las cejas, te saldriais de mi casa . Nunca advierto á mis criados
cómo habiéndoos pedido los dos caballos mas hermosos mas de una vez; ya estais advertido: ¡ marchaos !
de París, hay en París otros dos caballos tan hermosos Bautista dió tres ó cuatro pasos para irse, hacien-
como los mios? ¿ Cómo no estan en mis cuadras esos do reverencias.
caballos? -A propósito, repuso el conde, me olvidaba de de-
Este fruncimiento de cejas y la entonacion severa ciros que cada año destino cierta suma á mis criados .
de esta voz , hicieron á Alí bajar la cabeza y palidecer . Los que despido pierden necesariamente este dinero,
-No es culpa tuya , buen Alí, dijo en árabe el conde que recae en beneficio de los que se quedan, que ten-
con una dulzura que no era de esperar ni en su voz drán derecho á él después de mi muerte. Hace un año
ni en su rostro: tú no entiendes de caballos ingleses , que estais en mi casa ; vuestra fortuna ha comenzado;
Con esto volvió la serenidad á las facciones de Alí. continuadla.
-Señor conde , dijo Bertuccio , los caballos de que Esta alocucion , hecha delante de Alí, que perm
me hablais no estaban de venta. necia impasible, pues no comprendia una palabra de
Monte-Cristo se encojió de hombros. francés, produjo en M. Bautista un efecto que com-
-Sabed , señor mayordomo , dijo , que todo está prenderán todos los que hayan estudiado un poco la
siempre de venta para quien sabe pagarlo. fisiologia del criado francés.
-Mr. Danglars los pagó á diez y seis mil francos, -Procuraré conformarme en todo con los deseos
señor conde. de vuestra escelencia, dijo ; y además tomaré por mo◄
-¡Y qué! se le ofrecen treinta y dos mil. Él es ban- delo á Mr. Alí.
quero, y un banquero no desperdicia nunca la ocasion --¡Oh! de ningun modo, respondió el conde con una
de duplicar su capital. frialdad de mármol. Alí tiene muchos defectos entre .
Habla el señor conde seriamente ? sus buenas cualidades . No le tomeis por modelo, pues
Monte-Cristo miró al mayordomo como asombrado Alí es una escepcion : no cobra sueldo; no es un cria-
de que se atreviese á dirigirle tal pregunta. do ; es mi esclavo; es mi perro ; si faltara á su deber,
-Esta tarde, le dijo , tengo que hacer una visita, y no le despediria, le mataria.
quiero que esos dos caballos tiren de mi carretela y Bautista abrió desmesuradamente los ojos.
con arneses nuevos. -¿Lo dudais ? dijo Monte- Cristo.
Bertuccio se retiró saludando. Junto á la puerta se Y repitió en árabe á Alí las mismas palabras que
detuvo. acababa de decir en francés á Bautista.
-¿A qué hora , dijo, piensa su escelencia hacer Escuchólas Alí , se sonrió , y acercándose á su se-
esa visita? ñor, puso una rodilla en tierra, y le besó respetuosa-
A las cinco , respondió Monte Cristo. mente la mano.
-Haré á su escelencia reparar que son las dos , dijo Este corolario de la advertencia puso el colmo á
tímidamente el mayordomo. la admiracion de M. Bautista.
-Ya lo sé , se contentó con responderle Monte- Tras esto hizo el conde seña al ayuda de cámara
Cristo. para que saliera , y á Alí para que le siguiese.
Después, volviéndose hácia Alí, le dijo: Ambos pasaron á su gabinete, y allí hablaron lar-
-Haced que la señora vea todos los caballos , para gamente.
que escoja el tiro que mejor le parezca , y que me A las cinco el conde dió tres golpes sobre su
mande á decir si quiere comer conmigo. En este caso timbre.
se servirá la comida en su habitacion . Andad ; cuando Un golpe llamaba á Alí, dos á Bautista y tres á Ber-
bajeis, enviadme al ayuda de cámara. tuccio.
Apenas acababa de desaparecer Alí, cuando entró El mayordomo entró.
el ayuda de cámara. -¡Mis caballos ! dijo Monte-Cristo.
-Señor Bautista, le dijo el conde, hace un año que -Ya estan enganchados , escelencia , respondió
estais á mi servicio ; es el tiempo de prueba que de Bertuccio. ¿ Acompañaré al señor conde?
ordinario impongo á mis criados : me convenís." -No: el cochero , Bautista y Alí; nadie mas.
Bautista se inclinó. Al bajar el conde vió enganchados á su-carruaje
-Falta saber si yo os convengo. los caballos que habia admirado por la mañana en el de
¡ Oh , señor conde ! se apresuró i decir Bautista. Danglars.
-Escuchad hasta el fin , repuso Monte-Cristo . Ga- Al pasar junto á ellos les echó una ojeada.
nais al año mil quinientos francos , es decir, el sueldo -Con efecto , son hermosos , dijo , y habeis hecho
de un oficial valiente , que arriesga todos los dias su bien en comprarlos , aunque ha sido un poco tarde.
vida ; teneis una mesa que muchos jefes de oficina, -Escelencia, replicó Bertuccio, mucho trabajo me
siervos infelices mas ocupados que vos , la envidia- ha costado adquirirlos , y los he pagado muy caros.
rian ; teneis tambien criados que cuidan de vuestra -¿Son por eso menos hermosos ? le preguntó el
ropa y de vuestros efectos . A mas de los mil y quinien- conde encojiéndose de hombres.
tos francos de paga , me sisais en las compras que ha- -Si vuestra escclencia está satisfecho, dijo Bertuc-
ceis para mi tocador , otros quinientos francos al año cio , no hay mas que decir. ¿ Adónde va vuestra es- .
sobre poco mas o menos. celencia.
-¡Oh , escelencia ! -A la calle de la Chausse-d'Autin, á casa del señor
-No me quejo de ello , señor Bautista , que está baron de Danglars.
muy puesto en razon; pero deseo que no pase adelan- Esta conversacion pasaba en lo alto de la escalera.
te. No encontrareis pues en ninguna parte una colo- Bertuccio dió un paso para bajar el primer escalon.
cacion como la que vuestra buena fortuna os ha de- -Esperad, dijo Monte-Cristo deteniéndole . Necesi-
parado. Yo no maltrato á mis criados; no juro ; nunca to una propiedad á orillas del mar; en Normandía, por
me encolerizo ; perdono siempre un error; pero nunca ejemplo , entre el Havre y Bolonia . Os doy tiempo,
un descuido ó un olvido. Mis órdenes son por lo regu- como veis. Es necesario que esta nueva propiedad ten-
lar cortas , pero claras y terminantes; prefiero repe- ga un puertecito , un ancon , una bahía donde pueda
tirlas dos veces, tres si se quiere, á verlas mal inter- anclar mi corbeta , que no cala mas que quince piés
pretadas . Soy bastante rico para averiguar todo lo que de agua. El buque deberá estar siempre dispuesto para
40 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

hacerse á la vela á cualquier hora del dia ó de la no- posta de diez en diez leguas , en el camino del Norte y
che, cuando me plazca mandárselo. Os informareis en en el del Mediodia.
casa de todos los notarios de una propiedad que reuna -Vuestra esceleneia puede contar conmigo.
las condiciones que os he dicho: cuando sepais de al- El conde dió muestras de quedar satisfecho, y ba-
guna, ireis á visitarla , y si os gusta la comprareis á jando los escalones se metió en su carruaje , que ar-
nombre vuestro. La corbeta debe estar camino de Fe- rastrado al trote por los magníficos caballos , no se
camp: ¿no es así? detuvo hasta la puerta del banquero.
-La misma noche que salimos de Marsella la vi Hallábase Danglars presidiendo una comision
darse á la vela. | nombrada para un camino de hierro , cuando fue-

...puso una rodilla en tierra y le besó respetuosamente la mano

-¿Y el yacht? ron á anunciarle la visita del conde de Monte-Cristo..


-El yacht tiene órden de permanecer en las Mar- La sesion estaba terminándose.
tigues. Al bir el nombre del conde, se levantó Danglars.
-¡Bien! mantened correspondencia frecuente con -Señores , dijo dirigiéndose á sus colegas , entre
los dos patrones que los mandan , para que no se des- los cuales habia muchos miembros dignísimos de am-
cuiden demasiado. bas cámaras , disimuladme porque os voy á dejar;
-¿Y en cuanto al vapor? pero imaginaos que la casa de Thomson y Frencli de
-¿El que está en Chalons? Roma me envia un cierto conde de Monte-Cristo
-Si . abriéndole sobre mi casa un crédito ilimitado. Es la
Las mismas órdenes que para los dos buques de broma mas original que mis corresponsales del es-
vela. tranjero se hayan permitido conmigo . Como podreis
-Está bien. comprender, me ha picado la curiosidad , y todavía no
-Tan pronto como hayais comprado la propiedad la he satisfecho , aunque fuí esta mañana á visitar al
de que os hablaba , me tendreis dispuestos tiros de supuesto conde . Si verdaderamente fuese conde , ya
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 41

no seria tan rico . Su señoría no recibia . ¿Qué os pa- Al ruido que hizo al entrar Danglars volvióse el
rece? ¿No son humos de alteza ó de muger bonita los conde hácia él.
que gasta el señor Monte-Cristo? Por lo demás , la. Saludóle Danglars levemente con la cabeza, indi-
casa de los Campos Elíseos, que es suya propia, segun cándole que tomase asiento en un sillon dorado , de
tengo entendido, me ha parecido bien. Pero un crédi- raso blanco recamado de oro.
山 El conde se sentó.
to ilimitado, repuso Danglars con su maligna sonrisa,
un crédito ilimitado autoriza á ser exigente al ban- -¿Es al señor de Monte-Cristo á quien tengo el
quero en cuya casa esté abierto. Tengo pues impa- honor de hablar?

Danglars conoció la pulla y se inordió - ios labios.

ciencia por ver á mi hombre. Creo que es una burla -¿Y yo, respondió el conde, lo tengo de dirigirme
que ine han hecho; pero no saben en Roma con quién al señor baron Danglars , caballero de la legion de
se las han... Al freir será el reir. honor, miembro de la cámara de los diputados?
Y pronunciando estas palabras con cierto énfasis Monte-Cristo repetia todos los títulos que habia
y con las narices infladas , el señor baron dejó á sus leido en la tarjeta del baron.
compañeros y pasó á un salon de estuco y lleno de Danglars conoció la pulla y se mordió los labios.
dorados , del que se hablaba mucho en la Chaussée- -Perdonadme , caballero , dijo al conde , que no os
d'Autin .
haya dado desde luego el título con que me habeis sido
Habia hecho introducir aquí á la visita para fasci- anunciado; pero ya sabeis que vivimos bajo de un
narla del primer golpe. gobierno popular, y que yo soy representante de los
Hallábase el conde de pié, examinando algunas co- intereses del pueblo.
pias del Albano y de Tattore, que habian hecho tragar -¿De manera, respondió Monte-Cristo, que habeis
por originales al banquero, y que á pesar de ser copias conservado la costumbre de haceros llamar baron, y
pegaban mal con los dorados y molduras que adorna- habeis perdido la de llamar conde á los demás?
ban los techos .
-¡Bah! no doy importancia á estas cosas , dijo
SEGUNDA SERIE.- ENTREGA 120. - TOMO 11. 4 .
42 = BIBLIOTECA UNIVERSAL.

con abandono Danglars; me han hecho baron y caba- Como que era afectada su política irónica, iba ya á
llero de la legion de honor por algunos servicios... rayar en impertinencia.
pero... Monte-Cristo , por lo contrario , sonreíase con la
-¿Pero habeis abdicado vuestros títulos, como hi- mayor amabilidad del mundo , y poseia cuando queria
cieron en su tiempo Mr. de Montmorency y Mr. de cierto aire de candidez que a veces le proporcionaba
Lafayette? Ejemplo digno de ser imitado , caballero . muchas ventajas.
Sin embargo , repuso Danglars con cierto emba- -En fin , caballero , dijo Danglars después de un
razo , para los criados , conviene... ya comprendeis ... momento de silencio , voy á ver si logro darme á en-
-Sí, os llamais monseñor para vuestra servidum- tender, rogándoos que fijeis vos mismo la suma que
bre ; para los periodistas señor ; y para vuestros elec- quereis recibir.
tores ciudadano . Son matices muy aplicables al go- -Però , caballero , replicó Monte-Cristo decidido á
bierno constitucional . Lo comprendo perfectamente . no perder una pulgada de terreno en la discusion ,
Danglars se mordió los labios; y conociendo que cuando he pedido un crédito ilimitado contra vuestra
en este terreno le era imposible luchar con Monte- casa , fué porque no sabia á punto fijo qué dinero ne-
Cristo , trató de pasar á otro en que era mas fuerte. cesitaba.
-Señor conde , dijo inclinándose , he recibido un El banquero creyó llegado el momento de tomarse
aviso de la casa de Thomson y French... la revancha .
-Lo celebro mucho , señor baron . Permitidme que Tendióse pues en su butaca, y con una sonrisa de
os trate como lo hacen vuestros criados . Es una mala orgullo le dijo :
costumbre adquirida en países donde hay todavía ba- ¡ Oh , caballero ! no os quedeis corto . Bien podeis
rones , precisamente porque ya no se crean esos tí- creer que el capital de la casa de Danglars , por limita-
tulos. Me alegro mucho , como dije, pues así no tendré do que sea , puede satisfacer las mayores exigencias ,
necesidad de presentarme yo mismo, lo que siempre y que aunque me pidiéseis un millon ...
es embarazoso . ¿ Deciais que habeis recibido un aviso? -¿Qué ? dijo Monte-Cristo .
-Sí , respondió Danglars ; pero os confieso que no -Digo un millon, repitió Danglars con el aplomo de
lo he comprendido bien. la tontería .
-¡Bah! -¿Y qué haria yó con un millon ? repuso el conde.
Y aun ya tuve el honor de ir á vuestra casa á¡Voto á Dios , caballero ! á no necesitar mas que un
millon , no me hubiera hecho abrir un crédito ilimita-
que me diérais algunas esplicaciones.
-Hablad , señor baron , que aquí me teneis dispues- do en vuestra casa. ¡Por semejante miseria ! ¡ Por un
to á contestaros . millon! yo siempre lo llevo en mi cartera ó en mi ne- :"
-Esta carta , añadió Danglars ...-creo que la tengo ceser Y deMontviaje.
e-Cristo sacó de la cartera donde tenia las
aquí (y se registró los bolsillos ) sí , aquí está ; -esta
carta abre al señor conde de Monte-Cristo un crédito tarje tas , dos billetes del tesoro de quinientos mil fran-
ilimitado sobre mi casa. cos cada uno .
-¡Y bien! señor baron, ¿ qué es lo que no enten- A un hombre como Danglars era preciso pisarlo,
deis en eso? pero no aplastarlo .
El golpe produjo su efecto ; el banquere tembló y
-Nada , caballero : solamente la palabra ilimitado...
-¡Qué! ¿no es francesa? Nada tendria de estraño. acometióle una especie de accidente .
Como son anglo-alemanes los que escriben ... Sus ojos atontados , cuya pupila se dilataba espan-
¡Oh! sí, caballero ; por lo que mira á la sintaxis , tosam ente , se clavaban en el conde.
-Vamos , confesadme , añadió Monte -Cristo , con-
nada tengo que decir; pero no sucede lo mismo res-
pecto á la contabilidad." fesadme que desconfiais de la casa de Thomson y
-¿Por ventura la casa de Thomson y French , le French . ¡ Oh , nada mas sencillo ! He previsto ese
preguntó Monte-Cristo con el aire mas sencillo que caso, y aunque poco ducho en esta clase de negocios ,
pudo afectar , no está en vuestro concepto , señor ba- he tomado mis precauciones . Aquí teneis otras dos
ron, enteramente segura? ¡Diantre! mucho lo sentiria , la cartas parecidas á la que os han dirigido : la una es de
porque tengo colocados en ella algunos fondos . casa Arestein y Eskeles , de Viena , contra el señor
¡Ah ! completamente segura , respondió Danglars baron de Rothschild , y la otra es de la casa de Barinca- g,
con una sonrisa casi irónica ; pero el sentido de la de Londres, contra M. Laffitte . Decid una palabra ,
palabra ilimitado, en cosas de crédito es tan vago... ballero, y os quitaré toda duda presentándome en una
-Como ilimitado que es. ¿No es así? repuso Monte- ó en otra de lasnte dos casas mencionadas .
Cristo. Decididame Danglars estaba vencido . Abrió con
visible temblor las cartas de Alemania y Londres , que
-Precisamente , caballero; eso es lo que yo queria Monte
-Cristo le alargaba , y verificó la autenticidad
decir . Ahora bien : lo yago es lo dudoso; y segun dice de las firmas
el sabio, en la duda, abstente . con un detenimiento que hubiera parecido
-Lo que quiere decir, repuso Monte-Cristo, que si insulto al conde , á no ser hijo del trastorno del ban-
la casa de Thomson y French está dispuesta á hacer quero -¡Oh . caballero ! estas firmas valen muchos : millo-
locuras , la casa de Danglars no lo está á seguir su nes , dijo Danglars levantándose
como para saludar la
ejemplo. omnipotencia del oro personificada en su interlocu-
-¿Cómo , señor conde ?
-Si; sin duda MM. Thomson y French hacen los tor. Tres créditos ilimitados contra nuestras tres
muladme , caballero , que ya no es des-
negociós á bulto ; pero Mr. Danglars tiene para los casas...! Disi
suyos un límite ; es hombre, prudente y sabio , como confianza , sino admiración lo que me inspiran..
-¡Oh! no debe admirårse así un banquero como
decia hace poco.
-¡Caballero! respondió orgullosamente el capitalis- vos , respondió políticamente Monte-Cristo: Queda-
mos pues en que me enviareis algun dinero ; ¿no es
ta, nadie ha contado mi caja todavía.
-Entonces , contestó Monte-Cristo con frialdad , verdad ? d
---Habla , señor conde; estoy á vuestras órdenes . ·
me parece que seré yo el que empiece á contarla.
-¿Quién os lo ha dicho? -Puesto que ya nos entendemos ... porque nos en-
Las esplicaciones que me pedís , caballero , y que tend emos
Dang , ¿nohizo
lars con dla
es verda ? cabeza una señal afirma-
se asemejan mucho al temor...
Danglars se mordió los labios. tiva.
-¿Y no teneis ya desconfianza alguna? continuó
Era la segunda vez que se veia vencido por aquel
hombre, y esta en un terreno que era el suyo , Monte Cristo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 43

-¡Oh señor conde! nunca la tuve, esclamó el ban- -Sí , señor baron , Mr. Debray, respondió el la-
quero cayo.
-No, sino que deseábais una prueba simplemen- Danglars hizo un movimiento de cabeza.
te...-Pues bien , prosiguió el conde , ahora que nos Luego añadió, volviéndose á Monte-Cristo:
entendemos , ahora que no os queda recelo alguno, -Mr. Luciano Debray es un antiguo amigo nues-
fijemos si os parece una suma total para el primer tro, secretario particular del ministro de lo Interior.
año; por ejemplo, seis millones . Por lo tocante á mi muger, ella ha salido perdiendo en
-¡Seis millones ! Sea, dijo Danglars sofocado. nuestra union , puesto que pertenece á una familia
-Si necesito mas, añadió con desden Monte-Cris- aristocrática : se llama Servieres y estuvo casada en
to, la aumentaremos ; pero solo pienso vivir un año primeras nupcias con el coronel marqués de Nar-
en Francia , y en un año no creo gastar mas de esa gonne.
suma. En fin, ya veremos... Por via de prólogo ser- -No tengo el honor de conocer á la señora baro-
vios de mandarme mañana 500,000 fraucos. Estaré nesa, pero ya he conocido á Mr. Luciano Debray.
en casa hasta el mediodia; bien que si no estoy, le -¿De veras ? dijo Danglars. ¿ En donde?
habré dejado el recibo á mi mayordomo. -En casa de Mr. de Morcef.
A las diez de la mañana tendreis el dinero , señor -¡Ah! ¿conoceis al vizcondesito ?
conde, respondió Danglars. ¿ Quereis oro , plata , ó bi- Hemos pasado juntos el carnaval en Roma.
lletes de banco? -¡Ah ! sí, repuso el banquero. Tengo oido ha-
-Una mitad en oro y otra en billetes . blar de una aventura estraña de bandidos y de la-
Y el conde se levantó. drones... en unas ruinas... le salvaron milagrosa-
-Debo de confesaros una cosa , señor conde , dijo mente. Creo que él á su vuelta de Italia le ha contado
Danglars; y es que creia tener noticias exactas de to- algo de eso á mi muger y á mi hija.
dos los grandes caudales de Europa, y el vuestro , que La señora baronesa espera á estos señores , dijo
me parece considerable , me era sin embargo des- el lacayo volviendo á entrar.
conocido de todo en todo; lo confieso ¿ Es reciente? -Iré delante por enseñaros el camino , dijo Dan-
-No señor, respondió Monte-Cristo , sino por lo glars saludándole.
contrario antiquísimo. Era una especie de tesoro de -Ya os sigo, respondió el conde.
familia al que estaba prohibido tocar, y cuyo valor se
ha triplicado con la acumulacion . La época fijada por CAPITULO VIH.
el testador se ha cumplido hace pocos años , con que
hace pocos tambien que yo lo poseo , y es muy LOS CABALLOS PIOS.
natural que no lo conozcais ; pero dentro de algun
tiempo lo conocereis mejor. Seguido el baron del conde atravesó multitud de
Y acompañó á estas palabras el conde una de piezas notables solamente por su exagerada suntuo
aquellas sonrisas que tanto miedo causaban á Franz sidad y lujoso mal gusto, hasta que llegó al gabinete
d'Epinay. de madama Danglars , piececita octógona forrada de
-Con vuestro gusto y vuestros propósitos , caba- muselina de las Indias con fondo color de rosa. Los
Hero , prosiguió Danglars , desplegareis en la corte un sillones eran antiguos y dorados . Las vueltas de las
lujo que nos humille á todos nosotros , millonarios en puertas representaban cuadros pastorales del género
miniatura. Sin embargo , como os tengo por inteli- de Bucher . Por último , dos lindos medallones pinta-
gente, pues á mi llegada os vi examinando estos cua- dos al pastel, y en armonía con el resto del muebla-
dros, os pido permiso para enseñaros mi galería . To- je, hacian que esta habitacion fuera la sola en la casa
dos cuadros antiguos , obras maestras del arte . No me que tuviese carácter propio , gracias á que se habia
gustan los modernos . librado del plan general que trazó Danglars en union
-Y haceis bien, caballero , porque tienen todos un con su arquitecto , una de las mas altas reputaciones.
defecto, que es no haber tenido tiempo aun para ser del tiempo del Imperio , y gracias tambien á que los
antiguos. adornos habian corrido á cargo de la baronesa y de
-Puedo enseñaros tambien estátuas de Thorwald- Luciano Debray.
sen, de Bartholoni y de Cánova , artistas todos estran- Así pues, Mr. Danglars , que admiraba á los anti-
jeros. No aprecio á los artistas franceses. guos ni mas ni menos que el Directorio , despreciaba
-Teneis derecho , caballero , á ser injusto con ellos , totalmente este lindo gabinete , donde por otra parte
puesto que son vuestros compatriotas . no se le admitia sino acompañado, como si dijéramos
-Pero esto lo dejaremos para mas tarde , cuando para disculpar su presencia .
sea mas íntima nuestra amistad. Por ahora me con- A decir verdad, no era el banquero el que pre
tentaré, si lo permitis . por supuesto, con presenta- sentaba sino el presentado, y el que era bien ó mal
ros á la señora baronesa de Danglars . Disimulad mi recibido, segun que la visita agradaba ó desagradaba
prisa, señor conde; pero un cliente como vos casi for- á la baronesa.
ma parte de la familia. Madama Danglars , muger de notable hermosura ,
Inclinóse Monte-Cristo como dando á entender que á pesar de sus 36 años , estaba sentada al piano mien-
aceptaba el honor que se dignaba de hacerle el banquero. tras Debray ojeaba un album sentado junto á un ve-
A la voz de Danglars apareció un lacayo de abigar- lador.
rada librea. Antes de la llegada de Monte-Cristo debia Luciano
-¿Está en su habitacion la señora baronesa ? lede haberle contado á la baronesa muchas cosas de él,
preguntó Danglars . puesto que tuvo tiempo de sobra , y puesto que sabe-
Sí, señor baron , respondió el lacayo. mos ya la impresion que habia hecho el conde á los
Sola? convidados de Alberto.
No, que tiene gente. Aunque era poco nervioso, á Debray le duraba esta
¿ No será indiscrecion , señor conde, presentaros impresion todavía , y bien se echaba de ver por las noti-
delante de alguien ? no guardais el incógnito? cias que había dado á la baronesa.
No pico tan alto , baron , dijo sonriéndose Monte- Escitada la curiosidad de Madama Danglars, antes
Cristo. por la relacion del vizconde de Morcef y luego por la
-¿Y quién está con la señora ? ¿ Mr. Debray? pre- de Luciano, habia llegado al colmo.
guntó Danglars con una candidez que hizo sonreir para Este recurso pues del piano y del album no era sino
sus adentros al conde, enterado ya como lo estaba de una de esas tretas de que se valen las gentes de mun-
los secretos caseros del capitalista . do para disimular sus emociones .
44 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Por consecuencia recibió la baronesa á Mr. Dan- -¿Y habeis llegado, caballero?... le preguntó.
glars con una sonrisa , lo que no era cosa muy comun. -Ayer mañana, señora.
A cambio de su saludo recibió el conde una reve- -¿Y venís del fin del mundo , segun dicen que
rencia ceremoniosa , pero llena de gracia. acostumbrais?
Luciano por su parte cruzó con el conde un saludo --Ahora vengo pura y simplemente
de Cádiz.
casi de amigo , y con el banquero un gesto de inti- -¡Oh! ¡ en qué mala ocasion llegais ! París está en
midad. verano insufrible. No hay bailes, ni reuniones , ni dis-
-Señora baronesa , dijo Danglars , permitidme que traccion alguna. Los cantantesde la ópera italiana estan

La baronesa de Danglars.

os presente al señor conde de Monte-Cristo, que me lo en Londres ; los de la ópera francesa, en todas partes
envian mis corresponsales de Roma con las reco- menos en París. En cuanto á los del teatro francés ya
mendaciones mas eficaces. Solo una, palabra os diré, sabeis que no estan en ninguna parte. Por toda dis-
palabra que va á alarmar al instante à nuestras her- traccion no nos queda mas que las corridas de caba-
mosas . Viene á París con intento de permanecer un llos del campo de Marte y de Satory. ¿Tomareis parte
año, y de gastar seis millones. Esto nos asegura una en las carreras, señor conde?
série de bailes y de banquetes para los cuales espero -Yo, señora , respondió Monte-Cristo , haré todo lo
que el señor conde no nos ponga en olvido, así como que se haga en París , si tengo la fortuna de encontrar
nosotros no le olvidaremos á él en nuestras humildes quien me dé á conocer las costumbres francesas.
fiestas. -¿Sois caballista, señor conde?
A pesar de lo grosero de esta presentacion , como He pasado , señora , una parte de mi vida en
por lo general es cosa tan rara en París un hombre Oriente, y ya sabeis que los orientales solo dos cosas
que viene å gastar en un año la fortuna de un príncipe, estiman en el mundo: la nobleza de los caballos y la
lanzó al conde Madama Danglars una mirada un tanto hermosura de las mugeres .
significativa . -¡Ah señor conde! esclamó la baronesa , siquiera
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 45

por galantería habeis debido mentar á las mugeres les de qué se trata. Señores , prosiguió la baronesa,
antes que á los caballos . el baron tiene en sus cuadras diez caballos; entre ellos
-Ya veis, señora, como tenía razon há poco cuando hay dos que son mios: caballos hermosos, los mejores
deseaba que me enseñasen las costumbres francesas. de París. -Ya los conoceis, Debray, mi tiro de caba-
En esto la doncella favorita de Madama Danglars Hos pios. Pues bien, justamente cuando Madama de Vi-
entró en el gabinete , y acercándose á su señora le llefort me pide prestado el carruaje, ó cuando se lo
dijo al oido algunas palabras. prometo yo para ir mañana al bosque de Boloña, no
La baronesa palideció. parecen los caballos . Se le habrá presentado á M. Dan-

www

La baronesa se encojió de hombros con profundísimo desprecio.

-¡Imposible! dijo. glars ocasion de ganar algunos miles de francos, y los


Es la pura verdad , señora , respondió la doncella . habrá vendido. ¡ Oh Dios mio , qué raza fan vil son los
Madama Danglars se volvió hácia su marido. especuladores!
-¿Qué es eso, señora? le preguntó Danglars visible- -Señora, respondió Danglars, eran muy vivos , que
mente agitado . apėnas tenian cuatro años, y me han hecho pasar por
-Lo que me dice esta jóven... vos muchos temores.
-¿Y qué os dice? -¡Eh ! dijo la baronesa; bien sabeis , caballero, que
Que al ir mi cochero á enganchar al earruaje mis tengo hace un mes el mejor cochero de París... á
caballos, no los ha encontrado en la cuadra. ¿Quereis no ser que le hayais tambien vendido con los caballos.
decirme qué significa esto ? -Querida amiga, yo os buscaré otros iguales ó me-
-Señora, escuchadme , dijo Danglars. jores si los hay; pero que sean menos fogosos para
Oh! ya os escucho , caballero ! porque tengo que no me causen sobresaltos.
curiosidad de saber lo que vais à decirme . Serán estos La baronesa se encojió de hombros con profundí-
señores jueces entre nosotros , y empezaré por decir- simo desprecio.
46 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Aparentó Danglars no apercibirse de tal cosa , y que como no queria hacer su debut en el mundo pari-
volviéndose á Monte- Cristo le dijo : siense desesperando á una muger bonita , la suplicaba
-Siento en verdad no haberos conocido antes , se- que recuperase sus caballos .
ñor conde. ¿ Poneis casa? Tenian los mismos arneses de por la mañana .
-Sí, respondió el conde . Solamente en el centro de cada orejera habia el
-Os hubiera propuesto esos caballos , porque los conde mandado engarzar un diamante.
he dado casi de balde ; pero queria á toda costa , como Danglars tambien recibió una carta.
dije, deshacerme de ellos , pues solo son á propósito El conde le pedia su venia para hacer á la baronesa
para un jóven. aquel regalo de millonario , rogándole al propio tiem-
Os doy las gracias , respondió el conde ; pero ya po que disimulase los aditamentos orientales del tiro.
he comprado esta mañana unos muy buenos y no muy Aquella noche marchó Monte- Cristo á Auteuil
caros . Miradlos, señor Debray, vos que sois inteligente acompañado de Alí.
en caballos. A las tres del dia siguiente un golpe del timbre
Mientras iba Debray á la ventana , acercóse Dan- atrajo á Alí al gabinete del conde .
glars á su muger. -Ali , le dijo , muchas veces me has hablado de tu
-Imaginaos , señora , le dijo en voz sumamente habilidad en tirar el lazo.
baja , que han venido á ofrecerme por esos caballos un Incorporándose Alí con altivez hizo una seña afir-
precio fabuloso. No sé quién será el loco que quiere mativa.
arruinarse, y me ha enviado esta mañana su mayordo- -Bien. ¿ Luego pararias con tu lazo un buey ?
mo; pero el hecho es que he ganado diez y seis mil Ali con la cabeza dijo que sí . 1
francos. No me riñais , que os daré á vos cuatro mil y -¿Y un tigre?
á Eugenia dos mil. Ali hizo el mismo ademan .
Madama Danglars lanzó á su marido una mirada -¿Y un leon ?.
fulminante . Ali hizo ademan como de tirar el lazo , é imitó un
¡Oh Dios mio ! esclamó Debray. rugido ahogado .
-¿Qué es eso ? le preguntó la baronesa . -Bien , ya te comprendo , dijo Monte- Cristo . ¿Has
-No me engaño , no... son vuestros caballos los cazado leones ?
que trae el carruaje del señor conde . Alí hizo con la cabeza un movimiento de orgullo.
-¡Mis pios ! esclamó Madama Danglars. -Pero, ¿detendrías á dos caballos desbocados ?
Y se dirigió al balcon apresuradamente. Ali se sonrió .
-¡Ellos son , ellos son ! dijo. -Pues bien, escucha , le dijo Monte-Cristo. Muy
Danglars estaba estupefacto . pronto pasará por aquí una carretela arrebatada por
-¿Será posible ? dijo el conde haciendo como si se los dos caballos pios que yo tenia ayer. Aunque te
admirase. cueste la vida, es preciso que la pares delante de mi
-¡Esincreible ! murmuró el banquero. puerta .
La baronesa dijo dos palabras al oido á Debray, que Alí bajó á la calle á trazar en el suelo una línea
se acercó á Monte-Cristo. delante de la puerta.
-La baronesa os pregunta en cuánto os ha vendido Luego volvió á entrar y enseñó la línea al conde,
su marido los caballos. que le habia seguido con los ojos.
-No lo sé á punto fijo , respondió el conde ; és una El conde le dió una palmadita en la espalda , que
sorpresa que me ha proporcionado mi mayordomo ... y era su manera de dar las gracias á Alí .
que creo me cuesta treinta mil francos. Luego el nubiano fuése á fumar su pipa en el guar-
Debray fué á llevar á la baronesa la respuesta . dacanton de la casa, que hacia esquina , mientras vol-
Danglars estaba tan pálido y tan fuera de tino que via Monte-Cristo á su gabinete.
el conde aparentó tenerle compasion. Sin embargo , á la cinco , es decir , á la hora que
¡Qué ingratas son las mugeres ! le dijo. Vuestra Monte-Cristo esperaba el carruaje , hubiéranse podido
previsión no le ha gustado mucho á la baronesa . In- notar en él imperceptibles síntomas de impaciencia.
gratas no es la palabra, que debi decir , locas. Pero Paseábase en una habitacion que caia á la calle ,
¿qué quereis? siempre deseamos lo que nos perjudica. aplicando el oido por intervalos y acercándose tal vez
Lo mejor que se puede hacer, baron, creedme, es de- al balcon , desde donde veia á Ali exhalar inmensas bo-
jarlas que metan la cabeza por donde quieren . Si se la canadas de humo con una regularidad que indicaba
rompen, solo podrán quejarse de sí mismas. que estaba embebido enteramente en aquella ocupa-
Danglars no respondió : preveia en lo futuro una cion.
escena desastrosa . De repente oyóse un rumor lejano , que se acer-
El entrecejo de la señora baronesa, arrugado ya, caba con rapidez imperceptible.
presagiaba borrasca , como el de Júpiter Olímpico. Luego apareció una carretela : el cochero trataba
Debray, que oia ya los truenos, pretestó que tenia inútilmente de contener los caballos que corrian fu-
que hacer, y fuése. riosos y espumantes botando y encabritándose,
No queriendo el conde gastar la posicion que pen- En el carruaje veíanse abrazados una jóven y un
saba adquirir quedándose mas tiempo , saludó á la ba- niño de siete á ocho años , que con el esceso del terror
ronesa y fuése tambien, dejando á Danglars entregado habian perdido hasta la fuerza para gritar .
á la cólera de su muger. Una piedra ó un obstáculo cualquiera bastára á
¡ Bueno ! pensaba Monte- Cristo al irse , ya he hacer pedazos el carruaje que ya crugia .
conseguido lo que queria : ya tengo en mis manos la Como iba por el comedio de la calle , oíanse los
paz de esta familia, y voy á a ganarme de un solo golpe gritos de terror de los transeuntes que lo contem-
el corazon del señor Y el de la señora. ¡ Qué felicidad ! plaban.
Pero á todo esto , añadió , no me han presentado á la se- De repente Alí tira su pipa, saca el lazo del bolsillo,
ñorita Eugenia Danglars , á quien con mucho gusto enreda con tres vueltas los pies delanteros del caballo
hubiera conocido. de la derecha , y déjase arrastrar tres ó cuatro pasos
Pero ya estamos en París , repuso con aquella por la violencia del impulso ; pero al punto mismo el
sonrisa que le era pe uliar , y tiempo tenemos... Eso caballo enredado se arrodilla , cae sobre la lanza del
se hará nas tarde.
coche que se hace pedazos , y paraliza los esfuerzos
En seguida subió al coche y volvió á su casa. que hace para continuar su carrera el caballo que queda
Dos horas después recibió Madama Danglars una de pié.
pulida carta del conde de Monte-Cristo , declarándole Aprovecha el cochero este instante para saltar á
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .. 47

tierra; pero ya Alí con sus dedos de hierro ha tapado -¡Oh! ¿no me decís eso , caballero , para tranqui
las narices del segundo caballo , que relinchando de lizarme? ¡Mirad que pálido está ! ¡ Eduardo! ¡hijo mio!
dolor se tiende-junto á su compañero . responde á tu madre. -¡Ah caballero ! Mandad que
Para todo esto no se ha necesitado mas tiempo que busquen á un médico . Toda mi fortuna para el que
el que emplea una bala en herir su blanco. salve mi hijo.
Pero ha sido el suficiente para que de la casa mas Hizo el conde un gesto para calmar á la desola da
inmediata á aquel sitio haya salido un hombre con madre , y abriendo un cofrecito sacó un frasco ,de
gran séquito de criados. Bohemia lleno de un licor, rojo como la sangre , y

De repente Ali tira su pipa , saca.el lazo del bolsillo...

Al punto en que el cochero abre la portezuela , vertió una sola gota en los labios del niño , que abrió
arranca del carruaje á la dama que con una mano sé al momento los ojos, aunque proseguia pálido.
Con ver esto rayé en delirio la alegria de su
asía del almohadon , y con la otra apretaba contra su
pecho á su hijo desmayado. madre.
Condujo Monte-Cristo á entrambos al salon, y sen- -¿Dónde estoy? esclamó. ¿A quién debo tanta feli-
tándolos en un sofá dijo á la señora: cidad despues de trance tan duro?
-Estais , señora , respondió Monte-Cristo , en casa de
-No temais nada , que estais en salvo. un hombre que se conceptua el mas dichoso de la tier-
Volvió la muger en sí , y por única respuesta le
presentó á su hijo con una mirada mas elocuente que ra por haberos ahorrado un disgusto .
todas las súplicas . ¡Oh! maldita curiosidad! prosiguió la dama . Como
El niño con efecto seguia desmayado. todo París hablaba de esos magníficos caballos de Ma-
Sí , ya os comprendo , señora , dijo el.conde exa- dama . Danglars, tuve el capricho de querer probarlos.
minándole ; pero tranquilizaos, que no le ha sucedido -¡Cómo ! esclamó el conde con sorpresa admirable-
nada. El miedo solamente le tiene así. mente fingida, son esos caballos los de la baronesa?
48 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Si, caballero: ¿la conoceis? ¡ me echeis á perder á Alí ni con alabanzas ni con gra-
-¿A Madama Danglars?... he tenido esa honra; y tificaciones , que son cosas á que no le quiero acos-
mi júbilo es tanto mayor por haberos salvado del peli- tumbrar . Alí es mi esclavo; con salvaros me sirve á mí
gro en que esos caballos os habian puesto, cuanto que que es su obligacion.
á mí podriais atribuirlo . Ayer compré esos caballos al -¡Pero ha arriesgado su vida ! esclamó Madama de
baron; pero sintiólo tanto la baronesa , que se los he Villefort cortada por aquel tono despótico .
vuelto à enviar hoy rogándole que los reciba de mi -Esa vida me la debe á mí , señora , y por lo tanto
mano.
me pertenece , respondió Monte-Cristo.

-Señora , respondió Monte-Cristo , os ruego que no me echeis à perder á Ali..

-¡Luegovos sois el conde de Monte- Cristo , de quien Madama de Villefort enmudeció.


Herminia me habló tanto ayer?
Acaso pensaba en aquel hombre que al pri-
-Si señora , dijo el conde.
mer golpe de vista hacia tanta impresion á todo el
-Yo, caballero, soy Madama Eloisa de Villefort. mundo .
Monte-Cristo se inclinó como quien oye pronun-
ciar un nombre enteramente desconocido . En este intervalo pudo examinar el conde deteni-
damente al niño , que su madre cubria de besos .
-¡Oh! cuán agradecido os va á quedar Mr. de Ville-
fort ! repuso Eloisa ; porque al cabo os debe nuestras Era pequeño , flaco, y su tez blanca como la de
los niños albinos, á pesar de que un bosque de pelo
vidas; por vos tendrá muger é hijo. Es seguro que sin negro y rebelde cubria su frente achatada , y cayendo
vuestro generoso criado hubiéramos perecido.
sobre sus espaldas y circundando su rostro, doblaba la
¡Ah señora ! aun me hace temblar la idea del pe-
ligro que corriais. viveza de sus ojos malignos . Su boca era grande y los
-Oh ! espero que me permitireis recompensar labios delgados. Las facciones todas de este niño ha-
dignamente el arrojo de este hombre. cian parecer que tuviese doce años lo menos , en vez
Señora, respondió Monte-Cristo, osruego que no de ocho.
Su primer movimiento fué desasirse de los brazos

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EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 49

de su madre con una sacudida brusca , é ir á abrir el Hizo el niño un gesto y volvió desdeñosamente la-
cofrecito de donde Monte-Cristo habia sacado el pomo cabeza murmurando :
de elixir. -¡Qué feo es!
En seguida, sin pedir á nadie licencia , como ni- El conde se sonrió, como si el niño acabase de rea-
ño hecho á sus gustos , se puso á destapar los pomos lizar una de sus esperanzas .
que allí habia. Madama de Villefort riñó á su hijo con una mode-
-No los toqueis, amiguito , dijo el conde con vi- racion que ciertamente no hubiese agradado á Juan
veza; que algunos de esos licores son peligrosos , no Jacobo Rousseau , si el niño en vez de Eduardo se hu-
solamente de beber , sino de respirar.. biese llamado Emilio.

Madama de Villefort.

Púsose pálida su madre, y cojiendo al niño de un -Oye , oye, dijo en árabe el conde á Alí, esta seño-
brazo, lo acercó hácia sí; pero calmado su sobresalto , ra ruega á su hijo que te dé las gracias por haberles
dirigió al cofrecito una leve, pero significativa mirada, salvado á entrambos la vida , y el niño responde que
que al conde no se le escapó, eres muy feo.
En este momento, entró Ali. Volvió un instante. Alí su inteligente cabeza , y
Hizo Madama de Villefort un movimiento de ale- miró al niño con la mayor tranquilidad ; pero una
gría, y atrayendo hácia sí mas al niño , le dijo: imperceptible contraccion de sus narices demostró al
--Eduardo , repara en este digno criado que fué conde que el árabe acababa de ser herido en el co-
muy valiente, pues arriesgó su vida para detener á los razon.
caballos que nos arrastraban y al coche que iba á ha- -¿Y es, caballero , esta casa vuestra vivienda ha-
cerse añicos. Dale las gracias , porque a estas horas bitual? le pregunté la dama levantándose para irse.
probablemente ni tú ni yo existiriamos sin su genero- -No señora , respondió el conde , que esto es una
sa ayuda.
especie de casucho que he comprado. Vivo en el ca-
50 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

mino de los Campos Elíseos, número 30; pero veo que »al bosque de Boloña con vuestros propios caballos .
estais en brasas y deseais retiraros . Ahora mismo >>Eduardo ha resistido la catástrofe con un valor
acabo de mandar que enganchen á mi carruaje esos > increible .
»
mismos caballos , y Alí el feo , -añadió al niño sonrién- > Aunque se desmayó, ni exhaló antes un solo grito,
»
dose,-va á tener el honor de llevaros á vuestra casa , »ni vertió después una lágrima .
pues vuestro cochero se quedará aquí mientras com- >>Todavía me direis que me ciega el amor de ma-
ponen la carretela . Tan pronto como termine esta »dre ; pero os juro que en este cuerpo tan enfermizo
operacion, uno de mis tiros la llevará en derechura á »y delicado hay un alma de hierro.
casa de Madama Danglars. >A Eugenia muchas cosas de nuestra cara Valen-
»
-Pero yo nunca me atreveré á ir con esos mismos »tina, y yo os abrazo de todo corazon.
caballos , dijo Madama de Villefort.
-¡Oh! manejados por Alí los vereis , señora, man- >>ELOISA DE VILLEFORT."
sos como borregos , dijo Monte-Cristo.
Con efecto, Alí se habia acercado á los caballos que P. D. »Procurad que de cualquier modo que sea
acababan de incorporarse con mucho esfuerzo. >>me encuentre en vuestra casa con el conde de Monte-
Con una esponja empapada en vinagre aromático »> Cristo, que quiero absolutamente volverle á ver.
les frotaba las narices y las sienes bañadas en espu- >Acabo tambien de lograr de Mr. de Villefort que le
»
ma, y casi al mismo tiempo pusiéronse los animales á »haga una visita , y espero que él nos la pague . »>
relinchar y á estremecerse por espacio de algunos se-
gunlos. Aquella noche era el suceso de Auteuil el asunto
Luego entre una turba numerosa atraida por el de todas las conversaciones .
rumor del suceso y el espectáculo de la carretela des- Alberto se lo contó á su madre ; Chateau-Renaud
trozada delante de la puerta , enganchó Alí los caballos lo contó en el Jockey Club ; Debray en el despacho del
al cupé del conde , empuñó las riendas, subió al pes- ministro, y el mismo Beauchamp llevó su galantería
cante, y con gran admiracion de los concurrentes que hasta el punto de publicar en su periódico una gace-
habian visto a aquellos mismos caballos desbocados de tilla de veinte renglones , que hizo al noble estranjero
puro fogosos, vióse en la necesidad de castigarlos para pasar por héroe entre todas las damas aristocráticas.
que arrancaran, y aun así solo pudo lograr de los fa- Muchas personas fueron á inscribirse entre las
mosos pios ahora estúpidos , petrificados y muertos , visitas de madama Villefort, para tener el derecho de re-
que saliesen á un trote mal seguro y lánguido, de tal novar las suyas en tiempo oportuno y de oir de su
manera que Madama de Villefort tardó dos horas en boca los detalles de aquella aventura pintoresca.
volver al barrio de San Honorato donde vivia. Por su parte Mr. de Villefort , segun habia dicho
Llegada á su casa apenas, y pasadas las vivas Eloisa, se puso un frac negro y guantes blancos, y con
emociones de familia, escribió la carta siguiente á su lacayo mas lujoso subió á su carruaje aquella
Madama Danglars : misma tarde yendo á parar á la puerta de la casa nú-
mero 30 de los Campos Elíseos .
«Querida Herminia :
CAPITULO IX .
>>Acaba de salvarme milagrosamente á mí yá mi hijo
»ese conde de Monte-Cristo de quien hemos hablado IDEOLOGIA.
»tanto ayer, y á quien yo estaba muy lejos de sospe-
>>char que hoy mismo veria.. Solo viviendo mas tiempo en el mundo parisiense
»Ayer me hablabais de él con un entusiasmo tal hubiera podido apreciar el conde de Monte-Cristo en
>que no pude menos de tomarlo á burla; pero hoy me
» todo su valor el paso que Mr. de Villefort daba.
> parece ese entusiasmo inferior aun al hombre que lo
» Bien quisto de la córte, fuese la rama primogé-
>>inspiraba. nita ó la segundona la reinante, y los ministros libe-
>>Como en un vértigo se habian desbocado vues- rales, doctrinarios ó conservadores , tenido en general
>>tros caballos , y probablemente ibamos á perecer de en opinion de hábil, opinion que por lo comun inspiran
>>un modo desastroso mi pobre Eduardo y yo al pri- todos los que no han sufrido reveses políticos, odiado
>>mer tropiezo que encontrára el carruaje, cuando un de muchos, pero ardientemente protegido de algunos ,
»árabe, un negro, un nubiano , un criado del conde, á pesar de que nadie le amara , Mr. de Villefort ocupa-
»en fin, detuvo el ímpetu de los caballos á una señal ba una de las altas posiciones de la magistratura,
»suya segun creo, y á riesgo de perecer él propio, pues sosteniéndose en ella como pudiera hacerlo un Harlay
»fué un milagro que no sucediera así. ó un Molé .
>>Entonces Monte-Cristo corrió á nosotros y nos Sus salones , regenerados por una esposa jóven
»llevó á su casa á Eduardo y á mí, volviéndole à él á y por una hija de su primer matrimonio que apenas
>>la vida. contaba diez y ocho años , pertenecian á ese género
>>He vuelto á mi casa en su propio carruaje. El de safones de París donde se conserva la etiqueta an-
>>vuestro os lo llevarán mañana . tigua como una religion.
>>>Sin duda os parecerán muy otros vuestros caba- Una política fria , una fidelidad absoluta á los prin-
>>>llos de resultas de esta ocurrencia : estan como si cipios gubernamentales, un profundo desprecio á las
»digéramos entontecidos . Cualquiera diria que es que teorías y á los teóricos , y un odio profundo á los ideó-
>>no se pueden perdonar á sí mismos el haber sido su- logos ; tales eran los caractéres de la vida intima de
»jetados por un hombre. Mr. de Villefort.
>>El conde me encarga os diga que con dos dias de No era solamente magistrado , que era tambien
>>descanso y con darles por todo alimento heno y ce- diplomático .
»bada , volverán á su primitivo estado , es decir , á su' Sus lazos con la corte antigua, de quien hablaba
>>estado de fieras. siempre con dignidad y respeto, le hacían á la nueva
>>¡Adios ! No os doy gracias por mi paseo ; y si bien respetable, y sabia además tantas cosas , que no solo
>>lo reflexiono, es en mi ingratitud el guardaros rencor se le atendia siempre, sino que se le consultaba algu-
»por la braveza de vuestros pios , porque á ella.debo nas veces .
»el haber visto al conde de Monte-Cristo , y el ilustre A haberse podido deshacer de él quizás no suce-
»estranjero me parece, aparte sus millones, un proble- diera esto ; pero á semejanza de aquellos señores feu-
»ma tan curioso é interesante que he de estudiarlo dales que se rebelaban contra su soberano , habitaba
ná toda costa, aunque tuviese que volver á pasearme una fortaleza inespugnable.
esponja empapada
Con una esponja empapada en vinagre aromático les frotaba las narices.
1
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 51

Esta fortaleza era su empleo de procurador del Gozaba fama Mr. de Villefort de ser el hombre me-
rey, cuyas ventajas esplotaba á las mil maravillas, y nos curioso y mas descontentadizo de toda la Francia.
que nunca dejaria sino por ser diputado y reemplazar Todos los años daba un baile , y solo se presentaba en
con la oposicion la neutralidad. él un cuarto de hora , es decir , cuarenta y cinco mi-
Generalmente hacia Mr. de Villefort muy pocas nutos menos que el rey se presenta en los suyos..
visitas.
Nunca se le veia en los teatros, ni en los conciertos ,
Su muger visitaba en su nombre. Era cosa admi- ni en ningun sitio público : algunas veces , aunque
tida en el gran mundo , y se tenian en cuenta sus raras , jugaba una partida de wist , en cuyo caso le
graves ocupaciones de magistrado, cuando no lo ha- buscaban jugadore's dignos de él , que solian serlo

De flaco que era , se habia vuelto acartonado.

cia en realidad sino por orgullo , por aristocracia, algun embajador , algun arzobispo , algun príncipe ,
porque se aplicaba este axioma: -Estimate y te es- algun presidente, ó en fin , alguna duquesa viuda.
timarán, axioma mucho mas útil en nuestra socie- Tal era el hombre cuyo carruaje acababa de parar
dad que aquel de los griegos :-conócete á tí mismo , á la puerta del conde de Monte-Cristo.
-reemplazado en nuestros dias por el arte menos di- Anunció á Villefort el ayuda de cámara , á la sazon
fícil y mas ventajoso de conocer á los demás. que el conde inclinado sobre una mesa trazaba en un
Para sus amigos era Mr. de Villefort un protec- mapa un itinerario desde San Petersburgo á China .
tor poderoso; para sus enemigos un enemigo sordo , Entró el procurador del rey con el mismo paso
pero encarnizado ; para los indiferentes era la estátua grave y acompasado con que entraba en el tribunal ;
de la ley en forma humana : altivo, continente, fiso- era pues el mismo hombre, ó mejor dicho , la conti-
nomía impasible, mirada fija ó insolente, profunda nuacion del mismo hombre que en otro tiempo vimos
y escrutadora ; tal era el hombre á quien cuatro de sustituto en Marsella.
revoluciones habian cons ruido hábilmente y cimen- Consecuente con sus principios , la naturaleza
tado un pedestal . nada habia cambiado en su cuerpo completamente .
52 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

De flaco que era , se habia vuelto acartonado ; de -¡Ah! ¿filosofais? repuso Villefort despues de un ins-
pálido , se habia vuelto amarillo : Sus ojos hundidos tante de silencio , en el cual habia reconcentrado sus
eran mas bien hoyos , y sus gafas de armadura de oro , fuerzas como un atleta que se topa con un adversario "
cubriendo sus órbitas, parecia que formaban parte de vigoroso . Pues bien , caballero , si yo como vos nada
su cara. Escepto la corbata blanca , su trage era en- tuviera que hacer, os aseguro bajo palabra de honor
teramente negro , y solo alteraba este color fúnebre que buscaria una ocupa ion menos triste.
una cinta encarnada que asomaba imperceptiblemen- -Es verdad , caballero , repuso Monte-Cristo , y el
te en un ojal de su frác , parecida á una pincelada de hombre es un insecto muy ruin para el que lo ob-
sangre. serva con el microscopio solar ; pero segun creo aca-
Por muy dueño de sí mismo que el conde fuese, bais de decir que nada tengo que hacer... Veamos...
examinó al magistrado con curiosidad devolviéndole creeis acaso vos , caballero , tener algo que hacer? ó
su saludo. Receloso este por costumbre, y nada cré- para hablar mas claramente, ¿creeis que lo que vos ha-
dulo en particular sobre las maravillas sociales, es- ceis vale la pena de llamarse algo?
taba mas predispuesto á ver en el noble estranjero Este segundo golpe de tan estraño adversario re-
(así llamaban ya á Monte-Cristo ) un caballero de in- dobló la admiracion de Villefort . Hacia mucho tiempo
dustria que venía á esplotar un teatro nuevo , ó un que nadie le dirigia una paradoja de tanta fuerza , 6
criminal fugado de presidio, que nojun príncipe de los para hablar con mas exactitud , era la primera vez que
Estados romanos ó un sultan de las Mil y una noches. | la oia .
-Caballero , dijo Villefort con ese tono acre que Antes de responder se dió el procurador del rey
afectan los magistrados en sus discursos , tono de muchas vueltas, como suele decirse.
que no pueden desprenderse en la conversacion; ca- -Vos sois estrangero, dijo , y asegurais además haber
ballero, el señalado servicio que habeis hecho ayer á pasado una gran parte de vuestra vida en los países
mi esposa y á mi hijo me constituye en el deber de orientales; con que no sabeis cuán prudente y acom-
demostraros mi gratitud. Vengo pues á demostrárosla pasada es entre nosotros la justicia, tan espeditiva en
en cumplimiento de ese deber. aquellas regiones bárbaras."
Y al pronunciar estas palabras , los se eros ojos -Si tal, caballero , sí tal: es el pede claudo antiguo.
del magistrado nada habian perdido de su arrogancia Lo sé muy bien, porque en lo que mas me he ocupado
habitual. en todos los países es en estudiar la justicia, compa-
Habíalas pronunciado con su voz de procurador rando á la justicia natural el procedimiento criminal
general, con aquella inflexible inmovilidad de gargan- de todos los pueblos ; y debo de confesároslo , caballe-
ta y de hombros que hacia decir á sus aduladores que ro , la ley que mas conforme he encontrado con el
era la estátua viva de la ley. pensamiento de Dios es la de los pueblos primitivos,
-Caballero , respondió el conde á su vez con la la ley del talion ,
mayor frialdad, tengo á gran dicha el haber podido -Si se adoptase , caballero , dijo el procurador del
conservar un hijo á su madre , porque dicen que el rey , simplificaria mucho nuestros códigos, y quedan-
sentimiento de la maternidad es el mas santo de to- do reducidos á ejecutar solamente , apenas tendrian
dos; y esta dicha os dispensaba , caballero, de cumplir que hacer nuestros magistrados , como deciais hace
un deber que sin duda me honra , porque sé que poco.
Mr. de Villefort no prodiga el favor que me hace; -Pues acaso llegará á suceder eso , añadió Monte-
pero que no vale para mí lo que la satisfaccion inte- Cristo , pues bien sabeis que las invenciones humanas
rior de haber hecho el bien. caminan de lo compuesto á lo simple; que en lo simple
Asombrado Villefort de esta salida que no espe- está siempre la perfeccion.
raba , tembló como un soldado que siente el golpe bajo -Pero entre tanto , caballero, nuestros códigos exis-
la armadura que lo cubre , y un pliegue de su des- ten con sus artículos contradictorios , sacados de las
deñoso labio indicó que desde la primera impresion costumbres galas , de las leyes romanas y de los usos
no tenia al conde de Monte-Cristo por un señor muy francos. El conocimiento de todos estos artículos,
cortés . convendreis en que no se adquiere sin penosos tra-
Con esto dirigió los ojos á todas partes en busca bajos , y que exige grandes estudios , y sobre todo
de un objeto que pudiera reanudar la conversacion gran cabeza para no olvidarlo despues de adquirido .
cortada , que parecia haberse agotado al cortarse . -Ese es tambien mi parecer , caballero ; pero tod
Al ver el mapa que examinaba Monte-Cristo cuan- lo que vos sabeis del código francés , lo sé yo, no so-
do él entró , repuso : lamente de ese mismo código , sino que tambien del de
Estudiais geografia , caballero ? Es un escelente todas las naciones. Las leyes inglesas , turcas . japo-
estudio , particularmente para vos, que habeis visto, nas é indias , me son tan conocidas como las france-
segun dicen , tantos países como hay grabados en esé sas ; y razon tuve en decir que relativamente (ya sa-
atlas. beis , caballero , que todo es relativo) relativamente á
-Sí , caballero , respondió el conde : he querido lo que yo he hecho ya , poco teneis vos que hacer , y
hacer de la especie humana en masa lo que vos ha- relativamente á lo que yo he aprendido poco teneis
ceis todos los dias de las escepciones , es decir , un que aprender .
estudio fisiológico. He reflexionado que me seria mas -Pero ¿con qué objeto habeis aprendido tanto? re-
fácil luego bajar del todo á la parte , que no de la parte puso admirado Villefort.
al todo. Esto es un axioma algebraico que aconseja Monte-Cristo se sonrió .
partir de lo conocido á lo desconocido, y no de lo -Bien , caballero , le dijo. Ya reconozco que á pe-
desconocido á lo conocido... pero , sentaos , caballero . sar de la reputacion que os cuelgan de hombre supe-
Y Monte-Cristo señaló con la mano al procurador rior , veis todas las cosas desde el punto de vista vulgar
del rey un sillon que este se vió obligado á tomarse y material de la sociedad , concretándoos al hombre
el trabajo de acercar por sí mismo , mientras él no enteramente, es decir, al punto de vista mas diminu--
tuvo otro que el de dejarse caer en el que estaba arro- to que pueda abrazar la inteligencia humana.
dillado cuando entró Villefort. Con esto hallóse el -Esplicaos , caballero , dijo Villefort de cada vez
conde vuelto á medias á la visita , con la espalda hácia mas admirado. No os comprendo... bien ...
el balcon y el codo apoyado en la carta geográfica -Digoos, que fija la mirada en la organizacion social
que era momentáneamente objeto de la conversacion, de las naciones , solo veis los resortes de la máquina,
conversacion que tomaba como habia sucedido con y no la mano sublime que la mueve. Dígoos que no
Morcef y Danglars un carácter análogo , si no á la situa- veis en torno vuestro ni delante otra cosa que los títu-
cion, á lo menos á los personajes . los ó los privilegios, firmados por un ministro ó por
N

-Ali me cree árabe , Bertuccio me cree romano , y Haydée griego .


1

f
EL CONDE DE MONTE-CRISTO: 53

un rey ; y que se escapan á vuestra vista miope los facilidad y pureza que vos ; pues bien , Alí mi nubia-
hombres puestos por Dios sobre los títulos, los privi- no me cree árabe ; Bertuccio mi mayordomo me
legios, los ministros y los reyes; hombres que no vie- cree romano , y Haydée mi esclava me cree griego. Con
nen al mundo á ser uno de tantos , sino á cumplir una esto , con no ser de ningun país , con no pedir protec-
mision . Esta falta es propia de la débil é incompleta cion á ningun gobierno , con no reconocer á ningun
organizacion humana. Tobías creyó un jóven vulgar hombre por prógimo , ya comprendereis que ni me
al ángel que iba á volverle la vista. Las naciones toma- estorha ni me detiene ninguno de los obstáculos que
ban á Atila , que debía de arrasarlas , por un conquis- estorban y paralizan á los hombres débiles. Solo dos
tador como todos los conquistadores , y fué menester enemigos tengo- y no diré vencedores , porque con mi
para que los reconociesen que ambos revelaran sus tenacidad los venzo yo :-la distancia y el tiempo. El
misiones celestiales ; fué menester que el uno dijera: tercero y el mas terrible es mi condicion mortal . Ella
Soy el ángel del Señor, -y el otro: -Soy el azote de sola me puede detener en mi camino antes que haya
Dios-para que se reconociera palmariamente su conseguido el objeto que me propongo. Lo demás
esencia divina. todo lo tengo calculado. Lo que llaman los hombres .
-¿Luego os teneis por uno de esos hombres es- caprichos de la suerte , es decir, las ruinas, las even-
traordinarios que acabais de citar? dijo Villefort contualidades, las tengo previstas; y si alguna me sucede ,
admiracion creciente , creyendo que hablaba con un no logrará aniquilarme . A menos que muera, siempre
iluminado ó con un loco.
seré lo que soy; y aquí teneis la ocasion de que os haya
¿ Por qué no ? dijo friamente Monte-Cristo . dicho cosas que nunca habeis oido ni aun de boca de
-Disimuladme , caballero, repuso Villefort, porque los reyes , porque los reyes os necesitan y el resto de
al presentarme en vuestra casa ignoraba que me las los hombres os teme . ¿Quién no dice en una sociedad
he con un hombre cuyo saber y conocimientos sobre- tan ridículamente organizada como la nuestra: «¡Qui-
pujan en mucho al saber y á los conocimientos habi- zás algun dia caeré en las garras del procurador del
tuales de los hombres . No es costumbre entre nos rey!»
otros , hijos corrompidos de la civilizacion , que los -¿Y podeis decir eso vos mismo , caballero? Desde
señores que poseen fortunas inmensas como la vues- el punto en que vivís en Francia os someteis á las
tra así se asegura al menos, -reparad que yo no pre- leyes francesas.
gunto sino que repito lo que oigo- no es costumbre , -Ya lo sé , caballero , respondió Monte-Cristo;
torno á decir , que estos seres privilegiados del oro pero cuando determino de ir á un país empiezo por
• pierdan su tiempo en elucubraciones sociales y en estudiar (con medios que me son esclusivamente pro-
delirios filosóficos , inventados para consuelo de los
desheredados de bienes en la tierra. pios) los hombres de quienes tengo algo que esperar
o que temer, y llego á conocerlos tan bien ó acaso me-
-¿Y qué , caballero , repuso el conde, habreis lle- jor que ellos mismos se conocen. De aquí resulta que
gado á la alta posicion que ocupais sin admitir y aun cualquier procurador del rey en cuyas manos cayese
sin haber encontrado escepciones ? ¿no ejercitais vues- se veria en posicion mas crítica que yo mismo,
tra observacion , que tanto necesita ejercitarse , en -Lo que quiere decir , repuso Villefort vacilante,
adivinar á la primera mirada cuál es el hombre que que como la naturaleza humana es débil, todo hom-
mirais? ¿No deberia de ser el magistrado , antes que el bre , segun vos , ha cometid
o ... faltas...
inteligente aplicador de la ley , antes que el intérprete -Faltas... ó crímenes , repuso Monte-Cristo negli-
fiel de los geroglíficos del código , una sonda de ace- gentemente.
ro para los corazones , una piedra de toque para co- -¿Y qué vos solo entre los hombres que no que-
nocer el alma que tiene mas ó menos oro , o mas 6 reis reconocer por prógimos,-vos mismo lo habeis
menos liga ? dicho, caballero , repuso Villefort con voz un tanto
Os confieso que me confundís , dijo Villefort, y alterada- y que vos solo sois perfecto?
que á nadie he dido hablar nunca de esa manera . -No perfecto , sino impenetrable y nada más, res-
-Porque estais de contínuo encerrado en el círcu- pondió el conde. Pero hagamos punto, caballero , si
lo de las condiciones generales , y no os habeis atre- no os gusta la conversacion , que ni yo estoy amena-
vido á elevaros de un vuelo á las esferas superiores zado de vuestra justicia , ni vos de mi doble vista.
que Dios puebla de seres invisibles escepcionales . -No , no , caballero , dijo vivamente Villefort , te-
-¿Luego concedeis , caballero , que existen tales. meroso sin duda de hacerle creer que le abandonala
esferas , y que viven entre nosotros seres invisibles y
el campo ; no , no. Con vuestra brillante y casi subli-
escepcionales ? me conversacion me habeis elevado sobre las esferas
-¿Por qué no? ¿veis vos acaso el aire que respi- ordinarias. Ya no hablamos, discutimos. Así como los
rais y sin el cual no podriais vivir? teólogos desde sus tribunas de la Sorbona y los filó-
-¿Luego no vemos á esos seres en cuestion? sofos en sus disputas se dicen verdades muy crueles ,
-Si tal; los veis cuando permite Dios que se ma- supong
terialicen , los tocais , les hablais y os responden. amos que nosotros discutimos teología social ,
y filosofía teológica, y os diré solamente esta verdad,
-¡Ah! dijo sonriéndose Villefort , confieso que de- aunque es muy dura:-Hermano mio , vos adorais al
searia saber de antemano cuándo se hallaba en con- orgullo: estais , sí, sobre los otros ; pero sobre vos es-
tacto conmigo uno de esos seres. tá Dios.
-Pues os sale á medida del deseo , caballero , yo -Y sobre todas las cosas, caballero, respondió Mon-
os lo avisé, y os lo aviso ahora. te-Cristo con acento tan profundo , que tembló Ville-
-¿Con que vos?... fort involuntariamente ; mi orgullo es para con los
Yo soy uno de esos seres escepcionales , sí , y hombres, serpientes dispuestas siempre á volverse con-
creo que hasta lo presente ningun hombre se haya en-
tra el que se las pone delante sin aplastarlas; pero me
contrado en una posicion como la mia. Los dominios
despojo de este orgullo en presencia de Dios , que me
de los reyes son limitados, ya por montañas , ya por hizo de la nada.
rios , ya pôr cambio de costumbres ó de idioma. -Entonces os admiro , señor conde , dijo Villefort,
Mi reino es tan grande como el mundo, porque ni soy emple
italiano , ni francés , ni indio, ni america no, ni espa- ando por primera vez en plática tan estraña
esta fórmula aristocrática. Sf, os lo repito : pues sois
ñol , que soy cosmopolita. Ningun país puede decir verdaderam fuerte , verdaderamente superior,
que me haya visto nacer, y solo Dios sabe cuál me verdaderam ente santo
verá morir. Yo me identifico con todas las costum- ente é impenetrable , lo que viene á
bres , y hablo todos los idiomas . Sin duda me te- ser una mism a cosa como vos decís ; tened orgullo ,
cabal
neis por francés , porque hablo el francés con la misma emba lero , que talambices la ley de las dominaciones . Sin
rgo , alguna ion tendreis sin duda.
54 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-He tenido una, caballero . ver, en conclusion, mudo y belado , que solo vive sin
-¿Cuál? dolores para dar tiempo à la matería de descompo-
-Yo tambien , como sucede á todos los hombres nerse total y gradualmente.
una vez en su vida , yo tambien me he sentido tras- -¡Ay caballero ! dijo Monte-Cristo , ni á mi pensa-
portado por Lucifer á la montaña mas alta de la tierra , miento ni á mis ojos seria nuevo ese espectáculo, por-
y allí , enseñándome el mundo , me ha dicho , como en que sé algo de medicina , y como mis colegas, mas de
otro tiempo se lo había dicho á Jesucristo: -«Veamos, una vez he ido á buscar el alma en la materia viva ó
hijo del hombre, ¿qué quieres por adorarme?» - Púse- en la materia muerta , quedando - invisible á mis ojos
me entonces á reflexionar, porque hacia mucho tiem- como la Providencia , aunque presente en mi corazon.
po que me devoraba una ambicion terrible , y le res- Cien autores , desde Sócrates , desde Séneca , desde
pondí : «Escucha : siempre he oido hablar de la Pro- San Agustin hasta Gall, han hecho en prosa á verso el
»videncia , y nunca la he visto ni cosa que se le cuadro antitético que acabais de esponer ; pero com-
>>parezca , lo que me hace creer que no existe. Quiero prendo sin embargo que los padecimientos de un pa-
>>ser yo la Providencia , porque tengo para mí que no dre puedan operar grandes cambios en lo moral del
>>hay nada mas bello , mas grande ni mas sublime en hijo. Iré, caballero , iré , puesto que me lo brindais , á .
>>el mundo que recompensar y castigar . » - Pero Luci- contemplar en provecho de mi humildad ose terrible.
fer, bajó la cabeza y exhaló un suspiro .- «Te engañas , espectáculo que debe de entristecer mucho vuestra
>>respondió; la Providencia existe, solo que tú no la ves, casa.
»porque , hija de Dios, es invisible como su padre. Nada Así sucederia sin duda alguna , si no me hubiese
»has visto que se le parezca, porque obra con ocultos el cielo dado una gran compensacion. Junto al viejo que
>>resortes , va por vias oscuras. Todo lo que puedo ha- arrastrándose camina á la tumba , entran dos niños en
>>cer por tí es hacerte agente de la Providencia . » - El la vida ; Valentina , hijade mi primer matrimonio con
trato quedó cerrado ; quizás me cueste el alma; pero Madama Renée de Saint-Meran , y Eduardo , ese hijo á
¡no importa! añadió Monte-Cristo , aunque tuviera que quien me habeis salvado vos.
cerrarlo otra vez, otra vez lo cerraria. -¿Y qué deducís de esa compensación? le pregun
Villefort le miraba con admiracion estrema. tó Monte-Cristo :
Señor conde, le dijo , teneis familia ? -Deduzco , caballero , respondió Villefort , que arre-
-No señor , que soy solo en el mundo. batado mi padre de sus pasiones habrá cometido al-
-¡Tanto peor! guna de esas faltas que se libran de la justícia de la
Por qué? le preguntó el conde . tierra , pero no de la del cielo ... y que Dios le ha cas-
-Porque hubiérais podido presenciar un espec- tigado á él solo , no queriendo castigar sino á una so-
táculo mortal para vuestro orgullo. ¿ Decís que solo la persona.
temeis la muertę ? Aunque sonriendo amablemente , lanzó Monte-
-No dije que la temo, sino que solo ella puede con- Cristo un rugido en el fondo de su pecho , que á po-
trariarme. derlo oir Villefort huyera amedrentado .
-¿Y la vejez?- -Adios , caballero , añadió el juez , que de algun
-Antes que Hogue á viejo estará cumplida mi mi- tiempo atrás se habia levantado y estaba hablando de
sion. pié. Llevo de vos un recuerdo afectuoso , que espero
Y la locura? os sea dulce de inspirar cuando me conozcais mejor,
Cuando ya no me he vuelto loco , me coje el porque soy todo lo descontentadizo que puede ser un
axioma : non bis in idem: es axioma criminal , y por hombre . Tambien en Madama de Villefort os habeis
consiguiente de vuestra competencia. ganado una amiga eterna.
Otras cosas hay mas temibles que la muerte y que Monte- Cristo le saludó , contentándose con acom-
la vejez y que la locura, caballero, repuso Villefort . Hay, pañarle hasta la puerta del gabinete . A una señal de
por ejemplo, la apoplegia , ese rayo que hiere sin des- Villefort dos lacayos le abrieron la portezuela y subió
truir , y que sin embargo destruye . Es el hombre y no á su carruaje.
es el hombre lo que queda. Vos , que teneis como Ariel Después de la marcha del procurador del rey, dijo
algo de ángel, quedais reducido á una masa inerte, que el conde arrancando con violencia un suspiro de su
tiene como Caliban algo de bestia. Esto en el lenguaje pecho oprimido :
humano se llama simplemente , como os dije , una apo- -Vamos , vamos , basta de hiel ; ahora que está
plegía . Venid si os place , señor conde , á reanudar en lleno mi corazon busquemos el antídoto .
mi casa esta conversacion cuando querais habéroslas Y dando un golpe en el sonoro timbre apareció
con , un adversario capaz de comprenderos y ávido de Ali , á quien dijo:
refutaros ; venid y os mostraré á mi padre Mr. Noir- Subo al cuarto de la señora. Ten dispuesto el
tier de Villefort, jacobino de los mas fogosos de la re- carruaje para dentro de media hora .
volucion francesa , ó como si dijéramos , la audacia
mas brillante junta con la organizacion mas vigorosa; CAPITULO X. ·
hombre que, si no habia visto como vos todos los rei-
nos de la tierra, habia contribuido á trastornar uno de HAYDEE.
los mas potentes; hombre en fin, que como vos se
tenia por enviado, no de Dios, sino del Ser supremo, El lector recordará quiénes eran los nuevos ó mas
no de la Providencia, sino de la fatalidad. Pues bien, bien los antiguos conocidos del conde de Monte - Cristo
caballero, la rotura de un vaso sanguíneo en un lo- que vivian en la calle de Meslay : eran Maximiliano,
bulo del cerebro ha destruido todo esto, no en un dia Julia y Manuel.
ni en una hora , sino en un segundo. La víspera, Mr. La esperanza de esta visita que iba á hacer , de
Noirtier era el antiguo jacobino, el antiguo senador , estos momentos dichosos que iba á pasar , de este
el antiguo carbonario , que se reia de la guillotina y de rayo de sol del paraiso que iba á deslizarse en aquel
los cañones y de los puñales; Mr. Noirtier , que ju- infierno , donde por su gusto se sumiera , babían cu
gaba con las revoluciones; Mr. Noirtier, para quien la bierto el rostro del conde de la mas hermosa sereni-
Francia solo era un vasto juego de ajedrez , de donde dad , particularmente desde que perdió de vista á
debian ir desapareciendo peones, torres , caballeros y Villefort . Ali , que al son del timbre habia acudido,
reinas para darle jaque al rey; Mr. Noirtier , la víspera viéndolo radiante de alegría , cosa tan rara en él, se
tan temible, era al dia siguiente el pobre M. Noirtier, habia retirado de puntillas sujetando la respiracion,
viejo inmóvil, esclavo de la voluntad del ser mas débil temeroso de ahuyentar las ideas felices de que creia
de toda la casa, es decir, de su nieta Valentina; cadá- á su dueño poseido.
Trasportado por Lucifer á la montaña mas alta del universo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 55

Era mediodía. miso para entrar á verme? ¿ No eres tú mi señor? ¿No


Habia reservado el conde una hora para subir á la soy tu esclava ?
habitacion de Haydée. No parecia sino que el placer Monte-Cristo se sonrió á su vez.
no pudiera dominar de repente aquel alma tan destro- -Haydée, le dijo , ya sabeis ...
zada , y necesitara prepararse á las emociones dulces -¿Por qué no me llamas de tú como acostumbras?
como se preparanotras almas á las emocionesviolentas . ན esclamó la griega interrumpiéndole. He cometido al-
Ya hemos dicho que la jóven griega ocupaba una guna falta ? En ese caso castígame, pero no me llames.
habitacion enteramente separada de la del conde. de vos .
Su mueblaje era de todo en todo oriental ; es de- [ -Haydée , repuso el conde, ya sabes que estamos
cit, que cubran los suelos muelles tapices de Tur- en Francia, y que por consiguiente eres libre .
quía; que las paredes estaban cubiertas de brocací, y -¡Libre! ¿para qué? le preguntó la jóven.
que cenia un divan prolongado la pieza en torno , y -Para abandonarme.
aquí y allá veíanse cojines en monton para usarlos -¡Abandonarte! ... ¿Y para qué te he de aban-
como se quisiera. donar?
Haydée tenia tres doncellas francesas y una -¿Quién sabe?... Como vamos á ver el mundo...
griega. -Yo no quiero ver á nadie .
Ocupaban la primera habitacion las tres francesas -Si entre los jóvenes que encuentres te agradase
prontas a acudir al son de un campanilla de oro y alguno, yo no seria tan injusto...
á obedecer las órdenes de la esclava romaica , que sa- -Nunca he visto hombre mas hermoso que tú,
bia lo bastante de francés para trasmitir la volun- ni he amado nunca sino á mi padre y á tí
tad de su señora á las camareras. Monte-Cristo las -¡Pobre niña ! esclamó el conde. ¡ Si solo has ha-"
habia encargado que trataran á Haydée como á una blado en el mundo con tu padre y conmigo!
reina. -¡Pues bien! ¿para qué necesito hablar con otros?
La jóven ocupaba la habitacion mas retirada , es Mi padre me llamaba su alegría , tú me llamas tu
decir, una especie de gabinetito ovalado . Solo por el amor; y los dos me llamais vuestra hija.
techo le entraba luz, y eso á través de cristales de -¿Te acuerdas de tu padre, Haydée?
color de rosa. La jóven se sonrió.
Estaba echada en el suelo sobre cojines de raso -Está aquí y aquí , dijo poniéndose la mano sobre
azul bordados de plata, y medio reclinada en el divan los ojos y sobre el corazon .
con la cabeza ceñida por su brazo torneado , mientras -Y yo ¿ dónde estoy ? le preguntó sonriéndose
llevaba á sus labios con el izquierdo la boquilla de Monte-Cristo.
coral en que remataba el flexible tubo de un pebetero, -Tú... estás en todas partes .
cuyos vapores no llegaban á su boca sino perfumados Cojióle Monte Cristo la mano para besársela;
por agua de benjuí que llenaba la cavidad superior pero la cándida niña retiró la mano y presentó lá
del pebetero por donde los hacia pasar su dulce as- frente.
.piracion: -Ahora , Haydée, le dijo , ahora que sabes que eres
Su postura , muy natural en las mugeres del libre, que eres dueña, que eres reina , puedes conser-
Oriente , en una francesa hubiera parecido coquetería var tu trage ó variarlo como te parezca ; estarás aquí
y quizás afectacion . mientras quieras estar; saldrás cuando quieras salir;.
Su traje era el de las epirotas ; es decir, calzon de tendrás siempre dispuesto un carruaje, y Alí y Myrto
raso blanco bordado en flores de color de rosa, que te acompañarán y estarán en todo á tus órdenes. Šolo.
dejaba á descubierto dos piés infantiles blancos como una cosa te pido.
el mármol de Paros , metidos en dos sandalias dimi- -Dila.
nutas de punta retorcida bordadas en perlas y oro; -Guarda el secreto de tu nacimiento ; no pronun-
una casaquilla de listas blancas y azules con anchas cies una palabra sobre tu vida pasada , ni en ninguna
mangasabiertas, cuyos ojales erande plata, y perlas los ocasion pronuncies el nombre de tu ilustre padre,
botones; por último, una especie de corsé, que abierto ni el de tu pobre madre.
por la parte superior dejaba ver su cuello y el princi- -Ya te he dicho , señor , que á nadie veré.
pio de su pecho, abrochándose con tres diamantes . -Escucha , Haydée : quizás esta reclusion oriental
Tenia en la cabeza un casquete de oro tachonado llegue á ser imposible en París. Prosigue acostum-
de perlas caido del un lado , y debajo del casquete por brandote á la vida de nuestros países del Norte como
aquella misma parte una magnífica rosa natural de has hecho en Roma, en Madrid , en Florencia y en Mi-
color de púrpura, prendida en los cabellos que de puro lan . Siempre te será eso útil, bien sigas viviendo aquí,
negros parecian azules. 6 bien te vuelvas á Oriente.
El remate del corsé y el principio del pantalon se La jóven, levantando hácia Monte-Cristo sus gran-
ceñian y ajustaban con uno de esos cinturones de co- des ojos húmedos , le respondió:
lores vivos y de anchas franjas de seda floja , que O bien volvamos á Oriente quieres decir? ¿no es
ambicionan tanto nuestras europeas. verdad, señor ?
Su rostro era el tipo de la belleza griega en toda su -Sí , hija mia , repuso Monte-Cristo. Harto sabes
perfeccion : ojos negros aterciopelados, nariz de líneas que no seré yo nunca el que te abandone . No es el
purísimas y rectas , labios de coral, y dientes de árbol el que abandona á la flor , sino la flor la que
perlas. abandona al árbol.
Sobre tan hechicero conjunto derramaba además -Yo nunca te abandonaré , señor, dijo Haydée, pues
la flor de la juventud todo su brillo y todo su perfume. estoy segura de que no podria vivir sin tí.
Podria tener Haydée de diez y nueve á veinte años . --¡Pobre niña! dentro de diez años yo seré viejo, y
Llamó Monte-Cristo á la doncella griega, y le dijo dentro de diez años tú serás jóven todavía .
pidiese á su señora permiso para entrar á verla. -Mi padre tenia una barba muy larga y muy blanca..
Por toda respuesta hizo Haydée seña á la criada de eso no me impedia amarle ; mi padre tenia sesenta
que levantase el tapiz que cubria la puerta, y entró el años y me parecia mas hermoso que todos los jóvenes
conde. del mundo.
Incorporóse Haydée sobre el codo que sostenia el -Pero veamos, dime, ¿crees acostumbrarte á vivir
pebetero , y tendiendo al conde su mano y saludán- aquí?
dole con una sonrisa:. -¿Te veré?
-¿Por qué, le dijo en el sonoro lenguaje de las mu- -Todos los dias."
geres de Atenas y de Esparta, por que me pides per- -Pues bien: pídeme, señor, lo que quieras.
56 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Récelo que te fastidies. dre como te amo á tí. Este amor es otro amor. Mi
-No, señor, porque por la mañana pensaré en que padre ha muerto, y yo no he muerto , mientras si tú
vas á venir , y por la noche me acordaré de que has murieses me moriria.
venido . Además , cuando estoy sola tengo recuerdos Con sonrisa de profunda tristeza tendió Monte-
muy dulces; vuelvo á ver cuadros inmensos , magnifi- Cristo la mano á la joven , que imprimió en ella sus
cos horizontes con el Pindo y el Olimpo en lontanan- lábios como de costumbre:
za; y luego hay en mi corazon tres sentimientos que el Y así predispuesto á la entrevista que iba á tener

-¿No eres tú mi señor? ¿No soy tu esclava?

que los tiene nunca se fastidia : tristeza , amor y gra- con Morrel y su familia , salió el conde murmurando
titud. estos versos de Pindaro::
-Eres, Haydée , en lo graciosa y lo poética digna
hija del Epiro, y bien se ve que desciendes de aquella «Flor es la juventud que da el amor por fruto...
familia de diosas nacida en tu país . Vive tranquila , hija "¡Feliz el que la aspira despues de haberla visto.ma-
»durar lentamente . »
mia, que yo haré de modo que no pierdas tu juventud;
pues si como á tu padre me amas, yo te amo como á Segun habia mandado , el carruaje estaba dis-
ini hija. puesto.
-Te equivocas , señor , que no amaba yo á mi pa- Subió á él, y como siempre partió á galope.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 37

CAPITULO XI. la casa piso bajo , principal , segundo y sotavanco.


El joven matrimonio la habia comprado con todas
LA FAMILIA DE MORREL . sus dependencias , es decir , con un vasto taller for-
mado de dos pabellones al fondo de un jardin.
Solo algunes minutos tardó en llegar el conde á la Al primer golpe de vista conoció Manuel que con
calle de Meslay.
esto podia especular , y reservándose la casa y divi-
La casa , que estaba blanqueada , era de un ver diendo el jardin, construyó una pared que separaba á
muy agradable : precedíala un corral pequeño con su familia de los talleres; de manera que por una mí-
arríates llenos de hermosas flores. nima cantidad tenia casa para vivir , y casa tan segura

-¡Para el conde de Monte-Cristo ! ¡ Pues no hemos de estar visibles para él !

En el conserje que le abrió la puerta reconoció el | como la del propietario mas escrupuloso del barrio de
conde al anciano Cocles. San German.
Pero como ya recordará el lector, Cocles solo tenia Las paredes del comedor estaban forradas de ma-
un ojo , ojo que en los nueve años trascurridos se dera ; las del salon de recibo de caoba y terciopelo
habia debilitado tanto, que Cocles tampoco conoció al azul, y las de la alcoba de limonero y damasco verde.
conde. Además de estas piezas habia un despacho reser-
A fin de parar delante de la puerta , debian los car- vado para Manuel , que no despachaba nada, y un ga-
ruajes dar un corto rodeo , porque no tropezasen con binete musical para Julia, que no sabia música.
una fuentecita saltadora , magníficencia que era muy El segundo piso pertenecia á Maximiliano entera-
envidiada de todo el barrio, y ocasion de que llamáran mente .
á la casa un Versalles en miniatura. Era una copia exacta de las habitaciones de su her-
Parece cosa escusada decir que en la pila de esta mana . Solamente el comedor se habia trasformado en
fuente bullia una multitud de peces de colores. villar, adonde llevaba á sus amigos .
Además de cocinas subterráneas y cuevas , tenia Cuando paró el carruaje del conde , estaba Maximi-
¡
SEGUNDA SERIE. -ENTREGA 121.-TOMO II. 5
58 BIBLIOTECA UNIVERSAL. .

Jiano á la puerta del jardin , con un cigarro en la bo- | para apercibir á Manuel , y recíprocamente, como di-
ca, inspeccionando el pienso que echaban á su caballo. cen los alumnos de la escuela politécnica.
Abrió Cocles la puerta , como hemos dicho, y arro- El rumor de los pasos hizo levantar la cabeza á
jándose Bautista de su asiento , preguntó si M. y Ma- una jóven de veinte á veinticinco años , que vestida
dama Herbault y M. Maximiliano Morrel estaban visi- con una bata de seda , se ocupaba asíduamente en cui-
bles para el conde de Monte-Cristo. dar un rosal magnífico .
-¡ Para el conde, de Monte-Cristo ! esclamó Maxi- Esta jóven era nuestra Julia, hoy Madama Manuel
miliano, tirando el cigarro y saliendo al encuentro de Herbault, como se lo habia pronosticado el represen-
su visita. ¡ Pues no hemos de estar visibles para él!-tante de la casa de Thomson y French.

Penelon.

Gracias, mil gracias, señor conde , por no haber olvi- El ver al forastero la arrancó un grito .
dado vuestra promesa. Maximiliano se echó á reir.
Y apretó el jóven oficial la mano de Monte-Cristo -No te alteres, hermania mia , le dijo, que aunque
tan cordialmente , que este no pudo dudar de lo sin- hace solo dos ó tres dias que el señor conde está en
cero de su afeccion , conociendo claramente que le París , sabe lo que es una propietaria del Marais; y si no
esperaban con impaciencia y le recibian con júbilo. lo sabe, tú vas á demostrárselo.
-Venid, venid , que quiero serviros de introductor, Ah caballero ! dijo Julia, presentaros así es una
dijo Maximiliano. A un hombre como vos no le debe traicion de mi hermano, que no me guarda el menor
anunciar un criado. Mi hermana está en el jardin cui- miramiento ... ¡ Penelon , Penelon !
dando sus rosales , y mi hermano lee sus periódicos Un anciano , que á la sazon escardaba un rosal de
favoritos ( La Presse y LesDebats) á seis pasos de ella, Bengala , puso en el suelo su azadon , y acercóse á
porque doquiera que se vea á Madama Herbault no hay Julia con el gorro en la mano , disimulando como mejor
sino mirar en una circunferencia de cuatro metros podia una mascada de tabaco que saboreaba su boca.
1

Madama Herbault.
J
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
59
Algunos mechones blancos brillaban entre sus ca-
bellos negros , espesos todavía ; su tez bronceada y la -Así lo pensaba yo , respondió Manuel ; pero que-
vivacidad de sus ojos revelaban al antiguo marinero , ría sin embargo consultarte .
tostado al sol del Ecuador , curtido al soplo de las tem- -Pues oye mi parecer , amigo mio . Nuestra cuenta
pestades . está corriente; no tenemos ni un acreedor : con que
-Me llamabais , segun creo , señorita Julia , dijo : ya podemos cerrar nuestra caja al fin de esta quincena .
estoy aquí. Cerrémosla pues .
Penelon conservaba la costumbre de llamar seño- Así se hizo al instante.
rita Julia á la hija de su patron , que nunca pudo Eran las tres. A las tres y cuarto se presentó un
avenirse á llamarla Madama Herbault . cliente á asegurar el cargamento de dos navíos : era un
-Penelon, le dijo Julia, id á avisar á Mr. Manuel la negocio de quince mil francos seguros
buena visita que nos llega, mientras Maximiliano con- -Caballero , le dijo Manuel , os suplico que para eso
duce al salon á este caballero. os dirijais á Mr. Delaunay , que nosotros hemos dejado
Luego añadió volviéndose á Monte- Cristo: ya los negocios .
-Este caballero me permitirá que me ausente un -¿Desde cuándo ? le preguntó admirado el cliente.
minuto. - Desde hace un cuarto de hora .
Y sin esperar la respuesta del conde , escapóse por -Y aquí teneis la causa, señor conde , prosiguió
detrás de unos árboles y entró en la casa . Maximiliano sonriendo , de que mi hermana y mi cu-
-¡Ah mi querido Morrel ! dijo Monte- Cristo , veo ñado solo tengan veinticinco mil libras de renta .
con dolor que estoy ocasionando en vuestra familia Acababa apenas el jóven su relato , durante el cual
un gran trastorno. se habia ido dilatando el corazon de Monte- Cristo,
¡ Callad ! ¡ callad ! respondió Maximiliano riéndose. cuando volvió Manuel, restaurado por decirlo así, con
¿Veis allá abajo al marido? Va tambien á trocar su bata un redingote y sombrero . Saludó como aquel que co-
por un gaban. ¡ Oh! es que ya os conocian en la calle noce la calidad de la persona que recibe , y luego
de Meslay ! os ruego creais que ya estábais anunciado . haciendo dar al conde un corto rodeo entre macetas y
-Parece, caballero , que vuestra familia es muy di- rosales , le condujo á la casa .
chosa , prosiguió Monte-Cristo respondiendo á su pro- El ambiente del salon estaba embalsamado con el
pio pensamiento. sin número de flores que contenia un inmenso jarro
¡ Oh! sí, yo os lo aseguro , señor conde . ¿ Qué que- de china.
reis? Nada les falta para ser dichosos . Jóvenes , alegres, A recibir al conde á la entrada se presentó Julia
enamorados y con veinticinco mil libras de renta, se vestida ya y peinada elegantemente.
figuran (aunque han visto muy de cerca inmensas for- (¡ En diez minutos habia hecho esta maravilla !!! )
tunas) se figuran que poseen la de los Rosthschild . Desde la sala se oia perfectamente el revoloteo de
-Poco son sin embargo veinticinco mil libras de los pájaros de una pajarera inmediata.
renta , dijo Monte-Cristo con una dulzura tan suave, Las ramas de los enebros y de las acacias entrando
que penetró al corazon de Maximiliano como hubiera por los balcones se entrelazaban con las cortinas de
podido penetrar la de un padre amoroso . Poco son ; terciopelo azul .
pero no se darán con ellas por contentos nuestros jó- Todo en este delicioso retiro respiraba calma y fe-
venes , y llegarán á ser millonarios , caballero ... ¿Vues- licidad , desde el canto de los pájaros hasta la sonrisa
tro cuñado es médico ... abogado... de los dueños.
-Era comerciante , señor conde, y seguia los nego- Desde que entró en la casa se habia sentido el
cios de mi pobre padre, que murió dejándonos quinien- conde dominado de esta calma , con que despues de
tos mil francos por toda herencia . A mí me tocaba una los primeros cumplidos quedóse mudo y embelesado,
mitad y á mi hermana la otra , porque solo éramos dos olvidándose de que se esperaba que abriese él la boca
Jos hijos. Mr. Herbault , que se habia casado con Julia para reanudar la conversacion .
sin otro patrimonio que su probidad, su inteligencia de Apercibióse al fin de que tanto silencio rayaba en
primer orden y su reputacion sin mancha, queriendo importuno , y esforzándose á salir de su éstasis dijo á
tener tanto como su esposa, ha seguido trabajando seis Julia:
años , solo seis años , señor conde, hasta reunir dos- que --Pdeb
erd admidme
e ona raro , por
, sseño ra lo acosdon
, per tumb
admrada
e -una emocion
cientos cincuenta mil francos . Era espectáculo tierní- esta paz y á esta felicidad que aquí se respira ; pero es
simo de ver , yo os lo juro , señor conde , el de estos dos •que estais á
jóvenes tan laboriosos , tan unidos , destinados por su hum ano
para mí , que
cosa no ceso
tan nue un pun
va la to
sati de
sfac mira
cion ros
en á vos
un yro
rost á
capacidad á la mayor fortuna, y que sin haber querido vuestro marido .
cambiar en nada los usos de la casa paterna , han tar-
dado seis años en hacer lo que hubiera hecho un inno- --Somos con efecto muy felices , caballero, replicó
vador en mucho menos . Harto lo sabe Marsella , que Julia; pero tambien hemos sufrido por largo tiempo , y
colma de alabanzas tan rara abne gacion . Al cabo un dia pocas personas habrán comprado su felicidad tan car
a,
vino Manuel á ver á su esposa , que acababa de solven- como nosotros.
tar el último crédito , y le dijo : En la fisonomía del conde se retrató la curiosidad
-Julia , aquí está el último paquete de cien fran- mas viva.
cos que acaba de entr egar me Cocl es , y que com - ¡Oh! es una historia de familia , como el otro dia
pleta los doscientos cincuenta mil francos que habia- os lo dijo Chateau- Renaud , repuso Maximiliano . Este
mos puesto por límite á nuestras ganancias. ¿ Vivirás cuadro casero tendrá sin duda poco interés para vos ,
contenta con lo poco que desde hoy vamos a tener? señor conde , para vos acostumbrado á desgracias
Escucha : la casa hace negocios al año por valor de un ilustres , á venturas espléndidas . Empero como Julia
millon , y puede sacarles de ganancias cuarenta mil acaba de decíroslo , aunque encerrados en esta re-
francos. De nuestra voluntad pende el que vendamos ducida atmósfera , hemos sufrido mucho .
la clientela por trescientos mil francos dentro de una -¿YDios os ha dado tras el sufrimiento el consuelo ,
hora , pues en esta carta nos los ofrece Mr. Delaunay como hace con todos? le preguntó Monte- Cristo .
á cambio de nuestro fondo que quiere reunir con el -Sí señor, respondió Julia : nadic mejor que nos-
suyo. ¿Qué te parece que hagamos? otros puede decirlo , porque Dios hizo por nosotros lo
Amigo mio , respondió mi hermana , la casa de que solo por sus elegidos hace ; nos envió uno de 1
Morrelsolo puede ser representada por un Morrel. Sal- sus ángeles . 1
var el nombre de nuestro padre de los vaivenes de la Las megillas del conde se colorearon de rubor , y
fortuna no vale bien trescientos mil francos? tosiendo para disimular su emocion púsose el pañuelo
en la boca. .
60 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Los que han nacido en poderosa cuna y no saben que iba á embarcarse en un yacth , y reconoció en él
lo que es desear, añadió Manuel, ignoran qué felicidad al que fué á casa de mi padre el 5 de junio de 1829, y
es la felicidad de vivir; así como no conocen el precio me escribió esta carta el 5 de setiembre. Era él mis-
de un cielo azul puro los que no han confiado su exis- mo , que Penelon lo asegura ; pero no se atrevió á
tencia á cuatro tablas en medio de una mar furiosa. hablarle.
Levantóse Monte-Cristo , y sin responder nada, -¡Un inglés ! articulo Monte-Cristo meditabundo
porque lo trémulo de su voz hubiera revelado la emo- é inquieto con las miradas de Julia: ¿ un inglés decís?
cion que sentia , púsose á recorrer el salon precipita- -Si , repuso Maximiliano , un inglés que se presentó
damente. en nuestra casa como representante de la casa de
-¿Os hace sonreir nuestra magnificencia , señor Thomson y French de Roma. Por eso me conmovi
conde ? le preguntó Maximiliano observándole con todo , el otro dia cuando dijísteis en casa de M. de
atencion. Morcefque Thomson y French eran vuestros banque-
-No, no , respondió Monte-Cristo pálido con estre- ros . En nombre del cielo , señor conde , ¿ habeis cono-
mo, y reprimiendo con una mano los latidos de su cocido a ese inglés ? Repítoos que nuestra aventura pasó
razon, mientras con la otra señalaba al jóven un globo en 1829.
de cristal que cobijaba una bolsa de seda muelle- -¿Pero no me dijisteis tambien que la casa de
mente acostada en un almohadoncito de terciopelo ne- Thomson y French habia negado siempre que tal ser-
gro.--Solo me preguntaba á mí mismo para qué ser- vicio os hubiera hecho ?
virá esa bolsa que del un lado paréceme que guarda -Si.
un papel y del otro un diamante muy hermoso. -Entonces ¿no podia ser ese inglés algun hombre,
Tomando un continente grave respondió Maximi- que agradecido á vuestro padre por alguna buena ac-
liano: cion olvidada ya de él mismo, tomara ese pretesto para
-Esa bolsa es, señor conde, el tesoro mas precioso sacarle de un apuro ?
de mi familia. -Todo es de suponer, hasta un milagro , caballero .
-El diamante es hermoso con efecto , replicó Mon- -¿Cómo se llamaba ? preguntó Monte- Cristo.
te-Cristo . -No ha dejado otro nombre que el que firma esa
-¡Oh! mi hermano no os habla , señor conde, del carta :-Simbad el Marino , -respondió Julia mirando
valor de la piedra , y eso que está tasada en cien mil al conde con profundísima atencion.
francos , sino quiere deciros que los objetos que esa -Eso evidentemente no es un nombre, sino un
bolsa guarda son reliquias del ángel que mentábamos pseudónimo.
há poco . Viendo después que Julia le contemplaba con mas
-Eso es lo que yo no sabria comprender, ni debo atencion aun , y como tratando de encontrar en su voz
de preguntar, señora , replicó Monte-Cristo inclinándo- algun parecido ó cosa semejante, prosiguió:
se. Disimulad: no ha sido mi intencion ser indiscreto. -Veamos: ¿no es hombre de mi estatura , sobre poco
--¡ Indiscreto decís ! ¡ oh ! al contrario: nos propor- mas o menos , aunque quizás mas alto , algo mas del-
cionais , señor conde , una felicidad muy grande con gado , muy encorbatinado y ajustado , y siempre con
la ocasion de hablar largo en este asunto . Si callára- lápiz y cartera en ristre?
mos como un secreto la hermosa accion que recuerda -Oh! pero le conoceis ? esclamó Julia brillando
ese bolsillo , no lo pondriamos así á la vista de todo el sus ojos de alegría.
mundo. ¡ Oh ! así pudiéramos publicarla por todo el -No , respondió Monte-Cristo ; solamente supon-
universo para que una emocion de nuestro ángel des- go... he conocido á un tal lord Wilmore , que iba sem-
conocido nos revelara su presencia. brando así generosidad por el mundo.
-¡Ah !... ¿de veras ? balbuceó Monte-Cristo con -¿Sin darse á conocer ?
voz ahogada. -Era un hombre muy raro: no creia en el agrade-
-Caballero, dijo Maximiliano levantando el fanal y cimiento.
besando religiosamente la bolsa de seda ; esto ha pa- -¡Oh ! ¡ qué infeliz , Dios mio ! esclamó Julia con
sado por la mano de un hombre que salvó á mi padre acento sublime juntando las manos. ¿ En qué crev
de la muerte, á nosotros de la ruina , y de la deshonra pues?
á nuestro nombre. Gracias á ese ángel , nosotros , po- -No creia, cuando yo le conocí á lo menos , dijo
bres niños nacidos á la miseria y al llanto , podemos Monte-Cristo , á quien esta voz salida del fondo del
ver hoy á muchas personas deleitarse en nuestra feli- alma habia conmovido en estremo; pero desde enton-
cidad. Esta carta (y sacando Maximiliano un papel del ces quizás haya tenido alguna prueba de que el agra-
bolsillo se lo presentó al conde) esta carta fué escrita decimiento existe.
por él un dia en que mi padre habia tomado una reso- Y le conoceis, caballero ? preguntó Manuel.
lucion desesperada , y este diamante fué el dote que ¡ Oh ! si es que le conoceis , esclamó Julia, decid,
dió á mi hermana el generoso desconocido . decidnos : ¿ podeis llevarnos , enseñárnosle , decirnos
Abrió la carta Monte-Cristo y leyóla con indefinible dónde está ?-Maximiliano , y tú , Manuel , si alguna
espresion de felicidad. vez le encontráramos , ¿es verdad que le hariamos creer
Era la carta que ya conocen nuestros lectores, di- en la gratitud ?
rigida á Julia por Simbad el Marino. Monte-Cristo sintió asomar dos lágrimas en sus
-¿Desconocido decís? ¿con que no habeis conocido ojos.
al hombre que os hizo este servicio? Con esto volvió á sus paseos por la sala.
—No, señor; nunca hemos tenido la fortuna de es- -Caballero, en nombre del cielo , dijo Maximiliano,
trechar su mano. No será porque no le hayamos pe- si sabeis algo de ese hombre, decídnoslo.
dido á Dios esta merced , repuso Maximiliano ; pero -¡Ay! dijo Monte-Cristo reprimiendo la conmocion
hay un hilo en esta misteriosa aventura que no hemos de su voz; si vuestro bienhechor es lord Wilmore, re-
podido cojer aun ; hilo conducido por una mano invi- celo que ya nunca le encontreis , pues cuando me
sible, poderosa como la de un encantador. separé de él en Palermo partia para las comarcas mas
-¡Oh ! dijo Julia , yo no he perdido todavía la es- fabulosas , tanto que estoy seguro de que no volverá.
peranza de besar alguna vez esa mano como beso esta ¡ Ah caballero , qué cruel sois ! esclamó Julia
bolsa que tocó ella. Há cuatro años estaba Penelon con horror.
en Trieste:-Penelon , señor conde , es ese bravo ma- Y sus ojos se bañaron en lágrimas.
rino que vísteis con una azada en la mano, y que de -Señora , le dijo Monte-Cristo gravemente , devo-
contramaestre ha pasado á ser jardinero. -Estando rando con sus miradas las dos líquidas perlas que
pues Penelon en Trieste , vió en el muelle un inglés corrian por las mejillas de Julia ; señora, si lord Wil-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 61

more hubiese visto lo que yo acabo de ver aquí, ten- zon. Acuérdate de lo que tantas veces nos dijo nues-
dria apego aun á la existencia , porque las lágrimas tro padre :-no es inglés nuestro bienhechor.
que verteis le reconciliarian con el género humano. Monte-Cristo tembló de piés á cabeza .
Y tendió la mano á Julia, que le dió la suya fasci- -¿Con que vuestro padre os decia ... repuso vi-
nada por la voz y las miradas del conde . vamente.
-¿Pero ese Lord Wilmore, dijo ella despues , asién- -Mi padre, caballero, veia un milagro en esta
dose de la última esperanza , lord Wilmore tendria accion ; creia que para favorecernos habia salido un
patria, familia, parientes ? ¿ era conocido en fin? ¿no muerto de la tumba . ¡ Oh caballero ! ¡ qué supersticion
podriamos... tan sublime ! Aunque yo no participase de ella, es-

- Maximiliano , era Edmundo Dantés !»

¡Oh ! no vayan , señora, dijo el conde, las palabras taba muy lejos de intentar destruirla en su noble co-
que he dejado escapar á haceros construir castillos razon . ¡ Cuántas veces soñando en ella , pronunció en
en el aire. Lord Wilmore no es probablemente el hom voz baja el nombre de un amigo querido y perdido ! y
bre que buscais : era amigo mio : yo poseia todos sus cuando á la hora de la muerte la cercanía de la eter-
secretos : me hubiera contado ese. nidad dió á su espíritu algo de la iluminacion de la
--Qué , ¿nada os dijo? esclamó Julia. tumba, este pensamiento que hasta entonces solo ha-
-Nada . bia sido una duda , llegó á conviccion, y las últimas pa-
-¿Ni una palabra que pudiera haceros suponer... habras que dijo fueron estas :
-Nunca. - Maximiliano , era Edmundo Dantés !»
-Sin embargo, vos le nombrásteis de repente. La palidez del conde, que por minutos se aumen-
¡Ah ! es que... en estos casos... se supone... taba , llegó con esto á ser terrible.
-Hermana mia, hermana mia , dijo Maximiliano Toda su sangre refluia al corazon . Estaba imposi-
viniendo en ayuda del conde , este caballero tieng ra- bilitado de hablar.
62 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Como si se hubiese olvidado de la hora que era , tarios por estéril . Desde hace ocho dias, en vez de pro-
sacó su reloj, hizo á madama Herbault un saludo torpe ducir medio por ciento como antes , no produce nada .
y brusco, y apretando las manos á Manuel y á Maxi- De la parte de la casa los castaños de que ya
miliano: hemos hablado coronan la cerca, aunque sin impedir
-Permitidme, señora, dijo, que venga á menudo á á otros árboles frondosos el lanzar sedientos de aire
ponerme à vuestros piés. Vuestra casa me enamora, sus ramas por los intervalos.
y quedo agradecidísimo á vuestra acojida , porque En un rincon donde el follaje es tan espeso que
esta es la primera vez que desde há muchos años me apenas la luz penetra , un gran banco de piedra y
olvido de mí mismo. algunos asientos rústicos indican un lugar de reunion
Y salió precipitadamente. ó el retiro favorito de algun habitante de la casa , casa
-Vaya que es un hombre singular este conde de que solo dista cien pasos, y que se distingue confu-
Monte-Cristo ! dijo Manuel . samente entre nubes de verdura.
-Sí, respondió Maximiliano ; pero creo que tiene La eleccion de este asilo misterioso está en fin jus-
´un corazon escelente , y estoy seguro de que nos tificada por la ausencia del sol, por la frescura que
quiere. allí se siente aun en los dias mas calorosos del verano,
-A mí su voz me ha llegado al alma, dijo Julia , y por los pájaros que lo pueblan, y el apartamiento de
dos ó tres veces me pareció que no era la primera vez la calle y de la casa , es decir, de los negocios y del
que la oia. ruido.
Al anochecer de uno de los dias mas ardientes que
CAPITULO XII. hasta entonces hubiera regalado á París la primavera,
veíase sobre aquel banco un libro, una sombrilla, un
PIRAMO Y Tisbe. costurero y un pañuelo de batista á medio bordar. No
lejos del banco , junto á la puerta, delante de las ta-
Un poco antes del estremo del barrio de San Ho- blas, y con el ojo aplicado á la abertura que pudié-
norato, detrás de un palacio notable entre los pala- ramos llamar claraboya, veíase tambien una joven es-
cios notables de aquel barrio tan rico, se estiende un cudriñando el cercado desierto que ya conocemos.
vasto jardin cuyos copudos castaños sobresalen por Casi en el mismo punto se cerraba á la chita ca-
encima de la tapia, y dejan en primavera caer sus flo- llanda la puerta del cercado , y un jóven alto, vigo-
res rojas y blancas en dos jarrones de piedra colo- roso, con una blusa de tela grosera y un casquete de
cados paralelamente en dos pilastras que sostienen una terciopelo , pero cuya barba y cabellos negros peina-
cancela de hierro del tiempo de Luis XIII. dos esmeradamente contrastaban algo con aquel traje
Esta grandiosa entrada está en desuso , á pesar popular, despues de una corta observacion para con-
de los magníficos geráneos que se ostentan en los dos vencerse de que nadie le espiaba, pasó por esta puerta
jarrones meciendo al aire sus jaspeadas hojas y sus cerrándola en seguida y encaminóse á la cancela apre-
purpúreas flores ; y está en desuso desde que los suradamente.
dueños del palacio y esta fecha es harto larga-se han A la vista del que esperaba , aunque no con este
limitado á su posesion , á la del corral plantado de traje probablemente, la joven tuvo miedo y retrocedió
árboles que cae á la calle, y al jardin que la cancela un tanto.
cierra, cancela que en otro tiempo daba á un magni- Sin embargo, ya á través de las rendijas habia visto
fico cercado anejo á la finca . el jóven flotar su bata blanca y su cinturon , con esa
Pero habiendo tirado una línea el demonio de la mirada penetrante que solo tienen los enamorados.
especulacion , es decir , una calle al estremo de él, y ba- Lanzóse pues á la empalizada, y poniendo la boca
biendo recibido nombre la calle antes de nacer, gra- en una abertura:
cias á un tarjeton de hierro bruñido , se creyó poder -Valentina, dijo , no tengais miedo, que soy yo.
salir del cercado para edificar casas y chupar un La jóven volvió á acercarse .
tanto de sangre á esa magnífica arteria que se llama ¡ Oh caballero ! le dijo, ¿por qué habeis venido
barrio de San Honorato. hoy tan tarde ? No sabeis que pronto iremos á comer?
Pero en cosas de especulacion el hombre propone De harta diplomacia y harta destreza he necesitado
y el dinero dispone. para desembarazarme de mi madrastra que me vigila,
La calle bautizada murió en pañales . de mi doncella que me espia , y de mi hermano que
El comprador del cercado , despues de pagarlo me atormenta, para venir aquí á ocuparme en este
perfectamente , no pudo encontrar quien se lo vol- bordado que temo no acabar en mucho tiempo . Cuan-.
viese á comprar por lo que él queria , y en espectativa do os hayais disculpado de vuestra tardanza me es-
de una alza que es infalible á la corta ó á la larga, plicareis qué nuevo traje es ese que os ha dado gana
y que le indemnizará ámpliamente sus pérdidas y su de adoptar, y que ha sido causa de que yo al pronto
capital parado, se contento con arrendario á unos hor- no os conociera.
telanos por quinientos francos anuales. -Querida Valentina, dijo el jóven , harto conven-
Esto es sacarle al dinero un medio por ciento , lo cida estais de mi amor para que me atreva á habla-
que no nos parece caro en los tiempos que corren, ros de él, y sin embargo, siempre que os veo nece-
cuando hay tantas gentes que le sacan un cincuenta, sito deciros que os adoro para que el eco de mis pro-
y tantas otras que dicen que el dinero no produce ab- pias palabras acaricie dulcemente mi corazon cuando
solutamente nada. no os vea. Ahora os doy gracias por vuestra reñidura,
Sin embargo, como ya queda dicho, está conde- que me encanta, porque prueba , no oso decir que me
nada la puerta del jardín que caia en otro tiempo al esperabais, sino que pensabais en mí. ¿Quereis saber
cercado . la causa de mi tardanza y de mi disfraz ? Voy á decí-
Hay mas aun: para que las miradas vulgares de los rosla, y espero que me perdonareis. He emprendido
innobles hortelanos no penetren en el recinto aris- un oficio .
tocrático, se ha cubierto hasta la altura de seis piés -¡Un oficio !... ¿Qué quereis decir, Maximiliano?
con tablas toda la verja. ¿Tan felices somos que podais tratar en burla nuestras
Bien que no estan las tablas tan juntas que no pue- cosas ?
da un ojo furtivo deslizarse entre tabla y tabla. -Oh! Dios me libre de burlarme en esto que es
Pero la casa en cuestion no teme las miradas in- mi vida ; pero cansado de hacer el galan de capa y es-
discretas. pada, sériamente aterrado de la idea que el otro dia
De la parte de la calle da entrada una puerta baja me hicisteis concebir de que pudiera vuestro padre
á este cercado que acaban de abandonar sus arrenda- un dia hacerme encausar como ladron, lo que com-
-No tengais miedo , Valentina , soy yo.
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EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 63

prometeria el honor de todo el ejército francés, y asus- de tocar al pelo de vuestra ropa? ¿ he dado nunca un
tado además de lo posible que es que llame la aten- paso para salvar esta pared , obstáculo ridículo á mi
cion el ver á un capitan de Spahis rondar este terreno juventud y mis fuerzas? Nunca una queja de vuestro
donde no hay la ciudadela mas diminuta que bloquear rigor; nunca un deseo en voz alta . He sido esclavo de
ni el menor reducto que defender, me he hecho hor- mi palabra como un caballero de los tiempos primiti-
telano y he adoptado el traje de mi profesion. vos. Confesad esto siquiera , si como yo me presumo
-¡Qué locura! no sois injusta .
-Al contrario, yo lo tengo por la cosa mas cuerda Es verdad, dijo Valentina , sacando por entre dos
que haya hecho en mi vida, porque nos da segu- tablas uno de sus dedos afilados , que sello Maximiliano
ridad. con su boca ; es verdad , sois un amigo leal ; pero en
-Esplicaos . fin, no obrais sino con el sentimiento de vuestro in-
-He buscado al propietario de este cercado; y como terés , que bien sabeis , mi querido Maximiliano, que
habia cumplido su compromiso con los antiguos ar- el dia que el esclavo se hiciera exigente tendria que
rendadores, se lo he arrendado de nuevo. Toda esta perderlo todo. Me habeis brindado con amistad frater-
alfalfa que veis aquí me pertenece, Valentina, y nada nal á mí que no tengo amigos; á mí, que estoy olvi-
me impide hacer una cabaña y vivir á veinte pasos dada de mi padre; á mí á quien persigue mi madras-
de vos. ¡ Oh! no puedo contener mi júbilo y mi fe- tra , y que no tengo otro consuelo que ese anciano,
licidad. Comprendeis, Valentina, que estas cosas mudo , petrificado, cuya mano no puede estrechar la
tengan precio? Es imposible; no es verdad? Pues mia , cuyos ojos solos pueden hablarme, y cuyo cora-
toda esta dicha, toda esta alegría por las cuales hu- zon sin duda palpita por mí con el único ardor que le
biese dado diez años de mi existencia me cuestan so- queda. ¡ Amarga burla de la suerte, que me hace ene-
lo... ¿ á que no adivinais cuánto? Quinientos francos miga y víctima de todos los que son mas fuertes que
anuales pagaderos por trimestres. Ea pues, desde hoy yo, y que por apoyo y amigo me da un cadáver ! ¡ Oh!
no haya recelos ni sobresaltos. Aquí estoy en mi casa; en verdad , Maximiliano, que soy muy desdichada , os
puedo arrimar una escala á la pared y observar desde lo repito ; y razon teneis en amarme por mí, que no
arriba; y sin que una patrulla venga á molestarme por vos.
tengo el derecho de decíros que os amo, mientras no -Valentina, repuso eljóven conemocion profunda,
hiera vuestro orgullo esta palabra salida de boca no os diré que solo á vos ame en el mundo , porque
de un pobre jornalero que gasta blusa y gorra. tambien á mi hermano y á mi hermana los amo ; pero
Lanzó Valentina una esclamacion de inesperado con un amor dulce y tranquilo que en nada se ase-
gozo , y luego de repente: meja al sentimiento que vos me inspirais. Cuando
¡Ay Maximiliano ! dijo con tristeza y como si una pienso en vos , mi sangre hierve, mi pecho se dilata,
nube envidiosa hubiera venido á empañar el claro solmi corazon se desborda ; pero esta fuerza, este ardor,
que alumbraba su corazon ; ¡ ay Maximiliano ! ahora este poder sobrehumano solamente en amaros los em-
seremos ya demasiado libres ; abusaremos de nuestra plearé hasta el momento en que me digais que los
seguridad, y nuestra seguridad nos perderá. emplee en serviros. M. Franz d'Epinay estará au-
-¡Que eso me digais, amiga mia , á mí que desde sente un año todavía, segun dicen : en un año ¡ cuán-
que os conozco os pruebo á cada instante que he su- tas cosas favorables no pueden suceder ! ¡ cuántos
bordinado mis pensamientos y mi vida á vuestra vida acontecimientos no pueden secundarnos ! Sigamos
y á vuestros pensamientos ! ¿Qué os ha hecho confiar pues esperando, ¡ que es tan bueno y tan dulce es-
en mi? Mi honor, no es verdad? Cuando me dijísteis perar ! Pero vos, que me echais en cara mi egoismo,
que un instinto vago os aseguraba de que corriais unqué habeis sido para mí ? La hermosa y fria estátua
gran peligro , puse al servicio vuestro mi adhesion , de la Venus púdica . A cambio de esta adhesion, de
sin demanda de otra recompensa que la felicidad de esta ceguedad, de esta obediencia , ¿qué me habeis pro-
serviros. Desde aquel tiempo ¿ os he dado yo ocasion , metido ? Nada¿Qué me habeis concedido ? Poca cosa.
ya por palabras , ya por acciones , de arrepentiros de Me hablais de M d'Espinay, suspirando á la idea de
haberme distinguido entre tantos como hubieran teni- ser un dia suya. Veamos, Valentina, ¿y es eso todo lo
do á dicha el morir por vos ? Digísteisme , pobre niña, que guardais en el corazon? ¡ Será posible que yo os
que estábais tratada de casar con M. d'Epinay, que consagre mi existencia, que yo os dé mi alma, que
vuestro padre habia resuelto este matrimonio, lo que yo os sacrifique hasta el latido mas insignificante de
equivale á decir que era cosa hecha, pues todo lo que mi corazon; y cuando soy todo vuestro ; cuando en voz
quiere M. de Villefort sucede infaliblemente. Pues baja me digo á mí mismo que moriria si os perdiera,
bien : yo he permanecido en inaccion , esperándolo á vos no os horroriza la idea de ser de otro ? ¡ Oh
todo, no de mi voluntad ni de la vuestra, sino de los Valentina ! ¡ Valentina ! si yo estuviera en vuestro lu-
sucesos , de la Providencia , de Dios ; y sin embargo gar; si yo me viese amado como vos veis que os aman,
vos me amais , y habeis tenido compasion de mí , Va- cien veces hubiera pasado ya la mano por esta rendija,
lentina , y me lo habeis dicho... Gracias por tan dulces y estrechando la del pobre Maximiliano le hubiese
palabras; solo os pido que me las repitais de cuando dicho : -«Vuestra, vuestra solo, Maximiliano, quiero .
en cuando para que me hagan olvidarlo todo. ser en este mundo y en el otro.»
-Y eso que de tal manera os ha fortalecido , Maxi- Valentina no respondió ; pero el jóven oyóla sus-
miliano, hacemi vida á la vez dulce y desgraciada ; tan- pirar y llorar.
to, que en algunas ocasiones me pregunto á mí mis- La reaccion fué súbita en Maximiliano .
ma qué me seria preferible, si el dolor que me causá- -¡Oh Valentina ! ¡ Valentina ! esclamó, olvidad mis
ban en otro tiempo los rigores de mi madrastra y su palabras si hay algo en ellas que pueda ofenderos.
ciega predileccion por su hijo , ó la felicidad llena de -No , que teneis razon , respondió ella; ¿pero no veis
peligros que el veros me proporciona. que soy una pobre niña abandonada en una casa poco
De peligros ! esclamó Maximiliano. Pudísteis menos que estraña, porque mi padre es para mí poco
pronunciar una palabra tan dura y tan injusta ? ¿ Ha- menos que un estraño? Su voluntad se ha ido desde
beis visto tal vez esclavo mas sumiso que yo? Me ha- hace diez años doblegando dia por dia, hora por hora,
beis permitido , Valentina , que en ciertas ocasiones minuto por minuto, á la voluntad de hierro que pesa
os dirija la palabra ; pero en cambio me habeis prohi- sobre mi . Nadie ve mis sufrimientos , porque no se los
bido seguiros , y obedezco . Desde que encontré el me- he confiado á nadie sino á vos. En apariencias , á los
dio de penetrar en esta cerca , de hablar con vos á ojos del mundo, todos son buenos para mí, todos afec-
través de esta empalizada , y de hallarme en fin tan tuosos ; en realidad todos me son hostiles . El mundo
cerca de vos sin veros, ¿he tratado nunca, decíamelo, dice :-M . de Villefort es harto grave y harto severo
64 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

para ser tierno con su hija; pero en cambio ha te- -Sí , me siento esclavizada , y me reconozco á par
nido ella la fortuna de encontrar en Madama de Vi- tan débil, que creo que estos lazos me sostienen y
llefort una segunda madre. -Pues bien , el mundo se temo romperlos. Además mi padre no es un hombre
equivoca. Mi padre me abandona indiferente , y mi cuyas órdenes puedan impunemente dejarse de cum-
madrastra me odia con tanto mas encarnizamiento, plir: fuerte contra mí, lo seria tambien contra vos y
cuanto que lo disimula siempre con una sonrisa. aun contra el mismo rey, escudado como está por
-¡Odíaros, Valentina ! ¡y cómo puede odiaros! una reputacion purísima y una posicion casi ines-
-¡Ay amigo mio! dijo Valentina; debo de con- pugnable. ¡ Oh Maximiliano ! júroos que si no lucho,

Valentina .

fesaros que este odio nace de un sentimiento casi no es por mí sola, sino porque temo arrrastraros en
natural . Adora en su hijo, mi hermano Eduardo. mi caida.
-¿Y qué...? -Pero ¿ por qué desesperar así, y ver siempre el
¡ Qué estraño me parece á lo que nosotros decia- porvenir tanto negro ? repuso Maximiliano.
mos lo que el mundo llama una cuestion de dinero! Y. -¡Ay amigo mio ! porque lo juzgo por lo pa-
sin embargo, amigo mio , creo que este es el orígen sado .
de su odio. Como ella no es rica y como yo lo soy ya
-Sin embargo, si no soy un partido ilustre bajo
por parte de madre, sin contar con la herencia que el punto de vista aristocrático, no dejo bajo otros pun-
me aguarda de Mr. y Madama de Saint-Meran, creo tos de vista de tener lazos con el mundo en que vivís.
que mi madrastra tiene envidia ¡ Oh Dios mio ! si yo Ya pasó el tiempo en que habia en Francia dos Fran-
pudiese darle la mitad de esa fortuna y ocupar en cias : las mas altas familias monárquicas se han unido
casa de Villefort el puesto de una hija en casa de su
padre, ¡ con cuánto gusto lo haria ! con las familias del imperio: la aristocracia de la
-¡Pobre Valentina ! lanza está ya confundida con la nobleza del cañon.
Yo pertenezco á esta última; tengo en el éjército un
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 65

porvenir magnífico ; poseo un caudal, aunque modesto, tenia mi buen padre que echar en cara al vuestro,
independiente, y es la memoria de mi padre en fin, pues á cada instante estaba diciendo :
objeto de veneracion en nuestra provincia , como la -¿Por qué el emperador que hace tantas cosas
de uno de los comerciantes mas honrados que hayan »buenas, no forma un regimiento de jueces y de abo-
existido nunca. -Digo nuestra provincia , Valentína, »gados , y los manda siempre á la vanguardia ?» >
porque vos casi sois hija de Marsella. -Ya veis , querida amiga , que los partidos se pla-
-No me hableis de Marsella , Maximiliano , que ese gian en lo pintoresco de la forma, y en la dulzura del
solo nombre me recuerda á mi buena madre , ángel fondo.- Pero ¿qué añadió Mr. Danglars á las palabras
que todo el mundo echa de menos, y que despues de del procurador del rey?
haber velado por su hija durante su corta permanencia -¡Oh! se echó á reir con esa risa chocarrera que
en el mundo , vela aun por ella -yo al menos así lo le es peculiar , y que á mí me parece feroz. Poco des-
espero en su eternal permanencia en el cielo. ¡ Oh! si pues se levantaron y se fueron. Solo entonces noté
viviera mi madre, yo nada temeria , Maximiliano ; le que mi abuelo estaba muy agitado. Tengo que adver-
diria que os amo , y ella os protegeria . tiros, Maximiliano , que sola yo echo de ver las agita-
-¡Ay Valentina ! repuso Maximiliano , si vuestra ciones del pobre paralítico. Desde luego comprendí
madre viviese, yo sin duda no os conocería , porque que la conversación que acababan de tener en su pre-
habeis dicho que seriais dichosa si viviese , y Valenti- sencia-¡ porque para nada tienen en cuenta å mi po-
na dichosa me hubiera mirado con mucho desden desde bre abuelo ! -le habia impresionado mucho , puesto
la cumbre de su grandeza . que hablaron mal de su emperador , y segun parece ,
-¡Ah amigo mio! esclamó Valentina, ahora sois vos ha sido fanático imperialista.
el injusto... pero decidme... -Es con efecto uno de los nombres mas célebres del
-¿Qué quereis que os diga ? repuso Maximiliano Imperio , dijo Maximiliano. Ha sido senador , y como
viendo á la jóven vacilante . ya sabreis ó no sabreis, Valentina , tomó parte en casi
-Decidme: ¿acaso en otro tiempo en Marsella hubo todas las conspiraciones bonapartistas del tiempo de
entre vuestro padre y el mio alguna ocasion de enojo? la Restauracion.
-Nó, que yo sepa , respondió Maximiliano ; aparte -Sí; aunque con mucho misterio , oigo hablar tal
sin embargo que vuestro padre era mas que furibundo vez de cosas que me parecen estrañas. Mi abuelo bo-
realista, y el mio adicto al emperador . Paréceme que napartista... mi padre realista ... En fin , ¿ qué que-
esa sea la única diferencia que entre ellos haya exis- reís ?...-volvíme hácia él, que me señaló con sus mi-
tido. ¿ Por qué me lo preguntais , Valentina? radas el periódico.
-Voy á decíroslo porque debeis saberlo todo , res- -¿Qué teneis , buen papá ? le dije. ¿ Estais con-
pondió la jóven. El dia que salió en los periódicos tento ?
vuestro nombramiento de oficial de la legion de honor, Con la cabeza me hizo señal de que sí.
estábamos reunidos todos en el cuarto de mi abuelo
-¿De lo que acaba de decir mi padre ? le pregunté.
Mr. Noirtier, y además Mr. Danglars , ya lo conoceis, Me respondió que no.
ese banquero cuyos caballos á poco matan ayer á mi -¿De lo que ha dicho M. Danglars?
madre y á mi hermano. Yo leia un periódico á mi abuelo Tambien me respondió que ro.
en voz alta , mientras el resto de la concurrencia ha- -¿Acaso de que M. Morrel - no me atreví á decir
blaba del casamiento de la señorita de Danglars. Maximiliano-ha sido nombrado oficial de la legion de
Cuando llegué al párrafo referente á vos, párrafo que honor?
ya habia yo leido , pues desde la víspera me teníais Me hizo seña de que sí.
anunciada tan fausta noticia, cuando llegué al párrafo , -¿Querreis creerlo, Maximiliano? Él, que no os co-
vuelvo a decir, me sentia muy dichosa... pero tan noce, estaba contento porque habiais sido nombrado
agitada de verme en la precision de pronunciar en voz oficial de la Legion de Honor. Acaso es una manía ,
alta vuestro nombre, que de seguro le hubiera omitido , porque dicen que ha vuelto á ser niño; pero ¡ cuánto
á no ser por el temor de que se interpretara mal mile quiero por aquel sí!
silencio. Recojí pues todas mis fuerzas, y leí. -¡Qué cosa tan rara ! esclamó Maximiliano. Vues-
-¡Querida Valentina! tro padre me odia , mientras vuestro abuelo... ¡ Qué
-Escuchad: oir vuestro nombre, y levantar mi pa- afectos y qué odios los de los partidos !
dre la cabeza , fué todo un punto. Estaba yo tan ¡ Chist ! esclamó de repente Valentina; ocultaos ,
persuadida ( ved si soy loca ) de que á todo el mundo ocultaos , que vienen.
iba á hacer vuestro nombre el efecto de un trueno , Maximiliano se abalanzó á un azadon y se puso ú
que crei ver temblar á mi padre , y hasta á Mr. Dan- cavar la alfalfa desaforadamente.
glars... (pero de este era una ilusion , estoy segura .) -¡Señorita , señorita ! gritó una voz detrás de los
-¡Morrel! dijo mi padre... Esperad. ( Y frunció las árboles. Madama de Villefort os llama ; que hay visita.
cejas. ) ¿Si pertenecerá á aquella familia de los Morrel —¡ Visita ! dijo Valentina muy agitada ; ¿y quién es?
de Marsella , á aquellos diabólicos bonapartistas que -Un gran señor, un príncipe ; el conde de Monte-
tanto nos dieron que hacer en 1815 ? Cristo.
-Sí, respondió Danglars; creo que es hijo del anti- -Allá voy, dijo en voz alta Valentina.
guo armador. Esta palabra hizo estremecerse del otro lado del
-¿De veras? esclamó Maximiliano. ¿Y qué respondió jardin á aquel á quien el allá voy de Valentina servia
vuestro padre , Valentina? siempre de despedida.
-¡Oh! una cosa atroz , que no me atrevo à decí- -¡Calle ! esclamó Maximiliano pensativo apoyán-
rosla. dose en el mango de su azadon . ¿Cómo conoce à M. de
-¡Bah! decidla , replicó Maximiliano. Villefort el conde de Monte- Cristo?
-El emperador, repuso frunciendo las cejas, sabia
colocar en su puesto á esos fanáticos, y los llamaba CAPITULO XIII.
carne para el cañon , único nombre que merecian.
Veo con placer que el nuevo gobierno pone en accion TOXICOLOGIA.
este saludable principio . Aunque no conserve las colo-
nias de Argel para otra cosa, yo felicitaria al gobierno, Con efecto , el conde de Monte-Cristo era el que
y eso que nos cuestan un poco caras. acababa de entrar en casa de M. de Villefort á pagarle
-Política harto brutal es con efecto, dijo Maximi- la visita que le habia hecho.
liano; pero no os pongais colorada , querida amiga , por Como se comprenderá claramente, toda la casa se
lo que dijo Mr. de Villefort : sobre este punto nada puso en conmocion .
66 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Madama de Villefort , que estaba sola en la sala -A propósito , ¿ qué hace tu hermana Valentina?
cuando anunciaron al conde , mandó en seguida lla- dijo Madama de Villefort á Eduardo . Que la bus-
mar á su hijo para que le reiterase sus protestas de quen ; tendré el honor de presentarla al señor conde.
gratitud; y el niño , que en dos dias no habia oido otra -¿Teneis una hija , señora ? le preguntó Monte-
cosa que hablar de aquel gran personaje, se apresuró Cristo. Debe de ser muy niña.
á acudir, no por obediencia á su madre ni por dar las -Es hija de M. de Villefort, de su primer ma-
gracias al conde , sino por curiosidad y por hacer al- trimonio, replicó la dama. Es ya jóven y hermosa.
guna de aquellas observaciones que hacian esclamar -Pero melancólica, le interrumpió Eduardo arran-
a Madama de Villefort: cando para hacer un plumero á su gorra las plumas

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Maximiliano se abalanzó á un azadon y se puso á cavar la alfalfa desaforadamente.

-Oh qué niño tan malo ! pero debo de perdonarle, de la cola de un magnífico papagayo , que chillaba de
¡ porque tiene tanto talento ! dolor en su cimbel dorado.
Despues de los cumplidos de costumbre preguntó Madama de Villefort se contentó con decir:
el conde por M. de Villefort. -¡ Cállate, Eduardo !
-Hoy come en casa del señor canciller, respondió Luego añadió:
su esposa. Ahora mismo acaba de salir, y por cierto -Casi tiene razon ese calaverilla , y no hace sino.
que s.sentirá mucho haberse privado del placer de repetir lo que yo muchas veces digo con pena; porque
vero
la señorita de Villefort , á pesar de cuanto hacemos
Dos visitas que habian llegado á la sala un mo- para distraerla , tiene un carácter muy triste y un hu
mento antes que el conde, y le devoraban con sus ojos, mor muy taciturno , que tal vez perjudica á su hermo-
se retiraron cuando pasó el tiempo que á la vez exige sura . Pero Eduardo , id á ver por qué no viene.
la política y la curiosidad. -Porque la buscan donde no está.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 67

-¿Dónde la buscan? mera vista el aspecto de una de esas hermosas ingle-


-En el cuarto del abuelo Noirtier. sas que pueden compararse poéticamente á cisnes que
-¿Y creeis que no está allí? se miran en el espejo de un estanque .
-No, no, no, no está allí, respondió Eduardo can- Entró pues como decíamos, y viendo con su ma-
tureando. dre al estranjero de quien tanto habia oido hablar ya,
-¿Pues dónde esta? Decidlo si lo sabeis. saludóle sin ninguna de esas coqueterías de las jóve-
-Debajo del castaño grande, prosiguió el mal- nes , sin bajar los ojos , y con una gracia en fin que
dito chiquillo, presentando al papagayo, a pesar de los redobló la atencion de Monte-Cristo, que se habia
gritos de su madre, un puñado de moscas vivas. puesto de pié.

-La señorita de Villefort, mi hija política , dijo Madama de Villefort al conde.

Alargaba ya la mano Madama de Villefort para ti- -La señorita de Villefort , mi hija política , dijo
rar del cordon de la campanilla, y decir á la doncella Madama de Villefort al conde , inclinándose un tanto
dónde encontraría á Valentina, cuando esta entró. en el sofá para designarle á Valentina con la mano.
Parecia con efecto triste , y observándola atenta- -Y el señor conde de Monte-Cristo, rey de la Chi-
mente se hubiesen podido notar en sus ojos huellas de na , emperador de la Cochinchina , dijo el diabólico
lágrimas . muchacho, mirando á su hermana picarescamente.
Valentina, que hemos presentado á nuestros lec- Esta vez palideció Madama de Villefort, y tuvo que
tores sin dársela á conocer , arrastrados por la viveza enfadarse con aquel Atila casero , que se llamaba
de la narracion , era una jóven de diez y ocho años, Eduardo por mal nombre; pero el conde, por el con--
alta y esbelta , de cabellos castaños claros , de ojos trario, miró al niño sonriéndose y como complacido,
azules oscuros , de aire en fin lánguido y lleno de lo que puso el colmo á la alegría y entusiasmo de su
aquella esquisita elegancia que caracterizaba á su ma- madre.
dre. Sus manos blancas y afiladas , su cuello nacarado, -Señora, repuso el conde anudando la conversa-
y sus ojos jaspeados, por decirlo así, le daban á pri- cion y mirando á intervalos á Madama de Villefort y á
68 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Valentina, paréceme que he tenido el honor de veros señora, ayudadme... ¿ó no os recuerdan nada las cosas
antes á vos y á esta señorita. Estaba pensando en esto que os digo?
cuando entró esa señorita , y verla ha sido para mí un -No , en verdad, respondió Madama de Villefort , y
rayo de luz en un recuerdo confuso ; perdonadme esta sin embargo, caballero , me parece que si os hubiera
palabra. visto en alguna parte no se me hubiera borrado de la
-No es probable, caballero, porque Valentina gusta memoria.
poco de la sociedad, y nosotros salímos rara vez , dijo -Quizás el señor conde nos haya visto en Italia,
la dama. dijo tímidamente Valentina.

-¡Eduardo! ¡ niño maldito ! esclamó Madama de Villefort quitándole el libro ya mutilado.

-Es que no quiero yo decir que haya visto en las Con efecto... en Italia... es muy posible , dijo
sociedades á esta señorita , y á vos y á esa monísima Monte-Cristo. ¿Habeis viajado por Italia , señorita?
criatura. La sociedad parisiense me es por otra parte de -Hace dos años que fuimos los tres allá. Los mé-
todo punto desconocida , pues creo haber tenido ya el dicos temian que yo enfermára del pecho , y me
honor de deciros que hace muy pocos dias que estoy recetaron los aires de Nápoles. Pasamos por Bolonia,
en París... No... permitidme que recuerde... esperad ... por Perusa y por Roma.
El conde se puso la mano en la frente como para -¡Ah! es verdad, esclamó Monte - Cristo , como si
coordinar sus recuerdos. esta simple indicacion hubiese bastado á fijar sus re-
-No... es fuera de aquí... es... no sé donde... pero cuerdos . En Perusa fué donde nos reunió la casualidad
me parece este recuerdo inseparable del de un sol el dia del Corpus en el jardin de la hostería de la Posta.
puro y una especie de fiesta religiosa ... Esta señorita Yo recuerdo, señora, haber tenido el honor de veros á
tenia en la mano un ramo de flores... el niño corria los tres.
por un jardin tras un hermoso pavo real, y vos , seño- Recuerdo , caballero, perfectamente Perusa y la
ra , estabais sentada bajo un emparrado. Ayudadme, hostería de la Posta y la funcion de que me hablais ,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
69

dijo Madama de Villefort; pero por mas que consulto bre amarilla , de suerte que me tenian por un gran
mi memoria, y aun me avergüenzo de ella, no recuer- médico . Hablamos, señora, largo tiempo de cosas in-
do haberos visto . diferentes , del Perusino, de Rafael , de las costumbres,.
-¡Ni yo tampoco! Es cosa estraña , dijo Valentina de los trajes del país , y de la famosa aqua-tofana, cuyo
alzando sus hermosos ojos á Monte-Cristo. secreto conservaban en Perusa algunas personas , segun
¡ Ah! yo me acuerdo, dijo Eduardo . os habian dicho.
Voy á ayudar á vuestra memoria, repuso el conde. -¡Ah! es verdad , ya me acuerdo , dijo vivamente
Habia hecho un dia calorosísimo . Vos estábais espe- Madama de Villefort.

-Veremos si cierra la puerta , murmuró para sí,

rando caballos de posta , que no llegaban á causa de la


-El pormenor de lo que me dijísteis no lo sé,
funcion . Esta señorita se internó en los bosques del jar- señora, repuso el conde con perfecta sangre fria; solo
din, yvuestro hijo tambien corriendo detrás del pájaro . recuerdo perfectamente que teniéndome por médico
Y lo atrapé, mamá , y le arranqué tres plumas de
la cola , dijo Eduardo: ¿no lo recuerdas , mamá? como todo el mundo, me consultásteis sobre la salud
de esta señorita.
Vos, señora, os quedásteis. ¿No recordais que es- ¿Pero seriais médico efectivamente cuando ha-
tando sentada en un banco de piedra , y esta señorita bias curado algunos enfermos ? dijo Madama de Vi-
y vuestro hijo ausentes , como dije, hablásteis largo llefort.
tiempo con un desconocido ?
-Moliere ó Beaumarchais en mi lugar os respon-
Sí , es verdad, murmuró la jóven poniéndose colo- derian , señora , que justamente porque no lo era curé
rada... recuerdo que hablé con un hombre embozado algunos enfermos, ó por mejor decir, curaron mis en-
en un capoton de fana ... con un médico , segun creo .
fermos. Yo me contentaré con deciros que he estu-
Justamente, señora ; aquel hombre era yo. Hacia diado algo á fondo la química y las ciencias natura-
quince dias que habitaba en la hostería , donde habia les... pero solo como aficionado por supuesto.
curado á mi ayuda de cámara y al hostelero de la fie-
En este momento dieron las seis.
70 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Ya son las seis , dijo Madama de Villefort viva- -¡Ah! es verdad : recuerdo que ya me habeis con-
mente agitada. ¿ No vais, Valentina , á ver si come tado algo de eso en Perusa.
vuestro abuelo ? -¿De veras? dijo el conde con sorpresa admirable-
Levantóse Valentina, y saludando al conde salió de mente fingida . Yo no lo recordaba.
la estancia sin pronunciar una sola frase. -Entonces os pregunté si los venenos obran igual-
-¡Oh Dios mio ! ¿ si despedireis á esa señorita por mente y con igual energía en los hombres del Norte que
mi causa ? dijo Monte-Cristo despues de la marcha de en los del Mediodía ; y vos me respondísteis que los
Valentina. temperamentos frios y linfáticos de los septentrionales
-No tal, repuso la dama vivamente, sino porque á no tienen la misma predisposicion que la naturaleza
esta hora acostumbramos dar á M. Noirtier la triste enérgica y poderosa de las gentes del Mediodía.
comida que sostiene su triste existencia . ¿ Sabeis ya , Y es verdad , dijo Monte-Cristo . He visto á los
caballero, la deplorable situacion del padre de mi rusos devorar sin resultado alguno sustancias veje-
marido? tales que infaliblemente hubieran matado á un napo-
-Sí señora, ya me lo ha dicho M. de Villefort. litano ó á un árabe.
¿ Está paralítico , no es verdad ? -¿Con que creeis , segun eso , que entre nosotros
-¡Ay ! sí . Falta completamente el movimiento al seria el resultado mas seguro aun que en Oriente , y
pobre anciano ; solo el alma vela en aquella organi- que entre nuestras nieblas y nuestras lluvias se acos-
zacion, pero temblorosa y lívida como una luz próxi- tumbraria mejor un hombre que en una latitud mas
ma á estinguirse. Disimuladme , caballero, si os dis- ardiente á esa absorcion progresiva del veneno?
traigo con nuestras desgracias caseras. Os interrumpi -Así es la verdad ; pero en el bien entendido que
cuando deciais que erais hábil químico. esa precaucion solo sirve contra el veneno á que uno
-No decia yo tanto , señora, respondió el conde se acostumbra.
sonriéndose, sino todo lo contrario . He estudiado la -Si , ya comprendo. ¿ Y qué haríais por ejemplo
química, porque resuelto á vivir en Oriente, quise para acostumbraros? ó por mejor decir, ¿cómo os ha-
seguir el ejemplo del rey Mitridates. beis acostumbrado?
-Mithridates, rex Ponticus, dijo el aturdido chico , -Muy fácilmente . Suponed que sabeis de antema-
recortando los grabados de un magnífico album , el no el veneno que os van á dar... suponed que ese ve-
mismo que todas las mañanas se desayunaba con crema neno sea... por ejemplo... la brucina...
de veneno. -¿La brucina se saca de la angostura falsa (bru-
-Eduardo ! ¡ niño maldito ! esclamó Madama de cena ferruginea) , no es verdad? dijo madama de Vi-
Villefort quitándole el libro ya mutilado ; sois inso- llefort.
portable : nos aturdís. Idos con vuestra hermana al -Justamente, señora , respondió Monte-Cristo; pe-
cuarto de papá Noirtier. ro ya veo que tengo poco que enseñaros. Conoci-
-Pues dame el album. mientos tales son muy raros en las mugeres.
-¿Cómo el album ? -¡Oh! lo confieso, repuso madama de Villefort, he
-Sí , lo quiero. tenido una aficion decididísima á las ciencias ocultas,
¿ Por qué le habeis cortado las láminas ? que hablan á la imaginacion como la poesía , y se
-Por distraerme. reasumen en cantidades como una ecuacion algebrái-
-Idos , idos . ca ; pero suplícoos que prosigais : lo que decís me in-
- No me iré si no me se da el album , dijo arrella- teresa con estremo .
nándose en un sillon , fiel á su costumbre de no ceder -Pues bien , repuso Monte-Cristo , suponed que
nunca. ese veneno sea, por ejemplo, brucina, y que tomais el
-Toma y déjanos en paz, dijo Madama de Villefort. primer dia un miligramo , y elsegundo dos milígramos;
Y dió el album á Eduardo, acompañándole hasta la á los diez dias tomareis ya un centígramo ; y al cabo
puerta. de veinte, aumentando otro miligramo, hibreis tomado
El conde la seguia con la vista. tres centigramos ; es decir , unt dosis que resistireis
-Veremos si cierra la puerta, murmuró para sí. fácilmente, y que sería muy peligrosa para otro cual-
Madama de Villefort cerró con mucho esmero la quiera que no hubiera tomado las precauciones que
puerta detrás del niño . vos. Al cabo de un mes, en fin , bebiendo agua por la
El conde hizo como si no lo viese. vasija en que vos bebais, morirá una persona , y sin
Despues la jóven, mirando en torno suyo, volvió á otros síntomas en vos que un malestar insignificante.
sentarse en su butaca. -¿No conoceis otro contraveneno?
-Permitidme que os advierta, señora , que sois muy -No lo conozco.
severa con ese calaverilla de mis ojos , dijo el conde -Muchas veces he leido y releido esa historia de
con aquella dulzura que ya conocemos en él. Mitridates , y la habia tomado por fabulosa , dijo ma-
-Es preciso tratarlo así, caballero, replicó Madama dama de Villefort pensativa.
de Villefort con verdadero aplomo de madre . -No , señora ; es verdad , porque la historia se des-
-Sin duda estará estudiando á Cornelio Nepote, y luzca ; pero lo que me decís y lo que me preguntais
le habeis interrumpido en una cita muy curiosa sobre no es sin duda otra cosa que un capricho , puesto que
el rey Mitridates, cita que prueba que su maestro no ha hace dos años me preguntásteis lo mismo sobre poco
perdido el tiempo con él, y que para su edad está muy mas ó menos , y me dijísteis que hacia mucho que os
adelantado . daba en qué pensar esa historia de Mitridates .
-El hecho es, señor conde , prosiguió la madre dul- -Es verdad , caballero. En mi juventud mis dos
cemente halagada , que tiene para el estudio una admi- estudios favoritos fueron la botánica y la mineralogia;
rable disposicion . Aprende cuanto quiere ; solo tiene y cuando supe despues que el uso de los simples
un defecto, que es ser muy hecho de su gusto. Pero esplicaba toda la historia de los pueblos y toda la vida
á propósito de lo que él decia , ¿ creeis , señor conde, de los hombres de Oriente , como esplican las flores
que Mitridates tomase esas precauciones y que fuesen todos sus pensamientos amorosos , senti no ser varon,
eficaces? para hacerme un Flamel , un Fontana 6 un Cabanis.
-Y tanto que lo creo ; como que yo , señora , las he -Y tanto mas, señora , repuso Monte- Cristo, cuan-
tomado tambien en Nápoles , en Palermo y en Smirna, to que los orientales no hacen solo del veneno una
es decir, en tres ocasiones , donde sin esa precaucion coraza, sino que tambien un puñal. En sus manos la
hubiera perdido el pellejo. ciencia llega á ser, no solo un arma defensiva , sino tal
-¿Y os han salido bien? vez ofensiva. La una la emplean contra sus padeci-
-Perfectamente ..
mientos físicos, la otra contra sus enemigos. Con el
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
71

opio, con la belladona, conla angostura, con el palo de ciertas la Bagdad y el Bassora de M. Galland? Los
culebra y el laurel cereza, duermen á aquellos que sultanes y los visires que rigen esas sociedades que
y
querrian despertarlos, No hay una muger egipcia, constituyen lo que se llama gobierno en Francia
, ¿son
turca ó griega que no sepa en punto á química lo bas- efectivamente hombres por el estilo de los Haroun-
tante á dar quince y falta á un médico , y en punto al- Raschil y de los Giaffar, que no solo perdonan áun
á psicologia, lo bastante para aturdir á un confesor. envenenador, sino que le nombran su primer minis-
-¿De veras? dijo madama de Villefort , cuyos ojos tro si el crímen es ingenioso , haciéndolo escribir en
durante esta plática brillaban con fuego estraño . letras de oro para divertirse en sus ratos de fastidio ?

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-¿De veras ? dijo el conde con sorpresa admirablementel fingida.

-Si por Dios, señora , prosiguió Monte-Cristo . Los


dramas secretos de Oriente se enlazan y se desenla- -No , señora , lo fantástico no existe ni aun en
Oriente . Allí tambien hay, aunque con otros nombres
zan de mil maneras, desde la planta que hace amar,
hasta la planta que hace morir ; desde el néctar que y otros trajes , comisarios de policía , jueces de ins-
truccion , procuradores del rey y peritos . Allí á los
abre el cielo hasta el que abre el infierno. Tantas criminales los cuelgan , los empalan y los decapitan
maneras hay, como caprichos y rarezas hay en la na-
turaleza humana física y moral . Mas diré aun : el arte con la mayor frescura; pero los criminales, como inte-
do aquellos químicos sabe hermanar admirablemente | ligentes que son , saben con hábiles combinaciones
desorientar á la justicia humana , sobre asegurar el
el remed
deseo iovenga
s de nza.con su necesidad de amor 6 sus
y el mal
éxito de sus empresas . Entre nosotros cualquier im-
bécil , poseido del demonio , del odio ó de la avaricia,
Pero, caballero, repuso la jóven , esos pueblos
orientales donde habeis pasado una parte de vuestra uno que quiere deshacerse de un enemigo ó de un pa-
existencia, ¿ son tan fanáticos como sus cuentos ? ¿Allí riente rico , se va á casa de un boticario , y diciéndole
se puede suprimir á un hombre impunemente? ¿Son un nombre falso , que antes lo descubre que su ver-
dadero nombre, sopretesto de que no le dejan los ra-
72 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

tones dormir , compra cinco o seis grammas de arsé- | ñora , con que la mitad del camino tiene andado.
nico; y si es mas diestro va á cinco o seis boticas , con --De manera, repuso madama de Villefort volvien-
que mas fácilmente le reconocen. Cuando posee ya su do tenazmente á su tema, de manera que los venenos
específico, le administra á su enemigo ó á su pariente de los Borgias, de los Médicis, de los Renes, de los
una dósis de arsénico que haria reventar á un ele- Rugieros, y mas adelante del baron de Trenk proba-
fante ó á un mastodonte , y que hace á la víctima dar blemente, venenos de que tanto han abusado los dra-
desaforados gritos , que ponen en alarma todo el barrio. mas y las novelas ....
A esto acude una nube de polizontes y gendarmes; -Eran pura y simplemente objetos de arte, seño-
mandan llamar á un médico , que hace la autopsia, y ra, respondió el conde. ¿ Creeis que el verdadero sa-
halla en su estómago arsénico que se puede cojer á bio ataca descaradamente al individuo mismo? No: la
embozadas. A la mañana siguiente cien periódicos re- ciencia gusta de los rodeos, de las invenciones in-
fieren el hecho con el nombre de la víctima y el del geniosas, de la imaginacion, si así se puede decir. Por
asesino. La noche anterior ya ha parecido el boticario ejemplo, el escelente abate Adelmonte de que há poco
ó los boticarios á decir : -Yo he vendido arsénico á os hablaba, habia hecho esperiencias maravillosas ba-
ese caballero; -y antes que no reconocer al agresor jo este punto de vista.
reconocerán á veinte agresores. Entonces el nečio de- ¿De veras?
lincuente es cojido , encerrado , interrogado, careado, -Ší: una sola os citaré. Tenia un jardin hermosísi-
condenado y guillotinado , ó si es mujer y de categoría , mo lleno de legumbres, de flores y de árboles frutales .
va á una reclusion perpétua . Así entendeis la química Entre las legumbres elegia la mas humilde de todas,
vosotros los septentrionales , señora . Sin embargo, una col por ejemplo, y por espacio de tres dias la re-
Desrue era mas hábil , debo de confesarlo. gaba con una disolucion de arsénico . Al tercer dia la
-¿Qué quereis , caballero ? respondió sonriéndose col enfermaba poniéndose amarilla : era la ocasion de
la dama; hacemos lo que podemos . No todos poseen el cortarla. Para todo el mundo estaba madura, solo para
secreto de los Médicis ó de los Borgias. el abate Adelmonte estaba envenenada. Entonces la
-¿Quereis sin embargo que os diga la causa de llevaba á su cuarto, cojia un conejo-pues el abate
estas torpezas? repuso el conde encojiéndose de hom- Adelmonte tenia una coleccion de conejos, de gatos y
bros ; pues es que en vuestros teatros, segun lo que de marranos de Indias tan buena como su coleccion
hasta ahora he podido juzgar por la lectura de las de flores y de legumbres, cogia un conejo , repito , y
comedias que se representan , se ve frecuentísima- le daba á comer una hoja de la col, con que se moria .
mente á las personas oler un pomito ó morder la pie- ¿Qué juez se atreveria á encontrar en esto nada malo?
dra de una sortija y caer muertos en el acto ; cinco ni qué procurador del rey ha pensado nunca en en-
minutos después baja el telon y se dispersan los es- causar á los fondistas de París por los conejos, los ga-
pectadores ; quedan ignoradas por consiguiente las tos y los marranos de Indias que matan? Ninguno.
consecuencias del asesinato . No se ve nunca al comi--Tenemos pues al conejo muerto , sin que la justicia
sario de policía con su escarapela, ni al cabo con sus se alarme. El abate Adelmonte hace que su cocinera
cuatro soldados, y esto autoriza á muchos imbéciles á le saque las tripas , y arroja á un basurero los intesti-
creer que así va todo. Salid un paso de Francia, id nos ; al basurero acude una gallina que picotea los in-
á Alepo ó al Cairo , ó siquiera á Nápoles y Roma , y ve- testinos ; enferma y muere á la siguiente mañana.
reis pasar por la calle personas rollizas y sanas , que Cuando está agonizando convulsiva, pasa un milano
el Diablo cojuelo si os tomase por el estudiante de (en el país de Adelmonte hay muchos milanos), se ar-
marras , podria deciros: -«Ese hombre está envene- roja al cadáver , se lo lleva , y sobre una roca se lo co-
nado desde hace tres semanas y dentro de un mes se me. Tres dias despues, el pobre milano que desde
acabará de morir del todo .»> aquel banquete no goza salud perfecta , en lo mas rau-
-¿Luego han encontrado el secreto de esa famosa do de su vuelo se siente mareado, cae, y ¿donde viene
agua-tofana que en Perusa me aseguraron se habia á caer? al estanque de vuestra casa. Las anguilas, los
perdido? dijo madama de Villefort. sollos y las murenas, que son golosas como sabreis,
-¡Oh señoral¡valgame Dios ! ¿creeis que entre los se lo comen.... Pues bien: supongamos que al dia si-
hombres se pueda perder algo? Las artes cambian de guiente os sirvan á la mesa la anguila ó el sollo en-
asiento para dar la vuelta al mundo; las cosas cam- venenados á la cuarta generacion, vuestro convidado
bían de nombre, y nada mas: el vulgo no lo compren- se envenenará á la quinta , muriendo á los ocho ó diez
de y hace mil reflexiones absurdas; pero el efecto siem- dias de dolores de entrañas , de mal de corazon ó de
pre es el mismo, y los venenos obran sobre tal ó cual ataques al píloro. Hecha la autopsia, dirán los mé-
órgano: sobre el estómago uno, sobre el cerebro otro, dicos :
sobre los intestinos otro. Pues bien, el veneno ocasio- -«Este caballero ha muerto del tifus ó de un tu-
na una tos, esta tos una fluxion de pecho , ó cualquie- mor en el hígado . >»
ra otra enfermedad de las que la ciencia reconoce , lo -Pero esas circunstancias que tan perfectamente
que no le impide ser de todo en todo mortal , y aun- encadenais, dijo madama de Villefort, pueden fallar
que no lo fuese, lo llegaria á ser con los remedios que por la cosa mas mínima. El milano puede no pasar
le administran los cándidos médicos, químicos detes- en buena ocasion por el basurero , ó puede no caer en
tables en general, y que unas veces coadyuvarán á su el estanque.
desarrollo y otras lo alejarán casualmente, y aqui te- -¡Ese es el arte justamente! para ser en Oriente
neis á un hombre muerto con todas las reglas del un gran químico es necesario saber mandar á la ca-
arte: nada tiene la justicia que ver con él, como decia sualidad ; pero se la manda.
uno de mis amigos , químico famoso , el escelente aba- Madama de Villefort le escuchaba meditabunda.
te Adelmonte, de Taormina en Sicilia, el cual habia Luego añadió :
estudiado muy á fondo estos fenómenos de su país. -Pero el arsénico es indeleble : siempre aparece en
-Eso es horrible, pero admirable , dijo la dama in- el cuerpo humano, absórvalo como lo absorva, si es en
móvil en su arrobamiento. Confieso que tenia todas cantidad bastante á causar la muerte.
esas historias por invenciones de la edad media. -Eso justamente, replicó Monte-Cristo, fué lo que
-Sin duda que lo son, pero perfeccionadas en dije yo al bueno de Adelmonte.
nuestros tiempos. ¿ Para qué habian de servir los si- Reflexionó, se sonrió, y por toda respuesta dijome
glos, los adelantos, las protecciones, los premios, las un proverbio siciliano, que es tambien proverbio fran-
cruces y las medallas, sino para perfeccionar la so- cés , si no me equivoco:
ciedad? El hombre no ha de ser perfecto hasta que «Hijo mio, no se hizo el mundo en un dia, sino en
sepa crear y destruir como Dios : ya sabe destruir, se- siete. Volved él domingo.»
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 73

Al domingo siguiente volví. En vez de regar su col -Además el crímen es siempre crímen , por muy
con arsénico, la habia regado con una disolucion de bien preparado que esté, repuso la dama saliendo aun-
sal de estrignina (strychnos colubrina) , como dicen que con mucho trabajo de sus meditaciones. Aunque
los sabios. Esta vez la col no tenia apariencia ninguna escape á la investigacion humana, el ojo de Dios lo
de enfermedad ; con que el conejo sin la menor des- ve. En casos de conciencia los orientales son menos
confianza la comió , muriendo á los cinco minutos : escrupulosos que nosotros, y han suprimido el infierno
comió la gallina el conejo, y tambien murió á la ma- obrando como prudentes.
ñana siguiente. Entonces nosotros desempeñamos el
-Ese escrúpulo , señora , tan digno de una alma
papel de milanos, y abrimos la gallina. Esta vez habian honrada como la vuestra, lo destruye muy fácilmente

COSTE

www

Madama de Villefort quedóse pensativa.

desaparecido todos los síntomas particulares , y solo el raciocinio. Siempre estarán compendiadas las ma-
quedaban los generales . Ninguna lesion particular en las tendencias del humano pensamiento en esta para-
los órganos: exasperacion del sistema nervioso y sín- doja de Juan Jacobo Rousseau:-Con levantar el dedo
tomas de congestion cerebral era cuanto se advertia. se mata á un mandarin que está distante cinco mil
No habia muerto envenenada, sino de apoplegía. Harto leguas. El hombre pasa su vida haciendo cosas por
sé que en las gallinas este caso es muy raro; pero en este estilo , y en imaginarlas gasta su inteligencia.
los hombres muy comun. -Pocas personas hallareis que vayan brutalmente á
Cada vez iba poniéndose mas pensativa Madama de clavar un puñal en el corazon de su prójimo , ó que
Villefort. le administren para que desaparezca de la superficie
Qué fortuna es , dijo , que solo puedan ser pre- del globo la cantidad de arsénico de que hablamos.
paradas por químicos esas sustancias ! porque si no, Eso es verdaderamente una escentricidad ó una ton-
la mitad del género humano envenenaria á la otra tería. Para llegar á ese punto es preciso que la san-
mitad. gre suba á cuarenta grados , el pulso á noventa pul-
-Por químicos ó por personas aficionadas á la quí- saciones , y el alma se salga de sus ordinarios limi-
mica , respondió Monte-Cristo negligentemente. tes ; pero si pasando del nombre al sinónimo como
SEGUNDA SERIE. -ENTREGA 122.- TOмO 11. 6
74 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

hacemos en filología , llevais simplemente á cabo una -Ya lo creo , respondió Madama de Villefort en el
eliminacion ; si en vez de cometer un asesinato in- mismo tono. De mí sé decir que soy tan nerviosa y
noble , separais pura y simplemente de vuestro ca- susceptible de perder el conocimiento, que necesitaria
mino al que os estorba , y esto sin choque , sin vio- de un doctor Adelmonte que me inventara un medio
lencia , sin el cortejo de dolores que , como llegan á de respirar libremente , y de quitarme el temor que
convertirse en suplicio , hacen de la víctima un már- tengo de morir sofocada el dia menos pensado. Entre
tir y del que la inmola un carnicero en toda la esten- tanto, como un doctor por el estilo es muy difícil en-
sion de la palabra ; si no hay sangre , ni quejidos , ni contrarlo en Francia, y vuestro abate no estará proba-
contorsiones, ni , sobre todo , esa instantaneidad del blemente dispuesto á hacer por mí un viaje á París, me
crímen que compromete , entonces se escapa al golpe sirvo de los antiespasmódicos de M. Planche, y la menta
de la justicia humana que solamente dice : -no tur- y las gotas de Hoffmann estan en mi casa á la órden del
bes la sociedad. -Así proceden , así consiguen su ob- dia . Mirad estas pastillas que me hacen ex-profeso: con-
jeto los orientales , hombres graves y flemáticos , que tienen una dosis doble.
no hacen cuestiones de tiempo las cuestiones de cier- Abrió Monte-Cristo la cajita de concha que le pre-
ta importancia. sentaba la dama , y aspiró el olor de las pastillas con
-Queda la conciencia , dijo Madama de Villefort aire de inteligente.
con voz temblorosa , y un suspiro ahogado. -Son esquisitas , dijo; pero requieren de suyo la
-Si; por fortuna, respondió Monte-Cristo , queda la deglucion , cosa en algunas ocasiones imposible á las
conciencia ; que si no, ¿ adónde iriamos á parar? Tras personas desmayadas. Prefiero mi específico.
toda accion un tanto enérgica, la conciencia es quien -Yo tambien le preferiria seguramente, sobre todo
nos salva , proporcionándonos mil disculpas escèlen- desde que he podido ver sus resultados; pero sin duda
tes ; tanto mas escelentes , cuanto que las hemos de es un secreto, y no soy bastante indiscreta para exi-
apreciar nosotros mismos ; pero aunque sean tales gíroslo.
que nos hagan dormir tranquilos , un tribunal no lo -Pero yo, señora, soy bastante galante para ofre-
creeria así al caer en sus manos nuestra vida . -A céroslo, dijo Monte-Cristo poniéndose de pié.
Ricardo III , por ejemplo , debió de servirle maravillosa- -¡Oh caballero !
mente su conciencia después de la supresion de los -Tened una sola cosa presente, y es que en pe-
dos hijos de Eduardo IV. El podia , con efecto , de- queña dosis sirve de remedio, y en dosis grande es un
cir :-Esos dos hijos de un rey cruel y vengativo, veneno . Una gota devuelve la vida , como ya lo vís-
que solo los vicios habian heredado de su padre, teis; pero cinco ó seis matarian infaliblemente, y de
cosa que nadie mas que yo supo descubrir en sus in- una manera tanto mas terrible, cuanto que ni siquiera
clinaciones infantiles , esos dos niños me impedian alterarian el gusto del vino en que se disolvieran. Pero
hacer la felicidad del pueblo inglés , que ellos hubie- ¿ qué es lo que hago , señora? Cualquiera diria que os
ran hecho desgraciado , sin duda alguna . - Tambien á doy consejos .
lady Macbeth le sirvió maravillosamente su con- Acababan de dar las seis y media , y anunciaron á
ciencia , diga lo que diga Shakspeare , cuando inten- una amiga de Madama de Villefort, que venia á comer
tó dar un trono, no á su marido , sino á su hijo . ¡ Ah ! con ella.
el amor maternal es una virtud tan grande , un móvil -Si tuviese el honor de veros por tercera ó cuarta
tan poderoso , que es preciso perdonar las locuras que vez, señor conde , y no por la segunda , le dijo; si tu-
inspira ; con que sin la conciencia hubiera sido muy viese el honor de ser amiga vuestra, y no la dichade
desgraciada lady Macbeth después de la muerte de ser simplemente vuestra agradecida , insistiria en que
Duncan. os quedáseis á comer sin desanimarme á la primera
Madama de Villefort absorbia , por decirlo así, con negativa.
avidez estas horribles frases , estas paradojas tremen- -Mil gracias, señora, respondió Monte-Cristo; pero
das , que el conde pronunciaba con aquella irónica tengo un compromiso al que no puedo faltar. He ofre-
sencillez que le era peculiar. cido á una princesa griega , amiga mia , que no ha
Luego dijo después de un instante de silencio: visto aun la Grande Opera , llevarla esta noche , y
-¿Sabeis , señor conde , que sois un argumentador cuenta conmigo.
terrible , y que veis el mundo á una luz un tanto -Corriente, caballero ; no olvideis mi receta.
lívida ? Ese juicio os ha merecido la humanidad mi- -¿Cómo pues , señora? Para eso necesitaria olvidar
rada á través de los alambiques y las retortas? Porque la hora de conversacion que acabo de pasar con vos,
ya veo que teníais razon y que sois un hábil químico, y eso es imposible de toda imposibilidad.
pues aquel elixir que hicísteis tomar á mi hijo , y que Monte-Cristo saludó y salió.
tan pronto le volvió la vida... Madana de Villefort quedóse pensativa.
¡Oh! no os fieis , señora , repuso Monte-Cristo ; una ¡ Qué hombre tan estraño! dijo. Paréceme que su
gota de aquel elixir pudo volverle á la vida ; pero tres nombre de pila debe de ser Adelmonte..
gotas hubieran agolpado la sangre á sus pulmones Para Monte-Cristo tambien el éxito habia sobrepu-
hasta el punto de ocasionarle palpitaciones de cora- jado á sus esperanzas.
zon , y un síncope algo mas grave que aquel que pa- Vamos , decia por el camino , esta es buena tierra.
decía ; y diez gotas , en fin, la muerte. Ya vísteis, se- Estoy convencido de que no se pierde aquí lo que se
ñora , cómo le quité al momento aquellos pomos que siembra .
habia tenido la ímprudencia de cojer. Y al dia siguiente , fiel á su promesa, envió la re-
-¿Luego es un veneno terrible ? ceta consabida á Madama de Villefort.
-No , Dios mio , no . Sentemos por principio que
la palabra veneno no existe , puesto que la medicina CAPITULO XIV.
usa los venenos mas violentos haciéndolos hasta re-
medios saludables , segun la manera de administrarlos . ROBERTO EL DIABLO.
-¿Qué era pues aquel licor?
-Una sábia composicion de mi amigo el abate La disculpa de la ópera era tanto mas oportuna,
Adelmonte , quien me enseñó á usarla. cuanto que aquella noche habia gran función en la
¡ Oh ! dijo Madama de Villefort, debe de ser un es- Academia Real de Música.
celente antiespasmódico. Tras una enfermedad penosa volvia Levasseur á
¡Y tan escelente! señora, ya lo vísteis, respondió el cantar el papel de Bertram, y como siempre, la partí-
conde. Lo uso con mucha frecuencia, aunque siempre tura del maestro á la moda reunia á la sociedad mas
con tino, por supuesto, añadió sonriéndose. elegante de París.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 75

Como la mayor parte de los jóvenes de buenas ca- De resultas de esto escribió á Luciano la baronesa
sas, tenia Morcef su asiento de orquesta , y á su dis- para que las acompañase, puesto que no podía ir á la
posicion diez palcos de personas conocidas , sin con- ópera sola con su hija.
tar su abono en el palco de los leones. Con efecto, mucho se hubiera criticado el ver so-
El asiento de Chateau-Renaud era el inmediato al las á las dos mugeres ; pero nada habia que criticar en
suyo. que Eugenia fuese á la ópera con su madre yel amaute
Beauchamp , como periodista , era rey del teatro, de su madre. Hay que tomar el mundo como es.
y en todas partes tenia asiento . Cuando se levantó el telon el teatro estaba casi
Luciano Debray tenia aquella noche á su disposi- vacío.

Monte-Cristo saludó y salió.

cion el palco del ministro , y se lo habia ofrecido al Es costumbre de nuestra elegancia parisiense el
conde de Morcef. Como se negára Mercedes á ir, el llegar al teatro después de empezada la funcion, de lo
conde se lo envió á Danglars , anunciándole de paso que resulta que el primer acto , para los espectadores
que probablemente iria después á hacer una visita á la recien venidos, se pasa, no en mirar ó en ver la obra,
baronesa y á su hija , si se dignaban de aceptar su sino en mirar á los espectadores que van llegando , y
palco. en oir el ruido de las puertas y las conversaciones.
En lo que menos pensaron ambas fué en negarse. -¡Calle! dijo de repente Alberto viendo abrirse un
Nadie admite palcos regalados con tanto gusto co- palco principal . ¡ Calle ! la condesa de G...
mo un millonario. -¿Quién es esa condesa de G ?... le preguntó Cha-
Danglars por su parte habia declarado que sus teau- Renaud.
principios políticos y su cualidad de diputado de la -¡Oh baron! ¡qué pregunta tan imperdonable! ¡Que
oposicion le impedian ir al palco ministerial. pregunteis quién es la condesa de G.!...
76 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Ah! es verdad, repuso Chateau-Renaud : ¿aquella ¡ Calle ! Es verdad que ha habido hoy carreras.
hermosa veneciana ?... ¿Habíais apostado vos?
-Justamente. -Una miseria, cincuenta luises.
En esto la condesa , que habia visto á Alberto , cruzó -¿Qué caballo ha ganado?
con él un saludo acompañado de una sonrisa. -Nautilo. Yo puse por él.
-¿La conoceis? dijo Chateau-Renaud. -Pero ¿no eran tres las carreras?
-Sí , respondió Alberto. Franz me presentó á ella en -Si . El premio del Jockey - Club... una copa de
Roma. oro... Por cierto que ha pasado una cosa muy rara.

‫ין‬

Obertura de Roberto el Diablo.

-¿Quereis hacer conmigo en París lo que hizo Franz -¿Qué ha pasado ?


con vos en Roma? -¡Silencio! volvió á gritar el público.
-Con mucho gusto. -¿Qué? repitió Alberto.
¡ Silencio! gritó el público . -Que este premio lo han ganado un caballo y un
Los jóvenes prosiguieron su conversacion sin dár- jockey completamente desconocidos .
seles un ardite de la atencion que el patio queria poner -Esplicádmelo .
en la música.
-Nadie habia reparado en un caballo inscrito con
-Estaba en las carreras del campo de Marte, dijo el nombre de Vampa, y en un jockey inscrito con el de
Chateau-Renaud.
Job, cuando de repente se ha visto salir un magnífico
-¿Hoy? alazan y un jockey como un puño, tan exageradamente
-Sí.
diminuto, que hubo que meterle en los bolsillos veinte
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 77

libras de plomo , lo que no le impidió sin embargo -¡Ah! ¡ ah! dijo Chateau-Renaud. Allí entran, viz-
llegar á la meta tres caballos ( 1 ) antes que Ariel y Bar- conde , personas conocidas vuestras. ¿Cómo diablos
baro sus competidores . mirais á la derecha? ¡Que ellas os estan mirando!
-¿Y no se supo al fin á quién pertenecian caballo Volvióse con efecto Alberto , y se encontraron sus
yjockey? ojos con los de Madama Danglars , que le hizo un sa-
-No . ludo con el abanico.
-¿Decís que el caballo estaba inscrito con el nom- La señorita Eugenia por su parte apenas se dignó
bre de... inclinar hácia la orquesta sus grandes ojos negros.
-Vampa. -En verdad que no os comprendo, mio caro , dijo

..SC
V.CORBAY

Mademoiselle Eugenia Danglars.

-Pues yo estoy mas adelantado que vos : yo sé | Chateau-Renaud. Aparte el mal nacimiento , aunque
quién es su dueño. no creo que de esto se os importe mucho ; aparte
-¡Silencio! gritó el patio por tercera vez. el mal nacimiento, repito, no se me alcanza qué falta
Pero esta con tan grande enojo, que los jóvenes co- le pongais á la señorita de Danglars. Es toda una her-
nocieron que á ellos se dirigia. mosa chica.
Volvieron la cabeza para ver si alguno se atrevia -Muy hermosa ciertamente , dijo Alberto ; pero con-
á tomar sobre sí la responsabilidad de lo que ellos fiésoos que en esto de hermosura gusto mas de la
juzgaban una impertinencia ; pero nadie reiteró los dulce, la suave , la femenina en una palabra .
gritos, con que se volvieron hacia el escenario. --¡Oh juventud , juventud ! dijo Chateau-Renaud,
En este momento se abria el palco del ministro, que como tenia treinta años usaba con Morcef de un
pareciendo en él Madama Danglars, su hija y Luciano tono paternal. Juventud, nunca estás satisfecha. ¿Con
Debray. que, amigo , os dan una muger por el estilo de Diana
(1) Hablando en términos hípicos esto quiere decir el espacio Cazadora y no os contenta?
que ocupan tres caballos , o el que puede recorrer uno en tres -Pues justamente por eso. Yo preferiria una muger
tiempos. parecida à la Venus de Milo 6 á la de Capua. Es-
78 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Diana Cazadora, siempre rodeada de sus ninfas , me -Creed, señora, que á haber yo sabido que estábais
asusta un tanto cuanto , y temo que un dia me trate en París y dónde viviais , no me hubiera retardado
como á Acteon. tanto ; pero permitidme que os presente al señor ba-
Con efecto, examinando aunque ligeramente á la ron de Chateau-Renaud , amigo mio , y uno de los po-
jóven, podia esplicarse uno el sentimiento que acababa cos hidalgos que van quedando en Francia . Por él aca-
¦ de manifestar Morcef. bo de saber que habeis asistido á las carreras del
Era hermosa la señorita Danglars ; pero como ha- Campo de Marte.
bia dicho Alberto , de una hermosura algo seca : sus Chateau-Renaud saludó á la condesa.
cabellos, aunque de un negro magnífico , dejaban tras- -¿Vos habeis estado tambien , caballero ? le dijo
lucir en sus ondas naturales , que se revelaban á la ésta vivamente.
mano que queria imponerles su voluntad . Sus ojos, ne- -Sí señora.
gros como su pelo, y adornados con un magnífico en- -¿Y no podriais decirme, prosiguió con el mismo
trecejo, que no tenia otro defecto que el de arrugarse interés , á quién pertenecia el caballo que ha ganado
algunas veces , eran notables en particular por una es- el premio del Jockey- Club?
presion de firmeza estraña en las miradas de una mu- -No señora , respondió Chateau- Renaud. Acabo de
ger; su nariz tenia exactamente las proporciones que hacer á Alberto la misma pregunta.
un estatuario hubiese dado á la de Juno; solo su boca -¿Os interesa mucho , señora condesa, le preguntó
era grande, pero adornada en cambio con unos her- Alberto , saber quién sea el dueño del caballo?
mosos dientes , que hacian resaltar mas y mas unos --Infinito. Figuraos... pero quizás lo sabreis, viz-
labios , cuyo vivísimo carmin contrastaba con la pali- conde.
dez de su rostro . "Por último , un lunar negro junto á -Ibais , condesa , á contarnos algo, puesto que ha-
la boca, mas largo que por lo comun lo son estos ca- beis dicho: figuraos ...
prichos de la naturaleza, completaba en su fisonomía -Pues sí. Figuraos que aquel precioso alazan y
el pronunciado carácter que imponia á Morcef un aquel diminuto jockey , vestido de color de rosa , ha-
tanto cuanto . bían simpatizado conmigo desde luego de tal modo,
Lo demás de su cuerpo corria parejas con la ca- que estaba yo pereciéndome porque ganaran, como si
beza que hemos intentado pintar. hubiese apostado por ellos la mitad de mi fortuna; con
Como Chateau-Renaud habia dicho , era Diana Ca- que cuando los ví llegar á la meta , adelantando á sus
zadora; pero una Diana mas atrevida aun y de una be- contrarios tres caballos , me puse tan alegre que batí
lleza mas musculosa. las palmas como una loca. ¡ Juzgad pues de mi asom-
Por lo tocante á su educacion , si algo se le podia bro cuando al volver á casa me encuentro en la esca-
criticar, era, que como ciertos rasgos de su fisonomía , lera al diminuto jockey! Creí al principio que el vence-
tenia algo del sexo masculino. dor de las carreras viviria por casualidad en mi misma
Hablaba dos ó tres idiomas , dibujaba con mucha casa ; pero al abrir la puerta de mi sala lo primero
facilidad, hacia versos y componia música. que veo es la copa de oro ganada por el caballo y el joc-
De este último arte era en particular tan apasio- key desconocidos . Dentro de la copa habia un papelito
nada, que seguia estudiando con una de sus compa- con estas palabras :
ñeras de colegio , jóven sin fortuna , pero con todas las
dotes posibles para llegar á ser una gran artista , se- «A la condesa de G... lord Ruthwen . >»
gun decian.
Tambien se aseguraba que un compositor célebre -Eso es , dijo . Morcef.
profesaba á esta última un cariño verdaderamente -¿Cómo eso es? ¿ Qué quereis decir ?
paternal , y la hacia dedicarse al estudio con la es- -Quiero decir que es lord Ruthwen en persona.
peranza de que algun dia su voz le valiese reputacion y -¿Qué lord Ruthwen ?
fortuna. -El nuestro , el vampiro , el del teatro de Ar-
La posibilidad de que un dia perteneciese al tea- gentina.
tro Luisa d'Armilly , tal era el nombre de la jóven , -¿De veras ? ¿ está aquí ? esclamó la condesa.
hacia que aunque la recibia en su casa , no saliera con -Ší señora.
ella en público la señorita de Danglars . -¿Y le veis? ¿ vá á vuestra casa ? ¿vais vos á
Sin embargo , aunque no ocupase la jóven en casa la suya?
del hanquero la posicion independiente de una ami- -Es mi íntimo amigo , y tambien M. de Chateau-
ga , ocupaba una posicion superior á la de las maes- Renaud tiene la honra de conocerle.
tras vulgares. -¿Qué motivos teneis para creerle el vencedor de
Habia caido el telon. las carreras?
Algunos segundos después de la entrada de Mada- -Que su caballo estaba inscrito con el nombre
• ma Danglars en su palco, y gracias á la libertad en de Vampa .
que los larguísimos entreactos dejan á los concurren- -Y eso ¿ qué significa ?
tes de ir á hacer visitas ó á pasearse en el foyer, casi -¿No recordais el nombre del famoso bandido que
todos los asientos de orquesta se habian ido desocu- me hizo prisionero ?
pando poco á a poco. -¡Ah! ¡ es verdad!
Morcef y Chateau-Renaud habian sido de los pri- ¿Y de cuyo poder me sacó milagrosamente el
meros en abandonar los suyos. conde ?
Madama Danglars pensó al principio que Alberto -Sí , sí.
salia del patio tan pronto por pasar á verlas, y se in- -Se llamaba Vampa. Ya veis cómo es él.
clinó al oido de su hija para anunciarle esta visita; -Pero ¿ por qué me ha enviado la copa de oro?
pero la jóven se contentó con menear la cabeza son- Primeramente , señora condesa , porque yo le
riéndose ; y al mismo tiempo, como para probar que había hablado mucho de vos , como podeis figurároslo,
Eugenia tenia razon , apareció Morcef en un palco y luego porque le habrá agradado mucho hallar aquí
principal. una compatriota suya , y que esa compatriota se in-
Era el palco de la condesa de G... terese por su triunfo .
¡ Ah ! ya estais aquí , señor viajero? le dijo esta -¿Espero que no le habreis contado aquellas locu-
tendiéndole la mano con toda la cordialidad de una ras que nosotros dijimos de él ?
amiga antigua. Es mucha amabilidad en vos el haber- -No me atreveria á jurarlo: y esa manera de ofre-
me reconocido, y sobre todo el haberme hecho la ceros la copa con el nombre de lord Ruthwen ...
primera visita con esta preferencia. -Pero va á odiarme....
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 79

-¿Es conducta la suya de enemigo? Aquella muger tan jóven, tan bella , tan deslum-
-No, lo confieso. brante, era un espectáculo mas curioso de ver que la
-Pues bien... ópera.
-¿Con que está en París? Una seña de Madama Danglars indicó ahora á Al-
-Si. berto que se contaba con su visita en el entreacto si-
-¿Y ha causado sensacion? guiente.
-Así , así , respondió Alberto ; se habló de él ocho Era hombre Morcef demasiado fino para hacerse
dias ; pero luego nadie ha hablado de otra cosa que de esperar cuando le indicaban que era esperado : con
la coronacion de la reina de Inglaterra , y del robo que caido apenas el telon, se apresuró á subir.
de los diamantes de Mademoiselle Mars. Saludando á las dos damas , tendió la mano á
¡ Qué bien se conoce que el conde es amigo vues- Debray.
tro ! Así le tratais , querido mio, dijo Chateau-Renaud. La baronesa le recibió con una sonrisa encantadora ,
No creais lo que Alberto dice , señora condesa . Al y Eugenia con su frialdad habitual .
contrario , no se habla en París sino del conde de -Aquí teneis á un hombre desesperado , querido
Monte-Cristo. Debutó regalando á Madama Danglars mio , que implora vuestra ayuda , le dijo Debray. Esta
unos caballos que valian treinta mil francos ; después señora me está haciendo mil preguntas sobre el conde.
salvó la vida á Madama de Villefort , y por último , ha Quiere que yo sepa de donde viene, adónde va ; y yo
ganado segun parece el premio de las carreras. Diga que no soy Cagliostro, á fé mia, para salir del paso he
PA,C lo que diga Morcef , sostengo , señora , que en este respondido : -Preguntádselo á Morcef que conoce á
momento el conde es el héroe de París , y que aun fondo á Monte- Cristo. - Entonces os hicieron seña.
lo será dentro de un mes si sigue haciendo escentri- -¿No es increible, dijo la baronesa , que quien tiene
cidades , cosa que es en él segun parece el pan nues- á su disposicion medio millon de fondos secretos esté
tro de cada dia. tan poco al corriente en ciertas cosas?
-Es posible , dijo Morcef; pero mudemos de con- -Señora, dijo Luciano , os ruego creais que si yo tu-
versación. ¿Quién ha tomado el palco del embajador viese medio millon á mi disposicion , de otra manera
de Rusia ? lo emplearia que no en tomar informes del conde de
--¿Cuál? preguntó la condesa. Monte- Cristo, que no tiene á mis ojos otro mérito que
- -Aquel principal de la columnata . Paréceme com- el de ser mas rico que un nabab ; pero ya cedo á Mor-
pletamente restaurado . cefel uso de la palabra: arreglaos con él.
-Con efecto , dijo Chateau-Renaud . ¿ Habia al- -Un nabab no me hubiera de seguro enviado un
guien en el acto primero? tronco de caballos de treinta mil francos con cuatro
-¿Dónde? diamantes en las orejas de cinco mil cada uno.
-En el palco. -¡Oh! los diamantes son su manía , dijo sonriéndose
-No , repuso la condesa. No he visto á nadie. Con Morcef. Creo que como Potemkin , lleva siempre llenos
que volviendo á nuestra primera conversacion , ¿creeis de diamantes los bolsillos y los va sembrando por donde
que sea el conde quien ha ganado el premio? va, como sembraba sus chinas el enano Poucet.
-Estoy seguro. -Habrá descubierto alguna mina , dijo Madama Dan-
-¿Y el que me ha enviado la copa ? glars. ¿Sabeis que tiene contra el baron un crédito ili-
-Sin duda alguna. mitado?
-Pero yo no le conozco , y me dan tentaciones de -No lo sabia ; pero así debía de suceder, respondió
devolvérsela , dijo la dama." Alberto.
-¡Oh! no hagais tal cosa , os enviaria otra tallada -¿Y que le ha anunciado que piensa estar un año
en un zafiro ó incrustada en un rubí, que es su ma- en París y gastar seis millones?
nera favorita de hacer regalos. -Es el Shah de Persia que viaja de incógnito.
En este momento anunció la campanilla que iba á -¿Habeis reparado cuán hermosa es aquella muger,
empezar el acto segundo. señor Luciano? dijo Eugenia.
Alberto se levantó para volver á su asiento . -En verdad , señorita, que no conozco á nadie tan
-¿Os volveré á ver? le preguntó la condesa. justa como vos con las de vuestro sexo .
-Si me lo permitís, vendré á informarme en los en- Luciano se caló los lentes .
treactos de sí puedo seros en algo útil . -¡Divina! dijo.
P -Señores, dijola condesa, en la calle de Rivoli, nú- -¿Sabe M. de Morcef quién es esa muger?
mero 22, estoy visible para mis amigos todos los sába- -Señorita, dijo Alberto, respondiendo á esta inter-
dos por la noche. Sírvaos de aviso esto. pelacion casi directa: dígoos que medio lo sé, como me
Los jóvenes la saludarou y se fuéron . sucede con todas las cosas del misterioso personaje
Al volver al patio vieron á todo el público de pié que nos ocupa. Es griega.
con los ojos clavados en un sitio solo . -Fácil es de conocerlo en su traje , y no nos decís
Siguieron sus miradas la direccion general , yen- sino lo que ya sabe todo el teatro .
do á fijarse en el antiguo palco del embajador de -Humillado me siento , señorita , con ser un cice-
Rusia. rone tan ignorante, dijo Morcef; pero debo de confesar
Un hombre de treinta y cinco á cuarenta años ves- que solo hasta ahí llegan mis noticias . Sé además que
tido de negro acababa de entrar en él con una señora es música, porque cierto dia que almorcé con el conde
vestida á la oriental. oí los sonidos de una guzla que solo de ella podian
Era la señora hermosísima , y su traje tan rico, emanar.
que como ya queda dicho, todos los ojos se habian -¿Recibe gentes vuestro conde ? le preguntó ma-
vuelto al instante á mirarla . dama Danglars.
-Monte-Cristo y su griega, dijo Alberto . -Y de una manera espléndida; yo os lo fio.
Y eran con efecto el conde y Haydée . -Es preciso que obligue yo á M. Danglars á ofre-
Un instante después la jóven ocupaba toda la aten- cerle alguna comida ó algun baile , para que él nos dé
* cion , no solo del patio , sino del público en general. las tornas.
Las mugeres sacaban el cuerpo fuera de sus palcos -¡Cómo! ¿Ireis á su casa? le dijo riéndose Debray,
para ver brilla en la balaustrada del de la griega aque- -¿Por qué no? Con mi marido ...
lla lluvia de diamantes. -¡Si es soltero ese conde misterioso !
El segundo acto pasó en medio de ese rumor sordo -Bien veis que no , dijo la baronesa riéndose á su
que indica en las masas algun acontecimiento grave, vez y designándole á Haydee.
Nadie sin embargo pensó en gritar: ¡ silencio ! -Esa muger es una esclava, segun él mismo nos lo
80 IBLIOTECA UNIVERSAL .

ha dicho en vuestro almuerzo : ¿no lo recordais ,


Morcef? -¿Está ya de vuelta la condesa de G. ?... preguntó
Madama Danglars .
-Confesad, mi querido Luciano, dijo Madama Dan-
-En este palco inmediato , casi en frente de nos-
glars , que antes en toda su persona parece una
princesa. otros, madre mia , dijo Eugenia . Es aquella señora de
tan admirable pelo rubio .
-De las Mil y una noches.
-No digo yo tanto ; pero en fin, ¿ qué es lo que -¿No sabeis lo que debíais de hacer , Alberto? dijo
caracteriza á las princesas ? Los diamantes. Ella está la baronesa.
-Mandad, señora.
empedrada. -Ir á visitar al conde y traérnoslo .
-Aun lleva demasiados , dijo Eugenia. Sin tantos
-¿Para qué? dijo Eugenia.

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Aquella muger tan jóven , tan bella , tan deslumbrante , era un espectáculo mas curioso de ver que la ópera .

estaría mas hermosa , dejando ver su cuello y sus mu- •


-Para que hablemos con él. ¿ No tienes curiosidad
ñecas , que son de una forma divina. de verle?
i Miren la artista ! Ya se apasiona , dijo Madama -Ni pizca.
Danglars. -¡Qué muchacha tan rara! murmuró la baronesa.
-Yo amo todo lo bello , respondió Eugenia.
--Entonces ¿qué direis del conde ? le preguntó De- ¡ Oh ! sin eso vendrá probablemente , dijo Morcef.
bray. Paréceme que no es mal mozo.
Mira d, señora; ya os ha visto , y os saluda.
La baronesa devolvió al conde su saludo acompa-
¡El conde ! repitió Eugenia, como si hasta enton- ñado de una sonrisa.
ces no hubiera pensado en mirarle , está demasiado
pálido. -Vamos, dijo Morcef, me sacrifico. Os dejo por ver
hay medio de hablarle.
Justamente en esa palidez consiste el secreto que si
buscamos, dijo Morcef. Ya sabeis que la condesa de G... -Es muy sencillo. Id á su palco.
sostiene que es vampiro. -Pero no he sido presentado .
-¿A quién?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 81

-A la hermosa griega . -¡Ah ! ¿ el famoso hatchis?


-¿No decís que es una esclava? -Justamente, vizconde . Cuando querais oir esa
-Sí... pero vos por el contrario asegurais que es música , id á comer conmigo.
una princesa. Presumo que cuando me vea salir de -Ya la he oido en un almuerzo , dijo Morcef.
aquí saldrá él de su palco. -¿En Roma ?
-Es muy posible: id. -Sí.
-Ya voy. -¡Ah! era la guzla de Haydée. La pobre desterrada
Morcef saludó y salió . se entretiene á veces en tocarme aires de su país.
Con efecto, cuando pasaba por delante del palco Morcefno insistió mas , ni el conde volvió á abrir
del conde, se abrió la puerta. la boca por su parte .
. Dijo Monte-Cristo en árabe algunas palabras á Alí, En esto sono la campanilla .
que proseguia en el corredor, y tomo el brazo de -¿Me permitis ?... dijo el conde encaminándose á
Morcef. su palco.
Alí cerró la puerta del palco situándose delante Pues no faltaba mas !
de ella. -Mil cosas á la condesa de G... de parte de su
En torno al nubiano se habia formado un corro en vampiro.
el pasillo. -¿Y á la baronesa ?
-A fé que vuestro París es una poblacion singular -Decidla que si me lo permite tendré el honor de
y vuestros parisienses un pueblo singular tambien, ir á presentarla mis respetos.
dijo Monte-Cristo. Cualquiera diria qua es la primera El acto tercero dió principio.
vez que ven un nubiano. Miradlos cómo cercan al En cumplimiento de su promesa , vino el conde de
pobre Alí, que no sabe lo que significa eso. Una cosa Morcef al palco de Madama Danglars.
os puedo asegurar por mi parte, y es, que un pari- No era el conde uno de esos hombres que hacen
siense puede ir á Túnez, á Constantinopla, á Bagdad efecto en una reunion ; con que solo se apercibieron
ó al Cairo, sin que lé asedien y le formen corros . de su llegada las personas en cuyo palco acababa de
-Es que vuestros orientales tienen sentido comun, sentarse.
y no contemplan sino lo que vale la pena de ser con- Monte-Cristo sin embargo lo divisó, y plegáronse
templado ; pero creedme, si Alí tiene esa popularidad, sus labios con una sonrisa.
esporque os pertenece á vos , que en este momento sois Haydée por su parte no veia nada mientras esta-
el hombre á la moda. ba levantado el telon . Como todas las naturalezas pri-
-¿De veras ? ¿Y á qué lo debo? mitivas, le inspiraba adoracion cuanto hablase al oido
-¡A vos mismo , pardiez! Regalais troncos de mil y á los ojos.
luises ; salvais á mugeres del procurador del rey ; ha- El tercer acto concluyó como de costumbre.
ceis correr con el nombre del mayor Black caballos Las señoritas Noblet , Julia y Leroux ejecutaron
de pur-sang y jockeis parecidos á litís, y ganais por sus consabidas cabriolas.
último copas de oro y se las enviais á una dama. Roberto Mario desafió al príncipe de Granada .
-¿Y quién diablos os ha contado todas esas lo- Por último, aquel majestuoso rey que tanto co-
curas ? noce el público, dió con su hija de la mano una
Toma ! la primera, Madama Danglars que está vuelta á todo el escenario, para enseñar su manto de
rabiando por veros , ó mejor dicho , porque os vea la terciopelo.
gente en su palco ; la segunda, el periódico de Beau- En seguida cayó el telon, saliéndose al foyer y á
champ, y la tercera mi propia imaginacion. Si que los corredores toda la gente del patio.
reis guardar el incógnito, ¿cómo llamais Vampa á vues- Tambien el conde salió de su palco , y un momento
tro caballo? después entraba en el de la baronesa.
-¡Ah ! es verdad, dijo el conde ; cometí una impru- Madama Danglars no pudo reprimir una esclama-
dencia . Pero decidme : ¿ no viene alguna que otra no- cion de sorpresa algo alegre.
che á la ópera el conde de Morcef? Le he buscado por -¡Ah! venid, venid, señor conde , esclamó, porque
todas partes con la vista y no le encuentro . me corria prisa el añadir mis gracias verbales á las que
-Vendrá . ya os dí por escrito.
-¿Adónde? -¡Oh señora ! dijo el conde, ¿aun recordais esa mi-
-Al palco de la baronesa, segun tengo entendido. seria? Yo la habia ya olvidado.
-Aquella hermosa jóven que le acompaña ¿ es su -Sí, pero lo que nadie olvida, señor conde, es que
hija? al dia siguiente habeis salvado á mi buena amiga Ma-
-Si. dama de Villefort del peligro en que la ponian aquellos
-Recibid mi enhorabuena. mismos caballos.
Morcef se sonrió.
-Ni aun por eso , señora , merezco gracias ; que fué
-Ya hablaremos de esto mas tarde y con mas des- Alí mi nubio el afortunado salvador.
pacio. ¿Qué me decís de la música? -¿Y fué tambien Alí, dijo el conde de Morcef, quien
-¿De qué música? salvó á mi hijo de los bandidos romanos ?
-De la que acabais de oir. -No , señor conde , respondió Monte-Cristo estre-
-Digo que me parece escelente para compuesta chando la mano que el general le presentaba ; no, que
por un hombre y cantada por ruiseñores bípedos é im- esta vez pido para mí ese mérito ; pero ya me lo ha-
plumes, como decia Diógenes . beis celebrado , y en verdad que me avergüenzo de
Ah! no parece, mi querido conde, sino que vos que tanto lo recordeis. Hacedme , señora baronesa , el
podais oir cuando os dé la gana los siete coros del honor de presentarme à vuestra hija.
Paraiso . ¡Oh ! ya estais presentado , al menos de nombre ,
Algo hay de eso, vizconde. Cuando quiero oir pues hace dos ó tres dias que solo de vos hablamos .
música admirable, música como no la ha oido ningun Eugenia , prosiguió la baronesa volviéndose á su hija ,
mortal, me duermo. este caballero es el señor conde de Monte -Cristo .
-Pues en ninguna parte mejor. Dormid, dormid , mi El conde se inclinó .
querido conde, que para eso se ha inventado la ópera. La señorita de Danglars hizo un leve movimiento
-No en verdad, que es muy ruidosa vuestra or- de cabeza .
questa. Para que yo me entregue al sueño de que os ha- -La jóven que os acompaña es admirablemente
blo, necesito silencio y calma, sin contar cierta pre- hermosa, señor conde, dijo Eugenia. ¿Es hija vuestra?
paracion... No, señorita, respondió Monte-Cristo admirado de
82 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

aquella ingenuidad ó de aquel admirable aplomo : es con los ojos, distinguió su cabeza pálida destacándose
una pobre griega que está bajo de mi tutela. junto á la de Morcef .
Esto produjo en la jóven el efecto de la cabeza de
-¿Y se llama ?...
-Haydée , respondió Monte-Cristo. Medusa.
-¡Una griega ! murmuró el conde de Morcef. Inclinóse un tanto hacia adelante como para devo-
-Si , conde , contestó Madama Danglars ; ¿ y decid- rarlos á los dos con una mirada, y casi al mismo tiempo
me si en la corte de Ali-Tebelin , donde tan gloriosa- se echó hácia atrás lanzando un grito , que aunque dé
mente habeis servido, vísteis nunca un traje tan rico bil, lo oyeron las personas que estaban mas cercanas.
como el que lleva? Alí abrió la puerta en seguida.

-¡Ah! venid , venid , señor conde...

-¡Ah ! dijo Monte-Cristo. ¿Habeis militado en Ja- ¡ Calle ! dijo Eugenia , ¿ qué le acaba de pasar á
nina, señor conde? vuestra pupila , señor conde? No parece sino que se
-He sido general inspector de las tropas del pa- haya puesto mala.
chá , respondió Morcef, y mi modesta fortuna es hija -Es verdad, respondió el conde; pero no os asusteis,
de la generosidad del ilustre albanés; no lo oculto . señorita . Haydée es muy nerviosa , y por consiguiente
-Miradla pues , insistió Madama Danglars. muy sensible á los olores . Un perfume antipático basta
-¿Dónde , balbuceó Morcef? para trastornarla ; pero tengo aquí el remedio , añadió
-Mirad, dijo Monte-Cristo . sacando un pomo de su bolsillo .
Y echando al conde el brazo al cuello sacó con él Y después de saludar á la baronesa y á su hija , y
la cabeza fuera del palco . de cruzar un apreton de manos con el conde y con
En este momento Haydée , que buscaba al conde Debray, salió del palco de Madama Danglars.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 83

Cuando entró en el suyo aun estaba pálida Haydée, ligiosamente el tercer acto del Roberto, y se va cuando
que al verle le cojió la mano. principia el cuarto.
El conde advirtió que las de la jóven estaban hú-
medas y heladas á par. CAPITULO XV.
-¿Con quién hablabas allí, señor ? le preguntó.
-Con el conde de Morcef, respondió Monte- Cristo: ALZA Y BAJA.
ha estado al servicio de tu ilustre padre , y confiesa
deberle su fortuna. Dias adelante vino Alberto de Morcef á hacer al
-¡ Miserable ! esclamó la jóven ; él fué el que le conde una visita en su casa de los Campos Elíseos,

-¡Oh, sí , vámonos , vámonos ! Me parece que si siguiera viéndole cara á cara me moriria.

vendió á los turcos , y esa fortuna es el precio de su convertida ya en palacio, como, gracias á su fortuna,
traicion . ¿No sabias tú esto ya , señor de mi alma? hacia el conde con todas sus casas.
-En Epiro oí contar algo de esa historia , dijo Monte- Venia pues á renovarle las espresiones de gratitud
Cristo; pero ignoraba los detalles . Ven, hija mia, y me de Madama Danglars, aunque ya habia el conde reci-
los dirás, que deben de ser curiosos . bido una carta sobre el mismo asunto , firmada por
Oh, sí, vámonos , vámonos ! Me parece que si Herminia de Servieux, haronesa de Danglars.
siguiera viéndole cara á cara me moriria. Acompañaba á Alberto Luciano Debray, que unió á
Y levantándose apresuradamente, se embozó en su las protestas de su amigo otras protestas , que si bien
albornoz de cachemira bordado de perlas, y salió del no eran oficiales de todo en todo , el conde que tenia
palco en el mismo momento en que se alzaba el telon . tanta perspicacia no puso en duda su orígen.
-Ese hombre no hace nada como los demás hom- Tambien se figuró que Luciano venia á verle á im-
bres, dijo á Alberto la condesa de G... Mirad , oye re- pulsos de un doble sentimiento de curiosidad , y que
84 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

esta curiosidad emanaba de la calle de la Chausse-


d'Antin . -¡Oh! dijo Morcef, esta repugnancia , si hay tal re- 1
pugnancia, no nace toda de mí.
Con efecto, podia el conde sospechar sin temor de I
engañarse mucho, que imposibilitada Madama Danglars -¿Pues de quién nace? Me habeis dicho que vuestro
padre deseaba este matrimonio .
de ver por sus mismos ojos la casa de un hombre que
regalaba caballos de treinta mil francos , y que iba á -De mi madre; y mi madre es la misma prudencia
perspicacia . Sabed que esta union no la
la ópera con una esclava griega cargada con un millon y la misma
en diamantes, habia comisionado á los ojos por donde hace sonreir... tiene á los Danglars no sé qué preven-
acostumbraba ver para que le diesen algunos detalles cion...
sobre aquella casa. -¡Oh! dijo el conde en tono algo forzado; eso se
Pero el conde no dejó entender que supusiera la concibe muy bien . La señora condesa de Morcef, tan
menor correlacion entre la visita de Luciano y la cu- distinguida , tan aristocrática, de tan buen tono , se
riosidad de la baronesa. resiste á estrechar una mano plebeya y basta... es muy
natural.
-¿Estais en relaciones muy íntimas con el baron
Danglars? preguntó á Alberto. -No sé si será eso , respondió Alberto ; pero lo que
-Sí , señor conde. ¿ No recordais lo que os tengo sé es que me parece que este matrimonio, si se lleva á
dicho? efecto , la hará desgraciada. Ya deberíamos de haber-
-¿Pero eso sigue? nos reunido há seis semanas para tratar estos asuntos;
-Como nunca , añadió Luciano . Es negocio con- pero me asaltó una jaqueca...
cluido. -¿Verdadera? dijo el conde sonriéndose.
Y creyendo sin duda que esta palabra terciada -¡Oh! y tan verdadera!.. sin duda el miedo... que
comprendereis
en la conversacion le daba derecho para permanecer se dilató la entrevista dos meses . Ya
estraño á ella, calóse los lentes , y mordiendo el puño que por ninguna razon tenemos prisa . Yo no he cum-
de oro de su baston , se puso á dar vueltas por la estan- plido veintiun años todavía , y Eugenia solo tiene diez
cia , examinando las armas y los cuadros. y siete ; pero el nuevo plazo espira la semana próxima.
Será preciso hacer algo . No podeis figuraros, mi que-
-¡Ah! dijo Monte-Cristo , á juzgar por las palabras
que os oí, no sospechaba yo que eso se resolviera tan rido conde , cuán apurado me veo... ¡Ah! ¡ qué feliz
sois con ser libre !
pronto.
-¿Qué quereis? las cosas marchan sin que uno se -Pues sedlo vos tambien. ¿ Quién os lo impide?
aperciba de ello , y cuando quiere volverse atrás ya -¡Oh ! seria para mi padre un contratiempo muy
tiene andado la mitad del camino . Mi padre y M. Dan- sensible que no me casase yo con la hija de Danglars.
glars han servido juntos en España , mi padre en el -Pues casaos, repuso el conde con un ademan de
ejército , y M. Danglars en la administración. Allí fué hombros muy estraño.
donde mi padre , arruinado por la revolucion , y M. Dan- -Si , dijo Morcef; pero seria para mi madre, no
glars que nunca habia tenido bienes de fortuna, echa- contratiempo , sino dolor.
• ron los cimientos, mi padre á la suya política y militar -Entonces no os caseis , dijo el conde .
que es muy notable , y M. Danglars á la suya bursátil -Ya veré... ya pensaré... vos me aconsejareis, ¿no
y política, que es sorprendente. es verdad ? Sacadme de este apuro si está en vuestra
-Sí , con efecto, dijo Monte-Cristo, creo que M. Dan- mano. ¡Oh! por no dar pesares á mi escelente madre
glars me habló de eso en la visita que le hice. ¿ Y Eu- hasta creo que reñiria con el conde.
genia ? añadió lanzando una mirada á Luciano que Monte- Cristo volvió la cabeza .
ojeaba un album, ¿es bonita ? pues creo recordar que Parecia conmovido.
se llama Eugenia . ¡Eh ! gritó á Debray que se habia sentado en un
-Muy bonita, ó por mejor decir muy bella , respon- sillon al otro estremo de la sala con un lápiz en una
dió Alberto ; pero de una belleza que yo no sé apreciar . mano y una cartera en la otra . ¡ Eh! ¿qué haceis? ¿una
¡Soy un pobre hombre! copia del Pussino ?
-Hablais ya de ella como si estuviéseis casado . ¡Yo una copia! respondió tranquilamente el jó-
-¡Oh! esclamó Alberto, mirando tambien en torno ven. Soy harto amante de la pintura para eso . No se-
suyo para ver lo que Luciano hacia. ñor , hago todo lo contrario ; hago números .
-¿Sabeis lo que se me antoja? dijo Monte- Cristo ba- -¿Números?
jando la voz; se me antoja que no os entusiasma este Calculo- y esto os atañe á vos, vizconde , aun-
enlace. que por tabla , -calculo lo que la casa de Danglars ha
-La señorita de Danglars es demasiado rica para ganado con la última alza de Haiti. De doscientos seis el
mí. Esto me asusta. papel subió en tres dias á cuatrocientos nueve, y el
¡ Buena razon ! dijo Monte-Cristo . ¿No sois vos rico prudente banquero habia hecho mucho acopio á dos-
tambien? cientos seis . Ha debido ganar trescientas mil libras.
Mi padre tiene unas cincuenta mil libras de renta Ese no es su mejor golpe de fortuna , dijo Mor-
sobre poco mas o menos , y quizás me dará diez ó doce cef. ¿No ha ganado un millon este año con el papel
mil cuan do me case . de España ?"
-Es fortuna modesta, en particular para París, dijo -Oid , querido mio, dijo Debray ; el señor conde de
el conde; pero todo en el mundo no es el dinero ; y Monte-Cristo que es italiano os dirá :
algo valen tambien un buen nombre y una elevada po-
sicion. Vuestro nombre es célebre , vuestra posicion Danaro e santia
magnífica , y además el conde de Morcef es soldado , Metà della metà (1) .
y el mundo gusta de ver unidas la integridad de Bayar-
do y la pobreza de Duguesclin . El desinterés es el sol Y aun es mucho . Conque así, cuando oigo cosas
mas hermoso que puede brillar en una espada noble. por el estilo , me encojo de hombros.
Por mi parte creo este matrimonio acertadísimo . La ¿Pero no habeis dicho que en lo de Haiti... aña-
señorita Eugenia os enriquecerá , y vos la ennoble- dió Monte-Cristo .
cereis . ¡Oh! Haiti es otra cosa : Haiti es el ecarté del
Alberto meneó la cabeza , quedándose pensativo . agiotaje francés. Hay quien juega al whist, al entre-
-Hay otra cosa, añadió . cinco y al boston ; pero todos se cansan af fin y
-Confieso , repuso Monte-Cristo , que me cuesta
trabajo el comprender tanta repugnancia hácia una vuelven al ecarté. M. Danglars ha vendido ayer á cua-
jóven rica y hermosa .
(1) De dinero y santidad
la mitad de la mitad.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
85

trocientos seis y ha ganado trescientos mil francos: si


espera á vender hoy, que han vuelto á bajar los fondos ¿Y cómo , cuando no puede lograrlo su mismo ma-
rido ? le preguntó Debray. Ya conoceis el carácter de
á doscientos cinco, en vez de ganar trescientos mil
francos, hubiera perdido veinte o veinticinco mil. la baronesa. De nadie se deja influir, y hace siempre
lo que le da la gana .
-¿Y por qué han bajado los fondos de cuatrocien-
tos nueve á doscientos seis ? preguntó el conde de -¡Oh! ¡ si yo estuviera en lugar vuestro ! dijo
Monte- Cristo. Suplicoos que dispenseis mi ignorancia Morcef.
en estas cosas bursátiles. -¿Qué haríais?
-La curaria radicalmente haciendo un favor á su
-Porque las noticias se suceden unas á otras, y no futuro yerno.

TKMEN

Monte-Cristo volvió la cabeza. -Parecia conmovido.

se parecen unas á otras , respondió Alberto sonrién-


dose . -¿Cómo?
-¡Diablo ! esclamó el conde. ¡ M. Danglars juega á -Es cosa muy sencilla : dándole una leccion.
ganar ó per der trescientos mil francos en un solo dia! Una leccion !
Debe ser enormemente rico. -Sí. Vuestra posicion de secretario del ministro
No es él quien juega , esclamó Luciano vivamente; os da en esto de noticias gran autoridad . Nunca abrís
es Mada ma Danglars, muger verdaderamente intré la boca sin que los corredores de bolsa se apresuren
pida . á estereotipar vuestras palabras . Hacedle con dos ó
-Pero vos , Luciano , que sois razonable , y que co- tres golpes perder cincuenta mil francos, y ella se hará
noceis la instab ilidad de las noticias, vos que estais precavida .
en lasonfuente de ellas , deberíais de impedirselo , dijo Mor- -No comprendo, balbuceó Luciano.
cef rié ndo se. -Es muy fácil, añadió el jóven con una candidez
que nada tenia de afectacion. Dadle el mejor dia una
86 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

noticia magnífica, un despacho telegráfico que vos solo ventad de antemano una disculpa que yo pueda darles,
podais saber... v. gr. que ayer han visto á En- disculpa que tenga cierto aire de verdad , y que me la
rique IV en casa de Gabriela . - Esto hará subir los anuncieis en cuatro letras . Ya sabeis que solo los es-
fondos . Hará ella su jugada, y de seguro perderá critos hacen fé para los banqueros.
cuando Beauchamp escriba en su periódico al dia -Mas que eso haré , señor conde , respondió Mor-
siguiente: cef. Mi madre quiere ir á respirar los aires del mar.
«Se equivocan los que, suponiéndose bien infor- ¿Para qué dia aplazais vuestro convite?
-Para el sábado.
>>mados , aseguran que ayer se vió al rey Enrique IV
»en casa de Gabriela . Esta noticia es completamente -Hoy es martes. Partiremos mañana á la noche, y
winexacta. El rey Enrique IV no ha abandonado el pasado mañana temprano estaremos en Treport . ¿ Sa-
>>puente Nuevo .» beis , señor conde , que pocos hombres saben como vos
proporcionar á cada uno lo que le conviene?
Luciano se echó á reir , pero forzadamente. -¡Yo! me apreciais en mas de lo que valgo. De-
Aunque indiferente en apariencia , Monte-Cristo no seo simplemente daros gusto.
habia perdido una sola palabra de esta conversacion , -¿Qué dia repartireis las esquelas?
y su mirada escrutadora habia creido leer un secreto -Hoy mismo .
en el embarazo del secretario intimo del ministro . -Bien . Corro á casa de Mr. Danglars á anunciarle
De este embarazo de Luciano , completamente que mañana salimos de París mi madre y yo. Como
inadvertido de Morcef, resultó que abreviase aquel diré que no os he visto , ignoro absolutamente lo de
su visita. vuestro convite.
Era indudable que se hallaba mal allí . ¡ Loco que sois! ¿No acaba de veros aquí M. De-
Al acompañarle el conde á la puerta le dijo al oido bray?
algunas palabras , y él contestó : ¡ Ah! teneis razon .
-Bien, señor conde : acepto con mucho gusto. -Decid por el contrario que os convidé sin cere-
Monte-Cristo volvió á réunirse con Alberto . monia ; pero que me habeis respondido que no po-
-Pensándolo bien , le dijo , ¿ no creeis haber hecho dríais asistir por tener que marchar á Treport.
mal en hablar así de vuestra futura suegra delante -Negocio concluido. ¿Y vos no ireis á ver á mi
de Debray? madre antes de mañana?
-Poco á poco , señor conde . No digais suegra -Antes de mañana es difícil . Además os molesta-
todavía. ría. Con los preparativos del viaje...
-¿La condesa se opone al matrimonio? ¿ De veras? -Pues haced otra cosa ; y ya no seriais un hombre
¿No exagerais? escelente, sino divino.
-Tanto que Madama Danglars va muy raras veces -¿Qué haré para esa divinidad?
á mi casa, y que mi madre quizas no habrá ido dos -¿Qué hareis?
veces á la suya. -Si . Deseo saberlo.
-Entonces me atrevo á abriros mi corazon . Mr. -Hoy sois libre como el aire , venid á comer con-
Danglars es mi banquero . Mr. de Villefort me ha col- migo . Estaremos en familia vos , mi madre y yo . Ape-
mado de atenciones en premio del servicio que una nas habeis visto á mi madre, con que la juzgareis mas
dichosa casualidad me proporcionó el hacerle . En todo de cerca . Es muger notabilísima , tanto que solo una
esto se deja entrever una lluvia de convites y comi- cosa siento, y es que no haya en el mundo otra muger
das ; con que por no imitarlos y hasta por tener el igual con veinte años menos , que yo os juro que bien
mérito de tomarles la delantera , proyecto reunir pronto habria condesa y vizcondesa de Morcef. A mi
en mi casa de campo de Auteuil à M. y Madama padre no le vereis , porque hoy no come en casa ; con
Danglars y M. y Madama de Villefort. Si os invito á que venid. Hablaremos de viajes. Vos que habeis cor-
esta comida á vos y al conde y la condesa de Morcef, rido el mundo entero nos contareis vuestras aventu-
no habrá alguno que lo tome por una especie de en- ras , y además la historia de la hermosa griega que fué
trevista matrimonial, ó á lo menos no lo juzgará así la con vos á la ópera la otra noche , y á la cual tratais
señora condesa de Morcef, sobre todo si M. Danglars como una princesa , aunque decís que es vuestra es-
me hace el honor de venir acompañado de su hija? clava. Solo hablaremos italiano y español . Con que
Entonces me cobrará ódio vuestra madre , lo que de vamos, ¿aceptais? mi madre os lo agradecerá.
ningun modo deseo , sino todo lo contrario , y su- -Mil gracias , respondió el conde. Tentador es el
plicoos que se lo digais así siempre que se os presen- convite y siento no poder aceptarlo ; pero no soy libre
te ocasion . como creeis, que tengo una cita muy importante.
-Agradezcoos , conde, á fé mia, dijo Morcef, el que ¡ Ah! tened en cuenta que acabais de enseñarme
me hableis con tanta franqueza , y acepto la esclusion ahora mismo cómo en esto de convites se sale de
que me proponeis . Decís que deseais ardientemente apuros y compromisos. Necesito una prueba. Por for-
estar en buen predicamento con mi madre : pues ya tuna no soy banquero como M. Danglars ; pero sí mas
lo habeis conseguido . incrédulo que él, os lo declaro.
-¿Lo creeis así ? le preguntó con interés Monte- -Voy á dárosla , dijo el conde .
Cristo . Y tiró de la campanilla.
-¡Oh! estoy seguro. Después que os separásteis el ¡ Hum ! refunfuñó Morcef. Con esta son dos veces
otro dia de nosotros , estuvimos mas de una hora ha- que os negais á comer con mi madre. ¿ Es cosa re-
blando de vos ; pero volvamos á nuestro asunto . Os suelta, conde?
aseguro que si mi madre supiera que la guardais esta Monte-Cristo se estremeció.
atencion y yo me atreveré á decirselo- os quedaria ¡ Oh ! no lo creais , le dijo ; pero ya viene aquí mi
agradecidísima .. Bien que mi padre á su vez se pon- prueba.
dria furioso . Bautista apareció quedándose en el dintel de la
El conde se echó á reir. puerta .
-Pues tomad precauciones , dijo á Morcef; pero aho- -Yo no estaba prevenido de vuestra visita, ¿ no es
ra caigo en que no solo vuestro padre se pondrá furio- verdad ?
so , sino que M. Danglars y su muger van á tenerme por ¡ Cáspita ! sois un hombre tan estraordinario que
un hombre grosero . Saben que nos vemos con cierta no lo aseguraria .
frecuencia , saben que sois el amigo mas antiguo que ¿Pero al menos no podria sospechar que me con-
tengo en París , y no encontrándoos en mi casa me pre- vidárais á comer ?
guntarán el por qué no os he convidado. Siquiera in- -Es probable .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 87

-Pues bien .-Oid , Bautista. ¿ Qué os dije esta ma- como decimos los italianos. Si tiene algun mérito le
ñana cuando os llamé á mi despacho? protegeré.... vos me ayudareis ; no es verdad?
-Que al dar las cinco cerrara la puerta á todo el -Sin duda. ¿ Es algun antiguo amigo vuestro ese
mundo, respondió el criado . mayor Cavalcanti? le preguntó Alberto.
-¿Y qué mas? -No tal. Es un señor de muchas campanillas,
¡ Oh! señor conde... murmuró Alberto . muy político , muy modesto , muy mirado. En Italia
-No , no , quiero absolutamente destruir esa repu- hay muchos así : descendientes muy descendidos de
tacion misteriosa que me habeis formado , querido las familias antiguas. Le he visto muchas veces ya en

El mayor Cavalcanti .

vizconde. Es muy difícil hacer eternamente el papel de Florencia , ya en Bolonia, ya en Luca , y me ha dado
Manfredo. Quiero vivir en un fanal, que todo el mundo parte de su venida. Las amistades de viaje son exi-
me vea. Proseguid , Bautista. gentes, que en todas partes reclaman de uno la afec-
-Además , que solo recibiese al mayor Barto- cion que por casualidad les ha demostrado , como si
lomé Cavalcanti y su hijo. el hombre civilizado que sabe pasar una hora con el
-Ya lo oís: al mayor Bartolomé Cavalcanti , hom- primero que se le presenta , no tuviera siempre su
bre de la nobleza mas antigua de Italia , tanto que el mundo propio. Este buen Cavalcanti quiere volver á
Dante fué su coronista... Ya recordareis ó no recor- ver París , que solo lo vió de paso en tiempo del
dareis... en el décimo canto del Infierno... Además su Imperio cuando iba á helarse á Moscow. Le daré una
hijo , escelente jóven de vuestra edad con corta dife- buena comida; me dejará aquí su hijo : le ofreceré vi-
rencia, vizconde como vos , que hace su entrada en gilar su conducta: le dejaré hacer cuantas locuras
el mundo con los millones de su padre. El mayor me quiera, y estamos en paz.
va á presentar esta tarde á su hijo Andrea, el contino, --A las mil maravillas, dijo Alberto. Ya veo que
88 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

sois un Mentor inapreciable.-Adios pues . El do- -¿De veras?


mingo estaremos de vuelta.-A propósito... he reci- -Como yo con la señorita de Danglars , repuso Al-
bido noticias de Franz. berto sonriéndose.
-¡Ah! ¿de veras ? dijo Monte-Cristo. ¿ Le sigue -¿Os reis?
gustando Italia? -Si.
-Creo que sí ; pero os echa de menos . Dice que -¿Por qué?
erais el sol de Roma , que sin vos está nublada . No -Porque me parece ver en él tantos deseos de ca-
sé; pero hasta me parece que dice que llueve. sarse como en mí ; pero en verdad , conde , que habla-

Andrea Cavalcanti.

-¿Vuelve á pensar mal de mí? mos de las mugeres como las mugeres hablan de los
Al contrario. Os cree fantástico en sumo grado, hombres; y esto es imperdonable .
y por eso os echa de menos . Alberto se puso en pié .
¡Jóven apreciabilísimo! dijo Monte-Cristo. Me es -¿Os vais?
vivamente simpático desde que le ví un dia buscando ¡Vaya una pregunta ! Hace dos horas que os estoy
una comida cualquiera , y quiso aceptar la mia. ¿No es molestando , ¡y teneis la cortesía de preguntarme aun
hijo del general d'Epinay? si me voy ! En verdad, conde, que sois todo un politi
-Sí. con. ¡ Pues y vuestros criados ! ¡ Sobre todos el señor
-¿De aquel que fué asesinado en 1815? Bautista! Nunca he podido tener uno que se le pa-
-Por los bonapartistas. rezca . No parece sino que todos los mios aprenden á
Justamente. ¡Cuánto le quiero! ¿No hay tambien ser criados en el Teatro francés, y justamente porque
con él cierto proyecto matrimonial?... solo tienen que decir una palabra , vienen á decirla
-Siseñor. Debe casarse con la señorita de Ville- junto á la concha del apuntador . Con que si despedis
fort. á Bautista, tenedme presente.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 89

-Hecho,, vizconde. -Bien, señor , respondió.


-Esto no es todo: esperad. Espresiones mias á ese -Necesito de vos , prosiguió el conde , para que
discreto Cavalcanti , vástago de los Cavalcanti; y si todo lo prepareis á mí modo. La casa es muy her-
por casualidad proyectare casar á su hijo , buscadle una mosa, ó puede serlo.
muger muy rica , muy noble - á lo menos por parte -Seria preciso restaurarla toda, señor conde , por-
de madre, y muy baronesa por parte de padre. Yo que el mueblaje está ya anticuado.
os ayudaré. -Reponedlo todo , escepto el de la alcoba de da-
-¡Oh! joh ! repuso Monte-Cristo, ¿decís eso de co- masco encarnado , que á esta no la tocareis absoluta-
razon ? mente.

Thouget
Ary
La casa de Auteuil,

-Si . Bertuccio se inclinó.


-¡Cuidado! que el diablo las carga. -Tampoco tocareis al jardin ; pero del patio haced
Ah , conde! esclamó Alberto, ¡ qué servicio me lo que os dé la gana. Hasta me agradará que quede
haríais ! os querria cien veces mas si por vuestra me- desconocido.
diacion siguiese soltero... siquiera diez años. -Haré cuanto pueda por contentar al señor conde.
-Todo es posible , respondió Monte-Cristo grave- Sin embargo, mas tranquilo estaría si el señor conde
mente. quisiera decirme sus deseos en lo tocante á la co-
Y despidiendo hasta la puerta á Alberto, volvió á mida.
su cuarto y dió tres golpes en el timbre. -En verdad, mi querido señor Bertuccio, que desde
Bertuccio entró en seguida. que estais en París os vais alelando y acoquinando.
-Señor Bertuccio, le dijo, ya sabeis que el sábado ¿No me conoceis ya?
recibo en mi casa de Auteuil. ― Pero si vuestra escelencia me dijese á quién
Bertuccio tembló imperceptiblemente. recibe ..
SEGUNDA SERIE .- ENTREGA 123. - TOMO II. 7
90 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

- sombrero un tanto parecido al de los gendarmes , y


-No lo sé todavía , y tampoco vos necesitais sa-
berlo . Lúculo come en casa de Lúculo . un corbatin negro con ribete blanco que parecia una
Bertuccio se inclinó y salió de la estancia. cadena; tal era el pintoresco trage de la persona que
llegó al núm. 30 del camino de los Campos Elíseos
CAPITULO XVI. preguntando por el conde de Monte-Cristo, y que
como recibiese una respuesta afirmativa , entró y
EL MAYOR CAVALCANTI. le dirigió á la antesala cerrando tras sí la puerta.
Su cabeza chica y angulosa , sus cabellos entre-
Ni el conde ni Bautista mintieron al anunciar á canos , y su bigote espeso y rojo hicieron que Bau-

www

Bautista.

Morcef la visita del mayor italiano , que sirvió á Monte- tista le reconociese; pues de antemano sabia sus señas
Cristo de pretesto para rehusar su convite. y estaba esperándole .
Acababan de dar las siete , y hacia ya dos horas Con que apenas pronunció su nombre , cuando
que Bertuccio habia marchado á Auteuil en cumpli- Monte-Cristo tuvo noticia de su llegada.
miento de las órdenes de su amo , cuando paró un Introdujeron á la visita en el salon adornado con
fiacre á la puerta de la casa , escapándose acto con- mas sencillez .
tinuo como vergonzoso , y dejando en el peristilo á un El conde , que ya estaba allí, le salió al encuentro
hombre de cerca de cincuenta y dos años , vestido con con aire afable .
un gaban bordado de trencilla negra, uno de esos ga- -¡Ah caballero! le dijo , bien venido seais : ya os
banes que segun parece no dejarán de gastarse nunca esperaba .
en Europa. ¿De veras me esperaba vuestra escelencia? le
Un ancho pantalon de paño azul , unas botas en preguntó el italiano .
buen uso , aunque no muy limpias, guantes de ante, Sí, tenia ya aviso de que llegaríais hoy á las siete.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. St

-¡Llegaria! ¿Y teníais aviso?


-Si señor: >>...le devuelvo la esperanza , le devuelvo la vida,
-¡Ah ! tanto mejor. Confieso que temia hubiesen »señor conde, anunciándole que vos podreis hacer que
descuidado esa precaucion. >>encuentre á ese hijo que busca en valde há quince
>>años.»>
-¿Cuál?
-La de avisaros. El italiano miró á Monte-Cristo con indefinible es-
-¡Oh! no. presion de inquietud.
-¿Pero estais seguro de no equivocaros? -Sí que puedo , murmuró el conde.
-¡Vaya! El mayor se serenó .
-¿Soy yo la persona que esperaba á las siete vues- -¡Ah , ah! dijo , ¿con que era la carta verdadera
tra escelencia? en todo?
-Vos mismo. Cerciorémonos sin embargo. -¿Lo habeis podido dudar, querido Cavalcanti?
-¡Oh! si me esperábais efectivamente, no vale la -¡Nunca! ¿Cómo pues? un hombre grave, un hom-
pena , dijo el italiano. bre revestido de carácter sagrado como el abate Bu-
-¡Sí tal! ¡ sí tal ! respondió Monte-Cristo . soni , habia de permitirse chanza semejante! Pero no
El italiano dió muestras de algun sobresalto. lo habeis leido todo , escelencia .
-Veamos , dijo Monte-Cristo , ¿no sois el marqués --Es verdad , contestó Monte-Cristo ; hay una post-
Bartolomé Cavalcanti? data .
-Bartolomé Cavalcanti... eso es , repitió alegre el -Si... repitió el italiano... hay una ... postdata .
italiano.
>>Por no ocasionar á Cavalcanti el trastorno de re-
-¿Mayor al servicio del Austria?
-¿Yo era mayor? le preguntó tímidamente el ve- cojer de su banquero fondos , le envio un billete de
terano. »dos mil francos para el viaje, y contra vos una letra
-Sí , mayor, respondió Monte-Cristo . Es el nom- >>de cuarenta y ocho mil que aun me debeis. >>
bre que se da en Francia al grado que teniais en Italia . Vivamente ansioso el mayor, seguia con la vista los
-Bueno, yo no lo pregunto sino por ... ya com- renglones de esta postdata .
prendereis... Bueno ! se contentó con decir el conde.
-Además, no venís á verme de motu propio... re- -Ha dicho ¡ bueno ! murmuró el italiano. Con que,
puso Monte-Cristo. caballero ... repuso .
-¡Oh ! es cierto . -Con que... le preguntó Monte-Cristo.
-Os recomienda uno... -¿ Con que la postdata ?...
-Sí. La postdata...
-El escelente abate Busoni. -¿La acojeis tan favorablemente como el resto de
-Eso es, esclamó el mayor con alegría. la carta?
-Y traeis una carta... -¡Pues no ! El abate Busoni y yo tenemos cuen-
-Tomadla. tas pendientes; no sé á punto fijo si lo que le debo son
-¡Pardiez ! bien decia yo. Dadme “acá. cuarenta y ocho mil libras; pero entre nosotros no se
Y abriendo la carta Monte- Cristo se puso á leerla. repara en miserias. ¡Ah ! ¿tanta importancia dábais á
El mayor le miraba con ojos espantados , que aun- esta postdata , querido señor Cavalcanti?
que tal vez los dirigia á examinar los muebles de la -Debo de confesaros, respondió el mayor, que co-
habitacion , tornaban infaliblemente á fijarse en su mo confiaba en la firma del abate Busoni, no me he
propietario. provisto de fondos ; de manera que á faltarme este re-
Está bien... ¡querido abate!... curso me hubiera visto muy apurado en París.
-Pero ¿ un hombre como vos puede verse apurado
>>...el mayor Cavalcanti , digno patricio de Luca, en alguna parte ? le preguntó Monte - Cristo. Vamos ,
>>descendiente de los Cavalcanti de Florencia... prosi- vamos.
»guió leyendo Monte-Cristo. Tiene medio millon de -No conociendo á nadie... murmuró el italiano.
>>renta.»>
-Pero os conocen á vos.
El conde alzó los ojos del papel para saludar á su -¡Ah ! sí, me conocen . De modo que...
interlocutor . -Acabad, querido Cavalcanti.
-¡Medio millon! ¡ Cáspita, señor Cavalcanti! -De modo que me entregareis esas cuarenta y ocho
-¿Tengo medio milion ?... preguntó el italiano. mil libras.
-Aquí está escrito y debe de ser verdad , porque -En cuanto me las pidais.
el abate Busoni conoce mas á fondo que nadie todos El mayor abrió unos ojos tamaños.
los grandes caudales de Europa. -Pero sentaos , le dijo Monte-Cristo ; en verdad
-Sea medio millon , repuso el italiano ; pero os que no sé lo que me hago. Os tengo hace un cuarto de
aseguro que no creí que ascendiese á tanto. hora de pié.
-Porque teneis un ladron por mayordomo . ¡ Cómo -No os tomeis esa molestia.
ha de ser, querido Cavalcanti! hay que tolerarlos... El mayor acercó un sillon y sentóse.
-Acabais de iluminarme , añadió el italiano grave- -¿Quereis tomar algo ? le dijo el conde . ¿Un vaso
mente; le echaré á la calle. de Jerez, de Oporto , de Alicante ?
Monte- Cristo continuó: -De Alicante , puesto que me lo brindais. Es mi
vino predilecto.
>>...solo una cosa le faltaba para ser feliz. >» - el que yo tengo, superior. Con un bizcocho,
-¡Ay ! sí , dijo el mayor exhalando un suspiro. ¿no es verdad?`
-Con un bizcocho, puesto que me obligais.
>>...volver á encontrar un hijo querido...>> Bautista apareció llamado por Monte-Cristo.
-¿Un hijo querido? Este le salió al encuentro.
-¿Qué hay ? le preguntó en voz baja.
...que en su juventud le robaron unos gitanos, ó -Ahí está el jóven, respondió el criado en el mis-
»mas bien algun enemigo de su noble familia.»> mo tono.
-¡De cinco años , caballero ! esclamó el mayor -Bien. ¿ Adónde le habeis llevado ?
alzando los ojos al cielo con un profundo suspiro. -Al salon azul, como ordenó su escelencia.
-¡Pobre padre! dijo Monte-Cristo. -Perfectamente. Traed vino de Alicante y biz-
Y prosiguió: cochos.
92 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Bautista se fué.. nion, y teníais en fin todos los elementos de felicidad


-En verdad que me confunde causaros tanta mo- que un hombre puede tener?
lestia, dijo el italiano. -Todos , escelencia , todos absolutamente , dijo el
-No tal, respondió Monte-Cristo . mayor tragándose un bizcocho .
En esto volvió Bautista con vasos , vino y biz- -¿Y solo una cosa os faltaba?
cochos.
Una sola, respondió el italiano.
Llenó un vaso el conde , y en otro echó solamente -¿Encontrar á vuesto hijo?
algunas gotas del licor rubicundo que contenia aquella -¡Ah ! murmuró el mayor tomando otro bizcocho.
botella, cubierta de telarañas y de todos los signos que Era una falta grande.

-Ahí está el jóven , respondió el criado en el mismo tono.

pregonan la vejez del vino con mas seguridad que las


arrugas la del hombre. El digno italiano alzó los ojos al cielo procurando
El mayor no vaciló en la eleccion , tomando el vaso suspirar.
lleno y un bizcocho . Ahora veamos, mi querido señor Cavalcanti, pro-
El conde mandó á Bauti sta que pusiera el plato al siguió Monte-Cristo, ¿cómo teníais ese hijo tan llo-
alcance de la mano de su interlocutor , que empezó por rado? Yo sabia que erais soltero .
probar el Alicante con el estremo de los labios , hizo -Así se creia generalmente , y aun yo mismo...
un gesto de
bisatis facci on , é intro dujo delic adame nte en -Sí , y vos mismo habeis dado alas á ese rumor,
el vaso el zc ocho. añadió el conde. Cierto pecadillo de la juventud , que
¿Con que viviais en Luca, caballero , le dijo Monte- quereis ocultar...
Cristo , y erais rico y noble, y gozábais de buena opi- Enderezóse el italiano , tomó el aire mas grave y
mas digno que pudo , bajando los ojos al mismo tiempo,
EL CONDE DE ONTE-CRISTO . 95

Los defa
sea para mayor edificacion , sea para ayudar á su -Patricia de Fiesola , señor conde , patricia de
mente, fantasía , todo por supuesto mezclado con miradas de Fiesola.
reojo al conde, que con una sonrisa que parecia im- -¿Y que se llamaba ...
presa en sus lábios le demostraba siempre la misma -¿Deseais saber su nombre?
bondadosa curiosidad. Oh! repuso Monte-Cristo , es inútil que me lo
-Sí, caballero, dijo ; yo queria ocultar esta falta á digais, porque lo sé.
los ojos del mundo. -El señor conde lo sabe todo , dijo el mayor incli-
-Pero no por vos , repuso Monte-Cristo , pues á nándose.
nosotros ni nos quitan ni nos ponen... -¿Oliva Corsinari, no es verdad ?

-Bebed , bebed , querido Cavalcanti, que la emocion os ahoga .

¡ Oh ! no por mí ciertamente, respondió el mayor -Oliva Corsinari.


bajando la cabeza y sonriéndose. -¿Marquesa?
-Sino por su madre, replicó el conde. -Marquesa.
¡Por su madre! esclamó el italiano cojiendo otro -¿Y al fin os casásteis , á pesar de la oposicion de
bizcocho. ¡Por su pobre madre! su familia?
-Bebed, bebed, querido Cavalcanti , que la emocion -¡Oh! sí ; al fin nos casamos.
os ahoga , dijo Monte-Cristo escanciándole otro vaso -¿Y traeis todos vuestros papeles en regla? añadió
de vino. Monte-Cristo.
-¡Por su pobre madre ! murmuró el italiano estu- -¿Qué papeles?
diando si con la fuerza de su voluntad podria vencer á -La partida de casamiento con Oliva Corsinari y la
la glándula lacrimal y mojar el rabo de su ojo con una partida de bautismo del niño.
lágrima ficticia. -¿La partida de bautismo del niño?
-¿Que pertenecía, segun creo, á una de las prime- -Sí , de vuestro hijo Andrea Cavalenti. ¿ No se
ras familias de Italia? llama Andrea?
94 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Creo que sí, respondió el italiano. -¡Dios mio! esclamó el mayor, viendo que á cada
-¡Cómo! ¿creeis?... paso le salia un tropiezo, ¿será que la necesitemos tam-
-¡Diantre ! no me atrevo á asegurarlo. ¡ Há tanto bien á ella para algo?
tiempo que le he perdido! -No señor, respondió Monte-Cristo; además ¿ ella
-Teneis razon , repuso Monte-Cristo. ¿ Con que en no ha...
fin , traeis esos papeles? -Sí, sí, repuso el mayor; ella ha...
--Aunque con pena, os anuncio, señor conde , que -Pagado su tributo á la naturaleza...
como no me habian advertido que los trajese, no los -¡Ay! sí! añadió al punto el italiano .
traigo. -Lo supe, dijo Monte-Cristo: ha muerto hace diez
¡Ah diablo! esclamó el conde . años .
Tan necesarios eran? Y aun lloro su muerte , caballero , dijo el mayor
-Indispensables . sacando del bolsillo un pañuelo á cuadros y limpián-
El mayor se rascó el nacimiento del pelo. dose primero un ojo y luego otro.
¡ Ah ! per Bacco! ¡ indispensables ! dijo . -Somos mortales ; ¿qué se ha de hacer? balbuceó
-Sin duda, por si aquí dudase alguien de la validez Monte-Cristo. Ya comprendereis, mi querido Cavalcan-
de vuestro matrimonio , de la legitimidad de vuestro ti , que es inútil se sepa en Francia que hace quince años
hijo. que estais separado de vuestro hijo . Esas historias de
-Teneis razon . Podia haber alguna duda . gitanos que roban á los niños no alcanzan mucho cré-
-Seria perjudicial al jóven. dito entre nosotros. Decid que le enviásteis á educarse
-Perjudicialísimo. á un colegio de provincia , y quereis que complete su
-Podria hacer que le fracasara algun enlace mag- educacion en el mundo parisiense. Por eso habeis de-
nífico. jado á Via-Reggio , donde viviais desde la muerte de
-¡Oh peccato ! vuestra esposa. Con esto bastará.
-¡Y en Francia ! ya comprendereis que aquí se -¿Lo creeis así?
mira eso mucho. No basta aquí , como en Italia , ir á -Si señor.
un sacerdote á decirle: —nos amamos : casadnos . -En -Está bien.
Francia hay matrimonio civil , y para casarse civil- -Si se llegára á saber algo de esa separacion...
mente se necesitan documentos que atestiguen la -¡Ah, sí! ¿Qué diré?…..
identidad de las personas . -Que un preceptor infiel , vendido á los enemigo
-¡Qué desgracia ! ¡ no haber traido yo esos papeles! de vuestra familia...
-Por fortuna yo los tengo , dijo Monte-Cristo . -¿A los Corsinari?
-¿Vos? -Eso es... Habia robado el niño para que vuestro
-Ší. nombre se estinguiese .
-¿Los teneis ? -Justo, puesto que es hijo único.
-Los tengo . -Bien. Ahora que está todo arreglado, y renovadas
-¡Ah! sí que es fortuna, repuso el italiano, que por vuestras ideas , no os dejarán á descubierto ; ¿ no sos-
faltarle aquellos papeles creia perdido su viaje , temien- pechais que os preparo una sorpresa?
do sobre todo que tambien hubiese con esto algun -¿Agradable? preguntó el italiano.
obstáculo á lo de las cuarenta y ocho mil libras. -¡Ah ! dijo Monte-Cristo, ya veo que no se engañan
¡Ah ! sí que es fortuna , sí , porque yo no lo hubiera los ojos ni el corazon de un padre.
pensado. -¡Hum! refunfuñó el mayor.
-Uno no piensa en todo; pero por fortuna el abate Os lo han revelado indiscretamente , é habeis
Busoni ha pensado por vos. adivinado que está ahí?
-Es un hombre precavido. -¿Quién?
-¡Vaya! ¡mi buen abate! -Vuestro hijo , vuestro Andrea.
-Es un hombre sin par , dijo el mayor . Y ¿os los -Lo he adivinado , respondió el de Luca con la ma-
ha enviado? yor flema del mundo . ¿Con que está aquí?
-Miradlos. -Aquí mismo, respondió el conde. Ahora meanun-
El mayor juntó las manos en muestra de admi- ció el ayuda de cámara su llegada.
racion. ¡Ah! muy bien , muy bien, dijo el mayor tirando
Os casásteis con Oliva Corsinari en la iglesia de de las trencillas de su gaban .
San Pablo de Monte-Cattini : esta es la certificacion -Comprendo vuestra emocion , amigo mio , repuso
del cura. Monte-Cristo : hay que daros tiempo : quiero tambien
-Sí , á fé mia , esta es , dijo el mayor mirándola preparar al jóven á esta entrevista tan deseada , por-
asombrado. que me presumo que él esté no menos impaciente
-Y aquí teneis la partida de bautismo de Andrea que vos.
Cavalcanti , dada por el cura de Saravezza . -Ya lo creo, dijo Cavalcanti ,
-Todo está corriente , dijo el mayor. -Pues dentro de un cuarto de hora vendremos.
-Tomad pues esos papeles, que yo para nada nece- -¿Me le traereis ? ¿Llevareis vuestra bondad hasta
sito , y dádselos á vuestro hijo, que los guardará como | el punto de presentármele vos mismo?
oro en paño. -No , que estareis solos , señor mayor ; no quiero
-Ya lo creo. ¡ Si los perdiese... ser obstáculo entre un padre y un hijo ; pero tranqui-
-Si los perdiese, ¿ qué ?... respondió Monte-Cristo. lizaos . Aunque callára en vos la voz de la sangre, no
-Si los perdiese , repuso el italiano, habria que es- podriais equivocaros, pues entrará por esta puerta. Es
cribir allá ... y seria para largo el procurarse otros. un hermoso jóven rubio , quizá demasiado rubio , pero
-Seria difícil, dijo Monte-Cristo. muy simpático ; ya le vereis .
-Casi imposible , añadió el italiano. A propósito , dijo el mayor, ya sabeis que no he
-Me alegro mucho de que comprendais el valor de traido mas que los dos mil francos que me envió el
esos papeles . bueno del abate Busoni . Con esto he hecho el viaje , y...
-Es decir que creo que no tienen valor. -¿Y necesitais dinero? ... Es muy justo, mi querido
-Ahora por lo que mira á la madre del jóven ... aña- Cavalcanti . Tened á buena cuenta ocho billetes de á
dió Monte-Cristo... mil francos.
-Por lo que mira á la madre del jóven... repitió el Los ojos del mayor brillaron como carbunclos .
mayor con inquietud... -Lo que os quedo á deber son cuarenta mil fran-
Ala marquesa de Corsinari ... cos, dijo Monte-Cristo .
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DE -¡ TóEm ReI
NC nSmTiOequipaj ! solo traigo un sacode
EL CON DE MO -C .
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-Lo que teneis en vuesathroo eq?uipaje.
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- -P s ¿q s m d po p eu d n o r á los quehan sidosol-

-¿ eredareis
Quime
-Ya un reun vuestrgeneral
ciborecibo ncia ? dios
a escelecuando el ma- dadoseles
jo pague gusta andar econ poca carga; pero...
ido o
yor guardando los billetes en el bolsillo del pecho de -P ro sois hombr precav , yhabeis enviad
e
noch .
h
ra. qué? respondió el conde .
aban
su g¿Pa -¡A ! por eso será...
-Para vuestra cuenta con el abate.
los cuarenta mil francos . Entre hombres honrados no

hay que andar con esas precauciones.

50

de

Los ojos del mayor brillaron como carbunclos.

¡Ah, sí! es verdad, entre hombres honrados... re- | vuestra recámara delante , que ha llegado ayer á la
pitió el mayor. fonda de los Príncipes , calle de Richelieu , donde pen-
-Una palabra, marqués, que será la última . sais habitar.
-Hablad. -¿Con que en los baules...
-¿Me permitireis que os recomiende una cosa? -Presumo que habreis tenido la precaucion de que
¡ Cómo así ! Os lo suplico. vuestro ayuda de cámara os guardase cuanto podais
-No estaria de mas que os quitaseis ese redingote. necesitar; uniformes y trajes de paisano. En las gran-
¿De veras? dijo el mayor contemplando su traje des solemnidades poneos el uniforme, sin olvidar vues-
con cierta complacencia. tras cruces, que aunque los franceses se burlan de
-Eso se llevará en Via-Reggio todavía; pero en Pa- ellas, todos las llevan.
rís hace tiempo que ha pasado la moda. ¡Muy bien ! ¡ muy bien ! ¡ muy bien ! esclamó el
-¡Qué lástima ! dijo el italiano. mayor, que iba de encanto en encanto.
-¡Oh! si os gusta, os le volvereis á poner cuando os -Ahora que vuestro corazon está preparado á las
vayais. sensaciones demasiado fuertes, le dijo el conde, dis
96 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

poneos, querido Cavalcanti , á volverá ver á vuestro mirada y de la seguridad de su voz ; pero á estas pala-
hijo. bras tan naturales-«Vuestro padre está aquí efecti-
Y haciendo una graciosa cortesía al estático ita- vamente , y tambien os busca», -esclamó Andrea es-
liano, desapareció Monte- Cristo detrás de un tapiz. tremeciéndose:
-¡Mi padre ! ¡ mi padre aquí !
CAPITULO XVII, -Sin duda alguna , vuestro padre el mayor Caval-
canti, respondió Monte-Cristo.
Casi al mismo instante se borró del rostro del jó-
ANDREA CAVALCANTI. ven aquella espresion de terror.
-¡Ah ! sí, es verdad, dijo : el mayor Bartolomé Ca-
Entró el conde en el salon inmediato designado valcanti. ¿Y decís , señor conde , que está aquí ese padre
por Bautista con el nombre de salon azul. Habia tam- querido?
bien allí un jóven de maneras desenvueltas y traje -Sí, caballero. Mas os diré, y es que ahora mismo "
elegantísimo , que media hora antes se habia apeado acabo de separarme de él ; que la historia que me ha
de un coche de alquiler á la puerta. contado de su hijo , en otro tiempo perdido , me ha con-
A Bautista no le costó mucho trabajo recono- movido mucho, pues á la verdad sus dolores , sus te-
cerle. mores y sus esperanzas podrian dar asunto á un
Era el mismo cuyas señas le habia dado su amo. poema tiernísimo. Al cabo cierto dia recibió aviso de
Alto , pelo rubio , patilla corrida, ojos negros y tez que los raptores de su hijo consentian devolverselo , ó
blanquisima. indicar donde se hallaba mediante una gruesa suma;
Cuando entró el conde en el salon , hallábase el por nada vaciló este padre amoroso, y envió la suma
jóven tendido negligentemente en el sofá , golpeando à la frontera del Piamonte con un pasaporte italiano.
distraido en sus botas con un baston de junco y puño Vos estábais en el mediodía de Francia.
de oro. -Si señor , respondió Andrea algo turbado . Yo es-
Al punto que vió al conde se levantó . taba en el mediodía de Francia.
-¿Sois el señor conde de Monte-Cristo ? le pre- -En Niza os debia de esperar un carruaje
guntó. -Eso es, caballero. El mismo carruaje me llevó de
—Sí, caballero , dijo este ; y me presumo que tengo Niza á Génova , de Génova á Turin , de Turin á Cham-
el honor de hablar al señor vizconde Andrea Ca- bery, de Chambery á Pont-de-Beauvoisin , y de Pont-
valcanti. de-Beauvoisin á París.
-El vizconde Andrea Cavalcanti , repitió el jóven -Bien. Él esperaba reunirse con vos en el camino;
saludando con desenvoltura. y por eso os habia trazado ese itinerario, que era el
-¿Debeis de poseer una carta que os recomienda mismo que él traia.
á mí? le preguntó Monte-Cristo. -Pero si me hubiese encontrado , dijo Andrea ,
-No os hablaba de ella, porque su firma me ha pa- dudo de que me reconociese , porque desde que no nos
recido estraña. vemos he variado mucho .
-Simbad el Marino , ¿no es así? -¡Oh ! la fuerza de la sangre... murmuró Monte-
-Justamente ; pero como yo no he conocido otro Cristo.
Simbad el Marino que el de las Mil y una nochés... -Teneis razon , añadió el jóven . No me acordaba
--Este es uno de sus descendientes, un amigo mio de la fuerza de la sangre.
riquísimo, un inglés original sobre toda ponderacion , -Una sola cosa da ahora en qué pensar al marqués
un inglés casi loco, cuyo nombre verdadero es lord de Cavalcanti, repuso Monte-Cristo, y es lo que hayais
Wilmore. hecho durante vuestra separacion : cómo os han tra-
¡ Ah ! eso me lo esplica todo , dijo Andrea . En- tado vuestros perseguidores; si os han guardado todos
tonces todo se esplica ... es el inglés que he cono- los miramientos debidos á vuestro rango; si no os què-
cido ... sí... muy bien. Soy vuestro servidor, señor da por último de ese padecimiento moral, peor mil
conde. veces que todos los padecimientos físicos, alguna de-
-Si es verdad lo que me haceis el honor de decir- bilidad en las facultades que la naturaleza os ha pro-
me, replicó sonriendo Monte-Cristo , espero tengais digado tanto , y si creeis poder volver á ocupar y sos-
la bondad de darme algunos detalles sobre vos y vues- tener dignamente en el mundo la posicion que os
tra familia. pertenece.
-Con mucho gusto , señor conde, respondió él jó- -Caballero, balbuceó aturdido el jóven, espero que
ven con una prontitud que revelaba la solidez de su ningun informe falso ...
memoria . Soy el vizconde Andrea Cavalcanti , como -Yo por mi parte he oido hablar de vos por pri-
acabais de decir, hijo del mayor Bartolomé Cavalcanti, mera vez á mi amigo Wilmore el filántropo, y por él
descendiente de los Cavalcantis, inscritos en el libro supe que os habia encontrado en una situacion des-
de oro de Florencia. Nuestra familia , bastante rica graciada , sin que sepa cuál, pues tampoco se lo pre-
aun , puesto que mi padre tiene medio millon de renta, gunté, que no soy curioso . Cuando vuestras desgracias
ha venido muy á menos, y yo mismo fuí robado á lá le han interesado , prueba que sois un jóven interesan-
edad de cinco años por un ayo traidor, de manera que te. Díjome que queria devolveros la posicion que ha-
hace quince años que no veo al autor de mis dias. Des- biais perdido; que buscaria á vuestro padre, y que le
de que tengo uso de razon , desde que soy libre y dueño encontraria ; le ha buscado , le ha encontrado segun
de mi albedrío, ando buscándole, pero en vano . Gra- parece , pues está ahí , y por último , ayer me avisó
cias a Dios, esta carta de vuestro amigo Simbad me vuestra llegada, dándome además instrucciones sobre
anuncia que se halla en París, y me encamina á vos vuestra fortuna . Sé que mi amigo Wilmore es un
para que me deis mas pormenores. hombre original; pero como es al mismo tiempo hom-
-En verdad, caballero , que es vuestro relato inte- bre grave , y rico como una mina de oro , que puede
resantísimo, dijo el conde contemplando con satisfac- tener originalidades sin que le arruinen , le he prome-
cion sombría aquel garboso continente dotado de una tido seguir al pié de la letra sus instrucciones . Ahora,
belleza semejante á la del ángel malo . Habeis hecho caballero , sin que os ofenda mi pregunta , pues me
bien en cumplir al pié de la letra las instrucciones de veré obligado á hacer con vos algunas veces las de pa-
mi amigo Simbad, porque vuestro padre está aquí efec- dre, desearia saber si vuestras desgracias, desgracias
tivamente y tambien os busca. independientes de vuestra voluntad , y que en nada
El conde, que desde su entrada no habia perdido disminuyen la consideracion que os guardo , os han
al jóven de vista, estaba admirado de la fijeza de su hecho un tanto estraño á ese mundo donde vuestra
s nde jo on gligencia nte-
-Pue bien ,vizco , di c sne o
o i s i o M
Cr i s t s
, vo ha r e lo que quera , puest quesois
llero espondió l óven ecobrandoDEu lo- sSTO smo ro os aseguroque en vues-
-Caba ,r e j rEL CON s aD p E MOduNeTñoEde R
-C voI mi . ; pe
d a a b a e t o e r e ra u-
o
m á me d i e
qu sha b l n t
Mo s -Cr i s , so b r e
es tr luo g a no di r i a á na d i unapalab de esasavent
ilízao re ue e an enido as uestra istoria s na ovela o
punto tranqu : los rapto q m h t r .V h e u n adas, yelmund ,que
ado e i adre in uda on l royecto e usta e as ovelas ncuadern e
separ d m p , s d c e p d g d l n e eandtaasfilet , des-
e r m e o a o d e r n -
d
ven a d e
mas tar áoe él , b o
com lo haninhab h
ecan al fin , con f i muc h de las que ve enc u a en perga
buen
i e r fo
o nrtuna y gvuinesatr
rs nom re os a destar á figun- o o q u e g a n t o s a d o s o
hub de ima e
qu par sac de mí bu e n
mi vív , aun ten can dor m
, co po -

rar tanto.

-¡Mi padre ! ¡ mi padre aqui!

partido necesitaban dejarme todo mi valor personal, y driais tenerlos vos. Esto será lo único que me tome la
hasta aumentármelo si era posible. Por consecuencia libertad de advertiros, señor vizconde . Apenas conteis
he recibido una educacion bastante buena , y me han á cualquiera vuestra historia, el mundo la tergiversará
tratado los raptores de niños sobre poco mas o menos á su modo, y tendreis que adoptar el papel de Antony,
como eran tratados en el Asia menor los esclavos, que cosa que va pasando de moda . Acaso lograreis escitar
sus dueños los hacian gramáticos, médicos ó filósofos, curiosidad; pero no todas las personas gustan de hacer-
para venderlos mas caros en Roma. se ocasion de observaciones y asunto de comentarios ..
Monte-Cristo sonrió satisfecho. Eso quizás os fastidiaria.
Al parecer no esperaba tanto de Andrea Cavalcanti. -Creo que teneis razon , señor conde, respondió el
-Además, repuso el jóven, si cometiese yo alguna jóven palideciendo á su pesar bajo la inflexible mirada
falta de educacion, ó mas bien de trato de gentes, su- de Monte-Cristo: ese es un inconveniente grave.
pongo que tendrian la indulgencia de escusármela, en -¡Oh! no conviene tampoco exagerarlo mucho, no
gracia á los infortunios que desde mi nacimiento me sea que por evitar una falta se comela una locura . No;
han perseguido. lo que debeis hacer es trazaros simplemente un plan
98 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

de conducta , y para un hombre de vuestro talento eso mayor , que se habia puesto de pié al oir sus pasos.
es cosa tanto mas sencilla, cuanto que conviene á -¡Ah, padre y señor! esclamó Andrea en voz alta
vuestro interés. Todo lo que hay de oscuro en vues- para que le oyese el conde á través de la puerta . ¿Sois
tra vida anterior , importa cubrirlo con relaciones y vos?
amistades honrosas. -Buenos dias, querido hijo, respondió el mayor gra-
Andrea perdió su aplomo visiblemente . vemente.
-Desde luego, prosiguió Monte-Cristo , me ofrezco -Despues de tantos años de ausencia , ¡ qué felici-
á ser vuestro fiador ; pero es en mí costumbre moral dad la de volvernos á ver!
el dudar de mis mejores amigos , y aun tengo cierta -Con efecto, la ausencia ha sido larga.
necesidad de inculcar la duda en todos los corazones ; -¿No nos abrazamos, señor? repuso Andrea.
con que así desempeñaria un papel que no está en mi -Como gusteis , hijo mio, contestó el mayor.
cuerda, como dicen los cómicos , y me espondria á que Y se abrazaron teatralmente, es decir, pasando uno
me silbaran, lo que es inútil . y otro la cabeza como para mirar á la espalda.
-Sin embargo , señor conde , dijo audazmente An- -¿Con que nos volvemos á reunir? dijo Andrea.
drea, en consideracion á lord Wilmore, que me ha re- -Nos volvemos á reunir, añadió el mayor.
comendado á vos... -¿Para no volver á separarnos?
--Sí, repuso Monte-Cristo ; pero lord Wilmore no -Si tal. ¿No parece , hijo mio , sino que mireis á la
me ha ocultado , querido Andrea , que vuestra juven- Francia como á una segunda patria?
tud ha sido un tanto borrascosa . ¡ Oh! no os pido una -El hecho es , dijo el jóven , que yo sentiré mucho
confesion general , añadió el conde notando el movi- | salir de París.
miento que hizo Andrea ; esto sin contar que para -Pues ya comprendereis que yo no sé vivir fuera
que no necesiteis de nadie, se ha hecho venir de Luca de Luca. Tan pronto como pueda vuelvo á Italia.
á vuestro padre el marqués de Cavalcanti. Ahora vais -Pero antes de marchar, querido padre , me entre-
á verle : es algo frio , algo seco ; pero estas son conse- gareis sin duda los papeles que puedan atestiguar la
cuencias del uniforme militar . El que sepa que ha es- familia á que pertenezco.
tado diez y ocho años al servicio del Austria , se lo di- -Sin duda , pues á eso vengo justamente , y harto
simulará todo. En general no somos exigentes con los trabajo me ha costado el dar con vos para que vuelva
austriacos . En una palabra, es un padre que para pa- á comenzar la tarea. De seguro me moriria antes.
dre basta y sobra, os lo aseguro. -¿Con que los påpeles?...
-¡Ah caballero ! me trauquilizais. Hace tanto tiem- -Tomadlos .
po que estoy separado de él, que enteramente no le Cojió ávidamente Andrea la partida de casamiento
recordaba. y la suya de bautismo, y enterósé de todo con una an-
-Además, ya sabeis que la riqueza hace tolerables siedad muy natural en un buen hijo , y con una rapi-
muchas cosas. dez que revelaba no poca costumbre de tales exámenes.
¿ Con que mi padre es tan rico ? Al acabar brilló en su frente una espresion indefinible
-Millonario... tiene quinientas mil libras de renta. de alegría , y contemplando al mayor con sonrisa es-
¿ Entonces voy á encontrarme en una posicion... traña :
lisongera ? preguntó Andrea con ansiedad. -¡Hola, hola ! dijo en escelente toscano ; ¿ no hay
-De las mas lisongeras, querido mio . Os dará qui- galeras en Italia?
nientas mii libras anuales mientras esteis en París. El mayor se quedó estupefacto.
-Pues estaré siempre. -¿Por qué? le dijo.
-¡Oh! ¿quién puede responder de lo futuro, que- Impunemente se fabrican allí cosas por el estilo?
rido mio? el hombre propone y Dios dispone . Por menos que esto en Francia os enviarian, mi que-
Andrea exhaló un suspiro. rido padre , á tomar cinco años los aires de Tolon.
-Pero en fin, añadió , mientras esté en París , mien- -¿Se chancea? dijo el italiano procurando recobrar
tras alguna ... circunstancia no me obligue á dejarlo, su continente majestuoso.
¿ tengo seguro ese dinero de que me hablais? -Mi querido Cavalcanti , repuso Andrea trabando
-Enteramente seguro . al mayor del brazo , ¿cuánto os dan por ser mi padre?
-¿Asegurado por mi padre? preguntó Andrea sobre- El mayor queria hablar.
saltado. -Chist! le dijo Andrea bajando la voz: voy á daros
-Bajo la fianza de lord Wilmore, que á peticion de ejemplo de confianza. A mí me dan cincuenta mil fran-
vuestro padre os ha abierto un crédito de cinco mil cos anuales por ser hijo vuestro. Ya comprendereis
francos mensuales en casa de M. Danglars, uno de los que no seré yo el que niegue nunca que vos sois mi
banqueros mas poderosos de París. padre.
-¿Y piensa mi padre permanecer aquí mucho tiem- El mayor miró en torno con inquietud.
po? tornó á preguntar con inquietud el jóven. -Tranquilizaos , que estamos solos, le dijo Andrea,
-Solo algunos dias , respondió Monte-Cristo ; su y hablamos además en italiano.
empleo no le permite estar ausente mas de dos ó tres -Pues bien, repuso el mayor, á mí me dan de una
semanas . vez cincuenta mil francos.
-¡Oh padre querido ! esclamó Andrea , regocijado -Caballero Cavalcanti, esclamó Andrea, ¿creeis en
visiblemente con perderlo tan pronto de vista. los cuentos de hadas?
-Con que no quiero retardar un instante vuestra -En otro tiempo no creia ; pero debo de creer
entrevista , dijo el conde aparentando dar otra signifi- ahora.
cacion á estas palabras . ¿ Estais preparado á abrazar al ¿ Habeis tenido pruebas?
digno marqués? El mayor sacó de su bolsillo un puñado de oro.
-¿Podeís dudarlo? -Palpables: ya lo veis.
-Pues entrad en el salon , mi jóven amigo, que ahí -¿Luego pensais que debo de creer las promesas
os espera. que me hacen?
Hizole Andrea un profundo saludo , y entró en el -A ojos cerrados.
salon. -¿Y que las cumplirá ese conde divino?
Siguióle el conde con la vista , y viéndole desapa- De todo en todo; pero tenemos que hacer nuestro -
recer empujó un resorte cercano á un cuadro , el cual, papel para llegar hasta ahí.
separándose del marco le dejaba una abertura hábit- -¡Vaya!
mente disimulada, por donde ver sin ser visto. -Yo , de padre tierno...
Cerró la puerta Andrea detrás de sí , y acercóse al Y yo de hijo respetuoso.
-Puesto que ellos quieren que descendais de mí... »marquesade Corsinari , hijoqueosrobaronálaedad

DE TE RISTO
EL CON DE MON r-C . on ito
>>Po que no dudeis de la intenci del infrascr
nti ntas
>>U
»Se
> oe
nlbloanmoa dAendr samiClavcaulactaroci. e libras toscan
as
»de cinocso años. untos e i
trcairon :
s
»de sedrearaústilt,aadj ncioeamnecnodna de
»pa»gaUn caren Fdle orerec , en casadepa Mr . n de
.aGeolzfzcio
tr e ro
-¡Dian ! Yo no lo sé... los que os escribie . n
7
¿Quién son ellos?
¿No habeis recibido una carta?
-Si.
¿De ién? ate soni
qurto
e cie
-D ab Bu .
-¿A quien no conoceis?

Y se abrazaron teatralmente.

-A quien nunca he visto. >>Monte-Cristo, y un crédito contra él de cuarenta y


-¿Qué os decia? »ocho mil francos.
¿No me vendereis ? >>Estad en casa del conde el 26 de mayo á las siete
-Ya me guardaré de hacerlo. Nuestro interés es »de la tarde.
comun. DEL ABATE BUSONI.>>
-Pues leed.
Y el mayor entregó al jóven una carta. -Esto es.
Andrea leyó en voz baja: -¿Cómo esto es? ¿ qué quereis decir? le preguntó
el mayor.
«Sois pobre , y os espera una vejez desgraciada. Que he recibido otra carta por el estilo.
»¿Quereis ser, si no rico, independiente al menos? -¿Vos?
»Marchad al instante á París, y reclamad al conde -Sí , yo.
»de Monte-Cristo , que vive en el camino de los Cam- -¿Del abate Busoni ?
»pos Elíseos , núm. 30, el hijo que tuvisteis de la -No.
300 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Pues de quién? »Presentaos el 26 de mayo en casa del conde de


-De un inglés , de cierto lord Wilmore , que toma »Monte-Cristo, camino de los Campos Elíseos, núm. 30,
el nombre de Simbad el Marino.
ȇ las 7 de la tarde, y preguntadle por vuestro padre.
-¿Y á quien sin duda conoceis tanto como conozco »Sois hijo del marqués Bartolomé Cavalcanti y
yo al abate?
>>de la marquesa Oliva Corsinari , como os lo probarán
-No tal, que estoy mas adelantado que vos.
»ciertos papeles que os serán entregados por el mar-
-¿Le habeis visto? »qués . Con ellos podreis presentaros bajo ese nombre
-Una vez .
>>en el mundo parisiense .

Lord Wilmore.

-¿Dónde? >>Una renta de cincuenta mil francos os permitirá


-Eso es justamente lo que no puedo deciros , pues >>sostener vuestro rango .
sabríais entonces tanto como yo.
>>Adjunto es un bono de cinco mil libras, pagade-
¿Y qué os decia la carta? >>ras en Niza en casa del banquero M. Ferrea, y una
-Leedla.
>>carta de recomendacion para el conde de Monte-Cris--
«Sois pobre y vuestro porvenir miserable. ¿ Que- >>dades.
to, encargado por mí de proveer á vuestras necesi-
>>reis tener un nombre y ser libre , y ser rico?»
>>SIMBAD EL MARINO.»
-Pardiez! esclamó eljóven contoneándose. Quieres •
se le dice á los muertos. -i Hum ! refunfuñó el mayor. ¡ Qué magnífico es
esto!
«Tomad una silla de posta que encontrareis en- -¿No es verdad?
»ganchada al salir de Niza por la puerta de Génova. Habeis visto al conde?
»Pasad por Turin, Chambery, y Pont-de-Beauvoisin.
-Acabo de separarme de él.
ó
s os unt or
De tiro larg ? le preg el may en ་

DE TE RISTO
EL CON DE MON -C .
s orme ha cillezalontalono ro as
--SVío, unciofn muc, crsueznypant .Pan cort .neg ,bot
l a d a s e c o c o o l
char o , chal bla n , frac neg ó azu , ycor-
r
as tóenos eraetensiones fecteis n
bata laYrgyao.?Mlieepnrtergunm e
o Andrp . a
vbuaejsat. r traje , mejor efecto hará , siendo rico como
Y lo ha ratificado ?
mos resentarnos?le pregun-
-Todo .is mprendiendo? -¿A qué hora podre p
Y va co
oo
-Nod á fé mihua .ele
-T esto á víctima.
-Ni vos ni yo lo seremos en ese caso . emos ijo l ayor ojiendo
-Esstá bien: no faltar ,d e m c
men te l o s o i .
-No cierta . a
-Pues entonces ... medi .
-E
-Pocsooquno ersiaimyo rtci
pode Sigamos pues fingiendo, y tó -
a,r¿. eh? Aóevseond
elj . e las seis y ar
El conde se asomó á la ventana ylos vió atraves
ea is mo y gn o mp añ er o es tr o d a r o n le o n s e
os.ve
. Ya re có so di co vu . u los dos y fuér
ay-S
udémon Sal rero .
-Ni un instante lo he puesto en duda, mi querido el somb .
r ó a
é
¡Qu do pil ! mu s l o s r m u . ¡Lástim que no sean
s a l l e o j i d o s e l r a z o
. ho me lisonjeai , mi querido hijo.
dreuc
pa-M la c c d b . te iones sombrías:
Monte-Cristo eligió este momento para entrar en Luegroa,metrnatse un instan de reflex
erd-aVda e s d r e j o
v m , añad , á casa de los Morrel , que tanto
o p a
i ó é h i !
Alon
el sal oi. r sus pasos abrazáronse los dos hombres , de
manera que el conde los encontró abrazados . ño e ce co mo el ódio .
-¡Hola , señor marqués ! dijo Monte- Cristo ; segun da m ha el as co
a
vuestr emoc io n is
habe enco nt ra do o
un hij carí si mo .
-¡Ah señor conde ! me muero de alegría. CAPITU
LO XVIII.
-¿Y vos, jóven? o
Yo mehos me ahog de felicidad. EL CERCADO DE ALFALFA .
¡ Dic o padre ! ¡dichoso hijo ! murmuró el
r-
conde. Es preciso que nos permitan los lectores traslada
-Una sola cosa me entristece , dijo el mayor, y es
n
la precisio que tengo de salir de París tan pronto. a
nos al cercado que confin con la casa de M. deos Ville-
¡Oh mi querido Cavalcanti ! repuso Monte-Cristo , fort , y detrás de la tapia invadida por los castañ nos
espero que no partais antes que os haya presentado remos á antiguos amigos nuestros .
encontra
á algunos amigos. Ma xi mi liano ha llegado antes esta vez .
-Estoy á vuestra disposicion , dijo el italiano . El es el que tiene pegado un ojo á la abertura de
ora
-AhTo á vunes
ma, !jóve tro èsao
, conf padrs e. . Decidle algo de la si- marras, y el que espia una sombra entre los árboles
-¿A quién? del jardin , ó él rechinar de una botita breve sobre la
tuacion de vuestro bolsillo. a . cabo se oyó aquel anhelado rechinar ; pero en
arenAl
-¡Diablo ! esclamó Andrea . Tocais la cuerda mas
sensible, señor conde. vez de una, fueron dos las sombras que aparecieron .
¿ Lo ois, mayor? dijo Monte-Cristo . Una visita de Madama Danglars y Eugenia habia
-Ya se ve que lo oigo. ocasionado la tardanza de Valentina , que para no fal-
--Pero ¿ comprendeis ? tar á su cita brindó á la jóven con dar un paseo por el
-Perfectamente. jardin , por probar á Maximiliano que no era culpable
-Dice que necesita dinero ese pobre hijo.1 en aquella detencion que le desesperaba sin duda .
¿ Y qué quereis que haga? El joven lo comprendió así con esa intuicion pe-
-Que se lo deis. culiar a los amantes, y ensanchóse su corazon.
-¿Yo ? Además , aunque sin ponerse al alcance de la voz ,
-Sí , vos. dirigió Valentina su paseo de manera que pudiese Maxi-
El conde se colocó entre ambos.
-Tomad, dijo á Andrea deslizándole en la mano un miliano verla pasar; y cada vez que iba y volvia, una
paquete de billetes de banco. mirada, desapercibida de su compañera y dirigida al
¿Qué es esto? otro lado de la tapia para que el jóven la recojiese , le
-La respuesta de vuestro padre. decia :
-¿De mi padre? -Tened paciencia, amigo mio. Ya veis que no es
-Sí. ¿No le habeis dado á entender que necesitais mia la culpa.
dinero? Y Maximiliano tenia con efecto paciencia , admi-
-Sí. rando á par cuánto contrastaban las dos amigas, aquella
-Pues me encarga que os dé eso. rubia de ojos lánguidos y talle flexible é inclinado como
-¿A cuenta de mi renta? un sauce, y aquella morena de ojos altivos y talle en-
-No, por estraordinario. hiesto como un pino.
-¡Oh querido padre! Escusado es decir que en esta comparacion todas
-¡Silencio ! murmuró Monte-Cristo . Ya veis que las ventajas , á lo menos para el jóven , se reunian en
no quiere que yo le descubra. Valentina.
Aprecio esa delicadeza , dijo Andrea metiéndose Al cabo de una media hora de paseo se fuéron las
los billetes en el bolsillo de su pantalon. dos amigas.
-Está bien, repuso el conde. Ahora... idos. Maximiliano comprendió que Madama Danglars ha-
-¿Y cuándo tendremos el honor de volveros á ver? bia terminado su visita.
le preguntó Cavalcanti. Con efecto , un instante después volvió sola Va-
-¡Ah! sí, repitió Andrea. ¿Cuándo tendremos ese lentina.
honor? Temiendo que la espiasen sin duda , en vez de ir
-El sábado , si quereis... ¡Ah ! sí... escuchad. El directamente á la tapia, la jóven se sentó en un banco
sábado doy una comida en mi casa de Auteuil , calle después de haber observado discretamente todas las
de la Fontaine, número 30, á muchas personas, y entre avenidas y todos los follajes.
otras á M. Danglars, vuestro banquero , á quien os Tomadas estas precauciones, corrió ligera á la
presentaré , porque es preciso que os conozca para abertura.
pagaros todos los meses. -Buenos dias , Valentina ,dijo una voz.
102 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Buenos dias, Maximiliano. Os he hecho aguardar;


neis que nunca tendrá la señorita de Danglars; el en-
pero ¿habeis visto por qué? canto indefinible, que es á las mugeres lo que el aroma
-Sí , he conocido á la señorita de Danglars. Yo no
á las flores y el sabor á las frutas ; porque ni en una
,os creia tan amiga de esa jóven. flor ni en una fruta es todo el ser hermosa.
-¿Y quién os ha dicho que seamos tan amigas, Ma- -Es el amor el que os hace verme y juzgarme así,
ximiliano? Maximiliano.
-Nadie; pero creo poderlo deducir de la manera con
-No , Valentina, os lojuro. Oid: cuando os contem-
que ibais trabadas del brazo y con que hablábais . plaba las dos aunque hacia justicia al mérito de la
á ,

-¡Qué dos pillos ! murmuró. ¡ Lástima que no sean verdaderamente padre é hijo!

Pareciais dos compañeras de colegio haciéndose con-


fidencias mútuas . señorita de Danglars, no compren dia que nadie se pu
diese enamorar de ella.
-Y con efecto , nos haciamos confidencias , dijo
Valentina . Ella me confesaba su repugnancia á casarse -Es que yo estaba tambien allí, Maximiliano, y m
coa M. de Morcef, y yo por mi parte le confesaba que presencia os hacia injusto .
me tendré por muy desgraciada casándome con M. -No : pero decidme... es simplemente una pregunta
d'Epinay . hija de la curiosidad , y de ciertas ideas que yo acá me
Querida Valentina ! he forjado sobre esa jóven .
-Antes de saberlas os digo que son injustas, Cuan-
Por eso, amigo mio , visteis que nos hablábamos
con tanto abandono ; porque pensando en el hombre do se ponen los hombres à juzgarnos, nunca debemo-
que no puedo amar , pensaba yo en el que amo . de esperar indulgencia.
-¡Qué buena sois en todo , Valentina ! Una cosa te- -Yañadid que vosotras mismas sois bien injustas
unas para otras.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 103

clars; ele -Porque casi siempre preside la pasion á nuestros ¡Ah! dijo Maximiliano , tambien vos mirais.
queelarc -¿Quereis que me vaya?
juicios. Pero volvamos á vuestra pregunta.
enienun -¿Teme casarse la de Danglars con Morcef porque -¡Oh! no, no, no ; pero hablemos de vos.
ame á otro ? -Sí , porque apenas podremos estar diez minutos
garme& -Os he dicho, Maximiliano , que no soy amiga de juntos.
Eugenia. -¡Dios mio! esclamó consternado el capitan.
-¡Oh Dios mio ! aun sin ser amiga , se confian las -Sí, Maximiliano , dijo melancólicamente Valenti-
eritodea jóvenes sus secretos . ¿ No me confesareis que tam- na. ¡Qué amiga teneis ! ¡Qué vida os hago pasar, po

...dirigió Valentina su paseo de manera que pudiese Maximiliano verla pasar.

bien vos le habeis preguntado esto misino ? ¡Ah ! os bre Maximiliano ! ¡ vos tan digno de ser feliz ! Creed-
veo sonreir. me, siempre me lo estoy echando en cara.
-Para esto , Maximiliano , no vale la pena de que em -¿Y qué os importa, Valentina, si en esto encuen-
haya entre nosotros estas tablas. tro yo felicidad? ¿si este esperar eterno lo creo pagado
-Vamos, ¿ qué os ha dicho? con veros cinco minutos , con dos palabras de vuestra
-Me ha dicho que no ama á nadie, respondió Va- boca , y con la conviccion profunda , eterna , de que
lentina, y que detesta el matrimonio ; que su mayor Dios no ha creado dos corazones tan en armonía como
felicidad seria traer una vida libre é independiente, y los nuestros, y sobre todo que no los ha de haber reu-
que casi desearia que perdiera su padre su caudal, nido casi milagrosamente para separarlos?
para hacerse artista, como su amiga Luisa d'Armilly. -Bien , gracias , esperad por entrambos . Eso me
-¡Ah! ¿lo veis? hace medio dichosa.
¿Y eso qué prueba? le preguntó Valentina. -¿Qué os sucede , Valentina , que tan pronto me
-Nada, respondió Maximiliano sonriéndose. dejais ?
-Entonces ¿por qué os sonreis? dijo Valentina. -No lo sé. Madama de Villefort me ha rogado que
404 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

vaya á verla para un asunto, del cual depende , segun Valentina palideció, teniendo que apoyarse en la
dice , una parte de mi fortuna . ¡ Oh Dios mio ! soy de- empalizada.
masiado rica: que se apoderen de ella con tal que me
¡Ah Dios mio! dijo , ¿si será para eso? Pero no; en-
dejen tranquila y libre. Me amareis como ahora siendo tonces no me llamaria Madama de Villefort.
pobre, ¿no es verdad , Maximiliano? -¿Por qué?
-¡Oh! os amaré siempre. ¿Qué me importa la ri-
-¿Por qué?... no lo sé... pero me parece que Mada-
queza ó la pobreza, si mi Valentina está conmigo, y yo
ma de Villefort, aunque no se opone resueltamente á
seguro de que nadie me la puede robar ? Pero esa con-
este matrimonio, no le agrada mucho.

1
Rouger
1
-¡Perdon, perdon , padre mio ! Hagan de mi lo que quieran , nunca os abandonaré.

versacion , Valentina ; ¿no sospechais que pueda ser


relativa al matrimonio? Oh Valentina ! aun creo que voy á adorarla.
-No lo creo. -No os deis mucha prisa, Maximiliano , respondió
la jóven sonriendo tristemente .
-Sin embargo , escuchadme , Valentina , y no os
asusteis. Mientras viva no seré de otra muger. -Pues si no le gusta ese casamiento, quizás aco-
jeria otra proposicion , aunque no fuera sino por im-
-¿Creeis tranquilizarme con eso, Maximiliano? pedirlo.
-¡Perdon ! ¡ qué brutal soy! -Pues queria deciros -No creais eso , Maximiliano ; no son los maridos
que el otro dia me encontré á M. de Morcef.
lo que á Madama de Villefort disgusta , sino el matri-
-¿Yqué? monio.
-M. Franz es amigo suyo , como sabeis. ¡El matrimonio! Pues si tanto le disgusta, ¿por qué
-Sí; ¿y qué? se ha casado ella?
-Ha recibido una carta en que le anuncia su pró-
xima vuelta . -No me comprendeis , Maximiliano. Cuando hace
un año manifesté deseo de retirarme á un convento,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 105

mi mismo padre habia consentido , sin duda instigado | todo lo bueno que me suceda en lo porvenir, porvenir
por ella, estoy segura; solo mi pobre abuelo me rogó que á veces creo que lo conoce su ojo profundo y lo
que me quedara. ¡ Oh Maximiliano ! vos no podeis dirige su poderosa mano.
comprender qué espresion tenian los ojos del pobre -¿Luego es adivino? dijo Valentina sonriéndose.
viejo, que á nadie quiere en el mundo sino á mí , y que -Creo á fé mia que adivina... el bien sobre todo .
-Dios me perdone si blasfemo , -de nadie es querido -¡Oh! dijo tristemente la jóven , dadme á conocer
sino de mí. ¡ Si supiéseis cómo me miró cuando supo á ese hombre , Maximiliano; que yo sepa de su boca si
mi resolucion , cuántos reproches habia en aquella seré amada lo bastante para desquitarme de lo que he
mirada , cuánta y cuánta desesperacion en aquellas sufrido.
lágrimas mudas !... ¡ Ah Maximiliano ! sentí una co- -¡Pobre amiga mia! ¡pero vos le conoceis !...
* sa parecida al remordimiento , y caí á sus piés es- -¿Yo?
clamando: -¡Perdon , perdon, padre mio! hagan de mí -Ší. Es el que salvó la vida á vuestra madrastra y á
lo que quieran, nunca os abandonaré.- El entonces su hijo.
alzó los ojos al cielo... Mucho puedo sufrir, Maximilia- -¿El conde de Monte-Cristo?
no ; pero aquella mirada de mi abuelo me recompensó -El mismo.
con creces. -¡Oh! esclamó Valentina , nunca puede ser amigo
-¡Querida Valentina ! sois un ángel, y no se me mio quien es tan amigo de mi madrastra.
alcanza cómo, alanceando beduinos , á menos que Dios -¡El conde amigo de vuestra madrastra, Valentina!
los haya tenido por lo que son , por infieles, cómo puedo Estoy seguro de que os equivocais: mi instinto no me
haber merecido que os confiáseis á mí. Pero veamos, habia de engañar en esto.
Valentina , ¿qué interés tiene Madama de Villefort en -¡Oh! si supiéseis , Maximiliano... Ya no es Eduardo
que no os caseis? el rey de esta casa , que es el conde. Halagado por
-¿No me habeis oido decir há poco que soy rica, Madama de Villefort, que ve en él el non plus de los
muy rica, Maximiliano? Por parte de mi madre tengo conocimientos humanos ; admirado ¿lo oís bien? admi-
cerca de cincuenta mil libras de renta , y mi abuelo y rado de mi padre, que dice que nunca la oido con mas
mi abuela el marqués y la marquesa de Saint-Meran elocuencia formular ideas mas elevadas ; idolatrado de
deben dejarme otro tanto, sin contar que M. Noirtier Eduardo, que aunque le asustan sus grandes ojos ne-
da visiblemente á entender que me hará su única be- gros , corre á él en cuanto le ve venir , y le abre la
redera. Resulta pues que en parangon conmigo mi mano, donde siempre encuentra algun juguete magnífi-
hermano Eduardo , que nada espera por parte de madre, co, M. de Monte-Cristo no está aquí en casa de mi pa-
es enteramente pobre. Madama de Villefort adora en dre, ni en casa de Madama de Villefort , sino en su
él con verdadero frenesí ; y á entrar yo en un claus- propia casa .
tro, toda mi fortuna , concentrada en mi padre, que Pues bien, Valentina, si todo eso es así, debeis de
hercdaria al marqués , á la marquesa y á mi, recaería conocer ya ó conocereis bien pronto el efecto de su
en su hijo. presencia. Si encuentra á Alberto de Morcef en Italia,
-¡Oh qué estraña es en una jóven esa avaricia! es para salvarle de los bandidos ; si conoce à Madama
-Reparad que no es avara por sí, Maximiliano, sino Danglar, es para hacerle un regalo régio ; si pasan por
por su hijo, y que le echais un defecto en cara que su puerta vuestra madrastra y vuestro hermano, es para
bajo el punto de vista del amor maternal es casi una que su árabe les salve la vida. Evidentemente tiene el
virtud. poder este hombre de influir sobre las cosas humanas.
-Pero veamos , Valentina , ¿ si cediéseis á Eduardo Nunca he visto gustos mas sencillos unidos á una mag-
una parte de esa fortuna... nificencia mas alta. Cuando se sonrie conmigo es tan
-¿Y cómo se hace una proposicion semejante , en dulce su sonrisa, que me olvido de lo amarga que la en-
particular á una muger que tiene siempre en la boca cuentran otros. ¡Oh ! decidme, Valentina , ¿ os ha son-
la palabra desinterés? reido á vos tambien de esa manera? Entonces sereis
Valentina, mi amor ha sido siempre para mí sa- dichosa .
grado; y como todo lo sagrado, lo he encerrado en mi -A mi ? dijo la jóven. ¡Oh Dios mio ! ni siquiera
corazon cubriéndolo con un velo de respeto . Nadie en me mira , Maximiliano , ó mas bien aparta los ojos de
el mundo, ni aun mi hermana , sospecha este amor en mí , si por casualidad paso junto à él. Ó no es gene-
mi: ¡tanto lo he callado ! Valentina, ¿ me permitís que roso , ó no posee esa mirada profunda que lee en el
se lo confie á un amigo? fondo de los corazones y que erróneamente le atri-
Valentina se estremeció . buís ; porque á haber sido generoso , viéndome triste
Aun amigo ! repuso. ¡Oh Dios mio ! Tiemblo, Maxi- y sola en esta casa , me hubiera protegido con su in-
miliano, al oiros hablar así. ¡ A un amigo ! ¿y quién es? fluencia ; y puesto que segun decís hace el papel de
-Escuchadme , Valentina : ¿ habeis sentido alguna sol, hubiera restaurado con sus rayos mi corazon. De-
vez una de esas simpatías irresistibles que hacen que cís que os ama, Maximiliano; ¿ quién lo puede saber?
al ver por la primera á una persona , creais conocerla Todos los hombres ponen buen talante á un oficial de
desde há mucho tiempo , y os pregunteis dónde y cinco piés y ocho pulgadas , como vos , que tiene un
cuándo la habeis visto, si bien, al no recordar ni lugar bigote largo y un sable tremendo; pero creen poder sin
ni tiempo , llegais á creer que ha sido en un mundo temor desdeñar á una pobre niña que llora.
anterior al nuestro, y que esta simpatía es un recuerdo -¡Oh Valentina ! os juro que os engañais.
que se despierta ? -A ser otra su idea, Maximiliano, si me tratara di-
-Sí. plomáticamente, es decir, como hombre que quisiera
-Pues bien: eso fué lo que yo senti al ver por pri- cobrar en la casa grande influjo , de este ó del otro
mera vez á ese hombre estraordinario. modo , siquiera una sola vez me hubiera honrado con
-¿Un hombre estraordinario? esa sonrisa que tanto ponderais ; pero no me ha
-Sí. visto desgraciada , comprende que en nada le pue-
-¿Luego hace mucho tiempo que le conoceis? do servir, y ni siquiera me ha consagrado su aten-
-Apenas ocho ó diez dias. cion. ¿ Quién sabe si hasta llegará á perseguirme
¡ Y llamais amigo á un hombre que conoceis hace cuanto pueda por agradar á mi padre , á Madama de
ocho dias! ¡Oh Maximiliano! no os creia yo tan pródigo Villefort ó á mi hermano ? Habladme con franqueza:
del dulce nombre de amigo. vos me habeis dicho que no soy una muger tan des-
-En lógica teneis razon, Valentina ; pero digais lo preciable... ¡ Ah ! perdonadme, prosiguió la jóven no-
• que querais, nada destruírá en mí este sentimiento tando
el efecto que hacian á Maximiliano estas pala-
instintivo. Creo que ese hombre ha de mezclarse en bras ; perdonadme; soy muy mala, y os digo cosas de
SEGUNDA SERIE. -ENTREGA 124.- TOMO II. 8
106 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

ese hombre que ni aun siquiera sabia que las abri- mí. Una voz secreta me grita que no es solo casualidad
gase mi pecho. No niego que exista esa influencia de lo que ocasiona este lazo imprevisto y recíproco. En-
que me hablais , y que la ejerza sobre mí; pero si la tre sus acciones mas sencillas, entre sus pensamien-
ejerce, es de un modo tan bastardo , que corrompe los tos mas secretos y entre mis acciones y mis pensa-
buenos pensamientos. mientos , hallo yo correlacion. Pues todavía os vais
-Está bien , Valentina , dijo Morrel suspirando ; no á reir mas de mí, Valentina . Desde que conozco á este
hablemos mas en esto ; nada le diré.. hombre , tengo la absurda creencia de que emana de
-¡Ay amigo mio ! repuso Valentina , veo que os él todo lo bueno que me sucede . Vais á decirme que
doy pena... ¡ Oh ! si pudiera estrecharos la mano y he vivido treinta años sin necesitar de su proteccion

...mirad por entre las tablas , allá abajo atado á un árbol , el caballo nuevo en que he venido.

pediros perdon ! ... pero en fin, quiero dejarme con- pero ¿ qué importa?... Oid un ejemplo : me ha convi-
vencer... decidme: ¿ qué ha hecho por vos el conde de dado a comer el sábado; nada mas natural en el punto
Monte-Cristo? á que han llegado nuestras relaciones, ¿ no es verdad?
--Confiésoos , Valentina , que me poneis en gran le Pues bien , ¿qué he sabido después ? Vuestro padre y
apuro preguntándome lo que ha hecho por mí. Harto vuestra madre tambien estan convidados . Me encon-
se me alcanza que nada ostensible ha hecho , pues traré con ellos , ¡ y sabe Dios los resultados que tendrá
como ya os lo dije , mi afecto es instintivo, que nada esta entrevista para lo futuro ! Estas circunstancias
tiene de motivado. ¿ Pero el sol ha hecho algo por mí? son al parecer muy naturales , y sin embargo, yo veo-
No: me calienta, y á su luz os veo , nada mas. ¿Y tal en ellas un no sé qué que me admira, y confio ciega-
ó cual perfume ha hecho algo por mí? No, sino recrear mente. Presumo que Monte-Cristo, hombre no singular
co cer á
agradablemente uno de mis sentidos; esto solo puedo que todo lo adivina , ha querido darme
decir cuando me preguntan por qué alabo un perfume. M. y Madama de Villefort , y á veces trato de leer en
Mi amistad hácia él es tan estraña como la suya hácia sus ojos si ha adivinado nuestro amor.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 107.

-Por visionario os tendria , mi buen amigo, dijo -Tanto peor, dijo la jóven sonriéndose.
Valentina, y me inspiraria serios temores vuestro buen -Y sin embargo , añadió el capitan , no es menos
sentido , si no oyese de vuestra boca razones seme- convincente para mí, hombre que soy de inspiracion
jantes. ¡ Qué ! veis algo mas que una casualidad en y de sentimiento , y que he debido la existencia mu-
ese encuentro? Reflexionad un poco, Maximiliano . Mi chas veces , en los diez años que hace que milito , á
padre, que nunca sale de sus costumbres, ha estado ya esas voces interiores que nos aconsejan retroceder
diez veces para negar á Madama de Villefort su com- un tanto para que pase junto á nosotros la bala que
pañía , y ella , que por lo contrario arde en deseos de venia á matarnos.
ver en su casa á ese nabab estraordinario, ha conse- -¿Y por qué, Maximiliano, no se ha de atribuir á

CEDESCHIMPS

...ocupó su puesto , jugamos , y yo gané...

guido con mucho trabajo arrastrarle allá. No , no, Ma- mis rezos esa desviacion de las balas ? Cuando vais á la
ximiliano , después de vos, no tengo otro protector en guerra, no es por mí ni por mi madre por quien rezo,
el mundo que mi pobre abuelo , ¡ un cadáver ! ni otro que es por vos.
apoyo que mi pobre madre, ¡ una sombra ! -Eso será desde que os conozco , dijo Maximiliano
Siento que teneis razon , Valentina , y que está la sonriéndose ; pero ¿y antes que os conociera , Va-
lógica de vuestra parte , repuso Maximiliano ; pero lentina?
vuestra dulce voz, siempre tan poderosa , hoy no me -¡Ea ! puesto que nada quereis deberme, infame,
convence. volvamos á ese ejemplo que á vos mismo os parece
-Ni la vuestra á mí tampoco , dijo Valentina , y absurdo.
confieso que si no teneis otro ejemplo que citarme... -Pues bien : mirad por entre las tablas , allá
-Otro tengo, respondió vacilante Maximiliano; pero abajo atado á un árbol , el caballo nuevo en que he
me veo precisado á confesaros, Valentina, que es mas venido.
absurdo que el primero . -¡Oh qué animal tan hermoso ! esclamó Valentina .
108 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Por qué no le trajísteis mas cerca de aquí ? le hu- rois, criado viejo que contaba á su servicio mas de
biera yo hablado y me hubiera entendido. veinticinco años , se sentaron á los lados de M. Noir-
-Es con efecto , como veis , un animal de mucho tier.
valor, dijo Maximiliano. Pues bien : ya sabeis , Valen- Este, en su gran sillon de ruedas, donde le colo-
tina, que mi fortuna es muy limitada , y que soy un caban por la mañana y le levantaban por la noche, si-
hombre verdaderamente económico. Habia yo visto en tuado en frente de un espejo que reflejaba toda la ha-
casa de un chalan ese magnífico Medeah , que es el bitacion permitiéndole ver , sin que hiciese un movi-
nombre que le he puesto ; pregunté su precio, y me miento , cosa que fuera imposible, todo el que entraba
respondieron que cuatro mil quinientos francos. Como ó salia, y lo que hacian en torno; M. Noirtier, repe-
comprendereis, debí ya de renunciar á que me parecie- timos, inmóvil como un cadáver, miraba con ojos in-
ra hermoso , y salí con el corazon apretado , lo confieso ,
teligentes y animados á sus hijos, cuyo ceremonioso
pues el animal me habia mirado tiernamente y me ha- aspecto le anunciaba algun paso oficial inesperado .
bia acariciado con su cabeza , caracoleando debajo de La vista y el oído eran los dos sentidos que ani-
mí de la manera mas graciosa . Aquella misma tarde maban todavía, como dos chipas fugaces, aquella ma-
hallábanse reunidos en mi casa algunos amigos, M. de teria terrestre preparada ya para la tumba casi en su
Chateau-Renaud, M. Debray, y otras cinco o seis ma- totalidad. Mas aun: de los dos sentidos uno solo podia
las cabezas, que sois harto afortunada en no conocer- revelar esteriormente la vida interior que animaba á
los, ni aun de nombre . Propusieron un entrecinco la estátua, y la mirada que declaraba esta vida interior
Yo no juego nunca , porque no soy ni bastante rico parecia una de esas luces lejanas que en medio de la
para poder perder , ni bastante pobre para desear ga- noche anuncian al viajero perdido en un desierto que
nar ; pero como estaba en mi casa , ya comprendereis hay otro ser que vela en aquel silencio y aquella os-
que no debia de hacer otra cosa que mandar por bara- curidad.
jas, y así lo hice . Cuando nos sentábamos á la mesa Así pues, en estos ojos negros del anciano Noir-
llegó el conde de Monte-Cristo ; ocupó su puesto, ju- tier , ojos coronados de cejas tambien negras, al´pa-
gamos , y yo gané... apenas me atrevo á confesároslo, so que todos sus cabellos, que le caian sobre la espal-
Valentina ; gané cinco mil francos. A media noche nos da, eran blancos; en estos ojos , como siempre se ve en
separamos. No pude resistir á la impaciencia, tomé un los órganos del hombre que obran á costa de los de-
cabriolé, y me fuí á casa del chalan . Llamé palpitante, más órganos , se habian concentrado toda la actividad,
febril... el que me abrió debió de tenerme por un loco. toda la destreza , toda la energía y toda la inteligen-
Apenas me abren, corro á la cuadra, miro el pesebre... cia diseminadas en otro tiempo en los órganos res-
¡Oh fortuna! Medeah estaba comiendo su pienso . Cojo tantes .
una silla, se la pongo yo mismo , le paso la brida al Faltábale ciertamente el ademan al brazo , el sonido
pescuezo... Medeah se prestaba á todo con mucho pla- á la voz , la accion al cuerpo; pero todo lo suplian
cer. Luego, alargando los cuatro mil quinientos fran- aquellos ojos potentes : mandaba con los ojos, agra-
cos al estupefacto chalan , vuelvo á mi casa , ó dicho decia con los ojos .
mejor, me estoy toda la noche dando vueltas por los Era en fin un cadáver con los ojos vivos , y nada á
Campos Elíseos . Oid, oid... en el balcon del conde ha- veces mas tremendo de ver que aquel rostro de mármol
bia luz, y me pareció ver su sombra detrás de los vi- en cuya cúspide brillaba un rayo de cólera ó de ale-
sillos. Jurara, Valentina , que el conde supo que yo de- gría .
seaba el caballo , y perdió de motu propio para que pu- Tres personas solamente sabian comprender este
diera adquirirlo . lenguaje del pobre paralítico : Villefort, Valentina y
-Mi querido Maximiliano , sois novelesco en dema- el antiguo criado de que ya se ha hecho mencion.
sía , dijo Valentina , y no me amareis por mucho Pero como Villefort solo veia á su padre muy raras
tiempo . Un hombre que así se lanza al mundo de la poe- veces , y eso cuando no podia pasar por otro punto ; co-
sía no se acomoda con gusto á una pasion monótona mo cuando le veia no trataba de darle el gusto de com-
como la nuestra ... pero callad... ¡ gran Dios ! me prenderle, toda la felicidad del viejo se encerraba en
llaman... ¿ no ois?
1 su nieta, y Valentina habia llegado á fuerza de adhesion ,
Oh Valentina ! dijo Maximiliano , dadme á besar de amor y de paciencia á traducir á la primera mirada
por la rendija uno de vuestros dedos tan siquiera. los pensamientos de Noirtier.
-Maximiliano , hemos dicho que seriamos el uno A este lenguaje mudo é ininteligible para otro cual-
para el otro dos voces , dos sombras. quiera, respondia ella con toda su voz, con toda su fi-
-Como gusteis , Valentina . sonomía, con toda su alma ; de suerte que pasaban los
-¿Sereis dichoso si hago lo que me pedís? diálogos mas animados entre la jóven y el viejo ; aquel
¡Oh sí! viejo que ya era casi polvo , pero hombre aun de in-
Al punto , subiéndose á un poyo , pasó Valentina menso saber , de estraordinaria penetracion , y de una
por la abertura de la empalizada, no un dedo, sino to- voluntad tan poderosa como puede serlo un alma en-
da la mano. terrada en una materia que no la obedece ya.
Exhaló el jóven un grito , y arrimándose á la em- Valentina pues habia resuelto el estraño problema
palizada , posó sus labios ardientes en aquella mano de comprender lo que pensaba el anciano , y de hacerle
querida. comprender lo que ella pensaba; con que, gracias á este
Pero en el mismo instante huyó la mano de entre estudio, era muy raro que particularmente en las cosas
las suyas, oyéndose á Valentina correr, asustada qui- comunes de la vida no acertase ella al punto mismo el
zás de la emocion que habia sentido . deseo de aquel alma viviente , ó la necesidad de aquel
cadáver medio insensible.
CAPÍTULO XIX. El criado, por su parte, como ya hemos dicho que
hacia veinticinco años que le servia , era tan práctico
M. NOIRTIER DE VILLEFORT. en sus costumbres , que casi nunca tenia que pedirle
Noirtier nada.
Veamos ahora lo que habia sucedido en casa del Por consiguiente , Villefort no necesitaba ni del uno
procurador del rey después de la visita de Madama ni de la otra para entablar con su padre la estraña con
Danglars y de su hija , y durante la conversacion de Va- versacion que le llevaba allí.
lentina y
y Morrel. Ya hemos dicho que tambien él comprendia el vo-
M. de Villefort con su esposa habian entrado en la cabulario del anciano, y si no lo usaba masa menudo,
habitacion de su padre. era por desden y por indiferencia.
Después de saludar al anciano y de despedir á Bar- Dejó pues Valentina bajar al jardin , despidió á
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 109

Barrois , y después de sentarse al lado derecho de su La mirada del viejo siguió inmóvil.
- padre , mientras madama de Villefort se sentaba al iz- Tomando á su vez la palabra Madama de Villefort,
quierdo , le dijo: apresuróse á añadir:
-No os admire , señor, que Valentina no haya ve- -Nos imaginábamos, señor, que esta noticia os in-
nido con nosotros y que haya despedido yo á Barrois, teresaria tanto mas , cuanto que al parecer es Valen-
porque la conferencia que vamos á tener es de aque- tina objeto de vuestra predileccion . Quédanos por de-
llas que no pueden tenerse en presencia de una joven ciros solamente el nombre de su futuro esposo , que
ó de un criado. Madama de Villefort y yo venimos á es uno de los partidos mas brillantes que pudiera Va-
comunicaros una noticia. lentina desear. Tiene fortuna, un nombre ilustre, y su

Barrois.

1 Durante este preámbulo, el rostro de Noirtier per- conducta y sus gustos pueden ser garantías de la feli-
maneció impasible: los ojos de Villefort, por el contra-
cidad de vuestra nieta. Su nombre no os debe de ser
rio, se esforzaban á penetrar á lo mas profundo de su desconocido. Se llama M. Franz de Quesnel , baron
corazon. d'Epinay.
-Madama de Villefort y yo estamos seguros de que Durante el discurso de su muger, tenia fija Ville-
os agradará esta noticia , prosiguió el procurador delfort su mirada en el viejo con mas atencion que nunca.
rey con un tono helado que no admitia réplica. Cuando Madama de Villefort pronunció el nombre
Los ojos del anciano siguieron inmóviles : escu- de Franz, temblaron los ojos de Noirtier, tan perfecta-
chaba solamente. mente conocidos de su hijo , y dilatándose sus pupilas
-Señor, vamos á casar á Valentina , repuso su hijo. como hubieran podido hacerlo unos labios para dejar
Una estátua de cera no se hubiese quedado mas fria paso á las palabras, dieron paso á un rayo fulminante.
que el semblante del anciano. El procurador del rey, que sabia la enemistad que
-Antes de tres meses se verificará el casamiento, en lo antiguo existió entre su padre y el padrede Franz,
añadió Villefort. comprendió aquel rayo y aquella agitacion; pero dejó-
110 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

los pasar sin embargo como desapercibidos , y reanu- -¡Mucho calor hace aquí , y perjudica á M. Noir-
dando el discurso de su muger: tier!
-Bien comprendeis, señor, le dijo , que importa que Luego tornó á su lado , pero no á sentarse .
Valentina tome estado, puesto que ya raya en los diez -Este casamiento , añadió Madama de Villefort,
y nueve años. Sin embargo , en nuestras discusiones agrada á M. d'Epinay y á su familia , que no se com-
no nos hemos olvidado de vos , asegurándonos de que pone mas que de un tío y de una tia , puesto que mu-
el marido de Valentina se conformaria , si no á vivir rió su madre al darle á luz , y su padre fué asesinado
con nosotros, que quizás molestaríamos á un matri- en 1815 , es decir, cuando apenas contaba el niño dos
monio jóven , á vivir con vos á lo menos , con vos á años . Es por consiguiente dueño de su albedrío.

Los ojos de Noirtier brotaron sangre.

quien Valentina prefiere , y que por vuestra parte le Asesinato misterioso, dijo Villefort, cuyos autores
pagais al parecer tan tierna afeccion ; y que viviriais han permanecido ignorados , aunque se haya sospe-
á su lado , de manera que no se alterase ninguna de chado de muchas personas, pero vagamente y sin dato
vuestras costumbres , solo que tuviéseis para cuidaros alguno.
dos hijos en vez de uno. Noirtier hizo un esfuerzo tan grande , que se con-
Los ojos de Noirtier brotaron sangre. trajeron sus labios como para reir.
Era evidente que pasaba algo terrible en el alma -Ahora bien , prosiguió Villefort , los verdaderos
de aquel viejo ; era evidente que el grito del dolor y de culpables , los que saben que han cometido el crímen.
la cólera subia á su garganta , y no pudiendo estallar le y que mientras vivan puede herirlos la justicia de los
ahogaba' , porque su rostro se puso purpúreo y sus la- hombres y la de Dios cuando mueran, se creerian muy
bios blancos. dichosos en nuestro lugar teniendo una hija que ofre-
Villefort abrió tranquilamente una ventana di- cer á M. Franz d'Epinay para estinguir hasta la sos-
ciendo: pecha mas remota.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 111

Noirtier se habia ido calmando con un poder que que te abandonaria y que el matrimonio me hiciese
nadie hubiera supuesto en aquella organizacion incom- olvidadiza?
pleta. -No , dijo el anciano.
-Sí , ya comprendo , respondió á Villefort con una -¿Te han dicho que M. d'Epinay consentia en
mirada. que viviésemos juntos?
Y esta mirada rebosaba á par desden profundo -Sí.
é inteligente cólera . -Entonces, ¿por qué estás enojado?
Villefort por su parte respondió á esta mirada , que Los ojos de Noirtier tomaron una espresion de
habia comprendido muy bien, con un encojimiento infinita dulzura.
de hombros. -Sí, ya comprendo , dijo Valentina , por qué me
Luego hizo seña á su muger de que se levantara. quieres.
-Recibid, señor, mis respetos , dijo la dama. ¿Que- El viejo le hizo seña de que sí.
reis que Eduardo venga á presentaros los suyos? -¿Y temes que sea desgraciada ?
Era cosa convenida que el anciano manifestase -Sí.
su aprobacion cerrando los ojos, su negativa guiñán- -¿No quieres á M. Franz?
dolos muchas veces , y que los levantase al cielo Los ojos repitieron tres ó cuatro veces:
cuando deseaba alguna cosa. -No , no , no.
Para llamar á Valentina cerraba solamente el ojo -¿Entonces tendrás mucha pena?
derecho. -Sí .
Para Barrois el ojo izquierdo. -Pues bien , escucha, dijo Valentina hincándose
Al oir la proposicion de madama de Villefort gui- de rodillas delante de Noirtier y echándole al cuello
ñó los ojos vivamente . sus brazos , yo tengo tambien mucha pena , porque
Negativa tan clara hizo á la jóven morderse los tampoco yo quiero à M. Franz d'Epinay.
labios. Un rayo de júbi pasó por los ojos del anci
lo ano .
-Entonces os enviaré á Valentina, le dijo. -Cuando quise entrar en un convento , ¿no recuer-
-Sí, respondió el viejo cerrando los ojos con mu- das que te enfadaste tanto conmigo?
cha viveza. Una lágrima humedeció la pupila árida del anciano.
Saludaronle y salieron M. y Madama de Villefort -Pues era por librarme de ese casamiento que me
mandando que llamasen á Valentina , que por su parte desespera, añadió Valentina.
estaba ya prevenida de que aquel dia tendria que ha- La respiracion de Noirtier se puso acelerada.
cer con M. Noirtier. -¿Con que este casamiento te da pena, padre mio?
Poco después de salir el matrimonio entró Valen- ¡ Oh ! ¡ si pudieras ayudarme ! ¡ si pudiéramos desbara-
tina sonrosada aun de emocion . tar ese proyecto! Pero tú no tienes fuerzas para lu-
Una mirada le bastó para comprender cuánto su- char con ellos; tú, cuya imaginacion es tan viva, cuya
fria su abuelo y cuánto tenia que decirla. voluntad es tan firme , eres tan débil 6 mas que yo
¡Oh mi buen papá ! ¿qué te ha sucedido? esclamó. para luchar. ¡Ay! en tus tiempos de brios y de salud
¿Estás enojado, no es verdad? hubieras sido para mí un protector tan poderoso ! pero
-Sí, respondió cerrando los ojos. hoy lo mas que puedes es comprenderme y alegrarte
-¿Con quién ? ¿con mi padre? -No . -¿Con Mada- ó entristecerte conmigo . Es un asomo de felicidad
ma de Villefort?-No. - ¿Conmigo? que Dios se ha olvidado de quitarme, cuando me qui-
El viejo hizo seña de que sí. tó tantas otras.
-Conmigo? replicó admirada Valentina. Tomaron en esto los ojos de Noirtier tal espresion
El viejo repitió la seña. de malicia y profundidad, que creyó la jóven leer en
¿Qué te he hecho , querido papá? esclamó Va- ellos estas palabras:
entina. -Te equivocas . Todavía puedo hacer mucho
No hubo respuesta. por ti.
La jóven prosiguió: -¿Puedes hacer algo por mí , buen papá? esclamó
-Como no te he visto en todo el dia, ¿ te han di- Valentina.
cho algo de mí? -Sí.
—Sí, repuso con viveza la mirada del viejo . Y Noirtier alzó los ojos al cielo , que era lo con-
-Veamos... déjame que piense... yo te juro, padre venido entre él y Valentina para espresar que deseaba
mio.. ¡Ah! salian de aquí M. y Madama de Villefort, algo.
¿no es verdad? -¿Qué quereis, papá ? Veamos.
-Si. Y Valentina se puso á reflexionar un instante, de-
-¿Y son ellos los que te han dicho esas cosas que mostrando sus pensamientos á medida que se le ocur-
te alteran ? ¿ Qué es ? ¿quieres que vaya á preguntár- rian , aunque a todos el viejo respondia constante-
selo para que pueda disculparme contigo? mente:
-No, no , respondió la mirada. -No .
-Pero me llenas de susto. ¡ Dios mio ! ¿qué habrán -Hay que recurrir á los medios estraordinarios,
podido decirte? pues tan torpe soy.
Y se puso á cavilar. Y recitó una por una las letras del alfabeto desde
¡ Oh ! ya sé , dijo bajando la voz y acercándose la A hasta la N, interrogando al mismo tiempo la mi-
mas al anciano. ¿ Te han hablado por ventura de mi rada del paralítico.
casamiento? Al llegar á la N contestó que sí.
-Sí, replicó con enojo la mirada. -¡Ah ! dijo Valentina , lo que deseais empieza con
-Ya comprendo;¿yte enfada mi silencio? ¡ Oh ! has N. Tenemos pues que habérnoslas con la N. Ea pues ,
de saber que me tenian prohibido decirte una pa- ¿ para qué necesitamos á la N ? Na-ne-ni-no...
labra; 6 mejor, que nada me habian dichoá mí misma , -Sí, sí, sí, respondió el viejo.
y que en cierto modo he sorprendido este secreto; -¡Ah ! no...
por eso fuí tan reservada contigo . Perdóname, buen -Sí.
papá. Fué Valentina á buscar un diccionario , que colocó
Vuelta á su inmovilidad la mirada , parecia como en un atril delante de su abuelo.
si dijese: Abriólo, y cuando vió la mirada del anciano fija e
«No es solo tu silencio lo que me aflige.» las hojas, empezó á correr su dedo vivamente de alto á
-¿Pues qué es ? le preguntó la jóven. ¿ Pensabas bajo de las columpas.
112 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

La costumbre le habia hecho muy fácil esta tarea, Corrió la jóven al cordon de la campanilla, y apa-
como que hacia ya seis años que estaba Noirtier en reciendo un criado le ordenó rogase á M. ó Madama
aquella lamentable situacion ; con que en adivinar su de Villefort que subieran al cuarto de su abuelo.
pensamiento era tan pronta como si lo hubiese buscado -¿Estás contento? le preguntó Valentina ... sí... ya
él mismo en el diccionario. lo creo... ¡ eb ! no era tan fácil de adivinar eso.
En la palabra notario le hizo seña Noirtier de que Y la jóven sonrió á su abuelo como hubiera podido
parase. sonreir á un niño.
-Notario, repitió la jóven . ¿Deseas un notario, que- En esto entró M. de Villefort acompañado de
rido papá? Barrois.

DICTIONA

...y cuando vió la mirada del anciano fija en las hojas , empezó á correr su dedo vivamente de alto abajo de las columnas.

El viejo le hizo señas de que era un notario lo que Qué quereis , señor? preguntó á su padre.
quería. -Señor, mi abuelo quiere que venga un notario ,
-i Con que habrá que mandar venir un notario? dijo Valentina.
tornó á preguntarle Valentina . A tan estraña salida cruzó Villefort una mirada con
-Sí , respondió el paralítico. el paralítico .
-¿Ha de saberlo mi padre? -Si , dijo este con una energía que demostraba
-Si. que con la ayuda de Valentina y del criado estaba
¿Y tienes mucha prisa? dispuesto á salir triunfante de su empeño.
-Si. ¿Con que quereis un notario? repitió Villefort.
-Entonces lo mandaremos llamar en seguida. ¿ Es -Sí.
eso todo lo que quieres? -¿Para qué ?
--Si. Noirtier no respondió.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 113

-¿Para qué necesitais del notario ? tornó á escla comprenderlo . Vamos á ver; ¿qué es lo que necesitais ,
mar Villefort. caballero, para la absoluta tranquilidad de vuestra con-
La mirada del paralítico prosiguió inmóvil, y por ciencia?
lo tanto muda, lo que queria decir: -Lo que se requiere para que nuestros actos sean
-Insisto en mi empeño . válidos , señorita, respondió el notario ; es decir, certi-
-¿Para jugarnos alguna mala pasada , eh? dijo Vi- dumbre de la aprobacion ó reprobación. Se puede es-
llefort. tar enfermo del cuerpo , pero es preciso que esté el es-
-Pero en fin, replicó Barrois , pronto á rebelarse píritu sano.
con la pertinacia de los criados antiguos ; pero en fin, -Pues bien , caballero ; con dos signos adquirireis
cuando el señor quiere un notario , será porque lo ne- esa certidumbre, y la de que nunca ha estado mi abuelo
cesite ; con que voy á buscarle . en tan completo goce de su inteligencia como ahora . Fal-
Barrois no reconocia otro amo que Noirtier , y no to de voz y de movimiento , M. Noirtier cierra los ojos
toleraba que su autoridad se pusiese tan siquiera en cuando quiere decir que sí, y los guiña repetidamente
duda. cuando quiere decir que no. Ya sabeis lo bastante para
-Sí, quiero un notario , esclamó el viejo, cerrando hablar con él. Haced la prueba.
los ojos audazmente en aire de desafío, como si dijera: La mirada que lanzó el anciano á Valentina rebo-
Veremos si se atreven á negarme lo que pido. saba tanta ternura y gratitud , que el mismo notario
-Vendrá un notario, puesto que absolutamente lo la comprendió.
exigís ; pero yo me disculparé con él y os disculparé -¿Habeis oido y comprendido , caballero , lo que dice
á vos mísmo , porque la escena va á ser altamente ri- vuestra nieta? le preguntó el notario .
dícula. Noirtier cerro dulcemente los ojos , volviendo á
-No importa, dijo Barrois; voy á buscarle. abrirlos poco después.
Y salió con aire de triunfo. -¿Y aprobais lo que ha dicho? es decir, ¿los signos
indicados por ella, son exactamente los mismos que os
CAPITULO XX. sirven para dar á entender lo que pensais?
-Sí, replicó el viejo.
UN TESTAMENTO. -¿Sois vos quien me ha mandado llamar?
-Sí.
En el momento que salia Barrois, miró Noirtier á ¿Para hacer testamento?
Valentina con aquel malicioso interés que tantas cosas -Sí .
anunciaba. -¿Y no quereis que me vaya sin hacerlo?
La jóven lo comprendió y Villefort tambien , pues El paralítico cerró los ojos con viveza muchas veces.
su frente y sus cejas se arrugaron. -Ya le comprendeis , caballero ; ¿ es bastante para
Tomó una silla, instalóse en la habitacion del pa- tranquilizar vuestra conciencia ? le preguntó la jóven.
ralítico, y esperó. Pero antes que el notario respondiese , le llevó
Noirtier miraba lo que hacia con absoluta indife- aparte Villefort.
rencia; pero con el rabo del ojo habia mandado á Va- -Caballero, le dijo, ¿creis que pueda un hombre so-
lentina que permaneciese tambien allí , y que no tu- portar impunemente choque físico tan terrible como
viese cuidado. el que ha sufrido M. Noirtier de Villefort sin que pa-
Tres cuartos de hora después volvió Barrois con el dezca gravemente su organizacion moral?
notario. -No es eso precisamente lo que me da en qué pen-
-Caballero , le dijo Villefort pasadas las primeras sar, respondió el notario, sino cómo llegaremos á adi-
ceremonias, quien os ha mandado llamar es M. Noir- vinar los pensamientos antes de provocar las res-
tier de Villefort, aquí presente. Una parálisis completa puestas.
le impide el uso de sus miembros y de la voz; de suerte Ya veis que es imposible, dijo Villefort.
que nosotros solos , y eso con mucho trabajo , logramos Valentina Y el anciano oian la conversacion .
tal vez comprender algo de sus pensamientos." Fué tan fija y tan firme la mirada que ahora clavó,
Noirtier recurrió á Valentina con una mirada tan Noirtier en Valentina, que exigia respuesta.
grave , tan imperiosa , que la jóven respondió en el -No os inquieteis por eso , caballero , le dijo : por
acto: difícil que sea o que os parezca adivinar el pensamiento
-Yo comprendo todo lo que mi abuelo quiere decir. de mi abuelo, yo os lo traduciré, yo, y de tal modo, que
-Es verdad , añadió Barrois , todo , absolutamente no os pueda quedar alguna duda . Hace seis años que
todo, como yo se lo decia al señor notario por el ca- vivo cuidando á M. Noirtier, y que diga él mismo si
mino. en esos seis años ninguno de sus deseos ha quedado
-Disimuladme , caballero, y tambien vos, señorita, sin satisfaccion porque yo no lo comprendiese .
dijo el notario dirigiéndose á Villefort y á Valentina; pero —No , dijo el anciano.
esta es una de las ocasiones en que el agente público no -Probemos pues , repuso el notario. ¿Aceptais por
puede partir de ligero sin atraerse inmensa responsabi- intérprete á esta señorita?
lidad. Para que un acta sea válida , la primera condi- El paralítico hizo seña de que sí.
cion es que el notario esté convencido de que ha inter- -Bien. Veamos ahora , caballero , ¿ qué es lo que
pretado fielmente lajvoluntad del dictante. Ahora bien, quereis de mí y lo que quereis hacer?
yo no puedo estar seguro de la aprebacion ó reproba- Valentina fué nombrando hasta la T todas las le-
cion de un cliente que no habla, y como á causa de su tras del alfabeto.
• mutismo no se puede probar plenamente lo que le En esta la detuvo la elocuente mirada del anciano.
agrada ó lo que le desagrada , ejerceria ilegalmente mi -La letra T es la que indica este caballero , dijo el
cargo, que es en esta ocasion inútil y mas que inútil. notario. No cabe duda.
Y dió un paso para retirarse. -Esperad, añadió Valentina .
Una imperceptible sonrisa de triunfo se dibujó en Y volviéndose hácia su abuelo , añadió:
los labios del procurador del rey. -Ta... te...
Noirtier de su parte miró á Valentina con tal espre- El anciano la paró en la segunda sílaba .
sion de dolor, que la jóven no pudo menos de colocarse Entonces Valentina cojió el diccionario , y ante el
entre el notario y la puerta. curial, que no la perdia de vista, se puso á señalar con
-Caballero , le dijo , el lenguaje que yo hablo con el dedo las palabras.
mi abuelo es facilísimo de aprender ; y así como lo Testamento señaló su dedo , detenido por una mi-
comprendo yo , puedo en pocos minutos enseñaros á rada de Noirtier.
: 114 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Testamento , esclamó el notario. Es cosa clara: mento será simplemente un testamento místico , es
quiere testar. decir, previsto por la ley, que lo autoriza como se lea
-Sí , dijo Noirtier repetidas veces. en presencia de siete testigos, y el testador lo apruebe
-¡Convenid en que esto raya en lo maravilloso! dijo y lo cierre el notario delante de ellos tambien. En
el notario á Villefort, que estaba estupefacto. cuanto á su duración será todo lo mas la de otro cual-
-Con efecto, repuso este; y mas maravilloso toda- quiera. Las fórmulas son siempre las mismas , y por lo
vía fuera el testamento, porque no concibo que los ar- que toca á los pormenores, proporcionará la mayor
tículos vengan por si mismos á colocarse por su órden parte el estado de los negocios del testador, estado
en el papel, palabra por palabra, sin la inteligente ayu- que podreis manifestarnos vos mismo, puesto que ha-

-Testamento , esclamó el notario. Es cosa clara : quiere testar.

da de mi hija ; de lo que se deduce que Valentina es- | breis corrido con ellos. Además, para que sea inata-
tará demasiado interesada en el testamento para ser cable la validez de esta acta , tomaremos todas las pre
intérprete fiel de la voluntad de M. Noirtier de Vi- cauciones ; me ayudará uno de mis cólegas, contra lo
llefort. que es costumbre. ¿ Estais contento, caballero? añadió
--No, no, no, quiso decir el paralítico . el notario dirigiéndose al paralítico .
-¡Cómo ! no está Valentina interesada en vuestro -Sí , respondió Noirtier, satisfecho de verse com-
testamento? dijo M. de Villefort. prendido.
-No , repuso Noirtier. -¿Qué irá á hacer ? se preguntó Villefort á sí
-Caballero, añadió el notario, que gustosísimo de mismo.
asistir á tan pintoresca escena , pensaba contarla luego Su alta posicion le exigia tanta reserva, é ignoraba
á sus amigos ; caballero , nada me parece ahora tan fá- el objeto de su padre.
eil como lo que creia imposible hå poco ; y este testa- Volvióse pues para mandar que viniese otro nota-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 115

rio; pero Barrois, que lo habia oido todo y que adivi- Habia algo de solemne en este interrogatorio. Nun-
naba la intencion de su amo, habia salido ya á cum- ca habia sido tan palpable la lucha de la materia con
plirla. el espíritu , que si no era un espectáculo sublime,
Con esto el procurador mandó subir á su esposa, como estábamos tentados de decirlo, era á lo menos
y un cuarto de hora después toda la casa estaba reu- curioso.
nida en la habitacion del paralítico . En torno á Villefort se habia juntado un corro.
El segundo notario habia llegado ya. El segundo notario , dispuesto á escribir, estaba
Su cólega le esplicó en pocas palabras el asunto sentado á una mesa, y el primero seguia delante del
que los reunia. paralítico interrogándole.

Los ojos de Noirtier brotaron llamas.

Leyó á Noirtier una fórmula testamentaria , vaga -Vuestro caudal pasa de trescientos mil francos ¿no
y vulgar, y luego para comienzo, por decirlo así, de es verdad? le preguntó.
la consulta de su inteligencia, le dijo el primer no Noirtier hizo seña de que sí.
tario: -¿De cuatrocientos mil? prosiguió el notario.
-Cuando se hace testamento, caballero , es á favor Noirtier permaneció inmóvil.
de alguien ó contra alguien. -¿Quinientos mil?
-Sí, contestó Noirtier. La misma inmovilidad.
Teneis idea del total de vuestra fortuna ? -¿Seiscientos mil, setecientos mil , ochocientos
-Sí. mil, novecientos mil?
-Voy á nombraros muchas cantidades de menor á Noirtier le hizo seña de que sí.
mayor. Cuando llegue á la que creais igual á la vues- Con que poseeis novecientos mil francos?
tra, me detendreis. 二
-Sí. ¿En bienes inmuebles ? le pregunto el notario . ,
116 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Noirtier hizo seña de que no. hijo y por su nuera , yendo á fijarse en Valentina con
-¿En papel ? espresion de profunda ternura."
Noirtier hizo seña de que sí. -Pues bien , añadió la jóven , si me quieres , padre,
-¿Y teneis ese papel en vuestro poder ? trata de hermanar con lo que haces tu cariño. Bien
Una mirada del anciano á Barrois hizo que este me conoces ; bien sabes que nunca he pensado en tu
saliera de la estancia volviendo á poco con una cajita. caudal, sobre que dicen que soy rica , demasiado rica
-¿Permitireis que se abra esa caja? preguntó el por parte de mi madre . Esplícate, pues.
notario. La mirada ardiente de Noirtier se fijó en la mano
Noirtier hizo seña de que sí. de Valentina.
Abierta la caja, halláronse dentro novecientos mil -¿Mi mano? repitió ella .
francos en inscripciones del gran libro . -Sí, dijo Noirtier.
El primer notario las entregó una por una á su có- -¡Su mano! repitieron todos los concurrentes.
lega. La cuenta estaba cabal . --¡Ah , señores ! dijo Villefort , ya veis que todo es
Esto es, dijo. No hay duda de que su inteligencia inútil : mi pobre padre está loco.
está en todo su vigor y lucidez. ¡Oh ya comprendo ! esclamó de repente Valentina.
Luego, volviéndose al paralítico : Hablas de mi matrimonio , ¿no es verdad?
-Resulta pues, le dijo , que teneis novecientos mil -Sí, sí, sí, repitió tres veces el paralítico , lanzando
francos de capital , que gracias á su colocacion deben un rayo á cada una que se levantaba su pupila.
de produciros cuarenta mil libras de renta sobre poco -Tú no nos quieres á causa del matrimonio , ¿no es
mas o menos. verdad?
-Sí , dijo Noirtier. -Sí.
-¿Y á quién quereis dejar esa fortuna ? -Pero eso es absurdo , dijo Villefort.
-¡Oh, eso es indudable ! dijo Madama de Villefort. -Disimuladme , caballero , dijo el notario: todo me
La única persona á quien ama M. Noirtier es su nieta parece muy lógico y muy natural .
Valentina de Villefort ; ella le cuida há seis años ; ella -¿No quieres que me case con M. Franz d'Epinay?
ha sabido ganar su afecto y hasta su gratitud con ---No, no quiero, gritaron los ojos del anciano .
amorosa ternura , y es justo que recoja el premio . -¿Ydesheredais à vuestra nieta, esclamó el notario ,
Los ojos de Noirtier brotaron llamas, como si no se porque no se casa á vuestro gusto?
dejase engañar por aquella fingida aquiescencia de Ma- -Sí, respondió Noirtier.
dama de Villefort á la intencion que le suponia. -¿De suerte que os heredaria á no ser por ese ca-
-¿Será pues á la señorita Valentina de Villefort á samiento?
quien dejeis estos novecientos mil francos? preguntó -Si.
el notario , que creyendo faltarle solo esta cláusula En torno al anciano reinó un profundo silencio.
para rematar el testamento , trataba sin embargo de Los dos notarios consultaban tan estraño caso.
asegurarse del consentimiento de Noirtier , y hacerlo Valentina miraba á su abuelo con sonrisa de gra-
constar por todos los testigos de escena tan estraña. titud y con las manos juntas.
Valentina habia dado un paso hácia atrás llorando , Villefort se mordia los labios.
con la vista fija en el suelo. Madama de Villefort no podia reprimir un arrebato
Contemplóla un instante el anciano con espresion de alegría, que se reflejaba á su pesar en su rostro.
de profunda ternura ; y volviéndose luego al notario, -Pero me parece que yo soy el único que debe
guiñó los ojos de la manera mas significativa y ter- juzgar de la conveniencia de esta union, dijo Villefort
minante. al fin . Unico dueño de la mano de mi hija , quiero que
-¿Qué, no? repuso el notario. ¡Cómo ! no es á la se la dé á M. Franz d'Epinay , y se la dará.
señorita Valentina de Villefort á quien haceis vuestra Llorando Valentina cay en una butaca.
heredera universal? -Caballero, dijo el notario, ¿ qué pensais hacer de
Noirtir hizo seña de que no. vuestro caudal, en caso de que ese casamiento se ve-
-¿No os equivocais ? ¿repetís que nó ? esclamó el rifique?
notario absorto . El anciano permaneció inmóvil.
-¡No! ¡nó ! repitió Noirtier. Pensais disponer de él?
Valentina alzo la cabeza, asombrada no de su des- -Sí.
heredamiento , sino de haber provocado el enojo que A favor de algun otro miembro de vuestra
dicta estos actos casi siempre. familia?
Pero el anciano la miró con tanta ternura , que no -No.
pudo menos de esclamar: -¿Será pues á favor de los pobres?
-¡Oh padre mio! ya veo que solo me quitais vues- -Sí.
tra fortuna, y que me dejais vuestro corazon. -Pero ya sabeis , añadió el notario , que la ley se
-¡Oh! si... tenlo por seguro... decian los ojos del opone á que despojeis enteramente à vuestro hijo.
abuelo , cerrándose con una espresion que Valentina -Si.
no podía desconocer. -¿Solo dispondreis de la parte de que podeis
¡Gracias! ¡ gracias! disponer?
Entre tanto habia nacido una esperanza en el co- El viejo permaneció inmoble.
razon de Madama de Villefort. -¿Insistis en disponer del todo?
-¿Entonces será á vuestro nieto Eduardo de Ville- -Sí.
fort á quien dejeis vuestro caudal , querido M. Noir- -Pero invalidarán vuestro testamento después que
tier? le preguntó. murais .
El guiño de ojos fué terrible: casi ódio revelaba . -No.
-No , repitió el notario . ¿Será á vuestro hijo , que -Mi padre me conoce bien , dijo Villefort , y sabe
está presente? que su voluntad será para mí sagrada. Comprende ade-
-No, repuso Noirtier . más que en mi posicion no puedo sostener un pleito
Los notarios se miraban estupefactos uno á otro. con los pobres .
Villefort y su muger se poniau colorados , el uno Los ojos de Noirtier espresaban triunfo.
de vergüenza y el otro de colera . ¿Qué decidís, caballero? preguntó el notario á Vi-
-Pero ¿ qué os hemos hecho , padre? le preguntó llefort.
Valentina. ¿No nos quereis ya? -Nada, caballero. Mi padre sin duda está resuelto,
La mirada del anciano pasó rápidamente por su y yo sé que no cambia de resolucion fácilmente . Re
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .. 117

sígnome pues. Saldrán de la familia estos novecientos | su padre libre de testar como le diese la gana ..
mil francos para enriquecer á los hospitales ; pero no Aquel mismo dia quedó hecho el testamento.

WOESCHAMPS.

...retiróse Villefort con su muger, dejando à su padre libre de testar como le diese la gana .

cederé al capricho de un viejo; obraré segun me dicte Aprobado por Noirtier, fuéronse á buscar los testi-
mi conciencia. gos, y en su presencia se cerró y depositó en casa de
Y retiróse Villefort con su muger , dejando á M. Deschamp, notario de la familia.

FIN DE LA TERCERA PARTE.


EL CONDE DE MONTE - CRISTO .

CUARTA PARTE.

CAPITULO PRIMERO.

EL TELEGRAFO.
Al volver á sus habitaciones M. y Madama de Vi-
llefort , supieron que el conde de Monte-Cristo habia -¡Oh Dios mio ! le dijo después de las primeras
venido á visitarlos, y los esperaba en el salon. De- cortesías , ¿ qué teneis , señor de Villefort? ¿he llegado
masiado conmovida Madama de Villefort para dejarse en mala ocasion? ¿ acabais quizá de fulminar alguna
ver de repente , entretúvose en la alcoba ; pero mas se- sentencia de muerte?
gursal
o de dirmis
ectmo procurador del rey , se encaminó. Villefort hizo un esfuerzo para sonreirse .
al on sí ameel
nte .
-No, señor conde; aquí no hay mas víctima que
emociolones ,bo yo, le dijo. Yo soy quien pierdo este pleito ; y el azar ,
much Maosypobirenduqu mpeusfu
eñeocoqu iees de ros
rae su sustro, no gró por-r la terquedad y la locura quienes fulminan la sentencia .
to la nube de su frente qu no la reparara el -¿Qué quereis decir ? repuso Monte- Cristo con un
corndtan
ra
e , que estaba radiante de aleegría . interés fingido perfectamente . ¿Os ha sucedido con
efecto alguna desgracia?
420 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Oh señor conde ! dijo Villefort con amarga cal- , lo menos me lo parece, que estaba completamente pa-
ma, es cosa que ni vale la pena de ocuparnos, ni vale ralítico, que habia perdido todas sus facultades?
casi nada ; es simplemente una pérdida de dinero . -Sí, sus facultades físicas, pues ni moverse puede
-Con efecto, replicó Monte-Cristo, una pérdida de ni hablar; y sin embargo piensa , desea y obra como
dinero es poco ó nada para vos , que á una fortuna veis. Hace cinco minutos que me he separado de él.
grande reunís una filosofía elevada. En este instante se ocupa en dictar á dos notarios su
-Por eso no es lo que me preocupa la cuestion de testamento.
dinero, aunque bien mirado , novecientos mil francos -¿Luego habla ?
bien valen un pesar 6 tan siquiera un disgusto ; pero -Mucho mas que eso: se hace comprender.

ADESCHAMPS

...púsose á mirar como gozoso con la mayor atencion á Eduardo , que se entretenia en llenar de tinta el bebedero
del papagayo.

. lo que me apura sobre todas las cosas es el encarniza- -¿Y cómo?


miento de la suerte , de la casualidad , de la fatalidad ... -Con los ojos sus ojos siguen viviendo... y ma-
de... no sé cómo llamar á la mano que me asesta este tando .
golpe , destruyendo mis esperanzas y acaso el porvenir -Amigo mio , quizás exagerais la situacion , dijo
de mi hija por el capricho de un anciano , vuelto á la Madama de Villefort, que acababa de entrar.
infancia. -Señora... dijo Monte-Cristo saludándola.
-¿Cómo así? esclamó el conde. ¿ Novecientos mil La dama le saludó á su vez , sonriéndose graciosa-
francos dijisteis ? En verdad que la suma merece ser mente.
echada de menos hasta por un filósofo. ¿ Y quién os ¿ Qué es lo que me dice M. de Villefort ? esclamó
ocasiona este disgusto ? el conde. ¿Qué desgracia incomprensible ...
-Mi padre , de quien ya os hablé en otra sazon. Incomprensible ... esa es la palabra ; añadió el
¡M. Noirtier ! de veras ? ¿pues no me dijísteis , á procurador del rey encojiéndose de hombros.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 121

Y no hay medio de hacerle desistir? de ver y oir fuera resultado de un plan hecho por los
Ší tal , dijo Madama de Villefort: de mi marido dos.
depende que ese testamento , en vez de ser contrario , -Nadie, señora, renuncia así á un caudal de nove-
sea favorable á Valentina. cientos mil francos ; creedme..
Viendo Monte-Cristo que los dos esposos comenza- -Al mundo renunciaba ella cuando há un año que-
ban a hablar por parábolas, aparentó distraerse, y ria hacerse monja .
púsose á mirar como gozoso con la mayor atencion -No importa, repuso Villefort. Este matrimonio
á Eduardo , que se entretenia en llenar de tinta el be- debe verificarse, señora.
bedero del papagayo . -¿Pese á la voluntad de vuestro padre? Eso es mas

સિં

El telégrafo.

-Querida mia, dijo Villefort en respuesta á su mu- | serio , dijo Madama de Villefort atacándole por otro
ger, ya sabeis que no gusto de hacer en mi casa el flanco.
patriarca , y que nunca he creido que la suerte del Aunque Monte-Cristo aparentaba no escuchar, ni
mundo dependiese de un movimiento de mi cabeza. una palabra perdia.
Sin embargo, importa que mis resoluciones se respe- -Señora , repuso Villefort, puedo decir que nadie se
ten por mi familia, y que el capricho de un viejo no me ha aventajado en respetar á mi padre, porque al
destruya un proyecto formado por mí hace tantos sentimiento instintivo de la paternidad se unia en mi
años. Ya sabeis que el baron d'Epinay era amigo mio, la conciencia de su superioridad moral ; y porque en
y que nos conviene mucho una alianza con su hijo. último término nuestro padre debe de sernos sagrado
-¿Y creeis que Valentina esté de acuerdo con él? bajo dos punto de vista , como nuestro autor y como
dijo Madama de Villefort . Ella se ha opuesto siempre nuestro dueño; pero hoy debode renunciar á reconocer
á este enlace... y no me admirára que lo que acabamos superior la inteligencia de un viejo que impulsado del
SECUNDA SERIE. -ENTREGA 125. - TOMO 11. 9
114 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Testamento , esclamó el notario . Es cosa clara: mento será simplemente un testamento místico , es
quiere testar. decir, previsto por la ley, que lo autoriza como se lea
-Sí, dijo Noirtier repetidas veces. en presencia de siete testigos, y el testador lo apruebe
-¡Convenid en que esto raya en lo maravilloso! dijo y lo cierre el notario delante de ellos tambien . En
el notario á Villefort, que estaba estupefacto. cuanto á su duracion será todo lo mas lade otro cual-
-Con efecto, repuso este; y mas maravilloso toda- quiera. Las fórmulas son siempre las mismas, yporlo
vía fuera el testamento, porque no concibo que los ar- que toca á los pormenores, proporcionará la mayor
tículos vengan por si mismos á colocarse por su órden parte el estado de los negocios del testador, estado
en el papel, palabra por palabra , sin la inteligente ayu- que podreis manifestarnos vos mismo , puesto que ha-

-Testamento , esclamó el notario . Es cosa clara : quiere testar.

da de mi hija; de lo que se deduce que Valentina es- breis corrido con ellos. Además , para que sea inata-
tará demasiado interesada en el testamento para ser cable la validez de esta acta, tomaremos todas las pre
intérprete fiel de la voluntad de M. Noirtier de Vi- cauciones ; me ayudará uno de mis cólegas, contra lo
llefort.
que es costumbre . ¿Estais contento, caballero? añadió
-No, no, no, quiso decir el paralítico . el notario dirigiéndose al paralítico .
-¡Cómo ! no está Valentina interesada en vuestro -Sí , respondió Noirtier, satisfecho de verse com-
testamento ? dijo M. de Villefort. prendido.
-No , repuso Noirtier.
-¿Qué irá á hacer ? se preguntó Villefort á sí
-Caballero , añadió el notario , que gustosísimo de mismo.
asistir á tan pintoresca escena, pensaba contarla luego Su alta posicion le exigia tanta reserva , é ignoraba
á sus amigos; caballero , nada me parece ahora tan fá- el objeto de su padre
eil como lo que creia imposible há poco ; y este testa- .
Volvióse pues para mandar que viniese otro nota-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 115

fn.. rio ; pero Barrois, que lo habia oido todo y que adivi- Habia algo de solemne en este interrogatorio . Nun-
naba la intencion de su amo , habia salido ya á cum- ca habia sido tan palpable la lucha de la materia con
plirla . el espíritu , que si no era un espectáculo sublime,
Con esto el procurador mandó subir á su esposa, como estábamos tentados de decirlo , era á lo menos
y un cuarto de hora después toda la casa estaba reu- curioso.
nida en la habitacion del paralítico. En torno á Villefort se habia juntado un corro.
El segundo notario habia llegado ya. El segundo notario, dispuesto á escribir, estaba
Su cólega le esplicó en pocas palabras el asunto sentado á una mesa, y el primero seguia delante del
que los reunia. paralítico interrogándole.

Los ojos de Noirtier brotaron llamas.

Leyó á Noirtier una fórmula testamentaria , vaga -Vuestro caudal pasa de trescientos mil francos ¿no
y vulgar, y luego para comienzo, por decirlo así, de es verdad ? le preguntó.
la consulta de su inteligencia, le dijo el primer no Noirtier hizo seña de que sí,
tario: -¿De cuatrocientos mil? prosiguió el notario.
-Cuando se hace testamento, caballero , es á favor Noirtier permaneció inmóvil.
de alguien ó contra alguien. -¿Quinientos mil?
-Sí, contestó Noirtier. La misma inmovilidad .
-¿Teneis idea del total de vuestra fortuna ? -¿Seiscientos mil, setecientos mil , ochocientos
-Sí. mil, novecientos mil?
-Voy á nombraros muchas cantidades de menor á Noirtier le hizo seña de que sí.
mayor. Cuando llegue á la que creais igual á la vues- Con que poseeis novecientos mil francos?
tra, me detendreis . Sí.
-Sí .
-¿En bienes inmuebles ? le pregunto el notario .
122 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

recuerdo del ódio que tuvo al padre, se ensaña así con el -Aunque sea para Valentina una desgracia grande
hijo . Seria en mí cosa ridícula conformarme con sus ca- el perder la herencia de su abuelo , repuso Villefort,
prichos. Proseguiré tratando á M. Noirtier con el ma- no espero que M. d'Epinay se vuelva atrás por este
yor respeto ; sufriré sin quejarme el castigo pecunia- contratiempo pecuniario. Conocerá que yo valgo mas
rio que me impone ; pero me mantendré en mi em- que esa suma , puesto que la sacrifico al cumplimiento
peño irrevocablemente, y juzgue el mundo quién tiene de mi palabra, y calculará que aun sin eso es rica Va-
razon . Por lo tanto casare á mi hija con el baron Franz lentina por parte de su madre, cuyos bienes adminis-
d'Epinay, no solo porque esta boda me parece conve- tran el marqués y la marquesa de Saint- Merant , sus s .
niente , sino porque á la postre quiero casarla con quien abuelos maternos , que la quieren entrañablemente.
se me antoja. Y que merecen tanto como M. Noirtier que ella
-¿Con que decís que M. Noirtier deshereda á Va- los ame y los cuide , añadió Madama de Villefort. Ade-
lentina porque va á casarse con el baron Franz d'Epi- más van á venir á París dentro de un mes lo mas tarde,
nay? dijo Monte-Cristo, cuya aprobacion babia solici- y Valentina , después de la leccion que acaba de llevar,
tado constantemente con sus miradas M. de Villefort . no tendrá por qué enterrarse en vida, como hasta ahora
-Sí señor; esa es la razon , dijo el procurador enco- lo ha hecho con M. Noirtier.
jiéndose de hombros. El conde escuchaba complacido la voz discordante
-La razon visible á lo menos, añadió la dama. de aquellas pasiones contrariadas y de aquellos inte-
-La verdadera razon , señora . Creedme, yo conozco reses burlados .
bien á mi padre. -Pero me parece , repuso al cabo, y suplicoos me
-¿Y como se esplica eso? repuso la jóven. ¿Por qué disimuleis lo que voy á decir , me parece que si M.
M. Franz d'Epinay desagrada á M. Noirtier mas que Noirtier deshereda a Valentina por casarse con un
otro? hombre á cuyo padre él aborrecia , no puede echar
-Con efecto, dijo el conde : yo tambien conozco á en cara este defecto á mi querido Eduardito.
M. Franz d'Epinay. No es hijo del general Quesnel, -No es verdad , esclamó Madama de Villefort con
que fué hecho baron por Carlos X? un acento imposible de pintar, no es verdad que eso
Justamente, respondió Villefort: es injusto y odioso? Mi pobre Eduardo tan nieto es
-Pues me parece un jóven ŝin tacha. de M. Noirtier como Valentina , y sin embargo, á no
-Por lo mismo estoy segura de que es solo un pre- casarse con M. Franz la dejaria todos sus bienes;
testo , dijo Madama de Villefort . Los viejos son muy sin contar que Eduardo lleva tambien el nombre de
tiranos en sus afecciones , y M. Noirtier no quiere que la familia , y que Valentina es tres veces mas rica que
su nieta se case. él, aun desheredada por su abuelo .
-¿Pero no conoceis razon alguna para ese ódio? dijo Dado este golpe , se decidió Monte-Cristo á oir y
el conde. callar.
-¿Quién puede saber?... -Basta, basta , señor conde , repuso Villefort; su-
¿Quizás alguna antipatía politica? plícoos que dejemos de hablar de estas miserias de
-Con efecto , mi padre y M. d'Epinay han vivido familia . Cierto que mi fortuna va á aumentar la de
en los borrascosos tiempos cuyos últimos dias alcancé los pobres, que son en el dia los verdaderos ricos;
yo , repuso Villefort. cierto que mi padre me habrá quitado sin razon una
-¿No era bonapartista vuestro padre? añadió Monte- esperanza legítima ; pero en cambio mi comporta-
Cristo . Paréceme recordar que me habeis dicho eso ó miento será el de un hombre grave y leal . Yo habia
cosa semejante. prometido à M. d'Epinay la renta de ese capital ; la
-Mi padre fué jacobino antes que todo, repuso Vi- tendrá aunque me cueste los sacrificios mayores.
lefort arrastrado por su emocion mas allá de los límites -Sin embargo , repuso - Madama de Villefort vol-,
de la prudencia: el manto senatorial que Napoleon le viendo á la idea que tenia fija en su mente , quizá se-
echó sobre los hombros solo servia para disfrazarle , ria mejor contar el suceso francamente à M. d'Epinay
pero no para cambiarle. Cuando conspiraba no era y que él mismo rompa el compromiso.
por el emperador, sino contra los Borbones; porque lo ¡ Oh ! ¡ eso seria una desgracia ! esclamó M. de Vi-
mas tremendo de mi padre es que nunca ha luchado llefort.
por utopias irrealizables , sino por cosas posibles , y —¡Una gran desgracia ! repitió Monte-Cristo.
que al triunfo de ellas aplicaba las terribles teorías de -Sin duda , repuso Villefort conteniéndose ; un ca-
la Montaña , que no reparaban en pelillos. samiento así frustrado mancha siempre algo á la no-
-Pues ahí teneis la esplicacion , respondió Monte- via; y volverian además á cobrar cuerpo ciertos ru-
Cristo . Se habrán encontrado en la arena política mores que trataba yo de estinguir. Pero no. M.
M. Noirtier y el general d'Epinay, pues este, aunque d'Epinay, si es hombre honrado, se creerá mas y mas
habia servido á Napoleon , era realista en el fondo ... ¿No comprometido con el desheredamiento de Valentina
es el mismo que fué asesinado una noche al salir de que antes, ó probaria que le guiaba la avaricia... joli
un club bonapartista , adonde le habian llevado cre- no ! es imposible.
yéndole de los suyos? -Soy de la opinion de M. de Villefort, dijo Monte-
Villefort contempló al conde casi con miedo. Cristo clavando sus ojos en la dama ; y si me creyera
-¿Me equivoco? dijo Monte-Cristo . bastante amigo suyo para atreverme a darle un con-
-No señor; el mismo es, respondió la dama; y jus- sejo, le aconsejaria que puesto que va á venir M.
tamente por eso , por estínguir ódios antiguos, conci- d'Epinay-á lo menos así se dice , -arregle este asun-
bió i esposo la idea de que se amasen dos jóvenes to de tal manera que no haya desarreglo posible . Así
cuyos abuelos se aborrecian . le pronostico un resultado que no podrá menos de
¡Idea sublime ! esclamó el conde. ¡ ldea caritativa honrarle mucho.
que el mundo entero deberia aplaudir ! ¡ Oh! ¡qué cosa Trasportado de júbilo se levantó Villefort; mien-
tan digna de ver hubiera sido la señorita Noirtier de tras se ponia su muger un tanto pálida.
Villefort llamándose Madama Franz d'Epinay! -¡Bien! dijo tendiendo la mano al conde; eso era
Villefort miró á Monte-Cristo tembloroso , como si lo que yo deseaba , y me apoyaré en vuestra opinion,
quisiera leer en el fondo de su alma la intencion que que sois escelente consejero . Ea pues! que todos con-
le habia dictado aquellas frases. sideren lo sucedido como no sucedido , pues en nada
Pero el conde conservaba la dulce sonrisa que pa- altera nuestros proyectos.
recia impresa en sus labios ; de manera que tampoco -Caballero, le dijo el conde, á pesar de lo injusto
esta vez , pese á lo profundo de su mirada , penetró el que es, el mundo sabrá hacer justicia à vuestra re-
procurador del rey mas allá de la epidermis." solución; vuestros amigos estarán orgulloso de vos, Y
4.
vaMily
"
-

La torre de Montlesy.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 123

M. d'Epinay, aunque se tuviera que casar con Va- tad de un hombre sentado delante de una mes , á otro
lentina sin dote, lo que no puede ser, tendria á mu- hombre sentado á otra mesa al fin de la línea, se dibu-
cha honra ingresar en una familia que por cumplir jaban en lo opaco de las nubes 6 en el azul del cielo
su palabra y su deber hace sacrificios de tal natura- por la sola fuerza de voluntad de este rey de los seres ;
leza. y entonces creia riéndome en los silfos , en los gnomos
Esto diciendo , se habia levantado el conde para y en los poderes ocultos. Nunca me se antojo ver de
irse. cerca esos insectos de vientre blanco y patas negras
-¿Ya nos dejais? le dijo Madama de Villefort. y flacas, porque temia descubrir debajo de sus alas de
Tengo precision , señora ; venia solamente á re- piedra al mezquino genio del hombre insoportable y
cordaros vuestra promesa del sábado. pedante , repleto de ciencia ó de brujería ; pero catad
-¿Temiais que la olvidásemos? que de repente he sabido que el motor de cada telé-
Sois harto buena, señora; pero tiene M. de Ville- grafo es un pobre diablo que gana mil doscientos fran-
fort tan graves y tan urgentes ocupaciones... cos al año , empleándose todo el dia , no en mirar al
-Mi marido ha empeñado su palabra, caballero , y cielo como el astrónomo, ni al agua como el pescador,
ya acabais de ver que la cumple aunque lo pierda to- ni al paisaje como los tontos , sino á otro insecto de
do; ¿qué será cuando gana tanto? vientre blanco y patas negras, que es como si dijéra-
-¿Y es la reunion en vuestra casa de los Campos mes su corresponsal , situado cuatro ó cinco leguas
Elíseos? le preguntó Villefort . mas allá. Entonces me ha dado la curiosa tentacion de
-No señor; es en el campo , y eso da mas valor á ver de cerca á esa crisálida viviente y de asistir al es-
vuestro sacrificio, respondió el conde. pectáculo que desde el fondo de su capullo da todos los
-¿En el campo? dias á la otra crisálida , encojiendo y alargando sus
-Ší. cuerdas.
-¿Dónde? ¿será cerca de París , no es verdad? -¿Con que vais á eso?
-Ahí detrás de la puerta: en Auteuil, á media le- -Sí.
gua de la barrera. -¿Y á qué telégrafo vais ? ¿ al del ministerio de lo
-¡En Auteuil ! esclamó Villefort. ¡ Ah ! es verdad, Interior ó al del Observatorio?
que esta señora me dijo que viviais en Auteuil. ¿Y -¡Oh! no; que allí me encontraria con personas que
hácia qué lado? se empeñáran en hacerme comprender cosas que quiero
-Calle de la Fontaine." ignorar, y que me esplicarian, mal mi grado, un mis-
¡ Calle de la Fontaine ! repuso Villefort con voz terio que no conocen . ¡ No , voto à Dios ! Quiero con-
ahogada; ¿y en qué número? servar las ilusiones que aun me quedan sobre los in-
Número 28. sectos , ya que he perdido tantas sobre los hombres.
¿Con que sois vos el que ha comprado la casa No iré al telégrafo del ministerio de lo Interior ni al
de M. de Saint-Merán? esclamó Villefort. del Observatorio. Lo que quiero ver es el télégrafo al
¿De M. de Saint- Merán? ¿con que era suya mi aire libre , para hallar al hombre petrificado en su
casa? dijo el conde. torre.
-Sí , repuso Madama de Villefort; ¿y creereis una -Sois un gran señor muy singular, dijo el procu-
cosa, señor conde? rador del rey .
-¿Qué? -¿Qué línea me aconsejais que estudie?
Os parece bonita aquella casa, ¿ no es verdad? -¡Toma! la que trabaja mes en la actualidad.
-Preciosa. -¿Será la de España?
Pues nunca ha querido habitarla mi marido . -Sí : ¿quereis una carta del ministro para que os
¡ Oh ! no comprendo en verdad esa prevencion , espliquen ...?
dijo Monte-Cristo . No: ¡si no quiero comprender nada ! repuso Monte-
-No me gusta Auteuil , respondió el procurador Cristo . Desde el momento en que comprenda algo no
del rey haciendo un esfuerzo sobre sí mismo. habrá para mi telégrafo , sino un signo de un ministro
¿Pero no seré tan infeliz, dijo inquieto Monte- trasmitido al prefecto de Bayona, y disfrazado con dos
Cristo , que esa antipatía me prive el gusto de veros? palabras griegas: —τηλε γραφειν. - Lo que yo quiero
-No, señor conde ... espero... Creed que haré todo ver en toda su pureza , es el animal de patas negras y
lo posible, balbuceó Villefort . lenguaje horrible , tan digno de mi veneracion.
¡Oh! no admito escusas , respondió Monte-Cristo. -Pues daos prisa , porque dentro de dos horas ano-
El sábado os espero á las seis , y si faltáseis créeria , checerá y no vereis nada.
¿qué se yo? creeria que sobre mi casa pesa alguna tra- -¡Diablo! teneis razon . ¿Cuál es el mas cercano?
dicion horrible , alguna leyenda atroz. -El del camino de Bayon .
-Iré, señor conde, iré, dijo Villefort vivamente. -Sea pues el del camino de Bayona .
-Gracias. Permitidme ahora que me despida. -El de Chatillon..
-Dijísteis con efecto , señor conde , añadió Madama -¿Y después del de Chatillon?
de Villefort , que teníais precision de dejarnos , y aun -Creo que el de la torre de Montlery.
creo que íbais á decirnos la causa , cuando salió otra -Gracias. Hasta la vista. El sábado os contaré mis
conversacion . aventuras.
-No sé, señora , dijo Monte-Cristo , si me atreveré A la puerta tropezó el conde con los dos notarios
á confesar adonde voy. que acababan de desheredar á Valentina , y que iban
-¡Bah! Confesadlo. gozosos por haber hecho un acta que no podia menos
-Como un verdadero papanatas , voy, señora , á ver de honrarles.
una cosa que me ha dado siempre mucho que pensar .
-¿Y qué es? CAPÍTULO II.
-Un telégrafo. ¡Diablo! Ya lo dije.
-¡Un telegrafo! repitió Madama de Villefort. ARTE DE LIBRAR Á UN JARDINERO DE LOS LIRONES QUE LE
-Sí , un telégrafo. Muchas veces á orilla de un ca- ROEN SUS FRUTAS.
mino , sobre una eminencia , he visto á la luz del sol
elevarse esos brazos negros y flexibles parecidos á las No aquella misma tarde , como dijo , sino al dia si-
patas de un coleóptero gigante , y nunca los ví sin con- guiente por la mañana , salió el conde de Monte-Cristo
moverme , señora , porque calculaba que aquellos es- por la barrera del Infierno , tomó el camino de Orleans,
traños signos , hendiendo el aire con precision, y lle- y dejando á su espalda el pueblecito de Linas sin dete
vando á trescientas leguas de distancia la ignota volun- nerse en el telégrafo que justamente en aquel mo-
124 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

mento agitaba sus descarnados brazos , llegó á la torre horribles, si uniese la voz á las orejas que tienen las
de Montlery, situada como todo el mundo sabe, en el paredes, segun un proverbio antiguo.
punto mas elevado de la llanura de su nombre. Veíase en este jardin un caminito de arena festo-
Apeóse al pié de la colina , y echando por un sen- neado de boj , boj de color tan raro, que se alegrara de
dero circular de unas diez y ocho pulgadas de ancho , verlo Delacroix , el moderno Rúbens ; y el tal camíno
comenzó á subir la cuesta. tenia la forma de un 8 , es decir, formaba espirales, de
A la cima hallóse detenido por un vallado; pero bus- manera que hacia en un jardin de veinte píés un pa-
cando la puerta , no tardó en encontrarla. seo de sesenta.

PIBARAUD

Al incorporarse el hombre , á poco deja caer cesta , fresa y hojas.

Era una especie de rastrillo de madera que se cer- Nunca Flora , la amable deidad de los jardineros la
raba con ayuda de un clavo y un cordel. tinos , habia recibido culto tan minucioso y tan puro
Descubrió el conde este mecanismo , y al momento como el que se la tributaba en aquel cercado.
Con efecto , de los veinte rosales , ni en una hoja,
se abrió la puerta.
Hallóse entonces en un jardinito de unos veinte ni en un tronco faltaban las huellas del moscon y del
piés de largo y doce de ancho . Cerrábalo de una parte pulgon que arrasan las plantas en los terrenos hú-
el vallado á que pertenecia el ingenioso mecanismo medos .
Como que no era humedad lo que faltaba al jardin:
que acabamos de describir con el nombre de puerta, y
de la otra la vetusta torre ceñida de yedra en un fondo bien lo revelaban el color negro de la tierra y el follaje
de alelíes. opaco de los árboles . Además , la humedad artificial hu-
Nadie hubiera dicho al verla . tan adornada como biera muy fácilmente reemplazado á la natural , gracias
una vieja que emperejilan sus nietos el dia de fiesta ; á una cuba llena de agua que se veia en un rincon del
nadie hubiera dicho que podria contar tantos dramas jardin , sirviendo de morada á una rana y un sapo , que
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 125

sin duda por incompatibilidad de temperamentos, es- aunque se dice vulgarmente-gordo como un liron.-
taban siempre vueltos de espaldas uno á otro á los dos Y no es estraño , caballero, que esten los lirones gordos ,
estremos de la cuba.. porque todo el dia de Dios se lo pasan durmiendo, y solo
En el sendero no se veia ni una hoja de musgo , ni despiertan por la noche, y eso para comer. Sabed que
un tronco parásito en los acirates. el año pasado tenia yo cuatro albaricoques , y me gar-
" No cuida con tanto esmero una jóven las plantas fiñaron uno . Tambien tenia un bruño , uno solo , bien
de sus macetas como cuidaba el jardin su dueño , has- que es una fruta rara, y me comieron la mitad , y era
ta entonces invisible. un bruño soberbio. Nunca lo he comido como él.
Detúvose Monte-Cristo después de haber cerrado -¿Con que lo comísteis? le preguntó Monte- Cristo.
la puerta con su clavo , y abarcó el cercado con una -Es decir, la mitad que me quedaba . Era esquisito ,
mirada . caballero . ¡Oh! los tales bichos no se van á lo peor,
-O el hombre del telégrafo tiene jardineros á des- ni más ni menos que el hijo de la tía Simona , que mé
tajo , ó es aficionado á la horticultura , dijo á media voz. ha quitado las mejores fresas. Pero este año no me su-
De repente tropezó con una cosa que estaba oculta cederá , no , prosiguió el horticultor , aunque tenga
detrás de un carreton lleno de plantas arrancadas. que pasar la noche en el jardin cuando vayan madu-
Incorporóse el bulto lanzando una esclamacion de rando mis frutas.
asombro , y hallóse Monte-Cristo frente á frente con El conde habia visto ya lo bastante .
un hombre de unos cincuenta años que estaba cojiendo Cada hombre tiene su pasion que lo devora , como
fresas, y colocándolas en hojas de parra. cada fruta su liron ; la del hombre del telégrafo era la
Las hojas de parra eran doce , y las fresas pocas horticultura.
menos. En seguida se puso á arrancar las hojas de una
Al incorporarse el hombre , á poco deja caer cesta, parra que impedian que le diese el sol á los racimos,
fresa y hojas . con que se ganó el afecto de su amo .
-¿Recojeis vuestra cosecha? le dijo riéndose Monte- -Y habeis venido á ver el telégrafo? le preguntó
Cristo. este.
-Perdon, señor , respondió el hombre llevándose la -Sí ; á no ser que esté prohibido por los regla
mano á su gorra. Aunque no estoy arriba , acabo de mentos.
bajar ahora. -¡Oh! no señor, respondió el jardinero, no lo pro-
Que no os cause yo molestia , amigo mio , repuso hiben porque no hay peligro en ello, pues nadie puede
el conde, Seguid cojiendo vuestras fresas si os queda saber lo que decimos .
alguna. -Tengo entendido con efecto , repuso el conde, que
-Todavía me quedan diez , respondió el hombre, esas señales las repetís sin comprenderlas vosotros
pues tengo cojidas once y tenia veintiuna , cinco mas mismos.
que el año pasado; pero eso no os debe estrañar, pues -Es verdad ; y yo me alegro mucho , dijo riéndose
la primavera ha sido calorosa y las fresas quieren el hombre del telégrafo .
calor . Por eso , en vez de diez y seis que tuve el año -¿Por qué?
pasado, tengo este año como veis once ya cojidas , y -Porque así no tengo responsabilidad. Así soy una
esta doce, y esta trece , y esta catorce , y esta quince, máquina, y nada mas que una máquina. Si funciono,
y esta diez y seis, diez y siete , diez y ocho ... ¡ Dios mio! nada mas se me exige.
¡me faltan dos! ayer las tenia ; estoy seguro de que las -¡Diablo! murmuró Monte-Cristo para sí, ¿ habré
tenia; que las conté muy bien. Habrá sido el hijo de dado con un hombre sin ambicion? Seria fatalidad.
la tia Simona el que me las ha escamoteado ... esta -Van á cumplirse los diez minutos , caballero , dijo
mañana le he visto rondar por aquí. ¡ Ah tunante ! el hombre mirando á su reloj de sol . Vuelvo á mi
¡robar en cercado! no sabe á lo que se espone. puesto. ¿Gustais de subir conmigo ?
-Con efecto , dijo Monte-Cristo, eso es grave; pero -Vamos pues.
la juventud del reo os desarmará. Y siguiendo á su guia entró Monte- Cristo en la
-Teneis razon , repuso el jardinero ; y mas cuando torre, compuesta de tres pisos . En el de abajo mirá-
no es eso lo peor que me sucede. Pero viniendo á otra banse instrumentos de labranza, como azadas, rastri-
cosa, caballero , quizás sois un jefe , ¡ y os hago espellos y regaderas arrimados á la pared. Ellos eran todo
rar así! el mueblaje.
Y con sus tímidos ojos parecia interrogar al conde El segundo piso era la habitacion ordinaria , ỏ di-
y á su frac azul . cho mejor, nocturna del empleado,
-Tranquilizaos , amigo mio , le dijo Monte-Cristo Contenia modestos útiles de cocina, una cama , una
con aquella sonrisa que le hacia terrible y bondadoso mesa , dos sillas, una fuente de barro , y algunas yer-
ápar, y que esta vez solo era bondadosa ; no soy un bas secas colgadas del techo, yerbas en que el conde
jefe que venga á inspeccionaros , sino un simple viajero reconoció simientes de guisantes y judías de España ,
á quien conduce su curiosidad y que empieza á arre- rotuladas todas con un esmero digno del botánico
pentirse de haceros perder el tiempo. mas pulcro.
-¡Oh! mi tiempo no es oro, repuso el buen hombre -¿Se necesita mucho tiempo para estudiar la tele-
con sonrisa melancólica. Sin embargo , pertenece al grafía , caballero? le preguntó Monte-Cristo .
gobierno, y no debo de perderle ; pero me han hecho -No es lo penoso el estudio , sino el supernume-
señal de que podia descansar una hora (y dirigió su rariato .
vista á un reloj de sol , pues de todo habia en la torre de - Y el sueldo ¿cuánto es ?
Montlery, hasta reloj de sol) ; ya veis, aun tenia diez -Mil francos, caballero.
minutos á mi disposicion ; y además mis fresas estaban -¡Qué miseria!
maduras, y con un dia mas... ¿pero creereis, caballero , -Sí; pero nos dan casa , como veis.
que los lirones me las comen fodas? Monte-Cristo estuvo contemplando la habitacion.
A fé que no lo hubiera creido , respondió Monte- ¡ Sí estará enamorado de su cuchitril! murmuró .
Cristo gravemente. Mala vecindad es la de los lirones , En esto subieron al piso tercero.
señor mio, en particular para nosotros que no los co- Allí vivia... el telégrafo.
memos en almíbar como los romanos. Monte-Cristo estuvo contemplando los dos manu-
¡ Ah! ¿los romanos comian los: lirones? esclamó el brios de hierro que servian al hombre para hacer an-
jardinero . dar la máquina .
-Lo he leido en Petronio, repuso el conde. -Esto es muy interesante, le dijo , pero á la larga
¿ De veras ? Pues no debe de ser buena comida , os debe de parecer fastidioso .
126 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Sí , sobre todo al principio , que duele el pescue- -¿Y en cuánto os multarian ?
zo de tanto mirar á un lado y á otro; pero al fin se acos- -En cien francos.
tumbra uno al año ó á los dos , sin contar que tene- -La décima parte de vuestro sueldo. ¡ Vaya un
mos tambien horas de huelga y dias de asueto. lance !
-¿Dias de asueto? -¡Ah! murmuró el empleado.
-Si . -¿Y os ha sucedido eso alguna vez ? le preguntó
-¿Cuáles? Monte-Cristo.
-Los dias de niebla. -Una sola, caballero , una vez que yo estaba embe-
-¡Ah! es verdad. becido ingertando un rosal.
-Esos son mis disantos , y me los paso en el jardin -Bien. Decidme ahora: y si os diese el capricho de
plantando, podando y escardando . En fin se mata el cambiar algo de los signos ó de trasmitir unos en vez
tiempo. de otros?
-¿Y cuánto hace que estais aquí? -Entonces me despedirian, perdiendo el derecho
-Diez años, que con cinco de supernumerario ha- á la jubilacion.
cen quince. -¿Trescientos francos?
-¿Luego teneis ... -Ší señor , cien escudos . Con que ya adivinareis
-Cincuenta y cinco años . que no lo haré.
¿Y cuántos necesitais llevar de servicio para te- -¿Ni aun por el sueldo de quince años? Vamos que
ner jubilacion? bien vale la pena de pensarlo ... ¿eh?
-¡Ay señor! veinticinco años . -¿Por quince mil francos?
-¿de cuánto será la jubilacion? -Sí .
-De cien escudos . -Caballero , me asustais .
¡Pobre humanidad ! murmuró Monte - Cristo . -¡Bah!
-¿Deciais, caballero... le preguntó el hombre. -Caballero , ¿me quereis tentar?
-Que es muy interesante. -Justamente . ¡ Quince mil francos ! ¿comprendeis?
-¿Lo qué? -Caballero , dejadme mirar á mi corresponsal de la
-Lo que me decís ¿Y nada absolutamente com- derecha.
prendeis de los signos telegráficos ? -Al contrario, no le mireis , y mirad aqui.
-Nada. -¿Qué es eso?
¿Ni habeis tratado nunca de comprenderlos? -i Cómo ! no conoceis estos papelitos ?
-Nunca. ¿De qué me serviria? Billetes de banco !
-Creo sin embargo que algunos signos se dirigen -Justo. Quince.
á vos espresamente. De quién son?
-Sin duda. Vuestros si los quereis.
¿Y esos los comprendeis? -¡Mios ! esclamó el empleado ahogándose.
-Son siempre iguales. -Sí, vuestros en absoluta propiedad.
¿Y qué dicen? -Caballero, que anda mi corresponsal de la de-
-No hay nada de nuevo... podeis descansar una recha .
hora... ó hasta mañana . -Dejadle andar.
-¡Qué cosa tan inocente! dijo Monte-Cristo ; pero -Caballero , me habeis distraido y me van á impo-
mirad, mirad, ¿no se empieza á mover vuestro cories- ner la multa.
ponsal? -Que os costará cien francos. Ya veis cuánto os
-Gracias. Es verdad. interesa tomar mis quince billetes.
¿Y qué os dice? ¿ Es cosa que comprendeis? -Caballero , el corresponsal de la derecha se impa-
-Sí . Me pregunta si estoy dispuesto . cienta y redobla sus signos.
-¿Y le respondeis... -Dejadle y tomad .
-Con un signo que tambien anuncia á mi corres- Y el conde puso de por fuerza los billetes en la
ponsal de la derecha que estoy dispuesto , é invita á mano del buen hombre.
mi corresponsal de la izquierda á prepararse á su vez . -Eso no es todo , le dijo . Con quince mil francos
-Es cosa ingeniosa , dijo el conde . no podreis vivir.
-Ya vereis , añadió con orgullo el hombre . Dentro Tendré además mi destino .
de cinco minutos hablará.
-No, que lo perdereis, pues vais á hacer otro signo
-Entonces cuento con cinco minutos , que es mas que no es el de vuestro corresponsal .
tiempo del que necesito , dijo entre dientes. Señor -¡Oh caballero ! ¿ qué me proponeis ?
mio, añadió, ¿me permitís que os haga una pregunta? -Una niñada.
-Hacedla. -A menos que se me obligue...
-¿Os gustan los jardines? -Estoy seguro de obligaros .
-Mucho , mucho. Y sacó el conde del bolsillo otra porcion de bi-
-¿Y seriais feliz si en vez de un cercado de veinte lletes.
pies, tuviéseis una posesion de dos fanegas? -Estos otros montan diez mil francos , le dijo , que
-Caballero , la convertiria en un paraiso. con los quince que ya teneis hacen veinticinco mil .
¿Vivireis mal con vuestro sueldo de mil francos? Con cinco mil francos comprareis una casita y dos fa-
Bastante mal ; pero vivo. negas de tierra ; y con los veinte mil restantes os ase-
-Si; pero teneis un jardin miserable. gurareis mil francos de renta.
-¡Ah! es verdad que el jardin ... —¡ Un jardin de dos fanegas !
-Y además los lirones os lo comen todo . -Y una renta de mil francos.
-Son mi pesadilla . -¡Dios mio , Dios mio !
-Decidme: ¿si tuviéseis la desgracia de. volver la -Tomad pues .
cabeza cuando se moviese el corresponsal de la dere- Y tambien de por fuerza le hizo tomar los otros
cha... billetes.
-No lo veria.
-¿Qué debo de hacer ?
-¿Y qué sucedería? -Una cosa bien fácil.
Que no podria repetir sus signos. -Pues veamos...
-¿Y después?... -Repetir estos signos.
-Después me multarían por no haberlos repetido.
Monte-Cristo sacó del bolsillo un papel donde ha-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 127

bia trazado tres signos, y números indicando el órden El empleado examinaba , palpaba y contaba sus
con que se habian de hacer. billetes.
La operacion, como veis, no será larga . Estaba de mil colores.
-Sí, pero... Al fin se lanzó á su cuarto á beber un vaso de agua:
-Para eso tendreis ya bruños y algo mas. pero no pudo llegar á la fuente, pues cayó desmayado
El golpe surtió su efecto. junto á sus judías secas.
Febril , sudando la gota tan gorda , hizo el buen Cinco minutos después de llegar al ministerio el
hombre en seguida los tres signos que le dió el conde, parte telegráfico , mandó Debray que engancharan su
no obstante las dislocaciones tremendas de su corres- cupé , y corrió á casa de Danglars .

Monte-Cristo sacó del bolsillo un papel , donde habia trazado tres signos.

ponsal de la derecha, que no comprendiendo aquella al- -¿Tiene vuestro marido cupones del empréstito
teracion, creia que el bueno del horticultor se habia español? preguntó á la baronesa.
vuelto loco. -Ya lo creo! Seis millones nada menos.
El corresponsal de la izquierda, por su parte, repi- -Pues que los venda á cualquier precio.
tió concienzudamente los mismos signos , que llegaron Por qué?
á la postre al ministerio de lo Interior. -Porque D. Carlos se ha escapado de Bourges y ha
Ahora ya sois rico , dijo el conde . vuelto á España.
-Sí ; pero já qué precio ! respondió el empleado. -¿Cómo lo sabeis ?
Oid, amigo mio , que no quiero que tengais re- Toma ! dijo Debray encojiéndose de hombros ,
mordimientos, añadió Monte-Cristo . Creedme , en lo como sé yo las noticias..
que habeis hecho á nadie perjudicais , sino que por La baronesa no esperó á que se lo repitiese.
el contrario favoreceis los proyectos de Dios. Corrió al despacho de su marido , quien corrió á su
128 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

vez á casa de su agente de bolsa, mandándole que ven- quis, en que estaban indicados el número y la situa-
diese á cualquier precio. cion de los árboles , la forma y la situacion del musgo
Los fondos españoles bajaron tan pronto como se que debia reemplazar al antiguo enlosádo .
vió que Danglars los vendia . La casa por dentro estaba desconocida , y hasta el
Perdió el banquero quinientos mil francos ; pero mayordomo protestaba que la desconocia con aquellos
se deshizo de todos sus cupones . atavíos de follaje .
Aquella tarde decia El Mensajero: No le hubiera desagradado al buen mayordomo
hacer tambien reformas en el jardin ; pero el conde se
PARTE TELEGráfico . lo habia prohibido absolutamente.
«El rey D. Carlos se ha escapado de Bourges, bur- Pero en desquite inundó de flores las antesalas, las
lando la vigilancia en que se le tenia , y ha vuelto á escaleras y las chimeneas.
entrar en España por la frontera de Cataluña . Lo que mejor declaraba la habilidad del mayordo-,
>>Barcelona se ha pronunciado por él. » mo y la inteligencia del amo, para servir el uno y para
hacerse servir el otro, era que aquella casa, desierta
En toda la noche no se habló de otra cosa que de hacia veinte años y tan triste y tan negra la víspera,
la prevision y de la fortuna de Danglars , que había ven- como empapada que estaba en ese desagradable olor
dido sus cupones perdiendo solamente quinientos mil que se puede llamar olor del tiempo, habia cobrado en
francos .
un solo dia con el aire vital los perfumes preferidos
Los que conservaban papel ó compraron el de Dan- de su amo, y hasta el grado de luz que le gustaba; era
glars, tuviéronse por arruinados, y pasaron una noche que al entrar en ella el conde se encontraba á la mano
muy mala.
sus libros y sus armas ; á la vista sus cuadros pre-
A la mañana siguiente se leia en el Monitor: dilectos ; en las antesalas los perros y los pájaros, cu-
«No tiene fundamento alguno la noticia dada ayer yas caricias y cuyo canto preferia ; y era en fin que
por el Mensajero de la fuga de D. Carlos y del pro- toda ella , como si despertase de un profundo sueño ,
nunciamiento de Barcelona. vivia y cantaba , semejante á esas casas que hemos
»Ni ha salido de Bourges el Pretendiente, ni se ha habitado mucho tiempo , donde dejamos una parte de
alterado en lo mas mínimo la tranquilidad de la Pe- nuestra alma al tenerlas por desgracia que dejar.
nínsula. Por el patio circulaban alegremente los criados.
>>Un despacho telegráfico mal interpretado á causa Posesionábanse los unos de las cocinas y poblaban
de las nieblas ocasion ó este error .» como si las hubieran habitado siempre aquellas esca-
leras restauradas la víspera ; inundaban otros las co-
Los fondos subieron doble de lo que habian ba- cheras, donde los arreos y las monturas estaban clasi-
jado.
ficadas y numeradas como si estuvieran allí desde
La caja de Danglars recibió un golpe de un millon ; mucho tiempo atrás , y llenaban á par las cuadras, don-
medio millon perdido , y medio dejado de ganar .
de los caballos, sujetos á sus pesebres, respondian con
-¡Bueno ! dijo Monte - Cristo á Morrel , que se ha relinchos á los palafreneros que les hablaban con mu
llaba en su casa cuando le anunciaron la estraña cri-
cho mas respeto que hablan algunos criados á sus
sis bursátil de que Danglars habia sido víctima . amos .
¡ Bueno ! acabo de hacer por veinticinco mil fran-
cos un descubrimiento por el cual hubiera dado hasta dosmil La biblioteca ocupaba dos salas y contenia sobre
cien mil . volúmenes.
Todo un estante era el destinado á las novelas mo-
-¿Y qué habeis descubierto ? le preguntó Maxi- dernas
miliano. ; y aunque se hubieran publicado la víspera ,
-El arte de librar á un jardinero de los lirones que veíaselas ya ataviadas con magníficas encuadernacio--
le roen sus frutas . nes y cantos dorados .
A la otra parte de la casa, paralelo á la biblioteca ,
CAPÍTULO III. hallábase el invernadero , lleno de plantas raras que
crecian en grandes macetas del Japon , y entre ellas,
LOS FANTASMAS. deleite al par de la vista y del olfato, veíase una mesa
de billar que parecia abandonada por los jugadores un
cuarto de hora antes.
Al primer golpe de vista, examinada esterio rmente,
nada tenia de espléndida la casa de Auteuil, nada de El magnífico señor Bertuccio una sola habitacion
habia respetado.
lo que podia esperarse de una casa destinada al mag-
nífico conde de Monte - Cristo ; pero esta sencillez era Por delante de esta habitacion pasaban los criados
con curiosidad y Bertuccio con terror .
capricho de su dueño, que habia mandado terminan-
temente que no se alterase lo esterior en lo mas mí- Estaba situada en el ángulo izquierdo del piso prin-
nimo. Para convencerse de esto no habia mas que exa- cipalsecreta., y se subia á ella por la escalera grande y por
otra
minar lo interior.
Con efecto, abierta la puerta, cambiaba el espec- A las cinco en punto llegó el conde con Alí.
táculo. Bertuccio le esperaba con impaciencia é inquie-
M. Bertuccio se habia lucido mas que nunca en tud. Esperaba felicitaciones, y temia ver algun frunci-
miento de cejas.
el buen gusto del adorno y en la prontitud de la eje-
cucion. Bajo Monte-Cristo al patio, recorrió toda la casa,
Como en otro tiempo el duque de Autin habia ar- incluso el jardin , sin abrir la boca ni dar la mas leve
aprobacion ó descontento .
rasado en una noche una calle de árboles que estor- muestra de
baba á Luis XIV para mirar , así en tres dias M. Ber- estremo Sin embargo, al entrar en su alcoba , situada en el
opuesto á la habitacion condenada, alargó la
tuccio habia plantado en el patio álamos y sicomoros
traidos con sus enormes raíces, que daban sombra á mano al cajon de un diminuto mueble de palo de rosa, *
la fachada principal de la casa . que habia reparado ya la primera vez que visitó la
En aquel patio, en lugar de losas, medio ocultas por casa, y dijo: pued servi
la yerba, se habia plantado aquella misma mañana una -Esto solo e r para guantes.
alfombra de musgo que parecia sembrado de perlas -Con efecto , escelencia , respondió Bertuccio entu-
porque acababan de regarlo. siasmado; abridlo , y encontrareis guantes.
Las órdenes para todo esto emanaban del conde, En los otros muebles halló el conde lo que espe-
que por sí mismo habia trazado á Bertuccio un cro- raba hallar: esencias, cigarros y joyas.
-Bien, dijo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 129

Y M. Bertuccio se retiró satisfecho : tanto era el francos ! dijo el conde en el tono en que un padre ha-
poder y la influencia que ejercia aquel hombre en los blaria á su hijo .
que le rodeaban. -¿Sentís haberlos perdido? le preguntó Morrel con
A las seis en punto se oyó trotar un caballo á la su sonrisa franca .

puerta principal.. ¡Yo ! ¡ Dios me libre ! Solo sentiria que el caballo-


Era nuestro capitan de spahis que llegaba en su no fuese bueno.
Medeah. -Es tan bueno , mi querido conde , que M. de
Monte-Cristo, con la sonrisa en los labios, le espe- Chateau-Renaud , el primer caballista de Francia , y
raba en el peristilo . M. Debray, que monta los caballos árabes del minis-

A la otra parte de la casa hallábase el invernadero , lleno de plantas raras.

Estoy seguro de que llego el primero , le gritó terio, corren detrás de mí , y como veis les he sacado
Morrel. Lo he hecho de propósito para estar solo un bastante delantera, mientras los caballos de Madama
instante con vos . Julia y Manuel os envian por mi Danglars vienen á su famoso trote que hace seis leguas
conducto un millon de espresiones. -¡Ah! ¿sabeis que por hora.
esto es magnífico?-Decidme , conde , ¿ me cuidarán el -¿Con que yienen detrás de vos? le preguntó Monte-
caballo bien vuestros criados ? Cristo.
-Descuidad, mi querido Maximiliano, que son hom-" -Ahí los teneis.
bres que lo entienden. Con efecto , en el mismo instante un cupé con los
-Es que necesita que lo arropen . ¡ Si viérais qué caballos espumantes y otros dos caballos de montar
fuegos tiene ! Es un rayo. llegaron á la verja, que se abrió á su paso.
-Ya lo creo , pardiez! ¡ Un caballo de cinco mil El cupé describió un círculo, viniendo á parar ante
.130 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

el peristilo, seguido de cerca por los dos ginetes . | ensayo, dejando solo el proceso verbal que certifica-
Debray en un instante se apeó y colocóse á la por- ba la existencia de las vasijas en el mar. Pareció á los
tezuela, ofreciendo su mano á la baronesa, que al ba- doscientos años el proceso , y se determinó que las
jar le hizo una seña imperceptible , que hubiera pasado vasijas se sacaran , para lo cual bajaron buzos al fondo
desapercibida de otro que no fuese Monte-Cristo . de la bahía en máquinas construidas exprofeso ; pero
Pero como el conde nunca se descuidaba , pare- de las diez solo se encontraron tres, pues sin duda
cióle ver una cartita blanca tan imperceptible como la las restantes las habia destruido el conti uo azotar
seña, carta que pasó con una facilidad , hija de la cos- de las olas. Me gustan porque me figuro que tal vez
tumbre, de las manos de Madama Danglars á las del clavan sus mira das inmóviles en su fondo monstruos
secretario del ministro . informes, horribles, semejantes á los que solo ven los
Detrás de su muger se apeó el banquero , pálido y buzos, y que ahí se han refugiado millares de pececi-
como si saliera del sepulcro. llos huyendo de la voracidad de los grandes.
Lanzo en torno Madama Danglars una mirada breve En este intervalo Danglars , que era poco amigo
y escrutadora , que solo Monte-Cristo pudo compren- de curiosidades , se entretenia en deshojar maqui-'
der , mirada que abarcó patio , peristilo y fachada de nalmente las flores de un magnífico naranjo, y cuan-
la casa , y luego dominando una ligera emocion, que le do dió fin de ellas dirigióse á un cactus , que menos
hubiera salido al rostro á ser su rostro de los que pa- amable que el naranjo , le picó los dedos.
lidecen, subió al peristilo diciendo á Maximiliano : Estremecióse pues y se frotó los ojos como si sa-
-Si fuérais amigo mio , caballero , os preguntaria siliera de un sueño .
vendeis vuestro caballo . -Caballero, le dijo Monte-Cristo sonriéndose, vos
Morrel fingió una sonrisa muy parecida al gesto de que sois aficionado á cuadros y que los teneis mag-
un condenado , y volvióse á Monte-Cristo como para nificos , sin que sea recomendároslos , dignaos de
rogarle que le sacara de aquel apuro. examinar estos dos de Hobbema , este de Paul Potter,
El conde le comprendió . este de Mieris , estos dos de Gerardo Dow , y este Ra-
-¡Ah señora ! dijo á la baronesa , ¿por qué no me fael, y este Van-Dyck , y este Zurbarán , y estos dos é
haceis á mí esa pregunta ? tres Murillos, que valen bien la pena de que los exa-
-Porque de vos , caballero, nada se puede desear , mineis.
sin que esté una segura de lograrlo, repuso la dama . De- ¡Calla ! yo conozco este de Hobbema , dijo Debray.
jadme que me las haya con M. Morrel. -¿De veras?
-Yo soy testigo, señora, respondió el conde, de que -Sí , han venido á ofrecérselo al Museo de París.
M. Morrel no puede, por desgracia , vender su caballo . -¿Qué, no lo tiene? añadió Monte-Cristo.
Está comprometido su honor á conservarle. -No, y que se ha negado á comprarlo, á pesar
-¿Cómo así? de eso.
-Tiene apostado que domará á Medeah en seis me- -¿Por qué? preguntó Chateau-Renaud .
ses ; y ya veis , baronesa , que si se deshiciera de él antes -¡Miren qué pregunta ! porque el gobierno no es
del plazo, no solamente perderia la apuesta , sino que bastante rico...
se diria que le habia cobrado miedo al animal , cosa -¡Ah! dispensadme; pero hace ocho años que es-
que no debe tolerar un capitan de spahis, ni aun por toy oyendo decir cosas por el estilo sin que haya lle-
satisfacer el capricho de una muger bonita , cosa tam gado á comprenderlas todavía.
bien que en mi opinion es de las mas importantes del -Ya las comprendereis , dijo Debray.
mundo, -No lo creo , repuso Chateau-Renaud.
-Ya lo veis , señora ... balbuceó Morrel dirigiendo. -El mayor Bartolomé Cavalcanti y el vizconde An-
al conde una sonrisa de gratitud . drea Cavalcanti , dijo Bautista anunciando.
-Paréceme , señora , dijo Danglars en tono acre mal Una corbata de seda negra recien salida de la
disimulado , paréceme que no os faltan á vos caballos tienda, una barba recien afeitada , bigotes rojos, mira-
por ese estilo. da tranquila, uniforme de mayor con tres placas y
No solia Madama Danglars dejar sin respuesta tales cinco cruces , y el aspecto en suma de un militar an-
arranques ; pero ahora , con general asombro , hizo tiguo , tal apareció el mayor Bartolomé Cavalcanti , el
como si no comprendiese. tiernísimo padre á quien ya conocemos.
Sonrióse Monte-Cristo al apercibirse de aquella hu- A su lado , vestido de nuevo de piés á cabeza y con
mildad estraña en ella , y á par le mostró dos inmen- la sonrisa en los labios, apareció el vizconde Andrea
sos jarrones de porcelana de la China , incrustados , por Cavalcanti , el hijo respetuoso á quien tambien cono-
decirlo así , de unas vejetaciones marinas , tan gordas cemos.
y tan admirables, que la naturaleza solo podia tener Los tres jóvenes que estaban hablando juntos no
tanta riqueza , tanta sávia y tanto talento . hacian sino mirar al padre y al hijo, deteniéndose más
La baronesa se quedó maravillada. en este, como era natural .
-¡Oh! le dijo , se podria plantar en cada una de -¡Cavalcanti ! dijo Debray.
estas vasijas un castaño de las Tullerías . ¿ Cómo han -Buen apellido , añadió Morrel.
podido cocerlas ? -Si, dijo Chateau-Renaud ; estos italianos se lla-
¡ Ah señora! respondió Monte-Cristo , no nos pre- man bien, pero se visten mal .
gunteis tal cosa á nosotros , que solo sabemos hacer -Sois descontentadizo , Chateau-Renaud, repuso
vidrio cristalizado y sancli bonitti e baratti . Esta obra Debray ; sus trajes estan muy bien hechos y son
pertenece á otro siglo; es una especie de obra de los nuevos.
genios del mar y de la tierra . -Eso es justamente lo que les critico. Paréceme
-¿A qué época podrá pertenecer? que ese caballero se viste hoy de elegante por prime-
-Ne fo sé á punto fijo; pero he oido decir que cier- ra vez .
to emperador de la China hizo construir exprofeso un ¿Quiénes son esos señores ? preguntó Danglars al
horno para cocer doce vasijas.guales á estas. De las conde de Monte-Cristo . 1
doce dos no pudieron resistir á la accion del fuego, y se -Ya lo habeis oido : los Cavalcanti.
estallaron; pero las otras diez las hizo meter en el mar -Eso no me dice mas que su nombre.
á trescientas brazas de hondura . El mar, que adivinó Es verdad, que no estais al corriente de nuestra
la intencion, echó sobre ellas su manto de algas, cora- nobleza italiana. Quien dice Cavalcanti, dice familia
les y conchas que petrificaron doscientos años de de príncipes .
permanencia en aquella profundidad , pues una revo- --Buen caudal? preguntó el banquero.
lucion hundió al emperador que habia hecho aquel -Fabuloso.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
131

Y qué hacen? á la bolsa y habrá perdido , y la pega con todos.


-Procurar comérselo sin poder conseguirlo. Tam-
bien tienen créditos contra vos, segun ne dijeron an- -¡Mr . y Madama de Villefort! grito Bautista.
present convida Y entraron las dos personas anunciadas.
teayer al árseme. Los he do con inten- A pesar de su dominio de sí mismo, era visible la
cion de que os conozca n. conmocion de Villefort. Al estrechar su mano sintió
-Pero me parece que hablan el francés con mucha Monte-Cristo que temblaba.
pureza, dijo Danglars. -Decididamente no hay como las mugeres para
-El hijo se ha educado en un colegio del Medio- disimular, dijo el conde para sí mirando à Madama.

...bajaron buzos al fondo de la bahía...

día Marsella ó por allí cerca. Vereis qué entusias | Danglars , que sonreia al procurador del rey y abrazaba
mad, o
enestá...
á su esposa .
Con qué? preguntó la muger del banquero. Pasadas las primeras ceremonias , vió el conde
Con las francesas, señora . Está resuelto á casarse que Bertuccio , que hasta entonces habia estado ocu-
en París.
pado en los preparativos del banquete , se deslizaba á
¡ Vaya una idea que tiene ! dijo Danglars enco- un saloncito lindante con el principal.
jiéndose de hombros .
Madama Danglars miró á su marido con un aire El conde se dirigió á su encuentro.
-¿Qué quereis, señor Bertuccio? le dijo.
que en otros tiempos hubiera sido anuncio de tem- -Su escelencia no me ha dicho el número de sus
pestad ; pero tampoco le contestó esta vez. convidados.
-Paréceme que el baron está hoy melancólico , dijo
Monte-Cristo á Madama Danglars . ¿ Anda quizás en -¡Ah! teneis razon.
candidatura para ministro? -¿Cuántos cubiertos?
Contad vos mismo.
-No , que yo sepa. Mas bien creo que habrá jugado -¿Han llegado ya todos ?
132 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Sí. CAPITULO IV.


Bertuccio dirigió su vista á través de la puerta
entornada . LA COMIDA.
Monte-Cristo le tenia clavados sus ojos.
-¡Ah Dios mio ! esclamó Bertuccio. Era evidente que al entrar en el comedor animaba
-¿Qué es eso? le preguntó el conde. un mismo sentimiento á todos los convidados.
Aquella muger... aquella muger... Cada uno se preguntaba qué estraña influencia le
-¿Cual? habia conducido á aquella casa , y sin embargo, aun-
-La del camisolin blanco... la que trae tantos dia- que todos se admirasen y aunque sintiesen estar allí,
mantes... ninguno hubiera deseado no estar.
Madama Danglars? Y esto no obstante, una amistad tan nueva , la •
-No sé como se llama ; pero es ella; señor ¡ es ella ! posicion escéntrica y aislada del conde , su colosal é
-¿Quién? ignorada fortuna , hacian en los hombres un deber la
-La del jardin... la que estaba embarazada ... la que circunspeccion , y en las mugeres una ley de no en-
se paseaba esperando ... esperando... trar en aquella casa donde no habia mugeres para
Y Bertuccio se quedó con la boca abierta , pálido y recibirlas; y sin embargo, hombres y mugeres habian
con los cabellos erizados . olvidado circunspeccion y conveniencia; y aguijonea-
-¿Esperando á quién? dos de la curiosidad atropellaban por todo.
Bertuccio s'n responder señaló á Villefort con el Ni aun Cavalcanti padre é hijo , el uno á pesar de
dedo , del mismo modo que Macbek señala á Banquo su frialdad y el otro á pesar de su desfachatez, deja-
en la tragedia de Shakspeare . ban al parecer de reflexionar que se encontraban en
-¡Oh! ¡ oh! murmuraba , ¿ le veis? compañía de personas á quien veian por la vez pri-
-¿A quién ? mera .
-El . 1
Madama Danglars habia hecho un gesto al ver que
-¡El! ¿el procurador del rey, M. de Villefort? cier- M. de Villefort le presentaba su brazo á invitacion del
tamente que le veo. conde de Monte-Cristo, y los ojos de M. de Villefort se
¿Pero no le maté? habian empañado bajo sus gafas de oro , al sentir el
¿ Qué es eso , os volveis loco , señor Bertuccio? brazo de la baronesa apoyado en el suyo .
dijo el conde . Ninguno de estos movimientos se le había escapa-
-¿Con que no ha muerto ? do al conde, y ya en la sola reunion de los individuos
-Ya estais viendo que no . En vez de herirle entre habia para el observador muchísimo interés.
la sesta y sétima costilla izquierda , como acostumbran M. de Villefort tenia á su derecha á Madama Dan-
vuestros compatriotas, le habreis herido mas abajo 6 glars y á Morrel á su izquierda.
mas arriba , y estos leguleyos , como veis , tienen el El conde estaba sentado entre Madama de Villefort
alma clavada en el cuerpo ; ó mas bien lo que me y Danglars.
contásteis no será cierto, sino un sueño, una alucina- Lo restante de la mesa lo ocupaban , Debray, senta-
cion de vuestra fantasía . Os dormiríais con vuestra do entre Cavalcanti padre y Cavalcanti hijo, y Chateau-
venganza mal digerida , os pesaria en el estómago, y Renaud, sentado entre Madama de Villefort y Morrel.
deliraríais. ¡Vaya, vaya! calinaos y contad: M. y Mada- La comida fué magnífica .
ma de Villefort, dos: M. y Madama Danglars , cuatro; Monte-Cristo se habia propuesto destruir comple-
M. de Chateau-Renaud , M. Debray y M. Morrel, tamente la culinaria simetría parisiense dando mas
siete; M. Bartolomé Cavalcanti, ocho.... alimento á la curiosidad de sus convidados que á su
-¡Ocho ! repitió Bertuccio. apetito.
-¡Esperad, esperad! ¡ cuánta prisa teneis! ya os ol- Por consiguiente, la comida fué un festin oriental,
vidábais de uno de mis convidados . ¡ Qué diablo ! vol- pero oriental como podian serlo los festines de los
veos un poco á la izquierda... allí hay otro... M. Andrea cuentos árabes .
Cavalcanti, que es aquel jóven de frac negro, que está Todos los frutos que las cuatro partes del mundo"
mirando á la Virgen de Murillo , y que ahora se vuelve vierten en el cuerno de la abundancia de Europa,
hácia nosotros. veíanse colocados en pirámides , en vasijas de China
Esta vez lanzó Bertuccio un grito , que una mirada y en copas del Japon.
de Monte-Cristo ahogó en sus labios. Las aves mas raras con su brillante pluma , los
-¡Benedetto ! ¡ fatalidad! murmuró en voz baja. monstruosos peces estendidos en fuentes de plata,
-Las seis y media estan dando , señor Bertuccio, todos los vinos del Archipiélago, del Asia menor y del
dijo el conde severamente. Esta es la hora en que Cabo , contenidos en botellas de formas raras cuyo
mandé que se pusiera la mesa . Ya sabeis que no me aspecto enaltecia su delicado sabor , desfilaron como
gusta esperar. en las revistas que pasaba Apicio con sus convidados,
Y Monte-Cristo volvió al salon donde sus convida- por delante de aquellos parisienses que compréndian
dos le esperaban , mientras Bertuccio volvia al come- que se pudieran gastar en una comida mil luises, pero
dor teniendo que apoyarse en las paredes. á condícion de que comerian perlas como Cleopatra,
Cinco minutos después se abrieron las puertas del 6 heberian oro derretido como Lorenzo de Médicis.
salon. Viendo Monte-Cristo la admiracion general , se
Bertuccio, haciendo un heróico y último esfuerzo, echó á reir y á burlarse descaradamente.
gritó desde allí: -Vosotros admitireis , señores , les dijo , que lle
-El señor conde está servido. gando á cierto grade de'fortuna , lo superfluo sea lo
Monte-Cristo ofreció su brazo á Madama de Vi- verdaderamente necesario ; así como admitirán estas
llefort . señoras, que á cierto grado de exaltacion no hay nada
M. de Villefort, dijo al procurador del rey, haced- tan positivo como lo ideal . Ahora bien , siguiendo el
me el obsequio de dar el brazo á la señora baronesa órden lógico , ¿qué es lo maravilloso? Lo que no com-
de Danglars. prendemos . ¿Qué bien es el que mas deseamos? El
Obedecióle Villefort, y pasaron al comedor. que no podemos gozar. Por consiguiente mi mayor
mas constante estudio es ver cosas que no pueda com-
prender, y procurarme otras imposibles de tener. Con
dos medios lo consigo: con el dineró y con la volun-
tad. Para realizar un capricho echo mano de la misma
perseverancia-que vos, M. Danglars, para crear una
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 133

línea de caminos de hierro ; -vos , M. de Villefort, para Justamente. El uno viene del Volga, y la otra del
condenar á un hombre á muerte; -vos , M. Debray, para lago de Fusaro.
pacificar un reino; -vos , M. de Chateau-Renaud, para -¡Imposible! esclamaron todos los convidados á
enamorará una muger,-y vos , M. Morrel, para domar una voz.
un caballo que se resiste al picador . Ved por ejemplo -Eso es lo que me divierte, repuso Monte-Cristo .
estos dos peces nacidos, el uno á cincuenta leguas de Yo, soy como Neron , cupitor imposibilium , y catad
San Petersburgo, y el otro á cinco leguas de Nápoles; que esto mismo es lo que á vosotros os divierte ahora;
¿no es verdad que es curioso reunirlos en una mesa? catad en fin lo que hace que esta carne, que acaso no
-¿Qué peces son estos? preguntó Danglars . será tan buena como la de la tenca 6 el salmon,
-M. de Chateau-Renaud que ha vivido en Rusia os ahora os parezca esquisita , porque os imaginabais

La comida..

dirá el nombre del uno , respondió Monte-Cristo, y el el comerla imposible , y sin embargo la teneis ahí.
Cavalcanti , que es italiano , os dírá el
nombremayor
señor
del otro. ¿ Pero cómo se han podido traer estos peces á
París?
-Este me parece un sterlet, dijo Chateau- Renaud. -¡Oh! nada mas fácil. Los han traido cada uno en
-Habeis acertado .
un gran tonel, lleno el uno de cañahejas y plan-
Yeste
valcan ti. una lamprea si no me equivoco , dijo Ca- tas del rio, y lleno el otro de juncos y légamo del lago;
han venido en un carro hecho á propósito , viviendo
Tam
señore s bie n . Aho
dónde ra ,can
se pes Danos
M. est gla rs ,pec
dos guntad á estos así el sterlet doce dias y ocho la lamprea , y ambos
prees.
- estaban enteramente vivos cuando se apodero mi co-
¡Toma! dijo Chateau-Renaud , los, sterlets solo se cinero de ellos para matarlos , el uno en leche, y
pescan en el Volga .
en vino el otro. ¿Os resistís á creerlo , M. Danglars?
-Solo sé del lago de Fusaro que crie lampreas de -Lo dudo al menos , respondió Danglars con su
este tamaño, añadió Cavalcanti . brutal sonrisa.
134 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Bautista, dijo Monte-Cristo , mandad que traigan | triste verla con sus persianas corridas , sus puertas
el otro sterlet y la otra lamprea ... ya sabeis, los que cerradas y lleno de yerba el patio . En verdad que á
han venido en otros toneles y estan aun vivos . no pertenecer al suegro de un procurador del rey,
Mientras Danglars abria sus espantados ojos la se la hubiera creido una de esas casas malditas, donde
asamblea rompió en aplausos. se ha cometido algun crímen horroroso.
En esto aparecieron cuatro criados con dos to- Villefort, que hasta aquí no habia probado siquie-
neles llenos de plantas marinas; en cada uno coleaba ra las tres ó cuatre copas de esquisitos vinos que te-
un pez semejante á los que había sobre la mesa. nia delante , cogió ahora una al azar y la apuró de un
-Pero ¿por qué habeis traido dos de cada clase? le sorbo.
preguntó Danglars. Dejó Monte-Cristo pasar un instante, y luego dijo
-Porque alguno podia morirse , respondió senci- en medio del silencio que siguió á las palabras de
llamente Monte-Cristo . Chateau-Renaud:
-En verdad que sois un hombre prodigioso, dijo -Es cosa rara , señor baron , que yo haya tenido
Debray. Bien hacen los filósofos en decir que es bue- el mismo pensamiento la primera vez que entré aquí.
no ser rico. Me pareció tan lúgubre esta casa , que nunca la hu-
-Y sobre todo tener ideas, añadió madama Dan- biera comprado á no hacerlo mi mayordomo por mí.
glars . Probablemente el notario lo gratificaria al muy
-¡Oh! no me atribuyais esta , señora , que los ro- bribon ...
manos la tuvieron antes que yo , pues cuenta Plinio -Es probable , añadió Villefort procurando son-
que enviaban de Ostia á Roma con tiros de esclavos reirse; pero creed que en el asunto yo no tengo parte
que los llevaban á la cabeza , peces de una clase que alguna, M. de Saint-Merán quiso que esta casa, perte-
el llama mulus, y que segun nos lo pinta debe de ser neciente al dote de su nieta , se vendiese , porque á se-
la dorada . Tambien se tenia á lujo el poseerlos vivos , guir tres ó cuatro años mas deshabitada se hubiera
y era un espectáculo muy divertido el verlos morir, venido abajo.
porque cambiaban de color tres ó cuatro veces como Esta vez fué Maximiliano el que se puso pálido.
un arco iris que se disipa, pasando por todas las gra- -Hay sobre todo una alcoba , dijo Monte- Cristo,
daciones del prisma hasta que iban á parar á manos ¡ qué alcoba! forrada de damasco encarnado como to-
de los cocineros. Su agonía era un quilate de su das las alcobas , y muy sencilla en apariencia ; pero
mérito . Si no se le veia vivo , se le despreciaba | no sé por qué... ¡ me ha parecido tan dramática! ... *
muerto. -¿Por qué? le preguntó Debray.
-Si, dijo Debray; pero de Ostia á Roma no hay -¿Se da uno por ventura cuenta de las cosas ins-
mas que ocho leguas . tintivas? replicó el conde. ¿ No hay ciertos sitios don-
-Es verdad, repuso Monte-Cristo; pero ¿de qué de parece que se respira naturalmente tristeza? ¿ por
serviria el haber nacido mil ochocientos años después qué ? nadie lo sabe. Por una sucesion de recuerdos,
de Lúculo para no hacer mas que él? por un capricho de la imaginacion que nos trasporta
Los dos Cavalcanti abrian los ojos desmesurada- á otros lugares, á otras épocas que acaso no tienen la
mente; pero tenian el buen acuerdo de callar . menor analogía con los lugares y las épocas en que
-Todo eso está muy bien , dijo Chateau - Renaud ; nos encontramos . Tan verdad es esto , como que la tal
pero os confieso que lo que mas me admira es la ad- alcoba me recuerda exactamente la de la marquesa de
mirable prontitud con que os sirven . ¿Es verdad, se- Gange ó la de Desdemona. Por vida mia que tengo
ñor conde, que solo hace cinco ó seis dias que habeis de enseñárosla , puesto que hemos acabado de comer,
comprado esta casa? y bajaremos á tomar el café al jardin . Después de la
Todo lo mas , respondió Monte-Cristo . comida , el espectáculo .
-Pues estoy seguro de que en ocho dias habrá su- É hizo un ademan como interrogando á sus hués:
frido una trasformacion completa ; porque si no me pedes.
equivoco , tenia la entrada por otra parte , y el patio Levantóse Madama de Villefort, hizo otro tanto
estaba enlosado y desnudo , mientras en la actualidad Monte-Cristo , y los demás siguieron su ejemplo.
es un magnífico jardin con árboles que no parece sino Solo Villefort y Madama Danglars permanecieron
que tengan cien años . un instante como clavados en sus sillas.
-¿Qué quereis? respondió Monte-Cristo . Me gus- Mudos y helados se dirigian mil preguntas con los
ta la sombra y el follaje . ojos.
-Con efecto, dijo Madama de Villefort, antigua- -¿Habeis oido ? dijo Madama Danglars.
mente la puerta daba al camino , y el dia que me sal- -Es preciso ir, respondió Villefort levantándose y
vásteis tan milagrosamente recuerdo que entramos ofreciéndola el brazo .
en la casa por aquella misma puerta. Todos se habian desparramado ya por las habita-
-Si señora , dijo Monte-Cristo ; pero después he ciones á impulsos de la curiosidad , pues pensaban
preferido una entrada que me permitiese ver el bos- con razon que la visita no se limitaría á la alcoba,
que de Boloña á través de mi verja. y que al mismo tiempo se recorrería aquel caseron,
-¡En cuatro días ! ¡ es un prodigio ! esclamó Morrel . convertido en palacio por Monte-Cristo .
-Es, con efecto , cosa prodigiosa hacer en cuatro El conde, que se habia quedado detrás esperando
dias una casa nueva de una vieja, dijo Chateau-Re- á los dos perezosos , así que á su vez salieron, cerró
naud , porque esta casa era muy vieja y muy triste. la marcha con una sonrisa, que á haberla podido sus
Yo recuerdo haberla visto por encargo de mi madre convidados comprender, los espantára mucho mas que
cuando M. de Saint-Merán la puso en venta hace dos la consabida alcoba .
ó tres años . Comenzóse efectivamente por recorrer aquellas
¡M. de Saint-Merán ! dijo Madama de Villefort. habitaciones á la oriental, con divanes y almohadones
¿Con que era suya esta casa antes que vos la com- en vez de lechos , y pipas y armas en vez de muebles ;
práseis, señor conde? otras atestadas de cuadros clásicos; y gabinetes , en fin,
-Parece que sí, respondió Monte-Cristo . forrados de seda chinesca de caprichosos colores , fan-
¿Cómo que parece? ¿ Ignorais á quién habeis com- tásticos dibujos y maravilloso tejido .
prado esta casa? Por último llegó la comitiva á la alcoba en cuestion.
-Sí, como que es mi mayordomo el que se ocupa Nada tenia de particular , sino es que aunque iba ya
en todas estas pequeñeces . anocheciendo no estaba alumbrada, y que respiraba
-Es verdad, dijo Chateau-Renaud, que hace lo me- vejez, cuando todas las habitaciones tenian vestidos
nos diez años que estaba deshabitada, y era cosa muy nuevos .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 135

Estas dos causas bastaban á darle, con efecto, un ¿Y hay algo mas? preguntó Debray, que no dejaba
aspecto lúgubre. de alarmarse por la emocion de Madama Danglars .
¡Puf! esclamó Madama de Villefort : cierto que -Si ; ¿ qué mas hay? añadió el banquero , porque
asusta. hasta lo presente confieso que no veo cosa que valga
Madama Danglars balbuceó algunas palabras que la pena. ¿ Y vos, M. Cavalcanti ?
nadie pudo oir. -¡Ah! repuso este: nosotros , tenemos en Pisa la
Cruzáronse muchas observaciones , quedando sen- torre de Ugolino ; en Ferrara la prision del Tasso ; y
tado que la alcoba tenia efectivamente un aspecto en Ríminila alcoba de Francesca y de Paolo .
siniestro. -Sí ; pero no teneis esta escalerilla , dijo Monte-

ECISTAAL
La alcoba.

-¿No es verdad? dijo Monte-Cristo. ¡ Mirad qué rara Cristo abriendo una puerta oculta en el tapiz . Miradla
es la posicion de esta cama ! ¡ qué pliegues tan som- y decidme qué os parece.
bríos y estos dos retratos al pastel , descoloridos por -¡Qué torcida y que siniestra ! dijo riéndose Cha-
la humedad , ¿ no parece que dicen con su boca lívida teau- Renaud .
y sus ojos desatentados:-¡ lo que he visto ! -Lo cierto es , añadió Debray , que no sé si será
Villefort se puso como un cadáver, y Madama Dan- que el vino de Chio me ponga melancólico ; pero veo
glars cayó en una butaca junto á la chimenea . esta casa toda negra.
-¡Oh ! le dijo sonriéndose Madama de Villefort , ¿os Morrel por su parte , desde que se habia hablado
atreveis á sentaros en esa butaca , donde quizás se del dote de Valentina permanecia triste y sin despe-
haya cometido el crímen ? gar sus labios.
Madama Danglars se levantó al momento . -Figuraos, dijo Monte-Cristo, á un Otelo ó á un
136 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-No, no, prefiero quedarme aquí, repuso la dama.


abate de Gange bajando paso entre paso una noche -¿Pero es posible , señora , que sea cosa seria ese
sombría y tempestuosa por esta escalera, con alguna
carga lúgubre que quiere apartar de la vista de los terror? la dijo Monte-Cristo,
-No señor , contestó Madama Danglars ; pero teneis
hombres, si no de la de Dios...
A Madama Danglars le faltó poco para desmayarse una manera de suponer las cosas , que dais à la ilusion
el aspecto de la realidad .
en brazos de Villefort, que tambien tuvo que apoyarse -Pues si todo ello es pura imaginacion , dijo Monte-
en la pared para no caerse. Cristo, qué no ha de poder uno figurarse esta
-Dios mio! ¿qué teneis , señora? esclamó Debray. alcoba ,¿por alcoba de una madre de familia honrada y
¡Qué pálida os poneis !

-¡Oh! ¿quién asegura que es un crimen? balbuceó Villefort haciendo el último esfuerzo.

-Lo que tiene es muy natural , dijo Madama de Vi- | buena? este lecho con su colgadura de púrpura un
lecho visitado por la casta Lucina , y esta escalera
llefort . M. de Monte-Cristo quiere que nos muramos
misteriosa la puerta por donde con mucho sigilo para
de miedo , segun son de horribles las historias que
no turbar el sueño reparador de la recien parida pasa
nos cuenta . el médico ó la nodriza , ó el mismo padre llevando en
-Si... con efecto... dijo Villefort . Aşustais á estas
sus brazos al niño dormido ?...
damas, señor conde. En vez de serenarse con tan dulce pintura , lanzó
-¿Qué teneis ? dijo Debray en voz baja á Madama
un gemido Madama Danglars y se desmayó .
Dangl ars . -Esta señora se ha puesto mala, balbuceó Villefort.
-Nada , nada , respondió esta haciendo un esfuerzo .
Quizá s convendria llevarla á su coche...
Nada mas que falta de aire. ¡Y yo que no he traido mi pomito ! añadió el conde.
-¿Quereis bajar al jardin? preguntó Debray á Ma-
dama Danglars , presentándole su brazo y dirigiéndose -¡Yo tengo el mio , dijo Madama de Villefort.
Y alargole un frasco lleno de un licor encarnado ,
á la escalera secreta.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
137
igual al que usó el conde con Eduardo tan prodigiosa-
mente. Cojió del brazo á Madama Danglars y la condujo
-¡Ah! esclamó Monte- Cristo al tomarle de manos al jardin, donde encontraron à M. Danglars tomando
de la dama. café con los dos Cavalcantis .
-Sí, murmuró esta . Segun vuestras indicaciones, ¿De veras , señora, os he asustado yo tanto ? pre-
hice un ensayo... gunto Monte- Cristo.
-¿Y os salió bien? -No señor , sino que como sabeis , la impresion
-Así lo creo. que nos hacen las cosas es mayor ó menor segun el
estado de nuestro espíritu .

En este momento se les acercó Madama de Villefort .

Entre tanto habian trasladado á Madama Danglars


á la pieza inmediata. Villefort hizo por sonreirse.
Dejó Monte- Cristo caer en sus labios una gota de -Y estando así, dijo, ya comprendereis que basta
aquel líquido, y al momento volvió en sí. una suposicion, una quimera ...
-Oh ! dijo , ¡ qué sueño tan espantoso ! -Pues que lo creais ó no , añadió Monte-Cristo ,
Villefort le apretó con fuerza la mano para hacerla tengo la conviccion de que se ha cometido un crí
comprender que no habia sido sueño . men en esta casa .
-¡Cuenta con lo que decís ! dijo Madama de Ville-
Buscaron á Mr. Danglars ; pero mal templado á las
impresiones poéticas , habia bajado al jardin á hablar fort : mirad que tenemos aquí al procurador del rey.
-Puesto que es así aprovecharé la ocasion , repuso
con M. Cavalca nti padre de un proyecto de ferro-
carril de Liorna á Florencia . Monte-Cristo, para hacer mi declaracion en regla .
Monte-Cristo al parecer estaba desesperado. ¿Vuestra declaracion? repitió Villefort.
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 126. TOMO 1. -Ší,2 en presencia de testigos.
10
138 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Todo eso es muy interesante , dijo Debray ; y si CAPITULO V.


en verdad hay crímen , vamos á hacer la digestion ad-
mirablemente.
EL MENDIGO..
-Sí que hay crímen, respondió Monte-Cristo . Ve-
nid por aquí, señores; venid, M. de Villefort, que para La noche iba cerrando .
que á la declaracion no falte ningun requisito se ha . Madama de Villefort habia manifestado deseo de re-
de hacer las autoridades
Cojió áMonte-Cristo del competentes .
brazo á Villefor t , y estre- gresar á París , deseo que no se habia atrevido á mani-
chando á par con el suyo el de Madama Danglars ar- festar Madama Danglars , aunque era su situacion la
que sabemos .
rastrólos al plátano mas sombrío del jardin . A ruegos de su muger , dió M. de Villefort la señal
Los demás convidados los seguian. de marc ha , ofreciendo un asiento en su landó á Ma-
Aquí , en este mismo sitio , dijo el conde golpean-
do la tierra con el pié , para rejuvenecer estos árbo- dama Danglars .
En cuanto al banquero , embebido en una intere-
les caducos he mandado cavar y poner estiércol . Pues santísima conversación industrial con M. Cavalcanti ,
bien, al cavar mis trabajadores han desenterrado un
no reparaba en nada de lo que sucedia en torno suyo.
cofrecito , ó mejor dicho , los restos de un cofrecito en Al pedir Monte-Cristo su pomo á Madama de Ville-
que yacia el esqueleto de un niño recien nacido . Su-
pongo que esto no lo creereis fantasmagoría . fort, habia reparado que el procurador del rey se acer-
ma Danglars , y de sus situaciones respec-
Monte-Cristo sintió contraerse el brazo de Mada- caba á Mada
o la habria dicho , aunque fué en voz
ma Danglars debajo del suyo , y agitarse convulsivo el tivas deduj lo ques le oia la misma Madama Danglars.
* del procurador del rey. tan baja que apena
Así pues , no se opuso á determinacion alguna , de-
-¡Un niño recien nacido ! ¡ Diablo ! esclamó Debray. jando marchar á caballo á Morrel , Debray y Chateau-
Eso es mas sério . Renaud y á las dos damas en el landó de M. de Ville-
Luego no me equivocaba yo , dijo Chateau -Re-
naud , cuando hace poco sostenia que las cosas tie- fort.Danglars , por su parte, cada vez mas satisfecho de
nen alma y rostro como los hombres , y que llevan en
Cavalcanti padre , le invító á marchar con él en su
su rostro pintada su alma . Esta casa estaba triste
• porque tenia remordi mientos , y tenia remordi mientos cupé.
Andrea mientras tanto se acercó á su tilbury , que
porque ocultaba un crímen . a delante de la puerta con su falso groom
le esperab
¡Oh! ¿quién asegura que es un crímen? balbuceó inglés , que para sujetar de la brida al enorme caballo
Villefort haciendo el último esfuerzo .
-¡Cómo ! esclamó el conde de Monte-Cristo , ¿ no cargado de hierro tenia que ponerse de puntillas.
No habia hablado Andrea mucho durante la comida ,
es un crímen un niño enterra do vivo en un jardin?
porque era un jóven de chispa , y temió decir alguna
¿ Qué nombre le dais si no , señor procurador del rey?
tontería á la faz de aquellos poderosos convidados , en.
-Pero ¿ quién asegura que lo enterráran vivo?
tre los cuales reparaba , no sin miedo quizás , que habia
-Si estaba muerto, ¿por qué lo enterraron? Nunca
un procurador del rey.
fué cementerio este jardin. En seguida le cojió por su cuenta M. Danglars, que
-¿Cómo se castiga en este país á los infanticidas?
preguntó el mayor Cavalcanti con candidez . con una rápida mirada al mayor , y la hospitalidad que
le daba Monte-Cristo, creyó por seguro que se las habia
-Cortándoles la cabeza simplemente , respondió
con algun nabab venido a París á completar y perfec-
Danglars . la educacion de su hijo único.
¡ Ah ! se les corta la cabeza... repuso Cavalcanti . cionar Con indecible complacencia habia contemplado el
Ya lo creo. ¿ No és así , M. de Villefort ? le pre- enorme diamante que brillaba en el dedo meñique del
guntó Monte-Cristo .
-Si , señor conde , respondió este con un acento mayor; pues este, como hombre cuerdo y esperto, ha-
bia convertido sus billetes de banco en una alhaja, të-
que nada tenia de humano .
Conociendo el conde que no podian resistir mas meroso de que se desvaneciesen como humo .
Luego á los postres , siempre á pretesto de indus-
las personas á à quien preparó esta escena , no quiso tria y de viajes , se habia enterado del modo de vivir
prolongarla , y dijo: del padre y del hijo ; y como sabian el padre y el hijo
-Paréceme , señores , que nos olvidamos del café. ars era donde cobrarian el uno
Y volvió á conducir á sus convidados á la mesa que en casa de Dangl
un crédito de 48,000 francos y el otro una renta anual
puesta sobre el césped. 0 ieron amabilísimos con el ban-
-Vergüenza me da confesar mi flaqueza , señor de 50,00 libras , estuv
conde, dijo Madama Danglars ; pero esas historias tan quero , llegando á tal punto su espansion , que á sus
mismos criados les hubieran besado la mano , á no ser
horribles me han trastornado . Dejad que me siente.
Y cayó sobre una silla . cosa mal vista.
Una cosa sobre todas puso el colmo á la considera-
Saludóla Monte-Cristo , y acercóse á Madama de
cion ó veneracion , mejor dicho , que inspiraba Caval-
Villefort.
-Creo que Madama Danglars necesita otra vez de canti á Danglars .
Fiel el buen mayor al principio de Horacio : nihil
vuestro elixir , la dijo. rari , se habia contentado , como hemos visto, con
Pero antes que Madama de Villefort se acercara á admi
r su erudicion , diciendo en qué lago se criaban
su amiga , le habia el procurador del rey dicho à esta proba las mejores lampreas , y comiéndose acto contínuo su
al oido:
-Tengo que hablaros . racion sin despejo gar los labios .
lars que el ilustre descendiente
De aquí dedu Dang
-¿Cuándo ? de los Cava lcan ti estaba familiarizado con los banque-
-Mañana . tes suntuosos , y que probablemente se alimentaria en
¿Dónde ? Luca con truchas que le lleváran de Suiza y langostás
-En mi despacho del tribunal, si os parece que es
que le llevaran de Bretaña , por medios tan costosos
el sitio mas seguro . como los que habia usado el conde de Monte -Cristo
-Iré .
En este momento se les acercó Madama de Vi- para traer lampreas del Fusaro y sterlites delVolga.
Así pues , acojió el banquero con muchísima bene-
llefort.
-Gracias , querida amiga , le dijo la baronesa pro- vole-Ma ncia estas palabras d Cavalcanti :
ñana , caballero , tendré el honor de haceros úna
surando sonreírse: no era nada: ya me siento mejor.
visita, para que hablemos de negocios.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
139
-Y yo , caballero , tendré á mucha honra el recibiros ,
respondió Danglars. haciéndole dar hasta su tilbury como cosa de treinta
Con esto ofreció al mayor acompañarle á la fonda pasos .
de los Príncipes , si no le importaba mucho el sepa- Oyó el sermon el lacayuelo con la mayor humildad, y
rarse de su hijo. conteniendo con la brida izquierda los impetus del ca-.
Cavalcanti habia respondido que desde mucho ballo, que estaba impaciente , alargó la derecha á An-
tiempo atrás hacia Andrea la vida de jóven , teniendo drea , que ponía ya su bota de charol en el estribo.
por consiguiente sus caballos y sus trenes con abso- En este momento sintió una mano apoyarse sobre
luta independencia de su padre; y que no habiendo ve- su espalda .
Volvióse el jóven , creyendo que Danglars ó Monte-

El mendigo.

nido juntos , no habia ningun inconveniente en que se


marcharan separados . Cristo se habian olvidado de decirle alguna cosa .
Pero en vez de estos personajes solo vió una figura
El mayor habia pues subido al carruaje del ban- estra tosta
quero, que se sentó a su lado , mas y mas satisfecho ña da por el sol , con una barba que podria
servir de modelo á un artista, ojos brillantes como car-
cada vez de las ideas de órden y de economía de aquel
buen señor, que daba á su hijo sin embargo 50,000 fran- bunclos , y una sonrisa burlona medio dibujada siem–
600,000 pre en unos labios que dejaban entrever una denta-
anuales
cosras
lib de rent a . que suponia un capital de 500 6
, lo
dura blanca , completa , hambrienta y aguda como la
Andrea por su parte estiróse mucho , y dándose de un caballo ó un lobo.
importancia empezó á reñir á su groom porque en vez Un pañuelo á cuadros colorados cubria aquella c
de esperarle en el peristilo le esperaba á la puerta , beza de pelo crespo y empolvado , y una blusa hecha
girones aquel cuerpo flacucho y huesoso, que no pa-
140 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

recia sino que al andar debiese de hacer el ruido de fuerzo para que el criado no se apercibiese de su tur-
un saco de nueces. bacion: ¿qué quereis? despachad pronto.
Y por último, la mano que se apoyó en su hombro, -Quisiera... quisiera... dijo en voz baja el hombre
primera cosa que el jóven pudo dístinguir, le pareció del pañuelo encarnado , quisiera que me evitarais el
de un tamaño colosal. trabajo de volver á pié á París. Estoy muy cansado , y
¿Reconoció el jóven su semblante á la luz del farol como no he comido tan bien como tú , apenas puedo
del coche , ó le asustó solamente el horrible aspecto andar.
de su interlocutor? No sabremos decirlo; pero lo cierto Familiaridad tan estraña hizo al jóven estreme-
es que retrocedió temblando. cerse.

-¿Qué me quereis? le dijo.

-¿Qué me quereis? le dijo. -Pero sabremos al fin qué quereis ? le pre-


-Disimuladme , compañero , respondió el hombre guntó.
llevándose la mano á la cabeza . Quizás os molesto; -Pues quiero que me dejes subir á tu hermoso car-
pero es porque tengo que hablaros. ruaje.
-De noche no se pide limosoa , dijo el groom ha- Andrea no respondió ; pero se puso pálido.
ciendo un ademan como para librar á su amo de aquel -Si tal , sí tal , añadió el hombre metiéndose las
importuno. manos en los bolsillos y mirando al jóven provocati-
-Yo no pido limosna, mocito, dijo al criado el des- vamente . Es una idea que me ha ocurrido... ¿ Lo en-
conocido con una sonrisa irónica tan tremenda, que tiendes, Benedetto?
el muchacho retrocedió. Deseo únicamente decir dos Este nombre hizo sin duda reflexionar al joven,
palabras à vuestro amo , que me ha dado cierta comi- pues acercándose al groom le dijo:
sion hará unos quince dias . -Efectivamente he dado á este hombre una comi-
-Veamos , dijo á su vez Andrea haciendo un es- sion cuyo resultado tiene que participarme . Idos á pié
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 141

hasta la barrera , y tomad allí un cabriolé para que no -Haces mal en no tutearme , Benedetto , que somos
tardeis mucho en reuniros conmigo. camaradas antiguos . Cuenta que así me vas á hacer
El criado se marchó sorprendido. exigente.
-Dejadme al menos llegar á la sombra , dijo Andrea. Esta amenaza amenguó la cólera del jóven , que
-¡Oh ! en cuanto á eso, descuida ; yo mismo voy á puso el caballo al trote.
llevarte á buen sitio , dijo el hombre del pañuelo á la -Tú tambien haces mal , Caderousse , le dijo , en
cabeza. tratar así á un camarada antiguo , como decias hace
Y cojiendo al caballo por el bocado , condujo el til- poco . Tú eres marsellés , y yo soy...
bury á un sitio donde efectivamente era imposible que -¿Sabes ya acaso de dónde eres ?
nadie viese el honor que Andrea le dispensaba. -No , pero me he criado en Córcega. Tú eres viejo
-¡Oh! le dijo, no lo hago por la vanagloria de ir en y tenaz ; yo jóven y testarudo. Entre hombres como
un carruaje magnífico , sino porque estoy muy can- nosotros no se debe andar con amenazas, que todo debe
sado, y aun tambien porque tengo que hablar contigo de arreglarse amistosamente. ¿ Es culpa mia que la
de cierta cosa. suerte, que continúa siéndote enemiga , me sea buena
-Ea ! subid, dijo el jóven. á mí por el contrario ?
Lástima que no hubiera sido de dia , porque hu- -¿Con que es buena tu suerte? ¿Con que ese groom
biera sido muy curioso de ver aquel miserable arre- no es prestado , ni es prestado el tilbury , ni el traje
llanado en los cojines del tilbury junto á su elegante que llevas puesto ? Tanto mejor, dijo Caderousse con
conductor. los ojos brillantes de codicia.
Sin despegar sus labios siguió Andrea hasta la -¡Oh! harto bien lo sabrás tú cuando vienes á
última casa del barrio . Su compañero sonreia y callaba buscarme , dijo Andrea animándose por grados . Sille-
tambien como gozoso de verse en tan buen vehículo. vara yo á la cabeza un pañuelo como el tuyo , y una
Fuera ya de Auteuil , miró Andrea en torno , sin blusa hecha girones , y unos zapatos rotos como los
duda para asegurarse de que nadie podria verlos ni tuyos, no te acordarias de mí.
oirlos , y parando su caballo y cruzándose de brazos , Haces mal en despreciarme , mocito . Ahora que
dijo vuelto hacia su acompañante: te he vuelto á encontrar nada me impide el vestir bien
Veamos ! ¿ por qué venís á turbar mi tranqui- | como otro cualquiera , puesto que conozco tu buen
lidad? corazon . Si tienes dos trajes , me darás uno segura-
-¿Y tú, hijo mio , por qué desconfias de mi? mente , así como yo te daba mi parte de pan y de le-
-¿En qué desconfio yo de vos? gumbres cuando tenias hambre .
-¿En qué? ¡y me lo preguntas ! Nos separamos en el -Es verdad, dijo Andrea.
puente del Var; me dices que vas á hacer un viaje por ¡ Cómo devorabas ! ¿ Sigues teniendo el mismo
el Piamonte y por la Toscana , y... todo menos eso , apetito?
vienes á París. -Sí, respondió Andrea sonriéndose.
-¿Y eso á vos qué perjuicio os trae? -¿Cómo habrás comido en casa de ese príncipe de
-Ninguno; espero , por lo contrario , que me traiga donde sales !
algun beneficio. -No es un príncipe , sino un conde simplemente.
Ah, ah! murmuró Andrea: ¿ es decir que espe- -¿Un conde rico, eh?
culais conmigo? -Ší ; pero no te fies ; me parece que tiene malas
--¡Ya me dices palabrotas ! pulgas.
-Es que os equivocaríais de medio á medio; tenedlo ¡ Oh ! descuida , que no tengo ningun proyecto
entendido, tio Caderousse. sobre tu conde, y té lo dejaré á ti solo. Pero algo has
¡ Oh ! no te enfades, niño mio , no te enfades . Tú de dar en cambio , ¿ comprendes ? añadió Caderousse
debes ya saber lo que es la desgracia ; debes ya saber con su sonrisa malvada.
que la desgracia inspira celos . Te creia corriendo por -Veamos, ¿ qué necesitais ?
el Piamonte y la Toscana, precisado á hacerte faccino -Creo que con 100 francos al mes...
cicerone, y te compadecia en el fondo de mi alma , -Acaba.
como compadeceria á mi hijo... porque ya sabes que -Viviria...
siempre te he llamado mi hijo. -¿Con 100 francos?
-¿Y qué mas, qué mas? -Mal, ya puedes figurártelo ; pero ...
-Ten paciencia, diablillo. -Pero...
-Ya la tengo; pero ... acabad. -Con 150 sería muy feliz.
-Y cata que te veo pasar por la barrera de los hom- -Toma 200, dijo Andrea..
bres buenos , con un groom , un tilbury , y vestidos Y alargó á Caderousse 10 luises de oro .
nuevos flamantes . ¡ Hola , hola ! ¿ Has descubierto al- -Bueno , dijo este.
guna mina, 6 te has hecho corredor de bolsa? -Preséntate al portero al principio de cada mes, -
-¿Con que venís á confesar que estais celoso ? y te dara otro tanto .
-No, que estoy contento ; tan contento, que he que -Vamos: ¡todavía quieres humillarme! ·
rido darte la enhorabuena , niño mio ; pero como mi -¿Cómo?
traje no era decente, he tomado precauciones para no -¿Quieres que me entienda con la canalla de es-
comprometerte . caleras abajo? No; quiero habérmelas contigo directa-
Vaya unas precauciones ! dijo Andrea. ¡ Y me ha- mente.
blais delante de mi criado ! -Pues sea . Pregunta por mí , y mientras yo cobre
¿ Y qué quieres , hijo mio ? Te hablo cuando puedo mi renta cobrarás tú la tuya.
bablarte. Tienes un caballo como el viento , es muy -Vamos , vamos , veo que no me engañaba , y que
ligero tu tilbury, y además, tú por naturaleza te escur- eres un buen muchacho. Hace Dios bien en darles
res como una anguila. Si dejo escapar esta ocasion , suerte á los hombres como tú. Ea ! cuéntame cómo
me esponia á no verme en otra. ha sido este golpe.
-Ya veis que no me escondo. -¿Paraqué quieres saberlo? le preguntó Cavalcanti.
¡ Qué feliz eres ! no puedo yo decir lo mismo , que -¡Otra vez desconfias !
tengo hartas razones para esconderme. Además , temia -Pues sabe que he encontrado á mi padre.
que no me reconocieras ; pero eres un guapo chico; -¿Un padre verdadero?
me has reconocido , añadió Caderousse con su sonrisa -Mientras pague...
maligna. -Mientras pague creerás en él y le honrarás... es
Veamos , ¿qué necesitais? dijo Andrea. justo . ¿Cómo se llama tu padre?
142 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-El mayor Cavalcanti . -¿Y yo me voy á quedar con la cabeza desnuda?


-¿Y está contento de tí? dijo Andrea.
-Hasta lo presente paréceme que sí. -¡Psche ! respondió Caderousse; hace un aire tan
-¿Y quién te ha proporcionado ese encuentro? fuerte, que no es estraño que te haya llevado el som-
-El conde de Monte-Cristo . brero.
-¿El dueño de esa casa de donde sales? -Acabemos pues, repuso Andrea.
-Si. -¿Qué te detiene? añadió Caderousse. No seré yo.
Oye: procura colocarme en su casa de cualquier Chist ! dijo Cavalcanti.
modo. Y pasaron la barrera sin el menor contratiempo.
-Bueno: le hablaré de tí; ¿pero qué vas á hacer En la primera travesía detuvo Andrea el caballo y
entre tanto? se apeó Caderousse.
-¿Yo? ¡ Ah ! dame el capote de mi criado y mi sombre- 1
-Sí: tú. ro , le dijo Andrea .
-¿Llevas tu bondad hasta el punto de pensar en -Tú no querrás que me constipe, respondió Cade-
esto? dijo Caderousse. rousse.
-Paréceme , repuso Andrea, que puesto que tú te -Pero ¿y yo? I
interesas tanto por mí , puedo yo á mi vez tomar al- -Tú eres jóven, y yo me voy haciendo viejo. Hasta
gunos informes . la vista, Benedetto .
-Es justo . Oye ... voy á alquilar una habitacion en É internándose en las calles, desapareció.
una casa de buena nota , á vestir con decencia, á afei- ¡Ay! dijo Andrea * exhalando un suspiro , no se
tarme todos los dias , y á ir á leer los periódicos al puede ser completamente feliz en este mundo .
café. Por la noche iré al teatro á un asiento de la
clase media, y tendré en fin todo el aire de un menes- CAPÍTULO VI.
tral retirado , que es mi sueño de oro.
-Vamos , es buen plan. Si lo ejecutas y eres cuer、
do, todo irá á las mil maravillas. ESCENA CONYUGAL.
¡Vaya un predicador ! ¿y tú qué vas á ser ? ¿par
de Francia? Los tres jóvenes se habian separado en la plaza de
-¡Oh! ¿quién sabe? respondió Andrea. Luis XV; es decir, que Morrel habia echado por los
-¿Lo es quizás el señor mayor Cavalcanti? ... pero boulevares , Chateau-Renaud por el puente de la Re-
por desgracia ya la pairía no es hereditaria . volucion, y Debray habia seguido por el muelle.
-Nada de política , Caderousse... Ahora que tienes Segun todas las probabilidades, Morrel y Chateau-
lo que necesitas , ahora que hemos llegado, baja del Renaud volvieron á su hogar doméstico , como dicen
coche y vete . aun en sus discursos los diputados que saben hablar,
-No tal, querido amigo. y los autores dramáticos que saben escribir ; pero no
-¿Cómo así? le sucedió lo mismo á Debray.
-Reflexiona , hijo mio, que con un pañuelo encar- Cuando llegó á la esquina del Louvre , tomando á la
nado á la cabeza, los piés casi desnudos , sin pasaporte derecha , atravesó el Carroussel al trote largo, entró
ni documento alguno, y en el bolsillo 10 napoleones de por la calle de Saint-Roch, y desembocando por la de
oro , meecharian mano en la barrera inevitablemente, y la Michodiere llegó á la puerta de Madama Danglars
para justificarme me veria precisado á decir que tů en el momento en que el landó de M. de Villefort,
fuiste quien me dió estos napoleones; de aquí resulta- después de dejar á este y á su esposa en el barrio de
rian pesquisas, requisitorias ; se sabria que me he ve- San Honorato, paraba para dejar en su casa á la baro-
nido de Tolon sin despedirme de nadie , y de justicia nesa .
en justicia me llevarian otra vez á las orillas del Medi- Como amigo íntimo de la casa entró . Debray en el
terráneo , para volverá ser el forzado presidiario 106 ... patio , y dejando su caballo en poder de un criado,
y ¡ adios mi sueño de parecerme à un menestral reti- volvió á la portezuela á ofrecer el brazo á Madama
rado! No, hijo mio . Prefiero seguir honradamente en Danglars.
la capital. Cerrada ya la puerta y hallándose en el patio so-
Andrea frunció el ceño . Como él mismo habia los la baronesa y Debray, preguntó este á aquella:
dicho por alabarse , era un mala cabeza el hijo putati- -¿Qué teneis, Herminia? ¿Por qué os puso tan mala
vo del mayor Cavalcanti. aquella historia, ó mejor dicho, aquella fábula que nos
Detúvose un momento , lanzó en torno una mira- contaba el conde?
da rápida, y acto contínuo deslizó inocentemente su -Porque esta tarde me sentia yo muy indispuesta,
mano en el bolsillo hasta tocar la culata de una amigo mio , respondió la baronesa .
pistola. -No, Herminia, no me hareis creer eso , repuso
Pero entre tanto Caderousse, que no le perdia de Debray. Cuando llegásteis á casa del conde estábais,
vista, se llevaba la mano á la espalda, y abria con mu- por el contrario , muy jovial y tranquila . M. Danglars
cho tiento una navaja española de gran tamaño , que sí que estaba mal humorado; pero ya sé yo el caso que
llevaba consigo siempre por lo que pudiera ocurrir. haceis de sus malos humores. Alguien os ha hecho
Como se ve, los dos amigos eran dignos de com- algo: decídmelo, pues ya sabeis que nunca sufriré que
prendersey se comprendieron. La mano de Andrea sa- nadie os moleste .
añadió
lió inofensiva del bolsillo para acariciar su bigote rubio. -Os engañais, Luciano, tenedlo por seguro ,
-Buen Caderousse, vas á ser feliz , le dijo . Madama Danglars . No ha pasado mas que lo que os di
-Haré todo lo que me sea posible, respondió el po- go , y además el estado de mi marido, del cual no creí
sadero del puente de Gard cerrando la navaja. que valiese la pena de hablaros .
-Volvamos pues á París . Pero ¿ cómo pasarás la Era evidente que Madama Danglars se hallaba bajo
barrera sin que sospechen de tí ? Paréceme que con la influencia de una de esas irritaciones nerviosas de
ese traje mas espuesto vas en coche que á pié. que las mugeres casi nunca saben darse cuenta á sí
-Espera , espera , dijo Caderousse. mismas, ó que como se habia presumido Debray, sen-
Y cogiéndole á Andrea el sombrero, y poniéndose tia alguna oculta emocion que no queria confesar.
el capoton de lacayo que el jóven habia dejado en su Como perito en reconocer los nervios por elemento
lugar , tomó la postura negligente de un cochero de de la vida femenina, el jóven no insistió mas , espe-
buena casa , cuyo dueño dirige por sí mismo el car- rando la oportunidad, ó bien de un nuevo interrogato-
ruaje. rio, ó de una confesión de motu propio .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 143

A la puerta de su gabinete encontró Madama Dan- dia á M. de Morcef quejarse á vos misma de que no
glars á la señorita Cornelia. podia arrancar una palabra á su futura .
La señorita Cornelia era la doncella de confianza -Es verdad, dijo la baronesa ; pero creo que todo
de la baronesa . cambiará una mañana de estas , y vereis entrar á
-¿Qué hace mi hija ? la preguntó. Eugenia en vuestro despacho.
-Ha estado estudiando toda la noche, acostándose -¿En mi despacho?
después, respondió la doncella . -Es decir, en el del ministro.
Paréceme, sin embargo , que oigo su piano. -¿Y para qué?

La señorita Cornelia

-Es la señorita Luisa D'Armilly que toca mientras -Para pediros que la contrateis en el teatro de la
la señorita está acostada. Opera. Nunca he visto tal pasion por la música. ¡ Qué
-Bien, dijo Madama Danglars. Venid á desnudarme. cosa tan ridícula en una persona del gran mundo!
Y entraron en la alcoba. Debray se sonrió.
Debray se tendió en un sofá , y la baronesa pasó á -Pues bien, dijo, que vaya á verme con el consen-
su tocador con la doncella. timiento del baron y el vuestro, y la contrataremos ,
-Mi querido Luciano, dijo Madama Danglars á tra- procurando que sea en una clase correspondiente á su
vés de la puerta de cristales del tocador, ¿ seguís que- mérito, aunque somos muy pobres para pagar un ta-
joso de que Eugenia no os haga el honor de dirigiros lento como el suyo.
la palabra? -Idos , Cornelia, que ya no os necesito , dijo Mada-
Señora , respondió Luciano, jugando con el per- ma Danglars.
rito de la baronesa que le queria muchísimo por Desapareció la jóven, y un instante después salió
estar muy acostumbrado á verle en la casa ; no soy yo de su gabinete Madama Danglars con un elegantísimo
solo el que se queja , señora, y creo haber oido el otro traje de casa, viniendo á sentarse junto á Luciano.
144 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Luego se quedó muy pensativa . tanto esta visita, se tranquilizó con la tranquilidad de
El joven la contempló un instante silencioso. la baronesa, y cogió un líbro encuadernado en tafilete
-Veamos, le dijo al cabo, veamos , Herminia ; res- con adornos de oro.
ponded francamente . Algo os preocupa , ¿no es verdad? -Disimuladme , dijo el baron ; pero vais á fatigaros
-Nada , respondió la baronesa. mucho , baronesa , con velar tan tarde. Son las once
Y sin embargo, como le costase mucho trabajo res- y M. Debray vive muy lejos.
pirar, se levantó y fué á mirarse en un espejo." Debray se quedó estupefacto , no porque Danglars
-Estoy esta noche horrible, dijo. no hubiese pronunciado aquellas palabras con la mayor
Ya se levantaba Debray sonriéndose para ir á tran- calma y cortesanía, sino porque á través de aquella cal

• Luisa d'Armil
y.

quilizar á la baronesa , cuando se abrió la puerta de ma y de aquella cortesanía se vislumbraba cierto em-
repente apareciendo M. Danglars. peño no comun de hacer esta noche otra cosa que no la
Debray volvió á sentarse. voluntad de su muger.
Al ruido de la puerta se habia vuelto Madama Dan- Tambien la baronesa quedó sorprendida , manifes-
glars , y al ver á su marido no tomó siquiera el trabajo tando su admiracion á Danglars con una mirada que 2
de disimular su admiracion . le hubiese dado mucho en qué pensar, à no tener los
Buenas noches, señora, dijo el banquero ; buenas ojos fijos en un periódico , donde leia la cotizacion de
noches M. Debray. la Bolsa.
La baronesa creyó sin duda que esta inesperada La tal mirada pues se perdió completamente.
visita tenia por objeto reparar las amargas palabras que -Señor Luciano , dijo la baronesa , os declaro que
no habia dejado el baron de pronunciar en todo el dia. no tengo pizca de sueño , y sí mil cosas que contaros;
Proveyóse pues de dignidad , y volviéndose á Lu- con que vais á pasar la noche oyéndome , aunque os
ciano , sin responder á su marido: durmais de pié.
-Leedme algo, señor Luciano , le dijo. -Estoy á vuestras órdenes , señora , respondió Lu-
Debray, á quien al principio habia alarmado un ciano flemáticamente.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 145

-Mi querido M. Debray, dijo el banquero, os suplico Después de la marcha de Luciano se instaló
que no os sacrifiqueis oyendo esta noche las locuras Danglars en el sitio que aquel ocupaba en el canapé,
de Madama Danglars , pues harto tiempo tendreis ma- cerró el libro que permanecia abierto, y tomando un
ñana para oirlas; pero esta noche me la reservo para aire asaz pretencioso , prosiguió jugando con el perro.
mí, y la consagraré, si me lo permitís , á hablar con mi Pero como el animal no le miraba con tanto cari-
esposa de asuntos muy graves. ño como á Debray, quiso morderle, y entonces Dan-
El golpe era tan directo y caia tan de plano , que glars , cogiéndole por el pescuezo, lo arrojó al otro lado
aturdió á Luciano y á la baronesa. de la estancia, cayendo sobre un sillon.
Interrogáronse ambos con los ojos como para ayu- Exhaló el perro un ahullido al atravesar el espacio;

Balbuceó Debray algunas palabras , saludó , y salió.

darse mútuamente contra aquella agresion ; pero pero al fin de su carrera ocultóse detrás de un al-
triunfó el poder irresistible del amo de la casa. mohadon , y absorto de aquel tratamiento, á que no
-No vayais á creer que os echo , mi querido De- estaba acostumbrado, permaneció inmóvil y mudo.
bray, continuó Danglars; no , ni por asomo; una cir- -¡Cómo progresais, caballero! le dijo la baronesa
cunstancia imprevista me obliga á tener esta misma no- sin inmutarse. Por lo comun no estais mas que gro-
che una conversacion con la baronesa ; y esto me su- sero; pero esta noche estais brutal.
cede tan pocas veces , que no se me debe de guardar -Es que esta noche tengo peor humor que otros
rencor. dias , respondió Danglars.
Balbuceó Debray algunas palabras , saludó , y salió Herminia miró al banquero con soberano desden .
tropezando con las paredes, como Mathan en Atalia. Casi siempre estas miradas exasperaban al orgu-
-Es increible , dijo al cerrarse la puerta detrás de lloso Danglars; pero esta noche apenas reparó en ella.
él . ¡Con cuánta facilidad nos vencen estos maridos, -¿Y qué me importa á mí de vuestro mal humor?
que nos parecen tan ridículos! respondió la baronesa irritada por la impasibilidad de
146 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

su marido. ¿ Me importa á mí algo de vuestras cosas? triplicóse el valor de las acciones, con lo que entró
Encerrad vuestros humores en vuestra caja ó con- en mi caja un millon neto , del cual os dí 150,000
signadlos en vuestros libros, ó puesto que teneis cor- francos á título de albricias. ¿Cómo empleasteis aque-
redores que os cuestan el dinero , haced que ellos los llos 150,000 francos? tampoco me importa.
sufran . -Pero ¿adónde vais á parar, caballero? esclamó la
-No tal , señora , respondió Danglars , no pienso baronesa, temblando de despecho.
seguir vuestros consejos , porque son vuestros . Creo -Paciencia, señora, que ya acabo.
que dice un poeta, que su caja es el Pacto'o del co- -Me alegro mucho.
merciante, y yo no quiero turbar el curso de mi Pac- -En abril fuísteis á comer á casa del ministro. Se
tolo. Mis corredores son gente honrada que me gana habló de España y oísteis una conversacion secreta.
mi capital, y á quien pago infinitamente menos que Tratábase de la espulsion de D. Carlos , con que com-
valen, tasándolos por lo que me producen . Con quien pré muchos fondos españoles. La espulsion se verifi-
yo pegaré será con las personas que me gastan mi có , y el dia que Carlos V pasó el Bidasoa gané yo
dinero y mis caballos y arruinan mi caja. 600,000 francos. De estos tomásteis 50,000 escudos,
-¿Y quiénes son esas personas? Ruégoos , caba- que eran vuestra parte, y que gastariais como os diese
llero, que os espliqueis con mas claridad. la gana; no os pido cuentas; pero no es por eso menos
-¡Oh ! descuidad, que si hablo logogrifos , no os cierto que este año habeis recibido 500,000 libras.
dejaré tomar el trabajo de adivinarlos . Los que ar- -¿Y qué mas hay, caballero?
ruinan mi caja son los que sacan de ella en una ho- -Justamente. Eso mas que hay es lo negro.
ra 700,000 francos. -Teneis en verdad un modo de decir las cosas ...
-No os comprendo , caballero , repuso la baronesa -Digo lo que pienso , y se acabó . Lo que hay mas
tratando de disimular la emocion de su voz y el rubor es, que hace tres dias hablásteis de política con M. De-
de su rostro . bray, y creísteis entrever en sus palabras que D. Car-
-Al contrario , me comprendeis muy bien , dijo los habia vuelto á España. Vendo mi papel , corre la
Danglars ; pero si continuan vuestras malas entende noticia , se introduce el pánico en la Bolsa , y ya no
deras, os diré que acabo de perder 700,000 francos vendo , que malvendo. A la mañana siguiente salimos
del empréstito español . con que la noticia es falsa , y que he perdido 700,000
¡Ah! ¿con que me haceis responsable á mí de esa francos.
pérdida? dijo la dama en tono de burla. -¿Y bien?
-¿Por qué no? -Y bien ... puesto que yo os doy la cuarta parte de
-¿Es culpa mia que hayais perdido 700,000 francos? lo que gano , me debeis dar la cuarta parte cuando
-A lo menos no es culpa mia. pierdo . La cuarta parte de 700,000 francos son 175,000.
-Acabemos , caballero; ya os tengo dicho que no -Pero eso es una estravagancia inconcebible , y no
me hableis de negocios , esclamó la baronesa en tono se me alcanza por qué mezclais en toda esta historia el
acre. Es un lenguaje que no aprendí, ni en casa de nombre de M. Debray.
mi padres ni en la de mi primer marido. -Porque si por casualidad no teneis los 175,000
-Ya lo creo, dijo Danglars. Como que ni unos ni francos que os pido , pueden prestároslos vuestros ami-
otro tenian sobre qué caerse muertos. gos , y M. Debray lo es.
-Razon de mas para que no haya aprendido el -¡Qué bochorno ! esclamó la baronesa.
chapurrado bursátil que aquí me está desgarrando los -¡Oh! nada de gestos , nada de gritos, nada de dra-
oidos continuamente. Ese rumor de dinero que se ma moderno , señora , ó me obligareis á decir que
cuenta y se vuelve á contar me es tan odioso , que desde aquí estoy viendo á M. Debray embolsarse cerca
solamente puedo compararlo con vuestra voz . de 500,000 libras que vos le labreis dado este año , y
¡Qué cosa tan estraña ! dijo Danglars . ¡ Y yo que diciendo que al fin ha encontrado lo que no han podido
habia creido que os interesábais mucho , ¡ mucho ! " en nunca descubrir los mas hábiles jugadores , que es un
mis operaciones. juego en que se gana sin arriesgar nada, y no se pierde
-¡Yo! ¿Y quién os ha hecho creer tamaña tontería? nada cuando se pierde.
-Vos misma. La baronesa quiso hacer de las suyas.
-¡Vaya una ocurrencia! -¡Miserable ! esclamó , ¿ os atreveríais à decir que
-Sin duda alguna. ignorábais lo que ahora me echais en cara?
Quisiera que me dijéseis en qué ocasion . -Yo no os digo que supiera ni que ignorara : lo que
-¡Oh! nada mas fácil. En el mes de febrero último os digo es : observad mi conducta desde hace cuatro
me hablásteis de los fondos de Haiti . Habiais soñado años, que ni vos sois mi muger ni yo soy vuestro ma-
que acababa de entrar en el puerto del Havre un na- rido, y vereis si ha sido consecuente. Poco tiempo an-
vío con la noticia de que cierto dividendo que se creia tes de nuestro rompimiento os entraron ganas de
aplazado hasta las calendas griegas, iba á pagarse in- aprender música con aquel famoso barítono que habia
mediatamente. Yo que conozco la lucidez de vuestros debutado con tanto éxito en el teatro Italiano ; y yo,
sueños, mandé por debajo de cuerda comprar todos por mi parte, tambien quise aprender á hacer piruetas
lós cupones que corrian de la deuda de Haiti y gané con aquella bailarina que tantos aplausos había alcan-
400,000 francos , de los cuales os entregué 100,000 zado en Londres. Ambos aprendizajes , el vuestro y el
religiosamente. mio, me vinieron á costar 100,000 francos, salvo error
Habeis hecho de ellos lo que os ha dado la gana. | de pluma ó suma : 100,000 francos no me parece mu-
Eso no me importa. cho dar, porque un matrimonio, sepa bien à fondo, ella
En marzo se trataba de la concesion de una línea música y el baile . No despegué mis labios , porque es
de ferro-carril. conveniente que en los matrimonios reine la armonía.
Tres sociedades se presentaban con iguales ga- Poco después os fastidiásteis del canto , y se os ocur
rantías , y vos me dijísteis que vuestro instinto , ins- rió la idea de estudiar diplomacia con el secretario de
tinto que yo creo muy desarrollado en esto de espe- un ministro. Os dejé estudiarla. ¿Qué me importa á mí,
culaciones , aunque decís y asegurais que ni una siempre que pagueis de vuestro peculio las lecciones?
palabra se os alcanza de ellas, me dijisteis que vues- Pero hoy echo de ver que las pagais del mio , y que
tro instinto os hacia sospechar que la que obtendria el vuestros estudios me pueden costar 700,000 francos
privilegio seria la sociedad llamada del Mediodía. mensuales . Alto allá, señora: esto no puede seguir así .
Al instante me fuí á suscribir por las dos terceras O el diplomático da sus lecciones... de balde, y enton-
partes de las acciones de esta sociedad . Con efecto, ces le sufriré , ó no volverá á presentarse en esta casa :
el privilegio le fué concedido, y segun vos preveiais , ¿lo oís , señora?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 147

-¡Oh! eso es ya demasiado , caballero , esclamó Her- -Quiero decir que M. de Nargonne, vuestro pri-
minia sofocada. Pasais ya los límites de la bajeza . mer marido, no siendo ni un filósofo, ni un banquero ,
-Pero veo con placer que no os quedais atrás , res- ó quizás siendo ambas cosas, y viendo que no podia
pondió el banquero , y que habeis obedecido volunta- sacar ningun partido de un procurador del rey, ha
riamente á este axioma del Código: « la muger debe de muerto de disgusto ó de cólera al encontraros emba-
seguir á su marido. >» razada de seis meses, después de una ausencia de nue-
-¡Injurias á mí! ve. Soy brutal, y no solo lo sé, sino que me glorío de
-Teneis razon : hagamos punto , y hablemos fria- ello ; es uno de los medios de que me valgo con buen
mente. Yo nunca me he mezclado en vuestros asuntos éxito en mis operaciones comerciales. ¿Por qué en vez
sino parabien vuestro: haced lo mismo vos. ¿Decís que de matar , hizo que le matasen? Porque no tenia caja
a nada teneis que ver con mi caja? Sea: contad pues con que salvar ; pero yo me debo á mi caja . M. Debray, mi
la vuestra, y no lleneis ni vacieis la mia . Además , ¿quién consócio, me hace perder setecientos mil francos. Que
sabe si todo esto no es una intriga política ? ¿ Quién soporte su parte de pérdida y continuaremos jugando,
sabe si el ministro , furioso por verme en la oposicion , ó si no que se declare en quiebra por sus ciento sesenta
celoso del partido que tengo en las clases populares , y cinco mil libras, y que haga lo que hacen los que
no está de acuerdo con M. Debray para arruinarme? quiebran, es decir , que huya. ¡ Ah Dios mio ! es un
-¡Vaya una presuncion! jóven sin par cuando sus noticias son verdaderas ; pero
-Es fundada. ¿ Cuándo se ha visto una cosa por el cuando no lo son hay cincuenta en el mundo que va-
estilo? ¿Una noticia telegráfica falsa... es decir, lo im- len mas que él .
posible? Unos signos en todo diferentes , trasmitidos Madama Danglars estaba aterrada ; sin embargo ,
por los dos últimos telégrafos?... Eso se ha hecho es- hizo un esfuerzo supremo para contestar á este últi-
presamente por mí. mo ataque.
-Paréceme que no ignorais, caballero, dijo con mas Pero cayó desfallecida en un sofá pensando en Vi-
humildad la baronesa , que ese empleado ha sido des- llefort, en la escena de la comida, en esta estraña sé-
pedido , y que hasta se habló de formarle causa , y serie de desgracias que hacia algunos dias afligian su casa ,
dió órden de prenderle , órden que se hubiera cum- cambiando en escandalosos debates la indecisa calma
plido á no escaparse el culpable, lo que prueba su crí- de su matrimonio .
men claramente ... Ha sido un error... Ni siquiera la miró Danglars, aunque ella hizo todos
-Que hace reir á los tontos , pasar una mala noche los esfuerzos posibles para desmayarse.
al ministro, y emborronar mucho papel á los emplea- Abrió la puerta de la alcoba sin pronunciar una
dos ; pero á mí me cuesta setecientos mil francos. sola palabra, y entró en sus habitaciones; de modo que
-Puesto que la ocasion de todo eso es M. Debray, cuando Madama Danglars volvió en su acuerdo, pudo
dijo de repente Herminia , ¿ por qué me lo decís á creer que habia tenido una pesadilla .
mi? ¿Por qué acusais al hombre por conducto de la
muger? CAPÍTULO VII.
-¿Conozco yo acaso á M. Debray? repuso Danglars.
¿Quiero yo acaso conocerle? ¿ quiero yo saber que da PROYECTOS MATRIMONIALES.
consejos? ¿ quiero seguirlos ? ¿danzo yo en todo eso?
No, que sois vos. La mañana siguiente á esta escena, á la hora en
--Pero me parece que puesto que para vos son las que Debray, de paso á su despacho, tenia por costum-
ventajas... bre hacer una corta visita á Madama Danglars, no se
Danglars se encogió de hombros. presentó en su casa .
-¡Qué locas son en verdad las mugeres que se A esta misma hora, esto es, al mediodía, Madama
creen génios, porque han manejado una intriga de mo- Danglars pidió su carruaje y salió.
do que no se hayan quedado al descubierto ! Pero su- Danglars, oculto detrás de las colgaduras, habia
poned que hubiérais ocultado á vuestro marido vues- observado esta salida , que esperaba ya.
tros desórdenes, lo que es el A B C del arte, porque la Dió órden de que le avisasen tan pronto como su
mayor parte de los maridos no quieren ver, solo ha- muger volviese ; pero á las dos aun no había re-
riais una pálida copia de lo que hacen la mitad de vues- gresado.
tras amigas las mugeres del mundo. No estoy yo en A esta hora pidió sus caballos y dirigióse á la Cá-
el mismo caso. Yo siempre he tenido ojos . Desde diez mara, donde se hizo inscribir para hablar contra los
y seis años acá me habreis quizá ocultado un pensa- presupuestos .
miento; pero no un paso, ni una accion, ni una falta. Desde el mediodía hasta las cuatro, M. Danglars ha-
Vos en vuestro interior os vanagloriábais de vuestra bia estado en su gabinete leyendo la correspondencia,
destreza, y creeis firmemente engañarme; pero qué entristeciéndose de cada vez mas y mas , acumulando
resulta de mi táctica ? Que desde M. de Villefort á sumas sobre sumas, y recibiendo, entre otras visitas ,
M. Debray, ni uno solo de vuestros ... amigos ha dejado la del mayor Cavalcanti , que siempre con su frac azul
de temblar en mi presencia ; ni uno solo ha dejado de y su política fria , se presentó exactamente á la hora
tratarme como al amo de la casa , única pretension señalada la víspera para terminar sus negocios con el
que tengo; ni uno solo, en fin, se ha atrevido á deci- banquero.
ros de mí lo que yo os digo en este momento . Permiso Ál salir de la cámara , Danglars , que habia dado
os doy para que me hagais odioso; pero no para que me señales de una viva agitacion durante la sesion , y que
hagais ridículo, y sobre todo os prohibo terminante- habia hablado con mas acrimonia que nunca contra el
mente que me dejeis sin blanca . ministerio , montó en su carruaje, ordenando al co-
Hasta el punto en que sonó el nombre de Villefort, chero que le condujese al camino de los Campos Elí-
la baronesa habia estado haciendo de tripas corazon; seos , núm . 30.
pero al oir este nombre palideció, y levantándose como Monte-Cristo estaba en su casa ; pero tenia gente,
movida por un resorte estendió los brazos como para y suplicóle á M. Danglars esperase un momento en el
conjurar una fantasma, y dió tres pasos hácia su ma- salon .
rido en actitud de arrancarle la otra parte de un se- Mientras que el banquero esperaba , se abrió la
creto que no conocia , ó que quizás por un cálculo puerta y vió entrar á un hombre en traje de abate, que
odioso, como eran por lo comun casi todos los del en vez de esperar como él, y teniendo sin duda mas
banquero, no queria revelar enteramente. confianza en la casa , le saludó y entró en las habita-
4 M. de Villefort ! ¿ Qué significa eso ? ¿ qué que ciones interiores .
reis decir? Un momento después , la puerta por donde el sa-
148 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cerdote habia entrado volvió á abrirse para dar paso á -No, ya me he curado por algun tiempo; se trata
Monte-Cristo. solamente de una quiebra en Trieste.
-Dispensadme , querido baron , le dijo; pero uno de -¿De veras ? ¿ Seria por casualidad corresponsal
mis mejores amigos, el abate Busoni , á quien habreis vuestro Jacobo Manfredí?
visto pasar, acaba de llegar á París. Hacia mucho tiem- Justamente. Figuraos que teniamos negocios
po que estábamos separados, y no he tenido valor pa- hace no sé cuánto tiempo por valor de ochocientos ó
ra abandonarle tan pronto. Espero que en obsequio novecientos mi! francos anuales. Nunca habíamos te-
á la causa me escusareis de que os haya hecho es- nido una trabacuenta ni un retraso; era un buen hom-
perar. bre , que pagaba como un príncipe ... cuando pagaba.

...vió entrar á un hombre en traje de abate.

¿Por qué no ? respondió Danglars , yo soy el que Formo sociedad con él dándole un millon, y de repente
he elegido mala ocasion , y voy á retirarme. el diablo de Jacobo Manfredí suspende sus pagos.
-De ningun modo: por el contrario , sentaos. ¡ Pero , ¿ De veras?
Dios mio, qué teneis ! Parece que estais preocupado; -Es una fatalidad inaudita . Giro contra él seiscien-
en verdad que me asustais . Un gran capitalisti me- tas mil libras, que se me devuelven protestadas , y lo
lancólico , es como los cometas , presagià siempre al peor es que poseo unos cuatrocientos mil francos en
mundo alguna gran desgracia. letras de cambio , firmadas por él y pagaderas á fines
-Lo que tengo, caballero , repuso Danglars, es que del corriente en casa de su corresponsal de París . Hoy
les contestan
la desgracia me persigue hace muchos dias, y no recibo estamos á 30 ; envio mis cobradores y les
sino noticias malas. que el corresp onsal ha desapar ecido . Esto, junto con
¡Ah Dios mio ! dijo Monte-Cristo; ¿ habeis sufrido el negocio de España, me hace un bonito balance de
otro descalabro en la Bolsa? fin de mes.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 149

-¿Pero es verdadera pérdida vuestro negocio de por siete, hacen doce millones sobre poco mas o menos?
España? ¿No? Haceis bien; porque con semejantes reflexiones,
-Ya lo creo, setecientos mil francos redondos fuera no comprometeriaís nunca vuestros capitales, que son
de mi caja. al banquero lo que la piel al hombre civilizado. Nues-
-¿Cómo habeis hecho semejante disparate, vos , un tros,trajes , es decir , nuestro crédito , son mas o menos
bolsista aguerrido? suntuosos ; pero cuando morimos , solo nos queda la
-La culpa la tiene mi muger. Ha soñado que don piel; así al banquero al retirarse de los negocios sole
Carlos habia entrado en España: cree en los sueños, y le queda su capital efectivo , es decir, cinco ó seis mi-
los atribuye al magnetismo ; de modo que , segun su llones á lo sumo, porque las fortunas de tercer órden
opinion, sus sueños no pueden menos de realizarse in- solo son la tercera ó la cuarta parte de lo que repre-
faliblemente. En vista de esta conviccion , la permito sentan, como la locomotora de un camino de hierro ,
jugar: tiene su caja y sus corredores aparte; juega y entre el humo que la envuelve y agiganta , no es sino
pierde. Es verdad que no es mi dinero, sino el suyo; una maquina de mas ó menos fuerza. Pues bien , de
pero ya comprendeis que cuando setecientos mil fran- estos cinco millones que forman vuestro capital efec-
cos salen del bolsillo de la muger, siempre se apercibe tivo , acabais de perder cerca de dos , que disminuyen
de ello el marido... ¡ Qué ! ¿ No lo sabíais?... ¡Pues ha en igual proporcion vuestra fortuna ó vuestro crédito ;
dado poco que decir este negocio ! es decir , mi querido Danglars , que acaba de abrir
-Sí , es cierto ; habia oido algo ; pero ignoraba los vuestra piel una sangría que repetida cuatro veces os
detalles. Además , yo soy todo lo mas ignorante que causaria la muerte. Tenedlo presente y bien presente ,
puebe ser un hombre en ágios de Bolsa. mi querido Danglars . ¿ Necesitais dinero? ¿quereis que
-¿No jugais ? os lo preste yo?
-¡Yo! ¿Y cómo quereis que juegue ? Bastante ten- -¡Qué mal calculista sois! esclamó Danglars, llaman-
go con arreglar mis cuentas . Me veria obligado, ó mi do en su auxilio á toda la filosofía y todo el disimulo
mayordomo en mi nombre, á tomar un comisionista y del empirismo bursátil ; á la hora presente el mismo
mozo de caja. Pero á propósito de España , me parece dinero ha ingresado ya en mis cajas de resultas de
que no es solo la baronesa quien ha soñado la entrada otras especulaciones afortunadas. La sangre que me
de D. Carlos. ¿ No han dicho los periódicos algo de saca la sangría , me la devuelve la nutricion. He per-
eso ? dido en España una batalla, me han vencido en Tries-
-¿Creeis en los periódicos ? te; pero mi armada de la India habrá tomado algunas
-No tal; pero tenia al Mensagero por una escepcion galeras, y mis mineros de Méjico habrán descubierto
de la regla, que no anunciaba sino cosas ciertas , las alguna veta rica."
noticias telegráficas . -Muy bien, muy bien; pero queda la cicatriz , y á
-Pues por eso me parece inesplicable, replicó Dan- la primera lesion volverá á abrirse .
glars : la entrada de D. Carlos era efectivamente un No, porque cuento con especulaciones seguras ,
parte telegráfico. prosiguió Danglars con su facundia insolente. Para
—De manera, añadió Monte-Cristo, que perdeis so- arruinarse sería preciso que desaparecieran tres go-
bre poco mas o menos un millon y setecientos mil biernos .
francos. -Eso se ha visto ya.
-No hay poco mas o menos , que es la cantidad -Que faltasen las cosechas.
verdadera . -Recordad las siete vacas gordas y las siete flacas .
-¡Diablo ! Para una fortuna de tercer órden, dijo O que el mar se secase , como en los tiempos de
Monte-Cristo con aire de compasion, el golpe es duro. Faraon; pero me quedaría el consuelo de que hay mu-
-¡De tercer órden ! contestó Danglars algo humi- chos mares, ó de que mis navíos se trasformasen en
Hlado; ¿qué diablos entendeis por tercer órden? caravana.
-Me esplicaré , prosiguió Monte-Cristo : yo divido -¡Tanto mejor! ¡ tanto mejor! mi querido Danglars ,
las fortunas en tres clases. Fortuna de primer órden , dijo Monte-Cristo; veo que me he equivocado , y que
de segundo y de tercero . Llamo fortuna de primer ór- perteneceis á las fortunas de segundo órden.
den á la que se compone de tesoros, las tierras, las -Creo poder aspirar á esa honra , añadió el ban-
minas, las rentas sobre los Estados como la Francia, quero con una de aquellas sonrisas estereotípicas que
el Austria y la Inglaterra , siempre que estos tesoros , hacian á Monte-Cristo el efecto de las lunas de yeso
estas tierras ó estas rentas formen un total de unos en los cuadros de los malos pintores ; y puesto que
cien millones. Llamo fortuna de segundo órden á las hablamos de negocios , añadió contentisimo de poder
esplotaciones manufactureras , á las empresas en co- mudar de conversacion, decidme qué puedo hacer por
mandita, á los vireinatos y principados , no pasando de M. Cavalcanti.
un millon setecientos mil francos de renta, y un capi- -¡Toma! darle dinero , si tiene un crédito contra vos ,
tal de cincuenta millones; y llamo, en fin, fortuna de y si ese crédito os parece admisible.
tercer órden á los capitales que producen intereses -¡Escelente ! Esta mañana se me ha presentado con
compuestos , á las ganancias que dependen de la vo- una letra de 40,000 francos á la vista , del abate
luntad de otro ó de la casualidad, ganancias que una Busoni contra vos, y endosada por vos contra mí. Ya
quiebra ó una noticia telegráfica destruyen; las espe- os figurareis que al instante le dí sus cuarenta bille-
culaciones eventuales sometidas al influjo de la fatali- tes de á mil francos.
dad, que podría llamarse fuerza menor, comparada con Monte-Cristo hizo un ademan que indicaba ad-
la fuerza mayor, que es la fuerza natural , y que en hesion.
junto forma un capital ficticio ó real de quince millo- -Pero esto no es todo, añadió Danglars. Ha abierto
nes. ¿No es esta vuestra posicion sobre poco mas ó á su hijo un crédito en mi casa.
menos ? -Sin que sea indiscrecion , ¿ cuanto le da?
-Sí, respondió Danglars . -Cinco mil francos mensuales.
-De modo que con seis fines de mes como el pre- -Sesenta mil francos al año... ya me lo figuraba
sente , continuó impertérrito Monte-Cristo , una casa yo, dijo Monte-Cristo. ¡ Qué tacaños son esos Caval-
de tercer órden estaria agonizando . cantis ! ¿qué querrá que haga un jóven con cinco mil
-¡Oh! repuso Danglars con una sonrisa dolorosa , francos al mes ?
¡no tanto! ¡no tanto! -Pero ya os figurareis que si necesita de algunos
-Pongamos siete meses, replicó Monte-Cristo en el miles mas...
mismo tono. Decidme: ¿habeis reflexionado alguna vez -No se los deis , que el padre no os los abonaría en
que un millon y setecientos mil francos multiplicado cuenta. Vos no conoceis á estos millonarios ultra-
150 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

montanos : son mas avaros que el de Moliére . ¿ Y de su entrada en el mundo , segun me han dicho . Ha-
quién os ha girado ese crédito?
viajado con un maestro muy severo , que nunca le
-¡Oh! la casa de Fenci , una de las mejores de Flo- trajo á París.
rencia.
-La nobleza italiana acostumbra casarse entre sí,
-No me atrevo á decir que lo perderiais ; pero
ateneos en un todo al tenor de la letra. no es verdad ? preguntó Danglars como quien no
-¿No teneis confianza en Cavalcanti? quiere la cosa. Gustan de reunir sus capitales.
lo hacen
-Así origina
hombre comun;
por ,loque
lísimo pero
no hace Cavalcan
nada un
comotilosesde-
-Le daria sobre su firma diez millones. ¡ Oh ! es de

¡Oh! repuso Danglars con una sonrisa doloresa , ¡no tanto ! ¡uo tanto !

las fortunas de segundo órden de que os hablaba hace


más. Nadie me quitará la idea de que trae su hijo
poco , mi querido Danglars . Francia para casarle .
¡Parece mentira! tan sencillo ! yo le tendria por ¿Lo creeis así?
un mayor y nada mas . Estoy seguro .
-Y no os quedárais corto, porque decís bien , su --¿Y habeis oido hablar de su fortuna?
apariencia engaña . Cuando le ví por primera vez me -No se habla alli de otra cosa. Unos , sin embargo,
pareció un subteniente retirado . Pero todos los italia-
le hacen poderoso , y otros pobre, muy pobre .
- nos son así: parecen judíos, cuando no deslumbran
como magos de Oriente. ¿Y vuestra opinion particular cuál es?
-Pero no os fundeis en ella, que es puramente per-
-El joven es mejor, dijo Danglars . sonal .
-Si, un poco tímido quizás; pero no me ha pare- -Pues ya se sabe..
cido del todo mal. Me tenia con cuidado.
-¿Por qué? -Mi opinion es que todos estos antiguos condol-
tirri-pues los Cavalcanti mandado ejércitos
-Porque le veíais en mi casa poco tiempo después provinc ias,-mi opinion es han
que tienen enterrados muy
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 151

chos millones en sitios que solo dan á conocer á sus -Le convidé; pero me dijo que tenia que ir à Diep.
hijos primogénitos de generacion en generacion , y pe con su madre , á quien han recetado los aires del
hallo la prueba en que todos son secos y amarillos mar.
como sus vetustos florines del tiempo de la república , -Sí, repuso Danglars sonriéndose, le deben de sen-
de los cuales conservan una especie de reflejo á puro tar muy bien.
mirarlos. -¿Por qué?
-Bien , dijo Danglars ; y eso es tanto mas presumi- -Porque son los aires que ha respirado en su ju-
ble, cuanto que no se les conoce una pulgada de tierra . ventud.
-O por lo menos muy poca. Yo de mi sé decir que Monte-Cristo aparentó no comprender el epí-
solo conozco á Cavalcanti un palacio en Luca. grama .
¡Ah! tiene un palacio ! dijo Danglars riéndose; eso -Pero en fin , repuso , aunque Alberto no sea tan
ya es algo. rico como vuestra hija , no le podeis negar que lleva
-Sí ; pero lo alquila al ministro de Hacienda , y él un nombre ilustre .
vive en un casucho cualquiera. Os repito que le tengo -Sea ; pero el mio vale tanto como el suyo , dijo
por muy avaro . Danglars .
-No le adulais .. -Si por cierto. Vuestro nombre es popular, y ha
-Si apenas le conozco ... creo que no pasan de tres ennoblecido el título con que se le quiso ennoblecer;
las veces que le he visto en mi vida. Lo que sé de él, pero vuestra inteligencia es harto clara para que no
lo sé por el abate Busoni y por él mismo. Hablándome comprendais que , gracias á ciertas preocupaciones ,
esta mañana de sus proyectos sobre su hijo , me dió á demasiado arraigadas para que sea posible destruirlas,
entender , que cansado de ver dormir su capital en Ita- nobleza de cinco siglos vale mas que nobleza de veinte
lia, que es un país muerto, quisiera encontrar un me- años.
dio de que le produjese algun bien en Inglaterra, ó en -Por eso justamente , replicó Danglars con una
España ó Francia. Pero tened siempre en memoria, que sonrisa que pretendia hacer sardónica, por eso prefe-
aunque tengo la mayor confianza en el abate Busoni riría yo Cavalcanti á Morcef.
personalmente, no respondo de nada. -Pues yo supongo , dijo Monte-Cristo, que los Cal-
-No importa. Quédoos agradecido por haberme pro- valcanti no se aventajen á los Morcef.
porcionado tal cliente. Es un nombre que honrará mis ¡ Los Morcef! oid, mi querido conde, vos sois un
libros de caja. Mi cajero está fuera de sí de orgullo , hombre de mundo , ¿no es verdad?
porque le he esplicado quién son los Cavalcanti. A -Tal me creo.
propósito , conde , y esto es simplemente curiosidad, ¿ Y entendido en heráldica?
¿cuando los italianos casan á sus hijos , les dan dote? -Un tanto.
-Eso , segun y conforme. He conocido un príncipe -Pues reparad que el color de mis blasones es mas
italiano , rico como una mina de oro , y de una de las sólido que el de los suyos.
primeras familias de la Toscana , que cuando sus hijos -¿Por qué así?
se casaban á su gusto, les daba millones ; y cuando se -Porque yo, si no soy baron de nacimiento , me lla-
casaban á disgusto treinta escudos mensuales. Supon- mo siquiera Danglars.
gamos que se case Andrea á gusto del mayor; acaso le -¿Y qué mas?
dará dos ó tres millones ; ó si se casara , verbi gracia, Mientras él no se llama Morcef.
con la hija de un banquero, se asociaria con su suegro; Cómo , no se llama Morcef!
pero supongamos á par que se case á disgusto ... Bue- -Ni por asomos.
nas noches. Monseñor Cavalcanti cierra su bolsa , y el -¡Quién lo creyera!
bueno de Andrea se ve precisado á vivir como ciertos -A mí me han hecho baron, y por consiguiente lo
calaveras de Francia, levantando muertos, ó haciendo soy ; mientras él se ha hecho conde á sí mismo , de
trampas en el juego . manera que no lo es .
-Ese muchacho se casará con una princesa de Ba- -¡Imposible !
viera ó del Perú... pondrá muy altos los puntos... -Sabed, mi querido conde, prosiguió Danglars, que
-No, que todos los grandes señores ultramontanos M. de Morcef es mi amigo, ó dicho mejor, mi conocido
suelen casarse con mugeres poco menos que de no- hace treinta años. Ya sabeis que yo tengo en muy
nada ; son como Júpiter , gustan de que las razas se poco mis pergaminos , puesto que nunca he olvidado
crucen. Pero ¡ calle! cuando me haceis tantas pregun- mi origen .
tas...¿tendreis el proyecto de casar á Andrea, mi que- -Prueba de una gran humildad 6 de un orgullo muy
-rido Danglars? grande, dijo Monte-Cristo.
-No fuera mala especulacion á fé mia , dijo Dan- -Pues bien, cuando yo era corredor de comercio ,
glars; y yo soy un especulador. era Morcef un simple pescador.
-Supongo que no será con vuestra hija ; á menos -¿Y cómo se llamaba entonces?
que querais que el pobre Andrea muera á manos de -Fernando.
Alberto . -¿Fernando á secas?
-Alberto... sí... en lo que menos piensa él es en -Fernando Mondego.
eso, dijo Danglars encojiéndose de hombros. -¿Estais seguro?
-Pero segun creo; está ya desposado con ella. -¡Pardiez! me ha vendido mucho pescado para que
-No tanto. M. de Morcef y yo hemos hablado algu- yo lo olvide.
nas veces de este matrimonio ; pero Madama de Mor- -Entonces, ¿por qué le dabais vuestra hija?
cef y Alberto... -Porque habiendo Fernando y Danglars salido de
-¿A que vais á decirme que no es buen partido? la nada, hoy ricos y nobles , son iguales en el fondo ,
-Psch ! en mi opinion vale tanto la señorita de salvo ciertas cosas que se han dicho de él y nunca
Danglars como M. de Morcef. de mí.
-El dote de la señorita de Danglars será sin duda --¿Qué cosas?
bueno... sobre todo si el telégrafo no vuelve á hacer -Nada.
de las suyas . ¡Ah! sí, ya comprendo. Me estais recordando que
¡Oh! no se trata solo del dote . Pero á propósito, he oido pronunciar en Grecia ese nombre de Fernan-
decidme... do Mondego.
-¿Qué? -¿A propósito del asunto de Alí-Pachá?
-¿Por qué no habeis convidado á Morcef y á su fa- -Justamente.
milia á vuestro banquete? -Ahí teneis el misterio , repuso Danglars, y con-
152 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

confieso que hubiera dado algo por descubrirlo. -Gracias , señora, dijo; gracias por vuestra exac-
-No habreis tenido muchas ganas , que es bien titud.
fácil. Y la ofreció una silla , que Madama Danglars aceptó,
-¿Cómo? porque su corazon latia con una violencia tal, que es-
En Grecia tendreis, sin duda corresponsales? taba próxima á ahogarse.
-¡Vaya! -Mucho tiempo hace, dijo el procurador del rey
-¿En Janina ... sentándose , y haciendo á su sillon describir un semi-
-En todas partes . círculo para ponerse enfrente de Madama Danglars,
-Pues escribid á vuestro corresponsal de Janina, mucho tiempo hace, señora, que no he tenido el pla-
preguntándole qué parte ha tenido en la catástrofe de cer de hablar á solas con vos, y con gran sentimiento
Ali-Tebelin un francés llamado Fernando. mio nos encontramos ahora para entablar una conver
-Teneis razon , esclamó Danglars levantándose. sacion bien penosa por cierto.
Hoy mismo escribiré. -Sin embargo, ya veis que he venido á vuestra pri-
-Hacedlo . mera llamada, aunque ciertamente esta conversacion
-Ya voy. sea para mí mucho mas penosa que para vos.
-¿Y si os contestan algo escandaloso?.. Villefort se sonrió amargamente.
-Os lo participaré . -Es verdad, dijo , respondiendo mas bien á su pen-
-Tendré mucho gusto en ello. samiento propio que á las palabras de Madama Dan-
Lanzóse Danglars fuera de la estancia , y de un solo glars ; es verdad : ¡todas nuestras acciones dejan en
salto llegó á su coche . nuestra imaginacion rastros sombríos ó luminosos de
nuestro pasado ! Es verdad : todos los pasos que da-
mos en nuestra vida se asemejan á la marcha del rep-
CAPITULO VIII .
til sobre la arena , que siempre dejan una huella ; mas
jay! esta huella es en muchos un raudal de lá-
EL DESPACHO DEL PROCURADOR DEL REY. grimas.
-¿Comprendeis mi emocion , no es verdad? Tranqui-
Dejemos al banquero correr al trote largo, y siga- lizadme pues; os lo suplico.
mos á Madama Danglars en su escursion matutina. Esta habitacion por donde tantos culpables han
Ya hemos dicho que á las doce y media habia sa- pasado temblorosos y con vergüenza ; este sillon don-
lido en carruaje. de á mi vez me siento con verguenza y temblorosa...
Dirigióse al barrio de San German , y tomando por ¡ Oh! necesito recurrir á teda mi razon para no ver
la calle de Mazarino , paró en el pasaje del Puente- en mi una muger muy culpable, y en vos un juez in-
Nuevo. flexible.
Apeóse y atravesó el pasaje. Villefort sacude la cabeza y suspira.
Iba vestida con mucha sencillez , como conviene á -Y yo, respondió el procurador del rey , yo me
una muger de buen gusto que sale por la mañana. digo á mí mismo: no es tu sitio el sillon del juez, sino
En la calle de Guenegaud subíó á un fiacre , di- el banquillo del acusado.
ciendo al cochero :-á la calle de Harlay. -¡Vos ! dijo Madama Danglars admirada. •
Apenas entró en el carruaje, sacó del bolsillo del -Sí , yo .
vestido un velo negro muy tupido, lo colocó en su som- -Creo que vuestro puritanismo exagera vuestra si-
brero de paja y después se lo puso, notando con pla- tuacion , dijo Madama Danglars , cuyos hermosos ojos
cer, mirándose en un espejito de bolsillo, que no se la se iluminaron con un resplandor fugitivo. Esas hue-
podia descubrir mas que la blancura de su piel y la llas de que hablábais hace un instante, las han trazado
brillantez de sus pupilas. todas las juventudes ardientes. En el fondo de la copa
Tomó el fiacre el camino del Puente Nuevo, entró de las pasiones , y aun en la del placer , hay siempre
por la plaza Dauphine en el patio de Harlay ; pagóle algunos remordimientos : por eso el Evangelio , ese
Mad. Danglars al abrir la portezuela, y dirigiéndose ámanantial eterno de consuelo para los desgraciados ,
la escalera , que subió precipitadamente , llegó en un nos ha dado por sosten , á nosotras pobres mugeres,
momento á la sala de los Pasos-Perdidos. la admirable parábola de la Pecadora y de la muger
Por la mañana hay muchos negocios; pero hay mas adúltera . Así pues , os lo confieso , cuando vuelvo mis
negociantes en el Palacio de Justicia. ojos á los delirios de mi juventud , espero que Dios
Los negociantes fijan poco su atencion en las mu- me los perdone, porque tengo en mis muchos sufri-
geres . mientos, si no la disculpa de mis faltas, al menos la
Madama Danglars atravesó pues la sala de los Pa- compensacion . Pero vos , que sois hombre, ¿ qué te-
sos-Perdidos sin ser reparada mas que de otras mu- neis que temer ? Al hombre el mundo le disculpa , y el
geres que esperaban á sus respectivos abogados. escándalo le ennoblece .
Habia mucha gente en la antesala de M. de Ville- -Señora , replicó Villefort, bien me conoceis : no
fort ; pero la dama ni aun tuvo necesidad de dar su soy hipócrita, ó si lo soy, es porque tengo mis razones
nombre. Al presentarse se levanta un portero, y acer- para serlo. Si mi frente es ceñuda , consiste en que
cándose á ella la preguntó si era la persona que el pesan sobre ella muchas desgracias: si mi corazon es
señor procurador del rey habia citado, y viendo que duro , consiste en que ha tenido que sufrir muchos
respondia afirmativamente, la condujo por un pasillo choques. No era yo así en mi juventud; no era yo así
reservado al despacho de M. de Villefort. la tarde de los desposorios, cuando estábamos todos
El magistrado estaba escribiendo, sentado en un sentados alrededor de una mesa de la calle del Corso
sillon y vuelto de espaldas á la puerta. en Marsella . Pero después he cambiado yo y todo lo
Abrióse la puerta, pronunció el portero estas pa- que me rodea . Mi vida se ha gastado persiguiendo y
labras « entrad, señora, » y volvió la puerta á cerrar- destrozando los obstáculos que voluntaria o involun-
se sin que hiciese un solo movimiento, tariamente, por su libre albedrío ó por casualidad, se
Pero tan pronto como sintió que el portero se ale- encontraban colocados en mi camino . Muy raro es que
jaba, se levantó con viveza , echó los cerrojos, cor- lo que se desea ardientemente no sea ardientemente
rió las cortinas, y registró todos los rincones del des- defendido por aquellos de quienes se desea obtener ó
pacho. á quien se piensa arrancar. Así es que la mayor parte
Así que adquirió la certidumbre de que no po- de las malas acciones de los hombres se presentan á
dia ser visto ni oido , y por consecuencia su tranqui- su propia vista disfrazadas bajo la especiosa forma de
lidad: la necesidad ; solo después es cuando se ve que hu-
El Palacio de Justicia.
1
7

EL CONDE DE MONTE- CRISTO.


153

biera sido fácil evitar la mala accion cometida en un


momento de exaltacion , de temor ó de delirio. El único porque aun no habeis llegado al término del sufri-
miento.
medio bueno que hubiese sido fácil emplear , y que no
-¡Dios mio ! esclamó aterrada Madama Danglars;
se ha visto, porque uno estaba ciego , parece entonces
natural y sencillo; y entonces nos decimos:-¿Cómo ¡ pues qué! hay mas todavía ?
no he hecho esto en lugar de aquello ? Vosotras las -Solo veis lo pasado , y en verdad que es harto
sombrío... Pues bien: figuraos un porvenir mas som-
mugeres, por el contrario , rara vez os veis atormen-
tadas de los remordimientos , porque rara vez la reso- brío aun , un porvenir... espantoso indudablemente...
lucion nace de vosotras mismas ; vuestras desgracias sangriento quizá.
Como la baronesa conocia lo dueño que era de sí
41

El despacho del procurador del rey .

os son casi siempre impuestas; vuestras faltas son casi mismo Villefort, tan conmovida la puso su exaltacion ,
siempre obra de otro .
que abrió la boca para gritar; pero el grito se ahogó
-En todo caso , respondió Madama Danglars , con-
fesad que si he cometido una falta , aunque sea perso- en su garganta.
-¿Cómo resucita ese pasado terrible? esclamó Vi-
nal , he recibido ayer tarde un castigo muy severo .
llefort; ¿cómo del fondo de la tumba y de nuestros co-
-¡Pobre muger ! dijo Villefort estrechándole la razones donde dormia , ha salido cual un fantasma ater-
mano; muy severo para vuestras fuerzas , porque dos rador, para hacer palidecer nuestras mejillas y do-
veces estuvísteis ya á punto de sucumbir , y sin em-
bargo... blarse nuestras frentes?
-¿Qué ? -¡Ah! dijo Herminia , sin duda la casualidad...
-¡La casualidad! No, señora , no , nada tiene que
--Debo deciros ahora... reunid todo vuestro valor, ver con esto la casualidad .
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 127.- TOмO 11 .
11
154. BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Cómo! ¿No es una casualidad , aunque fatal , la Mi convalecencia duró diez meses .
que ocasiona todo esto? ¿No es una casualidad que el Ni volví á oir hablar de vos , ni me atreví á pre-
conde de Monte-Cristo haya comprado esta casa? ¿No guntar qué os habia sucedido .
es una casualidad que haya hecho cavar el jardin? A mi regreso á París supe que , viuda de M. de
¿No es una casualidad, por último , que el desgraciado Nargonne, os habiais casado con M. Danglars .
niño haya sido encontrado debajo de los árboles?.. ¿En qué habia pensado yo desde que recobré el
¡Ah! mi corazon se hizo pedazos cuando el conde habló conocimiento? Siempre en lo mismo ; siempre en el
de aquel cadáver querido encontrado entre las flores . cadáver de aquel niño , que todas las noches veia en
Pues bien ; nada de eso ha sucedido, respondió Vi- sueños salir del seno de la tierra y mecerse sobre su
llefort en voz sorda . Esto es lo mas terrible que tengo tumba , amenazándome con acciones y miradas.
que deciros. No hay tal cadáver , ni hay tal niño des- Apenas llegué á París , comencé á informarme :
enterrado . No debemos llorar , no debemos gemir ; lo nadie habia habitado desde que la dejamos nosotros;
que debemos hacer es temblar. pero acababan de alquilarla por nueve años.
-¿Qué quereis decir ? esclamó Madama Danglars Fuí á ver al inquilino , fingí grandes deseos de que
estremeciéndose. no pasase á manos estrañas una casa que pertenecia
Que M. de Monte-Cristo no ha podido encontrar á los padres de mi muger, y le ofrecí una compensa-
ni el esqueleto de un niño, ni los restos de un cajon , cion porque rompiese la escritura.
porque ni una cosa ni otra existian . Me pidieron seis mil francos ; diez ó veinte mil
¡ Ni una cosa ni otra ! repitió Madama Danglars fi- hubiese dado yo , si me los hubieran pedido.
jando en el procurador del rey sus espantados ojos Los llevaba en el bolsillo ; hice que inmediatamente
que indicaban el terror de que estaba poseida. ¡ Ni una se firmase el contrato de cesion ; y dueño ya de esta
cosa ni otra! repetia aun , como quien trata de fijar cesion tan deseada , partí á galope para Auteuil.
por las palabras y la voz sus ideas próximas á tras- Nadie habia entrado en la casa desde que salí de
tornarse . ella.
Eran las cinco de la tarde . Subí á vuestra alcoba ,
-No, dijo Villefort tapándose el rostro con las ma-
nos; no , mil veces no... y esperé que anocheciese .
Allí me volvieron á asaltar , mas amenazadores que
-¿Pero no fué allí donde depositásteis al pobre niño,
nunca , los recuerdos que hacia un año me tenian en
caballero? ¿Por qué engañarme? Decid.
-Allí fué; pero escuchadme , escuchadme , señora, agonia contínu a.
que vais á compadecerme, á mí que há veinte años El Corso que me declaró la Vendetta , que me si-
llevo solo el peso del dolor que os voy á contar , sin guió de Nimes á París , que se escondió en el jardin,
que nunca haya pensado en haceros partícipe en él. que me hirió, que me vio cavar la tierra , y sepultar al
-¡Dios mio , me asustais ! pero no importa; hablad ; niño , podia llegar á conoceros , y acaso os conoceria ...
ya os escucho . A ser esto así , ¿ no os haria pagar un dia este se-
-Ya sabeis cómo terminó la dolorosa noche en que creto terrible ?
¿No seria esto para él una venganza mas satisfac-
yaciais en el lecho del dolor casi moribunda , en aque-
İla alcoba forrada de damasco encarnado , mientras toria , cuando supiese que su puñalada no me causó
que yo , tan agitado como vos , esperaba vuestro parto . la muer te ?
Era pues indispensable , ante todo , hacer que des-
Nació el niño, le recibí en mis brazos sin movimiento ,
apareciesen las huellas de lo pasado , destruir toda prue-
sin respiracion , sin voz... le creimos muerto ...
Madama Danglars hizo un movimiento rápido , ba material , para que no existiese la realidad sino en
como si quisiera lanzarse de la silla. mis recuerdos .
Por eso hice anular la escritura ; por eso fuí á Au-
Pero Villefort la detuvo , juntando las manos como
para implorar su atencion . teuil; por eso esperaba .
-Lo creimos muerto, repitió. Púsele en un cajon- Llegó la noche .
Estaba yo á oscuras en aquella alcoba ; el viento
cito, que debia de ser su ataud, bajé al jardin , abrí un hacia retemblar las vidrieras , detrás de las cuales creia
hoyo y le enterré apresuradamente.
Acababa apenas de cubrirlo de tierra , cuando el ver escondida alguna persona que espiaba mis ac-
brazo del Corso se estendió sobre mí. ciones.
Tal vez me estremecia creyendo oir detrás de mí,
Ví una especie de sombra que se me aproximaba ,
y brilló una especie de relámpago . en el lecho , vuestros quejidos; y sin embargo , no me
Sentí un dolor agudo ; quise gritar; pero un frio atreMi viacora zonerlatia
á volv en .lo mas hondo de mi pecho con
la cara
mortal corrió por todo mi cuerpo , y ahogóse la voz en a violencia , que creia que mi herida se renovaba :
tant
mi garganta...
of por último estinguirse lentamente todos los rumo-
Čaí moribundo , y me creí muerto. ndiendo que nada tenia que
Nunca olvidaré vuestro valor sublime , cuando res del jardin , y compre
vuelto en mi me arrastré espirante hasta el pié de la tem er , que no podi a ser vist o ni oido , me decidí á bajar.
Escuchad , Herminia : me creo con tanto valor como
escalera , donde espirante vos tambien vinísteis en mi otro cualquiera ;
auxilio. pero cuando saqué del pecho la llave
Era preciso ocultar á todo el mundo aquella terri- dos, de la escalera , aquestei lla sllave que tanto queríamos los
y á la cual pusí un anillo de oro ; cuando abrí
ble catástrofe. la puerta ; cuando á través de la ventana ví que la luz
Un duelo fué el pretesto de mi herida.
Contra todas las probabilidades nos guardaron el fum pálida proyectaba en la escalera de caracol un círculo
secreto. inoso semejante á un espectro , me así á la pared ,
y estu ve á pique de gritar ... me parecia que iba á vol-
Lleváronme á Versalles , donde estuve tres meses
luchando entre la vida y la muerte. verAl me loco.
cabo pude sobreponerme á mi terror , y bajar
Cuando parecia en fin que venciese en mí la vida ,
me recetaron los aires del Mediodía. los Loescalo nes uno á uno.
que no...pu de evitar fué que me temblasen las
Cuatro hombres me condujeron de París á Cha-
lons, no andando mas que seis leguas al dia. Madama rodill as . rrado fuertemente al pasa -manos , que si le
de Villefort acompañaba mi litera en su carruaje . Iba aga
En Chalons me embarcaron en el Saona; pasé des- hub ies e abandonado un momento siquiera , de seguro
pués el Ródano , y sin remar la barca siquiera , la me hubiera caido.
corriente me llevó hasta Arlés. Allí volví á mi litera y Al fin llegué á la puerta de abajo . Por la parte de
á continuar mi camino hasta Marsella . afuera habia un azadon arrimado á la pared .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 155

Me habia provisto de una linterna sorda ; en medio -Eso creí yo que iba á sucederme ; pero no tuve
del camino me paré á encenderla , continuándolo des- tanta fortuna . Concentré mis fuerzas, y por consi-
pués. guiente mis ideas, y me pregunté á mí mismo: ¿Para
Era á fines de noviembre: el follaje del jardin habia qué se habrá llevado el cadáver?
desaparecido; los árboles parecian esqueletos de bra- -Ya lo habeis dicho , replicó Madama Danglars; para
zos largos y descarnados, y las hojas secas crujian bajo tener una prueba...
mis piés . -No , señora , no puede ser eso ; no se guarda un
Tal terror me dominaba , que al acercarme al sitio cadáver todo un año ; sino que se presenta al magis-
consabido saqué una pistola y la amartillé. trado , é incontinenti se da la declaración . Nada de esto
Siempre creia ver á través de los árboles al Corso. habia sucedido.
Alumbré en torno con mi linterna: nadie habia. -¿¡Pues entonces?... le preguntó Herminia pen-
Estaba solo: ningun rumor turbaba el silencio, sino diente de sus labios.
el canto de una lechuza, canto agudo y lúgubre como -Hay algo para nosotros mas terrible , mas fatal,
si invocase á los fantasmas de la noche. mas espantoso que todo eso... El niño podia estar vivo,
Colgué mi linterna de una rama desgajada que ha- y el asesino pudo salvarlo.
bia notado ya el año anterior en el mismo sitio donde -¡Mi hijo estaba vivo! esclamó la baronesa; ¡habeis
me detuve para abrir el hoyo. enterrado vivo á mi hijo! ¡ No estabais seguro de que
La yerba habia crecido mucho en el verano , y en estaba muerto , y lo enterrásteis sin embargo ! ¡ Ah ! ...
el otoño nadie habia pensado en segarla. Al decir esto se habia puesto de pié , y en aire
Sin embargo , un sitio donde era menos espesa amenazador oprimia entre sus manos delicadas las del
llamó mi atención. Sin duda allí estuvo el hoyo ; allí procurador del rey.
debia buscar. -¿Qué sé yo? Os digo esto como pudiera deciros
Con que puse manos á la obra. cualquier otra cosa, respondió Villefort con una fijeza
¡Llegó el momento que esperaba un año hacia! de miradas que aunque tan dueño de sí mismo , estaba
A medida que iba trabajando, á medida que arran- á punto de pasar los límites de la desesperacion y la
caba matas de musgo , creía á cada momento que en- locura.
contrase resistencia mi azadon ; ¡ pero nada ! Y sin em -¡Ah, hijo mio! ¡ Pobre hijo mio! esclamó la baro-
bargo , el hoyo que abrí era doble de grande que el nesa cayendo en su silla y ahogando los sollozos con
primero. su pañuelo.
Creí haber equivocado el sitio ; me orienté ; reco- 'Villefort, reponiéndose, comprendió que para con-
nocí los árboles , y procuré renovar los pormenores jurar la tormenta maternal que se formaba sobre su
que estaban mas impresos en mi imaginacion. cabeza , necesitaba hacer partícipe de su terror á Ma-
Una brisa fria y penetrante silbaba á través de los dama Danglars.
desnudos árboles; y sin embargo, gruesas gotas de su- -Bien se os alcanzará que si mi suposicion es ver-
dor corrian por mi frente. dadera , dijo levantándose á su vez y aproximándose á
Recordé que habia sido herido en el momento en la baronesa para hablarla en voz mas baja, somos per-
que pisoteaba la tierra para ocultar la fosa ; recordé didos . El niño vive ; alguien sabe que vive ; alguien
que al pisarla me apoyé en un árbol , y que detrás de posee nuestro secreto : y pues que habla Monte-Cristo
mí habia una roca artificial que servia de poyo, porque delante de nosotros de un niño desenterrado de un
al caer mi mano , que acababa de separarse del árbol, sitio donde no podia estar, no hay duda de que él lo
sintió la frescura de la piedra. posee.
A mi derecha estaba el árbol , y el poyo detrás ¡ Dios justo , Dios vengador! murmuró Madama
de mí. Danglars.
Dejéme caer en la misma posicion ; me levanté en Villefort no contestó sino con un grito ahogado...
seguida , y me puse á ensanchar la fosa ; ¡ pero nada! -¿Pero el niño , el niño , caballero ? repuso la obs-
¡Siempre nada! El cajoncito no estaba allí. tinada madre.
¡ No estaba allí el cajoncito! murmuró Madama -¡Oh cuánto le he buscado! respondió Villefort tor-
Danglars, sofocada por el miedo . ciéndose los brazos . ¡ Cuántas veces le he llamado en
-No creais que me limité á esta tentativa , prosi- mis largas noches de insomnio ! ¡ Cuántas veces he
guió Villefort, sino que cavé todo aquel cuadro deljar- deseado una riqueza real para comprar un millon de
din , ocurriéndoseme que el asesino desenterraria el secretos á un millon de hombres, y encontrar el mio
cajon creyendo que guardaba algun tesoro, y se lo lle- entre los suyos !
varia ; pero apercibiéndose luego de su error , habria Al cabo , cierto dia que por la centésima vez tomaba
hecho otro hoyo para enterrarlo de nuevo ... ¡ Nada! el azadon , y por la centésima vez me preguntaba lo
Después me asaltó la idea de que era posible que no que el Corso podía haber hecho del niño , me ocurrió
hubiese tomado tantas precauciones , y lo arrojase en la idea de que al ver que estaba vivo lo habria arro-
cualquier rincon . En esta última hipótesis necesitaba jado al rio .
que amaneciera para empezar mis pesquisas ; con que -¡Oh , imposible! esclamó Madama Danglars; se ase-
subí á la alcoba y esperé . sina á un hombre por venganza ; pero no se mata á
-¡Oh Dios mio! un niño á sangre fria.
-Así que amaneció volví á bajar al jardin. Mi pri- -Puede ser , continuó Villefort , que le llevase al
mera visita fué al hoyo, que esperaba encontrar á la luz hospicio .
del dia algunas huellas que en la oscuridad podian ha- ¡ Oh sí, sí ! esclamó la baronesa , allí está mi hijo ,
bérseme escapado. El hoyo que habia abierto tenia caballero.
veinte piés de superficie por dos de profundidad. Un -Corrí al hospicio , y me dijeron que aquella misma
dia entero apenas bastará á un cavador para hacer lo noche , la noche del 20 de setiembre, habia sido depo-
que yo hice en una hora . Nada , no ví absolutamente sitado en el torno un niño envuelto en medio pañal de
nada. Entonces empecé á buscar el cajoncito con ar- tela fina, partido como de propósito. La media tohalla
reglo á la suposicion de que yacia oculto en cualquier tenia media corona de baron y la letra H.
rincon , rincon que en este caso debia de estar en el -Eso es, eso es ! gritó Madama Danglars. Toda mi
camino que conducia á la puerta . Pero esta nueva pes- ropa estaba marcada así; M. de Nargonne era baron,
quisa fué tan inútil como la primera ; y con el corazon y yo me llamo Herminia . ¡ Gracias , Dios mio , mi hijo
ahogado volví al sitio primitivo , aunque sin esperanza . no ha muerto !
-¡Oh! esclamó Madama Danglars; era cosa de vol- -No . No habia muerto.
verse loco. -¡Y así me lo decís ! ¿ me lo decís sin temor de
156 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

que me mate la alegría ? ¿ Dónde está , dónde está mi | dido Madama Danglars con un suspiro, un grito ó una
hijo ? lágrima.
Villefort se encogió de hombros . -¿Es eso todo ? ¿ os habeis dado por satisfecho con
-¿Lo sé yo por ventura ? repuso. ¿Creeis que si lo esas diligencias?
supiera , os haria pasar por todas estas gradaciones -¡Oh ! no ; nunca he cesado de buscar, de infor-
como un dramaturgo ó un novelista ? ¡Ay ! no lo sé. marme , de inquirir. Sin embargo, de dos ó tres años
Hacia seis meses que una muger habia ido á recla- á esta parte he descansado un poco ; pero hoy vuelvo
marlo presentando la segunda mitad del pañal. Dió á la carga con mas actividad , con mas perseverancia

-¡Mi hijo estaba vivo ! esclamó la baronesa .

todas las garantías que la ley exige en semejantes ca- | que nunca; y daré con ella , os lo aseguro, que ya no
es la conciencia , que es el miedo el que me impulsa .
sos , y la fué entregado el niño . -Pero nada sabe el conde de Monte -Cristo, replicó
-Pero debísteis de informaros de aquella muger;
era preciso dar con ella. Madama Danglars ; de lo contrario me parece que no
-¿Y qué pensais que hice , señora? Fingí una causa -¡ria
busca dijo ra
Oh !nuest efort ad
Villamist . maldad de los hombres es
, la
criminal , encomende su persecucion á los mas finos
sabuesos , á los mas diestros agentes de la policía, que muy grande , puesto que es mas grande que la miseri-
siguieron sus huellas hasta Châlons ; pero las perdie- cordia de Dios . ¿ Notásteis sus miradas cuando nos
ron allí. hablaba?
-¡Las perdieron ! -No. o
-Sí , para siempre. ¿Per le habeis observade alguna vez atenta-
A cada período de esta narracion habia respon- mente?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 157

-Sin duda. Es un hombre raro, y nada mas. Solo -Ya me teneis aquí, querido conde, le dijo Al-
una cosa me llamó la atencion , y fué que a pesar de berto.
--Sed bienvenido.
lo esquisito de su comida, no tocó á ninguno de los
platos. -Hace una hora que he llegado .
-Sí. Yo hice la misma observacion ; y á haber sa- -¿De Dieppe?
bido lo que hora , tampoco probara la comida , cre- -De Treport.
yendo que trataba de envenenarnos . -¡Ah ! es verdad .
-Y os hubiérais llevado chasco; ya lo veis. -Mi primera visita es para vos.
-Sí; pero creedme , ese hombre abriga algunos -Mucha galantería es , dijo Monte-Cristo , como hu-
proyectos. Por esto quise veros; por esto quise habla- biera podido decir otra cosa.
ros ; por esto quise poneros sobre aviso contra todo -¿Qué hay de nuevo ?
el mundo, y especialmente contra él. Decidme, prosi- ¡ A mí me lo preguntais ! ¡ á un forastero !
guió Villefort mirando á la baronesa con mas aten- Yo me entiendo. Si os pregunto qué hay de
cion que antes, ¿no habeis hablado á nadie de nues- nuevo, es como si os preguntara ¿qué habeis hecho
tras relaciones? por mi?
-A nadie absolutamente . -¿Me habíais dejado algun encargo ? esclamó el
-Comprendeis , repuso afectuosamente Villefort, conde aparentando inquietud .
que cuando digo á nadie (perdonadme esta insisten- -Vamos, vamos , no hagais del indiferente, repuso
cia), quiero decir á nadie en el mundo . ¿No es verdad? Alberto. Hay quien asegura que existen conmociones
-Os comprendo perfectamente , respondió Madama simpáticas que atraviesan el espacio. Pues bien , en
Danglars ruborizándose, y os juro que á nadie he di- Treport yo he sentido una. Si no habeis trabajado por
cho una palabra . mí, habeis pensado en mí siquiera.
-¿No acostumbrais á escribir por la noche los su- -Es posible, dijo Monte-Cristo . Con efecto, he pen-
cesos del día? ¿ No llevais un diario de vuestra vida? sado en vos; pero la corriente magnética de que era
-No; la paso en cosas frívolas, de que yo misma yo el hilo conductor, obraba independiente de mi vo-
me olvido. luntad, lo confieso.
-¿No soñais nunca en voz alta ? -¿De veras? Suplícoos que me conteis ...
-No recordais ya que tengo un sueño infantil. -Es cosa muy sencilla . M. Danglars ha comido en
El rubor subió al rostro de la baronesa , y la palidez mi casa .
al de Villefort. -Harto lo sé, puesto que por evitar su presencia
Es verdad , dijo en voz tan baja , que casi no se fué por lo que marchamos mi madre y yo .
le gia. -Pero ha comido aquí con M. Andrea Cavalcanti .
-¿Qué resolveis ? le preguntó la baronesa. -¿El príncipe italiano?
Ya sé lo que tengo que hacer , respondió Ville- -No exageremos. M. Andrea se da solamente el tí-
fort. Antes de ocho dias sabré quién es Monte-Cristo, tulo de vizconde.
de dónde viene, adónde va, y por qué razon habla de- —¿Decís que se lo da?
lante de nosotros de niños desenterrados de su jardin . -Lo digo .
Pronunció Villefort estas palabras con un acento -¿Pues no lo es?
que estremeciera á Monte-Cristo si hubiese podido -¿Qué sé yo ? Él se lo da, y yo se lo doy. ¿ No es
oirlas. lo mismo que si lo tuviera?
Estrechó después la mano que la baronesa rehu- -¡Qué hombre tan estraño sois ! ¿ Y qué mas?
saba darle, y la acompañó respetuosamente hasta la -¿De qué ?
puerta. -¿Con que M. Danglars ha comido aquí?
Tomó Madama Danglars otro fiacre , que la con- --Sí .
dujo al pasaje , á cuya salida encontró su coche y su -¿Con el vizconde Andrea Cavalcanti?
cochero, que la esperaba dormido tranquilamente en -Con el vizconde Andrea Cavalcanti , con el mar-
el pescante . qués su padre, con Madama Danglars, con M. y Ma-
dama de Villefort, y con otras personas apreciabilisi-
CAPÍTULO IX. mas, como M. Debray, Maximiliano Morrel... y ade-
más... ¡ ah ! M. de Chateau-Renaud.
UN BAILE DE VERANO . -¿Y se habló de mí?
-Ni una palabra.
El mismo dia y á la misma hora que Madama Dan- -Tanto peor.
glars pasaba con el procurador del rey la conversa- -¿Por qué? Paréceme que con olvidaros no se hizo
cion que acabamos de describir, un coche de camino sino lo que deseabais.
entró en la calle de Helder, deteniéndose en el patio -Mi querido conde, el no haber hablado prueba
de la casa núm. 27. que se pensaba mucho en mí, y eso me desespera.
Un momento después abrióse la portezuela y bajó -¿Y qué os importa si la señorita Danglars no era
Madama Morcef apoyada en el brazo de su hijo. del número de los que pensaban aquí ? Bien que po-
Apenas dejó Alberto á su madre en su habitacion , dia pensar en su casa.
mandó que le dispusiesen un baño y enganchasen el -Seguro estoy de que no ; ó si pensaba seria como
carruaje, y después de tomado aquel, y vestido ya ele- yo pienso en ella.
gante, se encaminó á los Campos Elíseos á casa del -¡Qué simpatía tan viva ! ¿ con que os aborreceis
conde de Monte - Cristo . mútuamente ?
El conde le recibió con su sonrisa habitual . -Oid, repuso Morcef. Mucho me placeria que la se-
Era una cosa estraña, que nunca se pudiera ade- ñorita Danglars fuera muger para compadecerse del
lantar
hombre. una línea en el corazon ó en el espíritu de este martirio que no sufro por ella, y me lo recompensara
antes de la boda... En resúmen , creo que seria una
Los que se empeñaban, por decirlo así, en forzar el querida escelente ; pero esposa...
paso de su intimidad , topábanse con una muralla. -¿Y es ese vuestro modo de pensar acerca de vues-
Corria hácia él Morcer con los brazos abiertos; pero tra futura ? dijo riéndose Monte-Cristo.
al verle, á pesar de su amistosa sonrisa, dejó caer los -¡Oh! sí, un poco brutal con efecto , pero exactísimo.
brazos, y apenas se atrevió á tenderle la mano. Ahora bien, puesto que no se puede realizar este sueño;
Tomósela Monte-Cristo como siempre, pero sin es- puesto que para llegar á cierto punto es preciso que
trechársela . la señorita Danglars se case conmigo , es decir, que
158 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

viva conmigo, que piense junto á mí, que cante junto chachas solteras . No parece sino que les dé calentura
á mí, que toque y haga versos á diez pasos de mí, y matrimonial hasta que se deshacen de ellas .
esto por toda la vida , me espeluzno de miedo . De una -Pero M. d'Epinay no se parece á vos , puesto que
querida, conde, se separa uno ; pero de una muger... sufre su desgracia resignado.
diablo ! una muger es un ceoso irredimible que pesa -Mas aun que resignado: lo toma por lo serio: se
siempre sobre nosotros de cerca ó de lejos... ¿ Hay pone ya corbata blanca y habla de su familia. Sin
nada mas terrible que tener que sufrir siempre á la de contar que considera mucho á los Villefort.
Danglars aunque sea de lejos ? -Consideracion merecida, ¿no es verdad?
-¡Qué descontentadizo sois, vizconde ! -Ya lo creo. M. de Villefort ha pasado siempre
-Sí, porque pienso con frecuencia en una cosa im- por justo , aunque severo.
posible. -¡Gracias a Dios , dijo Monte-Cristo , que existe al-
-¿En qué? guien á quien no trateis como al pobre de M. Dan-
-En encontrar una esposa como la que mi padre glars!
encontró . -Sin duda será porque no me veo comprometido á
Púsose pálido Monte- Cristo y miró á Alberto , casarme con su hija, respondió Alberto riéndose.
jugando con dos pistolas magníficas cuyos gatillos -En verdad, querido, que sois fátue sobre toda
probaba. ponderacion.
-¿Con que vuestro padre ha sido muy feliz ? le -¡Yo!
dijo. -Sí, vos; pero tomad un cigarro .
-Ya sabeis la opinion que tengo formada de mi -Con mucho gusto. ¿Y por qué soy fátuo?
madre, señor conde ; que es un ángel del cielo. Aun -Porque no haceis sino murmurar y renegar de
permanece hermosa y espiritual como siempre y de esa pobre chica . Dejad á los sucesos que sigan su
un alma... ¡ qué alma ! En este instante llego de Tre- curso , que quizás no sereis vos quien retire la pa-
port; para otro hijo cualquiera, acompañar á su madre labra."
seria una complacencia , cuando no un fastidio ; pero -¡Báh ! dijo Alberto abriendo los ojos estrema-
yo he pasado cuatro dias continuamente á su lado damente.
mas tranquilo y mas satisfecho ¿os lo confesaré? que -Sin duda, señor vizconde . No os han de echar el
con la hermosura mayor del mundo. yugo al cuello de por fuerza. Hablemos serios , repuso
-Perfeccion que desespera, puesto que á todos los Monte -Cristo en otro tono. ¿ Deseais desbaratar ese
que os oyen les dais ganas de permanecer siempre proyecto?
solteros . -Daria 100,000 francos por desbaratarlo.
-Por eso justamente, repuso el jóven , porque sé -Pues felicitaos, que M. Danglars está á dos dedos
que existe en el mundo una muger perfecta nc ten- de dar doble por lo mismo.
go mucha prisa en casarme con la de Danglars. ¿Ha- -¿De veras? ¡qué fortuna! dijo Alberto; y sin em-
beis reparado alguna vez como da nuestro egoismo bargo se oscureció un tanto su frente . Pero ¿ tiene
brillantes colores á todo lo que nos pertenece? El motivos M. Danglars?...
diamante que brilla en el añaquel del joyero nos -Al fin te descubres, naturaleza orgullosa y egois-
parece mas hermoso desde que pasa á ser nuestro; ta ¡ Tú eres el hombre que hiere con una maza el
pero si la evidencia nos obliga á reconocer que hay amor propio de otro y no quiere que toquen al suyo
otro mejor y que estamos condenados á llevar siem- con el dedo !
pre aquel que es mas ínfimo, nos desesperamos mate- -No; pero me parece que M. Danglars...
rialmente. -Debia de estar contentísimo de vos , ¿ no es ver-
-¡Qué vulgaridad! murmuró el conde. dad? Pues bien, M. Danglars es un hombre de mal
-Por esto será el dia mas feliz de mi vida aquel en gusto , y está aun mas contento de otro hombre.
que reconozca Eugenia que yo soy un ente despre- -¿De quién?
ciable , que apenas tengo un centenar de miles de -No lo sé . Estudiad, observad , comprended cier-
francos por cada uno de sus millones. tas alusiones , y e had vuestras cuentas.
Monte-Cristo se sonrió . -Bien. Ya comprendo . - Escuchad : mi madre...
-Otra cosa se me habia ocurrido , prosiguió Al- no , me equivoco , mi padre ha concebido la idea de dar
berto . Franz se muere por las cosas escéntricas , y un baile.
pensé hacer que se enamorara , á pesar suyo , de la -¿Un baile en esta estacion ?
señorita de Danglars; pero á la primera carta que le -Los bailes de verano estan á la moda.
escribí en el mis misterioso de los estilos , me con- -Aunque no lo estuvieran , con darlos la condesa
testó imperturbable: se pondrían.
«Soy escéntrico , es verdad ; pero mi escentricidad -Convenido. Estos bailes son aristocráticos puros:
no lega hasta faltar á mi palabra cuando la tengo las personas que en julio permanecen en París son
>>empeñada.» legítimos parisienses. ¿Quereis encargaros de convi-
-¡Eso sí que es amistad! dar á otro la muger que dar á los Cavalcanti ?
no queremos sino para querida. -¿Cuándo será ese baile ?
Alberto se sonrió . -El sábado.
-A propósito , dijo , Franz va á llegar; pero á vos -M. Cavalcanti padre se habrá marchado ya.
poco os importa, pues me parece que no le quereis . -Pero queda el hijo. ¿Quereis encargaros de lle-
-¡Yo! repuso Monte-Cristo. ¿ De dónde diablos, varle ?
vizconde, sacais que yo no quiero á Franz? Yo quiero -No le conozco , vizconde.
á todo el mundo. -¿No le conoceis ?
-Y yo estoy entre todo el mundo ... Gracias... -No: hace tres ó cuatro dias que le vi por primera
¡Oh ! no nos confundamos , dijo Monte-Cristo. vez : no respondo de él.
Quiero á todo el mundo como Dios nos manda querer -Pues en vuestra casa le recibís.
á nuestro próji.no; como cristianos ; pero solo abor- -Eso es otra cosa. Me lo ha recomendado un buen
rezco á ciertas personas... Volvamos á Franz d'Epinay. abate, que puede haber sido víctima de un engaño.
¿Con que viene? Convidadle directamente ; lo apruebo; pero no me pi-
-Si , llamado por M. de Villefort, que segun parece dais que os le presente. Si el dia de mañana se casara
tiene tanta prisa por casar á Valentina como Dan- con la de Danglars , me acusariais de connivencia con
glars por casar á Eugenia. Decididamente debe de él , y acaso me desafiaríais . Yo mismo no sé si iré.
ser una situacion muy precaria la de los padres de mu- -¿Adónde?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 159

-A vuestro baile. Hasta el sábado querreis decir , ¿no es verdad?


-¿Por qué ? ¡Pues no! la palabra es palabra.
-En primer lugar, porque no me habeis convidado Sigu ó el conde con la vista á Alberto , saludándole
todavía. con la mano , y al verle subir á su carruaje volvióse
-De propósito vengo á eso . y se encontró cara á cara con Bertuccio.
-Mucha amabilidad es; pero aun puedo tener algun —¿Qué hay? le preguntó .
obstáculo . -Ha ido al Palacio de Justicia , respondió el ma-
-En cuanto os diga una cosa , sereis bastante ama- yordomo.
ble para sacrificarnos todos los obstáculos . Y ha estado allí mucho tiempo?
-Decidla . -Hora y media.
-Mi madre os lo ruega. -¿Ha vuelto á su casa?
-¿La señora condesa de Morcef? repuso Monte- -En derechura.
Cristo estremeciéndose. -Pues bien, mi querido señor Bertuccio , dijo el
-Os advierto, conde, que mi madre tiene conmigo conde, si algun consejo tengo ahora que daros es que
muchísima franqueza , y si no habeis sentido agitarse vayais á Normandía á comprar la posesion que os ten-
en vos las fibras simpáticas de que hablábamos hace go encargada.
poco , será porque os falten absolutamente, pues hace Saludole Bertucio , y como sus deseos estaban en
cuatro dias que solo de vos hablamos. perfecta armonía con la órden recibida, salió de París
-¿De mi ? ¿ De veras? aquella misma tarde.
-Ese es el privilegio de vuestra profesion de pro-
blema viviente. CAPÍTULO X.
-¡Ah! ¿Con que soy yo un problema tambien para
vuestra madre? La creia en verdad harto razonable LAS AVERIGUACIONES .
para dar en esos desvaríos .
-Problema , mi querido conde , problema para mi M. de Villefort cumplió la palabra que habia dado
madre lo mismo que para todo el mundo ; problema á Madama Danglars , y sobre todo que se habia dado
aceptado , pero no resuelto. Podeis estar tranquilos, á sí mismo, averiguando cómo el conde de Monte-
que no os comprenden. Solo mi madre suele pregun- Cristo había podido saber la historia de la casa de
tar que cómo es posible que seais tan jóven, pues así Auteuil.
como la condesa de G... os tiene por lord Ruthwen, Aquel mismo dia escribió á un cierto M. de Bovi-
creo que mi madre os tiene por Cagliostro ó por el lle , que después de haber sido inspector de cárceles
conde de San German. Confirmadle esa opinion ia pri- gozaba de un alto empleo en la Direccion de polícia ,
mera vez que la veais , que no os será dificil , pues para adquirir las noticias que deseaba , y este le pi-
poseeis la piedra filosofal del uno y el talento del otro. dió un plazo de dos dias para averiguar qué personas
-Gracias por el aviso , dijo el conde sonriéndose . pudieran dar los necesarios informes.
Procuraré ir prevenido á sostener mi papel . Pasados los dos dias , recibió M. de Villefort la
-¿Luego ireis el sábado ? nota siguiente:
-Puesto que me lo ruega Madama de Morcef...
-Muy amable sois. «La persona llamada el conde de Monte-Cristo es
-¿Y M. Danglars ? >>conocida en particular de lord Wilmore , rico es-
¡ Oh ! habrá ya recibido su triple invitacion por "tranjero que viene á París por temporadas, siendo
conducto de mi padre. Tambien procuraremos que »una de ellas la presente ; y del abate Busoni, sacer-
"dote siciliano , que con obras de caridad ha adqui-
asista el non plus de los jueces , M. de Villefort ; pero »rido en Oriente mucha fama.» >
desconfiamos .
-No se debe desconfiar de nada, dice el proverbio. La respuesta de M. de Villefort fué una órden
-¿Bailais, conde? para que se inquiriesen noticias prentas y exactas de
¿Yo? aquellos dos estranjeros.
-Sí , vos . ¿ Qué estraño seria que bailaseis ? Al dia siguiente por la tarde sus órdenes estaban
-Con efecto, el que no ha llegado á los cuarenta... cumplidas. Veánse los informes que recibió.
No, no bailo; pero me gusta ver bailar á los demás . El abate, que solo estaria un mes en París , vivia
¿Y Madama de Morcef baila? detrás de San Sulpicio en una casita de un solo piso,
-Nunca . Hablareis , pues que tiene tanta gana de
liablar compuesta de cuatro habitaciones , dos en la planta
con vos . baja , y otras dos en la alta , de qué era el único in-
-¿De veras? quilino.
-Os lo aseguro. Y os declaro que sois el primer Las dos habitaciones bajas eran: un comedor con
hombre que haya escitado la curiosidad de mi madre. mesa , sillas y aparador de nogal , y un saloncito pin-
Alberto se levantó y cogió su sombrero . tado de blanco, sin tapices ni siquiera un mal reloj
El conde le acompañó hasta la puerta . por adorno . Conocíase que en sí mismo no gastaba el
-Estoy riñéndome á mí mismo , dijo parándole en abate lo estrictamente necesario .
el rellano de la escalera. Bien que su estancia favorita era el salon de la
-¿Por qué? planta alta , salon todo atestado de libros teológicos ,
-Por mi indiscrecion en hablaros de M. Danglars. con los cuales , al decir de su ayuda de cámara , se
-Al contrario, habladme, habladme siempre ; pero encerraba Busoni meses enteros.
en ese mismo sentido . No era pues una sala, que era una biblioteca.
Me tranquilizais. A propósito , ¿ cuándo llega M. Aquel ayuda de cámara era el que á traves de una
d'Epinay? especie de rejilla examinaba á los que iban á ver al
-Dentro de cinco ó seis dias á mas tardar. abate , y cuando le eran desconocidos ó no tenia ór-
-¿Y cuándo se casa? den de recibirlos , respondia que su amo estaba fuera
-Tan pronto como lleguen M. y Madama de Saint- de París; respuesta que satisfacia á muchos por saber
Meran.
que Busoni viajaba con frecuencia y tal vez por gran-
-Traédmele pues en seguida , que aunque os pre- des temporadas.
sumais que no le quiero , os declaro que tendré sumo Por lo demás, que estuviese en París ó en el Cairo,
gusto en verle . el abate daba siempre limosna , siendo el criado quien
-Serán ejecutadas vuestras órdenes , señor . en su nombre las distribuia á todas horas por la ven-
-Hasta la vista. tanilla.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
160

La otra habitacion hermana de la biblioteca era -Salió esta mañana y no ha vuelto , respondió el
criado.
una alcoba. -Pudiera yo no darme por satisfecho con esa res-
Una cama sin colgaduras , cuatro sillones , un ca-
napé de terciopelo amarillo de Utrech, y su reclina- puesta , dijo el hombre , porque vengo de parte de
una persona para quien se debe de estar siempre en
torio, componian todo el mueblaje .
Lord Wilmore vivia en la calie de la Fontaine casa . Hacedme el favor de dar al abate...
-Os he dicho que no está, repitió el criado.
Saint- George. -Pues bien , cuando vuelva dadle esta carta y
Era uno de esos ingleses que despilfarran su for-
este oficio . ¿Habrá vuelto esta noche á las ocho?
tuna en viajes.

-Ya es escucho, caballero, dije con un acento italiano de los mas pronunciados.

Su habitacion era una casa de huéspedes ; pero -¡Oh! sin falta ninguna, á menos que se ponga
solo pasaba en ella dos ó tres horas al día , y la noche á trabajar, que entonces seria lo mismo que si hu-
muy rara vez. biera salido .
Una de sus escentricidades era no querer hablar -Volveré pues á las ocho, dijo el hombre.
en francés, aunque se aseguraba que lo escribia con Y se retiró.
A la hora indicada volvió con efecto el mismo
propiedad y pureza.
A la mañana siguiente del dia en que recibió estos hombre en el mismo carruaje , carruaje que esta
informes el procurador del rey , un hombre que se vez en lugar de detenerse en la esquina de la calle de
apeó de un carruaje en la esquina de la calle de Ferou se detuvo delante de la puerta verde.
Ferou vino á llamar á una puerta pintada de verde, Llamó el hombre, abriéronle y entró.
preguntando por el abate Busoni. Por las demostraciones de respeto que el criado
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 161

le prodigaba, comprendió que su carta habia hecho | soni con una sonrisa muy afable, todo el mundo tiene
efecto . que darse por satisfecho , y la policía tiene que hacer
-¿Está en casa el señor abate? le preguntó. lo que todo el mundo .
-Ší señor, trabajando en su biblioteca, respondió el Pero ¿estais seguro de lo que decís?
criado; pero os espera. -¿Cómo si estoy seguro?
Subió el desconocido una escalera bastante mala , -Reparad , señor abate , que yo no pongo en duda
y delante de una mesa inundada de la luz que recon- vuestra buena fé , sino que os pregunto simplemente
centraba una pantalla enorme , dejando sumido en la si estais seguro .
oscuridad el resto de la habitacion , halló á Busoni en -Como que he conocido á M. Zaccone, padre.
traje eclesiástico , cubierta la cabeza con uno de aque- -¡Ah!
llos capuchones que gastaban los apergaminados sabios -Y en mi infancia he jugado muchas veces con su
de la edad media. hijo en los astilleros de su casa.
-¿Es á M. Busoni á quien tengo el honor de hablar? -¿Pero ese título de conde...
le preguntó el desconocido. Ya sabeis que se compra.
-Si señor, respondió el abate. ¿ Sois la persona que -¿En Italia?"
de parte del señor prefecto de policía me anuncia -En todas partes.
M. de Boville , antiguo inspector de cárceles ? -¿Pero lo que se dice ( siempre el se dice ) de que
—Justamente , caballero. sus riquezas son inmensas...
-¿Uno de los comisarios de policía de París? —¡Oh! inmensas , esa es la verdad , respondió el
-Ší señor , respondió el desconocido con algo de abate .
vacilacion , y no poco de vergüenza. -¿Vos que le conoceis, cuánto le calculais?
Apretóse el abate los anteojos , que le cubrian , no -¡Oh! siempre tendrá de 150 á 200 mil libras de
solo la vista sino tambien parte de las mejillas , y vol- renta.
viendo á sentarse hizo al desconocido seña de que se -Bastante es, dijo el desconocido; pero dicen que
sentara á su vez. tres ó cuatro millones .
-Ya os escucho, caballero , dijo con un acento ita- -Doscientas mil libras de renta , caballero, hacen
liano de los mas pronunciados. justamente cuatro millones de capital.
-La mision que traigo, señor abate , respondió el -Pero se dice que esos tres ó cuatro millones son
desconocido pesando cada una de sus palabras como si de renta.
le costase trabajo pronunciarlas , es una mision confi- -¡Oh ! no es creible.
dencial para quien la cumple , y para la persona á Conoceis su isla de Monte-Cristo ?
quien se dirige. -Si por cierto . Cualquiera que haya venido á Fran-
El abate se inclinó . cia de Palermo , Nápoles ó Roma , la conocerá , puesto
-Vuestra probidad , señor abate, repuso el hom que habrá pasado junto á ella.
bre, es tan conocida del señor prefecto de policía , -Es una posesion encantadora , segun se asegura .
que, como magistrado , desea saber de vos una cosa -Es una pura peña .
que interesa muchísimo á la seguridad pública, de que -¿Y por qué habrá comprado el conde una pose-
soy representante. Esperamos pues, señor abate, que sion por ese estilo ?
ni la amistad ni consideracion alguna os muevan á -Porque todavía en Italia para ser conde se nece-
ocultar la verdad á la justicia. sita tener un condado.
-Siempre, caballero, que lo que querais saber no -De las aventuras juveniles de M. Zaccone ¿ ha-
ataña á los escrúpulos de mi conciencia , me teneis á breis sin duda oido hablar?
vuestras órdenes ; pero los secretos de la confesion , -¿De M. Zaccone , el padre ?
por ejemplo, que quedan entre la justicia de Dios y yo, -No , el hijo.
no deben quedar entre la justicia humana y yo. -¡Ah ! De esa época no puedo asegurar nada , por-
-¡Oh! estad tranquilo , señor abate , que en todo que le perdí de vista.
caso pondremos á cubierto vuestra conciencia. ¿Ha hecho la guerra?
A estas palabras inclinó el abate la pantalla , de --Creo que sí.
manera que levantándose por el lado opuesto, alum- -¿En qué arma ha servido?
braba la luz de lleno el rostro del desconocido , mien- -En la marina.
tras el suyo permanecia envuelto en la sombra. -¿No sois su confesor?
-Con vuestro permiso , señor abate : esta luz me -No , caballero. Le tengo por luterano .
lastima los ojos, dijo el comisionado del prefecto . -Cómo luterano?
El abate bajó la pantalla. -Digo que le tengo; no lo afirmo. Además , ¿ no hay
-Ya os escucho. Hablad. en Francia libertad de cultos?
-Vengamos al hecho. ¿Conoceis al señor conde de -Sin duda ; y no es de sus creencias de lo que se
Monte-Cristo? trata , sino de sus acciones. En nombre del señor pre-
-¿Me presumo que hablareis de M. Zaccone? fecto de policía os intimo que me digais cuanto sabeis.
¡Zaccone!... ¿con que no se llama Monte-Cristo? -Pasa por hombre muy caritativo . Nuestro Santo
-Monte-Cristo es el nombre de una posesion , ó Padre le ha hecho caballero de la órden de Cristo , ór-
mejor dicho de una isla , no un nombre de familia. den que solo á los príncipes da , en recompensa de los
-Pues bien; dejemos á un lado la cuestion de nom- eminentes servicios que ha hecho á los cristianos de
bre, y puesto que M. de Monte- Cristo y M. Zaccone Oriente. Tambien tiene cinco ó seis grandes cruces
son una misma persona... por servicios hechos á reyes y naciones.
-Absolutamente la misma . ¿Y las lleva?
-Hablemos de M. Zaccone. No , pero se gloría de tenerlas , pues dice que le
-Hablemos . placen mas las recompensas otorgadas á los bienhecho-
-Os preguntaba si le conoceis. res de la humanidad , que no las otorgadas á sus des-
-Bastante . tructores.
-¿Qué es? ¿Es un kuákero ese hombre?
-Es hijo de un armador muy rico de Malta. Justamente, un kuákero , aparte el traje, por su-
-Sí, ya lo sé , que así se dice ; pero como ya com- puesto.
prendereis , la policía no puede darse por satisfecha -¿Se le conocen amigos?
con un se dice." -Sí, pues son todos los que le conocen.
-Cuando lo que se dice es la verdad , repuso Bu- -¿Tambien tendrá algun enemigo?
162 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Uno solo. Tal era la sala de lord Wilmore.


-¿Cómo se llama? Alumbraba una lámpara de cristal opaco que pare.
-Lord Wilmore. cia puesta allí de propósito para los fatigados ojos del
-¿Dónde reside? comisario de policía.
-En París en este momento. A los diez minutos dió el reloj las diez .
-¿Y puede él darme mas noticias? A la quinta campanada se abrió la puerta, apare-
Y muy interesantes , puesto que estaba en la In- ciendo lord Wilmore.
dia cuando Zaccone. Era el lord un hombre mas bien alto que bajo, con
-¿Sabeis dónde vive? unas patillas rubias y escasas, color blanco, y cabellos
-En la Chaussée-d'Autin ; pero no sé la calle ni el grifos.
número. Iba vestido con toda la escentricidad inglesa , es
-¿Estais mal con él? decir , llevaba un frac azul con botones de oro y cue-
-Estamos algo frios , porque yo quiero mucho á lo muy alto, como los fraques de 1811 ; un chaleco
Zaccone, y él le detesta. de casimir blanco, y un pantalon de nankin que le lle-
-¿Y creeis , señor abate , que no haya venido antes gaba á los tobillos , pero que, gracias á unas trabillas
de ahora á Francia el conde de Monte-Cristo? muylargas de la misma tela, no se arremangaban hasta
-¡Ah! De eso os puedo responder con entera segu- el muslo.
ridad . No ha venido , puesto que hace seis meses se Sus primeras palabras fuéron estas :
dirigió á mí para adquirir las noticias de París que de- -Ya sabeis, caballero , que no sé hablar en francés.
seaba . Yo , por mi parte , ignorando en qué época es- -Sé al menos que no os gusta hablar en nuestro
taria aquí de vuelta , le recomendé á M. Cavalcanti . idioma , respondió el delegado del prefecto.
-¡Andrea? -Pero vos podeis hablarlo, porque lo comprendo,
-No, el padre, Bartolomé. repuso lord Wilmore.
-Esta bien , caballero . Una sola cosa tengo ya que -Y yo, dijo el comisionado cambiando de idioma,
preguntaros, y en nombre del honor, de la humanidad yo hablo el inglés con bastante facilidad para poder
y de la religion , os ruego que me respondais franca- sostener la conversacion . Con que no os molesteis,
mente. caballero.
-Hablad , caballero . -¡Hao! murmuró lord Wilmore con esa entonacion
-¿Sabeis con qué objeto ha comprado el conde de que solo poseen los hijos mas legítimos de la Gran Bre
Monte - Cristo una casa en Auteui ? taña .
-Si por cierto , pues me lo ha dicho. El comisionado le entregó una carta esplicativa.
-¿Cuál es? Leyóla el lord con toda la flema inglesa , y luego
-El de fundar una casa de locos por el estilo de la dijo en inglés:
que fundó en Palermo el baron de Pisani. ¿La conoceis? -Comprendo, comprendo.
-De fama, sí. Entonces empezó el interrogatorio.
--Es un establecimiento magnífico . Sobre poco mas o menos fué igual al del abate
Y con esto saludó el abate al desconocido como Busoni .
aquel que desea comprenda su interlocutor que no le Pero como lord Wilmore era enemigo del conde
disgustaria quedarse solo. de Monte-Cristo , no usaba de las reticencias del aba-
Sea que lo compre te ; de manera que su interrogatorio fué mas lato.
nd se así , ó sea que no tuviese
mas que preguntar , el deie sconocido se levantó . Contando la juventud de Monte-Cristo , dijo que
Busoni le acompañó hasta la puerta . á los diez años habia entrado al servicio de uno de
-Vos haceis limosnas considerables , y aunque di- esos reyezuelos de la India que andan en guerra con
cen que sois rico , me atreveré á ofreceros algo para los ingleses . Allí él, Wilmore, le habia encontrado por
los pobres . ¿Os dignareis de aceptar mi ofrenda? primera vez peleando en opuestas filas.
-Gracias, caballero; solo una cosa deseo en el mun- En aquella guerra habia sido Zaccone hecho pri-
do , y es que el bien que hago emane de mí solo ... sionero, enviado á Inglaterra, y preso en los pontones,
-Pero... de donde se escapó á nado .
-Es una resolucion irrevocable . Pero buscad , ca- Entonces empezaron sus viajes, sus duelos, sus
ballero , y encontrareis ... ¡ Cada hombre rico tiene en pasiones.
su camino hartas miserias que aliviar! Acaeció en esto la insurreccion de Grecia, y tomó
Y abriendo la puerta le saludó por última vez. partido por los griegos .
Saludóle tambien el desconocido , y marchó. En este intervalo habia descubierto una mina de
El carruaje le condujo directamente á casa de M. de plata en las montañas de la Tesalia ; pero no se lo dijo
Villefort. å nadie.
Una hora después volvió á salir el carrruaje en di- Consolidado el gobierno griego después de la ba-
reccion á la calle de la Fontaine-Saint George, parando talla de Navarino, pidió al rey Othon un privilegio
en el núm. 5. para esplotar su mina, privilegio que le fué conce-
Alli vivia lord Wilmore. dido.
El desconocido habia escrito al lord pidiéndole una De aquí su inmensa fortuna que, segun lord Wil-
cita , que este le dió para las diez. more, podia subir á uno ó dos millones de renta, for-
Como llegase á las diez menos dies minutos , le res- tuna que sin embargo podia agotarse agotándose la
pondieron que lord Wilmore , que era exacto y pun- mina."
tual por escelencia , no habia llegado aun , però que -Pero, ¿ sabeis á qué ha venido á Francia ? le pre-
seguramente llegaria á las diez . guntó el delegado del prefecto de policía.
La visita le esperó en la sala. -Viene á especular con los ferro- carriles; y como
Esta sala nada tenia de particular, y era como to- es además hábil químico y no menos escelente físico,
das las de las casas de huéspedes . Sobre la chimenea ha inventado un nuevo telégrafo que desea plantear.
habia dos jarrones de porcelana de Sevres , un reloj -¿Cuánto gastará anualmente, sobre poco mas ó
con un amorcillo con el arco tirante , y un espejo . A menos?
cada lado del espejo veíanse dos láminas que represen- —¡Oh! 5000 6 6000 francos todo lo mas; que es muy
taban , la una á Homero con su lazarillo , y là otra á | avaro , respondió lord Wilmore.
Belisario pidiendo limosna. Era evidente que el inglés hablaba así por ódio, y
El papel de las paredes era oscuro , y los muebles no sabiendo de qué acusar al conde , le acusaba de
tambien. avaricia.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 163

-¿Sabeis algo de la casa de Auteuil? -Porque á su paso por Inglaterra sedujo á la mu-
-Sí por cierto. ger de un amigo mio , respondió lord Wilmore.
-¿Qué sabeis ? -Si tanto le aborreceis, ¿por qué no tratais de ven-
Me preguntais con qué objeto la ha comprado? garos de él ?
-Sí. -Ya nos hemos batido tres veces, repuso el inglés .
-El conde es un especulador á quien arruinarán La primera á pístola , la segunda á florete, y la tercera
los ensayos y las utopias . Tiene la pretension de que á sable.
en Auteuil y en las cercanías de la casa que acaba de -¿Y qué resultado...
comprar existe un manantial de aguas minerales que -La primera vez me rompió un brazo ; la segunda
4
G

-Ya sabeis , caballero, que no sé hablar en francés.

pueden rivalizar con las de Bagneres , de Luchon y de | me atravesó el pulmon , y la tercera me hizo esta he-
Cauterts. Su plan es hacer en esa casa un bad-haus rida.
como dicen los alemanes. Dos ó tres veces ha remo- Y bajándose el inglés el cuello de la camisa , que
vido ya toda la tierra de su jardin en busca de las le llegaba hasta las orejas , enseñó al delegado una ci-
consabidas aguas, y como no ha dado con ellas , le ve- catriz al parecer reciente.
reis dentro de poco comprar las casas inmediatas á la -De suerte que le aborrezco de todo corazon , y
suya. Ahora bien, como yo le aborrezco, espero que que de seguro morirá á mis manos, repitió el inglés.
le arruine su ferro-carril, ó su telégrafo eléctrico, 6 | -Pues no vais por buen camino, dijo el comi-
su esplotacion acuática. A todas partes le sigo por go- sario.
zarme en su ruina, que es infalible mas tarde ó mas -Hao ! repuso el inglés ; voy al tiro todos los dias,
temprano . y Grisier viene todos los dias á mi casa.
¿ Y por qué le aborreceis ? preguntó el delegado Esto era todo lo que queria saber el agente, ó mas
del prefecto. bien lo que podia decirle lord Wilmore.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
164

Eran las diez de la noche.


Levantóse pues, y saludando al lord que le de- Los pomposos árboles del jardin del conde desta-
volvió su saludo con la frialdad y tiesura inglesas ,
marchóse. cábanse en un cielo donde los últimos vapores de una
Después de haber oido cerrarse la puerta de la tormenta que habia estado amagando todo el dia ,
calle, volvió lord Wilmore á su alcoba, y en un abrir dejaban entrever el espacio azul tachonado de es-
y cerrar de ojos perdió sus cabellos rubios, sus pati- trellas.
En las salas del piso bajo oíase el son de la música
llas y su cicatriz, para recobrar los cabellos negros y y el rumor de las parejas que bailaban , pasando á tra-
la tez pálida del conde de Monte-Cristo.
Bien que por su parte no fué el comisionado del vés de las persianas torrentes deslumbradores de luz.

LANCELO PONTENIER:

Las alamedas del jardin estaban iluminadas con faroles de colores.

prefecto quien le visitó, sino M. de Villefort en per- A este punto el jardin estaba en poder de una do-
cena de criados, á quien el ama de la casa acababa de
sona.
Aunque nada satisfactorio hubiese averiguado, mandar que sirviesen la cena, viendo que se serenaba
tampoco habia averiguado nada alarmante; con que el tiempo.
Hasta entonces habia estado en duda si se cenaria
se tranquilizó un poco Villefort con estas dos visitas .
Y por primera vez después de la comida de Au- en el comedor 6 en un cenador de lienzo preparado en
teuil, durmió aquella noche con algun sosiego. el jardi n.
El cielo con sus estrellas acababa de decidir la
CAPITULO XI. cuestion en favor del aire libre.
Las alamedas del jardin estaban iluminadas con fa-
EL BAILE . roles de colores al uso de Italia , y la mesa cargada de
Corrian los dias mas calorosos del mes de julio, flores yde bujías, al uso de todas las naciones que en-
cuando llegó aquel sábado en que debia de verificarse tienden algo el lujo de la mesa , el mas raro de todos
el baile de M. de Morcef. los lujos para el que lo busca completo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .
165

Cuando después de haber dado sus últimas dispo- -Sí.


siciones entraba la condesa de Morcef en su sala , co-
menzaba á llenarse de convidados , atraidos , mas que -¿ Palabra de honor ?
-Palabra de honor.
por la buena posicion del conde, por la amabilidad de -Pues bien , ibais á preguntarme si habia venido
la condesa , pues todos estaban convencidos de que conde de Monte- Cristo, ó si le esperábamos .
este baile , gracias á su buen gusto , tendria algo que el -Os habeis equivocado ; no me ocupaba de él en
valiese la pena de ser contado ó copiado.
este momento . Iba á preguntaros si habeis tenido no-
Madama Danglars , á quien los sucesos que conoce ticias de M. Franz .
el lector tenian sumamente inquieta, vacilaba en ir á -Sí, ayer .
aquel baile ; pero por la mañana se habia cruzado su
-¿Y qué os dice?
carruaje con el de Villefort , que haciéndole una seña Que salia al mismo tiempo que su carta .
le habia preguntado por la portezuela : -Bien. ¿Y ahora el conde?
-¿Vais á casa de Madama de Morcef? -Vendrá : estad tranquila.
-No , que me siento muy mala , habia respondido -¿Sabeis que tiene otro nombre que el de Monté.
Madama Danglars . Cristo ?
-Haceis mal , repuso Villefort con una mirada sig-
-No, no lo sabia.
nificativa. Seria muy conveniente que os vieran allí. -Monte-Cristo es el nombre de una isla , y él tiene
-¿Lo creeis? le preguntó la baronesa. otro de familia.
-Ší lo creo .
-Nunca se lo he oido pronunciar .
-En ese caso iré.
-Pues bien , yo estoy mas adelantada que vos ; se
Y los dos carruajes prosiguieron tras esto sus ca- llama Zaccone.
minos.
-¿Es posible?
Madama Danglars se habia pues presentado , no -Es maltés.
solo hermo sa , sino deslu mbrante de lujo . -Tambien lo creo .
En el momento en que Mercedes entraba por una
puerta entraba ella por la otra. -Hijo de un armador.
La condesa mandó á Alberto á recibirla. -¡Oh ! en verdad que debíais de referir esas cosas
en alta voz, y os aseguro que lograriais un éxito asom-
Adelantóse el jóven , y haciendo á Madama Dan-
broso .
glars los elogi os de cajon y merec idos sobre su tocado, -Ha servido en la India , esplota una mina de plata
la dió el brazo para conducirla al sitio que quisiera
elegir. en Tesalia, y viene á París para hacer en Auteuil un
establecimiento de aguas minerales .
Alberto no hacia sino mirar á todos lados .
-Sea enhorabuena; ¡ esas sí que son grandes noti-
-¿Buscais á mi hija ? le preguntó sonriéndose la
baronesa. cias ! Me permitís que las publique?
-Confieso que sí , respondió Alberto . ¿ Habreis te- -Sí ; pero una á una y sin decir que salen de mí.
nido la crueldad de no traérnosla ? Por qué ?
-Porque es casi un secreto , sorprendido...
-No; tranquilizaos; encontró á la señorita de Ville-
fort y se trabaron del brazo. Miradlas : allí vienen ves- —¿A quién ?
ambas blanco ramillet e de ca- -A la policía .
tidas de , la una con un -Entonces esas noticias corrian...
melias, y la otra con uno de myosotis. Pero decidme... -Anoche en casa del prefecto. París estaba con-
dose-¿Qué buscais vos ? le preguntó Alberto sonrién- movido á la vista de un lujo tan inusitado, y ya os fi-
.
-¿No vendrá esta noche el conde de Monte-Cristo? gurarei s que la policía ha tomado informes."
-¡Bravo ! No faltaba mas sino que prendiesen al
-¡ Diez y siete !
conde por vago, so pretesto de que es demasiado rico .
-¿Qué quereis decir ? -Eso le hubiera sucedido á no ser los informes fa-
Que esto marcha , que sois la décimasétima per- vorables.
sona que me hace la misma pregunta : ¡ bien por el
conde !... tengo que darle la enhorabuena . -¡Pobre conde ! ¿Y sabe el peligro en que ha estado?
-Creo que no .
¿Y respondeis á todo el mundo como á mí? -Entonces es una obra de caridad el advertirselo .
Teneis razon, que aun no os he contestado. Tran-
quilizaos , señora, veremos aquí al hombre á la moda; Se lo diré así que llegue.
tenemos privilegio . En este momento, un jóven de ojos vivos, cabellos
-¿Fuísteis ayer á la ópera? negros y bigote retorcido saludó respetuosamente á
-No . Madama de Villefort.
-El fué. Alberto le tendió la mano .
-Señora, dijo Alberto , tengo el honor de presenta-
¡ De veras ! ¿ hizo alguna nueva originalidad ? ros á M. Maximiliano Morrel , capitan de spahis , y uno
¿Puede vivir sin hacerlas? Figuraos que la Fanny de nuestros buenos y valientes oficiales .
Elssler bailaba el Diablo cojuelo : la princesa griega
estaba entusiasmada . Después de la cachucha , metió -Ya he tenido el gusto de conocer á este caballero
en Auteuil , en casa del conde de Monte-Cristo , res-
en su ramillete una sortija magnífica , y se lo arrojó pondió Madama de Villefort volviendo la cabeza á otra
á la hermosa bailarina, que en el tercer acto volvió á parte con una frialdad marcada.
salir con la sortija en el dedo , en muestra de agrade-
cimi ento.-¿ Y su princesa grie vend Esta respuesta , y mas que todo el tono con que
ga rá?
fué dada, oprimieron el corazon del pobre Morrel; pero
No: tendremos que pasarnos sin ella. Su posicion le esperaba una compensacion . Al volverse vió una
en casa del conde no está aun bien fijada.
hermosa y blanca figura , cuyos azules ojos dilatados
Vamos, dejadme aquí é id á saludar á Madama de sin espresion aparente se fijaban en él , mientras un
deseosdijo
Villefort,
des la baronesa;
de hab laros. se conoce que tiene gran- ramo de myosotis subia lentamente á sus labios.
Este saludo fué tan bien comprendido , que Morrel
Saludó Alberto á Madama Danglars , y se aproximó con la misma espresion de mirada aproximó el pañuelo
á Madama
se acercade baVillefort, que abria la boca á medida que á su boca, y las dos estátuas vivas , cuyo corazon latia
él .
con violencia bajo el mármol aparente de su rostro ,
-Apuesto, dijo Alberto sin dejarla hablar , á que sé separadas la una de la otra por toda la longitud de la
lo que vais á decirme .
-Veamos , respondió Madama de Villefort . sala, se olvidaron por un instante del mundo en su
-¿Si lo adivino, me lo confesareis ? muda contemplacion .
Hubieran podido permanecer largo tiempo perdi-
166 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

dos el uno en el otro sin que nadie notase su arroba- sus gestos un aire de astucia y de firmeza incompa-
miento, pues acababa de entrar el conde de Monte- rable.
Cristo. Además, el mundo parisiense es tan raro , que qui-
Ya lo hemos dicho ; fuese prestigio natural ó ficti- zás no hubiera fijado su atencion en el conde , á no
cio , llamaba el conde la atencion donde quiera que se estar su misteriosa historia dorada por una fortuna in-
presentaba. No era su frac negro , elegante sí , pero mensa.
sencillo y sin condecoraciones; no era su chaleco blan- Sea lo que quiera , avanzó el conde bajo el peso de
co sin ningun bordado ; no era su pantalon de botin cien miradas y a través de cien saludos hasta Madama
que caia sobre un pié de la forma mis delicada ; no era de Morcef, que de pié delante de la chimenea adornada

Al volverse vió una her..osa y blanca figura.

esto lo que llamaba la atencion , sino su palidez , sus de flores , le vió aparecer en un espejo colocado en-
cabellos negros formando ondas, su rostro tranquilo y frente de la puerta, y se preparó á recibirle.
puro, su mirada investigadora y melancólica, su boca, Volvióse hácia él con una sonrisa afectada , en el
en fin , de admirables y correctos perfiles , y que tan momento en que él se inclinaba para saludarla.
fácilmente tomaba la espresión del mas alto desden: Acaso creyó que el conde iba á hablar ; acaso el
esto era lo que hacia que todas las miradas se fijasen conde creyó por su parte que iba ella á dirigirle la
en él. palabra , pues los dos permanecieron mudos. Sin
Podia haber hombres mas apuestos , pero era im- duda les parecia una cosa vulgar é indigna de ambos,
posible encontrarlos mas significativos ; permitasenos y después de haberse saludado mútuamente se diri-
esta espresion. Todo tenia en el conde alguna signifi- gió Monte-Cristo á Alberto que le tendia la mano.
cacion. -¿Habeis visto á mi madre? le preguntó el jóven.
El hábito del pensamiento útil daba á sus facciones , -Acabo de tener el honor de saludarla ; pero aun
á la espresion de su rostro, al mas insignificante dé no he visto á vuestro padre.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 167

-Miradle; está hablando de política en aquel grupo -No es suyo el capricho , sino de la república ; que
de grandes celebridades. como era muy mala artista, queriendo dar un unifor-
-¡De veras ! dijo Monte-Cristo : ¿ son celebrida- me á los académicos , encargó el modelo á David.
des aquellos señores? Lo dudara á no decírmelo vos: -¡Ah! ¿con que ese señor es académico?
¿y de qué género ? porque ya sabeis que hay celebri- -Hace ocho años que forma parte de la docta
dades de muchas clases. asamblea.
-Hay primeramente un sabio , aquel señor alto y -¿Y cuál es su mérito principal?
seco. Ha descubierto en los campos de Roma una -¿Su mérito? creo que clava alfileres en las cabe-
especie de lagarto que tenia una vértebra mas que zas de los conejos , que hace comer rubia á los pollos ,

Un académico.

los otros, y vino á dar parte al Instituto de su descu- y que atraviesa con agujas la espina dorsal de los
brimiento . Mucha oposicion tuvo ; pero al fin han perros.
convenido con él. ¿Y por eso pertenece á la Academia de ciencias?
La vértebra hizo mucho ruido en el mundo sabio; -No . A la Academia francesa.
y como su descubridor no era mas que caballero de -¡Pues qué tiene que ver con eso la Academia
la legion de honor , fué nombrado oficial. francesa?
-Enhorabuena , dijo Monte-Cristo; ¡gracias a Dios -Voy á decíroslo : parece ...
que veo una cruz concedida justamente! ¿Con que si -¿Que sus esperimentos han hecho dar á la cien-
descubre una segunda vértebra , le haran comendador? cia un gran paso?
-Es probable, respondió Morcef. -No; que escribe muy bien.
-Y ese otro que ha tenido el singular capricho -Eso, dijo Monte-Cristo , debe halagar estraordina-
de ponerse un frac azul bordado de verde, ¿quien es? | riamente el amor propio de los conejos á quien clava
1
168 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

alfileres en la cabeza ; de los pollos cuyos huesos tiñe -Alberto, dijo al jóven, ¿ habeis reparado una cosa?
de encarnado , y de los perros cuya espina dorsal -¿Qué, madre mia?
atraviesa. -Que el conde no ha querido comer nunca en
Alberto se echó á reir. casa de Morcef.
-¿Y aquel otro? -Sí , pero ha almorzado conmigo; y almuerzo que
-¡Ah! ¿Aquel? fué su presentacion en el gran mundo.
-Sí, el tercero. -Vuestra casa no es la del conde, murmuró Merce-
-¿El del frac azul ? des: desde que está aquí no hago mas que observarle.
-Sí. -¿Yqué?
-Es un cólega del conde , que acaba de hacer una -No ha tomado nada aun.
oposicion furibunda al proyecto de que la cámara de Es muy sóbrio .
los pares tenga uniforme: ha obtenido un gran triunfo Mercedes se sonrió tristemente.
en la tribuna; estaba mal con los periodistas liberales ; -Reuníos á él, y cuando pase alguna bandeja in-
pero su oposicion á los deseos de poder le ha recon- sistid en que tome algo.
ciliado con ellos. -¿Para él, madre mia?
-Dicen que va á ser nombrado embajador . -Hacedme ese favor, Alberto , repuso Mercedes .
-¿Y cuáles son sus títulos á la pairia? Besó Alberto la mano de su madre y fué á colo-
-Ha hecho dos ó tres óperas cómicas, ha comprado carse al lado dei conde .
cuatro ó cinco acciones del Siglo , y ha votado cinco Otra bandeja pasó por allí cargada de helados.
ó seis años con el ministerio. como las precedentes.
—¡Bravo! dijo riéndose Monte-Cristo ; sois un esce- Mercedes vió á Alberto que brindaba con empeño
lente cicerone. Tengo que pediros un favor . al conde , y hasta le presentó un helado que él rehusó
-¿Cuál ? obstinadamente .
-Que no me presenteis á esos señores , y que si -El jóven volvió á reunirse con su madre, que es-
quieren serme presentados , tengais la bondad de taba muy pálida.
avisármelo. -Ya veis como se negó , le dijo .
En este momento sintió el conde que se apoyaba -Sí; pero ¿qué cuidado os da de eso?
una mano en su brazo. -Alberto , la mugeres somos muy caprichosas. Hu-
Volvió la cabeza , y hallóse con M. Danglars . biera visto con placer al conde tomar alguna cosa en
-¡Ah! ¿sois vos , baron? le dijo. mi casa, aunque no fuera sino un vaso de granada.
-¿Por qué me llamais baron? respondió Danglars: Aunque puede ser que no se amolde á las costumbres
ya sabeis que no hago caso del título. No soy como vos , francesas; puede ser que prefiera alguna cosa dada.
vizconde, que apreciais bastante el vuestro. -¡No por Dios ! le he visto comer de todo en Italia;
-Es verdad, replicó Alberto; pero debeis de tener quizás esté algo indispuesto .
presente que si yo no fuera vizconde no seria nada , -Por otra parte , dijo la condesa , como ha habita-
al paso que vos aunque sacrifiqueis vuestro título de do casi siempre en climas cálidos , debe de ser menos
baron, os queda el de millonario. sensible al calor que los demás.
-Que es el que me parece mejor en estos tiempos -No lo creo así, pues antes se quejaba de mucho
constitucionales . calor y decia que por qué habiendo abierto las vidrie-
-Desgraciadamente , dijo Monte-Cristo , no es tan ras no hacian lo mismo con las persianas.
fácil hacerse millonario como baron , par de Francia -En efecto ; es un buen medio para asegurarme
ó académico . Testigos los millonarios Franz y Poul- de si su abstinencia es cosa decidida .
mann , de Francfort, que acaban de quebrar. Y salió del salon .
-¿De veras? respondió Danglars palideciendo . Un instante después abriéronse las persianas, y
Esta tarde he recibido la noticia por un correo. pudo verse á través de las clemátidas y jazmines que
Tenia yo en su casa algunos fondos , cerca de un mi- adornaban los balcones, el jardin iluminado con faro-
Ilon; pero afortunadamente me avisaron á tiempo, y les de colores y las mesas aparadas en cenador.
exigí el reembolso hará un mes sobre poco mas o menos. Dieron los concurrentes un grito de alegría, y sus
¡ Oh Dios mio ! esclamó Danglars. ¡ Han girado pulmones comprimidos aspiraron con delicia el aire
contra mi casa doscientos mil francos ! embalsamado que entraba á bocanadas. r
-Pues ya estais advertido: su firma vale el cinco En el mismo momento volvió á entra Mercedes,
por ciento. mas pálida que cuando salió, pero con aquella calma
—Sí; pero demasiado tarde ; he hecho honor á su que la hacia notable en ciertas ocasiones.
firm . Fuése en derechura al grupo en cuyo centro estaba
-Bien , respondió Monte-Cristo , esos doscientos su marido, y le dijo :
mil francos que van á reunirse... -No detengais aquí á estos caballeros , señor conde;
Chist ! le interrumpió Danglars ; no hableis de que si no juegan , querrán mejor bajar al jardin que
eso ahora... Y proximándose á Monte-Cristo añadió: ahogarse aquí .
sobre todo delante de M. Cavalcanti hijo . ¡ Ah señora ! dijo un anciano general muy ga-
Y tras estas palabras se volvió sonriendo hacia el lante , héroe de las modas de 1809, ¿ no iremos solos
jóven. al jardin
Morcef se separó del conde para hablar con su -Sea,?respondió Mercedes ; voy á daros el ejemplo.
madre . Y volviéndose al conde de Monte-Cristo :
Danglars tambien le dejó para saludar á Cavalcanti -Señor conde , le dijo, hacedme el honor de ofre-
hijo. cerme vuestro brazo .
Con que Monte-Cristo se quedó solo un momento . El conde casi vaciló al oir estas palabras, y luego
Entre tanto el calor comenzaba á ser intolerable. miró un instante á Mercedes .
Los criados circulaban por los salones con bande- Este instante fué un relámpago , y sin embargo , á
jas cargadas de frutas y helados . Mercedes le pareció que duraba un siglo! Tantos pen-
Monte-Cristo con el pañuelo enjugó su rostro samientos habia espresado Monte - Cristo con una sola
inundado de sudor ; pero cuando le presentaron una mirada !
bandeja, retrocedió sin tomar nada. Y le ofreció su brazo .
Madama de Morcef no le perdia de vista . Apoyóse en él Mercedes, ó por mejor decir, le rozó
Advirtió que no tomó ni un helado ,y hasta que con su diminuta mano, y bajaron los dos por una de
habia retrocedido cuando se lo presenta"ron . las escaleras del peristilo adornada de flores.
EL CONDE DE MONTE CRISTO. 169

Detrás de ellos por la otra escalera se lanzaron al


1 -No, señora, repuso este; pero ya veis que no hago
jardin con esclamaciones de alegría unas veinte per- resiste ncia.
sonas.
-Al invernadero que veis al fin de esta alameda.
Miró el conde á Mercedes como para interrogarla ;
CAPITULO XII.
pero ella prosiguió su camino sin despegar los lábios,
imitándola Monte- Cristo.
EL PAN Y LA SAL.
Al fin llegaron al invernadero, lleno de frutas mag-
r, desde principi turahabian empeza
Madama de Morcef entró con su acompañante bajo áníficas maduraque gracias os de julio
á la tempera que reinaba do
allí,

-¡Oh! ¡ tambien! repuso Mercedes con doloroso acento. ¡Qué mala mano tengo!

la bóveda de follaje formada por una alameda de tilos calculada para reemplazar al sol , que tan poco se deja
que conducia á un invernadero .
-Hacia en la sala mucho calor , ¿ no es verdad , se- ver en nuestro suelo.
ñor conde? le dijo . La condesa soltó el brazo de Monte-Cristo para ir
-Sí , señora ; y fué una escelente idea la vuestra á cogerá una cepa un racimo de moscatel.
de mandar abrir puertas y persianas . -Tomad, señor conde, le dijo con una sonrisa tan
triste, que hubiera sido fácil ver asomar una lágrima
dici
estoMerc
manY o de edes ." reparó el conde que temblaba la
endo, en el borde de sus párpados . Tomad, señor conde.
Harto sé que las uvas de nuestra Francia no son com-
-Pero, ¿ quizás tendreis frio, repuso, con ese traje parables à las de Sicilia y Chipre ; pero sereis indul-
leve y sin otros preservativos al cuello que ese chal
tangasa
de ? gente con nuestra pobreeza .
-¿Sabeis adónde os llevo ? dijo la condesa sin res- El conde dió, inclinándose, un paso hacia atrás.
ponder á la pregunta de Monte-Cristo . -¿Me desairais ? dijo Mercedes con tembloroso
SECUNDA SERIE.- ENTREGA 128, -TOMO II. acento,
12
170 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Ruégoos, señora , que me disimuleis , respondió La condesa se detuvo un momento, como si nece-
Monte-Cristo ; pero no cómo nunca moscatel. sitara de esta pausa para respirar.
Mercedes dejó caer al suelo su racimo . -Sí, dijo, si... y aun guardareis ese amor en vues-
De un árbol cercano colgaba un magnífico albér- tro pecho...
chigo aterciopelado y maduro ya por el calor artificial Solo se ama una vez.
del invernadero. -¿Y habeis vuel o á verla ?
Acercóse Mercedes á él, y lo cogió. -Nunca.
-Entonces... tomad este albérchigo, dijo al conde. -¡ Nunca !
Pero hizo el mismo ademan negativo . -No he vuelto á su país.
¡Oh! ¡ tambien ! repuso Mercedes con tan dolo- -¿A Malta?
roso acento que se conocia que ahogaba un sollozo. -Sí, á Malta.
¡ Qué mala mano tengo ! —¿Luego ahora está en Malta?
Un silencio prolongado siguió á esta escena. -Así lo creo.
El albérehigo y el racimo yacian en el suelo. -¿Y la habeis perdonado lo que os hizo padecer?
-Tienen los árabes , señor conde, repuso al fin Mer- -A ella , sí.
cedes con mirada suplicante, una costumbre tierní- -Pero i solo á ella ! ¿ seguís odiando á los que os
sima , que hace para siempre amigos á los que han co- separaron?
mido bajo el mismo techo pan y sal. -No, señora. ¿Por qué los he de odiar?
-Conozco, señora, esa costumbre , respondió el La condesa se colocó frente á frente de Monte-
conde; pero estamos en Francia y no en Arabia : en Cristo.
Francia no hay amistades eternas , así como no hay esa Llevaba todavía en la mano un pedazo del racimo
costumbre. de uvas.
-Pero somos amigos, ¿ no es verdad ? repuso Mer- -Tomad, le dijo.
cedes con el seno palpitante y los ojos clavados en -No cómo nunca moscatel , señora , respondió el
Monte-Cristo, cuyas manos estrechaba con las suyas conde, como sí habláran de esto por primera vez.
casi convulsivamente. Mercedes arrojó las uvas con un gesto de desespe-
Toda su sangre refluyó al corazon del conde, que racion , murmurando:
se puso pálido como un muerto ; subióle después á la -Es inflexible.
garganta hasta invadir sus mejillas; con que sus ojos Monte-Cristo permaneció tan sereno como si tal
Vagaron un instante por el vacío, como los de un hom- reproche no cayera sobre él.
bre que se va á desmayar. En este momento llegó Alberto á todo correr.
-Cierto, señora, que somos amigos. ¿Por qué no -¡Oh madre mia, qué desgracia ! dijo .
lo habiamos de ser? replicó. -¿Qué? ¿qué sucede? le preguntó la condesa como
Esta salida era tan diferente de la que deseaba volviendo á la realidad después de un sueño. ¿Una des-
Madama de Morcef, que volvió la cara á otro lado para gracia habeis dicho? Con efecto, deben suceder des-
exhalar un suspiro , que mas bien un gemido parecia . gracias.
-Gracias, le contestó. -M. de Villefort ha venido.
Y siguió andando . -¿A qué ?
Sin pronunciar una sola palabra dieron la vuelta -A buscar á su muger y su hija.
al jardin. -¿Por qué?
-¿Es verdad, caballero , esclamó de repente la dama -Porque acaba de llegar á París la señora marque-
tras aquel silencioso paseo, es verdad que habeis visto sa de Saint-Meran , con la noticia de que M. de Saint-
tanto , que habeis viajado tanto, y que habeis sufrido Meran ha muerto al salir de Marsella , en la primer
tanto? parada de postas. Madama de Villefort , que estaba
-Sí, señora ; he sufrido bastante , respondió el muy alegre , no queria comprender ni creer esta no-
conde. ticia; pero Valentina, pese a las precauciones que tomó
-¿Y sois ahora dichoso ? su padre, la comprendió á las primeras palabras , ca-
-Sin duda , porque nadie oye mís quejas. yendo como herida de un rayo.
¿ Y os dulcifica un tanto el alma vuestra presente Y ¿qué le es M. de Saint-Meran á la señorita de
dicha? Villefort? preguntó Monte-Cristo.
-Mi dicha presente es igual á mi desdicha pasada , -Su abuelo materno. Venia á apresurar el casa-
respondió Monte-Cristo. miento de Franz y de su nieta.
-¿No sois casado ? le preguntó la condesa. -¡Ah!
-Yo! ¡ yo casado ! repuso el conde tembloroso . -Esto impide á Franz por ahora... ¿ Por qué
¿Quién ha podido deciroslo? M. de Saint-Meran no será tambien abuelo de la de
-Nadie ; pero como os han visto llevar á la ópera á Danglars? 1
una jóven muy linda ... ¡ Alberto, Alberto! dijo Madama de Morcef entono
- Es, señora, una esclava que compré en Constan- de dulce reconvencion, ¿qué es lo que estais diciendo?
tinopla ; la hija de un principe que tengo por hija mia ¡Ah, señor conde! vos á quien él considera tanto, de-
á falta de otras afecciones. cidle que ha hecho mal en hablar así.
-¿Luego vivis solo? Y dió algunos pasos adelante .
-Vivo solo. Miróla Monte-Cristo de una manera tan estraña,
-¿No teneis una hermana... un hijo... un padre? como admirado y meditabundo juntamente , que la
-No tengo á nadie en el mundo. dama volvió atrás.
-¿Cómo podeis vivir así, sin lazos que os unan á Y cogiéndole la mano , y estrechando la de su
la vida? hijo y enlazándolas ambas, esclamó :
-No es culpa mia, señora . Amé en Malta á una jó- -Somos amigos, ¿no es verdad ?
ven con quien iba á casarme, cuando la guerra vino á -¡Oh, señora ! repuso el conde; no tengo la loca
separarnos. Creí que me amara lo bastante para es- pretension de ser vuestro amigo , sino siempre vues-
perar , para serme fiel hasta la muerte ; pero á mi tro respetuoso servidor.
vuelta me la encontré casada. Esta es la historia de to- Marchóse Mercedes con el corazon oprimido , y
dos los hombres que han pasado por la edad de los antes que hubiera dado diez pasos la vió el conde lle-
veinte años. Como era mi co azon quizás mas débil varse á los ojos el pañuelo .
gue ninguno, sufrí mas que hubieran sufrido otros en -¿No estais en buena armonía mi madre y vos? le
lugar mio. preguntó Alberto con asombro .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 171

-Al contrario , repuso el conde , pues acaba de con sangre; lo que le importaba era conocer el cuerpo
decir en vuestra presencia que somos amigos. de la mano que lo habia escrito.
Y volvieron al salon , que acababan de abandonar En el momento en que se esforzaba á tranquili-
Valentina y sus padres. zarse á sí mismo, y cuando en lugar del brillante por-
Escusado parece decir que Morrel habia salido venir político que tal vez habia vislumbrado en sus
detrás de ellos. sueños de ambicion , limitaba su mente al retiro y al
reposo por temor de despertar á aquel enemigo dor-
CAPITULO XIII. mido tantos años , rodó por el patio un carruaje , y
oyéronse poco después en la escalera los pasos lentos
MADAMA DE SAINT-MERAN. de una persona de edad , y ayes y suspiros como los
que fingen los criados para aparentar que toman parte
en el dolor de sus amos.
Con efecto, en casa de Villefort acababa de pasar Apresuróse á descorrer el cerrojo de su gabinete ,
una escena lúgubre. y al punto , sin que la anunciasen , entró una señora
Después de la marcha al baile de las dos señoras, anciana con el chal al brazo y el gorro en la mano.
baile adonde todas las instancias de Madama de Ville- Sus cabellos canos dejaban ver una frente amari-
fort no lograron que fuera su marido , encerróse este llenta como el marfil sucio , y sus ojos , sombreados de
como tenia por costumbre en su gabinete , con un profundas arrugas , desaparecian casi completamente
monton de causas criminales que hubieran asustado con la agitacion del llanto.
al hombre mas trabajador , pero que en tiempos de -¡Oh caballero ! dijo , ¡qué desgracia ! Yo me mo-
calma apenas daban pasto á su incansable laboriosidad . riré tambien ... sí... yo me moriré.
Pero esta vez las causas no eran sino pretesto . Vi- Y cayendo en el sillon mas cercano á la puerta,
llefort no se encerraba para trabajar, sino para reflexio- prorumpió en sollozos .
nar; y cerrando la puerta y dando órden de que no se En el dintel los criados , de pié y sin atreverse á
le molestase sino por cosas de mucha importancia, sen- penetrar , contemplaban al anciano Barrois , que como
tóse en su sillon poniéndose á repasar de nuevo en su oyera aquel ruido en el cuarto de Villefort , corrió á
memoria todo lo que de siete dias á la fecha colmaba reunirse con los otros criados.
la copa de sus sombríos pesares y sus amargos re- Villefort se levantó para acercarse á su suegra,
cuerdos. porque era ella la recienvenida.
Y en vez de acometer á los legajos de papeles , -¡Dios mio! le preguntó , ¿ qué es lo que pasa , se-
abrió un cajon de su mesa que tenia un secreto, y sacó ñora? ¿Qué es lo que os trastorna así? ¿ No os acom-
otro legajo , que eran sus notas personales , y entre paña M. de Saint-Meran?
ellas ordenados y clasificados en una especie de cifra -M. de Saint-Meran ha muerto , respondió la mar-
que él solamente conocia, los nombres de todos aque- quesa sin preámbulos , sin espresión , y con una espe-
llos que en su carrera política , en sus . negocios de cie de estupor.
dinero , ó en sus asuntos del tribunal , se le habian Villefort retrocedió un paso cruzando las manos.
declarado enemigos . -¡Muerto! balbuceó , ¡ muerto ! así! ... ¡ de repente !
Era el número á la sazon tan formidable , que le -Hace ocho dias, continuó Madama de Saint -Meran ,
hizo temblar; y sin embargo , por temibles ó podero- que subimos juntos al carruaje después de comer.
sos que fuesen , le habian arrancado en otro tiempo M. de Saint-Meran estaba algo indispuesto hacia algu-
una sonrisa, como sonrie el viajero cuando desde la nos dias ; pero la idea de volver á ver á nuestra que-
cúspide de la montaña contempla á sus piés los agu- rida Valentina le daba valor; y á pesar de sus dolores,
dos picos , las escabrosas veredas, y los precipicios se obstinó en venir, cuando á seis leguas de Marsella,
tremendos que ha tenido que costear para llegar después de haber tomado las pastillas acostumbradas,
arriba. le dió un sueño demasiado profundo para ser natural.
Repasados una y mil veces aquellos nombres en su Yo no me atrevia á despertarle; però ví que su rostro
memoria , releidos , estudiados y comentados , meneó se ponia encarnado, y que las arterias de sus sienes la-
la cabeza Villefort, murmurando : tian con una violencia desusada.
-No, no: ninguno de estos enemigos hubiera es- Sin embargo , como empezaba á anochecer y ape-
perado hasta el presente para venir á aniquilarme con nas se veia , le dejé dormir. De repente dió un grito
ese secreto. Como dice Hamlet , el ruido de las cosas comprimido y desgarrador, como un hombre que su-
mas ocultas en el seno de la tierra , sale á flor de fre una pesadilla , y dejó caer la cabeza hácia atrás.
cuando en cuando , y como los fuegos fosfóricos Llamé al ayuda de cámara , mandé parar al postillon,
recorre los aires, pero son fuegos que solo alumbran llamé á M. de Saint-Meran , le hice aspirar un reac-
un momento para estraviar . El corso habrá confesado tivo... ¡ Todo en vano ! ¡ Estaba muerto ! Llegué á Aix
mi secreto á algun sacerdote , que á su vez lo habrá al lado de un cadáver.
contado ; y sabiéndolo M. de Monte-Cristo , para ad- Villefort permaneció estupefacto , con la boca en-
quirir mas detalles... treabierta.
Pero ¿con qué objeto habia de adquirir mas deta- -¿Llamariais á un médico sin duda?
lles? proseguia Villefort después de un instante de re- -Al instante ; pero como os dije , ya era demasiado
flexion. ¿Qué interés tiene M. de Monte-Cristo , ó sea tarde.
M. Zaccone, hijo de un armador de Malta , esplotador -Es verdad. Pero al menos podria deciros qué en-
de una mina de plata en Tesalia , que viene a Francia fermedad causó su muerte.
por primera vez , qué interés tiene en averiguar un -Así fué ¡ Dios mio! Díjome que una apoplegía ful-
hecho lúgubre, misterioso é inútil como este? De las minante.
noticias incoherentes que me han dado el abate Buso- -¿Y qué hicísteis entonces ?
ni y lord Wilmore , amigo el uno y enemigo el otro, -M. de Saint-Meran me habia dicho muchas veces
solo una cosa deduzco clara, incontestable y palmaria ; que si moria lejos de París , deseaba que su cuerpo
y es, que entre él y yo en ningun tiempo , en ninguna fuese conducido al panteon de su familia . Mandéle pues
circunstancia ha podido haber el menor contacto . depositar en un ataud de plomo , y solo algunos dias
Pero Villefort decia esto sin creerlo. le precedo.
Lo mas terrible para él no era que el secreto se -¡Pobre madre ! Tantos cuidados después de un
divulgase, pues podria negarlo ó concederlo . golpe como ese y á vuestra edad!
Tampoco le importaba mucho de aquel Mané The- Dios me ha dado fuerzas bastantes para llegar
cel, Phares, que veia de repente en las paredes escrito aquí. Por otra parte, mi querido marqués se hubiese
172 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

conducido en iguales circunstancias lo mismo que yo. Dejóla Villefort entregada á las criadas , mientras
Verdad es que desde que me he separado de él creo el viejo Barrois subia todo turbado á la habitacion de
que estoy loca ; verdad es que á mi edad es casi impo- su amo, porque nada asusta tanto á los viejos como la
sible el llorar ; pero á pesar de esto , me parece que muerte de otro de su edad.
cuando se sufre tanto se debia poder llorar. ¿ Dónde Mientras Madama de Saint-Meran seguia arrodi
está Valentina , caballero? Ella es la que ocasiona nues- llada rezando desde el fondo de su corazon , envió Vi-
tro viaje. Quiero verla. llefort por un carruaje de alquiler para ir él mismo á
Villefort pensó que seria doloroso responder que casa de Madama de Morcef en busca de su esposa y de
estaba en un baile. su hija.

-¡Oh caballero! Yo me moriré tambien.

Dijo pues solamente á la marquesa que su nieta ha- Estaba tan pálido cuando apareció en la puerta, que
bia salido con su madrastra, y que iba él mismo á bus. Valentina corrió hacia el gritando:
carlas. Oh padre mio ! ¿Ha ocurrido alguna desgracia?
-Al momento , al momento , os lo suplico , respon- -Vuestra abuela acaba de llegar, Valentina, respon
dió la marquesa.. dió M. de Villefort.
Ofreció Villefort el brazo á Madama de Saint-Me- -¿Y mi abuelo? le preguntó la jóven temblando.
ran, y la condujo á su habitacion. La respuesta de M. Villefort fué presentar el brazo
-Procurad descansar, madre mia, la dijo. á su hija.
Levantó la anciana la cabeza al oir estas palabras , Ya era tiempo .
y viendo á Villefort que la recordaba aquella hija tan Presa Valentina de un vértigo , estaba á punto de
querida , que revivia para ella en Valentina , se con- caerse,
movió con el nombre de madre, echando á llorar y ca- Madama de Villefort acudió en su auxilio apresu-
yendo de rodillas en un sofá, donde ocultó su venerable radamente, y ayudando á su marido á conducirla al car-
cabeza. ruaje , murmuraha :
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 173

¡ Cosa mas estraña ! ¿ Quién podria figurarse... Era la una de la mañana.


Y toda la familia se retiró desolada , dejando parte
de su tristeza difundida en el resto de la reunion. Barrois , que tenia ganas de acostarse , advirtió al
abuelo y á la nieta que tras un dia de emociones tan
Al pié de la escalera encontró Valentina á Barrois violentas les era el reposo necesario.
que la estaba esperando . Noirtier no quiso decir que su reposo consistia en
-M. Noirtier desea veros esta noche, la dijo en voz tener al lado á su nieta .
baja. Despidióla pues ; que con efecto el dolor y la fatiga
-Decidle que iré á su habitacion así que salga de
la de mi abuela. la tenian transida.
Cuando á la mañana siguiente fué á ver á su abuela,.
Con la delicadeza de su alma comprendió la jóven , la encontró acostada todav
ía. La fiebre no solo no ce-
que la persona que mas necesidad tenia de verla en saba , sino que por el contrario brillaban sus ojos con
aquellos momentos era Madama de Saint-Meran.
Valentina encontró á su abuela acostada. fuego sombrío ; parecia presa de una violenta irrita-
cion nerviosa.
Mudas caricias, gemidos dolorosos que desgarraban
-¡Oh Dios mio ! ¿ Sufrís mucho , abuelita? esclamó
el corazon , suspiros entrecortados , lágrimas abrasa- Valentina, notando todos estos síntomas.
doras ; tales fuéron los únicos detalles que es posible
-No, hija mia , no ; pero esperaba con impaciencia
referir de esta entrevista, á la cual asistió Madama de
Villefort, dando grandes señales de respeto á la pobre tu llegada para mandar llamar á tu padre.
viuda, al menos en apariencia. -¿A mi padre? le preguntó Valentina con inquietud.
Al cabo de un instante dijo al oido á su esposo: -Sí, quiero hablarle .
Valentina no se atrevió á oponerse al deseo de su
-Voy con vuestro permiso á retirarme . Creo que abuela, porque ignoraba su orígen. Un momento des-
mi pres enci a aflige aun mas á la mar quesa .
Madama de Saint- Meran la oyó . pués entró M. de Villefort.
-Caballero , le dijo Madama de Saint-Meran sin an-
-Sí, sí, dijo á Valentina al oido ; que se vaya ; pero darse con rodeos , y como si temiera que la faltase
quédat- tú.
Madama de Villefort salió , quedándose Valentina tiempo, ¿segun me habeis escrito, pensais casar á esta
sola al lado de la cama de su abuela , porque el procu- niña?
-Sí señora, respondió Villefort ; es mas que un
rador del rey, consternado con esta desgracia impre- pensami
vista , siguió tambien á su muger . ento, es ya un compromiso.
Antes de esta escena habia subido Barrois á la ha- -El que va á ser vuestro yerno ¿ se llama M. Franz
bitacion de M. Noirtier . | d'Epinay?
-Sí señora.
Alarmado este con el ruido que habia en la casa ,
envió, como ya hemos dicho , á su criado á informarse. tros, -Es hijo del general d'Epinay, que era de los nues-
y que fué asesinado pocos dias antes de que el
A su vuelta , la mirada viva é inteligente del anciano usurpador volviese de la isla de Elba?
le interrogó al punto . -El mismo.
-¡Ay de mí, señor ! respondió Barrois ; ha sucedido
una desgracia muy grande : Madama de Saint-Meran bino?
-¿No le repugna casarse con la nieta de un jaco-
acaba de llegar , y su marido ha muerto . -Nuestras disensiones civiles han terminado feliz-
M. de Saint-Meran y Noirtier no habian tenido nun- mente, madre mia, re,uso M. de Vil efort. M. d'Epinay
ca amistad estrecha : pero ya se sabe el efecto que conoce
produce en un anciano la noticia de la muerte de otro. era casi un niño cuando murió su padre ;
muy poco á M. Noirtier , y le verá si no con pla-
Noirtier dejó caer la cabeza sobre el pecho como al menos.
afligido , ó como quien reflexiona , y luego cerró un cer , con indiferencia
solo ojo . -¿Es partido ventajoso?
-Bajo todos conceptos .
¿La señorita Valentina? le preguntó Barrois .
Noirtier hizo seña de que sí. -¿El Jóven...
-Goza de la estimacion general .
-Ya sabeis que está de baile , puesto que vino á des- -¿Es notable?
pedirse de vos después de vestida. -Es uno de los hombres mas distinguidos que yo
No rtier cerró otra vez el ojo izquierdo. conozco.
-¿Quereis verla?
Durante toda esta conversacion Valentina perma-
seabEl anciano hizo seña de que esto era lo que de- neció callada.
a.
-Pues, caballero , añadió Madama de Saint- Meran
-Sin duda irán á buscarla á casa de M. Morcef: es- después
de algunos segundos de reflexion , apresuraos ,
peraré á que vuelva , y la diré que suba. ¿Es esto lo porque me queda poco tiempo de vida.
que deseais?
-Sí , respondió el paralítico. -¡A vos , señora ! ¡ á vos , madre mia! esclamaron
Barrois esperó la vuelta de Valentina , y como he- á la par M. de Villefort y Valentina.
-Sé lo que digo , respondió la marquesa: es nece-
mos dicho ya , esplicóla el deseo de su abuelo . sario darse prisa , para que ya que no tiene madre,
En cumplimiento de él subió Valentina á la pueda al menos su abuela darla su bendicion. Yo soy
habitacion al salir de la de Madama de Saint-Meran,
la única persona que le queda á esta niña por parte
quien a pesar de su agitacion habia sucumbido al can- de mi pobre René , á quien tan pronto habeis olvida-
sancio , y dormia con sueño intranquilo .
do, caballero.
Al alcance de su mano habian puesto una mesa de
-¡Ah señora ! repuso Villefort , sin duda olvidais
noc
y unhevascon o. una jarra de naranjada , su bebida habitual, que era necesario dar una madre á esta niña que ha-
Corrió Valentina á abrazar al anciano , que la miró bia perdido la suya.
Una madrastra no es una madre , caballero; pero
tanlágr tiernamente jóvenagot
, que la crei sintadas
ió sus ojos llenarse no se trata de eso ahora , se trata de Valentina ; deje-
de imas , cuan do las a ya.
El anciano continuó mirándola . mos tranquilos á los muertos.
Todo esto fué di ho con una volubilidad y un
-S
siempríe ,me sí , esclamó Valentinaver , quieres decirme que acento tan estraño , que parecia un delirio esta con-
quedas tú, ¿ no es dad? versacion.
El anciano hizo seña de que efectivamente eso era
lo que queria decir su mirada . -Se hará como deseais , señora , dijo Villefort ; y
con tanta mas razon, cuanto que nuestros deseos es-
ria si¡ Ayno !de pormí,
fortuna mia, !repuso Valentina, ¡ qué se
gran Dios tan acordes ; y tan pronto como llegue á París M.
d'Epinay...
174 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Abuelita, dijo Valentina, el ¿qué dirán?... el luto... La marquesa lo bebió de un solo trago.
¿Querriais que se verificase una boda bajo tan tristes Después volvióse en su almohada repitiendo:
auspicios? -¡El notario, el notario!
Hija mia , le interrumpió vivamente la anciana, M. de Villefort salió , y Valentina sentóse junto á
nada de razones fútiles que impiden á las almas débi- la cama de su abuela.
les consolidar su porvenir. Yo tambien me casé junto La pobre niña necesitaba para sí el médico que
al lecho de muerte de mi madre , y no por eso he sido habia recomendado á la anciana.
desgraciada. Encarnada como una amapola , con la respiracion
¡Aun esa idea lúgubre! murmuró Villefort. entrecortada y fatigosa , su pulso latia con tanta vio-
-Aun y siempre! Os digo que me voy á morir , ¿lo lencia como si tuviese calentura.
entendeis? y antes de abandonar este mundo quiero Pensaba en la desesperacion de Maximiliano,
ver al futuro esposo de mi nieta; quiero mandarle cuando le dijese que Mad. de Saint-Meran, en vez de
que la haga feliz; quiero leer en sus ojos si piensa ser su protectora , obraba sin saberlo como su mayor
obedecerme ; quiero conocerle en fin , prosiguió la enemiga.
marquesa con aire amenazador , para venir á recon- Mas de una vez se le ocurrió á Valentina confesár-
venirle desde el fondo de mi tumba si no es lo que selo todo á su abuela ; y no hubiera vacilado un mo-
debe de ser, lo que es necesario que sea. mento , si Maximiliano Morrel se llamara Alberto de
-Señora, dijo Villefort , es preciso que procureis Morcef ó Raoul de Chateau-Renaud ; pero Morrel era
alejar de vuestra mente esas ideas exaltadas que ra- de orígen plebeyo, y Valentina sabia el desprecio con
yan en locura. Los muertos caen en sus sepulcros que la orgullosa marquesa de Saint-Meran miraba á
para no volverse á levantar. todos los que no eran nobles.
-Sí, sí , abuelita , cálmate, añadió Valentina . Su secreto pues habia sido siempre ahogado en su
Y yo , caballero , os digo que os equivocais del corazon al ir á revelarlo , por la triste certeza de que
todo al todo. Esta noche he tenido un sueño espan- lo confesaria en vano, y que una vez conocido por su
toso: creíame dormida como si mi alma se hubiera se- padre y por su abuela , todo se perdia.
parado ya del cuerpo ; esforzábame á abrir los ojos , y Pasaron dos horas así.
se cerraban á pesar mio ; y sin embargo... á vos so- Anunciaron al notario.
bre todo os parecerá increible lo que voyá decir . Con Aunque lo anunciaron en voz baja , Madama de
los ojos cerrados ví en el mismo sitio que vos ocu- Saint-Meran se incorporó.
pais , viniendo de ese rincon donde cae la puerta del -¿El notario? dijo; que venga, que venga.
tocador de Madama de Villefort , ví entrar sin ruido El notario, que estaba á la puerta, entro.
una forma blanca. -Vete , Valentina , dijo Madama de Saint-Meran;
Valentina lanzó un grito . quiero estar sola con el señor.
-Era sin duda que la calentura os trastornaba , -Pero , abuela...
dijo Villefort. -Vete , vete.
-Dudad, si os place ; pero yo estoy bien segura Besó la jóven la frente de su abuela , y salió lim-
de lo que digo: ví una forma blanca ; y como si Dios piándose los ojos con el pañuelo .
temiese que recusara el testimonio de uno solo de Al llegar á la puerta , el ayuda de cámara la dijo
mis sentidos, of moverse mi vaso ... mirad... el mismo que el médico la esperaba en la sala .
que esta ahí sobre la mesa. Valentina bajó al punto.
-Pero eso, abuelita, seria un sueño. El médico era amigo de la familia , y uno de los
-Tan no era sueño , que alargué la mano hacia la mas hábiles facultativos de la época. A Valentina sobre
campanilla , y al ver este movimiento desapareció la todo la queria mucho por haberla visto nacer.
sombra. A poco entró la criada con una luz. Tenia una hija de su misma edad , pero habida en
-¿Y no veriais á nadie? una madre ética; y por consiguiente tenía á su padre
-Las sombras no se dejan ver sino de los que en contínuo sobresalto.
deben verlas . Era el alma de mi marido . Pues bien: -Oh querido M. d'Avrigny ! dijo Valentina , os
si su alma viene á buscarme, ¿por qué no ha de venir esperábamos con impaciencia . Pero ante todo, ¿ cómo
la mia á defender á mi nieta? Paréceme que el paren- estan Magdalena y Antonieta ?
tesco es mas directo. Magdalena era la hija de M. d'Avrigny , y Anto-
-¡Oh señora ! esclamó M. de Villefort , conmovido nieta su sobrina.
á su pesar hasta el fondo de su pecho; ¡ oh señora ! M. d'Avrigny se sonrió tristemente.
no deis cabida en vuestra mente á tan lúgubres ideas ; -Antonieta muy bien , le contestó ; y Magdalena
vivireis con nosotros , y vivireis mucho tiempo , feliz , así, así... Pero me habeis enviado á buscar , hija mia.
amada, obsequiada , y con nuestra ternura os haremos Supongo que no será vuestro padre, ni Madama de
olvidar... Villefort los que necesiten de mís cuidados. En cuanto
-¡Nunca , nunca ! repuso la marquesa . ¿ Cuándo á vos , aunque no pueda curaros radicalmente de
viene M. d'Epinay? vuestros nervios, presumo que no necesitais de mí
-Le esperamos de un momento á otro. sino para aconsejaros que no dejeis à vuestra cabeza
-Pues bien: así que llegue avisadme . Apresurémo- irse á pájaros .
nos , apresurémonos . ¡ Ah! tambien quisiera ver á un Valentina se ruborizó.
notario para asegurarme de que todos nuestros bienes Llevaba M. d'Avrigny la ciencia de adivinar hasta
pasarán á manos de Valentina . un punto casi fabuloso , porque era uno de esos mé-
¡Oh madre mia ! murmuro Valentina posando sus dicos que tratan siempre la parte fisica por la moral .
labios en la abrasada frente de su abuela , ¿ quereis -No , repuso Valentina , os llamamos para mi pobre
matarme? pero ¡ Dios mio , teneis calentura ! No urge abuela. Sabeis ya la desgracia que nos ha sucedido,
llamar á un notario , síno á un médico. ¿no es verdad?
-¿Un médico ? dijo la enferma encogiéndose de -No sé nada , respondió M. d'Avrigny.
hombros si no tengo nada ! únicamente tengo sed . -¡Ay de mí! añadió Valentina reprimiendo sus so-
-¿Qué bebeis ? llozos , ¡ mi abuelo ha muerto !
-Lo de siempre; naranjada . Alárgame el vaso que -¿M. de Saint-Meran?
está encima de la mesa , Valentina . -ší.
Lleno Valentína un vaso de naranjada , y cogiólo -¿De repente?
con cierto temor para dárselo á su abuela , porque era -De una apoplegía fulminante.
el mismo que ella pretendia haberlo tocado la sombra. { -¡De una apoplegia? repitió el médico.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 175

-Sí. De manera que mi pobre abuela con este gol- habia visto entrar un fantasma en su habitacion y que
pe fatal ha concebido la idea de que su marido , de oyó el ruido que hacia al tocar su vaso.
quien nunca se habia separado , la llama; y dice que
-¡Es particular ! dijo el médico. No sabia yo que
va á reunirse con él. ¡Oh, M. d'Avrigny ! os recomien- Madama de Saint-Meran padeciese tales alucinaciones .
do mi pobre abuela. -Es la primera vez que la he visto así, repuso Va-
-¿Dónde está? lentina , y esta mañana me dió miedo, porque creí que
-En su alcoba , con el notario. estaba loca; y mi padre, ya sabeis que mi padre no es
¿Y M. Noirtier?
un hombre vulgar, pues bien , mi padre mismo me
-Siempre lo mismo : siempre su imaginacion pareció conmovido con estremo.

El notario, que estaba á la puerta, entró.

despejada ; pero siempre inmóvil , siempre mudo . : -Vamos á verla: lo que decís me causa estrañeza
-Y siempre igual su amor á vos, ¿no es verdad? suma.
Si , respondis Valentina suspirando ; cada dia me ! El notario, que bajaba, advirtió á Valentina que
quiere mas . su abuela quedaba sola.
-¡Y quién no os querria ! -Subid, dijo al doctor la jóven .
Valentina se sonrió tristemente. -¿Y vos?
-Y vuestra abuela ¿qué tiene? -Yo no me atrevo ; me prohibió que os mandase
-Una agitacion nerviosa singular ; un sueño agi- llamar ; y además, como habeis dicho , estoy agitada,
tado y estraño. Suponia esta mañana que durante su indispuesta , y voy á dar un paseo por el jardin ara
sueño su alma se cernia sobre su cuerpo mirándolo reponerme.
dormir . Esto era delirio sin duda. Además decia que Estrechó el doctor la mano á Valentina , y mien-
176 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

tras él subia a ver á su abuela , bajó la jóven el pe-


ristilo. CAPÍTULO XIV.
Creemos no tener necesidad de decir cuál era el
sitio del jardin que Valentína preferia. LA PROMESA.
4 Después de dar dos ó tres vueltas por el parterre
que rodeaba la casa , y después de coger una rosa
para ponérsela en la cintura ó en el pelo , solia diri- Era Morrel con efecto que desde la víspera estaba
girse á la alameda sombría que remataba en el ban- fuera de sí . Con ese instinto solo peculiar á los aman-
co, y desde el banco dirigirse á la verja. tes y á las madres, adivinó que á consecuencia de la

-¡Ay de mi ! añadió Valentina , ¡ mi abuelo ha muerto!

Pero segun su costumbre, esta vez Valentina dió | llegada de Madama de Saint-Meran y de la muerte del
dos ó tres paseos entre las flores, aunque sin coger marqués , iba á suceder en casa de Villefort alguna
ninguna. " cosa importante para su cariño .
El duelo de su corazon, que no habia podido aun Como vamos a ver, sus presentimientos se habian
desahogar, rechazaba aquel adorno sencillo . ya realizado , y no era inquietud sol mente la que le
Luego se encaminó á la alameda. conducia á la verja tan agitado y tembloroso .
A medida que avanzaba la parecia oir á una voz Pero Valentina ignoraba que Morrel la esperase,
pronunciar su nombre, y se detuvo admirada. pues nunca solia venir á aquella hora,y fué puramente
Entonces llegó la voz á su oido mas perceptible, una feliz casualidad , ó mejor , una feliz simpatía la
y conoció que era la de Maximiliano. que la llevó al jardin.
M. de Villefort presencia los tristes detalles de esta dolorosa entrevista.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 177

Así que Morrel la divisó , se puso á llamarla , y ella -¿Qué decís, Maximiliano? le preguntó; ¡ á eso lla-
corrió á la reja. mais una lucha ! ¡ Oh! ¡ llamadlo mejor un sacrilegio!
-¡Vos á estas horas! esclamó. ¡ Qué ! ¿Habia de desobedecer á mis padres? ¿Habia de
-Ší, pobre amiga mia , respondió Morrel. Vengo á resistir á los deseos de mi moribunda abuela?... ¡ Im-
traer y á saber malas noticias. posible!
-Esta casa es la man -ion de la desgracia , repuso Morrel hizo un movimiento .
Valentina . Hablad , Maximiliano , hablad , que ya la su- -Vuestro corazon es demasiado noble, prosiguió
ma de los dolores no puede ser mayor . Valentina, para no comprenderme ; y la prueba de que
-Querida Valentina , dijo Morrel procurando re- me comprendeis , querido Maximiliano , es que os veo si-
ponerse de su propia emocion para hablar en el tono lencioso . ¡ Luchar yo ! ¡ Dios me libre ! No , no ; guardo
conveniente , suplícoos que me escucheis con aten- todas mis fuezas para luchar contra mí misma; para be-
cion, pues todo lo que á deciros voy es muy solem- ber mis lágrimas como decís ; pero afligir á mi padre,
ne. ¿Cuándo piensan casaros? turbar los últimos instantes de mi abuela, ¡ eso nunca!
-Oid, Maximiliano, repuso Valentina; nada quiero -Teneis razon, repuso fleináticamente Morrel.
ocultaros. -¡Con qué tono decís eso, Dios mio ! esclamó la jó-
Esta mañana ban hablado de mi casamiento; y mi ven resentida.
abuela, concuyo apoyo creia yo poder contar, no solo -Os lo digo como un hombre que os admira, seño-
no se opone , sino que desea con impaciencia verlo rita , replicó Morrel.
realizado; de suerte que lo único que lo retarda es la -¡Señorita ! esclamó Valentina, ¡ señorita ! ¡ oh qué
ausencia de M. d'Epinay; con que al dia siguiente de egoista sois ! veis mi desesperacion , y haceis sin em-
su llegada se firmarán los contratos. bargo alarde de no comprenderla.
Un penoso suspiro se exhaló del pecho del jóven, -Os engañais; que antes por el contrario la compren-
que dirigia á par á Valentina una triste mirada . do perfectamente .
-¡Dios mio! murmuró en voz baja , ¡ cuán penoso No quereis contrariar á M. de Villefort; no quereis
es oir decir tranquila á la muger que amamos: -Ei desobedecer á vuestra abuela, y mañana firmareis el
momento de vuestro suplicio se acerca ; dentro de contrato que debe de uniros á vuestro futuro.
pocas horas se verificará; pero no importa; es preciso -Pero, ¿puedo hacer otra cosa, Dios mio?
que se verifique, y yo por mi parte no me opondré.- -No debeis recurrir á mí, señorita, porque soy mal
Pues bien ; puesto que solo se espera á M. d'Epinay juez en es'a causa , y mi egoismo me cegaría , respondió
para firmar el contrato; puesto que sereis suya al otro Morrel, cuya ronca voz y crispados puños indicaban su
dia de su llegada, mañana será ese dia, porque acaba exasperación creciente.
de llegar. ¿ Qué me hubiéseis propuesto, Morrel, si me en-
Valentina lanzó un grito. contrarais propicia à vuestros deseos ? Vamos, respon-
-Estaba yo hace una hora en casa del conde de ded. No se trata ya de decirme : -« haceis mal , »-sino
Monte-Cristo , prosiguió Morrel, y hablábamos él del de aconse arme.
dolor de vuestra familia , y yo del vuestro , cuando -¿Me preguntais eso con toda formalidad , Valentina?
oimos el ruido de un carruaje que paraba en el pa- & deberé de aconsejaros ?
tio . Atended: hasta ahora no creia yo en los presen- -Si por cierto, mi querido Maximiliano ; porque si
timientos, Valentina; pero ahora debo ya de creer. scn buenos vuestros consejos, los seguiré; que ya sa-
Al ruido del carruaje un frio mortal se apoderó de beis en cuánto tengo a las personas que me son que-
mí ; luego oimos pasos en la escalera . Los retumbantes ridas .
pasos del comendador no causáran tan grande espanto -Valentina, dijo Morrel, acabando de separar una
á Don Juan como el que á mí me causaron aquellos . tabla que estaba ya desunida , dadme vuestra mano en
Al fin la puerta se abrió, entrando primero Alberto prenda de que me perdonais mi cólera ; pues habeis de
de Morcef; y ya empezaba á dudar de mí mismo , ya saber que tengo la cabeza trastornada, y que desde hace
creia haberme engañado , cuando detrás de él entró una hora me estan asaltando las ideas mas estrañas...
otro jóven, que al verle el conde de Monte-Cristo es- ¡ Oh! si no siguiérais mi consejo...
clamó: -¡ Ali ! ¡ El señor baron Franz d'Epinay !-De -¿Cuál es en fin ?
todo mi valor necesité para contenerme . Quizás pali- -Oidlo, Valentina.
deciese; quizás temblase; pero estoy seguro de que la Alzó la jóven las manos al cielo y exhaló un sus-
sonrisa no huyó de mis labios. Cinco minutos después piro .
me retiré tan trastornado , que ignoro lo que habla- -Soy libre y bastante rico para vivir con vos , repuso
ron en aquel intervalo . Maximiliano. Júroos que sereis mi esposa antes que to-
-¡Pobre Maximiliano ! dijo Valentina. quen mis labios vuestra frente.
¡ Ea , Valentina ! respondedme, en la inteligencia de -Me haceis temblar, murmuró la jóven .
que vuestra respuesta me va á dar la muerte ò la vida. -Seguidme, prosiguió Morrel ; os llevaré á casa de
¿Qué pensais hacer? mi hermana , que es digna de ser hermana vuestra ; y
Valentina bajó la cabeza: no podia sufrir mas. luego nos embarcaremos para Argel , para Inglaterra, ó
-Escuchadme , prosiguió Morrel ; no es esta la vez para América, si no os parece mejor que nos retiremos
primera que yo pienso en la situación en que nos en- á alguna provincia hasta que nuestros amigos venzan
contramos; es grande, inmensa , decisiva . No creo que la oposición de vuestra familia.
sea esta ocasion de abandonarnos á un dolor estéril ; Valentina meneó la cabeza.
eso es bueno para los pacatos , que sufren sin murmu- -Ya lo esperaba yo , Maximiliano, dijo ; es un con-
rar, y beben sus propias lágrimas. Sin duda el Señor sejo de loco , y sería yo mas loca aun que vos, si al mo-
se lo pagará en el cielo ; pero el que se siente con fuer mento no os detuviese con esta sola palabra:-imposi-
zas para luchar , no pierde un tiempo precioso, y sin ble, Morrel, imposible !
tregua devuelve á la fortuna el golpe que acaba de -¿Con que cumplireis vuestro destino tal como la
asestarle. ¿Teneis fuerzas para luchar contra la des- suerte os lo depara y sin procurar evitarlo ? dijo Morrel
gracia, Valentina? Decídmelo, porque solo á pregun- volviendo á su tristeza .
tároslo vine. —Sí, aunque me cueste la vida.
Valentina se estremeció , mirando á Morrel con -Pues bien, Valentina , vuelvo á repetiros que te-
ojos asustados. neis razon, y que con efecto yo soy un loco y vos me
La idea de desobedecer á su padre, á su abuela , á probais que la pasion ciega á los hombres mas sensatos.
toda su familia, en fin , ni siquiera habia cruzado por Gracias pues os sean dadas á vos que raciocinais des-
su imaginacion . - apasionadamente. Mañana quedareis sin remedio alguno
178 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

desposada con M. Franz d'Epinay, y no con esas for- Acercóse Maximiliano sonriéndose dulcemente consu
malidades teatrales inventadas para desenlazar las co- manera habitual , y aparte su palidez , se le hubiera
medias, y que se llaman la firma del contrato, sino que creido en su estado normal .
sereis su esposa de propia voluntad . -Oidme, mi querida, mi adorada Valentina, dijo
-¡Todavía me desesperais , Maximiliano ! ¡ todavía con voz melodiosa y grave : las personas como nosotros
me herís mas y mas ! dijo Valentina: Decidme: ¿qué ha- que nunca han concebido un pensamiento de que ten-
ríais si una hermana vuestra diera oidos á un consejo gan que avergonzarse delante de las gentes , delante de
como ese? su familia, ó delante de Dios; las personas como nos-
-Señorita, repuso Morrel con una sonrisa amarga, otros pueden leer mútuamente en sus corazones como
soy egoista, como habeis dicho muy bien, y en mi cua- en un libro abierto. No soy romántico ; no soy un hé-
lidad de egoista no pienso en lo que harian otros en roe melancólico como Manfredo ó Antony ; pero sin
mi caso, sino en lo que yo he de hacer. Solo pienso que palabras, sin protestas , sin juramentos , he puesto en
hace un año que os conozco; que desde el dia que os vos mi vida: me faltais: razon teneis para obrar así; os
conocí he puesto en vuestro amor todas mis esperanzas lo dije y os lo repito; pero en fin, me faltais, y me falta
de ventura ; que llegó un dia en que me dijísteis que la vida. Desde que os separais de mí, Valentina, quedo
me amábais, y que desde aquel dia puse en vos mi por- solo en el mundo. Mi hermana es feliz con su marido;
venir. Esto pienso solamente ; y me digo á mí mismo su marido no es mas que mi cuñado ; es decir , un
que la situacion ha variado, que creí ganar el cielo, y hombre ligado á mí solo por las conveniencias sociales.
que lo he perdido. A los jugadores les sucede todos los Nadie pues necesita de mi vida , que es ya inútil en la
dias que pierden, no solo lo que tienen , sino tambien lo tierra . Oid pues lo que pienso hacer. Esperaré hasta
que no tienen. el último minuto á que os hayais casado, porque no
Pronunció Morrel estas palabras con absoluta tran- quiero perder ni la sombra de una de esas casualidades
quilidad. que el azar nos proporciona tal vez; porque al cabo de
Miróle un instante Valentina con sus grandes ojos aquí á allá puede morirse M. Franz ; en el momento de
escrutadores, procurando que los de Morrel no pene- vuestro matrimonio puede caer un rayo sobre el altar...
trasen la agitacion que ya reinaba en su pecho. Al condenado á muerte todo le parece posible, y para
-Pero, en fin, ¿ qué es lo que vais á hacer ? le pre- él entran en la esfera de lo posible hasta los milagros.
guntó. ¡Como que se trata de la salvacion de su vida! Espe-
-Voy, señorita, á tener la honra de despedirme de raré pues hasta el último momento ; y cuando mi des-
vos poniendo por testigo á Dios que me oye y que lee gracia sea cierta, sin remedio , sin esperanza , escribiré
en el fondo de mi alma, de que os deseo una existencia una carta á mi cuñado y otra al prefecto de policía dán-
bastante tranquila y bastante feliz para que ni siquiera dole parte de mi designio , y en el fondo de cualquier
tengais tiempo de acordaros de mí. bosque, en cualquier baluarte , á. orillas de cualquier
-¡Oh! murmuró Valentina. arroyo, me saltaré la tapa de los sesos , tan cierto como
-Adios, Valentina, adios , dijo Morrel inclinándose. que soy hijo del hombre mas honrado que ha habido
-¿Adónde vais? gritó la jóven pasando la mano á nunca en Francia.
través de la empalizada y cogiendo por el frac á Maxi- Un temblor convulsivo agitó todos los miembros de
miliano, cuya calma le parecia imposible fuese real . Valentina.
¿Adónde vais? Soltóse de la verja que tenia agarrada con las ma-
-Voy en busca de un medio para no causar á vuestra nos, y sus brazos cayeron á plomo, y dos gruesas lágri-
familia otro disgusto, y á dar un ejemplo que puedan mas de sus hermosas pupilas.
seguir todos los amantes honrados que se encuentran El jóven permaneció delante de ella con aire re-
en mi posicion. suelto y lúgubre .
-Antes de separarnos, Maximiliano , me habeis de -¡Oh! ¡ por piedad! ¡ por piedad! esclamó Valentina :
decir lo que vais á hacer. vivireis, no es cierto?
El joven se sonrió tristemente. -No por mi honor, repuso Maximiliano; pero , ¿qué
-¡Oh ! ¡ hablad, hablad ! dijo Valentina . os importa á vos? habreis cumplido vuestro deber, y os
-¿Habeis mudado de resolucion ? quedará la conciencia limpia.
-¡Es imposible ! bien sabeis que es imposible ! es- La jóven cayó de rodillas, oprimiéndose el corazon
clamó la jóven. que se le saltaba.
-Entonces , adios , Valentina . -Maximiliano , murmuró , Maximiliano , mi amigo,
Agitó Valentina la verja con una fuerza de que no mi hermano en la tierra , mi verdadero esposo en el
se la hubiera creido capaz, y como seguia Morrel ale- cielo , yo te suplico que hagas lo que yo, que vivas su-
jándose, sacó las dos manos y esclamó juntándolas : friendo... quizás nos reuniremos algun dia.
-¿Qué vais á hacer ? ¡ quiero saberlo! ¿adónde vais? -¡Adios , Valentina! repitió Morrel.
-Oh! tranquilizaos, respondió Maximiliano dete- -¡Dios mio! dijo Valentina alzando las manos al
niéndose á pocos pasos de la puerta; tranquilizaos; que cielo con espresion sublime; ya veis que he hecho todo
no es mi intento exigir á otro hombre la responsabilidad lo posible por ser hija obediente. He rogado, suplicado,
de las desgracias que guarda la suerte para mí solo. Otro implorado... todo en balde. Pues bien, añadió enjugán-
os amenazaria con buscar á M. Franz y provocarle y ba- dose las lágrimas y recobrando su firmeza, no quiero
tirse con él: eso seria una locura . ¿Qué tiene M. Franz morir de remordimientos; prefiero morir de vergüenza.
que ver con todo esto ? Por la primera vez en su vida Vivireis, Maximiliano, vivireis, y no seré de nadie sino
me ha visto esta mañana ; quizás ya lo habrá olvidado, vuestra. ¿A qué hora? ¿ cuándo? ¿ ahora mismo? Ha
y quizás no supiese siquiera que yo existia cuando sus blad: mandad: estoy pronta.
miras particulares han decidido á vuestras respectivas Morrel, que habia vuelto á dar algunos pasos para
familias á casaros al uno con el otro. Nada pues tengo marcharse, se acercó á la empalizada , y pálido de jú-
que echar en cara á M. Franz, y os juro que no será de bilo, fuera de sí, tendiendo sus dos manos á Valentina
él de quien me vengue. la dijo :
-¿Pues entonces de quién os vengareis? ¿de mí? -Valentina, querida amiga, no me habeis de hablar
-¿De vos, Valentina? ¡ Oh! ¡Dios me libre! La muger así si no quereis que me muera . ¿Por qué os he de de-
es sagrada; la muger que amamos es santa. ber á la violencia, si me amais como yo os amo? ¿Será
¿De vos mismo , desgraciado, de vos mismo? que por compasion querais que viva? En ese caso pre-
-Yo soy el culpable, ¿no es verdad? dijo Morrel. fiero morir.
-¡Maximiliano! gritó Valentina; venid aquí ; yo lo En razon , murmuró Valentina , ¿ quién es la
quiero. única persona que me ama en la tierra? El . ¿Quién me
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 179

ha consolado en todos mis dolores? El . ¿En quién se razon , porque mi padre me maldecirá ; sí, conozco
reconcentran todas mis esperanzas? ¿en quién se des- muy bien su corazon inflexible que no perdona nunca.
ahoga mi corazon destrozado? En él, en él, siempre en Así escuchadme, Maximiliano: sí por arte, ó por ruego,
él. Pues bien : tienes razon ahora, Maximiliano; te se- ó por casualidad ¿ qué se yo? en fin , si por un medio
guiré; abandonaré la casa paterna; lo abandonaré todo. cualquiera logro retardar el casamiento, ¿esperareis , no
¡Oh! ¡qué ingrata soy! añadió Valentina sollozando: es verdad?
lo abandonaré todo, hasta á mi pobre abuelo que olvi- -Sí, os lo juro, como vos me jurais que no se veri-
daba va. ficará ese casamiento aborrecible , y que aunque os

La jóven cayó de rodillas , oprimiéndose el corazon que se le saltaba.

-No, no le abandonarás , repuso Maximiliano. Di- | arrastren ante el magistrado ó ante el sacerdote , di-
ces que al parecer tu abuelo demuestra simpatía por reis siempre :-¡No!
mí; pues bien , antes de huir se lo cuentas todo, y su -Lo juro, Maximiliano , por lo que hay mas sagrado
consentimiento te servirá para con Dios de egida. para mí en el mundo, por la memoria de mi madre.
Luego, al instante que nos casemos, se vendrá él con -Esperemos entonces, dijo Morrel.
nosotros, y en lugar de un nieto tendrá dos. Ya me has - Sí, esperemos, repuso Valentina, cuyo corazon res-
dicho cómo te habla y cómo le respondes: bien pronto piraba con esta idea. ¡Hay tantas cosas que pueden sal-
aprenderé yo ese tiernísimo lenguaje de los signos. Sí, var á seres tan desgraciados como nosotros!
Valentina, sí: te juro que en vez de la desesperacion -Fio de vos , Valentina, dijo Morrel. Todo lo que ha-
que nos espera, es la felicidad lo que te prometo. gais estará bien hecho ; pero si desoyendo vuestras sú-
¡Oh! repara, Maximiliano, cuánto es tu poder so- plicas exigen vuestro padre ó Madama de Saint-Meren
bre mí. Casi me haces creer en lo que me dices , y sin que mañana se firme el contrato...
embargo lo que me dices no tiene sombra siquiera de -Entonces... teneis mi palabra, Morrel .
180 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-En vez de firmar... -Sea , dijo Valentina; y yo á mi vez os digo:-Maxi-


-Vengo á buscaros y huimos ; pero hasta entonces miliano, cuanto hagais estará bien hecho.
no tentemos á Díos , Morrel ; no nos veamos. Es un mi- -¡Oh!
lagro , es cosa providencial que no nos hayan sorpren- -¿Y qué? ¿Estais contento de vuestra esposa? dijo
dido todavía. Si nos sorprendieran , si averiguasen cómo la jóven tristemente.
nos vemos, perderíamos el último recurso. -Adorada Valentina , poco decir es decir que sí.
-Teneis razon , Valentina; pero ¿cómo he de saber... -Pues decidlo siempre.
-Por el notario M. Deschamps . Valentina se habia acercado , ó por mejor decir, habia

...recibió por el correo una carta que reconoció ser de Valentina.

-Le conozco. acercado sus labios á la empalizada , de manera que el


-Y por mí misma , que os escribiré . Creedlo , Maxi- perfumado aliento de sus palabras llegaba á los labios de
miliano. Este casamiento me es tan odioso como á vos.
Morrel pegados á la empalizada por el lado opuesto.
-¡Bien! Gracias, Valentina mia, repuso Morrel . Todo -Hasta la vista , dijo Valentina desprendiéndose de
pues está ya dicho. A la hora que me anuncieis vengo este goce inefable; hasta la vista.
aquí , saltais la pared en mis brazos , cosa que os será -¿Con que tendré una carta vuestra?
muy faci!; un coche os esperará á la puerta del cercado; -Si .
subimos , y os acompañaré á casa de mi hermana. Allí , -Gracias, querida esposa, gracias .
desconocidos , si os conviene, ó con pompa si lo quereis
Sonó el ruinor de un beso furtivo é inocente, y Va-
así , tendremos la conciencia de nuestra fuerza y de lentina se alejó á carrera bajo los tilos.
nuestra voluntad, y no nos dejaremos matar como cor- Estuvo escuchando Morrel hasta los últimos rumores
deros.
de su traje que rozaba las hojas, de su pié que hacia re-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 181

chinar la arena, y alzó los ojos al cielo con una sonrisa Dos escalas estaban ocultas entre la alfalfa del cer-
inefable para darle gracias porque le permitia ser amado cado; el cabriolé lo debia de conducir el mismo Maxi-
así. miliano , sin lacayo ninguno y sin luz . Solamente al
Luego se marchó tambien. torcer la primera esquina se encenderia el farol, no hi-
Todo lo que quedaba de tarde , toda la noche y laciese el diablo que por sobra de precauciones cayeran
mañana siguiente estuvo esperando en su casa sin re- en manos de la policía.
cibir noticia alguna. Temblores convulsivos agitaban de cuando en
En fin, al otro dia á las diez de la mañana, cuando cuando todo el cuerpo de Morrel .
ya se preparaba á ir á ver al notario M. Deschamps , Pensaba en el momento en que arrimado á la pared
recibió por el correo una carta que reconoció ser de Va- | ayudaria á bajar á Valentina, y en el momento en que
lentina, aunque nunca habia visto su letra . veria en sus brazos abandonada y temblorosa á aquella
Estaba concebida en estos términos: muger que solo había tocado y besado en la mano .
Pero cuando llegó la tarde , cuando conoció Morrel
«Ni lágrimas , ni súplicas , ni ruegos han alcanzado
>>nada. que se acercaba la hora, tuvo necesidad de estar solo.
>>Ayer estuve por espacio de dos horas en la iglesia Su sangre hervia . Una simple pregunta , la sola voz de
»de San Felipe-du-Roule rogando á Dios desde el fondo un amigo le hubieran exasperado. Encerróse en su ha-
>>de mi alma.... bitacion y procuró leer: pero sus ojos resbalaban sobre
las páginas sin comprender nada, y arrojó el libro, aca-
>>Dios es insensible como los hombres, y la firma del bando
>>contrato será esta noche á las nueve. por ponerse á trazar por centésima vez su plan,
sus escalas y su cercado.
>>Solo tengo una palabra , como solo tengo un cora- Al fin se acercó la hora.
>>zon. Mi palabra os está empeñada, Morrel, y mi cora- Nunca los amantes han dejado á los relojes andar su
>>zon es vuestro .
camino tranquilamente .
>>Esta noche pues , á las nueve menos cuarto en la Tanto atormentó Morrel al suyo , que á las seis seña-
>>verja.
»Vuestra esposa , laba ya las ocho y media.
»VALENTINA De Villefort. Díjose entonces que ya era tiempo de marchar, pues
aunque las nueve era la hora de la firma del contrato ,
>>P. D. Mi pobre abuela va de mal en peor. Ayer su segun todas las probabilidades Valentina no esperaria
al último momento.
»exaltacion era casi delirio ; hoy su delirio es casi lo-
cura. Por consiguiente , después de haber salido Morrel
>>Me amareis mucho , no es verdad , Morrel , para de la calle de Meslay á las ocho y media de su reloj , llegó
al cercado cuando daban las ocho en la iglesia de San
hacerme olvidar que la he abandonado en esta situacion ?
Felipe-du-Roule.
>>Creo que ocultan á mi abuelo Noirtier que esta no- El caballo y el cabriolé fuéron escondidos en las rui-
che es la firma del contrato. >>
nas de una casita donde acostumbraba Morrel escon-
Morrel no se contentó con las noticias que le daba derse.
Valentina . Poco á poco fué disipándose la luz , y el follaje del
Fuése á casa del notario , que le confirmó la noticia | jardin convirtiéndose en informes sombras.
de que el contrato se firmaria á las nueve. Salió entonces Morrel de su escondite, y con el co-
Luego se fué á casa de Monte-Cristo . razon palpitante vino á mirar á la abertura de la empa-
Alli supo mas todavía. lizada; pero no habia nadie.
Franz habia ido á anunciar al conde aquella solem- Dieron las ocho y media.
nidad. Otra media hora pasó esperando.
Madama de Villefort, le habia escrito por su parte, ro- Morrel se paseaba á lo largo de su posesion, y á in-
gándole la escusara de no convidarle ; pero la muerte de tervalos , cada vez mas cortos , venia á mirar por la
M. de Saint-Meran y el estado de su viuda echaban abertura.
sobre esta reunion un velo de tristeza , de que no queria El jardin se iba oscureciendo mas y mas, y en vano
hacer partícipe á una persona como el conde , á quien se afanaba por distinguir entre las tinieblas un vestido
deseaba todo género de felicidades . blanco; en vano se afanaba por distinguir en el silencio
Franz habia sido presentado la víspera á Madama de el ruido de los pasos.
Saint-Meran , que se habia levantado de la cama para A través del follaje se veía el edificio , sombrío y sin
esta ceremonia , volviendo en seguida á acostarse. ninguno de los caractéres de una casa donde se verifica
Fácil es de comprender que Morrel se hallaba en un cosa tan importante como la firma de un contrato ma-
estado de agitacion que no podia ocultarse á un ojo tan trimonial.
escrutador como el del conde . Así pues , Monte-Cristo Consultó Morrel su reloj , que señalaba las nueve y
estuvo con él mas afectuoso que nunca , tanto que dos tres cuartos; pero casi al mismo tiempo el otro reloj que
ó tres veces estuvo tentado el jóven de confesárselo había ya oido dos ó tres veces, rectificó el error del suyo
todo. dando las nueve y media.
Pero el recuerdo de la promesa que habia hecho á Llevaba una media hora mas de espera que la fijada
Valentina mantuvo su socreto en el fondo del corazon. por Valentina, que le habia citado para las nueve , mas
Veinte veces leyó aquel dia la carta de Valentina. bien antes que después .
Era la primera vez que le escribía ¡ y en qué ocasion! Momento terrible fué aquel para el jóven. Cada cam-
Y á cada vez que la leia renovaba su juramento de panada caia en su corazon como un martillo de plomo.
hacer á Valentina dichosa. El mas débil rumor entre las hojas , el menor su-
Con efecto , ¡ qué autoridad no tiene la joven que surro del viento, atraian su atencion y bañaban de su-
toma una resolucion tan enérgica ! ¡ qué no merece de dor su frente. Entonces, todo tembloroso , aplicaba su
aquel quien se lo sacrifica todo ! escala á la pared, y para no perder tiempo subia el pri-
Ella debe de ser para su amante el primero y el mas mer escalon .
digno objeto de su culto . En medio de estas alternativas de temor y de espe-
Debe de ser reina y muger á la par, y no es un alma ranza que dilataban y oprimian su pecho , dieron las
bastante para agradecerla y amarla. diez en San Felipe.
Con inesplicable agitacion pensaba Morrel en el mo- -i Oh ! murmuró aterrado Morrel ; es imposible que
mento en que Valentina llegase á decirle:-Ya me te- dure tanto tiempo la firma de un contrato , á menos que
neis aquí, Maximiliano, vuestra soy. suceda algo imprevisto . He calculado lo que duran todas
¡Qué bien preparada tenia la fuga ! las formalidades ... y algo pasa.
182 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Y tan pronto se paseaba delante de la verja como iba | liano latian violentamente ; espesas nubes pasaban por
á apoyar su frente abrasada en los helados hierros. ¿Se sus ojos; con que trepó al postre á la tapia, yde un salto
habria desmayado Valentina después de la ceremonia , estuvo en el jardín.
ó habrian descubierto su proyectada fuga? Se hallaba en casa de Villefort , y habia entrado en
Estas eran las dos únicas hipótesis que el jóven po- ella por escalamiento... un instante pensó en las conse-
dia aceptar, desesperantes ambas . cuencias que podria tener semejante ; accion pero no
La idea en que se fijó fué que en medio de su misma era tiempo de retroceder.
fuga le habrian faltado fuerzas á Valentina y habria Y anduvo unos diez pasos hasta internarse en una
caido desmayada en el jardin. calle de árboles.

...montóse en la tapia , y de un salto estuvo en el jardin.

-¡Oh ! á ser así , esclamó lanzándose á la escala , la En un minuto se plantó al estremo de la calle.
perderia y por mi culpa. Desde allí se descubria la casa.
El demonio, que le habia inspirado este pensamiento, Entonces se convenció de una cosa que habia ya
no le abandonó , de modo que al cabo de un instante, sospechado, y es , que en lugar de las luces que creia
por la fuerza del raciocinio se trocó en conviccion su ver brillar en cada ventana, cosa natural en los dias de
duda. ceremonia, no se distinguía mas que la inmensa mole
Tratando sus ojos de penetrar la sombra siempre negruzca velada aun por una gran cortina sombría que
creciente, se figuraban distinguir un objeto al parecer proyectaba una nube interpuesta delante de la luna.
humano. De cuando en cuando pasaba una luz como perdida,
Atrevióse á llamar, y creció su tormento con pare- por delante de tres ventanas del piso principal , venta-
cerle oir un quejido inarticulado. nas pertenecientes á las habitaciones de M. de Saint-
Al mismo tiempo dió el reloj las diez y media. Era Meran .
imposible esperar mas tiempo. Las sienes de Maximi- Otra luz permanecia inmóvil detrás de unas cor-
ww
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 183

tinas encarnadas, que eran de la alcoba de Madama de -Madama de Saint-Meran era sin duda de provecta
Villefort. edad, pero gozaba de una salud escelente .
Adivinólo Morrel todo esto. Mil veces , para seguir á Morrel respiró por primera vez después de diez mi-
Valentina con su pensamiento á cualquier hora del dia, nutos de agonia.
mil veces , repetimos , habia hecho que la jóven le -El pesar la ha matado, dijo Villefort; sí, el pesar
describiera minuciosamente su casa ; de modo que sin ¡doctor! Aquella costumbre que tenia de vivir al lado
haberla visto , casi se puede asegurar que la conocia del marqués hace mas de cuarenta años...
como su propio dueño. -No , no es el pesar , mi querido Villefort, repuso el
Mas aun le asustó aquella oscuridad y aquel silen- médico . El pesar puede matar, aunque son muy raros
cio , que la ausencia de Valentina. los casos ; pero no mata en un dia, ni mucho menos
Despavorido , loco de dolor, resuelto á arrostrarlo en una hora, ni en diez minutos.
todo por volverla á ver y asegurarse de la desgracia que Villefort no respondió nada; pero levantó la cabeza,
presagiaba, cualquiera que fuese , llegó á una plazoleta que hasta entonces habia tenido baja , y miró al
en que remataba la calle de árboles, y se disponia á atra-doctor con asombro .
vesar con toda la rapidez posible el parterre, donde po- -¿ Habeis permanecido á su lado durante su agonía?
drian descubrirle, cuando un rumor de voces bastante le preguntó M. d'Avrigny.
lejano aun , pero aproximado por el viento, llegó á sus -Sin duda , respondió el procurador del rey: vos me
oidos. dijísteis que no me alejase.
Dió al oirlo un paso hacia atrás , porque ya habia -¿Habeis notado los síntomas de su enfermedad?
salido fuera de las ramas y de los árboles ; y volviéndose -Seguramente: ha tenido tres accesos consecutivos
á internar en ellas, permaneció oculto en la sombra in- y cada vez mas graves... Cuando vos llegásteis , hacia
móvil y mudo como una estátua. algunos minutos que apenas podia respirar ; entonces
Su resolucion estaba tomada: si la que hallaba era tuvo una crisis que yo tomé por un simple ataque de
Valentina y venia sola, la avisaria con una palabra; si nervios ; pero no empecé á espantarme sino cuando la ví
venia acompañada, la veria al menos y se aseguraria de incorporarse sobre su lecho , con los miembros y el
que no le habia sucedido desgracia alguna ; si eran es- cuello crispados. Viendo tan alarmantes síntomas , os
traños , en fin escucharia algunas palabras de su con- miré , y en vuestro rostro conocí que la cosa era mas
versacion, y llegaría á comprender aquel misterio, tan grave de lo que yo creia . Pasada la crisis, busqué vues-
incomprensible para él. tros ojos; pero no los encontré. La tomábais el pulso,
Ddesembarazose la luna al fin de la nube que la cu- contábais sus latidos , y empezó la segunda crisis , que
bria, y vió Maximiliano aparecer en la puerta de la es- fué mas terrible que la primera; reprodujéronse los mis-
calinata á Villefort seguido de un hombre vestido de mos movimientos nerviosos, y sus labios se amorataron
negro. Entrambos bajaron y se adelantaron hacia la y se contrajo su cara.
plazoleta. Aun no habian andado cuatro pasos, y ya A la tercera espiró.
Morrel habia reconocido al doctor d'Avrigny en el hom- Desde el final de la primera reconocí que era el
bre vestido de negro . tétanos ; vos me confirmásteis en esta opinion.
Al verlos dirigirse hácia donde él estaba, retrocedió -Sí , delante de todo el mundo , repuso el doctor;
maquinalmente hasta encontrar el tronco de un sico- pero ahora estamos solos.
moro, detrás del cual se ocultó. -¿Qué vais á decirme, Dios mio?
A los pocos momentos cesó de crujir la arena -Que los sintomas del tétanos y del envenenamiento
bajo los piés del procurador del rey y del doctor con materias vejetales son absolutamente los mismos.
d'Avriguy. M. de Villefort se levantó... y tras un instante de
—¡Al querido doctor ! dijo Villefort ; el cielo se de- inmovilidad y de silencio , volvió á caer sobre el banco.
clara contra mi casa. ¡ Qué muerte tan horrible! ¡ qué -¡Oh Dios mio! señor doctor , dijo, ¿pensais bien en
agonía ! No procureis consolarme : ¡ay! no hay consuelo lo que me estais diciendo?...
para semejante desgracia ; la llaga es demasiado viva y "Morrel no sabia si soñaba ó estaba despierto.
demasiado profunda. ¡ Muerta! ¡ muerta! -Escuchad , dijo el doctor, conozco la importancia
Un sudor frio heló la sien del jóven , y sus de mi declaracion y el carácter del hombre á quien se
dientes chocaron unos con otros. ¿ Quién habia la hago.
muerto en aquella casa que el mismo Villefort mal- -¿Hablais al amigo... ó al magistrado ? le preguntó
decia? Villefort .
-Caballero Villefort , respondió el médico con un -Al amigo, al amigo en este momento. La relacion
acento que aumentó el terror del jóven, no os he traido que existe entre los síntomas del tétanos y los síntomas
aquí para consolaros sino para todo lo contrario . del envenenamiento con sustancias vejetales es tan
¿Qué quereis decir? le preguntó asombrado el pro- parecida , que si fuera preciso no vacilaria en asegurar-
curador del rey. to bajo mi firma. Así pues, os lo repito, no es al ma-
Quiero decir que además de la desgracia que os gistrado sino al amigo á quien advierto que tres cuartos
acaba de suceder, sucede otra mas terrible quizá. de hora he estudiado la agonía , las convulsiones, la
-¡Oh Dios mio! murmuró Villefort cruzando las muerte de Madama de Saint-Meran; y que no solamente.
manos; ¿qué me vais á decir? me atrevo á decir que ha muerto envenenada , sino que
-¿Estamos solos, amigo mio? guraria qué veneno la ha matado.
-¡Oh ! sí , solos. ¿Pero qué significan tales precau- Doctor , doctor !
ciones? -Todo fue, como habeis visto, una série de so-
-Significan que tengo que haceros una declara- ñolencias interrumpidas por crisis nerviosas, escitacio-
cion terrible, repuso el doctor. Sentémonos. nes cerebrales ... Madama de Saint-Meran ha sucum-
Villefort cayó sobre el banco, y el doctor permaneció bido á causa de una dósis violenta de brucina ó de es-
de pié enfrente de él , con una mano apoyada sobre tricnina, que le han administrado por casualidad ó por
su hombro. error sin duda .
Morrel, helado de espanto , sostenia su frente con Villefort cogió una mano del doctor.
una mano, y con la otra apretaba su corazon, cuyos la- -¡Oh, es imposible ! dijo, ¡ yo sueño , Dios mio, yo
tidos temia que se oyesen. sueño ! ¡ Es muy cruel oir decir semejantes cosas á un
-¡Muerta! ¡muerta ! repetia en su pensamiento. hombre como vos ! En nombre del cielo , os lo suplico
Y él mismo se sentia morir. querido doctor , decidme que podeis engañaros...
-Hablad, doctor; ya escucho , dijo Villefort. Herid ; -Sin duda... puede ser…… . pero…….
á todo estoy preparado. -¿Pero...
184 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Yo no lo creo. error ! Pero accidente ó error , el caso es que mi con-


-Doctor, apiadaos de mí. Hace algunos dias me estan ciencia me remordia y necesitaba comunicaros lo que
sucediendo cosas tan inauditas, que creo voy á volver- pensaba. A vos os toca informaros.
me loco. -¿Sobre quién ? ¿ cómo ? ¿ de qué?...
-¿Ha visto algun otro mas que nosotros á Madama -Veamos. ¿No ha podido engañarse Barrois y ha-
de Saint-Meran? berla dado alguna pocion preparada para su amo ?
-Nadie. -¿Para mi padre ?
-¿Han ido á buscar á la botica alguna medicina que -Sí.
no- fuese recetada por mí ? -¿Pero cómo podia envenenar á Madama de Saint-

¡Es muy cruel oir decir semejantes cosas á un hombre como vos!

-Ninguna. Meran una pocion preparada para mi padre? Le hubiera .


¿Tenia enemigos Madama de Saint-Meran? envenenado á él tambien.
-Que yo sepa, no. -No señor ; nada mas sencillo. Bien sabeis que en
-¿Tenia alguien interés en su muerte? ciertas enfermedades los venenos son un remedio : la
-¡No, Dios mio, no! Mi hija es su única heredera... parálisis es una de estas. Hará unos tres meses , que
Valentina... ¡ Oh ! si pudiese ocurrirme tal pensamien- después de haber hecho todo cuanto podia para devol-
to , me daria de puñaladas para castigar á mi corazon ver el movimiento y la palabra á M. Noirtier, me decidí
de haber podido abrigarlo. á intentar el último medio: hace cosa de tres meses , re-
¡ Oh ! esclamó á su vez M. d'Avrigny , querido pito , le trato por la brucina; así pues, en la última be-
amigo, no quiera Dios que yo pueda acusar á nadie; no bida que le receté entraban seis centigramos , que no
hablo mas que de un accidente , ¿ comprendeis ? ¡ de un ejercen accion sobre los órganos paralizados de M. Noir-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 185

tier , y á los cuales además está ya acostumbrado ; seis -No del veneno, que yo no he dicho tanto. Nos con
centigramos bastan para matar á otra persona cual- venceremos de la exasperacion del sistema nervioso,
quiera. reconoceremos la asfixia patente , palmaria , y os dire-
-Mi caro doctor, entre las habitaciones de M. Noir- mos :-Señor de Villefort ! si esto ha sucedido por ne-
tier y las de Madama de Saint- Meran no hay comuni- gligencia , vigilad á vuestros criados ; si por ódio , vigi-
cación alguna , y nunca Barrois entraba en las de mi lad á vuestros enemigos.
suegra. Os confieso en fin , doctor , que aunque os ten- -¡Oh Dios mio! ¿qué es lo que me proponeis , d'A-
ga por el hombre mas hábil y sobre todo mas recto del vrigny? respondió abatido Villefort: en cuanto otro mas

El doctor d'Avrigny.

mundo, aunque en todas ocasiones sea para mí vuestra que vos posea el secreto , será preciso instruir una
inteligencia un guia seguro é infalible como el sol , á causa, y una causa en mi casa ... ¡ imposible ! Sin em-
pesar de todo esto , repítoos , doctor , que necesito re- bargo , añadió el procurador dominándose y mirando
currir á este axioma: errare humanum est. con inquietud al médico , si lo quereis, si lo exigís , lo
-Escuchad , Villefort , le dijo el médico , ¿hay entre haré. Con efecto , quizás deba yo de seguir la pista al
mis cólegas alguno en quien tengais tanta fe como misterio este : mi posicion me lo ordena. Pero vedme,
en mí? doctor, ya en el estado mas triste del mundo . ¡ Tal es-
-¿Por qué me lo preguntais? ¿Adónde vais á parar? cándalo en mi casa tras tanto dolor ! ¡ Oh! mi muger y
-Llamadle: le diré lo que he visto, lo que he obser- mi hija se inorirán ; y yo , doctor, y yo... Ya sabeis que
vado, y haremos la autopsia. un hombre no llega a mi altura, que un hombre no ha
Y encontrareis las huellas del veneno? sido veinticinco años procurador del rey sin haberse he-
SEGUNDA SERIE .-ENTREGA 129.- TOMO 11 . 13
186 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cho muchos enemigos. Los mios son numerosos. Público Se iba á él directamente y se lo confesaba todo , ro-
este suceso, será para ellos un triunfo , y una vergüen- gándole que le disimulára y aprobase aquel amor que le
za para mí. Doctor , perdonadme estas ideas munda- unia con su hija y á su hija con él.
nas. Si fuéseis un sacerdote no me atrevería á hablaros Morrel estaba loco.
así ; pero sois hombre , conoceis á los hombres.... Doc- Por fortuna nadie le vió.
tor , doctor, nada me habeis dicho , ¿ no es verdad ? Entonces fué cuando pudo aprovecharse á las mil
-Mi querido Villefort, respondió el doctor conmovi- maravillas de las noticias que tenia del interior de la
do , mi principal deber es la humanidad . Hubiera sal- casa .
vado á Madama de Saint-Meran , á bastarme los recur- Al llegar á lo alto de la escalera se detuvo como para
sos de la ciencia ; pero ya ha muerto y me debo á los orientarse; pero un sollozo cuyo acento conocia le indicó
vivos . Enterremos este secreto en lo mas recóndito de el camino que debia de seguir.
nuestros corazones. Si alguien lo vislumbra, permitiré Una puerta entreabierta dejaba llegar á él los reflejos
que se achaque á ignorancia mia el guardar yo silencio. de una luz y los ecos del sollozo .
Sin embargo, caballero , indagad, indagad activamente , Empujó la puerta y entró.
porque acaso no será esta la última víctima ... y cuando En el fondo de una alcoba yacia el cadáver cubierto
hayais encontrado al culpable , si lo encontrais , yo se- con un sudario que dibujaba sus formas ; cadáver mas
ré quien os diga: -Magistrado , haced vuestra vo- horrible de ver á Maximiliano , desde que la casualidad
luntad. le hizo poseedor de aquel tremendo secreto .
-Gracias , gracias , dijo Villefort con indecible ale- De rodillas junto à la cama, medio oculta en un
gría. Nunca tuve mejor amigo que vos. gran sillon , trémula y agitada por los sollozos , yacia
Y como si temiese que d'Avrigni se arrepintiera, Valentina con las manos juntas por detrás de la ca-
levantóse y se lo llevó hácia la casa. beza, que no se le veia.
Como si necesitára respirar , sacó Morrel su cabeza Habia abandonado el balcon que aun estaba abier-
de entre los árboles , y la luna pudo alumbrar aquel to , y rezaba en alta voz con acento que hubiera con-
rostro tan pálido , que parecia el de un fantasma. movido al pecho mas duro.
-Dios, murmuró, me protege de un modo evidente, Salian las palabras de sus labios rápidas , incoheren-
pero terrible ! y Valentina! pobre alma mia! ¿ resistirá tes, ininteligibles: tanto el dolor secaba su garganta y
tantos dolores? la oprimia .
Y esto diciendo, miraba alternativamente al bal- La luna, penetrando á través de las persianas, hacia
con de cortinas encarnadas y á los tres de cortinas palidecer la luz artificial , y daba un colorido muy mas
blancas. fúnebre á aquel cuadro de desolacion.
La luz habia desaparecido del primero casi com- Morrel no pudo resistirlo.
pletamente . No era nada piadoso; no era nada blando de cora-
Sin duda Madama de Villefort habia apagado su zon; pero Valentina llorosa , afligida y retorciéndose los
luz , dejando solo la lamparilla. brazos en su presencia , era un espectáculo superior á
Por el contrario , al otro estremo del edificio vió sus fuerzas.
abrirse uno de los tres balcones. Lanzó un suspiro , murmuró un nombre, y una ca-
Una bujía , colocada sobre la chimenea, proyectó beza anegada en lágrimas y enrojecida por los reflejos
en el jardin sus pálidos reflejos, y una sombra vino un del sillon, una cabeza semejante á la de la Magdalena
instante á ponerse de codos en el balcon. del Correggio , se incorporó permaneciendo vuelta há-
Morrel se estremeció. cia él.
Creia haber oido sollozar. Valentina no pareció asombrarse de verle ; que no
No era estraño que aquel alma , tan enérgica por hay emociones intermediarias en un corazon tan hen-
lo comun, pero turbada y exaltada ahora por las dos pa- chido de penas.
siones mas fuertes , el amor y el terror , se hubiera de- Morrel le alargó la mano.
bilitado hasta el punto de forjar quimeras y supers- Por toda disculpa de no haberle cumplido su pala-
ticiones. bra , le señaló Valentina el cadáver , y tornó á sollozar.
Aunque fuera imposible que Valentina le distinguie- Ni uno ni otro se atrevian á hablar en aquel sitio.
se, oculto como él se hallaba , creyó que le llamaba la Parecia que la muerte, oculta en algun rincon , les
sombra. recomendase el silencio con un dedo sobre los labios.
Su conturbado espíritu se lo dijo, y su corazon ar- Valentina fué la primera que se atrevió.
diente se lo repitió. -¿Cómo habeis venido aquí , amigo mio? le dijo.
Este doble error formaba una realidad irresistible , y ¡ Ay! ¡ con cuánto placer os vería, á no haberos abierto
en uno de esos inesplicables ímpetus de la juventud la puerta la muerte !
salió de su escondite , y en dos brincos , á riesgo de -Valentina, respondió Morrel con temblorosa voz y
que lo vieran , á riesgo de asustar á Valentina , ó de juntas las manos , desde las ocho y media os estaba
arrancarle un grito que pusiese en alarma á toda la casa, esperando , y como no veníais , lleno de inquietud salté
atravesó el parterre lleno de luna, que lo trasformaba la pared, penetré en el jardin, y algunas voces que ha-
en un lago blanco é inmenso, y ganando la alameda de blaban de la fatal ocurrencia...
naranjos que enfilaba con el edificio , subió rápidamen- -¿Qué voces? dijo Valentina.
te los escalones del peristilo y empujó la puerta , que Estremecióse Morrel , recordando la conversacion
se abrió al momento. del doctor y de Villefort , y pareciéndole ver á través
Valentina no le habia visto . del sudario los brazos contraidos, el cuello torcido y
Sus ojos, clavados en el cielo, seguian el curso de los amoratados labios de Madama de Saint- Meran .
una nubecilla plateada, que al disiparse en el éter toma- -Las voces de vuestros criados, respondió.
ba los contornos de una sombra. -Pero llegar hasta aquí es perdernos , amigo mio,
Su alma poética y exaltada le decia que era el alma dijo Valentina sin miedo y sin enojo.
de su abuela. -Perdonadme , respondió Morrel en el mismo tono;
Entre tanto Morrel habia atravesado las antesalas, y me iré.
llegaba á la escalera . -No, dijo Valentina, que os encontrarian ; quedaos
Sus pasos no podian oirse, porque estaba entapizada. aquí...
Habia llegado además el jóven á un punto tal de -¿Pero y si vienen...
exaltacion , que no le hubiese asustado la presencia del La jóven meneó la cabeza.
mismo procurador del rey. A suceder esto , su resolucion -Nadie vendrá; descuidad, eso nos lo fia.
estaba tomada. Y señalaba el cadáver.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 187

-Pero decidme, repuso Morrel , ¿qué ha pasado con -Acompañando al doctor, añadió Morrel.
M. d'Epinay? -¿Cómo sabeis que es el doctor? le preguntó Valen-
-Llegó á firmar el contrato cuando mi abuelo exha- tina admirada .
laba el último suspiro. -Lo presumo, dijo Morrel.
¡Ay ! dijo Morrel con un sentimiento de júbilo Valentina le miro atentamente.
egoista, pues calculaba que aquella muerte retardaria En esto se oyó cerrar la puerta de la calle.
el matrimonio de su amada. Villefort además cerró con llave la del jardin, y vol-
-Lo que redobla mi dolor, prosiguió Valentina como vió á subir la escalera.

...le señaló Valentina el cadáver.

para castigar en el acto á Maximiliano, lo que lo redo- En la antesala se detuvo un momento como si va-
bla, es que mi pobre abuela al morir mandó que el ma- cilase entre volver á su cuarto ó entrar en la alcoba de
trimonio se llevase á efecto lo mas pronto posible. ¡Dios la difunta.
mio! ella tambien creyendo protegerme se declaraba Morrel se ocultó detrás de una cortina.
mi enemiga. La jóven no hizo un movimiento siquiera.
-Escuchad, dijo Morrel. Parecia que aquel dolor supremo la hiciese desdeñar
Y ambos guardaron silencio. los peligros vulgares.
Öyóse abrir una puerta, y pasos en el corredor y en M. de Villefort entró en su cuarto al fin...
la escalera. -Ahora ya no podeis salir ni por la puerta del jardin
-Es mi padre, que sale de su gabinete , dijo Va- ni por la de la calle, dijo Valentina.
lentina. Morrel la contemplaba asombrado.
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
188

Y atravesando el corredor bajó por una escalerilla


Ya no teneis mas que una salida franca y libre ,
que conducia al cuarto de Noirtier.
añadió la jóven , y es la del cuarto de mi abuelo.
Y se levantó añadiendo: Maximiliano la seguia de puntillas.
En la meseta encontraron á Barrois.
-Venid . -Cerrad la puerta y no dejeis entrar á nadie , le dijo
-¿Adónde ? le preguntó Maximiliano .
-Al cuarto de mi abuelo. Valentina .
Y entró delante.
-¡Yo al cuarto de M. Noirtier !
Noirtier permanecia en su sillon con los ojos clava-
-Sí. dos ávidamente en la puerta y atento al menor ruido
-¿Lo habeis pensado bien , Valentina ?

IV

...yo le amo , y no seré de nadie sino suya.

pues su criado le tenia al corriente de todo lo que


-Hace mucho que lo pienso . Solo este amigo tengo
o
en el mund , y los dos le neces itamo s . Veni d. pasab a.
Al ver á Valentina se dilataron sus ojos.
-Cuenta con lo que haceis, Valentina , prosiguió el En el andar y en la actitud de la jóven habia algo
jóven vacilando en obedecerla . Ha caido la venda de
mis ojos , y reconozco que ha sido una verdadera lo- de grave y solemne que chocó al anciano .
Y su mirada , de brillante que era, se trocó en inter-
cura el venir aquí. ¡ Estais vos misma en vuestro jui-
roga dora
-Qu eri. do padre, dijo Valentina en voz breve, escú→
cio , querida mia !
-Sí , respondió Valentina , y solo un escrúpulo me chame bien . Ya sabes que mi abuela ha muerto hace
asalta . Dejar solo el cadáver de mi pobre abuela, que he una hora , y que escepto tú ya no tengo en el mundo
tomado á mi cargo el custodiar .
-La muerte es de suyo sagrada , Valentina , dijo quiLos en me ame.
ojos de Noirtier tomaron una espresion de in-
Morrel.
-Sí, repuso la jóven; y además tardaré poco. Venid . finita ternura.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 189

-¿Conque á tí solo, no es verdad , debo de confiar -Pues bien; oidlos.


mis penas y mis esperanzas? Y aquí le contó cómo un cabriolé estaba esperándole
El paralítico hizo señas de que sí. en el cercado , cómo trataba de robar á Valentina y
Valentina trabó á Morrel de la mano. llevarla á casa de su hermana y unirse á ella, y espe-
-Mira bien pues á este caballero, dijo. rar respetuosamente el perdon de M. de Villefort.
El viejo clavo en Morrel sus ojos escrutadores, un -No, dijo Noirtier.
tanto admirado. -¿No? repuso Maximiliano; ¿no es eso lo que se debe
-Es, añadiólajóven, M. Maximiliano Morrel , hijo de hacer ?
aquel honrado comerciante de Marsella , de quien sin -No .
duda habrás oido hablar. -¿Luego no aprobais este proyecto?
-Sí , contestó el viejo. -No.
-Es un nombre sin tacha que está en camino de -Pues otro medio hay, añadió Morrel.
ilustrar Maximiliano , pues á los treinta años es ya ca- La mirada interrogadora del viejo le preguntó:
pitan de spahis y oficial de la legion de honor. -¿Cuál?
El anciano hizo seña de que lo recordaba. -Iré, prosiguió Maximiliano, iré á buscar á M. d'Epi-
-Pues bien , abuelito , dijo Valentina arrodillándose nay-y me alegro de poder deciros esto en ausencia de
delante de él y señalándole con una mano al jóven, yo Valentina, ―irě á buscarle, y haré de modo que le obli-
le amo, y no seré de nadie sino suya. Si me obligan á gue á portarse como debe.
casarme con otro , me dejaré morir o me mataré. La mirada de Noirtier proseguia interrogándole.
Los ojos del paralítico espresaban todo un mundo de -¿Qué haré?
pensamientos tumultuosos.
-Tú tambien amas á M. Maximiliano Morrel, ¿ no es -Oidlo. Iré á buscarle , como decia , le diré los lazos
verdad, abuelito? le preguntó la jóven. que me unen á Valentina; y si es hombre de delicadeza,
-Sí, respondió el anciano inmoble. la probará renunciando él mismo á la mano de su pro-
-¿Y puedes tú protegernos contra la voluntad de mi metida, y mi amistad y mi gratitud serán eternas para
padre, á nosotros que somos tambien tus hijos? él; pero si se niega, si el interés ó un orgullo ridículo
Noirtier fijó en Maximiliano su inteligente mirada le hacen persistir , después de probarle que á quien
como para decirle : desaira es á mi muger , que Valentina me ama y no
-Segun y conforme. puede amar á nadie sino á mí , me batiré con él dán-
Morrel lo comprendió todo. dole todas las ventajas posibles, y le mataré ó me ma-
-Señorita, dijo, á la habitacion de vuestra abuela os tará si le mato, no se casará con Valentina ; y si me
llama un deber sagrado. ¿Quereis permitirme un ins- mata á mí, estoy seguro de que Valentina no se casará
tante el honor de hablar con M. Noirtier? con él.
-Sí... sí... eso es, dijeron los ojos del anciano. El anciano contemplaba con indecible satisfaccion
Y luego miró á Valentina con inquietud . aquella noble y sincera fisonomía en que se iban reve-
¿ Quieres decir , abuelito , que cómo te compren- lando todos los sentimientos que su voz esplicaba, dán-
derá? doles la espresion de su hermoso rostro esa vida que el
-Sí. colorido dá al dibujo.
-¡Oh ! descuida. Hemos hablado tanto de tí , que él Sin embargo, cuando acabó Morrel de hablar cerró
sabe ya cómo nos componemos tú y yo. Noirtier los ojos repetidas veces, que era como sabemos,
Y volviéndose luego á Maximiliano con una sonrisa su manera de decir que no.
encantadora, aunque impregnada de profunda tristeza, -¿No? repitió Morrel. ¿Conque desaprobais el se-
añadió : gundo proyecto, como habeis desaprobado el primero?
-Sabe tanto como yo sé. -Sí, lo desapruebo, repuso el anciano.
Levantóse Valentina , acercó una silla para Morrel, -¿Pues qué he de hacer , caballero? le preguntó
encargó á Barrois que no dejase entrar á nadie, y des- Morrel. Las últimas palabras de Madama de Saint-
pués de abrazar á su abuelo tiernamente y despedidose Meran recomendaron que la boda fuese pronto. ¿Debo
de su amante, salió de la estancia. dejar...
Al punto Morrel, para probar al anciano que poseia Noirtier permaneció inmóvil.
entera la confianza de Valentina y todos sus secretos, -Sí, ya comprendo, dijo Morrel ; debo esperar.
cogió el diccionario , papel y pluma , y los colocó sobre -Sí.
una mesa en que ardia una lampara. -Pero cualquiera dilacion nos pierde. Entregada
-Pero antes, dijo, permitidme , caballero , contaros á sí misma Valentina , es débil y la obligarán como á
quien soy yo, cómo me he enamorado de Valentina, y un niño. Habiendo entrado aquí milagrosamente para
cuáles son mis proyectos . saber lo que pasa , llegado milagrosamente á vuestra
-Ya os escucho, dijo Noirtier con los ojos. presencia, no puedo en razon esperar que tales mila-
Era un espectáculo harto imponente el de aquel an- gros se repitan . Creedme : no hay otro medio que uno
ciano , cadáver en apariencia , y que era sin embargo de los que os propongo , y perdonad esta arrogancia á
el único apoyo, el único protector, el único juez de dos mis pocos años. Decidme pues cuál de los dos preferís.
amantes jóvenes, y hermosos y fuertes. ¿Autorizais á Valentina á confiarse á mi honor?
Su rostro, de una nobleza y austeridad notables, -No.
imponia mucho á Morrel , que principió temblando su ¿Preferís que yo me las haya con M. d'Epinay?
relacion. -No.
Contóle cómo habia conocido y cómo habia ama- -¡Pero Dios mio ! ¿De quién nos ha de venir el so-
do á Valentina, y cómo ella, aislada por la desgracia, ha- corro que esperamos, del cielo?
bia acogido y pagado su amor. Los ojos del anciano se sonrieron, que era lo que
Díjole cuál era su nacimiento, su posicion y su for- acostumbraba al oir hablar del cielo.
tuna, y mas de una vez al interrogar la mirada del pa- Siempre quedaba algo de ateismo en el jacobino
ralítico, esta mirada le respondia: de 1793.
-Bien, bien , proseguid." -¿De la casualidad? añadió Morrel.
-Ahora, dijo Morrel terminando la primera parte de -No .
su narracion , ahora que os he contado , caballero, mi -¿De vos?
amor y mis esperanzas , ¿debo tambien de contaros -ší.
nuestros proyectos ? -¡De vos!
-Sí, contestó el anciano. -Ší, repitió el anciano.
190 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Comprendeis bien mi pregunta , caballero ? Disi- De otro trepó la pared , y con ayuda de su escala , en
mulad que insista, pues mi vida está pendiente de vues- un minuto se encontró en el cercado , donde le espe-
tra respuesta. ¿Nos vendrá de vos la salvacion? raba el cabriolé.
-Sí. Abrumado de emociones , pero con el pecho mas
-¿Estais seguro? tranquilo , llegó á media noche á la calle de Meslay, se
-Ší. tendió en la cama , y durmió como si estuviera aletar-
-¿Respondeis de ello? gado por los vapores del vino.
-Si.
Y en la mirada que así respondia afirmativamente CAPITULO XV.
brillaba tanta firmeza , que era imposible dudar de la
voluntad, cuando no del poder de aquel anciano. EL MAUSOLEO DE LA FAMILIA DE VILLEFort.
-Gracias, ¡ oh! gracias. ¿ Pero cómo , á menos que un
milagro de Dios os devuelva la palabra y la accion , Dos dias después á las diez de la mañana se veia
cómo podreis vos agarrotado en esa silla , vos mudo é reunida una multitud considerable á la puerta de M. de
inmóvil , cómo podreis oponeros á ese matrimonio? Villefort , y una inmensa fila de carruajes se estendia
Una sonrisa dilató el rostro del anciano, sonrisa es- por todo el barrio de San Honorato y la calle de la Pe-
traña, que al fin eran los ojos solamente los que se son- piniere.
reian, Entre estos carruajes habia uno de forma particular,
-¿Conque debo esperar? le preguntó el jóven. y que parecia haber hecho un largo viaje.
-Sí. Era una especie de furgon pintado de negro, y ha-
-¿Y el contrato ?... bia acudido de los primeros á la cita.
La misma sonrisa de antes. Todo el mundo trataba de saber qué era aquello , y
-¿Quereis darme á entender que no se firmará? se averiguó que por una coincidencia estraña , en-
-Sí. cerraba aquel carruaje el cuerpo del marqués de Saint-
-¡Conque ni siquiera se firmará el contrato ! esclamó Meran , y que los concurrentes al entierro acompaña-
el jóven . ¡ Oh! perdonadme , caballero , que siempre es rian á dos cadáveres.
permitido dudar de las grandes venturas. ¿No se fir- La concurrencia era grande , porque M. de Saint-
mará el contrato? Meran, señor de los mas celosos y fieles al rey Luis XVIII
-No , repuso el paralítico. y á Carlos X , habia conservado muchos amigos , que
A pesar de esto Morrel no se convencia. juntos á los de Villefort , hacian muy numeroso el cor-
Era tan estraña aquella promesa de un viejo impo- tejo fúnebre .
tente , que en vez de emanar de la fuerza de voluntad, Advertidas al punto las autoridades, consintieron en
podia ser hija de debilidad de la razon . que se hiciesen los dos entierros á la par .
¿No es natural que el loco , ignorante de su locura, A un segundo carruaje , adornado con la misma
pretenda hacer imposibles? pompa funeral , se trasportó la caja que en el furgon
Habla el débil del peso que levanta , el tímido de los yacia .
valientes con quien lucha , el pobre de los tesoros que Ambos cuerpos debian de ser enterrados en el ce-
maneja , y todo el mundo en fin se cree en su orgullo menterio del Padre Lachaise, donde desde mucho tiem-
superior. po atrás habia hecho construir Villefort un mausoleo
Fuera que comprendiese Noirtier la indecision del para toda su familia.
jóven, ó que no tuviese mucha fé en la docilidad que Ya lo ocupaba la pobre René, y al cabo de diez años
habia demostrado, le miró fijamente. venian á reunírsele su padre y su madre.
-¿Qué quereis, caballero? ¿que os renueve mi pro- Siempre curioso y siempre aficionado á los entier-
mesa de no hacer nada? le preguntó Morrel. ros, vió el pueblo de París en silencioso recogimiento
La mirada de Noirtier permaneció fija y firme, como pasar aquel cortejo, acompañando á su última morada á
dando á entender que no le satisfacía una promesa ; y dos nombres de los mas célebres de la antigua aristo-
Juego pasó del rostro á la mano. cracia por su apego á las tradiciones y á las costum-
-¿Quereis que lo jure , caballero ? le preguntó el bres de otra época.
jóven. En un mismo carruaje iban Beauchamp, Alberto y
-Sí , lo quiero , respondió el paralítico con la misma Chateau-Renaud , hablando de aquella muerte casi re-
solemnidad. pentina.
Morrel comprendió que daba mucha importancia á -A mi vuelta de Argel, decia Chateau-Renaud, vi e
aquel juramento, y estendiendo la mano , dijo: año pasado en Marsella á Madama de Saint-Meran, y
-Juro por mi honra esperar vuestra resolucion para parecióme destinada á vivir cien años , pues su cabeza
habérmelas con M. d'Epinay. estaba muy firme, su salud era perfecta, y su actividad
-Bien, dijeron los ojos del anciano. prodigiosa siempre. ¿ Qué edad tendria?"
-¿Mandais ahora que me retire , caballero ? le pre- -Sesenta y seis años , respondió Alberto, segun me
guntó Morrel. ha dicho Franz. Pero no es la edad lo que la ha matado,
-Sí. sino el dolor de haber perdido al marqués. Parece que
-¿Sin ver á Valentina? desde su muerte habia quedado muy trastornada, y no
-Sí . habia vuelto á recobrar enteramente la razon.
Morrel le hizo seña de que estaba pronto á obede- -Pero en fin, ¿ de qué ha muerto ? preguntó Beau-
cerle. champ.
Y ahora , prosiguió Morrel , ¿ permitís á vuestro -De una congestion cerebral ó de apoplegía fulmi-
nieto que os abrace como os ha abrazado vuestra nieta? nante... ¿ no viene á ser lo mismo?
La espresion de los ojos de Noirtier no dejaba duda -Con corta diferencia .
alguna. ¡De apoplegía ! dijo Beauchamp ; eso es inverosímil .
El joven posó los labios en su frente en el mismo si- Aunque sola una vez en mi vida, yo he visto tambien
tio donde le habia besado Valentina. á Madama de Saint-Meran , y recuerdo que era baja,
on
Luego saludó al anciano por segunda vez , y fuése. seca y de una constituci mas bien nerviosa que san-
En la meseta encontró á Barrois que le esperaba de guínea. Muy raras son las apoplegias ocasionadas por el
órden de Valentina. dolor en personas como la marquesa.
Y guiado por él llegó Maximiliano por un oscuro pa- -En suma, dijo Alberto, sea cualquiera el médico ó
sadizo á una puertecilla que daba al jardin. la enfermedad que la haya matado, ya tenemos á M. de
De un salto se plantó en la reja. Villefort , ó mas bien á su hija Valentina , ó mas bien á
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 191

nuestro amigo Franz , en posesion de una magnífica , berto. Solo una cosa deseo saber , y es cómo se arregla-
herencia , que segun mis noticias asciende á ochenta rá Franz con un abuelo que no puede pasarse sin su
mil libras de renta. nieta. Pero....¿dónde está Franz?
-Herencia que casi se doblará á la muerte del viejo -En el primer coche, con M. Villefort, que le con-
jacobino Noirtier. sidera ya como de la familia.
-¡Vaya un abuelo duro de pelar! dijo Beauchamp. En cada uno de los carruajes que formaban el
Tenacem propositi virum. acompañamiento , se hablaba de lo mismo sobre poco
-No parece sino que se proponga enterrar á todos sus mas o menos. Todos se admiraban de aquellas dos

El entierro.

herederos... y se sale con la suya. Bien se conoce en muertes tan próximas entre sí y tan súbitas ; pero na-
él al antiguo convencional de 93 que decia á Napoleon die sospechaba siquiera el terrible secreto que en su
en 1814: paseo nocturno habia revelado M. d'Avrigny á M. de
«Decae vuestro prestigio , porque el imperio fran- Villefort.
. »cés es un árbol jóven abrumado por su escesivo fo- Una hora después llegaron á la puerta del ce-
»llaje . Tomad por tutor á la República ; tornemos á los menterio.
>>campos de batalla con una buena constitucion , y yo El tiempo estaba en calma , pero nublado , y por
"Os prometo quinientos mil soldados , otro Marengo ende muy en armonía con aquella lúgubre ceremonia .
»y otro Austerlitz. Entre los grupos que se dirigieron al mausoleo de
>>Las ideas no mueren , señor. Tal vez dormitan; la familia, reconoció Chateau-Renaud á Morrel que habia
»pero despiertan mas vigorosas que antes. »> venido solo en un cabriolé.
-Para él los hombres son como las ideas , dijo Al-
Estaba muy pálido, y no se reunió con nadie.
192 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-¿Vos aquí? le dijo Chateau-Renaud trabándole del Esforzóse pues á no dejar traslucir nada en su rostro,
brazo . Si conoceis á M. de Villefort, ¿cómo es que y saludó á Franz reprimiéndose .
nunca os haya visto yo en su casa? -La señorita de Villefort estará muy triste, pre-
-No es M. de Villefort á quien conozco , sino Ma- guntó Debray á Franz .
dama de Saint-Meran á quien conocia , respondió -¡Oh! con estremo , respondió este . Esta mañana
Morrel. me costó trabajo conocerla.
En este punto se les reunió Alberto acompañado Estas palabras, al parecer tan sencillas, destrozaron
de Franz. el corazon de Morrel.

...y saludó á Franz reprimiéndose.

¡Aquel hombre habia visto á Valentina! ¡habia ha-


-El sitio es malo , dijo el primero; mas no importa;
que no somos supersticiosos. Caballero Morrel , permi- blado
Sucon
sangr ella!
e ardiente estuvo para hacerle faltar á su
tidme que os presente á M. Franz d'Epinay, escelente
compañero de viaje con quien he visitado toda la Ita- ment
juraDe o . to cogió el brazo de Chateau-Renaud y le
pron
lia. Querido Franz , te presento á M. Maximiliano Mor-
rel , escelente amigo que he adquirido en tu ausencia , arrastró al mausoleo , ante cuya puerta acababan de
y cuyo nombre oirás en mi boca siempre que tenga depositar los dos cadáveres los enterradores .
-¡Magnífica habitacion ! dijo Beauchamp ; palacio que
que hablar de corazon, de talento y de amabilidad. lo mismo sirve para el verano que para el invierno.
Morrel estuvo un momento indeciso .
Preguntóse si no era punible hipocresía saludar casi Aquí habitareis vos tambien cuando os llegue la hora,
amistosamente al hombre á quien atacaba por debajo mi querido Franz , porque pronto sereis de la familia .
de cuerda ; pero se le acordaron su juramento y la gra- Yo, como filósofo , deseo solamente una casita de campo,
vedad de la ocasion . un sepulcro modesto á la sombra de los árboles , y no
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 193

una mole por ese estilo que aplaste mis huesos. A la -Debo de recordaros, señor d'Epinay, y la ocasion
hora de la muerte diré á los que me rodeen lo que Vol- no es acaso tan inoportuna como á primeravista parece,
-
taire escribia á Piron: « Eorus, » — y negocio conclui- porque la obediencía á los muertos es la primera ofren-
do... Vamos, Franz, ¡ valor ! que vuestra muger hereda. da que se ha de depositar sobre su tumba; debo pues
-En verdad que sois, Beauchamp, insoportable, dijo de recordaros el deseo que anteayer manifestaba Ma-
el jóven. La política os tiene acostumbrado á reiros de dama de Saint-Meran en su lecho de agonía de que
todo , porque los hombres políticos no creen en nada; no se retarde el matrimonio de Valentina . Ya sabeis
pero cuando teneis, Beauchamp, el honor de tratar con que los negocios de la difunta estan en toda regla ; el
simples mortales , y la fortuna de separaros momentá- notario me ha enseñado los documentos que permiten
neamente de la política, procurad recoger vuestro cora- hacer de una manera definitiva el contrato matrimo-
zon que os dejais en la antesala de la cámara de los di- nial . Podeis verle vos mismo y hacer que os los enseñe
putados ó de los pares. tambien. Se llama M. Deschamps, y vive en la plaza de
-¡Bah! ¿ Qué es la vida? repuso Beauchamp, un des- Beauveau , en el barrio de San Honorato.
canso en la antesala de la muerte. -Caballero , respondió Franz , creo que no es esta
-Al primer dolor de cabeza que tengais será otra ocasion para que Valentina , sumida como está en el
cosa , dijo Alberto. dolor, piense en casarse; y temeria...
Y se retiró con Franz á un lado , dejando á Beau- -El deseo mas vivo de Valentina , le interrumpió
champ proseguir con Debray sus disertaciones filosó- Villefort, es cumplir la última voluntad de su abuela.
ficas. Conque os respondo de que por su parte no habrá obs-
El mausoleo de la familia de Villefort era un cuadri- táculo ninguno.
longo de mármol blanco de unos veinte piés de altura. - En ese caso , caballero , respondió Franz , podeis
El interior estaba dividido en dos habitaciones, cor- obrar como gusteis, pues de la mia tampoco habrá obs-
respondiente una á la familia de Saint-Meran y la otra á táculo ninguno. Mi palabra está empeñada y la cum-
la de Villefort. Cada una tenia su puerta independiente pliré, no solo con gusto , sino creyéndome dichoso.
de la otra. -Entonces nada nos detiene , dijo Villefort . Hace
En este mausoleo no se veian como en tantos otros tres dias que se debió firmar el contrato; conque todo
esos innobles nichos donde la economía encierra á los lo hallaremos dispuesto . Podemos firmarle hoy mismo.
muertos con inscripciones que los asemejan al anaquel -¿Y el duelo?... dijo vacilante Franz .
de un comerciante. Lo único que por la puerta de bronce -Descuidad, caballero, que nunca se olvidan en mi
se divisaba era una piececita severa y lúgubre , sepa- casa las conveniencias sociales , repuso Villefort . Valen-
rada del verdadero enterramiento por una pared. tina podrá retirarse los tres meses del luto rigoroso á
En esta pared era donde se veian las dos puertas de sus tierras de Saint-Meran, -y digo sus tierras porque
que hablábamos há poco , pertenecientes á los Villefort ya son suyas. Allí se celebrará si os parece el matrimo-
y á los Saint-Meran. nio civil dentro de ocho dias , sin fausto , sin pompa.
Allí podia el dolor esplayarse con entera libertad, Otro de los deseos de Madama de Saint-Meran era que
siu que los paseantes livianos , que hacen de una visita su nieta se casase en aquella posesion . Luego podreis
al Padre Lachaise una romería ó una cita amorosa , vi- vos volver á París, y vuestra esposa se quedará con su
niesen á turbar con sus cantos , sus gritos ó sus carre- madrastra hasta cumplir el luto.
ras la muda contemplacion ó el rezo bañado en lá -Como gusteis , caballero, dijo Franz.
grimas. -Pues hacedme el favor de esperar media hora,
Los dos atahudes entraron en el mausoleo de la de- repuso M. de Villefort. Valentína bajará á la sala. Man-
recha , que era el de la familia de Saint-Meran , siendo daré llamar á M. Deschamps; leeremos y firmaremos el
colocados allí en unas andas provisionales . contrato en seguida , y esta misma tarde Madama de
Solo entraron en el santuario Villefort , Franz y al- Villefort acompañará á Valentina á sus tierras, adonde
gunos parientes de los mas cercanos . iremos á buscarlas nosotros dentro de ocho dias.
Como las ceremonias religiosas se habian verificado -Una sola cosa tengo que pediros , caballero , dijo
á la puerta , y como no habia discursos que pronunciar, Franz.
los concurrentes se diseminaron al punto. -¿Cuál?
Chateau-Renaud , Alberto y Morrel se fuéron por -Deseo que Alberto de Morcef y Raoul de Chateau-
un lado, y Debray y Beauchamp por otro. Renaud presencien la firma del contrato , pues ya sabeis
Maximiliano se detuvo á la puerta del cementerio que son mis testigos.
con un pretesto cualquiera. -Media hora basta para avisarlos . ¿ Quereis man-
Viendo á Franz y á Villefort salir juntos en uno de darles un recado ? ¿ Quereis ir en su busca vos mismo?
los coches del duelo , concibió tristes sospechas de aquella -Prefiero eso.
entrevista. -Os espero pues dentro de media hora, baron. Va-
Al regresar él á París en el mismo carruaje en que lentina estará dispuesta.
iban Chateau -Renaud y Alberto , ni siquiera oyó una Franz le saludo y salió.
palabra de las que hablaron . Acto continuo mandó Villefort que avisasen á Va-
Con efecto, al tratar Franz de separarse de M. de lentina de que tenia que bajar á la sala dentro de media
Villefort, le habia dicho éste : hora, puesto que iban á venir el notario y los testigos
-¿Cuándo os volveré á ver , señor baron? de M. d'Epinay .
-Cuando gusteis, caballero, habia respondido Franz . Esta noticia inesperada produjo mucha sensacion
-Lo mas pronto posible . en la casa.
-Estoy á vuestras órdenes. ¿Quereis que regrese- Madama de Villefort no queria creerla, y Valentina
mos juntos? se quedó como herida de un rayo.
-Si no os causa molestia... Miró en torno suyo en demanda de apoyo , é iba ya
-Ninguna. á bajar al cuarto de su abuelo , cuando tropezó en la es-
Así fué como el futuro suegro y el futuro yerno su- calera con M. de Villefort, que cogiéndola del brazo la
bieron á un mismo carruaje, y con verlos pasar Morrel, condujo á la sala.
concibió justamente sospechas graves. En la antesala estaba Barrois , y Valentina le lanzó
Villefort y Franz volvieron al barrio de San Ho- al paso una mirada de desconsuelo .
norato. Un instante después de Valentina entró Madama de
Sin hablar á nadie, ni aun á su muger y á su hija, Villefort con Eduardo.
entró con el jóven en su gabinete el procurador del rey, Se conocia que tambien le habia tocado su parte en
é indicándole que se sentara, le dijo : los dolores de la familia.
194 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Estaba pálida y al parecer agitadísima. sentarse en su sillon con la parsimonia de su clase, se


Sentóse , colocó á Eduardo sobre sus rodillas, y de volvió el notario á Franz poniéndose los anteojos.
vez en cuando estrechaba á su corazon , con movimien- Sois vos el llamado M. Franz de Quesnel , baron
tos casi convulsivos , á aquel niño en quien parecia re d'Epinay ? le preguntó, aunque lo sabia perfectamente.
concentrada su vida entera. -Si señor, respondió Franz.
Pronto se oyeron rodar por el patio dos carruajes. El notario se inclinó.
El uno era el del notario, y el otro el de Franz y sus -Debo de advertiros , caballero , de parte de M. de
amigos... Villefort , que vuestro proyectado matrimonio con la

...como siempre estaba inclinada hácia su hijo, era imposible leer en su rostro las emociones de su corazon.

Un instante después se hallaban reunidos todos en el señorita de Villefort ha cambiado las intenciones de su
salon. abuelo con respecto á ella, puesto que se despoja ente-
Estaba tan pálida Valentina, que se distinguian claramente de toda la fortuna que debía dejarle on heren-
ramente las venas azules de sus sienes. cia . Me apresuraré á añadir, prosiguió el notario , que
p no teniendo el testador derecho á despojarse mas que
Franz no podia dominar una emocion vivísima.
Chateau- Renaud y Alberto se miraban uno á otro . de una parte de su fortuna, y habiéndose despojado de
La ceremonia que acababa de terminar no les pare- toda , no resistirá el testamento á un litigio y será de-
cia mas triste que la que iba á comenzar. clarado nulo .
Madama de Villefort se habia colocado á la sombra -Sí, repuso Villefort ; pero advierto de antemano á
de un cortinon de terciopelo , y como siempre estaba M. d'Epinay , que mientras yo viva nunca será atacado
inclinada hácia su hijo , era imposible leer en su rostro el testamento de mi padre , porque mi posicion me
las emociones de su corazon. impide semejante escándalo .
M. de Villefort impasible como siempre . -Siento mucho, caballero , dijo Franz, que se haya
Después de arreglar sobre la mesa los papeles, y de suscitado esta cuestion en presencia de la señorita Va-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 195

lentina . Nunca he tratado de informarme de su fortuna, | da que denotaba mas asombro que las dos primeras.
que por limitada que sea, será siempre mayor que la
mia. Lo que mi familia ha buscado en este enlace es CAPITULO XVI.
honra; lo que yo busco, es felicidad.
Valentína hizo un imperceptible ademan de gra- EL ESTRACTO.
cias , mientras corrian por sus mejillas dos lágrimas
silenciosas. Noirtier los estaba esperando , vestido de negro é
-Además , caballero , dijo Villefort dirigiéndose á instalado en su sillon.
su futuro hijo, aparte la pérdida material, nada hay en Cuando vió dentro de la estancia á las tres perso→
esa accion que os hiera, pues se esplica por lo débil de nas que se figuraba vendrian , miró á la puerta, que
la razon de M. Noirtier. Lo que le desagrada no es cerró en el acto su ayuda de cámara.
que Valentina se case con vos, sino que se case. Cual- -Tened entendido, dijo Villefort en voz baja á Va-
quiera otro marido le hubiese desagradado lo mismo. lentina, que no podia disimular su júbilo, tened enten-
La vejez es egoista , caballero, y la señorita de Ville- dido que si M. Noirtier quiere deciros algo que impida
fort le hacia M. Noirtier unos servicios que no po- vuestra boda , os prohibo comprenderle.
drá hacerle la señora baronesa d'Epinay. La triste si- Valentina se ruborizó, pero no respondió nada.
tuacion en que se encuentra mi padre nos obliga á no Villefort acercóse á Noirtier.
hablarle sino muy rara vez de cosas sérias, y estoy en- —Aquí teneis á M. Franz d'Epinay , dijo. Le habeis
teramente convencido de que á estas horas , aunque mandado llamar , y accede à vuestros deseos . Hace
recuerde que su nieta se casa , habrá olvidado ya tiempo que todos deseamos esta entrevista, y celebraré
el nombre del que va á ser su nieto . que os pruebe cuán infundada era vuestra oposicion
Acababa apenas M. Villefort de pronunciar estas al matrimonio de Valentina.
palabras y de acogerlas Franz con una genuflexion, Noirtier solo respondió con una mirada que dejó á
cuando se abrió la puerta de la sala , pareciendo Barrois. su hijo frio como el mármol .
-Señores, dijo con voz firme y estraña en un criado En seguida hizo seña á Valentina de que se acer-
que se dirige á sus amos en ocasion tan solemne ; se- cara.
ñores, M. Noirtier de Villefort desea hablar en el acto En un instante, gracias á los medios de que acos-
con M. Franz de Quesnel , baron d'Epinay. tumbraba valerse en sus conversaciones, pronunció la
Así como el notario , para mejor identificar la per- palabra llave.
sona, le daba tambien Barrois todos sus títulos. Consultó entonces la mirada del paralítico, que se
Tembló Villefort , dejó su esposa á Eduardo desli- fijó en una consola colocada entre los dos balcones.
zarse de su falda, y levantóse Valentina pálida y muda Abrió el cajon, y efectivamente habia una llave.
como una estátua. Después de hacerle seña de que era aquella la llave
Alberto y Chateau-Renaud cruzaron otra mirada. que pedia , los ojos del paralítico se dirigieron á una
El notario miró á Villefort. cómoda antigua olvidada en un rincon hacia muchos
-Es imposible , respondió este. M. d'Epinay no años, y que se creia no encerrase sino papeles inútiles.
puede salir ahora de la sala. -¿Abro la cómoda? preguntó Valentina.
-Pues ahora, repuso Barrois, con la misma firmeza, -Ší , respondió el viejo .
ahora mismo es cuando mi amo M. Noirtier desea ha- -¿Ylos cajones?
blar de asuntos muy importantes con M. Franz. -Sí.
¿Habla ya el abuelito Noirtier? esclamó Eduardo -¿Los de los dos lados?
con su habitual impertinencia . -No.
Pero ni siquiera hizo reir á Madama de Villefort. -¿El de en medio?
Tan preocupados estaban todos los ánimos , y tan so- -Sí.
lemne era la ocasion. Abriólo Valentina, y sacó un legajo de papeles.
-Decid á M. Noirtier que lo que quiere es imposi- Es esto lo que quereis, abuelito ? le preguntó.
ble, repuso Villefort. -No.
-En ese caso M. Noirtier previene á estos señores Y sacó sucesivamente otros papeles hasta quedar el
que va á hacer que lo traigan aquí. cajon completamente vacío .
La admiración no tuvo ya límites. -Ya no hay nada, dijo .
Una especie de sonrisa se dibujó en el rostro de Los ojos de Noirtier estaban clavados en el diccio-
Madama de Villefort ; y Valentina, como á pesar suyo, nario.
alzó los ojos al cielo para darle gracias. -Sí , os comprendo, murmuró la jóven.
-Valentina, le dijo su padre, llegaos á ver qué nuevo Y repitió una tras otra las letras del alfabeto.
capricho es ese de vuestro abuelo . En la S la detuvo Noirtier.
La jóven dió en seguida algunos pasos hácia la Abrió la jóven el diccionario, y hojeólo hasta dar
puerta ; pero Villefort mudó de parecer . con la palabra secreto.
-Esperad , yo iré con vos, repuso. -¡Ah! tiene un secreto, dijo.
-Disimuladme , caballero , dijo Franz á su vez , si -Sí, respondió Noirtier.
opino que siendo yo á quien llama M. Noirtier, me toca ¿Y quién lo conoce ?
á mí ante todo acceder á sus deseos ; esto sin contar Noirtier miró á la puerta por donde habia salido el
que me alegraré de poder presentarle mis respetos, ya criado.
que no he tenido otra ocasion. -¿ Barrois? le preguntó su nieta.
¡Oh! no os molesteis , dijo Villefort con visible -Si.
sobresalto . -¿Es necesario que le llame ?
-Disimuladme , caballero , repuso Franz , como aquel -Sí.
que ha tomado su resolucion . No quiero perder esta Valentina salió á llamar á Barrois.
ocasion de probar á M. Noirtier cuánto se equivoca si En este intervalo la impaciencia inundaba de sudor
siente hácia mí alguna repugnancia, repugnancia que la frente de Villefort, y Franz estaba estupefacto.
sea la que sea, estoy decidido á vencerla con mi cariño.. Al fin vino el criado.
Y sin dejarse detener mas por Villefort , levantóse -Barrois, le dijo Valentina , mi abuelo me ha man-
Franz y siguió á Valentina que ya bajaba la escalera, dado coger de esta consola una llave , abrir aquella có-
alegre como el náufrago que toca tierra bajo sus piés. moda, y sacar un cajon ; pero el cajon tiene un secreto
M. de Villefort los siguió á entrambos. que yos conoceis, segun parece : abridlo.
Alberto y Chateau-Renaud cruzaron otra mira- Barrois miró á su amo..
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
196

-Obedeced , dijeron aquellos ojos tan inteligentes . «Para que después de mi muerte se deposite en
Barrois obedeció . casa de mi amigo el general Durand, quien á su vez,
Abrióse un doble fondo del cajon , y apareció un le- cuando muera, legará á su hijo este legajo, con encargo
especial de conservarle como papeles de la mas alta
gajo atado con una cinta negra.
-¿Es esto lo que quereis, señor? le preguntó Barrois. importancia.»
-Si , contestó Noirtier .
-¿A quién se deben de entregar estos papeles ? ¿ á -Y bien, caballero, ¿qué quereis que haga de estos
M. de Villefort? papeles? preguntó Franz .

Abrióse un doble fondo del cajon, y apareció un legajo atado con una cinta negra.

-Sin duda que los conserveis como estan , dijo el


-No .
-¿A la señorita Valentina ? procurador del rey.
-No, no, repuso vivamente Noirtier .
-No . -¿Deseais quizás que los lea? le preguntó Valentina .
A M. Franz d'Epinay ? iano . , repuso Valentina, mi
-Si. -Ya oís dió
lo pon
-Ší , res el ancbaron
, señor
Admirado Franz , se levantó y dió un paso hácia
el viejo. abuelo os ruega leais ese papel.
-Entonces, sentémonos , porque hay para rato, dijo
¿A mí, caballero? le preguntó .
Villefort con impaciencia .:
-Sentaos , dijo la mirada de Noirtier .
Recibió pues el legajo de manos de Barrois , y di- Villefort lo hizo así; pero Valentina permaneció á
rigiendo la vista á la cubierta, leyó:
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 197

su lado apoyada en su sillon , y Franz de pié , con el >>El carruaje se detuvo en una travesía de la calle
legajo misterioso en la mano. de Santiago.
Leed, dijeron los ojos del anciano. >>El general bajó apoyado en el brazo del presidente,
Franz arrancó la cubierta. cuya categoría ignoraba, teniéndole solo por un miem-
Un silencio sepulcral reinaba en la habitacion. bro del club.
Franz empezó á leer: >>Pasada la travesía , subieron á un piso principal y
«Estracto del acta de una sesion celebrada el 5 de entraron en la sala de las sesiones.
»La sesion habia comenzado ya.
febrero de 1815 en el club bonapartista de la calle de
>>Prevenidos los miembros del club de la especie de
Santiago . »> presentacion que se iba á verificar aquella noche, ha-
Franz se detuvo. bian acudido todos.
-¡El 5 de febrero de 1815! ¡ aquel dia fué asesi- »Al llegar al medio de la sala se invitó al general á
nado mi padre! que se quitase la venda.
Valentina y Villefort permanecieron mudos. >>Hízolo así en seguida , y pareció admirarle mucho
Los ojos del anciano dijeron claramente: hallar tantas caras conocidas en una sociedad cuya
-Proseguid. existencia no habia sospechado hasta entonces.
-¡Al salir de aquel club desapareció mi padre! aña- >>Interrogósele sobre sus ideas ; pero se contentó
dió Franz . con responder que las cartas de la isla de Elba las ha-
La mirada del anciano siguió diciendo : brian revelado ...»
-Leed.
Franz se interrumpió diciendo :
Y Franz prosiguió: -Mi padre era realista y no habia necesidad de in-
»Los abajo firmados , Luis Jacobo Beaurepaire , te- terrogarle sobre sus ideas, harto conocidas.
-Ÿ de ahí venian mis relaciones con vuestro padre,
niente coronel de artillería ; "Esteban Duchampy, gemi querido Franz , respondió Villefort . Fácilmente se
neral de brigada , y Claudio Lecharpal , director de relacionan los que tienen la misma opinion política.
aguas y bosques, -Leed, siguió diciendo la mirada del anciano .
>>Declaran: Franz continuó:
>>Que el 4 de febrero de 1815 se recibió una carta
de la isla de Elba recomendando á la benevolencia y «Tomó entonces la palabra el presidente para esci-
á la confianza del club bonapartista al general Fla- tar al general á esplicarse con mas lisura ; pero de
vio de Quesnel , que habiendo servido al emperador Quesnel respondió que lo que deseaba ante todo era
desde 1804 hasta 1815, debia de ser afecto al napo- saber lo que se le queria.
leonismo , á pesar del título de baron que Luis XVIII >>Entonces se le comunicó aquella carta de la isla
acababa de conceder á sus tierras d'Epinay. de Elba que le recomendaba al club como hombre con
>>>Por consiguiente se le escribió rogándole que asis- quien se podia contar.
tiese á la sesion del siguiente dia 5. >>Un párrafo entero hablaba de la vuelta probable
>>La carta no indicaba ni la calle , ni el número de de la isla de Elba , y anunciaba otra carta con mas
la casa del club, ni tampoco estaba firmada; pero anun- detalles al arribo del Faraon, barco del armador Mor-
ciaba al general, que si queria estar dispuesto , se le rel de Marsella , y cuyo capitan estaba enteramente á
iria á buscar á las nueve de la noche. la devocion del emperador.
>>Las sesiones se verificaban de nueve á doce. >>>Durante la lectura , el general , con quien se creia
»A las nueve el presidente del club se presentó en poder contar como uno de tantos, dió por el contrario
casa del general que estaba ya dispuesto. muestras visibles de descontento y repugnancia .
>>Díjole el presidente que una de las condiciones de >>Terminada la lectura, permaneció silencioso y frun-
su presentación era que por siempre ignorase el lugar cido el ceño.
de fa reunion, y que se dejara vendar los ojos , jurando -»Y bien , ¿ qué decís de esta carta , señor general?
que no intentaria levantarse la venda. le preguntó el presidente.
»Aceptó la condicion el general de Quesnel , y pro-
> »Digo que hace bien poco tiempo que se ha prestado
metió por su honra no tratar de enterarse adonde se juramento al rey Luis XVIII, para violarlo ya por el ex-
le conducia. emperador.
>>Tenia el general preparado su carruaje; pero dijole »Esta respuesta era harto clara para que se dudase
el presidente que era imposible servirse de él, puesto todavía de sus opiniones.
que seria inútil vendar los ojos al amo si el cochero -General , dijo el presidente , para nosotros no hay
podia ver y reconocer las calles por donde pasaba. rey Luis XVIII, como no hay ex-emperador. Para nos-
-¿Qué haremos pues? le preguntó el general. otros no hay mas que S. M. el emperador y rey, alejado
-»Ahí tengo yo mi coche , dijo el presidente. de Francia hace diez meses por violencia y con traicion .
-¿Tan seguro estais de vuestro cochero, que le con- -Disimuladme, señores, repuso el general , si para
fiais un secreto que os parece imprudencia confiar mí hay un rey Luis XVIII, aunque no lo haya para vos-
al mio? otros, puesto que él me ha hecho baron y mariscal de
->>Nuestro cochero es un miembro del club, repuso campo , y nunca olvidaré que ambos títulos los debo á
el presidente. Nos conducirá un consejero de Estado. su feliz vuelta á Francia.
-»Entonces, dijo riéndose el general , corremos otro --->>Caballero , ¡ cuenta con lo que decís ! esclamó el
peligro: el de volcar. presidente levantándose y en tono muy serio. Vuestras
>>Consignamos este chiste en prueba de que el ge- palabras nos hacen ver claramente que se han engañado
neral no se vió obligado en lo mas mínimo á ir á la con vos en la isla de Elba , y nos han engañado á nos-
sesion, sino que fué por su gusto. otros. El haberos leido esa carta prueba que se confiaba
»Ya metidos en el carruaje, recordó el presidente al en vos , y eso os honra. Sin embargo, nos equivocába-
general la promesa que habia hecho de dejarse ven- mos : un título y un grado os afilian al nuevo órden de
dar los ojos.
cosas, que queremos nosotros destruir. No os obligare-
>>El general no se opuso , y una gasa , prevenida con mos á ser de los nuestros, que á nadie obligamos contra
este objeto , le tapó los ojos. su conciencia y su voluntad ; pero sí os obligaremos á
>>Por el camino creyó apercibirse el presidente de proceder como hombre de honor , y esto aunque sea
que el general se esforzaba á ver por debajo de su contra vuestra voluntad.
venda y le recordó el juramento. -->¡Y llamais proceder como hombre de honor, co-
-¡Ah! es verdad, dijo el general. nocer vuestras maquinaciones y no revelarlas ! A eso lo
198 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

llamo ser vuestro cómplice. Ya veis que soy mas franco | policía. Ya comprendereis que seria muy cómodo eso
que vosotros...» de ponerse una máscara para sorprender los secretos
de las personas, y no tener luego sino quitarse la más-
-¡Ah padre mio ! dijo Franz interrumpiéndose : ya cara para perder á los que se han fiado de vos. No, no:
comprendo por qué te asesinaron. vais á decirnos francamente si estais por el rey de ca-
Valentina no pudo menos de lanzar una mirada á sualidad que nos manda, ó por S. M. el emperador.
Franz. -Soy realista , respondió el general . He prestado
Estaba hermoso en su entusiasmo filial. juramento á Luis XVIII, y cumpliré mi juramento.

Al llegar al medio de la sala se invitó al general á que se quitase la venda .

Detrás de él se paseaba Villefort muy agitado. »Acompañó á estas palabras un murmullo general,
Noirtier observaba con los ojos las emociones de cada y pudo conocerse en las miradasr de muchosinay miembros
uno, conservando su actitud digna y severa. del club, que trataban de hace á M. d'Ep arre-
Franz siguió leyendo : impruden
pentirse de sus te tes pala bras.
»El presiden volvió á levantarse, é impuso silencio.
-Caballero, dijo el presidente , se os ha rogado que -Caballero , dijo , sois un hombre harto grave y
viniéseis al club ; no se os ha traído de por fuerza , se harto sesudo para no comprender las consecuencias de
os ha propuesto vendaros los ojos, yvos accedisteis . Al la situacion en que nos encontramos unos y otros frente
satisfacer esta doble solicitud, bien se os alcanzaba que à frente, y vuestra misma franqueza nos dicta las cos
no nos ocupariamos en afirmar el trono de Luis XVIII, diciones que debemos poneros . Vais á jurar por vido.
pues para eso no nos ocultáramos con tanto afan á la tra honra , que no revelareis nada de lo que habeis oido.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 199

El general esclamó poniendo mano á la espada: >>El presidente mandó parar el coche.
-»Para hablar de honra empezad por no desconocer >>Pasaban justamente por el barrio de los Olmos y
sus leyes, y no impongais nada por la fuerza. por el sitio en que está la escalera que baja al rio.
-»Y vos, caballero, repuso el presidente con una cal- -¿Por qué mandais parar aquí? le preguntó el ge-
ma acaso mas terrible que la cólera del general, oid un neral.
consejo que voy á daros : no pongais mano á la espada. -->Porque habeis insultado á un hombre, caballero,
>>El general tendió en torno sus miradas , como si respondió el presidente , y ese hombre no quiere dar
empezase á sentir inquietud. un paso mas sin pediros una leal reparacion.
»Sin embargo , todavía no cejó , y reuniendo todas »Nueva manera de asesinar, dijo el baron enco-
sus fuerzas, dijo: giéndose de hombros.
- >> No juraré . -Menos palabras, caballero, respondió el presiden-
--->>Entonces... morireis, respondió tranquilo el pre- te , si no quereis que os tome á vos por uno de esos
sidente. hombres de que hace poco hablabais , cobardes que se
>>M. d'Epinay se puso con estremo pálido , y miró amparan de la debilidad como de un escudo. Sois un
otra vez en torno. hombre solo; otro hombre os responderá ; llevais una
»>Algunos miembros del club cuchicheaban entre sí, espada al cinto; yo tengo otra en este baston; no teneis
y sacaban armas debajo de sus capas. padrino; uno de estos caballeros lo será. Ahora , si os
-»Tranquilizaos , general , dijo el presidente , que place, podeis quitaros la venda.
estais entre hombres de honor, que agotarán para con- >>Al momento se arrancó el general la gasa que tenia
venceros todos los recursos antes que dejarse llevar de sobre los ojos , esclamando :
arrebatos estremos; pero tambien estais entre conspi- -»Al fin voy á saber con quién me bato...
radores, como lo habeis dicho vos mismo; poseeis nues- >>>Y abrieron la portezuela y bajaron los cuatro .»
tro secreto, y es necesario que nos lo devolvais. Franz volvió á interrumpirse en su lectura, para
>>Un silencio muy significativo siguió á estas pala-
bras; y como el general no respondiese nada, gritó el limpiar el sudor que inundaba su frente.
Era cosa horrible de ver aquel hijo , que pálido y
presidente á los ugieres :
-Cerrad la puerta. tembloroso, leia en alta voz los pormenores hasta en-
>>>El mismo silencio lúgubre sucedió á estas palabras . tonces ignorados de la muerte de su padre.si estuviese
Valentina tenia juntas las manos como
>>Entonces se adelantó el general , y haciendo un rezando.
violento esfuerzo sobre sí mismo , esclamó : Noirtier miraba á Villefort con un aire casi sublime
-»Tengo un hijo, y debo pensar en él al mirarme de desprecio
entre asesinos . y de orgullo.
Franz prosiguió :
-General , dijo con nobleza el jefe de la reunion , un
hombre solo tiene siempre derecho á insultar á cin- «Era, como hemos dicho, el 5 de febrero.
cuenta, que es el privilegio de los débiles . Empero hace >>>Hacia tres dias que helaba sin cesar; de suerte que
mal en usar de ese derecho . Creedme, general, jurad y la escalera estaba resbaladiza , y como el general era
no nos insulteis. grueso y alto, tuvo el presidente que cederle para ba-
»Vencido otra vez d'Epinay por la superioridad del jar el lado del pasamano .
presidente, vaciló un minuto ; pero al fin acercándose á »Los dos testigos los seguian.
su mesa le preguntó: >>>La noche estaba oscura , y la tierra que media en-
-»¿Cuál es la fórmula? tre la escalera y el rio , húmeda de nieve y de rocio.
->>oid: Por el fondo se veia pasar el agua negra y sorda,
>>Juro por mi honor no revelar á nadie en el mun- arrastrando témpanos de hielo.
do, sea quien sea, lo que he visto y oido el 5 de febrero »Uno de los testigos fué á buscar una linterna á
>
de 1815 entre nueve y diez de la noche, y declaro me- un barco de los que hacen el comercio de carbon , y á
recer la muerte si falto á mi juramento. la luz de esta linterna se examinaron las armas.
»Asaltó al general al parecer un estremecimiento »La espada del conspirador , que era simplemente
nervioso que le impidió responder por espacio de algu- como él habia dicho un estoque, era cinco pulgadas mas
nos segundos ; hasta que al fin, venciendo una mani- corta que la de su adversario y no tenia guarnicion.
fiesta repugnancia, pronunció el juramento que le exi- >>El general d'Epinay propuso que se echaran suer-
gian; pero en voz tan baja que apenas se oyó ; con que tes sobre las espadas ; pero el presidente respondió
muchos miembros exigieron que lo repitiese en voz mas que él era el que habia provocado , y que la provoca-
clara y distinta, lo que hizo. cion dejaba entender que cada uno se sirviese de sus
-Deseo retirarme. ¿ Estoy libre al fin ? preguntó el armas.
general. >>Los testigos trataron de insistir ; pero el presi-
>>Levantóse el presidente, y designando tres miem- dente les impuso silencio.
bros para que le acompañaran , subió con el general al >>>Púsose en el suelo la linterna , colocáronse los ad-
coche , después de haberle vendado los ojos. versarios el uno enfrente del otro , y comenzó el duelo.
»Entre los tres conspiradores estaba el cochero que »A las ráfagas de luz brillaban las espadas como re-
*los habia traido. lámpagos .
>>>Los otros miembros del club se separaron silencio- >>En cuanto á los hombres, apenas se los veia; tan
samente . densa era la sombra.
-¿Adónde quereis que os conduzcamos ? le pre- >>El general pasaba por una de las primeras espadas
guntó el presidente. del ejército; pero se viỏ tan acosado desde los prime-
»Adonde quiera que pueda estar libre de vuestra ros golpes, que tuvo que salirse de línea ; y al hacerlo,
presencia, respondió el general . se cayó.
-»Cuidado, caballero, repuso el presidente, que aquí >>Los testigos le tuvieron por muerto; pero el pre-
no estais en el club : aquí os las habeis con hombres sidente , que estaba seguro de no haberle tocado , le
solos, aislados. No los insulteis , si no quereis ser res- ofreció la m no para que se levantara.
ponsable del insulto. >>Esto, en vez de calmarle, irritó tanto al general,
»Pero en lugar de comprender este lenguaje, res- que cerró á su vez con su contrario.
pondió d'Epinay: >>Pero su contrario no salia de línea ni un punto
->>Tan valiente sois en el coche como en el club, por siquiera. Recibíale en su guardia , y tres veces tuvo el
la sencilla razon de que cuatro hombres pueden siem- general que retroceder por haberse espuesto mucho, y
pre mas que uno solo. Volver á la carga.
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
200

>A la tercera vez cayó de nuevo .


» Leyó Franz estas últimas frases con voz tan aho-
>>Los testigos creyeron que se habia resbalado como gada, que apenas se le oyeron, y después hizo una pausa ,
antes; sin embargo, al ver que no se levantaba , se pasándose fa mano por los ojos como para apartar una
acercaron y procuraron volverle á poner de pié; pero el nube.
que le habia cogido por el cuerpo, sintió en su mano Pero después de esta pausa, continuó:
un calor húmedo.
>>Era sangre. «El presidente volvió á subir la escalera, despuésde
>>El general, que estaba casi desmayado, recobró sus haber metido su espada en el baston. Un rastro de san-
sentidos. gre marcaba en la nieve su camino.

...y á la luz de una linterna se examinaron las armas.

-¡Ah! murmuró , me envian un espadachin... un »Aun no habia llegado al fin de la escalera , cuando
maestro de armas... oyó en el agua un rumor sordo.nup alph
»Sin responder se acercó el presidente al testigo que >>Era el cuerpo del general , que acababan los testi-
tenia la linterna, y levantándose la manga , mostró su gos de arrojar al rio , después de asegurarse de su
brazo pasado de dos estocadas ; y luego desabrochán- muer te
dose la levita y el chaleco, mostró una tercera herida en >>>Ha. sucumbido pues el general en un duelo á toda
el costado . ley, y no en una emboscada , como podria decir la mur-
>>Y sin embargo, no habia lanzado un suspiro. muracion.
»Acometió la agonía al general d'Epinay, y espiró á >>En fé de lo cual firmamos el presente por temor de
los cinco minutos ...» que llegue un dia en que alguno de los actores de esta
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 201

escena terrible se vea acusado de asesinato con preme- la respuesta del anciano, y que muchas veces habia re-
ditacion ó de felonía. parado dos cicatrices en su muñeca , retrocedió espan-
>>Firmado: tada.
>> BEAUREGARD , DUCHAMPY y LECHARPAL.>> -En nombre del cielo, señorita, dijo Franz dirigién-
dose á su futura, unid vuestras súplicas á las mias; sepa
Cuando Franz terminó esta lectura tan tremenda yo el nombre del que me dejó huérfano á los dos años.
para un hijo ; cuando Valentina , pálida de emociones , Valentina permaneció inmóvil y muda.
se enjugó una lágrima; y cuando Villefort, temblando y -Caballero , creedme , dijo Villefort, no prolongueis

...desabrochándose la levita y el chaleco mostró una tercera herida en el costado.

escondido en un rincon, trataba de aplacar al implacable | esta horrible escena . Los nombres han quedado ocultos
anciano con miradas suplicantes, dijo Franz á Noirtier: de propósito . Mi padre mismo no conoce á ese presi-
-Puesto que conoceis, caballero, esta terrible histo- dente ; y si le conoce , no sabria decirlo . Los nombres
ría en todas sus partes; puesto que la habeis hecho cer- propios no estan en el diccionario.
tificar con tan honrosas firmas; puesto que tanto os in- -¡Oh desdicha! esclamó Franz. La única esperanza
teresais por mí al parecer, aunque sea el dolor la única que me ha sostenido durante esa lectura dándome fuer-
prueba que hayais dado de vuestro interés , decidme el zas para terminarla , fué la de saber siquiera el nombre
nombre del presidente del club : ¡ conozca yo al fin al del que mató á mi padre. ¡ Caballero ! ¡ Caballero ! es-
que mató á mi padre! clamó volviéndose á Noirtier, en nombre del cielo ha-
Villefort, como perdido el seso , buscaba el pestillo ced lo que podais... procurad indicarme... darme á en-
de la puerta. tender...
Valentina , que habia comprendido antes que nadie Sí, respondió Noirtier.
SEGUNDA SERIE ENTREGA 130.-TOMO H. 14
202 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Oh señorita ! ¡ señorita ! esclamó Franz , vuestro | asaltaba la idea de ahogar aquel soplo de existencia que
abuelo hace señas de que puede indicarme... Ayudadme sostenia al tremendo anciano.
vos que le comprendeis...
Noirtier miró el Diccionario. CAPITULO XVII.
Franz lo cogió con un temblor nervioso , y pronun-
ció sucesivamente las letras del alfabeto hasta la Y. LOS PROGRESOS DEL HIJO DE CAVALCANTI.
En esta letra le hizo seña el viejo de que parara.
-¿Y? repitió el jóven. Entre tanto habia marchado el mayor Cavalcanti á

b niansients $ 20

09154

Vos, M. Noirtier! ¿Sois vos el que mató á mi padre?

Y su dedo corría señalando las palabras ; pero á to continuar sus servicios , no en el ejército de S. M. el
das respondia Noirtier con un signo negativo. emperador de Austria , sino en la ruleta de los baños
Valentina ocultaba su cabeza entre las manos. de Luna, adonde era uno de los griegos mas asíduos.
Al cabo llegó Franz á la palabra Yo. Escusado parece decir que se habia llevado consigo
-Sí , dijo Noirtier. hasta el último ochavo de la cantidad que se le dió por
-¡Vos! esclamó Franz erizándosele los cabellos, ¡ vos, su viaje, y por la manera majestuosa con que habia re-
M. Noirtier! ¿Sois vos el que mató á mi padre? presentado su papel de padre.
-Sí , respondió Noirtier, clavando en el jóven una Andrea habia pues heredado del baron todos los
mirada majestuosa. documentos que certificaban que tenia el honor de ser
Franz cayó en un sillon falto de fuerzas. hijo del marqués Bartolomé Cavalcanti y de la mar-
Villefort abrió la puerta y echó á correr, porque le quesa Leonora Corsinari.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 203

Con esto se hallaba ya nuestro jóven anclado , por | compañía y á la de Cavalcanti la compañía de Luisa
decirlo así, en la sociedad parisiense, que con tanta fa- d'Armilly, su maestra de canto.
cilidad recibe á los estranjeros, no como ellos son , sino Entonces fué cuando, aunque absorto al parecer en
como les da la gana de ser. la conversacion de Madama Danglars , pudo el conde
Por otra parte , ¿ qué es lo que en París se exige á advertir los aspavientos de Andrea Cavalcanti, sus idas
un jóven? Que chapurree el francés, que vista á la mo- y venidas á la puerta del gabinete que no se atrevia á
da, que juegue mucho y que pague en oro. traspasar, y sus arranques de admiracion.
Esto es menos dificil á un estranjero que á un pa- A poco rato entró el banquero .
risiense. Su primera mirada tué á la verdad para Monte-
Andrea pues habia conquistado en quince dias una Cristo; pero la segunda para Andrea.
posicion muy buena; le llamaban señor conde; asegurá- En cuanto á su muger, la saludó de esa manera que
base que tenia cincuenta mil libras de renta , y se habla- saludan ciertos maridos á sus mugeres, manera que los
ba de los inmensos tesoros de su señor padre, enterra- solteros no comprenderán hasta que se publique un
dos en las canteras de Saravezza. código muy estenso del matrimonio.
Un sabio que oyó hablar de esta circunstancia , de- -Qué! ¿no os han invitado esas señoritas á cantar con
claró haber visto las canteras en cuestion, dando así ellas? preguntó Danglars á Andrea.
mucho peso á las suposiciones de la gente , suposiciones -¡Ây, no señor! respondió el jóven exhalando un
que desde aquel momento tomaron la consistencia de suspiro mucho mas notable que los otros.
la realidad. Entonces se adelantó Danglars á la puerta del ga-
Tal era pues el estado de la sociedad parisiense, binete, y la abrió.
cuando el conde de Monte-Cristo fué una noche á visi- Las dos jóvenes estaban sentadas al piano en una
tar á Danglars. misma silla.
El banquero habia salido; pero los criados invitaron Estaban tocando á dos manos , cosa á que por ca-
al conde con ver á la señora baronesa , invitacion que pricho se habian acostumbrado, y en la cual eran esce-
aceptó. lentes.
Desde la comida de Auteuil y los sucesos que pro- La señorita d'Armilly, que se veia formando con
dujo, nunca oia la baronesa pronunciar el nombre del Eugenia , gracias al marco de la puerta , uno de esos
conde de Monte-Cristo sin una especie de temblor ner- cuadros vivos que son tan comunes en Alemania , la
vioso. señorita d'Armilly era de muy notable hermosura , ó
Si á su nombre no seguia la presencia, se hacía mas dicho mejor, gentileza .
intensa la sensacion dolorosa; pero si sucedia lo con- Delgada y rubia como una hada, sus cabellos caian
trario, su rostro franco y abierto, sus ojos brillantes, su en hermosos bucles en torno á su garganta un poco
amabilidad y su galantería , alejaban de Madama Dan- larga , como las que suele dar á sus vírgenes Perugino;
glars hasta la última sombra de recelo , pareciéndole sus ojos parecian fatigados.
imposible que un hombre tan amable y seductor en Decíase que su pecho era muy débil , y que como la
apariencia pudiese abrigar contra ella malévolos de- Antonia del violon de Cremona , se moriria cantando.
signios; esto sin contar que los corazones mas corrom- Monte-Cristo lanzó una breve mirada de curiosidad
pidos no creen en el mal sino haciéndolo hijo de un á aquel templo del arte.
interés cualquiera ; el mal inútil y sin causa les repugna Era la primera vez que veia á la señorita d'Armilly,
por anómalo. de quien tanto habia oido hablar en la casa.
Cuando penetró Monte-Cristo en el gabinete, en que -¿Qué, estamos escluidos nosotros? preguntó el ban-
ya una vez hemos introducido á nuestros lectores , y quero á su hija.
donde la baronesa , aunque inquieta en el fondo, con- Y llevó aljóven al gabinete.
templaba unos dibujos que le al rgaba Eugenia después Fuese de intento, o por casualidad , entornó la puerta
de haberlos mirado á su vez con el hijo de M. Caval- detrás de Andrea , de modo que Monte-Cristo y Ma-
canti , produjo su presencia el acostumbrado efecto, y dama Danglars no pudiesen ver nada desde donde es-
la baronesa le recibió sonriéndose, aunque todavía con- taban sentados.
movida por el anuncio de su nombre. Pero como el banquero habia seguido á Andrea , la
El conde por su parte abarcó toda la escena con una baronesa, al parecer, no hizo alto en esta circunstancia.
mirada. Poco tiempo después oyó el conde resonar la
Junto á la baronesa , casi acostada en una butaca, voz de Andrea , acompañando al piano una cancion
veíase á Eugenia. corsa.
Cavalcanti estaba de pié. Mientras escuchaba el conde sonriéndose esta can-
Vestido de negro de piés á cabeza , como un héroe cion , que le hacia olvidarse de Andrea para recordarle
de Goëthe, con zapatos de charol y medias de seda blan- á Benedetto , alababa Madama Danglars la fortaleza de
ca , se pasaba el jóven por sus cabellos rubios su mano alma de su marido que aquella misma mañana acababa
blanca y esmeradamente cuidada , donde brillaba un de perder trescientos ó cuatrocientos mil francos de
diamante , que á pesar de los consejos de Monte-Cristo, resultas de una quiebra de Milan.
el vanidoso no habia podido resistir al deseo de ponér- Y con efecto , el elogio era justo , porque si el conde
selo. no lo hubiera sabido por la baronesa ó por alguno de los
Acompañaban á este movimien'o miradas matado- medios que tenia de saberlo todo, el semblante del ba→
ras dirigidas á la señorita Danglars, y suspiros enviados ron nada le hubiese revelado.
en la misma direccion. ¡Bueno! Ya oculta lo que pierde , pensó Monte-
La señorita Danglars... como siempre , hermosa, Cristo. Hace un mes se alababa de ello.
fria y burlona. Y luego añadió en alta voz:
No se le escapaban ni los suspiros ni las miradas de -¡Oh señora ! M. Danglars conoce tan bien la Bolsa,
Andrea. que ganará por un lado lo que se le vaya por otro.
Y sin embargo, parecia que resbalasen sobre la co- -Veo que participais del error comun , dijo Madama
raza de Minerva, coraza , que segun algunos filósofos, Danglars.
cubria tal vez el pecho de Safo. -¿Y cuál es ese error? le preguntó Monte- Cristo.
Saludó Eugenia con frialdad al conde , y aprove- -Que M. Danglars juega , cuando por lo contrario
chándose de la conversacion se retiró á su estudio , desde no juega nunca.
donde dos voces frescas y simpáticas, unidas á los acor- -¡Ah! sí , es verdad... recuerdo que M. Debray me
des del piano, hicieron conocer al conde de Monte- ha dicho... á propósito , ¿ qué ha sido de M. Debray?
Cristo que la señorita Danglars habia preferido á su Hace tres ó cuatro dias que no le veo.
204 BIBLIOTECA UNIVERSAL

-Ni yo , dijo Madama Danglars con un aplomo ma- -Justamente , dijo Monte-Cristo como si no la hu-
ravilloso; pero habeis comenzado una frase... biese reparado, justamente se habla de un buen negocio
-¿Cuál? hecho ayer con los bonos de Nápoles.
-Que M. Debray os habia dicho... -No tengo bonos , ni los he tenido nunca , replicó
-Ah si ! M. Debray me ha dicho que sois vos la do- la baronesa vivamente; pero en verdad, señor conde,
minada del demonio del juego. que esto es ya demasiado hablar de Bolsa ; parecemos
-En otro tiempo he tenido ese gusto ; pero ya no, agentes de cambio. Hablemos un poco de esos pobres
Despondió la dama. Villefort tan atormentados al presente por la fatalidad.

oh mang & sup

-¿Qué , estamos escluidos nosotros ? preguntó el banquero á su hija .

-Pues haceis mal , señora. La fortuna es muy ve- ¡Pues qué les pasa? dijo Monte-Cristo con admi-
leta; y si yo fuera muger y la casualidad me hubiera rable candidez.
hecho muger de un banquero , aunque tuviese con- -Ya lo sabreis. Después de haber perdido á M. de
fianza en la buena suerte de mi marido (porque ya sa- Saint-Meran , acaban de perder á la marquesa.
beis que en esto de especulaciones todo consiste en ¡ Ah ! es verdad, repuso Monte-Cristo, ya lo supe;
suerte ó en desgracia) ; pues bien, aunque tuviese con- pero como dice Claudio á Hamlet, esa es una ley de la
fianza en la suerte de mi marido , empezaria siempre naturaleza ; sus padres habian muerto antes que ellos
por asegurarme un capital independiente, aunque para y los habian llorado ; ellos morirán antes que sus hijos,
adquirirlo tuviese que colocar mi dinero en manos para y sus hij s los llorarán.
-Pero eso no es todo.
V él desconocidas.
Madama Danglars se ruborizó á pesar suyo. -¿Cómo que no es todo?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 905

-No; ya sabreis que iban á casar á su hija... -¿Por qué? dijo el banquero. Si es príncipe, hace
-Con M. Franz d'Epinay. ¿Se Labrá deshecho la mal en no estar orgulloso. A cada cual lo que es suyo.
boda? No me gus a que nadie ren egue de su orígen.
-Ayer mañana, segun parece, les alzó Franz su -¡Oh! vos sois demócrata puro, dijo Monte-Cristo
compromiso. sonriéndose.
-¡Ah! ¿De veras?.. ¿y se sabe el por qué? -Ved á cuanto os esponeis, dijo en esto la barone-
-No. sa. Si viniese por casualidad M. de Morcef, encontraria á
-¿Qué me anunciais , señora? ¡ Dios mio! ¿Y cómo M. Cavalcanti en una habitacion donde él , prometido
recibe M. de Villefort tantas desgracias? de Eugenia, no ha logrado nunca entrar.

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La baronesa se levantó al punto.

-Como siempre, como filósofo. -Haceis bien en decir por casualidad , repuso el
En este momento volvió Danglars solo. banquero , pues no parece en verdad sino que sea la
-¿Qué es eso? dijo su muger. ¿Dejais á M. Caval- casualidad quien siempre nos le trae: tan raro es verle
canti con Eugeni ? en nu- stra casa.
-¿Y la señorita d'Armilly no es nadie? repuso el -En fin, si viniese y encontrase á Andrea con nues-
banquero. tra hija, podria disgustarle.
Ý volviéndose á Monte-Cristo: -¡Oh! Cómo os equivocais! M. Alberto no nos hace
-Qué jóven tan escelente es el príncipe Cavalcanti! el honor de tener celos de su futura, que no la ama lo
¿no es verdad, señor conde? Solo me ocurre... ¿es de bastante para eso. Además , ¿qué me importa que se
veras príncipe? disguste o no?
-Yo no lo aseguro , respondió Monte- Cristo. Me -Sin embargo, á la altura en que nos hallamos...
han presentado su padre como marqués; él como conde; -Sí, á la altura en que nos hallamos ... ¿quereis sa-
pero creo que no hace alarde de su título. ber á qué altura nos hallamos? En el baile de su madre
206 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

bailó una sola vez con Eugenia , mientras Cavalcanti Esta vez se vió Danglars vencido en flema por el
bailó tres, y ni siquiera él repa ó en esto. jóven.
-El señor vizconde Alberto de Morcef, dijo anun- Y llamó aparte á Monte-Cristo.
ciando el ayuda de cámara. -¿Qué os parece el galan ? le dijo.
La baronesa se levantó al punto. ¡Cáspita! frio de toda frialdad, respondió el conde;
Iba ya á pasar al gabinete para juntarse con su hija, pero estais comprometido ...
cuando Danglars la detuvo por el brazo. -Sí que estoy comprometido , pero es á casar á mi
-Dejad, le dijo. hija con un hombre que la quiera , y no con quien no
Su muger le miró asombrada. la quiere. ¿ No le veís frio como el mármol, orgulloso
Monte-Cristo aparentó no haber visto este juego como un pavo real? Si fuese siquiera tan rico como Ca-
escénico. valcanti , vaya en gracia... Yo no he consultado á mi
En esto entró Alberto muy alegre y muy guapo. hija aun ; pero si tuviese buen gusto...
Saludó á la baronesa con aplomo , al banquero con -Oh! repuso Monte-Cristo , no sé si me ciega la
familiaridad, y al conde con cariño. amistad; pero os aseguro que M. de Morcef es un joven
Luego, volviéndose á la baronesa: incomparable , que hará dichosa á vuestra hija , y que
-¿Me permitís, señora, la dijo, preguntaros cómo será algo en el mundo con el tiempo ... porque en fin,
sigue la señorita Danglars? la posicion de su padre es magnífica.
-Muy bien, caballero, respondió al punto el baron : -¡Hum! refunfuñó Danglars.
en este momento está cantando en su estudio con -¿Por qué esa duda?
M. Cavalcanti. -¡Siempre me ocurre que su pasado es tan oscuro!
Alberto no per lió su aire tranquilo é indiferente. tan...
Acaso sentia algun despecho interior; pero vió que -Pero el pasado del padre nada tiene que ver con
Monte- Cristo le clavaba sus miradas. el hijo.
-M. Cavalcanti , dijo , tiene una escelente voz de -Sí tal, sí tal.
tenor, y la señorita Eugenia una magnífica voz de so- -Veamos... no seais terco. Hace un mes os parecia
prano, sin contar que toca el piano como Thalberg. Debe escelente esa boda. Ya comprendereis que yo debo de
de ser un concierto divino , estar desesperado , pues en mi casa fué donde vísteis á
-El hecho es, repuso Danglars, que se adúan admi- ese Cavalcanti , á quien no conozco, os lo repito.
rablemente . -Yo lo conozco y basta , repuso Danglars.
Alberto aparentó no haber comprendido este equí- -¿Le conoceis? ¿Habeis pedido informes?...
voco , tan grosero sin embargo, que Madama Danglars -No hay necesidad de eso. A primera vista sabe uno
se ruborizo. con quien trata. Es rico además .
-Yo tambien, prosiguió el jóven , soy tal cual mú- -Yo no lo aseguro ,
sico, al decir de mis maestros , y sin embargo ¡ cosa -¿Pues no le fiais?
estraňa! nunca he podido hacer el duo á ninguna voz, -Cincuenta mil libras, una miseria,
y á los sopranos mucho menos. -Tiene una educacion...
Danglars soltó una sonrisita que significaba: -¡Hum! refunfuñó el conde á su vez .
-Pícate, pícate. -Es gran músico .
Y luego añadió , esperando sin duda llegar al punto -Todos los italianos lo son.
qu deseaba: -Vamos, conde, no le haceis justicia.
-Pues mi hija y el príncipe han sido ayer objeto de -Sí, confieso que me duele el que conociendo vues-
la admiracion general . ¿ No estabais ayer aquí, M. de tro compromiso con los Morcef quiera abusar de su for-
Morcef? tuna, haciendo el tercero en discordia.
-¿Qué príncipe? le preguntó Alberto. Danglars se echó á reir, y dijo:
- El príncipe Cavalcanti , repuso Danglars, empeña- ¡ Oh! qué puritano sois! Eso se ve en el mundo to-
do siempre en dar este título á Andrea. dos los dias.
--Ah! disimuladme , dijo Alberto ; ignoraba que -Sin embargo , no podeis romper así con los
fuese príncipe. Conque el príncipe Cavalcanti ha Morcef, mi querido Danglars , que cuentan con esta
cantado ayer con la señorita Eugenia? En verdad que boda.
debió ser cosa divina , y siento en el alma no haberlos -¿Cuentan?
oido. Pero nopude aceptar vuestro convite, porque tuve -¡Vaya!
que acompañar á Madama de Morcef á casa de la baro- -Pues que se espliquen terminantemente . Vos que
nesa de Chateau-Renaud , donde cantaban los ale- tan buena posicion teneis en la casa, deberíais indicar-
manes. selo al padre, mi querido conde.
Después tras un momento de silencio , añadió : -¿Y de dónde sacais que yo tenga buena posicion?
-¿Me será permitido presentar mis respetos á la se- -Lo he conocido la noche del baile... ¡Vaya! la con-
ñorita Danglars? desa , la altiva Mercedes , la desdeñosa catalana, que
-¡Oh !... esperad... esperad...dijo el baron deterien- apenas se digna de saludar á sus amigos mas antiguos,
do al jóven... ¿No ois qué cavatina tan deliciosa? ta, os cogió del brazo , os llevó al jardin , y á sitios donde
ta, ta, ti, ta, ti, ta... ¡ sublime! ¡ divino!.. ya acaba... nadie os viera, y no volvió sino media hora después.
esperad un momento... ¡ bravo! ¡bravo! ¡ bravo! -¡Ah , baron , baron ! nos impedís oir , dijo Alberto.
Y se puso á aplaudir frenéticamente. En un melómano como vos, eso es una barbarie.
-Con efecto, dijo el vizcon ' e, es sublime, y dificulto -Bien, bien, señor satírico , dijo Danglars.
que nadie comprenda la música de su país mejor que Y volviéndose á Monte-Cristo:
el príncipe Cavalcanti... príncipe habeis dicho, ¿no es -¿Conque os encargais de decir eso al padre?
verdad? Aunque si no es príncipe lo harán el mejor dia, -Sí, si es empeño vuestro.
que eso es fácil en Italia . Pero volviendo á nuestros -Que salgamos del paso de una vez; que esta entre-
músicos, deberiais proporcionarnos un placer, querido vista sea definitiva. Que me pida á mi hija ; que señale
Danglars , que es rogar á vuestra hija y al príncipe la época del matrimonio ; que declare sus condiciones
Cavalcanti que canten otra cosa, por supuesto sin pre- de dinero ; en fin, que nos arreglemos ó rompamos ; ya
venirles que hay aquí gente de fuera de casa. ¡ Es una me entendeis. No mas dilaciones.
cosa tan deliciosa oir la música desde lejos , oculto en -Bien , daré ese paso .
un rincon, sin ser visto, sin ver, y por consiguiente sin -No os diré que aguarde al conde con placer ; pero
estorbar al artista que puede así entregarse á los tras- al fin le aguardo. Ya sabeis que los banqueros son es-
portes arrebatados de su inspiracion !... clavos de su palabra .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 207

Y exhaló Danglars un suspiro como los que exhalaba toria horrible en estas dos palabras. - Fernando. - Ja-
Andrea media hora antes. nina.
-¡Bravo! ¡bravo! ¡ bravo! gritó Morcef parodiando al -¡Báh! respondió Monte-Cristo.
banquero y aplaudiendo el final de la cavatina. -Sí, ya os lo contaré ; pero llevaos al vizconde , que
• Empezaba ya Danglars á mirar al vizconde de reojo, en este momento su presencia me embaraza mucho.
cuando entraron á traerle un recado en secreto. -Es lo que haré, puesto que quiere acompañarme.
-Esperadme , que al punto vuelvo, dijo á Monte- ¿Seguís en fa idea de que hable al padre ?
Cristo. Quizás dentro de poco tenga algo nuevo que -Mas que nunca.
deciros. -Bien.
Y salió de la estancia. El conde hizo una seña á Alberto.
La baronesa aprovechó su ausencia para abrir la Y después de saludar á las señoras, salieron ambos,
puerta del estudio de su hija, y se vió levantarse como el vizconde recibiendo con la mayor indiferencia los
un autómata á Andrea, que estaba sentado al piano con desprecios de Eugenia , y Monte- Cristo reiterando á
Eugenia. Madama Danglars sus consejos sobre la prevision que
Saludóla Alberto sonriéndose , y ella sin turbarse lo deben tener en asegurarse su porvenir las mugeres de
mas mínimo le devolvió el saludo con su frialdad acos- los banqueros.
tumbrada. Cavalcanti quedó dueño del campo de batalla.
Cavalcanti fué el que se turbó mas á las claras.
Morcef, á quien saludó , le devolvió su saludo con
un aire impertinente. CAPITULO XVIII.
Y acto contínuo empezó á deshacerse en elogios de
HAYDEE.
la voz de Eugenia, y á demostrar su sentimiento por
no haber podido asistir al conciert , de la noche an-
terior. Apenas habría el carruaje vuelto la esquina del bu-
Entregado Cavalcanti á sí mismo, tuvo que ponerse levar, cuando Alberto se volvió hacia el conde lanzando
á hablar con Monte-Cristo. una carcajada harto estrepitosa para no ser un tanto
-Vamos, dijo Madama Danglars, basta de música, violenta.
y tomemos el té. -Y bien , le dijo , ahora os pregunto lo que el rey
-Ven, Luisa, dijo Eugenia á su amiga. Carlos IX preguntaba á Catalina de Médicis después de
Y pasaron á la sala próxima , donde efectivamente la matanza de San Bartolomé :—¿Qué tal he desempe-
estaba servido el té. ñado mi papel?
Cuando ya empezaban á dejar las cucharillas en las -¿Pero de qué se trata? le preguntó Monte-Cristo.
tazas, segun la costumbre inglesa, volvióse la puerta á -De la instalacion de mi rival en casa de Danglars.
abrir, y entró Danglars visiblemente agitado. —¿Qué rival?
Monte-Cristo fué el que mas reparó en ello, é inter- -¡Pardiez ! Vuestro protegido M. Andrea Caval-
rogó al banquero con sus miradas . canti.
Acabo de recibir mi correo de Grecia, dijo Dan- -¡Oh! nada de bromas pesadas , vizconde. Yo no
glars. protejo en ningun modo á Cavalcanti , y mucho menos
-¡Ah! ¿os llamaban para eso? repuso el conde. con M. Danglars.
-Sí. -Eso os lo reñiria yo si el jóven necesitara de pro-
-¿Cómo está el rey Oton? le preguntó Alberto muy tectores ; pero por fortuna mia puede pasarse sin ellos.
sériamente. -¿Cómo? ¿Creeis que hace la corte...
Miróle de reojo Danglars sin responderle, y Monte- -Os lo aseguro ; asesta unos ojos entreabiertos , ex-
Cristo volvió la cara á otro lado para ocu tar la espre- hala unos su piros... ¡ Oh ! pretende la mano de la or-
sion de piedad que se pintó en ella , aunque desapare- gullosa Eugenia.
ciendo en seguida . -¿Qué importa, si ella solo piensa en vos?
-Nos iremos juntos, ¿ no es verdad? preguntó Al- -No digais eso, mi querido conde. Por los dos lados
berto al conde. he salido hoy perdiendo.
-Sí, respondió este. -¿Cómo por los dos lados?
Nada comprendia el jóven de las miradas del ban- -Sí. Eugenia apenas me ha contestado, y su confi-
quero: conque volviéndose al conde , que las habia denta Luisa mucho menos.
comprendido perfectamente, le preguntó: --Pero el padre os adora, dijo Monte-Cristo.
¿ Habeis reparado cómo me mira? -¿El? Todo lo contrario.
; pero encontrais algo de particular en su mi- -Los celos indican cariño.
rada ? -Si ; pero yo no tengo celos.
-¡Y tanto ! ¿ Qué querrá decir con sus noticias de -El , sí.
Grecia? -¿De quién, de Debray?
-¿Cómo quereis que lo sepa yo ? -No ; de vos.
-Porque supongo que tendreis relaciones en aquel -¿De mi? Apuesto á que antes de ocho dias me
país. cierra la puerta de su casa.
Monte-Cristo se sonrió como aquel que quiere ahor- -Os engañais, mi querido vizconde.
rarse una respuesta. -Una prueba
-Miradle, "hácia vos viene, dijo Alberto. Voy á de- -¿La exigís?
cir cuatro cosas á Eugenia sobre su traje , para que él La exijo.
tenga tiempo de hablar con vos. -Estoy comisionado para dar un paso definitivo con
-Si vais á elogiarla , elogiadle la voz siquiera, dijo vuestro padre.
Monte-Cristo. ¿Comisionado por quién?
-No tal: eso es lo que hace todo el mundo. Por el baron mismo.
-Mi querido vizconde , llevais la fatuidad ha ta la -¡Oh! dijo el jóven con toda la astucia de que era
impertinencia . susceptible; no hareis eso, ¿no es verdad?
Alberto se dirigió á Eugenia con la sonrisa en los -Os engañais , Alberto ; lo haré , porque lo he pro-
labios. metido.
Entre tanto Danglars se acercó al conde y le dijo al -Vamos , dijo Alberto suspirando , no parece sino
oido : que tengais empeño en verme casado.
-Vuestro consejo era escelente: se encierra una his- -Tengo empeño en estar bien con todo el mundo ;
208 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

pero á propósito de Debray, no le veo por casa de Dan- iniciado. Preguntádselo á M. Cavalcanti ettando sea de
glars. la familia.
-Está reñido. El coche paró.
-¿Con la baronesa? -Ya hemos llegado , dijo Monte-Cristo. Subid , que
No , con el baron. no son mas que las diez y media.
-¿Ha conocido algo? -Con mucho gusto.
-¡Ah! qué broma! -Mi carruaje os llevará luego.
¿Creeis que él lo supiese ? dijo Monte- Cristo con -No , gracias. Mi cupé ha debido seguirnos.
admirable candidez. -Con efecto, allí está, dijo el conde apeándose.

à è con el

god! Pingoup avot

0207

anjal

¡Maravilloso ! esclamó el jóven.

-Já, já! ¿Pero de dónde salís, mi querido conde? Y entraron en la casa.


-Del Congo, si os parece. El salon estaba iluminado.
-No es bastante lejos aun. -Vais á hacernos té , Bautista , dijo Monte-Cristo.
-¿Conozco yo acaso esta sociedad? Bautista salió sin responder.
-¡Eh! Los maridos son lo mismo en todas partes. Dos segundos después tornó con el té en una ban-
Con estudiar en cualquier país al individuo , conoceis deja , que como las comidas de las comedias de mágia
ya la raza. parecia salir de debajo de la tierra.
-Pues entonces, ¿quéha podido descomponer á Dan- -Lo que mas admiro en vos , mi querido conde, dijo
glars y á Debray? Se entendian tan bien al parecer, dijo Morcef, no son vuestras riquezas, que acaso habrá per-
Monte-Cristo volviendo á su aire cándido.
sonas mas ricas que vos; no vuestro talento, que Beau-
-Eso toca á los misterios de Isis en que yo no estoy marchais no tendria mas , pero tenia tanto ; es vuestro
EL CONDE DE MONTE CRISTO. 209

modo de haceros servir al minuto , al segundo , sin ré- | -¡Cómo! ¿hija de Alí-Pachá?
plica, como si la campanilla con que llamais dijese vues- -Y de la hermosa Vasiliki.
tros deseos y estuviera preparado siempre cuanto po- -¿Y es esclava vuestra?
dais desear. -Sí.
-Lo que decís es verdad. Conocen mis costumbres. -- ¿Cómo pues?
Vais á ver un e emplo. ¿ Mientras bebeis el té , no de- -¡Toma ! Un dia que pasaba por el mercado de
seais hacer algo? Constantinopla, la compré.
-¡Pardiez ! deseo fumar. -¡Qué esplendidez ! Con vos, querido conde, no se
Monte-Cristo se acercó al timbre y dió un golpe. vive, que se sueña . Ahora... es una indiscrecion lo que
Un segundo después se abrió una puerta secreta, voy á pediros...
apareciendo Alí con pipas llenas de tabaco . -Hablad .
-¡Maravilloso ! esclamó el jóven. -Puesto que salís con ella, puesto que la llevais á
-No , sino muy natural. Alí sabe que acostumbro la ópera...
fumar cuando tomo té ó café ; sabe que he pedido té; -Seguid.
sabe que he venido con vos ; oye que le llamo ; com- -Bien puedo atreverme á pediros...
prende la causa; y como es de un país donde la pipa es -Conmigo podeis atreveros á todo.
el primer elemento de la hospitalidad , en vez de una -Pues bien, querido conde, presentadme á vuestra
pipa trae dos. princesa.
-Es una esplicacion como otra cualquiera ; pero no -Bien, pero con dos condiciones.
es menos cierto que vos solo... ¡ Ah! qué escucho! -Desde luego las acepto .
Y Morcefse inclinaba hácia la puerta por donde efec- -La primera es, que á nadie confesareis esta pre-
tivamente penetraron los acordes de un instrumento. sentacion.
-A fé, querido vizconde, que esta noche no os deja —Bien . Lo juro .
un punto la música. Os librais del piano de la de Dan- Y Alberto estendió el brazo.
glars, para oir la guzla de Haydée. -La segunda es, que no le direis que vuestro padre
-¡Haydée! ¡ Qué nombre tan divino ! ¿ Conque hay ha servido al suyo.
mugeres que se llamen Haydée en alguna parte que no -Lo juro tambien.
sea los poemas de Byron? -Bien. Sé que sois hombre de honor.
-Si por cierto. Haydée es un nombre muy raro en El conde volvió á dar en el timbre, y entró Alí.
Francia, pero muy comun en Albania y en Epiro. Hay- -Avisa á Haydée , le dijo , que voy á tomar el café
dée es como si dijéseis castidad , pudor , inocencia... con ella , y hazle entender que le pido me permita pre-
nombre de bautismo que llamai- los europeos. sentarle á un amigo mio.
-¡Oh! ¡ qué cosa tan divina! esclamó Alberto . Si Alí se inclinó y salió.
nuestras francesas se llamáron la señorita Bondad , la -Conque es cosa convenida ; nada de preguntas
señorita Silencio, la señorita Caridad cristiana!.. ¡Oh! directas, caro vizconde . Si deseais saber algo, pregun-
si la de Danglars en vez de llamarse Clara María Euge- tadmelo á mí, y yo se lo preguntaré á ella.
nia como se llama, se llamara Castidad , Pudor, Inocen- -Convenido .
cia... Dangl rs... ¡ Diablo ! ¡ qué mal efecto haria en las Alí volvió por tercera vez , dejando el tapiz levan-
amonestaciones ! tado para indicar á su aino y á Alberto que podian
-¡Loco! no digais eso tan alto, que Haydée puede pasar.
oi:os. -Entremos, dijo Monte-Cristo.
-¿Y se enfadaria? Alberto se pasó una mano por los cabellos , y otra
-No tal, dijo el conde con su aire altivo. por el bigote.
-¿Es bondadosa? Cogió el conde el sombrero, púsose los guantes , y
-No por bondad, por deber. Un esclavo no se enfada en ró delante de Alberto en la habitacion que guardaba
con su amo. Alí como un centinela avanzado , y defendian las tres
—Vamos, no digais eso vos . ¿ Qué , hay esclavos to- ayudas de cámara francesas al mando de Myrto.
davía? Haydée esperaba en la primera habitación, que era
-Sin duda , pues Haydée es mi esclava. la sala, con los ojos dilatados por la sorpresa , pues era
-Con efecto, vos no haceis nada ni teneis nada la primera vez que otro hombre que no Monte-Cristo
como los demás. ¡ Esclava del conde de Monte-Cristo! penetraba allí.
En Francia es una posicion . Segun el oro que mane- Estaba en un rincon sentada en un sofá con las
jais, ese destino debe valer diez mil escudos al año. piernas cruzadas debajo del cuerpo , y se había hecho
¡Diez mil escudos! Muchos mas tenia la pobre una especie de nido con los almoha tones de seda orien-
niña, que vino al mundo acostada en tesoros mayores tal rayada y bordada.
que los de las Mil y una noches. A su lado yacia el instrumento que la denunció al
-¿Es de veras princesa? vizconde.
-Vos lo habeis dicho, y una de las mas grandes de Estaba hermosísima así.
su país. Al ver á Monte-Cristo se incorporó con aquella son-
-Ya lo habia sospechado. ¿ Pero cómo una gran risa de hija y de amante, que solo ella poseia.
princesa ha llegado á ser vuestra esclava? Acercósele Monte-Cristo y le tendió la mano, donde
-¿Cómo llegó á ser Dionisio el Tirano maestro de ella puso un beso, como tenia de costumbre.
escuela? Los azares de la guerra , querido vizconde, Alberto se quedó junto á la puerta , fascinado por
caprichos de la fortuna. aquella estraña beldad que veia por primera vez, y de
-¿Y su nombre es un secreto? la cual en Francia no podía formarse idea.
-Para todo el mundo , sí; pero no para vos, que —¿A quién me traes ? preguntó la jóven á Monte-
sois amigo mio, y lo callareis si me prometeis callarlo, Cristo en romaico. ¿ Me traes un hermano , un amigo,
¿no es verdad? un simple conocido, ó un enemigo?
¡Oh! palabra de honor. -Un amigo, respondió el conde en el mismo idioma.
-¿Conoceis la historia del pachá de Janina? -¿Su nombre?
-¿De Alí-Tebelin? Sin duda, pues á su servicio hizo -El vizconde Alberto . Es el mismo que salvé en
mi padre su carrera. Roma.
Es verdad. No me acordaba. -¿En qué lengua quieres que le hable ?
-Y bien. ¿Qué es Haydée de Alí- Tebelin? Monte-Cristo se volvió á Alberto.
-Hija simplemente. -Sabeis el griego moderno? le preguntó.
210 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Ay! ni siquiera el griego antiguo , respondió el aproximase , mientras iba Alí á ejecutar sus órdenes.
jóven. Nunca Homero y Platon han tenido mas pobre Monte-Cristo señaló á Alberto dos almohadones, y
ni mas descuidado aprendiz. cogiendo cada cual el suyo, los acercaron á una especie
-Entonces, dijo Haydée , probando que entendia la de velador cargado de flores naturales, de estampas y
pregunta del conde y la respuesta de Alberto, entonces de piezas de música.
hablaré en francés o en italiano... por supuesto si mi Alí volvió trayendo el café y las pipas.
señor quiere que hable. En cuanto á Bautista, no ponia los piés en aquella
Monte-Cristo reflexionó un instante. parte de la casa ,

Acercósele Monte-Cristo y le tendió la mano , donde ella puso un beso.

-Habla en italiano , le dijo. El vizconde rehusó la pipa que le presentaban.


Y volviéndose á Alberto , añadió: -¡Oh ! tomadla , tomadla,le dijo Monte-Cristo. Hay-
-Es lástima que no sepais ni el griego moderno ni dée es casi tan civilizada como una parisiense , y si le
el antiguo, que Haydée habla admirablemente, porque desagrada el habano , es porque los malos olores no le
se verá obligada á hablaros en italiano , lo que quizás gustan; pero ya sabeis que el tabaco de Oriente es un
os dé una falsa idea de ella. perfume.
Y esto diciendo hizo una seña á Haydée. Las tazas estaban preparadas.
-Bien venido seas, tú, que vienes con mi amo y se- Solamente para el jóven se habia añadido un azu-
ñor, dijo la jóven en buen toscano, con ese dulce acento carero .
romano que hace á la lengua del Dante tan sonora co- Monte-Cristo y Haydée tomaban el licor árabe á la
mo la de Homero. -Alí , café y pipas. manera de los árabes, es decir, sin azúcar.
E hizo con la mano seña à Alberto de que se Alargó Haydée la mano, y cogiendo con la punta de
Wasiliki.
I
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 211

sus rubicundos y afilados dedos la taza de porcelana -Quedamos , dijo Alberto , en que vuestro primer
del Japon , la llevó á sus labios con el sencillo deleite recuerdo es esa cuestacion piadosa á beneficio de los
de quien toma una cosa que le place. presos. ¿Cuál es el otro?
Al mismo tiempo entraron dos mugeres con bande- -¿El otro ? Me veo á la sombra de los sicomoros,
jas llenas de helados y sorbetes, que colocaron sobre dos cerca de un lago cuya superficie temblorosa y tersa
mesitas destinadas á este objeto . como un espejo distingo aun. Contra el sicomoro mas
-Mi caro amigo, y vos signora, dijo Alberto en ita- viejo y copudo estaba sentado mi padre , y mi madre
liano , perdonad mi asombro , mi estupefaccion . Estoy á sus piés, y yo, tierna criatura, sentada tambien en
aturdido , y es natural. Encuentro aquí el Oriente , el almohadones, jugaba con su barba blanca que le llega-
Oriente verdadero , no por desgracia como yo lo he ba hasta el pecho, y con el puño de diamantes del can-
visto , sino como lo he soñado en el seno de París . Hace giar que llevaba á la cintura. De vez en cuando venia
un momento oia cruzar los omnibus y gritar á los cafe- un albanés á decirle algunas palabras, en que no repa-
teros ambulantes... ¡ Oh signora ! ¡ que no sepa yo hablar raba yo, y á las cuales respondia él siempre en el mis-
el griego ! Vuestra conversacion y todo este aparato mo tono: -Matale-6-déjale.
fantástico harian que me acordase de esta noche eter- -¡Qué cosa tan rara, dijo Alberto, es oir esto en loca
namente. de una jóven y fuera del teatro , teniendo que decir:
-Tambien hablo el italiano lo bastante para hablar ¡ esto no es ficcion!-¿Y cómo os parece la Francia te-
con vos , caballero , dijo Haydée con tranquilidad ; y si niendo llena la imaginacion de ese país tan poético y
tanto os gusta el Oriente , haré todo lo posible porque esos recuerdos tan fantásticos?
le encontreis aquí. -Creo que la Francia es un hermoso país , respondió
-¿De qué puedo hablar ? preguntó Alberto en voz Haydée; pero la veo ya con ojos de muger, mientras mi
baja á Monte-Cristo. patria , que solo he visto con ojos de niña , me parece
De lo que querais. De su país, de su juventud, y de por el contrario siempre cubierta de un velo sombrío ó
sus recuerdos, y luego si quereis, de Roma, de Nápoles resplandeciente , segun que la recuerdo como patria
ó de Florencia. dulce ó como lugar de amargos sufrimientos.
-¡Oh ! seria una cosa indigna hablar á una griega -¿Y cómo habeis podido sufrir siendo tan jóven?
de lo que se hablaría á una parisiense. Dejadme hablarla dijo Alberto cayendo en la vulgaridad, á pesar suyo.
de Oriente. Haydée volvió los ojos á Monte-Cristo , que hacién-
-Hacedlo, pues , que es la conversacion que mas le dole una seña imperceptible, murmuró :
gusta. Ειπε (1 ).
Alberto se volvio hacia la jóven. -Nada como los recuerdos compone el fondo del
-¿A qué edad ha salido de Grecia la signora ? le pre- alma ; y aparte los dos que acabo de citaros, todos los
guntő. de mi juventud son tristes.
-A los cinco años , respondió Haydée. -Hablad, hablad , signora, que juro escucharos con
¿Y recordais vuestra patria ? repuso Alberto. el mayor interés , dijo Alberto.
-Con solo cerrar los ojos vuelvo á ver todo lo que he ¿Quereis que pase á mis otros recuerdos ? le pre-
visto. Hay dos miradas , la del cuerpo y la del alma; la guntó la jóven.
del cuerpo puede olvidar alguna vez ; pero la del alma, -Os lo suplico.
nunca. -Tenia yo cuatro años cuando una noche me des-
-¿Y cuál es la época mas lejana de que os acordeis? pertó mi madre. Estábamos en el palacio de Janina.
-Cuando empezaba á andar. Mi madre , que se lla- Cogióme de los almohadones en que yo dormia , y al
maba Vasiliki, (Vasiliki quiere decir real , añadió la jó- abrir los ojos ví los suyos inundados de lágrimas.
ven irguiendo la cabeza) , mi madre me cogia de la Sin decir una palabra me llevó consigo.
mano, y cubiertas ambas con nuestro velo , y ponien- Al verla llorar, iba yo á llorar tambien.
do en la bolsa todo el oro que poseíamos , íbamos á pedir -¡Silencio, niña! me dijo.
limosna para los presos, murmurando: - « El que da á En otras ocasiones , pese á los consuelos de mi ma-
los pobres presta al Eterno.»-Luego, cuando se llena- dre, caprichosa como todos los niños , hubiera seguido
ba nuestra bolsa volvíamos á palacio, y sin decir nada llorando ; pero en esta ocasion era tal el acento de ter-
á mi padre, enviábamos todo el dinero que nos habian ror de la pobre Vasiliki , que al momento callé.
dado tomándonos por pobres , al egúmeno del conven- Ibamos corriendo .
to , que lo repartia entre los presos. Bajamos una escalera muy larga.
Y en aquella época, ¿ qué edad teníais? Delante de nosotros bajaban tambien , ó por mejor
-Tres años, dijo Haydée. decir, se precipitaban todas las mugeres de la servi-
¿Luego os acordais de todo lo que os ha pasado dumbre de mi madre cargadas de cofres , de saquitos,
desde la edad de tres años? de joyas y de bolsas.
-De todo. Seguia á aquellas mugeres una guardia de veinte
-Conde , dijo Morcef á Monte-Cristo en voz baja, hombres armados de largos fusiles y de pistolas, y ves-
debíais dejarla que nos contase algo de su historia . Me tidos con ese traje que se conoce en Europa desde que
habeis prohibido hablarla de mi padre ; pero así quizás la Grecia ha vuelto å ser nacion.
me hablará ella, y no podeis figuraros cuánto deseo oir Era muy siniestra de ver , creedme, prosiguió la jó-
su nombre pronunciado por tan linda boca. ven meneando la cabeza y poniéndose pálida á este solo
Volvióse Monte-Cristo hácia Haydée, y con un mo- recuerdo , era muy siniestra de ver aquella inmensa fila
vimiento de cejas que indicaba á la jóven pusiese mu- de esclavas y de mugeres medio dormidas aun , ó á lo
cha atencion en lo que él iba á hacer, la dijo en griego: menos yo me lo figuraba , yo, que quizás creia dormi-
—Πατρος μεν ατην, μη δε όνομα προδότου και προ- das a niis companeras porque no estaba bien despierta.
• δοσιαν , είπε ημιν (1 ). Por el fondo corrian unas sombras gigantescas di-
Haydée exhaló un profundo suspiro, y por su frente bujándose en el techo á la temblorosa luz de las teas.
pura pasó una sombra. -«¡ Qué se den prisa!» dijo una voz allí.
-¿Qué le decíais? preguntó Morcef al conde en voz Y todo mundo se inclinó como las espigas de un
baja. sembrado agitadas por el viento.
-Le repito que sois amigo mio , y que no tiene por A mí aquella voz me hizo temblar de gozo.
qué recatarse de vos. Era la de mi padre.
Iba el último, vestido con su traje esplendoroso,
(1) Traduccion al pié de la letra.-De tu padre la suerte,
pero no la traicion ni el nombre del traidor, cuéntanos. (1) Cuenta.
212 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

armado con la carabina que le regaló vuestro empera- Cuatro escalones de mármol nos faltaban para llegar
dor, y apoyado en su favorito Selim. Custodiaba nues- á una barca que se mecia en el lago.
tra marcha como un pastor conduce á sus ovejas. Desde donde estábamos se veia una masa negra
Mi padre, dijo Haydée irguiendo la cabeza , era un proyectarse en medio del lago. Era el kiosco , y allá
hombre ilustre que la Europa ha conocido con el nom- ibamos.
bre de Alí-Tebelin, Pachá de Janina , y hasta la Tur- Parecíame que estaba muy lejos , sin duda á causa
quía ha temblado delante de él. de la oscuridad.
Sin saber por qué se estremeció Alberto al oir estas Entramos en la barca .

6501 10

Ali-Tebelin , Pachá de Janina.

palabras, pronunciadas con un acento indefinible de or- Recuerdo que los remos no hacian ningun ruido al
gullo y de dignidad. Parecióle que brillaba en los ojos cortar el agua , y que me incliné hácia ellos para mi-
de la doncella algo siniestro y terrible, cuando semejan- rarlos.
te á una Pitonisa que evoca un espectro , despertó el Estaban forrados con los cinturones de nuestros Pa-
recuerdo de aquella sangrienta figura que por su terri- lícaros.
ble muerte se hizo gigantesca á los ojos de la Europa Aparte los remeros, los que íbamos en la barca éra-
contemporánea .
mos, las mugeres, mi padre, mi madre, Selim y yo.
-Pronto se detuvo nuestra marcha , prosiguió Hay-
Los palícaros se habian quedado á la orila arrodi-
dée . Habiamos acabado de bajar la escalera , y nos ha- llados en el último escalon , y preparados á una resis-
llábamos á orillas de un lago. Mi madre me estrechaba tencia tenaz caso de que fuesemos perseguidos.
contra su pecho palpitante , y á dos pasos detrás de Nuestra barca iba igera como el viento.
nosotros ví á mi padre mirando en torno suyo con in-
quietud. -¿Por qué va tan de prisa? la pregunté á mi madre .5
.. い
Calla, hija mia, me respondió; es que huímos.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 213

Yo no lo pude comprender. resolucion de retirarse al asilo que tenia preparado de


¿Por qué mi padre huia? ¿él , tan poderoso ; él, que mucho tiempo atrás, y que llamaba Kataphygion, es
hacia huir á los demás ; él, que habia tomado por decir, refugio.
divisa. -¿Y recordais el nombre de ese oficial , señora? le
Me odian, luego me temen? preguntó Alberto .
Monte-Cristo cambió con la jóven una mirada rá-
Y con efecto, mi padre huia.. pida como el rayo , que pasó desapercibida de Morcef.
He sabido después que la guarnicion de Janina, -No, no lo recuerdo , dijo ella ; pero quizás lo re-
cansada del servicio, que era muy penoso.. cordaré mas tarde, y os lo diré.

Iba vestido con su traje.... apoyado en su favorito Selim.

Aquí Haydée clavó su mirada espresiva en Monte- Iba Alberto á pronunciar el nombre de su padre,
Cristo, a quien no dejaba un punto de mirar. cuando Monte-Cristo levantó el dedo en señal de qué
-Decíais, signora , repuso Albert , que ponia suma callara.
atencion en las palabras de la jóven; decíais , signora , El jóven recordó su juramento y calló.
que la guarnicion de Janina, cansada del servicio... -Al kiosco era adonde íbamos .
Haydée prosiguió su relato con lentitud , como el Un piso bajo adornado de arabescos y bañado por
que inventa ó suprime. el lago y un primer piso ; esto era lo único que se veia
-Se habia vendido al seraskier Kourchid , enviado del palacio.
por el sultan para apoderarse de mi padre. Entonces Pero prolongándose debajo de la isla , habia un in-
mi padre, después de enviar al sultan un oficial francés menso subterráneo , adonde nos condujeron á mi ma-
en quien tenia depositada toda su confianza , tomó la dre , á mí y á nuestras mugeres , y donde yacian en
214 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

monton sesenta mil bolsas y doscientos barriles . En las ¡Oh ! aquel beso, que fué el último, lo siento en mi
bolsas habia veinticinco millones de oro , y en los bar- frente todavía.
riles treinta mil libras de pólvora. Al bajar distinguimos , á través del enrejado de la
Al pié de estos velaba dia y noche Selim , el favorito azotea , las barcas que venian por el lago, y que si antes
de que he hablado , con una lanza, á cuya punta habia parecian puntos negros, iban pareciendo ya pájaros ras-
una mecha encendida. pando la superficie de las olas.
Su consigna era , á una señal de mi padre, prender Entre tanto veinte palícaros , sentados á los piés de
fuego á la pólvora. mi padre y ocultos por el enmaderado , espiaban con
Recuerdo que nuestros esclavos, enterados de este fulminantes ojos la llegada de los barcos, teniendo siem
inminente peligro, pasaban dias y noches rezando, gi- pre dispuestos sus largos fusiles incrustados de oro y
miendo y llorando. nácar.
Todavía se me figura estar viendo al jóven soldado , El suelo estaba sembrado de cartuchos.
de tez bronceada y ojos como carbunclos ; y cuando á Mi padre miraba á su reloj y se paseaba con an-
mí descienda el ángel de la muerte, estoy segura de gustia.
reconocer á Selim . Todo esto lo reparé al separarme de mi padre des-
No puedo asegurar cuánto tiempo vivimos así; que pués de su último beso .
en aquella época ignoraba yo lo que era el tiempo . Vasiliki y yo atravesamos el subterráneo.
Algunas veces , pero raras, nos llamaba mi padre á Selim , que estaba en su puesto , nos sonrió triste-
Vasiliki y á mí á la azotea del palacio. mente.
Aquellas eran mis horas de recreo, pues en el sub- Fuimos á buscar almohadones al otro estremo del
terráneo solo veia fantasmas llorosas y la inflamada lanza subterráneo, y nos sentamos junto á Selim.
de Selim . En los grandes peligros se buscan unos á otros los
Sentado mi padre delante de un gran boquete, corazones que se aman; y yo, aunque niña, conocia ins-
escudriñaba el horizonte con mirada sombría , interro- tintivamente que nos amagaba un gran peligro.,
gando cada punto negro que se dibujaba en el lago, Alberto habia oido contar muchas veces los últimos
mientras mi madre , casi tendida á su lado , apoyaba en momentos del bajá de Janina; pero no á su padre , que
su espalda su cabeza , y yo jugaba á sus piés admiran- no hablaba de ellos nunca.
do , con ese candor de la infancia que engrandece los Tambien habia leido relaciones de su muerte ; pero
objetos , las fragosidades del Pindo, que se elevaba en esta lamentable elegía, reviviendo y tomando voz en la
el horizonte, los castillos de Janina, destacándose blan- persona de su hija, contada de tal manera y por tal bo-
cos y angulosos entre las aguas azules del lago , y las ca , le causaba á la vez un placer y un horror inespli-
inmensas arboledas de un verdor negruzco , abrazadas cables.
á la montaña como la yedra , arboledas que desde lejos En cuanto á Haydée , entregada á sus terribles re-
parecen musgo, y desde cerca son abetos gigantes y cuerdos, habia hecho una corta pausa. Su frente, como
mirtos inmensos. una flor que se inclina ante la tempestad , habia caido
Una mañana nos llamó mi padre. Le encontramos sobre la mano por su propio peso , y sus ojos, estravia-
tranquilo , pero mas pálido que de costumbre. dos, parecia como si viesen aun en el horizonte el verde
-Paciencia, Vasiliki , que hoy todo acabará; hoy llega Pindo y las azules aguas del lago de Janina , mágico
el firman del Señor y se decide mi suerte. Si bien, vol- espejo en que se reflejaba el cuadro sombrío que iba
veremos triunfantes á Janina ; si mal, esta noche trazando .
huiremos. Monte-Cristo la miraba con indefinible espresion de
-¿Pero, y si no nos dejan hair? dijo mi madre. interés y de piedad .
-Descuida , respondió Alí sonriendo . Selim y su -Prosigue, hija mia , le dijo en lengua romaica.
lanza me responden de ellos. Bien quisieran que yo mu- LevantóHaydée la frente como si la sacaran de un sue-
riese; pero no querrian morir conmigo. ño las sonoras palabras que acababa de pronunciar
Mi madre solo respondió con suspiros á estos con- Monte-Cristo, y prosiguió:
suelos, que no le salian á mi padre del corazon . -Eran las cuatro de la tarde ; y aunque el sol bri-
Luego le preparó el agua helada , que bebia con llaba fuera en todo su esplendor, en el subterráneo es-
mucha frecuencia , pues desde que se retiró al kiosko tábamos suinidas en las tinieblas.
le devoraba una fiebre ardiente ; perfumó su blanca Una sola luz brillaba allí como una estrella temblo-
barba y encendió su pipa , cuyo humo le tenia horas rosa en el fondo de un cielo negro : la mecha de Selim .
enteras distraido viéndolo disiparse en el aire. Mi madre era cristiana y rezaba.
De repente hizo un movimiento tan brusco que me Selim repetia de tiempo en tiempo estas palabras sa-
llenó de terror. cramentales :
Y sin quitar los ojos del punto en que primero los -¡Dios es grande !
habia fijado, pidió un catalejo. Mi madre alimentaba alguna esperanza.
Alargósele mi madre, poniéndose mas blanca que el Al bajar creia haber reconocido entre la gente de las
estuco en que se apoyaba. barcas al francés que se habia enviado á Constantino-
La mano de mí padre temblaba, que yo lo ví. pla, y en quien tenia depositada mi padre toda su con-
-¡Una barca ! ¡ dos... tres... cuatro !... murmuró. fianza , sabiendo que los soldados del sultan francésson
Y se levantó , cogió sus armas , y cebó de pólvora por lo comun nobles y generosos.
(lo recuerdo perfectamente) la cazoleta de sus pistolas. Acercóse á la escalera , y se puso á escuchar.
-Vasiliki , dijo á mi madre con visible sobresalto, -Ya se acercan , dijo. ¡ Quiera Dios que traigan la
este instante va a decidir de nosotros; dentro de media paz y la vida!
hora sabremos la respuesta del sublime emperador. Re- -¿Qué temes , Vasiliki? respondió Selim con su voz
tírate al subterráneo con Haydée. dulce y fiera á la vez. Si no nos traen la vida, les da-
-Yo no quiero separarme de vos , dijo Vasiliki. remos la muerte.
Quiero morir con vos , si morís, dueño mio. Y atizaba el fuego de su lanza con un ademan dia-
-Idos con Selim, gritó mi padre. bólico .
-Adios , señor, murmuró Vasiliki , obedeciendo y tenia
Pero yo , que era tan niña y tan cándida ,
petrificada como sí viera la muerte. miedo de aquel valor, pareciéndome feroz é insensato,
-Llevaos á Vasiliki , dijo mi padre á su palícaros.
y me asustaba de aquella muerte horrible entre las lla-
Pero de mí se olvidaban, y corrí hácia él tendién - mas y el espacio .
dole las manos . Vióme , se inclinó , y selló mi frente Mi madre se hallaba dominada de las mismas emo-
con sus labios.
ciones, pues yo la sentia temblar.
Janina.
1
1
.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 215

-¡Dios mio! ¡ Dios mio ! esclamé . ¿ Es que vamos á Y se apartó después de colocar el objeto en el sitio
morir? indicado .
Y á mi voz redoblaron sus súplicas y sus lamentos . Nuestro corazon palpitaba , porque el objeto nos pa-
los esclavos . recia efectivamente un anillo. ¿Empero seria el anillo
-Niña , me dijo Vasiliki en voz baja , Dios te libre de mi padre?
de llegar á desear esa muerte que tanto temes hoy. Sin soltar su lanza se acercó gozoso Selim é incli-
Luego en voz mas baja: nóse á cogerlo .
-Selim , dijo, ¿cuál es la órden del Señor? -¡El anillo del señor ! dijo besándolo ; está bien.
-Si me envia su puñal, es que el sultan se niega á Y poniendo la mecha en el suelo la apagó con el
recibirle en su gracia , y entonces doy fuego ; y si me pié .
envia su anillo, es que el sultan le perdona. El mensajero, exhalando un grito de júbilo , dió una
-Amigo, le dijo mi madre, cuando llegue el recado palmada .
del Señor, si es el puñal , en vez de matarnos á todos Al punto llegaron corriendo cuatro soldados del se-
con esa muerte horrible , te presentaremos la garganta raskier Kourchid, y Selim cayó herido de cuatro puña-
para que nos mates con aquel mismo puñal. ladas.
-Sí , Vasiliki , respondió Selim tranquilamente. Cada uno le habia dado una.
De repente oimos como si fueran gritos descompa- Ébrios con su crímen , aunque todavía pálidos de
sados. terror, se desbandaron por el subterráneo , registrando
Nos pusimos á escuchar; eran gritos de alegría. por todas partes por si liubiera mas fuego, y abalanzán
Entre ellos descollaba el nombre del francés repe- dose á los sacos de oro.
tido por nuestros palícaros . En este intervalo me habia cogido mi madre en sus
Era evidente que traia la respuesta del sultan , y brazos, y saltando y escurriéndose por sinuosidades solo
respuesta favorable. de nosotras conocidas, llegó á una escalera secreta del
¿No recordais ese nombre? dijo Morcef muy dis- kiosco , donde reinaba un tumulto horrible.
puesto á ayudar á la memoria de la jóven . Las salas bajas estaban enteramente llenas de los
Monte- Cristo le hizo una seña. Tchodoars de Kourchid, es decir, de nuestros enemigos .
-No lo recuerdo, respondió . En el momento en que mi madre iba á abrir la puer-
El ruido crecia , y oyéronse pasos cercanos que ba- tecilla secreta , oimos retumbar terrible y amenazadora
jaban los escalones de la caverna . la voz del pachá .
Selim preparó su mecha. Mi madre pegó su oido á las junturas de las tablas ,
Pronto una sombra apareció en la penumbra azu- y por casualidad enfrente de mí habia una abertura, por
lada que proyectaba la luz del dia al penetrar hasta allí. donde miré.
-¿Quién eres ? esclamó Selim. Seas quien seas , no -¿Qué quereis? decia mi padre á los que le presen-
des un paso mas. taban un papel con letras de oro.
¡ Gloria al sultan! dijo la sombra. Se concede am- -Lo que queremos , respondió uno de ellos , es co-
nistia completa al visir Alí; y no solo se le hace mer- municarte la voluntad de su alteza . ; Ves ste firman?
ced de la vida , sino que se le devuelven su fortuna y sus -Lo veo , dijo mi padre.
bienes. -Pues bien, lee….. pide tu cabeza.
Mi madre exhaló un grito de júbilo estrechándome Lanzó mi padre una carcajada mas terrible que si
contra su corazon . hubiera sido una amenaza , y apenas se habria apagado
-¡Tente! le dijo Selim , viendo que se disponia á sa- cuando dos tiros salieron de sus pistolas , matando á dos
lir ya de la caverna . Bien sabes que necesito el anillo. hombres.
-Es verdad, dijo mi madre. Los palícaros, que estaban acostados en torno á mi
Y cayó de rodillas , levantándome hacia el cielo co- padre, pegada la cara al suelo, se levantaron é hicieron
mo si al rogar á Dios por mí quisiera acercarme á él. fuego.
Por segunda vez cortó Haydée su narracion á im- La habitacion se llenó de humo .
pulsos de una emocion tal , que caia á gotas el sudor de En el mismo instante comenzó el fuego del otro lado ,
su frente pálida , y su voz parecia no poder atravesar su viniendo las balas á romper las tablas inmediatas á nos-
garganta seca. otros.
Escanció Monte - Cristo en un vaso un poco de agua ¡ Oh ! ¡ qué hermoso estaba y qué grande el visir
helada, y se presentó, diciéndole con una dulzura en Alí-Tebelin, mi padre , en medio de las balas , con la ci-
que se traslucia algo de mandato: mitarra en la mano y el rostro negro de pólvora! ¡ Cómo
-¡Valor, hija mia! huian sus enemigos !
Haydée prosiguió enjugándose los ojos y la frente. -¡Selim , Selim ! guardian del fuego , gritaba , cum-
En este intervalo , nuestros ojos , acostumbrados á ple tu deber.
lo oscuro, habian reconocido al enviado del pachá : era ¡ Selim ha muerto ! respondió una voz que parecia
amigo. salir de las profundidades del kiosco , y tú eres perdido ,
Selim tambien le habia reconocido; pero él solo una mi señor Ali.
cosa sabia : obedecer. Sonó al mismo tiempo una detonacion sorda , y la
-¿En nombre de quién vienes? le preguntó. pared voló en pedazos en torno á mi padre.
-Vengo en nombre de nuestro señor Alí-Tebelin . Los Tchodoars tiraban á través del entarimado del
-Puesto que vienes en nombre de Alí, ¿sabes lo que suelo .
debes traerme? Tres palícaros cayeron heridos de bajo á alto por
-Sí , respondió el emisario, te traigo su anillo. tres heridas que les taladraron el cuerpo.
Y al mismo tiempo elevó su mano sobre la cabeza ; Rugió mí padre como un leon , y metiendo los
pero estaba demasiado lejos y no habia suficiente luz dedos por los agujeros que habian hecho las balas, ar-
para que desde el sitio en donde estábamos reconociese rancó una tabla entera .
Selim el objeto que le presentaba. Pero por la misma abertura salieron á la par veinte
-No veo lo que tienes, dijo. disparos , y el fuego , parecido al de cráter de un vol-
-Acércate o ό yo me acercaré, contestó el mensajero. can, apoderóse del mueblaje, que devoró en un mo-
-Ni lo uno ni lo otro, repuso el jóven soldado. mento.
Coloca el objeto que me enseñas en el mismo sitio En medio de aquel espantoso ' umulto y de aque "a
donde estás, bajo ese rayo de luz, y apártate hasta que espantosa gritería, dos tiros que los ahogaron á todos ,
yo lo haya visto . y dos gritos desgariadores sobre toda ponder, cion, me
-Sea , dijo el mensajero. helaron de espanto.
216 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Aquellas dos esplosiones habian herido á mi padre Sentíme rodar por el suelo; era que mi madre caia
de muerte; y él era el que habia lanzado aquellos dos desmayada.
gritos. La jóven exhaló un suspiro, y miró al conde como
Sin embargo, permanecia de pié , agarrado á un para preguntarle si estaba satisfecho de su obediencia.
balcon. Levantóse Monte-Cristo , vino á ella , le cogić la
Mi madre queria echar la puerta abajo para ir mano y la dijo en romaico:
á morir con él; pero la puerta estaba cerrada por -Descansa , querida mia, y piensa que hay un Dios
dentro. que castiga á los traidores

...y Selim cayó herido de una puñalada.

En torno á mi padre los palicaros se revolcaban ¡ Qué historia tan horrible , conde ! dijo Alberto
con las convulsiones de la agonía. Dos ó tres que que- asustado de la palidez de Haydée. Ahora siento haber
daban vivos, se escaparon por los balcones. sido tan indiscreto y tan cruel.
Al mismo tiempo crugió el entarimado desmoro- -No es nada, dijo Monte- Cristo.
nándose.
Y poniendo luego la mano sobre la cabeza de la
Alí cayó sobre una rodilla. jóven :
Veinte brazos se estendieron hácia él armados de
sables, de pistolas y de puñales ; veinte golpes hirieron -Haydée es una muger de corazon, repuso, y mu-
chas veces le ha servido de consuelo el referir sus des-
á la vez á una sola víctima , y desapareció mi padre en
un torbellino de fuego atizado por aquellos demonios , gracias .
como si se abriera bajo sus piés. -Porque mis desgracias me recuerdan tus benefi-
cios, respondió la jóven vivamente.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 217

Alberto la miró con curiosidad , porque no habia -No, respondió Haydée; no se atrevió á tanto, y
referido aun lo que él mas deseaba saber ; es decir, nos vendió á unos comerciantes de esclavos que iban
cómo llegó á ser esclava del conde de Monte-Cristo. á Constantinopla. Atravesamos la Grecia , y llegábamos
Haydée leyó en las miradas del conde y en las de ya moribundas á la Puerta imperial , cuajada de curio-
Alberto el mismo deseo. sos que se abrian para hacernos plaza, cuando mi ma-
Y prosiguió : dre sigue con los ojos la direccion de sus miradas,
-Al volver mi madre en sí, nos hallábamos en pre- lanza un grito, y cae, señalándome una cabeza clavada
sencia del seraskier. encima de la puerta, con un letrero que decia :

¡Oh! qué hermoso estaba el visir Ali-Tebeln, mi padre!...

-Matadme, le dijo; pero respetad á la viuda de Alí. «Esta es la cabeza de Alí-Tebelin , pachá de Janina.>
-No es á mí á quien debes dirigirte , respondió En medio de mi dolor procuré levantar á mi madre;
Kourchid . pero ¡estaba muerta!
-¿Pues á quien? Me llevaron al bazar.
-A tu nuevo amo. Compróme un rico armenio; me puso maestros que
-¿Cuál es? me instruyeran , y cuando cumplí trece años, me ven-
-Míralo. dió al sultan Mahmoud.
Y nos señaló á uno de los que mas habian contri- Al cual se la compré yo , dijo Monte- Cristo , por
buido á la muerte de mi padre , añadió la jóven con otra esmeralda igual à la que me sirve de caja para
sombría cólera. mis pastillas del hatchis .
-¿Y desde entonces fuísteis propiedad de aquel ¡Oh! tú, mi señor, tú eres bueno , dijo besándole la
hombre? le preguntó Alberto. mano ; y me tengo por muy dichosa en pertenecerte.
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 131.-TOMO II. 15
218 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Alberto estaba estupefacto. »tados esta mañana , no se lo haya prevenido en nin-


-Apurad vuestra taza de café, que la historia se ha »gun modo.»>
acabado, le dijo el conde. El que hubiera visto al magistrado en este mo-
mento, abrumado por aquel golpe , no hubiera creido
CAPÍTULO XIX . que lo previese.
Con efecto, nunca sospechó él que su padre pudiera
NOS ESCRIBEN DE JANINA. llevar la franqueza ó mas bien la claridad, hasta elpunto
de referir semejante historia.
Salió Franz tan trastornado de la habitacion de M. Bien que Noirtier , desdeñando como desdeñaba las
Noirtier, que hasta Valentina se habia compadecido opiniones políticas de su hijo , nunca se habia tomado
de él, el trabajo de aclarar á sus ojos aquel suceso; de manera

Me llevaron al bazar.

Villefort , que no habia abierto la boca sino para que Villefort habia creido siempre que el general de
pronunciar palabras incoherentes, escapándose de allí Quesnel ó el baron d'Epinay, segun se le quiera llamar
en seguida , recibió dos horas después la siguiente con el nombre que él se habia conquistado ó con elque
carta: le habian concedido , el general , repetimos , habia
muerto asesinado, y no en un duelo leal.
«Con las revelaciones de esta mañana no puede su- Esta carta tan dura de un jóven tan respetuoso era
»poner M. Noirtier de Villefort que sea posible una mortal para el orgullo de un hombre como Villefort.
»alianza entre su familia y la de M. Franz d'Epinay. Acababa de retirarse á su gabinete , cuando entró
»M. d'Epinay recuerda con horror que M. de Ville- su muger.
»fort, que al parecer tenia noticia de los sucesos con- El llamar á Franz M. Noirtier, habia de tal manera
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 219

admirado á todo el mundo, que la posicion de Madama liano , que creer una hora antes que no se casaria con
de Villefort , sola con el notario y los testigos , se hacía Franz.
por momentos mas y mas crítica. En este intervalo habia subido Madama de Villefort
Conque la dama tomó su partido, y salió tam- al cuarto de Noirtier.
bien anunciando que iba á enterarse de aquellos mis- El anciano la miró con aquellos ojos sombríos y se-
terios. veros que solo tenia para ella .
El procurador del rey se contentó con decirle que á -Caballero, le dijo la dama, no necesito deciros que
consecuencia de una esplicacion entre él, M. Noirtier y el matrimonio de Valentina ya no se lleva á cabo, puesto
M. d'Epinay, se desbarataba el matrimonio de Valen- que fué aquí mismo...
tina. Noirtier permaneció impasible.
Muy difícil era decir esto á los concurrentes: conque -Pero lo que no sabeis , caballero , prosiguió Ma-
Madama de Villefort les dijo solo , que habiendo tenido dama de Villefort , es que yo me he opuesto siempre á
M. Noirtier al principio de la conferencia una especie ese matrimonio , que se verificaba á pesar mio .
de ataque de apoplegía , la firma del contrato se apla- Noirtier miró á su hija política como hombre que
zaba como era natural. espera una aclaracion.
Aunque falsa , llegaba esta noticia de una manera -Ahora bien: puesto que ese matrimonio que tam→
tan singular y en una ocasion tan rara , que todos los bien os repugnaba á vos, no se efectua, yo vengo á dar
circunstantes se miraron asombrados , y se retiraron sin un paso que ni M. de Villefort ni Valentina pueden dar.
decir una palabra. Los ojos de Noirtier preguntaron qué paso era.
Entre tanto , Valentina , dichosa y asustada á par, -Vengo á suplicaros , caballero, como la única per-
después de abrazar de gratitud al débil anciano que sona que tenga derecho á hacerlo, puesto que a mí
acababa de romper de un solo golpe una cadena que ya nada me interesa , vengo á suplicaros que devolvais á
le parecia indisoluble, le habia pedido permiso para re- vuestra nie'a , no vuestro cariño , que siempre lo ha
tirarse á su cuarto , permiso que Noirtier le concedió poseido , sino vuestra fortuna.
con los ojos. Los ojos de Noirtier permanecieron un instante
Pero en vez de subir á su cuarto, tomó Valentina el como inciertos . Sin duda calulaba las causas de aque-
corredor, y saliendo por la puerta secreta se lanzó al lla peticion , sin acertar á comprenderlas.
jardin. -¿Puedo esp rar , caballero, le dijo Madama de Ville-
En medio de tantos sucesos , un terror sordo opri- fort, que vuestras intenciones esten en armonía con la
mia su corazon incesantemente. súplica que acabo de haceros?
Esperaba de un momento á otro ver aparecer á Maxi- -Sí , respondió Noirtier.
miliano pálido y amenazador, como el laird de Ravens- -En ese caso me retiro agradecida y contenta.
word aparece en el contrato de Lucía de Lammermoor. Y saludando al anciano, se marchó.
Con efecto , ya era tiempo de que acudiese á la Con efecto , á la mañana siguiente mandó Noirtier
verja. llamar al notario.
Morrel , que habia comprendido lo que iba á pasar Rompióse el primer testamento, y se hizo otro por
viendo á Franz salir del cementerio con M. de Ville- el cual dejaba todos sus bienes á Valentina, á condicion
fort, los habia seguido , y después de verlos entrar jun- de que nunca la separarian de él.
tos, habia visto salir al jóven para volver acompañado Algunas personas calcularon entonces que la seño-
de Alberto y Chateau-Renaud . rita de Villefort , heredera de sus abuelos los marqueses
Ya no le quedaba duda. de Saint-Meran, y reconci iada con M. Noirtier, posee-
Y resuelto á todo se metió en su cercado, seguro de ría con el tiempo muy cerca de trescientas mil libras
que al primer momento que Valentina tuviera suyo de renta.
vendria á buscarle. Mientras sucedia todo esto en casa de Villefort , el
No se equivocaba. conde de Morcef hobia recibido la visita del conde de
Pegados sus ojos á las tablas, vieron con efecto á la Monte-Cristo , y para demostrar á Danglars su afec-
jóven , que sin tomar ninguna de las precauciones de cion se ponia su uniforme de teniente general cargado
costumbre corria á su encuentro. con tod is sus cruces y pedia sus mejores caballos.
A la primera mirada se tranquilizó Morrel. Así aderez ido, se dirigió á la Chausse d'Antin, ha-
A la primera palabra desfalleció de gozo. ciéndose anunciar á Danglars , que en aquella sazon se
-¡Salvados! esclamó Valentina. ocupaba en su arqueo de fin de mes.
-¡Salvados ! repitió Morrel, no dando crédito á tanta No era aquella la sazon mas oportuna de visitar al
felicidad. ¿Salvados por quién? banquero, desde algunos meses atrás.
-Por mi abuelo. ¡ Oh ! amadle mucho , Maximiliano. Conque al ver á su antiguo amigo tomó Danglars
Morrel juró amar al anciano con toda su alma , ju- su aire majestuoso y se tendió á la larga en su sillon.
ramento que en esta ocasion le costaba muy poco, pues Morcef, tan altivo de comun , tenia un aspecto ri-
no se contentaba ya con amarle como á un amigo ó sueño y afable.
como á un padre , sino que le adoraba como á un Dios. Por consiguiente , casi seguro como lo estaba de
-¿Pero cómo ha sido eso? preguntóla. ¿De qué medio que sus palabras iban á ser bien acogidas, desechando
se ha valido? la etiqueta y yéndose al fondo del asunto , le dijo:
Abria ya la boca Valentina para contárselo todo , -Aquí me teneis, baron . Hace mucho tiempo que
cuando recordó cuán terrible era aquel secreto , y qué nos estamos recordando nuestro antiguo compromiso...
no pertenecia á su abuelo solamente. Morcef esperaba que estas palabras desarrugarian
-Mas tarde os lo contaré , respondió. el ceño de su amigo , ceño que atribuia á su silencio
-¿Cuándo? en aquel asunto ; pero por el contrario , el rostro de
-Cuando sea vuestra esposa. Danglars, cosa inverosímil, se puso mas frio y mas im-
Esto era llevar la conversacion á un punto que po- pasible que nunca.
nia á Morrel muy fácil de contentar; conque le pareció Esta fué la causa de que el general no acabase su
que era bastante saber y bastante fortuna para un dia. | oracion.
Sin embargo , no consintió en marcharse sin que -¿Qué compromiso , señor conde? le preguntó el
Valentina le prometiera dejarse ver á la mañana si- banquero , como si buscara vanamente en su memoria la
guiente. clave de lo que el general queria decirle.
Valentina se lo prometió. -¡Oh! ¿sois formalista y me recordais que esto debe
Todo á sus ojos habia mudado de aspecto , y menos hacerse con arreglo al ceremonial consagrado? Muy
dificil le era ahora creer que se casaria con Maximi- bien, muy bien. Disimuladme. Como solo tengo un
220 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

hijo , y como es la primera vez que pienso en casarlo, en ridículo , se habia ya dirigido á la puerta de la sala,
soy aprendiz todavía. Vamos, me ensayaré. cuando mudando de parecer volvió atrás.
Ylevantándose con una sonrisa forzada, hizo á Dan- Un pensamiento acababa de pasar por su mente,
glars una profunda reverencia, y le dijo: dejando en ella una vaga inquietud á pesar de su ofen-
-Tengo, señor baron , la honra de pediros la mano dido orgullo.
de la señorita Eugenia Danglars, vuestra hija , para mi -Veamos , mi querido Danglars , dijo al baron ; hace
hijo el vizconde Alberto de Morcef. muchos años que nos conocemos , y por consiguiente
Pero en vez de acoger Danglars estas palabras con debemos tener ciertos miramientos el uno para el otro.
la benevolencia que el conde tenia derecho á esperar Me debeis una esplicacion , y es justo que yo sepa si-
de él, frunció las cejas, y sin invitarle á que se sentara, quiera á qué debe mi hijo la pérdida de vuestro afecto.
aunque permanecia de pié, le dijo: -No es cosa que atañe al vizconde: nada mas puedo
--Antes de responderos , señor conde, necesito pen- deciros , caballero , respondió Danglars , que rayaba en
sarlo bien. la in pertinencia, al pas que Morcef en la dulzura.
-¡Pensarlo! repuso Morcef mas y mas absorto , ¿no -¿Pues á quien atañe ? esclamó el conde con la voz
habeis tenido tiempo de pensarlo en ocho años que hace alterada y el rostro pálido .
hablamos de esta boda por primera vez? Danglars , que no se le escapaba ninguna de estas
-Todos los dias suceden cosas , señor conde , res- alteraciones , clavó en él una mirada mas audaz que lo
pondió Danglars , que hacen que se vuelva á pensar lo que solian ser las suyas.
mas pensado. -Agradecedme que no me esplique mas, dijo.
-¿Cómo así? esclamó Morcef. No os comprendo , Un temblor nervioso, hijo sin duda de la cólera re-
baron. primida, agitaba todo el cuerpo de Morcef.
-Quiero decir, caballero , que las circunstancias -Tengo derecho, repuso haciendo un gran esfuerzo
han... desde hace quince dias... sobre sí mismo, tengo derecho á exigir que os espli-
-Permitid que os interrumpa. ¿ Estamos haciendo queis . ¿ Será Madama de Morcef la que os disguste?
una comedia? ¿Será que mi fortuna os parezca poca? ¿Serán misopi-
-¿Una comedia? niones, por contrarias á las vuestras ? .
-Ší; espliquémonos categóricamente . -Nada de eso , caballero, repuso Danglars, y nunca
-No lo deseo yo menos. mereceria perdon , porque harto sabia todo eso cuando
-¿Habeis visto al conde de Monte-Cristo? me comprometí. No os devaneis los sesos , pues me aver-
-Le veo muy a menudo; que es amigo mio, respon- güenzo de obligaros á hacer este exámen de conciencia.
dió Danglars contoneándose. No pasemos adelante ; creedme. Adoptemos el término
-Pues bien, una de las últimas veces que le visteis medio de aplazar la boda , que ni es un rompimiento
le dijisteis que yo parecia olvidadizo , irresoluto en ni un compromiso. Nadie nos corre, por otra parte. Mi
esto de la boda. hija tiene diez y siete años y vuestro hijo veintiuno .
-Es verdad. Entre tanto anda el tiempo, con el tiempo vendrán
-Pues bien, aquí me teneis. Ni olvidadizo ni irre- los sucesos... las cosas que hoy parecen oscuras se ven
soluto soy, bien lo veis, puesto que vengo á intimaros mañana ó al otro tan claras como la luz del dia... y tam-
el cumplimiento de vuestra promesa . bien en un solo dia suelen desvanecerse las calumnias
Danglars no respondió. mayores...
-¿Tan pronto habeis mudado de parecer , añadió el -¿Calumnias decís , caballero ? esclamó Morcef po-
conde, ó provocásteis este paso mio para tener el gusto niéndose livido . ¡ Me calumnian á mí !
de humillarme? -Señor conde, repítoos que no hablemos mas.
Danglars comprendió que á seguir la conversacion -¿Conque tengo que sufrir tranquilamente vuestra
en aquel terreno, podia tener muy mal fin para él. repulsa ?
-Señor conde , le dijo , comprendo perfectamente Para mí es mas dolorosa que para nadie. Si , mas
que mi reserva os admire; pero tened entendido que yo dolorosa para mí que para vos, porque yo contaba con
Soy el primero en lamentarla; tened entendido que me honrarme con esta boda; y una boda así deshecha, hace
la imponen circunstancias imperiosas. siempre mas daño á la novia que al novio.
- Esas son palabras vanas, señor mio , que podrian -Está bien , caballero ; no hablemos mas , dijo
satisfacer á un cualquiera ; pero el conde de Morcef no Morcef.
es un cualquiera; y cuando un hombre como él viene á Y salió de la habitacion rompiendo sus guantes de
buscar á otro hombre , á recordarle su palabra empe- rabia.
ñada, y este hombre falta á su palabra, el conde de El banquero reparó que ni una sola vez se habia
Morceť tiene derecho á exigir que se le dén siquiera atrevido á preguntarle si era por causa suya personal
razones. por lo que retiraba su palabra .
Danglars era cobarde; pero no queria parecerlo. Aquella noche tuvo una larga conferencia con mu-
El tono del conde le hirió en lo mas vivo. chos amigos, y Andrea Cavalcanti , que habia permane-
-No son razones lo que me falta, repuso. cido constantemente en la sala de las mugeres , se mar-
-¿Qué quereis decir? chó el útimo de casa del banquero.
Que las tengo; pero difíciles de dar . A la mañana siguiente pidió Danglars los periódicos
-Ya comprendereis que vuestras reticencias no pue- al despertarse .
den satisfacerme, replicó Morcef. De todo esto una cosa Al punto se los entraron .
deduzco terminante y clara , y es que os negais á la Separó tres ó cuatro y cogió El Imparcial, que era
boda. el dirigido por Beauchamp.
-No señor ; aplazo simplemente mi resolucion , dijo -Abriólo con nerviosa rapidez, pasó desdeñosamente
el banquero. el artículo de fondo, y al llegar al Correo estranjero, se
-¿Supongo que no tendreis la presuncion de creer detuvo con maligna sonrisa en una correspondencia que
que yo tolere vuestros caprichos, aguardando humilde- empezaba así:
mente que me devolvais vuestro favor ? «Nos escriben de Janina ...»
-Pues si no podeis esperar, señor conde, olvidemos -Bueno, dijo después de haberlo leido. Este artículo
nuestros proyectos. sobre el coronel Fernando me ahorrará de dar espli-
Morcef se mordió los labios hasta hacerse sangre , caciones al conde de Morcef.
por no dejarse llevar del impulso de su carácter so- A aquella misma hora , es decir , á las nueve en
berbio.
punto de la mañana , Alberto de Morcef, vestido de ne-
Comprendiendo que en aquella ocasion se pondria gro , abotonado hasta la barba , brevé en el decir y
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 221

agitado en el andar, se presentó en la casa de los Cam- | Campos Elíseos, y á las diez estaré aquí. Si vuelve él
pos Elíseos. antes que yo, dile que le suplico me espere.
-El señor conde acaba de salir hace media hora so- -No lo olvidaré, señor.
bre poco mas o menos, le dijo el portero. Dejó Alberto á la puerta del conde el cabriolé de
¿ Se ha llevado á Bautista ? le preguntó Morcef. plaza que había traido, y fué á pasearse á pié.
-No, señor vizconde. Al pasar por la alameda de las Viudas, creyó reco-
-Pues llamadle, que le quiero hablar. nocer el carruaje del conde, parado á la puerta del tiro
Fué el portero en persona á buscar al ayuda de cá- de pistola de Gosset.
mara, y un instante después volvieron juntos. Acercóse, y después de haber reconocido los caba-
-Amigo mio, le dijo Alberto, ruégoos que disimuleis llos , reconoció tambien al cochero.

Un temblor nervioso agitaba todo el cuerpo de Morcef.

mi indiscrecion ; pero quiero preguntaros á vos mismo -¿Está en el tiro el conde? le preguntó.
si vuestro amo ha salido efectivamente. -Si señor, respondió el cochero.
-Sí señor, respondió Bautista. Con efecto, desde que Alberto estaba allí, habia oido
Para mí tambien? algunos tiros acompasados..
Sabiendo con cuanto gusto recibe mi amo al señor Y entró.
vizconde , me guardaría bien de confundirle en una A la puerta del jardin se hallaba el mozo.
medida general. -¿Querrá esperar un instante el señ r vizconde?
-Tienes razon , porque tengo que hablarle de un le dijo.
asunto muy grave . ¿Crees que tarde en volver? ¿Por qué, Felipe? le preguntó Alberto, que comò
-No señor, porque ha pedido el almuerzo para las abonado al tiro se admiraba de aquel obstáculo incom-
diez. prensible.
-Bien. Pues entonces voy á dar una vuelta por los -Porque la persona que está dentro tiene tomado
222 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

el tiro para él solo y nunca tira delante de nadie. | almorzar, con que me vine á pasear entre tanto , y he
-¿Ni delante de vos , Felipe? conocido vuestros caballos y vuestro carruaje.
-Ya lo veis, puesto que estoy á la puerta. -Eso me hace concebir la esperanza de que vengais
¿Y quién le carga las pistolas? á pedirme de almorzar.
-Su criado. -Gracias. No se trata de almorzar ahora. Acaso al-
Un nubio? morzaremos luego , aunque en mala compañía. ¡Par-
Un negro. diez!
-El es. -¿Qué me decís?
Conoceis á ese caballero? Me bato hoy, querido conde.

El tiro de pistola.

-Vengo á buscarle ; es amigo mio, -¿Por qué?


-Entonces la cuestion varía; le avisaré. Toma! ¡por batirme!
E impulsado por su propia curiosidad, entró Felipe -Ya lo comprendo ; ¿ pero por qué causa ? Uno se
en el tiro. bate por muchas cosas; ya lo sabeis.
Un segundo después apareció Monte- Cristo á la -Por cosas de honor.
puerta. -¡Ah! eso es grave.
Dispensadme que os persiga hasta aquí , querido A grave , quevengo á pediros un favor.
-Tan
conde ,le dijo Alberto; pero empezaré por deciros que -¿Cuál?
contienen la culpa vuestros criados , y que la indiscre- Que seais mi padrino.
cion es solo mia. Fuí á vuestra casa, donde me dijeron -Eso es mucho mas grave. No hablemos aquí va
que estábais de paseo , pero que volveríais á las diez á : mos á casa. -Ali , dame agua.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO. 225

Y volviéndose las mangas del frac pasó el conde al | lo anuble la mas ligera mancha . Enviaré á Beauchamp
vestibulo que precede al tiro , vestíbulo donde acostum- dos testigos, y pues su periódico ha publicado esta no-
bran los tiradores lavarse las manos. ticia, él se rectractará.
-Entrad , señor vizconde ; vereis qué cosa tan dia- -Beauchamp no se retractará.
bólica, le dijo Felipe. -Entonces nos batiremos.
Alberto entró. -Tampoco os batireis , porque os responderá que
A las láminas negras donde se colocan los blancos, quizás habria en el ejército griego cincuenta oficiales
estaban pegados naipes. que se llamasen Fernando.
Al pronto creyó Morcefque era una baraja completa , - A pesar de esa respuesta nos batiremos. ¡Oh! quie-
puesto que habia desde as hasta diez. ro que esa calumnia se desvanezca... ¡ Mi padre! un
-¡Ah! ¡ah! dijo, ¿estabais jugando, conde? soldado tan noble , de carrera tan brillante...
-No , estaba haciendo una baraja. O bien escribírá en su periódico:
-¿Cómo? «Tenemos fundados motivos para creer que este
-Esas cartas que veis ahí eran ases y doses; pero mis »Fernando no tiene nada de comun con el señor conde
balas las han hecho treses, cincos, seises, sietes, ochos , »de Morcef, que tambien se llama Fernando.>>
nueves y dieces. -No me contentaré con eso . Necesito una retracta-
Alberto se aproximó. cion completa.
Con efecto, las balas habian hecho lo que el conde -¿Y vais á enviarle vuestros padrinos?
decia , y con líneas y distancias perfectamente exactas -Ší.
é iguales. -Haceis mal.
Al acercarse al blanco habia visto además Alberto ¿Es decir que me negais el favor que os he pedido?
dos ó tres golondrinas , que habiendo cometido la im- -Ya sabeis mis ideas sobre el duelo . ¿ No recordais
prudencia de pasar por encima del tiro, babian muerto que en Roma os hice mi profesion de fé?
á manos del conde. -Sin embargo , querido conde, está mañana , ahora
¡Diablo! murmuró Morcef. mismo, os he encontrado en una ocupacion poco en ar-
¿ Qué quereis , vizconde ? respondió Monte-Cristo monía con esas ideas.
limpiandose las manos con la tohalla que Alí le presen- -Porque es preciso no ser absoluto, mi caro amigo,
taba ; de algun modo he de pasar mis ratos de ócio; El que vive entre locos debe tambien de hacer sus en-
pero venid. sayos de locura. De un momento á otro algun delirante,
Y subiendo ambos al cupé de Monte-Cristo , en un que no tenga para armarme camorra mayor motivo que
momento llegaron al núm. 30 . el que vos teneis para armársela á Beauchamp , puede
Monte-Cristo llevó á Morcef á su gabinete , y le se- enviarme sus padrinos é insultarme en un sitio público,
ñaló una butaca. y en ese caso tendré que matar al delirante.
Ambos se sentaron. -¿Conque dais por sentado que os batiriais ?
-Hablemos ahora tranquilamente, dijo el conde. ¡Vaya!
-Ya veis que estoy tranquilo. -Entonces , ¿ por qué quereis que yo no me bata?
-¿Con quién os quereis batir? -No digo que no debais batiros; sino que el duelo es
-Con Beauchamp. una cosa muy grave que hay que pensarla mucho.
-¡Con un amigo vuestro! -¿Lo ha pensado él mucho para insultar á mi padre?
-Siempre se bate uno con amigos. -Si lo ha hecho impensadamente , y lo confiesa, no
-Pero se necesita razon. debeis quererle mal.
-Tengo una. -¡Oh querido conde ! sois demasiado indulgente.
-¿Qué os ha hecho? -Y vos demasiado rigoroso. Veamos... Supongo...
En su periódico de ayer tarde... pero tomadlo. tened presente lo que digo : supongo... no os vayais á
Leed. enfadar conmigo tambien.
Y alargó á Monte-Cristo un periódico donde se -Ya os escucho.
leian estas palabras : -Supongo que la noticia es cierta...
«Nos escriben de Janina: -Un hijo no debe admitir semejante suposicion,
>>>Ha llegado á nuestra noticia un hecho hasta ahora cuando se trata del honor de su padre.
»ignorado o por lo menos misterioso. -¡Oh Dios mio ! ¡ en esta época se admiten tantas
»Los castillos que defendian la ciudad, fueron en- cosas !
»tregados á los turcos por un oficial francés, en quien -Ese es justamente el vicio de la época.
>>Alí-Tebelin tenia depositada su confianza y que se lla- Teneis la pretension de reformarla?
>>maba Fernando. >»> Sí, en lo que esté á mi alcance.
-¿Y qué hay en esto que os ofenda? preguntó el Qué fatuidad, amigo mio!
@onde al vizconde. -Soy así.
-¿Cómo qué hay? Y sois tambien inaccesible á los buenos consejos ?
Si. ¿ Qué os importa á vos de que los castillos de No , cuando vienen de un amigo.
Janina fueran entregados por un oficial francés llamado Me creeis vuestro?
Fernando?
-Tanto me importa, como que mi padre el conde -Pues antes de enviar vuestros padrinos à Beau-
de Morcef se llama Fernando. champ, informaos.
-¿Y servia á Alí-Pachá? -¿De quién?
-Es decir, combatia por la independencia de los -De Haydée, por ejemplo.
griegos. En eso está la calumnia. -¡ Mezclar una muger en este asunto ! ¿ para qué
-¡Ah! hablemos en razon , querido vizconde. puede servirme?
-No deseo yo otra cosa. -Para declararos , por ejemplo , que vuestro padre
-Decidme si podeis , ¿quién diablos sabe en Fran- no tuvo la menor culpa en la ruina y muerte del suyo,
cia que el oficial Fernando sea el mismo conde de Mor- ó informaros si por desgracia...
cef? ¿Quién se acuerda á estas horas de Janina, que -Ya os he dicho, conde, que no puedo admitir se-
segun creo fué tomada en 1822 6 1823 ? mejante suposicion.
-En eso justamente hallo la perfidia yo . Se ha de- Conque desaprobais este medio ?
jado pasar tiempo , y hoy se resucitan acontecimientos -Sí.
olvidados para manchar una alta reputacion . Pues bien: -¿ Rotundamente?
yo, heredero del nombre de mi padre, no quiero que Rotundamente.
224 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Entonces, oid mi último consejo. -Por aquí , por aquí , querido Alberto , le dijo ten-
-Que sea el último . diéndole la mano: ¿qué viento os trae? ¿ Os habeis per-
-¿No lo quereis oir? dido por estos barrios , y venís simplemente á pedirme
-Al contrario; os lo pido. de almorzar? Haced lo primero por encontrar una silla.
-No envieis vuestros padrinos á Beauchamp. Mirad, allí, en aquel ricon , junto á esa maceta, única
Cómo ! cosa que me recuerda aquí que hay en el mundo otras
-Id á buscarle vos mismo. hojas que no las de papel .
-Eso es contra la costumbre. -Del vuestro es del que vengo á hablaros , Beau-
-Vuestro asunto se sale de la esfera de lo vulgar. champ, dijo Alberio.
-Veamos. ¿Y por qué debo yo de ir en persona? -¿Vos? ¿Qué quereis?
-Para que todo quede entre los dos. -Una rectificacion.
-Esplicaos. -¡Una rectificacion ! ¿Y sobre qué ? Pero sentaos.
-Sí haré . Si Beauchamp está dispuesto á retractarse, -Gracias , respondió el jóven por segunda vez con
es preciso dejarle el mérito de la espontaneidad, puesto una ligera genuflexion.
que no por eso deja de lograrse la retractacion, que es -Esplicaos.
lo que importa. Si por el contrario se niega, tiempo -Una rectificacion sobre un hecho que ataca al ho-
teneis de enterar á dos estraños del asunto. nor de una persona de mi familia.
-No serán dos estraños ; serán dos amigos. -¡Eso es imposible ! dijo Beauchamp sorprendido.
-Los amigos de hoy son los enemigos de mañana. ¿A qué aludís?
-¡Oh ! A la correspondencia de Janina.
-Testigo Beauchamp. ¿De Janina?
-Conque... -Ší , de Janina . En verdad que aparentais no saber
-Os recomiendo la prudencia. de lo que se trata.
-¿E insistís en que debo ir en persona? -Palabra de honor...- ¡ Bautista , un número de
Sí. ayer! gritó Beauchamp.
-¿Solo? -Es inútil : aquí traigo el mio.
-Solo. Cuando se quiere obtener algo del amor pro- Beauchamp leyó muy admirado:
pio de un hombre, es preciso ahorrar a su amor propio «Nos escriben de Janina, etc. , etc.»>
hasta la sombra de una humillacion. -Ya comprendereis que el hecho es grave, dijo Mor-
-Creo que teneis razon. cef cuando el periodista acabó su lectura.
-¡Ah ! me alegro mucho. -¿Es pariente vuestro ese oficial?
-Iré solo. -Sí, dijo Alberto poniéndose como la grana.
-Mejor haríais en no ir. -¿Pues qué quereis que haga para daros gusto? le
-Eso es imposible. preguntó Beauchamp con dulzura.
-Pues id, que siempre es eso mejor que lo que pen- -Quisiera que retractáseis la noticia , mi querido
sábais hacer. Beauchamp.
-Pero veamos ; si á pesar de todas las precauciones El periodista le miró con una atencion que demos-
se verifica el duelo, ¿ sereis mi padrino ? traba no poca benevolencia.
-Mi querido vizconde, respondió Monte-Cristo con -Veamos , dijo; esto es para hablarlo despacio ; por-
suma gravedad, motivos teneis para saber que en todo que una retractacion siempre es cosa grave. Sen-
tiempo y lugar estoy á vuestra disposicion ; pero el fa- taos; volveré á leer estas cuatro ó cinco líneas.
vor que me pedís sale de la esfera de los que yo puedo Sentóse Alberto, y Beauchamp volvió á leer con mas
haceros. atencion los renglones acriminados por su amigo.
-¿ Por qué? -Ya lo veis, dijo Alberto con voz firme y hasta pro-
-Acaso lo sabreis un dia. vocadora; se ha insultado en vuestro periódico á un pa-
-Pero entre tanto... riente mio y quiero una retractacion .
-Reclam para mi secreto vuestra indulgencia. -¿Quereis?
-Bien. Nombraré á Franz y á Chateau-Renaud. -Sí, quiero.
-Nombrad á Franz y á Chateau-Renaud. ¡ Buena -Permitidme que os diga, caro vizconde , que olvi-
idea ! dais las fórmulas...
-Pero en fin, si llego á batirme ¿ me dareis una lec- -No quiero recordarlas , repuso el jóven poniéndose
cion de espada ó de pistola ? de pié . Deseo la retractacion de una noticia que ayer
-No, es imposible. habeis dado, y la obtendré. Sois bastante amigo mio,
-¡Qué hombre tan raro sois ! ¿ Conque no quereis continuó mordiéndose los labios al ver que Beauchamp
mezclaros en nada ? · por su parte comenzaba á erguir su cabeza desdeñosa;
-En nada absolutamente. sois bastante amigo mio para comprender , así lo es-
-Pues no hablemos mas. Adios. pero á lo menos, mi tenacidad en esta ocasion.
-Adios , vizconde. -Si soy amigo vuestro , Morcef , acabareis por ha-
Morcef tomó su sombrero , y salió. cérmelo olvidar con palabras por ese estilo... pero vea-
A la puerta encontró su cabriolé. mos : no pasemos á mayores todavía... estais irritado...
Reprimiendo su cólera como mejor pudo, se dirigió fuera de vos... ¿qué grado de parentesco teneis con
á casa de Beauchamp. ese Fernando?
Allí le dijeron que estaba en la redaccion . -Es mi padre simplemente, M. Fernando Mondego,
Con que se dirigió á la redaccion . conde de Morcef, antiguo militar que se ha hallado en
Hallábase Beauchamp en un gabinete oscuro y em- veinticinco batallas , y cuyas nobles cicatrices se pre-
polvado , como son desde ab initio todas las redacciones tenden ocultar con impuro lodo.
de los periódicos , cuando le anunciaron á Morcef. -¡Es vuestro padre! repuso Beauchamp. Entonces
Dos ó tres veces se hizo repetir el anuncio. la cuestion valía ... Concibo vuestra indignacion, que-
Mal convencido todavía, esclamó: rido Alberto . Volvamos á leer.
-Entrad. Y volvió á leer la noticia, pesando las palabras.
Y entró Alberto. -¿Pero de dónde sacais que este Fernando sea
Lanzó Beauchamp un grito de sorpresa a ver á su vuestro padre? preguntó á su amigo.
amigo flotando en aquel mar de papeles , y evitando con -De ninguna parte; ya lo sé; pero otras personas lo
insegura planta los legajos de periódicos que llenaban , supondrán , y por eso quiero que se desmienta la no-
no ya el suelo, sino hasta la mitad de la pared. ticia.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 225

A la palabra quiero, alzó Beauchamp los ojos para | -Caballero, dijo , puesto que ya hablamos de caba-
mirar á Morcef, volviendo a bajarlos en seguida y que llero á caballero, si habeis venido á pedirme esa satis-
dándose un instante pensativo. faccion, debísteis hacerlo desde luego , y no hablarme
-Desmentireis la noticia; ¿no es verdad, Beauchamp? de amistad y de otras cosas inútiles como las que he
añadió el vizconde con cólera de cada vez en aumento, tenido la paciencia de escucharos. ¿Es en este terreno
aunque concentrada. dónde quereis la cuestion?
-Si , respondió Beauchamp. -Sí, como no retracteis tan infame calumnia.
-Enhorabuena, repuso Alberto. -Nada de amenazas, M. Fernando Mondego, vizcon-

...

Alberto se vengó en un monton de periódicos , destrozándolos á bastonazos.

-Pero cuando esté seguro de que es falsa . de de Morcef; no se las sufro á mis enemigos, con me-
-¡Cómo! nos razon se las sufriré á mis amigos. ¿Quereis en re-
-Sí , la cosa vale la pena de que se averigüe, y yo súmen que yo desmienta la noticia sobre el coronel Fer-
la averiguaré . nando, noticia en que no he tomado parte alguna, bajo
-¿Pero qué os parece que haya que averiguar en palabra de honor?
esto, caballero? dijo Alberto perdiendo ya los estribos. -Sí, lo quiero, respondió Alberto cuya cabeza empe-
Si no creeis que sea mi padre, decidlo al punto y cla- zaba á trastornarse.
ramente ; si creis lo contrario , dadme satisfaccion de -Y de lo contrario ¿nos batiremos ? añadió Beau-
esa creencia. champ con la misma calma.
Beauchamp miró á Alberto con aquella sonrisa que -Sí , repuso Alberto alzando la voz.
le era peculiar , y que de todas las pasiones parecia -Pues aquí teneis mi respuesta , caballero. Esa no-
hija. 1 ticia no se ha insertado por mí , que ni siquiera yo la
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conocia; pero con este paso me habeis llamado la aten- -¡Tres semanas! esclamó Alberto. Tres semanas son
cion sobre ella , atencion que durará hasta que se des- tres siglos que viviré deshonrado.
mienta ó se confirme. -Si hubiérais seguido siendo amigo mio , os diria:
-Caballero , dijo Alberto levantándose , voy á tener Paciencia , amigo . -Pero os habeis hecho mi ene-
el honor de enviaros mis padrinos, con quien discuti- migo, y os diré: -¿Qué me importa, caballero?
reis el sitio y las armas. Pues sea dentro de tres semanas, dijo Morcef; pero
-Esta bien, caballero. tened presente que dentro de tres semanas no habrá
-Y esta tarde, si os place , ó mañana á mas tardar, plazo ni subterfugio que pueda dispensaros…..
nos batiremos. -M. Alberto de Morcef, dijo Beauchamp levantán-
-¡No tal; no tal ! Yo acudiré al terreno cuando sea dose á su vez , no tengo derecho para tiraros por el bal-
preciso; y en mi opinion (tengo derecho á darla por ser con hasta dentro de tres semanas ; es decir, dentro de
el provocado) en mi opinion, repito, no es tiempo aun. veinticuatro dias, y vos no teneis derecho hasta enton-
Sé que tirais muy bien la espada ; yo la tiro regular- ces para insultarme. Estamos á 29 de agosto ; conque
mente; sé que de seis blancos acertais tres por lo co- será ese dia el 21 de setiembre. Hasta entonces evité-
mun; esa es mi habilidad sobre poco mas o menos; y sé mosnos el imitar á dos dogos que se ladran mútuamente
en fin que un duelo entre nosotros será muy grave, estando atados y distantes.
porque vos sois valiente, y porque...yo lo soy tambien. Y saludándole el periodista gravemente le volvió la
No quiero pues esponerme á mataros ó á que me ma- espalda, y entró en su imprenta.
teis sin razon. Voy á reasumir la cuestion y ca-te- Alberto se vengó en un monton de periódicos, des-
trozándolos á bastonazos , y después salió del gabinete
1
gó-ri-ca-mente. ¿Tanto os importa esta retractacion
que me matareis si no la hago , aunque os haya dicho, no sin mirar dos ó tres veces á la puerta de la im-
y os repita , y os afirme por mi honor, que nada sabia prenta.
de eso, y que se necesita ser un adivino como vos para Cuando después de haber apaleado á los inocentes
figurarse que este Fernando sea el señor conde de periódicos atravesaba Morcef el boulevard apaleando á
Morcef? su caballo, apercibió á Morrel que con los brazos caidos
-¡Sí, me importa! ¡lo quiero! y los ojos chispeantes pasaba por delante de los baños
-Pues bien , caballero , consiento en batirme con chinos yendo hacia la Magdalena y como si viniese de
vos; pero exijo un plazo de tres semanas. Dentro de tres la puerta de San Martin.
semanas me encontrareis dispuesto a deciros:-Sí, el ¡Ah! ¡ qué hombre tan dichoso ! dijo Alberto .
hecho es falso, y me retracto; ó -sí, el hecho es cierto. Por casualidad no se equivocaba.
-Y saco las espadas ó las pistolas á vuestra eleccion.

FIN DE LA CUARTA PARTE.


EL CONDE DE MONTE - CRISTO .

PARTE QUINTA.

CAPITULO PRIMERO.

LA LIMONADA.

Con efecto, Morrel era muy feliz, Aunque tan distintos por la edad y por los intereses,
M. Noirtier acababa de enviarle á llamar, y él tenia se parecían estos dos hombres á las dos líneas superio
tanta prisa por saber la causa , que no había querido res del triángulo; separadas por su base , se juntan en
tomar un cabriolé, fiándose mas de sus dos piernas que la cima.
de las cuatro de un caballo de plaza ; conque salió La cima era Noirtier , que habia mandado á lla-
corriendo de la calle de Meslay en direccion al barrio mar á Maximiliano, encargándole que acudiera con pri-
de San Honorato. sa, encargo que Morrel cumplia al pié de la letra con
Andaba Maximiliano á paso de gimnasta, y Barrois no poca desesperacion de Barrois.
le seguia como Dios le daba á entender. Morrel al llegar no sudaba, porque el amor presta
Morrel tenia treinta y un años, y Barrois sesenta. alas; pero Barrois que hacia mucho tiempo que no es-
Morrel estaba ciego de amor , y Barrois abrumado taba enamorado, sudaba la gota tan gorda.
de calor. El anciano introdujo á Morrel por la puerta secre-
228 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

ta, cerró después la del gabinete , y pronto el crugir El paralítico los miraba á entrambos con ternura.
de la seda anunció la llegada de Valentina . Barrois , que permanecia en el fondo como hombre
Seductora estaba la jóven con su traje de luto. para quien no hubiera secretos, se sonreia enjugándose
De buena gana hubiera escusado Morrel la entre las gruesas gotas de sudor que caian de su frente.
vista con el abuelo; pero oyóse rodar su sillon , y apa- -¡Oh ! dijo Valentina , ¡ que calor tiene el buen
reció en la puerta. Barrois !
Acogió Noirtier con una mirada de benevolencia -¡Oh ! señorita , repuso Barrois , es que he andado
las protestas de gratitud que le prodigaba Maximiliano muy aprisa; pero M. Morrel andaba mas aprisa que yo;
por la maravillosa salvacion de que le eran deudores debo hacerle esa justicia.
su amada y él, y luego la mirada del jóven interrogó Barrois fijó sus ojos en una bandeja que contenia
sobre la ocasion de aquella cita á Valentina, que en su un vaso y una botella de limonada.
timidez se habia sentado lejos hasta que la obligáran á Lo que faltaba en la botella se lo habia bebido Mr.
hablar. Noirtier media hora antes.
Su abuelo la miró tambien. --Toma , buen Barrois , dijo la jóven; pues veo que
-¿Debo decir lo que me habeis encargado ? le pre- miras la botella con ojos ávidos.
guntó la jóven. -La verdad es que me muero de sed, respondió Bar-
-Sí, respondió Noirtier. rois , y de buena gana beberia un vaso de limonada á
-Caballero Morrel , repuso volviéndose á su amante vuestra salud.
que la devoraba con los ojos; mi buen abuelo me está -Bébelo pues , dijo Valentina, y vuelve pronto.
diciendo hace tres dias una porcion de cosas para vos , Llevóse Barrois la bandeja, y apenas llegaba al cor-
y hoy os manda llamar para que os las repita; os las redor , viósele á través de la puerta que no habia cerra-
repetiré pues, sin alterar en lo mas mínimo sus inten- do , beberse de un trago el vaso de limonada que Va-
ciones, puesto que me ha elegido por intérprete. lentina le escanció .
-¡Oh! hablad, señorita, hablad, que os escucho im- Despedíanse ya los dos amantes en presencia de
paciente , respondió el jóven . Noirtier, cuando se oyó la campanilla de la escalera de
Valentina bajó los ojos, pareciéndole esto á Morrel Villefort .
un buen augurio. Esto anunciaba una visita.
Solo era débil la jóven cuando era feliz . Valentina miró el reloj .
-Mi abuelo, dijo, quiere abandonar esta casa, y ya -Es mediodía, dijo . Sin duda será el doctor , porque
se ocupa Barrois en buscarle otra decente. hoy es sábado .
-Pero, ¿y vos, señorita, vos que sois tan amada y Noirtier hizo seña de que con efecto él debia de ser.
tan necesaria á M. Noirtier? le preguntó el jóven. -Vendrá aquí : conque es preciso que se vaya M.
-Yo no le abandonaré, respondió Valentina; es cosa Morrel, ¿ no es verdad, abuelito?
convenida entre él y yo . Tendré mi habitación junto -Sí, respondió el anciano.
á la suya. En cuanto al consentimiento de mi pa- -¡Barrois! dijo Valentina llamándole , ¡ Barrois,
dre, lo alcanzaré ó no lo alcanzaré ; si lo alcanzo , des- venid !
de ahora iré á vivir con mi abuelo ; y si no lo alcanzo, Y oyóse la voz del anciano que respondia:
esperaré diez meses , que es lo que me falta para ser -Voy, señorita.
mayor de edad. Entonces seré libre, independiente, y... -Barrois os acompañará hasta la puerta , dijo Va-
-¿Y... añadió Morrel. lentina á Morrel, y tened presente una cosa , caballero
Y con autorizacion de mi abuelito cumpliré la pro- oficial , y es que mi abuelo os encarga no deis ningun
mesa que os tengo hecha. paso que pueda comprometernos.
Pronunció Valentina estas palabras en voz tan baja, -He prometido esperar , y esperaré , respondió el
que no las hubiera oido Maximiliano á no tener en elló jóven .
tan vivo interés . En este momento entró Barrois.
-¿No es lo que he dicho vuestro modo de pensar, -¿Quién ha llamado? le preguntó Valentina.
abuelito ? preguntó la jóven á Noirtier. -El doctor d'Avrigny, dijo Barrois temblándole las
-Sí, respondió el anciano. piernas.
-Viviendo en casa de mi abuelo , añadió Valentina, -¿Qué teneis , Barrois ? le preguntó Valentina.
M. Morrel podrá ir á verme , puesto que nos servirá de El viejo no respondió .
esculo la presencia de tan buen protector. Si el Miraba á su amo con ojos vagarosos, y con su mano
lazo que nuestros dos corazones , quizá ignorantes ó ca- crispada buscaba un apoyo para seguir de pié.
prichosos , habian empezado á formar , nos parece que —¡ Va á caerse ! esclamó Maximiliano .
presenta garantías de felicidad para lo futuro (pues di- Con efecto, su temblor se aumentaba por grados.
cen ¡ ay! que los corazones escitados por los obstáculos , Sus facciones , alteradas por los movimientos con-
se enfrian cuando les faltan) , entonces podrá M. Mor- vulsivos de los músculos faciales, indicaban un ataque
rel pedirme á mí misma. nervioso de los mas intensos.
-¡Oh! esclamó Morrel tentado de arrodillarse ante el Viéndole tan alterado , se deshacia Noirtier en mi-
anciano como á un Dios, y ante Valentina como á un radas; miradas en que se leian inteligibles y palpitan-
ángel; ¡ oh ! ¿ qué he hecho yo para merecer tanta feli- tes todas las emociones del corazon humano.
cidad? Barrois dió algunos pasos hácia el paralítico.
-Hasta entonces , prosiguió la jóven con su voz pura -¡Ah Dios mio , Dios mio ! Señor, dijo, ¿ qué tengo?
y severa , respetaremos las conveniencias sociales , y yo estoy malo... no veo... mil hierros encendidos me
hasta la voluntad de nuestras familias, siempre que esta taladran el cerebro ... ¡Oh ! no me toqueis... no me
voluntad no tienda á separarnos para siempre. En una toqueis...
palabra, porque una palabra lo dice todo; esperaremos. Con efecto , los ojos se le saltaban , la cabeza se le
Y yo , caballero, juro cumplir los sacrificios que esa caia hácia atrás, y el resto del cuerpo se le contraia.
palabra me impone, no con resignacion, sino con pla- Valentilana lanzó un grito de susto .
cer, dijo Maximiliano. Morrel cogió en sus brazos como para defenderla
Conque nada de imprudencias, amigo mio , añadió de algun peligro ignorado .
Valentina con una mirada muy dulce para el corazon -¡Señor d' Avrigny! ¡señor d'Avrigny ! gritó Valen-
del jóven. No comprometais á la que desde hoy se tina con voz ahogada : ¡ socorro, venid!
cree destinada á llevar pura y dignamente vuestro Revolvióse Barrois , dió tres pasos hácia atrás, tro-
nombre. pezó, y vino á caer á los piés del paralítico, en cuyas ro-
Morrel se puso la mano sobre el corazon. dillas apoyó las manos murmurando :
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 229

-¡Mi amo , mi buen amo ! Estupefacto Villefort , nó podia apartar los ojos de
En este momento apareció Villefort atraido por los este cuadro que le llamó la atencion desde el punto de
gritos, su entrada.
Soltó Morrel á Valentina casi desmayada, y andando A Morrel no le habia visto.
de espaldas se escondió en un rincon, cubriéndose con Tras un instante de muda contemplacion , instante
una cortina.
en que pudo vérsele palidecer y erizársele los cabellos,
Pálido Villefort como si hubiera visto á sus piés esclamó lanzándose hacia la puerta :
una serpiente , clavaba sus ojos en el desdichado mo- -¡Doctor! ¡ doctor! ¡venid ! ¡ venid !
ribundo. -¡Señora! ¡señora! gritó Valentina á su madrastra,
-

¡ Mi amo , mi buen amo !

Noirtier ardia en impaciencia y terror, volando su tropezando con las paredes ; venid , venid pronto y
alma al socorro de aquel pobre viejo, mas su amigo que traed vuestro pomito.
su criado. -¿Qué hay? esclamó la voz metálica y reprimida de
Veíase palpable la lucha de la vida y la muerte er la Madama de Villefort.
hinchazon de sus venas y en la contraccion de los mús-
-¡Oh! venid, venid.
culos que en torno á sus ojos conservaban vida. -¿Pero dónde está el médico , dónde? gritaba Vi-
Descompuesto el semblante, sanguinolentos los ojos, llefort.
y el pescuezo caido hacia atrás , yacia Barrois en el Madama de Villefort bajaba muy despacio .
suelo, golpeándolo con sus manos, mientras sus pier- Oíanse bajo sus piés crugir los escalones.
nas, contraidas y dobladas, parecia que antes pudieran En una mano traia un pañuelo , con el cual se lim-
romperse que volver á su primitivo estado. piaba el rostro, y en la otra un pomito de sales in-
Manaba de sus labios una ligera espuma , y respira- glesas. "
ba con mucha dificultad.
Al llegar á la puerta , su primera mirada fus para
230 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Noirtier, cuyo rostro , aparte las emociones naturales -En todas partes. Siento una especie de calambre
en tal circunstancia , anunciaba una salud perfecta . Su horrible.
segunda mirada fué para el moribundo . Y desvanecimientos ?
Púsose pálida, y sus miradas saltaron por decirlo -Tambien.
así del criado al amo. ¿Y zumbido en los oidos?
-En nombre del cielo , señora , ¿dónde está d'Ar- -Espantoso .
vigny? Entró en vuestro cuarto ... ¡Oh! ya lo veis ; es -¿Cuándo habeis empezado á sentir eso?
una apoplegía; sangrándole se le podria salvar . -Ahora mismo .
-Ha comido recientemente? preguntó Madama de -¿De repente ?
Villefort eludiendo la pregunta. -Como un rayo .
-No se ha desayunado, siquiera , dijo Valentina; -Y ayer ni anteayer ¿nada?
pero ha corrido mucho por hacer un recado del abue- -Naďa.
lito. Solo á la vuelta bebió un vaso de limonada . -¿Ni insomnios , ni pesadez?
—¡Oh! ¿ y por qué no bebió vino? dijo Madama de -Nada.
Villefort ; la limonada es mala . ¿ Qué habeis comido hoy?
-Nada . Solo he bebido un vaso de la limonada del
-La limonada estaba ahí, á la mano, preparada para
mi abuelo. El pobre Barrois tenia sed y bebió lo que amo,
encontró mas cerca. É hizo Barrois una seña , designando á Noirtier , que
Madama de Villefort se estremeció. inmóvil en su sillon contemplaba esta horrible escena
Noirtier no la perdia de vista un instante. sin perder un movimiento ní una sola palabra.
¡Tiene el pescuezo tan corto! dijo la dama. -¿Dónde está esa limonada? preguntó vivamente e
-Señora , vuelvo á preguntaros en nombre del cielo, médico.
¿dónde está d'Avrigny? tornó á esclamar Villefort . -Abajo en la botella.
-En la alcoba de Eduardo, que anda un poco indis- -¿Dónde es abajo ?
puesto, respondió Madama de Villefort no pudiendo -En la cocina.
eludir mas tiempo la pregunta. ¿Quereis, d'Avrigny que vaya á buscarla ? le pre-
Villefort corrió á la escalera para ir en persona á gnnto Villefort.
buscarle. -No, quedaos aquí , y procurad que beba el enfermo
-Tomad , dijo su madrastra á Valentina, dándole el lo que queda de ese vaso de agua.
pomito ; sin duda le sangrarán... Vuelvo á mi cuarto, -Pero ¿la limonada ?...
pues no puedo soportar la vista de la sangre. -Yo mismo voy por ella.
Y siguió á su marido . Abrió la puerta d'Avrigny , y de un solo salto llegó
En esto salió Morrel del rincon en que estaba oculto á la escalera ; esponiéndose a atropellar á Madama de
y donde nadie le habia visto, gracias al azoramiento de Villefort que bajaba tambien ála cocina,
todos. La dama lanzó un grito.
-Marchaos al momento, Maximiliano , le dijo Valen- Pero d'Avrigny ni por esas reparó en ella.
tina, y esperad á que yo os avise. Iba tan abstraido por una idea esclusiva , que sal-
Morrel consultó al paralítico . tando los tres ó cuatro escalones últimos, corrió á la
Este , que conservaba toda su presencia de ánimo, cocina donde apercibió sobre una mesa la botella con
le hizo seña de que sí. una cuarta parte de su líquido.
Estrechó pues á su corazon la mano de Valentina, y Lanzóse a cogerla como un águila sobre su presa,
fuése por el pasillo secreto . y palpitante de emocion volvió á subir al cuarto bajo.
Al mismo tiempo entraban por la otra puerta Ville- Madama de Villefort subia otra vez lentamente la
fort y el médico . escalera en direccion á su cuarto.
Barrois empezaba á volver en sí. —¿Es esta la botella ? preguntó d'Avrigny al en-
Pasada un tanto la crisis, recobraba, aunque torpe- fermo.
mente, la palabra, incorporándose sobre una rodilla. -Si señor.
D'Avrigny y Villefort le colocaron en una butaca. -¿Es esta misma la limorada que habeis bebido?
-¿Qué mandais , doctor? -Si señor.
-Que traigan agua y éter. ¿Los habrá en casa? -¿Qué gusto le encontrabais?
-Si. -Amargo.
-Que vayan á buscar al momento aceite de tereben- Vertió el doctor algunas gotas de limonada en la
tina v emético . palma de la mano, aspiróla con sus lábios , y después
-Id , dijo Villefort . de haberse enjuagado la boca como se hace para probar
-Y ahora que se retire todo el mundo . el vino , arrojó el buche á la chimenea.
-¿Y yo tambien ? preguntó Valentina tímidamente . -Es la misma , dijo . ¿ Habeis bebido vos de ella tam-
-Vos sobre todo , dijo con aspereza el médico . bien? preguntó á Noirtier .
Miró Valentina con asombro á d'Avrigny , y be- -Si , respondió el anciano con los ojos .
sando á su abuelo en la frente , se marchó. -¿Y le habeis encontrado el mismo sabor amargo?
El doctor cerró la puerta en seguida con aire lú- -Si.
-¡Ah , señor doctor ! ¡ ya me vuelve á dar ! gritó
gubre.
-Mirad, mirad, doctor, ya vuelve. El ataque es pa- Barrois. ¡ Dios mio! tened piedad de mí.
sajero. El médico corrió á socorrerle.
D'Avrigny se sonrió con aire lúgubre. -¿Viene el emético , Villefort?
Cómo os sentís, Barrois ? preguntó al enfermo. Villefort salióse afuera , gritando :
-Un poco mejor. ¡ El emético! ¡ el emético ! ¿lo han traido ya ?
-¿Podreis beber esta agua eterizada ? Nadie respondió .
-Probaré á hacerlo; pero no me toqueis . El terror mas lúgubre reinaba en toda la casa.
-Si tuviese un medio de introducirle aire en los
-¿Por qué?
-Porque me parece que si me tocárais, aunque fuera pulmones , dijo d'Avrigny mirando en torno suyo, qui-
solo con la yema del dedo, me repetiria el ataque. zás se lograria impedir la asfixia. Pero nada, ¡ nada!
-Bebed . -¡Ol señor ! gritaba Barrois. ¿ Me dejareis morir
Cogió Barrois el vaso, y acercándolo á sus amorata- asi? ¡Oh! me muero , Dios mio, me muero.
dos labios, bebió una mitad sobre poco mas o menos . ¡Una pluma¡ ¡ una pluma! gritó el doctor.
-¿Dónde os duele ? le preguntó el doctor. En esto vió una sobre la mesa,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 231

Trató pues de introducirla en la boca del enfermo, -Sí.


que en medio de sus convulsiones hacia mil esfuerzos
vanos para vomitar ; pero tenia tan fuertemente con- -¿Fuísteis vos quien le aconsejó beber de ella?
-No
traidas las quijadas, que la pluma no pudo pasar .
-¿Fué Mr. de Villefort?
El segundo ataque nervioso que sufrió Barrois fué -No.
mayor que el primero. -¿Su esposa?
Se habia caido del sillon al suelo, donde estaba ba-
-No.
tallando y despedazándose .
-¡Entonces seria Valentina?

COPPIN

Abrió la puerta d'Avrigny , y de un solo salto llegó á la escalera , esponiéndose á atropellar


á Madama de Villefort que bajaba tambien á la cocina .

Dejole el doctor entregado á este acceso , que no -Si.


podia aminorarle en modo alguno, y corrió á Noirtier.
Un suspiro de Barrois , y una convulsion le
¿Cómo os sentís? le dijo vivamente y en voz baja: hacia rechi
¿bien? nar los dientes , llevaron á su lado que
á Mr.
-Sí. d'Avr igny.
-¿Ligero de estómago ó pesado? ¿Ligero? -Barrois, le dijo, ¿ podeis hablar?
-Sí. El anciano balbuceó algunas palabras ininteligibles .
-¿Cómo al tomar la píld ora que os he rece tado para -Ha ced un esfuerzo, amigo mio.
todos los domingos? Barrois abrió sus ojos inyectados de sangre.
-Sí. -¿Quién hizo la limonada?
-¿Fué Barrois quien hizo vuestra limonada? -Yo .
-¿Y se laftragísteis en seguida á vuestro amo?
232 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

--No . criada un vaso en cuyo fondo se veian dos ó tres cu-


-Entonces la dejaríais en alguna parte? charadas de jarabe , y volvió á cerrar la puerta.
En la repostería, porque me llamaron . -Mirad , dijo al procurador del rey , cuyo corazon
¿ Y quien la trajo aquí ? palpitaba tan fuertemente que se le podia oir ; mirad
-La señorita Valentina. en este vaso jarabe de violeta , y en esta botella la limo-
D'Avrigny se dió una palma da en la frente . nada de que Mr. Noirtier y Barrois han bebido una parte.
-¡Oh Dios mio ! ¡ Dios mio! murmuró. Si la limonadaes pura é inofensiva, el jarabe conservará H
Doctor! ¡doctor! gritó Barrois sintiéndose próximo su color; pero si está envenenada , el jarabe se pondrá
á un tercer taque . verde. ¡Mirad!
-¿Pero no traen el emético? esclamó d'Avrigny. Y esto diciendo, echó el doctor lentamente en el vaso
-Aquí teneis un vaso ya preparado , dijo Villefort algunas gotas de limonada. En el mismo instante se
apareciendo. empezó á formar en el fondo del vaso una especie de
-Preparado ¿por quién? nubecilla , que primero fué azulada , luego del color de
-Por el mancebo de la botica, que ha venido con- záfiro pasó al de ópalo, y del de ópalo al verde esme-
migo. ralda.
-Bebed. Este último color fué el que conservó.
-¡Imposible , doctor... es ya tarde ... la garganta se El esperimento no permitía dudar.
me cierra... yo me aliogo. ¡ Oh ! .. mi corazon ... mi --El pobre Barrois
ha sido envenenado con augus-
cabeza... ¡Oh, qué infierno ! ¿durarán mucho estos dó- tura falsa ó con nuez,de San Ignacio, dijo d'Avrigny.
lores? Ahora lo sostendria ante Dios y los hombres.
No, no , amigo mio ; repuso d'Avrigny . Pronto no Nada contestó Villefort ; pero con los ojos desenca-
os dolerá nada. : jados, y alzando las manos al cielo cayó en un sillon
-¡Ah! os comprendo... esclamó el desgraciado . ¡Dios como herido de un rayo.
mio! ¡tened piedad de mi!
Yinzando un grito , cayó de espaldas á plomo .
D'Avrigny le puso una mano sobre el corazon, y CAPITULO II.
acercó un espejo å sus lábios...
-¿Y bien?... le preguntó Villefort.
-Id á la cocina à decir que al punto me traigan ja- LA ACUSAC OV.
rabe de violetas .
Villefort bajó en seguida, Mr. d'Avrigny hizo volver en sí al magistrado, que
-No os asusteis , Mr. Noirtier, perqe me lleve al en- parecia otro cadáver mas en aquella estancia lúgubre.
fermo á otra habitacion para sangrarle. Estos atagnes -¡Oh! la muerte está en mi casa , esclamó Villefort.
son en verdad un espectáculo tremendo . -Decid mas bien el crímen , respondió el médico.
Y cogiendo á Barrois por debajo de los brazos le arras- ¡No puedo esplicaros, Mr. d'Avrigny lo que siente
tró á una pieza cercana, volviendo á poco á la de Noir- mi alma en este momento ! es espanto, es dolor , es
tier, á apcde arse del resto de la limonada. locura.
El paralitico cerraba á la sazon el ojo derecho. -Sí, dijo el facultativo con imponente calma ; pero
—Llamais á Valentina, ¿ no es verdad? Voy á decir que creo que ya es tiempo de que obremos; creo que ya es
la llamen tiempo de que pongamos un dique á este torrente de
Villefort subia ya la escalera. mortalidad. Por mi parte no me siento poderoso á
D'Avrigny le encontró en el corredor. guardar mas tiempo un secreto como este, sin la espe-
-¿Qué hay? le preguntó aquel. ranza de lograr bien pronto venganza para la socie-
-Venid , le dijo d'Avri₂ny. dad y para las víctimas .
Y le llevó á la habitacion donde estaba Barrois. Villefort lanzó en torno suyo una mirada sombría,
-¿Sigue sin conocimiento? preguntó el procurador murmurando:
del rey. ¡ En mi casa ! ¡ en mi casa!
-Ya ha muerto ." -Ea, magistrado, sed hombre, dijo Avrigny. Intér-
Retrocedió Villefort dos pasos , llevóse las manos á prete de la ley , inmolad al culpable . Honra será
la cabeza , y con palpable compasion , dijo mirando al vuestra.
anciano : -¡Me haceis temblar , doctor! ¡ Inmolar !
-¡Muerto tan pronto! -Esa es la palabra ..
-Muy pronto, ¿no es verdad? repuso d'Avrigny; -¿Sospechais de alguien?
pero eso no debe admiraros. M. y Madama de Saint- -No sospecho de nadie. La muerte llama á vuestra
Meran murieron tambien muy pronto. Se muere muy puerta; entra, y se dirige con un tino particular, no á
pronto en vuestra casa , Mr. de Villefort. tientas, sino de habitacion en habitacion . Pues bien,
-¿Qué? esclamó el magistrado con horror y cons- yo sigo sus pasos, reconozco su huella, y adoptando la
ternacion. ¿Seguís en esa idea horrible? sabiduría de los antiguos, camino atientas , porque la
-Siempre, siempre, repuso d'Avrigny con solemni- amistad que me une à vuestra familia , y mi respeto
dad; no me ha abandonado un solo instante; y para hácia vos son dos vendas sobre mis ojos; pero...
convenceros de que esta vez no me equivoco, oidine -¡Hablad ! ¡ hablad! tendré valor.
bien , Mr. de Villefort. -Pues bien, caballero, en vuestra casa, quizás en el
Villefort temblaba como un azogado. seno de vuestra familia, teneis uno de esos espantosos
-Hay un veneno que mata casi sin dejar huella algu- fenómenos como solo produce uno cada siglo Locusta
na. Yo lo conozco muy bien, porque le he estudiado en y Agripina, viviendo en una isma época, son unaes-
todos los accidentes, y en todos los fenómenos que pro- cepcion que prueba la furia con que se empeñó la Pro-
duce. Acabo de reconocer los efectos de ese veneno en videncia en perder al imperio romano , m nchado por
el pobre Barrois, como ya los habia reconocido en Ma- tantos crímenes. Bruneguilde y Fredegunda son los
dama de Saint-Meran . Hay un medio infalible de reco- efectos de la peñosa labor de una civilizacion infantil;
nocer su presencia: al papel de tornasol enrojecido por cuando el hombre se ensayaba á dominar al espíritu ,
un áccido le vuelve el color azul, y al jarabe de violeta aunque fuese por el ángel de las tinieblas. Aquellas
lo tiñe de verde. No tenemos papel de tornasol ; pero mujeres habian sido ó eran jóvenes y hermosas . Visto
esperad... ya me traen el jarabe de violeta. se habia florecer en su frente, ó florecia aun, la flor de
Con efecto, en el corredor se oian pasos. la inocencia , la misma que florece en la frente de la
Entreabrió el doctor la puerta , tomó de manos de la criminal que hay en vuestra casa.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 233

Villefort exhaló un grito , y juntando las manos, miró | de Saint-Merán, Madama de Saint-Merán , Mr. Noir-
al doctor con gesto suplicante tier...
Pero este, implacable, prosiguió: -¡Cómo! ¿Mr. Noirtier ?...
-«Averigua á quién aprovecha el crímen, » dice -Sí . ¿Es posible creais que á quien se queria matar
un axioma de jurisprudencia fuera ese pobre criado? No , no. Como el Polonio de
-¡Ay de mí , doctor ! esc amó Villefort. ¡ Cuántas Shakspeare, ha muerto por otro. Era Noirtier el que
veces no han engañado á la justicia de los hombres debia beber la limonada. Noirtier es el que la ha bebido
esas palabras funestas! Yo no sé, pero me parece que en el órden lógico de las cosas ; Barrois no la ha bebido
este crímen... sino por accidente, y aunque sea Barrois el muerto,
-¡Ah! ¿Conque confesais que hay crímen? era Noirtier el que debia morir.

Villefort... cayó en un sillon, como herido del rayo.

-Sí , lo cnfieso . ¿Qué quereis? no puedo pasar -Pero ¿ cómo entonces mi padre no ha sucum-
por otro punto. Pero dejadme proseguir. Me parece, bido?
repito, que este crímen recae robre mí solo y no sobre -Os lo he dicho ya una noche en el jardin , des-
las víctimas. Estas desgracias misteriosas paréceme pues de la muerte de Madama de Saint-Merán. Por-
que anuncian una desgracia, y grande, para mí. que su cuerpo está acostumbrado á ese veneno; porque
¡Oh ! murmuró el doctor; este es el hombre; el mas la dosis, insignificante para él , era mortal para otro; y
egoista de todos los animales , el mas personal de todas porque, en fin , nadie sabe, ni el mismo asesino , que
las criaturas; que cree siempre que la tierra gira, que desde hace un año estoy combatiendo con la brucina
brilla el sol y que la muerte mata por él, y solo por él ... la paralisis de Mr. Noirtier , mientras él no inoraba,
hormiga maldiciendo de Dios encaramada en una paja. como se lo ha confirmado la esperiencia, que la bru-
Qué, ¿los que han perdido la vida nada peraieron ? ¿Mr. cina es un veneno muy activo.
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 132.-TOMO II. 16
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
234

-Doctor , todo hombre , todo hijo de mujer nace


—¡Dios mio! ¡ Dios mio ! murmuró Villefort retor- para sufrir y morir . Doctor ,sufriré y esperaré la muerte.
ciéndose los brazos . Cuidado que vuestra muerte será lenta , dijo
-Seguid los pasos del criminal. Mata primero á d'Avrigny. Cuidado que la vereis acercarse á vos des-
Mr. de Saint-Merán. pues de haber herido á vuestro padre , á vuestra espo-
-¡Oh , doctor ! ro hijo quizás……………
-Lo jurára. Lo que me han dicho de los síntomas sa , á vuest
Villefort , sofocado , estrechó la mano del médico, es-
conviene perfectamente con lo que he observado yo
clamando :
propio. -¡Escuchadme ! socorredme !, compadecedme ! No ,
Villefort cesó de replicar, exhalando un gemido. mi hija no es criminal . Llevadnos á todos ante los jue-
-Oidme bien . ces , y os repetiré :-No , mi hija no es criminal... no
-¡Ay! no pierdo una sola palabra , ni una sola , bal- mora el crímen en mi casa... no quiero que entre, ¿lo
buceó Villefort . deis ? porque cuando entra el crímen en una casa,
—Mr . Noirtier habia hecho en otro tiempo testamento enten
es como la muerte , que nunca entra sola. Escuchad : ¿ qué
contra vos , contra vuestra familia , á favor de los po-
os importa á vos de que yo muera asesinado ? ¿ sois vos
bres , en una palabra. Mr. Nortier , pues , obtiene per- amigo mio ? ¿sois hombre ? ¿ teneis corazon ?... no....
don , porque nada se espera de él ; pero apenas rompe
sois... un médico Pues bien, os lo repito : mi hija no será
su primer testamento , apenas hace el segundo , por
entregada por mi misma mano á la del verdugo ... ¡Ah
temor de que haga el tercero se le asesta el golpe. Hizo
el testamento anteayer , segun creo ; ya veis que no se qué idea ! ¡ esta idea me tortura , me devora , y quisie-
ra arrancarme el pecho! ¿Y si os engañais , doctor? ¿Y si
duerme en las pajas el criminal . otra , que no Valentina , fuese la criminal ? Y si un dia,
-¡Oh, perdon , Mr. de Avrigny! pálid o comoun espectro , v niese yo á deciros : -¡Asesi-
-Nada de perdon , caballero . La mision del médico do hija ! -Si tal llegare á suceder...
en la tierra es sagrad ; para cumplirla es para lo que no! tú has mata á mi
ha estudiado las fuentes de la vida y las misteriosas soy-Bie cristiano , Mr. d'Avrigny ; pero me suicidaría .
n , esperaré , dijo el doctor , despues de un ins-
tinieblas de la muerte. Cuando se comete un crimen , y
Dios , horrorizado sin duda , aparta sus ojos del crimi- tante de ort
Villef leiomiró
silenc . como si dudase aun de sus pa-
nal, al médico le toca decir : -Ese es .
-¡Perdon para mi hija ! murmuró Villefort. labras. ero
-Emp , continuó Mr. d'Avrigny con voz lenta y
Vos mismo la habeis nombrado..... ¡ vos! ¡ su padre! solemne; empero si cae enferma alguna persona de
-¡Perdon para Valentina ! Escuchad..... eso es im- vuestra familia , si vos mismo os sentis herido de muer-
posible. Mejor quisiera acusarme á mí mismo . ¡ Valen- te, no me llameis , porque no vendré . Me resigno á par-
tina ! ¡ un corazón tan puro! ¡ un alma tan cándida !
-No haya perdon , señor procurador del rey. El crí- tir con vs este secreto terrible ; pero no quiero que la
men está patente. La señorita de Villefort empaqueta vergüenza y el remordimiento entren en mi casa y se
por su propia mano las medicinas que se remiten á apoderen de mi conciencia , como el crimen y la desdi-
Mr. de Saint-Merán, y Mr. de Saint-Merán muere. cha se onq van á apoderar de la vuestra .
-¿C ue me abandonais , doctor ?
I a Señorita de Villefort prepara las bebidas de ma- -Sí , porque no puedo seguiros mas lejos sin que me
dama de Saint-Merán, y Madama de Saint-Merán detenga el cadalso . No faltará una declaración que
muere.
La señorita de Villefort coje de manos de Barrois, sirva á esta trajedia de desenlace . Adios .
á quien se envia fuera de casa, la botella de la limona- -Doctor, os ruego...
-Todos los horrores de que está mi imaginacion llena,
da que el anciano suele tomar por las mañanas , y solo me hacen vuestra casa odiosa y fatal . Adios, caballero .
se salva el anciano por un milagro. -Una palabra , una palabra solamente , doctor. Os
La señorita de Villefort es la culpable. retira is dejándome en tan horrorosa situacion , situa-
Valentina Villefort es la envenenadora .
cion
Señor procurador del rey, os denuncio á la señorita tica. ¿Qué que vuestras revelaciones me han hecho mas crí
diremos de la muerte instantánea de ese
de Villefor t... cumplid vuestro deber.
-Doctor , ya no resisto... ya no me defiendo. ¡ Os pobre criado ?
creo ! pero tened piedad de mi vida, ¡ piedad de mi -Teneis razon ; acompañadme.
El doctor salió delante y M. de Villefort detrás.
honor ! Inquietos los demás criados poblaban los corredores
-Señor de Villefort, repuso el médico con violencia
creciente, hay ocasiones en que yo paso todos los lími- y las escaleras por donde debia pasar el médico .
-Caballero , dijo éste á Villefort en voz bien alta para
tes de la necia circunspeccion humana. Si hubiese vues-
tra hija cometido solo el primer crimen , y yo la viera que todos lo oyesen , el pobre Barrois hacia una vida
taria de algunos años á esta parte. Acos-
meditar el segundo, os diria : -Corregidla , castigadla; muy seden
tumbrado en otro tiempo á correr con su amo media
que pase en un cláustro el resto de su vida , llorando y
rezando . Si hubiera cometido un segundo crímen, os Euro pa á caballo ó en carruaje , le ha matado este ser-
tono alrededor de un sillon . La sangre se
diría:-Tomad, Mr. de Villefort : este veneno no tiene vicio monó
antídoto conocido : obra rápido como el pensamiento, le habia hecho pesada . Como estaba bien alimentado ,
mortal como el rayo. Dadla este veneno , encomendando y tenia un pescuezo gordo y corto , le ha atacado una
apoplegia fulminante . Se me ha llamado tarde. - Apro-
su alma á Dios , y salvad así vuestro honor y vuestra pósito , añadi ó en voz baja , tirad el jarabe de violetas
vida , porque á vos es á quien ella aborrece ; y ya la veo
acercarse á vuestro lecho con sus sonrisas hipócritas y dond e nadie lo vea.
Y sin añadir una palabra mas, sin darle la mano á
sus traidores halagos . ¡ Ay de vos , Villefort , si no os
ort
apresurais á herirla antes que os hiera ! -Esto os diría Villef , salió d'Avrigny escoltado por las lágrimas y
si solo hubiese envenenado á dos personas ; pero ha las lamen taciones
Aquella mismade todos
tard los de
e , desp uéslade
casa.
haberse reunido
presenciado ya tres agonías , se ha arrodillado junto á en la cocina y de hablar largamente entre sí, vinieron
tres cadáveres... ¡ Al verdugo la envenenadora ! ¡al ver-
todos los criados á pedir á Madama de Villefort per-
dugo ! ¡ al verdugo ! ¿Me recordais vuestro honor? Si ha-
ceis lo que os aconsejo, la inmortalidad os espera. miso para marcharse .
Y no lograron detenerlos ni súplicas ni ofertas .
Villefort cayó de rodillas.
-Oid , murmuró , no tengo esa fortaleza que vos A todo respondian :
-Queremos irnos , porque está la muerte en esta
leneis ; fortaleza que no tendriais si en lugar de mi bija
Valentina se tratase de vuestra hija Magdalena. casa.
Y se fueron al fin, protestando lo que sentian dejar
El doctor se puso pálido.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
235
á tan buenos amos, y sobre todo á la señorita Va- | ceñido , entró , casi de pié en su coche , en el patio del
lentina , tan buena, tan caritativa , tan dulce.
Al oir esto miró Villefort á Valentina. banquero.
Estaba llorando . Apenas habria pasado diez minutos en el salon ,
¡ Cosa estraña ! á través de la emocion que este cuando halló medio de conducir á Danglars al hueco de
llanto le causaba , miró tambien á Madama de Villefort, una ventana, y allí, después de un preámbuo muy in-
pareciéndole que una sonrisa fugitiva y sombría plegaba genioso , le espuso los tormentos que sufria después de
sus delgados labios , como esos meteoros siniestros que la marcha de su noble padre .
Desde aquella marcha dijo que habia encontrado en

Villefort cayó de rodillas,

vem deslizarse entre las nubes de un cielo tempes- | la familia del banquero , familia que le honrara hasta el
tuosos
o.
punto de recibirle como á hijo , todas las garantias de
CAPITULO III . felicidad que el hombre debe de preferir á los caprichos
de la pasion; y que hasta la pasion misma habia tenido
LA VIVIENDA DE UN PANADERO RETIRADO. la dicha de beberla en los hermosos ojos de la seño-
rita Danglars.
La tarde misma del dia en que el conde de Morcef Danglars le oia con la mas profunda atencion .
salió de casa de Danglars con una vergüenza y una ira , Hacia ya dos ó tres dias que esperaba esta declara-
que deja comprender la frialdad con que le trató el cion , y cuando llegó al fin se puso su rostro tan ra-
banquero, M. Andrea Cavalcanti , con los cabellos re- diante , como se habia puesto de lúgubre al escuchar á
lucientes , retorcido el bigote , guante blanco y muy
Morcef.
Sin embargo , no quiso acoger la proposicion del
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
236
tar desde el dia de mi casamiento . Segun mis cálculos ,
jóven sin hacerle algunas observaciones puramente de | esto debe de ser la cuarta parte de las rentas de mi
conciencia .
-Caballero Andrea , le dijo , sois muy jóven todavía -Y
padr e .o , dijo Danglars , siempre he tenido intencion
para pensar en casaros . de dar á mi hija quinientos mil francos de dote.
-No tal , caballero , repuso Cavalcanti ; á mí por lo
menos no me lo parece . En Italia los grandes señores Además , es mi única heredera .
-Pues bien, repuso Andrea , ya veis que la cosa
se casan jóvenes por lo comun : es una costumbre marcha . Suponiendo que mi deseo no sea rechazado
lógica . La vida es tan deleznable , que se debe coger á la por la señora baronesa ó por Eugenia , nos encontrare-
elicidad por los cabellos cuando pasa á nuestro lado.

GSTAAL

-Queremos irnos, porque está la muerte en esta casa .

-Ahora pues , caballero , dijo Danglars , dando por mos pues con ciento setenta y cinco mil libras de
vo logre que
sentado que vuestros proyectos , tan honrosos para Supongamos una cosa: supongamos que
el marqués , en lugar de pagarme la renta me dé el
mí, agraden á mi esposa y á mi hija , ¿con quién trata-
capital integro (e.to no es fácil, ya lo sé , pero es posi
remos la cuestion de intereses? Esta cuestion á mi pa- ble) , vos nos manejaríais estos dos ó tres millones, que
recer es muy importante , y solo los padres la saben en manos hábiles pueden producir el diez por ciento.
tratar de un modo conveniente á la felicidad de sus -Yo solo tomo el dinero á un cuatro y hasta á un
hijos. tres y medio , repuso Danglars ; pero á mi yerno se lo
Caballero , mi padre es un hombre razonable y
sabio , que preveyendo sin duda el caso probable de que tomaria al cinco y á partir ganancias .
-Pues corriente , caro suegro , replicó Andrea de
yo dese ira establecerme en Francia , me ha dejado al
partir , además de todos los documentos de familia , una jándose llevar de los arrebatos vulgares , que á pesar de
F sus esfuerzos brillaban de cuando en cuando á través de
carta en que me asegura , si la eleccion que hago le pa-
rece buena, ciento cincuenta mil libras de renta á con- su aristocrático barniz.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO .
237
Pero - reprimiéndose acto contínuo , añadió:
-¡Oh! dispensadıne , caballero. Ya veis ; la esperan- encuentro el portero con su gorra en la mano.
za sola me vuelve loco . ¿Qué seria la realidad ? -Caballero, le dijo , aquel hombre ha venido.
-Pero hay, dijo Danglars, que por su parte no adver- -¿Qué hombre ? le preguntó Andrea negligente-
tia como esta conversacion , desinteresada en un prin- mente , como silo hubiese olvidado , cuando todo lo con.
cipio , venia al fin á girar sobre negocios ; pero hay una trario sucedia .
parte de vuestra fortuna que no puede negaros vuestro -El hombre á quien V. E. da ese sueldo todos los
padre. meses.
¿Cuál ? le preguntó el jóven -¡Ah ! sí, el antiguo criado de mi padre . ¿Y le ha-
-La procedente de vuestra madre. beis dado los doscientos francos que os dejé para él?
¡ Ah ! sí , la procedente de mi madre , Leonora -Sí, escelentísimo señor.
Corsinari. Andrea hacía que le diesen escelencia.
-¿Y á cuánto puede ascender ? -Pero no ha querido tomarlos , añadió el portero .
-Asegúroos por mi fé, caballero, que nunca he pa- Andrea se puso pálido .
rado mientes en tal cosa . La calculo, sin embargo, en Pero como era de noche nadie lo pudo advertir.
dos millones lo menos . —¡Cómo ! ¿No ha querido tomarlos ? dijo con voz un
Estas palabras causaron á Danglars la alegre ago- tanto conmovida.
nía que causa al avaro el encontrar su perdido tesoro, -No , pues queria hablar á V. E. Le dige que ha-
y al hombre próximo á ahogarse el encontrar bajo sus biais salido, y aún insistió ; pero como si al fin se con-
pies tierra sólida en vez del vacío que iba á tragarle . venciera me entregó esta carta que traia preparada de
-Y bien, caballero , repuso Andrea saludándole con antemano.
respetuosa ternura, ¿ podré esperar?... -Veamos, dijo Andrea.
--Esperad , caballero , dijo Danglars ; teniendo por Y á la luz del farol de su coche, leyó:
seguro que si ningun obstáculo impide su marcha por «Ya sabes dónde vivo : te espero mañana á las
vuestra parte , este es negocio concluido. nueve.»>
-¡Ah ! ¡ me colmais de placer ! esclamó Andrea . Interrogó Andrea el sobre de la carta, queriendo
-Pero ¿ cómo es , dijo Danglars reflexionando , que adivinar si habian penetrado su contenido ojos indis-
el conde de Monte-Cristo , vuestro protector en el mun- cretos; pero estaba cerrada de tan estraña manera , con
do parisiense , no haya venido con vos á dar este paso? un lujo tal de dobleces, que para leerla hubiera sido pre-
Andrea se sonrojó imperceptiblemente . ciso romper el sobre , que estaba completamente
-Vengo de su casa , dijo . Es sin disputa un hom- intacto.
bre completo ; pero raro sobre toda ponderacion . Ha -Está bien , dijo al portero. ¡ Pobre hombre ! ¡ es un
aprobado mis ideas , hasta me ha dicho que no creia alma de Dios !"
que mi padre vacilase en darme el capital en vez de la El portero quedó edificado con estas palabras y no
renta , brindándome con su influyente apoyo para conse- sabiendo á quién admirar mas , si al amo jóven ó al
guirlo; pero me declaró que nunca habia tomado ni to- criado viejo.
maria sobre si la grave responsabilidad de hacer una -Desenganchad pronto y subid á mi cuarto , dijo al
demanda de matrimonio . Debo sin embargo hacerle la lacayo Andrea.
justicia de confesar, que se ha dignado añadir que si Y en un segundo llegó á su cuarto y quemó la es-
en alguna ocasion ha deplorado esta repugnancia era quela de Caderousse, haciendo luego desaparecer hasta
en esta, pues cree que nuestra union promete ser feliz las cenizas.
bajo todos aspectos . Tambien por otra parte me ha di- Al acabarse esta operacion llegó el criado .
cho , que aunque no quiere hacer nada oficialmente, se -Tú eres , Pedro, de la misma estatura que yo ,
reserva el responderos si le consultais le dijo .
-¡Ah! bien. -Tengu esa honra , escelencia , respondió el lacayo.
-Ahora , añadió Andrea sonriéndose con la mayor -¿No te han traido ayer una librea nueva?
dulzura , acabo de hablar al suegro y me dirijo al ban- -Sí señor.
--
quero . Ando persiguiendo á una modistilla , á quien no
-Veamos , ¿qué le quereis ? dijo Danglars riéndose quiero decir mi título ni mi clase. Préstame tulibrea,
á su vez. y dame tus papeles, para que en caso de necesidad
-Pasado mañana tengo que cobrar en vuestra caja pueda pasar la noche en una posada para dormir.
unos cuatro mil francos ; pero el conde ha comprendi- Pedro obedeció.
do que el mes en que voy a entrar debe acarrearme Cinco minutos después salia Andrea de la fonda de
gustos superiores á mi sueldecillo de muchacho; y aquí los Príncipes completamente disfrazado , y tomando un
teneis un abonaré de veinte mil francos que me ha , no cabriolé se hacia conducir á Picpus , á la posada del
diré dado , sino ofrecido . Como veis , está firmado por él . Caballo Rojo .
¿Os conviene ? A la mañana siguiente salia de la posada como habia
-Traedme un millon como este , que os los tomo salido de la fonda, es decir , sin que nadie le conociera,
todos , dijo Danglars metiéndose el abonaré en el bolsi- bajó al barrio de San Antonio, y tomando por el Boule-
llo. Decidme á la hora que estais mañana en casa , y var hasta la calle de Menilmontant se detuvo á la
mi cajero pasará á llevaros los veinticuatro mil puerta de la tercera casa de la izquierda , buscando á
francos. quién preguntar, porque no habia portero .
-A las diez de la mañana . Mientras mas temprano, -¿A quién buscais , buen mozo? le preguntó la fru-
mejor, pues quisiera ir al campo . tera de enfrente.
-Bien, á las diez . ¿ Seguís en la fonda de los Prín- —A Mr. Pailletin , respondió Andrea.
cipes ? Un panadero retirado?
-Sí. Justamente. ¿ Vive aquí ?
A la mañana siguiente , con una exactitud que ha- -En el fondo del patio , á la izquierda , piso tercero.
cia honor al banquero , estaban los veinticuatro mil Siguió Andrea el camino indicado , y en el piso ter-
francos en casa del joven, que salió efectivamente, cero vió colgando de un cordon una pata de liebre , de la
dejando doscientos francos para Caderousse. cual tiró con tan mal humor, que en el sonido de la
El objeto principal de esta salida de Andrea era campanilla se conocia.
ahorrarse de ver á su peligroso amigo ; con que á la no-
Un segundo después apareció el rostro de Caderousse
che volvió lo mas tarde posible . en el ventanillo de la puerta.
Pero apenas puso el pié en la fonda , le salió al -¡Ah! dijo, eres puntual.
Y descorrió el cerrojo.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
238

-¡Pardiez ! esclamó Andrea al entrar . pirámide de frutas sobre una hoja de col, colocada artís-
Y arrojó su gorro de lacayo , que anduvo rodando por ticamente en un plato de porcelana.
-¿Qué te parece , mocito ? dijo Caderousse. Ejem,
el suelo. ejem... ¡qué olorcillo! Ya sabes que yo era un gran co-
-Vamos , vamos , no te enfades , dijo Caderousse ,
Para que veas cómo pensaba en tí , mira qué buen al- cinero en otro tiempo... ¿Recuerdas cómo te chupabas
muerzo tendremos . Platos todos que te gustan: ¡ par- los dedos con mis platos? Tú, tú el primero, que enton-
ces no los despreciabas , si la memoria no me es infiel. 1
diez! Y Caderousse se puso á mondar unas cebollas.
Andrea aspiró con efecto los groseros aromas de la

-Está bien, dijo al portero. ¡Pobre hombre! ¡ es un alma de Dios!

-Bravo ! bravo ! dijo Andrea aparentando buen


cocina , aromas que no dejaban de tener atractivo para humor . ¡Pardiez ! si para almorzar contigo me traes á
un estómago hambriento.
Esa e a menestra de manteca fresca y de ajo, que casajo
tu -Hi , llév
mio,etedijo
el dia
Cadblo.
erousse sentenciosamente , co-
caracteriza la cocina provenzal de la clase baja. miendo se habla . Y ademas , ingrato , ¿no te da gusto
Tambien olia á pescado frito con pimienta y clavo.
Estos olores salian de dos platos cubiertos que hu- ver átu amigo ? Yo por mi parte lloro de alegría .
Caderousse lloraba efectivamente .
meaban en dos hornillas, y de una cacerola que hervia Pero hubiera sido dificil asegurar si era la alegría ó
en el hogar.
la cebolla lo que le arrancaba aquellas imas.
En la habitacion inmediata vió ademas Andrea una -Cállate , hipócrita , dijo Andrea. ¡ lágr
Tú quererme
mesa bastante bien servida, con dos cubiertos, dos bo-
tellas de vino selladas, la una de lacre verde y la otra á mí ! te quiero, y el diablo me lleve sizes mentira,
-Sí,
de encarnado, una gran botella de aguardiente , y una
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 239

respondió Caderousse. Bien se me alcanza que es una -Para verte, hijo mio.
debilidad ; pero una debilidad mas fuerte que yo. -¿Para verme? ¿y á qué fin? ¿ no hemos arreglado
-Lo que no impide que me hayas hecho venir para ya todas nuestras condiciones ?
alguna perfidia. -¿Acaso hay, caro amigo , testamento sin codicilo?
-Vamos , vamos , dijo Caderousse limpiando en su respondió Caderousse . Pero en fin , tú has venido lo
mandil un cuchillo descomunal; si yo no te quisiera , primero á almorzar; ¿no es esto ? Pues bien, siéntate, y
¿soportaria la vida miserable á que me tienes condena- empecemos por estas sardinas y esta manteca fresca.
do ? Reflexiona un poco. Traes el traje de tu criado, ¡ Ah! estás mirando mi habitacion , mis cuatro sillas de
luego tú tienes un criado; yo no lo tengo, y me veo en paja, y mis cuadros de já tres francos.... ¡Demontre!

No
M

-A Mr. Pailletin , respondió Andrea.

la precision de mondar mis legumbres por mí mismo. ¿qué quieres? esto no es la fonda de los Príncipes.
Tú haces ascos á mi comida, porque comes en la mesa -Veo que al presente estás disgustado y no eres di-
redonda del hotel de los Príncipes ó en el café de París. choso , cuando solo deseabas pasar por un menestral
Pues bien, yo podria tener tambien un criado y un til- retirado.
bury; yo tambien podria comer donde mediese la gana. Caderousse exhaló un suspiro.
Y sabes por qué no lo hago? por no causar un disgusto -¿Qué tienes que replicar ? ¿no has visto tu sueño
å mi pobre Benedetto. Vamos, confiesa que yo podria... realizado ?
Y una mirada perfectamente inteligible terminó la -Tengo que replicar que es solo un sueño. Un me-
frase de Caderousse. nestral retirado suele ser rico y tener rentas, Benedet-
-Supongamos, pues, que me quieres , dijo Andrea . to mio.
Entonces, ¿por que me exiges que venga á almorzar Tú tambien tienes rentas ,
contigo? -¿Yo?
240 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Sí, puesto que te traigo tus doscientos francos. ¡ Ah Caderousse ! la envidia te hace ver visiones.
Caderousse se encogió de hombros. -Bien sabe uno lo que se dice , Benedetto mio ; y
-Es humillante, dijo , recibir así el dinero de mala acaso llegue el dia en que se ponga uno tambien su
gana , dinero efímero , que me puede faltar el dia menos traje de los domingos, y vaya a llamar á una de esas
pensado . Ya comprenderás que tengo que vivir muy eco- casas. Entre tanto siéntate y comamos.
nómicamente para hacer algunos ahorros por si la pros- Y dándole el ejemplo, se puso Caderousse á almor-
peridad desaparece . ¡ Ay amigo mio! la fortuna es in- zar vorazmente , elogiando todos los platos que presen-
constante, como decia el capellan del... del regimiento. taba á su huésped.

te
Ra

-Vamos, vamos, no te enfades, dijo Caderousse.

Harto bien sé que la tuya es inmensa , picarillo. Vas á Este al parecer tomó su partido.
casarte con la hija de Danglars. -¡Ah compadre! esclamó Čaderousse, ¿parece que te
¡Cómo ! ¡ de Danglars! vas reconciliando con tu antiguo cocinero ?
-Sí por cierto ; de Danglars. ¿O quieres que diga del -Sí á fé mia, respondió Andrea , que como jóven y
baron Danglars ? Sería como si digese del conde Be- vigoroso , se dejaba dominar del apetito en aquella
nedetto. Danglars es amigo mio , y si no tuviera tan situacion .
mala memoria deberia de convidarme á tu boda....
-Y qué, ¿te gusta, eh?
puesto que él asistió á la mia... Sí, sí, á la mia . No es- -Tanto , que no comprendo cómo un hombre que
taba tan orgulloso entonces. Como que solo era depen- se cuida tan bien puede creer mala su vida.
diente de Mr. Morrel. Mas de una vez he comido con ¡ Ah! respondió Caderousse, es que toda mi felici-
él y con el conde de Morcef.... ¡ y tanto ! Yaves que
tengo muy buenos conocimientos , y que si quisiese cul- dad me la acibara un solo pensamiento .
tivarlos nos encontraríamos en unos mismos salones. -¿¿Cuál ?
-Que vivo á espensas de un amigo, yo que he
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 241

ganado siempre mi vida honrada y santamente. friament } Caderousse. Te he dicho , sin desembolsar
— ¡ Oh ! ¡ oh! que no te quite eso el sueño , dijo Andrea. un ochavo.
Yo tengo para los dos . -¿No querrás que robe, para echarlo todo á per-
-No importa . Créeme ; á fin de mes tengo siempre der , lo tuyo y lo mio , y que nos vuelvan á llevar á
remordimientos . Tolon ?
Buen Caderousse ! -¡Oh ! á mí eso no me da cuidado , respondió Ca-
-Tanto , que ayer no quise cobrar los doscientos derousse . Soy un hombre particular, que tal vez echo
francos .
de menos á aquellos camaradas ; mientras tú , que no
-Sí , porque querias hablarme ; pero ese remordi- tienes corazon , quisieras no volverlos á ver nunca.
miento ¿es sincero? Esta vez Andrea , mas bien que temblar , se puso
Sincero . Además , me habia ocurrido una idea. pálido.
Andrea tembló, que siempre le hacian temblar las -Nada de barbaridades , Caderousse, dijo.
ideas de Caderousse.
-No , no , tranquilízate , Benedetto; pero indícame
-Es una vida miserable vivir siempre pensando en un medio de ganar esos treinta mil francos sin mez-
el fin de mes . clarte en nada. Tú te limitarás á dejarme obrar.
-¡Quiá! respondió el jóven filosóficamente, decidido -Pues yo veré .. yo pensaré, dijo Andrea.
á ver venir á su interlocutor ; ¿ cómo pasa nuestra vida - Pero entre tanto, me subirás el sueldo á quinien-
sino esperando? Yo, por ejemplo, no hago otra cosa, y tos francos, ¿no es verdad? Se me ha puesto en la ca-
tengo paciencia. beza tomar una criada.
-Sí, porque en vez de esperar doscientos fiancos -Bien, tendrás tus quinientos francos , repuso An-
miserables, esperas cinco ó seis mil , ó diez mil, 6 acaso drea; pero abusas, Caderousse , y eso ya es mucho exi-
doce, que ya eres tú buen truchiman . Allá cuando es- gir de mí...
tábamos juntos , siempre tenias tus huchas y tus cuar- -¡Báh ! tú cobras de cajas que no tienen fondo.
-tejos, que ocultabas al pobre de Caderousse . Por for- No parecia sino que el joven esperase aquí á su
tuna el amigo Caderousse tenia unos ojos de lince. compañero, segun el rayo de sus ojos, que en honor de
-¡Ea! ya estás divagando; ya no sabes hablar sino de la verdad se estinguió en seguida.
lo pasado , dijo el jóven. ¿ A qué viene eso? -¡Ah! es verdad, respondió Andrea. Mi protector
¡ Ah ! tú tienes veintiun años y puedes olvidar lo es un ángel para mí.
pasado ; yo tengo cincuenta , y por precision lo he de -¡Buen protector ! dijo Caderousse. ¿ Cuánto te da
recordar. Pero no importa: volvamos al asunto. al mes ?
-Volvamos .
-Cinco mil francos , dijo Andrea.
-Quiérote decir que si yo estuviera en tu lugar... -Tantos miles como cientos me das tú á mí, repuso
-¿Qué ? Caderousse. En verdad que se necesita ser bastardo
-Realizaria.
para tener tanta fortuna. ¡Cinco mil francos al mes!...
-¡Cómo ! ¿ realizarias... ¿ Qué se puede hacer con tanto dinero?
-Ší ; pediria un semestre adelantado, so pretesto de -¡Psche ! se gasta bien pronto . Por lo tanto, yo , co-
que para ser elegible iba á comprar una posesion , y mo tú, quisiera tener un capital.
luego con mi semestre, desapareceria . -Un capital... sí , ya comprendo. Todo el mundo
-Mira, mira, no está mal pensado eso, dijo Andrea. quisiera tener un capital .
-Mi querido amigo , replicó Caderousse, cóme á mi -Sí, yo tendré uno.
mesa y sigue mis consejos , que no te irá mal, ni física -¿Y quién te lo dará ? ¿ tu príncipe ?
ni moralmente. -Sí, mi príncipe. Por desgracia tengo que esperar.
-Oye, repuso Andrea, ¿ y por qué no sigues tú mis- -Esperar... ¿á qué ? preguntó Caderousse.
mo ese consejo ? ¿ por qué no realizas un semestre ó un -A su muerte.
año, y te retiras á Bruselas? En vez de parecer un hor- -¿A la muerte de tu príncipe?
telano retirado , parecerás un banquero quebrado en -Sí.
el pleno ejercicio de sus funciones." -Esplícate .
-Pero, ¿ cómo diablos quieres que yo me retire con -Porque me deja en su testamento...
mil doscientos francos ? -¿De veras ?
-¡Ah Caderousse ! dijo Andrea . ¡ Qué exigente te -Palabra de honor.
vas haciendo ! Hace dos meses te estabas muriendo de -¿Cuánto ?
hambre. -Quinientos mil francos.
-El hambre viene comiendo , dijo Caderousse ense- -¡Nada menos!
ñando sus dientes como un mono que se rie, ó un tigre -Lo que te digo.
que ruge. Así pues, tengo un plan, añadió comiendo un -Eso es imposible.
enorme bocado de pan, con aquellos mismos dientes que -¿Eres amigo mio, Caderousse?
• conservaba tan blancos y tan agudos , á pesar de la -¡Hasta la muerte , hasta la eternidad !
edad .
-Voy á confiarte un secreto.
Los planes de Caderousse asustaban al jóven mas -Habla.
aun que sus ideas, pues sus ideas no eran mas que el -Pero...
gérmen, y el plan era la realizacion . -En cuanto á eso , descuida. Seré mudo.
-Veamos el plan, que debe ser cosa buena, dijo. -Pues bien , creo...
-¿Por qué no lo ha de ser ? ¿ De quién era aquel Andrea se detuvo mirando en torno.
plan que nos ayudó á escaparnos de Tolon, eh ? De -No temas nada ¡ pardiez ! estamos solos.
mí , sin duda ninguna. Y no seria tan malo cuando ahora -- Creo que he encontrado á mi padre.
nos vemos aquí. -¿A tu verdadero padre?
-No digo eso, repuso Andrea . Algunas veces pien- -Si .
sas bien; pero en fin, sepamos tu plan. -¿Qué no es Cavalcanti?
-Vamos á ver , prosiguió Caderousse , ¿ podrás tú, No, puesto que ese se ha marchado. El verdadero,
sin desembolsar un ochavo, hacer que yo tenga quince como tú dices.
mil francos ?... digo mal; quince mil no son bastantes; -Y ese padre... es...
no volveré á ser hombre honrado por menos de treinta -Es.... el conde de Monte-Cristo.
mil francos .
-¡Bah!
-No, respondió secamente Andrea , no puedo . -Así comprenderás que todo se esplica . Segun pa-
-Segun parece, no me has comprendido, respondió rece, está imposibilitado de reconocerme; pero hace que
242 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

me reconozca M. Cavalcanti, á quien da por esto cin- Andrea cogió la pluma con una sonrisa impercep-
cuenta mil francos. tible.
Cincuenta mil francos por ser tu padre! Por la -La casa, como te digo , está entre patio y jardin...
mitad lo hubiera yo sido ; por veinte mil , por quince ¿Ves? Así.
mil... ¿Cómo no te acordaste de mí, ingrato? Y tiró Andrea las líneas del jardin y del patio.
-¿Lo sabia yo acaso? Eso se ha arreglado mientras -¿La tapia es alta?
estábamos nosotros allá... -No; ocho ó diez piés lo mas.
-¡Ah! es verdad. ¿Y dices que en su testamento... ¡Qué imprudencia! dijo Caderousse.
-Me deja quinientas mil libras. -En el patio grandes macetas de naranjos, bosque-
-¿Estás seguro? cillos y flores.
Me lo ha enseñado; pero eso no es todo. -¿¡Y no hay lazos como los que usan los pastores para
¿Hay codicilo? cazar lobos?
-Es probable. -No.
¿Y en ese codicilo?... -¿Y las cuadras?
-Me reconoce. -A los dos lados de la verja: aquí, mira.
-¡Oh! ¡ escelente padre ! ¡ escelentísimo padre ! ¡ esce- Y Andrea siguió tirando lineas en su croquis.
lente y escelentísimo padre ! dijo Caderousse haciendo -Veamos el piso bajo , dijo Caderousse.
dar vueltas á un plato en la punta de su dedo. -En el piso bajo, comedor, dos salas , billar, esca-
-Dime aun que tengo secretos para tí. lera en el vestíbulo, y escalera secreta.
-No; y esta confianza te honra á mis ojos. ¿Y tu -¿Y ventanas?
príncipe ó tu padre es rico , riquísimo? -Ventanas magníficas , tan rasgadas y tan hermo-
-Ya lo creo. No sabe lo que tiene. sas , que creo que un hombre como tú cabria por cada
-¿Es posible? uno de sus cristales .
-Mira si yo lo sabré que entro en su casa á todas -¿Y para qué diablos sirven las escaleras teniendo
horas. El otro día estando yo allí le llevó un mozo de tales ventanas?
caja cincuenta mil francos en una cartera. Ayer le llevó -¿Qué quieres? lujo.
un banquero cien mil francos en oro. -¿Y tienen puertas de madera?
Caderousse estaba soliviantado . -Si; pero Monte-Cristo es hombre tan original, que
Parecíale que las palabras del jóven sonaban á di- nunca las cierra , porque le gusta ver el cielo por la
nero, y que oia caer cascadas de luises. noche.
-¿Y vas tú á esa casa ? preguntó cándidamente al -¿Y los criados dónde se acuestan?
jóven. -¡Oh! ellos tienen su casa aparte. Figúrate el her-
-Cuando se me antoja. moso pabellon que hay á la derecha de la entrada , con
Caderousse quedóse un instante pensativo. destino á almacen de los atalajes y arreos de coches y
Era de presumir que germinaba en su imaginacion caballos. Pues sobre ese pabellon estan las habitaciones
algun pensamiento profundo. de los criados , y allí van á parar las campanillas de los
Luego esclamó de repente: amos.
-¡Cuánto daria yo por ver todo eso ! Debe ser cosa Diablo! ¡ campanillas !
magnífica. -¿Qué dices?
-¡Magnífica ! repitió Andrea. -Nada. Que cuesta muy caro el poner las campani-
¿No vive en el camino de los Campos Elíseos? llas, sin que sirvan para nada.
-Número 30. -En otro tiempo se paseaba un perro por el patio
¡Ah! repitió Caderousse, ¡ número 30! toda la noche ; pero se lo han llevado á la casa de Au-
-Sí, una casa muy bonita, entre patio y jardin ... no teuil; ya sabes, á aquella adonde tú fuiste.
conoces otra cosa. -Sí.
-Puede; pero no es el esterior lo que me preocupa, -Ayer mismo se lo decia yo al conde: -Eso es una
sino el interior. ¿Qué hermosos muebles, eh? imprudencia, porque cuando os marchais á Auteuil lle-
-¿Has visto alguna vez las Tullerías? vándoos los criados, la casa queda sola.
-No. -Y él te preguntaría : -¿Y qué?
-Pues aun está mejor adornada esa casa. -¿Y qué? le dije yo, que os roban el mejor dia.
-Oye , Andrea , ¡ qué dulce será bajarse cuando ese -¿Y qué te respondió?
conde de Monte-Cristo deje caer su bolsa! -¿Qué me respondió?
-No hay que tomarse ese trabajo , respondió An- -Sí.
drea , pues alli anda el dinero como las frutas en una -Me respondió: ¿Qué me importa que me roben?
huerta. -¿Hay, Andrea, en la casa algun mueble mecánico?
-Oye : debias llevarme un dia. -¿Cómo?
-No es posible . ¿A qué título? -Sí, algun baul de esos que cogen al ladron en una
-Tienes razon; pero ya me has metido en ganas, y trampa , y luego tocan una pieza de música. Me han
es indispensable que yo vea eso. No me faltará un dicho que en la última esposicion habia de esos mue-
medio. bles .
-Nada de atrocidades, Caderousse. -No; lo único que hay es una cómoda de caoba que
-Me presentaré como limpia-suelos . siempre tiene puesta la llave.
-Está entapizada toda lɩ časa. ¿Y no le roban?
-¡Demonio! ¿Conque tengo que contentarme con --No; todos sus criados son fielísimos.
verla en mientes ? -En aquella cómoda debe de haber mucho dine-
-Es lo mejor; créeme . ro, ¿eh?
-Procura al menos hacérmela comprender. Quizás... nadie sabe lo que hay.
-¿Cómo? -¿Y dónde está?
Nada mas fácil. ¿Es grande? -En el piso principal.
-Ni muy grande , ni muy chica. --Trázame el plano del piso principal, como me has
-Pero la distribucion de las habitaciones... trazado el del piso bajo.
-Para hacer un croquis necesitaria papel y tintero . -Es fácil.
-Tómalos , dijo al punto Caderousse. Y Andrea volvió á coger la pluma .
Y cogió de una cómoda antigua tintero y papel. -Mira, antesala y sala. A la derecha de la sala, bi-
-Trázamelo bien, hijo mio. blioteca con gabinete ó despacho; á la izquierda alcoba
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 243

y gabinete. En este gabinete es donde está la famosa -Si se me antoja, sí; que estoy en su casa como en
cómoda .. la mia.
¿Y un balcon en el gabinete? Miró Caderousse al jóven como para arrancarle la
-Dos : aquí y aquí. verdad del fondo del corazon; pero Andrea sacó una
Y Andrea señaló dos balcones en la línea del gabi- petaca del bolsillo , y se puso á fumar tranquilamente
nete que hacia el ángulo de su croquis , formando un un cigarro habano.
cuadro mas pequeño adjunto al cuadro grande de la -¿Cuándo quieres los quinientos francos? preguntó
alcoba. á Caderousse.

-Trázamelo bien, hijo mio.

- Caderousse se quedó pensativo. -Ahora mismo, si los traes ahí.


-¿Y va muy amenudo á Auteuil? le preguntó. Andrea sacó del bolsillo veinticinco luises.
-Dos ó tres veces por semana. Mañana, por ejem- -¡Oro! gracias , dijo Caderousse.
plo , pasará allí el dia y la noche. No los quieres?
-¿Estás seguro? -Los estimo mucho; pero no los quiero.
-Como que me tiene convidado á comer. -Ganas en el cambio, imbécil. Con el oro se gana.
-¡Qué vida! ¡ eso se llama vivir! dijo Caderousse. -Eso es: y luego el cambiante hace seguir al amigo
Casa en la poblacion , casa en el campo. Caderousse, y le echan mano, y será preciso que diga
-Ese privilegio tienen los ricos. qué arrendatarios son los que le pagan sus rentas en
-¡Irás á comer con él? oro. Nada de indiscreciones, hijo mio. Plata , plata,
-Probablemente . con el busto de cualquier rey. Cualquiera puede tener
-Y cuando vas, ¿sueles dormir allí? un napoleon ; pero oro...
244 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Ya comprenderás que no traigo aquí quinientos -Me acordaré de los amigos... no te digo mas.
francos en plata, pues me hubiera tenido que acompa- -Sí . ¡ Como tienes tan buena memoria!
ñar un criado. -¡Qué quieres! ¡ Creí que me ibas á hacer exi-
-Pues déjaselos á tu portero, que es un hombre gencias !
escelente, y yo pasaré á recogerlos . -¡Yo! ¡Qué idea ! ¡ yo, que al contrario, voy á darte
-¿Hoy ? un consejo amistoso!
No, mañana. Hoy no tengo tiempo. -¿Cuál?
-Bien; mañana, antes de marcharme á Auteuil, se Que dejes aquí el diamante que llevas en el dedo.
los dejaré. ¿Quieres perdernos, hijo, con esas tonterías?

Y acercándose Caderousse al balcon, pasó el diamante sobre el cristal.

-¿Puedo contar con ellos? -¿Por qué? esclamó Andrea.


-De seguro. -¡Cómol te pones librea , te disfrazas de criado , ¿y
-Es que voy á tomar desde luego la criada que te conservas en tu dedo un diamante de cuatro á cinco mil
he dicho. francos?
-Tónala ; pero no doy mas, ¿entiendes ? ¿no me. ¡Diablo! ¡ qué bien calculas! ¿Por qué no te haces
atormentarás ya? tasador?
-Nunca . ¡Oh! soy perito en diamantes. ¡Como que los he
Caderousse se habia puesto tan sombrío, que temió tenido!
Andrea tener que apercibirse de este cambio, y redo- -Y puedes vanagloriarte de ello, dijo Andrea, que
bló su alegría y su desenfado . sin enojarse como temia Caderousse de esta nueva exi-
¡Qué satisfecho estás! le dijo Caderousse . No pa- gencia , le entregó la sortija prontamente.
rece sino que hayas cogido ya la herencia. Púsose á mirarla Caderousse tan de cerca, que An-
-No, por desgracia... pero el dia que la coja... drea conoció claramente que examinaba si era de ley.
-¿Qué? -Es falsa, dijo Caderousse.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 245

-¿Te chanceas? esclamó el jóven. todas las formalidades exigidas por la ley, se hallaba en
-No te enfades. Vamos á verlo. disposicion de volver á hacerse á la vela.
Y acercándose Caderousse al balcon , pasó el dia- Alabó el conde el celo de Bertuccio , invitándole á
mante sobre el cristal. prepararse á marchar próximamente , pues su perma-
El cristal rechinaba. uencia en París no debia prolongarse mas de u mes.
-¡Confiteor! dijo Caderousse poniéndose la sortija -Ahora, le dijo, quizás necesite ir en una noche de
en su dedo meñique ; me equivoqué ; pero los plateros , París á Treport ; conque quiero tener escalonados en
son tan ladrones , é imitan las piedras tan bien , que el camino ocho tiros para andar las cincuentas leguas
nadie se atreve á robar sus tiendas. Este es otro ramo en diez horas.
de industria paralizado . -Como vuecelencia habia ya manifestado ese deseo ,
-¿Has acabado ya? ¿Tienes alguna otra cosa que respondió Bertuccio , los caballos estan dispuestos . Yo
pedirme? le preguntó Andrea. ¿ Necesitas mi traje? mismo los he comprado y colocado en los sitios mas
¿Quieres mi gorra? No te detengas , que aun estamos á cómodos, es decir , en las poblaciones donde no acos-
tiempo. tumbran detenerse los viajeros.
-No. En el fondo eres un buen camarada. No te -Está bien , añadió Monte-Cristo ; seguiré aquí un
detengo mas: procuraré curarme la ambicion . dia ó dos: conque obrad en consecuencia.
-¡Cuenta que al vender el diamante no te suceda lo Cuando se preparaba Bertuccio á salir á dar sus
que temias te sucediese con el oro! órdenes , abrió la puerta Bautista , trayendo una carta
-No lo venderé; tranquilízate. en una bandeja de plata sobredorada.
-No, de aquí á pasado mañana, dijo para sus aden- -¿A qué venís ? le preguntó el conde viéndole cu-
tros el jóven. bier o de polvo. No recuerdo haberos llamado .
-¡Picarillo afortunado! murmuró Caderousse. Ahora Bautista sin responder le presentó la carta .
vuelves á tus coches, á tus lacayos , á tu novia. -Importante y urgeate, dijo.
-Sí, dijo Andrea. El conde abrió la carta y leyó:
-Espero que me hagas un buen regalo cuando te
cases con la hija de mi amigo Danglars. «Se previene al conde de Monte-Cristo que esta
-Ya te dije que eso es un capricho que se te ha >» misma noche se introducirá un hombre en su casa de
puesto en la cholla. >>los Campos Elíseos , á robarle unos papeles que cree
-¿Cuánto es la dote? »guardados en la cómoda del gabinete.
-Pero si digo... >>Sabido es que el conde de Monte-Cristo es harto
-¿Un millon? >>valiente para recurrir á la intervencion de la policía,
Andrea se encogió de hombros. >>intervencion que pudiera comprometer muchísimo al
---Sea un millon, añadió Caderousse; nunca tendrás »que le da este aviso .
tanto como yo te deseo. >>Sea por una abertura , que desde la alcoba caiga
-Gracias, dijo el jóven. »al gabinete, sea oculto en el gabinete , podrá el señor
-Te lo digo de todo corazon , repuso Caderousse »> conde hacerse justicia á sí mismo .
con su sonrisa forzada. >>Muchos criados y precauciones visibles alejarian de
-Espera te compañaré. »seguro al malhechor , perdiendo Monte-Cristo esta
-No te tomes ese trabajo. »ocasion de conocer á un enemigo que la casualidad ha
-Sí tal. >>hecho descubrir á la persona que le da este aviso,
-¿Por qué? »aviso que quizás no podria segundar , si , malograda
-Porqué hay en la puerta cierto secreto.. una me- » esta ocasion, el criminal buscase otra. »>
dida de precaucion que he creido deber tomar. Es una
cerradura estraña , corregida y aumentada por Gaspar La primera idea del conde fué creer esta carta un
Caderousse. Ya te haré una por el estilo cuando seas lazo tendido por los mismos ladrones , lazo grosero que
capitalista. le indicaba un peligro mediano para esponerle á otro
Gracias, dijo Andrea. Te avisaré con ocho dias de mas grave.
anticipacion . Iba pues á enviar la carta á un comisario de policía ,
Con esto se separaron. á pesar del encargo, ó quizás á causa del encargo del
Caderousse permaneció en el descanso de la esca- amigo anónimo , cuando le ocurrió la idea de que el
lera, hasta que vió á su camarada , no solo bajar los tres golpe podia venir con efecto de algun enemigo particu-
tramos, sino atravesar el patio . lar suyo, enemigo que él se lo conociese, y del cual pu-
Entonces se metió en su casa precipi adamente, diera él solo sacar partido, como hizo Fiesco del moro
cerró la puerta con mucho cuidado , y se puso á estu- que habia intentado asesinarle.
diar como un arquitecto profundo el plano que Andrea Ya conocemos al conde.
le habia hecho. Escusado parece decir que su alma audaz y vigo-
-Creo, dijo, que al bueno de Benedetto no le dis- rosa se crecia con los obstáculos , con esa energía ca-
guste heredar y que el que adelante el dia de co- racterística de los hombres superiores.
brar sus quinientos mil francos no será su peor amigo. Gracias á la vida que habia traido , y á su resolucion
de no retroceder por nada , el conde habia llegado á
CAPITULO IV. encontrar placeres esquisitos en la lucha que empren-
dia á veces con la naturaleza , que es Dios , y con el
FRACTURA Y ESCALAMIENTO. mundo, que puede bien pasar por el diablo.
-No quieren robarme los papeles, dijo , quieren ma-
La mañana siguiente á la conversacion que acabamos tarme. No son ladrones, son asesinos . No quiero yo que
de referir , partió con efecto el conde de Monte-Cristo el prefecto de policía se entrometa en mis cosas parti-
á Auteuil, acompañado de Alí , de muchos criados y de culares. Soy bastante rico para no necesitar su ayuda.
algunos cal allos que iba á probar. El conde volvió á llamar á Bautista, que habia salido
La causa de esta ausencia , en la cual no pensaba el después de entregarle la carta.
conde la víspera , y Andrea menos que él, era la vuelta Vais á volver á París, le dijo, y traereis aquí á to-
de Bertuccio de Normandía , trayendo noticias de la dos los criados que quedan allá . Necesito de todos en
casa y de la corbeta. Auteuil.
La casa estaba ya dispuesta, y la corbeta, anclada -¿Pero no ha de quedar nadie en la casa , señor
hacia ocho dias en una ensenada , con su tripulacion, conde ? le preguntó Bautista.
compuesta de seis hombres , después de haber llenado -Sí tal, el portero .
246 BIBLIOTECA UNIVERSAL

-El señor conde recordará que la portería está lejos En la opinion de Monte-Cristo los malhechores
de la casa . querian su vida, no su dinero .
-¿Y qué ? Y por consiguiente se dirigirian á su alcoba , bien
Que podrian robar toda la casa sin que el portero por la escalera secreta , ó bien por el balcon del ga-
oyese el menor ruido. binete.
-¿Quién ? Conque instaló á Alí delante de la puerta de la
-¿Quién habia de ser ? ladrones. alcoba, y siguió él vigilando el gabinete.
-Sois un bobo , señor Bautista. Los ladrones que En el reloj de los Inválidos dieron las once y tres
dejáran mi casa en cruz y cuadro , no me desagradarian cuartos.
nunca tanto como un servicio mal hecho. El viento de Oeste traia en sus húmedas alas la
Bautista se inclinó . vibracion lúgubre de las tres campanadas.
-Ya me entendeis , dijo el conde. Traeros á vues- Al estinguirse el eco de la última creyó el conde
tros camaradas desde el primero hasta el ultimo; pero oir un ligero ruido del lado del gabinete.
que todo permanezca en su estado habitual; solo cerra- A este primer ruido, ó mas bien á este roce, siguió
reis las ventanas del piso bajo. otro y luego otro.
-¿Y las del principal? Al cuarto ya sabia el conde á qué ateners .
Ya sabeis que esas no se cierran nunca . Una mano firme y ducha se ocupaba en cortar el
Tambien mandó el conde decir que comeria en su cristal de la vidriera con un diamante.
cuarto, y que solo queria que le sirviese Alí. El conde sintió palpitar su corazon con mas vio-
Comió con su calma y su sobriedad habituales , y lencia.
después , haciendo seña á Alí de que le siguiese , salió Por muy endurecidos , por muy acostumbrados
por la puerta secreta, internóse en el bosque de Boloña que esten los hombres al pe igro , comprenden siem-
como si fuera de paseo, tomó naturalmente el camino pre por el temblor de su carne y por el de su cora- 1
de París, y á la caida de la tarde se encontró enfrente zon la diferencia enorme que existe entre el sueño y
de su casa de los Campos Elíseos . la realidad, entre el proyecto y la ejecucion .
Todo estaba oscuro. Sin embargo, Monte-Cristo solo hizo una seña para
Solo una luz muy débil brillaba en el cuarto del prevenir á Alí.
portero, distante de la casa unos cuarenta pasos , como Comprendiendo este que el peligro estaba de la
habia dicho Bautista. parte del gabinete , dió un paso para acercarse á su
Arrimóse á un árbol Monte-Cristo, y con aquellos amo .
ojos que tan raramente se equivocaban , sondeó las hile- Monte-Cristo ardia en deseos de saber quiénes
ras de árboles , examinó los pasajeros, y observó hasta eran sus enemigos, y cuántos.
las calles próximas por si estaba emboscado alguno. El balcon en que se trabajaba caia enfrente de la
A los diez minutos de observacion convencióse de abertura por donde observaba el conde la habi-
que no le espiaba nadie . tacion.
Corrió en seguida con Alí á la puerta secreta , y Sus ojos pues se fijaron en él.
por la escalera de los criados, cuya İlave tenia , entró Y vió dibujarse una sombra , aunque muy vaga,
en su alcoba sin descorrer una cortina, sin que el mis- en la oscuridad .
mo portero se apercibiese de que la casa que creia sola Luego uno de los cristales se puso muy opaco,
albergaba á la sazon á su principal habitante. como si le aplicasen un papel de la parte de afuera, y
En la alcoba hizo el conde á Alí seña de que se que- luego crujió sin caer.
dase, y él pasó al gabinete, que estuvo examinando . Por la abertura pasó un brazo á buscar el pes-
Todo estaba en su sitio. tillo.
Y tambien la cómoda con la llave puesta. Un segundo despues giró la puerta, y entró un
Dióla dos vueltas , la cogió y se la guardó, y vol- hombre.
viendo á la alcoba quitóle á la puerta los anillos del Estaba solo .
cerrojo . ¡Vaya un pícaro atrevido ! murmuró el conde.
En este intervalo ponia Alí sobre la mesa las armas En este momento sintió que Alí le tocaba ligera-
que le habia pedido el conde. mente en la espalda .
Eran una carabina pequeña y un par de pistolas Volvióse, y Ali le señaló el balcon de la pieza en
de dos cañones. que estaban, balcon que caia á la calle.
Armado así el conde disponia de la vida de cinco Conociendo la esquisita delicadeza de los senti los
hombres. de su fiel criado , dirigióse el conde al balcon, y vió con
Eran las nueve y media sobre poco mas o menos. efecto un hombre , que separandose del hueco de una
Tomaron el conde y Alí á toda prisa un pedazo de puerta, se subia sobre un guarda- canton , para ver lo
pan y un vaso de vino español, y luego Monte-Cristo que pasaba en la casa.
-Bueno, dijo el conde . Son dos : el uno obra , y el
separó uno de los cuadros móviles, que le permitian
ver desde una pieza , otra. otro espía.
Tenia á la mano sus pistolas y una carabina , y Alí , Hizo seña á Alí de que no perdiese de vista al hom-
en pié á su lado , empuñaba una de esas bachas ára- bre de la calle, y volvió á observar al del gabinete.
bes de cortas dimen iones que no han variado de for- Dentro ya de la habitacion, estendia los brazos como
ma desde las cruzadas. para orientarse .
Por uno de los balcones de la alcoba , balcon paralelo Al fin parecia que habia llegado á conocer el ter-
al del gabinete , podia Monte-Cristo observar la calle. reno.
Así pasaron dos horas. Dos eran las puertas del gabinete : á ambas le echó
Reinaba la oscuridad mas profunda, y sin embar- los cerrojos.
go , Ali , gracias á su naturaleza salvaje , y el conde, Al acercarse á la alcoba, creyendo Monte-Cristo que
gracias á una cualidad que habia adquirido , distin- iba á entrar, preparó sus pistolas; pero al oir el ruido
guian hasta las oscilaciones mos leves de los árboles de los cerrojos comprendió que aquello solo era una
del patio . precaucion.
La tibia luz del portero se habia apaga 'o hacia ya Ignorando el vigilante nocturno que el conde se
tiempo. habia tomado el trabajo de quitar los anillos á los
Era de inferir que el ataque , si con efecto se cerrojos , se creia ya completamente libre y tranquilo
proyectaba un ataque, se verificaria por la escalera como en su propia casa.
del piso bajo, no por los balcones. Entonces sacó de sus hondos bolsillos una cosa que
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 247

el conde no pudo distinguir, la puso sobre un velador, aunque bastante viva, lanzó sus reflejos sobre las ma-
y en seguida se fué derecho á la cómoda , pa pando y nos y el rostro del ladron .
registrando el sitio de la cerradura, donde no encontró -¡Calla! esclamó de repente el conde retrocediendo
la llave, contra o que esperaba. sorprendido, es...
Pero el ladron era hombre prevenido , y lo habia Ali blandió su bacha.
previsto todo. -No te muevas , le dijo en voz baja su amo ; no te
Pronto oyó Monte-Cristo el ruido de hierro con muevas, y deja el hacha, que las armas son ya inútiles.
hierro que produce el manojo de llaves de diferentes Y luego añadió algunas palabras bajando la voz

180000

Un segundo despues giró la puerta, y entró un hombre.

formas que llevan los cerrajeros cuando se les manda mucho mas, porque aunque débil , la esclamacion que
llamar para abrir una puerta, manojo al cual llaman los le habia arrancado la sorpresa , bastó para hacer tem-
ladrones ruiseñor , sin duda por el placer que les causa blar al hombre que se habia quedado en la actitud de
su canto nocturno. un amolador de tijeras y navajas .
-¡Ah! jah! murmuró el conde con una sonrisa de Sin duda era una órden lo que le habia dado Monte-
desagrado , es ladron efectivamente. Cristo á Alí, porque en seguida se alejó este de punti-
El hombre entre tanto no acertaba á elegir en la llas, descolgando de una percha inmediata un traje
oscuridad la llave que le conviniera .
negro y un sombrero triangular.
Y recurrió al objeto que habia colocado sobre el ve- En este intervalo se habia quitado Monte-Cristo
lador.
precipitadamente su gaban , su chaleco y su camisa,
Tocó un resorte , y acto continuo una luz pálida, pudiendo verse sobre su pecho, á través del rayo de
248 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

luz que pasaba por las rendijas de la puerta , una de Sin fuerzas Caderousse para respirar siquiera, bus-
esas finísimas cotas de malla que usaban los guerreros cab un rincon donde esconderse, un agujero por
antiguos. La última cota, en esta Francia donde no se donde escaparse.
tiene miedo á los cuñales , la llevó quizás el rey -Vamos, dijo el conde; ya veo que sois siempre el
Luis XVI queriendo.esguardarse el pecho, y luego mu- mismo, señor ase: ino.
rió por la garganta . -Señor abate, puesto que todo lo sabeis, sabreis que
La cota desapareció al punto bajo una larga sotana, no fuí yo sino la Carconte.... Consta en la causa , y la
como los cabello's del conde bajo una peluca de tonsu- prueba es que me condenaron solo á galeras.
ra sacerdotal. -Habreis cumplido vuestra conde ia , puesto que os
El sombrero triangular, colocado sobre la peluca, hallo haciendo méritos para os vuelvan a sentenciar.
acabó de convertir á Monte-Cristo en abate. -No , señor abate. Me libertó una persona...
Entre tanto el hombre, no oyendo ya rumor alguno , -¡Gran servicio hizo á la sociedad esa persona!
habia vuelto á la carga, y mientras el conde se ocupa- -¡Ah! dijo Caderousse , yo le habia dado palabra...
ba en su metamorfosis, se iba éi derecho á la cómoda, -¿Conque estais prófugo de presidio ? le interrum-
cuya cerradura empezaba á crugir á impulso del rui- pió el abate.
señor. -¡Ay! sí, respondió Caderousse muy azorado.
-Bueno! murmuró el conde, que sin duda confiaba -Mala reincidencia ... Ya no ireis á presidio , sino á
en algun secreto de cerrajería desconocido al criminal, la horca. ¡ Tanto peor ! Diábolo, como dicen en mi país
por hábil que fuese : ¡ bueno! Trabajo tienes para algu- los que hablan mal.
nos minutos . -Señor abate , un momento de ofuscacion...
Y se aproximó al balcon. -Todos los criminales dicen lo mismo,
El hombre del guarda-canton se habia apeado, y se- -La necesidad....
-No hableis de eso , dijo Bussoni desdeñosamente; la 1
guia paseándose por la calle; pero, ¡ cosa singular ! en
vez de ocuparse de la gente que pudiera venir, bien necesidad puede obligarnos á pedir limosna ó á robar
por el camino de los Campos Elíseos , bien por el bar- un pan; pero no á forzar una cómoda en una casa que
rio de San Honorato, solo se ocupaba , al parecer, de se cree deshabitada . Cuando el joyero Joannes os aca-
lo que sucedia en casa del conde , teniendo todos sus baba de entregar cuarenta y cinco mil francos por
ademanes por objeto ver el gabinete en particular. el diamante que yo os di ; cuando le matásteis paraque-
Súbito dióse Monte- Cristo una palmada en la fren- daros con el diamante y el dinero , ¿era tambien por
te, y vagó en sus labios entreabiertos una sonrisa si- necesidad?
lenciosa. -¡Perdon, señor abate! dijo Caderousse. Me habeis
Y acercándose á Alí, le dijo en voz baja : salvado una vez, salvadme otra.
-Quédate aquí en la oscuridad, y oigas lo que oigas, -No me toca á mí eso.
pase lo que pase, no entres si yo no te llamo por tu -¿Estais solo, señor abate? esclamó Caderousse jun.
nombre. tando las manos en ademan de súplica . ¿ Estais solo ó
Ali hizo con la cabeza seña de que comprendia y teneis ocultos á los gendarmes que me hayan de pren-
obedecería. der?
Entonces sacó Monte-Cristo del armario una bugía -Estoy solo, enteramente solo, dijo el abate, y toda-
encendida , y en el momento en que el ladron se ha- vía tendré compasion de vos, y os dejaré ir libre , aun
calculando las desgracias que eso pueda producir , si
llaba mas afanado procurando abrir la cerradura, abrió
él la puerta blandamente , cuidando de que la luz alum- me decís la verdad completa.
brase de lleno su propio rostro. -¡Ah señor abate ! esclamó Caderousse juntando las
Se abrió la puerta tan despacio, que el ladron no manos y dando un paso hácia Monte-Cristo; con razon
oyó el ruido. puedo llamaros mi salvador.
Pero admiróse en estremo al ver la habitacion ilu- ¿Conque asegurais que os han libertado de pre-
minada de repente. sidio?
Y volvió la cara. -A fé de Caderousse , señor abate .
-Buenas noches , querido Caderousse , dijo Monte- -¿Quién fué?
Cristo. ¿Qué diablos haceis aquí á estas horas? -Un inglés .
-¡El abate Bussoni ! esclamó Caderousse. -¿Cómo se llamaba?
Y no comprendiendo cómo habia podido entrar -Lord Wilmore.
aquel fantasma, puesto que habia él mismo cerrado -Le conozco . Yo sabré si mentis.
las puertas, dejó caer el manojo de llaves y quedó in- -Os digo la pura verdad , señor abate.
móvil y estupefacto. ¿Os protege ese inglés?
El conde fué á colocarse entre la puerta y Cade- No á mí , sino á un jóven corso que era mi com-
rousse , cortándole así su única retirada. pañero de cadena .
-¡Ei abate Bussoni ! repetia Caderousse fijando en -¿Cómo se llamaba ese corso?
Monte-Cristo sus ojos desencajados. Benedetto.
-El abate Bussoni soy, sin duda, el mismo en per- -Ese es un nombre.
sona, repuso Monte -Cristo, y celebro que os acordeis -No tenia apellido . Era cunero.
de mí, querido Caderousse, porque eso prueba que te- ¿Conque el jóven se escapó con vos?
neis buena memoria , pues si no me equivoco va á -Sí.
hacer diez años que no nos vemos. -¿Cómo?
Esta calma, esta ironía, llenaron á Caderousse de un -Estábamos trabajando en Saint-Mandrier, cerca
terror vertiginoso . de Tolon... ¿Habeis visto Saint-Mandrier?
-¡El abate! ¡ El abate! murmuró crispando los pu- -Sí.
ños y rechinando los dientes. -Pues bien , de doce á una , durante la siesta...
-¿Conque tratamos de robar al conde de Monte- -¡Compadezca Vd. á los forzados que duermen la
Cristo? siesta! dijo el abate,
-Señor abate... murmuró Caderousse procurando -No siempre se ha de trabajar; no es uno perro.
acercarse al ba con que el conde le interceptaba sin -Por fortuna de los perros , añadió el abate.
piedad; señor abate... yo no sé... os ruego... os juro ... -Mientras los compañeros dormian , nos separamos
-Un cristal cortado , prosiguió el conde, una linter- un poco , limamos nuestros hierros con una lima que
na sorda, un ruiseñor , una cómoda á medio forzar ... nos había proporcionado el inglés , y emprendimos la
todo esto habla muy claro. fuga á nadó.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
249

¿Y qué ha sido de Benedetto?


-No lo sé . -Pues bien , sí, repuso Caderousse . Benedett cs
-Debíais saberlo . hoy hijo de un gran señor.
-No en verdad. Nos hemos separado en las islas de -¿Cómo puede ser eso?
Hyeres . -Hijo natural.
Y para dar mas peso á su negativa , dió Caderousse ¿Y cómo se llama ese gran señor?
otro paso hacia el abate , que permaneció en su lugar -El conde de Monte-Cristo ; el mismo dueño de
inmóvil y tranquilo . esta casa .
-¡Mentís ! le dijo Bussoni con acento de irresistible ¡ Benedetto hijo del conde ! repuso Monte-Cristo
autoridad . admirado á su vez.
-Preciso es creerlo , puesto que el conde le ha pro-

-¡No sé cómo no te rompo el cráneo, miserable!

-¡Señor abate!
Mentis ! ese hombre es vuestro amigo todavía , y porc ionamens
francos do un padr
uale s, ey falso , pues
quin queoslemil
toient cuatcos
da fran ro mil
le deja en
acaso vuestro cómplice .
-¡Señor abate ! su testamento .
-¿Cómo habeis vivido desde que salisteis de Tolon? -¡A
todo ! ah!
; yhmien mur
tras mur
here ó el
da, ¿qué e comp
abatnom bre rend
lleviend
a eseolo
jóveya
n?
Responded.
-Como Dios me ha dado á entender. -Andrea Cavalcanti.
-¡Mentís ! repitió el abate con acento mas impera- -¿Co
Cris nque
to reci es ese
be en jóven
su casa que vamiá amig
el que o Mont
casarse con e-
la
livo aun .
Caderousse le miraba espantado.. de Danglars?
-Habeis vivido del dinero queél os daba, prosiguió el -Justamente.
conde. -¡Y vos lo consentís , miserable! ¡vos que conoceis.su
SEGUNDA SERIB.- ENTREGA 133. - TOMO 11 . vida y su deshonra!
17
250 BIBLIOTECA UNIVERSAL

-¿Y por qué he de impedir á mi camarada hacer -Por no despertar al portero.


fortuna? dijo Caderousse. -Decidme , señor abate, que no quereis que muera.
-Teneis razon. No os toca á vos , sino á mí, avisar á -Yo quiero lo que quiera Dios.
Danglars. -Però juradme que no me hareis nada cuando
¡No hagais tal cosa, señor abate , porque vais á ar- vaya bajando .
ruinarnos! -¿Qué necio y qué cobarde eres !
-¿Y creeis que por no arruinar á dos miserables -¿Qué quereis hacer de mí ?
como vosotros pueda yo hacerme cómplice de esa infa- -Yo soy el que te lo pregunto. Traté de hacerte di-
mia, de ese crímen? choso , y solo te hice asesino.
-¡Señor abate ! murmuró Caderousse acercándose á -¡Señor abate ! ponedme á prueba por última vez,
él más y mas. dijo Čaderousse.
-Se lo diré todo. -Sea, respondió el conde. Ya sabes que soy hombre
-¿A quién? de palabra.
-A M. Danglars. -Sí , respondió Caderousse.
-¡Fuego de Dios! esclamó Caderousse sacando de -Pues bien: si vuelves á tu casa sano y salvo...
entre su chaleco una navaja abierta y clavándosela al -A no ser de vos , ¿ de quién tengo que temer?
conde en medio del pecho ; no dirás ya nada , abate. -Si vuelves á tu casa sano y salvo , deja á París, sal
Pero con gran asombro de Caderousse , en vez de de Francia , y donde quiera que vayas, como vivas hon-
penetrar en el pecho del conde, resbaló embótada la na- radamente, te daré una pension ; porque si vuelves á
vaja. tu casa sano y salvo...
Al mismo tiempo cogió el conde con la mano iz- -¿Qué ? le preguntó Caderousse tembloroso.
quierda el puño del asesino , y se lo retorció con tal -Creeré que Dios te ha perdonado , y te perdonaré
fuerza, que soltó su mano el arma , y él lanzó un grito yo tambien ."
doloroso. -Como sois cristiano que me haceis morir de mie-
Pero sin detenerse el conde por este grito , siguió do , balbuceó Caderousse reculando.
retorciéndole el brazo hasta que , dislocado entera- -Ea, ¡ vete! dijo el conde señalándole el balcon.
mente , cayó el bandido de rodillas , y luego dió con su Poco tranquilo todavía, pasó Caderousse la pierna
cabeza en el suelo . por el balcon y puso el pié en la escala.
Púsole el conde el pié sobre la cabeza , y dijo: Y se detuvo temblando.
-¡No sé cómo no te rompo el cráneo , miserable! -Baja, dijo el abate cruzándose de brazos.
-Perdon! perdon ! gritó Caderousse. Caderousse fué comprendiendo que nada tenia que
El conde separó el pié. temer, y bajó.
-Levántate , le dijo. Entonces el conde salió con la bugía al balcon, de
Caderousse se incorporó. manera que pudo verse desde los Campos Elíseos aquel
-¡Voto á brios! ¡ qué fuerza teneis, señor abate! dijo hombre que bajaba por una escala alumbrado por otro
acariciando su brazo molido todo por las tenazas de hombre.
carne que le habian sujetado: ¡ voto á brios ! ¡ qué fuerza! -¿Qué haceis, señor abate ? dijo Caderousse. Si pa-
-¡Silencio ! Dios me la da para domar una bestia sara una patrulla...
feroz como tú. ¡ Yo vengo en nombre de Dios , recuér- Y apagó la luz de un soplo.
dalo siempre , miserable ! y perdonando en este mo- Y siguió bajando ; pero no estuvo completamente
mento , obedezco tambien á los designios de Dios . tranquilo hasta que sintió bajo sus piés la tierra del
-¡Puf! dijo Caderousse, que no tenia hueso sano. jardin.
-Coge esa pluma y ese papel , y escribe lo que voy Monte-Cristo volvió á su alcoba , y abarcando en
á dictarte. una rápida ojeada el jardin y la calle , vió primera-
-No sé escribir. mente á Caderousse, que después de haber bajado
-¡Mientes ! Coge la pluma. daba un rodeo por el jardin para plantar su escala al
Subyugado Caderousse por aquella superioridad, otro estremo, es decir , en el sitio opuesto de aquel
sentóse y escribió: por donde habia bajado.
Pasando luego del jardin á la calle, vió al hom-
«Caballero : el hombre que recibís en vuestra casa bre que parecia esperar, correr paralelamente á colo-
»y á quien destinais vuestra hija, es un antiguo forzado carse detras del ángulo por donde iba á bajar Cade-
»que se escapó conmigo de Tolon. rousse.
>>El era el número 59 y yo el 58. Trepó este por la escala muy despacio, y al llegar á
>> Se llamaba Benedetto ; pero ignora su verdadero los últimos escalones asomó la cabeza por la barda,
>>nombre , porque no ha conocido á sus padres . »>- para convencerse de que la calle estaba desierta.
Ni se veia á nadie, ni se oia ningun ruido.
-Firma, añadió el conde . En los Inválidos dió la una.
-Pero ¿quereis perderme? Entonces se puso Caderousse á caballo sobre la ta-
-Si quisiera perderte , imbécil , te llevaria ahora al pia, y tirando de la escala , la colocó del lado opuesto,
primer cuerpo de guardia. Además , cuando llegue esa preparándose después á bajar, ó dicho mejor , a desli-
carta á su destino, probablemente nada tendrás que zarse por los largueros , maniobra ejecutada con una
temer.-Fírmala . destreza que probó la práctica de Caderousse en estas
Caderousse la firmó. cosas.
-El sobre :-Al señor baron Danglars , banquero, Pero una vez abandonado su punto de apoyo, no
calle de la Chaussée-d'Antin. ~ podia detenerse; y en vano fué que viera á un hombre
Caderousse escribió el sobre. salir de la oscuridad en el momento en que él llegaba
El abate se guardó la carta . á la mitad del camino; y en vano fué que viera amena-
-Ahora, vete, le dijo. zarle un brazo cuando llegaba al suelo.
-¿Por dónde? Antes que hubiera podido defenderse , el brazo le
-Por donde has venido. hirió en la espalda con tanta fuerza, que soltó la escala
-¿Quereis que salga por el balcon? gritando:
-¿No has entrado? -¡Socorro ! ¡ socorro !
-¿Me vais á jugar, señor abate, alguna mala pasada? Casi en el mismo instante recibió otro golpe en l
-¡Imbécil! vacío , y cayó gritando :
-¿Por qué no me abrís la puerta? -¡Al asesino, al asesino !
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
251

En fin , cuando yacia ya en tierra , cogióle el ase- CAPITULO V.


sino por los cabellos y asestóle al pecho una tercera pu-
ñalada.
La mano de Dios.
Esta vez quiso Caderousse seguir gritando ; pero
solo pudo lanzar un gemido , y dejó correr los tres ar- Caderousse seguia gritando con voz lastimosa:
royos de sangre que salian de sus heridas. -Señor abate , i socorro, socorro!
Viendo el asesino que ya no gritaba , levantóle la -¿Qué sucede ? preguntó Monte-Cristo.
cabeza cogiéndola por los cabellos. -¡ Socorro! ¡ me han asesinado !

22

‫ائی‬
‫ہیں‬
‫رہ‬
ww
ww
w

OM

...asestóle al pecho una tercera puñalada.

El herido tenia los ojos cerrados y la boca con-


traida. -Ya estamos aquí. ¡ Valor!
Creyéndole muerto, el asesino dejó caer la cabeza y ¡ Ah ! llegais tarde , llegais á verme morir. ¡ Qué
puñaladas ! ¡ cuánta sangre!
desapareció. Y se desmayó.
Entonces Caderousse se incorporó sobre un codo,
Cogieron al herido Alí y su amo, y le trasportaron
y con voz moribunda, haciendo un esfuerzo supremo, á una habitacion.
se puso á gritar : Hizo Monte-Cristo seña á Alí de que le desnudara,
Al asesino ! yo me muero. ¡Venid , señor abate, conque pudo reconocer las tres heridas tremendas que
venid! tenia.
Este lúgubre grito hendió las tinieblas de la noche. -¡Dios mio ! murmuró. Vuestra venganza se hace
Abrióse la puerta de la escalera secreta, y luego la
esperar muchas veces; pero es para que sea mas com-
del jardin, apareciendo con luces Alf y su amo. plēta.
252 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Alí miró á su amo como para preguntarle lo que esperanza de que os matase el conde ; diré que habia
tenia que hacer. avisado al conde en una carta; y diré que estando ausen-
-Ve on busca del señor procurador del rey Ville- te el conde , yo recibí la carta y yo tomé á mi cargo
fort , que vive en el barrio de San Honorato , y tráele el recibiros."
aquí . Al salir despierta al portero para que vaya á lla- -Y lo guillotinarán , ¿no es verdad? dijo Caderousse.
mar á un médico . ¿Me prometeis que lo guillotinarán? Esa esperanza me
Alí salió, dejando al abate con Caderousse , que se hará morir mas tranquilo.
guia desmayado.. -Diré, prosiguió el conde, que venía detrás de vos,
Cuando volvió á abrir los ojos el herido, mirábale el que os estuvo observando, y que al veros salir corrió al
conde con piedad sombría , sentado á algunos pasos rincon á esconderse.
de él, y en la agitacion de sus labios parecia que rezase . -¿Eso lo visteis vos?
-¡Un cirujanô , señor abate, un cirujano ! dijo Ca- -Recordad mis palabras :-«Si vuelves á tu casa
derousse. sano y salvo, creeré que Dios te ha perdonado , y te
-Ya lo han ido á buscar, respondió el abate. perdonaré yo tambien.»
-Harto sé que no podrá salvarme la vida ; pero sí -¿Y no me lo avisásteis? esclamó Caderousse , pro-
podrá darme fuerzas para que tenga tiempo de prestar curando incorporarse sobre un codo . ¿Sabíais que me
la declaracion . iban á matar al salir de aquí, y no me lo avisásteis?
-¿Sobre qué? -No, porque yo veia en Benedetto la justicia de
-Sobre mi asesino. Dios, y hubiera creido cometer un sacrilegio oponién-
-¿Le conoceis ? dome á los designios de la Providencia...
-¿Que si le conozco ? ¡ Si es Benedetto ! -¡Justicia de Dios! No me hableis de eso, señor
-¿El jóven corso? abate. Si hubiera justicia de Dios , mejor que nadie sa-
-Sí. beis vos que algunas personas recibirian castigo y no
-¿Vuestro compañero de presidio ? lo reciben.
-Ší . Después de haberme trazado el plano de la casa -¡Paciencia! dijo el abate con un tono que hizo
del conde , con la esperanza sin duda de que yo le ma- temblar al moribundo . ¡Paciencia!
tase y ser su heredero, ó que él me matase á mí y le Caderousse le miró con asombro.
librara de un testigo importuno , me ha esperado en la -Además, prosiguió el abate, Dios es misericordio-
calle y me ha asesinado. so para todos como lo ha sido para tí: es padre antes
-Al mismo tiempo que envié á buscar al médico , que juez.
envié á buscar al procurador del rey. -¡Ah! ¿creeis en Dios? dijo Caderousse.
-¡Llegará tarde , llegará tarde! murmuró Cade- -Si tuviese la desgracia de no haber creido hasta
rousse . Conozco que se me vá toda la sangre. ahora, al verte creería en él, dijo Monte-Cristo.
-Esperad, dijo Monte-Cristo. Caderousse amenazó al cielo con sus crispados
Y salió, volviendo poco después con un frasquito. brazos.
Los ojos del moribundo, con su fijeza horrible, no se -Oye, dijo el abate estendiendo las manos sobre el
habian en su ausencia apartado un punto de la puerta moribundo como recomendándole que tuviese fé; oye
por donde adivinaba instintivamente que le iba a llegar lo que ha hecho por tí ese Dios que no quieres recono-
socorro. cer en tu última hora . Te habia dado salud, fuerza, tra-
-¡Despachaos, señor abate, despachaos ! dijo. Co- bajo seguro, hasta amigos, y una vida , en fin, tal como
nozco que me voy á desmayar otra vez. se la puede presentar al hombre para ser dichoso con
Monte-Cristo vertió en los labios del moribundo tres la tranquilidad de la conciencia y la satisfaccion de los
6 cuatro gotas del licor que contenia el frasco. deseos naturales. En vez de esplotar estos dones del
Caderousse exhaló un suspiro . Señor, dones que no concede sino muy raramente en
¡ Oh ! murmuró, me dais la vida ... ¡ mas , mas ! ... toda su plenitud , oye lo que has hecho : te has dejado
-Dos gotas mas os matarian , respondió el abate . guiar de tu capricho; te has entregado á la embriaguez,
-¡Oh ! que venga alguien á quien pueda yo denun- y en la embriaguez vendiste á uno de tus mejores
ciar ese miserable. amigos.
-¿Quereis que yo escriba vuestra declaracion y la -¡Socorro! esclamó Caderousse. Yo no necesito aho-
firmeis ? ra un sacerdote, sino un médico . Quizás mi herida no
-Sí , sí... repuso Caderousse, brillando sus ojos con sea mortal y pueda salvarme.
la idea de esta venganza póstuma. -Estás herido de muerte ; y tanto, que sin las tres
Monte-Cristo se puso á escribir: gotas de licor que acabo de darte, á estas horas habrias
ya espirado. Oyeme pues.
«Muero asesinado por el corso Benedetto , mi com- -¡Ah, de qué modo tan estraño cumplís vuestro sa-
pañero de cadena en Tolon , que tenia el núm . 59. » cerdocio ! Desesperais á los moribundos en vez de con-
solarlos.
-¡Daos prisa! dijo Caderousse; daos prisa, ó no po- -Escucha, prosiguió el abate . Cuando vendiste á tu
dré firmar. amigo, Dios empezó, no á castigarte, sino á prevenirte.
Monte-Cristo le presentó la pluma, y él, reuniendo Caiste en la miseria ; tuviste hambre. Habias pasado
todas sus fuerzas, firmó , y volvió á caer en la cama, envidiando la mitad de una vida que pudiste pasar ad-
diciendo : quiriendo , y ya soñabas con el crimen, dándote á tí
-Lo demás lo direis vos , señor abate . Direis que se mismo por disculpa la necesidad , cuando Dios hize
apropia el nombre de Andrea Cavalcanti; que vive en por ti un milagro, enviándote por mi conducto una
la fonda de los Príncipes ; que... ¡Ah Dios mio ! ¡ ah Dios fortuna, que era para ti brillante , pues nuncainc habias
rei-
mio! yo me muero. tenido nada. Pero aquella fortuna inesperada ,
Y desmayóse por segunda vez. ble, no te fué ya bastante en el mismo punto en que la
Hizole el abate respirar el aroma del frasquito , con poseiste. Quieres doblarla, ¿y por qué medio? por un
que volvió en sí. asesinato. La doblas, y entonces te la quita Dios, entre-
Su deseo de venganza no le había abandonado du- gándote á la justicia humana.
rante el desmayo. -No fuí yo, siño la Carconte, quien quiso matar al
¡Ah ! ¿ Direis todo eso, no es verdad , señor abate? judio, balbuceó Caderousse.
-Todo eso y algo mas. -Tienes razon , respondió Monte-Cristo. Por eso
-¿Qué mas direis?. Dios, siempre, no diré justo, porque su justicia esta
-Diré que sin duda os habia trazado el plano con la vez te hubiera dado la muerte , siempre misericordioso ,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 253

72thAv permitió que ablandaras á tus jueces y que te dejasen | Caderousse se iba debilitando visiblemente.
con vida. -¡Agua! dijo: tengo sed... ¡yo me quemo!
二路
-¡Pardiez! para sentenciarme á trabajos forzados ... Monte-Cristo le alargó un vaso de agua.
¡Vaya una blandura! -¡Infame Benedetto! murmuró Caderousse devol-
-Sin embargo , miserable, por blandura la tuviste. viéndole el vaso. En todo este tiempo podrá escaparse,
Tu corazon menguado, que temblaba á la idea de la -Nadie se escapará . Yo te lo digo, Caderousse...
muerte , latió de júbilo al recibir una vergüenza eter- ¡ Benedetto será castigado !
na, porque dijiste como todos los forzados :-En el -Entonces vos sereis tambien castigado por no ha-

31

SUB

Caderousse amenazó al cielo con sus crispados brazos.

presidio hay puertas , y en el sepulcro no.-Y tenias ber cumplido vuestros deberes de sacerdote , dijo Ca-
razon, porque la puerta del presidio abrióse para tí de derousse. Debísteis de impedir que Benedetto me ma-
una manera inesperada. Visita á Tolon un inglés que tára.
habia hecho voto de librar á dos hombres de la cárcel; -¡Yo! repuso el conde con una sonrisa que heló de
su eleccion recae en tí y en tu compañero ; baja del espanto al moribundo. ¡Yo impedir que te matára Be-
cielo para tí una segunda fortuna; vuelves á encon- ned tto , justamente cuando acababas de embotar tu
trarte con dinero y con tranquilidad ; puedes volver á puñal en la cota de malla que me cubre el pecho ! Sí ..
la vida de todos los hombres, tú, que estabas conde- quizás, si te hubiera visto arrepentido y humilde, qui-
nado á la muerte de los forzados ; y entonces, misera- zás impidiera que Benedetto te matase; pero te vi or-
ble, entonces tientas á Dios por tercera vez. -No tengo gulloso y sanguinario, y dejé que se cumpliera la vo-
bastante, dices, cuando nunca habias tenido nada; -y luntad de Dios.
cometes un tercer crímen , sin razon y sin disculpa. -¡Yo no creo en Dios! refunfuñó Caderousse. Ni tú
Dios se ha cansado; Dios te castiga. tampoco crees; y si lo dices, ¡ mientes !
254 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Calla ! respondió el abate, ó haras que salgan de rador del rey, acompañado el uno por el portero y el
tus venas las últimas gotas de sangre... ¡Ah! no crees otro por Alí, siendo recibidos por el abate Bussoni, que
en Dios, y mueres herido por Dios ! no crees en Dios, rezaba á la cabecera del muerto.
y Dios , que no pide mas que una palabra, una oracion ,
una lágrima para perdonar ; Dios que pudo dirigir el CAPÍTULO VI .
puñal del asesino de modo que te matára en el acto...
Dios, repito, te ha dado un cuarto de hora para arre- BEAUCHAMP.
pentirte... vuelve en tí, miserable , y arrepiéntete .
¡ No , no! dijo Caderousse; no me arrepiento . No En quince dias no se habló en París de otra cosa
hay Dios; no hay pr. videncia; no hay mas que casua- que de aquella audaz tentativa de robo hecha en casa
lidad. del conde de Monte-Cristo .
-Hay providencia, hay Dios , repuso Monte-Cristo; El moribundo habia firmado una declaracion que
y la prueba es que tú yaces en esa cama desesperado , indicaba por su asesino á Benedetto , con que la policía
renegando de Dios ; y que yo estoy delante de tí, rico, soltó en su busca á todos sus alanos.
dichoso , sano y salvo , é implorando á ese Dios en el El puñal de Caderousse , la linterna sorda , el ma-
cual procuras no creer, y en quien sin embargo crees nojo de llaves y su vestido , menos el chaleco , que no
en el fondo de tu alma. pudo encontrarse , fuéron depositados en la escribanía.
¿
¡Pues quién sois vos? le preguntó Caderousse fi- El cuerpo fué llevado á la Morgue.
ando en el conde sus empañados ojos. Dijo el conde á todo el mundo que aquella aventura
-Mírame bien, dijo Monte-Cristo cogiendo una luz habia pasado estando él en su casa de Auteuil , y que
y acercándosela al rostro . no sabia por consecuencia otra cosa que lo que le ha-
-El abate... el abate Bussoni . bia contado el abate Bussoni , que aquella misma noche,
Monte-Cristo quitóse la peluca que le desfiguraba, por una casualidad , le habia pedido permiso para pa-
y dejó caer los hermosos cabellos que circundaban tan sar la en su casa buscando ciertos libros en la biblioteca.
graciosamente su rostro pálido. Solo Bertuccio se ponia pálido cada vez que pro-
¡Oh! dijo Caderousse aterrado; si esos cabellos no nunciaban en su presencia el nombre de Benedetto;
fueran negros, diria que erais inglés, que erais lord pero no habia motivo alguno para que nadie reparase
Wilmore. en la palidez del ayuda de cáinara.
Llamado Villefort para certificar el crímen , habia
-No soy ni el abate Bussoni , ni lord Wilmore, dijo
Monte-Cristo . Mírame mejor ; consulta tus primeros reclamado la causa , y la activaba con aquel apasionado
recuerdos... ardor que ponia en todas las causas criminales ocasio-
Tenian estas palabras del conde una vibracion mag- nadas á que él luciera sus dotes oratorias .
nética, que reavivó los ofuscados sentidos del moribun- Pero habian pasado tres semanas sin que las dili-
do por última vez. gencias mas activas hubiesen tenido resultado alguno,
¡ Oh! con efecto , dijo: paréceme que en otro tiem- y ya se empezaba á olvidar la tentativa de robo y el
po os he visto... os he conocido ... ase-inato del ladron por su cómplice, para ocuparse del
-Sí, Caderousse , sí ; me has conocido . próximo casamiento de la señorita de Danglars con el
-Pues entonces, ¿quién sois? Y si me habeis visto conde Andrea Cavalcanti.
y me habeis conocido, ¿por qué me dejais morir? Este proyecto era ya tan público, como que se reci-
-Porque nada puede salvarte, Caderousse ; porque bia al jóven en casa del banquero á título de futuro.
son mortales tus heridas . A ser posible salvarte hubiera Se habia escri o á M. Cavalcanti , padre, que aprobó
visto en esto una misericordia del Señor; y hubiera pro- la idea , y que con mucho pesar de no poder salir de
curado , te lo juro por la tumba de mi padre , hubiera Parma, donde el servicio le retenia , declaraba consen-
procurado volverte á la vida y al arrepentimiento. tir en darle el capital de ciento cincuenta mil libras
-¡Por la tumba de tu padre! repitió Caderousse, de renta.
animado por un fuego supremo é incorporándose para Era , cosa convenida que los tres millones se coloca-
ver mas de cerca á aquel hombre que pronunciaba un rian en casa de Danglars , que los manejaria bien. Al-
juramento sagrado á todos los hombres. -¿Pues quién gunas personas intentaron que el jóven concibiese du-
eres? das de la solidez de la posición de su futuro suegro, que
El conde no habia dejado un punto de observar los desde algun tiempo atrás esperimentaba en la Bolsa
progresos de la agonía . grandes reveses ; pero el jóven , con un desinterés y
Comprendió que este efluvio de existencia era el una confianza sublime , dese hó todos aquellos infor
postrero, y acercándose al moribundo con una mirada mes , teniendo la delicadeza de fb decir al baron ni
tranquila y triste á la vez, le dijo al oido: una palabra de ellos.
-Soy... soy... Con esto , figúrese cómo el baron adoraria al conde
Y abriéndose apenas sus labios dejaron escapar un Andrea Cavalcanti .
nombre pronunciado en voz tan baja , que no parecia No le sucedia lo mismo á Eugenia.
sino que el mismo conde temiera oirlo. En su instintiva aversion al matrimonio , habia aco-
Caderousse , que se habia puesto de rodillas, esten- gido á Andrea como un medio de deshacerse de Al-
dió los brazos , hizo un esfuerzo para retroceder, y al- berto; pero ahora que Andrea iba ya pretendiendo mu-
zando las manos al cielo murmuró: cho, empezaba á sentir hácia él verdadera aversion.
-¡Dios mio ! Dios mio ! perdóname por haber rene- Quizás el baron lo habria conocido ; pero como solo
gado de tí ! Cierto que existís ; cierto que sois el padre podia atribuir á capricho aquella repulsion , aparentó
de los hombres en el cielo y su juez en la tierra. ¡ Se- no comprenderla .
ñor ! Dios mio ! yo os he desconocido mucho tiempo. Entre tanto casi habia pasado el plazo pedido por
¡Señor ! Dios mio ! perdonadme. ¡ Señor ! recibid mi Beauchamp.
alma. Morcef pudo apreciar en su justo valor el consejo
Y cerrando los ojos cayó de espaldas Caderousse, que le habia dado Monte-Cristo de dejar rodar la bola.
exhalando el último grito y el último suspiro. Nadie habia tomado acta de la noticia del periódico,
La sangre se coaguló en los labios de sus profundas ni se habia pensado siquiera reconocer al oficial que
heridas vendió los castillos de Janina en el noble conde que to-
¡Habia muerto! maba asiento en la Cámara de los pares.
-¡Uno! dijo misteriosamente el conde con los ojos No por eso desaparecia el insulto á Alberto , pues
fijos en el cadaver desfigurado por tan tremenda agonía . las líneas del periódico encerraban seguramente la în-
Diez minutos después llegaron el médico y el procu - tencion de ofenderle.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 255

Además, el modo que Beauchamp tuvo de terminar | mano , diciéndoos: -confesad un error y conservadme
la conferencia , habia dejado en su corazon un recuerdo un amigo? O bien debo preguntaros simplemente: -¿Qué
muy amargo. armas elegís?
Conque acariciaba en su imaginacion la idea de este -Alberto , dijo Beauchamp con una tristeza que dejó
duelo , del cual esperaba , si lo consentia Beauchamp, al jóven estupefacto , sentémonos primeramente y ha-
ocultar la razon hasta á los mismos padrinos . blemos.
A este por su parte no se le habia vuelto á ver desde -Paréceme por el contrario , caballero , que debeis
el dia en que Alberto le hizo aquella visita , y todos los responderme antes de sentaros.

La Morgue.

que preguntaban por él averiguaban que habia empren- -Hay circunstancias , Alberto, dijo el periodista , en
dido un corto viaje .
que lo único difícil es la respuesta.
¿Adónde? Nadie lo sabia. -Yo voy á hacerla fácil, repitiéndoos la pregunta:
Una mañana despertó á Alberto un criado anun- ¿Quereis retractaros , sí ó no?
ciándole á Beauchamp . -Morcef, nadie se contenta con responder sí ó no á "
Frotóse Alberto los ojos, mandó que le introdujeran preguntas que interesan al honor, á la posicion social ,
en el gabinete del piso bajo, y vistiéndose apresurada- á la vida de un hombre como el teniente general Morcef.
mente bajó á su encuentro . -¿Pues qué se hace en ese caso?
Beauchamp se paseaba á lo largo de la habitacion. -Lo que he hecho yo: decir:-Alberto , ni el dinero ,
Al verle se d-tuvo.
ni el tiempo , ni la molestia son nada cuando s trata de
-El paso que dais presentándoos en mi casa antes la reputacion y de los intereses de toda una familia: de-
que tenga yo tiempo de haceros una visita , me parece cir: necesito algo mas que probabilidades; necesito cer-
buen augurio, caballero, dijo el vizconde. Veamos; de- teza para batirme á muerte con un amigo : decir: si
cid al punto. ¿Qué es lo que metoca hacer? Tenderos la cruzo la espada, ó si descargo la pistola contra un hom
256 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

bre cuya mano he estado estrechando por espacio de cual maté por librarme de él, ya comprendereis que no
tres años, es preciso que sepa al menos por quélo hago, me hubiera tomado ese trabajo ; pero he creido que os
para que salga al campo con el corazon tranquilo y con debia esta prueba de consideracion. He tardado ocho
esa conciencia que necesita el hombre para encomendar dias en ir, ocho en volver; he pasado cuatro de cuaren-
á su brazo la salvacion de su vida. tena , y he permanecido allí cuarenta y ocho horas , lo
-Y bien , ¿ qué quiere decir eso? esclamó Alberto que hace justamente las tres semanas que os pedí de
impaciente. plazo . Llegué anoche, y aquí me teneis.
-Quiere decir que llego ahora mismo de Janina.- -¡Dios mio! ¡Dios mio! ¡Cuántos circunloquios, Beau-

7.

Colérico Alberto, hizo ademan de lanzarse sobre el escritor.

¿De Janina vos? champ ! ¡Cuánto tardais en decirme lo que ansto por
-Sí. saber!
-¡Imposible! -Es que, Alberto, á la verdad ...
-Aquí está mi pasaporte, querido Alberto . Mirad los -No parece sino que vacileis.
refrendos:-Génova-Milan -Venecia- Trieste-Del- -Si , tengo miedo.
vino y Janina.-¿Dareis crédito á la policía de una re- ¿Teneis miedo de decir que vuestro corresponsal
pública, de un reino, y de un imperio? os habia engañado ? ¡ Oh ! nada de amor propio, Beau-
Alberto pasó admirado su vista desde el pasaporte á champ. Nadie puede poner en duda vuestrovalor
Beauchamp. ¡ Oh ! no es eso, murmuré el periodista. Al con-
-¿Conque habeis estado en Janina? le dijo. trario...
1 -Si hubiérais sido, Alberto, un estraño, un desco- Alberto palideció estremadamente.
nocido, un simple lord como aquel inglés que hace tres Quiso hablar; pero la frase espiró en sus labios.
ó cuatro meses vino á pedirme una satisfaccion , y al -Amigo mio , dijo Beauchamp en tono afectuosisi-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 257

mo; creed que tendria á dicha daros completa satisfac- Las firmas estaban legalizadas por el cónsul francés.
cion, y que os la daria con toda mi alma; pero ¡ ay ! Alberto, vacilante, cayó abrumado sobre un sillon.
-¿Qué? Esta vez era imposible dudar.
-La noticia era cierta. El apellido estaba allí, escrito con todas sus letras.
-¡Cómo ! ¿ ese oficial francés...? Después de un intervalo de doloroso silencio , hin-
-Sí. chóse su corazon y las venas de su cuello, y un torrente
-¿Ese Fernando? de lágrimas se agolpó á sus ojos.
-Sí. Beauchamp, que con profunda compasion habia

-¡Ah! dijo, ¡qué corazon tan noble!

-Ese traidor que vendió los castillos del hombre á | visto al jóven ceder al paroxismo de su dolor , acercóse
quien servia... era...
mas á él.
-Perdonadme que os lo diga, amigo mio. Era vues-
tro padre. -Alberto , le dijo , ahora me comprendeis , ¿ no es
Colérico Alberto, hizo ademan de lanzarse sobre el verdad? He querido verlo todo , juzgarlo todo por mí
escritor; pero éste le detuvo, mas bien con una mirada mismo , esperando que la esplicacion seria favorable á
dulce que con un brazo estendido hácia adelante. vuestro padre, con que podria hacerle completa justicia.
-Tomad las pruebas , dijo sacando un papel del Los informes que he tomado concuerdan , por el con-
bolsillo. 5 trario , en que ese oficial instructor , ese coronel al
Alberto lo desdobló. servicio de Alí-Pachá no era otro que el conde de
Morcef. Entonces he vuelto , recordándome el honor
Era una certificacion de cuatro notables de Janina,
que declaraban que Fernando Mondego, coronel ins- que me haciais de llamarme vuestro amigo , y vine á
tructor al servicio de Alí-Tebelin, habia vendido el cas- veros...
tillo de Janina por la suma de dos mil bolsas. Alberto , sepultado en el sillon , se cubria los ojos
conthe las manos, como si quisiese que ni la luz los viese.
238 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Vine á veros , continuó Beauchamp, para deciros: -¿Qué? le preguntó Alberto, viendo que vacilaba en
Alberto , en estos tiempos de accion y de reaccion , las proseguir.
faltas de los padres no deben caer sobre los hijos. Pocas -¿Seguís tratando de casaros con la de Danglars?
personas , Alberto , han pasado por las revoluciones de -¿Por qué me haceis esa pregunta en la ocasion pre-
esta época , sin que ostente alguna mancha de lodo ó sente; Beauchamp?
de sangre su uniforme de soldado ó su toga de juris- -Porque á mi entender el desechar ó el realizar este
consulto. Nadie en el mundo , Alberto, ahora que tengo proyecto tiene relacion con lo que nos ocupa.
ya todas las pruebas , ahora que soy poseedor del se- ¡ Cómo ! dijo Alberto sonrojándose , ¿ creeis que
creto, nadie puede obligarme á un duelo que estoy se- M. Danglars...
guro os rechazaria vuestra conciencia como un crímen; -Os pregunto solamente el estado en que se halla
pero lo que vos no podeis exigir de mí, yo vengo á ofre- ese negocio. ¡ Qué diablo ! No deis á mis palabras otro
céroslo ¿Quereis que desaparezcan estas pruebas , estas valor que el que yo quiero darles, ni otra intencion que
certificaciones que yo solo poseo ? ¿ Quereis que quede la que tienen.
entre los dos este secreto terrible ? Confiado á mi pala- Está el compromiso roto , dijo Alberto.
bra de honor , nunca saldrá de mis labios. Decid , Al- -Bien, respondió Beauchamp .
berto, ¿lo quereis, lo quercis, amigo mio? Y viendo que el jóven recaia en su tristeza , le dijo:
Alberto se arrojó en brazos de Beauchamp. -Oid , Alberto , si quereis creerme , salgamos. Una
-¡Ah ! dijo , ¡ qué corazon tan noble ! vuelta por el bosque de Boloña á caballo ó en carruaje
-Tomad , repuso Beauchamp entregándole los pa- os distraerá . Almorzaremos juntos en cualquiera parte,
peles. y luego os ireis vos á vuestros negocios y yo á los mios.
Cogiólos Alberto con mano temblorosa , estrujólos , -Corriente , repuso Alberto ; pero salgamos á pié.
y pensó en romperlos ; pero temiendo que el menor Me parece que el cansarme un poco me sentaria bien
átomo arrebatado por el aire, viniera algun dia á man- hoy.
char su frente, acercóse á la bujía , que estaba sieinpre -Sea, dijo Beauchamp.
encendida para los cigarros , y los quemó cuidadosa- Y salieron á pié en direccion al boulevar . En la
mente. Magdalena dijo Beauchamp:
-¡Querido amigo , escelente amigo ! murmuraba al -Puesto que estamos tan próximos , vamos á ver al
mismo tiempo . conde de Monte-Cristo , que él os distraerá. Es un hom.
-Olvídese todo como una pesadilla , dijo el escritor; bre escelente para tranquilizar los espíritus , porque
bórrese todo como esas postreras chispas que circulan nunca hace preguntas ; y á mi entender , las personas
entre la pavesa; disípese todo como ese humo. que no preguntan son las que mejor consuelan.
-Sí, sí, repuso Alberto , y quede solo la eterna amis- ---Vamos, contestó Alberto. Yo le quiero mucho.
ta que desde hoy consagro á mi salvador, amistad que
mis hijos trasmitirán á los vuestros ; amistad que me CAPITULO VII.
recuerde á todas horas que la sangre de mis venas, la
vida de mi cuerpo, el honor de mi nombre, todo os lo EL VIAJE .
debo á vos ; porque si se hubiera divulgado semejante
cosa , ¡ oh Beauchamp ! os declaro que me saltaria la Monte-Cristo exhaló una esclamacion de alegría,
tapa de los sesos... No , no , ¡ pobre madre ! la hubiera al ver juntos á los dos jóvenes.
asesinado este golpe! No me suicidaria ; me espa- -¡Ah! dijo , ¿qué hay? ¿ Espero que todo se habrá ar-
triaria. reglado?
-¡Querido Alberto ! murmuró Beauchamp. Sí, dijo Be uchamp. Era un rumor absurdo que se
Pero pronto abandonó el jóven este júbilo intem- ha desvanecido por sí mismo, y que si reapareciera me
pestivo, y por decirlo así ficticio , para caer en tristeza tendria por primer adversario .
inas profunda aun . -Alberto os dirá que eso fué lo que yo le aconsejé,
-Vamos , le preguntó Beauchamp , ¿ qué pensais repuso el conde. Aqui me veis , añadió , terminando la
ahora, amigo mio ? mañana mas execrable que haya pasado en mis dias.
-Pienso , dijo Alberto, que se me ha hecho pedazos -¿Qué haceis? dijo Alberto. ¿ Creo que ordenais
un sentimiento en el fondo del corazon. Oid, Beau- vuestros papeles?
champ: no renuncia uno tan fácilmente á ese respeto , -¿Mis papeles? No , á Dios gracias. Mis papeles
á esa confianza, á ese orgullo que inspira á un hijo el siempre estan en un órden maravilloso , por la sencilla
intachable nombre de su prdre. ¡ Oh Beauchamp, razon de que no los tengo . Son los de M. Cavalcanti.
Beauchamp ! ¿ Cómo veré yo al mio desde hoy? ¿ Reti- -¿De M. Cavalcanti? le preguntó Beauchamp.
raré mi frente cuando quiera sellarla con sus labios? -Si: ¿ no sabeis, dijo Alberto, que el conde protege
¿Retiraré mi mano cuando quiera estrecharla con la ese jóven?
suya? ¡Ay Beauchamp !; soy el mas desdichado de los -Poco á a poco , respondió Monte-Cristo. Yo no pro-
hombres ! ¿ Y mi madre ? ¡ pobre madre mia ! dijo Al- tejo á nadie, y á Cavalcanti mucho menos .
berto mirando á través de sus lágrimas el retrato de su -Y que va á casarse con la de Danglars en lugar mio;
madre. ¡Si sabes esto, cuánto habrás sufrido! lo que , añadió Alberto procurando sonreirse , To que,
—¡ Valor , amigo mio ! esclamó Beauchamp cogién como podeis imaginaros , Beauchamp , me afecta cruel
dole entrambas manos. mente.
-¿Pero de quién procedia aquella primera noticia -¿Cómo? ¿Cavalcanti se casa con la de Danglars? es-
inserta en vuestro periódico ? dijo de repente el jóven . clamó Beauchamp.
Entreveo en todo esto un enemigo oculto , un odio in- -¿Pero de dónde salís ? repuso Monte-Cristo. ¿ De
visible. dónde salís , señor periodista , marido del rum rum y
-Razon en mi abono, dijo Beauchamp . ¡ Valor, Al- del «se dice» y esposo de la murmuracion? No se ha-
berto ! que no revele el semblante vuestra emocion . bla en París de otra cosa.
Ocultad ese dolor como oculta la nube en su seno la -¿Y sois vos el que hace este casamiento, conde ? le
muerte y el rayo, secreto fatal que no se concibe hasta preguntó Beauchamp.
que cae y mata. Reservad vuestras fuerzas , amigo mio, -¡Chiton , señor noticiero! no vayais á decir en le-
para el momento en que caiga. tras de molde semejante cosa. ¡ Yo hacer un casa-
-¿Conque creeis que esta no sea cosa terminada? miento ! No: ya me conoceis. Al contrario , me he opuesto
dijo Alberto con horror. firmemente , y hasta me he negado á pedir á la novia .
-Yo nada creo , amigo mio ; pero todo es posible. Ah ! ya caigo , por miramiento á nuestro amigo,
A propósito... añadió Beauchamp.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 259

-¿Por mí? esclamó el jóven. No á fé mia. El conde gusta esta humillacion ; á mí á quien llaman , como á
me hará la justicia de declarar aquí que siempre le he Augusto, señor del universo.
estado suplicando que destruya ese proyecto , que por -¿Pero adónde vais, en fin?
fortuna está ya destruido. El conde porfía que no es á -Al mar, vizconde, al mar. Ya sabeis que soy ma-
él á quien debo agradecérselo; conque elevaré, como los rino. En mi infancia me he dormido en los brazos del
antiguos , un altar Deo ignoto. viejo Océano y en el seno de la hermosa Anfitrite ; he
-Tan cierto es que no me lo debeis agradecer á mí, jugado con el manto verde del uno y el vestido azul
dijo Monte-Cristo , como que estoy algo frio con el sue- de la otra; y amo al mar, como puede amarse á una
gro y con el jóven. Solo Eugenia , la cual , sea dicho de mujer; y cuando no la veo en mucho tiempo, me fas-
paso, no me parece que tenga mucha vocacion al matri- tidio .
monio, solo Eugenia es la que me ha conservado su afec- -Vamos, conde , vamos .
to, gracias á lo antimatrimonial que me ha visto . Sí: á -¡Al mar?
pesar de cuanto se diga, no conozco á ese jóven . Se dice -Si.
que es rico y de buena familia; pero todo eso no pasa de -¿Aceptais?
un se dice. Mil veces le he repetido esto mismo á Dan- -Acepto.
glars; pero el italiano le ha sorbido los sesos . He llegado -Pues bien , vizconde , esta noche os espera en mi
hasta á darle parte de una cosa para mí muy grave, y es, patio una silla de posta, en la cual puede uno ir tendido
que ó su nodriza cambió al niño Andrea por otro , ó se como en la cama. Cuatro cabemos; Mr. Beauchamp,
le robaron unos gitanos , ó su ayo lo perdió; una cosa en ¿quereis ser de la partida?
fin por este estilo. Lo que yo puedo asegurar es que su -Gracias: vengo del mar.
padre lo perdió de vista por espacio de muchos años , y -¿Del mar?
sabe Dios qué habrá hecho en ese tiempo de vida aven- -Ší. Acabo de hacer un viajecillo á las islas Bor-
turera. De ninguna de mis reflexiones se ha hecho caso . romeas.
Me encargaron que le escribiese al mayor pidiéndole -¿Qué importa? Venid , dijo Alberto .
ciertos papeles , papeles que son estos justamente . Voy -No, Morcef. Ya comprendereis que cuando me
á enviárselos, como Pilatos , lavándome las manos. niego debe ser imposible. Además , añadió , importa
-¿Qué talante os pone la señorita d'Armilly, á vos mucho que me quede en París, aunque no sea sino
que le quitais su discípula? preguntó Beauchamp . para vigilar la correspondencia delperiódico.
-¡Diablo! se marelia á Italia. Madama Danglars me -¡Qué buen amigo sois ! dijo A.berto. Sí, teneis ra-
ha hablado de ella, pidiéndome cartas de recomendacion zon; vigilad, Beauchamp, y á ver si descubrís al ene-
para los impresari , y la ha dado una para el director migo oculto que ha hecho esa revelacion.
del teatro Valle , que me debe algunos favores. Pero Despues de la marcha del periodista, dijo el conde:
¿qué teneis, Alberto? Os veo apesadumbrado. ¿Cuánto va -¡Qué jóven tan guapo es ese Beauchamp!
que sin conocerlo estais enamorado de la de Danglars? -¡Oh, sí ! y hombre de corazon , yo os lo aseguro.
-No , respondió Alberto sonriéndose tristemente. Le quiero con toda mi alma. Pero aliora que estamos
-Lo que es en vuestro estado ordinario no estais , solos , aunque la presencia de Beauchamp nada im-
prosi uió Monte- Cristo . ¿ Qué teneis? Decídmelo . pedia, ¿adónde vamos?
-Tengo jaqueca , respondió Alberto. -A Normandia, si quereis.
-En ese caso, yo sé de un remedio infalible. -¡Magnifico! Viviremos en el campo, ¿no es ver-
-¿Cuál es? le preguntó el jóven. dad? ¿solos? ¿aislados?
-Mudar de sitio. -En compañía de caballos para correr , perros para
-¿De veras? dijo Alberto. cazar, y un barco para pescar.
-Si . Ahora justamente estoy contrariado, y mudo -Eso es lo que yo deseo. Voy á avisar á mi madre,
de sitio. y vuelvo á ponerme à vuestras órdenes.
-¿Vos contrariado , conde? esclamó Beauchamp. -¿Os dejará? le preguntó Monte-Cristo .
¿Y por qué? Dejarme! ¿qué?
-¡Pardiez! ¡ como si no fuera nada ! Yo quisiera ve- -Venir á Normandía .
ros con una causa criminal en vuestra casa. -¿Pues no soy libre?
-¿Qué causa criminal? -Para ir adonde os dé la gana, y solo , ya lo sé,
-¡Toma! La que Mr. de Villefort está instruyendo puesto que os encontré en Italia campando por vuestro
contra mi asesino ; un presidiario desertor de Tolon , respeto.
segun parece. -Pues entonces...
¡Ah! es verdad , repuso Beauchamp. Lo he leido -Pero para ir con el hombre que se llama el conde
en los periódicos. ¿Qué casta de pájaro era ese Cade- de Monte-Cristo ...
rousse? -Teneis poca memoria, conde.
-Parece que era un provenzal , de quien Mr. de Vi- -¿Cómo así?
lefort ha oido hablar cuando estaba en Marsella, y aun -¿No os he dicho ya cuánto simpatiza mi madre
Danglars recuerda haberle visto. El procurador del rey con vos?
ha tomado este negocio muy á pechos ; tambien parece -La muger varía con mucha frecuencia , ha dicho
que ha interesado muchísimo al prefecto de policía, y Francisco I. La muger es la ola del mar , ha dicho
gracias á su interés , que yo les agradezco en el alma, Shakspeare. El uno era un gran rey, y el otro un gran
me estan remitiendo aquí á cada instante todos los mal- poeta; y ambos debian de conocer á fondo á la muger.
hechores que atrapa la policía en París, so pretesto de -A la muger, sí; pero mi madre no es la inuger, sino
que son los asesinos de Caderousse; de lo cual resulta, una muger.
que si esto sigue , dentro de tres meses no habrá ladron -Dispensad que un pobre estranjero no comprenda
ni asesino en toda la Francia que no pueda andar á las sutilezas de vuestro idioma.
ciegas por mi casa . Por esto pues he resuelto abando- -Quiero decir que mi madre es avara de sus senti-
nársela toda entera, é irme todo lo mas lejos que pueda. timientos; pero cuando los llega á conceder, es para
Venid conmigo, vizconde. siempre.
-Con mucho gusto. -¿De veras ? dijo Monte-Cristo suspirando . ¿ Y
-¿Cosa hecha? creeis que me haya hecho el honor de concederme otro
-Sí: ¿pero adónde vamos? sentimiento que no sea una absoluta indiferencia?
-Ya os lo he dicho: adonde el aire es puro, y el ru- -Ya os lo he dicho, y os lo repito, prosiguió el viz-
mor adormece; adonde el hombre, por mas orgulloso conde. Debeis de ser realmente un hombre estraño, un
que sea, se ve pequeño y se siente humilde. A mí me hombre superior.
260 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Oh ! los caballos , cuyas hermosas crines azotaba el viento.


porque mi madre participa, no de la curiosi- Alí, el hijo del desierto, encontrábase en su elemento,
dad , sino del interés que inspirais á todo el mundo. y con su cara negra , sus ardientes ojos y su albornoz
Cuando estamos solos no hablamos sino de vos . de nieve , parecia en medio del polvo que iba el car-
-¿Y os aconseja que desconfieis de este Manfredo? ruaje levantando , el genio del Šimour y el Dios del
-Al contrario. Me dice : -Morcef, creo que el conde huracan.
tiane un gran corazon . Hazte querer de él. -Esta es una voluptuosidad para mí desconocida,
Monte-Cristo volvió la cara y exhaló un suspiro. esclamó Alberto; la voluptuosidad de la rapidez.
-¡Ah ! dijo , ¿ es eso cierto? Y las últimas arrugas de su frente desaparecian
-Con esto , ya concebireis , prosiguió el jóven , que como si el aire que hendia se las llevara.
en vez de oponerse á este viaje, lo aprobará con alma y -Pero ¿de dónde diablos sacais estos caballos? pre-
vida , puesto que es seguir al pié de la letra sus con- guntó al conde Alberto. ¿ Los haceis ex-profeso?
sejos.. -Justamente, dijo Monte-Crito. Hará seis años en-
-Idos pues , dijo Monte-Cristo. Hasta la tarde. Si contré en Hungría un famoso caballo padre , célebre
estais aquí á las cinco, llegaremos allí á media noche ó por su ligereza, y lo compré... no sé en cuánto , pues
á la una. fué Bertuccio quien pagó. Aquel mismo año tuvo
-¿ATreport? treinta y dos hijos. A esa raza, descendiente del hún-
-A Treport ó á sus inmediaciones . garo , es á la que ahora vamos á pasar revista. Todos
-¿Solo empleais ocho horas en andar cuarenta son iguales, todos son negros , sin una sola mancha , á
leguas? escepcion de una estrella en la frente , porque á este
-Y es bastante, dijo Monte-Cristo. hijo privilegiado del Pegaso se le han elegido las ye-
-Decididamente sois el hombre de los prodigios , y guas á propósito , como se eligen las favoritas para los
llegareis, no solo á superar á los caminos de hierro, sultanes.
sino lo que es mas difícil aun , sobre todo en Francia, á -¡Magnífico ! Pero decidme , conde, ¿ qué haceis de
indar mas que el telégrafo. tantos caballos?
-Conque sed exacto , vizconde , que necesitamos -Ya lo veis; viajo con ellos.
siete ú ocho horas. -¿Pero siempre no viajareis?
-Descuidad , que todo lo que tengo que hacer se -Cuando ya no los necesite, los venderá Bertuccio,
reduce á los preparativos de ordenanza. Por cierto que está empeñado en que ha de ganar en
-Entonces hasta las cinco. ellos treinta ó cuarenta mil francos .
-Hasta las cinco. -Pero no habrá en Europa rey bastante rico para
Después de haberle hecho sonriendo un signo de comprarlos .
despedida, quedóse un momento el conde pensativo y -Entonces los venderá á algun simple visir de
como absorto en una meditacion profunda. Oriente, que vaciará sus arcas para pagarlos , y que vol-
Pasándose al fin la mano por la frente, como para verá á llenarlas administrando palos sus vasallos en
desechar sus pensamientos , acercóse al timbre y dió las plantas de los piés.
dos golpes. -¿Quereis, conde , que os diga un pensamiento que
Al momento entró Bertuccio . me ocurre?
-Maese Bertuccio , le dijo , ya no es mañana ni pa- -Decidlo.
sado mañana , como habia pensado en un principio, -Después de vos , debe de ser Mr. Bertuccio el
cuando marchio á Normandía; es esta noche. De aquí á hombre mas rico de toda Europa.
las cinco teneis mas tiempo del que necesitais. Ávisa -Os engañais, vizconde. Estoy seguro que si le po-
á los palafreneros de la primera parada . Me acompaña neis cabeza abajo, no se le encuentra un real.
M. de Morcef. -¿Y cómo así? preguntó el jóven . ¿ Es un fenómeno
Obedeció Bertuccio , y al momento despachó un Mr. Bertuccio? ¡ Ah querido conde! no lleveis muy allá
criado á Pontoise con el aviso de que la silla de posta lo maravilloso , porque os prevengo que no os creeré.
pasaria á las seis en punto. -No me hableis de lo maravilloso nunca, Alberto.
El palafrenero de Pontoise envió acto contínuo un Números y razon. Tened presente este dilema. Un ma-
aviso igual al de la parada siguiente , y este al otro , y yordomo roba; pero, ¿por qué rcba?
seis horas después todos los tiros estaban preparados. -¡Diablo! Por instinto, porque está en su naturale-
Antes de marchar subió el conde al cuarto de Hay- za , respondió Alberto; roba, por robar.
dée á despedirse , á decirle adonde iba, y á poner á sus -Os equivocais. Roba , porque tiene mujer , hijos,
órdenes toda la casa. y ambiciones para sí y para su familia; y roba, sobre
Alberto fué puntual. todo, porque no está seguro de tener siempre aquel
El viaje, triste al principio , fué pronto alegre, gra- amo , y quiere asegurarse un porvenir. Ahora bien:
cias al efecto que produce la rapidez. Bertuccio es solo en el mundo; gasta de mi dinero sin
Morcefno tenía idea de rapidez semejante. decírmelo , y está además seguro de no dejarme nunca.
Monte-Cristo le dijo : -¿Por qué?
-Con vuestra posta, que hace dos leguas por hora, y -Porque yo no encontraría otro mejor.
con esa ley estúpida que prohibe á un viajero adelantar -Errais en un círculo vicioso, el de las probabi-
á otro sin pedirle permiso , y que hace que un viajero lidades .
enfermo 6 poltron tenga derecho á encadenar en su -¡Oh! no tal; giro en el de las certezas. Buen cria-
carrera á los viajeros sanos y alegres, no hay viaje po- do es para mí aquel sobre el cual tengo derecho de
sible. Yo por mi parte evito este inconveniente viajando vida ó muerte.
con postillon propio y con caballos propios. ¿No es ver- -¿Y teneis ese derecho sobre Bertuccio? le pregun-
dad , Ali? tó Alberto .
Y sacando la cabeza por la portezuela lanzó el conde -Sí, respondió el cor.de friamente.
un grito incitador que daba alas á los caballos. Hay palabras que cierran la conversacion como con
Ya no corrian, volaban . una puerta de hierro; y el sí del conde era una de estas
El carruaje iba como un rayo por el camino palabras .
real, y los pasajeros se quedaban mirando aquel meteoro El resto del viaje se hizo con la misma rapidez.
chispeante. Los treinta y dos caballos , repartidos en ocho tiros,
Ali , repitiendo el grito de su amo, sonreia ense- corrieron sus cuarenta y siete leguas en ocho horas.
ñando sus blancos dientes, estrechando en sus robus- A media noche pararon á la puerta de un hermoso
tas manos las espumantes riendas , y aguijoneando á | parque.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 261

El portero estaba de pié, y la verja abierta. la proa una bandera con las armas de Monte-Cristo ,
Habia sido avisado por el palafrenero del último armas que r presentaban una montaña de oro en mar
tiro. azul con una cruz de gules , lo cual podia aludir del
Eran las dos y media de la mañana mismo modo á su nombre , que recordaba el calvario
En la habitacion preparada para Morcef, encontró hecho por la pasion de Nuestro Señor Jesucristo una
éste el baño y la cena que le esperaban. montaña mas preciosa que el oro, que á la infame cruz
Para servirle se hallaba allí el criado que habia ve- santificada por su sangre divina , ó á algun recuerdo
nido en la zaga del carruaje . personal de sufrimiento y regeneracion envuelto en las

La corbeta.

Bautista, que habia venido en la delantera, se ha- sombras de lo pasado de aquel hombre misterioso .
llaba sirviendo al conde. En torno á la goleta vogaban algunos barquillos
Tomó Alberto su baño, cenó, y se acostó. pe tenecientes á los pescadores de la comarca , y que
Toda la noche estuvo arrullando su sueño el ruido parecian vasallos humildes que esperasen las órdenes
melancólico de las ruedas. de su reina.
Al levantarse se fué derecho á la ventana, la abrió, Allí como en todas partes donde hacia asiento Mon-
y encontróse en un terradillo, que daba por delante al te-Cristo, aunque fuera dos dias solamente , estaba or-
mar, y por detrás á un hermoso parque lindante con ganizada la existencia de una manera agradable y có-
un bosque. moda , existencia que con esto se hacia hermosa y
En una ensenada próxima se balanceaba una cor- dulce desde aquel punto mismo.
beta de estrecha quilla y de gentil apostura, llevando á En su antesala encontró Alberto dos escopetas
262 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

magníficas y todos los arreos necesarios á un cazador. no habia querido que le acompañase por no abusar de
Una habitacion del piso bajo estaba destinada á to- la amistad del conde.
das esas ingeniosas máquinas que los ingleses , gran- -¡Florentino aquí ! esclamó saltando de la silla. ¿ Si
des pescadores porque tienen mucha paciencia y no estará mala mi madre?
menos amor al dolce far niente , han pretendido en Y se lanzó á la puerta.
vano hacer adoptar á los rutinarios pescadores de Siguióle Monte- Cristo con los ojos , viéndole acer-
Francia. carse al criado , que sudoroso y sin aliento aun, sacó del
Todo el dia se pasó entre la caza y la pesca, ejer- bolsillo una cajita cerrada.

www

-
-¿De quién es esta carta? le preguntó vivamente Alberto

cicios en que sobresalia Monte-Cristo notablemente . La cajita contenia un periódico y una carta.
Matáronse en el parque diez ó doce faisanes , pes- -¿De quién es esta carta? le preguntó vivamente
cáronse otras tantas truchas en los lagos, comióse en Alberto.
un kiosko con vistas al mar, y se tomó en la biblioteca -De M. Beauchamp , respondió Florentino.
el té. -¿Luego es Beauchamp quien os envia?
A la caida de la tarde del tercero dia , fatigado Al- -Si señor . Mandóme ir a su casa , me dió dinero
berto con esta vida , que parecia un juego & Monte- para el viaje y un caballo de posta , y me hizo prome
Cristo , dormitaba en una butaca al pié de la ventana , terle que no me detendria un punto hasta haberos
mientras el conde , acompañado de su arquitecto , tra- visto y hablado. En quince horas he hecho el camino.
zaba el plan de un invernadero que queria construir, Alberto abrió tem lando la carta.
cuando el ruido de un caballo que venia á escape por A las primeras líneas lanzó un grito y cogió el pe-
el camino hizo levantar al jóven la cabeza. riódico con visible agitacion .
Púsose á mirar por la ventana, y con desagradable De repente nubláronse sus ojos , pareció que sus
sorpresa vió llegar al patio á su ayuda de cámara , que piernas se negáran á sostenerle , y próximo á caer
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 263

apoyóse en Florentino , que le alargó un brazo. «Aquel oficial francés al servicio de Alí , pachá de
-¡Pobre jóven ! murmuró Monte-Cristo en voz tan Janina, de quien se ocupó hace tres semanas El Impar-
baja , que él mismo no la hubiera podido oir. ¡ Está cial, y que no solamente entregó los castillos de Janina
escrito que las faltas de los padres caerán sobre los sino que tambien vendió á su bienhechor á los turcos,
hijos hasta la tercera y cuarta generacion ! se llamaba con efecto Fernando en aquella época, como
En este intervalo liabia Alberto recobrado sus fuer- decia nuestro apreciable cólega ; però después añadió á
zas , y acabando la lectura de la carta sacudió sus ca- su nombre un titulo de nobleza y el nombre de una po-
bellos húmedos , y arrugó en sus manos carta y pe- sesion.
riódico. >>Hoy se llama el conde de Morcef, y toma asiento
-Florentino, dijo: ¿ está vuestro caballo en disposi en la Cámara de los Pares. >»
cion de volver á París ? Así pues , el te rible secreto que Beauchamp habia
-Es, como veis, un jacucho de mala muerte. guardado con tanta generosidad , reaparecia como un
-¡Dios mio! ¿Y qué aspecto tenia mi casa cuando la fantasma aterrador , y otro periódico , cruelmente in-
dejásteis ? formado , publicaba á la mañana siguiente al viaje de
-Bastante tranquilo ; pero al volver de la de M. Alberto á Normandía, las cortas líneas que pusieron al
Beauchamp encontréme a la señora llorando. Habia pobre jóven á dos dedos de perder el juicio .
preguntado por mí para que la dijese cuándo regresa-
riais. Digela entonces que iba á ponerme en camino CAPITULO VIII.
para buscaros de órden de M. Beauchamp, y su primer
impulso fué detenerme ; pero después de un instante LA ACUSACION.
de reflexion , repuso :
-Sí, Florentino, sí; id, y que vuelva . A las ocho de la mañana cayó Alberto como un rayo
-Ya voy, madre mia , ya voy , dijo Alberto; y ¡ ay en casa de Beauchamp.
del infame !... pero ante todo es necesario partir. El ayuda de cámara estaba sobre aviso , é introdujo
Y regresó á la habitacion, donde había dejado á á Morcef en el cuarto de su arzo, que acababa de entrar
Monte-Cristo. en el baño .
No era ya Alberto el mismo hombre: cinco minutos -¿Qué hay? le preguntó Alberto.
habian bastado para obrar en él un cambio bien triste. -Os esperaba , mi pobre amigo , respondió Beau-
Habia salido en su estado normal , y volvia con la champ.
voz alterada, el rostro manchado de rosetones febriles, -Pues ya me teneis aquí. Escuso deciros , Beau-
brillantes los ojos bajo las pupilas escandecidas , y va- champ, que os creo harto noble y harto honrado para
cilante en el andar como un hombre ébrio. haber dicho una palabra siquiera de esto á nadie en el
-Conde, le dijo , os doy gracias por vuestra hospi- mundo ; no , amigo mio . Además , vuestro mensaje me
talidad, y hubiera deseado gozarla mucho mas tiempo; garantiza vuestro afecto. Conque no perdamos el tiempo
pero me es indispensable volver á París. en preámbulos. ¿Sospechais de dónde viene el golpe?
—¿Qué ha sucedido ? -Alora os lo diré en dos palabras.
-Una gran desgracia: mas permitidme que marche, -Sí; pero ante todo, me debeis, amigo mio , la bis-
pues se trata de cosas preferibles á la existencia . Nada toria de esta abominable traicion con todos sus de-
de pre untas, conde, os lo suplico. Dadme un caballo . talles.
-Mis cuadras estan á vuestra disposicion , vizconde, Beauchamp refirió al jóven, abrumado de vergüenza
dijo Monte-Cristo ; pero vais á fatigaros muchísimo y de dolor, los hechos siguientes que reproducimos al
corriendo la posta á caballo. Tomad una berlina , un pié de la letra.
cupé, cualquier carruaje. La antevíspera de aquel dia por la mañana apareció
No , que eso me detendria, sin contar que necesito el artículo en otro periódico diferente del Imparcial,
ese cansancio que os asusta, y que me será provechoso. cosa que daba al asunto mucha mas gravedad, por ser
Alberto dió, sin direccion fija, algunos pasos, como aquel periódico ministerial declarado.
el que está herido de un balazo , yendo á caer en una Estaba almorzando Beauchamp cuando reparó en
silla junto á la puerta. la noticia.
Monte-Cristo no reparó esta segunda debilidad, En seguida mandó traer un cabriolé y corrió á la
porque se habia asomado á la ventana, gritando: redacción.
¡Ai! un caballo para M. de Morcef. ¡ Pronto, Aunque profesaba unas doctrinas políticas entera-
pronto, que tiene prisa ! mente contrarias á las del director del periódico acu-
Estas palabras volvieron á Alberto en sí. sador , era Beauchamp íntimo amigo suyo, cosa que
Y se lanzó fuera de la estancia seguido del conde. sucede con harta frecuencia , ó por mejor decir, casi
-¡Gracias ! murmuró el jóven saltando sobre la siempre.
silla. Vos, Florentino , volvereis á París tan pronto co- Cuando llegó á la redaccion, hallábase el director
mo podais. ¿ Tengo que pronunciar alguna consigna leyendo su propio periódico, muy complaci o al pare-
para que me den cal allos? cer con cierto artículo de fondo sobre los azúcares, que
-Nada mas sino entregar el que montais. Al punto era sin duda alguna de su cosecha .
Os ensillarán otro. -¡Pardiez! esclamó Beauchamp, puesto que teneis
Iba ya Alberto á partir, cuando se detuvo. vuestro periódico en la mano no necesito deciros lo que
-Acaso os parecerá estraña mi partida , acaso os me trae.
parecerá loca, dijo , pues no comprendereis cómo algu- ¿Sois por ventura partidario de la caña de azu-
nos reglones de un periódico pueden desesperar á un car? le preguntó el periodista ministerial. 1
hombre. Tomad , añadió arrojándole el periódico , leed -No , respondió Beauchamp , ni siquiera sɔy voto
eso; pero que sea cuando yo me haya marchado , para en la cuestion. Es otra cosa lo que me trae.
que no veais mi rubor. -¿Qué os trae?
Y mientras el conde recogia el periódico , hundió él -El artículo sobre Morcef.
fas espuelas que acababan de asegurar á sus botas en -¿No es verdad que es muy curio o?
el flanco del corcel, que admirado de que hubiese gi- -Tan curioso, que os esponeis á una demanda de
nete que creyera necesitar de tamaño estimulante, par calumnia , demanda de la cual no me parece que sal-
tió como una flecha. dreis bien librado .
Siguió el conde á Alberto con ojos de compasion in- --No creais tal cosa. Hemos recibido todas las prue-
finita, y solamente cuando le vió perderse en el espa- bas de nuestro aserto, y estamos seguros de que M. de
cio tornó sus miradas al periódico, leyendo lo que sigue: | Morcef no dirá esta boca es mia. Además se hace un
264 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

servicio al país denunciándole á los miserables que son | medio que bajar la cabeza, y marchose desesperado á
indignos de la honra que les dispensa . enviar el aviso á Morcef.
Beauchamp se quedó sin saber qué decir. Pero lo que no pudo escribir á Alberto, porque las
-Pero ¿quién os ha proporcionado esas pruebas? le cosas que vamos á contar pasaron después de la mar-
preguntó. Porque mi periódico, que fué el que dió la cha de Florentino, es que aquel mismo dia reinaba
señal de alarma , tuvo que callar por falta de ellas , y grande agitacion en la alta Cámara.
ya veis que nosotros estamos mas interesados que los Todos los pares habian acudido antes de la hora
ministeriales en desenmascarar á M. de Morcef, por- de la sesion , y hablaban entre sí del triste suceso que

¿No es verdad que es muy curioso?

que es par de Francia , y porque nosotros somos de la iba á fijar la atencion pública sobre uno de los miem-
oposición. bros mas distinguidos de aquella ilustre corporacion.
-¡Oh! es cosa bie sencilla. No hemos buscado el Leíase el artículo en voz baja, se comentaba , y cada
escándalo , sino que el escándalo nos ha buscado á cual ponia de su parte en la murmuracion todo lo
nosotros. Ayer llegó un hombre de Janina trayéndo- posible.
nos un legajo formidable , y como vacilásemos en El conde de Morcef no era querido entre sus có-
aceptar el papel de acusadores, nos anunció que otro legas.
periódico lo aceptaría en ese caso. Ya sabeis, Beau- Como todos los adversarios , se habia visto obligado
cham , lo que es una noticia importante, conque no para sostenerse en aquella altura, á hacer alarde de un
quisimos perder esta . Ahora ya está dado el golpe , gol- orgullo sin límites.
pe que resonará en toda Europa. La aristocracia de la sangre se burlaba de él.
Beauchamp comprendió que no le quedaba otro re- La del talento le repudiaba.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 265

Las glorias puras le despreciaban instintivamente. En seguida se le preguntó al conde cuánto tiempo
El conde se hallaba pues en la crítica situacion de necesitaba para preparar su defensa.
una víctima expiatoria. Morcef habia recobrado su antiguo valor al sentirse
Designado ya por el dedo del Señor para el sacri- vivo después de golpe tan tremendo.
ficio, todos se disponian á gritar: ¡ crucifícalo! -Señores pares , respondió , ataques como el que
Esto, solo el conde lo ignoraba. me dirigen en este momento enemigos desconocidos y
En primer lugar no estaba suscrito al periódico que que permanecen sin duda en la sombra de su oscuri-
habia publicado la noticia ; y en segundo lugar habia dad , no ha de tardarse tiempo en rechazarlos , sino
pasado la mañana escribiendo cartas y probando un ca- al punto mismo; con un rayo, por decirlo así, debo res-
ballo con su picador. ponder al relámpago que me deslumbró un instante.
Llegó pues á la hora acostumbrada, erguida la ca- Fuérame dado por toda defensa verter mi sangre para
beza, audaz la mirada, insolente en la actitud, y apeán- probar á mis cólegas que soy digno de sentarme en
dose de su carruaje entró en el salon sin reparar las estos bancos!
vacilaciones de los ugieres y los saludos tibios de sus El efecto de estas palabras fué muy favorable.
cólegas. -Pido, añadió el conde, que las averiguaciones se
Cuando llegó á la Cámara , estaba ya abierta la se- hagan lo mas pronto posible , y yo mismo proporcio-
sion hacia media hora. naré á la Cámara todos los documentos necesarios.
Aunque estuviese el conde , como ya hemos dicho , -¿Qué dia fijais? le preguntó el presidente.
ignorante de todo lo que habia pasado , su actitud au- -Desde hoy mismo me pongo a disposicion de la
daz pareció á todos mas intolerable que nunca , y Cámara, respondió el conde.
su presencia en aquel sitio de tal modo pareció ofen- El presidente agitó la campanilla, preguntando:
siva á aquella asamblea, celosa de su honra , que todos -¿Es de parecer la Cámara que esta averiguacion
vieron en ella una cosa inconveniente, muchos una fan- se verifique hoy mismo?
farronada, y algunos un insulto. -Sí , fué la respuesta unánime.
Era evidente que la Cámara entera ardia en deseos Nombróse una comision de doce pares, para que exa-
de entablar el debate. mináran los documentos que iba á presentar Morcef.
El periódico acusador circulaba de mano en mano. Esta comision debia reunirse por primera vez á las
Pero como siempre sucede , cada cual vacilaba en ocho de la noche en el salon de sesiones.
tomar sobre sí la responsabilidad del ataque. Si se creia necesario otras sesiones, se verificarian
Por último , uno de los honorables pares , enemigo en el mismo sitio y á la misma hora.
declarado del conde de Morcef, subió á la tribuna con Tomada esta resolucion , pidió Morcef permiso para
una solemnidad que anunciaba que habia llegado el mo- retirarse.
mento. Tenia que preparar los documentos reunidos por él
Reinó un silencio terrible . desde mucho tiempo atrás para hacer frente á esta tor-
Solo Morcef ignoraba la causa de la profunda aten- menta, prevista por su cauteloso é indomable carácter.
cion que esta vez se prestaba á un orador que por lo Tal fué la relacion que Beauchamp hizo al jóven,
comun no era oido de la Cámara con placer. relacion que nosotros á nuestra vez hemos hecho á
Dejó el conde tranquilamente pasar el preámbulo, los lectores, con la única diferencia de que la suya tuvo
por el cual el orador daba á entender que iba á hablar sobre la nuestra la ventaja de la animacion de las co-
de una cosa tan grave, tan sagrada y tan vital para la sas vivas sobre la frialdad de las muertas.
Cámara, que pedia atencion á todos sus oyentes. Alberto le escuchó temblando, ora de esperanza,
Cuando pronunció las primeras palabras sobreJani- ora de cólera, y de vergüenza tal vez, porque gra- ›
na y el coronel Fernando , palideció el conde de Morcef cias á la declaracion de Beauchamp, sabia que su pa-
de tal manera , que todos sus colegas , cuyas miradas dre era culpable , y se preguntaba á sí mismo cómo
estaban fijas en él , sintieron un estremecimiento de siendo culpable podria probar su inocencia.
horror. Al llegar al punto que nos hallamos, Beauchamp
Distinguense las heridas morales de las otras en que se detuvo.
se ocultan, pero no se cierran; siempre dolorosas, siem- -¿Y qué mas? le preguntó Alberto.
pre brotando sangre , permanecen vivas en el fondo del -¡Mas! repitió Beauchamp.
corazon. -Sí.
La lectura del artículo acabó en medio de aquel -Amigo mio, esa palabra me obliga á una cosa hor-
mismo silencio , turbado esta vez por un grito, que cesó rible.
tan pronto como el orador pareció dispuesto a reanu- -Nada os detenga.
dar su discurso. -¿Os empeñais en saber lo demás?
Hacíase paladin del honor de M. de Morcef y del de -Es preciso absolutamente que lo sepa, amigo mio,
toda la Cámara , honor que pretendia defender provo- y prefiero saberlo de vuestra boca.
cando este debate sobre cuestiones personales, siempre -Pues bien , repuso Beauchamp , valor , Alberto;
enojosas. nunca habeis necesitado tanto.
El fin de su discurso fué pedir que se nombrase Alberto se pasó la mano por la frente para asegu-
una comision indagatoria que confundiese la calumnia rarse de sus propias fuerzas, como aquel que en víspe-
antes que tomase cuerpo , y vengando á M. de Morcef, ras de un desafío ensaya su coraza y examina la punta
le restableciese en el pedestal que le habia levantado la de su espada.
opinon pública. El infeliz se creia fuerte, porque confundia su fie-
Dejó á Morcef tan abrumado y tembloroso aquella bre con la energía.
inmensa é inesperada calamidad, que apenas pudo bal- -Proseguid, dijo.
bucear algunas palabras, mirando á sus compañeros con -Aquella noche todo París estaba en espectativa,
ojos vagos . añadió Beauchamp. Unos creian que vuestro padre
Esta timidez, que lo mismo podia ser hija del desvaneceria la acusacion con solo presentarse ; otros
asombro del inocente, que de la vergüenza del cul- aseguraban que no se presentaria ; y aun no faltaba
pable, le ganó algunas simpatías. quien afirmase haberle visto marchar á Bruselas , y
Los hombres verdaderamente generosos estan siem- aun hubo quien fuera á preguntar á la policía si era
pre dispuestos á ser compasivos , cuando la desgra- verdad el rumor de que el conde de Morceľhabia sacado
cia de su enemigo pase los límites de su ódio. pasaporte.
El presidente puso á votacion la proposicion. Os confesaré, prosiguió Beauchamp , que hice to-
Votóse nominalmente , y fué aprobada . dos los esfuerzos del mundo para conseguir de uno de
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 134.-TOMO 11. 18
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266 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

los miembros de la comision , jóven par amigo mio , el rico , y como corria mi vida mucho peligro , no pude,
ser introducido en una especie de tribuna. con gran pesar mio, consagrarme á buscarlas.
A las siete de la noche vino á buscarme, y antes El presidente frunció las cejas imperceptiblemente.
que nadie llegara, recomendóme á un portero, que me -Señores, dijo , ya habeis oido y seguido al señor
encerró en un cuartito estrechísimo . conde de Morcef en sus esplicaciones. -Señor conde,
Ocultábame una columna , y como gracias á la ¿ podeis presentar algun testigo que apoye la declaracion
oscuridad no podia vérseme , pude abrigar la esperan- que acabais de hacer?
za de ver y oir sin perder una sílaba la terrible es- ¡Ay! no señor , respondió el conde. Todos los que
cena que iba á pasar. rodeaban al visir y que me conocieron en su corte han
A las ocho en punto habian llegado ya todos los muerto , ó andan errantes por el mundo . Yo solo, solo
pares. por lo menos entre mis compatriotas , he sobrevivido á
M. de Morcef entró el último. aquella espantosa guerra . Solo poseo las cartas de Ali-
Llevaba en la mano algunos papeles , y su conti- Tebelin , y ya os las he presentado Solo poseo su anillo,
nente parecia tranquilo. prenda de su voluntad , y aquí le teneis. La prueba mas
Contra su costumbre, su actitud era sencilla, y su convicente que pueda yo aducir contra este ataque
traje severo; y segun la de los militares antiguos, lleva- anónimo, es la falta de todo testigo.contra mi palabra
ba el frac abotonado hasta arriba. de hombre honrado y la pureza de mi vida militar.
Su presencia produjo el mejor efecto. Un murmullo de aprobacion oyóse en toda la asam-
La comision no se componia de sus enemigos , y blea.
algunos de sus miembros vinieron á dar la mano al -En este momento, Alberto, estaba ganada la causa
conde. de vuestro padre, si no hubiese sobrevenido ningun in-
Alberto sintió partírsele el corazon al oir todos es- cidente. Solo faltaba ya proceder á la votacion, cuando
tos detalles, y sin embargo , en medio de su dolor, ha- el presidente tomó la palabra para decir:
bia tambien algo de gratitud. -Presumo que no os desagrade, señores , ni á vos, se-
Hubiera querido poder abrazar á aquellos hombres ñor conde, oir á un testigo muy importante, segun asegu
que habian dado á su padre una prueba tal de afecto en ra ,y que acaba de presentarse de motu pr. pio. Segun
situacion tan crítica para su honra. todo lo que nos ha dicho el conde, es de inferir que
En este momento entró un ugier con una carta este testigo esté llamado á probar la perfecta inocencia
para el presidente. de nuestro cólega . Hé aquí la carta que acabo de re-
-M. de Morcef tiene la palabra, dijo el presidente cibir . ¿Deseais que os la lea, ó resolveis que se pase á
al abrir la carta. otra cuestion sin hacer alto en este incidente?
Empezó el conde su apología , y os confieso , Al- Mr. de Morcef se puso pálido , y sus manos crispa-
berto , prosiguió Beauchamp , que estuvo elocuente y das claváronse en los papeles que tenia delante y que
habilísimo. crugieron entre sus dedos.
Los documentos que presentó probaban que el vi- La comision optó por la lectura.
sir de Janina le habia honrado con su confianza hasta En cuanto al conde , estaba distraido y no tenia
el último momento , puesto que le comisionó para una tampoco voto en la cuestion .
negociacion de vida o muerte con el m smo sultan. Por lo tanto procedió el presidente á la lectura de
Mostró el anillo , signo de mando entre los turcos, esta carta:
con el cual sellaba por lo comun sus cartas Alí-Pachá,
«Señor presidente :
y que le habia dado para que pudiese á su vuelta pe- >>Yo puedo proporcionar los datos mas positivos á
netrar hastá él, aunque estuviera en el harem, y fuera la comision encargada de examinar la conducta que el
la hora que fuera del dia ó de la noche. teniente general conde de Morcef observó en Epiro y
Por de gracia , añadió que su negociacion habia
fracasado , y que al volver á defender å su bienhechor Macedonia. »>
hallósele muerto. El presidente hizo una corta pausa.
Pero eratan grande la confianza que Alí-Pachá de- Morcef se puso pálido .
positaba en él, que al morir le habia confiado su sultana El presidente interrogó al auditorio con una mi-
favorita y su hija. rada.
Estas palabras hicieron temblar á Alberto, trayén- -Continuad, esclamaron de todas partes.
dole á la memoria toda la relacion de Haydée, y hacién- El presidente prosiguió :
dole recordar todo lo que la hermosa griega le habia di- «Yo me hallaba en el sitio donde murió Alí-Pachá.
cho de aquel mensaje , de aquel anillo , y de la manera
Yo presencié su muerte .
que habia sido vendida y esclavizada. »Yosé el paradero que han tenido Vasiliki y Haydée.
-¿Y qué efecto hizo el discurso del conde? preguntó >>Pongome á las órdenes de la comision, y hasta re-
con ansiedad Alberto .
clamo el honor de ser oido.
-Confieso que me conmovió , repuso Beauchamp , >>Cuando os entreguen esta carta me hallaré en el
así como á toda la concurrencia.
Entre tanto el presidente fijó los ojos como con des- vestíbulo de la Cámara de los Pares. >>
cuido en la carta que acababan de traerle, y desde las -¿Y quién es ese testigo , 5 dicho mejor, ese ene-
primeras líneas púsose á leer con mas atencion . migo? preguntó el conde con una voz, en la que era fá-
Leyóla dos veces , y mirando fijamente á Mr. de cil advertir una alteracion profunda.
Morcef, le dijo: --Vamos á saberlo, respondió el presidente. ¿La co-
Habeis confesado , señor conde, que el visir de Ja- mision opina que se debe oir á ese testigo?
nina os confió á su mujer y á su hija?' -Sí, sí, respondieron al par todas las voces.
Sí señor , respondió Morcef; pero en esto como en El ugier fué llamado de nuevo.
todo, me perseguia la desgracia. A mi vuelta, Vasiliki -Ugier, le preguntó el presidente, ¿hay alguien es-
y su hija Haydée habian desaparecido. perando en el vestíbulo?
-¿Las conoceis? -Sí, señor presidente .
-Mi intimidad con el Pachá , y la ciega confianza -¿Quién es?
que en mi fidelidad tenia, me permitieron verlas mas Una mujer acompañada de un criado.
de veinte veces. Los pares se miraron unos á otros.
-¿Sabeis por ventura lo que ha sido de ellas? -Que entre esa mujer , dijo el presidente .
Sí señor. He oido decir que sucumbieron á sus pe- El ugier volvió cinco minutos después.
sares , y acaso tambien á su miseria. Como yo no era -Todos los ojos estaban clavados en la puerta, y yo
Hermoso dia para mí el que me presenta ocasion de vengar álmi padre.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 267

mismo, prosiguió Beauchamp, participaba de la ansie- Tranquila Haydée, aunque mas amenazadora en su
dad del público . tranquilidad que lo hubiera parecido otra mujer en su
Detrás del portero venia una mujer cubierta de piés îra, alargó al presidente el contrato, escrito en árabe.
á cabeza con un velo. Como era de inferir que alguno de los documentos
Solo por las formas y por los perfumes que exha- que se presentasen estuviera escrito en árabe, en ro-
laba se podia inferir que era una mujer jóven y elc- maico & en turco , se habia avisado al intérprete de la
gante; pero nada mas. Cámara, y se le mandó venir.
El presidente suplicó á la desconocida que se des- Uno de los nobles pares, que se habia familiarizado
cubriese, y entonces se pudo ver que iba vestida á la con el árabe en la sublime campaña de Egipto , cotejaba
griega, y que era hermosísima. en el pergamino el documento siguiente, que leia el
¡ Ah! dijo Morcef, era ella. traductor en voz alta:
-¿Quién es ella?
-Haydée. «Yo, El-Kobbir, mercader de esclavos y proveedor
-¿Quién os lo ha dicho? del harem de S. A., confieso haber recibido del señor
-¡Ah! lo adivino. Pero proseguid , Beauchamp, pro- francés conde de Monte-Cristo, para entregarla al su-
blime emperador , una esmeralda tasada en dos mil
seguid . Ya veis que estoy tranquilo , y sin embargo bolsas , precio de una joven esclava, de edad de once
debe estar próximo el desenlace .
-M. de Morcef , continuó Beauchamp , miraba á años, llamada Haydée, hija reconocida del difunto se-
aquella mujer con sorpresa mezclada de terror : para ñor Alí-Tebelin, pachá de Janina, y de Vasiliki, su fa-
él era la vida ó la muerte lo que iba á salir de aquella vorita; cuya esclava, así como su madre, que murió al
boca divina, y para los demás era una aventura tan es- llegar á Constantinopla , vendiómelas hiace siete años
traña y tan curiosa , que la salvacion ó la pérdida de un coron 1 francés llamado Fernando Mondego , que
estaba al servicio de Alí-Tebelin.
M. de Morcef no entraba ya en este suceso sino como
elemento secundario . >>>La referida compra la hice por cuenta de S. A..
El presidente ofreció con la mano un asiento á la que me habia comisionado al efecto, por la suina de mil
bolsas.
jóven; pero ella respondió con un ademan, que perma-
neceria de pié. En cuanto al conde, habia vuelto á caer »Dado en Constantinopla, con autorizacion de S. A. ,
en su asiento, y era evidente que sus piernas se nega- el año 1247 de la Égira.
ban á sostenerle. >>Firmado,
Señora , dijo el presidente, habeis escrito á la co- DEL-KOBBIR.
mision para ilustrarla en esto de Janina , y hasta ase-
gurais que habeis sido testigo ocular de los sucesos. >>El presente contrato, para que tenga toda fé , cré-
-Y con efecto lo fuí , respondió la desconocida con dito y autenticidad , irá sellado con el sello imperial,
voz profundamente triste y sonora , como todas las que el vendedor se obliga á conseguir. »
voces orientales. Con efecto, junto á la firma del comerciante veíase
-Sin embargo , respondió el presidente , permitid- el sello del sublime emp rador.
me que os diga que debíais ser entonces muy jóven. A esta lectura siguió un silencio terrible. La vida
-Tenia cuatro años ; pero como aquellos sucesos del conde estaba reconcentrada en los ojos, que clava-
eran para mí de suma importancia, no hay detalle ni dos como á pesar suyo en Haydée, parecían de fuego
particularidad que se haya borrado de mi memoria. y de sangre.
-¿Pero qué importancia tenian para vos aquellos -Señora, dijo el presidente, ¿ no podremos tambien
sucesos ? ¿ y quién sois vos para que os hayan produ- oir al conde de Monte-Cristo, que segun creo reside en
cido tan profunda impresion? París con vos?
-Tratábase de la vida ó de la muerte de mi padre, -Caballero, respondió Haydée, el conde de Monte-
respondió la jóveu. Yo me llamo Haydée, hija de Alí- Cristo, mi segundo padre, se halla en Normandia hace
Tebelin, pachá de Janina, y de Vasiliki , su favorita. tres dias.
El modesto y altivo rubor que enrojeció las mejillas -Pues entonces, señora , repuso el presidente, ¿quién
de la jóven, el fuego de sus ojos y la majestad de esta os ha aconsejado que deis este paso, paso que la Cámara
revelacion , produjeron en la asamblea un efecto ines- os agradece, y que es muy natural teniendo en cuenta
plicable. vuestro nacimiento y vuestras desgracias ?
En cuanto al conde , no le abrumara mas un rayo -Caballero, respondió Haydée , este paso me lo
que abriese bajo sus plantas un abismo. aconsejaron mi respeto y mi dolor. Aunque cristiana,
-Señora , dijo el presidente inclinándose con res- ¡ Dios me lo perdone ! siempre he deseado vengar la
peto, permitidme una simple pregunta, que no arguye muerte de mi ilustre padre. Cuando puse el pié en
desconfianza de modo alguno , y que será la última. Francia por primera vez, cuando supe que el traidor
¿Podeis justificar lo que decís? vivia en París, abrí mis ojos y mis oidos á todo ru-
-Si lo puedo , caballero , dijo Haydée sacando de mor, á toda noticia suya. Vivo retirada en la casa de
debajo del velo una bolsita de seda perfumada ; aquí mi noble protector; pero vivo así porque amo el silen-
teneis mi partida de nacimiento, escrita por mi padre cio y la soledad , que me permiten vivir á solas con mi
y firmada por sus principales servidores ; y aquí teneis imaginacion y mi aislamiento; pero el conde de Monte-
tambien mi partida de bautismo, legalizada con el sello Cristo me colma de paternales atenciones , y aunque
del gran primado de Macedonia y de Epiro, pues mi pa- de lejos, no ignoro nada de lo que pasa en el mundo.
dre consintió en que fuese educada en la religion de Todos los periódicos los leo ; toda la música, todos los
mi madre ; aquí teneis , en fin (y este es sin duda el libros y todos los grabados que se publican los recibo, y
documento mas importante) , el acta de venta que de así fué como observando la vida de los demás sin con-
mi persona y la de mi madre hizo al mercader arme- fundirme con ellos, supe lo que habia pasado esta ma-
nio El-Kobbir el oficial francés , que en sus infames ñana en la Cámara de los Pares, y lo que debia pasar
relaciones con la Puerta, se habia reservado entre el bo- esta noche..... Entonces os escribí.
tín la hija y la mujer de su bienhechor, las cuales las -¿Conque el conde de Monte-Cristo nada tiene que
vendió por la suma de mil bolsas, ó sean cuatrocientos ver con este paso? le preguntó el presidente.
mil francos, poco mas o menos. -Lo ignora completamente , caballero, y hasta re-
Una palidez terrible coloreó las mejillas del conde celo que lo desapruebe cuando lo sepa: sin embar-
de Morcel, y sus ojos se inyectaron de sangre al oir go, prosiguió la jóven alzando al cielo su mirada ar-
aquellas imputaciones, que fueron acogidas por la Cá- diente , hermoso dia es para mí el que me presenta
mara con lúgubre silencio. ocasion de vengar á mi padre.
268 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Durante este diálogo el conde no habia despegado El conde paseó en torno suyo una mirada, cuya es-
siquiera sus lábios. Sus colegas le miraban , compade- presion hubiera ablandado á los tigres ; pero no podia
ciendo sin duda interiormente aquella fortuna, destrui- desarmar á los jueces.
da al perfumado soplo de una mujer. Después levantó los ojos hácia la bóveda , apartándo-
Su desgracia iba poco a poco dibujándose en su los de allí en seguida como si temiese que la bóveda se
fisonomía con rasgos siniestros. abriera para dejarle ver ese segundo tribunal que se lla-
-M. de Morcel, dijo el presidente, & reconoceis á ma Cielo, y ese segundo juez que se llama Díos.
esta señora por hija de Alí-Tebelin , Pachá de Janina? En esto, con un ademan brusco , arrancóse los bo-
-No, respondió Morcef, haciendo un esfuerzo para tones del frac que le estaba ahogando , y salió de la Cá-
levantarse; esto es una intriga de mis enemigos. mara como un loco.
Haydée , que tenia sus ojos clavados en la puerta Oyéronse un momento retumbar sus pasos lúgu-
como si e perase á alguien, volvióse bruscamente, y bremente en la sonora bóveda, y luego el ruido del car-
al ver al conde de pié , exhaló un grito terrible. ruaje que le llevaba estremeció el pórtico del santuario
-¡No me conoceis! esclamó. Pues bien , yo sí; yo de las leyes.
por fortuna te reconozco. Tú eres Fernando Mond go, Restablecido el silencio , el presidente dijo:
el oficial francés que instruia á las tropas de mi noble -Señores , ¿queda convencido M. de Morcef de felo-
padre; tú fuiste el que entregó los castillos de Janina; nía, de traición y de villanía?
tú, el que , enviado á Constantinopla para tratar di- -Sí , respondieron unánimemente todos los hono-
rectamente con el Sultan de la vida ó de la muerte de rables pares.
tu protector , trajiste un firman falso que le otorgaba Haydée, que habia permanecido hasta el fin de la
completa amnistía . Tú , el que, provisto de ese firman, sesion , oyó pronunciar la sentencia del conde sin que
conseguiste el anillo del Pacha, que debia hacerte obe- su fisonomía demostrase el menor asomo de júbilo 6 de
decer de Selim, el guardian del fuego. Tú, el que ase- piedad.
sinaste á Selim. Tú, el que nos vendió á mi madre y Echóse el velo sobre el rostro , y saludando majes-
á mi al comerciante El- Kobbir. ¡ Asesino! ¡ Asesino! tuosamente á los representantes de la nacion , salió de
Aun tienes manchada la frente con la sangre de tu la Cámara con aquel paso con que Virgilio veia andar
amo. Miradle todos . á las diosas.
Habiánse pronunciado estas palabras con tal en-
tusiasmo y con tal acento de verdad, que todos los CAPITULO IX.
ojos se fijaron en la frente del conde , y aun él mismo
se llevó la mano como si hubiera sentido en ella tibia LA PROVOCACIÓN.
aun la sangre de Alí.
-¿ Reconoceis positivamente á M. de Morcef por -Entonces , prosiguió Beauchamp , me aproveché
el mismo oficial Fernando Mondego? del silencio y de la oscuridad para salir de la Cámara
¿Que si lo reconozco? esclamo Haydée. ¡ Oh madre sin que me viesen . El portero que me habia introdu-
mia! Tú me dijiste :-eras libre; tenias un padre que cido me condujo por un corredor á una puertecilla que
te amaba , y un porvenir casi de reina . Mira bien á cae á la calle de Vaugirad. Salí con el alma satisfecha
este hombre; él es quien te ha hecho esclava; él es y destrozada al par. Perdonadme esta espresion , Al-
quien ha clavado la cabeza de tu padre à la punta de berto. Destrozada por lo tocante á vos ; satisfecha por
una pica ; él, quien nos ha vendido; él, quien nos ha la nobleza de aquella jóven, que así vengaba á su padre.
entregado. Mira bien su mano derecha , que tiene una Sí, Alberto, venga de donde venga esta revelacion ,
profunda cicatriz; si te olvidases de su rostro, le reco- tengo para mí que puede venir de un enemigo ; perc
nocerias por esa mano, donde han caido una á una las que ese enemigo es el agente de la Providencia.
monedas de oro de El-Kobbir . -¿Que si le reconozco? Alberto , que tenia oculta su cabeza entre las ma-
¡Oh! que diga él mismo ahora si no me reconoce. nos , alzó el rostro encarnado de vergüenza y bañado
Cada palabra caia como una guillotina sobre Mor- de lágrimas, y cogiendo el brazo de Beauchamp ledijo:
cef, é iba aniquilando su energía . Al oir las últimas, -Amigo mio, mi vida ha llegado á su fin. Réstame
escondió pronta é involuntariamente en su pecho la solo , no decir, como vos que este golpe emana de la Pro-
mano, donde con efecto tenia una herida, y cayó en su videncia , sino averiguar el hombre que me persigue
asiento abismado de desesperacion. con su ódio. Cuando lo averigue , cuando le conozca,
Esta escena habia soliviantado los espíritus de la mataré á ese hombre ó ese hombre me matará. Ahora
Cámara , como al poder del viento del Norte se ven cor- bien , cuento con la ayuda de vuestra amistad , Beau-
rer las hojas desprendidas del tronco . champ, si el desprecio no la ha destruido en vuestro
-No os dejeis abatir , señor conde de Morcef, dijo corazón .
el presidente. La justicia de la Cámara es suprema , y -¡El desprecio, amigo mio! ¿Qué culpa teneis vos de
como la de Dios, igual para todos los hombres: no os esta desgracia? No; por fortuna no estamos ya en aquel
dejaremos vencer por vuestros enemigos sin daros ar- tiempo en que una injusta preocupacion hacia á
mas para defenderos. ¿Quereis que se vigan nuevos los hijos responsables de las acciones de sus padres.
testigos? ¿Quereis que mande á Janina dos miembros Repasad vuestra vida , Alberto; sois jóven , es verdad;
de esta Cámara? Hablad; hablad. la au-
¿pero fué nunca mas pura que vuestra aurora ,
Morcef no respondió. rora de un hermoso dia? No , Alberto , creedme ; sois
Todos los miembros de la comision se miraron en- jóven, sois rico; salid de Francia. Todo se olvida pronto
re sí sobrecogidos de terror. en esta gran Babilonia de versátil y tumultuosa exis-
Era tan enérgico y tan violento el carácter del tencia . Dentro de tres ó cuatro años volvereis casado
conde, que se necesitaba un golpe muy seguro para con alguna princesa rusa , y nadie se acordará de lo
que no lo rechazase. pasado ayer, ni mucho menos de lo que pasó hace diez
Era de inferir tambien que á este silencio, pareci- y seis años.
do al sueño, sucediera un despertar parecido al rayo. -Gracias, querido Beauchamp, gracias por la inten-
-Y bien, le preguntó el presidente , ¿qué decidís? cion que os dicta esas palabras ; pero esto no puede
-Nada, dijo el conde levantándose y con voz sorda. quedar así. Ya os he manifestado mi deseo; y si es preciso
-¿Luego la hija de Alí-Tebelin ha dicho con efecto cambiaré ahora el nombre de deseo en el de voluntad.
la verdad? repuso el presidente. ¿Luego es ella con efecto Ya comprendereis , que interesado como estoy en este
el testigo terrible á quien nunca el criminal se atreve á negocio , no puedo verlo por el mismo prisma que vos.
á
responderle-no? ¿Luego habeis cometido todos los crí- Lo que os parece á vos de un origen providencial ,
menes de que se os acusa? mí me parece de un origen menos puro. Os confieso
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 269

que la Providencia me parece muy estraña á todo esto, -No digo, Alberto, que esto sea verdad; pero es lo
y estraña, por fortuna mia, pues enlugar de la invisible menos un rastro de luz en las sombras de la noche. Sir-
é impalpable mensajera de los premios y de los casti- guiendo este rastro quizá llegaremos al fin.
gos celestiales , tropezaré con un ser palpable y visible -Hablad: ya veis que me muero de impaciencia.
en quien vengar ¡oh, sí, yo os lo juro! todo lo que es- --Voy á contaros lo que no os quise decir á mi
toy sufriendo desde hace un mes. Beauchamp, ne- vuelta de Janina.
cesito volver á la vida humana y material, y si sois -Hablad.
todavía mi amigo, como decís, me ayudareis á encon- -Hé aquí lo que ha pasado , Alberto. Para tomar
trar la mano que me ha descargado este golpe. mis informes , me dirigí naturalmente al banquero

31

...y salió de la Cámara como un loco.

-Sea pues, dijo Beauchamp. Si os empeñais abso- mas célebre de la poblacion: á la primera palabra que
lutamente en que baje á la tierra, bajaré; si os empe- pronuncié, antes que el nombre de vuestro padre sa-
ñais en buscar á un enemigo, lo buscaré con vos ; y lo liese de mis labios , me dijo:
encontraré, porque mi honor está casi tan interesado -¡Ah! sí: ya adivino lo que os trae.
como el vuestro en que le encontremos . -¿Por qué? le pregunté yo.
-Pues bien: entonces , Beauchamp , empecemos -Porque hace apenas quince dias que me han he-
nuestras pesquisas al instante mismo , sin tardanza. cho varias preguntas sobre el mismo asunto.
Cada minuto es una eternidad para mí. El denuncia- -¿Quién?
dor no está castigado aun; acaso espera no serlo nunca; -Un banquero , que es mi corresponsal en París.
y si lo espera, por mi. honor se engaña. -¿Cómo se llama?
-Escuchadme , Morcef. -M. Danglars.
-El ! esclamó Alberto. El con efecto profesa á mi
¡Ah Beauchamp! Veo que sabeis algo: me volveis pobre padre el ódio y los celos mas viles del mundo.
la vida .
270 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

El , que se cree popular, y que no perdona al conde de de miedo ; os aviso que cuando tengo la desgracia de
Morcef el haber sido nombrado par de Francia: ¡ Calle ! encontrar en mi camino un perro rabioso , le mato;
El haberse vuelto atrás en lo de casamiento... sin ra- y muy lejos de creerme culpable, creo haber hecho un
zon ninguna... sí, él es. servicio á la sociedad.
-Informaos , Álberto (pero no os irriteis antes de Ahora bien; si estais rabioso y quereis morderme,
tiempo); informaos, y si el hecho es cierto... sabed que os mataré sin piedad. Vaya ! ¿Tengo yo la
-Oh! sí, es cierto, esclamó el jóven. Él me pagará culpa de que vuestro padre se haya deshonrado?
todo lo que he sufrido. -Sí, miserable , esclamó Alberto; tú tienes la culpa.
-Considerad, Morcef, que es un hombre ya viejo. Danglars retrocedió un paso diciendo :
-Respetaré su edad como él ha respetado el honor -¿La culpa yo? ¿Estais loco? ¿ Sé yo acaso la histo-
de mi familia . Si odiaba á mi padre, ¿por qué no se ha ria griega? He viajado yo siquiera por ese país? ¿He
entendido con él solo ? ¡ Oh! no; tiene miedo de encon- aconsejado yo á vuestro padre que entregase los casti-
trarse con un hombre cara á cara. llos de Janina y vendiese.....
-Alberto, yo no os condeno, sino que os contengo. -Silencio! gritó Alberto con voz sorda. No , no sois
Alberto, sed prudente. vos quien directamente ha causado esta desgracia, sino
-¡Oh! nada temais , Beauchamp . Además , vos me quien la ha provocado hipócritamente.
acompañareis , pues cosas tan solemnes se deben de -¡Yo!
tratar en presencia de testigos. Antes que acabe este -Sí, vos. ¿De dónde ha salido esa revelacion?
dia, si M. Danglars es culpable, habrá dejado de existir -Paréceme que el periódico os lo ha dicho, de Ja-
6 yo habré muerto . Sí , Beauchamp, quiero hacer á mi nina.
honor un funeral digno de él. -¿Quién ha escrito á Janina?
-Pues bien, Alberto, cuando se toman resoluciones -¿A Janina?
como esa , se deben poner al instante en ejecucion. -Ší. ¿Quién ha escrito pidiendo informes de mi
¿Quereis ir á casa de M. Danglars? Vamos al punto. padre?
Con efecto, enviaron á buscar un cabriolé. -Paréceme que todo el mundo puede escribir á
Al entrar en casa del banquero, vieron á la puerta Janina.
el carruaje y el criado de Andrea Cavalcanti. -Sin embargo , una persona sola ha escrito.
-Esto se presenta bien, dijo Alberto con voz lúgu- -¿Una sola?
bre. Si M. Danglars no quiere batirse conmigo, le ma- Sí. Y esa persona sois vos.
taré á su yerno. Un Cavalcanti debe batirse. -Yo he escrito sin duda alguna; pero me parece
Cuando anunciaron al jóven, el banquero, que es- que cuando uno casa á su hija con un jóven, puede
taba enterado de los sucesos de la víspera , quiso cer- tomar informes de la familia de ese jóven, cosa que es
rarle su puerta . no solo un derecho, sino tambien un deber.
Pero ya era tarde, pues habia seguido al lacayo. -Habeis escrito, caballero, sabiendo de antemano
Aunque Alberto oyó dar la órden , empujó la puerta la respuesta que recibiriais.
y penetró, seguido de Beauchamp, hasta el gabinete del -¿Yo? Os juro , esclamó Danglars con una confian-
banquero. za y un aplomo, que acaso nacian mas bien que de su
-Caballero, esclamó este, ¿ no es uno dueño de re- miedo, del interés que le inspiraba el pobre jóven; os
cibir ó no recibir en su casa a quien le acomode ? Pa- juro que por mí nunca hubiera pensado escribir á
réceme que os olvidais de la cortesía . Janina. ¿Sabia yo acaso la catástrofe de Ali-Pachá?
-No señor , respondió Alberto friamente. Hay cir- -Pues entonces , alguien os aconsejó que escri-
cunstancias , y vos os hallais en una de estas , en que biéseis.
es preciso , para no ser tachado de cobarde, recibir en -Sí por cierto.
• su casa ciertas personas.
á -¿Os lo aconsejaron?
-¿Qué me quereis pues , caballero? -Si.
-Quiero , dijo Morcef acercándose sin reparar en -¿Quién? Acabad.
Cavalcanti que estaba de espaldas á la chimenea, quiero -¡Pardiez ! nada mas sencillo. Hablando yo de la
proponeros una cita en un lugar solitario, donde nadie vida pasada de vuestro padre, y diciendo que siempre
nos estorbe durante diez minutos, nada mas que diez se habia ignorado el origen de su fortuna, esa persona
minutos , y donde de nosotros dos quede uno solo. me preguntó dónde habia hecho vuestro padre esa
Danglars se puso pálido. fortuna, y yo le respondi : -en Grecia . -Entonces ella
Cavalcanti hizo un movimiento. me dijo:-pues escribid á Janina.
Alberto se volvió hacia eljóven. -¿Quién os ha dado ese consejo?
-¡Oh! venid si quereis , señor condo, le dijo. Teneis ¡Pardiez ! vuestro amigo el conde de Monte-
d recho á venir, puesto que sois casi de la familia, y Cristo.
yo doy citas de esta clase á todos los que las quieran -¿El conde de Monte-Cristo os aconsejó que escri-
aceptar. biései á Janina?
Cavalcanti miró con aire estupefacto á Danglars -Sí : ¿quereis ver mi correspondencia? os la en-
que, haciendo un esfuerzo, se levantó y vino á colo- señaré.
carse entre los dos jóvenes. Alberto y Beauchamp cruzaron una mirada.
El ataque de Alberto á Andrea acababa de colocarle -Caballero , dijo entonces Beauchamp , eso me pa-
en otro terrero, y esperaba que la visita del jóven ten- rece una acusacion al conde que está ausente de Pa→
dria otra causa que la que se habia figurado. rís , y que no se puede defender en este momento.
-¡Ah caballero ! le dijo á Alberto ; si venís á bus- -Yo no acuso á nadie , caballero , respondió Dan-
car camorra con M. Cavalcanti solo porque le he pre- glars. Yo digo y repetiré en presencia del conde de
ferido á vos, os prevengo que haré intervenir en este Monte-Cristo lo que acabo de decir en vuestra pre-
asunto al procurador del rey. sencia.
-Os equivocais, caballero, dijo Morcef con una son- ¿Y sabe el conde la respuesta que habeis re-
risa sombría. No me acuerdo para nada del casamien- cibido?
to ; y si me dirijo á M. Cavalcanti , es por parecerme Se la he enseñado.
'que estuvo tentado á intervenir en esta discusion . En -¿Sabia que el nombre de mi padre era Fernando y
cuanto á que busco camorra á todo el mundo , teneis ra- su apellido Mondego ?
zon, M. Danglars ; pero tranquilizaos , que os doy á vo3 -Sí, se lo h bia dicho yo hacia mucho tiempo. Por
l preferencia . otra parte, en este asunto no he hecho sino lo que otro
Caballero, respondió Danglars, pálido de cólera y cualquiera haria en mi lugar , y aun mucho menos,
271
EL CONDE DE MONTE-CRISTO .

Monte-Cristo lo sabia todo, puesto que habia com-


Cuando á la mañana siguiente, escitado por M. de
Monte-Cristo , vino vuestro padre á pedirme oficial- prado la hija de Alí-pachá.
Por esto aconsejó á Danglars que escribiese á
mente mi hija, como se suele hacer cuando se quiere
salir del paso, se la negué, es verdad, se la negué ro- Janin a . ida la respuesta
Conoc , habia accedido al deseo de
tundamente; pero sin esplicaciones ni escándalos . Con to
efecto, ¿ á qué conducia el escándalo ? La honra ó la Alber de ser presentado á Haydée , y una vez en pre-
deshonra de M. de Morcef, ¿qué me importan á mí? sencia de la jóven , habia hecho que recayese la con-
versacion sobre la muerte de Ali (dando sin duda á la
Eso no haria ni bajar ni subir la Bolsa.

57
Goal of co

-Si, miserable, esclamó Alberto; tú tienes la culpa.

Alberto se abochornó. Ya no era posible dudar . ' griega, en las palabras romaicas que pronunció, ins-
Danglars se defendia con bajeza; pero con la seguridad , trucciones para que en su relato no reconociese Mor-
de un hombre que dice, si no toda, al menos una parte á su padre).
cef Adem ás , ¿ no habia suplicado á Morcef que no pro-
de la verdad, y no por conciencia, sino por miedo. nunciase el nombre de su padre en presencia de la
Además, ¿qué era lo que buscaba Morcef?
No era seguramente la mayor ó menor culpabilidad jóven?
Por último , ¿no se habia llevado á Alberto á Nor-
de Danglars ó de Monte-Cristo , sino un hombre que
respondiese de la ofensa ligera ó grave; un hombre que mandía en el mismo momento en que iba á estallar la
se batiese , y era evidente que Danglars no se batiria. ba ?era imposible dudar . Todo esto era un cálculo:
bomYa
Luego, algunos detalles olvidados ó desapercibidos
se iban haciendo visibles á sus ojos ó presentes á su Monte-Cristo sin duda alguna estaba de acuerdo con
memoria. los enemigos de su padre .
272 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Alberto llamó á Beauchamp aparte y le comunicó -Completamente seguro ; como que ha dicho que
todas estas ideas . esté preparado el carruaje para las ocho en punto.
-Teneis razon, dijo este. M. Danglars no ha hecho -Eso era todo lo que queria saber, repuso Alberto.
aquí sino el papel de instrumento. Al conde de Monte- Y luego, volviéndose á Beauchamp, añadió :
Cristo es á quien debeis pedir una esplicacion. -Si teneis algo que hacer, hacedlo ahora mismo. Si
Alberto se volvió á sus interlocutores . teneis alguna cita esta noche, dejadla para mañana. Ya
-Ya comprendereis, caballero, dijo á Danglars, que comprendereis que cuento con vos para ir á la ópera;
esta despedida no es definitiva: réstame saber si son si podeis, traedme á Chateau-Renaud.
justas vuestras inculpaciones, y ahora mismo voy á Aprovechó Beauchamp la licencia de Alberto, y se-
averiguarlo en casa del conde de Monte- Cristo. paróse de él ofreciéndole volver á buscarle á las ocho
Y saludando al banquero salió con Beauchamp , sin menos cuarto .
hacer caso ninguno de Cavalcanti. Al regresar á su casa mandó decir Alberto á Franz,
Acompañólos Danglars hasta la puerta, y allí repi- Morrel y Debray que desearia verlos en la ópera aquella
tió á Alberto sus protestas de que no le animaba nín- misma noche.
gun odio personal contra M. de Morcef. Después fué á hacer una visita á su madre , que
desde los sucesos de la víspera habia cerrado su habi-
CAPITULO X. tacion á todo el mundo.
Encontróla acostada , transida de dolor y muerta de
EL INSULTO. vergüenza.
La vista de su hijo produjo en Mercedes el efecto
A la puerta del banquero paró Beauchamp á Morcef. que era de esperar.
-Escuchadme , le dijo. Hace poco , en casa de M. Estrechó la mano de Alberto , y se deshizo en lá-
Danglars , os manifesté que á quien debeis pedir satis- grimas.
faccion era al conde de Monte- Cristo . Sin embargo, estas lágrimas la aliviaron mucho.
-Sí, y á su casa vamos. Alberto permaneció un instante de pié y mudojunto
-Reflexionad un instante, Morcef. á su madre.
-¿Qué quereis que reflexione? En su rostro pálido y en sus cejas fruncidas era fá-
-La gravedad de ese paso.. cil leer, que su deseo de venganza iba creciendo mas y
¿Es mas grave que el de ir á casa de M. Danglars? mas en su corazon.
-Sí. M. Danglars es un banquero, y ya sabeis que -Madre mia , dijo Alberto, ¿ sabeis si M. de Morcef
los banqueros saben demasiado el capital que arriesgan tiene algun enemigo?
para batirse fácilmente. El otro, por el contrario, es un Mercedes tembló , reparando que el jóven habia di-
caballero, á lo menos en apariencias. ¿ No temeis en- cho M. de Morcef, y no mi padre.
contrar en el caballero al valiente? -Amigo mio, respondió, las personas que se hallan
-Solo temo una cosa , y es encontrar un hombre en la posicion del conde tienen muchos enemigos que
que no se bata. no conocen: además, ya sabeis que los enemigos cono-
-¡Oh! tranquilizaos, dijo Beauchamp, este se bati- cidos no son los mas peligrosos.
rá. Yo tambien temo una cosa, y es que se bata dema- -Sí, ya lo sé; por eso recurro á vuestra perspicacia.
siado bien: tenedlo presente. Sois, madre mia, una mujer tan superior, que nada se
-Amigo mio, dijo Morcef con una sonrisa hermosa, os escapa.
eso es lo que yo le pido al cielo. Lo mejor que me puede -¿Por qué me decís eso?
suceder es morir por mi padre. Eso nos salvaría á -Porque la noche de nuestro baile, por ejemplo, re-
todos. parásteis que M. de Monte-Cristo no habia querido to-
-Vuestra madre se moriria. mar nada en nuestra casa.
-¡ Pobre madre! dijo Alberto pasándose la mano por Mercedes, incorporándose temblorosa sobre su brazo
los ojos, bien lo sé; pero mas vale que muera de dolor calenturiento, esclamó:
que de vergüenza. -¿Qué tiene que ver M. de Monte-Cristo con la
-¿Estais decidido , Alberto? pregunta que me haceis?
- Sí. -Ya sabeis, madre mia, que M. de Monte-Cristo es
-Vamos pues. ¿Pero creeis que haya regresado? casi un oriental, y los orientales, para no perder su li-
-Debia volver algunas horas después que yo , y de bertad en esto de venganzas, no comen ni beben nunca
seguro habrá vuelto. en casa de sus enemigos .
Subieron pues al carruaje, y se hicieron conducir á -¿M. de Monte-Cristo nuestro enemigo ? ¡ Qué de-
la avenida de los Campos Elíseos , núm . 30 . cís , Alberto ! repuso Mercedes , poniéndose mas blanca
Beauchamp queria bajar solo; pero le dijo Alberto que la sábana que la cubria ; ¿quién os ha dicho eso?
que saliéndose este asunto. de la esfera comun , les era Estais loco , Alberto. M. de Monte- Cristo no ha tenido
tambien permitido apartarse un tanto de las leyes del para nosotros sino atenciones delicadísimas ; él os ha
duelo. salvado la vida ; vos mismo nos lo habeis presentado.
Era tan santa la causa que el jóven defendia , que ¡Oh! yo os ruego, hijo mio, que si tal idea os asalta, la
Beauchamp no podia hacer otra cosa que prestarse en- desecheis al momento; y si alguna recomendacion, me-
teramente á sus deseos. jor diré, si alguna súplica tengo que haceros , es que
Cedió pues y se contentó con seguirle. sigais bien con él.
Alberto llegó en un salto desde la portería al pe- -Madre mia , replicó el jóven , ¿ teneis alguna razon
ristilo. para decirme que siga bien con ese hombre?
Bautista fué quien le recibió. -¡Yo! esclamó Mercedes poniéndose encarnada con
Con efecto, el conde acababa de llegar; pero estaba la misma rapidez con que se habia puesto pálida, y vol-
en el baño, y habia ordenado que no se recibiese á na- viendo casi al mismo tiempo á ponerse más pálida que
die , fuera quien fuera. antes.
- después del baño? preguntó el jóven . —Sí, sin duda, repuso Alberto; ¿y esa razon es que
-Se poudrá á comer. ese hombre no pueda hacernos daño?
¿Y después de comer? Mercedes se estremeció , y clavando en su hijo una
-Dormirá una hora. mirada escrutadora , repuso :
-¿Y después? 2
-Me hablais de una manera estraña , y traei unas
Brá á la ópera. ideas muy singulares . ¿Qué os ha hecho el conde? Hace
-¿Estais seguro? tres dias estabais con él en Normandia ; hace tres dias
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 273

le miraba yo y vos mismo le mirabais como vuestro , No quiero , Alberto , haceros esclavo de la piedad
mejor amigo. filial.
Una sonrisa irónica entreabrió los labios de Al- Alberto hizo como que no oia . Saludó á su madre y
berto. se fué.
Mercedes reparó esta sonrisa , y con su doble ins- Apenas acababa el jóven de cerrar la puerta, llamó
tinto de mujer y de madre lo adivinó todo; pero revis- Mercedes á un criado de confianza , y le encargó que
tiéndose de prudencia y de fortaleza , disimuló su tur- siguiera á Alberto adonde quiera que fuese aquella no .
bacion y sus temores . che, y viniera á contárselo al punto ella ..

-27

Estrechó la mano de Alberto, y se deshizo en lágrimas.

Alberto dejó languidecer la conversacion ; pero al Luego llamó á su doncella , y aunque estaba muy
cabo de un instante la renovó la condesa . débil , hizo que la vistiese para estar prevenida á todo
-Veníais, dijo, á preguntarme cómo estoy, y os res- evento.
pondo francamente que no me siento muy bien. Debe- La mision del criado no era difícil de cumplir.
ríais, Alberto, instalaros aquí, y hacerme compañía ; Alberto volvió á su habitacion , donde estuvo vis-
necesito no estar sola. tiéndose de una manera elegante, pero grave.
-Madre mia , respondió el jóven , bien podeis figu- Beauchamp llegó á las ocho menos diez minutos.
ráros con cuánto gusto me pondria á vuestras órdenes, Se habia visto con Chateau-Renaud , que le habia
si un negocio importante y urgentísimo no me obligara prometido encontrarse en el gran teatro antes de em-
á separarme de vos toda la noche. pezar la funcion.
-Está bien, repuso Mercedes exhalando un suspiro . Subieron pues ambos al cupé de Alberto, que, como
274 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

no tenia ninguna razon para ocultar adonde iba , dijo | Aunque estoy poco familiarizado con las costumbres
al lacayo en voz alta: parisienses, nunca hubiera creido, caballero, que fuese
-A la ópera. en este sitio donde se pidieran las esplicaciones.
Era tal su impaciencia , que acudia antes de levan- -Sin embargo , dijo Alberto , cuando las personas
tarse el telon. se guardan hasta el punto de que no se las puede ver,
Chateau-Renaud estaba en su butaca. bajo el pretesto de que estan en el baño, en la mesa ó
Como Beauchamp le habia contado todo , Alberto en la cama , preciso es dirigirse á ellas donde quiera
no tenia que darle ninguna esplicacion . que se las encuentre.
La conducta de aquel hijo, tratando de vengar á su -No es difícil encontrarme á mí, repuso Monte-Cris-
padre, era tan natural , que Chateau-Renaud no in- to; pues si no me engaña mi memoria, ayer mismo es-
tentó disuadirle de modo alguno , contentándose con tuvisteis en mi casa.
renovarle sus protestas de que estaba á su disposicion. -Ayer , caballero, repuso el jóven, que iba porins-
Debray no habia llegado aun; pero Alberto sabia tantes perdiendo la cabeza, estuve en vuestra casa por-
que faltaba á la ópera muy rara vez. que no sabia quién erais.
El jóven anduvo errante por el teatro hasta que se Y al pronunciar estas palabras, habia Alberto alzado
alzó el telon, con la esperanza de encontrar á Monte- la voz de modo que pudieran oirle , así las personas de
Cristo, bien en el corredor, ó bien en la escalera. los palcos inmediatos como las que pasaban por el
La campanilla le llamó á su asiento , y vino á co- corredor.
locarse entre Beauchamp y Chateau-Renaud. Con efecto , las de los palcos volvieron la cabeza, y
Pero sus ojos no se apartaron un punto de aquel las que pasaban se pararon detrás de Beauchamp y
palco de las columnas que, durante todo el primer ac- Chateau -Renaud al ruido de esta disputa.
to, parecia que se empeñase en permanecer cerrado. -¿De dónde salis , caballero? le preguntó Monte-
Por último, cuando Alberto consultaba su reloj por Cristo sin la menor emocion . Me parece que no estais
centésima vez al principio del acto segundo , abrióse en vuestro juicio.
la puerta del palco , y Monte-Cristo , vestido de negro, -Siempre tendré juicio bastante , dijo furioso el
vino á apoyarse en la barandilla para mirar al patio. jóven, si comprendo vuestras perfidias y logro haceros
Morrel le acompañaha, buscando con los ojos á su comprender que quiero vengarlas.
hermana y á su cuñado. -Yo soy el que no os comprendo, caballero, res-
Apercibiólos al fin en un palco segundo , y les hizo pondió Monte-Cristo; y aunque os comprendiese, siem-
una seña. pre sería vuestro proceder un desacato. Aqui estoy en
Al dirigir el conde su mirada circular al patio , dis- mi casa , caballero , y yo solo tengo dereclio á alzar la
tinguió una cabeza pálida y unos ojos chi -peantes, que voz sobre los demás . Salid de aquí.
no parecia sin que se empeñasen en llamarle la aten- Y el conde señaló la puerta con un admirable gesto
cion . de mando.
Fácilmente reconoció á Alberto; pero la espresion -¡Ah ! yo os haré salir de vuestra casa , repuso Al-*
de su alterada fisonomía fué sin duda causa de que berto arrugando en sus manos convulsivas un guante,
hiciera como si no ' e hubiese visto. que el conde no perdia de vista.
Sin ningun síntoma que revelase su pensamiento -Bien, bien, dijo flemáticamente Monte-Cristo, veo
secreto, se sentó; y sacando los gemelos del estuche, que venís á provocarme; pero os voy á dar un consejo,
se puso á mirar del otro lado . que debeis tener muy presente . Es una mala costum
Pero aunque aparentaba no verde, el conde no per- bre armar estos escándalos , porque el escándalo no les
dia de vista a Alberto. Y cuando cayó el telon al final conviene á ciertas personas, señor de Morcef.
del acto segundo, su mirada segura é infalible acom- Este nombre produjo en el auditorio un murmullo
pañó al jóven, que salia del patio con sus dos amigos. de admiracion.
Un momento después apareció la misma cabeza El nombre de Morcef circulaba de boca en boca
pálida entre las cortinas de un palco principal que es desde el dia anterior.
taba enfrente del suyo. Alberto comprendió la alusion mejor que nadie , é
El conde veia acercarse la tormenta; y cuando sin- hizo un ademan como para lanzarle al conde el guante
tió girar la llave en la cerradura de su palco, aunque á la cara; pero Morrel le sujetó por el brazo, mientras
hablase con Morrel con rostro risueй , sabia ya á qué que Beauchamp y Chateau- Renaud le sujetaban por
atenerse y estaba preparado á todo . detrás, temiendo que la escena pasase los límites de
La puer'a se abrió . una provocacion .
Hasta entonces no volvió la cara Monte-Cristo , y Pero Monte-Cristo , sin levantarse, inclinando sola-
vió á Alberto livido y tembloroso. mente su silla , alargó la mano yarrancó al jóven de en-
Detrás de él se hallaban Beauchamp y Chateau- tre sus crispados dedos el guante arrugado y húmedo.
Renaud. -Caballero, gritó con voz terrible , tengo vuestro
-¡Calle! esclamó con aquella política de benevolen- guante por arrojado , y os lo devolveré con una bala.
cia que solia distinguir su saludo del de los hombres Ahora , salid de aquí, o llamaré á mis criados para que
vulgares; aquí tenemos á mi compañero de viaje. Bue- os echen..
nas noches, M. de Morcef. Trastornado, fuera de sí, dió Alberto dos pasos há-
Y el rostro de este hombre, tan dueño de sí mis- cia atrás.
mo , demostraba la mas perfecta cordialidad. Morrel aprovechó esta ocasion para cerrar la puerta
Solo entonces recordó Morrel la carta que habia del palco.
recibido del vizconde rogándole, sin otra esplicacion, Monte-Cristo volvió á coger sus gemelos , y se puso
que se viese con él en la ópera, y comprendió que iba á á mirar como si nada acabase de suceder.
pasar allí alguna escena terrible. Aquel hombre tenia un corazon de bronce y un
-No venimos aquí á cambiar saludos hipócritas ni rostro de mármol.
falsas muestras de amistad , dijo Morcef. Venimos , se- Morrel se inclinó para preguntarle al oido:
ñor conde, á pediros una esplicacion. -¿Qué le habeis hecho?
Entre los dientes apretados del jóven apenas pudie- Yo? Nada... á lo menos personalmente, respon-
ron pasar es'as palabras , pronunciadas con voz tem- dió Monte-Cristo.
blorssa. -Sin embargo, este estraño suceso debe tener al-
-¿Una esplicacion en la ópera? dijo el conde con guna esplicacion."
aquel tono tranquilo y aquella mirada penetrante que -La aventura del conde de Morcef exaspera al po-
revelaban en él al hombre dueño siempre de sí mismo . bre jóven .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 275

-¿Habeis tomado en ella alguna parte? como que estais aquí, y yo os estrecho la mano en este
-Es por Haydée por quien ha sido la Cámara ins- momento, le mataré mañana antes de las diez. Eso será
truida de la traicion de su padre. lo que haga.
-Con efecto, dijo Morrel, me han dicho, aunque yo Morrel cogió á su vez la mano de Monte-Cristo , y
no he querido creerlo , que esa esclava griega que he tembló al sentirla tranquila y fria.
visto con vos en este mismo palco , era hija de Ali- -¡Ah, conde, conde! murmuró, ¡ le quiere tanto su
Pachá. padre!
-Pues es cierto. -¡No me digais eso! esclamó Monte-Cristo con el pri-

...estoy en mi casa, caballero... Salid de aquí.

-Oh Dios mio! esclamó Morrel , ¡ ya lo comprendo mer impulso de cólera que al parecer hubiera sentido
todo! Esta escena ha sido premeditada . en toda la noche: así le haré sufrir.
-¿Cómo? Estupefacto Morrel , soltó la mano de Monte-Cristo.
-Alberto me ha escrito que viniese esta noche á la -¡Conde, conde! murmuró.
ópera; seria para que presenciase esta provocacion. -Querido Maximiliano , le interrumpió el conde,
-Es probable, dijo Monte-Cristo con su impertur- reparad de qué manera tan admirable canta Duprez
bable serenidad. esta frase:
-¿Y qué hareis de él? O Matilde! ídolo de mi alma.
-¿De quieu? Yo adiviné el primero el mérito de Duprez, y le aplaudí
-De Alberto. en Nápoles el primero. ¡ Bravo, bravo!
-¿De Alberto? repuso Monte Cristo en el mismo Morrel comprendió que era inútil decir una pala-
tono. ¿Me preguntais que haré, Maximiliano? Tan cierto bra mas
276 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Casi al mismo tiempo cayó el telon, que se habia -Está bien , caballero, dijo Monte-Cristo. Ahora que
alzado al final de la escena de Alberto, todo está arreglado , dejadme oir la ópera , y decid á
En esto llamaron á la puerta. vuestro amigo Alberto que no vuelva esta noche, pues
-Entrad, dijo Monte-Cristo , sin que su voz revelase se pondria muy en ridículo con sus brutalidades de mal
la mas ligera emocion . gusto. Que se vaya á casa, y que duerma.
Beauchamp entró. Beauchamp salió del palco lleno de asombro.
-Buenas noches, M. Beauchamp, dijo como si vie- -Ahora , dijo Monte-Cristo volviéndose á Morrel,
se al periodista por primera vez aquella noche; sentaos. cuento con vos; ¿no es verdad?
Beauchamp saludó y sentóse . -Si por cierto, respondió el jóven , podeis disponer
-Caballero, dijo al conde, como habreis visto, acom- de mí. Sin embargo...
pañaba yo hace poco á M. de Morcef. -¿Qué?
-Lo que quiere decir , repuso Monte-Cristo son- -Seria importante, conde, que supiese yo la verda-
riéndose, que probablemente vendreis de comer con él. dera causa.
Lo que me prueba, M. Beauchamp, que sois mas sóbrio -Es decir que os negais.
que el vizconde. -No tal .
-Convengo , caballero , dijo el periodista , en que -La verdadera causa, Maximiliano, dijo el conde, ni
Alberto ha hecho mal dejándose llevar de sus arreba- aun ese mismo 'jóven la sabe, y camina á tientas en este
tos , y vengo á pediros mil perdones por mi propia negocio . La verdadera causa solo la conocemos Dios y
cuenta . ¿Por mi propia cuenta, lo entendeis? Cumplida yo ; pero os doy mi palabra de honor , Maximiliano , de
ya esta formalidad , os digo , caballero , que os creo que Dios, que la conoce , estará de nuestra parte.
harto cortés para que os negueis á darme algunas es- -Eso basta , dijo Morrel. ¿Quién es vuestro segundo
plicaciones acerca del asunto de Janina , y luego aña- testigo?
diré dos palabras sobre la jóven griega .... -No conozco á nadie en París á quien quiera hacer
Monte-Cristo hizo con la boca y con los ojos un ese honor, si no sois vos , Maximiliano , y vuestro cu-
ademan que significaba silencio. ñado Manuel. ¿Creeis que Manuel se preste á hacerme
-Ea, añadió sonriéndose, ya estan destruidas todas este servicio?
mis esperanzas. -Os respondo de él como de mí mismo .
Cómo así! le preguntó Beauchamp. -Pues ya estamos corrientes. Mañana á las siete en
-Sin duda alguna. Os apresurais á hacerme una re- mi casa.
putacion de escentricidad ; os empeñais en que sea un -No faltaremos.
Lara , un Manfredo, un lord Ruthwen , y luego , pasado ¡Silencio! Ya se alza el telon. Tengo la costumbre
vuestro furor, destruís el tipo y tratais de hacerme un de no perder una sola nota de esta ópera. ¡Es una mú-
hombre vulgar, tan vulgar, que me pedís esplicaciones. sica tan divina la de Guillermo Tell!
Vaya, vaya, ¿quereis reíros , M. Beauchamp?
-Sin embargo , repuso Beauchamp con altanería, CAPITULO XI.
hay ocasiones en que la probidad manda....
-Caballero Beauchamp, le interrumpió aquel hom- LA NOCHE .
bre estraño, el que manda al conde de Monte-Cristo es
solo el conde de Monte-Cristo ; conque hacedme el gusto Segun su costumbre , esperó el conde de Monte-
de no hablarme una palabra mas de eso. Hago lo que Cristo à que Duprez hubiese cantado su famoso — seguid-
quiero , M. Beauchamp , y creedme , siempre está bien me,-y entonces se levantó y salió.
hecho. Maximiliano separóse de él á la puerta, renován-
-Caballero , respondió el jóven , á los hombres de dole la promesa de acudir por la mañana á su casa,
honor no se les paga con esa moneda. El honor nece- á las ocho en punto acompañado de Manuel.
sita garantías . Luego subió en su cupé , siempre tranquilo y son<
-Yo soy una garantía viva , caballero, repuso Mon- riéndose.
te-Cristo impasible , pero con los ojos chispeantes y Cinco minutos después llegaba á su casa.
amenazadores. Ambos tenemos en nuestras venas san- Sin embargo , solo el que no le conociera podria
gre que deseamos verter, y esta es nuestra mútua ga- equivocarse al oirle decir al nubio al entrar:
rantía. Llevad al vizconde esta respuesta , y decidle que -Alí, mis pistolas de marfil.
mañana antes de las diez habré visto correr la suya. Alí trajo la caja á su amo, que se puso á examinar
-Solo me resta, añadió el escritor, estipular las con- las armas con una atencion muy natural en un hom-
diciones del duelo. bre que va á confiar su vida á un pedazo de hierro y
-Eso me es indiferente , caballero , dijo el conde de de plomo.
Monte-Cristo; y era inútil venir á distraerme á la ópera Eran aquellas pistolas de una hechura particular.
por una cosa tan nimia. En Francia se baten á la es- Monte-Cristo las habia mandado hacer para tirar
pada ó á la pistola. En Ultramar á la carabina, y en Ara- al blanco en sus habitaciones. Bastaba una cápsula para
bia al puñal . Decidle à vuestro ahijado, que por ser en despedir la bala, y de la pieza inmediata nadie hubiera
todo escéntrico , le dejo la eleccion de armas , aunque podido figurarse que el conde , como se dice en tér-
soy el insultado, y que lo aceptaré todo sin discusion. minos técnicos, se ocupaba en entretener la mano.
Todo: lo entendeis bien? Todo , hasta el combate En el momento en que cogia el arma y buscaba el
echando suertes , cosa que es siempre estúpida ; pero punto en una placa de hierro que le servia de blanco,
conmigo la cuestión varía, porque estoy seguro deganar. abrióse la puerta del gabinete y entró Bautista.
-¿Seguro de ganar? repitió Beauchamp mirando al Pero antes que abriese la boca apercibió el conde,
conde con ojos desencajados. á través de la puerta que habia quedado entornada,
-Si por cierto , repuso Monte-Cristo encogiéndose una mujer que habia seguido á Bautista, y que cubierta
un tanto de hombros; de lo contrario no me batiria con con un velo permanecia de pié en la penumbra de la
M. de Morcef. Le mataré, es indispensable, y así suce- habitacion inmediata.
derá. Esta noche dejadme en mi casa cuatro letras con Vió al conde con una pistola en la mano , vió dos
las armas, la hora y el sitio, pues no me gusta hacerme espadas sobre la mesa , y no pudo contenerse.
esperar. Bautista consultaba á su amo con los ojos.
A pisto'a, á las ocho de la mañana , en el bosque de El conde le hizo una seña, y salió, cerrando la puerta
Vincennes , dijo Beauchamp perdiendo su aplomo , y tras sí.
no sabiendo si se las habia con un fanfarron ó con un -¿Quién sois, señora? dijo el conde á la tapada.
hombre sobrenatural. Lanzó la desconocida una mirada en torno para
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 277 .

convencerse de que estaba sola, é inclinándose luego | cordando nuestros nombres, recordémoslos todos.
como si se quisiera arrodillar , y juntando las manos Habia pronunciado Monte- Cristo este nombre de
con acento de desesperacion, esclamó : Fernando con tal espresion de cdio , que á Mercedes se
-¡Edmundo ! ¡ no matareis á mi hijo! le heló de espanto la sangre en las venas.
Dió el conde un paso atrás, exhaló un grito, y dejó -Ya veis, Edmundo, que no me equivocaba, escla-
caer el arma. mó. Ya veis que tengo razon para deciros: ¡ perdonad
-¿Qué nombre es ese que habeis pronunciado, ma- á mi hijo!
dama de Morcef? dijo. -¿Y quién os ha dicho, señora, que yo quiera mal
-El vuestro , esclamó esta levantándose el velo; el á vuestro hijo?.
vuestro, que quizá sea yo la única que no le he olvi- -Nadie ¡Dios mio! nadie; pero una madre posee la

www

www

Ali trajo la caja á su amo.

dado. Edmundo , no es Madama de Morcef quien os doble vista . Lo he adivinado todo. Le he seguido esta
busca , es Mercedes. noche á la ópera, y he visto todo lo que ha hecho.
-Mercedes ha muerto, señora , dijo Monte-Cristo , y -Si lo habeis visto todo , señora, habreis visto que el
no conozco á nadie que se llame así. hijo de Fernando me ha insultado públicamente, dijo
-Mercedes vive , caballero , y Mercedes se acuerda Monte-Cristo con una calma terrible.
de vos; porque ella fué la única que os reconoció en el -¡Oh! ¡por piedad!
mismo punto de veros , y aun sin veros, por vuestra -Habreis visto, prosiguió el conde, que á poco me
voz, Edmundo, al solo acento de vuestra voz ; y desde arroja su guante á la cara, si uno de mis amigos, M.
entonces os sigue paso áa paso, os vigila, os teme, y no Morrel, no le detiene el brazo.
ha necesitado averiguar de qué mano ha partido el Escuchadme. Mi hijo ha adivinado tambien. Mi
golpe que acaba de herir á M. de Morcef. hijo os atribuye todas las desgracias que estan cayendo
-Fernando querreis decir , señora , dijo Monte- sobre su padre.
Cristo con amarga ironía. Puesto que estamos re- -Confundís las espresiones , señora , dijo Monte-
278 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Cristo. No son desgracias ; es un castigo. No soy yo -¿Y estais seguro de que ha hecho eso el infeliz
quien abate á M. de Morcef; es la Providencia que le Fernando?
castiga. -Lo ha hecho como lo digo , señora. Además, eso
-¿Y por qué os apropiais vos las atribuciones de la no es mayor crimen que el haberse pasado á los ingle-
Providencia esclamó Mercedes. ¿ Por qué os acordais ses siendo francés adoptivo ; haber peleado contra los
vos de lo que ella olvida? ¿Qué os importan, Edmundo, españoles siendo español de nacimiento , y siendo sol-
á vos Janina y su visir ? ¿ Qué teneis vos que ver con dado de Ali haber vendido y asesinado á Alí. En com-
que Fernando Mondego haya vendido á Alí-Tebelin? paracion de esto, ¿ qué es la carta que acabais deleer?
-Por lo mismo , señora , respondió Monte-Cristo, Una venganza amorosa que debe perdonarle, lo con-
este asunto debe zanjarse entre el oficial francés y la fieso y lo comprendo, la mujer que se ha casado con
hija de Vasiliki. Teneis razon ; no me importa : y sí he él; pero que no le perdona el hombre que se iba á ca-
jurado vengarme , no será del oficial francés , ni del sar con ella. Pues bien: los franceses no se han vengado
conde de Morcef; será del pescador Fernando , marido del traidor : los españoles no han fusilado al traidor:
de Mercedes la catalana. Alí , al hundirse en la tumba, ha dejado impune al
-¡Ah, caballero ! respondió la condesa, ¡ qué ven- traidor ; pero yo, vendido, asesinado , hundido tambien
ganza tan terrible por una falta que la fatalidad me hizo en una tumba, he salido de ella por la gr cia de Dios:
cometer ! Sí, la culpable soy yo , Edmundo ; y si de al- debo á Dios una venganza: para vengarme me envia,
guien debeis vengaros, es de mí, que no tuve fuerzas y aquí estoy.
para luchar contra vuestra ausencia y mi aislamiento. La pobre mujer bajó la cabeza y las manos, doblá- .
-¿Pero por qué estaba yo ausente? esclamó Monte- ronse sus piernas, y cayó de rodillas.
Cristo. ¿Por qué estabais vos aislada? -Perdonad , Edmundo , murmuró. Perdonad por
-Porque os habian preso, Edmundo; porque os ha- mí, que os amo todavía.
bian encarcelado. La dignidad de la esposa ahogó el grito de la aman-
-¿Y por qué me habian preso? ¿por qué me habian te y de la madre.
encarcelado? Su frente se inclinó hasta el suelo.
-Lo ignoro, dijo Mercedes. El conde se apresuró á levantarla.
-Sí , lo ignorais , señora . Así lo espero al menos; Sentada luego en un sillon , pudo á través de sus
pero yo voy á decíroslo. Me habian preso , me habian lágrimas contemplar el pálido rostro de Monte-Cristo,
encarcelado, porque la víspera misma del dia en que en que el dolor y el ódio imprimian un carácter ame-
iba á casarme con vos, un hombre llamado Danglars nazador.
habia escrito bajo el einparrado de la Reserva esta car- -¡Qué no aniquile esa raza maldita! murmuraba;
ta , que el pescador Fernando se encargó de echar al ¡ qué desobedezca á Dios, que me ha enviado para su
correo . castigo! ¡ Imposible, señora, imposible!
Y dirigiéndose Monte-Cristo á una cómoda , sacó de -Edmundo, dijo la pobre madre recurriendo á to-
uno de sus cajones un papel, que habia perdido ya su dos los m dios. ¡Dios mio ! cuando yo os llamo Edmun-
color primitivo, y cuya tinta estaba tambien descolorida. do , ¿ por qué no me llamais Mercedes?
Era la carta de Danglars al procurador del rey, carta -¡Mercedes! repitió Monte-Cristo, ¡ Mercedes! Pues
que el dia que pagó los doscientos mil francos à M. de bien, sí, todavía me es dulce pronunciar ese nombre,
Boville , habia arrancado el conde de Monte-Cristo, y esta es la primera vez desde hace mucho tiempo que
disfrazado de comisionista de la casa de Thonsom y sale de mi boca tan claro y tan sonore. ¡Oh! ¡Merce-
French, del espediente de Edmundo Dantés. des! Yo he pronunciado vuestro nombre entre los sus
Mercedes leyó con espanto las siguientes líneas: piros de la melancolía, entre los gemidos del dolor,
entre la rabia de la desesperacion. Lo he pronunciado
«Un amigo del trono y de la religion participa al muerto de frio, acurrucado sobre la paja de mi cala-
señor procurador del rey, que un tal Edmundo Dantés, bozo . Lo he pronunciado devorado por el calor , re-
segundo del Faraon, que arribó esta mañana de Smir- volcándome sobre las losas de aquel pestífero suelo.
na , después de haber tocado en Nápoles y en Porto- Mercedes , es preciso que me vengue, porque be su-
Ferrajo, ha recibido de Murat una carta para el usur- frido catorce años; he llorado catorce años, y he mal-
pador, y de éste otra carta para la junta bonapartista decido catorce años. Os lo repito, Mercedes, es preciso
de París. que me vengue.
»Fácilmente se tendrá la prueba de su crímen Y temiendo el conde ceder á los ruegos de aquella
prendiéndole, porque la carta se hallará en su poder, ó á quien habia amado tanto , llamaba á sus recuerdos
en casa de su padre , ó en su camarote , á bordo del en ayuda de su ódio.
Faraon.» -Vengáos, Edmundo, esclainó la pobre madre; pe-
ro vengáos de los culpables; vengãos de él; vengáos de
-¡Oh Dios mio ! esclamó Mercedes pasándose la mí ; pero no os venguéis de mi hijo.
mano por la frente bañada de sudor; y esta carta... -Está escrito en el libro Santo, respondió Monte-
-La he comprado en doscientos mil francos, seño Cristo : las faltas de los padres caerán sobre los hijos
ra, dijo Monte-Cristo; pero fué muy barata, puesto que hasta la tercera y hasta la cuarta generacion. »-Si el
me permite hoy disculparme à vuestros ojos. mismo Dios ha dictado esas palabras á su profeta, ¿por
¿Y el resultado de esta carta? qué he de ser yo mejor que Dios?
-Ya lo sabeis , señora , ha sido mi prision. Pero lo -Porque Dios tiene en su mano el tiempo y la eter-
que no sabeis , señora, es el tiempo que ha durado esa nidad , lo que no tienen los hombres .
prision. Lo que no sabeis, es que he permanecido ca- Monte-Cristo exhaló un suspiro que parecia un ru-
torce años á un cuarto de legua de vos , en un calabozo gido , y cogióse á manos flenas sus hermosos cabellos
del castillo de If. Lo que no sabeis es que cada dia de negros .
esos catorce años he renovado el juramento de ven- -Edmundo , prosiguió Mercedes con los brazos
ganza que habia hecho el primer dia; y sin embargo, tendidos hacia el conde, Edmundo, desde que os co-
yo ignoraba que os habiais casa lo con Fernando, mi nozco he adorado vuestro nomore , y he respetado
denunciador, y que mi padre habia muerto de hambre. vuestra memoria . Edmundo , amigo mio , no me obli-
-¡Justo Dios esclamó Mercedes vacilante. gueis á borrar esta imágen noble y pura que á todas
-Pero lo he sabido al salir de la prision , catorce horas se refleja en el espejo de mi corazon . ¡Si supié-
años después de mi entrada; y por esto, y por Merce- seis, Edmundo, cuántas súplicas he dirigido por vos
des viva, y por mi padre muerto, he jurado vengarme al cielo, así cuando os esperaba vivo como cuando os
de Fernando, y me vengo... creí muerto ! ¡Ay! sí, ¡ muerto! Yo creia ver vuestro
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 279

cadáver encerrado en el fondo de algun sombrío sub- á ver , á él me confio desde el fondo de mi corazon ; y
terráneo, ó ver vuestro cuerpo precipitado á uno de mientras su apoyo se manifiesta , descanso en vuestra
esos abismos, donde los carceleros entierran á los pre- palabra. Habeis dicho que mi hijo viviria; ¿ no es cierto
sos que mueren, ¡ y lloraba! ¿Qué podia hacer yo por que vivirá?
vos, Edmundo, sino llorar ó rezar? Por espacio de diez -Vivirá , señora , dijo Monte-Cristo , admirado de
años he tenido todas las noches un mismo sueño: dí- que sin mas esclamaciones , sin mas muestras de sor-
jose que habíais querido huir; que habíais ocupado el presa , hubiera aceptado Mercedes el heróico sacrificio
puesto de otro preso; que os habíais metido en el su- que le hacia.
dario de un muerto ; que os habian arrojado Mercedes le tendió la mano.
vivo desde lo alto del castillo de If, y que solo el -Edmundo , dijo llenándosele los ojos de lágrimas,
grito que exhalásteis al estrellaros en las rocas, habia ¡qué hermoso es! ¡ qué grande , lo que acabais de ha-
revelado el quid pro quo à vuestros enterradores, ó cer! ¡ qué sublime haber tenido piedad de una pobre
por mejor decir , á vuestros verdugos. Pues bien, madre que venia á vos con todos los elementos des-
Edmundo, os juro por la salvacion de ese hijo que encadenados contra sus esperanzas ! ¡Ay! mas me han
aquí me trae, que por espacio de diez años he visto envejecido los pesares que los años , y ya no puedo re-
en mis sueños, sobre la punta de una roca, unos cordar á mi Edmundo con una mirada ó con una son-
hombres que balanceaban un bulto informe. Por espa- risa, aquella Mercedes que en otro tiempo pasaba tantas
cio de diez años he oido todas las noches un grito horas contemplándola. ¡ Oh , sí , creedme , Edmundo!
terrible que me hacia despertar temblando y helada. Os dije que he sufrido mucho, y os lo repito. Es muy
¡Oh! ¡ sí, Edmundo ! Creedme: por muy criminal que triste ver pasar la vida sin un placer, sin una esperanza
sea, yo tambien he sufrido mucho. sola. Pero esto prueba que la vida no acaba en el mundo.
-¿Habeis sentido morir á vuestro padre en vuestra No , no acaba. Lo conozco en esto que le queda todavía
ausencia? esclamó Monte-Cristo hundiéndose las manos á mi corazon . ¡Oh! os lo repito, Edmundo, es hermoso,
en los cabellos; ¿habeis visto á la mujer que amábais es sublime , es grande el perdonar como vos habeis
tender la mano á vuestro rival, mientras batallábais vos perdonado."
en el fondo del abismo? -Si eso decís, Mercedes, ¿qué diríais si supiéseis la
-No , le interrumpió Mercedes; pero he visto al estension del sacrificio que os hago? Suponed ¡que el
hombre que amaba dispuesto á ser el asesino de mi Ser Supremo, después de haber creado el mundo, des-
hijo. pués de haber fertilizado el caos, se hubiese detenido á
Pronunció Mercedes estas palabras con un dolor la mitad de la creacion para ahorrar á un ángel las lá-
tan convincente , con un acento de desesperacion tan grimas que un dia debian arrancar nuestros crímenes
grande , que arrancaron un sollozo, desgarrador al a sus ojos inmortales; suponed que después de haberlo
conde. preparado todo y de haberlo fecundado todo, en el mo-
El leon estaba domado. El vencedor estaba ven- mento de admirar su obra , Dios hubiese apagado el
cido . sol y lanzado al mundo en la noche eterna ; suponed
-¿Qué pedís? le preguntó. ¿Que vuestro hijo viva? esto, y tendreis una idea... pero no: ni aun así podreis
pues bien, vivirá. formaros una idea de lo que pierdo con perder la vida
Mercedes exhaló un grito que hizo asomar dos lá en esta ocasion.
grimas en las pupilas de Monte-Cristo; pero estas dos Mercedes miró al conde con un aire que demos-
lágrimas desaparecieron casi al instante, pues Dios sin traba á la par su asombro y su gratitud.
duda habia mandado un ángel á beberlas , por ser á Monte- Cristo reclinó la frente en sus manos ardo-
sus ojos mas preciosas que las perlas mas ricas de rosas, como si no pudiera soportar el peso de sus ideas.
Guzarate y Ofir. -Edmundo , murmuró Mercedes , ya solo tengo que
¡ Oh! esclamó Mercedes cogiendo la mano del deciros una palabra.
conde y llevándo- ela á los labios , ¡oh ! ¡ gracias, gra El conde se sonrió con amargura .
cias, Edmundo! Ya te veo tal como siempre te he so- -Edmundo, continuó, ya veis que aunque mi frente
ñado, tal como siempre te amé. Ahora puedo decirlo. está pálida , mis ojos abatidos , y mi hermosura mar-
-Tanto mas, señora, respondió Monte- Cristo , cuanto chita' ; ya veis que si Mercedes no se parece á aquella
que el pobre Edmundo no tendrá mucho tiempo para Mercedes, su corazon es el mismo que en otro tiempo.
ser amado de vos . El muerto vuelve á la tumba ; el Adios pues , Edmundo ; ya nada tengo que pedir al
fantasma vuelve á las tinieblas. cielo. Os he vuelto á ver tan noble y tan grande como
-¿Qué decís, Edmundo? érais... Adios, adios, y .... gracias.
-Digo que es preciso morir, puesto que vos lo man- Pero el conde no respondia.
dais , Mercedes. Abrió ella la puerta del gabinete , y desapareció an-
-¡Morir! ¿Quién dice tal cosa? ¿quién habla de mo- tes que el conde hubiese vuelto del profundo y dolo-
rir? ¿por qué os asaltan esas ideas? roso letargo en que le habia sumido la pérdida de su
-Supongo no os figurareis que insultado pública- venganza.
mente, en presencia de todo un teatro, en presencia de Daba la una el reloj de los Inválidos, cuando el car-
vuestros amigos y de vuestro hijo, provocado por un ruaje que llevaba á Madama de Morcef, arrancando de
niño que se vanagloriará de mi perdon como de una los Campos Elíseos, hizo lev. ntar la cabeza al conde de
victoría, no os figurareis , repito , que abrigue yo un Monte-Cristo.
instante el deseo de vivir. Lo que yo he tenido en -Insensato, murmuró, ¿ por qué no me arranqué el
mas, Mercedes, después de vos, es á mí mismo; es decir, corazon el dia que resolví vengarme?
mi dignidad; es decir, esta fuerza que mehacia superior
á los demás hombres. Esta fuerza era mi vida ; con CAPITULO XII.
una palabra la destruis, y muero.
-Pero ese duelo no se verificará, Edmundo, puesto EL EXCUENTRO.
que vos perdonais.
-Se verificará , señora , dijo solemnemente Monte- Después de la marcha de Mercedes todo quedó en
Cristo. Solo que en vez de la sangre de vuestro hijo, silencio en casa de Monte-Cristo. Paróse el curso de su
que debia correr , será la mia la que corra. pensamiento , y aletargóse su enérgico espíritu como
Mercedes lanzó un grito abalan ándose al conde; pero el cuerpo se aletarga después de un cansancio grande.
de repente se contuvo. -¡Qué! se decía á sí mismo , mientras las lámparas
-Edmundo , dijo , hay un Dios que está sobre nos- y las bujías se iban apagando tristemente , y esperaban
otros. Puesto que vos vivís , y puesto que os he vuelto con impaciencia los criados en la antesala, ¡ qué ! el
280 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

edificio levantado tan lentamente , edificado con tantos | era adecuada á mi voluntad y no á mi poder, y tengo
trabajos, cae de un solo golpe, de una sola palabra, de que abandonarla á la mitad de mi camino?
un solo soplo. ¡Qué! ese yo que me parecia algo; ese yo ¡Oh! ¡Si llegaré á ser fatalista! ¡yo, á quien habian
que me tenia tan orgulloso; ese yo que yo habia visto hecho providencial catorce años de desesperacion y
tan pequeño en los calabozos del castillo de If, y que diez de esperanza!
supe hacerlo tan grande , ¿ será mañana un puñado de Y todo esto, Dios mio , porque mi corazon , que yo
polvo? ¡Ay! No es la muerte del cuerpo lo que me ape- creia muerto , solo estaba aletargado ; porque ha des-
sadumbra; esa destruccion del principio vital , ¿no es el pertado ; porque ha latido , y porque cedo al dolor de

-¡Oh! esclamó Mercedes cogiendo la mano del conde y llevándosela á los labios.

punto de reposo á que todo tiende , á que aspira todo este latido , que me arranca del fondo del pecho la voz
desgraciado? ¿ No es esa tranquilidad de la materia por la de una mujer!
cual he suspirado tan largo tiempo , y á la cual me en- -Ysin embargo , prosiguió el conde abismándose
caminaba por la senda dolorosa del hambre cuando Fa- mas y mas en sus reflexiones sobre aquel mañana terri-
ria ce apareció en mi calabozo? ¿Qué es la muerte para ble que habia aceptado Mercedes .
mí? Un paso mas en la calma, y acaso dos en el silencio . Sin embargo , es imposible que esa mujer de cora-
No, no es la vida lo que siento perder ; son mis proyec- zon tan noble, haya consentido por egoismo en dejarme
tos , elaborados tan lentamente ; lo que siento es que matar así en lo mas vigoroso de mi poder y de mi exis-
la Providencia , que yo me imaginaba que los prote- tencia.
gia , era su enemigo ! Dios no quiere que se cumplan . Es imposible que ella lleve hasta ese punto el amor
Esta carga que yo he arrastrado , tan pesada casi 6 mas bien el delirio maternal .
como el mundo ; esta carga que yo creí poder llevarla Hay virtudes que exageradas son crímenes.
hasta elfin, ¿era adecuada á mi deseo y no á mi fuerza? No; ella tendrá preparada alguna escena patética,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 281

irá á arrojarse entre las espadas , y será ridículo allí, lo que era el testamento que hizo á su llegada á París, una
que era sublime aquí. especie de codicilo , donde daba á enten ler su muerte
Y el rubor del orgullo coloreaba la frente del conde. á las personas menos perspicaces.
¡ Ridículo! repetia , ¡y el ridículo caerá sobre mí ! -Hago esto , ¡gran Dios ! dijo con los ojos alzados
yo ridículo... Vamos, prefiero la muerte. al cielo, tanto por vuestro honor como por el mio. Diez
Y á fuerza de exagerarse así los sucesos que podian años hace que me tengo, joh gran Dios! por ministro de
ocurrir al dia siguiente , sucesos á los cuales se habia vuestra venganza , y no quiero que otras personas tan
condenado á sí mismo , prometiendo á Mercedes dejar miserables como ese Morcef; no quiero que un Dan-
vivir á su hijo, el conde llegó á decirse: glars , un Villefort ; no quiero que ese mismo Morcef

-Haidée, dijo, ¿habeis leido?

-Tontería, tontería. No es generosidad colocarse así pueda figurarse que la casualidad le ha libertado de
como una masa inerte á la boca de una pistola . Nunca su enemigo; quiero que sepan , por el contrario, que la
creerá ese jóven que mi muerte es un suicidio , y sin Providencia, que ya habia decretado su castigo, ha sido
embargo, importa al honor de mi memoria (¡ no es va- enmendada por el solo poder de mi voluntad, y el cas-
nidad, Dios mio , no es vanidad ! sino un justo orgullo tigo que evitan en este mundo les espera en el otro;
simplemente), importa al honor de mi memoria que se pues lo único que han hecho es cambiar el tiempo por
sepa que he consentido yo de motu propio, por mi la eternidad.
libre alvedrío, en detener mi brazo ya levantado para Mientras vogaba el conde por el mar de estas lúgu-
herir, y en herirme á mí mismo con este potente bres ideas , pesadilla del hombre á quien despierta el
brazo. Esto importa , y esto haré. dolor, vino la aurora á pintarse en los cristales y á ilu-
Y cogiendo una pluma , sacó un papel de un cajon minar bajo sus manos el papel azul donde acababa de
secreto de su bufete , y escribió al final de este papel , trazar esta suprema justificacion de la Providencia.
SEGUNDA SERIE. ENTREGA 135.- TOMO II. 19
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Eran las cinco de la mañana. Y cogiendo el papel , lo hizo cuatro pedazos, que ar-
De repente llegó á su oido un ligero rumor. rojó en medio del salon.
Y creyó oir una cosa semejante á un suspiro. Después , como hubiese agotado todas sus fuerzas,
Volvió la cabeza , miró en torno suyo , y no habia esta energía, tan poco comun á una esclava, cayó,.
nadie. no dormida , sino desmayada al suelo.
Sin embargo, el ruido proseguia, y bastante claro Inclinóse hácia ella Monte-Cristo , alzóla en sus
para que á la duda sucediese la certidumbre en el ánimo brazos , y contemplando aquella hermosa tez pálida;
del conde. aquellos hermosos ojos cerrados, y aquel hermoso cuer
Entonces se levantó, y abriendo la puerta con cui- po inanimado y como abandonado, le asaltó por la pri-
dado vió á Haydée tendida en un sillon con os brazos mera vez la idea de que llaydée quizá le amara de un
y su hermosa cabeza pálida caida hácia atrás . Se ha- modo diferente que como una hija ama á su padre.
bia colocado así á través de la puerta , para que el conde -¡Ay ! murmuró con profundo desaliento. Todavía
no pudiera salir sin verla; pero el sueño, que tanto po- podia haber sido dichoso .
der tiene sobre la juventud , la habia sorprendido al Después llevó á la jóven á su habitacion , la en regó
fin. desmayada á sus doncellas , y volviendo al gabinete,
El ruido que hizo la puerta al abrirse no pudo des- que cerró esta vez con llave , púsose á copiar el testa-
pertar á Haydée . mento destruido.
Monte-Cristo clavó en ella una mirada llena de dul- Cuando acababa , oyóse en el patio el ruido de un
zura y de pesar . cabriolé.
-Ella recuerda que tiene un hijo , murmuró , y yo Acercóse Monte - Cristo á la ventana , y vió á Maxi-
he olvidado que tengo una hija. miliano y á Manuel.
Luego, sacudiendo tristemente la cabeza, añadió: -Bueno , dijo , ya era tiempo; y cerró cuidadosa-
-Pobre Haydée ! ¡ Ha querido verme ! ¡ha queri- mente su testamento.
do hablarme ! Habrá temido , ó habrá adivinado algo. Como un instante después oyese ruido de pasos
¡Oh! no puedo partir sin decirla adios ! no puedo mo- en la antesala, dirigióse á abrir por sí mismo.
rir sin confiársela á alguien! Morrel apareció.
Y esto diciendo , volvió á su sitio muy despacio , y Habia adelantado la hora cerca de veinte mi-
escribió debajo de las anteriores líneas: nutos.
«Lego á Maximiliano Morrel , capitan de spahis, é --Vengo, señor conde , le dijo, demasiado temprano
hijo de mi antiguo patron Pedro Morrel , armador de quizás; pero os confieso francamente que no he podido
Marsella, la suma de veinte millones, de los cuales dará dormir un minuto , y que lo mismo les ha sucedido á
una parte á su hermana Julia y á su cuñado Manuel todos los de casa. Necesitaba yo veros fuera de una si-
por supuesto , si no cree que este aumento de fortuna tuacion crítica para tranquilizarme á ní mismo.
perjudique á su felicidad. Monte-Cristo no pudo ser indiferente á esta prue-
>>Los veinte millones estan enterrados en mi gruta ba de afecto, y tendió al jóven, no la mano, siuo los
de Monte-Cristo. Bertuccio sabe el secreto. brazos.
>>Si su corazon está libre, y quiere casarse con Hay- -Morrel , le dijo con voz conmovida ; hermoso dia
dée, hija de Alí-pachá de Janina, á quien yo he criado es para mí este en que me veo amado de un hombre
con el amor de un padre , y que me ha querido á mí como vos . Buenos dias, Manuel. ¿Venís conmigo al fin,
Maximiliano?
con filial ternura , cumplirá , no diré mi última vo-
luntad, sino mi último deseo. ¡Pardiez! repuso el jóven; ¿lo habíais podido du-
dar ?
>>El presente testamento ha hecho ya á Haydée he-
redera del resto de mi fortuna , que consiste en tierras, -¿Y si no tuviese razon?
papel de la deuda inglesa , austriaca y holandesa , y mo- -Oid . Ayer, durante toda aquella escena de la pro-
viliario de mis diferentes palacios y casas. Deducidos vocacion , os estave contemplando. Toda esta noche la
los veinte millones, así como las mandas que dejo á mis he pasado pensando en vuestra calma , y me he dicho
criados , podrá ascender todavía á sesenta millones. >> á mí mismo que la justicia está de vuestra parte, ó no
es cierto que se puede hacer ningun estudio sobre la
Al escribir este último renglon , oyó un grito detrás fisonomía del hombre .
de sí , que hizo caer la pluma de sus manos. -Sin embargo, Morrel, Alberto es vuestro amigo.
-Haydée, dijo, ¿habeis leido? -Simple conocido, conde .
Con efecto, la joven, despertada por la luz de la au- -Le vísteis por primera vez el dia en que me vis-
rora , que habia llegado hasta sus pupilas , se levantó y teis á mí.
acercóse á Monte-Cristo sin que él oyese sus ligeros —Es verdad; pero ¿qué quereis? și vos no me lo re-
pasos, ahogados además por las alfombras.
cordárais , yo no me acordaria.
¡Oh señor de mi alma ! dijo juntando las manos; -Gracias, Morrel.
¿por qué escribís á esta hora ? ¿ Por qué me legais Luego , dando un golpe sobre el timbre :
toda vuestra fortuna , señor de mi alma? ¿Vais á sepa- -Toma, le dijo á Alí , que entró en seguida. Has
raros de mí? que lleven esto á casa de mi notario. Es mi testa-
-Voy a hacer un viaje , ángel querido , dijo Monte- mento, Maximiliano. Muerto yo, ireis á enteraros de él.
Cristo con indecible espresion de melancolía y ternura. -¡Muerto vos ! ¿qué decis? esclamó el capitan.
Y si me sucediese una desgracia... -Es preciso preverlo todo , querido amigo. ¿ Pero
El conde se detuvo. qué habeis hecho ayer después que nos separamos?
-Y bien, ¿qué? le preguntó la jóven con un acento -Estuve en el café de Tortoni , donde encontré á
de autoridad desconocido para él , y que le hizo Beauchamp y á Chateau-Renaud, como me figuraba.
estremecerse. Os confieso que los iba buscando.
-Si me sucede alguna desgracia , repuso Monte- -¿Para qué? ¿ No estaba ya todo arreglado?
Cristo, quiero que mi hija sea dichosa. -Oid, conde; el asunto ès grave, inevitable.
Haydée meneó tristemente la cabeza. -¿Lo du lábais?
-¿Pensais en morir , señor de mi alma? le pre- -No . La ofensa ha sido pública , y todo el mundo
guntó. habla ya de ella.
-Es un pensamiento saludable , hija mia , dice el -¿Y bien?
sabio. Esperaba hacer cambiar las armas; sustituir la
-Pues bien, si morís, dejad á otros vuestra fortuna , espada à la pistola.
porque si morís ... yo no necesitaré de nada. -¿Y lo habeis conseguido? le preguntó vivamente
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 283

Monte-Cristo con una imperceptible sombra de es- Y luego, volviéndose hácia Monte-Cristo , añadió :
peranza. -Conde , por el cielo, no mateis á Alberto. El des-
-No; porque sabian lo diestro que sois en la es- graciado tiene madre.
pada. -Es justo, dijo Monte-Cristo, y yo no la tengo.
-¡Bah! ¿quién lo ha dicho? Estas palabras fueron pronunciadas con un tono,
-Los maestros de armas, á quienes habeis des- que hizo temblar á Morrel.
armado. -Sois el ofendido , conde.
-¿Conque no lo habeis conseguido? -Sin duda; ¿qué quiere decir eso?
-No. -Quiere decir, que tirais el primero.

OPP

A cada tiro se ponia Morrel mas pálido.

-¿Me habeis visto alguna vez tirar la pistola? dijo -Tiro yo el primero?
el conde. ¡Oh! eso lo he obtenido, ó mas bien exigido. Bas-
-Nuoca. tantes concesiones les hemos hecho para que ellos nos
-Pues bien, aun tenemos tiempo. Mirad . hagan esta.
Monte-Cristo cogió las pistolas , y pegando al blanco -¿Y á cuántos pasos?
un as de la baraja francesa , de cuatro tiros le quitó -A veinte.
sucesivamente las cuatro ramas. Una sonrisa tremenda pasó por los labios del conde.
A cada tiro se ponia Morrel mas pálido. -Morrel, le dijo, no olvideis lo que habeis visto.
Examinó las balas con que Monte-Cristo habia he- -Por lo mismo, repuso el jóven, solo fio en vuestra
cho aquella maravilla , y víó que no eran mas gruesas conmocion para salvar á Alberto.
que los balines comunes. -¡Yo conmoverme! dijo Monte-Cristo.
-Es cosa que asusta, dijo. Mirad, Manuel. O en vuestra generosidad. Seguro como lo estais
284 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

de vuestro tiro, os puedo decir una cosa, que seria ri- | mejor , saludando y pagando sus deudas de juego.
dícula si se la dijese á otro . -Enhorabuena , dijo Morrel. Eso se llama hablar."
-¿Cuál ? A propósito, ¿habeis traido vuestras armas?
-Rompedle un brazo; heridle, pero no le mateis. -¿Yo? ¿Para qué? Espero que esos señores traerán
-Sabed al fin una cosa , Morrel, dijo el conde. No las suyas.
necesito que me animen á salvar á M. de Morcef. Os -Voy á informarme, dijo Morrel.
anuncio de antemano, que M. de Morcef se salvará; y -Pero nada de negociaciones, ¿me entendeis?
tanto , que volverá tranquilo con sus amigos, mien- -¡Oh! descuidad .
tras yo... Morrel adelantóse hácia Beauchamp y Chateau-
-¡Vos! ¿qué? Renaud.
--¡Oh! la cuestion varía. A mí, me traerán. Estos al verle dieron tambien algunos pasos há-
Vaya ! esclamó el jóven fuera de sí. cia él.
Lo mismo que os lo digo , mi querido Morrel. Al- Los tres se saludaron, sino con afabilidad, á lo me-
berto me matará. nos con cortesía.
Maximiliano miró al conde como aquel que no -¡Cómo ! señores , dijo Maximiliano , no veo á
comprende lo que se le dice. M. de Morcef.
-¿Qué os ha sucedido, conde, desde ayer por la -Esta mañana , respondió Chateau-Renaud , nos
noche? avisó que no se reuniria con nosotros sino sobre el
-Lo que le sucedió á Bruto después de la batalla terreno.
de Filipo. He visto un fantasma. -¡Ah! esclamó Morrel.
-¿Y ese fantasma?... Beauchamp sacó su reloj .
-Me ha dicho , Morrel, que he vivido ya bastante. -Las ocho y cinco minutos, dijo.. No hay todavía
Maximiliano y Manuel cruzaron una mirada. tiempo perdido, M. Morrel.
Monte-Cristo sacó su reloj. -¡Oh! no lo decia por eso, respondió Maximiliano.
-Vámonos , dijo , que ya son las siete y cinco mi- -Además , le interrumpio Chateau-Renaud , aquí
nutos, y la cita es á las ocho en punto. llega un carruaje.
Un carruaje los esperaba ya enganchado. Con efecto, un carruaje avanzaba á trote largo por
Monte- Cristo subió á él con sus testigos. uno de los caminos que conducian á aquel sitio.
Al atravesar el corredor, detúvose el conde delante -Sin duda vendreis provistos de pístolas , señores,
de una puerta como para escuchar, y Maximiliano y Ma- dijo Morel. Mi ahijado declara renunciar al derecho
nuel , que por discrecion habian dado algunos pasos que tiene de servirse de las suyas.
mas adelante, creyeron oirle responder á un sollozo con Hemos previsto esa delicadeza de parte del conde,
un suspiro. respondió Beauchamp, y he traido , unas pistolas que
A las ocho en punto llegaron al lugar de la cita. compré hace ocho ó diez dias, creyendo que me sirvie
-Somos los primeros, dijo Morrel sacando la cabeza sen para un caso semejante. Estan enteramente nue-
por la portezuela. vas , y no han servido á nadie todavía. ¿Quereis
Dísimúleme este caballero , repuso Bautista , que verlas?
habia seguido á su amo con un terror indecible . Creo -¡Oh , M. Beauchamp ! dijo Morrel inclinándose.
distinguir un coche allá abajo entre los árboles . Cuando vos me asegurais que M. de Morcef no conoce
Monte- Cristo saltó ligeramente del carruaje , y dió esas armas , no es cierto que inferís que me basta
la mano á Manuel y al capitan para ayudarlos á ba- vuestra palabra?
jarse. -Caballero , dijo Chateau-Renaud , no era Morcel
Maximiliano se quedó con la mano del conde en- quien venia en ese carruaje, sino Franz y Debray.
tre las suyas. Con efecto, los dos jóvenes vinieron á reunirse con
-Así me gusta, dijo , así me gusta ver esta mano de el grupo .
un hombre, que fia su existencia á la justicia de su -¿Vos aquí, señores ? dijo Chateau- Renaud, cam-
causa. biando con cada uno de ellos un apreton de manos.
-Con efecto, dijo Manuel, veo dos jóvenes que se ¿ Qué casualidad os trae?
e:tan paseando en actitud de esperar. -Alberto, dijo Debray, nos ha rogado esta mañana
Monte-Cristo llamó á Morref, no aparte, sino á dos que viniésemos aquí.
ó tres pasos de su cuñado. Beauchamp y Chateau-Renaud se miraron admi-
-Maximiliano , le preguntó , ¿está libre vuestro co- rados.
razon? -Señores, dijo Morrel , creo comprender esto.
Morrel miró á Monte-Cristo con asombro. -Veamos : ayer á mediodia recibí una carta de
-No os pido una confidencia, querido amigo , sino Alberto que me suplicaba fuese á la ópera.
que os hago una pregunta. Responded sí ó no , que es -Y yo tambien, dijo Debray.
todo lo que deseo. Y yo tambien, dijo Franz.
-Amo á una jóven, conde. -Y yo, añadieron Chateau-Renaud y Beauchamp.
-¿La ainais mucho? -Deseaba que presenciáseis la satisfaccion como
-Mas que á mi vida. presenciásteis el insulto, dijo Morrel.
-Vamos, dijo Monte-Cristo, esa es otra esperanza -Sí, respondieron los jóvenes; segun todas las pro-
perdida. babilidades habeis adivinado, M. Morrel .
Y luego murmuró exhalando un suspiro: -Pero á todo esto , Alberto no viene, murmuró Cha-
-¡Pobre Haydée! teau-Renaud; diez minutos se retarda ya.
-Conde, esclamó Morrel , en verdad que si os co- -Allí viene á caballo, dijo Beauchamp , y á escape,
nociese menos, os creeria menos bravo de lo que sois. seguido de su criado.
-¿Porque suspiro pensando en una persona á quien ¡Qué imprudencia ! dijo Chateau -Renaud , venir á
voy á abandonar ? ¡ Ah , Morrel ! No es un soldado caballo para batirse á pistola... ¡Yo que le tenia tan
quien debiera ser tan poco entendido en cosas de va- bien aleccionado !
lor. ¿Sentiré por eso dejar la vida? ¿ Vivir ó morir qué -Y además , reparad , dijo Beauchamp , que trae
puede importarme á mí, que he pasado veinte años en cuello de picos , desabrochado el frac, y chaleco blan-
tre la vida y la muerte? Por lo demás, estad tranquilo . co. ¿Por qué no se habrá hecho una señal en el estó-
Esta debilidad, si es debilidad , la tengo con vos so- mago, y así seria mas sencillo el matarle?
J. Harto sé que el mundo es una tertulia, de don- En este intervalo , Alberto habia llegado á diez pa-
de es preciso salir política y honradamente , ó dicho sos del grupo que formaban los cinco jovenes.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 285

Paró su caballo, saltó á tierra, y arrojó la brida al deis anunciar al conde de Monte-Cristo que ha llegado
brazo de su criado. M. de Morcef, y que estamos á su disposicion.
En seguida se incorporó con ellos. Morrel hizo un movimiento como para cumplir aquel
Estaba pálido , y tenia los ojos hinchados y son- encargo .
rosados. Al mismo tiempo Beauchamp sacaba la caja de las
Era fácil adivinar que no habia dormido un minuto pistolas.
en toda la noche. -Un momento , señores , dijo Alberto ; tengo que
En toda su fisonomía reflejábase una sombra de hablar dos palabras con el señor conde de Monte-Cristo.
triste gravedad, que no era comun en él. -¿En secreto? le preguntó Morrel.

...tendió Monte-Cristo á Alberto una mano, que éste cogió y estrecho.

-Gracias , señores , dijo , por haber accedido á mi -No señor, delante de todos.
invitacion . Creed que os agradezco en el alma esta Los padrinos de Alberto se miraron sorprendidos.
prueba de amistad." Franz y Debray cambiaron algunas palabras en voz
Al acercarse Morcef, habia retrocedido Maximiliano baja ; y Morre , gozoso con aquel inesperado incidente,
algunos pasos. se dirigió á Fuscar al conde, que se estaba paseando
Avos tambien, caballero Morrel , dijo Alberto, van con Manuel entre los árboles.
dirigidas mis demostraciones de gratitud. Acercaos -¿Qué me quiere? le preguntó Monte-Cristo:
pues, que no estais aquí de sobra. -Lo ignoro, pero desea hablaros.
-Caballero , dijo Maximiliano, acaso ignoreis que -¡Oh ! dijo Monte-Cristo , que no tiente al Señor,
soy padrino del conde de Monte-Cristo . que no me insulte otra vez.
-No lo sabia de seguro, pero me lo figuraba . Tau- -No creo que sea esa su intencion, dijo Morrel.
to mejor. Mientras mas hombres de honor haya aquí, El conde se dirigió al grupo , acompañado de Ma-
mas satisfecho quedaré.. ximiliano y de Manuel.
-Caballero Morrel , dijo Chateau-Renaud , ya po- Su rostro tranquilo hacia un contraste estraño
286 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

con el alterado rostro de Alberto, que se acercaba por dre, y yo, su hijo, os doy las gracias por no haber he-
su parte seguido de sus cuatro camaradas cho mas.
A tres pasos el uno del otro, se detuvieron Alberto Un rayo que hubiese caido en medio de los espec-
y el conde . tadores de esta inesperada escena, no los hubiera at-
-Acercaos, caballeros , dijo Alberto. Deseo que no se mirado tanto como aquella retractacion de Alberto.
pierda ni una palabra de las que voy á tener el honor En cuanto á Monte-Cristo, sus ojos se Labian alza-
de decir al señor conde de Monte-Cristo, pues por es- do al cielo lentamente con una espresion de gratitud
traño que mi discurso os parezca , deseo que repitais infinita, y no cesaba de admirar cómo aquel fogoso
todas mis palabras á quien quiera oirlas. jóven, cuyo valor habia conocido cuando la aventura

...corrió á abrazarse á Mercedes.

-Ya os escucho, dijo el conde. de los bandidos romanos , pudo plegarse á tan súbita
-Caballero, dijo Alberto con voz temblorosa prime- humillacion .
ramente, pero que se fué tranquilizando poco a poco. Reconoció en esto la influencia de Mercedes,
Caballero , yo os acusaba de haber divulgado la con- comprendió cómo aquel corazon tan noble no se habia
ducta de M. de Morcef en Epiro, pues por culpable que opuesto á un sacrificio que ella sabria que iba a ser
fuese el conde de Morcef, no os creia con derecho á inútil.
castigarle; pero hoy , caballero, sé que teneis ese de- -Ahora , caballero, dijo Alberto, si os parecen bas-
recho . No es la traicion de Fernando Mondego con Alí- tantes las escusas que acabo de daros , os ruego que
Pachá lo que me obliga á disculparos tan pronto, es me alargueis vuestra mano. Después del mérito tan
la traicion del pescador Fernando con vos; son las des- raro de la infalibilidad, que parece ser el vuestro,
gracias increibles que aquella traicion os acarreára . Por primero de todos los méritos, en mi opinion , es saber
eso lo digo; por eso lo proclamo en voz muy alta. Si, confesar sus faltas. Esta confesion me toca á mi
caballero, habeis tenido razon en vengaros de mi pa- Yo obraba bien, segun los hombres; pero vos obrábais
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
287

bien, segun Dios . Solo un ángel podia salvarnos á


uno de nosotros de la muerte, y el ángel ha bajado del -Con efecto , respondió el baron . Lo que Alberto
cielo , si no para hacer de nosotros dos amigos, ¡ ay ! la acaba de hacer es , ó muy miserable, 6 muy hermoso.
fatalidad lo hace imposible, á lo menos dos hombres -Veamos qué quiere decir esto , preguntó Debray
que se estiman. á Franz . El conde de Monte-Cristo deshonra á M. de
Morc y sin embaconfi
rgo eso
tiene razon á los
Húmedos los ojos , palpitante el pecho y la boca en- Yo ef, mi
por parte , que aunq ue ojos desesuenhijo.
hubie mi
treabierta , tendió Monte-Cristo ájAlberto una mano, familia diez Janinas, solo á una cosa me creeria obli-
que éste cogió y estrechó con un sentimiento parecido gado , á batirme diez veces.
á un terror respetuoso .
Monte-Cristo, con la frente inclinada , los brazos

...y no se detuvo hasta encontrar una mesa que sirviese de punto de apoyo a su crispada mano.

-Caballeros, dijo, M. de Monte-Cristo se digna dis-


caidos y abrumado en fin por el peso de veinte y cua-
culparme; yo habia obrado con él precipitadamente, y
la precipitacion es mala consejera. Ahora mi falta está tro años de recuerdos , no pensaba ni en Alberto , ni
ya reparada, y espero que el mundo no me creerá co- en Beauchamp, ni eu Chateau -Renaud , ni en ninguno
barde por haber hecho lo que mi conciencia me ha de los presentes.
aconsejado que hiciese . Pero en todo caso, si alguien Pensaba en aquella mujer valerosa que habia ve-
interpretase mi conducta malamente, añadió el jóven nido á pedirle la vida de su hijo , y á quien él habia
alzando la cabeza y como si dirigiese un reto á sus ofrecido la suya; en aquella mujer que acababa de sal-
varle con la confesion terrible de un secreto de fami-
amigos y á sus enemigos , yo procuraré reformar la
opinion pública . lia , capaz de matar para siempre en el corazon del jóven
-¿Qué ha pasado esta noche ? preguntó Beauchamp el sentimiento de la piedad filial.
á Chateau- Renaud; me parece que hacemos aquí un -¡Siempre la Providencia! murmuró. ¡ Oh! hasta
papel muy triste. hoy no he estado seguro de ser agente de la Provi-
dencia.
288 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

CAPITULO XIII. un poema de cólera reprimida, de altivo desprecio y de


generosa indignacion .
LA MADRE Y EL HIJO. Después que sus dos padrinos subieron al carruaje,
permaneció algun tiempo en su actitud inmóvil y me-
Saludó el conde de Monte-Cristo á los cinco jóve- lancólica.
nes con una sonrisa melancólica y llena de dignidad , Luego de repente , desatando su caballo del arbolillo
volviendo después á subir en su carruaje con Manuel donde le ató su criado , saltó ligero sobre la silla , y
y Maximiliano . echó á galope por el camino de París.
Alberto , Beauchamp y Chateau-Renaud quedaron Un cuarto de hora después entraba en el palacio de
solos en el campo de batalla. la calle de Helder.
El jóven dirigió á sus padrinos una mirada , que sin Al apearse del caballo , parecióle apercibir el pá-
ser tímida parecía preguntarles su opinion acerca de lo lido rostro de su padre , oculto tras las cortinas de su
que acababa de suceder. alcoba.
-Permitid que os felicite , querido amigo , dijo Volvió á otro lado Alberto la cabeza exhalando un
Beauchamp rompiendo el primero la marcha , o porque suspiro, y entró en su habitacion.
tuviese mas sensibilidad o menos disimulo . Vaya un Allí no pudo menos de lanzar una postrera mirada
desenlace inesperado en un lance tan desagradable. á todas aquellas riquezas , que le habian hecho la vida
Alberto permaneció silencioso y reconcentrado en tan dulce y tan feliz en su niñez .
sí mismo. Por última vez miró aquellos cuadros , cuyas figu-
Chateau-Renaud se contentaba con sacudirse con ras parecian sonreirle , y cuyos paisajes se animaban
el baston el polvo de las botas. al parecer con mas vivos colores.
-¿No nos vamos? dijo después de aquel silencio Luego arrancó de su marco el retrato de su madre,
embarazoso. arrollándolo para poderlo guardar , y dejando negro y
-Cuando gusteis, respondió Beauchamp; pero de- vacío el cuadro de oro que le rodeaba .
jadme que felicite à M. de Morcef. Ha dado pruebas Después se puso á colocar en órden sus hermosas
hoy de una generosidad tan caballeresca !... tan rara!... armas turcas , sus escelentes escopetas inglesas , sus
-¡Oh! sí, dijo Chateau-Renaud . porcelanas del Japon, sus medallones de bronce, cince-
-Es cosa magnífica, continuó Beauchamp , tener so- lados por Feucheres ó Barye, y registrando todos los
bre sí mismo uu dominio tan grande . armarios, dejó las llaves puestas en c da uno, echó en
-Seguramente. Yo no me creo capaz de ello , dijo un cajon de su cómoda , dejándolo abierto, todo el di-
Chateau- Renaud con una frialdad muy significativa. nero que poseia aumentado con sus alhajas, é hizo en
-Creo , señores , repuso Alberto interrumpiéndoles, fin un inventario exacto y preciso de todo, colocando
que no habeis comprendido que entre M. de Monte- este inventario en el sitio mas visible de una mesa,des-
Cristo y yo ha pasado algo muy grave... pués de haber desembarazado esta mesa de los pape-
-¡Si tal! ¡ sí tal! dijo Beauchamp al punto. Pero nues- les que la cubrian.
tros calaveras no estan templados á la altura de vues- Al principio de esta tarea habia entrado su criado,
tro heroismo, y tarde ó temprano tendriais que espli - á pesar de la órden espresa que de no hacerlo tenia.
cárselo de una manera poco conveniente á la salud de -¿Qué quereis? le preguntó Morcef, con un acento
vuestro cuerpo y á la duracion de vuestra vida . Que- mas de tristeza que no de enojo.
reis que os de un consejo amistoso? Idos á Nápoles , á -Perdon, señor , dijo el ayuda de cámara. Me ha-
la Haya ó á San Petersburgo, países tranquilos, donde bíais prohibido que os viniese á interrumpir; pero co-
se entiende el honor de una manera muy diferente á la mo me ha llamado el señor conde de Morcef...
de nuestros ligeros ( ascos franceses . Una vez allí, no - ¿Y bien? le preguntó Alberto .
hagais alarde de tirador de pistola, ni menos de espa- No he querido ir sin tomar antes vuestras ór-
dachin. Haced que os olviden, para volver á Francia denes.
dentro de algunos años, ó con la sangre elada ya , ó bas- -¿Por qué?
tante respetable en esto de ejercicios académicos para -Porque sin duda sabrá el señor conde que yo oshe
reconquistar vuestra tranquilidad. ¿ No es verdad que acompañado al desafio .
tengo razon, M. de Chateau-Renaud? -Es probable, dijo Alberto-
-Ese es mi parecer exactamente , dijo el caballero . -Y si ahora me llama, es indudablemente para ha-
Nada atrac tantos duelos serios como un duelo sin re- cerme preguntas sobre lo que haya pasado. ¿ Qué le
sultado . diré ?
-Gracias, señores , respondió Alberto . Seguiré vues- -La verdad.
tros consejos , no porque vosotros me los dais , sino ¿Entonces le diré que no se ha verificado el de-
porque mi intención era salir de Francia. Igualmente safio?
os agradezco el favor que acabais de hacerme sirvién- -Le direis que he pedido mil perdones al conde de
dome de padrinos , favor que queda tanto mas grabado Monte-Cristo.
en mi corazon, cuanto que , después de las palabras El criado se m rchó, después de hacerle una re-
que acabo de oir, solo de él me acuerdo . verencia.
Chateau-Renaud y Beauchamp se miraron entre sí. Alberto volvió á proseguir su inventario.
La emocion que sentian era igual en ambos , y el Cuando ya lo terminaba , amóle la atencion el
acento con que Morcef acababa de pronunciar sus úl- ruido de los caballos que relinchaban en el patio , y el
timas palabras era tan enérgico, que su posicion se fué de un coche que conmovia los cristales.
haciendo mas crítica. Asomóse al balcon y vió marchar á su padre en su
-Adios , Alberto , dijo de repente Beauchamp, ten- carruaje.
diendo con negligencia la mano al jóven, sin que este Apenas se cerró detrás del conde la puerta del pa-
al parecer saliese de su letargo. lacio, cuando Alberto se dirigió á las habitaciones de
su madre, y como no habia nadie allí quele anunciara,
Con efecto , nada respondía á la oferta de aquella
mano . penetró hasta su alcoba, deteniéndose a la puerta con
-Adios, dijo á su vez Chateau-Renaud, conservando el corazon oprimido por lo que veía y adivinaba.
en la mano izquierda su juñquillo y saludándole con la Como si animara á aquellos dos cuerpos una misma
derecha . alma, hacia Mercedes en su cuarto lo que acababa A
Los labios de Alberto se entreabrieron apenas para berto de hacer en el suyo.
murmurar:-adios . Todo estaba ya en orden ; los trajes , las joyas , la
Su mirada era mas significativa , y encerraba todo ropa blanca, y el dinero.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 289

La condesa iba cerrando los cajones , y reuniendo mismo. Es preciso que desde hoy viva yo sin nombre
las llaves con el mayor cuidado. y sin fortuna. Es preciso que para empezar el apren-
Al ver el joven todos estos preparativos , los com- dizaje de esta penosa existencia , pida prestado á un
prendió , y esclamando ¡ madre mia! corrió á abrazarse amigo el pan que he de comer desde hoy hasta el dia
à Mercedes. en que sepa ganarlo . Así pues, mi huena madre, ahora "
El pintor que acertara á reproducir la espresion de mismo voy á casa de Franz á pedirle prestada la pe-
estas dos figuras, haria sin duda un cuadro magnífico. queña suma que creo necesitar .
Con efecto, todas estas apariencias de energia, que -¡Tú! ¡ pobre hijo mio ! esclamó Mercedes . ¡Tú su-

Noirtier miró á su nieta con aire interrogador.

no asustaban á Alberto por sí mismo, le asustaban por | fir miserias! ¡ Tú hambre! ¡Oh! no ligas eso ,
su madre. por-
que destruirías todos mis proyectos.
-¿Qué hacíais? le preguntó. -Pero no los mios, respondió Alberto. Soy jóven,
-¿Qué hacíais vos? le preguntó ella. soy fuerte, me creo con valor, y de de ayer he apren-
-¡Oh madre mia ! esclamó Alberto conmovido hasta dido lo que puede la voluntad. ¡ Oh madre mia ! hay
el punto de no poder hablar; vos no estais en el mis- personas que han padecido tanto ó mas que yo, y que
mo caso. Vos no podeis haber re. uelto lo que yo he no solo no se han muerto , sino que han adquirido
resuelto; pues vengo á deciros que me despido de vues- una fortuna, edificada sobre las ruinas de todas las pro-
tra casa... y de vos. mesas de felicidad que el cielo les habia hecho, y so-
-Yo tambien , Alberto , respondió Mercedes , yo bre los despojos de todas las esperanzas que Dios les
tambien me despido . Sin embargo , contaba con que mi habia dado. Esto aprendí , madre mia : hombres he
hijo me acompañaría . ¿Me habré equivocado? visto de esta clase , y sé que desde el fondo del abismo,
-¡Madre mia! dijo Alberto con firmeza; no puedo donde los habia lanzado su enemigo, se han levantado
haceros partícipe de la suerte que me destino á mi con tanto brio y con tanta gloria, que han dominado
290 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

á su antiguo vencedor, y le han hundido á su vez . No , | que sabiendo lo pérfido que es el mar, lo enterré en el
madre mia , no ; desde hoy rompo con lo pasado, sin jardinito de la casa que habitaba mi padre en Marsella
aceptar de él ni aun mi nombre, porque ya compren- en la alameda de Meilhan.
dereis...¿no es verdad , madre mia, que comprendeis que >>Vuestra madre, Alberto, conoce muy bien esta po-
vuestro hijo no debe llevar el nombre de quien tiene bre casita de mis amores.
que humillarse de vergüenza ante las gentes? »Al venir á París ahora últimamente, he pasado por
¡ Alberto! ¡ hijo mio! murmuró Mercedes; si mi Marsella y he ido á ver aquella casa que guarda recuer
corazon hubiera sido mas fuerte, ese consejo te hu- dos tan dolorosos.
biera yo dad . Tu conciencia habló cuando mi voz »Por la noche me puse á cabar con una azada en el
callaba. Escucha pues á tu conciencia, hijo mio . Te- sitio dond⚫ habia yo enterrado mi tesoro .
nías amigos , Alberto; rompe con ellos momentánea- >>La cajita de hierro estaba en el mismo sitio toda-
mente , pero no pierdas la esperanza, en nombre de vía ; nadie la habia tocado .
tu madre. Todavía es hermosa la existencia á tu edad, »Se halla en el rincon que cubre con su sombra una
pues apenas tienes veintidos años, y como un corazon magnífica higuera, plantada por mi padre el dia en que
tan puro como el tuyo necesita un nombre sin tacha, yo nací.
adopta el de mi padre, que se llamaba Herrera. Yo te >>>Pues bien , Alberto , aquel dinero que en otro
conozco, Alberto; en cualquier carrera que sigas brilla- tiempo debió contribuir á la vida y á la tranquilidadde
rá tu nombre dentro de poco tiempo . Entonces, amigo aquella mujer que yo adoraba , hoy por un azar estraño
mio, volverás á aparecer en el mundo mas brillante aun y doloroso encuentra el mismo destino.
con tus desgracias pasadas; y si esto no puede ser así "¡Oh! comprended bien mi pensamiento; compren-
á pesar de mis previsiones , déjame á lo menos esa es- dedme bien á mí, que podria ofrecer millones á esa po-
peranza ; á mí , que no tendré ya otro pensamiento ; á bre mujer , y que le devuelvo solamente el pedazo de
mí, que no tengo otro porvenir; á mí , para quien co- pan negro olvidado en mi pobre casa desde el dia en
mienza la muerte en la puerta de esta casa. que me separaron de mis amores.
-Haré lo que deseais, madre mia, dijo el jóven. ¡ Sí! »Sois , Alberto , un hombre generoso ; pero quizás
ya participo de vuestras esperanzas. No nos perseguirá os ciegue el orgullo ó el rencor.
la cólera del cielo, já vos tan pura y á mí tan ino- >>Si rehusais mi oferta , si pedís á otro lo que yo
cente! Pero puesto que estamos resueltos , obremos tengo derecho á ofreceros , diré que es poca generosi-
con presteza . Hace media hora que M. de Morcef ha dad en vos rehusar la vida de vuestra madre, que os
salido de casa. La ocasion , como veis , viene de perlas ofrece un hombre , cuyo padre murió de hambre y de
á evitarnos escándalos y esplicaciones. desesperacion por culpa del vuestro . >>
-¡Os espero, hijo mio! respondió Mercedes.
Alberto corrió en seguida al boulevard , de donde Terminada esta carta, Alberto se quedó pálido é in-
trajo un fiacre que debia conducirlos fuera del palacio. móvil esperando la decision de su madre.
Alberto recordaba cierta casa de huéspedes de la Mercedes dirigió al cielo una mirada de inefable
calle de los Santos Padres, donde Mercedes podria alo- espresion .
jarse modesta, pero decentemente. -Acepto, dijo; él tiene derecho á pagar la dote que
En el momento en que el fiacre se paraba á ' a puer- yo lleve à un convento.
ta, y cuando Alberto se apeaba ya, acercóse un hom- Y poniéndose la mano sobre el corazon , cogióse del
bre á él y le entregó una carta. brazo de su hijo , y con paso quizás mas seguro de lo
Alberto reconoció á Bertuccio. que esperaba ella misma, dirigióse á la escalera.
-Del conde, dijo el mayordomo .
Alberto cogió la carta, y la leyó. CAPITULO XIV.
Después de haberla leido, buscó con los ojos á Ber-
tuccio, pero se habia marchado durante la lectura. EL SUICIDIO.
Entonces Alberto, con las lágrimas en los ojos y es-
tallando el pecho de emocion , volvió al cuarto de Mer- Entre tanto Monte-Cristo habia vuelto tambien á la
cedes , y sin pronunciar una sola palabra le presentó poblacion con Manuel y Maximiliano.
la carta. La vuelta fué alegre.
Mercedes leyó lo siguiente : Manuel no disimulaba su júbilo por haber visto su-
cederse la paz á la guerra, y proclamaba en voz alta sus
«Alberto : dándoos á entender que he penetrado el ideas filantrópicas.
proyecto que estais á punto de realizar , creo daros Reclinado Morrel en un rincon del carruaje, dejaba
tambien á entender que comprendo la delicadeza . evaporarse en palabras la alegría de su cuñado, y guar-
>>Ya sois libre ; vaís á abandonar el palacio del con- daba en sí mismo una alegría tambien sincera , pero que
de, y á retiraros á vuestra casa con vuestra madre, so'o brillaba en sus miradas .
que es ya libre tambien como vos. ¡ Pero reflexionad , En la barrera del Trono se encontraron á Bertuccio,
Alberto, que le debeis mas de lo que podeis pagarle , que los esperaba allí inmóvil como un centinela .
pobre y noble corazon! Monte-Cristo sacó la cabeza por la portezuela, cam-
»Guardad para vos las luchas , reclamad para vos los bió con él algunas palabras en voz baja , y el mayor-
sufrimientos ; pero ahorradle esa primera miseria que domo desapareció.
acompañaráinevitablemente vuestros pasos, porque ella -Señor conde, dijo Manuel al llegar á la Plaza Real,
á
no merece ni por asomo la desgracia que hoy la oprime, hacedme el favor de dejarme á la puerta de mi casa,
ni la Providencia quiere que pague el inocente por el fin de que mi mujer no esté un solo momento mas in-
culpable. quieta por vos ni por mí.
»Sé que vais ambos á abandonar la casa de la calle -Si no fuese ridiculo hacer alarde del triunfo , dijo
de Helder sin levaros nada . No trateis de averiguar Morrel , invitaria al señor conde á entrar en nuestra
cómo lo he sabido; básteos saber que lo sé. casa; pero él sin duda tendrá tambien corazones sobre-
> Escuchad , Alberto.
» saltados que tranquilizar. Ya hemos llegado, Manuel.
>>Hace veinticuatro años volvia yo á mi patria, muy Saludemos á nuestro amigo , y dejémosle proseguir su
alegre y muy orgulloso. marcha.
»Tenia yo una novia , Alberto , una jóven santa en - Un momento, señores, dijo Monte-Cristo ; no va-
quien adoraba, y le traia á mi novia ciento cincuenta yais á privarme de una vez de mis dos compañeros.
luises, ahorrados á costa de penosísimos trabajos. Este Entrad vos , Manuel , á tranquilizar á vuestra encanta-
dinero era para ella , para ella venia destinad por mí, dora esposa, á quien dareis mil afectos de mi parte, y
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.. 291

acompañadme vos, Morrel , á los Campos Elíseos. En esto habian llegado á la casa de los Campos Elí-
Me viene á las mil maravillas , dijo Maximiliano, seos.
porque tengo que hacer en vuestro barrio, conde . Monte-Cristo abrió la portezuela.
¿Te esperaremos para almorzar? le preguntó Ma- Bertuccio le esperaba en el peristilo.
nuel . Morrel desapareció por la avenida de Marigny, y
-No , respondió el jóven. Monte- Cristo se dirigió ligeramente á Bertuccio.
Volvióse á cerrar la portezuela , y el carruaje pro- -¿Qué hay? le preguntó.
siguió su camino. -Va á abandonar su casa.
-¿Veis cómo yo os he proporcionado una dicha? -¿Y su hijo?
dijo Morrel cuando se halló solo con el conde. ¿ No ha- -Florentino , su ayuda de cámara , crée que va á
beis pensado en ello? hacer lo mismo.
-Sí tal , dijo Monte-Cristo . Por eso os quisiera tener -Venid.
siempre á mi lado . Monte-Cristo se llevó á Bertuccio al gabinete, donde
Es milagroso , continuó Morrel , respondiendo á su escribió la carta que ya hemos visto , y se la entregó
propio pensamiento. al mayordomo.
-¿Lo qué? dijo Monte-Cristo. -ld á llevarla pronto , le dijo , y de paso avisad á
-Lo que acaba de pasar. Haydée que he vuelto.
-Sí , respondió el conde sonriéndose . Esa es la pa- Aquí me teneis, dijo la jóven, que habia bajado al
labra: milagroso. ruido del carruaje con el rostro radíante de alegría por
-Porque en fin, Alberto es valiente, repuso Morrel. ver al conde sano y salvo.
-Muy valiente , dijo el conde. Le he visto dormir Bertuccio se marchó.
con el puñal levantado sobre su cabeza. Todos los trasportes de una hija que vuelve á ver
-Y yo sé que se ha batido dos veces y bien , dijo á su padre , todos los delirios de una amante que vuelve
Morrel . Conciliad esto con la conducta de esta ma- á ver á su amante , los sintió Haydée en los primeros
ñana. momentos de este regreso, que esperaba con tanta im-
-Siempre vuestra influencia , repuso Monte-Cristo paciencia.
sonriéndose. La alegría de Monte-Cristo no era ciertamente me-
-La fortuna de Alberto, dijo Morrel, es no ser mi- nos grande porque fuese menos espansiva . La alegría,
litar. para los corazones que han sufrido mucho, es lo que el
-¿Por qué? rocío para las tierras abrasadas por el sol. Corazones y
¡Escusas en el campo ! dijo el jóven meneando la tierras absorven esta lluvia bienhechora sin dejarlo co-
cabeza. nocer esteriormente .
-Vamos, dijo el conde con dulzura , no vayais, Mor- Desde algunos dias atrás iba Monte-Cristo compren-
rel, á caer en las preocupaciones de los hombres vu'ga- diendo una cosa que en muchos años no se habia atre-
res. ¿No confesareis que puesto que Alberto es valien'c, vido á creer, y era, que habia para él dos Mercedes en
no puede ser cobarde? ¿que es preciso que haya tenido el mundo, y que aun podia ser dichoso .
alguna razon para hacer lo que ha hecho esta mañana , Confundíanse ávidamente sus ojos henchidos de fe-
y que por lo tanto su conducta es mas bien heróica que licidad en las miradas húmedas de Haydée , cuando se
otra cosa? abrió la puerta repentinamente.
-Sin duda , sin duda , respondió Morrel ; pero yo E' conde frunció el ceño.
digo como los españoles : hoy ha sido menos valiente -M . de Morcef, dijo Bautista, como si este solo nom-
que ayer. bre encerrase su disculpa .
-Almorzareis conmigo , ¿no es verdad, Morrel? Con efecto, el rostro del conde se serenó.
-No. A las diez os dejo. -¿Cuál? ¿ el conde ó el vizconde ? preguntó Monte-
-¿Era vuestra cita para almorzar? Cristo.
Morrel se sonrió , meneando la cabeza. -El conde.
-Pero en fin, en alguna parte habeis de almorzar. ¡ Dios mio ! esclamó Haydée, ¿no se ha acabado eso
-¿Y si no tengo hambre? dijo el jóven. todavía?
-¡Oh ! murmuró el conde. No conozco mas que dos -Yo no sé si se habrá acabado , mi querida hija,
sentimientos que quiten así el apetito; el dolor (y como dijo Monte-Cristo cogiéndola las manos ; pero lo que yo
por fortuna os veo muy alegre , no puede ser ese) y el sé es, que nada tienes que temer.
amor. Ahora bien : segun lo que me habeis dicho de -Sin embargo, ese miserable...
vuestro corazon, me es permitido creer... -No puede nada sobre mí , Haydée , dijo Monte-
-Conde, no digo que no, repuso Morrel. Cristo. Cuando habia que temer era cuando iba á
-¿Y no me lo contais, Maximiliano? replicó el conde batirme con su hijo.
con un tono tan vivo, que revelaba el interés que tenia -Nunca podrás figurarte, señor de mi alma , lo que
en conocer el secreto. yo he sufrido, dijo la jóven.
-Esta mañana os he demostrado que tenia corazon, Monte-Cristo se sonrió.
¿no es verdad , conde? -Te juro por la tumba de mi padre, dijo estendiendo
Monte-Cristo, por toda respuesta , tendió la mano al las manos sobre la cabeza de la jóven , que si sucede
jóven capitan. alguna desgracia no será á mí.
-Pues bien , desde que este corazon no está con -Te creo, señor de mi alma , como si Dios me ha-
vos en el bosque de Vincennes , está en otra parte, blase, dijo Haydée presentando sufrente al conde.
donde lo voy ahora á buscar. Monte-Cristo puso en aquella frente tan pura y tan
-Id pues , caro amigo , dijo el conde lentamente; hermosa un beso , que hizo palpitar á la vez dos corazo-
pero si encontrais algun obstáculo, acordaos por favor, nes, el uno conviolencia , y el otro sordamente.
de que yo tengo en el mundo algun poder ; de que me -¡Oh Dios mio! murmuró el conde.
gusta emplearlo en provecho de las personas que me Y acompañando á la hermosa griega hácia una es-
son queridas, y que yo os quiero muchɔ , Morrel. calera secreta , añadió dirigiéndose á Bautista:
-Bien , dijo el jóven ; me acordaré de eso como los -- Haced entrar en el salon al señor conde de Morcef.
niños egoistas se acuerdan de sus padres cuando nece- Una palabra sobre esta visita , esperada quizás de
sitan de ellos. Cuando necesite de vos , y acaso ese mo. Monte-Cristo , pero inesperada para nuestros lectores.
mento llegará, ne dirigiré á vos, conde. Mientras Mercedes, como dejamos dicho, hacia en
-Bien, os cojo la palabra. ¡Adios! su cuarto la especie de inventario que Alberto habia
-Hasta la vista. hecho en el suyo ; mientras clasificaba sus joyas , cer-
292 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

raba sus armarios y reunia las llaves para dejar todas —Esta mañana, ¿ habeis tenido un duelo con mi hi-
las cosas en órden, no había reparado que una cabeza jo? le preguntó el general .
pálida y siniestra venia de vez en cuando á mirar por -¿Lo sabeis? respondió el conde.
los cristales de una puerta que daba al corredor. -Y sé tambien que mi hijo tenia muy buenas razo-
Desde allí no solo se podia ver , sino que se podia nes para batirse con vos , y hacer todo lo que pudiese
oir. por mataros .
El que así curioseaba sin ser visto ni oido probable- -Con efecto , las tenia muy buenas; pero ya veis,
mente, vió y oyó todo lo que pasaba en el cuarto de caballero, que á pesar de esas razones no me ha ma-
Madama de Morcef. tado , y ni siquiera se ha batido.
Desde aquella puerta se trasladó el hombre de ros- -Y sin embargo , os miraba como el autor de la
tro pálido á la alcoba del conde de Morcef, y levantó deshonra de su padre , como la causa de la espantosa
con mano temblorosa los visillos de un balcon que daba ruina que en este momento cae sobre mi casa.
al patio. -Es verdad, caballero , repuso Monte-Cristo con su
Así permaneció diez minutos inmóvil, mudo, escu- calma terrible. Causa secundaria y no principal.
chando los latidos de su propio corazon. -Sin duda le habreis dado alguna disculpa ó alguna
Para él era sin duda mucho diez minutos. esplicacion .
Entonces fué cuando Alberto , al volver de su desa- -No le he dado ninguna esplicacion, y él es el que
fío , divisó á su padre que espiaba su regreso detrás de me ha dado disculpas.
una cortina, y volvió la cabeza á otro lado. -¿Pero á qué atribuis esa conducta?
Los ojos del conde se dilataron de una manera es- -Probablemente á la conviccion de que habia en
pantosa. todo esto un hombre mas culpable que yo.
Él sabia que el insulto de Alberto á Monte- Cristo -¿Y quién era ese hombre?
habia sido terrible, y que un insulto semejante ocasio- -Su padre .
na un duelo á muerte en todos los paises del mundo. -Sea ; dijo el conde poniéndose pálido. Pero ya sa-
Volviendo Alberto, como volvia , sano y salvo, que- beis que el culpable no gusta de que se lo echen
daba vengado el conde. en cara.
Un indecible acceso de alegría iluminó aquel ros- -Lo sé... Por eso no me coge de nuevas lo que
tro lúgubre, como un último rayo de sol antes de per- está sucediendo.
derse en las nubes, que parecen mas que su lecho , su -¡Esperábais que mi hijo fuese un cobarde! escla-
tumba. mó el conde .
Pero ya hemos dicho que esperó en vano que el jó- -M. Alberto de Morcef no es un cobarde, dijo
ven subiese á su habitacion á darle cuenta de su triunfo . | Monte-Cristo.
Bien se comprende que un hijo no quiera ver á su -Un hombre que tiene una espada en la mano, un
padre, cuyo honor va á vengar; pero vengado ya el ho- hombre que á la punta de esa espada tiene un ene-
nor de ese padre, ¿ por qué el hijo no venía á arrojarse migo mortal, ese hombre es un cobarde si no se bate.
en sus brazos? -Presumo , caballero , repuso Monte-Cristo fria-
Entonces fué cuando el conde, no pudiendo ver á mente , que no habreis venido aquí á contarme vuestros
Alberto, envió al criado en su busca. resentimientos de familia . Eso , id á decírselo á Alberto,
Ya sabemos que Alberto le autorizó para no ocul- que él sabrá responderos acaso .
tarle nada. -¡Oh! no , no, replicó el general con una sonrisa
Diez minutos después apareció en el peristilo el que se disipó en el acto. Teneis razon , no he venido á
general Morcef con un gaban negro , pantalon negro, eso. He venido á deciros que yo tambien os tengo por
guantes negros y corbatin militar. enemigo mio. He venido á deciros que os aborrezco
Segun parece, habia dado órdenes anteriores, pues instintivamente , que me parece que os he conocido
apenas llegó al último escalon , cuando salió de la cua- siempre , y que en fin, puesto que los jóvenes de este
dra su carruaje enganchado, y vino á pararse ante él, siglo no se baten , á nosotros nos toca hacerlo... ¿Es
Tambien vino su ayuda de cámara á colocar en el esa vuestra opinion , caballero?
carruaje un paletot, donde iban envueltas dos espadas. --Absolutamente . Cuando os dije que preveia lo que
Después , cerrando la portezuela, se colocó junto al sucede, hablaba de esta visita vuestra.
cochero. --Tanto mejor... ¿Teneis hechos vuestros prepara-
-A los Campos Elíseos , casa del conde Monte- tivos?
Cristo, dijo el general. A escape. -Los tengo siempre, caballero.
Los caballos crugieron al latigazo. -¿Sabeis que nos batiremos hasta que muera uno
Cinco minutos después paraba el coche en casa de de los dos? dijo el general rechinando los dientes de
Monte-Cristo. rabia.
Abrió M. de Morcef la portezuela por sí mismo , y -Hasta que muera uno de los dos , respondió el
moviéndose aun el carruaje , saltó como un jóven, conde de Monte-Cristo con un ligero movimiento de
llamó, y en un momento desapareció con su criado por cabeza.
la puerta entreabierta. -Vamos pues, no necesitamos de testigos.
Un segundo después anunciaba Bautista al conde -Coa efecto, dijo Monte- Cristo , son inútiles, por-
de Monte- Cristo, el conde de Morcef. que nos conocemos tan bien...
Y Monte-Cristo, llevando á Haydée á sus habita- -Al contrario , dijo el conde, no nos conocemos.
ciones , daba órden de que se hiciese entrar al conde en -¡ Bah ! repuso Monte-Cristo con la misma flema
el salon . desesperante. Vamos por partes. ¿No sois vos el soldado
Por tercera vez recorría el general el salon en toda Fernando , que se desertó la víspera de la batalla de
su longitud cuando , al volverse, vió en la puerta al Waterloo ? ¿ No sois el teniente Fernando, que fué espía
conde de Monte-Cristo. en España del ejército francés? ¿No sois el coronel
¡ Ah ! ¡ es M. de Morcef! dijo tranquilamente el Fernando , que engañó , vendió y asesinó á su bienhe
conde. Creia haber oido mal. chor Alí? Y todos estos Fernandos juntos, ¿no son el
Sí , yo mismo soy, respondió Morcef con una con- teniente-general conde de Morcef y Par de Francia?
traccion de lábios tau tremenda, que le impedia articu- -¡Oh miserable ! esclamó el general, herido de es
lar claramente las palabras . tas palabras como por un hierro candente . ¡ Miserable !
-Solo me resta saber, dijo Monte-Cristo , la causa ¡ que me echas en cara mi deshonra en el momento aca-
que me proporciona el honor de ver tan temprano al so que vas á matarme ! ¡ No ! yo no he dicho que te fue-
conde de Morcef. se desconocido. Yo sé bien, demonio, que has penetra-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 293

do en la noche del pasado, y que has leido, ignoro á y que sintiendo crugir sus dientes y faltarle las pier-
qué luz, cada página de mi vida; pero quizás en mi nas, retrocedió un paso, y no se detuvo hasta encontrar
oprobio hay todavía mas honor en mí, que en tí bajo tusuna mesa que sirviese de punto de apoyo á su crispa-
pomposas apariencias ! ¡No, no ! Ya sé que me conoces. da mano.
¡Yo soy el que no te conozco, aventurero cosido de oro -Fernando, le gritó, de mis cien nombres solo uno
y de pedrerías ! En París te haces llamar el conde de necesitaria pronunciar para aniquilarte; pero ese nom-
Monte-Cristo. En Italia, Simbad el Marino. En Malta, bre lo adivinas, ¿no es verdad? 6 si no lo adivinas lo
qué sé yo, lo he olvidado. Pero lo que yo te preguntó recuerdas, porque á pesar de mis pesares y de mis su-
es tu nombre real ; tu nombre verdadero es el que yo frimientos, te enseño hoy un rostro rejuvenecido por el

Mi vocacion era ser artista.

Quiero saber entre tus cien nombres, para poderlo pro- | placer de la venganza ; un rostro que debes haber visto
nunciar en el combate cuando te hunda mi espada en muchas veces en sueños después de tu casamiento...
el corazon. con Mercedes, que era mi novia.
El conde de Monte-Cristo palideció de una manera Caida la cabeza hácia atrás, estendidos los brazos y
terrible; sus ojos lánguidos se iluminaron con un fuego fija la mirada, devoró el general en silencio este espec-
devorador , y dando un salto hácia el gabinete inme- táculo terrible.
diato á sus habitaciones, en menos de un segundo se Buscando después la pared como punto de apoyo,
arrancó su corbata, su gaban y su chaleco, y se puso se deslizó por ella lentamente hasta la puerta, por don-
una chaqueta y un sombrero de marino, bajo el cual de salió de espaldas, dejando escapar este solo grito lú-
cayeron en bucles sus largos cabellos negros. gubre, lamentable, desgarrador :
Y así volvió tremendo, implacable , con los brazos -¡Edmundo Dantés !
cruzados adonde estaba el general, que no habia com- Luego, exhalando unos suspiros que nada tenian de
prendido la causa de su desaparición, que le esperaba, humano, arrastróse hasta el peristilo de la casa ; atra-
294 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

vesó el patio como un hombre borracho, y cayó en bra- Valentina habia adivinado con su instinto de mu-
zos de su ayuda de cámara, murmurando con ininte- jer que Morrel sería padrino de Monte-Cristo, y cono-
ligible voz: ciendo el valor del jóven y la profunda amistad que
¡A casa ! ¡ á casa ! profesaba al conde, temia que no supiese contenerse en
Por el camino, el aire fresco y la vergüenza que le los límites de su papel secundario.
causaba la curiosidad de sus criados le pusieron en si- Ya se comprenderá la avidez con que fueron pedi-
tuacion de coordinar sus ideas. dos, dados y recibidos los detalles y las noticias , y Ma-
Pero el camino fué corto, y á medida que se acer- ximiliano pudo leer un júbilo indecible en los ojos de
caba á su casa ibanse renovando todos los dolores del su amada cuando supo que aquel tremendo negocio
conde. habia tenido un desenlace no menos feliz que ines-
A algunos pasos de la casa mandó parar y se apeó . perado .
La puerta estaba abierta de par en par. -Ahora, dijo Valentina haciendo seña á Morrel de
Un fiacre, sorprendido de que lo llamasen á aquella que se sentara junto al anciano , y sentándose tambien
mansion magnífica, estaba parado en medio del patio . ella en el taburete en que apoyaba los pies, ahora ha-
El conde lo miró con espanto, pero sin atreverse á blemos un poco de nuestros asuntos. Ya sabeis , Maxi-
hacer ninguna pregunta, y se lanzó á su habitacion. miliano , que mi abuelito tuvo un instante la idea de
Dos personas bajaban la escalera, y por no encon- abandonar esta casa.
trarse con ellas, apenas tuvo tiempo para meterse en --Sí, dijo Maximiliano , recuerdo ese proyecto, y por
un gabinete. cierto que lo aplaudí yo mucho.
Era Mercedes, del brazo con su hijo. -Pues seguid aplaudiendo, Maximiliano, dijo Valen-
Los dos abandonaban aquella casa. tina, porque mi abuelito insiste.
Oculto el desgraciado conde tras la cortina de da- -¡Bravo ! esclamó Maximiliano.
masco, los vió pasar junto á sí, y aun le rozó algun tan- Y sabeis qué razon da ? repuso Valentina.
to el vestido de seda de Mercedes, y sintió tambien en Noirtier miraba á su nieta para imponerle silencio;
su rostro el tibio acento de estas palabras , pronuncia- pero Valentina no miraba á Noirtier.
das por su hijo: Sus ojos , sus miradas , sus sonrisas , todo era para
-¡Valor , madre mia ! ¡ Venid , venid ! que ya no es Maximiliano.
esta nuestra casa . -¡Oh! esclamó este, cualquiera que sea la razon que
Las palabras se estinguieron y los pasos se alejaron. dé M. Noirtier, la declaro y la tengo por buena.
El general se incorporó, con sus crispados dedos cla- -¡Escelente ! dijo Valentina . Presume que los aires
vados en la cortina de damasco. del barrio de San Honorato no son buenos para mí.
Comprimia el sollozo mas horrible que haya salido -Con efecto, podria tener muy bien razon M. Noir-
nunca del pecho de un padre, abandonado á la par por tier, añadió Maximiliano. Hace quince dias que me pa-
su mujer y por su hijo. rece que se va alterando vuestra salud ,
Poco tiempo después oyó cerrar la portezuela de -Un poco, es verdad, respondió Valentina. Por eso
hierro del fiacre, y la voz del cochero y el ruido de las mi abuelito se ha constituido en médico , y como él lo
ruedas conmovieron todos los cristales de la casa. sabe todo, tengo mucha confianza en él.
Entonces se lanzó á su habitacion para ver por úl- -Pero en fin , ¿es cierto que estais indispuesta? le
tima vez todo lo que habia amado en el mundo; pero el preguntó Morrel vivamente.
carruaje partió sin que Mercedes ni Alberto sacasen la -¡Oh Dios mio ! Eso no se llama estar indispuesta.
cabeza por la portezuela para dar á aquella casa solita- Siento un malestar general ; pero nada mas. He perdido
ria, á aquel padre y aquel esposo abandonado la última el apetito, y me parece que mi estómago sostiene una
mirada, un adios y un suspiro; es decir , el perdon . violenta lucha para acostumbrarse á alguna cosa.
En el mismo momento en que el carruaje se perdia Noirtier no perdia ni una palabra siquiera de Va-
de vista resonó un tiro, y una bocanada de humo ne- lentina.
gro salió por los cristales de la ventana , cristales que -¿Y qué tratamiento seguís para ese mal desco-
habia roto la esplosion. nocido?
¡Oh! es muy sencillo , dijo Valentina . Tomo todos
CAPITULO XV. los dias una cucharada de la medicina que traen para
mi abuelo , y cuando digo una cucharada, es porque
VALENTINA. empecé por una, pero ya tomo cuatro. Mi abuelo pre-
tende que esa medicina es una panacea.
Fácilmente se adivina lo que Morrel tenia que ha- Y Valentina se sonreia al decir esto , pero con una
cer, y dónde era su cita. sonrisa algo triste y dolorosa.
Así pues , al separarse de Monte-Cristo se dirigió Maximiliano , ébrio de amor , la contemplaba en
lentamente á casa de Villefort. silencio.
Hemos dicho lentamente, porque Morrel tenia á su Muy hermosa estaba , pero su palidez habia tomado
disposicion mas de media hora para andar quinientos un colorido mas mate, sus ojos brillaban con un fuego
pasos. Pero á pesar de esto se habia apresurado á se- mas ardiente que de costumbre, y sus manos, que eran
pararse de Monte-Cristo , deseando hallarse solo con blancas como el nacar, parecian ahora de cera.
sus pensamientos . Desde Valentina alzó el jóven sus ojos á Noirtier.
El sabia muy bien la hora en que Valentina, que Este , con aquella estraña y profunda inteligencia
presenciaba el almuerzo de Noirtier, estaba segura de que tenia, consideraba á la jóven estática en su amor.
que no la interrumpiese nadie . Pero él tambien, como Maximiliano, observaba las
Noirtier y Valentina le habian concedido dos visitas huellas de un sufrimiento sordo tan poco visible, que
por semana, y Maximiliano venia á usar de su derecho. habia pasado de todos desapercibido, menos del padre
Cuando llegó, ya le esperaba Valentina. y del amante.
Inquieta y casi trastornada le trabó de la mano y -Pero esa medicina de que tomais cuatro cuchara-
llevóle á presencia de su abuelo. das, ¿no es la que han recetado á M. Noirtier?
Esta inquietud, llevada casi hasta el trastorno como -Ya sé que es muy amarga , dijo Valentina , tan
lo diremos , era hija del ruido que habia hecho en la amarga, que todo lo que bebo después me parece que
sociedad la aventura de Morcef, y de que tambien se tiene el mismo sabor.
sabia (el mundo lo sabe todo) la aventura de la Opera. Noirtier miró á su nieta con aire interrogador.
Nadie dudaba en casa de Villefort de que fuese un -Sí , abuelito , como lo digo , respondió Valentina. 1
desafío la consecuencia forzosa de esta aventura . Ahora mismo, antes de bajar á verte, he tomado un va-

1 1
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 295

so de agua con azúcar, y mira, dejé la mitad porque Las dos mujeres entraron en la sala con esa especie
me pareció que amargaba . de tiesura oficial que hace presagiar una comuni-
Noirtier se puso pálido, é hizo seña de que queria cacion.
hablar. Esto se conoce muy pronto entre las personas de la
Valentina se levantó á coger el diccionario. misma clase social.
Noirtier la seguia con espresion de vivísima an- Madama de Villefort respondió con solemnidad á
gustia. esta solemnidad.
Con efecto , las mejillas se le iban coloreando , y la En este momento entró Valentina , y volvieron los
sangre se le subia á la cabeza. saludos y las reverencias:
-¡Calle ! esclamó sin perder su buen humor. ¡Es -Querida amiga' , dijo la baronesa, mientras las dos
cosa rara! ¡un mareo! ¿ Si será el sol, que me ha dado en jóvenes se estrechaban las manos ; vengo con Eugenia
los ojos? á anunciaros , á vos primero que á nadie, el próximo
Y se apoyó en la puerta del balcon . casamiento de mi hija con el príncipe Cavalcanti.
-Está nublado , dijo Morrel, aun mas inquieto con Danglars habia seguido llamándole príncipe.
la ansiedad de Noirtier que con la indisposicion de Va- El banquero popular creia que príncipe sonaba me-
lentina. jor que conde.
Y corrió á sostenerla. -Entonces, permitidme que os dé la mas cordial en-
La jóven se sonrió de aquel sobresalto. horabuena, respondió Madama de Villefort . El príncipe
-Tranquilizate, abuelito, dijo á Noirtier. Tranquili- Cavalcanti me parece un jóven dotado de raras cuali-
zaos, Maximiliano . No es nada, ya pasó ; pero escuchad . dades.
¿No es el ruido de un carruaje lo que se oye en el patio? -Escuchad, dijo la baronesa sonriéndose . Hablando
Y abriendo la puerta de Noirtier, corrió á la ven- como amigas os diré, que el príncipe no nos parece to-
tana del corredor, volviendo al poco tiempo. davía todo lo que puede ser y será. Hay algo en él de
-Sí, dijo . Son Madama Danglars y su hija , que vie ese estranjerismo que nos hace á nosotros los france-
nen á hacernos una visita. Adios , me voy corriendo, ses reconocer al primer golpe de vista á un noble ita-
porque si no vendrian á buscarme; ó mas bien hasta la liano ó aleman. Sin embargo , anuncia buen corazon y
vista , Maximiliano. Quedaos con mi abuelito , que os talento penetrante ; y en cuanto á las conveniencias,
prometo no tardar mucho. M. Danglars asegura que su fortuna es majestuosa. Son
Morrel la siguió con los ojos, viola cerrar la puerta, sus propias palabras.
y la oyó subir la escalerilla que conducia a las habita- -Añadid además , señora , dijo Eugenia hojcando el
ciones de Villefort. album de Madama de Villefort, añadid que teneis á ese
En cuanto ella desapareció , Noirtier hizo seña á jóven una inclinacion particular.
Morrel de que cogiese el diccionario. -No necesito preguntaros si participais de ella , dijo
Morrel obedeció. Madama de Villefort.
Aleccionado por Valentina , se habia acostumbrado -¿Yo? ni pizca , señora , respondió Eugenia con su
ya á comprender al anciano. aplomo ordinario. Mi vocacion no era hacerme esclava
Sin embargo, no era tanta su costumbre que no de los cuidados de una casa ó de los caprichos de un
tardase diez minutos en pasar revista á casi todas las hombre , fuese quien fuese. Mi vocacion èra ser artista,
letras del alfabeto , y en encontrar cada una de las pala- y libre por consiguiente de cuerpo y alma.
bras que componian este pensamiento: Eugenia pronunció estas palabras con un acento lan
«Buscad el vaso y la botella, que estan en la habi - vibrante y tan firme, que Valentina se ruborizó.
tacion de Valentina.» La temerosa jóven no podia comprender aquella na-
Morrel llamó en seguida al criado que habia reem- turaleza enérgica , que parecia desprovista de la timidez
plazado á Barrois , y le dió esta órden en nombre de y de todos los atributos femeninos.
Noirtier. -Por lo demás , continuó Eugenia , puesto que estoy
El criado volvió un instante después. destinada á casarme de grado ó por fuerza , debo dar
La botella y el vaso estaban enteramente vacíos . gracias á la Providencia que me procuró los desdenes
Noirtier hizo seña de que queria hablar. de M. Alberto de Morcef; si no estaria casada á estas
-¿Por qué estan vacíos el vaso y la botella? pre- horas con un hombre sin honor.
gunto. Valentina ha dicho que solo habia bebido me- -Es muy cierto , dijo la baronesa con ese estraño
dio vaso . candor que algunas veces se nota en las domas de tono,
En la traduccion de esta pregunta se tardaron otros candor que no puede hacerle perder por completo su
cinco minutos. roce con la clase media. Oh! es muy cierto. Si los Mor-
-No lo sé , dijo el criado; pero la doncella está en cef no hubieran vacilado , mi hija se casaba con el viz-
la habitacion de la señorita Valentina, y quizás ella los conde. El general t nia mucho interés en ello , y hasta
habrá vaciado . habia venido á rogar á M. Danglars que se diera prisa.
-Preguntádselo , dijo Morrel , traduciendo esta vez De buena nos hemos librado.
el pensamiento de Noirtier por su mirada . ¿Pero acaso recae el deshonor del padre sobre el
El criado salió, volviendo al poco tiempo. hijo? repuso Valentina tímidamente. M. Alberto no
-La señorita Valentina , dijo, ha pasado por su ha- tiene nada que ver con esas traiciones del general.
bitacion al ir á la de Madama de Villefort , y como te- -¡Oh, sí querida amiga , dijo la implacable jóven.
nia sed, ha bebido al pasar lo que teria el vaso. En Alberto reclama y merece su parte de deshonor. Des-
cuanto á la botella , la ha vaciado el niño Eduardo para pués de haber provocado ayer en la Opera á M. de
hacer un estanque á sus pajaritas. Monte-Cristo , le ha pedido hoy mil perdones sobre el
Noirtier alzó sus ojos al cielo, como el jugador que terreno.
pone á una carta todo lo que posee. —¡Imposible! dijo Madama de Villefort.
Desde entonces se fijaron en la puerta los ojos del -¡Ah querida amiga ! y tan verdad como es, re-
anciano, y no abandonaron esta direccion . puso Madama Danglars con ese mismo candor de que
Las que Valentina había visto eran con efecto Ma- ya hemos hecho mérito. Lo sé por M. Debray que es-
dama Danglars y su hija. taba presente.
Los criados las habían conducido á la habitacion de Valentina sabia tambien la verdad , pero no res-
Madama de Villefort, y por esto Valentina habia pasado pondió.
por su habitacion, que estaba paralela á la de su ma- Lanzada al mar de sus recuerdos por una palabra,
drastra, no habiendo entre las dos mas separacion que se habia trasladado con su imaginacion al cuarto de
el dormitorio de Eduardo. Noirtier, donde la esperaba Maximiliano.
296 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Durante esta especie de éstasis , Valentina habia de- ferma, y estas señoras os disimularán . Bebed un vaso
jado de tomar parte en la conversacion. de agua pura, y os pasará eso.
Hasta imposible le hubiera sido repetir lo que se Valentina abrazó á Eugenia, saludó á Madama Dan-
habia hablado en los últimos diez minutos. glars, que ya se habia levantado para salir , y se
De repente la sacó de su abstraccion la mano de Ma- marchó .
dama Dnglars, que se apoyaba en su brazo. -Esta pobre niña me tiene con mucho cuidado,
-¿Que es eso, señora? dijo Valentina estremecién dijo Madama de Villefort después de la marcha de Va
dose como se hubiera estremecido á un contacto lentina, y no me admiraria que le sucediese algo grave.
eléctrico. Entre tanto Valentina, en una especie de exaltacion

...encontró à Valentina tendida en el suelo.

Es, mi querida Valentina , dijo la baronesa, que de que o acertaba á darse cuenta , habia atravesado
sin duda os debeis de sentir mala. la habitacion de Eduardo , sin responder á una pi-
-¡Yo! esclamó la jóven pasándose fa mano por su cardigüela del niño , y por su habitacion habia lle-
abrasada frente. gado á la es alera.
Iba bajando los escalones , y ya solo le faltaban los
-¡Si! miraos en este espejo. Os habeis puesto pá-
lida y colorida sucesivamente tres ó cuatro veces en tres últimos .
un minuto. Legaba ya á su oido la voz de Morrel , cuando de
repente le pasó una nube por los ojos , faltáronle los
-Con efecto, esclamó Eugenia, estás muy pálida.
¡Oh! no te asustes, Eugenia . Estoy así hace algu- piés, perdieron sus manos la fuerza para agarrarse al
nos dias. pasa-mano, y rodó los tres últimos escalones.
Morrel dió un salto , y abriendo la puerta encontré
Y aunque la jóven no era taimada, comprendió que
se le presentaba una ocasion de marcharse. á Valentina tendida en el suelo.
Madama de Villefort vino tambien en su ayuda. Ligero como el rayo la cogió en sus brazos y la
-Retiraos, Valentina, le dijo, realmente estais en- sentó en un sillon .
EL CONDE DE MONTECRISTO. 297

Valentina abrió los ojos. lentina! vos que tanto influjo teneis sobre vuestro
-¡Qué torpe soy! dijo con febril volubilidad. Ni aun abuelo, haced que responda pronto.
andar sé. ¡ Pues no me olvidaba de que habia tres es- -Luego contais conmigo? le preguntó Valentina,
calones antes de llegar al descanso! para estimular la lentitud de mi abuelito , y despertar
-¿Os habeis herido quizás? esclamó Morrel. ¡ Oh su memoria .
Dios mio ! ¡Dios mio! -Sí , esclamó Morrel ; ¡ daos prisa , Dios mio! mien-
Valentina miró en torno suyo , y al ver el espanto tras no seais mi esposa , Valentína , siempre me pare-
de que se hallaba poseido Noirtier , le dijo procu- cerá que voy á perderos.
rando sonreirse: -¡Oh! respondió la jóven haciendo un movimiento

La doncella y el criado acudieron á la par.

-Tranquilizate, abuelito. No es nada, no es nada. convulsivo; eso es demasiado temor en un oficial, en


Se me fué la cabeza... un soldado que nunca conoció el miedo, segun dicen.
-¡Otro mareo ! esclamó Morrel juntando las manos. ¡Ah ! ¡ah!
¡Oh! ¡cuidaos, Valentina ! ¡cuidãos! yo os lo suplico. Y prorrnmpió en una carcajada dolorosa y ardiente,
¡ Ca ! no , dijo Valentina. Os repito que ya pasó , y retorciéronse sus brazos , cayó su cabeza hacia atrás y
que no era nada. Ahora , dejadme daros una noticia. quedóse sin movimiento.
Dentro de ocho dias se casa Eugenia , y dentro de tres El grito de terror que Dios encadenaba en los labios
habrá una especie de festin , una comida de boda, á la de Noirtier, salió de su mirada.
cual estamos convidados todos, mi padre, Madama de Morrel comprendió que se trataba de pedir ocorio.
Villeforty yc... segun le creido comprender. Y se colgó al cordon de la campanilla.
-¿Cuándo nos llegará á nosotros ese dia? 10h Va- La doncella, que estaba en la habitacion de Valen
SEGUNDA SERIE.-ENTREGA 136.- TOмO II. 20
298 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

tina, y el criado, que habia reemplazado á Barrois, acu- nueva víctima va á acusarnos de débiles en presencia
dieron á la par. del Señor?
Estaba Valentina tan pálida , tan fria y tan inani- Un sollozo doliente desgarró el corazon de Ville-
mada , que sin escuchar lo que les decian , dominólos fort , que acercándose al médico y cogiéndole de un
el miedo que poblaba esta casa maldita , y se lanzaron brazo , le dijo:
por los corredores pidiendo socorro. -Es Valentina , doctor. Esta vez le toca á Valen-
Madama Danglars y Eugenia terminaban en este tina.
momento su visita , y aún tuvieron tiempo de saber la -¡Vuestra hija! esclamó d'Avrigny lleno de dolor y
causa de este rumor. de sorpresa .
-Bien os lo habia yo dicho , esclamó Madama de Vi- -Ya veis que os engañábais , murmuró el magis-
llefort. ¡Pobre niña! trado. Venid á verla , y en su lecho de dolor pedidle
que os perdone vuestras sospechas.
CAPITULO XVI. -Siempre que me habeis avisado , siempre era tarde,
dijo M. d'Avrigny. Sin embargo, voy; pero démonos
LA CONFESION, prisa, caballero. Con los enemigos que hay en vuestra
casa no se puede perder tieinpo .
En el mismo instante oyóse la voz de M. de Ville- -¡Oh! esta vez , doctor , no tendreis que echarme
fort que gritaba desde su despacho : en cara mi debilidad . Descubriré al asesino y lo cas-
-¿Qué hay? tigaré.
Morrel consultó con una mirada á Noirtier, que aca- -Tratemos de salvar á la víctima antes de pensar en
baba de recobrar toda su sangre fria , y que con otra vengarla. Venid.
mirada le indicó el gabinete donde ya otra vez se ha- El cabriolé que habia traido á M. de Villefort volvió
bia ocultado en una circunstancia parecida. á llevarlos á entrambos , en el mismo momento en que
Solo tuvo tiempo el jóven para coger su sombrero . Morrel, por su parte , llamaba á la puerta del conde de
Oíanse ya en el corredor los pasos del procurador Monte-Cristo.
del rey. El conde se hallaba en su gabinete leyendo consuma
Precipitóse Villefort en la habitacion , corrió á Va- atencion una carta muy urgente que acababa de en-
lentina , y la tomó en sus brazos gritando: viarle Bertuccio .
-¡Un médico! M. d'Avrigny!... ó si no mejor es que Al oir anunciar á Morrel , que le habia abandonado
vaya yo mismo . dos horas antes, levantó el conde la cabeza .
Y se lanzó fuera de la habitacion. Para él como para el conde habian pasado sin duda
Morrel salió por la otra puerta. muchas cosas en estas dos horas; pues el jóven, quese
Acababa de ser herido en el corazon por un recuerdo habia separado de él con la sonrisa en los labios , vol-
espantable. via con el rostro alterado .
Asaltaba á su memoria aquella conversacion que Levantóse pues , y salió al encuentro de su amigo.
entre Villefort y el médico habia oido la noche que mu- -¿Qué hay, Maximiliano? le preguntó. Estais pálido
rió Madama de Saint-Merán . y teneis la frente bañada de sudor.
Los síntomas de Valentina , aunque en un grado Morrel se dejó caer sobre un sillon.
menos temible , eran los mismos que precedieron á la He venido muy de prisa , dijo , porque tengo que
muerte de Barrois. hablaros .
Al mismo tiempo parecíale que zumbaban en su -¿Estan todos buenos en vuestra familia? le pre-
oido aquellas palabras que Monte- Cristo le habia dicho gunto el conde con un tono de afectuosa benevolencia,
hacia apenas dos horas: cuya sinceridad no hubiese nadie puesto en duda.
-Para cualquier cosa que necesiteis , Morrel , acu- -¡Gracias! conde, ¡gracias! dijo el jóven embarazado
did á mí, que puedo algo. visiblemente para empezar su conversacion . En mi fa-
Mas rápido que el pensamiento dirigióse pues desde milia no hay novedad ninguna.
el barrio de San Honorato á la calle de Matignon , y de -Tanto mejor. ¿Teneis algo que decirme?prosiguió
la calle de Matignon á la avenida de los Campos Elíseos. el conde mas y mas inquieto.
Entre tanto llegaba M. de Villefort en un cabriolé -Sí , dijo Morrel. Vengo á vos desde una casa donde
de plaza á la puerta de M. d'Avrigny. acaba de entrar la muerte .
Tiró de la campanilla con tanta violencia , que el -¿Venís de casa de M. de Morcef? le preguntó Mon-
portero vino á abrirle atolondrado. te-Cristo .
Villefort se precipitó por la escalera, sin tener fuer- -No , dijo Morrel . ¿ Ha muerto alguien en casa de
zas para decirle nada. M. de Morcef?
El portero, que le conocia, le dejó pasar, advirtién- -El general acaba de suicidarse , respondió Monte-
dole solamente : Cristo.
-En su gabinete , señor procurador del rey, en su -¡Oh! ¡qué desgracia! esclamó Maximiliano.
gabinete. -No para ia condesa ni para Alberto , dijo Monte-
Villefort empujaba, ó dicho mejor se precipitaba ya Cristo ; pues vale mas un padre y un esposo muerto,
por la puerta. que un padre y un esposo deshonrado. La sangre lava
-¡Ah ! dijo el do tor, ¿sois vos? la deshonra.
-Sí , dijo Villefort cerrando la puerta detrás de él. -¡Pobre condesa ! dijo Maximiliano . A ella es á quien
Sí , doctor , soy yo , que vengo á preguntaros á mi vez yo compadezco sobre todo. ¡Una mujer tan noble!
si estamos solos. Doctor, mi casa está maldita. -Compadeced tambien á Alberto, Maximiliano, por
-¡Qué! dijo el médico con aparente frialdad , pero que es digno hijo de la condesa , creedme. Pero volva-
con profunda emocion interior , ¿teneis algun otro en- mos á vos. Decíais que veniais á verme; ¿tendré la for→
fermo? tuna de que necesiteis de mí?
-Sí, doctor, sí, esclamó Villefort arrancándose con -Sí, necesito de vos ; es decir, creo como un insen-
mano convulsiva un mechon de cabellos. sato que podríais socorrerme en una circunstancia en
En aquel momento la mirada de d'Avrigny signi- que solo Dios me puede socorrer.
ficaba: -Hablad sin embargo.
-Ya os lo habia pronosticado . -¡Oh ! dijo Morrel, no sé en verdad si me es permi-
Luego, sus labios pronunciaron lentamente estas pa- tido revelar un secreto semejante ; pero la fatalidad me
labras: obliga á ello, no menos que la necesidad.
¿Quién va pues á morir en vuestra casa? ¿ qué Morrel se detuvo vacilante.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 299

-¿Creeis que os amo? dijo Monte-Cristo cogiéndole -Sí, ya voy á quedarme un poco mas tranquilo.
una mano al jóven afectuosamente. -Pues sabed que espero, dijo el conde sonriéndose.
-¡Oh! eso me anima, y además una cosa me dice -Y yo hablo . Escuchad.-Una noche me hallaba
aquí (Morrel se puso la mano sobre el corazon) que no en un jardin escondido entre los árboles ; nadie podia
debo tener secretos para vos. figurarse que yo estaba allí. Dos personas pasaron á mi
-Teneis razon , Morrel. Dios es quien habla así á lado; permitid que calle sus nombres provisionalmente.
vuestro corazon , y vuestro corazon es quien os habla . Iban hablando en voz baja ; pero yo tenia tanto interés,
-¿Me permitíreis, conde, enviar á Bautista de parte que no perdí ni una sola de sus palabras.

1978

ດາ

-Si , doctor , esclamó Villefort arrancándose con mano convulsiva un mechon de cabellos.

vuestra á llevar un recado á una persona á quien vos


-Lúgubre es el prólogo , Maximiliano, á juzgar por
conoceis? vuestra palidez y vuestro estremecimiento.
-Si yo estoy á vuestra disposicion, ¿no lo han de -¡Oh! sí, muy lúgubre, amigo mio! Acababa de mo-
estar mis criados? rir una persona en aquella casa, y una de las dos , cuya
-¡Oh ! es que no podré vivir mientras que no sepa conversacion yo oia, era su dueño, y la otra el faculta-
con seguridad que ella está mejor. tivo. El primero iba confiando al segundo sus temores
-¿Quereis que llame á Bautista? y sus penas, porque era la segunda vez que en un solo
-No . Voy á hablarle yo mismo. mes venia la muerte rápida é imprevista á visitar aquella
Morrel llamó á Bautista, y le dijo algunas palabras casa, que parecia designada á la cólera del cielo por al-
en voz baja. gun ángel esterminador.
El ayuda de cámara se marchó corriendo. -¡Ah! jah! dijo Monte-Cristo mirando al jóven fija-
-¿Está ya hecho eso? le preguntó Monte-Cristo á mente y dando á su sillon un movimiento imperceptible,
Morrel viéndole entrar de nuevo , de modo que él quedase oculto en la sombra, mien-
300 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

tras la luz daba de lleno en el rostro de Morrel. | que no teneis remordimientos que os quiten el sueño.
-Sí, prosiguió este; la muerte habia entrado dos ve- En las facciones de Morrel se pintó un dolor incon-
ces en aquella casa en un solo mes. cebible, y cogiendo la mano de Monte-Cristo, le dijo:
-¿Y qué decia el médico? le preguntó Monte Cristo. -Però la catástrofe se va á repetir.
-Decia... que esta muerte no era natural, y era pre- -¡Y qué importa! respondió el conde admirado de
ciso atribuirla... aquella insistencia que no comprendia, y mirando á
-¿A qué? Maximiliano con mas atencion , Dejad que se repita. Es
-Al veneno. una familia de Atridas condenada por Dios, y han
-¿De veras? dijo Monte-Cristo con aquella ligera tos de sufrir su sentencia . Van todos á desaparecer como
que en los momentos supremos le servia para ocultar esos castillos que fabrican los niños con naipes, que al
fa su rubor, ya su palidez , ya la atencion misma con soplo de su creador caen unos tras otros , y caerian
que escuchaba. ¿ De veras , Maximiliano ? ¿oísteis todo aunque hubiese doscientos. Hace tres meses cayó
eso? M. de Saint- Merán . Hace dos meses cayó Madama de
-Sí , querido conde. Lo oí , y el doctor añadió, que Saint-Merán. El otro dia , Barrois. Hoy, el anciano
si se repitiese tan funesto acontecimiento , se creería Noirtier ó la jóven Valentina.
obligado á recurrir á la justicia. -¡Lo sabíais ! esclamó Morrel en un acceso tal de
Monte-Cristo escuchaba ó aparentaba escuchar con terror, que hizo estremecer á Monte-Cristo ; á él , que
la calma mas perfecta. hubiera permanecido impasible aunque el cielo se hun-
-Pues bien , añadió Maximiliano ; la muerte ha ve- diese . ¡ Lo sabíais , y no lo revelábais!
nido por tercera vez , y ni el amo de la casa ni el mismo -¿Y qué me importa? repuso Monte-Cristo enco-
médico han desplegado sus labios . Quizás la muerte giéndose de hombros. ¿Conozco yo acaso á esas gentes,
va á venir por cuarta vez. Conde, ¿á qué creeis que me ni debo yo perder á uno por salvar al otro? No á fe
obliga el descubrimiento de este secreto? mia; porque no tengo preferencia ninguna entre el
-Paréceme, querido amigo, que contais una aven- culpable y la víctima.
tura que sabe todo el mundo de inemoria. Yo conozco -Pero yo, esclamó Morrel ahogándose de dolor, yo
la casa donde habeis oido eso , ó conozco por lo menos la amo .
una muy parecida; una casa en donde hay un jardin, -¿La amais? ¿á quién? esclamó Monte-Cristo dan lo
un padre de familia y un médico ; una casa donde ha un salto y estrechando las dos manos, que Morrel ele-
habido tres muertes estrañas y repentinas. Pues bien, vaba al cielo retorciéndoselas .
miradme. Yo no he interceptado confidencia ninguna, -Yo amo perdidamente; yo amo como un insen-
y sin embargo lo sé todo tan bien como vos , sin que sato, como aquel que daria toda su sangre por ahor-
tenga por eso escrúpulo de conciencia . ¿Qué me im- rarle una lágrima. Amo á Valentina de Villefort, á
porta a mí? Decís que no parece sino que un ángel es- quien estan asesinando en este momento. ¿Lo enten-
terminador haya designado esa casa á la cólera del deis? La amo , y pregunto á Dios y á vos cómo podré
cielo. ¿Quién os dice que esa suposicion no es una salvarla .
verdad? No veais las cosas que no quieren ver los que Monte- Cristo soltó un grito salvage , del que solo
tienen interés en verlas. Si es la justicia y no la cólera pueden formarse idea los que hayan oido rugir al leon
de Dios la que se cierne sobre esa casa , Maximiliano , herido.
volved la cabeza y dejad pasar á la justicia de Dios. -¡Desgraciado ! esclamó retorciéndose los brazos á
Morrel se estremeció. su vez. ¡Desgraciado! ¡ amas á Valentina ! ¡amas á ese
El. acento del conde tenia algo de lúgubre y de so- vástago de una raza maldita!
lemne al par. ¡Nunca habia visto Morrel una cólera semejante!
-Además, prosiguió cambiando de acento de tal ¡ Nunca habia visto chispear una mirada tan terri-
modo, que parecia que estas últimas palabras no salian ble como aquella!
de la boca del mismo hombre; además, ¿quién nos dice ¡ Nunca el genio del terror , que tantas veces se le
que esa catástrofe no se repetirá? habia aparecido en los campos de batalla y en las no-
-Se repite , conde ,. esclamó Morrel ; se repite , y ches homicidas de Argel, habia derramado en torno
por eso vengo á buscaros. suyo reflejos mas siniestros!
-Bien; ¿qué quereis que yo haga, Morrel? ¿quereis Y retrocedió espantado.
que avise al procurador del rey? En cuanto á Monte-Cristo, después de estas emo-
Pronunció Monte-Cristo estas últimas palabras con ciones y de estas palabras, cerró un mcmento los ojos
tanta claridad y con una acentuacion tan vibrante, que como deslumbrado por un fuego interno.
Morrel se levantó de repente esclamando : En este momento se reconcentró en sí mismo con
¡Conde ! ¡ Conde! ¿ Sabeis de quién hablo, no es tanto poder , que se veia apaciguarse poco a poco l
verdid? agitacion ondulosa de su pecho henchido de tempes-
-Perfectamente , mi buen amigo , y voy á probá- tades, como después de la tormenta se ven apaciguarse,
roslo poniendo los puntos sobre las ii , ó dicho mejor, bajo los rayos del sol , las olas turbulentas y espumosas.
dándoles sus nombres á las personas. Una noche os Medio minuto sobre poco mas o menos duraria e te
habeis estado paseando por el jardin de M. de Ville- silencio, este recogimiento y esta lucha.
fort; y de lo que me habeis contado, deduzco que fué Después levantó el conde su frente pálida.
la noche que murió Madama de Saint-Merán. Oísteis -Ved, amigo mio , dijo con voz casi tranquila, cómo
á M. de Villefort hablar con M. d'Avrigny de la Dios sabe castigar por su indiferencia á los hombres
muerte de M. de Saint-Merán , y de la no menos es- mas orgullosos y frios delante de los terribles espec-
traña de la marquesa . M d'Avrigny decia , que creia táculos que les proporciona. Yo, que espectador curioso
en un envenenamiento y aun en dos envenenamientos , é impasible miraba desarrollarse esta lúgubre trajedia;
y aquí teneis cómo vos , hombre honrado por excelen- yo, que semejante al ángel maio, me reia del mal que
cia, os ocupais desde aquel mismo ins ante en consul- hacen los hombres ayudado del secreto (y el secreto es
tar á vuestro corazon y en echar la sonda en vuestra con- fácil de guardar para los ricos y los poderosos), cuenta
ciencia para saber si debeis revelar este secreto ó callar- que á mi vez ine siento mordido , y mordido en el cora
lo. Ya no estamos en la edad media, amigo mio : ya no zon por esa serpiente, cuya marcha tortuosa yo miraba.
bay ningun Saint Edhme, ni jueces fiancos: ¿qué dia- Morrel exhaló un gemido sordo.
blos vais á pedir á esas personas? Conciencia, ¿qué me Vamos, vamos, prosiguió el conde. Nada de que-
quieres? como dice Sterne. Bá , querido mio, dejados jas como esa. Sed hombre: sed fuerte: tened esperan-
dormir, si duermen ; dejados suirir en sus insomnios za, porque estoy aquí yo, que velo por vos.
i tienen insomnios; y dormid por el amor de Dios, vos, | Morrel meneó la cabeza tristemente .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 301

-Os digo que tengais esperanza, ¿me comprendeis? -¡Dios mio, Dios mio! esclamó Morrel, me espan-
esclamó Monte-Cristo. Sabed que nunca miento, y que tais, conde, con esa sangre fria . ¿Podeis algo contra la
nunca me equivoco. Ahora es mediodia, Maximiliano; muerte? ¿Sois mas que un hombre? ¿Sois un ángel?
dad gracias al cielo de haber venido á mediodia, en ¿Sois un Dios?
vez de venir esta tarde ó mañana por la mañana. Es- Y aquel jóven, que no habia retrocedido ante ningun
cuchad, pues, lo que voy á deciros . Ahora es medio- peligro, retrocedia ante Monte-Cristo poseido de terror.
dia; si Valentina no ha muerto hasta ahora, no morirá. Pero el conde le miró con una sonrisa tan melan-
-¡Dios mio! esclamó Morrel. ¡ Si yo la he dejado cólica y tan dulce á la vez, que Maximiliano sintió sus
moribunda!!... ojos llenarse de lágrimas.

-¡esgraciado ! ¡amas á ese vástago de una raza maldita!

Monte-Cristo reclinó su frente sobre sus manos. -Algo puedo, amigo mio, respondió el conde. Idos
¿Qué pasó entonces en aquella cabeza , tan preñada necesito estar solo.
de secretos horribles? Subyugado Morrel por aquel prodigioso ascendiente
¿Qué le dijo á aquel espíritu tan implacable y tan hu- que Monte- Cristo ejercia sobre todo lo que le rodeaba,
mano á la vez el ángel de la luz ó el ángel de las ti- no trató siquiera de resistirlo.
nieblas? Marchóse, pues, después de estrechar la mano de.
¡Solo Dios lo sabe! conde.
Levantó la frente Monte-Cristo , y esta vez estaba Sin embargo, á la puerta se detuvo para esperar á
tranquila como la de un niño que despierta. Bautista, á quien vió venir corriendo por la esquina de
-Maximiliano , dijo , volved tranquilo á vuestra la calle de Matignon.
casa, y os encargo que no deis un paso ni aun dejeis Entre tanto Villefort y d'Avrigny habian corrido
salir a vuestro rostro la sombra de un pesar. Yo os tambien.
enviaré noticias; idos. A su llegada, Valentina no habia recobrado aun e.
302 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

conocimiento, y el médico la examinó con el cuidado -Sí, respondió el anciano con los ojos.
que aconsejaban las circunstancias, y con la profundi- -Oid. No tenemos tiempo que perder . Voy á pre-
dad que le aconsejaba el secreto de que era dueño, guntaros, y vos me respondereis.
Pendiente Villefort de su mirada y de sus labios, es- Noirtier le hizo seña de que estaba dispuesto á res-
peraba el resultado de su reconocimiento . ponderle.
Noirtier, mas pálido que la jóven y mas ansioso que ¿ Habeis previsto lo que ha sucedido hoy á Va-
el mismo Villefort, lo esperaba tambien, y todo en él lentina?
se hacia inteligencia y sensibilida 1. - Sí.
Al cabo d'Avrigny dejó escapar lentamente estas Reflexionó un instante el médico , y acercándose
palabras: mas y mas á Noirtier, añadió:
-Aun vive. -Perdonadme lo que voy á deciros, pero en la ter-
-¡Aun ! esclamó Villefort . ¡ Oh , doctor ! ¡ qué terri- rible situacion en que nos encontramos ningun indicio
ble palabra habeis pronunciado ! se debe despreciar . ¿Visteis morir al pobre Barrois?
Y la repito, dijo el médico . Vive aun , lo que me Noirtier alzó los ojos al cielo.
sorprende mucho. -¿Sabeis de qué murió ? le preguntó d'Avrigny po-
Pero se ha salvado ? le preguntó el padre. niéndole la mano sobre el hombro.
-Sí , puesto que vive. -Sí, respondió el anciano.
En este momento la mirada de d'Avrigny se encon- -¿Creeis que su muerte haya sido natural?
tró con la de Noirtier. Una cosa parecida á una sonrisa se dibujó en los la-
Brillaba en aquella mirada una alegría tan estraor- bios inertes de Noirtier.
dinaria y un pensamiento tan rico y tan fecundo, que -¿Luego os ha ocurrido la idea de que fué enve-
el médico se quedó admirado. nenado?
Dejó caer en su sillon á la jóven , cuyos labios se -Sí.
dibujaban apenas en su semblante, tan pálidos y tan -¿Y creeis que ese veneno estuviera destinado pa-
blancos estaban, y quedóse inmóvil mirando á Noirtier , ra él?
que no parecia sino que esperase y fuese comentando -No.
todos los movimientos del doctor. -Ahora bien , creeis que la misma persona que
-Caballero, dijo este entonces al procurador del rey, mató á Barrois queriendo matar á otro, seà la que hoy
hacedme el gusto de llamar á la doncella de Valentina . mata á Valentina?
En seguida que Villefort cerró la puerta tras sí, -St.
acercóse el médico á Noirtier. ¿Y morirá tambien ? añadió d'Avrigny clayando en
-¿Teneis algo que decirme? le preguntó. Noirtier una mirada profunda , y observando el efecto
El anciano cerró los ojos espresivamente , que era, que esta frase producia al anciano.
como lo recordará el lector, el único signo afirmativo -No, respondió este con un aire de triunfo , que hu-
que podia hacer. biera desvanecido todas las conjeturas del adiviño mas
-¿A mí solo? hábil.
-Sí , respondió Noirtier. -Luego teneis esperanzas ? dijo d'Avrigny sor-
-Bien ; me quedaré con vos . prendido.
En este momento volvió Villefort con la doncella. -Sí.
Detrás de la doncella venia Madama de Villefort. -¿Qué esperanza teneis?
-¿Qué ha hecho esta querida niña? esclamó al en- El anciano dió á entender con los ojos que no po-
trar. Salió ahora de mi cuarto, y aunque se quejaba de dia contestar.
estar algo mala, no creí que fuese cosa seria. --Ah ! es verdad, murmuró d'Avrigny, ¿Esperais
Y la jóven, con las lágrimas en los ojos y con todas que el asesino se canse?
las muestras de afecto, acercóse á Valentina y le cogió -No.
una mano. -Entonces esperais que el veneno no le haga efecto
D'Avrigny, que seguia mirando á Noirtier, vió di- á Valentina?
latarse y redondearse sus ojos , palidecer y temblar sus -Si.
mejillas, y empaparse en sudor su frente. -¿Luego yo no os digo nada nuevo, añadió el doctor,
¡ Ah ! murmuró involuntariamente , siguiendo la al deciros que acaban de intentar envenenarla?
direccion de los ojos de Noirtier , es decir , fijando los El anciano hizo seña con los ojos de que no le que-
suyos en Madama de Villefort, que repetia: daba duda ninguna.
-Mejor estará en su cama esta pobre niña. Venid, -Entonces, ¿ cómo esperais que Valentina se salve?
Fanny, y la acostaremos. Noirtier fijo con ob tinacion sus miradas en un
M. d'Avrigny, que veia en esta proposicion un me- mismo sitio , y siguiendo d'Avrigny aquella direccion,
dio de quedarse solo con Noirtier , hizo con la cabeza notó que se fijaban en una botella que conten a la•me-
• una seña afirmativa ; pero prohibió que tomase nada la di ina que tomaba él todas las mañanas.
enferma que no fuese recetado por él. ¡Ah ! jah! dijo d'Avrigny iluminado por un rayo
Lleváronse pues á Valentina , que habia recobrado de luz , habreis tenido la idea?...
el conocimiento, pero que se hallaba incapaz de obrar y Noirier no le dejó acabar.
casi de hablar, por lo destrozado que estaban sus miem- —Sí , si , dijo.
bros de resultas de aquel accidente. -¿De prepararla contra el veneno?...
Sin embargo, tuvo fuerzas para saludar con una mi- -Sí.
rada á su abuelito, á quien parecia que con llevársela -¿Acostumbrándola poco á poco á él?
le arrancaban el alma .' -Sí , sí, repitió Noirtier, gozosodeverse comprendido.
D'Avrigny siguió á la enferma, escribió su receta, y -Con efecto. Vos me habeis oido decir que la bru-
mandó á Villefort que tomase un cabriolé para ir en cina entraba en las medicinas que os receto.
persona á la botica á hacerla preparar en su presencia, -Sí.
traerla por sí mismo y esperarle en la alcoba de su hija . -Y acostumbrándola á e e veneno , habeis querido
Después de haber renovado el encargo de que no neutralizar los efect s del otro.
dejasen tomar á Valentina nada , bajó otra vez al cuar- Noirtier demostró la misma alegría y el mismo
to de Noirtier , cerró la puerta cuidadosamente , y des- triunfo .
pués de asegurarse de que nadie le escuchaba, dijo : ¡Y lo habeis logrado! esclamó d'Avrigny . Sin esa
-Veamos, ¿sabeis algo sobre esa enfermedad de vues- precaucion , Valentina hubiera muerto boy, sin que pu
tra nieta ? diéramos siquiera socorrerla; muerta sin misericordia
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 305

porque ha sido tan violento el ataque... pero por for- sacerdote italiano, de apariencia severa y hablar tran-
tuna ya le pasó, y esta vez al menos no morirá Va- quilo y resuelto, alquilaba para su uso la casa inmediata
lentina. á la del procurador del rey.
Un alegría sobrehu mana di ató los ojos del ancia- Nadie , udo saber en virtud de qué transaccion los
no, que se alzaren al cielo con espresion de infinita tres vecinos de la ca a se mudaron a las dos horas.
gratitud. Pero se dijo en el barrio que la casa estaba denun-
En este memento entró Villefort. (iada porque amenaz ba ruina ; lo que no impedia al
-Tomad, doctor, le dijo : aquí teneis lo que habeis nuevo inquilino establecerse en ella con sus modestos
pedido . muebles a las cinco de aquela misma tarde.

Lleváronse pues á Valentina.

-¿Han preparado esta medicina delante de vos? Este trato se hizo por tres, seis 6 nueve años, y el
-Sí , respondió el procurador del rey. nuevo inquilino pagó seis meses adelantados, segun la
-¿No la habeis dejado un punto de la mano? costumbre establecida.
-No. Este nuevo inquilino , que como hemos dicho era
N de laAvrigny cogió la botella , y vertiendo en la palma italiano, se llamaba il signor Giacomo Bussoni.
mano algunas gotas, las aspiró. Llamáronse inmediatamente obreros , y aquella
Bien, ij : subamos al cuartode Valentina, donde misma noche los raros transeuntes que pasaban por la
daré mis instruccion- sá todo el mundo ; instrucciones, calle veian con sorpresa á los carpinteros y albañiles
M. de Villefort, que vos hareis que nadie falte á ellas . ocupados en revocar la vetusta casa .
En el momento que d'Avrigny entraba en la habi-
tacion de Valentina acompañado de Villefort , un
304 BIBLIOTECA UNIVERSAL

CAPITULO VII. Cuando se agotó su paciencia, llamó á su ayuda de


cámara.
EL PADRE Y LA HIJA. -Esteban, le dijo: ved pra qué me ha encarga-
do la señorita Eugenia que viniese á esperarla en el
Ya hemos visto en el capítulo anterior que Madama salon , y ved tambien por qué me hace esperar tanto
Danglars venia á anunciar oficialmente el próximo ca- tiempo.
samiento de la señorita Eugenia Danglars con M. An- Exhalada esta nube de mal humor, recobró el ba-
drea Cavalcanti. ron alguna calma.

Avrigny cogió la botella, y vertiendo en la palma de la mano algunas gotas, las aspiró.

Este anuncio oficial, que indicaba ó parecia indicar Con efecto, la señorita Danglars al despertarse ha-
una resolucion tomada por todos los interesados en bia pedido una audiencia á su padre, designando el sa-
este gran negocio, habia sido precedido de una escena Ion dorado para verificarla.
de que debemos dar cuenta á nuestros lectores. La singularidad de esta peticion y su carácter
Rogámosles pues que retrocedan un paso y se tras- oficial sobre todo, habian sorprendido bastante al ban-
porten la misma mañana de este dia de tan grandes quero, que inmediatamente accedió al deseo de su hija
catástrofes, á aquel hermoso salon tan lleno de dorados yendo á es ; erarla al salon.
y molduras, que ya les hemos dado á conocer, y que Esteban volvió bien pronto de su embajada.
hacia el orgullo de su propietario M. Da glars -La doncella de la señor ta me ha anunciad» , que
Con efecto, en este salon y á eso de las diez de la su ama estaba acabando su tocador, y que no tardará
mañana, pensativo y visiblemente inquieto, estaba su en venir.
amo misino mirendo á todas las pu rtas, y detenién- Danglars hizo un ademan qe indicaba estar sa-
dose á cada ruido que oi . lisfecho.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 305

Con el mundo y con sus criados hacia alarde el puerta apareciendo Eugenia con un vestido de satin
baron de padre débil y bondadoso. negro de fl res , peinada sencillamente y puesta de
Esta era la faz del papel que se habia impuesto en la guantes como sí se tratarade ir á ocupar su sitio en el
comedia popular que estaba representando. Era una teatro italiano.
careta que habia adoptado y que creia convenirle, como -Ybien, Eugenia, ¿qué hay? sclamó su padre, ¿y
convenía á los perfiles de las máscaras del teatro anti- por qué me citais aquí cuando tan bien estaríamos en
guo tener el labio risueño y remangado, mientras el mi gabinete?
lado izquierdo tenia el labio caido y lloron. -Tenois razon en todo, caballero, respondió Euge-
w
w
w

-Voy a deciros, caballero, por qué no quiero casarme con el conde Andrea Cavalcanti.

Apresurémonos á decir, que en la vida íntima el | nia indicando á su padre que podia sentarse ; acabais de
labio remangado y risueño bajaba al nível del labio presentar dos cuestiones que reasumen de antema-
caido y lloron de manera que la mayor parte del tiempo no toda la conversacion que vamos á tener. A en-
desaparecía el hombre bonachon, quedando solo el trambas pues os respondere, y contra la costumbre, á
marido brutal y el padre tiránico. la segunda primero, por ser la menos complicada. He
-¿Por qué diablos esta loca, que quiere hablarme elegido, caballero, el salen para nuestra cita con ob-
segun parece, murmuraba Danglars, no vendrá simple- jeto de evitar las impresiones desagradables y las in-
mente á mi gabinete, y sobre todo por qué quiere ha- fluencias del gabinete de un banquero . Aquellos
blarme? libros de caja por muy dorados que estén ; aquellos
Daba vueltas por la vigésima vez en su imagina- armarios cerrados como puertas de castillos ; aquellos
cion á este pensamiento alarmante, cuando se abrió la montones de billetes de banco, que vienen de no sé
306 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

sabe dónde , y aquella multitud de cartas que vienen -¿Desgraciada me llamais, caballero? no en verdad,
de Inglaterra, de Holanda y de España , de las Indias, repuso Eugenia, y me parece esa esclamacion afectada
de la China y del Perú , ejercen por lo general un in- y teatral. Dichosa, por el contrario, porque ¿qué me
flujo muy estraño sobre los padres de familia, haciéndo- falta? Las gentes me encuentran bella, lo que es algo
les olvidar que hay en el mundo un interés mas grande para tener en el mundo buena acogida; me gustan las
y mas sagrado que la posicion socia y la opinion de buenas acogidas, porque desarrugan los ceños, y me
sus corresponsales . He elegido pues este salon , donde parecen entonces menos feas las personas que me ro-
podeis ver sonriéndose y dichosos en sus magníficos dean. Tengo además a gun talento y cierta sen-
cuadros vuestro retrato, el mío, el de mi madre , y otra sibilidad relativa que me permite sacar de la existencia
porcion de paisajes pastorales y tiernísimos . Yo fio mu- comun lo que encuentro de bueno en ella , pra apro-
cho en las impresiones esteriores, lo que quizás es un piárselo á la mia, como hace el mono cuando rompe
error, sobre todo tratándose de vos; pero ¿qué quereis? una nuez verde para sacarle lo que contiene en su seno.
si no me quedasen algunas ilusiones, no seria artista. Soy tambien rica, porque vos poseeis uno de los mejores
-Muy bien, respondió Danglars, que habia es u- capitales de Francia, porque soy vuestra hija únics , y
chado el discurso con imperturbable sangre fría, aun- porque vuestra tenacidad no se parece á la de los pa-
que sin comprender una palabra , absorto y ocupado dres de comedia , que desheredan á sus hijas porque
como hombre lleno de pensamientos profundos, en bus- no quieren darles nietos. Además, la previsora ley os
car el hilo de su propia idea entre las ideas de su ha quitado el derecho de desheredarme, ó á lo menos
interlocutor. os ha quitado el poder de obligarme á ser esposa de
-Ya está aclarado ó poco menos el segundo punto, fulano ó de mengano. Así pues, bella, adornada de al-
dijo Eugenia sin la menor turbacion , y con aquel gun talento , como dicen las óperas cómicas, y rica...
aplomo enteramente varonil que la caracterizaba . Ya esa es la felicidad, caballero : ¿por qué pues me
está aclarado, y me parece que quedais satisfecho con llamais desgraciada?
la esplic cion . Volvamos ahora al primer punto. Me Viendo Danglars á su hija risueña y altiva basta ra-
preguntais ¿por qué os he pedido esta entrevista? Voy yar en insolente, no pudo reprimir un movimiento de
á decíroslo en dos palabras, caballero, por qué no brutalidad , que fué de palabra, eso sí, pero que fué una
quiero casarme con el conde Andrea Cavalcanti. sola palabra.
Danglars dió en su sillon un salto que le hizo le- Bajo el peso de la interrogadora mirada de su hija,
vantar al cielo los ojos y los brazos á la vez, en vista de aquel hermoso entrecejo negro tan arru-
-Si señor, pros guió Eugenia siempre tranquila, gado , volvió sobre sí con prudencia y se calmó en se-
Ya veo que os admirais, porque desde que anda entre guida, á impulsos de la mano de hierro de la circuns-
manos este negocio, no he man festado la menor opo- pección.
sicion, segura como lo estoy siempre de que cuando -Con efecto, hija mia, respondió sonriéndose, sois
llegue el momento sabré oponer francamente á las todo eso , que os lisongeais de ser, escepto una sola
personas que no me han consultado y á las cosas què cosa. No quiero deciros cuál ; prefiero que la adivineis.
no me gustan, una voluntad franca y resue'ta . Sin Eugenia miró á Danglars muy sorprendida de que
embargo, esta vez mi tranquilidad , mi pasibilidad, se le negas uno de los florones de la corona de orgullo
como dicen los filósofos, tenía otro origen, pues hija que acababa de ceñirse con tanta soberbia.
sumisa y tierna ( una ligera sonrisa entreabrió los pur- -Hija mia , prosigu ó el banquero , acabais de es-
púreos labios de la jóven) estaba aprendiendo á obe- plicarme perfectamente cuáles son los sentimientos que
decer . presiden á las resoluciones de una hija como vos,
-¿Ybien? le preguntó Danglars. cuando resuelve no casarse. Ahora me toca á mí de-
-He aprendido, caballero, respondió Eugenia, todo ciros cuáles son los motivos de un padre como yo,
lo que está en mi mano ; y á p sar de los esfuerzos cuando resuelve que su hija se case.
que he hecho sobre mí misma, me siento incapaz de Eugenia hizo una reverencia, no como hija sumisa
obedecer. que escucha , sino como contrincante que espera dis-
-Pero en fin, dijo Danglars , que como hombre se- puesto á discutir.
cundario parecia abrumado por el peso de esta lógica -Hija mia, prosiguió Danglars , cuando un padre
implacable , que revelaba tanta premeditacion y tanta ruega á su hija que tome esposo , siempre tiene una
fuerza de voluntad ; ¿y la causa de esa negativa, Euge- razon cualquiera . A unos los domina la menía de que
nia? ¿y la causa? hablásteis há poco, de verse revivir en sus nietos: em-
-La caus , replicó la jóven , ¡ oh! no es que ese hom- pezaré por deciros que no tengo esa debilidad, y que
bre sea mas feo o mas tonto ó mas desagradable que los placeres de la familia me son casi indiferentes. Bien
otro cualquiera . M. Andrea Cavalcanti, para los que puedo confesarle esto á una hija, que es bastante filó-
miran en los hombres la cara y el talle, puede pa- sofa para comprender esta indiferencia, y no creerla un
sar por un buen mozo . Tampoco es la causa que crimen .
haya conseguido llegar á mi corazon mas o menos que -Enhorabuena , dijo Eugenia , me gusta que hable-
otro cualquiera; esa seria una disculpa de colegiala, que mos francos.
yo creo indigna de mí. Yo no amo á nadie, caballero , -¡Oh! repuso Danglars , ya veis que aunque en tesis
absolutamente á nadie. Bien lo sabeis; y no veo general no participe de vuestro amor á la franqueza,
por qué razon, sin una necesidad absoluta, iría á cargar me someto á ella cuando creo que las circunstancias
mi vida con un compañero eterno . Por ventura, ¿no dice me convidan . Continuaré pues. Os he propuesto un
el sábio : «nada de mas» y en otra parte, «llevadlo todo marido, no por vos, porque á la verdad no me acor
con vosotros mismos?» Me han enseñado estos dos afo- daba de vos para nada en aquel momento ( pues os
rismos en latin y en griego , que el uno es de Fedro y gusta la franqueza, ahí va esa); sino porque yo nece-
el otro de Bías, si no me engaño. Pues bien, mi que sitaba que tomáseis lo mas pronto posible aquel marido,
rido padre, en el naufragio de la vida, pues la vida no por ciertas combinaciones comerciales que tengo aho-
es mas que un naufragio eterno de nuestras esperanzas, ra entre maros .
echo á la mar mi bagaje inútil, y me quedo con mi Eugenia hizo un ademan de disgusto.
voluntad, dispuesta á vivir enteramente sola, y por lo -Así es ni mas ni menos , hija mia; y no me que-
tanto, enter..mente libre. rais mal por esto, pues vos me obligais á ello. Ya com-
-Desgraciada ! desgraciada ! murmuró Danglars po- prendereis que muy á pesar mio os hago estas espli-
niéndose pálido, porque conocia por una larga espe- caciones aritméticas, á una artista como vos, que teme
riencia la solidez del obstáculo que se le presentaba tan entrar en el despacho de un banquero para percibir en
repentinamente. él (así creo que dicen los filósofos) impresiones des-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 307

agradables y sensaciones antipoéticas. Pero en ese ga- trayendo de dote tres millones, que coloca en mi casa.
binete, donde sin embargo os dignásteis entrar ante- ¡ Ah! muy bien, dijo Eugenia con soberano des
ayer para pedirme los mil francos que os tengo seña- precio y arrollando sus guantes uno sobre otro.
lados mensualmente para vuestros caprichos , sabed , ¡Pensais que emplearé mal esos tres millones! es-X
señorita, que se aprenden muchas cosas, aun para en- clamo Danglars. Nada de eso . Esos tre millones estan
señanza de las personas que no quieren casarse. Allí se destinados á producir lo menos diez. He obtenido en
aprende , por ejemplo, y yo os lo enseñaré en este sa- compañía de otro banquero la concesion de un camino
lon por respetos vuestra sensibilidad nerviosa , se de hierro, única industria que en nuestros dias pre-
aprende que el crédito de un banquero es su vida fí- senta esas probabilidades fabulosas de éxito inmediato,
sica y moral ; que el crédito sostiene al hombre co- que Law aplicó en otro tiempo á un Misisipi ideal para
mo el soplo anima al cuerpo ; y todavía no he olvi- los buenos parisienses, eternas víctimas de las especula-
dado un escelente discurso que acerca de esto me pro- ciones. Por mi cálculo se debe hoy poseer una millonési-
nunció un dia M. de Monte-Cristo. Allí se aprende ma de rails, como en otro tiempo se poseia una fanega
que, á medida que el crédito se retira, el cuerpo queda de tierra en Friche á las orilas del Ohio. Es una colo-
cadáver; y que esto debe suceder en muy poco tiempo cacion de fondo hipotecario, que como veis, es un pro-
al banquero que tiene el honor de ser padre de una greso, puesto que se tendrán lo menos diez, quince,
hija tan entendida en cosas de lógica." veinte o cien libras de hierro á cambio del dinero .
Pero Eugenia, en vez de dejarse vencer , se enva- Dentro de ocho dias debo yo depositar por mi cuenta
lentonó con este golpe , y dijo: cuatro millones , que como os digo, producir n diez ó
-¡Arruinado!... doce.
-Esa es lapalabra, hija mia, la palabra propia , repuso -Pero en aquella visita que os hice anteayer, caba-
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Danglars conservando en su ruda fisonomía la sonrisalero, repuso Engenia , visita de que os dignafs acorda-
del hombre sin corazon, pero no sin chispa; ¡ arruina- ros , os ví embolsar (es el término técnico, ¿no es ver-
do!... eso es. dad?) cinco millones y medio, cantidad que me ense-
ཟ།། -¡Ah! esclamó Eugenia. ñásteis en dos billetes del Tesoro, admirándoos de que
-¡Sí, arruinado ! Ya sabeis ese secreto horrible, un papel de tanto valor no me deslumbrase lo mismo
como dicen los poetas trájicos. Ahora, hija mia , sa- que un relámpago.
bed de mi boca cómo podeis aminorar esa desgracia, -Sí, pero esos cinco millones y medio no son mios,
no diré por mí, sino por vos.

sino que son solamente una prueba de la confianza qué


-¡Oh! esclamó Eugenia; mal fisonomista sois , ca- inspiro. Mi título de banquero popular me ha va'ido
ballero , si os figurais que es por mi por quien depluro la confianza de los hospitales, y esos cinco millon s y
esa catástrofe. ¡ Arruinada yo ! ... ¿ Qué me importa? ¿No medio pertenecen á los hospitales. En otro tiempo
puedo yo como la Pasta, como la Malibran , ó como cualquiera no yo vacilaria en servirme de ellos ; pero
fa Grissi , adquirir lo que nunca me hubiéseis dado hoy se saben ya las grandes pérdidas que he tenido , y
vos, por mucha que fuese vuestra fortuna? ciento ó como os decia, empieza el crédito á retirarse de mí.
ciento cincuenta mil libras de renta , que solo á mí mis- De un momento á otro puede la Administracion recla-
ma e deberia , y que en vez de venir á mis manos, mar su depósito, y si lo tengo empleado en otra cosa,
como esos pobres doce mil francos que me dais , á true- me veo en la precision d hacer una quiebra vergon-
que de miradas furibundas y de reproches sobre mipro- zosa. No creaís que desprecio yo las quiebras ; pero sí
digalidad, vendrian acompañadas de aclamaciones, de las quiebras que arruinan, y no las que enrique en.
aplausos y de coronas ; y aunque para tanto yo no tu- Conque os caseis con M. Cavalcanti, y tome yo los tres
viesc talento, como me lo prueba ahora vuestra sonri- millones de la dote, ó solo conque se crea que voy á
sita, ¿no me quedaria siempre este precio o amor á la tomarlos, se asegura mi crédito y se restablece mi for-
independencia, que será siempre para mí de tanto pre- tuna, que de un mes ó dos á esta parte parece víctima
cio como los mayores tesoros, y que me domina tanto de una fatalidad inconcebib'e. ¿Me comprendeis?
como el instinto de la conservacion? ¡ No! no lo siento -Perfectamente. ¿Luego me poneis en prenda de
por mí, que sabré siempre buscarme la vida . Siempre tres millones, no es verdad?
me quedarán mis lápices, mis libros y mi piano , que son -Mientras mayor es la suma, mas lisonjera es para
cosas que no cuestan caras, y que siempre podré ad- vos, pues os da una idea de vuestro mérito.
quirir. Si acaso pensais que lo siento por Madama Dan- -¡Gracias, gracias! Una palabra para concluir, caba-
glars , os equivocais tambien . O yo me engaño de un llero. ¿Me prometeis serviros de la dote de M. Caval-
modo grosero, ó mi madre ha tomado todas sus pre- canti sin tocar á la cantidad? Esta no es cuestion de
cauciones contra la catástrofe que os amenaza . Pre- egoismo, sino de delicadeza ; quiero ayudaros á resta-
sumo que ella se ha puesto al abrigo, y por cierto que blecer vuestra fortuna , pero no ser cómplice en la ruina
no la habrá distraido de hacer fortuna el velar por mi de otro.
juventud, porque á Dios gracias me ha dejado siem- -Cuando os digo, esclamó Danglars, que con esos
pre toda mi independencia, bajo el pretesto de que me tres millones ...
gusta la libertad. ¡Oh, no señor! Desde mi infancia he -¿Creeis salir del paso sin tocar á los tres millones?
visto pasar en torno mio muchas cosas , y las he com- -Así lo espero; pero siempre á condición de que ese
prendido todas demasiado bien para que la desgracia matrimonio consolide mi crédito.
me haga una impresion mayor que la que debe hacer- -¿Podreis pagar á M. Cavalcanti los quinientos mil
me. Desde que me conozco, no he sido amada de na- francos que me dais de dote?
die; tanto peor. Esto me ha conducido á no amar á -Los tomará al volver de la Alcaldía.
á nadie; tanto mejor . Aquí teneis mi profesion de fé. -Bien.
-Es decir, repuso Danglars pálido de corage, aun- -¿Cómo bien? ¿ Qué quereis decir?
que no por su amor paternal ofendido; es decir, seño- -Quiero decir, que me pedís mi firma, y me dejais
rita, ¿que insistís en consumar mi ruina? libre absolutamente, ¿no es verdad?
-¿Vuestra ruina? ¿ Yo consumarla? dijo Eugenia. -Absolutamente.
¿Qué quereis decir? No os comprendo . -Entonces , ¡bien! Como os decia, estoy dispuesta á
-Tanto mejor; porque eso me deja un rayo de es- casarme con M. Cavalcanti.
peranza. Escuchad. -Pero, ¿qué intentais?
-Ya escucho, dijo Eugenia mirando á su padre tan -Ah ! ese es mi secreto. ¿Qué seria de mi superio-
fijamente , que éste tuvo que hacer un esfuerzo para ridad sobre vos , si teniendo el vuestro , os fiase el
no bajar los ojos. mio?
-M. Cavalcanti, continuó Danglars, se casa con vos, Danglars se mordió los labios.
308 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Conque estais dispuesta á hacer las visitas que CAPITULO XVIII .


son absolutamente indispensables?
-Sí, respondió Eugenia. EL CONTRATO.
-¿Y á firmar el contrato dentro de tres dias?
-Sí. Tres dias después de la escena que acabamos de
-Entonces, á mi vez os digo : ¡bien! referir , á las cinco de la tarde del dia fijado para la fir-
Y estrechó Danglars la mano de su hija ; pero cosa ma del contrato de Eugenia Danglars y de Andrea Ca-
estraordinaria, ni el padre se atrevió á decirle gracias , valcanti, á quien se obstinaba el banquero en llamar

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Cinco minutos después tocaba el piano la señorita D'Armilly, y Eugenia Danglars cantaba.

hija mia, ni la hija tuvo una sonrisa para su padre . príncipe, cuando una brisa fresca agitaba todas las
-¿Está terminada la conferencia? preguntó Eugenia hojas del reducido jardin situado delante de la casa del
levantándose. conde de Monte-Cristo, en el momento en que este se
Danglars hizo seña con la cabeza de que no tenia preparaba para salir, y mientras sus caballos le espera
mas que decir. ban piafando, retenidos por el cochero sentado en el
Cinco minutos después tocaba el piano la señorita pescante hacia un cuarto de hora, el lujoso faeton que
D'Armilly, y Eugenia Danglars cantaba la maldicion de hemos visto ya muchas veces y en particular la noche
Brabantio á Desdemona. de Auteuil, vino á describir un semicirculo, lanzando
Al fin de la pieza entró Esteban á anunciar que el en el peristilo á M. Andrea Cavalcanti , tan ataviado y
carruaje estaba enganchado, y que la baronesa espe- deslumbrante como si se fuera á casar con una prin-
raba á Eugenia para hacer visitas. cesa.
Con efecto, ya las hemos visto en casa de Villefort, Con aquella familiaridad que le era habitual se in-
de donde salieron para proseguir su tarea. formó de la salud del conde, y subiendo con ligereza el
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 509

primer piso, le encontró á él mismo en lo alto de la cipal , y sentándose y cruzando las piernas hizo seña al
escalera. jóven de que se sentara tambien.
Monte-Cristo se detuvo al ver al jóven. Andrea afectó el aire mas satisfecho del mundo.
En cuanto á Andrea, se habia lanzado ya , y cuando -Ya sabeis, querido conde, le dijo, que la ceremo-
él se lanzaba, nada le détenia. nia es esta noche. A las nueve se firma el contrato en
-Buenos dias , M. de Monte - Cristo , dijo al casa del suegro.
conde. -¡Ah! ¿De veras? dijo Monte-Cristo.
-¡Ah! ¡M. Andrea! respondió éste con voz un tanto -¡Cómo! ¿ Es una noticia para vos? ¿no estabais avi-
burlona. ¿Cómo estais? sado por M. Danglars?

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El lujoso faeton lanzó en el peristilo á M. Andrea Cavalcanti.

-Perfectamente , como veis . Vengo á hablar con vos


-Sí , dijo el conde. Ayer he recibido una carta suya,
de mil cosas; pero ante todo, ¿salíais ó entrábais? pero no indicaba la hora.
-Salia, caballero .
-Entonces, por no retardaros, subiré con vos á -Es muy posible que el suegro cuente con 1 fama.
-¡Ea! ya sois diclioso , M. Cavalcanti , dijo Monte-
vuestro carruaje si me lo permitís, y Tom nos seguirá Cristo. Vuestro matrimonio es de los mas convenien-
con mi coche.
tes que se os pudieran presentar : y cuenta que la Dan-
-No, repuso el conde con una imperceptible son-
risa de desprecio , pues no tenia muchas ganas de que glars es bonita .
le viesen acompañado del jóven . No, prefiero daros -Sí, respondió Cavalcanti con aire de modestia.
audiencia aquí , querido M. Andrea ; se habla mejor en -Y sobre todo es muy rica , á lo menos segun di-
una sala, y no hay lacayos que cojan nuestras palabras cen, añadió Monte -Cristo
al vuelo. -¿Creeis que sea muy rica? replicó el jóven.
-Sin duda alguna. Hay quien dice que M. Danglars
Entró pues el conde en un saloncito del piso prin- 1. oculta la mitad de lo que tiene.
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310 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¡Y confiesa quince 6 veinte millones ! dijo Andrea Andrea se quedó de tal manera sorprendido , que
con una mirada deslumbrante de alegría. no pudo menos de permanecer un momento medita-
-Sin contar, añadió Monte-Cristo, que está en vís- bundo .
peras de emprender una especulacion algo conocida ya -Ahora solo me falta , caballero, dijo saliendo de su
en los Estados-Unidos y en Inglaterra ; pero nueva en abstraccion , haceros una súplica, á la cual, como com-
Francia. prendereis, no renunciaré de modo alguno, aun cuando
-Sí , sí , ya sé de lo que quereis hablar. Del camino supiera que os desagradaba .
de hierro , cuya concesion acaba de obtener . -Hablad, dijo Monte-Cristo.
-Justamente. Es opinion general que ganará lo me- -Gracias á mi fortuna , he trabado relaciones con
nos diez millones en ese negocio . una porcion de personas notables , y al menos por
-¿Diez millones? ¿Lo creeis así? ¡ Qué cosa tan mag- ahora tengo muchos amigos; pero casándome como
nifica ! dijo Cavalcanti meciéndose al arrullo de estas me caso á la faz de todo el mundo parisiense, debo hallar-
palabras doradas. me sostenido por un nombre ilustre, y á faltade la mano
-Sin contar , repuso Monte-Cristo , que toda esa paternal debe conducirme al altar una mano poderosa.
fortuna irá á parar á vuestras manos de justicia, puesto Ahora bien, mi padre no viene á París, ¿no es verdad?
que la señorita Danglars es hija única . Además , vues- -Es viejo , está lleno de heridas , y tan achacoso,
tra fortuna propia , á lo menos segun me ha dicho que se pone á la muerte cada vez que hace un viaje.
vuestro padre , es casi igual á la de ella . Pero dejemos -Lo comprendo. Voy pues á esponeros mi deseo.
aparte estos asuntos de dinero. ¿Sabeis , M. Andrea, que -¿A mí?
habeis manejado el del casamiento lista y hábilmente? -Sí, á vos.
-No muy mal, uo muy ma' , dijo el jóven. Yo -¿Y cuál es?
habia nacido para diplomático . -Claro está; que le reemplaceis.
-Pues os harán diplomático. Como sabeis , la diplo- -¡Ah! mi querido Andrea , ¿tan mal me conoceis,
macia no se aprende ; es una ciencia de instinto... ¿Y habiendo tenido las relaciones que hemos tenido, que
el corazon le habeis entregado tambien? me pedís una cosa semejante ? pedidme medio millon
-Mucho lo temo en verdad , respondió Andrea exac- prestado; y aunque sea un préstamo rarísimo , lo sen-
tamente en el mismo tono cón que habia oido decir tiré mucho menos, bajo palabra de honor. Sabed pues,
esta frase en el teatro. y creia habéroslo dicho ya , que en su participacion,
-¿Y os aman? sobre todo moral, en las cosas de este mundo, nuncael
-Preciso es creerlo así, puesto que se casan conmigo, conde de Monte-Cristo ha dejado de tener los escrúpu
dijo Andrea con una sonrisa de triunfo. Pero no olvi- los ó diré mejor las supersti iones de un hombre de
demos una cosa muy importante. Oriente. ¡Presidir un matrimonio yo! ¡yo, que tengo un
-¿Cuál? serrallo en el Cairo , otro en Smirna, y otro en Cons-
-Que me han ayudado estraordinariamente en este tantinopla!... ¡Nunca ! ¡ nunca!
negocio. -¿Conque os negais?
-¡Bah! -Rotundamente; y aunque fuéseis mi hijo mene
-Os lo aseguro . garia .
¿Quién os ha ayudado? ¿las circunstancias? -¡Ah! ¡qué fatalidad ! esclamó Andrea desalentado;
-No: vos. ¿y cómo me compongo entonces?
-¿Yo?... No digais eso, príncipe, dijo Monte- Cristo -¿No habeis dicho que teneis cien amigos?
recalcando el título con afectacion . ¿Qué he podido ha- -Si; pero vos fuísteis quien me presentó en casa de
cer por vos? ¿No bastaban vuestro nombre, vuestra po- Danglars.
sicion social y vuestro mérito? -No tal. Rectifiquemos los hechos. Yo fuí quien os
-No , repuso Andrea , no. Y digais lo que digais, convidé á comer con él en Auteuil, y vos fuísteis quien
señor conde , yo sostengo que la posicion de un hom- os presentásteis à vos mismo: la cuestion varía.
bre como vos , ha hecho mas que mi nombre , mi posi- -Si ; pero vos habeis contribuido á mi matrimonio.
cion social y mi mérito. -¿Yo? En ningun modo. Os ruego que lo creais así.
-Os engañais completamente , caballero, dijo Mon- Recordad lo que os dije cuando vinísteis á suplicarme
te-Cristo comprendiendo la perfidia del jóven y la in- que pidiera la novia. -Oh! mi querido príncipe, yo no
tencion de sus palabras. Yo no os he otorgado mi protec- contribuyo nunca á un casamiento ; es cosi resuelta
cion, sino después de conocer la influencia y la fortuna conmigo mismo.
de vuestro padre. Porque en fin, ¿quién me ha propor- Andrea se mordió los labios.
cionado la dicha de conoceros á vos y al ilustre autor -¿Pero ireis al menos?
de vuestros dias, personas ambas que yo no habia visto -¿Irá todo París?
nunca? dos buenos amigos mios , lord Wilmore y el -Si por cierto.
abate Bussoni . ¿Quién me animó á serviros de garantía, -Pues iré como todo París, dijo el conde.
y hasta á patrocinaros? el nombre de vuestro padre, que -¿Firmareis el contrato?
tan conocido es y tan honrado en toda Italia. Perso- -No veo en ello ningun inconveniente , y mis es-
nalmente no os conozco. crúpulos no llegan hasta ahí.
Esta calma , este perfecto aplomo hicieron compren- -En fin , puesto que no quereis concederme mas,
der á Andrea , que por lo presente le tenia sujeto una debo darme por contento. Pero una palabra, conde, que
mano mas musculosa que la suya , mano de que no po- será la última.
dria desasirse con facilidad. -¿Cómo?
-¿Pero de veras , dijo, posee mi padre una gran -Un consejo .
fortuna , señor conde? -Cuidado, que pedir un consejo es pedir mas que
-Parece que sí , respondió Monte-Cristo. un servicio .
-¿Sabeis si ha llegado ya la dote que me tiene pro- -¡Oh ! este podeis dármele sin comprometeros.
metida? -Hablad.
-He recibido la carta de aviso. -La dote de mi mujer es de quinientas mil libras.
Y los tres millones?... -Eso mismo me ha dicho M. Danglars.
-Los tres millones estan en canino , segun todas ¿La debo recibir, ó debo dejarla en poder del no-
las probabilidades. tario?
-¿Conque los tomaré en efecto? -Oid como suelen pasar estas cosas cuando se quie-
¡Pardiez! repuso el conde. Me parece que hasta la ren hacer con decencia . Los dos notarios se citan la
fecha no os ha faltado dinero nunca. noche del contrato para la mañana siguiente ó el oro
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 311

dia ; entonces cambian las dos dotes , dándose mútua- blanco ó alguna rosa suave y perfumada , era preciso
mente recibo. Después, cuando se celebra el matrimo - irla á buscar en algun rincon , oculta y guardada por
nio , ponen los millones á vuestra disposicion , como una madre de turbante turco, ó por una tía con plumas
jefe de la casa. de ave del Paraiso. A cada instante, en medio de tantas
-Es que... dijo Andrea con cierta inquietud mal di- risas y de tanto tumulto , la voz de los porteros lan-
simulada ; yo creia haberle oido decir á mi suegro, que zaba un nombre conocido en la Hacienda, respetado en
su intencion era colocar nuestros fondos en ese famoso las armas ó lustre en las letras; nombre que era aco-
camino de hierro de que hablábais poco hace. gido con un débil movimiento de los grupos.
-Pues bien , repuso Monte-Cristo ; ese es un medio, Mas para uno que tenia el privilegio de agitar
segun asegura todo el mundo , de que tripliqueis en aquel Océano de ondas humanas, ¡ cuántos eran acogi-
un año vuestro capital . El señor baron Danglars es buen dos con indiferencia y con desden!
padre , y sabe hacer negocios. En el momento en que el reloj , que representaba á
-Vamos , dijo Andrea , todo sale bien, escepto vues- Endimion dormido , señalaba las nueve en su esfera de
tra negativa, que me llega al corazon . oro, y cuando la campana, fiel reproductor del pensa-
Atribuidla solamente á escrúpulos muy naturales miento maquinal, resonaba nueve veces, resonó á su
en estas circunstancias. vez el nombre del conde de Monte-Cristo , y como
-Pues hágase vuestra voluntad, repuso Andrea . impulsada por la llama eléctrica , agolpóse á la puerta
Hasta la noche á las nueve. toda la reunion.
-Hasta la noche . Venía el conde vestido de negro con su habitual
Y á pesar de una ligera resistencia de Monte-Cristo, sencillez.
cuyos labios se pusieron blancos , pero conservaron no Su chaleco blanco contorneaba su ancho y noble
obstante su sonrisa ceremoniosa , Andrea le cogió la pecho, y su corbata negra parecia de una frescura sin-
mano , estrechósela , y subiendo á su coche , desapa- gular ; tanto resaltaba sobre el pálido inate de su tez
reció. Por toda albaja llevaba una cadena de reloj tan fina,
Las cuatro ó cinco horas que le quedaban hasta las que apenas se distinguia sobre el piqué blanco del
nueve las empleó Andrea en correr de visita en visita chaleco.
con objeto de escitar á los amigos de que habia ha- Al instante mismo se formó un círculo en torno á
blado , acudir á casa del banquero con todo el lujo de la puerta.
sus trenes, deslumbrándolos con promesas de acciones A la primera mirada distinguió el conde á Madama
de ferro-carril , que después han arruinado á tantas Danglars en un estremo del salon, á M. Danglars en
personas, y en las cuales tenia entonces Danglars la el otro, y á Eugenia delante de él.
iniciativa. Primeramente se acercó á la baronesa, que estaba
Con efecto, á las ocho y media de la noche el gran hablando con Madama de Villefort, que habia venido
salon de Danglars , la galería inmediata y los otros sa- sola, porque Valentina seguia enferma; y sin torcer su
lones del mismo piso, se hallaban llenos de una perfu- camino, pues todo el mundo le abria paso, se dirigió
mada multitud atraida mas que por la simpatía , por desde la baronesa á Eugenia, cumplimentándola en tér-
esa irresistible necesidad de ir donde va todo el mundo . minos tan breves y tan reservados, que le dieron mu-
Un académico diria que las reuniones del gran cho que pensar á la orgullosa artista.
mundo sonjardines que atraen mariposas inconstantes, A su lado se hallaba la señorita Luisa d'Armilly,
laboriosas abejas, y zanganos zumbones. que aprovechó aquella ocasion para dar gracias al conde
Escusado parece decir que la casa estaba resplande- por las recomendaciones que le habia dado para Italia ,
ciente de bujías , y que la luz bañaba á mares las mol- recomendaciones que segun dijo, pensaba aprove-
duras doradas, las colgaduras de seda y todo aquel mue- char al momento.
blaje de mal gusto , que no tenia en su favor mas que Al separarse de las jóvenes, hallóse junto á Dan-
su riqueza. glars, que se habia acercado á darle la mano.
La señorita Eugenia estaba vestida con la mas ele- Cumplidos estos tres deberes sociales, paróse Monte-
gante sencillez . Cristo, paseando en torno suyo esa mirada segura que
Una bata de seda blanca ; una rosa blanca medio poseen las personas del gran mundo, y sobre todo las
perdida entre sus cabellos de ébano , componian todos de gran talento, mirada que parece decir :
sus adornos , sin ninguna joya. Solamente en sus ojos -Ya he hecho mi deber , que hagan ahora los demás
podíase leer una perfecta seguridad , destinada á des- el suyo .
mentir lo que aquel cándido traje tenia para ella de vul- Andrea, que se hallaba en una sala contígua, sintió
garmente virginal . esta especie de sacudimiento que habia impreso Monte-
A treinta pasos de allí hablaba Madama Danglars con Cristo á la multitud , y corrió á saludar al conde , ha-
Debray, Beauchamp y Chateau-Renaud. llándole completamente cercado.
Debray habia vuelto á la casa en albricias de esta Se disputaba todo el mundo sus palabras, como su-
solemnidad ; pero como todo el mundo , y sin ningun cede siempre con las personas que hablan poco , y que
privilegio particular. nunca dicen una palabra sin valor.
Rodeado M. Danglars de diputados y de burócratas , En este momento hicieron su entrada triunfal los
les esplicaba una nueva teoría de contribuciones, que notarios, viniendo á colocar sus sombreros galoneados
esperaba establecer cuando la fuerza de las cosas obli- sobre el terciopelo bordado de oro que cubria la mesa
gase á la corte á ofrecerle el ministerio de Hacienda. preparada para la firma del contrato.
Cogido del brazo Andrea de uno de los mas flaman- Uno de los notarios se sentó , permaneciendo el
tes abonados de la ópera , le esplicaba con mucha im- otro de pié.
pertiuencia, pue to que tenia necesidad de ser atrevido Ibase á proceder á la lectura del contrato, que debia
para parecer iranquilo , sus proyectos de vida futura, y ser firmado por medio París , presente á esta solemnidad .
los progresos de lujo que con sus ciento setenta y cinco Cada uno ocupó su sitio , ó mas bien las mujeres
mil libras de renta pensaba hacer en el buen tono pari- formaron círculo, mientras los hombres, mas indiferen-
siense. tes con el estilo enérgico, como dice Boileau, hacian
Bullia la muchedumbre en los salones como un mil comentarios sobre la agitacion febril de Andrea, la
flujo y un reflujo de turquesas, de rubies, de e- meral- atencion de M. Danglars, la impasibilidad de Eugenia,
das , de ópalos y de diamantes . Como siempre, seechaba y la manera fria y desdeñosa con que trataba la baronesa
de ver que eran las mujeres mas viejas las que estaban este importante negocio.
mas adornadas , y las mas feas las que se exponian al pú- Leyóse el contrato en medio de un profundo si-
blico con mas obstinacion. Si había algun hermoso lírio | lencio.
312 BIBLIOTECA UNIVERSAL..

Pero acabada la lectura, volvió á empezar el rumor -¡Oh, si! á vos. He conseguido leer vuestro nom-
en los salones , y doble si es posible de lo que era antes. bre a través de la sangre de que la carta estaba man-
Aquellas sumas brillantes, aquellos millones que chada, respondió Monte-Cristo, en medio de las escla-
doraban el porvenir de los dos jóvenes, y que venian á maciones de sorpresa que todo el mundo hacia.
completar la exposicion que se habia ya hecho en una -¿Pero cómo puede impedir eso á M. de Villefort...
pieza esclusivamente destinada á este objeto, de las jo- dijo Madama Danglars mirando á su marido con in-
yas y de los diamantes de la recien casada, habian re- quietud.
sonado con todo su prestigio en el corazon de la envi- -Es muy sencillo , señora, respondió Monte- Cristo.
diosa asamblea. Ese chaleco y esa carta eran lo que se suele llamar
Ya eran dobles los encantos de Eugenia Danglars á piezas de conviccion , y carta y chaleco se los he en-
los ojos de los jóvenes, y aun habia quien dijese que viado al señor procurador del rey. Ya comprendereis,
eclipsaba al sol. mi querido baron, que la via legal es la mas segura
En cuanto á las mujeres, parece escusado decir que en materia criminal. ¿Quién sabe si tramaban algo
no creian necesitar aquellos millones para ser hermo- contra vos?
sas, aunque envidiaban aquellos millones. Andrea miró fijamente á Monte-Cristo, y desapare-
Andrea, obsequiado, cuplimentado y adulado por ció en el segundo salon.
sus amigos, empezaba á creer en la realidad de su sue- -Es muy posible, dijo Danglars. ¿No era el muerto
ño, y estaba á punto de perder la cabeza. un antiguo forzado?
El notario cogió solemnemente la pluma, y eleván- -Sí, respondió el conde. Un antiguo forzado que se
dola sobre la multitud , dijo : llamaba Caderousse.
-Señores, se va á firmar el contrato. Danglars palideció un tanto.
El baron debia firmar el primero ; después el apo- Andrea pasó del segundo salon á la antesala.
derado de M. Cavalcanti padre ; después la barones , y -Pero firmad , firmad, dijo Monte-Cristo. Ahora
después los futuros cónyuges, como se dice en el abo- caigo en que mi cuento ha puesto en conmoción á todo
minable estilo que solo tiene curso en papel sellado . el mundo, y pido sinceramente perdon de ello á la se-
El baron cogió la pluma y firmó, siguiendo el apo- ñora baronesa y á la señorita Danglars.
derado. La baronesa que acababa de firmar, le volvió la plu-
La baronesa se acercó cogida del brazo de Mada- ma al notario.
ma de Villefort. -Señor príncipe Cavalcanti , dijo este , señor prin-
-Amigo mio, dijo empuñando la pluma , ¿no es cosa cipe Cavalcanti , ¿dónde estais?
esto que desespera? Un incidente sobrevenido en esa ¡Andrea ! ¡Andrea! repitieron muchos jóvenes, que
causa de asesinato y de robo de que ha estado para ser habian llegado ya con el noble italiano al grado de in-
víctima M. de Monte-Cristo, nos priva de tener aquí á | timidad de llamarle por su nombre.
M. de Villefort. -Llamad al principe : avisadle que le toca firmar,
-Oh Dios mio! esclamó Danglars en el mismotono gritó D: nglars á un portero.
con que hubiera dicho: ¡ me es indiferente! Pero en el mismo instante refluyó al salon princi-
Temo ser yo, dijo Monte-Cristo acercándose, la pal la concurreacia, asustada como si acabase de entrar
causa involuntaria de esa ausencia. en las otras habitaciones algun mónstruo horrible:
-¡Cómo vos, conde! dijo Madama Danglars fir- querens quem devoret.
mando. Si es así, cuidado, conde, que no os lo voy á Habia, con efecto, razon para retroceder, asustarse
perdonar nunca. y gritar.
Andrea aplicó el oido . Un oficial de gendarmes colocaba dos soldados á la
-No seria sin embargo falta mia, dijo el conde, y puerta de cada habitacion , y se dirigia á Danglars
voy á probarlo . precedido de un comisario de policía adornado con
Todos escucharon con avidez . su faja.
Iba á hablar el conde de Monte- Cristo, que tan rara Madama Danglars lanzó un grito y se desmayo.
vez despegaba sus labios. Danglars , que se creia siempre amenazado (cier
-Ya recordareis, dijo el conde en medio del silen- tas conciencias nunca estan tranquilas), Danglars pre-
cio mas profundo, que fué en mi casa donde murió sentó á sus convidados un semblante descompuesto
aquel infeliz que venia á robarine, y que al salir de mi por el miedo.
casa fué asesinado, segun se cree, por su mismo cóm- ¿Qué hay, caballero? preguntó Monte-Cristo ade-
plice. lautándose al comisario.
-Sí, dijo Danglars. ¿Cuál de vosotros , señores , se llama Andrea Ca-
-Pues bien, para prestarle los primeros auxilios, se valcanti? repuso el comisario sin contestar á la pre-
le habia despojado de sus vestidos, arrojándolos en un gunta del conde.
rincon, donde después los recogió la justicia. Pero al Un grito de estupor resonó en los ángulos de la
apoderarse del gaban y del pantalon para depositarlos sala.
en la escribanía, se olvidaron del chaleco . -¿Pero quién es ese Andrea Cavalcanti ? esclamó
Andrea se puso muy pálido, y lentamente se fué á Danglars casi loco.
colocar junto à la puerta. -Un antiguo forzado , prófugo de Tolon.
Veia aparecer en el horizonte una nube que, á su -¿Y qué crímen ha cometido?
parecer, traia tempestad. -Se le acusa, dijo el comisario con su voz impasible,
Pues bien , prosiguió el conde , hoy se ha encon- de haber asesinado á un tal Caderousse , compañero
trado ese chaleco todo lleno de sangre y agujereado en suyo de presidio en otro tiempo, en el momento en que
el sitio del corazon. salia de casa de conde de Monte- Cristo .
Las señoras exhalaron un grito y dos ó tres se pre- El conde paseó una mirada rápida en torno suyo,
pararon á demayarse. Andrea habia desaparecido .
-Me lo trajeron; nadie podia adivinar de dónde ve-
nia aquel harapo ; solo yo pensaba que era probable CAPÍTULO XIX.
fuese el chaleco de la víctima . De repente mi ayu-
da de cámara, registrando con disgusto y precaucion EL CAMINO DE BÉLGICA.
la fúnebre relíquia, sintió un papel en el bolsillo y lo
sacó. Era una carta dirigida, ¿á quién direis? á vos, Algunos instantes después de la escena de confu-
baron. sion ocasionada en los salones de M. Danglars por in
inesperada presencia de los gendarmes y la revela-
—¿A mí? esclamó Danglars .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 313

cion que le habia seguido , la magnífica casa se habia | lera de lo que ellos llamaban afrenta suya, formaban
quedado desierta con una prontitud solo comparable á grupos en el comedor , en las cocinas y en sus habi-
la que hubiera producido un caso de cólera-morbo taciones , cuidándose poco del servicio, que por otra
entre la misma concurrencia. parte se hallaba, como es natural , interrumpido .
En algunos minutos se habian apresurado todos á Entre estos diversos personajes agitados de intere-
retirarse , ó mas bien á huir por todas las puertas, por ses tan diversos, dos solos merecen que nos ocupenios
todas las escaleras , y por todas las salidas , pues era de ellos. La señorita Eugenia Danglars y la señorita
esta una de las ocasiones en que no se deben dar esos Luisa d'Armilly.

-¿Cuál de vosotros, señores, se llama Andrea Cavalcanti?

consuelos vulgares que hacen tan importunos á los me- ! La primera, como dejamos dicho, se hab a retirado
jores amigos en las grandes desgracias. altiva, desdeñosa, y con el aire de una reina ultrajada,
Solo quedaba en la casa Danglars, encerrado en su seguida de su compañera, mas pálida y mas conmovida
despacho, haciendo su declaracion á la justicia; en el que ella.
gabinete que ya conocemos , Madama Danglars muerta Al llegar á su habitacion Eugenia cerró la puerta
de susto, y Eugenia, que con mirada altiva y sonrisa por dentro, mientras Luisa caia abrumada sobre una
desdeñosa se habia retirado á su habitacion con su in- silla.
separable compañera Luisa d'Armilly. -¡Oh Dios mio , Dios mio! murmuró; ¡qué cosa tan
En cuanto á los numerosos criados, mas numerosos horrible! ¡quién hubiera podido figurarselo ! ¡ M An-
este día que otros, porque se les habia agregado, para drea Cavalcanti un asesino!... ¡un presidiario !... ¡un
mayor brillo de la fiesta, los reposteros y los camare- prófugo de Tolon !..
ros del café de París, volviendo contra sus amos la có Una sonrisa irónica agitó los lábios de Eugenia.
SEGUNDA SERIE. - ENTREGA 137.-TOMO II. 21
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
314
-Espera , dijo Luisa yendo á escuchar á la puerta
-Yo estaba predestinada , dijo: me libro de Morcef,
para caer en manos de Cavalcanti ! de Madama Danglars .
-¿Q ué es lo que temes ?
-¡Oh! no confund as al uno con el a
otro , Eugeni .
-Calla! Todos los hombre s son unos infames , y me -Qu e nos sorprendan .
alegro de poder aborrecerlos y algo mas! ... Aliora los -Es tá cerrada la puerta .
-Nos pueden mandar abrirla .
desprecio. -Que lo manden . No abriremos .
-¿Qué vamos á hacer? le preguntó Luiza. -Eres una verdadera amazona, Eugenia.
-¿Qué vamos hacer? Ylas dos jóvenes se pusieron con prodigiosa acti-
-Sí. que debíamos hacer dentro de tres dias ... mar- vidad á meter en un baul todos los objetos que pudie-
-Lo
ran necesitar en su viaje.
charnos . -Ahora , di o Eugenia , mientras yo cambio de tra-
-¿Conque sigues en la misma idea, aunque ya no
je , cierra tú el baul .
te casas? Luisa procuró con todas sus fuerzas bajar la tapa
-Escucha, Luisa , me da horror esta vida del mundo ,
da ro
ordenada, acompasa , regleteada como nuest papel del-No baul.puedo , dijo , no tengo bastantes fuerzas . Ciér-
de música: lo que yo siempre he deseado, lo que siem-
pre he ambicionado , es la vida de artista, la vida libre , ralo -Estú. justo , respondió Eugenia riéndose ; me olvi-
independiente , donde uno depende de sí mismo, y solo daba de que yo soy Hércules , y tú la pálida Omfale .
tiene que dar cuentas á sí mismo . ¿Para qué nos he- Y poniendo la jóven la rodilla sobre la tapa, enarcó
mcs de quedar? Para que dentro de un mes traten otra sus brazos blancos y musculosos hasta que se juntaron
vez de casarme, ¿ con quién?... con M. Debray quizás, los dos bordes del baul, y pudo la señorita d'Armilly
como ya se trató en tiempos . No, Luisa , no : la aven-
tura de esta noche me servirá de disculpa . Yo no la poneTerm rle el cand
inad ado .
a esta operacion , abrió Eugenia una có-
buscaba ; pero puesto que Dios me la proporciona moda, cuya llave tenia en el bolsillo , y sacó de ella una
me alegro mucho. a de seda de viaje.
¡Qué valiente eres ! dijo la jóven rubia á su morena ma..t -Toma , le dijo á su compañera , ya ves que he
amiga. pensado en todo; con esta manta no tendrás frio.
-¿No me conoces todavía ? vamos , Luisa , hablemos
de nuestros asuntos . La silla de posta .. -¿Pero y tú?
-Yo no tengo nunca frio, ya lo sabes . Además , con
-Por fortuna está comprada desde hace tres dias.
-¿La has hecho llevar al sitio don de debemos ocu- este gaban de hombre...
¿Te vas á vestir aquí?...
parla? -Sin duda alguna.
-Sí. -¿Pero tendrás tiempo?
Y nuestro pasaporte? -No te asustes , cobarde . Todo el mundo anda preo-
-Tómalo . cupado con el gran suceso . Además , ¿qué estraño esque
Eugenia , con su aplomo habitual , desdobló el papel permanezca yo encerrada en mi habitacion , cuando me
y leyó: creen sumida en la tristeza y el desconsuelo?
« M. Leon d'Armilly , de edad de veinte años , de -Es verdad , me tranquilizas.
profesion artista , cabellos negros y ojos negros ... le -Ve n ayúdamma e
Y de, la mis . cómoda de donde habia sacado a
aco mpa ña una her man a a
suy . »> manta que cubria ya las espaldas de Luisa d'Armilly ,
-Perfectamente . ¿Cómo has conseguido este pasa- sacó un traje completo de hombre , desde los botines
porte? hasta el gaban , y una provision de ropa blanca , donde
Al ir á pedir al conde de Monte -Cristo cartas para si bien no habia nada superfluo , se encontraba todo lo
los directores de los teatros de Roma y de Nápoles , le
manifesté mi temor de viajar como mujer. Compren- neceCon sariouna
. prontitud que indicaba que no era la pri
diólo perfectamente , se puso á mi disposicion para mera vez que sin duda por juego se habia vestido de
procurarme un pasaporte de hombre , y dos dias des- hombre , calzóse Eugenia los botines , se puso un pan-
pues recibí este, donde solo he tenido que añadir de talon y una corbata , se abotonó hasta la barba un cha-
mi letra , le acompaña una hermana suya . leco cerrado , y se puso una levita que cenia perfecta-
-Bien , bien, dijo Eugenia con alegría , solo nos
mente su delgado y flexible talle .
falta hacer los baules . -Oh ! ¡ estás muy bien ! ¡ estás muy bien ! dijo Luist
-Reflex iónalo bien, Eugeni a . mirándola con admiracion . Pero esos hermosos cabellos
-Oh ! ya lo tengo reflexionado todo . Estoy fastidiada
negros , esas trenzas magníficas que hacian suspirar
de no oir hablar de otra cosa que de arqueos , de fines de de envidia á todas las mujeres , ¿estarán bien debajo de
mes, de alza, de baja, de fondo españs oles , y de papel un sombrero de copa alta como el que veo allí?
. de Haiti . En vez de esto , Luisa ¿me comprendes ? en vez a.
de esto, el aire de la libertad , el canto de los pájaros , las -Vas áien
Y cog dolocon
ver , dijo Eugeni
su mano izquierda la robusta tren-
llanuras de Lombardía , los canales de Venecia , los pala- za, ech la
der quea apeunanas
s tije ras lar
sus os , aba
dedgas y pro han ,alcogi
rcanto impuó lso
condel
cios de Roma, y la playa de Nápoles . ¿ Cuánto poseemos ,
Luisa? acero , rechinó aquella rica y espléndida cabellera , ca
La jóven rubia sacó de una cómoda una carterita yendo á los piés de la joven , que tenia inclinado
el
con llave, la abrió, estuvo contando billetes de banco , cuerpo hacia atrás para no mancharse la levita,
y dijo: Cortada ya la trenza mayor, pasó Eugenia á las de
-Veintitres mil francos . los rizos , que fué cortando sucesivamente sin dar mues
-Y otro tanto lo menos en perlas , en diamantes y tra del menor sentimiento ; por el contrario , sus ojos
en joyas, dijo Eugenia . Somos ricas: con cuarenta y
adquirieron mas fuego y más alegría que de costumbre
cinco y mil francos tenemos para vivir dos años, como bajo -¡Osus negras
¡qués lásti
h! ceja ma com o el éban
de cabell o . Luisa condolor.
os! dijo
princesas ó cuatro decentemente . Pero antes de seis
meses , tú con la música y yo con mi voz , habremos -Bah! ¿No estoy mucho mejor así? esclamóEugenia
duplicado nuestro capital. Vamos , encárgate del dine- guardando sus antiguos bucles , que habian adornado su
ro, y yo me encargo de la cajita de las joyas, para que saescla
si una de nosotras tuviese la desgracia de perder su cabez -¡Oa. h!
¿ Notúte parez
siemp recoeres hermo
mashermo sa! así? móLuisa. Pen
tesoro , la otra conservase siempre el suyo . Ahora , á ar-
semos ahora adonde vamos .
reglar el equipaje . Démonos prisa , al equipaje .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 315

-A Bruselas , si te parece. Iremos por Bruselas, podia sostener por el otro lado Luisa d'Armilly con sus
Liejay, Aix-la-chapelle ; subiremos el Rhin hasta Stras- dos manos.
burgo; atravesaremos la Suiza, y bajaremos á Italia por Estaba el patio desierto.
el San Gotardo. ¿Qué te parece el itinerario? En esto dieron las doce.
-Muy bueno . El portero velaba aun.
-¿Qué miras? Acercóse Eugenia despacito , y vió al digno suizo
Te miro á tí; estás seductora , y cualquiera creería dormido en un sillon en el fondo de su chiribiti ' .
que cometes conmigo un rapto. Volvióse hácia donde estaba Luisa, cogieron el bau

-Oh! ¡qué lástima de cabellos! dijo Luisa con dolor.

-¡Voto á cribas! Tendrian razon. que habian puesto un instante en el suelo , y siguiendo
-¡Eugenia , creo que has votato! la sombra proyectada por la pared , llegaron á la por-
Y las dos jóvenes, á quien creian sumidas en la de- tería.
sesperacion, la una por su propia cuenta y la otra por Escondió Eugenia á Luisa en el rincon de la puerta
amor de su a:niga, prorumpieron en carcajadas, al paso de modo que el portero no la viese si se le antojaba des-
que iban borrando las huellas mas visibles del desórden , pertar , y luego , presentándose de lleno á la luz de la
que como es natural habia acompañado á sus prepara- lámpara que alumbraba el patio , gritó con su hermosa
Livos de fuga. voz de contralto , dando golpes en la vidriera:
Apagando después las luces, con ojo avizor y oido -Abrid la puerta.
atento abrieron las dos fugitivas la puerta del tocador El portero se levantó como lo habia previsto Eu-
que daba á la esca'era de los criados , y bajó Eugenia genia , y aun dió algunos pasos para conocer á la per-
delante , sosteniendo con un brazo elbaul, que apenas sona que salia ; pero viendo á un jven que golpeaba
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
316

mantes , chales de cachemira , encajes de Valencien-


impaciente la punta de su bota con el baston , le abrió nes , velos
de Inglaterra , y toda esa colección de objetos
sobre la marcha . res , que con su nombre solo hacen palpitar de
En seguida Luisa se deslizó como una culebra por tentado
la puerta entreabierta . júbilo el corazon de las mujeres.
Lo que prueba que Andrea era no solamente un jó-
Eugenia , tranquila al parecer, aunque es probable. ven de chispa y de inteligencia , sino que tambien es-
que su corazon latiese mas de lo comun , salió tambien
taba dotado de esquisita prevision , fué que al pasar por
detrás de ella . ró de las albajas mas ricas.
Pasaba un mozo de cordel á quien cargaron con el esta pieza se apode cum
Con este vademe , Andrea se sintió mas ligero
baul, é indicándole como punto adonde se dirigian la
calle de la Victoria , núm. 36 , echaron á andar detrás para saltar por la ventana y escaparse de las uñas de
de aquel hombre , cuya presencia tranquilizaba á Luisa . los gendarmes.
Eugenia , por su parte , era valerosa como una Judit Alto y fornido como un gladiador antiguo , muscu-
loso como un espartano , corrió Andrea por espacio
ó una Dalila . de un cuarto de hora sin saber adónde ita , y con el
Al fin llegaron al número indicado .
mas le
Dióle Eugenia algunas monedas al mozo de cordel , solo objeto de alejarse del sitio donde á poco
ó
y después de haber llamado á una puerta le despidi . atrapan.
Esta puerta era la de una modista , que estaba avi- Habiendo empezado, como empezó á correr, en la
calle de Montblanc , se encontró sín saber cómo en la
sada de ant mano.
-Mandad al portero , dijo Eugenia , que haga salir el calle de Lafayette con ese instinto del campo que tie-
carruaje de la cuadre , y enviadle á buscar caballos á la nen los ladrones , como tiene el conejo el instinto de la
casa de postas. Aquí teneis cinco francos para el pobre cueva.
Allí se detuvo sofocado y sin poder respirar.
por la incomodidad que le damos.
-En verdad que te admiro y casi te respeto , dijo Estaba enteramente solo , y tenia á su izquierda el
cercado de San Lázaro , que es un vasto desierto , y á
Luisa.
La modista la miraba con asombro ; pero como se su derecha la ciudad de París.
habia convenido en darle veinte luises , no hizo la me- --¿Soy perdido? se pre -untó á sí mismo.
nor observacion. -No . Si puedo poner en juego una suma de activi-
s
Un cuarto de hora después volvia el portero con el dad superior á la de mis enemigo . Mi salvacion seha
postillon y los caballos : enganchóse al momento , y se techo pues una cuestion de piernas.
colocó el baul sobre la cubierta de la sila . En este momento distinguió , subiendo del barriode
te n
-Aquí está el pasapor , dijo el postillo . ¿Adónde la Poisson niere , un cabriolé de plaza que parecia diri-
girse á las estremidades del barrio de San Dionisio,
vamos , paisano?
-Camino de Fontainebleau, respondió Eugenia con donde sin duda estacionaba ordinariamente .
voz ca i masculina . -Hé, amigo, le gritó Benedetto.
-¿Qué es lo que dices? le preguntó Luisa. -¿Qué hay, compadre ? le preguntó el cochero.
-Hombre precavido vale por dos, dijo Eugenia . Esta -¿Está cansado vuestro caballo?
mujer, á quien dainos veinte luises , puede descubrir- -Asi, así No ha hecho nada en todo el santo dia.
cuatro malas carreras, y veinte cuartos de propi-
nos por cuarenta . En el boulevard cainbiaremos de di- Solo nas, que hacen siete francos , es todo cuanto tengo que
recci .on
Y la jóven saltó al carruaje casi sin tocar al es- darle al amo.
-¿Quereis añadir estos veinte fiancos á esos siete?
tribo. -Con mucho gu-to, compadre , que veinte francos
-Siempre tienes razon , Eugenia , dijo la maestra de hacer
canto colocándose junto á su amiga. no son de despreciar . Veamos qué hay que
Un cuarto de hora después el postil'on , que ya ha- para eso.
bia variado de camino , pasaba sacudiendo su látigo por -Una cosa bien fácil; por supuesto si no está can-
la verja de la barrera de San Martin . sado vuestro caballo.
--¡Ah! dijo Luisa respirando fuerte; ya estamos fuera -Os repito que irá como el viento . Ahora lo que
falta saber es por dónde ha de ir .
de París. -Por Louvres.
-Sí, querida mi , respondió Eugenia ; ya está con-
¡Ah ! ¡ ya! ya comprendo . Alguna broma...
sumado el rapto. -Justamente . Se trata de reunirme con un amigo,
-Sin violencia , añadió Luisa .
-Haré valer eso como circunstancia atenuante , re- con quien debo cazar mañana en la Chapelle- n-Serval .
Debia esperarme aquí con su cabriolé hasta las once y
puso Eugenia .
Estas últimas palabras se perdieron en el ruido que media; pero como son las doce se habrá cansado de
hacia el carruaje corriendo por el camino de la Villete . esperar, y se habrá marchado solo .
M. Danglars no tenia ya lfija. -Es probable.
-¿Quereis ver si lo alcanzamos?
-No deseo otra cosa.
CAPITULO XX. -Si no lo alcanzamos de aquí á Bourges os
LA POSADA DE LA CAMPANA Y DE LA BOTELLA . daré veinte francos , y si no lo alcanzamos de aquí á
Louvres , treinta.
Dejemos aliora á Eugenia Danglars y su amiga cor- -¿Y si lo alcanzamos?
rer por el camino de Bruselas , y volvamos al pobre An- Cuarenta , dijo Andrea , que habia estado un mo
drea Cavalcanti , atajado por la desgracia en el vuelo ment o indeciso , pero que calculó que nada le costaba
de su fortuna . prometer .
Pese á su edad algo avanzada , M. Andrea Caval- -Está bien , dijo el cochero . Subid , y en marcha.
canti era un jóven de mucha chispa y de mucha inte Subió Andrea al cabriolé, que en una rápida car-
rera atravesó el barrio de San Dionisio , costeó el de
ligencia.
Ya le vimos á los primeros rumores que llegaron al San Martin, atravesó la barrera, y enfiló con la in-
salon irse acercando poco á a poco á la puerta, atravesar terminable Villette.
Ea nada se pensaba menos que en encontrar aquel
una ó dos habitaciones y desaparecer al fin.
Una circunstancia nos olvidamos mencionar, y sin amigo quîmérico : empero de cuando en cuando pe
e
embargo no debe omitirse , y es que en una de las ha- díans á los pasageros noticias de un cabriole verde
bitaciones que atravesó era donde se hallaban espues- con un caballo vayo oscuro , y como el camino de
tos los regalos de boda de su futura, aderezos de dia- los Paises Bajos está lleno siempre de cabriolés , y las
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 317

nueve décimas partes son verdes, llovian las señas y Era el nombre y las señas que se leian en la tarjeta.
las noticias á cada paso. El blanco no andaba de prisa , pero sí con paso igual
Siempre le acababan de ver pasar y solo quinientos y sostenido.
pasos, doscientos ó ciento le llevaba de delantera. En tres horas y media hizo Andrea las nueve e-
Y cuando se le encontraba al fin, no era el mismo. guas que le separaban de Compiegne.
Una vez el cabriolé fué adelantado á su vez, pero por Daban las cuatro en el reloj de la casa de ayuntamien-
un carruaje que llevaban raudamente á galope cuatro to, cuando llegó á la plaza donde paran las diligencias.
caballos de posta. En Compiegne hay una escelente fonda, que re-
-¡Ah ! se dijo Cavalcanti á sí mismo ; ¡ si yo tuviese cordarán todos los que hayan estado en ella siquiera
a
es carruaje y esos caballos , y sobre todo el pasaporte una sola vez.
que habrán necesitado para tomarlos!... Andrea, que habia pasado allí una noche en una
Y suspiró profundamente. de sus espediciones á las cercanías de París, se acordó
El carruaje aquel era el que llevaba á la señorita de la fonda de la Campana y de la Botella.
Danglars y á la d'Armilly. Orientóse, pues ; vió á la luz de un reverbero la mues-
¡En marcha, en marcha! dijo Andrea. No pode- tra de la puerta , y despidiendo al niño á quien dió to-
mos ya tardar en encontrarle. da las monedas pequeñas que le quedaban , fué á la-
Y el pobre caballo volvió á tomar el trote monó- mar á la puerta , réflexionando con mucha razon que
tono que habia seguido, y llegó á Louvres todo lleno podia disponer de tres ó cuatro horás , y que lo mejor
de espuma. era prepararse á las fatigas futuras con un buen sueño
-Decididamente, dijo Andrea, no encontraré á mi y una buena cena.
amigo y mataré vuestro caballo. Así pues , mejor es El que vino á abrir fué un criado .
que me detenga. Aquí teneis vuestros treinta francos. --Amigo mio, le dijo Andrea , vengo de Saint- Ger-
Voy á acostarne al Caballo -Rojo, y tomaré un asiento main-du-Bois , y contaba tomar la diligencia que pasa
en el primer carruaje que pase . á media noche; pero me he perdido como un tonto , y
Y después de haber puesto seis piezas de cinco hace ya cuatro horas que doy vueltas por el bosque . Dad- .
francos en manos del cochero, saltó ligeramente al ca- me , pues , una de esas lindas habitaciones que caen al
mino. patio , y haced que me suban un pollo frio y una botella
El cochero guardó al momento la suma, y volvió á de vino de Burdeos.
tomar el de París. El mozo no concibió sospecha ninguna.
Aparentó Andrea entrar en el Caballo-Rojo , pero Andrea hablaba con el mayor aplomo , tenia el ci-
después de haberse parado un instante en la puerta; garro en la boca y las manos en los bolsillos de su
cuando oyó perderse en el horizonte el ruido del ca- gaban.
briolé, prosiguió su camino á paso gimnástico andando Su trage elegante , su barba fresca y sus lujosas bo-
como cosa de dos leguas. tas le daban con efecto el aire de un caballero extravia-
Allí se detuvo . Debia hallarse muy cerca de la do , como él decia.
Chapelle-en-Serval, adonde habia dicho que iba. Mientras preparaba el mozo su habitacion, se levantó
No era el cansancio lo que hacia á Andrea detener- la posadera . Acogióla Andrea con su mejor sonrisa , y
se, sino la necesidad de tomar una resolucion ó de le preguntó si no podia tener el cuarto número 3, que
adoptar un plan. babia ocupado la última vez que habia pasado por Com-
Subir á una diligencia , era imposible; tomar asien- piegne .
to en el correo, lo mismo. Por desgracia el número 3 lo tenia tomado un jóven
Para viajar de una manera ó de otra es indispen- que viajaba con su hermana.
sable el pasaporte. Andrea lo sintió muchísimo al parecer , y solamente
Permanecer en el departamento del Oise, es decir, le consoló la posadera asegurándole que el número 7
uno de los mas llans y mas vigilados de toda la Fran- que se le estaba preparando era exactamente igual al
cia , era imposible tambien , imposible sobre todo á un número 3. Y calentándose los piés y hablando de las úl-
hombre como Andrea perito en asuntos criminales. timas carreras de caballos de Chantilly , esperó que vi-
Sentóse pues en un contrafoso , dejó caer la cabeza niesen á anunciarle que su habitacion estaba dispuesta.
entre las manos, y se puso á reflexionar. No sin razon habia hablado Andrea de aquellos lindos
Diez minutos después levantó la cabeza . Su reso- cuartitos que caen al patio . El patio de la posada de la
lucion estaba tomada. Campana con su triple hilera de corredores que le dan
Llenó de polvo todo un lado del gaban, que habia el aspecto de un teatro, y con sus jazmines y sus clemá-
tenido tiempo de descolgar de la antesala para ponérselo tidas, que trepan á lo largo de sus esaltas columnas co-
sobre el frac, y metiéndose en la Chapelle-en-Serval, mo una decoracion natural , es una de las entradas mas
fué á llamar resueltamente á la puerta de la única bonitas que hayamos visto en todos los paradores del
posada que habia. mundo.
El posadero vino á abrir. El pollo era nuevo , y el vino viejo.
-Amigo mio, dijo Andrea, iba yo de Mortefontaine Andre se sorprendió de comer con tanto apetito co-
á Semlis , cuando mi caballo hizo un recorte y me mo si no le hubiera sucedido nada .
despidió por las orejas. Necesito llegar á Compiegne Luego se acostó , yy casi al mismo instante se quedó
esta misma noche, por no causar un grave disgusto á dormido con ese sueño implacable que asalta siempre al
mi familia. ¿Tendreis un caballo que alquilarme? hombre de veinte años , aunque tenga remordimientos.
Un posadero siempre tiene un caballo , bueno ó Nos creemos en la obligacion de confesar que An-
malo. drea hubiera podido tener remordimientos , pero no los
El de la Chapelle -en-Serval llamó al mozo de cua- tenia .
dra, y mandándole ensillar el blanco , despertó á su Hé aquí cuál era su plan , plan que le habia inspirado
hijo, que era uiño de siete años , para que montase la mayor parte de su seguridad .
á la grupa y pudiese volver con el caballo. Se levantaba con el alba , salia de la fonda despues de
Dió Andrea veinte francos al posadero y al sacarlos haber pagado religiosamente su cuenta , ganaba el bos-
del bolsillo dejó caer una tarjeta. que , conipraba la hospitalidad de un campesino bajo
Esta tarjeta era de uno de sus amigos del café de pretexto de hacer estudios de pintura ; agenciábase un
París, de modo que el posadero, cuando la recogió des- trage de leñador y una montera , y arrojaba , en fin , la
pués de la marcha de Andrea, convencióse plenamente , piel del elegante para cubrirse con la del obrero.
de que habia alquilado su caballo al señor conde de Despues con las manos llenas de tierra , ennegrecidos
Mauleon, calle de Saint-Dominique, núm. 25. los cabellos con un peine de plomo y tostada la tez por
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
318
En toda imaginacion bien organizada la idea domi-
una preparacion cuya receta debia á sus antiguos cono-
nante , pues siempre hay una , es la primera que se
cidos de presidio , iba de bosque en bosque acercándo- ocurre al dispertar , así como fué la última que se ocur
se á la frontera mas próxima , andando de noche , dur-
miendo de dia , y no llegando á los lugares habitados rió al dormir.
Aun no habia abierto los ojos Andrea cuando se apo-
sino para comprar un pan cuando le hiciera falta.
deró de él su pensamiento dominante , diciéndole que
Una vez pasada la frontera , convertia Andrea sus dia-
mantes en dinero , que reunidos á unos diez ó doce bi- habia dormido demasiado .
Saltó de la cama y se dirigió á la ventana.
lletes de banco que llevaba siempre consigo por si for-

Vista de Chantilly.

Un
El gen pasa
gendarme es ba de
uno sazo
á lalos n tos
obje extra. ordina-
el patio
por mas
te, se encontraba todavía poseedor de unas cincuenta
mil libras, cantidad no despreciable para su filosofía. que existen en el mundo, aun para los hombres que
Además contaba con el interés que tenian los Dan- rios
tien
no Ma en por
s par a lasqué teme
concie r .as apocadas que tienen on
nci
glars en echarle tierra al asunto. y raz
Hé aquí la razon por qué, á pesar de su cansancio , se para serlo , lo amarillo , lo azul y lo blanco de que se
durmió Andrea tan pronto y tan profundamente . compone suuniforme son colores muy horribles de ver.
Para despertarse mas temprano no habia cerrado las ¿Por qué estará ahí ese ese gendarme ? se pre-
puertas de la ventana , contentándose con echarle el
PeóroAnlu
gunt dregea
o se spsm
á síremi o . ó á sí mismo , con esa lógica
ondi
cerrojo á la de la habitacion y con dejar abierta sobre
su mesa de noche una navaja de exquisito temple , que e
qu los lec tor es ha po do ya admirar en él :
n di
llevaba siempre consigo. Nada mas natural que un gendarme en una posa-

A eso de las siete de la mañana un rayo de sol bri-
llante y tibio despertó á Andrea dándole en el rostro. da... pero vistámonos .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 319

Y el jóven se vistió con una ligereza, que no le habia Miró en torno suyo con ansiedad ; pero su habitacion,
podido hacer perder su ayuda de cámara en el tiempo como todas las de este piso , solo tenia salida á la gale-
de vida elegante que habia pasado en Paris. ría exterior, descubierta á todas las miradas.
¡Bueno ! decia Andrea vistiéndose. Esperaré que -¡Soy perdido ! fué su segundo pensamiento.
se vaya , y entonces me iré yo. Con efecto , para un hombre que se hallase en la si-
Y al decir esto , ya con las botas y la corbata puesta tuacion de Andrea, la prision significaba los jueces , la
se acercó de puntillas á la ventana , y levantó por se- sentencia y la muerte ; muerte sin misericordia y sin
gunda vez el visillo de muselina. tardanza.

F OPPU

LAVIAN L

Un tercer gendarme á caballo y carabina en ristre, hacia centinela á la puerta de la calle.

No solo no se habia marchado el primer gendarme, Por un instante se oprimió convulsivamente la cabe-
sino que el jóven vió un segundouniforme azul, amarillo za entre las manos.
y blanco al pié de la escalera , única por donde podia En este instante estuvo á pique de volverse loco.
bajar, mientras un tercer gendarme á caballo y carabina Pero bien pronto de aquel mundo de pensamientos
en ristre, hacia centinela á la puerta de la calle , única que bullian en su cabeza , surgió un pensamiento de
por donde podia salir. esperanza , dibujándose una pálida sonrisa en sus labios
Este gendarme era lo mas significativo del mundo, amoratados y en sus mejillas contraidas.
porque detrás de él se extendia un semicírculo de cu- Lanzó otra mirada en torno suyo ; los objetos que
riosos, que bloqueaban herméticamente la puerta de la buscaba se hallaban reunidos sobre el mármol de un
posada. velador. Eran papel , tinta y pluma .
-A mí me buscan , fué el primer pensamiento de Mojó, pues, la pluma y escribió con mano á quien
Andrea. mandaba ser firme, las siguientes palabras :
Y se puso pálido hasta el nacimiento del pelo. «No tengo dinero para pagar ; pero no soy pillo , y
320 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

dejo en prenda este alfiler, que vale diez veces mas que Las paredes crugian.
el gasto que he hecho . Una columna opaca de humo se lanzó por los tubos,
»Perdónenme el haberme escapado al romper el al- subiendo al cielo como la lava de un volcan ; pero no
ba , porque estoy lleno de vergüenza.» > vió caer al reo , como esperaba .
Quitóse el alfiler de la corbata y lo puso sobre el pa- Es que Andrea en luchia desde la niñez con la socie-
pel . Hecho esto, en vez de dejar pasados los cerrojos , los dad , valia tanto como un gendarme , aunque este gen-
descorrió, entreabriendo tambien la puerta como si hu- darme hubiese llegado á la respetable graduacion de
biese salido de la habitacion olvidándose de cerrarla . Y sargento ; y previendo el incendio, se habia salido al te-
deslizándose por la chimenea , como hombre acostum- jado, y estaba acurrucado al pié del tubo .
brado á este género de gimnasia , cerró la portezuela Por un instante concibió la esperanza de haberse sal-
de hierro , borró con sus piés las huellas que dejaba en vado , porque oyó al sargento llamar á sus dos gendar-
las cenizas , y empezó á escalar el tubo combado que le mes y decirles en voz alta :
ofrecia la única esperanza de salvacion . « No está . >>
En este mismo momento el primer gendarme que ha- Pero alargando el pescuezo , vió que los dos gendar-
bia visto Andrea subia la escalera precedido del comi- mes en vez de retirarse, como era de inferir á tal anun-
sario de policía y sostenido por el segundo gendarme, cio , redoblaban su atencion por el contrario . Andrea á
que estacionaba al pié de la escalera , el cual podia es- su vez se puso á mirar en torno.
perar tambien refuerzo del que estacionaba á la puerta La casa de Ayuntamiento, colosal edificio del siglo xvi,
de la calle. se elevaba á su derecha como una muralla lúgubre.
Veamos á qué circunstancia debia Andrea esta visita, Por las ventanas y demás aberturas de este edificio
que sentia tanto no recibir. se podian ver los más ocultos rincones del techo de la
Al amanecer habian maniobrado los telégrafos en posada como desde la cima de una montaña se puede
todas direcciones , y cada poblacion , prevenida casi in- ver todo el valle .
mediatamente , habia despertado á sus autoridades y Andrea comprendió que iba á aparecer al punto la
lanzado á la fuerza pública en persecucion del asesino cabeza del sargento en alguna de aquellas ventanas .
de Caderousse. Si lo descubrian era hombre perdido .
Compiegne , sitio real , Compiegne , poblacion fre- Una persecucion sobre el tejado no le ofrecia proba-
cuentada de los cazadores y bien guarnecida siempre bilidades de buen éxito .
de tropas , está tambien muy provista de autoridades, Resolvió, pues , volver á bajar, pero no por el mismo
de gendarmes y de comisarios de policía. camino que trajo , sino por otro semejante.
Las visitas domiciliarias empezaron al punto que lle- Buscó con los ojos una chimenea que no exhalase
gó la órden telegráfica , y siendo la principal de la po- humo , acercóse á ella gateando por el tejado y desapa
blacion la fonda de la Campana y de la Botella , empe- reció por el cañon sin que le hubiera visto nadie,
zaron por ella naturalmente. En el mismo instante una ventana de la casa de la
Además , por relacion de los centinelas que habian Villa daba paso á la cabeza del sargento,
estado de guardia aquella noche en la casa de Ayunta- Esta cabeza permaneció algunos minutos inmóvil
miento ( la casa de Ayuntamiento está contigua á la po- como los relieves de piedra que decorau el edificio, y
sada de la Campana ) , por relación de los centinelas , luego desapareció exhalando un profundo suspiro de
repetimos , se sabia que se habian apeado en la fonda disgusto .
muchos viajeros aquella noche. Tranquilo y digno como la ley de quien era represen
El centinela que había sido relevado á las seis de la tante, pasó el sargento entre la multitud reunida en la
mañana recordaba tambien que en el momento en que plaza sin responder á sus inil preguntas , y volvió á en-
empezaba su centinela , es decir , á las cuatro y algu- irar en la fonda .
nos minutos , habia visto á un jóven montado en un -¿Qué hay? le preguntaron á la par los dos gen-
caballo blanco , llevando á la grupa un chico del pue- darmes.
blo , cuyo jóven se apeó en la plaza y despidiendo al --Es seguro, hijos mios, respondió el sargento, que
chico y al caballo , fué á llamar á la fonda de la Campa- el tubante se ha alejado de nosotros esta mañana bien
na , doude habia entrado. temprano , pero enviarémos geute por el camino de
Sobre este jóven , pues , que de una manera tan sin- Villers-Coterets y de Noyón y se hará una batida por el
gular y tan tarde llegó, recaian todas las sospechas. bosque , donde lo encontrarémos indudablemente.
Ahora bien , este jóven no era otro que Andrea. Acababa apenas el honrado funcionario de dar á luz
Provistos , pues, de estos datos , se encaminaban há- este adverbio sonoro con esa entonacion que es pecu-
cia el cuarto de Andrea el comisario de policía y el gen- liar á los gendarmes , cuando un profundo grito de
darme , que era un sargento. terror acompañado de un redoble de campanillas reso-
La puerta estaba entornada . nó en el patio de la fonda.
-¡Oh ! oh ! dijo el sargento, zorro viejo ya encane- -¡Oh ! oh! ¿ qué es eso ? exclamó el sargento.
cido en el servicio : ¡ qué mala senal es una puerta abier- -Vaya una prisa que tiene ese viajero! dijo el fon-
ta ! mejor quisiera verla cerrada y tapiada." dista. ¿ En qué número llaman?
Con efecto , la carta y el alfiler dejado por Andrea -En el número 3.
sobre la mesa confirmaron ó mas bien apoyaron la triste -Corre , muchacho.
verdad. En este momento redoblaron los gritos y el campa-
Andrea se habia escapado. nilleo.
Decimos apoyaron , porque el sargento no era hom- El mozo de la fonda echó á correr.
bre que se contentase con una sola prueba . -No vayas , dijo el sargento deteniéndole. El que
Miró en torno suyo , escudriñó la cama , desdobló las llama me parece que lo que pide no es un criado , y va-
cortinas , abrió los armarios , y se detuvo, en fin , en la mos á servirle un gendarme; ¿ quién hay en el núm. 3?
chimenea. Eljóven que llegó anoche en silla de posta con su
Gracias a las precauciones de Cavalcanti , las cenizas hermana y que pidió un cuarto con dos camas,
no guardaban ninguna huella de su paso . La campanilla resonó por tercera vez con angustiosa
Sin embargo , la chimenea era una salida , y en aque- entonacion.
llas circunstancias toda salida debia ser objeto de seria -¡A mí, señor comisario ! gritó el sargento; seguidme
investigacion . de puntillas .
El sargento hizo que le trajesen leña y paja ; limpió Esperad un instante , dijo el dueño de la fonda . El
la chimenea como si fuese un mortero , y encendió número 3 tiene dos escaleras , una exterior y otra inte-
lumbre . rior.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
321

-Bueno , dijo el sargento, yo iré por la interior,,


Sus miradas se fijaron en el punto de donde venia el
que pertenece á mi rango. ¿Están cargadas las carabinas? ruido y vieron aparecer un hombre .
Si , señor sargento. Una de las dos mujeres , la que era rubia , fué la que
-Pues bien, vigilad vosotros el exterior , y si quiere lanzó el grito terrible que habia alarmado á toda la
huir, fuego en él . Segun dice el telégrafo es un gran casa , mientras que la otra , que era morena , se agarró
criminal.
al cordon de la campanilla tirando de él con todas sus
El sargento seguido del comisario desapareció en se- fuerzas.
guida por la escalera interior acompañado del run run, Como se ve , Andrea andaba de Heródes á Pilatos.

ED.
COF
FIN

-¡Por piedad! no ilameis , salvadme !

que habia producido en la concurrencia sus revelaciones -¡Por piedad! gritó pálido fuera de sí , sin ver á las
sobre Andrea.
personas quien invocaba, ¡ por piedad! no llameis, ¡sal-
Hé aquí lo que habia sucedido. vadme ! Yo no quiero haceros daño.
Andrea habia bajado perfectamente hasta los dos ter- -¡Andrea ! jel asesino! gritó una de las dos jóvenes.
cios de la chimenea , pero al llegar ali le faltó un pié,
Eugenia ! ¡ señorita Daglars ! murmuró Caval-
y á pesardel apoyo de sus manos , se escurrió con mas cauti, pasando del espanto al estupor.
ligereza y sobre todo con mas ruido que el que él de- -¡Socorro ! Socorro ! gritó Luisa d'Armilly , cogien
seaba .
do el cordon de la campanilla de las manos inertes de
A estar sola la habitacion esto nada hubiera impor- Eugenia y llamando con mas fuerza .
tado , pero por desgracia estaba habitada. ¡ Salvadme ! me persiguen ! dijo Andrea juntando
Dos mujeres se hallaban durmiendo en una cama. las manos, ¡ no me entregueis por piedad !
El ruido las despertó .
-¡Ya es tarde ! ya suben , dijo Eugenia .
322 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Pues bien , escondedme en cualquiera parte, y de- sear á Neron que el pueblo romano solo tuviese una
cid que habeis tenido miedo sin motivo , disiparéis las cabeza para poder cortarsela de un solo golpe.
sospechas y me salvaréis la vida. A la mañana siguiente se apeaban las dos en el Hôtel
Las dos mujeres abrazadas y acurrucándose entre de Flandes, en Bruselas .
la ropa de la cama permanecieron mudas á aquella voz Desde la víspera se ballaba Andrea en la Conser-
suplicante. geria.
Todas sus repugnancias y todas su preocupaciones
luchaban en su imaginacion. CAPITULO XXI.
-Pues bien , sea , dijo Eugenia . Tomad el camino
que habeis traido, infeliz , y marchaos , que nada di- LA LEY.
remos.
-¡Aquí está aquí está ! gritó una voz desde afuera . Ya hemos visto con cuánta calma pudieron las dos
¡ Aquí está , yo le veo ! amigas verificar su trasformacion y su fuga , porque cada
Con efecto el sargento habia visto á Andrea por el cual se hallaba ocupado en sus propios asuntos para
ojo de la llave, de pié y en actitud suplicante. acordarse de los demás.
Un tremendo culatazo hizo saltar la cerradura , y Dejarémos al banquero , bañada en sudor la frente
otros dos los cerrojos . ante el fantasma de la bancarrota , alinear las enormes
La puerta cayó hecha pedazos. columnas de su pasivo , y sigamos á la baronesa , que
Corrió Andrea á la otra puerta que daba á la galería despues de haber permanecido un instante abrumada
del patio y la abrió decidido á arrojarse por alli. por el golpe que acababa de recibir, fuése en busca de
Los dos gendarmes le pusieron al pecho sus cara- su consejero ordinario Luciano Devray.
binas . Porque la baronesa fiaba efectivamente en este ma-
Andrea se detuvo . trimonio para abandonar una tutela que con una hija
Pálido , de pié y con el cuerpo inclinado un tanto del carácter de Eugenia no dejaba de ser embarazosa ;
húcia atrás seguia empuñando su crispada mano la inú- pues en esta especie de contrato tácito que sostiene la
til navaja de que ya hemos hecho mérito . gerarquía interior de las familias , la madre no tiene
-¡Huid ! huid! gritó la señorita d'Armilly, en cuyo realmente dominio sobre la hija sino á condicion de
corazon iba entrando la piedad á medida que iba sa- ser á todas horas para ella ejemplo de sabiduría y tipo
liendo el miedo . Huid pués. de perfeccion.
-¡0 mataos ! dijo Eugenia con el tono y la actitud Ahora bien , madama Danglars temia la perspicacia
de una de aquellas vestales que en el circo romano or- de Eugenia y los consejos de Luisa d'Armilly.
denaban con el dedo al gladiador victorioso que rema- Habia sorprendido ciertas miradas desdeñosas, lan-
tase á su moribundo adversario. zadas por su hija Devray, miradas que al parecer signi-
Andrea se estremeció y miró á la jóven con una son- ficaban que conocia todo el misterio de sus relaciones
risa de desprecio , que probaba que su corrupción no amorosas y pecuniarias.
comprendía esta sublime ferocidad del honor. Pero una interpretacion mas sagaz y mas profunda le
Matarme ! dijo arrojando la navaja , y ¿para hubiese demostrado, por el contrario, que Eugenia de-
qué! testaba á Devray, no porque fuese una piedra de escán-
lo
¡ Vos lo habeis dicho ! exclamó Eugenia ; os ¡ van á dalo en la casa paterna , sino simplemente porque Dió-
condenar á muerte ! ¡ os van á ejecutar como al último colocaba en la categoría de aquellos bípedos que
de los criminales ! genes pretendia que no se llamasen hombres , y que
-¡Bah! repuso Cavalcanti , cruzandose de brazos, Platon designaba con la perifrasis de animales de dos
tengo amigos. piés sin plumas.
El sargento se adelantó hacia él , sable en mano . Mad. Danglars desde su punto de vista , y por
-¡Envainad ! envainad seo valiente, que no hay por desgracia cada cual tiene en este mundo su punto de
qué hacer esos alardes puesto que yo me rindo. vista propio que le impide conocer el de los demás ,
Y tendió sus manos á las esposas. Mad. Danglars , repetimos 2 , sentia que hubiese fraca-
Las dos jóvenes contemplaban aterradas aquella hor- sado el matrimonio de su hija, no por que fuese conve-
rible metamorfosis del hombre de mundo que se arran- niente, no porque hubiera podido hacer feliz á Eugenia,
caba la careta y volvia á ser presidiario . sino porque le devolvia su libertad.
Andrea se volvió hacia ellas, y con una sonrisa de im- Corrió, pues , como íbamos diciendo, á casa de De-
pudencia dijo : vray, que despues de haber asistido á la firma del con-
-¿Tencis algun encargo que darme para vuetro trato y al escándalo subsiguiente , se apresuró á reti-
padre, señorita Eugenia? porque, segun parece, vuelvo rarse á su reunion, donde hablaba con algunos amigos
á Paris . del suceso que á aquella hora era el objeto de las con-
Eugenia se cubrió el rostro con las manos. versaciones de esa poblacion eminentemente murmu
¡ Oh ! oh ! dijo Andrea, no hay por qué avergonzar- radora que se llama la capital del mundo civilizado.
se , que yo no os echo en cara el haber venido tras de En el momento que Mad . Danglars vestida de ne-
mi ' en silla de posta ... ¿ no era ya casi vuestro ma- gro y cubierta con un velo subia la escalera del cuarto
rido ? de Devray, á pesar de haberle dicho el portero que no
Y despues de esta broma'salió Andrea, dejando á las estaba en casa, Devray se ocupaba en rechazar las insi
dos fugitivas entregadas á sú vergüenza y á los comen- nuaciones de un amigo que pretendia probarle que des
tarios de la multitud . pues del escándalo terrible de aquella noche era deber
Una hora despues subian á su carruaje vestidas am- suyo como amigo de la casa casarse con Eugenia Dan-
bas de mujer. glars y con sus dos millones .
Se habia cerrado la puerta de la fonda para librarlas Devray se defendia como aquel que desea ser vet-
de las miradas indiscretas ; pero no por eso dejaron de cido, porque mas de una vez se le habia ocurrido la
pasar cuando la puerta volvió á abrirse , entre dos hi- idea espontáneamente .
leras de curiosos , cuyos ojos chispeaban y murmura- Como conocia á Eugenia y su carácter independiente
ban los labios . y altivo , tomaba de vez en cuando una actitud comple-
Eugenia bajó las persianas, pero si bien no veia, se- tamente defensiva, diciendo que era imposible aquella
guia oyendo y llegaban hasta ella los murmullos. union, y dejándose halagar sordamente por esa idea
¡Oh! ¿ por qué el mundo no ha de ser un desierto? mala, que al decir de todos los moralistas preocupa sin
exclamó arrojándose en los brazos de Luisa d'Armilly | cesar al hombre mas probo y mas puro velando en el
con los ojos animados de aquella rabia que hacia de- fondo de su alma como el diablo vela detrás de la cruz .
EL CONDE DE MONTE- CRISTO. 323

El té, eljuego , la conversacion , interesante como ve- inocencia de su hija y en su fidelidad á la casa pa-
mos , puesto que se discutian tau graves intereses, du- terna.
raron hasta la una de la madrugada . Vuelta á su cuarto, púsose á escuchar á la puerta de
Entre tanto Mad . Danglars , introducida por el Eugenia , y como no oyese ningun ruido trató de en-
ayuda de cámara de Luciano, le esperaba siempre cu- trar, pero estaban echados los cerrojos.
bierta y llena de ansiedad entre dos jarrones de flores, Mad. Danglars creyó que Eugenia fatigada con
que le habia enviado ella misma por la mañana , y que las terribles emociones de aquella noche se habria acos-
Devray, justo es decirlo, habia colocado y cuidado con tado y estaria durmiendo .

OT
OL
DI

La señorita Eugenia, respondió la doncella, entró en su habitacion con la señorita Luisa.

un esmero, que le hizo á la pobre mujer perdonarle su Despues llamó á la doncella para interrogarla.
ausencia. - La señorita Eugenia , respondió la doncella, entró
Cansada de esperar inútilmente, se volvió á su casa en su habitacion con la señorita Luisa. Luego tomaron
á las once y cuarenta minutos. el té juntas , y me despidieron diciéndome que no me
Las damas de cierta clase se parecen á las grisetas necesitaban ya.
enamoradas en que nunca vuelven á su casa despues Desde entonces la doncella habia permanecido en el
de las doce de la noche. comedor, y como los demás criados , creia que las dos
La Baronesa entró en su casa con la misma precaucion jóvenes se hallaban en su habitacion.
que Eugenia acababa de tomar para salir, y con el co- Acostóse , pues , Mad . Danglars , sin asomo siquiera
razon oprimido subió velozmente la escalera de su ha- de sospecha ; y tranquila sobre los individuos, se fijó
bitacion, contigua como sabemos á la de Eugenia. su imaginacion en los sucesos.
Tanto temia provocar comentarios ; tan firmemente A medida que sus ideas se iban aclarando iba tam-
creia, pobre mujer, siquiera en esto respetable , en la bien tomando mas proporciones la escena del contrato.
324 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

No era un escándalo ya , era una desvergüenza ; no era aspecto lúgubre de un lazareto donde se hubiera decla-
un bochorno , era una ignominia. rado la peste.
Entonces , á pesar suyo , recordó la baronesa que no Una parte de las habitaciones estaban cerradas inte.
bahia tenido piedad para la pobre Mercedes, herida ha- rior y exteriormente , y las otras solo se abriau un ins-
cia poco tiempo en su esposo y en su hijo de una hu- tante para que entrase el aire.
millacion tan grande como aquella. Entonces se veia aparecer en los balcones la cabeza
-Eugenia, se dijo á sí misma, está perdida ya y nos demacrada de algun lacayo, y luego volvian á cerrarse
otros tambien. Este suceso, tal como lo presentarán las como la lápida de un sepulcro , y los vecinos se decian
lenguas murmuradoras , va á cubrirnos de oprobio para en voz baja :
siempre, porque en una sociedad como la nuestra cier- -¿Verémos hoy salir algun otro ataud de la casadel
tos ridiculos son llagas vivas , sangrientas , incurables . Procurador del Rey?
¡ Qué felicidad, murmuraba, que Dios le haya dado Mad. Danglars sintió un escalofrio al aspecto de es-
á Eugenia ese carácter raro que tantas veces me ha he- ta vivienda lúgubre.
cho temblar! Bajó de su carruaje , y con las rodillas vacilantes se
Y llena de gratitud levantaba los ojos al cielo , cuya acercó á la puerta y llamó.
misteriosa Providencia lo dispone todo de antemano Solo á la tercera vez que agitó la campanilla , cuyo son
para los sucesos que han de venir, y de un defecto y lúgubre parecia participar tambien de la tristeza gene-
hasta de un vicio hace tal vez una felicidad . ral , apareció un portero entreabriendo la puerta lo bas-
Luego su pensamiento atravesó el espacio como el tante para dejar paso á las palabras.
pájaro Lendiendo sus alas sobre un abismo , y se detuvo Vió una mujer, una mujer de mundo y elegante , y
en Andrea Cavalcanti. sin embargo la puerta permaneció casi cerrada.
Era sin duda un miserable , un ladron , un asesino, -¡Abrid ! dijo la baronesa.
pero tenia unas maneras que indicaban una educacion -Primeramente, señora , ¿ quién sois? le preguntó
regular , si no distinguida. el portero .
Andrea se habia presentado en el mundo con la apa- —¿Quién soy ? bien me conoceis.
riencia de una gran fortuna y el apoyo de nombres muy -Nosotros no conocemos á nadie , señora.
honrosos. -¿Estáis loco , amigo mio? exclamó la baronesa.
¿Cómo ver claro en este dédalo ? ¿ A quién dirigirse -¿De parte de quién venís?
para salir de esta posicion cruel? -¡Oh ! esto es ya demasiado .
Debray, á quien habia acudido en el primer impulso Señora , dispensadme , es nuestra consigna. ¡Co-
de la mujer que busca la ayuda del hombre á quien mo os llamais?
ama y que a veces la pierde ; Debray solo le podia dar -La señora baronesa de Danglars. Ya me habeis
consejos ; á otra persona mas poderosa era á quien de- visto diferentes veces .
bia dirigirse. -Es muy posible. Y ¿qué quereis?
Entonces pensó la baronesa en Villefort. -¡Oh , qué cosa tan extraña ! yo me quejaré á Mon-
M. de Villefort fué quien mandó prender á Caval- sieur de Villefort de la impertinencia de sus criados.
canti . M. de Villefort fué quien despiadadamente in- -Señora , no es impertinencia , sino precaucion.
trodujo la vergüenza y el sobresalto en su familia , co- Nadie entra aquí sin órden de M. de Avrigny ó siu ba-
mosi hubiera sido una familia extraña. ber hablado con el señor Procurador del Rey.
Pero no , reflexionándolo bien, no era el Procurador - Pues bien , justamente es al Procurador del Rey
del Rey un hombre despiadado , era un juez esclavo de á quien yo tengo que ver.
sus deberes , un amigo leal y firme, que brutalmente -¿Para asunto urgente ?
sí, pero con mano segura habia introducido el escal- -Bien podeis figurároslo , puesto que no he subido
pelo en la corrupcion . No era un verdugo , que era un ya á mi carruaje. Acabemos , tomad esta targetay lle-
cirujano, un cirujano que habia querido librar á los ojos vádsela á vuestro amo .
del mundo el honor de los Danglars de la ignominia de -¿Esperaréis mi vuelta?
aquel jóven perdido , que habian presentado al mundo - Si .
como su yerno. El portero cerró la puerta, dejando en la calle á Ma-
Desde el momento que obraba así M. de Villefort, dama Danglars.
amigo de la familia Danglars , no era de suponer que Bien que no tuvo que esperar mucho tiempo.
hubiese sabido nada de antemano ni que se hubiese Volvióse á abrir la puerta un instante despues lo su-
prestado á ninguno de los manejos de Andrea. ficiente para darle paso , y se cerró detrás de ella.
La conducta , pues , de Villefort, reflexionándolo bien, Al llegar al patio el portero , sin perder de vista la
aparecia á los ojos de la baronesa bajo un punto de vis- puerta , sacó un pito del bolsillo é hizo una seual .
ta que era para los dos muy ventajoso . El ayuda de cámara de M. de Villefort apareció enel
Pero alli debia detenerse la inflexibilidad del Procu-
rador del Rey. peristilo.
-Disim ulad , señora, á este pobre hombre , dijo sa
Al dia siguiente iria á verle y obtendria de él , si no liendo al encuent ro de la baronesa ; pero sus órdenes
que faltase á los deberes de magistrado , á lo menos son terminantes , y M. de Villefort me ha encargado di-
que diese á la indulgencia toda la posible latitud.
La baronesa invocaria lo pasado , evocaria sus re- ga á la señora que no podia menos de hacer lo que
ha hecho.
cuerdos y le suplicaria en nombre de un tiempo culpa-
ble , pero dichoso. En el patio se hallaba tambien un vendedor , á quien
M. de Villefort le echaria tierra al negocio ( y para habian introducido con las inismas precauciones y ca
esto lo único que tenia que hacer era volver los ojos á yas mercancías estaban examinando .
otro lado ) ó á lo menos dejaria huir á Cavalcanti , y so- La baronesa subió el peristilo , profundamenteim-
lo perseguiria al crímen en esa sombra de criminal que presionada por aquella tristeza que ensanchaba por
se llama el prófugo. decirlo así el círculo de la suya , y guiada siempre por
Solo entonces pudo dormirse mas tranquila . el ayuda de cámara entró en el gabinete del magistra
Por la mañana se levantó á las nueve , y sin llamar á do sin que su guia la perdiese de vista.
su doncella , sin dar señal alguna de vida , se vistió con Por muy abstraida que estuviese Mad . Danglars en
la misma sencillez que la víspera ; bajó la escalera y fué sus pensamientos , parecióle tan indigna la recepcion
hasta la calle de Provenza , donde subió en un fiacre y que la habia hecho toda la servidumbre, que empezó
se hizo conducir á casa de Villefort. por quejarse.
Hacia un mes que esta casa maldita presentaba el Pero Villefort levantó su cabeza abrumada por el do-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 325

lor y la miró con una sonrisa tan triste , que espiraron -¡Ay, señora ! respondió el Procurador del Rey con
las quejas en sus labios. su calma imperturbable. He llegado á no llamar des-
-Disimulad á mis criados un terror de que yo no gracias sino á las cosas que no tienen remedio.
puedo acusarlos. Sospechosos ellos , han llegado á sos- -¿Pero creeis , caballero , que esto llegará á olvi-
pechar de todo el mundo. darse?
Mad. Danglars habia oido hablar muchas veces del — Todo se olvida , señora , dijo Villefort. El casa-
terror que le confesaba el magistrado ; pero nunca hu- miento de vuestra hija se verificará mañana , si no se

-¿He venido á ver à un amigo?

biera podido creer que llegase á tal extremo si no lo |verifica hoy, ó dentro de ocho dias , si no se verifica ma -
hubiera visto por sus propios ojos. ñana. Y en cuanto á temer el porvenir de la señorita
-¡Vos tambien , dijo la dama, vos tambien sois des- Eugenia, no creo que sea tal vuestra idea.
graciado! Mad . Danglars miró á Villefort asombrada de aque-
-Sí , señora , respondió el Procurador del Rey. lla tranquilidad casi burlesca.
Entonces me compadeceréis ? -¿He venido á ver á un amigo ? le preguntó con un
-Sinceramente, señora. aire de dolorosa dignidad.
Y& comprendeis lo que me trae? - Ya sabeis que sí, señora , respondió Villefort co-
¿ Venís á hablarme de lo que os pasa ; no es ver- loreándosele un tanto las inejillas .
dad? Con efecto, esta respuesta era alusiva á otros sucesos
-Si, una desgracia espantosa. que no los que ahora los ocupaban á entrainbos.
Es decir , ¡ un contratiempo! Pues bien , entonces , dijo la Baronesa , sed mas
-¿Un contratiempo ? exclamó la baronesa. afectuoso, mi querido Villefort. Habladme como amigo
326 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

y no como magistrado , y cuando yo me creo profan- -No niego la justicia de vuestra rectificacion, ca-
damente desgraciada, no me digais que debo estar con- ballero ; pero cuanto mas severo scais con ese desgra-
tenta .
Villefort inclinóse y dijo : ciado, mas daño haréis á nuestra familia. ¡ Olvidadle
por un momento, y en lugar de perseguidle dejadle
Hace tres meses, señora, que siempre que oigo huir !
hablar de desgracias he adquirido la enojosa costum- Venis tarde , señora. Se han dado ya las órdenes.
'bre de pensar en las mias, y entonces espontáneamente Pues bien , si le prenden... ¿ creeis qué le pren-
se verifica en mi espíritu la egoista operacion del para- derán ?

adame 12

O
GL
DI

Villefort extendió la mano hacia un gran crucifijo .

lelo . Esta es la causa de que vuestras desgracias me Así lo espero .


parezcan un contratiempo comparadas con las mias. - Pues si le prenden , escuchad. Siempre he oido
Esta es la causa de que comparada con mi funesta po- decir que la cárcel regenera. Dejadle en la cárcel.
sicion, me parezca la vuestra envidiable. Pero si mis El Procurador del Rey hizo movimiento negativo.
palabras os contrarían, hagamos punto . Deciais, se- —
ora... A lo menos hasta que mi hija se case, añadió la
Baronesa .
—- Vengo á saber de vos, amigo mio , repuso la Ba-
Imposible, señora. La justicia tiene sus formali-
ronesa, en qué estado está el asunto de ese impostor. dades..."
-¡Impostor , señora ! repuso Villefort ; decidida- Tambien para mí? dijo la Baronesa medio seria
mente ya es una manía en vos eso de atenuar ciertas co- y medio riyéndose.
sas. ¡ Impostor M. Andrea Cavalcanti , ó mas bien Bene- -
detto ! os engañais , señora. Benedetto es simplemente Para todos , respondió Villefort ; y para mí mismo
un asesino. como para los demás.
- ¡ Ah ! añadió Barones sin traducir
la a en palabras
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EL CONDE DE MONTE-CRISTO . # 327

el pensamiento que acababa de revelar con esta excla- Villefort? no , no ; ¡ lastimadoy siempre lastimado ! ¿ Per-
macion. sistis, mujer, es decir sirena, en hablarme con esa mira-
Villefort la miró con aquellos ojos que sondaban hasta | da expresiva y encantadora que me recuerda que debo
los pliegues mas recónditos . tener rubor... sí , rubor por lo que vos sabeis , y acaso,
—Sí, repuso , ya sé lo que quereis decir. ¡ Aludís á acaso por lo que no sabeis ?... Pero , en fin , desde que
los rumores terribles que corren por el mundo de que yo mismo he faltado, y quizás más que los otros, he des-
no son naturales esas muertes que desde hace tres abrochiado los vestidos de esos otros para encontrar la
meses me están vistiendo de luto ! ¡ esa muerte de que úlcera , y la he encontrado siempre , diré mal , he en-
acaba de escapar Valentina como por milagro! contrado con placer, con delicia, ese sello de la debili-
--
No pensaba yo en eso, dijo Mad . Danglars viva- dad 6 de la perversidad humana ; porque cada hombre
mente. que yo encontraba culpable , cada culpable que yo cas-
-Sí, pensabais, señora, y con justicia, porque no po- tigaba me parecia una prueba viva de que no soy una
diais hacer otra cosa que pensar, y os deciais en voz horrible excepcion . ¡ Ay ! ay ! ¡ Todo el mundo es malo ,
baja : — « Tú que persigues al crimen, responde : ¡ por señora ! Probémoselo y castiguemos al malo .
qué en torno tuyo quedan tantos crímenes impunes?…..» Pronunció Villefort estas últimas palabras con una
La Baronesa palideció. rabia febril , que daba á su lenguaje una feroz elo-
Eso era lo que os deciais , ¿ es verdad, señora? cuencia.
- Pues bien, sí, lo confieso. -¿Pero decís que ese jóven , repuso Mad . Danglars,
-Voy á responderos . acudiendo al último recurso , decís que es un huér-
Villefort aproximó su butaca á la silla de madama fano abandonado de todos ?
Danglars . -- Tanto peor, señora ; ó mas bien dicho , tanto me-
Luego apoyando sus dos manos en la mesa y to- jor. Así lo ha dispuesto lá Providencia para que nadie
mando una entonacian mas sorda que de costumbre, llore por él.
añadió : ¡ Eso es encarnizarse con el débil , caballero !
-Hay crímenes que quedan impunes porque no se Débil que asesina !
conoce a los criminales, y se teme castigar á un ino- - Su deshonra recae sobre mi casa.
cente en vez del verdadero culpable; pero cuando esos ¿No tengo yo la muerte en la mia?
criminales sean conocidos, os juro por el Dios vivo ( y ¡Oh, caballero ! exclamó la baronesa . Sois despia-
Villefort extendió la mano hacia un gran crucifijo co- dado para los demás. Pues tened presente lo que os
locado en frente de su mesa) , os juro, señora , que mo- digo . Nadie tendrá piedad de vos.
rirán. Despues del juramento que acabo de hacer y que - Sea , dijo Villefort levantando sus brazos al cielo
cumpliré, señora , ¡ atreveos á pedirme gracia para ese con ademau amenazante.
miserable ! - Aplazad al menos la causa de ese infeliz si lo pren-
-¿Y quién os asegura, caballero, que sea tan cri- den . Eso nos concederá seis meses para olvidar.
minal como se dice ? respondió Mad. Danglars. -No tal , dijo Villefort . Tengo cinco dias aun. La
-Aquí teneis su proceso : Benedetto condenado causa está ya corriente, y cinco dias es mas tiempo del
primeramente á cinco años de galeras por falsificacion que necesito. Además , señora, no comprendeis que yo
cuando solo contaba diez y seis años . El joven , como tambien tengo que olvidar ; y cuando trabajo , y trabajo
veis, prometia. Luego prófugo ; luego asesino. noche y dia, hay momentos en que no me acuerdo de
-¿Y quién es ese desgraciado ? nada, y entonces soy feliz , como lo son los muertos ,
-¿Quién lo sabe ? Un vagabundo, un corso . es verdad ; pero eso es preferible à sufrir tanto.
-¿No ha sido reclamado por nadie? -Ya que se ha escapado, caballero , dejadle. La
Por nadie. No se conocen sus parientes. inercia es una clemencia fácil.
-¿Y aquel hombre que vino de Luca ? -Ya os he dicho que era tarde. El telégrafo ha ma-
-- Otro pillo como él; ¡ quizás su cómplice ! niobrado al amanecer, y á estas horas...
-- Señor , dijo entrando el ayuda de cámara, un dra-
La Baronesa juntó las manos.
-¡Villefort murmuró con su voz dulce y cariñosa. gon trae este oficio del ministro del Interior.
-Por Dios , señora, respondió el Procurador del Rey Villefort cogió la carta y abrióla pricipitadamente.
con una firmeza que tenia algo de sequedad ; por Dios, Mad. Danglars se estremeció de terror y Villefort de
no me pidais nunca gracia para un culpable. ¿ Quién | alegría.
soyyo ? la ley. ¿Y acaso la ley tiene ojos para ver vues- -¡ Preso ! exclamó este. Le han preso en Compie-
tra tristeza ? ¿acaso la ley tiene oidos para oir vuestra gne ya es asunto concluido .
dulce voz? ¿acaso la ley tiene memoria para explicarse Mad. Danglars se puso de pié pálida y fría .
á sí misma vuestros delicados pensamientos ? No, seño- ¡Adios , caballero ! dijo .
ra. La ley ordena, y cuando la ley ha ordenado, hiere . - -¡Adios , señora ! repuso el procurador del rey
Me diréis que soy un ser viviente, y no un código , un acompañándola hasta la puerta casi contento .
hombre, y no un volúmen ; miradme , señora, y mirad -Vamos , dijo despues volviendo á su despacho y
en torno mio. ¿ Me han tratado los hombres como her- golpeando el oficio con el dorso de la mano derecha ,
mano ? ¿Me han amado á mí ? ¿Me han perdonado ámí? tenia una falsificacion , tres robos y dos incendios , solo
¿Ha pedido alguien gracia para M. de Villefort, y se ha me faltaba un asesinato , y ya está aquí . Buena sérá la
concedido á ese álguien la gracia que pedia para M. de sesion.

FIN DE LA QUINTA PARTE .


EL CONDE DE MONTE - CRISTO .

PARTE SEXTA .

CAPITULO PRIMERO.

IA APARICION .

Como se lo habia dicho el procurador del Rey á Ma- |


algunas formas indecisas confundidas con las extrañas
dama Danglars , Valentina no estaba restablecida aun . ideas y los fantasmas fugitivos que nacian en su cere-
Abrumada por los padecimientos , tenia que guardar bro enfermo , ó pasaban delante de sus ojos ; y pronto se
cama y en su habitacion fué donde supo de boca de borró todo para dejar que recobrasen sus fuerzas las
Mad. de Villefort los sucesos que acabanios de referir , sensaciones personales .
6 sea la fuga de Eugenia , la prision de Andrea Caval- Durante el dia, la presencia de Noirtier conservaba á
canti, ó dicho mejor de Benedetto , y la acusacion de Valentina en el mundo real. El anciano hacia que le
asesinato entablada contra él.
ilevasen al cuarto de su nieta , y permanecia allí cu-
Pero estaba tan débil Valentina que no le hicieron briéndola con su paternal mirada .
estas noticias todo el efecto que le hubieran hecho en Tambien Villefort á su vez cuando volvia del tribunal
su estado habitual.
pasaba una hora 6 dos entre su padre y su hija.
Con efecto , solo le quedaron algunas ideas vagas , A las seis se retiraba Villefort á su gabinete.
SEGUNDA SERIE . -ENTREGA 138. - TOMO II.
22
330 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

A las ocho llegaba M. de Avrigny trayendo por sí adquirido al verpor la mañana que no quedaba rastro
mismo la medicina que habia de tomar là jóven por la alguno de todos aquellos nocturnos fantasmas quela
noche. luž desvanecia.
Luego se llevaban á Noirtier. Detrás de la puerta apareció una figura humana.
Una enfermera elegida por el doctor reemplazaba á Gracias a su fiebre , estaba Valentina hario familiari-
todo el mundo, no retirándose sino á las diez ó las once zada con estas apariciones para asustarse.
que Valentina se dormia. Lo único que hizo fué abrir extremadamente los ojos
Al bajar entregaba las llaves de la habitacion de Va- esperando reconocer á Morrel.
lentina al mismo M. de Villefort , de manera que no se El fantasma siguió avanzando hacia su lecho , y lue
podia entrar en el cuarto de la enferma sino atravesan- go se detuvo escuchando , al parecer, con atencion
do la habitacion de Mad. de Villefort y la del niño profunda.
Eduardo . En este momento cayó sobre su rostro un reflejo de
Todas las mañanas venía Morrel al cuarto de Noir- la lamparilla.
tier á saber cómo estaba Valentina, -¡No es él ! murmuró la jóven.
¡ Pero cosa extraña ! cada dia iba estando menos Y convencida de que estaba soñando, esperó que aquel
inquieto. hombre, como sucede en los sueños, desapareciese o se
Valentina por su parte , aunque dominada por una cambiase en otro personaje.
exaltacion nerviosa , iba tambien mejor. Tocóse el pulso sin embargo , y sintiéndolo palpitar
¿ No le habia dicho Monte-Cristo cuando corrió á su con violencia , recordó que el mejor mediode que des
casa fuera de sí que Valentina estaba salvada si dentro apareciesen estas visiones importunas era beber. La
de dos horas no moria? frescura de la bebida , compuesta además con el objeto
Ahora bien , habian pasado cuatro dias y Valentina de calmar las agitaciones de que Valentina se habia
no habia muerto. quejado al doctor , le renovaba las sensaciones del ce-
La exaltacion nerviosa de que hemos hablado per- rebro , aminorando á la par la fiebre ; de manera que
seguia á Valentina hasta en sus sueños , ó dicho me- cuando bebia sufria menos instantáneamente.
jor , en el estado de somnolencia que sucedia á sus im- Valentina alargó, pues , la mano para coger el vaso de
somnios. la copa de cristal donde estaba metido.
Entonces era cuando en el silencio de la noche y de Pero cuando sacaba de la cama su brazo sudoroso,
la semioscuridad que dejaba reinar la lamparilla cubier- la aparicion dió con mas ligereza que nunca dos pasos
ta con su tubo de alabastro y colocada sobre la chime- hácia ella , llegando á colocarse tan cerca que pudo oir
nea , veia pasar esas sombras que pueblan la mente su respiracion y creyó sentir la presion de su mano.
de los enfermos y que la fiebre agita con sus temblado- Esta vez la ilusion ó mas bien la realidad , sobrepuja-
ras alas. ba á todo lo que Valentina habia sentido hasta entonces.
Entonces le parecia ver , ora á su madrastra que la Empezó á creerse muy despierta y muy viva , y con
echose á
amenazaba, ora á Morrel que le tendia los brazos, ora á venciéndose de que estaba en su razon ,
otras personas casi extrañas á su vida habitual , como temblar.
el conde de Monte-Cristo. Eu estos momentos de deli- La presion que habia sentido tenia por objeto dele-
rio no habia cosa, ni aun los muebles, que no pareciese nerle el brazo .
móvil y errante , durando esto hasta las dos ó las tres Valentina lo retiró lentamente .
de la mañana , hora en que un sueño de plomo venia á Entonces la vision, cuyas miradas no podian apartar-
apoderarse de la jóven se de ella , y que mas bien parecian protectoras que
La noche que siguió al dia en que supo Valentina la amenazantes , la vision cogió el vaso y acercándose a
fuga de Eugenia y la prision de Benedetto , noche en la lamparilla se puso á contemplar el licor como sijuz-
que , despues de liaberse confundido un instante con gase de su trasparencia y lucidez .
las sensaciones de su propia existencia , empezaban á Pero esta primera prueba no le bastó. andaba
salir poco aá poco estos sucesos de su imaginacion ; des- El hombre , ó mas bien el fantasma , pues
pues de la retirada sucesiva de Villefort , de Noirtier y tan despacio que el tapiz ahogaba el ruido de sus pasos,
de Avrigny , cuando daban las once en San Felipe de cogió del vaso una cucharada y la bebió.
Roule y la enfermera habiendo puesto á la mano de Valentina contemplaba esta escena con un profundo
Valentina la pocion preparada por el doctor y cerrado estupor. ha-
la puerta del cuarto , escuchaba temblorosa en la co- Creia firmemente que todo se iba á disipar para
cina, donde se habia retirado, los comentarios de los cer plaza á otra escena.
criados y llenaba su imaginacion de las lúgubres his- Pero en vez de evaporarse como una sombra, acer-
torias que rodaban por las antesalas del procurador del cóse el hombre á ella y alargándole el vaso le dijo :
Rey desde tres meses atrás ; una escena inesperada pa- -Bebed ahora.
saba en aquella habitacion cerrada herméticamente. Valentina tembló .
Hacia diez minutos , sobre poco mas o menos , que se Era la primera vez que una de sus visiones le habla-
habia retirado la enfermera. ba con voz humana.
Valentina , presa hacia una hora de la calentura que Abrió la boca para exlialar un grito , pero el hombre
todas las noches le asaltaba, dejaba á su cabeza indómi- se puso el dedo sobre los labios.
ta proseguir á su capricho ese trabajo activo , mono- ¡ El conde de Monte-Cristo ! murmuró Valentina,
tono é implacable del cerebro que se gasta en reprodu- El espanto que se pintó en sus ojos , el temblor de
cir sin cesar los mismos pensamientos y las mismas imá- sus manos y el rápido ademan que hizo para acurrucar
genes. se entre las sábanas, demostraban la última lucha de la
De la mecha de la lamparilla se lanzaban mil y mil re- duda contra la conviccion .
flejos de extrañas oscilaciones , cuando de repente á La presencia del conde de Monte-Cristo en su cuir-
su agitada luz creyó Valentina ver abrirse su biblioteca to y á tal hora, su entrada misteriosa , fantástica é inex-
situada junto à la chimenea , sin que los goznes de la plicable por una pared , parecian cosas imposibles & la
puerta hicieran el menor ruido . trastornada razon de Valentina.
En otra ocasion cualquiera hubiese Valentina tirado ¡No llameis! ¡ no os asusteis ! dijo el conde. Nocon
del cordon de la campanilla pidiendo socorro ; pero na- serveis en el fondo del corazon ni sombra de sospecha
da podia admirarle en la situacion en que se encon- ni inquietud ; el hombre que teneis delante de vuestros
traba ya. ojos (porque esta vez , Valentina, no es una ilusion lo
Tenia la conviccion de que todas las visiones que le que estáis viendo ), ese hombre es el padre mas-tierno
rodeaban eran hijas de su delirio , conviccion que habia y el amigo mas respetuoso con quien pudiérais soñar.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 331

Valentina nó supo qué responder. -Si.


Le daba tanto miedo aquella voz que le revelaba la - Con efecto , caballero , acabais de hablar de vigi-
presencia de un sér real, que temia asociar á ella la lancia y de proteccion . ¿Sois médico por ventura?
suya ; pero su mirada temerosa queria decir :-« Si son -Si; y el mejor que el cielo pudiera enviaros en
puras vuestras intenciones ¿por qué estais aquí ?» este momento , creedme.
El Conde comprendió con su maravillosa sagacidad - -¿Decís que habeis velado ? le preguntó Valentina
todo lo que pasaba en el corazon de la jóven.. inquieta , ¿donde ? ¡Yo no os he visto!
-¡Escuchadme, 6 mas bien, miradme ! le dijo . Ved El Conde extendió la mano en direccion á la biblio-
mis ojos encarnados y mi rostro mas pálido que de cos- teca y respondió :

-¡Silencio! hija mia , he dicho y repito veneno y muerte.

-Yo estaba oculto detrás de aquella puerta que dà á


tumbre. Es que hace cuatro noches que velo por vos,
yos protejo y os conservo á nuestro amigo Maximiliano . una casa vecina , la cual tengo alquilada.
Un torrente de alegre sangre subió al punto á las Valentina por un impulso de púdica altivez volvió los
mejillas de la enferma , porque el nombre que acababa ojos á otro lado , y dijo con supremo terror :
Monte-Cristo de pronunciar le quitaba toda la descon- -Lo que habeis hecho , caballero , es una locura in-
fianza que al principio le inspiró . creible, y la proteccion que me dispensais se parece mu-
-¡Maximiliano ! repitió Valentina , tan dulce le pa- cho á un insulto.
recia este nombre , ¡Maximiliano ! ¿ luego os lo ha con- -¡ Valentina ! respondió el conde , las únicas co-
fesado todo? sas que he visto en esta prolongadada vigilia han sido
-Todo. Me ha dicho que vuestra vida era la suya, y la siguientes. Las personas que venian à vuestra casa,
le he prometido que viviriais . los alimentos que os servian , las medicinas que os da-
-¿Le habeis prometido que viviria ? ban; y luego cuando esas medicinas me parecian peli-
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
332

grosas entraba aquí como acabo de entrar , vaciaba -¿Conque no conoceís á la persona que quiere aca-
vuestro vaso , y sustituia al veneno un brebaje bien he- bar con vuestra vida ?
-No , dijo Valentina . ¿ Hay álguien que desee mi
cho , que en vez de la muerte que os preparaban, hacia
mue rte ?
circular la vida por vuestras venas . --- Vais á conocerlo ahora , repuso el conde aplican-
-- ¡El veneno! ¡ la muerte ! exclamó Valentina , cre-
yéndose otra vez asaltada de una alucinacion febril, do el oido.
-¡Cómo ! exclamó Valentina mirando con horror
¿qué estáis diciendo, caballero?
-¡Silencio ! hija mia , dijo Monte-Cristo llevándose en -Por torno suyo .
que esta noche no teneis calentura ni delirio,
otra vez el dedo á los labios. He dicho y repito veneno
porque esta noche estáis bien dispierta , y porque es-
y muerte, pero bebed esto primero .
Sacó el conde del bolsillo un frasquito que contenia tán-¡ dando las doce , quees la hora de los asesinos .
Dios mio ! Dios mio ! murmuró Valentina , lim-
un licor encarnado y vertió en el vaso algunas gotas
piándose con la mano el sudor que caia de su frente.
de él. Con efecto , estaban dando las doce , y cada lenta y
-Despues que bebais esto no tomeis nada mas en
triste campanada parecia que cayese sobre el corazon
toda la noche .
Valentina alargó la mano. de la jóven.
Pero apenas tocó el vaso , volvió á retirarla con terror. -Valentina , prosiguió Monte-Cristo , reunid vues-
Monte -Cristo cogió el vaso , bebió la mitad y le pre- tras fuerzas , sujetad vuestro corazon en el pecho,
a
sentó el resto á Valentina , que se lo bebió sonriéndose . ahogad vuestra voz en la gargant , fingid que estáis
—¡Oh , si ! dijo : reconozco en esta el sabor de esa durmiendo , ¡ y ya veréis , ya veréis !
agua que bebo por la noche , agua que dá á mi pecho Valentina cogió la mano del conde.
-¡Me parece que oigo ruido! le dijo . Retiraos .
algo de frescur y áa mi imagina cion algo de tranquil i-
-¡Adios ! ó mas bien hasta la vista , respondió el
dad. ¡Gracias, caballero , gracias !
- Así habeis vivido cuatro noches , Valentina , dijo conde.
Despues sonriéndose de una manera tan triste y lan
Monte-Cristo . Pero ¿cómo he vivido yo? ¡ Oh! ¡ qué horas
tan crucles me habeis hecho pasar ! Qué tormentos tan paternal , que se quedó la jóven penetrada de gratitud,
horribles me habeis hecho sufrir ! Cuando veia verter dirigióse de puntillas á la biblioteca .
en vuestro vaso el mortal veneno , temia que tuviésels Pero antes de cerrar la puerta volvióse hácia la ca-
tiempo de beberlo antes que yo de verterio en la chi- ma y añadió :
-Ni un gesto , ni una palabra .... que os crea dormi-
menea.
-¿Decís , caballero , repuso Valentina en el colmo del da, porque si no os mataria antes que yo tuviese tiem-
terror, que habeis sufrido mil tormentos viendo verter po de acudir.
Y con este horrible consejo desapareció el conde
en mi vaso el veneno mortal? Si eso es así, ¿habeis visto
á la persona que lo vertia ? cerrand o la puerta silenciosamente .
-Si. Valentina se quedó sola.
Valentina se incorporó en la cama , Y acomodán-
dose sobre el pecho mas blanco que la nieve la batista CAPITULO II.
bordada de la camisa húmeda aun con el sudor del de-
lirio, al cual empezaba á mezclarse el sudor del espanto LOCUSTA.
mas helado aun , repitió : Otros dos relojes mas atrasados que el de San Felipe
¡La habeis visto ! de Roule dieron las doce á diferentes distancias.
-Si , respondió el conde por segunda vez.
-¡Es horrible lo que me decís, caballero ! ¡ es infer- Despues todo quedó en silencio , excepto el rumor
nal lo que quereis hacerme creer. ¡Que ! en casa de de algunos carruajes lejanos.
Valentina concentró toda su atencion en el relő de
mi padre , en mi misma alcoba , en mi lecho del dolor
se piensa asesinarme ! ¡ Oh! retiraos caballero ! ¡ Tentais su alcoba , que señalaba hasta los segundos.
mi conciencia! ¡ Blasfemais de la bondad divina ! ¡Eso Púsose á contar estos segundos , y reparó que por
le cada uno daba dos latidos su corazon , y sin embargo ,
es imposib ! Eso no puede ser !
Sois acaso la primera á quien esa mano hiere, dudaba todavia.
Valentina ? ¿No habeis visto caer junto à vos á M. de La inofensiva Valentina no se podia figurar que nadie
Saint-Meran, á Mad. de Saint- Meran y á Barrois ? No deseara su muerte. ¿ Por qué? ¿con qué objeto ? que
hubiérais visto caer tambien á M. Noirtier si el plan mal habia hecho ella que pudiera acarrearle un ene-
curativo que sigue hace tres años no le hubiese prote- migo?
Una sola idea , una idea terrible tenia á su espíritu
gido contra el veneno con el uso del veneno?
-¡Oh Dios mio ! dijo Valentina . Por eso sin duda exaltado , y era que existia en el mundo una persona
hace un mes que mi abuelito exige que pruebe yo to - que habia intentado asesinarla é iba á intentarlo otra
das sus medicinas . vez.
-¿Tienen un gusto amargo , exclamó Monte-Cristo, No había temor de que se durmiese.
Si esta vez cansado el asesino de la ineficacia del ve
como el de la cáscara de naranja medio seca?
neno apelaba al puñal como habia dicho Monte-Cristo...
-- Sí , sí.
- Entonces todo se explica , dijo el conde . El tam- y si el conde no tenía tiempo de acudir... y si se ball-
blen sabe que hay aquí quien envenena , y aun quizá lo ba en su última hora ... y si no volvia á ver áMaximi-
conoce. Os ha precavido contra la sustancia mortal liano ... último pensamiento , que á la parla ocasionaba
Este
que ha venido à embotarse en este principio de cos-
tumbre ; por eso vivís todavía , cosa que yo no me ex- una palidez livida y un sudor helado , puso á Valenti-
plicaba habiendo sido envenenada hace cuatro dias con na á pique de coger el cordon de la campanilla y pedir
un veneno que por lo comun no perdona. Pero á. través de lapuerta de la biblioteca creiaret
socorro
-Pero ¿quién es el asesino ? ¿quién el envenenador?
s
--A mi vez yo os pregunto , ¿ no habeis visto entrar brillar el ojo del conde , aquel ojo que tanto pesaba
á nadie en vuestro cuarto por la noche? bre su memoria , y que cuando pensaba en él la
Si por cierto . Muchas veces he visto pasar unas tan vergonzosa , que se preguntaba á sí misma si
como sombras que se acercaban y se alejaban y des- dria nunca la gratitud borrar el penoso efecto de la i
aparecian , y yo las creia visiones de mi delirio , tanto, discreta minutosdel
Veinteamistad conde.eternidades pasaron asi,!
, veinté
que ahora mismo cuando entrásteis vos, estuve mucho
tiempo figurándome que soñaba. luego otros diez mas.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 333

Al fin la péndola adelantándose un segundo acabó Valentina , dijeron en voz muy baja.
por dar una campanada . La jóven se estremeció hasta el fondo del corazon ,
En este mismo momento un rumor imperceptible co- pero no respondió.
mo si rascaran con el dedo la puerta de la biblioteca -¡Valentina ! repitió la misma voz.
dió á entender á Valentina que el conde estaba alerta , El mismo silencio...
y le aconsejaba que hiciese lo mismo. Valentina habia prometido no despertarse.
Con efecto, del lado opuesto , es decir, en la habita- Despues todo quedó inmóvil.
cion de Eduardo parecióle á Valentina que oia crugir Sin embargo , Valentina oyó el rumor casi impercepti-
la alfombra. ble de un licor que caiaen el vaso queacababa de beber.

.....una mujer que echaba en su vaso un licor preparado de antemano.

Aplicó el oido reteniendo su respiracion casi ahoga- Entonces se atrevió á abrir los ojos pordebajo del bra-
da , levantóse el picaporte , y se abrió la puerta. zo , y pudo ver que una mujer cubierta con un peinador
Valentina , que se habia incorporado sobre el codo , blanco echaba en su vaso un líquido que traia en una
solo tuvo tiempo para dejarse caer ocultando sus ojos redomita.
bajo el brazo. En este corto instante ó Valentina contuvo demasia-
Temblorosa , agitada , oprimido el corazon por un do su respiracion , ó hizo sin duda algun movimiento ;
espanto indescriptible , esperó lossucesos. porque asustada la mujer se inclinó sobre la cama para
Una persona se acercó á la cama rozando con las asegurarse de si efectivamente dormia.
colgaduras. Era Mad. de Villefort.
Valentina reunió sus fuerzas para exlialar ese mur- Al reconocer Valentina á su madrastra acometióla
mullo acompasado de la respiracion que anuncia un un temblor tan grande , que hizo moverse la cama.
ueño tranquilo. En seguida se deslizó por la pared Mad. de Villefort, y
334 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

oculta detrás de las colgaduras de la cama , estuvo es- debeis morir, Valentina, para que vuestro padre os he-
piando hasta los menores movimientos de Valentina . rede, y vuestro hermano, que será entonces hijo único,
Esta recordó las terribles palabras de Monte- Cristo. herede á vuestro padre.
Ya se habia figurado ver brillar una especie de pu- -¡Eduardo! ¡ pobre niño ! ¡ por él se cometen tantos
ñal inmenso y puntiagudo en la mano que tenia desocu- crímenes !
pada su madrastra . -¡Ah , lo vais comprendiendo ya !
Llamando entonces en su ayuda toda la fuerza de su ¡ Dios mio ! que no recaigan las penas sobre él.
voluntad, esforzóse Valentina å cerrar los ojos ; pero es- ¡Sois un ángel, Valentina !
te acto , el mas medroso de nuestros sentidos , acto tan Pero ¿ ha renunciado ya á matar á mi abuelo?
fácil y tan sencillo por lo comun , era casi imposible en Se ha reflexionado que muerta vos , á menos que
este momento por los esfuerzos que hacia la curiosidad le desheredase, venia la fortuna naturalmente à vuestro
para conservar abiertas las pupilas y convencerse de hermano , y se ha pensado que siendo el crímen á la
la verdad entera. larga inútil, era doblemente peligroso cometerlo.
Convencida entre tanto Mad . de Villefort por el silen- -¡Y tal combinacion ha salido de la cabeza de una
cio que empezaba á dejar oir la respiracion de Valenti- mujer ! ¡ Oh Dios mio ! ¡Dios mio !
na , convencida , repetimos , de que ésta dormia, alargó -Acordaos de Perusa , del emparrado de la posada
otra vez el brazo , y quedando medio oculta entre la del Correo y del hombre de la capa parda á quien in-
colgadura amontonada á la cabecera de la cama , acabó terrogaba vuestra madrastra sobre el agua topbana.
de echar en el vaso de Valentina el contenido de la re- Pues bien, desde aquella época existe en su imaginacion
doma. todo este infernal proyecto .
Despues se retiró sin que el menor ruido revelase su -¡Oh caballero ! respondió la jóven deshaciéndose
ausencia á la jóven . en lágrimas, si eso es así, ya veo que estoy condenada
Solo habia visto desaparecer el brazo , aquel brazo á morir.
fresco y torneado de una mujer de veinte y cinco años , -No , Valentina', no , porque he previsto todos los
jóven y hermosa , y que sin embargo traia la muerte. complots , y porque nuestra enemiga está vencida,
Es imposible explicar las sensaciones de Valentina puesto que está adivinada. No : viviréis, Valentina, para
en este minuto y medio que permaneció en su alcoba amar y ser amada. Viviréis para ser feliz y hacer felizá
Mad. de Villefort. un noble corazon . Mas para vivir, Valentina , es necesa-
El dedo que arañaba la puerta de la biblioteca sacó rio que tengais en mí completa confianza.
á la joven de aquel estado de consternación en que se -Mandad, caballero, ¿qué debo hacer?
haliaba sumergida , muy semejante al auonadamiento. - Tomar ciegamente lo que yo os dé.
Levantó la cabeza con mucho trabajo y vió abrirse -¡Oh! Dios me es testigo , exclamó Valentina, que
por segunda vez la puerta apareciendo el conde de si yo fuera sola preferiria el dejarme morir !
Monte-Cristo. -No confiaréis este secreto ú nadie, niaun á vuestro
¿ Dudais aun? le preguntó este. padre.
-¡Oh Dios mio ! murmuró la jóven. Mi padre nada tiene que ver con este horrible
¿ Habeis visto ? complot , dijo Valentina juntando las manos , ¿noes
-¡Ay! verdad, caballero?
¿Habeis conocido ? No , y sin embargo vuestro padre , que tan acos-
Valentina exhaló un suspiro. tumbrado está á las acusaciones jurídicas , debia figu-
Sí, respondió, pero no puedo creerlo . rarse que no eran naturales esas muertas que sucedian
Luego quereis morir y matar á Maximiliano? en su casa. Vuestro padre es el que ha debido velar por
¡Dios mio ! ¡ Dios mio ! repitió la jóven casi tras- vos ; él debia estar á estas horas en el sitio que yo ocupo;
tornada. Pero ¿ no puedo abandonar esta casa y sal- él deberia ya haber vertido este vaso , y él deberia ya
varme ? haberse armado contra el asesino.
-La mano que os persigue, Valentina, os alcanzará ¡Espectro contra espectro ! murmuró en voz baja,
en todas partes ; á fuerza de oro seducirá á vuestros terminando la frase.
criados , y la muerte se presentará á vuestros ojos bajo -Caballero, dijo Valentina, yo haré todo lo posible
todos los aspectos, ya en el agua que bebais en la fuen- por vivir, porque hay dos séres en el mundo que se mo-
te , ya en la fruta que cojais en el árbol . ririau si yo me muriese , mi abuelo y Maximiliano
Pero no habeis dicho que la precaucion de mi Morrel.
abuelito me precavia del veneno ? Velaré por ellos como he velado por vos.
-Contra un veneno sí , y ese no empleado en dosis -Pues bien, disponed de mí, dijoValentina.
grande. Cambiarán de veneno y aumentarán la dosis. Y luego añadió en voz baja :
El conde cogió el vaso é introdujo en él sus labios. -¡Dios mio ! Dios mio ! ¡qué va á ser de mi!
-¡Calle ! ya lo han hecho, dijo. Ya no esla brucina Suceda lo que suceda , Valentina , no os asus-
con lo que os envenenan, sino con un simple narcótico. teis. Si os poneis muy mala y perdeis la vista, el oido !
Reconozco el gusto del alcohol donde lo han disuelto. el tacto , nada temais ; si os despertáseis sin saber en
Si hubieras bebido lo que Mad. de Villefort acaba de dónde estáis, no tengais miedo , aunque al despertaros
echaros en este vaso ¡Valentina ! ¡ Valentina ! no habia os encontraseis en un sepulcro ó en un ataud. Conser-
remedio para vos . vad siempre vuestra sangre fria , y decid en todas esas
Pero ¿ por qué me persigue ¡ Dios mio ? exclamó ocasiones : en este momento vela por mí un amigo , un
la jóven. padre, un hombre que quiere mi felicidad y la de Maxi-
¡ Cómo ! ¿ tan dulce, tan buena , tan incrédula sois miliano.
para el mal, que no habeis comprendido, Valentina ? -¡Ay ! ay ! ¡qué extremidad tan terrible !
- No, repuso la jóven. Si nunca le he hecho daño. -¿Preferís , Valentina , denunciar á vuestra.ma-
Pero sois rica, Valentina; pero teneis doscientos drastra ?
mil francos de renta , y esos dos cientos mil francos se - Mejor quisiera morir cien veces... ¡ oh sí, morir !
los quitais á su hijo.. --
No, no moriréis , y suceda lo que suceda , no os
¡ Cómo así ! mi fortuna nada tiene que ver con la quejaréis y esperaréis, ¿no esverdad, Valentina?
suya , y me viene de mis abuelos. Pensaré en Maximiliano.
Sin duda, y por eso murieron M. y Mad. de Saint- Sois mi hija , Valentina; solo yo puedo salvaros y
Meran , para que heredaseis de vuestros abuelos. Por os salvaré.
eso desde el día en que os hizo su heredera, M. Noirtier Valentina juntó las manos en el colmo del terror,
fué condenado ; y por eso ahora os llega la vez á vos, y porque veia el momento llegado , y se incorporó para
190

¡Sois un angel, Valentina !


1
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 335

rezar, murmurando palabras sin correlacion , y olvi- Era evidente que Valentina le interrogaba con -los
dándose de que sus blancas espaldas no tenian mas velo ojos.
que su larga cabellera y que se veia palpitar su corazon -Sí, respondió el conde.
bajo el fino encaje de su bata de dormir. Valentina se llevó la pastilla á la boca y la tragó.
Apoyó el conde duicemente la mano en el brazo de -Ahora hasta la vista, hija mia. Voy á procurar dor-
la jóven, y subiendo hasta su garganta la colcha de ter- mir, porque ya estáis salvada.
ciopelo, le dijo con sonrisa paternal : Idos pues , dijo Valentina ; sucédame lo que me
Creed en mi, hija mia, como creeis en la bondad suceda , os prometo no tener miedo.
de Dios y en el amor de Maximiliano, Monte-Cristo conservó largo tiempo sus ojos fijos enla

-Hasta la vista, hija mia..... ya estáis salvada.

Valentina clavó en él una mirada de gratitud , y desdejóven, que se iba durmiendo poco a poco, vencida por
entonces se hizo dócil como un niño. el poder del narcótico que acababa de darle.
Eutonces el conde sacó del bolsillo de su chaleco la Entonces tomó el vaso , y vertiendo las tres cuartas
cajita de esmeralda , y levantando latapa de oro , echó partes del licor en la chimenea para que se pudiese
en la mano de Valentina una pastilla redonda del grueso creer que Valentina se las habia bebido , lo volvió á co-
de un guisante. locar sobre la mesa de noche.
Valentina la tomó con la otra mano y miró al conde Y luego desapareció por la puerta de la biblioteca
atentamente. despues de lanzar la última mirada á Valentina , que se
En la fisonomía de este intrépido protector se refle- dormia con la confianza y el candor de un ángel que
jaban un poder y una majestad divinos. se duerme á los piés del Eterno.
336 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Detúvose en el dintel escuchando sin duda el chispor-


CAPITULO III.
roteo de la lámpara , único ruido perceptible en aquella
habitacion que parecia desierta , y despues se acercóde
VALENTINA.
2 puntillas á la mesa para ver si estaba vacío el vaso de
Valentina.
La lamparilla seguia ardiendo sobre la chimenea de Como dejamos dicho , tenia aun la cuarta parte del
Valentina y gastando las últimas gotas de aceite que líquido .
sobrenadaban sobre el agua todavía .
Cogiólo Mad . de Villefort , vertiólo en las cenizas de
Ya un círculo mas rojizo coloreaba el alabastro della chimenea , que removió despues para facilitar la ab-
globo . Ya la llama mas viva lanzaba sus últimos chis- I sorcion , y luego lavó cuidadosamente el vaso, enjugán-

.....volvió á su cuarto con el sudor de la angustia.

porroteos , que parecen en los séres inanimados las úl- dolo con su propio pañuelo y volviendo á colocarlo so-
timas convulsiones de la agonía , comparables, como se bre la mesa de noche.
han comparado muchas veces, con las de las pobres cria- Cualquiera que viese entonces el interior de aquella
turas humanas. habitacion hubiera podido conocer cuánto trabajo
Una luz pálida y siniestra venía á tenir de ópalo las costaba á Mad . de Villefort fijar sus ojos en Valentina y
cortinillas blancas y las sábanas de la jóven. acercarse á la cama.
Se habian extinguido todos los rumores de la calle, Aquella luz lúgubre , aquel silencio , aquella terrible
y era terrible el silencio en el interior. poesía de la noche armonizaban sin duda con lapoesía
Abrióse entonces la puerta y una cabeza que conoce- de su conciencia , y la envenenadora se asustaba de su
mos ya, se reflejó en el espejo colocado delante de la obra.
puerla. Al fin se atrevió, y separando las colgaduras, apoyóse
Era Mad. de Villefort que venia á ver el efecto de su en la cabecera de la cama y empezó á mirarla.
medicina.
La jóven no respiraba siquiera ; sus dientes medio

www
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
337

cerrados no dejaban escapar ni un átomo de ese soplo


que se llama vida. crispacion nerviosa , y el puño , de una forma tan pura,
Sus labios blancuzcos habian dejado de temblar. Sus apoyábase algo contraido en la caoba de la cama. Las
yemas de los dedos las tenia azuladas.
ojos, sobrenadando en un vapor de color violeta , que pa-
recia habérsele filtrado bajo la piel , formaban una es- En sentir de Mad . de Villefort no habia ya duda . Ya
estaba consumada la obra terrible ; la última en que
pecie de nube blanca en el sitio donde el globo levan-
taba la pupila , y sus largas cejas negras se destacaban tenia que pensar .
admirablemente en un cutis como la cera. La envenenadora estaba ya demás en la habitacion .
Retrocedió , pues , con tantas precauciones , que se

-Socorro !; socorro!

Mad . de Villefort estuvo contemplando aquel rostro


de una expresion tan elocuente en su inmovilidad. comprendia á primera vista cuánto le asustaba el crugir
Aventuróse entonces , y levantando la ropa de la ca- de sus piés sobre la alfombra ; pero al retroceder tenia
ma , le puso la mano sobre el corazon. aun levantada la colgadura de la cama absorviendo el
¡ Estaba helado ! espectáculo de la muerte , que tiene tambien su atrac-
ción mient la muerte no llega descomposi
Lo único que latía bajo su mano era la arteria de sus cion y soloras
es la inmovilida á ser
d ; mient ras la
es un misterio,-
propios dedos.
Retiró su mano toda temblorosa . y no es asco todavía.
Un brazo de Valentina caia fuera de la cama. Los minutos pasaban y Mad. de Villefort no podia
Desde el codo hasta el hombro parecia aquel brazo abandonar la colgadura, que tenia suspendida como un
modelado por el de las gracias de German Pillon ; pero sudario sobre la cabeza de Valentina.
el antebrazo se hallaba ligeramente alterado por una Entonces pagó su tributo al éxtasis .
El éxtasis del crímen debe ser el remordimiento .
338 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

A esta sazon redobló la lamparilla su chisporroteo.. En este momento Mad . de Villefort levantó el tapiz
Mad. de Villefort dejó caer temblando la colgadura . saliendo medio vestida con su bata de mañana.
En este momento se apagóla lamparilla y quedó su- Permaneció un instante inmóvil como quien quiere
mida la alcoba en espantosa oscuridad . preguntar y llamando á sus ojos algunas lágrimas re-
El reló dió las cuatro y media. beldes.
Aterrada la envenenadora por estas conmociones su- De repente dió un paso ó mas bien un salto hacia
cesivas, dirigióse á tientas á la puerta y volvió á su cuar- adelante, alargando los brazos á la mesa de noche .
to con el sudor de la angustia. Acababa de ver al médico inclinarse curiosamente so-
La oscuridad duró dos horas mas. bre esta mesa y coger el vaso que ella estaba segura de
Poco a poco una luz opaca invadió la habitacion fil- haber vertido .
trándose por las persianas. El vaso contenia una tercera parte del líquido , jus-
Poco á poco tambien fué luego aclarándose la luz y tamente la misma que habia ella arrojado á las cenizas.
daudo forma y color á los objetos y á los cuerpos. El espectro de Valentina le hubiera causado menos
Entonces se oyó en la escalera la tos de la enfermera , terror á la envenenadora.
que entró en la alcoba de Valentina con una taza en la Sí , aquel líquido tiene el mismo color que el que ella
mano. echó en el vaso de Valentina, y bebió esta.
Para un padre ó para un amante la primera mirada Sí , es el veneno que no puede equivocarse á los ojos
hubiera sido decisiva . Paraellos Valentina estaba muer- de M. d'Avrigny , y que M. Avrigny contempla atenta-
ta . Para aquella mujer mercenaria solo estaba dor- mente.
mida. Es , con efecto , un milagro que Dios ha hecho , sin
-Bueno, dijo acercándose á la mesa de noche, se ha duda para que quede á pesar de las precauciones del
bebido una parte de la medicina, puesto que el vaso está asesino , una huella , una prueba , un denunciador del
casi vacío. crímen.
Acercóse luego á la chimenea , reanimó el fuego, Mientras la dama permanecia inmóvil como la esta-
instalóse en su butaca y aunque se acababa de levantar, tua del terror , mientras Villefort con la cabeza oculta
se aprovechó del sueño de Valentina para dormir algu- entre las sábanas del lecho mortuorio no veia nada de
nos instantes mas. lo que pasaba en torno suyo , acercóse el médico al bal-
El reló la despertó dando las ocho. con para examinar mejor el contenido del vaso y sabo-
Asombrada entonces de aquel sueño tenaz de la jó- rear una gota que cogió en la yema del dedo.
ven , asustada de aquel brazo que caia fuera de la ca- -¡Ah ! murmuró, no es brucina. Veamos lo que es.
ma , acercóse á ella y solo entonces reparó cuán frios Entonces corrió á uno de los armarios de la liabita-
estaban aquellos labios y cuán helado aquel pecho. cion de Valentina, armario trasformado en botiquin , y
Trató de reunir al brazo con el cuerpo , pero el brazo sacando un frasco de ácido nítrico dejó caer algunas
no la obedeció sino con esa tremenda tiesura que no gotas en el licor blancuzco , que al punto, se cambió en
podia engañar á una enfermera. una especie de sangre amoratada .
Lanzó un horrible grito y salió á la puerta gritando : -¡Ah! murmuró d'Avrigny con el horror del juez
¡Socorro ! ¡ socorro ! que descubre la verdad y la alegría del sabio que re-
- ¡ Cómo socorro! respondió desde el primer escalon suelve un problema .
de la escalera la voz de M. d'Avrigny. Mad. de Villefort volvió un instante en sí.
Era la hora en que el doctor acostumbraba hacer su Sus ojos lanzaron llamas , que se apagaron al punto,
visita. buscó la puerta con la mano y desapareció con paso
-¡Cómo socorro! exclamó la voz de Villefort saliendo vacilante."
precipitado de su gabinete. ¿No habeis oido , doctor, Un momento despues oyóse un ruido lejano comode
pedir socorro? un cuerpo que cae al suelo.
- Sí , sí , subamos pronto , respondió d'Avrigny, al Pero nadie reparó en esto .
cuarto de Valentina. Villefort seguía anonadado ; solo M. d'Avrigny habia
Pero antes que el médico y el padre entraran , los seguido con los ojos á Mad. de Villefort y habia obser-
criados que se hallaban en el mismo piso , bien en las vado su repentina salida.
habitaciones ó bien en los corredores , habian entrado Levantó el tapiz de la alcoba de Valentina , y á tra-
en la alcoba , y viendo á Valentina pálida é inmóvil so- vés de la de Eduardo , lanzó una mirada á la habitacion
bre su cama , alzaban las manos al cieloy vacilaban sus de Mad. de Villefort , á quien vió tendida en el suelo sin
piernas como heridos de un vértigo . movimiento.
-¡Llamad á Mad. de Villefort ! ¡ despertadla ! gritó el -Id á socorrer á Mad . de Villefort , dijo á la enfer-
procurador del rey desde la puerta de la habitacion, en mera . Id , que debe estar mala.
la cual no se atrevia á entrar. ---Pero ¿ y la señorita Valentina ? balbuceó esta.
Pero en vez de obedecerle, los criados contemplaban - Valentina no necesita ya de nadie , repuso d'Avri
á M. d'Avrigny que habia corrido á Valentína y que la gny , porque Valentina está muerta .
levantaba en sus brazos murmurando : ¡Muerta , muerta ! exclamó Villefort en el parasis-
-¡Tambien esta !... ¡ Dios mio ! Dios mio ! ¡ cuando mo de un dolor tanto mas profundo cuanto que era
os cansaréis ! nuevo , desconocido , inverosímil en este corazon de
Villefort se lanzó á la alcoba, bronce.
dice
-¿Qué decis ? exclamó levantando las manos al cie- -¡ Muerta ! exclamó una tercera voz , ¿quién
lo. ¡Doctor ! ... Doctor !... que Valentina ha muerto?
-¡Digo que Valentina está muerta ! respondió d'Avri- Volvieron la cabeza los dos hombres, y distinguieron
gny con voz solemne y terrible. en la puerta á Morrel pálido y trastornado.
M. de Villefort cayó abrumado sobre la cama de Va- Hé aquí lo que había sucedido .
lentina como si se le hubieran roto las piernas. A su hora acostumbrada y por la puertecilla que
A las palabras del doctor y á los gritos del padre sa- conducia al cuarto de Noirtier, se presentó eljoven en
lieron huyendo los medrosos criados y lanzaron sor- casa de Villefort.
das imprecaciones. Contra la costumbre, encontró la puerta abierta y no
Oyéronse por las escaleras y los corredores sus pa- tuvo necesidad de llamar.
.sos precipitados y luego un gran rumor en los patios, Entró.
Poco despues se extingió este ruido . En el vestíbulo esperó un instante á que se presen-
Desde el primero hasta el último habian abandonado tase un criado que le introdujese en la habitacion de
casa maldita. Noirtier , pero nadie se presentó

认证

–Digo que Valentina está muerta , respondió d'Avrigny.


4
EL CONDE DE MONTE- CRISTO. 339

Ya sabemos que los criados habian huido todos de la Pero su inquietud iba en aumento.
casa. -¡Estáis preocupado ! prosiguió Morrel , ¿ necesi-
Aquel dia no tenia Morrel ningun motivo particular tais alguna cosa? ¿ queréis que llame á alguno de los
de sobresalto. Confiaba en la promesa de Monte-Cristo criados ?
de que Valentina viviria , promesa que hasta entonces Si , dijo Noirtier.
le habia sido cumplida fielmente. Morrel se colgó del cordon de la campanilla , pero ni
Todas las noches le daba el conde muy buenas noti- por esas acudió nadie.
cias, que confirmaba luego Noirtier por la mañana. Volvióse hácia Noirtier, cuya palidez y cuya angus-
Sin embargo, esta soledad le extrañó mucho . tia iban creciendo extraordinariainente, y le preguntó :

-¡Muerta! ¿quién dice que Valentina ha muerto?

Llamó por segunda vez y por tercera, pero el mismo -Pero ¿por qué no vienen? ¡Dios mio ! ¿hay álguien
silencio le respondia.. enfermo en la casa?
Entonces se decidió á subir. Los ojos de Noirtier estuvieron á punto de saltarse
La puerta de Noirtier estaba abierta como las demás.de sus órbitas.
La primera cosa que vió Morrel fué al anciano en su -Pero ¿qué teneis ? añadió Morrel , me asustais.
sillon y en su sitio habitual. ¡ Valentina!... ¡ Valentina !...
Sus dilatados ojos demostraban , al parecer , un es- -Sí , sí , hizo Noirtier con los ojos.
panto interior , confirmado mas y mas por la palidez Abrió Maximiliano la boca para hablar, pero no pudo
extraña de sus facciones. decir una sola palabra .
¿ Cómo estáis, caballero ? le preguntó el jóven no Apoyóse en la pared para no caer, y señaló la puerta
sin que se le oprimiese el corazon. con la mano.
-Bien , respondió el anciano con su consabido cer- - Sí, sí , añadió Noirtier.
rar de ojos ; bien. Lanzóse Maximiliano á la escalerilla, que subió en un
340 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

vuelo , y mientras tanto parecia que Noirtier le gritase En este momento toda el alma del anciano se recon-
con los ojos : - « ¡ mas de prisa, mas de prisa ! » centró en los ojos , que se inyectaron de sangre.
Un minuto bastó al jóven para atravesar muchas pie- Luego las venas de su garganta se hincharon, y cu-
zas solitarias como toda la casa y llegar á la de Valen- brió sus mejillas y su frente una tinta azulada como la
tina. que invade la piel del epiléptico .
No tuvo que empujar la puerta, porque estaba de par A esta explosion interior de toda la naturaleza solo
en par. le faltaba un grito ; grito que salió , por decirlo así , de
El primer ruido que oyó fué un sollozo . todos sus poros , liorrible en su mutismo , desgarrador
Y como á través de una nube , vió una figura ne- en su silencio .
gra arrodillada y confundida en un monton de paños Avrigny se precipitó al anciano haciéndole respirar
blancos. un violento revulsivo.
El recelo y el temor le clavaron en la puerta. -¡Caballero ! respondió entonces Morrel estrechan-
Entonces fué cuando oyó una voz que decia : - Va- do la mano inerte del paralitico . ¡ Me preguntan quien
lentina está muerta y una segunda voz que respondia soy y qué derecho tengo para entrar aquí ! Oh ! ¡ vos
como un eco : que lo sabeis , decidlo , decidlo !
-¡Muerta ! Muerta ! Y se extinguió la voz del jóven entre sollozos .
En cuanto al anciano, agitaba tanto su pecho al res-
pirar , que se le hubiera creido presa de las agitaciones
CAPITULO IV. que preceden á la agonía.
Al fin vinieron las lagrimas á humedecer sus ojos, mas
MAXIMILIANO. dichoso en esto que el joven, que sollozoba sin llorar.
No pudiendo inclinarse su cabeza , cerráronse sus
Villefort se incorporó casi avergonzado de que le hu- ojos .
bieran sorprendido en aquel acceso de dolor." Decid , prosiguió Morrel con voz ahogada , decid
La terrible profesion que ejercia desde los veinte y que yo era su amante, decid que ella era mi noble ami-
cinco años , habia llegado á hacer de él mas o menos ga y mi único amor sobre la tierra. ¡ Decid ! ... decid! ....
que un hombre. que ese cadáver me pertenece.
Su mirada , perdida un instante , se fijó en Morrel á Y dando el jóven el terrible espectáculo de una gran
quien dijo : fortaleza vencida, cayó lentamente de rodillasjunto á
¿ Quién sois , caballero ... vos, qué olvidais que no aquella cama que asian con violencia sus crispadas
se entra así en una casa habitada por la muerte? ¡ Salid manos.
caballero, salid ! Era tan penetrante este dolor, que Avrigny volvió la
Pero Morrel permanecia inmóvil. cara para ocultar su emocion , y Villefort sin pedir mas
No acertaba á apartar sus ojos de aquel espectáculo explicaciones, atraido por ese magnetismo quenosincli-
terrible , de aquel lecho en desórden y de la pálida fi- na á las personas que han amado lo que lloramos perdi-
gura que lo ocupaba. do , tendió su mano aljóven.
-¡Salid ! lo entendeis ? gritó Villefort , mientras Pero Morrel nada veia . Habia cogido una de las ma-
Avrigny se acercaba por su lado para hacer salir á uos heladas de Valentina , y no pudiendo llorar mordia
Morrel. las sábanas de la cama.
Este miró con aire trastornado aquel cádaver, aque- Por espacio de algun tiempo no se oyó mas en aque-
los dos hombres , toda aquella habitacion lúgubre, pa- la habitacion que los sollozos , las imprecaciones y las
reció vacilar un instante y abrió la boca. oraciones.
No encontrando una palabra que responder, á pesar Sin embargo, un ruido los dominaba á todos.
del torbellino de fatales ideas que invadia su cerebro , Era la respiracion ronca y desgarradora, que parecia
volvióse despues por el mismo camino con las manos ir rompiendo uno a uno todos los resortes de la vida en
en la cabeza y en una situacion tal , que Villefort y el pecho de Noirtier.
d'Avrigny distraidos un instante de sus pensamientos, Al fin Villefort que era el que mas se dominaba de to-
cruzaron una mirada que queria decir : dos, después de haber cedido algun tiempo por decirlo
¡ Está loco ! asi su puesto á Maximiliano , tomó la palabra.
Pero antes que hubiesen pasado cinco minutos oyóse - Caballero, dijo á Morrel , decís que amabais á Va-
crugir la escalera bajo un peso considerable , y se vió á lentina y que ella os amaba á vos. Yo ignoraba estos
Morrel que con fuerza sobre humana traia en sus bra- amores , y sin embargo, os perdono como padre, por-
zos á Noirtier al piso principal. que veo que vuestro dolor es grande y verdadero. Ade-
Al llegar á lo alto de la escalera puso Morrel el si- más, en mi corazon hay tambien un dolor demasiado
Hon eu el suelo y lo llevó rodando rápidamente á la al- grade para que pueda la cólera tener cabida.
coba de Valentina. Pero ya lo veis, el ángel que esperabáis la abandona-
Toda esta maniobra la ejecutó con una fuerza dupli- do la tierra . ¡En este momento está adorando al Señor,
cada por su frenética exaltacion. y solo espera adoraciones de los hombres ! Despedios,
Pero lo que habia terrible en esta escena era la fi- caballero , de los tristes despojos que deja olvidados
gura de Noirtier, acercándose á la cama de Valentina aquí abajo, estrechad por última vez esa mano queespe-
empujado por Morrel ; la figura de Noirtier , cuya inte- rabais poseer, y separaos de ella para siempre . Valentina
ligencia desplegaba todos sus recursos , y cuyos ojos solo necesita ya un sacerdote que la bendiga!
reunian todo su poder para suplir á las demás facul- -Os engañais , caballero , respondió Morrel incor-
tades. porándose sobre una rodilla y herido el corazon porun
Así pues , este rostro pálido , esta mirada llameante dolor mas agudo que todo lo que habia sentido hasta
fueron para Villefort una aparicion tremenda. entonces Os engañais caballero ! muerta Valentina
Siempre que se habia hallado en contacto con su como ha muerto , no solo necesita un sacerdote sino
padre, siempre habia pasado alguna cosa terrible . tambien un vengador. Enviad á buscar el sacerdote que
-¡Ved lo que han hecho ! gritó Morrel con una ma- yo seré el vengador.
no apoyada todavía en el respaldo del sillon y señalan- -¿Qué quereís decir , caballero? murmuró Villefort
do con la otra mano á Valentina. ¡ Ved lo que han he- temblando á esta nueva inspiracion del delirio deMorrel.
cho , padre mio ; ved ! -Quiero decir, caballero , que en vos hay dos hom-
Villefort retrocedió un paso mirando asombrado á bres , prosiguió Maximiliano . El padre ha llorado ya
aquel jóven que le era casi desconocido, y que llamaba | bastante ; empiece ahora su oficio el Procurador del
padre á Noirtier. rey.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 341

Los ojos de Noirtier centellearon , y d'Avrigny se | Noirtier como á d'Avrigny ; pero en vez de hallar apoyo
acercó al grupo . en elpadre y en el médico , solo obtuvo una mirada tan
-¡Caballero ! prosiguió el jóven observando con la inflexible como la de Morrel.
vista los sentimientos que se revelaban en el rostro de -Sí, hizo el anciano con los ojos .
los circunstantes. ¡ Yo bien sé lo que digo , caballero ! --¡Es cierto ! dijo d'Avriguy.
¡Y vos sabeis tambien como yo lo que voy á decir - Caballero ! replicó Villefort , procurando luchar
« ¡Valentina ha muerto asesinada ! » contra esta triple voluntad y contra su propia emocion-
Villefort bajó la cabeza. ! Caballero , os equivocais ! ¡ en mi casa no se cometen

Se vió á Morrel que con fuerza sobre humana traia en sus brazos á Noirlier al piso principal .


Avrigny dió un paso mas. crímenes... la fatalidad me persigue... Dios me está
Noirtier hizo con los ojos una señal afirmativa. probando... cosa horrible es... pero aquí no se asesina
-Ahora bien , caballero , prosiguió el jóven , en los á nadie !
tiempos que alcanzamos no desaparece del mundo una Los ojos de Noirtier centellearon de cólera , y d'Avri-
criatura, aunque no sea joven, aunque no sea hermosa , gny abrió lo boca para hablar.
aunque no sea adorable como Valentina , no desaparece Morrel alargó el brazo como ordenando que enllasen.
violentamente sin que se le pida cuenta á álguien de -¡Y yo os digo que aquí se asesina ! exclamó Morrel
su desaparicion. ¡ Vamos ! señor procurador del rey, bajando la voz sin que perdiera nada de su vibracion
añadió Maximiliano con agitacion creciente, yo os de- terrible. ¡ Yo os digo que con esta van ya cuatro vícti-
nuncio el crimen , buscad al asesino ! mas en cuatro meses ! yo os digo que hace cuatro dias
Y con sus ojos implacables interrogaba á Villefort se trató de envenenar por primera vez á Valentina ,
que por su parte suplicaba tambien con los ojos asi á proyecto que fracasó , gracias á las precauciones dé
342 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

M. Noirtier ! Yo os digo que se ha duplicado la dosis ó Pero podrá entenderos ?


se ha cambiado de veneno para alcanzar esta vez el - Sí.
triunfo ! Yo os digo en fin , que todo esto lo sabeis tam- -¡Oh ! dijo Villefort casi contento de que la confe-
bien como yo , puesto que este caballero que está pre- rencia se verificase á solas ; ¡ oh ! tranquilizaos, que yo
sente os lo previno ya como médico y como amigo. comprendo muy bien á mi padre.
-¡Oh! ¡ qué delirio , caballero ! dijo Villefort procu- Y al pronunciar estas palabras con la alegre expre-
rando vanamente salirse del círculo en que se sentia sion que ya hemos reparado, chocaban con violencia
encerrado. los dientes del procurador del rey.
¡ Delirio ! exclamó Morrel, Yo apelo al mismo mon- Cogió M. d' Avrigny á Morrel del brazo , y le arrastró
sieur d'Avrigny. Preguntadle , caballero , si recuerda á la habitacion inmediata .
todavía las palabras que pronunció en vuestro jardin, Desde entonces reinó en toda la casa un silencio mas
en el jardin de esta misma casa la noche de la muer- profundo que el de la muerte .
te de Mad. Saint-Meran , cuando creyéndoos solos los Pasado un cuarto de hora, oyóse un pasovacilante,y
dos , hablabais de aquella muerte trágica , en la cual esa apareció Villefort á la puerta de la sala donde se halla-
fatalidad que invocais y Dios á quien acusais injus- ban Avrigny y Morrel, absorto el uno en sus pensa-
tamente, solo tienen parte por una razon... por haber mientos y el otro fuera de sí.
creado al asesino de Valentina ! -Venid, les dijo , llevándolos otra vez á la habita-
Villefort y d'Avrigny se dirigieron una mirada. cion de Valentina.
-¡Sí , sí, recordadio! prosiguió Morrel ; porque aque- Miró el jóven atentamente à Villefort, y reparó que
llas palabras que creiais sepultadas en el silencio y en estaba livido y tenia la frente amoratada. Una pluma
la soledad resonaron en mis oidos. ¡ Ciertamente que que tenia en las manos se iba cayendo á pedazos á puro
aquella misma noche viendo yo la culpable complacen- retorcerla y estrujarla .
cia de M. de Villefort con los suyos, debi descubrirselo -Señores , dijo con voz ahogada al médico y á Mor-
todo á la justicia, y así no hubiera sido , como lo soy en rel : empeñadme vuestra palabra de honor de que este
este momento, cómplice de tu muerte, Valentina ! ¡ mi secreto no saldrá de nosotros .
adorada Valentina ! ¡pero el cómplice se hará vengador! Sus dos interlocutores hicieron un movimiento de
¡Este cuarto crimen es flagrante y está palpable á los horror.
ojos de todos ! ¡ Si tu padre te abandona, Valentina mia, -Os lo suplico, añadió el procurador del rey.
yo te juro perseguir al asesino ! -Pero el culpable... dijo Morrel , el asesino... el
Y esta vez como si la naturaleza se hubiera ablanda- asesino...
do al fin de aquella vigorosa organizacion, próxima á - Se hará justicia , caballero , estad seguro , repuso
estallar, ahogáronse en la garganta las últimas palabras Villefort . Mi padre me ha revelado su nombre. Mi pa-
de Morrel, rompió su pecho en sollozos ; sus lágrimas, dre tiene tanta sed de venganza como vos, y sin em-
por tanto tiempo rebeldes inundaron sus mejillas , y bargo, os suplica como yo que guardeis este secreto.
cayó anonadado llorando junto al lecho de Valentina. ¿ Es verdad, padre mio?
Entonces le llegó al médico su vez. - Si, respondió Noírtier resueltamente.
-Yo tambien, dijo con voz solemne, yo tambien me Morrel murmuró una exclamacion de espanto y de
uno á M. Morrel para pedir justicia de este crímen, incredulidad .
porque mi corazon se subleva á la idea de que mi co- -¡Oh , caballero ! dijo el procurador del rey co
barde tolerancia ha envalentonado al asesino. giéndole por un brazo. Cuando mi padre, hombre in-
¡ Oh , Dios mio , Dios mio ! murmuró Villefort flexible como sabeis, os dirige esta súplica es porque
abatido. sabe que Valentina quedará vengada, y vengada terri
Volvió Morrel á levantar la cabeza, y dijo leyendo en blemente . ¿No es verdad, padre mio?
los ojos del anciano, animados de un fuego sobrena- El anciano hizo seña de que sí.
*tural:
Villefort prosiguió.
-¡Oid, oid ! M. Noirtier quiere hablar.
-El me conoce, y á él le tengo empeñada mi pala-
-Sí, respondió Noirtier con una expresion tanto mas labra. Tranquilizaos, pues, señores. Tres dias, solo tres
terrible cuanto que todas sus impotentes facultades es-
dias os pido , que es menos de lo que os pediria la jus-
taban concentradas en sus ojos .
ticia, para tomar del asesinato de mi pobre hija una
¿ Conoceis al asesino ? le preguntó Morrel. venganza que haga temblar á los hombres de corazon.
Sí , respondió el anciano ."
¿Y vais á guiarnos en nuestras pesquisas ? añadió mas duro . ¿ No es verdad, padre mio ?
Y al decir esto rechinaba los dientes y sacudia la
el jóven. ¡Oigamos , M. d'Avrigny , oigamos !
Noirtier dirigió al capitan para fijar su atencion una mano paralítica de Noirtier.
sonrisa melancólica , una de aquellas dulces sonrisas -Se cumplirá todo lo prometido , M. Noirtier? le
que tantas veces habian hecho feliz á Valentina . preguntó Morrel , al paso que Avrigny le hacia con los
Luego habiendo atraido hácia sí, por valernos de esta ojos la misma pregunta .
frase, los ojos de su interlocutor, volvió los suyos hácia -Si , respondió Noirtier con una mirada de alegría
la puerta . siniestra.
¿ Quereis que me vaya ? exclamó con dolor Morrel. -Jurad, pues, señores , dijo Villefort trabando las
-Sí, respondió el anciano . manos de Avrignyy de Morrel , jurad que tendréis com
-¡Ay, caballero ! ¡ tened piedad de mi! pasion de mi pobre honra, y que dejaréis el vengarla á
Los ojos del anciano prosiguieron con tenacidad cla- mi cargo .
vados en la puerta . Avrigny volvióla cara y murmuró un sí muy débil;
-¿Y podré volver al menos ? le preguntó Morrel. pero Morrel arrancó su mano de la del magistrado , y
- Sí . precipitándose á la cama imprimió sus labios en los
¿ Debo irme solo ? helados labios de Valentina, y huyó de allí exhalando
-No . los gemidos de un alma desesperada.
¿A quién debo llevarme ? ¿al señor procurador del Ya hemos dicho que habian desaparecido todos los
rey? criados.
- No.
-¿Al facultativo? Vióse, pues, forzado M. de Villefort á rogar á d'Avri
Sí. gay que diese todos esos pasos que acompañan á la
- Deseais quedaros solo con M. de Villefor muerte en las grandes poblaciones, y sobre todo á la
t? muerte con circunstancias tan sospechosas ,
Ší.
En cuanto a Noirtier , era terrible de contemplar aquel
EL CONDE DE MONTE-CRISTO , 343

dolor sin movimiento, aquella desesperacion sin gesto, -¡Oh ! dijo suspirando d'Avrigny. ¡ Pobre jóven !
y aquellas lágrimas sin voz. ¡ está muerta y bien muerta!"
Villefort volvió á su gabinete; d'Avrigny fuese en -Sí , respondió lacónicamente el médico dejando
busca del médico de la alcaldía, cuyas funciones son caer la sábana que cubria el rostro de Valentina.
reconocer los cadáveres, y al cual se le llama con mucha Del lado de Noirtier oyóse un sordo estertor ; volvióse
propiedad el médico de los muertos. d' Avrigny y vió que los ojos del anciano centelleaban,
Noirtier no quiso abandonar á su nieta . con que comprendió que queria ver á su nieta.
Al cabo de media hora volvió con su colega monsieur Acercóse à la cama, y mientras el médico de los
d'Avrigny. muertos se lavaba en agua clorurada los dedos que ha-

Y huyó de alli exhalando los gemidos de un alma desesperada .

Como se habia cerrado la puerta de la calle porque | bian tocado los labios de la difunta , descubrió aque!
el portero habia huido tambien con los demás criados , tranquilo y pálido rostro, que parecia el de un ángel
tuvo Villefort que ir á abrir por sí mismo. dormido .
Pero en el descanso de la escalera se detuvo falto de Una lágrima que asomó en el rabo del ojo de Noir-
valor para entrar en la alcoba mortuoria . tier fué las gracias que recibió el buen doctor.
Los dos doctores penetraron solos. El médico de los muertos extendió su certificacion
Noirtier estaba junto á la cama pálido como Valenti- en el ángulo de una mesa en la misma alcoba deValen-
na é inmóvil y mudo.como ella. tina, y cumplida esta postrera formalidad, salió acom-
El médico de los muertos se acercó con la indife- pañado por ei doctor.
rencia del hombre que pasa entre cadáveres la mitad Al oirlos bajar el procurador del rey salió á la puer-
de su vida, levantó la sábana que cubria á la jóven y le ta de su gabinete, dió las gracias al médico en pocas
entreabrió los labios solamente . palabras, y volviéndose á d'Avrigny le dijo :
344 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Ahora solo falta el sacerdote . cierra lúgubremente á los difuntos prestándoles cierta.
-¿Deseais que venga alguno determinadamente ? cosa que se pudiera llamar la igualdad de la muerte y
le preguntó d' Avrigny." el último testimonio del lujo que tenían en vida .
-No, respondió Villefort . Id á buscar al que viva mas Aquel sudario no era otra cosa que una magnífica
cerca . pieza de batista, que habia comprado la jóven quince
-El que vive mas cerca , dijo el médico, es un buen dias antes.
abate italiano que se ha mudado aquí á lá casa próxi- ¡ * Aquella noche hombres llamados con este objeto ha
ma. ¿ Quereis que le avise al pasar? bian trasportado á Noirtier desde la habitacion de Va-
-Avrigny, dijo Villefort, hacedme el obsequio de lentina á la suya propia , notándose, contra todo lo que
acompañar a este caballero. Aquí teneis la llave para se esperaba, que el anciano no habia presentadoningu
que podais entrar y salir cuando os plazca. Traed alsa- na dificultad en alejarse del cadáver de su nieta .
cerdote, y encargãos de instalarle en la habitacion de El abate Bussoni habia velado hasta el amanecer re-
mi pobre hija. tirándose á su casa sin llamar á nadie.
-¿Quereis hablarle , amigo mio? A las ocho de la mañana llegó d' Avrigny.
- Quiero estar solo. Vos me disculparéis con él, ¿no Habia encontrado á Villefort , que iba al cuarto de
es verdad? Un sacerdote debe comprender todos los Noirtier para saber cómo habia pasado el anciano la
dolores, hasta el dolor paternal. noche.
Y dando M. de Villefort una llave maestra á d' Avri- Encontráronle en el gran sillon que le servia de ca-
gny , saludó por última vez al médico desconocido, y ma durmiendo con un sueño tranquilo y casi sonrién-
volvió á su gabinete donde se puso á trabajar . dose.
Para ciertas organizaciones el trabajo es el remedio Los dos se detuvieron admirados á la puerta.
de todos los males .
-Ved , dijo d' Avrigny á Villefort que contemplaba
En el momento en que salian á la calle vieron á la á su padre dormido , ved como la naturaleza sabe cal
puerta de la casa próxima á un hombrevestido de sotana.mar los dolores mas vivos. No se dirá por cierto que
-Ese es el abate de que os hablé , dijo el médico de M. Noirtier no amaba á su nieta , y sin embargo, está
los muertos á d' Avrigny. dormido.
Avrigny se acercó al eclesiástico.
--Teneis razon , respondió Villefort con sorpresa;
Caballero, le dijo , ¿tendréis la bondad de hacer un está durmie ndo, lo que es muy extraño, porque la menor
gran servicio á un padre desgraciado, al señor procura contrariedad le tenia antes despierto noches enteras.
dor del rey , que acaba de perder á su hija?
-El dolor le tiene abrumado , replicó d' Avrigny.
-¡Ah, caballero! respondió el sacerdote con un acen-
to italiano de lo mas pronunciado , ¡ sí , ya sé que la rador Y ambos volvieron pensativos al gabinete del procu-
del rey.
muerte vive en esta casa!
-Yo no he dormido , dijo Villefortseñalando & d'Avri-
-Entonces no necesito deciros cuál es el género de gny su cama intacta. El dolor no me abruma á mí. Ha-
servicio que espera de vos.me
-Ya iba yo á ofrecer , caballero , dijo el abate.ce dos noches que no me acuesto ; pero en cambio ved
Es nuestra mision salir al encuentro de los deberes. mi mesa. ¡ Cuánto he trabajado en esos dos dias con
sus noches ! He ojeado toda esa causa , he anotado la
-Es unajóven .
-Sí , ya lo sé ; que se lo he oido decir á los criados acusacion del asesino Benedetto ... job, trabajo, traba
llama- jo ! mi pasion , mi alegría , mi frenesi ; á ti te toca abru-
que salian huyendo de la casa . He sabido que se
mar á todos mis dolores.
ba Valentina , y he rezado ya por ella. Y esto diciendo estrechó convulsivamente la mano
¡ Gracias, gracias, caballero ! dijo d'Avrigny, y pues del doctor.
habeis empezado ya á ejercer vuestro santo ministerio,
dignaos continuar . Venid á sentaros á la cabecera de la -¿Necesitais de mí? le preguntó este.
-No, respondió Villefort. Solo os ruego que volvais
difunta, y toda una familia desgraciada os quedará
agradecidisima por ello. á las once , porque á las doce es... el entierro. ¡ pobre
-Voy, caballero, respondió el abate, y me atrevo álija mia ! ... pobre hija mia !...
asegurar que pocas oraciones habrá tan ardientes como Y volviendo á ser hombre el procurador del rey al-
la mia. zó los ojos al cielo y exhaló un suspiro.
Cogió d'Avrigny al abate por la mano , y sin encon- ¿ Recibiréis vos mismo á las gentes?
trar á Villefort, que seguia encerrado en su gabinete , le No. Tengo un primo que se encarga de ese triste
acompañó hasta la habitacion de Valentina, de la cual deber. Yo trabajaré , doctor, porque cuando trabajo lo
no debian apoderarse los enterradores hasta la noche olvido todo .
siguiente. Con efecto, no habia llegado aun á la puerta el fa-
Al entrar en la alcoba se encontró la mirada de Noir- cultativo y ya se habia puesto á trabajar el procurador
tier con la del abate ; y sin duda creyó el primero ha- del rey.
llar en ella algo de extraño , porque ya no abandonó ni En el peristilo encontró d' Avrigny al pariente de
un punto al abate. quien Villefort le habia hablado, personaje insignifican-
Avrigny recomendó al sacerdote no solo la muerta te en esta historia así como en la familia ; uno de esos
sino tambien el vivo , y el sacerdote prometió á d'Avri- séres que nacen destinados á ser útiles á los demas.
gny rezar por Valentina y cuidar de Noirtier. Era puntual, y vestido de negro con un cresponen el
Sin duda para no ser interrumpido ensus oraciones y brazo venia á casa de su primo con una cara de cit-
para que no fuese molestado Noirtier en su dolor, en- cunstancias, que pensaba abandonar tan pronto como
seguida que se marchó d'Avrigny echó los cerrojos las circunstancias pasasen.
de la puerta por donde acababa de salir , y aun la de la A las once llenóse el patio de carruajes fúnebres , y la
otra que daba á la habitacion de madama de Villefort. calle de San Honorato empezó á hervir en murmullos
de la muchedumbre que con la misma avidez acoge la
CAPITULO V. alegría que la tristeza de los ricos , y que lo mismo cor-
re á un entierro pomposo, que al casamiento de una du-
LA FIRMA DE DANGLARS . quesa.
Poco aá poco se llenó la sala, llegando los primeros
El dia siguiente amaneció triste y nublado. algunos de nuestros antiguos conocidos, como Devray,
Los enterradores habian desempeñado su fúnebre ,Chateau-Renaud, Beauchamp , y despues todas lasno-
oficio durante la noche y depositado el cuerpo de Va- tabilidades del foro , de la literatura y del ejército, por
lentina sobre la cama, y cosido en el sudario que en- que M. de Villefort ocupaba , mas que por su posicion
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 345

por su mérito, uno de los primeros puestos enel mundo. Habia hablado con ella una ó dos veces en el baile
parisiense. de Mad. Morcef. Me habia parecido encantadora , aun-
El primo se hallaba á la puerta para hacer los hono- que un tanto melancólica . Y la madrastra ¿sabeis dónde
res á todo el mundo, siendo un gran consuelo para los está ?
indiferentes (justo es decirlo) el ver un rostro indi- -
Ha ido á pasar el dia con la mujer de ese caballero
ferente , que no exigia de los demás falsas lágrimas ni que hace los honores.
tristes demostraciones, como hubiese hecho un padre, ¿Quién es ese?
un hermano ó un amante.
¿Quién?

'd

Poco a poco se llenó la sala.

Los conocidos se convocaban por señas y se reunian - El que nos hace los honores. ¿ Es diputado ? "
en grupos. No , respondió Beauchamp. Yo tengo por mi des-
En uno de estos grupos se hallaban Devray, Cha- gracia que ver á los miembros de la Cámara diariamen-
teau-Renaud y Beauchamp. te , y me es desconocida su catadura .
-¡ Pobre jóven ! dijo Devray, pagando tributo á ¿Habeis hablado de esta muerte en vuestro pe-
aquel doloroso suceso , como lo hacian á pesar suyo riódico ?
todos los concurrentes . ¡ Pobre jóven ! tan rica ! tan -Aunque el artículo no es mio , hemos hablado hoy;
hermosa ! ¿lo hubiérais esperado vos, Chateau-Renaud, pero metemo que no le agrade mucho á M. de Villefort;
cuando la vimos hace... ¿cuánto tiempo hace ? lo mas pues segun creo , se dice en él que si en otra casa cual-
tres semanas ó un mes en la firma de aquel contrato, quiera que no fuese la del procurador del rey hubieran
que al fin no se firmó. sucedido cuatro muertes seguidas , le hubieran dado
-No á fe mia , dijo Chateau-Renaud . mucho que pensar al señor procurador del rey.
1-¿La conociais? - Por otra parte , dijo Chateau-Renaud , el doctor
SEGUNDA SERIE . -ENTREGA 139.-TOмO I. 23 .
346 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

d'Avrigny que es médico de mi madre, asegura que está ros mas pronto que nadie si recurrís á la virtud de este
desesperado. bálsamo omnipotente ; vos que sois el rey de los nego-
¿ Qué es lo que buscais , Devray? cios , el punto de reunion de todos los poderes.
-Busco al conde de Monte- Cristo, respondió el jóven . Danglars lanzó al Conde una mirada oblicua para co-
-Al venir aquí le encontré en el boulevar , dijo el nocer si se burlaba 6 si hablaba en serio .
periodista. Creo que piensa ya en marcharse , pues iba -Si , por cierto, repuso . Si la fortuna consuela, yo
á casa de su banquero. debo consolarme , porque soy rico.
¿ A casa de su banquero? ¿ no es su banquero Dan- -Tan rico , mi querido baron , que vuestra fortuna
glars ? preguntó Chateau-Renaud á Devray.. se parece á las pirámides ; el que quiere demolerlas no
Creo que sí , respondió algo turbado el secretario se atreve , y el que se atreve no puede.
intimo ; pero el conde de Monte-Cristo no es el único Danglars se sonrió de la crédula confianza del conde.
que falta aquí. Tampoco veo á Morrel. Eso me recuerda , dijo , que cuando entrásteis,
¿ Morrel ? exclamó Chateau-Renaud . ¿ Acaso los estaba haciendo cinco pagarés , y tenía ya firmadosdos.
conoce ? Creo que solo ha sido presentado á Madama de¿Me permitiréis que haga los otros tres?
Villefort. 1 Hacedlos , mi querido baron ; hacedlos.
-No importa. Ha debido venir , dijo Devray. ¿De Hubo un instante de silencio , en cuyo intervalo solo
qué hablará sino esta noche ? este entierro es el único se oyó el crugir de la pluma del banquero . Monte-Cristo
objeto de las conversaciones. Pero ¡ chist ! aquí llega mientras tanto contemplaba las molduras doradas del
el ministro de Justicia y de Cultos, que se va á creer obli- techo .
gado á pronunciarle su discursito fúnebre al primo de -¿Bonos de España ? le preguntó Monte- Cristo ¿de
marras. Haiti ó de Nápoles?
Y los tres jóvenes se aproximaron á la puerta para oir - No , respondió Danglars sonriéndose con su aire
el discurso del ministro de Justicia . de poder. Bonos al portador sobre el Banco de Francia.
Beauchamp habia dicho la verdad. Mirad , Sr. conde , vos que sois el emperador del dinero
Al dirigirse á la casa mortuoria se habia encontrado á como yo soy el rey, habeis visto muchos pedazos de
Monte-Cristo, quepor su parte se dirigia á casa de Dan- papel de este tamaño que valgan un millon cada uno?
glars enla Chaussée d'Antin . Monte-Cristo tomó en la mano, como para pesarlas, las
El banquero vió desde su ventana entrar al conde en cinco cuartillas de papel que le presentaba orgullosa-
el patio, y le salió al encuentro con aire triste pero afec~ mente Danglars , y leyo lo que sigue :
tuoso. «El señor regente del Banco se servirá pagar á mi
L -¿Venís á darme el pésame , conde ? dijo tendién- , órden y de los fondos depositados por mi, la sumadeun
dole la mano. La desgracia está en mi casa , tanto que millon, valor en cuenta ."
cuando llegásteis estaba preguntándome á mí mismo Uno , dos , tres , cuatro , cinco, dijo Monte-Cristo.
s contar , señor
si habré deseado mal al pobre Morcef , en cuyo caso se¡ cinco millone ! ¡ Diablo ! qué modo de
justificaria el proverbio aquel « de quien mal desea, mal Creso .
le sucede. » Pues bien , os aseguro bajo mi palabra que - Así hago yo los negocios, respondió Danglars.
no le he deseado mal á Morcef. Quizás era demasiado or- - Es cosa que maravilla, sobre todo, si, como no du-
gulloso para un hombre salido como yo de la nada ; pero do, se paga esta cantidad al contado.
cada uno tiene sus defectos. ¡ Ah ! ¡ conde ! conde ! Los -Se pagará, dijo Danglars.
hombres de nuestra generacion.... pero disimuladme, Bueno es tener un crédito por ese estilo . En ver-
vos no sois de nuestra generacion ... vos sois un jóven . dad quesolo en Francia se ven estas cosas . ¡Valer cinco
Los hombres de nuestra generacion , como os decia, no millones cinco cuartillas de papel ! es preciso verlo para
son afortunados este año . Testigo nuestro puritano pro- creerlo.
curador del rey ; testigo Villefort que acaba tambien -¿Lo dudais ?
de perder á su hija. Recapitulemos, pues : -Villefort, No.
como deciamos , pierde toda su familia de una manera Decis eso con un tono ... Tomaos el trabajo de
extraña . -Morcef se deshonra y muere. ---Yo estoy en llevar mi cajero al Banco, y le veréis salir con la misma .
ridículo por la pillada de Benedetto , y además... cantidad en billetes del Tesoro .
-Además¿qué ? le preguntó el Conde. No á fe mia, dijo Monte-Cristo doblando los cinco
¡Ay! lo ignorais segun eso . billetes ; es cosa que vale la pena de que haga yo la ex-
¿Alguna nueva desgracia? periencia por mí mismo . Mi crédito en vuestra casa era
Mi hija... de seis millones ; he tomado nueve cientos milfrances,
¿Eugenia? con que me debeis cinco millones y cien mil francos.
Nos abandona. Tomo, pues,vuestras cinco cuartillas de papel,quecreo
¡ Dios mio ! ¿qué me decís? buenas solo por ver en ellas vuestra firma, y aquí teneis
La verdad , mi querido conde. ¡ Qué dichoso sois un recibo general de seis millones , que salda nuestra
sin mujer y sin hijos! cuenta. Le traía preparado de antemano, porque debo
¿Lo creeis así ? deciros que hoy me hace falta dinero.
-¡Vaya ! Ycon una mano se metia Monte-Cristo en el bolsillo
¿ Con que decis que Eugenia?... los cinco billetes , y con la otra le alargaba al banquero
No ha podido soportar la afrenta que ese misera- su recibo .
ble nos ha hecho , y me ha pedido permiso para viajar. Un rayo que cayese á los piés de Danglars no le hu-
- Y se ha marchado al fin ? biera causado un terror mas grande.
La otra noche. ¡ Cómo ! señor conde ... balbuceó, ¿ os quedais con
¿ Con Mad. Danglars ? ese... dinero? No puede ser... disimuladme . Se lo de-
No, con una parienta ; pero no por eso volverá mas bo á los Hospicios... es un depósito que estoy compro-
pronto ; pues dudo que con el carácter que tiene , con- metido á devolver hoy por la mañana.
sienta nunca mi Eugenia en volver á Francia. -Eso es diferente, repuso Monte-Cristo .Yo no tengo
-¡Qué se lehade hacer, mi querido baron ! ¡ Disgus- 1 empeño en que sean precisamente estos billetes; pa
tos caseros ! disgustos que serian insoportables para un gadme en otros valores. Solo habia. tomado estos para
pobre diablo que mirase á su hija como á su única fortu- poder decir por ahí que la casa de Danglars , sin avisa
na , pero que son soportables para un millonario como ninguno , sin pedirme siquiera cinco minutos de plazo,
vos. Digan lo que digan los filósofos , los hombres prác- me había pagado cinco millones al contado, cosa que
ticos les darán siempre en esto un mentís. ¡ Sí , el di- admiraria á todo el mundo . Aquí teneis vuestros valo
nero consuela de muchas cosas ! y vos debeís consola- res ; pero, os lo repito, dadme otros.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 347

Y alargaba los cinco billetes á Danglars , que lívido billetes , señor conde ; pero ya sabeis que no hay nadie
y trastornado tendió en su primer impulso la mano para tan formalista como un banquero. Destinaba esa canti-
cogerlos, como un ave de rapiña saca la garra por los dad á los hospicios, y hubiera creido robarlos no dán-
alambres de su jaula para coger la carne que le van á doles esa precisamente, como si un millon no fuera igual
arrebatar.
á otro millon. Disimuladme.
De repente mudó de opinion , y haciendo un gran es- Y se echó á reir ruidosamente , pero con risa ner-
fuerzo se contuvo .
viosa.
Despues se le vió sonreir y serenarse poco a poco.
- Disimulo y guardo , respondió Monte- Cristo me-
-¿Al fin vuestro recibo tambien es dinero ? dijo. tiendo en su cartera los billetes .

-¡ Diablo ! que modo de contar, señor Creso.

-Y tanto . Si estúviéseis en Roma, la casa de Thom--Pero nos queda un pico de cien mil francos, dijo
som y French os lo pagaria lo mismo que vos me ha- Danglars.
beis pagado á mí ahora. -¡Bagatela ! respondió Monte-Cristo. El tanto por
- Disimuladme , señor conde, disimuladme . ciento de comision debe ascender á eso con corta dife-
-¿Puedo, pues, guardar este dinero ? rencia. Quedaos pues con los cien mil francos, y esta-
- Sí , respondió Danglars limpián dose el sudor, mos en paz.
,
guardadlo, guardadlo . -¿Hablais formalmente, conde ? dijo Danglars.
Monte-Cristo volvió á meter los cinco billetes en el
Yo nunca gasto chanzas con los banqueros , re-
bolsillo con esa intraductible expresion de fisonomía plicó Monte-Cristo con una seriedad que rayaba en im-
que quiere decir :
pertinencia , y se dirigió á la puerta en el mismo mo-
-Pensadlo bien. Aun teneis tiempo para arrepentiros . mento en que el ayuda de cámara anunciaba á M. de
-Decididamente no , dijo Danglars . Guardad mis Boville, administrador general de Hospicios .
348 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-Parece que he llegado á tiempo para aprovechar- viudas y los expósitos vienen á pediros por mi mano
una limosna de cinco millones.
me de vuestros pagarés, puesto que se los disputan.
Danglars palideció por segunda vez, y dióse prisa -Compadezca usted á los huérfanos , dijo Danglars.
en despedir al conde. ¡Pobres niños !
Monte - Cristo cambió un saludo ceremonioso con -Aquí, pues, me teneis en su nombre , dijo M. de
M. de Boville, que esperaba de pié en la antesala, y que Boville. Ayer habréis recibido una carta mia?
fué introducido en el gabinete del banquero inmediata- -Si.
mente despues. - Pues aquí me teneis con el recibo.
Al ver la cartera que llevaba en la mano el adminis- -Mi querido M. de Boville, dijo Danglars, las viu-

Monte-Cristo cambió un saludo ceremonioso con M. de Boville.

trador de los Hospicios , una ligera sonrisa iluminó el das y los huérfanos tendrán, si os parece á vos, la bon-
rostro del conde, por lo comun tan serio. dad de esperar veinte y cuatro horas, puesto que M. de
A la puerta encontró su carruaje, y se hizo llevar al Monte-Cristo, á quien acabais de ver salir de aqui... le
Banco inmediatamente. habéis visto, no es verdad?
En este intervalo Danglars, disimulando su emocion , - Sí, ¿y qué ?
salia al encuentro del Administrador general. Se llevaba los cinco millones.
Excusado parece decir que la sonrisa y la amabilidad - Pero ¿como ha sido eso?
estaban estereotipadas en su fisonomía. -El conde tenia en mi casa un crédito ilimitado
-Buenos dias, mi querido acreedor, le dijo , porque abierto por la casa de Thomson y French , de Roma ,
apostára algo á que venís como acreedor. ha venido á pedirme cinco millones de una vez, que
Lo habeis adivinado , señor baron , dijo M. de Bo- he dado en bonos contra el Banco. Como es allíen don-
ville . En mi persona se os presentan los hospicios, y las de tengo depositados todos mis fondos, ya comprende
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 349

réis que temo vaya á pensar mal de mi casa el regente El Administrador dió un salto hacia atrás .
del Banco por verme sacar diez millones en un mismo ¡ No á fe mia ! prefiero esperar á mañana . ¡ Qué
dia. En dos dias ya es otra cosa , añadió Danglars son- modo teneis de arreglar las cosas !
riéndose. -Crei por un instante, disimuladme, dijo Danglars
-¡Vamos ! vamos ! dijo M. de Boville con el tono de con soberana impudencia, creí que teniais que cubrir
la mas completa incredulidad , ¡ cinco millones á ese ca- algun pequeño déficit...
ballero que acaba de salir, y que me saludó al pasar, ¡Ah! exclamo el Administrador.
como si yo le conociese ! Nada mas comun ; y en ese caso se hace un sacri-
Quizás os conocerá él sin que vos le conozcais ; ficio.
el conde de Monte-Cristo conoce á todo el mundo . - No, á Dios gracias, dijo M. de Boville .
¡Cinco millones ! Entonces hasta mañana , ¿no es verdad , mi que-
Aquí teneis su recibo . Ved y tocad, como santo rido Administrador ?
Tomás. -- Si, hasta mañana, pero sin falta.
Cogió M. de Boville el papel que le presentaba Dan- -¿Eso lo diréis por broma , por supuesto ? enviad al
glars, y leyó : medio dia, y tendré ya avisado al Banco.
«He recibido del señor baron Damglars la cantidad - Vendré yo mismo.
de cinco millones y cien mil francos , que le reembolsa- - Mejor, así tendré el gusto de veros .
rá cuando se lo exija la casa de Thomson y French , de Y se dieron la mano.
Roma . »> -A propósito , dijo M. de Boville, ¿no vais al entierro
¡Y que es verdad ! dijo M. de Boville . de la pobre hija de Villefort? me lo he encontrado en el
¿ Conoceis la casa de Thomson y French? camino .
Sí , respondió el Administrador general . He tenido -No , dijo el banquero. Me tiene algo en ridículo
en otro tiempo con ella un negocio de doscientos mil todavía el asunto de Benedetto, y no me doy á luz.
francos. Haceis mal. ¿Teneis vos acaso la culpa?
Es una de las mejores casas de Europa , dijo Dan- - El que lleva un nombre sin mancha como el mio
glars, echando sobre la mesa negligentemente el recibo es muy susceptible, mi querido Administrador.
que le acababa de devolver M. de Boville. -Todo el mundo os compadece , creedme , y sobre
-¡Y solo sobre vuestra casa tenia cinco millones ! todo á vuestra hija.
¿ es algun nabab ese conde de Monte-Cristo? - Pobre Eugenia ! murmuró Danglars lanzando
-
No lo sé ; pero traia tres créditos ilimitados. Uno un profundo suspiro . ¿ Sabeis que va á entrar monja ?
contra mí , otro contra Rothschild , y otro contra Laf- -No le sabia.
fitte. Como veis , añadió Danglars, me ha dado á mí la -¡Ay ! por desgracia es verdad ! á la mañana si-
preferencia , dejándome cien mil francos de comision . guiente al suceso se decidió á marchar con una reli-
M. de Boville hizo todas las demostraciones de asom- giosa amiga suya en busca de un convento bien severo ,
bro posibles. ya de Italia, ya de España.
Tendré que hacerle una visita , dijo . Quiero ob- -¡Oh , es terrible!
tener de él alguna fundacion piadosa para los hospi- Despues de esta exclamacion se retiró M. de Bo-
tales. ville, dando muestras al padre del mas profundo sen-
-¡Oh , tenedla ya por segura ! solo sus limosnas timiento .
ascienden mensualmente á mas de veinte mil francos. Pero no bien estuvo fuera cuando Danglars con una
-¡ Magnítico ! además le citaré el ejemplo de Mad. de energía de expresion , que solo comprenderán los que
Morcef y de su hijo. hayan visto á Frederik representando el Roberto Ma-
¿Qué ejemplo? caire, exclamó :
Que han dado á los hospicios toda su fortuna. ¡ Imbecil !
-¿Qué fortuna ? Luego metiendo el recibo de Monte- Cristo en una
La suya; la del difunto general Morcef. cartera añadió :
- Y ¿por qué? -Ven á medio dia , que ya estaré léjos de aquí .
Porque no quieren una fortuna tan mal adquirida. Encerrándose luego con llave en su despacho, va-
¿Y de qué van á vivir ? ció todos los cajones de su mesa, reunió unos cincuenta
La madre se retira á una provincia , y el hijo va á billetes de á mil francos , quemó diferentes papeles,
ser soldado . puso otros en sitio donde se pudieran ver, y escribió
-Vaya unos escrúpulos, dijo Danglars. una carta, cuyo sobre decia así :
-Ayer he firmado el acta de donacion. «A la señora baronesa de Danglars. »
-Y¿cuánto poseian? -Esta noche, murmuró, la dejaré yo mismo sobre
-Poco; un millon y doscientos ó trescientos mil su tocador.
francos ; pero volvamos á nuestros millones. Y luego sacando del cajon un pasaporte repuso ;
Corriente, dijo Danglars con el tono mas natural -Bueno, vale por dos meses todavía.
del mundo. ¿Tanto os urge ese dinero ?
- Sí , mañana tenemos arqueo. CAPITULO VI.
¿ Mañana? Y ¿por qué no lo habeis dicho desde el
princípio? ¿ A qué hora es el arqueo ? EL CEMENTERIO DEL PADRE LACHAISE .
- A las dos.
-Pues enviad á las doce , dijo Danglars sonriéndose . Con efecto , M. de Boville habia encontrado el
M. de Boville no respondia , sino que se contentaba acompañamiento que llevaba Valentina á su última
con menear la cabeza y darle vueltas á la cartera entre morada.
las manos. El tiempo estaba sombrío y nebuloso . Un aire ti-
-Pensándolo bien, dijo Danglars , podeis hacer otra bio aun, pero mortal ya para las hojas secas, las arran-
cosa mejor. caba de las ramas de los árboles arrastrándolas á los
-¿Qué queréis que haga? piés de la muchedumbre inmensa que llenaba los bou-
-El recibo del conde de Monte-Cristo es dinero ; levares.
llevadselo á Rothschild ó á Laffite , que ellos os lo to- Parisiense puro M. de Villefort miraba al cementerio
marán al instante. del Padre Lachaise como el único digno de recibir los
-¿ Aunque cobrable en Roma? despojos mortales de una familla parisiense. Los de-
- -Sí , por cierto. Solo os costará un descuento de más le parecian cementerios de aldea , casas de hués-
cinco ó seis mil francos. pedes de la muerte.
BIBLIOTECA UNIVERSAL.
350

Solo en el Padre Lachaise podia estar alojado como A la salida de Paris vióse llegar á todo escape un
en su casa un muerto de buen tono. carruje de cuatro caballos, que se detuvieron de re-
Como ya hemos visto, habia comprado allí un enter- pente estirando como resortes de acero sus nerviosas
ramiento perpetuo , que tanta prisa se daban á llenar piernas .
todos los miembros de su familia. Era el conde de Monte-Cristo que se apeó y vino á
En el frontis del mausoleo se leia : - «Familia de confundirse con la multitud que seguia á pié el carro
Saint-Meran y Villefort. » porque tal habia sido el fúnebre .
deseo de la pobre Renée , madre de Valentina. Chateau-Renaud le vió, yapeándose de su cupé,vino
Hácia el Padre Lachaise , pues , era donde se encami- ' en seguida á reunirsele .

---Buenos dias, mi querido acreedor.

El conde
Bea uchamp bieotra
hacia
no tam apeó.que mirar conla mayer
n se cosa
naba el lujoso
ple y por entierro
los bouleva res del barrio
. exterio resSan Honorato
, llegó al fin ,alque
ce- atencion por todos los claros que la concurrencia le
atravesó todo Paris, ytomando por el barrio del Tem-
menterio. -¿Dónde está Morrel ? preguntó . ¿Quién de vos-
dejaba.
Mas de cincuenta carruajes propios seguian á los -Ya nos hemos hecho la misma pregunta enla
Casicarruajes
veinte de jóven
todos eran dueloes á quiende
, ydetrás aquellos cincuenta otros le ha visto , señores ?
es habia sorprendido casa mortuoria , dijo Chateau-Renaud , porque ninguno

El conde guardó silencio, pero siguió mirandoá to-


la muerte de Valentina , y que, pese al vapor glacial del de nosotros le ha visto .
siglo y al prosaismo de la época , se sentian domi-
nados por la poética influencia de aquella hermosa y das partes.
casta jóven arrebatada al mundo en flor. Al fin llegaron al cementerio .
EL CONDE DE MONTE -CRISTO . 351

La penetrante mirada de Monte-Cristo sondó en se- Monte-Cristo solo miraba aquella sombra invisible
guida aquellos bosques de pinos y de cipreses , y bien para todos los que no estaban muy próximos.
pronto se tranquilizó , porque habia visto deslizarse Por dos veces salió el conde de las filas para ob-
una sombra y sin duda acababa de reconocer al que servar si aquel hombre tenia en las manos algun arma.
buscaba. Cuando se detuvo el cortejo reconocióse que aquella
Ya se sabe lo que es un entierro en aquella magní- sombra era Morrel, que con su gaban negro abrochado
2 fica mansion . Los grupos negros diseminados por las hasta la barba, su rostro lívido , sus mejillas hundidas ,
blancas veredas, el silencio del cielo y de la tierra tur- y su sombrero abollado en sus manos convulsivas se
bado solo por el rumor de las hojas arrancadas de los habia arrimado á un árbol situado en una eminencia

Morrel....se habia arrimado á un árbol.

árboles ; y luego el canto melancólico de los sacerdotes, que dominaba el mausoleo, de modo que no perdiese
al cual se junta aquí y allí un suspiro exhalado detrás ninguno de los detalles de la fúnebre ceremonia que
de una mata de flores por alguna mujer abismada en se iba a verificar.
su dolor y con las manos juntas... Todo pasó como es costumbre que pase.
La sombra que habia reparado Monte-Cristo atravesó Algunos hombres, que como siempre eran los menos.
rápidamente el parterre , situado detrás de la tumba sensibles, pronunciaron discursos alusivos.
de Abelardo y Eloisa , y vino á colocarse con los ayu- Los unos se dolian de aquella muerte prematura , y
dantes de la muerte á la cabeza de los caballos que ar- otros ponderaban el dolor de su padre, sin que faltase
rastraban el carro fúnebre, llegando con la misma li- orador tan ingenioso que descubriese que aquellajóven
gereza al sitio elegido para la sepultura. habia implorado mas de una vez á M. de Villefort por
Cada uno de los concurrentes se ocupaba en mirar los culpables sobre cuya cabeza tenia éste suspendida
algo. la espada de la justicia.
352 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Agotáronse por último las metáforas floridas y los -No lo sé , respondió Monte-Cristo sin saberlo que
períodos dolorosos , parodiando de todas las maneras respondia , ocupado como se hallaba envigilar á Morrel,
posibles los versos de Malherbe á Duperier. cuyas mejillas se iban animando como sucede á aque-
Monte-Cristo no escuchaba ni veia nada , ó por mejor llos que contienen su respiracion.
decir solo veia á Maximiliano, cuya inmovilidad y cuya -Ya se han acabado los discursos. Adios , señores,
calma eran un espectáculo terrible para el que podia dijo el conde bruscamente.
e er lo que pasaba en el corazon del jóven oficial." Y dió la señal de marcha sin quese supiese pordonde.
-¡Calle! dijo de repente Beauchamp á Devray. ¡Alli Terminada la ceremonia fúnebre, tomaron los con-
está Morrel ! ¿ por qué diablos se habrá metido alli? currentes el camino de Paris.

Morrel inclinó su frente hasta tocar con la piedra y murmuró : « Oh ! Valentina ! >

Y se lo hicieron reparar á Chateau-Renaud . Solo Chateau -Renaud buscó un instante con los ojos
-¡Qué pálido está ! dijo este estremeciéndose . á Morrel ; pero mientras habia estado observando al
-Tiene frio , replicó Devray. conde que se alejaba , Morrel habia cambiado de sitio,
-No tal , dijo lentamente Chateau-Renaud , lo que de manera que Chateau-Renaud , despues de buscarle
creo es que está conmovido . Maximiliano es un hombre vanamente con los ojos, siguió á Devray y á Beauchamp .
Monte-Cristo se habia metido en un bosquecillo Y
muy impresionable.
¡ Ba ! repuso Devray; ¡ si apenas conocia á Valen- oculto detrás de un mausoleo , espiaba á Morrel, que
tina de Villefort ! vos mismo lo habeis dicho . poco a poco se habia ido acercando al de su amada á
--Es verdad. Sin embargo , ahora recuerdo que en medida que lo abandonaban los curiosos y los enterra
el baile de Mad. de Moreef bailó tres veces con ella... dores.
ya sabeis, conde , de qué baile hablo ; de aquel en que Estuvo Morrel mirando en torno suyo lenta y veg
vos hicisteis tanto efecto. mente ; pero en el momento en que abrazaba su mirada
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
353

la parte del círculo opuesta á la suya , acercóse Monte- Monte-Cristo tembló de piés á cabeza , y como en él
Cristo ocho ó diez pasos mas sin que él le viera. las resoluciones eran hechos , dió un codazo á uno de
El jóven cayó de rodillas. los cristales de la vidriera , y metiendo la mano por el
Alargado el cuello , fijos y dilatados los ojos y dobla- aguje levan
ro tó la cortina y pudo ver á Maximiliano,
das las piernas como para lanzarse á la primera señal, sentado delante de su mesa con una pluma en lá
continuaba el conde acercándose á Morrel , que incli- que
mano acababa de estremecerse al ruido del cristal roto.
nando la frente basta tocar con la piedra, abrazó la ver- -No es nada, dijo el conde ; disimuladme, querido
ja con ambas manos murmurando : amigo , me he resbalado y he roto ese cristal , y por lo
-¡Oh Valentina ! tanto aprovecho esta ocasion para entrar en vuestro
El conde sintió partísele el corazon al oir estas pala- cuarto . ¡ No os molesteis , no os molesteis !
bras.
Ypasando el brazo por el vidrio roto, abrió la vidriera.
Dió un paso mas , y tocándole en la espalda , dijo á Morrel se levantó evidentemente contrariado , mas
Morrel :
que para recibir á Monte- Cristo para cerrarle el paso .
-¡Ah ! ¿sois vos , querido amigo ? os andaba bus- Vuestros criados tienen la culpa , á fe mia , dijo
cando. Monte-Cristo limpiándose el codo. Los suelos están re-
Monte-Cristo esperaba quejas y recriminaciones, pe- lucientes como espejos.
ro se engañó ; pues volviéndose Maximiliano hrácia él, le ¿ Os habeis hecho daño , caballero ? le preguntó
dijo con calma aparente : Morrel friamente.
Ya veis... estaba rezando . No lo sé. Pero qué haciais ? ¿ estábais escri-
El conde examinó á Morrel de piés á cabeza consu mi- biendo?
rada escrutadora , exámen que le dejó mas tranquilo. -¿ Yo?
-¿Quereis que os lleve à Paris en mi carruaje? Teneis los dedos llenos de tinta.
No , gracias. Es verdad , respondió Morrel. Estaba escribiendo ,
En fin , deseais algo? cosa que, aunque militar , hago muchas veces.
Dejadme rezar. Monte-Cristo dió algunos pasos por la habitacion , lo
El conde se alejó sin replicar palabra , pero fué para que obligó á Maximiliano á dejarle pasar, aunque no sin
colocarse en nuevo escondite, desde donde no perdia ni que le siguiese .
un sologesto de Morrel , quien al fin se levantó ylimpián- -
-¿Estábais escribiendo ? repuso Monte-Cristo con
dose las rodillas blanqueadas por la piedra , tomó el ca- tenacidad importuna.
mino de Paris sin volver la cabeza una sola vez , y bajó Ya he tenido el honor de deciroslo , dijo Morrel.
lentamente por la calle de la Roquete. El conde lanzó una mirada en torno suyo .
El conde despidió su carruaje, que estaba parado en -¡Las pistolas sobre la mesa ! murmuró señalando-
el Padre Lachaisse , y le siguió á cien pasos. selas á Morrel con el dedo.
Maximiliano atravesó el canal y entró por los boule- - Teugo que hacer un viaje , dijo Maximiliano.
vares en la calle de Meslay. Amigo mio , murmuró Monte-Cristo con acento de
Cinco minutos despues de cerrarse la puerta detrás infinita dulzura.
de él volvia á abrirse para Monte - Cristo . ¡ Caballero!
Julia se hallaba á la entrada del jardin contemplando Amigo mio , mi querido Maximiliano , nada de re-
atentamente á maese Penelon , que tomando por lo se- soluciones extremas ; yo os lo suplico.
rio su profesion de jardinero , estaba plantando unos -¡Yo resoluciones extremas ! repuso Morrel enco-
rosales de Bengala. giéndose de hombros. Y ¿ por qué un viaje se ha de lla-
¡ Ah , señor conde de Monte-Cristo ! exclamó Ju- mar resolucion extrema ?
lia con aquella alegría que manifestaban todos los miem- -Maximiliano , dijo Moute-Cristo , arranquémonos
bros de la familia siempre que Monte-Cristo hacia una cada uno nuestra máscara. Maximiliano, no me engañais
visita á la calle de Meslay. con esa tranquilidad , así como yo no os engaño con mi
¿ No acaba de entrar Maximiliano , señora ? le pre- frívola solicitud. Harto comprenderéis no es verdad?
guntó el conde. que para hacer lo que he hecho , para haber roto un
-Si, creo haberle visto pasar, repuso la jóven ; pero cristal , para haber violado el secreto de la habitacion
os suplico que llameis á Manuel.' de un amigo , comprenderéis , repito , que es preciso
-Disimuladme , señora , replico Monte-Cristo; pe- que yo tenga una inquietud real o más bien una con-
ro es indispensable que al momento suba á la habita- viccion terrible. Quereis mataros , Morrel.
cion de Maximiliano . Tengo que decirle una cosa de la -¡Bueno , bueno ! balbuceó Mórrel extremeciéndo-
-mas alta importancia. se ; ¿de dónde sacais esas ideas , señor conde ?
-Id pues , repuso la jóven acompañándole con su Os digo que quereis mataros , prosiguió Monte-
divina sonrisa hasta que desapareció por la escalera. Cristo en el mismo tono , y aquí teneis la prueba.
En un momento subió Monte- Cristo los dos pisos que Y acercándose á la mesa levantó el papel blanco con
le separaban de Maximiliano , y al llegar al descanso se que el jóven habia cubierto su comenzada carla , y tomó
paró á escuchar. esta carta.
Ningun ruido se oia. Morrel lanzóse á quitársela de las manos, pero Mon-
Como en la mayor parte de las casas antiguas habi- te-Cristo lo preveia , y cogiendo á Morrel por el puño ,
tadas por un solo inquilino, la puerta de entrada era so- le sujetó como la cadena de acero sujeta el resorte de
lo una vidriera , pero no tenia puesta la llave. una máquina en medio de su evolucion .
Maximiliano se habia encerrado por dentro , siendo -¡Ya veis que queriais mataros ! dijo el conde; aquí
imposible ver lo que hacia á causa del cortinon de seda está escrito.
encarnada que cubria la puerta. -¡Y bien ! exclamó Morrel pasando sin transicion
La ansiedad del conde se revelaba en su vivísimo de la apariencia de la calma al extremo de la violencia.
color encarnado , síntoma de emocion nada comun en¡Y bien ! aunque eso fuera así , aunque hubiera yo re-
este hombre impasible . suelto volver contra mí el cañon de esa pistola , ¿ quién
¿ Qué haré? murmuró . me lo impediria ? ¿quién tendria valor para impedírme-
Y se puso á reflexionar un instante. lo?¡Cuando yo diga : todas mis esperanzas están destrui-
-¿Llamaré ó no? muchas veces el ruido de una das, mi corazon despedazado, mi vida agostada y seca,
campanilla , es decir de una visita, apresura la resolu- y solo hay en torno mio disgusto y duelo ,
cion de los que se hallan en el caso en que debe ha- , tierra se ha convertido para mí en cenizas , yporque toda voz
la
llarse Maximiliano , y entonces al ruido de la campanilla humana me desgarra los oidos ! cuando yo diga : por
responde otro ruido. compasion se me debe dejar morir, porque si no me de-
354 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

jais morir perderé la razon, me volveré loco ! .. veamos , veneno á una joven envenenada ! ¡ Ah , caballero ! ¡os
caballero, hablad ; cuando yo diga todo esto , cuando se aseguro que me inspiraríais compasion si no me inspi-
vea que lo digo con angustia y vertiendo lágrimas de ráseis horror !
ini corazon, habrá quien me responda:-os equivocais! -Maximiliano !...
habrá quien me impida ser el mas desgraciado de los -Si , ¿no me dijisteis que me arrancase la máscara?
hombres? ¡ Decid , caballero , decid ! tendréis vos ese pues bien , me la arranco . ¡ Si ! cuando me seguísteis
valor? al cementerio respondí á vuestras preguntas, porquemi
-Si , Morrel , respondió Monte-Cristo con una voz, corazon es bondadoso ... cuando entrásteis aquí os dejé

- Ya veis que queriais mataros ! dijo el conde ; aquí está escrito.

cuya calma contrastaba de un modo extraño con la entrar... Pero puesto que ya abusais, puestoque venis
exaltacion del jóven. Si , yo seré. á insultarme á esta habitacion , donde me hallaba se
¡Vos ! exclamó Morrel con expresion creciente de pultado como en mi tumba , puesto que me traeisun
cólera y de reproche; ¡ vos , que me habeis alimentado nuevo tormento, á mí que creia haberlos agotado todos,
de una esperanza absurda ! ¡ vos , que me contuvísteis , ¡ conde de Monte-Cristo, mi falso bienhechor! ¡condede
arrullásteis y adormecísteis con vanas promesas, cuan- Monte-Cristo, el salvador universal ... ya estais satisfe-
do yo podia con alguna resolucion extrema ó con algun á vuestro amigo...
cho ! vais á ver morirlos
escándalo salvarla ó á lo menos verla morir en mis bra- Y Morrel, agitados labios conla sonrisa de lalocu-
zos! ¡vos , que afectais tener todo los recursos de la in- ra, se lanzó por segunda vez à las pistolas.
teligencia, todo el poder de la materia ! vos , que des- Pálido como un espectro Monte-Cristo, pero con mi-
empeñais ó aparentais desempeñar el papel de la Provi- rada deslumbrante, extendió la mano sobre aquellas ar-
dencia, y que no habeis podido siquiera dar un contra- mas, diciendo al insensato :
EL CONDE DE MONTE- CRISTO .
355
- Y yo os repito que no os mataréis. tu jóven hermana y el Faraon al viejo Morrel; porque
-¡Impedidmelo pues ! replicó Morrel haciendo un
yo soy, en fim , Edmundo Dantes, en cuyas rodillas ju-
postrer esfuerzo, que como el primero vino á estrellarse gabas cuando niño.
en el brazo de hierro de Monte-Cristo . Maximiliano retrocedió otro paso , vacilante, trastor-
-Os lo impediré. nado, fuera de sí.
Pero ¿quién sois vos, exclamó el jóven , para abro- De repente sus fuerzas le abandonaron , y exhalando
garos tan tíránico derecho sobre criaturas libres y pen- un agudo grito , cayó de rodillas á los piés del conde .
sadoras? Luego en aquella admirable naturaleza se obró tam-
-¿Quién soy yo ? repuso Monte-Cristo. Oid. Yo bien de repente una regeneracion completa , y levan-

-¡De rodillas! ¡ de rodillas ! ¡ es el salvador de nuestro padre !..

soy el único hombre que tenga derecho en el mundo tándose y saltando de la habitacion, precipitóse por la
para deciros : escalera, diciendo á voz en grito :
« Morrel, no quiero que muera hoy el hijo de tu pa- -¡Julia ! Julia! ¡ Manuel ! Manuel !
dre.»>
Monte-Cristo quiso á sú vez lanzarse á detenerle ,
Y Monte-Cristo majestuoso , trasfigurado , sublime, pero Maximiliano se hubiera dejado matar antes que
se adelantó con los brazos cruzados hacia el jóven, que abandonase el pestillo de la puerta con que impedia
fascinado á pesar suyo por la impasibilidad de aquel salir á Monte-Cristo.
hombre, retrocedió un paso balbuceando : A los gritos de Maximiliano acudieron asustados Ju-
-¿Por qué hablais de mi padre ? por qué mezclais lia , Manuel y algunos otros criados .
el recuerdo de mi padre á lo que me pasa hoy? Cogiólos Morrel de la mano , y volviendo á abrir la
-Porque yo soy aquel que salvó la vida á tu padre puerta, exclamó con voz ahogada por los sollozos :
un dia que se quiso suicidar como tú te quieres suici -¡De rodillas ! ¡de rodillas ! ¡es el salvador de nues-
dar hoy; porque yo soy aquel que envió el bolsillo á tro padre ! es el bienhechor ! es...
356 BIBLIOTECA UNIVERSAL. .

Iba á decir Edmundo Dantes. nos á Julia y Manuel , les dijo con la dulce autoridad de
Pero el Conde le detuvo cogiéndole del brazo . un padre :
Julia se precipitó á besar la mano del conde , abra- Suplícoos, amigos mios , me dejeis solo con Maxi-
zóle Manuel como á un Dios tutelar, y Maximiliano cayó miliano .
otra vez de rodillas tocando al suelo con su frente. Como esto para Julia era un medio de conservar la
Entonces aquel hombre de bronce sintió dilatarse su preciosa reliquia que olvidaba ya Monte- Cristo, llevóse
corazon , una llamarada devoradora subió de su gargan- apresuradamente a su marido diciéndole :
ta á sus ojos é inclinando la cabeza, echó á llorar. - Dejémoslos .
Durante algunos minutos hubo en aquella estancia El conde se quedó solo con Morrel, que proseguia in-
un concierto de lágrimas y gemidos , que debió pare- móvil como una estatua .
cer sublime á los ángeles mas cercanos al Señor. -Vamos , le dijo , tocándole en la espalda con su
Apenas empezó á recobrarse Julia de la emocion que dedo de fuego , ¿ volverás á ser hombre , Maximiliano
habia sentido , lanzóse por la escalera , corrió á la sala -Si , ¡ porque ya vuelvo a sufrir !
con júbilo infantil , y alzó el globo de cristal que cubria El conde arrugó la frente entregándose , al parecer,
la bolsa del desconocido de las alamedas Meilhan. á una sombría vacilacion .
En este intervalo decia Manuel af conde con voz en- ¡ Maximiliano, Maximiliano ! le dijo, esas ideas que
trecortada . alimentas son indignas de un cristiano.
-¡Oh , señor conde ! ¿ Cómo oyéndonos hablar tan -¡Oh! tranquilizaos, amigo mio, respondió Morrel
á menudo de nuestro bienhechor desconocido , cómo levantando la cabeza y sonriendo al conde con una tris-
viéndonos rodear su memoria de tanta gratitud y tanta teza inefable. No buscaré la muerte ya.
- -Con que nada de armas , nada de desesperacion,
veneracion habeis esperado hasta hoy para descubri-
ros? ¡ oh ! ha sido una crueldad con nosotros , y aun me¿no es así? repuso Monte- Cristo.
atreveria á decir con vos mismo . --Sí , porque tengo para curarme de mis dolores una
Escuchad, amigo mio, dijo el conde, y bien puedo cosa mejor que el cañon de una pistola y la punta de
llamaros así , porque sois mi amigo sin saberlo vos des- un puñal.
de hace once años. El descubrimiento de este secreto -¿Qué es lo que teneis , pobre loco?
se debe á un gran suceso , que es preciso que ignoreis . - Tengo mi dolor que me matará.
-Amigo mio , prosiguió Monte-Cristo con una me
Dios
en el me es testigo
fondo de que deseaba guardarlo siempre
de mi corazon ; pero vuestro hermano Maxi- lancolía igual á la suya ; amigo mio , escuchadme
miliano me lo acaba de arrancar con una violencia de Cierto dia en un arrebato de desesperacion igual al tu
que estoy seguro se arrepiente ya . yo , puesto que me inspiraba una resolución igual,
Y viendo luego que Maximiliano se habia arrojado quise suicidarme como tú.
en un sillon , aunque permaneciendo casi de rodillas, Un dia tu padre desesperado igualmente quiso ta-
bien suicidarse .
añadió Monte- Cristo en voz baja apretando la mano á
Manuel de una manera muy significativa : Si le hubiesen dicho á tu padre en el momento en
------Vigiladle. que dirigia á su frente el cañon de la pistola ,
Si me hubiesen dicho á mí en el momento en que
¿Por qué ? le preguntó admirado el jóveu.
despreciaba el pan de los presos , pan que no habi
No puedo deciroslo , pero vigiladle .
Paseó Manuel una mirada circular por toda la habi- probado en tres dias,
Si nos hubiesen dicho, en fin, á los dos en aquel mo
tacion , y al distinguir asustado las pistolas de Maxi- mento supremo :
miliano se las señaló á Monte-Cristo con un ademan
Vivid , que llegará un dia en que seais dichosos ye
imperceptible. que bendigais la vida ;,
Monte-Cristo bajó la cabeza. Viniese de donde viniese aquella voz , Ja hubiésemos
Manuel dió un paso para apoderarse de las pistolas. oido con la sonrisa de la duda ó con la angustia de la
-Dejadlas , dijo el conde.'"
incredulidad , y sin embargo , ¡ cuántasveces tupadre
Y dirigiéndose luego á Morrel le tomó una mano. estrechán lote en sus brazos habrá bendecido la vid
A las tumultuosas emociones que por un momento ha- Y cuántas veces yo mismo...
bian agitado el corazon del jóven habia sucedido un -¡Ah ! exclamó Morrel interrumpiendo al conde
estupor profundo. ¡vos solo labiais perdido vuestra libertad; mi padre so
En esto subió Julia con el bolsillo de seda y dos lá- habia perdido su fortuna ; pero ¡yo he perdido á Vale-
grimas brillantes en sus mejillas como dos gotas de tina !
matinal rocío. -¡Mirame , Morrel ! dijo Monte-Cristo con aquella
¡ Aquí está la reliquia ! dijo , y no creais que nos lemnidad que en algunas ocasiones le hacia tan gra
sea menos cara desde que hemos encontrado á nuestro de y tan persuasivo ; ¡ mírame , Morrel ! no tengo lag
salvador. 'mas en los ojos, ni fiebre en las venas, ni en el cort
-Hija mia, respondió Monte-Cristo poniéndose co- latidos fúnebres , y sin embargo, Maximiliano , teest
lorado , permitidme que recoja este bolsillo , pues desde viendo sufrir á ti , á quien amo como podria amará
que conoceis mis facciones solo quiero que me recor- propio hijo ! ¿Y eso no te dice, Maximiliane , que el d
deis por el afecto que os suplico me concedais. for es como la vida y que hay siempre un mas allá qu
¡ Oh ! dijo Julia apretando la bolsa contra su cora- todos desconocemos ? Ahora bien , te suplico , temi
zon , os suplico que no me ta quiteis , porque algun dia do que vivas , Maximiliano , en la conviccion de que
podréis abandonarnos , y desgraciadamente nos aban- dia me darás las gracias por haberte conservad
donaréis, no es verdad? existencia.
Lo habeis adivinado , señora , respondio Monte- ¡ Dios mio ! exclamó el jóven ; ¿ qué me dees
Cristo . Dentro de ocho dias habré abandonado este conde ? ¡ cuidado con lo que decís ! Quizás no halrés
país , donde vivian dichosas tantas personas que mere- amado nunca !
cian la venganza del cielo , mientras mi padre espiraba -ConNiñoverdadero
, murmuró el conde.
amor , yo me entiendo. Vede
de hambre y de dolor.
Al anunciar su próxima marcha tenia Monte-Cristo mí : soy soldado desde que soy hombre , y leguei
fijos susabandonado
«habré ojos en Morrel
este ,país
notando
» no leque estas de
sacaban palabras
su le- los veinte y nueve
sentimientos años
que sin amar
abrigué hasta, entonces
porque ninguno
merecia
el nombre de amor... Pues bien , á los veinteynuer
targo.
Entonces comprendió que iba ú sostener una última años vi á Valentina , y hace dos que la amo,
lucha con el dolor de su amigo , y trabando de las ma- dos que estoy leyendo las virtudes de la esposa !
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 357

hija escritas por la misma mano del Señor en aquel -No te lo prometo , te lo juro , dijo Monte- Cristo
corazon abierto como un libro para mí. Conde , con tendiéndole la mano ..
Valentina me esperaba una felicidad infinita , inmensa, -Dentro de un mes, bajo palabra de honor, sino me
increible , una felicidad demasiado grande , demasiado he consolado , me dejaréis dueño de mi vida y no
completa , demasiado divina para este mundo ; y pues me llamaréis ingrato haga lo que haga ?
este mundo no me la ha dado , dicho se está , conde , - - Dentro de un mes , dia por dia , Maximiliano , ho-
que no queda para mí sobre la tierra sino amargura y ra por hora , y esta fecha es sagrada , aunque no sé
desesperacion . si has pensado que estamos á 5 de setiembre, y que hoy
-Os he dicho que espereis, Morrel, repitió el conde . hace diez años que salvé á tu padre.
- Entonces os repitiré yo tambien : -cuenta con lo Morrel cogió las manos del conde y las besó.
que decís , - repuso Morrel , porque si tratais de con- El conde le dejó obrar como si comprendiese que
vencerme y si me convenceis , me liaréis perder eljuicio, merecia esta adoracion .
porque me haréis creer que puedo volver á ver á Va- -Dentro de un mes, continuó Monte-Cristo, halla-
lentina. # rás sobre la mesa donde estémos sentados uno y otro
El conde se sonrió . buenas armas y una muerte dulce ; pero en cambio ¿ me
-¡Amigo mio ! ¡ padre mio ! exclamó Morrel exal- prometes esperar hasta entonces y vivir?
tado , os repito que cuenta con lo que decís , porque Os lo juro á mi vez, repuso Maximiliano .
me asusta el ascendiente que sobre mí vais adquirien- Monte-Cristo atrajo al jóven á su corazon , estre-
do. Cuenta con vuestras palabras , porque ya mis ojos chándole largo tiempo.
se reaniman y resucita mí corazon . Cuenta con lo que -Desde ahora mismo , le dijo , vas á vivir en mi
decís, porque me haréis creer en cosas sobrenaturales . casa. Ocuparás la habitacion de Haydeé , y al menos
Si me mandáseis levantar la piedra que cubre el sepul- mi hijo reemplazará á mi hija.
cro de la hija de Jaira , obedeceria ; si me mandáseis Haydeé ! repitió Morrel. ¿ Pues qué ha sido de
marchiar sobre las aguas como el apóstol, obedeceria . ella ?
-Espera , amigo mio , respondió el conde. Se ha marchado anoche.
¡Ah! dijo Morrel cayendo desde el cielo de su ¿ Te abandona ?
- -Va á esperarme... disponte , pues , á réunirte con-
exaltacion al abismo de su tristeza. ¡ Ah ! os estais di-
virtiendo conmigo como esas madres cariñosas ópor migo en los Campos Elíseos, y hazme salir de aquí sin
mejor decir egoistas que calman los dolores del niño que me vean.
Bajó Maximiliano la cabeza y obedecióle como un ni-
con palabras dulces, porque sus gritos las molestan . No,
ño ó como un apóstol.
amigo mio , no debí deciros que repararais en vuestras
palabras ; nadatemais , enterraré con tanto cuidado mi
dolor en el fondo de mi pecho , lo hundiré tanto , que CAPITULO VII.
no creais siquiera que exista ya... ¡ adios , adios , ami-
go mio! LAS PARTICIONES.
- -Al contrario , le dijo el conde. Desde este mo-
El piso principal de aquella casa de la calle de San
mento, Maximiliano, vas á vivir conmigo, no me aban- German de los Prados que habia elegido Alberto de
donarás , y dentro de ocho dias habremos salido de Morcef para su madre estaba alquilado á un personaje
Francia. muy misterioso .
-¿Y meseguís diciendo que espere ? Este personaje era un hombre cuya cara no habia po-
- Te digo que esperes , porque sé un medio de cu-
dido ver ni aun el portero mismo, porque en invierno
rarte. llevaba una de esas corbatas encarnadas que usan los
-Conde , me entristeceis mas si es posible ; porque cocheros elegantes para esperar á sus amos á la salida
creeis mi dolor un dolor vulgar , y quereis consolarme de los teatros, y en verano se sonaba las narices preci-
con un medio vulgar como son losviajes. samente en el momento en que pasaba por la portería
Y Morrel meneóla cabeza con desdeñosa incredulidad . donde pudiera ser visto.
-¿Qué quieres que te diga ? repuso Monte- Cristo ; Bueno será decir que, contra todas las costumbres
tengo fe en mis promesas, déjame liacer la experiencia . establecidas, nadie espiaba á este inquilino, y que el
-Conde, estais prolongando mi agonía. rumor que corria de que era un alto personaje de mu-
-¡Ah ! ¿con qué tan débil es tu corazon, que notienes cha influencia habia heclio respetar su misterioso in-
fuerza para conceder á tu amigo algunos dias para la cógnito .
prueba que intenta? Sabes tú de cuánto es capaz el Por lo comun sus visitas eran fijas, aunque algunas
conde de Monte-Cristo? ¿sabes tú que él domina á mu- veces las adelantase ó las retrasase ; pero casi siempre ,
chos poderes de la tierra? ¿sabes tú que tiene bastante así en invierno como en verano , tomaba á las cuatro de
fe religiosa para obtener milagros de aquel que ha dicho la tarde posesion de su vivienda, en la cual nunca pa-
que con la fe puede el hombre levantar una montaña ? saba la noche.
Pues bien , espera ese milagro ; espéralo, ó si no... En invierno á las tres y media la discreta criada que
-¿O si no ? repitió Morrel. cuidaba de la habitacion subia á encender la chimenea.
-Ŏ si no Maximiliano , te llamaré ingrato. En verano á las tres y media subia la misma criada
-Conde , tened compasion de mí. con refrescos y sorbetes .
Tanto te compadezco, Maximiliano , tanto , tanto, Alas cuatro, como hemos dicho, llegaba el misterio-
que si no te curas dentro de un mes , dia por dia , hora so personaje.
por hora , ten presentes mis palabras , Maximiliano ; te Veinte minutos despues paraba un coche á la puerta ,
colocaré yo mismo en frente de tus pistolas cargadas y y una mujer vestida de negro ó de azul oscuro, pero
de una copa del mas seguro veneno de Italia... veneno cubierta siempre con un espeso velo , pasaba como una
mas seguro y mas pronto , créeme , que el que ha ma- sombra por la portería y subia la escalera sin que cru-
tado á Valentina. giesen los escalones bajo sus ligeros piés.
¿ Me lo prometeis ? Nunca sucedió que se le preguntara adónde iba.
Sí , porque yo soy hombre tambien como te he Su rostro, como el del desconocido , era, pues, un mis-
dicho, y he querido morir y muchas veces despues que terio para los porteros , porteros modelos , y únicos
la desgracia dejó de perseguirme he soñado con las de- quizá en la inmensa cofradía de los porteros de Paris
licias del eterno sueño . que fuesen capaces de tan rara discrecion.
¡ Oh ! me prometeis eso de seguro ? exclamó Excusado parece decir que la dama solo subia al
Maximiliano loco de alegría. piso principal, que llamaba á la puerta de una manera
358 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

extraña, que la puerta se abria y volvia á cerrarse her-


méticamente tras ella... etc. , etc. su inquilino se llamaba Luciano ; mas como era unpor-
Para salir de la casa se repetia la misma maniobra. tero modelo, juró no decírselo ni aun á la misma por-
tera .
Salia primero la desconocida, siempre cubierta con
su velo, y subiendo al carruaje , se marchaba, unas ve- bre-¿Qué hay, amiga
habia revelad o la mia
dama? preguntó
en su prisa ó cuyonom
aquel en su tur-
ces por un lado de la calle y otras por otro. Veinte mi- bacion.
nutos despues le llegaba su vez al desconocido, que sa-
lia embozado en su corbata ó con el pañuelo en las na- Puedo contar con vos, amigo mio?
rices. Sí, por cierto; ya lo sabeis ; pero ¿qué hay ?Vues-
tra carta de esta mañana me ha causado una ansiedad

Monte-Cristo atrajo al jóven á su corazon estrechándole largo tiempo.

Al dia siguiente de la visita que hizo á Danglars el terrible ; aquella precipitacion, aquel desórden devues
conde de Monte-Cristo , dia del entierro de Valentina, tra letra... Vamos, ó tranquilizadme ó anunciadmedes-
llegó el personaje misterioso á las diez de la mañana de luego lo que haya.
en vez de llegar á las cuatro de la tarde. -¡Un gran suceso , Luciano ! dijo la dama clavando
Casi al mismo tiempo y sin guardar el intervalo or- en el jóven una mirada escrutadora . M. Danglars s
dinario, paró á la puerta un carruaje de alquiler, y la ha marchado anoche.
dama del velo subió rápidamente la escalera. -¿Se ha marchado? ¿Y adónde?
La puerta se abrió y volvió á cerrarse, pero antes que -Lo ignoro.
se cerrara habia exclamado la señora : ¡ Cómo ! ¿ lo ignorais? ¿ luego se ha marchadopa
-¡Oh Luciano ! ¡ oh amigo mio! ra no volver?
De manera que el portero, que sinquerer habia oido -Sin duda alguna. A las diez de la noche le condujo
esta exclamación, supo entonces por primera vez que su carruaje á la barrera de Charenton, donde encontr
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 359

una silla de posta, y subió á ella con su ayuda de cá- conseguido. Os dejo, pues , como os tomé ; rica , pero
mara, diciéndole á su cochero que iba á Fontainebleau. poco honrada .
-¿Y qué decís de eso ? »¡ Adios ! Yo tambien pienso desde hoy trabajar por
-Esperad, amigo mio . Me habia dejado una carta. mi propia cuenta .
Y la baronesa sacó del bolsillo una carta abierta ya »Creed que os quedo muy agradecido al ejemplo que
que le presentó á Devray. me habeis dado y que voy á seguir.
Antes de leerla vaciló el jóven un instante como si >> Vuestro afectísimo esposo
tratase de adivinar lo que contenia ó mas bien como si EL BARON DANGLARS . >>
se decidiese de antemano á adoptar una resolucion, fue-
ra el que fuera el contenido de la carta.. La baronesa habia estado observando á Devray du-
Pasados algunos segundos sin duda ya tenia en esto rante esta larga y penosa lectura , viéndole mudar de
ideas fijas, pues se puso á leerla. color dos ó tres veces , á pesar del dominio que tenia
Véase cuál era el contenido de aquella carta que tanta sobre sí mismo.
turbacion causó á Mad. Danglars. Despues de acabada , volvió á cerrar la carta lenta-
mente y se quedó pensativo.
« Señora y fiel esposa mia. >» -¿Y bien?...le preguntó Mad. Danglars conuna an-
Sin calcular lo que hacia se detuvo Devray para mi siedad que se comprende fácilmente.
---Y bien , señora , repitió Devray maquinalmente,
rar á la baronesa, que se puso muy colorada, y le dijo :
-Seguid leyendo. ¿ qué idea osinspira esa carta?
« Cuando recibais esta carta no tendréis ya marido . -Es muy sencillo . Me inspira la idea de que mon-
>> ¡Oh ! no os alarmeis por lo serio, pues la ausencia sieur Danglars se ha marchado lleno de sospechas...
de vuestro marido será sobre poco mas o menos como -Sin duda . ¿ Pero es eso todo lo que teneis que de-
la ausencia de vuestra hija , pues á esa hora me hallaré cirme?
yo en uno de los treinta ó cuarenta caminos que con- -¡No os comprendo ! dijo Devray con una frialdad
ducen al extranjero. inconcebible.
>> Os debo explicaciones sobre esto, y como sois mu- -Se ha marchado para siempre: para no volver mas.
jer que las comprenderá perfectamente, voy á dároslas. -¡Oh ! no creais eso , baronesa , repuso Devray.
> Escuchad pues. Esta mañana tuve que hacer un
» Os repito que no vuelve , le conozco bien , es un
reembolso de cinco millones. Inmediatamente despues hombre que novaría nunca en sus resoluciones , sobre
debia hacer otro de otros cinco; pero este lo aplazo para todo si son hijas del interés. Si me hubiese creído útil
mañana.. para algo, me hubiera llevado consigo ; cuando me deja
»Hoy me marcho para evitar ese mañana , que me en Paris , claro está que nuestra separacion puede
seria muy desagradable...¿Me comprendeis, mi amada coadyuvar á sus proyectos , que es irrevocable... y que
y queridísima esposa? soy libre para siempre, añadió Mad. Danglars con el
»Creo que me comprendeis , porque estais tan al cor- mismo tono suplicante .
riente de mis negocios como yo mismo, y aun mas que ansieda Pero en vez de responder Devray , la dejó en aquella
d de miradas y de pensamiento .
yo mismo , pues si se tratára de saber qué paradero ha -¿Qué, no me respondeis , caballero ? dijo al fin la
tenido mas de la mitad de mi fortuna yo no lo podria dama.
decir; y estoy seguro, por el contrario , de que vos lo
acertaríais , porque las mujeres tienen un instinto pri- sais-Solo una pregunta tengo que haceros. ¿ Qué pen-
hacer ?
vilegiado ... y hasta lo inexplicable lo explican ellas por
un algebra particular de su invencion . -Eso iba yo á preguntaros , respondió la baronesa
»Yo que solo sabia de números, no sé nada desde el con el corazon palpitante.
-¡Ah ! ¿ es un consejo lo que me pedis ? dijo De-
momento que mis números me han engañado. vray.
»¿Os ha admirado alguna vez, señora, la prontitud -Sí , un consejo es lo que os pido, repuso la baro-
de mi caida? ¿ os ha deslumbrado algo el fuego en que nesa angustiada.
se han derretido mis talegas? Yo confieso que solo he -Entonces si es un consejo lo que me pedis , res-
visto fuego ; mas espero que vos habréis encontrado pondió el jóven friamente, lo que os aconsejo es que
entre las cenizas algun oro. viajeis.
>>Esta esperanza me consuela al alejarme de vos, es- -¡Qué viaje ! murmuró Mad . Danglars .
posa prudentísima, sin que mi conciencia me eche en. -Sí , por cierto . Como dice M. Danglars , sois rica
cara este abandono. y libre ; una ausencia de Paris os es absolutamente ne-
»Os quedan amigos ; os quedan las cenizas en cues- cesaria , despues del doble escándalo del casamiento de
tion , y para colmo de fortuna os queda la libertad que Eugenia y la desaparicion de M. Danglars. Importa so-
me apresuro á devolveros . lamente que todo el mundo os crea pobre y abando-
>>Sin embargo, señora, ha llegado el momento de que nada , porque nadie perdonaria á la mujer de un ban-
entremos en explicaciones íntimas. quero quebrado la opulencia y el lujo . En el primer
» Mientras esperé que trabajáseis por nuestra fortu- caso , basta con que os quedeis quince dias en Paris re-
na , que era la de nuestra hija , cerré los ojos filosófica- pitiendo á todo el mundo que estais abandonada y con-
mente ; pero como habeis hecho de esa fortuna una in- tando á vuestras mejores amigas , que lo irán luego á
mensa ruina , no quiero servir de cimiento á la fortuna contar por todas partes , cómo se ha verificado ese
de otro. abandono. Luego saldréis de vuestra casa dejando en
» Cuando me casé con vos érais rica , pero poco ella vuestras joyas y hasta vuestros muebles para que
honrada... Perdonadme esta franqueza , pues no me todo el mundo ensalce vuestro desprendimiento y os en-
creo precisado á dulcificar mi lenguaje , puesto que tone alabanzas. Entonces se os creerá abandonada y
esta carta la leerémos nosotros dos solos probable- pobre, porque yo solo conozco vuestra situacion íntima,
mente. y estoy dispuesto á daros cuentas como asociado leal.
» He aumentado nuestra fortuna, que por espacio de La Baronesa pálida , aterrada, habia escuchado este
quince años ha ido siempre en alza hasta el momento discurso con tanto horror y tanta desesperacion como
en que misteriosas catástrofes para mí incomprensi- Devray lo habia pronunciado con indiferencia y calma.
bles todavía , vinieron á luchar con ella cuerpo á cuer- -¡Abandonada , repitió, y bien abandonada , caba-
po, sin que pueda yo decir si he tenido ó no la culpa. llero si , teneis razon , nadie lo dudará.
» Vos , señora , solo habeis pensado en aumentar la Estas fueron las únicas palabras que pudo responder
vuestra, y tengo la conviccion moral de que lo habeis á Devray aquella mujer tan altiva y tan violenta..
360 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Pero rica, muy rica , prosiguió Devray sacando | tras cuentas desde el dia en que nos asociamos hasta
su cartera y extendiendo sobre la mesa los papeles que ayer que las he cerrado presentan un activo de dos
contenia. millones y cuatrocientos mil francos ; es decir, un mi-
Mad. Danglars le dejó hacer, ocupándose solamente llon y doscientos mil francos para cada uno de noso-
en apagar los latidos de su corazon y en contener las tros.
Jágrimas que sentia agolparse á sus ojos ; pero, en fin, Ahora , prosiguió Devray cotejando sus cuentas con
el sentimiento de la dignidad triunfó sobre ella , y si no el método y la tranquilidad de un agente de cambio,
pudo al fin contener su corazon, logró al menos no der- tenemos ochenta mil francos , que importa el interés
ramar una lágrima. acumulado de esta suma.

Aquí teneis , señora, ochocientos billetes de á mil francos cada uno .

-Señora , dijo Devray, hace seis meses sobre poco -Pero ¿ qué quiere decir eso de intereses , le inter-
rumpió la baronesa , puesto que nunca habeis dado
mas ó menos que estamos asociados .
Pusísteis en fondo cien mil francos. interés nuestro dinero?
En abril fué cuando se verificó nuestra asociacion. -Suplicoos me disimuleis , señora , dijo friamen
En mayo empezaron nuestras operaciones. te Devray; como tenia amplios poderes vuestros , lo di
En mayo ganamos cuatrocientos mil francos. á interés. Resulta , pues , que la mitad de las gana
En junio, nuevecientos mil. cias importan cuarenta mil francos , quejuntos conlos
En julio aumentamos nuestro capital con un millon cien mil que pusísteis en fondo primeramente hace
y setecientos mil francos (fué como sabeis el mes de en todo agregados à vuestra suma total un milion tres
la deuda española) . cientos cuarenta mil francos.
En agosto perdímos á principios de mes trescientos Ahora bien , señora , prosiguió Devray, he tenidola
mil francos , pero el dia quince nos desquitamos , yá fin precaucion de convertir en papel vuestro dinero antes
de mes habíamos tomado ya la revancha ; porque nues- de ayer. Como veis no hace mucho tiempo, y parecia
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.
361

que me diese el corazon que iba á tener que rendiros de San German de los Prados en el momento en que
cuentas muy pronto . Ahí teneis vuestro dinero , la mi- Devray echaba sus cuentas.
tad en billetes de Banco, y la otra mitad en bonos al Encima de esta habitacion donde acababan de re-
portador. partirse dos millones y medio , habia otra habitacion
Y digo ahí , señora , porque como yo no creyese mi con inquilinos conocidos nuestros y que han desem-
casa bastante segura ni á ningun notario bastante peñado un papel harto importante en los sucesos que
discreto, y como las escrituras hablan mas alto aun acabamos de referir, para que no nos interese algo el
que los notarios , y como, en fin , vos no teneis derecho volverlos á encontrar .
á comprar ni poseer nada fuera de la comunidad En aquella habitacion se hallaban Mercedes y Al-
conyugal , he guardado esa cantidad , hoy vuestro úni- berto.
ca fortuna, en un cofrecito que está en el fondo de Mercede s habia cambiado mucho en pocos dias ; y
este armario, y para mayor seguridad he hecho yo no porque aun en los tiempos de su mayor fortuna hu-
mismo el oficio de albañil. Ahora , continuó Devray biera ella abusado del orgulloso fausto que rompe con
abriendo el armario y sacando la caja , aquí teneis , se- todas las condiciones y hace que no se conozca á una
ñora , ochocientos billetes de á mil francos cada uno, mujer cuando se la ve en trage mas sencillo ; ni mucho
que abultan porcierto tanto como un libro en folio . Una- menos porque hubiese caido en el estado de encogi-
mos á ellos este cupon de veinte y cinco mil francos ; y miento que lleva consigo la miseria , no ; Mercedes es-
para el resto, que importa , segun creo, ciento diez mil taba cambiada, porque no brillaban ya sus ojos ; porque
francos , aquí teneis una letra contra mi banquero, que no sonreia su boca , y porque , en fin , un perpetuo te-
como no es M. Danglars , la pagará á la vista , podeis mor abogaba en sus fabios las palabras que en otro
estar segura. tiempo estaban siempre dispuestas en suinspirada ima-
Mad. Danglars cogió maquinalmente la letra á la vis- ginacion .
ta , el cupon y el legajo de billetes. ¡ Qué poco parecia No era la pobreza lo que agotaba la imaginacion de
esta inmensa fortuna extendida allí sobre la mesa ! Mercedes, ni la falta de valor lo que la hacia insufrible
Y con los ojos secos , pero inflamado el pecho por su pobreza. Caida de la especie de cielo en que vivia ;
los sollozos , la reunió y encerró en la cajita , puso el perdida en la nueva esfera que habia elegido , como
cupon y la letra en su cartera , y de pié , pálida y en la esas personas que salen de un salon espléndidamente
mayor ansiedad , esperó una dulce palabra que la con iluminado para pasar á las tinieblas de repente , Mer-
solase de ser tan rica. cedes parecia una reina que , trocando su palacio por
Pero esperó en vano. una cabaña y reducida á lo extrictamente necesario ,
-Ahora os espera una vida magnífica , dijo Devray. no se reconoce á sí misma ni en los platos de barro
Teneis unas sesenta mil libras de renta; fortuna enorme que tiene que llevar á la mesa por su propia mano , ni
para una mujer que no podrá gastar trenes ni abrir en el jergon que ha reemplazado á sulecho .
casa lo menos hasta dentro de un año. Esto sin contar Con efecto , la bella catalana ó la noble condesa no
que si os parece insuficiente vuestra parte, en gracia á tenia ya aquella mirada altiva ni aquella encantadora
lo pasado, podréis tomar lo que gusteis de la mia , por sourisa ; porque al fijar sus ojos en todo lo que le ro-
supuesto á título de préstamo y teniendo presente que deaba, solo veia ocasiones de tristeza .
todo lo que poseo es un millon y sesenta mil francos. La habitacion estaba empapelada , pero con uno de
-Gracias , caballero, respondió la baronesa , gracias . esos papeles oscuros que eligen con preferencia los
Ya comprenderéis que con lo mio tengo mas de lo ne- propietarios económicos , porque es el que se ensucia
cesario á una mujer que no piensa salir al mundo, á lo menos.
menos en mucho tiempo . El suelo no estaba entapizado.
Devray'se quedó un momento admirado ; pero volvió Los muebles pertenecian á ese falso lujo que llama
en sí é hizo un gesto que podia traducirse por la fór- la atencion y obliga á la vista á fijarse en él ; pero que
mula mas cortés de expresar esta idea : por lo mismo que es chillon y macarrónico , destruye
-Como gusteis. la armonía que es tan necesaria á los que están acos-
Hasta entonces quizás habia conservado Mad. Dan- tumbrados á vivir en una casa elegante.
glars alguna esperanza ; pero cuando vió el desdeñoso Allí vivia Mad. de Morcet desde que habia abando-
gesto que acababa de escapársele á Devray y la mira- nado la suya.
da oblicua que le acompañó, así como la reverencia pro- Aquel silencio eterno la mareaba , como marea al
funda y el significativo silencio de que fué seguido , le- viajero el asomarse á la boca de un abismo.
vantó la cabeza , abrió la puerta y sin furor, sin arre- Conociendo que Alberto la miraba á hurtadillas á
bato, pero tambien sin vacilar, lanzóse á la escalera cada instante para conocer el estado de su corazon,
desdeñando hasta hacer un último saludo al que la de- tenia siempre en los labios una sonrisa monótona, qué
jaba marcharse de aquel modo. á falta de ese fuego tan dulce de la sonrisa de los
-Esos son castillos en el aire, dijo Devray al que- ojos , hace el efecto de una simple reverberacion de la
darse solo. Seguirá viviendo en su casa , leerá novelas y luz , es decir , de una luz sin calor.
jugará á las cartas , ya que no puede jugar á la bolsa. Alberto por su parte estaba preocupado , y le tenia
Y cogiendo su libro, borró con el mayor cuidado las lleno de fastidio un resto de lujo que le impedia per-
cantidades que acababa de pagar. tenecer enteramente á su condicion actual.
-Un millon y sesenta mil francos me queda , dijo. Queria salir sin guantes , y le parecian sus manos
¡Lástima que se haya muerto Valentina de Villefort! me demasiado blancas.
convenia bajo todos conceptos , y me hubiera casado Queria salir á pié , y le parecian sus botas demasiado
con ella. flamantes.
Y flemáticamente , segun su costumbre , esperó á Entre tanto , aquellas dos criaturas tan nobles y tan
que pasasen veinte minutos de la marcha de Mad. Dan- inteligentes , reunidas por el indisoluble lazo del amor
glars para marcharse á su vez . maternal y filial , habian llegado á comprenderse sin
Estos veinte minutos los pasó haciendo números con hablar de nada y á economizar todos los preámbulos
el reló al lado. que se deben suprimir entre amigos para que resulte
Aquel personaje diabólico que con mas ó menos for- esa verdad material de que depende la vida."
tuna hubiera creado toda imaginacion satírica , á no Alberto , en fin , habia podido decir á su madre , sin
cogerle Lesage la delantera en una obra maestra ; aquel hacerla ponerse pálida:
diablo cojuelo que le quitaba el techo á las casas para -No tenemos dinero , madre mia.
ver lo que pasaba dentro , hubiera tenido un placer Nunca Mercedes habia conocido la miseria de toda
muy singular quitándole el techo á la casa de la calle verdad.
SEGUNDA SERIE. - ENTREGA 140. - Тoмо и , 24
362 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

En su juventud hablaba tal vez de pobreza ; pero po- Pero tenia á su hijo. La exaltacion de un deberqui
breza no es miseria , así como falta y necesidad son dos zás exagerado los habia sostenido hasta entonces en
sinónimos entre los cuales hay un mundo de distancia. una esfera superior.
Mercedes en los Catalanes necesitaba mil cosas, pero La exaltacion es casi el entusiasmo, yel entusiasmo
nunca le faltaban ciertas otras. nos hace insensibles á las cosas de la tierra.dr
Mientras las redes estaban en buen estado , se pes- Pero el entusiasmo se había calmado, y erapreciso
caba. ir bajando poco á pocc de la esfera de les sueños al
Mientras habia pescado que vender, habia hilo para mundo de las realidades. Era preciso, en fin , tratarde
componer las redes. Ilo positivo , despues de haber agotado lo ideal.

En aquella habitacion se hallaban Mercedes y Alberto.


OTOW?

Además , viviendo enteramente aislada con un solo -Madre mia , decia Alberto en el momento mismo
amor que para nada entraba en los detalles materiales que bajaba la escalera Mad . Danglars , contemos nues
de la existencia , cada uno pensaba solo en sí mismo. tras riquezas, si os parece, pues necesito saber el total
Con lo poco que tenia, Mercedes se trataba entonces para arreglar mis planes.
todo lo mejor posible. -¡Total, nada dijo Mercedes con una sonrisa do
Hoy tenia que mirar por dos personas y sin elemen- lorosa.
to ninguno. -Si tal, madre mia . Total ,tres mil francos prime
Iba á llegar el invierno.
En aquella habitacion fria y sin tapices no tenia Mer- ro; y tengo la pretension de que hagamos los doscon
esos tres mil francos una existencia envidiable.
cedes lumbre , cuando su casa era un puro calorifero -¡Niño ! dijo Mercedes suspirando.
desde las antesalas hasta los gabinetes.
No tenia ni siquiera una flor humilde , cuando su Ay, madre mia ! repuso el joven, jos he gaslado
por desgracia harto dinero para no conocer ahora le
casa era un invernadero florido siempre á precio de oro.
que vale ! ¡Tres mil francos es una cantidad enorme,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 363

sobre ella he fundado un porvenir seguro , eterno ! —Sí , hemos convenido en que vos viviréis en Marse-
-Decid, amigo mio, ¿aceptamos esos tres mil fran- lla , y yo marcharé á Africa á conquistarme un nombre
cos ? dijo Mercedes poniéndose colorada . en lugar del que he dejado.
-Es cosa convenida , respondió Alberto con tono Mercedes exhaló un suspiro .
firme. Los aceptamos con tanta mayor razon, cuantó - Así , pues , madre mia , desde ayer estoy engan-
que no los tenemos ; pues , como sabeis , están enter- chado en los spahis , añadió el jóven bajando los ojos
rados en el jardin de la casita de las alamedas de Meil- con cierta vergüenza , pues no sabia cuán sublime era
han. Con doscientos francos iremos ambos á Marsella , su humillacion. O mas bien he creido que mi cuerpo era
añadió Alberto. mio yque podia venderlo ; con que desde ayer he reem-
-¿Con doscientos francos ? repitió Mercedes . plazado á un quinto. Me he vendido , como se dice vul-
-¡Oh! ya he ido á enterarme à las diligencias y á los garmente , añadió procurando sonreirse, y me he ven-
vapores , y tengo hecho mi cálculo. Teneis asiento en dido mas caro de lo que creia valer , es decir en dos
la berlina. Ya veis , madre mia , que os trato como á mil francos.
una reina. Cuesta treinta y cinco francos. -¿Con que estos dos mil francos..? dijo Mercedes es-
Alberto cogió una pluma y se puso á escribir. tremeciéndose.
Berlina treinta y cinco francos . • 35 - Es la mitad de la cantidad , madre mia . La otra me
De Chalons à Lyon vais en vapor , seis fr. 6 la darán dentro de un año.
De Lyon á Aviñon , tambien por vapor , diez Mercedes alzó los ojos al cielo con una expresion que
y seis fr.. 16 nadie sabria pintar, y las dos lágrimas que retenia en
De Aviñon á Marsella , siete fr. 7 sus ojos corrieron silenciosas por sus mejillas.
Gastos de viaje , cincuenta fr. • " 50 ¡ El precio de su sangre ! murmuró.
Si me matan , sí , dijo riéndose Morcef; pero te
Total... 114 aseguro , madre mia , que estoy decidido á defender mi
-Pongamos ciento veinte , añadió Alberto sonrién- pellejo á capa y espada. Nunca he tenido tantas ganas
dose. Ya veis que soy generoso , madre mia. de vivir como ahora.
-Pero , ¿y tú, pobre Alberto? -¡Dios mio ! Dios mio ! volvió á murmurar Mercedes.
-¿No habeis visto que me reservo ochenta francos? -Además , ¿ por qué han de matarme? ¿Acaso han
Un joven , madre mia , no necesita comodidades ; so- matado á Lamoriciere , ese Ney del mediodia ? ¿acaso
bre que yo sé ya lo que es viajar. han matado á Changarnier? ¿ acaso han matado á Be-
-Si , en silla de posta y con ayuda de cámara ! deau ni á Morret , á quien conocemos nosotros ? ¡ Figu-
De todas maneras , madre mia. raos , madre mia , cuál no será vuestro júbilo cuando
-Sea pues, dijo Mercedes. ¿ Pero y esos doscientos vuelva yo con mi uniforme bordado ! Os confieso que .
francos? creo que me ha de sentar muy bien ; y que he elegido
-Aquí están , y además otros doscientos. He ven- ese regimiento por coquetería.
dido mi reloj por cien francos , y la cadena y los sellos Mercedes suspiró , aunque procuraba sonreirse.
por trescientos. ¡ Qué fortuna ! la cadena y los sellos va- Aquella santa madre comprendia que no le estaba
lian tres veces mas que el relo . Siempre lo superfluo bien á ella dejar á su hijo todo el peso del sacrificio.
está sobre lo indispensable. ¡ Ya somos ricos ! puesto --- Con que ya teneis , madre mia , repuso Alberto ,
que en lugar de ciento catorce francos para vuestro via- cuatro mil francos asegurados . Con esos cuatro mil
je teneis doscientos cincuenta . francos prodréis vivir dos años .
- Pero algo deberémos en esta casa. —¿ Lò crees ?….. dijo Mercedes.
-Treiuta francos , que los pagaré yo de los ciento Estas palabras se escaparon á la condesa con dolor
cincuenta que me quedan. Ya veis que nado en la abun- tan verdadero , que no se le escapó á Alberto su verda-
dancia , puesto que en rigor solo necesito ochenta fran- dera significacion. Sintió oprimírsele el pecho , y co-
cos para mi viaje. Pero no hemos acabado aun. ¿ Qué giendo la mano de su madre y estrechándola tierna-
decis de esto , madre mia? mente , dijo :
Y Alberto sacó de una cartera con broches de oro , - Sí , viviréis , madre mia.
resto de sus antiguos caprichos ó quizás tierno re- -¡Viviré ! exclamó Mercedes ; pero no te has de
cuerdo de alguna de aquellas mujeres misteriosas y ta- marchar, hijo mio.
padas que iban a llamar á la puerta secreta de que ha- -Me marcharé, madre mia, repuso Alberto con voz
blamos al principio ; Alberto sacó de la cartera un bi- tranquila y firme . Me amais demasiado para dejarme vi-
llete de mil francos. vir ocioso é inútil.
¿Qué es eso ? le preguntó Mercedes. - Tú obrarás segun tu voluntad , hijo mio . Yo obra-
Mil francos , madre mia ... ¡ oh , cabales ! ré segun la de Dios.
-¿Y de dónde te vienen? - -No segun mi voluntad , madre mia , sino segn la ra-
Escuchad , madre mia , y no os conmovais dema- zon y la necesidad . Somos dos criaturas desesperadas,
siado. ¿no es verdad? ¿Qué es hoy la vida para nosotros? ¡ nada!
Y Alberto se levantó para abrazar á su madre, parán- ¿ Qué es la vida para mí ? ¡ oh ! poca cosa sin vos , ma-
dose despues á contemplarla. dre mia , creedlo . Porque sin vos os juro que hubiera
- -¡No podeis figuraros, madre mia , cuán hermosa os renunciado á esta vida el dia que dudé de mi padre y
encuentro ! dijo el jóven con profunda ternura filial . Sois renegué de mi nombre . Pero en fin , vivo ; y si me pro-
en verdad la mas hermosa , así como sois la mas noble meteis esperar, y si dejais á mi cargo vuestra futura
de las mujeres. dicha , doblaréis mi fuerza . Entonces iré á buscar al go-
-¡Querido hijo ! murmuró Mercedes procurando bernador de Argel que tiene un corazon leal y sobre
en vano contener una lágrima que asomaba al borde de todo, esencialmente soldado ; le contaré mi triste his-
su pupila . toria , le rogaré que vuelva de vez en cuando sus ojos
-¡Solo os faltaba ser desgraciada para cambiar mi hácia mi , y si me cumple su palabra , si observa mi
amor en adoracion ! proceder, antes de seis meses osoy oficial ó he muerto.
-No soy desgraciada , porque tengo á mi hijo y Si soy oficial , está asegurada vuestra suerte , madre
nunca lo seré mientras lo tenga. mia , porque tendré dinero para vos y para mi ; y ade-
-Justamente en eso empieza la prueba , dijo Alber- más un nuevo nombre , del cual estarémos los dos orgu-
to. ¿No recordais , madre mia , lo que hemos conve- llosos, porque será vuestro nombre verdadero. Si mue-
nido? ro... madre mia , si muero podréis morir vos como os
-¿Hemos convenido en algo ? le preguntó Mer- plazca , y nuestras desgracias tendrán un término.
cedes. - Bien está , respondió Mercedes con su noble y elo-
364 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

cuente mirada. Tienes razon , hijo mio. Probemos á comendaciones y algunas noticias sobre el Africa . En
ciertas personas que nos observan y que esperan nues- Marsella me uniré con vos.
1 Sea pues , dijo Mercedes envolviéndose en el úni-
tras acciones para juzgarnos , probémoslas que somos
co chal que habia conservado , y que por casualidad era
al menos dignos de compasion.
-Pero desechad esas ideas fúnebres , mi querida ma- una cachemira negra de mucho valor . ¡Vámonos ! ¡ví-
dre, exclamó el jóven. Somos , ó podemos ser muy di- monos !
chosos todavia. Vos sois á la vez una mujer de talento Recogió Alberto sus papeles á toda prisa ; llamópara
Y de resignacion, yo he logrado ser sencillo de gustos y pagar los treinta francos que debía al amo de la casa, y
sin pasiones , así lo espero . Una vez en el servicio , ya ofreciendo el brazo á su madre , bajó la escalera.

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Devray subió los dos escalones que le separaban de su interlocutor para darle un enérgico apreton de manos.

soy rico . Una vez en casa de M. Dantes , ya estais tran- Una persona bajaba delante de ellos. Esta perso
quila. Probemos , madre mia , probemos. volvió la cara al oir el crugido de la seda.
- Sí probemos , hijo mio , respondió Mercedes . Tú ¡ Devray ! murmuró Alberto.
debes vivir , tú debes ser dichoso. Vos , Morcef ! respondió el secretario intimo de
-Con que ya tenemos hechas nuestras particiones, teniéndose en el escalon
La curiosidad enDevray
venció en que se encontraba
aldeseode guards
añadió el jóven afectando una tranquilidad extraordi-
naria. Hoy mismo nos podemos marchar , pues ya sa- el incógnito , sin contar que ya estaba conocido.
beis que tengo tomado vuestro billete. Era , con efecto , una cosa excitante el encontrar e
-Pero ¿y el tuyo , hijo mio? esta casa oscura á aquel jóven , cuya desgracia acababu
-Yo debo quedarme aquí tres ó cuatro dias aun ; es de hacer tanto ruido en Paris.
un ensayo de separacion, alcual necesitamos irnos acos- -¡ Morcef! repitió Devray.
tumbrando . Además mé son indispensables algunas re-
Y apercibiendo luego en la penumbra el velo neg
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 365

y el perfil , jóven aun , de Mercedes , añadió sonrién- | pues de pagado nuestro viaje , nos quedan aun cinco
dose : mil francos.
- Disimuladme , Alberto ; ya os dejo . Devray se ruborizó ; llevaba en su cartera un millon,
Alberto comprendió el pensamiento de Devray. y por poco poética que fuese su cabeza matemática, nó
Madre mia , dijo volviéndose á Mercedes , este ca- pudo menos de reflexionar que la misma casa encerra-
ballero es M. Devray , antiguo amigo mio y secretario ba hacia poco dos mujeres , de las cuales una , deshon-
del ministro de lo Interior. rada con justicia, salia pobre con millon y medio, mien-
¡ Cómo antiguo ! ¿ qué queréis decir ? balbuceó tras la otra , herida injustamente pero sublime en su
Devray. desgracia, se creia rica con algunos francos.

El patio de las Mensajerias.

-Lo digo, M. Devray , respuso Alberto, porque hoy Este paralelo le quitó hasta la cortesanía , abrumóle
ya no tengo amigos ni debo tenerlos. Os quedo , sin aquel ejemplo filosófico , y balbuceando algunas pala-
embargo, agradecido por haberos dignado conocerme. bras vulgares, bajó rápidamente la escalera.
Devray subió los dos escalones que le separaban de su Aquel dia los empleados del ministerio que estaban.
interlocutor para darle un enérgico apreton de manos. á sus órdenes á duras penas le pudieron aguantar el mal
-Creed , mi querido Alberto, dijo con toda la emo- humor.
ciop que era susceptible de sentir , creed que me ha Pero aquella tarde compró una bonita casa situada
afectado mucho vuestra desgracia , y que me pongo á en el boulevard de la Magdalena , y que producia cin-
vuestra disposicion en todo y para todo. cuenta mil libras de renta.
-Gracias, amigo, dijo Alberto sonriéndose ; pero en Al dia siguiente á la hora en que Devray firmaba la
medio de esta desgracia somos aun bastante ricos para escritura, es decir, á las cinco de la tarde, Mad . de Mor-
no necesitar de nadie . Vamos á dejar á Paris , y des- cef, despues de abrazar tiernamente á su hijo y de ser
366 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

tiernamente abrazada por él , subia á la berlina de la visible interés los arranques de coquetería del preso.
diligencia. -¡Calle ! decia un ladron, Mirad al principe quese
Un hombre estaba oculto en el patio de las mensaje- está hermoseando .
rias - Laffitte , en aquellas ventanas del entresuelo -De suyo él es hermoso , respondió otro ; y si tu-
que están encima del despacho de billetes. viese siquiera un peine y pomada, eclipsaria á todos los
Desde allí vió subir á Mercedes , vió marchar á la di- que gastan guante blanco.
ligencia y alejarse á Alberto. -Su frac debe ser muy nuevo , y sus botas relucen
Entonces se pasó la mano por la frente cargada de como un espejo. A nosotros nosdebe alhagar mucho te-
dudas, murmurando : ner un camarada de tan buen tono , y los picaros gen-
-¡Ay de mí ! ¿ cómo les devolveré á esos dos ino- darmes no tienen perdon de Dios . ¡ Envidiosos ! ¡ha-
centes la felicidad que les he quitado? ber destrozado un frac como ese!
Dios me ayudará. -Parece que tiene mucha fama , dijo otro ; y que
ha hecho todo lo que hay que hacer... yen grande. ¡Y
CAPITULO VIII . venir á la cárcel tan jóven ! ¡ oh , magnífico!
El que era objeto de esta abominable admiracion pa
LA LEONERA. recia que saborease los elogios ó el vapor de los elo-
gios, porque las palabras no podia oirlas.
Uno de los departamentos de la cárcel de la Fuerza, Terminado su tocador acercóse al postiguillo del chi-
aquel donde van á parar los presos mas comprometidos ribitil del guarda y le dijo :
y peligrosos se llama el patio de San Bernardo. -Vamos , prestadme veinte francos , que pronto los
En su lenguaje enérgico los presos le han llamado la cobrareis . Conmigo no se corre peligro ninguno. Pen-
Leonera , probablemente porque aquellos leones tie- sad que mis parientes tienen mas millones que vos
nen dientes que muerden tal vez las rejas y mas á me- francos... Vamos, prestádmelos para alquilar una habi-
nudo á los guardas. tacion y una bata. Me humilla mucho estar siemprede
Es una cárcel en la cárcel. frac y de botas . ¡Qué frac para un príncipe Cavalcanti!
Las paredes tienen un espesor doble que las otras. Elcabo le volvió la espalda encogiéndose de hombros.
Todos los dias viene un cerrajero á examinar las maci- Sin embargo, no le hicieron reir estas palabras co-
zas rejas, y en la estatura hercúlea, en las miradas frias mo á otro cualquiera le hubieran hecho , porque aquel
é incisivas de los guardas se conoce que han sido ele- hombre babia oido muchas por el estilo , ó por mejor
gidos para reinar allí por el terror y la actividad de la decir , habia oido siempre la misma cosa.
inteligencia. -Sois un hombre sin corazon , dijo Andrea , y yo
El patio de este departamento está cerrado por unas haré que os quiten el destino.
enormes paredes, sobre las cuales se desliza el sol obli- Estas palabras hicieron volver al guarda , que ahora
cuamente hasta que se decide á penetrar en aquel lanzó una sonora carcajada.
abismo de tinieblas morales y físicas. Los presos se acercaron y formaron corro.
Allí se ven errantes desde que tocan diana , pensati- -Os digo, prosiguió Andrea , que con esa despre-
vos, melancólicos y pálidos , los hombres que la justicia ciable cantidad podré procurarme una habitacion y un
tiene cogidos entre sus brazos de hierro.
traje para recibir de una manera decente la ilustrè vi-
Allí pasan horas enteras hablando en grupos de á sita que espero de un momento á otro.
dos y mas á menudo solos , y clavando sin cesar sus -¡Tiene razon ! ¡ tiene razon ! gritaron los presos.
miradas en la puerta que se abre para Hamar á alguno Pardiez ! ¡ bien se ve que es un hombre como hay
de ellos ó para vomitar en el abismo una nueva escoria i
pocos !
arrojada por la sociedad. -Pues bien , prestadle vosotros los veinte francos,
El patio de San Bernardo tiene su locutorio parti- dijo el cabo . ¿Acaso no debeis esefavor á un camarada ?
cular.
Es un cuadrilongo cerrado por dos rejas paralelas, -Yo no soy camarada de esa gente , dijo el jóven
separadas unas de otras tres piés , para que las visitas con orgullo. No me insulteis , que no teneis derecho
para tanto .
no puedan darles la mano ú otras cosas á los presos . Los ladrones se miraron unos á otros con sordos
Este locutorio es sombrío , húmedo y horrible sobre
toda comparacion , particularmente cuando se piensa murmulios , y una tempestad , ocasionada tanto por la
en los tremendos secretos que se han deslizado por provocacion del guarda como por las palabras de Andrea,
aquellas rejas oxidándolas y gastándolas. comenzó á zumbar en torno del preso aristocrático.
Pese á lo espantoso de este sitio , es el paraíso adon- El guarda seguro de hacer el quos ego cuando estu
de vienen á desahogarse en una sociedad anhelada y vieran las olas mas agitadas, las dejaba subir poco
saboreada aquellos hombres que tienen contados sus poco para jugarle una mala pasada al pedigüeño impor
dias. tuno y tener un rato de solaz en su pesado empleo.
¡ Es tan raro el que sale de la Leonera para otra parte Ya los ladrones se iban acercando á Andrea gritando
que no sea la barrera de Santiago , los trabajos forza- unos :
dos ó el presidio! -¡El zapateado ! ¡ el zapateado !
En este patio que acabamos de describir , cuyas pa- (Cruel operacion que consiste en hartar de golpes ,
redes sudaban una humedad fria , paseábase con las no de zapatos, sino de zapatones claveteados, al compa-
manos en los bolsillos un jóven á quien miraban con ñero quecae en desgracia ) .
mucha curiosidad los habitantes de la Leonera. Otros proponian la anguila , diversion que consiste
Hubiera podido pasar por un hombre elegante , gra- en llenar de arena , de piedras y de monedas de dos
cias al buen corte de su frac , si no estubiera hecho gi- cuartos , cuando las tienen, un pañuelo retorcido , que
rones, á pesar de que no tenia mucho uso. descargan luego sobre las espaldas y la cabeza del pa
El paño fino y sedoso en los sitios bien conservados ciente.
recobraba fácilmente su lustre bajo la mano cariñosa
Azotémosle , dijeron algunos ; azotemos á ese
del preso que pugnaba por dejarle nuevo. hombre honrado .
El mismo cuidado ponia en abrocharse una camisa Pero volviéndose Andrea á ellos , cerró un oje , in-
de batista , que habia cambiado considerablemente de fló el carrillo con la lengua é hizo ese castañeteo de
color desde su entrada en la cárcel , y en pasar sobre labios que equivale entre los bandidos á mil signos de
sus botas charoladas la punta de un pañuelo marcado , inteligencia cuando no pueden hablar .
con dos iniciales debajo de una corona heráldica .
Algunos vecinos de la Leonera contemplaban con derou Erasse.
un signo masónico que le habia enseñado Ca-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 367

Los presos reconocieron en él á un amigo , y renun- réis si se puede tratar á un Cavalcanti como á un hom-
ciaron á sus pañuelos. bre ordinario.
El zapato claveteado volvió al pié del cabeza de Y atravesando el patio como una sombra negra , se
motin. precipitó Andrea por el postiguillo entreabierto, dejan-
Y acto continuo oyéronse algunas voces decir que do estupefactos á sus camaradas y al guarda mismo .
aquel caballerò tenia razon , que podia ser honrado á Con efecto , le llamaban al locutorio , cosa que no
su manera y que los presos querian dar ejemplo de debe admirar , así como no admiraba á Andrea, porque
libertad de conciencia. desde su entrada en la Fuerza, en vez de aprovecharse
El motin se disolvió. el taimado jóven como los demás presos del beneficio de

El guarda de la Leonera.

Sorprendióle esto tanto al guarda , que cogió en se- escribir para hacer que lo reclamasen , habia guardado
guida por las manos á Andrea y se puso á registrarle , el silencio mas estóico .
atribuyendo á algun ademan mas significativo el súbito -¡Evidentemente , decia para sí , me protege algun
cambio de los habitantes de la Leonera. poderoso ! Todo me lo prueba. Esta fortuna súbita ,
Andrea le dejó hacer , pero no sin protestar. esta facilidad con que he vencido los obstáculos , una
De repente sonó una voz por el postiguillo. familia improvisada; un nombre ilustre, que havenido á
-¡Benedetto ! gritó un inspector. ser de mi propiedad, la lluvia de oro que ha caido so-
El guarda soltó su presa. bre mí , las alianzas mas magníficas que se han depa-
¡ Me llaman ! dijo Andrea. rado á mi ambicion ... Un desden de mi fortuna , una
¡ Al locutorio ! repuso la voz. ausencia de mi protector, me han perdido , sí ; pero
Bien veis que vienen á visitarme . ¡Ah! ya conoce- no para siempre. Me han retirado la mano momentá-
368 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

neamente , pero deben volvérmela á tender y ampa- , que la visita fuese del juez de la causa , y demasiado
rarme en el momento en que me crea próximo á hun- tarde para que fuese del director de la cárcel ó del mé-
dirme en el abismo . ¿Por qué me he de arriesgar á dico; con que era, pues, la visita que estaba esperando.
cualquier resolucion imprudente que acaso me haria Detrás de las rejas del locutorio distinguid Andrea
perder á mi protector ? Dos medios tiene de sacarme con sus ojos dilatados por una ávida curiosidad el ros-
bien de este trance. Una fuga misteriosa comprada á tro sombrío é inteligente de Bertuccio , que contempla-
precio de oro ó el untarle la mano á los jueces para que ba tambien con dolorosa admiracion las ferradas puer-
me absuelvan. tas , las rejas y la sombra que se agitaba detrás de los
Esperemos, pues, para hablar y para obrar, á adqui- barrotes.

Los presos reconocieron en él á un amigo, y renunciaron á sus pañuelos .

rir pruebas de que me han abandonado totalmente , y -¡Ah ! murmuró Andrea.


entonces... ¡ Buenos dias , Benedetto ! dijo Bertuccio con su
Andrea habia concebido un plan muy hábil , pues voz hueca y sonora.
era intrépido en el ataque y rudo en la defensa . Habia ¡ Vos ! ¡ vos ! exclamo el jóven mirando con 6-
soportado la miseria de la prision y las privaciones de panto en torno suyo .
todo género ; pero poco a poco habia vuelto á desper- , pobre niño ! dijo Bertuccio.
tarsele en el instinto natural, ó mas bien la costumbre, - No me conoces
Silencio ! ¡ silencio ! repuso Andrea , que sabialo
y sentia verse desnudo y asqueroso y hambriento , y se fino que tienen el oido aquellas paredes.
Je hacia el tiempo largo. ¿ Quisieras hablar conmigo á solas , no es verdad?
A estas enojosas reflexiones se hallaba entregado , le preguntó Bertuccio .
cuando le llamó al locutorio la voz del inspector . Su
corazon saltó de júbilo . Era demasiado temprano para -Oh! si ! dijo Andrea.
-Está bien.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 369

Y metiéndose la mano en el bolsillo , hizo Bertuc- -No andemos con bromas , respondió Bertuccio
cio seña á un guarda que se veia detrás de los cristales gravemente. Nunca pronuncieis aqui ese nombre como
del postiguillo. osasteis pronunciarlo ahora.
-Leed , le dijo. ¡ Ba ! dijo Andrea algo aturdido de la solemnidad
¿ Qué es eso? le preguntó Andrea. de Bertuccio. ¿Por qué?
-La órden de llevarte á una habitacion y dejarme - Porque el que lleva ese nombre está muy prote-
solo contigo. gido por el cielo para ser padre de un miserable como
-¡Oh ! murmuró Andrea fuera de sí de alegría . VOS.
Pero replegándose en seguida se dijo á sí mismo : ¡ Palabrotas !...
-¡Tambien el protector desconocido ! no me han Que seran hechos si no os reportais .
olvidado. Puesto que desean hablarme en secreto , los ¿ Amenazas á mí ? no las temo... y diré...
tengo en mi poder. Bertuccio es emisario de mi pro- ¿Creeis habéroslas con pigmeos de vuestra ca-
tector. laña ? dijo Bertuccio con tono tan tranquilo y mirada
Conferenció el guarda un momento con su superior, tan segura , que Andrea se sobresaltó sinceramente .
y luego vino á abrir las dos puertas de la reja condu- ¿Creeis habéroslas con vuestros compañeros de Tolon ,
ciendo á Andrea , que estaba mudo de alegría , á una con vuestras cándidas víctimas de Paris ? Benedetto,
habitacion del piso principal con vistas al patio. os tiene cogido una mano terrible ; mano que puede
La habitacion estaba blanqueda con cal como se usa abrirse fácilmente para vos. Aprovechaos. No jugueis
en las cárceles , y tenia un aspecto de alegría que al con el rayo de que se despoja por un instante, pero que
preso le pareció deslumbrador. puede volver á empuñar si tratais de estorbarla en sus
Una sarten, una cama, una silla y una mesa eran todo movimientos.
su mueblaje. -¡Mi padre ! ... quiero saber quién es mi padre,
Bertuccio se sentó en la silla , y Andrea se arrojó so- dijo el tesiarudo jóven. Moriré si es preciso en la de-
bre la cama. manda , pero lo sabré. ¿ Qué me importa á mí el es-
El guarda que los habia acompañado se retiró . cándalo ? es para mi reputacion ... anuncios ... como
-¿Vamos, qué tienes que decirme? le preguntó el dice Beauchamp el periodista. Pero vosotros , hombres
mayordomo. del gran mundo, siempre teneis algo que perder en el
¿Y vos? le preguntó Andrea. escándalo , pese á vuestros millones y á vuestros títu-
Habla tú primero. los... Con que ¿quién es mi padre?
- ¡ Oh , no algo tendréis que decirme , pues ha- A decirtelo vengo .
beis venido á buscarme. ¡ Ah ! exclamó Benedetto con los ojos radiantes
- Pues bien , sea. ¿Con que has continuado tus fe- de alegría.
chorías? ¿con que has robado? ¿ con que has asesinado? En este momento se abrió la puerta y entró un mozo
-Si para decirme eso me habeis hecho subir á una á decir á Bertuccio :
habitacion particular , mas valiera que no os hubic- -Disimulad , caballero , el juez está esperando al.
seis molestado. Todo eso lo sé yo. Otras cosas no sé, preso.
y de esas hablarémos si os place. ¿ Quién os envia ? - Es para terminar mi interrogatorio , dijo Andrea
¡ Oh , oh! mucha prisa es esa, M. Benedetto . á su padre adoptivo . ¡ Maldito importuno!
- De prisa y al asunto. Sobre todo ahorrémonos pa- -- Volveré mañana , dijo Bertuccio .
labras inútiles. ¿ Quién os envia ? - Bueno, repuso Andrea. Señores gendarmes, estoy
Nadie. á vuestra disposicion. ¡ Ah ! caballero, dejadle al alcai-
¿Cómo sabeis que estoy preso? de una docena de escudos para que me dén lo que ne-
Hace mucho tiempo que te he reconocido en el cesite.
insolente jóven que corria á caballo con tanta gracia -'Así se hará , replicó el mayordomo .
por los Campos Elíseos . Andrea le tendió la mano , pero Bertuccio metió la
- ¿ Los Campos Elíseos ?... que te quemas , como suya en el bolsillo para sacar el dinero.
dicen en un juego de prendas. Los Campos Elíseos... Eso es lo que yo queria decir, repuso Andrea pro-
Vaya , hablemos de mipadre si quereis. curando sonreirse , pero subyugado , sin embargo , por
Pues quién soy jo? la extraña tranquilidad de Bertucció.
Vos sois mi padre adoptivo.... pues no creo , ni -¿Me habré equivocado? se decia á sí mismo al subir
puedo creer que vos seaís quien me ha dado á gastar al carruaje oblongo y cerrado con hierros , que se lla-
en cuatro ó cinco meses diez mil francos ; no creo que ma la ensaladera en el idioma carcelario. Allá veré-
vos seais quien me ha proporcionado un padre italiano mos. Hasta mañana, añadió volviéndose á Bertuccio .
y caballero , ni quien ine abrió la entrada en el gran -Hasta mañana ! respondió el mayordomo.
mundo convidándome en Auteuil á cierto banquete que
creo estar saboreando aun con la mejor sociedad de
Paris , con cierto Procurador del rey, cuya amistad hice CAPITULO IX.
mal en no cultivar, pues me seria utilisima en este mo-
mento ; y no creo, en fin , que seais vos quien me fiaba EL JUEZ.
uno ó dos millones cuando me sucedió el fatal acci-
dente... Hablad , pues , hablad, estimado corso... Bien se recordará que el abate Bussoni se había que
¿Qué quieres que te diga? dado solo con Noirtier y que uno y otro se constituye
-Yo te ayudaré. Hace poco hablabas de los Campos ron en guardianes del cuerpo de Valentina.
Elíseos , mi digno padre adoptivo. Acaso las exhortaciones cristianas del abate , acaso
-¿Y qué? su dulce caridad ó su elocuencia persuasiva habian
-Qué en los Campos Elíseos vive un señor muy rico, vuelto al anciano todo su valor , porque desde sus con-
muy rico. ferencias con el sacerdote en vez de la desesperacion
¿ En cuya casa has robado y asesinado , no es ver- que se habia apoderado de él primeramente , todo en
dad? Noirtier revelaba una gran resignacion y una calma , in-
- Creo que sí. creible para los que recordasen el profundo afecto que
-¿El conde de Monte-Cristo ? habia profesado á Valentina .
-Vos le habeis nombrado, como dice Racine. Y bien, M. de Villefort no habia vuelto á ver al anciano desde
debo arrojarme en sus brazos y estrecharle á mi cora- aquella mañana .
zon gritando - ¡ padre mio ! padre mio ! -como dice Toda la casa se habia renovado . El ayuda de cámara
otra comedia. de Villefort era nuevo y nuevo tambien el de Noirtier,
370 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Al servicio de Mad. de Villefort habian entrado dos pio, que eran los únicos que despertasen ya un tanto las
mujeres. fibras de su helado corazon.
Desde el portero hasta el lacayo todas las caras eran La causa corria que volaba, gracias al trabajo ince-
nuevas , que interponiéndose, por decirlo así , entre los sante de Villefort que queriainaugurar con ella las pró-
diferentes amos de esta casa maldita , habian intercep- ximas sesiones del tribunal. Así pues , se habia visto
tado los relaciones ya bastante frias que los ligaban . obligado á aislarse mas que nunca para no responder &
Además, los tribunales iban á abrirse dentro de dos la inmensa cantidad de pedidos que se le hacíande bi-
6 tres dias, y encerrado Villefort en su gabinete, pro- lletes para la sesion.
seguia con febril actividad la causa entablada contra Como había pasado tan poco tiempo desde lamuerte
el asesino de Caderousse. de Valentina , nadie se adinjraba de ver a su padre tan

¿Me habré equivocado? se decia á sí mismo al subir á la ensaladera.

Este suceso , como todos aquellos en que se hallaba absorto en su deber , es decir , en la única distraccion
mezclado el conde de Monte-Cristo , habia hecho mu- que podian sus pesares encontrar.
cho ruido en el mundo parisiense. Una sola vez , que fué la mañana siguiente al dia en
Las pruebas no eran convincentes, puesto que todas que Benedetto recibió la segunda visita de Bertuccio,
se reducian á algunas palabras escritas por un forzado visita en que este debió darle á conocerá su padre; la
moribundo antiguo compañero del reo, que podía acu- mañana siguiente, repetimos , fué la única vez en que
sar á su compañero por odió ó por venganza. Villefort vió á M. Noirtier. Era en una ocasión en que
Sin embargo , el juez tenia ya formado su juicio y el el magistrado, cansado de trabajar, habia bajado aljar
procurador del rey , que habia adquirido la terrible din de su casa, y sombrío, abatido por un pensamiento
conviccion de que Benedetto era culpable , debia hallar implacable , iba cortando con su baston las largas y
en esta difícil victoria uno de esos goces de amor pro- moribundas ramas de los rosales que bordaban las ve
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 371

redas, así como Tarquino cortaba con su baston las ca- , fundo Villefort de las impresiones de aquel rostro que
bezas de las amapolas mas elevadas. le era tan conocido, se apartó un tanto de la línea que
Ya en mas de una ocasion habia llegado al fondo del seguia para ver la persona á quien miraba su padre .
jardin, ó sea á la famosa verja que daba al cercado de En un bosquecillo de tilos, cuyas ramas estaban ya
Morrel , hoy solitario , y volvia por la misma vereda con casi desnudas, vió á Mad. de Villefort que , sentada con
el mismo paso y con los mismos gestos , cuando sus un libro en la mano , interrumpia de vez en cuando su
ojos se dirigieron maquinalmente hacia la casa donde lectura para sonreirle á su hijo ó devolverle su pelota
se oia el rumor de los alegres juegos de su hijo, que ha- que él arrojaba obstinadamente desde la sala al jardin .
bia venido del colegio para pasar el domingo y el lunes Villefort se puso pálido porque comprendia el deseo
con su madre. del viejo .

Eduardo se hacia muy de rogar...

Al hacer este movimiento vió en uno de los balcones Noit tier seguia mirando, pero de repente su mira-
á M. de Noirtier, que se habia hecho trasladar en su si- da pasó de la mujer al marido, siendo el mismo Villefort
llon alli para gozar de los últimos rayos de un sol ca- quien tuvo que sufrir el ataque de aquellos tremendos
liente aun , que venia á saludar las moribundas flores ojos que al cambiar de direccion habian cambiado tam-
de las enredaderas yde las viñas silvestres que trepa- bien de lenguaje, sin perder por esto nada de su expre-
ban hasta el balcon. sion amenazadora.
Los ojos del anciano estaban clavados, por decirlo así Extraña á todas estas pasiones cuyos encontrados
en un punto que Villefort solo imperfectamente distin- fuegos pasaban sobre su cabeza, Mad. de Villefort tenia
guia. en este momento en la manola pelota de su hijo, hacién-
Rebosaba tanto odio y tanta impaciencia , era tan dole seña de que viniese á buscarla con un beso. Pero
salvaje aquella mirada de Noirtier, que conocedor pro- Eduardo se liacia muy de rogar , pues probablemente
372 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

no le pareceria la maternal caricia recompensa sufi- los primeros gritos del niño que se levantaba alegre
ciente al trabajo que iba á costarle. Al fin sé decidió, y como se levantan por lo comun los niños.
saltando desde la ventana sobre unas matas de helio- Villefort llamó á su vez, acudiendo su nuevo ayudade
tropos y de reinas margaritas , corrió á Mad . de Ville- cámara , que entró con los periódicos y una jícara de
fort sudando por todos sus poros. chocolate.
Mad. de Villefort le limpió la frente , púsole en ella -¿Qué me traeis ? le preguntó Villefort.
un beso y despidió al niño con su pelota en una mano Una jícara de chocolate.
y un puñado de bombones en la otra. -- Yo no la le pedido . ¿ Quién se cuida tanto de mi?
Villefort se acercó á la casa atraido por un invencible -La señora. Me ha dicho que como hablaríais hoy
iman como se acerca á la serpiente el pájaro. mucho en la causa de ese asesino , necesitábais cobrar
A medida que se acercaba , los ojos de Noirtier le fuerzas.
iban siguiendo, y parecia que tomasen sus pupilas un Y el criado colocó sobre la mesa situada junto al ca-
grado tal de incandescencia, que Villefort se sentia de- napé, mesa atestada de papeles como las demás , la jí-
vorado por su fuego hasta el fondo del corazon . cara de chocolate y se marchó.
Con efecto , en aquella mirada se leia un sangriento Villefort estuvo un instante contemplando la jícara
reproche á la par que una amenaza terrible. con aire sombrío , y luego de repente la cogió con un
Despues los ojos y la pupila de Noirtier se dirigie- movimiento nervioso y se la bebió de un solo trago.
ron al cielo como si recordase á su hijo un juramento No parecia sino que creyese que aquel chocolate era
olvidado. mortífero y llamára á la muerte para librarse de un de-
-Está bien , caballero , replicó Villefort desde aba- ber algo mas difícil que morir. Despues se levantó y se
jo ; tened un dia mas de paciencia , que yo cumpliré lo puso á a pasear por el gabinete con una especie de son-
prometido. risa que hubiera asustado á quien la hubiese visto.
El anciano, al parecer, tranquilizóse con estas pala- El chocolate era inofensivo , y no sintió naða M. de
bras, y volvió los ojos á otro lado con indiferencia . Villefort.
Desabrochóse Villefort violentamente el gaban, que A la hora del almuerzo no pareció á la mesa.
le estaba alogando, pasóse por la frente su mano lívi- El ayuda de cámara volvió al gabinete.
da y volvió á su despacho. -La señora , dijo , os avisa que acaban de dar las
Aquella noche se pasó tranquila. Todo el mundo se once y que la audiencia es á las doce.
acostó y durmió como de costumbre. ¿Y qué mas ? repuso Villefort.
Solo Villefort, tambien como de costumbre, no se acos- La señora se ha vestido . Está ya dispuesta , y pre-
tó á la hora que los demás , deteniéndose hasta las gunta si os acompañará .
cinco de la mañana en revisar los últimos interrogato- -¿Adónde ?
rios hechos la víspera por los jueces, en cotejar las de- -Al tribunal .
claraciones de los testigos y en poner mas claras cier- ¿Para qué ?
tas ideas de su acusación , que era una de las mas enér- -- La señora dice que desea asistir á esta sesion.
gicas y mas hábiles que hasta entonces habia hecho . ¡ Ah ! ¡ lo desea ! repuso Villefort con un acento
A la mañana siguiente lúnes, debia verificarse la pri- casi terrible.
mera sesion del tribunal. El criado retrocedió un paso añadiendo :
Villefort vió amanecer , y la luz azulada de una au- -Si deseais salir solo , voy á decirselo á la señora,
rora siniestra y nebulosa vino á destacar sobre el papel Villefort permaneció un instaute mudo clavánedos
los renglones que habia escrito con tinta roja. los dedos en su pálida mejilla sombreada por una barba
Habíase quedado dormido un instan en entras lan- negra como el ébano .
zaba su bujía los últimos reflejos , y se despertó con los Decid á la señora, respondió al fin, que deseoba
dedos húmedos y colorados como si los tuviera llenos blarla, y que la ruego me espere en su cuarto.
de sangre. - Bien, señor.
Abrió el balcon y vió una gran lista de color de fue- -Volved luego á vestirme y afeitarme.
go atravesada en el horizonte. -Al instante.
Mas allá de la verja de los castaños , en el cercado El ayuda de cámara desapareció en efecto para vol
de alfalfa, subia al cielo una alondra lanzando al aire yer á poco tiempo á afeitar à Villefort y vestirle de ne-
sus gorgeos matutinos. gro solemnemente. Terminadas estas operaciones , le
La brisa húmeda de la aurora inundó la cabeza de dijo :
Villefort y refrescó su memoria. -La señora ha dicho que os esperaba despues que
-Hoy será , dijo haciendo un esfuerzo , hoy será estuviéseis vestido .
cuando el hombre que va á empuñar la espada de la Allá voy.
justicia hiera á todos los que sean criminales. Y con las causas debajo del brazo y el sombrero en
Y á pesar suyo sus miradas fueron á buscar el balcon la mano , se dirigió Villefort á la habitacion de su mujer .
donde habia visto la víspera á su padre . Estaba cer- A la puerta se detuvo un instante para limpiarse el
rado. sudor que inundaba su frente lívida.
Sin embargo, tenia tan presente la imágen de Noir- Despues empujó la puerta.
tier, que se dirigió al balcon como si hubiera estado Mad. de Villefort estaba sentada en una otomana
abierto , y murmuró como si viese al anciano amena ojeando con impaciencia periódicos y libros que Eduar
zador : do se apresuraba á hacer pedazos antes que su madre
-Sí , sí, tranquilízate. acabara de leerlos. Estaba completamente vestidapara
Dejó caer la cabeza sobre el pecho y dió en esta salir ; y tenia puestos ya los guantes y preparado el
postura algunos pasos por el gabinete , hasta que al fin sombrero sobre un sillon.
se arrojó vestido sobre un canapé , menos para dormir - ¡ Ah ! ¡ vos aquí, caballero ! dijo con voz natural !
que para dar descanso á sus miembros destrozados por tranquila. ¡ Dios mio ! ¡ qué pálido estais ! ¿Habeistra-
la fatiga y por el frio del trabajo que penetra hasta la bajado tambien toda la noche ? ¿por qué no habeis re-
médula de los huesos. nido á almorzar con nosotros? En resumen, &me lleva
Poco a poco se fueron despertando todos los de la réis á la audiencia , ó iré yo sola con Eduardo?
casa. Como se ve, Mad. de Villefort habia multiplicado las
Villefort oyó desde su gabinete los rumores sucesi- preguntas para obtener alguna respuesta.
vos que constituyen, por decirlo así , la vida de las ca- Pero Villefort permanecia mudo y frio como una es-
sas ; las puertas que rechinaban al abrirse ; la campa- tatua.
nilla de Mad . de Villefort que flamaba á su doncella, y - Eduardo , dijo al fin fijando en el niño una mira-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 373

da imperiosa, id á jugar á la sala, que tengo que hablar , con ansiedad y dirigiéndole una sonrisa , que heló la
con vuestra madre. impasibilidad de Villefort.
Mad. de Villefort tembló de ver aquella frialdad , -Señora, dijo claramente y sin preámbulos colocán-
aquella resolucion y aquellos aprestos preliminares tan dose entre su mujer y la puerta ; señora , ¿dónde teneis
extraños. el veneno que por lo comun usais?
Eduardo habia levantado la cabeza para mirar á su Mad. de Villefort sintió lo que debe sentir la alondra
madre, pero viendo que ella no confirmaba la órden de cuando ve al milano enarcar la garra sobre su cabeza .
Villefort, habia vuelto á su trabajo , que era cortar las Un sonido ronco, ahogado, que no era un grito ni un
cabezas á unos soldados de plomo. suspiro , se exhaló del pecho de Mad. de Villefort , que
¡ Eduardo ! gritó M. de Villefort con voz tan dura , I se puso pálida hasta la lividez.

phungué

-Señora dónde teneis el veneno que por lo comun usais?

que el niño dió un salto sobre la alfombra ; Eduardo; -Caballero, dijo , no comprendo...
¿me entendeis ? idos. Y como se habia incorporado en un paroxismo,de
El niño , á quien este tratamiento le era poco comun, terror, dejóse caer en el sofá en un segundo paroxismo
se puso pálido, aunque no sabrémos decir si de cólera mas fuerte sin duda que el primero .
ó de miedo. Os preguntaba , continuó Villefort con voz perfec-
Dirigióse su padre á él, le cogió por un brazo, y dán- tamente tranquila, ¿en qué sitio guardais el veneno con
dole un beso en la frente , le dijo : el cual habeis matado á mi suegro M. de Saint-Meran,
¡ Vete, hijo mio , vete ! á mi suegra, á mi hija Valentina y á Barrois?
Eduardo se marchó al fin. ¡ Ali ! caballero, ¿ qué decís? exclamó Mad. de Vi-
M. de Villefort le echó el cerrojo á la puerta. llefort juntando las manos.
-¡Dios mio! murmuró la jóven mirando á su marido -A vos no os toca interrogarme , sino responderme.
374 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

-¿Como esposo ó como juez ? balbuceó Mad . de Vi- -No os he entendido ; ¿ qué quereis decir? balbuceó
llefort . la pobre mujer completamente aterrada.
-¡Como juez , señora ; como juez! -Quiero decir que la esposa del primer magistrado
Era un espectáculo triste la palidez de aquella mu- de la capital no manchará con su infamia un nombre in-
jer, la angustia de su mirada y el temblor de todo su tachable hasta hoy, y no deshonrará á la vez á su mari-
cuerpo. do y á su hijo.
¡ Ah ! ¡ caballero ! murmuró. ¡ Ah ! ¡ caballero ! -¡No ! no!
Y esto fue todo. ¡Bien , señora ! Esa será una buena accion que de
---
-¿No respondeis , señora ? exclamo el terrible in- antemano os agradezco .
terrogador; y luego añadió con una sonrisa mas tre- ¿Me agradeceis que ?...
menda aun que su cólera : -Lo que acabais de decir.
-Bien es verdad que no negais. -¿Qué he dicho yo? tengo perdida la cabeza. No
Mad. de Villefort hizo un movimiento . comprendo nada¡ Dios mio!
-Ni podriais negarlo , añadió el procurador del rey Y se puso de pié con los cabellos en desorden y los la-
extendiendo la mano lácia ella como para cogerla en bios espumantes.
nombre de la justicia . Habéis cometido esos crímenes -Habeis contestado , señora , á esta pregunta que
con impudente destreza, pero destreza que no podia en- os hice al entrar?-¿Dónde está el veneno de que acos-
gañar sino á las personas que por amor á vos estaban tumbrais serviros ?
ciegas. Desde la muerte de Mad . de Saint Meran supe yo Mad . de Villefort levantó los brazos al cielo estrechan-
que habia en mi casa un envenenador, porque me lo dijo do sus manos una en otra.
M. d'Avrigny. Despues de la muerte de Barrois mis sos- -¡No ! no ! murmuró¡ Vos no podréis querer eso !
pechas , Dios me perdone , recayeron sobre un ángel, -Lo que yo no quiero , señora , respondio Villefort,
mis sospechas , que aun en donde no hay crímen , están es que murais en un cadalso ; ¿lo entendéis ?
sin cesar alerta en el fondo de mi corazon; pero des- ¡Oh! ¡perdon ! perdon!
pues de la muerte de Valentina no ha habido ya duda -Lo que yo quiero es que se haga justicia. Estoy en
para mí, señora, y no solamente para mí, sino tampoco la tierra para castigar , señora , añadió con una mirada
para los demás ; de manera que vuestro crimen , cono- chispeante . A cualquiera otra mujer, aunque fuese una
cido hoy de dos personas, pero sospechado de muchas, reina, la enviaria el verdugo ; pero con vos seré miseri-
va á ser público ; y como os decia hace poco , señora , cordioso . Avos os digo : -¿no es verdad , señora , que
no es un marido el que os habla , sino un juez. habeis reservado algunas gotas de vuestro veneno mas
dulce y mas activo ?
La jóven se cubrió el rostro con las manos. ¡Oh ! perdonadme, caballero !; dejadme vivir!
-¡Oh! caballero ! no os fieis de las apariencias , bal-
buceó. ¡ Era cobarde ! dijo Villefort.
¿ Seréis cobarde ? exclamó Villefort con voz des- ¡ Pensad que soy vuestra mujer !
-Sois una envenadora,
preciativa. Con efecto , siempre he reparado que los -¡ En nombre del cielo !
envenenadores son cobardes. ¿ Seréis cobarde vos, que
- No , no.
habeis tenido el espantoso valor de ver morir en vues-
¡ En nombre del amor que me habeis tenido !
tra presencia á dos ancianos y á una jóven?
¡Caballero! ¡ caballero!" No , no ,.
¡ En nombre de nuestro hijo! jab! dejadmevivir por
-¿Seriais cobarde, prosiguió Villefort con exaltacion.
nuestro hijo !
creciente , seríais cobarde vos , que habeis contado uno -Os repito que no . Si os dejase vivir acaso un dia
á uno los minutos de cuatro agonías? ¿vos, que habeis le matárais á él como á los demás .
combinado vuestros infernales planes y habeis prepa- ¡ Yo matar á mi hijo ! exclamó aquella madre sal-
rado vuestro infames brebajes con una habilidad y una vaje lanzándose á Villefort . Yo matar á mi Eduardojah !
precision verdaderamante milagrosas ? vos , que lo ha- Y una risa espantosa , risa de demonio , risa de loca,
beis combinado todo tambien , os habréis olvidado de terminó la frase perdiéndose en un sollozo desgar
calcular una sola cosa, adónde os conduciria la revela- rador.
cion de vuestros crímenes ? ¡ Oh ! ¡ eso es imposible ! ¡ Oh! Mad . de Villefort habia caido á los piés de su marido,
sin duda habréis guardado algun veneno mas dulce ,
mas sutil y mas activo que los demás para libraros del que-Pen sadlo ábien
se acercó ella.
, señora , le dijo . Si á mi vuelta no se
castigo que os espera... A lo menos habréis hecho esto . ha hech o justic ia , os denuncio por mi propia boca yos
Mad. de Villefort cayó de rodillas retorciéndose las prendo por mis propias manos :
manos. La dama le oia palpitante , abatida , solo sus ojos vi-
-¡Ya lo sé ! ya lo sé ! prosiguió el procurador del vian en ella animados de un fuego terrible .
rey. Ya sé que confesais , pero la confesion hecha á los -Ya me entendeis , repitió Villefort , voy al tribunal
jueces , la confesion hecha en el último extremo cuando á pedir la pena de muerte contra un asesino...Si á mi
no se puede ya negar, no disminuye en nada el castigo vuelta os encuentro viva , dormiréis esta noche enla Con-
del culpable. serje ría. .de Villefort
-¡El castigo! exclamó Mad. de Villefort. ¡El castigo! Mad exhaló un suspiro , dilatáronse sus
ya habeis pronunciado dos veces esa palabra. nervios y cayó sobre la alfombra .
El procurador del rey sintió al parecer un impulso
-Sin duda ; y porque fuéseis cuatro veces culpable,
¿ creiais poder libraros ? porque seais la mujer del que de piedad , y mirándola menos severamente é inclinan-
castiga habeis creido libraros del castigo? No , señora, se un tanto hacia ella , le dijo lentamente :
no . Sea ella quien sea , el cadalso espera á la envene- -¡Adios , seño ra , adios!
Esta despedida cayó sobre Mad. de Villefort comola
nadora; sobre todo, si como os decia hace poco , la enve-
nadora no ha tenido la precaucion de conservar para sí morEl tal cuchilla , ydel
procurador se rey ó . del gabinete cerrando la
salió
desmay
algunas gotas de su veneno mas seguro .
Mad. de Villefort lanzó un grito salvaje , y un terror puertà con llave.
asqueroso y horrible de ver se pintó en sus facciones
descompuestas .
¡Oh! ¡no temais el cadalso , señora ! dijo el juez.
Yo no quiero deshonraros , porque seria deshonrarme á
mí mismo . Al contrario, si me habeis entendido bien,
comprenderéis que no debeis morir en el cadalso .
-Si á mi vuelta os encuentro viva, dormireis esta noche en la Conserjería.
1
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 375

-¡Nobleza de cuerda ! dijo flemáticamente Chateau-


CAPITULO X.' Renaud .
-¿Será condenado , no es verdad ? preguntó De-
EL TRIBUNAL. vray á Beauchamp.
-A vos es á quien debe hacerse esa pregunta , que-
La causa de Benedetto habia producido en Paris una rido amigo, respondió el periodista . Vos conoceis me-
gran sensacion. jor que nosotros estas cosas de tribunales. ¿ Habeis vis-
Concurrente asiduo al café de Paris, al boulevard de to al presidente en la última reunion que ha dado vues-
Gante y al bosque de Boloña, el falso Cavalcanti se habia tro ministro ?
granjeado una multitud de amigos durante su perma- -Si .
nencia en la capital y los dos ó tres meses que habia du- -¿Qué os ha dicho?
rado su esplendor . -Una cosa que va á admiraros.
Los periódicos publicaron una biografía del preso con -Pues hablad pronto, querido amigo . ¡ Hace tanto
los mas curiosos detalles sobre su vida elegante ysu tiempo que no me admiro de nada !
vida de presidio, llenando de curiosidad á todo el mundo, -Me ha dicho que Benedetto, á quien miramos co-
y en particular á los que habian conocido personalmente mo un féuix de sutileza , como un jigante de astucia,
al principe Andrea Cavalcanti , que estaban decididos á es solo un pilluelo muy subalterno, muy cándido é in-
todo por ver en el banco de los acusados á M. Benedet- digno de las experiencias que se harán probablemente
to, el asesino de su compañero de cadena. despues que muera en sus órganos freneológicos.
Para muchas personas era Benedetto , si no una víc- -Sin embargo, repuso Beauchamp, hacia mediana-
tima , á lo menos un error de la justicia. mente el papel de príncipe.
Como habian visto en París á M. Cavalcanti , padre, --Para vos , Beauchamp , que detestais á los pobres
esperaban que apareciese el dia menos pensado recla- principes y que os gusta que tengan malas maneras ;
mando á su primogénito . pero no para mí , que huelo á la legua á los caballeros
Muchas personas que no habian oido hablar nunca y conozco al vuelo á las buenas familias como un ver-
del famoso gaban con que se presentó en casa del con- dadero buron heráldico.
de de Monte- Cristo , se habian dejado fascinar por el -Segun eso, ¿ no habeis creido nunca en su princi-
aire digno , la caballerosidad y la ciencia de mundo que pado?
habia demostrado el antiguo patricio , que preciso es -No.
confesarlo , era un señor perfecto cuando no hablaba y -Sin embargo, os aseguro, dijo Devray, que á cual-
echaba cuentas. quiera otro que no fuéseis vos le daba un petardo... yo
Tambien por lo que atañe al acusado muchas personas lo he visto en casa de los ministros...
recordaban haberle visto tan amable, tan apuesto y tan -Sí , repuso Cliateau-Renaud , como si los minis-
pródigo , que preferian creer primero que en sus crime- tros de altora entendiesen algo de nobleza .
nes en las intrigas de algun enemigo de esos que se en- -Es bueno eso, Chateau-Renaud , respondió Beau-
cuentran por el mundo, donde una gran fortuna propor- champ riéndose . La frase es corta, pero agradable. Os
ciona el medio de hacer el bien ó el mal á la altura de pido permiso para usarla en mi revista de Paris.
lo maravilloso. -Usadla , pues , mi querido Beauchamp, dijo Cha-
Todo el mundo corrió á aquella sesion del tribunal , teau-Renaud ; os doy mi frase por lo que vale.
unos á saborear el espectáculo , y otros á comentarlo. -Si yo he hablado con el presidente , dijo Devray á
Desde las siete de la mañana se arremolinaba el pue- Beauchamp, vos habeis debido hablar con el procura-
blo á la puerta , y una hora antes de abrirse la sesion dor del rey.
estaba ya la sala llena de privilegiados . -¡Imposible ! Hace ocho dias que M. de Villefort
Los dias en que se ven causas célebres , una sala de no se deja ver de nadie, y es muy natural : esa sucesion
audiencia se parece antes y despues de la llegada de los extraña de disgustos domésticos coronada por la muer-
magistrados á un salon donde se encuentran muchas te extraña de su hija...
personas conocidas, que se juntan cuando están bastan- -¿La muerte extraña ? ¿qué decis, Beauchamp?
te cerca para noperder sus sitios, y se hacenseñas cuan- -Sí , sí , baceos el ignorante so pretesto de que ig-
do estan separadas por un grannúmero de curiosos , de norais lo que pasa entre la nobleza de toga , dijo Beau-
abogados yde gendarmes. champ aplicándose el lente al ojo y obligándole á sos-
Hacia uno de esos magníficos dias de otoño que des- tenerse solo.
quitan tal vez á los franceses de la falta ó de la poca du- -Querido mio , dijo Chateau-Renaud , permitidme
racion del verano. que os diga que en esto de lentes no sois tan diestro
Las nubes que habia visto por la mañana M. de Ville- como Devray. Devray, dadle una leccion à Beauchamp.
fort se habian disipado como por encanto , y dejaban - Calle ! dijo el periodista. ¡ Es ella ! no me equi- .
brillar entoda su pureza uno de los últimos y de los me- voco,
jores dias del mes de setiembre. -¿Quién?
Beauchamp, uno de los reyes de la prensa periódica, -¡Es ella!
que por consiguiente tenia su trono en todas partes, -¿Quién es ella?
miraba á derecha é izquierda hasta que apercibió á Cha- -Y decian que se habia marchado .
teau Renaud y Devray, que acababan de seducirá un al- ¿ Eugenia Danglars ? preguntó Chateau- Renaud .
guacil para que se pusiera detrás de ellos en vez de de- ¿Habrá vuelto ya?
lante , como tenia derecho á ponerse . -No, su madre.
El digno ministro de justicia se habia figurado quié- -¿Mad. Danglars?
nes eran el secretario del ministro y el millonario , y se Vamos , eso es imposible , dijo Chateau-Renaud.
mostraba finísimo con ellos , permitiéndoles hasta que Diez dias despues de la fuga de su hija y tres después
fuesen á visitar á Beauchamp bajo promesa de que les de la quiebra de su marido...
guardaria sus sitios. Devray se puso un tanto colorado, y siguió la direc-
-¡Hola! dijo Beauchamp . ¿Venimos á verá nuestro cion de los ojos de Beauchamp.
amigo? ¡ Ba ! dijo. Es una mujer cubierta con un velo ;
-Sí , respondió Devray. Venimos á ver á ese digno una dama desconocida ; ' alguna princesa extranjera ;
príncipe. ¡Al diablo todos los príncipes italianos ! quizás la madre del príncipe Cavalcanti . Pero Beau-
-¡Un hombre que había tenido al Dante por genea- champ, me parece que decíais ó ibais á decir cosas muy
logista ; un hombre cuya nobleza se remontaba á la interesantes.
Divina Comedia ! -¿Yo?
376 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

—Sí , ¿ no hablábais de la muerte extraña de Va- -Si, repuso Beauchamp. ¿Un cuento del otro mun-
lentina? do, no es verdad?
-¡Ah! sí , es verdad. Pero ¿ cómo no habrá venido -Es absurdo , dijo Devray.
Mad . de Villefort? -¡Qué diablo! repuso Beauchamp, preguntádselo á
-¡Pobre ángel ! dijo Devray. Sin duda estará ocu- mi criado, ó por mejor decir, al que mañana dejará de
pada en componer bilas para los hospitales y en hacer ser mi criado . Esos rumores corrian por la casa.
cosméticos para ella y para sus amigas. ¿ No sabeis que -¿Pero esa bebida dónde esta ?
en esta diversion gasta dos ó tres mil escudos anuales? -El niño la oculta.
pero volviendo á lo que decíais , ¿cómo no habrá venido -¿Y de dónde la ha cogido?
Mad . de Villefort ? La hubiera yo visto con mucho pla- -Del laboratorio de su madre.
cer, porque es señora que me gusta mucho . -¿Luego su madre tiene venenos en su laboratorio?
-Y yo la detesto , dijo Chateau-Renaud. -¿Lo sé yo acaso? me estais haciendo preguntas
-¿Por qué? dignas de un procurador del rey. Os repito lo que me
Qué se yo . ¿ Por qué se quiere? ¿por qué se detes- han dicho, os cito el autor; ¿puedo hacer mas? el po-
ta? la detesto por antipatía . bre diablo no comia de miedo.
-O por instinto. -¡Es increible !
-Quizás ... Pero volvamos á lo que decíais , Beau- -No , amigo mio ; no tan increible. El año pasado
champ . hemos visto á un niño de la calle de Richelieuque se en-
-Pues bien , señores , repuso este , ¿no teneis cu- tretenia en matar á sus hermanos y á sus hermanas
riosidad de saberpor qué se muere contanta frecuencia clavándoles un alfiler en la oreja cuando estaban dur-
en casa de Villefort? miendo. La generacion que viene detrás de nosotros
-¿Con tanta frecuencia? es muy precoz , amigo mio.
¡ Qué frase tan bonita ! dijo Chateau-Renaud. -Apuesto, dijo Chateau-Renaud , á que no creeis
-En San Simon Ja he leido . ni una palabra de lo que estais diciendo; pero ¿comono
-Y es lo que sucede en casa de Villefort . se ve por aquí el conde de Montecristo?
-Yo confieso, repuso Devray, que no pierdo de vis- -Está fastidiado , dijo Devray. Además , no querrá
ta esa casa vestida luto desde hace tres meses , y ante darse al público habiendo sido como ha sido engañado
ayer mismo me hablaba de eso la señora á propósito de por ambos Cavalcantis , que segun parece , trajeron
Valentina. para él cartas y letras falsas, de manera que les ha dado
¿ Quién es la señora ? preguntó Chateau- Renaud. unos cien mit francos sobre sus títulos y sus tierras.
¡ La mujer del ministro, pardiez ! -A propósito, Chateau-Renaud , le preguntó Beau-
-¡Ah ! disimuladme. Yo no voy á casa de los mi- chaup , ¿ cómo está Morrel?
nistros... dejo ese honor á los príncipes... como Caval- -Tres veces he ido á su casa , respondió el caba-
canti. llero, sin encontrarle ninguna. Sin embargo, su her
¡ Ah , baron ! Si no teneis piedad de nosotros , vais mana no está inquieta ni mucho menos , y meha dicho
á abrasarnos como un segundo Júpiter. sin alterarse en lo mas minimo que hace dos ó tres
No diré nada mas , dijo Chateau-Renaud ; pero dias que no le ve, pero que está segura de que lo pasa
tened vosotros piedad de mí y no me repliqueis . bien.
- Procuremos terminar nuestro di logo , Beau- ¡Ah! ya caigo, dijoBeauchamp . El condede Monte-
champ. Os decia , pues , que la señora me pidió a Cristo no puede venir.
teayer noticias sobre esto , dádmelas vos , y yo se las -¿Por qué?
daré á ella. -Porque es actor en el drama.
-Pues bien , señores , si se muere con tanta frecuen- -Tambien él la asesinado á álguien? preguntá
cia en casa de Villefort ( repito la frase ) es porque hay Devray.
en ella un asesino . -No, sino al contrario , á él es á quien quisieron
Los dos jóvenes se estremecieron , pues ya les ha asesina r . Ya sabeis que al salir de su casa fué cuando
el amigo Benedetto asesinó al bueno de Caderousse , Y
bia ocurrido la misma idea mas de una vez.
ya sabeis tambien que en su casa fué donde se encon
-¿Y quién es ese asesino? le preguntaron ambos. tró el famoso chaleco con la carta que vino á impedir
-El niño Eduardo.
Una carcajada de sus dos interlocutores no logró la firma del contrato . ¿ Veis el chaleco ? alli está todo
desconcertar en modo alguno at preopinante, que pro- ensangrentado sobre la mesa , como prueba convin-
sigió : cente.
-Sí , señores , Eduardo ; niño fenomenal que mata -¡Ah ! bie n.
-¡Silencio , señores ! Ya vienen los jueces . Cada
ya como si fuera su padre ó su madre .
¿ Es una broma ? uno á su sitio .
-Nada de eso . Ayer he tomado un criado que salia Con efecto , en el preterio se oia un gran ruido.
El alguacil llamo con un-¡ eh! -enérgico á sus dos
de casa de Villefort , escuchadme bien . protegidos , y apareciendo el ujier á la puerta de la
-Ya escuchamos.
ones , gritó con aquella voz estro
-Por cierto que voy a despedirle mañana porque sala de deliberaci
a n s
come atrozmente para desquitarse del ayuno á que pajos que tenia ya los ujiere en tiempo de Beau-
le condenaba el miedo allá . Pues bien , parece que el marchais .
bueno del niño ha logrado, no se sabe cómo , echar- «El tribunal , señores . »
le la garra á alguna droga de la que hace uso de cuan-
do en cuando contra las personas que le disgustan . CAPITULO XI...
Primeramente fueron el abuelito y la abuelita de
Saint-Meran los que le desagradaron... les propinó tres LA ACUSACION .
gotas de su elixir.... con tres gotas basta . Despues fué el Los jueces tomaron asiento en medio del silencia
bueno de Barrois , antiguo criado del abuelito Noirtier,
que de cuando en cuando solia reñirle al picarillo de mas Los jurados ocuparon á su vez sus sitios respectivos.
profundo.
que hablamos... el picarillo le propinó tres gotas de su M. de Villefort , objeto de la atencion y casi de laad-
elixir. Lo mismo le sucedió á la pobre Valentina , que no mir
acion general , sentóse cubierto en su sillon , pasean-
le reñia , pero le inspiraba celos ; propinóle otras tres
gotas de su elixir, y negocio conclui do .
doTodo
en torelno mundo
suyo unacontemplaba
mirada trancon
quilaasombro
. aquella
¿Pero qué cuento nos estais contando ? dijo Cha sonomía grave y severa , cuya impasibilidad noaltera
teau-Renaud,
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 377

ban los dolores paternales , siendo casi objeto de terror , oficio ; ( porque Andrea no habia querido ocuparse de
aquel hombre insensible á las emociones de la huma- estos detalles , á los cuales no daba al parecer impor-
nidad.
- -Gendarmes , traed al reo , dijo el presidente. tancia alguma ;) jóven abogado , cuyo rostro revelaba
infinitamente mas grande que la del mismo
Estas palabras activaron mas y mas la atencion del una emocion
preso.
público , fijándose todos los ojos en la puerta por donde
iba á entrar Benedetto. El presidente pidió en seguida la lectura de la acu-
sacion , escrita , como ya sabemos , por la pluma hábil
Pronto se abrió esta puerta y apareció el acusado.
é implacable de Villefort.
Igual fué la impresion que hizo en todo el mundo , y Durante esta lectura , que fué larga y que para otro
á nadie engañó la expresion de su fisonom ía. hubiera sido penosísima , la atencion pública no dejó ,

is Team wont bb

-¡Silencio, señores ! ya vienen los jueces.

En sus facciones no se advertia la menor huella de de fijarse un punto en Andrea, que sostuvo su peso con
esa emocion profunda que hace refluir la sangre al co- la grandeza de alma de un espartano .
razon y palidecer la frente y las mejillas. Nunca Villefort habia escrito una pieza tan concisa
Ningun estremecimiento agitaba sus manos coloca- ni tan elocuente.
das graciosamente, la una en su sombrero y la otra en El-crímen estaba presentado en ella con los colores
la abertura de su chaleco de piqué blanco. mas vivos.
Sus ojos estaban tranquilos y hasta brillantes . Los ancecedentes del preso , su trasfiguracion y sus
Al entrar en la sala lo primero que hizo el jóven fué actos desde la edad mas tierna estaban trazados con
pasear una mirada por los jueces y los espectadores, aquellos rasgos que el talento , la experiencia y el co-
deteniéndose mas en el presidente y sobre todo en el nocimiento del corazon humano podian inspirar á una
procurador del rey. ↓ inteligencia tan elevada como la del procurador del rey.
Junto á Andrea se colocó su defensor , nombrado de El preámbulo solo perdia para siempre á Benedetto en .
SEGUNDA SERIE .-ENTREGA 141.- TOMO II. 25.
378 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

la opinion pública , mientras la ley le castigaba mas ma- graciosa y elegantes maneras . Con ese objeto efectiva-
terialmente mente os rogué que invirtiéseis el órden de las pre-
Andrea no prestó la menor atencion á aquella lluvia guntas .
de cargos que caia sobre él. El estupor llegó á su colmo .
M. de Villefort, que le examinaba con frecuencia y que En las palabras del acusado no habia farsa ni ci-
sin duda proseguia en él los estudios psicológicos que nismo.
tantas veces babia tenido ocasion de hacer en otros acu- Conmovido el auditorio, presentia que aquella nube
sados , M. de Villefort , repetimos , no pulo lograr una negra encerraba algun rayo:
sola vez que bajara los ojos por inas profunda y mas Acabemos , ¿ cuál es vuestro nombre ? dijo el pre-
fija que fuese la mirada que le dirigia. sidente.
Terminada la lectura , dijo el presidente : - - No puedo decir mi nombre , porque no lo sé ; pero
-Acusado , decid vuestro nombre y apellido . sí sé el de mi padre , y puedo deciroslo .
Andrea se puso de pié. Un mareo doloroso cegó á Villefort.
-Disimuladme , señor presidente , respondió con Viéronse caer de sus mejillas apresuradas y gruesas
voz enteramente tranquila, si veo que vais á establecer gotas de sudor sobre los papeles que revolvia con mano
un órden de preguntas que yo no podré seguir . Tengo convulsiva y trastornada .
la pretension , que á mi me toca justificar mas tarde, -Decid entonces el nombre de vuestro padre , re-
de ser una excepcion á los reos comunes. Dignaos, puso el presidente.
pues , permitirme seguir un órden diferente en las res- Ni un soplo ni un aliento turbaba el silencio de aque-
puestas , que no por eso dejaré de responder á todo . lla inmensa asamblea. Todo el mundo se hallaba en es-
El presidente miró sorprendido á los jurados, que mi- pectativa.
raron al procurador del rey. -Mi padre es procurador del rey , respondió An- .
Todos los circunstantes demostraron tambien mucha drea tranquilamente .
sorpresa. -¡Procurador del rey ! repitió estupefacto el presi-
Pero Andrea no sintió emocion alguna. dente , sin reparar el trastorno de la fisonomía de Ville-
-¿Vuestra edad? dijo el presidente, ¿responderéis á fort . ¡ Procurador del rey ! ...
esta pregunta? -Si , y puesto que quereis saber su nombre , voy á
A esa , como á las otras , responderé , señor pre- deciroslo , se llama Villefort.
sidente , pero á su tiempo . La explosion, contenida tanto tiempo por respeto á la
¿Vuestra edad ? repitió el magistrado . justicia , estalló como una tormenta.
Tengo veinte y un años , ó dicho mejor, los tendré El tribunal mismo no pensó siquiera en reprimir las
dentro de pocos dias , puesto que nací la noche del 27 emociones de la multitud.
al 28 de setiembre de 1817. Las interjecciones , las injurias dirigidas á Benedet-
M. de Villefort , que estaba tomando una nota , le- to que permanecia impasibe ; los gestos enérgicos , las
vantó la cabeza al oir esta fecha. acciones de los gendarmes , el jolgorio de la canalla
¿ Donde nacísteis ? continuó el presidente . que eu toda asamblea numerosa sube á flor de agua en
En Auteuil , cerca de Paris, respondió Benedetto. los momentos de turbacion y de escándalo ... todo esto
M. de Villefort levantó por segunda vez la cabeza , y duró cinco minutos antes que los magistrados y los
mirando á Benedetto como si mirase la cabeza de Me- ujieres lograran restablecer el órden.
dusa , se puso lívido . En medio de este ruido oyóse gritar al presidente:
En cuanto á Benedetto , se pasó graciosamente por la -¡Os estais burlando de la justícia, acusado ! ¿ osa-
boca la punta bordada de un pañuelo de finisima ba- rías dar á vuestros conciudadanos el espectáculo de
tista. una corrupcion sin igual , aun en esta época que nada
¿Vuestra profesion ? siguió preguntándole el pre- deja desear en punto á corrupcion?
sidente . Ocho ó diez personas rodeaban al procurador del rey,
Primere fuí falsario, respondió Andrea con la ma- medio muerto en su sitio , consolándole , animándole y
yor tranquilidad del mundo; despues pasé á ser ladron, dándole otras pruebas de celo y de simpatia.
y últimamente me he hecho asesino . La calma se habia restablecido ya en la ŝala , á ex-
Un murmullo ó mas bien ura tempestad de indig- cepcion de un sitio donde se agitaba y cuchicheaba un
nacion y de sorpresa , estalló en todos los ángulos de la grupo asaz numeroso .
sala. Decíase que acababa de desmayarse una mujer allí,
Los mismosjueces se miraron estupefactos , y losju- y que habiéndole hecho respirar algunos perfumes, ha-
rados manifestaron el mayor disgusto por aquel cinis- biaDura
vuelto
nte en su acuerdo.
este tumulto habia Benedetto vuelto la cara
mo , que nadie esperaba de un jóven elegante.
M. de Villefort se llevó una mano á la frente, que pri- á la asamblea riéndose , y despues se apoyó con una ma-
mero pálida, se habia ido poniendo despues encarnada no sobre el respaldo de su banco , permaneciendo así
y sudorosa . en actitud graciosa .
De repente se levantó mirando en torno suyo como -Señores , dijo , no quiera Dios que trate yo de in-
un hombre trastornado . Le faltaba aire. sultar al tribunal , armando un escándalo inútil en pre-
-¿Buscais alguna cosa , señor procurador del rey? sencia de tan respetable público . Se me pregunta que
le preguntó Benedetto con sonrisa afable .. edad tengo , y la digo ; se me pregunta donde he naci-
M. de Villefort no respondió y volvió á sentarse , ó do , y respondo ; se me pregunta mi nombre , y no
puedo decirlo, porque mis padres me han abandonado;
mas bien á dejarse caer en su asiento .
Y ahora , acusado , & consentis en decir vuestro pero puedo , sin decir mi nombre , porque no lo tengo,
nombre ? le preguntó el presidente . La brutal afecta- decir el de mi padre . Ahora bien , repito que mi padre
cion con que enumerais vuestros diferentes crímenes se llama M. de Villefort, y estoy dispuesto a probarlo .
calificándolos de profesion , la especie de honra que Tenia la voz del jóven un aplomo , una conviccion ,
aparentais darles , cosas que el tribunal debe repren- una energía , que redujeron el tumulto á silencio .
deros severamente en nombre de la moral ydel respeto Todas las miradas se fijaron un momento en el pro
que á la humanidad se debe , esa es quizás la razon curador del rey , que permanecia en su silla inmóvil
que os ha hecho hasta ahora retardar vuestro nombre , como aquel á quien el rayo acaba de convertir en ca
pues querreis que vaya precedido de sus legítimos ti dáver.
-Señores , prosiguió Andrea imponiendo silencio
tulos.
¡ Parece increible cómo me habeis adivinado el con la voz y con el ademán , debo daros la prueba y la
pensamiento , señor presidente ! dijo Benedetto con voz explicacion de mis palabras .
...puesto que quereis saber su nombre, e llama Villefort.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 379

-Pero en el curso de la causa , exclamó irritado el de la especie de locura quê turbaba su cerebro , Ville-
presidente, habeis declarado llamaros Benedetto y ser fort la conoció y se puso de pié .
huérfano y natural de Córcega . -¡Las pruebas ! ¡ las pruebas ! dijo el presidente.
-En la causa dije lo que me convenia , porque noquise Recordad , acusado , que ese tejido de horrores nece-
que se atenuara ó se impidiese, como no se hubiera de- sita apoyarse en pruebas , y de las mas convincentes.
jado de hacer, la solemne declaracion que en este mo- ¡ Pruebas ! dijo Benedetto riéndose , ¿ queréis
mento hago. Repito ahora que nací en Auteuil la no- pruebas ?
che del 27 al 28 de setiembre de 1817 , y que soy hijo -Sí .
del señor procurador del rey Villefort. ¿ Quereis mas -Pues mirad á M. de Villefort , y pedirme pruebas
detalles ? voy á dároslos .. aun.
Nací en el piso principal de la casa número 28 de la Todo el mundo se volvió hacia el procurador del
calle de la Fontaine, en una alcoba forrada de damas- rey , que bajo el peso de aquellas mil miradas , se ade-
co encarnado. lantó al comedio del tribunal vacilante, con los cabellos
Mi padre me cogió en sus brazos , diciendo á mi ma en desórden y amoratado el rostro por la presion de sus
dre que yo estaba muerto ; me envolvió en un pañal dedos.
marcado con una H y una N , y me llevó al jardin don- En toda la asamblea circuló un prolongado murmu-
de me enterró vivo. llo de asombro .
Un estremecimiento nervioso ágitó á toda la coneur- -Me piden pruebas , padre mio , dijo Benedetto,
rencia , viendo que crecia el aplomo del reo á medida ¿ quereis que las dé ?.
que el terror de M. Villefort . -No , no , es inútil , balbuceó M. de Villefort con
-Pero ¿cómo sabeis esos detalles ? le preguntó el voz ahogada.
presidente. -¡Cómo inútil ! exclamó el presidente. ¿ Qué que-
reis decir?
-Voy á deciroslo , señor presidente . En el jardin en
-Quiero decir, exclamó el procurador del fey, que
donde acababa mi padre de enterrarme se habia intro-
ducido aquella misma noche un hombre que le odiaba en vano lucharia con el golpe mortal que me abruma.
mortalmente , y le espiaba hacia mucho tiempo para ¡ Me hallo , señores bajo la espada de un Dios vengador !
tomar de él una venganza corsa. Si , lo reconozco ! no se necesitan pruebas . Todo lo que
Aquel hombre que estaba oculto entre los árboles, acaba de decir ese jóven es verdad .
viendo á mi padre enterrar una cajita, le asestó una pu- Un silencio sombrío y pesado como el que precede á
ñalada en medio de esta operacion ; y creyendo despues las grandes catástrofes de la naturaleza envolvió en su
manto á todos los concurrentes, que tenian los cabellos
que la cajita contenia algun tesoro, abrió el hoyo y me erizados de horror.
encontró vivo todavía. Aquel hombre me llevó al Hos-
picio . -¿Será posible , M. de Villefort , exclamó el presi-
dente, que no estéis alucinado? ¿será posible que goceis
Tres meses despues su hermana hizo el viaje de Ro- de vuestras plenas facultades? Bien se concibe que una
gliano á Paris para venir á buscarme , donde me re- acusacion tan extraña , tan inesperada , tan terrible
clamó como hijo suyo ; y aquí teneis cómo, aunque nací haya conturbado vuestro espíritu. Volved en vos.
en Auteuil, me he educado en Córcega . El procurador del rey meneó la cabeza. Sus dientes
Hubo un momento de silencio ; pero un silencio tan castañeteaban con violencia como los de un hombre de-
profundo , que, sin la ansiedad que respiraban los pe- vorado por la fiebre ; y sin embargo, era mortal su pa-
chos , hubiera parecido la sala vacía. lidez.
-Continuad , dijo la voz del presidente . ---Gozo de todas mis facultades, señor presidente ,
-Por cierto que pude , prosiguió Benedetto, ser fe- respondió . Solo el cuerpo sufre , y eso se concibe. Me
liz con aquellas honradas gentes que me adoraban ; reconozco culpable de todo lo que ese jóven ha dicho
pero mi natural perverso triunfó de todas las virtudes contra mí , y desde ahora mismo quedo en mi casa á
que ellos pugnaban por inculcarme. Crecí en el mal y disposicion del procurador del rey que me suceda.
llegué al crímen . Un dia , que renegaba yo de Dios por Y esto diciendo con voz sorda y casi ahogada , dirigió-
haberme hecho tan malo y por haberme dado tan per- se Villefort á la puerta que le abrió maquinalmente el
ro destino , me dijo mi padre adoptivo : ujier de servicio.
-«No blasfemes , desgraciado, porque Dios te ha dado La asamblea quedó muda y consternada por aquella
el ser sin cólera. El crímen es de tu padre y no tuyo; confesion , que tan terrible desenlace hacia á las dife-
de tu padre , que te consagró al infierno si morias ; y á rentes peripecias que habian agitado últimamente á la
la miseria , si algun milagro te volvia á la vida. » alta sociedad de Paris.
-Desde entonces cesé de blasfemar , pero maldije á ---
- Que vengan, dijo Beauchamp, que vengan ahora á
mi padre; y por esto pronuncié aquí las palabras que decirme que el drama no está en la naturaleza .
me habeis reprochado, señor presidente; por esto cau- Yo, dijo Chateau-Renaud , preferiria la muerte
sé el escándalo que hace aun estremecerse á esta asam- de M. de Morcef. Un pistoletazo es dulce en compara-
blea. Si es un crímen mas , castigadme ; pero si os he cion de semejante catástrofe.
convencido de que desde el nacer mi destino es dolo- -Y mata además , añadió Beauchamp.
roso , amargo , fatal ; compadecedme. -¡Y yo , que habia abrigado un momento, murmuró
-Pero y vuestra madre? le preguntó el presi-
dent Devray, la idea de casarme con su hija! .. Ha hecho bien
e. en morirse la pobre niña.
-Mi madre me creia muerto . Mi madre no es cul- -Se levanta la sesion, señores, dijo el presidente, y
pable ; no he querido saber su nombre , y no la co- se traslada á la próxima sesion la vista de la causa. Hay
nozeo. que instruirla de nuevo y confiarla á otro magistrado.
En este momento un grito penetrante , terminado Andrea por su parte siempre tranquilo y ahora mu-
en un sollozo , resonó en medio del grupo que rodeaba cho mas interesante , salió de la sala escoltado por los
á una mujer , como hemos dicho , y que cayó en un gendarmes, que involuntariamente le trataban con mas
violento ataque de nervios, teniendo que llevársela del miramiento.
pretorio. -¿Qué pensais de esto, buen hombre? preguntó De-
Al atravesar entre la multitud , apartóse un tanto el vray al alguacil metiéndole un luis en la mano.
velo espeso que la cubria , pudiendo reconocerse á Que no faltarán circunstancias atenuantes , res-
Mad. Danglars. pondió el alguacil.
A pesar de la ofuscacion de sus sentidos enervados ,
á pesar de los gritos que desgarraban su oido , á pesar
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
380
tra en este grito todo un libro , y tiene razon para con-
tentarse conél , y mas razon aun para creerlo sublime,
CAPITULO XII .
si es verdadero .
Por otra parte , seria muy difícil pintar el estado de
.EXPIACION. estupor en que Villefort salió del tribunal , aquella fie-
bre que hacia latir sus arterias , hinchaba sus venas has-
M. de Villefort vió abrirse ante él la multitud , aunque ta ponerlas estallantes é iba disecando cada miembro
era muy compacta . Son tan venerables los grandes do- de aquel cuerpo mortal con diferentes dolores .
lores, que ni aun en los tiempos mas pervertidos hay Guiado por el hábito solamente , deslizóse Villefort
ejemplo de que el primer impulso de las muchedum-

VIC

¡ Me hallo, señores , bajo la espada de un Dios vengador !

bres no haya sido simpático á las grandes catástrofes. por los largos corredores arrancándose de suespaldala

Muchos motines han asesinado á personas odiadas toga magistral , no por conveniencia , sino porque le
del pueblo; pero rara vez un infeliz, aunque fuese cri- era una carga insufrible , una túnica de Nesso fecundi-
desentèn- sima en ó torturas.
laer e al patio deola Delfinena do
nttó guió su
minal,
Atravehasó sido insultado por los que asistian á su
, pues , Villefort la muchedumbre. espec- carr
eg
Llua je cisp
,vade al cocher , y abri , dis latin
portezue-
ta do re s , de gu ar di as y de al gu ac il es re co no ci do cul- la por sí mismo , dejóse caer en los cogines , señalando
cia de muerte .
con el dedo la direccion del barrio de San Honorato.

pable, pero protegido por su dolor. Todo


El o so
cochelerpe agit
deó el rt.una destruida acababa de
tigo
suláfo
esto
Hays casituaci
sos el po etaque
ones ande esselcompre
maslosgrhombre hala el
que exnden suo caer sobre la cabeza de Villefort . Este peso le aplana-
grit
con
mas vehepero
instinto, nt e
me no ypueden natural .rlas
el mas comenta La con itud
multsu encuen
talento; en- ba. No sabia las consecue ias , no las habia medido,
nc
EL CONDE DE MONTE -CRISTO . 381

pero las sentia, y tenia á Dios en el fondo del corazon. , y supremo, quizás se prepararia- á morir en aquel mo-
-¡Dios! murmuraba sin saber lo que decia ; ¡ Dios ! mento mismo , puesto que habia ya pasado una hora
Dios! desde su sentencia.
Y solo veia á Dios detrás de aquella catástrofe . Sin duda en aquel momento estaria evocando en su
El coche iba que volaba ; al revolverse Villefort en memoria todos sus crímenes y pidiendo perdon á Dios
los cogines, sintió que le molestaba una cosa . Llevó la y escribiendo una carta para pedirselo humillada á su
mano allí , y era un abanico , que se le habria quedado virtuoso marido , perdon que ella compraba con su
olvidado á Mad . de Villefort. muerte.

... despertó al cochero, y abrió la portezuela por sí mismo .

Este abanico le trajo un recuerdo , que fué un re- Villefort lanzó un segundo grito de dolor y de rabia.
lámpago en medio de la noche. -¡Ah ! exclamó dando vueltas sobre los cogines del
Villefort pensó en su mujer... carruaje ; ¡ esa mujer no ha sido criminal hasta que se
-¡Oh ! exclamó como si le atravesase el corazon un ha contagiado en mi ! ¡Yo sudo el crimen por todos
hierro candente. mis poros ! ella se ha contagiado en el crímen como se
Con efecto, desde hacia una hora solo se presentaba contagia el hombre en el tifus ó en el cólera ; ¡ y yo la
á sus ojos una faz de su miseria, y de repente se lepre- castigo ! ... Yo me he atrevido á decirle - arrepentíos y
sentaba otra no menos terrible; acababa de represen- morid ! -¡Yo ! ¡yo ! ¡ Oh, no, vivirá, me seguirá, vamos
tar con ella el juez inexorable, acababa de condenarla á á huir, á salir de Francia! já correr mientras haya tier-
muerte , y ella abrumada por el remordimiento , porra para nosotros ! ¿Y le hablaba yo de cadalso ? ¡ Gran
el terror y por la vergüenza que acababa de inspirarle Dios ! ¿cómo me he atrevido á pronunciar ese nombre?
con la elocuencia de su irreprochable virtud ; ella, po- ¡ Si á mí tambien me espera el cadalso ! ¡ huirémos, sí,
bre mujer, débil é indefensa contra un poder absoluto me confesaré á ella ! todos los dias le diré humillándo-
382 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

me que yo tambien he cometido un crímen. ¡ Oh , alian- ¡ Ya está hecho eso ! ¿ Qué mas quereis ? dijo con
za del tigre y de la serpiente ! ¡ oh mujer digna de un una voz que parecia destrozarle la garganta.
marido como yo ! ¡ Es preciso que ella viva ! ¡ es preciso Y cayó cuan larga era sobre la alfombra.
que mi infamia amengüe la suya ! Villefort corrió á ella y le cogió una mano .
Y Villefort hundió mas bien que bajó la persiana de- Esta mano estrechaba convulsivamente un frasquito
lantera del carruaje para gritar con una voz que hizo de cristal con boquilla de oro .
estremecerse al cochero : ¡Mad. de Villefort estaba muerta!
-¡ Mas aprisa ! ¡ mas aprisa! Lleno de horror Villefort retrocedió tres pasos , y se
Como arrebatados por el miedo, volaron los caballos puso á contemplar el cadáver.
hasta casa. -¡Mi hijo! exclamó de repente. ¿Dónde está mi hijo?
-¡Sí , sí ! repetia Villefort á medida que se acerca- ¡ Eduardo! Eduardo!
ba, ¡ es preciso que esa mujer viva ! ¡ es preciso que se Y se lanzó fuera de la habitacion gritando :
arrepienta y que crie á mi hijo , á mí pobre hijo , úni- -¡Eduardo ! Eduardo!
co que con el indestructible anciano haya sobrevivido Iba pronunciando este nombre con tal acento de an-
á-la destruccion de mi familia ! ¡ Ella le amaba , y por gustia , que los criados acudieron.
él ha hecho todo esto ! ¡ no se debe desesperar Dunca -¿Dónde está mi hijo? les preguntó Villefort. ¡Que
del corazon de una madre que ama á su hijo ! ¡ Ella se se lo lleven de casa ! que no vea...
arrepentirá! y como nadie sabrá que ha sido culpable, -No está abajo , señor, respondió el ayuda de cá-
los crímenes cometidos en mi casa , crímenes de que mara.
empieza á ocuparse el mundo, se olvidarán dentro de -Sin duda estará jugando en el jardin . Buscadlo,
poco , ó si los recuerda algun enemigo... añadiré ese buscadlo.
enemigo á la lista de mis crímenes . ¡ Uno , dos ó tres - No , señor ; la señora llamó á su hijo hará cosa de
mas, qué importan ! Mi mujer se salvará, llevándose oro media hora , y el niño entró en su cuarto , de donde no
en abundancia, y sobre todo llevándose á su hijo léjosde ha vuelto á salir .
este abismo, donde me parece que nos vamos á hundir Un sudor helado inundó la frente de Villefort ; vaci-
el mundo y yo. ¡ Ella vivirá , y será dichosa todavía, láronle los piés , y sus ideas empezaron a dar vueltas en
puesto que todo su amor está concentrado en su hijo y su cabeza como las ruedas de un reloj descompuesto."
su hijo no la abandonará! ¡ y habré yo hecho una buena -¡En el cuarto de la señora! murmuró... ¡en el cuar-
accion , cosa que alivia el alma! to de la señora !..
Y el procurador del rey respiró mas libremente que Y volvió lentamente por el camino que habia traido,
basta allí.
limpiándose el rostro con una mano , y apoyándose en
El carruaje paró en el patio de su casa .
Villefort dió un salto desde el estribo al peristilo . las paredes con la otra.
Viendo á los criados sorprenderse de su pronta vuel- Para entrar en el gabinete tenia que pasar sobre el
ta , se puso á observar atentamente su fisonomía , sin cadáver de su mujer.
observar otra cosa en ella que la sorpresa. Para llamar á Eduardo tenia que despertar los ecos de
Pasó por delante de la habitacion de Noirtier, y por aquella habitacion convertida en sepulcro ; hablar era
la puerta entreabierta parecióle distinguir dos som- violar el silencio de la tumba.
Villefort tenia la lengua pegada á la garganta.
bras ; pero no se ocupó siquiera de la persona que pu- -¡Eduardo ! ¡ Eduardo! balbuceó .
diese estar con su padre, porque su inquietud le llama-
`ba mas allá. El niño no respondia.
-Vamos , dijo subiendo la escalerilla que conducia á ¿Dónde estaba , pues , aquel niño que segun decian
Ja habitacion de su mujer y á la alcoba vacía de Valen- los criados habia entrado en la habitacion de su madre
tina ; vamos , nada está cambiado aquí. y no habia vuelto á salir ?
Ante todo cerró la puerta de la escalera. Villefort dió un paso hacia adelante .
-Es preciso que nadie venga á estorbarnos , dijo ; es El cadáver de Mad. de Villefort estaba atravesado en
preciso que pueda yo hablarla libremente y acusarme la puerta del gabinete , donde debia hallarse Eduardo in-
en su presencia y contárselo todo. dispensablemente.
Acercóse á la puerta , puso la mano sobre el pestillo Parecia un centinela que velase con los ojos fijos y
de cristal , y la puerta cedió. abiertos, y plegados los labios con horrible y espantosa '
-No está cerrada . ¡ Oh ! muy bien , murmuró . ironía.
Y entró en el saloncito donde se le hacia la cama á Detrás del cadáver la portiera, levantada un tanto,
Eduardo todas las noches ; porque aunque estaba en un dejaba entrever una parte del gabinete , donde se dis-
colegio , venia el niño á dormir á casa , pues su madre tinguia un piano y el brazo de un divan de seda azul.
no-habia querido separarse de él enteramente. Dió Villefort dos ó tres pasos adelante, y vió á su hijo
Villefort abrazó con una mirada todo el saloncito. tendido en el divan .
-¡No hay nadie! dijo . Sin duda estará en su alcoba . El niño estaba durmiendo sin duda alguna.
Y se lanzó á la puerta , pero tenia echado el cerrojo , El infeliz sintió un arrebato de júbilo indecible, yun
lo que le hizo detenerse temblando ... rayo de pura luz bajó á aquel infierno donde se re-
-¡Eloisa! gritó. volvia.
Y parecióle oir mover un mueble. Solo le faltaba ya pasar sobre el cadáver, entrar en
-¡Eloisa ! repitió. el gabinete , coger al niño en sus brazos y huir con él
-- ¿ Quién está ahí ? preguntó la voz de aquella á léjos , muy lejos.
quien llamaban. Villefort no era ya aquel hombre cuya excesiva cor-
A Villefort le pareció que esta voz era mas débil que rupcion le hacia tipo del hombre civilizado ; era un ti-
de costumbre. gre herido de muerte , que al morder por última vez
-¡Abrid! ¡abrid! soy yo. deja sus dientes clavados en la víctima.
Pero á pesar de esta orden y á pesar del tono de an- Ya no tenia miedo á las preocupaciones , sino á los
gustia con que la habia dado , no abrieron . fantasimas.
Villefort echó abajo la puerta de una patada. Tomando vuelo y saltando sobre el cadáver como si
A la entrada de la habitacion veíase á Mad. de Ville- saltara un horno ardiendo , cogió al niño en sus brazos,
fort de pié , palida , con las facciones contraidas y mi- estrechándole, moviéndole , llamándole..
rándole con ojos de una fijeza terrible . El niño no respondia.
—¡ Eloisa ! Eloisa ! ¿ qué teneis ? Pegó sus labios ávidos á sus mejillas , y sus mejillas
La jóven le alargó una mano contraida y lívida. estaban lívidas y heladas.
EL CONDE DE MONTE- CRISTO .
383
Tocóle uno á uno todos sus miembros... estaban tie-
sos y helados. -¡Dios ! ¡ siempre Dios !
Púsole la mano sobre el corazon ... ¡ su corazon no Aquellas dos victimas le horrorizaban , y se sentia
fasci nado por aquella soledad poblada con dos cadá-
latia ! ¡ el niño estaba muerto ! veres.
Del pecho de Eduardo cayó un papel doblado.
Aterrado Villefort , se dejó caer sobre sus rodillas, Antes le sostenia la rabia, inmensa facultad de los
escapándosele el niño de los brazos y yendo á parar junto hombres de temple , y la desesperacion , virtud supre-
á su madre, ma de la agonía , que hizo á los Titanes escalar el cielo,
y á Ayax amenazar á los dioses .

fin

-¡Ya está hecho eso ! ¿qué ma squereis ?

Villefort cogió el papel , y reconociendo la letra de


Villefort rindió la frente al peso de los dolores .
su mujer lo leyó avidamente. Incorporóse sobre sus rodillas , sacudió sus cabellos
Véase lo que decia :
empapados en sudor y erizados de espanto, y aquel hom
«Ya veis si soy buena madre , puesto que por mi bre que nunca habia tenido compasion de nadie, fuese
hijo he sido criminal .
en busca de su padre para tener una persona á quien
»Una buena madre no se va de este mundo sin su contar su desgracia , alguna persona con quien llorar.
hijo. >
»
Villefort no acertaba á dar crédito á sus ojos ni á su Bajó, pues, la escalera que ya conocemos, y entró en
razon, y arrastrándose hasta el cuerpo de Eduardo , lo el cuarto de Noirtier.
Al entrar Villefort , Noirtier escuchaba con toda la
estuvo examinando otra vez con la atencion que la leo- atencion y toda lá afectuosidad que le permitia su pa-
na examina á su cachorro muerto..
rálisis al abate Bussoni , reposado y frio como de cos-
tumbre
Despues lanzó su pecho un grito desgarrador, y mur- .
muraba :
Al ver al abate , Villefort se llevó la mano á la fren-
384 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

te. Todo lo pasado se le vino á la memoria , como una No.


de esas olas donde la cólera del mar levanta mas espu- El abate se quitó su peluca tonsurada y sacudió la
ma que en las otras . Recordó lavisita que le habia he- cabeza, con que sus largos cabellos negros dejando de
.cho al abate á los dos dias del banquete de Auteuil y estar comprimidos, cayeron sobre su espalda y circun-
la visita que el abate le habia hecho á él el dia de la daron su pálido rostro.
muerte de Valentina. -Es el conde de Monte-Cristo , exclamó Villefort,
-¡Vos aquí, caballero ! le dijo. ¡ Solo venis á esta saltándosele los ojos de las órbitas.
casa cuando viene la muerte ! -Tampoco soy ese, señor procurador del rey, evo-
Bussoni se incorporó , y viendo la alteracion del ros- cad vuestros recuerdos ... mas léjos, mas léjos.

-¡Vos aquí, caballero ! le dijo. ¡ Solo venís á esta casa cuando viene la muerte!

tro del juez y el fuego feroz de sus ojos , comprendió ó Esa voz !... esa voz ¿dónde la he oido yo por
creyó comprender que estaba ya terminada la escena primera vez?
deltribunal. La habeis oido por primera vez en Marsella hace
Las demás catástrofes las ignoraba completamente. veinte y tres años, el dia de vuestro casamiento con Re
-Yo hevenido aquí á rezar junto al cadáver de vues- nee de Saint-Meran.
tra hija, respondió Bussoni. ¡ No sois el abate Bussoni ! ¡ no sois Monte-Cristo!.
-Y hoy á qué venís ? ¡ Dios mio! ¡pues entonces sois ese enemigo oculto, im-
-Vengo a deciros que me habeis pagado ya bastan- placable y mortal que me persigue ! Yo he hecho algo
te vuestra deuda, y que desde ahora pienso pedir á Dios contra vos en Marsella. ¡ oh , maldicion !
que se dé por satisfecho como yo me doy. Sí , eso es , dijo el conde cruzando los brazos sobre
-¡Dios mio! dijo Villefort retrocediendo espantado, su ancho pecho . Recuerda, recuerda.
¡ esa voz no es la del abate Bussoni ! -Pero ¿qué te hehecho yo? respondió Villefort,ca-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 385

yopensamiento tocaba ya en ese límite donde se confunde Monte-Cristo palideció ante aquel horrible espectá-
la razon y la demencia. ¿ Qué te he hecho yo ? ¡ habla, culo, comprendiendo que acababa de pasar los límites
habla ! de la venganza, y que no podia ya decir :
-Me habeis condenado á una muerte lenta y hor- -¡ Dios está por mí y conmigo!
rorosa, habeis matado á mi padre , y me habeis robado Con inexplicable angustia lanzóse sobre el cuerpo
el amor con la libertad y la fortuna con el amor. del niño, le abrió los ojos , le tomó el pulso y se metió
-¿Quién sois? ¿quién sois, pues, Dios mio ? con él en la alcoba de Valentina cerrándola por dentro
-Soy el espectro de un infeliz á quien encerrásteis con llave.
en un calabozo del castillo de If; á ese espectro que al -¡Mi hijo ! exclamó Villefort , ¡ se lleva el cadáver
fin salió de la tumba, Dios le puso la máscara del conde de mi hijo! ¡ Oh , maldicion y muerte en tí !

-¡Tampoco es aquí ! ¡ tampoco es aquí ! decia, y se iba á cabar mas léjos.

de Monte- Cristo y lo cubrió de diamantes y de oro para Y quiso lanzarse tras de Monte-Cristo ; pero como si
que no le reconociérais hasta hoy. estuviera soñando, sintió que sus piés echaban raíces;
-¡Ah! ¡Ya te conozco ! ¡ya te conozco ! Tú eres ... dilatáronse sus ojos hasta desgarrar sus órbitas; sus de-
Yo soy Edmundo Dantes. dos vueltos del revés se fueron clavando en las manos
-¡Tú eres Edmundo Dantes ! exclamó el procura- hasta tenirse en sangre , y por las venas de sus sienes
dor del rey cogiéndole por un brazo . Pues entonces, subieron torrentes de sangre á llenar la cavidad ya es-
ven. trecha de su cráneo y ahogar su razón en un diluvio
Y le arrastrá por la escalera, y Monte-Cristo le seguia de fuego.
ignorando el sitio adonde le llevaba , pero presintiendo. Esta fijeza duró algunos minutos hasta que se verificó
alguna nueva catástrofe ." aquel horrible cambio.
-¡ Mira, mira , Edmundo Dantes ! ¿ estás bien ven- Entonces lanzó un grito seguido de una carcajada, y
gado? exclamó enseñándole los cadáveres de su mujer se precipitó por la escalera.
y de su hijo. Un cuarto de hora despues volvió á abrirse la habi-
386 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

tacion de Valentina , apareciendo el conde de Monte- que debiese atenuar la pena, y sin duda esas gentes es-
Cristo pálido , con los ojos hundidos , el pecho sofocadotaban malditas .
y con toda su fisonomía , en fin , tan noble y tan tran- -Tu juicio es muy temerario , amigo mio , dijo Ju-
quila por lo comun , dolorosamente trastornada. lia. Cuando mi padre con la pistola en la mano se dis-
Llevaba en sus brazos al niño , que no habia podido ponia á saltarse la tapa de los sesos , si alguna persona
volver á la vida á pesar de todos los medios que em- hubiera dicho : ese hombre merece lo que le pasa-
pleó... ¿no se hubiera equivocado?
Dobló una rodilla y lo colocó religiosamente junto á -Si , pero Dios no permitió que nuestro padre su-
su madre con la cabeza sobre el pecho de esta. cumbiese , como no permitió á Abrahan que sacrificase
Luego salió de la habitacion , y encontrando á un á su hijo . Así al patriarca como á nosotros, le envió un
criado en la escalera le preguntó : ángel que cortase las alas de la muerte en la mitad del
-¿Dónde está M. de Villefort. camino.
El criado sin responderle extendió la mano hacia el Acababa apenas de pronunciar estas palabras , cuan-
jardin. do sonó la campana , que era la señal que daba el por-
Bajó el conde el peristilo , y al llegar al jardin vió en
tero de la llegada de alguna visita.
medio de un círculo de criados á M. de Villefort que con Casi eu el mismo instante abrióse la puerta del salon
una azada en la mano, cababa con un afan que mas bien apareciendo el conde de Monte-Cristo.
parecia rabia.- Los dos jóvenes lanzaronun solo grito de alegría.
-¡ Tampoco es aquí ! ¡ tampoco es aquí ! decia, y se -Maximiliano , dijo el conde, sin que reparase alpa-
iba á cabar mas léjos. recer las diferentes impresiones que su presencia pro-
Monte-Cristo se acercó á él , y en voz baja y en tono ducia ; Maximiliano , vengo á buscaros.
casi humilde murmuró : A buscarme? dijo Morrel como despertando de
-Caballero, habeis perdido un hijo, pero... un sueño .
Villefort que no habia oido ni entendido, le interrum- -Sí, repuso Monte-Cristo . ¿ No hemosconvenido en
pió diciendo : que vendrias conmigo , y no os avisé ayer que estuvié-
-¡Oh ! yo lo encontraré. Aunque decís que no está, rais dispuesto ?
yo lo encontraré , aunque tuviera que estarlo buscan- -Dispuesto me tenéis , dijo Maximiliano. Habia ve-
do hasta el dia del juicio. nido á despedirme de ellos.
Monte-Cristo retrocedió aterrado y murmurando: Yadónde vais , señor conde? le preguntó Julja.
-¡Oh , está loco ! --- Primero á Marsella , señora.
Y como si hubiese temido que se le cayeran encima ¿A Marsella ? repitieron á la par las dos jóvenes.
las paredes de aquella casa maldita , salió á la calle , du- Sí, y os quito vuestro hermano.
dando por primera vez si tendria derecho para hacer lo ¡ Ay, señor conde ! dijo Julia , devolvédmele cu-
que habia hecho. rado.
-¡Oh! ¡ basta , basta ! dijo , salvemos al último . Morrel volvió la cara para ocultar una viva emocion.
Al volver á casa Monte-Cristo encontró á Morrel, que ¿Con que habeis echado de ver que está algo
andaba por las habitaciones silencioso como una som- enfermo ? dijo el conde .
bra que espera el momento fijado por Dios para volver Sí , y temo que se fastidie con nosotros , respon-
á la tumba. dió Julia.
-Disponeos , Maximiliano , que mañana salimos de -Yo le distraeré , repuso el conde .
Paris, le dijo sonriéndose. Ya estoy pronto , difo Maximiliano . ¡ Adios , Ma-
¿No teneis ya nada que hacer aquí ? le preguntó nuel ! ¡adios , Julia!
el jóven. -¡Cómo adios ! exclamó la jóven . Tê marchas asi
Nada... y quiera Dios que no haya hecho dema- de repente sin pasaporte , sin...
siado, respondió Monte - Cristo . Esos detalles son los que hacen mas enojoso el
viajar , dijo Monte- Cristo . Estoy seguro de que Maximi-
CAPITULO XIII.. liano ha tomado ya todas esas precauciones , puesto
que se lo recomendé .
LA MARCHA. -Ya tengo pasaporte y hechos los baules, respondió
Morrel con su inonótona tranquilidad .
Los acontecimienios que acababan de suceder tenian Muy bien , dijo Monte-Cristo sonriéndose. Reco-
preocupado á todo París . nozco en eso la exactitud de un buen militar.
Manuel y su mujer estaban hablando de ellos con una -¿Y así nos abandonais ? dijo Julia , ¿sin conceder-
sorpresa muy natural en su saloncito de la calle de nos un dia, ni una hora?
Meslay, hallando cierta correlacion entre aquellas tres -Tengo el carruaje á la puerta , señora . Necesito
catástrofes tan súbitas como inesperadas de Morcef, estar en Roma dentro de cinco dias.
de Danglars y de Villefort. -Pero Maximiliano no irá á Roma, dijo Manuel.
Maximiliano , que habia venido á hacerles una visita , Yo iré donde quiera llevarme el señor conde , re-
los escuchaba ó mas bien asistia á su conversacion do- puso el jóven sonriéndose tristemente. Le pertenezco
minado por su insensibilidad habitual. un mes aun.
- En verdad que no parece , decia Julia , si no que ¡ Oh , Diosmio ! ¡ Cómo dice eso , señor conde!
esas personas tan ricas y tan felices ayer , sé hubieran -Maximiliano me acompaña. Descuidad en mi, dijo
olvidado de dar al genio del mal parte en su fortuna y el conde con su atabilidad persuasiva.
en su felicidad , y que este , como las hadas picarescas ¡Adios, hermanamia! ¡adios, Manuel ! repuso Maxi-
de los cuentos de Perrault, cuando se olvidan de convi- miliano .
darlas á alguna boda ó á algun bautizo , se haya apa- ¡ Me parte el corazon con esa indiferencia ! dijo
recido de repente para vengarse de ese olvido fatal. Julia. ¡Maximiliano Maximiliano ! tú nos ocultas algo!
-¡Cuántos desastres ! decia Manuel , pensando en Ba , respondió Monte-Cristo . Veréis cómo vuelve
Morcef y en Danglars. alegre y dichoso.
-¡Cuántos sufrimientos ! decia Julia , acordándose Maximiliano lanzó á Monte-Cristo una mirada de
de Valentina y no queriendo nombrarla en presencia de desden y casi de irâ .
su hermano por instinto de mujer. Vámonos , dijo el conde.
-Si es Dios quien los castiga , decia Manuel , será -Antes que os vayais , señor conde , repuso Julia,
sin duda porque Dios , que es la bondad suma , no ha permitidme os diga todo lo que el otro dia...
brá encontrado en la vida pasada de esas gentes nada --- Señora , replicó Monte-Cristo cogiéndole las ma-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO.. 387.

nos , cuanto podais decirme no equivaldrá nunca á lo | nuel , no ! yo soy un hombre , y vuestra admiracion es
que yo leo en vuestros ojos , á lo que ha pensado vues- tan injusta como sacrílegas vuestras palabras.
tro corazon y sentido el mio . Como los bienhechores Y llevando á sus labios la mano de Julia , que se pre-
de novela , yo hubiera debido marcharme sin volveros cipitó en sus brazos , tendió á Manuel la otra mano.
á ver , pero esa virtud era superior á mis fuerzas , por- No sabiendo cómo separarse de aquella casa , nido
que soy un hombre débil y vanidoso , que me hace mu- de la felicidad , llevóse haciéndole una seña á Maximi-
cho bien la mirada húmeda y tierna de mis semejantes. liano, insensible y consternado como estaba despues
Así pues, me marcho llevando el egoismo hasta el pun- de la muerte de Valentina.

Julia se precipitó en sus brazos, y tendió á Manuel la otra mano.

-Volvedle á mi hermano la alegría , le dijo Julia


to de deciros que no me olvidéis , amigos mios , porque
probablemente no me volveréis á ver. al oido .
Monte-Cristo le apretó la mano como se la habia
¡No volveros á ver ! exclamó Manuel, mientras caian
por las mejillas de Julia dos gruesas lágrimas . No vol- apretado once años antes en la escalera de la casa de
veros á ver no es perder á un hombre , sino á un Dios Marsella.
que se vuelve al cielo despues de haber aparecido en la -¿Seguís teniendo confianza en Simbab el marino?
tierra para hacer bien. le preguntó.
No digais eso , repuso vivamente Monte-Cristo, no -¡Oh , sí!
digais nunca eso , amigos mios. Los dioses nunca ha- - Pues entonces dormid en paz y confiad en el
cen mal ; los dioses se paran donde quieren pararse , y Señor.
nunca la casualidad los vence , sino que son ellos por Como ya hemos dicho , la silla de posta esperaba á
el contrario los que vencen á la casualidad. ¡ No , Ma-
388 BIBLIOTECA UNIVERSAL.-

la puerta con cuatro caballos vigorosos , que piafaban , Maximiliano, dijo el conde , los amigos que hemos
de impaciencia. perdido no están enterrados en la tierra, sino en nuestro
En el peristilo esperaba Alí cubierto el rostro de su corazon . Dios lo quiere así para que siempre nos acom-
dor como si acabase de echar una carrera muy larga, panen . Yo tengo dos amigos que me acompañan siem-
-¿Has estado en casa del viejo ? le preguntó el con- pre de este modo . Eno es el que medió la vida,y otro
de en árabe . el que me dió la inteligencia . Sus almas viven en mi›
Ali hizo seña de que sí. En la duda los consulto , y si algun bien he hecho á
-Y has desplegado la carta á sus ojos como te lo sus consejos lo debo . Consultad la voz de vuestro co-
mandé? razon , Morrel , y preguntadle si debeis seguir po-
-Si , respondió tambien el esclavo respetuosa- niéndome tan mala cara.
mente. - Amigo mio , dijo Maximiliano , la voz de mi cora-
-Y ¿qué te ha dicho ? 6 mejor , ¿qué ha hecho? zon es muy triste, y solo me augura desgracias .
Ali se colocó á la luz de manera que su amo pudiese -Propio es de los espíritus débiles ver todas las co-
verle bien, é imitando con inteligencia la fisonomía del sas á través de un velo negro. Vuestra alma está triste,
anciano, cerró los ojos como hacia Noirtier para decir por eso esta vuestro cielo tempestuoso .
que sí. -¡Es muy posible ! dijo Maximiliano.
- Bien , acepta , dijo Monte- Cristo, Vámonos . Y volvió á caer en su abstraccion.
Apenas habia pronunciado estas palabras , cuando el El viaje se hizo con aquella maravillosa rapidez que
carruaje se puso en movimiento y los caballos iban era una de las mayores muestras del poder del conde.
echando chispas. Pasaban las poblaciones como sombras.
Maximiliano se acomodó en un rincon sin decir una Los árboles agitados por los primeros vientos del
sola palabra. otoño parecian gigantes de larga cabellera que viuie-
Así pasó media hora. sen á saludarlos y huyesen en seguída.
De repente paró el carruaje. A la mañana siguiente llegaron à Chalons, donde los
El conde acababa de tirar del cordon de seda que esperaba el vapor del conde.
correspondia al dedo de Ali. Sin perder un minuto se trasportó á bordo el car-
El nubio se apeó para abrir la portezuela. ruaje con los dos viajeros.
La noche estaba estrelada y hermosa. El barco estaba construido para navegaciones lar-
Hallábanse en lo mas alto de la cuesta de Villejuif, gas, tanto, que parecia una piragua india ; con susdos
punto de donde Paris parece un lúgubre mar , agitando ruedas, semejantes á dos alas, volaba sobre el agua co-
sus millones de luces semejantes á olas fosfóricas , olas mo un ave de paso.
con efecto mas apasionadas , mas móviles , mas ruido- El mismo Morrel se sentia dominado del vértgo de
sas y mas furibundas que las del Océano irritado ; olas la rapidez, y á veces el viento que azotaba sus cabellos
que no conocen la calma , olas que están siempre en lu- parecia que fuese á borrar por un instante las nubes
cha, siempre espumantes, siempre haciendo remolinos . de su imaginacion.
El conde se quedó solo , y á una señal suya se ade- A medida que el conde se alejaba de Paris una
lantó el carruaje algunos pasos. Entonces con los bra- serenidad casi sobre humana le iba envolviendo como
zos cruzados contempló largo tiempo aquel horno , una aureola.
donde van á descomponerse , fundirse y modelarse to- Parecia un desterrado que vuelve á su patria.
tas las ideas que lanza el revuelto torbellino para agi- Pronto apareció á sus ojos Marsella la blanca , laviva-
tar al mundo . racha ; Marsella , la hermana de Tiro yde Cartago , y .
Luego que abarcó bien con su potente mirada esa su sucesora en el imperio del Mediterráneo ; Marsella , ⚫
Babilonia que lo mismo hace soñar á los poetas religio- que cuanto mas envejece mas jóven es.
sos que á los satíricos mas materialistas, murmuró Para los dos viajeros cran espectáculos muy fecun-
inclinando la cabeza y juntando las manos como si re- dos en recuerdos aquella Torre Redonda , aquelfuerte
zara : de San Nicolás, aquella casa de ayuntamiento de Pu-
Menos de seis meses hace, oh gran ciudad, que en- get y aquel puerto y aquellos muelles de piedra, donde
tré yo por tus puertas conducido á mi parecer por el es- los dos habían jugado siendo niños.
piritu del Señor que hoy me da el triunfo. Solo á Dios De comun acuerdo desembarcaron ambos en la
que puede leer en mi corazon, le he confiado el secreto Canneviere.
de mi venida, y solo él sabe que me retiro sin odio y sin Un navío se daba á la vela para Argel.
orgullo, pero no sin pesar . Solo él sabe que no ha sido Los fardos, los pasajeros reunidos sobre cubierta y
por mi ni por causas frívolas por lo que he hecho uso la multitud de parientes y amigos que al despedirse gri-
del poder que me habia confiado . ¡ Oh gran ciudad ! en taban y lloraban, espectáculo siempre conmovedor aun
tu seno palpitante he encontrado lo que buscaba ; mi- para los que lo presencian todos los dias , ni aun tanto
nero laborioso he removido tus entrañas para hacer sa- movimiento pudo distraer á Maximiliano de una idea
lir de ellas el mal . ¡Mi obra esta yá terminada ! ¡ mi mi- que se le habia ocurrido al punto que puso el pié en las
sion está cumplida ! ¡ Adios , Paris, adios ! ya no puedes largas losas del muelle,
brindarme con placeres ni con dolores. -Mirad, dijo á Monte-Cristo cogiéndole el brazo, aqui
Paseó otra vez su mirada şemejante á la de un genio estaba mi padre cuando entró en el puerto el Faraon.
nocturno por la inmensa llanura , y pasándose la mano Aquí aquel buen bombre á quien salvábais de la muerte
por la frente , volvió á subir al carruaje, que se cerró y de ladeshonra se arrojó en mis brazos ; aun siento la
tras él, desapareciendo bien pronto del otro lado de la impresion de sus lágrimas en mis mejillas, y no lloraba
cuesta en un torbellino de polvo y de ruido . solo por cierto, que muchas personas lloraban tambien
Dos leguas anduvieron sin pronunciar una sola pa- al verle .
labra. Monte-Cristo se sonrió.
Morrel estaba abstraido , y Monte-Cristo le con- -Yo estaba allí, dijo á Morrel señalándole la esquina
templaba. de una calle.
Morrel, le dijo , ¿ os arrepentiréis de haberme se- Al mismotiempo y en la direccion que iudicaba el
guido? conde oyóse un gemido doloroso, y se vió á una mujer
-No, señor conde ; pero dejar á Paris... que hacia señas á un pasajero del navío .
Si yo hubiese creido que la felicidad os esperaba , La mujer estaba cubierta con un velo.
Morrel, os hubiera dejado en Paris. Monte- Cristo la siguió con los ojos con una emocion
En Paris reposa Valentina , y dejar á Paris es per- que Morrel hubiera reparado fácilmente, si por su parte
derla por segunda vez. no hubiera tenido fijos los ojos en el navío.
CRIST .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO 389

-¡Oh ! no me equivoco , exclamó Morrel , aquel jó- melancolía se separó de él dirigiéndose hacia el éste
ven que saluda con su chacó , aquel jóven vestido de de la villa.
uniforme es Alberto de Morcef. Monte-Cristo dejó alargarse á Maximiliano , perma-
-Si, dijo Monte-Cristo. Yo le habia ya conocido.. neciendo en el mismo sitio hasta que le vió desapare-
-¿ Pues no estábais mirando al lado opuesto ? cer , que entonces se encaminó á las alamedas de Mei-
El conde se sonrió como cuando no queria respon- Ihan y hacia la casita que desde el principio de esta
der, y sus ojos volvieron á fijarse en la tapada, que des- historia conocen nuestros lectores.
apareció por la esquina de una calle. La casa se elevaba aun á la sombra de la gran ala-

-¡Mi mision está cumplida! ¡ Adios Paris , adios !

Entonces se volvió á Maximiliano y le dijo : meda de tilos , que sirve de paseo á los marselleses
-Mi querido amigo , ¿ no teneis nada que hacer en desocupados , tapizada de grandes parras que trepan
este país? por la piedra ennegrecida por el ardiente sol del me-
-Tengo que llorar sobre la tumba de mi padre, res- diodía.
pondió Morrel sordamente. Dos escalones de piedra ya muy gastados conducen
-Pues bien, idme á esperar allá bajo ; yo me reuniré á la puerta de entrada.
con vos. Esta casa encantadora á pesar de su vejez , y alegre,
-¿Os separais de mi? á pesar de su aparente miseria , era sin duda la mis-
Sí .... yo tambien tengo que hacer una piadosa vi- ma que en otro tiempo habitó el padre de Dantes . So-
sita. lo que el anciano vivia en la boardilla , y el conde ha-
Morrel dejó caer su mano en la mano que el conde le bia puesto la casa entera á disposicion de Mercedes..
tendia, y con un movimiento de cabeza de inexplicable Allí fué donde entró la mujer cubierta con el velo
390 BIBLIOTECA UNIVERSAL ..

que Monte-Cristo vió alejarse del navío . En el momen- mí misma ! ¡ oh ! ¡ qué miserable soy ! exclamó jun-
to en que el conde aparecia en la esquina de la calle tando las manos y levantando los ojos al cielo . ¡ Qué
cerraba ella la puerta de manera que la volvió á ver en bien castigada he sido ! ¡ teniendo religion , inocencia
el momento de perderla de vista . y amor , como tienen los ángeles , dude de Dios, mise-
Para él aquellos gastados escalones eran antiguos rable de mí!
conocidos . Mejor que nadiesabia él abrir aquella vetus- Monte-Cristo dió un paso hacia ella y le alargó la
ta puerta , que por toda cerradura tenia un clavo . mano silenciosamente..
Así pues , pudo entrar en la casa sin llamar , sin -¡No ! dijo Mercedes retirando la suya; ¡ no me to-
avisar , como un amigo , como un vecino . queis , amigo mio ! ¡ Me habeis perdonado á mí , y sin
Al fin de un corredor empedrado veíase un jardinito embargo entre todos aquellos de quienes os vengásteis,
rico de sol y de luz , el mismo donde Mercedes encontró yo era la mas culpable ! Los demás obraban por odio ,
en el sitio indicado la cantidad que el conde tuvo la de- por avaricia ó por egoismo ; yo obré por cobardía;
licadeza de hacerle creer que estaba enterrada hacia ellos deseaban , y yo tenia miedo. ¡ No , Edmundo , no
veinte y cuatro años . estrecheis mi mano ! Conozco que estais meditando
Desde la puerta se veian los primeros árboles de un alguna frase afectuosa , no la digais , guardadla para
jardin. A su llegada misma oyó Monte-Cristo un sus- otra mujer , yo no soy digna de ella ... ¡ Mirad... (y se
piro que parecia un sollozo , suspiro que guió á su mi- levantó el velo de repente). ¡ Mirad, la desgracia ha en-
rada, y en un banco coronado de jazmines de Virgínia canecido mis cabellos ! ¡ mis ojos han vertido tantas
vió á Mercedes sentada , inclinada y llorando . lágrimas , que los rodea un círculo amoratado ; mi
Se habia levantado el velo , y sola en presencia de frente se llena de arrugas... ¡ Vos , por por el contrarie,
Dios , oculto el rostro entre las manos , daba libre sali- Edmundo , vos estais siempre jóven , siempre hermoso,
da á sus suspiros y á sus sollozos , contenidos tanto siempre altivo , porque habeis tenido fe , porque habeis
tiempo por la presencia de su hijo. tenido fuerza , porque habeis confiado en Dios , y Dios
Monte- Cristo dió algunos pasos hácia ella , y la arena os ha sostenido ! ¡ Yo he sido cobarde ! yo he renegado,
crugió bajo sus piés. y Dios me abandona !
Mercedes levantó la cabeza y lanzó un grito de es- Y se deshizo en lágrimas ."
panto al ver á un hombre. Al choque de los recuerdos se hacia pedazos su co-
-Señora , dijo Monte-Cristo , no está en mi mano razon de mujer.
traeros la felicidad , pero os ofrezco consuelo . ¿ Os Monte-Cristó le cogió la mano y se la besó respetuo-
dignaréis aceptarlo viniendo de un amigo como yo ? samente.
-Soy con efecto bien desgraciada , respondió Mer- Pero á ella no se le pudo ocultar que aquel beso era
cedes. Sola en el mundo ... solo tenia á mi hijo , y ese frio , como el que pudo haber dado el conde á la mano
me acaba de dejar. de una santa.
-Ha hecho bien , señora , replicó el conde . Tiene -Hay existencias predestinadas , prosiguió Merce-
un noble corazon , y ha comprendido que todos los des , que con la primera falta destruyen todo su por-
hombres deben un tributo á su patria , unos sus talen- venir. Cuando os creí muerto debí morirme , porque
tos , otros su industria y otros su sangre. Si se hu- ¿de qué me haservido llevar eternamente en mi corazon
biera quedado con vos gastara su vida inútilmente sin luto por vos ? de hacer de una mujer de treinta y nueve
poder acostumbrarse á vuestros dolores . La impoten- años, una mujer de cincuenta y nada mas . ¿ De qué ha
cia hubiera agriado su carácter, mientras aliora se ha servido que habiéndoos conocido yo sola entre todo el
rá grande y fuerte luchando con la adversidad y cam- mundo , haya salvado á mi hijo solamente?; no era tam-
biándola en fortuna . Dejadle , señora, mirar por vues- bien mi deber salvar al hombre que habia adoptado por
tro porvenir , y me atrevo á aseguraros que está en esposo por mas culpable que fuese ? Y sin embargo, le
buenas manos. he dejado morir:.. ¿qué digo, Dios mio? ¡ he contribuido
-¡Oh ! dijo la pobre mujer meneando tristemente á su muerte con mi cobarde insensibilidad, no recon
la cabeza , jesa fortuna de que hablais , y que pido á Dios dándome á mí misma , ó no queriendo recordarme que
le dé desde el fondo de mi alma , no la gozaré yo , no ! fué por mí por quien se hizo perjuro y traidor. ¿ De
¡ Han muerto tantas cosas en mí y en torno mio , que me qué ha servido , por último , que yo haya acompañado
siento próxima á la tumba! ¡ Habeis hecho bien , señor mi hijo hasta aquí , si aquí lo abandono y le dejo mar-
conde , en traerme al sitio donde he sido tan dichosa ! char solo, y aun lo entrego al climadevorador de Africa?
¡ Donde uno ha sido dichoso es donde debe morir ! ¡Oh , sí ! os repito que he sido cobarde. He renegado
¡ Ay de mí, señora ! dijo Monte-Cristo ; todas de mi amor , y como los renegados llevo la desgracia
vuestras palabras caen amargas y candentes sobre mi conmigo.
corazon; tanto mas amargas y mas candentes cuanto que -No, Mercedes , no , repuso Monte-Cristo. Teneos
teneis razon para odiarme . Yo he sido la causa de todos á vos misma en mejor opinion. Sois una noble y santa
vuestros males; si me compadeciéseis en vez de acusar- mujer y me habeis desarmado con vuestro dolor ; pero
me , me haríais mucho mas desgraciado aun.... detrás de mí estaba Dios invisible y enojado ; yo era
¡ Odiaros ! ¡ acusaros , Edmundo ! ¡ odiar ! ¡ acusar solo su ministro , y él no quiso detener el rayo que ha-
al hombre que ha salvado la vida á mi hijo ! Porque bia salido de mi mano. ¡ Oh , yo os juro por ese Dios
vuestra intencion era no es verdad ? matarle á M. de á.cuyos piés me humillo todos los dias desde hacediez
Morcef ese hijo que tan orgulloso le tenia ! ¡ Oh ! mi- años , juro que os habia hecho el sacrificio de mi vida,
radme y veréis si hay en mí la apariencia siquiera de y con ella el de mis proyectos ! Te lo digo con orgullo,
un reproche. Mercedes ; Dios miró por mí y he vivido. ¡Examinad lo
El conde levantó los ojos para fijarlos en Mercedes , pasado , examinad lo presente ; sondad lo porvenir y os
que medio incorporada en su asiento le alargó las dos convenceréis de que soy instrumento del Señor ! Las
manos. desgracias mas tremendas , los sufrimientos mas crue-
-¡Oh! ¡miradme ! prosiguió con acento de profunda les , el abandono de todos los que me amaban , la per-
melancolía. ¡ Miradme , que hoy se puede soportar el secucion de todos los que no me conocian ; á esto se
brillo de mis ojos ! ¡ Ya pasó aquel tiempo en que venia reduce la primera parte de mi vida . De repente en pos
yo á sonreir á Edmundo Dantes , que me esperaba allá de la cautividad , de la soledad y la miseria me vino el
arriba á la ventana de la boardilla donde vivia su an- aire , la libertad y una fortuna tan desmesurada , tan
ciano padre ! ¡ Desde aquel tiempo han pasado dias prodigiosa, que á no ser ciego he debido creer que Dios
muy dolorosos , que han abiertoun abismo entre aquel , me la enviaba con muy grandes designios. Desde en-
tiempo y yo ! ¡ Acusaros , Edmundo ! ¡ odiaros , amigo tonces me pareció esta fortuna un sacerdocio , desde
mio ! ¡ No! ¡á quien yo acuso , á quien , yo odio es á entonces no ha habido en mi ni un solo pensamiento
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 394

para esta vida , cuyas dulzuras habeis saboreado vos , camino , ¡ esa ha debido admiraros , Edmundo ! Así co-
pobre mujer, algunas veces... ni una hora de tranquili- mo hay un abismo entre lo pasado y yo , así hay un
dad , ni una. Yo me sentia impulsado como la nube de abismo entre vos y los demás hombres ; y mi tormen-
fuego que pasa por el cielo para irá quemar las ciuda- to mayor es comparar , Edmundo , porque no hay na-
des malditas ; y como esos capitanes aventureros que die sobre la tierra que valga tanto como vos , nadie
se embarcan para una expedición ó un viaje peligroso, que se parezca á vos. Ahora , Edmundo , despidámo-
*preparaba yo los víveres , cargaba las armas , acumula- nos y separémonos.
ba medios de ataque y de defensa , acostumbrando mi -Antes que os deje , Mercedes , decidme , ¿qué
cuerpo á los ejercicios mas violentos , mi alma á los deseais?

Monte-Cristo la cogió la mano y se la besó respetuosamente.

choques mas rudos , enseñando mi brazo á matar , mis -Solo deseo una cosa , Edmundo , que mi hijo sea
ojos á ver sufrir y mi boca á sonreir á los espectácu- dichoso.
los mas terribles ; de bueno , de confiado , de cándido -Rogad al Señor , que tiene en sus manos la vida
que era me he hecho vengativo , artero , malo ó mas de los hombres , que aleje la muerte de él , que yo me
bien impasible como la fatalidad sorda y ciega , y me encargo de lo demás.
lancé en el camino que se me abria , y atravesé el es- -Gracias , Edmundo.
pacio y llegué á donde queria llegar . ¡Ay! ¡ tristes de los -Pero ¿ y vos , Mercedes ?
que encontré en mi camino ! -Yo no necesito de nada . Yo vivo entre dos tumbas;
-¡Basta , Edmundo ! basta , dijo Mercedes. Creed la una es la de Edmundo Dantes , muerto hace mucho
que la única que ha sabido conoceros , ha sabido com- tiempo . Yo le amaba ; no sienta bien esta palabra en
prenderos tambien ; así , pues , Edmundo , la que ha mis labios marchitos ; pero mi corazon recuerda to-
sabido conoceros y comprenderos, la que hubiérais des- davía, y por nada en el mundo quisiera perder esta me-
truido vos como vidrio frágil á encontrarla en vuestro moria del corazon. La otra es de un hombre á quien ha
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
392

matado Edmundo Dantes ; apruebo la muerte , pero ban ser combatidos ; un hombre del temple del conde
no puede dejarse dominar mucho tiempo de la melan-"
debo rezar por el muerto.
-Vuestro hijo será dichoso , repitió el conde. colía, de esa melancolía que dá cierta aparente origina-
-Entonces yo seré tambien tan dichosa como pue- lidad á los hombres vulgares y mata á los superiores.
do serio. El conde se dijo á sí mismo que para haberse llega-
-Pero en fin , ¿qué haréis ? do á inspirar casi desden á si propio era preciso que
Mercedes se sonrió tristemente . hubiera cometido algun error de calculo.
-Si os dijera que viviria en este país como la Mer- -No puedo , dijo , equivocarme así , sino juzgando
cedes de otro tiempo , es decir , trabajando, no lo cree- mal lo pasado. ¡ Que ! el fin que me he propuesto seria
ríais. Yo solo sé rezar, pero no necesito trabajar, pues- un fin absurdo? ¡ Que! ¿Habré andado diez años por un
to que el tesoro encerrado por vos se ha encontrado en camino errado ? ¡ Que! ¿bastará una hora para probar al
el mismo sitio que lo dejásteis ; tratarán de averiguar arquitecto que la obra de sus ilusiones era una obra,
quién soy ; se preguntarán las gentes qué hago ; igno- si no imposible, á lo menos sacrilega?
rarán cómo vivo ; pero ¿ qué importa ? ese será un se- No quiero acostumbrarme á esta idea.
Lo que le falta á mis razonamientos de hoy es la apre
creto entre Dios , vos y yo .
-Mercedes , dijo el conde , yo no puedo reñiros; ciacion exacta de lo pasado , porque vuelvo á ver ese
e
pero habeis exagerado vuestro sacrificio abandonando pasado desde el otro extremo del horizont .
toda la fortuna de M. de Morcef. La mitad era vuestra Con efecto , á medida que se vive, lo pasado se vá
de derecho por vuestra economía y vuestra vigilancia. borrando como se borra el paisaje que se deja atrás
--Adivino lo que yais á proponerme , Edmundo; pero cuando se camina..
no puedo aceptarlo , porque mi hijo me lo prohibiria. Hoy me sucede lo que á las personas que se creen he-
-Por lo mismo me guardaré muy bien de hacer ridas en sueños ; que miran y sienten su herida, y no se
por vos nada que no tenga de antemano la aprobacion acuerdan de haberla recibido .
de M. de Morcef. Yo sondearé.sus intenciones y me ¡ Vamos , pues , hombre regenerado! vamos, rico es- ,
someter á é ellas ; pero si él aceptas e lo que yo quiero travaga nte ; vamos , dormilon despierto ; vamos, visio-
nario omnipotente ; vamos, millonario invencible , vuel-
hacer , ¿le imitariais sin repugnancia ? lo
-Ya sabeis , Edmundo , que yo no soy mujer de ve á contemplar por un instante el espectácu de tu
le nta ; vuelve á pasar por los ca-
cálculo ; no tengo resolucion mas que para no resol- vida miserab y hambrie
por donde te lanzó la fatalidad y te condujo la
verme nunca . De tal manera me han agitado las bor- minos
ia desesperacion; hartos diaman-
rascas del mundo , que he perdido la voluntad y estoy desgrac y te recibió la
tes, harto oro y harta felicida d se reflejan hoy en el es-
en las manos de Dios , como el pájaro eutre las garras
donde Monte-Cristo mira á Dantes; oculta esosdia-
del águila . El no quiere que yo muera , puesto que vivo . pejo
vuelve
Si une envía socorros los tomaré , porque así será su mantes, guarda ese oro, borra esos rayos... ricoo
á ser pobre ; libre vuelve á ser preso; resucitad vuelve
voluntad .
-Cuenta , señora , dijo Monte-Cristo , que Dios no á ser cadáver. o
Y esto diciend echó Monte- Cristo por la calle de la
quiere que se le adore asi ; Dios quiere que se le com-
Caiserie , era la misma por donde veinte y cuatro años
prenda y que se discuta su poder , que para eso nos
Ja dado el libre albedrio . antes le habia llevado un gendarme.
-¡Desgraciado , no me hableis así ! exclamó Merce- Aquellas casas de aspecto animado y riente estaban
des . Si yo creyera que Dios me habia dado libre albe- aquel¡Ynoche
la sombrias , mudas y cerradas.
son sin embargo las mismas ! murmuró Monte-
drío , ¿ qué me quedaria para no caer en la desespera- Cristo; solo que entonces erade noche y ahora esde dia.
cion ?
Monte-Cristo palideció un tanto y bajó la cabeza El Y sol es el que las pone alegres .
bajando al muelle por lo calle de San Lorenzo , se
abrumado por aquella vehemencia del dolor.
dirig ió á la Consigna, que era el punto del puerto donde
¿ No quereis , le dijo , tendiendole la mano , no
quereis despediros de mi hasta la vista ? se habia él embarcado .
-Al contrario, hasta la vistame despido de vos, repú- Unbarco de paseo con su toldo de tela pasaba al mis-
sole Mercedes, señalándo el cielo con solemnidad . Esto mo tiempo.
Monte-Cristo llamó al patron, que en seguida empezó
es probaros que espero todavía.
Y despues de haber estrechado la mano del conde en á remar hácia él con la prisa de todos los marineros que
su mano temblorosa , se lanzó Mercedes á la escalera, ven en lontananza una buena propina.
El tiempo estaba magnifico y el viaje fué una especie
donde desapareció.
Entonces Monte- Criste salió lentamente de la casa en de diversion.
El sol bajaba al horizontellameante yencarnado hun-
direccion al puerto. diénd ose en las olas que parecian de fuego.
Mercedes no le vió salir, aunque estaba á la ventana de
la boardilla del anciano Dantes. Sus ojos buscaban en el Tersa la mar como un espejo , rizábanla solamente
horizonte el navío que se llevaba á su hijo por alta mar, aquí y allí enem los saltos de los pececillos que perseguidos,
por algun igo oculto pedian su salvacion & otro
no sin que su acento, como á pesar suyo murmurase :
o
—¡ Edmund ! Edmund ! o eleme nto .
Allá en el horizonte porúltimo veíanse pasar blancos
ygraciosos como aves de paso los barcospescadoresque
CAPITULO XIV. se volvian á las islas Martigues , ó los barcos mercantes
que iban á Córcega ó á España.
LO PASADO A pesar de aquel cielo tan hermoso , á pesar de aque
llos barcos y de aquella luz dorada que inundaba elpai
El conde salió con el alma oprimida de aquella casa ,
saje, embozado el conde en su capa iba recordando uno
donde dejaba á Mercedes para no volverla á ver proba-
á uno todos los detalles de aquella terrible noche;
blemente. aquella luz única y aislada que ardia en los Catalanes;
Desde la muerte de Eduardo estaba muy cambiado aquella vista del castillo de If , que era adonde se le lle-
Monte-Cristo . vaba ; aquella lucha con los gendarmes cuando se quiso
Al llegar á la cúspide de su venganza por la vereda arrojar al mar, su desesperacion cuando se vió vencido,
lenta y tortuosa que habia seguido, habia visto del otro y la sensacion fria del cañon de la carabina apoyado en
lado de la montaña el abismo de la duda.
Habia mas aun . Aquella conversacion que acababa suYsien como un anillo de hielo.
poco a poco, como esos manantiales que secaeles
de tenercon Mercedes habia despertado tantos recuer-
tío y que á la llegada del otoño empiezan lentamente i
dosen su corazon, que estos mismos recuerdos necesi-
EL CONDE DE MONTE- CRISTO.
393
humedecerse y á destilar gota á gota , sintió el conde
de Monte-Cristo caer en su pecho gota á gota aquella Cada golpe de remo que agitaba la espuma del mar
antigua hiel que habia inundado en otro tiempo el co- le traia un millon de pensamientos y recuerdos.
razon de Edmundo Dantes. Desde la revolucion de julio no habia ya presos en
Y ya no hubo para él cielo hermoso , ni barcas el castillo de If, ocupando solo sus cuerpos de guar-
graciosas , ni luz ardiente. Velóse el cielo con fúnebre dia un destacamento para impedir el contrabando.
crespon , y le hizo temblar la vista del negro gigante A la puerta esperaba un conserje á los curiosos para
que se llama el castillo de If, como si se le apareciera enseñarles aquel monumento de terror que habia veni →
de repente un enemigo mortal. do á ser un monumento de curiosidad.
Y sin embargo, cuando se enteró de todos estos por-

Un barco de paseo con su toldo de tela pasaba al mismo tiempo.

En esto llegó la barca .


El conde retrocedió instintivamente hasta el otro ex- menores , cuando sevió bajo aquella bóveda sombría,
tremo de ella. cuando bajó aquella escalera negra para ir á los calabo-
En vano el patron le dijo con la voz mas dulce que zos que habia pedido ver, una palidez helada inundó su
pudo : frente y un sudor frio le llegó hasta el corazon.
-Yaabordamos , caballero. Preguntó si habia quedado algun carcelero del tiem-
Monte- Cristo recordaba que en aquel mismo sitio , po de la Restauracion, pero á todos se les habia dado ya
por aquella misma roca le habian arrastrado sus guar- el retiro ó tenian otros empleos en la actualidad .
das violentamente, aguijoneándole con la punta deuna El portero que le acompañaba solo estaba allí des-
bayoneta para que subiera la rampa . de 1830.
El camíno , que le habia parecido tan largo en otro Condujéronle á su propio calabozo, donde volvió á
tiempo á Dantes, le pareció ahora bien corto á Monte- ver aquella luz negruzca que se filtraba por el estrecho
Cristo. respiradero y el sitio donde estaba su cama , cama
SEGUNDA SERIE .- ENTREGA 141.- TOMO II. que habia desaparecido de allí mucho tiempo hacia, y
26
394 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

detrás de la cama , tapada ya pero visible aun , la aber- no se haria gasto de nichos para los presos , pensaba
tura que hizo el abate Faria. levantar la tierra con sus espaldas , pero por desgracia
Sintió Monte-Cristo que sus piernas se debilitaban, y habia en el castillo una costumbre : no se enterraba á
tuvo que sentarse en un banco de madera . los muertos , se contentaban con atarles una bala de ca-
-¿Se cuentan algunas historias de este castillo ñón á los piés y arrojarlos al mar , que fué lo que se hi-
además del envenenamiento de Mirabeau ? preguntó el zo . Arrojose á nuestro hombre desde lo alto de la ga- *
conde . ¿Hay alguna tradicion sobre esta lúgübre mora- lería , y á la mañana siguiente se encontró en la cama
da, ó se duda que hayan nunca sido encerradas aquí al verdadero muerto , y se adivinó todo , porque en-
criaturas humanas? tonces los enterradores dijeron lo que no se habian
-Sí señor , dijo el conserge. El carcelero Antonio atrevido á decir , y es que en el momento que arrojaron
me contó una tradicion de este mismo calabozo en que el cuerpo al vacío oyeron un grito terrible, ahogado al
estamos. mismo instante por el agua del mar. *
Monte-Cristo se estremeció . El conde respiraba penosamente ; corria el sudor por
Aquel Antonio habia sido su carcelero. su frente, y oprimia là angustia su corazon.
Ya casi habia olvidado su nombre, pero al oirlo pro- -No, murmuró , no . La duda que me ha asaltado era
nunciar volvió á verle en su imaginacion tal como era , un principio de olvido ; pero aquí el corazon se recon-
con su barba larga , su trage pardo y su manojo de lla- centra otra vez y vuelve á estar sediento de venganza.
ves , cuyo rumor le pareció al conde oirlo todavia. Luego preguntó al carcelero :
Volvió la cara y creyó verle en la sombra del corre- ¿ No se ha vuelto á hablar del preso ?
dor, sombra que hacia mas oscura la luz de la antor- ¡ Nunca ! ¡ nunca ! Ya comprenderéis que sucedió
cha quellevaba el portero. una de dos cosas ; ó cayó de plano y como caia de una
-¿Quereis que os la cuente ? le preguntó este. altura de cincuenta piés se mató en el acto...
-Si , contadla, respondió Monte-Cristo metiéndose -Habeis dicho que le habian atado una bala á los
la mano en el pecho para ahogar los latidos de su cora- piés ; con que caeria de pié.
zon , asustado de oir su propia historia. -O caeria de pié, repuso el carcelero , y entonces el
-Contadla , repitió . peso de la bala le arrastraria al fondo , donde acabó su
Este calabozo , dijo el conserge , estaba habitado vida el pobre hombre.
hace tiempo por un hombre muy peligroso , tanto mas -¿Le compadeceis ?
peligroso cuanto que sabia mucho. Al mismo tiempo Sí, á fe mia , aunque estaba en su elemento.
que él estaba preso en este castillo otro hombre, pero ¿ Qué quereis decir?
no era malo, sino simplemente un pobre sacerdote loco . Que corria el rumor de que aquel desgraciado era
-¡Ah, si, loco ! murmuró Monte-Cristo . ¿Y cuál en sus tiempos un oficial de marina preso por bonapar
era su locura ? tista.
-Ofrecer millones porque le pusieran en libertad . -¡Verdad ! murmuró el conde. Dios te ha hecho pa-
Monte-Cristo alzó los ojos al cielo , pero no lo vió. ra sobrenadar en las aguas y en las llamas. Así el po-
Entre el cielo y él se extendia un velo de piedra que le bre marino vive en la idea de algunas personas
; se
hizo pensar que otro velo no menos espeso habia entre cuenta su terrible historia al amor de la lumbre, y se
los tesoros del abate Faria y las personas á quienes se tiembla al recordar cómo atravesó el espacio para hun-
los brindó .
-¿Y podian comunicarse los . presos ? preguntó bre? dirse en el abismo .-Y ¿no se ha sabido nunca su nom-
preguntó en alta voz .
Monte-Cristo. -¿Cómo se habia de saber , respondió-el carcelero,
-¡Oh ! no , señor , repuso el conserge. Estaba pro- si solo era conocido por el número treinta y cuatro?
hibido rigurosamente ; pero eludieron la prohibicion -¡Villefort ! Villefort ! murmuró Monte - Cristo . ¡Eso
haciendo un conducto que iba de un calabozo á otro. mismo has debido decirte muchas veces cuando mies-
-Y¿cuál de los dos hizo ese conducto ? pectro te asaltara en sueños !
-¡Oh! seguramente seria el jóven , dijo el conserge .
-¿Quereis continuar la visita ? le preguntó el car-
El jóven era tan industrioso , como el pobre abate dé- celero.
bil é incapaz. Admás, tenia su razon muy trastornada
para concebir una idea. -Si , sobre todo, si quereis enseñarme el calabozo
-¡Ciegos !... murmuró Monte-Cristo . del pobre abate.
¡ Ah! ¿el del número veinte y siete?
-ibamos en que el jóven hizo el conducto , prosi- -Sí, el del número veinte y siete , repuso Monte-
guió el conserge ; ¿cómo ? no se sabe , pero el caso es Cristo .
que lo hizo , y la prueba es que ahí está la señal toda-
vía. ¿La veis? Y parecióle oir aun la voz del abate Faria , cuando
Y aproximó la antorcha á la pared. él le preguntó su nombre , y Faria le respondió :-
-¡Ah ! sí, dijo el conde con voz ahogada por la emo- número veinte y siete.
cion. -Venid.
De esto resultó que los dos presos pudieron co- -Esperad, dijo Monte-Cristo , que mire por última
municarse. ¿Cuánto tiempo duró esta comunicacion? no vez este calabozo por todas partes.
se sabe. Ahora bien , el anciano cayó enfermo y mu- -Bien me viene eso , dijo el guia , puesto que he ol-
rió. ¿ Adivinais lo que hizo el jóven ? exclamó el con- vidado la llave del otro.
serge interrumpiéndose á sí mismo. ---Id á buscarla.
-Hablad . -- Os dejaré la antorcha.
-Cogió al difunto , le llevó á su propio cuarto, le - No , lleváosla..
metió en su cama volviéndole hacia la pared , y luego Pero ¿ os vais á quedar sin luz?
volvió él al calabozo vacío ; tapió el subterráneo y se Veo á oscuras .
metió en el sudario del muerto. ¿ Habeis visto una idea ¡ Calle ! ¡ cómo él !
semejante? ¿ Quién es él?
Monte-Cristo cerró los ojos y volvió á sentir todas El número treinta y cuatro . Se dice que se habit
las impresiones que habia sentido cuando aquella tela acostumbrado tanto á la oscuridad , que hubiera viste
grosera llena aun del frio que el cadáver le habia comu- un alfiler en el rincon mas oscuro de su calabozo.
nicado , le cubrió el rostro. -Diez años necesitó para conseguirlo , murmuró el
El carcelero prosiguió : conde.
-Oid cuál era su proyecto. Creia que se enterraban El carcelero se marchó llevándose la antorcha.
los muertos en el castillo de If, y como se figuraba que El conde habia dicho la verdad.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 395

Pasados apenas diez segundos distinguia ya todas -¡Oh ! sí, exclamó. En mis últimos tiempos eso era
las cosas de la habitacion como á medio día. lo único que le pedia á Dios . No le pedia la libertad ,
Entonces se puso a mirar en torno suyo convencién- le pedia la memoria por temor de volverme loco y de
dose de que efectivamente estaba en su calabozo . olvidar. ¡Dios mio ! me habeis conservado la memoria,
-Sí , dijo , esa es la piedra en que me sentaba ; esa y he recordado... ¡ Gracias , gracias , Dios mio !
es la seual que dejó el roce de mis espaldas en la pa- En este momento se proyectó en la pared la luz de
red ; esa es la huella de la sangre que corrió de mi la antorcha , porque regresaba el guia .
frente el dia que quise estrellarme... ¡Oh, estos núme- Monte-Cristo le salió al encuentro.
ros los recuerdo bien ! los hice un dia calculando la -Seguidme , dijo el carcelero.

bivin

olurgent ca

La primera cosa que le llamó la atencion fué el reloj trazado en la pared .

edad de mi padre para saber si le encontraria vivo , y Y sin hacerle subir á las habitaciones exteriores, le
la edad de Mercedes para saber si la encontraria libre!... llevó por un corredor subterráneo que conducia á otra
Despues de haber hecho ese cálculo concebí un mo- entrada.
Allí se vió asaltado Monte-Cristo de un mundo de
mento de esperanza... ¡No contaba con el hambre ni con
la infidelidad ! pensamientos .
La primera cosa que le llamó la atencion fué el relój
Y una sonrisa amarga se escapó de los labios del
trazado en la pared , en el cual contaba las horas el aba-.
conde.
¡Acababa de ver, como si fuera en sueños, á su padre te Faria, y además los restos de la cama en que habia
yendo á la tumba, y á Mercedes yendo al altar ! muerto el pobre preso.
En vez de las angustias que habia sentido en su ca-
En la otra pared habia una inscripcion que aun se des- labozo se apoderó de su corazon un sentimiento dulce
tacaba, porque era blanca , en el fondo verdinegro.
y tierno ; un sentimiento de gratitud , y dos lágrimas
«¡Dios mio! leyó Monte-Cristo , conservadme la
memoria. » cayeron de sus ojos.
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
396
Aquí estaba el abate loco , dijo el guia . Por allí , ras de esencia superior á la nuestra , poseias la ciencia
del bien y del mal , si en el fondo de la tumba queda
venia á buscarlo el jóven . de nosotros algo que palpite á la voz de los que han
Y señaló á Monte -Cristo la abertura de la galería sub- quedado sobre la tierra , si en la trasfiguracion que su
terránea , que aun no estaba tapada enteramente . | fren los cadáveres flota alguna cosa animada en los si-
-Por el color de la piedra , continuó el carcelero , tios en donde hemos amado mucho ó sufrido mucho ,
ha reconocido un sabio que debia hacer lo menos diez corazon noble , espíritu supremo , alma profunda , te su-
años que estaban en comunicacion los dos presos . ¡ Po- plico en nombre de aquel amor paternal que me otor-
bres hombres ! ¡ cuánto debieron fastidiarse en esos gaste y de este respeto filial que yo te consagro , le su→
diez años! plico que con una palabra , con un signo , con una re-
Dantes sacó de su bolsillo algunos luises y se los dió velación cualquiera me quites este resto de duda , que
á aquel hombre que por segunda vez le compadecia sin si no se cambia en conviccion , llegará á ser un remor-
conocerle . ento !
El portero los recibió creyendo que era moneda me- dimi El conde bajó la cabeza y juntó las manos .
nuda, pero á la luz de la autorcha conoció su valor . Tomad , caballero , dijo una voz detrás de él .
-Os habeis equivocado , caballero , le dijo. Monte -Cristo se estremeció y volvió la cara.
-¿Po r qué ? El carcelero le alargaba aquellos pedazos de tela
Porque es oro lo que me habeis dado . donde el abate Faria habia derramado todos los tesoros
-Ya lo sé. de su ciencia ; manuscrito que era su grande obra so-
¡ Cómo ! ¿ lo sabeis? bre el reino de Italia .
- Sí . Apoderóse de él el conde , y sus ojos fijándose desde
-¿Y puedo guardarlo en conciencia ? luego en el epíg rafe leyeron :
«Arrancarás los dientes al dragon ydominarás á los
El- carc
Sí. elero miró á Monte-Cristo con asombro .
leones , ha dicho el Señor .>>
¡Y honradazo ! dijo el conde , como Hamlet. -Esta es la respuesta , exclamó . ¡ Gracias , gracias,
Caballero , repuso el guia dudando de sus pro-
pios ojos , no comprendo vuestra generosidad . pad re mio!
Y sacando una cartera que contenia diez billetes de
-Pues es muy fácil comprenderla , amigo mio , dijo banco de á mil francos cada uno , dijo á su guia.
el conde. He sido marino , y esa historia debe coumo-
--Toma esta cartera.
verme mas que á otros . -¿Me la dais ?
-Puesto que sois tan generoso , dijo el guia , me- Ší , pero á condicion de que no mirarás lo quehay
receis que os ofrezca una cosa . dentro hasta que yo me haya marchado .
-¿Qué vais á ofrecerme , amigo mio? ¿cestitas?¿obras Y metiéndose en el pecho la reliquia que acababa de
de paja ? graci . as enco ntrar , mas rica para él que el mas rico tesoro, lan-
No señor , es una cosa que tiene relacion con la zóse fuera del subterráneo y volvió á entrar enla bar-
historia que os acabo de contar .
¿De veras? exclamó el conde vivamente . Y¿qué es? ca diciendo : la
--- Ŏid lo que pasó , repuso el carcelero . Yo me dije --¡A Marsel !
Por el camino murmuraba con los ojos fijos en la lú-
á mí mism o : -en el calab ozo e
dond unpr eso ha pasad o
quince años se encuentra siempre algo; -y me puse á gubr -¡ eAy ionlos
prisde . que me encerraron en esa lúgubre pri-
examinar las parèdes . sio , y ay de los que olvidaron que yo estaba encer-
n
-¡Ah ! exclamó Monte -Cristo recordando los dos
o !pasar por delante de los Catalanes volvió el conde
radAl
secretos del abate ..
Afuerza de reconocimientos , prosiguió el gnia, la cara , y embozándose en su capa hasta los ojos , mur-
descubrí que sonaba hueco á la cabecera de la cama y
muró el nomb re de una mujer.
en la chimenea . La victoria era completa . El conde habia vencido á
-Sí , sí , dijo Monte -Cristo .
a por dos
-Levanté las piedras y encontré ...
la Aqu
dudel nombrevec queespro
. nunciaba con una expresion de
¡ Herramientas ! ¡ nna escala de cuerda exclamó terneza muy parecida al amor era el nombre de
el conde . dee
-¿Cómo sabeis eso ? le preguntó el carcelero con Hay Des . s de desembarcar dirigióse Monte - Cristo al ce-
pue
asombro . men ter io donde estaba seguro de encontrar á Morrel.
-No lo sé , lo adivino , dijo ei conde . Se suelen en- ¡ El tambien diez años antes habia buscado piadosa-
contrar cosas de esas en los agujeros que hacen los mente una tumba en aquel cementerio , y la habia bus-
preso s . , señor , herramientas o en valde !via
-Sí y una escala de cuerda , cad¡ El, que vol á Francia millonario , no habia podi-
prosiguió el guia. do enc ontrar la tumba de su padre muerto de hambre!
Y las tienes aun? exclamó Monte-Cristo . Pedro Morrel la habia señalado con una cruz; pero
No, señor . Las he vendido como objetos muy cu- aquella cruz se habia caido , y el enterrador habia hecho
riosos que eran, á las personas que han venido á visitar lumbre con ella como hacen los enterradores con toda
el castillo ; pero me queda otra cosa. la madera que puedentehallar en los cementerios.
¿Qué? le preguntó impaciente el conde. El digno comercian habia sido mas dichoso . Muer
Me queda una especie de libro escrito en pedazos to en brazos de sus hijos ,habia ido acompañado de
de tela . ellos á dormir junto á a su mujer , que le precedió dos
¡ Oh ! ¿ te queda ese libro ? exclamó Monte -Cristo .
o
Ignor si es un libro , dijo el carcelero ; pero me año . s
Do s lar gas los as de mármol donde estaban escritos
re s ianasparporalelas s por
adada
quedaVe lo áque os digo. sus no mb , se ext
tro cipreses y cerrad end una balbre
, som austra de
buscármelo , amigo mio , y si es lo que yo cua
presumo .... tranquilizat ... e
Maximiliano estaba apoyado en uno de estos árboles
hierro.
Ya voy, señor.
Y se marchó el guia. fijando en las dos sepulturas sus ojos vagos.
Entonces el conde fué á arfodillarse piadosamente ,
Su dolor
---Max eraano
imili profund o , elcasi
, le dijo conde, no es abiadondese
excesivo.
ante los restos de aquella cama convertida á sus ojos en
altar por la muerte .
¡ Oh, mi segundo padre ! tú que me dişte libertad , debe mirar, sino alli.
ciencia y riqueza , dijo ; tú , que semejante á las criatu- Y le señaló el cielo.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 397

-Los muertos están en todas partes, dijo Morrel. No , pobre humanidad es que cada hombre se cree mas des-
fué eso mismo lo que me dijísteis para hacerme salir de graciado que el otro desgraciado que llora y gime jun-
Paris? to á él.
-Maximiliano , repuso el conde , durante el viaje ¿ Hay hombre mas desgraciado que el que ha
me pedisteis deteneros en Marsella algunos dias. ¿Es perdido el único bien que amaba y deseaba en la tierra?
ese aun vuestro deseo? Escuchad, Morrel, dijo Monte-Cristo , y fijad vues-
-Yo no tengo deseos , conde. Solo me parece que tra atencion en lo que voy á contaros . Yo he conocido
esperaré mejor en Marsella que en otra parte. á un hombre, que como vos tenia puestas en una mu-

Maximiliano estaba apoyado en uno de estos árboles.

- Tanto mejor , Maximiliano , porque os dejo lle-fjer todas sus ilusiones y todas sus esperanzas. Aquel
vándome vuestra palabra , ¿ no es verdad ? hombre era jóven, tenia un padre anciano á quien ama-
-¡Ah , conde ! la olvidaré, dijo Morrel . ba , y una novia en quien adoraba ; cuando de repente,
por uno de esos caprichos de la suerte que harian du-
No , no la olvidaréis, Maximiliano, porque sois an-
dar de la bondad de Dios , si Dios no se nos revelase
te todo hombre de honor , porque habeis jurado y por
mas tarde mostrándonos que para él todos los medios.
que vais à jurar otra vez.. conducen á su unidad infinita ; cuando de repente un
-¡Oh conde, tened piedad de mí , que soy tan des- capricho de la suerte le quitó su libertad, su novia y el
graciado !... porvenir que soñaba ( porque, ciego que era, solo podia
-
-Yo he conocido un hombre mas desgraciado que ver en el presente) para sumergirle en el fondo de un
vos , Morrel. calabozo.
-¡Imposible ! -¡Ah ! repuso Morrel , de un calabozo se sale á los
-¡Ah! dijo Monte-Cristo. Uno de los orgullos de la ocho dias , al mes, al año:
398 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

El estuvo catorce años , Morrel , dijo el conde po-


CAPITULO XV,
niéndole la mano en la espalda.
Maximiliano se extremeció .
— ¡ Catorce años ! murmuró. PEPPINO.
¡ Catorce años ! repitió el conde. ¡ En ese tiempo,
tambien él como vos tuvo momentos de desesperacion; En el mismo momento en que el vapor del conde
tambien él como vos quiso matarse creyéndose el mas desaparecia detras del cabo Morgion, un hombreque iba
desgraciado de los hombres! corriendo la posta desde Florencia á Roma acababa de
- Y ¿ qué más ? preguntó Morrel. pasar por el pueblecito de Aquapendente.
-En el momento supremo, Dios se descubrió á él Caminaba bastante á prisa para andar mucho camino
por un medio humano, porque Dios no hace milagros . sin hacerse sospechoso.
Quizás al primer golpe de vista (los ojos cegados de lá- Aquel hombre debia ser francés , no solo porque iba
grimas necesitan tiempo para volver á ver) no compren- vestido con un gaban ó dicho mejor , con un sobretodo,
dió esta misericordia infinita del Señor ; pero en fin, que, aunque maltratado por el viaje , dejaba ver una
tuvo paciencia y esperó. Un dia salió milagrosamente cinta de la Legion de Honor cofocada en el ojal de su
del calabozo trasfigurado , riquísimo , casi un Dios. Su frac , sino tambien por el acento con que hablaba al
primer pensamiento fué para su padre... su padre había postillon.
muerto. Otra prueba mas de que aquel hombre habia nacido
¡ Mi padre tambien ha muerto ! dijo Morrel. en el país de la lengua universal, era que no sabia mas
-Sí, pero ha muerto en vuestros brazos , amado, palabras italianas que aquellas frases musicales que, co-
honrado, rico , dichoso; y su padre murió pobre , deses- mo el goddam de Figaro , pueden reemplazar á todas
perado , dudando de Dios ; y cuando diez años despues las sutilezas de todos los idiomas.
buscaba el hijo su tumba , hasta su tumba habia des- Alegro, decia á los postillones á cada subida.
aparecido , y nadie supo decirle ; -¡ahí reposa el que Moderato , "les decia á cada bajada.
tanto te amo ! Y solo Dios sabe cuántas bajadas y subidas hay desde .
-¡Oh ! murmuró Morrel. Florencia á Roma por el camino de Aquapendente.
-¡Aquel hijo fué mas desgraciado que vos, Maximi- Por lo demás, estas palabras desternillaban de risa á
liano , porque ni siquiera pudo encontrar la tumba de los buenos hombres á quienes iban dirigidas.
su padre ! En presencia de la ciudad eterna , es decir , al llegar
Pero á lo menos le quedaba su amada , repuso á la Stora , punto desde donde se apercibe Roma , no
Morrel. demostró el viajero ese sentimiento de entusiasta cu-
-Os engañais, Maximiliano . Aquella mujer... riosidad que impulsa á los extranjeros á incorporarse
-¡Habia muerto ! exclamó Maximiliano. en su silla de posta para contemplar la famosa cúpula
¡ Peor que eso ! ¡ habia sido infiel ! ¡ se habia casa de San Pedro, que es lo primero que se vé claramente.
do con uno de los enemigos de su amante ! Ya veis , No , lo único que hizo fué sacar una cartera del bol-
Morrel, que aquel amante fué mas desgraciado que vos . sillo , y de la cartera un papel doblado, que desdobló y
-¿Y Dios le ha dado consuelo á ese hombre? pre- volvió á doblar con una atencion muy parecida á res- ,
gunto Morrel. peto , contentándose con decir :
- Le ha enviado siquiera tranquilidad . ¡ Bueno ! lo tengo .
Y ¿ podrá ser dichoso todavía? El carruaje entró por la puerta del Popolo, y tomando
-Así lo espera , Maximiliano. á la derecha, fué á parar á la fonda de España.
El jóven dejó caer la cabeza sobre el pecho. Nuestro antiguo conocido maese Pastriui salió som-
-Os empeño mi palabra , dijo despues de un instante brero en mano á la puerta á recibir al viajero .
de silencio y tendiéndole la mano á Monte - Cristo . Apeóse este, y pidiendo una buena comida, se infor-
Recordad solamente..... mó de las señas de la casa de Thonsom y French, señas
-Os espero , Morrel , el 5 de octubre en la isla de que al punto le dieron, por ser esta casa una de las mas
Monte-Cristo. El dia 4 encontraréis en Bastia un yacht conocidas de Roma.
• que se llama el Eurus; le diréis al patron vuestro nom- Está junto á San Pedro , en la via Dei Banchi.
bre, y os conducirá adonde estoy yo. ¿ Quedamos acor- En Roma , como en todas partes , es un aconteci-
des, Maximiliano ? miento la llegada de una silla de posta.
-Acordes, conde ; y lo haré al pié de la letra ; pero Diez jóvenes , descendientes de Mario y de los Gracos,
tened presente que el 5 de octubre ... descalzos de pié y pierna y con los codos al aire , pero
-Niño , que no sabe aun lo que es la promesa de un con un brazo en jarra y el otro enarcado pintoresca-
hombre... Os he dicho veinte veces que aquel dia si se- mente por detrás de la cabeza, contemplaban al viajero,
guís empeñado en morir yo os ayudaré , Morrel . Adios. á la silla y á los caballos.
¿Me dejais? A estos pilluelos de la ciudad santa se habian uni-
-Si , tengo que hacer en Italia . Os dejo solo luchan- do unos cincuenta papanatas de aquellos que forman
do con la tristeza , y solo con esa águila poderosa que corros en el puente de Saint-Angelo y escupen al Ti-
el Señor le envia á sus elegidos para trasportarlos á su ber cuando trae agua.
cielo . La historia de Ganimedes no es una fábula , Ma- Ahora bien , como los pilluelos y los papanatas de
ximiliano, sino una alegoría. Roma, mas afortunados que los de Paris, entienden to
-¿Y cuándo os marchais ? das las lenguas, y en particular la francesa , oyeron al
Ahora mismo. Me está esperando el vapor. Den- viajero pedir una habitacion y una comida y preguntar
tro de una hora estaré muy lejos de aquí. ¿ Me acompa- en fin las señas de la casa de Thonsom y French.
ñaréis hasta el pue to , Maximiliano ? De resultas de esto , cuando el recien venido salió
-Estoy á vuestras órdenes. de la fonda con el cicerone de rigor, destacóse un hom-
- Abrazadme. bre del grupo de los curiosos, y sin que el viajero repa-
Morrel acompañó al conde hasta el puerto . Ya el tubo rara en él ni menos al parecer su guia , echó á andar
negro del vapor lanzaba á los cielos una inmensa co- detrás de ellos con tanta maña como hubiera podido
lumna de humo. hacerlo un agente de la policía francesa.
Partió en seguida el navío , y una hora despues como Tenia tanta prisa el extranjero por hacer su visita a
lo había dicho Monte-Cristo , apenas se distinguia aque- la casa de Thonsom y French, que no habia podido es-
lla faja de humo blancuzco en el horizonte oriental, os- perar á que estuviera enganchado su carruaje , y man-
curecido ya por el crepúsculo de la noche. dó que le saliese al encuentro en el camino ole espera-
se á la puerta del banquero .
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. *399

Llegaron sin que el carruaje los hubiese alcanzado. Para asegurarme de que es esa la persona de que
El francés entró dejando en la antesala á su guia, que se trata.
en seguida trabó conversacion con dos o tres de esos --Esa es... cinco millones... buena cantidad , ¿ eh
industriales sin industria , ó mas bien industriales de Peppino?
mil industrias , que se encuentran siempre en Roma á Sí .
la puerta de los banqueros , de las iglesias , de las rui- --Nunca tendrémos nosotros tanto.
nas , de los museos ó de los teatros . -A lo menos tendrémos algo , respondió Peppino
El hombre que los seguia entró al mismo tiempo que filosóficamente.
el francés. El francés llamó á la puerta del despacho y -Silencio, aquí viene nuestro hombre .
entró en la primera habitacion. El empleado volvió á coger su pluma y Peppino su
Su sombra hizo otro tanto. rosario. El uno escribia y el otro rezaba cuando vol-
-¿Los señores Thonsom y French ? preguntó el ex- vió á abrirse la puerta.
tranjero. Danglars apareció radiante acompañado del ban-
A una seña de un criado de confianza , centinela pe- quero, que le acompañó hasta la puerta.
renne de la primera oficina , se levantó una especie de Detrás de Danglars salió Peppino.
lacayo. Segun las órdenes que había dado , el carruaje es-
-¿A quién anunciaré ? le preguntó al extranjero peraba á Danglars á la puerta de la casa Thonsom y
disponiéndose á ir delante de él. Frencli.
-Al señor baron Danglars , respondió el francés. El cicerone tenia la portezuela abierta, porque el ci-
-Venid , dijo el lacayo . cerone es una criatura muy complaciente y que sirve
Y se abrió una puerta y desaparecieron por ella el para todo.
lacayo y el baron. Danglars saltó al carruaje con la ligereza de un jóveu
El hombre que habia entrado detrás de Danglars se de veinte años.
sentó en un banco. El cicerone cerró la portezuela y se colocó junto al
El empleado centinela siguió escribiendo por espacio cochero.
de cinco minutos, y en este intervalo el hombre senta- Peppino se sentó en la zaga.
do guardó el silencio mas profundo y la inmovilidad -¿Quiere vuestra excelencia ver San Pedro? le pre-
inas absoluta . guntó el cicerone .
En esto dejó de correr su mano sobre el papel , y le- Para qué ? le respondió el baron.
vantando la cabeza miró con atencion por todas partes ¡ Toma! para verlo.
para convencerse de que estaban solos, y dijo : Yo no he venido á Roma á ver , dijo en voz alta,
-¡Ah! ¿eres tú , Peppino? sino a tocar , añadió en voz baja , con su sonrisa de
Sí , respondió este lacónicamente. avaro , - y tocó en efecto su cartera donde acababa de
Has olfateado algo bueno en ese hombre ? guardar una letra .
-No hay gran mérito en ello , pues nos han avisado. -- Entonces su excelencia irá...
¿ Luego sabes lo que viene a hacer aquí , curioso? - A la fonda .
Pardiez ! viene á cobrar. Falta saber cuánto. -A casa de Pâstrini , dijo el cicerone al cochero.
Te se va á decir al momento, amiguito. Y el coche partió á galope como si no fuera de al-
-Bien , pero no vayas á darme noticias falsas como quiler.
el otro dia. Diez minutos despues el baron habia vuelto á su
¿ Qué quieres decir ? ¿ hablas de aquel inglés que cuarto , y Peppino se instalaba en un banco que habia
cobró tres mil escudos ? á la puerta de la fonda, no sin haber dicho algunas pa-
No. Aquel tenia con efecto los tres mil escudos y labras al oido de uno de aquellos descendientes de Ma-
se los encontramos . Hablo del principe ruso... rio y de los Gracos, que echó á correr por el camino del
-¿Yqué? Capitolio con toda la ligereza de sus piernas.
Que nos habías acusado treinta mil libras , y solo Danglars estaba cansado y satisfecho y tenia sueño,
le encontramos veinte y dos. Acostóse pues , puso la cartera debajo de la almoha→
-Le registrariais mal. da y se durmió .
-Luigi Vampa le registró en persona. Como Peppino tenia tiempo de sobra , se puso á ju-
- En ese caso habria pagado sus deudas... gar á la morra con unos faccinos , perdió tres escudos,
-¡ Un ruso ! y para consolarse , se bebió un vaso de vino de Or-
-O habría gastado el dinero . bietto.
- Eso es mas posible. Aunque se habia acostado temprano , se levantó Dan-
Es seguro ; pero déjame ir á mi observatorio, glars tarde , pues hacia tres noches que dormia muy
porque si no el francés hará su negocio sin que pueda mal , si es que dormia.
yo saber á punto fijo la cantidad . Almorzó opíparamente, é importándosele un ardite
Hizo Peppino una señal afirmativa , y sacando un ro- como habia dicho , ver las cosas notables de la ciudad
sario del bolsillo se puso á murmurar algunas oracio- eterna, pidió sus caballos de posta para el medio dia.
nes, mientras desaparecia el empleado por la misma Pero Danglars habia contado sin las formalidades de
puerta que habia dado paso al lacayo y al baron. la policía y sin la pereza del maestro de postas.
Unos diez minutos despues volvió con aire satisfecho, Los caballos no llegaron hasta las dos, y el cicerone
-¿Qué hay? le preguntó Peppino. no trajo refrendado el pasaporte hasta las tres.
-¡Alerta ! ¡ alerta ! dijo el empleado. La cantidad es Todos estos preparativos habian atraido una multi-
gorda . tud de papanatas á la puerta de maese Pastrini sin
Cinco ó seis millones ¿no es verdad? que faltasen tampoco descendientes de Mario y de los
-Sí , ¿lo sabes ? Gracos.
Sobre un recibo de su excelencia el conde de El baron atravesó triunfalmente por entre estos gru-
Monte-Cristo. pos que le llamaban excelencia porque les diese li-
¿Conoces al conde ? mosna , y como en su cualidad de hombre popular se
Čobrable en Roma , Venecia ó Viena. habia contentado con llamarse á sí mismo baron , le
-Eso es. ¿ Cómo estás tan bien informado ? excla- lisonjeaba tanto el tratamiento de excelencia, que dis-
mó el escribiente. tribuyó una docena de escudos entre aquella canalla,
-Ya te hedicho que teniamos aviso. dispuesta por otros doce escudos á darle el tratamiento
- ¿ Entonces por qué te diriges á mí? de alteza.
400 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-¿Qué camino? le preguntó el postillon en italiano. I pera , bienestar que le habia procurado una noche tan
-Camino de Ancona, respondió el baron.
Tradujo maese Pastrini la pregunta y la respuesta, y Hallábase tendido muellemente en una silla inglesa
partió á golope el carruaje . de dobles resortes , y se sentia arrastrado por dos ca-
Danglars queria efectivamente pasar á Venecia , y ballos magníficos .
desde allí á Viena á realizar el resto de su fortuna . Su El sabia que cada parada era de siete leguas..
intencion era fijarse en esta última poblacion , que le ha- ¿ Qué hará, pues, elque es banquero y banquero que-
bian asegurado ser fecunda en placeres y distracciones . brado por fortuna ?

"Danglars apareció radiante acompañado del banquero.

Apenas habian andado tres leguas por la campiña Danglars pensó diez minutos en su mujer , que se
romana, cuando empezó á anochecer. habia quedado en Paris ; otros diez minutos en su hija,
Danglars no creia que fuese fan tarde , pues de lo que corria por el mundo con la señorita d'Armilly
contrario se hubiera quedado en Roma. concedió otros diez minutos á sus acreedores y
Preguntó al -postillon cuánto faltaba para el pueblo modo de emplear su dinero, y no teniendo nada mas
mas inmediato , y el postillon le respondió : que pensar , cerró los ojos yse durmió.
-Non capiasco. Sin embargo , cuando el carruaje hacia algun mo-
Danglars,hizo un movimiento de cabeza que que- vimiento mayor que los otros, Danglars abria los ojos
ria decir : -muy bien. para verse siempre arrebatado con increible celeridad
El carruaje siguió su camino . por la misma campiña de Roma , toda sembrada de
Me quedaré en la primera parada de postas, se dijo acueductos ruinosos que parecen gigantes de granito.
á sí mismo . Pero la noche estaba fria , oscura y lluviosa, y era
Danglars sentia aun un resto del bienestar de la vis- muy preferible para un hombre medio dormido pero
EL, CONDE DE MONTE-CRISTO .. 401

manecer en el fondo del carruaje con los ojos cerra- El carruaje seguia corriendo con terrible rapidez.
dos que no sacar la cabeza por la portezuela para pre- Así pasó una hora tremenda , porque á cada nuevo
guntar dónde estaba á un postillon que solo sabia res- indicio comprendia el fugitivo que volvia por los mis-
ponder - non capiasco. mos pasos indudablemente.
Siguió Danglars , pues , durmiendo y diciéndose á sí Al fin vió un punto negro , una mole enorme , en la
mismo que en la parada tendria tiempo de despertar. cual parecia que iba á estrellarse el carruaje , pero dió
En esto paró el carruaje , figurándose Danglars que este una vuelta para costear aquella inmensa mole que
habia conseguido lo que tanto deseaba. no era otra cosa que la muralla de Roma.
Volvió á abrir los ojos y miró por los cristales cre- -¡Oh, oh ! murmuró el banquero , ¡ no entramos en
yendo encontrarse en alguna ciudad ó por lo menos la ciudad! luego no es la justicia la que me prende?
en alguna poblacion ; pero solo vió un edificio aislado ¡ Dios mio. ! si será...
y tres ó cuatro hombres que iban y venian como fan- Y se le erizaron los cabellos recordando aquellas in-
tasmas. teresantes historias de bandidos romanos que tan in-
Por un instante abrigó la esperanza de que el posti- verosímiles le parecian en Paris , cuando Alberto de
llon que acababa de correr viniera á reclamarle lo que Morcef se las contaba á Mad . Danglars y á Eugenia an-
debia , y pensaba aprovechar esta ocasion para pedirle tes de desbaratarse el proyecto de matrimonio .
noticias de dónde se hallaba ; pero se mudó el tiro sin -¿Si serán ladrones ? murmuró .
que nadie viniese á pedirle dinero. De repente entró el carruaje en un camino que no
Asombrado Danglars, abrió la portezuela , pero una parecia de arena.
mano vigorosa volvió á meterle dentro , y siguió su ca- Aventuróse Danglars á dirigir una mirada y vió una
-mino el carruaje . porcion de monumentos de forma extraña , y como te-
Estupefacto el baron , despertó por completo. nia preocupado su pensamiento con la aventura de
— ¡ Eh , eḥ , mio caro ! gritó al postillon . Morcef, que recordaba ahora con todos sus pormeno-
Como se ve , todo el italiano que hablaba Danglars , res, su imaginacion le dijo que debia hallarse en la via
lo habia aprendido en los duos y romanzas que can- Appiana.
taba Eugenia con el príncipe Cavalcanti. A la derecha del carruaje , en una especie de valle , se
Mio carono respondió. veia una excavacion circular.
Danglars se contentó con abrir la portezuela de la Era el circo de Caracalla.
delantera. El hombre que galopaba á la derecha pronunció una
-¡Eh, el , amigo ! ¿adónde vamos ? gritó sacando palabra y paró el carruaje.
la cabeza. Al mismo tiempo se abrió la portezuela de la iz-
-DENTRO LA TESTA , gritó una voz grave é im- quierda .
periosa acompañada de una amenaza. - Scindi, gritó una voz de mando.
Danglars comprendió que - DENTRO LA TESTA- Danglars se apeó al instante. Aunque no hablaba
queria decirinete la cabeza. aun el italiano , ſo entendia ya ; y mas muerto que vi-
Como se ve , iba haciendo grandes progresos en el vo miró cu torno suyo.
italiano . Cuatro hombres le rodeaban sin contar el cochero.
Obedeció pues, no sin inquietud , y como esta in- -Di qua , dijo uno de los cuatro hombres echando
quietud se iba aumentandopor minutos , al cabo su iina- por una vereda que conducia desde la via Appiana al
ginacion , de vacía que hemos dicho que estaba al po- comedio de una de esas informes encrucijadas de la
nerse en camino , vacío que le hizo dormirse , hallóse campiña de Roma.
llena de una multitud de pensamientos mas o menos Danglars siguió á su guia sin discusion . No tuvo ne-
propios para interesar á un viajero , y sobre todo á un cesidad de volverse para saber que le seguian los tres
viajero que estuviese en la situacion de Danglars. hombres.
Sus ojos adquirieron ese grado de perspicacia enme- Sin embargo , parecióle que aquellos hombres se
dio de las tinieblas que les comunican desde el primer iban quedando parados como centinelas colocadas á
momento las emociones fuertes , perspicacia que se cierta distancia unas de otras.
pierde al fin de puro usada y gastada . A los diez minutos de camino , durante los cuales no
Antes de tener miedo se ven las cosas como son; habló Danglars una sola palabra con su guia , encon-
cuando se tiene miedo se ven dobles , y despues de tróse entre un cerrillo y unos matorrales .
pasado el miedo no se ve nada. Inmóviles, mudos y de pié formaban tres hombres
Danglars vió á un hombre embozado en una capa un triángulo, del cual era el centro él.
galopando al estribo derecho de su carruaje. Quiso hablar, pero se le trabó la lengua.
-¡Será algun gendarme ! dijo . Me habrán denun- — Avanti , díjò la misma voz con acento breve é im-
ciado los telégrafos franceses à las autoridades ro- perioso.
manas . Estavez comprendió Danglars doblemente , compren-
Y resolvió salir de esta ansiedad preguntándole : dió por la palabra y por la accion ; porque el hombre que
-¿Adónde me llevais? caminaba detrás de él le empujó hacia adelante con
-DENTRO LA TESTA , repitió la misma voz con el tanta fuerza , que le hizo tropezar con su guia.
mismo acento de amenaza. Este guia era nuestro amigo Peppino, que se deslizó “
Danglars se volvió á la portezuela de la izquierda . entre los matorrales por una sinuosidad , que solo las
Tambien de aquel lado llevaba gentilhombre. garduñas y los lagartos pudieran recorrer.
-Esto es hecho , me pescaron , dijo Danglars su- Peppino se detuvo delante de una roca coronada
dando de piés á cabeza . por un espeso matorral. Entreabierta esta roca como
Y se arrojó en el fondo del carruaje, no á dormir sino la pupila de un ojo , dió paso al jóven , que desapareció
á pensar.. por ella como desaparecen por sus trampas los diablos
Un instante después salió la luna. de nuestras comedias de magia.
Desde el fondo de la silla paseó una mirada por todo La voz y el gesto del que le seguia obligaron á Dan-
el campo, volviendo á ver aquellos grandes acueductos glars á hacer otro tanto.
que habia visto ya , solo que antes estaban á su derecha, Ya no era posible dudar. El banquero quebrado se
y ahora los tenia á la izquierda , con que comprendió hallaba en poder de los bandidos romanos.
que le habian hecho dar media vuelta y le conducian Danglars salió del paso como hombre colocado entre
otra vez á Roma. dos peligros terribles y como hombre que el miedo
-¡Pobre de mí ! murmuró Danglars . Habrán obte- hace valiente.
nido del gobierno pontificio mi extradicion. Con grave detrimento de su barriga muy mal dis-
402 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

puesta para penetrar en las sinuosidades de la campiña Buena presa, capitan, buena presa ! dijo Peppino
de Roma , deslizóse detrás de Peppino cerrando los en italiano.
ojos y cayó de pié. Y cogiendo á Danglars por el gaban le condujo á una
Al tocar la tierra volvió á abrir los ojos.
abertura parecida á una puerta por donde se entraba
El camino era ancho , pero oscuro .
á la sala en que tenia el capitan su alojamiento.
Importándole ya poco & Peppino el ocultarse, puesto -¿Ese es el hombre ? preguntó el capitan que esta-.
que estaba en su casa , echó chispas y encendió una ba leyendo en Plutarco con mucha atencion la vida de
antorcha.
Otros dos hombres bajaron detrás de Danglars for- Alejandro.
-El mismo, capitan, el mismo.
mando la retaguardia y empujándole cuando por casua- -Bien , enséñamelo.

-Scindi, gritó una voz de mando.

lidad se detenia . Así llegaron por una pendiente suave


al centro de una encrucijada de siniestra apariencia. A esta órden, asaz impertinente , Peppino acercó
tanto su antorcha al rostro de Danglars, que este tuvo
Con efecto , cuajadas las paredes de sepulturas pues- que retroceder por no quemarse las cejas.
tas unas sobre otras , parecian abrir esos ojos negros y
profundos que se ven en las calaveras. Su rostro desencajado presentaba todos los sintomas
de un terror vergonzoso y excesivo.
Un centinela alzando las barras de su carabina gritó :
-Ese hombre está cansado, dijo el capitan. Que le
-¿Quién vive? lleven á la cama.
-Amigo, amigo ! dijo Peppino. ¿ Dónde está el ca-
pitan? -¡Oh! murmuró Danglars. Esa cama será proba-
blemente uno de los sepulcros que hay en la pared , y
¡ Alli ! dijo el centinela señalándole una especie de ese sueño será la muerte que vaya á darme unode los
sala tallada en la piedra , y cuya luz se reflejaba en la puñales que veo brillar allá bajo.u
catacumba por grandes tragaluces cónicos.
Con efecto, entre las profundas tinieblas de la in-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 403

mensa sala veíanse incorporados en sus camas de yer- Esta era la segunda vez que en una hora invocaba
ba seca ó de pieles de lobo los compañeros de aquel Danglars á Dios , cosa que no habia hecho en diez
hombre, que Alberto de Morcef encontró leyendo los años.
Comentarios de César, y que Danglars encontraba le- Ecco, dijo el guia.
yendo la vida de Alejandro. Y empujando á Danglars hácia la celda , cerró la
El banquero lanzó un gemido sordo y siguió á su puerta tras él:
guia sin suplicar ni gritar, porque no tenia fuerza, ni Oyóse correr un cerrojo... Danglars estaba prisio-
voluntad , ni poder, ni sentimiento. nero.
Si andaba era porque le conducian , Además , aunque no existiese el cerrojo, seria pre-

Entreabierta esta roca como la pupila de un ojo, dió paso al jóven .

Tropezó con un escalon , y comprendiendo que tenia ciso ser S. Pedro y tener un ángel por guia para pa-
que subir una escalera , inclinó la cabeza instintiva- sar en medio de la guarnicion que ocupaba las cata-
mente para no rompérsela y encontróse en una espe- cumbas de San Sebastian , acampando en torno á su
cie de celda tallada en la roca. jefe , en el cual habrán nuestros lectores conocido ya
Esta celda era bastante grande , aunque no tenia al famoso Luigi Vampa.
mueble ninguno, y estaba seca , á pesar de hallarse de- Tambien Danglars le habia conocido , aunque no
bajo de tierra á una profundidad inconmensurable. pudo creer que existiera cuando Alberto de Morcef
Una cama de yerbas secas cubierta de pieles de ca- quiso naturalizarlo en Francia. No solo lo habia cono-
bra se hallaba extendida en un rincon. cido á él , sino tambien á la habitacion en que Morcef
Al verla Danglars creyó ver el feliz símbolo de su estuvo encerrado , y que probablemente era la destina-
salvacion. da á los extranjeros.
-¡Dios sea loado ! murmuró. Es una cama verda- Estos recuerdos le tranquilizaban un tanto.
dera. Cuando no le habian matado ya , no pensaban ma-
404 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

tarle los bandidos. Le habrian preso para robarle , y 1 Era este bandido un Goliat de ojos grandes , labios
como solo tenia en el bolsillo algunos luises, le pon- gruesos y nariz aplastada. Sus cabellos rubios le caian
drian á rescate. sobre la espalda en mechones retorcidos como cule-
Recordó que Morcefhabia sido tasado en unos cua- bras.
tro mil escudos , y como se daba á sí mismo una im- ¡ Oh ! dijo Danglars , este parece mas bien un oso
portancia mayor que la de Morcef, fijó su rescate en que una criatura humana. En todo caso , yo soy viejo
ocho mil escudos . y tengo la carne dura; con que no me meterá el diente.
Ocho mil escudos hacian cuarenta mil libras ; con Como se ve , Danglars estaba todavia para bromas.
que le quedarian unos cinco millones y cincuenta mil En el mismo instante, como para probarle que no era
francos. un oso , sentóse su centinela en frente de la puerta de la
Con esta cantidad nadie se muere de hambre. prision, y sacando pan negro, cebollas y queso, se pu-
Ahora bien , seguro de no morirse de hambre , por- so á comer.
que no hay ejemplo de que se haya tasado nunca á un -¡Lléveme el diablo ! dijo Danglars echando una
hombre en cinco milloues y cincuenta mil libras, Dan- mirada por las rendijas al banquete del bandido ; lléve-
glars se tendió en la cama , donde despues de haber me el diablo si comprendo cómo hay quien pueda co-
dado dos ó tres vueltas, se durmió con la tranquilidad mer semejantes porquerias.
del héroe cuya historia estudiaba Luigi Vampa. Y fué á sentarse en sus pieles , que le recordaban el
olor del aguardiente del primer centinela.
CAPITULO XIV. Pero por mas que bacià , los secretos de la naturale-
za son incomprensibles y muy elocuentes ciertasinvita-
LA LISTA DE LUIGI VAMPA. ciones matériales que dirigen las comidas mas groseras
á los estómagos en ayunas.
De todo sueño se despierta si no es el sueño de la Danglars conoció de repente que el suyo estaba sin
muerte , tan tenido de Danglars. lastre , y parecióle el hombre menos feo , el pan menos
Danglars se despertó. negro y el queso menos duro.
Para un parisiense acostumbrado á las cortinas de Por último , aquellas cebollas crudas , alimento de
seda , á las paredes colgadas y al perfume que exhala los salvajes, le recordaron cierto plato llamado ropa vie
la leña olorosa de la chimenea , el despertar en una ja, que hacia admirablemente su cocinero , tanto, que
gruta de piedra debe equivaler á un sueño malo . Danglars le solia decir :
Tocando sus cortinas de piel de cabra , Danglars de- -M. Deniseau, hacedme para hoy un buen plato.de
bió creerse en la Laponia ; pero un segundo le bastó canalla .
• para cambiar la duda en certidumbre. Levantóse pues y fué á llamár á la puerta.
--- Sí , sí , murmuró , ine encuentro en poder de los El bandido alzó la cabeza.
bandidos de que nos habló Alberto de Môrcef. Viendo Danglars que le habia oido , redobló los
Su primer movimiento fué respirar para asegurarse golpes.
de que no estaba herido ; medio que habia aprendido -¿Che cosa ? le preguntó el bandido.
en Don Quijote, único libro, no que hubiese leido , sino Oid, oid, amigo ! dijo Danglars tocando el tam-
que recordara alguna vez . bor en la puerta con los dedos . Me parece que ya es
--No , dijo , ni me han herido ni me han matado ; hora de que me dén á ní tambien de comer.
pero quizás me habrán robado. Pero sea que no le comprendiere ó que en su
Y se llevó al momento las manos á los bolsillos . consigna nada se le dijera de la comida de Dauglars, el
Estaban intactos. gigante volvió á la suya.
Los cien luises que se habia reservado para hacer su Danglars se sintió humillado y no queriendo ro-
viaje de Roma á Venecia estaban en el bolsillo de su zarse mas con aquel bruto , se acostó en sus pieles y.
pantalón ; y la cartera en que habia guardado la letra no volvió á hablar palabra.
de los cinco millones y cincuenta mil francos se halla- Así pasaron cuatro horas.
ba tambien en el bolsillo de su gaban. El gigante fué reemplazado por otro bandido.
-¡Singulares bandidos ! dijo , que me han dejado Danglars, que sentia en el estómago unas cosquillas
mi bolsa y mi cartera . Como yo decia ayer al dorinir- atroces, se levantó despacito , fuése derecho á la puerta
me, me van á poner a precio . ¡ Calle , tambien tengo y reconoció la cara inteligente de su guia.
mi reló ! ¡Veamos qué hora es ! Era con efecto Peppino , que se disponia a pasar sus
El reló de Danglars , obra maestra de Breguet , dió horasde centinela lo mejorposible , sentándose enfrente
las cinco y media de la mañana. de la puerta ycolocándase entre las piernas una cacerola
A no ser por jestó se hubiera quedado sin saber la de barro que contenia guisantes fritos con manteca,
hora que era , pues no penetraba la luz en su calabozo. que exhalaban un perfume delicioso.
¿ Qué convendria mas , provocar una explicacion de Junto á la cacerola colocó tambien Peppino un her-
los bandidos ó esperar con paciencia á que ellos la moso racimo de uvas de Veletri y un vaso de vino de
pidiesen ? Lo último parecia lo mas prudente . Orvietto.
Danglars esperó hasta medio dia. Decididamente Peppino era un gloton.
En este tiempo habia tenido constantemente á la Al ver aquellos preparativos gastronómicos se le lle-
puerta un centinela , que á las ocio de la mañana fué nó á Danglars la boca de agua.
relevado. —¡Ali, ah ! dijo para sí , veamos si este es mas tra-
Entonces entraron deseos á Danglars de ver al que le table que el otro.
guardaba ; y reparando que por lasjunturas de la puerta Y llamó á la puerta resueltamente.
penetraban rayos, no de luz del dia sino artificial, acer- -¡Allá van ! dijo el bandido , que en sus visitas á
cose á estas junturas en ocasion en que el bandido se maese Pastrini habia acabado por aprender el francés
echaba un trago de aguardiente , que como estaba en- hasta los idiotismos.
cerrado en una bota , exhalaba un olor que le repugnó Y con efecto vino á abrir.
mucho. Danglars reconoció en él al que le labia gritado de
¡ Púf ! dijo , retrocediendo hasta el fondo de su una manera tan furiosa :
prision. «Meted la cabeza .>>
El hombre del aguardiente fué relevado al medio dia Pero no era ocasion de quejas. Púsole por el contra-
por otro bandido . rio una cara afectuosa, y le preguntó sonriéndose :
Danglars volvió á tener la misma curiosidad y vol- -Disimuladme , caballero , ¿ no me darán de comer
vió á acercarse á la rendija de la puerta. á mí tambien?
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 405

- Al instante, excelencia , ¿ qué quereis ?


-¡Cómo que no ! exclamó Peppino . ¿ Tiene hambre
vuestra excelencia por casualidad ? Y puso Peppino su cazuela en el suelo de tal modo,
-¿Por casualidad ? murmuró Danglars. ¡ Vaya una que el humo le subia directamente á Danglars á las na-
pregunta ! hace veinte y cuatro horas justamente que rices.
no he comido. Pues si señor , añadió alzando la voz, -Mandad , le dijo.
tengo hambre y mucha hambre. -¿Teneis cocinas aquí ? le preguntó el banquero.
-¿Y quiere comer vuestra excelencia ? -¿Que si tenemos cocinas ? magníficas.
Al instante, si es posible. -¿Y cocineros ?
-Nada mas fácil, dijo Peppino ; aquí se sirve cuanto Excelentes .

...sentose su centinela enfrente de la puerta.

se pide , pagándolo por supuesto, como es uso y cos- -Pues bien, un pollo, un pescado , un conejo , cual-
tumbre entre cristianos. quier cosa con tal que coma.
-¡Eso ya se sabe ! exclamó Danglars , aunque á de- -Como guste vuestra excelencia. Con que decis
cir verdad , las personas que le cogen á uno y le en- que un pollo , ¿no es verdad ?
cierran deberian á lo menos mantenerle. --Sí , un pollo.
-¡Ah , excelencia ! repuso Peppino , no hay esa Peppino se incorporó gritando con todas sus fuerzas.
costumbre aquí. -¡Un pollo para su excelencia!
-La razon no es muy buena , repuso Danglars , que Retumbaba aun en las bóvedas la voz de Peppino,
pensaba ablandar á su centinela con su amabilidad . cuando apareció un jóven hermoso , esbelto y medio
Sin embargo, me contento con ella . Vamos, que medén desnudo como los pescadores antiguos.
de comer. Traia el pollo en un plato de plata.
406 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-Se parece esto al café de Paris, murmuró Danglars.. A Danglars le parecia tener el estómago agujereado
-Aquí lo teneis , excelencia , dijo Peppino cogiendo como el tonel de las Danaides y creia no poderlo llenar
el pollo de las manos del jóven y poniéndolo sobre una ya nunca.
mesa carcomida , que con un escaño de madera y la ca- Sin embargo , tuvo paciencia como cosa de media
ma de pieles componian todo el mueblaje de la habi- hora , perojusto es decir que esta media hora le pare-
tacion. ció un siglo.
Danglars pidió un cuchillo y un tenedor. Al fin se levantó y volvió á llamar á la puerta.
-Aquí los teneis , excelencia , dijo Peppino presen- -¡Vamos ! dijo , no me hagais ayunar mas tiempo,
tándole un cuchillo de punta redonda y un tenedor y decidme lo que se quiere de mí.
de boj . -Decid mejor , excelencia , lo que vos quereis de
Cogió Danglars el cuchillo con una mano y el tenedor nosotros ... dad vuestras órdenes y las ejecutarémos. "
con la otra , é iba ya á trinchar el pollo cuando le dijo -Abridme primeramente .
Peppino poniéndole una mano en el hombro : Peppino abrió.
Disimuladme , excelencia , aquí se paga antes de -Quiero... dijo Danglars ¡ voto á Cristo ! quiero
comer , por si acaso no se queda contento... comer.
¡Ah ! dijo Danglars para su capote. No sucede así ¿Teneis hambre ?
en Paris, sin contar que van á saquearme probablemen- De sobra lo sabeis.
te ; pero hagamos las cosas á lo grande . Siempre he oido -¿Qué desea comer vuestra excelencia?
decir que en Italia se vive muy barato , con que en Roma Un pedazo de pan seco , puesto que los pollos es-
debe valer un pollo doce sueldos . Ahi teneis , dijo , tán tan caros en estas malditas cuevas.
arrojando un luis á Peppino. ¿ Pan? sea, dijo Peppino . ¡ Hola! traed pan
Cogió el ladron la moneda , y Danglars enristró otra El joven apareció con un panecillo .
vez el cuchillo para acometer al pollo. -Aquí teneis , dijo Peppino,
-Esperad un momento , dijo Peppino levantando- -¿Cuánto ? preguntó Danglars.
sa. Vuestra excelencia me debe aun algo. Cuatro mil novecientos noventa y ocho luises,
¡ Cuando yo decia que me iban á saquear ! murmu- puesto que hay pagados ya dos.
ró Danglars. -¡Cómo! ¿un pan cien mil francos ?
Y despues resuelto á pasar por todo añadió : Cien mil francos , dijo Peppino.
-Vamos á ver , ¿ cuánto se os debe por este anima- -¡Pero si pediais cien mil francos por un pollo....
lucho ético ? -Nosotros no servimos las comidas por lista , sino
- Vuestra excelencia me ha dado á cuenta un luis . á precio fijo. Que se coma poco , que se coma mucho,
-¿Un luis á cuenta de un pollo ? que se pidan diez platos , que se pida uno solo, siempre
Sin duda alguna. cuesta lo mismo.
Bueno... proseguid . -¿Otra vez esa broma ? os declaro que eso es ab
-Habiéndome dado un luis á cuenta , solo me debe surdo, que es estúpido . Decidme desde luegoque que
ya vuestra excelencia cuatro mil novecientos noventa y reis que me muera de hambre , y así acubarémos mas
nueve luises. pronto .
Aloir esta broma gigantesca abrió Danglars unos ojos -No tal, excelencia . Vos sois el que quiere suicidar-
enormes. se ; pagad y comed.
¡ Ah ! qué ¡ chistoso es esto ! murmuró , ¡ qué chis- -Y¿con qué hede pagar, animal? gritó exasperado
toso ! el banquero. ¿Crees tú que haynadie que lleve enel bol-
Y quiso volver á emprenderla con el pollo . sillo cien mil francos?
Pero Peppino le cogió la mano con su izquierda y le En el vuestro llevais , dijo Peppino , cinco millo-
alargó la otra. nes y cincuenta mil francos, con los cuales podeis comer
- Vamos , dijo. cincuenta pollos y medio.
Qué no os reis ? dijo Danglars. Danglars se estremeció. Caida la venda de sus ojos,
-Nosotros no nos reimos nunca , excelencia , repu- conocia que aquello era una broma, pero la iba ya com-
so Peppino serio como un cuakero . prendiendo.
-¡Cómo¡ diez mil francos por un pollo ! -Veamos , dijo , veamos : si os doy los cienmil fran-
-¡Ah ! excelencia, ¡ si supiéseis cuánto trabajo cues- cos medejaréis comer á mi gusto?
ta criarlos en estas malditas cavernas ! Sin duda alguna , respondió Peppino.
Vamos , vamos dijo Danglars . Eso me parece -Pero ¿ cómo os los tengo de dar? replicó respi-
muy gracioso , muy divertido; pero dejadme comer, que rando con mas libertad .
tengo hambre. Tomad otro luis para vos , amigo mio . -Nada mas fácil, puesto que teneis un crédito abier-
Entonces ya no deberéis mas que cuatro mil nue- to en casa de los señores Thonsom y French en la calle
vecientos noventa y ocho luises , dijo Peppino conser- Dei Banchi en Roma ; dadme un bono de cuatro mil no-
vando la misma sangre fria. Con paciencia todo se al- vecientos noventa y ocho luises contra ellos , y nuestro
canza. banquero los cobrará.
-- ¡ Oh ! eso nunca , dijo Danglars enojado de aque- Danglars quiso tener á lo menos el mérito de la
lla perseverancia en burlarse de él. Aun no sabeis quien prontitud, y tomando la pluma y el papel que le presen-
soy yo . taba Peppino, escribió el bono y lo firmó.
Peppino hizo una seña , y el otro jóven alargó la mano -Tomad , dijo , ahí teneis vuestro bono al por-
y se llevó el pollo . tador.
Danglars se arrojó en su cama de pieles. -Y aquí teneis vuestro pollo.
Peppino cerró la puerta y siguió comiendo sus gui- Danglars trinchó el ave suspirando , que le parecia
santes. bien flaca en comparacion de cantidad tan gorda.
Danglars no podia ver á Peppino , pero el castañeteo Peppino por su parte leyó el papel atentamente, se
de los dientes le daba á entender bien claro lo que lo metió en el bolsillo y prosiguió comiendo sus gui-
hacia. santes.
Estaba comiendo , y comiendo ruidosamente como
hombre mal educado . GAPITULO XVII.
-Avestruz , dijo Danglars.
EL PERDON.
Peppino hizo como que no le oia , y sin volver si-
quiera la cabeza , siguió comiendo con prudente ca- A la mañana siguiente Danglars tuvò hambre otra
chaza. vez. El aire de aquella caverna abria el apetito ex-
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 407

-
traordinariamente ; pero creyó no tener que hacer - Vamos , dijo Danglars , segun parece volvemos á
aquel dia ningun gasto . las andadas ,
Como hombre económico habia guardado la mitad Y sonriéndose para aparentar buen humor , sentia el
del pollo y un pedazo de pan en un rincon del calabo- desgraciado inundarse de sudor su frente.
zo; pero no bien se los habia comido cuando tuvo sed, -Veamos , amigo mio , dijo viendo que Peppino
cosa con que no contaba , y luchó contra la sed hasta permanecia impasible . Os pido un vaso de vino , ¿ me lo
que sintió su lengua seca pegarse al paladar. negaréis?
No pudiendo entonces resistir al fuego que le devo- - Ya os he dicho , excelencia , que no vendemos al
raba , llamó , abriendo la puerta el centinela , que era por menor , respondió Peppino gravemente.

Cómo! diez mil francos por un pollo!

enteramente nuevo para él . Prefiriendo habérselas con -Pues bien , dadme entonces una botella.
un antiguo conocido ", llamó á Peppino . ¿ De cuál?
-Aqui me teneis , excelencia , dijo el bandido pre- -Del menos caro.
sentándose con una prontitud que pareció á Danglars -Todos son de un mismo precio.
de buen agüero. ¿ Qué deseais ? -¿Y cuánto es ese precio?
-Beber , dijo el preso. -Veinte y cinco mil francos la botella.
-Excelencia , respondió Peppino , ya sabeis que el -Decid mejor , exclamó Danglars con una amargu-
vino anda muy caro en las cercanías de Roma. ra que solo hubiera podido reproducir el avaro de Mo-
-Dadme agua entonces , dijo Danglars,queriendoliere , decid mejor que quereis saquearme, y así aca-
parar el golpe. barémos mas pronto.
-¡Oh ! excelencia , el agua anda mas escasa que el -Es muy posible que esa sea la intencion del amo,
vino. Hay una sequía tan grande ! dijo Peppino.
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
408

¿Quién os lo ha prohibido ?
¿ Y quién es el amo ? Aquel á quien obedecemos .
Aquel á quien fuisleis presentado anteayer.
Y dónde está? Luego obedeceis á álguien?.
Sí , á un jefe.
Aquí. Yo creí que érais el jefe vos?
Haced que yo le vea. Soy el jefe de esos hombres , pero otro es eljefe
-Es cosa fácil.
Un instante despues estaba Luigi Vampa en presen- mio.
ese jefe obedece tambien á álguien?
cia de Danglars.
-Si.
¿ Me llamais ?le preguntó.
hvordan b

smil

-Pues bien, miserables, yo destruiré vuestros infames proyectos.

-¿Sois vos, caballero, el jefe de esos hombres que ¿A quién?


me han traido aquí? -A Dios..
-Si , excelencia. Danglars se quedó un instante pensativo.
¿Cuánto pedís por mi rescate? No comprendo , dijo .
-Nada mas que los cinco millones que llevaís en el -Es muy posible.
Yes ese jefe el que os ha dicho que me trateis
bolsillo.
Danglars sintió un frio horroroso. así?
-Es lo único que me queda en el mundo, caballero, Sí.
y es además el resto de una inmensa fortuna. Si me lo Con qué objeto ?
quitais , quitadme la vida. No lo sé?
-Nos está prohibido verter vuestra sangre , exce- ¿ Pero se agotará mi bolsillo?
lencia. Es probable.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 409

-Veamos , dijo Danglars. ¿quereis un millon? rian cincuenta mil francos, y que con cincuenta mil
No. francos no se moria de hambre ningun hombre.
¿Dos millones ?... Y rogó á Dios que le conservase aquellos cincuenta
-No. mil francos y rezó y lloró..
¿ Tresmillones ?...¿ cuatro ?... vamos , ¿ cuatro?... Así pasó tres dias con el nombre de Dios en los labios
Os los doy á condicion de que me dejaréis ir en paz. si no en el corazon.
-¿Por qué nos ofreceis cuatro millones por lo que Tenia á veces momentos de delirio en los cuales creia
vale cinco? repuso Vampa. Eso es una usura , señor ver á través de las ventanas en una habitacion muy po-
banquero , ó yo soy un tonto. bre un anciano muriéndose tambien de hambre sobre
¡ Tomadlo todo , tomadlo todo y matadme ! ex- un jergon .
clamó Danglars. Al cuarto dia ya no era un hombre sino un cadáver
-Vamos , vamos , excelencia , calmãos , pues si os animado.
irritais os va á dar un apetito que os comais un millon Habia ido cogiendo del suelo hasta las últimas miga-
cada dia. Sed mas económico , caramba. jas , y empezaba á comerse el polvo del mismo suelo .
-Pero y ¿cuando no tenga dinero para pagaros? Entonces suplicóá Peppino como se suplica al ángel
exclamó Danglars desesperado. de la guarda que le diese algun alimento llegando hasta
-Entonces tendréis hambre. ofrecerle mil francos por un bocado de pan.
Tendré hambre ? Peppino no respondió.
Es probable , respondió Vampa con mucha sorna. Al quinto dia para llegar á la puerta del calabozo
¿Pero no decís que no quereis matarme ? tuvo que ir arrastrando.
- No. -No sois cristiano , no sois cristiano , no , dijo in-
¿Y quereis que me muera de hambre? corporándose sobre sus rodillas . Quereis asesinar á un
-Eso es diferente. hombre que es vuestro hermano en Dios. ¡ Oh , mis
Pues bien, miserables , yo destruiré vuestros in- amigos antiguos ! ¡ Oh , si yo tuviera aquí á mis amigos
fames proyectos , exclamó Danglars. Morir por morir, antiguos!
prefiero morir pronto. Hacedme sufrir , atormentadme, Y cayó de cara al suelo.
matadme , pero no obtendréis ya mi firma. Incorporándose despues gritó con una especie de
-Como gusteis , excelencia , dijo Vampa. desesperacion :
Y salió del calabozo. -El jefe ! ¡ el jefe !
Danglars se arrojó sobre las pieles de cabra dando -Aquí me teneis , dijo Vampa presentándose en el
rugidos. acto. ¿Qué deseais ahora?
¿Quiénes eran aquellos hombres? ¿quién era aquel -Tomad mi último oro, dijo Danglars alargándole
jefe visible ? ¿quién era aquel otro jefe invisible ? ¿qué la cartera, tomadlo , y dejadme vivir aquí en esta ca-
proyectos tenian sobre él? y cuando todo el mundo po- verna. ¡ Ya no pido la libertad , solo la vida!
dia rescatarse , ¿por qué él solo no lo podia? ¿ Padeceis bastante? le preguntó Vampa.
¡ Oh ! á fe que la muerte , una muerte pronta y vio- Padezco horriblemente .
lenta era buen medio de burlar á aquellos enemigos. Hayhombres, sin embargo , quehan padecido mas
encarnizados , que al parecer tomaban de él una ven- que vos.
ganza incomprensible. No lo creo.
Si... pero ¡morir! .. por la primera vez quizás en toda Si , los que han muerto de hambre.
su larga carrera pensaba Danglars en la muerte con te- Entonces pensó Danglars en aquel anciano que á
mor y condeseo al par. Pero labia llegado para él el mo- través de las ventanas de su pobre boardilla veia ago-
mento de fijar sus ojos en el implacable espectro que va nizar en su pobre cama .
delante de todas las criaturas gritándoles á cada latido ¡ Si ! es verdad , dijo tocando al suelo con la fren-
del corazon : tú morirás. Danglars se hallaba en la si- te. ¡ Si ! hay hombres que han sufrido mas que yo , pe-
tuacion de esos animales débiles que la caza reanima, ro esos serán mártires .
y luego los desespera , y que á fuerza de desesperacion -¿Os arrepentís al cabo? dijo una voz lúgubre y so-
consiguen tal vez salvarse. lemne que hizo erizarse los cabellos á Danglars.
Sus debilitados ojos procuraron distinguir los obje-
Danglars pensó en la fuga. tos, y vió detrás del bandido á un hombre embozado en
Pero las paredes eran de piedra viva, y á la única una capa y medio oculto en la sombra de una pi-
salida que tenia el calabozo veiase un hombre leyendo, lastra.
y detrás de este hombre veíanse pasar y volverá pa- -¿De qué me he de arrepentir ? balbuceó.
sar sombras armadas de escopetas. -Del mal que habeis hecho , dijo la voz.
Su resolucion de no firmar duró dos dias , despues -¡Oh! ¡ sí , me arrepiento ! exclamó Danglars gol-
de los cuales pidió alimento y ofreció un millon. peándose el pecho con el puño cerrado.
Diósele, pues, una magnífica comida y se le tomó el -Entonces os perdono ; dijo el hombre arrojando la
millon. capa y dando un paso para que le alumbrase la luz de
Desde entonces la existencia del pobre preso fué una lleno.
divagacion perpetua . Habia sufrido tanto que no queria ¡ El conde de Monte-Cristo ! dijo Danglars mas pá-
exponerse á sufrir mas. lido de terror que un momento antes lo estaba de ham-
Al cabo de doce dias cierta vez que habia comido bre y de miseria.
como en sus buenos tiempos , echó sus cuentas y co- -Os engañais , yo no soy el conde de Monte-Cristo.
noció que habia dado tantos bonos al portador, que solo -Pues ¿quién sois?
le quedaban cincuenta mil francos . Entonces se obró en -Soy un hombre á quien habeis vendido y deshon-
él una reaccion extraña . El , que acababa de soltar cin- rado ; soy un hombre cuya novia habeis prostituido ;
co millones, trató de salvar los cincuenta mil francos soy un hombre que os ha servido de escalon para subir
que le quedaban. Antes que dar aquellos cincuenta mil á la fortuna ; soy un hombre cuyo padre ha muerto de
francos resolvió hacer una vida de privaciones , y abri- hambre por culpa vuestra , soy, en fin , el hombre que
gó esperanzas que rayaban en locura. os habia condenado á morir de hambre , y que ahora os
El , que habia olvidado á Dios tanto tiempo , pensó perdona , porque él tambien necesita ser perdonado.
en Dios para decirse á sí mismo que Dios habia hecho Soy Edmundo Dantes.
milagros muchas veces, que la caverna podia hundirse, Danglars lanzó un grito sordo y cayó de rodillas.
que los carabineros del papa podian descubrir aquella -Levantaos , dijo el conde. Os perdono la vida, for-
guarida maldita y salvarle , que entonces le queda- tuna que no han alcanzado vuestros dos complices.
SEGUNDA SERIE -ENTREGA 141.-TOMO II. 27
BIBLIOTECA UNIVERSAL .
410

El uno está loco, y el otro ha muerto. Guardad los ciu- CAPITULO XVIII.
cuenta mil francos que os quedan. Yo os los regalo; pe-
ro los cinco millones que robásteis á los hospicios les han EL CINCO DE OCTUBRE.
sido ya restituidos por una mano desconocida . Ahora Eran las seis de la tarde , sobre poco mas o menos;
comed y bebed . Por esta noche sois mi convidado . - una luz de color de ópalo confundida con
a, do re esté resta bleci do le pon- los hermosos
Vamp cuan este homb rayos del sol de otoño caia del cielo sobre el mar
drás en libertad.
Danglars siguió prosternado mientras el conde se ale- azul.
Habia ido cediendo poco a poco el calor del dia, y em-
jabu.

Soy Edmando Dantés.

Cuando levantó la cabeza solo vió una especie de , pezaba á sentirse esu ligera brisa que parece larespira
sombra que se alejaba por el corredor , sombra ante la cion de la naturaleza al despertar de la ardiente siesta
soplo delicioso que refresca las costas del Mediterri
'cual se inclinaban los bandidos .
Segun la órden del conde , Vampa sirvió á Danglars neo y que lleva de ola en ola el perfume de los árbo
los mejores vinos y las mejores frutas de Italia , y ha- lesEnjunto con el áspero perfume de las algas.
ciéndole subir á su silla de posta , le dejó en medio del ese inmenso lago que se extiende desde Gibraltar
hasta los Dardanelos y desde Túnez á Venecia , se vel
camino.
Alli siguió hasta el dia desconociendo el sitio en que deslizarse entre los vapores vespertinos un ligero yachi
se hallaba . de pura y elegonante forma .
Su oscilaci era como la del cisne que abre
Alamanecer vió que pasaba un arroyo muy inmedia-
to, y como tenia sed arrastróse hasta su orilla.
to y que
vienzaba
Asíal avan
alas ro yce
ligepare resb
grac alardeja
ioso sobre
ndolas ondas.
enposdes
Al inclinarse á beber notó que sus cabellos habian
encanecido . una luminosa estela.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO. 411

Poco á poco el sol cuyos últimos rayos hemos salu- Despues añadió en voz baja :
dado habia ido sepultándose en occidente , pero como -Sí , será el puerto.
para dar la razon å las brillantes parábolas de la mito- Y volvió á abstraerse en sus ideas , que se revelaban
logía su lumbre indiscreta reaparecia al extremo de ca- en una sonrisa mas triste que las mismas lágrimas.
da ola como si revelase que el dios de la luz acababa de Algunos minutos despues distinguióse en tierra un
dormirse en el seno de la bella Anfirite, que en vano pre- resplandor que se apagó en seguida , acompañado de la
tendia ocultar á su amante con su azulado manto. explosion de un arma de fuego.

Alargóle el patron la escopeta cargada.

El yacht avanzaba rápidamente, aunque al parecer | -Excelencia , dijo el patron , esa es la señal , ¿ que-
"apenas soplara viento para agitar la rizada cabellera de réis contestar vos mismo ?
una niña. ¿Qué señal? preguntó el jóven.
De pié en la proa un hombre de alta estatura , tez El patron extendió la mano hacia la isla por cuyas
bronceada y rasgados ojos , veia acercarse á él la tierra grietas subia una nube de humo extendiéndose y disi-
bajo la forma de una masa cónica , saliendo de entre pándose.
las aguas como un inmenso sombrero catalan. -¡Ah ! sí, dadme , dijo el joven.
Alargóle el patron la escopeta cargada , el viajero la
-¿Es aquello Monte-Cristo? preguntó en voz grave
y llena de profunda tristeza el viajero á cuyas orde- tomó y levantándola lentamente , disparó al aire.
nes parecia hallarse el yacht momentáneamente . Diez minutos despues cargaba velas el yacht y ancla-
Sí , excelencia , ya llegamos , respondió el patron. ba á quinientos pasos de un puerto diminuto .
-Ya llegamos ... murmuró el viajero con acento in- La lancha estaba ya en el mar con cuatro remeros y
definible de melancolía. el piloto.
412 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

Trasladóse el jóven á ella , y en vez de sentarse en la El jóven siguió andando hasta la orilla detrás de dos
popa guarnecida para el con un tapiz azul , permaneció marineros que buscaban el mejor fondo.
de pié con los brazos cruzados . A los treinta pasos llegaron á tierra.
Los remeros esperaban con sus remos fuera del agua El jóven sacudió sus pies, y buscaba con los ojos en
como pájaros que están secando sus plumas. torno suyo el camino que probablemente se le iba & in-
-Adelante , dijo el viajero. dicar, porque era ya de noche, cuando sintió una mano

025 9by H69000-20

-¿Sois vos , conde? exclamó el jóven.

Los ocho remos cayeron al mar de un solo golpe sin f sobreBu espal
laen dach
as no oyó
yes una
, Ma voz
ximi que
lian cia temblar.
o , ledehizo aquella voz
que saltase una gota de agua ; y cediendo la barca á la gracias por vuestra exactitud .
-¿ Sois vos , co nde esclamóael joven co n o mou
impulsion , deslizóse rápidamente . mien to muy parecido á? la alegrí y estrechandun consus
En un instante llegaron á una pequeña ensenada ,
donde tocó la barca en un fondo de arena fina.
os gesto manoveis
dos-Ya s la que
mano soy
detan
Moexacto comovos,
nte -Cris to . peroestais
jóvenencia
-Excel
El , dijo
respond piloto,
ió áelesta invitac mariner
dos ion con un os lleva-
de chorreando , mi querido amigo , y esprecisomudares
rán en hombro
complet s áencia
a indiferi la orilla.
, y se echó al agua, que le llegaba como diria Calipso á Telémaco . Venid pues , quepre-
parada para vos hay una habitacion donde olvidares

hasta la cintura.
Monteio
¡ Ah ! excelencia , murmuró el piloto ¡ qué mal cansanc o reparó que Morrel volvia la cara.
frio.
-Cryist
haceis ! nos va á reñir el amo por vuestra causa.
EL CONDE DE MONTE -CRISTO . 413

El jóven , con efecto, estaba sorprendido de que los ternura á las puertas de la muerte , ¿no es verdad ?
marineros no le hubiesen dicho una palabra y que se -Me queda todavía una duda , amigo mio , dijo el
hubieran vuelto á marchar sin que les pagara su pasaje, conde. ¿Tendriais tan poca fortaleza que hiciéseis cues-
pues se oia ya el ruido de los remos de la lancha qué tion de orgullo el demostrar vuestro dolor?
regresaba hacia el yacht. -No. Estoy natural , como veis , dijo Morrel ten-
¿ Buscais á vuestros marineros ? le preguntó el diéndole la mano al conde. Mi pulso no late con mas ni
conde. con menos fuerza que de ordinario . No ; es que me
Sin duda alguna . Aunque no les he dado nada , se siento al fin de mi camino , y no andaré mas. Me habeis
han ido ya. hablado de esperar ; ¿ y sabeis lo que habeis hecho,
-No os ocupeis de eso , Maximiliano , dijo riéndose pobre sabio? He esperado un mes , es decir, he sufrido
Monte-Cristo. Tengo hecho un pacto con la marina un mes , ¡he esperado ! ( el hombre es una criatura mi-
para que el acceso de mi isla sea franco de todo dere- serable . ) he esperado... ¿ qué ?.. No lo se ; una cosa in-
cho de carga y de pasaje . Soy abonado al mar , como se creible , absurda , insensata ; un milagro... ¿ cuál ? Dios
dice en los países cultos. solo puede decirlo , Dios que ha mezclado nuestra ra-
Morrel míró al conde con admiracion. zon de esta locura que se llama esperanza . ¡ Sí ! he con-
¿ No sois el mismo hombre que en Paris ? le dijo . fiado y esperado, conde ; y en este cuarto de hora que
¿ Por qué? hace que hablamos me habeis, sin saberlo , destrozado
Porque aquí os reis. el corazon cien veces , porque vuestras palabras me
El rostro de Monte-Cristo se anubló de repente . prueban que no hay esperanza para mí. ¡ Oh conde,
-Teneis razon, Maximiliano , dijo . Volveros á ver qué dulce y qué voluptuosamente reposaré en los bra-
era para mí una felicidad , y me olvidaba de que toda zos de la muerte !
felicidad es pasajera. Pronunció Morrel estas últimas palabras con una ex-
-¡Oh, no, no , conde ! exclamó Morrel estrechando plosion de energía que hizo temblar al conde.
las manos de su amigo . Sed dichoso por el contrario , -Amigo mio , continuó Morrel viendo que callaba
y probadme con vuestra indiferencia que la vida solo Monte-Cristo , me habeis fijado el 5 de octubre por
es insoportable para los que sufren . ¡ Oh ! vos sois ca- término del plazo que me pediais... ¡ Amigo mio , hoy
ritativo , vos sois grande , vos sois bueno, amigo mio, es el 5 de octubre !
y solo para inspirarme valor aceptais esa alegría. Morrel sacó su reló .
-Os engañais, Morrel, dijo Monte-Cristo. Era con -Son las nueve . Me quedan tres horas de vida.
efecto feliz. i Sea ! respondió el conde. "
- Entonces os olvidais de mí. Tanto mejor. Siguió Morrel maquinalmente á Monte- Cristo : an-
¿Cómo así? tes que cayese en ello se hallaba ya en la gruta mara-
Ší , porque ya sabeis, amigo mio , que como decia villosa y pisaba alfombras , y por una puerta que se
el gladiador al entrar en el circo al sublime emperador : abrió envolvióle una nube de perfumes , y una luz hi-
«jel que va á morir, te saluda . >> rió sus ojos .
-¿No estais consolado? le preguntó Monte- Cristo Morrel se detuvo vacilante y desconfiando de las vo-
mirándole de una manera extraña. luptuosas delicias que le rodeaban.
-¡Oh ! dijo Morrel con acento de amargura, ¿ ha- Monte-Cristo lo atrajo hácia sí con dulzura.
bréis creido efectivamente que podia estarlo? ¿ No es conveniente , dijo , que pasemos las tres
-Escuchad , dijo el conde , ¿ comprendeis bien mis horas que nos quedan como aquellos antiguos roma-
palabras , no es verdad , Maximiliano? no me teueis nos que , sentenciados por Neron su emperador ysu he-
por hombre vulgar , por instrumento de sonidos vagos redero , se sentaban á la mesa coronados de flores y
y vacíos. Cuando os pregunto si estais consolado os respiraban la muerte al par que el perfume de los helio-
hablo como hombre para quien no tiene secretos el co- tropos y de las rosas?
razon humano . Bajemos , pues , Morrel , al fondo de Morrel se sonrió.
vuestro corazon , y sondeémosle. ¿ Os dura aun esa im- -Como querais , dijo . La muerte siempre es la
paciencia fogosa del dolor que hace saltar el cuerpo co- muerte. La muerte es el olvido , es decir, el reposo , es
mo salta el leon picado por el tábano ? ¿ os dura aun decir , la ausencia de la vida y por consiguiente del
esa sed devorante que solo se apaga en la tumba? ¿ os dolor.
dura aun el idealismo del pesar que lanza al vivo en Y se sentó en frente de Monte-Cristo.
busca del muerto? ¿ó bien lo que teneis ahora es sola- Hallábanse en aquel maravilloso comedor que hemos
mente la postracion del valor agotado y el enojo que descrito ya, cuyas estatuas de mármol llevaban sobre la
apaga el rayo de esperanza que se obstina en brillar? cabeza canastillos siempre llenos de flores y de frutas.
¿ es la pérdida de la memoria que trae la impotencia de Morrel lo habia mirado todo vagamente , y es pro-
las lágrimas? ¡Oh ! mi querido amigo, si eso es así, no bable que no hubiese visto nada.
podeis llorar ya. Si creeis muerto á vuestro corazon ale- -Hablemos como hombres , dijo mirando al conde
targado , si no teneis fuerzas sino para pensar en Dios, fijamente.
si no teneis miradas sino para el cielo , dejemos á un -Hablad , dijo este.
lado , amigo, las palabras que no aciertan á reproducir -Conde , repuso Morrel , sois el resúmen de todos
lo que dice nuestra alma . Maximiliano , estais conso- los conocimientos humanos , y me pareceis bajado de
lado. No os quejeis . un mundo mas adelantado y mas sabio que el nuestro.
-Conde , dijo Morrel con voz dulce y al mismo tiem- -Hay algo de verdad en eso, Morrel , dijo el conde
po firme, conde , escuchadme como se escucha á un con su sonrisa melancólica que lo hacia tan hermoso .
hombre que habla con la mano extendida hacia la tier- He bajado de un planeta que se llama el Dolor.
ra y con los ojos levantados al cielo . He venido á vos -Creo todo lo que me decís sin tratar de profundi-
para morir en brazos de un amigo . Hay en el mundo zarlo, conde, y la prueba es que me habeis dicho que
personas á quien quiero . Sí , quiero á mi hermana Ju- viviese y he vivido ; me habeis dicho que esperase y casi
lia ; quiero a su marido Manuel ; pero necesito que se he esperado . Me atrevo, pues , conde , á preguntaros
me abran unos brazos fuertes . Mi hermana se desharia como si hubiérais muerto ya alguna vez conde, ¿ duele
en lágrimas y se desmayaria. La veria sufrir , y he su- mucho ?
frido ya bastante. Manuel me arrancaria el arma de las Monte-Cristo miraba á Morrel con indefinible expre-
manos y aturdiria la casa con sus gritos. Vos , conde, sion de termura .
que me habeis empeñado vuestra palabra , vos, que sois --¡Sí , dijo ¡ sí ! duele mucho indudablemente , si
mas que un hombre , vos, á quien creeria un Dios si no destruís con mano bruta esta cáscara mortal que tanto
· fueseis mortal , vos me conduciréis lentamente y con se empeña en vivir , si destrozais vuestras carnes con la
414 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

imperceptible punta de un puñal , si os agujereais con cien millones . Os los doy. Con semejante capital podeis
una bala estúpida dispuesta siempre á perderse en el aspirar á conseguir todo lo que os propongais. Si sois
camino , vuestro cerebro que el menor choque llena de ambicioso tendréis abiertas todas las carreras : revolved
dolor ! sí , entonces sufriréis y saldréis odiosamente de el mundo , cambiad su faz , entregaos á teorías insen
la vida, pareciéndoos en medio de vuestra desesperada satas , sed criminal si es preciso , pero vivid.
agonía preferible á un reposo comprado tan caro. -Me habéis empeñado vuestra palabra , conde, res-
-Si , comprendo , dijo Morrel. La muerte como la pondió friamente Maximiliano, y son las onceymedia,
vida tiene sus secretos de dolor y de voluptuosidad. El añadió sacando el reloj.
quid está en conocerlos. ¿ Es posible que penseis en eso , Morrel, delante de
-Justamente , Maximiliano , habeis pronunciado la mí , en mi casa?
gran palabra . La muerte es segun el trabajo que nos -Dejadme entonces marchar , dijo Maximiliano que
tomamos de bien ó mal con ella ; ó una amiga que nos habia vuelto á ensimismarse. Dejadme marchar 6 crée-
arrulla con tanto amor como una nodriza, ó una enemi- ré que no me amais por mi , sino por vos.
ga que nos arranca el alma del cuerpo violentamente. Yse levantó.
Algun dia cuando nuestro mundo haya vivido otros mil -Estábien , dijo Monte-Cristo , cuyo rostro se puso
años mas , cuando se haya hecho dueño de todas las radiante al oir estas palabras. Os empeñais , Morrel , y
fuerzas destructoras de la naturaleza para hacerlas ser- sois inflexible... Sí, sois muy desgraciado ; y como ha-
vir al bienestar general de la humanidad, cuando conoz- beis dicho , solo un milagro os podia salvar. Sentaos,
ca el hombre , como decíais hace poco , los secretos de Morrel , y esperad .
* la muerte , la muerte llegará á ser tan dulce y tan vo- Morrel obedeció. Levantóse Monte-Cristo á su vez,
luptuosa como el sueño que dormimos en brazos de yendo á buscar en un armario cuidadosamente cerrado,
nuestra amada. y cuya llave llevaba suspendida de una cadena de oro,
-Y si vos quisiéseis morir , conde , ¿sabríais morir un cofrecillo de plata maravillosamente cincelada , cu
de ose modo? yos ángulos representaban cuatro figuras inclinadas
-Si. semejantes á las cariátides , símbolos de ángeles que
-Ahora comprendo , dijo Morrel tendiéndole la ma- aspiran al cielo. Puso el cofrecillo sobre la mesa , y
no , por qué me habeis dado cita aquí , en esta isla de- abriéndolo sacó otra cajita de oro , que se abría por la
sierta , en medio del mar, en este palácio subterráneo, presion de un resorte secreto ."
sepulcro que envidiaria un Faraon. Es que me amais, Esta cajita contenia una sustancia medio sólidaY
¿ es verdad , conde ? es que me amais bastante, lo bas- grasienta de color indefinible , gracias á los reflejos del
tante para darme una de esas muertes de que me hablá- oro , de los zafíros , de los rubies y de las esmeraldas
bais hace poco ; una muerte sin agonía , una muerte que guarnecian la caja.
que me permita espirar pronunciando el nombre de Va- El conde cogió con una cuchara de porcelana una pe
lentina y apretándoos la mano. queña cantidad de esta sustancia , y se la presentó á
Sí , lo habeis adivinado , Morrel , así lo comprendo Morrel clavándole una mirada profunda.
yo , dijo el conde con sencillez. Entonces pudo verse que aquella sustancia era ver-
-¡Gracias ! gracias ! La idea de que mañana no su- dosa.
friré ya es halagueña á mi pobre corazon . Esto es lo que me pedisteis , le dijo . Esto es lo que
-¿No echais de menos nada ? le preguntó Monte- os prometí.
Cristo. -Vivo aun os doy gracias desde el fondo de mi co-
-Nada , respondió Morrel. razon, dijo el jóven cogiendo la cucharada de manosde
-¿Ni aun á mi ? le preguntó el conde con una emo- Monte-Cristo .
cion profunda. Tomó el conde una segunda cuchara y la introdujo
Morrel calló : sus ojos tan radiantes se empañaron otra vez en la segunda cajita .
de repente , y una gruesa lágrima rodó por sus mejillas . -¿Qué vais ú hacer , amigo mio? le preguntó Morrel
-- Qué dijo el conde , ¿ dejais algo amable sobre la sujetándole la mano .
tierra y quereis morir? -Creo Morrel, Dios me perdone, le dijo sonriéndose,
¡ Oh ! exclamó Morrel con voz débil ... os suplico que estoy tan cansado como vos de vivir , y puesto que
conde , que no pronuncieis una palabra mas , que no se presenta ocasion ...
prolongueis mi suplicio . -¡ Deteneos ! exclamó el jóven. ¡Oh! vos que amais
El conde creyó que Maximiliano vacilaba , y esta y que sois amado , vos, que teneis la fede la esperan-
creencia instantánea resucitó en él la horrible duda, za, no hagais lo que voy yo á hacer , que en vos seria
vencida ya una vez en el castillo de If , y se dijo á sí un crimen . ¡ Adios , mi noble y generoso amigo, voyá
mismo : decir á Valentina cuánto habeis hecho por mí!
-Me ocupo en volver á este hombre la felicidad ; Ylentamente, pero sin mas vacilacion que un ademan
miro esta restitucion como un peso echado en el plati de la mano izquierda que le alargaba el conde , Morrel
llo del bien, de esa balanza donde lie echado tanto mal; tragó ó mas bien saborcó la misteriosa sustancia de
pero ¿ y si me engañase ? ¿ y si este hombre no fuera Monte-Cristo.
bastante desgraciado para merecer la felicidad ? ¡ Ay! Los dos permanecieron silenciosos .
¿qué seria de mí , que no puedo olvidar el mal sino Ali trajo el tabaco y las pipas , sirvió el café y des-
figurándome el bien ? Escuchad , Morrel , le dijo . Veo pareció .
que vuestro dolor es inmenso ; pero creeis en Dios , y Poco á poco las lámparas fueron palideciendo en ma-
el
no querreis exponer vuestra alma á la condenación nos de las estatuas de mármol que las sostenian , !
eterna . perfume de los pebeteros pareció á Morrel menos pene-
-Conde , respondió Morrel sonriéndose tristemen- trante.
te, ya sabeis que yo no soy hombre de ideas poéticas : Sentado Monte-Cristo en frente de él , le miraba des
os juro que mi alma no es mia. de el fondo de la penumbra , y Morrel solo distinguia
Ya sabeis vos , dijo Monte- Cristo , que no tengo sus brillantes ojos.
en el mundo ningun pariente , que me he acostumbra- Un inmenso dolor se apoderó del joven, que sintió que
do á miraros como hijo mio, y que por salvar á mi hijo la pipa se le escapaba de las manos y que los objetos
sacrificaré mi vida y con mayor razon mi fortuna. iban perdiendo insensiblemente su forma y su color.
-¿Qué quereis decir? Sus turbados ojos creian ver abrirse puertas en las
Quiero decir , Morrel , que quereis abandonar paredes y descorrerse cortinas.
-–Amigo , murmuró , conozco que me muero... gra
la existencia porque no conoceis los goces con que
brinda una gran fortuna. Yo poseo , Morrel , cerca de cias.
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 415

Hizo un esfuerzo para tenderle la mano por última mas que aquel sueño. Parecíale entrar á banderas des-
vez ; pero faltándole las fuerzas, cayó la mano á plomo . plegadas en el vago delirio que precede á eso que se
Entonces le pareció que Monte-Cristo sonreia , no llamala muerte. ,
con aquella risa extraña y terrible que le habia dejado Pretendió otra vez tenderle la mano al conde ; pero
entrever muchas veces los misterios de aquella alma aliora no pudo moverla tan siquiera ; quiso pronunciar
profunda , sino con la benevolente compasion que tie- un supremo adios , y su lengua se agitó pesadamente
nen los padres para sus hijos traviesos. en su garganta como una piedra que da vueltas dentro
Al mismo tiempo iba creciendo el conde á sus ojos. de un sepulcro .

Amigo , murmuró, conozco que me muero ; gracias

Su estatura casi doble se dibujaba en los tapices encar- Cargados de languidez sus ojos , se cerraron a pesar
nados . Se habia echado atrás sus cabellos negros, y suyo. Sin embargo , mas allá de sus pupilas se agitaba
una imágen , que reconoció á pesar de la oscuridad en
aparecia enhiesto y altivo como uno de esos angeles
que se creia envuelto.
que amenazarán á los malos el dia del juicio final.
Abatido Morrel, domado , se echó hácia atrás en el Era el conde que acababa de abrir una puerta ; y en
diván, empezando á circular por sus venas una torpeza el mismo istante una claridad inmensa que inundaba-
y una languidez inconcebibles . Un cambio de ideas po- la habitacion 6 mas bien el maravilloso palacio próxi-
bló su frente, por decirlo así, como una nueva disposi- mo , penetró en la sala donde Morrel se hallaba entre-
cion de los dibujos puebla el kaleidóscopo . gado á su dulce agonía.
Entonces vió á la puerta de aquella sala una mujer
Inclinado , palpitante Morrel , no sentia vivir en él
416 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

de maravillosa hermosura , que pálida y sonriendo dul- pitarse en la tumba. Sin mí hubiérais muerto los dos.
cemente, parecia el ángel de la misericordia conjuran- Os devuelvo el uno al otro. ¡ Téngame Dios en cuenta
do al ángel de las venganzas. estas dos vidas que salvo !
--¿Se abre ya el cielo para mí ? pensó el moribundo . Valentina cogió la mano de Monte-Cristo y se la lle-
Ese ángel se parece al que he perdido. vó á los labios en un impulso irresistible.
Monte-Cristo señaló á la jóven con el dedo el sofá -¡Oh, agradecédmelo mucho ! dijo el conde. ¡ Oh,
donde reposaba Morrel , y ella se adelantó con las ma- no os canseis de decirme que os he hecho feliz! ¡ no
nos juntas y la sonrisa en los labios. podeis figuraros cuánto necesito abrigar esta creencia !

¿ Se abre ya el cielo para mí?

¡ Valentina , Valentina ! exclamó Morrel desde el ¡ Oh , sí , si , os las daré con toda mi alma ! dijo
fondo del alma. Valentina , y si dudais de que sea sincera mi gratitud,
Pero su boca no profirió una palabra, y como si to- preguntádselo á Haydee , preguntádselo á mi querida
das sus fuerzas se uniesen en aquella emocion interior, hermana Haydee , que desde nuestra salida de Francia
exhaló un suspiro y cerró los ojos . me ha hecho esperar con paciencia hablándome de vos
Valentina se precipitó hácia él . el dichoso dia que hoy luce para mí.
'Los labios de Maximiliano hicieron otro movimiento . -Luego quereis mucho á Haydee? le preguntó
---Os llama , dijo Monte-Cristo con una emocion que pretendia en vano
el conde. Os llama en el fondo de
su letargo ese á quien habiais confiado vuestro destino, disimular.
y de quien habia querido la muerte separaros ; però ¡ Oh, con toda mi alma!
por fortuna yo estaba aquí para vencer á la muerte. Pues bien , Valentina , dijo el conde , tengo que
Valentina , desde este instante no debeis separaros en pediros un favor.
la tierra, porque por buscaros iba Maximiliano á preci- -¿A mi ? ¡gran Dios ! seré yo tan dichosa...
EL CONDE DE MONTE-CRISTO . 417

-Sí , puesto que llamais á Haydee vuestra hermana, denes, señor de mi alma. Olvidaré hasta tu nombre y
que lo sea con efecto , Valentina . Dadle á ella todo lo seré feliz.
que creais deberme á mí . Protegedla Morrel y vos, por- Y dió un paso para retirarse.
que desde mañana ( el acento del conde estuvo á pique -¡Dios mio ! exclamó Valentina sosteniendo sobre
deapagarse), desde mañana quedará sola en el mundo... su pecho la cabeza aletargada de Morrel. ¿No veis que
-¡Sola en el mundo ! repitió una voz detrás del pálida está? ¿ no comprendeis lo que sufre?
conde, ¿y por qué ? -¿Cómo quieres que me comprenda, hermana mia?
Monte-Cristo se volvió, viendo á Haydee en la puerta respondió Haydee con voz desgarradora. Es mi señor,
pálida, petrificada y mirándole con mortal estupor. yo soy su esclava , y tiene derecho para no ver nada.

-Entregaros esta carta de parte del conde.

- Porque desde mañana serás libre, hija mia , res- El conde se estremeció al oir aquella voz que con-
pondió el conde ; porque desde mañana recobrarás en movia las fibras mas secretas de su corazon , y encon-
el mundo el lugar que te pertenece , y porque no quie- trándose sus ojos con los de la jóven , no pudieron re-
ro que mi destino oscurezca el tuyo . Hija de príncipes, sistir su brillo.
teldevuelvo tus riquezas y el nombre de tu padre. -¡Dios mio, Dios mio ! murmuró Monte-Cristo. ¡ Se-
Haydee se puso pálida, abrió sus manos diáfanas co- rá verdad lo que me habeis dejado entrever ! ¿serias
mo una niña que se encomienda á Dios, y dijo en voz dichosa, Haydee, con no separarte de mí?
entrecortada por las lágrimas : Soy jóven, respondió la griega dulcemente; amo
-¿Con que me abandonas, señor de mi alma? la vida que me has endulzado siempre tú, y sentiria
¡ Haydee , Haydee ! eres jóven, eres hermosa... ol- morir.
vida hasta mi nombre, y sé feliz. -Eso quiere decir , Haydee , que si yo te dejase.. +
-Está bien , dijo Haydee. Serán cumplidas tus ór- -Moriria, señor de mi alma, sí.
418 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

-¿Luego me amas ? -¡ Del conde ! murmuraron á la par los dos jóvenes.


-¡Oh, Valentina , pregunta si le amo! ¡dile tú, Va- -Sí , leed.
lentina, si amas á Maximiliano ! Morrel abrió la carta y leyó :
El conde sintió dilatarse su corazon , y abriendo los «Mi querido Maximiliano : Anclado teneis un barco.
brazos, se precipitó en ellos Haydee lanzando un grito. Jacobo os conducirá á Liorna , donde espera M. Noir-
-¡Oh, sí, te amo , dijo , te amo como se ama á un tier á su nieta para bendecirla antes que os acompañe
padre , á un hermano , á un marido ! Te amo como se al altar.
ama la vida , como se ama á Dios ; porque tú eres para >Todo lo que hay en esa gruta , amigo mio , mi casa
»
mí la mas hermosa , la mejor y la mas grande de todas de los Campos Elíseos y mi posesion de Trepor son el
las criaturas. regalo de boda que hace Edmundo Dantes al hijo de su
-Hágase como quieres , ángel querido , dijo el con- patron Morrel.
de. Dios que me ha lanzado contra mis enemigos y >>Dígnese la señorita de Villefort aceptar la mitad ;
que me ha hecho vencedor , Dios , bien lo veo, no quie- porque la suplico que dé á los pobres de Paris toda la
re que vaya mi arrepentimiento junto con mi victoria. herencia de su padre, que se ha vuelto loco , yde su
Yo quería castigarme , y Dios quiere perdonarme. hermano, que ha muerto en setiembre último junta-
Amame, pues , Haydee, ¡ quién sabe si tu amor me hará mente con su madrastra.
olvidar lo que es preciso que olvide ! >>Decid al ángel que va á velar por vos, Maximiliano,
-¿Qué es lo que dices , señor de mi alma ? le pre- que rece alguna vez por un hombre que , como Satanás
se ha creido un instante igual á Dios , reconociendo al
guntó la jóven.
-Digo que una palabra tuya , Haydee , me ha en- fin con toda la humildad de un cristiano que solo en
señado mas que veinte años de mi lenta sabiduría. Solo Dios está el poder supremo y la infinita sabiduría.
á tí tengo en el mundo , Haydee ; por tí me reconcilio Acaso esas oraciones endulzarán el remordimiento que
con la vida, por tí puedo sufrir, por tí puedo ser di- lleva en el fondo del alma.
choso. >>En cuanto á vos , Morrel , aquí teneis el resúmen de
-¿Lo oyes , Valentina? exclamó Haydee. ¡Dice que mi conducta . En el mundo no hay ni dicha ni desgra-
por mí puede sufrir ! ¡ por mí , que daria mi vida por él ! cia ; solo hayla comparacion de un estado con otro.
El conde se recogió un instante en sí mismo . >>Solo el que ha probado el sumo infortunio está apto
para
¿ Habré visto la verdad ? ¡ No importa , Dios mio ! morir, sentir la suma felicidad . Se necesita haberquerido
Maximiliano , para saber lo dulce que es vivir .
Castigo ó recompensa , acepto este destino. Ven Hay-
dee, ven. >>Vivid , pues , y sed dichosos , hijos queridos de mi
hasta que Dios se
Y enlazando con su brazo la cintura de la jóven, corazon , y rrer no olvideis nunca que
digne desco al hombre el velo del porvenir , toda la
apretó la mano de Valentina , y desapareció.
Una hora , sobre poco más o menos , permaneceria sabiduría humana estará reasumida en estas dos pala-
Valentina junto á Maximiliano muda , anhelante y con bras : Confiar y esperar .
los ojos fijos. Vuestro amigo,
Al fin sintió palpitar su corazon , entreabrió sus la- Edmundo Dantes,
bios unsoplo imperceptible , y circuló por todo su cuer- conde deMonte-Cristo.
po esa ligera palpitacion que anuncia la vuelta de la
vida. Durante la lectura de esta carta, que le noticiaba á la
Sus ojos volvieron á abrirse inmóviles y como tras-
tornados primeramente, y luego recobraron la anima- vez la locura de su padre y la muerte de su hermano,
cion de la vida real ; volviendo á Morrel con la vista el cosas óse ambas que ignoraba , Valentina se puso pálida,
escap de su pecho un doloroso suspiro , ydos lágri-
sentimiento , y con el sentimiento el dolor.
¡Oh ! exclamó con el acento de la desesperacion mas , que no por ser silenciosas eran menos dolientes,
y alargando la mano á la mesa , de donde cogió un cu- rodaron por sus mejillas .
Su felicidad le costaba bien cara.
chillo. ¡ Oh, vivo todavía , el conde me ha engañado !
-Amigo mio , dijo Valentina con su sonrisa adora- Morrel miró á todas partes con inquietud.
¡ Pero el conde exagera su generosidad ! dijo; Va-
ble , despierta, y mírame. ina entará con mi modesta fortuna . ¿Dónde
Morrel lanzó un grito , y delirante , lleno de dudas, lent se cont
deslum brado como por una vision celestia l , cayó de está el con de , amigo mio ? quiero verle.
Jacobo extendió la mano lácia el horizonte.
rodillas... ¿ Qué es eso ? ¿qué quereis decir ? le preguntó Va-
A los primeros rayos del siguiente dia se paseaban lentina . ¿ Dónde está el conde? ¿dónde está Haydee?
del brazo Morrel y Valentina por la orilla del mar.
Valentina le iba contando á Morrel cómo Monte- -Mirad, dijo Jacobo.
Cristo se le habia aparecido en su alcoba , cómo se lo Los dos jóvenes se fijaron en la línea que señalaba la
habia descubierto todo , cómo le habia hecho conocer mano del marino , distinguiendo una vela blanca del
el crimen palpablemente , y cómo , en fin, la habia sal- tamaño del ala de un pájaro, allá donde se unia el bo-
vado como por milagro , haciendo creer á todo el mun- rizonte con las aguas del Mediterráneo.
-iSe ha marchado ! exclamó Morrel. ¡ Adios, ami-
do que estaba muerta.
Habian encontrado abierta la puerta de la gruta, y go -¡S! e¡ ha
mio adios, chadomio
marpadre ! muró Valentina . ¡ Adios,
! mur
habian salido cuando brillaban en el azul matinal del
cielo las últimas estrellas de la noche. amiga mia! ¡ adios, hermana mia !
¡ Quién sabe si los volveremos á ver ! dijo Maxi-
Entonces Morrel distinguió en la penumbra formada
por un grupo de rocas un hombre que indudablemente miliano enjugándose una lágrima .
¿ No acaba de decirnos el conde , amigo mio , re-
esperaba una señal para acercarse á ellos.
tina , que toda la sabiduría humana se eu-
-1Ah , es Jacobo el capitan del yacht ! dijo Valenti- puso Valen
na, llamándole con un gesto. cierr a en estas dos palabras :
-¿Teneis algo que decirnos? le preguntó Morrel. Confiar y esperar?
Entregaros esta carta de parte del conde.

• FIN DEL CONDE DE MONTE-CRISTO.


FRANCISCO PICAUD.

HISTORIA CONTEMPORANEA .

ADVERTENCIA. nus, en casa de M. Lasignac, maestro de baile que vive


en la calle de los Osos.
Las siguientes lineas, que ponemos á continuacion de Los cuatro amigos apenas pueden responder algunas
la admirable novela Elconde de Monte-Cristo, sirven , por palabras insigniflcantes, pues tanto los trastorna aque-
decirlo así, de piezas justificativas á esta obra. Hacer Ila inesperada felicidad .
realidad , y realidad palpable y comprensible una com- -Y¿cuándo es la boda ? preguntó Lupian.
posicion tan maravillosa ; probar la verdad de estos he- El mártes que viene.
chos providenciales , y demostrar que unas escenas tan -¿El- mártes?
dramáticas han tenido testigos , es aumentar el interés - Cuento con vosotros ; hasta la vista. Voy á la alcal-
con que se lee siempre esta obra y darle un título mas día y á casa del alcalde.
imperecedero á la curiosidad pública . (Vase. Los concurrentes se miran unos á otros ) .
¡Qué fortunon de picaro !
Es brujo.
En 1807 vivia en Paris un cordonero llamado Fran- -¡Una muchacha tan guapa y tan rica , y él un mal
cisco Picaud , bastante buen mozo , y que estaba para artesano!
casarse con una jóven fresca y rolliza , que le gusta- -Y¿es el mártes la boda?
ba mucho , como gusta siempre su novia á los hom- Sí , dentro de tres dias.
bres del pueblo , es decir , con absoluta exclusion de Apuesto á que la retardo, dijo Lupian.
las demás mujeres , pues para los hombres del pueblo ¿ Cómo?
no hay mas que un modo de tener mujer , que es ca- -Con una broma.
sarse. ¿ Cuál ?
Llena la cabeza de este hermoso proyecto y adere- Una broma excelente. El comisario va á venir....
zado con su traje de los dias de fiesta , se va Francisco Le diré que sospecho que Picaud es agente de los ingle-
Picaud á casa de un cafetero , igual suyo en edad y en ses. ¿Vais entendiendo ya ?... de resultas de esto le
clase , si bien mas rico, y conocido por una estrava- prenderán , le interrogarán , tendrá miedo , y se de-
gante envidia de todo el que prosperaba. tiene la boda lo menos ocho dias.
Mateo Loupian , nacido en Nimes como Picaud , te- -Lupian, dijo Allut , esa es una broma muy pesada .
nia en Paris un café-bodegon bastante acreditado en Tú no conoces á Picaud ; es capaz de vengarse terrible-
la plaza de Santa Oportuna. Era viudo , y le quedaban mente si lo descubre.
dos hijos de su difunta mujer. Hallábanse en su compa- ----¡Bah ! dijeron los demás , en carnaval es preciso
ñía , cuando llegó Picaud , tres conocidos de éste, par- divertirse .
roquianos del café y tambien naturales del departamen- --
-Os advierto que yo no tomo parte en la broma.
to del Gad. Cada cual tiene sus gustos .
¿ Qué traes ? le dijo el cafetero. ¡Qué majo vienes, -Eres un cobarde , dijo el cafetero .
Picaud! No parece sino que vayas á bailar las treillas -Soy hombre honrado, y tú un envidioso . Yo viviré
(baile muy popular en el bajo Languedoc ) tranquilo, y tú acabarás mal ; buenas noches.
Hago una cosa mejor que esa, que es casarme. Desde que Allut vuelve la cara, el trio se anima á no
¿Con quién? abandonar tan feliz idea.
Con la de Vigouroux. Aquel mismo dia dos horas despues el comisario de
¿ Con Teresa la rica? que hablaba Lupian cumplia su deber de polizonte
La misma. activo , componiendo en estilo alguacilesco una sober-
¡ Sí tiene cien mil francos ! exclamó consternado bia relacion que va á parar á su jefe y desde allí á casa
el cafetero . del duque de Rovigo . Como coincide con ciertos descu-
La pagaré en amor y en felicidad . Ahora bien, se- brimientos recientes sobre los alborotos de la Vendée,
ñores, os convido á la mísa que se celebrará en Saint- no queda duda de que Picaud es el lazo de union del
Leu, y al baile, que se verificará en los bosques de Vé- mediodía y el oeste ; no puede menos de ser un perso-
420 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

naje importante , y bajo el disfraz de cordonero se en- entregó ni los capitales que poseia en el banco de Ham-
cubre un noble legitimista. burgo ni los que tenia colocados en el de Londres . Ade-
En resúmen, la noche del domingo al lúnes fué sacado más habia vendido despues de preso la parte libre de
Picaud de su casa con tanto misterio , que nadie le vió sus domínios.
marchar , y desde entonces no volvió á saberse abso- Aquel noble italiano que murió en 4 de enero de 1814
lutamente de él. Ni sus parientes ni sus amigos logran dejó al pobre José Luchen único heredero de unos siete
adquirir noticia alguna, y renuncian por último á saber millones en bienes libres, descubriéndole además dón-
su paradero. de estaba oculto un tesoro de cerca de un millon y dos-

Francisco Picaud.

Pasa el tiempo, y llega 1814. A la caida del gobierno | cientos mil francos en diamantes , y lo menos tres mi-
imperial vese bajar del castillo de Fenestrelles el 15 de llones en dueados de Milan , florines de Venecia ,mone-
abril un hombre agoviado por el sufrimiento y enveje- das españolas de cuatro duros, luises de Francia ,guineas
cido por la desesperacion , antes que por la edad. En inglesas. etc., etc.
siete años parece que ha vivido medio siglo. Nadie le co- Libre al fin José Luchen , marchó inmediatamente á
á
nocerá , porque apenas se ha conocido él mismo cuando Turin y á Milan , obrando con tanta prudencia , que
se vió en un espejo en la humilde posada de Fenes- los pocos dias se hallaba ya en posesion del tesoro;
trelles . desde Milan pasó á Amsterdam , Hamburgo yLondres
Aquel hombre que en su prision decia llamarse José sucesivamente, recogiendo en este viaje tanto oro como
Luchen fué, mas que criado, hijo de un poderoso sacer- puede tener un rey. Instruido á fondo por su amo en los
dote milanés . Indignado este del olvido en que le tenia secretos de la especulacion , supo José Luchen colocar
su familia por gozar de sus cuantiosas rentas , no les tan bien su dinero , que reservándose un millon enefec
FRANCISCO PICAUD 421

tivo, se creó unarenta de seiscientos milfrancos, paga- ciéndole desaparecer sin que sesupiera como . La novia le
dera á la vez por los bancos de Inglaterra , Alemania, lloró dos años; pero al fin cansada sin duda de llorar se
Francia é Italia. casó con el cafetero Lupian que aumentando con este
Hecho esto , se puso en camino para Paris, adonde matrimonio su peculio, poseia en la actualidad el café
llegó el 15 de febrero de 1815 , justamente á los ocho mas magnífico y mas concurrido de losA boulevares de
años que el pobre Francisco Picaud habia desapareci- Paris.
do. Este podria entonces tener treinta y cuatro años. El desconocido oyó , al parecer , esta historia con la
José Luchen cayó enfermo al día siguiente de su lle- mayor indiferencia. Sin embargo , preguntó los nom-

vése bajar del castillo de Fenestrelles ...un hombre agoviado ...

gada á Paris , y como no tenia casa ni criados, tuvo que | bres de ' aquellos amigos cuya broma habia probable-
irse á un hospital. Cuando volvió Napoleon de la isla de mente hecho infeliz al pobre Picaud ; pero se habian
Elba seguia Luchen enfermo aun , y no dejó de estarlo olvidado ya sus nombres.
mientras el emperador permaneció en la isla , ni duran- Sin embargo , añadió una de las personas á quien
te los cien dias ; pero cuando la segunda restauracion interrogaba , un tal Antonio Allut se ha jactado delante
consolidó al parecer la monarquia de Luis XVIII, salió de mí de conocer á esas personas de que hablais.
el enfermo del hospital en direccion al barrio de Santa --Yo he conocido en Italia á un Állut que era de
Oportuna. Nimes.
Allí supo lo siguiente. -Este de que hablo es de Nimes tambien.
En el mes de febrero de 1807 hablóse mucho de la -
Por cierto que me prestó cien ducados , dicién-
desaparicion de un jóven cordonero , hombre honrado dome que se los pagase si no recuerdo mal á su primo
y que estaba en vísperas de hacer un casamiento muy Antonio.
ventajosa. Una chanza de sus amigos lo inmpidió , ha- --Podeis remitírselos á Nimes , pues allí vive ahora.
422 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

Al día siguiente una silla de posta, precedida de un á los que le habian hecho mal . Era de Nimes y se llama,
correo que iba pagando agujetas triples , no corria que ba Francisco Picaud.
volaba por el camino de Lyon. De Lyon siguió la silla Allut exhaló un grito. El abate le miró con asombro.
por el Ródano por el camino de Marsella , dejando este -Era uno de mis mejores amigos... léjos fué á mo-
en Saint-Esprit. Allí por primera vez desde el principio rir el pobre... ¿sabeis la causa de su prision ?
del viaje se apeó de la silla un abate italiano , yendo á -El tampoco la sabia; me lo juró con tanta formali-
parar en Nimes á la conocida fonda del Luxemburgo. In- dad , que estoy convencido de ello .
formóse á la desecha de los mozos de la fonda del pa- Allut suspiro , y el abate repuso :
radero de Antonio Allut ; mas como este apellido es tan -Una sola idea le preocupó en vida, y segundecia

COL Jana 13

PomRubh

ZL
nopoque

en cuyo mango seleia con letras impresas : Número uno.

comun en la comarca que lo llevan familias entera- hubiera dado su alma al que le revelase quién ó quiénes
mente distintas en rango , fortuna y religion , pasó mu- habian sido los culpables de su prision. Esta idea fija le
cho tiempo antes que el abate Baldini diese con la per- inspiró una cláusula de su testamento singularísima;
sona que buscaba , necesitando aun algunos dias para pero antes debo deciros que Picaud habia hecho muchos
ponerse en relaciones intimas con ella. y muy buenos servicios en la cárcel á un inglés que
Vencidos estos obstáculos , el abate contó á Antonio tambien estaba preso , y que al morir le dejó un dia-
Allut que , hallándose preso por causas políticas en el mante que lo menos valia cincuenta mil francos....
castillo del OEuf de Nápoles , habia trabado relaciones -¡Qué fortuna tuvo ! exclamó Allut; cincuenta mil
conun buen hombre cuya muerte, que acaeció en 1811 , francos es un capital.
le habia sido muy sensible. -Al verse moribundo llamóme Picaud y me dijo:
-Podria tener unos treinta años en aquella época, Tranquilo moriré si me prometeis cumplir mi volun-
añadió . Murió llorando por su patria , pero perdonando tad ; me lo prometeis? -Os lo juro , en la persuasion
FRANCISCO PICAUD . 423

de que no me exigiréis nada que sea contra el honor ni padres su debilidad... ¡Que desesperacion ! Hablase al
la religion.-¡Oh ! sin duda ; escuchadme y lo veréis. señor marqués , que consiente en casarse , ponderando
Nunca he podido saber el nombre de los que me con- su fortuna y enseñando títulos y pergaminos. La alegría
denaron á este infierno; pero he tenido una revelacion : reina en casa de Loupian. En una palabra, se fija el dia
la misma voz de Dios me ha dicho que uno de mis de la boda , y el novio, que quiere portarse como quien
paisanos de Nimes, Antonio Allut, conoce á los que me es , encarga para aquella noche una comida de ciento
denunciaron. Id á buscarle cuando recobreis la libertad, cincuenta cubiertos en una fonda de las mas célebres.g
y dadle de parte mia el diamante de sir Herbert New- Llegan los convidados á la hora señalada , pero no el
ton ; pero con una condicion, y es que os diga los nom- marqués. Sin embargo, se recibe una carta suya, donde
bres de los que llamo yo mis asesinos. Cuando los sepais disculpa su tardanza diciendo que el rey le ha llamado
volveréis á Nápoles , y los escribiréis en una plancha de á palacio : que no se detenga por él la comida, pues irá
plomo que ha de encerarse en mi tumba. á las diez. Empieza , pues , la comida sin el amable re-
Acto continuo Antonio Allut confesó que los conocia cien casado , cuya gloriosa posicion le vale de todos
y declaró sus nombres, aunque no sin cierto terror; pero los concurrentes mil adulaciones á la novia , que está,
su mujer estaba presente y le animaba. El abate escri- sin embargo , de mal humor. A los postres pone un
bió pues , en su libro de memorias los nombres de Ger- mozo una carta sobre el plato de cada uno... y se sabe
vasio Chaubard , Guillen Solari y Gil Loupian. que el señor marqués es un presidiario cumplido y que
Entregóse la sortija , que, como era natural, pasó á acaba de fugarse.
poder de un platero por sesenta y tres mil setecientos La situacion de los Loupian es horrible, pero aun no
cuarenta y nueve francos , pagados al contado . Cuatro llegan á ver claro con este golpe. Al domingo siguiente
meses despues supo desesperado el matrimonio que el mientras va toda la familia á una funcion de campo á
diamante habia pasado á manos de un mercader turco distraerse , se prende fuego por nueve partes al piso
por ciento dos mil francos. Esta diferencia en ambos principal de la casa del café. Mil pilletes acuden , y só
precios fué ocasion de un asesinato y de la completa pretesto de apagarlo , roban , destrozan y saquean , sin
ruina del ambicioso Allut , que tuvo que huir á Gre- que se apagára el fuego, que devora al fin toda la casa .
cia con su mujer , donde aun viven miserables. El propietario la pega con Loupian, que queda comple-
Una señora se presenta en el café de Loupian pre- tamente arruinado , con solo un resto miserable del
guntando por el dueño , á quien dice que su familia dote de su mujer. Todo su dinero , todos sus muebles,
debia servicios muy grandes à un pobre hombre arrui- todos los efectos de su establecimiento han desapare-
nado por los acontecimientos políticos de 1814, pero tan cido quemados ó robados. La familia por consiguiente
desinteresado al mismo tiempo , que no quiere admitir se ve abandonada de sus amigos, y como uno solo les es
ninguna recompensa , deseando solo entrar de mozo en fiel,el mozo Próspero, que no quiere separarse de ellos ,
un café donde se le tratara bien. No era jóven que re- y que renuncia á su salario contentándose con partir el
presentaba unos cincuentaaños , y para que Loupianse pan de sus pobres amos, se le admira , se le elogia , y
resolviese á admitirle se le ofrecieron cien francos un nuevo café, aunque mas modesto, se abre en la calle
mensuales , sueldo que habia de ganar el mozo. de San Antonio.
Loupian aceptó.
Allí concurre tambien Solari , que una noche al vol-
Un hombre se presenta asaz feo y mal vestido. Exa- verá su casa siente dolores terribles. Se llama á un
minale con atencion Mad. Loupian y cree conocer
médico , que declara estar envenenado , y á pesar de
aquella cara; pero sus recuerdos eran tan vagos , que se todos los recursos que le prodigó , muere Solari presa
olvidó de ellos á poco. Al café concurrian puutualmente de las mas atroces convulsiones. Cuando doce horas
dos naturales de Nimes . Cierto dia no pareció unode despues se colocó el ataud á la puerta de la casa, como
ellos. Bromeóse largamente sobre su ausencia pero es costumbre , hallóse sobre el paño negro que lo cu-
pasó tambien el otro dia sin que acudiese. ¿ Qué estará bria un papel impreso con esta siniestra frase : Núme-
haciendo? Guillen Solari se compromete á averiguarlo. ro dos.
A las nueve de la noche vuelve consternado al café, y
cuenta que á las cinco de la mañana del dia anterior se Además de aquella hija desdichada tenia Loupian un
habia encontrado en el puente de las Artes el cuerpo hijo jóven, de instintos nada buenos y aficionado á las
del pobre Chaubard atravesado conun puñal que per- mujeres públicas, que luchó primeramente y acabó por
maneciadentro de la herida y en cuyo mango se leiacon entregarse á todos los desórdenes. Una noche le propu-
letras impresas : Número uno. sieron sus compañeros hacer una calaverada , que era
Hiciéronse mil conjeturas , y la policía trabajó lo robar doce botellas de un almacen de vinos y pagarlas
que no es decible; pero no pareció el criminal. Algun al día siguiente . Eugenio Loupian, que estaba medio
tiempo despues un magnífico perro de caza que tenia borracho , abre tanto ojo y oye con júbilo tan exce-
el amo del café murió envenenado , y un mozo decla- lente proposicion ; pero cuando ya la puerta de la ta-
ró haber visto á cierto parroquiano darle á comer biz- berna habia cedido y estaban las botellas en los bol-
cochos. sillos de la honrada compañía , llega la policía llamada
El parroquiano era un enemigo de Loupian , que por por un sereno , y se entabla contra ellos una causade
burla concurria á su café para tenerle como si dijéra- robo con escalamiento y fractura . Solo la piedad real
mos á sus órdenes. Formosele causa por lo del perro; pudo salvar al jovende la infamia , pese á esfuerzos in-
pero probó la coartada magníficamente , pues era con- creibles de influjo y de dinero que se hicieron para que
ductor de correos, y justamente el dia que se cometió el rey renunciase á usar de su clemencia.... El jóven
el crímense hallaba en Estrasburgo. Dos semanas des- Loupian fué condenado á veinte años de presidio .
pues el papagayo favorito de Mad. Loupian sufrió la Esta catástrofe consumó la ruina y la desgracia de
misma suerte del perro, por comer perejil y almendras los Loupian. La hermosa y rica Teresa murió de dolor
amargas. Volviéronse á hacer indagaciones , pero en sin dejar posteridad, con que fué preciso devolver á su
vano. odbor familia lo que quedaba de su dote. Viéndose el pobre
De su primer matrimonio tenia Loupian una hija, de Loupian ysu hija reducidos al último extremo, el hon-
diez y seis años , hermosa como unángel. Vióla un pi- rado mozo que tenia sus cuartejos ahorrados se los
saverde , enamoróse perdidamente de ella , derrochó un ofreció á la jóven , pero con infames condiciones. La
caudal para seducir á los mozos del café y á la doncella desgraciada por salvar á su padre y por salvarse á sí
de la niña, y habiendo logrado al fin tener con ella mu- misma de la miseria aceptó la mengua de las concubi-
chas entrevistas , hízola creer que era marqués y millo- nas , degradándose hasta un punto inconcebible.
nario. La niña noconoció su imprudencia hasta que tu- La vida de Loupian no era vida ; sus desgracias le
vo que ensanchar su corsé, y entonces confesó á sus habían casi trastornado la razon. Paseándose una tarde
424 BIBLIOTECA UNIVERSAL.

por un sitio retirado del jardin de las Tullerías se le nas un débil grito.... Rematada'ya su venganza , pen-
apareció un enmascarado. saba Picaud en salir de las Tullerías, cuando una mano
-¿Te acuerdas , Loupian , de 1807 ? le gritó . de hierro le cogió por la garganta y le tiró junto al ca-
¿Por qué? dáver , sintiendo despues que un hombre le ataba de
¿ Sabes el crímen que cometiste en aquella época? manos y piés y envolviéndole en su propia capa se lo
¡Un crímen ! llevaba á todo correr.
Espantoso. Hiciste encerrar en un calabozo á tu Nada puede igualar el furor y el asombro de Picaud
amigo Picaud por celos. ¿ Lo recuerdas? al verse así maniatado y llevado. Que no habia caidoen
-¡Ah! Dios me castiga con harto rigor. poder de la autoridad era indudable , pues un gendar

....hallóse sobre el paño negro que lo cubria un papel impreso con esta frase : Númerodos.

-No , sino el mismo Picaud , que en venganza ha me , aun estando solo , no hubiera tomado tantas pre
asesinado á Chaubard en el puente de las Artes , ha en- cauciones . ¿Si seria un ladron el que le llevaba así?...
venenado á Solari , ha casado á tu hija con un presi- pero ¡ qué ladron tan raro ! Lo que es una broma en úl
diario , y ha conducido la intriga de que tu hijo fué vícti- timo caso no podia ser, y de todos modos lo natural era
ma. El mató á tu perro , él al papagayo de tu mujer , él que habia caido en una emboscada ; esto era lógico,
incendió tu casa , él exeitó á los ladrones á entrar en palpable , segurísimo para Picaud .
ella; él mató á tu mujer de pena , y él en fin , tiene hoy Cuando se detuvo al fin el hombre que le llevaba á la
á tu hija por querida. Sí , reconoce á Picaud en tu mozo espalda , calculó Picaud que haría cosa de media hora
Próspero ; pero no le reconozcas hasta que no haya co- que iban corriendo ; pero envuelto en la capa , no ha-
locado su número tres. bia podido reconocer los sitios. Al verse desemba
Dijo , y de una puñalada hirió á su víctima tan bien razado de su envoltura , hallóse sobre el colchon de
en el corazon, que cae y muere Loupian exhalando ape- un catre , en un sitio cuya atmósfera era pesada ylle-
FRANCISCO PICAUD .
425

na de miasmas , por lo que se convenció de que era , crímenes horribles ; te has perdido para siempre , y me
una galeria perteneciente á alguna mina abandonada. has perdido á mí.
La oscuridad , que era casi completa, la agitacion tan- -¡A ti ! ¿ quién eres tú?
natural en Picaud y el cambio que producen en la fiso-
- Soy tu cómplice , soy un malvado que te vendió
nomía diez años de miseria y desesperacion impidie- por oro la vida de sus amigos. Tu oro me ha sido fatal.
ron que el asesino reconociera á aquel hombre que se le La avaricia que tú encendiste en mi alma no se ha
aparecia como un fantasma. Sumido en lúgubre si- vuelto á apagar ya . El ansia delas riquezas me ha pues-
lencio le exáminó por espacio de algunos minutos es- to loco, me ha hecho culpable. Maté al que me engañó;

-Reconoce à Picaud ... pero no le reconozcas hasta que haya colocado


su número tres.

perando una palabra que le explicase la suerte que se ] tuve que huir con mi mujer, que murió en la emigra-
le destinaba.
Y ahora , Picaud , le dijo al fin su raptor , ¿qué cion; y la
sufrido preso yo y
vergüen zajuzgado y condena
y la deshour á galeras,
a y hedo arrastr ado he
el
nombre vas á tener? ¿el que te dió tu padre ? ¿el que te grillete . Al fin logré á mi vez escaparme , y quise ha-
pusiste á tu salida de Fenestrelles? ¿Serás, pues, el aba- bérmelas y castigar al abate Baldini , que tan bien sabe
te Baldini ó el mozo de café Próspero ? ¿No te ha ins- castigar y habérselas con los demás . Corrí á Nápoles...
pirado tu ingenio un quinto nombre ? La venganza es nadie le conocia . Busqué la tumba de Picaud, y enton-
sin duda una broma para tí ; pero no, que es una manía ces me convencí de que Picaud vivia . ¿Cómo lo supe ?
frenética , y te inspirarias horror á tí mismo si no hu- ni tú ni el mismo Papa me arrancaréis este secreto .
bieses vendido tu alma al demonio. Los diez últimos Desde entonces me consagré á perseguir al muerto fin-
años de tu vida los has malgastado persiguiendo á tres gido ; pero cuando le encontré dos asesinatos habian
miserables á quien debiste perdonar. Has cometido dado ya muestra de su venganza , y estaban perdidos
SEGUNDA SERIE .- ENTREGA 142. - TOMO II.
28
426 BIBLIOTECA UNIVERSAL .

los hijos de Loupian y quemada su casa y su fortuna -Sin embargo , pensó, rico comosoy¿no puedocon
perdida. Esta noche pensaba revelárselo todo al pobre , magníficas promesas ó con un sacrificio real , librarme
Loupian; pero me cogiste la delantera . No parece sino de mi enemigo ? Yo que di cincuenta mil francos por
que el diablo te aconsejara , que cayó Loupian á tus saber los nombres de mis víctimas , no puedo dar otro
piés sin que Dios , que me inspiraba á mí, me permitiese tanto ó doble por librarme de este peligro ?
arrancarte tu última victima. Despues de todo , ¿qué Pero Dios permitió que la avaricia le cegase. Aquel
importa? Ya te tengo en mi poder ; ya puedo hacerte hombre, que poseia lo menos diez y seis millones , se
todo el mal que me has hecho ; ya puedo probarte que asustó de tener que dar la cantidad que le exigieran.

Yo soy Antonio Allet.

Ins gentes de nuestro país tienen el corazon tan bueno El amor al oro ahogó los gritos de aquella materia re-
como la memoria. Yo soy Antonio Allut. belde , que estimó en mas el oro que su propia existen-
Picaud no respondió . Sostenido hasta aquel momen- cia, y se dijo á sí mismo :-¡Oh! mientras masme haga
to por la vertiginosa embriaguez de la venganza, se ha el pobrecito mas pronto saldré de esta prision. Nadie
bia en cierto modo olvidado de su inmensa fortuna y de sabe lo que poseo ; aparentemes pobreza , y me pondrá
los infinitos goces que le esperaban . Ahora estaba ven- en libertad por poco dinero. Entonces le tendré yo en
gado ; ahora solo tenia que pensar en hacer la vida de mi poder, como él ahora me tiene en el suyo .
los ricos , y ahora caia eu poder de un hombre tan im- Tal fué el castillo en el aire con que disfrazó Picaud
placable como recordaba haberlo sido él mismo . Estas sus errores y sus esperanzas. Allut le devolvió la liber-
reflexiones le pasaron por la imaginacion en un instante, tad de hablar.
yun arrebato de ira le hizo morder la mordaza que ¿ Dónde estoy ? le preguntó.
Antonio Allut habia cuidado de ponerle. -¿Qué te importa ? estás donde no debes de espe-
FRANCISCO PICAUD. 427

rar ayuda ni compasion ; estás en mi poder, solo en mi morir una sonrisa diabólica en el rostro lívido de Pi-
poder lo entiendes ? eres mi esclavo ..." caud , precipitóse sobre él como un animal carnívoro ,
Picaud se sonrió desdeñosamente, y su antiguo amigo le mordió, le sacó los ojos con un cuchillo , le abrió el
le abandonó en el miserable lecho donde la habia colo- vientre, y dejando alli el cadáver, huyó á Inglaterra.
cado, sin desatarle por supuesto ni hacer otra cosa que En Inglaterra cayó enfermó en 1828 y se confesó con
quitarle la mordaza, como dejamos dicho . Allut llevó un sacerdote francés . Arrepentido de su crímen , dictóle
aun mas allá su rigor, sujetándole con un cinturon de todos los detalles de esta tremenda historia , muriendo
hierro enlazado por una cadena á tres grandes argollas reconciliado con Dios y siendo enterrado como cristia-
clavadas en la pared . Hecho esto, se puso á comer, y al no . Despues de su muerte dirigió el abate P... á la po-
ver Picaud que no le brindaba , le dijo : licía de Paris el precioso y extraño documento que se
- Tengo hambre. acaba de leer, acompañado de la siguiente carta :
-¿Cuánto me darás por pan y agua ?
No tengo dinero. «Señor prefecto :
- Tienes diez y seis millones y aun mas. >>He tenido la fortuna de inspirar arrepentimiento á
Y le diótales senas sobre su fortuna, que tembló el un hombre asaz culpable, que ha creido, y yo con él ,
avaro de piés á cabeza . seria útil daros á conocer una serie de abominables
- Tú sueñas. hechos en que fué el desgraciado persona agente y pa-
-Sueña tú que comes . siente . Por las indicaciones que hace la nota adjunta á
Allut se marchó sin que volviese en toda la noche. este pliego se dará con el subterráneo donde deben ha-
A las siete de la mañana volvió y se puso á almorzar. llarse aun los restos del miserable Picaud , triste vícti--
La vista del alimento redobló el hambre de Picaud de ma de su odio y de sus pasiones . Dios perdona , y los
un modo espantoso. hombres en su orgullo quieren diferenciarse de Dios ;
La vuelta fué á las tres de la tarde: hacia veinte y se vengan , y la venganza los abruma.
cuatro horas que Picaud no probaba bocado, con que »Antonio Allut ha procurado en vano averiguar
imploró la compasion de su carcelero ofreciéndole dónde y cómo están colocados los fondos de su víctima ,
veinte cuartos por una libra de pan. y aunque ha penetrado secretamente, en su habitacion,
-Oyemis condiciones , le dijo Allut; te daré de comer ningun documento , ningun título ni ningun dinero pu-
dos veces al dia por veinte y cinco inil francos cada do encontrar. Tambien os envio las señas de las dos
una. casas donde con nombre supuestovivia Picaud en Paris .
Picaud gritó, rugió, se revolcó en su catre, pero el » Hasta su última hora se ha negado Allut á revelar-
otro permanecia impasible. me por qué medio descubrió los hechos que refiere en
-Es cosa resuelta . Elige y no pierdas el tiempo. Asi su memoria y quien le puso al corriente de los crime-
como no has tenido compasión de nuestros amigos , no nes y de la fortuna de Picaud . Solo me dijo una hora
quiero yo contigo teneria. antes de espirar : - - « Padre mio , ningun hombre pue-
El preso pasó el resto del dia y la siguiente noche de tener una fe mas viva que yo , porque he visto y he
con las convulsiones del hambre y de la desesperacion. » oido hablar á un alma separada del cuerpo. »
Llegaron á tal punto sus sufrimientos morales y físicos, >>A la sazon no tenia Allut ningun síntoma de delirio ,
que le dió un ataque de tétanos , como si sus nervios conque lo que acababa de decir no podia dudarse de
bubiesen estallado. Perdió la cabeza y apagóse en aquel que fuera sincero. Los hombres de este siglo son pre-
mar alborotado de pasiones desordenadas la luz de su suntuosos , y en su ignorancia se tienen por sabios con
inteligencia. El implacable Allut se convenció bien negarse á creer. La omnipotencia de Dios es infinita
pronto de que aquel tormento era ya excesivo. Su anti- y nadie sabe los medios de que se vale para conseguir
guo amigo era ya un antómata , sensible sí al dolor fi- sus fines. Adorémosle y sometámonos á sus altas miras.
sico , pero incapaz de combatirlo ó dominarlo ; y él se >> Soy , señor prefecto, su afectísimo , etc. »
desesperaba pensando que si Picaud se moriano le que-
daba ningun medio de apropiarse su inmensa fortuna. Ya , (Archivos de la policia. )
de rabia iba á suicidarse ; pero sorprendiendo antes de
E
OT
LI
1

1
INDICE DE CAPITULOS .

PARTE CUARTA. 1
PARTE PRIMERA.
CAPÍTULO PRIMERO. El telégrafo. 119
CAPÍTULO PRIMERO. - Marsella. La llegada. 11. Arte de librar á un jardinero de los
11: El padre y el hijo. • lirones que le roen sus frutas. 123
III. - Los catalanes. ? Ill. Los fantasmas.. • 128
IV. - Complot. 12 IV. - La comida.. • 132
V. La comida de boda. 15 V. - El mendigo.. 138
El sustituto del procurador del rey. 21 VI. - Escena conjugal . 142
VII. El interrogatorio. VII. Proyectos matrimoniales. 148
VIII. El castillo de If. VIII. El despacho del procurador del rey. 152
IX. -La noche de boda. IX. Un baile de verano.. 157
X. ---- La cámara chica de las Tullerías . x. Las averiguaciones. 159
XI. El ogro de Córcega. XI. El baile. 164
XII. El padre y el hijo. · XII. - El pan y la sal.. 169
XIII. Los cien dias. XIII. -- Madama de Saint-Meran. 171
XIV. El preso furioso y el preso loco. 59 XIV. La promesa. 176
XV. El número 34 y el número 27. 66 XV. - El mausoleo de la familia de Ville-
XVI. Un sabio italiano.. 76 fort. 190
XVII. El calabozo del abate. • 79 XVI. - El extracto. 196
XVIII. El tesoro.. 90 XVII. Los progresos del hijo de Cavalcanti . 202
XIX . El tercer ataque. 98 XVIII.- Haydee. 207
XX. El cementerio del castillo de If. 102 XIX. Nos escriben de Janina. 218
XXI. - - La isla de Tiboulen.. 106
XXII.- Los contrabandistas.. 111 PARTE QUINTA.
-- La isla de Monte - Cristo.
XXIII.- 117
CAPITULOPRIMERO.- La limonada. 227
II. --- La acusacion. 232
PARTE SEGUNDA. ilf. - La vivienda de un panadero reti-
rado. . 225
CAPÍTULO PRIMERO. - Fascinacion. 123 IV. - Fractura y escalamiento . 235
II. El desconocido . 127 V. - La mano de Dios. 251
- III. - La posada del puente del Gard . 150 VI. - Beauchamp. 254
IV. Relacion. 138 VII. El viaje. 258
V. Los registros de cárceles . 146 VIII. La acusacion. 263
VI. - Morrel é hijos. 148 IX. La provocacion. 268
VII. -El 5 de setiembre. 156 X. El insulto. 272
VIII. - - Italia. - Simbad el marino. 163 XI. --- La noche. 270
IX. - El despertar. . 174 XII. --- El encuentro. 279
--- X. - Los bandidos romanos. 178 XIII. La madre y el hijo. 288
XI. - La aparicion. 195 XIV. El suicidio. 290
XII. La mazzolata. 206 XV. Valentina. 294
XIII. El carnaval en Roma. 214 XVI. La confesion. 298
XIV . - Las catacumbas de San Sebastian. 126 XVII. - El padre y la hija. 304
XV. - -La cita. : • 234 XVIII. El contrato. 368
XVI. - - Los convidados. • 238 XIX. El camino de Bélgica . 312
XX. - La posada de la campana y de la
botella. . 316
PARTE TERCERA. - 322
I

XXI . La ley. • • • •
CAPÍTULO PRIMERO.- El almuerzo. 1 PARTE SEXTA.
11. - La presentacion. · 7
III. -. Bertuccio. · 13 CAPITULOPRIMERO. -La aparicion. • 329
IV. - La casa de Auteuil. 16 11. -- Locusta. 332
V. - La vendetta. 19 III. - Valentina. 336
VI. -- La lluvia de sangre. 32 JV. Maximiliano. 340
VII. El crédito ilimitado. 37 V. La firma de Danglars. 344
VIII. Los caballos pios.. VI. El cementerio del Padre Lachaisse. 349
IX. Ideologia. VII. Las particiones. 357
X. Haydée. VIII. La leonera. 366
XI. - La familia de Morrel. IX. ― Eljuez. 369
XII. - Píramo y Tisbe. X. - El tribunal . 375
XIII. - Toxicología. ΧΙ . La acusacion. 376
XIV. Roberto el diablo. · XII. - Espiacion. 380
XV. Alza y baja. XIII. - La marcha . 386
XVI. - El mayor Cavalcanti. 90 XIV. Lo pasado. 392
XVII. Andrea Cavalcanti. 96 XV. - Peppino. 398
XVIII. El cercado de alfalfa. • 101 XVI. La lista de Luigi Vampa. 404
XIX. Mr. Noirtier de Villefort. 108 - XVII. El perdon. 406
XX. - Un testamento.. 113 XVII.- El5 de octubre. 410
Francisco Picaud, historia contemporánea.. 419
1
PLANTILLA PARA LA COLOCACION DE LAS LAMINAS .

El Faraon, bergantin de los señores Morrel é hijo. - « ¡ Soy Juan Bertuccio ! etc. 23
Edmundo Dantes. 3 La habitacion se hallaba en el desórden mas espan-
Y vació sobre la mesa sus bolsillos , etc. 5 toso . 34
Fernando. 7 La hermosa griega . 37
Nada veian en torno suyo. 10 Con una esponja empapada en vinagre, etc. 50
Mercedes. 12 -Ali me cree árabe, etc. 53
¡En nombre de la ley! etc. 18 trasportado por Lucifer , etc. 54
Un anciano condecorado con la cruz de SanLuis , etc. 21 Madama Herbault.
.....pudo comprender Edmundo, etc. 51 No tengais miedo, Valentina, etc.
...acariciando una de sus manos heladas, etc. 38 La torre de Montlery.
-¡A la una! A las dos ! etc." 406 El palacio de justicia.
Al fin cedió la roca, etc. 124 Villefort presencia, etc. 177
-Acercaos, Penelon, y contadnos , etc. 155 Vasiliki. 211
Cogió á su hija y la sentó á su lado. 159 | Janina. 214
Ina para vos, otra para mí. Gracias. 161 Hermoso dia es para mi el que me presenta oca-
Simbad el marino. 170 sion, etc. 267
El conde de pié , en aire de triunfo , etc. 214 ¡ Sois un ángel, Valentina! 354
-Hermosa querida teneis , vizconde. 256 Digo que Valentina está muerta. 338
La condesa de Morcef. 10 Si á mi vuelta os encuentro viva, etc. 574
-Señor, ¡ no os quedeis ahi ! ¡ no os quedeis ! 18 ..... puesto que quereis saber su nombre , etc. 378
O
C

Bibliote
B

BBC de Cata

Adq.
6 -TUS
CB. 1001076910
BIBLIOTECA DE CATALUNYA

Top. Tur 4
33
1001076910

Generalit atdedeCatalunya
Departament Cultura

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