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S. Gruzinski Las Cuatro Partes Del Mundo Historia de Una Mundializacion
S. Gruzinski Las Cuatro Partes Del Mundo Historia de Una Mundializacion
Gruzinski, Serge
Las cuatro partes del m undo. Historia de una m undialización / Scrge
Gruzinski. — México : FCE, 2010
480 p . : ilu s .; 23 x 17 cm — (Colee. Historia)
Título o rig in a l: Les quatre parties du m onde. H istoire d'une m ondia-
lisation
ISBN 978-607-16-0165-0
Distribución m undial
Imagen de portada: El nordeste de Brasil (detalle), Pedro Reinal y Lobo Homen, 1525,
extraído del Atlas Miller, Biblioteca Nacional de París, akg-images.
Comentarios: cditorial@Fondodeculturaeconomica.com
www.fondodeculturaeconom ica.com
Tel. (55)5227-4672 Fax (55)5227-4694
ISBN 978-607-16-0165-0
, Primera Parte
La mundialización ibérica .
L Vientos del este, vientos del oeste, ¿Puede un indio ser m o d ern o ? ----- 25
La m uerte del rey de F rancia ................... ........................... .... ............... 25
Interpretaciones de un c r im e n .................................................................. 27
¿Puede un indio ser m o d e rn o ? .................................................................. 30
El Jap ó n de todas las esperanzas ............................................................ 32
El m undo según Chim alpahin .................................................................. 35
"Un reino universal" ................................................................................... 38
"H istorias que se c o n e c ta n "........................................................................ 40
Un teatro de observación: la m onarquía católica (1580-1640) ........ 44
M estizajes y dom inación p la n e ta r ia ........................................................ 48
7
s ÍNDICE GENERAL
Segunda Parte
L a cadena d e lo s m u n d o s
Tercera Parte
Las cosas d el mundo
IX. Las herramientas del conocim iento y del poder ................................ 227
C o m u n ic a r........................................................ .................. ......... . 227
Antiguos y m odernos .................................................. ............. ............ 229
Rivalidades entre autores, rivalidades entre expertos .................. 235
Experiencias locales y fuentes indígenas ............... ........................... 238
El encuentro de las escrituras .............................................................. 242
M iríadas de lenguas ............................................................................... 244
El discurso del m é to d o ............................................................................ 250
El auxilio de las im á g e n e s ...................................................................... 253
Cuarta Parte
La esfe ra de c ris ta l
Cronología............................................................................................................ 443
B ibliografía.......................................................................................................... 447
índice de n o m b res............................................................................................... 469
Para D écio de A lencar G u zm á n
AGRADECIMIENTOS
Exploré, las pistas de este libro a lo largo de sem inarios y conferencias que
im p artí en la École des H autes É tudes en Sciences-Sociales (1999-2003), en
la Universidad de París-IV, en la de Mame-la-Vallée, en la Universidad Ca
tólica de Lovaina, en la U niversidad Federico II de Nápoles, en la Universi
dad Católica de Lima, en el Institute of Fine Arts (New York University) y
m uy particularm ente en Brasil, de Belém do Pará, Porto Alegre, Belo H o ri
zonte, Río de Janeiro y Sao Paulo. Agradezco a todos aquellos que me aco
gieron en esos sitios. Una estancia en Japón me perm itió descubrir tesoros,
algunos de los cuales ilum inan estas páginas.
Mis estudiantes M arcos de Almeida, N athalie Augier de Moussac, M a
ría M atilde Benzoni, Antonio Cano, Camilo Escobar, Alessandra Russo, Raf-
faele Moro y Gabriela Vallejo saben la ayuda que su presencia, sus investi
gaciones y sus preguntas me aportaron. Agnés Fontaine fue la p rim era y la
m ás despiadada de las lectoras, y junto con Blandine Perroud y Lydia Robin,
veló pacientem ente p ara que este libro naciera. La colaboración de Nelly
Palafox, editora de hum anidades del f c e , fue fundam ental p ara la publica
ción de esta obra. Por último, sin Décio de Alencar G uzm án jam ás hab ría
osado aventurarm e en el m undo lusófono, en su lengua y en su pasado.
A todos ellos, m i gratitud y m i am istad.
15
P ró lo g o
LA VIRGEN Y LAS DOS TORRES
2 = las torres
86 - la caída
56 = la bom ba
L a V ir g e n de B elém
A miles de kilóm etros de Nueva York y de Buenos Aires, apenas u n mes des
pués, el sábado 13 y el dom ingo 14 de octubre de 2001, u n río de dos m illo
nes de brasileños se desborda po r las ardientes calles de Belém do Pará.
Desde la m etrópoli de la Amazonia, esta grandiosa m anifestación religiosa
responde el ataque contra las Twin Towers: la interm inable procesión supli
ca a la Virgen que traíga la paz a la hum anidad.
Como cada año, bajo un sol deslum brante, centenares de m iles de h o m
bres y m ujeres participan en la gran liturgia del Cirio da Virgem de Nazaré,
la peregrinación de la Virgen de Nazaret. Salida de la aldea vecina de
17
18 PRÓLOGO
Tal vez era yo el único en asom brarm e de la vitalidad de esa fiesta que
d ata de los siglos en que E spaña y Portugal, barrocos y colonizadores, im
periales y católicos, se dieron a la tarea de expandir el culto a la Virgen, de
México a los Andes, pasando p o r Japón, China, la India y África. E n Belém,
al igual que en otros sitios, el cristianism o dé la Iglesia debió acom odarse a
las creencias de los indios, de los negros y de los caboclos, esos m estizos de
la Amazonia. Salida incólum e de las oleadas de m odernización que han sa
cudido a Brasil desde el siglo xrx, la Virgen de Belém es a la vez, en esos 13
y 14 de octubre de 2001, la encam ación viviente del m estizaje y de una
m undialización de m uchos siglos. Ella se enfrenta a la "prim era guerra del
siglo xxi".
;,, M ir a d a s .e u r o p e a s >
hace m ucho planetaria: ella nos rem ite a etapas m ás antiguas que concier
nen a la vez a E uropa, Africa, Asia y América. La m undialización, ¿habrá
tenido antecedentes en épocas y regiones que constantem ente tendem os a
ignorar? Para rem o ntar ese tiem po que aflora por todas partes en las aveni
das de Belém, algunas ideas sencillas: abordar la m undialización desde
México, Brasil, las costas de la In d ia o de África; descentrar la m irada es
forzándonos p o r su p erar las tram p as del etnócentrism o; interrogar a los
actores de esos fenóm enos planetarios; en fin, po n er ju n to s regiones, seres,
visiones e im aginarios que el tiem po ha separado. En síntesis, m ostrar que
la historia continúa siendo u na m aravillosa caja de h erram ientas p ara com
p render lo que se juega desde hace m uchos siglos entre occidentalización,
m estizaje y m undialización.
P rimera P arte
LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
25
26 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
3 "En este dicho sábado se recibió en 3a ciudad de México la beatificación de san Ignacio,
concedida p or el santo padre Paulo V que está en Roma”, ibid., p. 21 i.
4 Ibid., pp. 211-213.
5 Las siguientes anotaciones conciernen a los decesos de personajes locales: un indio, don
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 27
I n te r p r e t a c io n e s -d e un c rim en
Migucl Sánchez Huetzin; un español, yerno del virrey de México, don Juan Altamirano. E ntre
las dos desapariciones, un m atrim onio, el de don Antonio Valeriano el Joven, con su prim a le
jana, doña B árbara. El m arido era el hijo de un letrado indígena que se había hecho ilustre por
haber gobernado a los indios de la ciudad de México durante un cuarto de siglo. Ibid., p. 215.
6 “Las circunstancias del siglo xvu im ponían el absolutismo al Estado que quería asegurar
su independencia, crecer y vivir. El absolutism o fue en ese m om ento una condición de vida
para Francia. La cuchillada de Ravaillac ayudó al triunfo del absolutismo en Francia. M edian
te ella, Ravaillac contribuyó a m antener y desarrollar a Francia, pero no Ja Francia que él
quería y que había deseado atacar en la persona de Enrique IV, la Francia absolutista y galica
na, la Francia patriota y nacional, erguida en su soberanía contra el papa y el emperador."
Roiand Mousnier, L'assassinat d'Henri IV, 14 mat 1610, París, Gallimard, col. Trente Joum ecs
qui ont fait la Frunce, 1964, pp. 271-272.
28 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
7 Stephen Toulmin, Costnopolis. The Hidden Agenda o f Mode.mity, Chicago, The University
of Chicago Press, 1990, p. 46.
8 Ibid., p. 53.
9 El misino postulado para B runo Latour, N ous n'avons jamais ét¿ modernas. Essai
d'anthropologie symétrique, París, La Découverte, 1997, p. 26, que fecha nmy clásicam ente el
inicio de la "constitución moderna" del siglo xvit inglés.
10 Es Enrique III quien perece leyendo ta carta que le tiende Jacques Clément de acuerdo
con Mousnier, 1964, p. t99.
11 Ibid., p. 15.
12 Chim alpahin, 2001, p. 212.
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 29
¿P u e d e u n in d io s e r m o d e r n o ?
18 Chimalpahin, 2001, p. 220. “Sucedió que se cubrió la faz del Sol, o com o decían los anti
guos: el Sol fue com ido”, ibid., p. 229.
19 “[Estando] cada uno de ellos en su propio ciclo, se pusieron en línea [...] ya que al ir gi
rando en los cielos es como vienen a encontrarse"; ibid., pp. 235-237.
20 Ibid., p. 231. Véase el estudio de Jesús Galindo Trejo, "Eclipse total de Sol de 1611 según
el Diario de Chim alpahin”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm . 21, México, u n a m - i i h , pp.
163-177, y Chim alpahin C uauhtlehuanitzin (Domingo Chimalpahin), Primer amoxtli libro. Ter
cera relación de las diferentes historias originales, cd. por Víctor M. Castillo F., México, u n a m ,
1997, p . l i i .
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 31
errores de los europeos21 es uno de los índices de esta m odernidad p lan eta
ria que nos aplicarem os a cerner a lo largo de estos capítulos.
Los habitantes de México no son los únicos en interesarse en el sobera
no francés. E n esa m ism a época, del otro lado del Pacífico, pintores jap o n e
ses, co ntribuyendo a su m anera a la circulación planetaria de las cosas eu
ropeas, representan al rey E nrique IV en com pañía de otros príncipes del
m undo.22 El m onarca, vestido de rojo, hace caracolear un caballo negro
bajo un cielo dorado. A la izquierda, el em perador Carlos V; a la derecha, el
G ran Turco y el rey de E tiopía (¿o del Congo?). Los cuatro soberanos encar
n an los reinos de un orbe al que aún le falta América. Inspirada en graba
dores flamencos, la escena se desarrolla sobre un puente lanzado sobre
aguas som brías. La pasarela ur^e las diferentes partes del m undo. Como lo
sugieren el biom bo de Tokio y el Diario de Chim alpahin, de París a México
o de Amberes a Nagasaki,=imágenes y noticias de F rancia circulan y dan.la
vuelta a la tierra. Sobre otros biom bos o byobu ejecutados en el m ism o pe7
riodo, entre 1600 y 1614, los espectadores japoneses podían ad m irar una
soberbia interpretación de la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571) o
interrogarse ante m apas del m undo que m etam orfoseaban los trabajos del
geógrafo Ortelíus en inm ensas com posiciones m ulticolores.23 Al igual que
C him alpahin, los artistas japoneses y sus nobles clientes perciben el plane
ta a través de la representación que de él se hacen los Países Bajos españo
les y que los ibéricos exportan. Excepto que el cronista m exicano tuvo tam
bién el privilegio de ver japoneses de carne y hueso llegar a la ciudad de
México.
21 Retom a Ja acusación lanzada contra los médicos españoles de haber asesinado al arzo
bispo de México, fray García Guerra: "Muchos entre los religiosos y españoles dijeron que lo
habían m atado los médicos, es decir, los dos m édicos españoles"; ibid., p. 261.
22 En u n espléndido biombo conservado en el museo Suntory de Tokio. Las figuras se ase
m ejan a los grabados de una obra consagrada a los em peradores rom anos inspirada por las
pinturas de Jan van der S traet o Giovanni S tradano (1523-1605). Los japoneses, como lo re
cuerda la carta de un jesuita, Antonio Prenestino, fechada en noviembre de 1578, reclam an las
"pictures of knights in armor, and land and sea battles". Money L. Hickman et al., Japan's Golden
Age Momoyama, New Haven y Londres, Yale University Press, 1996, p. 146.
2:5 "Batalla de Lepanto y m apa del inundo", Kobe, Kosetsu Art Mciseum, prim era mitad del
siglo xvu; “M apa de Japón y del m undo”, atribuido a Kano Eitoku, finales del siglo xvi, Fukui,
Templo Jotoju-ji; "Mapa del m undo y las cuatro grandes ciudades", m useo de Kobe; víanse
tam bién las representaciones de los pueblos del m undo como la del museo de la ciudad de
Fukuoka (prim era m itad del siglo xvu). Un análisis y reproducciones de la batalla de Lepanto
en Jacques Proust, VEurope au prisme du Japón, París, Albin Michcl, 1997 (pp. 107-112 de la
edición inglesa). Y Money L. Hickm an, 1996; ibid., pp. 144-146.
32 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
E l J apón d e to d a s las e sp e r a n z a s
entró a [la ciudad de] México don Rodrigo de Vivero, procedente de Japón, jun
to a la China [...] Se había extraviado en el mar mientras regresaba a México, y
perdió el cargamento, pero una tempestad lo arrojó a las costas de Japón; llegó
don Rodrigo ante el emperador de Japón, conversó con él y se hizo su amigo [a
grado tal que el emperador] le prestó toda la riqueza que don Rodrigo trajo a
México, y trajo además consigo a algunos japoneses.24
Todos ellos venían vestidos como allá se visten [es decir]: con una especie de
chaleco [largo] y un ceñidor en la cintura, donde traían su katana de acero,
que es como una espada, y con una mantilla; las sandalias que calzaban eran
de un cuero finamente curtido, que se llama gamuza, y eran como guantes de
los pies. No se mostraban tímidos, no eran personas apacibles o humildes,
sino que tenían aspecto de águilas [fieras]. Traían la frente reluciente, porque
24 Chim alpahin, 2001, p. 217. Sobre Rodrigo de Vivero, véase infra, capítulo xr.
25 La m ejor síntesis sobre las relaciones entre Japón y la Nuevo España sigue siendo la obra
de Lot h ar Kn a li th. Confrontación transpacífica. El Japón y el Nuevo M undo hispa nico, 1542-1639,
México, u n a m , 1972.
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 33
rio. Un año antes tam bién había agregado la India a su p ro g ram a de con
quista.31
Dieciséis años m ás tarde, el 4 de m arzo de 1614, u n a segunda em bajada
japonesa hizo su en trad a solem ne en la capital de la-N ueva E spaña; Ib a a
R om a á visitar "al santo padre-Paulo V y a d ar:obediencia a la Santa;Iglesia,
pues todos los japoneses desean hacerse cristianos".32 Ciertos detalles in tri
gan al m em orialista, com o esos "palos delgados y negros'' que'llevan los
enviados: "¿serán sus lanzas?, ¿qué podrán significar?, ¿no serán acaso en
Japón [insignias] que preceden a los señores?"53 El México indígena descu
bre novedades lejanas, pero esta vez no vienen de E uropa. Un año antes, en
abril de 1613, una m ultitud parisiense se hab ía congregado p ara ad m irar
a los’em bajadores tupinam bas dé B rasil con la-m ism a cu rio sid ad qué los
habi tantes de .México lo habían hecho con los em isan o s -japoneses . •j Peque
ño planeta én donde los asiáücós desem barcan ¿ ñ 'M é x ic o id e s p u é s 'd e ^
los am erindios de Brasil pisaron el suelo de Parísi La sincronización de los
hom bres y de las sociedades iba por buen cam ino.
N uestro cronista cita poco a F rancia en su Diario, p ru eb a de que en esa
fecha el reino de E nrique estaba todavía lejos de monopoliza!’ la atención
clel vasto m undo. C him alpahin tiene m ucho m ás vueltos los ojos hacia el
continente de todas las esperanzas, hacia esa Asia china y japonesa cuya
conversión al catolicism o parecía inm inente. La em bajada de 1614 suscitó,
por o tra parte, el entusiasm o general. E sa nueva cristian d ad parecía estar a
dos dedos de liberarse de las garras del diablo y de las redes de la idolatría:
“Todos los japoneses desean hacerse cristianos" —escribe C him alpahin—.34
“Q uiera Dios nuestro señor que esto venturosam ente suceda, que en ellos
se afirm e constantem ente la gracia divina, com o lo desean y anhelan, y si
en verdad están acudiendo de su entera voluntad, que Dios nuestro señor
los ayude y los salve, p ara que en su presencia pued an estar y vivir p o r
siem pre. Am én.” La gente de México im agina que las auto rid ad es japonesas
tienen las m ejores intenciones con respecto al rey de E spaña, ¿no le pro p o
nían sin cesar "que no se h agan la guerra sino que siem pre se estim en"? Las
perspectivas espirituales y com erciales que se ab rían a los dos reinos les
encantaban. La paz, ¿no p erm itiría a los “japoneses [...] venir a México a
31 Kuwata Tadachika, Toyotomi Hideyoshi Kenkyu, Tokio, Kadokawa Shoten, 1975, pp. 239,
253-255, citildo en Beny, 1982, pp. 208, 212. Sobre las reacciones españolas a la política de
I-Iideyoshi, ibid., p. 278, ti. 19.
32 Chitnalpíiíiin, 2001, pp. 3Ó5-3Ó7.
33 ¡bid., p. 365.
34 Jd.
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 35
El m un do se g ú n C h im a lpa hin
35 Ibid., p . 369.
36 Sobre las preocupaciones "comerciales” de nuestro cronista, esta noticia data ctel sábado
1J de m aya de 1613: “Llegó de E spaña la noticia, se supo y se dijo que el rey Nuestro Señor don
Felipe m suprim ía [la venida de] la nao de China, la cuai traía a México tocia suerte de m erca
derías llegando al puerto de Acapulco; se dijo que ya no llegaría allí, sino a Portugal, a fin de
que todas las m ercaderías de ia China fueran [prim ero] a E spaña ante el dicho rey, y sólo des
pués pudieran venir a México"; ibid. , n. 57, p. 331, tachado.
37 Chim alpahin Cuauhtlehuanitzin (Domingo Chimalpahin), Í997, pp. lx-lxxii.
38 Domingo Chimalpahin, Las ocho relaciones y el memorial de Colhuacan, r, texto fijado y
traducido por Rafael Tena, México, Conaculta, 1998, p. 65.
39 Chimalpahin, 2001, p. 393. Entre las ciudades europeas que cita están Luca, Pavía, Chie-
tí en Italia, Bamberg en Alemania, Autun y Vienne en Francia (pp. 357, 375). Su Alemania es la
de la virreina M ariana Riederer, esposa del m arqués de Guací alcázar, virrey de la Nueva España.
36 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
rra s siem pre m ás lejanas, a “Oriente, en Grecia, en las dos Arm enias, la
G rande y la Pequeña, en. Moscovia y en E tiopía que es el reino del llam ado
Preste Juan". Su. América se extiende del Nuevo México a Perú, p asando
p o r la California,: la Florida, Cuba, ¡Santo Domingo, G uatem ala, H ondu
ras.40 Su Asia abarca Ia.s Filipinas, Cebú, lás Molucas, Japón, China! Sobre
este m apa del m undo, reconstruido a p a rtir de las anotaciones dé su D ia
rio, brillan algunos ausentes de talla, com o el África occidental, el M agreb
o la India. Pero otros escritos del cronista corrigen esas lagunas al descri
bir u n África que corre de "Fez, M arruecos, Túnez y Trem ecén” al cabo de
B uena E speranza vía Libia, Cabo Verde y la "tierra de los negros".41 Se per
fila allí un Asia fuerte, la “In d ia de P ortugal”, la "Gran China", la "Persia del
Sofí”, el im perio de los tá rtaro s y del G ran Turco/í2 Muchas^ referencias li
brescas m ás o menos: pasivam ente registradas se m ezclan con. verdaderos
intereses-personales p o r algunas partes del m undo. Los países extranjeros
que enum era no son forzosam ente nom bres vacíos sobre listas qué él co
pia. Su breve historia da testim onio de los países europeos en el siglo xvi,
descritos a través de los grandes m atrim onios principescos del R enaci
m iento que no tenían ningún secreto p a ra él; pero no nos dejem os engañar:
son las reglas ele sucesión, y no los secretos de alcoba lo que cautiva ál cro
nista chalca.43
¿Es C him alpahin un caso excepcional? N acido en 1579, en el valle de
México, pertenecía a la pequeña nobleza india de provincia. Llegado p ro n
to a la capital de la N ueva E spaña, recibió u n a buena educación, probable
m ente con los franciscanos, y frecuentó los círculos eclesiásticos. A p artir
de 1593, en calidad de converso, se encarga de la erm ita extra m uros de San
A ntonio Abad, en Xoloco, al su r de la ciudad.44 E sta capilla está vinculada a
la orden de los antoninos, canónigos regulares que C him alpahin sueña con
ver im plantarse en la Nueva E spaña. Sus obligaciones le dejan tiem po sufi-
“U n r e in o u n iv e r s a l "
flam encos, indios, m estizos, m ulatos y negros de África,58 sin co n tar a fran
ceses, italianos y hasta algunos centenares, incluso un-m illar, de asiáticos
desem barcados de Filipinas, China o Japón. Una sociedad colonial en d o n
de las relaciones entre los grupos étnicos eran problem áticas y siem pre sus-
ceptibles de modificarse, com o pareció ser el caso en 1609 o 1612, cuando,
presas de pánico, los españoles tem ieron que sus esclavos africanos m asa
craran hasta el últim o de ellos.59
No podríam os, p o r lo tan to , tra ta r a C him alpahin y a la Nueva E spaña
sin to m a r en cuenta estas dim ensiones planetarias. É stas n o son, p o r o tra
p arte, tan inesperadas, ya que el estudio de los fenóm enos de acultura-
ción, de sincretism os religiosos y de im ágenes m estizas en el México espa
ñol no ha dejado de co n frontarnos con el choque y el en trecru zam ien to de
m undos.60 Tanto en los textos com o en las pintu ras, m uchos seres y obje
tos yuxtaponen o m ezclan rasgos que llegan de E u ro p a y de otras partes.^1
E sta alquim ia de los m estizajes a rtístic o s confirm a la intensidad de la cir
culación y nos proyecta a través de los espacios y los tiem pos, revelando
m ezclas de paisajes, a m enudo d esconcertan tes y siem pre im previsibles.
" H i s t o r i a s q u e 1s e c o n e c t a n ”62
58 La evocación de la revuelta abortada de 1609 mLiesíni que Chimalpahin constata los temo
res que los negros despertaron sin Forzosamente com pararlos (Chimalpahin, 2001, p. 197). Las
mismas preocupaciones aparecen en 1612 {ibid., pp. 279-283) y las mismas reservas (pp.
287-291).
59 Año 1609, ibid., p. 197; año 1612, ibid., p. 2S9.
60 Sei-ge Gruzinski, La colonisation de l'iinaginaire. Sociétés indigenes et occiden ta lisa ti o n
dans le Mexique espagnol, Xvf-xvilP siécle, París, Gallimard, 19S8. [Hay edición en español: La
colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y colonización en el México espuñol, siglos
xvi-xvw, Irad. p o r Jorge Ferreiro Santana, México, f c u , 2001.]
61 Del mismo autor, La guerre des images, de Christophe Colomb á Blade Rtmner, 1492-2019,
París, Fayard, 1990 [Hay edición en español: La guerra de las imágenes: de Cristóbal Colón a
Blade Runncr (1492-2019), trad. por Juan José U trilla, México, f c u , 1990]; Carmen B em ard y
Serge Gruzinski, Uistoire du Nouveau Monde, ji. Les métissages, París, Fayard, 1993. [Hay edi
ción en español: Historia del Nuevo M undo, u. Los mestizajes (1550-1640), trad. por María An
tonia Neira Bigorra, México, f c e , 2005.]
62 Retom am os aquí ideas que expusimos en nuestro artículo "Les m ondes mélés de la Mo-
narchic catholique et autres 'connected histories”’, en Anuales Histoire, Sciences Sociales, año
56, mím. 1, enero-febrero de 2001, pp. 85-117.
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 41
63 Silvio Zavala en México y Sergio Buarque de Holanda en Brasil son excepciones de esta
tura internacional.
64 Basta, en particular, que su visión se desarrolle a partir de la Europa occidental o de
problem áticas m aquínalm ente inspiradas por la historia de esta región del orbe para que un
eurocentrism o insidioso venga a contam inar sus análisis. Véanse las críticas de JancC Lippnian
Abii'Lughod contra el eurocentrismo en Befare European Hcgcmony: The World System A. D.
1250-1350, Nueva York, Oxford University Press, 1989.
65 En Estados Unidos, después de los años ochenta, los cultural studies, los sttbaUem studies
y los postcolonial studies denunciaron una historia que sólo sería ia proyección del Occidente,
de sus categorías o de sus fantasm as sobre el resto del planeta. No sin razón ni sin hipocresía,
pues el etnocentrism o ideológico y lingüístico de las universidades norteam ericanas es tam bién
por completo inadmisible para el historiador europeo o latinoamericano. Sobre estas posicio
nes, Walter D. Mignolo, Local Histories/Global Designs. Coloniality Snbaltem Knowledges and
Border Thinking, Princeton, Princeton University Press, 2000, pp. 17, 37, 101, 102, 316,317.
66 Jean-Michel Frodon, “En hautdu manguierde Fengshan, immergédans l’espaceetle temps",
en Jean-Michel Frodon (ed.), lioti flsiao-hsicn, París, Cahiers du Cinema, col. Essais, 1999, p. 25.
42 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
71 Pierre Chaunu, L'expamiou européerme dti xa? uu xv° siécle, París, p u f , Nouvellc Clio 26,
1969a [hay edición en español: La expansión europea: siglos xm a xv, trad. por Ana María
Maycnch, Barcelona, Labor, 1972]; y del m ism o autor, Conquéte el exploitation des N ouw aitx
Mondes, París, ru F , Nouvelle Clio 26 bis, 1969b [hay edición en español: Conquista y explotación
de los Nuevos Mundos. Siglo .vw, Barcelona, Labor, 1973]. Pierre Chaunu proponía “la historia
del d es ene 1a va mentó planetario de las civilizaciones y de las culturas”, 1969a, p. 332, frente a
un eurocentrism o dom inante.
72 Fernand Braudel, La Méditerranée et le monde méditerranéen á Vépoquc de Philippe II,
París', Armand Colín, 1990, ft, p. 506. [Hay edición en español: El Mediterráneo y el m undo me
diterráneo en la época de Fetipe II, 2 vols., trad. por Mario Monteforte Toledo, Wenceslao Roces
y Vicente Simón, México, f c e , 2002.]
73 Chaunu, 1969a, p. 365.
74 Braudel, 1990, ti, p. 506.
75 ¿Basta, sin embargo, recomendar: “A new kind 'of ‘cultural history’ unrestricted by nation
or moment"? Véase Lisa Jardine y Je rey Brotton, Global Interests. Ruñáis sanee Art betwecn East
and West, Londres, ReakLion Books, 2000, p. 7.
76 Ibid., p. 35.
44 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
Un t e a t r o d e o b s e r v a c i ó n : i a m o n a r q u ía c a t ó l ic a (1580-1640)
Q ueda por definir a qué escala, en qué registro y en qué espacio se debe in
tervenir p ara analizar esos "contactos" o esos “recubrim ientos". Al analizar
los frescos y visitar los talleres de los pintores indios de México en la segun
da m itad del siglo xvi,78 descubrim os que la fábula antigua, el estilo m anie-
rista, el m odo y la técnica de los grotescos servían de vínculo, incluso de
atracciones, entre creencias am erindias y creencias cristianas. E n tre los
pintores tlacuilos, los nobles indígenas y los religiosos españoles, a través
de los motivos, las Formas y los colores, hahíam os descubierto Una de esas
innum erables "historias conectadas” que ilum inan la construcción de las
sociedades coloniales en América. Latina. Ahora es tiem po de ab rir otras
averiguaciones en horizontes .más vastos, definidos m enos en función de u n
guión de escenas que hoy en día sería lo nuestro —-Europa occidental, Amé
rica Latina, México, Perú, el m undo hispánico./.— que a p artir de conjun
tos políticos con m iras planetarias que existieron en ciertas épocas del p a
sado.
Las curiosidades del cronista Chim alpahin nos han enseñado cóm o un
letrado indígena podía representarse uno de esos conjuntos planetarios, vi
virlo y describirlo. El conjunto que aquí nos interesa asocia cuatro conti
nentes y.constituye una .configúración:política.que,sus>contem poráneos lla
m arían-"la m onarquía católica’’: La m onarquía reuníarn m en so s territorios
bajo el cetro de Felipe II.' A p artir d e ;1580, la “unión de las coronas” agregó
Portugal y sus posesiones de u ltra m ar a. la herencia de Carlos V ya sin el
imperio; reinos tan distantes com o Nápoles, Nueva España, Perú, ciudades
disem inadas p o r el orbe, com o Goa, M anila, Salvador de Bahia, Lima, P o
tosí, Amberes, M adrid, Milán, Nápoles, se encontraron así bajo el mismo
soberano. Después de Felipe II, sus sucesores Felipe III y Felipe IV dom ina
ron ese gigantesco espacio h asta 1640.
D urante ese largo m edio siglo, toda la península ibérica, u n a buena
parte de Italia, los Países Bajos m eridionales, las Américas española y por
tuguesa, desde California h asta la Tierra del Fuego, costas del África occi
dental, regiones de la India y Japón, océanos y m ares lejanos com ponían
“el planeta filipino” en el que cada m edia h ora se celebraba la m isa. Ese
conglom erado planetario se presenta, prim ero, com o una construcción d i
nástica, política e ideológica cuyos porm enores con frecuencia se h an dise
cado: la herencia del im perio rom ano y de las experiencias medievales, los
im pulsos de la "conquista espiritual", la turbulenta som bra de los m esianis-
mos que ocupan en ella tanto sitio com o las alianzas m atrim oniales que
giran alrededor de los Reyes Católicos antes de ir en provecho de los Habs-
burgo. El azar anuda y desanuda las com binaciones m atrim oniales que
desde fines del siglo xv m antienen la unión de tres coronas —Castilla, A ra
gón y Portugal—- en el orden de las cosas venideras.79 Por n o poder inscri
birse en la tradición im perial de la E uropa medieval —-Felipe II no es em pe
M e s t iz a je s y d o m in a c ió n p l a n e t a r ia
91 Sobre esc tema, véase Carmen B em and y Serge Gruzinski, De l’idolñtric, une archéologie
des adarces rcligieuses, París, Senil, 1988.
92 Sobre el caso m exicano, Solangc Alberro, Irtquisition et société au Me.xique, 1571-1700,
México, c e m c a , 1988.
93 El adjetivo cultural m inim iza o hace periférico todo aquello a lo que se aplica. Véase
Gruzinski, ) 999, p. 223.
94 Nos unim os aquí a la perspectiva de los especialistas anglosajones de la World History
cuando consideran "the parts of the world as interconnected and interactive”. Véase Janct
Lippman Abu-Lughod, "The World System Perspective in the Construction of Econom ic His-
tory”, en Philip Pomper, R ichard H. Elphick y Richard T. Vann (eds.), World History. Ideologías,
Structures and Idcntities, Oxford, Blackwelt, 1998, pp. 70, 96.
95 Véase Mignolo, 2000.
VIENTOS DEL ESTE, VIENTOS DEL OESTE 49
96 No se trata de ofrecer una vuelta al m undo de tas culturas o de confundir las "conneclcd
histories” con el juego de las asociaciones, como lo propone ei historiador norteam ericano
John E. Wilüs Jr. en J6S8. A Global History, Nueva York y Londres, Norton & Company, 2001.
Mucho menos de desarrollar una historia de vocación universal como lo propone la World
History ni, tampoco, una Global History a lo anglosajón. El proyecto de reconstruir "connected
histories" se opone a la idea de que existiría una historia del m undo capaz de integrar los dife
rentes pasados de las sociedades hum anas en el seno de una narración unificada desde un
punto de vista único. También íe da la espalda a una World Histoiy reducida a un m uestreo de
case studies distribuidos a lo largo de un periodo, com o lo hace la últim a obra de Philip D.
Curtin, The World and the Vlfof. The Euro pean Challenge and the Overseas Rcsponses in the Age
o f Empire, Cambridge, Cambridge University Press, 2000.
,J7 Michael H ardt y Antonio Negri, Empire, Cambridge, Harvard University Press, 2000. pp.
xi-xvi; David Held, Anthony McGrew et al., Global Transfonnations. Politics, Economías and
Culture, Poiity Press y Stanford University Press, 1999. Para una relectura de M arx aplicada a
los últim os desarrollos de la mundialización, véase Alex Fiuza de Mello, Marx e a globalizagáo,
Sao Paulo, Boitempo EdiLores, 1999.
n . "ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR"
E sta descripción de los tesoros del orbe y de las ru tas com erciales que sur
can el planeta tiene que sorprendem os hoy. E stá to m ad a de un poem a de
circunstancia, Grandeza mexicana, escrito p ara gloria de la ciudad de Méxi
co en los prim eros años del siglo xvn. Su autor, que encontrarem os con fre
cuencia, es un español, B ernardo de B albuena, El poem a está dedicado a su
bien am ada doña Isabel de Tobar y G uzm án y se publicó en 1604 en la capi
tal de Ja Nueva España. Página tras página, la im aginación de B albuena
nos lleva p o r u na vertiginosa vuelta al orbe que pone a la m etrópoli am eri
cana en el corazón de la escena planetaria:
50
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR” 51
L a m o v iliz a c ió n ib é r ic a
6 "By 1580, títere wcre 225 populateci cilies within the Spnnísh clortuuns, a ruimber that
grew to 331 by 1630", en Louisa Schell H oberm an y Snsan Migden Socolow, Cities and Societies
in Colonial Latín America, Albuqucrquc, University of New México Press, 1986, p. 3.
7 A. J. R. Russell-Wood, A World on the Move: The Portuguesa in Africa, Asia and America,
1415-1808, Londres, 1992.
s Camoes, 1996, canto i, 1, pp. 2-3.
9 En el decenio de 1570, frente a los ataques de los portugueses, decenas de miles de indios
ttipinam bas dejaron P eniam buco para llegar al río M adeira en el corazón de la Amazonia.
Russell-Wood, 1998, p. 181.
10 Los marinos de la flota de Vasco de Gama figuran entre los que introdujeron la sífilis en
la India. Ibid., p, 186.
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR" 53
sus com edias, Lope de Vega lanza esto a su lector: “El m undo se puede
an d a r p o r tierra de Felipe".H
Pacífico ilustran estos perpetuos levantam ientos del telón. Apenas el con
quistad or ha puesto la m ano en el centro de México, ya piensa en atravesar
el “m ar del Sur" para ab rir la ru ta de las islas de las especias. El vencedor
de M éxico nunca alcanzará Asia, pero h asta su m uerte no dejó de hacer in
tentos hacia P erú y la costa noroeste de América del Norte. .
. Un personaje de m ucha menor, envergadura, Guido de Labezaris, des
provisto de los m edios y de las am biciones dem enciales del conquistador
de México, da prueba de una m ovilidad aú n más espectacular: deja Sevilla
p ara ir a vender libros a México. Allá lejos, se lanza a u na em presa m inera
antes de p articipar en 1542 en la expedición de Ruy López de Villalobos
hacia las "islas del Poniente”. La expedición fracasa, pero él sobrevive a la
travesía del Pacífico. Después de interm inables viajes, vía Lisboa y Sevilla,
alcanza de nuevo México, donde tom a p arte en dos expediciones a la Flori
da an tes de Volver a em barcarse ru m b o a Asia com o tesorero :de los filipinos
en la flota de López de Legazpi (1564). Term ina su carrera en el archipiéla
go asiático batiéndose contra el corsario chino Lim ahong. Labezaris no se
contentó con recorrer el m undo, introdujo en México "la raíz del jengibre,
que es una de las buenas especies de la India, la cual trajo con m ucho se
creto de la Iridia de Portugal, donde fue preso él y sus com pañeros [...] De
este jengibre, que no fueron m ás de tres raíces, hay tanto, que se puede
h en ch ir el m undo dello".21 E n 1574, Labezaris tam bién h abía enviado a F e
lipe II u n m apa chino en el que figuraba el im perio del Medio y Japón, y
donde se encontraba inform ación de prim era m ano sobre la m anera en que
los chinos se rep resentaban a sus vecinos asiáticos.22
Las Filipinas a tra e n a los trotam undos. A principios del siglo xvn, un
religioso agustino, que tom ó el h áb ito en un convento de M anila, se bate
com o un león co n tra los chinos rebeldes de la ciudad: "m ató m ás de tres
m il sangleyes y ahuyentó de ellos las pocas reliquias que le so b raro n ”, y
con razón: "natural de E xtrem adura, fue soldado en Flandes, cautivo de
turcos m ás de veinte años, y de lo m ás in te rio r de T urquía se libró p o r va
lor e in d u stria ”.23 Al lado de estas h istorias de vida pescadas al filo de las
crónicas, otras narraciones, fam osas en su época, cuentan odiseas, que
2-4 Fernao Mendes Pinto, Peregrinando, Lisboa, Pedro Crasbeeek, 1614. Reeditado por Im-
prensa Nacional, Casa da Moeda, 1998. La traducción en castellano (1620) tuvo un rápido
éxito (Valladares, 2001, p. 34). Sobre las fuentes de Mendes Pinto, Rui M anuel Loureiro,
"A China de Fem ao Mendes Pinto, entre a realidade e a im aginafáo1', en Antonio Vasconcelos
de Saldanha y Jorge M anuel dos Santos Alves, Estudos de história do rekicionamento lusochi-
rtés. Sécidos xv¡-xx, Lisboa, Instituto Portugués do Oriente, pp. 137-177. Agreguemos el desar
rollo de una literatura portuguesa de náufragos, indisociable de las aventuras m arítim as; véase
Bernardo Comes de Brito, História trágico-marítima, ed. por Ana M iranda y Alcxei Bueno, Río
de Janeiro, Lacerda Editores/Contraponto, I99S.
25 Viaje del mundo hecho y compuesto por el licenciado Pedro Ordoñez de Ceballos, Madrid,
Luis Sánchez, 1614 (utilizamos la edición que apareció en la casa M iraguano Editores, Polife-
mo, Madrid, 1993).
26 Ordoñez de Ceballos, 1993, p. 10.
27 Mendes Pinto, 1988, p. 13.
28 Hans Staden, Ñus, feroces et anthmpophages. Véritable histoíre et description d ’un pays
habité par des honmíes sanvages... [1557], París, A. Métaiilé, 1979.
29 Escalante, 1557, fol. A5.
“ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR" 57
30 Chimalpahin, 20OÍ, pp. 53, 61, 63, 105, 165. En 1605, Chimalpahin consigna el paso por
México c!e un gaipo de agustinos que saíieron de España rum bo a China “para evangelizar allá”,
31 Sloterdijk, 2000, p. 35.
32 Louise Bénat Tachot, “La navegación hispánica en el Atlántico: aspectos laborales y téc
nicos (siglos xvi-xvn)1', en Eduardo F ranja Paiva y Carla María Junho Anastasia (eds.), O trabet-
Iho mes tifo. Mane iras de pensar e formas de viver, sáculos xvi a xtx, Bela Horizonte, Anubiume,
Universidade Federal de Minas Gerais, 2002, pp. 79-97.
33 Es probablemente el autor de un epigrama impreso en la obra de García cíe Orta, Colóqitios
dos simples (1563); cf. Do mondo antigo aos novos mundos. Humanismo, classicismo e noticias dos
deseobrintentos eni Evora (1516-1624), Lisboa, Comissáo Nacional para as Comemorafóes dos
Dcscubrimentos Portugueses, 1998, p. 125; Luís de Matos, L'cxpérienceportugaise dans la littém-
turv latine de la Renaissance, Lisboa, Fondalion Caiouste Gulbenkiau, 1991, pp. 16-18.
58 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
34 Serafim Leite, Artas e oficios dos jesuítas no Brasil (¡549-1760), Lisboa y Río de Janeiro,
Edi^ócs Broté ría, 5957, p. 125; del m ism o autor: "Pintores jesuítas do Brasil (1549-1760)", en
Archivitm Historicum Societatis lesit, Roma, 1951, xx, pp. 209-230.
' 35 Véase el capítulo xt.
36 Chim alpahin, 2001, pp. 125-127.
37 Ibid, p. 207.
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR” 59
La búsqueda de teso r o s
Otro signo de la m ovilidad de los hom bres: los form idables flujos de mer
cancías que transitan de un m undo a otro. Su descripción hiperbólica hace
que algunas partes de Grandeza mexicana parezcan el catálogo de un alm a
cén de lujo p ara fiestas de fin de año. Ante nuestros cansados ojos desfilan
el oro y la p lata de las América s, las especias de las M olucas, las sedas y las
porcelanas chinas, los marfiles de Goa, los relojes de Flandes, los grabados
rom anos... México es el depósito en el que se apila lo que el m undo tiene de
m ás refinado y exquisito. La circulación de m ercancías de un extrem o al
Teresa M artínez Tcrán, Los antípodas. Los orígenes de los indios en la razón política del
siglo xvi, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 2001.
39 En el tratado que consagra a la pintura antigua, Francisco de H olanda intenta dem ostrar
que “o antigo levava a todo”. Está convencido de que encuentra en las formas que llegan de
todo el m undo —“todo o m undo"— la tradición clásica: "que toda fumega A antiguidade; mas
o que é m ais de m aravilhar que até o novo m undo da gente bárbara do Bvazil e Perú, que ale-
gora foráo inotos aos hom ens, aínda esses cm mu ¡tos vasos d’ouro que eu vi, e ñas suas leguras
tinhüo a mesma razao e desceplina dos antigos”. Y concluye ‘‘que nao é pouco argum ento de já
aquellas gentes serem n'outro tem po conversadas, e de os preceítos da pinLura antigua serení
já senieados p o r todo o m undo até os antipodas''. Francisco de Holanda, Da pintura antiga,
Lisboa, Casa da Moeda, 1983, p. 88.
60 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
otro clel planeta es lugar com ún en las crónicas de la época. M edio siglo
antes de Balbuena, el m édico portugués G arcia da O rta subraya, en Goa, la
pasión de sus com patriotas p o r el gran com ercio: "A los portugueses que
navegan por la m ayor p arte del m undo sólo les interesa h ac er fructificar su
m ercancía; se p reguntan sobré lo que llevarán al ir y sobre lo que traerán al
regresar”.40 Lá expansión portuguesa hacía África y Asia; y luego la coloni
zación española en América, lanzaron a los m ares flotas cargadas’ de m er
cancías y m etales preciosos con los que esos continentes abastecían a E u ro
pa de grado o p o r fuerza. El dinero am ericano, cuando no se escapa de
m anera m ás o m enos clandestina p a ra China, atraviesa el Atlántico p ara
llenar las arcas europeas. Las especias asiáticas to m an lá ru ta del océano
índico, rodean África, rem ontan el A tlántico su r p ara am o n to n arse en los
alm acenes de los puertos de Lisboa y Amberes. Una m ercancía hum anadlas
'‘piezas" lleg ad as de África, 'alim entan los circuitos negreros que vinculan
los puertos de Guinea, Angola y Cabo Verde con el Brasil dé los p o rtugue
ses, las Indias occidentales y las tierras de Oriente.
Sobre esas i-utas m arítim as circulan, cada vez en m ayor núm ero, obje
tos raros que llenarán las colecciones de los príncipes y los gabinetes de
curiosidades europeas. E n las tiendas de Lisboa, el gallego B em ardino
de Escalante se extasía frente a los objetos fabricados p o r artesanos chinos,
quienes son “grandísim os pintores de follajes, páxaros y m ontería, com o se
vee m uy bien en las cam as, mesas, vandejas, rodelas y o tras bugerías que
de alia [5c. China] se traen á Portugal".41 E n México, B albuena se apasiona
con las perlas, las piedras bezoares "de los incultos Andes", el ám b ar del
Malabar, los tapices persas, la "fina loza del Sangley m edroso", los diam an
tes de la India, el ébano pardo de Siam .42 A lo largo del siglo xvi, las m er
cancías que llegan de Asia conquistan el m ercado am ericano y encuentran
com pradores ta n to en México, Lim a y Salvador de B ahía com o en Ambe
res, Lisboa, R om a o Sevilla. La América india se despoja tam bién de sus
tesoros. E n 1539, la nobleza india de México ofrece un fastuoso m osaico de
plum as al papa Paulo III. A finales del siglo co n tin ú a expidiendo piezas
raras y preciosas a la corte de Castilla, com o esos “dos ocelotes de piedra"
y las suntuosas tilm as, "una [...con] un sol rojo; y u n a tilm a de turquesas
con las esquinas de [piel de] ocelote, dividida [en diagonal] y con las orillas de
40 García da Orta, Coloquios dos simples e drogas da India, ed. por e! conde de Ficalho,
Lisboa, Im prensa Nacional, 1891-1895.
41 Escalante, 1557, p, 49.
42 Balbuenn, 1990, pp. 78, 77.
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR" 61
su tratado sobre China, que publica en 1569, el dom inico G aspar da Cruz
recuerda que im ágenes de dragones, bordadas con hilos de oro e im p o rta
das de China,49 decoran las iglesias portuguesas. Esos arribos masivos lan
zan nuevas m odas. E n 1565 el banquete de bodas de Alejandro F am esio y
de la princesa M aría, nieta de don M anuel, se sirve en vajillas de porcelana
azul y blanca. Cocineros indios p reparan los platillos, y se ofrece a los convi
dados agua del Ganges, del Indo, de los grandes ríos africanos y de las Mo-
lucas.50 En 1563, el em bajador de Portugal en el Concilio de Trento se enreda
en una crítica del uso ostentoso de las vajillas de oro y plata, y sostiene que
el em pleo de la porcelana de China convendría m ejor al espíritu de' reform a
que sopla sobre la Iglesia. Algunos años m ás tarde, la R om a de los papas
seguirá sus consejos y, al igual que Portugal, com erá en platos chinos.-
En sentido inverso, las artes europeas, pinturas, esculturas y grabados,
cristalería de Venecia, tejidos preciosos de Jtalia, se lanzan a la conquista
del m undo. A finales del siglo xvi, Una em bajada española, que hace; escala
en las Filipinas, lleva presentes al sogún del -Japón, entre ellos vajillas de
plata, am ericana o europea, que causan sensación, y un elefante “negro”
que el gohem ador de M anila había recibido de Camboya.S! Esos cam bios
de sitio se m ultiplican. Fáciles de tran sp o rtar a grandes distancias, las p ro
ducciones del arte europeo siguen itinerarios a m enudo sorprendentes. La
m ultiplicación de los relevos explica la com plejidad d é lo s recorridos. Como
el de la im agen andaluza de N uestra Señora de la Antigua. Al com ienzo,
u na tela española que representa a la Virgen de Sevilla inspira u n grabado
del Hamenco Jan Wierix. Luego, este grabado da m edia vuelta al m undo y
llega a Japón, a la m isión jesuita de Arima, en donde, en 1597, se reproduce
en el seno del taller del padre Niccoló. Inm ediatam ente la copia japonesa se
expide a M acao, cuando los portugueses y la C om pañía acam pan a las puer
tas de China. Poco después, el padre Ricci la lleva en su equipaje a Pekín y
ofrece la copia japonesa a un letrado, Ch'eng Dayu, quien a su vez la utiliza
com o motivo p ara inkcakas en la colección in titu lad a Ch'eng-shih m o-yüan
(1606).52 Al igual que esta Virgen sevillana, que pasa p o r m anos españolas,
49 Gaspar da Cruz, Tratado das coisas da China, ed. por Rui Manuel Loureiro, Lisboa, Coto-
via, Comissao Nacional para as Comemoragoes dos Descobrimentos Portugueses [1569-1570],
1997, p. 181: “Sao limas serpentes tecidas de fio de ouro, das quais háo vindo m uitas a Portugal
qué se da o para ser-virem nalguns ornam entos das igrejas”.
50 Belhcncourt _v Chaudhuri, 1998, n, p. 549.
51 K nauth, 1972’, pp. 138-139.
52 Una reproducción de la versión china en Michaei Sullivan, The Meeting o f Eastem and
Western Art, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1989, p. 52.
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR” 63
flam encas, japonesas, italianas y chinas, los objetos viajan por las cuatro
partes del m undo sin detenerse en las fronteras de la m onarquía católica.
C ir c u l a c ió n e s p ir it u a l y t r a v e s ía s m ís t ic a s
AI igual que los hom bres y las m ercancías, a las reliquias antiguas y
medievales se les im pulsa hacia el otro extrem o del orbe. Viajan al ritm o de
los acentos proféticos del Antiguo Testamento: "Su sonido se extendió p o r
toda la tierra"59 (Salmo 18), podía leerse en un m acabro cuadro que m ostra
ba u n pulpito donde los esqueletos habían tomado; el lu gar del predicador.
Veinte años m ás tarde, en 1598; cuándo los: restos de los m ártires del Japón
atravesaron la Nueva E spaña para enriquecer los santuarios europeos, la
profecía se cum plió. De esa m anera se concluye esa vuelta al orbe que enla
za O riente con Occidente y O ccidente con Oriente, y consagra u n a nueva
geografía del cristianism o rom ano en el seno de la cual México, la antigua
m etrópoli pagana, figura com o etapa obligada y relevo consagrado. Seis
años después, en 1604, Balbuena se regocija con esta m undialización:
Aun cuando el poeta sueñe más con las riquezas m ateriales y los ojos
de su am ada que con los tesoros de la fe, en este entusiasm o hispano explo
ta la m ism a energía cinética que anim a la m irada planetaria de la Com pa
ñía de Jesús.
59 "In omncm térram exivit sonus eorum '1, ibid., p. 96: Otro versículo constituye una refe
rencia directa a !a ciudad situada en medio de las cañas, Mcxico-Tenochtitlan: "In cubilibus, in
quibus habitaban t Draconcs, orictur viror calami el iunci”, I Isaías 35, es decir: "En la guarida
donde m oraban los chacales verdearán la caña y el papiro", ibid., p, 37. Las cuatro partes del
m undo se evocan en la inscripción: “Rcliquiis sacrís oiím subjecimtis Afros Europam atque
Asiam; Carolus Americam", ibid., p. 39.
60 Chimalpaliin, 2001, pp. 110-111.
61 México, a g n . Inquisición, vol. 165, exp. 5.
62 Ibid., vol. 126, exp. 7.
66 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
Desde la prim era m itad del siglo xvi incidentes al p arecer m enores reve
lan que poco a poco circuitos sin precedentes se bosquejan en tre las Améri-
cas y Asia, vínculo capital p ara la puesta de la m undialización ibérica. A fi
nales de 1530, un insólito e inquietante ru m o r llega a la'fortaleza de M alaca
a propósito de u na expedición qu e;habría partido de las costas de ^México,
aproxim adam ente a 10 000 kilóm etros de 'allí.‘N o'es lá p rim era vez que n a
vios españoles in ten tan alcanzar Asia por el Pacífico.63 P o r fortuna, p a ra los
portugueses, que tem en com o a la peste la com petencia castellana en esa
región del globo, la expedición m exicana fracasa, al igual que las an terio
res. Uno de los dos navios naufraga y los sobrevivientes del otro, un m ari
nero de Palos, Juan Camacho, y un niceno, de alrededor de 30 años,vMiguel
N obre,64 term inan p o r caer en m anos del gobérriadór de las M olucas; Anto
nio Galvao. É ste interroga al niceno que le re v é la los preparativos que los
españoles llevan a cabd en lá costa pacífica de América. El portugués, apos
tado en el extrem o de Asia, y sin hab er visitado n u n ca las Indias occidenta
les, com prende de pronto que lo que se tram a en A m érica puede p o n er en
peligro la presencia de su am o en África. Por boca de los sobrevivientes
descubre que quien m andó con stru ir los navios en el p uerto m exicano de
Tehuantepec es el m arqués del Valle, H ernán Cortés en persona. El niceno
lo instruye sobre el tonelaje y las tripulaciones de los navios, sobre el itine
rario y los puertos de em barque. Le inform a de otros preparativos que acor
daron el "gobernador de Guatem ala", Jorge de Alvarado, y el virrey de
México, don A ntonio de M endoza, que acababa de en tra r en funciones. El
fantasm a del avance de los castellanos en el Pacífico surge de aquellos inte
rrogatorios, cargando el horizonte del levante con am enazas alarm antes y
concretas. El gobernador portugués im agina ya las flotas de galeones cons
truidos "en esa p arte del sur" bogando h acia "China, las islas Lequios
[Ryukyu] y las M olucas p ara descubrir otro nuevo m undo’1.65 Cuando los
portugueses llegaron a O riente p o r el cabo de B uena E speranza y el océano
índico,66 los españoles intentaron un acceso concurrente en sentido inverso
67 Véase el ejemplo, entre tantos otros, de Diogo Fernandes Vieira, nacido en Porto hacia
1530, establecido sucesivamente en Pem ainbuco, México y Manila, con una red fam iliar que se
extiende de Brasil a Lisboa y a Goa. John Russell-Wood, Uní mundo em movimento. Os portu
gueses tía África, Asia e América (1415-1808), Algés, Difel, 1998, p. Í67; Nathan Wachtel, La foi
du sou venir. Labyrínlhes mairaties, París, Seuit, 200 J.
68 K nauth, 1972, p. 39.
69 Chimalpahin, 2001, pp. 101-103, 43, 75.
68 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
bre de 1605, C him alpahin vuelve en su Diario a los asuntos de Asia: "se
supo que h ab ía habido m uchos [m uertos] en la China70 cuando hace un
año, en la fiesta de san Francisco, ocurrió u n a batalla; y no m u riero n ta n
tos españoles, pero sí m uriero n m uchos n aturales de aquellas tierras lla
m ados sangreyes’’.71 La revuelta de los chinos de M anila (o sangreyes) de 1605
fué ahogada efectivam ente en sangre y dejó 23 m uertos en tre los rebeldes.
México es sólo u n eslabón entre otros en los circuitos que irrad ian des
de M anila. A la vía pacífica y m exicana que va a E spaña se agrega la vía te
rrestre y asiática. Después de la m atanza de los chinos rebeldes, el goberna
d o r de M anila decide enviar dos agustinos a Castilla, "por vía de la In d ia
O riental [...] p o r Goa, Persia, Babilonia, T urquía e Italia”, y otros dos em
bajadores a China vía Macao, "para d a r cu en ta del suceso y reconocer cóm o
se había recibido en aquel Reino”. 72 Valió la pena. "En los navios de la Chi
na", el gobernador d é Filipinas recibió tres cartas del “virrey" chino de las
provincias de Chincheo, que daba acuse de recibo de la m isiva d e.M anila.73
Ese acontecim iento local se conoció en escala p lan etaria y su difusión so
brepasó, incluso varias veces, los confines de la m o narquía católica p ara
to c ar o atravesar casi todos los grandes im perios del orbe, fueran p o rtu
gués, persa, otom ano o chino. C iertam ente, la eficacia y la seguridad de las
redes de com unicación dejaban m ucho que desear: los religiosos que p ar
tieron de M anila para alcan zar E spaña tardaron tres años en llegar a la Pe
nínsula, al precio de "innum erables trab a jo s’'.74 Sin em bargo, lo esencial
está allí: el esfuerzo para p o n er en órb ita u n a inform ación local y la aten
ción que la inm ensa C hina pone en su recepción son signos de la asom bro
sa ap e rtu ra de los horizontes ibéricos.
P ara quien se lim ite a im aginar el orbe desde las riberas de la E uropa
occidental, M anila está sin duda en el "fin del m u n d o ”, pero ¿quién se
arriesgaría todavía a designar así u n puesto de avanzada vuelto hacia Chi
na, Japón, Corea y Asia del Sudeste? Las M olucas de los portugueses, las
F ilipinas españolas y México se perfilan com o las m ayores estaciones de
enlace de u n a inform ación que se m undializa y cuya fuente p u ede estar lo
m ism o en M anila que en París. E n o ctub re de 1606, la capital de la N ueva
70 China, en la mente de los españoles, designa la parte de} Extrem o Oriente que une las
Filipinas con el Im perio Celeste propiam ente dicho.
71 Chimalpahin, 2001, p. 105.
72 San Agustín, 1975, pp. 709-711, 712, 713.'
73 Ibid., p. 715. La correspondencia es regular tanto con las autoridades japonesas como
con las chinas.
74 Ibid., p. 713.
"ALREDEDOR DEL MUNDO SIN CESAR” 69
E sp añ a com enta otra noticia de Asia que inm ediatam ente inflama los espí
ritus: "se supo que los españoles habían conquistado la provincia llam ada
Las Molucas, la cual ahora pertenece a nuestro señor el rey don Felipe III
que está en España; se süpo asim ism o que los cristianos cap tu raro n al rey
que gobernaba en Las M olucas".75 E n su Diario, Chim alpahin reúne en dos
renglones la E u ro p a de Felipe, el Asia de las M olucas.y la,América m exica
na. E sa frasecita m uestra que México se h a vuelto uno de los pasos obliga
dos de las noticias que circulan en los cuatro rincones del planeta. In sta
lado casi a m itad del cam ino entre teatros separados por m iles de kilóm etros,
entre la E xtrem a Asia y la E u ropa occidental, siem pre al acecho desde su
erm ita de San Antonio Abad, Domingo de San Antonio M uñón C him alpahin
recolecta noticias de los gigantescos espacios que recorren los ibéricos.
Y la m onarquía católica nci tiene el m onopolio de la inform ación. Sus
fronteras filtran m uchas noticias, incluso en las m aterias m ás sensibles. Des
de inicios del siglo xvii el im perio otom ano se interesa en él Nuevo M undo.76
He aquí cóm o en 1513, el famoso m apa del m undo de Piri Reís presen ta a
E stam bul el descubrim iento de Brasil: "Rum bo a la provincia de H ínt [la
India], un navio portugués encontró vientos contrarios que lo alejaron de
la costa. Después de que u na tem pestad los llevó hacia el sur, vieron frente a
ellos u n a rib era [...] y gente desnuda sobre la costa que les lanzaba flechas
con puntas de hueso de pescado”. 77 El m apa del Nuevo M undo da a los p eo
res adversarios de los ibéricos una im agen m uy precisa (para la época) de
Jas riberas del océano Atlántico. En el Asia de los portugueses, los frágiles
m uros del Estado da India tienen orejas. "El zam orín [rajá Sam udri] y los
dem ás saben inm ediatam ente lo que se decide en el consejo y las in stru c
ciones de la flota que llega al M alabar y a otras p artes [...] En D abul y S urat
se sabe al instante todo sobre la flota portuguesa que p arte al acecho de los
navios que van y vienen a La M e c a /'78 En otras partes, los horizontes cono
cen dilataciones gigantescas. Brasil entra en la m ira del G ran Mogol y Méxi-
75 Chimalpahin, 2001, p. 111. La expedición que envía el virrey MorUesdnnjs reúne 800
soldados, 200 reclutados en la Nueva E spaña y el resto en la península, l’arte de Manila el 15 de
enero al m ando de Pedro de Acuña, llevando 3209 hombres, de los cuales 1 400 son soldados;
San Agustín, 1975, pp. 714, 719. Culmina con la ocupación de Tídore y la toma de Teníate en
abril del mism o año. Manila festeja la noticia el 31 de mayo, cinco meses antes que México.
76 Gregory C. Mclntosh, The Piri Reís Map o f 1513, Atenas y Londres, The University of
Georgia Press, 2000.
77 Ibid., p. 45.
78 Diogo do Couto, Diálogo do soldado prátíco, ed. por Reís Brasil, Lisboa, Publica (¿des E u
ropa- Ainérica, 1988, p. 21.
70 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
L id r o s a l r e d e d o r d e l m u n d o
1 Irving A. Leonard, Los libros dc¡ conquistador, México, f c e , 1996, pp. 215-236.
2 Carlos A lberto González Sánchez, Los m undos del libro. Medios de difusión de ln cultura
occidental en las Indias de ¡os siglos xviyxvti, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2001.
71
72 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
m ovim iento que se adueña de todos los soportes intelectuales del R enaci
m iento. Pero los libros hacen m ás que exportar la m odernidad europea:
contribuyen a darle o tra form a que surge de la confrontación de los ibéri
cos con las otras partes del m undo. ! ¿
Desde com ienzos del siglo xvi el libro europeo, que en su m om ento
p arte a la conquista de las tierras donde llegaron los ibéricos, atraviesa el
A tlántico ju n to con los conquistadores, los m isioneros y los rep rese n tan
tes de la Corona, al igual que lo hizo al seguir a los p ortugueses a África y
a las costas de la India. Más tarde, con los jesu ítas, los portugueses y los
italianos, se in tro d u c irá en Jap ó n y en C hina. P o r p rim e ra vez en su h isto
ria, libros y navios circulan en todos los océanos. E s difícil cifrar esas ex
portaciones.
Las fuentes perm iten identificar m ás de 8000 libros que salieron de
E spaña ¡hacia las In d ias-occidentales-entre 1558 y finales del siglo xvn,
pero p robablem ente hay que decuplicar ésta ca n tid a d p a ra in clu ir el con
trab an d o y todo lo que se esconde a la m irad a de las adm inistraciones
ibéricas.3 Sin em bargo, la m ovilización de los fondos europeos es sólo una
transferencia m ecánica que lleva consigo u n a serie de efectos secu n d a
rios, de reacciones o de regresos a E u ro p a que h ab ría n sido m uy difíciles
de prever u orquestar. Un ejem plo: gracias a la trad u cció n , los clásicos de
la literatu ra europea se repro d u jero n bajo otros cielos. H acia 1520, cu an
do D uarte de R esende p arte p ara hacerse cargo de sus funciones de fac
tor del rey de Portugal en las M olucas, lleva consigo obras de Cicerón que
trad u ce a lo largo de sus interm in ab les travesías;4 al reg resar a P ortugal
publica su versión en C oim bra bajo el título de Marco Tulio Cicerón de
Amicicia, Paradoxos e Sonho de Scipiao. O tro portugués, H enrique Garcés,
especialista en m inas y técnicas de extracción de plata, su rca la A m érica
española llevando en su equipaje las obras de Cam oes y de P etrarca, a
quienes traduce al castellano en el curso de sus viajes en tre los dos hem is-
fei'ios.
A sem ejanza de las im ágenes, los libros im presos en E u ro p a d an la
vuelta al m undo franqueando las fronteras de la m o n arq u ía católica. Un
ejem plar del Teatro del m undo (1579), del geógrafo antu erp ien se A braham
Ortelius, llega a Japón antes de que M ateo Ricci5 lo ofrezca al em perador de
China. La Topografía de la ciudad de R om a (Francfort, 1597), de Théodore
6 Gauvin AlexanderBailey, Art on theJesuit Missiotts iu Asia and Uitin America, Í542-1773,
BuíTalo, Tórculo y Londres, University of Toronto Press, 1999, p. 93.
7 Sullivan, 1989, p. 45.
8 Está lejos de ser la única biblioteca del archipiélago. El incendio de 1583 redujo a cenizas
la "biblioteca muy buena” dei obispo Salazar. Leonard, Í996, p. 201.
9 Ibid., p. 194.
10 Ronaldo Vainfas (ed.), Confissóes da Bahia, Sao Paulo, Companhia das Letras, 1997,
p. 207, y Leonard, 1996, pp. 193-194. Trebiña (o Treviño), un español de Manila, posee también
una traducción española de una vulgarización del aristotelismo de Alessandro Piccolomini y
un relato histórico sobre la toma de Rodas por Solim án, p. 196.
74 LA MÜNDTAUZACIÓN IBÉRICA
ben, los volúm enes recién editados se venderán allí a m ejor precio. Incluso
los "m alos libros" se exportan, y m ucho. La dificultad y los riesgos que p o
dían correr algunos títulos prohibidos en E sp añ a in citan a los libreros a
deshacerse de ellos expidiéndolos discretam ente a la otra costa del océano
gracias a redes de com plicidad. Ese, p o r ejem plo, fu e eLcaso dé la Biblia de
Vátablé, cuyas tribulaciones pueden seguirse desde M edina del Gampo h a s
ta México. La Selva de aventuras de Jerónim o C ontreras, que figura en el
índice de las obras prohibidas, enfrenta dos océanos antes de llegar a M ani
la. A com ienzos del decenio de 1590, el Brasil portugués acoge títulos tan
sospechosos com o la Diana, las Metamorfosis de Ovidio o tam b ién la com e
dia Eufrozina de Jorge F erreira de Vasconcelos (1555), prohibidos p o r la
Inquisición de Lisboa.11 D onde hay com isarios del S anto Oficio éstos, tier
nen que a b rir los ojos:;“Los -libros, son u n o 'd e los principales motivos, p ara
la inspección de los barcos, especialm ente las cajas que vienen com o carga
m ento’'.12
Al m ism o tiem po que los libros, los idiom as europeos se m undiaíizan.
El siglo xvt es la era de la difusión de las lenguas antiguas, com o el latín y el
griego, o de las m odernas, com o el castellano, el portugués y el italiano. En
México, a p a rtir de 1536, los estudiantes indígenas del colegio Im perial de
la Santa Cruz de Tlatelolco aprenden latín, al igual que p ro n to lo h arán los
de Goa y a finales de siglo los jóvenes japoneses del colegio de Arie (93
alum nos en 1596).13 La aparición de esos nuevos lectores revela que la cir
culación clcil libro no sólo obedece a la ap ertu ra de las ru tas m arinas y al
azar de los viajes.
I m prentas de A m é r ic a y de A s ia
15 iVínrcdo Francisco Mastrilli, R da^am de hurii prodigioso niilagre, ed. por Manuel de
U nía, Biblioteca Nacional [Lisboa, Rachol, 1636], 1989, p. xxxix. En México, PieLro Balli, que
publica textos en náhuatl, zapo leca y mixtecu, es un salmantino de origen francés. Joaquín
García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo x\'r, ed. por Agustín Millares Cario, México,
f c e [1886], 1981, p . 37.
16 El japonés Constantino Dourado en Goa; Mastrilli, 1989, p. xvi. En México véase la lista
de los indígenas hecha p o r el franciscano Juan Bautista, en Ángel María Garibay K., Historia
de la literatura náhuatl, México, Porrúa, 1971, ir, pp. 223, 225.
17 García Icazbalceta, 1981, p. 24.
I!t Ibid., pp. 37-38.
19 La obra la publicó el Colegio de Sao Paulo de Goa en 1556; Mastrilli, 1989, p. xi.
20 Francisco Betliencourt y Kirti Chaudhuri, História da expansao portuguesa, Lisboa,
Círculo de Leitores, 1998, f, p. 425,
21 Bcthencourt y Chaudhuri, 1988, u, p. 474.
22 Charles R. Boxer, The Christian Century in Japan, 1549-1650, Lisboa, Carcanet, 1993, pp.
190-198. El prim er libro que salió de las prensas japonesas fue Sánelos no Gasagueo no uchi
Nuquigaqi (los Hechos de ¡os santos). Publicado en Kaísusa en 1591, estaba ornam entado con
un grabado de estilo m anicrista. El mism o año se publicó también ía Cruz no monogatari (La
historia de la Cruz), que está decorado con un grabado que representa a María adorando al
N iño Jesús.
23 En Amacusa, en Katsusa, y sobre todo en Nagasaki, los jesuitas editan tam bién m uchas
versiones abreviadas de los clásicos japoneses y traducciones de Luis de Granada y de la Im i
ta tio Christi de Tomás de Kcmpis.
76 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
E l r e g r e so a E uropa de n u ev o s sa b er es
y atizan de tal m an era los intereses com erciales que la inform ación se d i
vulga ráp idam ente. La m ovilización se invierte entonces: saberes nuevos
se ex portan a E u ro p a y explotan los enlaces técnicos recién im p lan tad o s
en tierras lejanas.
Excepcional p o r su éxito europeo, la obra de G a rd a da O rta no es sin
em bargo un caso aislado. Desde la segunda m itad del siglo xvi, los médicos
españoles habían publicado en México obras que se dirigían al lector euro
peo. E n sus Opera medicinalia (1570), Francisco Bravo la em prendió abier
tam ente contra su colega Nicolás M onardes en relación con una cuestión
de cirugía y discutió la posición del italiano F racastoro sobre la fiebre tifoi
dea.38 Juan de Cárdenas h a rá de sus Problemas y secretos maravillosos de las
Indias (1591 )39 una antología de curiosidades para gloria del Nuevo M undo
y con la férrea intenció n de que "saquen y desentierren del abism o del olvi
do tan peregrinos y excelentes efectos com o todas estas occidentales p ro
vincias, en sí contienen y encierran".40 Sin em bargo, ni Bravo ni Cárdenas,
que están lejos de poseer el genio de G arcia da Orta, logran conquistar el
m ercado europeo y m m ir los apoyos necesarios p ara u na difusión ibérica y
continental.
M ucho m ás que lo im preso am ericano o asiático, los m anuscritos com
pilados en los territorios de la M onarquía católica aseguran el regreso de la
inform ación al Viejo M undo con aportaciones de datos de una riqueza sin
precedente. Los letrados europeos pueden descubrir los textos, a m enudo
acom pañados de im ágenes, de los m isioneros B em ardino de S ahagún y
Diego D urán sobre México, las crónicas de Pedro Cieza de León y de G ua
m án Pom a de Ayala sobre el Perú antiguo, las cartas de los jesuitas Nobre-
ga y A nchieta sobre Brasil y los escritos de Luís Fróis sobre Japón. Los m a
nuscritos expedidos a E uro pa term inan a veces en las prensas del Viejo
M undo en lugar de acum ularse en las estanterías de las grandes bibliote
cas, en donde con frecuencia se pierden. Sucede lo m ism o con cartas de je
suitas cuya difusión organiza cuidadosam ente la Com pañía,41 con las tra
ducciones castellanas de H enrique Garcés, que en 1591 publica su Camóes
E s c a l a s p l a n e t a r ia s
"inmenso resorte ele la m onarquía de E spaña”,49 que tan bien evoca Giulio
Cesare Capaccio en su elogio de Ñ apóles, son desechados constantem ente.
Las C olum nas de Hércules, que al com ien zo se levantaban “a la orilla del
mar de Cádiz”, cayeron después bajo los em bates del em perador Carlos V
antes de volver a erigirse en el archipiélago de Filipinas,50 en la otra cara del
orbe. Esta planetarización de los horizontes explica las innum erables refe
rencias a “las cuatro partes del mundo" bajo la plum a de los contem porá
neos. En los m árgenes de las páginas encontram os evaluaciones cifradas de
recorridos cada vez más considerables. En el decenio de 1530, el portugués
Antonio Galvao hace un balance de las riquezas p otenciales del sudeste
asiático, enum erando d istancias que no parecen inquietarlo en lo m ás m í
nim o, com o si los trayectos largos y d ifíciles se banalizaran: “De Sum atra a
las M olucas, no hay más de cuatrocientas leguas de travesía [...] v la m ar es
tan calm a com o una laguna; otro tanto hay para China y un poco m ás para
las islas Lequios".51
Cuando 40 años más tarde el cosm ógrafo L ópez de V elasco evalúa la
longitud de las costas de América, la con stelación de cifras a las que se en
frenta nada tiene en com ún con las dim en sion es de Castilla, ni tam poco
con las de la península ibérica: "tiene la dicha dem arcación de travesía, tres
mil y ciento y cincuenta leguas norte sur, y otras tantas este oeste, de las
cuales son de tierra firme descubierta dos tnil de largo, norte sur, y com o
mil de ancho por donde más".S2 Su Geografía y descripción universal de las
Indias (1574) ofrece un ejem plo espectacular de este insaciable apetito de
inform ación, de cifras, de m edidas, de n om bres y territorios. Al hojear sus
páginas tenem os la sen sación de que el m undo se extiende al infinito. Des*
pues de haber recorrido la descripción de los territorios som etid os a la co
rona de Castilla, descubrim os un nuevo capítulo sobre Brasil, luego otro
sobre las islas del Poniente y la Especiería , y otro tam bién sobre las Filipi
nas, que incluye, a guisa de con clu sión , una "Corografía de la costa de la
China” tom ada de una descripción dei Japón, y unas páginas anteriores
— esta vez las últim as— sobre la N ueva Guinea y las islas S alom ón .55 Adop
tar una escala planetaria no es un sim p le ejercicio de aritm ética. Los euro-
peos deben habituarse a nuevas experiencias hum anas vinculadas con to
das las facetas de la m ovilización. Si los trotam undos, en el sentido propio
del térm ino, son todavía la excepción, num erosos son los m isioneros, los
com erciantes o los burócratas que aprenden a organizar su actividad entre
M éxico, Perú, las Filipinas y Castilla, o bien, entre Goa, África, Brasil y Lis
boa. Otros espacios, otras raíces, otras rupturas...
La. m o v il id a d d e l o s h o r i z o n t e s
34 Miclie! de Montaigne, Esseiis, ni, ed. por Pierre Micho!, París, Le Livre de Pocho, 1965,
libro m, cap. vi, p. 140. [Para la edición en español: Ensayos, líi, li ad, por María Dolores Picazo
y Almudena Montojo, Madrid, Cátedra, 1993, p. 153.]
84 I.A MUNDLAL1ZACTÓN IBÉRICA
Se pin g an co n él n o só lo en N u ev a E sp a ñ a y p ro v in c ia s del P e rú , p e r o en n u e s
tra E sp a ñ a y to d a Italia , A le m a n ia y F lan d es. Yo h e e n v ia d o g ra n d e s re la c io n e s
co n él casi a to d a E u ro p a , a s í en latín co m o en n u e s tra le n g u a [ ...] lo s e s p a ñ o
les se las [.ve', la s ra íc e s] c o m p ra n y c o m o g é n e ro de m e r c a d e r ía las e n v ía n a
E sp a ñ a [...] E s ya ta n to el u s o de él q u e lo tra e n p o r m e r c a d e r ía p rin c ip a l en
m u c h a c a n tid a d , q u e se v e n d e p o r g ra n s u m a d e d in e ro .57
Huelga decir que la difu sión de esa novedad pasa por su com ercializa
ción. La m ovilización ibérica es tanto asunto de rentabilidad com o de inte
rés científico o de curiosidad.
Es tam bién asunto de im aginación. En 1577, en su obra sobre la nave
gación portuguesa, B em ardino de E scalante expresa el deseo de una pron
ta conversión de China al catolicism o invocando la facilidad del viaje y la
relativa proxim idad de ese r e i n o . S i le creem os, bastaba salir de uno de
los dos puertos m exicanos, Acapulco o N avidad, y dejarse llevar por las bri
sas que soplan de octubre a lines de abril, para atravesar el Pacífico. La
distancia tam poco parecía espantar a los adversarios de la M onarquía c a
tólica. A finales del siglo xvt, el sogún japonés H ideyoshi, alentado por sus
conquistas en Corea, blande ¡a am enaza de represalias m ilitares contra
Castilla: “Y aunque estas partes sean rem otas y distantes, si hubiera quien
y sin esperar la unión de las dos coronas, el cosm ógrafo Juan López de Ve-
lasco haya incluido todo el Brasil portugués en su descripción de las Indias
occidentales. Por esta razón tam bién, descubrim os bajo la plum a del car
m elita Vázquez de E spinosa una asom brosa descripción de la Am azonia
brasileña librada a las exploraciones de un español de M éxico, ep isod io ol
vidado largo tiem po por los historiógrafos lu sobrasileños. Será necesaria
una m ayor reafirm ación del Estado-nación y del territorio que le correspon
de para que la m undialización europea siga otro derrotero m uy diferente.63
A los lím ites confusos se agrega una percepción no m enos confusa de
las distancias reales (el Pacífico) y de los obstáculos que iiay que sobrepa
sar (China). Estas “carencias" no provienen ún icam en te de los "retrasos
técnicos" o de las incapacidades de la época. Las ideas del R enacim iento
contribuyeron poderosam ente a ello. Antes de que ía cien cia del siglo xvu
europeo le fijara leyes y lím ites, la antigua n oción de m etam orfosis c o n ti
nuaba asignándole al m ovim iento de los seres y de las cosas una extensión
casi infinita y el m undo se presentaba com o una creación inacabada. La
falla de una representación estabilizada del planeta incitaba a eruditos y
hum anistas a cultivar !a percepción de un m undo m óvil, lo que en su m o
m ento alim entaba la m ovilización de lo.s hom bres y de los im aginarios,^
No asom bra, entonces, que los m apas de la época pudieran prom eter tanto
lo d esconocid o co m o lo conocido.
63 Jan A;irl Scholte estim a que sólo cu el siglo xrx se consolida una visión territorialisia del
inundo, en "What ¡s 'Global’ aboul GlobaU/.ation?”, vn David He!d y Anthony McGrew (eds.),
The G lobal T rau sfon m iiion Recicle r. An In tro d u c tiv a to th e G lo b a lizu tio n D ebata, Cambridge, Po
li Iy Press, 2002, pp. 84-91.
64 M. Jc*nrmereL, P e rp c iu itm niobih;. París, Macula, 1988, pp. 87, 85.
OTRA MODERNIDAD 87
70 Campanella, 1997, cap. xxxi, pp. 338-339 [p. 255 de la edición en español],
71 Redactadas poco después de la vuelta al m undo de Magallanes, las Cartas de Hernán
Cortés se dirigen al em perador y no al rey de Castilla. Por prim era vez un "imperio” am ericano
cae bajo el dom inio del heredero de los em peradores rom anos, "el invictísimo emperador, po
tentísim o César", enlazando el Nuevo Mundo al Viejo. H ernán Cortés, Cartas y documentos, ed.
por Mario H ernández Sánchez-Barba, México, Porrúa, 1963, pp. 114-115. Sobre el aporte de
Cortés a la construcción de una nueva idea imperial, Pablo Fernández Albaladejo, Fragmentos
de monarquía, M adrid, Alianza Universidad, 1993, p. 174, y Víctor Frankl, "Im perio particular
e im perio universal en las cartas de relación de Hernán.Cortés", en Cuadernos Hispanoameri
canos, 1963, t. 165, pp. 443-482, 460-465. Sobre las dim ensiones jurídicas de los términos
m undo y térra, cf. Anthony Pagden, Lords o f the World. Idcotogies o f Empire in Spain, Britain
and France c. 1500-c. 1800, New Haven, Yale University Press, 1995.
72 Sobre la difusión del sebastianismo en el seno de la parte portuguesa de ia m onar
quía, Jacqucline H erm ann, 1580-J600. O sonlto da salvando, Sao Paulo, Com panhia das
Letras, 2000.
73 Camóes, 1996, canto vi, 7, p. 237.
74 Mary Elizabeth Berry, Hideyoshi, .Cambridge, Harvard University Press, 1982, p. 212. En
Japón, la m adre de Hideyoshi había tenido un sueño que anunciaha que la virtud de su hijo
“will ¡Ilumine the four seas, his aulhority shall em anate lo the m yriad peoples”.
OTRA MODERNIDAD 89
75 Henrico M artínez, Repertorio da los tiempos e historia natural da la Nueva España, ecl. por
Francisco d e la Maza, México, s e p [1606], 1948.
76 M onardes, 1992, p. 2.
77 "Giroi i¡ m ondo tutto”, en Tommaso Campanella, La Cittá del Solé, ed. por Luigi Firpo,
Barí, Laterza, 1997, p, 3. [P arala edición en español: Tomasso Campanella, La imaginaría Ciu
dad del Sol, trad. p o r Agustín Mateos, en Tomás Moro et al., Utopías del Renacimiento, estudio
prelim inar Eugenio ím az, México, rcu (Colección Popular, núm. 12)), 2005, p. 143.]
7S José Toribio Medina, Ui imprenta en México (1539-1821), », México, u n a m , 1969, p. 40.
79 Joao dos Santos, Etiápia oriental, ed. por Luís de Albuqiierqtie, Lisboa, Biblioteca da
Expansáo Portuguesa [1609], 1989.
80 Bruselas, 1520-1530. J e n y Brotton, Trading Territorios. Mappítjg the E ady Modern World,
Londres, Reaktion Books, 1997, pp. 17-19.
90 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
Aunque hoy la p alab ra "global" nos im pulsa al espacio y nos ubica fue
ra de nuestro planeta p ara m irar la “nave Tierra",84 la definición p o d ría ya
aplicarse a artistas com o Van Orley, Camóes o Balbuena, que incontestable
m ente figuran entre los portadores de esa 'n u ev a perspectiva".
81 Camóes, 1996, can tó n , 5, p. 94.
82 Canto iv, 69, p. 177.
83 Bernardo de Balbuena, E l Bernardo, ed. por Noé Jitrik, México, Secretaria de Educación
Pública, 1988 (Ia edición, 1624), p. 137.
84 Bruce Mazlich, "Crossing Boun Jaires: Ecuménica!, World, and Global History", en Phil
ip Pomper, Richard lí. Elphick y Richard T. Vann (cds.), World History. Ideologies, Structurcs
and Identities, Oxford, Blackwdl, 1998, p. 47.
OTRA MODERNIDAD 91
No sólo ayer sino hoy las relaciones entre lo "local" y lo “global” son
difíciles de desentrañar. A lo largo del siglo xvi, la relación entre "la p atria”
y "el m undo" se modifica a m edida que esos dos térm inos cam bian de co n
tenido y de escala, desposando los ritm os de la movilización ibérica. El eu
ropeo que se arraigá-en su nuevo espacio y a no tién eJa misma concepción
de lo 'ílocal”, tiende a confundir cada vez m ás lo "global" con.las cuatro par
tes del m undo. E n México, tanto invasores com o invadidos se ven constre
ñidos a definir el terruño. Con los años y la distancia, los vínculos que los
conquistadores m antenían con su com unidad de origen se distienden y se
rom pen: p ara algunos de ellos, su lejana "patria”, situada en alg u n a.p arte
de Andalucía o del país Vasco, es sólo un recuerdo.85 E n cuanto a las rela
ciones que pudieron, te jerx o n el Caribe,^ frecuentem ente se resum en en,efí
m eros vínculos. Las nuevas ra íte s creadas en el.suelo de las Iridias esbozan
un "neo-local" am ericano que se presenta, prim ero, como una entidad in s
titucional transplantáda a la Península. La fundación de la ciudad de Vera-
cruz p o r los conquistadores oficializa po r vez prim era esa reterritorializa-
ción a la castellana en suelo de México. Poco a poco lo que cotidianam ente
se vive, el contacto con los naturales, las com pañeras indias, los bijos con
m ezcla de sangre d an a ese "neo-local" u na espesura h um an a y m estiza que
lo distingue siem pre y cada vez m ás de la "patria" de origen, sin bo rrar el
recuerdo o la nostalgia, aunque el fracaso de la im plantación pueda trad u
cirse en un regreso al p unto de partida.
E n la sociedad india u n a serie de transform aciones de muy distinto or
den afecta de igual form a los vínculos entre los nativos y su "pueblo". La
creación de las "repúblicas de indios", que conjugan instituciones ibéricas y
herencias am erindias, y el desarrollo de nuevas ciudades hispánicas modifi
can el escenario de la vida y sus puntos de referencia. Pero sobre todo las
divisiones de los espacios étnicos y las políticas de "congregaciones” y "re
ducciones” desencadenan procesos de reubicación que desplazan poblacio
nes enteras a otros sitios. El despojo del terruño, que tropieza con m uchas
resistencias, se traduce con frecuencia en hecatom bes hum anas. D urante
esa época, los indios descubren que tras los horizontes de sus com unidades
y del Anáhuac, otrora u n a tierra que se confundía con el espacio m exicano,
existía un dom inio universal y lejano del que no podrían sustraerse.
O tra m o d e r n id a d
86 Gabriel Soares tic Souza, Tratado descritivo do Brasil cm 15S7, ed. por Francisco Adolfo
de Varnhagcn, Rccife, Funda^ao Joaquim Nabuco, M assangana, 2000.
37 Frederic Jam eson, Postmodetuisni or the Cultural Logic o f Late Capitalism, Durham,
Duke Univei-sily Press, 1991, p. 413. [Hay edición en español: Teoría de la postmodemidad, trad.
por Celia Montolío Nicholson y Ramón del Castillo, Madrid, Trottá, 2001.]
88 La crítica posm oderna no es m ás lúcida. En Cosniopolis, 1990, Stephen Toulmin cuestio
na las aproximaciones canónicas de la m odernidad sin cuestionar jamíis la definición y los lí
m ites geográficos que conviene asignarle.
OTRA MODERNIDAD 93
®9 Anthony Pagel en, Peoples and Empires. A Short History o f European Migra t ion, Explor-
ation and Couques! fivnt Grcecc to the Prasent, Nueva York, The Modcm Library, 2001.
90 David Brading, The First America. The Spanish Monarchy, Creóla Patrian, and the Liberal
State. 1492-¡867, Cambridge, Cambridge University Picss, 1991. [Hay edición en español: Orbe
indiano: ¿le la monarquía católica a la república criolla: 1492-1867, trad. p o r Juan José lítrilla,
México, f c e , 2003.]
91 Sobre la noción de middle-grottnd, véase Michel Adas, "Bringing Ideas and Ageucy Back",
en Representaron and the Comparative Approach to World History, en Pomper, 1998, p. 99.
94 LA MUNDIALIZACIÓN IBÉRICA
tan tas sociedades e ideologías se han edificado.92 Si, según P eter Sloterdijk,
"la movilización infinita" es "un proceso fundam ental de los tiem pos m o
dernos”, si es "tan particularm ente apta p a ra ■describir el proceso de la
civilización"93 y está invariablem ente cargada "de connotaciones inquietan
tes.y tam bién desastrosas”, la dinám ica ibérica constituye uno de:los ín d i
ces m ás espectaculares de la m odernidad qué las m árgenes de la m onar
quía católica resguardan.94
E n 1604, la ciudad de México volvió a ser el horm iguero hum an o que era
antes de la conquista. Las calles y las calzadas que salen de la capital de la
N ueva E sp aña están llenas de gente. “¡Oh, m ar inm ensa!”, exclama B ernar
do de B albuena. Se necesita eí ojo panorám ico del poeta p ara describir el
form idable m ovim iento brow niano que im pulsa a todos esos seres antes de
ser engullidos p o r la m asa anónim a. Los orígenes y los colores se mezclan,
pero tam bién las lenguas y las actividades, las creencias y las ideas. Los se
res y las cosas se codean com o nunca lo habían hecho.
De un extrem o al otro deí planeta, los ibéricos se confrontan con socie
dades que nacieron de otras historias y, cuando no las destruyen, se mez
clan con ellas. Las ciudades, y m ás que ninguna otra, las m etrópolis colo
niales de América, África y Asia son el crisol donde se form an los vínculos
entre las cuatro partes del m undo. México, Lima, Potosí, Salvador de Bahia,
M anila, Goa y Santiago del Cabo Verde son escenarios privilegiados de co
existencias, confrontaciones y mestizajes. O tam bién esos escaparates com o
Diu, en la costa de la India, donde se encuentra “un buen puerto, m uy her
97
98 LA CADENA DE LOS MUNDOS
L a m o v i l i z a c i ó n d e l s a b e s .' h a c e r i n d í g e n a ’
punzones cuadrados; y estas herram ientas todas las fundían de cobre, m ez
clándole algún estaño [...] Después que vinieron los carpinteros de E spaña
.y-trajeron herram ientas, tam bién los indios labran y hacen todo cuanto los
:españoles’’.5 ■ - ■■
A l;ad quirir las técnicas europeas, los -"natúráles" s e : familiarizan- con
nuevos m ateriales: lana, cuero, hierro, papel, pigm entos de origen español.6
Se acostum bran a gestos, form as de trabajo y m odos de vida que no co n o
cían. E n algunos casos, los nuevos oficios invierten la repartición sexual de
las tareas: el tejido deja de ser u n a ocupación exclusivam ente fem enina
para confiárselo a hom bres que saben utilizar los telares im portados del
otro lado del Atlántico.
De m anera tan paradójica com o.inesperada, los indios ap ren d en las
técnicas europeas gracias al apoyo de religiosos, en principio exclusivam en
te-consagrados a la acción m isionera. Si los m onjes subrayan con ta n ta
frecuencia la "habilidad" de los indios en los "oficios m anuales", s is ó n tan
conscientes del valor de las tradiciones artesanales de los indios y adm iran
tanto su técnica,7 es porque ellos h an desem peñado un papel d eterm in an te
en la transm isión de las nuevas técnicas europeas o en la adaptación de las
que existían a su llegada.8 Un papel tam bién prem editado porque de éste
dependía su influencia sobre esos dóciles trabajadores cristianos. E n el
seno del gran convento de San Francisco de México y en los talleres de la
capilla de San José de los N aturales, los religiosos form aron a indios que
acababan de convertirse. E sta capilla fue "el prim ero y único sem inario
que hubo en la Nueva España, para todo género de oficios y ejercicios, no
sólo de los que pertenecían al servicio de la iglesia —precisa el franciscano
Ju a n de Torquem ada—, m as tam bién de los que servían para el uso de las
personas seglares".9
5 Toribio de Benavente, llam ado Motoiinía, M emoriales , ed. por Edm undo O'Gorman,
México, unam , 1971, p . 243.
6 A principios dei siglo xvrr, los libros de cuentas de las cofradías distinguen siem pre los
colores de Castilla (Caxtilla tlapallí) de los pigm entos locales (tlapalli); Jam es Lockhart, The
N ahuas after the Conqucst. A Social and Cultural H istory o f the Indian s o f Central Mcxico.
Sixteenth to Eighteenlh Centuries, Stanford, Stanford University Press, 1992, p. 278. [Para la
edición en español: Los nahuas después de la conquista. Historia social y cultural de los indios
del México central, del siglo xvi al xvn, trad. por R oberto Reyes M asón, México, f c e , 1999.]
7 Por ejemplo en el ám bito del trabajo del oro y de la plata, Motoiinía, 1971, pp. 241.
8 Ellos emplean en este caso el térm ino perfeccionarse, ibid., p. 240.
9 E n particular un herm ano lego, el flamenco Pedro de Gante, se encargó de enseñar las
técnicas a los indios, volviéndose el “prim ero y principal m aestro e industrioso adestrador de
los indios”. Juan de Torquemada, Monarquía indiana, México, u n a m , 1977, v, p. 316.
100 LA CADENA DE LOS MUNDOS
labran todo; y por sus manos pasan las obras que los españoles hacen [...] casi
todas las buenas y curiosas'obras que en todo género de oficios-y artes .se
hacen en esta tierra de Indias (a lo menos en esta Mueva .España) jos indios
son ios que' las "ejercitan y labran porque los españoles, maestros de los -tales
ofieíos [...] por maravilla hacen más que dar la obra a los indios y decirles
cómo quieren que la hagan, y ellos la hacen tan perfecta que no se pueden
mejorar.13
M e s t iz a je s l in g ü ís t ic o s
15 Pedro de Arenas, Vocabulario manual de las lenguas castellana y mexicana, México, Hen-
rico M artínez, 1611, cd. por Ascención H. de León-Portilla, México, u n a m , 1982. Sobre la acul-
turnción de los españoles, Solangc A¡berro, Les Espagnols dans le Mcxiqtte colonial, flistoire
d ’une acculturaíion, París, Arrnand Colin/Bimss, 1992.
16 Lockhart, 1992, p. 266 [pp. 385 y 387 de la edición en español].
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 103
“ardientes hornos”, com o habría dicho B albuena,17 donde los herreros (íe-
potzpitzqui) trabajan sobre el yunque (tepoztlatzotzonaloni) y forjan clavos
(tepozhuitztli), pero t a m b i é n en casa del carpintero que desde entonces sabe
tam bién m anejar tanto el hacha europea (tepozguauhxexeloni) com o el es
coplo (tepozilacuicuihuani).18 D esplazam ientos de. sentido y rosarios de
neologism os son el lote com ún d é lo s años 1530-1540, época pionera en el
descubrim iento de técnicas europeas, de la enseñanza franciscana y del es
pionaje artesanal. Reflejan las prim eras reacciones lingüísticas de obreros
o de dom ésticos diariam ente enfrentados a lo nuevo, pero tam bién capaces
de absorberlo en la lengua indígena.19 -
:• En,la segunda m itad del siglo xvi, cuando la m ano de obra indígena es
casea bajo el golpe de las; epidemias,, com ienza otra etapa. Las invenciones
de la primei;a hora deben ceder ante.el térm ino castellano que term ina por
im ponerse.20El diccionario náhuatl-castellano de M olina,explica?que hay
que in tro du cir "en am bos vocabularios,; algunas noticias, com puestas de
nuestro rom ance y de la lengua M exicana, las cuales los naturales han assi
com puestos a causa de no tener ni u sar ellos antiguam ente de algunas co
sas que agora usan. Exemplo. Nitecalfascopina, que quiere decir, descalcar
o q u ita r las calcas a otro".21 Desde entonces los préstam os que se tom an del
español no dejan de m ultiplicarse. Las herram ientas y los objetos nuevos se
vuelven tan fam iliares que ya ni siquiera se experim enta la necesidad de
señalar su origen castellano acom pañándolos con el epíteto caxtillan, com o
se hacía antes. Desde entonces el amate designa el papel europeo y no sola
m ente la fibra del agave del que están hechos los antiguos códices. U na
m ultitud de palabras españolas irrum pe entonces en la lengua de los a rte
sanos y de la vida diaria: hacha, cuchillo, escoplo, camisa, zaragüeyes, silla,
chirimía. Los nom bres españoles de los vestidos se extienden a m edida que
los indios de la ciudad fabrican vestidos de tipo ibérico, se visten a la eu ro
pea o com binan piezas tradicionales (la capa tilmatli de los hom bres, la
blusa huípil de las m ujeres) con im itaciones peninsulares. Al m ism o tiem
po, los indios se fam iliarizan con las palabras del calendario cristiano (año,
com unidades. Sin olvidar a los obreros indígenas, los m ás m odestos, que
h acen m alabares p ara com prender a sus am os o hacerse entender de ellos.
La com unicación y la invención lingüísticas no exigen talentos universita
rios, pero las invenciones d é los hum ildes ra ra vez dejan huellas.
D e l m e r c a d o a l t a l l e r -p r is ió n
24 Ibid., p. 198: los artesanos piden que el trabajo realizado en el altar de una iglesia se
considere una iniciativa personal y no una obligación vinculada con et tributo (1550); los pin
tores exigen que se les pague, m ientras los dirigentes indígenas consideran que sólo cum plen
con el servicio que se espera de ellos (1570).
106 LA CADENA DE LOS MUNDOS
m entó y m uchas otras cosas.?5 Los tianguis son sitios de convivencia que
despiertan la im aginación de los poetas españoles:
25 Ibid., p. 188.
26 Fernán González de Eslava, Villancicos, romances, ensaladas y otras canciones devotas,
cd. por Margit Frenk, Móxico, El Colegio de México, 1989, p. 33. El poeta González de Eslava
(J534-¿1603?) idealiza el tianguis mexicano al retom ar una alegoría medieval: su mercado es
una feria de los pecados y Jas virtudes; ibid., p. 384.
27 Lockhart, 1992, p. 196.
28 Silvio Zavala (ed.), Ordenanzas del trabajo. Siglos xviy xvn, i, México, c e u s m o , 1980, p. 221.
MÉXICO. EL MONDO Y LA CIUDAD 107
casas".25 Las repetidas denuncias que recibía la corona de Castilla dem ues
t r a n por el contrario que con manos y pies atados eran entregados a sus p a
tro n o s . Los indios vivían en la prom iscuidad al lado de mestizos, m ulatos,
"■'negros o personas con antecedentes penales de origen europeo; esos espa
c io s se volvieron crisoles, entre los m ás abyectos, del mestizaje. . . ■..
V - F rente a choques y ajustes que engendran la m ovilización ibérica y la
integración al m undo del trabajo colonial, los indios jam ás perm anecen p a
sivos. Cada vez que tienen los medios, reaccionan a las presiones de las que
son objeto, m ultiplicando los desfalcos, las adaptaciones y las resistencias.
Es m enos, claro está, el caso de; las m asas indias que reducidas “legalm en-
te" o no a la esclavitud, tuvieron que ocuparse, inm ediatam ente después de
■íá co n quista/de lá reconstrucción de la ciudad. Ú nicam ente una franja de la
.población autóctona, bajo el abrigo.de los franciscanos, :se transform ó en
■uná m ano de obra calificada y adaptada a las exigencias europeas. Las a u
toridades indias y españolas se interesan prioritariam ente en estos.artesa
n o s indígenas que agrupan a "sastres, cardadores, respuntadores, carp in te
aros, sapasores [s/c], albañiles y otros m uchos",30 pues “son esencialm ente
■necesarios a la república". A la distinción entre un "sector calificado" y el
resto de la población activa que se rem onta a la época preliispánica, desde
entonces se añade una separación inédita entre los trabajadores duchos en
las técnicas europeas y los otros.
La plebe d e M é x ic o
Estos ajustes y estas transform aciones sufren una lenta m etam orfosis a lo
largo del siglo xvi. Si consideram os que la población u rb an a alcanzaba los
400000 habitantes en vísperas de la conquista española, la ciudad de Méxi-
co-TenochlUlan abrigaba a la m ás im portante aglom eración h um ana del
orbe. Dicha m asa hu m an a se com ponía de macehuales, palabra que desig
n aba a los plebeyos y reunía categorías sociales m uy diversas: macehuales,
p ro piam ente dichos, mayeques, esclavos, tlacotin.i] Todos se encontraban
29 ibid. p. 185.
3Ü Silvio Zavala y María Costelo (eds.), Fuentes para la historia del trabajo en la Nueva E spa
ña, vi, c e h s m o , 1980, p. 437.
■ 31 Friedrich Katz, Situación social y económ ica de los aztecas durante los siglos xy y xvi,
México, unam, 1966; Manuel M. Moreno, La organización política y social de los aztecas, México,
iNAii, 1971; Alfredo López Austin, Cuerpo hum ano e ideología. Las concepciones de los antiguos
nahuas, 2 vols., México, unam, 1980.
108 LA CADENA DE LOS MUNDOS
bajo el dom inio de los nobles o pipiltin, que se referían a ellos com o "cola"
o "ala” de u n a sociedad que concebían en la form a de u n águila. El mace-
huaP2 es pacholoni, "aquel al que puede protegerse”, "llevarse, cargarse",
que “desea se r gobernado". P ara traducir "vasallos o gente plebeya”, el fran
ciscano Alonso de M olina se entera p o r m edio de sus inform antes indíge
nas, que le proponen una serie deform ulacio n es ta n despectivas u nas cóm o
otras, que es “el que vive entre yerbas, él que vive entre árboles, el que difí
cilm ente alcanza su sustento nocturno, su sustento m atinal p o r u n día, por
dos días”.
Las autoridades españolas conservaron esta concepción dualista de la
sociedad al im poner un m arco jurídico e institucional que yuxtaponía dos
entidades políticas, la “república de los indios” y la “rep ú b lica de los espa
ñoles", am bas bajo la autoridad del rey.dé E spaña y de su representante, el
virrey. Cam bió en la continuidad; m ientras a un noble indígena se le n o m
braba gobernador de la población indígena, las cuatro divisiones prehispá-
nicas de M éxico-Tenochtitlan se convertían, en los cuatro barrios de San
Sebastián, S anta M aría; San Ju a n y S an 'P ab lo .33 Desde finales del decenio
de 1530 y hasta 1565, la función de gobernador quedó en m anos de los h e
rederos de M octezum a, el poderoso tlatoani que h ab ía enfrentado a H ernán
Cortés. E n cuanto a la nobleza autóctona, pudo m an ten er su posición do
m inante a condición de que sirviera de banda de transm isión entre los ven
cedores y los naturales. A fuerza de acom odos y com prom isos, ésta subsis
tió hasta m ediados del siglo xvn.
El statu quo ante, ¿era viable? P or m ás que los inform antes de Molina
cultivaran la visión tradicional de las cosas y la antigua clase dirigente se
apoyara en lo que le quedaba de privilegios, el dom inio español desencade
naba transform aciones que pronto se volvieron irreversibles. Al m ism o
tiem po que la dem anda constante de m ano de obra indígena incitaba u
obligaba a m uchos macehaules de T enochtitlan a trab a jar y a veces a residir
fuera de la "república de los indios”, la ciudad europea que se instaló en el
centro de las cuatro divisiones antiguas se agregó, prim ero, al centro pre-
hispánico y luego lo sustituyó. La reconstrucción de la ciudad hacía que a
ella afluyeran brazos de todo el valle de México y tam bién de m ás lejos.
Pero a p esar de todas esas aportaciones exteriores, la población india de la
32 El térm ino designa a los hom bres inferiores y posee connotaciones peyorativas, véase
López Austin, 1980, f, p. 451.
33 Peter Gerhard, A Cuide to ¡he llistorical Gcography o f New Spain, Cambridge, Cambridge
University Press, 1972, p. 182.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 109
ciudad no dejó de decrecer a lo largo del siglo xvj. A inicios del decenio de
1560 quedaban un poco m ás de 75000 habitantes,34 entre la tercera y la
q u inta p arte con la que contaba M éxico-Tenochtitlan antes de la conquista,
a lo que probablem ente hay que agregar 2000 m estizos ,y 1000 m ulatos.35
Luego, el declive se aceleró: m enos de 35000 indios en 1569 y apenas 25000
a principios de los años. 1580. La movilización h u m a rá desencadenada p o r
la expansión ibérica propagaba m iríadas de virus y m icrobios que diezm a
ron a los indígenas desprovistos de sistem a de defensa inm unológico. Ata
caro n todas las tierras am ericanas, incluso las que escapaban todavía de la
presencia europea. Los estragos de las enferm edades diluyeron las m em o
rias y en todas partes m inaron las resistencias de m anera m ás segura que
los cañones y los perros de los .invasores;
C r is is e n E u r o p a , d is t u r b io s en M é x ic o .
34 Charles Gibson, The Aztecs under Spanish Rule.. A History o f the Indians o f the Valley o f
Me.rico, 1519-1580, Stanford, Stanford University Press, 1964, p. 377.
35 Gtbson, 1964, p. 380. La d u d ad habría contado en esa época con 10 veces más indios que
españoles, con 3 000 casas de españoles en 1560.
36 Ralph H. Vigil, A b uso de Zorita, Royal Jtulgc and Christtan Humanist, 1512-1585, Nor
man, University of Oklahoma Press, 1987, p. 191.
37 Ivan Cloulas, Philippe II, París, Fayard, 1992, pp. 174-175; Geoffrey Parker, La gran estra
tegia de Felipe II, Madrid, Alianza, 1998, pp. 258-259.
38 Historia de España, v, La frustración de un impeño (1476-1714), Barcelona, Labor, 1989, p. 88.
110 LA CADENA DE LOS MUNDOS
que atravesaron el océano p ara visitar persoriftm ente las Américas.39 Tan
p ronto llegó, el visitador som etió al tributo a grupos de indígenas que tra
bajaban al servicio de los nobles y que hasta entonces estaban exentos. Do
ble retroceso panx las élites indígenas que pierden la facultad de reservarse
una parte del tributo y ven m enguar su influencia sobre miles de indios su
jetos a su voluntad.'?0 Desde entonces, la corona de Castilla, y únicam ente
ella, fija las reglas del juego fiscal.
Las dificultades financieras de Felipe II generan otras víctim as m ucho
m ás frágiles: los macehuales de la capital y de los alrededores. H asta enton
ces ellos no tenían que ren d ir tributo ni en dinero ni en m aíz a la corona
española porque regularm ente hacían trabajos p a ra la ciudad.**1Pero el visi
tador, invocando la "razón cristiana y hu m an a5’,42 pone tam bién fin a ese
acuerdo. Calculada p o r cabeza, la im posición en tra en vigor el 8 de sep
tiem bre de 1565.43 E sta m edida levanta inm ediatam ente' á- los macehuatlin
co n tra el gobernador indio, don Luis de S anta M aría Cipac, que no hizo
nada p o r defenderlos. Según el com prom iso establecido después de la derro
ta, los dirigentes mexicas perm anecen en su sitio sólo a condición de servir
de interm ediarios dóciles entre las m asas indígenas y las exigencias de los
vencedores. E ste estado de cosas exige de los macehuales la absoluta su m i
sión a las presiones de los nobles y de la Corona, pero, a cam bio, los d iri
gentes indígenas deben preocuparse p o r la suerte de sus vasallos. En el mes
de septiem bre de 1565, p o r vez prim era bajo la dom inación española, in
dios e indias apedrean el palacio del gobernador de San Ju an Tenochtitlan
y se rebelan contra sus señores “naturales". "Estaban disgustados p o r la
-’9 E m eslo Schafer, El consejo real y supremo de las indias. Su historia y organización y labor
administrativa hasta la terminación de la Casa de Austria, Sevilla, Imp. M. Carmona, 1935, t, pp.
111,131.
40 Gibson, 1964, pp. 200, 390. En marzo de 1566, un m iem bro de la aristocracia como don
Pedro de M octezum a da parte aJ rey de la "grandísima miseria" en la que se encuentra, en
Francisco del Paso y Troncoso (ed.), Epistolario de Nueva España ]505-181S, x, México, Anti
gua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1940, p. 129; en la m ism a fecha, ¡os notables in
dígenas de México se quejan de su extrema pobreza y piden que se les exima del tributo.
México en adelante debió entregar 20178 pesos y 10589 fanegas de maíz, en José M iran
da, El tributo indígena de la Nueva España durante el siglo xv¡, México, El Colegio de México,
1980, pp. 133-135. Véase tam bién Francisco del Paso y Troncoso, 1940, x, p. 1. Los indios de
México construían y reparaban las iglesias y los edificios públicos, y participaban en el abaste
cim iento de la ciudad conservando las canoas y las calzadas.
42 Miranda, I9S0, p. 138; “Carta del doctor Ceynos”, 1565, en Joaquín García Icazbalceta,
Colección de documentos para la historia de México, México, Porrúa, 1971, ti, p. 240.
43 Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin, Relaciones originales de Chalco Ameque-
niucan, ed. por Silvia Rondón, fce, México, 1965, p. 268.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD ni
cuestión de los tributos que no podían pagar y así lo decían a gritos." El 1.1
de octubre, la gente de Tlatelolco sigue su ejemplo y asalta el palacio del
barrio. Cuatro años m ás tarde, en jun io de 1569, una revuelta sacude n u e
vam ente a la ciudad y cerca dé 30 indios son llevados a prisión por negarse
. a pagar el trib u to .;'
La onda de choque qué sale de Castilla y que se debe a los infortunios
de las políticas y las guerras llevadas a ca b o 'en otro continente es la que
em puja a los indios tributarios de la ciudad a invadir las calles. Por vez p ri
m era en la hora española, unidos en un frente cimentado por la revuelta anti
fiscal, la em prenden co ntra sus autoridades tradicionales. ¿Es u n azar si la
m ayoría de ellos nacieron después de la conquista y estaban aco stu m b ra
dos a-ver a sus “señ o resn atu ráles" vejados por los invasores? Pero en. esos
, años de 1560, los. mace/iuafes'de. M éxico se expresan todavía de m an era
■p redo m in ante en el seno de la "república de los indios", incluso si desde
entonces-están en contacto con m estizos/negros y españoles.
La fuerza que adquiere la plebe india constituye un peligro para la aris
tocracia mexica porque en este m om ento atraviesa una década negra: el 27
de diciem bre de 1565, el gobernador de México, don Luis de S anta M aría
Cipac, entregaba su alm a al dios de los españoles. E ra el nieto del ‘em pera
dor" Ahuizotl y el últim o representante de la fam ilia de M octezum a que rei
naba sobre la ciudad. El acontecim iento era crucial y a más de medio siglo
de distancia el cronista indígena Chim alpahin insiste aún en lo que había
representado la desaparición del último tlatoani para los indígenas: "Para en
tonces ya hacía 241 años que los mexicas estaban en Tenochtitlan p ara
cuando éste m urió; y de que habían entrado los españoles hacía 47 años [...]
contándolos a ellos todos juntos fueron 27 jefes los que tuvieron bajo su po
der a la nación- mexica el últim o de los cuales o vigesimoséptim o fue el di
cho don Luis de S anta M aría”.44 El deceso de don Luis m arca una ru p tu ra al
m ism o tiem po dinástica, política, étnica y social. "Después de su m uerte, ya
no hubo m ás jueces o gobernadores especiales para los nativos de México, y
los sucesivos gobernadores fueron o no de sangre noble indígena [...] sino
tom ados de cualquier ciudadano, ora noble, ora simple nativo, o tam bién
m estizo/'45
Podría hab er sucedido de o tra m a n era con los negros y los m ulatos que,
a m edida que el arribo de esclavos se acelera en la época de la m onarquía
católica, ocupan un lugar creciente en la ciudad.52 A principios del siglo
xvn, alrededor de 140000 negros y m ulatos viven en la Nueva E spaña.53 E n
1625, el dom inico inglés T hom as Gage verifica que hay "infinidad de m u la
tos' de uno y otro sexo".54 Los estigm as de la esclavitud y- del color los hace
un grupo jurídicam ente definido y físicam ente reconocible, p ero en el seno
m ism o de esta población surgen veleidades de autonom ía, teñidas a m en u
do de u na fuerte agresividad contra españoles e indios. Las cofradías orga
nizan reuniones periódicas fuera de las casas y de los talleres donde los es
clavos trabajan y fuera de ios cuales, los africanos co n tin ú an hablando sus
lenguas. Las tensiones, entre negros y españoles se exacerban a; fines del prir
m er decenio del siglo: xvu.55- En 1611, un tum ulto; que m oviliza a 1500 .ne
gros, estalla en.la ciudad de México bajo los m uros del palacio de la Inqui
sición, com o reacción a los m alos tratos de los que m uchos son objeto.
Corre el ru m o r de que h a n elegido a u n rey y a u n a rein a que los encabece,
que hablan la lengua angola para b u rlarse de sus am os, que tienen la in
tención de sublevarse el Jueves Santo del siguiente año y exterm inar a los
españoles. Las autoridades reaccionan con despiadada brutalidad. Se d i
suelven las cofradías africanas, se pro h íb en las reuniones y la p o rtació n
de arm as, lo m ism o que los signos exteriores de riqueza; todas las m ujeres de
color deben renunciar a llevar joyas y sedería. Quizás este fracaso que no
les perm itió afirm arse com o com unidad étnica organizada con su o sus len
guas, sus vestidos y sus m edios de defensa, condujo a los negros y a los
m ulatos de México a aproxim arse a los m estizos y a los indios.
A los negros, p o r últim o, se agregan algunos miles de asiáticos que a tra
vesaron el Pacífico y desem barcaron en Acapulco o en Navidad. Cuando a
finales del siglo xvi los contactos regulares se establecen entre México y Fi
lipinas, hom bres y m ujeres com enzaron a llegar del archipiélago, pero tam
bién de China, de Japón y a veces, incluso, de la India portuguesa. E n el
52 Jonathan I. Israel, Race, Class and Politics in Colonial México 16J0-1670, Oxford, Oxford
University Press, 1975, p. 67.
53 Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México 1519-1810, México, f c e , 1946, pp.
213-219; D. M. Davidson, “Negro Slave Control and Resistance in Colonial México, 1519-1650",
e n Hispanic American Históricat Review, x l v i , 1966, pp. 236-237.
54 Citado por S. Gruzinskt, ¡listoiré de México, París, Pavard, 1996, p. 262. [Para la edición
en español: Ln ciudad de México: una historia, México, f c e , 2004, 618 pp.]
55 Luis G. Obregón. Rebeliones indígenas y precursores de la Independencia mexicana, Méxi
co, Navarro, 1952, pp. 331-340.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 115
60 Ibid., p. 227.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 117
La e n t r a d a d e la “p l e b e " e n p o l ít ic a
m iento que hubo en México [...] lunes 15 de enero de 1624”, en Genaro García, Documentos
inéditos o m uy raros para la historia de México, México, P om ia, 1974, pp. 263-273.
64 Ibid., p. 136.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 119
tados”.65 Tam bién los jóvenes son num erosos.66 Los curas del arzobispado
arengan a los indios no obstante, en lengua náhuatl p ara sublevarlos contra
el palacio; lo mismo, en su m om ento, hacen los franciscanos p ara in ten tar
llevarlos a la razón. Tam bién en n áhuatl los curas injurian a los religiosos
de san Francisco tratándolos de herejes> lo que prueba que, a p esar de las
transform aciones que.no deja de .sufrir, esa lengua continúa siendo lingua
franca en el seno de la capital de la Nueva España.
Sea que la m uchedum bre sólo haya reunido una plebe p luriétnica o
que haya incluido notables, se trata de la prim era m anifestación de m asas
en México, tanto p o r su im p o rta n c ia — 20000, luego 30000 personas—,
com o p o r el sentido de su organización.67 ¿Por m edio de qué alquim ia la
política de Olivares pudo arra stra r a los diferentes grupos a unirse contra
el-virrey? E sta’p rim era.irru p ció n de la m uchedum bre presenta, prim ero,
todos los signos de una intervención-'m anipulada; La gente del palacio se
com unica con los am otinados lanzándoles papeles p ara inform arles las de
cisiones conciliadoras del virrey, lo que indica que había m anifestantes
perfectam ente capaces de descifrar las hojas que caían del cielo. Algunos
de entre ellos hab rían tenido incluso la idea de reclam ar el apoyo de los
inquisidores, quienes, por otra parte, lograron tem poralm ente calm ar a la
m uchedum bre. La intervención directa de los eclesiásticos vinculados con
el arzobispo apenas si deja duda. Los curas y el bajo clero que organizaron
la cessatio a divinis p ara desestabilizar al virrey m uy probablem ente exci
taro n a los fieles contra el m arqués de Gelves. Algunos curas, incluso, par
ticipan en persona en el asalto al palacio disparando arcabuces.68 Por su
lado, los franciscanos apoyan al virrey y com baten a un arzobispo hostil a
sus privilegios y a su independencia. Todo lleva a creer que los prim eros
indios que p articipan en el m otín h abitan en la ciudad española, y que a lo
largo del día los ayudaron nativos oriundos de los barrios indios: el rum or,
en efecto, había cundido de que estaban "levantados los indios de Santiago
con arcos y flechas y leña p ara pegar fuego por todas partes del palacio".69
La relativa incapacidad de los religiosos p ara contener a sus fieles indíge-
ñas revela el nacim iento de una g ran plebe u rb an a que abre sus ab ig arra
das filas a contingentes de indios de San Ju a n y de S antiago.70
Los em isarios del arzobispo o los adversarios del virrey ¿urdieron de
cabo a rab o las p ro testas co n tra el m arqués de Gelves? La serie de acon
tecim ientos lleva a m a tiz ar la am p litu d de la m anipulación. A. m edida que
crecedla m uchedum bre parece em ancipada: "la au d ien cia es taba, e n gran
confusión, porque ni se obedecía bando qué se echase n i o rden que se
diese’'.71 A las concesiones del virrey, los rebeldes resp o n d en con violencia
renovada. Ú nicam ente la intervención de don Pedro Cortés; m arq u és del
Valle, el rep resen tan te m ás em inente de la nobleza m exicana, y la p ro ce
sión de los franciscanos lo g rarán apacig u ar a los am otinados, que eva
cúan la gran plaza. La audiencia, la m unicip alid ad y la nobleza, criolla
te rm in an p o r inquietarse y h a c e r causa com ún con el palacio p ara to m ar
éri sus m anos la situación. Pero la m ilicia no in te n ta lim p iar inm ediata^
m ente, la plaza m ayor, com o: tam poco; quiso e n fre n ta r'a la m u ch ed u m b re
que saqu eaba el.palacio y las casas de los p artid ario s del virrey. Se ignora
h asta qué gradó el m iedo o el cálculo dirigieron la actitu d de las m ilicias y
de sús jefes.72
El m otín de 1624 fue una excelente escuela p ara la plebe de México que
aprendió entonces la rebelión, los m ovim ientos de m asas y el m anejo de los
sím bolos. Se vio pasar el estandarte real de un edificio a otro: arran cad o del
balcón del palacio, se enarboló en la catedral antes de desplegarse en la m u
nicipalidad.73 La m ultitud se habituó a i*etomar consignas gritando: "¡Viva
Cristo y viva el rey!’' y m ezclando tradicionalm ente el llam am iento al Cielo
con el llam am iento al soberano. P ara desacreditar el poder, los am otinados
tratan de hereje al confesor de Gelves, un franciscano descalzo. El propio
m arqués.no se libra de ello: “¡M uerte a ese hereje luterano!" A ese resorte
religioso, propio para enardecer al "pueblo", se agregó la excitación alim en
tada po r panfletos y pasquines que circulaban en la ciudad y que discretas
m anos fijaban en los m uros. Bastó p ara so sten er u n clim a ta n insólito de
70 La pérdida de influencia de esos religiosos se explica por los tejemanejes del clero secular
y por las presiones que ejerce la Compañía de Jesús para obtener del arzobispo las parroquias
indias que arrancaría a los franciscanos. Las tensiones del mapa eclesiástico desem peñaron un
papel cierto en la form ación de una plebe urbana mezclada.
71 García, 1974, p. 268.
72 Esta im potencia se repetirá meses más tarde, en octubre de 1624, cuando la m uchedum
bre, cam biando de bando, hará triunfar til m arqués de Gelves durante su efímero regreso a los
asuntos públicos.
73 Israel, 1975, pp. 152,154.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 121
crítica política que fam iliarizó a esta plebe en gestación con com portam ien
tos, consignas y reivindicaciones que hasta entonces les eran ajenos.
El m otín de 1624 fue antes que nada político. Incluso algunos h an visto en
él una revolución.74 Visiblemente no se desencadenó por razones o con fi
nes económ icos, ya que los am otinados no tocaron las tiendas de alim entos
ni los escaparates de la gran plaza.75 Como tentativa fue un golpe m aestro:
p o r vez prim era en la Nueva E spaña la m uchedum bre de México irrum pe
en la escena urb an a y echa al viirey. Tam bién po r vez p rim e ra en el im pe
rio, u n program a de reform as y de saneam iento decidido desde M adrid es
saboteado por:fuerzas locales^Él m o tín córistituyepor lo tán to -y claram en
te u n a reacción a lá reorganización de conjuntó de la m onarquía deseada
p o r M adrid. Se dirige y abate al m arqués de Gelves, un hom bre que rep re
senta a la m onarquía ibérica. E se soldado de 64 años había dado de sí en
los grandes teatros de la m onarquía: participó en la invasión de Portugal
en 1580, fue p arte de la Arm ada Invencible y ocupó por tu m o puestos im
po rtan tes en Flandes, Sicilia, M ilán y Aragón. Gelves en cam a esas élites
im periales que al filo de su carrera han tenido todo el tiem po para ad q u irir
u na visión de conjunto de la m onarquía y del m undo. Pero la gente de
México se deja ver m ás rebelde que los holandeses que antes lo habían cap
turado. E n México, Gelves tropieza con los am otinados que gritan: "¡Muer
te al m al gobernante!" y denuncian las m edidas tomadas desde hace tires años.
El ataq ue y el saqueo del palacio, ese sím bolo del poder real, las am enazas
contra la persona del m arqués —"¡Prendan al virrey!"—76 son signos fuer
tes, a la vez m ateriales y sim bólicos, del rechazo de la política aplicada por
Olivares, el m arqués de Gelves y sus consejeros, todos salidos de la b u ro
cracia im perial.77 La escena m exicana sufre los contragolpes de los conflic
74 ibid., p . 160.
75 Ibid., p. 159, n. 79.
76 García, 1974, p. 268.
77 Entre los consejeros del virrey figuran "un fiscal que ha sido de China y que iba a serlo de
la Audiencia de Panamá", García, 1974, p. 271, funcionarios de la flota, y el confesor del virrey,
Bartolom é de Burguillos, que había dirigido una em bajada en Japón; Israel, 1975, p. 145. Tam
bién ios adversarios de Gelves pertenecen a redes in le reo n ti neníales que solicitan puestos en
Filipinas. Los portugueses que tienen en la mira las decisiones de Gelves desem peñarán tam
bién su papel en esta tormenta; Israel, 1975, p. 123.
122 LA CADENA DE LOS MUNDOS
78 Sobre la política dei conde-duque, John H. Ellioü, The Count-Dukc o f Olivares. The
Statesman in íih Age o f Decline, New Haven y Londres, Yale University Press, 1968.
79 Aurelio Musi, La rivolta di Masaniello nella scena política barroca, Nápoles, Cuida Edito-
ri, 1989, p. 118.
MÉXICO. EL MUNDO Y LA CIUDAD 123
La l ín e a d iv is o r ia d e l o s m u n d o s
124
"EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA” 125
Tabasco, y con todo el reino de la Nueva Galicia y Vizcaya”.4 E sta vez, las
relaciones con otros países del orbe se expresan en térm inos de correspon
dencia, una palabra que arrastra la idea de intercam bio y de vínculos p rin
cipalm ente m ercantiles, com o si el resplandor de la ciudad fuera antes que
n ad a de n aturaleza com ercial. E n 1625> de paso p o r México, el dom inico
inglés Thom as Gage em ite un juicio m ás m atizado, pero que en el fondo
reúne a los turiferarios españoles;
México es una de las ciudades más ricas del mundo en razón de su comercio,
porque en la Mar del Norte [el Atlántico] tiene más de veinte navios de alto bor
do que vienen de España todos los años [...] cargados no solamente de las me
jores mercaderías, de Ja metrópoli, sino de las de todos los otros; países .de la
cristiandad. Por la Mar del Sur [el Pacífico] trafica con todos los,parajes
' mercantiles dél Perú; sijbién Hace su-primordial negocio en las Indias Orienta
les de donde saca géneros preciosísimos de los lugares habitados por los portu
g u eses, y del Japón y de la China, sirviéndole de escala las islas de las Filipinas.
¿La ciudad sería el centro del m undo com o lo pretende Lorenzo Ugarte
de los Ríos en el elogio que dirige a Balbuena, o más sim plem ente u n a "Roma
del Nuevo M undo en la edad de oro [...], u n a nueva Venccia, u n a nueva
Atenas", com o lo im agina el polígrafo Arias de Villalobos?7 Es cierto que la
ciudad de México se aprovecha del des centra m iento que provocan los avan
ces de la m undialización ibérica; es cierto que inspira una nueva visión del
m undo que deja de ser estrictam ente europea para volverse occidental. E n
contram os el eco de este cam bio hasta en el m apa que acom paña a la H isto
ria general del cronista oficial de las Indias, Antonio de H errera. El conti
nente am ericano está en el centro del m apam undi; a la derecha sólo
aparecen las costas occidentales del Viejo M undo, m ientras que, del otro
lado, la inm ensa m ar del sur se extiende h asta las^riberas de China y Japón.
E n el corazón del N ueve M undo, el ojo no puede evitar la capital de la N ue
va España, la ciudad im perial, M éxico-Tenochtitlan.8 Lo m ism o enco n tra
mos en el m apa de Petrus Bertius, publicado hacia 1618.
La ciudad no es la única en tran sfo rm ar su periferia en centralidad d en
tro de la m onarquía católica. Los defensores de Lisboa explican así que el
puerto del Tajo es el m ejor ubicado de la-m onarquía "para enviar todas sus
arm adas y sus flotas a todas partes del m undo" y porque a la:ciudad debe
“privilegiar sobre todas las dé E uropa y, por lo ta n to , -sobre to d as las del
m undo’’.9 Los defensores de ;N ápoles,:otra capital del im perio, com piten
tam bién en argum entos: P artenopa poseería el sitio m ás adm irable de la
tierra, re u n iría “todos los bienes del m undo", en síntesis, “N apoli é tu to
ii m o n d o ".10 Podem os, si sum am os Lim a, P otosí o Goa a la lista, so n re ír
con esas pretensiones y cargarlas a cuenta de un barroquism o planetario.
O bien, preguntarnos si la capacidad de m ultiplicar las centralidades semi-
rreales, sem ivirtuales no es uno de los m ecanism os de la m undialización
ibérica.
van de un m undo a otro, com o ese Ju an Rodríguez de León, herm ano del
erudito A ntonio de León Pinelo. N acido en Lisboa, este eclesiástico, "vene
rado por grande entre los m ás doctos y eruditos",11 residió, prim ero, en
Lim a y obtuvo u n título de doctor de la Universidad de San Marcos. Predi
ca, luego, en las grandes ciudades de los Andes, para después llegar a la corte
de M adrid, en donde sus brillantes serm ones lo vuelven famoso. Gracias a
la protección del arzobispo de México, se instala en la Nueva España, don
de obtiene el cargo de canónigo de la riquísim a catedral de P uebla.12 La
gente de la ciudad de México está allí, donde m enos se le esperaba. E n tre
1612 y 1615, el norte de Brasil recibe así la visita del capitán Roque de C ha
ves Osorio. Ese soldado, “nacido en México, donde sirvieron sus pasados en
las conquistas”, explora el delta del Amazonas y los ríos de la región del
G ra h P a rá . Aprende tam bién la "lengua de los topinarnbús". A su regreso,
sus buenos y leales servicios:le valen la rica circunscripción (alcaldía m a
yor) d e ‘.Tamba-;y T lalnepantla, “cerca de México".13 Por últim o, la Nueva
E spaña posee tam bién una vertiente pacífica que inm ediatam ente se dispo
ne a explotar. Las inm ensidades de la m ar del su r se frecuentan menos,
pero a través de ese espacio oceánico se operan los vínculos con los Andes y
se llega al Asia.
El paso de tan to s hom hres entre los continentes teje vínculos a la vez
que ofrece una fuente continua de inform ación y de conocim iento. Los m i
sioneros españoles que se dirigen al Asia tienen la obligación de hacer un
alto en la Nueva E spaña. De regreso a E uropa, a m enos de to m ar la ru ta
portuguesa que en principio les está prohibida, vuelven a atravesar México
de lado a lado en un largo viaje que los lleva de Acapulco a Veracruz, vía la
ciudad de México. A m erced de los nom bram ientos, y al igual que los ecle
siásticos, los representantes de la Corona con puesto en México se despla
zan entre los Andes, el Río de la Plata, el istm o de Panam á, el Caribe y las
F ilipinas.14 Los com erciantes españoles y portugueses, los factores de Sevi
lla y de Cádiz tom an o tras redes que vinculan a E uropa y América, América
y Africa, incluso América y Asia. E n fin, la riqueza o la paz relativa de las
Indias atraen a gente de plum a o a artistas. México acoge pintores com o al
flam enco Sim ón Pereyns, cosm ógrafos com o el ham burgués H einrich Mar
tin, poetas m anchegos com o B ernardo de B albuena y h asta novelistas como
el sevillano M ateo Alemán, uno de los creadores de la novela picaresca.
:N o t ic ia s y l ib r o s i:
bién la Historia general del m undo de Antonio de H errera.25 Sin olvidar los
tratados redactados en "toscano”, como esa Ystoria del m ondo, quizá tam
bién de Pablo Giovio.26 E n la serie se deslizan algunos títulos prohibidos, des
tinados, en principio, a retirarse de la circulación: es el caso de la Sum a de
las crónicas del m undo de Juan Canción, de la que u n ejem plar se encuentra
en 1573 en m anos de Francisco de Terrazas y otro en casa del clérigo F ran
cisco Ruiz.27 Después de 1580, la gente se inform a sobre Portugal recorriendo
libros que relatan la unión del país con la Corona española, como La entrada
que en el reino de Portugal hizo S. C R. M. don Felipe de Isidro Velázquez o el
Discurso y sumario de Ja guerra de Portugal de Francisco Díaz de Vargas.28
La península italiana no sólo se conoce p o r sus historiadores m ás fa
mosos: Pablo Giovio,29 Francesco ¿Guiccíardini o G iovanni Botero. De m a
nera m ás discreta podem os tam bién: enco n trar en México aM aq u iav elo ,30
al que la Inquisición y los pensadores de.la m onarquía católica colocan en
la picota. Los héroes de las guerras de Italia son los prim os lejanos de los
conquistadores del Nuevo M undo cuyos hijos repiten de nuevo las proezas.
El m ás ilustre entre ellos, Gonzalo H ernández de Córdoba,' el G ran Capitán,
apasiona a esos españoles de A m érica que pocas veces h a n tenido ocasión
de to c ar la espada. A falta de ello, se sueña con las hazañ as m ilitares su
m ergiéndose en La vida y chrónica de Gonzalo Hernández de Córdoba del
om nipresente Pablo Giovio.31 Se lee a A ntonio Florez y su Historia del señor
Francisco Guichardino, "en la qual se trata m uy en p articu lar de los hechos
del G ran Capitán, en el rey no de N ápoles".32 Otros devoran la palpitante
Historia del capitán don Hernando de Ávalos, marqués de Pescara ,33 tam bién
escrita po r la plum a de Pablo Giovio. Los que quieren sab er todo sobre el
pasado del reino de N ápoles, uno de los florones de la m o n arq u ía española,
donde m ucbos españoles se ilustraron a com ienzos del siglo, com pulsan
Las historias del reino de Nápoles de Pandolfo Collenucio.34 O tras obras inci
35 Ibid., p, 228.
36 Ibid., p. 226.
37 Fernández del Castillo, 1982, p. 441.
38 González Sánchez, 2001, p. 239.
39 Fernández del Castillo, 1582, p. 407.
40 González Sánchez, 2001, p. 239.
41 Ibid., p. Í28.
42 Jerónim o Corte, p. 227.
43 Las tierras de Jerusalén, en Fernández del Castillo, 1982, pp. 4 7 1, 379.
44 González Sánchez, 2001, p. 215 (1583). Publicada en Sevilla en 1582, la obra recordaba
a los lectores españoles la em bajada que Enrique II de Castilla envió a ios tártaros en 1403;
Valladares, 2001, p. 6, n. 18.
45 González de Mendoza, 1585, p. 235.
J 32 LA CADENA DE LOS MUNDOS
46 Antonio de Morga, Sucesos de ¡as Islas Filipinas, Madrid, Jerónim o Balii, 1609. Hemos
consultado la edición publicada en Madrid en 1997 p o r Polifemo.
47 Relación de las Islas Filipinas y de lo que en ellas han trabajado los padres de la Compañía,
ibid., p. 233.
48 González Sánchez, 2001, pp. 245, 227.
49 Verdadera historia y admirable suceso del segundo cerco de Diu. Comentarios do Grande.
Afonso Dalborqiterqite, capital ¡>eral da India, Lisboa, 1557 y 1576. Véase también La conquista
de ln India de Portugal, en Fernández del Castillo, 1582, p. 394.
5Í> González Sánchez, 2001, pp. 213 (1583), 226,242,223 (1605). El au to rseñ ala siete ejem
plares, tres de ¡os cuales aparecen en 1604 en Lima, en el inventario de Pedro Durongo de Es
pinosa, p. 226, La obra, después de su publicación en latín en 1588, apareció en 1589 en Flo
rencia y en italiano bajo el título de La istorie delle Indie Oríentali.
51 Ibid., p. 227.
52 Historianini Indicarían libri xvt, ibid., p. 229. Señalemos tam bién de Alonso de Orozco
una Historia de la reina de Saba, p. 238.
“EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA" 133
U na e s c e n if ic a c ió n h u m a n ist a d e l m u n d o
59 Bartolom é de Las Casas da la cifra de 50000 artesanos; Las Casas, 1967, r, p. 334.
60 Mototinía, 1971, pp. 109-110.
61 Túmulo imperial da la gran ciudad de México, México, Antonio de Espinosa, 1560. Largos
extractos en García Icazbalceta, 1981, pp. 161 y ss.
63 Ibid.,pp. 164, 178.
"EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA” 135
63 Ibid., p. 180.
64 Ibid., p. 169.
65 Al landgrave se le había hecho prisionero después de la batalla de Mülilberg (25 de abril
de 1547), sobre el Elba, que puso fin a la guerra de Esm alcalda que oponía a Carlos V y los
príncipes luteranos. Mauricio de Sajonia, fiel apoyo del em perador en ese conflicto, recibió el
electorado de Sajonia que se había confiscado a Juan Federico; Émile G. Leonard, Histoire ge
nérale du protéstanosme, París, p u f , 1961, i , pp. 230-231.
66 Cervantes de Salazar, 1569, p. 170.
136 LA CADENA DE LOS MUNDOS
67 íbid., p. 169.
68 IbhL.p. ¡68.
"EN T í SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA" 137
D e Á f r i c a a C h in a
E n 1559, las exequias de Carlos V exaltan una visión binaria del im perio,
concebida y escenificada com o la asociación de dos m undos, el Nuevo y el
Viejo, bajo el cetro de Carlos. La inserción de la Nueva E spaña en la cris
tiandad privilegiaba las conexiones con E uropa a expensas de sus vínculos
con las otras partes del m undo. Aun cuando los esclavos negros desem bar
caban en núm ero creciente en las costas de la Nueva España, la evocación
de. África se reducía a la del África del N orte y a las guerras con los m usul
m a n es. El silencio sobre África, au n cuando los habitantes de México p o
seen algunas obras sobre el te m a,69 h ace:resaltar el interés q ué se tiene por
:btras regiones del inundo. Si África interesa apenas, en cam bio Asia fasci
na. lín 1578, la recepción solem ne de las reliquias rom anas vincula espiri
tualm ente a otro asociado m undial con la órbita mexicana: el Asia de Goa,
de China y de Japón. No es casual que sea la Com pañía de Jesús la que or
questó esta apertura, y que lo haya hecho a partir de México y no de la p e
nínsula ibérica. E sta extensión al Asia m anifiesta un desplazam iento decisi
vo del centro que hace de la ciudad de México uno de los principales actores
de la m undialización ibérica.
De hecho, Asia obsesiona a los espíritus desde la conquista de México.
H orizonte en perpetua construcción, esa región suscita una irresistible
atracción, pero no tiene realm ente uua presencia equiparable en la Nueva
España. Los conquistadores de M éxico que se aventuran en el Pacífico tie
nen m otivaciones a la vez m ateriales, espirituales, intelectuales e incluso
técnicas, si pensam os en el desafío que durante m ucho tiem po representó
el descubrim iento de la ru ta de regreso al continente am ericano. Desde los
prim eros tiem pos de la ocupación de la Nueva España, la inm ensidad de la
m a r del sur y Ja riqueza de sus islas Jos atrajo, com o si el m ovim iento que
la invasión del continente engendró generara m ás m ovim iento. E sa progre
sión se inscribe en una dinám ica global, ya que la conquista de México y de
la América central com ienza en 1519, precisam ente cuando el em perador
envía una flota de cinco navios a las Molucas, al m ando de M agallanes.
¿Las nuevas posesiones perm itirían ir a las Molucas, es decir, a las ricas
tierras productoras de especias, sin tener que seguir la ru ta portuguesa por
el cabo de B uena E speranza?
69 agn, vol. 165, exp. 6, en 1598; Jorge de Bruxas detenta ia Coránica de África.
138 LA CADENA DE LOS MUNDOS
. D e A c a p u l c o a M an ila
El océano Pacífico, sin em bargo, no se deja dom inar fácilm ente. La expedi
ción de Saavedra Cerón obtiene un éxito relativo, un solo navio, La Florida,
llega a Tldor. No logrará nunca volver a atravesar el Pacífico; el prim o de
Cortés m orirá el 19 de octubre de 1529.73 Sin em bargo, ni Cortés ni la Coro
na están dispuestos a renunciar. Una orden real, fechada el 5 de noviem bre
de 1529, otorga al conquistador “licencia p ara descubrir, conquistar y po
b lar las-dichas; islas, tierras y provincias”, tam bién ías que se. en cuentran
tanto-.en la m a r del sur de la Nueva .España-como: todas las que se sitú an en
dirección-ai poniente, a condición de que esas; tierras no estén ya “provistas
de gobernadores". t
Cortés había recibido del em perador el m arquesado del Valle, que re
un ía inm ensas tierras de Nueva E spaña. Poseía una am plia fachada sobre
el Pacífico y puertos que el conquistador esperaba transform ar en bases
m arítim as hacia otras partes dei m undo, tanto hacia el noroeste y el su r del
continente am ericano com o hacia el Asia: Tehuantepec, situado en el istm o
del m ism o nom bre, abrigó los astilleros navales de Cortés; Huatulco, en la
costa de Oaxaca, se volvió el pu erto de llegada de una ru ta hacia Perú. A él
se agregan pro n to los puertos de Acapulco, Santiago (M anzanillo), Zacatil
la y Cham etla. E ntre 1532 y 1535, Cortés lanza tres expediciones para ex
p lo ra r las aguas del Pacífico. La p rim era se dirige hacia la California, pero
ab o rta después de una sublevación, y uno de los dos navios desaparece con
el jefe de la expedición, Diego H urtado de M endoza. La segunda apenas si
tuvo m ejor suerte. E n cuanto a la tercera (1535), '/arpa bajo la dirección del
propio Cortés, que identifica y bautiza la tierra de la S anta Cruz de la que
surgirá la California. N ingún resultado económ ico tangible, sólo la explora
ción de im a parte de las costas del noroeste de México y de la p u n ta de la
p enínsula de California. Una cuarta expedición que, bajo la dirección de
F em ando de Ulloa, p arte en 1539 en busca de las fabulosas riquezas de Cí
bola, com pleta el reconocim iento del golfo y de la península: u n a carta geo
gráfica de esa región concreta el desenlace científico.
73 Miguel León-Portilla, Hernán Cortés y el mar del sur, M adrid, Cultura Hispánica, 1985.
140 LA CADENA DE LOS MUNDOS
U n a A s ia d e e n s u e ñ o
82 Cárdenas, i 988.
83 Ibid., pp. 35, 183.
84 Ibid., p. 59.
"EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA” 143
E l d e b a t e s o b r e l o s o r íg e n e s
91 Ibid., p. 61.
92 Camóes, 1996, canto x, 1, p. 391. Benito Caldera prefiere usar México p ara traducir Te-
mistitáo en su versión al español. [e.J
93 Teresa M artínez Tcnm, Los antípodas. El origen de los indios en la razón política del siglo
xvt. Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 2001.
“EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA” 145
94 Tratado del descubrimiento de las Indias y su conquista, Alianza, Madrid, 1990 (1589).
95 Ibid., p. 50.
96 Ibid., p. 40.
97 Se trata t!e un vocablo taino originario tic Santo Domingo.
98 Ibid., p. 46.
99 Suárez de Peralta evoca tam bién el origen cartaginés de las Indias apoyándose en la au
toridad de Aristóteles y en un a lectura de Sahagún “en el prólogo del prim er libro en que dize
que los prim eros Yndios pobladores desem barcaron en Panuco donde llegaron los que pasaron
el agua, y que era en siete barcos que ellos llam aban cuevas"; ibid., p. 46.
146 LA CADENA DE LOS MUNDOS
100 M a r t í n e z , 1606.
101 Ibid., p. 103.
102 Ibid., p. 104. Plantea tam bién la hipótesis de un paso por tierras del sur, del lado del
estrecho de Magallanes.
103 Ibid. p. 50.
"EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA” 147
m ensión universal a un episodio clave del pasado indígena que p ara adhe
rirse a una interpretación europea. E l m estizo Alva Ixtlilxóchitl se apoya a
su vez en la palabra de los indios —"com o ellos propios dicen y confie
san ”— y en. el testim onio debidam ente, explicado,de sus "historias".10? En
otros textos, introduce in fo rm es.so b reel lito ral ^donde. d esem b arcaro n los
antepasados-y sobre la ru ta m arítim a que habrían, seguido.109 No es-indife
rente que autores indios, m estizos, criollos y tam bién p eninsulares A pon
gan las fuentes indias en el m ism o rango que las fuentes europeas. El co
nocim iento del Pacífico y del Asia pasa tam bién p o r el sab er de los indios y
de los antiguos m exicanos. Un detalle revela la fam iliaridad que tenía el
México del siglo xvi. con Japón: cuando Alva. Ixtlilxóchitl describe a los an
tiguos h ab itan tes d e Tula, los tol tecas, precisa: “su vestuario era u nas túni
cas largas a m anera de.los ropones que usan los japoneses",,115 com o.si,esos
vecinos de Filipinas estuvieran desde: entonces-m ás cerca, en su mente,
que sus ancestros am erindios.
E l m u n d o s e g ú n l o s m e stiz o s
historia del país. M uñoz Cam argo lo evoca recogiendo anécdotas que ilus
tran de qué m anera la travesía del Pacífico hace posible d ar la vuelta al
planeta y desencadena la circulación hasta lo inconcebible. Es él, no lo olvi
dem os, quien refiere cóm o uno de los m iem bros de la expedición de Legaz-
pi, G uido de Labezaris, introdujo el jengibre en México después de u n fan
tástico v ia je a lre d e d o rd e lm u n d o .'
E n el sur, M uñoz Cam argo se interesa por América Central, p o r G uate
m ala, N icaragua y Perú, que se volvió accesible gracias a un vínculo m aríti
m o establecido por un extrem eño de Cáceres, Diego de Campos. La entrada
de F rancis Drake en el Pacífico vía el estrecho de Magallanes y los estragos
que hizo en las costas de Perú y de Nueva E spaña lo im presionan tan to que
ve en ello "uno de los grandes. hechos que en el m undo han acaecido".114
P ara un m estizo de Tlaxcala, lás fechas im portantes de la historia no son
las m ism as cjué p ara un europeo, pero sistem áticam ente se relacionan con
los vínculos intercontinentales y con loS descubrim ientos de nuevas vías.
E sta América deí Sur que las ru tas m arítim as aproxim an a México y, en el
caso de Drake, la vuelven tan vulnerable, le hacen recordar otro episodio
que se rem onta a m ediados del siglo xvi. Cuando Perú era presa de las g ue
rras civiles, gente de México se alistó p ara correr en ayuda de la Corona y
de su representante La Gasea. La pacificación del Perú volvió inútil “este
tan lúcido socorro",115 pero el asunto indica claram ente las solidaridades
que ya podían anudarse entre las dos Américas.
M uñoz Camargo se apoya en la tradición oral y en conversaciones:
charla con Andrés D orantes, el padre del criollo Baltazar, con E stebanico el
Negro y con Cabeza de Vaca, que habían re con-ido de parte a parte el su r de
los E stados U nidos.116 Se abreva tam bién en escritos científicos —el piloto
de Sevilla Alonso de Chaves—117 y conoce a sus clásicos, Ptolomeo, Beda el
Venerable, Isidoro de Sevilla.118 E n cuanto a sus fuentes locales, son "cro
nistas de México" cuyos nom bres enum era: Cervantes de Salazar, Jerónim o
Ruiz de la M ota, Alonso Pérez, todos asentados en la ciudad. ¿En qué difie
re la visión del m undo de ese m estizo de la de un español? En sus escritos,
M uñoz Camargo sobrepone dos geografías: la de los descubrim ientos del
siglo xvi y la de los antiguos nahuas. Cuando narra los orígenes de los habi-
nA Ibid., pp. 280, 283.
115 Ibid., p. 284.
116 Alvar N úñez Cabeza d e Vaca, Naufragios y com entarios, México, La Nave d e los Locos
[1542], 1977.
117 Autor de Exánienes de pilotos , de maestros de la carrera de indias, 1561.
118 M uñoz Camargo, 1984, pp. 107-108.
150 LA CADENA DE LOS MUNDOS
tantes de México, los indios chichim ecas se confunden con los habitantes
de Cíbola, Tiguex, Q uibira y Sonora que las expediciones españolas h abían
encontrado a lo largo de sus avanzadas al norte del continente. A las Siete
Ciudades de Cíbola hacen eco las Siete Cavernas de los an tiguos.119Im agina
los confines septentrionales de la Nueva E sp añ a ju n tan d o restos de m em o
rias indígenas a las inform aciones que trajeron. Cabeza de Vaca-y losique
lograron escapar de C oronado.120 E ntrelazando las perspectivas que abre la
m undialización con referencias prehispánicas, M uñoz C am argo prefigura
la m anera de ver de Alva Ixtlilxóchitl y de C him alpahin, com o si, lejos de
rom per los escenarios antiguos, su visión del m undo encajara sin dificultad
en el escenario anterior.
. V is i o n e s in d ia s .
Desde m ediados del siglo xvi, las cartas en latín que los príncipes indios di
rigen a Felipe II adoptan la nueva geografía del poder. Los nobles indígenas
reconocen que pertenecen al Nuevo M undo, "al orbe de las Indias" (in hoc
Indiarum orbe), a las regiones de la Nueva E spaña (in partibus Nouae
Hispaniae) .123E ste m undo se ilum ina por el esplendor y la “sublim e m ajes
tad'' de Felipe II,124 astro real cuyos rayos brillan h asta las Indias. A unque la
m etáfora solar expresa de m anera clásica él vínculo:que se instauró entre
los nobles indígenas y la Corona, la idea de u n a energía calórica y so la r aso
ciada con la om nipotencia no era ajena al pensam iento náhuatl: antiguas
n arraciones contaban que se h abía expuesto al anciano rey Tezozómoc al
fuego del sol p a ra devolverle la fuerza que la vejez le q uitab a.125
Las élites indias ad optan la noción de Nuevo M undo, reivindicando
tam bién, su .contribución*en la '¡conquista dehese continente: "destruyendo
to d a clase de ídolos, hem os sujetado a tu sacra católica m ajestad todo el
o rbe de laslndias"> recuerdan los nobles de. México en una carta fechada el
17 de m ayo de 1566. Q uieren ser actores co n p le n o derecho en las relacio
nes instauradas entre el M undo Nuevo y el Viejo. Mejor todavía, las élites
indias p articipan a su m anera del sueño asiático cuando saludan a Felipe II
con el título anticipado de rey de China. E stas ideas indígenas aparecen en
p in turas que decoran las salas de la m unicipalidad de Tlaxcala, la gran ciu
dad india que ardientem ente colaboró en la conquista de México. Repre
sentan el tem a del Nuevo M undo y el de la asociación de Perú y de la Nueva
España. Vemos en ellas a un Cristóbal Colón que ofrece u n "nuevo m undo”
al em perador Carlos V, "con todas las islas conquistadas y descubiertas". El
Genovés tiene "un navío con velas desplegadas, u n com pás, un astrolabio
[...] y m anifiesta toda la arrogancia de la victoria obtenida".126 Los sobera
nos vencidos, M octezum a y A tahualpa, aparecen al lado de sus respectivos
vencedores; Cortés y P izarra ofrecen al príncipe las naciones que som etie
ron: la prim era es u n a india, la Nueva E spaña, “con gran cantidad de plata’’
y la segunda es un indio que encarna al P erú.127
Los escritos de Chim alpahin m uestran de qué m anera un letrado indí
gena del siglo xvit registra en náhuatl los grandes acontecim ientos del m u n
do. E ncontram os en sus relaciones y en su diario todas las grandes fechas
123 Ignacio Osorio Romero, La enseñanza dei latín a ¡os indios, México, unam, 1 990, p. 33.
124 Ibid., p. 11.
125 El brillo es una noción de origen prehispánico que se asocia con las energías que irra
dian de la divinidad.
Osorio Romero, 1990, pp. 20, 47.
127 M uñoz Camargo, 1984, pp. 47-48.
152 LA CADENA DE LOS MUNDOS
que hem os evocado. E n 1559, el año 2 Caña, cuando, “[como] lo decían los
ancianos, se hizo nu estra atad u ra de años", "llegó la noticia de E spaña que
había m uerto el gran tlahtóhuani ¿o» Carlos Quinto, emperador de Roma".
Y describe lo s1funerales solem nes que la ciudad le organizó,dos notables
españoles de-gran luto y el desfile de banderas de las cuatro ciudades del
México antiguo, México-Tenochtitlan, Tacuba, Texcoco y Tlaxcala. E n 1564,
el cron ista indígena no podía dejar de rela tar la-partida de Miguel López
de Legazpi hacia las Filipinas: "fue el po strero de los que prim ero fueron a
la China". M uchos años después la ciudad vibrará con el anuncio de,la vic
toria de don Juan de A ustria sobre los turcos en L epanto (1571): “También
en este [año] m uchísim o sobrepasaron y befaron los cristianos en 'e l mar,
en la guerra de E spaña y Turquía, al g ran tu rco (huey turco), que fue b u rla
do y sobrepasado"; una guerra, precisa C him alpahin, llam ada -"la'batalla
naval",128 p ara sus lectores indígenas poco fam iliarizados con el hecho.
Crónicas, cartas y pinturas sólo revelan m ensajes convenidos y acordes
con los discursos oficiales, pero existe otra m an era de p en e trar en los im a
ginarios de las élites indias. En la segunda m itad del siglo xvi, los nobles de
México y de sus alrededores com ponen y cantan cantares de los que surge
una geografía sem ifantástica y sem irreal de las regiones donde viven el
papa y el em perador. El motivo del viaje, en particular de la travesía m aríti
ma, traduce la m anera en que im aginan el vínculo que desde entonces une
a la nobleza m exicana con sus am os europeos. U n vínculo poderoso, espiri
tual, casi m ístico, representado, encam ad o en el canto y la danza donde
inextricablem ente se m ezclan motivos prehispánicos y motivos mexicanos.
E n el “Canto del desagüe", el pensam iento indio in terp reta y elabora la re
lación virtual entre los dos m undos. El em perador (“Pelatol") convoca a los
nobles después de u na travesía tan sufrida com o peligrosa. Él tam bién des
pacha a los indios a Rom a: "Id a ver al S anto Padre", y ellos llegan a la ciu
dad divina, un m ás allá paradisiaco, dom inado por la “gruta m ulticolor”,
"allí donde se encuentran las palabras doradas que dan la vida". Una R om a
donde reside santa Cecilia, patro n a de la m úsica, y donde el palacio del
Papa está pintado con m ariposas doradas. Tam bién Castilla (Caxtilla) apa
rece, pero com o una variante del m ás allá, “u n sitio en donde se hace b ailar
a las víctim as p ara el sacrificio". Allí, según el "Canto del p ájaro ”, fechado
en 1597, encontram os a don Pedro M octezum a T lacahuepantzin, el hijo del
gran M octezum a, que efectivam ente hizo un viaje a España.
128 Cunuhtlehuanilzin Chim alpahin, Séptima relación de las diferentes historias originales, ed.
p o r Josefina García Quintanilla, México, omiM-im, 2003, pp. 269, 277, 301.
"EN TI SE JUNTA ESPAÑA CON CHINA" 153
¡Te saludo sobrino mío, príncipes míos! El gran amado [príncipe], el Colibrí, el
Cisne turquesa, don Pedro Moctezuma, se fue allá a beber a sorbitos flores de
agua de jade derramadas en agüás de Castilla. :
Extendió sus alas, se fue volando, nuestro sobrino Pedro Moctezuma, se fue
allá a beber a sorbitos flores de agua de jade esparcidas en aguas de Castilla.129
Sería necesario explorar otros im aginarios p ara delim itar lo que recu
bre el verso de Balbuena: "En ti se ju n ta E spaña con C hina”. Los nuevos
cristianos de México tienen parientes en las cuatro partes del m undo, están
en relación con Perú, Brasil, América, Asia, E uropa del N orte y E uropa m e
diterránea. Los "flamencos'' —bajo ese nom bre se reagrupaba a los flamen-
veos,: holandeses y alem anes— se'com unican, con los. Países Bajos y las tie
rras infestadas p or la herejía luterana'-33 y, al igual que los m arranos, carecen
de razones para apreciar las virtudes de la m onarquía católica. Los m ari
nos vascos, andaluces, gallegos y portugueses viven tam bién en otros h o ri
zontes construidos bajo los vientos, en los naufragios y las tem pestades.
Para no h ab lar de los esclavos negros, enviados de Africa a la península ibé
rica, portadores de lenguas y recuerdos desconocidos en tierras mexicanas.
Estos im aginarios poseen la espesura de las cosas vistas p o r todos aquellos
que circulan entre los continentes, y son legión.
De la diversidad de las visiones del m undo surge un tejido universal que
sin cesar se hace y se deshace con los medios de los que se dispone: relatos,
conversaciones, experiencias de vida, libros, cartas, m apas y objetos m enu
dos traídos de otras partes, sueños colectivos y recuerdos íntim os. Así pues
puede abrazarse el m undo tanto desde G oa o Potosí com o desde Sevilla o
Amberes. E n sus bastiones de América o de Asia, la m undialización ibérica
dilata los horizontes hum anos al m ism o tiem po que da form a a los seres y a
las sociedades.
129 John Bierhorst, Cantares mexicanos, Songs o f the Aztecs, Stanford, Stanford Uíiiversiiy
Press, 1985, pp. 341,331,415.
130 EdcJy Stols y Rudi Bleys (eds.)r Flandre et Atnéñque latine, 500 ans de confrontaron et de
inétissage, Amberes, Fonds Mercator, 1993.
VI. PUENTES SOBRE EL MAR
1 Antonio Ue Gouveia, Trophca Lusitana, ed. p o r José Pereira da Costa, Lisboa, Fundagao
Caloustc Gulbenkian, 1995, p. 44.
2 Campanella, 1997, pp. 218, 214 [pp. 152, 154 de la edición en español}.
154
PUENTES SOBRE EL MAR 155
C o n e x io n e s cb ér ic as
México, Nápoles, Lisboa o la India son sólo hitos en el m apa de los vínculos
planetarios que -llam arem os conexiones p ara insistir , en su carácter com
puesto, a la vez físico, m aterial, psicológico y conceptual, en su intensidad
y su am plitud intercontinental, y en las interneciones ¿de todo, género que
desencadenan.3 Esas conexiones se m ultiplicaron desde que en el siglo xv
los portugueses em prendieron el reconocim iento de las costas de África
y los españoles se em peñaron .en la conquista del Nuevo Mundo, Como lo
recuerda uno de los prim eros especialistas castellanos de China, B em ardino
de Escalante: por todas partes los ibéricos surcan "mares, islas y reinos
en que h an hallado tanta diversidad de gentes, y tantas-diferencias de leyes, y
supersticiones, y tantas m aneras d e ;goviernós y.costum bres, que ponen en
estrem o adm iración’/.4 Las tentativas de españoles y po rtu g u eses.rebasan
tam bién las fronteras de l o s territorios visitados o conquistados: su C u r io s i
dad p o r China, que se percibe en sü gigantism o y sus triunfos, d an testim o
nio de ello. Puesto que están destinadas a durar, las conexiones que estable
cen los ibéricos trastornan las historias y las economías locales y generan
consecuencias inexorables que incluso llevan a gran parte de la hum anidad
am erindia, segada por las epidemias traídas de Europa y África, a la tumba.
¿Cómo no evocar el choque de los prim eros encuentros? Con frecuen
cia los prim eros roces están acom pañados de sangre y espanto: indígenas
m asacrados, pero tam bién navios perdidos y tripulaciones diezm adas. E n
1517 y 1518, las dos prim eras expediciones españolas que tocan las costas
de México fracasan. Lo que no impide que en la tercera, gracias a la energía de
H ern án Cortés, el A náhuac de los antiguos mexicanos se vuelva la Nueva
España. P ara d ar form as jurídicas a su ofensiva en América, los españoles
p ractican el requerim iento;5 este recurso institucionaliza los enfrentam ien
tos, obliga a los indios a som eterse y confiere carácter legal a la gu erra (que
no siem pre concluye con la sum isión de los indígenas). Frecuentem ente los
3 Las conexiones adquieren todo su sentido en la perspectiva de las connccted histories que
ha propuesto el historiador Sanjay Subrahm anyam ; véase Subrahm anyam , 1996.
4 "Dedicatoria al arzobispo de Sevilla”, en B em ardino de Escalante, Discurso de la navega
ción que los portuguesas haz¡en a los reinos y provincias del oriente y de la noticia que se tiene de
la grandeza del reino ¿le China, Sevilla, Viuda de Alonso Escribano, 1577, edición facsimilar,
Laredo, Universidad de Cantabria, 1991/p. A5.
5 Patricia Seed, Ceremonias o f Possessioits in Europa s Conquest ofthe New World ¡492-1640,
Cambridge, Cambridge University Press, 1995.
156 LA CADENA DE LOS MUNDOS
6 Sanjay Subrahm anyam , Vasco da Gama, Cambridge, Cambridge Universiiy Press, 1997.
7 Prim eros contados, que en el caso de Asia, van precedidos siem pre de vínculos más an
tiguos como lo m uestra el caso de Vasco de Gama que en Calcuta encuentra com erciantes tu
necinos que hablaban castellano; Valladares, 2001, p. 108.
8 El estudio pionero de E. Schafer sobre los m iem bros del Consejo de Indias señala el mo
vimiento que,- al filo de los nom bram ientos, incorpora las tierras lejanas a la m onarquía; Ernes
to Schüfcr, El consejo real y supremo de las Indias, 2 vols., Sevilla, Im prenta Carm ona, 1935-1947.
9 Francisco Bethencourt, Historia das ¡nquisigóes. Portugal, Espanha e Italia, Sécalos xv-xix,
Sao Paulo, Com panhia das Letras, 1995.
PUENTES SOBRE EL MAR 157
E nlazar lo s m undos
El enlace de los nuevos m undos con la E uropa ibérica se desarrolla con di-
versos ritm os. Desde la segunda m itad del siglo xv, el reconocim iento de las
costas atlánticas de África, las expediciones de Vasco de Gama, Pedro Ca-
bral y Cristóbal Colón; la vuelta al m undo de Magallanes, El Cano y Piga-
fetta, así com o m uchos otros viajes, ensanchan de m anera prodigiosa los
horizontes ibéricos. Se necesitaron tres expediciones (1517, 1518 y 1519) y
sólo cu atro años p ara que México se volviera la Nueva España. E n cam bio,
10 Chim alpahin, 2000, pp. 373, 407.
11 Balbuena, 1990, p. 76.
358 LA CADENA DE LOS MUNDOS
20 Ibid., p. 189.
21 Ib id , p. 39.
22 Ibid., pp. 38, 39, 42, 228, 221.
162 LA CADENA DE LOS MUNDOS
Los intercam bios epistolares ofrecen otras fuentes inapreciables p ara en
tender otras conexiones, m enos espectaculares y m enos devoradoras de
hom bres, pero igual de sustanciales p o rq u e revelan cóm o los individuos
reaccionan a las ru p tu ra s y a las incertidum bres que provoca la m undiali-
zación ibérica. Esos intercam bios evidentem ente conciernen a los europeos
y a los m estizos que tienen acceso a la escritu ra y a los m edios p a ra p agar
los coireos que circulan entre los continentes. No todos tienen talento epis
to lar y m uchos deben recu rrir a plum as m ercenarias, no siem pre discretas,
com o lo recuerda ese español de Lim a, Francisco de Meza, a su esposa que
quedó en Sevilla, en el caso de que lo hubiera olvidado: "bien sabéis que yo
no sé leer ni escribir, y yo no m e oso fiar de nadie".26 ^
Las cartas que envía Celedón Favalis. a su p adre Simón, establecido en
M adrid, com entan la prueba que im pone el viaje de E spaña a las Indias
Occidentales.27 Después de la travesía atlántica, que está lejos de ser el peor
m om ento del viaje, el joven llega a C artagena de donde pasa a N om bre
de Dios y donde el clim a tropical cobra sus prim eras víctimas: “veníamos con
g ran m iedo, p o r se r allí donde m u e re infinita gente". R etom a su viaje
con destino a Panam á, "con cam ino de grandísim o trabajo, [...] donde p en
sé m il veces perecer y acabar la Vida". E n América central, en el río Chagre,
nuevas desventuras: “se m e pudrió todo el.vestido de m ezcla [...] en este
m ism o cam ino m e m ordió no sé qué sabandija en lá m ano izquiérda, de
m an era que tuve el brazo y la m ano para perder, porque se m e hinchó todo
com o u n a bota, y el brazo no le podía extender, y toda la m ano tenía gafa”.
AI llegar a Panam á donde indaga sobre su tío de Lima, Celedón tiene la
oportunidad de encontrarse con uno de sus am igos sevillanos. Los viajes
son con frecuencia fértiles en encuentros im previstos. El sevillano le expli
ca que su tío quería em barcarse rum bo a E spaña vía Panam á, pero que al
enterarse del saqueo de Cartagena volvió a Perú, donde lom ó otro navio
que estaba a pu n to de zarpar rum bo a la Nueva España. Celedón no tiene
m ás rem edio que recorrer los 2 000 kilóm etros que separan P anam á de Lima:
de nuevo un "viaje de grandísim o trabajo, y donde pensé m o rir de ham bre
y sed p o r m uchas veces [...] el navio no podía an d ar de m uy cargado, y h a
cía m ucho agua, y fue necesario alijarle". Una escala en u n puerto de Co
lom bia le perm ite descubrir el “trigo de las Indias”, las “tortillas de m aíz”
que inm ediatam ente execra: "es com ida m uy m ala p ara quien no está ense
ñado a ella, porque luego se h incha todo el cuerpo de granos y ronchas".
Incesantes aguaceros arruinan lo que queda de la travesía; no hay cam a,
ningún abrigo sobre el puente, fiebres continuas y, con excepción de un p o
llo com prado a precio de oro p ara reto m ar fuerzas, falta de alim entos.
26 E nrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616, Jerez, Junta ele Anda
lucía, 1988, p. 416; Jam es Lockbart y Enrique Otte.Letters and People o f the Spanish Judies. The
Sixteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1976.
27 Otte, 1988, p. 431, "Celedón Favalis a su padre Simón Favalis en M adrid", Los Reyes, 20
de m arzo de 1587.
164 LA CADENA DE LOS MUNDOS
go en tanto y tan guardadas que han de ir conm igo, si Dios me deja ir, con
bien a E spaña".29
Sin rodeos, lejos de las convenciones de la poesía m anierista o del sen
tim entalism o de la novela pastoril entonces de m oda, m uchas cartas envia
das a E spaña revelan cóm o los habitantes de las Indias aprenden a amar, a
desear o a desesperar desde la distancia, unidos entre sí p o r afectos de alar
m an te lejanía. "Y con tanto quedo rogando a N uestro Señor nos deje ver
ju n to s com o yo deseo." No siem pre sabem os lo que el em igrante prefiere en
su fuero interno, si regresar a la Península o tra e r a sus allegados a suelo
am ericano. “Su venida de v. m. a este reino [de Perú] es la cosa del m undo
que m ás deseo, y así le suplico no sea inconveniente la m ucha m a r”, escribe
Juan.de. M ata B arahona a su htíjrmano. “Deseo m ucho tener en m i com pa
ñ ía un herm ano de.quien fiarme en m is negocios, porque nos iría a en tram
bos bien en ellos”, escribe Diego de: Rojas desde-Potosí a su m ad re que sé
encuentra en M adrid.30
La incertidum bre que crean los transportes, las interm inables dem oras,
las cartas extraviadas (a pesar de los duplicados que se envían por otros
barcos) hacen que los vínculos se vuelvan con frecuencia caóticos y, a ve
ces, d u ran te m ucho tiem po dolorosos. Sólo la época del teléfono y del co
rreo electrónico nos dará la ilusión de que abolim os la distancia y el tiem po
entre los continentes. La m ovilización ibérica dispersa a las familias a los
cuatro vientos de la m onarquía. Desde las m inas de plata del Potosí, Miguel
de Avendaño pide que se le envíe a su herm ano M ateo p ara que esté a su
lado —"m ás me im p o rtará su vista de lo que aquí puedo d e c ir'—, pero
aquél tom ó la ru ta de Flandes. E l 15 de junio de 1583, Ju an Verdugo de Ca
dena explica a su padre que p erdió un brazo en un estúpido accidente: a un
com pañero se le fue un tiro de arcabuz que le arrancó el brazo hasta el
hom bro. P equeña tragedia que sucedió en el corazón de las Filipinas y que
luego, confiada en u na carta escrita en Manila, debió atravesar dos océanos
antes de llegar a su destinatario en Arévalo, esa aldea de Castilla donde Isa
bel la Católica pasó su juventud.31 Desde Santiago del Estero, en el Río de la
Plata, un español escribe a un hijo que quedó en el país natal p ara recor
darle que tiene un tío en Milán. E n S anta Fe, otro se inquieta p o r la reb e
lión de Quito que com enta con un herm ano establecido en M adrid.32 Tribu
M a ría d e É v ó r a y D ie g o d e M alaca
La m ovilización ibérica arra stra tam bién a m uchos seres hum anos despo
jados: víctim as im potentes o outsiders ávidos de sacar provecho de las m i
gajas de los grandes depredadores. Los esclavos africanos que dejan las
costas de G uinea p a ra ir a Brasil, el Caribe, los Andes o la Nueva España,
no escribieron cartas a sus parientes que se quedaron en el suelo de África.
Los depredados portugueses, esos condenados al exilio que Lisboa envía a
B rasil; África o Asia, apenas si tienen un destino m ás envidiable. Muchos
m ueren de escorbuto en los navios que los conducen ál otro m undo;33
La m ayor p arte de esos seres carecen de voz. G racias al interés que
puso en ella el Santo Oficio de la Inquisición, M aría B arbosa no es u n a si
lueta anónim a que vaya a la deriva entre los continentes. E sta europea es
u na m ulata que nació en Évora, la herm o sa ciudad blanca que, suspendida
bajo su cielo de lapislázuli, fue fam osa por h ab er sido la ciudad de los h u
m anistas portugueses y luego la sede de u n a universidad jesu ita que predi
có la C ontrarreform a en Portugal y en su im perio. La vida de M an a B arbo
sa revela u na dim ensión muy diferente de la m undialización ibérica.
Juzgada en Portugal p o r brujería, es enviada prim ero a Angola. E n África,
donde continúa practicando sus hechizos y representando el papel de alca
hueta, es condenada al látigo. Atraviesa el A tlántico y llega al norte de B ra
sil, a P cm am buco, donde se arriesga a que se le castigue de nuevo, pero
"por consideración al m arido no lo h icieron”.34 Las tribulaciones de la in
fortunada m u lata ponen al desnudo el anverso social y religioso de la movi
lización ibérica. M aría B arbosa "estuvo recorriendo gran p arte del m undo
porque la echaban de todos lados a donde iba, tanto en P em am buco como
de Río G rande y de la isla de F em áo de N oronha, y de Angola y de la ciudad
de Évora". En 1610, vuelve a procesársele en B ahía p o r el m ism o rosario de
33 Geraldo Pieroni, Os excluidos do reino. A inquisifáo portuguesa e o degredo para o Brasil
coló nía, Brasilia, E ditora Univcrsidade de Brasilia, 2000.
34 Laura de Mello e Souza, O diabo e a Terra de Santa Cruz, Sao Paulo, Com panhia das Le
tras, 1987, p. 335. [Para la edición en español: El diablo en la tierra de la Santa Cruz: hechicería
y religiosidad popularen el Brasil colonial, Teresa Rodríguez M artínez, Madrid, Alianza, 1993,
pp. 308-309.]
PUENTES SOBRE EL MAR 167
E l c ír c u l o d e l o s m u n d o s q u e s e m e z c l a n
49 Sérgio Buarque de Holanda, Caminhos e fronteiras, Río de Janeiro, José Olympio, 1957.
50 Gonzalo Aguirre Beltrán, Medicina y magia. El proceso de. aculturación en la estructura
colonial, México, Instituto Nacional Indigenista, 1970; George M. Foster, La herencia de la con
quista. La herencia española de América, Jalapa, Universidad Veracmzana, 1962.
51 Grant D. Jones, Maya Resistance to Spanish Rule. Time and History on a Colonial Frontier,
Albuquerque, University of New México Press, 1989.
52 RusseH-Wood, 1998, pp. 256-281.
172 LA CADENA DE LOS MUNDOS
53 "Los ritos y cerem onias moriscas, y sus zambas, leylas y otras cosas con que se recrea-
van”, en M artínez, 1606, p. 259.
54 Alessandro Stelia, Uistoires d'esclavcs dans lapéninsulc Ibérique, París, Éditions de l’École
des I-Iautes Eludes en Sciences Sociales, 2000, pp. 64-65; sobre los mestizos am ericanos en la
Península, Esteban M ira Caballos, Indios y mestizos en la España del siglo xvi, Madrid, Ibero
am ericana, 2000.
55 López, de Velasco, 1971, pp. 22, 23.
PUENTES SOBRE EL MAR 173
Las lenguas que se m ezclan son tam bién el producto de esos encuen
tros, y la ciudad de México no es la excepción. El castellano em pieza a en ri
quecerse con térm inos indígenas, al principio con palabras caribeñas que
los españoles im ponen al resto de las Indias Occidentales. El n áh u atl de los
indios de México evoluciona de m a n era m ás brutal* aunque n u n ca se des
arm a frente a la lengua castellana. R etom ando un uso generalizado en la
capital de la N ueva España, nuestro m em orialista Chim alpahin, que escri
be en náhuatl, no duda en introducir palabras de origen japonés — katana
en lu g ar de “espada”— o chinas —sangreyes para designar los m ercaderes
chinos de M anila—> A parecen las jerigonzas, com o el portugués africani-
zado que hablan los esclavos que desem b arcan del otro lado del Atlántico.
E n Asia, el portugués capta m uchos térm inos malayos,-.chinos; japoneses,
indios, que el español y el italiano recuperan con frecuencia, com o lo m ues
tra en sum o grado a finés del siglo xví el relato de Francesco Carletti, que es
tanto u na vuelta al m undo lingüístico com o un viaje de negocios.5?
Estas mezclas tienen un efecto paradójico: a la vez que sueldan m odos de
vida y subjetividades, introducen nuevas diferenciaciones que los nuevos voca
blos, que surgen del contacto de las lenguas, expresan: mamelucos en Brasil,
jenízaros en Nuevo México... Los europeos instalados fuera de Europa forman
tam bién nuevas categorías: mientras unos se americanizan, otros se africani-
zan —los castellanos de la Península los llam an entonces, no sin condescen
dencia, indianos— o tam bién se orientalizan, como los castigos o indiáticos de
la India portuguesa .58 Los habitantes europeos de Brasil se vuelven brasüicos,
los de Angola, angolistas. Los castellanos están tan atentos a esos mestizajes
que los identifican incluso fuera de la monarquía: Bem ardino de Escalante
habla repetidas veces de achinados, para referirse a las poblaciones asiáticas
influidas p or China .59
C r e e n c ia s , o b s e s io n e s , f o b ia s
Tanto en América com o en las costas del África occidental, de M ozam bi
que y de la India, o en las riberas de C hina y Japón, la evangelización de
67 Ibid., p. 122.
68 Jorge M. dos Santos Alves y Pierre-Yves Manguin, O Roteiro das consan do Achem de Joao
Itiheiro Coio: Urn oViar portugués sobre o Norte de Sumatra em fináis do século xv¡, Lisboa, Co-
missao Nacional para as Comemoragócs dos Descobrimentos Portugueses, 1997.
69 En México, para explicar que los indios creían que Topiltzin Quetzalcóatl volvería un día
en medio de los h o m b its, el cronista .mestizo Alva Ixdilxóchitl alude a la leyenda que corría en
tom o a la persona de don Sebastián, en Alva Ixtlilxóchitl, 1975, i, pp. 282-283; Jacqueline Her-
innnn, J580-1600. O sonho da salva f ño. Sao Paulo, Com panhia das Letras, 2000.
70 Goodrich, 1990.
PUENTES SOBRE EL MAR 177
71 Zinadim, Históña de los Portugueses no Malabar, ed. por David Lopes, Lisboa, Antígo-
na, 1998. .
72 Camfics, 1996, canto vin, pp. 64, 81.
73 Tesaros de México, arte plumario y de mosaico, Artes de México, año xvir, núm. 137,
1960, p. 30.
178 LA CADENA DE LOS MUNDOS
los m ares: desde Trujillo a Perú, Pedro del Castillo escribe a su p rim o a
quien tem e m andarle algún dinero, "porque, si los envío en la flota, no son
p ara los cristianos, sino p ara los luteranos " . 711Los esfuerzos que S arm iento
de G am boa despliega p ara pro teg er el estrecho de M agallanes responden a
preocupaciones tan vitales p ara los individuos com o para.lo s rep resen tan
tes de la m onarquía.
La fidelidad a la “antigua ley" siem bra inquietudes aún m ás vivas en
todo sitio en donde los cristianos nuevos se establecieron. Las redes com er
ciales que anim an p articipan lo m ism o de la m undialización ibérica que de
la tram a policiaca y eclesiástica que el S anto Oficio crea p ara desalojarlos,
detenerlos y elim inarlos .75 R egularm ente, los autos de fe recuerdan a las
poblaciones locales (sin ninguna consideración de sus orígenes) la am en a
za que representan p ara la fe católica: Goa;:México, Limá, Cartagena y Lis
boa castigan a los nuevos cristianos.sorprendidos en.actos de judaism o, es
tén vivos, o hayan sido enterrados desde hace años. Tam bién a lo largo de
estas espectaculares celebraciones los, im aginarios com ienzan a unificarse,
com o si la Iglesia ro m an a tuviera necesidad de adversarios universales, ju
díos o m usulm anes, para pro clam ar m ejor su universalidad. Los nuevos
conversos no tardan én en tra r en la infernal danza. E n su Diario, Chim al
pahin consigna sin p estañ ar el húm ero de víctim as del auto de fe de di
ciem bre de 1596: "quem aron a cinco judíos relapsos y a cu atro señoras,
nueve españoles en total. E n efigie se quem ó a 19 españoles y a una señora
cuyos huesos estaban en una caja de m adera, a veinte en total ." 76
versales p ara todo el O riente " .77 E n cuanto al Nuevo M undo, se h a vuelto
u n m ercado ávido de m ercancías europeas que los notables y los nobles iu-
dígenas tam bién se pro cu ran cada vez que tienen los m edios para hacerlo.
Una vez m ás, aunque predom ina la conexión entre la E u ro p a ibérica y e!
resto del m undo, otras ru tas se.desarrollan entre las diferentes regiones del
globo. Los brasílicos, esos portugueses de Brasil, m antien en relaciones p ri
vilegiadas con el África de los esclavos, m ientras que los peruleros se em pe
ñ an en controlar el tráfico entre los Andes y Panam á, el Caribe y Sevilla, La
Plata y B rasil .78 E n cuanto a los españoles de México, susu rran lo que Ber
n ard o de B albuena clam a: "México al m undo por igual divide ”,79 y no dejan
de ech ar una m irada hacia tierras asiáticas.1^
., C ualesquiera que sean las virulencias,- la s . energías que despliega la
evangelización del m undo coexisten desde el com ienzo con las em presas
com erciales que poderosam ente, han contribuido a difundir un im aginario
de las riquezas del orbe. Las cartas; que los españoles instalados en América
expiden a sus fam iliares o a sus padres que quedaron en E spaña no tienen,
con frecuencia, otro objeto. A la búsqueda de antiguos tesoros de Asia se
agrega la irresistible atracción que suscitan las m inas de plata de México y
de los Andes: Zacatecas y m ás aún Potosí, donde hacia 1600 viven m ás de
100000 h ab itan tes .81 Desde Goa, los portugueses están al acecbo de los te
soros de la India, de China y del Asía del sudeste, y m antienen un ojo sobre
el golfo Pérsico, el África oriental o el oro del M onom otapa. El p o eta Bal-
buena, recordem os, dibuja una cartografía de los tesoros deí m undo tal y
com o se podía ca p ta r desde México en los albores del siglo xvi: sedas de la
China, tapices de Persia, relojes de Flandes, joyas de Ve necia, ám b ar de
Malabar, bezoares de los Andes, estam pas rom anas... La India, Goa, Or-
muz, Siam, China, Tidor, Tem ate, los Andes, Rom a, M ilán y Venecia: las
palabras centellean bajo la plum a del poeta y ubican los enlaces de u n im a-
ginario que ofrece una vuelta al m undo en algunas estrofas. Un im aginario
que se volvió m aterialm ente disponible en los m ejores puestos de la m o
narquía.
77 Livro das Cidadcs e Fortalezas..., fol. 6, citado en Sanios Alves, 1999, p. 280, n. 763.
78 M argarita Suárez, Desafíos transatlánticos. Mercaderes, banqueros y el estado en el Perú
virreinal, 1600-1700, Lima, ifga, fce, 2001; Luiz Felipe de Alencastro, O trato dos viventes, For
mando do Brasil no Atlántico Sul. Sáculos xv> c xva, Sao Paulo, Comparihia das Letras, 2000.
79 Balbuena. 1990, p. 79.
B0 Gage, 1982.
81 Peter Bakewell, Silver and Entrepreneurship in Seventeenth Ccntury Potosí, Albuquerque,
University of New México Press, 1988, p. 23.
JSO LA CADENA DE LOS MUNDOS
Los sueños de riqueza —deseo de tener ai alcance todos los tesoros del
m undo, plata de Perú, especias de las M olucas o diam antes de la In d ia—
alim entan un im aginario m undialm ente com partido en donde la m o d ern i
dad ibérica pone los acentos en un m aterialism o conquistador, insaciable,
sin lím ites ni fronteras, asum ido y regocijante. 'U n m aterialism o que se
com place en los estilos de vida refinados; que;se codician m ás cuando uno
se.encuentra lejos de la Península y de E uropa. B ernardo de B albuena des
liza alegrem ente la lista de im portaciones de lujo al evocar los placeres
de la ciudad: “los caballos lozanos, bravos, fieros", "las magníficas casas",
"las suntuosas calles’', las fiestas de todo tipo, los conciertos y las obras
de teatro. Junto con la propagación de la fe, el deseo de riqueza es uno de
los m otores privilegiados de la m undialización, una de las causas y uno
de; los espectaculares efectos de la movilización que arrastra a los seres y a
las cosas hacia otras partes del m undo, hacia la India de Gólconde o hacia
esta América, a quien E spaña im pone una pax hispánica,*5 que^vale tanto
com o la pax americana que hoy experim enta.
¿U n m u n d o ú n ic o ?
Las conexiones entre los m undos pueden volverse tan intensas y fecundas
que engendran situaciones im previstas y sin precedente, realidades nuevas,
incluso obras de arte. Los frescos que los indios de México pin tan m ues
tran cóm o surgen creaciones m estizas en el cruce de universos que p are
cían incom patibles .86 De m an era m ás prosaica, se constituye u n a cocina
colonial que recicla los alim entos de E spaña y los del país, m ezclando la
carne de puerco con las salsas indias y alternando el pan de trigo con la tor
tilla de maíz. La im itación que hacen los indios m exicanos o peruanos ele
los vestidos españoles que ellos com b in an con sus vestim entas trad icio
nales es un fenóm eno del m ism o orden, com o los huípiles bordados que las
dam as españolas de México guardan en sus cofres para salir de noche sin
ser notadas. C ualquier elem ento, venga de donde venga, es reinterpretado,
acondicionado y m odificado p ara adaptarlo m ejor a los gustos, a los bolsi
llos y a los climas. Con frecuencia, las m ezclas de otras partes o de aquí se
llevan tan lejos que el origen de los elem entos m ism os se pierde en la m e
m oria.
¿Llega la proliferación de las conexiones a in tro d u cir una continuidad
entre las cuatro partes de] m undo? ¿H asta qué p u n to tiene C him alpahin la
sensación de. pertenecer al-m ism o universo de-los hab itan tes de Castilla o
de Goa, universo que se confundiría con la m o narquía católica? Desde la
instauración de las prim eras conexiones h asta su om nipresencia hay u n a
distancia que nos guardarem os de fran q u ear en el siglo xvi. La escena de la
m onarquía católica perm ite ca p ta r ante todo alicientes, "prim eras'’.tentati
vas, a m enudo caóticas y llevadas a cabo p o r iniciativas individuales que
nunca alcanzarán la frecuencia que ten d rán a p a rtir del siglo xix. E sto es
verdad p a ra aquello que enláza las creencias, las artes o los hom bres. Mu
chas veces las fuentes sólo dejan-captar fragm entos; destellos y excepcio
nalm ente nom bres: M aría B arbosa, Diego •e l ' Chino, ■Domingo ■■Chim al
pahin. .. Las m ism as situaciones parecen repx’oducirse a m iles de kilóm etros
de distancia: Diego Chino, el mestizo de Malaca, es, a su m anera, el prim o de
M aría B arbosa, la m ulata de Évora. En lo que respecta a México, Chim al
pahin se asom a a la m uerte de E nrique IV y al Japón de Tokugawa, m ien
tras M aría B arbosa transporta su negocio de encantam ientos y de carne fe
m enina entre los continentes; los dos reaccionan a la m undialización
ibérica. Ellos, tanto com o B ernardo de B albuena, evolucionan en u n plane
ta que dejó m uy atrás los pequeños m undos de la E u ro p a occidental. La
m onarquía católica no es sim plem ente un conjunto político o dinástico,
sino el m arco en el seno del cual miles de seres deben ap ren d er a vivir o a
sobrevivir entre los continentes. Los hom bres y las m ujeres que hacen m a
labares con los espacios, Jas distancias, los clim as y las sociedades, que po
nen a prueba las tradiciones y las m em orias, y que mal o bien se vinculan
para h ac er sincrónicas las historias que todo separaban, an uncian u na m o
dernidad que no es privilegio de nuestros contem poráneos .87
1 Fcrnáo Lopes de Castanheda, en Joao M arinho dos Santos, Os portugueses ern vía geni pelo
mundo. Representafoes quinhentistas de cidades e vilas, Lisboa, Grupo de Trabalho do Ministe
rio da Educagáo p ara as Com em orafóes dos Descobrimentos Portugueses, J996, p. 299.
185
186 LAS COSAS DEL MUNDO
2 Véase Muño?. Camargo, 3984, p. 127: "tratando {...] de las cosas de aquella tierra y de su
peregrinación.". 0 tam bién el título de la obra de B em ardino de Sahagún, Historia general de
¡as cosas de Nueva España, o la de Gaspar da Ciuz, Tratado das coisas da China.
LOS EXPERTOS DE LA IGLESIA Y DE LA CORONA 187
3 María Luisa Rodríguez Sala (ed.), El eclipse de Luna. Misión científica de Felipe ¡I en Nue
va España, Hueiva, Biblioteca M ontaniana, Universidad de Huelva, 1998, p. 43.
4 Sahagún dirige un Compendio de su obra a Pío V y un Sum ado a Juan de Ovando, presi
dente del Consejo de Indias. Véase Miguel León-Portilla, Bemardino de Sahagún, pionero de la
antropología, M éxico, u n a m , 1999, p. 357.
5 Como lo subraya un portugués de Cochin, Francisco da Costa, en Bethencourt y Chaudu-
ri, 1998, 1 1 , p. 469.
6 Códice franciscano. Nueva colección de documentos para la historia de México, )i, ed. por
Joaquín García Icazbaleeta, México, Salvador Chavez, 1941, p, 41.
7 Jean-Pierre Berthe, "Les franciscains de la protnrice mexicaine du Saint-Évangile en í 570:
un catalogue de Fray Jerónim o de Mendieta", en Etiquetes sur l’A mériqite Moyenne. Mélanges
offerts a Cuy Stresser Péan, México, lnmi y cgmca, 1989, p. 22.
8 León-Portilla, 1999, p. 169.
188 LAS COSAS DEL MUNDO
antiguo. Uno queda estupefacto ante la inteligencia con la que ese religioso
llegó a dom inar y darle form a a esa gigantesca m asa de inform ación. Sin
jam ás alcanzar sem ejante riqueza, la h isto ria del dom inico Diego Durán,
los trabajos de los franciscanos Olmos, M otolinía y M endiéta nos colocan
frente a especialistas^que n ada en los claustros ni- e n ía s universidades de la
E u ro p a occidental'hubiera predispuesto a observar, pensar, y describir las
sociedades m exicanas. Todos descubren su vocación m situ, én las ciudades
y los pueblos del altiplano m exicano donde aprenden a in terro g ar a los so
brevivientes de los viejos m undos am erindios.
Aun cuando sus investigaciones se asem ejen a la investigación etnográ
fica, los religiosos de México no son etnólogos anticipados, o "pioneros" de
la antropología. E sa aproxim ación es anacrónica y deform a el papel históri
co que esos religiosos ejercieron, en el seno de la m onarquía. Esos m isione
ros son lingüistas sin par, cronistas apasionados;"en,síntesis,: "historiadores"
en el sentido enciclopédico que sus. contem poráneos dab an a ese té rm in o .9
Los conocim ientos que adquieren y las interpretaciones que apilan no de
ja n de estar estrecham ente som etidos a objetivos políticos y religiosos, ya
que su m isión es b o rra r el paganism o y extirpar la idolatría. El dom inico
Diego D urán es categórico: “sólo pretendo d a r aviso de ío malo que enton
ces había, p ara que el día de hoy, si algo de ello se oliere o sintiere, se rem e
die y estirpe com o es razón " . 10 A p esar de su asom brosa proxim idad con las
élites indígenas, S ahagún o D uran n u n ca pierden de vista la últim a justifi
cación de su em presa. La denuncia de la id o latría es un leitm otiv que corre
a lo largo de sus escritos, cuando no anim a las rivalidades de los expertos
ante el ojo de la Inquisición. P ara ellos, la conversión de las poblaciones
vencidas, que im plica su integración social, política y religiosa en la m onar
quía, constituye u na absoluta prioridad.
Mas no a cualquier precio: la violencia de los conquistadores que pre
tendieron "reducirlos [se. a los indios] a la m anera de vivir de España, así
en las cosas divinas com o en las h u m an as” tuvo consecuencias nefastas al
d estru ir “el regim iento que tenían " , 11 reconoce Sahagún, Hay, p o r lo tanto,
que sep arar el buen trigo de la cizaña, la respetable costum bre de la idola
tría, para purificar el m undo indígena y reform ar tam bién la sociedad colo
nial: "y si lim piada de todo lo idolátrico que tenía y haciéndola del todo
■cristiano [aquella m anera de regir] se introdujese en esta república indiana
y española, cierto sería gran bien y sería causa de librar así a la u na rep ú
blica com o a la o trá'd e grandes m ales,.y de grandes trabajos a'los; que las
rigen ” .12
El proyecto de Sahagún es tan am bicioso que trae consigo un nuevo
exam en de los fundam entos sobre los cuales se unieron las dos sociedades
en u n a m ism a “república india .y española". Sus colegas ra ra vez m uestran
u na actitud ta n radical, pero todos se preguntan en qué m edida las pobla
ciones am erindias se incorporaron a l a cristiandad;
- El conocim iento es un-cam ino\ privilegiado para llegar allí. Los infor-
■m es que recogen- los .m isioneros concentran los aspectos más diversos y, a
veces, más descoricertantes-del;México-antiguo; y revelan un obsesivo afán
de p e n e tra r en las sociedades indígenas. N ada escapa a. su sagacidad; ni la
organización social, fam iliar y política, .ni las creencias, las lenguas, la bo tá
nica, la zoología, las técnicas, la "filosofía natural" y la historia. Algunos, a
m enudo, pasan buena parte de su vida en contacto con su objeto de estu
dio: m edio siglo (1540-1590) el franciscano B em ardino de Sahagún, cerca
de 20 años el dom inico Diego D urán . 13 Todos, al tiem po que foijan in stru
mentos p ara com batir los focos de resistencia pagana, recogen lo q ue se
sabe de la sociedad de los vencidos y colonizados. “La curiosidad de este
religioso [se. Sahagún] será en alguna ocasión de gran em olum ento, y éste
es visible p ara que la Inquisición tenga noticias de sus ritos [se. de los in
dios], cuando veríga a conocer las culpas de los indios ”,14 explica el arzobis
po de México a Felipe II en u na carta en la que em prende la defensa del
franciscano.
P o r esa razón, los expertos de la Iglesia desem peñan un papel funda
m ental en el arraigo local de la sociedad colonial. Paralelam ente a la cons
trucción de iglesias y conventos, a la celebración del culto y de las fiestas,
a la ap e rtu ra de escuelas p a ra acoger a- los vastagos de la nobleza, las in
vestigaciones de los religiosos coutríbuyen a asentar el dom inio de la Igle
sia y del rey sobre la nueva cristiandad y, de m anera m ás sutil, particip an
en la reconstrucción de u n a m em oria. S ahagún no quiso que se p erd iera la
12 Ibid., u, p. 629.
13 Durán, 1967, i, p. xn.
14 León-Portilla, 1999, p. 174.
190 LAS COSAS DEL MUNDO
sabid u ría que contenían las "palabras de los antiguos" —los huehuetlato-
llí— que m eticulosam ente recoge a lo largo de sus conversaciones, n i que
se b o rra ra la versión indígena de la co n q u ista española. Los m isioneros
ex am inaban'con m inucia las p rác tica s y cre e n c ia s de esos nuevos cristia
nos desde entonces incorporados: al catolicism o; -incluso las: taras;q u e los
españoles les atribuyen las consideran próxim as a las de los cam pesinos
ibéricos . 15 E n tre la colonización del im ag in ario y el salvam ento arqueoló
gico, dan form a a u n pasado indígena, revisado y corregido, que viene a
colocarse ju n to al pasado de otros pueblos de la m o n a rq u ía .16 P o r todas
esas razones los trabajos se leen, se copian y vuelven a copiarse. Sin em
bargo, la Iglesia o la Corona, alarm ad as de ver circu lar ta n ta inform ación
tem en no p o d er c o n tro la r su flujo y deciden:.confiscar, los: m an u scrito s o
congelar las investigaciones.17' Estas decisiones — que afectan a francisca
nos com o M endieta o S ahagún— m u estran lo difícil .que es obstaculizar el
flujo de inform ación provocado por. la m undialización ib érica y el fin del
desenclavam iento del continente am ericano; u n desenclavam iento que ex
plica que desde entonces las naciones indígenas dejaran de vivir "tan
apartada[s] y estraña[s] de la conversación de las naciones españolas y
políticas " . 18
El radio de acción de los m isioneros de la N ueva E sp añ a sobrepasa am
pliam ente las fronteras de A m érica del N orte. Ellos se cu en tan entre los ar
tífices que m ás apasionadam ente buscan la proxim idad con Asia. P or ello
los grandes cronistas de las órdenes m onásticas, el agustino Ju an de Grijal-
v a 19 y el franciscano Ju an de Torquem ada, no dejan de agregar a sus cap ítu
los sobre América largos com entarios sobre las Filipinas, Japón o Asia. Así
pues, el conocim iento 3' las experiencias acum uladas en el Pacífico y las ri
beras del O riente son objeto de recopilación sistem ática con el fin de p rep a
ra r el anclaje de la m onarquía en el inm enso cam po asiático. U n Asia a la
que se dirigen apresurados, otro tipo de expertos.
De u n e x tre m o a l o t r o d e l m u n do
20 Según las Partes e pracritos da Historia, fijadas por Severim ele Faria, el chantre de la ca
tedral de Évora y el herm ano de Cristóváo de Lisboa, en Freí Cristóváo de Lisboa, Historia dos
animaes e arvorvs do Maránháo, ed. p o r Jaim e Walter, Lisboa, Comissao Nacional para as Co-
m em orasóes dos Descobrimentos Portugueses, 2000, p. 52.
Ibid., pp. 44, 54.
192 LAS COSAS DEL MUNDO
a Goa y vuelve a Portugal, donde m uere en 1570, el m ism o año en que Saha
gún envía resúm enes de sus trabajos al Consejo de Indias y al papa Pío V.22
E m inente especialista de Asia, ese m isionero es el au to r del Tratado das
coisas da China { 1569-1570). AI igual que sus colegas castellanos, G aspar da
Cruz m anifiesta u n a sed de conocim iento á la;m edida de su objeto, el im pe
rio del Medio. C om oellos, tam bién sé p r e g ú n ta le qué m an era ese conjun
to colosal podría incorporarse a la cristiandad. Las facetas m ás diversas de
la vida social, m aterial, económ ica, política y religiosa lo cautivan, y apren
de a encender fuego.con cualquier m adera: relaciones m anuscritas, infor
mes que obtiene de^ com erciantes y viajeros, relatos de com patriotas que
estuvieron en prisiones chinas, observaciones propias. Se hace tam bién tra
ducir docum entos chinos relacionados con .la presencia portuguesa.?3. Gas
p a r da C ruz-redacta u r^ tra tad o que propone u n a síntesis de ¿todo lo que
podía sáberse sobre China: .La ta re a es todavía m ás desm esurada que la de
S ahagún y D urán. Aunque el im perio dé los M ing'pesa; entonces-m ucho
m ás que todas las sociedades indígenas de América juntas, los m isioneros
no son bienvenidos en él; a ese obstáculo se añaden otros no m enos serios:
la diversidad de sus lenguas y la com plejidad de su escritura. La audacia de
G aspar da Cruz y la curiosidad de sus contem poráneos sirven a la obra del
dom inico. M ientras que los tratados de S ahagún y D urán quedan duran te
siglos en calidad de m anuscritos, el tratad o de G aspar da Cruz — de propor
ciones m ás m odestas, es verdad—, aparece en 1570, en Évora, bajo la p ren
sa del im presor castellano Andrés de Burgos. E s la prim era vez que P o rtu
gal publica u n libro consagrado íntegram ente a u n a p arte del continente
asiático .24 Si China recibe ese favorable tra to se debe probablem ente a que
fascina a los europeos desde siglos atrás y a que las novedades, las coisas
novas, que el libro divulga apenas si am enazan Ja suprem acía de los p o rtu
gueses en Asia. La obra, adem ás, in au g u ra la esperanza de que un día Chi
n a form ará p arte de las filas de la cristiandad rom ana, po rq u e "tiene la gen
te de esa tie rra m ucha disposición p ara convertirse a la fe, tienen a sus
dioses y a sus clérigos tan en poca cu en ta y estim a " . 25
Las páginas escritas sobre México y China prefiguran las que el Japón
inspira al jesu ita Luís Fróis. D esem barcado en Goa en 1548, cuando conta-
22 León-Portilla, 1999, p. 156.
23 Cruz, 1997, p. 18.
24 José M anuel Garcia, “A literatura portuguesa d a expansao: c o n trib u id o p ara o estudo e
inventário”, en Le cara valle portoghese su lie vie dellc Indie, ed. p o r Piero Ceccucci, Roma, Bul-
zoni, 1992, pp. 31-82.
25 Cruz, 1997, p. 255.
LOS EXPERTOS DE LA IGLESIA Y DE LA CORONA 193
idolatría: los cristianos persiguen a las bru jas, m ien tras que los bonzos
"aceptan su com pañía"; los prim eros creen en la in m o rtalid ad del hom bre,
los segundos "dicen que sólo existen el n acim ien to y la m u erte " . 30 Pero en
lugar de lim itarse a rech azar a los paganos del Jap ó n a lo inferior, a la bar
b arie o a la alteridad, la com pasión desem boca en .una p arad o ja con la que
tropiezan nuestros expertos en otras p artes ¡del m undo: se p u ed e ser dife-
ren te sin ser bárbaro. "M uchas de sus costum bres son ta n extrañas y aje
n as a las nu estras que parece casi increíble que p u ed a b a b e r ta n tas dife
rencias entre gente com o ellos de g ran civilidad, vivacidad de espíritu y
sabid u ría n a tu ra l ."31
Años antes, en América, Bartolom é de Las Casas y B em ard in o de Saha-
gún babían observado tam bién que u n extraordinario grado de civilización
podía convivir con costum bres que se ju zg an inaceptables, repugnantes o
diabólicas: “si aquella m an era de regir no estuviera tan inficionada-cón ri
tos y supersticiones idolátricas, parécem e — afirm a-Sahagún^- que era muy
bu en a ” .32 P or todas partes es fundam ental saber- qué tipo de sociedad y de
pasado se incorpora al cristianism o. E n realidad, las diferencias que con
signa el jesu ita portugués disim ulan m al su proxim idad con los japoneses.
M uchas divergencias sólo conciernen a prácticas o detalles técnicos, sin in
cidencia m oral: el em pleo del abanico, la form a de los lugares de culto, el
form ato de los libros, la diversidad de las p in tu ras, el sentido de las propor
ciones y tam bién los estilos de la prédica: los cristianos en el púlpito, los
bonzos sentados en sillones. Incluso, m uchos rasgos p aganos se consignan
sin juicio: la incineración, los hábitos de los m onjes zen, los rituales del
bautism o local, los soportes de las im ágenes veneradas, que se p in tan en
E u ro p a sobre m adera y en Japón sobre rollos de papel. Tam bién Fróis deja
ver en partes el divertido asom bro de los japoneses frente a los usos euro
peos: "N osotros adornam os nuestras iglesias con ram as y tapizam os el sue
lo con juncos y m acetas; los japoneses se b u rlan de nosotros diciendo que
hacem os de nuestros tem plos bosques y ja rd in es”.
De México a Jap ó n surgen radiografías de las sociedades indígenas que
m uestran u na evaluación familiar, aten ta y a veces, incluso, asom brosa
m ente m atizada de las realidades locales. Com o esta observación de Fróis
sobre el olfato de los japoneses: "A nosotros nos gustan m ucho los arom as
del benjuí, de las m argaritas, etc.; a los japoneses no les gustan; los encuen
En todas las iglesias hay una escuela donde se enseña a leer, escribir y contar.
Se enseña el catecismo del padre Marcos Jorge, adaptado a la capacidad de los
alumnos y traducido al kanari Los niños que viven cerca de la iglesia se di
rigen cada mañana al catecismo; los que habitan lejos se juntan en las cabañas
de ramas que se construyen para tal efecto en las aldeas. En algunas iglesias
hay pinturas que enseñan a los ignorantes los misterios de nuestra santa fe,
pues las imágenes son los libros que educan al pueblo.36
¿No creeríam os estar en et México del decenio d e l 520, cuando los fran
ciscanos abrieron sus escuelas a los niños de la nobleza india?
A d m in is t r a d o r e s y m il it a r e s .
de ser y de pen sar que no son las suyas. A veces esos pueblos los descon
ciertan, y a m enudo los escandalizan. A costum brados a enfrentar situacio
nes im previstas, h a n aprendido a adaptarse a la distancia que los separa del
continente europeo, distancia que ¡a la larga en trañ a una creciente sep ara
ción en relación con-las transform aciones -que v ív e la E u ro p a occidental.
Cuando necesitan ño sólo adm in istrar a .las poblaciones indígenas sino
tam bién entablar relaciones con los im perios que apenas se dejan deslum
b ra r p o r los fuegos de la m onarquía católica, su esfuerzo p o r ad ap tarse se
vuelve acrobacia política. La correspondencia que sostiene el gobernador
español de M anila con las autoridades chinas y japonesas lo ilustra de m a
n e ra espectacular. El representante! de la. Corona española-está constante
m ente obligado a reaccionar, a las'estrategias regionales que lo sobrepasan
,y a to m ar en cuenta historias ajenas a su universo: com prender lo que está
en juego en los conflictos, plegándose a las form as de com unicación en uso
de sus poderosos vecinos p a ra negociar con paganos reacios a los m éri
tos del cristianism o y com pletam ente insensibles a las pretensiones de los
H absburgo. En 1604, cuando el sogún Ieyasu se queja de los progresos del
catolicism o en el Japón, "expresando el disgusto que le causan la ru in a
del culto de sus dioses y la prédica en sus reinos de la ley del Evangelio", el
gobernador español debe tascar el freno, pidiendo “con prudencia que no
se continuasen los trabajos que habían em pezado a padecer los religiosos
en aquel reino".40
Portugueses y españoles al servicio de las dos coronas envían a E uropa
cartas y relaciones de donde los cronistas de la m etrópoli obtienen su m a
terial. E xcepcionalm ente una historia oficial de la m onarquía se red acta in
situ.. Cosa que, sin em bargo, hace el portugués Diogo do Couto al com binar
experiencias de cam po con encargos locales y el ejercicio de la escritura.
Llegado a la India hacia 1560, Couto pasa en ella cerca de 40 años sirvien
do a Lisboa, prim ero com o soldado, luego com o intendente de las tiendas
de víveres de Goa. E n 1589 aspira a volverse el cronista oficial de la India
portuguesa y, seis años m ás tarde, Felipe II consiente en otorgarle el an sia
do título. Junto con él obtiene tam bién la jefatura de los archivos, con lo
que logia o btener el acceso directo a los docum entos oficiales y a otras fuen
tes confidenciales. Pero Couto no esperó para lanzarse en esa vasta em pre
sa p ara interesarse en las cuestiones que plantea la presencia portuguesa
en Asia. E ntre 1565 y 1570 escribió un Diálogo do soldado prático portugués,41
40 San Agustín, 1975, p. 715.
41 Lisboa, Academia Real da Ciencias, 1790. Couto retom ará el mismo tema 40 años des-
198 LAS COSAS DEL MUNDO
donde critica los errores de la adm inistración portuguesa en esa p arte del
m undo.
A lo largo de los años, Diogo do Couto, casi a p esar suyo, se asiatiza. En
1570, durante su p rim er regreso d e .la India;, in ten ta e n vano obtener un
puesto en Portugal; Para no "m orir de h am b re en éste-reino”;4?.decide fijar
su residencia en tie rra asiática. S u m atrim onio en Goa con M ariana de
Meló le perm ite en tra r en el privilegiado círculo de los casados que está en
el candelero en la “R om a del Asia" y sellar su anclaje en la India portugue
sa.43 E n ese m edio y con esa m entalidad se consagra a re u n ir m ateriales
p ara escribir la historia ele u n m undo que se volvió el suyo. Sus Décadas
n arran la historia de! Asia portuguesa desde 1526, fecha en la que se había
detenido su predecesor Joáo de B arros.44 P a ra redactarlas, Couto-visita las
bibliotecas y los archivos de .Goa y c o n s u lta ría s d e -70 obras que probable
m ente estaban en su posesión; v entre las que se en co n trab an las grandes
crónicas de la expansión portuguesa, la Geografía d eP tolom eo, el Theati-um
orbis terrarum de O rtelius, y las historias de otras regiones del globo, desde
África, hasta la América española.45 Como sucede con la m ayoría de los ex
pertos, sus conocim ientos librescos no h acen m ás que enriquecer su sólida
experiencia de los hom bres, del terreno y de las fuentes locales. Al m ism o
tiem po exam ina archivos, interroga a los actores portugueses y asiáticos
con los que se cruza en la capital del Asia portuguesa. Tiene incluso la opor
tunidad de encontrarse en M ozam bique con Luís de Camoes, p ara quien
com pone un com entario de Los Lusiadas, de cuyos versos están im pregna
das sus Décadas.
E n Goa, Diogo do Couto frecuenta m édicos com o G arcia da Orta, pero
tam bién representantes de la Corona, capitanes, soldados, com erciantes,
pués en Diálogo do soldado práíico, Lisboa, Clássicos Sá da Costa, 1937, reed. por Rodrigues
Lapa. Utilizamos el texto que estableció Reis Brasil, Lisboa, P u b lic a re s Europa-Amé rica,
1998; Couto, 1999, p. xiv.
42 Diogo do Couto, Década qttarta da Asia, ed. bajo la dirección de M ana Augusta Lima
Cruz, Lisboa, Comissao Nacional para as Comemorriijoes dos Descobrim entos Portugueses,
Funda^ao Oriente, Im prensa Nacional, Casa da Moecla, 1999, i, p. xvi.
43 Es probable tam bién que este destino lejano lo hayo ayudado a olvidar sus orígenes
“im puros”.
44 Las Décadas de Couto son el equivalente portugués de la obra que, en lo misma época,
Antonio de H errera y Tordesilias consagraba a la historia de las Indias occidentales. Lo que
quizás explica que la Cuarta Década, 1602, haya tenido que esperar que la obra de H errera vie
ra la luz para que a su vez se im prim iera en Lisboa, en las prensas de Pedro Crasbeck, en el
colegio de San Agustín; Couto, 1999, i, p. xxix.
45 Rui Manuel Loureiro, "Leituras de Diogo do Couto: apontam entos sobre as fontes das
Décadas da Asia", en Revista de Cultura, mim. 38-39, Lisboa, 1999, pp. 71-107.
LOS EXPERTOS DE LA IGLESIA Y DE LA CORONA 199
lejano y, sin em bargo, tan próxim o desde que E sp añ a puso pie en el archi
piélago de las Filipinas,
André Alvares de Almada es tam bién u n militar, pero realizó sus activi
dades en el África occidental, en la zona de influencia portuguesa y a lo
largo de la segunda m itad del siglo x v l Pertenece a una de las. grandes
fam ilias de Santiago, la capital del- archipiélago de Cabo Verde.- En 1599,
sus servicios a la Corona le perm itieron obten er de Felipe II el,hábito de
Cristo, distinción excepcional p ara un h o m b re de esa p arte del m undo. Ese
soldado es tam bién un activo com erciante im plicado en todas las activida
des de la región, en p articu la r en el tráfico de esclavos con destino a la Pe
nínsula, Brasil y las Indias occidentales. Com prendem os que u n a figura
de esta envergadura, vinculada con los circuitos, internacionales,5?h ay a ..ad
quirido, u n a aguda conciencia del sitio de las .islas, de. Cabo Verde en el
Atlántico Sur. Lo que a su vez explica el que Almada, a lo largo del decenio
de 1580, haya form ado p arte de los defensores de Cabo Verde en Lisboa y
en el archipiélago haya sido procurador, es decir; encargado de los negocios
de los grandes com erciantes de Lisboa:51 Por esta razón red acta tam bién
un Breve tratado de los ríos de la Guinéa de Cabo Verde (1594), testim onio
excepcional sobre las poblaciones de la región, a m enudo ta n preciso en
sus descripciones com o las crónicas de México y lo bastan te rico p ara que
los jesuitas G uerreiro y B arreira lo reto m aran , pillaran y difundieran en
E uro p a.52
Nos sorprenderem os m ás al sab er que A lmada es u n hom bre de color,
nacido de u na m ulata y de u n portugués de Cabo Verde. Su conocim iento
de África le viene de sus orígenes fam iliares, de sus viajes p o r la costa, de
sus servicios com erciales y m ilitares, y de frecuentar a los nobles africanos
refugiados en Santiago. Aunque él es m uy discreto en este punto, la mezcla
50 Anclré Alvares de Almada, Tratado breve dos lijos de Guiñé do Cabo-Vede, jeito pelo capitdo
André Alvares d ’Almada. Al to de J594, ed. por Antonio Luís Ferronba, Lisboa, Grupo de Traba-
lho do Ministério da Educayao para as Come mora (¿oes dos Descobrimentos Portugueses, .1994,
p. 101. Citemos tam bién las ediciones de Antonio Brásio, Lisboa, liam, 1964, y de Luís Silveira,
Lisboa, 1946,
51 José da Silva Horta, "Evklence for a Luso-Afrienn Identity in ‘Portuguese' Aceounts on
Guinea of Cape Verde (Sixtheen-Seventeenth centuries)", en History in Africa, nútn. 27, 2000,
pp. 99-130, p. 106, n. 24.
52 E ntre otros "práticos das Coisas de Guiñé”, citemos el caso de dos ex lanzados, Bar-
tolom eu André y Sebastiüo Fernandes Ca?ao, los dos pertenecientes a ios m edios afroportu-
gLieses del continente. En 1593, Fernandes Ca^ño recibió el hábito de Cristo por sus hechos de
aiTnas. Henrique Vaz de Lugo es un caboverdiano, probablem ente nacido en una de las pode
rosas Familias de la isla de Santiago.
LOS EXPERTOS DE LA IGLESIA Y DE LA CORONA 201
de los grandes im perios de México y de los Andes, Ruy Díaz quiere conser
var el recuerdo de aquellos que "acabaron sus vidas en aquella tierra, con
las m ayores m iserias, ham bres y guerras, de cuantas se h an padecido en las
Indias, no quedando de ellos m ás m em oria". E n este sentido, y al igual que
Cóuto, Almada y M uñoz Camargo, el m estizo de A sunción cuenta con ins
cribir en la.:historia de la m onarquía u na tierra' que-..desde ese.m om ento
considera su "patria". La crónica que en 1612 concluye en la Plata relata
detalladam ente las "cosas de esta provincia", sin disim ular que su relación
con la Corona jam ás fue fácil. E sta lejana avanzada de la m onarquía se be
neficiaba de un clim a poco atractivo: "bajo el trópico de Capricornio es
m uy nocivo, el caloridel sol, y causa en /o to ñ o fiebres- agudas, y pesadas
m odorras".68 P ágina,tras página la descripción de la lucha contra las pobla
ciones indígenas y las condiciones naturales' a lte r n a r o n el relato de. las re-
vuéltas y. las .'sublevaciones que desgarran el cam po español, m ostrando la
im plantación de la dom inación ibérica bajo u n a luz m uy caótica. Díaz de
G uzm án no cesa de explayarse sobre las poblaciones indígenas,’ la geogra
fía, las distancias69 y los ejes que adopta la penetración europea en esta re
gión del m undo en donde, m ás que en o tra parte, el "conocim iento de la
tie rra” se presenta com o asunto de vida o m uerte.70 A diferencia de las muy
oficiales Décadas de Couto o de la irreprochable Descripción de M uñoz Ca
m argo, los Anales de Díaz de G uzm án p onen al desnudo los tanteos y las
fallas de la colonización española, señalando con toda claridad la responsa
bilidad de los hom bres, la incom petencia de los jefes y las incoherencias de
las em presas.
Tanto com o Jos m isioneros, los representantes del rey p articipan en la
m undialización ibérica. Crónicas, tratado s y descripciones: todas esas pie
zas to m an su sitio, u nas después de las otras, en la gigantesca m arquetería
p lanetaria en donde deben triu n far los intereses de la m o narquía e im po
nerse, a la m anera ibérica, la "policía h u m a n a”.71 El Río de la P lata de Ruy
Díaz de G uzm án al su r de Brasil, la G uinea de André Alvares de Almada, la
India portuguesa de Diogo do Couto, el África oriental de Joao do Santos,
el P erú de Ju an M atienzo (1520-1579) y de Pedro S arm iento de Gamboa
72 Ese juez de la Audiencia de Charcas redacta en 1567 un Gobierno del Partí, donde propone
una serie de reform as que sugieren el reforzamiento del poder de los corregidores y la creación
de un a nobleza salida de tas filas de los encomenderos. Pedro Sarm iento de G am boa es el au to r
de una Historia índica, 1572.
73 M uñoz Camai’go, 1984, p. 224.
74 Ibid., p. 146.
75 Brading, 1991, pp. 146,145.
VIII. LOS SABERES DEL MAR,
DE LA TIERRA Y DEL CIELO
M é d ic o s y pl a n t a s
E sta recolección se lleva a cabo desde los com ienzos de la conquista. Los
soldados heridos en com bate se cu ra n siem p re con h ierb as locales, y con
frecuencia p o r cu ran d ero s indígenas. La E u ro p a m ism a p one to d as sus
esperanzas en esos nuevos rem edios y desen cad en a investigaciones infor
m ales que o casionan u n a explotación com ercial de la q ue m édicos eu ro
peos com o N icolás M onardes o lusoafrican o s com o Cristóváo de Acosta
se benefician am pliam ente. R eligiosos com o M otolinía y rep resen tan tes
de la C orona com o G onzalo F ernández de Oviedo o Tom ás López M edel,1
recogen m uchos datos sobre la fauna y la flora que los ro d ea, consignan-
1 Tomás López Medel, De los tres elementos. Tratado sobre la naturaleza y el hombre del Nue
vo Mundo, ed. p o r Berta Ares Queíja, Madrid, Alianza, 1990.
206
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 207
5 Ibid., p. 144.
6 André Laguna es el autor de Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos.
Salam anca, Mathias Gast, 1566, y Johannes Ruellius (Jean Ruel) publicó el De natura stirpium,
París, 1536.
7 Orta, 1891,i, p. 119.
8 Orta cita muchas veces a "su amigo Nj/.amaluco”; Orta, 1891, i, p. 124.
9 Hernández, 1959.
10 De febrero de 1571 a febrero de 1577, en G. Somolinos d ’Andois, "Vida y obra de Francis
co H ernández", en Obras completas de Francisco Hernández, i, México, u n a m , 1960; José Busta-
mnnte García, "De la naturaleza y los naturales am ericanos en e! siglo xvi: algunas cuestiones
críticas sobre la obra de Francisco Hernández'', en Revista de Indias, lii, núm . 195/196, mayo-
diciem bre de 1992, pp. 297-328.
11 Su Historia natural da Hueva España se publicó en las Obras completas, México, u n a m ,
1959, u y ni.
LOS SABERES DEL MAR. DE LA TIERRA Y DEL CIELO 209
17 Ibid., p. 287. Los trabajos de Pedro García F arfán publicados en México en 1579 y 1592
describen terapias inspiradas en conocim ientos indígenas. Sucede lo mismo con el tratado de
P edradas de Bena vides, Secretos de chirujia, especial de morbo gálico y lamparones y núrrarchia,
y así m ism o la manara como se curan los indios de Hagas y heridas y otras pasiones en las Indias,
o la Verdadera medicina, cirugía y astrología de Juan de Barrios, 1607.
18 Orta, 1895, pp. 138-139. Otros intercam bios se desarrollan entre los boticarios da India y
os nossos ; ibid., p. 331.
19 M artín de la Cruz, Libellus de medicinalibus Indom m herbis, México, Instituto del Seguro
Social, 1964, p. 149; Gerhard, 1992, p. 37,
2D López Austin, 1980.
21 Germ án Somolinos d'Ardois, "Médicos y libros en el prim er siglo de la Colonia", en Bole
tín de la Biblioteca Nacional, México, unm , xviii, núm . 1-4, 1967, pp. 99-137.
22 Fem ando M artínez Cortés, "La historia de las plantas de Nueva España, aspectos médi
cos”, en Hernández, 1984, vn, p. 286; ibid., u, p. 90.
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 211
con los prácticos facultativos asiáticos y reserva sus elogios p ara los m édi
cos árabes.
Los H ernández o los G arcia da O rta tienen ém ulos, com o los p o rtu
gueses Cristóváo de A costa23 o Alcixo de Abreu,24 cuyas carreras h ab ría n
‘podido, c a p ta r n u estra atención si no nos im pulsaran de nuevo a través de
los¿mares y los continentes. A decir verdad, aquellos sabios no existirían
'sin 'u n a m u ltitu d de otros, m édicos, intelectualm ente m enos am biciosos,
pero que m anifiestan tal pasión po r su tierra adoptiva que infatigable
m ente describen sus singularidades. Como ese andaluz, Ju a n de Cárde-
:nás,- que reside en México y se ja cta de ser un v u lg arizad o s "escrivo más
p ara curiosos rom an cistas que p ara hom bres scientíficos y letrad o s”,23
proclam a en sus Problemas y maravillosos secretos de las In d ia s, que tuvié
r o n la fo rtu n a de publicarse en la ciudad de México en .1591. F rente a un
''‘m undo ■nuevo, ele historia nueva", C árdenas-se excusa de su juventud
T¿pór entonces tiene sólo 26 años— íintes de in tro d u cir a su lecto r en los
tem as m ás diversos y a veces m ás extraños, pasando de las m inas de oro a
lósieEéctos del chocolate; d e los tem blores de tierra al color del azúcar;
ele la calvicie de los españoles a la difusión de la sífilis o a la "excelente y
fam osa p la n ta del piciete”, es decir, el tabaco.2á Su gusto p o r el sensacio-
nalism o y lo insólito no siem pre llega a rom per la pesadez de sus dem os
traciones que cree necesarias p ara sus lectores. Pero su escritu ra es ap a
sionada de un extrem o al otro. De M éxico a Goa la cu ra del cuerpo, la
lucha co n tra la enferm edad y el dolor obsesionan a los ibéricos y a los eu
ropeos. Tanto com o la cristianización o la escritura de la historia, el in
ventario m édico del m u n d o es un ferm ento de la m undialización ibérica;
perm ite red u c ir la diferencia entre la m anera europea de c u ra r y las "cos
tum bres del p a ís”.27
C o sm óg rafo s e in g e n ie r o s
36 Pedro Fernández de Quirós, Descubrimiento de las regiones australes, ed. por Roberto
Ferrando Pérez, Madrid, Dastín, 2000, p. 8.
37 Ibid., p. 308.
38 Ibid., pp. 24, 33, 305.
39 Ibid., p. 40.
1,0 lb id .,p p. 321,322..
‘,1 GeoflYey Parker, "Mrvps and Ministcrs: The Spanish Habsburgs", en David BuissereL (ed.),
Monarchs, Minislers and Mnps. The Emergence o f Cartography as a Tool o f Government in Early
Modem Earope., Chicago, Chicago University Press, 1992, pp. 124-152.
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 215
-morano o M artín Cortés publicaron en E spaña a lo largo del siglo xvi. Tra
ta: sobre cosm ografía y astrología, pero es tam bién u n a historia n atu ral
que se propone describir las "singularidades de esta Nueva E sp añ a”. La
; obra contiene entre o tras cosas una cronología com parada de México y del
-resto del m undo, u n a tab la de las longitudes de las grandes ciudades de la
monarquía* a sí com o u n a serié de ?observaciones sobre los fenóm enos n a
turales.
H einrich M artin trab aja prim ero com o editor que pretende vulgarizar
la-ciencia europea y adaptarla a su público. No hay n ada en ello de científi
cam ente sorprendente. A diferencia de los expertos con los que nos hem os
topado h asta ahora, M artin no intenta profundizar en el conocim iento del
m undq,indígena p ara inform ar a la Corona o a la península ibérica. Quiere
' sim plem ente ofrecer a los españoles y criollos de la Nueva E sp añ a medios
;para que entiéndan .las realidades am ericanas a p a rtir de u n sistem a riguro-
i s’a m entéí ortodoxo, fundado en una concepción' del . m undo in sp irad a en
/Ptolomeo. Tam bién redacta u n tratado de agricultura en el que expresa la
■misma voluntad de adaptación local.
i r; i E sta obra, desafortunadam ente extraviada, contenía "m uchas y diver
sas reglas curiosas y necesarias, así para la cría del ganado com o para labo
res, huertas, jardines, y otros ejercicios de agricultura, acom odadas según
el clim a y tem peram ento de este reino [se. la Nueva España]".49 A su m ane
ra, la obra de H einrich M artin participa de la m undialización ibérica en la
tarea m ás prosaica de aclim atar y vulgarizar m uchos de los saberes euro
peos en tierra am ericana.
Al igual que la navegación oceánica, la explotación de las m inas tiene,
p ara la m onarquía católica, u n interés estratégico. Los "ingenieros" de las
m inas son agentes indispensables p ara la Corona porque conocen los recur
sos m etálicos de las Indias occidentales y contribuyen a la extracción de la
plata am ericana destinada a E uropa y a Asia. También participan en la trans
ferencia de conocim ientos europeos a América y en la difusión en el Viejo
M undo de nuevos conocim ientos obtenidos en las sociedades am erindias
o que proceden de la experiencia directa de la colonización.50 Un erudito
com o Alvaro Alonso B arba, párroco en Potosí, donde se encuentran los más
grandes yacim ientos de plata de América, desem peña ese papel de m edia
dor. Llegado en 1602 a la región de Charcas, después de estudiar en Sevilla
continúa su carrera eclesiástica en la p arro q u ia del Alto Perú, m ientras pre
para u n m anual que reúne los conocim ientos que h ab ía podido recoger y
experim ental' ya en los Andes. Su Arte de los metales, publicado en M adrid
en 1640, m arcará p ara siempre, la historia de la m ineralogía y de la m eta
lurgia europea. Antes de él, m uchos técnicos se h abían distinguido en los
Andes: Desde 1556, apenas 11 años después del-descubrim iento de los yaci
m ientos,51 el florentino Nicolás del Benino abre la p rim era galería de m ina
en Potosí. E s tam bién au to r de u n a descripción del Cerro Rico del Potosí
(1573) y de una historia del Perú de las guerras civiles. Pero es el portugués
H enrique Garcés eí que introduce en las fam osas m inas.la am algam ación,
una. técnica que perm ite au m en tar considerablem ente la producción de
plata. Ese erudito fiie tam bién librero, po eta y trad u cto r d e Camóes y Pe-
trarca al castellano. Probablem ente porque esos hom bres del R enacim iento
tenían m uchas cuerdas en su arco; fubrón eficaces in term ed iario s'en tré los
m undos. H abría, p o r últim o, que evocar a ;los ingenieros italianos, p o rtu
gueses y castellanos que edificaron y construyeron fortificaciones en las
diferentes partes del m undo, com o Joáo B aptista M ilanez y Julio Sim ao
que, a inicios del siglo xvn, trabajaron en Goa y Cochin. E ste últim o no se
lim itó a edificaciones m ilitares: participó tam bién en la construcción de la
catedral de Goa, en la edificación de la P u erta de Jos Virreyes, erigida en
hon o r de Vasco da Gama, y term inó por ser nom brado "ingeniero general
del E stado de la India y m aestro de obras de las fortificaciones de Goa".52
D urante ese tiem po, castellanos e italianos fortificaban los puertos del Cari
be, de Brasil y de la N ueva España.
P r o p a g a n d is t a s d e la m o n a r q u ía
dom inación ibérica en las otras partes del m undo com o rela cio n a rla esfera
local en la Península, con lo que se hacen propagandistas planetarios de la
m onarquía. O rganizan m anifestaciones que celebran el poder del rey cató
lico, conm em oran los ascensos al trono y los decesos de soberanos, dan
brillo a la entrada de virreyes y arzobispos. E n la Nueva E spaña, el ejemplo
-más 'consum ado es Cervantes de Salazar, em inente .figura de las élites letra-
das que transform an los conocim ientos europeos en saberes occidentales y,
ipor lo tanto, potencialm ente universales. "Trajo a México con su persona,
quizá en m ayor grado de pureza que ningún otro, el nuevo h o m bre euro
peo; el seglar culto; el laico poseedor de la dorada llave de los idiom as
m uertos; el perito p o r igual en textos sagrados y profanos; el que m ezclaba
su adoración a Cristo con su adm iración por los paganos".53 H u m an ista y
tr¿ductor..de Luis Vives, Cervantes d e Salazar ■ináugura la cátedra del latín
rendía'universidad de*México. Algunos años m ás tarde, recordem os, las au-
irtp rid ad esJlc eneargím concebir el programa^ de ;las exequias m exicanas a
Carlos V v, en consecuencia, in sertar la m uerte del. monaírca en la historia
'loeál-y en el m arco universal im puesto por el im perio. Cervantes de S alazar
dejó el recuerdo detallado del desarrollo de las exequias en u n a obra publi
cada en México en 1560,54 obra que, ju n to con las de Bruselas y de Vallado-
lid, fue una de las tres relaciones im presas e ilustradas de los funerales del
em perador. Solícito en p oner su talento y su erudición al servicio de la im a
gen im perial, una veintena de años antes de la unión de las dos coronas
Cervantes de Salazar abre el cam ino a las élites letradas de la m onarquía.
No está solo en esa tarea. El hum anista ha colaborado con el arquitecto
Claudio de Arciniega p ara d ar cuerpo a los m ensajes políticos y religiosos
que la cerem onia y el m onum ento funerario de 1559 transm iten a las élites
locales y al pueblo de México. Tenían la firme intención de p ro d u cir una
obra original: "era necesario que p o r su novedad y su singularidad la p om
pa funeraria sedujera a los asistentes".55 El resultado habría sobrepasado
53 ■Edmundo O’Gorman, citado por Guillermo Tovar, Bibliografía novoltispana de arte, Méxi
co, ¡ c e , 1988, i, p. 23; Karl Kohut, "La implantación del humanismo español en la Nuevu Espa
ña. El caso de Francisco Cervantes de Salazar", en Pensamiento europeo y cultura colonial,
Madrid, Iberoamericana, 1997, pp. 11-5?.
54 Ibid., p. 28.
55 Sobre las exequias limeñas a Carlos V, Sonia Rose: “El primer rey que te falta: honras
fúnebres a Cartos V eri la ciudad de los reyes”, en Annie Molinié-Bertrand y JeaiT-Paul Du-
viols, Charles Q u in tct la m onarchie universelle, París, Press es Universitaires de Paris-Sorbonne,
2000, pp. 215-238. Sobre el ritual de las exequias reales en la monarquía católica, María
Adelaida Alio Mañero, Exequias reales de la Casa de Austria en España, Italia e H ispanoamérica,
5 vols., tesis de doctorado. Universidad de Zaragoza, 1992.
220 LAS COSAS DEL MUNDO
sus expectativas y, creyóse, todo lo que h a sta ese m om ento se había realiza
do en el Viejo M undo.56
E n ese ám bito, Goa precede, en una buena decena de años, a ]a ciudad
mexicana. El virrey Joáo de Castro, atento lector del De arquitectura de
Vitruvio,57 y sus allegados ponen tam bién los recursos del hum anism o clásico
al servicio de la política portuguesa en Asia,. E n 1547, después de su victoria
en Din, el virrey organiza dos triunfos a la rom an a durante los cuales las im i
taciones de la visión hum anista dé la R om a antigua,; con sus arcos del triunfo,
se mezclan con elementos autóctonos para celebrar la grandeza de Portugal y
de Joáo de Castro, exaltado com o "virrey del m undo entero",58 "Estas cosas
eran tan adm irables, y tan lograda la m anera en la que estaban arregladas,
que parecieron sobrepasar el triunfo de Paulo Em ilio y de Escipión el Africa
no en su entrada a Rom a".59 Con ocasión de esta escenificación im perial, se
instaló un muelle artificial en la ciudad p ara conferir m á s esplendor al des
arrollo "a la antigua y a la m anera ro m an a” de lá procesión triunfal. A lo largo
del segundo triunfo^y com o para enraizar m ejor el acontecim iento en tierra
asiática, la corona de palm a qué recibe Jo áo de Castro es rem plazada p o r una
“guirnalda de hojas del árbol de la canela".60 Para inm ortalizar las celebracio
nes goanesas, relatos en portugués y latín y una serie de suntuosas tapicerías
enseñarán a E uropa la am plitud de la victoria obtenida en O rie n te /1
56 Antonio Bonnet Correa, "Ti'tmulos del emperador Carlos V", en Archivo español de arle,
xxxm, 129, 1960, p. 64. A principios del siglo xvii, el bachiller Arias de Villalobos pone sus múl
tiples talentos al servicio del virrey y de la monarquía; Arias de Villalobos, 1623.
57 Rafael Moreira, "D. Joáo de Castro e Vitruvio”, en Tapetarías de Joao de Castro, Lisboa,
Museo Nacional de Arte Antiga, Comissáo Nacional para as Comemorafoes dos Descobrimen
tos Portugueses, 1995, pp. 51-56.
58 Catarina iVladeíra Santos, Goa é a chave de toda a India. Perfil político da capital do Esta
do da India (1505-1570), Lisboa, Comissáo Nacional para as Comemora?óes dos Descobrimen
tos Portugueses, 1999.
59 D. Fernando de Castro, Crónica do Vice-Ret D. Joao de Castm, ed. por Lufs de Albuquer-
que y Teresa Travassos Cortez da Cunha Mato, Tomar, Comissáo Nacional para as Comemora-
£óes dos Descobrimentos Portugueses, 1995, p. 447.
60 Ibid., p. 261.
61 Tapetarías de Joáo de Castro, 1995.
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 221
su pasión po r las bellas letras, la b o tán ica y la jard in ería, se consagra al cul
tivo del añil en “su huerto y su finca". De regreso a B rasil en 1607, explota
Ja caña de azúcar en Ja P araíba y en P em arabuco. E n sus Diálogos, Bran-
dao opina sobre todo: sobre la fauna, la flora, el clim a, el origen de los in
dios, la población, Ja producción azucarera, e l estado de las capitanías de
Brasil. Se preocupa p o r la suerte del país. No es el único.. •:
E n el m om ento en que B randáo concluye su obra, Sim áo Estácio de
Sylveira desem barca en el norte de Brasil con la expedición de Betancour.
“Experto en las cosas del m ar", especialista “de m inas, de la fuente de los
m etales y de la fabricación del nitrato y de la pólvora”,66 ese portugués se
enorgullece de p o d er “observar las islas, las playas y a los indígenas descri
biendo y dibujando todo como yo lo sé h acer”. No pretende otra cosa que
escribir u n a "historia m oral y n atural" de Brasil, que sería la co ntraparte de
la obra de José de Acosta para la América portuguesa.67 Pero p ara llevarla á
buen térm ino, ese m ilitar/que “desde hace a ñ o s —hay que creerle— es pro
fesor de agricultura",58 h ab ría necesitado m ás que-un-b arn iz1de cultura la ti
na. Porque acaricia el proyecto de to m ar en su m ano la. colonización del
Grao P ará y de M arañón, Estácio da Sylveira se p resenta com o u n conoce
dor de este inm enso territo rio que corresp o n d e a u n a p a rte de la Amazo
nia actual. AJ igual que B randáo Jo hab ía hecho p ara Brasil, su relación le
vanta el inventario de los recursos naturales y h um anos de la región, con la
convicción de que las “drogas" que custodia h acen de esa p arte de la Ama
zonia un segundo Perú: “La historia de G onfallo P izarro dem uestra que la
m ism a canela de Ceilán se encuentra allí; los blancos que lian penetrado
esa región dicen que hay clavo com o el de T em ate [...] en u n a palabra, el
Perú oriental se encuentra en la m ism a latitud que las islas del clavo y po
dem os esperar de la bondad del suelo que pro d u cirá todo lo que en él se
siem bre, incluso azafrán".69 En su m om ento, y desde esa perspectiva, reto
m a la idea de ab rir un gigantesco vínculo fluvial entre el P erú y el Atlántico
66 Relapao singaría das coitsas do Maranhüo, ed. por Darcy Damasceno, Río do Janeiro,
Biblioteca Nacional, 1976, pp. 99, 100; impreso aparte por Anais da Biblioteca Nacional, Río de
Janeiro, vol. 94, 1974, pp. 97-103.
67 Estácio de Sylveira cila repetidas veces al jesuíta Jos¿ de Acosta. Sólo logrará publicar
dos textos cortos: su /íc/apcío, impresa en Lisboa por Geraido da Vinha en 1624, y su carta a! rey
Felipe IV, editada en Madrid el 16 de junio de 1626.
63 Lucinda Saragoga, Da "Feliz Lusitania" aos confins da Amazonia, 1615-1662, Lisboa, San-
tarem, Cosmos, 2000, p. 42. En la introducción de su relación cita estos versos latinos: “Vivite
felices, quibus est fortuna peracta / lam sua, nos alia ex aliis in fata vocemur”.
69 Estácio da Sylveira, 1624.
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 223
70 Esa apertura que ya recomendaban Brnndüo y otros junto con él. Véase, por ejemplo, los
“intentos da jomada do Para” (1618), en Lucinda Saragoga, Da "Feliz Lusitania“ a os confms da
Amazúnia, 1615-1662, Lisboa, Cosmos, Santarém, 2000, p. 275.
71 Ed. por Benjamín N. Tcensman y Luis Filipe Barreto, Lisboa, Funda^ao Oriente,
1996, p. 234.
72 Ibid., p. xx.
73 Ib'td., p. xxm.
224 LAS COSAS DEL MUiNDO
74 Ibid., p. 234.
75 Sylveira, 1996, p. 123.
76 En ese registro de producciones, citemos la relación de Francisco da Costa, "escrivao da
feiloria portuguesa de Cochim”, que trata de los problemas relacionados con el comercio de la
pimienta, en Remedios ou arbitrios para os males de Cochim, 1607-16Í2, en Bethencourt y
Cliaudburi, 1998, u, pp, 466-467; véase también Primor e honra da vida soldadesca, 1630, de
Frci António Freiré, ibid., n, p. 469.
77 Rolenei Adorno, Guamán Poma, Writing and Resistance in Colonial Pe.ru, Austin, Texas
University Press, 1988, p. 7; Felipe Guamán Poma de Ayala, El primer nueva coránica y buen
gobierno, 3 vols., ed. por John V. Muirá, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, México, Siglo XXI,
1989, p. 976.
78 Adorno, 1988, p. 8.
79 "Para la enmienda de las heironías y provecho de los infieles de su salvación de sus áni
mas, exemplo y emienda de los cristianos", Poma de Ayala, 1980, i, p. 2.
LOS SABERES DEL MAR, DE LA TIERRA Y DEL CIELO 225
[Oh Indias! [...] co n fu sió n d e trop iezos, a lcah u ete d e h aragan es [ ...] ban co
d on d e tod os quiebran, d ep ósito de m en tiras y en gañ os, h in ch a zó n de necios,
burdel d e io s b u en o s, locu ra de lo s cu erd os, fin y rem ate de la n ob leza, d estru c
ció n de la virtud, co n fu sió n de lo s sa b io s y d iscretos, d evan eo y fantasía d e los
80 Brading, 1991, p. 153.
81 Baltasar Dorantes de Carranza, Sumaría relación, cd. por Luis González Obregón, Méxi
co, Jesús Medina Editor [1604], 1970.
82 Ernesto de la Torre Villar, "BaUazar Dorantes de Carranza y la Sumaria relación",
'en Hugo Díaz-Thomé (ed.), Estudios de historiografía de la Nuwa España., México, 1945,
pp. 203-262.
226 LAS COSAS DEL MUNDO
s im p le s y q u e n o s e c o n o c e n . ¡Oh I n d ia s ! a n z u e lo d e fla c o s , c a s a d e lo c o s , c o m
p e n d ió d e m a lic ia s , h in c h a z ó n d e r ic o s , p r e s u n c ió n d e s o b e r b io s . ¡O h Indias!
a lg u n a s c a lid a d e s p e g a d a s c o n c er a , p r e n d id a s c o n a lfiler e s, ju g u e te d e van os,
a s c e n s ió n d e liv ia n o s y d e s v e r g o n z a d o s , tr u ja m á n d e tr a m p a s ¡O h Indias!
[ . .. ] d ib u jo d e l in fie r n o , tr á fa g o d e b e h e tr ía .81
H oy, g r a c ia s a lo s p o r tu g u e s e s , s e a p r e n d e m á s e n u n
d ía q u e e n c ie n a ñ o s c o n lo s r o m a n o s .
G a rc ía d a O r ta ,
Colóauios dos sim vles, 1563
C o m u n ic a r
¿Qué significa relacionar los m undos entre sí? Es, en prim er lugar y por
m ás anacrónico que ese térm ino pueda parecer hoy, hacer que se com uni
quen. Si el criollo m exicano D orantes de C arranza describe a los pueblos
indígenas de las Indias es, nos explica, “porque se conozcan p o r todos los
que de ellas [se. ías Indias] no tienen noticia, no ser solas en el orbe ni tam
poco las peores que hubo en él".1 E n otro rincón del orbe, Francisco da
Costa, un notario de la feitoria de Cochin, especialista en el com ercio de
la pim ienta y de las desdichas de la India portuguesa, insiste tam bién en la
227
228 LAS COSAS DEL MUNDO
m ism a idea: "Se tiene razón en elogiar a los que escriben si lo hacen con la
intención de com unicar lo que saben a quienes quieren saberlo".2 Años
atrás, cediendo a la presión de sus allegados, G arcia da Orta, el m édico de
Goa, cam bió el latín p o r el portugués "con el fin de com unicar m ejor los
frutos [de sus obras]''.3 E n el decenio de 1520, H ernán Cortés hizo ofreci
m ientos de am istad al rey de Cebú: "y pues estam os tan cercanos, y en muy
poca distancia de tiem po nos podem os com unicar".4
■ La com unicación de las "cosas"? lejanas alim enta la circulación entre los
m undos y estrecha los vínculos que los unen. Cualquier contacto debe en su
m om ento favorecer el ensancham iento de los saberes. A inicios del decenio
de 1560, en su insaciable sed de inform ación y de novedades, el portugués
Garcia da Orta expresa el deseo de que se sepa m ucho m ás de China, 'p u es
ésta ya tiene m uchas relaciones con los portugueses".5 Es verdad que las au
toridades chinas parecen m ás bien,reacias, a. los. intercambios¿ porque "el rey
de China.descubrió que una intensa comunicación,.con la gente de afuera po
día provocar levantam ientos y, so pretexto de navegar al extranjero, muchos
chinos se volvían ladrones que atacaban las tierras de las orillas del m ar".6
Los grandes descubrim ientos h an a celerad o ra difusión del conocim ien
to: "Hoy, gracias a los portugueses, se aprende m ás en u n día que en cien
años con Jos rom anos. [Se sabe m ais em h u m dia agora pelos Portuguezes,
do que se sabia em 100 annos pelos R om anos.]"7 M uchos expertos trabajan
pronto y bien. Con frecuencia la inform ación se atra p a al vuelo, al azar de
un encuentro o du ran te el paso de un especialista indígena o extranjero. Al
dom inico G aspar da Cm z le basta h ab e r pasad o seis sem anas en Cantón
p ara ser capaz de escribir un tratad o sobre China. El agustino Ju an de Gri-
jalva invierte sólo 18 m eses en la redacción de su crónica de México, tiem
po tan breve que su revisor se p regun ta cóm o su a u to r pu d o “leer tan dife
rentes, y tan largas relaciones" y le otorga el título de "H ércules de m uchos
m undos".8 G racias a u n a estancia de siete años en México, el m édico Fran-
-cisco H ernández produce una obra científica colosal que'su scita el interés
de España, Italia y Flandes. La rapidez con la que Diogo dó Couto encade
na sus Décadas dedicadas a la historia de la India portuguesa tam bién es
asom brosa.
A la aceleración de la escritura se agrega la de la investigación y la de la
com pilación; esto; hay que decirlo,^ se hizo al precio del p la g iq ,q u e p erm ite
ganar un tiem po precioso. E stá fácil solución és po r entonces 'la.reglaTeñ
todas las p a rte s del m undo.9 Pero el plagio no sólo es u n á ecpnom íá de
tiempo y de trabajo, es tam bién la m ejor m anera de hacer circular infor
mes que de otra m anera estarían condenados al olvidó. Reritabílizá y salva
conocim ientos que m uchas veces se consignaron en ;=íás'-peores condicio
nes; com o el m anuscrito de aquel portugués, Gallote Pereira;- q u é p a s ó ;m u
cho tiem po en las prisiones chinas y que el dom inico G aspar da Cruz ex
plotó h asta el lím ite p a ra redactar su tratado sobre C h m a/;Ñor obsta n te^ a
yétes sucede que, cuando la:m ateria és inmerisa-y cónstántenienté/el térm i-
nó se aplaza, el trabajo del experto invade el espacio de:todáru n a vida. Eso
les sucede al franciscano Sahagún, al dom inico D urán y al peruano. Gua-
mán Pom a, que confiesa h a b e r pasado cerca de 30 años redactando sü cró
n ica.'0 H oy en día, el hom bre y la obra term inan p o r confundirse en n ues
tro espíritu.
A n tíc u o s y m od ern o s
con fro n tar en México su traducción y su com entario de Plinio con sus des-:
cripciones de plantas de Ja Nueva E spaña, “p ara que la h isto ria n atu ral de
ese m undo p ued a unirse con la del otro".11 Eso es lo que explica que un tra
tado redactado en el Asia portuguesa, y que sólo concierne a esa p arte del
m undo, el Soldado prático de Diogo do Couto (1612), esté lleno de alusiones
a la A ntigüedad. A lo largo de sus páginas, los m ejores a u to re s -—Cicerón,
Vegecio, Apiano, Tito Livio, H ircio,1? Plutarco— y los ejemplos ilustres
—Diógenes, Temístócles, Alejandro, Pom péyo, Piteas, César, Tiberio— no
dejan de desfilar para apoyar el razonam iento del experto que pretende "dar
razó n de to d a cosa".13 Agregar algunas palab ras griegas no hace daño. La
lectura de los "antiguos" ayuda a diagnosticar la decadencia de la India
portuguesa, “el estado m iserable en el que ha caído”;14 puede tam bién ins
p ira r los m edios p ara rem ediarlo ofreciendo su parte, de certidum bres, de
m odelos y de valores perennes.
Los expertos interpretan Jos m undos que descubren co n la v ara de las
categorías y las rejas del pensam iento antiguo,: p rincipalm ente con, el de
Aristóteles. Antes de em prender la descripción de los pueblos am erindios;
el criollo m exicano D orantes de C arranza siente la necesidad de pro p o n er
una serie de explicaciones teóricas sobre las seis "causas n atu rales” que
condicionan el entendim iento hum ano. Rodeo no tan pedante com o po
dríam os creerlo, porque le perm ite explicar la unicidad del género hum an o
y su diversidad: “y esta es la causa por que vemos y parecen algunos h o m
bres m ás sutiles y m ás ingeniosos que otros y de las virtudes naturales del
ánim a m ás adornados".15 Al citar a Aristóteles y a santo Tomás de Aquino,
D orantes de C arranza no hace m ás que explotar enseñanzas que quizás en
su adolescencia recibió de los jesuítas de México. Ese reflejo trivial ilustra
vivam ente los frutos de la m undialización del sistem a educativo que la
Com pañía predica. N ada m ás banal que ver a Francisco H ernández en
México y a su colega G arcia da O rta en Goa rec u rrir a la teoría de los cu a
tro h um ores de Galeno —la sangre, la flema, la bilis negra y la am arilla—
p ara explicar la acción terapéutica de las plantas que recogen y estudian.
Llevados p o r la movilización y la m undialización, los clásicos d an la
26 ib id ., p. 33.
27 Almada, 1994, p. J16.
28 Miguel de Cervantes, Obras completas, México, Aguilar, 1991, i, pp. 169-206.
29 Sevilla, 1582.
30 Mingo revulgo, en Couto, 198S, pp. 43-44.
31 Alfonso Méndez Planearte, Poetas novohispanos. Primer siglo !521-1621, México, u nam ,
1964, pp. xxx-xxxni.
52 La epopeya de Terrazas se inspira en la de Ercilla, la Araucana (1569), y retoma modelos
homéricos y virgilianos.
LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 233
33 Historia del descubrimiento y conquista del Perú (1555), en Adorno, 1988, p. 14. Guamán
Pom a abreva también de D iego Fernández el Palentino, Historia del Perú, 1577; ibid., p. 15.
34 Guamán Poma, 1980. m, p. 997.
35 Couto, 1999, u, p. 44,
36 Probablem ente en la 2" edición, Venecia, 1574; ibid., pp. 105, 107.
37 Couto, 1988, p. 43.
38 y¿ase e ] capítulo v, nota 29.
234 LAS COSAS DEL MUNDO
39 Giovanni Nanni — o Anio de Viterbo— es el autor del falso Beroso, una falsificación que
da ilustres rafees históricas a la monarquía hispana. Influye a cronistas com o Oviedo, Catancha
y Gregorio García.
40 Santos, 1989, n, p. 10.
41 Adorno, 1980, ui, p. 997. "Hizo [...] un conbentio doctícim o llam ado Yndiario", Guamán
Pom a saca de ello reflexiones sobre las m igraciones hum anas revisadas a la luz de la Biblia y
se inspira en elias en su concepción rom anizada del ayllu andino.
42 D orantes de Carranza, 1970, p. 60.
LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 235
R j v a l i d /v d e s e n t r e a u t o r e s , r i v a l i d a d e s e n t r e e x p e r t o s
mal dos Arabios e de alguns M ouros nacidos na Espanha e de outros da Persia, cham ando-lhes
m aum etistas barbaros".
50 Ibid., p. 107.
51 Joan Paul Rubiés, Traveland Bthnology írt the Renaissancc. South Judia through European
Eyes, 1250-1625, Cambridge, Cambridge U niversity Press, 2000, pp. 124-126; D. F. Lach, Asia
in the Making o f Europa, i, The, Ccniury o f D iscovertes, Chicago, Chicago University Press, 1965,
pp. 164-166. Los módicos d e la India y de Turquía tam poco encuentran gracia a los ojos del
m édico portugués; Orta, 1895, i, p. 145.
52 Enrique Bcltrán. "Francisco Hernández com o zoólogo", en Hernández, 1984, vit, p. 228.
53 Cárdenas, 1988, p. 32. Y más lejos: "cosas que si sólo las oyera Plinio quedara ab so n o y
espantado”; ibid., p. 35.
54 M uñoz Camargo, 1984, pp. 224, 110.
55 Ibid., p. 76.
, LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 237
56 G uam án Pom a, 1980, iir, pp. 1160, 998 . M urúa es autor de una Historia general del Perú,
origen y descendencia de los incas [1611].
57 Cárdenas. 1988, p. 27.
58 Fróis, 1993, p. 67.
59 Paulo da Trindade, Conquista espiritual do Oriente, i, Lisboa, Centro de E studios H istóri
cos Uitramarinos, 1952, p. 5; Bethencourt y Chaudhuri, 1 9 9 8 , 11, p. 477.
60 Sahagún, 1977, i, p. 277.
61 León-Portilla, 1999, p. 154.
238 LAS COSAS DEL MUNDO
de gracia que oficialmente pone térm ino a la gran obra cuando u n a orden de
1577 de Felipe II ordena a Sahagún enviar sus escritos a E sp añ a "sin que
quede ni original ni copia".62
E x pe r ien c ia s locales y f u e n t e s in d íg e n a s
62 R eal Cédula de Felipe II, 22 de abril de 1577, e n Códice franciscan o..., 1944, p. 267.
63 Dorantes de Carranza, 1970, p. 63.
64 M uñoz Camargo, 19S4, p. 34.
65 Brading, 1991, p. 150.
60 Almada, 1994, p. 22.
LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 239
de Vaca en lo que vendrá a ser el sur de los Estados Unidos o los de M endes
Pintó en el im perio chino, u n a estancia corta, pero intensa (Cantón) o u n a
sedentarización d uradera (Goa, México), confieren a los testim onios esa fa
m iliaridad de las cosas que se han visto, esa espesura de los sentidos, esa
dosis de asom bro y, aveces, de incom prensión confesada que falta, a tantos
téxtos de quienes nunca h an salido dé Europa. La niñez que se pasó en el
mismo lugar produce el m ism o efecto. El dom inico D urán, sevillano llega
do casi a la edad de cinco años a México, nunca olvidó los juegos que com
p artió con los jóvenes indios en las callejuelas de Texcoco.
b N uestros autores deben esta ventaja a los contactos privilegiados que
m antienen con los m undos que los rodean. P ara empezar, con los infor
m antes locales y los expertos indígenas qué, ya se trate de esos "testigos
oculares” de los que cerem oniosam ente habla G uam án Pom a o de esos por
tugueses que G aspar da Cruz encontró en Gantón; son om nipresentes.67 El
có ntacto p u ed e hacerse d e m a n e ra m ássistem ática. L b srelig io so sd e Méxi
co-m ultiplicaron los diálogos o el "palabreo" conUos indios que conocían
m ejor las "cosas curiales, bélicas y políticas y aun idolátricas''.68 El m ism o
Sahagún nos describe detalladam ente esta experiencia. E n 1561
fui a morar a Santiago de Tlatelolco, donde juntando a los principales les pro
puse el negocio de mis escrituras y les demandé me señalasen algunos principa
les hábiles, con quien examinase y platicase las escrituras que de Tcpepulco
traía escritas. El gobernador con los alcaldes, me señalaron hasta ocho o diez
principales, escogidos entre todos, muy hábiles en su lengua y en las cosas de
sus antiguallas, con tos cuales y con cuatro o cinco colegiales todos trilingües,
por espacio de un año y algo más, encerrados en el Colegio, se enmendó, decla
ró y añadió todo lo que de Tepepulco truje escrito.69
67 Gaspar da Cruz, 1994, evoca los testim onios de un viejo chino y tam bién de un. señor de
Persia, p. 28.
68 León-Portilla, 1999, p. 206.
69 Sahagún, 1977, i, p. 78.
240 LAS COSAS DEL MUNDO
70 H ernández, 1959, ii, pp. 43, 85, 86, 76; ni, p. 131.
71 Horta, 2000, pp. 113, 123, 127. D onelha describe la invasión Fulbe que sucede en la se
gunda mitad del siglo xv apoyándose en la tradición oral, fam iliar y africana, particularm ente
en el testim onio de fulos ancianos que llegaron a establecerse a Cabo Verde.
72 D onelha, 1977, p. 23.
73 B eth en co u rty Chaudhuri, 1998, t, p. 429.
74 Hernández, 195?, ii, p. 163; nir p. 294.
75 Horta, 2000, p. 113.
LÁMINAS
Arribo de un barco a Goa, t a p i z p e r s a , s i g l o xvii. Ó s t e i T e i c h c s M useum
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Tierbuch, Dresde, P 106 r°, 1634. © akg-irnages
Tolomeo, ilustración del siglo XV;.
extraído de Cosmographte
: 1:^í :- :.:M:::£i'ü^£-:^-j :i: ^!ü-^ '• "•■ £=>= Piolémée, msv. f. 32 P 2 v°.
. .. :’;• | B iblioteca Nnzionalc, Nápoles.
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los que se cruza Diego de G uzm án tam bién son paganos. G arcía da Orta
entrevista a m édicos m usulm anes e hindúes y no d uda en discutir con ju
díos, Como con ese Isaac del Cairo, "hom bre discreto y conocedor de m u
chas lenguas" y que en 1537 se encontraba en Lisboa, o con ese "boticario",
“de lengua española, judío p o r falsa religión y que se pretendía originario
de Jerusalén”76 a quien en Goa pregunta sobre el cardom om o.
Tam bién se obtienén inform es p o r m edio de contactos con otros eu ro
peos que se han quedado en un sitio. "Conseguí m i inform ación con p erso
nas expertas que conocían esas regiones —escribe el lusoafricano Alma-
da^— [:..] Me inform é sobre todas esas cosas con nuestros expertos de esas
regiones así com o con los m ism os negros.”7? Capitanes y pilotos le propor
cionan datos exactos sobre tierras que le interesan. ¿De qué otra m an era
explicar la precisión con la que describe la posición de la Sierra Leona que se
extiende del "Cabo de Verga, a nueve grados y dos tercios, h asta las partes
bajas de S anta Ana, que se encuentran á Siete:grados.de latitu d ”-, sobre 80
kilóm etros de costa?7®E n China, el dom inico G aspar da.Cruz áprovecha su
relación con \u r com erciante veneciano que conoció en C antón/ un ta l Jor
ge de,Meló, "capitán del viaje a Pegu", y con com patriotas q ue han tenido
todo el tiempo, p ara observar China desde los calabozos donde se p u d rían .79
No es sorprendente que las sobrepobladas prisiones del celeste im perio,
gracias a los portugueses que estuvieron en ellas, constituyeran uno de los
sitios que perm itieron a los europeos del siglo xvi estar m ejor inform ados.80
E n realidad, m uchos de esos europeos son biológica y culturalm ente
m estizos. E n África, los interm ediarios que circulan entre el interior del
continente africano y las costas, langadas y tangomaus, sirven a Almada y a
D onelha com o inform adores e interlocutores. E n Asia, los portugueses que
están "fuera del im perio" captan la inform ación en el centro de los reinos
libres de lá dom inación ibérica, y aunque tengan poco contacto con sus
com patriotas, aportan, de la m ism a form a en que difundieron conocim ien
El e n c u e n t r o d e la s e s c r it u r a s
un detalle técnico, pues, para los europeos del Renacim iento, sólo el dom i
nio de'ese arte autoriza la conservación de una m em oria y, p o r tanto, la
. constitución de una historia. E n síntesis, sin escritura no hay transm isión
del pasado. Ahora bien, cuando no se encuentran con modos dé expresión
' que Se alejan tan radicalm ente de los cándnes del Viejo M undo —la tín /g rie
go, hebreo—, qué se duda en darles la categoría de escrito, los ibéricos se
■topan no con u n a escritura, sino con m últiples. Los ideogram as chinos, las
pictografías m exicanas, los quipos peruanos —esas cuerdas anudadas que
^servían p ara consignar historias y m itos—, los extraños signos descubiertos
■en Brasil, en la capitanía de la P araiba84 son otros tantos rom pecabezas que
Jos-expertos disem inados p o r tierras lejanas deben resolver. Tarea com ún y
' a la vez m últiple, que m oviliza a legos y-eclesiásticos.
['"'•■■-En Cantón, G aspar da Cruz se pregunta po r los ideogram as, cuya dis-
posición -espacial difiere-m ucho de las “escrituras de todos los .dem ás
^ pueblos”.85 Los chinos "no poseen letras particulares para'escribir, pues e s - .
criben utilizando figuras y trazan letras separadas, lo que hace que tengan
v .una m ultitud de letras, y cada una de ellas significa una cosa d eterm inada”.
Pero hay que reconocer que los ideogram as perm iten su p rim ir el obstáculo
de la diversidad del habla: "Ni los japoneses ni los chinos pueden entender
se oralm ente, pero todos se entienden a través de la escritura”.86 Los exper
tos se desconciertan todavía m ás cuando los pueblos que observan han
abandonado un sistem a de escritura por otro. Con sus “escritores malayos"
y sus textos anteriores a la arabización, M alasia no puede escapar de la sa
gacidad de Diego do Couto', atento a las transform aciones de u na historio
grafía local que con la conversión al Islam cam bió su antigua escritura por
la escritura árabe. Con ello pueden desenredarse las confusiones que alte
ran las titulaturas de los reyes de M alaca y que se produjeron “despúés de
que aprendieron las letras árabes con las que cam biaron sus escritu ras”.87
Los expertos están de acuerdo en reconocer que las fuentes indígenas
son dem asiado valiosas p ara destruirlas. Después de entender que no ser
vía de n a d a reducirlas a polvo, los m onjes de México se pusieron a explo
ra r sistem áticam ente las pinturas pictográficas, m ientras que los de los An
des se hacían descifrar los quipus. E n su prólogo, el peruano G uam án Pom a
84 El descubrim iento hecho en la “serra de Copaoba11en diciem bre de 1598 intriga a Bran-
dao: "Urna novidade e estranheza que me causou espanto"; Brandáo, 1977, pp. 27-30.
85 Cruz, 1997, p. 188.
86 Ibid., pp. 187, 188.
87 Couto, 1999, p. 76.
244 LAS COSAS DEL MUNDO
M i r ía d a s d e l e n g u a s
las lenguas y los vocabularios de los "indios tagalos, pam pangos, ilocos y
bisayas''.99 E n el ám bito portugués, p o r el contrario, la curiosidad lingüísti
ca rebasa sistem áticam ente los espacios conquistados o controlados, pero
no por ello carece de intenciones m isioneras, políticas y com erciales.
Aun cuando d om inen m al las lenguas q u e lo s rodean, nuestros expertos
viven rodeados de hom bres y m ujeres que se expresan en lenguas indíge
nas. Los portugueses de Goa escuchan el m a h ra tte de la región de Bom bay
y de Basein, el gujarati de D am án y de Diu, y el k an ara que se habla en la
costa y en el sudoeste del Decán. En Goa,-Couto posee elem entos de konka-
ni. Debió tam bién rozarse con el persa, el árab e y el m alayo. El lusoafrica
no Almada salpica su tratado de térm inos y expresiones que recogió en la
costa de G uinea y en la isla de Cabo Verde. E n el otro extrem o del.m undo,
en el país del R ío d e la Plata, m uchos españoles que circulan con R uy Díaz
de G uzm án com prenden o hablan el guaraní. ’
A dm inistradores, soldados y ' com erciantes están a prióri intelectual
m ente m enos preparados que los m isioneros, p ero no siem pre son m enos
com petentes.; Los m estizos y los indios de las Américas no reciben leccio
nes de nadie. Es el caso de Diego M uñoz Cainargo, de F ernando de Alva
Ixtlilxóchitl o de un G uam án Pom a de Ayala, que en su juventud había ser
vido tam bién com o intérprete de un extii-pador de idolatrías, Cristóbal de
A lbornoz.100 El tlaxcalteca M uñoz Cam argo lleva la precisión hasta d ar el
nom bre del caucho en dos lenguas am erindias: uli en n áh u atl y batey en
caribe, agregando, en u na inspiración prem onitoria, que "si se hiciesen sue
las de zapatos con ese uli [...] el que estas suelas se pusiese, le irían ir sal
tando contra su voluntad p o r dondequiera que fuese".101
No se aprende una leugua únicam en te p ara co m u n icar y darse a en
ten d er o red a cta r serm ones. El conocim iento de la lengua local tam bién
perm ite p en e trar los m u ndos desconocidos en donde los europeos se in
ternan. El sim ple hecho de n o ta r la "variedad de las lenguas" o de estable
cer cuál es “la lengua m ás com ún, la que todo el m u n d o usa", y p reg u n tar
se p o r las razones de su predom inio ap o rta ya inform es fundam entales
sobre las regiones observadas, trátese de las M olucas, de los Andes o de la
Nueva E sp añ a .102 El m ism o nom bre del p aís o del pueblo en el que se está
interesado crea a veces dificultades. Antes de a b o rd a r el relato de su estan-
IJ a y q u e s a b e r q u e e s t e n o m b r e d e C h in a n o e s p r o p ia m e n te e l n o m b r e d e la
g e n te d e e s a tierra , n i d e .la tie r r a m is m a , y p o r .lo g e n e r a l n a d ie s a b e .d e s e m e
ja n t e d e n o m in a c ió n . S ó lo e n tr e la g e n te d e la In d ia y Ja q u e .vivé é n e l sur, en
M a la c a , e n S ia m y e n J a va, c ir c u la e l n o m b r e d e C h in a y, a sí, e n tr e lo s c h in o s
q u e s e c o m u n ic a n y tie n e n r e la c io n e s c o n n o s o tr o s e l n o m b r e e x a c to d e e sta
tierra e s Tame, s in p r o n u n c ia r c la r a m e n te la e, m á s b ie n c o m ié n d o s e la , y el
n o m b r e d e s u s h a b ita n te s e s tangin . 103
103 Cruz, 1997, p. 77. Tame sería una transcripción de Ta Ming ("Gran Ming”), y Tangin re
m itiría a Ta Ming Jen ("genLe del Gran Ming); nota de Rui Loureiro.
104 La proximidad, p o r otra parte, es tan fuerte que en todas partes las lenguas ibéricas se
cargan con préstam os locales: malayalnm, konkani, malayo, árabe y persa p ara el portugués de
Asia (Couto, 1999, n, p. ÍOó); náhuatl y maya para el castellano de México.
ios M uñoz Camargo, 1984, p, 34.
106 Ibid., p. 35.
107 Silveira, 1996, p. 41.
108 Betbencourt y Chaudhuri, 1988, ir, p. 474.
248 LAS COSAS DEL MUNDO
tam bién sus jardines, adquiere así una presencia y u n relieve que salvan la
n arración de lo vago y lo ab stra cto .109
La m ism a colecta lingüística en África, en donde André Alvares de Al
m ada conserva expresiones y adagios que em plean los sapes, com o esa
sum m a film o cachim, "que quiere decir com er carne gratis, sin h ab er paga
do nada". Señala palabras com o gampisas, “salteadores negros’’, o sopra-
canta, “que quiere decir fuerte” .y designa a un portugués particularm ente
reputado p o r su valentía. Tam bién intro d u ce injurias com o “malaco [...]
que significa 'sapo' y que p ara los beafares es u n a gran ofensa".110 R om pien
do periódicam ente los form alism os de la observación, el m ulato de Cabo
Verde nos hace m ás próxim os a los pueblos que describe.
El rec u rrir a los térm inos indígenas tam bién constituye una m an era de
abrirse a clasificaciones desconocidas en Ja s lenguas europeas. E n Brasil,
B randáo cataloga innum erables especies de árboles: acabengita am arillo;
jataúba rojo y dorado, m agarandubaTO sa;corpaúbanegrayburapiroca,ca-
magari, jacarandá, "excelente para, fabricar camas", etc.;11: ó alim entos a
base de m andioca: manigoba, beiju\ carima, m ingau ,113 La Historia de los
animales de Cristóváo de Lisboa rebosa de nom bres de anim ales y plantas
en lengua tupí. Más m odesto, E stácio de Sylveira evoca los nam bus y m otus
que atraviesan los aire s,'13 o los jurarás que pueblan los interm inables ríos
de la Amazonia. E n cuanto al m édico H ernández, pasará años consignando
los nom bres indígenas de las plantas m exicanas que censa.
E n la India, el interés que Gajccia da O rta m anifiesta p o r la term inolo
gía árabe o asiática m uestra u n a am bición diferente. S orteando entre las
lenguas que se hablan en el continente: la de la India, y el árabe, el m alayo
y el persa, recoge sistem áticam ente los nom bres de las p lantas que estudia.
E n Banda, "en la tie rra donde crece la nuez m oscada, ésta se llam a pala, en
decán, japatri y, en árabe, Avicena la n om b ra jauzibam (que quiere decir
nuez de Banda). Ese térm ino árabe es m ás exacto que los otros, aunque
m uchos .moros, árabes, turcos y habitantes del K horasan em plean otros
nom bres corrom pidos".114 G racias a esas denom inaciones locales, que ju z
ga preferibles a las que em plean los europeos, puede reco n stru ir tránsitos
intercontinentales en busca de laétim o lo g ía de nom bres de plantas y de la
transform ación-de los vocablos de un país a o tro ;115 Tam bién en Goa, el cro
nista Diogo do Couto recurre a la term inología local p a ra corregir los topó
nim os que em plean los portugueses: las M olucas "se llam an Moloc (su
hom bre verdadero), no Maluco que es la corrupción de ese térm ino; en su
lengua, ese nom bre designa la cabeza de un a cosa de gran tam año".116 Lejos
¡dé ser una afectación de erudito o un revestim iento tendiente a crear la ilu-,
isión del color local, la etim ología alim enta la reflexión histórica. Al igual
q u e G arcía da Orta, el cronista de Goa no duda en servirse de las lenguas
para re c o n stru iría historia, m ás que m ilenária, del com ercio en tre E uropa
y-Asia117 y ab o rd a r la cuestión, entonces estratégica; de las1especias: prim e-
rbvila historia: si los nom bres dados a la canela p o r Avicena y Rhazes, darci-
ne y cinam om o, significan respectivam ente “pan de China" y “p an arom ado
de China", és porque los persas y los árabes la obtenían de los com erciantes
chinos e ignoraban que provenía de las M olucas.118 A través de los nom bres
del clavo que desfilan bajo su plum a —calafur para los persas y los "moros",
cariofihim p ara Plinio y los rom anos, chanque p ara la gente de las Molucas,
lavanga p ara los brahm anes, gilope para los castellanos—, el lector salta de
una civilización a otra p ara llegar a la palabra cravo, “clavo”, “por la cual
hoy es tan conocido en el m undo”. Poco im porta aquí que las etim ologías
de Couto y su análisis del com ercio chino sean históricam ente caprichosos,119
el cronista quiere señalar los horizontes planetarios de su indagación diser
tando “sobre los nom bres que esas drogas reciben en todo el m u n d o ’’.!20
El conocim iento de la lengua constituye el cam ino real p a ra ap reh en
der las realidades indígenas en su dim ensión m ás profunda. E n México, el
114 O rta, 1895, n, p. 84.
115 I b i d ., \ p .7 1 .
116 Couto, Í999, i, p.384.
117 La historia de las especias constituye uno de los vínculos que desarrolla una historiogra
fía preocupada por pensar el m undo articulando datos asiáticos y europeos. El asunto es,
efectivamente, mundial: chinos, pueblos de las Molucas y de la India, musulmanes, persas,
italianos, castellanos y portugueses, todos, eu su momento, han intervenido en esos circuitos.
118 Coulo, 1999,1, p.384. ■ ■
119 Tanto, por otra parte, como su apreciación del papel de ios chinos. Véanse los com enta
rios de Luís Filipe Thomaz, en Couto, 1999, n, pp. 81-33.
120 Couto, 1999, i, pp. 389, 388.
250 LAS COSAS DEL MUNDO
El d is c u r s o d e l m é t o d o
Una vez que los expertos han recabado la inform ación local que necesita
ban, y se h a superado el doble obstáculo de las lenguas y las escrituras, su
tarea apenas com ienza. La enseñanza de la universidad y de los colegios
jesuítas explica cierta continuidad que encontram os en las cuatro partes
del m undo. Las cabezas m ás críticas y m ás liberadas, com o lo ilustra Gar
cía da O rta cuando in ten ta dem ostrar y p ersuadir,124 no p ueden librarse del
razonam iento escolástico. E l libro que el m édico C árdenas consagra a la
Nueva E spaña y que intitula Problemas y secretos se inscribe en el hilo de
la tradición aristotélica.125 Los m arcos clásicos de la h isto ria n atu ral no son
m ás general, que eí de ordinario; Brian Lawn, The Salem itan Q uestioaes, Oxford, Oxford Uní-
versity Press, 1961. La bibliografía sobre los secretos tenía como objetivo describir fenómenos
que se deben a causas ocultas.
126 Dorantes de Carranza, 1970, p. 64.
127 M aría Luisa Rodríguez Sala, 1938, p. 82.
I2S D orantes de Carranza, 1970, p. 64,
129 Cruz, 1997, pp. 74,255.
,30 E n su Cuarta década, 1602, Couto, 1999, i, pp. 75-76.
252 LAS COSAS DEL MUNDO
"Absurdos, infam ias, m entiras”, com enta el jesu íta Gongalo F em andes
Trancoso en su Tratado sobre el hinduism o (1616) a propósito de las creen
cias de los b rah m an es.131 Algunos decenios atrás, en México, en el m om ento
de explicar la "astrología n atu ra l” de los indios de México, S ahagún había
puesto paralelam ente en guardia a sus lectores contra los cuentos que iba a
referir
T ributarios de las ideas de su época — ¿y cóm o p o d ría ser de o tra m ane
ra?— y tam bién preocupados por no atraerse los golpes de la Inquisición, la
m ayoría de ellos se distancia de las "fábulas” que escucha.
Pero no clam em os dem asiado p ronto co n tra el eurocentrism o. Hay de
fábulas a fábulas. El m édico G arcía da O rta em pieza contando el m ito in
dio del Árbol triste.132 Una m uchacha enam orada del sol y, luego, abandona
da p o r el inconstante astro se había suicidado y de sús cenizas h ab ía nacido
ese árbol cuyas llores aborrecen el sol. A ese relato inm ediatam ente sé lé
cataloga entre las ¡"mentirás y fábulas de ésos paganos", pero nuestro por
tugués experim enta la necesidad de p u n tu a r su n arració n con u na'alusión
irónica a Ovidio: “Ya que com ponía fábulas de esa índole, ¿no pertenecería
tam bién a esas regiones?”133
Efectivam ente, sólo se trataría de un reflejo eurocéntrico m ás sí las le
yendas que corrían por O ccidente sobre las tierras lejanas no se rechazaran
con la m ism a energía.
Al térm ino de un capítulo consagrado a la geografía de China, G aspar
da Cruz la em prende co ntra los antiguos.
L o q u e lo s a n tig u o s d e c ía n d e lo s p ig m e o s , q u e e r a n e s c ita s q u e v iv ía n e n eJ e x
tr e m o d e E s e itia , y h o m b r e s p e q u e ñ ito s q u e p e le a b a n c o n tr a g r ifo s p a r a a p o d e
r a rse d e l o r o , h o y s e m u e s tr a c o m o u n c u e n t o ta n fa b u lo s o c o m o o tr a s ta n ta s
c o s a s q u e c o n ta b a n s o b r e h o m b r e s q u e s e c r e ía v iv ía n e n la I n d ia y q u e te n ía n
b o c a s ta n m in ú s c u la s q u e c o m ía n y b e b ía n a s p ir a n d o c o n u n a p ip a o s e a lim e n
ta b a n d e c o s a s m a c h a c a d a s ; o tr o s h a b r ía n te n id o u n p ie tan g r a n d e q u e les
d a b a s o m b r a c u a n d o lo p o n ía n e n c im a d e la c a b e z a . T o d a s e s a s c o s a s q u e o tr o
ra s e a fir m a b a n s o b r e e s a s r e g io n e s s e r e v e la n fabulosas d e s p u é s d e q u e lo s
p o r tu g u e s e s d e s c u b r ie r o n la I n d ia .134
' 31 Véase también la "dedicatoria ao re i dom M anuel”, de Barradas, en su Tratado dos deuses
gentílicos... (1618); Bethcncourt y Chaudhuri, 1998, ir, pp. 472-473.
132 Un árbol de la familia de las oleáceas, Nyctanthcs Arbor tristis-, Orta, 1891, i, p. 72, n. 1.
133 Ibid., p. 71.
134 Cruz, 1997, p. 104.
LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 253
G arcia da O rta tam bién acu sa a los antiguos de hab er escrito y divul
gado cualquier cosa sobre la In d ia.135 Con ello reconoce que los descu b ri
m ientos hechos en tierras asiáticas transform aban en fábulas las verdades
de los antiguos, com o si la m ovilización ibérica tuviera el p o d er de despla
z a rlo s 1horizontes de lo fantástico y los lím ites de la verdad. .
P or lo tanto, lo fabuloso no és siem pre el patrim onio de los otros, y los
¿otros" son a veces europeos. G arcia da Orta, según su costum bre, tiene
palabras ásperas para el cronista español Francisco de Tamaua que se me-
■tió a escribir sobre los diam antes: “¡Si Francisco de Tam ara quiere co n tar
í fábulas que lo baga sobre sus Indias [entendam os po r ello América] y no
■sobre las nuestras!”136 Sucede tam bién que el conocim iento indígena se opo
ne, al de los cronistas y al de los eruditos europeos, com o sucede en Goa con
' Garcia da O rta o con ü iogo do .Couto.137 A miles de leguas>de allí, en la ciu
dad d e :México,, el m édico H ernández, se ve. obligado a ad m itir -a fu erza de
circunloquios que los m édicos indios no se equivocan forzosam ente al afir
m a r que lo caliente puede com batirse con lo caliente, aunque esta idea sea
contraria a la m edicina europea.138 H ernández confiesa que algunos m edica
m entos del lugar actúan de m anera contraria a los principios de la m e
dicina galénica e hipocrática,. pero se contenta con z'emitir a los médicos
indígenas al lector deseoso de saber más. E n el fondo, ya sea en Goa o en
México, a nuestros dos m édicos no les gusta m ucho reconocer su ignoran
cia y prefieren, a riesgo de arro jar los saberes locales al terreno de la igno
rancia, quedarse con la últim a palabra: "cosas que no parecen conform es a
la razón, y que en la m ayoría de los casos no sólo no ayudan, sino que ator
m entan y arru in an lam entablem ente a los enferm os”.1-'9
El a u x il io d e l a s im á g e n e s
14(5 Adriano de las Cortes, Viaje de la China, ed. por Beatriz Moneó, Madrid, Alianza Univer
sidad, 1991, pp. 329-330.
141 G uam án Poma, 1980, p. xm; Lisboa, 2000, p, 57.
142 Eloises Quiñones Keber, "ReadíngIm ages: The Making and M caning oE the Sahagunüne
Ilustrations", p. 205, en J. Jorge Klor de Alva, H. B. Nicholson, Eloises Quiñones Keber, The
Wor/: o f Bemardino de Stifftigií», Pioneer Elhnographer o f Sixteenth Ccntury Aztcc M éxico , Insti-
tute for M esoamerican Sludtes, The University of Albany, State University of New York, 1988,
544 im ágenes para los Primeros M emoriales y 1855 para el Códice de Florencia.
LAS HERRAMIENTAS DEL CONOCIMIENTO Y DEL PODER 255
precio que ellas tenían a los ojos de sus contem poráneos y subraya su ca
rácter excepcional.
Los m apas sirven directam ente al propósito de los expertos: en México,
'los de las relaciones geográficas proporcionan decenas .dé p anoram as y pai
sajes lócales hechos p ara que n ada escape del ojo om nisciente d elm o ñ arca.
E ñ P é rú , el m appam undi que adorna la crónica dé 'Guarnan ■Pom a és un
m apa de las Indias visto por u n autor peruano obstinado en Com binar anti-
; guas norm as indígenas —una división cu a tiip artita del espacio— con un
"modelo cartográfico europeo, "dividido en grados dé longitud y latitud".143 El
centro de esas Indias, y, en consecuencia, del universo, es Cuzco, pero se
vuelve la ciudad de México cuando se expresa el punto de vista de los m es
tizo s, de los indios o de los criollos de la Nueva España.
■iRara vez esas im ágenes,\al llegar a E uropa, tuvieron la su erte que m ere
cían. A lo sum o, las pinturas del Códice florentino atrajeron la aten ció n de
uri';pintor de Florencia- qué se inspiró en ellas para deco rar ú n a'p a rte de la
arm ería d e jo s Oficios. Los dibujos de la Historia de los animales nunca se
• grabaron, y quedaron desvanecidos en las som bras de las bibliotecas portu-
; gúesas. La m ism a oscura suerte sufrieron los dibujos de G uam án Poma, las
' "pinturas" de Jas Relaciones geográficas, o los que m andó h acer el jesu ita
Adriano de las Cortes en Manila. Las lám inas del m édico H ernández, al
precio de peripecias y transform aciones que sería m uy largo co ntar en este
capítulo, son la excepción que confirm a la regla.M4
143 Adorno, 1988, pp. 89-90: Nathan Wachtel, La Vision des vaincus. Les Indiens du Pérou dr¡-
vidnt la conquere espagnole, París, Gallimard, 1971, pp. 246-247, y Juan Ossío, "Guam án Poma:
Nueva Corónica y caita al rey; un intento de aproximación a las cartografías del m undo andi
no”, en Ideología mesiánica del m undo andino, Lima, Biblioteca de Antropología, Ignacio Prado
Pastor, 1973, pp. 155-213, 179.
144 Véase el capítulo xiv.
X. HISTORIAS LOCALES, EVALUACIONES GLOBALES
La d iv e r s id a d d e l o s m u n d o s
256
HISTORIAS LOCALES, EVALUACIONES GLOBALES 257
2 C outo, 1 9 9 9 , 1, p. 529.
3 O rta, 1 8 9 I,i, p. 32.
4 Silveira, 1996, pp. 183, 14.
3 Eslácio da Sylveira, carta en castellano al rey Felipe IV, junio de 1626.
258 LAS COSAS DEL MUNDO
todos ellos m ezclados".6 Y el lusoafricano nos lleva de los jal o fes a los man-
dingos, de los arriata a los falupos, de los b u ram os a los bigajos, de los
beafares a los sapes y a los sum bas. Los reinos se suceden: Alem-Bifame,
Bor^alo, G am bia y Casam ance. Bajo su p lu m a los grupos se subdividen en
otros, inm ediatam ente ceñsados. E n S ierra Leona se encu en tra el reino
de los sapes, que a su vez reúne a los bagas* a los tegunchos, a los sapes, a
los boloes, “com edores de carne hum ana", a los tem enes, a los lim bas, a los
itales y a los jalungas, “y todos se entienden en tre ellos”.-7
Pero el universo de Aldam a va m ás allá de las fronteras del África occi
dental. No ignora la existencia de otros pueblos "bárbaros" que "son de otro
color", com o los "caribes de las Indias" o los “paganos del Brasil",8 que co
noce a través de los relatos de los negreros portugueses que atraviesan el
A tlántico su r o que p arte n p ara descargar su cargam ento h u m an o en Santo
Dom ingo y en C artagena de Indias. Su visión es siem pre dinám ica. Las so
ciedades africanas nun ca están inm ovilizadas en el tiem po o: en la tradi
ción. Se transform an, com o lo m u e stra el progreso de las arm as de fuego
entre los pueblos de G uinea. “Algunos reyes de esas regiones ya poseen arti
llería en sus fuertes, incluso hay un negro m ane que es un excelente bom
bard ero y escopetero; cuando hacen la guerra, fortifican su posición y ap u n
tan su artillería; adem ás, les gusta te n er gente n u estra com o escopeteros y
com pran escopetas".9 Sin saberlo, los africanos siguen la huella de los ja
poneses y de los pueblos indios de A m érica que, uno tras otro, se fam iliari
zan con las arm as y el arte de la guerra que los ibéricos in troducen por
donde pasan.
Diversidad de m undos presentes, diversidad tam bién de m undos des
aparecidos. Los expertos escudriñan transform aciones que sucedieron m u
cho antes de la llegada de los europeos. Cuando Diogo do Couto no evoca
los efectos de la islam ización de M alaca en la m em oria histórica local,10 in
siste en la antigüedad del papel de los chinos, "que fueron los prim eros en
inventar los barcos y la navegación en todo el O riente [se tem pelos prim ei-
ros inventores das em barca?oes, e da arte de navegar, de todos os do Orien-
6 Almada, 1994, p. 2 1. Una vista general de esas regiones y una relación de la bibliografía
a finales del últim o siglo, Histoirc génóralu de L'Afrique, v, "L'Afrique du xvie au xvui¿ siécle”, bajo
la dirección de Bethwell Alian Ogot, París, unesco, 1999, en particular los capítulos x a xm, pp.
319-472.
7 Almada, 1994, p. 111.
8 Ibid. , p. 115.
9 Ibid., p. 129.
10 Couto, 1999, i, p. 76.
HISTORIAS LOCALES, EVALUACIONES GLOBALES 259
te]”. Porque los chinos descubrieron las islas de las especias, fueron el ori
gen del g ran com ercio entre R om a y Asia: "Llevaron el clavo en sus juncos
hasta los golfos Pérsico y Arábigo [sic] ju n to con otros aderezos y riq u e
zas de China, que luego, p o r las m anos de los persas y los árabes, llegaron
a los griegos y rom anos; estos últim os las codiciaron tanto que algunos.em - :
peradores rom anos inten taro n conquistar el O riénte".1.’* E n México y en
Perú, los cronistas y los m isioneros se aplican a identificar éri el p asado in
d íg en a las etapas que precedieron a la invasión española. E n Brasil, el por
tugués B randáo se interesa en los vestigios de la escritu ra indígéna en ú n a
■p arte del m undo en la que se im pondrá la im agen de sociedades frías, que
quedaron al m argen de la historia.
¿ B á r b a r o s o c iv il iz a d o s ?
22 Carlos Alberto Zerón, "Pombciros e tangom aus, interm ediónos do tráfico de escravos na
Africa'1, en Rui Manuel Lourciro y Serge Gruzinski (cds.), Passar as fronteiras. 11 Colóquio In
ternacional sobre Mediadores Culturáis. Sécalos xv a xv/n, Lagos, Centro de Estudos Gil Eanes,
1999, pp. 15-38.
23 La llegada de los holandeses a la costa de África reforzará la polisemia mestiza de feitico.
Véase Jean Pouilion, Fétichas sans fétichisme, París, Maspero, 1975; William Pietz, "The Prob-
lem of the Fetish II. The Origin of the Fetish”, en 13, 1987, pp. 23-45.
262 LAS COSAS DEL MUNDO
U na r e c e p t i v i d a d a o t r o s m u n d o s
. por el gran predom inio que el sol tiene sobre toda la gente de las Indias, en
• quien con la rectitud de sus rayos im prim e gran calor, tom ando de los cueipos
la-humidad po r parte de la tierra, y así son calientes y húmidos o sanguinos''.40
" /v Los alim entos terrestres son justam ente apreciados. G aspar da Cruz, el
divulgador de las "cosas de China",- se interesa por u n a variedad blarica’y
. perfum ada de arroz indio y en la m anera en que se consume:. "Es verdad
que ese arroz, que es el alim ento com ún déHla India, se com e, aun cuando
n a tiene cáscara, m achacado en m orteros, pero tienen bocas com o las de los
'otros habitantes del m undo".41 Estácio da Sylveira, gran conocedor de
■lá?Amazonia p ortuguesa ante Felipe IV, esboza una geografía m undial de la
¿alim entación p ara h acer su, elogio dé la m andioca: "De las cuatro partes del
m undo, tres no consum en trigo; toda esta vasta Asia com e m ayoritariam en-
•te arroz, África consum e arroz, m ijo y otros cereales, y la gente de América,
m aíz —el mijo gordo dé las Indias—- y la m an d io ca que les.habría m ostrado
el bienaventurado apóstol Santo Tomás'/ según! las tradiciones; con esa
.¡m andioca/A m érica vive m ás feliz que nosotros con nu estro pan de trigo del
que Galeno dice que es la peor de las cosas que podem os consum ir''.42 Pero
-rio cualquier alim ento es bueno, y a veces la curiosidad corre el riesgo de
hacernos perd er la vida: el m édico H ernández lo experim entó en México al
p ro b ar u n jugo de rododendro que lo puso a dos pasos de la m uerte.43
Los sonidos, al igual que los sabores, pueden acap arar la atención. E n
los contextos en que los intercam bios lingüísticos no siem pre son fáciles y
donde las distracciones son raras, el vínculo con la m úsica desem peña un
papel que con frecuencia nos cuesta trabajo imaginar. E n México, los cro
nistas de los religiosos cubren de elogios a los instrum entistas indígenas
que logran copiar los instrum entos españoles y ser incluso capaces de com
poner m isas en el estilo del Renacim iento. Los observadores españoles y
portugueses no son los únicos sensibles a la m úsica local. André Alvares de
Almada se interesa po r los instrum entos m usicales de los beafares "que se
parecen a nuestros caramillos". “Esos negros tocan ju n to s y lo harían m uy
bien si supieran la polifonía: sus m úsicos se llam an jabundares. U tilizan
tam bién trom petas de marfil [...] y cencerros del lugar."44 La curiosidad de
A lmada se explica cuando se sabe que la corte de Lisboa apreciaba esos
preciosos olifantes que figuran entre los instrum entos africanos im porta
dos a suelo europeo a finales del siglo xv.
Los expertos tam bién son receptivos a la im agen que los otros pueblos
se form an de los europeos. C om enzando por. el Islam , G arcia da O rta re
cuerda que los m usulm anes dan a la cristiandad el nom bre de frangüistam*5
y a los cristianos el de franges —un vocablo equivocadam ente interpretado
com o el equivalente de "apestados” o “leprosos”, y que viene de u n a palabra
francesa que designaba a los cruzados europeos—,46 El erro r dice m ucho de
la calidad de las relaciones entre los dos bandos. Los chinos apenas si se
m ostraban m ás am ables. Según G aspar da Cruz, "por odio y p o r repugnan
cia, hab ían llam ado, prim eram ente, a los portugueses fancui, que quiere
decir 'gente del diablo' [...] Incluso ahora — agrega el dom inico— no se co
m unican con nosotros llam ándonos portugueses, ese nom bre, aun cuando
hem os convenido en pagar derechos, no se h a em pleado en la corte; por; el
contrario, continúan dándonos el.nom bre de'/arcg/m, es decir,"'gente de la
o tra costa” '.47 La alergia china parece vinculada con el tem o r de los contac
tos con el exterior, que resienten com o u n a potencial fuente de disturbios y
una instigación a la piratería costera.48 La actitud de los otros pueblos asiá
ticos reserva algunas sorpresas: en Camboya, donde G aspar da Cruz reside
antes de trasladarse a China, los habitan tes preg u n tan al dom inico "sí era
hechicero”,45 com o si los m isioneros llegaran dotados con poderes mágicos,
una reputación que los jesuitas usaron y de la que ab u saro n en sus m isio
nes am ericanas. E n Japón se acusa a los m onjes españoles de com er los cuer
pos de los leprosos “tom ando p o r motivo que com en vaca":50 "piensan que
com em os h om bres”. Puede creerse que se es siem pre el caníbal del otro.51
V is io n e s lo cales , h o r iz o n t e s planetarios
tes de C arranza n ada tiene de cosm ógrafo oficial, pero su ojo de criollo de
México está fijado en la esfera terrestre, "como podrá ver cualquiera que
exam ine cuidadosam ente el globo en que se figura o p in ta toda la tie rra”.55
El in térp rete m estizo Diego M uñoz Cam argo in serta de m an era inm ediatá
la historia de la provincia de Tlaxcala en un m arco continental con dim en
siones am ericanas: los nobles? tlaxcaltecas .que p erm itieron a Carlos V apo
d erarse de México, "le ayudaron a g an ar y a co nquistar to d a la redondez y
m áquina deste nuevo m undo".56 Aun cuando la histo ria de Tlaxcala se rela
cione con u na concepción occidental del m undo y del descubrim iento de
América, nunca cae en el eurocentrism o. M uñoz Camargo adopta com o te
lón de fondo la im agen de una Nueva E sp añ a en expansión continua, que
progresa hacia el norte del continente, .hacia las Filipinas y h asta la China,57
como si estuviera consciente de la. m ovilización .planetaria que im pulsa a
México hacia nuevos, horizontes: "¿Qué fue esto, Señor, sino qüe ab a ste s la
puerta; dispensando con ello para que todo el m undo de cabo a cabo, del un
polo al otro, se descubriese* toda la tierra, y'gentes y habitadores della, sin
quedar cosa que no se redujese al grem io de nuestra-santa m adre Iglesia?"53
Cuando Couto exam ina los rem edios p ara los m ales de la India p o rtu
guesa, reacciona de la m ism a m anera. M ultiplica las confrontaciones pla
netarias recordando los desm esurados esfuerzos que despliega Castilla para
defender Flandes "contra los rebeldes"59 e invocando el ejem plo am erica
no.60 Cuando se trata de conquistar las m inas africanas de M onom otapa,
inm ediatam ente m enciona el caso del Perú y de la N ueva E spaña.61 U na vez
descubiertas y explotadas las m inas de África, "todo sera ta n próspero y
floreciente que allí se establecerán aglom eraciones de portugueses y de cris
tianos del país, y eso se volverá otra Nueva E spaña".62 El antecedente mexi
cano incitará a explotar las riquezas de África p ara term in ar con los sinsa
bores de la India portuguesa. La argum entación del cronista de Goa da toda
la vuelta a la m onarquía ibérica con u n a soltura que todavía desconcierta al
"historiador de hoy. O tro especialista de las cuestiones asiáticas, Francisco
R odríguez Silveira, com prendió que los ibéricos estaban a punto de lib rar
una guerra m undial contra los holandeses. Tam bién sus horizontes term i
n an p o r ab razar toda el Asia y confundirse con los de la expansión p o rtu
guesa. Años atrás, el m édico G arcia da O rta describía la circulación de las
plantas a p a rtir de las redes terrestres o m arítim as que vinculaban Asia con
la E uro pa occidental y África,63 evocación que pasaba sin falta p o r el re
cu e rd o de la expansión china y de la im agen asom brosa de los 400. juncos
'llevados por las m areas al puerto de Orm uz. El m undo del m édico de Goa
'com enzaba en Setúbal y term inaba en Brasil, pasando por la India, Tim or y
el Nuevo M undo.6?
La m ism a am plitud de m iras encontram os en André Alvares de Alma-
da: concluyó su tratado de los ríos de G uinea explicando que la ocupación
de la S ierra Leona com pensará en África las pérdidas sufridas por u n a E u
ropa "rodeada de num erosas herejías", y perm itirá expulsar de África a los
franceses e ingleses. Algunos capítulos m ás atrás había puesto en el m ism o
plano a los feroces sum bas, a los indios de las Indias occidentales y a los de
Brasil.65 E n los Andes, a com ienzos del siglo xvn, G uam án Pom a se entrega
a consideraciones diam etralm ente opuestas, pero no menos planetarias: si
los pueblos de los Andes fueran los únicos en poseer derechos legítim os so
bre las tierras que habitan, sería lo m ism o para la gente de Castilla y los
negros de G uinea.66 En su concepción del m undo, G uam án Pom a ubica
cu atro soberanos —los de Rom a, los de los m oros del G ran Turco, los de las
Indias y los de G uinea— bajo la soberanía de Felipe III. Cada vez, el punto
de vista local rem ite a las cuatro partes del m undo.
Cuanto m ás se aferra un au to r a u n territorio, a una historia o a un gru
po, m ás se proyecta su visión hacia los lím ites del orbe. En su caótico caste
llano, G uam án Pom a se dirige textualm ente a "la grandesa de universo
m undo de todas las naciones y géneros de personas: indios, negros y espa
ñoles cristianos, turcos, judíos, m oros del mundo". Lejos al norte, en el otro
63 Véanse sus reflexiones sobre el papel de Calicut como centro del com ercio del sándalo
qoe los com erciantes chinos, que tenían allí una factoría, frecuentaban; Orta, 1S95, n, pp.
285-286 y 296-297.
64 Ofta, 1891,i( pp. 49, 204-205.
65 Almada, J994, pp. 132, U5.
66 G uam án Poma, 1980, p. 25.
270 LAS COSAS DEL MUNDO
hem isferio, cuando Domingo C him alpahin com enta la m uerte de Felipe II,
es asim ism o p ara hacer de Felipe el soberano del m undo: en un gesto simé
trico al de G uam án Pom a, inscribe su tierra de Chalco-Amecameca en un
orbe que dom ina el p oder incontestado del m onarca católico. Quizás ha-',
b ría podido m uy bien to m ar p o r su cu en ta el m ensaje de su contem poráneo
peruano: “que ningún rrey, ni em perador no se puede engualar con el dicho
m onarca".67
V is io n e s c o m p r o m e t id a s y c r ít ic a s
El com prom iso apasionado que liga a unos y a otros a su p atria adoptiva o
de origen se refleja en sus tratados. Cuando el dom inico Diego D urán expli
ca que escribe con "la voluntad y gana de p o n er en m i m em o ria las cosas de
la p atria'’,68 olvida que no nació en México, sino en E sp añ arF recu en tem en -:
te su plum a transfigura las regiones: que se juzgan hostiles y sin recursos.
E scuchem os a Diogo do Couto: “E n la In d ia hay aires m ás puros, m ás exce
lentes, los frutos, las aguas de las fuentes y los ríos m ejores y m ás sanos
de toda la tierra, el pan, la cebada, todas las legum bres, todas las hierbas de
huerto, ganado m enudo y grande, todo lo que el m u n d o puede producir
de m ás adm irable".69 “E sta tie rra está tan llena de todo que n ad a le falta:
aquí encontram os alim entos en cantidad, ríos de aguas frescas, naranjos,
lim oneros, lim eros, caña de azúcar, fuertes palm erales y cantidad de exce
lentes bosques": ésta es la S ierra L eona de Almada.™
B altazar D orantes de C arranza exalta la grandeza de su ciudad, Méxi
co, a la que no duda envatrib u ir la astronóm ica cifra de un millón de habi
tantes en vísperas de la conquista española.71 El m estizo M uñoz Camargo
invoca el ejemplo de P latón y recu erd a "que n o nació el hom bre p ara sí
solo, sino tam bién p ara su dulce p atria y sus am igos".72 Tiene en .mente la
región de Tlaxcala. E n cuanto al m édico G arcia da Orta, no deja de oponer
Goa, su tierra, donde escribe y desde donde habla, al país de su interlocutor
Ruano, "vuestra tierra de E uropa".73 "Estoy convencido que es la m ejor tie
rra del m undo”, escribe Estácio da Sylveira a propósito de la Amazonia, y
67 Ibid., p. 889.
63 Durán, 1967, t, p. xxv.
69 Couto, 1988, p. 138.
70 Aimada, 1994, p. 131.
71 D orantes de Cairanza, 1970, pp. 8*10.
72 M uñoz Camargo, 1984, p. 33.
7i Orta, 1891, t, p. 60.
HISTORIAS LOCALES, EVALUACIONES GLOBALES 271
•concluye el prólogo cié su relación con esta súplica: "A quienes este texto
persuadirá de venir a vivir a este país, Ies pido [...] que una vez allí, satisfe
chos y salidos de la necesidad, pidan a Dios h ac er de tal suerte que p u ed a
iyp'ü n día acom pañarlos" 74.
í;/; vEste apego de los individuos a "su" tierra pasa p o r raíces reales o co m
pletam ente creadas que anclan su; destinó personal en u n a com unidad- lo
cal;' 'indígena, criolla o todavía p o r construir. Alvares de A lmada defiende
tanto m ás gustosam ente su visión caboverdiana del Africa occidental cuan-
to'que nació en Santiago y es africano p o r su m adre. De la m ism a form a en
que G uam án Pom a fundaba las pretensiones de la nobleza p eruana sobre el
pasado prehispánico, o com o D orantes de Carranza tendía p u en tes éntre.
;el. im perio m exica y los conquistadores de la Nueva E spaña, Almada rela
ciona su am bición de lusoafricano con situaciones anteriores a la presencia
europea. ■
/ ‘ Con frecuencia, los expertos adoptan un to n o Crítico- E sto puede ser
iuna sim ple irritación de intelectuales que soportan m al verse rodeados de
com patriotas que se interesan en todo excepto en las cosas del espíritu.
Garcia da Orta, que nunca sabe callar, deplora la ausencia de curiosidad de
Jos portugueses: "A los portugueses, que navegan por gran p arte del m u n
do, donde vayan lo único que les interesa es saber cóm o increm entar sus
negocios".75 E n México, la m ism a frustración encontram os en el alem án
H einrich M artin que se queja de no encontrar un público a la altu ra de sus
trabajos.
; Además de sus ataques-contra los conocim ientos y certezas europeos,
los expertos de la m onarquía juzgan y com paran todo lo que sucede en el
lugar. Sus testim onios nos restituyen el clim a de los debates que an im an la
Península y sus ám bitos planetarios. D iscuten tanto del p o r v e n i r del Estado
da India en Asia —¿qué conquistas em prender o abandonar?—76 com o de
los resultados de la cristianización en América. El interés por la tierra en
que se h an establecido los incita a apartarse de los colonos europeos que
sólo sueñan con enviar cargam entos de oro a la m etrópoli.77 E n Brasil,
B randáo describe el lujo de los señores del azúcar que exhiben sus ricas
m onturas y sus costosos vestidos en las fiestas que organizan con grandes
gastos, corridas, juegos de anillos o de cañas y toda suerte de diversiones en
74 Sylveira, 1976. ,,
75 Orla, 1891, i, p. 151.
76 Couto, 1988, p. 133.
77 Brandao, 1997, p . l i .
272 LAS COSAS DEL MUNDO
C o nectar lo s m undos
"m aravillosa"36 fundación. ¿Será bueno ad optar cualquier capital sim bóli
co, aunque sea m ítico?
Además, la conexión de un m undo con otro no se lim ita a la traducción
de las cosas indígenas a u n a lengua ibérica a códigos europeos. El vínculo
sería im perfecto si la traducción no im plicara tam bién u n a indianización o
una africanización de las cosas de E uropa. Al tiem po que consagra la m a
yor p arte de sus esfuerzos a traducir el n áh u a tl al castellano, el religioso
Sahagún tam bién sé aplica febrilm ente á d a r u n a versión in d ia de los textos
cristianos, sacando de la lengua de los vencidos im ágenes y m etáforas que
harán la fe cristiana m ás cercana a Jos neófitos. R elatos y m itos se deslizan
de un m undo a otro: m ientras se traducen las fábulas de Esopo en Japón y
en México, los cronistas ibéricos, m estizos e indígenas se interesan en las
fábulas de los habitantes de la India y de América: los universos mezclados
de la m onarquía católica son tam bién m undos ‘'com unicantes".. Los súbdi
tos indígenas y m estizos deben .unir su propio-pasado* incluso-su idea del
m undo —lo que los nahuas llam aban eVAnáhuac— , con el universo de los
cristianos y de los ibéricos. P ara los m estizos que sé reconocen com o tales,
la tarea es doble. E s a la vez m ás com pleja y m ás acrobática, porque lo m is
m o necesitan entroncarse con el pasad o autóctono que con la histo ria cris
tiana y europea. A ello se consagran en la Nueva E sp añ a historiadores de la
talla de Diego M uñoz Cam argo y de F em an d o de Alva Ixtlilxóchitl. Otros
mestizos, es verdad, com o Ruy D íaz de G uzm án y Diego Valadés, prefieren
saltarse el origen indio y aparecer com o criollos.
P ara los indios, la operación es sólo aparentem ente m ás sencilla. El
cronista chalca Dom ingo C him alpahin se nos h a vuelto ah o ra familiar. Re
dactadas en náhuatl duran te la-prim era m itad del siglo xvn, sus Relaciones
son relatos indígenas que, apoyados en la interpretación de los códices
prehispánicos y coloniales, abordan p o r tu m o em igraciones, conquistas,
alianzas y genealogías. Pero Chim alpahin, que tam bién explota fuentes
europeas,87 posee una m anera m uy suya de in sertar la h isto ria del señorío
de Chalco-Amecameca —lo "local", según nuestro cronista— en la perspec
tiva de la m undialización ibérica y de leer ésta a p a rtir de la ciudad de
México. Este paso es el que da to d a la am bigüedad y todo su interés al m e
m orialista chalca. P ara conectar los m undos, C him alpahin saquea el Reper
torio de los tiem pos de H einrich M artin (1606). Com ienza su crónica sobre
Así, en todas partes, hom bres y m ujeres se ven. confrontados con entornos,
condiciones de vida y desafíos intelectuales que les exigen redefinir sus orí
genes, sus raíces y sus identidades .93 La proliferación de vínculos y referen
cias, los efectos del alejam iento y del descentra miento, el nom adism o de
los seres no cesan de cre ar situaciones im previstas y sin precedentes, de las
que se resienten la visión y la escritura de las cosas del m undo. Pero raros
son los testim onios que nos inform an explícitam ente sobre esta íntim a al
quim ia de las identidades y de las raíces. E n 1591, después de entregarse a
un elogio entusiasta de su "patria" de origen —"mi dulce y querida patria
C onstantina, recreación de Sevilla " — ,94 el joven m édico Ju a n de Cárdenas
se sorprende alabando una "tierra agena” —se trata de México—, y se corri
ge: "m as qué digo agena, m ía propia la puedo ya con razó n llam ar”.9S E n un
soneto de circunstancia que celebra el éxito del Peregrino indiano, el h erm a
no del criollo Antonio de Saavedra G uzm án explica cóm o éste definitiva
92 ¡bid., p. 191. Se aproxim ará esta interpretación a 3a m anera en que un autor criollo, An
tonio de Saavedra Guzmán, vincula los conceptos de "nuevo m undo” y de ''mexicano imperio".
El peregrino indiano, ed. p o r Jos ó Rubén Rom ero Gálván, México, Consejo N acional para la
Cultura y las Artes, 1989, pp. 7 !, 72.
93 La investigación debería extenderse al resto de la América ibérica, a África y a Asia, sin
olvidar el m undo m editerráneo al que la obra de Bartolom é y Lucile B ennassar nos han intro
ducido adm irablem ente. Les Chréticns d'Allah. L’h istoire extraordinaire des renégats, xvf-xyt?
sidcles, París, Perrin, 1989.
94 Cárdenas, 198S,p. 201.
95 Ibid., p. 202.
HISTORIAS LOCALES, EVALUACIONES GLOBALES 277
mente se arraigó en la tierra que cantó, la Nueva España. El p o eta h ará fa
moso a ese México que ad optará a Antonio:
El Viejo M undo dista m ucho, aún hoy, de haber absorbido esos tesoros
vde observación. G ran cantidad de m anuscritos se h an perdido o sólo se p u
b lic a ro n en los siglos xix y, xx en otros contextos y otras m undializaciones.
Pero lo esencial no es la suerte que se depara a esas indagaciones y a sus
: autores, sino la m ultiplicación, in situ, de los contactos e intercam bios que
.produjo la recolección planetaria. La elaboración lenta y progresiva de un
•.tejido de relaciones que, al precio de innum erables enfrentam ientos y com
plicidades, construyó la m undializáción ibérica y conectó las tierras de la
¿m onarquía católica entre ellas . 105
103 Si la mayoría de los expertos son fieles a la m onarquía, existen excepciones a la regla por
diversas razones: en Japón, el jesuita Cristóváo Ferreira abjura del catolicismo. Al volver a
H olanda, el secretario del ar/.obispo de Goa, Lindschoten, se pasa al cam po de los heréticos y
de tos enemigos de Madrid, a quienes ofrece sus conocim ientos sobre el Asia portuguesa.
XI. LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS
É l it e s c a t ó l ic a s
280
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 281
grada a ia prom eteica ta re a de vincular los reinos del rey Felipe y sostener
la corona ibérica frente a sus rivales planetarios, europeos y asiáticos.
De C h in a al Rio d e la P la ta
N acido a m ediados del siglo xvi,¡M artín Ignacio de Loyola posee ascendien
tes que parecen haberlo predestinado a reco rrer el m undo y a pensarlo. Por
el lado m aterno es n ad a m enos que el sobrino nieto de san Ignacio de Loyo
la. Su padre, un Mallea, pertenecía a u n a fam ilia que, h abituada a los hori
zontes europeos y oceánicos de la m onarquía, sirve en Flandes, Nápoles,
Malta, Sicilia y "en la flota de las Indias " . 5 La n o toriedad de M artín se debé
a u n texto, Historia del custodio Martín Ignacio, publicado en la fam osa His
toria del gran reino de la China de Juan G onzález de M endoza, cuyo éxito es
fulgurante en E u ro p a .6 No es,- sin-em bargo,; lavcelebridad literaria la'que
hace de M artín una figura representativa de las prim eras élites mundializá-r
das, sino los espacios en donde evoluciona.
La p rim era p a ite de su carrera se desarrolla en la zona de influencia
asiática de la m onarquía, en Manila, M acao y M alaca. Los agustinos espa
ñoles habían precedido a los franciscanos en los cam inos de China. Proba
blem ente uno de ellos, M artín de R ada, inspiró los pasos de M artín Igna
cio de Loyola. Después de estudiar en París y Salam anca, R ada llega a
México en 1561; allí aprende el suficiente o tom í com o p ara red actar un
m étodo de aprendizaje de esa lengua y algunos serm ones. R enuncia al obis
pado de Jalisco para em barcarse en 1564 con Legazpi y U rdaneta en la ex
pedición que abre de u na vez p o r todas la ru ta de las Filipinas. Ya en el ar
chipiélago se vuelve el provincial de su orden, aprende la lengua de Cebú y,
antes de ponerse a aprender chino, com pone u n catecism o. Sus tentativas
en China están llenas de fracasos. Infatigable, participa en u n a expedición
a Borneo y m uere en el trayecto de regreso a M anila. P or sus conocim ien
tos, su flexibilidad y sus proyectos, R ada tiene la m adera, el carácter de las
5 Martín Ignacio de Loyola, Viaje alrededor del inundo, ed. por J. Ignacio Teilechea Idígo-
ras, Madrid, Historia 16,1989, p. 31.
6 Juan González de Mendoza, Historia del gran reino de ¡a China, M adrid, Miraguano, Po-
lifemo, 1990. Después de la edición rom ana salieron las ediciones españolas (Valencia, 1585;
Barcelona y M adrid, 1586; Zaragoza, 1588; Medina del Campo, 1595), antuerpvenscs, italianas
(seis en Roma, una en Génova, otra en Venecia tan sólo en el año 1586), alem anas (Francfort,
1589; Leipzig, 1597), holandesas, francesas (en 1588, 1589, 1600), inglesas (Londres, 1588);
latinas (Francfort, 1589 y 1599, Amberes, 1595, Génova, 1606). Loyola, 1989, p. 89.
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 283
10 Ibid., p. 69.
11 Ibid., p. 71. Asunción es el otro nom bre tic este obispado.
12 Ibid., pp. 81, 84.
13 Alice Piffer Canabrava, O comercio portugués no Rio da Prata ( / 580-1640), Belo Horizon
te, Editora Italiana, 1984,
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIAUZADAS 285
U na v is ió n g l o b a l
20 Bernardino de Sahagún Saluda los progresos de la fe cristiana en Asia: "porque por tas
islas y por esla Nueva E spaña y clP erú [la fe católica] no ha hecho mas de pasar de cam ino y
aun hacer cam ino p ara poder conversar con aquellas gentes de las partes de la China”; Saha
gún, J977, tu, p. 357.
288 LAS COSAS DEL MUNDO
En las t r e s pa r te s d e l mundo
■China había sido un fiasco para M artín Ignacio de Loyola. ¿Le sonreiría
rnáá el J a p ó n a Rodrigo de Vivero? Nacido en la ciudad-de México en 1564
ylmufetto en su país natal en Tecamachalcú en. 1636, este criollo mexicano
.'también intentó, m ediante su rayo de acción y su reflexión ,24 ab razar Asia y
América. Poseía todos los triunfos que hacen de un súbdito de la m onar
quía un m iem bro em inente de las élites católicas: la fam ilia y las redes, la
riqueza, la audacia política e intelectual y la capacidad de p en sar el m undo.
Aunque las fuentes oficiales sean discretas en relación con sus actividades'
■comerciales y aunque Rodrigo de Vivero ju re haberse, m antenido ap artad o
de los. "negocios", sabem os que pertenecía á los m edios m ás acom odados
de. la Nueva España. A su rn u erte , Vivero dejó una fortuna de 360000 pesos.
Pero-nunca se repúso dé hab er perdido en su naufragio en las costas japo-
'tiesas los “recuerdos-'^jde su estancia en Filipinas, "una gran recam ara que
llevaba hecha en China y algunos diam antes y rubíes qué todo, baldria mas
de cien m il ducados". Poseía u n a biblioteca, y leía mucho, citando los Jero
glíficos de Pierio ,25 invocando com o todos a Plinio y a Ptolom eo y plagiando
al h isto riad o r F ernández Navanrete.
La fam ilia paterna de Rodrigo de Vivero era originaria de Castilla la
Vieja. Su abuelo había desposado a A ntonia de Velasco, cuyo herm ano Luis
sería el segundo virrey de la Nueva España. Su padre siguió al tío Luis y la
fam ilia se estableció en México. A lo largo de su carrera, Rodrigo sabrá
aprovechar sus nexos con los Velasco, esos inevitables actores de la escena
nacional e hispánica, ya que el hijo de ese tío abuelo político —tam bién
llam ado Luis— reinará dos veces en la N ueva E spaña antes de ponerse a la
cabeza del Consejo de Indias. E n cuanto a la m adre de Rodrigo, nació tam
bién en México. Sus orígenes eran vascos y sevillanos, y poseía la rica enco
m ienda de Tecam achalco, en el valle de Puebla, donde su hijo Rodrigo rin
dió el alm a en 1636. El abuelo y el p adre de Rodrigo pertenecían a la orden
de Santiago, lo que no estropea nada. P or el lado de su esposa, Rodrigo de
Vivero estaba vinculado con don M artín de Yrcio, “uno de los prim eros des
24 Rodrigo de Vivero, Du Japón et du bon gouvemement de l'Espagne et des Indas, ed. por
Juliette Monbeig, París, s e v p e n , 1972.
25 Ibid., pp. 290, 123, 34. Pedro Fernández Navarrete es el autor de Conservación de monar
quía y discursos políticos, Madrid, ! 626. Sobre la obra de Pierio y el Horapollo, Gruzinski, 1999,
pp. 182, 184-186, y The Hieroglyphics o f Horapollo, Princeton, Princeton University Press, 1993.
290 LAS COSAS DEL MUNDO
;/qúeda m ás que experim entar los riesgos y los peligros de la guerra en las
fronteras septentrionales. A ellos se dedica durante seis años en calidad de
gobernador y capitán general del reino de Nueva Vizcaya. M ás libre en sus
m ovim ientos que u n corregidor o que un alcalde mayor, tiene que en fren tar
Üa resistencia de los pueblos indios y la precariedad de los establecim ientos
españoles en esa zona pionera. G uerrea contra los acajes que asedian las
m inas de san Andrés y de Topia; los exterm ina o los condena a trabajos for
j a d o s en las haciendas de la región.
;i •éi. -En 1608, un nuevo em pleo lo lanza al otro lado del Pacífico. Promovido
a ^gobernador interino de las Filipinas, Rodrigo de Vivero se em barca en
i'Acapulco el 15 de m arzo de 1608 y llega al archipiélago tres m eses después.
Cuando ál año siguiente llega'a; M anila el gobernador enviado por España,
;Rodrigo deja el archipiélago p a ra volver a su tierra natal, pero u n naufragio
lo lanza a las costas de Japón. Allí perm anece m ás de u n año, de septiem bre
de' 1609 a octubre de 1610, antes de reg resara México. Después d e a ñ o sd ifí-
ciles —la salida de Luis de Velasco rum bo a España, luego su m uerte en
■1614, lo privan de un precioso sostén—, Rodrigo aprovecha el nom bram ien
to de un nuevo virrey, el m arqués de Gelves, tam bién pariente suyo, p ara
volver al servicio. O btiene el puesto de capitán general de Tierra F irm e y
Veragua, dependiente de la presidencia de la audiencia de Panam á. Todavía
m ás que M anila, Panam á, sede que custodia los envíos de la plata de Perú
al m ar Caribe, el A tlántico y España, es un sector estratégico de la m onar
quía. N uevam ente a la som bra del clan Velasco, Rodrigo sucede a Diego de
Velasco, que ya le había dejado el gobierno de la Nueva Vizcaya. P asará ocho
años en P anam á antes de retirarse a sus tierras de O rizaba en la Nueva E s
paña. A decir verdad, el sitio no le agrada: tiene palabras duras para "Pana
ína donde m e beo enterrado y perdidas mis esperanzas”. Su carrera, sin
em bargo, está lejos de term inar. E n 1632 se le confía la defensa del puerto
de San Juan de Ulúa contra los ataques holandeses. Cuatro años después,
en 1636, se le n om b ra "m aestre de cam po y theniente de capitan general
de las costas de la M ar del N orte, de puertos abajo”. Se encuentra en el cen
tro de la reform a m ilitar que realizan Felipe IV y el m arqués de Cadereita,
su representante en la Nueva E spaña: reorganización de la guarnición de
300 hom bres, “reform a" de las com pañías de infantería, reclutam iento y
encuadram iento de la m ilicia que conform a el batallón reclutado en el obis
pado de Puebla, organización de u n a defensa ráp id a y descentralizada.29
La m onarquía, desde el B rasil portugués h asta las tierras de Asia, libra en
tonces u n a guerra m undial contra H olanda.
.• C o n e x io n e s p l a n e t a r ia s
Ese soldado y adm inistrador es tam bién un. escritor que deja^una serie de
reveladores testim onios de los proyectos que desarrollan las élites católicas
de la m onarquía. Al igual que los expertos, posee una sólida experiencia de
terreno, pero la suya cubre m uchos continentes: América, E u ro p a y Asia.
Conoce la P enínsula e Italia. F recuentó la corte. E n la Nueva E spaña se
rozó p rim ero con los indios del centro de México, luego con los chichim e-
cas insum isos del noroeste, esos acajes que ta n eficazm ente "pacificó".30 En
Asia, antes de sum ergirse duran te un añp en el seno de la sociedad japoneT
sa, descubrió las poblaciones filipinas., lin América central sé codeó con los
negros y los indios de la región de Panam á, que rio son aquéllos con los qüe
se topó en las calles de México, de Cholula y de Taxco.
Los análisis m ás penetrantes de Vivero son los de la cuestión asiática.
Desde finales del decenio de 1560 la llegada de los españoles modificó la
situación de esa p arte del orbe al hacer del océano Pacífico un m ar navega
ble de un extrem o a otro. M anila abría a las m ercancías orientales u n a nue
va ru ta hacia E uropa v í a el Pacífico y México, ofreciendo u n a alternativa a la
ru ta portuguesa por el océano Indico. La presencia española no carecía de
segundas intenciones conquistadoras. O cultaba u n a vaga y desm esurada
am bición com batida por unos y apoyada p o r otros: la de proseguir la con
quista espiritual y m ilitar asentándose en Japón, Corea y China, incluso en
los tres países a la vez. El nom bram iento de Rodrigo en M anila lo había
Colocado en el corazón del Asia española. Se en contraba com o vecino de
esos portugueses a los que en la época de la "expedición a Portugal", un
cuarto de siglo atrás, h ab ía contribuido a someter. ¿Cómo tra ta r a rivales
que se h abían vuelto súbditos del m ism o rey?
M anila era tam bién la p u erta al Japón..L a capital de las Filipinas abri
gaba m uchos japoneses convertidos, y los m isioneros españoles se aprove
chaban de esos interm ediarios p ara introducirse en el. archipiélago, desa
fiando las prohibiciones de las autoridades niponas y violando el m onopolio
espiritual que se habían arrogado en esa región los jesu itas portugueses.
30 Ibid., p. 151.
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 293
m erced del nuevo, poder. P ara im aginar de qué m an era el criollo m exicano
percibió la sociedad japonesa y su sistem a político, hay que reco rd ar que ya
traía en la cabeza al m enos cuatro sociedades m uy diferentes entre sí. La
confrontación de esas experiencias com ponía u n p an o ram a de una diversi
dad tal que difícilm ente habría podido concebirse en el Viejo M undo. E sta
ba prim ero la sociedad castellana de la que e ra originaria .subfamilia, con
sus vestigios del régim en señorial; la sociedad colonial del centro de la Nue
va E spaña, con sus indios, sus encom iendas y su ausencia — o casi— de
nobles con título; el m undo de las fronteras del México septentrional, una
zona p ionera y caótica donde, p ara un ojo occidental, todo estab a p o r cons
truir; p o r últim o, el m osaico de las Filipinas en las que u n tenue barniz
hispánico recubría, poblaciones autóctonas mezcladas, de chinos y japone
ses. Uno de los trazos característicos de las élites -.católicas, que M artín Ig
nacio de Loyola había ya señalado, es el de confrontarse c o n ;poblaciones
extrem adam ente diversas, nacidas de historias^ sin rela ció n u nas con otras.
¿Q ué.había en.com ún entre los indios nóm adas del.norte de México y los
sam uráis de la corte de Ieyasu? M ientras la Nueva E sp añ a co n tab a apenas
con un siglo de existencia y los confines de la N ueva Vizcaya estaban toda
vía inexplorados, cada u na de las sociedades ibérica y jap o n esa llevaba con
sigo pesos m ilenarios. El patchwot'k del archipiélago filipino congregaba
u n a serie de desaños alrededor de la am enaza m usulm ana, de las rivalida
des portuguesas, de la pesadilla holandesa y de la desconcertante com pleji
dad de las sociedades asiáticas.
En Japón, Rodrigo de Vivero, que es el blanco de la hostilidad de los
jesuitas, dispone del apoyo de los franciscanos. No obstante, el provincial
de la viceprovincia de las Filipinas, Pedro M ontes, lo acom paña d u ran te la
audiencia que el sogún le concede, y es tam bién otro jesuíta, el italiano Gio
vanni B autista Porro, quien sirve de interm ediario entre Vivero e Ieyasu.
Pero nuevos adversarios acechan a R odrigo de Vivero: los holandeses, los
enem igos m ás encarnizados de la m onarquía que tam bién h ab ían llegado a
Japón. El criollo encuentra p o r lo tanto a los principales rivales de Castilla
en el in terior y en el exterior de la m onarquía. Los conflictos europeos vuel
ven a atrap arlo del otro lado del orbe, com o volverán a atrap arlo al final de
su carrera cuando lo envíen a Veracruz a repeler "un flota de enem igos ho
landeses que tratab an de invadir el puerto de San Ju an de Ulúa".
¿Qué esperan los japoneses de los españoles? Que m ineros de la Nueva
E spaña vengan a ayudarlos a “veneficiar los m etales de ellas [se. las m i
nas]", y que com erciantes y m ercancías del Jap ó n pued an atravesar el Pací-
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 295
ñco: ellos "deseavan saber este cam ino y contratación de que resultava uti
lidad a entram bos reinos". Insisten para “que hubiese trato y correspondencia
[de Japón] con la Nueva España", con los cuales reforzar todavía m ás las
conexiones del m undo. Vivero exulta: la ocasión le parece excepcional: una
de esas “que en m uchos siglos no se bolbería a ofrezer o tra vez”. Pero pone
sus condiciones: que el sogún expulse a los holandeses que com ercian con el
archipiélago. Si hem os de creerle, E spaña tendría m ucho que g anar con
una alianza con el Japón. La joven cristiandad local estaría m ejor protegida
y podría considerarse la posibilidad de ayudar a Japón a conquistar Corea,
u n a región "prosperissim a de oro y plata, de m uchos bastim entos sem ejan
tes a los de España, grandes lugares con casa de cal y canto y en poniendo
los pies se p o d riá n ir estendiendo los brazos hacia la China”.33 Sin em bargo,
ía hostilidad de los japoneses'sólo beneficiaría a los. holandeses que al vol
verse los am os de la. m ar del su r obtendrían así loS,medios p a ra im pedir el
com ercio entre las Filipinas y México; ¿Cómó/ entonces,- defender las Molu-
cas y expulsar a los holandeses de Tem ate? Com ercialm ente los españoles
llevan todas las de ganar si tra ta n con los japoneses:
es cierto que el Japón tiene abundancia de plata y oro y que no es mal retomo
de paño, grana y añil, cueros, fieltros, frazadas y otros generas de que gustan y
tienen necesidad, tan copiosos en España y en las Yndias que sea harto probe-
cho sacarlos de ellas y si las Philipinas embian tafetanes, platos y escudillas en
ferias de millón y medio que se traen a ellas todos los años y se sustentan y con
servan, el Japón que recive lo inútil y buelbe lo tan provechoso mas razón havia
para estimarle.34
Un c a r io c a m u n d ia l iz a d o
59 Ib id . , p. 106.
40 Ibid., pp. 121, 122.
41 M aría de Fútima Silva Gouvca, "Salvador Correia de Sá e Benevides", en Ronaldo Vain-
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 299
fas, Diciónario do Brasil colonial ( i 500-1808) , Rio ele Janeiro, Objetiva, 2000, pp. 518-520;
Charles Boxer, Salvador de Sá and the Struggle fo r Brazil and Angola, Londres, Athlonc Press,
University of London, 1952; Alencast.ro, 2000, pp. 365-366.
42 La "encom ienda’’ asegura a su de tentador im portantes ganancias agrícolas.
300 LAS COSAS DEL MUNDO
P o e t a e n t r e d o s c o n t in e n t e s
47 Ibid., p. 202.
48 Ibid., pp. 286, 289, 306.
49 Vivero, 1972, p. 77.
302 LAS COSAS DEL MUNDO
chavos negros.59 Los m oradores de San Miguel Culíacán "no piensan y en
tienden que aya otra gente en el m undo [...] no curan de nueuas ni de sauer
si hay guerra o paz en el m undo, ni si va o viene flota, nadie gasta papel en
el pueblo sino solo el escriuano".60 Compostela, en Nayarit, es apenas m ás
interesante. E n 1605, una veintena de residentes españoles vegetan allí. De
tiem po en tiem po algunos barcos se. van a Acapulco "para abastecerse de
telas de China y virios de Perú" o, dicho de m anera m ás prosaica, de sal en
la vecina provincia de Culíacán.61
Aunque confinado en el fin del m undo, Balbuena escribe com o se escri
biría en Madrid, entregándose a la com posición del Siglo de oro y de El Ber
nardo, com o si la creación occidental se hubiera em ancipado del m arco eu
ropeo. E n las provincias tropicales del Pacífico im agina los paisajes bucólicos
de las Selvas de'Erifüe y de la España de la alta Edad-Media donde resuenan
las hazañas de Bernardo del Carpió. Balbuena, sin embargo, no'escribe.una
■-crónica del Nuevo Mundo ni una epopeya mexicana, sino un poem a de más
’ de'40 000 versos que pretende im itar dos m onum entos de la literatura italia
na del Renacim iento, el Orlando inamorato de Boiardo y el Orlando furioso
de Ariosto. Sem ejante trasplantación no le impide hacerse un nom bre y
atraer la atención del gran Lope de Vega, que saluda en su Laurel de Apolo,
ese historial de poetas ibéricos, al "generoso prelado / doctísim o B ernardo de
Balbuena",62 m ientras que m ás próximo a nosotros el crítico español M enén-
dez y Pelayo lo declara “el verdadero patriarca de la poesía am ericana".63
El poeta realiza su carrera entre dos continentes adaptándose a todos
los contextos: m etrópolis,. ciudades provincianas o rincones apartados
com o San Miguel Culiacán. Sus desplazam ientos sucesivos construyen una
nueva figura de escritor, siem pre en m ovim iento entre los continentes. Bal-
bu en a aprende a cuidar desde Santo Domingo y Jam aica la publicación de
su obra en M adrid. El nom adism o del creador exige una nueva organiza
ción del trabajo de escritor. Desde el Caribe negocia la publicación de El
Bernardo, reúne las referencias de la obra, corrige pruebas y envía sus cam
bios al editor m adrileño.64 Y n ada indica que las cosas fueran más fáciles
desde San Ju an de Puerto Rico que desde Compos te]a en México. Las no
tas, los m anuscritos, los libros y la biblioteca personal del au to r atraviesan
y vuelven a atravesar los m ares llevados p o r los flujos de la m ovilización
ibérica. Cuando deja E spaña p ara ir al Caribe, se le au to riza a llevar libros
po r 200 ducados, o sea, u n buen m illar de volúmenes. La lista de las ¡Fuentes
de los 40000 versos de E l Bernardo es interm inable: H oracio, Aristóteles
Ariosto, H om ero, V irgilio..., lo que quiere decir que p ara escribir El Bemar-
do, Grandeza, mexicana o incluso E l siglo de oro, Balbuena, cuando n o podía
consultarlas en u na de las nuevas bibliotecas de las Indias, en G uadalajara,
en México, en Santo Dom ingo o en San Juan, tuvo constantem ente que te
ner en la cabeza o a la m ano gran cantid ad de obras.
Otros, m ás ilustres que él, h an atravesado los océanos. El destino del
criollo m exicano R uiz de Alarcón, que p artió sin reto rn o a la Península, se
cruzó con el de M ateo Alemán, uno de los creadores; de la novela picaresca,
que term inó sus días en la Nueva E spaña. B albuena se singulariza pon su
continuo desapego: a diferencia de los anteriores, no se fija en n inguna par
te. Puede ca n ta r las riquezas de México y exaltar su centralidad —-"es el
centro y el corazón de la gran esfera"—,65 ad m irar la elegancia de la lengua
que allí se habla —"el español m ás puro y distinguido"— , m agnificar su. in
serción p lan etaria —México tiene "todo el orbe encadenado"— y, luego, h a
cer m aletas y co n tin u ar en otras latitudes su ca rrera eclesiástica y literaria.
Si Grandeza mexicana desarrolla u na visión del m undo que con fre
cuencia nos ha guiado a lo largo de estos capítulos, E l Bernardo guarda
tam bién episodios en los que se describe el universo que cap ta la m irad a
móvil del poeta. B albuena nos lleva en com pañía de Reynaldos, M organte y
O rim andro en el navio volador del m ago Malgesi, desde donde descubri
mos un inolvidable espectáculo, com o ningún navegante ha podido con
tem plarlo: el m undo visto desde el espacio. E uropa, Italia y sus bellas ciu
dades, F rancia y sus ríos, la "feliz y belicosa E spaña",66 el Nuevo M undo, el
estrecho de M agallanes, el país de los patagones, Brasil, los Andes, P an a
m á, México, Chiapas, Oaxaca, las riberas del Pacífico y las tierras de la N ue
va Galicia, donde B albuena redactó los versos de El Bernardo: poco im porta
que las im ágenes que desfilan ante nuestros ojos sean la creación de un
poeta: ellas participan del m ism o esfuerzo p o r tran scrib ir la m undializa-
ción ibérica.67
65 ibid., p. 115.
66 Balbuena, 1988, p. 128.
67 Ibid., pp. 137-138.
LAS PRIMERAS ÉLITES MUNDIALIZADAS 307
C am ó es y B albuena
Aun si la lectura de E l Bernardo se haya vuelto hoy en día tan difícil como la
de Los Lusiadas de Camóes, la historia de la literatura se negaría sin duda a
aproxim ar las dos epopéyas, y el éxito que ha conquistado el poem a p o rtu
gués difícilm ente podría m edirse cón la estim a de la que en su época gozó
E l Bernardo. Esas obras, sin em bargo, guardan cierto parentesco. La carre
ra asiática del portugués y los vuelos planetarios de Los Lusiadas reúnen ya
las dim ensiones que hacen de Camóes un letrado m undializado. N acido en
1524 en la p equeña nobleza, atraído 20 años m ás tarde p o r la corte de Ju an
III a Lisboa, el poeta se liga con la casa del conde de L inhares a quien, de
1549 a 1551, acom paña a África, á Ceuta. Un año después se em barca con
la Ilota de Fernao Alvares Cabral rum bo a Goa. Participa en expediciones
m ilitares en la India, patrulla el m a r Rojo, obtiene duran te un tiem po un
em pleo en M acao com o “adm inistrador de bienes de difuntos”, del que es
destituido. D urante un naufragio en el delta del Mekong está a punto de
p erd er el m anuscrito de Los Lusiadas. De regreso a Goa busca la protección
de los virreyes y en 1567 se em barca rum bo a M ozambique, donde se cruza
con el cronista Diogo do Couto. N uevam ente en Lisboa dedica todas sus
fuerzas a la publicación de Los Lusiadas, que aparecen en 1572 con el ap o
yo de don M anuel de Portugal, y obtiene del rey S ebastián una ren ta que
m ejora sus últim os días. Camóes se extingue el 10 de ju n io de 1580, en vís
pera de la unión de las coronas ibéricas.
■ El poeta había vivido u n a existencia “fragm entada p o r el m undo'',68 cu
yos desplazam ientos asiáticos y africanos habían sido el telón de fondo. E n
Asia, Camóes busca inspiración, com pone sus poem as o corrige sus m a
nuscritos. El poeta lleva a todas partes el conocim iento íntim o de los clási
cos latinos: Virgilio, Ovidio y H oracio, de los cuentistas medievales com o
Boccaccio, así com o su fam iliaridad con la literatura italiana y española.
P etrarca, Ju an B oscán y G arcilaso de la Vega lo acom pañan en sus viajes
en tre los tres continentes. Al igual que B albuena, lleva en su equipaje y aú n
m ás en su cabeza todo un repertorio de form as y géneros: la égloga, la ele
gía, la oda y el soneto, que cultivará bajo el gran cielo de Asia. E n dos p u n
tos capitales prefigura m agistralm ente a Balbuena: edificando d ía tras día
u n a obra occidental lejos de las idealidades y de las contingencias de E uro-
68 Véase Aníbal Pinto de Castro, "Camóes, poeta pelo inundo em pedamos repartido". Insti
tuto Camücs, Bases temáticas, Literatura, sitio web.
308 LAS COSAS DEL MUNDO
pa, pero tam bién im aginando un m undo en donde brilla la g randeza del
reino del que es súbdito. Los Lusiadas y E l Bernardo no sólo son creaciones
literarias m ás o m enos logradas, ni esos arran q u es de exaltación n acio n a
lista a los que con frecuencia la crítica ibérica los ha reducido. Al profeti
zar y celebrar el destino m undial de P ortugal o el destino p lan etario de
E spaña, al inscribirlos en el espacio y el tiem po de Occidente,- al m ezclar
inextricablem ente historia y m itología, las dos epopeyas im aginan el m u n
do que los descubrim ientos hispanopórtugueses han dado a luz. Explotan
todos los recursos de la invención poética p ara m arcar en eí orbe q ue se
dividieron entre ellos la historia providencial de los dos reinos ibéricos.
Balbuena y Camóes com ienzan describiendo el universo, la "ancha m áquina
del cielo",69 la “gran m áquina del m undo''.70 “Aquí u n globo en el aire, que
la lum bre / ven [los héroes de Los Lusiadas] que p o r él clarísim a se entraba
/ de suerte que su centro está evidente/.co m o su superficie; claram ente."71
Y las "varias p arte s” desfilan bajo sus ojos, “que los insanos Y-mares divi
den, donde se aposentan / varias naciones donde hay varios reyes, / varias
costum bres suyas, varias leyes".72 A 30 años de distancia, lejos de G oa y de
M acao, en las costas del Pacífico m exicano, el eco de los versos de Camóes
y el leitm otiv de la diversidad resuenan en las estofas de Balbuena:
La proxim idad de las dos obras es todavía m ayor si aceptam os que Los
Lusiadas son tam bién un poem a a la gloria de E spaña entera, que es tanto
como decir de la península ibérica. "Sin duda, en las literaturas hispánicas no
hay poem a m ás 'español' que Los Lusiadas, no sólo por el heroísm o y el espí
ritu de cruzada que en él se expresa, sino tam bién por la forma glorificadora,
É l i t e s c a t ó l ic a s y m u n d ia l iz a c ió n ib é r i c a
Este puñado de existencias sólo da u n a idea escueta de los hom bres y los
m edios que dan fe de la m undialización ibérica en sus dim ensiones políti
cas, religiosas, económ icas y artísticas. Estas prim eras élites m undializadas
están de uno al otro extrem o de la m onarquía católica en las alam edas del
poder. A sus anchas en cada continente, dispuestas a afro n tar las situacio
nes más im previstas, acum ulan hojas de servicio en todo el m undo y reac
cionan a desafíos que se ejercen en la escala planetaria.77 ¿En qué difieren
74 António José Saraiva, Estudios sobre a arte, das Luísiadas, Lisboa, Gradiva, 1995, p. 136.
75 Fernández del Castillo, 1982, p. 263.
76 Balbuena, 1990, p. 122.
77 “Lo que agrupa los agregados aquí estudiados es el hecho de que el conjunto de sus
miem bros se confrontaron con circunstancias concretas similares: nom bram iento en un mis
mo cuerpo adm inistrativo...” Jean-Pierre Dedieu, "Une approclie 'fine' de la prosopographie”,
en Robert Descimon, Jean-Frédéric Schaub y Beroard Vineent, Les Figures de l'adminislrateur,
París, e f i e s s , 1997, p. 236.
310 LAS COSAS DEL MUNDO
esos m edios de los expertos con los que nos cruzam os en los capítulos pre
cedentes? La frontera que los separa es a veces tenue. El apego a la Nueva
E spaña parece tan fuerte en B altazar D orantes de C arranza com o en R odri
go de Vivero. E xpertos y élites com parten la m ism a-fidelidad al m onarca.
Las im precaciones de M artín Ignacio de Loyola o las de R odrigo de Vive
ro contra los extranjeros que invaden el Nuevo M undo p ru eb an que el ver
bo crítico no es m onopolio de u n D orantes de ¡Carranza o de un Guarnan
Pom a de Ayala. Pero, p ara los práticos, los horizontes planetarios, que se
confunden con lo que las élites de la m onarquía h an vivido, se quedan en
parte virtuales.
A la educación hum anista, a la sensibilidad p o r lo local y la ap ertu ra a
otros m undos, las élites m undializadas añaden u n a flexibilidad que les per
m ite a fro n ta rla pluralidad y diversidad de los reinos de la m onarquía. Mo
vilidad y nom adism o, flexibilidad en las. relaciones, pasos de un m undo al
otro, m ultiplicidad de referencias y señales.incitarían a h ab lar de u n “cos
m opolitism o católico", dándole al'adjetivo "católico" ese doble sentido que
rem ite tanto a la Iglesia de la C ontrarreform a com o a la esencia universal
de la m onarquía. Las élites se form an p robándose en las diferentes regio
nes del m undo: Valdepeñas, México, Com postela, P uerto Rico, M adrid para
Balbuena; Cádiz, Río, Buenos Aires, Luanda, Lisboa p ara Salvador Correia
de Sá. Cuando el conde del Valle de O rizaba, el m exicano Rodrigo de Vive
ro, enum era al rey Felipe TV las partes del globo que h a visitado, no p o r ca
sualidad pone el acento a la vez en su m ovilidad y en el alejam iento de esas
tierras: “C onsiderando lo que he peregrinado del m undo con tanttos [j /c]
m éritos ganados y tanto tiem po perdido, ya en E sp añ a ya en Italia ya en la
m ar ya en las Indias M exicanas ya en la China en el Jap ó n y p o r centro de
todo esto en el prim ero del Piru que es P an am a”.78
La m ovilidad im pera sobre el origen geográfico. El lu g ar de nacim iento
de las élites m undializadas no es u n elem ento determ inante: se puede h a
b er nacido en E spaña, com o Balbuena, o en las Indias, com o A ntonio de
Saavedra G uzm án y Rodrigo de Vivero. Algunos vieron la luz en la Penínsu
la, perteneciendo a fam ilias ya sólidam ente im plantadas en otras p artes del
m undo: tal es el caso de los Velasco y de íos Sá. D eterm inantes, las redes
internacionales de parientes, am igos, cofrades, facilitan los desplazam ien
tos entre las partes del m undo. A unque Diogo do Couto, el cronista oficial
de Felipe II, posea la inform ación y la am plitud de m iras de las élites de la
m onarquía, le falta precisam ente el sostén de las m últiples redes que facili
tan la c a ñ e ra intercontinental de un M artín Ignacio de Loyola y de u n Bal-
buena. Las relaciones intelectuales no estorban, y perm iten a u n Balbuena
m overse dentro de la Península. La inserción en organism os de dim ensión
continental —las grandes burocracias de las Indias occidentales o las de]
Estado da India— , incluso en organism os de vocación im perial, com o el
Consejo de Indias o el Santo Oficio, m antiene a sus m iem bros en contacto
con las otras partes del m undo.
D ebido a que el régim en del patronato español y del padroado portu- .
gués coloca a las iglesias de la m onarquía bajo el control de la Corona, y a
que la Inquisición depende de la voluntad del m onarca, las élites católicas
se reclutan tanto en el seno de la burocracia com o en el del clero. Única
m ente la Com pañía de Jesús, sin duda la élite más dinám ica, más cohesio
n ad a y m ás em prendedora, escapa en parte del ojo de M adrid, p ara depen
der estrecham ente de Roma. Al igual que las otras carreras que acabam os de
entrever, la de un jesuíta español com o José de Acosta79 conjuga nom adis
mo, actividades transocéanicas y preocupaciones planetarias. A la gloria
del autor se agrega la traducción en castellano, italiano, francés, alem án,
holandés y evidentem ente latín, de su Historia natural de las Indias.*0 Cuan
do'esas élites m undializadas son élites intelectuales, la notoriedad del hom
bre y la de la obra son indisociables.
A falta de gloria literaria, las élites apilan los títulos, los reconocim ien
tos o las dignidades. M artín Ignacio d e Loyola m uere como obispo en el
Río de la Plata, Balbuena, de P uerto Rico; al hijo de Salvador Correia de Sá
lo hacen vizconde de Asecha,81 Luis de Velasco, que ejerce dos virreinatos y
3a presidencia dei Consejo d e Indias, accede al rango de m arqués de Sali
nas del Río Pisuerga,82 el m arqués de M ontesclaros, virrey de México y de
P eni, presidente de los Consejos d e Finanzas y de Aragón, obtiene un título
d e grande d e E spaña al final de su carrera.83 H enos aquí lejos de los abando-
LA ESFERA DE CRISTAL
E l im p e r io n o s ó lo g o b ie r n a
u n te r r ito r io y a u n a p o b la c ió n ,
ta m b ié n c r e a el m u n d o m is m o q u e h a b ita .
M ic h a e l H a r d t y A n t o n i o N e g r i ,
Empire, 2000
XII. LA PISTA DE LOS OBJETOS
Tres p e q u e ñ o s h á b ito s d e p lu m a s d e In d ia ,
c u a tr o d e la n te r o s d e p lu m a s m o r is c a s ,
d o s c a b e z a s d e a v e s e n p lu m a s d e I n d ia ...
G u a r d a r o b a M e d ic e a , 1539
315
316 LA ESFERA DE CRISTAL
m ejante. Un biom bo3 m uestra sobre los tres paneles de su p arte izquierda
un gran navio negro qtie los m arinos descargan, m ientras que a la derecha un
grupo de portugueses asiste a u n desem barco de cajas. Varios de ellos fu
m an tabaco —un producto y un h áb ito nuevo in tro d u cid o p o r los "bárbaros
del sur" — , lo que las autoridades del archipiélago term in aro n p o r proscri
bir. Los p aquetes de seda y los cofres chinos rep resen tad o s en el biom bo
recu erd an la im portancia del com ercio al que los portugueses se dedicaban
entre la India, China y Japón. El p in to r japonés del biom bo, K ano Domi,
perteneciente a la fam osa escuela de K ano cuyo esplendor dom inó la p in tu
ra jap o n esa a lo largo de la segunda m itad del siglo xvi y principios del si
guiente, interpretó librem ente los elem entos extranjeros, en p articu lar el
kurofuné, el “navio n e g ro "/ exagerando los rasgos que le parecían caracte-
íísticos de los intrusos. El dom inio del espacio es extraordinario: u n a gran
diagonal divide de lado a lado lá com posición, sep aran d o la extensión m a
rin a sem brada de olas negras;y plateadas dé u n a rib era reco rtad a en u na
suntuosa hoja dorada. Estos biom bos tuvieron tál éxito en el m undo ibéri
co que los castellanos y los portugueses ad o p taro n la p alab ra japonesa byo-
bu (que se convirtió en biom bo) p a ra designarlos.
Cada u n a de esas obras trad u ce a su m an era la m ovilización de los ibé
ricos de un extrem o a otro del orbe. M ientras u n a deja ver el prólogo de la
conquista española, la o tra escenifica la p enetración com ercial de los por
tugueses. E n la p in tu ra del códice reina la calm a chich a antes de la tem
pestad que b arrerá a las civilizaciones m esoam ericanas. E n el biom bo,
todo es m ovim iento de navios, de esclavos y m arinos, chapoteo de olas,
atra ca r de los barcos y desem barcos, signos de u na agitación trepidante
que el cierre de Japón in terru m p ió brutalm ente, p o r lo m enos en lo que a
los ibéricos concierne. La p in tu ra m exicana tiene la discreción de las viñe
tas destinadas a deco rar un m anuscrito; el biom bo japonés m u estra en ple
n a luz, en una visión panorám ica, las peripecias de la irru p ció n de los eu
ropeos. Tienen, sin em bargo, un p u n to en com ún: el extranjero del biom bo
o del códice es el castellano o el portugués; el "otro” es allí el occidental.
Esas dos obras nos confrontan con la visión de quienes, en Japón o en
México, se en frentaron a la m undialización ibérica, com batiéndola o aco
m odándose a ella.
3 Atribuido a Kano Domi (! 593-1600), Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga. Véase Ma
fia Helena Mcndes Pinto, Biombos Narnban. Nambati Screens, Lisboa, Museu Nacional de Arte
Antiga, 1993.
4 Así llam aban los japoneses a los navios portugueses; Boxer, 1989, p. 12.
LA PISTA DE LOS OBJETOS 317
6 Enzio Bassani y W. Fagg, Africa and the Rcnaissance. Art in ¡vory, Nueva York, The Cenler
ior African Art, 1988; E. Bassani, "Gli olifanti afroportoghesi de!la Sierra Leone”, en Critica
d ’arte, 1979, núm s. i 63-165, pp. 175-301; del m ism o autor, "Additional noles on the Afro-Por-
tuguesc ivorics”, African Arts, vol. x x v h , mím. 23, julio de 1994, pp. 34-35.
7 Podemos adm irar una serie de esas piezas en el catálogo Exótica. The Portuguese Disco-
venes and the Renaissance Kunstkammer, Lisboa, Fondation Caloustc Gulbenkian, 2001,
pp. 94-108.
8 M ira Caballos, 2000; Soares de Sousa, 2000, cap. cxcv, p. 350.
LA PISTA DE LOS OBJETOS 319
L a I g l e s ia , l o s p r ín c ip e s y l o s c o m e r c ia n t e s
10 Exótica, 2001, p. 111. Ese cofre de reliquias, que pertenece a! tesoro de ia catedral de
Lisboa, tiene una forma piramidal de origen islámico, pero sus aderezos de plata cincelada son
de factura europea. Otros cofres del misino tipo los term inaron orfebres españoles y sus for
m as se inspiran en cofres de cuero que acom pañaron a los portugueses.
11 Exótica, 2001, p. 132. Dresde, Gntnes Geivólbe, inv. núm . [fi, 243.
LA PISTA D ELOS OBJETOS 321
12 Gauvin Alexander Baiíey, Art on the Jesuit Alissions in Asia and Latin America, 1542-1773,
Toronto, University of Toronto Press, 1999.
13 Exótica, 2001, pp. 144-145.
14 Hoy se conserva en M adrid, en el Museo Nacional de Altes Decorativas, en Exótica,
2001, p. 102.
15 Annemarie Jordán GscLuvend, "The Marvels of the East: Renaissance Curiosity Collec-
tion in Portugal'', en Nuno Vassallo e Silva (ed.), The Heritage o f Rauluciiantim, Lisboa, Muscu
de Sao Roque, 1996, p. 99.
16 Exótica, 2001, pp. 102-103.
322 LA ESFERA DE CRISTAL
17 El arle <¡n la corle de los arquidtiques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia. Un reino
imaginado, (¡598-1633), M adrid, Sociedad Estatal para la Conmem oración de los Centenarios
do Felipe H y Carlos V, 1999, pp. 145-147.
18 Exótica, 2001, p. 144.
, ]l) ¡bid., p . 152.
20 Alessandra Russo, "Plumes of Sacrifice: Transformations in Sixteenth-century Mexican
Feather Ari”, en Res, 42, otoño de 2002, pp. 226-250.
LA PISTA DE LOS OBJETOS 323
La p a r t e d e l o s in d íg e n a s
Todos esos objetos nos confrontan con las m últiples exigencias del Occi
dente ibérico. Corresponden a las m anifestaciones concretas de u n a occiden
talización del m undo que p asa por el com ercio, la religión, la política, el
conocim iento y el gusto. La em presa puede revestir u n a violencia inaudita
—la caída de la ciudad de México— o encubrir todas las am bigüedades y
las am bivalencias de la colaboración. Cuando los inform antes indígenas
21 Figuras excepcionales como Ferdinand Cron, el corredor de los Fugger en Goa, encam an
esta movilización de los talentos y los gustos, en K. S. Mathew, fndo-Portuguese Tráete and the
•Fuggers o f Gennany, Nueva Delhi, Manoar, 1977, pp. 21-22.
22 Exótica, 2001, p. 114. '
23 Adaigisa Luigi, Naturalia et Mirabilia. Les cabinets de curiosités en Europe, París, Adam
Biro, 1998.
324 LA ESFERA DE CRISTAL
REELABORACION ES EUROPEAS
sido totalm ente fabricada a orillas del Tajo en talleres donde trabajaban jo
yeros y lapidarios procedentes de Goa.
El m useo de Viena conserva un sorprendente cubilete hecho de un cuer
no de rinoceronte m ontado sobre u n a base cincelada en plata d o rada y ce
rrad a con una tap adera del m ism o m etal. Es un objeto singularm ente com-
. puesto: el pedestal evoca la form a.de,los cálices portugueses de finales-del
siglo xvít, pero la decoración floral es de inspiración china, y el cuerno, que
ten ía la virtud de revelar la presencia de. cualquier veneno, es originario de
la lndia. R em atada con un león, la tapadera del cubilete representa una isla
paradisiaca en que crece un árbol de la vida, ofreciendo a la m irada un
tem a de resonancias m últiples, tanto persa com o europeo.
Captam os la profundidad y.radicalidad de la m etam orfosis europea de
esos objetos hojeando los inventarios de las colecciones florentinas. Estos
señalan que al orfebre Benvenuto Cellini se le confiaron las figurillas mexi
canas p ara que las m ontara en oro. Una vez retrabajadas, las figurillas se
volvieron, sin más, obras "hechas p o r la m ano de Benvenuto Cellini”.31 Las
intervenciones podían, p o r lo tanto, sobrepasar el retoque y la o rn am en ta
ción. Es com probada lá producción en E uropa de objetos íntegram ente fa
bricados con m aterias y estilos lejanos, en particular num erosas piezas de
filiación africana. Como en nuestros días lo hacen los grandes m odistos
europeos, los talleres de Lisboa parecían haber querido ju g ar con m ateria
les de origen africano y asiático. E uropa tam bién produce copias tan idén
ticas que hoy en día suscitan el desconcierto de los especialistas. Todo lleva
a creer que los cráneos mexicanos de cristal de roca, si no los esculpieron
indios llegados de México, fueron esculpidos en Italia y m ucho m ás tarde
p o r artistas de la península. E sta apropiación de m aterias y estilos lejanos
se lleva al extrem o desde el m om ento en que los artistas europeos com ien
zan a em ular las técnicas de los indígenas.
¿C ondena la occidentalización a los artistas indígenas a volverse sim
ples juguetes de las exigencias europeas o —en el m ejor de los casos— cera
m aleable consagrada a ejecutar obras m aestras p o r pedido? Piezas com o la
M isa de San Gregorio, en el m useo de Auch, prueban que un m osaico de
plum as de excepcional refinam iento, hecho para m aravillar a los conocedo
res europeos, puede expresar tam bién u n gesto político: la gratitud de la
aristocracia m exicana hacía la S anta Sede. La contribución de los indios al
Códice florentino es parte integrante de la extraña elegancia y la riqueza
31 Detlef Heikamp, México and the M edid, Florencia, Edam , 1972, p. 13.
326 LA ESFERA DE CRISTAL
Artes m e s t iz a s
La m ayor p arte de los objetos que acabam os de describir son objetos m esti
zos. Frente a las diferentes especies de presión ejercidas p o r los occidenta
les, los artistas de otras partes del m undo elaboraron obras que en propor
ciones e intensidades diversas m ezclaron tradiciones europeas e indígenas.
Los m estizajes, p o r lo tanto, son indisociables de las oleadas de occidentali-
zación. Ya sea que se levanten en co ntra o se acom oden a ellas, los m estiza
jes constituyen de alguna form a su reverso obligado. Las im ágenes de p lu
m as m exicanas son una guía seductora y ejem plar: com binan el rec u rrir a
un a técnica prehispánica, extrem adam ente refinada, con u na m ateria de vi
braciones sobrenaturales, la elección de m odelos de origen cristiano y de
nuevos usos adaptados a las expectativas del Viejo M undo, com o Cristo
Pantocrátor. Los m aestros amanteca que confeccionaban m itras p ara los
LA PISTA DE LOS OBJETOS 329
41 La Flagelación de Cristo es una m iniatura mogola realizada en el prim er cuarto del siglo
Se l a com parará con un fresco dél convento franciscano de Cholula (México), q u e repre
x v ii.
vez que se asocia con la religión y se confunde con el latín. ¿Cómo reaccio
n an los artistas indígenas a este descubrim iento? E n la Misa del m useo de
Auch (Francia), alrededor de la representación del m ilagro y de la m isa que
celebra el papa Gregorio, los am anteca m exicanos pegaron m inúsculos
fragm entos de plum as negras p ara com poner la dedicatoria solem ne dirigi
da al p apá Paulo III. Del otro lado del Atlántico; u n oli fante dé origen afri
cano lleva tam bién entallad a:en e l m arfil u na inscripción en latín: da Pacerri
dom yne [síc] in diebus nostñs.Ab
El recu rrir a la lengua latin a y la escritura alfabética, y la form a misma
—clásicam ente m edieval— de los in stru m en to s de m úsica, orquestan-la
m ultiform e penetración de las im itaciones europeas: una cohorte de ani
m ales fabulosos (unicornio, centauro,-basilisco) abandonó-las riberas cris-
ti anas p ara exponerse al sol de África. En todas partes, los repertorios ico
nográficos y sim bólicos del cristianism o sé explotan- abundan tem en te. El
árbol de Jessé y los sím bolos dé la Pasión ño sólo-inspiran a los amanteca
m exicanos, sino ta m b ié n 'la s creaciones indígenas-.én diversas partes- del
m undo. Una m anta india de Gujerat, tejida con algodón y seda silvestre,
que celebra la eucaristía, se adorna con el clásico m otivo del pelícano que
se abre el corazón para alim entar a sus crías.47 .
I n t e r c a m b io s d e m it o l o g ía s
50 lb id .,p p . 195-197.
51 El Cristo tiene encim a un elefante, asociación que podría interpretarse de m anera contra
dictoria: ¿imagen del dem onio, como io sugiere el grabado de Lucas de Leyden, o emblema
crístico que encontram os en los Coloquios mexicanos de Juan González de Eslava?
52 Gruzinski, 1999.
LA PISTA DE LOS OBJETOS 335
L a in v e n c ió n m e s t iz a y l o s d e s a f ío s d e l - R e n a c im ie n t o
53 Masón, 1998.
336 LA ESFERA DE CRISTAL
M un d o s q u e se m ezclan
L ev a r a m a E u r o p a c o n s ig o , c o la d a a p r ó p r ía m e n t e
[C o n e llo s lle v a r o n a E u r o p a , u n id a a s u e sp ír itu ],
J. S . d a S i l v a D í a s , Camóes no Portugal
do quinhentos, L isb o a , 1988.
' José Guadalupe Victoria, Baltasar de Echave Orio. Lfn pintor en su tiempo, Instituto de
Investigaciones Estéticas, u n a m , 1994, pp. 106-Í09.
2 “Aquí [los pintores europeos] m ontan sus talleres y producen obras de una calidad sim i
la r a la producción m edia europea”, Jorge Alberto Manrique, Una visión del arte y de la historia,
t ii . Instituto de Investigaciones Estéticas, u n a m , 2001, p. 242.
339
340 LA ESFERA DE CRISTAL
Allí donde, las. fuentes escritas dificultan m ucho ap reciar la com plejidad dé
las situaciones, la creación visual aporta nuevam ente elem entos p ara la. re
flexión. El m anierism o m estizo coexiste con un m anierism o de alto tono
que obstinadam ente se aferra a sus raíces europeas.4 Refinado, erudito,
m ayoritario, pero no exclusivam ente citadino, vinculado con los medios
dom inantes y con la corte de los virreyes, ese arte no sólo es la expresión de
u n a sociedad colonial en recom posición y sum ergida en la “incertidum hre",5
sino que es, ante todo, la m anifestación en México de la m undialización de
las artes del R enacim iento. U na m undialización ibérica en la que México
constituye un a de las estaciones exteriores m ás activas.6 Si el sofoco de la
,
7 José Guadalupe Victoria, Pintura y sociedad en Nueva España. Siglo xvt, México, u n a m
1986, pp. 33-41.
8 Victoria, 1994, p. 141.
9 M anrique, 2001, 1 1 1 , pp. 201, 207.
10 Sobre la necesidad de reconsiderarla geografía del arte colonial, Thomas Dacosta Kauí-
m ann, "La geografía artística en América: el legado de Kubler y sus límites”, Anales del tm,
núm s. 74-75, México, u n a m , 1999, pp. 11-27.
342 LA ESFERA DE CRISTAL
Am b e r e s y M é x ic o ,;
11 José de Mesa y Teresa Gisbert, Bitli, un pintor rnanieiista en Sudantdrica, La Paz, Univer
sidad M ayor de San Andrés, 1974; El pintor Mateo Pérez de Alesio, La Paz, Universidad Mayor
de San Andrés, 1972.
12 Hermosos ejemplos en el Musco Marión al de Tokio; véase Illustrated Catalogue ofTokyo
National Mttsemn, Kirisilan Objects. Chrislian Relies in Japan J&1'-19'1' Century, Tokio, Tokyo
National Museum, 2001, C.6091, C.698.
13 El térm ino "exótica" connota m ás el lejano origen del objeto (griego exotikos, "llegado
de afuera, extranjero") que un exotismo en sentido contem poráneo. Se aproxim a a otro tipo de
calificativos —curiosa, mirabilia— entonces en uso para designar el efecto producido por los
objetos llegados de otra parte del m undo.
LOS LOROS DE AMBERES 343
presencia en esas tierras del Septentrión. La fuerza sim bólica de esa rela
ción con el territorio se m anifiesta en cuadros en que Isabel Clara E ugenia
y Alberto atraviesan vastos paisajes, fácilm ente ideiitificables y siem pre do
m inados p o r el incom parable ciclo de Flandes. E n eüos sé reconoceii las
residencias y las iglesias favoritas de la- pareja principesca, su castillo de
M ariem ont14 y Ia ig lé s ia d e -L a e c k e n a lq u e :la infánta gustába ir en.peregri-'
h ación.15 P or elco n trário , los paisajes que pintaron los artistas europeos en
. México son desesperadam ente anónim os: a falta de ser verdaderam ente eu
ropeos, son occidentales.16
Con frecuencia, el ojo del poetá se com porta como el del pintor. La des
cripción del valle de México que nos entrega B ernardo de B albuena trad u c e
en verso esa m irada ciega a las cosas del país, com o si el precio por p ag ar
p ara insertarse en un-sistem aíplanetario exigiera que sé b o rra ra ,cualquier
cblor local. -En sus piezas ,teatraíes, el: crioUó mexicario R uiz de Aiarcón
hace olvidar su origen "am ericano” (indiano) para acceder al círculo de los
1dram aturgos del Siglo de O ro.17 E n la m edida en que sé m anifiestan in sitii,
los silencios de Balbuena son tanto m ás elo cu en tes.E n Grandeza mexicana
n ada o casi n ad a hay sobre la población india, sólo u n a vaga referencia a
los negros de África, u n a flora sistem áticam ente hispanizada y paisajes re
ducidos a dim ensiones de viñetas de la m itología.’8
Así com o escasea o no existe del otro lado del Atlántico, brilla en Am
beres otro género. D esde com ienzos del siglo x v ii, la presencia de anim ales,
flores, frutos y objetos lejanos, de exótica, invade las telas de los m ejores
m aestros flam encos. Im agen de la opulencia reconquistada después de la
tregua de los Doce Años, lograda con el fin de seducir a una clientela bur
guesa y noble, El frutero de F rans Snyder (hacia 1615-1620) rep resen ta u n a
14 Jan Brueghel, Les archiducs dcvanl le chñteau de Mariemont, Munich, Alte FinakotWek.
15 Pcetcr Snayers, Le pélerinage de ¡'Infante ¡sabelie á Uóglise de Laeken, Bruselas, Musées
Royaux des Beaux-Arts.
16 Victoria, 1986, p. 123. La paradoja quiere que la representación de un paisaje nórdico
aparezca en u n a obra mestiza, los frescos de la Casa del Deán en Puebla: patinadores que se
deslizan sobre estanques congelados, ¡deporte poco practicado en Ja Nueva España!
17 Los especialistas en este au to r se esfuerzan sin gran éxito por señalar sus alusiones al
m undo mexicano: ta cosecha es escasa. De hecho, el teatro español da un sitio extrem adam en
te restringido a la experiencia am ericana; Willard F. King, Juan Ruíz de Alarcón, letrado y dra
maturgo. Su m undo mexicano y español, México, El Colegio de México, 1989.
18 Redactada en el hem isferio sur, la descripción en verso de Recifc que hace Bento Teixera
convoca a Neptuno, a Argos y a Proteo para m ostrarnos ese “puerto tan calm o y tan seguro”:
Bento Teixera, Prosopopéia, Lisboa, Antonio Alvares, 1601. Sobre u n a versión brasileña conce
bida com o la réplica de Portugal o Nova Lusitania, Evafdo Cabra! de Mello, Na ferida do Narci
so, ensato de historia regional, Sao Paulo, Scnac, 2001.
344 LA ESFERA DE CRISTAL
al ojo, aunque sea en detrim ento de la im agen m arial. Así se com placía en
escribir el cardenal Federico B orrom eo, gran m ecenas de Bruéghel, a p ro
pósito de esta tela o de obras sim ilares: "De la im agen central, no hay nece
sidad de.hablar;, pues es u n a luz secundaria; oscurecida por el brillo de los
esplendores que la rodean”.2' Al p ropagar u n género que prosperó á lo largo
de todo el siglo, la m ano de Jan’-Bruéghel. deja v e r.la in fm ita b e lle z a de la
n aturaleza divina, al m ism o tiem po que recrea la im presionante diversidad
de la naturaleza para placer de la vista.
La oposición que se hace evidente entre la-pintura-de la Nueva E spaña
y la de Flandes sufre, sin em bargo, u na excepción de peso. Existe una “p in
tu ra de paisaje” en México, donde a veces se introducen exotica iéh el espa
cio pintado, com o la zarigüeya, y. el sim io de:Túeb]ia.::Perofes;'eh^las:'ártes
m estizas y entre los tlacuilos donde se descubren esas1.manifestaciones": a'
diferencia d e lm a n ie rism o ó cc id e n talq u e-d esp lieg a ,I a g r a n ; p iñ tu ra no-
vohispána,; el m a n ierism o . de origen indígena parece paradójicam ente
aproxim arse m ás a ciertas tendencias contem poráneas de las artes europeas.
Sucede de nuevo cuando elem entos locales —frutos, anim ales vivos o dise
cados, abanicos de plum as m ulticolores— decoran las calles de México du
rante las grandes fiestas religiosas, porque esos ornam entos los fabrican
íntegram ente m anos indígenas respetuosas de u n a tradición ancestral.22
Y si podem os im aginar hoy a qué se parecían las regiones m ás apartad as de
la Nueva E spaña a finales del siglo xvi, es gracias a las lám inas que m uchos
pintores tlacuilos realizaron para acom pañar las respuestas de las Relacio
nes geográficas.
Es en el Códice florentino, bajo el pincel de otros pintores indígenas, a
donde hay que ir a buscar las plantas, las flores, las aves tropicales, los an i
m ales extraños con los que se deleitan tantos pintores flamencos. Si las refi
nadas m anifestaciones de una tradición occidental im perturbablem ente fiel
a sus orígenes europeos contrastan de m anera tan fuerte con las creaciones
m estizas de los tlacuilos, se debe a que la m undialización no se reduce a los
efectos cruzados de la occidentalízación y de los mestizajes. Tam bién deja
lug ar a la difusión de un arte dem asiado cuidadoso en invertir su talento y
su virtuosism o en las recetas del Viejo M undo para inspirarse en los nuevos
territorios que invade.
El s il e n c io d e l o s o jo s
33 En Brasil, las élites portuguesas de la región de Rectfe sólo sueñan con una Nueva Lusita-
nia, y su capital, Olinda, tenía el aspecto de una aldea portuguesa; Cabra 1 de Mello, 2001, p. 18.
34 J. S. da Silva Dias, Camoes no Portugal do Quinhentos, Lisboa, Biblioteca Breve, Instituto
de Cultura c Língua Portuguesa, 1988, pp. 95-100, 96.
35 Javier M artín López, "Cinco nuevos libros de polifonía en la catedral m etropolitana de
México", Historia Mexicana, lh, abril/junio, 2003, núm . 4, pp. 1073-1094.
36 En Arias de Villalobos —que en su Canto intitulado Mercurio introduce referencias a la
historia india—, una constante "capa” mitológica term ina por ahogar las alusiones locales: al
dejar de ser "infiel, salvaje y cruel", la ciudad del siglo xvji es sólo una nueva Venecia o una
nueva Roma; Arias Villalobos, 1623.
LOS LOROS DE AMBERES 351
-Mi-'el control de la Iglesia m exicana, con todo y sus ardores trid e n tin o s.e
:inquisitóriales, ni la m a n íá reglam entaria de la: Corona y dé los pintores; ni
tam poco las expectativas de los m edios dom inantes bastan p ará d ar cuenta
dél conform ism o de las obras de arte occidental realizadas en la Nueva Es
paña. E sto se explica tam bién p o r razones estructurales y .técnicas que se
^combinan con efectos de m oda y gusto. Las lim itaciones técnicas se deben
al transplante a M éxico de u n a organización del trabajo a la sevillana. E n la
capital del Guadalquivir, la orientación de la creación artística refleja en lo
esencial el predom inio d e la lglesia. Los artistas trabajan al servicio de u n a
^clientela- conservadora,;rnás,,interesada en' él c o n te n id o q u e e n la form a
—los duques de Alcalá cpñstituíári u n a prestigiosa excepción—, y recurren
sistem áticam ente al grabado, procedim iento que perm ité al com andatario
saber de qué se trata y qúe deja poco espacio a la im aginación y a la fan ta
sía.37 La introm isión del grem io de los pintores en la producción perm ite
contener toda com petencia.38 A ese pan o ram a poco alentador se agrega un
agudo sentido del com ercio y de las exigencias del mercado. Los grandes
talleres sevillanos funcionan com o verdaderas em presas que consiguen
clientes, fabrican p in tu ras en serie y trabajan m asivam ente para los nuevos
m ercados, es decir, p ara la exportación al Nuevo M undo, "donde la d em an
da de p in tu ra barata era insaciable”.39 Se organizan com pañías p ara atender
los pedidos:40 con frecuencia tienen una base familiar, propicia p ara el des
arrollo de dinastías de pintores, surgidas todas de u n a política razonada de
alianzas m atrim oniales.
¿Acaso no se encuentra el equivalente de esas prácticas, de esos concep
tos y de esas alianzas entre los pintores europeos de la Nueva E spaña? La
globalización del arte europeo —entendido com o la réplica extraeuropea
de las form as del R enacim iento, con exclusión de cualquier copia de las
realidades locales— no p asa únicam ente p o r la exportación de cuadros,
grabados y artistas; tam bién opera m ediante estructuras de producción
tran splantadas, cuyas ventajas y lim itaciones intervienen m ucho en el con-
37 El inventario después de la m uerte de Vasco de Pereira registra 2407 grabados, y su
Anunciación se inspira en un Tiziano que reprodujo Comelis Cort.
38 E n 1599, Sevilla contaba con 30 m aestros pintores p o r 100000 habitantes.
39 Jonathan Brown, L'Ágc. d'or de la peinture espagnole, París, Flam m arion, 1991, p. 116.
40 El portugués Vasco de Pereira se asocia con Alonso Vázquez en 1592 para la ejecución de
frescos y de 50 cuadros p ara un convento local.
352 LA ESFERA DE CRISTAL
form isrno y la ru tin a ’de los talleres. Es verdad que m ien tras en el último
tercio del siglo xvi la N ueva E spaña no deja de acoger pintores que llegan
de Europa, el m edio sevillano tiende a cerrarse a los extranjeros.41 Más allá de
las variantes estilísticas, es esta.m ovilización precisam ente la que co n trib u í
ye a m a n ten er el cordón um bilical con la s tradiciones europeas. E n m ateria
de influencias, México tam b ién •im ita a Sevilla. E ncontram os allí el-cruza
m iento de lás. inspiraciones nórdicas e italianas que dom in ab an en la ciu
dad del G uadalquivir desde el decenio de 1570. La idea m ism a del "pintor
erudito ”, pictor doctus, que valora social e intelectualm ente al creador, fran
queó tam bién el océano Atlántico. A finales del siglo xvi, en E uropa, es Ru-
bens, después de Vasari, quien otorga literalm ente a este em pleo sus cartas
de nobleza. E n Sevilla, a p artir de los años 1590,: Francisco. Pacheco da el
tono. A la vez buen p in to r y hom bre instruido, dirige u n a academ ia preocu- ¡
p ada p o r la ortodoxaa.y com puesta por teólogos, poetas, escritores y aficio
nados a antigüedades;42.En la ciudad.de México, com o veremos, B altasar de
Echave Orio es quien m ejor en carn a ese papel y esa polivalencia. ■
41 Pieter K am pcner dejó la ciudad en 1562 y el único europeo que se instaló fue el italiano
Mattco Perez, de Leccio (de Alesio) entre 1583 y 1584. De 1568 a 1576 y, luego, de 15S1 a 1583
había trabajado en Roma (frescos en el Oratorio del Gonfnlone con Federico Zuccaro). En
Sevilla pinta el gigantesco san Cristóbal de la catedral.
42 Francisco Pacheco es el autor de un célebre Arte de la pintura (1649) redactado entre 1600
y 1638.
43 Entro las que dom inan las de Hieronymus Wíerix y las dé Jan Sadeler; Tovar, 1988, f, p. 98.
44 Francisco de la Maza, El pintor Martin de Vos en México, México, u n a m , 1971. Sobre el
arribo de pintores europeos a Perú, véase Mesa y Gisbert, 1972, p. 76.
LOS LOROS DE AMBERES 353
La India portuguesa tam bién se beneficia con esos envíos: desde antes de
1540, el p in to r del rey Juan III, G arcía F em andes, ejecuta p ara la catedral
de Goa un espléndido retablo consagrado a la vida y el m artirio de santa
Catalina.45 Ya sea que atraviesen el A tlántico rum bo a América o ru m b o a
Asia, las telas europeas ponen ante los ojos de los europeos expatriados y
jde los indígenas m agníficos:ejem plos del <arte.-'del .Renacimiento. ;Á condi
ción de que-no sean dem asiado volum inosas n i dem asiado pesadas, a las
esculturas se les em barca tam bién en navios que parten hacia el .Nuevo
M undo y Asia. La Conquistadora d e San Francisco de Puebla es una virgen
de la escuela de Malinas, de la que h ay copias en el m useo portugués de
G aram ulo y en el de Lille. La Virgen de los Remedios, en México, parece ser
u n a escultura española de inspiración .flamenca; la Virgen de G uanajuato es
■también de.origen ibérico.4.6 "En cuanto a l S a n Sebastián ;de la iglesia de Xo-
chim ilco, se parece tanto a sus ■prim os ide tías 'iglesias de la univ ersid ad de
Sevilla y de M archena que puede creerse.que se esculpió en E sp añ a.^ A. ve
ces,- los orígenes geográficos son enigm áticos: ¿cómo distinguir la o bra rea
lizada en E spaña o en los Países Bajos de la que un artista recién desem bar
cado de E u ro p a esculpió en la Nueva E spaña?48 Si esas distinciones son
m uy delicadas de establecer es porque la globalización del m anierism o eu
ropeo insiste constantem ente sobre sus orígenes italianos, flam encos y sevi
llanos.
O tra razón explica la débilísim a apertura de los pintores europeos a las
form as locales. La producción occidental que se desarrolla en Nueva E spa
ñ a no abreva exclusivam ente en las obras que no cesan de llegar a sus cos
tas. Gracias a los artistas que em prenden la aventura m exicana, la p roduc
ción occidental se renueva constantem ente con los centros europeos. H asta
los prim eros decenios del siglo xvu, pintores y escultores europeos, princi
palm ente ibéricos, se instalan en las ciudades y en los cam pos de la Nueva
E spaña, donde difunden el estilo m anierista en sus fases sucesivas.49 El en
granaje de la globalización debe m ucho a esas im portaciones in in terru m p i
50 El artista francés Jcan Ortiz llega por prim era vez hacia 1566 con el m arques de Falces;
Fernández del Castillo, 1982, pp. 149, 175. Vuelve en 1568 con M artín Enríquez.
51 Bethcncourt y Chaudhuri, 1998, n, p. 538; Víctor Serrüo, "A pintura na antiga India por
tuguesa non séculos xvi e xvn", en Océanos, Lisboa, 1994, pp. 19-20.
52 Tovar, 1992, p. 103.
53 "Canto intitulado M ercurio” (1603), México, 1623, en Genaro García, Colección de docu
mentos para la historia de México, xii, 1907, pp. 311-380.
54 Balbuena, 1990, p. 80.
55 T ova r, 1992, p. 233.
LOS LOROS DE AMBERES 355
ting artists. H uelga decir que la exposición a las influencias ibéricas no faci
lita la consolidación de u n a tradición novohispária, en el sentido de que se
desm arcaría de los modelos europeos.56 Cabe esperar el siglo xvu para que
lós pintores criollos y las dinastías locales se m ultipliquen, com o la qué for
m an los hijos de B altasar de Echave Orio, M anuel y Baltasar, que;pintan
■éntre 1620 y 1640. P or el inom éntor en el'apogeo de la m priarquía católica,
lá p in tu ra occidental que echa raíces en México sacrifica cualquier originali
dad local p ara rivalizar m ejor con la producción de la Península.
E l p in to r y k l v irr e y
56 £1 escultor de Bilbao, Juan de Uribarrí, activo en Sevilla ente 1610 y 1611, reside en Mé
xico en 1620-1624, ibid., p. 227; el escultor Diego Ramírez, originario de Sevilla, trabaja en
México a p artir de 1522.
57 Rubio Mané, 1983, i, pp. 231, 123.
356 LA ESFERA DE CRISTAL
M o v il id a d , s o l id a r id a d y a r t is t a f j e m p l a r
65 Dicho nom adism o reproduce el de los pintores que trabajan en Europa, empezando por
Rubens. Pereyns trabaja en México, Tepeaca, Ocuilay Malinnico (1566-1568); México (1569-1570);
Tula (1574); Tlaxcalay México (1578); Teposcolula (1580); México (catedral, 1584-1585); Huejot-
zingo (1588); Puebla (1589). Andrés de Concha llega en 1568 a la Nueva España. Se le encuentra
en Oaxaca (1570-1575); México (1575-1578) con Pereyns; Coixtlahuaca, Yanhuitlán, Tamazula-
pa, Achihutla (1576-1587); Teposcolula (1580-1581) tam bién- con Pereyns; Huejottingo
(1584-1585); Oaxtepec (1593); Oaxaca (1594); México (1595-1599); Oaxaca (1611-1612).
66 De vez en cuando estallan conflictos mediante denuncias a la Inquisición y procesos. De
LOS LOROS DE AMBERES 359
m ucha inquietud pasajera, pero de consecuencias bastante ligeras. Por dos veces a Pereyns se le
pone en mala situación. Se libra de ellas pintando una de sus obras maestras, la Virgen del Perdón.
67 Claudio [o hacc intervenir en la iglesia de Santo Domingo en México, m ientras que Luis,
"maestro mayor" de la catedral de Puebla, le consigue un contrato para realizar el gran retablo.
Ju an de Arrúe, que quizá sea un mestizo —su padre Juan de Arrúc había desposado a
M aría Calzonzi—, es la excepción que confirma la regla; Tovar y de Teresa, 1992, p. i 28.
69 Balbuena, 1990, p. 81. El grabador francés Jean Ortiz no duda en afirmar. "En ese país
soy el que com prende m ejor esc arte y nadie puede com parársem e [...] La excelencia de mi
persona es notoria”.
70 Sobre el modelo que constituye Rubens. Simón Scham a, R em brandt’s Eyes, Londres,
PenguinBooks, 1999, pp. 137-191.
71 Tovar y de Teresa, 1988, i, p. 49. Critica los descubrim ientos que arruinaron al país vasco
y su lengua, y denuncia el papel del oro y de la plata en las Indias.
360 LA ESFERA DE CRISTAL
utroque aeque aríifex (“Patria, pincel y plum a, artista con el uno y con la
o tra”). Echave Orio m antiene relaciones con los letrados de México, como
con el cronista dom inico H ernando de Ojea y el sacerdote Arias de Villalo:
bos, quien elogia a ese prodigio local:
Él es p in to r y es A u to r <
■y tari bien escribe y pinta,
que con estilo y color .
h o n rra el pinzel y la tin ta
y en am bos tiene p rim o r
y si lo que p in ta vive, ,
y lo q ué escribe revive, ;
aunque en vascuence y grutesco
es porque oy te pinta al fre'ssco-
y en m árm ol su nom bre escribe.?2 ‘
72 Ibid., p. 52.
71 Tovor y de Teresa, J992, pp. 116, 107.
LOS LOROS DE AMBERES 361
La d em a n d a local
L a d is o lu c ió n y e l r e la ja m ie n to d e l o s p in to r e s b a b ía n lle 'g a d o al g r a d o d e p in ta r
d e v o to s e n c o m p a ñ ía d e s u s a m a n te s , o c u ltá n d o lo s b ajo lo s a tr ib u to s d e lá s a n
tid a d , y e s a s u e r te d e c u a d r o s s e e n c u e n tr a n e n s u s c a s a s y e n s u s h a b ita c io n e s.
H a b ía m o s c o m e n z a d o a d e s c u b r ir m u c h a s im á g e n e s in d e c e n te s d e b id a s a u n
m a l p in to r q u e s e h a b ía c o n s a g r a d o a h a c e r p in tu r a s r id ic u la s y s in valor, c o m o
u n N iñ o J e s ú s c a b a lg a n d o u n c o r d e r o o c o r r ie n d o c o n u n r e h ile te e n u n a m a n o
y u n p á ja r o a ta d o a u n c o r d ó n e n la o tr a , y o tr a s c o s a s d e e s a ín d o le .
Aún m ás que las instituciones eclesiásticas, son los artistas mism os,
com o B altasar de Echave Orio, quienes acuden en ayuda de la ortodoxia y
censuran las sospechosas desviaciones de pintores y clientes carentes de
im ágenes europeas.
" M ade in M éx ic o ”
tizar que la globalización del arte europeo se efectúe en las m ejores condi
ciones posibles: la réplica del modelo ibérico, se h ará sin contactó con
realidades locales que p odrían deslustrar el efecto mim ético. H asta artistas
indios se esfuerzan p o r copiar fielmente el modelo europeo,
i' La distinción .entre producción indígena y producción- occidental es
mucho, m ás una cu estió n de registro que de origen étnico. El con q ü istad o r
B ernal Díaz del Castillo, avaro eñ cum plidos cuandcTse tra ta de indígenas,
tiene palabras asom brosam ente elogiosas cuando.se trata de calificar el tra
bajo de los pintores indios d é la ciudad de México; El.mismo;éxito obtienen
los escultores de origen indígena, ém ulos de los mejores artistas, llegados de
E uropa, com o lo atestigua el cronista franciscano Juan de Torqueinada a
principios del siglo xvn:
No nos asom bra, p o r lo tanto, que los clientes de los artistas indígenas
fueran españoles aferrados a los estilos y a las norm as de la Península,
com o el com erciante sevillano Pedro M artínez de Quevedo, quien en 1571
encarga al indio Joaquín u n retablo, que com prende 30 escenas de los m is
terios de la Pasión y otras figuras santas. Todos esos talleres indígenas eran
fam osos y poseían u n a clientela noble. Como cualquier oficina europea, se
p erm itían retrasos en las entregas y m antenían estrechas relaciones con al
gunas órdenes religiosas que, en reciprocidad y con frecuencia, aseguraban
su prom oción. Colaboración y subcontratación vinculan constantem ente a
los artistas indígenas con m aestros y talleres españoles. El d o rad o r M arcos
de San Pedro trabaja con R equena, Pereyns y Concha en la realización del
retablo de H uejotzíngo.81 H acia 1605, a los artistas indios de Tlatelolco se
80 Torquemada, 1977, iv, p. 255. Otros talleres indígenas ocupaban "oficiales", que dirigían
“m aestros” de renom bre, como ese Joaquín de Tlatelolco que “vivía en la calzada ubicada a un
lado del barrio de Tlatelolco”; en Tovar y de Teresa, 1992, p. 245.
81 Tpvary de Teresa, p. 80.
364 LA ESFERA DE CRISTAL
82 ibid., p . 1 Í 2 .
83 Fernández del Castillo, 1982, p. 238.
84 Tovar y de Teresa, 1992, p. 243.
85 Silvio Zavala, Una etapa en la coitstmcción de la catedral de México alrededor de ]5 S 5 ,
México, El Colegio de México, 1982.
LOS LOROS DE AMBERES 365
86 Ibid., p. 30.
87 Ibid., pp. 17-18,31.
88 Ibid., pp. 14, 18.
366 LA ESFERA DE CRISTAL
G l o b a l iz a c ió n y Me s t iz a je s
¿Hay que decir que la globalización es com patible con cierta dosis de m es
tizaje? Todo indica que la planetarización del R enacim iento europeo puede
aceptar una m ezcla de m anos de o b ra y de técnicas con tal de que al térm i
no del proceso pase inadvertida la participación no europea. A decir ver
dad, aquí no se trata de m estizajes en el sentido cread o r del térm ino, sino
de explotación de los recursos locales p ara p ro d u cir arte occidental. Este
escam oteo p arecerá m ucho m as b an al si, cam biando u n in stan te el México
de finales del siglo xvi por el m undo contem poráneo, echam os un vistazo
extrem adam ente prosaico a las etiquetas de la m ayor p arte de los trajes que
vestim os. Hoy, casi sin excepción, las m arcas m ás europeas o m ás interna
cionales las fabrican hum ildes m anos que, a m iles de kilóm etros de P arís o
de Nueva York, pon en su técnica, a veces m ilenaria, al servicio de form as
concebidas en o tras partes y p a ra clientelas desconocidas y lejanas. Hoy, en
gran parte de la Tierra, las sociedades m ás diversas confeccionan los m is
m os objetos estandarizados. Tanto en los talleres clandestinos del Sentiei;
en París, com o en las fábricas socialistas o capitalistas de Asia, los trab aja
dores son som etidos a condiciones de trabajo y a objetivos que conjugan
89 Mario Sartoi', Arquitectura e urbanismo en Nueva España, siglo xvi, México, Azabache,
1992, p. 136; Toussaint, 1967, pp. 109-110.
90 Zavala, 1982. p. 26.
91 Ibid., p. 22.
LOS LOROS DE AMBERES 367
las exigencias del liberalism o avanzado con las form as de explotación fre
éuentem ente m ás arcaicas. M anos de obra de todos los orígenes y Organiza
ciones híbridas del trabajo coexisten con la producción de m ercancías su
m am ente norm alizadas, distribuidas y vendidas por la Tierra entera. Los
ap aratos de televisión/las videograb ad p rasy los tenis Nike ofrecen "popu
lares" ejemplos de ello.^ El cohtraste no sabría ser. m ás m arcado entre las
condiciones de producción y la'naturaleza deí producto term inado. Su im a
gen esca m o téa lo s lazos d é la s sociedades y las civilizaciones, la acum ula
ción de los intereses y de los sufrim ientos de los que h a dependido su fabri
cación. No se trata solam ente de la sum a de trabajo necesario que de ese
m odo desaparece —el clásico fetichism o inarxista de la mercancía™ , sino
tam bién radicalm ente de; los m estizajes d e .toda especie, de los que la: obra
es fruto.
¿Q uién p ien sa/ al cóntem plar la .catedral de México, que esa obra m aes
tra de;estilo clásico no habría'podido ver la luz sin las cohortes dé esclavos
africanos y chichim ecas, sin los peones nahuas reclutados -por .la-leva, del
rep artim iento y sin los artesanos m éxicas som etidos a u ñ m aestro;español?
Porque la m ezcla de los seres es com patible con la üniform áción de los
consum os y de los géneros de vida, la globalización de la producción es ca
paz de explotar las m ezclas para su provecho, y cuando lo logra, elim ina
toda huella m estiza del proceso de fabricación p ara privilegiar la conform i
dad con el m odelo europeo.
Es decir, existen esclusas que de todas las m aneras posibles bloquean
los m estizajes, confinándolos a esferas determ inadas, naturalizándolos o
borrándolos. H uelga decir que los artesanos indios y m estizos que trabajan
p ara el consum o p opular ofrecen a sus clientes productos m estizos. El m es
tizaje se m anifiesta allí en todas las etapas de la producción. Sucede lo m is
m o en los conventos de provincia en donde los pintores de frescos tienen
u n am plio m argen de invención, sin duda porque sus obras se dirigen prio
ritariam ente a públicos indígenas que conviene cristianizar. P o r el co n tra
rio, las huellas del m estizaje se vuelven im perceptibles cuando predom inan
los usos y las exigencias de las élites urbanas, y en p articu lar en el arte occi
dental: de la m ism a form a que la difusión del rococó en el Brasil colonial,
la m oda del churrigueresco, luego la del arte neoclásico en la Nueva E spa
ña del siglo xvin obedecen a im pulsbs europeos. E n m ateria de producción
de bienes de lujo, la intervención local se acepta e incluso se valora com o
I
E sto q u e d ir é n o s e r á in v e n c ió n n i im a g in a c ió n m ía , sin o
s a c a d o d e lo m ejor, m á s v e rd a d e ro y m á s a c en d r a d o qué
h a y en to d a la d o c tr in a d e H ip ó c r a te s y G alen o, ayu d án
d o m e ta m b ié n e n la s r e g la s y p r e c e p to s d e A ristóteles.
. J u a n d e CA r d e ñ a s ;-.
; Problemas y secretos maravillosos
de ¡as Indias,. 1591
370
LAS PAREDES DE CRISTAL 371
■.las diferentes partes del m undo som etidas a la m onarquía. E n México, un
Cervantes de Salazar, en Perú, la Academia Antártida y Diego Mexía de Fer-
nangil se dedican a arraigar en suelo am ericano la herencia m ás refinada del
; Viejo M undo. E l ejemplo andino es elocuente. "La Academia A ntártica se
propone transferir eLédificio de la cultura grecolatina renovado p o r el hu-
•m anism o del R enacim iento para im plantarlo;eñ un a región lejana percibida
com o bárbara." A través de ella, ios letrádos de los Andes reivindican el pie-
rió y total reconocim iento de su existencia intelectual en el seno de la m o
narquía, pero nunca el de los grupos hum anos en los que se h an asentado.4
7 Ibid., p. 301; sobre los prim eros diplomados, Guillermo S. Fernández de Recas, Grados
de licenciados, maestros y doctores en artes, hyes, ¡eologta y todas ¡as facultades de la Real y Pon
tificia Universidad de México, México, u n am , 1963; M auricio Beuchot, La Real Universidad de
México. Estudios y textos, u. Filósofos dominicos novohispanos (entre sus colegios y la universi
dad), México, u n am , 1987.
8 Gallegos Rocafull, 1974, p. 304.
9 Antonio Rubio, Lógica mexicana, Colonia, 1605, citado en Osorio Romero, 1988, p. 96.
10 Gallegos Rocafull, 1974, p. 261.
11 Rubio, 1988, p. 95.
12 Dias, 1988, p. 59.
LAS PAREDES.DE CRISTAL 373
largo del siglo xvi los filósofos desem polvan u na escolástica que. se perdía
en las argucias y los form alism os. Ese baño de juventud le confiere m ás
; “unidad, vigor y coherencia".13 A través de las ideas de D omingo de Soto y
de las enseñanzas del agustino Alonso de la Vera Cruz, el áristotelism ó y la
escolástica se im plantan én el antiguo im perio de M octezum a.14 Bajo el im
pulso de la Com pañía dé Jesús; ¿1 resplandor intelectual de la universidad
de Coim bra reforzará m ás lá influencia'del'Filósofo (Aristóteles) en los te
rritorios lejanos som etidos a la m onarquía católica, incluso M éxico,15
A r is t ó t e l e s e n s u b u r b u ja
18 Ibid., p. 245.
19 Se traía tle un com entario de la obra de Aristóteles, Dialéctica resohitio cum textu Aristo-
talis. Véase García Icazbalceta, 1981, p. 107.
20 Gallegos Rocafull, 1974, p. 248.
21 Ibid., p. 249.
LAS PAREDES DE CRISTAL 375
pillos. Parece que la escolástica m antiene a los espíritus en una esfera de cris
tal de paredes tan transparentes como indestructibles: barreras translúcidas
que dejan ver el exterior, pero sin que haya posibilidad de comunicarse con él.
.í Exam inem os m ás de cerca los m ecanism os de esta globalización del in
telecto. Xa distancia, que. guard a frente a las form as de pensam iento, indíge
na ¡tiene orígenes m últiples. Unos son-evidentes-y elementales: fuera de u n
puñado de especialistas fam iliarizados con los árcanos del m úndo indígena
—los Sahagún, los D urán o los Molina, con los que nos hem os cruzado an
tes-—, las civilizaciones indígenas siguen siendo muy m al conocidas. Cual
quier diálogo con los pensam ientos am erindios habría exigido u n sólido co
nocim iento de las lenguas indias y u n interés sistem ático en aquello que los
españoles llam aban las "fábulas'^ dé los indios. No es el caso. Pero otras ra
zones parecen tam bién riatürales: el cristianism o se juzgaba infinitam ente
superior a ú n a idolatría hundida en-süs vagabundeos y. aberraciones, áun si,
en resum idas cuen tas/el aristotelism o era asim ism o la expresión de ú n p en
sam iento pagan o y politeísta. A ello se agregaba la vigilancia que ejercían la
Iglesia y el tribunal de la Inquisición y que bastaba p ara com batir aproxi
m aciones y1juegos intelectuales pronto com prom etedores. Es verdad que el
Santo Oficio interviene rara vez en el ám bito de las ideas, pero esta discre
ción se explica tam bién por el tranquilo conform ism o del paisaje intelec
tual. Los inquisidores estaban m ás preocupados por la m enuda m orralla de
los blasfem os y de los bigam os o por las prácticas judaizantes.
Las causas de esta indiferencia y de esta distancia en relación con otras
form as de razonam iento se-encuentran, en prim er lugar, en el peso del euro-
centrism o académ ico y los hábitos intelectuales que definen los lím ites del
cam po de reflexión. Sin duda el encierro de la escolástica en sí m ism a y su
pretensión de universalidad vale para m uchos. Por lo dem ás, no quiere de
cir que el equipo intelectual europeo se haya quedado inmóvil a través del
tiem po y del espacio. Pero, si el aristotelism o evoluciona y se renueva a lo
largo del siglo xvi, es p ara obedecer a críticas y tensiones internas del m u n
do letrado europeo. Siem pre se transform a con respecto a sí mismo, com o
si hubiera abandonado definitivam ente la capacidad que d u ran te u n a parte
de la E dad M edia tuvo de absorber influencias exteriores.22 A lo largo del si
22 Aun cuando la recepción de las grandes renovaciones del siglo xu que em anaban del m un
do m usulm án se haya percibido menos como una apertura de la esfera intelectual medieval al
exterior y sobre un m undo no cristiano que como un retom o a lo que se creía era la esencia de
la doctrina. La acogida que se dio a la herencia de Bizancio después de la caída de la ciudad re
vela la m ism a mentalidad. Véase Alain de Libera, Pensaran Moyen Age, París, Le Seuil, 1991.
376 LA ESFERA DE CRISTAL
glo xvi, incluso las m ás virulentas críticas lanzadas contra el Filósofo siguen
prisioneras de la esfera occidental. El ejemplo de Italia, cuyos letrados y pren
sas m anifiestan u n interés constante por los nuevos m undos, es muy convin
cente.. Cuando Bem ardino Telesio (1509-1588) reacciona contra Aristóteles y
elabora su teoría del sensualismo, lo hace reinterpretando a Avicena o inspi
rándose en médicos antiguos com o Erasístrato ó en m odernos como Giovanni
Argeritario.2! Mentes como la.de Francesco Patrizi-(1529-1597) sacan de los
presócráticos y de una metafísica ne opiato nica su-crítica, al aristoteüsm o.24
Aunque este pensador llame en su ayuda a los Oráculos caldeos, atribuidos a
Zoroastro, no hace la m enor referencia a los sistemas filosóficos de los incas o
de los antiguos mexicanos cuando experim enta la necesidad de fundar su in
terpretación del calor en un concepto del fuego presuntam ente caldeo. Un es-:
píritu tan radical com o el de Giordano.. Bruno (1548-1600) no es excepción de
la regla cuando desarrolla su;concepción.filosófica de Ia cáusá a p artir de.las
contradicciones;internas que se advierten en la metafísica aristotélica.”
E n cuanto al n apolitano.G iam battista della-Porta, cuando em prende su
ataque al aristotelism o, el sistem a que elabora p ara explicar los secretos de
la naturaleza es tam bién una "mixtura"* una. “m ezcla"26 de neoplatonism o,
de ocultism o y de m etafísica n aturalista to m ad a de Telesio. No solam ente
utilizan todos a Platón o a Lucrecio con tra el E stagirita, sino que la polém i
ca contra Aristóteles pasa indefectiblem ente p o r el propio Aristóteles. Cuan
do G iam battista della P orta retom a la oposición entre la form a y la su stan
cia y proclam a la superioridad de la prim era sobre la segunda, se debate
todavía con los antiguos conceptos aristotélicos. P or m ás que los círculos
napolitanos que frecuenta m anifiesten su interés p o r los indios de América,
ni su geografía intelectual, ni Ja de Cam panella, que se cruza en el entorno
del m ago de N ápoles en 1589,27 n u n ca p asan por las In d ias occidentales.
A golpes de alquim ia y de "m agia natural", Della P o rta construye su visión
del m undo e inventa u n a m etodología científica asim ilando la ciencia a una
28 Ibid., p. 299.
29 Ibid., p. 321.
30 Así, Bodino la em prende contra G iam battista della Porta en su Démonomanie des sor-
ciers, 1580, en Eam on, 1999, p. 303, n. 47.
31 Ibid., p. 303.
32 Mulsow, en Vasoli, 2002, p. 430.
378 LA ESFERA DE CRISTAL
L as pa r ed e s d e cristal
41 José de Acosta, Historia natural y mora! de las Indias, ed. p o r E. O'Gorman, México, p c e ,
[1590], 1979, pp. 287,288.
42 Durán, 1967, r, pp. 169-170.
43 Ibid., p. 226.
44 Bartolom é de Las Casas, Apologética historia sumaria, n, México, u n a m , 1967, p. 201.
45 Ibid., i, p. xxxv. :
46 Valadés, 1989,
47 El Códice Ríos probablem ente lo realizó un europeo en Italia en el decenio de 1570;
Howard F. Cline (ed.), Handbook o f Middle American Indians, xiv, 3, Austin, University of Texas
Press, 1975, p, 186.
LAS PAREDES DE CRISTAL 381
LA ESFERA EMPLOMADA
54 Giuseppc Gabrieli, "11 carteggio linceo della vecchia accademia di Federico Cesi”, en Atti
della Reale Accademia dei Lincei, serie 6, vol. 7,1938-1942, p. 210; carta de Federico Cesi a Ga
lileo, 17 de marzo de 1612.
55 David Frcedberg, The Eye o f the Lynx. Galileo, His Friends and the Beginnings o f Modem
Natural History, Chicago, Chicago University Press, 2002, pp. 254, 451-452.
LAS PAREDES DE CRISTAL 383
m arco institucional, político y social en el seno del cual se le tran sp lán ta.56
Su exportación va de la m ano con la de la institución universitaria q ue se
instala en América y Asia con sus m étodos de enseñanza, sus m aterias, sus
diplom as y sus rituales, sus profesores y.estudiantes, sus pequeñas glorias y
sus m ezquindades. Las universidades de México y d e . Lima se conciben
cóm o réplicas de la de;Salam anca. Los vínculos entre las üniversidades y la
b urocracia colonial son particularm ente estrechos: los oidores ¡de México
reciben cátedras en la universidad-y los profesores de esta institución
se vuelven m iem bros del tribunal que, a los lados del virrey, gobierna el rei
no de la Nueva E spaña. Son m edios que tienen sus propias reglas, donde
la form ación de estudiantes y la reproducción del sistem a polarizan todas
las energías. E n su aplastante m ayoría estos estu d ian tes/fu tu ro s teólogos o
ju ristas, son europeos Uamádos a incorporarse'a las filas de las. capas diri
gentes. Est.a;vocación europea juega m asivam ente eii favor de la reproduc
ción de los hábitos de pensam iento: ios alumnos; de los jesuitas y los estu-
diántes ;de: las universidades ■tie n en 1todos el •'empeño de m antener' intacto
un saber que les garantice porvenir, prestigio/-posición social e igualdad
—al m enos en principio— con sus cofrades form ados en> los reinos e u ro
peos de la m onarquía.57
E ntre los escasos estudiantes que no son europeos sino m estizos o indí
genas, la iniciación al aristotelism o puede encontrar otras form as de p en sa
m iento, pero sin que éstas lo penetren jam ás. E n México, en el colegio de
Santiago5Tlatelolco,58 los hijos de la nobleza india se rozan, p o r tiem po li
m itado, con los rudim entos de la escolástica. Las correspondencias de los
príncipes de México tienen incluso una pincelada de neoplatonism o que no
p odría engañar.59 En el otro extrem o del m undo, en los colegios jesuitas de
Goa, de Japón y Macao, tam bién los asiáticos reciben la enseñanza de. la fi
losofía occidental. Pero estas situaciones siguen siendo m inoritarias. El Ja
pón se cierra a los ibéricos y al cristianism o a principios del siglo xvii, m ien-
57 En relación con estos medios en el siglo xvi y principios del xvrr, Margarita Me negus (ed.).
Saber y poder en México. Siglos xvr al xx, México, u n a m , Miguel Ángel Porrúa, 1997, pp. 13-196;
Magdalena Chocano Mena, La fortaleza docta. Élite letrada y dominación social en México colo
nial (siglos xvi-xvttj, Barcelona, Beílaterra, 2000.
58 Aunque los estatutos de fa universidad de México no cerraron oficialmente la puerta a los
indios.
59 Oso rio Romero, 1990, p. 12.
384 LA ESFERA DE CRISTAL
64 P. O vidii N asonis tani de Tristibus quam de Ponto, México, Antonio Ricardo, 1577; Rose,
1999, p. 403, sobre las relaciones entre Mexía de Femangil y Ovidio.
65 Mauricio Beucbot (ed.). Fray Alonso da la Vera Cruz. Antología sobre el hom bre y la liber
tad, México, u n a m , 2002; Gallegos Rocafull, 1974, p . 299,
386 LA ESFERA DE CRISTAL
so, el orden de las esferas celestes, el tam añ o de las estrellas, los m eridianos
o tam bién la m anera de calcular la longitud y la latitud. Alonso Guerrero,
que pertenecía a la poderosa y rica fam ilia de los Villaseca, red a cta com en
tarios sobre el De anim a, e\ De coelo y el De meteoris (1623). A ntonio Rubio
com pone su Lógica m exicana; L a producción local —tratados, cursos y con
ferencias— no reserva ninguna sorpresa. Está en todo conform e con las
enseñanzas, que entonces se dan en E uropa. A lo sum o se in ten ta ad ap tar a
los estudiantes de México y a las condiciones locales la m an era de enseñar
la doctrina aristotélica. H ab rá que esperar la segunda m itad del siglo xvn y
a Carlos de Sigüenza y G óngora p ara iniciar una vuelta critica, p ero ésta se
lim itará a reflejar las transform aciones de la filosofía europea sin que nun
ca la influyan tradiciones de pensam iento que le serían exteriores.66
P or lo dem ás, la p aridad intelectual con E u ro p a no se adquiere nunca.
La defensa.-de los méritQs y ..aptitudes ■de los vcrionos fes’ja;expresión:'de. una
América hispánica que b usca' el reconocim iento del M ejo M undo. Al pane
gírico d e-la universidad de Lovaina, en que el h u m an ista Ju sto Lipsio
(1547-1606) ignoraba con soberbia la existencia de las universidades am eri
canas: "¿Para qué iría yo al Nuevo M undo? Sólo son bárbaros", responderá
el apasionado alegato de Diego de León Pinelo en favor de la universidad de
Lim a.67
A r is t ó t e l e s reex portad o
ta logró m agistralm ente estandarizar esta form a del pensam iento y acen
tu a r su eficacia sin cam biar su contenido* un arte en el que, en esos tiem pos
dé la C ontrarreform a, sobresalió la C om pañía.78 Como la de Alonso de la
Vera Cruz, la obra de Rubio se inscribe escrupulosam ente en los lím ites fi
jados po r la.escolástica renovada del Viejo M undo. Podem os im aginar q u e '
la publicación y la adopción de un téxto de. ese tipo no era una sim ple for
m alidad. A los m anuscritos los exam inaban expertos, profesores de filoso
fía (artes), teólogos y m édicos pertenecientes a la universidad, que rendían
cuentas ante la asam blea de profesores y verificaban que “toda la d octrina
en ella [se. en la obra] contenida es m uy conform e a la que com únm ente se
tiene en la escuela, p o r de Aristóteles; y santo Tomás".79 Tam bién, a su vez,
el poder real interviene en esté procedim iento. La obra entonces queda lista
p ara circular en E uropa y en el restó del m undo.80 Cualquier globalización
pasa por una Homologación.1
Ja Nueva E spaña podía concebir y trasm itir su disciplina. Pero tam bién re
vela lo que un m onje pensaba de la arqu itectu ra prehispánica. Andrés de -
San Miguel describe las construcciones precolom binas y se interesa en ellas
al grado de defender sus realizaciones con tra sus detractores: “Pero si con •
ojos desapasionados y no con los que algunos m iran las cosas de las In d ia s ,,
teniéndolas en poco, querem os m ira r la herm o su ra y curiosidad de los tem
plos que estos gentiles occidentales tenían ,->veremos q ue son no sólo en edi
ficios, sino en riquezas, de los m ás aventajados del m undo".82 Andrés de San
Miguel adm ira las dim ensiones del tem plo de México, se aso m b ra del ta
m año gigantesco de las piedras em pleadas en la construcción de los cimien-;
tos y los m uros de los edificios prehispánicos y evoca técnicas de. cim enta
ción: “E n lugar de asfalto, se utilizaba p a ra el m ortero oro fundido, del que
los españoles se apoderaron para, que los indios no lo destruyeran’’.53 Sus
conocim ientos no se lim itan a estas consideraciones generales. Se remiten
a construcciones precisas, a los tem plos del'S ol del valle.de Yucai (Tambo), a
los de Tom ebam ba, Tacunga y Pachacarria, "el prim ero de los templos, de
aquellos reinos del Perú". La riqueza de los santuarios del Perú excita su
adm iración: "Nunca se vio sem ejante género de vasos de oro en el m undo
p ara el servicio, ni en el Templo de Salom ón".84
Sin em bargo, esta rehabilitación de la arq u itectu ra india alcanza p ro n
to sus lím ites. Al final de ese coito ensayo de arq u itectu ra com parada, el
religioso vuelve a poner las cosas en su lu g ar al afirm ar la ab so lu ta superio
ridad del m odelo bíblico —en m ateria de conocim ientos técnicos y de tra
za—, aun si a final de cuentas él prefiere u n a arq u itectu ra m ás austera, niás
acorde con el ideal de pobreza de su orden. A los ojos del carm elita, son
precisam ente los fastos y riquezas los que h acen de las construcciones pe
ru an as y m exicanas y, aú n m ás, del tem plo de Salom ón, contraejem plos
que hay que cuidarse de reproducir. ¿Cómo con este espíritu in terro g ar la
arq u itectu ra indígena m ás allá de sus apariencias y analizar sus principios,
incluso inspirarse en ella? El religioso sólo se aproxim a a las construccio
nes indígenas p a ra m arcar m ejor su distancia; lo hace, p o r o tra parte, m ás
p ara plegarse a las exigencias de pobreza de su orden que en nom bre de
reglas intangibles. El com paratism o, p o r lo tanto, sólo sirve p a ra regresar
m ejor a los clásicos europeos de la arquitectura. U na vez más, esta perspec-
82 Eduardo Bácz Macías (ed.), Obras da fray Andrés de San Miguel, México, unam , Instituto
de Investigaciones Estéticas, 1969, p. 98.
83 Ibid., p. 59.
84 Ibid., p. 98.
LAS PAREDES DE CRISTAL 391
cam inos que com ienzan a volvérsenos fam iliares: sólidos m arcos instituí
d ó n ales, apoyo técnico y m aterial del libro, transm isión ineluctable de una
gran tradición, autom atism os que excluyen cualquier alternativa, y, de m a
nera m ás sutil, facultad de esquivar la m ezcla con otras form as de perisá-f
m iento. M ientras que la occidentalízación se desencadena desde las bases
europeas p ará extenderse a otras regiones del globo, la globalización se de-:
sarroJla in s itu , p o r donde sé retinen las condiciones. El um bral que secara
occidentalízación y globalización es tanto m ás difícil dé d etectar cuanto■
que esas dos dinám icas im pregnan a los m ism os seres. El ejem plo del fran
ciscano B em ardino de Sahagún, com o veremos, es revelador dé ése ince
sante m ovim iento que lleva a sum ergirse en las sociedades indígenas y a
apartarse de ellas en el m om ento en que lím ites in so p o rtab les,parecen estar-
cerca, de franquearse. La globalización borra m ecánicam ente los distintos
universos que rozam os cada vez.que su presencia nos pone-en peligro de
cüestiónár;las5ceriezás:queválírneritam ospdé^r¿tótóriíár4ais'posieiónéá qüéí
ocupam os o sim plem ente de desplazar nuestros centros d e interés.
XV. LA GLOBALIZACIÓN -DE LAS LENGUAS
393
396 LA ESFERA DE CRISTAL
6 Mateo Alemán, Ortografía castellana, México, Jerónimo Balli, 1609, ff. 20-20v.
7 Ibid., ff. 18, 12, 30. "Hable i escriva su materna cada uno como quisiere o mejor supiere
sin obligación a los otros que guarden sus preceptos mismos", en ibid., f. !2v.
8 J. Ma. Micó, en Alemán, 1997, p. 56.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LENGUAS 397
cía diaria. Sin em bargo, nada del contexto m exicano aflora en su tratado de
ortografía.9 Si el autor evoca el habla popular, es siem pre la de los "cam pe
sinos" de la Península o la jerga .de los truhanes y de-los presos que había
aprendido durante sus .estancias en la cárcel. El espacio de discusiones y
polém icas qüe él tratad o evoca es exclusivam ente europeo.
S ería fácil entablarle un proceso p o r insensibilidad etnográfica. Sin em
bargo, su ejem plo ilustra de qué m anera, con la m ejor disposición del m u n
do, un espíritu abierto e innovador sé vuelve instrum ento de Ja globaliza
ción que lo lleva a abstraerse del m edio local y a p asar p o r alto experiencias
susceptibles de cuestionar las certidum bres con las que fundam enta sus re
flexiones sobre la ortografía castellana. Se nos dirá que no p o d ría ser de
otra m añera, porque su objetivó'es definir la ortografía de u na lengua euro
pea;-Pero M ateo Alemán se confronta diariam ente con un m undo que no es
europeo. Su texto.se publicó en un m edio.de letrados e im presores españo
les, m estizos e indígenas, que desdé, hacía- u n o s.80 años estaba inm erso en
una; em presa sin precedentes.. E se m edio trab a jab a en la transcripción sis
tem ática de las lenguas am erindias y publicaba u na abundante bibliografía
en náhuatl, purépecha, huasteco, zapoteco, otom í y maya. En el m om ento en
que M ateo Alemán se encuentra en México, las prensas de la ciudad sacan
una serie de obras que vienen a enriquecer la literatura cristiana en lengua
india. En 1604, el franciscano Ju an B autista publica en la im p ren ta de Die
go López Dávalos u n Libro de la miseria y de la brevedad de la vida del h o m
bre... en lengua mexicana.™ En 1605, el m ism o franciscano edita en náhuatl
u n a Vida y milagros del bienaventurado San Antonio de Padua, con el m ism o
impresor. Siem pre el m ism o año, Diego López Dávalos publica tam bién en
náhuatl un Rosario de Nuestra Señora del franciscano Alonso de Molina. En
1607, el m ism o im presor edita el Espejo divino en donde los padres pueden
verse y obtener enseñanzas para lograr formar a sus hijos y darles el gusto de
las virtudes, que redactó y tradujo el religioso agustino Ju an de M ijangos.1'
E l paso de M ateo Alemán se inscribe, por lo tanto, en una perspectiva
que ignora la p arte m ás fecunda y la m ás original de la producción intelec
tual en la Nueva E spaña desde el decenio de 1530. El au to r no m anifiesta ni
el m enor interés p o r los trabajos lingüísdeos que, a fuerza de gram áticas y
9 Lo que no quiere decir que desprecie las lenguas no europeas. La única m ención que se
descubre en su Übro concierne al guineano —"sería hablar guineano a. quienes no conocen el
latín”—, y en esc contexto la referencia nada tiene de peyorativa.
10 Toribio Medina, 1989, n, pp. 15-16,
11 Ibid. p p . 2 2 - 2 3 , 2 9 , 3 6 - 3 7 .
398 LA ESFERA DE CRISTAL
El lenguaje de los em blem as, al igual que el de los sím bolos y las alego
rías, no escapa de los m ecanism os de la globalización. Se estructura según
los principios establecidos p o r las élites europeas que lo concibieron y di
fundieron.- Utilizado en América p ara evangelizar y som eter al nuevo orden
político,, esos juegos de, signos dependen de la occidentalización, pero son
tam bién el producto ¿obre u n a retórica europea de la im agen que, al volver
se "occidental''y m undializarse, perm aneció indefectiblem ente fiel a sí mis?;
m a.17 El em blem a ofrece un ejemplo de esos m ecanism os que se resisten a
todas las trasplantaciones. Su funcionam iento reposa en u n a interacción
específica entre im agen y texto, entre contenidos m entales m ás o m enos la
tentes y form as codificadas.
: El texto que. acom paña, al em blem a es siem p re un epigram a: una per
q ueña p ieza en,verso,- en lugar de; u n a fórm ula elíptica, que m antiene una
relación redundante con la im agen descrita y q u e explicita;sú sen iid o ^in ií
bolico; S egú n ^ ciato ;;r'las paLlabras/significan^lás.cosas soiisigniflcadas¿:y?;
El em blem a; que responde a un proyecto pedagógico, es también.'fuente;de
aprendizaje y de m editación. Al m ism o tiem po es capaz de ad m in istrar úna
lección de m oral de alcance universal, lo que explica que se le pueda fácil
m ente m undializar. P or últim o, su dim ensión artística y su atractivo estéti
co participan en su m oda y eficacia.19
La circulación de los em blem as prop o rcio n ará el soporte figurado a la
ideología del p oder en el Siglo de-Oro.20 Pero el lugar de los em blem as des
borda las páginas grabadas de los libros a los que se consagran. Los em ble
m as figuran en todas las arquitecturas efím eras.21 No hay cerem onia oficial
sin su panoplia de sím bolos y alegorías, pero tam poco sin el recurso del
em blem a, lo que hace de él u n excelente vector de p ropaganda.12 Medio pri-
Horappollo, Venecia, Aldinc, 1505, para culm inar en los Emblemas que aparecen en Augsburgo
en 1531. A lciatno fue el autor ni el instigador de la puesta en imágenes de su obra.
17 Los esfuerzos tendientes a constituir corjnis europeos dejaron p o r lo general de lado a
España, a pesar de la riqueza señalada desde hacía m ucho tiem po en el libro de Mario Praz,
Studies in Seventhecn Century Imagety, Roma, Storia e Le tt era tura, 1975. Véase Fem ando R. de
la Flor, La Península metafísica, M adrid, Biblioteca Nueva, 1999.
18 P. Laurens, en Alcíato, 1997, p. 26.
19 Julián Gallego, Visión y símbolos de la pintura española del Siglo de Oro, M adrid, Cáte
dra, 1987.
20 Diego Saavedra Fajardo, Idea de ttn príncipe político-cristiano, Munich, Nicolás Enrjco,
1640, y la edición m oderna po r Francisco Javier Diez de Revenga, bajo el título Emblemas po
líticos, Barcelona, Planeta, 1988.
21 El arte efímero en el m undo hispánico, México, u n a m , 1983.
22 Véase el artículo de José Antonio Maravall, "La literatura de emblemas como técnica de
acción sociocultural en el barroco", e n Teatro y literatura barroca, M adrid, Hora, 1977.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LENGUAS 401
37 De esas empresas recordemos la realización de 62 vistas de las ciudades españolas por An
tón van den Wyngacrde y la elaboración de las relaciones topográficas de las regiones de España.
38 Jesús B ustam ante García. "La em presa naturalista de Felipe II y la prim era expedición
científica en el suelo americano: la creación del modelo expedicionario renacentista", en Felipa
II (I527-I59S). Europa y la monarquía católica, bajo la dirección de José M artínez Millán, Ma
drid, Parteluz, 1998, pp. 39-59; D. Goodman, Power and Penury: Government, Technology, and
Science in Philip II's Spain, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
39 Biading, 1991, pp. 200-201. A Antonio de Leóa Pinelo (1590-1660) se le había encargado
también reunir toda la legislación sobre las Indias occidentales.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LENGUAS 405
por m ás am biciosa que sea. Como tam poco la globalización intelectual sólo
se explica por la política de la Corona.
O tra desventaja explica que la globalización se haya desarrollado en
otro registro distinto. El tratam iento dado a los inform es en E uropa fre í
cuentem ente creaba dificultades. Si bien los m anuscritos de H ernández
—:Con todos los m ateriales que recogió, dibujos, plantas, anim ales diseca
dos—, el suntuoso Códice florentino de Sahagún, -las relaciones de Muñoz
Camargo, de G uam án Poma, los Coloquios im presos de G arcía da O rta lle
gan a la península ibérica, estos conocim ientos conocen destinos m uy des
iguales: el sepulcro de las bibliotecas para la m ayor parte, la reestructura
ción y reescritura p ara los m ás afortunados. Tal es el caso del Códice
florentino, que en su “retiro" de Florencia debió esp erar al siglo xx p ara co
nocer en Italia una edición p o r fin digna de él, m ientras que los escritos de
G arcía de O rta habían sufrido/ desde la década de 1570, reescrituras cuyo
objetivo.era adaptarlos a los lectores europeos: el m édico p o rtugués Gristó--
váo de Acosta lo explicó am pliam ente en su prólogo.52 i
La obra de Francisco H ernández tam bién tuvo u n a suerte u n tan to agi
tada. M ientras se inauguraban las investigaciones de la Corona, los traba
jos del m édico dieron un giro com pletam ente inesperado. La confrontación
de las instrucciones de Felipe II con la realidad local e indígena modificó
considerablem ente los análisis del m édico, al grado de h acer im publicable
su obra tal y com o estaba. Los avalares españoles e italianos que conocie
ron los textos y los dibujos dicen m ucho sobre lo extrañeza de una colec
ción que rom pía con el m odelo europeo53 y p lan teab a a la vez problem as de
edición y de interpretación. Muy influido p o r sus contactos con la m edicina
y los saberes indígenas, H ernández no había seguido las tablas de clasifica
ción entonces en uso. Sin em bargo, Felipe II, fascinado p o r la o bra realiza
da, confió la tarea de reo rd en ar ese tesoro a su m édico L eonardo Antonio
Recchi d a M onte Corvino. En 1582, una prim era reestructuración estaba
term inada. De los 16 volúm enes sólo quedaba uno acom pañado de u n libro
de lám inas. Sólo dos de ellas, una en colores, la otra en blanco y negro, se
grabaron a m anera de m uestra.54 El ordenam iento de Recchi, que se inspi
rab a en la visión de D ioscórides, al m utilar u na obra a la que se reprochaba
52 Acosla, 1995.
53 Freedberg, 2002.
54 Raquel Álvarez y Florentino Fernández González De materia medica Novac Hispaniae
Libri Quatuor. Manuscrito Recchi, i, Madrid, Aranjuez, Doce Calles y Ju n ta de Castilla y León,
1988, pp. 64-65, 67-69.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LENGUAS 409
p resen tar p lantas que no existían en E u ropa o que no tenían ninguna utili
dad p a ra ella, conservaba únicam ente lo que ofrecía u n interés m édico y
podía adaptarse a la tradición de Galeno. Por m ás que el m édico italiano le
hizo sufrir una reducción drástica y la réescribió adaptándola a los m o d e-.
los clásicos, los críticos no se aplacaron. Lectores com o F errante Im perato
estim aron que el resultado finalm ente carecía de interés,5!5opinión que com
p artieron el Consejo Real y los m édicos que se unieron para b loquear la
publicación. La obra finalm ente se publicó en Rom a a m ediados del siglo
xvu, bajo los auspicios de la Academia dei Lincei,56y en una form a tam bién
transform ada, m ientras que un a copia abreviada de la versión de Recchi
regresaba a México p ara que Francisco X im énez la trad u jera aí castellano y.
se im prim iera en 1615. E n R om a ó en México, reducidas al estado de reper
torio de plantas exóticas o de "recetario'' p ara 'u so local, las versiones pu b li
cadas habían p erdido la'dirnensión’de in tercam b io y [de confrontación que
habían dado a la obra inicial su originalidad científica y su -v alo r intelec
tual. Un destino todavía m ás som brío aguardaba a la. historia natural de
Cristóváo de Lisboa y a las espléndidas ilustraciones qué debían acom pa
ñarla. Con excepción de algunas lám inas grabadas a m an era de m uestra,
estas preciosas im ágenes se hundieron durante m ucho tiem po en el olvido
m ientras que el texto probablem ente desapareció en los tem blores de tierra
de Lisboa, en 1755.
E stos bloqueos se explican tam bién por razones estrictam ente técnicas.
Se hayan com isionado desde la península ibérica o realizado in situ, los
trabajos de los expertos de la m onarquía respondían a la necesidad de cons
titu ir inm ensos inventarios. P o r precio de su éxito producen m u ch a m ás
inform ación de la que la E u ropa del R enacim iento está entonces en condi
ciones de absorber. Las m iríadas de datos que contienen las relaciones geo
gráficas jam ás serán explotadas com o se merecían. O tra dificultad y no de
las m enores es que las producciones más originales o más acabadas co n tra
dicen las norm as europeas. Tal es el caso de las investigaciones realizadas
p o r Francisco H ernández o de la m uy inventiva cartografía de los tlacuilos
55 Giuseppe Olmi, L’inventario del mondo. Catalagazione detia natura e luoghi dei sapere nella
prima eta moderna, Bolonia, II Mulino, 1992, pp. 247-249; María López Pinero y Juan Pardo
Tomás, Nuevos materiales y noticias sobre la historia de las plantas de Nueva España de Francisco
Hernández, Valencia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, Univer
sidad de Valencia, csic, 1994, pp. 147-148.
55 Giovanni Batista Marini Bettólo, Una guida alia lettttm del Tesoro Messicario Reruin Medi
carían Novae flispaniae Thesaunts, Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, Instituto J*ol¡gráfi
co e Zecca dello Stato, 1992.
410 LA ESfERA DE CRISTAL
m exicanos. E s verdad que dem asiado Inm ersos en las realidades locales,
am ericanizados o asiatizados, los autores o responsables de esos trabajos
no siem pre están conscientes de esas innovaciones o de esas desviaciones.
Ni el m édico H ernández ni los “alcaldes m ayores” que recogían las "pintu
ra s” de los tlacuilos indígenas parecen haberse dado cuenta de la m anera
en que esos docum entos sin precedentes se opo n ían a las costum bres y m a
neras de.ver el m undo y de pensar de los letrados del Renacim iento.
El Ag u i l a d e d o s c a b e z a s
S7 La historiografía europea y occidental refleja todavía hoy esta disyunción entre esfera
europea y esfera indígena. Los ámbitos de intervención que hem os distinguido para el siglo xvi
corresponden todavía a conjuntos distintos de especialistas y de disciplinas.
LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LENGUAS 411
ss Gruzinski, 1999.
XVI. AL BORDE DEL ACANTILADO
Los linderos de la globalización
1 Sanjay Subrahm nnyam, "Du Tage au Gange'1au xvic siécle: une conjoncture m illénariste ík
Icchellc curoasíatique", en Aunóles, Histoires, Sciences Sociales, año 56, niim. 1, enero-febrero
de 2001, pp. 51-S4.
2 Ronaldo Vatnfas, /I heresia dos indios. Catolicismo e rebeldía no Brasil colonial, Sao Paulo,
Companliia das Letras, 1995.
414
AL BORDE DEL ACANTILADO 415
3 Vidal Abril CastelJó y Miguel J. Abril Stoffels, Francisco da la Cruz. Inquisición, Actas II,
1, Madrid, csic, 1996, p. 28.
4 Véase el capítulo vm; Andrade de Gouveia, 1985, p. 10.
5 A p artir de 1567, Chartes de L'Écluse publica en Amberes una traducción al latín. La o bra
se reedita en Ja m ism a ciudad en 1574, 1579 y 1593. Esta últim a publicación reunía las traduc
ciones latinas de los libros de Acosta, Monardes y Orta. A partir de 1575, en Venecia, la versión
¡atina de Clusius se traduce al italiano. Se reim prim irá en 1580, 1582, 1589, 1605 y 1616. An-
Voine Colín traduce a Garcia da Orta al francés en 1602. Juan Fragoso (1566, 1572) y Cristóváo
de Aeosta (1578) retom an e! aporte de García da Orta en sus trabajos.
6 Orta, 1895, n, p. 103.
7 Id.
a Andrade de Gouveia, 1985, pp. 43, 35.
416 LA ESFERA DE CRISTAL
9 Id.
10 ¡bid., p. 40. Un baniano es un com erciante de 3a religión brahinánica.
11 Por esta razón un hom bre del Renacimiento, como lo es Amato Lusitano, otro cristiano
nuevo, había elegido exiliarse en E uropa. En 1541 éste se fija en Ferrara, donde se codea con
eruditos, m édicos y botanistas. Se desplaza entre Ancona, Venecia y Roma, donde cura al papa
Julio III. En 1558 cam bia Ragusa por Salónica, donde m uere en 1568. Especialista en plantas,
pero tam bién clínico y anatom ista, pretende actualizar a Dioscórides introduciendo especies
nuevas traídas de Madera, de África y de la India; en Andrade de Gouveia, 1985, p. 12. Corrige
a Dioscórides y polemiza con sus contem poráneos (M atthiolus). Su inteligencia constantem en
te. despierta no le impide perm anecer fiel al m arco hipocrático y galénico.
12 Es decir, los gimnosofislas, sabios indios que se abstenían de com er carne y se entrega
ban a la contemplación.
AL BORDE DEL ACANTILADO 417
surge com o una "opinión" rápidam ente m encionada entre los "brahm anes
de G hates, de Cambay y del M alabar".13 N inguna profundización en el tem a .
ni en cuestiones que se refieran a él, sino la bu rla de u n a inteligencia siem
pre apresurada por llegar a lo esencial: "Además de eso, tienen mil cosas
dignas de risa que ahorro [ai lector] p ara no desperdiciar su tiem po".14 Es
verdad que su libro debe p asar p o r la censura eclésiástica y que este cristia
no nuevo tiene cuidado de h acer olvidar sus dudosos orígenes; E sto n o im
porta: una vez m á s/la inm ersión en otros saberes no tiene la m enor inciden
cia en la arquitectura de los conocim ientos y de,los m odos de pensam iento
de la E u ropa del Renacim iento. • v'-i-- ■.V ;:■-•V--
E ntre lo que recogió de la herencia andina y la tradición europea más
refinada, el Inca Garcilaso.de la Vega se desplaza tam bién a los confines de
los saberes: es el trad uctor de León "Hebreo, imo de-los representantes más
brillantes del neoplatonism o en el Rénácimientó: P éró esta situáción excep
cional' —una visión inexpugnable sobre los conocim ientos de los Ancles a
través de su m adre y de su infancia— term ina con la victoria definitiva del
pensam iento occidental, así sea ataviádo de neoplatonism o. Rebordemos sus .
perentorios juicios sobre la ausencia (o casi) de filosofía natural.eñtre lo s in
dios, poco dados a especular sobre “las cosas que no to c an co n las m anos".1s .
A r i s t ó t e l e s c o n t r a los s a b e r e s m e s tiz o s y p o p u la r e s
16 “Por negocio cierto y averiguado se tiene entre los philósophos que toca la basis y prin
cipal cim iento de la philosophía y m edicina y se rcdtize a calor, frialdad, sequedad y hum idad”;
Cárdenas, 1988, p. 37.
17 Jbid., p p . 266, 32, 33.
AL BORDE DEL ACANTILADO 419
drágora, del beleño y de otras h ierbas2” con las que las brujas hacen sus
ungüentos.
A r is t ó t e l e s y la p ie d r a b e z o a r
ra. A finales del siglo, en México, Ju an de C árdenas —quien estim a que "las
finíssím as y m uy preciosas bezaares tuvieron su prim er origen en las Inr
días”— tam bién les dedica un capítulo entero;2,1 Si parece com partir la
creencia universal en las virtudes de la piedra quiere tam bién en ése cap ítu
lo com batir ,el erro r popular, pues ex iste n "m u y bastantes experiencias y
razones" p ara establecer “en todo ello la verdad y lo que real y verdadera- -
m ente p a sa '. Si se ponen los errores -del vulgo' "en rigor de filosofía",2S
¿cómo puede im aginarse que la piedra se form a súbitam ente en el estóm a
go del anim al? Serían necesarios un calor o u n frío extrem os p ara llegar a
ese resultado, en consecuencia, tem peraturas internas que el anim al no po
dría resistir. De la m ism a form a, le parece, aberrante relacionar la piedra
b ezoar con el curso dé las estrellas y de los planetas: “es dar vueltas en cír
culo”. Tam poco es m ás verídico, decir que la piedra se form a siempre, alre
dedor de u n a hierba, m edicinal que el anim al habría absorbido p ara servir
se de ella com o antídoto. E s p o r lo dem ás, -excepcional que la bestia dé la
que se extrae se haya alim entado dé plantas curativas: “Por el contrario, si
es verdad en un caso, en m illones de otros no lo será —categórico conclu
ye—. Es m uy raro ver que los bezoares surtan efecto”.
A fuerza de silogismos, Ju an de Cárdenas destruyó gran parte de las
creencias asociadas a las piedras. Si se subleva contra el interés universal
que suscita la piedra, es porque la razón aristotélica le sirve p ara desencan
ta r el m undo y distinguir m ejor el abism o que separa —y que según él debe
separar— el pensam iento de las élites europeas y occidentales de las inven
ciones populares y creencias del resto del m undo. La globalización intelec
tual m arca aquí tanto la frontera entre lo cuito y lo popular com o entre lo
occidental y lo no occidental. Con ello recordam os lo que está en acción no
sólo en E uropa sino en las otras partes del m undo.
En l o s c o n f in e s d e l o s p e n s a m ie n t o s v e n c id o s
H ubo, sin em bargo, seres de excepción que inten taro n ro m p er las paredes
del pensam iento globatizado. E n la Nueva E spaña, religiosos com o el fran
ciscano Sahagún o el dom inico D urán consagraron su vida a explorar los
saberes am erindios y llegaron a tener atisbos de universos que les eran ra
24 Cap. xvi, “Por qué vía y orden natural se engendra la piedra bezabar en las entrañas de la
cervicabrís”; Cárdenas, 1988, pp. 181 y ss.
25 /!>id.,pp. 183, 184.
422 LA ESFERA DE CRISTAL
dicalm ente ajenos. ¿Cómo lo lograron? ¿Los ju zgaron tan intelectualm ente
dignos de inteiés com o la tradición en la que h ab ían nacido?
El franciscano B em ardino de Sahagún n o s responde en la Historia ge
neral de las cosas de Nueva España y en la extraordinaria enciclopedia ilus
trad a que ofrece el Códice florentino. T raducido y acabado eri 1577 a partir
de u n a indagación com enzada 30 años atrás,26 el libro VI de su historia ge
neral conduce explícitam ente a "la retórica, la filosofía m oral y la teología"
de los antiguos mejticanos. El m onje m anifiesta allí una ra ra am plitud de
criterio: “P or bárbaras y de bajo m etal que hayan sido, h an puesto los ojos
en los sabios y poderosos p ara persuadir, y en los hom bres em inentes en las
virtudes m orales, y en los diestros y valientes en los ejercicios bélicos". Sa
hagún es formal: los antiguos m exicanos sobresalieron en todas esas cosas:
"Fueron; cierto, en estas cosas extrem ados, devotísim os p a ra con sus dio
ses, celosísim os de sus repúblicas; entré sí m uy urbanos"-.2?' Como esta sen
sibilidad y esta adm iración por el mundo- indígena distaba m ucho de ser
com partida p o r los españoles*28 S ahagún defiende firm em ente la veracidad
de sus análisis co ntra aquellos que sólo veían en ellos “invención y m enti
ras". E sta intim idad con el pasado prehispánico está, a todas luces, fuera de
la norm a. ¿H asta dónde se m anifiesta y cóm o interpretarla?
S ahagún establece prim ero una separación entre la obra religiosa —que
com prende serm ones y una Psalmodia— y la redacción de su Historia gene
ral. En ésta, reserva a los apéndices, a las introducciones y apóstrofes sus
reacciones de m isionero com prom etido en el com bate p o r la salvación del
alm a de los indios. La división m aterial entre esos dos bandos le perm ite
ab o rd ar las sociedades indias con un m ínim o de interferencias, lo que no
fue el caso de sus predecesores.29 Pero otro p roceder le perm ite aproxim ar
se todavía m ás al pensam iento indio: consiste en rep ro d u cir el discurso de
los inform antes en la lengua original, el náhuatl, y rec u rrir a los pintores
indios p ara intro d u cir la inform ación visual, lo que puede observarse clara
m ente a lo largo de las páginas del Códice florentino. El registro descriptivo
conserva así u na autonom ía constante en relación con las interpretaciones
y los com entarios que S ahagún se esfuerza p o r-d ar al lector europeo enga
ñado o escandalizado ante tantas singularidades y extrañezas. El religioso
33 Florentine Codex, Book 6 Rhetoric and Moral Philosophy, ecl. por Charles E. Dibbie y
Arthur J. 0 . Anderson, Santa Fe, School of American Research and the Univcrsúy of Utah,
1969, p. 235.
34 Sobre estas ideas y com entes en el siglo xvi, Michel J. Jeanneret, Pcrpetuum ¡nobile. Mé-
tam orpohoses des cor¡>s et des oeuvres de Vine i a M ontaigne, Ginebra, Macula, s. d.
35 Alfredo López Austin, Cuerpo hum ano e ideología. Las concepciones de 1os antiguos ña
fiaos, i, México, unam, 1980, pp. 71-72.
AL BORDE DEL ACANTILADO 425
D e la I n d ia de N o b il i a l J a pón de F r ó is
40 V. N ayarana Rao, D. Schulm an y Sanjay Subrahm anyam , Sym bols o f Substance: Court
an d State in Nayaka Period o f Tamil Nadu, Delhi, Oxford University Press, 1992.
41 Zupanov, i 999, p. 5.
42 Ibid., p. 238.
43 El dharma se aproxima a la noción de deber moral y religioso, uno de los cuatro objetivos
que la literatura hindú tradicional asigna al hom bre. S. Arokiasamy, S. I., Dharma, Hindú and
Christian According to Roberto de N obili, Roma, 1986; Joan Paul Rubíes, Travcl an d Ethnology
ín the Rcnaissance, South India through European Eyes, 1250-1625, Cambridge, Cambridge
University Press, 2000, pp. 341-343.
44 Ibid., p. 242.
428 LA ESFERA DE CRISTAL
eos de los que ni siquiera u n a plum a estaba, evidentem ente, libre de refe
rencias idolátricas.45
A diferencia de la Nueva E spaña de Sahagún, la presión dei m edio nó
occidental sobre Nobili es constante e incontenible. El desafío de tener que.
integrarse a un m undo pagano sin jam ás rom p er con su fe n i con las institu
ciones que deja atrás (Goa, Macao, Rom a) es m ás intenso en la m edida en
que, allí donde Nobili se encuentra, las b a r r e r a s —europeos, colegas jesuí
tas, autoridades eclesiásticas— no existen y el individuo sólo puede contar
consigo m ism o.44 Ello significa que probablem ente los escritos y las cartas
de Nobili sólo dejen tran sp aren tar u n a versión teológicam ente aceptable
(para R om a y Goa) de su experiencia. Por la fuerza de las cosas, todo des?
bordam iento es censurado, cuando no es p u ra y sim plem ente rechazado.
Así pues, hay que atenerse al discurso del jesuíta, y ese discurso nos remite
inevitablem ente a Jos efectos de la globalización..Para u n ir los m undos,:K o-'
bilí construye una- visión brahrnánica de la India sacando de los fex L o s sa
grados nociones que le son fa m ilia re s—la existencia de un Dios único,:la
Trinidad—- y proyectando lo que.le enseñan sus-inform antes en los com par
tim entos ready-made que son la teología, la filosofía y la ética cristianas.47
N ada que haga p asar nociones m ayores del hinduism o al pensam iento jesuí
ta. Si Nobili padeció interiorm ente turbaciones y revoluciones n ad a en ap a
riencia lo trasluce y n ada sobre el asunto nos ha llegado. P o r el contrario, "la
visión que Nobili da de los principios de la doctrina de Shiva se b asa en un
conjunto de traducciones sim plificadas y se dirige, de todas m aneras, m ás a
desplegar las herram ientas de la teología tom ista y escolástica de la que N o
bili dispone y su habilidad p ara reducir a su interlocutor al silencio que a
captar su significación''.48 La globalización del pensam iento europeo era in
eludible. Si intelectual e incluso afectivam ente un Nobili o un Sahagún pe
netran muy hondo en las tradiciones que les hacen frente p ara convencerse
de que los universos m entales son traducibles entre ellos, las conexiones que
buscan sólo pueden operarse en sus condiciones y las de la m onarquía, es
decir; en los m arcos que la escolástica y el cristianism o señalan.49
45 Gruzinskt, 1999, pp. 225-241. De igual form a que las autoridades españolas habían insti
gado la representación de los "cantares" cuyas palabra, m úsica y gestos estaban llenos de remi
niscencias paganas.
4í> Sólo hay una excepción, el jesuita que lo acom paña y que constantem ente critica su
com poitam icnlo.
47 Zupanov, 1999, p. 25.
48 Ibid., p. 155.
49 Joan Paul Rubiés, 2000, p. 343, insiste en el aspecto subversivo del trám ite que condujo a
AL BORDE DEL ACANTILADO 429
De hecho, el ejem plo de la accom modatio tam bién lo dio el jesuíta Va-
lignano en Japón.50 A finales del siglo xvt, los jesuítas del Japón se interesa
ron m ucho en las religiones y creencias del archipiélago.51 E l tratad o de
Luís Fróis selecciona una serie de elem entos que él se em peña en oponer
p u n to p o r puntó al cristianism o sin, no obstante, caer en la caricatu ra y el
panfleto. Por el contrario, la historia que redacta, y que sigue siendo el m a
yor m onum ento literario qué un europeo haya consagrado al Japón del si
glo xvi, no es benigna con las "sectas" del archipiélago. Algunas voces, sin
em bargo, intentaron conectar fragm entos de confucianism o con el cristia
nism o: el Heike no Monogatari (Cuentos de Heike) es la adaptación que un
japonés convertido, el herm ano Pablan, hace de un texto dei siglo xm. E n él
figuran m áxim as inspiradas en el confucianism o susceptibles de retom arse
en los serm ones. La traducción de las Fábulas de Esopo traspone el texto
original —el roble y la caña originales se vüelvén así la palm era y el bam
bú-— y se arriesga a' invertir ciertas m oralejas para, no h e rirla sensibilidad
confuciana.52 Est as conexiones son, sin em bargo, excepcionales. En el Myo-
tei m ondo, el jesuíta japonés Fabián opone la om nipotencia del Dios crea
d or a la vacuidad del budism o, del sintoísm o y del confucianism o: "Todas
las dem ás explicaciones cosm ogónicas y todas las dem ás tentativas de rela^
cionar la esperanza últim a de la hum anidad se disipan frente a la su p rem a
cía del fíat divino”.53
E n Japón, et tem o r de ver a los letrados del archipiélago descubrir an a
logías entre el aristotelism o y sus propias tradiciones intelectuales frenó
considerablem ente la difusión del pensam iento del E stagirita, aunque éste
no podía estar totalm ente ausente de la enseñanza de los jesuítas. Ese m ie
do estaba justificado ya que los jesuítas renegados que, frecuentem ente
hajo tortura, eligieron el bando de sus perseguidores japoneses, se ap resu
raro n a oponer los principios aristotélicos a las aberraciones del cristianis-
separar la esfera civil de la esfera religiosa una vez que se la transpone al cristianism o en lugar
de aplicarla a las religiones paganas. La crítica anticatólica y anticristiana de la Ilustración
abrevará de la experiencia pionera de esos misioneros: una vez m ás no son los sistemas con
ceptuales exteriores y diferentes los que renuevan el pensam iento occidental; por el contrario,
son Jas aportaciones de los que siguen siendo sus más brillantes representantes.
50 J. F. M oran, The Japanesc and the Jesuits: Alessatidro Vatignano ¿n Sixteenth. Century Ja-
p a n , Londres y Nueva York, 1993; Josef F ranz Schutte, Institute of Jesuit Sources, S. I.,
Valignano's Mission Principies forJapan, 2. vols,, Saint Louisr Routledge, 1980.
51 George Elison, Deus Destroyed. The ímage o f Christianity in Eariy Modem Japan, Cam
bridge y Londres, Harvard University Press, 1988.
52 Proust, 2002, p. 10.
53 Elison, 1988, p. 165.
430 LA ESFERA DE CRISTAL
Antes del nacimiento de Jesucristo [...] vivía entre los bárbaros del Sur.un
gran sabio llamado Aristóteles que, analizando los comienzos de] cielo y‘de la
tierra, había señalado correctamente que el cielo y la tierra no tenían comien
zo la categoría llamada sencilla, la de los existentes no compuestos —tie
rra, agua, fuego, aire y cielo—, concierne a seres no creados que en conse-
citcncia no tienen comienzo ni fin; son el misterioso resultado de la conjunción
del yin y el yang. Esto es evidente para todos. Explicarlo enseñando que hay
un creador del cielo y de la tierra, el único señor que reina sobre todas las co
sas, es simplemente una invención para dar una base a la religión Kirishitan
[= cristiana].54
Sit Ibid., p. 298. Seguimos la traducción francesa de Jacques Proust, La Superchería dévoitée.
Une réfutation du catholicisme ati Japón au xvr* siécle, París, Chandeignu, 1998, pp. 66-67.
AL BORDE DEL ACANTILADO 431
¿ F a l so e n c u e n t r o ?
A principios del siglo x v ii , los jesuitas de China, en las fronteras de los im pe
rios y de las filosofías, se entregaron a ejercicios aún más .peligrosos que los
de B em ardino de Sahagún o de Roberto de Nobili.55.Cuando en 157656 S aha
gún evoca la entrada de dos agustinos españoles a China, está persuadido
de "que existe en los reinos de China gente m uy hábil, muy civilizada y
de gran saber". China pasaba entonces p o r ser el objetivo últim o de la evan-
gelización del m undo, un final del que América sólo habría sido una antecá
m a ra o una etapa en la m archa de la fe católica. ¿Podía Sahagún im aginar
que a los jesuitas se les conduciría a pen etrar todavía m ás adentro del p e n
sam iento chino y que conocerían los m ism os •.dilem as que -él conoció?57
■ Una dé las figuras más notables ’de éste enfrentam iento es, sin lu g ar a
dudas, el padre M atteo Ricci.58 Llegado a China en 1589, elJesuita de Mace-
rata se dedicó a vincular cristianism o y .confucianismó, rechazando, el b u
dism o y el taoísm o. La em presa no dependía únicam ente del conocim iento
que Ricci h ab ía adquirido de las filosofías asiáticas. Se beneficiaba del ap o
yo de letrados chinos conversos, titulares de im portantes puestos en la ad
m inistración im perial: Xu G uanqi (1562-1633), Li Zhizao (1565-1630) y
Yang Tingyun (1557-1627). Xu era prim er gran secretario, un puesto codi
ciado en la Cbina de los Ming.59 Aunque la conversión de esos tres pilares de
la prim era Iglesia china no sólo fue un a cuestión de índole intelectual o es
piritual, parece que en ninguna o tra parte la situación fue tan propicia p ara
u n transvase de las form as de pensam iento. Los esfuerzos de los jesuitas
p ara aproxim arse al pensam iento chino constituyen sin duda uno de los
grados m ás elevados de com unicación y de intercam bio intelectuales. ¿Des
m ienten la idea de que el edificio intelectual europeo es im perm eable al ex
terior y, en consecuencia, no se m estizará?
China no parece an u lar io que pudim os observar en la India o en Méxi
co. Los lím ites internos y externos de la em presa jesu íta son bien conoci
dos. A largo plazo, dichos lím ites provienen de la actitud hostil de Rom a
ante estas avanzadas tem erarias —la cuestión de los ritos term inará en des
crédito de los jesuítas—, pero sé deben sobre todo, y a p esar de las conce
siones hechas y de las aproxim aciones esbozadas, al fracaso del cristianis
m o en China. El rechazo del cristianism o está, en p rim er lugar, ligado a un
problem a de lengua y com unicación. A falta de térm inos propios p a ra de
signar las ideas de ser y esencia, la sinización de los principios de la esco
lástica era una tarea im posible. El etnocentrism o chino hizo probablem en
te el resto: p ara los letrados del celeste im perio, la verdad sólo podía
proceder de la tradición, el "único cam ino", lo inverso, si puede decirse, de
la globalización ibérica. Pero el apostolado de los jesuítas tam b ién ten ía sus
propios atolladeros. El com portam iento de los m iem bros de la Com pañía
está p rofundam ente condicionado p o r la C ontrarreform a; siguen siendo sa
cerdotes del S eñor en u na China donde no se podía ser a la vez sacerdote y
letrado.60 P or último,- y p o r encim a de todo,- el enganche que inténtarón'en-
tre el pensam iento chino y el pensam iento occidental tropezó con las coac
ciones y los frenos que la globalización del pensam iento europeo im puso
en todas partes. A p rim era vista, sin em bargo, las hahituales b arreras se
h abían levantado de m anera excepcional. P ara que se ad o p tara el cris
tianism o M atteo Ricci com prende que es necesario p asar p o r la m atriz con-
fuciana, condición sine qua non de la ortodoxia en el sentido chino de la
palabra (zheng),bXy acepta que la doctrina cristiana sea repensada p o r un p ú
blico de letrados chinos: la fe se presen ta com o u n a de las piezas de un
sab er filosófico y enciclopédico del m undo, de u n sistem a en el que la car
tografía, la m atem ática, la astronom ía y la* astrología tam bién tienen su si
tio y son am pliam ente m ovilizadas p a ra im presionar a los interlocutores
chinos. Aunque la aproxim ación intelectual se produce, ésta se realiza esen
cialm ente sobre la base de la relectura selectiva que M atteo Ricci hace del
confucianism o. El jesuíta lo adopta en la m edida en que se reduce a una
doctrina vacía de preocupaciones m etafísicas y desprovista de u n segundo
plano cosmológico. P ara hacerlo sólo retiene del confucianism o u n a ver
sión antigua que corresponde a la época de Confucio (551/479 a. C.) y re
chaza el neoconfucianism o que se h abía desarrollado a p a rtir del siglo x.
Bajo la doble influencia del budism o y del taoísm o, la do ctrin a había
adquirido entonces dim ensiones cosm ológicas y m etafísicas ai m ism o tiem-
60 Erick Zürcher, Douddhisme, Christianisme et société chiuoise, París, Juillard, 1990.
61 Bailcy, 1999, p. 87.
AL BORDE DEL ACANTILADO 433
adopta elem entos extranjeros cuando le p erm iten reen co n trar su propia
im agen. P o r últim o, este resquicio no se dio en el seno de la m onarquía ca
tólica y ni siquiera en sus periferias. La ap e rtu ra intelectual que Ricci o
Nobili m anifiestan es tam bién el fruto táctico de circunstancias y de una
relación de fuerzas em inentem ente desfavorable a los jesuítas y al cristia
nism o. A diferencia de América, de África y tam bién de la India, China sólo
deja a la Com pañía un ínfimo m argen de m aniobra.
T e n t a t iv a s a b o r t a d a s
Los conversos m exicanos, chinos y tam ules asu m iero n probablem ente un
papel esencial en esas aproxim aciones y falsos encuentros. E n China, el
apoyo de los letrados conversos resulta indispensable para las diversas m a
nipulaciones que giran alrededor de un confucianism o jesuíta: Xu Guanqi
sostendrá que el cristianism o debe “c o m p letar,al confucianism o y su p lan
tar al budism o’’.67 D urante m ucho tiem po, letrados conversos y m isioneros
colaboraron p a ra p oner de relieve las sem ejanzas reales o virtuales entre
cristianism o y confucianism o. Pero, ¿no in ten taro n otros conversos, p o r su
lado, al m argen de la Iglesia, enlazar pensam ientos y mitologías?
Los frescos que adornan los claustros de México d em uestran que los
pintores indios m ultiplicaron, con notable fo rtu n a pictórica, las asociacio
nes intelectuales m ás audaces. Se h an podido m edir la p rofundidad y el in
terés de las aproxim aciones que sus pinceles se arriesgan a m ostrar. E n
todo caso dan testim onio de un pensam iento m estizo que se expande fuera
de la esfera de la globalización, en los confines de la occidentalízación y de
la evangelización. Pero fuera de la burbuja occidental no hay nin g u n a m un-
dialización: las desconcertantes y sutiles alianzas que prop o n en los tlacid-
los de P uebla están destinadas a q uedar para siem pre localizadas, atadas a
las paredes de la Casa del D eán antes de desaparecer bajo el polvo y la cal.
Un destino sem ejante se reserva a los frescos de los conventos cuyas in n o
vaciones estéticas y conceptuales dorm itaron d u ran te siglos.68 E n la m ism a
época, letrados indios y m estizos intentan h allar en las tradiciones am erin
dias unos rasgos que concuerden con el cristianism o. Tal es el caso del m o
noteísm o que m estizos m exicanos com o P om ar y luego AIva Ixtlilxóchitl
intentan h allar en el pasado de Texcoco p ara en g an ch ar m ejor el pensa-
67 Ibid., p. 17; Bu Rn y i Fo.
68 Gruzinski, 1994.
AL BORDE DEL ACANTILADO 435
; S ie n d o a c o s ta d o e n el d o r a d o le c h o ,
, d o a j a im a g in a c ió n s e d a m á s p u e r ta ,
r e v o lv ie n d o c ó n tin o a llá é n e l p e c h o
d e s u o fic io r ea l la d e u d a cierta ,
su e ñ o , o c u p ó s u s o jo s m a s n o ha h e c h o
lo m is m o a l c o r a z ó n q u e e sta b a a le r ta ,
y lu e g o q u e c a n s a d o s e a d o r m e c e
M o rp h eo . e n /v a r ia s fo r m a s le a p a r e c e .
A q u í s e le fig u ra q u e s u b ía .
ta n to q u e to c a a la p r im e r a esfera,'
d o n d e d e la n te v a r io s m u n d o s vía.
C a m ü es,
Los Lusiadas, c a n to iv, 6 8
437
438 EPÍLOGO
grandioso con Luis de Camóes, y en E uropa Tomasso Cam panella alim enta
con ellos su prosa filosófica y triunfalista.3
Al m argen de esas posturas surgen otros m ilenarism os contestatarios y
clandestinos. Unos se deslizan en las profecías rim ad as del zapatero Ban-
d arra que los m edios populares propagan p o r toda la p enínsula ibérica;
otros abrazan las expectativas que suscita el reto m o del rey Sebastián, des
aparecido m isteriosam ente en su dem encial cruzada m arroquí. A ello se
agregan los m ovim ientos proféticos que dirigen indios y m estizos del N ue
vo M undo, en la región de Salvador de Bahía, en los Andes, con el Taki
Onkoi, o detrás de los hom bres-dioses de México.4 E n u na época de m un-
dialización, m esianism os y m ilenarism os no sólo a rra stra n en su torbelli
no a súbditos y vencidos de la m onarquía católica. T am bién las tierras del
Islam , el Im perio otom ano, la P ersia sasán ida y la In d ia del G ran Mogol
abrigan esperanzas y obsesiones que dan a las expectativas m ilenaristas y a
los sueños de dom inio universal un alcance casi planetario.5 Ni siquiera el
Japón del sogún H ideyoshi está al m argen de las profecías.
Después de haber dado la vuelta al m undo en el siglo xvi, parece que es
tas ideas reaparecen hoy en el corazón de la producción cinem atográfica
estadunidense. Desde finales del siglo pasado, los estudios califom ianos di
funden películas donde se m ezclan ciencia-ficción, efectos especiales y apo
calipsis. Dos grandes trilogías, en particular Matrix y Terminator, ponen en
escena a héroes encargados, p o r una oscura Providencia, de com batir el Mal
encam ado en las m áquinas asesinas de Terminator o en el sistem a inform áti
co de Matrix. Es fácil culpar de estas fantasías a la industria de la diversión o
im aginar que esas trilogías reciclan materiales usados hasta el cansancio. En
realidad muchos elem entos vinculan a Matrix y a Terminator con la tradición
m esiánica occidental. Las dos series desarrollan intrigas orientadas de p rin
cipio a fin a la salvación o liberación de la hum anidad: en cada una de ellas, a
un Elegido, nacido de una m adre predestinada (Tenninator), se le confía la
m isión de proteger a la hum anidad futura o a la ciudad-santuario, Sión (Ma
trix). No sólo la im portancia de los sueños (Terminator) y de las revelaciones
(el oráculo de Matrix), sino tam bién la inclusión de detalles aparentem ente
secundarios, como el nom bre de la nave en la que viaja Neo, Nabucodonosor,
3 John Leddy Phelan, El reino milenario de ¡os franciscanos del Nuevo M undo, u n a m , México,
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EPÍLOGO 439-
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Acosta, Cristóváo de: 78, 78n, 132, 201, 264n, 274, 276. 434, 435n
206, 211, 407, 408, 408n, 415n Alvarado, Jorge de: 66
Acosta, José de: 222, 222n, 233, 311, Álvarez, Manuel: 76, 394, 394n
31 ln, 379, 380n, 381, 381n, 407n Anania, Giovanni: 233
Acuña, Cristóbal de: 52, 53n Anchieta, José de: 42n, 79, 394n
Acuña, Pedro: 69n Andrea, Alessandro: 131
Aguirre Beltrán, Gonzalo: 114n, 171, Anglería, Pedro Mártir de: 304
171n Annío de Viterbo: 231, 234n
Agurto, Pedro de: 58 Antón: 254
Agustín (san): 68n, 69n, 170, 197n, 246n, Antonelli, Juan Bautista: 39ln
384 Antonio: 70, 277
Ahuízotl: 111 Antonio (san): 37
Akbar: 199, 331,331n Apiano: 230
Alba (duque de): 162, 290, 356n Arciniega, Claudio de: 134, 219, 359, 403
Alberti, Leone Battista: 389 Arenas, Pedro de: 102, 102n, 104
Alberto de Austria, cardenal archiduque: Argentario, Giovanni: 376
322n,342, 343 Arias, Antonio: 385 :
Albornoz, Cristóbal de: 246 Arias de Atalaya, Diego: 361.
Albuquerque; Alfonso; de: 83, 132, 233,- Arias Montano, Benito: 264,384; ;
235 Ari os tó, llamado t u do vico Ariosto: 73,
Alciato, André: 399, 399n, .400, 400n, 305, 306.309 ...•
401 Aristóteles: 129, 143, 143n, 145n, 230,
Aldovrandi, Ulisse: 209,-405, 405n 231, 306, 372, 373, 374n, 376, 382,
Alejandro el Grande: 230 385, 389, 389n, 393, 410, 415, 417,
Alejandro VI (papa): 136, 275 418,420,430
Alemán, Mateo:. 89, 128, 306, 393, 395n, Amie, Juan de: 359, 359n, 361
396, 396n, 397, 398 Ai'tajerjes: 129, 232
Almada, André Alvares de: .8l, 169n,170, Atahualpa: 136, 151
; 196; 200, ^OOn, 201, 202, 202n,.204, Avendaño, Miguel de: 165
. 232, 232n, .238, 238n, 241, 241n, 244, Avicena: 143n, 231, 248, 249, 376, 415
244n, 246, 248,-248n, 257, 258n, 259n,
260, 260n, 261, 262, 262n, 265, 265n, Badiano, Juan: 210
267n, 269> 269n, 270, 270n, 271 Balboa, Núñez de: 140
Alpini, Prospero: 405 Balbuena, Bernardo de: 50, 50n, 51. 52,
Altamirano, don Juan: 27n 60, 60n, 65, 71, 80, 80n, 90, 90n, 92,
469
470 ÍNDICE DE NOMBRES
95, 97, 97 n, 101, lOln, 103, 124, 124n, Brandáo, Ambrosio Femandes: 221,
125, 128, 143n, 153, 157n, 175, 175n, 221 n, 222, 223n, 231, 231n, 242, 243n,
176, 179, 179n, 180n, 181, 182, 225, 244, 244n, 248, 248n, 259, 271, 271n,
301, 302, 302n, 303, 303n, 304, 304n, 272
305, 306, 306n, 307, 308, 308n, 309, Braudel, Femand: 43, 43n, 47, 47n
309n, 310, 311, 340, 343, 349, 349n, Braun, Georg: 73
350, 354, 354n, 359, 359n, 441,441» Bravo, Francisco: 79
Balli, Jerónimo: 81n, 132, 395, 396n Briganti, Annibale: 78, 78n
Balli, Pietro: 75n Brito, Mateus de: 241 n
Baplista, Joño: 57, 213, 406 Brizuela, Pedro de: 364
Barba, Alvaro Alonso: 207n, 217 Brueghel, Jan (el Viejo): 344, 345
Barbosa, María (de Évora): 166, 167, Bmeghel, Pietro: 342
168, 182 Bnmo, Giordano: 376
Barradas, Manuel: 252n, 260, 260n Bry, Théodore de: 73
Ban eira, Baltasar: 200 Buarque de Holanda, Sergio: 41n, 171,
Barreiros, Gaspar: 231 171n,344n
Barríos, Juan de: 210 Burgos, Andrés de: 78n, 192
Barros, Joao de: 198, 233, 235 Bustamañte, Juan: 75
Baudrillard, Jean: 19 Bulti, Ludovico: 80, 344
Bautista, Juan: 75n, 387
Bcda el Venerable: 149 Cabeza de Vaca, ÁSvar Núñez: 149, 149n,
Bcnevides, Manuel de: 299 150,225,238,239
Bening, Simón: 336 Cabral, Femáo: 307
Beníno, Nicolás del: 218 Cabra!, Pedro: 157
Beroso: 231, 234n Cabrera de Córdova, Luis: 356
Bertius, Petrus: 126 Cadercita, virrey de la Nueva España,
Bctancour, Antonio Fcrreira: 222 marqués de: 291
Betanzos, Domingo de: 141n Caiado, Tomé: 57
Billela, Juan de: 396 Cairo, Issac del: 241
Biondo, Flavio: 233,-235 Calancha : 234n
Bilti, Bernardo: 342, 354 Calepimis, Ambrosius: 77
Bocarro, Antonio: 216 Calvino, Juan: 174
Boccaccio, Giovanni: 307 Calzada, Francisco de: 164
Boemus, Johannes: 234 Camacho, Juan: 66
Boiardo, Matteo María: 305 Camóes, Luis de: 51 n, 52, 52n, 72, 88,
Bolaños, fray Luis: 284 90, 90n, 132, 144, 144n, 177, 177n,
Bonifacio, Juan: 75 198, 218, 307, 307n, 308, 308n, 309,
Bonifacio VIII: 129 350, 350n, 370, 437, 438
Borja y Aragón, Francisco de: 281 Campanella, Tommaso: 39, 39n, 47n, 51,
Borromeo, Federico: 344 51n, 52, 53, 71, 87, 88, 88n, 89n, 154,
Boscán, Juan: 307 154n,183, 302, 376, 438
Botero, Giovanni: 129, 130 234 Campos, Diego de: 149
Brading, David: 42n, 93, 93n, 205n, Capaccio, Giulio: 82, 82n, 126n
225n, 226n, 229n, 238n, 246n, 273n, Cárdenas, Juan de: 79, 79n, 87, 87n, 142,
312n,404 211, 2 1 !n, 231, 233, 236 236n, 237n,
ÍNDICE DE NOMBRES 471
250, 264, 265», 276, 276n, 337n, 340, Cieza de León, Pedro: 79
370, 417, 418, 418n, 419, 420, 421, Circe: 207
42 ln Claeszoon de Heda, Cornelius: 331, 332
Carletti, Francesco: 87n, ] 73, Í73n Clavijo, Ruy: 131, 232
Carlomagno: 302 Cobo, Juan: 245, 379
Carlos Borromeo (san): 344 Coello, Sánchez: 352, 354
Carlos V: 31, 45, 45n, 47, 82, 88, 133, Cohn, Norman: 439, 439n
134, 135, 135n, 136, 137, 150, 151, Collenucio, Pandolfo: 130
152, 210, 219, 2l9n, 268, 321, 322n, Colón, Cristóbal: 85, 88, 133, 151, 157,
352, 402, 437 176, 275, 318
Carpió, Bernardo.del: 302, 305 Concha, Andrés de: 341, 354, 357, 358n,
Camón, Juan: 130 359,361,363
Castanheda, Fernao Lopes de: 185, 233 Conlucío: 432, 433
Castillo, Domingo del: 215 Conti, Niccolo di: 233
Castillo, Pedro del: 178 Contreras, Diego de: 396
Castro, Joño de: 213n, 220, 220n Contreras, Jerónimo: 74
Catalina de Portugal: 80, 321 Contreras, Juan de: 385, 386n
Cellini, Benvenuto: 322, 327 Contreras, Pedro: 67
Cervantes de Salazar, Francisco: 57, 134, Copémico, Nicolás: 87
135, 135n, 136, 149, 402, 403 Cornelius, Celsius: 231 ri
Ceiva ntes Saavedra, Miguel de: 71, 73, Coronado, Francisco Vásquez de: 150
23 2 ,232n Correia de Sá e Benavides, Salvador:
Cesar, Cornelius Adrián: 395 298, 299
César, Julio: 88n, 203, 231 Corte Real, Jerónimo: 131, 131n, 132
Cesi, Federico: 382 Cortes, Adriano de las: 254, 254n, 255,
Chaunu, Pierre: 43, 43n, 45n, 61n, 256 325
Chaves, Alonso de: 149, 354 Cortés, Antonio: 135
Chaves Osorio, Roque de: 127 Cortés/ Hernán: 27, 54, 66, 88n, 108,
Cherig Dayu: 6?. l l l n , 138, 138n, 139, 140, 151, 155,
Chíchimecátl: 147' 156, 175,202, 228, 228n, 290, 361
Chimalpahin, Domingo: 25, 25n, 26, 27, Cortes, Martín: 217
28, 28ji, 29, 29n, 30, 30n, 31, 32, 32n, Cortés, Pedro: 120
33, 33n, 34, 34n, 35, 35n, 36, 36n, 37, Costa, Francisco da: 187n, 224n, 227
37n, 38, 38n, 39, 39n, 40, 40n, 43, 44, Couto, Diogo do: 69n, 196, 196n, 197,
45, 49, 51, 53, 56, 57n, 58n, 61n, 63, 198, 198n, 199, 199n, 201, 202, 204,
63n, 65n, 67, 67n, 68, 68n, 69, 69n, 71, 205, 221, 22ln, 223, 226n, 229, 230,
81, 93, 104, tlOn, 111, l l l n , 131, 230n, 231, 231n, 232, 232n, 233, 233n,
133n, 147, 147n, 150, 1 5 0 n /151, 152, 235, 235n, 236, 239, 240, 243, 243n,
152n, 157, 157n, 173, 178, 178n, 182, 246, 246n, 249, 249n, 251, 251n, 253,
267,270,274,275,27511 253n, 257, 257n, 258, 258n, 263, 263n,
Chimpu Occlo, Isabel: 58 268, 268n, 270, 270n, 271n, 272n,
Chino, Diego: 168, 182 273n, 278, 278n, 307, 310, 405, 407
Chirino, Pedro: 132 Cromberger, Juan de: 75
Chuan, Sawaiio: 430 Cron, Ferdinand: 323n
Cicerón: 72, 230, 370, 394, 399n Cruz, Francisco de la: 53, 415, 415n
472 ÍNDICE DE NOMBRES
Cruz, Gaspar da: 6 2 ,62n, 185, 186, 186n, Echave Ibia, Baltasar de: 357
191, 192, 192n, 193, 193n, 196n,220, Echave Orio, Baltasar de: 339n, 341, 352,
228, 228n, 229, 229n, 231n, 233, 354, 355, 357, 359, 360, 361, 362, 364,
239, 2 3 9 n ,240,241, 2 4 1 n ,243, 243n, 398
246, 247n, 251, 251n, 252, 252n, El Cano, Juan Sebastián: 87, 157
259n, 260, 262, 263n, 265, 265n, 266, Elias, Baltazar: 254
266n Elvas, Antonio: 281
Cruz, Martín de la: 210, 2I0n Endem, Jobannes de: 74, 207
Enrique III: 28n, 29n
D’Anania, Giovanni Lorenzo: 233 Enrique IV: 25, 26, 27, 27n, 28, 29, 31,
Dávalos, Diego López: 397 42, 43, 53, 176, 182
Dclla Porta, Giambattista: 376, 377, 377n Enrique VIII: 131
Descartes: 28, 30 Épemon (duque de): 25, 26
Dias, André: 240, 372n Erasístrato: 376
Díaz de Guzmán, Ruy: 203, 203n, 204, Erasmo, Desiderius: 27, 28, 129
238,246, 274, 312 Ercilla, Alonso de: 232, 232n, 309
Díaz del Castillo, Berna): 325, 325n, 363 Escalante, Bernardino de: 38, 38n, 53,
Díaz de Vargas, Francisco: 130 54n, 56n, 60, 60n, 80, 80n, 84n, 85, 87n,
Diaz, Miguel: 347 155, 155n, 174, 174n, 242, 242n, 378
Diódoro de Sicilia: 143n, 231, 234 Escipión el Africano: 220
Diógenes: 37, 230 Esopo: 76, 274, 399, 429
Dioscórides: 207, 208, 231, 405, 408, Espinel, Vicente: 303
416n,41S Espinosa, Antonio: 134n
Domínguez y Ocampo, Francisco: 212, Esquivel, Pedro de: 406n
216,251 Estagirita, véase Aristóteles
Donelha, André: 201,201 n, 202,240,240n Estebanico: 149
Dorantes, Andrés: 149 Estrabón: 129, 143n, 231, 239
Dorantes de Carranza, Baltazar: 325,
142, 143, 143n, 144, 148n, 149,; 225, FabianFucan (Fukansai Habían): 429.;.
225n, 226, 226n, 227, 227n, 230, 230n, Faria, Severim de: 191n, 25.1
231, 23ln, 232, 234, 234n, 238n, 251, Famesio,.Alejandro: 62, ,131
25ln, 267, 268n, 270, 270n, 271, 272, Farrukh Beg: 331 ,
273, 274n, 277, 277n, 298, 310, 312, Favalis, Celedón: 163, 163n
. 312 n ,349 Felipe II: 38, 38n, 39, 45, 46n, 55, 58, 61,
Dourado, Constantino: 75 67, 110, 122, 151, 159, 176, 189, 190n,
Dourado, Femao Vaz: 215, 216 196, 197, 199, 203, 203n, 208, 212,
Drakc, Francis: 149, 160 221, 238, 238n, 240, 263, 270, 283,
Duby, Georges: 364 284, 290, 310, 319, 321, 322, 322n,
Duran, Diego: 79, 188, 188n, 189, 189n, 352, 355, 356, 378n, 401, 402, 403n,
190n, 192, 195n, 229, 239, 245, 254, 404n, 405, 407, 408, 437
256, 256n, 260, 263, 263n, 270, 270n, Felipe III: 32, 35n, 45, 46n, 67, 69, 21 ln,
272n, 277, 315n, 319n, 325, 375, 380, 214, 224, 225, 263, 269, 283, 285, 287,
380n, 421,435 361,405, 407
Durango de Espinosa, Pedro: 403n Felipe IV: 45, 118, 122, 222n, 265, 291,
Durero, Alberto: 317, 334 310, 404
ÍNDICE DE NOMBRES 473
Femandes, García: 353 Giovio, Paolo: 129, 130, 133, 133n, 233,
Fernández de Oviedo, Gonzalo: 54, 81, 235
132, 196, 206, 209, 233, 236, 242 Godinho de Erédia, Manuel: 215
Fernández de Quirós, Pedro: 214, 214n Góis, Damiáo de: 235
Fernández, Juan: 359 Gongalves, Sebasíiao: 195n
Fernández Vieira, Diego: 67n Góngora, Bartolomé de: 356
Femando (don): 275, González de Eslava, Fernán: 306n
Femando el Católico: 136 González de Mendoza, Juan: 53, 75, 131,
Ferreira, Christóváo: 279n, 430 131n, 207n, 282, 282n, 379, 379n, 380,
Figueiredo, Manuel de: 213 385
Flavio Josefo: 231 Gouveia, Antonio de: 154, 154n, 156
Florentino, Cambino: 233 Gracián, Baltasar: 341
Flores, Diego: 162 Gregorio XIII (papa): 283, 332
Florez, Antonio: 130 Grijalva, Juan de: 190, 190n, 228, 228n
Floris, Franz: 356 Guadalcázar (marqués de): 35n, 81
Foresti, Jacopo Filippo: 233 Guamán Poma de Ayala, Felipe: 224,
Foster, George: 171, 17 ln 224n, 225, 226n, 229, 232, 233n, 234,
Fracastoro, Girolamo: 79 234n, 237, 237n, 238, 239, 243, 244n,
Fragoso, Juan: 78, 78n, 415n 245, 245n, 246, 253, 254, 254n, 255,
Francisco I: 134, 136, 405 255n, 263, 263n, 265, 265n, 267, 267n,
Francisco Xavier (san): 52, 174, 193 269, 269n, 270, 271, 272, 273n, 277,
Franco, Alonso: 354,361 278n, 310, 312, 325, 405,408
Fróis, Luís: 79, 192, 193, 193n, 194, Guen-a, García: 26, 31n, 361, 395n
194n, 195, 195n, 220, 237, 237n, 247, Guerreiro, Femáo: 200
248n, 423, 426, 429 Guerrero, Alfonso: 385, 386
Guerrero, Francisco: 350
Gage, Thomas: 114, 125, 125n, 179n, 181 Guicciardini, Francesco: 130, 131
Galeno: 230, 231,235,; 265, 370, 409, 418 Guzmán de Alfarache: 395, 395n, 396
Galileo: 208, 254, 382, 382n .. ,x Guzmán, Diego de: 241
Galváo, Antonio: 53, 53n, 66, 66n, 82, 140 Guzmán (don Cristóbal de): 135
Gama, Francisco da: 326 Guzmán Itzlollonzqui, Juan de: 11 ln
Gama, Vasco de: 52nt 154, 156, 156n,
157,218, 318 Hércules: 228, 333
Gándara, Francisco de la: 354 Hernández de Córdoba, Gonzalo: 130
Gante, Pedro de: 99n, 357n Hernández, Francisco: 80, 80n, 208,
Garay, Francisco de: 215 208n, 209, 209n, 210, 212, 221, 229,
Garcés, Henrique: 72, 79, 218, 309 230, 236, 236n, 240, 240n, 253, 253n,
García, Cristóbal; 364 254, 255, 264, 378, 382, 384, 405, 406,
García de Salamanca:,359 407, 407n, 408, 409, 409n, 410, 412
García Farfán, Pedro: 210 ; Heródoto: 231, 234
Gelves (marqués de): 115, 118, 119, 120, Herrera, Antonio de: 81, 126, 126n, 130,
120n ,121, 121n, 291 198n,303
Gerson, Juan: 336 Herrera, José de: 384, 385, 38 6n
Gesner, Conrad: 209, 405n Heyn, Piet: 122
Gilberti, Marturino: 76, 394n Hideyoshi: 33, 34n, 84, 88n, 193n, 438
474 ÍND1CF. DF NOMBRFS
M orga, A n tonio de: 81, 82n , 132, 132n, O lm os, A ndrés de: 188
157 O rdóñez de Ce bal los, Pedro: 56, 56n, 87,
M o rg a n te: 306 87n
M ota y E scobar, Ild efon so d e la: 388 Ore, L u is G erón im o de: 80n , 245, 245n
M otolinía, fray T oribio de Benavente: O rim andro: 306
98, 99n, lOOn, 103n, 134n, 188, 206, O rizaba (con d e del Valle de): 310
2 3 7 ,4 2 2 n Orley, B ernard van: S9, 90
M ou lei MoJiamed: 176 Orta, G arcía da: 53, 57n, 58, 60, 60n, 78,
M oura, C ristováo do: 2 0 3 n 78n, 79, 81, ?8n , 132, 177, 185, 186,
M ousnicr, Roland: 27, 27n , 28n , 29n 198, 207, 207n, 208, 208n , 209, 210,
M u ñ oz C am argo, Diego: 55n , 58, 129, 210n, 21 ln , 215, 221, 227, 228, 228n ,
148, 1 4 8 n ,149, 1 4 9 n ,150, 150n, 151n, 230, 231, 235, 235n , 236, 236n , 241,
1 S6n, 196, 202, 202n , 203, 203n, 204, 2 4 ln , 244, 244n , 248, 249, 249n , 250,
204n , 205, 2 05n , 216, 231, 2 3 ln , 236, 2 5 0 n ,2 5 2 ,2 5 2 n ,253, 2 5 3 n ,257, 257n,
23 6 n , 23S, 2 38n , 244, 244n, 246, 246n, 260, 260n, 263, 266, 266n , 26Sn, 269,
2 47, 24 7 n , 253, 254, 267, 267n , 268, 269n , 270, 270n , 271, 271 n, 393, 405,
268n , 2 70, 270n , 274, 276, 325, 405, 407, 408, 414, 415, 4.15n, 416, 417,
408 4 1 7 n ,420, 420n
M u ñ ía, M artín de: 237, 237n O rlclius, Abraliam: 31, 72, 145, 198, 235
Ortiz de H in ojos a, H ernando: 385
N a b u c o d o n o s o r: 439 Ortiz, Jcan: 347n, 348, 354n, 359n, 364
N arv áez, P an filo de: 150» O vando, Juan de: 187, 187ri
N avarrete, Fernández: 289, 289n Ovidio: 74, 231, 2 3 ln , 252, 307, 333,
N aza ren o , Pablo: 38, 38n 385, 385n, 394
N egro, E steb a n el (véase tam b ién Este- O viedo, M artín de: 234n, 354
banico): 149 O zom atli: 333
N e/.a b u a lcó y o tl (rey de T excoco): 435
N eza h u a lp illi (rey de Texcoco): 336, 337 P ablo III: 324, 332
N icco ló , G iovanni: 76 P ablo (san): 344
N ie lo , R odrigo: 366 P ablos, Juan (véase G iovanni Paoíi): 374
N iev a , co n d e de (viircy del Perú): 158 P ach eco, F rancisco: 352, 352n, 356
N o b ili, R ob erto de: 250, 423, 426, 426n , P alacios, Diego: 216
427, 4 2 7 n , 428, 4 3 1 ,4 3 4 Pala fox y M en d oza, Juan de: 312n
N obrega, M an u el de: 79 P alentin o, Diego: 233, 233n
Nobrc, M iguel: 66 Palha, Paul: J69
N oron h a, F ern ao de: 166 P alom o, Juan: 164
N u n es, D om ingo: 326 P aoli, G iovanni: 74
N u n es, Lourengo: 210 Patenier, Joachim : 336
N u n es, Pedro: 2 1 3n P alrizí, F rancesco: 376
P aulo E m ilio: 220
O cirroé: 333 P aulo V: 26n, 34
O d ia rle, Pedro: 74 P ed rad as de B enavides: 2 ¡0 n
O jea, H ern an d o de: 360 Peralta, G astón de: 355, 361
O lív a les (con de-d u q u e): 118, 119, 1 21 , Pereira, Amaro: 241 n
122 Pereira, A ntonio: 354
ÍNDICE DE NOMBRES 477