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Exposicion 4º
Exposicion 4º
Encuentro 4º
Exposición 4º
Raúl A. Núñez
1. El lenguaje humano.
El problema de la verdad ofrece tres aspectos que, si bien tienen
una íntima vinculación entre sí, deben sufrir un tratamiento distinto. Nos
referimos al aspecto ontológico, al cognoscitivo y al ético. En el primero se
investiga la capacidad del ser de manifestarse como es; en el segundo, la
capacidad de la mente de adecuarse intencionalmente a la cosa y el tercero, la
adecuación del comportamiento humano al dictado de la conciencia moral.
Afrontemos por el momento el segundo aspecto, designado con exactitud como
el de “la verdad lógica”, es decir, la verdad del “logos”.
Es justamente en el rico significado del término “logos”, desde donde los
antiguos efectuaban sus reflexiones sobre la verdad.1 Agustin no se apartó de
este contexto, que es, por otra parte, el más natural como punto de referencia.
En nuestros días, la lingüística ha restaurado este punto de partida para el
estudio de la verdad y con ello ha recuperado las distintas esferas en la que los
lenguajes tienen cabida.
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De Mag. Cap.1. El enseñar y el aprender lo tomamos aquí en un sentido amplio que va más allá de la relación
maestro-discípulo. La extensión del significado se justifica desde la perspectiva de toda relación entre el que no sabe
una cosa y la conoce a través de otro: dada la ocasión, Agustin precisará la distinción entre “hablar (loqui) y “enseñar
(docere) De Mag. Cap.10
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Ampliamente en De fide rerum caps. 1 y.2. ; cf. De quant.an. cap. 7; De util.cred.cap. 12; cf. Conf. L.VI, cap.5 (7)
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De util.cred. cap. 13
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2. Signo y significado
Agustin era un hombre enamorado de la palabra. Precisamente su
condición de orador le daba la capacidad de juzgar el valor de las mismas y de
ponderan su incidencia en la vida individual y social. Por experiencia en su
oficio de docente y de orador pudo apreciar el milagro que se produce en el
habla y la maravilla que significa que el hombre esté dotado de palabra. En la
investigación acerca de la arquitectura del decir humano, tal como lo hace la
gramática, creyó ver una de las puertas para estudiar su posible contenido de
verdad y su capacidad de transmitirla.
La palabra oral, escrita o grabada, es algo que debe ser perceptible por
los sentidos. Es la razón de su existencia, puesto que siendo un instrumento de
comunicación, no podría serlo sino haciendo, en cierto modo, visible o audible
las intenciones de la mente.12 Teniendo el signo una entidad sensible propia, la
primera cuestión es la de saber si existe la posibilidad de apuntar a una realidad
sensible distinta a la propia, y que en esto consiste precisamente su razón de
ser.
Un signo se percibe antes que nada como una cosa que se oye o que se
ve, y por lo mismo, aunque se trata de algo sensible, que no es natural sino
artificial, debe reunir hasta cierto punto las mismas condiciones de cualquier
objeto material. Pero si atendemos al hecho que la relación de los signos con
los sentidos requiere, además de su percepción física, la experiencia para
poder captarlos en sus modulaciones y distinguirlos entre sí, se evidencia como
un objeto fabricado precisamente para ser un instrumento de expresión y
comunicación. 13
Lo central es la percepción de la palabra como signo, pero esta
percepción ya no es puramente sensible, porque implica una relación que no se
ve, sino que se entiende. El niño, en un comienzo, identifica el signo y lo
designado, de tal manera que la cosa tiene presencia en tanto se la nombre o
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De Trin.X,1) Diversidad de leguajes: su incidencia politica y social. De civ.Dei. L.XIX, cap. 7
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Sermo 120
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De Trin. L.X, cap.1 (2)
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se la “llame”. La experiencia del niño capta esta realidad cuando distingue los
simples sonidos emitidos o dibujos hechos al azar con aquellos que están
configurados y sujetos a reglas que enseñan a vocalizar o deletrear primero y
de la construcción sintáctica después, sin lo cual carecen de valor instrumental.
La señal de que en el niño ha despertado el uso de la razón es cuando
descubre esta relación. Y efectivamente es así, ya que la palabra es un
instrumento forjado y manejado por la misma. 14 La palabra no es como la
música, pura expresión, sino que encierra una intencionalidad, es decir, una
referencia a algo. Su esencia es el de designar, la de indicar, sustituyendo la
cosa y apropiándosela para analizarla en el interior del espíritu y para preparar
y ejecutar una acción.15
3. El valor de la significación.
Aunque el signo esté inmediatamente vinculado a la memoria, los signos
en general y las palabras en particular parecen remitirnos en primer término a
conocimientos de cosas o acciones perceptibles por los sentidos -sea en su
origen, sea en su destino- lo que interesa en definitiva es saber el valor de estos
conocimientos, ya que de esto depende el valor de la significación. 16
14
De ord. Cap.12
15
De quant.an. cap.18
16
De lib.arb. L.II, cap. 3 ss.
17
De Mag. Cap. X
18
De ord. L.II, cap.14 (muy importante); De Trin. L. XI, cap.8. Leer desde el cap. 7 al cap. 10 en los que Agustin, una
vez mas, hace una serie de valiosas reflexiones sobre la palabra, la memoria y la imaginación.
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De vera rel. XXXIII, 62)
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Un caso aparte es el conocimiento del otro en cuanto otro, es decir, como persona y no como una cosa. Siendo este un aporte
novedoso dentro de la filosofía, lo trataremos ex professo cuando se hable de la comunicación de saberes. Cf . Contra Acad. III,
cap. 11 ; De vera rel. Cap.23
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Conf.X,17
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3.4. Pero ¿porqué es problemático el valor de verdad que nos dan los sentidos
y atesoran la memoria? La duda surge, por un lado, del perpetuo devenir de las
cosas, de su permanente cambio y diversidad y , por el otro, de los alteraciones
que sufren los mismos sentidos sea por su estado físico, sea por las
condiciones para su ejercicio. Las proposiciones fundadas sólo en sensaciones
no tienen ninguna garantía, porque si son verdaderas, sus contenidos serán
universales e inmutables. 23
Por este motivo se hace necesaria otra instancia: la relación entre el
signo y la razón.
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Conf.X,17
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Platón en su diálogo “Cratilo” expuso ampliamente esta cuestión, llegando a la conclusión que s.Agustín hace suya.