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Ancianidad, una etapa para vivir en plenitud

A diferencia de otros momentos sociales, en nuestra sociedad postmoderna ya no se


valora la sabiduría y conocimiento de los ancianos. Ya no los buscamos para pedir
consejo y cuando hablan pretendemos callarlos porque “no entienden nada”, están
fuera de onda, las cosas cambiaron y ellos no se modernizaron.
Lo cierto es que los ancianos tienen mucho para dar y la ancianidad es una etapa de
la vida que merece ser vivida en plenitud, en pausa, sin el apuro de la juventud ni las
cargas de la adultez. Vivir con la tranquilidad de haber hecho lo suficiente y dejado
algún legado a los que vienen después

Características propias de la ancianidad.


Se dice que la ancianidad comienza alrededor de los 65 años, coincidiendo en
general con el momento de la jubilación. A partir de ese momento la persona
comienza a notar con mayor énfasis determinados cambios físicos, psíquicos y
sociales.
El cuerpo ya no es el de la juventud, comienzan los achaques y en algunos
casos enfrentar enfermedades. Se da un decaimiento del sistema nervioso l
que provoca disminución en la capacidad perceptiva, en la discriminación
sensorial y en la disminución de las destrezas físicas y de la memoria.
Entre los cambios psíquicos vemos que adquiera gran importancia la historia
personal y familiar, se enfrentan a la enfermedad, al deterioro físico y mental y
a la idea de la propia muerte. Se observan modificaciones de la personalidad,
deben afrontar el síndrome del nido vacío, la muerte de los amigos y, en algún
momento la muerte del propio cónyuge.
Los cambios sociales tienen que ver con el cambio de rol en la comunidad
como consecuencia de la jubilación. Además los hijos crecieron y abandonaron
el hogar familiar por lo que la pareja se reencuentra y se dispone de tiempo
para actividades recreativas o de ocio que habían estado relegadas hasta ese
momento.
Sentido y logro de la vejez.
Como todas las etapas de la vida, la vejez o ancianidad también tiene un
sentido, un para qué pasar por esta etapa. Al adquirir importancia la propia
historia personal puede transmitir una sabiduría que hace capaz de entender el
conjunto de la vida. Se hace patente la propia historia, con sus logros y
desaciertos, se mira en perspectiva lo conseguido, lo construido y sus
resultados.
Tomar conciencia de la propia muerte hace tomar conciencia sobre la propia
finitud pero también de la propia trascendencia, manifestada en los hijos y
nietos como también en los logros laborales y profesionales. Se debe aceptar
la muerte como una parte más de la vida.
Otro sentido de la ancianidad es ser puente entre generaciones. Entre los que
ya no están, que nos precedieron y los que vienen detrás. Los ancianos son la
historia viva familiar y quienes ayudan a mantener vivas las tradiciones y los
ritos.

Deberes éticos de la familia con sus ancianos.


El principal deber es la conciencia plena de saber que debemos devolverles lo
que han hecho por nosotros durante muchos años. Debemos desarrollar
virtudes de empatía y paciencia, para comprender que sus caprichos, enojos y
malhumor no tiene que ver con nosotros sino con la propia etapa que están
viviendo. Aquellos que durante más de 50 años fueron autónomos e
independientes en un momento se dan cuenta que necesitan ayuda para
muchas cosas y esto los hace verse vulnerables y les provoca inseguridad.
Es bueno desarrollar el buen humor y tomar algunas situaciones y hechos con
humor. Un poco de risa siempre le quita dramatismo, incluso a las situaciones
más tristes y adversas.
Ayudarlos a tomar conciencia de su propia soledad y la proximidad de la
muerte, no como algo doloroso sino como parte de un proceso. Reconocerles
los logros y aciertos para que puedan afrontar el final con la alegría de saber
que hicieron las cosas lo mejor posible.
Cuando haya que tomar decisiones que atañen a su persona, su salud, su
vivienda, etc. no dejar de consultarles, siempre que estén en condiciones
neurológicas de poder dar su punto de vista. Que no sientan que ya no tienen
poder de decisión sobre su propia vida.
Pero sobre todo brindarle mucho amor, acompañarlos siempre que el día a día
lo permita y caminar con ellos, con la paciencia que merecen, sus últimos años
de vida.

Bibliografía
Francisco, P. (2016). Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Capítulo 5. Amor que se vuelve fecundo.
Vaticano.
Guardini, R. (1977). Del envejecimiento. En R. Guardini, La aceptación de sí mismo-Las edades de la
vida. Madrid: Cristiandad.
Moreno, G. y. (2000). Teorías acerca del proceso de envejecimiento. En G. y. Moreno, Claves para una
psicología del desarrollo. Buenos Aires.
Paulina ElsnerV., M.de la Luz Montero, Carmen Reyes V. y Beatriz Zegers P. (2002). Los años dorados.
En La familia: una aventura. Alfaomega Grupo Editor.

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