Anónimo Publicado en el No. 70 Revista Plenitud de A.A.
El alcoholismo es descrito de varias formas: <<una
enfermedad con recaídas>> ó <<la enfermedad del aislamiento>>. Dentro de la comunidad de Alcohólicos Anónimos es frecuentemente llamada como <<la enfermedad de la negación>>.
Yo solía pensar igual que otras personas acerca de la
negación, es decir, que era un asunto para ser resuelto una sola vez, teniendo en mente al alcohólico que se negaba a aceptar su condición de tal, o el hecho de que tenía realmente un problema serio con el alcohol. <<Yo sólo bebo un poco más de la cuenta>>, solía decir <<pero puedo parar cuando quiera>>. Esta es una forma clásica de negación y hasta ahora no he conocido persona alguna que se encuentre en vías de recuperación que no esté de acuerdo con este hecho.
Una vez pensé que después de haber vencido esta forma de
negación no volvería a aparecer en mi vida, lo cual no es realmente cierto. He llegado a creer (al menos en mi caso) que, aunque mi alcoholismo es incurable, uno de sus síntomas más destacados es la negación de que puede ser incurable. Esto lo sé con seguridad, aún después de siete años de abstención. La negación se vuelve ocasionalmente contra mí en una forma u otra.
Cuando menciono <<en una forma u otra>>, quiero decir en
formas diferentes a la clásica. Por lo menos creo que hay otras cuatro maneras de negación conectadas entre sí. Son variedades en un mismo tema, tan diferentes de la clásica negación que me llevó un tiempo reconocerlas por lo que eran.
Antes de describir estas formas déjenme anotar lo que
entiendo por negación. Para mí, la negación es cualquier forma de pensar que me impulsa a tomar otra copa, cualquier forma de pensar que me impulsa a tomar otra copa, cualquier clase de pensamiento que me lleve a decir: <<yo puedo beber sin peligro>> ó <<tal vez pueda tomarme otro trago y ver qué pasa>>, o <<no vale la pena, da los mismo beber>>. Todas estas son modalidades de negación que pueden conducirme a tomar otro trago así como la clásica negación de los alcohólicos que están bebiendo y que los induce a tomar otra copa.
¿Cuáles son las forma en que la negación ha surgido en mi
proceso de recuperación? He aquí algunas de ellas:
1. Sé que no podré soportar el pasar toda mi vida sin alcohol.
Inevitablemente llegará el día en que me tome un trago.
La impaciencia es uno de mis grandes problemas. Lo que
deseo lo quiero <<ahora>>. Si es necesario enfrentarme a algo, lo quiero hacer en el acto y salir de ello inmediatamente. Por tanto, si puedo convencerme de que <<un día>> volveré a beber, porqué tener que pasar por toda la ansiedad esperando la llegada de ese momento. Yo haré que llegue hoy y acabo con eso de una vez.
2. Otros son alcohólicos, yo no. Sólo soy un cobarde moral
cuando se trata de beber. No tengo la necesaria fuerza de carácter para limitar mi bebida a una cantidad razonable.
En esta forma de negación caben diferentes excusas. Para
mí, el gran problema es una larga cadena de <<nuncas>>: <<nunca tuve un delirium tremens... nunca estuve en prisión... nunca perdí un trabajo... nunca perdí mi familia>>. La lista podría continuar interminablemente. Cuando reparo en estos <<nuncas>> empiezo a pensar que mi manera de beber no es el resultado de una enfermedad, sino de una debilidad moral.
La idea del alcoholismo como una debilidad moral, en vez de
una enfermedad, es efímera. ¿A cuántos de nosotros nos enseñaron desde la niñez que el alcohólico era alguien con una débil personalidad?
Al dejar de beber comenzamos a aprender nuevos conceptos
pero los viejos conceptos no se desprenden tan rápidamente. Yo, por ejemplo, no tengo dificultad para ver la enfermedad en los demás; pero, por alguna razón, frecuentemente, pienso que soy diferente.
¿Qué hay de malo en pensar que soy débil moral? Además,
este pensamiento lo utilizo para sentirme miserable. La línea <<moralmente débil>> es una sutil justificación para beber. Pongámoslo de esta manera: si yo soy sólo <<moralmente débil>>, entonces, quizá pueda convertirme en una persona <<moralmente fuerte>>. Así sería capaz de controlar mi bebida en la forma que la gente <<normal>> lo hace. Y ahí está: la esperanza de ser capaz de volver a beber sin peligro, lo cual es una negación de otra manera.
3. Dejé de beber para esto? Nunca me sentí tan mal, ni en los
peores días de mis borracheras.
Esta es la clase de negación correspondiente al <<mal día>>.
¡Cuán rápidamente me olvido de los horribles <<buenos viejos tiempos>> de mi época de bebedor! Después de todo ¿cuántos alcohólicos han dejado de beber porque la estaban pasando de lo lindo? Pero mi mente tiene la tendencia de borrar las cintas grabadas con las penas, las vergüenzas y la culpa del pasado. Cuando tropiezo con un duro bache en el camino hacia la serenidad, cuando tengo un verdadero problema en mi vida, entonces, con la cara distorsionada por el dolor puedo olvidarme de una peor aun causada por mi forma de beber. Si puedo autoconvencerme, sin que esté presente el alcohol, es peor que el suave pasado alcohólico y quiere decir que he encontrado otra excusa para aquella primera copa.
4. Quizá no soy realmente un alcohólico sino sólo un bebedor
exagerado.
He dejado esta forma de negación para lo último. Para mí es la
peor porque deriva su poder de muchas fuentes. A veces parece combinarse con otras formas de negación y potencializarlas a una nueva dimensión.
He leído mucho acerca de alcoholismo como para saber que en
algunos casos excepcionales la gente puede beber excesiva y abusivamente, aún por un largo periodo de tiempo, sin que lleguen a desarrollar la enfermedad del alcoholismo. Son bebedores fuertes pero no alcohólicos.
Mi problema aparece cuando comienzo a preguntar <<Soy yo
uno de éstos?>> El hecho de haber dejado de beber hace poco más de siete años sin mucho trabajo, que al principio lo hice solo, sin la ayuda de A.A.; que solamente llegué al Programa después de estar abstemio cuatro años y que nunca tuve una recaída, pueden mezclarse para hacerme razonar que, >>solo soy un bebedor fuerte>>. No es muy difícil adivinar hacia dónde me pueden llevar todos esos razonamientos. <<¿Me pregunto si los bebedores fuertes pueden aprender a no tomar abusivamente?>> Eso, otra vez, es una forma de negación.
La identificación de estas maneras de negación (y creo que
todavía hay muchas más) conducen inevitablemente a una pregunta importante: ¿cómo puede combatir una persona estas formas de negación? Con un poco de ayuda de mis amigos he aprendido varias maneras de hacerlo:
Primero: Tengo que recordar que me encuentro vivo hoy y que
estoy sin beber. Aunque puedo temer que algún día vuelva a beber, realmente no lo sé. De lo que sí estoy seguro es que hoy no estoy bebiendo. Y si las cosas se ponen difíciles yo sé que no estoy bebiendo. Y si las cosas se ponen difíciles yo sé que no estoy bebiendo en este momento –un día a la vez- y cuando sea necesario, un momento a la vez. Cualquier cosa que me atemorice porque pueda suceder, no está sucediendo en este momento y puede que no llegue nunca a suceder. Y cuando algo malo ocurra verdaderamente, el Tercer Paso me recuerda que por la Gracia de Dios, encontraré el valor necesario para manejarlo. Un amigo mío suele decir: <<La voluntad de Dios no te llevará hasta donde la Gracia de Dios no pueda protegerte>>.
Segundo. El Primer Paso hay que tomarlo cuando sea necesario.
Al comienzo de mi Programa mi padrino me sugirió que hiciera una lista detallada de todas las experiencias dolorosas que me habían ocurrido y me habían perjudicado lo mismo que a otros. Me sorprendí al encontrar que muchas de ellas estaban relacionadas con el alcohol. El inventario del Paso Uno me nuestra claramente el progreso de mi enfermedad como también la gradual y después completa pérdida de control. En la medida en que veo el historial de mi dependencia, tengo que admitir que no soy sólo un bebedor exagerado sino que soy un alcohólico.
Tercero. Obtengo una gran ayuda de mis padrinos. Cuando
quiera que me veo dirigiendo hacia alguna de las formas de negación, los pongo en alerta. Si llego a olvidarme del dolor que el alcohol me ha causado lo mismo que a otros, ellos me refrescarían la memoria. Ellos pueden ver claramente lo que yo no puedo: que la autocompasión y la vanagloria de mi propia rectitud con frecuencia alientan mi negación. Si empiezo a pensar que dejé de beber inicialmente sin la ayuda de A.A. y, por tanto, puede que no sea un <<verdadero>> alcohólico, ellos me recuerdan que el <<verdadero>> alcoholismo, como el Libro Grande lo dice, es una enfermedad arraigada en la <<terquedad y la confusión>>; una enfermedad espiritual en la cual el <<licor sólo es un síntoma>>. Quizá soy una de esas rarezas que pudo mantenerse sin beber por sí mismo. Pero esto sólo era una prolongada <<borrachera en seco>>. No era la enriquecedora sobriedad que he encontrado en el Programa.
Cuarto. Finalmente, mis padrinos me recordaron que todos mis
<<nuncas>> sólo muestran que yo pude librarme de pagar el precio de mi alcoholismo que a otros les tocó pagar. Ellos me recuerdan, sin embargo, el precio que realmente pagué: soledad, ansiedad, miedo, culpa, vergüenza, odio a mí mismo y desesperanza. Ellos me recuerdan el precio que otros, incluyendo mi familia, pagaron por mi alcoholismo.
Claro que puedo volver a los buenos <<viejos tiempos>>,
aquellos <<inolvidables días de antaño>>. Como oímos decirlo: <<toda tu desgracia te puede ser devuelta>> y el precio de ella es únicamente aquella primera copa. Pero mi mente tiene la tendencia de borrar las cintas grabadas con las penas, las vergüenzas y la culpa del pasado.