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Brutal Don
Brutal Don
***
Cuando Cara se despertó en una jaula, comprendió que no
había sido una pesadilla. Seguía aturdida y con náuseas. Intentar
incorporarse le parecía una tarea olímpica. En todo caso, luchaba
por mantenerse consciente.
***
—Hermano, ¿has perdido la cabeza? —preguntó Lucas a
Dante. Ignorando a su hermano, Dante terminó de escribir el
cheque y se lo entregó a Fyodore Babanin.
***
—¿Enmendables? ¿Qué diablos significa eso? —preguntó
Cara.
—Ten por seguro que no soy tan maniático del control —dijo.
—Parecías hambrienta y yo sólo almorcé una ensalada.
Tal vez provocarlo sólo para ver si perdía los estribos no era
la idea más sabia. Por otra parte, Cara se sintió como si estuviera
en un pie desigual en el momento en que se despertó en su cama.
***
Cuando los suaves ronquidos de Cara llenaron la habitación,
Dante cambió de posición para poder ver su perfil dormido.
Estaba seguro de que dormía profundamente, porque dudaba
que se hubiera acostado de cara a él. Se veía angelical así,
ciertamente no era la infernal que había vislumbrado esta noche.
—Echándote de menos.
Cara descolgó el teléfono fijo. Ignoró a Martha, que estaba
limpiando el polvo al fondo, y marcó el número del móvil de
Dante. Él se lo había dado días antes, diciéndole que lo llamara
si quería.
—¿Estás ocupado?
—Es ese momento del mes para mí, y no, no quiero que
Martha compre eso por mí. Llevo aquí una semana, Dante. Me
vendría bien un poco de aire fresco —afirmó Cara. Era un
movimiento arriesgado, pero esperaba que su táctica diera
resultado.
—¿Sí?
—Si necesitas algo más, Jack también puede llevarte al
centro comercial o a una tienda en particular —dijo Dante.
—Gracias. No te arrepentirás.
—Ya veo. Entonces Dante nos salvó a los dos —dijo ella.
***
—¿Dónde está ella? —le preguntó Dante a Jack nada más
salir del ascensor. Dante se aflojó la corbata. Había salido de una
reunión con su junta directiva después de recibir el mensaje de
Jack. El guardaespaldas parecía fuera de sí. Jack solía tener un
aspecto impecable, pero se veía exhausto.
—¿Jefe?
—Vete. Por favor. Estaré bien. Sólo necesito más tiempo para
mí —dijo Cara con un sollozo ahogado.
—Dante —susurró.
***
—¿Estas son las compras que hizo en la farmacia? —
preguntó Dante a Jack.
Le apartó las lágrimas con los dedos. Por Dios. Cara no podía
creer que estuviera llorando. No podía evitarlo.
***
—No te quedes en la oficina hasta muy tarde —dijo Cara
perezosamente desde la cama.
—Clases online. Tal vez vaya a dar un paseo por la tarde. Hay
una nueva novela romántica a la que le he echado el ojo —dijo
Cara en voz alta.
Cuando ella le preguntó qué le parecía que terminara la
carrera por Internet, él le trajo un portátil nuevo y un móvil.
Dante ya confiaba mucho en ella. Cara comprendía las
repercusiones si alguna vez lo traicionaba. No es que eso le
preocupara.
—Fijé la reunión a las 9:00 AM. Sólo son las 8:55. Dile que
tome asiento primero —le dijo Dante a Andrea.
Bien, ese era el efecto exacto que Dante quería: que sus
enemigos le tuvieran tanto miedo que ni se les ocurriera hacer
otro movimiento imprudente.
Ese viejo quería a Ted más que a su propio hijo. Ahora, Ted
no tenía seguidores. Todo era culpa de esa condenada mujer. Ted
tenía algo de dinero guardado. Dejaría esta ciudad, empezaría de
cero en otro lugar, quizás en algún lugar con playas de arena y
mujeres hermosas.
***
Un arma se disparó. Cara intentó apartar a Jack de ella, pero
él no se movió.
Por fin era libre. Libre para hacer lo que quisiera, para vivir
la vida y disfrutar de cada segundo que tenía en esta tierra con
Dante.
—Estoy segura —dijo ella. —No dejarías que esta pobre novia
caminara sola hacia el altar, ¿verdad?
Fin