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Comentario de Texto
Comentario de Texto
DE TEXTO
“Por eso decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos
reconocido como bien primero y connatural, y a partir de él hacemos cualquier elección
o rechazo, y en él concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la sensación
como norma o criterio. Y puesto que el placer es el bien primero y connatural, no
elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos placeres cuando de ellos
se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores son preferibles a los
placeres si, a la larga, se siguen de ellos mayores placeres. Todo placer es por naturaleza
un bien, pero no todo placer ha de ser aceptado. Y todo dolor es un mal, pero no todo
dolor ha de ser evitado siempre. Hay que obrar con buen cálculo en estas cuestiones,
atendiendo a las consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo
bueno como de un mal o de algo malo como de un bien…
Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los
placeres de los viciosos, como creen algunos que ignoran, no están de acuerdo o
interpretan mal nuestra doctrina, sino al no sufrir dolores en el cuerpo ni estar
perturbado en el alma. Porque no banquetes ni juergas constantes dan la felicidad, sino
el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas
opiniones de las que procede la gran turbación que se apodera del alma”
Los temas que se tratan en este texto perteneciente a la carta a Meneceo son el
placer y el dolor. Estos temas forman parte de la ética de Epicuro, los cuales expone en
esta carta que se encuadra en una serie de epístolas, tres, en total, dirigidas la primera a
Pitocles, la segunda a Heródoto y la tercera a Meneceo, cuyo fragmento constituye el
texto a comentar.
Para Epicuro, el placer es el máximo bien. La búsqueda del placer, según este
autor, es el telos, es el fin hacia el que tienden todas nuestras elecciones. Se trata de
algo connatural al hombre.
“La ética de Epicuro es hedonista; por hedonismo, hay que entender aquella
doctrina ética que afirma: 1) que el placer es el comienzo, fundamento, culminación y
término de una vida feliz; 2) que la consecución del placer y la evitación de su
contrario, el dolor, guía, elecciones y rechazos; 3) que no hay otro objetivo
trascendente: el placer es el protón agathón, el sumun bonum de los latinos; 4) que la
propia naturaleza de los seres animados fija este criterio básico de conducta. Aristipo,
de Cirene y Eudoxio, de Cnido. Ya habían defendido estas tesis, y Platón y Aristóteles
les habían puesto una serie de objeciones que Epicuro no puede ignorar” (Torres,
2003).
“De esta completa satisfacción del deseo, argumenta Epicuro, surge una
segunda clase de placer. No es esto una experiencia que acompaña a un proceso, sino
un placer «estático». Se caracteriza por completa ausencia de dolor y disfrute de esta
condición. Torcuato, el interlocutor epicúreo en De fínibus de Cicerón, ·expresa así la
distinción entre los placeres (Long, 1975): «El placer que perseguimos no es sólo aquél
que excita nuestra naturaleza con algún tipo de gratificación y que es percibido con
delicia por los sentidos. El mayor placer es para nosotros el que se siente cuando un
dolor ha sido eliminado»” (Fin., 137, citado en Long, 1975).
Por otro lado, no está conforme el maestro epicúreo con que la búsqueda del
placer no debe tener límites. Afirma el de Samos que en ocasiones debemos desechar un
placer cuando de él “se sigue un mayor dolor”. Paradójicamente , como indica el autor
en el fragmento a comentar, “a veces podemos servirnos de algo bueno como de un mal
o de algo malo como de un bien”. De aquí se sigue que la Virtud con mayúscula
consista en la prudencia, en discernir sabiamente qué placeres podemos aceptar y cuales
evitar si queremos alcanzar el supremo bien: la imperturbabilidad del espíritu. La
“phrónesis” o prudencia es, por tanto, el ideal al que el hombre virtuoso y por ello feliz
debe aspirar.
EL TEXTO EN SU CONTEXTO
Las enseñanzas del autor no estuvieron exentas de críticas por parte de los
Cirenaicos (discípulos de Aristipo de Cirene), de Cicerón, de miembros de la escuela
estoica… y de reconocimiento de otros, algunos tan distantes en el tiempo como
Francisco de Quevedo, tal como expresa en su defensa a Epicuro: “Diógenes Laercio
dice que Diotimo Estoico de envidia, fingió muchos escritos torpes y blasfemos y le
achacó otros a Epicuro (…) Epicuro puso la felicidad en el deleite, y el deleite en la
virtud, doctrina tan estoica que el carecer de este nombre no la desconoce” ( Quevedo,
2021).
Pero nada de ello consiguió agitar el ánimo de los felices habitantes del Jardín
de Epicuro.
OPINIÓN PERSONAL
Creo que parte de los jóvenes de ahora, aunque no todos, rechazan toda
contención. Una buena parte de ellos no se sienten capacitados para rechazar pequeños
placeres en aras de evitar un dolor mayor. No se les ha inculcado la virtud que los
griegos denominaban phrónesis o prudencia. Su forma de actuar, en general, se asemeja
más a los dictados de la escuela cirenaica, pues bastantes de ellos apuran hasta el límite
todo placer que se les ofrezca. Ello les impide a la larga llevar una vida feliz y tranquila.
La paciencia nunca ha sido, en general, atributo de la juventud, pero esta característica
se agudiza en los tiempos actuales debido, supongo, a la facilidad con que pueden
acceder a casi todo lo que desean con inmediatez, gracias a las nuevas tecnologías, a la
rapidez con que los transportes te trasladan a cualquier lugar del planeta, al acceso fácil
y cómodo a bienes y servicios con el que nuestros padres no podían soñar. Creo,
asimismo que tampoco la educación es ajena a este problema , ya que no ha favorecido
en absoluto una mínima disciplina, sin la cual se les hace casi imposible soportar la más
pequeña frustración. Todo esto hace que muchos jóvenes apuren rápidamente todos los
placeres de la vida y y que pasados éstos sientan a muy temprana edad el aburrimiento y
el hastío, ya que no son capaces de hallar el disfrute en las cosas cotidianas y es en esto
precisamente, en el desarrollo de una vida feliz y tranquila es donde Epicuro
acertadamente encuentra la felicidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
El texto propuesto está extraído de la obra: Vidas de los filósofos, VII del
historiador de filosofía Diógenes Laercio. Las temáticas más importantes que aborda la
ética estoica, son la naturaleza, el logos, la virtud y la felicidad.
En cuanto a la naturaleza, Zenón, en su libro,”Sobre la naturaleza del hombre“
fue el primero en establecer como fundamento es vivir conforme a la naturaleza, como
apunta el texto a comentar. Hay que considerar que la escuela estoica distingue la
naturaleza propia de cada hombre y una Naturaleza universal, racional, inmutable,
necesaria, regida por un logos que ordena y sustenta todo el universo ala que se adecúa
la primera. Vivir acorde con la propia naturaleza, que necesariamente se asimila a vivir
conforme a la Naturaleza universal es el fundamento de la virtud de acuerdo con
Crisipo, virtud que es ella misma la FELICIDAD. La virtud es una disposición
acordada y puede ser acogida por sí misma, no por algún temor o esperanza a tenor de
lo que afirma Cleantes según cita Diógenes Laercio en el texto a analizar.
Fue Panecio quién suavizó los rigores del rígido estoicismo postulando que no
existen sabios o necios, sino que no se puede exigir al individuo que viva según una
inmutable y rígida, Naturaleza universal racional, sino basta con que su actuar, acorde
con sus propias disposiciones naturales, se asimile a la virtud y tome la razón universal,
como criterio al cual aproximarse de una manera armoniosa.
CONCLUSIÓN
Tras la atenta lectura del texto a comentar se extrae la inexcusable necesidad de
seguir los dictados de la Naturaleza, o lo que es lo mismo, de la recta razón, a la hora
de obrar.
Aunque parezca esta doctrina ética de la escuela estoica un tanto dogmática con
presupuestos que no pueden ser puestos en duda (lo que hace muy difícil el avance del
pensamiento), creo que se trata de la postura más pragmática. Nos ofrece una certeza y
seguridad que nos hace alcanzar una serenidad de espíritu (ataraxia) que la permanente
incertidumbre a que nos aboca el escepticismo en su grado más extremo impide, por
mucho que esta escuela postule que de la epojé se siga la serenidad del espíritu.
Se trata también de una doctrina que resulta muy útil de cara a lograr una cierta
armonía social, ya que, al estar los principios según los cuales debe regirse nuestro
comportamiento relativamente claros, las personas que no se dedican a la tarea de
filosofar sabrán a qué atenerse: qué comportamientos resultan virtuosos y, por tanto, se
va a seguir de su cumplimiento una vida feliz y cuáles van a llevarle inexorablemente a
una vida llena de zozobras e infelicidad.
Con estas premisas es fácil suponer que una buena parte de los ciudadanos de la
polis intentarían, por lo menos, que su obrar se acercase lo más posible al obrar según la
recta razón con el consiguiente beneficio para el conjunto de la sociedad y, aunque no lo
lograran plenamente (lo cual es perfectamente asumible gracias a a las aportaciones de
Panecio que atenuaron el rigor de los postulados de la Stoa original) siempre podían
progresar en su camino hacia la virtud.
Las decisiones tomadas según estas máximas hacen sabio al sujeto, ya que de
ellas se sigue un bienestar espiritual, social y material, pero lo que debe movernos a
actuar de esta manera no son estos beneficios “colaterales”, sino que nuestras obras sean
conformes a la Virtud, que es un fin en sí misma.
Bajo mi punto de vista creo que me resulta más útil una doctrina ética que
permita ver con cierta claridad qué comportamientos, actitudes o decisiones van a
aproximarnos a una vida virtuosa y , por tanto feliz, que aquella que me mantenga bajo
la duda perpetua y la inoperante suspensión del juicio como es el caso de las tesis
escépticas, por mucho que evolucionaran hacia posiciones mucho más pragmáticas. No
obstante creo que tomar cualquier postulado por cierto sin someterlo a crítica resulta
una actitud más propia de necios que de sabios y además paralizadora de toda
indagación filosófica. La postura estoica, por ello, me resulta excesivamente dogmática,
aunque en la vida cotidiana lo más operativo es intentar aproximarse progresivamente al
fin último que es la Vida Virtuosa, que es a lo que pienso que debemos tender.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Laercio,Diógenes.” Vidas de los más ilustres filósofos griegos” Orbis, Barcelona 1985,
Vol II, p.67-68. (Traducción de José Ortiz y Sainz, fines del s. XVIII).
Gilabert Barbera, Pau: “Una encomiable aportación al estudio del estoicismo” Boletín
delInstituto de Estudios Helénicos, 1976, Vol 10,Núm.1)
“Pues bien, desde ahora decimos que el fin del escepticismo es la serenidad de
espíritu en las cosas que dependen de la opinión de uno y el control del sufrimiento en
las que se padecen por necesidad. En efecto, cuando el escéptico, para adquirir la
serenidad de espíritu, comenzó a filosofar sobre lo de enjuiciar las representaciones
mentales y lo de captar cuáles son verdaderas y cuáles falsas, se vio envuelto en la
oposición de conocimientos de igual validez y, no pudiendo resolverla, suspendió sus
juicios y, al suspender sus juicios, le llegó como por azar la serenidad de espíritu en las
cosas que dependen de la opinión. Pues quien opina que algo es por naturaleza bueno o
malo se turba por todo, y cuando le falta lo que parece que es bueno cree estar
atormentado por cosas malas por naturaleza y corre tras lo –según él piensa- bueno y,
habiéndolo conseguido, cae en más preocupaciones al estar excitado fuera de toda razón
y sin medida y, temiendo el cambio, hace cualquier cosa para no perder lo que a él le
parece bueno. Por el contrario, el que no se define sobre lo bueno o malo por naturaleza
no evita ni persigue nada con exasperación, por lo cual mantiene la serenidad de
espíritu”.
TEMÁTICAS FUNDAMENTALES
Existe un primer periodo del cual no se sabe cuándo se inició y que está
caracterizado porque apuntan ya los principios de lo que será el escepticismo, aunque
aún no se presentan en todo su vigor. Podríamos nombrar en esta primera etapa a dos
personajes fundamentales: Pirón de Elis y Timón. En esta fase aún no se reconocen
como escépticos, sólo siguen la estela de los presocráticos. Buscan la felicidad
eludiendo toda controversia. En esto siguen la estela de Demócrito de Abdera. Los
sabios reflexionan sobre la dificultad de enjuiciar los hechos que se nos representan en
la mente. Al final de ésta triunfa el pirronismo radical, que niega toda posibilidad de
conocimiento y no se aviene a emitir juicio alguno ni siquiera con fines prácticos.
OPINIÓN PERSONAL
Bajo la premisa de no dar nada por sentado, ninguna verdad como irrefutable y
absoluta es como se puede avanzar en el saber. El dogmatismo es lo que impide
contrastar ideas, refutarlas, avanzar en en el conocimiento, en suma. Y el único remedio
contra el dogmatismo es la humildad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Pág web UCO. Research group. Investigador principal: Ramón Román Alcalá.
Crespo Perona, Miguel; Ángel, “Dos lecturas del escepticismo pirrónico: Montaigne y
Nietzsche:” Editado por: Murcia Universidad, Secretariado de publicaciones,
2005