You are on page 1of 173

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo
una reseña en tu blog o foro.
2
Índice
Sinopsis Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
3
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Epílogo
Capítulo 12 Otro epílogo
Capítulo 13 Próximamente
Capítulo 14 Sobre la autora
Capítulo 15 Créditos
Capítulo 16
Sinopsis
N o se trata solamente del movimiento del océano, señoritas.
Definitivamente también se trata del TAMAÑO del bote.
Y yo estoy dotado en ambos campos. De hecho, tengo
TODOS los activos correctos. Apariencia, cerebro, mi propio dinero y un enorme
p$&e.
Podrían pensar que soy un imbécil. Sueno como uno, ¿cierto? Soy tentador como
el pecado, rico como el cielo, inteligente como el demonio y dotado como un caballo.
¿Adivina qué? No has escuchado antes mi historia. Claro, puede que sea un
playboy, como las revistillas de chismes de NY me llaman. Pero soy el playboy que en
realidad es un buen tipo. Lo que me hace único.
El único problema es que mi padre necesita que me calme por un tiempo. Con
inversionistas conservadores en la ciudad queriendo comprar su principal joyería en la 4
Quinta Avenida, no solamente me necesita para cerrar el trato, sino que finja el papel
del tipo comprometido. Bien. Puedo hacer esto por papá. Después de todo, tengo que
agradecerle por las joyas que me tocaron. Así que le pido a mi mejor amiga y socia de
negocios ser mi prometida por la siguiente semana. Charlotte está dispuesta. Ella tiene
sus propias razones para decir que sí a usar esta gran roca.
Y muy pronto todo este fingido juego en público conduce a un para nada
fingimiento en el dormitorio, porque ella no puede fingir el tipo de gritos orgásmicos
increíbles y estridentes que hace cuando la llevo a nuevas alturas entre las sábanas.
Pero parece que no puedo fingir que quizás esté sintiendo algo real por ella.
¿En qué demonios me he metido con esta… gran roca?
Prólogo
Traducido por Anna

M
El tamaño.
i pene es jodidamente asombroso.
Pero no acepten solamente mi palabra. Tengan en
cuenta todos sus logros.
Primero, déjenme comenzar con lo obvio.

Seguro, algunas personas te dirán que el tamaño no importa. ¿Sabes lo que yo te


diré? Mienten.
No quieres un pequeño diamante en tu dedo cuando puedes tener tres quilates.
No quieres un billete de un dólar cuando puedes tener uno de cien. Y no quieres
montar un diminuto pony cuando puedes ensillar un pene estrella de rock en el rodeo 5
de tu placer.
¿Por qué? Porque grande es mejor. Es más divertido. Pregúntaselo a cualquier
mujer que haya tenido que decir las temidas palabras alguna vez, “¿todavía está
adentro?”.
Ninguna mujer ha tenido que preguntarme eso.
Probablemente estás preguntándote para este momento, ¿cuán grande es? Vamos.
Un caballero no habla. Puedo joder como un Dios, pero aún soy un caballero. Te
abriré la puerta antes de abrir tus piernas. Sostendré tu abrigo, pagaré la cena, y te
trataré como una reina dentro y fuera de la cama.
Pero lo entiendo. Quieres una imagen en tu cabeza. Una medida en centímetros
para hacerte babear. Bien. Imagina esto. Imagina el tamaño del pene de tus fantasías;
el mío es jodidamente más grande.
Continuando con la apariencia. Déjenme ser honesto. Algunos penes
simplemente son malditamente feos. No voy a entrar en todas las razones de porqué.
Sabes que lo son, y cuando se trata de mi mejor activo, todo sobre lo que quiero que
pienses son estas palabras: largo, grueso, liso y duro. Si los maestros del renacimiento
hubiesen tallado esculturas de penes, el mío sería el modelo para todas ellas.
Pero sinceramente, nada de esto importaría si mi pene no poseyera el más
importante atributo de todos.
Desempeño.
En última instancia, el pene de un hombre debe ser medido por el número de
orgasmos que entrega. No estoy hablando de vuelos superficiales. Eso es una estafa.
Estoy hablando de Oes que pueden hacer que la espalda de una mujer se arquee, sus
dedos se curven, sus ventanas se hagan añicos… Que su mundo se sacuda.
¿Cuánto placer ha brindado mi pene? Yo no beso y cuento, pero te dejaré con
esto. Mi pene tiene un historial perfecto.
Ese es porqué apesta que él se tenga que ir en hiato.

6
1
Traducido por Dee

L
os hombres no entienden a las mujeres.
Eso es simplemente un hecho de la vida.
Como ese tipo.
El tipo ahí en la esquina de mi bar. Su codo está en el mostrador de metal en una
pose de no soy casual y genial. Está acariciando su bigote francés, y está actuando como
si fuera el mejor oyente del mundo mientras habla con una sexy morena con rojas
gafas cuadradas. Pero el hecho es, él está mirando su par de tetas.
Bien, la morena tiene lindas tetas. Y me refiero a “lindas” en el sentido de que
podrían ocupar su propio código postal.
Pero vamos, hombre. 7
Sus ojos están justo ahí. Y tienes que mirarlos, o la dama se va a ir.
Termino de verter una cerveza clara para uno de nuestros clientes habituales, un
empresario que aparece una vez por semana. Tiene todo el aspecto de mi jefe apesta por
hacerme viajar, y al menos yo le puedo ayudar en el departamento de bebida.
—Esta es cortesía de la casa. Disfrútelo —digo, deslizando el vaso hacia él.
—La mejor noticia que he tenido en todo el día —dice con una pequeña mueca
en sus labios, antes de tragar la mitad del vaso y dejar caer una propina de tres dólares.
Lindo. Los barman aquí, que dependen de las propinas, lo agradecerán. Pero Jenny
tuvo que salir antes de tiempo debido a que su hermana tuvo algún tipo de crisis, así
que estoy encargándome del último de los clientes, mientras que mi socia, Charlotte,
está gestionando los libros.
Cuando Bigote Francés se inclina más cerca de Cuadrado Rojo, ella se aleja,
sacude la cabeza, agarra su bolso, y se dirige hacia la salida.
Síp. Podría ser un adivino si mi especialidad fuera predecir cuando un hombre
anotaría y cuando no. La mayoría de las veces, las probabilidades no están
definitivamente a favor del tipo, porque comete los errores de bar más comunes. Como
empezar la conversación con un piropo. “Chica, haces que mi software se vuelva hardware”,
o “Deberías vender perros calientes, porque seguro sabes cómo hacer un perro calentarse”. Sí, no
podía creer lo que escuchaba tampoco. ¿O qué tal este error? El tipo que tiene un ojo
desviado y no puede dejar de comprobar otras atracciones. ¿Qué mujer va a encontrar
eso halagador?
El peor pecado de bar, sin embargo, es asumir. Asumir que ella quiere hablar
contigo. Asumir que va a ir a casa contigo. Asumir que puedes besarla sin su permiso.
Ya sabes lo que dicen que pasa cuando asumes.
¿Pero yo?
Sólo revisa mi diploma. Me especialicé doble en la universidad con un título en
finanzas y otro en el lenguaje de las mujeres, y me gradué con honores. Tengo un
conocimiento enciclopédico de lo que una mujer quiere… y cómo dárselo. He logrado
completa fluidez en el lenguaje corporal femenino, las pistas y los gestos.
Como ahora mismo.
Charlotte está tecleando en su portátil y mordiendo la comisura de su labio
concentrada. Traducción: Estoy de buena suerte, así que no me molestes o te golpearé en la
garganta.
Bueno, bien. En realidad ella no es una golpeadora. Pero el punto es, que está
emitiendo grandes vibras de No Molestar.
Sin embargo, Bigote Francés, no puede leer, hablar, o escribir Mujer. Él está
paseando a lo largo de la barra, preparándose para hacer un movimiento. Pensando
que tiene una oportunidad con ella.
Desde mi lugar detrás de la barra, limpiando vasos, prácticamente puedo
escucharlo aclarándose la garganta mientras se prepara para saludar a Charlotte. 8
Puedo entender por qué el hombre tiene a mi mejor amiga en su punto de mira.
Charlotte es más o menos una diosa de primera orden. En primer lugar, tiene cabello
ondulado y rubio, a la par de unos ojos marrón oscuro. La mayoría de las rubias tienen
ojos azules, así que Charlotte tiene puntos importantes por el inverso combo asesino
que sólo te golpea con su atractivo inesperado y absoluto.
Luego, posee un fantástico sentido del humor seco.
Además, es ingeniosa.
Pero Bigote Francés no sabe esas dos últimas. Sólo es consciente de que ella es
hermosa, así que está a punto de hacer su jugada. Agarra el taburete a su lado y lanza
una amplia sonrisa. Ella se estremece, sorprendida de que este tipo acabe de invadir su
zona de trabajo a ciegas.
Charlotte puede arreglárselas completamente sola. Pero hicimos un pacto hace
tiempo, y lo re-validamos cuando empezamos a hacer negocios juntos en este bar. Si
cualquiera de nosotros necesita una novia o novio falso para salir elegantemente de
una situación difícil, hemos jurado intervenir e interpretar el papel.
Es un juego que hemos jugado desde la universidad, y funciona a las mil
maravillas.
También funciona porque Charlotte y yo nunca seríamos una pareja real. La
necesito demasiado como una amiga, y a juzgar por el número de veces que ha reído
conmigo, o llorado en mi hombro, ella me necesita también. Lo cual es otra razón por
la que esta táctica es brillante; ambos sabemos que nunca seremos más que amigos.
Rodeo la barra y me dirijo directamente a Charlotte, justo cuando Bigote Francés
llega a ella y se presenta, para a continuación preguntar su nombre.
Me deslizo y rozo una mano en su espalda baja, como si ella fuera mía. Como si
yo fuera el que puede tocar este cuerpo, enhebrar mis dedos en su cabello, y mirarla a
los ojos. Inclino mi cabeza y le lanzo la más grande sonrisa de idiota, porque soy el
afortunado hijo de puta que se va a casa con ella en este escenario.
—El nombre de mi prometida es Charlotte. Encantado de conocerte. Soy
Spencer —le digo, y ofrezco una mano para estrechar.
El tipo arruga la nariz como un conejo, entendiendo que acaba de meter la pata
de nuevo esta noche.
—Tengan una buena noche —murmura, y se apresura a salir.
Charlotte inclina su barbilla hacia mí y hace un gesto de aprobación.
—Mírate. Capitán Prometido viniendo al rescate —dice ella, pasando una mano
a lo largo de mi brazo y apretando mi bíceps—. Ni siquiera lo vi hacer los
movimientos.
—Es por eso que me tienes. Tengo ojos en todas partes —digo mientras cierro la
entrada principal. El bar está vacío ahora. Sólo somos nosotros, como ha sido tantas
noches a la hora de cierre.
—Y por lo general esos mirones están ocupados escaneando por mujeres 9
disponibles —dice ella, lanzándome una mirada de Te conozco muy bien.
—¿Qué puedo decir? Me gusta darle a mis ojos un buen entrenamiento, también,
al igual que el resto de mí —le digo, acariciando mi vientre plano como una tabla.
Entonces ella bosteza.
—Ve a la cama —le digo.
—Tú también deberías. Oh, espera. Probablemente tengas una cita.
Ella no está muy lejos. Usualmente la tengo.
A principios de este mes, conocí a una completa ricura en el gimnasio. Ella se
ejercitaba duro, y luego se ejercitó aún más duro conmigo cuando la incliné sobre el
respaldo del sofá en mi apartamento. Me envió un mensaje al día siguiente,
diciéndome cuánto dolían sus muslos, y que le había encantado. Dijo que si alguna vez
iba a Los Ángeles, que por favor la buscara, porque quería montar mi caballo de
nuevo.
Por supuesto que sí. Una vez que has tenido filete mignon, no quieres volver al
aderezo de hamburguesa.
Guardé su número. Nunca se sabe, ¿verdad? No hay nada malo con dos adultos
disfrutando la noche y despidiéndose por la mañana con un brinco en la etapa de
cortesía de las Oes otorgadas.
Así es como debería ser. La primera regla de salir es esta: siempre complacer a la
mujer primero, luego lo ideal es una segunda vez antes de que lo tuyo entre. Las dos
siguientes son igualmente simples; no involucrarse, y nunca, jamás ser un imbécil. Yo
sigo mis propias reglas, y me han dado la buena vida. Tengo veintiocho, soltero, rico,
sexy, y un caballero. Como si fuera una sorpresa cuando echo un polvo.
Pero esta noche, mi pene está fuera de servicio. Hora de acostarse temprano.
Niego con la cabeza en respuesta a la pregunta de Charlotte mientras reanudo la
limpieza de los mostradores.
—No, tengo un desayuno mañana a las siete treinta con mi padre y un tipo a
quien está tratando de vender la tienda. Necesito estar fresco y listo para impresionar.
Ella apunta a la puerta.
—Ve a conseguir tu sueño de belleza, Spencer. Yo cerraré.
—No lo creo. Vine para reemplazar a Jenny. Ve a casa. Voy a pedirte un taxi.
—Sabes que he vivido en Nueva York durante cinco años, ¿verdad? Sé cómo
pedir un taxi por la noche.
—Soy muy consciente de tus hábitos independientes. Pero no me importa, voy a
enviarte a casa. Lo que sea que estés haciendo aquí, puedes hacerlo en tu apartamento
—le digo mientras lanzo el paño en el fregadero—. Espera. ¿No estás preocupada de
que Bradley Idiota vaya a estar deambulando por el vestíbulo tratando de darte flores
en este momento de la noche?
—No. Por lo general, planea sus emboscadas de disculpa para la luz del día.
10
Ayer, me envió un oso de peluche de un metro de altura, sosteniendo un corazón de
satén rojo que decía: Por favor, perdóname. ¿Qué diablos se supone que debo hacer con
eso?
—Envíaselo de vuelta. A su oficina. Con lápiz labial rojo en el corazón
deletreando N.O. —El exnovio de Charlotte es un imbécil de primer nivel, y el hijo de
puta nunca la tendrá de vuelta. Levanto una mano—. Espera. ¿Hay alguna posibilidad
de que este oso de peluche tenga un dedo medio en su pata?
Ella se ríe.
—Esa sí que es una buena idea. Sólo deseo que todo el edificio no conociera mis
asuntos.
—Lo sé. Desearía que no tuvieras que encontrártelo nunca más en toda la
historia del tiempo.
Le pido un taxi, le doy un beso en la mejilla, y la envío a casa.
Después de cerrar, me dirijo a mi apartamento en West Village; el sexto piso de
una casa de piedra rojiza con una terraza que tiene una vista de todo el bajo
Manhattan. Perfecto en una noche de junio como esta.
Lanzo mis llaves en la mesa de entrada mientras me desplazo a través de los
mensajes recientes en mi teléfono. Me río cuando mi hermana Harper me envía una
foto de una revista de chismes, una de un par de semanas atrás, de mí con la mujer
sexy del gimnasio. Resulta que es una entrenadora de celebridades de algún reality
show. Y yo soy el “célebre playboy de Nueva York”, lo mismo que me llamó la revista
cuando fui visto con una nueva chef sexy en la apertura de un restaurante en Miami el
mes pasado.
Esta noche no obstante, soy un buen chico.
No hago promesas para el mañana.

11
2
Traducido por Gigi D & Eliana.Cipriano

C amisa abotonada. Corbata. Pantalones grises. Cabello marrón oscuro,


ojos verdes, mandíbula cuadrada.
Síp, todo en orden.
Me doy el visto bueno plenamente este viernes a la mañana, y si fuera un tipo en
una película romántica, me daría dos pulgares arriba.
Pero sinceramente, no soy esa clase de tipo. Quiero decir, ¿quién hace eso?
En cambio, me giro hacia mi gato, Fido, y le pregunto qué piensa. Su respuesta
es sencilla; se va en la dirección opuesta, con la cola en alto.
Fido y yo tenemos un arreglo: yo lo alimento, y él no me bloquea el pene.
Apareció en mi balcón hace un año, maullando ante la puerta de vidrio, con una 12
etiqueta que decía “Princesa Poppy”. Revisé su collar, y encontré que pertenecía a una
anciana adorable del edificio que acababa de mudarse al Más Allá. Esa ancianita,
evidentemente, lo había confundido por una hembra. No tenía familia, ni dejó
instrucciones para el gato. Lo adopté, me deshice del ridículo collar rosado, y le di un
hombre correspondiente a su hombría.
Es una relación donde todos ganamos.
Como mañana a la noche. Fido no va a molestar ni gemir cuando llegue tarde a
casa. Porque espero entrar trastabillando a altas horas. Esta noche trabajo, pero Jenny
vuelve a su turno mañana, y necesito sacar a mi amigo Nick a celebrar. Su exitoso
programa de televisión fue renovado para una nueva temporada en Comedy Nation, y
planeamos brindar muchas veces en un bar en Gramercy Park. Además, hay una
camarera sexy allí con la que he hablado varias veces. Su nombre es Lena, y hace un
Harvey Wallbanger increíble, por lo que se agendó en mi celular con el nombre del
trago. O al menos, parte del nombre. Bang Her1.
Suena prometedor, y por prometedor me refiero a algo seguro.
Salgo y tomo el subterráneo hacia el Upper East Side, al territorio de mis padres.
Sí, les va muy bien, y también, sorprendentemente, no son unos imbéciles. Así es. Esta
no es la historia del tipo con un padre rico cabeza de chorlito y una madre fría y perra.
Esta es la historia de un tipo al que le agradan sus padres y éstos lo quieren. ¿Y saben
qué más? Mis padres también se quieren entre ellos.

1
Juego de palabras entre Wallbanger y Bang her (fóllala)
¿Cómo lo sé?
Porque no soy sordo. No, no oía eso cuando era chico. En cambio, escuchaba a
mi mamá silbar una melodía alegre todas las mañanas al levantarse. Aprendí muy
buenas lecciones de ellos. Esposa feliz = vida feliz, y la mejor forma de hacer feliz a
una mujer es en el dormitorio.
Pero hoy, mi trabajo es hacer feliz a papá, y papá quiere que sus niños vayan a su
reunión de desayuno, y eso incluye a mi hermana pequeña, Harper. Ella me encuentra
en Eighty-Second Street, su cabello rojo como una cascada de llamas. Cuando nos
encontramos, finge querer sacar una moneda de detrás de mi oreja.
—Mira lo que encontré. Espera. ¿Qué es eso? —Mueve su mano detrás de mi
otra oreja y saca un tampón.
Su boca se abre en una O de sorpresa.
—Spencer Holiday. ¿Ahora llevas tampones? ¿Cuándo comenzaste a tener
período?
Me parto de risa.
Ella se estira detrás de mi otra oreja, y saca una pequeña pastilla.
—Oh, mira, un poco de Advil para cuando tengas dolores menstruales.
—Buena esa. —Sonrío—. ¿Es uno que usas en las fiestas infantiles?
13
—No. —Guiña un ojo—. Pero trucos como ese hacen que las madres me
contraten con seis meses de anticipación.
Caminamos juntos al restaurante en la Tercera Avenida, paseando por una de
esas manzanas perfectas de Nueva York; las que tienen amplias aceras, edificios de
ladrillo rojo, y árboles con frondosas ramas cada tres metros. Parece el set de una
película romántica.
—¿Y cómo está el mujeriego más famoso de la ciudad? Oí a Cassidy Winters
decir que fuiste lo mejor que tuvo en años.
Frunzo el ceño.
—¿Quién es ella?
Pone los ojos en blanco.
—La entrenadora sexy con quien apareciste en los periódicos. Te envié la foto
anoche. ¿No leíste el subtítulo?
Sacudo la cabeza.
—Na. Además, eso fue hace años. —Así se sentían unas semanas en el mundo
de las citas.
—Supongo que sigue hablando bien de ti.
—Parece que debo borrar su número. —Ventilar tus trapos sucios hará que te
rechacen.
—Bueno, será mejor que tengas cuidado con el señor Offerman. El comprador de
papá —dice, mientras una mujer de cabello azul paseando un pomerano se dirige en
nuestra dirección.
—¿Dices que no debería intentar salir con él? —pegunto, seriamente. Me detengo
a mitad de la manzana. Giro mis caderas. Le doy mi mejor mirada de prostituta—.
Hacerle un pequeño baile. —Me golpeo el trasero—. E ir marcha atrás.
Harper se pone colorada. Gira su mirada en dirección a la señora.
—Oh por Dios. Basta.
—Entonces, ¿mejor no hago mi rutina normal?
Sujeta mi brazo, y me arrastra con ella mientras pasamos junto a la dueña del
perro. La mujer me alza las cejas y gesticula: “Buenos movimientos”.
¿Ven? A las mujeres les gusto.
—Como sea, lo que quiero decirte, es que es muy conservador. De valores
familiares y todo eso. Es por eso que estamos aquí.
—Por supuesto. Actuaremos como una familia feliz que se agrada. ¿Verdad?
¿Eso debería hacer? —le digo, y le froto la cabeza. Porque se lo merece.
—Oye, no arruines mi cabello.
—Bien, bien. Lo entiendo. Quieres que finja ser un chico del coro y tú un ángel. 14
Une sus manos como rezando.
—Soy un ángel.
Entramos en el restaurante, y papá nos encuentra en el vestíbulo. Harper se dirige
al baño, y papá me palmea en la espalda.
—Gracias por venir. Recibiste el memo, ¿verdad?
—Claro. ¿Acaso no parezco el hijo exitoso de sangre azul? —Deslizo mi mano
por mi corbata, cortesía de Barney’s, muchas gracias.
Él me golpea juguetonamente en la mandíbula.
—Siempre te ves de ese modo. —Luego pasa su brazo sobre mis hombros—. Ah,
estoy tan agradecido de que estés aquí. Y escucha —dice, bajando su voz—, sabes que
no me importa lo que hagas a altas horas. Pero el señor Offerman tiene cuatro hijas,
edades desde los diecisiete hasta los once. Por lo que él prefiere un poco más de una…
—¿Imagen de mojigato? —digo, esbozando mi mejor sonrisa de niño-bueno.
Mi padre truena sus dedos y asiente.
—¿Están aquí para el desayuno? ¿Sus hijas?
Él sacude la cabeza.
—Sólo tú y tu hermana, él y yo. Queríamos encontrarnos con ustedes dos. Y
todo lo que quiero decir es que mientras menos salga tu reputación de “célebre playboy
de Nueva York”, más feliz será él, y cuanto más feliz sea él, más feliz soy yo. ¿Puedes
hacer eso?
Suelto un suspiro y agrando mis ojos.
—No lo sé, papá. Eso, como que, limita seriamente mis habilidades
conversacionales. Dado que generalmente me limito a hablar acerca de mujeres y sexo.
Joder —digo en un tono frustrado. Finjo darme fuerzas, contando con mis dedos—.
Bueno, política, religión, control de armas. Eso es en todo lo que voy a enfocarme,
¿bien?
—No me obligues a traer mi bozal —bromea.
—Papá, lo tengo. No voy a echar a perder tu sueño. Te lo prometo. Durante la
próxima hora, soy el hijo obediente y prometedor hombre de negocios de Nueva York.
No diré una palabra sobre mujeres o sobre la app “Material de Novio” —le digo,
porque soy un camaleón. Puedo jugar al chico fiestero o al hombre de negocios. Puedo
jugar al graduado de Yale o al malhablado. Hoy, invocaré a mi ser de la Ivy League,
no al tipo que creó y vendió una de las mejores aplicaciones para citas.
—Gracias por mantener un bajo perfil respecto a esas cosas. He estado buscando
por años al comprador correcto, y creo que finalmente hemos encontrado a uno. Si
todo va bien en los últimos detalles, estaremos firmando los papeles a finales de la
próxima semana.
Mi padre es una estrella de rock en el negocio de las joyas. Casi nadie sabe su
15
nombre, pero la gran mayoría conoce su tienda. Inauguró Katherine’s en la Quinta
Avenida treinta años atrás, y es la definición de clase en el negocio de la joyería. Las
cajas celestes que la tienda utiliza no se han vuelto nada menos que icónicas, un
símbolo de que un regalo maravilloso está en camino. Perlas, diamantes, rubíes, plata,
oro; tú nómbralo. Nombrado por mi madre, Katherine’s es un palacio de sofisticación,
y mi padre ha convertido la tienda de la Quinta Avenida en la tienda principal de una
cadena con sucursales en doce ciudades alrededor del mundo. Katherine’s nos puso a
mi hermana y a mí en una escuela privada, luego en la universidad y ha hecho de
nuestras vidas en general totalmente impresionantes.
Papá quiere retirarse y navegar alrededor del mundo con mamá. Ha sido su
sueño, y finalmente encontró al comprador indicado, alguien que comprende la
refinada elegancia que él ha construido, y tiene el perfil financiero para la clase de
transacción que él requiere.
Dejarnos el negocio a Harper o a mí nunca fue probable. Tengo cero interés en
dirigir una cadena internacional de joyería, y mi hermana tampoco. Ya estoy haciendo
lo que amo; dirigir los tres bares Lucky Spot en Manhattan con Charlotte. Además,
hice mi propio negocio cuando lancé “Material de Novio” directamente desde la
universidad.
La premisa era sencilla, pero brillante.
No se permiten fotos de penes.
Porque, aguarden, a las mujeres no les gustan las fotos de penes. En la primera
fase de las citas, básicamente no hay nada más agresivo y desalentador que enviar a la
señorita en la que estás interesado una captura de tu pene. No importa si te cuelga
como a un caballo; esa captura la hará desaparecer. M app ofrecía un paraíso para las
mujeres, una promesa de que no serían fotográficamente asaltadas por indeseadas
imágenes de penes.
La app tuvo éxito, mis inversores hicieron grandes sumas de dinero, y yo los
limpié como el bastardo afortunado que soy.
Pero durante la siguiente hora, mientras hablo con el señor Offerman, soy
simplemente un tipo que trabaja en el negocio de la comida y la bebida. Que comience
el juego.

16
3
Traducido por lili-ana

P apá nos escolta a Harper y a mí a una gran mesa redonda, cubierta


con un mantel blanco, en el fondo del restaurante.
—Señor Offerman, estoy encantado de presentarle a mis hijos.
Esta es mi hija Harper y mi hijo Spencer.
Con ojos oscuros y cabello negro azabache, el señor Offerman es alto e
imponente. Tiene el cuerpo como un tronco de árbol y se pone de pie tan recto como
un palo. Apuesto a que era militar. Tiene un aire de general.
—Un placer conocerlos —dice en una profunda voz de barítono. Síp, este
hombre da órdenes.
Intercambiamos cumplidos y nos instalamos en la mesa. Una vez que
ordenamos, él se enfoca más en Harper. 17
—He escuchado mucho sobre ti. Lo fantástica que eres como maga… —Mientras
él la bombardea con preguntas, esto me golpea: la profesión de Harper es perfecta para
su imagen de “familia amistosa”. Ella trabaja en fiestas para niños y él se está
comiendo eso. Ella le muestra algunos de sus trucos. Hace desaparecer su tenedor, a
continuación la servilleta, luego su vaso de agua.
—Maravilloso. Apuesto que eso simplemente fascina a todos los niños. Mis niñas
lo amarían.
Amigo, tienes adolescentes. Dudo extremadamente que estén interesadas en un juego de
manos.
—Seré feliz de mostrárselos —dice Harper, concediendo su brillante sonrisa al
señor Offerman, ganándoselo.
—Maravilloso. Me encantaría programar una cena mañana en la noche para
todos nosotros. Con mi esposa e hijas.
—Me encantaría estar allí —dice Harper.
Fija su mirada en mí.
—¿Y cómo te va con “Material de Novio”?
Ah, ahí está. Es evidente que ha hecho su investigación.
—He escuchado de la compañía que lo compró que todo va muy bien. Pero ya
no estoy involucrado —digo, desviando la pregunta.
—Es un éxito completamente, por lo que he leído sobre ello. Pareces saber lo que
quieren las mujeres.
Trago saliva y me aventuro a mirar a mi padre. Tiene su sonrisa plástica. No
quiere que el señor Offerman vaya en esta dirección.
—Todo lo que sé, señor, es que uno tiene que tratar a una mujer bien y cuando es
el momento adecuado ponerse sobre una rodilla, hay que ir por más de un quilate de
Katharine. —Me felicito por la broma de la joyería.
Él sonríe y asiente, luego carraspea.
—También tengo un reportaje de la revista Metropolis Life and Times que está tras
la venta de la franquicia de la joyería. Trata un poco de asuntos de negocios y otro
tanto sobre estilo de vida, también. Espero que no sea demasiado pedir, pero me
encantaría si todos estamos de acuerdo en enfocarnos en las tiendas durante las
próximas semanas durante la transición. No en aplicaciones de emparejamiento o
asuntos relacionados que la prensa parece adorar. Como abusar de las citas. —Se
detiene para extender su servilleta sobre su regazo—. ¿Sabes los que quiero decir?
Todos sabemos lo que quiere decir, hombre.
Mi padre interviene.
—No podría estar más de acuerdo. No es necesario para el artículo estar
preocupados en nada más que la joyería. 18
—Bien. —El señor Offerman vuelve su atención a mí, y la inquisición no ha
terminado—. ¿Tu nuevo negocio va bien?
—La industria de bebidas y alimentos es fantástica para pertenecer a ella.
Charlotte y yo comenzamos The Lucky Spot hace tres años, y va muy bien. Es un
lugar divertido, buenas críticas, los clientes están contentos.
Me ametralla con más preguntas sobre el bar, y puedo decir que es todo parte de
su necesidad de investigarme en persona. Para ver si mi nuevo negocio parece “ruin”
como cree que fue el último. Pero puedo manejar a los hombres como él. No empecé
mi propia compañía porque fuera intimidado fácilmente. Comencé porque era
malditamente intrépido y leo el mercado, al igual que lo puedo leer a él. Sé cómo darle
lo que quiere y lo hago con cada una de mis respuestas porque darle lo que quiere es
bueno para mi papá.
—¿Qué es lo que más disfrutas de ello?
—Trabajar con Charlotte es grandioso —digo, porque ¿cómo puedo equivocarme
en esa respuesta?—. Estamos más o menos destinados a haces esto juntos. Estamos de
acuerdo en todo.
Una sonrisa tira de la comisura de sus labios.
—Eso es fantástico. ¿Cuánto tiempo han sido…? —Su pregunta es interrumpida
cuando el camarero trae nuestros platos, pero tengo el punto esencial de ello. ¿Cuánto
tiempo han sido amigos…?
—Desde la universidad —respondo
—Maravilloso —dice, mientras el mesero deja sus huevos benedictinos—. Espero
que puedas acompañarnos mañana por la noche para la cena, entonces.
Oh, así que he aprobado su examen. Yay para mí.
—Estaría encantado —le digo.
Ahí va la celebración con Nick. Pero él entenderá. Echo un vistazo a mi papá,
quien parece satisfecho que este desayuno esté yendo bien hasta ahora.
El señor recoge su tenedor.
—Y tal vez podrías traer a su novia.
Casi me ahogo con mi jugo de naranja.
Papá comienza a corregirlo, pero el señor Offerman continúa hablando, en ese
gran barítono sin permitir lugar a la interrupción.
—A mi esposa le encantaría conocer a Charlotte. Todas mis chicas también lo
harían. Tenemos como un negocio centrado en la familia, y es muy importante
mantener eso visible durante el tiempo de la transición, considerando el interés de los
medios y todo eso. Me encanta saber que ellas verán este lado comprometido de usted.
Separo mis labios para corregir el malentendido. Para decirle que Charlotte sólo
es una amiga. Que sólo somos socios comerciales.
Pero su sonrisa en este momento es como su firma en el propio acuerdo. Tomo 19
una decisión ofensiva.
El señor Offerman piensa que Charlotte es mi novia de mucho tiempo y esto lo
complace sobremanera. ¿Y si ella fuese algo más? Vamos a lo grande o vamos a casa.
—En realidad, Charlotte y yo hemos sido amigos desde la universidad —digo,
entonces me tomo un momento para entregar lo que él quiere—. Pero empezamos a
salir hace un mes, y nos comprometimos anoche. No podría estar más feliz de
compartir la noticia aquí. Ella es mi prometida ahora.
Harper deja caer su tenedor, mi padre parpadea y el señor Offerman se ilumina.
Estamos hablando al estilo de árbol de Navidad de Rockefeller. Él está que da saltos de
alegría por este ambiente familiar en el que acaba de entrar. Pensó que estaba
conociendo a un playboy, y en su lugar consiguió un futuro novio.
—Y estaría encantado de llevar a mi hermosa y brillante prometida a su cena
mañana —agrego, entonces esbozo a papá una gran sonrisa antes de empezar a comer
mis huevos revueltos. Mi hermana está mirándome fijamente como si estuviera a
punto de comenzar un interrogatorio. Estoy seguro de que lo hará más adelante. Pero
tengo un ocupado día por delante de mí ahora.
Todo lo que tengo que hacer es convencer a Charlotte que esto es parte de
nuestro pacto.
4
Traducido por Anna

D
e pie en la calle afuera del restaurante, papá pasa una mano a través de
su cabello. Su frente está fruncida. Su expresión es desconcertada.
Acaba de mandar al señor Offerman hacia las tiendas de la Quinta
Avenida en una limusina, dejándole saber que se reuniría allí con él pronto.
Pero primero debe interrogarme. Comprensible.
—¿Cuándo ibas a decirme?
Aquí está la cosa. No puedo decirle que estuve mintiendo para el señor
Offerman.
Si papá se entera que acabo de inventar ese compromiso por el bien de su
negociación, pensará que no tiene más opción que disculparse con el señor Offerman.
Caminará hacia él, decidido a ser honesto, y dirá que lo siente, pero su hijo sólo estaba 20
bromeando. Ese es el tipo de hombre que es, y el tipo de negocios que dirige. Y si tiene
que dar marcha atrás con su comprador escogido, con la cola entre las piernas, y
confesar que su hijo fiestero metió la pata, eso arruinará su gran venta en un
santiamén.
Nop. No puedo permitir que eso pase.
No pondré a mi padre en la posición de entrar en este falso compromiso. Pero el
hecho es que, él necesita que esté comprometido. Vi la mirada en los ojos del señor
Offerman cuando dejé caer la palabra con C. Como un Spencer Soltero, Hombre de
Ciudad, soy la carta salvaje en este trato que no está del todo cerrado. Con un anillo en
el dedo de Charlotte, me vuelvo el hijo perfecto.
Así que hago algo que no quiero hacer, pero tengo que hacerlo.
Agrando la mentira. La hago irrefutable.
—Apenas pasó anoche, cuando se lo pregunté.
—Ni siquiera sabía que estaban saliendo —añade.
Una mujer en una ajustada falda rosa y tacones negros camina en nuestra
dirección. Me lanza una mirada coqueta, y estoy a punto de sonreírle de vuelta cuando
me doy cuenta de que necesito contenerme.
Ouch. Acabo de esposar a mi apéndice favorito por las próximas semanas.
Pero está bien. Puedo hacerlo. Puedo fingir estar comprometido. Puedo poner a
mi pene en hielo. Por decirlo así.
—Quería decírtelo de inmediato, y bueno, “de inmediato” fue esta mañana.
—¿Cuánto tiempo han estado juntos?
Mantenlo simple. Mantenlo breve.
—Todo pasó tan rápido, Pops —digo, adoptando una mirada de asombrado y
esperanzado cachorrito-adorable por mi novia—. Siempre nos hemos llevado tan bien,
como sabes, y hemos sido grandes amigos. Creo que fue una de esas cosas donde lo
indicado para ti está justo debajo de tu nariz, pero no nos dimos cuenta de ello por un
largo tiempo. Entonces una noche hace un par de semanas, admitimos que teníamos
sentimientos el uno por el otro, y… ¡bam! El resto es historia.
Vaya. ¿Eso sonó creíble o qué? Puedo hacer esto.
Papá levanta una mano.
—No tan rápido. ¿Qué significa eso? ¿El resto es historia? ¿Cómo te le propusiste?
Y por el amor de Cristo, ¿en dónde conseguiste el anillo? Si dices Empresas Shane, te
desheredaré —dice con fingida seriedad.
Necesito un anillo, inmediatamente. Un gran anillo de mierda. El hijo de un
magnate de la joyería no conseguiría nada menos para su dama.
—Nos enamoramos rápidamente, papá. Salimos por un par de semanas. —Eso
sonó bastante plausible. Pero sonaría un poquito mejor con esto…—. Eso fue todo lo
que necesitamos, porque fue construido en los cimientos de años de amistad. Sabes lo 21
que dicen. “Cásate con tu mejor amiga” —dije, aunque no tengo idea de si alguien en
realidad dice eso. Pero aun así, podría muy bien estar encestando el balón de
baloncesto dentro de la red con eso, porque suena jodidamente asombroso. Mi papá
asiente entendiendo mientras término mi oda a mi historia de amor ficticia—. Cuando
te das cuentas que no puedes seguir un día sin la mujer que adoras a tu lado, necesitas
hacerla tuya, sin importar si has estado saliendo un par de semanas, o estado
enamorado de ella por años. Así que se lo propuse anoche. No podía esperar más
tiempo. Cuando sabes que algo es correcto, vas por ello, ¿no lo crees?
Suspira de placer mientras un taxi se estaciona a lo largo de la acera.
—No podría decirlo mejor.
Él debería contratarme para escribir sus discursos. Eso era dinero.
—Pero no, no tengo un anillo —dije, luego le guiño un ojo—. ¿Puede que sepas
de algún lugar en el que pueda conseguir un anillo enseguida?
Se acaricia la barbilla, pretendiendo estar pensando profundamente.
—Ah, podría conocer el lugar. —Se ríe de su propia astucia y engancha mi
brazo—. Ven a las dos, y Nina te encontrará una hermosa piedra y la ajustará. No
puedes estar comprometido sin un anillo de Katharine’s.
—Qué palabras más ciertas…
Mi teléfono suena en mi bolsillo. Es el tono de Charlotte, la marcha de entrada
de Darth Vader. Ella lo eligió para sí misma como una broma.
—Charlotte —le digo a mi papá mientras hago un gesto a mi teléfono.
—Tal vez cambies eso ahora que va a ser tu esposa —sugiere papá. Entonces me
señala, una sonrisa en su cara—. ¡Oye! Ese es mi primer consejo oficial para ti como
un hombre próximo a estar casado.
Una momentánea ola de nerviosismo se aloja en mi pecho. ¿Qué pasará si
Charlotte no está de acuerdo con el plan? ¿Qué si se ríe de mí, como jodidamente
debería hacer, y me dice que esta es la idea más loca en el mundo, y que no hay forma
de que ella vaya a seguirla?
Me digo que no entre en estado de pánico prematuramente. Esto es lo que los
amigos hacen entre sí. Pretenden que van a casarse contigo cuando los necesitas.
¿Verdad?
El tono suena de nuevo. Vader está marchando más cerca.
—Deberías contestar ahora. A las mujeres les gusta eso —dice mi padre—. Oye.
Ese es mi segundo gran consejo.
Me preparo, deslizo mi pulgar a través de la pantalla y entro en el personaje.
—Buenos días, mi hermosa novia —digo en una suave y romántica voz.
Ella se parte de la risa.
—¿Por qué estás jugando tan temprano? ¿No me digas que comenzaste a beber
un viernes tan temprano? ¿Ya estás borracho hasta el culo, Spencer?
22
—Estoy borracho por ti. ¿Dónde estás ahora mismo?
—Acabo de hablar con uno de nuestros proveedores. Nos conseguí un mejor
trato, muchas gracias. Tú invitas los nachos la próxima vez. Pero, ¿por qué estás
actuando como un bicho raro enfermo de amor?
—Bueno, cariño —digo, encontrando la mirada de mi papá, quien está dándome
un pulgar en alto mientras me pongo más adulador para su beneficio—, iré a verte en
breve, y puedes decirme todo sobre ello en persona.
—Muy bien —dice ella lentamente—. Pero el trato es bueno, así que no tengo
que darte la descripción en persona, o siquiera por teléfono. De cualquier forma,
necesito saltar a la ducha. Y no, no lo digas. No voy a saltar literalmente en la ducha.
Me río.
—Claro. Estaré allí en veinte minutos. No puedo esperar para verte, también.
Casi digo puqui antes de terminar la llamada, pero entonces tendría que renunciar
a mis bolas por el Comité de Tipos. Me gustan mis bolas. Estoy bastante apegado a
ellas.
Termino la llamada antes de que pueda protestar y luego le doy a mi padre una
mirada cómplice.
—La mujer me necesita.
Mi padre menea sus cejas.
—Debes atender el llamado. —Frota sus manos—. Ésta es la mejor noticia de
todas. No podría estar más feliz. Siempre me ha gustado Charlotte.
Y yo no podría sentirme más culpable. Muy pocas veces le mentí a mi padre de
niño. Estoy bastante seguro de que nunca lo he hecho como un adulto. Los pedazos de
culpa apretando mis entrañas son nuevos para mí y son ciertamente como de
desprecio. Pero va a valer la pena. El trato está hecho; el contrato será firmado en
cuestión de días. Esta pequeña mentira ayudará a que la transición vaya sin
sobresaltos.
Él me agarra en un gran abrazo.
—Llama a tu madre más tarde. Querrá escucharlo todo.
—Le daré todo los detalles pastelosos —digo, haciendo una mueca interior
mientras me preparo para mentirle a mamá también.
Pido un taxi hasta la casa de Charlotte. A lo largo del camino le envío un
mensaje a Nick para cancelar. Asunto familiar este fin de semana. Mañana te dejo plantado.
¿Celebramos en otro momento?
Le tomará horas responder. Nick es un raro engendro de hombre moderno,
algunas veces divisado en la naturaleza sin una pantalla en su cara. Es del tipo de
hombre de lápiz y papel, debido a que una gran parte de él es un caricaturista de
primer nivel.
23
Mientras el auto amarillo zigzaguea a lo largo de la avenida Lexington, miro
hacia Bang Her, la sexy camarera, luego le envío un mensaje rápido: Lo siento, nena.
Surgió algo, y necesito ver a la familia. En otro momento.
Su respuesta llega treinta segundos después. Tienes una invitación abierta conmigo:)
Esas son dos de mis palabras favoritas; invitación abierta.
Pero no es en ella en quien estoy pensando cuando llego a Murray Hill. Es la
mujer detrás de un inmenso ramo de… ¿globos?
5
Traducido por lili-ana

F ácilmente, hay tres docenas de esas bobadas. Todos tan grandes como
cabezas marcianas, en todos los tonos de pastel conocidos por HGTV2.
Un globo se eleva en el centro, más alto y más orgulloso que el
resto. Es el único de esa tonalidad brillante. Es rojo sangre, y supongo que debe tener
la forma de un corazón, pero se ve como un gran trasero para mí.
Le tiendo al taxista un billete de veinte, diciéndole que se guarde el cambio y
cierro de golpe la puerta detrás de mí mientras frena en busca de la siguiente tarifa.
Ni siquiera puedo ver su rostro. O su pecho. O su cintura. La mitad superior está
completamente obscurecida por los globos, pero podría reconocer esas piernas en
cualquier lugar. Charlotte hizo atletismo en la secundaria y tiene piernas fuertes y
tonificadas con pantorrillas musculosas que parecen venir pecaminosamente a la vida 24
cuando lleva tacones altos. Ahora que lo pienso, son jodidamente sexys ahora en
calcetines blancos y zapatillas. Más temprano debió haber salido a hacer su carrera
matutina hoy.
Mirando detenidamente la calle hacia ella, miro la escena desplegándose
mientras cierro la distancia de la acera con largas zancadas. Ella intenta entregar el
ramo a una madre empujando un carrito de bebé. La mamá sacude su cabeza y hace
una mueca. Mientras acorto la distancia a tres metros, le ofrece los globos a una chica
que parecer ser de unos diez años.
—¡De ninguna manera! —grita la chica, y corre en otra dirección.
Desde detrás de los globos, Charlotte da un suspiro frustrado.
—Déjame adivinar —le digo cuando llego a ella—. ¿O has abandonado The
Lucky Spot para intentar una nueva carrera como vendedora ambulante de globos, o
Bradley Idiota ha golpeado de nuevo?
—Es la tercera vez esta semana. No puede entender el significado de las palabras
“nunca volveremos a estar juntos”. —Da un tirón a los globos para apartarlos de su
rostro, pero golpean su cabello. Intenta de nuevo apartarlos, pero la electricidad
estática está trabajando en su contra. Los hijos de puta color pastel son implacables y
una ligera brisa los mantiene cerca del cabello de Charlotte—. Estos son los globos más

2
HGTV: Canal de decoración.
desagradables del mundo, y juro que los otros residentes están susurrando su plan para
conseguir que vuelva, ya que todos conocen lo que hizo en primer lugar.
—Él simplemente los envió, y ¿los tomaste?
—Sí —dice entre dientes, mientras agarra el ramo—. Unos dos minutos después
que llamaras, estaba saliendo para conseguir un café rápido, y el portero llamó para
decirme que tenían globos para mí. Pero que eran demasiado grandes para caber en el
ascensor, y si podría por favor ir a tomarlos. Incluso si quisiera conservarlos no sería
capaz de meterlos en mi departamento.
—¿Y estás tratando regalarlos? —pregunto mientras extiendo una mano,
haciendo un ademán para que me los dé a mí.
—Pensé que tal vez un niño podría disfrutar de ellos más que una mujer adulta.
Sorprendentemente, sobrepasa mi fetiche por los globos.
Un autobús ruge hasta detenerse fuera de su edificio, y una nube de humo envía
un globo contra el rostro de Charlotte.
—Oomph —pronuncia, mientras un canalla globo color rosa algodón de azúcar
la ataca.
Agarro la maraña de hilos y los jalo lejos de ella, entonces los mantengo por
encima de mi cabeza.
—¿No podemos simplemente dejarlos salir volando hacia el cielo? ¿Flotar sobre 25
Manhattan en tonos de huevo de pascua estridente?
Ella niega con la cabeza.
—No. Los globos con el tiempo pierden el helio y luego flotan hacia abajo.
Quedan atrapados en árboles o caen al suelo, y los animales los comen y se enferman y
eso no está bien.
Charlotte es una blandengue. Ama a los animales.
—Entendido —digo con una inclinación de cabeza—. Sólo para quedar claros.
¿Estás bien con ser testigo de la masacre de tres docenas de desagradables globos justo
ahora?
Ella asiente con decisión
—Podría asustarme un poco, pero estoy segura que lo superaré.
—Cubre tus oídos —digo, entonces agarro mis llaves con la mano libre y procedo
a apuñalar cada globo con un fuerte pop, incluyendo el de forma de trasero, hasta que
estoy sosteniendo un limpio racimo de goma rota.
Algo así como Bradley.
Aquí está todo lo que necesitan saber acerca de cómo Bradley ganó una medalla
como un completo idiota. Él y Charlotte se conocieron hace dos años, ya que vivían en
el mismo edificio. Comenzaron a salir, haciendo buenas migas y yendo fuerte durante
un tiempo. Hablaron de mudarse juntos. Decidieron comprar un lugar más grande en
el décimo piso y se comprometieron. Todo iba viento en popa hasta el día que todo
estaba listo para firmar los papeles del departamento de dos dormitorios y Bradley bajó
a primera hora a, prepárate para esto: “echar un vistazo a las tuberías”. Síp, esa fue su
verdadera excusa.
Cuando Charlotte llegó, pluma en mano, Bradley estaba follando a la agente de
bienes raíces contra la encimera de la cocina.
—Nunca me interesaron esas encimeras de acero —había dicho Charlotte y yo
había estado tan orgulloso de ella por soltar esa ocurrencia en el calor del momento.
Por supuesto, en realidad, ella había estado devastada. Había amado al tipo.
Había llorado en mi hombro mientras me contaba la historia, ocurrencia y todo. Eso
había sido hace diez meses y cuando Bradley finalmente despachó a la agente
inmobiliaria, se embarcó en una campaña para ganar de regreso a Charlotte.
Con regalos.
Aborrecibles regalos.
Meto los globos flácidos en el bote de basura de la esquina.
—Ahora los animales están seguros de su reinado del terror.
—Gracias —dice con alivio, mientras agarra una liga de su muñera y sujeta su
cabello fuera del rostro en una coleta rápida—. Eso fue como una explosión patética de
colores pastel. Una vez que los mataste, también estaban bastante marchitos.
—¿Al igual que Bradley? —pregunto con una ceja arqueada.
26
Sus labios forman una pequeña sonrisa. Está tratando de no reírse y se cubre la
boca. Charlotte nunca había sido de besar y contar. Nunca compartió detalles de su
vida sexual, no es que quisiera saber algo. Pero ella era una bóveda.
Así que el hecho que esté sosteniendo el pulgar e índice y sellando los labios un
poquitín es algo sorprendente en ella.
Resulta que para mí también.
Soy un tipo y por lo tanto, estoy en competencia con todos los hombres, todo el
tiempo, así que no puedo evitar sentir una sensación de triunfo.
Eso no sería un problema para mí tampoco.
—Vamos a conseguirte ese café y te diré por qué estaba actuando como un
enfermo de amor.
6
Traducido por lili-ana

A l verter azúcar en su taza, sus ojos se agrandan. Mientras añade un


poco de leche y crema, se agrandan como platos. Y mientras lleva el
café a sus labios, sus ojos prácticamente saltan de su cabeza.
Cuando menciono la cena de mañana, casi escupe la bebida caliente.
Luego se agarra el vientre, aprieta su mano en la boca, y se estremece de risa.
—¿Cómo te metes en estas situaciones?
—Me gusta pensar que es ingenio y encanto, pero en este caso, podría haber sido
mi bocota —le digo con un encogimiento de hombros como diciendo ¿Qué se puede
hacer? La cosa es, solo hay una respuesta para esa pregunta: tengo que presentarme con
una prometida. Lo que significa que ella tiene que decir sí, así que me vuelvo serio—.
¿Lo harás? ¿Fingirás que estás comprometida conmigo por una semana? 27
La risa no se detiene.
—¿Esa es tu brillante idea? ¿Esa es tu mejor solución al problema de tu metida de
pata?
—Sí —digo, asintiendo, manteniéndome firme al plan—. Es una gran idea.
—Oh, Spencer. Eso es fantástico. Realmente, realmente, una de tus mejores
ideas. —Se apoya con la cadera en el mostrador crema de la pequeña cafetería cerca de
su casa—. Y por “mejor idea”, me refiero a “peor”.
—¿Por qué? Dime, ¿por qué es tan mala idea?
Toma una pausa deliberada, entonces sostiene un dedo en el aire para dar énfasis
y habla.
—Corrígeme si me equivoco, pero quieres que este falso compromiso funcione,
¿verdad? ¿Quieres tener éxito?
—Sí, obviamente.
Apunta su dedo contra su esternón.
—Y así que ¿tu brillante idea es preguntarme?
—¿A quién más podría pedírselo?
Pone sus ojos en blanco.
—¿Eres consciente de que prácticamente soy la peor mentirosa del universo?
—Yo no te llamaría la peor.
Me mira fijamente como si estuviese loco. Creo que podría estarlo.
—¿Es necesario que te recuerde el momento en tercer año cuando tú y tus amigos
gastaron una broma en mi dormitorio? Si la memoria no me falla, no solo presencié su
broma, gracias a que salté la proyección de Diario de una pasión a primera hora, sino
que mis compañeros sonsacaron la verdad sobre quién lo hizo en unos cinco segundos.
—No pudiste haber cedido con tanta rapidez —insisto, tomando un trago de mi
café mientras recuerdo la universidad. Uno de mis amigos había estado saliendo con
una de las amigas de Charlotte. La novia había colgado su control de televisión desde
la ventana del cuarto piso, ya que ella pensaba que miraba demasiada televisión, y para
conseguirlo él recluto a un montón de nosotros para hacer un intercambio de muebles.
El problema fue que, Charlotte nos sorprendió en el acto, así que yo le juré mantener el
secreto, prometiéndole que regresaríamos todo después de medianoche.
—Oh, lo hice. Lo hice absolutamente. No fue difícil sacarme la verdad —dice
firmemente, mirándome directamente a los ojos—. Todo lo que tuvieron que hacer fue
preguntar quién reubicó todos los muebles de la sala común hacia el cuarto de lavado,
luego sacármelo a cosquillas. Si pudiera haber cumplido con esa película nunca los
habría sorprendido en la broma. Todavía culpo a Nicholas Sparks por mi fracaso en
proteger tu broma.
—Prometo que no te verás obligada a sentarte a través de una película de 28
Nicholas Spark es este falso compromiso. Y juro que no habrá ninguna tortura de
cosquillas para confesar.
—Mira, simplemente creo que esto no sólo es ridículo, sino también es altamente
probable que estalle en tu cara. —Ella suaviza su tono—. Me preocupo por ti, Spencer.
Sé que quieres hacer que este compromiso fingido funcione en beneficio de tu papá,
pero de todas las mujeres que conoces en Nueva York, ¿por qué demonios me
elegirías? Incluso una agencia de acompañantes sería más inteligente. Esas mujeres
saben cómo ser un increíble tipo de prometida.
Me burlo de la idea y coloco mi mano en su hombro, apretándola, como un
entrenador tratando de persuadir a un jugador independiente para unirse a su equipo.
Tengo que convencerla que puede hacer esto. Debido a que puede. Me conoce mejor
que nadie. Además, no puedo simplemente llamar a una agencia de acompañantes y
ordenar una prometida por una semana. “Hola, ¿puedo tener la experiencia completa de una
novia con guarnición de papas fritas para llevar, por favor?” Uno no conozco ninguna
agencia de acompañantes. Dos, le delegué la responsabilidad a Charlotte. La presenté
esta mañana como mi novia. Es Charlotte o nada.
—Ni siquiera tomará mucho tiempo. Serán tan solo unos eventos a los que
iremos juntos: conseguirte un anillo hoy, luego esta cena mañana. Puedes hacer esto.
Seremos tú y yo, ricura —digo y ella frunce el ceño en la última palabra.
—¿Así me llamarás como tu prometida? ¿Ricura? ¿O es cariño? ¿O algo más?
¿Alguna muestra de cariño? ¿Osito de miel? ¿Mejillas dulces? ¿Snuffaluffagus?
—Te aseguro, no es Snuffaluffagus.
—Me gusta Snuffaluffagus —dice ella, y ahora está tratando de tomarme el
pelo… o tal vez evita darme una respuesta.
—Creo que será ricura entonces —digo, sin desviarme, mientras ella bebe un
poco de café—. No sé por qué te llamé así. Excepto por lo obvio. Eres una ricura.
Sonríe de nuevo y dice con la voz más suave:
—Gracias. También lo eres tú.
¿Ven? Charlotte y yo podemos apreciar la apariencia del otro. Esa es una de las
grandes marcas distintivas de nuestra relación. Puedo reconocer que es una ricura y
ella puede hacer lo mismo conmigo, y aún estamos bien. Es por eso que ella tiene que
fingir ser mi prometida.
Hago un ademán hacia ella y luego hacia mí, la confianza recorriéndome. Tal
vez sea una falsa valentía. Tal vez es real. Pero es todo lo que tengo y la necesito. El
tiempo se está acercando a las dos p.m. cuando abrirán la cortina de Katharine’s.
—Mi punto es este. Hacemos esto. Es nuestro juego —digo, como
convenciéndola para unirse al equipo que estoy montando para robar un casino en Las
Vegas—. Conocemos la rutina. Juego al novio falso contigo todo el tiempo y tú
conmigo.
Se muerde la comisura de su labio. Es ridículamente linda. Al igual que, si ella
fuera realmente mi prometida, probablemente pensaría que es adorable y me inclinaría 29
para un rápido beso.
—Eso por tres minutos, a lo mucho, en un bar —señala—. Es sólo un rápido
¡Pam pum, gracias señora!, para salvarnos el uno al otro de insinuaciones no deseadas.
Para esto tendría que mantenerlo por una semana, ¿es lo que estás diciendo? ¿Bajo
escrutinio? ¿De la prensa, tus padres, el cliente de tu padre y todos los demás? Solo
creo que estás buscando problemas.
—Sí, pero ¿quién me conoce mejor que tú? Eres la única persona que podría
sacar esto adelante —le digo, y mientras una nueva oleada de clientes se derrama
dentro de la pequeña cafetería, salimos, dirigiéndonos de regreso a su edificio, tazas de
café en mano mientras caminamos.
—Quiero ayudarte. Sabes que quiero. Sólo pienso que todo el mundo sabrá que
no estamos realmente comprometidos y luego eso no será útil para ti en absoluto.
Decidido, persevero.
—Entonces hagamos un repaso. Sobre todo porque se supone que te compraré tu
anillo a las dos p.m. —Sus ojos se agradan y me mantengo tranquilizándola—. Vamos
a repasar cada cosa que necesitamos saber.
—Como, ¿qué pasta dental uso y si acaparas las sábanas?
—No acaparo las sábanas —le digo mientras esquivo a un marido y esposa, cada
uno llevando un bebé en canguros y discutiendo acerca de dónde almorzarán.
—Y uso Crest menta fresca. Del tipo para blanqueamiento dental —dice—. Pero
seamos honesto. Eso no es lo que alguien va a preguntar. Además ¿has pensado en
como sobrevivirás una semana sin tu pasatiempo favorito? —dice, mientras un brillo
malvado ilumina sus ojos castaños.
—Puedo manejar ser célibe.
Ella asiente.
—Seguro. Sigue diciéndote eso. —Se detiene y me señala—. Pero estoy hablando
en serio… si hago esto, será mejor que no pierdas el tiempo con alguien más después
de hora.
La esperanza rebota violentamente en mi pecho.
—¿Eso quiere decir que aceptas?
Niega con la cabeza.
—Aún no. Sólo estoy señalando otro potencial obstáculo para ti. Serán unos
laaaaargos siete días —dice, dándome un codazo en las costillas—. Además, ¿cómo
manejarás el hecho que básicamente estabas saliendo públicamente hace unas
semanas? ¿Qué le dirás a tu papá y a su comprador al respecto? ¿O qué tal sobre la
mujer que viste en Miami hace un mes en la apertura del restaurante?
Agito mi mano como el artista del escape que soy.
—Deja eso al maestro. Si alguna cosa surge sobre esa famosa entrenadora, sólo
voy a negarlo. Nadie cree en las revistillas de chismes. Y la cosa de Miami fue solo
amable pose de fotografía. Además, ya ideé una historia perfecta de cómo nos
30
enamoramos. Le dije a mi papá que ocurrió rápidamente. En tan sólo unas pocas
semanas, de hecho, y que me propuse ayer por la noche debido a que me di cuenta que
después de todos estos años he estado enamorado de ti todo el tiempo.
—¿Todo el tiempo? —pregunta, levantando una ceja.
Me encojo de hombros alegremente.
—Todo el maldito tiempo. He estado completamente enamorado. Finalmente
me di cuenta de lo que estaba sintiendo y me arrodillé para hacerte mía.
Ella no dice nada al principio, solo separa sus labios, y los miro fijamente durante
más tiempo de lo usual. Son unos bonitos labios. Es decir, desde un punto de vista
empírico. Como su prometido falso, es bueno que esté bien informado sobre todas sus
características, incluyendo sus labios.
Suponiendo que acepte. Tiene que aceptar.
—Es realmente una historia dulce —dice, con una voz completamente sincera
cuando nos encontramos en la esquina de su cuadra, sosteniendo la mirada fija del
otro—. ¿Un verdadero romance de amigos a amantes?
—Sí —digo rápidamente, rompiendo el contacto visual porque es un poco
demasiado para mí manejarlo en este momento. No tengo ni idea por qué esto se
siente raro, si se trata de las palabras o la forma en que ella me mira.
O en realidad, por qué me siento raro por todo.
Continuamos caminando, y ella toma un copioso sorbo de su café. Endereza la
espalda, toma aliento y yo cruzo los dedos para esté de acuerdo.
—Quiero ayudarte pero… —dice, su voz se apaga.
Mi pecho se rompe. Igual o peor que los globos desinflados. Estoy sin aire. Voy a
tener que decirle a papá que el compromiso terminó antes que comenzara, agachar mi
cabeza, llorar en mi sopa y afirmar que Charlotte me dejó y rompió mi corazón.
—Mierda —murmura—. Idiota a la vista.
Es el completo idiota en persona. Bradley “tirársela en la encimera” Buckingham
camina hacia nosotros. Me odia. No es que me importe una mierda, pero me aborrece
porque tuve la audacia de aconsejar a Charlotte en contra de la compra de un
apartamento con él. No tenía sentido financiero irse a vivir juntos en este edificio
cuando otras residencias en el vecindario estaban incrementando su valor más rápido.
Es metros ochenta y dos de alto, lo que lo hace cinco centímetros más bajo que
yo. Tiene el cabello rubio-rojizo, hombros anchos y la cursi sonrisa de un vendedor de
aspiradoras. Trabaja de relaciones públicas. Es el vicepresidente de comunicaciones
para una gran compañía farmacéutica que siempre es criticada. El rey de los inventos.
Estrella de las mentiras. Capitán de escoria.
—¡Charlotte! —la llama, saludándola—. ¿Recibiste los globos?
Se detiene junto a nosotros, apenas haciendo contacto visual conmigo. 31
—No cabían en el ascensor, pero eso realmente no importa. Es necesario que
dejes de enviarme regalos. Se ha acabado lo nuestro. De hecho —dice, y toma mi
mano libre, para entrelazar sus dedos con los míos y sorprenderme enormemente,
dado que no es dada a cogerse de la mano—, estoy comprometida con Spencer ahora.
Whoa.
¿Esa sorpresa sobre ella sosteniendo mi mano? No es nada comparada con la
sorpresa que viene después.
Empuja su taza de café hacia Bradley, y en un abrir y cerrar de ojos envuelve sus
manos alrededor de mi cuello y presiona sus labios en los míos.
7
Traducido por lili-ana

C
harlotte está besándome.
En las calles de Nueva York.
Tiene sus labios sobre los míos.
Su sabor es fantástico.
Como a crema, azúcar, café y dulzura. Como todas las cosas buenas en el
mundo. Como me imaginaba que ella sabría.
No es que hubiese estado pensando en besar a mi mejor amiga.
Pero, miren, no se puede evitar a dónde la mente de uno se distrae algunas veces
como un tipo. Cualquier hombre que es amigo de una mujer ha tomado la madura
imaginación de dar un paseo en la Avenida de los Besos, luego el Carril de los 32
Amantes y por último la Calle Follar.
Que es exactamente lo que voy a visitar en El Viejo Cerebro si ella continúa
moviendo sus labios contra los míos en este agitado y persistente tipo de beso. Debido
a que cada vez es más difícil pensar en otra cosa más que subir el volumen respecto a
este beso.
Mucho más difícil.
Ella deja escapar el más diminuto ruido, como un suspiro, o un jadeo, o un casi-
pero-no-del-todo gemido. Y si lo hace de nuevo, voy a empujarla contra la pared de
ladrillo gris pizarra de su edificio, enjaulándola, deslizando mis manos a lo largo de sus
costados y convertir esto en un beso de cuerpo completo.
Porque ella es demasiado jodidamente sexy para su propio bien.
Para mi bien.
Ella se aleja de mis labios.
Mi erección no recibe el mensaje para relajarse. Todavía está apuntando en su
dirección, con ganas de más. Me vuelvo a mi mejor certificado “asesina-fantasías”,
imaginando jugadores de baloncesto sudorosos, y disminuye en tanto Charlotte
destella una diabólica sonrisa satisfecha hacia Bradley.
Mientras Charlotte estaba ocupada devorándome en la Avenida Lexington, la
mandíbula de Bradley se desplazó de su cara y cayó al suelo.
Excelente.
—Nos comprometimos anoche. Y no podemos ser más felices —dice ella,
acurrucándose a mi lado y rodeándome la cintura con un brazo.
Él trata de hablar, pero burbujas de aire de pez salen en su lugar.
Oh, esto no tiene precio. Miro hacia mis zapatos. No estoy sonriendo en este
momento. Juro que no tengo una enorme sonrisa en mi rostro. Sólo soy el espectador
inocente que consiguió ser besado por la diosa.
—Y como he dicho, sería increíble si dejaras de atacarme con globos, osos de
peluche y cerezas cubiertas de chocolate —dice ella, y hago un resoplido tranquilo.
Charlotte no puede soportar las cerezas cubiertas de chocolate. ¿Cómo es que él no lo
sabe?—. Ni siquiera me gustan —le dice a Bradley, mientras mueve lentamente sus
dedos apretándolos alrededor de mi cintura. Tan apretados que por una fracción de
segundo parece como… como si estuviera ahuecando mis abdominales.
Está bien.
Eso no es ni remotamente un problema en absoluto. Esos abdominales solidos que
son como una roca están allí para su placer, mi lady.
—No tenía idea que ustedes dos estaban saliendo —dice Bradley. Miro hacia
arriba para ver las ruedas girando en su cabeza—. ¿Siempre lo estuvieron?
La expresión de Charlotte se transforma en completa conmoción, con la
mandíbula floja. 33
—¿Qué acabas de decir?
Él se graduó. No creía que fuera posible. Pero acaba de conseguir el título de
maestro Imbécil.
Tiempo para intervenir.
—No, Bradley. Es todo nuevo. Todo es bastante reciente —le digo, mirándolo a
los ojos—. Y para ser honesto, realmente te debo una gran deuda de agradecimiento.
Si no fuera por ti, y esas pruebas de control de calidad que realizaste en las encimeras
de la cocina, posiblemente nunca hubiésemos tenido la oportunidad de estar juntos.
Así que gracias por joder una buena cosa con la más increíble mujer en el mundo.
Porque ahora es mía. —Luego de dejarlo hecho pedazos una vez más, la arrastro
contra mí al estilo hombre de las cavernas, la inclino hacia atrás y la beso duro de
nuevo.
En cuestión de segundos, la enderezo, me despido de su ex, y la guío dentro de
su edificio.
No estoy seguro si ella está más sorprendida por lo que él acaba de decir, por lo
que acabo de hacer, o por su propia decisión impulsiva, pero tan pronto como estamos
en el ascensor, se vuelve hacia mí y encoge los hombros felizmente.
—Creo que voy a interpretar a tu prometida la próxima semana, Snuffaluffagus.
Tenemos que comprar un anillo a las dos y voy a requerir una sesión informativa
completa.
Hay otras cosas que me gustaría informar en este momento. Pero eso también
funciona.
* * *
Hago el trabajo que se me da mejor en el dormitorio. Es completamente mi
dominio. Por lo tanto, no debería ser un problema que me pidiera esperar aquí. Pero
algo acerca de estar en el dormitorio de Charlotte está causándome problemas.
Sobre todo porque hay desnudez transpirando a pocos metros.
Ella está tomando una ducha, y no importa cómo lo mire, los apartamentos de
Nueva York son del tamaño de un dedal. Permítanme explicar esto: Hay una mujer
húmeda, desnuda, sexy, en un radio de tres metros.
¿Lo entienden? Está bien. Cambiemos de tema.
Tomo un cuadro azul cielo de su cómoda, una foto del perro de sus padres. Un
perro marrón suave y esponjoso, en resumen algo de esto, algo de eso. Me voy a
centrar en este perro callejero. Concentrarme en él. Mirarle la cola. Echarle un vistazo
a sus orejas. Síp, esta imagen está haciendo el truco. Me está ayudando a no quedarme
en la mujer desnuda y en lo bien que besa.
O lo mucho que me ha gustado.
¿Por qué diablos me gustó tanto?
Por supuesto que te gustó, idiota. Eres un hombre heterosexual y una mujer bonita
34
besándote; serías estúpido para no gustarte. Fin de la historia. No significa anda. Deja de
analizar.
Sobre todo porque ella acaba de cerrar la ducha.
Tal vez se olvidó la toalla. Tal vez abrirá un poco la puerta y me pedirá tomar
una para ella.
Abofeteo mi frente. Cálmate, Holiday.
Dejo la foto, inhalo profundamente y enderezo mis hombros. La puerta cruje al
abrirse. Sale del baño vestida solamente con una toalla blanca esponjosa envuelta
encima de sus pechos.
—Tal vez te preguntes por qué te pedí que esperaras en mi habitación en lugar de
la sala de estar —dice en el más directo de los tonos.
No tengo idea de cómo puede estar hablando como si estuviéramos teniendo una
transacción de negocio mientras gotas de agua se deslizan por sus piernas desnudas.
Pero soy un hombre fuerte. Puedo con esto. No estoy tentado en absoluto por mi
mejor amiga. Mi pene, sin embargo, suplica clemencia, el pene traidor.
—La idea cruzó mi mente —le digo, mientras me apoyo en la cómoda,
adoptando una pose casual.
—Porque si eres mi prometido, necesitas estar cómodo conmigo estando desnuda
—dice con un tajante movimiento de cabeza.
Mierda, ella hará eso. Dejará caer la toalla. Hará que practiquemos follando. Soy
el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra.
Espera, no. No puedo follar con mi mejor amiga. Absolutamente, positivamente,
no puedo coger con Charlotte. Incluso si arroja la toalla al piso y me suplica.
Entrelazo mis dedos detrás de mi espalda, uniendo mis manos nerviosas.
—Está bien, así que estarás desnuda —digo, haciendo todo lo posible por imitar
su tono fresco como un pepino, lo que me está descolocando a lo grande.
—No. Es la idea de mí desnuda —corrige.
Le doy una mirada penetrante.
—Me parece que es a la vez la idea y la realidad.
—Bien, bien. Son lo mismo, y esto es parte de la sesión informativa.
—¿Esto es parte del examen?
Camina más allá de mí, su brazo rozándose contra el mío antes de dar un tirón al
cajón superior de la cómoda.
—Sí. Esto es más como la instrucción práctica de laboratorio.
—¿Y esto se debe a que tú de alguna manera piensas que estaremos obligados a
estar desnudos juntos delante del señor Offerman con el fin de tener éxito en esto? Esto
no se trata de alguna especia de reality show sobre un compromiso falso donde 35
tendremos que pasar por ciertas competencias en un camino de obstáculos. Lo sabes,
¿verdad?
Ella asiente mientras busca en el cajón.
—Estoy consciente de eso. Veo esto más como el Juego del Recién Casado.
—¿Y en esta versión de la que estamos hablando cuán acostumbrado tengo que
estar a la idea de ti desnuda y viceversa?
Se queda sin aliento cuando digo: viceversa.
No sé qué hacer con ese pequeño jadeo… como si eso significara algo sobre la
idea de mí au naturel.
Da la vuelta y levanta dos pares de bragas, una en cada mano.
—Rápido. ¿Prefieres que tu prometida lleve la tanga negra de encaje? —Menea
un trozo de tela de aspecto sedoso que es tan excitante que mi rostro podría estar
envuelto en llamas en este momento debido a que Charlotte posee ¿eso?—. ¿O la
prefieres en el bikini blanco con cordeles a los lados? —Ondea el par blanco ante mis
ojos y todo lo que puedo ver es una pequeña porción triangular de tela que es muy
delgada y pequeña para ver a través de él.
Olvídense de las llamas. Soy un puto infierno ahora sabiendo que ella posee eso
también. Esas bragas blancas revelan prácticamente todo.
Señor, ten piedad.
Si una mujer con la que estaba saliendo llevara esas bragas, no estaría en ella.
Estarían en mis dientes mientras las retiraba. No puedo hacer nada más que mirar
fijamente a su lencería mientras mi sangre se calienta a niveles arriba del mercurio.
Charlotte inclina la cabeza y me lanza una mirada expectante.
—¿Cuál prefieres en tu prometida?
No tengo una respuesta aún. Me limito a tratar de conseguir que la sangre
fluyendo desde otras partes de mi anatomía regrese a mi cerebro.
—Nada —digo, intencionalmente como una réplica de broma, pero mi garganta
esta seca y áspera, así que las palabras salen en un áspero gruñido.
Levanta una ceja, completamente imperturbable.
—¿Nada? ¿De verdad? Está bien, entonces —dice ella, y se gira, colocando la
lencería de regreso en la cómoda, agarrando un sostén, a continuación cerrando el
cajón con un suave sonido de metal—. Eso hace las cosas más fáciles. Ya regreso.
Toca mi hombro juguetonamente con su dedo índice, abre de un tirón su
armario, agarra algo de una percha y vuelve al baño. Cuando cierra la puerta, me dejo
caer en la cama y exhalo con fuerza. Dejo caer mi cabeza en mi palma. ¿Qué clase de
jodida prueba fue eso? Eso fue una hazaña de fuerza, si alguna vez experimenté una.
Pero no tengo tiempo para averiguarlo, porque veinte segundos después, abre la
puerta del baño y dice: 36
—¿Qué piensas?
Lleva una falda rojo arándano que cae sobre sus rodillas y se ensancha mientras
gira, junto con una camiseta de tirantes negra de seda.
—¿Funciona esto para llevarme a comprar un anillo?
Señalo su parte media, luego más abajo.
—¿Realmente no estás usando bragas?
Sus ojos brillan con malicia.
—Mi prometido me dijo que me prefiere en… —Da un paso más cerca, deja caer
una mano en mi hombro y trae sus labios a mi oído para susurrar—: Nada.
Y ahora, damas y caballeros, mi pene está oficialmente saludando a mi mejor
amiga, la Tentadora Sin Nada Abajo. Se acerca de nuevo dentro de su armario,
emerge con un par de tacones negros y se los pone.
Mátame ahora.
Sus piernas se ven locamente sexys, y sabiendo que el tesoro en el vértice de sus
muslos está desnudo eso me volverá loco. Arrastro ambas manos por mi cabello como
excavadoras.
—Está bien, ganas la primera hazaña de fuerza. —Marcho hacia su cómoda,
donde abro el cajón superior, agarro el bikini y lo ondeo como una bandera blanca—.
Me rindo.
Frunce el ceño.
—¿Esto es todo lo que se necesita para que te rindas? ¿Pensé que me querías y
necesitabas para ser tu prometida?
—Lo hago. Absolutamente. Pero no puedes salir sin bragas. No podrás moverte
casualmente alrededor de Nueva York completamente desnuda bajo esa falda. Ponte
estos —digo, empujándolos hacia ella.
Sus labios tiemblan en una sonrisa. Las esquinas parecen crisparse de ida y
vuelta. Juro que sus ojos dicen te lo dije.
Sostengo mis manos abiertas.
—Está bien, gato de Cheshire. ¿Qué canario te has comido?
Toma las bragas en su mano, agarra mi brazo y me jala dentro del baño. Señala
el espejo. Hay una nota en éste, escrito en lápiz labial rojo. Spencer hará que use el bikini
blanco.
Y me parto de la risa, profundas y grandes risotadas vienen desde mi corazón. La
señalo con el dedo.
—Y dices que no eres una buena mentirosa.
Deja caer la mandíbula y entonces coloca su mano en su pecho.
—No estaba mintiendo. Es la verdad. Lo he escrito en lápiz labial rojo hace dos 37
minutos y tenía razón. Admítelo.
—Estabas jugando conmigo.
—No. Estaba probándome que podía tener éxito en ser tu prometida —dice con
una sonrisa maliciosa, golpeándome con su cadera. La expresión en sus ojos es un
coctel de orgullo y diversión—. Quería ver si nos conocíamos el uno al otro bien. —
Hace una pausa antes de decir lo siguiente, bajando la voz—. E íntimamente.
Entonces se pone las bragas.
Frente a mí.
Con los tacones puestos.
Un tobillo y luego el otro, después las desliza seductoramente por sus suaves y
fuertes piernas. Mis ojos siguen cada detalle todo el tiempo. No podría apartar la
mirada aunque lo intentara, y estoy empezando a aceptar que tendré una erección
deportiva, incluso más de lo habitual durante la próxima semana. Calculo que eso es
normal, ¿verdad? Que un hombre de sangre caliente puede estar en la cercanía de una
maravillosa mujer colocándose un par bragas a través de las cuales se puede ver…
Mi cerebro deja de procesar las palabras. Trago con sequedad.
Las bragas están por encima de sus rodillas. Están deslizándose por sus muslos.
Dirigiéndose hacia su desnudo…
—Cierra los ojos —susurra.
Y porque soy un caballero, lo hago. Veo estrellas negras y plateadas detrás de mis
párpados, pero estoy imaginando todo lo que me perdí en este momento. Síp. Una
erección todo el día. Simplemente me resigno a una erección perpetua. No puedo
luchar contra estas cosas. No necesito siquiera tratar.
—Puedes abrirlos —dice y me obligo. Ella apunta a la tapa del retrete—. Toma
asiento, socio. Vamos a tener una sesión informativa mientras arreglo mi cabello y
maquillaje.

38
8
Traducido por lili-ana

R epasamos lo importante.
Es una acaparadora de sábanas. Duermo desnudo. A ella no le
gusta compartir el lavabo del baño al mismo tiempo. No podría
importarme menos aunque escupiera la pasta dental mientras estoy
cepillándome. Tiene más de dos docenas diferentes de lociones de The Body Shop y
usa una diferente cada día de la semana.
—Obviamente, yo no uso loción —digo, gesticulando hacia la cesta plateada en
el baño llena de flores de azahar, vainilla de miel, isla de coco, y cada sabor distinto
para masajear el cuerpo bajo el sol—. Y lo vuelvo a decir, no creo que alguien nos vaya
a interrogar sobre si sé qué tipo de loción usas.
—Ya lo sé —dice mientras conecta un secador de cabello—. Pero el punto es, yo 39
quiero sentir que sabemos estas cosas sobre el otro así será creíble que estamos
comprometidos. Por ejemplo, me toma cinco minutos secar mi cabello.
Coloco el cronometro en mi teléfono y leo un capítulo de una novela de suspenso
mientras seca su cabello. Algo sobre este momento se siente muy doméstico. Como si
realmente fuéramos una pareja y estuviera esperando a que mi mujer esté lista para
salir.
Hmmm.
Tal vez porque eso es precisamente lo que está sucediendo.
Excepto la parte de que somos una pareja real.
Cuando suena la alarma, ella ha terminado, así que meto el teléfono en mi
bolsillo. Luego enrolla el cable del secador, y chasquea sus dedos.
—Olvidamos algo muy importante.
—¿Qué es?
—¿Cómo sabemos?
—¿Cómo sabemos qué?
—Duh. Que estamos enamorados. —Lo dice tan dulcemente, tan convincente,
que por un segundo mi mente se queda en blanco. Olvidé que estamos ensayando y
simplemente me estiro hacia atrás y trato de ubicarme. Entonces la realidad me golpea
y me río de mí mismo. No estamos enamorados. Estamos fingiendo. Así que a medida
que dejamos el cuarto de baño, le digo lo que le dije a mi papá esta mañana acerca de
cómo es que estamos juntos.
—Eso no es suficiente —dice ella, con los tacones repiqueteando en el suelo de
madera mientras cruzamos la corta distancia hasta la pequeña cocina.
—¿Por qué no? —pregunto, mientras toma una jarra de té helado de la nevera y
yo tomo dos vasos de la alacena. Ella es exigente con su té helado. Lo hace ella misma
con estas bolsas de té de Peets que ordena en Amazon, ya que Peets no está en Nueva
York.
—Necesitamos más detalles —dice mientras toma un trago—. Apuesto que las
hijas del señor Offerman serán las primeras en olfatear una mentira. Las chicas son
inteligentes y si sus hijas lo captan, te apuesto que estarán diciéndole a su papá.
Necesitamos esto sólido. Por lo tanto, fue una noche en el bar cuando nos dimos
cuenta que estábamos perdidos el uno por el otro, ¿verdad?
—Sí. Hace unas pocas semanas atrás. Todo fue muy rápido.
—Pero, ¿cómo empezó esto? ¿Específicamente? ¿Cuál fue esa cosa que comenzó
nuestro romance?
—Charlotte, fue a mi papá al que le conté la historia. Él no preguntó.
—Pero las mujeres podrían —señala, entonces menea sus dedos desnudos—.
Una vez que tenga el anillo, todas las mujeres dirán palabras de admiración y 40
preguntarán los detalles de cómo nos enamoramos. Probablemente mañana en la cena.
Necesitamos una historia —dice enfáticamente, a la vez que se pasea en la pequeña
cocina. Luego sus ojos vuelven a resplandecer con entusiasmo—. ¡Lo tengo! Un jueves
a la noche en The Lucky Spot, bebiendo una copas de vino después del cierre, hiciste
una broma sobre como todo el mundo piensa que somos pareja y me dijiste “Tal vez
deberíamos ser una”. Y entonces hubo una incómoda pausa en la conversación —dice,
su tono moderado, como si estuviera recordando aquella fatídica noche.
Sigo yo a continuación, retomando el improvisado y loco hilo de nuestra historia
de amor de fantasía.
—Sólo que no fue incómodo. Simplemente fue correcto —digo, lanzándole mi
mejor sonrisa enamorada—. Y fue entonces cuando admitimos que teníamos
sentimientos por el otro.
—Y tuvimos el beso más ardiente. Obviamente.
Resoplo.
—No solamente el beso más ardiente. Tuvimos el sexo más ardiente —digo,
porque tengo que subir la apuesta inicial ante eso.
Se ruboriza, quedándose en silencio y termina su té helado. Le doy otro trago al
mío y después pongo los dos vasos en su lavavajillas, alineándolos perfectamente en la
fila superior, igual que ella lo hace.
—Entonces lo mantenemos simple, vamos a pretender que me lo propusiste en el
bar anoche, dado que ahí fue donde todo empezó. Te propusiste luego de que todos se
fueran. Te pusiste sobre una rodilla y ni siquiera pudiste esperar a conseguirme un
anillo porque tenía que ser tuya.
—Perfecto. Lo adoro. Fácil de recordar.
Cierro el lavavajillas, y encuentra mi mirada. Sus ojos marrones son suaves y
dulces.
—Spencer, gracias.
La miro como si estuviera loca.
—¿Por colocar los vasos en el lavavajillas?
—No. Por tolerar todo esto. —Agita su mano en una vaga dirección hacia el
resto de su apartamento—. Fue como ponerte a prueba repetidamente. Pero necesitaba
sentir que podríamos sacar esto adelante.
—¿Lo sabes ahora? ¿Sientes que estás en camino a convertirte en la señora
Holiday?
Se ríe.
—Es gracioso. Esas son dos palabras que nunca más volveré a escuchar juntas —
dice, pasando su mano por mi brazo distraídamente mientras abandonamos la
cocina—. Te has declarado soltero de por vida.
Asiento, confirmando mi estado. Playboy total. Cien por ciento soltero libertino. 41
No hay necesidad de atar a este pájaro libre.
—Absolutamente.
Toma su bolso de la mesa en la sala de estar.
—Espera. Hay una prueba más.
—¿Vas a hacerme brincar a través de otro aro? Uh. Eres una listilla.
Resopla.
—Difícilmente creo que seleccionar mis bragas sea una tarea Hercúlea. Pero sea
como fuere, esta prueba es para mí. Es la prueba final para asegurar que estoy lista
para entrar en la tienda de tu papá en nuestra primera aparición pública como el señor
Holiday y su prometida.
Cruzo los brazos, esperando para ver lo que hará a continuación.
Me mira directamente a los ojos, sus labios una línea recta, su expresión
severamente seria.
—Necesito que me hagas cosquillas para sacarme la verdad.
Arqueo la ceja con escepticismo.
—¿De verdad?
Asiente.
—Completamente. Sabes que son mi debilidad —dice, regresando hacia su suave
sofá gris, y dejándose caer en medio de un mar de cojines en tonos azules, rojos y
púrpuras. Ella ama los colores de las joyas. Cuando se tumba en los cojines, las hebras
rubias doradas de su cabello se dispersan a lo largo de una almohada azul marino—.
Hazlo —ordena—. Necesito saber que no cederé. Necesito probarme a mí misma que
incluso la tortura de cosquillas no me hará renunciar a los secretos de mi mejor amigo.
Desabotono mis puños y enrollo las mangas de mi camisa hasta los antebrazos.
—No lo hagas fácil para mí —dice.
—No está en mi naturaleza
—Hazme retorcerme. Que sea una verdadera tortura. Que quiera rendirme. Esa
es la única manera que sabremos si realmente puedo manejar esta farsa por la próxima
semana.
Tengo abiertas mis manos.
—Todo lo que puedo decir, Snuffaluffagus, es que estés preparada.
Corro la corta distancia hasta el sofá y voy por ella. Hago cosquillas con
ferocidad y soy un tenaz competidor, y aunque se trata de Charlotte, no voy a aflojar.
Me concentro, cosquilleando su cintura y en un nanosegundo, está meneándose.
—Admítelo… realmente no estás comprometida con Spencer Holiday —le digo,
como un duro interrogador.
—Él será mi marido, lo juro —chilla, mientras hago cosquillas más duro y
profundo.
42
—No te creo. Di la verdad. Es todo una farsa. Él te obligó a hacer esto.
Chilla mientras se revuelve hacia atrás y adelante en un intento salvaje de alejarse
de mí. Su risa incontrolable ondula a través de ella.
—He estado loca por él siempre.
—No te creo —grito, mientras forcejeo con sus caderas. Ella podría ser una
anguila, está luchando tan duro para poner distancia. Prácticamente se entierra en los
cojines del sofá para escapar de mi cosquilleo. Pero soy fuerte y la tengo inmovilizada.
Me muevo a sus costados y arquea la espalda completamente en un arco.
—¡Oh Dios mío, no!
Mierda. Está más allá de las cosquillas. Se trata de un cosquilleo épico. Su rostro
está todo apretujado, su nariz arrugada, y su boca abierta mientras ríe sin cesar.
—¿Por qué? ¿Por qué estás loca por él? —demando mientras trato de romperla
con risas nerviosas. En un acto reflejo, ella literalmente hace precisamente eso, clava
su rodilla en mi estómago para tratar de hacerme parar. Lo bloqueo y su rótula roza mi
cadera. Ni siquiera me duele.
—Porque —dice ella, respirando entrecortadamente, mientras mis dedos van a
toda velocidad a sus costados—, me hace reír.
Estoy cerca de sus axilas ahora.
—¿Por qué más?
—Porque abre la puerta para mí —dice, alcanzando una nota aguda en la última
palabra mientras alcanzo su punto más delicado.
—Una razón más —exijo mientras la atrapo, mi parte inferior del cuerpo
sujetándola y capturando una pierna entre las mías.
Su risa cesa bruscamente y sus ojos se agrandan.
—Él es enorme —dice en un susurro.
Nos quedamos en silencia por unos segundos. Entonces asiento con aprobación y
pongo fin al tormento.
—Has demostrado tu lealtad a la causa.
Bajo la vista hacia ella. Su cabello cae desordenado, su blusa de tirantes se ha
subido en su estómago, revelando centímetros de suave carne, y su respiración
comienza a ser entrecortada. Este es el momento en que debería apartarme. Realmente
debería. No se está moviendo más. No está luchando. Se supone que me tengo que ir,
ofrecerle una mano, y llevarla a comprar un anillo.
Pero sus ojos parecen diferentes. Nunca los he visto así. Algo vulnerable
parpadea a través de ellos.
—Deberíamos practicar —dice en voz baja, sus palabras aterrizan en el aire
como copos de nieve.
—¿Practicar? —repito, porque aunque estoy bastante seguro de lo que quiere
43
decir, no quiero asumir nada.
Sus labios se abren y su lengua se desliza a través de su labio inferior.
—Lo que hicimos en la calle. Esto tiene que ser creíble.
—¿Besar es parte de la farsa?
Ella asiente.
—No puedo imaginar a dos personas que se acaban de comprometer no
besándose al menos una vez mañana en la cena. Sería más creíble, ¿no te parece? No
se puede ver como que es la primera vez que lo hacemos.
—Correcto. Como en las películas donde un hombre y una mujer tienen que
compartir una habitación de hotel en algún mesón y pretenden estar juntos y el dueño
dice en la cena “Besa a la chica”. Eso es lo que quieres decir, ¿verdad?
Ella sonríe debajo de mí, para luego morderse la comisura del labio como lo hizo
en la cafetería. En ese momento, resistí el impulso de darle un rápido beso. Ahora, no.
Presiono mis labios en esa esquina y la beso.
Un beso suave.
Me retiro. Su pecho sube y baja. Sus ojos parecen desesperados.
—¿Eso es lo que quieres?
—No —dice
—¿Qué quieres?
—Un beso real. Quiero saber cómo besa mi prometido de verdad. No sólo un
beso suave y pequeño en la calle.
—Un beso real. ¿Estás segura?
—Si. ¿Por no lo estaría? No eres un horrible besador, ¿verdad? —Su mano vuela
a su boca—. Oh Dios mío. Es así. Besas de alguna extraña forma —dice, mientras
aleja la mano de su boca.
—Eso te ha ganado una prueba seria de todo lo contrario. Porque te prometo, te
besaré en la única forma que alguien debería ser besado.
—¿Qué manera es esa?
Miro fijamente sus ojos, moviendo las caderas contra su muslo para que pueda
sentir más de mí, entonces digo:
—Un beso real debe conseguir humedecerte.
Ella jadea, y bajo mi boca en la de ella y beso el sonido.
Ella se llevó nuestro primer beso. Me tomó por sorpresa en la calle con una
fantástica emboscada, pero este beso es mío.
Lo controlo. Lo manejo. Y quiero provocarla. Hacerla retorcer de nuevo, sólo
que esta vez con deseo. Esta vez ella va a estar retorciéndose para acercarse a mí, no
para escapar. Deslizo mi lengua por sus labios y ella los abre, invitándome a un beso
más profundo. No presto atención a sus deseos. En su lugar, me traslado a su
44
mandíbula, besándola allí, a lo largo de su suave piel y hasta su oreja. Su piel sabe
increíble, como a sol y cerezas y tal vez es la loción que se puso hace unos minutos, o
tal vez solamente sea su olor natural. De cualquier manera, me vuelve loco. Mis
huesos zumban con deseo mientras viajo a través de la concha de su oreja. Giro rápido
mi lengua contra el lóbulo de la oreja y ella gime.
—Ohhhh.
No es el sonido que hizo en la calle. Es más fuerte. Más libre y da rienda suelta.
Y yo malditamente lo amo.
Empuja sus caderas contra mí, tratando de acercarse.
Robo una mirada a sus ojos cerrados, el rubor en sus mejillas, el enrojecimiento
en sus labios. Ella es el pedazo de pastel de chocolate enfrente de mí que debo
consumir. Todo. Ahora. Cada bocado.
Engancho mis manos en su cabello, las hebras rubias se derraman en mis dedos
en una cascada de oro. Con todo este fantástico cabello en mis manos, estoy obligado
a tirar de él. Cuando lo hago, aspira una bocanada de aire que se convierte en un suave
gemido. Mis dedos se enroscan alrededor de su cráneo, y agarro su cabeza con fuerza,
manteniéndola en su lugar.
Regresando a su boca, dejo de provocarla.
En su lugar, lo incremento.
La beso duro.
La devoro.
Nuestras lenguas se enredan, nuestros dientes entrechocan, y juro que se está
fundiendo debajo de mí, en mí. Mis venas repiquetean en deseo, mi pene es acero en
mis pantalones y mi cerebro está concentrado en una cosa; besarla hasta que se
humedezca.
Toma toda mi resistencia no subir mis mano por su muslo, debajo de la falda y
atravesar la barrera de esas bragas blancas transparentes. Pero no tengo que tocarla
para verificar que se ha encendido más allá de toda razón. Lo sé por los pequeños
murmullos que hace, la forma que sus brazos se mueven provocativamente alrededor
de mi cuello, en cómo sus dedos se curvan en el extremo de mi cabello. Por encima de
todo, la confirmación viene en la forma en que trata de mecerse contra mí. Sus caderas
giran, se mueven, me buscan y, en pocas palabras, mi resistencia se rompe.
Me muevo rápido, acomodándome entre sus muslos, empujando contra ella una
vez. Un sexy grito escapa de sus labios. Sus manos vuelan a mi trasero. La resistencia
se rompe una vez más cuando ella separa las piernas para mí, haciendo sitio,
invitándome a restregarme contra ella en el sofá.
Oh diablos, quiero responder a esta oferta. Si lo hago, en algunos segundos más
sus piernas podrían envolverse alrededor de mis caderas y voy a querer follarla.
Amigos o extraños, ¿cómo podría no querer follarla? Ella es sexy, está lista y con
muchas ganas. 45
Quiero sacarle las bragas, hundirme en su calor.
Pero ella es mi mejor amiga y no puedo hacer eso.
De alguna manera, mi sentido común toma el volante, arrebatándole el control a
mi pene.
Rompo el beso y salto lejos de ella, levantándome en segundos. Necesito aire.
Necesito espacio. Si me quedo un segundo más voy a empujarnos demasiado lejos y
no quiero que ella conozca la batalla que acabo de librar en mi cabeza. Doy mí mejor
casual encogimiento de hombros y luego digo:
—Ni siquiera tengo que preguntar si eso te humedeció.
Ella parpadea.
Frunce el ceño.
Se sienta y endereza la espalda, cuadrando sus hombros.
—Apuesto a que te gustaría saber, bastardo arrogante —dice, mientras alisa su
blusa, ajustándola, a continuación su falda.
El momento es incómodo. Estábamos en el precipicio de restregarnos, pero
ahora estamos lanzando ocurrencias y todavía estoy excitado a un nivel doloroso. Esto
no puede ocurrir de nuevo. Hemos llevado a término el examen, no se sentirá
incómoda al pretender estar conmigo, y eso es todo lo que hay. Adelante y más allá, el
espectáculo debe continuar.
Un show familiar. No jodido porno.
Se levanta y dobla la esquina hacia su dormitorio y uso la pausa para ajustarme a
mí mismo, respirar hondo e imaginar un vestuario lleno de hombres peludos.
Joder, quiero vomitar.
Pero funciona. Mi erección se desvanece.
Ella regresa y cuando se inclina para recoger su bolso, no puedo dejar de notar
que lleva puesta la tanga de encaje negro ahora.
Aparto la mirada así la sonrisa en mi rostro no revela todo mi engreído bastardo.

46
9
Traducido por Valentina95 & Heidy.Styles

—E
ntonces, ¿qué hay de los Mets?
A medida que las puertas del ascensor se abren en su
piso, guío la conversación lejos de esa sesión de práctica en
su sofá. La última sesión de entrenamientos. No más ensayo
de besos. Demasiado peligroso.
—Están teniendo una buena temporada —dice mientras da un tirón más arriba a
la correa de su bolso en su hombro, no picando del todo el cebo.
—Un buen pitcheo hará eso por ti —digo, presionando el botón para el vestíbulo
y preguntándome cuándo fue la última vez que hablamos de béisbol para encubrir un
momento incómodo. Ella es una gran fanática, debido en gran parte al hecho de que
los aplasta regularmente en su liga de béisbol de fantasía. A menudo le digo que si 47
nuestros bares se esfumaran, ella sería una gran directora técnica general, pero
simplemente se ríe y me dice que el béisbol es su amor, por lo que quiere mantenerlo
puro.
En este momento, no es puro. Es una maldita metáfora para un momento
ciertamente incómodo.
—¿Todavía estás matando con tu alineación?
Se vuelve hacia mí, sus ojos marrones intensamente serios.
—Fue en serio antes cuando dije que nada de citas esta semana. Necesito saber
que estás de acuerdo con eso. Ni siquiera a altas horas.
Y hemos terminado con la mierda del béisbol.
—Por supuesto —digo rápidamente, tirando de mi corbata y actuando
ofendido—. No puedo creer que pienses que no puedo manejar una semana sin sexo.
Ella niega con la cabeza mientras el ascensor traquetea hacia abajo.
―Esto puede parecer una tontería, ya que esto es una relación fingida, pero
después de lo sucedido con Bradley…
―Charlotte, lo juro. Estoy en el vagón durante la próxima semana ―dije,
alzando tres dedos―. Palabra de scout.
―Nunca fuiste un boy scout.
―Cierto. Pero tampoco engaño, si estoy en una falsa relación o en una
verdadera.
Ella arquea una ceja.
―¿Alguna vez has estado en una de verdad?
—Claro. Y por real, te refieres al tipo de relación cuando sé su apellido, ¿cierto?
―digo, inexpresivamente.
Ella cruza sus brazos.
―Permíteme rectificar eso. ¿Alguna vez has estado en una relación que duró más
de quince días?
Hago un sonido presumido.
―Una quincena. ¿No estás siendo exagerada?
―Y Amanda de la universidad no cuenta.
―¿Por qué no? Salí con ella durante cuatro meses. Pero sí. He tenido ―digo,
aunque estoy muy seguro de que no. Pero mi capacidad de mantener un compromiso a
largo plazo no es el punto de esta conversación. El punto es si mi pene practica la
monogamia en serie―. Y lo guardaré en mis pantalones por la próxima semana, como
dije que lo haría. Mientras estamos en ello, lo mismo va para ti.
―Ni siquiera tienes que preocuparte por eso.
―¿Quieres decir que esto no va a limitar tu estilo? ―pregunto, mientras el
ascensor se ralentiza en el vestíbulo. 48
Resopla.
―Como si eso fuera posible.
―¿No hay citas ardientes en la agenda para la próxima semana?
Alza sus manos y eleva sus diez dedos.
―Ya han pasado diez meses para mí ―dice bruscamente mientras las puertas se
abren.
Caminamos cruzando el vestíbulo a Lexington, donde el auto de Uber que
ordené está esperando. Abro la puerta para ella y se desliza dentro. La sigo y nos
abrochamos los cinturones. Las cosas se sienten normal de nuevo entre nosotros, como
si hubiésemos salido de un túnel de incomodidad y, ahora sólo somos nosotros.
―¿Quieres decir, diez meses sin una relación? ―pregunto, sabiendo que no ha
estado involucrada con nadie desde la ruptura. Pero ahora que pienso en ello, no ha
mencionado ninguna cita tampoco. A pesar de que no revela su vida privada,
probablemente habría dicho algo si hubiera tenido una buena cita.
Ella sacude su cabeza.
―Nada de relaciones. Nada de citas. Nada de besos. Nada.
Diez meses sin sexo. Eso es como una vida entera. No estoy seguro de durar más
de diez días. Tal vez catorce a lo sumo, pero esas serían unas duras dos semanas. Ella
debe estar haciendo trabajar duro a sus juguetes.
Ah, joder. Ahora, estoy imaginándome a Charlotte en la cama con un
consolador púrpura, con las piernas abiertas, trabajando el control de diez velocidades,
con su respiración acelerándose.
Gracias, cerebro, por poner esa fantástica imagen en mi cabeza para descarrilar cualquier
pensamiento inteligente.
Algunos días me pregunto cómo los hombres consiguieron lograr algo con el
sexo constantemente en el cerebro. De hecho, me pregunto cómo los hombres han
logrado hacer cosas simples en toda la vasta extensión de tiempo. Es un milagro que
seamos capaces de atar nuestros zapatos y peinar nuestro pelo.
Entonces la comprensión me golpea. Ese beso en su sofá. Ese beso en la calle.
Esos fueron los primeros besos que ha tenido en casi un año. Mis besos. Me hace feliz
ser el primer tipo en besarla en un largo tiempo. Incluso, aunque no tiene sentido que
esté orgulloso por eso. Tampoco tiene sentido esa dosis de posesión sobre Charlotte
que me atraviesa. No quiero que nadie más la bese.
Quiero decir, no por la próxima semana, claro.
De eso se trata toda la posesividad.
―Por cierto —dice, cuando el auto llega a la tienda—, ¿cómo terminará esto?
―¿Nosotros?
Ella asiente. 49
―El falso compromiso.
―Supongo que tendremos una falsa ruptura ―digo, a pesar de que no he
pensado en el final de esto. Tal vez, porque no había planificado el principio tampoco.
Todo había empezado de la nada.
—¿Al final de la semana? —pregunta ella, mientras llegamos a las brillantes
puertas de cristal de la institución de Nueva York que ha sido parte de mi vida desde
que puedo recordar.
―Sí, una verdadera ruptura falsa ―enfatizo, antes de comprar el anillo para
sellar el trato. Un anillo que tiene fecha de caducidad, igual que este asunto falso ahora
que hemos planeado el final.
El verdadero final.
* * *
Cosas que aprendo sobre Charlotte en la siguiente hora en Katharine’s:
Le gusta darse la mano.
Le gusta rodearme la cintura con un brazo.
Le gusta pasar sus dedos a través de mi cabello.
Ella es bastante realista cuando estamos fingiendo; es francamente
impresionante, su compromiso en el modo de actuar.
También tiene un gusto impecable y selecciona un diamante de corte princesa de
dos quilates en una banda de platino.
—Ese es el anillo que siempre he querido —declara a Nina, la mano derecha de
mi padre y, juro que Charlotte está flotando en una nube de felicidad. La mujer suena
absolutamente como una futura esposa ruborizada.
Nina sonríe brillantemente. Es alta y está pulcramente vestida con una blusa de
seda y una falda gris y, su cabello castaño se alza en un moño.
—Entonces, vamos a asegurarnos de que la zapatilla de cristal te encaja a la
perfección ―dice y, desaparece en la trastienda para traer el anillo de su tamaño.
―Eres una profesional ―digo, una vez que Nina está fuera del alcance del oído.
Charlotte ondea una mano con desdén, y le digo―. No, en serio. Vas a estar
aceptando un Oscar pronto por hacer con precisión el papel de una novia extasiada.
Arrastra sus dedos a lo largo de la caja de cristal y se encoge de hombros, como si
su actuación no fuera importante.
―Me gustan los diamantes. Eso lo hace fácil para mí.
―Ah, ¿así que esta es la honesta Charlotte en acción? ¿Y la honesta Charlotte
ama la joyería?
Ella asiente.
―La honesta Charlotte adora los cortes princesa y el platino. Cuando mi amiga
50
Kristen se comprometió el año pasado, estaba encantada por ella y no podía dejar de
mirar su diamante de corte princesa. Era precioso, pero lo más importante, ella estaba
tan feliz y, locamente enamorada. Estar eufórica sobre un anillo de compromiso no es
una emoción que tengo que fingir ―dice, encontrando mis ojos. Puedo ver su
sinceridad escrita en ellos; en este momento, esos ojos marrones son completamente
inocentes.
Ella ama la idea de estar comprometidos. Quizás no a mí. Sino sólo en general.
La verdad de esa emoción es casi demasiado para mí. Tengo que tomármelo en
broma.
―No obstante, ¿si fuera un anillo en el meñique? ¿Qué si te quiero dar un anillo
de oro para el meñique con una gran y gorda piedra? ¿Encajaría eso con tu estilo?
Se inclina más cerca y menea las cejas.
―Gracias por la sugerencia, Snookums. Ahora ya sé que darte como regalo de
boda.
Nina regresa para decirnos que el anillo debería estar listo en quince minutos.
—Gracias. No puedo esperar —dice Charlotte, y ahora sé que es verdad. Ella
está contándole a Nina algún tipo de verdad.
Pero yo estoy mintiendo, y eso me hace sentir un poco como un idiota. He
conocido a Nina por años, e incluso cuidó de Harper y de mí cuando éramos más
jóvenes. Ella fue la primera empleada de mi padre cuando Katharine’s empezó como
una pequeña tienda de moda en Avenida Park. Como vendedora, trabajó abriéndose
paso a la cima a través de los años, llegando a vicepresidenta cuando esa tienda se
convirtió en un negocio internacional. Mi padre ha dicho frecuentemente que Nina y
mi madre lo han ayudado a tomar la mayoría de sus decisiones importantes de trabajo
en los últimos treinta años. Ella son sus asesoras clave.
—Estoy tan emocionada por ustedes dos, y estoy tan contenta de que tú seas la
mujer que lo puso en una rodilla —le dice Nina a Charlotte, quien aparta la mirada.
Nina descansa su cintura contra una vitrina de pulseras de diamantes y se vuelve hacia
mí, gentilmente palmeando mi brazo—. Todavía no puedo creer que te vayas a casar.
—Tengo que pellizcarme también, sólo para recordarme que esto es real —digo,
y pellizco mi brazo, haciendo mi mejor esfuerzo para ignorar las semillas agobiantes de
culpa. No puedo dejar que la mentira me carcoma. Todo es por una buena causa, y
nadie está siendo lastimado. Además, no soy el primer tipo en la historia del mundo
que necesitaba una prometida.
—Puedo recordar cuando eras un salvaje niño de cinco años como si hubiera
sido ayer —dice Nina, con nostalgia destellando en sus ojos.
—No puedo creer que mi padre de hecho me dejó visitar la tienda como ese loco
niño de cinco años —digo, recordando todas las horas en que me había conectado en
este conjunto de lujo. Conozco el lugar por dentro y por fuera. Cinco pisos de
sofisticación, brillo y encanto. Diamantes brillan detrás de relucientes vitrinas y encima 51
de pedestales de mármol, y la alfombra borgoña es tan exuberante que quieres
acurrucarte y dormir ahí.
O girar en círculos, que es lo que hice de niño.
—Eras tan loco —dice Nina, sacudiéndome su dedo. Sonríe y sus ojos grises se
arrugan cuando lo hace.
—¿Que tan salvaje era él exactamente? —pregunta Charlotte. Detecto una nota
de traviesa curiosidad en su tono. Ella me echa un vistazo rápido, y sé lo que está
haciendo: pescando alguna tontera para molestarme en algún momento insospechado.
Nina se ríe con satisfacción cuando responde.
—El pequeño Spencer era un niño problemático. Una vez, cuando su madre
estaba visitando familiares fuera de la ciudad, el padre de Spencer lo trajo a la tienda
una hora antes de abrir, y este pequeño diablo inmediatamente empezó a saltar
alrededor de todas las estanterías —dice ella, zigzagueando un camino en el aire con
sus manos para hacer una demostración.
Me avergüenzo, mientras Charlotte ríe.
—Puedo imaginarme eso perfectamente.
—Oh, eso fue solo el comienzo del caos que trató de causar. Él tiró una caja de
rubíes una vez durante una de sus maratones alrededor de la tienda. Otra vez, se
enganchó el forro de terciopelo de una vitrina, y lo convirtió en una capa —dice, y los
labios de Charlotte se tuercen con diversión—. Pero —dice Nina, estrechando sus ojos
y levantando un dedo—, tuve una solución.
—¿Benadryl? —pregunta Charlotte juguetonamente, luego aprieta mi mano.
Gruño interiormente, sabiendo lo que viene.
—Oh, desearía haber conseguido que tomara una siesta mientras su padre estaba
ocupado en una reunión. En cambio, fui a una lujosa tienda de accesorios para
mascotas en la manzana, compré una correa, y la até a los bucles de sus pantalones de
pana.
La mano de Charlotte vuela a su boca, y dejo caer mi frente en mi palma. Ahí
está. La historia de la que nunca superaré la vergüenza ahora. No sé qué es peor: la
correa o los pantalones de pana.
—¿Lo paseabas por la tienda con una correa? —pregunta Charlotte, tomándose
su tiempo con cada palabra, con asombro en su voz.
Nina asiente, orgullosa de su solución. Palmea el lado de una de sus piernas
como si estuviera dándole una orden a un perro, luego emite un silbido bajo.
—Ven aquí, chico —dice, la risa resonando a través de ella—. A él le encantaba.
Se acostumbró como un pequeño Cocker Spaniel.
—Increíble. Casi como si tuviera algo de perro por dentro esperando a salir —
dice Charlotte, sacudiendo su cabeza con diversión.
Pongo mis ojos en blanco mientras las mujeres continúan su charla.
—Pero, ¿no lo hacen todos? Hombres, así es —dice Nina.
52
Charlotte asiente.
—Qué bueno que me gustan los perros.
—Además, era mantenerlo con la correa, o arriesgarse a que este pequeño
vándalo rompiera todas las cajas de diamantes. Aunque se ha apaciguado con los años.
De una buena forma —dice Nina, palmeando mi mejilla—. Y se está suavizando
incluso de una mejor manera ahora, ¿verdad? —dice, dirigiendo las últimas palabras a
Charlotte, que traga y se tensa. Sus ojos se ensanchan, y yo me congelo.
Mierda.
Esto es todo.
Esto es cuando Charlotte se atraganta.
—¿No te parece? —continúa Nina, instigando a Charlotte, que todavía está
inmóvil.
Rojo empieza a manchar sus mejillas, y está a punto de vomitar la verdad.
Soltarlo todo en una gran, gorda confesión atada con un moño blanco de ridículo. Ella
pudo haber hecho bien la selección de joyas, pero eso fue fácil por su corazón brillante,
amante de las joyas. Esta es la parte difícil, y se nota. Mierda, se nota el terror en sus
ojos.
Sus labios empiezan a moverse, pero no sale ningún sonido. Aprieto su mano, un
recordatorio de que es su turno de hablar. Pero si ella no puede formar palabras, voy a
necesitar intervenir. De alguna forma, consigue poner una sonrisa nerviosa, luego le
guiña a Nina, y al fin el habla vuelve.
—De hecho, todavía es un vándalo. Así que si todavía posees la correa, tal vez
pueda darle un buen uso.
Nina deja caer su cabeza y ríe a carcajadas. Deja caer una mano en el brazo de
Charlotte y susurra:
—Oh, amo la energía pícara de los recién comprometidos.
Ella se disculpa para ir a revisar el anillo, y Charlotte me lanza una mirada.
—Pensaste que arruinaría nuestra cubierta, ¿verdad?
Levanto mis dedos pulgar e índice.
—Estuviste así de cerca de darte por vencida, ¿verdad?
Ella arquea una ceja.
—Tal vez quería avergonzarte.
—Qué mala mujer —digo con los ojos entrecerrados.
Ella mueve sus dedos por mi brazo.
—O tal vez solo estaba procesando la fantástica imagen de ti con una correa —
dice, luciendo como el gato que no acaba de comerse el canario, pero deleitándose con 53
el pájaro de toda maldita familia—. Sabes que fue básicamente la mejor munición que
pudo dejar caer en mi mano. El Cuento de Spencer en Correa. Pero se puso todavía
mejor cuando ella te llamó Cocker Spaniel —dice, la comisura de sus labios
curvándose en una sonrisa de “te atrapé”.
—¿Qué puedo decir? Supongo que era un perro incluso en ese entonces. —Por lo
menos puedo respirar de nuevo.
—¿Todavía te gusta? ¿Ser paseado con una correa? —dice, incitándome.
—¿Esta es tu manera de pedirme que participe en cosas pervertidas y sucias?
—No. Es mi manera de preguntar qué tan lejos se extiende esta fantástica
historia así si quiero mencionarla mientras estamos en el bar, o afuera con Nick o
Kristen, o con tu hermana, la cuento bien —dice, haciendo la mímica de pasear un
perro.
Pero no es así cómo veo las cosas pasando. En absoluto. Sólo para que sepa
cómo me gustan estos escenarios, me inclino más cerca, aparto su cabello de su
hombro, y susurro:
—Si alguien va a ser atado, eres tú. Y no será con una correa. Será con una
bufanda, o calcetines, o esa tanga negra tan sexy que te pusiste porque te hice mojar
tanto que tuviste que cambiarte. La envolvería alrededor de tus muñecas, suave y
apretado, luego las sujetaría detrás de tu espalda hasta que me ruegues que te toque.
Se queda sin aliento.
Se estremece, y un escalofrío recorre su cuerpo. Agarra el frente de mi camisa, la
punta de sus dedos tocando un botón. Y santa mierda… a ella le gusta la idea de ser
atada. Puedo sentirlo en el aire. En la manera en que los protones y los electrones están
zumbando. En la energía sexual que está radiando de su cuerpo.
Inhalo.
Huele como química.
Y no tengo ni idea de qué hacer con ella.
Ni siquiera sé por qué dije eso, ya que se supone que no debería estar pensando
en follarla, mucho menos atarla.
Qué bueno que Nina regresa momentos después con el anillo.
—Un trabajo de medida rápida para mis clientes más especiales —dice ella con
una sonrisa. Charlotte extiende su mano, y deslizo el diamante en su dedo,
encontrándome con sus ojos por un momento. Trato de leerlos, ver si ella piensa que
esto es tan irreal como yo lo pienso; yo, el mujeriego de Nueva York, poniendo un
anillo.
Aunque sea temporal.
Tal vez esto es raro para ella también.
Mientras estudio su cara, no puedo decir en un primer momento por su expresión
seria cómo se está sintiendo al usar un anillo de compromiso por primera vez.
54
Entonces lo veo en sus grandes ojos cafés, como un parpadeo de tristeza pasa sobre
ellos. Mi corazón se sacude, y asumo que está recordando que hace diez meses estuvo
a punto de comprometerse con un hombre que rompió su corazón.
Qué bueno que yo no seré el que la haga verse así jamás. No tengo el poder de
lastimarla así.
Le doy un beso rápido en su mejilla, luego entrego mi tarjeta platino y gasto
alrededor de diez mil dólares en un anillo. Cuando vamos a trabajar esa noche, ella no
lo usa.
10
Traducido por Anna

L a siguiente tarde, estoy mirando como una pequeña bola blanca se eleva
súbitamente en el aire, luego cae con un golpe en el césped falso a unos
cuatro metros de distancia.
—Amigo, apestas —le digo a Nick.
—Soy bien consciente de eso.
Agarra otra bola, posicionándola en el tee, y balancea su palo. Cuando hace
contacto, la bola sale disparada tan malditamente alto, que casi golpea la parte
superior de la red negra, luego choca a lo largo del camino de pasto que se extiende por
debajo como un muelle sobre el río Hudson. Dos cruceros blancos de cena están
amarrados junto al campo de práctica, y nada más que cielo azul se extiende sobre
nosotros. Estamos en Chelsea Piers, en donde él está trabajando su juego de golf. 55
—Odio decírtelo, pero dudo que tu nuevo jefe vaya a estar impresionado con tu
balanceo. Tal vez puedes convencerlo de jugar softball con nosotros en su lugar.
Resopla.
—No es muy probable. El hombre está obsesionado con el golf, te juro que tiene
favoritismos, y pasa más tiempo con los productores que le siguen la corriente.
—Eso es una locura. Pero si es cierto, necesitas menos movimiento de hombros.
Y más de cadera —le digo, ya que yo practico golf desde la secundaria. No hablo
mucho sobre ello. Me hace sonar demasiado presumido. O demasiado viejo. Pero si
ayuda a mi amigo, traeré el viejo libro de habilidades en el golf para él.
Nick levanta su cara y me mira a través de sus lentes oscuros a la moda, su
cabello castaño cae sobre su frente.
—No te atrevas a poner tus manos en mis caderas para mostrarme.
Gruño, levantando mis manos en rendición.
—Puedes contar con que eso nunca pasará —digo, mientras me muevo fuera del
camino de su siguiente intento.
Lo hace mejor esta vez, y la bola hace un arco casi sobre la hierba.
—Allí vas —digo—. Escribe eso en tu próximo episodio. El amigo del Señor
Orgasmo salva su trasero de avergonzarse a sí mismo con sus lanzamientos de golf
frente a su nuevo jefe.
Nick Hammer es una estrella de rock en el mundo de la TV. En la secundaria,
era el silencioso friki que se inclinaba sobre su cuaderno dibujando sucios comics
nudistas que posteaba en línea. Diez años después, volcó su talento y su concepto en
un programa de TV animado, Las aventuras del Señor Orgasmo, un cómico y sucio
programa que se transmite a altas horas de la noche en la red de cable Comedy Nation.
El héroe es un dibujo animado encapuchado que hace una travesía brindando placer
orgásmico al sexo femenino. Estoy bastante seguro de que ese era el deseo de Nick en
la secundaria. Ahora, el arte imita la vida y viceversa. Todavía tiene un lado tranquilo,
pero las mujeres lo notan. Ha aumentado de peso desde nuestros días de adolescencia,
tatuó sus brazos con diseños que hizo él mismo, y finalmente encontró el valor para
comenzar a hablar con el sexo opuesto. ¿El resultado? Pura magia. El hombre es una
bomba total, y supongo que los lentes y la actitud modesta de una-vez-fui-un-friki-y-
ahora-soy-una-estrella ayuda a su causa con las damas.
—¿Y exactamente cómo propones que encaje la venida dentro del juego en esta
historia? —pregunta secamente.
Me encojo de hombro y le doy una palmada en el hombro.
—No lo sé. Ese es el porqué tú, mi hombre, eres el escritor. Es tu trabajo
averiguar cómo las Oes entran en el programa. Hablando de historias, necesito una
pequeña ayuda con algo —digo, llegando al motivo de este rápido desvío que he hecho
para verlo esta tarde.
56
El baja su palo, y curva su dedo.
—Se llama punto G. Lo encuentras dentro de una mujer. Cuando la penetras
justo en el ángulo correcto, se vendrá con tanta fuerza como nunca antes lo ha hecho.
¿Necesitas algo más?
Pretendo golpear los platillos como música de fondo a su remate, luego le cuento
sobre mi nuevo estado de relación temporal.
Después de que se ríe, a carcajadas, y se burla de mi predicamento, pregunta:
—¿Esta es tu forma de pedirme que sea tu padrino? ¿La boda será falsa también?
Me río y sacudo mi cabeza.
—No habrá boda. Jamás. Pero esto es lo que necesito. Cuando tengamos nuestro
juego de softball la próxima semana, mi papá estará allí, y su comprador estará allí.
Todo lo que necesito es que actúes como si supieras que estaba interesado en ella. Si
surge el tema, no actúes sorprendido o sospechoso. —Mi papá dirige un equipo de
softball de edad variada patrocinado por Katharine’s, y nos reclutó a Nick y a mí este
año. Los lanzamientos de Nick en el softball son mucho mejor que sus lanzamientos
en el golf.
Él asiente varias veces, como si estuviera tomando mi instrucción, luego acaricia
su barbilla.
—Déjame entender esto bien. Lo que estás diciendo es que, debo comportarme
como si fuera perfectamente capaz de respaldar tu última cagada. Bien. Creo que
puedo hacer eso.
Ruedo mis ojos.
—Ese es el porqué dependo de ti. El pozo sin fondo de sarcasmo.
—Combina con el tuyo —dice con una sonrisa.
—Necesito irme, tengo la cosa de la cena esta noche. Te veré después.
Comienzo a dirigirme hacia afuera, cuando me grita.
—¿Eso significa que no puedo intentar levantarme a Charlotte ahora?
Mis hombros se tensan por un momento y esa ardiente explosión de posesividad
vuelve con venganza, como un halcón de cola roja lanzándose en picada desde el cielo,
blandiendo sus grandes garras. Me recuerdo que él está bromeando. Eso es lo que
hace. Y no soy el más grande celoso o posesivo. El halcón se convierte en una paloma.
—Sólo hasta la próxima semana más o menos —digo—. Luego es todo tuya.
Pero esas palabras se sienten totalmente incorrectas al salir de mi boca. Incluso si
ella no es mía, no puede ser suya. Y no soy un jodido pájaro de paz.
—Siempre pensé que ustedes harían una linda pareja —dice con una dulce y
melosa voz.
Mientras me alejo, él hace falsos sonidos de besos. Estoy bastante seguro de que
está cantando la canción de los besos en el árbol, y definitivamente es mi señal para
ponerlo en espejo retrovisor. 57
Además, necesito entrar en personaje para esta noche.
Porque esto es todo una actuación.
Nada más.
11
Traducido por Anna & lili-ana

L
a carne está deliciosa, la ensalada Cesar sabrosa, y el vino rojo suave.
Como la conversación.
Hasta ahora, muy bien. Ha sido todo sobre joyas, escuelas
privadas, ligas de softball, y cuán agradable está el tiempo. ¿Puedes deletrear misión-
cumplida?
Oh, y después de que llegamos al restaurante, todos los Offerman ofrecieron sus
mejores “felicitaciones” a mi prometida y a mí, mientras ella les mostraba su anillo, y
las mujeres hacían Ohh y Ahh. Mi hermana, también. Su felicitación fue la más grande
de todas; así que me abrazó, mientras me introducía en su amoroso y fuerte apretón de
hermana y me dijo suavemente, apenas audible, en el oído:
—No puedes engañarme. Pero te apoyo. 58
Supongo que no puedes engañar a un mago. Ella ha sido entrenada para detectar
un juego de manos, y vio el mío en segundos.
—Gracias. Te lo debo.
—Lo haces. Especialmente desde que no he olvidado el incidente de Santa Claus
cuando tenía diez —dice entre dientes, antes de apartarse y esbozar una sonrisa para la
cámara.
Pero que el reportero del Metropolis Life and Times no pareció captar, ni lo hizo en
un largo rato aquí en la habitación privada en McCoy’s. Sospecho que era un interno,
lo cual confirma que esto será algún artículo fácil. Un tipo joven, arrojó un par de
preguntas a mi padre y al señor Offerman, sobre el traspaso de los negocios familiares,
luego sacó algunas fotos al clan y se fue. Probablemente para no perder su hora de
dormir.
Pan comido.
Ahora estamos terminando nuestra carne en este restaurante en el centro de la
ciudad que exuda clase y ambiente con sus almidonados manteles blancos, mesas de
roble, luces bajas, y meseros en trajes. Deslizo mi cuchillo a través del filete miñón y
doy un vistazo a algo en la esquina de mi visión. La hija mayor del señor Offerman,
Emily, está sentada frente a mí. Ella gira un mechón de su largo cabello oscuro y me
mira.
Oh-oh.
Reconozco esa mirada. Es la del tipo que dan las mujeres desde el otro lado de la
barra cuando están coqueteando contigo. Inquietud trepa a través de mí. ¿Ahora está
agitando sus pestañas?
Apartando mi mirada, tomo un bocado de la carne, lo mastico, y trago
bruscamente. Agarro mi copa de vino y bajo más del líquido rojo. Algo se desliza por
la punta de mi zapato.
Algo que se siente claramente como el Pie de una Jovencita.
No.
De ninguna jodida manera.
¿Emily está jugueteando con sus pies conmigo?
Mi pecho se apretuja.
Sacudo mi pie.
Mi hermana se ríe a carcajadas.
La apestosa y pequeña bromista. Está sentada junto a Emily.
Mi madre se vuelve hacia Harper y sonríe brillantemente.
—¿Algo divertido?
Ella asiente, su cola de caballo roja rebotando mientras da rienda suelta a una 59
sonrisa.
—Sólo recordé esta divertida broma que escuché.
—¿Te importaría compartirla? ¿O es inapropiada? —pregunta mi madre, su voz
es baja y educada. Ella también quiere que esta cena vaya bien por mi padre. No es tan
remilgada. Si Harper tiene una buena e inocente broma, mamá querrá escucharla. La
mujer ama reír.
Mi hermana baja su tenedor.
—Es completamente apropiada. De hecho, es perfecta para Spencer ahora —dice
Harper, sus ojos se quedan fijos en mí como láser. Aclara su garganta. Está
consiguiendo la atención de toda la mesa. Me siento erguido, los nervios se deslizan a
través de mí porque no tengo ni idea de lo que va a hacer. Dijo que mantendría mi
secreto, pero también pudo haber estaba buscando una forma de vengarse de mí por
decirle que Santa Claus no era real, y que como una niña de quinto grado era
demasiado mayor para seguir creyendo en él. Con los ojos húmedos y la cara llena de
lágrimas, juró que pagaría por arruinar su mayor sueño.
Es mejor que no esté llevando a cabo su venganza ahora. Si es así, voy a colgarla
boca abajo sobre la barandilla hasta que grite que se rinde. Oh, espera. Eso era lo que
pensaba el Spencer de diez años. El yo mayor nunca haría eso. En su lugar, sólo sacaré
el antiguo álbum de fotos familiares la próxima vez que traiga una cita a casa. Le
mostraré su corte de segundo grado. Ese que ella se hizo a sí misma.
—No puedo esperar para oírlo —digo, recostándome en mi silla.
Lánzalo, hermana.
Ella levanta su barbilla y se ríe de su broma.
—¿Por qué Ray Charles no puede ver a sus amigos?
—¿Por qué? —pregunta la señora Offerman con curiosidad, frunciendo su frente.
Ella vocaliza para sí misma, “porque es ciega”, y parece complacida que tiene la
respuesta de antemano.
Mi hermana hace una pausa, inclina la cabeza, y mira directamente hacia mí.
—Porque está casado.
Harper tiene a toda la mesa entera riendo. Bueno, al grupo de más de veinte. Las
hijas del señor Offerman a duras penas se ríen, pero Harper no necesita divertirlas. Las
tuvo comiendo de su mano al inicio de la noche cuando estaba discutiendo música pop
y tips para tomarse mejores selfies, incluyendo ángulos para, escucha esto, hacer video
selfies.
—¿Crees que te pasará eso pronto, Spencer? —pregunta mi hermana, agitando
sus pestañas hacia mí mientras apoya su barbilla en sus manos.
Es un demonio.
—Nah, Charlotte es genial —digo a medida que deslizo mi zapato más cerca de
Harper bajo la mesa, y trato de patearla. Quiero decir, golpear ligeramente su pie. Pero
en su lugar, Emily grita.
—Ouch, eso duele —chilla.
60
Oh, mierda. Chica equivocada.
—¿Qué pasó, querida? —El señor Offerman lanza su mirada hacia su hija mayor.
Ella es una mujer menuda, y ha pasado la mayor parte de la comida quejándose sobre
los miembros de su familia.
—Alguien acaba de patearme bajo la mesa —dice Emily, molesta.
Su madre vuelve sus atentos ojos azules hacia mi lado de la mesa, buscando al
culpable de la patada. Hago una mueca interna, no puedo creer que ya haya jodido
esto, y es todo por culpa de mi hermana.
Me apresuro a pensar en la posible excusa, pero antes de que encuentre una,
Charlotte jadea, colocando la mano en su corazón a modo de disculpa.
—Lo siento, Emily. Esa fui yo. Cuando Spencer me vuelve loca, lo pateo bajo la
mesa. Y, siendo un hombre, hace eso a menudo, aunque todavía lo adoro. Esta vez sin
embargo, me resbalé y te pateé. Lo siento —dice ella con la sonrisa más dulce, y podría
besarla. Podría jodidamente besarla.
Así que lo hago. Coloco mi mano sobre su mejilla.
—Lo merecía. Amo que me mantengas controlado, osita —digo, luego presiono
un suave beso en sus labios.
Ella me besa de vuelta por un par de segundos, un casto y dulce beso, pero
incluso así, es casi suficiente para olvidar a toda la mesa llena de gente. Todo lo que
quiero es más de este beso falso. Más lengua, más labios, más dientes.
Más contacto.
Más de ella.
Exactamente lo que no puedo querer.
Los aplausos comienzan. Termino el beso para ver a mi hermana aplaudiendo.
—Ustedes son la pareja más linda. ¿Cuándo es la boda?
Oh.
Ese detalle.
Los ojos de mi madre brillan con entusiasmo.
—Oh, sí, ¿será una boda de verano?
—Estamos pensando en primavera —dice Charlotte, una vez más tomando las
riendas sin problemas—. Tal vez en mayo. Quizás en una galería de arte. O un museo.
El Museo de Arte Moderno tiene una adorable escultura de jardín para bodas.
—Oh, eso sería un lugar magnifico —dice la señora Offerman, el incidente de la
patada ahora en una galaxia muy, muy lejana. Ella ahueca sus manos sobre los lados
de su boca para que sus chicas no puedan verla—. Ya he estado averiguando lugares
para sus bodas, incluso pensé en todos los años de distancia. Pero nunca se puede
comenzar demasiado pronto.
El señor Offerman apretó sus manos sobre las de ella. 61
—Es un buen pasatiempo para ti, querida. Logra que salgas de la cocina.
Enderezo mi columna. ¿Estamos en los años cincuenta aquí?
—¿Salir de la cocina?
Mi padre aclara su garganta, su voz resuena por encima de la mía.
—Kate, ¿qué piensas sobre la escultura de jardín? —le dice a mi madre, y esa es
mi señal para cerrar mis labios—. Siempre has amado el Museo de Arte Moderno.
—Es un lugar impresionante, y creo que la boda de Charlotte y Spencer será
hermosa donde sea que ellos elijan hacerla. Charlotte, sé que eres cercana a tu madre,
pero estoy aquí para ayudar con cualquier planeación que necesites. Adoro las bodas.
La señora Offerman interviene de nuevo, bloqueando su mirada fija con
Charlotte.
—Tu madre debe estar muy emocionada. ¿Va a estar planificando para ti?
La expresión de Charlotte se vuelve perpleja, y frunce el ceño.
—Estoy segura que ayudará.
—Por supuesto que va a ayudar, querida. Será algo más que ayuda. ¿Está cerca?
—Mis padres viven en Connecticut.
—¿Qué más podría estar haciendo, sino ayudar a planificar el día especial? —
dice la señora Offerman con un expresión de absoluta sorpresa, como si no pudiese
comprender cualquier escenario, sino aquel en que la mamá de Charlotte gasta cada
hora despierta gritando órdenes a floristas y emitiendo pedidos fanfarrones para la
recepción.
—Está bastante ocupada con el trabajo —dice Charlotte.
—Oh. ¿Trabaja? —Eso parece confundir a la mujer—. ¿Qué hace ella?
—Es cirujana en un hospital en New Haven.
Las cejas de la señora Offerman se disparan hasta la línea del cabello, abriendo
mucho los ojos del tamaño de una pelota de playa.
—Qué interesante. ¿Y tu padre?
—Es enfermero —dice Charlotte, y su tono es tan completamente seco que
comienzo a partirme de la risa, pero logro aspirar el sonido y engrapar mis labios
juntos una vez más.
—¿De verdad? Pensé que era un médico también —dice mi madre,
genuinamente sorprendida, como debería ser, ya que Charlotte está jodidamente
mintiendo en este momento. Está matándome, matándome completamente contener
esta risa dentro de mi garganta.
Charlotte golpea su frente.
—Mi error. Comenzó como enfermero, pero se abrió camino, con el apoyo de mi
madre, y se convirtió en médico, también. —Esta vez está diciendo toda la verdad, y la
mirada en el rostro de la señora Offerman no tiene precio. Es como si nunca ha
62
escuchado de un enfermero y ciertamente no de uno que se convirtió en médico
exhortado por su esposa. El señor Offerman parece incluso más desconcertado.
El silencio se propaga. La mesa se queda en silencio por un momento. El tintineo
de los vasos y los cubiertos metálicos resbalando contra la vajilla china es el único
sonido en la habitación privada.
—Por la feliz pareja —dice mi padre, rescatando la mesa de cualquier parloteo
sobre los roles masculinos y femeninos elevando su copa.
—Escucha, escucha. ¿Quién no ama una boda? Es nuestra ocasión favorita, ¿no
es así? —le dice a papá el señor Offerman con un guiño que dice, ahora nosotros somos
dos hombres celebrando lo que proveerá nuestro negocio.
Sus hijas levantan sus vasos de refresco, y levanto mi copa de vino, chocándola
primero con Charlotte. Un débil ruido viene de debajo de la mesa, como un pum. Me
esboza una sonrisa, y hay algo muy privado en su expresión, algo que dice que
tenemos un secreto. Entonces, sé lo que es. Porque esta vez, no hay duda de quién está
tocando a quién. Sus dedos de los pies se deslizan por la parte superior de mis zapatos.
Luego, a lo largo de la parte inferior de mi pierna. Ahora más alto y es una locura,
verdaderamente loco, que los dedos de Charlotte estando a lo largo de mi pierna se
sientan jodidamente bien.
El tipo de bien donde quiero tomar su mano, jalarla al baño, empujarla contra la
pared y levantar esa falda. El tipo donde descubro el tipo de ropa interior que está
usando esta noche, y si está ya húmeda con su excitación.
Pero eso. No puede. Ocurrir.
Debe ser todo el vino.
—Deberíamos ir a MoMA mañana —le dice la señora Offerman a mi mamá—.
Emily planea estudiar historia del arte en la universidad el próximo año. —Emily
levanta una ceja, como no estando de acuerdo con esa idea—. Y podemos disfrutar de
los jardines, Kate.
—Qué idea agradable —dice mi madre, siempre la diplomática.
La señora Offerman fija sus ojos en Charlotte.
—¿Te gustaría unirte a nosotras?
—Absolutamente. —Charlotte aprieta mi mano—. Ambos estaremos allí.
—No puedo esperar —digo, porque cualquier otra respuesta podría ser causa de
desmembramiento.
Termino mi copa de vino, y mientras la conversación se dirige en otra dirección,
lo mismo hace el pie de Charlotte, mientras se desliza de regreso a su zapato. Estoy
agradecido, porque si consigo excitarme con un pie, podría necesitar conseguir un
chequeo para estar seguro que no he vuelto a niveles de cachondeo preadolescentes.
Después del postre y café, tiro de mi hermana fuera de la mesa, lo
suficientemente lejos de los otros para tener una palabra con ella.
63
—Harper, en serio. Tiene que estar de mi lado. Estuviste tan cerca de
entregarnos.
—Oh, por favor. No lo estuve. Sólo estoy divirtiéndome. Sabes que te apoyo y
siempre lo hago —dice, como si yo estuviera demente por pensar de otro modo. Pero
demente es como se siente mi normalidad esta fin de semana.
—Lo sé. Sólo dame tu apoyo en esto. No contra mí —digo, una pizca de
desesperación en mi voz. ¿A quién estoy engañando? No es un guión. Es todo
jodidamente convincente.
Elle ríe.
—Eres tan patético cuando necesitas algo. ¿Dónde está el Spencer que me colgó
sobre la barandilla cuando tenía ocho años?
Adopto una mirada de sorpresa.
—¿No tenías seis cuando eso pasó?
—Lo que es peor. —Me atrae para darme un abrazo—. Está bien. No te delataré.
Pero espero que sepas lo que estás haciendo.
—No te preocupes. Tengo esto.
—Más te vale. Y más te vale ser cuidadoso. —Su voz se vuelve un susurro
amenazante y sujeta mi camisa—. Pero un día, cuando menos lo esperes, tomaré mi
venganza por Santa. —Su agarre se tensa y su voz se hace aún más tranquila—.
Cuidado a tus diez en punto; Emily está haciéndote ojitos. La tiene mal por ti ya.
Emily se levanta de la mesa, mirando fijamente el teléfono en su mano.
—Te equivocas —digo, rompiendo el abrazo—. Sólo esta distraída en su
pantalla, enviando mensajes a sus amigos probablemente.
Pero resulta que mi hermana no está equivocada, porque Emily definitivamente
está mirándome ahora. Sus ojos fijos en los míos, y su lengua sale, lamiéndose los
labios.
Harper ríe, entonces luce garras imaginarias.
—Meow. Huelo una pelea entre mujeres.
Niego con la cabeza. Charlotte es difícilmente del tipo que pelea.
Mi prometida falsa pasa junto a Emily, y la chica más joven lleva sus ojos sobre
Charlotte como estudiándola, esperando a saltar. Su mano se extiende y agarra el
brazo de Charlotte. Mierda, Harper tenía razón. La pelea a puños está a punto de
comenzar. Estoy momentáneamente dividido entre la auténtica fascinación curiosa de
mirar la escena desplegada y el impulso de detener una pelea.
—Oh Dios mío, me encantan tus zapatos —dice Emily, una enorme adorable
sonrisa en su rostro—. ¿Dónde los conseguiste?
¡Uf!. Emily sólo estaba verificando el calzado de Charlotte. Las dos charlan
acerca de moda, zapatos y diseñadores, y Charlotte maneja todo con aplomo.
No sé por qué dudó de sí misma hoy temprano.
64
Es estupenda. Puede ser mi falsa prometida en cualquier momento.
12
Traducido por lili-ana

C
harlotte deja escapar un gran suspiro. Se pasa la mano por la frente.
—Después de esa actuación, y este largo día, necesito una
bebida —dice, cuando entro al taxi—. O dos.
—Los dos. —Toco su rodilla con mis nudillos, luego de decirle
al conductor que se dirija al centro—. Por cierto, enfermero. Eso fue increíblemente
brillante.
Chocamos los puños.
—Y ni siquiera fue una mentira. Simplemente fue una, como lo diríamos,
admisión retrasada de la verdad.
—Honestamente, te voy a dar una A por esa perfecta coordinación de tiempo 65
con tu forma de hablar esta noche.
—Vaya, gracias —dice, en broma—. Le echaré un ojo a mi libreta de
calificaciones.
Finjo darle una.
Hace la mímica de abrirla, después lee.
—Veo que he ganado Aes.
Niego con la cabeza.
—Una A+. El comentario del enfermero cuenta como un crédito extra. ¿Ves? —
Apunto con un dedo en la tarjeta de calificaciones invisible, como si estuviese
apuntando hacia ello.
Se ríe y me agarra del brazo.
—No pude evitarlo. Sus comentarios fueron tan pasados de moda.
Mamá se quedó en casa con Harper y yo de niños, así que estoy totalmente a
bordo con una mamá que trabaja fuera de casa o cuida de los hijos. Cualquier cosa que
funcione para ella. En el caso de mamá, ella nos crió, y aconsejó a mi padre en su
negocio. A pesar de todo, él la trataba como una reina en algunos aspectos y una igual
en todos los sentidos. Así es como debe ser, cualquiera que sea la elección de una
mujer.
—Hablando de pasada de moda, ¿quieres probar Gin Joint? —pregunto,
nombrando un nuevo bar en Chelsea que está recibiendo muy buenas críticas,
especialmente su cóctel Old-Fashioned hecho con ginebra.
—Sí. Estoy levantada desde las 6 a.m —dice, hace pucheros con sus labios como
una estrella de cine de los viejos tiempos y habla en un ronco y sexy tono—. Pero
todavía estoy de ánimo para tomar una copa.
En breve caminamos a través de una puerta roja en un bar al nivel del jardín con
música suave y sensual música de flauta elevándose, y sofás de terciopelo borravino,
azul marino y púrpuras. El lugar tiene ambiente tipo Nueva Orleans: rico, oscuro y de
carácter cambiante.
Charlotte se desploma en un sofá, dejando caer su bolso junto a ella, hay una
relajación evidente en su postura. Ordeno para los dos, regresando con un Old-
Fashioned y un burbon en las rocas para mí.
—Por la Honesta Charlotte —digo, levantando mi copa.
—Por el Cocker Spaniel Spencer —dice, entonces da un trago. Gime después del
primer sorbo y golpea el vaso—. Eso es divino. Inténtalo.
Me entrega el vaso y tomo un trago. Mis papilas gustativas bailotean dando
brincos.
—Wow. ¿Podemos robar su receta? 66
Ella ríe.
—Al igual que la vez que fuimos a Speakeasy —dice ella, sus ojos brillando con
el recuerdo de cómo nos introducimos en los negocios juntos. Estábamos celebrando la
venta de Material de Novio en la apertura de un nuevo bar en el centro. Habíamos
ordenado el coctel distintivo del bar, el Globo de Nieve Púrpura, que se convirtió en
un gran éxito como una bebida envasada vendida en las tiendas de comestibles. Eso
fue tan malditamente bueno, que ambos habíamos señalado a nuestras bebidas al
mismo tiempo y dicho:
—Vamos a robar esta receta.
—Jinx, me debes una copa —habíamos dicho entonces al unísono.
Eso había sellado el trato en nuestros planes. En la universidad éramos unos
snobs de cerveza, y solíamos bromear en las fiestas que nos gustaría abrir nuestro
propio bar algún día, y patearles el trasero porque podíamos notar la diferencia entre la
cerveza de calidad y la comida para cerdos. Difícilmente un talento especial, pero aun
así, eso fue lo que nos dio la iniciativa.
Una vez que nos graduamos, fuimos en direcciones diferentes sabiamente
trabajando, sin embargo quedamos como amigos cercanos. Puse en marcha mi app, y
Charlotte pilló un increíble trabajo en desarrollo comercial de una compañía Fortune
5003. Aunque las horas eran flexibles, el ambiente era muy competitivo y no había ni
una sola pizca de disfrute. Ella era miserable, pero decidida a no revolcarse en ello, así
que comenzó a hacer planes para hacer lo que amaba: administrar un negocio basado
en la diversión, el bienestar social y salir con amigos. Cuando me dio la noticia, me
preguntó si estaba listo para hacer lo que habíamos hablado la noche que juramos no
volver a beber cerveza de barril.
—He estado ahorrando mis primas anuales. ¿Quieres abrir un bar en el centro
conmigo?
Forrado con dinero de la venta, y listo para una nueva aventura, había dicho sí
en cuestión de segundos.
—¿Podemos nombrar al bar al modo de los perros que tuvimos cuando niños?
—Claro que sí.
El resto es historia. The Lucky Spot es rentable y se ha expandido a tres lugares y
es una pasada dirigirlo juntos.
Charlotte y yo rememoramos nuestros primeros días en el negocio mientras Gin
Joint se llena. La puerta se abre y un grupo de bonitas y atractivas damas vistiendo
ajustados vaqueros y tacones que son infinitos entran. En algún lugar en el fondo de mi
mente, una parte de mí dice compruébalas, pero la idea se desvanece casi tan rápido
como aparece.
67
Charlotte termina su Old-Fashioned al igual que mi bourbon desaparece.
Pasamos a los siguientes mientras hablamos de nuestros clientes más memorables en
los últimos años. La conversación es libre y sencilla, y eso me recuerda por qué
trabajamos tan bien como amigos y por qué es mucho mejor para nuestra amistad si no
hacemos nunca más la práctica de besar de nuevo. Porque no quiero renunciar a esto.
Es la persona con la que puedo ser yo mismo y me gusta simplemente relajarme aquí
con ella. No hicimos mucho de esto cuando Bradley Idiota estuvo en escena.
Como si pudiera leer mi mente, Charlotte suspira feliz y dice:
—Echaba de menos hacer esto contigo cuando estaba con ese idiota.
—Estaba pensando lo mismo.
Inclina su cabeza y me mira.
—¿De verdad? —La expresión en su rostro es una de asombro y sorpresa—. ¿Así
que funciona, entonces?
—¿Así que funciona qué? —pregunto con curiosidad.
Pasa un dedo a lo largo del lateral de mi cabello.
—El aparato que implanté en tu cabeza así podría leer tu mente —dice con
fingida seriedad.

3
Fortune 500: lista de las 500 mayores empresas estadounidenses de capital abierto a cualquier inversor
(es decir, no solo empresas cotizadas) según su volumen de ventas.
Me río y aprieto su hombro.
—Me agarraste. La siguiente ronda la pago yo.
—Más vale que toda la noche sea por tu cuenta.
—Lo es. Y sí, he echado de menos esto, también… pasar tiempo contigo cuando
estabas con él.
—Ir a tu casa. Emborracharnos mirando programas de televisión, comiendo
ositos de goma o dulces de limón y bebiendo tequila o vino, dependiendo de lo que
decidiéramos que queríamos juntos.
—Somos de verdad sorprendentes en nuestra destreza de emparejar caramelo y
licor.
—Lo somos. —Charlotte suspira felizmente y se acerca rápidamente, casi como
si fuera a acurrucarse conmigo—. Sabes, esto puede sonar extraño, pero me alegro de
haberlo atrapado revolcándose con esa mujer. Comprar un lugar con él habría sido un
error. Fue como si alguien estuviera cuidando de mí, de una manera extraña. ¿Eso
suena loco?
—De ningún modo.
—Si yo estuviera con él, comprometida y viviendo con él, no sería capaz de
hacer esto contigo.
Al principio no estoy seguro si se refiere a pasar el tiempo juntos. Pero cuando
68
siento un roce de su mano contra mi pierna, me pregunto si quiere decir otra cosa.
Mira hacia abajo y su palma se extiende por mi muslo. Interesante. Honestamente
no estoy seguro de cuándo sucedió eso, o por qué no me di cuenta antes, pero su mano
es cálida, se siente bien y supongo que me estoy acostumbrando a que ella me toque.
Tal vez por eso no había notado que ha estado tocándome los últimos minutos
mientras hemos estado charlando. Rápidamente he llegado a acostumbrarme a sus
manos en mi cuerpo.
Cuando la camarera se aproxima, Charlotte la llama otra vez, y ordena un gin
tonic. Cuando lo entregan cinco minutos después, la mano de Charlotte ya no está
descansando en mi muslo. Se está moviendo. Acaricia pequeñas líneas a lo largo de mi
pierna, y esto no es sólo un manoseo más. Es algo completamente diferente.
Me encuentro atrapado con la guardia baja y completamente sin preparación
para este lado de Charlotte; la nocturna Charlotte a altas horas, que me está tocando
mucho como si estuviéramos juntos, a pesar que no hay audiencia ahora.
—Spencer —dice, y su voz es toda soñadora y feliz—, estoy tan contenta de
hacer negocios juntos.
Está bien, eso tiene sentido. Ella se encuentra en un estado ligeramente borracha
donde todo es despreocupación y habla efusivamente sobre la vida siendo buena. Y
puedo manejar esto. Toma un sorbo de su bebida, baja el vaso, y se acerca más. A
medida que se mueve más cerca, también lo hacen sus dedos, mientras migran más
arriba por mi pierna.
Whoa
No estaba esperando toda esta acción táctil, ni el sutil camino que ella está
tomando.
—Sí, yo también.
Sus dedos rozan más alto en la tela de mis pantalones. Se está poniendo más
amigable. Mucho más amigable. ¿Qué tan fuertes son estas bebidas?
—Era tan miserable entes de comenzar esto, y ahora me encanta lo que hago —
dice y su mano en mi muslo repentinamente adquiere mente propia. U hormonas
propias. Porque está dirigiéndose a mi pene. Y es como si alguien manipuló el calor en
el bar—. ¿Sabes por qué más estoy feliz de no estar con Bradley?
—¿Por qué? —pregunto prudentemente, mientras esos ágiles e impacientes dedos
se mueven cada vez más cerca. Estoy ardiendo. Mi cuello está caliente. Mi cabello
podría estar en llamas. Podría derretir los casquetes polares en este instante.
—Porque la estoy pasando muy bien jugando a fingir contigo —dice ella, y su
seno derecho se presiona contra mi brazo. Es tan suave, y estoy muriendo por saber
cómo se sienten sus pechos en mis manos, cómo respondería a mis dedos trazando
círculos sobre su carne sensible, los ruidos que haría cuando succionara un pezón en
mí boca.
Lo duro que sus pezones se ponen por mis labios. 69
Aquí voy de nuevo.
Exactamente donde no debería estar.
Sus dedos no se encuentran a meros centímetros, sino que ahora a milímetros del
contorno de mi pene.
Sé qué hacer y al mismo tiempo, no tengo idea. Mis instintos me dicen el
movimiento por hacer, cómo tocar, cómo besar, cómo follar. Pero es como si una
página del libro de jugadas estuviera perdida. Un jodido capítulo entero. Porque ésta es
Charlotte, y nuestra situación es muy extraña. Somos amigos y socios de negocios.
Somos falsos amantes que no están follando. Ayer, estábamos sobrios y practicando
besos, y esta noche estábamos actuando para una audiencia.
Ahora todas las apuestas están echadas. Somos nosotros y sin embargo todavía
estamos tocándonos.
No obstante, ninguno de los dos está operando a lo máximo de su capacidad
mental. Estoy entonado, pero ella está sumamente borracha. Eso tiene que ser de
donde todo este contacto persistente está viniendo. Es como si el bar estuviera
intentando seducirnos, tejiendo su hechizo sobre nosotros. Es oscuro, y todos a nuestro
alrededor se están tocando, brazos alrededor de cinturas, manos en los bolsillos, labios
en cuellos. Gin Joint está pulsando con pensamientos pecaminosos. Está latiendo con
la promesa de medianoche, y sexo después del anochecer.
Mi respiración escapa de mi pecho cuando sus dedos tocan mi erección. Sus ojos
se iluminan, como si estuviera abriendo un regalo, y eso es exactamente como quiero
que una mujer se sienta, pero precisamente como Charlotte no debería jodidamente
sentirse.
—Charlotte —digo, mi voz una severa advertencia.
—Spencer —susurra, sus labios carnosos y sexys mientras se detiene en la última
letra. Cuando hace eso, todo lo que puedo ver son sus labios sobre mi pene, su cabello
rubio derramándose a través de mis piernas, su cabeza subiendo y bajando. Es una
gloriosa imagen y también una jodidamente peligrosa.
El tiempo se desplaza de nuevo cuando simplemente apoya su cabeza en mi
hombro y regresa las manos a su regazo.
Como si apagara la luz.
—Simplemente me gusta pasar el rato contigo —dice, aleteando sus ojos, como
aletargada.
—Me gusta también —hablo con voz ronca—. Y estás cansada.
—Lo sé. Día largo. Mi almohada está llamándome.
Excelente. Joder. Estoy excitado, y ella está deslizándose hacia la zona de
echarse una siesta. Sus manos se han calmado, su lado sentimental ha disminuido y
me ha dejado con una enorme erección, y el cuerpo de mi mejor amiga sexy como el
pecado se acurrucó a mi lado en un sofá de terciopelo.
Quince minutos más tarde, conseguimos un taxi. Doy al conductor la dirección
70
de Charlotte, porque quiero asegurarme que mi feliz, borracha, cansada amiga llega
segura a casa. Después que la palabra “Lexington” deja mi boca, me giro para mirarla
y todo pasa en un salvaje borrón.
13
Traducido por Annette-Marie

S us brazos están alrededor de mi cuello y su boca reclama la mía. Me


besa con furia, como una tormenta, una brillante tormenta de besos que
llueven desde el cielo, ardiendo en llamas, chispas y truenos.
Ella está ebria. Puedo sentirlo en la forma suelta y lánguida en la que se mueve,
en la suavidad de sus extremidades, y en el jadeo de su respiración. Saboreo la ginebra
en sus labios, y el licor nunca me ha sabido tan bien en la vida como ahora estando
mezclado con Charlotte. Todo en ella bombardea mis sentidos: su sabor, su aroma, su
aliento. Huelo la miel en su piel, está usando miel de flores de esa colección que me
mostró. Conocer este pequeño detalle sobre ella, de dónde proviene este embriagador
aroma, hace que la sangre ruja en mis venas. Me hace querer saber a qué olerá
mañana. A qué sabrá el día siguiente. Cuando salga de la ducha, cuál esencia va a
frotar en su cuerpo, y si esa me volverá loco también. 71
Este aroma a miel es espectacular. Embriagador, hechizante y toda ella, y sé que
cualquier cosa que se ponga al día siguiente y al siguiente me va a excitar con la misma
rabiosa intensidad, porque ella es increíblemente atractiva.
Especialmente cuando chupa mi labio de esa manera. Gimo y afirmo mis brazos
alrededor de ella, atrayéndola más cerca. Ella trepa sobre mí, acomodándose a
horcajadas en la parte trasera del taxi mientras nos deslizamos por la avenida, las luces
tardías de Manhattan azotándonos.
Dice mi nombre nuevamente en un ronco gemido. Suena como un orgasmo
mientras abandona sus labios rojos.
—Spencer. Te deseo —susurra en mi oído—. Me tienes tan húmeda desde ese
beso de ayer. Estoy tan mojada en este momento, también. Todo lo que haces me
calienta.
Oh, Dios. Oh, diablos. Oh mierda, sálvame de mí mismo.
No hay manera. Tengo que presionar el freno. Este auto se está yendo fuera de
control. Va a chocar en una llamarada de fuego. Tengo que detenerlo.
—Charlotte —le advierto, y trato de alejarla de mí, pero ¿qué es esto ahora? Ella
está levantando su falda y colocándose contra el contorno de mi pene, y esto es dulce,
aunque una profana tortura del grado más alto. Exhalo con fuerza al mirar hacia ella.
El taxi desacelera en un semáforo, y a ninguno de los dos nos importa una mierda que
el conductor del taxi esté a un metro de distancia. No puedo preocuparme por otra
cosa más que por el puro calor sofocante sobre mi piel, mientras ella se muele contra
mí. Sus bragas mojadas rozan mi erección, y sus labios están por todas partes en mí,
como un sensual asalto que se acerca mucho a romperme. Su boca se mueve a mi
cuello, mi barbilla, mi mandíbula, mientras viaja hacia mi oreja. Desliza sus dientes a
través de mi lóbulo y lo pellizca.
Gimo y agarro sus caderas con más fuerza. Jodidamente me encanta. Me
encanta todo lo que hace. Chasquea su lengua contra la concha de mi oreja, y puede
que esté por agitar la bandera blanca y admitir la derrota, porque ella ha encontrado mi
punto débil, y parece saberlo. Me besa ahí, y cada barrido de su lengua me pone más
duro, hace que me den ganas de llevarla hasta su casa, arrojarla en la cama, deslizarme
en ella y mostrarle que si puede conducirme a la locura con un beso, yo puedo hacerla
gritar de placer con mi pene.
Ella levanta las caderas, las acomoda con fuerza de nuevo sobre mí, y susurra:
—Cuando te sentí en mi sofá, me volví salvaje. Totalmente salvaje.
Su mano serpentea entre nosotros, y agarra mi pene.
Estoy electrificado. Cada centímetro de mí vibra con miles de vatios de potencia
porque ella me toca a través de los pantalones. Sus ojos brillan con pura y
desenfrenada lujuria como si estuviera dándose cuenta de lo mucho que hay de mí, y
espero, de lo mucho que me desea. Joder, quiero que ella lo tenga todo.
Justo ahora.
72
—Quiero saber cómo te sientes dentro de mí —murmura.
Un millar de respuestas llenan mi cabeza. Se sentirá mejor que cualquier otra cosa que
hayas tenido nunca. Desabrocha mis pantalones, envuelve tus manos alrededor de mi pene, y deja
que te lleve al mejor paseo de tu vida. Vas a ver estrellas, las montañas se moverán, y la tierra va
a temblar.
La respuesta más simple, sin embargo, es la que estoy muriendo por pronunciar.
Dios, quiero follarte tan jodidamente duro en este momento.
Pero por suerte, esas no son las palabras que escapan de mis labios. De alguna
manera, la parte racional de mi cerebro lo sabe mejor. El caballero dentro de mí lucha
su camino hacia la salida, se las arregla para retorcer su camino hacia arriba, y
recupera el control del mujeriego.
Charlotte está borracha, y no voy a tomar ventaja de la “Honestamente Ebria
Charlotte”.
—Estás borracha, Snuffaluffagus. Vamos a ponerte el pijama y meterte en la
cama —le digo mientras agarro sus caderas para levantarla de mí.
Ella es más rápida. Se mueve con rapidez, plantándose en su asiento con más
agilidad de la que esperaba. Ella resopla con desdén.
—No estoy borracha. —Y su voz sale sorprendentemente nítida y clara.
No voy a discutir este punto en este momento. Borracha o no, ese fue un
momento demasiado arriesgado. El taxi desacelera en el siguiente semáforo, y ella
bosteza, cubriéndose la boca. Su cabeza se hunde en mi hombro. Pronto, estoy
desbloqueando su puerta, llevándola hasta la cama, y quitándole los zapatos.
Murmura algo mientras sus ojos se cierran.
—Agua —digo—. Necesitas agua.
—Mmm. Eso suena delicioso —dice medio dormida.
Me dirijo a la cocina, lleno un vaso con agua fría, y se lo llevo.
—Siéntate —le digo, y ella se las arregla para acomodar su espalda en la
cabecera. Le entrego el vaso. Toma la mayor parte del contenido—. Tómatelo todo.
Voy a dejar otro vaso en tu mesita de noche. Bebe ese cuando te despiertes a orinar en
medio de la noche.
Asintiendo, deja el vaso. Lanza sus brazos alrededor de mí, y me arrastra a la
cama. Trata de tirar de mí hacia su lado.
—Tengo que irme.
—Quédate conmigo, por favor —dice, acariciando la suave y confortable cama—
. Sólo duerme a mí lado. Eso es todo lo que quiero.
¿Dormir a su lado? ¿Con esta erección? ¿Con sus salvajes manos arrastrándose
por todo mi cuerpo? De ninguna manera. No soy tan fuerte. No soy tan bueno.
—Necesito irme. Tengo que alimentar a mi gato. —Suena como la excusa más
patética del mundo, pero en realidad es cierto.
73
Hay un destello de dolor en sus ojos. Tal vez incluso decepción. Luego pasa, y
sonríe débilmente.
—Buenas noches, Capitán Prometido. Dale al gatito un beso de mi parte.
Oh, cómo estaría absolutamente encantado de hacerlo.
Su cabeza golpea la almohada, y en cuestión de segundos está roncando. Es tan
increíblemente lindo el sonido que hace. Me rasco la cabeza, ¿cómo es posible que sus
ronquidos sean adorables? Pero lo son. Me levanto y la miro en la oscuridad, la luz de
la luna colándose a través de sus sábanas, cortando un patrón cruzado desde las
persianas. Su cabello rubio se extiende sobre la almohada blanca, su blusa se desliza
por sus hombros, revelando un sujetador rojo cereza, y la falda de su vestido se ha
subido por sus muslos. Podría desnudarla como lo hacen en las películas, o podría
dejarla con su ropa.
Desvestirla se siente como una violación. En lugar de ello, hago lo que le dije que
haría. Lleno un vaso de agua y se lo dejo en la mesita de noche. Abro su gabinete de
medicinas, tomo dos aspirinas, sólo por si acaso, y las coloco a un lado del vaso. Busco
un poco de papel, y encuentro un bloc de notas post-it en su cocina y una pluma en el
cajón de los cubiertos.
Escribo: Dos aspirinas por la mañana, y llámame cuando te levantes. Tengo que sacarte
para el paso final de la prevención de la resaca.
Me voy, y debo haberme ganado un elogio por mi auto-limitación. Voy a
contactar al “Comité de Chicos” y hacerles saber lo que he logrado esta noche en la
categoría de resistencia. Voy a estar totalmente esperando una medalla de oro por la
mañana y, francamente, una entrega de premios, considerando el nivel de dificultad.
Un taxi pasa a mi lado en Lexington, pero no lanzo mi brazo en el aire para
detenerlo. En cambio, me giro hacia el sur y camino a casa, a pesar de que estoy a
muchas, muchas manzanas. Necesito el tiempo, el espacio y la distancia de esos cinco
minutos en el taxi cuando quería follarme a mi mejor amiga hasta la saciedad.
Esta ciudad debería alejar mi mente de Charlotte, así que me sumerjo en ella; las
bodegas ambulantes que venden frutas y flores, los restaurantes chinos ofreciendo
grasientos fideos, las farmacias abiertas 24 horas vendiendo cualquier cosa y todo.
Corto a través de la ciudad, rodeado de una multitud de personas, muchas de ellas aún
permanecen fuera a altas horas de la noche.
Pero cuando abro mi puerta a la una de la mañana, todavía sigo excitado. La
caminata no funcionó. Estoy caliente como el infierno. Siento que he tomado
“Charlotte Viagra”, y esta erección es un cruel e inusual castigo por desear tanto a mi
mejor amiga.
Fido maúlla, entonces se extiende para saludarme, sus patas en mi pierna.
—¿Hambriento?
Su cola se sacude. Me dirijo a la cocina, abro su bolsa, y sirvo un poco de comida
para gatos. Este es un alimento completamente natural, orgánico, come-como-tus-
antepasados. Harper lo consiguió para él cuando lo acogí, diciéndome que los
74
alimentos comprados en la tienda no eran suficientes. Mi hombre es adicto a ella, tal
vez lo hace sentir como un tigre.
Dejo el cuenco con comida en el suelo, y él ronronea mientras come. El
muchacho se ve tan satisfecho con un plato de croquetas secas, que un nudo de celos
se aprieta en mi vientre. Genial. Ahora envidio a mi gato porque su vida es más simple
que la mía. Nota mental: Ir a la tienda mañana y pedir un poco de perspectiva, porque estás
perdiendo la tuya.
Voy al baño. Me lavo la cara, cepillo mis dientes y trato de dejar la noche detrás
de mí. Miren, no es difícil rechazar a una chica borracha, porque eso es simplemente
incorrecto. Pero fue difícil, por alguna puta razón desconocida, tener que alejarla a ella.
Esas cosas que ella estaba diciendo. Esas malvadas palabras sucias derramándose de
sus labios rojos. Incendiaron un camino por mi cuerpo. Agitaron algo dentro de mí.
Algo de deseo. Algo de necesidad.
Ese beso en la calle fue una cosa.
La sesión en su sofá fue enteramente otra.
Pero el taxi fue un giro completamente nuevo e inesperado. Ella sólo entró en
combustión, como un cohete de lujuria, disparando en todas direcciones, saltándome,
trepándome, moliéndose contra mí.
Yo quería todo.
La quería.
Aún lo hago.
Me desvisto y arrojo mi ropa en el cesto del armario. Desnudo, me meto en la
cama, apago las luces, y coloco ambas manos detrás de mi cabeza. Débiles sonidos de
un sábado por la noche en Nueva York se filtran a través de la ventana, incluso a seis
pisos de altura. Los zapatos haciendo clic en las calles adoquinadas, amigos riendo,
taxis haciendo paradas y llevando clientes, y después, tomando nuevas tarifas.
Incluso tras captar todo eso, todavía estoy insanamente excitado.
¿Qué carajos se supone que voy a hacer con esta erección? ¿Martillar unos
clavos? ¿Golpear un poco de madera? Esto es como una erección de castigo. Es como
si tuviera su propio suministro de sangre.
Cierro los ojos, apretándolos firmemente y presiono mis palmas de las manos en
la parte trasera de mi cráneo, resistiendo.
Porque no puedo ir ahí.
No puedo masturbarme con ella. No puedo hacerlo. No lo haré. No voy a
arruinar nuestra amistad por ir tan lejos. Ya hemos hecho más de lo que deberíamos, y
si vamos más allá, perderemos todo lo que estaba diciendo que era bueno en el bar esta
noche. Es mi constante, fiable, fantástica amiga. Ella me arma un infierno, y me hace
reír, y no puedo correr el riesgo de perderla por follarla.
O incluso pensar en follarla. 75
Pero me estoy muriendo aquí. Mi piel está en llamas, y mi cerebro está atascado
repitiendo: sexo, sexo, sexo.
Tengo que hacer algo acerca de esta persistente erección que ha estado
trabajando horas extras el día de hoy, como si se hubiera inscrito en un turno de
veinticuatro horas. Me dirijo a la sala de estar, agarro mi portátil, y vuelvo a la cama,
abriendo la pantalla.
Mujeres. Un montón de mujeres. Porno caliente de lesbianas. Eso es lo que
necesito. Algo completamente retirado de los dos últimos días de lujuria torrencial.
Como, dos chicas sexys en medias golpeándose entre sí. Nada de gifs de Tumblr para
mí, por favor. Necesito vídeos, y sé dónde encontrarlos.
En cuestión de segundos, una magnífica pelirroja en medias negras y ligueros
entra en una sala con poca luz. Perfecto. Colocando el portátil sobre la colcha,
extiendo mi cuerpo desnudo en la cama, mi cabeza apoyada en un par de almohadas
para que pueda disfrutar en primera fila.
Una morena sexy se une a ella, llevando sólo tacones altos. Esto va a hacer el
truco, muchas gracias. Tomo mi pene en la mano y acaricio. Moviendo la palma hacia
abajo de mi eje, rozo ligeramente al principio, hasta llegar a mis bolas, que están
pesadas y adoloridas.
Justo lo que el doctor me recetó. Voy a disfrutar cada segundo de esta paja.
Aprieto mis manos. Mi pene pulsa contra la palma de mi mano, pero estoy encantado
de estar en el camino hacia el alivio inminente mientras las mujeres se mueven al sofá
y van por ello.
Esto es perfecto, porque ni siquiera se parecen a Charlotte. Se besan, y mi piel se
vuelve más caliente a medida que veo a esas bellezas desnudas. Sus bocas se devoran
la una a la otra, y la pelirroja sostiene las tetas redondas de la morena en sus manos.
La morena gime y desliza sus dedos entre los labios del coño de la pelirroja. Mi
erección crece más a medida que veo el dedo de la morena atravesar toda esa
humedad.
Mi respiración se acelera, y gimo.
Ruidosamente.
Imaginado cuán caliente y húmedo es su coño.
Todo agradable, pulido y revestido en excitación.
Cómo se sentiría en mis dedos.
Muevo mis caderas, bombeando rápidamente. Mi otra mano se mueve hacia
arriba por mi estómago. Mis dedos rozan mi propio pezón plano, y estoy tan metido
en esto que el resto del mundo desaparece. Estoy sólo yo, y mi cuerpo, y las mujeres en
la pantalla, y yo estoy follando mi puño.
Pronto la pelirroja está sobre sus rodillas, abriendo las piernas de su pareja. La
morena se inclina hacia atrás en el sofá, su boca abierta en un gemido cuando la
pelirroja la lame. Geniales, largos y deliciosos movimientos.
—Sí —digo en un gruñido, mis ojos fijos en la pantalla. Estoy en un trabajo 76
manual en el paraíso gracias a estas chicas. Mi pene está lista para un viaje de placer, y
yo estoy jodidamente feliz de estar en la vía rápida a correrme.
Me imagino deslizándome entre las dos chicas, sirviéndome de ambas, comiendo
a una, follando a la otra. Nada es mejor que esto.
Hasta que se vuelve astronómicamente más caliente cuando una tercera entra a
escena.
Ella tiene el cabello rubio y ojos marrones, y es divina. Tengo los ojos vendados,
borrando a las demás, porque ella es todo lo que veo. Atractiva, fuerte y
completamente cautivadora. No puedo apartar la mirada. Pronto, ella no es ella ya…
ella es mi chica… es Charlotte, y está desnuda frente a mí, y no veo a las otras mujeres.
Han desaparecido de mi noche, y mientras cierro los ojos y me masturbo más fuerte y
rápido, sé que no puedo jodidamente combatirlo por más tiempo.
Estoy perdiendo esta batalla porque es Charlotte a quien veo.
No es la Charlotte de ayer por la tarde, o incluso la Charlotte de ésta noche. Esta
Charlotte es nueva, y está desnuda, subiendo a mi cama, arrastrándose hacia mí en sus
manos y rodillas; sus atractivos y carnosos labios, su suave y dulce vientre, sus fuertes
piernas, y su hermoso y caliente, coño mojado.
Mojado por mí.
Sufriendo por mí.
Ella se hunde en mi eje, y eso es todo.
Mis bolas se aprietan, mi columna vertebral se inflama, y cierro los ojos con
fuerza mientras me estremezco y con un gemido épico, me corro tan condenadamente
duro dentro de Charlotte. Un orgasmo que me succiona hasta dejarme seco.
Estoy jadeando.
Cuando abro los ojos, Fido se encuentra al pie de la cama, lamiéndose la pata.
La arrastra en su rostro peludo, después detrás de su oreja. Detiene su baño-de-
después-de-comer para echarme un vistazo, una mirada de desdén en sus pequeños y
brillantes ojos amarillos.
Este es el final de mi sábado por la noche. Mi gato me ha visto explotar con una
visión de mi mejor amiga.
—No digas una palabra —siseo.
Él mira hacia otro lado, levantando la barbilla con altivez.
Pero guardará mi secreto.
Yo voy a guardar el suyo, también, ese pequeño voyeur de mierda.

77
14
Traducido por Kellu

V
amos a suponer que no lo hice.
Imaginemos que tengo un increíble auto control y no me
masturbé anoche con el pensamiento de mi socia.
Mientras ella pide huevos revueltos, papas, tostadas y
café negro en Wendy’s la mañana siguiente, no puedo evitar preguntarme si sabe que
protagonizó mis fantasías, montándome como una vaquera.
Luego una vaquera de espaldas a mí en el medio de la noche, su cabello
derramándose por su espalda, mis manos en su culo.
Esta mañana en la ducha, también. Bajando por su cuerpo, y ella sabía
absolutamente celestial acabando en mi lengua. Así que, sí. Eso es lo que pasa con las
pendientes resbaladizas. Tomas ese primer paso, y lo siguiente que sabes es que has 78
tenido el mejor orgasmo pensando en tu mejor amiga.
Pero ahora estoy fuera, por completo. Esas tres situaciones fueron como un
embrujo, y ahora la tengo fuera de mi sistema. Cien por ciento. Palabra de scout.
Ella lleva una falda corta gris, una camiseta morada, y su cabello anudado en una
cola de caballo. No tengo idea de lo que está debajo, y no estoy siquiera pensando en
su sujetador y panties. ¿Ven? Estoy curado.
—¿Y para usted? —pregunta la camarera.
—Lo mismo. Pero bien cocidos, los huevos casi quemados —le digo, ella asiente
y se aleja, más allá de la cocina.
El chico de la mesa de al lado da la vuelta a la hoja del New York Post. Un
cocinero pone mantequilla sobre la plancha y chisporrotea. Las luces brillan
intensamente, revelando cada rasguño en la mesa de formica verde menta y cada
muesca en el suelo de cerámica color beige.
Esta es la mañana después, y mientras la puerta se abre con un tintineo, un
cuarteto de chicos unos años más jóvenes que yo entran. La fiesta duró demasiado, y
ahora tienen una salvaje resaca, es evidente en sus ojos.
Wendy’s es un severo contraste en comparación con el encanto de la vida
nocturna de Gin Joint´s. El aire del restaurante es espeso con el aroma del
arrepentimiento. No sé si viene de los demás, o de Charlotte.
Ella juega con su servilleta.
—¿Todavía te duele la cabeza? —pregunto, dado que está tan callada.
Ella niega con la cabeza.
—Totalmente bien.
—¿El agua ayudó?
Asiente.
—Siempre lo hace.
—Bien, pero sólo para estar seguros, necesitamos el paquete completo de
prevención de resaca —digo, ya que por eso la traje aquí—. Nada hace que te
recuperes mejor de una noche de copas como la comida grasienta. Es un hecho
médicamente comprobado.
Ella me da una sonrisa débil, y la camarera regresa rápidamente con la cafetera,
sirviendo dos tazas. Charlotte envuelve sus manos alrededor de la taza.
—¿Lo es? A pesar de que no bebí mucho. —Su tono es apagado.
No dejo que eso me detenga. Cuanto más hablo, más bromeamos, y mayor es la
probabilidad de que podamos volver a como éramos antes.
—Hubo un estudio la semana pasada en el periódico…
—Sobre lo que pasó anoche —comienza, y las ruedas de la conversación hacen
un chirrido deteniéndose con esas cinco temidas palabras. 79
Pero soy ágil. Sé cómo esquivarlo. Levanto una como como una señal de stop,
negando con la cabeza.
—No te preocupes por eso.
—Pero…
—Sin peros. Todo está bien.
—Lo que estoy tratando de decir es…
—Charlotte, ambos tuvimos algunos cocteles, y bueno, lo entiendo. Te parezco
más atractivo cuando me ves a través de unas gafas de cerveza. —Le guiño, decido ir
por el humor autocritico porque no quiero que se sienta mal en lo más mínimo por lo
que casi sucedió.
La comisura de su boca se levanta, pero eso es todo. No lleva lápiz de labios esta
mañana. Apenas lleva algo de maquillaje. Aun así se ve hermosa. Siempre lo hace, de
noche o de día, llueva o haga sol.
—Eran gafas de ginebra, pero incluso sin ellas…
Alcanzo su mano, la envuelvo en la mía, y la aprieto en un gesto amistoso.
Necesito tranquilizarla.
—Somos amigos. Nada puede cambiar eso. Nada nunca se va a entrometer en
nuestra amistad. Bueno, a menos que te cases algún día con un completo idiota. Así
que no hagas eso —digo, dándole mi sonrisa marca registrada y tratando
desesperadamente de dirigir esta conversación lejos de nosotros, para que no averigüe
lo que mi mano ha hecho tres veces en las últimas doce horas.
—No te cases con una completa perra —dice con los ojos entornados, y esa es mi
Charlotte. Ella está de vuelta, y es como yo. Ella no va a dejar que las rarezas de la
noche anterior en el taxi descarrilen la mejor relación que alguno de nosotros ha tenido
alguna vez. Aunque rareza puede que no sea la palabra correcta. Sería más como
dureza, humedad, y calentura. Que son exactamente las palabras que no debería usar
mientras estoy pensando en ella—. Pero lo que quería decir sobre la noche anterior se
trata de nosotros siendo amigos.
—¡Yo también! —digo, con demasiado entusiasmo, pero ella acaba de
pronunciar las palabras mágicas. Amigos. Nosotros. Tengo que aferrarme a ellas así no
perdemos de vista lo que somos—. Nuestra amistad es lo más importante para mí, así
que solo vamos a seguir siendo amigos.
Su rostro se congela, como si una máscara se hubiera puesto en su lugar. Ella
juega con su anillo, y lo más curioso es que mi corazón parece latir más rápido
mientras la veo jugar con él. Ella no debería estar usándolo en este momento, pero lo
hace.
—Sí. Amigos. Eso es lo más importante —dice en un tono monótono.
—Como lo hablamos anoche, ¿correcto? —le digo, recordándole en caso de que
sus gafas de ginebra le jueguen un truco de pérdida de memoria a su cerebro—. 80
Emborracharnos mirando programas de televisión, comiendo ositos de goma o dulces
de limón y bebiendo tequila o vino.
Asiente.
—Cierto. Absolutamente —dice, y me da una sonrisa que no se siente real.
—Deberíamos hacerlo otra vez. Ya que podemos —le digo, como un jugador de
cartas que desliza sus fichas en la mesa para apostar que puede ser solo su amigo.
—Seguro.
—¿Qué tal esta noche? —digo, subiendo la apuesta de nuevo. Me voy a
sorprender a mí mismo acerca de lo bueno que soy siendo simplemente su amigo.
—Está bien.
—¿Mi casa? —Para que no quede duda. Gran jugada.
—¿En serio? —Arquea una ceja—. ¿De verdad quieres solo pasar el rato?
—Por supuesto. Dijimos la noche anterior que deberíamos hacerlo.
Niega con la cabeza, y no estoy seguro de si es diversión o algún tipo de
resignación. Respira hondo, ajusta su cola de caballo, y se encoge de hombros.
—Bien —dice—. Los amigos no dejan que sus amigos coman ositos de goma
solos. Yo llevo los osos.
—Yo me comeré los verdes por ti.
Ella se estremece.
—Odio los verdes.
—Yo pongo el vino. Si mi memoria no falla, ¿prefieres el chardonnay con tus
osos?
—Lo hago, ¿pero tal vez esta noche pueden ser margaritas frappe en su lugar?
Lanzo la servilleta sobre la mesa para cerrar con broche de oro.
—Como si fuera la primera vez —digo, y de nuevo, tal vez debería haber
pensado antes de decir esas palabras.
Afortunadamente, la camarera llega.
—Aquí están sus huevos —dice la camarera, poniendo los platos sobre la mesa—
. Bien cocidos. Justo como los pidió.
Esas últimas palabras resuenan en voz alta mientras me doy cuenta de lo acabo
de hacer. Lo que acabo de pedir con mi arrogante boca. Mis grandes ideas. Mi actitud
de yo-puedo-con-todo.
Acabo de invitar a Charlotte a mi casa esta noche. No hay en el universo
suficientes jugadores de baloncesto sudorosos que me ayuden a lidiar con esta
peligrosa decisión.
* * *
Pasamos el resto de la comida planeando la siguiente semana en Lucky Spot. 81
Ninguno de los dos dice otra palabra sobre esta noche, o acerca de ayer en la noche, o
sobre nuestra falsa relación. Cuando vamos a Lucky Spot y pasamos unas horas
trabajando antes de que Jenny se encargue del cambio de turno del domingo en la
tarde, y antes de dirigirnos al museo, estamos de vuelta en nuestra relación de amigos
y compañeros de trabajo, que casi parece como si la noche anterior nunca hubiera
sucedido.
Pero una vez que llegamos al museo, algo cambia.
La amorosa Charlotte ha abandonado el edificio. Claro, ella sigue haciendo el
papel de mi prometida, pero no está tan metida en eso como lo estaba anoche. No
tengo idea si mi madre o la señora Offerman se han dado cuenta, pero mientras
miramos la pintura de Edward Hopper, hago lo imposible para que nadie lo note.
—La pintura es hermosa —dice la señora Offerman.
—Sí, lo es —digo.
Envuelvo un brazo fuertemente alrededor de mi falsa prometida, planto un beso
rápido en su mejilla, y digo:
—Como tú, por cierto, ¿te he dicho lo bonita que estás hoy?
Charlotte se tensa, pero se las arregla para darme las gracias.
Mi madre nos mira sonriendo.
Emily no lo hace. Emily no parece tener ningún tipo de interés en la obra, a pesar
de que este es su principal propósito.
Pero eso está bien. Estoy retomando el ritmo de las cosas. Estoy en mi juego.
Mientras camino a través de las obras de Chagall y Matisse, hago graciosos
comentarios, y todas las mujeres se ríen, incluyendo a Charlotte. Cuando estamos
fuera en el jardín de esculturas, confío en que Charlotte y yo estamos en tierra firme, y
que somos lo suficientemente buenos fingiendo.
Hasta que Emily se dirige a ella.
—¿Cuánto tiempo llevas enamorada de Spencer?
Charlotte se pone rígida, y una ráfaga de color rojo tiñe sus mejillas.
—Es decir, ¿te sentías atraída por él antes de empezar a salir? —continúa
Emily—. Porque han sido amigos desde siempre, ¿verdad? Así que solo era uno de
esos…
—Emily, querida. Algunas cosas son personales —dice la señora Offerman,
interrumpiéndola.
La adolescente se encoge de hombros como si no fuera gran cosa.
—Sólo tengo curiosidad. Fueron a la universidad juntos. No creo que sea tan
extraño querer saber si en ese momento ya estaban interesados uno en el otro.
Charlotte levanta la barbilla.
—Siempre hemos sido amigos —dice ella, presionando su frente con la mano—.
Si me disculpan.
82
Y se va.
Mi madre me fulmina con la mirada, y en todo lo que puedo pensar es, que ella
sabe. Sus ojos siguen la salida de Charlotte a través de las puertas de cristal que dan al
interior del museo, e inmediatamente me hace señas. Me acerco a ella. Habla en voz
baja, por una esquina de su boca.
—Está molesta por algo, ve tras ella, consuélala.
Claro, por supuesto. Súper Prometido al rescate. Las madres siempre saben qué
hacer.
Voy corriendo detrás de Charlotte, a través de las puertas y por el pasillo, la
alcanzo cuando está entrando al baño de mujeres. La llamo, pero ella tiene su mano en
la puerta, y la empuja abriéndola.
La puerta se cierra y me detengo.
Por un segundo.
El pasillo está tranquilo, lejos de la concurrencia que llena el museo. Empujo la
puerta abriéndola y la sigo dentro. Ella está en el lavabo, salpicando su cara con agua.
—¿Estás bien? —pregunto con indecisión mientras me acerco a ella. Hay tres
cubículos aquí, pero están vacíos. Ecos de pasos se desvanecen en el pasillo.
Ella niega con la cabeza. La alcanzo, poniendo una mano en su espalda baja, y
froto suavemente. Ella se estremece, y se aleja unos pasos de mí.
—¿No te sientes bien? ¿Tienes dolor de cabeza por lo de anoche o algo así?
La puerta rechina, y nos congelamos. Se cierra de nuevo, pero no se oye entrar a
nadie. El baño de mujeres está en silencio; sólo estamos nosotros.
Ella se da la vuelta, toma mi camisa, y me mete en un cubículo.
—No puedo fingir esto.
Dejo caer mis hombros. Mis extremidades se sienten pesadas. La he empujado
demasiado lejos.
—¿El compromiso?
—No, estoy bien con eso. El falso compromiso está bien —dice, mirándome
directamente a los ojos. Nunca he visto sus ojos cafés tan intensos, como si estuviera a
punto de pasar un gran obstáculo. No vacilan en lo absoluto.
Junto mis cejas.
—Entonces, ¿qué es? —Estoy realmente curioso porque si ella no está hablando
de nuestra falsa relación, no tengo ni una maldita idea de qué es lo que no puede fingir.
Su agarre en mi camisa se hace más firme. Aprieta la mandíbula, y resopla.
Nunca he visto a Charlotte así.
—¿Qué hice mal?
—La. Noche. De. Ayer —dice furiosa. Cada palabra tiene su propio espacio para 83
respirar.
—¿Qué hay con anoche?
Cierra los ojos, pero se ve afligida. Respira hondo y los vuelve a abrir. Los bordes
duros parecen desvanecerse un poco.
—Estás pretendiendo que nunca pasó.
—No —digo rápidamente, tratando de defenderme—. Eso no es lo que estoy
haciendo.
Pero, de hecho, es lo que he hecho durante todo el día. Es exactamente lo que
espero lograr.
—Es lo que estás haciendo. Fue lo que hiciste en el desayuno. Sólo lo
escondimos debajo de la alfombra, y así no soy yo —dice, su tono es feroz,
recordándome una de las muchas cosas que admiro de Charlotte: su resistencia, su
tenacidad—. No me dejaste hablar, y necesito saber. Te dije que soy una pésima
mentirosa, y lo dije en serio. Apesto mintiendo. Incluso anoche, cuando dije eso acerca
de mi papá siendo enfermero, incluso eso era cierto.
Esta es otra de las cosas que me gusta de ella, es tan malditamente honesta.
—Está bien, así que ¿qué necesitas saber? —pregunto, y los nervios no solo rozan
mi piel. Jodidamente se instalan en mí como si fueran monos voladores.
Del tipo malvado.
Por si hay algún otro tipo.
Ella rueda sus ojos.
—¿De verdad eres así de lento para entender, Spencer?
Extiendo mis brazos.
—Al parecer, lo soy. ¿Por qué simplemente no lo deletreas para mí? ¿Qué es lo
que necesitas saber?
Ella retuerce la tela de mi camisa en su mano, acercándome más, y en una
fracción de segundo, el espacio entre nosotros se reduce. Estábamos a unos treinta
centímetros de distancia antes, el espacio suficiente para controlar las hormonas.
Ahora, están de regreso. Arremolinándose. Girando. Presionando. La temperatura
aumenta una vez más.
—¿No te sientes atraído por mí?
Mi mandíbula cae. Mi cabeza da vueltas. Ella debe estar loca.
—¿Estás hablando en serio?
Ella asiente.
—Responde la pregunta, Holiday. ¿Eso es lo que todo el asunto de “vamos a ser
solo amigos” significa?
—Eres maravillosa. Eres hermosa. Eres impresionante —le digo, recitando
cumplidos como si fuera un vendedor en una esquina—. Y no quiero arruinar nuestra 84
amistad. Es demasiado importante.
Ella sacude la cabeza.
—Aún no respondes la pregunta.
—Dije que eras hermosa.
—Dijiste eso sobre Hopper, también. ¿Te sientes atraído por Hopper?
Trago, tratando de reunir las palabras, pero todo lo que hay en mi cabeza es el
carrete de película de la noche anterior. Lo que le hice a ella cuando estaba en mi casa
solo con mi mano, y mis fantasías, y todas las malditas cosas que quiero hacer con mi
mejor amiga. Porque estoy locamente atraído por ella, he aprendido eso durante las
últimas cuarenta y ocho horas. Al igual que, los estratosféricos niveles de atracción.
Como la clase de poder de un avión alrededor del mundo.
—¿Me veo como si estuviera loco? —pregunto, y mi voz es tensa. Odio que esté
preguntando eso, y al mismo tiempo lo amo, y estoy amarrado tan malditamente
fuerte ahora porque todo este día se supone que era acerca de nosotros siendo solo
amigos.
—¿De verdad quieres que responda eso?
—Sí.
—No, no te ves como si estuvieras loco. Te ves molesto. Como yo. Así que
supongo que los dos estamos molestos.
—No. No estoy enojado —digo, y envuelvo mi mano en la suya y desenrosco sus
dedos, luego golpeo su cuerpo con el mío—. No estoy enojado. Estoy jodidamente
excitado. Porque tendría que estar loco para no sentirme atraído por ti —le digo en un
ronco susurro.
Sus ojos se encienden como luces de bengala. Como si le hubiera dado la
respuesta perfecta. Sus iris bailan con picardía y alegría.
—¿Lo estás? —Toda la ira se ha ido de su voz. Ella es suave y ligera, y esa voz
flota por encima de mí y me hace desearla aún más. Me hace querer escucharla decir
otras cosas con esa voz.
—Sí. —Hablo con los dientes apretados. Con mi mano alrededor de su cintura,
de alguna manera la acerco más a mí, luego paso un dedo a lo largo de su
mandíbula—. Pero no se supone que uno se sienta atraído de esta forma por su mejor
amiga. Así no es como funciona. Probablemente debería ingresar a alguna institución
para que me ayuden a lidiar con la cantidad de atracción que siento hacia ti. Les pediré
que la remuevan, y van a responder, “Lo sentimos, señor, se ha propagado por todo su
cuerpo y no podemos sacarla”.
Su sonrisa se vuelve más grande.
—¿De verdad? —pregunta, pero es apenas una pregunta, es más como una
maravillosa declaración.
Ahora que me ha hecho admitirlo, no voy a dar marcha atrás. No está en mi
85
naturaleza.
—No hagas que te lo demuestre —digo, incitándola.
Sus ojos brillan.
—Pruébalo.
—Desafío aceptado.
En cuestión de segundos, mis dedos serpentean dentro de su falda, y ella se
queda sin aliento cuando se da cuenta de lo que estoy haciendo. Mis dedos se deslizan
por la suavidad de sus muslos y cuando alcanzo sus panties mi dedo índice golpea
suavemente la tela de algodón. Están mojadas, y mi pene hace su mejor representación
del edificio Empire State. Dejo salir un gemido. Sin apartar mis ojos de ella, deslizo un
dedo dentro de sus panties. Sus hombros se sacuden y mi sangre se calienta mientras
paso ese dedo a través de su húmedo, caliente, resbaladizo coño. Lo traigo a mi boca y
saboreo su humedad. Ella sabe como todas mis fantasías. Esta vez, mi gemido es más
fuerte. Retumba a través del baño de mujeres y Charlotte se estremece en mis brazos.
Me ve lamerla de mi dedo, y este es el momento en el que no hay ninguna duda.
Cuando todo está claro. Ella separa sus labios, y dice:
—Hay algo que quiero probarte, también. Esta noche.
—¿Qué es?
Antes de que ella pueda contestar, la puerta rechina al abrirse. Me aparto de ella,
y se arregla su camisa, y luego su falda. Sólo para que sepa, para que no quede ninguna
jodida duda en absoluto, traigo mi dedo a mi boca, y lo chupo una vez más. Con mis
ojos fijos en ella, le susurro, tan increíblemente sexy.
Ella se estremece, y su labio tiembla. Paso mi dedo por su labio inferior, y luego
empujo más allá de sus dientes. Al instante, ella lo lleva dentro de su boca y lo chupa.
La miro fijamente, quemándome por todas partes. Saco mi dedo, pellizco la
esquina de su boca, quito el seguro de la puerta, y salgo. Le doy un saludo rápido a la
señora Offerman.
Ella parpadea, y luego me da una sonrisa.
Vuelvo con la familia teniendo una cosa clara, no tengo idea de lo que va a pasar
cuando Charlotte venga a mi casa esta noche.

86
15
Traducido por Anna & Annette-Marie

C
uando abro la puerta, le entrego una margarita virgen.
Me agradece y toma un sorbo mientras entra a mi
apartamento. Está llevando vaqueros, bailarinas negras, y una
elegante blusa gris con algún tipo de escote de encaje.
Maldición. Está camuflada. No tengo idea de en qué se basan sus intenciones
según su atuendo. Es cierto que podría estar simplificando las cosas, pero si ella
estuviera llevando un corto vestido negro y tacones de fóllame, habría estado un poco
menos a ciegas. Por otra parte, estoy usando vaqueros y una camiseta negra, así que no
estoy seguro de que mis ropas signifiquen Dispuesto a cualquier cosa para ella, pero
espero que lo hagan.
Ella balancea en el aire una bolsa de ositos de goma gourmet. 87
—Granja fresca —dice.
—¿Espero que cultivados en la localidad, también?
—Claro. En un radio de cincuenta kilómetros desde la granja hasta la mesa.
—Excelente. También son mejores cuando se hacen en pequeños lotes —digo,
burlándome de la comida de los puritanos del mundo, contento de que al menos aún
puedo bromear con ella.
Baja su voz para un susurro cómplice.
—Son de Brooklyn. Por supuesto que son de un lote pequeño. Aunque todavía
no entiendo por qué si podemos enviar un hombre a la luna, no pueden quitar los osos
verdes de la bolsa.
—Es uno de los grandes misterios de la vida. —Cierro la puerta y hago un gesto
hacia la sala. Camina delante de mí, y no puedo evitarlo. Miro su culo mientras cruza
el duro piso de madera hasta mi sofá. Me dio una licencia para mirar con avidez esta
tarde, en lo que me concierne.
—Junto con la existencia de los espárragos gigantes —bromea ella.
—Nunca entenderé la necesidad de los vegetales de gran tamaño. ¿Pero de
verdad fuiste a Brooklyn para conseguir ositos de goma? —le pregunto cuando se
instala en mi sofá beige. Las puertas corredizas de vidrio en mi terraza están abiertas, y
la cálida noche de junio de filtra en el interior.
Ella sacude la cabeza cuando saca sus zapatos, y los mete debajo de ella.
—La tienda en Brooklyn que los hace abrió otra tienda en Murray Hill. Pero son
de origen local, y no los hacen con gelatina.
—Lo cual es un requerimiento básico en un osito de goma. —Me uno a ella en el
sofá, repitiendo lo que ha dicho por años, no va a tocar dulces hechos con gelatina ya
que la gelatina viene de la carne de res, y si quisiera carne de res en sus dulces hubiera
comido dulces de carne de res, y no va a hacer eso. Porque es desagradable.
Lo cual es el porqué los dulces de carne de res no existen.
Señalo hacia mi portátil.
—¿Qué va a ser? ¿Netflix? ¿Hulu? ¿Castle? ¿Ferrel estará de último? ¿Comedia
romántica? ¿Peli de espías? ¿La central deportiva para poner al día tus estadísticas de
béisbol?
Ella rasga la bolsa de dulces, y mete un osito amarillo en su boca. Deslizándolo
entre sus labios. Oso suertudo.
—¿Qué tal Castle? Vamos a ver ese con el irlandés mafioso.
Sé exactamente a cuál se refiere, ya que hemos estado viendo casi cada episodio
juntos. Lo encuentro rápidamente, enviando un silencioso agradecimiento a, bueno, a
mí mismo por recordar cerrar mi porno la noche anterior. Fido se pasea dentro de la
sala, arqueando una ceja, y maullando. Estoy seguro de que en lenguaje felino está
diciéndole a ella todo lo que hice, pero gracias a Dios, nadie ha creado todavía un 88
traductor Berlitz para gatos.
Nos instalamos al ritmo que hemos perfeccionado por años. Ella está en un
extremo del sofá, apoyada en los cojines. Yo estoy en el otro, y el portátil está sobre la
mesa de café, transmitiendo el show en la pantalla de la televisión. Comemos media
bolsa de ositos de goma, Charlotte separando los colores. Yo me encargo de los osos
verdes por ella. Acabamos nuestras bebidas vírgenes, y en algún punto del show, pone
sus pies sobre mis muslos, cruzándolas en los tobillos.
Una chispa zigzaguea a través de mí incluso por eso, y tengo un rápido recuerdo
de la noche pasada en el restaurante de cuando ella corrió su pie a lo largo de mi
pierna. Me pregunto brevemente si tengo un fetiche por lo pies. Nunca pensé en eso
antes, pero cuando mi mirada se desplaza a sus pies, y no puedo dejar de ver el esmalte
de uñas rosa caramelo, me doy cuenta de que me he perdido casi cada palabra de
Castle explicándole a Beckett cuál cree que es el motivo para el asesinato de este
episodio.
Devuelvo mi atención a la pantalla, pero mi conciencia de ella se ha elevado,
como si hubiera tenido una dosis de cafeína y ahora mis sentidos están en alerta
Charlotte. Ella cambia de posición sus hombros en la almohada, y doy un vistazo,
preguntándome si le gustaría ser besada allí. Aleja un mechón de cabello de su cara, y
quiero saber cuánto le gusta recoger su cabello, si es que le gusta. Castle y Beckett
están así de cerca de encontrar al asesino cuando Charlotte mastica un osito de goma
rojo, e instantáneamente me vuelvo curioso por cuánto sabe su boca a cereza.
Ella me pincha en el vientre con su dedo gordo del pie. Me tenso por un breve
segundo, preguntándome si puede precisar cuándo mi mente está y no está. Pero ella
claramente se encuentra mirando la pantalla, dado que no ha alejado la mirada de
nuestro intrépido héroe.
No lo entiendo, estaba seguro de que ya estaríamos desnudos. Por otra parte, ya
no tengo ningún barómetro para leer a esta mujer. Excepto, basado en mis astutos
poderes de observación, estoy bastante malditamente seguro de que ella quiere un
masaje en los pies. Alcanzo su pie y comienzo a masajearlo, he hecho esto muchas
veces antes.
Mientras voy desde su arco hasta su talón, trato de evitar los pensamientos
traviesos que involucran sus pies. No, no en los que succiono sus dedos de los pies,
porque no tengo ese tipo de fetichismo. Pero ese donde sostengo sus tobillos en mis
manos, separo sus piernas, y me muelo en su interior.
Mi pene se transforma en una madera. El puto traidor. Lo juro, si mi pene fuera
una persona, sería un policía antidrogas, siempre derramando mis secretos.
—Mierda —murmuro en voz baja.
Ella lanza su mirada hacia mí.
—¿Estás bien?
—Sí. Bien. Acabé mi trago —digo, agarrando el vaso de la mesa así tengo una 89
excusa para conseguir algo de espacio para respirar—. Sólo quédate mirando. Volveré
en seguida.
—Está bien. Esperaré. —Presiona el botón de pausa, y eso es lo último que
necesito, su escrutinio mientras camino a la cocina para rellenar mi vaso es lo que
menos quiero. Arrastro la mano por mi cabello oscuro y miro fijamente la jarra con la
mezcla de margarita que está burlándose de mí con su inocencia. A la mierda. Agarro
una botella de tequila del armario y desfloro4 mi bebida. Me agacho, abro el
refrigerador y rebusco alrededor por más hielo.
Para mi cara.
Un par de segundos en la caja de hielo me enfría.
Vuelvo con Charlotte y levanto mi vaso.
—Le añadí alcohol al mío —admito, luego tomo un largo trago.
Extiende su mano haciendo un movimiento para agarrar. Le doy mi vaso, y ella
bebe un poco.
—Mmm —dice.
Acomodo el trago, y retornamos al programa mientras ellos resuelven un
asesinato que no podría importarme menos ahora mismo. No estoy seguro de qué
hacer con ese momento caliente de esta tarde en el baño en MoMA, por otra parte,

4
Al ser una margarita “virgen” dado que es una bebida sin alcohol se refiere a desflorarla con alcohol
estoy comenzando a aceptar que no sé qué hacer con el montón de cosas que han
estado pasando entre Charlotte y yo en el último par de días. Desearía tener un
dispositivo para leer su mente, porque realmente me gustaría saber qué quiere
probarme.
Cuando los créditos ruedan, se vuelve hacia mí.
—¿Quieres ver el programa de Nick?
¡No! ¡No quiero ver la televisión! Quiero desvestirte y lamer cada centímetro de ti. Pero
estás actuando tan malditamente normal, está volviéndome loco.
Me encojo de hombros.
—Seguro. Sólo he visto cada episodio veinte veces. ¿Cuál quieres ver?
—Lo encontraré —dice, inclinándose sobre mis piernas para agarrar el portátil y
cambiar a través de la app de la pantalla de Comedy Nation para buscar Las Aventuras
del Señor Orgasmo. Muy pronto, el familiar tema musical comienza, y así lo hacen las
aventuras. Cierro mis ojos y dejo caer mi cabeza hacia atrás en el cojín del sofá cuando
me doy cuenta de cuál episodio escogió.
Es ese donde la mujer ha perdido su orgasmo. Ella no ha tenido uno en un año, y
tiene que contratar al señor Orgasmo para localizar su clímax perdido.
Es hilarante, y Charlotte se ríe sin cesar a lo largo del show, y tengo la ligera
sospecha de que está tratando de actuar como si sólo somos buenos amigos cuando 90
ambos sabemos que estamos muriendo por hacer la proeza, porque ella lo desea tanto
como yo. Las pistas han estado frente a mí todo el tiempo, y tal vez he estado ciego
hasta ahora, pero ya no lo estoy. Además no creo que pueda esperar más tiempo para
averiguar si estoy en lo cierto.
Me estiro a través del sofá y pongo pausa al programa. Él estruendo de las sirenas
llega desde algún otro lugar en la ciudad, mezclándose con la música del bar que está
bajando por la calle. Mi casa tiene su propio ruido. El zumbido de la posibilidad.
Estamos balanceándonos sobre algo. Algo que no debería querer. Algo que quiero
desesperadamente.
—¿Qué quieres demostrar? Me dijiste en el museo que había algo que querías
probarme.
Se endereza en el sofá y se sienta con las piernas cruzadas.
—Que podemos ser amigos —dice de manera práctica.
—De acuerdo. ¿Y hemos demostrado ese algo de alguna manera esta noche?
Ella asiente, luciendo complacida.
—Sí. Comimos ositos de goma, bebimos margaritas, vimos la televisión e
hicimos todas las cosas que siempre hemos hecho.
—¿Por qué querías demostrar esto?
—Porque voy a proponerte algo —dice de un modo muy directo, como si me
fuera a ofrecer un puesto de trabajo—. Como quizás sabes, ha pasado un tiempo para
mí. —Hace una pausa y se encuentra con mi mirada, así que sé a lo que se refiere. Lo
sé. Oh, sí. Lo hago. Asiento—. Y por lo visto, me siento muy atraída hacia ti. Quién lo
hubiera pensado. —Se encoge de hombros, como si esto fuera una gran sorpresa.
Me río.
—Sí, quién lo pensaría. —Hago un movimiento giratorio con mi mano,
instándola a continuar—. Sigue.
Hace un gesto hacia el portátil.
—Me gustaría que me ayudaras.
—Sé más específica. Finge que soy un tipo completamente desorientado y tienes
que ser más precisa para mí —digo, tratando lo mejor posible permanecer en calma.
—Del mismo modo que me propusiste y pediste que fuera tu prometida durante
una semana, me gustaría proponerte y preguntarte si te gustaría regresarme el favor
durante la siguiente semana, de una forma ligeramente diferente. La forma en la que
terminarías lo que empezamos la noche pasada.
Eso fue justo a donde pensé que nos estábamos dirigiendo, pero ahora que ella lo
dijo, no estoy completamente preparado para la reacción de mi cuerpo. Estoy
electrizado. La llave se ha movido al punto de “encendido”, y comienzo a recorrer
todo el camino lleno de posibilidades de volver a recrear mis fantasías de la noche
pasada. 91
—Ahora sé lo que estás pensando —continúa, y espero por Dios que no sepa lo
que estoy pensando, que es acerca de cómo se ve desnuda corriéndose en mi pene—.
Estás preocupado sobre nosotros continuando siendo amigos. Es por eso que te dije
que quería probarte algo. Podemos seguir siendo amigos. No será raro.
Oh, sí, por supuesto. Sí. No diría que estaba pensando en eso ahora, pero lo he pensado
antes, así que sigamos la corriente.
—Sí, eso estaba en mi mente —digo, mintiendo levemente.
—Pero lo hemos hecho como, qué, tres veces ya, y no ha cambiado nuestra
amistad. ¿Verdad? —dice, sonando tan casual y tan malditamente convencida, que
estoy bastante seguro que ella me toma por carne de res, según las palabras que
pronunció cuando entró por la puerta esta noche.
—Correcto —digo en un tono fuerte y firme, como si estuviera golpeando el
martillo de un juez porque estoy tan malditamente determinado a confirmarlo. Ahora.
Luego muchas veces más esta noche.
—Entonces, ¿qué pensarías de llevar las cosas al siguiente nivel durante la
próxima semana? —dice y luego entonces la comprensión me golpea suavemente.
Creo que es una idea genial, y estoy listo para saltar sobre ella y desnudarla.
Cumplir con todas esas fantasías que tuve anoche, y todas las que ella tiene. Darle un
orgasmo jodidamente épico o veinte para compensar meses sin ninguno, más que la
variedad en solitario. Pero los acuerdos siempre salen mejor cuando ambas partes
saben qué esperar desde el primer momento.
—Sólo necesitamos algunas reglas básicas —digo.
—Sí. Reglas básicas. Como ningún anal, ¿verdad?
—Eh. Eso no estaba realmente en mi lista, pero puedo vivir con esa restricción —
digo riendo.
—Bien —dice, asintiendo, luego arruga la frente—. ¿Por qué? ¿Qué estabas
pensando para las reglas básicas?
—Más bien como cuánto tiempo va a durar.
—Una semana. Hasta que rompamos.
Es evidente que ella le ha estado dando algunos pensamientos a esto.
—Entendido. Tiene sentido.
—Después volvemos a ser amigos. ¿Promesa?
—Absolutamente —digo, ofreciéndole el meñique a pesar de que, seamos
honestos, no hago juramentos con el meñique, siendo un chico y todo. Aun así, parece
el momento adecuado para empezar, por lo que ella tuerce su meñique alrededor del
mío.
—Eso es vital —dice enfáticamente mientras enlazamos nuestros dedos y a
continuación los dejamos ir—. Nos deslizaremos directo de vuelta a la zona de
amistad al final de la semana. 92
—Nada de quedarse a dormir, tampoco —añado—. Porque eso hace que las
cosas sean raras.
—De acuerdo. Y sin rarezas. Esa es otra.
Asiento con vehemencia y rebano el aire con una mano.
—Odio los comportamientos raros. No podemos tener ninguno en absoluto.
—Además, nada de mentiras.
—Definitivamente estoy a bordo con eso.
Ella cuenta con los dedos.
—Bien. Entonces tenemos que nada de anal, no quedarse a dormir, sin rarezas, y
ninguna mentira. Hacemos esto por una semana y volvemos a ser amigos.
—¿Algo más?
Ella me lanza una mirada como si estuviera loco.
—Bueno, duh. Hay una cosa más.
—Golpéame. ¿Qué es?
Ella rueda los ojos.
—Obviamente, no enamorarse —dice con un desprecio absoluto ante el
concepto.
No puedo evitarlo pero me mofo de eso, también.
—Claro. Como si eso pudiera pasar alguna vez.
—Nunca jamás sucedería.
—No hay forma. Absolutamente ninguna manera. —Ambos asentimos una vez
más, completamente de acuerdo sobre este tema. Luego ella alcanza el botón de la
parte inferior de su camiseta sin mangas como si estuviera a punto de desnudarse.
Levanto una mano.
—Whoa.
—¿No estás listo?
—En primer lugar, nací listo. Segundo, estoy casi siempre listo para ir en
cualquier momento por ello —digo, mis ojos yendo a la deriva hacia mi entrepierna de
modo que ella entienda lo que quiero decir—. Y he estado increíblemente preparado
por las últimas cuarenta y ocho horas. —Eso la hace sonreír—. Pero vamos, ya sabes,
pon algo de música y bla, bla, bla.
Ella golpea su frente.
—Cierto. Ambiente. Tenemos que estar de ánimo.
—Ya estamos de ánimo. Pero llámalo de ese modo si así quieres.
Ella se para y levanta un dedo.
—Sólo voy a hacer pis primero —dice, y se escurre por el pasillo. Se encamina en 93
dirección al baño adjunto a mi habitación en lugar de ir al del costado de la cocina. Me
encojo de hombros. Da igual.
Hago clic en mi app de música, busco algunas sensuales y atractivas pistas que
me recuerdan al bar de anoche, saco mi billetera del bolsillo, y tomo un condón de
ella. Lanzo el condón sobre la mesa, y se desliza de mis dedos fácilmente.
Es entonces cuando me doy cuenta que mis palmas están sudando.
Mierda.
Estoy nervioso.
Estoy increíblemente nervioso, y eso no es aceptable. No me pongo nervioso
antes del sexo. Soy una estrella del rock en las sábanas. Tengo toda la confianza, todas
las habilidades, y todo ello centrado en la mujer. Charlotte no va a recibir nada menos
que un juego de máximo puntaje. Infierno, no va a recibir menos que un juego digno
de un A+. Respiro hondo, dejando que llene mi pecho. Enderezo los hombros y me
recuerdo que esto es algo en lo que sobresalgo. Esta es mi maestría. Voy a darle a
Charlotte el placer más alucinante que haya experimentado alguna vez en su vida.
Camino hacia el interruptor de luz, bajando la intensidad ligeramente, y cuando
me doy la vuelta, Charlotte está en la sala de estar, apoyada contra la pared.
Ella lleva una de mis camisas blancas abotonadas y nada más que yo pueda ver.
Me congelo.
No puedo respirar. No puedo parpadear. No puedo hacer nada más que mirar a
su magnífica figura. Su pelo rubio rizándose sobre la parte delantera de mi camisa. Sus
manos inquietas contra los botones, como si no estuviera muy segura de qué hacer con
ellos. Sus fuertes piernas, todas desnudas y hermosas. Los bordes de la camisa
cubriéndola. No sé si todavía tiene sus bragas, pero voy pasar un excelente día de
campo descubriéndolo.
Cada átomo dentro de mí vibra. Necesito tocar cada parte de su hermoso cuerpo.
Besar cada centímetro de su piel. Lamerla, saborearla, follarla.
Complacerla.
—¿Estás tratando de seducirme? —pregunto mientras camino hacia ella.
—Sí —susurra, su voz ligera—. ¿Está funcionando?
Asiento.
—Pero no es así como funciona esto.
Suficiente de su establecimiento de reglas. Suficiente de ella tomando decisiones.
Este es mi terreno. Paso mis ojos sobre ella de pies a cabeza, y observo su reacción.
Ella respira bruscamente y sus ojos brillan con deseo.
—¿Qué quieres decir?
—No me vas a seducir. —Rozo el dorso de mis dedos a lo largo de su mejilla,
tomando las riendas mientras ella tiembla ante mi tacto—. Yo voy a seducirte.
94
16
Traducido por flochi

C
on un gran poder se obtiene una gran responsabilidad.
No es información clasificada que soy bien dotado. Charlotte
ya lo ha entendido, y ni siquiera me ha quitado la ropa todavía. Pero
este es el secreto del éxito cuando posees un pene de tamaño mucho
más grande que el promedio. Simplemente no puedes ondearlo como si se tratara de
un gran bate. Tienes que tratarlo como el director técnico de béisbol trata al lanzador
relevista. Un pene con potencia de fuego es tu arma secreta, y vale su peso en oro si
sabes qué hacer con el resto del equipo. Significa, el pene nunca debería ser la estrella
principal del espectáculo.
El nombre de la mujer debería ser el que esté en los reflectores, y tienes que
hacerla sentir de esa manera de principio a final. Excitarla. Usar todas tus 95
herramientas; manos, dedos, boca, lengua, palabras.
Por suerte, estoy bien versado en todo lo anterior, y tengo la intención de
mostrarle a Charlotte todas mis habilidades.
Primero, palabras…
—Tengo una confesión que hacer —digo.
—¿Sí?
—Sé que estabas intentando probar que todavía podemos ser amigos cuando
estábamos mirando la televisión. Pero no me estaba sintiendo muy amistoso hacia ti.
—¿No? —pregunta, la más leve preocupación en sus ojos.
Niego con la cabeza.
—No me estaba sintiendo ni en lo más mínimo amistoso cuando me preguntaba
a qué sabrían tus labios esta noche —susurro, y la preocupación en su mirada cambia a
una chispa de excitación. Su pecho se eleva y desciende, como si cada aliento estuviera
lleno con la anticipación de lo que vendrá a continuación.
Sostengo su rostro entre mis manos, inclino mi boca contra la de ella, y la beso.
Como una provocación. Una suave, lenta y perdurable provocación que hará
exactamente lo que le prometí que un beso haría. Rozo mis labios sobre los de ella,
saboreándola, reclamando su boca, todo eso antes de deslizar mi lengua entre sus
labios rojos y ansiosos.
Gimo cuando su lengua se lanza para encontrarse con la mía.
Este no es nuestro primer beso, pero es el primero que no va a detenerse en
solamente besar. Es un beso que perseverará hasta el final.
Sus pechos se empujan contra la tela de mi camisa, y pronto, muy pronto, voy a
encontrarlos. Voy a familiarizarme completamente con sus hermosas tetas, y después
me tomaré mi tiempo llegando a conocer cada centímetro de su cuerpo.
Esa es la manera en que la beso. Como una promesa de lo que vendrá.
A ella.
Muchas veces.
Cuando rompo el beso, paso mi pulgar por encima de su labio superior, como
marcando este territorio como mío. Ella deja escapar el jadeo más necesitado.
—Sabes como a caramelo de cereza, tequila y deseo —le digo, a la vez que bajo
mi mano a su cuello, arrastrando mis dedos a lo largo de la suave y tierna piel de su
garganta—. Y ahora que te he saboreado, quiero ver el resto de ti. Quiero saber cómo
te ves desnuda. Lo he imagino sin parar durante días.
—Desnúdame entonces —dice en un ruego.
—Dado que lo pediste tan amablemente —digo, dejando que mi voz baje una
octava mientras deslizo el primer botón de su camisa fuera del ojal, a continuación
otro. Estoy zumbando por todas partes, sabiendo que no solamente veré sus senos,
sino que voy a tocarlos, sentirlos, besarlos. La anticipación tiene su propio latido, su 96
propia presencia en mi apartamento aquí con nosotros. Quiero grabar este momento
en mi memoria permanente. Para nunca olvidar lo que se siente quitarle mi camisa a
Charlotte.
Se pasa la lengua por los labios. Sus ojos arden y se estremece. Es como un bello
pájaro enjaulado, las alas revoloteando, el corazón latiendo apresurado, muriendo por
ser liberado.
Voy a ser quien lo haga. Voy a dejarla escapar y experimentar todo de ella.
Libero otro botón de su prisión y mis dedos rozan la turgencia de sus senos.
Ella da un grito ahogado, yo gimo, y ambos sonreímos al mismo tiempo por la
comprensión que compartimos; porque no se necesita ser capaz de leer mentes para
decir que ella adora que la toque tanto como adoro tocarla. Aunque ya pasé sus senos
a esta altura, no abro la camisa completamente. Estoy esperando hasta que cada
maldito botón esté libre. Quiero que el momento sea la más increíble revelación de su
cuerpo desnudo, porque sé sin haberla visto todavía que es preciosa en todas partes.
Cuando alcanzo el último botón, arrastro mi dedo hacia abajo sobre su suave
piel, y ella murmura.
Deslizo el último botón a través del ojal y doy un paso hacia atrás para mirarla.
Estoy completamente anonadado por la mujer frente a mí. Siempre ha sido hermosa,
pero aquí, esta noche, con la luz de la luna desde mi balcón iluminándola mientras se
para contra la pared blanca de mi sala, es mucho más que hermosa.
Es un ángel que ha venido a pecar conmigo.
Mi camisa está a medio abrirse, revelando una línea larga y seductora desde el
hueco de su garganta, a través de su escote, bajando hasta su ombligo. Usa bragas de
encaje rosa, que cuelgan bajas en sus caderas. Alcanzando el cuello de la camisa,
deslizo la tela por sus hombros, deteniéndome brevemente para depositar un beso en
su clavícula, luego a lo largo de sus brazos, haciendo una pausa para besar su recodo,
después a lo largo de sus muñecas.
Se quita el material con un suspiro de felicidad. Éste cae al suelo, y mi pecho se
calienta hasta los niveles de una supernova mientras me empapo de ella. Dios mío,
desvestirla es como desenvolver un regalo. Deshacer el moño, abrir la tapa, y descubrir
lo que está en el interior es incluso mejor de lo que soñaste que sería la mañana de
Navidad.
Es una belleza celestial.
Sus pechos son redondo y henchidos, y sus pezones son duros pequeños picos.
Su vientre es plano y suave, y sus caderas ruegan que mis manos las sujeten mientras
me hundo en ella. Mi pene se endurece hasta ser de acero puro cuando me imagino
agarrando esas caderas y deslizándome a casa.
Pero sus pechos se encuentran en mi línea de visión ahora, y están recibiendo mi
completa atención. Mis manos se lanzan, ahuecándolos. Ella gime en el instante en
que hago contacto, y deja caer su cabeza hacia atrás contra la pared.
—¿Quieres saber qué más he estado pensando que no es muy amistoso? —digo 97
en un gruñido cerca de su oído a la vez que acaricio la suave piel alrededor de sus
pezones.
—¿Qué más? —pregunta, su voz haciéndose más alta cuando la toco.
—Me he estado preguntando si te gustará tener mi boca en tus senos tanto como
sé que voy a disfrutarlo. —Me retiro para mirarla a los ojos—. ¿Crees que te gustará?
Asiente con rapidez. Esa desesperación envía chispas calientes por mi columna.
Su respuesta es como un sueño, y así es como quiero que se sienta; que esta noche
conmigo sea mejor que todo lo que haya imaginado.
Quiero que su realidad supere todas sus fantasías.
Especialmente porque la Charlotte de estos últimos días no se encuentra a la
vista. La que quería provocarme, la que se subió encima de mí en un taxi, la que me
susurró cosas sucias y obscenas al oído, ha abandonado las instalaciones. Oh, ella no
se encuentra muy lejos, de eso estoy seguro. Pero en su lugar hay una Charlotte más
suave, más vulnerable, y a esa es a la que quiero esta noche.
Para poder guiarla.
Para poder mostrarle.
Para poder tomarla.
Bajando mi boca hacia un magnífico globo, atraigo ese pico de diamante entre
mis labios. Suelta un gritito, y entonces sus manos se dirigen a mi cabello, sus dedos
enredándose firmemente a través de éste mientras succiono su completamente
delicioso seno, después tiro suavemente de su pezón con mis dientes. Amaso su suave
piel, y un destello de imágenes pasa por mi mente, de cómo sería deslizar mi pene
entre sus senos algún día. Son extremadamente follables, y ella está tan increíblemente
sensible solamente por mi lengua.
Podría tener un día de campo follándome a esas bellezas, corriéndome por toda
su piel. No obstante, esta noche no, porque eso sería para mí. Esta noche es toda para
ella.
Muevo mi boca a su otro seno, dándole el mismo tratamiento espléndido,
mientras la acaricio con la lengua. Sus ruidos son la respuesta a la pregunta que le
había hecho sobre si le gustaría esto. Dice que sí en la manera que se queda sin aliento
con cada lamida y beso.
—Entonces te gusta tanto como a mí —digo.
—Sííííí.
Es una nota larga y duradera en una canción. Una canción muy obscena.
Acerco más mi cuerpo al de ella, besando su vientre, pasando mi lengua sobre
sus caderas. Se mueve y gime con la dirección de mi boca, respirando dificultosamente
mientras saboreo cada centímetro de su piel.
Cuando dibujo una deliciosa línea alrededor de su ombligo, estoy fuertemente
consciente de cuánto quiero que esta noche sea magnífica para ella. Quiero que se 98
sienta adorada y follada a la vez. Viajando por su cuerpo, mi lengua explora el borde
de sus bragas rosas y diminutas, pasando la lengua debajo de la cinturilla mientras se
estremece. Me acerco a su coño, y este es el único lugar en el que quiero estar en este
momento. El único jodido lugar en el universo. Engancho mis pulgares debajo de la
delgada cinturilla de encaje rosa, cuando pronuncia mi nombre.
—Spencer.
Alzo la mirada.
—¿Te quitarás la camiseta?
Con un rápido movimiento, mi camiseta ha desaparecido, y sus manos están
sobre mis hombros desnudos, y se siente estupendo ser tocado por ella, aunque sea
simplemente como su ancla. Eso es todo lo que quiero ser; al que se aferre mientras
sacudo su mundo con mi boca. Muevo poco a poco sus bragas hacia abajo por sus
piernas, saboreando cada segundo de la revelación en tanto contemplo su desnudez
por primera vez. Trago saliva secamente al primer vistazo de su montículo, y los rizos
claros de cabello que lo cubren.
Rubia natural.
Presiono mi nariz en el vello e inhalo. Estoy a punto de probarla. Estoy a punto
de deslizar mi lengua entre las piernas de mi mejor amiga, y nunca he estado tan
jodidamente excitado en mi vida.
—¿Me crees ahora?
—¿A qué te refieres? —Su voz suena como si flotara.
—Que estoy atraído hacia ti.
—Sí —dice con un jadeo.
—Es más que una atracción, Charlotte. Estoy jodidamente muriendo por
probarte, y mejor que nunca dudes de cuánto te deseo, conmigo en mis rodillas,
quitándote las bragas para poder enterrar mi rostro entre tus muslos —le digo, y sus
caderas se acercan a mí.
—Ya no lo dudo. Te juro que no —dice, tan malditamente desesperada por ser
tocada.
La beso una sola vez justo encima de su clítoris. Su gemido me dice que está en
un infierno.
Igual que yo.
Deslizo el encaje hasta sus tobillos, y con sus manos en mis hombros, sale de
ellas. Alzo mi rostro, encontrando sus ojos oscuros que brillan con una lujuria que
concuerda con la mía. No hacen falta palabras. Ya no más provocaciones. Ya no más
espera.
Presiono mis manos a los lados de sus muslos, ampliando su postura, y gimo
pesadamente cuando me maravillo de la vista delante de mí; el hermoso, caliente y
húmedo coño de Charlotte.
Y ese precioso clítoris, ya duro y latiendo por mí. 99
Lanzo mi lengua, lamiendo a través de su clítoris hinchado, y suelta el más
glorioso gemido que he escuchado en mi vida. Aprieto sus muslos, sujetándolos a la
vez que beso su dulce coño. Podría aprovechar al máximo de ella en este momento.
Podría darle lengüetazos como un hombre hambriento y enloquecido. Pero por mucho
que desee devorarla, tengo que medir el ritmo, aprender si le gusta rápido y
hambriento, o si necesita un ascenso gradual. Lamiendo con mi lengua a lo largo de su
clítoris, la lamo donde más me desea. A juzgar por la manera en que sus uñas se
curvan en mis hombros, ella no necesita mucho más que la punta de mi lengua.
Sabe a sexo, sueños y lujuria, y está inundando mi boca con cada lamida. Mi
cuerpo no es solamente un infierno; es un volcán. Por mis venas corre lava, y mi pulso
late por todas partes con deseo. Mi pene está estableciendo el récord mundial de
dureza mientras se presiona contra la cremallera de mis vaqueros.
Necesito beber de esta mujer. Necesito estar bañado de ella. Quiero su humedad
cubriendo mi barba incipiente, mi mandíbula y mi rostro. Quiero su calor resbaladizo
en mi maldita nariz.
Usando los dedos, la abro plenamente y lamo de sus pliegues pegajosos. Ella
gime de placer.
—Oh, Dios.
Eso es todo lo que dice en los siguientes minutos mientras consumo su coño
pecaminosamente dulce, aprendiendo cómo le gusta. Ella se mece en mí, sus caderas
rodando con un desenfreno que iguala la velocidad de su errática respiración. Cuando
deslizo mi lengua dentro de ella, clava sus uñas en mis hombros. Cuando regreso mi
boca a su clítoris, se sacude contra mí. Cuando deslizo un dedo dentro de sus
apretadas paredes, ella canta.
Jodidamente canta.
—Oh Dios, oh Dios, oh Dios, oh Dios.
Ella ha dicho poco más en todo este tiempo, y es impresionante. Adoro su
incapacidad de formar palabras. Adoro que no pueda hablar mientras está en el paraíso
de mi lengua, y sólo puede conseguir soltar gemidos.
Golpea la nota más alta que he escuchado, y folla mi rostro en un frenesí. Sus
manos se alzan disparadas desde mis hombros a mi cráneo, y monta mi cabeza
mientras bebo a lengüetazos cada última pizca de dulzura que viene en mi boca.
Sabe mejor de lo que hizo en la ducha.
Mejor que en mis fantasías.
Ella es real, y su orgasmo se derrama por mis labios y toda mi barbilla.
Estoy tan malditamente contento y tan increíblemente excitado.
Me pongo de pie, y la rodeo con un brazo detrás de su cabeza. Está temblando.
Temblando en todas partes.
Entonces le digo lo que no pude decir anoche en el taxi. 100
—Dios, tengo tantas ganas de follarte en este momento.
Ella me responde con las dos mejores palabras que un hombre puede escuchar.
—Te deseo. —Espero. Conté mal. Las tres mejores palabras, porque agrega una
más—. Te deseo demasiado.
17
Traducido por flochi

A
lzo su cuerpo cálido y dócil, y la llevo a la mesa de mi comedor.
Confíen en mí, esta no es una decisión espontánea.
He repasado todas las posibles posiciones y escogido esta.
Misionero, aunque fantástico, no va a alucinar su mente para nuestra noche de
estreno. Tampoco ella puede estar arriba, porque tengo que tener el control. Y de
ninguna manera voy a cogerla por detrás o en cuatro patas la primera vez que me
hunda dentro de ella. Quiero ver su rostro cuando la folle. Quiero observar sus labios
abrirse cuando salga volando del acantilado, y quiero ver sus ojos cuando se deshaga.
Pongo su trasero desnudo suavemente en el borde de la madera, y sus ojos se
agrandan cuando comprende. Por un segundo, quiero preguntarle si ella y Bradley
alguna vez lo hicieron fuera del dormitorio, pero el impulso se desvanece con la misma 101
rapidez con que apareció, porque no me importa. Ella es mía en este momento, y él
nunca más pondrá sus manos en esta hermosa e impresionante mujer otra vez. Él la
cagó, y ahora la tengo.
—Quédate aquí —le digo bruscamente, mientras regreso a la mesa de café para
agarrar el condón.
—No estaba planeando ir a ninguna parte —dice en un tono monótono y sonrío,
amando que su humor seco nunca desaparezca.
Cuando regreso, desabrocho mis vaqueros, bajo la cremallera, los bajo por mis
piernas, y los saco pateándolos. En un segundo, sus manos ocupadas están sobre mí,
quitándome el bóxer a la vez que se muerde la comisura de su labio.
Cuando libera mi pene, éste sale a saludarla. Sus ojos no solamente se agrandan.
Se vuelven lunas llenas.
—Demonios —murmura y lleva una mano a su boca.
Río levemente para luego quitar sus dedos de sus labios.
—Sí, cabrá —digo, respondiendo la pregunta que sé que se encuentra en la punta
de su lengua.
—¿Cómo sabes que iba a preguntar eso?
No le respondo. En cambio, le hago otra pregunta mientras pongo el paquete del
condón junto a ella en la mesa.
—¿Quieres saber por qué lo digo?
—¿Por qué?
Arrastro mis dedos a lo largo de su calor resbaladizo.
—Porque estás tan mojada, me deslizaré dentro con facilidad. —Entonces tomo
su mano—. Ahora, toca mi pene.
Aspira una bocanada excitada y envuelve su mano alrededor de mi falo, y gimo
con placer decadente. Pasa su mano arriba y abajo por mi pene, y su toque me prende
fuego. Todo mi cuerpo quema cuando acaricia mi pene. Cada centímetro de mí está
ardiendo con tanto deseo. Me paro entre sus piernas, y ella se posa en el borde de la
mesa, desnuda y ya ruborizada por su primer orgasmo, y este momento es tan
jodidamente perfecto como puede ser.
Juega conmigo por otro minuto, sus diestros dedos explorando mi falo. Un
retumbar se alza hasta mi pecho desde la fricción suave y deliciosa de sus manos.
Cuando desparrama una gota de líquido sobre la cabeza de mi pene, no puedo
soportarlo más tiempo.
—Necesito estar dentro de ti —digo, y paso mis manos a lo largo de sus muslos,
abriéndolos más para mí. Alcanzando el condón, rasgo suavemente el envoltorio y lo
deslizo.
Con mis caderas, empujo para abrir más sus piernas, y deslizo la cabeza contra
su humedad. Sus ojos ruedan hacia atrás, y se mece contra mí, saliendo a mi
encuentro.
102
Enredo mis dedos en su cabello, ahuecando la parte trasera de su cabeza.
—Mételo —le digo, con una voz ruda que no deja espacio a la discusión.
Envolviendo su mano alrededor de la base, frota la punta de mi pene contra su
coño, entonces lo desliza lentamente en su interior, centímetro a centímetro. La dejo
llevar la delantera. La dejo tomarme como pueda. En cierto momento, inhala
fuertemente.
—¿Duele? —pregunto.
Sacude la cabeza, suelta mi pene, y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
—No. Se siente bien.
Esa es mi señal. Me introduzco el resto del camino, y entonces sonrío para mí
cuando estoy dentro de ella.
Porque… diablos.
Paraíso.
Éxtasis.
Eso es.
Yo. En este momento. Este momento en el tiempo.
Su calor húmedo es intenso. Todo, todo, todo sobre esto se siente demasiado
increíblemente estupendo.
Sus dedos se entrelazan en mi cabello. Sujeto sus caderas y comienzo a
moverme, dándole tiempo para ajustarse. Observo su expresión, la concentración en
sus ojos marrones cuando se acostumbra a mí. Sigo las señales que da, haciendo
embestidas lentas e insistente, hasta que se relaja completamente, dejándome llenarla.
Sus rodillas caen abiertas, su boca se suaviza, y asiente.
Finalmente me mira fijamente y masculla:
—Fóllame.
Dos palabras que encienden cada centímetro de mi piel.
Mientras la follo, ella me folla de regreso. Me hundo más profundamente y ella
me iguala, alzándose para encontrarme. Establecemos un ritmo, y estamos más en
sincronía. Encajamos.
Intento asimilar cada sensación de nuestra primera vez. El rubor que oscurece la
piel de su pecho. El aroma a su loción de vainilla sobre sus hombros. Sus ruidos, como
una mujer desatada.
Sus labios están hinchados y entreabiertos, y ruegan ser besados. Agacho mi
cabeza hacia su boca, capturando sus labios mientras me empujo dentro de ella. Nos
besamos; rudo, con fuerza, descuidados, mezclados con suspiros que me dicen que ella
se encuentra en otro mundo, pero que ese mundo está aquí mismo conmigo.
Deslizo mis mano debajo de sus muslos, y alza sus piernas más arriba. 103
—Envuélvelas alrededor de mí —le digo.
Engancha los tobillos alrededor de mi espalda.
—¿Así?
—Exactamente así —repito, entonces cierro mis ojos cuando la presión casi es
demasiado. Mis cuádriceps se tensan, y solo puedo imaginar lo increíble que será
correrme dentro de ella. Pero me contengo mientras ella se mece en mí.
Me conduzco con más fuerza y más profundo, golpeando un punto dentro de ella
que acciona un interruptor. Ella jadea, estremeciéndose. Me aprieta con más fuerza
con sus tobillos cruzados, y eso es todo. Así es como la llevaré al borde, toda apretada
y ceñida a mi alrededor. Debajo de mí. Se retuerce y da sacudidas, y comienza a
perder el control.
—Oh Dios, oh Dios —gime, y sus ruidos se vuelven feroces, haciendo eco en mis
oídos.
Su cuerpo es como agua, como fuego. Ella es todos los elementos, toda mujer,
toda vulnerabilidad, suave y fuerte femineidad.
Ella grita; un largo, bajo, precioso e interminable grito. Alza su cabeza hacia mí,
aferrando sus manos alrededor de mi cuello, cazando, buscando. En un frenesí, sus
labios están en mi oreja, y susurra, como si yo necesitara la corroboración:
—Me estoy viniendo, me estoy viniendo, me estoy viniendo.
Como un canto.
Y, joder, estaba equivocado cuando pensé que este momento no podía ser más
excitante. Lo había sido. Lo es. Escucharla decir eso en mi oído, escucharla decirme
que está allí aunque ya lo sé, es lo más ardiente que me ha pasado. Porque ella
simplemente tenía que expresarlo.
Me uno a ella, follándola con fuerza para mi propia liberación, dentro de ella
hasta el final.
Un minuto después, luego de que nuestras respiraciones se normalizan, me
preparo para el momento de incomodidad. Pero éste no llega. Ni cuando me retiro,
agarro el condón, y lo lanzo al bote de basura. No cuando regreso a ella y beso sus
párpados. No cuando se dirige al baño para limpiarse. Y no cuando le pregunto si
quiere ver otro episodio cuando regresa a la sala.
Todavía desnuda.
Miramos a Castle y Beckett tratar de resolver otro asesinato.
Regresamos a quienes éramos, masticando gomitas de oso, sirviendo más
margaritas y haciendo suposiciones sobre giros de trama, hasta que la acerco y
Charlotte Viagra hace efecto de nuevo. Pronto, estamos en el segundo round, esta vez
en mi sofá, y no pasa mucho hasta que escucho mi nueva canción favorita en tanto
hace esa cosa nuevamente donde mueve los labios hasta mi oído para decirme que se
está viniendo.
Después, nos quedamos muertos de sueño, y despierto para ver a Fido tocando el
104
piano con mi cabeza para dejarme saber que tiene hambre, a Charlotte profundamente
dormida acurrucada en mis brazos y el sol de la mañana brillando a través de la
terraza.
Ya hemos roto nuestra primera regla.
18
Traducido por flochi

R ecibo la bati-señal a la tarde después de dos gloriosos días de follar casi


sin parar, con ocasionales descansos para ir al trabajo y el mínimo de
sueño.
La alerta llega a través de un mensaje de texto cuando estoy corriendo a lo largo
de West Side Highway.
En el gimnasio de mi edificio. Idiota está aquí. Está mirando con fijeza mi anillo.
Hociqueo la oportunidad, como un perro. Bradley es la razón de que ella
aceptara ser mi falsa prometida en primer lugar, para protegerse de sus ataques de
regalos desagradables, y pagar con una venganza inteligente. Gracias a Dios que él la
perdió. No obstante, sigue siendo una escoria, y ahora quiero restregarle su pérdida en
la cara. 105
Me lanzo a la derecha y corro a través de la ciudad, esquivando peatones, tipos
en trajes, mujeres en vestidos, trabajadores de la construcción, y a todo el mundo en
Nueva York esta tarde de martes mientras me dirijo a Murray Hill. Una vez que llego
a su edificio, estoy jadeando, el sudor bajando por mi pecho, le digo al portero que
estoy aquí para ver a Charlotte. Dado que estoy en su lista de visitantes aprobados a
cualquier hora, me hace entrar. Me dirijo al ascensor y bajo hasta el gimnasio.
La encuentro en cuestión de segundos. Ella está trotando en la cinta de correr a
un ritmo ligero, y Bradley la observa desde la bicicleta mientras pedalea.
Nos miramos fijamente con él, le inclino la punta de mi sombrero, y me acerco
hacia Charlotte. Después de presionar el botón de apagado de su máquina, la beso
quitándole el aliento. Ella no está esperándome, pero no lo cuestiona. Sigue la
corriente, derritiéndose en mi beso, y pronto el beso pasa de uno apto para todo el
público a uno apto para mayores de trece años. Roza el territorio de sólo para adultos
cuando ella salta de la cinta, me rodea con sus brazos, y me dice que la lleve arriba
para un rapidito antes de que tengamos que ir a The Lucky Spot.
Ese soy yo. Capitán Prometido a su servicio.
Cuando nos vamos, le doy un vistazo a Bradley. Está resoplando y jadeando, y
parece enojado como el demonio.
Me encojo de hombros.
¿Qué puedo hacer? La mujer me desea.
* * *
La siguiente bati-señal viene de mi madre más tarde esa noche mientras estoy
trabajando en la pequeña oficina al fondo de nuestro bar, rodeado por cajas de
servilletas de coctel y gabinetes donde guardamos nuestro licor de primera.
Al principio parece como una invitación a través de mensaje de texto. ¡Hola
cariño! Tenemos entradas para un revival del Violinista mañana por la noche. Dos extra.
¿Pueden Charlotte y tú asistir? Podemos ir todos a Sardi’s de antemano.
Decir que no soy muy aficionado a los musicales sería un craso eufemismo. De
hecho, me sorprende incluso que mi madre lo preguntara, porque soy conocido en el
círculo familiar por mis variadas excusas de disculpas al declinar todas las invitaciones
a cualquier cosa que involucre números de canción y baile, oscilando desde Estoy
viendo a la pintura secarse, Estoy ocupado reordenando mis corbatas, a Voy a tener cirugía
dental por elección en vez de eso.
Pero ninguna de esas excusas logra llegar de mi cerebro a mis dedos hacia el
teléfono, porque mi primer pensamiento es que Charlotte adora Broadway. Salgo de la
oficina para encontrarla encargándose de los grifos en un extremo del mostrador.
—Pregunta extraña —le digo cuando me uno a ella—. ¿Quieres ver mañana al
Violinista en el Tejado? ¿Conmigo?
Ella estudia mi rostro, luego pone su mano en mi frente.
—No tienes fiebre.
106
—Hablo en serio.
—Tal vez todavía no haya subido.
—Lo digo en serio.
—¿Debería llevarte ahora a Emergencias para que te revisen o esperar a que
empiecen los escalofríos?
Le doy un golpecito a mi reloj.
—La invitación expira en cinco segundos. Cinco, cuatro, tres…
Ella aplaude.
—¡Sí! Sí, quiero ir. Adoro los revival. Sería increíble. Ni siquiera voy a
preguntarte dónde está tu dotación de excusas. Simplemente voy a disfrutar por mí.
—Bien —digo, y me estoy acercando para dejar caer un beso rápido en su mejilla
cuando me detengo a último momento.
El pánico parpadea en sus ojos, y hace una pequeña sacudida con su cabeza.
Jenny está aquí, y también los camareros y camareras en el piso, llevando órdenes de
bebidas.
Mierda.
¿Cómo demonios casi sucede eso? No soy reacio a las muestras de afecto, pero
no aquí en el trabajo con los clientes, gerente y el personal circulando.
—Lo siento —mascullo.
Desde su lugar mezclando un vodka tonic, la morena Jenny alza una ceja bien
arreglada, pero no dice nada al respecto. Charlotte no usa su anillo aquí, pero la
reacción de Jenny hace preguntarme si nuestros empleados pueden sentir el cambio.
Como animales olfateando una tormenta, ¿saben que sus jefes están teniendo sexo?
¿Pueden decir, también, que es algo temporal? Las preguntas sobrepasan mi cerebro;
¿estoy parado demasiado cerca de Charlotte, estoy mirando demasiado fijamente, es
completamente obvio por la manera en que miro a mi socia de negocios que me la
estoy imaginando desnuda y follando en mi cabeza en este preciso momento?
Sacudo la cabeza, espantando esos pensamientos obscenos. Intento restarle
importancia a mi anterior metedura de pata.
—Casi rompemos otra regla —digo, solamente para Charlotte.
—¿Cuál?
—La de rarezas.
Ella se carcajea y me palmea el hombro.
—Está bien, Holiday. Eso ni siquiera rozaba lo raro. —Baja la voz y me habla
solamente a mí—. Fue de hecho adorable, para ser franca.
Ah demonios, ahora me estoy ruborizando. Porque…
Espera.
¿Qué demonios?
107
De verdad debo tener fiebre. Me ofrecí voluntario para el dolor y sufrimiento de
un musical, y he sido tildado de adorable. No estoy bien con esto. No es aceptable.
Charlotte va a ser follada por detrás esta noche para que sepa que no hay nada
adorable sobre mí.
Soy varonil y duro.
—Estupendo —digo, tamborileando fríamente mis nudillos contra la barra, como
si mi nueva actitud casual revivirá mi reputación—. Entonces iremos mañana. Sólo
porque quieres.
Mi teléfono zumba una vez más. Lo agarro y mis hombros se desploman
mientras leo, Los Offerman estarán allí también:)
Me vuelvo hacia Charlotte.
—Fue una emboscada —digo, luego le comparto los detalles.
Su sonrisa nunca vacila.
—Está bien. No me molesta ir con ellos. —Se inclina más cerca y susurra—. De
hecho, ha sido más fácil interpretar a tu novia en los últimos días.
—¿A qué se debe eso?
Su voz baja todavía más.
—Debido a la manera en que me follas toda la noche.
Un rayo de lujuria me golpe, y estoy preparado para arrastrarla a la oficina,
cerrar de un portazo y follarla aquí en el trabajo.
Pero Jenny la llama, y regreso a la computadora con mi nueva erección.
Mientras respondo correos electrónicos de los proveedores, se me ocurre que el
comentario de Charlotte sobre ser adorable debió hacerme sentir extraño. Pero no me
molesta, y me pregunto la razón.
Tal vez porque Charlotte pareció tan feliz por ver el espectáculo. Diablos, llevarla
a Broadway es lo menos que puedo hacer por ella, dado el fantástico rendimiento de
esta semana para ayudar a cerrar el trato en la venta de mi padre.
Misterio resuelto. Me gusta hacer feliz a Charlotte porque es mi amiga, y los
amigos se ayudan entre sí.
Listo. Titubeé pero evité romper otra regla.

108
19
Traducido por flochi

E l reportero se une a nosotros en Sardi’s. Su nombre es Abe, su rostro


tiene un parecido a un caballo, y sus ropas podrían pertenecer a un
hermano mayor, dado que parecen dos tallas más grandes. Tampoco
estoy muy seguro si tiene licencia de conducir, o si ha comenzado siquiera a afeitarse.
Saca fotos de las dos familias brindando y mordisqueando los aperitivos, y estoy
realmente sorprendido por el reportaje adulador que este artículo va a ser. Debe ser esa
la razón por la que la revista asignó un reportero novato. Por otra parte, Metropolis Life
and Times es conocida por dar las mejores mamadas en el negocio del periodismo.
Abrirse y disfrutar.
Las fotos son técnicamente cándidas, pero todos somos conscientes del
teleobjetivo cuando ordenamos, conversamos, y alzamos nuestros vasos mientras 109
caricaturas en blanco y negro del teatro y estrellas de cine presiden desde las paredes de
esta institución de Broadway. Solamente las parejas están presentes esta vez; el Sr.
Offerman y su esposa, papá y mamá, y Charlotte y yo. Normalmente, bromearía que
Harper haya sido exiliada esta noche, pero ella probablemente estaría muy
emocionada para permanecer en la calma que este evento requiere y se saltaría la falsa
conversación de “no tenemos idea que un reportero esté aquí”.
Pero entiendo por qué el Sr. Offerman armó esta historia. Notas como esta
ayudan en la transición de un negocio, y mostrar el traspaso amistoso de una joyería
importante tan bien conocida como Katherine’s tranquilizará a los clientes. Nos
aseguramos de vernos arreglados y resplandecientes para la revista. Estoy usando una
camisa abotonada verde claro y una corbata amarillo pálido con caricaturas de pandas
en él, mientras que Charlotte se ve impresionante en un vestido negro de mangas
cortas con una cinta rosa ceñida a través de diminutas trabillas de cinturón.
—No trajo a sus hijas esta noche —le comento al señor Offerman cuando acabo
una aceituna—. ¿Están ocupadas con las cosas de la escuela de fin de año, supongo?
¿O no les gusta mucho el teatro?
Ondea una mano despectivamente.
—Solamente tenía seis entradas, y pareció más importante traer a los hombres.
Casi me ahogo con el carozo de la aceituna.
—¿Disculpe?
—Mis chicas no se involucran en los asuntos de los negocios —dice, tragando un
poco de su whisky antes de indicarle al camarero que le traiga otro.
—No obstante, no estoy involucrado en los negocios de mi padre, y me invitó —
digo, señalando la falla de su lógica.
—Cierto, pero estoy seguro de que tu opinión es más vital que la de, digamos,
tu…
Su observación es interrumpida cuando el reportero me palmea en el hombro.
—¿Foto de ti y Charlotte junto a la barra? A nuestra página de sociedad le
encantaría una de la feliz pareja.
Mis entrañas se retuercen cuando me pongo de pie, sabiendo que esta foto es una
farsa. O saldrá online mañana y luego será algo pasado de moda cuando rompamos en
unos días más como planeamos. O nunca saldrá porque… bueno, porque no seremos
la “feliz pareja” mucho tiempo más.
A medida que nos alejamos de la mesa, Charlotte me da una mirada que dice que
está pensando lo mismo. Eso está rozando el límite. Nuestra farsa pareció bien al
principio —una manera lo suficientemente plausible de asegurar que mis enredos
románticos no arruinaban el trato de negocio de papá— a pesar de que le estaba
mintiendo a mi familia. Ahora, roza con la manipulación descarada cuando le miento
a, bueno, todo el mundo, dejando un hoyo en mi estómago.
Pero el fin justifica los medios, me recuerdo mientras nos dirigimos a la barra.
Cuando hablé con mi padre esta mañana, dijo que esperaba firmar el acuerdo el fin de
semana, una vez que el último documento bancario estuviera completo. Odio la idea
110
de que el señor Offerman se haya ido de no haber yo encajado con el molde que
quería. Sin embargo, estoy comenzando a verme más como un estafador, y no me
importa este lado de mí.
La parte buena es que solamente tendré que mentir por otros pocos días más.
Lo malo es que sólo me da unos días más de fingir.
—Sonrían a la cámara —dice Abe cuando llegamos a la barra, las caricaturas de
Tom Hanks y Ed Asner en el fondo.
Envuelvo mi brazo alrededor de Charlotte y esbozo una sonrisa, luego robo una
rápida aspiración a su cuello. Huele a melocotones. Deposito un beso rápido en su
mejilla y se queda sin aliento. Ella se acerca más, y síp, lo que era falso es real
nuevamente, y esa sensación molesta se desvanece. Hay calor entre nosotros. Incluso
chisporrotea. La cámara tiene que estar recogiendo las chispas.
Cuando la suelto, le lanzo una sonrisa avergonzada al reportero.
—Lo siento. No puedo evitarlo. Ella es demasiado encantadora.
—Es obvio que te gusta —dice, entonces baja la cámara y recupera la libreta de
su bolsillo—. Pero no puedo evitar preguntarme, ¿cuándo se volvió algo exclusivo?
—¿Disculpa? —pregunto, arrugando el ceño.
—Es nuevo, ¿cierto? ¿La exclusividad en su relación?
—Por supuesto que somos exclusivos. Estamos comprometidos —dice Charlotte
posesivamente, envolviendo una mano alrededor de mi brazos como esquivando la
pregunta.
—Puedo verlo —dice el reportero, señalando a la roca de Charlotte—. No
obstante, estaba preguntando cuándo se volvió exclusivo.
Un toque de rojo hace arder las mejillas de Charlotte, e intervengo.
—El compromiso es relativamente nuevo, si eso es lo que está preguntando.
—Bueno, debe ser nuevo —dice Abe, como un perro agarrando un hueso,
negándose a soltarlo—. Estuviste en la revista South Beach Life el mes pasado con una
chef de Miami, y hace unas semanas creo que fuiste visto con una entrenadora de
celebridades.
A la mierda yo y mis costumbres de playboy. Me pongo rígido, mis músculos
tensándose, y aquí llega; la situación que mi padre quiso desesperadamente evitar.
—Fue sólo cháchara —digo, mientras mantengo mi sonrisa—. Sabes cómo es.
—¿Te estás refiriendo a Cassidy? ¿Fue casual con Cassidy Winters? —pregunta,
introduciendo el adjetivo de su elección, casual, como si pudiera hacerme estar de
acuerdo con usarla.
—No, no estaba diciendo que fue casual. Estaba diciendo que fue cháchara.
Refiriéndome a que no pasó nada —digo secamente, corrigiendo al atrevido bastardo. 111
Asiente y se acaricia la barbilla.
—Lo entiendo. Pero ese no es el caso con la chef. Porque en Miami el mes
pasado, fuiste etiquetado en una foto de Facebook que te tiene a ti dándole un beso en
la mejilla.
Busca su teléfono, desliza su gordo dedo por la pantalla, y me muestra la foto. Ya
la tenía lista y a la espera. Lo había traído de antemano, preparándose para golpear.
Me encojo de hombros, mi mente rápidamente presentando los escenarios. Luego voy
por todo. Frunzo los labios y le doy a Abe un beso rápido en el aire en la mejilla.
Lucho contra cada instinto para no temblar cuando mis labios llegan a centímetros de
su rostro de bebé, pero tengo que acabar con esto.
—¿Ves? Simplemente soy un tipo cariñoso.
Se limpia con la palma la mejilla.
—Entonces, ¿no hubo nada con la chef?
Asiento y señalo a su rostro.
—Igual que eso no fue nada —digo, deseando poder desdeñarlo como merece.
Pero si me alejo, o digo “sin comentarios”, simplemente lo alentará. Responder
fríamente me da mayor oportunidad de suavizar esta bomba.
Abe clava su atención en Charlotte.
—¿Te molesta que hasta hace unas semanas, Spencer Holiday estaba en los
periódicos como un conocido playboy de la ciudad de Nueva York?
Ella sacude la cabeza y sonríe con dulzura.
—No. Sé con quién viene a casa a la noche.
—No todas las noches —murmura el reportero.
El enojo me atraviesa como un azote. Ese es el final de Sr. Sujeto Agradable.
—¿Disculpa? ¿Qué dijiste, Abe? —pregunto enfáticamente, porque una cosa es
ser avasallador. Es completamente diferente ser un idiota.
Alza la barbilla.
—Dije, ¿entonces cada noche estarán manejando The Lucky Spot como marido
y mujer?
Mentiroso.
Pero el mentiroso tiene un buen punto, y su comentario me recuerda que
Charlotte y yo vamos a necesitar un plan de juego para manejar este falso compromiso
en el trabajo durante los siguientes días. O tal vez no, dado que habrá acabado muy
pronto.
Una vez más, ese pensamiento me revuelve el estómago.
Antes de responder la pregunta de Abe sobre cómo arruinaremos nuestro
negocio, la señora Offerman se nos une, entrometiéndose en la improvisada entrevista.
—¿Todo está bien? 112
Nunca pensé que diría esto, pero, cielos, me alegro de verla.
—Sólo poniéndome al tanto de lo rápido que Charlotte y Spencer se volvieron
exclusivos —le dice el reportero a la señora Offerman—. Muy rápido.
Ella arquea una ceja, y su curiosidad parece sumirse.
—¿Es así? Sé que fue rápido, pero no estaba consciente de que fuera tan reciente.
Resulta que no estoy realmente contento de verla. Para nada. En especial, dado
que dice esas palabras como si fueran veneno.
Charlotte carraspea, empuja un mechón de cabello detrás de su oreja y encuentra
la mirada de la señora Offerman, luego la de Abe.
—Es reciente, como lo hemos dicho muchas veces. Todo sucedió de pronto. Pero
eso es lo que sucede a veces cuando te enamoras, ¿no es verdad? —dice Charlotte a la
vez que pasa la punta de sus dedos a lo largo de la manga de mi camisa. Hay una capa
de algodón entre nosotros, pero juro que su tacto prende fuego a mi piel, dejando un
rastro de chispas a su estela. Inclina el rostro y se encuentra con mi mirada. Me quedo
sin aliento cuando fija sus ojos en los míos, y brevemente el resto del restaurante deja
de existir.
Asiento, tragando saliva secamente a la vez que lo hago. No estoy seguro de a
quién estaba destinada mi respuesta; ella, ellos, o nosotros.
Pero mi sí se siente honesto al menos, y eso es todo lo que me importa.
Charlotte se pone de puntillas y roza un suave beso en mis labios. Cuando se
aparta, entrelaza su brazo a través del mío y se queda mirando fijo al reportero.
—No es un problema que haya sido visto hace unas semanas con alguien más.
Eso no cambia nada. No cambia cómo me siento por él.
Abe no tiene más preguntas. Al menos por esta noche, ella ha logrado despistarlo
de nuestra farsa.
Recuerdo nuestra traviesa venganza en el gimnasio de su edificio la otra noche
hacia Bradley. Claro, Charlotte disfrutó del espectáculo que montamos para su ex,
pero ese beso en la cinta de correr para ponerlo celoso no fue nada comparado a lo que
acaba de resolver por mí. Ella sigue salvándome, una y otra vez.
Mi corazón se tropieza en una carrera por acercarse a ella.
Algo está sucediendo. Algo extraño y completamente desconocido. Mi corazón
está hablando un idioma que no entiendo mientras intenta arrojarse hacia Charlotte.
Estupendo. Ahora, son dos los órganos con los que tengo que luchar todos los
días.
* * *
Cuando es la hora del espectáculo, mi padre reclama toda mi atención en el breve
camino por Forty-fourth Street hacia la entrada del Teatro Shubert.
—¿Todo está bien?
113
—Complemente bien —contesto, porque lo último que quiero es que se
preocupe. Un taxi pasa chirriando, escupiendo gases por el caño de escape, para luego
frenar de golpe en la luz roja del semáforo—. El reportero fue molesto, pero nada que
no haya escuchado antes.
Papá sacude la cabeza.
—Me refería con Charlotte. ¿Todo está bien con ella?
—Ella está bien —respondo con una sonrisa, contento de que a papá le importe
más la mujer que la historia.
Señala a Charlotte, caminando varios metros por delante de nosotros con los
demás.
—Ustedes dos son perfectos el uno para el otro. No sé por qué no lo vi antes,
pero ahora que los veo juntos, es como si hubiese estado frente a mí todo este tiempo.
Como un halcón bajando en picada desde el cielo, la culpa regresa. Esta vez
clava sus garras en mi pecho, acomodándose para una larga estadía. Empujo mi mano
a través de mi cabello oscuro. Mi padre va a estar tan decepcionado cuando Charlotte
y yo rompamos.
—Eres un romántico empedernido —digo.
Se ríe mientras reducimos el paso a medida que nos acercamos a la multitud
deambulando afuera de la marquesina iluminada.
—Esa es la razón para que dirija una joyería.
—No obstante, no por mucho tiempo más —señalo juguetonamente—. Serás un
hombre libre pronto.
—Lo sé. —Suspira, una nota melancólica en el sonido—. Lo echaré de menos.
—Sin embargo, serás feliz al estar jubilado.
Asiente varias veces, como levantándose el ánimo a sí mismo.
—Seré feliz de pasar más tiempo con tu madre. Ella es el centro de mi mundo.
Como Charlotte lo es para ti —dice, palmeándome en la espalda.
Sí, la rareza. Está sucediendo ahora con seguridad.

114
20
Traducido por flochi

E
l acomodador nos lleva a nuestros asientos.
Charlotte se cruza de brazos, y suelta un suspiro.
—¿Estás bien?
Asiente. Sus labios forman una línea recta.
—¿Segura? Porque si fuera un apostador diría que estás enfadada.
—Estoy bien.
Arqueo una ceja con escepticismo.
—¿Estás segura de que nada sucede?
—Nada sucede. —Descruza los brazos, sujeta la manga de mi camisa y cambia 115
de tema—. ¿Cuándo vamos a hacer un muñeco vudú para ese reportero?
Finjo mirar pensativamente a la distancia.
—Veamos. Puse eso en el calendario para mañana a las tres. ¿Eso funciona
todavía?
Ella asiente vigorosamente.
—Trae los alfileres; conseguiré la ropa.
—Excelente. Buscaré un vídeo de instrucciones en YouTube para poder hacerlo
bien.
Sonríe, luego me susurra cuando la obertura comienza:
—Odié todas esas preguntas.
—Estaba intentando hacerse el agresivo, y es tan sin sentido. Hiciste un gran
trabajo, no obstante.
—Fueron embarazosas —dice, entonces me llama más cerca cuando las notas del
violín son llevadas a través de la audiencia—. ¿Crees que nos descubrió?
—Se sintió de esa manera, pero creo que simplemente estaba lanzando preguntas
para ver cuál acertaba.
—No obstante, ¿te gustó mi respuesta final?
¿Gustarme? Adoré que contara sobre las cosas sucediendo rápidamente. Más de
lo que debería.
—Fue fantástico.
—Lo hice bien con esa, ¿verdad? —dice, soplando sus dedos como si fuera
demasiado caliente como para manejarla.
Mi corazón da un vuelco, luego se va a pique contra el suelo. Esa sensación de
desasosiego llega con el reconocimiento de que deseaba que algo de lo que dijo fuera
cierto. Quería que algo fuera real.
—Fue completamente creíble —digo, consiguiendo esbozar una sonrisa que es
falsa, y su respuesta es un recordatorio de que aunque por alguna razón desconocida
no quiera que esto acabe, Charlotte habrá acabado y estará fuera en cuatro días más.
Ella habrá acabado, pero yo querré continuar con esto.
El primer número comienza, y creo —no, estoy seguro— que esta es mi vez
menos favorita en un musical, de toda la vida. Observarlo duele.
* * *
Charlotte está callada cuando paseamos a través de Times Square, habiéndonos
despedido de mis padres y los Offerman. Caminamos a través de las locas multitudes
en la famosa lata de sardinas con neones deslumbrantes de Manhattan, algo como una
especie de pista de baile mezclado con un zoológico de personas en una ciudad de
millones. Un hombre pintado como un robot plateado hace movimientos
espasmódicos junto a un sombrero recogiendo unas cuantas monedas. Un tipo 116
vendiendo llaveros de la Estatua de la Libertad choca con Charlotte y la golpea con su
codo.
—Aw —murmura.
—¿Estás bien? —pregunto, y alargo mi mano para frotarla. Instinto, supongo…
el cuidar de ella. Pero retiro la mano. Ella no lo desea, o necesita. Puede cuidar de sí
misma.
—Sí, estaré bien —dice, restándole importancia—. Y oye, sobrevivimos otra
actuación.
—¿Del Violinista?
Niega con la cabeza.
—No. —Adopta el tono de un locutor de radio—. Y a las ocho p.m., tenemos
otra interpretación de Pareja Felizmente Comprometida.
Hago una mueca.
—Cierto. Esa.
Aquí es cuando debería hacer una broma. Cuando debería tranquilizarla.
Cuando debería darle las gracias nuevamente.
No digo nada al respecto. No tengo nada que decir. Un hombre calvo con dos
dientes de oro vocifera ofreciendo un acto de comedia medio desnudo.
—Medio desnudo, medio vestido.
Alguien le grita en respuesta:
—¿Todo desnudo, todo vestido?
Pasamos un teatro, luego una tienda de camisetas, y esquivamos a una pareja
con pantaloncillos caquis, zapatillas blancas, y camisetas FDNY. No tengo idea de
adónde vamos. Honestamente, ni siquiera estoy seguro por qué estamos caminando
por Broadway en primer lugar. Creo que acabamos de doblar en U. ¿Qué sucede
conmigo? Ni siquiera puedo ubicarme en mi propia ciudad.
Llegamos a la esquina de Forty-third y nos detenemos sobre el hormigón. Un
autobús se arrastra por la Octava Avenida. Los turistas nos rodean cuando nos
detenemos incómodamente, uno frente al otro. Toda mi vida he sabido qué hacer,
cómo moverme, cómo afrontar la vida en cada curva y vuelta. Esta noche, estoy
confundido, y apenas entiendo cómo poner un pie frente al otro.
Me rasco la cabeza.
—Eh, ¿adónde nos dirigimos, Spencer?
Me encojo de hombros.
—No había pensado en ello.
—¿Qué quieres hacer? —pregunta, juntando las manos como si estuviera
buscando algo que hacer con ellas.
—A donde quieras —digo, metiendo mis pulgares en los bolsillos de mis
vaqueros. 117
—¿Quieres ir a alguna parte?
—Si tú quieres.
Suspira.
—¿Debo conseguirme un taxi para ir a casa?
—¿Quieres conseguirte un taxi? —pregunto, y me gustaría darme patadas. No
puedo soportarme en este momento, este tipo indeciso e inseguro aterrado que está
intentando apoderarse de mi cuerpo. No lo conozco. No me importa él. Y no le di
derechos para usurpar mi cuerpo. Voy a tener que echarlo a la fuerza del camino. Alzo
la mano—. Tacha eso —digo con renovada confianza. Este falso amorío podría estar
terminando en unos pocos días, pero no voy a abatirme mientras tengo el mejor sexo
de mi vida. Voy a estar a la altura de la ocasión.
—¿Tachar eso? ¿Conseguir un taxi?
Sacudo mi cabeza y pongo mis manos en sus hombros.
—Esto es lo que quiero hacer en este momento. Quiero llevarte de regreso a mi
apartamento. Desnudarte. Pasar mi lengua por cada centímetro de tu piel, y luego
hacer eso que te dije que haría cuando estuvimos en Katharine’s.
Sus ojos largan chispas, luego brillan con deseo. Asiente entusiasta.
—Sí.
Listo. Hermosa. Agarro mi teléfono de mi bolsillo trasero para pedir un Uber, ya
que conseguir un taxi aquí es imposible. Mientras tecleo los detalles en la app, pone su
mano en mi brazo.
—Pero, eh, hay algo que quería decirte primero.
Oh mierda. Mi corazón late con fuerza. Va a terminar esto. Ha tenido suficiente.
Ya se ha saciado. Va a montarme a horcajadas esta noche para una última cabalgada,
y luego va a ponerme a pastar.
—¿Qué pasa? —pregunto, y mi corazón se siente como si estuviera en mi
garganta.
—¿Recuerdas cuando dijimos nada de mentiras?
—Sí. —Trago saliva, preparándome. La tensión ha hecho nudos en mi pecho, y
no me gusta este sentimiento. No quiero nunca más sentirme de esta manera. Se siente
como necesidad y dependencia. Como algo que apenas conozco—. ¿Acaso vas a? —
espeto.
—¿Voy a qué?
—¿Terminar esto? —pregunto, porque no puedo soportarlo más.
Ella se ríe.
—No es gracioso —insisto.
118
—Es gracioso.
—¿Por qué?
Niega con la cabeza.
—Idiota. —Sujeta mi camisa y me acerca a ella. Mi corazón se lanza contra mis
costillas—. Esto es lo que quería decirte. ¿Cuando me preguntaste qué sucedía antes de
que el espectáculo comenzara, y no dije nada? Fue una mentira. Estaba celosa.
Terriblemente celosa.
Recuerdo a Charlotte cruzándose de brazos, haciendo bromas sobre el reportero,
estar orgulloso de que lograra con éxito la actuación.
—¿Estabas celosa?
—Estaba intentando desesperadamente no estarlo. Por eso lo dejé pasar e hice la
broma sobre el muñeco vudú.
—¿Por qué estabas celosa?
Pone sus ojos en blanco.
—Todas esas mujeres que el reportero estaba mencionando. Escuchar de ellas me
dio celos.
—¿Por qué?
—¿No lo entiendes?
—No. Pero ya hemos establecido que tienes que usar el abecedario conmigo. Así
que adelante. Escúpelo —digo, golpeteando mi sien y vocalizando densa.
Se ruboriza, entonces habla suavemente. Su voz apenas es audible por encima de
los ruidos de la calle, los sonidos de la multitud, el rugido del tráfico. Pero cada
palabra es música.
—Porque estuvieron contigo.
Mis labios se curvan.
—Así como me sentí yo sobre Bradley cuando estuviste con él —admito, y se
siente liberador decirlo. Más que eso, darle voz a algo que había sentido pero que
apenas comprendía en ese momento.
—¿Te sentiste de esa manera cuando estaba con él?
—A veces —digo, recordando aquellos días cuando ella estuvo con el supremo
idiota. Hubo noches cuando dejó temprano The Lucky Spot para irse a casa con él, y
mi mente vagaba hasta ella. Claro, tenía mujeres para mantenerme ocupado, pero de
vez en cuando el monstruo de los celos me daba una visita. Sería un tonto, sin
embargo, al decirle eso. Tengo que proteger algunos de mis secretos. Alzo mis
manos—. Quién lo hubiera dicho.
—¿Spencer? —susurra.
—¿Sí? 119
—Creo que hemos roto otra regla esta noche.
Arqueo una ceja.
—¿Cuál? ¿Mentir?
—Sí, pero también…
Hablamos al mismo tiempo.
—Rareza.
Entonces nos reímos. Juntos.
—Desde la manera en que me pediste ir al espectáculo, hasta estando celosa, al
reportero siendo un idiota. Todo fue raro —dice. Me da una mirada conocedora—.
Solamente hay una cura para la rareza
—¿Anal?
Me da una palmada en el hombro.
—No vamos a romper esa regla. Jamás —dice, sus ojos vagando a mi
entrepierna—. Estaba pensando más en estilo perrito.
—Eso era lo que iba a decir. —La beso hasta que el auto llega.
Luego el resto del camino hasta el centro.
Todo el camino hasta llegar al ascensor.
Cuando abro la puerta.
Y después cuando la desnudo y la deposito sobre su estómago en mi cama.

120
21
Traducido por flochi

C omenzando por su cuello, voy bajando por su cuerpo depositando besos.


Viajo a lo largo de su columna, lamiendo un sendero a lo largo de su
sexy y bella espalda. Ella suspira y se menea en la cama. Vuelve su
cabeza para observarme, y me acerco a su trasero. Deposito un beso en una mejilla.
—Ninguna regla va a ser rota. Y sólo para que sepas, me parece bien tener cada
parte de ti excepto esa. Simplemente bromeo cuando lo menciono.
Sonríe de regreso, su manera de darme las gracias.
—No obstante, me gusta la suave piel de tu trasero, y voy a tener que pasar más
tiempo aquí —digo, dibujando una línea al final de su mejilla derecha.
Alza más alto su culo, invitándome a besarla. Lamo una línea alrededor de la
curva de su mejilla, primero una, luego la otra, y se menea contra mí, un suave gemido 121
escapando de sus labios. Presiono mis dientes contra la carne y muerdo suavemente.
Su gemido alza el volumen.
La lujuria late a través de mis venas. Estoy duro, preparado y ansioso, pero no
apresuraré las cosas, porque estoy disfrutando de cada minuto de esto. Presionando
mis pulgares contra sus mejillas, alzo su trasero y la sorprendo con una lenta y
prolongada lamida a lo largo de su mojado coño.
Jadea.
—No esperaba eso.
—Puedo notarlo. Pero puedo decir que te gusta.
—Así es —dice sin aliento.
Eso es todo lo que le digo por el momento. En cambio, regreso a sus piernas,
queriendo excitarla, ponerla caliente y húmeda por todos los besos. Paso mi lengua
bajando por la parte trasera de su muslo.
—Cada centímetro de ti —digo suavemente contra su piel—. Quiero haber
marcado, besado y tocado cada parte de tu piel.
—También quiero eso —dice en un gemido, su voz sin aliento, de la forma en
que hace cuando se está excitando. Ya conozco sus señales, sus indicaciones, la
manera en que responde a mí, y apenas han pasado unos días. Adoro conocer su
cuerpo, conocer sus gustos.
Así… la parte posterior de su rodilla es una zona erógena. Rozo mis labios allí, y
hace un ruidito sexy.
Me muevo hacia su pantorrilla, y beso a lo largo de su otra pierna hasta llegar
nuevamente a su trasero. Entonces, agarro sus mejillas, inclino sus caderas y entierro
mi rostro entre sus piernas. Tiene un sabor sedoso y dulce cuando los flujos de su
excitación inundan mi lengua, y su aroma llena mi nariz. Se mece hacia atrás contra
mí, y mi deseo por ella se incrementa en esta profunda, necesidad desgarradora en mi
pecho, en mis huesos. Todo lo que quiero es a ella. Beso su coño húmedo hasta que se
viene en mis labios.
Cuando me aparto para desnudarme, se da vuelta. Sus labios están separados, y
sus ojos se ven brillantes. Su piel tiene un brillo.
—Vaya —dice.
Arqueo una ceja en respuesta en tanto me quito la camisa.
—Creo que soy adicta a tu boca —dice suavemente.
—Bien. Porque mi boca es adicta a ti.
Cuando alcanzo mis pantalones, se sienta y se hace cargo, bajando la cremallera
de mis vaqueros.
—Quiero hacerlo.
Bajó mis pantaloncillos y mi pene la saluda.
122
Hace como un ronroneo.
—Qué bueno verte también —dice y saca la lengua para lamer. Arremolina la
punta de la lengua alrededor de la cabeza, pero antes de perderme en el mágico mundo
que son sus maravillosos labios malvados, me muevo velozmente. La sujeto por las
caderas, y la doy vuelta.
—De manos y rodillas, como una buena chica indecente —le digo.
—¿Soy una chica indecente?
—Estás conmigo —digo, mientras me muevo para agarrar un condón.
Me detengo, sin embargo, para admirar la hermosa vista que tengo frente a mí;
Charlotte, en cuatro patas, su maravilloso trasero levantado en el aire. Lo golpeo una
vez, un ligero chasqueo al costado de una mejilla. Ella retrocede, pero suelta un
chillido sexy.
—Oh Dios —gime.
Ese sonido. Sus palabras. Sus ruidos. Esta mujer es un sueño. Está descubriendo
cuánto le gusta todo a mi lado, y estoy aprendiendo cómo jodidamente adorarla.
Agacho la cabeza hacia su trasero y presiono un beso en el lugar que golpeé. Entonces
rápidamente, agarro sus muñecas y las empujo en la cama.
—Cambié de idea. Sobre tus codos. Alza el trasero.
Se inclina como una bailarina, siguiendo mi indicación. Arrastro la cabeza de mi
pene a través de su humedad. Gime y se acerca deseándome, invitándome,
necesitándome. Le vuelvo a dar un azote, y grita de placer.
Me pongo el condón y me hundo dentro de ella. Chispas ardientes se disparan a
través de mis venas. La tirantez, el calor; es sorprendente. Gruño, bajo y gutural, como
un animal.
—Tú —digo con un gemido—, eres muy sexy. Creo que voy fijar residencia aquí
durante toda la noche.
Se ríe y gime a la vez.
—Estás loco.
—No, simplemente estoy jodidamente excitado, mucho más que nada que haya
sentido —digo, mi voz ronca, mientras comienzo a bombear.
Se queda en silencio de pronto. Sin gemidos, sin gritos, sin jadeos salvajes. Con
una voz baja pero clara pregunta:
—¿En serio?
Gira su cuello para mirarme. Dios mío, está vulnerable, sus ojos tan confiados,
su cuerpo doblado hacia abajo.
—Sí —respondo mientras me estrello contra ella, dándole todo de mí. Mis manos
se cierran con fuerza en sus caderas—. Lo juro, Charlotte. Me afectas demasiado. —
123
Me retiro por lo que solamente la punta está dentro de ella. Se retuerce, intentando
atraerme de nuevo—. Me vuelves demente. Me vuelves loco. —Empujo
profundamente, y su respiración se derrama en un precioso gemido—. No puedo tener
suficiente de ti.
—Oh Dios, me siento de la misma manera —dice, y se agacha más, alzándose
más alto, ofreciéndome más.
Ella es todo lo que quiero. Todo de ella, mientras la follo de esta manera hasta
que se viene en un frenesí de sonido y gritos ardientes. Mis músculos se tensan, mi
visión se desdibuja, y mi propio clímax se apodera de mi cuerpo mientras el placer
brillante y ardiente se estrella sobre mí.
Me dejo caer en la cama, y ella cae a mi lado. Apoyando su cabeza en mi recodo,
se queda de esa manera; caliente, sudada y desnuda. Paso ausentemente mis dedos a
través de su cabello. Ella pasa su mano sobre mi estómago.
—Eso fue increíble —murmura—. Creo que este fue el mejor. Voy a darte una
estrella dorada por excelencia en entrega de orgasmos. Una estatua incluso.
—Me gustaría agradecerle a la Academia —comienzo, bromeando.
Palmea mi pecho.
—Entonces, ¿estabas fingiendo? Bien, también yo —dice con un resoplido.
En un instante, estoy sobre mis manos y rodillas, sujetándola.
—No, no lo estabas fingiendo.
Sus ojos se burlan de mí.
—Sí. Sí, fingía.
—No fingías. Pero solamente por ese comentario, vas a mostrarme cuánto te
gusta cuando te follo. —En un instante, alzo sus muñecas por encima de su cabeza, y
bajo mi brazo a lo largo del costado de la cama, buscando a tientas su vestido en el
suelo. Lo agarro y retiro la cinta de las presillas del cinturón con una mano.
La envuelvo alrededor de sus delgadas muñecas para luego rodear el poste de la
cama. Sus ojos siguen a mis manos durante todo momento, mientras aprieto la tela
rosa.
—Preciosa de rosa —murmuro, después paso la punta de mi dedo contra sus
labios.
Busco otro condón y lo deslizo en mi pene. Sí, estoy malditamente duro una vez
más. ¿Cómo podría no estarlo? Ella está atada a mi cama, todavía húmeda por sus dos
primeros orgasmos. Claro que estoy jodidamente erecto. Separo sus piernas,
saboreando la vista que tengo frente a mí: sus piernas abiertas en V, sus manos atadas,
sus ojos abiertos de par en par.
Me apretujo entre sus muslos.
—Ahora, vas a rogar.
—¿Sí? 124
—Sí —digo bruscamente—. Porque no vas a conseguir todo hasta que lo hagas.
Me deslizo dentro pero sólo le doy unos pocos centímetros. Bajo mis codos por
lo que estoy cerca de ella y procedo a hacer una follada lenta por los próximos
minutos, provocándola todo el tiempo, nunca yendo dentro completamente. Ella gime,
se retuerce y mece debajo de mí, cada embestida provocando una murmuración nueva
y sexy de ella.
—Dilo. Di cuánto me deseas.
—No lo estaba fingiendo. Estaba bromeando cuando lo dije —dice en un jadeo
entrecortado.
—Dime cuánto lo quieres todo. Dime cuánto deseas todo de mi pene.
Sus caderas se alzan.
—Te deseo. Te deseo tanto. Fóllame profundo. Te lo ruego —grita, y está
rogando, y es exquisito presenciar su sensualidad desesperada.
La follo duro y profundo, hasta que se ha vuelto loca de placer. Hasta que sus
gritos se vuelven roncos. Hasta que sus ojos se aprietan con fuerza. Hasta que no
puede dejar de pronunciar mi nombre mientras vuelve a desmoronarse una vez más.
Orgasmos múltiples suenan malditamente bien para mí también, por lo que me uno a
ella, volviendo a correrme con un estremecimiento que sacude todo mi cuerpo.
Cuando la desato, alza una mano a mi cabello, lo acerca, y me besa.
—Mentí. Ese fue el mejor.
—Se vuelve mejor cada vez —digo suavemente.
Pronto, se pone de pie y comienza a recoger sus ropas. Girando en círculo, busca
algo en el suelo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto con curiosidad.
—Vestirme.
—¿Pourquoi?
—Así puedo marcharme. ¿No es ese el trato?
Me arrastro hasta el borde de la cama y la derribo, mis brazos alrededor de su
cintura, sorprendiéndola.
—¿Qué estás haciendo? —grita.
La lanzo sobre el colchón y le hago cosquillas.
Se desternilla de la risa.
—Detente.
No cedo. Mis dedos alcanzan sus costados, haciéndola retorcerse.
—Me detendré si te quedas a pasar la noche.
—Piedad, piedad —grita, y está sonriendo, tan ampliamente como el mar de
estrellas en el cielo. 125
La acerco, aparto su cabello de su oído y le susurro:
—¿Te quedarás?
Se queda sin aliento.
—Sí. Pero, ¿no te importa romper otra regla básica?
—Todavía tenemos ventaja. Me refiero a que no me importa, siempre y cuando
no intentes besarme al despertar.
—Debido al aliento de la mañana, ¿cierto?
Asiento.
—No el tuyo. Sólo en general.
Arruga la nariz.
—El aliento de la mañana es una excelente nueva regla básica. Odio el aliento
matutino.
—Yo también.
—Sin embargo, no cuento con un cepillo de dientes.
—Tengo uno extra. Nunca lo he usado —le digo.
Pone su dedo índice sobre sus labios como sopesando sus opciones.
—Pero, ¿qué sabor de pasta dental tienes?
Un rubor trepa por mis mejillas.
Ella lo nota y señala.
—¿No me digas que usas Crest sabor goma de mascar?
Niego con la cabeza.
—No. Compré el que te gusta. El Crest de menta.
Sus ojos brillan, y se lleva una mano al pecho. Es la cosa más dulce.
—Me compraste pasta dental.
Suena más feliz que cuando le compré el anillo. Mi corazón late más velozmente,
y las palabras comienzan a formarse en mi lengua. Palabras que revelan los extraños
nuevos sentimientos en mi interior. Entreabro los labios para decir algo. Para decirle
cuánto estoy comenzando a tener sentimientos por ella. Lo real que se está volviendo
todo.
Me detengo cuando baja su boca a la mía y susurra:
—Realmente eres mi mejor amigo.
Amigos.
Sí. Eso es todo lo que ella quiere que seamos.

126
22
Traducido por flochi

H
arper lame su helado de limón en cono.
—Esto no compensa por lo de Santa —dice, indicando el
dulce cuando abandonamos su heladería favorita—. Pero es
un buen comienzo, y compraste mi silencio por otros días.
—Bien. Eso es todo lo que necesito.
—Vi la foto de Charlotte y tú esta mañana. —Me da un codazo mientras
caminamos por Central Park, en camino a una práctica rápida de softball con el
bateador estrella de nuestro equipo, Nick. Los tres hicimos reconocimiento de campo
por unos treinta minutos el viernes a la tarde antes del verdadero partido mañana.
Tengo mi guante y bate, y Harper tiene su guante en la mano libre.
—De verdad no puedes mantenerte lejos de mí en internet, ¿no? —bromeo. 127
—Lo sé. Es una terrible adicción que tengo, mi fetiche cotilla.
—Entonces, ¿funcionó? ¿Lo de Sardi´s? —pregunto, confirmando lo que
sospechaba que haría Abe.
—Sep.
—Ese reportero de Metropolis es un idiota.
Frunce el ceño a la vez que lame su dulce helado.
—No fue en el Metropolis.
Cuando doblamos en el parque, pregunto:
—Bueno, ¿dónde fue?
Niega con la cabeza, desconcertada.
—En serio no puedo creer que no busques estas cosas por ti mismo.
—Créelo. No lo hago. Nunca lo he hecho. Dime.
—Fue en Page Six.
Mis ojos se agrandan. Page Six es la revista de chismes más grande de Nueva
York. Intento evitar Page Six.
—¿Cómo sucedió? Pensé que él trabajaba para Metropolis Life and Times.
—Es interno allá —dice Harper—. Abe Kaufman. Lo investigué. Está en la
escuela de periodismo en Columbia, por lo que es trabajador independiente para
Metropolis Life and Times como también para Page Six. Parece que le vendió la foto de
ustedes dos a la más centrada en el chisme.
Qué tenaz cabrón.
Considero los beneficios. Si soy visto en Page Six con mi encantadora prometida,
esta podría ser la clave para la venta de papá. El señor Offerman mojaría sus
pantalones al verme aparecer como el buen, sólido y pronto a casarse hijo del
respetado hombre de negocios de la tienda que está comprando.
—¿Qué decía? —pregunto esperanzadoramente.
Se detiene de pronto, empuja su guante en mi dirección, y saca su teléfono. Se
aclara la garganta.
—Ejem. Spencer Holiday, hijo del fundador de la bien conocida cadena de
joyerías Katharine’s, y creador de la popular app Material de Novio, conocida por su
falta de fotos de cierto miembro de la anatomía masculina, está comprometido con su
socia de negocios y co-propietaria del popular bar, The Lucky Spot. Charlotte Rhode
también es una graduada de Yale, y el anillo en su dedo es tan grande como la lista de
ex novias de Holiday. Parece que él tendrá que quemar pronto esa lista de números, ya
que parece que el una vez playboy soltero la estaba usando hasta hace unas pocas
semanas. ¡Momento de cerrar la cremallera, Holiday! Vuelve a comprobar el domingo
para más fotos jugosas y la historia completa del compromiso.
Volutas de humo salen de mis ojos. Quiero encontrar a ese novato reportero con
128
cara de caballo y estrangularlo. Espera. Odio la violencia. En cambio, jugaré sucio, y
saturaré su página de Facebook con tantas fotos de bolas que tendrá que cerrarlo.
No mis bolas.
Simplemente bolas. Paisajes con bolas preferiblemente.
Arrastro una mano a través de mi cabello.
—Esto es lo que papá no quería en los periódicos. —Señalo al teléfono—. ¿Y qué
demonios va a añadir el domingo? Él siguió insistiendo sobre lo reciente que era, y
preguntando cuándo empezamos a salir. Como si estuviera interesado. Pero esta crítica
es una completa mierda. ¿Por qué el reportero escribiría esas cosas? ¿Por qué hacen
eso?
—Porque vende, esa es la razón. Pero esa no es la razón por la que estoy leyendo
notas sobre ti.
Le entrego el teléfono y reasumimos la caminata.
—¿Por qué me lo estás mostrando?
—¿De verdad no sabes por qué leo todo esto?
—¿Porque te gustan los chismes?
—Eres un idiota. Lo hago por ti. Para cuidarte.
Me ablando por un momento.
—¿En serio? ¿Lo haces por mí?
—Así es. Porque tú no lo haces. Te busco en internet para asegurarme de que no
haya nada con lo que tengamos que lidiar, y esto es algo que tenemos que enfrentar.
Asiento.
—Correcto. Tenemos que descubrir cómo darle vuelta para papá.
Niega con la cabeza.
—Equivocado nuevamente. —Se detiene otra vez debajo de un árbol de
magnolias que nos tapa con ramas verdes y abundantes—. Vuelve a mirar. —Le da un
golpecito a la pantalla—. Mira a esta foto.
Miro la imagen. Abe atrapó el momento cuando estoy oliendo el cuello de
Charlotte. Mi rostro es apenas visible, pero Charlotte ilumina la pantalla, radiante y
alegre. Sus ojos son brillantes, y juro que veo un destello de algo en ellos, pero mi
mente regresa brevemente a su cuello y la manera en que olía anoche. El recuerdo del
aroma me traspasa; melocotones. Olía a melocotones y sueños obscenos.
Como felicidad y deseo juntos.
—¿Ves a lo que me refiero?
Miro a mi hermana y me doy cuenta de que me ha estado hablando mientras yo
ensoñaba.
—¿A qué te refieres?
129
Pincha mi esternón con el dedo índice.
—No rompas su corazón.
Me le quedo mirando como si estuviera loca, pero por un raro momento, los ojos
azules de Harper son serios. No hay broma ni burla en ellos.
—Me gusta Charlotte —agrega, mientras caminamos a lo largo del sendero hacia
las canchas—. Sé que esto comenzó como algo fingido, pero se está volviendo real. Al
menos para ella.
Empiezo a decir para mí también, pero estoy demasiado pasmado por sus
palabras; no estoy seguro de que pueda formar las propias. Estaba seguro de que las
reglas básicas de Charlotte eran genuinas, que sus intenciones eran verdaderamente
sólo por el sexo, y que su objetivo era que nosotros permaneciéramos como amigos
luego de unas cuantas folladas. Pero las mujeres tienen intuición, incluso mi hermana.
Ven cosas que los hombres no vemos.
—¿En serio?
Harper pone los ojos en blanco. Ah, mi hermana que es dolor en el culo ha
regresado a plena potencia.
—Sé que esto es sorprendente para ti, ya que tu conocimiento de amor y
relaciones es terriblemente limitado. Nunca has tenido una relación seria.
—Eso no es verdad —digo cuando reanudamos nuestro camino a través del
parque—. Salí con Amanda en la universidad.
—Oh, bueno blablablá. Por cuatro meses. Vaya. Déjame llamar a los libros de
récords porque eso muuuuuuy serio.
—Se sintió serio todo el tiempo.
—Spencer, esto podría sorprenderte, dada la estela de destrucción que dejas
detrás, pero de vez en cuando, Dios sabrá sus razones, una mujer podría desarrollar
sentimientos cuando la follas. Simplemente ten cuidado, en especial cuando se trata de
alguien que quieres como una amiga —dice, cuando alcanzamos el campo de pelota.
Nick está listo, practicando su swing.
Un millón de preguntas corren por mi mente. Quiero sentar a Harper y
preguntarle. Preguntarle más sobre Charlotte. Pero Harper me da un codazo. Se
humedece los labios y mira lascivamente a Nick.
—Es tan jodidamente apuesto.
Bajo mi bate. La comprensión me golpea en los pies antes de que pueda saltar
fuera del camino.
—¿Los extraterrestres te quitaron el cerebro?
—Míralo. —Ella está comiendo con los ojos a mi amigo, quien está usando unos
pantalones cortos de gimnasia y una camiseta—. Sus brazos. Oh, Dios mío. Son la
definición de brazo porno. Voy a tomar algunas fotos para mirar después.
Comienza a sacar fotos en su teléfono. 130
—Voy a llamar al manicomio. Vamos a revisarte —digo, hago una mueca
porque mis estúpidos pies duelen ahora.
Nick atrapa la mirada de ella y pone el bate en el suelo, inclinándose casualmente
sobre éste, como si fuera alguna especia de jugador estrella.
—Hola, Harper. Te ves atractiva.
¿Atractiva? ¿Qué demonios? Arriba es abajo y lo correcto es lo equivocado, y
Nueva York está cayendo en el océano en vez de California, porque ¿por qué
demonios mi mejor amigo le está tirando un lance a mi hermana?
Harper dobla la cadera coquetamente. Saluda a Nick con los dedos y menea las
pestañas.
—Igual tú, cosa sexy —dice, luego le guiña un ojo antes de señalar a su
camiseta—. ¿Puedes quitártela? Así puedo tomar otra foto.
—Oh, sí —dice, sonando como un stripper cuando se saca la camiseta.
—Delicioso. —Se relame los labios e imita hacer la garra de un gato. Se inclina
hacia mí y susurra—: Sin dudas voy a visitarlo esta noche en mis fantasías.
Mis ojos se me salen de la cabeza y la agarro por los hombros.
—Tienes que parar en este momento. Podemos conseguirte ayuda. Hay centros
de tratamiento para la locura temporal.
—No hay parada para este tren —dice, lanzando su guante en el suelo.
Empujando su cono en mi mano, se acerca a Nick contoneándose, el cual se haya sin
camiseta, su pecho y sus abdominales a plena vista. Harper pasa sus uñas por sus
pectorales, luego cierra sus brazos alrededor de su cuello.
Mis puños se aprietan, no porque quiera golpear a Nick, sino porque algún
instinto primigenio fraternal está enroscándose a través de mí.
—Amigo, manos afuera. Esa es mi hermana.
Harper se gira.
—¡Te agarré! Eso es por arruinar a Santa Claus para mí.

131
23
Traducido por flochi

T
oma un tiempo borrar la imagen de mi hermana y Nick abrazados,
incluso si solo se trató de una broma, pero lo logro.
Gracias a mi nueva obsesión.
Esta foto. No puedo dejar de pensar en lo que Harper dijo de Charlotte, y no
puedo dejar de mirar esa foto en Page Six como si contuviese todas las pistas del
universo.
Me le quedo mirando mientras entro a la estación Columbus Circus, habiendo
dejado mi bate y guante en el apartamento de Nick cerca del parque. Mi cabeza está
agachada sobre mi teléfono mientras bajo trotando las escaleras, luego cuando me
deslizo dentro del tren del centro. Envuelvo mi mano alrededor de un poste mientras
una chica hipster con ajustados pantalones verdes va a través del vagón, deslizándose 132
más allá de las puertas antes de que se cierren. Lleva bolsos en cada brazo.
—¡Uf! —dice, aliviada de haberlo logrado. Pero el borde de una bolsa de tela está
atrapada en la puerta, por lo que tira para liberarla y se vuelve un enredo, girándose.
Algo me golpea el hueso dulce, y me encojo de dolor.
—Aw.
Su mano vuela a su boca.
—¿Te encuentras bien? ¿Es mi mayonesa?
—¿Mayonesa? —pregunto, mientras froto mi palma sobre el codo mientras el
tren se desliza por una curva en el túnel. ¿Qué pasa con los huesos dulces que duelen
tan malditamente tanto?
—Tengo frascos de mayonesa en este bolso. La hice yo misma. Se la voy a
regalar a unos amigos ¿Estarán bien? —Hay horror en sus ojos mientras apoya el bolso
de rafia en su hombro.
Dolor irradia a través de mi antebrazo mientras ella comprueba el estado de sus
condimentos.
—No te preocupes por mí. Tu mayonesa me atacó, pero no presentaré cargos —
mascullo en voz baja mientras hago una mueca de dolor.
Alza su vista, comprendiendo el asunto.
—¿Estás tú bien?
Asiento.
—Sí. El codo ahora iguala a mi pie.
—¿Te golpeaste con la mayonesa en el pie?
—No. Un bate de béisbol atacó mi pie antes. Al parecer, los objetos inanimados
están tras de mí hoy —digo a medida que la aspereza en mi tono se reduce—. ¿Tu
mayonesa va a sobrevivir?
Asiente y sonríe mientras traqueteamos en la siguiente parada.
—Vivirá. Lamento haberte golpeado.
—Está bien. Los peligros de vivir en la gran ciudad.
Mira mi mano. Estoy sujetando mi teléfono todavía. La foto está ocupando toda
la pantalla.
—Linda pareja.
—Oh. Cierto —digo, levantando el teléfono.
—Se ven felices juntos —agrega la Chica Mayonesa.
—¿Así lo crees?
Asiente.
—Definitivamente. 133
—¿Qué crees que él debería decirle?
Ladea la cabeza.
—¿A qué te refieres?
—¿Para que ella sepa los sentimientos de él?
Ella se encoge de hombros y su sonrisa se agranda.
—Simplemente debería decirle cómo se siente. Si le gusta tanto como la
mayonesa al pesto, él debería decírselo.
—Le diré a él que considere eso —digo cuando el tren alcanza la parada del
centro.
Mientras subo los escalones y salgo a las primeras horas de las tarde, sé que esta
situación con Charlotte no es tan simple como la mayonesa, y eso no se debe a que la
mayonesa sea mi alimento menos favorito.
* * *
The Lucky Spot es un zoológico. No hay tiempo para pensar. No hay tiempo
para planear. Y ciertamente, no hay tiempo para descubrir qué hacer con las extrañas
nuevas nociones que se están implantando en mi cabeza.
Tengo que hacer una estrategia para esto, pero ni siquiera sé qué es esto.
¿Ser más que amigos?
¿Encontrar algo real?
¿Descubrir si ella siente lo mismo?
¿Cuál es la palabra para este sentimiento? Es como si mi pecho fuera un
trampolín, y mi corazón está haciendo saltos hacia atrás sobre éste. Sólo que, nunca
antes los he practicado, y si los hago nuevamente podría aterrizar de cabeza.
O sobre mi culo.
O incluso de cara.
Así que, sí. Con la barra del bar repleta en un viernes a la noche, no estoy seguro
de poder descubrir qué hacer con estos sentimientos de mayonesa al pesto.
Durante la agitada noche, alterno entre ponerme al día con las órdenes de
compra en mi portátil, contarle a Charlotte sobre el ataque en el tren, y ayudar detrás
de la barra, mientras en la oficina Charlotte trabaja en algunas ideas para una nueva
campaña de marketing.
—Sin Belvedere —comenta Jenny desde el mostrador mientras bambolea una
botella vacía.
—Agarraré una —digo y me dirijo a la oficina, donde Charlotte está sentada en
la silla reclinable, usando vaqueros y un top blanco de tiras. Cuando la veo, me
congelo viendo imágenes: la foto de nosotros, el momento en la esquina de Forty-third
Street, la mayonesa de pesto, la pasta dental, las palabras que le dijo a Abe la otra
noche. Mi corazón golpea contra mis costillas, y me pregunto si este loco latido extra 134
se debe a que hay libros, películas, canciones, poesía sobre personas enamoránd…
—Hola tú —dice, y la suavidad en su tono me atraviesa. Pero es la dulzura lo
que me engatusa. Esa dulzura se siente personal, solamente para mí.
Sí.
Esta es la razón por la que hay libros, películas, canciones y poesía sobre
enamorarse de alguien. La recorro con mis ojos y aunque no hemos bautizado esta
oficina o la barra todavía, y aunque quisiera, mis pensamientos no se centran en el
sexo. Se centran en ella, y en este revoltijo de palabras como sopa de letras dentro de
mi cabeza.
—Hola para ti también —digo suavemente. Señalo al gabinete detrás de ella—.
Necesito Belvedere.
—Lo agarraré. —Baja su iPad en la silla, se pone de pie, y alcanza el picaporte
del gabinete. Cuando se estira, su camiseta se alza, revelando una pequeña franja de su
espalda.
—Te ves maravillosa —digo.
Ella mira hacia atrás y sonríe.
—Igual tú. ¿En tu casa más tarde? ¿La mía?
Tal vez esto sea solamente sexo para ella. Tal vez eso es todo lo que quiere. Pero
aunque lo fuera, tengo que saberlo.
—Sí. Cualquiera —digo cuando ella abre el armario, y me acerco para plantar un
beso en su cuello desnudo.
El dolor me rebana con un pum cuando la puerta del gabinete conecta con mi
cráneo. Éste reverbera. Se apodera de mi cabeza, mi cuerpo, cada simple célula.
Digo una sarta de maldiciones, porque esto duele como el infierno.
—Oh, Dios mío, oh, Dios mío. ¿Estás bien? —dice con pánico, sus manos en mis
hombros.
Mi palma derecha cubre mi ojo, mi cabeza rugiendo mientras el golpe resuena
por mi cráneo, centrándose en mi siena.
—Creo que me golpeaste la cabeza —digo, porque el golpe me ha vuelto el
Capitán Obvio.
—Oh Dios. —Esta vez, ella susurra las palabras, y me está mirando fijamente
como si yo hubiera perdido el ojo.
—¿Qué sucede? —pregunto, y aunque estoy seguro de que no he perdido un ojo,
ya que todavía puedo ver, sospecho que mi rostro no se ve bonito.
—Ese es el chichón más grande que he visto.

135
24
Traducido por flochi

C
osas que he aprendido esta noche.
Primero, consulté el calendario. Resulta que es el Día del Abuso
a Spencer, y el abuso sucede en grupos de tres. Pero ahora ya es
pasada la medianoche, así que me gustaría creer que el nivel de
amenaza ha bajado al nivel verde.
Pero uno nunca sabe.
Segundo, el chichón es la protuberancia más grande conocida documentada en la
historia humana, pero tres horas de hielo continuo no solamente me ha congelado la
sien sino reducido la hinchazón a prácticamente nada. Sin embargo, el hematoma al
costado de mi rostro es lo que se refiere como “vaya, amigo, qué enorme moretón”.
Eso es lo que el tipo en Duane Reade dijo cuando compré ibuprofeno. 136
Tercero, el ibuprofeno ha obrado de maravilla.
Pero la verdadera prueba viene ahora. Hay un zumbido en la puerta, y es
Charlotte, porque me ha mensajeado que estaba en camino con suministros. Me giro
hacia Fido. Él está profundamente dormido en el cojín del sofá, su lengua asomándose
fuera de su boca.
—¿Puedes responder?
Él no responde, por lo que me arrastro fuera del sofá y me dirijo a la puerta.
Aprieto el timbre.
—¿Hola? ¿Es la enfermera más sexy que pedí de la agencia de enfermeras?
Su risa rebota a través del intercomunicador.
—Cielos sí, lo es, y estoy aquí para darte un baño de esponja.
Presiono el botón para que Charlotte entre, abra la puerta, y espero hasta que el
ascensor suba rechinando las seis luces para luego dejarla salir.
—Eres una visión para los ojos doloridos. —La observo caminar hacia mí.
—No me digas que tus ojos duelen también —bromea.
—No, sólo esto —digo, rozando levemente cerca de mi sien.
Está sujetando varias bolsas, cierro la puerta detrás de ella y regreso a mi sofá.
Pone las bolsas en la mesa de café y me estudia. Alzando los dedos, los mueve cerca
del moretón, pero no lo toca.
—¿Duele?
Asiento.
Se inclina sobre mí y deposita un beso en mi frente.
Gimo por el efecto.
—Mucho. Duele mucho.
Niega con la cabeza, luego se retira para mirarme.
—En serio. ¿Cómo te sientes?
Aprieto la comisura de mi boca, dividido entre ir con la verdad —mejorando— o
ir por la simpatía y el sexo. Mi proceso de toma de decisiones dura todo un
nanosegundo.
—Terrible —murmuro, y eso me gana un beso más.
Ella se sienta, roza sus palmas juntas y dice:
—Bien. Te compré tu bebida favorita —dice, buscando la bolsa, y mostrándome
la botella de escocés tamaño avión. Alzo una ceja apreciativamente—. Fideos fríos de
sésamo de tu restaurante chino favorito. —Agarra un cartón blanco, y lo sostiene
como en demostración. Me relamo los labios—. O —comienza, metiendo la mano en
otra bolsa a la vez que intenta recuperar algo envuelto con papel de estraza—, los
paninis grillados que adoras de la bodega de la esquina. Pollo y provolone, sin 137
mayonesa. Dado que odias la mayonesa.
Olvida la simpatía y el sexo. Esto es lo que quiero. A ella, aquí conmigo,
conociendo todas estas cosas. Ahueco sus mejillas.
—Lo quiero todo —le digo.
Ella me besa, pero sus besos son tentativos, sus labios nerviosos.
—No estoy roto —le digo mientras me aparto.
—Simplemente me siento mal. Es mi culpa. Te golpeé con la puerta del gabinete.
—Bueno, no fue intencional. —Me callo—. ¿O lo fue?
Niega con la cabeza.
—Claro que no.
—¿Soy tan horrible de ver ahora?
Pone sus ojos en blanco.
—Por favor. Eres hermoso, como siempre.
—Entonces, ¿qué sucede?
—Me siento terrible por herirte. Quiero que te sientas mejor. Es por eso que te
compré estas provisiones. —Señala a los comestibles.
—Y lo aprecio.
—Déjame traerte más hielo —dice, y se dirige a la cocina para agarrar un
paquete frío del congelador. Cuando regresa, lo presiona en mi frente. Suavemente,
palmeo su mano para que la aparte.
—Charlotte, le he estado dando frío por horas. Si le das más hielo, el chichón se
invertirá y meterá en mi cerebro. Esa es una condición muy peligrosa.
Entrecierra sus ojos pero cede, bajando el paquete. Señala a la botella de
ibuprofeno.
—¿Necesitas más?
Niego con la cabeza.
—Tomé dos a las diez p.m. Estoy borracho por esa cosa en este momento.
Se retuerce las manos.
—Lo siento —susurra.
Me vuelvo a acostar en la almohada.
—¿De alguna manera estoy haciendo algo que te haga pensar que me importa
que me hayas golpeado? A menos que este horrible moretón vaya a detenerte de
follarme ahora mismo, no me importa —digo en voz alta.
Niega con la cabeza.
Suavizo mi voz a la vez que paso un dedo por su cuello. 138
—Entonces deja de preocuparte. No quiero ibuprofeno. No quiero hielo. Ni
siquiera quiero fideos fríos, y son mi segunda comida favorita luego de los sándwiches
que compraste, sin mayonesa.
—¿Qué quieres?
Cierro mi mano alrededor de su nuca y la atraigo hacia mí. Sus labios se ciernen
a centímetros de los míos. Pensé que no quería sexo y simpatía. Tenía razón en esa
lista. No obstante, quiero sexo y algo más.
Sexo con ella. Con sentimientos. Sexo con la única mujer por la que me he
sentido de esta manera. Susurro en su oído:
—Tú.
Se estremece contra mí, luego, lentamente, juguetonamente se mueve bajando
por mi cuerpo.
Cuando llega a la cinturilla de mis pantaloncillos de básquet, menea sus cejas.
Presionando su mano contra mi erección, dice:
—Encuentro divertido que tu chichón haga juego con tu pene, Spencer.
—¿Sí? ¿De qué manera? No en color espero.
—El más grande jamás —dice, luego tira de mis pantaloncillos y calzoncillos. Me
quito mi camisa—. Esto hará que todo mejore —murmura a la vez que empuja mi
pecho sobre el sofá y se arrodilla entre mis piernas. Sus ojos permanecen fijos en mí
mientras se toma su tiempo, acomodándose, relamiéndose los labios, preparándose.
Toma la punta de mi pene en su boca y suspiro, chillo, gimo.
Esta es la definición de paraíso. Búscalo. Diccionario. Allí mismo. Los labios de
Charlotte están en mi pene. Me provoca, girando la lengua alrededor de la cabeza para
luego lamer la longitud de mi falo. Va subiendo, aplanando la lengua en la parte
inferior, y el calor se dispara a través de mis venas.
Mis caderas se mueven, y quiero que me tome completamente, pero sus besos en
mi pene me están volviendo loco. La manera en que me lame como si yo fuese su
dulce favorito está disparando un rayo a lo largo de mi columna. Éste crepita.
Se abre más y me atrae dentro, succionando la punta, y mis ojos se cierran
mientras me mezo dentro de su fantástica boca.
Pero no mantengo mis ojos cerrados por mucho tiempo. Necesito verla.
Observarla. Su cabello se desparrama por encima de mis muslos, su cabeza se mueve
arriba y abajo entre mis piernas, y sus labios están hinchados y rojos mientras mi pene
se desliza a través de ellos.
No habrá nunca mejor imagen.
Mirando desvergonzadamente a mi diosa, entrelazo mis dedos con fuerza en esos
mechones, tirando de su cabello.
—Toma más —susurro, urgiéndola, y ella lo hace, bajando su boca más todavía
y luego ahuecando mis bolas en su mano. 139
Cierro mis ojos y siseo, y entonces no puedo evitarlo. Empiezo a moverme,
empiezo a bombear, a follar su hermosa boca. Mi mano detrás de su cabeza la acerca
más, buscando más. Mi piel arde, y estoy cerca de gozar ese intercambio, de correrme
con fuerza en su boca.
—Joder —digo en un gemido ronco mientras la aparto de mí.
No quiero correrme en su boca. No cuando la deseo tanto. No cuando deseo que
ella se venga.
—¿No te gusta? —pregunta, la preocupación tiñendo sus hermosos ojos
marrones.
Resoplo.
—Lo adoro, pero quiero que me montes. —Busco mi billetera por un condón—.
Y quiero que me montes ahora. Eso es lo único que me hará sentir mejor.
Se quita las ropas en segundos y me monta a horcajadas. Alcanzo su cadera y la
bajo sobre mi pene, emocionándome por la sensación caliente y apretada de ella. Jadea
cuando me toma dentro.
—Estás tan mojada para mí. ¿Todo eso por succionar mi pene? —pregunto,
mientras la muevo arriba y abajo.
Asiente y jadea, y luego hace algo muy sexy. Es como si ella ni siquiera lo
pensara, lo que lo hace tan sexy. Arrastra su mano sobre sus senos mientras me
empujo dentro de ella. Se está tocando sus propias tetas y es fantástico. Todo en mi
interior chisporrotea. Mi sangre corre a niveles de mercurio cuando la miro montarme,
como una hermosa y lánguida vaquera. Sus manos bajan rozando su vientre, ese plano
y suave vientre que quiero lamer y besar. Ella gime y jadea, y es el momento más
ardiente en el mundo para presenciar; ella se está tocando mientras me está follando.
Me monta, deslizándose arriba y abajo sobre mi pene, encontrando la fricción,
persiguiendo su liberación.
Es como si se estuviera masturbando con mi pene.
Quiero que me use. Que haga lo que desee conmigo. Que me tenga en cualquier
manera que sienta bien. Se queda sin aliento, sus hombros tiemblan y comienza a
perder el control. Agarrando sus caderas, la urjo.
—Déjate ir para mí, nena. Eres tan hermosa cuando te vienes.
—Estoy cerca, muy cerca —murmura, embistiéndose sobre mí, tomándome
profundamente, sus gemidos volviéndose gritos.
Ardo en llamas mientras la veo. Estoy rodeado nada más por calor. Sus labios.
Su boca. Sus ojos. Todo. Ella es mi jodido todo.
Su mano vuela a su cabello, y pasa los dedos a través de este mientras su otra
mano juega con sus tetas. Sus ojos están cerrados, y está completamente perdida en su
propio placer. Es hermosa y devastadora mientras me folla hasta el límite. Pronto está
empujando salvajemente sobre mí, y ahora necesito estar en esto con ella.
—Mírame —le digo, mi voz ronca. 140
Sus ojos se abren lentamente. Están nublados y llenos de pasión y lujuria, y algo
más, algo que se siente increíblemente nuevo y sin embargo, intensamente familiar.
Comienza a cerrarlos una vez más.
—Mírame. —Esta vez es una orden, ruda y ardorosa.
—Pero me desmorono más rápidamente cuando lo hago —murmura en protesta,
pero es más una admisión, porque su mirada se queda fija en la mía mientras baja su
rostro hacia mí, sus manos rodeando mis hombros—. Y quiero que dure —dice con un
gemido. Sé que está hablando sobre el sexo, sólo que no puedo evitar pensar que se
refiere a algo más, también. Como yo.
Estamos atados. Ella no aparta la mirada, y yo no podría aunque lo intentara. En
sus ojos, veo todo lo que nunca supe que deseaba. Ahora, lo deseo con fiereza. Susurra
mi nombre. Suena como a miel en su lengua. Colapso. Mis bolas apretándose, y
necesito que se venga ahora porque estoy a unos segundos de distancia.
—Vente para mí —digo con la voz ronca, cuando mi clímax comienza a abrirse
paso a través de mí—. Vente ahora.
Y lo hace con un grito desenfrenado, corriéndose conmigo. Se inclina sobre mí,
su boca cerca de mi oído. El épico canto suena, y esto es nuevo.
—No puedo parar. No puedo parar. No puedo parar.
Es tan caliente y tan salvaje, la manera en que lo dice una y otra vez. Lo amo.
Amo cuando Charlotte se viene. Amo cuando es feliz. Amo follarla. Amo todo en este
momento, incluso el chichón, incluso el golpe en el codo, incluso el bate que cayó en
mi pie.
Se desploma encima de mí, acariciando mi cuello, besando mi oreja, susurrando
muy bueno, muy bueno una y otra vez.
—Es muy bueno —repito, aunque ese adjetivo se siente insuficiente para lo que
esto se ha convertido.
—Todo lo es contigo —dice, y cuando aprieto con más fuerza mis brazos
alrededor de ella, se acurruca contra mí.
—Cada cosa —digo.
Amo cada maldita cosa en el universo, y soy el bastardo más feliz del mundo
ahora, aquí, en esta habitación, con la mujer de la que me he enamorado.
Eso es esto. Eso es lo que significa la sopa de letras.
He roto la regla básica más importante de todas.
Me he enamorado de mi mejor amiga.

141
25
Traducido por flochi

E l bate conecta con la bola con un golpe estridente, y me quedo en la


tercera base, esperando, esperando, esperando a ver si aterriza en el
guante del jardinero o me envía a home.
Bum. Por encima de la valla.
Agito un puño y grito.
Nick lanza el bate al suelo y trota por la línea de base mientras yo corro a home.
Observarlo rodear las bases hace a mi padre gritar de alegría desde la caseta
improvisada. El jonrón de Nick ha puesto al equipo de papá por delante en la parte
baja de la séptima entrada.
Le tiendo la mano y chocamos palmas con nuestro bateador cuando se acerca al
plato de home. 142
—Buen trabajo, Grandslam —digo, dado que ha noqueado a unos cuantos hasta
ahora en esta temporada.
Una vez que su pie golpea el plato, el coro de “Beautiful” de Christina Aguilera
empieza a sonar. Interesante elección. No sería mi primera elección para Nick, pero la
hija del señor Offerman se nombró “anunciante” para el juego y ha estado escogiendo
las melodías para los bateos, homers y strike fuera. Emily sostiene en alto un altavoz
de mano azul y ovalado que transmite música desde su teléfono. Ella sacude sus
caderas y alienta a nuestro equipo a rockear con ella. Sus hermanas la animan desde
las tres filas de gradas destartaladas de metal.
Mi padre choca la mano con Nick cuando sale del campo.
—Eres mi as. Tu cheque estará en el correo —bromea mi padre mientras nos
dirigimos hacia el banco del equipo cerca de las gradas. Charlotte me saluda y sonrío.
Mi corazón late más velozmente cuando la miro.
Esta noche, me digo. Lo tengo todo planeado. Voy a llevarla a su restaurante
favorito de comida italiana en Chelsea, y voy a poner mi corazón a juego. Le diré que
ella es la elegida y luego esperaré hasta el infierno que la mujer en la foto de Page Six
sea la que venga a cenar, y no la mujer que dijo que es mi mejor amiga. No tengo idea
si Charlotte solamente me ve como una aventura amistosa, o si desea algo más, como
yo lo deseo. Pero sé cómo me siento; quiero que sea mi mejor amiga, mi amante, y mi
socia. Quiero que sea toda mía, y por eso es que esta mañana —luego de cepillarnos
los dientes, por supuesto— la invité a salir en una cita real.
Ella dijo que sí.
La comprensión de que tengo una cita oficial esta noche con la única mujer de la
que me he enamorado hace que mis palmes suden. Voy a jugármela y tomar el riesgo
más grande de todos cuando le diga que fingirlo condujo a que sea cierto en mi caso.
Mi pulso se acelera con la esperanza furibunda de que esto no sea algo unilateral.
Diablos, ella está sosteniendo mis llaves, mi billetera y mi teléfono en su bolso
durante el juego; tiene que haber espacio para el viejo corazón también, ¿cierto? Me
separo de Nick, subo corriendo las gradas y le doy un beso rápido a Charlotte. Sus
labios se deslizan sobre los míos, y suspira suavemente. En cuestión de segundos,
“Pucker Up” de Ciara resuena desde el altavoz de Emily. Maldición, esa chica es
rápida.
Bajo las gradas.
Otro jugador del equipo de Katharine’s se sube al plato, y mi padre lo anima.
Papá está de buen humor hoy, no solamente debido a que estamos ganando, sino
porque los papeles fueron firmados esta mañana. Su abogado está haciendo una
revisión final, y presentándolos a las autoridades financieras el lunes. Para entonces, si
todo resulta bien, Charlotte y yo seremos una pareja de verdad, por lo que ni siquiera
necesitaremos romper. Increíble, como es que todo está saliendo a la perfección.
Cuando agarro un lugar en el banco, Nick me habla en voz baja, fingiendo que
está hablando con Charlotte. 143
—Oh, hola, Charlotte. ¿Cómo va todo? ¿Sigues disfrutando salir con Spencer?
¿Qué es eso? Amas su enorme ego. Oh sí, es muy enorme. Lo amo, también. —Se
vuelve hacia mí, su voz inexpresiva—. Entonces, ¿cómo lo estoy haciendo en aceptar
las cosas?
Finjo mirar maravillado.
—Impresionante. Es casi como si lo hicieras para ganarte la vida. —Entonces
dejo el sarcasmo—. Y, por cierto, estoy esperando que no sea falso más tiempo.
Alza una ceja inquisitiva.
Me encojo de hombros con felicidad y hablo en voz baja.
—Fue falso. Se volvió real para mí. Espero que para ella también. Voy a hablar
con ella esta noche y ver si siente lo mismo.
Nick me ofrece su puño para que lo choque.
—¡Por ello! —dice, sin bromear, sin sarcasmo ahora—. Ustedes dos siempre
parecieron perfectos el uno para el otro.
—¿Sí? ¿Por qué? —pregunto, ansioso por confirmación.
Pero, él ríe y niega con la cabeza.
—Amigo, ¿qué crees que voy a decir? —Choca sus manos y pestañea,
exagerando los corazones y las flores—. Oh, es tan dulce la manera en que terminan
las oraciones del otro, y a ambos le gustan los ositos de goma. —Deja la actuación y se
encoge de hombros—. Todo lo que sé es que tienes mi apoyo.
—Gracias, hombre. Lo aprecio. —Me callo, para luego entrecerrar mis ojos—.
Por cierto, si alguna vez tocas a mi hermana, me da fundamentos para que te rasure la
cabeza en mitad de la noche y te tiña las cejas de naranja.
Sus ojos se agrandan y agarra sus rizos.
—El cabello no. Es donde todo mi poder reside.
—Exactamente. Por lo tanto, ten cuidado.
Tomamos nuestros lugares en el campo para la parte baja de la novena entrada, y
cuando el otro equipo no anota, “Raise your Glass” de P!NK conmemora esta mañana
del sábado. Troto por el campo chocando las manos con mis compañeros de equipo.
Golpeo las palmas del señor Offerman.
—Esto va a ser todo suyo —bromeo, señalando al equipo.
—No puedo esperar —dice—. Me encanta todo. Espero que te quedes en el
equipo y tu amigo también. Necesitamos un gran bateador si queremos ganar el
campeonato la próxima temporada.
Hombre, es una liga de softball de fines de semana. Relájate.
—Espero que lo gane todo —digo, manteniéndome cordial hasta el final, cuando
P!NK canta sobre todos los desamparados y Emily gesticula sosteniendo un vaso
siguiendo las palabras de la canción. Cuando meto mi guante y sombrero en el bolso
de lona, miro a Charlotte, quien se está uniendo a la celebración también, chocando
144
las caderas con Harper y es maravilloso verla así con mi hermana. Se siente como que
esto puede ser algo habitual; Charlotte pasando tiempo con mi familia como la mujer a
mi lado, no solamente mi amiga. Puedo imaginar todo eso desplegándose delante de
mí. Días y noches de ella. Verdadero en vez de falso.
La música se detiene abruptamente, y el entusiasmo desenfrenado de P!NK por
celebrar se ve reemplazado por un diminuto eco, como cuando alguien prepara una
nueva canción al hacer una mezcla. Pero no es música lo que proviene del altavoz
portátil que Emily tiene sujeto.
Se trata de voces.
O, mejor dicho, mi voz.
—¿No te sientes bien? ¿Tienes dolor de cabeza por lo de anoche o algo así?
Me congelo.
Mi sangre se enfría en mis venas, a la vez que el recuerdo de cuando había dicho
esas palabras se estrella contra mí con una cruda claridad; en el baño con Charlotte en
MoMa. Mi mandíbula se aprieta y mi pecho se queda inmóvil, porque sé qué es lo que
sigue. Mis ojos buscan a la multitud que se reúne cerca del plato de home. Es escasa,
pero todos los protagonistas se encuentran aquí. El clan Offerman. Mis padres. Yo.
Como estatuas, escuchando la grabación de Emily de mi conversación privada con
Charlotte.
—No puedo fingir esto.
Las palabras vinieron de Charlotte hace una semana. La adrenalina comienza a
surtir efecto, lucha para detener esto ahora mismo. Doy un paso más cerca de Emily y
le hago un gesto al altavoz cuando mi voz reverbera, amplificada de hace varios días
atrás.
—¿El compromiso?
El ceño de mi padre se frunce. Se encuentra con mis ojos, y una chispa de
decepción aparece en los suyos, acompañado de vergüenza.
El señor Offerman me mira fijamente, luego gira su mirada hacia Charlotte en las
gradas. La boca de ella está abierta, y sus ojos llenos de terror.
Debo. Detenerlo. Ahora.
Corro hacia Emily. Tal vez pueda agarrar el altavoz de su mano y presionar
detener antes de que las siguientes palabras salgan.
—Detenlo. Ahora —ruego, alargando la mano hacia su teléfono, al altavoz, a su
jodido sentido de la privacidad.
Niega con la cabeza y alza en alto el altavoz, cuando la siguiente oración de
Charlotte sale fuerte y demasiado claro.
—No. Estoy bien con eso. El falso compromiso está bien.
Emily presiona detener, y espero que se gire en mi dirección y me diga “Te
tengo”.
145
Pero en vez de eso, Abe aparece, caminando por el borde del banco improvisado
para unirse a Emily en el campo. Tengo que comprobarlo dos veces, y lo miro
fijamente. Se para junto a Emily, y sonríe como un orgulloso… ¿maestro?
Emily mira fijamente a su padre.
—¿Me crees ahora que no quiero estudiar historia del arte en Columbia?
Columbia. Emily está yendo a la misma escuela que el tenaz reportero. Así es
cómo debe conocerlo.
Las fosas nasales del señor Offerman se ensanchan a la vez que da un paso hacia
delante.
—Emily, este no es el momento para discutir sobre tu carrera prevista. ¿De qué
demonios se trata esto?
Sí, como que me estoy preguntando lo mismo.
En especial, porque pensé que esto se trataba sobre Charlotte y yo… pero
también parece ser sobre un padre y una hija.
Emily tiene chispas en los ojos y posa su mano en su cadera.
—No tengo interés en estudiar arte. Te lo he dicho por años. Nunca me escuchas.
Nunca escuchas lo que quiero. Quiero estudiar empresariales en la universidad. Como
tú. Pero crees que los negocios son un mundo de hombres. Estás equivocado, no
obstante, porque acabo de salvarte de comprar el negocio de un mentiroso. Desde que
los he conocido, supe que había algo raro —dice, señalándome frenéticamente, luego a
Charlotte—. Por lo que hablé con Abe en la comida en McCoy’s, dado que nos dimos
cuenta que estamos yendo a la misma universidad a la que asiste. ¿Y adivina qué? Se
sintió de la misma manera sobre la pareja feliz, y decidimos trabajar juntos para llegar
al fondo de este acuerdo de negocios, y al corazón de la historia. Y es esto, papá.
Me señala, el acusado.
—Spencer Holiday fingió su compromiso con Charlotte Rhodes para que
compraras Katharine´s, pensando que eso lo haría parecer como el negocio honesto y
de amistosa familia que querías que fuera, no algo asociado a alguien mejor conocido
por hablar sobre fotos de penes en operaciones de negocios. —Sus pies están
separados, plantados en el suelo, sus manos en las caderas, hay determinación en sus
ojos—. ¿Cómo suena eso para una historia que Abe puede publicar mañana? ¿Tienes
un comentario oficial que hacer?
Abe y Emily nos miran fijamente con deleite ufano, pero me centro en Emily.
Sobre todo, quiero reírme y afirmar que está inventando todo esto porque es una
pequeña mentirosa patológica que ha dejado de tomar sus pastillas. Pero alguna
pequeña parte de mí quiere aplaudir a la chica por sus agallas. No me gusta ser el
objetivo de sus tácticas engañosas pero santas jodidas agallas. Emily tiene unas
grandes bolas, y se lo está mostrando a su padre por ser un cerdo sexista. También ha
estado coqueteando con todos nosotros; ese coqueteo en la cena nunca fue coqueteo.
Estaba jugando conmigo, intentando llegar al fondo de la mentira que había olfateado. 146
—¿Es eso cierto?
La pregunta no proviene del señor Offerman. Viene de mi padre. El hombre al
que admiro. El hombre al que respeto. El hombre que me enseñó a ser mejor de lo que
he sido en esta última semana. La vergüenza me traspasa cuando papá pasa al lado del
señor Offerman. No está mirando al hombre del otro extremo del acuerdo de negocios.
Está mirando a su hijo.
Su carne y sangre que le ha mentido. Que lo ha avergonzado. Que ha engatusado
a todo el mundo aquí presente.
Mi rostro se caliente. El hecho de que mis sentimientos por Charlotte se han
vueltos reales no tiene importancia. Nada de eso importa. Asiento y comienzo a
elaborar una respuesta.
Pero el chasquido de chanclas sobre metal poco sólido me interrumpe. Charlotte
baja corriendo las gradas improvisadas y cruza el pasto y la tierra.
—Paren —dice, alzando la mano. Está girando el anillo en su dedo—. El
compromiso falso es mi culpa. No culpen a Spencer.
Mi padre frunce el ceño y se vuelve hacia ella.
—¿A qué te refieres?
—Fue mi idea —dice, arrepentimiento en su voz, culpa en sus ojos—. Le pedí a
Spencer si fingiría estar comprometido conmigo para que mi ex dejara de molestarme
tanto. —Su voz es pesada. Tira de su anillo, y aprieto los dientes, odiando verlo salir
de su dedo.
—Eso no es cierto —digo. Ella está llevándose la culpa y no puedo permitirlo.
Este es mi lío y tengo que limpiarlo.
Alza la barbilla.
—Es cierto —dice, su tono firme y seguro. Sus ojos me fulminan, solamente a
mí. Dicen, no te atrevas a interrumpirme. Charlotte mira a mi padre, luego al señor
Offerman—. Todo es mi culpa. Necesitaba que Spencer se hiciera pasar por mi
prometido así mi ex me dejaría en paz. Vivo en el mismo edificio que él, y ha sido
espantoso desde la separación. Todos saben que me engañó, y he lidiado con miradas
fijas y de lástima. Pero cuando comenzó a rogarme todos los días que lo perdonara,
tenía que hacer algo drástico para hacer que se detuviera.
La señora Offerman asiente imperceptiblemente. Sus ojos parecen entender el
aprieto de Charlotte. Charlotte es tan jodidamente convincente; por otra parte, ella no
necesita ser convincente. Sólo tiene que ser honesta. Casi todo lo que ha dicho hasta
ahora es la verdad. Incluso si la idea inicial se me ocurrió a mí, el resto de su historia
cuadra.
A diferencia de mi engaño.
—Charlotte, no tienes que hacer esto —digo suavemente, sólo para ella.
Niega con la cabeza y habla con el grupo.
—No, tengo que hacer esto. Le pedí que fingiera estar comprometido conmigo 147
para poder finalmente tener algo de paz en donde vivo. Pero por favor, no culpen a
Spencer. El compromiso falso fue mi elección, y él siguió la corriente porque es de
verdad un gran tipo, sólo quería ayudarme. Lo planeamos todo, cada detalle,
incluyendo cómo lo terminaríamos. —Suspira, pero mantiene la barbilla en alto—.
Luego de una semana, y ahora ha pasado una. Por lo tanto, supongo que esto es todo.
—Se saca el anillo. Sus ojos están más oscuros que nunca antes. Inescrutables. Mira a
los otros—. Nunca fue real, pero no por las razones que piensan. —Deja caer
pesadamente el anillo en mi mano, y cierro los dedos alrededor de este—. Gracias por
fingir por mí.
Me envuelve en un abrazo.
—Lo siento mucho —susurra, y mis músculos se aprietan con una esperanza
enferma mientras espero más palabras dirigidas hacia mí, palabras como: Me gustaría
agradecer a la Academia, o ¿Recibiré una estrella dorada por esa actuación? Pero no llegan, y
su disculpa se siente tan real como las palabras que nunca ha pronunciado.
Rompe el abrazo, dirige sus ojos hacia todos los demás y repite para sí.
—Lo siento.
Se marcha, alejándose de mí. Ningún Es broma viene en mi dirección, porque
todo es muy real, y cada paso que da me aplasta. Como un tonto, me quedo inmóvil
en el plato de home, mis entrañas un lío revuelto de emociones en tanto la vergüenza
cambia hacia algo más. Dolor. Tanto dolor, como si mi corazón ha sido magullado.
Ella no me ama.
Nunca fue real.
El señor Offerman se gira hacia mi padre. Sus fosas nasales ensanchadas. Sus
ojos duros.
—No me importa de quién fue la idea. No hago negocios con mentirosos. El
acuerdo acabó —dice, cortando el aire con su mano.
“Take a Bow” de Rihanna se reproduce en el sistema de sonido de Emily.
Me encojo, y el Sr. Offerman le brama a su hija.
—Suficiente.
En eso, estamos de acuerdo.

148
26
Traducido por flochi

M i cabeza da vueltas y mi pecho tiene un agujero dentro.


Eso no detiene a Harper. Habla sin tapujos.
—Mira. —Su mano me da una palmada en el hombro
mientras camina a través del parque, Nick a mi otro lado—. Tu lista de tareas
pendientes del día de hoy acaba de hacerse mucho más larga.
Es algo bueno que ella me esté guiando, porque no tengo idea de a dónde estoy
yendo o qué se supone que haga. Papá se marchó hace quince minutos para lidiar con
el cráter en la transacción más importante de su carrera, gracias a mí. Y Charlotte es
historia. Intenté encontrarla, pero se ha desvanecido en una nube de humo. Podría
llamarla desde el teléfono de Harper, pero a medida que la realidad se arraiga como un
peso muerto en mi corazón, no estoy seguro que esté listo para esa clase de tortura 149
auto-infligida por el momento. Hola, Charlotte. Qué lata que no estés interesada en
mí, pero tengo más ideas para nuestra nueva campaña de marketing. Oh, bien. Me
alegra que te gusten mis planes para vender más tragos. Los nachos los pagas tú esta
noche.
—Bien. ¿Qué hay en la lista de pendientes? —pregunto, mi voz hueca—. ¿Alguna
oportunidad que involucre despertarme de esta pesadilla?
Ella frunce el ceño a la vez que tira de mí para acercarme y así evitar a un
patinador.
—No. Bienvenido a tu vida, Spencer Holiday. Tu bocota te ha metido en muchos
problemas, y tienes que cavar para salir de este agujero.
—Sin embargo, éste tiene el tamaño de un agujero negro —dice Nick—. ¿Tienes
una pala que funcionará en algo tan profundo?
Quiero reír. De verdad que quiero. En cambio, frunzo el ceño.
—Mientras tú trabajas en encontrar esa pala, ¿tal vez también me dejen saber qué
puedo hacer con respecto a Charlotte? Viendo que ahora dirijo un negocio con una
mujer que me abandonó en el plato de home.
Mi hermana me dispara una mirada que podría incendiar el asfalto.
—Ella no es la primera tarea en la lista de deberes, Spencer.
—¿No lo es?
Harper niega con la cabeza mientras el camino sale del parque y doblamos en la
Quinta Avenida. Ella apunta. A la distancia. Avenida abajo.
—Allí. A diez cuadras encontrarás una joyería. Sube al sexto piso donde está la
oficina de nuestro padre. Tienes que ir a verlo y postrarte.
Mis hombros se hunden, y suspiro pesadamente.
—De verdad jodí todo.
Nick se ríe compasivamente.
—Lo hiciste, hombre. Pero ahora es momento de desjoderlo.
Alargo mis manos. Un carruaje con caballos repiquetea a lo largo de la Quinta
Avenida detrás de nosotros.
—¿Cómo funciona eso? Estoy familiarizado con joder. Pero desjoder… ¿es cómo
salir antes de acabar?
Nick niega con la cabeza.
—No exactamente. Es un descubrimiento científico reciente, no obstante. Como
ósmosis a la inversa, pero en vez de agua, se filtra fuera de tu follada. ¿Lo entiendes
ahora?
Harper pone los ojos en blanco.
—Chicos. Concéntrense. Ahora no es el momento para la práctica de superación 150
en arrogancia.
Arrastro con fuerza una mano a través de mi cabello.
—Muy bien. Hagámoslo. ¿Qué hay en el paso uno?
Harper suspira y se vuelve hacia Nick.
—¿Deberíamos decirle o que lo resuelva por sí solo?
Nick arruga la comisura de su boca, luego empuja sus gafas hacia arriba.
—No estoy seguro de que su cerebro esté trabajando a plena velocidad hoy.
—¿Decirme qué? ¿Ya estuvieron hablando de esto?
—Sí. Duh. Cuando intentaste salir corriendo a buscar a Charlotte —dice, y hago
una mueca ante el recuerdo de cómo corrí para alcanzarla luego de que la canción de
Rihanna se detuviera. Pero la belleza rubia se había marchado hace rato, dejándome
cuidar de este corazón lleno de moretones. Mientras tanto, ella tiene mi teléfono, mis
llaves y billetera, por lo que estoy funcionando a ciegas.
Y sin dinero también.
—¿Y qué decidieron que tengo que hacer?
—Amigo, lo primero que tienes que hacer es disculparte con tu padre por mentir.
Tienes que explicarle por qué lo hiciste, que tenías la mejor de las intenciones, pero
que fue un error, y que lo lamentas —dice Nick, yendo al grano.
Asiento.
—Entendido. Puedo hacerlo.
—Luego tienes que intentar arreglar este enredo —dice Harper, entrometiéndose.
—¿Cómo?
—Deberías pedir hablar con el señor Offerman. Ver si puedes suavizar las cosas.
Me estremezco ante el pensamiento de humillarme ante ese idiota.
—No quiere tener nada que ver con papá.
—Ahora, eso es correcto —dice Nick—. Los enojos se encienden en el calor del
momento. Ve si se ha calmado. Tienes que intentarlo.
Asiento, asimilando todo esto, sabiendo que él tiene razón.
—¿Y si eso no funciona?
Se miran fijamente nuevamente, luego me miran.
—Tú. Tú eres la manera de “desjoderlo” —dice Harper.
—Oh, mierda —digo con una voz pesada cuando entiendo exactamente cómo
tendré que hacer ósmosis inversa de este desastre por papá.
* * *
Harper me da un billete de diez dólares. Me siento como un estudiante de
primaria aferrando su mesada. 151
—Ahora, sólo úsalo si tienes que tomar un autobús a casa, cariño —dice ella,
como un padre regañando a su hijo.
Me da un empujón hacia la entrada de Katharine’s.
—Ve.
Me dirijo dentro, destacándome como un pulgar adolorido con mis
pantaloncillos de gimnasia y gorra. Me dirijo al ascensor y presiono el botón del sexto
piso. Luego de que las puertas se cierran con un zumbido, inhalo y exhalo, luchando
para concentrarme en papá. No en Charlotte. No en las peores palabras que he
escuchado en mi vida.
Nunca fue real.
No sé cómo pude haber malinterpretado tanto las cosas entre nosotros dos.
Estaba tan malditamente convencido de que no solamente teníamos una épica
química, sino mucho más. Pero ese debió haber sido el bastardo engreído que llevo
dentro, haciendo suposiciones de que la mujer me quiere.
Cuando la mujer no miente.
Ella lo dejó claro desde el principio.
Dijo que es una terrible mentirosa, lo que significa que todo lo que dijo en la
cancha fue verdad.
¿Cómo demonios se supone que debo regresar a trabajar a su lado? ¿Dirigir un
negocio con ella?
Cuando el ascensor llega al piso de mi papá, las puertas se abren. Salgo y veo un
rostro familiar. Nina camina en mi dirección, vestida con un traje impoluto incluso un
sábado. Por otra parte, los sábados en la tienda son días ajetreados.
—Hola. ¿Estás buscando a tu papá?
Asiento.
—Así es. ¿Está en su oficina?
—Sí. Está trabajando en algunos contratos.
Una chispa de esperanza se enciende dentro de mí. Tal vez el acuerdo sigue en
marcha. Tal vez la bronca se dispersó en cuestión de minutos. Tal vez hay Walmarts
en Júpiter.
Sin embargo, tengo que preguntar:
—¿El señor Offerman está aquí?
—No —dice con una pequeña sonrisa, luego baja suavemente una mano sobre
mi hombro—. Pero ve a verlo.
Se marcha, e inhalo hondo, cuadro los hombros y camino hacia la oficina de mi
padre. Sea lo que sea que esté por venir, ya sea enojo o decepción, lo soportaré como
un hombre.
Llamo a la puerta, y papá me dice que entre. 152
Está en su escritorio, todavía usando su suéter de softball, sus dedos equilibrados
sobre el teclado. No puedo leer la expresión en sus ojos. Sopeso el momento, las
palabras saliendo atropelladamente de un embotellamiento.
—Papá, antes que nada, te debo una enorme disculpa. Te mentí y engañé. Y lo
lamento. Me criaste mejor que eso. Nunca debí haber fingido que estaba
comprometido, pero en mi defensa, pensé, estúpidamente, que sería lo que necesitabas
para el acuerdo. Cuando conocí al señor Offerman, claramente no le agradaba mi
pasado o mi “reputación” —esbocé comillas en el aire”—, por lo que pensé que
simplemente podría comprometerme por una semana mientras cerrabas el acuerdo. No
fue idea de Charlotte. Fue mía. Pensé que estaba haciendo lo correcto y asegurándome
de que mi pasado no sería la razón por la que tu acuerdo se resienta. Pero de todas
maneras se resintió, por mi culpa.
—Spencer —comienza a decir, sus labios apretándose.
Alzo una mano y niego con la cabeza.
—Debí ser honesto con el señor Offerman en el desayuno del día siguiente, y
debí haber sido honesto contigo. Pero no lo fui. Dijiste todas esas cosas agradables
sobre Charlotte antes del Violinista, también, y me sentí como un estúpido por
mentirte. Me enseñaste a ser mejor que eso. —Suspiro y digo la parte más difícil—.
Pero en algún momento, dejó de ser una mentira, porque aunque comenzó como un
compromiso falso, se volvió real para mí, y me enamoré de ella.
Las comisuras de su boca se curvan hacia arriba.
—Spencer —vuelve a intentar, pero continúo, parado al otro lado de su
escritorio, mi mea culpa vertiéndose de mí.
—Pero eso no importa, porque escuchaste lo que ella dijo. —Mi voz se ahoga
con tristeza cuando recuerdo sus horribles palabras—. Ella no siente lo mismo, y eso es
todo. Siento haberme aprovechado de ti con toda la farsa. Y sé que no puedo
arreglarlo, pero quiero intentarlo.
Entonces me doy cuenta de lo que debo hacer para arreglar esto.
—Sé qué es lo que quieres más que nada en el mundo: retirarte y pasar más
tiempo con mamá. Sé por qué querías vender Katharine’s. No te estoy pidiendo que
me lo entregues. No te estoy pidiendo que me des tu negocio. Pero ofrezco mi tiempo.
Te ofrezco encargarme del negocio en tu lugar. Sin cargo alguno, por supuesto —digo
con una risita, porque incluso en estos momentos, uno necesita mantener su sentido
del humor. Los ojos de papá resplandecen mientras escucha—. Soy bueno en los
negocios. Puede que sea terrible en las relaciones, y claramente no tengo idea de lo que
las mujeres quieren realmente, y tengo un ego que es demasiado grande para caber en
cualquier autobús de la ciudad, pero soy una estrella de rock cuando se trata de dirigir
todo tipo de negocios. Me encantaría arreglar esto y ser tu maestro sustituto mientras
te tomas tu tiempo y encontramos otro comprador.
Respiro hondo, y aunque nunca quise encargarme de la tienda, y aunque nunca
quiso que me encargara de eso, se siente bien ser un hombre y hacer el ofrecimiento. 153
Dejarle saber que estoy dispuesto a arreglar mis errores.
Papá se pone de pie, rodea su escritorio y se cruza de brazos. Se para con los
talones clavándose en la alfombra de su oficina, sus ojos oscuros contemplándome.
Lo raro es que, no parece enojado.
27
Traducido por flochi

—T
ienes razón, hijo. No me agrada que me hayas mentido. No estoy
contento de que inventaras todo un compromiso falso. Y no estoy
contento de que sintieras que tenías que ser alguien distinto que tú
mismo con el fin de que yo tuviera lo que quería. —Se detiene para apretar mi
hombro—. Pero te crié bien, porque hacer lo que hiciste es todo lo que podría pedir.
—Me alegra hacerlo, papá —digo, y pronto eso comenzará a sentirse cierto.
Verteré mi corazón en ello, porque Dios sabe, tengo que sacar de mi mente a
Charlotte. Tal vez incluso la dejaré comprarme el bar así no tendré que seguir
viéndola. Ver a la mujer que rompió mi corazón cada día escocerá como una avispa
con rabia.
Papá me golpea en la espalda, luego me atrae para un abrazo. 154
—Eres un buen hombre. Estoy orgulloso por admitir la responsabilidad en esto y
por intentar arreglarlo. —Me suelta, pone sus manos en mis hombros y suspira feliz—.
Pero no voy a dejarte.
Arrugo mi frente.
—¿Por qué no?
Se ríe. Sus ojos centelleando.
—Porque me salvaste. Porque me estaba devanando los sesos cuando fue mi
turno de batear, intentando descubrir cómo salir de esto con dignidad. Estaba teniendo
dudas sobre venderle a ese pomposo cerdo machista en primer lugar, y me diste la
salida perfecta. —Señala a su trituradora de papeles en el suelo y frota sus palmas—.
Qué bueno que los papeles no hayan sido presentados.
Una sonrisa se expande por mi rostro, la primera que he sentido desde que
Charlotte rebanó mi corazón, lo cortó en tiritas finas y se lo comió como un bocadillo.
Bien, tal vez eso sea dramático. Pero el órgano en mi pecho está pulverizado. La
sonrisa de papá, sin embargo, no duele.
—De verdad era un cerdo —digo, con un amago de sonrisa en mis labios.
—Era completamente irrespetuoso con las mujeres, con su esposa, con sus hijas;
no puedo dejar que el legado de Katharine’s sea continuado por alguien así.
—No, no puedes. Déjalo a nosotros por un poco más de tiempo mientras
encontramos a un mejor hombre, o mujer, a quien vendérselo —digo, y una ráfaga de
orgullo me atraviesa. Estoy orgulloso de que mi papá esté tomando esta decisión.
Se carcajea.
—El hecho es. Ya encontré a alguien.
Mis ojos se agrandan.
—¿Sí?
—Sí. No para venderlo. —Se detiene para vagar sus ojos por la oficina y luego
hacia la puerta, como si se estuviera reflejando en todo lo que está más allá—. Sino
para dirigir este lugar mientras me relajo. No estoy preparado para dejar ir a
Katharine’s, aunque sí estoy completamente listo para trabajar menos.
—Bien —pregunto tentativamente—, ¿quién es?
Pero en el momento en que las palabras se derrumban, sé quién es. Algo en mi
cabeza hace clic, como una cerradura deslizándose en el lugar. Chasqueo mis dedos.
—¡Nina! ¿Le pediste a Nina que asuma el control de las operaciones diarias?
Asiente y sonríe.
—Y ella aceptó. —Golpetea su dedo contra los papeles en el escritorio—. En eso
estaba trabajando cuando entraste. Su nuevo contrato. Ella será la directora ejecutiva
de Katharine’s, y permaneceré como fundador y propietario mientras navego a través
de los siete mares con tu madre.
—Eres un romántico —digo, sacudiendo la cabeza con admiración—. Ella es 155
perfecta para eso. Ha estado contigo desde el comienzo, y nadie conoce más del
negocio.
—Exactamente —dice, luego se acerca al sofá dando zancadas junto a la ventana
con vistas al centro de Manhattan—. Pero ya que soy un romántico empedernido, y ya
que he estado felizmente casado por treinta y cinco años, y puesto que entiendo un
poco sobre lo que las mujeres quieren, hablemos sobre cómo vas a ganarte de regreso a
Charlotte. Vi la manera en que ustedes dos se miran.
Le da unas palmadas al sofá. Me hundo junto a él, mis extremidades pesadas.
—Adoro la idea. Pero ella dejó en claro que no le intereso.
—Hmmm.
—¿Hmmm, qué?
—Aunque, ¿lo hizo? —pregunta socarronamente.
—Creo que sus palabras exactas fueron “Nunca fue real”.
—Esas fueron sus palabras. Y en general, creo que un hombre debería prestarle
atención a las palabras de una mujer. Pero a veces las acciones hablan más fuerte, y
¿qué te dicen las acciones de Charlotte?
Una imagen de ella quitándose de un tirón el anillo se mofa de mí.
—Que ella no siente lo mismo —digo abruptamente. No tiene sentido ser
cauteloso con las palabras. Él vio lo mismo.
O tal vez no. Inclina la cabeza a un lado, y arquea una ceja. Niega con la cabeza.
—Vi a una mujer que puso su corazón en juego por ti.
Me lo quedo mirando. Sus palabras no cuadran.
—Vi a una mujer que aceptó la caída por ti —continúa, señalando de él hacia
mí—. Ambos sabemos que Charlotte no te pidió ser tu prometida. Tú se lo pediste.
Ella te dijo que sí. Ella quiso ayudarte. Y hoy, quiso ayudarte también. Puede que no
haya resultado de la manera en que ella pretendía, pero estaba intentando salvar el
acuerdo porque le importas. Estaba intentando ayudarte a mantenerte fuera de
problemas lanzándose ella misma debajo del autobús.
Algo vuelve a la vida en mi interior.
No un alíen o algo raro como eso, sino un corazón acelerado, un pulso
alcanzando su máximo, una posibilidad electrizante.
—Mierda —digo en voz baja, pasando a través del día, la mañana, anoche. Los
sándwiches, los fideos, el whisky. Las reglas rotas, los celos, los momentos puros y
privados de dicha y conexión. Anoche y la manera en que dijo que estaba
desmoronándose. Cómo se veía cuando estuvo desnuda encima de mí.
Agarro el cuello de mi camiseta y le doy un tirón. Vaya. Está haciendo calor
aquí. No es lo más inteligente que me detenga en un recuerdo de sexo.
Lo empujo a un lado.
Sobre todo, rebobino a cómo siempre me está salvando. Desde el comienzo de 156
este amorío, a través de todo hasta el final, ella salvó el día cuando más la necesitaba.
—Tengo que encontrarla —digo, palmeando mis bolsillos. Están vacíos—. Oh,
mierda. Ella tiene mi teléfono. Y mi billetera. Y mis llaves.
—Bien. Porque no vamos a movernos así de rápido.
—¿Por qué no? ¿No debería ir a su departamento y decirle cómo me siento o algo
así?
—¿O algo así? —Arquea una ceja mientras me imita—. Puede que sepas una o
dos cosas sobre cómo capturar a las damas para una noche. Pero yo sé cómo ganar a
una mujer para toda la vida —dice, golpeando a su corazón—. Resulta que tu padre es
un romántico empedernido. Así que deja al maestro darle algunas lecciones al
aprendiz sobre recuperar a una mujer.
Me pongo de pie y le entrego las riendas.
—Siempre fui formidable en la escuela. Enséñame tus secretos.
Estudia mi atuendo.
—Primero, tenemos que ponerte algunas ropas decentes.
—No tengo mi billetera.
Pone sus ojos en blanco.
—Te compré tu primer mameluco. Creo que puedo gastar para un par de
pantalones ahora.
—Papá, eso está bien y todo, pero ¿puedes jurar nunca decir esa palabra
nuevamente cuando se relaciona a mí? —digo, cuando dejamos la oficina.
—¿Mameluco, te refieres?
Asiento.
Se encoge de hombros.
—Haré mi mejor esfuerzo por nunca discutir lo adorable que te veías en ese
pequeño mameluco azul bebé.
—Papá.
—Cierto. No estabas adorable en él. Te veías varonil y duro.
¿He mencionado que tengo al padre más estupendo del universo?

157
28
Traducido por flochi

M e veo elegante. Estoy usando unos pantalones gris carbón, una


camisa azul marino y zapatos nuevos. Y… espera esto… estoy
recién bañado, también. Sep. Papá me llevó de compras y me dejó
usar la ducha de invitados de su casa. Y maldita sea, me veo formal.
Sin embargo, no me ha dejado llamar a Charlotte.
Y sí, me sé su número. Es uno de los tal vez dos que me he comprometido a
recordar. El de ella y el del delivery de comida china. Sin embargo, él la llamó, y le
preguntó amablemente si estaba disponible para verme a la noche. Evidentemente, ella
aceptó, por lo que le dijo que yo estaría llegando a las seis.
Cuando la limusina que alquilé se detuvo en su edificio, me siento algo como un
adolescente llegando para el baile. Salvo que no tengo un ramillete o resistencia 158
adolescente. Crecer dejó eso atrás, muchas gracias.
Pero los nervios son los mismos, y los míos están por las nubes. Salgo del auto y
me dirijo hacia el portero. Éste presiona su timbre y espero, caminando de un lado a
otro en la entrada, revisando mi reloj, contando el número de baldosas en el suelo.
Tres interminables minutos después, Charlotte cruza el vestíbulo.
Usa una falda arándano y un top negro. Es el traje de la vez que la llevé a
comprar el anillo. El hecho de que lo esté usando me deja sin aliento. Se siente como
una señal. A medida que se acerca, contemplo cada detalle. Su cabello flota libre y
hermoso bajando por sus hombros. Sus labios son rojos y brillantes. Sus piernas están
desnudas, y usa tacones altos negros. No estoy seguro de si alguna vez le he dicho que
esos zapatos son mis favoritos, y de alguna manera, me excita más que los que le gusta
usar sean los que me gusta verle puestos.
No puedo creer que hayan pasado ocho horas desde que la vi.
Se detiene frente a mí. Entrecierra los ojos. Señala.
—No sé si besarte o pegarte un puñetazo. Porque te he estado enviado mensajes
de texto todo el día. A mi bolso —dice, dejando caer la mano dentro de su bolso y
buscándolo.
Agarra mi celular y lo empuja en mi dirección, y el primer mensaje que veo me
hace sonreír.
ESA FUE LA MAYOR MENTIRA QUE HE DICHO. LLAMAME.
Su mandíbula está apretada y me fulmina con la mirada.
—Oh, y te llamé varias veces, también, antes de recordar que tenía tu teléfono.
Básicamente, me estuve mensajeando todo el día a mí misma. Tenías el tono en
silencio, idiota.
—Idiota parece ser el tema del día cuando se trata de mí —digo, pero estoy
sonriendo porque esta es otra razón por la que la amo con locura. El hecho de que se
acercara a mí con paso decidido y me gritara.
Se pone las manos en las caderas.
—¿Quieres saber lo que mis mensajes decían?
—Así es —digo, tomando su mano y entrelazando mis dedos con los de ella.
Dios, se siente bien volver a tocarla. Se siente increíble, algo fuera de este mundo
cuando me aprieta de regreso, su mano ajustándose a la mía perfectamente—. Pero en
este momento, quiero que salgamos.
—¿Al restaurante en Chelsea? —pregunta cuando alcanzamos la puerta de la
brillante limusina negra.
—Sí, pero todavía no. Primero, voy a llevarte por un tour temático de Nueva
York. —Le hago un gesto hacia su edificio—. Esta es la primer parada en el tour las
Lecciones que Aprendí la Última Semana.
Arquea una ceja, invitándome a decir más.
—Aquí mismo es donde fui realmente estúpido —digo. 159
—¿Cómo fuiste realmente estúpido?
—Debido al día que te pedí ser mi falsa prometida, realmente creí que podría
acabarlo con éxito y nada cambiaría —digo, a la vez que levanto la manija del auto y
sostengo la puerta para ella. La observo deslizarse en el asiento trasero frío y con aire
acondicionado. Se ve comestible.
—¿Cambiaron las cosas? —pregunta, su voz alzándose con la pregunta.
Asiento mientras entro al auto junto a ella y cierro la puerta.
—Lo hicieron.
Traga saliva.
—¿Cuál es la segunda parada entonces?
Señala hacia el norte.
—Un restaurante llamado McCoy’s. ¿Has escuchado de él? —pregunto, mientras
el auto se mueve rápidamente hacia la zona alta de la ciudad, zigzagueando a través
del tráfico de un sábado por la noche.
—Creo que estoy familiarizada con ese. Tengo mucha curiosidad sobre lo que
aprendiste allí.
Cuando llegamos al restaurante donde tuvimos nuestra primera cita con los
Offerman, sostengo su mano y la escolto fuera del auto. Sin embargo, no vamos
dentro. Nos paramos debajo del toldo verde, y toco su cabello, acariciando los
mechones que caen sobre su hombro. Su respiración se detiene cuando mis dedos
hacen contacto con su piel.
—Como puedes recordar, estuvimos aquí hace apenas una semana. Habíamos
practicado en la calle, y en tu departamento —digo, entonces me inclino para rozar un
beso en su mejilla. Ella tiembla—. Pero ninguna de esas prácticas me preparó para la
lección que aprendí aquí cuando me besaste en la mesa.
—¿Qué lección fue esa?
—Cuánto me gustaban los besos falsos contigo.
Una sonrisa se extiende por su rostro.
—¿Y los besos reales?
—Incluso mejores. De hecho, permíteme refrescarte la memoria de cuánto nos
gusta. —Ahueco sus mejillas y atrapo su deliciosa boca con la mía. La beso con
dureza, como recordándole todo lo que hay reservado para nosotros. Sus brazos me
rodean, sus senos presionándose a mi pecho, y se derrite en el beso, haciendo esos
suspiros y murmullos sexys que son como una corriente elevándose a través de mí.
Otras cosas se elevarán pronto también, si seguimos a este ritmo. Y aunque eso
es precisamente lo que quiero, no he terminado todavía con el tour.
Veinte minutos después llegamos a Gin Joint, y la llevo al bar sexy y seductor
donde ella me volvió loco. 160
—Aquí es donde fui un completo idiota.
Sus manos suben provocativamente hasta mi brazo y un estremecimiento se
apodera de mí.
—¿Cómo?
—Debido a eso —digo.
—¿Debido a qué?
—Debido a que cuando me tocas, me excitas como nada jamás en la vida —digo
con voz ronca a la vez que la acerco—. Sin embargo, por alguna loca razón, pensé que
podría resistirme a ti.
Entrelaza sus manos en mi cabello y susurra:
—Qué tonto. —Niega con la cabeza en reprimenda, ahora siguiendo el juego del
tour completamente.
—Tú crees que eso es tonto, entonces espera a escuchar lo que sigue. Si te llevara
al siguiente lugar, te darías cuenta de la altura de mi ridiculez.
—¿Lo haría? —pregunta mientras la llevo al auto y al fresco asiento trasero.
—Sí. Porque luego de llevarte a casa esa noche, regresé a la mía y tomé el asunto
en mi propia mano. Me montaste con fuerza en mis fantasías.
Sus labios se encienden con comprensión, y luego sus dedos golpetean a lo largo
de mi pierna.
—Eso es tan caliente. Quiero observar algún día.
—Sí, quiero observarte hacerlo también. —Doblo mi mano alrededor de su
cabeza, llevando mis labios a su oído, y susurro—: Tres veces esa noche. Y de alguna
manera, pensé que podría sacarte de mi sistema de esa manera.
—Oh, Spencer —susurra—. Pensé lo mismo también.
Nuestros labios impactan mientras el chofer arranca. Nos besamos
hambrientamente, borrando nuestras horas separados, las mentiras, la farsa. Nos
besamos hasta que nuestros labios están magullados. Nos besamos hasta que
alcanzamos nuestro siguiente destino. La esquina de la Cuarenta y tres. Estamos en la
seiscientos cuarenta y cinco ahora, y el tráfico del teatro ha comenzado, por lo que no
detenemos el vehículo.
Apunto a través de las ventanas tintadas.
—Lo más extraño sucedió en esa esquina.
—¿Qué fue extraño? —pregunta, su tono contento diciéndome que quiere la
respuesta tanto como adoro dárselas.
—No fui un completo idiota esa noche. Me aseguré de decirte toda la verdad;
que estaba celoso de cualquiera que te haya tenido. La que fue mi manera de decir que
no quiero que nadie más te tenga —digo, luego rozo mis labios contra el hueco de su
garganta—. Jamás. 161
—Siento lo mismo —dice, su sonrisa como un sol mientras agarra su teléfono
nuevamente, esta vez mostrándome los mensajes que envió inmediatamente después
que se fue esta mañana—. Mira. Sólo mira.

Acerca de esa horrible mentira.

Dolió mucho decirlo.

No la dije en serio.

Se siente muy real para mí.

¿Sientes lo mismo?

Alzo los ojos de la pantalla y presiono mi mano en su pecho, sobre su corazón.


Retumba debajo de mi mano.
—Sí, Snuffalaffugus. Lo siento por todas partes.
Se ríe cuando uso nuestra expresión de cariño.
—Yo también. Pero antes de que exploremos completamente el por todas partes,
de verdad quiero que leas el resto —dice, a la vez que quita mi mano de su pecho y
empuja su teléfono en mi palma.
Oh estupendo. Acabo de darme cuenta que me estoy enviado todos estos mensajes.
¡PORQUE TU TELÉFONO ESTÁ ENCENDIDO EN MI CARTERA!
Bien. Entonces sí. Esto apesta.
Tienes que saber que sólo dije eso en la cancha para intentar ayudarte. Estaba intentando
apegarme al plan. Hacerlo creíble. NO TENGO IDEA SI FUNCIONÓ.
Ugh. Me siento terrible ahora. Jodí las cosas, ¿no?
Estoy hablando sola. Pero mira lo que encontré…
Parece que tengo tus llaves y billetera también. Hmmm. Tienes muchas tarjetas de crédito.
Había estado queriendo un nuevo Kate Spade.
Y algunos Louboutins.
¿DÓNDE ESTÁS? ¿NO SABES DÓNDE VIVO?
No voy a renunciar a este teléfono a menos que sientas lo mismo. Juro que si te veo y esto
resulta ser algo unilateral, nunca te regresaré el teléfono. Sufrirá una muerte rápida y dolorosa
por el martillo de mi vergüenza.
Por lo tanto, si estás leyendo estos mensajes, debe significar una sola cosa. 162
También estás loco por mí.
—Estoy muy loco por ti —digo, y nuestros labios vuelven a unirse.
Antes de que el momento se caldee, antes de que pueda saltar sobre mí como
quiero que haga, de alguna manera llegamos a Central Park y a la cancha de béisbol.
El auto deja el motor en ralentí en el camino, esperándonos mientras la llevo por el
césped.
Otro juego ha empezado; una pizzería está bateando contra una cadena de
zapaterías. Acerco más a Charlotte.
—Pero aquí —digo, señalando al terreno—, aquí es donde fue un gran idiota.
Ella sonríe.
—¿A qué se debió?
—Porque aquí mismo, hoy más temprano… —Respiro hondo, dejando que me
dé fuerzas para compartir todos mis sentimientos—. Aquí es donde la mujer que amo
alzó la voz en mi defensa. —Ella jadea cuando uso la palabra con A—. Debí decirte
entonces que te amo. Debí decírtelo todo. —Acercándome a ella, presiono mi frente
contra la de ella—. Debí haberte dicho que estoy locamente enamorado de ti, y quiero
que seas mía. Cuando me dijiste que no era real, estaba devastado…
—Spencer, no lo dije en serio. Lo dije intentando arreglar las cosas.
—Lo sé ahora. Fui un tonto entonces. Pero no hay mal que por bien no venga.
Porque sentir que te perdí hizo darme cuenta que haría lo que fuera por tenerte.
Porque eres la elegida. Has estado delante de mí todo el tiempo, y de alguna manera
siento como si me hubiera enamorado de ti rápidamente, solamente en una semana.
Pero por otro lado, sé que me he estado enamorando de ti todo el tiempo, en el
transcurso de los años. Sólo requirió que lo fingiéramos para darme cuenta que eres la
única mujer que he amado. Pero más que eso; eres la única mujer que quiero amar. —
Rozo su mejilla nuevamente con el dorso de mis dedos. Sus ojos están encendidos con
alegría. Reconozco la emoción porque la siento con ella—. Y lo sé, porque quiero
comer ositos de goma verde por ti así nunca tendrás que saborearlos, y quiero sentarme
a través de la tortura del Violinista en el Tejado contigo, y beber margaritas vírgenes
algunas noches, y cervezas no tan malas otras, y llevarte a la cama si estás cansada y
tienes dolor de cabeza y hacerte el amor toda la noche si te sientes bien.
Sus labios se separan y suspira con satisfacción. Me sujeta por el cuello de la
camisa, acercándome.
—Esta noche no me duele la cabeza. Y quiero hacer eso toda la noche también.
Quiero hacer eso porque rompí la misma regla. Estoy tan enamorada de ti que te
besaría con aliento matutino, e incluso rasparé la mayonesa con pesto de tus
sándwiches si alguien te lo sirve por equivocación —dice, mirando fijo a mis ojos.
—Espero que eso nunca suceda. —Mi tono es intensamente serio—. Porque no
quiero que te acerques a la mayonesa con pesto o al aliento matutino. Pero si sucede,
quiero que lidiemos con ambos horrores juntos.
163
—Yo también —dice, luego me besa; un beso profundo y apasionado que sella
todas las lecciones que aprendí.
Cuando ella rompe el beso, alza una ceja sugerentemente.
—¿Las sobras de los fideos de sésamo fríos en tu casa en vez de comer afuera?
—Estás en llamas —digo, dado que sé lo que quiere y yo quiero lo mismo.
—Oh, espera. Hay una cosa más que quiero que sepas —dice, pasando su mano
hacia abajo por los botones de mi camisa, un preludio de lo que ambos vamos a estar
haciendo pronto.
—¿Qué es?
—¿Recuerdas cuando pensé que no podría sacar adelante esto?
—Lo recuerdo.
—Fui capaz porque estar contigo pocas veces se sintió como una mentira. Era
sencillo fingir ser tuya.
—¿Por qué? —pregunto, agarrando sus caderas.
—No sentía que fuera algo falso. Siempre se sintió como si se estuviera
convirtiendo en algo real.
—Es real —digo, mirándola a los ojos. Estoy atrapado en este momento; es el
nuevo centro de Charlotte y de mí, y quiero verla, sentir y saborear todo de ello. Pero
también quiero saborearla. En este mismo momento—. ¿Sabes que más es real?
—¿Qué más? —pregunta juguetonamente, su tono diciéndome que sabe a dónde
se dirigen mis pensamientos.
—Cuánto te deseo es este instante. Es muy real. Es como veinticinco centímetros
real —digo, inclinándome para que pueda sentir cuánto la anhelo.
Arquea una ceja.
—¿Veinticinco? Había supuesto que eran treinta.
—Comienza con veinticinco. Termina con treinta —bromeo mientras tomo su
mano y regreso a la limusina con ella. Una vez dentro, le pido al chofer que cierre la
división. Luego de que el vidrio cae en su lugar con un clic, estamos resguardados.
—Tomaré los veinticinco ahora, por favor
—Ah, así que quieres un aperitivo antes de la comida china —digo, bajando mi
mano por su columna y sobre su trasero, apretando su culo.
—No, Spencer. Quiero el postre primero.
La levanto sobre mí.
—Aperitivo. Postre. El plato principal. Tengámoslo todo —digo, levantando la
tela de su falda, y ella abre mi cremallera.
En segundos, tiro de sus bragas a un costado, me pongo un condón, y la bajo
sobre mi eje. Gemimos al mismo tiempo, luego nos besamos y follamos por las 164
siguientes cuadras. Después nos besamos con fuerza y follamos con más fuerza a
medida que el auto se dirige al centro, mis manos tirando de su cabello, sus uñas
clavándose en mis hombros, nuestros labios entrechocándose mientras nos
consumimos mutuamente con hambre.
Follamos como si hubiesen pasado semanas desde que estuvimos juntos, cuando
solamente han sido horas. Pero admitiré esto… esta necesidad por otra persona,
especialmente desde esta noche es tan buena como siempre lo ha sido. Pero mucho
mejor, también, porque no va a acabar. No hay fecha de expiración a la vista, ni reglas
básicas y nada de fingimientos.
La noche se vuelve un maratón de sexo y fideos de sésamo, de comida y
orgasmos, de risas y más veces de la palabra A de que lo que esperaba pronunciar
alguna vez.
Probamos la resistencia de mi mesa de café y pasa la prueba; aunque mis rodillas
se magullaron, no me importa. Un poco más tarde, Charlotte sugiere una ducha
solamente por diversión, y dado que adoro las duchas, acepto. Cuando se arrodilla en
los azulejos, me obsequia la mejor ducha que he tenido en mi vida, y hace algo tan
intenso con su lengua que tengo que recordar preguntarle si puede hacer un nudo en el
tallo de una cereza también con la lengua.
No es que tenga importancia. No tengo propósitos para las cerezas anudadas.
Pero tengo montones y montones de usos para su lengua. La mía también cuando me
doy un gusto al saborearla luego de la medianoche cuando llegamos a la cama.
Después, nos engañamos pensando que dormiremos, pero en cambio, me deslizo
dentro de ella mientras nos acurrucamos en la oscuridad. Fido nos proporciona la
armonía, ronroneando fuertemente cuando ella se viene, y juntos sonamos como un
mini terremoto.
—Charlotte, tengo una confesión que hacerte —le digo a la vez que paso mis
dedos a través de su cabello mientras baja desde las alturas.
—Escúpelo.
—Mi gato es un pervertido.
Se echa a reír.
—Suena como que los tres nos llevaremos bien entonces.
Eso creo también.

165
Epílogo
Traducido por flochi

Un mes más tarde

S omos los únicos en The Lucky Spot. La última bebida fue servida
hace una hora, y ahora estamos terminando de cerrar.
Agarro mis llaves de la oficina, y ella se pone el bolso en el
hombro.
—¿Tu departamento o el mío? —pregunta juguetonamente. Entonces responde
con—: Quiero decir, nuestro.
Su alquiler acaba a finales de mes, por lo que se mudó conmigo hace una
semana. Ella acapara las sábanas, y yo duermo desnudo, así que eso podría ser un
problema cuando lleguemos a invierno, pero aparte de eso, la vida con ella es casi 166
perfecta. Hay que sumar que el artículo de Abe nunca salió, dado que no hubo venta
de Khatarine´s, sólo un falso compromiso que resultó ser una genuina historia de
amor. Soy un campista feliz y también lo es mi padre que se encuentra en alguna parte
del mediterráneo en este momento mientras Nina dirige la tienda.
Lo único que haría que este momento fuera más perfecto sería una botella de
vino.
—Antes de irnos, tomemos una bebida rápida —digo, dirigiéndome detrás de la
barra y tomando una botella que escogí para esta noche.
Me lanza una mirada curiosa desde su lado del bar.
—¿Quieres llevarla a casa?
Niego con la cabeza.
—Nop. Aquí.
Me sirvo un vaso, luego otro para ella. Lo deslizo a través de la barra. Alzo el
mío para un brindis.
—Por las re-creaciones.
Frunce el ceño.
—¿Qué? No estás teniendo sentido.
—Sígueme la corriente. Tendrá sentido pronto. —Tomo un trago, entonces bajo
el vaso—. ¿No es gracioso cómo todos piensan que somos una pareja?
—Pero somos una pareja —dice, sacudiendo la cabeza y dándole golpecitos al
vaso—. ¿Estuviste bebiendo mucho antes de abrir esta, Holiday?
Estoy resuelto.
—Necesitamos una historia —digo, recordándole lo que me dijo en su cocina el
primer día que decidimos fingirlo—. ¿Recuerdas? —pregunto, incitándola—. Un
jueves por la noche en The Lucky Spot, con una copa de vino luego del cierre…
Entonces se percata y su frente se arruga.
—Sí. Si el recuerdo sirve, dijiste exactamente lo que acabas de decir.
Me repito, manteniendo su hermosa mirada cautiva.
—¿No es gracioso como todos piensan que somos una pareja?
Ella recuerda su línea; su línea inventada, de fantasía sobre cómo nos juntamos.
—Tal vez deberíamos ser una.
No hablo. Ella tampoco habla. Ambos recordamos el guion, y cómo eso produjo
una pausa incómoda.
Cuando la pausa está cargada con bastante incomodidad, hablo, la comisura de
mis labios curvándose.
—Pero esta vez, hay más luego de la pausa incómoda —digo, luego meto la
mano en mi bolsillo. 167
—¿Qué pasa a continuación? —pregunta sin aliento, sus palmas presionadas en
el mostrador, anticipación evidente por cómo sus hombros se inclinan hacia mí.
—Un truco de magia.
—Muéstrame.
Abandono mi lugar y rodeo la barra. Cuando la alcanzo, ondeo una mano detrás
de su oreja izquierda, luego saco mi otra mano de mi bolsillo, y la rozo detrás de su
oreja derecha.
—Mira lo que encontré en tu oído —digo, luego abro mi palma frente a ella.
—Oh, Dios —dice, su voz entrecortándose.
Me arrodillo sobre una rodilla y tomo su mano.
—Tengo una proposición que hacerte. La primera vez cuando interpretamos a
los novios ficticios, usaste dos palabras que ambos juramos que nunca diríamos. Pero
incluso en ese entonces sonaron perfectas saliendo de ti, Sra. Holiday. Y eso se debe a
que eres la única que jamás querré que sea la señora Holiday, y espero que pienses que
suena tan sexy y hermoso como me lo parece a mí. ¿Te casarás conmigo?
—Amo que me lo propongas, por lo que la respuesta es… sí —dice, en tanto una
lágrima baja por su mejilla.
Nunca ha existido una palabra más perfecta.
Alzo el anillo, dejando que la piedra capture la luz de arriba.
—Este es el anillo que elegiste; el que querías, el que es perfecto para ti. También
es el anillo que conseguí para ti la primera vez y es el que quiero que uses siempre —
digo, mientras extiende su mano.
—Pónmelo —dice, entre sollozos de felicidad—. Es el único que quiero. Tú eres
el único al que quiero.
Lo deslizo en su dedo anular por segunda vez, y sé que será para siempre.

168
Otro epílogo
Traducido por flochi

Seis meses después

M
i esposa es jodidamente maravillosa.
Pero no acepten solamente mi palabra. Consideren
todos sus logros.
Es brillante, hermosa, divertida y se casó conmigo.
Fin de la historia.
Oh, esperen. Hay una cosa más que tiene que ser dicha. Entonces, sí. Rompimos
casi todas las reglas. Dormimos juntos, mentimos, fue raro, nos enamoramos, y no
duró una semana. Va a durar toda la vida.
169
Hay dos reglas que seguimos manteniendo, no obstante. ¿Recuerdan cuando
acordamos permanecer como amigos? Seguimos siendo amigos. Mejores amigos.
Ahora, probablemente te estás preguntando por la otra regla. Charlotte se
mantuvo firme con esa, pero no extraño nada, especialmente considerando lo bien que
puede atar los tallos de la cereza con la lengua. Soy el bastardo más afortunado sobre
la faz de la tierra, porque estoy perdidamente enamorado de la mujer con la que llego a
casa todas las noches. Mi esposa. Mi mejor amiga.
Y la hago feliz cada noche.
Si sabes a lo que me refiero.
Esposa contenta = vida feliz

Fin
Próximamente
Llámame simplemente Señor O. Porque
TU placer es mi súper poder.
Hacer a una mujer sentir el “Oh, Dios, es
tan bueno” es el nombre del juego, y si un
hombre no puede hacer un buen trabajo,
debería largarse corriendo de la habitación.
Estoy hablando de ese tipo de éxtasis que te
hace doblar los dedos de los pies, que te
sobrecoge, que te hace aferrarte a las sábanas.
Como yo aporto cada vez.
Supongo que eso me convierte en un
superhéroe del placer y mi misión es siempre
dar. 170
Pero entonces soy tomado desprevenido
cuando cierta mujer me pide que le enseñe todo
sobre cómo conquistar a un hombre. ¿El único
problema? Ella es la hermana de mi mejor
amigo, pero es demasiado tentadora como para
resistirme… especialmente cuando aprendo que
la dulce y sexy Harper tiene una mente sucia también y quiere darle un buen uso. ¿Qué
podría resultar mal mientras le doy a la mujer que secretamente he deseado algunas
lecciones de seducción sin ataduras?
Nadie lo sabrá, incluso si nos mandamos unos cuantos mensajes de texto
obscenos. Está bien, unos pocos cientos. O si la cremallera de su vestido se queda
atascada. ¡No en eso! O si me lanza esos ojos de f*llame en el tren frente a toda su
familia.
El problema es que cuantas más noches paso con ella en la cama, son más los
días que quiero pasar con ella fuera de ésta. Y por primera vez, no estoy pensando
únicamente en cómo hacer a una mujer gritar de placer; estoy pensando en cómo
conservarla entre mis brazos por mucho tiempo.
Parece que las verdaderas Aventuras del Señor Orgasmo apenas acaban de
empezar…
Sobre la autora

171
Desde que auto-publicó su primer romance CAUGHT UP IN US hace tres años,
Lauren Blakely ha vendido más de un millón de libros. Es conocida por su estilo sexy
de romances contemporáneos, llenos de calor, corazón y humor.
Una devota fanática del pastel y los caninos, Lauren ha trazado novelas enteras
mientras caminaba con sus amigos de cuatro patas. Vive en California con su familia.
Con diez éxitos en ventas en Nueva York, sus títulos han aparecido en las listas de
libros éxitos en ventas de New York Times, USA Today y Wall Street Journal más de
cuarenta veces.
Sus series exitosas incluyen Sinful Nights, Seductive Nights, No Regrets, Caught
Up in Love y Fighting Fire como también novelas románticas de tomo único como
BIG ROCK y MISTER O, ambas siendo éxitos en ventas instantáneos en el New York
Times.
Créditos
Moderadoras
Cili
Flochi

Traductoras
Anna
Annette-Marie
Dee
Flochi
Gigi D
Heidy.Styles
172
Kellu
Lili-Anna
Valentina95

Corrección y Revisión
Flochi

Diseño
Aria
¡Visítanos!

173

You might also like