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Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS ~ RESPONSABILIDAD CIVIL ~ DISCRIMINACION ~ PRESUNCION ~

CONSTITUCIONALIDAD ~ INDEMNIZACION ~ HABEAS DATA ~ PRUEBA ~ CARGA DE LA


PRUEBA ~ DEFENSA DEL CONSUMIDOR ~ LEY DE DEFENSA DEL CONSUMIDOR ~ IGUALDAD
ANTE LA LEY ~ DERECHOS CONSTITUCIONALES ~ CONSTITUCION NACIONAL ~ BIEN JURIDICO
PROTEGIDO ~ DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA ~ NACIONALIDAD ~ EXTRANJERO ~
IGUALDAD DE TRATO ~ DAÑO PUNITIVO ~ DATOS SENSIBLES ~ LEGITIMACION ~
LEGITIMACION ACTIVA ~ MULTA ~ DAÑO MORAL ~ PROCESO COLECTIVO ~ ACCION DE CLASE
~ PROCEDENCIA DEL DAÑO MORAL ~ DAÑO MATERIAL ~ FACTOR DE ATRIBUCION DE
RESPONSABILIDAD ~ CONVENCION INTERNACIONAL SOBRE LA ELIMINACION DE TODAS LAS
FORMAS DE DISCRIMINACION RACIAL ~ OBLIGACION DE SEGURIDAD ~ ACCION DE AMPARO ~
RELACION DE CAUSALIDAD
Título: Discriminación y responsabilidad civil
Autor: Kiper, Claudio M.
Publicado en: RCyS2011-V, 3
I. Significado de la discriminación.- II. Presunción de inconstitucionalidad.- III. Carga de la prueba.- IV.
La ley 23.592.- V. La ley del consumidor.- VI. Ilicitud y reparación del daño. Habeas data.- VII.
Caracteres de la responsabilidad civil
Abstract: “El principio de igualdad no se ve afectado cuando se efectúan distinciones basadas en características
personales tales como la capacidad mental o física, el talento, la capacidad o los méritos del individuo; se lo
agrede cuando se realizan diferenciaciones basadas en factores sobre los cuales el ser humano no tiene control,
tales como su raza, color, linaje, religión, nacionalidad, sexo, etcétera”.

I. Significado de la discriminación
Como señalé en otras oportunidades (1), sin duda, la discriminación es uno de los fenómenos más
lamentables y vergonzosos que afectan a las sociedades de distintas partes del mundo. En lo relativo a
numerosos derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y a muchos otros sectores de las
relaciones humanas, hay personas que son objeto de discriminación no por haber hecho o dejado de hacer algo,
sino por un solo factor con respecto al cual no pueden ejercer ningún control: el color de su piel o la raza a la
que pertenecen, sexo, o también por su religión, ideas políticas, nacionalidad, aspecto físico; etcétera.
La palabra "discriminar", en su acepción popular, se entiende como "establecer una distinción en favor o en
contra de una persona o cosa sobre la base del grupo, clase o categoría a la que la persona o cosa pertenece, más
bien que según sus propios méritos". Aunque en general significa acción y efecto de separar o distinguir unas
cosas de otras, en Derecho el término hace referencia al trato de inferioridad dado a una persona o grupo de
personas por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de filiación o ideológicos, entre otros.
Se ha definido a la discriminación como "el trato diferencial de los individuos a quienes se considera como
pertenecientes a un grupo social determinado". Se trata de la expresión manifiesta del prejuicio, es el trato de
carácter categórico de un miembro de un grupo por ser miembro de dicho grupo, y por suponerse que es de un
tipo particular. Desde el punto de vista jurídico, se produce la discriminación cuando, con motivo de un
prejuicio, se afecta la igualdad en el ejercicio de un derecho.
En cambio el prejuicio es un término que se ha aplicado a generalizaciones categóricas basadas en datos
inadecuados y sin atenderse suficientemente a las diferencias individuales. Desde el punto de vista psicológico,
se refiere a un tipo de hostilidad en las relaciones entre personas dirigida contra un grupo de personas o contra
cada uno de los miembros de un grupo; suele cumplir una función irracional específica para el que la sustenta.
El prejuicio puede considerarse, pues, como el estado mental que da lugar a la práctica de la discriminación.
El principio democrático universalmente proclamado que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos" se ve amenazado cada vez que se practica la discriminación y las desigualdades en el
plano político, económico, social y cultural, afectando a casi todas las relaciones entre los grupos humanos.
El principio de igualdad no se ve afectado cuando se efectúan distinciones basadas en características
personales tales como la capacidad mental o física, el talento, la capacidad o los méritos del individuo; se lo
agrede cuando se realizan diferenciaciones basadas en factores sobre los cuales el ser humano no tiene control,
tales como su raza, color, linaje, religión, nacionalidad, sexo, etcétera.
El prejuicio casi siempre va acompañado de opiniones incorrectas o mal fundadas respecto de las personas
contra quienes se experimenta. Muchas de las falsas opiniones toman la forma de lo que los sociólogos llaman
"estereotipos".
Cuando existen "estereotipos", se juzga al individuo no por sus propias características, sino sobre la base de
opiniones exageradas y distorsionadas respecto de lo que se estima ser las características de su grupo. Se supone
falsamente que todos los miembros del grupo son semejantes, y se pasan por alto las excepciones o se niega su
existencia. Los estereotipos asumen formas extrañas. Ordinariamente son desfavorables para el grupo

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subordinado, pero no siempre.
Las modernas Constituciones prohíben la discriminación, a partir de la proclamación de la igualdad de los
ciudadanos ante la ley. Es más, uno de los llamados derechos fundamentales es precisamente la
no-discriminación por razón de nacimiento, sexo, raza o cualquier condición personal o social. En la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948 este derecho se encuentra reconocido
expresamente. Además, muchos tratados internacionales se refieren a esta problemática, algunos con jerarquía
constitucional en nuestro país.
No son pocas las legislaciones penales que consideran delito a la práctica del funcionario público o del
particular que desempeña un servicio público que deniega a una persona, por razón de origen, sexo, religión o
raza, una prestación a la que tiene derecho.
Las XV Jornadas nacionales de derecho civil (Mar del Plata, 26 al 28 de Octubre de 1995), produjeron
algunas conclusiones que es útil recordar:
"1. Son bienes jurídicos tutelados en materia de discriminación: la igualdad y la libertad.
2. El concepto de igualdad material, así como la efectiva protección de las minorías, requiere la admisión del
derecho a ser diferente. Ello implica, básicamente, el derecho a la identidad cultural y, en lo que concierne a las
minorías religiosas, la libertad de participar en el culto, en los ritos de la propia religión, de acuerdo a sus
costumbres y tradiciones.
(...) 5. Despacho A:
Tanto las personas físicas como las personas jurídicas pueden ser afectadas por conductas discriminatorias.
6. Debe proscribirse la utilización del lenguaje como instrumento de discriminación.
7. Es deber inexcusable del Estado adoptar políticas educativas tendientes a evitar y a erradicar conductas
discriminatorias.
8. La tutela preventiva frente a conductas discriminatorias se inserta en la problemática más amplia de la
protección de los intereses colectivos y difusos.
9. El amparo resulta un medio idóneo para ser utilizado a efectos de atacar las prácticas discriminatorias en
sus aspectos preventivos e inhibitorios.
También incluye la tutela reparatoria. (Agregado de Chausovsky, Kiper y Molina Quiroga).
10. En materia de intereses colectivos y difusos, cualquier persona interesada en su preservación está
legitimada para accionar preventivamente (interpretación art. 43 CN.).
11. La concepción de daño resarcible por actos discriminatorios debe ser amplia, abarcando el material y
moral.
12. La responsabilidad en materia de discriminación puede atribuirse por factores objetivos y subjetivos.
13. En materia de prueba es aplicable la teoría de las cargas probatorias dinámicas.
14. Es discriminatorio el desconocimiento de la identidad cultural de los grupos minoritarios.
15. Debe reconocerse a todo ser humano el derecho a su identidad sexual.
(...)".
II. Presunción de inconstitucionalidad
En el derecho argentino, teniendo en cuenta las disposiciones constitucionales sobre la igualdad y no
discriminación, así como las previstas en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos, cabe
concluir en que cualquier distinción desfavorable hacia una persona con motivo de su raza, religión,
nacionalidad, sexo, condición social, aspecto físico, lengua, u otras similares, se presume inconstitucional.
Esta postura encuentra apoyo en la doctrina norteamericana elaborada en torno a la Enmienda XIV, que
establece la "protección igual de las leyes". Las leyes inevitablemente crean distinciones acerca del modo de
tratar a diferentes personas, de manera que es menester indagar cuáles de ellas son una discriminación
intolerable, o clasifican "clases sospechosas" que, si no se justifican suficientemente, originan una
"discriminación perversa". La expresión "clase sospechosa" puede caracterizar a un grupo "discreto e insular",
que soporta incapacidades, o está sujeto a una historia tal de tratamiento desigual intencionado, o está relegado a
una posición tal de impotencia política que exige la protección extraordinaria del proceso político mayoritario.
Las leyes que discriminan en perjuicio de las "clases sospechosas" (suspect classification), o invaden un
derecho "fundamental" deben pasar un test muy especial, denominado "escrutinio riguroso" (strict scrutiny) o la
prueba de las "libertades preferidas". En cambio, las restantes leyes deben afrontar un test más simple, el de
racionalidad, es decir, determinar si son al menos razonables. Así, por ejemplo, en el caso de los extranjeros, la
Suprema Corte entendió que las clasificaciones basadas en la extranjería son intrínsecamente sospechosas y
están sujetas a un escrutinio judicial atento; se agregó que los extranjeros debían considerarse como "un acabado

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ejemplo de una minoría no homogénea y aislada para la cual era apropiada la mayor preocupación judicial".
Esta doctrina se extendió, además, a supuestos en los que no se trataba de clases sospechosas, como el trato
desfavorable de algunas leyes hacia los hijos ilegítimos.
Con el caso "Gottschau"(2) la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha profundizado una línea de análisis
en materia de validez de la reglamentación de derechos constitucionales cuando el derecho afectado es el de
igualdad. El caso representa la consagración de un criterio que ya venía preanunciado en los precedentes
"Repetto"(3) (especialmente, en el voto en concurrencia de los Dres. Petracchi y Bacqué), "Calvo y Pesini"(4) y,
particularmente, en su antecedente más inmediato, "Hooft"(5). En todos ellos se cuestionaba la validez de la
restricción basada en el origen nacional que impedía el acceso a determinados empleos (públicos o privados).
La actora, de nacionalidad alemana, había intentado inscribirse en un concurso para un cargo de secretaria
judicial. Al ser rechazada su inscripción por no cumplir el recaudo de nacionalidad argentina, inició un litigio.
La Constitución iguala a los extranjeros en materia de derechos civiles, no políticos, por lo que al constatar la
existencia de un trato desigual entre nacionales y extranjeros, el tribunal se plantea cuál es el criterio de análisis
que debe utilizarse para determinar si tal distinción -establecida por una norma infraconstitucional- era
conforme a la Constitución. La Corte distingue un tipo de análisis que denomina de mera razonabilidad y otro
criterio de ponderación más exigente -al que no se asigna una denominación en especial -, cuyas características
había delineado en el caso "Hooft".
El tribunal especifica que la demandada debía acreditar: i) que existían fines sustanciales que hacen al
ejercicio de funciones básicas del Estado -como lo es el ejercicio de la jurisdicción-; ii) que el requisito de
nacionalidad argentina era necesario para el logro de esa finalidad, es decir, que el requisito promueve
efectivamente esos fines; y iii) que no existían medios alternativos que permitieran alcanzar el objetivo
perseguido de una manera menos gravosa para el interesado. En esta línea de consideraciones, el tribunal estimó
insuficiente "la sola alegación de que la exigencia de nacionalidad argentina a un secretario de primera instancia
era razonable o aun conveniente para la Ciudad de Buenos Aires y resultaba adecuada al fin perseguido"
(consid. 6).
Reiteró al Corte que cuando se trata de resolver sobre la constitucionalidad de leyes que utilizan
clasificaciones basadas en criterios expresamente prohibidos —tales como la raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición social (art. 1° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y art. 26 del
Pacto Internacional de Derecho Civiles y Político)—, corresponde partir de una presunción de
inconstitucionalidad, razón por la cual, el trato desigual será declarado ilegítimo siempre y cuando quien
defiende su validez no consiga demostrar que responde a fines sustanciales —antes que meramente
convenientes— y que se trata del medio menos restrictivo y no sólo uno de los medios posibles para alcanzar
esa finalidad (6).
En el caso "Álvarez" la Corte hizo una afirmación por demás interesante: "la proscripción de la
discriminación no admite salvedades o ámbitos de tolerancia, que funcionarían como 'santuarios de
infracciones': se reprueba en todos los casos"(7).
III. Carga de la prueba
Cuando se trata de leyes, decretos o actos administrativos que afectan los derechos de las llamadas
categorías sospechosas, la norma o el acto se presumen inconstitucionales, de modo que es el Estado quien debe
esforzarse para demostrar importantes razones objetivas para que pueda quedar en pie.
Teniendo en cuenta que, como se dijo, la discriminación genera una presunción de inconstitucionalidad que
obliga a un test muy estricto y que, por otro lado, la discriminación no es fácil de probar, pues quien la practica
se cuidará de no dejar sus huellas, o bien porque el discriminado se encuentra en una situación de inferioridad
que debe ser nivelada para que haya igualdad real y no formal, la jurisprudencia ha resuelto en numerosos casos
que se invierte la carga de la prueba, de modo que habría una presunción de discriminación que debe ser
desvirtuada por el demandado.
Estas ideas se aplican esencialmente a los conflictos que se generan entre particulares. Generalmente, esta
situación se presenta en demandas laborales, ya sea por despido, acceso al trabajo, menor remuneración, etc.
Así, por ejemplo, si una persona percibe una retribución inferior y forma parte de algún grupo de los
considerados más débiles o expuestos (v.gr.: mujer, judío, enfermo de SIDA, etc.), debe probar la situación, y
será el empleador quien deba justificar la existencia de razones objetivas para que esa persona tenga un sueldo
inferior.
En esta línea, se resolvió que teniendo en cuenta que el derecho a la no discriminación arbitraria, no sólo
está tutelado por normas de jerarquía constitucional y supralegal, sino que ha ingresado en el dominio del ius
cogens, cuando el trabajador se considera injustamente discriminado, debe producirse un desplazamiento de las
reglas tradicionales de la carga de la prueba. En materia de despidos discriminatorios y lesivos de derechos
fundamentales, el trabajador tiene la carga de aportar un indicio razonable de que el acto empresarial lesiona su
derecho fundamental, principio de prueba dirigido a poner de manifiesto, en su caso, el motivo oculto de aquél,

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y para ello no basta una mera alegación, sino que ha de acreditar la existencia de algún elemento que, sin servir
para formar de una manera plena la convicción del tribunal sobre la existencia de actos u omisiones atentatorios
contra el derecho fundamental, le induzca a una creencia racional sobre su posibilidad. Si el trabajador alegó y
aportó indicios respecto de que se trató de un despido discriminatorio, recae sobre el empleador la carga de
acreditar que su actuación tiene causas reales absolutamente extrañas a la invocada vulneración de derechos
fundamentales, así como que ellas tuvieron entidad suficiente como para adoptar la decisión, único medio de
destruir la apariencia lesiva creada por los indicios. Si bien la ley 22.250 no le impone al empleador expresar ni
acreditar causa alguna para despedir lícita y válidamente al trabajador, esa ausencia de exigencia causal opera en
el marco de la legalidad, mientras que las reglas de distribución de la carga probatoria en los despidos
discriminatorios y vulneratorios de derechos fundamentales se inscribe en la dimensión constitucional, por ello
el empleador está obligado a hacer transparente las razones de la medida adoptada en los casos en que se
sospeche que tras la ausencia de motivación existe una violación de derechos fundamentales del trabajador (8).
IV. La ley 23.592
Esta ley reglamentó el principio de igualdad y el de no discriminación, emergente de la Constitución
Nacional y de otros tratados con esa jerarquía. Dice lo siguiente:
"ARTICULO 1.- Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja de algún modo, menoscabe el pleno
ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución
Nacional, será obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su
realización y a reparar el daño moral y material ocasionados. A los efectos del presente artículo se considerarán
particularmente los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión,
nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres
físicos.
ARTICULO 2.- Elévase en un tercio el mínimo y en un medio el máximo de la escala penal de todo delito
reprimido por el Código Penal o Leyes complementarias cuando sea cometido por persecución u odio a una
raza, religión o nacionalidad, o con el objeto de destruir en todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso. En ningún caso se podrá exceder del máximo legal de la especie de pena de que se trate.
ARTICULO 3.- Serán reprimidos con prisión de un mes a tres años los que participaren en una organización
o realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de
determinada religión, origen étnico o color que tengan por objeto la justificación o promoción de la
discriminación racial o religiosa en cualquier forma. En igual pena incurrirán quienes por cualquier medio
alentaren o iniciaren a la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su raza,
religión, nacionalidad o ideas políticas.
ARTICULO 4.- Se declara la obligatoriedad de exhibir en el ingreso a los locales bailables, de recreación,
salas de espectáculos, bares, restaurantes u otros de acceso público, en forma clara y visible el texto del artículo
16 de la Constitución Nacional, junto con el de la ley".
V. La ley del consumidor
La ley de defensa del consumidor, a partir de la reforma de la ley 26.361, contiene un Artículo 8º bis que se
refiere a ciertos actos discriminatorios, con el siguiente texto: "Trato digno. Prácticas abusivas. Los proveedores
deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los consumidores y usuarios. Deberán
abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes, vejatorias o
intimidatorias. No podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros diferenciación alguna sobre precios,
calidades técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los bienes y servicios que
comercialicen. Cualquier excepción a lo señalado deberá ser autorizada por la autoridad de aplicación en
razones de interés general debidamente fundadas.
( ... )Tales conductas, además de las sanciones previstas en la presente ley, podrán ser pasibles de la multa
civil establecida en el artículo 52 bis de la presente norma, sin perjuicio de otros resarcimientos que
correspondieren al consumidor, siendo ambas penalidades extensivas solidariamente a quien actuare en nombre
del proveedor".
El objetivo principal perseguido es "fortalecer la posición de la parte más débil en la relación de consumo,
que todos sabemos que es el consumidor y el usuario, para establecer una situación de equidad y de equilibrio
que es necesaria en el libre juego de las reglas del mercado" (Cámara de Diputados de la Nación, versión
taquigráfica de la 25ª reunión, 18ª sesión ordinaria del 9/8/2006, acáp. 15 -"Modificación de la Ley de Defensa
del Consumidor 24.240"-, intervención de la diputada Stella Maris Córdoba).
La exigencia de condiciones de atención y trato digno apunta a la situación subjetiva, al respeto del
consumidor como persona que no puede ser sometida a menosprecio o desconsideraciones, ni mortificaciones.
Además, cabe recordar que la Constitución Argentina, tras enumerar derechos en el art. 14 pertenecientes a
"todos los habitantes de la Nación", se refiere a los extranjeros en el art. 20: "Los extranjeros gozan en el
territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y

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profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto;
testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones
forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la
autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite alegando y probando servicios a la República." A
su vez, el Preámbulo invita a los extranjeros. El referido art. 8 bis se adapta a lo que exige la Constitución.
VI. Ilicitud y reparación del daño. Habeas data
Como se expuso anteriormente, las normas legales y actos discriminatorios son inconstitucionales. A la vez,
en la medida que su aplicación cause un daño, la víctima tiene derecho a su reparación. También el Estado
responderá civilmente por sus hechos o comportamientos discriminatorios, con mayor razón aún cuando no se
apoyen en ninguna norma jurídica.
La discriminación también puede provenir de actos o hechos de particulares. Al existir un derecho
fundamental a no ser discriminado, y al ser el acto discriminatorio un acto prohibido por las leyes, aquí también
habrá ilicitud y el afectado, además de requerir la cesación de los actos de tal naturaleza, en caso de haber
sufrido un daño se encuentra habilitado para demandar su reparación (9).
Aunque a esta solución es fácil arribar con la sola aplicación de los principios generales, la ley
antidiscriminatoria (23.592) expresamente consagra esta solución al prever una tutela inhibitoria y resarcitoria.
La indemnización juega un papel importante, pues de ser efectiva, puede actuar como correctora de la
conducta de quienes practican la discriminación. No obstante, muchas veces es insuficiente, por lo que se
advierte la necesidad de legislar sobre daños punitivos con el objeto de instrumentar un incentivo social. Alguna
respuesta en este sentido se encuentra en la reciente reforma a la ley de defensa del consumidor (art. 8 bis).
Cabe agregar dentro de la tutela judicial al habeas data, incorporado expresamente por el art. 43 de la
Constitución, con el objeto de que se eliminen, rectifiquen, o reserven datos de una persona; la norma alude
expresamente al caso de discriminación. El tema se vincula con la confidencialidad con la que deben manejarse
ciertos datos que pueden significar para la persona una restricción en sus derechos -además de lesionarse su
intimidad-, como ocurre con los enfermos de SIDA, donde en ocasiones es necesario contar con datos a los fines
estadísticos pero manteniendo la reserva, ya que su divulgación puede ocasionar perjuicios. Se trata de una
manera de prevenir el daño, además de preservarse la privacidad. A la vez, como señalan algunos autores, se
protege el derecho a la identidad personal.
Otra modalidad que puede asumir el habeas data es que se cancele o excluya determinada información, aun
cuando sea cierta, por ser potencialmente discriminatoria. Es lo que ocurre con la denominada "información
sensible", concerniente a ideas políticas, religiosas, gremiales, comportamiento sexual, datos raciales, etc..
Si bien, en principio, se encuentra legitimado el afectado, advierte con inteligencia un sector de la doctrina
que en los casos de discriminación cabe la posibilidad de ejercer una suerte de "habeas data colectivo", sobre la
base de una interpretación conjunta del párrafo segundo del art. 43 de la Constitución.
Sin perjuicio de lo hasta aquí expuesto, no puede soslayarse la existencia de una tutela internacional
emergente de diversos instrumentos internacionales ahora jerarquizados constitucionalmente. En el plano
internacional, especialmente en el ámbito de los derechos humanos, se reconoce a las personas como sujetos
legitimados para poder presentarse directamente ante los órganos de control creados en diversas convenciones.
Así, por ejemplo, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial crea el
Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, cuya competencia, entre otras, le permite recibir
denuncias de personas o de grupos de personas que alegasen ser víctimas de cualquiera de los derechos
estipulados en aquella.
VII. Caracteres de la responsabilidad civil
En primer lugar, cabe afirmar que la responsabilidad civil por actos discriminatorios, tanto contra
particulares o contra el Estado, puede existir tanto en el plano contractual como extracontractual. Incluso puede
surgir responsabilidad precontractual cuando se rompen las tratativas por este tipo de motivos.
En el ámbito contractual se presentan numerosos casos, muchos resueltos por los tribunales, con motivos de
relaciones laborales o de empleo público (v.gr. despidos, sanciones, falta de ascensos, maltrato, acoso, etc.). Si
bien esto excede al derecho civil, se terminan aplicando los principios generales sobre cesación y reparación del
daño (10). Incluso, muchos casos son resueltos por el fuero civil con motivo del daño causado por la
discriminación, dejando de lado lo regulado estrictamente por el derecho laboral (11). Ejemplos también surgen
de la ley de defensa del consumidor, como cuando a un extranjero se le cobra un precio mayor que a los
nacionales.
En otros casos puede suceder que no se quiera contratar con alguien sólo por su condición (12). Así, por
ejemplo, impedir el ingreso a locales bailables de ciertas personas por su raza, religión, etc., o bien no alquilarle
a determinados miembros de minorías, o no permitirles ser socios de un club (13), etc.
En alguna oportunidad se hizo lugar al reclamo por daño moral formulado por una persona con discapacidad
motriz que se desplazaba en una silla de ruedas, en virtud de la imposibilidad de acceder a un local comercial de

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la demandada que carecía de rampa de acceso, ya que dicha circunstancia implicaba un incumplimiento de la
normativa vigente, y un acto discriminatorio para los discapacitados motrices susceptible de provocar en el actor
una dolencia íntima que debe ser reparada. Se dijo que el incumplimiento del art. 24 de la ley 10.592 de la
Provincia de Buenos Aires, que prevé la construcción de rampas de acceso a los edificios de uso público para
permitir la circulación de personas con discapacidad motriz, constituye un acto discriminatorio, por cuanto
vulnera los derechos de igualdad y de autodeterminación del discapacitado (14).
También se consideró un acto discriminatorio que da lugar a resarcimiento, el hecho de obstaculizar a una
familia el acceso a un supermercado, siendo este un lugar abierto al público en general, lo que hace presumir
que la prohibición de ingreso se debió a su condición social humilde y a sus rasgos étnicos, máxime cuando el
demandado no dio explicaciones que pudieran tornar legítima o razonable la medida (15).
a) Objeto de la acción
Surge de la Constitución Nacional, y específicamente de la ley antidiscriminatoria, que se puede ejercer una
acción con el objeto de obtener el cese del acto discriminatorio (v.gr.: permitir el ingreso a un local, o a un cargo
o empleo, etc.). Dice el art. 1° de la ley 23.592 que la acción tiende "a dejar sin efecto el acto discriminatorio o
cesar en su realización y a reparar el daño moral y material ocasionados".
Si bien se está pensando en un acto discriminatorio consumado o que se está consumando, sin duda la
acción también podría tener por objeto una tutela preventiva, en el sentido de que no suceda el acto
discriminatorio que se teme ocurrirá. No hay que olvidar que el moderno derecho de daños tiende a la
prevención.
El damnificado, además del cese del acto, puede pedir también la indemnización de los daños y perjuicios
sufridos. El propio art. 1° dice "y a", esto es, permite acumular las pretensiones inhibitoria y resarcitoria; no se
trata de una opción. Aunque no lo dijera, la aplicación de los principios generales conducirían a la misma
solución, pues quien daña a otro debe resarcirlo. En muchos casos, el cese de la discriminación no es suficiente
para indemnizar el daño sufrido.
Si bien al suprimirse la discriminación y quitarse la causa del daño éste ya no subsiste, lo cierto es que hay
determinadas afecciones que no se reparan por la orden inhibitoria. El cese de la discriminación podría, en algún
caso, hacer desaparecer el daño material (v.gr.: reintegro al trabajo, permitir la contratación frustrada, el acceso
a un local, etc.), pero no siempre se puede afirmar que ello sea así. Lo que resulta indiscutible, es que la
supresión del acto discriminatorio de ninguna manera reparará el daño moral que pueda haber sufrido la
víctima.
b) El resarcimiento
Si bien el actor debe probar el daño cuya reparación persigue, el daño moral no requiere de una prueba
específica, pues surgirá in re ipsa del hecho de haber sufrido la discriminación. La víctima sí deberá probar los
daños materiales (v.gr.: lucro cesante, pérdida de chance, diferencia de precio pagado, etc.).
Para probar el daño moral en su existencia y entidad no es necesario aportar prueba directa, lo cual es
imposible, sino que el juez deberá apreciar las circunstancias del hecho lesivo y las calidades morales de la
víctima para establecer objetiva y presuntivamente el agravio moral en la órbita reservada de la intimidad del
sujeto pasivo. No creemos que el daño moral debe ser objeto de prueba directa, pues ello resulta imposible, dada
la índole del mismo que reside en lo más íntimo de la personalidad, aunque se manifieste a veces por signos
exteriores que pueden no ser auténtica expresión. Nadie puede indagar el espíritu de otro tan profundamente
como para poder afirmar con certeza la existencia e intensidad del dolor, la verdad de un padecimiento, la
realidad de la angustia o la decepción (16).
Además, cuando resulte aplicable la ley de defensa del consumidor, se podrá también reclamar la aplicación
de una multa civil, como ya ocurrió en algunos supuestos.
Asimismo, si las medidas correctoras dispuestas en la sentencia, aún siendo cumplidas por la parte
demandada, no hicieran cesar la causa de los perjuicios originándose nuevos daños, siempre se conservará el
derecho a demandarlos.
c) El factor de atribución
Se afirma que la discriminación es un típico ejemplo de delito civil, por lo que no es posible la comisión
culposa. También se dice que si pudiera caber alguna duda sobre la intención discriminatoria, ella se clarifica
con la intimación al discriminador para que cese en el acto arbitrario. Si no rectifica su proceder ya no podrá
alegar la falta de dolo (17).
Otros sostienen, teniendo en cuenta que el art. 1 de la ley 23.592 condena el actuar arbitrario (caprichoso),
que "la culpa quedará demostrada prácticamente en todos los casos. Desde que es preciso que haya un proceder
voluntarista o caprichoso, tal proceder revela la culpa (res ipsa loquitur); los hechos hablan por sí mismos en
razón de la incompatibilidad lógica que existe entre la conducta efectivamente obrada y la conducta prudente
que ha sido omitida"(18).

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En primer lugar, no comparto la idea de que para que se configure la discriminación se requiere el dolo. Es
probable que muchos actos discriminatorios sean realizados dolosamente, pero de ahí a exigir que la víctima
deba probar el dolo del autor del acto me parece que se desnaturalizan las ideas y reglas expuestas
anteriormente.
El dolo, como elemento del delito civil, consiste en la comisión de un hecho ilícito "a sabiendas y con
intención de dañar" (art. 1072, Cód Civil). Lo cierto es que puede haber actos discriminatorios en lo que el autor
no tenga la intención de dañar (animus nocendi), y no por eso el acto deja de ser discriminatorio. Así, por
ejemplo, quien omite poner rampas para discapacitados, o no permite el ingreso a un local de una persona por su
sexo, religión, ideas, etc., no necesariamente puede tener esa intención. De exigirse este recaudo, se llegaría al
poco valioso resultado de dejar sin reproche al que discrimina por impudencia o negligencia.
Como se adelantó, la discriminación es el resultado del prejuicio, de la ignorancia. Quien obra por
ignorancia y perjudica a otro, no necesariamente está actuando de manera dolosa.
También se expuso anteriormente que en ocasiones se produce una presunción de discriminación que
invierte la carga probatoria. Esto no armoniza con la idea del dolo, que no se presume sino que debe ser probado
por quien lo invoca. El dolo, además, se caracteriza por ser excepcional en el ámbito de la responsabilidad civil.
La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (aprobada
por la ley 17.722 y que goza de jerarquía constitucional) dice en su art. 1: "En la presente Convención la
expresión "discriminación racial" denotará toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en
motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y
libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida
pública". Expresiones similares pueden verse en otras convenciones (19).
Se puede apreciar que la norma se refiere a actos que tengan "por objeto o por resultado" menoscabar. Esto
significa que no se requiere una intención específica, basta con que se produzca el resultado no querido para
considerar la existencia de discriminación.
Esto nos hace también ir un poco más lejos, y prescindir de los factores de imputación subjetivos. Pensamos
que se trata de supuestos de responsabilidad objetiva, esto es, que no es necesaria la presencia de culpa, sino que
basta con la mera causación del daño; el discriminador no podrá invocar su falta de culpa (situación por demás
difícil de imaginar). El eje del problema se desplaza hacia la causalidad. Lo expuesto, claro está, sin desmedro
de la responsabilidad subjetiva, ya que la víctima siempre tiene la posibilidad, en los casos de responsabilidad
objetiva, de acreditar el dolo o la culpa de la otra parte.
La discriminación, de acuerdo al art. 1° de la ley 23.592, supone un actuar arbitrario. Esto equipara la
situación (no decimos que sea lo mismo) al caso del ejercicio abusivo del derecho. Quien discrimina contraría
finalidades legales, no actúa de manera regular, y excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las
buenas costumbres.
Pensemos en el caso de quien no puso las rampas de acceso para discapacitados, a pesar de estar obligado a
hacerlo, y luego es condenado por su actitud. Es evidente que el solo incumplimiento genera su responsabilidad,
con prescindencia de la idea de culpa. No se permite el ingreso de negros o judíos a un local y esto se acredita.
¿puede el autor alegar su falta de culpa?, no parece razonable. Aun cuando por hipótesis se admitiese que el
discriminador ha sido diligente, lo concreto es que resulta irrelevante si menoscabó o restringió el derecho de
otra persona a causa de su condición. Sólo podrá acreditar la ruptura del nexo causal.
En el plano contractual se suma un argumento adicional. Cuando se produce un incumplimiento contractual,
no se exige recurrir a parámetros valorativos del comportamiento para corroborar la injusticia del daño (20). La
injusticia del daño viene implícita o subsumida en el incumplimiento.
Afirman Mayo y Prevot, con cita de Salvi y de Giardina, que si en el ilícito aquiliano el daño injusto no es
pasible de ser individualizado a priori, sino que es preciso indagar mediante criterios valorativos de selección
qué intereses son jurídicamente relevantes y por ende objetos de protección, en la responsabilidad contractual, al
contrario, todo daño ocasionado al acreedor por el cumplimiento tardío, inexacto o incompleto de la prestación
deviene inexorablemente en injusto, no obstante que sus trascendidos económicos, de haberlos, se carguen o no
sobre las espaldas del deudor (21).
En el ámbito de la responsabilidad contractual tiene un lugar importante la obligación de seguridad. El
origen del deber de seguridad dentro del ámbito contractual halla su fuente en el non alterum laedere aquiliano,
verdadero principio general en materia de responsabilidad civil según doctrina judicial de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. Sus proyecciones en materia contractual son múltiples (relaciones del consumo,
responsabilidad del educador, del locador, del transportador, del posadero, etc.). Implica un factor objetivo de
atribución y que, como tal, sólo admite la liberación acreditando el obligado la ruptura del nexo de causalidad
adecuada. Este deber de seguridad tiene clara ontología contractual y no aquiliana ya que, aun cuando su origen
se emparenta con el principio del alterum non laedere, propio de la responsabilidad por actos ilícitos, es una
obligación secundaria dentro del desarrollo del plan de cumplimiento de una obligación –principal- de rango

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convencional.
El deber de seguridad, genéricamente entendido, surge como una concreción del deber de buena fe, lealtad o
probidad que dimana del art. 1198 del Cód. Civil y como fundamento la "solidaridad social"(22). También se
justifica la imposición de esa obligación en el riesgo inherente a todo emprendimiento empresario.
Esta obligación (para muchos no accesoria, sino secundaria pero autónoma) conlleva un factor objetivo de
atribución, lo que implica dos conclusiones trascendentes: a) que tal postulado funciona de manera
independiente del factor de atribución correspondiente a la obligación principal que conforma la estructura
contractual, que bien puede ser subjetivo; y b) que en virtud de tal objetivación la carga de la prueba de la
eximente se traslada al obligado a prestar ese deber de seguridad, quien debe acreditar el casus, la culpa de la
víctima o el hecho de un tercero por quien él no está obligado.
La cuestión está vinculada a si esta obligación de seguridad aneja a la principal derivada del contrato es una
obligación de medios o de resultado. Para algún calificado punto de vista, la respuesta no siempre es unívoca y
depende de que la incolumidad de la persona del acreedor o de la de sus bienes sea singularmente afín al objeto
contractual, pudiendo, v. gr., estimarse como obligación de medios (en la cual se requiere la acreditación de un
deber de diligencia, más allá del resultado final) en determinados supuestos, tales como la prestación médica
asistencial o el contrato de trabajo, y de resultado en otros (v. gr., espectáculos deportivos, o contrato de
transporte, o relaciones de consumo). Para otro, siendo la obligación de seguridad secundaria -no accesoria- y
autónoma, será de resultado, salvo que mediare una disposición legal o una cláusula contractual en contrario (23)
.
Pues bien, pensamos que esta obligación de seguridad se extiende a no ser discriminado. Así como una
persona, por ejemplo, contrata un viaje y tiene el derecho de arribar a su destino sano y salvo, ese derecho
comprende no solo el de no sufrir lesiones, sino también el de no ser discriminado por su raza, sexo, religión,
etc. Si una persona ingresa a un centro comercial, debe tener garantizado que saldrá de allí sin sufrir
discriminaciones. Si esto no ocurre, el o los responsables de la discriminación deben responder de manera
objetiva. Basta probar el incumplimiento, pues se trata de un deber de resultado, como surge de las
convenciones internacionales.
Aquí el resultado esperado, en cierta medida, no es aleatorio, pues su logro depende sólo de los esfuerzos
del deudor, y no de la influencia de factores inciertos (24). En la hipótesis de incumplimiento de obligaciones de
resultado, la responsabilidad es objetiva (25). Cuando el deudor contrae un deber de fines, afianza al acreedor el
resultado útil de su obrar, asumiendo tácitamente los riesgos y obstáculos que se puedan presentar y frustrarlo.
La falta de obtención del resultado hace nacer la presunción de responsabilidad (o de adecuación causal), en
virtud del factor objetivo de atribución.
Para distinguir cuando se está frente a una obligación de medios o de resultado la doctrina recomienda
examinar si la finalidad de la obligación está sometida a algún álea, o sea si el logro depende de algún
acontecimiento incierto. En este último caso se está frente a una obligación de medios; en caso contrario, la
obligación es de resultado.
No todos los autores reconocen la existencia de una obligación de resultado en el plano extracontractual. No
obstante, puede llegarse a la misma conclusión. Fuera de que hay un resultado esperado impuesto por la ley, lo
concreto es que la visión actual sobre la responsabilidad civil, que se construye a partir del daño, dejando para el
posterior análisis y no como presupuesto de la acción, a la antijuridicidad del obrar o la culpabilidad. Así se
construye la doctrina del daño injusto, a cuyo respecto Mosset Iturraspe nos dice: "Hay un derecho a ejercitar
comportamientos o abstenciones, pero no hay, directamente, un derecho a dañar. El perjuicio puede ser el
resultado, no buscado, de aquella libertad. De lo contrario, nuestras libertades llegarían hasta el
desconocimiento de la integralidad de los demás, de sus derechos"(26).
A mayor abundamiento, recuerdo que en ocasiones el acto discriminatorio caerá en la órbita de la ley 24.240
(art. 8 bis), y que el art. 52 bis de la ley de defensa del consumidor no exige, para la aplicación de una sanción,
una actitud subjetiva reprochable, basta con el incumplimiento de los deberes contractuales o legales.
d) La relación causal
Para que se impute responsabilidad debe existir un nexo de causalidad entre el obrar (positivo o negativo)
del sujeto y el daño. Así se afirma generalmente que el hecho humano y la relación causal con el daño,
constituyen los elementos estructurales objetivos de la reparación y su determinación debe ser "concreta". La
causalidad que se exige es, según se desprende del art. 906 del Cód. Civil (27), una causalidad adecuada. Esta ha
sido descripta como aquella que parte del estudio del "efecto" hacia "las distintas condiciones" y utiliza como
método selectivo la "ordinariedad" el orden de los sucesivos acontecimientos. Sólo es resarcible el daño causado
por el hecho que se atribuye al responsable, que puede ser propio o de otros (dependientes), o de cosas que se
encuentran bajo su dominio o guarda.
Actualmente, se dejaron de lado rigideces antiguas, y se asiste a la consolidación de una nueva forma de
apreciar el fenómeno causal, con importantes aportes interdisciplinarios y, por sobretodo, reconociendo una
cierta dosis de incertidumbre, azar o álea, a punto tal, que hoy se habla sin añadiduras de "causa probabilística"

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(28).No se exige una certeza total sino que hay que valorar lo que sucede en la generalidad de los casos; la causa
se descubre en función de la posibilidad y probabilidad de un resultado.
En lo que hace a la discriminación, son aplicables estas reglas.
e) La vía procesal
La acción tendiente a la cesación o supresión del acto discriminatorio es, sin duda, el amparo, pues así lo
dispone en forma expresa la Constitución, donde se legitima no sólo al afectado sino también al Defensor del
Pueblo y a ciertas entidades para los casos de discriminación. A esta conclusión igual podría llegarse por la
aplicación de las convenciones internacionales incorporadas con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, CN).
No hay que descuidar que la lentitud o demora del proceso beneficia al sujeto que discrimina, pues
desalienta a la víctima a iniciar la acción. Claro que esto no excluye que los legitimados puedan intentar otro
proceso de conocimiento si les parece que así defenderán mejor sus intereses.
En el caso de que se inicie un juicio de amparo con el objeto de que cese la discriminación, entiendo que en
ese mismo proceso la víctima puede reclamar la indemnización a la que se crea con derecho, sin que tenga que
iniciar para ello un proceso distinto. Es necesario, como medida para erradicar la discriminación, que la tutela
sea rápida, efectiva. Si se agregan obstáculos, sólo se favorece al discriminador.
(1) Kiper, Claudio, La discriminación, LA LEY 1995-B, 1025; íd, Derechos de las minorías ante la
discriminación, Hammurabi, Bs. As., 1998.
(2) CS, 8/8/2006, Gottschau, Evelyn P. c. Consejo de la Magistratura de la CABA, DJ 13/09/2006, 108; LA
LEY 2006-F, 213.
(3) CS, 8/11/1988, Repetto, Inés M. c. Provincia de Buenos Aires, LA LEY 1989-B, 351, DJ 1987-2, 105,
DJ 1989-2, 105.
(4) CS, 24/2/1998, Calvo y Pesini, Rocío c. Provincia de Córdoba, La Ley Online.
(5) LA LEY 2005-D, 559, JA 2005-I-554. Ver también la sentencia del 12/8/2008, in re Mantecón Valdés,
LA LEY 2008-F, 498, con nota de Mario A. R. Midón; LA LEY 2008-F, 334.
(6) CS, 17/3/2009, Partido Nuevo Triunfo, LA LEY 2009-B, 688, con nota de Jorge Luis Ballestero; Pablo
Slonimsqui; Sup. Adm. 2009 (mayo), 45, LA LEY 2009-C, 277.7 7/12/2010, Alvarez, Maximiliano y otros c.
Cencosud S.A., LA LEY 29/12/2010, 10, con nota de Gonzalo Cuartango.
(8) CNTrab., sala IV, 31/8/2009, Lescano, Víctor César, DT 2009-56; en el mismo sentido: CNCiv., sala H,
7/4/2009, M., M. J. c. Citibank N.A., LA LEY 2009-E, 402; entre muchos otros.
(9) Debe hacerse lugar a la indemnización por daño moral reclamada por el socio de un club de campo y su
nueva esposa como consecuencia del rechazo de la solicitud de admisión de ésta como adherente si, dicha
decisión se fundó en un acto discriminatorio ya que, frente a una acción antijurídica lesiva del derecho a la
dignidad y a la consideración social, debe tenerse por probado in re ipsa el perjuicio extrapatrimonial (CNcom.,
sala D, 29/7/2009, G., E. y otro c. Altos Los Polvorines S.A. y otros, La Ley Online).
(10) No existe obstáculo para que en una demanda por despido se pueda incluir una pretensión tendiente a
obtener una reparación autónoma por daño moral, en la medida que se llegue a demostrar que la principal tenía
conocimiento que el trabajador despedido fuera portador de HIV y que por tal motivo no hubiera actuado
aquélla como un buen empleador al discriminarlo con el recurso de despedirlo, pues, en tal caso, se trataría de
un accionar que no sólo afectaría la dignidad humana, sino también constituiría un acto discriminatorio
tipificado en la ley 23.592 (CNTrab., sala I, 28/12/2006, M., M. A. c. Cinemark Argentina S.A., LA LEY
2007-B, 574).
(11) El hecho de que el actor se hubiere acogido a un plan de retiro voluntario no le impide reclamar una
indemnización por los daños sufridos a raíz de la discriminación sufrida en su ámbito laboral, pues se trata de
una cuestión ajena a la indemnización ya percibida, en tanto, aun cuando no se hubiese extinguido el vínculo
laboral, de todos modos el actor tendría derecho a exigir una indemnización por discriminación, conforme a lo
establecido en el art. 1° de la ley 23.592 (CNCiv., sala H, 7/4/2009, LA LEY 2009-E, 402, con nota de
Sebastián Serrano Alou).
(12) Es procedente la demanda de daños y perjuicios entablada contra la propietaria de un inmueble por las
maniobras discriminatorias hacia los actores al impedirles alquilar una unidad funcional por la única razón de
profesar la religión judía, toda vez que se vio afectada la igualdad de tratamiento, ya que no se les dio igual
oportunidad, comparativamente respecto de aquellos que profesaran la religión católica, teniendo en cuenta,
además, que la libertad de elegir a quien se quiera tiene límites y no puede servir de válido eximente para dejar
inmune una violación a la Constitución ni tampoco para tomar decisiones arbitrarias (CNCiv., sala J,
11/10/2006, LA LEY 2006-F, 345, 2006-F, 379, con nota de Andrés Gil Domínguez; DJ 08/11/2006, 695, con
nota de Osmar S. Domínguez; Marcos Fernández; RCyS 2006-XI, 74).
(13) Corresponde responsabilizar en forma solidaria a los directores de la sociedad administradora de un

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club de campo, que participaron en la reunión de directorio en la cual se decidió que los cónyuges en segundas
nupcias de los socios, no podrían ser admitidos como adherentes mientras el anterior cónyuge subsista como
asociado, por los daños y perjuicios ocasionados a un socio y a su nueva esposa en virtud del reiterado rechazo
de su pedido de admisión ya que, los demandados intervinieron en la ejecución de un acto de discriminación
encuadrable en el art. 1 de la ley 23.592 (CNCom., sala D, 29/7/2009, G., E. y otro c. Altos Los Polvorines S.A.
y otros, DFyP 2009 (octubre), 259, con nota de Carlos A. Ghersi).
(14) C1a Civil y Comercial, Mar del Plata, sala II, 27/5/2009, Machinandiarena Hernández, Nicolás c.
Telefónica de Argentina, LA LEY 2009-D, 96, con nota de Florencia Nallar; LLBA 2009 (junio), 557 - RCyS
2009-VII, 62, con nota de Federico M. Alvarez Larrondo; LA LEY 2010-A, 220, con nota de Humberto
Quiroga Lavié.También se resolvió que una empresa de transporte debía responder por los daños y perjuicios
padecidos por una persona discapacitada a quien se le negó el expendio del boleto gratuito ante la presentación
del certificado de discapacidad, pues si bien no se logró probar que haya sido objeto de maltratos o burlas, el
incumplimiento de la empresa de transporte de la reglamentación del sistema de protección integral de los
discapacitados —res. 31/2004 de la Secretaría de Transporte— que amplió los beneficios del pase al no
contener restricciones de líneas y recorridos, configura en sí mismo un acto de discriminación en tanto viola el
derecho a la igualdad dando un tratamiento diferente para aquellos que se encuentran en situación de
inferioridad de oportunidades (CNCiv, sala D, 12/11/2008, Jhoslen, Eduardo Julián c. Transporte D.U.V.I. S. A.
- Línea 86, La Ley Online).
(15) C3a Civil y Comercial, Córdoba, 20/11/2008, Pereyra, Gerardo Pedro y otro c. Carrefour Argentina
S.A. y otros, RCyS 2009-III-113, LLC 2009 (marzo), 187.
(16) Bustamante Alsina, Jorge, Teoría general de la responsabilidad civil, p. 244; Pizarro, Ramón Daniel,
La prueba del daño moral, Rev Der Privado y Comunitario, N° 13, Prueba, I, 1997.
(17) López Herrera, Eduardo, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Lexis Nexis, 2006, pág. 750.
(18) Alterini, Atilio – López Cabana, Roberto – Ameal, Oscar, Derecho de obligaciones, Abeledo Perrot,
1995, pág. 824.
(19) Así, por ejemplo, el art. 1 de la Convención sobre La Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la mujer dice: "A los efectos de la presente Convención, la expresión "discriminación
contra la mujer" denotará toda distinción, exclusión a restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por
resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su
estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades
fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera". Se trata de
una fórmula universal.
(20) De Lorenzo, Federico, El daño injusto en la responsabilidad civil, p. 84 y ss.
(21) Responsabilidad contractual, Ed. La Ley.
(22) Mayo, Jorge, Sobre las denominadas obligaciones de seguridad", LA LEY, 1984-B, 949.
(23) Vázquez Ferreyra entiende que la solución está en el criterio de lo aleatorio. Si la integridad del
acreedor o de sus bienes es demasiado aleatoria, la obligación de seguridad será de medios. Sin en cambio lo
normal es que un mínimo de cuidado o bien el cuidado necesario aunque sea serio es capaz de llevar al resultado
esperado, la obligación de seguridad es de resultado (La obligación de seguridad en la Responsabilidad Civil y
Ley de Contrato de Trabajo, Ed. Vélez Sarsfield, p. 121).
(24) Bueres, Alberto, Responsabilidad de las clínicas y establecimientos médicos, p. 132.
(25) Sobre el tema es recomendable el trabajo de Bueres, Responsabilidad contractual objetiva, JA,
1989-II-977.
(26) Mosset Iturraspe, Jorge, La prueba del daño injusto, Revista de Derecho de Daños, vol. 4: La prueba
del daño-I; Rubinzal-Culzoni; 1999; pág.38.
(27) La teoría de la causalidad adecuada ha sido inducida por nuestra doctrina y jurisprudencia de los arts.
901, 902, 903 y 904 del Cód. Civil y no del art. 906 reformado por la ley 17.711; como lo señalan diversos
autores.
(28) Prevot, El nexo de causalidad en los casos de responsabilidad médica, La Ley, 2005-D-892; Mayo -
Prevot, cit. quienes citan a De Cupis, Jourdain, Le Tourneau, Capecchi y Frosini.

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