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La Libertad de Creencias.
La Libertad de Creencias.
LA LIBERTAD DE CREENCIAS.
1. - CONFIGURACIÓN CONSTITUCIONAL.
2. - DESARROLLO NORMATIVO.
3. - RÉGIMEN JURÍDICO.
3.1. ÁMBITO.
3.2. CONTENIDO.
3.3. LIMITES.
3.4. GARANTÍAS JURÍDICAS.
4. - MANIFESTACIONES.
DERECHO CANÓNICO TEMA 8
LA LIBERTAD DE CREENCIAS.
1. - CONFIGURACIÓN CONSTITUCIONAL.
Estos hechos históricos han estado presenten las decisiones dc los responsables políticos de la
transición. (Gobierno y oposición) y en toda la sociedad española.
En ese pasado histórico inmediato la religión había vivido dos escenarios políticos, claramente
distinto:
El Constituyente de 1978 tenía dc esta forma ante sí dos posturas en cierto modo
irreconciliables, y al mismo tiempo la urgencia dc ofrecer una solución que pudiera ser asumida por
todos.
La separación Iglesia-Estado.
El reconocimiento de la libertad religiosa.
El sometimiento de las asociaciones religiosas a una ley especial.
1. 1. 1 La separación Iglesia-Estado
En la historia del constitucionalismo español la libertad religiosa brilla por su ausencia. Los
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Constituyentes de Cádiz, no solo no reconocen en el texto constitucional la libertad religiosa, sino que
establecen un régimen estricto de intolerancia, prohibiendo el ejercicio de cualquier otra religión.
Lo mismo ocurrirá con las demás constituciones, a excepción de la de 1869, donde es sustituida
por un régimen de tolerancia.
Esto significa que el Estado no desea mantener ningún tipo de relaciones con las religiones y
desea simplemente afirmar que el hecho religioso deja de ser hecho público, de lo donde se deduce que
la Republica no ayudará financieramente a ningún culto. El hecho religioso se reduce a un problema de
conciencia
El Art. 26 de la Constitución de 1931 fue el principal receptor de esta actitud laicista y el que
provocó las reacciones más airadas.
disolución de las que por sus actividades constituyan un peligro para a seguridad
del Estado
inscripción en un registro especial dependiente del Ministerio de Justicia:
Incapacidad para adquirir y conservar bienes, salvo aquellos destinados a su
vivienda y fines privativos:
Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza:
Sumisión a todas las leyes tributarias del país y obligación de rendir cuentas al
Estado anualmente de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la
asociación:
Los bienes de las órdenes religiosas podrán ser nacionalizados.
Junto a este sometimiento de las confesiones a una ley especial se establece la prohibición al
«Estado, regiones, provincias y municipios de mantener, favorecer o ayudar económicamente a las
iglesias, asociaciones e instituciones religiosas, así como la extinción, en un plazo de dos años, del
Presupuesto del Clero
La reacción de los diputados católicos se manifiesta en términos así de tajantes: «... el proyecto
de Constitución, tal como está concebido y solamente con enunciarlo, es ya un reto a la conciencia
católica del país, es lanzarlo a la guerra.
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Las palabras de Gregorio MARAÑÓN permiten ilustrar lo ocurrido desde aquella fecha de
1931 hasta I978:
Esta cohabitación Iglesia-Estado se va a ratificar aún más con la consiguiente declaración del
Estado recogida en los principios dcl Movimiento Nacional aprobados en 1958: «La nación española
considera como timbre de honor el acatamiento a la ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia
Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional que
inspirará la legislación. El ordenamiento jurídico español quedará sometido de esta forma a la
doctrina y a la moral católica, de tal manera que la posible vulneración legislativa
podría dar lugar a la nulidad dc las leyes y disposiciones que menoscabaron este principio”
Más profunda e intensa fue la conmoción producida por el Concilio Vaticano II, al replantear
íntegramente las bases doctrinales de las relaciones Iglesia-Estado.
La confesionalidad del Estado, sin embargo, no tuvo la misma eficacia a la hora dc proceder a
la renuncia de los privilegios mutuamente reconocidos.
La petición del Papa Pablo VI pidiendo al jefe del Estado que renunciara al privilegio de
presentación de obispos fue contestada con un asentimiento condicionado a que se revisaran todas las
cuestiones Iglesia-Estado de una manera global.
Este hecho no se produjo y sí, en cambio, se agudizó la crisis entre ambas instituciones,
bloqueándose el nombramiento de obispos e incrementando la represión policial sobre aquellos
clérigos que desde sus opciones políticas o sindicales se enfrentaban al orden establecido.
El nacional-catolicismo había llegado a su fin, al igual que el régimen personal que lo había
sustentado.
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Junto a estos datos, los ponentes no podían olvidar que Adolfo Suárez como presidente del
Gobierno, se había firmado el Acuerdo entre el Estado y la Iglesia Católica, en virtud del cual el
Estado español renunciaba al privilegio de presentación de obispo y la Ig1esía al privilegio de fuero.
Según esta información, la Constitución garantizaba la libertad religiosa y de culto, al igual que
proclamaba la aconfesionalidad del Estado.
constitucional españo1 que instaura la obligación dc los poderes públicos dc cooperar con las
«creencias religiosas de la sociedad española», constituye una auténtica novedad en el Derecho
internacional y comparado.
La incorporación de este apartado en el segundo borrador parece inducido por los propios
compromisos del Gobierno, asumidos en un texto preconstitucional como era el Acuerdo del Estado
con la Iglesia Católica de 1976.
La Constitución eleva la libertad a la categoría superior del ordenamiento jurídico. Más tarde al
desarrollar los derechos fundamentales y las libertades públicas enumera diversas libertades,
comenzando esta especialización por la libertad ideológica y religiosa.
Esta política religiosa de los Estado Europeos trascendió del ámbito interno de cada uno de
ellos para convertirse en un conflicto entre Estados, en guerra por motivos religiosas.
Precisamente como reacción a estos hechos surge la doctrina de la tolerancia, que conducirá al
reconocimiento del derecho de la libertad religiosa o de conciencia.
Aquí aparece la libertad como derecho innato e inalienable, pero para evitar que se convierta
en un concepto genérico y abstracto se concreta y se pone especial énfasis en algunas manifestaciones
de la libertad, como la libertad religiosa o de conciencia, la libertad de prensa y la libertad política.
Durante siglos, las creencias religiosas han constituido un elemento estructurador de la vida
cultural de un pueblo. El individuo, como miembro de esa comunidad, tiene el deber cívico de profesar
esas creencias, y no hay esferas de libertad individual que autoricen la profesión de creencias
contradictorias con las propias de la comunidad. Esto significa que la concepción de la vida, es uno de
los elementos identificativos de cada comunidad, y ello posibilitará, en principio, que el Estado pueda
ser confesional.
Pero el vaciamiento de las creencias religiosas del contenido ideológico del estado se va a
producir a través del laicismo y del ateismo científico.
El laicismo excluye del sustrato ideológico del Estado cualquier referencia religiosa,
reduciendo el ámbito de las creencias religiosas a la autonomía individual.
El ateismo científico, no solo elimina las creencias religiosas de la ideología del Estado, sino
que asume una actitud antirreligiosa, que en la experiencia histórica concreta, se ha traducido
frecuentemente en la prohibición de la libertad religiosa y en la persecución de personas e instituciones
portadoras de creencias religiosas.
La constitución se inspira, por tanto, en una ideología y se funda en unos valores, es decir,
tiene:
una dimensión ideológica y
Una dimensión axiológica.
Esta doble dimensión no impide la neutralidad estatal, favoreciendo por tanto, la existencia de
un legitimo pluralismo social, pero por otra parte constituye un limite a la propia libertad ideológica y
religiosa, en cuanto esas creencias puedan estar en contradicción con los contenidos ideológicos y
axiológicos constitucionales, garantizados por la cláusula del orden publico protegido por la ley y, en
concreto, por la salvaguarda de la seguridad pública, la salud pública y la moralidad pública.
1.3.2. Interpretación.
La constitución utiliza una pluralidad de expresiones para referirse a esta materia, como
libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de creencias, de convicciones...
Esta diversidad terminológica no pretende describir una haz de libertades diferenciadas, sino
que pretende referirse a una única libertad, cuyo origen y fundamento puede encontrarse tanto en un
sistema filosófico, ideológico, ético, religioso, etc..
Las expresiones constitucionales libertad ideológica y libertad religiosa no son, pues, dos
libertades alternativas, sino una sola libertad sobre un mismo contenido: la propia cosmovisión
personal.
Existe pues una relación causal necesaria entre la libertad ideológica, libertad religiosa y
libertad de conciencia, aunque no haya sido citada expresamente en el texto constitucional.
La formación de los nuevos ciudadanos fue una preocupación de los filósofos clásicos y más
tarde de los dirigentes religiosos. Hoy se ha convertido en un reducto de la familia, de tal manera que
la educación en esos valores es un derecho de los padres que tanto en el ámbito domestico como en el
sistema educativo tiene la facultad de elegir esa formación moral o religiosa de acuerdo con sus
propias convicciones.
Una negativa, porque esta vetado al centro educativo o a los profesores cualquier
actitud proselitista o de adoctrinamiento contrario alas convicciones previamente
elegidas.
Una positiva, que incluye la libertad de elección del centro educativo, más afín a
esas convicciones de los padres.
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Este derecho no incluye, un derecho prestacional exigible ante los poderes públicos.
Se quiebra de esta manera en España una tradición secular de confesionalidad católica del
Estado, solo interrumpida por la Constitución de 1931.
El problema principal que plantea este Registro reside en la propia calificación administrativa
respecto a la Asociación que solicita la inscripción en el Registro, en relación con cl requisito de los
fines religiosos exigido en el Art. 5.2 de la ley.
Pero junto a este régimen unilateral la ley autoriza la posibilidad de establecer Acuerdos o
Convenios de cooperación con las Iglesias, Confesiones o Comunidades religiosas. Este régimen
bilateral permite la creación de un marco jurídico más amplio y beneficioso para las propias con-
fesiones signatarias en orden a la concreción de sus propios fines religiosos.
Habrá que completar esta reseña, respecto al Derecho acordado, con la referencia a los
Acuerdos suscritos por las Comunidades Autónomas con la Iglesia Católica y otras confesiones dentro
el ámbito de su competencia, y singularmente en asuntos culturales y protección del patrimonio
artístico-religioso.
2. - DESARROLLO NORMATIVO
Ciertamente resulta una tarea difícil y compleja definir la libertad religiosa, sin embargo, la
delimitación operada en la ley obliga a intentar precisar el significado de lo religioso, pues así lo va a
exigir la propia interpretación de algunas normas contenidas en el texto legal.
La propia norma da una definición negativa al excluir determinadas actividades del ámbito de
protección de la ley, pero al mismo tiempo, ampara y protege la ausencia de creencias religiosas y, por
consiguiente, las creencias agnósticas, ateístas y antirreligiosas
Así se ha afirmado que una organización tiene fines religiosos cuando existe: un conjunto dc
creencias, doctrinas y preceptos que se aceptan por los miembros con vinculaciones unitivas muy
profundas de naturaleza religiosa, y una organización sobre normas propias que requiere, suficiente
número de adeptos,
Otros autores requieren la existencia de unas comunidades con una finalidad religiosa, es decir,
«un fondo doctrinal que haga referencia a la divinidad, dotada de una praxis ritual y moral y de una
estructura permanente con normas de organización autónoma»
Esta diferencia tampoco es admitida en la doctrina dc Naciones Unidas, que entre las libertades
dimanantes de la libertad religiosa reconoce: la dc practicar el culto o de celebrar reuniones en relación
con la. Religión o las convicciones y de fundar y mantener lugares para esos fines.
El culto no es, por tanto, un elemento exclusivo y diferenciador dc las confesiones religiosas.
Pero es más, ni siquiera algunas corrientes religiosas con una gran tradición y arraigo incluyen en su
definición una relación con la divinidad ni la exigencia de un culto. A modo de ejemplo, «el budismo
no es una religión con Dios. El budismo es una religión de la sabiduría, de la iluminación y de la
compasión.
Un cuerpo de doctrina propio que exprese las creencias religiosas que se profesan y que se
desean transmitir a los demás.
Una liturgia que recoja los ritos y ceremonias que constituyen el culto, con la existencia de
lugares y ministros de culto en sus distintas denominaciones y funciones.
Unos fines religiosos que respeten los límites al ejercicio del derecho de libertad religiosa
establecidos en el Art. 3 de la LOLR.
Con carácter previo e indispensable, un número significativo de fieles que constituyen el
sustrato de una persona jurídica, toda vez que antes de calificar la naturaleza religiosa de la
entidad peticionaria es necesario que se acredite la existencia de una verdadera y real
entidad.
A la vista de estos requisitos resulta sorprendente encontrar una serie de comunidades budistas
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inscritas en el Registro de Entidades Religiosas. Teniendo en cuenta Declaración budista, estas comu-
nidades no reúnen ninguno de los requisitos exigidos por la Administración.
Tampoco los Tribunales, en los casos que ha tenido que conocer, se han recatado dc
pronunciarse sobre el concepto de religión.
Así, acogiéndose a la definición de la Real Academia Española, se dice que «es un conjunto de
creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos dc veneración y temor hacia ella, de
normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y
cl sacrificio para darle culto».
La Constitución española establece, con carácter imperativo, que «las normas relativas a los
derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y Acuerdos inter-
nacionales sobre las mismas materias ratificados por España»
aplicación del Art. 18 a las religiones tradicionales o a las religiones o creencias con
características institucionales o prácticas análogas a las de las religiones tradicionales.
España, como Europa en general, observa con preocupación creciente la presencia de nuevos
movimientos religiosos o ideológicos que no encajan en los moldes tradicionales de lo religioso, y con
Carácter preventivo y cautelar se establecen mecanismos de control (Registro dc Entidades Religiosas,
Informes policiales e incluso la posible creación dc un observatorio parlamentario sobre las sectas) de
estos nuevos movimientos, denominados genéricamente sectas.
Esta tendencia, presente en la vieja Europa y en otros continentes, ha motivado que el propio
Comité de Derechos Humanos muestre su preocupación por la tendencia a discriminar religiones o
creencias por distintas razones, incluyendo el hecho de que se hayan implantado recientemente o
representen a minorías religiosas que pudieran ser objeto dc hostilidad por parte de la confesión
religiosa mayoritaria.
3. - RÉGIMEN JURÍDICO,
3.1. ÁMBITO.
La Ley Orgánica dc Libertad Religiosa dispone en su Art. 1.1 que el Estado garantiza el
derecho fundamental dc libertad religiosa y dc culto reconocida en la Constitución.
Para hacer efectiva esta garantía la ley, a través de siete artículos, protege:
3.2. CONTENIDO
o La libertad de tener y
o La libertad de manifestar.
La libertad de tener se describe en la Ley de Libertad Religiosa como el derecho a profesar las
creencias religiosas que libremente elija o no profesar ninguna, cambiar de confesión o abandonar la
que tenía, manifestar libremente sus propias creencias religiosas o abstenerse de declarar sobre ellas.
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La libertad de tener o elegir unas creencias es un derecho absoluto que no tiene límites.
Esta consideración de la libertad de tener o elegir unas creencias como un derecho absoluto que
carece de límites no está expresamente reconocida en la Ley de Libertad Religiosa, pero de acuerdo
con lo dicho anteriormente, el imperativo constitucional de interpretación de las normas sobre
derechos fundamentales y libertades públicas, de acuerdo con los Tratados Internacionales, exige que
la interpretación de la ley española se adecue a la citada interpretación oficial del Pacto Internacional
dc Derechos Civiles y Políticos y, por consiguiente, se garantice igualmente cl carácter de derecho
absoluto del derecho de tener y elegir las creencias libremente.
La posible intervención de los poderes públicos en el ámbito de la vida privada sólo podría
justificarse cuando se produjeran dentro de ese ámbito relaciones transitivas o interpersonales y se
derivara de las mismas un atentado a los derechos o libertades del Otro u otros sujetos de la relación
interpersonal.
Sin embargo, cuando se trata de relaciones intra personales relativas al propio sujeto, ya sea de
carácter espiritual (creencias, sentimientos, etc.) o de carácter físico (el propio cuerpo, la salud
personal, etc.), la intervención exterior o injerencia ajena (poderes públicos, terceras personas. etc.)
está absolutamente vedada.
Los límites establecidos al derecho de libertad de creencias se encua dran en una doble
dimensión:
o En primer lugar, los derechos y libertades dc los demás;
o En segundo lugar, el orden público protegido por la ley, que se concreta en la
seguridad, la salud y la moral públicas.
El primer aspecto confronta la libertad dc creencias con otras libertades públicas o derechos
fundamentales.
Al no existir una jerarquía entre libertades y derechos fundamentales será necesario que los
Tribunales ponderen los derechos en conflicto y determinen la solución adecuada al caso.
pueden o deben desaparecer ante la protección de la libertad ideológica que consagra el Art. 16.1 dc la
Constitución, por lo que es necesario partir de este derecho fundamental y no entenderlo simplemente
absorbido por las libertades dc expresión y de información «~.
Los derechos fundamentales de los demás, como límite del ejercicio del derecho de libertad
ideológica y religiosa, suscita un conflicto entre derechos constitucionales que, al no existir una
jerarquía entre ellos, debe ser objeto de ponderación por los órganos judiciales.
Sin embargo, no basta con que el órgano judicial ordinario efectúe una ponderación entre los
derechos constitucionales en conflicto; esta ponderación deberá realizarse de modo que se respete la
correcta valoración y definición constitucional dc los derechos fundamentales en presencia, tarea que
corresponde verificar al Tribunal Constitucional.
Esta función, en cuanto legítimo intérprete de la Constitución, que exigirá la adopción de una
solución casuística, a la vista de las circunstancias concretas, por el propio Tribunal Constitucional.
Ello no excluye la posibilidad de señalar las líneas dc tendencia de la jurisprudencia constitucional,
como, por ejemplo, el carácter prevalente de las libertades de expresión e información, que constituye
una doctrina constante del Tribunal.
El orden público, como ya hemos dicho, debe ser interpretado desde tres perspectivas:
a) la salud pública
b) La seguridad pública;
c) La moral pública.
Se trata, en principio, de conceptos jurídicos indeterminados que deberán ser concretados por
la actividad jurisdiccional y, en concreto. Por la doctrina del Tribunal Constitucional.
a) La salud pública
El Art. 43.2 de la Constitución dispone que «compete a los poderes públicos organizar y
tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios sanitarios.
La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto».
La salud pública se suele identificar con la medicina preventiva, que se hace efectiva a través
dc las llamadas prestaciones colectivas, y cuyo objeto se suele centrar en las medidas de higiene social
Esta disposición se completa con la habilitación a la autoridad sanitaria para que, con cl fin de
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controlar las enfermedades transmisibles, además de realizar las acciones preventivas generales, pueda
adoptar las medidas oportunas para el control de los enfermos, dc las personas que estén o hayan
estado en contacto con los mismos o del medio ambiente, así como las que se consideren necesarias en
caso dc riesgo de carácter transmisible
En este caso, el derecho del enfermo a aceptar, rechazar o elegir entre diversos tratamientos
cede ante cl interés general, que autoriza la adopción de tratamientos coactivos para evitar la
transmisibilidad de la enfermedad o la existencia de un riesgo para la colectividad.
Para alcanzar estos objetivos se considera como actividad fundamental dcl sistema sanitario la
realización de los estudios epidemiológicos para orientar con mayor eficacia la prevención de los
riesgos para la salud, así como la planificación y evaluación sanitaria.
Este conjunto de actuaciones es preciso encuadrarlas en las competencias otorgadas por el Art.
43.2 a las Administraciones Públicas respecto a la organización y tutela de la salud pública a través de
medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios.
Tal como se establece en el Art. 43.2, los ciudadanos tienen derechos y obligaciones en
relación con la salud pública, cuya determinación deberá hacerse a través de la ley.
Es aquí donde pueden entrar en conflicto la libertad individual y colectiva, en nuestro caso, la
libertad ideológica y religiosa con las medidas dc prevención de ¡a salud pública y los consiguientes
deberes dc los ciudadanos, en cuyo caso deberán ceder ante las propias exigencias del interés colectivo
o general.
b) La seguridad pública
Pero la seguridad púb1ica no parece agotarse en la seguridad ciudadana, sino que abarca un
ámbito más amplio, cuya determinación, en todo caso, corresponde al legislador mediante la
promulgación de las leyes necesarias para preservar esa seguridad y al Tribunal Constitucional al
ejercer su competencia en relación con el examen de la constitucionalidad de esas leyes o al precisar si
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los derechos o libertades públicas limitados por la cláusula de la seguridad nacional gozan de una
fundamentación constitucional o constituyen una restricción arbitraria o injustificada de la libertad
personal.
En nuestra opinión, existe una correlación evidente entre la libertad y seguridad personal,
garantizada en el Art. 17 dc la CE, y la seguridad pública y la paz social, a que se refiere el Art. 10.1
de la CE. En efecto, así como la seguridad personal constituye una garantía de la libertad indi vidual y
se produciría una interpretación o aplicación perversa de la seguridad personal, si se adoptan medidas
que para garantizar la seguridad personal menoscaben cl legítimo ejercicio de la libertad personal, dc
la misma manera habría que interpretar la seguridad pública como un instrumento al servicio dc la paz
social.
c) La moralidad pública
Este límite del ejercicio de la libertad religiosa nos introduce en de los conceptos jurídicos más
imprecisos, indeterminados y complejos.
La moralidad pública no puede ser interpretada a la luz de una moral o una ética confesional o
no confesional, pues ello comportaría la quiebra dcl pluralismo y de la propia aconfesionalidad dcl
Estado.
La Exposición de Motivos recoge las soluciones avanzadas por aquella Comisión y que expone
en los siguientes términos: «Desde una perspectiva ética, el pluralismo social y la divergencia en las
opiniones se expresan frecuentemente sobre los distintos usos que se dan a las técnicas dc repro-
ducción asistida, Su aceptación o su rechazo habrían de ser argumentados desde el supuesto de una
correcta información y producirse sin motivaciones interesadas ni presiones ideológicas,
confesionales o partidistas, sustentándose únicamente en una ética de carácter cívico o civil no exenta
de componentes pragmáticos y cuya validez radica en una aceptación dc la realidad una vez que ha
sido confrontada con criterios de racionalidad y procedencia al servicio del interés general; una
ética, en definitiva, que responda al sentir de la mayoría y a los contenidos constitucionales pueda ser
asumida sin tensiones sociales y sea útil al legislador para adoptar posiciones o normativa».
La libertad de creencias goza de la protección jurídica prevista con carácter general a todos los
derechos y libertades públicas, con la singularidad, en este caso, de que esta libertad no podrá ser
suspendida en los casos previstos en el Art. 5.5 de la Constitución.
Las libertades garantizadas en el Art. 16 sólo podrán ser reguladas por Ley Orgánica, que en
todo caso deberá respetar su contenido esencial.
El legislador al regular los derechos fundamentales y las libertades públicas debe respetar el
contenido esencial de dicho derecho. Se trata, una vez más, de un concepto jurídico indeterminado
cuya concreción ha de realizar ad casum el Tribunal Constitucional, a quien corresponde juzgar acerca
de la constitucionalidad de las leyes.
Esta protección se extiende al Código Penal, que entre los delitos relativos al ejercicio de los
derechos fundamentales y de las libertades regula expresamente los delitos contra la libertad dc
conciencia y los sentimientos religiosos
La Constitución atribuye a los jueces y tribunales la tutela efectiva de todas las personas en el
ejercicio legítimo de sus derechos e intereses legítimos, sin que en ningún caso pueda producirse
indefensión.
Junto a esta tutela común, la CE refuerza la tutela de los derechos fundamentales y de las
libertades públicas al disponer que cualquier ciudadano podrá recabar la tutela de las libertades y
derechos reconocidos en cl Art. 14 y la Sección primera del Capítulo segundo ante los Tribunales
ordinarios por un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad y, en su caso, a
través del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional.
Por su parte, los ciudadanos pueden dirigirse a las Cámaras, en cl ejercicio del derecho de
petición, presentando escritos individuales y colectivos.
Las Cámaras podrán remitir estas peticiones al Gobierno y exigir explicaciones sobre su
contenido. Las Cámaras gozan, por tanto de instrumentos suficientes para ejercer una tutela efectiva de
los derechos y libertades fundamentales cuando la vulneración haya sido responsabilidad de la
Administración.
Sorprende que no exista en la organización interna del Parlamente español alguna Comisión
dedicada especialmente a los Derechos Humanos o a los Derechos fundamentales y libertades
públicas. Tal vez se haya intentado suplir esta carencia mediante la creación de la Comisión Mixta
Congreso-Senado para el Defensor dcl Pueblo.
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- el sueco y
- El anglo-francés.
Es evidente que el modelo seguido por la CE es el modelo sueco, configurando una institución
dependiente orgánicamente del Parlamento y con una autonomía funcional dc la que responde “dando
cuenta” al Parlamento.
Sin embargo, la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, por la que se desarrolla esta Institución,
provee al Defensor de los instrumentos necesarios para una eficaz tutela dc los derechos y libertades
fundamentales.
Para ello cl Defensor puede actuar dc oficio o a instancia dc parte, y en la defensa dc los
derechos dc los ciudadanos podrá supervisar la actividad dc la Administración.
Esta actividad dc supervisión puede referirse a un caso concreto suscitado por una queja de un
ciudadano o referirse al funcionamiento de un sector de la Administración, en cuyo caso y tras la
investigación realizada, el Defensor del Pueblo podrá sugerir la reforma o modificación de una
decisión de la Administración que resultara lesiva para cl ciudadano o incluso la modificación de una
norma que impida el pleno ejercicio de los derechos y libertades.
Aunque el Defensor del Pueblo no ha hecho uso hasta ahora de su legitimación para interponer
el recurso de amparo, sí ha interpuesto diversos recursos de inconstitucionalidad
4. - MANIFESTACIONES
Con anterioridad, al comentar los límites de la libertad de creencias, hemos distinguido entre la
libertad de tener y la libertad de manifestar.
De la primera hemos dicho que se trata de un derecho absoluto que carece de límites; por el
contrario, la libertad de manifestar es un derecho limitado, por lo que su ejercicio se verá afectado por
los límites comunes a los derechos y libertades públicas y, en concreto, el orden público protegido por
la ley, en los términos explicados en páginas precedentes.
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De los tres bloques de derechos que hemos transcrito el tercero se refiere a los derechos y
libertades colectivas, que examinaremos en el Capítulo decimosegundo y siguientes al estudiar
precisamente las libertades colectivas.
Respecto al segundo bloque, los derechos allí enunciados hacen referencia a las libertades de
educación y expresión que, por su carácter específico de proyección de la libertad ideológica y
religiosa, analizaremos detenidamente cada una de ellas en unos Capítulos dedicados a cada una de
estas libertades (Capítulos décimo y undécimo).