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ay El franquismo Lt espafiola fue, junto con la portugue 1 nica dictadura derechista que sobre- vivid en Europa tras la Segunda Guei Mundial. De hecho, el general Franco mu- rié en la cama, muy anciano, tras casi me- dio siglo de gobernar férreamente a los es- paioles. En ese largo perfodo de tiempo, las libertades apenas avanzaron y quienes lu- charon por ello tuvieron que pagar un alto precio, Pero la sociedad espaitola, siempre por delante del talante conservador de sus gobernantes, experiments cambios vertigi- Nosos y sent6 en estos afos las bases para su plena incorporacién al ambito del Occi- dente desarrollado. El Nuevo Estado Al finalizar la Guerra Civil la Espana franquista apenas posefa un embrin de Estado, Surgido de un movimiento insu- cional, en la construccién del Nuevo tado habian coneurrido diversa politicas, aglutinadas en abril de un partido tinico, denominado Falange Es- pajiola Tradicionalista y de las JONS, y m de, Movimiento Nacional. Con la eleva- n del general Franco a la jefatura del tado y la formacién de su primer Gobierno al ano siguiente, se habia iniciado un com- plicado proceso institucionalizador. ste descansaba en la autoridad inatacable d caudillo o Generalisimo, y en la equilibrada colaboracién de las diversas tendencias del Partido, las Hamadas familias politicas, con sia caldlica ante la guerra al el Ejéreito y con una Ig! chamente vinculada du bando vencedor, EL predominio mondrquico y militar en el primer Gobierno franquista fue roto en agosto de 1939 por un nuevo equipo en el Historia de Espana 179 que predominaban los falangistas, con Ra- man Serrano Stier, ewiado de Franco, co- mo figura mas destacada. Durante los aiios siguientes, Espaiia vivié un auténtico régi- men totalitario, en el que la movilizacién politiea se orquestaba en torno a una exa tacién imperialista que tenfa muy poco que ver con la realidad de un pais arruinado y sometido a un sistema de estricto control policfaco. El franquismo se doté en estos aitos de un sistema legal que perpetuaba el estado de excepeién justificado hasta en- tonces por la guerra y anulaba la obra de los reformadores laicos de la Repitbl Asi, se anulé el divorcio, se prohibié la coe- ducacién y se entregé la ensehanza a las Grdenes religiosas. Patronos y obreros fue- ron afiliados obligatoriamente en 1941 en una Organizacién Sindical, con 24 corpora- ciones 0 sindicalos verticales, férreamente controlada por la burocracia del Partido. Los estudiantes universitarios fueron tam- bién integrados forzosamente en un sindi cato oficial, el SE 1939-40, las situaciones interior e in- ternacional eran poco propicias a un relan- zamiento de la economfa espaiola. El con flicto habia causado grandes destruceiones, especialmente en el sistema de transportes las deudas contraidas con Alemania, Italia y otros paises eran un pesado lastre y el xilio y la prolongada movilizaci6n militar privaban al pais de muchos trabajadore: cualificados. El estallido de la Guerra Mun- dial, con sus efectos perturbadores de la economia del planeta, se convirtié inmedia- tamente en un factor negativo de extraordi- naria ineidencia en el sistema productive espaiol. En tales condiciones la politica econémi- ca se orienté en una Iinea definida por dos conceptos: autarqufa’ ¢ intervencionismo que, si bien forzados por las circunstancias postula- adversas, eran coherentes con lo dos ideoldgicos del régimen. Basi Ja-autarquia buscaba lograr el m vel de autoabastecimiento de Espaia, pres- cindiendo en lo posible del mercado exte- rior, y fortalecer los mecanismos de control econdémico en manos del Estado, La volun tad industrializadora del régimen chocaba con la realidad de un pats eminentemente agrario, pobre en infraestructuras ¢ impe- dido por el conflicto mundial de proveerse de materias primas y capitales en el exte- rior. La inieiativa publica pareefa, pucs, la via mas adecuada. A fi- nales de 1939, sendas leyes de ordenamiento y proteccién de la ine dustriaestablecieron un modelo de desarro- Ho muy estatalizado, orientado prioritaria- mente a satisfacer las necesidades de recons- truceién del pais, La creacién, en septiom- bre de 1941, del Insti- tuto Nacional de Indus tria (IND, un holding de empresas ptiblicas, se- fialé el paso decisivo en este sentido. AL acabar la guerra, cientos de miles de combatientes republi- canos permanecfan encerrados en prisio- nes y campos de concentracién, Pese al ma- vo exilio, en el interior quedé un amplio sector de la poblacién que habia simpatiza- do con la causa derrotada, y que podfa ser- de base a la oposicién al régimen, La Ley de Responsabilidades Politieas, promul- gada en febrero de 1939 y vigente hasta 1966, permitié la celebracién de innume- rables consejos de guerra, que muchas ve- ces acababan en sentencias de muerte. En cl mejor de los casos, la depuracién de responsabilidades politicas implicaba la clasificacién como desafecto, lo que solfa acarrear graves perjuicios sociales a los depurados. Ademas, la aprobacién en marzo de 1940 de la Ley de Represién de la Masoneria y el Comunismo, que tipifics una amplia serie de delitos politicos, dio pr carta blanca a las fuerzas policia~ les para actuar contra cualquier conducta, individual 0 colectiva, que se sospechara desafecta para con la dictadura. La expatriacién de los vencidos fue un fondmeno de graves consecuencias para Ja Espana de la posguerra. Se calcula en unas 450,000 las personas que abandona- ron el pats a lo largo del conflicto. Esta- blecidos en su mayoria en Francia, sufris ron las penalidades de los campos de con- centracién galos y luego la represién de Jos ocupantes alemanes. Miles de espaio- les fueron a parar a los campos de exter minio nazis, mientras que otros muchos lucharon en las filas de la resistencia francesa. La emigracién a Hispanoaméri ca fue mucho menor y se dirigié funda- mentalmente a México, pais que acogié con los brazos abiertos a los republicanos espaiioles y donde se establecis el Gobier- no de la Repub! n el exilio. ‘a Mundial Espafia y la Guer EL comienzo del conflicto mundial, en septiembre de 1939, colocé a Espana ante un terrible dilema. Alemania e Htalia ha- bfan colaborado abiertamente con el ban- do franquista durante la Guerra Civil, mientras que de franceses y britanicos el nuevo régimen no podia esperar mas que hostilidad o, al menos, indiferencia. Pero spaiia salia destrozada de la guerra y Franco y su ministro de Exteriores, Juan Beigbeder, vefan mas ventajosa por ol mo- mento una neutra- lidad —expectante que un compromiso prematuro con el je. En consecuen- ia, Madrid se man- tuvo al margen de la guerra y- firm6 con Portugal el Pacto Ibérico, que buscaba garantizar la mutua seguridad de las dos dictadu- ras peninsulares Durante los meses siguientes, — cay6 Francia e Inglate- rra se vio obligada a mantenerse a la defensiva en todos los frentes. El Ter: Historia de Fspana 181 con de Hendaya, 1940 cer Reich, cuyos dominios se extendian ahora hasta los Pirineos, se habia conver- ido en el principal socio econémico de E: paiia, y en el interior triunfaban las co- rrientes de opinién favorables al Eje, sobre todo entre los falangistas. A partir de junio de 1940 se produjo un cambio sustancial en la politica exterior. Se pas6 de la neutralidad a la no beligerancia, acompanada de abiertas demostraciones de simpatia hacia el Eje. El neutralista Beigbeder fue sustituide por Ramén Serra- no Stiner, y ello reforz6 el viraje hacia la laboracidn. Interesado en implicar a Espa- iia en el conflicto, Hitler se entrevisté con Franco en Hendaya, en octubre y le presio- né en este sentido. Pero el Generalisimo se abstuvo de llegar a un compromiso, cons- ciente de que Roma y Berlin no podian ga- rantizar en solitario el abastecimiento de la poblacién espanola y de que los alema- nes no estaban dispuestos a defender sus demandas de expansién en cl Magreb a costa de la Francia de Vichy. En conse- cuencia, y pese a algunos gestos significa- tivos, como el envio de la Divisién Azul al frente ruso en 1941, el régimen espaiiol evité cualquier compromiso que implicara beligerancia contra los Aliados. Historia de tspatia fa estacion — El ascenso de Serrano Stier y de los seetores mas filofascis tas del régimen provocd serias resistencias en otros grupos, especialmente entre militares y radicionalistas. En la prima vera de 1942, la presidn contra Serrano, encabezada por un grupo de generales, Hegd a su cenit. En agasto, una bomba arrojada por’ falangistas en una concentracién carlista la basilica de Begona, perm Franco intervenir, cesando a Serrano y a su principal opo- nente, el general Varela Esta primera crisis interna del régimen tenfa como trasfondo cl lento viraje en la suerte de la Guerra Mundial. ‘Tras la ba- talla de Stalingrado y el desemba on Marruecos, la dictadura espanola se enti poco disimulacia simpatia hacia el Eje y las facilidades econémicas y militares otorga- das a alemanes ¢ italianos. El sucesor de no al frente de la diplomacia espanio- al Jordana, inieié un lento de: marque de las potencias totalitarias, dest nado a evitar una invasidn desde el otro la- do del Estrecho. La caida de Mussolini, en julio de 1943, reforz6 las tesis neutralistas. Aunque los fa- langistas segufan presionando en favor de la colaboracidn con Berlin, el Gobierno co- menz6 a dar pasos favorables a los Aliados. e repatrié ala idn Azul, y poco después Es (6 a la no beligerancia favor je, pa- ra proclamarse oficialmente neutral. Lo diplomaticos espafioles trabajaban ahora para lograr una paz entre Alemania y los iados occidentales, que aislara a la URSS. A lo largo de 1944, las relaciones con el Reich se redujeron al minimo. Las vitales exportaciones de volframio fueron casi sus- pendidas y se concedié autorizacién para que los aviones norteamericanos aterriza- ran en la Peninsula. Incluso en abril de vi a 1945, finalizando ya la gue en Europa, el Gobierno rompi las relaciones diplomaticas con Japon. Pero estas medidas no serian suficientes para borrar cl recuerdo de la colaboracién con el Bje, ni la impresién de que el régimen espanol poseia un caréeter totalitario similar al de los paises derrotados. La democracia organica A partir de 1942, conforme aparecia en el horizonte la po- sibilidad de una derrota del , el régimen espafiol fue do- tindose de un entramado de stituciones asi como de unas Leyes Fundamentales, a fin de ofrecer un modelo constitucional y unos érganos de representacién nacional que, aunque lejos de los patrones mareados por las demo: cias vencedoras, pudieran ser aceptados en 5 ior y cl exterior por los sectores més proclives al franquismo. Este modelo, cado por los tedricos del régimen como una democracia orgdnica, rehuia el sufragio universal, por lo que las instituci récter politico se formaban a travé mezcla de sulragio corporativo y te —sindicatos y ayuntamientos— de repre- enta- s, fue creado por Ley funda- mental en julio de 1942, EI Parlamento franquista tenfa unas competencias muy limitadas. Sus miembros, los procurado- 's, diseutian y aprobaban las leyes, pero no tenfan ninguna funcién fiscalizadora sobre el Gobierno —al que no podian de- rribar con una mocién de censura— ni so- bre el Jofe del Estado, que designaba al presidente de la Camara, Finalizando la Guerra Mundial, el régi- men buscé dar una imagen exterior de [Franco Gon Serrano Stier y Missoli/ durante "| entrevista en Bordighera, Italia apertura, que disminuyera el rechazo de los Aliados. EI Fuero de los Espaitoles, ley fundamental aprobada en julio de 1945, establecia los principios generales del Es tado y los derechos y deberes de los ¢i dadanos. El texto confirmaba la confesio- nalidad religiosa del Estado, la igualdad de los espaioles ante la Ley y el derecho de propiedad privada. Mayor importan| tendrfa, sin embargo, el articulado que re: gulaba el control politico de la poblacién, limitando los derechos personales de reu- ni6n, asociacién y expresién y concedien- do a Franco libertad para suspender tem- poralmente los derechos reconocidos po cl propio La operacién de maquillaje de la dicta- dura se completé, en octubre de ese aio, con la Ley de Referéndum Nacional, que pretendia sustituir el inexistente sufragio universal por la convocatoria de consultas populares, pero siembre por voluntad de Franco, que era el tinico que podia convo- fuerzas politicas derrotadas en la a Civil mantuvieron a lo largo de ca~ si todos los afios cuarenta la firme creen- cia de que la suerte del franquismo esta- ba vinculada a la de las potencias totalita- istoria de Fspaia. 188 vias, Vencidas éstas, Ja presién de las de- mocracias occidentales y cl descontento interior facilitarfan la caida del régimen. Las Cortes y ol Gobierno republicanos, es- tablecidos cn México, mantuvieron una continuidad legal a la que el reconoci mienio de numerosos paises y la adhesion de la dispersa comunidad det exilio dieron cierta relevancia on estos aiios, Pero los partidos integrantes del Frente Popular y otras fwerzas como el anarquismo, no fue ron capaces de coordinar su actuacidn y, en las dramdaticas condiciones de la dids- pora, malgastaron buona parte de sus energfas en combatirse conforme a las pautas que ya habian marcado los enfren- tamiontos on el bando republican dura te la guerra. Desde muy pronto, la oposicién anti- franquista so planted la posibilidad de im- pulsar un movimiento popular, que derri base al régimen. La base serfan las di persas partidas de combuatientes republi- canos, que se habfan negado a entregarse a las autoridades. Los socialistas, partida- rios de la presién diplomitica, no alenta- ron esta via, pero sf los comunistas y anarquistas, que poco podian esperar de una intervencién de los aliados occidenta- les. A partir de 1942, el PCE favorecié la integracién de las dispersas partidas de maquis en Agrupaciones Guerrilleras, de ‘imbito regional. in cl verano de 1944, la direccién co- munista decidié lanzar la lucha guerrille- ra on gran escala. En octubre, una colum- na cruz6 los Pirineos desde Francia ¢ in- vadi6 el valle de Ardn, pero el escaso eco que hallaron los guerrilleros entre la po- blacién y la répida reaccion del Ejército y do la Guardia Civil frustraron la maniobi Ja operacion. Carente de apoyo exterior, el maquis mantendria, sin embargo su acti vidad durante otros veinte afies, multipli- cando los golpes de mano y obligando a las autoridades franquistas a sostener un enorme y costosisimo aparato rep Era, sin embargo, una lucha meramente por la supervivencia porque, ya desde INA sistorin do spain 1945, incluso los comunistas habfan com- prendido que eran necesarios otros méto- dos de lucha contra la dictadura. La sociedad de la posguerra Los aiios d desde todos los punto sombria para la socicdad espafiola. A las dificultades econdmieas se sumé una repre- sién desmedida, con la que los vencedores buscaron oliminar hasta sus tiltimos vesti- gios cualquier afin de resistencia de la Es- paiia derrotada y la influencia social o eul- tural que atin pudieran cjercer sus repre sentantes, Bajo o] prisma de la mas estricta catolicidad, la moral y la cultura hubieron de acomodarse a las exigoncias de homoge- neidad que precisaban los nuevos tiempos, Al terminar la Guerra Civil, Espaiia era un pais destruido. Tres aitos de combates, que habian asolado grandes poreiones del territorio, y cientos de miles de hombres movilizados on los dos ejércitos habian pro- vocado enormes pérdidas on Ia industria y los transportes, y una reduceién dramatica del nivel de vida de la poblacién. Esto era, espocialmente cierto en la zona republica- na, que habia tenido que soportar cl lento y dostructivo avance de las fuerzas enemigas durante tres afios, sin que su poblaci6n, ur- bana en mucha mayor proporeién que la doi otro bando, hubiera dispuesto de las mismas posibilidades de alimentarse. Fue necesarie, pues, mantener la estric- ta economia de guerra, que ponia en manos de la Administraci6n la distribucién de los siempre escasos productos de subsistencia. Organizaciones oficiales, como Auxilio So- cial, intentaban paliar Jos estragos del hambre en las zonas vencidas distribuyen- do alimentos on comedores piiblicos. A las destrucciones industriales y a la falta de abonos se sumarfan, ademas, algunos aitos do escasas liuvias —la pertinaz sequéa, co- mo la llamaban las autoridades— que agra varon las dificultades de la agricultura, Pronto se hizo necesaria la creacién de un ja posguerra representaron, de vista, una época organismo la Comisaria de Abastos, que impuso en todo el pais la car- tilla de racionamiento, cuyos cupones per- mitian a su poseedor adquirir modestas cantidades de alimentos de primera nece dad: pan, azticar, carne, huevos, etc., como el tabaco o la gasolina. Esta penuria, que tuvo efectos desastrosos sobre la salud de la poblacién, obligaria a mantener el ra- cionamiento hasta 1952. propésitos igualitarios de! nacional- alismo se estrellaban contra la rea- lad de la existencia de vencedores y ven- cidos. Cientos de miles de estos titimos purgaban largas condenas de carcel, y otros chos ha bfan_ perdido su trabajo, victimas de las depu nes. Los e combatientes franquistas y los miembros del Partido, gozaban, en cambio, de cierto privi- legios, que se multiplicaban conforme se ascendia en el nivel social politico. La co- rrupeién ha- bia hecho pronto su aparicidn y el mereado negro de alimentos y medicamentos —el llamado es- traperlo— permitia a unos pocos especu- ladores hacer grandes fortunas trafieando clandestinamente con productos a precios muy superiores a los del restringido mer- cado oficial. A través dle la inmensa mayoria del cle- ro, la Iglesia catdlica habia apoyado la su- blevacién de 1936 y bendecido luego la causa fr ang ta como una nueva Cruzada. Estado Nuevo se definfa como confesional, y pretendié organizar la vida de los espi ies conforme a los mas ortodoxos canone: de la doctrina de la Iglesia. El clero asumi6, por lo tanto, un papel fundamental en la or- denacién de la moral y de las costumbr de la poblacién, al tiempo que colocaba su io de LE ste o- conocido como nac ‘ismo, se re- velé como un eficaz instrumento de control social, y mareé la mentalidad de varias ge- neraciones de espafioles sonal de una mayo de los espaito- les experi- menté un au- ge extraordi nario en aque- los afios, en buena medida a consecuen- de lo do en la gue- rra. Las voca- ciones nutrian como nunca los seminarios y los conven- ios, y la devo- cién_ popular, abiertamente fomentada por el régi- men, se tra- ducfa en todo tipo de manifestaciones pri- blieas de eulto. Con la victoria franquista, el sistema educativo volvié a ser plenamente confesio- nal en todo el pais, Se abolid la coedueacién de los tiempos republicanos, y una durf ma purga de profesores en todos los niveles docentes asegurd la homogeneidad de los nuevos equipos, integrados en un alto por- centaje por religiosos. También las relacio- nes familiares fueron sometidas a una orto- doxia mas estricta, con la supresién del vorcio, la obligatoriedad del matrimonio re- Historia de Espana 185; 27 de octubre de 1953 ligioso, el estimulo a la natalidad y todo ti- po de medidas para garantizar Ja transmi- sin de la moral catdlica en el seno de las relaciones de fami La vida cultural espafola de la posgue- rra sufrié las consecuencias del exilio de un gran nimero de intelectuales y artistas que habian hecho causa comin en el bando de- rrotado. Personalidades del prestigio del Y de los Estaclos Unidos, Machi, 1963 186 Historia de Espana médico Severo Ochoa, el arqui- tecto José Maria Sert, el poota Rafael Alberti o el cineasta Luis Bufuel, por citar solo cuatro casos, se vieron forzados a de- sarrollar su labor en el extran- jero. Entre los que se quedaron ha- bfa genuinos valores, pero las condiciones en que se desen- volvia Espaiia no eran las mas favorables. Los vencedores es- tablecieron un férreo control sobre la cultura, La censura ci- nematografica y literaria, en manos de sacerdotes, falangis- tas y militares, impedia la pu- blicacién de cuantas obras creparan en lo mas minimo de los criterios morales, politicos 0 religiosos del Estado Nuevo. En este gris panorama de los afos cuarenta escribian autores consagrados como Benavente, Azo- rin, Marquina, Jardiel Poncela o los herma- nos Alvarez Quintero, junto con nuevos va- lores como Damaso Alonso, Camilo José Ce- la, Ignacio Agustf 0 Carmen Laforet. La apertura exterior A comienzos de los aios ci cuenta la dura. postguerra, agravada_por el aislamiento exterior del régimen parecia acerearse a su final. La situa- cién internacional de guerra fria iba a favorecer el final de la cuarentena impuesta a la ’spaiia franquista por las po- tencias demoeraticas. En un in- tento por mejorar la imagen de su_régimen, Franco formé en julio de 1951 un nuevo Gobier- no en el que destacaban dos politicos procedentes de los cién, Joaquin Ruiz Jiménez, y el de Asuntos Exteriores, Al- herto Martin Artajo. Ellos fueron los autores de la apertura exterior de la primera mitad de la década, concretada, en tres momentos: la firma del Concordato con el Vatica~ no, en agosto de 1953, que hizo ad- misible el franquismo a ojos del ea- tolicismo mundial; los pactos mili tares con Estados Unidos, en sep tiembre de ese aio, que atin vineular a Espana al Tratado del Atléntico Norte (OTAN) permitic- ron la instalacién de bases milita- res norteamericanas en el pais y convirtieron al régimen de Franco en un fiel aliado de Washington; y el ingreso en la ONU, producido en 1955, que reintegré plenamente a Espana en la comunidad interna- cional. En el orden interno, esta etapa estuvo marcada por el apogeo institucional de la dictadura, consolidada por dos nuevas leyes fundamentales: la de Principios del Movi- miento Nacional, que establecié los princi- pios doctrinales del régimen, eliminando sus aspectos mds marcadamente fascistas, y la de Sucesién, que otorgé a Franco el po- der de decidir quién le sucederia, a su muerte, en la jefatura del Estado con el titulo de rey de Espaiia. Con ello, los falangistas. inici ocaso. Cuando, en 1956 intentaron | evitar que los catélicos desmantela- | sen el Sindicato oficial de estudian- tes (SEU), base del reclutamiento de las nuevas élites falangistas, se produjeron enfrentamientos que Hevaron a los elementos mas radi- cales de Falange a preparar una purga de sus adversarios —conoc' da como “noche de los cuchillos largos”— que pudo evitarse gracias a la amenaza de intervencién del Ejéreito. Cuando, poco despucs, las Cortes rechazaron por indicacién de Franco una reforma constituei nal ideada por el secretario general del Movimiento, Arrese, que busca- fe Esonhower saluder vl visita a Espana, diciembre de 1959 ba reforzar el contenido totalitario del fran- quismo, se hizo evidente que la Falange ha- bia perdido su funeién hegeménica El desarrollismo A partir de 1957, la influencia de los fa- langistas y de los mondrquicos cedié ante el Historia de Espaiia. 187 avance de los tec- nécratas, una fa- milia del réginven vincwlada ala asociacién reli giosa Opus Dei. Los tecnécratas se esforzaron por introducir a Espa- fia en la senda del desarrollo econé- mico aunque sin modi ficar el sistema politico de la dic: tadura. Su mas destacada figura, Laureano Lopez Rodd, lanzé en ese aio un duro Plan de Estabilizacién que permitié, mediante una substancial modifi- cacidn de la legislacién econémica y un de- cidido impulso del en industrias y obras puiblicas, abandonar la autarquia econdmica e iniciar una etapa de crecimiento, los aftos sesenta, en la que spaiia serfa el pafs europeo con mayor ve~ locidad de desarrollo La gran ba- za de los tec- nécratas fue- n los Planes de Desarrollo que, con fue te intervencién del Estado, permitieron programar una industria- lizacidn accle- rada, En 1965, ‘ranco dio en- trada en el Go- jerno a L6- Rods, y los principales r vales de los tecnécratas 188 Historia de Fspaiia inistros estén algunos miembros de! Opus Det dentro del Movi- to Nacional, quedaron reduci- dos a tan sélo dos ministros. El en- frentamionto se acentud cuando los tecnécratas, con el apoyo del almirante Luis Carrero Blanco, hombre de con- fianza del dicta- dor, lanzaron la llamada Opera- cién Principe, de: tinada a convertir al nieto de Alfon- so XIII, don Juan Carlos de Borbén, en sucesor de Franco, pe- se alas reticencias de otros sectores del Mo- vimiento. En julio de 1969, Franco designé a don Juan Carlos como el rey que le suce- derfa a su muerte. Confiaba en que, tran: reinta aitos de dictadura, todo es- taba “atado y bien atado”, y que el cambio en la Jefatura del Estado no alteraria el sis tema pol Los. objetivos marcados por cl Segundo Plan de De rrollo pare- cian plena- mente cum- plidos a co- mienzos de los afios setenta. Espana habfa dojado de ser un pats sub- desarrollado para conver. tirse en la dé. cima _potencia econémica mundial. El Estado segufa controlando los sectores es- tatégicos de la produceién y de la Banea, pero crecia _ininte- rrumpidamente la participacién del capital pr vado y prosp raba una nueva se de gran- empresa- rios y banque- ros, que tenian la mirada pues ta en la inte- gracién de Es- paiia en el Me cado Comin uropeo. Todo ello producfa cambios acelerados ciedad La concentracién del crecimiento econé- mico en grandes zonas industriales urba- nas —Madrid, Barcelona, Bilbao, Vallado- lid, 0 los nuevos nticleos lamados polos de desarrollo— atrajo a cientos de miles de campesinos hacia las ciudades, mientras que otros muchos prefirieron cmigrar a la Europa comunitaria, La clientela rural del anquismo, an- tes tan funda- mental, perdia peso en el con- junto de la po- blacin, mien- tras que el nue- vo proletariado urbano, concen- trado en barrios periféricos de las grandes u bes, adquiria conciencia de su escasa partic pacién en los cios ge dos por el d sarrollismo. Las en la so- la, Atenas, 1962 Comisiones Obreras, sindi- catos — ilegales impulsados por los comunistas, iniciaron enton- ces una politica de trabajo den- tro de la Organi zacién_ Sindical franquista, que les permitié ha- cerse con el control de mu- chos_sindicatos oficiales Igualmente im- portante — fue otro fruto del desarrollismo: la consolidacién de una clase media urba- na, con un aceptable nivel cultural y mayor upacidad de consumo, integrada hi mente por profesionales y pequefos presarios, con una minima vinculacién a la burocracia del régimen. Esta pequenia bur- guesfa, que enviaba masivamente a sus hi- jos a la Universidad, comenz6 a exigir li bertades, al igual que el proletariado, y cuando se dio cuenta que en el programa de gobierno de los tecnécratas no figuraba la demoeratizacién politica, se pasé en buena me da a las filas de la oposicién. A partir de 1966, las Universida- des_vivieron un i perpetuo estado de rebel- dia, hasta el punto de que, en enero de 1969, algunos distur- bios estudianti- les levaron al Historia de Espanta 189 tiembre de 1974 Gobierno a proclamar el estado de excepcién. Una nueva generacién de opositores po- ‘os, mds en contacto con la realidad na- cional, tomaba mientras tanto el relevo a Jos viejos dirigentes del exilio. En el PSOE, los j6venes socialistas del interior comba- tieron la linea poco realista de la direccin del exterior y en 1974, en el Congreso de Suresnes (Francia) se hicieron con la Ejecu- tiva del partido, que pasé ad Asami 100 Historia de Espaiia cretario general el abogado se villano Felipe Gonzalez, En el PCE, el principal partido clan- destino en esa época, la direc- cidn del exilio, encabezada por Santiago Carrillo, mantuyo el control, aunque en medio de permanentes tensiones. Carri- Ilo tuvo reflejos para condenar la invasién de Checoslovaquia en 1968 y para convertirse en uno de los tedricos del ewroco- munismo. Mientras las Comi- siones Obreras, controladas por los comunistas, se conver- tian en la principal alternativa al sindicalismo vertical fran- quista, on varias regiones, so- bre todo en Cataluia y el Pais Vasco, rebrotaban los grupos nacionalistas, con programas que iban d de el autonomismo moderado hasta el inde- pendentismo radical. Y tomaba forma el fo- n6meno de! terrorismo politico, representa- do por organ como la independen- lista vasea E les del Frente Revolucionario Antifascista Pa- ico (FRAP), que realizaban atentados contra policias, militares y funcionarios del Movimiento Nacional. Incluso en el seno de la muy décil Iglesia catdlica creeia la protesta contra la dic- tadura, que llevé a la careel a no pocos sacerdotes. En st conjunto, la oposici6n al fran quismo mostraba una gran va- riedad de opciones. politicas, con las que se identifieaba un iente de la po- én, aunque los riesgos que suponia la actividad clandesti- na hacfa que estos grupos tu- vieran una militancia reducida. El aumento de la protesta soci no se debfa tinicamente a las ac tividades de la oposicion. A par. tir de 1972, el crecimiento eco- némico disminuy6, mientras los rios de los productos de con- sumo se di paraban. Enel equipo de Go- di stall ron las disen- siones en torno ala necesidad de una apertu- ra politica y cuando los ponsables eco- némicos, preo- cupados por el creciente aéfi- cit del Estado, intentaron ha- cer una refor- ma fiscal, la burguesia tra- dicional, el tinico apoyo social de cierta en- tidad que le quedaba al régimen, se opuso en bloque al proyecto, y el Gobierno cayé. El final de la dictadura co, un octogenario i cas muy disminuidas, para abandonar la presidencia del Ejecutivo, a que como Jefe del Estado si guis conservando los resortes del poder. Como presidente del Gobierno le sucedié su mano derecha, el almirante Carrero Blanco. Pero apenas tuvo tiem- po de iniciar su programa: p r la transicién al postfran- n que ello significara alteracién alguna del sistema politico. El 20 de noviembre de 1973, la organizacién terror ta vasca ETA maté al almiran- te en Madrid, colocando una potente bomba al paso de su automsvil. Para sustituirle se bused a n hombre grato al entorno fa r de Franco, Carlos Ar Navarro, quien terminé con el predo- minio de lo tecndécratas y se estrend con un. programa 1974 of la creacién de asociaciones politicas, una especie de partidos obe- dientes al ré- gimen, y una erta libertad sindical y cul- tural (hechos conocidos con el nombre de iritu del 12 de febrero). BI Estatuto de ciones vio Ia luz en diciembre de ese 5 los espaiioles que se mostra a entrar en el nuevo juego polit Por otra parte, la apertura cultural y sindi- cal comenzé a desbordar pronto los cauces marcados por el Gobierno, que eran suma- mente estrechos, ‘on el Palacio del Parco Historia de Espana 191 Hacia _aiios que la poblacién espaiola habia abandonado mayoritaria- mente la moral catdlica tradi cional que pre- dicaba el 6g men, y la libera- cién de las cos- tumbres, favo- recida por el au- ge del turismo extranjero, afectaba a gran- des zonas. dol pais. Las Comi siones Obreras controlaban ca da vex mas los sindicatos off vorsidad y la Iglesia eran activos focos de oposicién y de un vivo debate cultural. Alar- mado por lo que consideraba un avance de la subversién social y politi- ca, el sector inmovilisia del ff Movimiento —llamado el biinker y en el que abunda- ban los’ viejos falangistas— inicié entonces una campa- fia contra Arias y los apertu- ristas, a quienes acusaba de debilidad. Al jefe de! Gobie: no no le quedé mas remed que prescindir de sus minis tros mais liberales y retornar a las esencias del franquis- mo més puro. Mientras tanto, se multi- plicaban las amenazas para el régimen. En el seno del Ejéreito, la Revolucin de los Claveles portugues animé a un pequeno grupo de oficiales demécratas a ‘Madrid, ef 1 ‘ales y la Uni- 192 Historia de spain crear la clan- destina Unién Militar Demo- cratica, que tu- vo poco éxito entre los milita- res, pero alar m6 extraordi- nariamente al Gobierno. El crecimiento de la conflietividad social al perci- birse en el pa los primeros sintomas de la crisis del petro leo, el aumento de la actividad de la opos orismo, facilitaron una espiral represiva del régimen, que levé en septiembre de 1975 al fusila- miento de tres miembros del FRAP. La protesta en el interior y en el extranjero aislé al régi- men casi como treinta aiios antes. Los tiltimos meses de la vida de Franco fueron patéti Mientras Marruecos organi zaba la Marcha Verde para ocupar sin violencia el Saha- hol, el dictador, un anciano de casi noventa agonizaba lentamente. 0s. El pais se paraliz6 virtual- mente durante dos meses mientras sus colaboradores le mantenfan artificialmente vivo en un hospital, a fin de preparar F co fallecid ol 20 de novi bre. Horas después, Juan El retorno de la democracia | producirse la muerte de Franco, los espaioles contemplaban el futuro in- mediato desde tres perspectivas. Los inmo- vilistas 0 franquistas puros, pretendian que todo siguiera igual, que las Leyes Funda- mentales del Estado continuaran siendo las que determinaran el modelo politico y que el rey Juan Carlos actuara como el herede- ro del desaparecido Generalisimo. Los re- formistas, salidos en general de las filas del franquista, pensaban en una evolucién lenta y progresiva, que permitie- conducir al pais hacia una democracia parlamentaria sin que las élites politicas y econdmicas perdieran el control de ese proceso, Finalmente, los rupturistas se identificaban con la oposicién antifranquis- ta, y pretendian una rapida “ruptura de- mocratica”, que hi- ciera salir a Espana de la dictadura en un breve plazo y fa- cilitara la total re- novacidn de los diri- gentes de la nacién Entre 1976 y 1978, reformistas y ruptu- ristas — plantearon sus opciones con apasionamiento, pe~ ro dentro de unos cauces de colabora- cién, cl Mamado consenso, que per- mitieron una transi- cién paeifica que asombré al mundo En cuanto a los inmovilistas, muy minoritarios, fueron ‘Don Juan Cars I jura su cargo como rey una amenaza efectiva para la democratiza- jén hasta 1981, cuando fracasaron en su uiltima y mas fuerte tentativa de retornar al pasado franquista. La Transicién Apenas asumi6 la Jefatura del Estado, el ey Juan Carlos comenzé a actuar con enorme cautela, consciente de los escollos que tendria que atravesar el pais hasta el stablecimiento de un orden constitucional democratico. Confirmé como jefe del Go- bierno a Arias Navarro, que reform6 su Ga- binete para dar entrada a algunos conser: vadores que pudieran ser vistos con buenos ojos en las democra- cias occidental Decidido a impedi a actuacion de la iz- quierda —antifran- quista, Arias anun- cié una reforma, controlada y sin pla- 20s, ¢ intents relan- zar el proyecto de las asociaciones po- Iiticas, que actuarian conforme a los atin vigentes P1 pios del Movimiento Na- cional. Durante va- 9s meses, politicos del antiguo régimen buscaron los miles de firmas necesarias para legalizar una asociacidn, y el pro- pio Gobierno patro- cin6 una, la Unién Historia de Rspaita 193 del Pueblo Espafiol. Pero era una iniciativa que llegaba muy tarde y, aunque algunas asociaciones llegaron a funcionar, su apoyo popular era minimo. Por el contrario, la oposicién se movia en busca de la “ruptura”. En junio de 1974 se habfa creado la Junta Democratica de Espafia, integrada por el Partido Comunis- ta de Espafia (PCE) y algunos partidos so- cialistas. En noviembre de ese afio se creé la Plataforma de Convergencia De- mocratica, amplia coalicién en la que, junto al Partido So- lista Obrero Es- paiiol (PSOE) figura- ban grupos demé- crata-cristianos, s0- cialdemécratas, na- cionalistas catala- nos, gallegos, vascos y valencianos y al- gunos partidos co- munistas de tenden- cia maoista y trots- kista. En busca de reforzar su papel, ambos organismos se unificaron en marzo de 1976 en la Coordinacién Demo- critica, que se con- virtié asi en una coalicién de casi to- dos los partidos que apostaban por la “ruptura”. Mientras tanto, Espaiia entra- ba en una dura cri- sis econémica, los precios se disparaban y el paro crecfa de forma incontenible. Los sindicatos democriticos, entre los que des- tacaban las filocomunistas Comisiones Obreras (CC.00.), la renacida Unién Gene- ral de Trabajadores (UGT) socialista y la so- cial-cristiana Unién Sindical Obrera (USO) comenzaban el asalto final contra la Orga- nizacién Sindical franquista, al tiempo que 104 Historia do Espanta Elrey D. Juan Carlos, la reina D” Sofia y el princi- ‘pe Felipe, en el Congreso de los Diputados se lanzaban a una oleada de huelgas para protestar por la situacién econémica y pre- sionar en favor de la ruptura democratica, Enfrentado a la movilizacién masiva de la oposicién, y a una escalada de atentados de la organizacién terrorista ETA, el Gobierno Arias respondié de nuevo dando marcha atrés en sus proyectos aperturistas. Duran- te la primavera de 1976 la represién poli- cial alcanz6 cotas desconocidas al tiempo que la timida apertu- ra cultural era fre- nada en seco. Los sectores reformistas se movilizaron para evitar que la transi- cidn fracasara ape- nas iniciada, y el rey forzé a Arias Nava- rro a dimitir a co- mienzos de julio. Su sucesor, Adolfo Suarez, era un politi- co franquista de lar- go pedigri, que en aquellos. momentos ocupaba nada me- nos que el cargo de secretario general del Movimiento Na- cional. Sudrez era un hombre joven y con un notable olfato politico, que com- prendié que el rey le encomendaba con- Ke ducir la reforma de- mocratica. Se rodeé de un equipo de re- formistas ¢ inicié contactos con los franquistas ortodoxos y con la oposicién democratica a fin de apla- car sus recelos, El resultado de sus hébiles maniobras fue que las Cortes, uno de los il- timos bastiones del franquismo, aprobaron en noviembre la Ley para la Reforma Poli- tica, que sentaba las bases para la liquida- cidn definitiva de la dictadura. Para que no quedasen dudas sobre la voluntad de los ciudadanos, la Ley fue votada masivamente en un Referéndum popular el 16 de di- ciembre, pese a que la oposicién haba re- comendado la abstencién. Se iniciaba asf el proceso constituyente de la nueva democracia espafiola. Fue una etapa llena de dificultades. Muchos milita- res vefan con recelo la apertura politica y el peligro de golpe de Estado involucionis- ta planeaba siompre, peso a los esfuerzos del _vicepresidente del Gobierno, el te- niente general Ma- nuel Gutiérrez Me- llado. El terrorismo se convirtié en un problema nacional ETA, decidida a aprovechar un mo- mento tan delicado, multiplicaba sus asesinatos de milita- res y policfas. Una nueva organizacién de extrema izquier- da, los Grupos de Resistencia Antifas- cista Primero de Oc- tubre (GRAPO), se estrenaron secues- trando en enero de 1977 a un alto mi tar y a un gran em- presario, miembro del Consejo de Esta- do. La extrema de- recha — franquista animaba, por su parte, un terrorismo negro que cometié crimenes como la ma- tanza de varios abogados izquierdistas en su bufete madrilefio. Pero Suarez y sus colaboradores se- gufan trabajando en favor de la reforma mientras los principales grupos de la toda- via ilegal oposicién, el PCE de Santiago Ci rrillo, el PSOE de Felipe Gonzalez y los d mécrata-cristianos de Joaquin Ruiz, Gimé- nez y de José Marfa Gil Robles, se iban su- a ‘Adolfo Suarez, presidente del Gobierno mando al proyecto de celebrar elecciones a Cortes Constituyentes. Antes de su cele- bracién, en abril de 1977, surgieron dos nuevos partidos, Los grupos conservado- res que reivindicaban en parte la herencia del franquismo constituyeron Alianza Po- pular (AP), bajo la direccién del ex-minis- tro Manuel Fraga Iribarne. Por otra parte, el propio Suarez dirigié una operacién dostinada a crear un gran partido refor- mista, la Unién de Centro Democratic (UCD), en el que se integraron casi to- dos los grupos libe- rales, socialdem6- cratas y demécrata- cristianos. Los par- tidos de izquierda fueron legalizados para que se pudie- ran presentar a las clecciones, aunque el PCE sélo lo logré pocos dias antes, y en medio de una tormenta politica provocada por la oposicidn de los mi- litares. Las elecciones de abril de 1977 con- formaron unas Cor- tes bicamerales’, muy plurales. En el Congreso de los Di- putados, la UCD, el partido del Gobier- no, obtuvo 166 es- cafios, El PSOE se convirtié inesperada- mente en el segundo partido del pafs, con 118, mientras que los comunistas, hasta entonces la principal organizacién clan- destina, hubieron de conformarse con 20 y los neofranquistas de AP sdlo obtuvieron 16. Gran importancia para el futuro tuvo la creacién de grupos parlamentarios na- cionalistas, que reivindicaban la autono- mia para sus regiones. Los catalanistas, Historia do Espaita 195 Firma de los Pactos de la Moncloa, 27 de octubre de 1977 integrantes de la coalicién Convergencia y Unidn, lograron 11 escaitos y 8 el Partido Nacionalista Vasco. EI consenso constitucional Resultaba evidente que el electorado se habia polarizado en torno a las dos opcio- hes més moderadas. La UCD seguiria go bernando en solitario, bajo la presiden de Adolfo Sudrez, pero estarfa en minorf en el Parlamento, lo que la obligé a buscar el apoyo de otros grupos. En tales circuns- tancias, los representantes parlamentarios ¢ pusieron de acuerdo para elaborar u Constitueién que todos pudieran asumir. Mientras tanto, el Gobierno no seria hostili- zado por las fuerzas de la oposicién. Este consenso democratico permitié la designa- nde una ponencia de once diputados ju- ristas, representantes de los diversos gru- pos parlamentarios, para redactar un mi- nucioso texto, que fue aprobado por las dos cémaras parlamentarias, cl Congreso y el Senado, el 31 de octubre de 1978. En cl Re- 196 Historian de Espa feréndum del 6 de diciembre, y con la sola oposi- cidn de la extre ma derecha, de los_neofranquis: tas de AP y de los nacionalistas vascos, la Consti- tucién fue acep- tada por la mensa ma de los espaioles. La Consti de 1978 posee un cardetersuma- mente democra- tico, tanto en la garantia de las li- bertades como en el establecimien- to de mecanismos de control de la actuacién de los poderes piblicos, Estable- ce a Espaiia como Monarquia hereditaria, ‘0 sdlo otorga al rey poderes simbélicos. maras parlamentarias son clegidas cada cuatro ais, mediante sufragio uni- versal de todos los ciudadanos mayores de 18 aiios, a partir de las listas provinciales claboradas por los partidos. Estos cubren un amplisimo abanico ideoldgico, ya que las tinicas opciones que quedan fuera del juego legal son las que practican la vio- 1. Gobierno, Parlamento y Poder Judi- ctian con independencia y poseen competenci as para vigilarse mutuamente. No obstante, el Gobierno necesita contar con e| apoyo de una mayorfa parlamentaria para constituirse y funcionar, y los minis- iros son responsables ante el Parlamento. Espaiia se define como Estado laico, aun- que la Constitucién otorga un reconoci miento a la Iglesia catdlica, por ser la con- fosidn religiosa mas importante en el pai En cuanto a la organizacidn del Estado, se abandonan dos siglos de tradicién cen- tralista y, siguiendo la linea de la Segunda Republica, se crean las comunidades au- in- ténomas, con Gobierno y Parlamentos propios amplisimas competencias érdenes, que a convierten llamado Estado de s aulonomias se articuld 1 la primera mitad de los anos ochenta, con 17 co- munidades auténomas que fueron recibiendo compe tencias de la Administra cién central con ritmo de igual: Cataluia, el Pais Vasco y co- munidades que habian puesto en marcha un pri: mer proceso autonémico en los afios treinta, y que ‘Santiago Carrilo por eso son Hamadas “¢o- munidades — hist6ricas' claboraron répidamente sus Estatutos de autonomia, al igual que Andalucfa, y re bieron de forma acelerada las competen- cias administrativas, econdémicas y sociales, in Cataluiia y el Pais Vasco, cuyos Gobier nos auténomos habian sido suprimidos por el régimen franquista durante la Guerra vil, se reconocié la legitimidad de sus insti tuciones en el exilio, que fueron restaura- das de forma provisional: la Genoralidad catalana en octubre de 1977, y el Gobierno vasco en julio del afio siguiente Tras la aprobacién de la Constitueién, sendos Par- nentos regionales elabo- raron los Estatutos, dando comienzo a un proceso que en los atios siguientes Hle- varia a catalanes y a alcanzar elevadas cotas de autogobierno. En el ca so de Galicia, no se habia Hegado a hacer efectiva la autonomia durante la Se- gunda Republica. E ‘aASCOS setenta fue pail en sindi ganiza tra’ reivindic ste he- ‘Manuel Fraga Inbarne ‘on de aguda crisis econdmi . Desaparecida la Organizacién I franquista, sindicatos de clase y or ones patronales salian a la pales indo los intereses enfrentados de trabajadores y empresarios. La conflicti lad laboral llegé a ser muy alta y se con- virtié en un importante probl cho, y el que, a diferencia de las dos anteriores, el na- cionalismo fuera un fend meno muy minoritario en la rogidn, retrasé algo cl proceso autonémico, hasta la aprobacidn del Estatuto, cn abril de 1981, Dos me- después se constituta la comunidad auténoma Andalucfa, donde tambi istfa un fuerte sentimien- to regionalista. AL margen del consenso politico, que en los aitos si- guientes se convirtié en modelo de transicién pari varios paises de Iberoamé- rica y de la Europa del Es- te, la etapa de gobierno d Ja UCD logré otro éxito im- portante: el consenso eco- némico. Los tltimos aiios ma politico »ia peligrar el alto nivel eguido en los lt mos afios. Por otra parte, la Espaiia democratica as- piraba a integrarse en los organismos comunes de Occidente, y en especial en la Comunidad Eeonémica Europea. Para ello seria necesario. reformar una economia fuertemente pro- teccionista y en la que el tado segufa jugando un papel fundamental a travé de las grandes empresas piblicas. Todo ello aconsejaba el acuerdo entre los sectores Historia de Espanta 197 sociales implicados, y a ello se entregé el vicepresi- dente para asuntos econd- micos del Gobierno Suarez, Enrique Fuentes Quintana. Gracias a su mediacién fue posible la firma, el 25 de octubre de 1977, de los Pactos de la Moncloa. A cambio de que los empre- sarios moderaran sus de- mandas de liberalizacién del mercado de trabajo, los sindicatos aceptaron limi- tar la subida de los sala- rios, para hacer frente a la inflacién desbocada y no oponerse a la venta de al- gunas empresas propiedad del Estado. El acuerdo se demostré on los meses si guientes como muy positivo, y a lo largo de varios aiios, los principales sindicatos y la Confederacién Espafola de Organizaciones Empresariales (CEO) suseribieron reitera~ dos pactos en este sentido. En buena medi- da gracias a cllo, a mediados de los afios ochenta la economfa espafiola habia supe- rado la crisis ¢ iniciaba una espectacular expansién. La normalizaci6n democratica La aprobacién de la Constitucién no supuso el final de la transicién a la democracia. Ahora ora necesario desarrollarla, aprobando una amplia va- riedad de leyes y facilitan- do el juego legal de las fuerzas politicas y sociales. El Gobierno convocé elec- ciones para el 1 de marzo de 1979 y la campaiia de- mostré que la normalidad democratica era ya algo 198 Historia de Espana | Adeie SUE Vencedor ees elecciones de 1979 ‘Guaree con el general Guerre? Mellado aceptado por la poblacién. Los resultados no difirie~ ron mucho de los de dos aflos antes, aunque signifi- caron un cierto crecimien- to de la izquierda. La UCD obtuvo 167 escafios, 121 el PSOE, 23 el PCE, que logré el mejor resultado de su historia, y sdlo 9 los con- servadores de AP. En estas Cortes figuraron por pri- mera vez tres diputados de Herri Batasuna, el partido independentista que servia de plataforma politica ala organizacién —terrorista ‘A. En los dos aiios siguientes, ol Gobierno Suérez intenté gobernar en minorfa fren- te a una izquierda que, una vez aprobada la Constitucién, ya no respetaba el consenso parlamentario En Jas elecciones municipa- los de la primavera de 1979, el PSOE y el PCE se coaligaron y consiguieron un triun- fo clamoroso, haciéndose con una abultada, mayorfa en los primeros Ayuntamicntos de- mocraticos. El PSOE, que por aquellos aitos renunciaba al marxismo y se reafirmaba como un partido de corte socialdemécrata, ganaba continuamente po- siciones bajo la direccién del pragmatico Felipe Gon- zlez, En cambio, el veto- rano Santiago Carrillo en- contraba cada vez mayores dificultades para soguir al frente del PCE, cuyos ma- los resultados electorales abrieron paso a varios mo- vimientos de disidencia’, que terminarfan obligando a su Kder a abandonar la direccidn en junio de 1982. Quien también tenia gra- ves problemas era la UCD. Partido constituido para ganar unas elecciones, era una amalgama de grupos de ideologias diversas cu- yos dirigentes, los barones, se disputaban duramente cotas de poder en el Go- bierno. Suarez, un hombre muy popular entre la ciu- dadania, era la figura que mantenfa unido al partido, pero no podia evitar un ré- pido desgaste del mismo. En mayo de 1980, el PSOE present una mocién de censura en las Cortes y el Gobierno, en minorfa par- lamentaria, tuvo grandes dificultades para superar- la. A la crisis econémica, que extendia el paro y la protesta social, y a la con- tinuidad de los atentados terroristas de ETA y del GRAPO vino a unir- se la actividad golpista de la extrema dere- cha, que contaba con muchas simpatfas en el Ejército. En el invierno de 1979-80 se desmonté un intento de golpe de Estado, la “operacién Galaxia", pero la trama siguié actuando. En diciembre de 1980, la UCD celebré su segundo Congreso. Allf se pudo constatar las divisiones internas y el hecho de que un sector del partido se oponfa a la politica de Suarez. ste, sometido a un fuerte desgas- te, present6 su dimisién al rey el 29 de ene- ro de 1981. Su sucesor fue Leopoldo Calvo Sotelo, un politico de ideas conservadoras muy bien visto por los empresarios. El 23 de febrero, cuando se presentaba el nuevo Gobierno en el Congreso de los Diputados, un grupo de guardias civiles, mandados por el teniente coronel Antonio Tejero, se adue- 6 del Parlamento y secuestr6 a ministros y parlamentarios. Era el comienzo de un gol- pe de Estado destinado a terminar con el sistema democratico. Pero la enérgica re: cién del rey logré que los altos mandos mi- litares se colocasen al lado del Gobierno, y la sublevacién sdlo triunf6 durante escasas horas en Valencia. En los dias siguientes, la Te Leopoldo Calvo Sotelo opini6n ptiblica se movilizé decididamente en defensa de los valores democ cos. En adelante, la extre- ma derecha quedaria prac: ticamente incapacitada pa- ra proseguir sus activida- des terroristas y para im- pulsar el golpismo militar. El llamado 23-F fue un hi- to fundamental en la con- solidacién de la democra- cia espafola. El Gobierno Calvo Sotelo se mantuvo en el poder ape- nas afio y medio. En este perfodo se alcanzaron al- gunos objetivos importan- tes, Patronal y sindicatos firmaron el Acuerdo Na- cional de Empleo, destina- do a reducir un paro que ya afectaba a 12 de cada cien trabajadores. Se aprobé la Ley de Divoreio, que puso fin al monopolio de la Iglesia catélica sobre la institucién matri- monial. Y en mayo de 1981, Espaiia ingresé en la Organizacién del Tratado del Atkintico Norte, la OTAN, y poco después se reforms el pacto militar con Estados Unidos, limitan- do el derecho de utilizacién de las bases es- pafiolas por el Ejército norteamericano. Pero la crisis de UCD era ya imparable. Desaparecido Adolfo Suarez, ninguno de sus segundos fue capaz de imponerse sobre el conjunto del partido, que se disolvfa. Nu- merosos diputados contristas abandonaban la disciplina de su grupo parlamentario, y ol Gobierno se veia cada vez més incapaz. de hacer aprobar sus iniciativas por las Cortes, Nuevos grupos, como el democri tiano Partido Demécrata Popular, el social- demécrata Partido de Accién Democratica o el liberal Centro Democratico y Social, es- te iiltimo presidido por el propio Suarez, se disputaban la herencia de UCD antes de que ésta hubiera desaparecido. Finalmen- to, Calvo Sotelo tuvo que pedir al rey la di- solucién de las Cortes y la convocatoria de elecciones. et Historia do Espaita. 199 Los comicios celebrados cl 28 de octubre de 1982 supusieron la muerte de UCD, que vio reducida su representacién a solo 12 La derecha, en- carnada por Alianza Popu- lar y su aliado, el Partido Demécrata Popula gid parte de los antiguos votos suaristas, y obtuvo afios. Pero el vencedor fue el PSOE, al que votaron ilusionados el 49 por ciento de los electo- res. Con 202 diputados, los socialistas disfrutarfan de la primera mayoria abso- uta desde los lejanos tiem- pos de la Restauracién, En cuanto al PCE, sus 4 dipu- tados confirmaban el hun- dimiento del comunismo tras sus repetidas La etapa socialista La llegada al poder de Felipe Gonz frente de un Gobierno integrado por socialis- tas fue la prueba definitiva de que la tr cidn a la democracia habia terminado. Los herederos politicos de los derrotados 1939 gobernaban ahor los herederos de los vencedores, Se abria ast un largo periodo de trece aiios en los que el PSOE gobernaria a Espaiia, primero en soli- tario, disfrutando de una cémoda mayoria absoluta en el Parlamento, y en los primeros aiios noventa, con el apoyo més © menos fi me de otros grupos, sobre todo de los cata- lanistas de Convergencia y Unién. En este periodo, Espaia atravesé por una prolonga da coyuntura de erecimiento econém modernizacién, en la que el Estado los mecanismos de proteccién socia tiempo, fue dejando paulatinamente el con- trol de 1a economia a la iniciativa privada Sélo el paro, un mal endémico en la reciente 200 Mistoria dle Espana Felipe Gonzalez, presidente del Gobierno economia espaiiola, ensom- breci6 la paz social durante toda la etapa socialista Pese a su reticencia cuan- do estaba en la oposicisn, cl PSOE apoyé luego la in- tegracién en la OTAN —pa- ra lo que convocé un Rete: réndum, en el mes de mar- zo de 1986, que dio la vie- toria por eseaso margen a los pro-atlantistas— y cul- miné las _negociaciones, iniciadas por el Gobierno centrista, para la incorpo- raci6n a la Comunidad Econémica Europea, El 1 de enero de 1986, Espana ingres6 junto con Portugal en la CEE. Para remontar la crisis econémica, que tanto h bia porjudicado a la gestién de los Gobier- nos de UCD, el PSOE procedié a implantar una dura reconversién industrial en las em- presas en crisis ¢ impuso una politica de contencién de los aumentos salariales, mo- didas ambas que encontraron una c te protesta en los trabajadores. En junio de 1985 dimitié el ministro de Economfa, Mi- guel Boyer, pero su sucesor, Carlos Solcha- a, mantuyo su politica de corte liberal, que buscaba armonizar la economia espafiola con la de los paises mas industrializados de la Uni6n Europea. En un clima de cierta re- cuperacién econémica, el Gobierno convocd clecciones parlamentarias, que revalidaron la mayorfa absoluta del PSOE, pese a que perdié 18 escaitos en el Congreso. La dere- cha permaneefa estancada con 105 diputa- dos, el CDS de Adolfo Suarez obtenfa un re- sultado modesto, con 19 escaiios, y los co- istas, aliados con otros grupos en la coalicién Iquierda Unida, se recuperaban nente, al 7 diputados. mantenimiento de la mayoria absolu- ta animé a Jos socialistas a continuar su programa de Gobierno sin apenas modifie: ones. Los afios 1987 y 1988 fueron de ee auténtica prosperidad econémica, pero la lu- cha contra el paro se- guia fraca- ando. El Gobierno inicié med das para li beralizar el mercado la- boral, pero se encontrs on la nega- tiva de los sindicatos, que en di- ciembre de 1988 convocaron una huelga general contra la polit eral de Sol- chaga, que paralizé el pais. La reforma educativa, presentada como una obra de vanguardia, mostraba también serios pro- blemas de aplicacisn, especialmente en la Universidad, y ello dio origen a serios dis turbios estudiantiles. En cuanto al proble ma de ETA, no parecfa tener solucién, aunque Francia, tradicional refugio para sus comandos, comenz6 a colaborar con la policia espaftola en la represién de este grupo terrorista, que utili- zaba métodos de extorsién y asesinato propios de la Mafia. Las elecciones de octubre de 1989 supusie: ron un nuevo retroceso pa- ra el PSOE, que esta solo consiguié la mayoria absoluta por un minimo margen. Alianza Popular, convertida ahora en el Par tido Popular, mantenia de nuevo sus resultados de 1982 y 1986, el CDS retro- cedfa y, en cambio, Izqui da Unida lograba un avan- ce espectacular, con sus 18 diputados B. Juan Carlos con Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos: (TEIBARGpS Feipe en los Juegos | Olimpicos, Barcelona, 1982 A comienzos de los afos noventa, y a pesar de las crificas a su estilo pre- potente de gobernar ya los costos sociales de su politica econémica, el PSOE po- dia _presen- tar un ba- lance bi tante posi vo de su at tuacién. El proceso de integracién en la Unién Ei marchaba a buen ritmo, y las subvenci comunitarias facilitaban la realizacién de grandes proyectos de infraestructuras, fun- damentales para la modernizacién del pa‘ En 1992, Espana celebré dos importantes acontecimientos internacionales: los Juegos Olimpicos de Barcelona y la Exposicién Uni- versal de Sevilla, y el Gobierno se esforz6 por mostrar al mundo la imagen de una na- cidn prdspera y moderna, que volvia a estar entre las principales potencias econémicas de] mundo. Pero ese mismo aio, los efectos de la Guerra del Gol- fo desencadenaron una rece- sién de la economia mundial, a la que no escapé Espana Las cifras de paro volvieron a dispararse, potenciadas por las facilidades otorgadas a los empresarios para des- pedir trabajadores, y la in- flacién rebroté, estorbando las previsiones de crecimien to del Gobierno, A ello se unieron numerosos escdnda- los de corrupcién, protagoni- zados en todos los niveles administrativos por militan- Historia de Espanta 201 tes y gestores socialistas, que la oposicién supo explotar con habilidad para suscitar el rechazo ciudadano. El Go- bierno tuvo que ponerse a la defensiva, y en octubre de 1993 convocé elecciones parlamentarias, en su mo- mento més bajo de populari- dad desde hacia once afios. Esta vez perdié la mayoria absoluta, con 159 escafios en el Congreso sobre un total de 350. En cambio el Partido Popular, a cuyo frente se ha- bia colocado un grupo de po- Iiticos liberales presidido por José Maria Aznar, registré un avanee espectacular, si- tudndose muy cerca de los socialistas, con 141 diputa- dos. El CDS desaparecié del Parlamento e Izquierda Unida mantuvo su posicién mi- noritaria con 18 escaiios. Los socialistas necesitaban ahora esta- blecer alianzas para seguir gobernando. Felipe Gonzalez descarté 1a coalicién con los comunistas, con los que el PSOE habia roto relaciones hacfa afios, y buscé el apo- yo de los dos grupos nacionalistas, el cata- lén de Convergencia y Unién (17 escafios) y el Partido Na- cionalista Vasco (5 escaiios). Siguieron dos aiios agénicos, en los que los minoritarios nacionalistas vascos y catala- nes pudieron hacer y desha- cer a su antojo, ya que el PSOE no podia gobernar su apoyo. Las exigencias de mayores competencias y de més dinero para sus Admi- nistraciones — autonémi despertaron fuertes rect en otras comunidades, y abrieron un debate sobre los limites del Estado de las au- tonomias. Mientras tanto, y pese a una ligera recupera- 202 Historia de Espana [Re oT Javier Solana cién econémica, el PSOE se- guia perdiendo apoyos popu- ares. Algunos casos de co- rrupeién y, sobre todo, de presunto terrorismo de Esta do en la lucha contra ETA lle varon ante los tribunales a ‘igentes socialistas, y el propio Gonzalez. se vio sal- picado por los esciindalos. Finalmente, la retirada del apoyo de los catalanistas, te- merosos de verse perjudica- dos por la impopularidad de sus socios, forz6 la convocato- ria de elecciones parlamenta- rias, Tras una campafia muy crispada, los resultados de los comicios de marzo de 1996 produjeron un vuelco politico. El Partido Popular obtuvo el mejor resultado, con 156 escafios, mientras que el PSOE pasaba a la oposicién, con 141 De nuevo la clave de la gobernacién del pais la tendrfan vascos y catalanes, sin cu- yo apoyo el PP no podria gobernar. En el umbral del afio 2000, Espaiia es una democracia parlamentaria estable, con problemas similares a los de otros paises de la Europa occidental —paro, inmigracién ncontrolada, terrorismo poli- tico— y una clara vocacién europeista, que la lleva a figu- rar entre los més ardientes partidarios del proceso de in- tegracién contin par de décadas de moderniza- cién asombrosa, el pais ha avanzado mas que en los dos siglos precedentes, marcados por una agitada historia de enfrentamientos civiles y falta de libertades. Nada hay hoy en el horizonte que parezca capaz de torcer el rumbo de progreso que se ha impuesto el pueblo espaitol, y que mar cha en paralelo con el de las antes naciones de Europa. Actividades Itinerarios/Museos Espajia moderna y contempordnea. Madrid, la capital de Espaiia desde el rei- nado de Felipe Il, pose una gran cantidad de edificios y museos relacionados con la Monarquia de los Habsburgo y de los pri- meros Borbones. En el centro histérico de la ciudad, el llamado "Madrid de los Aus- trias", se encuentra la Plaza Mayor, una gran plaza porticada donde en el siglo XVII se celebraban los autos de fe de la Inquisi- cién y espectéculos taurinos. Cerca de alli se encuentra el Palacio Real, levantado en el siglo XVIII sobre las ruinas del antiguo Alcazar medieval, y que cuenta con unos bonitos jardines de inspiracién versallesca. De visita obligada para todo el que pase por Madrid es el Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo, con ricas colecciones de los pintores del Siglo de Oro —Velizquez, Murillo, E] Greco— 0 de Goya. Otro museo madrileiio fundamental para entender la Espaiia de los siglos XVI a XVII es el Museo de América, situado en la Ciu- dad Universitaria, que guarda la imagen del pasado colonial. En las proximidades de la capital hay numerosos lugares de significado histéri- co, como la Universidad de Alcalde He- nares, uno de los ejes culturales del Rena- cimiento espaiol, el Monasterio de El Es- corial, pantedn de los reyes de Espaiia, construido en la segunda mitad del siglo XVI, 0 de las residencias reales de Aran- juez y de la Granja de San Ildefonso, am- bas del siglo XVIII y que ofrecen testimo- nio de la lujosa vida de la Corte de los Borbones. Numerosas ciudades de las dos Casti- llas son también ricas en monumentos, muchos de ellos de gran valor artistico. ‘Asi, Salamanca, donde en el siglo XVI se construyeron notables edificios como la Catedral nueva, uno de los ejemplares més destacados del gético tardio espaiiol, los palacios de Monterrey y de Fonseca, 0 la Casa de las Conchas; Toledo, cuyo Ale: zar data de 1550, 0 Valladolid, cuyo Mu- seo Nacional de Escultura muestra nume- rosas joyas del Renacimiento y el Barroco. La ciudad de Valencia posce una obra maestra del estilo rococé, el palacio del marqués de Dos Aguas. Zaragoza, la capi- tal de Aragén, cuenta con un enorme tem- plo, la Basilica de Nuestra Sefiora del Pi- lar, levantada en la primera mitad del si- Historia de Espafta 203, glo XVIII, y donde se venera una de las ima- genes mas populares de la Virgen Maria, En Andalucia pueden visitarse los numero- sos edificios renacentistas de la pequena ciudad de Ubeda, la catedral y el Palacio de Carlos V, también renacentistas, en da, 0 el templo del Salvador, de rroco, en Sevilla. Siglo XIX. En Madrid, encontramos la Bi- blioteca Nacional, el Palacio de las Cortes, construido a mediados del siglo XIX, y que es la actual sede del Congreso de los Dipu- tados. El Museo Romintico 0 el de la A demia de Bellas Artes ofrecen panoramas de la vida espafola en la pasada centuria. Una de las muestras mas interesantes del urbanismo decimondnico espafiol se en- cuentra en el Ensanche de Bar- celona, un barrio burgués leno de interesantes edificios, entre los que destacan las obras del arquitecto Gaudi, como la iglesia de la Sagrada Familia, la Casa Mili 0 el Parque Giiell Siglo XX. A lo largo de la dilti- ma centuria, Madrid ha seguido iqueciendo su_patrimonio cultural y desarrollando su urba- nismo. Entre sus museos dedica- dos al siglo XX destaca el Centro de Arte Reina Soffa, que guarda importantes colecciones de pin- tura y escultura espaiiolas del si- 204 Historia de Espaiia glo XX. El centro de la ciu- dad contiene numeros ejemplos de arquitectura de vanguardia como. fue- ron, hace algunas décadas, ol Edificio Espaiia, la ‘Torre de Madrid 0 el Palacio de posiciones y Congresos y lo son hoy las torres ge- melas de la Plaza de Casti- lla o el conjunto de edificios Azca. Por el 0, Ia catedr hora do la Almudena, situada junto al Palacio Real y con- cluida hace pocos aiios, se atione a un estilo mas acorde con la arqui tectura religiosa tradicional espaiola. Convertida en uno de los grandes centros de negocios de Europa, Barcelona es hoy una de las ciudades mas modernas de este continente, en la que se encuentran museos dedicad a algunos de los mejores artista s contempordneos, como los pinto- 850 y Mir6 0 el escultor Clara. AI Norte de Cataluia, en Figue @ lo- caliza la casa-museo de otro pintor genial, Salvador Dal Para los amantes del arte actual, es obli- gada la visita al Museo de Arte Abstracto, de Cuenca, y al de Arte Contemporanco, de Valencia, donde se exponen obras de la vanguardia espafola.

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