ABC
EDITADO POR
PRENSA ESPAÑOLA
SOCIEDAD ANÓNIMA
2 DE JULIO DE 1997
FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO L U C A D E T E N A
•ACIA el año
H de gracia de
, 1617, a la som-
bra de los naranjos y
A PROPÓSITO DE LA POÉTICA
sobre un ribazo, en el
convento del Carmen, sito extramuros de la
ciudad de Murcia, saliendo por la antigua
puerta de la Puente, dos curiosos persona-
jes, Castalio y Pierio, inician una larga, mo-
rosa, pormenorizada conversación sobre
una serie de cuestiones, si no idénticas, sí
relativamente afines a las que acaso aquí
pudiéramos evocar.
La parte sustancial de esa conversación
empieza, en efecto, con esta simple y, a todas
luces, espinosa cuestión:
«-En nombre de Dios, pregunto, ¿qué cosa
es la poética?»
Bajo la luz de la invocación a lo divino y
amplificada además en el transcurrir de los
siglos por el ininterrumpido cruce de las in-
terpretaciones y las teorías, y por la impla-
cable sucesión de los cambios de gusto, de
las academias y de las vanguardias, de las
vanguardias y de sus postrimerías, la cues-
tión adquiere una gravedad y unas dimen-
siones difícilmente asumibles para las men-
guadas fuerzas de quien esto escribe.
«-En nombre de Dios, pregunto, ¿qué cosa
es la poética?»
Lo que a esa pregunta sigue en el ameno
huerto del convento del Carmen constituye
la materia de una de las propedéuticas lite-
rarias más divulgadas de nuestro siglo XVII,
las «Tablas poéticas» del licenciado Fran-
cisco de Cáscales.
Las «Tablas» pertenecen a una brillante
tradición de preceptistas -supongo que el
aventurado lírico de hogaño es de por su
naturaleza ajeno a estos asuntos- de los
siglos X V I y XVII, como Pinciano o
González de Salas, el-Bro'cense o Fernando
de Herrera.
No obstante su carácter de centón de
tópicos de las poéticas clásicas y de la repe- \
tición de los teóricos italianos del XVI, el
librq_ de Cáscales tiene, como ha señalado
su comentarista Antonio García Berrio
-también vinculado en parte capital de su
vida a la huerta murciana-, una «gran con-
cisión y amplitud doctrinal», amén de una
eficaz función divulgadora y una muy con-
siderable importancia en el siglo XVIII.
Lector vicioso de poéticas antiguas -quizá
por un paradójico prurito de reinventar la
modernidad-, quisiera asumir como entera-
mente propia la justificación con que las
«Tablas» se encabezan:
«Aunque sé, amigo poeta, que ay en Es-
paña muchos hombres doctos que pudieran
con más acierto que yo escribir del arte poé-
tica y aventajar en ella a los extranjeros, que
la han tratado muy ex professo; pero viendo
que se an determinado acá pocos a tomar tal
empresa [...] quise antes ser estimado por
ABC SEVILLA (Sevilla) - 02/07/1997, Página 3
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productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.
atrevido que dexar frustrados de sus precep-
tos a los desseosos de saberla.»
Consideraciones análogas hace Alonso
López Pinciano en el prólogo a su muy influ-
yente «Philosophía antigua poética».
Retengamos de Cáscales la referencia
-tan contemporánea- a la muy específica
atención prestada por los extranjeros al arte
poética y la indicación acerca de cuan pocos
hayan sido acá los determinados a tomar tal
empresa.
En efecto, el pensar poético o de lo poéti-
co ha sido - y me refiero ahora a lo muy con-
temporáneo- particularmente precario en
latitudes nuestras. A ese propósito, dos
figuras destacarían de inmediato, con cali-
dad de excepción, en nuestra tradición pró-
xima: Unamuno y Cérnuda (por supuesto, la
relación entre poesía y pensamiento se pro-
duce también de manera significativa en
Antonio Machado y en Juan Ramón Jimé-
nez, sobre todo en éste a partir de 1936).
E l fenómeno no deja de ser curioso si se
piensa que, contemporáneamente, la palabra
poética no ha cesado de ser interrogada desde
la teoría del lenguaje, desde la teoría del
conocimiento y desde la metafísica misma.
No retendremos, en cambio, de las «Ta-
blas» - n i de los antiguos preceptistas en
general- el furor taxonómico y la normativa
implícita en las clasificaciones, los modelos
y los géneros. Ese elemento de las viejas
retóricas sí ha sido mantenido en el prurito
clasificatorio de mecanismos y procedi-
mientos característico de las estilísticas o
estilometrías -paupérrimas- que desperta-
ron un ya -afortunadamente- evaporado
fervor entre nosotros.
Contra el furor de las taxonomías y el pre-
sunto rigor de los análisis y de las preten-
siones definitorias, quisiéramos remitirnos
DOMICILIO SOCIAL
J. I. LUCA DE TENA, 7
MADRID
DL: SE.-3-58.-152 PAGS.
sin reservas a una
consideración funda-
mental acerca de la
naturaleza del arte:
«El arte -escribe
Marcel Schwob en el prefacio de las Vidas
imaginarias, que Borges tradujo- se sitúa
en el extremo opuesto de las ideas genera-
les: no describe más que lo individual, no
desea más que lo único. E l arte no clasifica;
desclasifica».
Cualquier aproximación a la naturaleza
de lo poético ha de huir de las definiciones y
de las taxonomías, para entenderse sobre
todo como un ensayo o intento espontáneo,
y a la vez deliberadamente asumido, de des-
clasificación.
Por eso, en nuestra tradición relativa-
mente reciente, ha sido patética o funesta la
tendencia de la mayoría de los poetas de la
llamada generación del 27 o de Gerardo
Diego a «definir» la poesía -por reflejo o
rebote del «realismo vulgar» de los jóvenes
líricos de posguerra- como comunicación.
Ese «tic définitorio» que fue asumido en-
tre otros por tan refinados autores como
Aleixandre o Guillen suponía, ciertamente,
una gravísima involución respecto de la
visión de lo poético que ya en el decenio de
1920 tenía el formalismo ruso: Sklovskij,
Jakubinskij o Mukarovsky, con los que
como lingüista y estudioso del texto poético
guardó siempre Jacobson una fuerte rela-
ción. Para ellos la comunicación era sólo el
aspecto instrumental del lenguaje; el len-
guaje utilitario - a diferencia del poético- es
estéticamente neutro.
En paralelo sentido se pronunció, con-
temporáneamente a nuestros «comunicado-
res», Paul de Man que se establece en Yale
el año 1948. Cabe decir lo mismo de Derrida,
para quien la aproximación al texto literario
exige suspender o interrumpir sus elemen-
tos intencionales o temáticos y desvincular-
lo de toda categoría -como la comunica-
ción- que lo agote o lo fije.
La llamada generación del 27, que, como
todas las generaciones, tiene más existencia
antológica que ontológica, ha dado lugar
-por la pobreza de su reflexión sobré lo poé-
tico- a una manifiesta falta de permeabili-
dad respecto de la evolución de la teoría crí-
tica peninsular.
De ese punto de impermeabilidad o de
esterilidad nacen aún actualmente ciertos
grupos, cronológicamente intermedios, que
remedan desgastadas actitudes de apodera-
miento de los pequeños o grandes -peque-
ños siempre, en definitiva- centros de
poder literario. Por fortuna, se va manifes-
tando ya, contra corriente, entre los más
jóvenes una clara promesa de más ricos
horizontes.
José Ángel VALENTE