Abuso Sexual

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ABUSO SEXUAL

Se define el abuso sexual a menores como la actividad encaminada a


proporcionar placer sexual, estimulación o gratificación sexual a un adulto, que
utiliza para ello a un niño/a, aprovechando su situación de superioridad.
Consideramos además que existe abuso sexual cuando se dan las
circunstancias de asimetría de edad entre víctima y agresor, lo que supone una
diferencia de aproximadamente cinco años; cuando existe asimetría de poder,
pues el abusador es el que controla o tiene algún tipo de autoridad con
respecto a la víctima; cuando aparece asimetría de conocimientos pues se
supone que el que abusa utiliza su astucia, y cuando existe asimetría de
gratificación.

Las formas más comunes de abusos sexuales a menores son: el incesto, la


violación, la vejación y la explotación sexual (Gallardo 1997a). Algunos de
estos comportamientos por parte de los agresores pueden consistir en exhibir
sus órganos sexuales, tocar, besar, o manosear a los menores, conversar con
ellos de forma obscena, exhibir películas pornográficas o fotos, hacer fotos de
los menores desnudos, inducirlos a realizar actividades sexuales o eróticas,
etc., todo ello con el objetivo de obtener una gratificación sexual. Una relación
más detallada sobre los diferentes tipos de abuso sexual la podemos encontrar
en Martínez y de Paúl (1993) y también en ADIMA (1993).

López y del Campo (1999), expresan que existen falsas creencias en este tema
pues se considera que los abusos ocurren raramente, que sólo lo sufren las
niñas, que actualmente se dan más abusos que en el pasado, que se dan en
clase social baja y que los niños no suelen decir la verdad. Todas estas
opiniones, bastante extendidas son discutidas por estos dos autores que
explican claramente cómo los abusos son más frecuentes de lo que pensamos,
que se dan en todas las clases sociales y que es conveniente creer a los niños
o al menos prestarles toda la atención necesaria cuando dicen que han sufrido
un abuso. También Topper (1988) destaca en un informe de FUNCOE
(Fundación Cooperación y Educación) y la Alianza internacional "Save the
Children", la peligrosa frecuencia con la que se producen los abusos sexuales
infantiles y aboga para que esta cuestión deje de considerarse un tema tabú.
Un 23% de las niñas y un 15% de los niños sufre abuso sexual en España
según un estudio de FUNCOE. Este informe fue presentado en Valencia con
motivo de un Seminario sobre Prevención del Abuso Sexual (Revista Escuela
Española, 1998).

No obstante, Sosa y Capafons (1996) indican que los resultados sobre estudios
de incidencia y prevalencia de abusos sexuales en la infancia y adolescencia
tienden a arrojar resultados muy dispares entre sí y la extrapolación de
resultados a la población general debe realizarse con precaución.
 CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DEL ABUSO SEXUAL
En la mayoría de los casos el abuso sexual provoca en las víctimas
numerosas secuelas negativas a nivel físico, psicológico o
comportamental.

Podemos distinguir consecuencias a corto y a largo plazo. ADIMA


(1993) indica que, a largo plazo, los abusos determinan una presencia
significativa de los trastornos disociativos de la personalidad como son
alcoholismo, toxicomanías y conductas delictivas, aparte de graves
problemas en el ajuste sexual.

Las consecuencias son diferentes si el abusador es un familiar, un


extraño u otro niño (aunque se habla de abuso cuando el agresor es
significativamente mayor que la víctima o cuando está en una posición
de poder o control sobre ella); también es diferente si la relación sexual
ha sido violenta o no. Los abusos en familia suelen ser más traumáticos,
ya que para el niño suponen además sentimientos contradictorios en
cuanto a la confianza, la protección, y el apego que esperamos y
sentimos con relación a nuestros propios familiares.

Personalmente opino que no todos los niños manifiestan el mismo grado


de afectación, para algunos, el abuso, puede significar un trauma y para
otros las consecuencias pueden ser diferentes. En algunas ocasiones,
puede suceder que el grado de sufrimiento no esté relacionado o en
proporción con el suceso en el que el niño ha estado involucrado.

El trauma es el resultado de un acontecimiento al que la persona no


encuentra significado, y que experimenta como algo insuperable e
insufrible. Finkelhor y Browne (1985) definen la dinámica trauma génica
como aquella que altera el desarrollo cognitivo y emocional de la
víctima, distorsionando su autoconcepto, la vista del mundo y las
habilidades afectivas. El trastorno de estrés postraumático se manifiesta
en las personas después de un acontecimiento catastrófico e inhabitual.
Ullmann y Werner (2000) exponen en su obra los distintos tipos de
traumas que pueden sufrir los niños por causas muy diferentes como
pueden ser la separación de los padres, la muerte de estos, la vivencia
de una guerra o el abuso sexual. Los síntomas más frecuentes del
trauma son, vueltas al pasado y sueños con representación del suceso
ocurrido, insomnio y depresión. Síntomas que suelen persistir durante
mucho tiempo, años, y a veces, durante toda la vida. Sobre el
tratamiento del trauma, Malacrea (2000) hace una amplia disertación
acerca de niños que han sido víctimas de abuso y expone su larga
experiencia en este tipo de tratamiento.

Topper (1988), indica que Félix López, catedrático de Sexología de la


Universidad de Salamanca en sus investigaciones, ha llegado a la
conclusión de que no todas las víctimas necesitan terapia, pero todas
necesitan ayuda. La víctima puede necesitar una terapia, el agresor la
necesita siempre. Nuestro trabajo, repetimos, va dirigido a la víctima
(niño/a), aunque otras personas relacionadas con el abuso sufrido
necesiten también algún tipo de tratamiento.

Arruabarrena (1996) y Cantón y Cortés (2000) expresan que las


manifestaciones negativas de los menores suelen ser: confusión,
tristeza, irritabilidad, ansiedad, miedo, impotencia, culpa y
autorreproche, vergüenza, estigmatización, dificultad tanto en las
relaciones de apego como déficit en las habilidades sociales,
aislamiento social, desconfianza hacia todos, o a veces, hacia personas
del sexo del agresor, baja auto-estima, impulsividad, trastornos del
sueño o de la alimentación, miedo, problemas escolares, fugas del
domicilio, depresión, labilidad, conductas autodestructivas y/o suicidas,
etc.

 Según Arruabarrena (1996) los menores víctimas de abuso pueden


convertirse en potenciales agresores; suelen manifestar además,
conductas hipersexualizadas como la masturbación compulsiva,
conductas seduc-toras, o un exceso de curiosidad por los temas
sexuales.

Un estudio detallado y con abundante bibliografía sobre la


sintomatología de las víctimas y la relación con el tipo de abuso, la edad
y el género, lo encontramos en Cantón y Cortés (2000).

López (1995) indica que existen diferencias en cuanto a edad y género.


Si las víctimas son niñas suelen manifestar depresión y ansiedad. En el
caso de los niños puede ocurrir, que se manifiesten más agresivos o
que se conviertan en abusadores de otros niños. Aunque, de Paúl
(2000), Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad
del País Vasco, en una conferencia pronunciada en la Universidad de
Málaga, indicó que es frecuente decir que los abusadores han tenido en
su infancia una historia de abuso sexual o al menos así lo relatan. Pero
no es posible decir que haya una transmisión intergeneracional porque
no cuadran las cifras; la mayoría del abuso se produce de varón a mujer
y la mayoría de las mujeres no son abusadoras sexuales. Sí, se puede
decir que puede pesar la historia de abuso sexual en cuanto a varones
que han sido víctimas de abuso sexual por parte de otro varón, y que
van a abusar sexualmente de otros varones, o también haber sido
víctimas de abuso sexual por parte de un varón y abusar de mujeres.

Recientemente Finkelhor (2000), afirma que existe una mayoría de


abusadores menores, un tercio del 90% masculinos; estos menores a
los que nos referimos suelen imitar el abuso que ya han sufrido. Es
posible que tengan una historia de rechazo social y de estigmatización
sin que ellos mismos sepan el motivo o la causa inicial de estos
problemas.

Martínez y de Paúl (1993), distinguen efectos que ocurren asociados a


la edad del niño: Preescolar, Infancia y Adolescencia. Según el tiempo:
se distinguen síntomas que van a aparecer a corto y a largo plazo.
Estos autores indican además, otras variables que afectan a la
gravedad de las consecuencias, tales como la frecuencia y la duración.

Todos los datos anteriores respecto al tipo de abuso se obtienen


durante la evaluación y son previos a la intervención terapéutica. En
nuestro trabajo partimos de que esta evaluación ya ha sido realizada y
además se han conseguido establecer lazos de empatía con el niño.
Gallardo, Trianes y Jiménez (1998) expresan que esta evaluación previa
en la que el niño manifiesta sus problemas supone un desahogo no
traumático que deja al niño relajado y satisfecho de la atención recibida.
Es cierto que la misma evaluación debe tener desde su inicio intención
terapéutica.

 TRATAMIENTO

El abuso sexual presenta diferentes formas y por tanto también el tratamiento


ha de ser diferente: no es lo mismo si ha existido o no contacto físico íntimo,
vaginal o anal; si ha consistido en exhibicionismo o inducción al menor a
realizar actividades sexuales.
Arruabarrena (1996) distingue el tipo de intervención según su grado de
urgencia. No es igual una intervención en el momento de la crisis que una
intervención a medio o largo plazo. El tipo de intervención depende también de
las necesidades específicas del menor y de la severidad de sus problemas
(Arruabarrena y de Paúl, 1994).

Según Peterson y Urquiza (1993) deben tenerse en cuenta, además, las


características del niño: edad, capacidad verbal, madurez emocional, etc.

En cuanto a la duración del tratamiento, Gallardo (1997b) distingue los que


pueden ser desarrollados a corto, medio y largo plazo. Nuestro trabajo está
pensado para una temporalización de medio plazo y en cuanto al lugar (familia
o centro) optamos por un centro específico tipo ambulatorio, gabinete o centro
escolar. El trabajo tendrá además como edad de referencia a los niños en la
etapa escolar de Primaria (6-12 años).

Aunque el tratamiento en estos casos de abuso puede ir dirigido a la familia, o


a la pareja, y llevado tanto a nivel individual como grupal, nosotros nos
centraremos en la terapia individual, puesto que el trabajo está pensado para
niños que han sufrido abuso extrafamiliar. Esto no quiere decir que no se
incluya a la familia en el tratamiento. Según Jiménez (1997) la familia, debe
incluirse en la medida en que tenga un papel directo en la etiología y
mantenimiento del problema.

Hacemos en nuestro trabajo, referencia a las diferentes escuelas:


psicoanalítica, conductual, cognitiva y humanística y técnicas terapéuticas
comunes utilizadas con niños y optamos por un modelo ecléctico

Así, la tabla 1, expresa de forma gráfica las opciones que hemos tomado para
nuestro trabajo (zona sombreada).

 Objetivos del tratamiento

Se centran en ayudar al menor a entender, integrar y resolver aquellas


experiencias que afectan a su desarrollo, a sus pautas de interacción con el
entorno y, a su seguridad. En el contexto de la psicoterapia individual, el
terapeuta ejerce hacia el niño el rol de un adulto con el que se puede relacionar
de manera sana y segura. De esta manera se pretende que el niño recupere la
confianza básica en sí mismo y aprenda a relacionarse de manera adaptativa
con otros adultos y con sus iguales (Urquiza y Winn, 1994).
Gallardo (1997b) indica además que el tratamiento debe ir encaminado a
optimizar aquellas potencialidades que han quedado afectadas y a eliminar
aquellas que favorecen el descontrol. Distingue tres niveles de intervención: a
nivel físico, emocional y comportamental. Nosotros nos limitaremos al
tratamiento de estos dos últimos. Para el nivel físico, aunque puede tratarse
desde el punto de vista psicológico, prefiero el diseño y la intervención médica.
Esta intervención puede ser de forma individual o en equipo, además de
interdisciplinar; en esta forma (en equipo e interdisciplinar), actuarían de modo
conjunto: trabajador social, médico y psicólogo.

Echeburúa y Guerricaechevarría (2000) proponen como objetivos de las


intervenciones, los siguientes:

a) Como objetivo de la terapia psicoanalítica sería la "catarsis emocional" que


consiste en favorecer la comunicación del paciente de las experiencias vividas.

b) Objetivos de la psicoterapia cognitiva serían: la reestructuración cognitiva y


el entrenamiento en habilidades específicas de afrontamiento de estrés.

c) Objetivos del tratamiento conductual serían aumento o implantación de


conductas deseables y reducción o eliminación de las indeseables.

Una exposición más detallada de los objetivos del tratamiento la encontramos


en Arruabarrena (1996).

 Reflexiones sobre el tratamiento con niños víctimas del abuso

La terapia individual es el recurso de intervención más utilizado con menores.


El tratamiento de la víctima, debe, en nuestra opinión, ser diseñado "a medida"
teniendo en cuenta la evaluación inicial y los problemas que manifiesta esa
persona en concreto. Ahora bien, existen unas normas generales en estos
tratamientos a las que haremos referencia, como son:

En cualquier tipo de tratamiento infantil debemos mostrar empatía, hacer saber


al niño que conocemos sus sentimientos y expresarle nuestro afecto. Ayudar al
niño a reconocer sus sentimientos. El terapeuta debe inspirar confianza pues
en ella se basa parte de su tarea. Cornejo (1996) indica que a veces el
terapeuta pone todo su empeño en diseñar y planificar actividades para el
tratamiento, y aunque esto es necesario, es más importante aún, que el niño
sienta que estamos dispuesto a ayudarle, que puede contar con nosotros y que
tendrá una ayuda sistemática en la que puede confiar.

Los tratamientos terapéuticos utilizados con niños son muy similares a los
utilizados con adultos. Más que en aspectos conceptuales, las diferencias
radican en la adaptación del procedimiento a la edad y a las características del
menor, así como en el papel más directivo del terapeuta y/o del coterapeuta
(Bragado, 1993).

Tuma (1993), hace un estudio sobre las terapias clásicas aplicas a niños y
distingue entre terapia psicoanalítica, de orientación psicoanalítica, de relación,
estructurada y de terapia centrada en el cliente. En la terapia psicoanalítica se
pretende que el niño entienda sus sentimientos problemáticos y sus defensas,
de modo que pueda tratarlos directamente (lo que es conocido como insight).
El insight se consigue mediante la técnica de interpretación. En el proceso de
logro del insight, lo inconsciente se convierte en consciente. En resumen, se
trata de que la persona conozca y resuelva sus conflictos inconscientes. Este
autor afirma que en la psicoterapia de orientación psicoanalítica se trata en
primer lugar de aliviar los síntomas que producen problema. El tratamiento
consiste en interpretar la conducta como una defensa contra la ansiedad, en
orden a poner fin a esa conducta.

En la terapia de relación se intenta ayudar al niño a conseguir un sentimiento


de valor personal, liberarlo de los efectos dañinos de su hostilidad y ansiedad.
Esta terapia se centra en la situación actual y en la relación de paciente con el
terapeuta.

La terapia mediante el juego estructurado, parte de la terapia psicoanalítica,


pero sustituye el lenguaje por el juego.

La psicoterapia centrada en el cliente intenta corregir un aprendizaje


defectuoso, proporcionando al individuo la oportunidad de desarrollar una
autoconciencia y una visión positiva de sí mismo. Estos enfoques se distinguen
a lo largo de dos dimensiones principales: la postura activa o pasiva del
terapeuta y el énfasis en la relación o en la técnica como factor que produce el
cambio.

Del Barrio (1997) hace referencia a los técnicas terapéuticas más usuales
basadas en las distintas escuelas. Las técnicas de Modificación de Conducta
parten de las conductas inadecuadas o los síntomas son conductas aprendidas
y por tanto, el tratamiento debe ir dirigido a aprender a modificar estos
patrones. En cualquier perturbación, siguiendo esta técnica se eligen la
conductas con las que se va a trabajar en función de su relevancia, frecuencia
y facilidad para modificarla; planificando además la correcta aplicación de
premios y castigos. Por su parte las Teorías Cognitivas parten de que en las
conductas inadecuadas o en los síntomas existen atribuciones causales y
pensamientos distorsionados que los generan. Se trata de reestructurar los
patrones de ideas negativas. Habría que entrenar al niño en técnicas de
autocontrol tanto del pensamiento como del propio cuerpo y control de las
preocupaciones, estrategias de resolución de problemas y en habilidades
sociales. El entrenamiento en asertividad, dentro del campo de las habilidades
sociales, significaría enseñar al niño a defender o establecer los propios
derechos sin agredir ni ser agredido (López y del Campo, 1999). Aunque habría
que tener también en cuenta que tampoco sería conveniente en estrategias de
prevención "volcar toda la carga de la misma en el niño", pues los resultados
indican claramente que ningún agresor hubiese dejado de abusar sexualmente
del menor si éste se hubiese resistido más, (López, 1998).

Siguiendo a Echeburúa y Guerricaechevarría, (2000) la actuación iría


encaminada a los siguientes logros:

a) Reestructuración cognitiva, ya que las preocupaciones del niño pueden


distorsionar la percepción de la realidad y la creencia en sus propios recursos
para afrontarla. Esta técnica iría pues, enfocada a detectar y a modificar los
pensamientos distorsionados en relación con la situación de maltrato y abuso.

b) Entrenamiento en habilidades específicas de afrontamiento dirigidas en


primer lugar a reducir los niveles de ansiedad por medio de la técnica de
relajación muscular progresiva; en segundo lugar, a controlar las preocu-
paciones mediante las técnicas de detención del pensamiento y de distracción
cognitiva y la programación de actividades incompatibles; y en tercer lugar dar
pautas de actuación.

En concreto las técnicas cognitivas más usuales serían:

a) Técnicas de habilidades específicas de control por una parte del


pensamiento en cuanto a preocupaciones, atribuciones causales negativas y
pensamientos distorsionados y por otra parte de control del cuerpo, mediante la
relajación muscular .

b) Estrategias de entrenamiento en asertividad, que podría resumirse en que la


persona tiene derecho a expresar y pedir lo que desea, a pedir que se respeten
sus derechos, a negarse a complacer a los demás; todo esto teniendo en
cuenta que también tiene que respetar los derechos de los otros (Caballo,
1993). Para Nyman (1998) una persona cuyos territorios espaciales, corporales
y emocionales han sido violados necesita ayuda para establecer y restablecer
los límites de dicho territorio. Necesita ayuda para identificar y expresar
sentimientos de deseo y no deseo, sentimientos positivos y negativos, sus
zonas privadas, buenos y malos secretos. Los límites o fronteras son un área
de tratamiento importante.

c) Entrenamiento en habilidades de resolución de problemas que se define


según Rodríguez Naranjo y Gavino (1997) como un proceso cognitivo
comportamental que ayuda al sujeto a hacer disponibles una variedad de
alternativas de respuesta para enfrentarse con soluciones problemáticas y a
incrementar las respuestas más eficaces de entre esas alternativas.

Por último, la Terapia Humanística apela a los aspectos más sanos de la


personalidad y a los valores humanos comunes entre el terapeuta y el paciente.
Intentan ver a la persona desde el punto de vista global, integrando el cuerpo la
mente y las emociones en un mismo marco de acción; dentro de ella se incluye
la terapia Gestalt. Un programa completo siguiendo este modelo teórico de
terapia dirigido a niños, se encuentra en el trabajo de Cornejo (1996).

3.3. Técnicas de intervención

Dar respuesta a todos los problemas que hemos abordado desde una sola
escuela de psicoterapia sería prácticamente imposible. Frecuentemente se
suele optar por una intervención ecléctica a la hora de elegir un tratamiento.
Nuestro modelo de intervención tendrá esta línea.

Existen técnicas que sin cumplir unos requisitos estrictos de pertenencia a una
escuela de psicoterapia determinada o sin cumplir ciertos criterios, son usuales
y de eficacia en los tratamientos con niños: por ej. el reforzamiento positivo,
que suele utilizarse en cualquier intervención terapéutica, o la relajación. Más
que técnicas pueden considerarse como un complemento de todas ellas.

Exponemos a continuación algunas técnicas usuales en psicoterapia infantil


(Cuadro 1).
3.3.1. Conversaciones y actitudes con el niño

Asumimos que el tratamiento debería incluir una serie de conversaciones y


actitudes con el niño (Tabla 2), en las que conviene tener en cuenta lo siguiente
(Escuela Española, 1998).

a) En cuanto al abuso sufrido

- Explicar que ellos no son culpables del abuso, aunque así lo crean.

Para Nogueiras y otros (1994), el adulto aprovecha la ventaja que le da su


posición de poder o autoridad para envolver a la menor en la actividad sexual.
Ésta carece de capacidad para negarse, o incluso, criterios para saber si este
tipo de conductas son las que hay que esperar de las personas adultas. Su
desarrollo emocional y cognitivo, todavía no se lo permite, y en, otros, son las
mismas estrategias utilizadas por el adulto las que minan su capacidad de
decisión. En estos casos, "el consentimiento" es una falacia.

- Es preciso asegurar al niño que el abuso no se repetirá, puesto que se han


tomado las medidas oportunas. Significa además dotar al niño de estrategias
para la prevención y para afrontar el abuso si volviese a ocurrir.

- Decirle que saldrá adelante, asegurando también nuestra ayuda. Explicarle


que el abuso podrá superarse y que no determinará toda su vida. Nyman
(1998) insiste en que debemos a ayudar al niño a aceptar. La vida debe
continuar y normalizarse todo lo posible en el caso de los niños víctimas de
abusos sexuales. El terapeuta debe ocuparse de que el niño no quede
atascado en su identidad de víctima. Las experiencias difíciles no pueden ser
totalmente olvidadas y quizás no deberían olvidarse completamente, pero sí
deben ser asimiladas, integradas y transformadas, pasando de ser algo
insoportablemente vergonzoso a un triste recuerdo que no tiene por qué
suponer una memoria constante y un tormento sin fin.

- Motivarle para que hable del suceso y/o los sucesos de abuso que el niño ha
sufrido, diciéndole que es conveniente para él, aunque sin obligarle a que lo
haga. No juzgar cuando el niño relate los hechos e insistir en que ellos no son
culpables.

b) En cuanto a conductas sexuales, según Arruabarrena (1996), hay que tener


en cuenta que, cuando los niños han sido víctimas de abuso es posible que se
den en ellos conductas de precocidad sexual o que se conviertan a su vez en
abusadores, e incluso, lo que es más grave, que continúen manteniendo una
relación con el abusador/a. Por esto, además, de una adecuada educación
sexual ajustada a su edad y nivel cognitivo, es necesario hablar con el niño de
los temas que siguen.

- La Sexualidad en relación con otros

Indicarle que las conductas sexuales pueden ser adecuadas si cumplen las
siguientes condiciones:

. Las relaciones sexuales pueden darse entre personas adultas, no entre niños.

. Es conveniente que sean entre personas de aproximadamente la misma


edad; López (1995) habla de la asimetría de edad entre el abusador y el
abusado.

. Deben ser con consentimiento mutuo.

. Fuera del ámbito de la familia.

. En una relación de pareja estable.

- La conducta sexual de la masturbación:

Esta puede ser una de las conductas hipersexualizadas de las que hemos
hecho referencia.

. Es conveniente explicar al niño que estas conductas son íntimas y no deben


manifestarse en público.
. En nuestra opinión es una opción que no ayuda a la persona en su
autocontrol y en su desarrollo socioafectivo.

Arruabarrena (1996) expresa que la intervención terapéutica en este tipo de


problemas se centra en corregir las distorsiones cognitivas del niño respecto a
la conducta sexual, reforzar las inhibiciones internas y los controles externos en
relación a las conductas sexuales inaceptables, y asegurar que el niño
adquiera las habilidades necesarias para controlar su conducta y satisfacer sus
necesidades sexuales de una manera culturalmente aceptable.

Algunos niños, que han sido abusados por varones, tienen miedo a sentirse
homosexuales (Glaser y Frosh,1997); habría que mitigar la ansiedad sexual de
estos niños insistiendo en la no culpabilidad del menor, aunque haya habido
consentimiento por su parte. Insistir en que su consentimiento no es válido ya
que aunque a él le parezca no tiene la madurez suficiente para decidir ya que
ésta se alcanza con la edad adulta.

c) Resumimos, a partir de los escritos de Camp (1985) y de López (1995), una


serie de temas que conviene trabajar con los niños:

- Tu cuerpo es bueno y te pertenece.- La sexualidad también lo es.- Ningún


niño está obligado a besar a nadie ni a dejarse tocar, abrazar o besar. Y esto
no es sólo para los extraños, también para los familiares.- Tienes derecho a
decir no. Si alguien trata de tocarte de forma que te haga sentir "raro", di "no" y
cuéntamelo de momento.

En resumen para López (1998), lo anterior significa que tendríamos que hablar
de forma positiva de la sexualidad, advirtiendo al niño que algunas personas
pueden utilizar la sexualidad de forma equivocada. Sería también imprudente
inculcar excesivo miedo o sospechas inadecuadas cuando establezcan lazos
emocionales o afectivos "normales" con sus amigos o adultos. Es muy
importante que los niños vivan la sexualidad sin relacionarla con el abuso
sexual.

Enseñar a los niños que el respeto a los mayores no quiere decir que tengan
que obedecer ciegamente a los adultos. Hablar a los niños de lo que significa la
"obediencia responsable".

Para Juvonen (1999) los niños esperan que los agresores tengan un aspecto
determinado, no piensan que éstos puedan parecerse a su padre o amigos de
familia. Es bueno que los niños sepan que los pedófilos suelen darse consejos
como "No intentes forzar al niño. Coge sus cosas y te seguirá". Se pretende
también enseñar a los niños que ellos son más valiosos que cualquier bien o
propiedad.

d) Una vez que el niño ha dicho "no", puede aparecer un tema más sutil y que
quizás pueda ser entendido por niños mayores. Se trata del tema del acoso
sexual. En el acoso, el abusador intenta conseguir los favores sexuales de la
víctima, quizás de forma abierta o tal vez de forma solapada. Cuando recibe el
rechazo suele pasar a otra forma de acoso, que podría ser el acoso moral.
Puede que se dedique a desprestigiar, a minusvalorar a esa persona o a
descalificar e infravalorar sus trabajos. Defenderse de esta situación es más
difícil pero no imposible (Hirigoyen, 1999).

3.3.2 Juego libre y dirigido

Puede recibir el nombre de ludoterapia. Existen dos modalidades de esta


técnica, la no directiva y la planificada. La forma de trabajo, en la primera, sería
decir al niño que puede trabajar o jugar como él quiera, y también que puede
explicar todo lo que se le ocurra durante el tiempo en que lo está haciendo,
tanto del dibujo como de lo que él quiera hablar.

En la forma planificada el terapeuta interviene indicando al niño el contexto en


el que debe jugar o la forma en que debe hacerlo. Tanto en una como otra, el
terapeuta, puede intervenir en el juego reconduciéndolo hacia lo que considere
necesario.

Para las distintas actividades debe diseñarse un programa de actuación que


incluya: preparación del lugar de trabajo con distintas clases de objetos lúdicos
tales como títeres, juguetes tanto de figuras humanas como de objetos; y
objetos que no siendo juguetes puedan despertar la creatividad del niño o el
deseo de jugar como lápices y hojas para dibujar, o escribir, etc.

En el caso del abuso, que estamos tratando, los juguetes pueden ser muñecos
con atributos sexuales bien definidos (Del Barrio, 1997), si se pretende que el
niño se exprese y libere su angustia mediante la manifestación de sus
sentimientos en el juego.

3.3.3. Psicodrama

Moreno (1979), define el psicodrama como un método de investigación de la


verdad a través de métodos dramáticos. Se pretende, la expresión y
verbalización de los sentimientos.
La técnica consiste en montar secuencias teatrales donde se expresan
libremente los sentimientos que se desean, esta técnica es difícil en tratamiento
individual, siendo más fácil en tratamiento grupal, no obstante, puede
emplearse una variante de la misma: La silla vacía. En la silla, se supone que
se encuentra la persona a la que tenemos que dirigirnos, naturalmente con
nuestros conflictos. Después se invierten los papeles y el niño pasa a ocupar la
silla que estaba vacía y se dirige al que se supone está en el lugar que él ha
abandonado. A los niños parece no gustarles esta técnica, por lo que puede ser
más recomendable utilizar el teatro de guiñol.

3.3.4. Role-playing

Esta técnica que es una variedad del Psicodrama, aunque aquí los
participantes desempeñan papeles o roles diferentes a los que tienen
asignados en la vida real. Consiste en que una persona actúe de forma y
manera como lo haría otra.

Gallardo (1997b) propone su utilización en el apartado que corresponde al


tratamiento emocional en el abuso, puesto que hay niños incapaces de
expresar sus sentimientos y emociones después del mismo; con el role-playing
se pretende que aprendan a expresarse. Esta expresión, repetimos, debe ser
para ellos una liberación.

3.3.5. Dibujos libres

El dibujo, a la vez que nos ayuda a evaluar el maltrato que el niño ha sufrido
(Test del Dibujo de la Figura Humana - Goodenouhg y Machover, Test de la
Familia, Test del Árbol, Test del Dibujo Casa-Árbol-Persona, etc.), puede
servirle también para que exprese y se libere de sus conflictos emocionales. En
este aspecto, Furth (1998), afirma que los dibujos pueden ser expresiones del
inconsciente y a la vez base para la terapia. Pueden servir pues, tanto de
mecanismos auxiliares de terapia como de instrumentos de diagnóstico.

3.3.6 Redacciones

Cornejo (1996) trabaja con las redacciones, iniciando cada día una página en la
que coloca una frase como enunciado. Por ejemplo: "Me pone triste que". Es
conveniente obligar a algunos niños a que escriban esta especie de diario y
motivar con formatos divertidos si el niño se resiste.

3.3.7. Relajación

Martorell (1996), dice que el interés principal de la relajación, estriba en que los
estados alcanzados por medio de ella son incompatibles con la ansiedad y sus
estados asociados.
Existen numerosos juegos de relajación para niños, en los que a veces el
terapeuta sirve de modelo. Algunos pueden ser como los que se exponen a
continuación.

Decir a los niños que son muñecos de trapo, o un sauce, o globos que se van
desinflando. Otros juegos de relajación pueden ser los que tomamos de Olba
(2000), como "la ola del mar"o "pintar una estrella antes de dormir". El
movimiento de las olas se representa con el movimiento de los brazos,
estirándolos hacia el frente y arriba para representar la llegada y hacia atrás
para representar el reflujo, aunque existen muchos juegos para niños con el fin
de conseguir la relajación. También se puede emplear alguna grabación
musical o la propia voz del terapeuta dando las pautas para relajarse.

Cautela y Groden (1989), integran los trabajos de relajación tanto de Schultz


como de Jacobson (clásicos y pioneros de esta técnica) e indican que mediante
la relajación el paciente va tomando conciencia, sintiendo y destensando cada
una de las partes de su cuerpo. Existen otras muchas adaptaciones y técnicas
o modos de relajación para niños, que se comercializan en forma de
grabaciones, como el curso de relajación de Ramírez (1990).

3.3.8. Musicoterapia

Según Alonso (1994), consiste en utilizar audiciones musicales, actividad


rítmica simple, exploración de diferentes sonidos con el fin de relajar o evitar
ciertas dolencias. La psicoterapia actual considera la música como una técnica
capaz de influir sobre las emociones, para conseguir un determinado estado de
ánimo o incluso parar curar. Lo importante no es la calidad de la música, sino
que ésta determine la relajación de la persona. Algunos expertos abogan por
determinadas composiciones clásicas de Mozart, Strauss, Vivaldi, Bach, etc.

Pensamos que es difícil que los niños atiendan en una composición musical, tal
como hace un adulto, pero sí puede utilizarse como música de fondo en
combinación con algún otro trabajo que estemos realizando.

3.3.9. Modelos típicos de tratamiento

Pipher (1998) en su texto describe numerosos casos de tratamientos aplicados


a adolescentes. En el texto nos sugiere lo que realmente se hace en
intervención en casos individuales. Se trata de una chica que ha sufrido una
violación por parte de unos extraños. En un primer lugar la intervención va
dirigida a toda la familia. Después el tratamiento es fundamentalmente
individual, de dos sesiones por semana. Al principio, la terapeuta incita a que la
niña exprese el abuso sufrido. Una vez roto, de forma costosa, el primer
bloqueo, la paciente libremente narra una y otra vez el suceso, parece que
hacerlo le hace sentir menos angustia. Esta autora, invita a la chica a escribir
unas cartas a los agresores, no para que se las envíe sino para que exprese en
ellas todos sus sentimientos. También la orienta a que descargue toda su rabia
contra un saco de boxeo. La familia, continúa interviniendo en el tratamiento
asistiendo a una sesión mensual. Finalmente se unen al grupo de tratamiento
las hermanas de la chica.

Este es un modelo clásico de tratamiento, que parece usual, aunque es difícil


que en un resumen quede reflejada toda la riqueza que la autora invierte en
sus terapias o el esfuerzo que muchos terapeutas ponen en su trabajo.

La descripción de un tratamiento que sigue en parte la misma forma de


intervención la encontramos en el texto de Forward y Buck (1990). Estos
autores reflejan en sus escritos sus trabajos con adultos víctimas de maltrato
familiar. En el capítulo dedicado al incesto, se insiste en la gran necesidad de
tratamiento para estas personas y se opta por el nivel grupal. Se asegura que
casi todos ellos mejoran cuando asisten a tratamiento en grupo, aunque en
algunos casos pueda aconsejarse el tratamiento individual.

El modelo de tratamiento propuesto por estos autores se lleva a cabo a través


de tres etapas básicas: el ultraje, el duelo y la liberación. Las técnicas
fundamentales con las que trabajan son "las cartas" y el "role playing". El que la
persona pueda expresar en un grupo todo aquello que siente y el compartir con
otras personas que sufren un problema similar, supone sin duda una buena
liberación.

Tanto el modelo de tratamiento anterior como este, son más acertados para
adultos que para niños. Sin duda pueden aprovecharse de ambos algunas
técnicas después que hayan sido adaptadas a las características y edad de los
usuarios.

4. COMENTARIOS

La aportación de este trabajo consiste, en que gran parte de la bibliografía


sobre el tema psicoterapia dirigida a niños se centra más en la evaluación y
menos en el tratamiento. Éste, cuando aparece va dirigido a la familia, a nivel
de grupo y a los agresores; muy pocos documentos sobre tratamiento van
dirigidos al trabajo con la víctima, de aquí nuestra aportación en este punto
concreto.
Por otra parte vemos en nuestro trabajo situaciones que aunque no se
consideran abuso son similares al abuso. Cuando, un niño me dice
crudamente: "El Benchi dice que el Flopy le ha dado por...", (el supuesto niño
víctima tiene nueve años y el segundo, supuesto abusador, doce), pensamos
en qué significa un abuso. Para que se considere abuso algunos autores como
Glaser y Frosh (1997), indican como dijimos al inicio del tema, que debe haber
al menos una diferencia entre abusador y víctima de cinco años, aunque no
todos los autores se ponen de acuerdo y existe una gran controversia sobre el
tema, pero no es menos cierto que un niño puede abusar de otro aunque
ambos sean menores y de aproximadamente la misma edad. Somos
partidarios de medidas más educativas que penalizadoras, y en caso de
menores más aún. En caso de "¿abuso? " o maltrato a menores cualquier
persona puede ponerse en contacto a través del teléfono gratuito 900.210.966
habilitado por la Dirección General de Infancia y Familia, de la Consejería de
Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía.

Otro tipo de interrogante relacionado con el caso anterior lo plantean Cirillo y Di


Blasio (1997): ¿Se puede "curar", en ausencia de demanda?. Si los niños se
niegan al tratamiento, el requisito fundamental para una terapia - o sea la
motivación espontánea- se viene completamente abajo. Existen situaciones en
las que el niño no desea el tratamiento, a veces manifiesta hostilidad o
negativismo desafiante hacia el mismo. En estos casos obligar a un tratamiento
de psicoterapia individual sería contraproducente. La intervención tendría que
plantearse de otro modo. Es el mismo problema que ocurre con los adultos
cuando tienen que asistir a tratamiento por orden judicial y el condenado ni
cree en el tratamiento ni lo desea. Indudablemente si el terapeuta no consigue
convencer de alguna forma al cliente el grado de eficacia puede ser nulo. Los
resultados de las investigaciones actuales con adultos sobre este tema son
descritos por Arruabarrena (1994), que expresa que se obtienen buenos
resultados en todos los casos; no tenemos sin embargo, resultados sobre
situaciones similares con niños, por lo que nos parece que éste podría ser un
posible tema a investigar.

Tampoco sería oportuno intervenir con un tratamiento psicoterapéutico, en el


mismo momento en que se produce la agresión, tal como algunos adultos
desean. El tratamiento debe cumplir unos requisitos, entre ellos una correcta
planificación. Otra cosa es intervenir impidiendo el abuso y que éste se
produzca poniendo a salvo a la víctima. A ello estará obligado cualquier adulto
que esté presente o descubra, la agresión o el abuso.

En algunos momentos, en centros escolares piden al orientador que intervenga


en el conflicto "en el mismo momento en que se produce". En caso de
agresiones, o graves conflictos, los profesores prefieren "mandar en ese
momento a los agresores o a los autores del conflicto al psicólogo" y que éste
resuelva el problema. No nos parece que sea la forma adecuada de trabajar. El
trabajo del orientador debe estar planificado y no puede ser cortado en cada
momento por las "urgencias", más aún si son constantes. Cuando existe una
agresión entre menores, el adulto que la percibe debe impedirla, otra cosa es
que puedan darse un apoyo terapéutico o unos primeros auxilios para una
persona en crisis, pero repito que éstos deben ser planificados.

Las medidas más eficaces son siempre las educativas y preventivas: una
buena educación sexual ofrece a nuestros niños la mejor prevención del abuso.
Estos temas se tratan en nuestras escuelas como transversales del currículo.
Los temas transversales, entre ellos la Educación Sexual, no se circunscriben a
un área de experiencias y conocimientos concretos, sino que deben estar de
alguna manera presentes en todas las áreas; han de impregnar todos los
conocimientos que el alumno reciba en la escuela.

En este sentido, la Junta de Andalucía (1999a,b,c,d,e) ha enviado a todos los


centros de Infantil y Primaria, en el curso escolar (1999-2000), un programa
específico y completo para la educación afectiva y sexual.

Los programas preventivos pueden ir dirigidos a todos los grupos de niños pero
con especial incidencia deben llevarse a grupos de riesgo como son los de
ambientes de delincuencia y marginales, a niños con minusvalías y a niños de
familias con problemas de drogadicción o desestructuradas.

Son válidos para nuestros entornos educativos los que presentan Del Campo y
López, (1997a,b,c,d,e) dirigidos a los niveles de infantil, primaria y secundaria.
También puede abordarse el tema preventivo con la presentación de unos
vídeos que recomendamos: Liberman (1992) para niños de Infantil y Primaria, y
el publicado por AISPAS (1998) para Secundaria.

Los materiales que hemos indicado pueden ser fácilmente utilizados en


contextos escolares; una correcta utilización de los mismos, ayudará sin duda
en el tema que hemos tratado.

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Palabras clave: Abuso sexual, niño, tratamiento, psicoterapia.


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