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Madraza de Granada.

La Madraza nazarí de Yusuf I

Introducción histórica

La madraza (madrasa o madersas) fue una institución religiosa musulmana, dedicada a


la transmisión de conocimientos y a la enseñanza de materias tales como teología,
estudios coránicos, derecho, filosofía, astronomía o literatura.

Las primeras madrazas fueron creadas por la dinastía


Gaznawí, se datan en torno al año mil, y se encuentran en
el territorio del actual de Irán. La dinastía Selyúcida
realizó un impulso definitivo de las mismas, en la segunda
mitad del siglo XI. Por lo general, su funcionamiento era
bastante similar al de los colegios universitarios
medievales del mundo
cristiano.

En términos arquitectónicos, su tipología más habitual es


de un edificio con un patio de crucero interior, en cuyo
centro se sitúa una fuente o un aljibe de agua. En cada
lado del crucero se abre un “iwan” con las diferentes
aulas. Casi siempre cuentan con una mezquita, que
también hacía las veces de sala de estudios. Son
habituales las estancias anexas, tales como cocinas,
biblioteca o una residencia de estudiantes.

Ejemplos sobresalientes de madrazas son la del sultán Qala’un (1356-1359); y la del


sultán Hasan (1356-1363), ambas en El Cairo (Egipto); así
como la de Bu Inaniyya (1350-1355) en Fez (Marruecos).
En la Península Ibérica, el ejemplo más importante es la
madraza de Yusuf I en Granada (1349), que es además la
única que se ha conservado de forma parcial. La madraza
más antigua fue la de Málaga (1334), de la que no se ha
conservado nada.

Algunos estudiosos, como el


profesor Juan Carlos Ruiz
Souza, han defendido la
hipótesis de que el Palacio de los Leones de la Alhambra
fuese originariamente una de estas instituciones. Es una
interpretación que ha suscitado cierta polémica, pero que
explica muchas de las anomalías que presenta este edificio. De confirmarse la hipótesis,
el catálogo de madrazas andalusíes quedaría notablemente ampliado, al añadir al elenco
una construcción que se encuentra perfectamente conservada.

La Granada nazarí

Desde 1232 hasta 1492 tuvo lugar en el reino de Granada el último de los capítulos de la
historia de Al Andalus y del arte hispanomusulmán. Durante este periodo los sultanes
nazaríes dotaron a la ciudad de todo tipo de edificios civiles y religiosos, tales como
baños, hospitales, o la madraza que nos ocupa.

Sin embargo, fuera de los conjuntos palatinos de la Alhambra y el


Generalife, la mayoría de ellos han sucumbido al paso del tiempo,
y no se han conservado, o han sufrido transformaciones tan
agresivas que han acabado por llegar hasta nuestros días
completamente desvirtuados.

Historia de la madraza de Yusuf I

La madraza fue fundada en el año 750 de la Hégira,


(año 1349 de la era cristiana) por el sultán Yusuf I.
En realidad, la iniciativa de la
creación de la madraza seguramente se debiese a su
primer ministro, Ridwan, que fue un importante visir
durante los sultanatos de Muhammad IV (1325-
1333), Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-
1359). El edificio se abría a la plaza de la Gran
Mezquita, situada en el centro de la medina islámica,
justo enfrente de lo que hoy es la Capilla Real, al lado de la Catedral. Las crónicas
subrayan que fue la primera madraza que se creó en la ciudad, lo que no deja de ser un
dato sorprendente, dado que se fundó en una fecha tan tardía como es la mitad del siglo
XIV. Estas crónicas también
indican que la institución contó además con una residencia permanente de estudiantes, y
con una amplia biblioteca, laboratorios e incluso un
observatorio astronómico, pero las excavaciones
arqueológicas no han podido localizar todo esto.

El oratorio de la primitiva madraza


El edificio barroco que se puede ver en la actualidad no es
más que un vago recuerdo de la institución nazarí, de la
que tan sólo se conserva el oratorio, y algunos restos de su
fachada, que pueden verse en el Museo Arqueológico de
Granada.

Al igual que la primitiva madraza, la estructura actual se


articula en torno a un patio, cuyas dimensiones son
bastante similares al original, rodeado por columnas de
mármol en el nivel inferior, y una estructura adintelada en
el superior.

En el lado opuesto por el que se accede se encuentra la


primitiva mezquita u oratorio, que se abre al patio por
medio de un arco de herradura con alfiz, apoyado sobre
dos finas columnas de mármol, con el trasdós angrelado, y
decoración de ataurique en
las albanegas. Este oratorio es la única estancia nazarí que
ha sobrevivido al paso del tiempo.

Se trata de un espacio de planta octogonal, con un mihrab


al fondo, más profundo que el actual, en
forma de arco de herradura ondulado. Sus
muros son de mampostería, articulados en
dos niveles, y con hiladas de ladrillos
dispuestas horizontalmente. En ellos vemos
una profusa decoración con motivos de
lacería y ataurique en yeso, policromados.
La estructura octogonal del espacio se consigue por medio
de unas impresionantes trompas, que se sitúan en las
esquinas del nivel inferior de los muros, decoradas con
mocárabes, y que recuerdan al Salón de Embajadores de
Comares, palacio edificado también por Yusuf I en estos
mismos años. En la parte baja de los muros también vemos
diferentes arcos de herradura, enmarcados por alfiz, que
siguen la más pura tradición del arte califal del siglo X. En
el nivel superior hay un friso de ventanas con celosías que
filtran la luz del exterior.

El espacio se cubre por medio de un


alfarje de madera en cuyo centro se
abre una linterna, que permite la
entrada de la luz natural. Esta estructura no es la original, ya que
este espacio se cubría con una techumbre de madera, con
decoración de lazo, policromada y adornada con mocárabes, que
ardió por completo en un incendio registrado a mediados del siglo
XIX.

Reconstrucción hipotética de la madraza nazarí

No hay demasiados datos que nos permitan aproximarnos al


edificio tal y como se concibió a mediados del siglo XIV. Se
han podido extraer noticias fragmentarias de algunos
documentos, que se han visto confirmadas por los recientes
estudios arqueológicos, gracias a los cuales se ha podido
conocer la estructura original de la madraza.
Al parecer, el edificio contaba con una gran portada de
mármol blanco, con varias inscripciones y un acceso en forma de arco de herradura con
dovelas de dos colores alternos. Encima de este dintel había dos grandes losas de
mármol, conservados de forma parcial en el Museo Arqueológico de Granada, con
inscripciones, una de las cuales obedece a la leyenda fundacional de la
madraza, en donde se indicaba su año fundacional.

El acceso a la madraza se hacía por medio de un pequeño zaguán en recodo, cuya


entrada no se corresponde exactamente con la actual. Desde allí se accedía al patio de
crucero que articulaba todo el espacio. En el lado oriental de este vestíbulo se
encontraban las letrinas y en el costado opuesto se situaban las escaleras, que permitían
el acceso al piso superior. Encima del zaguán y de las letrinas se encontraba la
biblioteca.

El resto del piso superior estaba ocupado por aulas y estancias de


estudiantes, a las que se accedía por medio de los cuatro pasillos que rodeaban el patio.
El centro del patio estaba presidido por una fuente de agua, que permitía hacer las
abluciones vinculadas al rito religioso. En los cuatro costados del patio había columnas
de mármol, y en el sur se situaría el oratorio que acabamos de describir. En el muro
oriental de esta sala parece ser que se
abría un pórtico que permitía el acceso a un pequeño jardín o quizás un patio ajardinado,
con dos pabellones a ambos lados, que harían las funciones de aulas. En el costado
oriental del patio habría más salas, que también servirían como lugares de enseñanza.

Historia del edificio en época cristiana

La madraza de Yusuf I tan sólo perduro durante un siglo y medio, ya que, desde una
fecha tan temprana como es el siglo XV, el edificio fue transformándose poco a poco.
En la actualidad, lo que vemos es una estructura del siglo XVIII, de estilo barroco, que
se articula en torno a un patio con galerías en sus cuatro costados.

Tras la conquista cristiana de la ciudad, la institución de la


madraza
perdió todas sus funciones. En el año 1500, los Reyes
Católicos cedieron el edificio para que se asentase allí el
Concejo y el Ayuntamiento, y la madraza pasó a llamarse
la Casa del Cabildo. Al contrario de lo que pudiera
pensarse en esta época el edificio no sufrió mucho, aunque se emprendieron algunas
obras menores, para adaptarlo a las nuevas funciones. Fue en esta época cuando se
construyó el Salón de Caballeros Veinticuatro, cuyo elemento más destacado es el
alfarje mudéjar de base octogonal, y con tirantes, policromado por Francisco Fernández
en el año 1513. Al parecer, a
mediados del siglo XVI se realizaron nuevas reformas, que tampoco
produjeron cambios sustanciales en su estructura.

Cuando el edificio realmente sufrió fue a finales del siglo XVII y


comienzos del XVIII. En esta época perdió definitivamente las
características intrínsecas del arte nazarí que aun debían de conservarse. Fue entonces
cuando la alberca original sucumbió a un nuevo sistema de canalización de aguas, y el
patio se cubrió con un enlosado de formas geométricas, reduciéndose de forma
sustancial la superficie original. Entre 1722 y 1729 se levantó la fachada exterior, en el
más puro estilo barroco, con sus característicos balcones adornados con estípites. Más
tarde sería pintada al temple, estableciendo la diferencia cromática que articulan los
dos pisos del edificio. En este momento también se levantó la escalera interior, cubierta
por una falsa cúpula de media naranja, con profusa decoración barroca.

El edificio en época contemporánea

En el año 1858 el Ayuntamiento de Granada se trasladó a su emplazamiento actual, y el


edificio, ya sin uso, permaneció cerrado durante unos años.

Finalmente fue vendido a un particular, que instaló en él un almacén de telas. En esta


época se produjo el incendio que destruyó por completo la techumbre de madera del
oratorio.
También a mediados del siglo XIX se descubrió, al arreglar el solado, que algunas de
las piezas que cubrían el revestimiento tenían en su parte inferior decoración
hispanomusulmana e inscripciones árabes, y que en realidad eran piezas que se habían
reaprovechado de la fachada del edificio original para cubrir el suelo. Estas piezas
fueron cedidas al entonces Museo Arqueológico Provincial, donde todavía pueden
verse.

En 1893 Juan de Echevarría, propietario del


edificio, encargó la
restauración del oratorio a Mariano de Contreras,
el mismo arquitecto que realizó diversas
intervenciones en la Alhambra.
En 1939 el Ayuntamiento de Granada emprendió
una restauración integral, y tres años más tarde,
pasó a ser propiedad del Estado, que lo adquirió
con la intención de crear allí el Instituto de los
Reyes Católicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, proyecto que
nunca llegó a materializarse por completo. En 1976 se volvió a acometer unas obras,
que devolvieron al antiguo oratorio parte de su esencia original.

Recientemente, entre los años 2006 y 2007, el edificio ha sido objeto de una minuciosa
restauración, que ha incorporado al palacio los restos medievales de la primitiva
madraza, por medio de suelos acristalados. Esta intervención se ha acompañado de un
estudio arqueológico, cuyos resultados han aportado datos muy interesantes, y que han
permitido conocer en profundidad la estructura original.

En la actualidad, en el inmueble se ubica la Real


Academia de Bellas Artes de Granada, y algunas
dependencias de la Universidad, de forma que, de
alguna manera, se ha recuperado la función
primitiva con la que se construyó el edificio en
época nazarí. A finales del 2011 se abrió de nuevo
al público, y en él se celebran conferencias,
talleres, y exposiciones temporales vinculadas a la
Universidad.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:


Víctor López Lorente)

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