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2E5 LA HISTORIA UN MANUAL PARA EL FUTURO?* ‘La pregunta mas comiin que suele hacer el gran pablico al historiador es si la historia tiene un propésito. JEs dtil? ;Podernos aprender de las leccio- nes de la historia? Cuando la gente quiere que la historia sea til y nos dé lecciones, sig- nifica que también se quieren asegurar de que cumple los estandares cien- ‘tificos. Esto, en mi opinién; no es asf, por razones sobre las que volveré en ta momento. Practicar historia como una ciencia es hacer sociologia, una disciplina totalmente diferente que personalmente encuentro hostil, au- gue supongo que los sociélogos dirdn lo mismo de mi, Los sociélogos avan- zan lentamente con la nariz pegada al suelo, recogiendo montones de esta- isticas para llegar a una conclusién obvia que un historiador razonablemente seceptive, por no mencionar buena parte del publico en general, ya sabe, simplemente con un poco de observacién —que la movilidad social esta aumentando, por ejemplo, o que las mujeres tienen problemas diferentes 2 los de los hombres. Ojala se liberen algiin dia, levanten la cabeza y miren asu alrededor. Si la historia fuera una ciencia, tendriamos que poder conocer sts en- tresijos, establecer sus pautas, saber lo que pasaré mafiana. ;Por qué no es asi? La respuesta radica en lo que yo llamo la Variable desconocida, esto es, +] hombre. Los seres humanos son siempre y finalmente cl tema de la his- toria, La historia es la trayectoria del comportamiento humane, el tema més fascinante de todos, aunque ilégica y ma saturada de ilimitade niime- ta de variables que no es susceptible de adoptar el método cientifico ni la sisternatizacion. 4 Diseurio en la Chicago Historial Society, octubre de 1966, 294 Es la historia un manual para el futuro? Digo esto valerosamente, incluso en plena era electrénica en que los or- denadores ya mordisquean las faldas de la historia en el proceso denomi- nado «cuantificacién». En mi opinién, aplicada a la historia, la cuantifica- cién tiene sus limites. Depende de un método llamado «manipulacién de datos», lo cual significa que los hechos o datos del pasado histrico—es de- cir, del comportamiento humano— estén manipulados en categorias iden- tificadas para que puedan ser programados en los ordenadores. Aunque se espera que de aqui salga un patrén, sélo le diré al lector que la «manipula- cién de datos» de la historia es un invalidador incorporado, porque en la medida en que uno manipula sus datos para que se ajusten a algdn extra- fo requerimiento, en este caso los requerimientos de la maquina, los resul- tados ser4n sospechosos, y correrdn el riesgo de ser, también, no validos. Todo depende de las categorfas identificadas y los hechos asignados, y esto depende del criterio individual que el cuantificador adopte en la base del proceso. Las categorias no son una doctrina revelada ni los resultados de una yerdad cientifica. Presumiblemente, la esperanza de la cuantificacién es que, al procesar una cantidad de material muy superior a la capacidad del individuo para abarcarla, pueda sacar a la luz y establecer pautas fiables. Eso esta todavia por ver, y no soy optimista, La historia tiene una manera de esquivar los in- tentos de encajonarla en patrones. Ademés, uno de sus datos basicos es el alma humana. E/ historiador convencional, al menos el que busca la ver- dad, no la propaganda, procurar4 con toda sinceridad dejar que sus «da- tos» hablen por si solos; pero los «datos» encerrados en cajas ordenadas de anternano no sirven de nada. Sus matices carecen de voz. Deben llevar tal ocual significado fijo y sopesar el resultado en consecuencia. Por ejemplo, en un estudio cuantificador que he visto sobre los orfgenes de la Primera Guerra Mundial, los operadores han dividido todos los documentos diplo- mAticos, mensajes y declaraciones de la crisis de julio en categorfas etique- tadas «hostilidad», «amistad», «frustracién», «satisfaccién», etcétera, con una intensidad asignada a cada palabra dentro de una escala de uno a nuc- ve, incluidas las fracciones. Pero ninguna categoria preestablecida respon dia a todos los rasgos de carheter privado y las presiones puiblicas que *- tuaban de manera muy diversa "sobre los nerviosos monarcas y ministros implicados. Del gigantesco esfuerzo realizado en este estudio sali un r- ¢Es la hisoria un manual para el futuro? 295 161, la poco menos que sorprendente conclusion de que la probabilidad de entrar en guetta se incrementaba cuando se incrementaba la hostilidad de los mensajes. En realidad, la cuantificacién es s6lo un nuevo acercamiento al viejo esfuerzo continuamente realizado para hacer que la historia encaje en un patrén; pero los patrones «fiables», como quiera que se amen las leccio- nes de historia, son diffciles de lograr. Por ejemplo, supongamos que ent 1914 no hubiera sido presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, sino Theodore Roosevelt, oponente saya en las elecciones de 1912. De haber sido é2e el caso, Norteamérics po- drfa haber entrado en guerra mucho antes, tal vez en 1915, cuando se pro- disjo el desastre del Lusitania, con un posible acortamiento de la guerra e incaleulables efectos en la historia. Pues resulta que, entre los anarquistas de mi libro La torre del orgullo, hay un misterioso italiano llamado Miguel Angiolillo, 2 quien nadie recuerda pero que asesind al primer ministro es- pafiol Cénovas en 1897. Cénovas era un hombre fuerte que estaba a punto de-aplastar a los rebeldes de ‘Cuba cuando lo asesinaron. De haber sobrevi- vido, tal vez la insurrecci6n cubana no se habria prolongado hasta el pun- to de inquietar a los norteamericanos, ni habria habido Desastre del 98, ni Colina de San Juan, ni Rough Riders, ni vicepresidencia de Theodore Roosevelt que le permiticra triunfar cuando otro anarquista, otro ser hu- mano imprevisible, maté 2 McKinley. Si Theodore nunca hubiera sido presidente, no habrfa existido tercer partido en 1912 que dividiera a los re- publicanos, y Woodrow Wilson no habria salido elegido. A partir de aqui‘, las especulaciones son infinitas. A m{ me resulta mas bien reconfortante sentir que la historia viene determinada por el ildgico comportamiento hu- rmaiioy ao por una larga serie de inmutables leyes cientificas que esté fue ra de nuestro alcance. Sé muy poco (eufemismo por «nada») sobre ciencia de laboratono, pero me da la impresion de que las conclusiones deben de ser logicas; esto ese Tegultadl debe derivarse de una determinada serie de circunstancias ae = humanos tampoco se pueden reproduciro emprender fi ae rada, ni siquiera se puede esperar que ocurran como los tal manera a ee El sol sale cada dia. Las mareas obedecen de ¥ario Que se podria imprimir uno como losde los trenes, ee Béla historia un manual para el fusaro? aunque mis fiable, De hecho, la marea y el tren ilustran perfectamente mi argumento: una depende de la luna y es fija; el otro depende del hombre y es variable. En ausencia de circunstancias recurrentes flables, no se puede deposi- tar demasiada confianza en las lecciones de historia. Da lecciones, por supuesto, y cuando la gente habla de aprender de cllas, dirfa que tienen en mente dos maneras de aplicar la experiencia pa- sada: una ¢s permitiéndonos evitar los errores pasados y manejarnos mejor la peéxima vez en circunstancias similares; la otra ¢s permitiendo que nos anticipemos a futuros acontecimientos. (Considero que la historia nos po- dria ensefar algo sobre Vietnam, si estuvigramos dispuestos a escuchar.) Manejarnos mejor la préxima vez esté en nuestras manos; anticiparnos, no lo parece. La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, con la experiencia de la guerra anterior como una terrible leccién, se condujo, una vez que nos im- plicamos, de manera mas inteligente que la Gran Guerra. Entrarenel con- flicto era otra cuestién, Cuando habia que anticiparse al curso de los acon- tecimientos, los norteamericanos no aplicaron la leccién mas indicada. Pearl Harbor es el clésico ejemplo de quien no aprende de la historia. A posteriori, sabemos que lo que deberiamos haber anticipado era un ataque sorpresa de Japén en pleno proceso de negociaciones. j Acaso e! mero he- cho de que esto fuera deshonroso lo hacia impensable? Dificilmente. Era exactamente ¢l procedimiento que Jap6n habfa adoptado en r904, cuando hizo estallar la Guerra ruso-japonesa con un ataque sorpresa a la flota rusa en Port Arthur, Adernds tenfamos todas las indicaciones fisicas posibles. Habiamos descifrado «1 cédigo japonés, el radar nos advertia del peligro, tenfamos un continuo flujo de infarmacidn secreta fiable. ;Qué habia fallado? No la informacién, sino el «juicio». Tenfamos todas las pruebas y nos nega- mos a interpretarlas correctamente, igual que en 1944 los alemanes se ne- garon a creer en la pruebas de un desembarco en Normandia. El hombre no cree Jo que no encaja en sus planes 0 no coincide con sus valoraciones previas. El fallo de toda inteligencia militar, sea un 20% 0 un 50% 0 un cien por cien precisa, esté en que no es mejor que el criterio de sus intér- pretes, y este criterio es fruto de gran cantidad de parcialidad, prejuicios y Es la historia un manual para el fucuro? 297 oS eee } politicos; en resumidas cuentas, en que ¢s ys , falible. Si un hombre puede descifrar el cédigo ja- ponés y, sin embargo, no creer lo que éste le dice, se6mo se puede esperar aprender de las lecciones de la historia? ¢Lo harfa mejor un ordenador? En el caso de Pearl Harbor, probable- mente sf, Si uno pudiera haber introducido en un ordenador toda la infor- maci6n secreta disponible en noviembre de 1942, ¢s casi seguro que habria espondido al momento: «Ataque aéreo, Hawai, Filipinas», y seguramen- te incluso «7 de diciembre». Pero esto funciona siempre? Podemos con- fiar las lecciones de la historia a los ordenadores? Yo creo que no, porque la historia los engafiarfa, Puede que hagan las deducciones correctas y sa- quen las conclusiones acertadas; pero los hechos dan un giro inesperado, alguien estornuda, la historia se desvia y toma otro camino. Sila nariz de Cleopatra hubiera sido m4s pequefia, dijo Pascal, el aspecto del mundo ha- bria cambiado, ¢Acaso puede un ordenador dar cuenta de Cleopatra? Una vez, hace mucho tiempo, cuando las verdades eternas parecian claras —esto es, durante la Guerra Civil Espafiola—, crefa que las leccio- nes de la historia eran inequivocas. Parecfa indiscutiblemente obvio que, si el fascismo triunfaba con Franco, Espafia en la anunciada guerra europea serfa una base para Hitler y Mussolini, el Mediterraneo se convertiria en un lago italiano, Gran Bretafia perderta Gibraltar y serfa separada de su imperio al este de Suez. El peligro era evidente; la logica del asunto, im- placable, eso toda persona sensible lo veia; y yo, recién salida de la univer- sidad, escribi un librito publicado en Inglaterra para ponerlo de relieve, todo fruto de la analogia de la historia. El libro mostraba como, a lo largo de los siglos xvitt y xrx, Gran Bretafia se habia opuesto de manera consis- —— tente a que el poder que dominaba el continente, fuera cual fuera, adqui- era demasiada influencia sobre Espafia. La cuestién de los matrimonios " ¢Spafioles, las campafias de Wellington, las polfticas de Castlereagh, Can- ling y Palmerston, iban todas ellas dirigidas hacia el mismo objetivo: al su- poder continental hay que impedirle que controle Espaiia. Mi tra- "lado era, creo yo, muy ingenioso y revelador. No hacia referencia a la lucha ‘thtonces vigente; mas bien dejaba que el pasado hablara por si mismo ¢ hi- “Gera su razonainiento, que era irrefutable; hasta que la historia lo refud. Franco gan6, ayudado por Hitler y Mussolini, y a continuaci6n estallé la Jo historia in manual para el futuro? mantuvo incomprensiblersente ney braltar no cay6 y los portales del Me jonar a todos los demas anitifascis. aunque Espaia se ca nominal. Gi guerra europea, tral, al menos de mane! neo nose cerraron. Yo, sin menc entonces nos Hamaban, mientras que habia acertado moralmen ba el fascistno, Las lecciones diver tas sprematuros», como respecto a un resultado concreto, te ef cuanto al peligro general que com portal dela historia que tan meticulosamente habla expuesto sencillamente ng surtieron efecto. La historia se estaba portando mal. Pear| Harbor y Espafia demuestran dos cosas: la primera, que el hom bre desaprovecha las lecciones dela historia porque sus prejuicios le impi- den sacar las conclusiones sefialadas; y Ja segunda, que la historia, a menu- do caprichosa, toma una direccién distinta de la que indican sus lecciones Aqui esté el fallo en los sistemas de historia. ‘Cuando se trata de sistemas, la historia llevé a cabo su mayor traicién con Karl Marx. Nunca un profeta esttivo tan seguro de sus premisas, nun- ca.estuyieron los creyentes tan absolutamente convencidos de un resultado sugurado, nunca hubo una interpretacién de la historia que pareciera tan sencilla de manejar. Al analizar las consecuencias de la revoluci6n indus- trial, Marx exponfa el terrible enigma del siglo xtx: cuanto mayor era ¢! progreso material, mas extensa y severa era la pobreza resultante; un pro- ceso que sélo podia acabar, seguin él, en la violenta caida del orden existen te provocada por la revolucién. A partir de esto formulé la doctrina de Ve- relendung (progresivo empobrecimiento) y Zusammenbruch (colapso), Y decreté que, dado que la conciencia de clase trabajadora iba en aumento con la industrializaci6n, la revolucién llegaria antes en el pais mas indus- trializado. __ Elanilisis de Marx era tan concluyente que parecia imposible que oni ningtin otro curso. Sus postulados fueron aceptados eee very generaciones posteriores como si estuvieran graba ean Piet am ee sp ees como la verdad revelada de la his ities ie eee ak mas convincente jamés enunciado. SY rece. : led able, continuada. Los hechos del funds dames che ate ae légicoy profundo; tenia razon en todo, i eseabaiacis ; ‘echos revelados no le dieron la razon. 1 Hadora fue mejorando, no empeorando, su calidad de vida. , Su calidad de vida. me habia equivocade (Bs le capit indu func pro} cat ad Al cie qx isan om anv pars elf? ag feacasé. La revoluci6n tuvo lugar en el pais menos, a Tajoel colectivismo, el Estado crecta en cuanto a bons ‘ le ociedad. La historia, que ignoré a Marx, sigui ried 5, siguié su capitalismo no fancién y control de la s propia légica misteriosa y ¢ligié un camino, Cuando se descubrié que Marx se habia equivocado, hombres en bus- cade dexerminixmo se apresuraron a someter La hist foria a Una nueva auto- ridad: Freud. Sv mano pesa hoy sobre nosotros. El inconsciente ‘AV menos, lo fixe. Hay mucvas vores, ere0 yo, que aseguran qu if ve , e aaannte a fraude: le iconoclastia ha salpicado incluso a Seo fang, en au efecto sobre fa perspeeiva moderna, Freud era he, dudas, yamientender, la mayor influencia de cambio entre loos th : y xx Puede queel nuestro Ileve algiin dfa su nomb ee nombre y se diga que la era Freudiana ha superado a la victoriana, Nuestr ; stro concepto dela motivacién humana ha adoptado una dimensién totalmente nueva desde ‘ideas cuajaron. Pero no me parece que el inconsci are cana que el inconsciente sexual y los impul- sos sicoligios sean tan relevantes en todas las circunstancias co e cen os freudianos, tan dogméticos como ee senoes + A : proporcionar a los historiadores ideas, pero no la guia haci an. : guia hacia el futuro por- que no se puede confiar en que el hombr: oo. ‘© en masse se comporte de acuer- pauta. Todos los salmones nadan co! i 2 eee s yntracorriente para desovar ci f londe nacieron; eso cs algo universal en cl caso con- c salmén, Sin embargo, el hombre vive en un mundo mé: i cado que el de un pez. Recib . Ps cibe demasiadas infl Bees fen luencias para que se pueda decit que cada ¢ lo mueve un deseo inconsciente de regresar al ‘Siempre me ha parecido lamentable, por ¢} emp le, por ejemplo, que Freud las eiperiencias de dos familias reales para ilust : sae dead Pec ifica ts Pe strar su concepto de los. com- Se oo vive en condiciones especiales, sobre ai =. pects el soberano y su heredero, que 90 ore. Rens ie La leyenda del Edipo que asesina ii ; : ecliesvl Nea a derivado del fendmeno observado de que Hl So. usin tado sSeamipre 6.9% padre, no porque quiera dor- ser su madte, a adie aoe quiere subir al trono. Si el soberano resulta igual, Ella también lo despreciaré desde su nacr miento, Mento, porque sabe qui d 0 i¢ estd destinado a ocupar su lugar, como cn

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