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COMPLEJO DE EDIPO

“Diccionario de Psicoanálisis" de Laplanche y Pontalis

"Según Freud, el complejo de Edipo (…) es vivido entre los tres y los cinco años, durante la fase fálica de la organización
libidinal; y su declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta una reviviscencia durante la pubertad
y es superado, con mayor o menor éxito, dentro de un tipo particular de elección de objeto”.

Recorrido del concepto en la obra de Freud

• Freud nunca brindó sobre el complejo de Edipo una exposición sistemática. Las versiones, siempre parciales del
concepto, corren una historia paralela a la del psicoanálisis.
• El “descubrimiento" del Edipo fue elaborado paulatinamente a partir del trabajo con sus pacientes,
preanunciándose en “la teoría del trauma de seducción”, quince años antes de su primera mención realizada en
1910.
• La seducción surge como un verdadero hallazgo clínico en el análisis con los neuróticos que "recuerdan escenas
reales" de seducción, vividas pasivamente, en las que otro (casi siempre un adulto) ejercitaba insinuaciones o
maniobras sexuales.
• La seducción, acontecida según el recuerdo en los primeros años de vida, no es patológica en sí misma. Cobra tal
valor en un segundo tiempo, separado del primero por la pubertad, en que el sujeto vive un acontecimiento
sexual, siendo aún incapaz de responder adecuadamente a una sobreestimulación de esta índole. El recuerdo de
la seducción es así despertado y reinterpretado.
• Freud abandona esta teoría de la seducción traumática (1895- 1897) cuando intuye que estas escenas son
producto de la fantasía.
• La seducción no sería esencialmente un "hecho real" localizable en la "historia" del sujeto, sino un dato
estructural que necesita para significarse, cobrar realidad, “realizarse” a través de una historia fantaseada y
personal.
• En “La interpretación de los sueños” (1900) plantea que, en los sueños de angustia, especialmente en los de
muerte de seres queridos, es determinante en la actividad onírica el deseo de muerte del progenitor del mismo
sexo.
• En “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) describe la sexualidad infantil y aclara que al autoerotismo y al amor
incestuoso se le oponen la educación parental y la transmisión de la prohibición del incesto, ubicando esta
situación en el desarrollo de la fase genital (denominada fálica a partir de 1920).
• En la denominación de complejo de Edipo, Freud se basa en el mito de Edipo, expresado artísticamente por la
pluma de Sófocles en la tragedia "Edipo rey”.
• Freud tomó el tema de la obra maestra de Sófocles. Esta representa el drama ineludible del destino humano que
consiste en que nuestros padres serían nuestros primeros objetos de deseo.
• Destino que, siendo universal para el hombre, se entrama para cada uno constituyéndose en una “novela
familiar” singular.
• En 1916, Freud ubica como primer objeto de amor a la madre con la consiguiente dificultad de apartarse de ella
a pesar de severas prohibiciones. En la pubertad reaparece esta elección incestuosa debiendo el sujeto
desligarse de ella y hacer recaer sus deseos sobre un objeto no incestuoso.
• En 1920 (“Más allá del principio de placer”) indica cómo, durante el psicoanálisis, el sujeto en el desarrollo de la
transferencia (compulsión a la repetición) reproduce inconscientemente posiciones de su vida infantil, es decir,
del complejo de Edipo.
• En 1923 Freud instituye teóricamente la fase fálica en el lugar de la genital, ya que la oposición no se basa en la
realidad anatómica (pene-vagina) sino que sólo cuenta el órgano masculino. Es decir, la primacía del falo, dando
lugar a la oposición entre "presencia y ausencia de un mismo término”.
• Queda ubicado en esta fase el complejo de Edipo, replanteándose su atravesamiento y resolución en torno a la
oposición falo-castrado.
• En “El sepultamiento del complejo de Edipo" (1924) conceptualiza la “amenaza de castración '" como el factor
determinante que lleva a que sucumba la organización fálica del niño.
• En la sexualidad infantil, no se puede reflexionar sobre el Edipo sin introducirnos en la cuestión del falo, que nos
llevará a la problemática de la castración. El temor a la retaliación paterna, si se cumpliera el deseo incestuoso
de acceder sexualmente a la madre.
El Complejo de Edipo

• La extrema dependencia del niño de sus padres o sustitutos (alguien mayor), hace que el niño se sienta
conducido, seducido por Otro a quien, además, apunta como objeto sexual de sus propios deseos (fantasía
originaria de seducción).
• El complejo de Edipo halla su causa en la prohibición del incesto, dando lugar a las futuras elecciones de objeto
de amor (que se reacomodan durante la reedición del complejo de Edipo a partir de la pubertad).
• La prohibición del incesto marca el pasaje de la naturaleza a la cultura, no existiendo sociedad humana carente
de dicha interdicción.
• Brinda el acceso a la sexualidad genital (adulta), la que no se encuentra garantizada simplemente por la
maduración biológica, sino por el entramado de fantasías e identificaciones edípicas.
• La actividad masturbatoria, propia de la fase fálica, se ve acompañada con fantasías de deseos incestuosos, por
lo que la amenaza de castración se asocia a estos deseos sepultándose el complejo de Edipo.
• El falo no es el pene sino “la premisa universal", la creencia de que todos tienen el mismo órgano.
• No significa que el niño no perciba las diferencias externas entre el hombre y la mujer, sino que estas diferencias
no las lleva al campo de la diversidad de los órganos genitales. Por el contrario, atribuye a todos los demás seres
animados y hasta los objetos inanimados un miembro igual al que posee.
• En términos de sensaciones genitales, niños y niñas pueden sentir sensaciones equivalentes (pene/clítoris
provienen de la misma estructura embrionaria). Pero la representación de la vagina no se adquiere sino pos-
pubertad.
• Es desde esta cuestión del falo, que la castración interviene en la estructura del Edipo. Si el sujeto infantil, sea
niño o niña, parte de la teoría de que sólo existe un término, el falo, cuando descubre que hay dos sexos, que
hay seres que carecen de pene surge inmediatamente el complejo de castración.
• El varón frente a la falta de falo en la mujer, siente amenazado su órgano, lo tiene, pero puede perderlo.
• En cuanto a la mujer, siente que no lo tiene y desea tenerlo, es decir, lo “envidia”.
• Nos alejamos de todo intento de pensar la sexualidad humana en términos naturales o biológicos, de reducirla a
una normativa natural predeterminada.
• Desde el punto de vista orgánico: a la mujer no le falta nada. Los hombres tienen pene y las mujeres vagina. La
sexualidad humana, desde la infancia en adelante, no está articulada desde la realidad anatómica, sino desde
esta convención de la primacía universal del falo (realidad psíquica inconsciente).
• El falo (en la etapa fálica) ordena la diferencia entre hombres y mujeres en términos de fálico o castrado. Esta
forma de pensar la sexualidad parece suponer equívocamente un privilegio de tipo machista. Tener un pene no
asegura nada, salvo que volvamos a confundir falo con pene. Por eso, hablamos de complejo de castración para
ambos. En uno, se articula bajo la forma de amenaza y, en el sexo femenino, bajo la forma de envidia.
• El niño, se aleja de la madre preservando su falo narcisísticamente valorado.
• La niña, partiendo desde la primacía fálica, interpreta que ha sido castrada, acercándose al padre en busca del
falo que le será negado. Este deseo es sustituido, como un equivalente simbólico, por el de un hijo. El padre
tampoco responde a esta fantasía produciéndose una nueva decepción que la mueve a un abandono paulatino
de su complejo de Edipo.
• Freud intenta conceptualizar el complejo de Edipo femenino. En polémica con Jung, niega el nombre de
complejo de Electra para estos avatares de la sexualidad de la niña. Freud sostiene igual nominación del
complejo para ambos sexos, destacando que también la mujer, en su pasaje por la fase fálica, e identificada
cariñosamente (identificación primaria) al padre, dirige su libido a la madre, que es su primer objeto de amor. Se
trata (al igual que para el niño) de la madre fálica (poseedora de un falo).
• El complejo de castración es el punto de partida de la envidia del falo. La niña, entonces, a diferencia del varón,
"entra" en el complejo de Edipo mediante la castración. Todo este periodo anterior, en el que se desarrolla la
unión primitiva con la “madre es llamado 'pre-edípico".
• Se dirige al padre de quien espera obtener el pene que le negó la madre. Se encuentra con una nueva negativa, y
mediante una ecuación simbólica, sustituye el deseo del pene por el de tener un hijo del padre; también esto le
ocasionará renovadas frustraciones y decepciones, pudiendo provocarle una permanencia indefinida en el Edipo
o una superación en forma paulatina.
Ser y tener el falo

• En algún momento el niño, en su relación con la madre, descubre que para ella hay algo más que él. Hay otra
cosa que la preocupa, y el hijo llega a asociar las ausencias de la madre con la presencia del padre.
• El niño trata de identificarse con lo que es el objeto del deseo de la madre: el falo. Identificarse con el único y
exclusivo objeto del deseo del Otro primordial. Para agradar a la madre es preciso (y suficiente) ser el falo.
• El hijo viene a cubrir el lugar de la falta de la madre, el lugar del deseo, de falo, ya determinado desde el
complejo de Edipo femenino (de la madre).

El padre como función de castración

• El complejo de Edipo puede constituirse aún ausente el padre.


• La función paterna no se relaciona con la presencia o la ausencia de la figura del padre (biológico o sustitutivo).
• El padre se le presenta al niño como alguien que tiene derecho en lo atinente a la madre.
• Surge el padre como un objeto del deseo de la madre, como quien tiene el falo y con quien rivaliza por la madre.
• Entonces, la dirección del deseo del niño se remite, a través de la mediación del deseo de la madre, al padre,
quien ahora detenta el falo, inaugurando un movimiento hacia la dialéctica del tener: tener o no el falo.
• Es la madre quien asigna para el niño, un lugar al padre. La madre reconocer la palabra del padre, suscribiendo a
la enunciación de la ley paterna, es decir a la prohibición del incesto, en su doble formulación: Hacia el niño: "no
te acostarás con tu madre", y hacia la madre: “no reintegrarás tu producto”.
• La interdicción paterna evita que el niño, identificado al falo, se convierta en un títere del deseo de la madre,
promoviendo el deseo del niño por fuera de las relaciones endogámicas. El niño queda así introducido a la
cultura.
• La prohibición del incesto es una ley que efectiviza el pasaje de la naturaleza a la cultura.
• La castración tiene su efecto para el niño en tanto aparece simultáneamente castrada la madre.
• La declinación del complejo de Edipo ocurre cuando concluye la rivalidad fálica entre el niño y el padre frente a
la madre.
• Prohíbe a la madre para permitir el deslizamiento del deseo hacia otras mujeres
• La función paterna dicta un no a los deseos del niño para con la madre, permitiéndole el acceso a las otras
mujeres. Es una prohibición que prescribe, ordena las relaciones entre los sexos.
• La niña, asimismo, también abandona la posición de objeto de deseo de la madre, posibilitándosele hallar la
dialéctica del tener el falo, o en la modalidad del no tener (lo que sería propiamente femenino, identificándose
con la madre, como quien no tiene).
• El padre que supuestamente tiene el falo, permite el pasaje del ser al del tener, haciéndose preferible a la madre
y posibilitando el juego de las identificaciones.
• Las primeras de estas identificaciones conforman un núcleo en el yo que se desprende del mismo y se
contrapone como superyó. El superyó es el heredero del complejo de Edipo.
• Los accidentes del Edipo van a ser leídos en las neurosis, las psicosis o las perversiones.
• El núcleo de las identificaciones sustitutivas, de las cargas de amor incestuosas, conforman el superyó, que
prescribirá al yo que ejecute la represión toda vez que intenten retornar esos deseos incestuosos.
• El superyó representa la autoridad parental (distorsionada por la fantasía) vivenciada durante el Edipo. No se
conforma según el modelo de los padres sino acorde al superyó de los mismos.
• El primitivo miedo infantil a la autoridad de los padres se transforma en angustia yoica frente al castigo
superyoico, no sólo por los actos indebidos, sino también por los deseos expresados en fantasías
• Así, la severidad del superyó, no depende mayormente de la figura de los padres sino de lo que se les atribuyó
en virtud de las propias fantasías agresivas.
• El ocaso del complejo de Edipo equivale a una represión.

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