You are on page 1of 2

Silencio, se escucha el frío en la tierra cuando el cajón tapa los ojos y el preludio triste de la

vida acierta. Y se sufre sin dar aviso, el condenado habla de


recuerda largos días de lúgubres esperas con las flores y sus mudos amigos.
Porque llega y no se siente y sin preverlo te apoyas en el regazo de la muerte que con su beso
quemante reposa nuestras almas. Sin amparo alguien toca y no ve más que un cuerpo
vacío ansioso de suerte, llevando en la cara la extrañez litigante de perder el espíritu y gotear
de rodillas ante el baraje del destino.
Y nadie reclama, el último sufrimiento se hace nuestro y entre las manos gatilla el clamante
rigor de vivir; resuena en el averno la luz que a sus ojos no llegó y un lento
llanto se escucha desde afuera de la caja. Atiendas ves lo que ya no tiene risa.
Y solo hay frío y solo hay soledad en ese
lugar…

–No seré contigo esta mañana, no veré los rizos dorados, la boca tierna, no lo haré tanta
felicidad… y creo que hoy también, con la seguridad de que algún día no pensaré en ello. En
mi ahora se pensara en la luz de las persianas, en la venida de otro cariño en la recamara.
Con ello sabré que te fuistes y cuando no pueda encarnarte en mis sueños, deseos muy
sumisos al decoro humano, deseos escondidos sonrojado de todo calor de tus besos,
entenderé que mis manos no desean tocar tu mejilla.
Aquellas cortas lunas en la que te volveré amar, por que el espacio del escritorio estara
siguiendo tu recuerdo, tu mirada, que se sentirá en los silbidos de aire, en los
pesares de la pluma.
Tampoco creas que miento, ni deliro, cuando digo que en el oscuro cielo reposara mi dolor
al no verte no te vea, las algarabías del sol ya no brillarán y varada se siente la carne, con
ojos de cruz, en una penitencia rastrera por encallar de nuevo en tus tierras.
No deseo molestarte. Querida, estaré contigo si piensas en mí, con la seguridad de que estoy
vivo, con la misma seguridad de que existe otro. Porque no importa que con el tiempo duelas.
Te pensaré hoy y mañana y lo que duren mis penas, con la seguridad de que te olvido, con la
misma seguridad
que te extraño.

Era Bruno:
“Era un ingeniero de bajo salario. Seguía viviendo en la casa de su madre, con una vida,
esposa y tres hijas.”
Los sucesos pre expuestos en el principio marcaron desgracias (el sustantivo gira aún entre
burla y veras).
Ya de bajo estatus, no sobresalía como utilidad civil y sus gastos lo hacían privarse de
ambición; la pobreza marcó de gran manera su necesidad. Con una vida llena de banalidad,
aconteció del sin sabor de sus mañana que creyera, después de ser el único titulado posterior
a tres generaciones, portar de entre su linaje alguna erudición más halla que la empírica.
Con dirección, como siempre, al trabajo llevando el beso de madre y esposa en la mejilla.
Volviéndose a encontrar, como todas las semanas, el mismo camino que no decide cambiar.
Llega y se sienta en la pequeña oficina; el reloj de pared que recordaba a qué hora largarse
hace meses que no se movía y el café seguía con el mismo sabor a amanecidas. Ya ahí hace
lo único que decidió estudiar y lo hace sin prolijidad ni deficiencias, solo lo necesario para
que le paguen. Odiaba al supervisor. El lamebotas siempre iba a visitar las oficinas, veía el
letrero del escritorio y leía el apellido y un "¿todo bien?" de forma contigua. Los trabajadores,
excepto el supervisor, jamás supieron que nunca fue su obligación sustentar sus instrumentos
y herramientas de trabajo. Bruno tenía una vida.
Si hubiera sido ayer, a las cuatro de la mañana, Bruno y todos estarían saliendo con las
mismas ganas que entraron, esperando volver y seguir con su aburrimiento; pero hoy no.
Bruno recordó cómo contagia su desaire entre su familia y la ávida espera para que sus hijas
comprendan sus quejas. Recordaba mientras volvía al café sin dejar de trabajar; sus manos
interiorizadas a sabiendas del oficio; miraba el reloj defectuoso a la par que seguía bebiendo.
<< Ya son las tres en la oficina de al lado…>> lo anhelaba mientras se limpiaba el sueño de
la cara.
–Hey… B.Thompson… ¿Todo bien B.Thompson?
En verdad tiene mucha cara de lamebotas. Era el supervisor asomándose en la puerta, pedante
y orgulloso con un nombre dorado colgando en su pecho. El supervisor no esperaba una
respuesta y Bruno en verdad estaba muy aburrido. Primero lo agarró de la cabeza, haciendo
que su embestida con el escritorio fuera inevitable. Bruno cerró la puerta. Dijo todo lo que
nunca había pensado; antes de que el supervisor se levantara, Bruno comenzó a acometer su
cuerpo de forma intermitente con el reloj, lesionando parte del parietal, pero con manecillas
que ahora sí se movían. Continuó dando patadas en la cabeza y el tórax. Eran las dos de la
mañana. Le pisó el cuello con una convicción revolucionaria, yendo en todo momento en pos
del desahogó. Por fin el supervisor preguntará con ganas.
Ya cansado, regresó a su escritorio y continuó con su trabajo. Después de ciertos minutos
sonaron las tres en la oficina de al lado. Thompson arregló sus cosas y con mucho cuidado y
empatía levantó el pie para no volverlo a pisar y se fue sin cerrar la puerta.Tenía la misma
cara de la llegada y más con el mismo camino de la rutina. Caminó lo necesario y llegó a su
casa sin saludar a nadie. Se fue directamente a la cama. Pasaron dos minutos y sonó la
alarma. Eran las siete de la mañana, ya era tiempo de despertar.

You might also like