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CONMEMORACIÓN DÍA DE LOS VETERANOS Y CAÍDOS EN LA GUERRA DE MALVINAS – 40 AÑOS

La historia del hombre parece más una historia de las guerras que una historia del ser humano y su desarrollo. ¿Por
qué? Si las guerras son tan terribles, si sólo traen dolor, muerte, separación familiar..., y, en cambio la paz es el
triunfo de la vida, ese estado de justicia y solidaridad, donde se hace todo lo posible por construir un mundo mejor.
Sin embargo, la humanidad no ha evitado la guerra, la confrontación.

Mañana es 2 de Abril y en Argentina recordamos a los Veteranos y Caídos de la Guerra de Malvinas. Guerra de la que
se cumplen 40 años.

En 1982 el gobierno de facto se encontraba acosado por las consecuencias de la crisis económica y por un creciente
malestar cívico. Intentó sobrepasar esa situación con una iniciativa tan sorprendente como dramática: el recupero de
las islas Malvinas. Pretendía de ese modo unir a la sociedad en pos de un proyecto y obtener una legitimidad que le
permitiera sostenerse en el poder.

Fuerzas militares argentinas, formadas por jóvenes de escasa experiencia militar, intentaron la recuperación de las
Islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido desde 1833. Por la superioridad de las fuerzas británicas enviadas, se
debieron rendir el 14 de junio. En los 74 días que duró hubo 649 muertos, muchos de ellos chicos de sólo 18 años.

Hoy se conmemora a los caídos en esa guerra y a los que lograron regresar de las islas. Esta fecha es uno de los
momentos más importantes de nuestra historia actual, es por ello que deseamos recordar la experiencia de los
jóvenes que participaron de la Guerra de Malvinas, desde el servicio que han hecho a nuestra patria. El valor que
demostraron al afrontar, no solo las duras e injustas condiciones de la lucha armada, sino el resto de sus vidas, que
hacen que cada año dediquemos un tiempo a reconocer y agradecer su entrega.

Esta fecha, tan dolorosa para los argentinos, nos invita a reflexionar, nos recuerda también la importancia de ser
soberano. Soberano es aquel que puede pensar por sí mismo y poner en práctica sus ideas. Cuando se trata de las
naciones, la soberanía se relaciona tanto con la defensa del territorio y sus riquezas, como con la capacidad de sus
pobladores de asumir decisiones propias. Hablar de Malvinas invita a pensar en la idea de soberanía. Porque el
reclamo del ejercicio de la soberanía territorial tiene un largo recorrido en la historia de la Argentina

Finalmente, la guerra no fue vivida igual en todo el país. En el sur, el conflicto armado fue sentido de un modo
diferente debido a la cercanía geográfica con la guerra; las ciudades patagónicas vivieron apagones, simulacros de
bombardeos y vieron a los aviones de la Fuerza Aérea partir de sus aeropuertos. En el norte, el recuerdo está
vinculado a los jóvenes del servicio militar que fueron llevados a pelear, lo mismo en provincias como Corrientes y
Chaco que enviaron un número importante de jóvenes. En las grandes ciudades, en cambio, la experiencia estuvo
más atada a lo que transmitían los medios de comunicación. Pero en todos los casos dejó en los argentinos el orgullo,
agradecimiento y reconocimiento a aquellos que sufrieron la guerra en primera persona, los que pelearon en el
campo de batalla, los que no volvieron y los que volvieron y se quitaron la vida por el dolor y el abandono de la
posguerra y a las familias de esos héroes que nos entregaron lo más preciado de sus vidas.

Consigna: Los invitamos a que lean juntos uno o dos de los siguientes textos. Luego escriban (En un papel pequeño,
de unos 10 cm de alto) una pequeña reflexión, una palabra, un mensaje, una carta, lo que sientan pensando en
aquellos jóvenes, que fueron a las islas. También pueden pensarlo desde la Soberanía ¿Qué es soberania? ¿Qué
significan hoy para vos las Islas?

(Las producciones serán compartidas en la galería sobre un mapa de Malvinas)


Testimonio de Ariel, un soldado argentino que combatió en las islas Malvinas en 1982

El 2 de abril yo me levanté muy temprano, como todos los días, para ir a trabajar. Me acuerdo que puse Radio del
Plata y me enteré de la noticia. Chau, pensé, en dos o tres días me llaman. Pero lo tomé con bastante calma.
Comenzaron a pasar los días, y empezaron a incorporar tropas. En ese momento, para mí, lo principal era buscar una
manera de engañar a mi vieja. Ya con mis ocho meses de servicio ella se había venido muy abajo;había hecho la
conscripción más ella que yo. Así que buscaba la forma de tranquilizarla, le decía que los soldados viejos íbamos a
quedar en Buenos Aires, que a las Malvinas iban a ir solo tropas especiales, que nosotros íbamos a tener que ocupar
lugares acá, en la compañía.

El 8 de abril, el Jueves Santo, acompañé a mi novia hasta la casa, y ahí me enteré que había llegado la carta para un
vecino de ella. Mañana me llega el aviso a mí, pensé. Y, efectivamente, el viernes 9 a las seis y dos minutos de la
mañana, recibí un llamado telefónico. Era un sargento primero que yo había tenido durante el año de conscripción.
Pibe, preséntate a las ocho de la mañana, me dijo. Quedé petrificado; lo primero era pensar en algo para decirle a mi
vieja. Como no se me ocurría nada, hice algo que me gusta mucho: abrí la ducha al máximo y me pegué un baño
como de veinticinco minutos. Finalmente, cuando estaba listo para irme, frente a mi vieja no supe qué decir.
Quédate tranquila, yo mañana te llamo, fue lo único que pude decirle. La despedí en su habitación, con un beso, y
nunca más giré la cabeza. Fui hasta la esquina y tomé un colectivo para ir hasta el regimiento. Ahí estuvimos cuatro
días, con toda la incertidumbre del mundo, no sabiendo qué iba a pasar, con los padres agolpados en la puerta
preguntando adonde nos iban a llevar. Y el día 14 me subieron arriba de un Boeing 707 rumbo a Río Gallegos. Era la
primera vez en mi vida que subía a un avión; al principio tuve un poco de miedo pero después me resultó una
experiencia lindísima. Al otro día, 15 de abril, viajamos en Foker a Malvinas.

—Vos, a diferencia de muchos chicos que ya estaban en las islas desde el 2 de abril, habías tenido la oportunidad
de ver cómo se había vivido la recuperación aquí. Llegaste, incluso, a presenciar las manifestaciones populares, la
concentración en Plaza de Mayo. ¿Qué sentías, a bordo de ese avión, sabiendo que en un rato más ibas a llegar a
ese lugar del que ahora hablaba todo el mundo?

—A nosotros, durante los cuatro días que habíamos estado en Palermo, nos habían hablado mucho. Primero nos
habían leído los códigos militares, nos habían explicado las penas que les correspondían a los desertores o a los que
desobedecían órdenes, y después nos hablaron sobre las Malvinas, la importancia de haberlas recuperado, y cosas
por el estilo. Así que la gran mayoría estaba bastante concientizada de adonde íbamos y para qué. Creo que todos
sentíamos que íbamos a ganar, pero todavía no teníamos conciencia muy clara de que iba a haber una guerra, creo
que nadie asumía eso del todo. Ahora, si lo que vos me preguntás es qué sentía exactamente en ese momento, arriba
del avión, no te puedo contestar. Algunas veces quise acordarme de ese viaje, de cómo me sentía en ese momento,
pero no puedo. Es el día de hoy que todavía me parece todo como un sueño, creo que no tomo conciencia del todo
de que yo, Ariel, estuve en Malvinas, volví, y de que ahora estoy acá, de nuevo en mi casa. Ahora mismo, en este
momento, me parece que nunca me hubiera ido. Pasaron dos meses y medio y todo parece un sueño… Me acuerdo
con más claridad de los últimos días en Palermo, antes de salir, que de los días posteriores. Me acuerdo que en
Palermo nos hablaron mucho de los ingleses, de la actitud de ellos, como invasores de algo que es nuestro. Y te digo
que casi llegamos a tenerles odio. Sentíamos que, si íbamos a Malvinas, íbamos a defender algo que era nuestro. En
ese sentido me sentía orgulloso, y todavía hoy me siento orgulloso de haber estado allá. Claro que me hubiera
gustado que se hicieran mejor las cosas.

— ¿Cómo fue tu primera visión de las Malvinas?

—La imagen que más tengo grabada es la del pueblo, esas casitas inglesas de madera y chapa, cada una con su
parquecito. Parecía un pueblito como los de las películas.
—En general, hay otra cosa que uno imagina parecida a lo que ve en las películas: la guerra.

—Sí, y la guerra es exactamente igual que en las películas. Yo, antes de ir, no quería imaginarme demasiado cómo era la
guerra, pero suponía que debería ser bastante parecida a las películas. Y es así. Fue muy triste ver todo eso, y ver que al
fin y al cabo no podíamos hacer nada porque ellos eran mucho más poderosos, eso es lo que más bronca da. Tal vez yo,
en este momento, no podría estar contándote estas cosas a vos, porque no habría sobrevivido, pero habría sido bueno
tener mejor armamento, para poder hacerles más frente. Ya que estábamos allá daba bronca no poder pelear de igual a
igual y, aunque sea, haber perdido con más honor. No soporto la idea de que hayamos perdido así, que nos hayan pasado
por arriba. Al principio, apenas llegamos, nos mandaron a todos los de mi compañía a un teatro, en el centro del pueblo.
La sección a la que yo pertenecía tuvo como misión dar seguridad, protección, al resto de la compañía. Pero a los pocos
días nos mandaron a un pequeño grupo, entre los que yo estaba, a las afueras de la ciudad. Tuvimos que abandonar el
teatro, que la verdad era un lugar bastante piola, porque se podía dormir bajo techo, bastante calentitos. Nuestro nuevo
destino era una zona cercana al cuartel de los Royal Marines, a menos de cien metros del mar. Nuestra misión era repeler
posibles ataques de grupos comandos ingleses. Tuvimos que cavar nuestras posiciones, los pozos de zorro, en esa zona, y
resultaba bastante difícil. Por la cercanía del mar, el suelo era muy húmedo, y los pozos se llenaban de agua muy rápido.
Pero el ánimo, por entonces, era muy bueno. Empezamos a trabajar por grupos. A mí me tocó compartir mi trinchera con
otros tres pibes, uno de ellos, mi amigo Walter. Y pusimos todo nuestro empeño en hacerla lo mejor posible; todos los
días la arreglábamos un poco; le hicimos un muy buen techo, un excelente parapeto, todo perfecto. Y tratamos de
hacerla impermeable al máximo. Conseguimos una madera larguísima, muy pesada, para usar como techo, y arriba le
colocamos pasto cortado en panes, así que la llovizna ésa, tan molesta, que siempre había en las Malvinas, adentro de la
trinchera no nos molestaba para nada. La vida, entonces, era bastante tranquila. Lo más difícil era pasar las noches, que
eran larguísimas. Y después del primero de mayo ya empezamos a dormir de a ratitos, cuando los ingleses paraban de
bombardear un poco. Me acuerdo del primero de mayo; fue la primera vez que sentí el peligro realmente cerca. Era de
noche, y de repente comenzamos a oír un cañoneo que provenía del mar, del costado al que nosotros dábamos frente.
Primero fue un ruido seco, y después el silbido característico de las bombas. Pasó todo rapidísimo; cuando me quise
acordar vi cómo una bomba explotaba justito adelante de nuestra posición, a muy pocos metros. La onda expansiva nos
sacudió adentro de la trinchera. Yo estaba cerca de una de las paredes y quedé ahí, pegado; otro de los chicos, que
estaba en !a otra punta del pozo, sentado arriba de un tronquito, voló por el aire, y cayó arriba mío. Las sacudidas eran
tremendas, era como un terremoto, como si todo se fuera a abrir en pedazos. Parecía que los oídos iban a explotar. A
nosotros nos habían explicado que, en caso de bombardeo, teníamos que abrir bien grande la boca, y tratar de gritar,
porque sino corríamos el riesgo de quedarnos sordos. Ese era el primer bombardeo, y todos queríamos hacer, en un
segundo, todo lo que nos habían enseñado. Algunos gritaban porque nos habían enseñado eso; otros gritaban por el
miedo. Yo, de pronto, sentí un dolor de oídos muy fuerte, parecía como si un líquido me bajara desde las orejas; me
toqué pero no tenía nada, era sólo la sensación. Las bombas seguían pegando y dejaban en la tierra agujeros bastantes
grandes, de más de un metro y edio de diámetro. Sabíamos que si una bomba pegaba de lleno en una posición no había
nada que hacerle, no se salvaba nadie. Al ratito otra bomba pegó muy cerca nuestro, detrás de la trinchera, y volvió a
sacudirnos con todo. Después la cosa mejoró porque dejaron de castigar nuestra zona y empezaron a buscar las
posiciones del regimiento 7, un poco más allá. No sé si lo que sentimos durante todo el tiempo que duró el bombardeo
fue miedo. No sé si miedo es la palabra exacta; lo que sentíamos era mucha tensión, los músculos como agarrotados,
como si no fuera el cuerpo de uno. Después, sí, nos abrazamos con Walter; sabíamos que habíamos vuelto a nacer. Creo
que fue a partir de ese momento que sentí más fuerte que nunca la convicción de que yo no me iba a morir.

Entrevista realizada por Daniel Kon en Buenos Aires, el 23 de junio de 1982.


Canción “Isla de La Buena Memoria” de Alejandro Lerner

Madre, me voy a la isla


No sé contra quién pelear
Tal vez luche o me resista
O tal vez me muera allá

Creo que hace mucho frío por acá


Hay más miedos como el mío en la ciudad

¿Qué haré con el uniforme


Cuando empiece a pelear
Con el casco y con las botas?
¡Ni siquiera sé marchar!

No hay mal que no venga al hombre


No hay un Dios a quien orar
No hay hermanos ni soldados
Ya no hay jueces ni jurados
Sólo hay una guerra más

Desde que llegué a la isla


No tengo con quien hablar
Somos miles los unidos
Por la misma soledad

Creo que hace mucho frío por acá


Hay más miedos como el mío en la ciudad

Ya se escuchan los disparos


Entre muerte y libertad
Cae mi cuerpo agujereado
Ya no podré cantar más

Hizo demasiado frío por acá


Hay más miedos como el mío en la ciudad

No hay mal que no venga al hombre


No hay un Dios a quien orar
No hay hermanos ni soldados
Ya no hay jueces ni jurados
Sólo hay una guerra más

Y cada vez hay menos paz


Y cada vez hay menos paz
Y cada vez hay menos paz
Y cada vez hay menos paz

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