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ARROJAD A LOS DEMONIOS

Testimonio de una persona


que estuvo endemoniada

EDICIÓN VERSIÓN DIGITAL

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Para ponerse en contacto con la autora:
Info_libropedidos@yahoo.com

De acuerdo a los Decretos de Urbano VIII y de la Sagrada Congregación de Ritos, se


declara que a cuanto se expone en la presente publicación no se da otra fe sino
aquella que merece el atendible testimonio humano, y que no se pretende en modo
alguno prevenir el juicio de la Santa Iglesia Católica y Apostólica, a la que gustosa y
rendidamente nos sometemos.

Nombre del autor: Silvia Ramírez Sánchez.


Año de publicación:
1º Edición; 2017
2ª Edición; Junio 2018
Versión digital, 2021
ISBN:978-84-697-7567-7
Depósito Legal: M-32765-2017

Copyright: Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total


o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna
forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por
registro , audiovisuales, cinematográficos u otros métodos, sin el permiso previo y
por escrito del autor.

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SALMO 91 (90)
PSALMUS 90 (91)
Seguridad bajo la protección divina
Qui hábitat in adiutorio Altissimi.

Tú que habitas al amparo del Altísimo, Qui degis in praesídio Altíssimi,


que vives a la sombra del Omnipotente, qui sub umbra Omnipoténtis commoráris,
di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío, Dic Dómino: “Refúgium meum et arx meã,
Dios mío, confío en ti.” Deus meus, in quo confído”.
Nam ipse liberábit te de láqueo venántium,
Él te librará de la red del cazador,
a peste perniciosa.
de la peste funesta. Pennis suis prótefet te,
Te cubrirá con sus plumas, et sub alas eius confúgies:
bajo sus alas te refugiarás: scutum et clípus este fidélitas eius.
su verdad es escudo y armadura. Non timébis a terróre nocturne,
No temerás el espanto nocturno, a sagíttta volánte in die,
ni la flecha que vuela de día, A peste quae vagátur in ténebris,
a perníce quae vasta merídie.
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
Cadant a látere tuo mille, et decem mília a
ni la epidemia que devasta a mediodía. dextris tuis:
Caerán a tu izquierda mil, ad te non appropinqúabit.
diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Verúmtamen óculis tuis spectábis
Nada más mirar con tus ojos, et mercédem peccatórum vidébis.
verás la paga de los malvados, Nam refúgium tuum este Dóminus,
Altíssimum constituísti munímen tuum.
porque hiciste del Señor tu refugio,
Non accédet ad te malum,
tomaste al Altísimo por defensa.
et plaga non appropinquábit tabernáculo tuo,
No se acercará la desgracia, Quia Angelis suis mandávit de te,
ni la plaga llegará hasta tu tienda, ut custódiant te in ómnibus viis tuis.
porque a sus ángeles ha dado órdenes In mánibus suis portábunt te,
para que te guarden en tus caminos. ne offéndas ad lápidem pedem tuum.
Te llevarán en sus palmas, Super áspidem et víperam gradiéris,
conculcábis leónem et dracónem.
para que tu pie no tropiece en la piedra;
Quóniam mihi adhaésit, liberábo eum;
caminarás sobre áspides y víboras, prótegam eum, quia cognóvit nomen meum.
pisotearás leones y dragones. Incocábit me et exáudiam eum;
“Se puso junto a mí: lo libraré; cum ipso erro in tribulatióne,
lo protegeré en la tribulación, erípiam eum et honorábo eum.
lo defenderé, lo glorificaré, Longitúdine diérum satiábo eum,
lo saciaré de largos días et osténdam ei salútem meam.
y le haré ver mi salvación.”

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A todas las personas que me habéis ayudado de algún
modo acompañándome en todo mi proceso de liberación y
en especial a mi hermana, quien hizo el esfuerzo de creer
en lo desconocido para estar a mi lado.

A los Ángeles del cielo que han luchado en mi favor, y a los


Santos que habéis intercedido por mí.

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INDICE
Dedicatoria…………………………..04
Prólogo del autor ……………………………………………………………….07

CAPITULO I
1. Un poco de historia …………………………………………………………..12
2. Apostasía …………………………………………………………………………..15
3. Comienzan los síntomas …………………………………………………… 16
4. ¿Qué me está pasando? ……………………………………………………..21

CAPITULO II
1. ¿Por qué a mí? …………………………………………………………………..29
2. Darse contra muros ……………………………………………………………39
3. Llamando a la puerta …………………………………………………………..42
4. El exorcismo ……………………………………………………………………….48

CAPITULO III
1. Arrojad a los demonios ………………………………………………………56
2.La actitud del exorcista, del Obispo y la necesidad de
trabajar con un equipo ministerial. ………………………………………..61
3. La Fe es importante …………………………………………………………….64

CAPITULO IV
1. No había quién le llevara …………………………………………………….83
2. El amor vence ……………………………………………………………………..90
3. De vuelta a la casa del Padre ……………………………………………….97
4. ¿Quién como Dios? ………………………………………………………….112

CAPITULO V
1. El daño que nos hace la T.V………………………………………………120
2.El demonio como dogma ………………………………………………….124
3.Creo en el Cielo, creo en el Infierno, creo en
el demonio…………………………………………………………………………..128
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4.Las tretas y estrategias del demonio para defenderse
de la oración. ………………………………………………………………………138
5.¿Es el exorcismo un show? …………………………………………….144
6.La bondad del exorcista …………………………………………………148

CAPITULO VI
1.Los sacramentales ………………………………………………………….158
2.Los Ángeles …………………………………………………………………….162
3.Los Santos ………………………………………………………………………167
4.La Inmaculada ………………………………………………………………..175
5.La Eucaristía ……………………………………………………………………182

Conclusión ………………………………………………………………………….191
Agradecimientos …………………………………………………………………194

Bibliografía ………………………………………………………………………….198

Oración………………………………………………………………………………….199

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PRÓLOGO DEL AUTOR
Diversos autores han escrito sobre el demonio, sobre exorcismo y
sobre fenómenos paranormales como la posesión diabólica. Pero
hay pocos libros que ofrezcan testimonio reales de personas que
han vivido en su propio cuerpo este fenómeno, contando qué han
sentido, cómo lo han vivido, cómo lo han superado y qué ha
significado en su vida pasar por ello.
Lanzarme a dar mi propio testimonio al mundo, ha sido una
decisión que cuajó porque lo vi necesario; muchas personas pasan
por esto y no se atreven a contarlo ante el rechazo social que
presenta. En la opinión pública muchos piensan que el exorcismo es
un acto religioso innecesario, exento de utilidad; acusando a la
Iglesia de retrograda porque en algunos casos el exorcismo se sigue
aplicando. No son pocos los Obispos que se suman a esta ideología,
y ponen oposición para que en sus diócesis se ejerza el exorcismo,
impidiéndonos a los afectados acceder a la oración que produciría
nuestra liberación.
Los atormentados, por diferentes tipos de influencias o posesión
demoníaca, superan el número de casos conocidos como he podido
comprobar. Son personas que socialmente viven mal atendidas, e
incomprendidas, porque nadie entiende lo que les pasa. Y cuando
por fin dan con lo que realmente parece que tienen, resulta que el
exorcismo y la oración de liberación se vuelve para ellos inaccesible,
por la cantidad de impedimentos que se encuentran en el camino. O
bien su diócesis carece de exorcista, o bien les han obligado
previamente a pasar por un psiquiatra durante meses, en los cuales
ha ido empeorando, o el exorcista está saturado de casos y no
puede atender bien a todos.
Con mi testimonio, quiero contar, lo que he vivido, para que
socialmente se comprenda mejor el fenómeno de la Posesión
Diabólica desde dentro. También quiero aportar al estudio de la
exorcística las cosas que he aprendido del mundo demoníaco, con
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las reflexiones que surgen de esta vivencia. Deseo animar a la
creación del Ministerio de Liberación como apoyo al ejercicio del
exorcismo, tan necesario para ayudar a las familias que pasan por
esto. Pero, sobre todo, éste es un testimonio de mi Fe donde cuento
al mundo que mi liberador ha sido Dios.
Dar por hecho que este libro sólo lo van a leer personas creyentes
de la Fe católica, es un error. Porque seguramente también llame la
atención de personas de otras profesiones de Fe, e incluso a
personas ateas o agnósticas. Y de personas que, siendo bautizadas,
no terminan de creer todos los dogmas de Fe que profesa la Iglesia
católica. A muchas personas puede molestar el hecho de que insista
tanto en temas teológicos, o que defienda tanto los dogmas en este
relato, o que esté de acuerdo en la necesidad de vivir una Fe que no
coincida con la suya. Lo entiendo. Quizá se esperaban otra cosa ante
un libro- testimonio y se sientan decepcionados al no centrarme sólo
en relatar sin más los hechos que se han ido aconteciendo en mis
sesiones de exorcismo sin entrar en cuestiones de Fe, ni de moral, ni
de otros criterios molestos. Algunos pensarán… ¿qué se puede
esperar de una persona que ya era católica y que ya tenía unas
creencias? Creerán que todo está en mi psique; que mis procesos
mentales convierten un fenómeno paranormal en un fenómeno
religioso. Otros pensarán que convierto un proceso psicológico en
un fenómeno paranormal… A estas personas les diré que la
intención de este libro no es hacer un relato objetivo ni ordenado en
el tiempo.
Mi encuentro personal con el Demonio y la experiencia de
tormento que he tenido durante tantos años, me lleva a reconocer
con más fuerza la verdad que encierran los dogmas de la Iglesia
Católica. Por ello, no puedo quedarme en un testimonio de
fenómeno paranormal, porque soy consciente de haberlo vivido
como una historia de salvación personal. Lo que me ha curado… no
sólo ha sido que me hayan rezado; ha sido todo un camino de
conversión. De salir del pecado, que me tenía atada. De
reconocerlos, ponerles nombre, pedir a Dios perdón por ellos y
poner en marcha todo un cambio interior de actitudes. De acudir a
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la intercesión de los Santos, de los Ángeles y de la Inmaculada
Concepción. En definitiva, ha sido mi reencuentro con Cristo vivo y
resucitado, que con su misericordia me ha salido al encuentro me
ha sanado y me ha liberado. Él ha sido quien me ha llevado de nuevo
a su Iglesia, a la comunidad de hermanos, a los sacramentos donde
Él sigue actuando por medio de sus Sacerdotes, a su presencia real
en la Eucaristía, desde donde me ha bendecido numerosas veces,
desde donde he recibido su amor sanador y su llamada a seguirle y
anunciarle. Ha sido el mismo Cristo quien, en su providencia divina,
ha ido poniendo en mi camino a sus Presbíteros, a sus apóstoles del
siglo XXI, para que ejerzan conmigo la autoridad que les ha dado
sobre los demonios. Me ha llevado a reconocer como autoridad a los
Obispos, y superar mi “non serviam.”
No es un libro para hablar y dar publicidad al demonio y ganarle
adeptos; es más bien un libro para advertir que “como león rugiente
anda dando vueltas mirando a quien devorar” (1 P 5,8). Y que,
efectivamente, nadie está libre de caer en sus garras si te acercas
demasiado o alguien te lo pone al lado. Hay muchas más personas
en este mundo que andan en pecado mortal, que personas que
estén endemoniadas. Las que hemos estado endemoniadas hemos
sufrido los tormentos del diablo en nuestro cuerpo, mente y alma,
por un tiempo; con lo que podemos asegurar que hemos vivido un
infierno. Pero, las que andan de continuo en el pecado mortal,
pueden estar cerca de caer en el Infierno para siempre. Sentirme
amenazada por el demonio, me ha hecho conocer la fatalidad del
pecado, y de vivir lejos de Dios. Toda mi vida he leído libros,
escuchado charlas, sermones en la iglesia, incluso algo de teología…
sin embargo, no me había convertido del todo. No me había
abrazado a Cristo del todo. Seguía tonteando con los placeres del
mundo o de la carne… hasta que la “teología del demonio” me ha
hecho reaccionar ante una realidad que está ahí. Escondida en el
misterio, accesible sólo por la Fe. Mi experiencia, me ha convencido
de que, el demonio existe, el Infierno existe, y, que todo cuanto
rezamos en el Credo es verdad.

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Los demonios, han intentado devorarme. Me han tenido en sus
garras. Pero, finalmente, ha sido Cristo quien ha vencido en mí,
quien ha venido a mi rescate liberándome, dándome una nueva
oportunidad para el cielo. Nuestra Madre la Virgen, la Inmaculada
Concepción, ha estado ahí en todo momento pisándole la cabeza a
la serpiente y dándome su mano. Los ángeles han estado luchando a
mi lado ferozmente. Y el Espíritu Santo ha movido los corazones de
mucha gente que en esta batalla no me ha dejado sola. Este libro
ofrece sobre todo, un testimonio, para proclamar la grandeza de
Cristo vivo y resucitado, con el que me he reencontrado. Bendito y
alabado sea Dios, en sus ángeles y en sus santos… que me han
sacado de esta penuria. ¡Gloria a Dios!
Algunas de las personas que me han ayudado, no daban crédito al
demonio… hasta que lo han visto reflejado en mis ojos, blasfemando
por mi boca, escupiendo a la Santa Cruz. Sería demasiado
pretencioso pretender que la gente que no cree, al leer estas
páginas, se convencerán de la existencia de los demonios. No lo
pretendo, pero al menos, quisiera que este testimonio aproximara, a
la gente que no es creyente, al dolor que sufrimos los posesos.
Quisiera que los Obispos se den cuenta de que, quitarnos el derecho
del exorcismo y el de la oración de liberación realizada por
sacerdotes santos y seglares preparados, es fatal para nosotros.
Pero también es fatal para la propia Iglesia. Quisiera gritarles que no
nos abandonen ni nos echen de la sinagoga. Sino que escuchen la
voz de Cristo ordenándoles; “id y expulsad demonios” (cf. Lc 9,1; 10,
17; Mc 3,15).
Quisiera que este libro lance ideas de cómo luchar mejor contra el
demonio, y llevar a cabo un ministerio de liberación con una
pastoral adecuada para nosotros y nuestras familias. Por eso, en
contadas ocasiones doy consejos con una autoridad de la que
carezco, pero de una experiencia que quisiera fuera contrastada con
la de otros, escuchada y tenida en cuenta.
Quisiera anunciar a la gente que…. la puerta de la misericordia de
Dios aún está abierta para todo aquel que se experimente pecador
arrepentido y quiera un mundo nuevo. Que el corazón de Cristo está
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latiendo presente en la Eucaristía y ya está reinando en muchas
almas, y que su reino es un reino de amor, fraternidad, justicia, paz y
compasión. Que la esperanza es un arma importantísima. Y para
aquellos que aún estén sumergidos en las garras de estas
monstruosas criaturas tengo el grito de “¿Quién como Dios?”.
Siéntete acompañado por mi voz: ¡Dios te arrancará de sus garras,
como me ha arrancado a mí y arrancó a tantos personajes que
aparecen en las escrituras!
Que pase lo que pase y veas lo que veas… No temas, porque el
Corazón Inmaculado de María ya ha vencido.

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CAPITULO I
1. UN POCO DE HISTORIA

Aunque desde mi pubertad he estado integrada en la vida de la


Iglesia y de los sacramentos, nunca había creído en la existencia del
demonio como un ser personal aunque fuera dogma de mi Fe. Más
bien me lo explicaba como una especie de mal que se extendía por
el mundo pero sin personificar. Tampoco entendía muy bien el
concepto del Infierno, ya que me resultaba un castigo exagerado
para algunos pecados que aparentemente no eran tan importantes
en comparación con otras maldades que comete el ser humano que
sí me parecían dignos de castigo.
Había escuchado historias sobre exorcismos, algo que me parecía
sólo existía en las películas de miedo. Jamás llegué a sospechar que
me iba a tocar tan de cerca vivir una experiencia que marcaría un
antes y un después en mi vida. Viví completamente ajena al mundo
demoníaco hasta mis 24 años aproximadamente. Por aquél
entonces me estaba planteando un cambio de vida en el que
tomarme más en serio mi vida cristiana y comprometerme más con
Dios, cuando ocurre algo insospechado: Un día, tengo una visión en
el que se me representa una figura bella y al mismo tiempo
monstruosa que se identifica como un ser demoníaco, que
telepáticamente me lanza la amenaza de perseguirme durante toda
mi vida hasta conseguir tenerme en el Infierno si, en lugar de
consagrarme a él, me consagro a Dios. Este encuentro me impacta,
porque no entiendo por qué se produce, ni como he podido ver algo
que no estaba ahí, pero de un modo tan real que parecía que
estaba… hasta que unos días después lo olvido y dejo de pensar en
ello.
Entre los cuatro años siguientes (1999 a 2002) vuelvo a sentir por
dos veces una presencia amenazante a mi lado, pero esta vez sin ver
ninguna figura, que me hacía sentir en el corazón: “Sigo estando
aquí y vengo a por ti.” Mi respuesta, las dos veces, fue decirle que
nunca me pondría a su servicio. Finalmente, una noche, entre

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sueños, una luz en mi habitación que entra por mi puerta me
despierta. Me dice: “Silvia, vengo a por ti.” Se transforma en la
figura de una serpiente gigante que me enrosca el cuerpo y clavando
su cabeza en mi estómago se introduce toda ella en mi cuerpo.
Cuando despierto del todo, pienso que ha sido un sueño, pero lo he
vivido tan intensamente que me parece real. Durante algunas
noches percibo pequeñas sombras sobre mí que me despiertan y
que enseguida desaparecen.
No vuelve a ocurrir nada hasta el 2003, en el que entro a hacer
una experiencia en una comunidad religiosa para discernir mi
vocación. Durante aquel año de prueba, experimento presencias
malignas numerosas veces, que me producen pánico, sin ver nada y
que me insisten en la idea de que “No puedes pertenecer a Dios,
porque nos perteneces a nosotros”. Tras salir de la comunidad, sigo
experimentando en mi vida cotidiana alguna de estas presencias de
muy tarde en tarde. A veces en mi cuarto, otras veces al entrar en
casa… en una ocasión se cae un espejo de la pared sin explicación
alguna, otra vez me cae un objeto como si me lo hubieran lanzado
con fuerza desde un lugar que era imposible que se cayera solo.
Aunque me asustan, trato de no darle mayor importancia a estos
fenómenos y hacerles el menor caso posible.
En el 2007 dejo de tener estas experiencias, pero entro en una
crisis espiritual muy grande hasta el punto en el que siento odio
hacia Dios y hacia la Iglesia. Al tiempo, una idea persiste en mi
cabeza, la de visitar páginas Satánicas por internet. Comienzo a
investigar, música satánica, blogs de satanismo… y cuanto más lo
hago más se forma en mi interior el convencimiento de que tengo
que entrar a formar parte de una de estas sectas, ponerme al
servicio de Satanás y dejar a Dios. Llego a entrar en contacto con
algunas personas que también estaban buscando entrar a formar
parte de alguna secta… Entonces, una luz roja se enciende dentro
de mí como un aviso que me dice; “No cruces esa línea, porque no
vas a tener vuelta atrás.” Cuando comienzo a comprender lo
peligroso de las sectas y de la clase de monstruo en la que me puedo
llegar a convertir… abandono inmediatamente esa idea y vuelvo a la
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Iglesia católica pidiendo ayuda a un sacerdote al que pido que me
busque un psicólogo que me pueda atender, ya que
emocionalmente no me encuentro bien.
Los siguientes años, hasta el 2009, estando en terapia, me los
paso con ataques de angustia, desesperación, y ansiedad. Según va
pasando el tiempo, cada vez me cuesta más entrar en una iglesia,
acercarme a comulgar, rezar… comienzo a experimentar nauseas,
dolores de cabeza, a percibir olores desagradables cuando intento
rezar, y, sobretodo, un rechazo a todo lo sagrado, pero continúo con
cierta normalidad mi vida cotidiana trabajando y estudiando.
Abandono los sacramentos y dejo de ir a la Iglesia durante un par
de meses, en los que me recupero y dejo de tener estos síntomas.
Dejar de ir por la Iglesia es sólo un experimento que yo quiero hacer
para comprobar si mis síntomas están relacionados con lo religioso.
Cuando intento volver, el sacerdote que me ayudaba decide
dejarme en la estacada. Comienzo a estar peor ya no soy capaz de
cruzar la puerta para entrar sin ponerme a bufar, salivar y emitir
palabras extrañas como si se tratase de un lenguaje que desconozco.
Alguien me aconseja visitar un exorcista. Acudo a dos.
El primero tras tres sesiones, insiste en que debo seguir yendo,
pero cuando me está rezando siento tanto rechazo, tantas ganas de
escupir al sacerdote y tanto dolor de cabeza cuando me pone la
mano sobre la frente, que no soy capaz de volver.
Al segundo exorcista, voy porque mis síntomas de malestar son
tan fuertes y persistentes, aun sin entrar a una iglesia o rezar, que
me llevan continuamente a la idea del suicidio. Acudo de propia
voluntad pero haciendo un enorme esfuerzo, ya que experimento
una resistencia muy violenta. Este segundo exorcista me diagnostica
influencia diabólica. Con él, cuando me reza, se manifiesta una
personalidad maligna que habla en lenguas con un odio terrible
hacia todo lo sagrado. Estoy cinco sesiones con él. También me reza,
en alguna ocasión, un sacerdote que hace oración de liberación… y…
tengo liberación: Dejo de sentirme mal, mi psicólogo decide
retirarme toda la medicación, y darme el alta por completo, a finales
del 2010; y recupero una vida normal, en la que no vuelvo a
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experimentar ninguna clase de fenómeno, y participo en la vida de
la Iglesia con perfecta normalidad.

2.APOSTASÍA

Pero un día, por el año 2011, cuando mi vida era perfectamente


normal, con un trabajo estable, una actividad satisfactoria en la
Iglesia: me canso, sin saber muy bien por qué, de ser buena; de
estar pendiente de todo el mundo; de seguir siempre las normas o,
al menos, de intentarlo. Algo se rompió dentro de mí de tal manera
que tomé la decisión de abandonar mis esquemas conductuales. De
inventarme una vida sin reglas, sin mandamientos, sin leyes. Esta
opción fue progresiva, pero cada vez más resuelta a lo largo de los
siguientes tres años.
No es que quisiera dejar a Dios. Realmente, lo que quise fue dejar
su casa. O sea, la Iglesia católica. Y probar una vida fuera de ella
viviendo una vida sin esfuerzos, sin cruces, evitando todo aquello
que me produjera dolor. Me permití probar cosas que antes me
había prohibido, sin juzgarme ni dejarme juzgar, y experimentar
sentimientos que antes no me hubiese permitido como la venganza,
tomando actitudes que antes me hubieran parecido inmorales.
Volviéndome frívola, egocéntrica, un poco maquiavélica cuyo poder
se sostenía en estar por encima del bien y del mal, que no tenía en
cuenta a los demás, ni se fijaba en el sufrimiento ajeno. En ningún
momento experimenté remordimiento ni culpa. Aunque, en más de
una ocasión, experimenté que hacer lo que te da la gana a veces te
frustra porque no siempre las cosas salen a la medida de nuestro
antojo. Uno puede ser dueño de sí mismo, pero no del universo. Y
pretender que todo gire en torno a ti… pues como que no funciona.
No pretendo hacer aquí una confesión de mis pecados ni una lista de
mis errores. Pero baste decir que, actuando así, creí ser un poco más
libre, al no sujetarme a nada ni a nadie; al no someterme ni al juicio
ni al consejo de nadie.

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Estuve abierta a nuevos modos de pensar, ver la vida y
experimentarla; curiosamente, en este proceso, varias sectas
trataron de captarme: “La Iglesia adventista,” “Familia unida,” “La
New Age,” “La Cienciología”; hasta participé en un grupo de
mujeres que tomaba las características de un circulo de brujas en
sus rituales, y que pronto abandoné. Por supuesto, no me dejé
“cazar” por nadie. Si había abandonado a la religión que en mi
conciencia y en mi corazón eran las verdaderas… ¿cómo iba a
enredarme en las faldas de dioses o religiones falsas con normas
nuevas? Eso sí, busqué mis falsos ídolos a los que puse por encima
del Dios verdadero. Sin incurrir en delitos, resolví mis relaciones
personales y mis problemas cotidianos a mi manera. Había
conseguido tener conciencia laxa y no echar de menos mis antiguas
creencias. En el último año de mi metanoia, había abandonado por
completo la oración, la misa dominical, la confesión y todas esas
cosas que al mundo moderno le parecen aburridas. Me pareció lo
más coherente, aunque “ser coherente” no entraba en ninguno de
mis nuevos principios, más bien habían perdido su atractivo y sentía
cierto desprecio hacia ellos. No me percaté del profundo rechazo
que había cogido a estas cosas hasta que un buen día, paseando por
la ciudad de Madrid, caí en la cuenta de que cada vez que tenía que
pasar por delante de una iglesia… me cambiaba de acera porque me
venía un sentimiento de asco visceral. Otro buen día tuve que asistir
a misa para un funeral de unos amigos. Sentí tal repugnancia
durante todo el acto religioso que deseaba regresar a la calle, y fue
una tortura aguantar hasta el final. Esa vez pensé; “algo está
ocurriendo dentro de mí”. Pero no le di importancia y no lo quise
relacionar con influencias preter naturales por las que ya había
pasado años anteriores. Al fin y al cabo, yo no quería volver a la
Iglesia.

3. COMIENZAN LOS SÍNTOMAS

Fue a raíz de otro episodio donde se desencadenan los síntomas


extraños que empiezan a preocuparme. A finales del año 2013,
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completo un curso de Tanato-estética, con prácticas en un tanatorio
de Madrid, que finalizó con un curso práctico intensivo en un
tanatorio de una provincia de Andalucía, cuyo nombre y situación
exacta no puedo referir aquí. Ese curso consistía en unos ejercicios
prácticos, y teoría. Tampoco puedo referir quiénes fuimos, quién nos
lo impartía ni qué se hizo, firmamos un contrato de confidencialidad.
Pero, al menos, cuatro de las personas que estuvimos allí, sufrimos
una serie de sensaciones paranormales que todos presenciamos en
primera persona y que nos afectó incluso fuera del tanatorio de
regreso en el coche a nuestras casas.
Una serie de presencias nos habían seguido todo el recorrido
hasta el coche, que nos provocaban continuos y largos escalofríos
por todo el cuerpo. Todas aquellas presencias se quedaron
detenidas ante una iglesia en la que decidimos parar frente a la
puerta, sin entrar, para rezar por aquellos espíritus que pensamos
podían ser almas de difuntos. Pese a que mi compañera no era nada
religiosa, me insistía en que siguiera rezando, pues aquellas “almas”
le comunicaban interiormente que necesitaban más de aquello que
le estábamos dando, que era nuestras pobres oraciones. No sé
cómo pude rezar aquel día, porque más adelante ya no podía
hacerlo; el caso es que así fue.
Las cuatro personas íbamos muy preocupadas en el coche de
regreso a nuestras casas, porque una de las presencias que
sentíamos, se había quedado pegada a nosotros y no había forma
de hacer que se fuera. Y no sabíamos si era benigna o maligna. Nos
preocupaba lo que nos contaban otras dos compañeras que
viajaban de regreso a sus hogares en el tren, sobre que una pasajera
embarazada había tenido un aborto. Ellas habían tenido también
una experiencia extraordinaria en el hotel donde habían pasado la
noche de nuestro curso, pues las llaves colgadas de la puerta habían
estado durante un cuarto de hora balanceándose sin aparente

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explicación. Y nos preguntábamos si estas casualidades tendrían
alguna relación entre ellas.
Finalmente, decidí comunicarme con “aquella cosa” para
averiguar qué quería de nosotros, haciéndole preguntas en voz alta
cuya respuesta requería un Sí o un No. Cuando la respuesta a mi
pregunta era No, ninguno sentíamos nada. Pero cuando la respuesta
era Si, mi copiloto y yo sentíamos unos escalofríos que nos ponían la
piel de gallina. Así, nos fue contando que se trataba de una niña de
unos 9 años, que había perdido a su madre, que había estado
enferma, y que no podía caminar o marchar. Después de mucho rato
donde tratamos de convencerla de que no se podía venir con
nosotros y rezamos por ella, nos pareció que se despedía entre
lágrimas casi dándonos las gracias. También, estando en nuestros
domicilios, se continuaron algunos fenómenos, como golpes,
presencias y escalo-fríos. Como tuvimos curiosidad, indagamos, y
supimos que en aquel tanatorio había sido enterrado un niño de esa
edad que había muerto de cáncer, y su madre, muy enfadada con
Dios, no había querido celebrarle ninguna misa. Aunque el sexo no
coincidía, no dejó de parecernos importante.
A partir de ese momento, empieza un antes y un después en mi
vida. A los pocos días de la experiencia vivida, comienzo a
experimentar pesadillas tremendas que se sucedieron a diario
durante ocho meses. Estas pesadillas venían acompañadas de
presencias que se movían a su antojo por mi habitación y mi cama.
Me agredían en sueños, física y psíquicamente. Burlándose de mí y
golpeándome. Eran sombras pequeñas, como de niños, pero de una
malignidad increíble, que me sometían a un continuo estado de
pánico. Tanto era así que, cuando me despertaban, encendía la luz y
me resistía a quedarme dormida de nuevo. Ya que, al hacerlo, volvía
a caer en lo profundo de la pesadilla como si de un agujero negro se
tratara del que no podía salir.
Noche tras noche gritaba auxilio pidiendo ayuda. En entresueños,
podía sentir a estas sombras y otros tipos de presencias más
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grandes posarse sobre mis piernas, estómago o espalda. En
ocasiones me agarraban del cuello y me lo apretaban
produciéndome asfixia. Otras veces, jugaban a burlarse de mí en mi
propia cara. Me tiraban de las piernas para despertarme, me
agarraban de las manos o los tobillos, saltaban por encima de mí y
entraban dentro de mí causándome una sensación de horror. En
ocasiones permanecían en pie junto a mi cama, incluso con la luz
encendida. No hablaban, gesticulaban aunque no tenían rostro y me
producían asco y miedo.
Otros síntomas que acompañaron a las pesadillas fueron: la fatiga
crónica, una somnolencia continua en la que me podía poner a
dormir en cualquier hora del día, y los movimientos involuntarios de
mi cuerpo. Los movimientos involuntarios sucedían, sobre todo,
cuando me disponía a dormir. Con sólo cerrar los ojos, mi cuerpo,
como por impulsos eléctricos, adquiría posturas inverosímiles
especialmente del torso y cabeza. A veces, acompañados de ruidos
extraños como bufidos, silabeos, o palabras sueltas sin sentido
aparente. Durante ese rato no podía controlar mi cuerpo y mi mente
quedaba como “traspuesta” o en “blanco”. La mirada se me
quedaba fija sin parpadear o, por el contrario, cerraba los ojos y
sentía como los ojos se me iban hacia arriba o hacia abajo o bien
comenzaban un rápido movimiento como cuando estás
profundamente dormido. Aunque no perdía totalmente la
conciencia, no puedo calcular cuánto tiempo duraba en esta
situación. Pero mi percepción de tiempo habría sido como entre
media hora hasta una hora.
Como en un principio sospeché de alguna enfermedad
neurológica, acudí al médico de cabecera para que me realizasen
pruebas. La fatiga crónica me invalidó por completo. Y pasé a tener
tiempos en los que podía dormir durante todo el día, con frecuentes
sobresaltos causados por las pesadillas, presencias, o movimientos
musculares que me despertaban. En los seis primeros meses, no
podía atender mi casa, ni salir a la calle a caminar. Subsistí
comprando comida de lata, pues el apetito no lo perdí nunca.
19
Quedaba largos ratos como ausente, tratando de dar la orden a mi
cuerpo para que me obedeciese para coger un vaso, un papel caído,
o hacer cualquier otra tarea sencilla. Todo se convirtió en una gran
batalla por recuperar mis capacidades normales.
Llegué a tener temporadas tan drásticas, que acumulaba durante
semanas cacharros en la cocina sin fregar. Ropa sin lavar. Cajas sin
poner en orden. Y la basura se iba acumulando hasta agusanarse y
llenarme la casa de enormes moscas negras. Hasta llegué a tener
uno de mis cuartos infectado de pulgas, que me estuvieron picando
hasta que me cambié de cuarto, sin poder hacer nada. No fui capaz
de desinfectar la habitación hasta cinco meses después. Cuando me
dispuse a realizar esta operación, encontré un centenar de bichos
muertos en el suelo, en el centro de la habitación, alejados de los
muebles. Por alguna razón curiosa, habían salido de sus escondites
para ir a morir todos juntos allí, en lo que parecía una forma circular.
No obstante, desinfecté todo.
Con los primeros resultados médicos, quedó descartada la
epilepsia u otros trastornos neuronales, y los tumores o lesiones
cerebrales. Aunque, para asegurarse, me hicieron un seguimiento de
pruebas que se sucedieron a lo largo de los dos años siguientes
(RM,EEG,ECS,AEC, Analíticas, junto con otras pruebas médicas),
buscando el origen de alguno de mis síntomas.
Salir a la calle y llegar a algún lugar era tan agotador como subir al
Everest. Mi cabeza permanecía en una confusión continua.
Caminaba por la calle como en trance. A veces tenía como una doble
conciencia, en la que me sentía como un ser que odiaba a todo y a
todos, que se volvía muy agresivo y prepotente con cualquier
persona que llegara a rozarme. Aunque siempre dominé esa
agresividad que sólo se expresó internamente. Como anécdota de
este emerger personalidades que no reconocía como mías, tengo un
día que intenté ponerme a fregar los cacharros que tenía en la pila, y
de pronto una de estas personalidades me hizo expresar en alto con
gran altanería; “¿A mí me vas a poner a fregar?”. Conseguí fregar
solo un par de platos, ya que me hacia resistencia y la otra
personalidad quería romperlos.
20
Empecé a experimentar sentimientos de odio hacia los
sacerdotes, los símbolos religiosos, los lugares santos. Varias veces,
estando en casa entré en cólera sin razón; la causante era una
imagen de la Virgen del Carmen que tenía colgado en mi cuarto.
Tuve que hacer verdaderos esfuerzos por no romperla en
numerosas ocasiones en las que me puse a blasfemar contra Dios,
los ángeles, los santos y la Virgen. Rompí tres rosarios haciéndolos
añicos, ya que el solo mirarlos me hacia esa reacción. No podía
tocar agua bendita ni símbolos religiosos, como crucifijos o postales,
si no era para romperlos o lanzarlos lejos de mí. Llegados a este
punto, sospeché que todo cuanto me estaba sucediendo no tenía
una justificación neurológica. Las pruebas médicas que me estaba
realizando daban como resultado que me encontraba más sana que
una manzana. Y, sin embargo, me sentía extremadamente enferma.

4.¿QUÉ ME ESTÁ PASANDO?

La primerísima vez que fui a un médico de cabecera, y le conté mis


síntomas… cuando le dije que en los trances “hablaba algo que
parecían una lengua extraña”… se quedó unos segundos pensando,
dejó de apuntar y comentó: “Bueno… eso ha sonado a la niña del
exorcista. Voy a poner mejor que emites sonidos extraños.” Me lo
dijo amablemente y con una sonrisa. Pero aunque no me sentí
ofendida en aquel momento, aquella frase se me quedó grabada en
el alma. “Vaya”—pensé. “Ahora soy la niña del exorcista.” Lo malo
es que su comentario no iba desencaminado… y me podría haber
ahorrado muchas pruebas médicas y psicológicas si aquello hubiera
sido un diagnostico médico en toda regla y me hubiera recetado
visitar un exorcista desde el primer momento como medida
preventiva.
No a todos los profesionales se les escapa hacer comentarios pero
cuando cuentas todo lo que te pasa, no pueden evitar poner caras,

21
abrir los ojos como platos, mirar de reojo al compañero, o emitir
alguna pregunta que sirve para comprobar que no estés loco o para
aplacar su curiosidad. Con todo y eso, al principio, cuando acudía a
alguna consulta, me limitaba a contar mis síntomas escuetamente,
evitando hacer juicios o conclusiones propias:
-Confusión mental.
-Fatiga crónica que me limita por completo.
-Días en los que duermo hasta 17 horas o más.
-Pesadillas continuadas durante meses con sensación de presencias.
-Bostezos continuados que pueden durar hasta treinta minutos o
más.
-A veces intento hacer cosas, como coger un vaso y no puedo
hacerlas.
-Caigo en una especie de trance, en la que no pierdo del todo la
conciencia y me muevo involuntariamente, hablo en algo que parece
una lengua extraña, y algunas personas me han dicho que he
hablado en francés, y árabe. Durante ese rato se manifiesta una
personalidad maligna que no reconozco como mía.
-Dolores musculares por casi todo el cuerpo durante todo el día que
no me dejan dormir.
-Nauseas, dolor de cabeza, salivación excesiva a lo largo del día…
Sólo cuando los médicos me preguntaban con qué relacionaba yo
estas cosas, contaba entonces que “aumentaban cuando estaba en
la iglesia, cuando me rezaban, o ante imágenes o símbolos religiosos
y que incluso había llegado a romper alguno.” Curiosamente, tengo
que apuntar, que ningún médico me ha sugerido si quiera visitar un
psicólogo o pasar por el psiquiatra hasta pasados dos años de
pruebas continuas de todo tipo. Con lo que saco en conclusión que,
si ha sido así, es porque ellos no relacionaban ninguno de mis
síntomas con nada psicológico o emocional en ese momento,
aunque si detectaban mi cansancio mental. Confieso que en medio
de mis sospechas, también mantenía mis dudas. Aunque intuía que
podía haber mucho más de preternatural, no perdía la esperanza de
que se tratase sólo de algo físico o psíquico, y que los médicos
dieran con ello. Me enfrentaba a una situación que me producía
22
temor. Enfrentarme a una posible enfermedad mental o neurológica
en la que estuviera perdiendo mis facultades físicas y psíquicas, o
enfrentarme a una posesión demoníaca en toda regla. No sabía qué
diagnostico podía ser peor. Socialmente tiene más rechazo lo
demoníaco. Mucha gente me hubiera mirado con más tolerancia si
lo mío hubiese sido una esquizofrenia. El cine nos ha dejado muy
mal parados, tanto a los posesos como a los que sufren
esquizofrenia, consiguiendo que demos miedo. Aun así era mucho
más fácil mentalizarse de una enfermedad que socialmente está
reconocida, aunque no del todo asumida, que batallar con las miles
de personas que “no creen en la existencia de los demonios,” y para
las que no existen ayudas sociales, ni centros de acogida, ni ayudas
especializadas, ni asociaciones de apoyo. Entrar en la lista de
“posesos” era, definitivamente, darse de bruces con una realidad
muy cruda: la del exilio social. Pero finalmente me rendí a lo
evidente. Nada de lo que me pasaba tenía origen psíquico ni físico
según las pruebas médicas hasta el momento. Todo eran
somatizaciones de origen desconocido en cuanto a la parte física.
Otras manifestaciones que me rodeaban apuntaban a lo
preternatural. Así es como lo estaba experimentando yo, palpándolo
todos los días. La evidencia cayó sobre mí como un rayo por tres
ocasiones:
La primera fue durante una misa carismática a la que me invitó
una amiga y a la que decidí ir, por acompañarla a ella. En la que
entré en trance en el momento de la consagración. Caí al suelo
retorciéndome y pegando alaridos, hablando en lenguas extrañas,
en contra de mi voluntad, y manifestando varias personalidades
malignas que no soportaban la presencia del Santísimo ni del
sacerdote. La personalidad maligna principal, se volvió loca de pavor
y de ira cuando la gente a mi alrededor se puso a rezar el rosario en
voz alta. Nunca he gritado ante tantas personas como aquel día, y
con aquella furia que distorsionaba mi voz, que no podía controlar,
ni mis movimientos. Tuvieron que sujetarme entre varias personas
para evitar que me hiciera daño o dañase a otras personas. Las otras
personalidades me robaban todo dominio sobré mi, salvo mi
23
conciencia, pues yo me daba cuenta de casi todo. Otra de las
personalidades, que mostraba pavor ante el sacerdote, me hacía
hablar tan deprisa que no me dejaba ni respirar y creí morir de
asfixia. Terminé babeando, expulsando una especie de flemas. Aquel
sacerdote me aconsejó visitar a un exorcista.
La segunda ocasión fue semejante a esta y ocurrió en otra misa,
también en el momento de la consagración, con otro sacerdote
distinto. Y en otra iglesia.
La tercera, fue en el despacho del exorcista al que acudí para que
me diagnosticara. Solo su presencia me inquietaba y producía
malestar mientras hablábamos un poco y le contaba mis síntomas: al
rezarme tan solo un poco, entré en trance de una forma inmediata,
pronunciándose varias personalidades malignas. El diagnostico no se
hizo esperar; recuerdo la situación casi como un cómic: Yo estaba
sentada en la camilla, ya fuera del trance que había durado como
media hora según mi percepción. (Supe más adelante, por la gente,
que mi percepción del tiempo era errónea, ya que mis medias horas
duraban hora y media e incluso dos horas en tiempo real.) Y el
sacerdote, sentado frente a mí, con mucha calma y seriedad me
espetó: “Tienes todos los síntomas y manifestaciones de una
posesión diabólica en la que probablemente actúan varios
demonios.” Mi reacción fue reírme. ¡No me lo podía creer! Una cosa
es que yo intuyera y sospechara que había algo preternatural,
incluso que lo hubiese experimentado así, y otra cosa es que
alguien, que sabe del tema y lleva casos, te lo verifique.
Me repitió la noticia por tres veces, porque mi cara debía ser de
tal sorpresa que yo misma debía ser un chiste. Me costó aceptarlo.
No porque no me lo creyera, sino porque había mantenido hasta
entonces la esperanza de que se tratase de algo meramente físico
que pudiera curarse con alguna medicación. Y porque, como mucho,
esperaba tener solo Influencia demoníaca (que es de menor
gravedad que la posesión). La verificación del exorcista, me hacia
ingresar de inmediato en la lista tan temida de “los posesos.” De
modo que, con esta “noticia”, él, por su parte, comenzó todas las
diligencias para derivarme al exorcista que me correspondía por
24
diócesis, para que empezara a tratar mi caso con urgencia, y yo me
fui a casa sin poder contarle a nadie lo que tenía.
Fue entonces que me planteé volver a la misa dominical y a mi
vida de oración en busca de la ayuda de Dios. Volver a misa no fue
nada fácil. No podía escuchar al cura: cada cosa que decía me
martilleaba la cabeza, se me ponía un dolor tremendo en la sien. O a
cada palabra que él decía se me venía una respuesta en contra de la
Fe. No soportaba las imágenes de los santos, vírgenes, y escenas
religiosas. Los sentía como si fueran enemigos. Me causaban rabia
hasta el punto de querer romperlos y no sabía dónde poner la
mirada. Había curas que me causaban una especial repugnancia. Un
sentimiento de odio irrumpía dentro de mí, y quería escupirle. No
podía rezar. Ni leer en voz alta oraciones, salmos, ni las partes de la
misa aunque yo lo estuviera intentando con todas mis fuerzas. No
me podía acercar a comulgar sin sentir un asco tremendo dentro de
mí, hasta el punto de sentir arcadas. Si tuviera que describir cómo
me sentía dentro de una iglesia, diría que como un ratón en una
ratonera a punto de morir envenenado. Aunque hacía el esfuerzo
por quedarme, todo en mi cuerpo y en mi mente quería salir
corriendo de allí.
Mucha gente cristiana me ha preguntado en mi proceso de
liberación, que por qué iba a diario a misa si me sentía así de mal. Y
les he contestado siempre que porque “ésa era mi medicina” en mi
lucha contra el demonio. Ellos te hacen sentir en el cuerpo lo que
ellos sienten. La única forma de echarles es haciendo que sufran. No
es masoquismo. El ejemplo que pongo siempre es el de una persona
con cáncer que asiste a quimioterapia. Lo pasa fatal. Pero si no se
somete a esa “medicina tan agresiva” el cáncer lo mata. No tienes
mucho donde elegir. La posesión diabólica, si no la tratas
adecuadamente, te enferma progresivamente, se adueña de tus
potencias, te va mermando para someter tu libertad y, finalmente,
puede provocarte una enfermedad mental con la que termines
ingresado en un manicomio. O, incluso, puede matarte; bien porque
te desespera, llevándote al suicidio en un acto voluntario, bien a
través de un acto impulsivo involuntario, aunque tú no desees la
25
muerte. O por consunción, provocando que tu cuerpo llegue al
agotamiento no resistiendo ni pudiendo sobreponerse a los
continuos ataques físicos y mentales.
Dejar a una persona con posesión sin ningún tipo de auxilio, es
abandonarla a merced de los demonios que la torturarán
libremente. Es una crueldad tan grande como si dejáramos a un reo
a manos de sus verdugos, permitiendo que estos le visiten a diario y
le golpeen, le maltraten, le humillen, presionen… Al cabo de un
tiempo… este hombre terminará muerto por sus heridas o loco.
Completamente desesperado y abatido, desamparado por todos.
He comprobado que algunos demonios se ensañan más con sus
“víctimas” que otros. No todas las posesiones son igual de cruentas.
Cada persona lo sufrimos de una manera. Depende de las
herramientas que tú cuentes para luchar, del tipo y el número de
demonios que te atormentan, el tiempo que moran en ti, de tu
carácter y tu forma de combatir con las dificultades, tu resistencia
mental y física, del odio que te tengan y… sobre todo, de lo que Dios
permita. Pero en todos los casos se sufre. En mi proceso de
liberación he tenido ocasión de conocer a numerosos afectados con
los que he compartido experiencias personalmente. Es ahí donde
puedes establecer comparaciones, ver diferencias, valorar grados de
tormento, comparar síntomas. Y, con todo ello, sacar conclusiones
tras un análisis del fenómeno.
Si he tomado la decisión de escribir un libro, no es sólo para dar a
conocer mi testimonio al mundo. Lo hago pensando en tantas
personas que están sufriendo este fenómeno en silencio. Personas
que, además de sufrir en sus carnes o en sus familias algo que les
tiene atormentados en el cuerpo y en el espíritu, para lo que nadie
tiene remedio, encima tienen que callárselo. Después de dar muchas
vueltas, saben lo que tienen. Pero no lo pueden contar
abiertamente, porque no encuentran a nadie que les crea. Este libro
pretende dar voz a todas esas familias que no se atreven a decir lo
que les está pasando, porque la sociedad les pone caras y les tildan
de locos. Me he atrevido a dar la cara y a poner la cara porque
considero necesario que alguien lo haga. Todas estas personas
26
tienen el derecho de que la sociedad, aunque no sea creyente,
reconozca la existencia del fenómeno, aprenda a distinguirlo de
otras sintomatologías, y estos casos sean derivados a la única
medicina que por ahora ha tenido éxito con estos fenómenos: el
Exorcismo. Tienen derecho a ser comprendidos, a ser aceptados, a
ser atendidos correctamente y a no sentirse estigmatizados por la
comunidad.
Tan solo a lo largo de los últimos tres años de mi experiencia
como afectada, he conocido personalmente en España, a diecinueve
personas de las cuales, al menos a ocho de ellas, se las ha
diagnosticado posesión, mientras que al resto se les podría
diagnosticar distintos grados de influencia diabólica. Personas de
diferente sexo, de diferente edad y condición social. Cuyas familias
han pasado por un verdadero calvario.
Estas familias viven situaciones extremadamente dolorosas. Pese
acudir a psiquiatras a psicólogos y a médicos no sólo no encuentran
solución a su suplicio, sino que tropiezan con innumerables
inconvenientes socio jurídicos. A los tormentos que la persona carga
sobre si hay que sumarles otras penalidades; cuando un afectado
llega a un deterioro muy avanzado se ve imposibilitado para trabajar
o seguir unos estudios académicos. En el caso de padres de familia,
su situación afecta a la economía de la casa y la educación de los
hijos. Dándose casos donde se trata de quitar la custodia de los hijos
cuando son menores de edad. La propia convivencia de pareja se ve
afectada en todos sus ámbitos llegando a darse el caso del
abandono de la pareja por parte del no afectado.
Las penurias económicas de muchas de estas familias llega cuando
los miembros que cuidan del poseso, tienen que abandonar sus
trabajos para emplear todo el tiempo en los cuidados físicos y sobre
todo en la vigilancia de evitar los intentos de suicidio continuados de
estas personas.
No encuentran ayudas sociales, porque la posesión diabólica por
relacionarse con un ámbito espiritual, no está reconocida en
ninguna parte. En el caso de menores de edad, se les ha llegado a

27
obligar a ingresarlos en centros psiquiátricos, donde el exorcista no
puede acceder, y terminan empeorando.
Muchos familiares, sometidos a las distintas presiones sociales
llegan a la desesperación total, sufriendo grandes depresiones,
estados de angustia, agotamiento y tentación de suicidio.
Así mismo, los que tienen un grado de influencia un poco menor y
pueden llevar una vida más o menos normal autosuficiente fuera de
sus trances, se topan igualmente con la incomprensión social y
tienen que vivirlo en el silencio más absoluto. No todo el mundo que
acude a un exorcista lo cuenta. Porque socialmente no es aceptado.
Tú puedes compartir que vas al psicólogo, que vas al psiquiatra…
pero no puedes expresar con normalidad que vas al exorcista o
serás tildado de loco. Lidiar con el estigma social se hace muy duro.
Solo cuando estas familias han llegado por fin a la ayuda de un
buen exorcista, han empezado a levantar cabeza. Cuando la Iglesia
se implica comienza a haber seguimiento personal espiritual y
psicológico adecuado, comienza a haber ayuda económica,
comienza a haber alivio y finalmente, para muchos casos llega la
liberación definitiva. Así lo he podido comprobar personalmente en
el caso de algunas de estas personas a las que he conocido
personalmente a las que he podido hacer un seguimiento de lejos.
No pocas veces, entre nosotros encontramos consejo y apoyo moral,
por parte de los familiares que sufren la posesión en alguno de sus
miembros, ya que no hay mejor comprensión del problema de quien
pasa por el mismo infierno.
De igual modo, constato como contaré en las próximas páginas,
que la única ayuda social-material que he recibido durante todo mi
proceso de liberación ha llegado por parte de la Iglesia y sus
miembros. Pese a mis valoraciones médicas que verificaban mi mal
estado e imposibilidad de trabajar no había modo de reflejar una
enfermedad reconocida que pudiera recibir retribución económica u
otras prestaciones que aliviaran mi situación de vulnerabilidad.

28
CAPITULO II
1.¿POR QUÉ A MÍ?

Todo cuanto acontece en el mundo, tiene una razón, un por qué y


un para qué. Cuando nos sucede un mal inesperado, sea causado
por nosotros mismos o sea efecto de causas ajenas a nuestra
libertad… necesitamos saber: ¿Por qué me sucedió esto? ¿Por qué
pasó? ¿Para qué? ¿Por qué así? ¿Lo merecía ? A veces sufrimos
porque lo provocamos nosotros: si me tiro por una ventana, puedo
romperme una pierna. A veces, sufrimos sin provocarlo: un edificio
me cae encima y me quedo paralitico. A veces, sufrimos el mal que
otros ejercen sobre nosotros: un borracho atropella a mi hijo;
¿Merecía yo que atropellaran a mi hijo o lo merecía él? Necesitamos
averiguar por qué se originaron: Este cáncer que tengo ¿lo provoqué
yo o ha sido hereditario? ¿Es un castigo por algo que hice mal? ¿Por
qué y para qué permite Dios este sufrimiento en mi vida? El ser
humano necesita encontrar respuesta al porqué del dolor, de la
enfermedad, o la circunstancia a la que se enfrenta que le hace
sufrir. También necesita darle un sentido o utilidad para poder
seguir viviendo feliz, o de lo contrario, será infeliz el resto de su vida.
Evidentemente, estas preguntas me las hice a mí misma cuando
comencé a comprender lo que me pasaba. ¿Por qué los demonios
me han elegido a mí? ¿He sido yo la culpable de mi posesión
abriendo una puerta? ¿O es un mal que Dios ha permitido
gratuitamente? ¿Por qué o para qué Dios ha permitido que los
demonios entren en mí? ¿Merecía yo este calvario?
Mucha gente ha tenido curiosidad por saber cuáles eran los
motivos por los que yo podía estar posesa. De primeras, nunca he
sabido responderles, porque en mi caso ha habido una evolución de
una serie de manifestaciones diabólicas durante muchos años antes
de llegar a la posesión. Con el paso del tiempo y la reflexión he
29
podido encontrar luz a lo que antes no comprendía. Una cosa son los
motivos con los que funcionan los demonios, y por los que eligen a
una persona concreta. Otra cosa son las puertas que uno mismo
abre por cuya consecuencia puede ocurrir una posesión y por tanto
les permite actuar en ti. Otra es la razón que Dios haya tenido para
permitirlo. Y, finalmente, el sentido que tú logras darle para
enfrentarte al sufrimiento.
Comprender los motivos que mueven a los demonios a buscar la
posesión es sencillo si comprendes su psicología y analizas su forma
de actuar a lo largo de la historia. Explicar el mundo angélico y sus
motivaciones, no está a la altura de mi mano, ni tampoco es el
objetivo de este libro. Pero en el recorrido de mi experiencia he
llegado a la conclusión de que los demonios, cuando actúan, lo
hacen con un fin. Ellos tienen un plan. Tienen unos motivos y siguen
sus propios razonamientos a la hora de elegir a “su presa”. Estoy
convencida de que los demonios y los espíritus, en su libertad,
actúan premeditadamente, según sus fines e intereses, como seres
libres e inteligentes que son. Algunos actúan movidos por su propio
egoísmo y motivaciones personales. Ven una ocasión, una puerta
abierta, y se cuelan. Otros son unos mandados. Han sido enviados
en una misión, por algún espíritu superior a ellos. Esto lo he visto
reflejado cuando en alguna de mis manifestaciones el espíritu
explicaba que no marchaba porque otro por encima de su rango le
obligaba a estar allí bajo amenaza. También pueden haber sido
enviados por alguien que los ha invocado en un maleficio o hechizo,
mal de ojo u otras magias, contra una persona para que le causen
un mal.
Entonces… ¿hay que pensar que algunas personas tienen el poder
o la autoridad de mandar sobre los demonios y estos le obedecen?
¿De dónde proviene ese poder? Más bien hay que entenderlo como
un juego de intereses. Los demonios no obedecen a los humanos
porque estos manden sobre ellos. Los hombres en sí mismos no
tienen autoridad ninguna sobre el mundo angélico o demoníaco
pues son criaturas que nos superan en naturaleza. Pero… a los
demonios les interesa hacer pactos con algunos humanos a cambio
30
de su condenación o la de otros. Y en esos pactos que los humanos
realizan, encuentran grandes aliados para sus fines. Gracias a los
maleficios pueden ganar almas: La de quienes pactan con ellos a
cambio de favores o poderes; por eso sus maleficios, hechizos y
conjuros tendrán resultado. Así dan poder al brujo haciéndole creer
que puede dominar las fuerzas ocultas a su antojo sometiendo a los
demonios, pero en realidad, estos se someten de buena gana
porque consiguen algo a cambio.
Por otro lado, los demonios que son enviados a hacer un mal a
otro ser humano, tienen ocasión de infligir, torturar y angustiar a
esa persona, a la que tratan de alejar de Dios a través de su
desesperación. Puesto que el sufrimiento cuando se nos aflige
injustamente, y si no le encontramos un sentido, nos puede
conducir a la desesperanza, y la tristeza a la desesperación, y todo
ello, a la muerte por suicidio o agotamiento. Junto con la
desesperación y rabia contra Dios de los familiares que han estado a
nuestro lado. Si dejo de creer que Dios me ama porque permite un
mal, o que es injusto conmigo por permitir ese sufrimiento que creo
no merecer… Si dejo de creer que Dios me sostiene en esa situación
y me cuida, si creo que me ha abandonado a manos de mis
verdugos y que no tendré justicia… pierdo el sentido del dolor.
Pierdo la esperanza en Dios. Dejo de confiar en Dios. Caigo en la
desesperación. Llego incluso a odiar y aborrecer a Dios revelándome
contra Él. Ésa es la batalla con la que el demonio nos vence y le
“roba” un alma a Dios.
El fin último del mundo demoníaco es alejar a las criaturas de su
Creador:
1. O bien llevándolas al odio a Dios (la apostasía)
2. O bien llevándolas a la desobediencia (el pecado)
3. O bien llevándolas a la desesperación (pérdida de Fe)

31
4. O bien llevándolas a la confusión (la mentira o el oscurecimiento
de la verdad).Por las mentiras: falseando la verdad. Por la confusión:
oscurecimiento de la verdad.
Desde que Lucifer desobedeció a Dios separándose de su lado, ha
tratado, junto a sus seguidores los ángeles caídos, de apartar al
hombre de la verdad ,o sea, de apartarlo de Dios: el Creador de
todo, que da sentido a todas las cosas según sus planes. Los
demonios nos odian sin duda. Para ellos sólo debemos ser seres
inferiores a su raza o especie: a los que se niegan a servir según los
planes de Dios. Toda su batalla está en dominarnos, en expulsar a
Dios de su trono, en tomar su puesto en la tierra, esclavizar a la
humanidad según su antojo y convertirse ellos en nuestros “dioses”
a los que debamos oblaciones y adoraciones. Para conseguir esto
siguen dos caminos: por seducción y por sometimiento.
A) Por seducción: Para seducir usan el engaño y la tentación. Nos
hacen creer que ellos serían mejores dioses que Dios, porque
En “sus mandamientos” no existe el pecado, todos los pecados son
permitidos.
-Nos hacen creer que tienen el poder de hacernos más fuertes, más
poderosos, más sabios, más ricos…
-Nos hacen creer que Dios no nos ama, que es injusto enviándonos
sufrimientos y pruebas.
-Nos hacen aborrecer la cruz haciéndonos creer que, un dios que se
ha dejado crucificar, sólo puede ofrecernos sufrimiento.
-Por tanto, nos hacen creer que, si te rebelas y luchas contra Dios,
alcanzaremos la libertad. Y que es mejor seguirles a ellos y adorarles
a ellos y ser como ellos. Las sectas Luciferinas enseñan esto mismo,
por ejemplo.
Por seducción y engaño, los demonios consiguen introducir en la
historia de la humanidad religiones o pseudo-religiones falsas que
adoran a deidades (que son ellos mismos disfrazados), o una visión
de Dios pervertida, y suscitan ideologías y filosofías ateas que
apartan a Dios de la esfera del hombre. O mejor dicho: apartan al
hombre de la esfera de Dios. Falseando a Dios o quitándole de en

32
medio pueden ponerse ellos en su lugar para ser príncipes de este
mundo.
Muchas culturas antiguas, en diversas épocas de la historia y
diferentes puntos geográficos, sin que hayan tenido relación entre
ellas, coinciden en que han adorado a deidades demoníacas a las
que se han consagrado. A las que se ha dado culto y se les han
ofrecido sacrificios de animales e incluso sacrificios humanos.
Tenemos así pueblos en Mesoamérica: Mayas, Toltecas y Aztecas.
Las encontramos también en América prehispánica. Culturas como
los Tirios, los Cartagineses y algunas tribus Galas hacían sacrificios
humanos en honor a Baal, Moloch, Teustates etc.
El demonio, no es un ser inventado por el cristianismo, es un ser
descubierto por culturas bien antiguas. La creencia en estos seres
convive con el ser humano desde la prehistoria aunque se les ha
dado muchos nombres. Se le ha representado de diversas formas,
con diferentes materiales, pero hay rasgos comunes entre todos
ellos. Figuras antropomórficas, donde se mezclan caracteres de
animales que suelen tener colmillos, cuernos y otros rasgos de
fuerza. Figuras que hacen alusión a la muerte y a lo monstruoso
representando seres oscuros del más allá que se alimentan de carne
humana. Ejemplo de estas deidades tenemos a Moloch, también
conocido como Cronos o Saturno. Diodoro Sículo, historiador griego
del siglo I a.C. nacido en Agirio, (DiodorusSículus) (20.14) escribió
acerca del culto que se le hacía; “Había en la ciudad una imagen de
bronce de Cronos con las manos extendidas, las palmas hacia arriba
y cada niño que era colocado en ellas era subido y caía por la boca
abierta dentro del fuego”1.
Los rituales que se organizan en las distintas culturas, presentan
rasgos característicos: ofrendas de sacrificios de animales, sacrificios
de niños, rituales de sangre, orgías, actos contra natura, bestialismo,
ofrenda de vírgenes, canibalismo, incitación a las fuerzas ocultas….
Todo nos recuerda a los actuales ritos satánicos actuales presididos
por unafigura sacerdotal. Con la llegada del cristianismo, todas estas
costumbres van desapareciendo poco a poco de los pueblos. Y el
Dios cristiano toma posesión del trono donde todos estos ídolos y
33
deidades reinaban a su antojo sobre la humanidad, como príncipes
de este mundo.
B) Por sometimiento: Lo hacen usando la fuerza.
El sometimiento directo: por influencia diabólica, infestación,
obsesión, opresión, vejación, posesión u otras manifestaciones
diabólicas2. Enviándonos enfermedades, tormentos, obsesiones,
causando daño en nuestros trabajos, familia, posesiones… todo ello
busca nuestra desesperación. Nos prueban, como a Job (Jb 1,2-2,7)
en la adversidad, para que así creamos que Dios es injusto con
nosotros y no nos ama porque no nos defiende ni nos libra del mal.
Tratan así de llevarnos a la tentación de apartarnos de Dios.
El sometimiento Indirecto: dirigentes que llevan a su pueblo a la
guerra, o al hambre, a la injusticia social por otros medios humanos.
Estas personas sirven a la causa demoníaca y a los intereses del
averno, aunque no lo tengan como intención o conocimiento. Son
personas que han sido tentadas, buscando su propio placer o poder.
En algunos casos, también encontramos personas que
conscientemente se entregan a prácticas Satánicas, Luciferinas o al
servicio de cualquier otro demonio que les concede algún poder a
cambio de sus libaciones. La historia de la humanidad está llena de
personajes que han tratado de extender sus imperios por todo el
mundo usando la fuerza y el engaño.
Queda claro que buscar ocasiones más forzadas que la mera
tentación, por parte de los demonios entra dentro de sus planes

1
DiodorusSículus. (20.14)
2
Influencia u opresión; fenómeno por el que un demonio ejerce influencia sobre el
cuerpo de una persona, pero sin poseer su cuerpo. Posesión: el demonio reside en una
persona y en determinados momentos puede hablar y moverse a través de ella sin que
ésta pueda evitarlo. Infestación: fenómenos demoniacos que se manifiestan en un
lugar, objeto u animal. Obsesión: es un asedio que el demonio hace desde fuera o
desde dentro, afectando a las potencias espirituales, y a los sentidos exteriores;
pesadillas, impulsos de suicidio, etc. Vejación: perturbaciones como daños materiales, o
dolencias físicas muy fuertes.

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cuando así encuentran una buena ocasión o tienen razón particular
de intentar apartar a alguien de Dios, si este mismo llega a
permitírselo.
Las causas de la posesión diabólica las podemos encontrar en
cualquier manual de exorcismos. Y estas son las puertas que uno
mismo puede abrir al demonio para que entre. Las que cito a
continuación están recogidas del libro “Para liberarse y sanar,” de
Ghislain Roy. (Página 14 y siguientes.), que me parece la lista más
completa de todas las que he consultado:
1. Por puro permiso divino: Dios puede dar permiso al demonio
para poseer o atormentar a una persona con el fin de purificarla. Fue
el caso de Job o de la bienaventurada Maryam de Jesús Crucificado.
2. Por el pecado del que desea causar daño haciendo un maleficio
contra alguien. Algunas veces, los efectos del maleficio pueden
repercutirse sobre varias generaciones.
3. Por el endurecimiento de la persona en un pecado de especial
gravedad: aborto, perversión sexual o, incluso, alejamiento de la
práctica religiosa.
Circunstancias en las que uno mismo se expone:
-Participar en sesiones de espiritismo.
-Echar las cartas o leer el porvenir en el fondo de las tazas de café o
de té.
-Practicar magia o cualquier otra forma de ocultismo.
-Dedicarse a preparados ocultos o emplear fórmulas mágicas.
-Recurrir a brujos, echadoras de buena suerte y magos.
-Practicar el reiki (la pretensión de utilizar las energías cósmicas
pertenece a la magia pura.)
-Recurrir a cheiks (jefes de tribu) o a marabúes (santos religiosos)
musulmanes y a gurus hindúes con prácticas de yoga.
-Participar en cultos satánicos (misas negras).
-Pertenecer a sectas satánicas o a sectas luciferinas como la
masonería.
-Consagrarse a Satanás por el pacto de sangre o el pacto entre
amigos.

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-Divertirse con la mesa de la “güija”, que es el nombre de un
demonio, o con el juego de los vasos, o también invocar a los
muertos.
-Hacer una novena de oración con el imperativo de no romper la
cadena bajo pena de desgracia.
-Invitar a un ángel a casa o enviárselo a una persona con todo un
ritual de acogida. En realidad, ¿quién será ese ángel?
Tratándose de mi caso las causas por las que entraron los
demonios en mí, por la que he sufrido posesión durante estos años,
no las tengo del todo precisas; lo que sí tengo seguro es que yo me
estaba apartando insensiblemente de Dios durante años. Y en
alguna ocasión, como queda reflejado en mi historia, he abierto, si
no puertas, al menos grandes grietas por las que el demonio ha
podido colarse por fin, para intentar cumplir su amenaza de
conseguirme para el Infierno y para su bando, que es la razón
principal que él parece desvelar desde su irrupción en mi vida, ya
que sus pretensiones fueron concretas desde un primer momento:
me quería para su bando, para servirle a él y su causa. ¿Por qué se
interesó por mí? Sigue siendo un misterio que quizá sólo quede
resuelto en la otra vida. Desde luego, cuando me ocurrió, aunque no
quise prestar demasiada importancia a lo que experimenté, sí me
hice preguntas. Quedaba clara su intención de desviarme de mi
intención de ser santa y su disgusto porque me consagrara a Dios en
un futuro. Pero no enten-día qué ventajas podría sacar el demonio si
yo me ponía a su servicio, pues yo me consideraba poca cosa. Como
por aquél entonces mi vida cristiana era mediocre e imperfecta, no
entendía qué necesidad tenían los demonios de revelarse en mi
vida, ya que, hasta entonces, más bien, yo no había creído mucho en
ellos. Desde mi punto de vista, tanto la amenaza que me hizo de
perseguirme “hasta que me consiguiera tener en el Infierno”, como
la propuesta de “servirle a él en lugar de servir a Dios”, eran del todo
absurdas, innecesarias y desproporcionadas. Por mi parte, proseguí
con mi vida, y con mi búsqueda de cuál era mi vocación en la Iglesia.
Por la suya, cumplió su amenaza de “perseguirme” haciéndome
pequeños recordatorios de “sigo aquí” y esperó pacientemente a
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que yo (que no tenía ningún interés por los demonios ni mucho
menos de servirlos ni de dejar a Dios) abriera alguna puerta o grieta
por la que pudiera hacer fuerza y colarse, para apoyándose en mi
libertad, tomar una posición más cerca. Esa grieta se abrió el día que
tras una crisis vocacional, empecé a investigar sobre sectas y
plantearme la posibilidad de servir al demonio.
La posesión no es un acto aleatorio, no es una casualidad, no es
algo que sucede por azar. Tampoco es algo que se contagia. Ni
siquiera es algo que sucede a todo el mundo que se pone a tiro. No
todo el mundo que ha practicado la Güija queda poseído por un
espíritu. No todo el mundo que ha intentado pactar con Satanás,
queda poseído, a veces ni siquiera los espíritus se le manifiestan de
ningún modo, si bien es verdad, que te expones a ello. Eso no
significa que jugar con estas cosas sea inicuo. De igual manera que
no todo el que fuma adquiere un cáncer a consecuencia de su vicio,
el tabaco perjudica de otras formas más livianas al fumador o a las
personas con las que convive. Así mismo, estoy del todo segura, que
quien juega abriendo puertas por las que los diferentes espíritus
pueden entrar, a un nivel no perceptible, tiene sus consecuencias en
su alma, aunque estas consecuencias no las veamos reflejadas en el
cuerpo o en la vida diaria. Con todo, tengo que decir que he
conocido algún que otro caso en el que “sólo jugando
inocentemente” con la güija o haciendo pactos de sangre buscando
experimentar cosas nuevas, las personas han destrozado su vida,
quedando poseídas en grado sumo. No quisiera que nadie desoyera
mis palabras exponiéndose a estos peligros. Quisiera alentar a
tantos jóvenes que abandonen todas estas prácticas y caminos
oscuros. Y advertir a los padres de que estén atentos a los juegos de
sus hijos, gustos musicales, fiestas en las que son iniciados, películas
y libros donde la magia y otras cosas ocultas quedan maquilladas y
presentadas como diversiones inocuas.
Es muy difícil confiar en que lo que estás pasando sirve para algo
cuando sufres. Durante mis años de posesión yo sentía mi vida
perdida. Cuando empecé a volverme hacia Dios de nuevo, por un
lado sentía el impulso de ayudar a los demás, de realizar obras de
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misericordia, de comenzar algún proyecto misionero, de trabajar
para el Reino de Dios. Sin embargo, mi realidad era que no podía ni
sacar mi vida adelante.
Comencé por lo más sencillo: preocuparme de las personas que
estaban como yo. Empecé a ofrecer mis sufrimientos con la
intención de que ellos fueran liberados. También rezaba por los
exorcistas y por los Obispos. Comencé a escribir cartas al Vaticano y
a algunos Obispos. Esperaba que se sensibilizaran sobre nuestra
situación, se dieran cuenta de que era necesario poner más
exorcistas en todo el mundo y desarrollar programas pastorales que
apoyaran el ejercicio del exorcismo y lo normalizaran en el ámbito
de la Iglesia.
También escribí al Obispo que había nombrado 8 exorcistas en su
diócesis para darle las gracias de todo corazón por su valentía y su
atención hacia nosotros. No tengo ninguna vergüenza de decir
públicamente que no me cansaré nunca de dar gracias por ese
gesto. Los hijos tenemos que pedir cuando necesitamos y también
ser agradecidos cuando se nos da. Y mucho más agradecidos,
cuando sabemos o intuimos que el gesto que se nos ha dado es de
gran valor y ha conllevado sufrimiento.
También comencé a rezar por la conversión de los alejados de la
Iglesia, y otras cosas por las que he pedido a Dios, pudiendo así
canalizar todo este sufrimiento. De no haber sido así, creo habría
enloquecido, ya que el sufrimiento, tanto si es justificado como si
no, cuando se alarga en el tiempo se hace insoportable. Así mismo lo
es cuando, por su intensidad aunque de breve duración, te lleva más
allá de los umbrales de lo razonable. De poco sirve lamentarse y
vociferar al cielo: el dolor se te da, se te hace entrega de él, y, o lo
aprovechas o lo desperdicias. Cuántas veces los cristianos
desperdiciamos el sufrimiento lamentándonos de él, desperdiciando
energía inútilmente. No por más quejarnos el dolor se va a marchar.
Tienes que focalizar la energía de otro modo. Se hace necesario
caminar hacia dentro del dolor y transformarlo en amor. Aunque no
entendía las razones de Dios para permitir tanto calvario, lo que
parecía ser un castigo, pronto tomó la forma de una ocasión de
38
purificación y acercamiento a la Iglesia. Si los demonios son tan
malos, el cielo tiene que ser maravilloso. Si los demonios te llevan a
la perversión y al caos, llevar una vida de santidad te llena de luz y
ordena todas tus facetas humanas humanizándote mucho más.
Al principio sólo me preocupaba sobrevivir a esto. Después me
preocupé de darle sentido, aunque me hubiese muerto en el
intento.Y confiar en que Dios que lo permitía y me estaba
sosteniendo de muchos modos, tenía sus razones y fines que algún
día comprenderé. Ya que me había tocado a mí, ¿qué era mejor? :
¿sufrir junto a Dios o contra Él? Elegí hacerlo junto a Él y para Él.
Finalmente, tras el triunfo de Dios en mi vida, puedo dar gracias de
haber quedado liberada de todo este tormento.

2. DARSE CONTRA MUROS

Lo peor de tener posesión es la soledad. La gente no sabe por lo


qué estás pasando. Si intentas explicárselo a alguien te das cuenta
que, aunque te quieran escuchar, enseguida aflora en su cara una
expresión que significa que no alcanza a comprender o creer lo que
le cuentas. Si alguien intenta explicarte un sabor nuevo que tú nunca
has experimentado, tu mente recurrirá a alimentos conocidos que
se le puedan aproximar o parecer en aroma o textura. La gente, para
comprender un concepto nuevo, partimos de lo que ya conocemos.
Cuando hablas de experiencias extrasensoriales, paranormales, la
gente recurre a las imágenes distorsionadas que ha visto en las
películas de exorcistas. Cuando cuentas tus tormentos espirituales,
la gente intenta explicarlos desde la psiquiatría. No les cabe en la
cabeza que un espíritu (una criatura con la que ellos nunca se han
topado), pueda entrar en tu cuerpo como si de un virus o bacteria se
tratase. Por eso, aunque un exorcista experimentado te haya
diagnosticado posesión diabólica, y tú mismo eres consciente de que
lo que te está sucediendo no tiene nada que ver con lo psicológico,
aunque tu psicología se vea afectada y experimentas que en ti se
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están manifestando entidades ajenas a ti que actúan sin contar con
tu voluntad… cuando tú hablas a la gente de demonios, o seres
espirituales, la gente te mira como quien mira a un “loco escapado
del manicomio.”
Sencillamente no entra en sus esquemas. No te comprenden.
Porque tampoco te pueden creer. La comunicación es difícil, porque
estamos en dos sintonías diferentes. Creemos dos cosas distintas.
Hablamos en idiomas diferentes sin entender el del otro. Se abre un
abismo insalvable. En los estados que pasamos fuera del trance,
parecemos lo que somos: personas normales. Algunos de los
síntomas que presentamos vistos desde fuera, se asemejan a
estados de angustia, de depresión, de tristeza, de miedo, de
ansiedad, de ira, de histeria… Pero no pueden imaginar a un
demonio azuzándote para provocar en ti con su presencia estados
de enfermedad o estados anímicos críticos. Necesitan explicar lo que
te pasa desde otra mentalidad; la que han aprendido en la TV., en el
colegio o la calle. Les han enseñado que todo se puede medir con la
ciencia experimental. Y aquello que no puede medirse… pertenece al
mundo intra psíquico, o no existe. Pero la soledad más grande, no te
viene de quien cabe esperar que no comparte tus creencias porque
no pertenece a tu mundo religioso. La soledad más grande te viene
por parte de personas católicas que niegan rotundamente la
existencia de tales seres, y por tanto, todo cuanto te sucede
necesariamente hay que remitirlo a “lo psiquiátrico”; aunque
hacerlo no tenga sentido por tratarse de un fenómeno que tiene
diagnostico propio y que se sale de los cuadros psíquicos que
psiquiatras y psicólogos manejan habitualmente. En mi caso, no he
conocido a ningún psiquiatra ni otro profesional médico de los que
me han tratado que pueda explicar “desde su ciencia” el origen de
mis síntomas y manifestaciones, por qué me pasan, cómo se
producen y qué son. En verdad no saben lo que me pasa. Sólo
pueden poner nombre a algunos síntomas por separado, pero no al
conjunto de todos ellos. Eso sí, por descarte, llegan a la conclusión
de que lo que tengo no es una esquizofrenia, ni una epilepsia, ni un
cuadro de crisis de angustia, ni una depresión, ni una enfermedad
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neuronal, ni doble personalidad. Esta forma de pensar en
numerosas ocasiones pone trabas a que seas tratado desde lo
espiritual. Ya que, para estas personas, el ritual de exorcismo es una
práctica medieval, cuya práctica solo sirve para “exacerbar la
imaginación del enfermo.” Si es triste toparte en la Iglesia con
sacerdotes que niegan la existencia de los demonios como seres
personales libres, que se opusieron a servir a Dios y que, por tanto,
trabajan para alejar las almas de Él; que niegan la validez de la
efectividad del exorcismo, y que por ende, dejan a Cristo por
mentiroso y a la cultura judía de la época de Jesús y al Antiguo
Testamento como unos supersticiosos por creer en tales
entidades… más triste es aún comprobar que algunos Obispos de la
Iglesia católica luchan acérrimamente por quitar de toda oración
cristiana la mención del demonio. Prohíben la práctica del exorcismo
en sus diócesis o la invalidan. El problema viene porque, en la Iglesia
actual, muchos cristianos de occidente tenemos más Fe en la
psiquiatría y las pastillas, que en el poder del propio Jesucristo y la
oración de la Iglesia. El problema es que nos falta Fe en nuestros
dogmas. Nos resistimos a creer en los demonios aunque dice la
Biblia que existen, y el propio Jesucristo habla de ellos y con ellos.
Para encubrir estos defectos aplicamos la santa prudencia, que para
mí es simple cobardía o vergüenza. Como no tenemos Fe, tenemos
miedo de lo que la sociedad pagana atea de nuestro siglo pueda
decir de nosotros, en TV., en la prensa, o en la conversación de un
bar. Lo que nos preocupa, no son las personas que lo están pasando
mal afectadas por efecto directo de los demonios. Lo que nos
preocupa, es que el mundo occidental no nos tache de “carcas,” de
“fundamentalistas,” “retrógrados,” “inquisidores de brujas,” y otras
lindezas con las que pretenden menospreciar a los creyentes. Hemos
vendido nuestras creencias para comprarnos una careta de
modernistas, con la que caer bien al mundo. Hemos cambiado el
Evangelio por teorías de la New Age; vaciándolo de todo contenido,
para ir al paso de nuestro tiempo. Hemos preferido introducir el
Zem, el Reiki, y el Yoga en las parroquias, y nos hemos olvidado de la
presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía y la efectividad de los
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sacramentos que él fundó. Con este panorama… ¿Cómo va a ser
sencillo aplicar el ritual de exorcismo? Hemos perdido el norte y nos
dirigimos hacia otros dioses.

3.LLAMANDO A LA PUERTA

Al salir ellos de Jericó, los siguió mucha gente. Dos ciegos,


sentados junto al camino, oyeron que pasaba Jesús y gritaron:
“¡Señor, ten piedad de nosotros, hijo de David!” La multitud los
reprendió para que se callasen, pero ellos gritaban con más fuerza:
“¡Señor, ten piedad de nosotros, hijo de David!”. Jesús se detuvo, los
llamó y les dijo: “¿Qué queréis que os haga?” Le dijeron: “¡Señor, que
se abran nuestros ojos!” Apiadado Jesús, tocó sus ojos y al punto
recobraron la vista y ellos lo seguían. (Mt 20, 29-34)
Si los ciegos de Jericó no hubiesen gritado más alto y más fuerte,
pese a que la multitud los hacía callar, no hubieran podido ser
sanados por Jesús. A veces hay que gritar con insistencia para que te
abran la puerta y te atiendan y, si no lo hacen, hay que gritar con
más fuerza. Si en mi historia personal me hubiera cansado de pedir
el exorcismo, haciendo caso de la multitud o las dificultades que me
han salido al paso, en el primer o segundo año de posesión habría
muerto y no estaría compartiendo mi testimonio.
En el momento que empiezo a sospechar que mis síntomas van
más allá de una posible enfermedad, en el año 2013 empezó mi
búsqueda de un exorcista que pudiera diagnosticarme. Pero no fue
nada fácil dar con él. Los que yo conocía de años anteriores ya no
estaban en activo. Tampoco tenía sus teléfonos para que me
hubieran podido dar alguna reseña. No sabía por dónde empezar.
Dio la casualidad de que en Madrid disfrutábamos de ocho nuevos
exorcistas que habían sido nombrados aquel año por el antiguo
Obispo. Un acto que fue muy criticado por la sociedad en los
medios de internet, y del que yo me enteré por medio de un
programa famoso de televisión que hablaba de cosas paranormales.
Pero el nombre de esos exorcistas solo aparecía en un reportaje de

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periódico que encontré en internet ya que aunque busqué en
páginas del obispado no encontré ninguna información sobre
exorcismos. Fue entonces que alguien, providencialmente, me
comentó que conocía a uno de esos exorcistas y daba la casualidad
de que estaba en mi diócesis. Aunque me costó varios intentos para
ir a hablar con él, por fin un día del mes de marzo del 2014
conseguí romper mi resistencia y entrar en su despacho. Me recibió
amablemente, me pareció un hombre bueno, pero la conversación
se alargó demasiado y no hubo diagnóstico. Tuve que volver un par
de veces más rompiendo aquella resistencia para pedirle oración, ya
que, si te rezan, en ocasiones es la única manera de saber si tienes
manifestación o no.
Quizá tengo que explicar un poco más que es eso de la resistencia
para que se me entienda: Cada vez que hacia intención de ir a verle,
me venía una desgana terrible que me impedía salir de casa. Otras
veces, yendo hacia la parroquia, una fuerza interior me hacía
desviarme del camino. Aunque trataba de dominarla, no podía. Yo
quería ir en una dirección, pero mis piernas me llevaban hacia otra
completamente opuesta. De igual manera, si conseguía llegar hasta
la puerta… era incapaz de llamar al timbre, y tras tirarme media hora
o más dando vueltas intentando llamar… finalmente me daba media
vuelta alejándome del sitio.
En mi segunda visita, en abril, yo ya iba con la recomendación de
un sacerdote que me había visto en trance y me había recomendado
ir a un exorcista. Pero tampoco conseguí que me diera una cita para
rezarme. Entre medias de esto, una monja me consigue el teléfono
de un exorcista experimentado perteneciente a otra diócesis. Éste
me recibe el mismo día que hablo con él por teléfono. Hablamos
personalmente durante un rato, después me reza unas cuantas
oraciones y…. el resultado ya lo he contado anteriormente: Tengo
una manifestación potente cuyo diagnostico es posesión diabólica
de varios demonios. Pero él no puede llevar mi caso, puesto que la
organización de la diócesis obliga a que te tenga que atender el
exorcista de tu Vicaría. Delante de mí realiza las gestiones necesarias

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para derivarme al exorcista que me corresponde, que es el mismo
con el que yo he estado intentando quedar sin éxito por mi parte.
Con esta recomendación, y ya con un diagnostico hecho, me
vuelvo a presentar al exorcista de mi diócesis por tercera vez ese
mismo año. Ya estamos en junio. Pero aún no se siente preparado
para comenzar a rezarme pues carece de un equipo que lo
acompañe, y yo tampoco, pues mi familia ignora mi situación. Se da
cuenta de que él solo no puede llevar mi caso, pues tengo
manifestaciones muy violentas en las que hay que sujetarme y eso
retrasa otro mes. Llega el verano, yo estoy peor. Pero el exorcista se
ha ido de vacaciones todo el mes de agosto. Entonces, a la
desesperada comienzo una búsqueda por ver quién puede
atenderme en su lugar. Lo primero que hago es presentarme al
Obispado. Me derivan a mi Vicaría, donde tengo que preguntar al
Vicario para que él me asigne el exorcista correspondiente. Para dar
con el teléfono del Vicario tengo que acudir al párroco de la
parroquia de mi barrio.
Tras dar más explicaciones personales de las necesarias al
secretario del Vicario, no consigo que se ponga al teléfono para que
me atienda. Decido recorrerme todas las parroquias una por una de
la lista que aparece en el reportaje de periódico que da los nombres
de los ocho nuevos exorcistas. Descubro que todos están de
vacaciones. Excepto dos de ellos, que han sido trasladados a otras
tareas. Uno sigue en Madrid pero no de exorcista, el otro ha sido
sacado fuera de la provincia.
Tras el esfuerzo físico de haberme recorrido todas las parroquias
en un solo día, siento como mi alma se hunde en la desesperación.
¿Cómo voy a soportar los ataques que estoy teniendo sin ninguna
ayuda durante otro mes? Todos mis síntomas se han agravado hasta
el extremo. Los ataques nocturnos son continuados, las pesadillas
son cada vez más terroríficas. Y los ataques comienzan a extenderse
durante el día. Tengo manifestaciones estando en casa yo sola, en
las que me tiran al suelo o me postran en la cama, durante las cuales
hablan en lenguas manifestando diferentes personalidades, me
hacen retorcerme violentamente, me colocan en posturas
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inverosímiles, llegando a durar estos ataques hasta una hora o más
(según mi percepción). Me hacen babear de continuo, emitir
aullidos, gemidos lastimeros, bufar, silabear, gruñir o parlotean sin
parar en lenguas extrañas blasfemando contra todo objeto religioso
que encuentran en mi casa.
Como durante estos estados no pierdo del todo la conciencia, el
sufrimiento es mayor, porque soy consciente del modo en que
denigran mi cuerpo y mi persona. Cuando los ataques no son tan
fieros, me tienen en estado de confusión permanente, donde no soy
capaz de ejercer movimientos sencillos, como coger un vaso y
llevarlo a la boca, o apagar un despertador que está sonando. Toda
mi vida se ha reducido a sobrevivir. En los estados en los que estoy
mejor, puedo salir a la calle, caminar, comunicarme con la gente, y
realizar tareas sencillas, pero todo con un enorme esfuerzo por mi
parte. Experimento una continua confusión de cabeza, con un
agotamiento interior intenso, y con dolores físicos permanentes que
han empezado a somatizar todos los miembros de mi cuerpo.
Hubiera muerto aquel mismo verano si Dios no sale a mi encuentro:
Iba caminando por la calle de regreso a casa. Ese mismo día había
estado en la última parroquia que me quedaba por visitar en busca
de exorcista… y también estaba de vacaciones, me sentía
sentenciada. Ya no tenía a dónde acudir, ni tenía fuerza para seguir
llamando a la puerta. Ya sólo quedaba mi grito interior: “¡Señor, ten
piedad de mí!” Entonces… alguien me saluda. Eran dos chicas que
había conocido en uno de los encuentros carismáticos a los que
había ido y en los que mi mal se había manifestado. Ellas habían
estado cerca de mí, durante las manifestaciones, ayudándome. Creo
que cuando las vi me eché a llorar:
—¿Conocéis a alguien que pueda ayudarme?
Desde ese momento, (C) y (M) se convertirán para mí en dos ángeles
de la guarda. Un mes después, me pondrían en contacto con un
sacerdote que me ayudaría mucho y que me acogería en su
parroquia. Pero como también estaba de vacaciones, durante el
verano fueron ellas las que estuvieron pendientes de mí. Me
llamaban por teléfono, quedábamos para rezar en sus casas y pedir
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la bendición de Dios. Durante el año siguiente, ellas y su pequeño
grupo serán las personas que me llevarán en coche en los
desplazamientos necesarios, en los que yo no puedo conducir por mí
estado, para que recen por mí; las que me acompañarán a misa para
que aguante sin salir corriendo, rezarán por mí pidiendo mi
sanación-liberación, y las que me ayudarán cuando entre en trance
en la iglesia para cuidar de que no me haga daño ni la gente me
fotografíe o grave. A través de ellas conoceré un montón de gente
en la parroquia en la que soy acogida, que al verme en trance,
comenzarán a querer ayudarme.
A mediados de septiembre de ese mismo año 2014, por fin el
exorcista de mi Vicaría comienza a asistirme, después de seis meses
de espera, con las sesiones de Exorcismo Mayor cada semana. Hago
un intento por pedir al Vicario un cambio de exorcista, ya que, dadas
mis circunstancias, me da más fiabilidad un exorcista
experimentado, pero esta petición se me deniega. A los pocos meses
de comenzar a tratarme, el exorcista me exige llevarle un
diagnostico psiquiátrico. A lo cual me tengo que someter a toda
clase de pruebas durante varios días con un especialista. El coste
muy elevado, me lo pagó Caritas, para lo cual tuve que realizar
varios trámites para que me lo concedieran. Todo en su conjunto
supuso un esfuerzo sumado a mi agotamiento: tener que hablar de
mi problema con más personas de las deseadas, dar paseos de un
lugar a otro, tramitar papeleo médico que necesitaba presentar, etc.
Finalmente, el psiquiatra realiza su diagnostico: “Déficit de
Atención.(TDAH)”. Evidentemente, al exorcista sólo le sirvió para
darse cuenta de que no existía enfermedad mental ninguna, para
proseguir con normalidad con sus oraciones hasta principios de julio
de 2015. Ese mismo mes me anuncia que cesa como exorcista y se
despide de mí.
El mes de agosto lo paso sola sin nada. Estuve fatal. Otra vez me
venían las tentaciones de que Dios no era bueno. La carga emocional
que tengo me la detectan en las visitas médicas y me aconsejan
tratarme con un psicólogo. Que finalmente consigo a través de la
Delegación Diocesana, que me lo facilita gratuitamente a principio
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de octubre. Mientras tanto, traté de gestionar otro exorcista a
través de la Vicaria en el mes de septiembre, ya que nadie se había
ocupado de ponerme en contacto con un nuevo exorcista que
continuara mi caso. Hasta mediados de octubre no consigo que el
Vicario, que parece molesto por mi insistencia, me atienda para que
me facilite el teléfono de otro exorcista. Aquellos días de espera y
constantes llamadas de petición los viví como un calvario.
Mentalmente me sentía agotada al borde de mis condiciones físicas
y mentales. Para colmo de males, el sacerdote que me había abierto
las puertas de su parroquia donde había sido acogida, se trasladaba
a otra provincia y no sabía qué aceptación iba a tener con el nuevo
párroco. Pero, al menos, consigue ponerme en contacto con un
sacerdote que accede a realizarme un par de veces oración de
liberación y con el que puedo hablar para no hundirme en la
desesperación.
A mediados de octubre del 2015, soy citada por el nuevo exorcista
para una entrevista en la que sólo hablamos. Y una semana después
comienza con el Ritual de exorcismo. Por suerte, este cambio fue a
mejor. El nuevo exorcista que se me asignó estaba más seguro de sí,
contaba con un equipo colaborador de intercesión bien coordinado
y me ayudó con un seguimiento espiritual que antes no tenía,
facilitando así mismo la confesión que tanto me costaba. Poder
hablar con un sacerdote que conocía lo que me ocurría y tenía bien
desarrollado el don del discernimiento y del consejo, despejó
muchos calvarios en los que el demonio trataba de meterme.
Comienza en ese periodo una parte importante de mi conversión.
Junto con el seguimiento terapéutico del psicólogo con el que voy
curando heridas pasadas y perdonando, a su vez que recibo pautas
para gestionar correctamente las emociones presentes, obtengo
suficientes herramientas para fortalecerme emocionalmente y
enfrentar con más serenidad los ataques que sigo sufriendo.
Además, en esta etapa ya participa mi hermana con su
acompañamiento, y Dios me ha puesto a nuevos ángeles de la
guarda que me respaldan en todo; personas que se encargarán de
estar a mi lado durante la manifestación en los lugares de oración o
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peregrinaje donde me llevan. Y que me darán apoyo emocional,
consejo y otras ayudas necesarias en ese momento para mi
subsistencia.

4. EL EXORCISMO

A ver. ¿Pero en qué consiste una Oración de Exorcismo? Para


quien desconozca el tema, le informaré de que se trata de un grupo
de oraciones litúrgicas de la Iglesia, muy sencillas, recogidas en un
ritual al que se ha llamado “Ritual de exorcismo”. Que consiste:
- En la lectura de Salmos.
- Lectura del evangelio
- Invocación de los Santos
- Una orden al demonio para que salga.
Eso es todo. Ni más ni menos. Para quien se esperase una reunión
de 50 exorcistas rezando en latín, presididas por un Obispo, con
cientos de monjas y religiosos arrodillados en una Catedral, y un
coro cantando gregoriano… se equivoca. ¿Por qué tanto apuro en
aplicarle este conjunto de oraciones tan sencillas a una persona que
lo pide? ¿De dónde viene esa necesidad de pasar por los exámenes
psiquiátricos? ¿Por qué tanto empeño en que el número de
exorcistas oficiales sea tan reducido y sus nombres a menudo sean
desconocidos? ¿Qué se esconde detrás de tanta prudencia?
Lo que algunos Obispos, suelen responderte a estas preguntas es
que, según ellos, no hay tantos casos de posesión, y que la mayoría
de personas que se cree poseída por un espíritu es un enfermo que
lo que necesita es de la ayuda de un psiquiatra. La otra razón que
dan es el miedo a los abusos, y que el ejercicio del exorcismo pueda
llevarse a extremos peligrosos para la persona.
Con respecto a la primera razón, opongo que la realidad es que,
los pocos exorcistas que ejercen, están excedidos de trabajo.
Ciertamente, no todo el mundo a los que asiste tiene posesión, la

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gran mayoría son casos de influencia demoníaca. Y muy pocos casos
de psiquiatría, que si no presentan actividad demoníaca son
derivados al psiquiatra. Pero también el trabajo de un exorcista
consiste en atender a cantidad de personas que necesitan un
discernimiento, un consejo, una pequeña oración de liberación o de
sanación, una bendición para ellos o sus casas, porque les ocurren
cosas que pueden estar relacionadas con la influencia del demonio.
Teniendo en cuenta que un caso de posesión requiere ser asistido
todas las semanas en una media entre una hora a dos horas, basta
que un exorcista deba atender dos casos para ya tener su agenda
bien apretada. A esos dos casos, hay que sumarles la cantidad de
casos de verdadera influencia demoníaca, que también requieren
una media entre media hora a una hora de atención semanal o
quincenal según la gravedad y la evolución de la persona. Y estos
casos pueden sumar, en una misma Vicaría, cinco, diez, veinte o
treinta casos, de diferente grado. Más atender a una persona nueva
que viene a consultar su problema, requiere una entrevista de unos
cuarenta minutos al menos, con un seguimiento para según qué
casos, si el problema que planteó persiste y no se resolvió en la
primera entrevista. Como normalmente el exorcista no sólo se
dedica a hacer exorcismos, sino que tiene que combinarlo con otras
labores apostólicas de mucha responsabilidad, pues tiene un gran
peso sobre sus espaldas.
Además algunos demonios sólo salen con oración y ayuno. Esto
quiere decir que el exorcista debe tener tiempos para prepararse
cuando va a orar por alguien. Si tiene que atender todos los días a
un caso por pequeño que parezca, seguramente este exorcista deja
de hacer ayuno, porque no puede estar todos los días de su vida
ayunando. Sería inhumano, o propio de un gran santo. Tiene que
tener tiempos de descanso para recuperarse. Por lo que tiene
necesidad de espaciar los casos que atiende entre semana. Pero
como los casos que atiende requieren atención porque algunos son
de extrema gravedad, no puede dejar de atenderlos espaciándolos.
Por lo que se hace necesaria la colaboración de otro exorcista para
que entre ellos se repartan los casos de una manera que todos sean
49
bien atendidos y ellos puedan tener tiempos de preparación y
también de descanso.
Para la salud mental y física de un sacerdote dedicado al
exorcismo es de vital importancia que también pueda ocuparse de
otras cosas que le distraigan y le alimenten el alma. Porque el
exorcismo desgasta, agota, y, en numerosas ocasiones, incluso
algunos espíritus los molestan no dejándolos dormir, o creándoles
pequeñas molestias en el cuerpo que con el tiempo pueden incluso
convertirse en enfermedades, que sólo pueden ser evitadas
protegiéndose con la oración y con el ayuno. De igual manera, por
las mismas razones y por otras, conviene que cada exorcista cuente
con un equipo de ministerio de liberación y sanación bien
constituido, que le ayuden en mutua colaboración a llevar el
seguimiento de los casos. Además, también hay que tener en cuenta
a los familiares de cada afectado, a los que también hay que
acompañar en esta penuria que sufren. Tanto espiritual, como
material, como psicológicamente.
Y con todo esto, me atrevo a decir que un Obispo que tenga a un
exorcista trabajando en su diócesis, y no le da al menos un
compañero para que trabaje con él y le apoye… está haciendo daño
a los afectados porque no pueden estar siendo atendidos todo lo
adecuadamente que requiere este ministerio, puesto que el
sacerdote no da abasto. Un Obispo que sólo tuviera a su cargo un
solo exorcista, está descuidando a un sacerdote. Y a un sacerdote se
le tiene que cuidar y atender como a un hijo.
Con respecto a la segunda razón, pienso que algo de prudencia es
necesario. Como también lo es llevar un orden y sujetarse a algunos
criterios bien elegidos:
1. El Canon 1172 del Código de Derecho Canónico declara que; “a
nadie es lícito realizar exorcismos sobre personas posesas, a no ser
que el Ordinario del lugar haya concedido licencia peculiar y expresa
para ello (§ 1), y determina también que “esta licencia sólo puede ser
concedida por el Ordinario del lugar a un presbítero piadoso, docto,

50
prudente y con integridad de vida (§ 2). Por consiguiente se invita a
los Obispos a urgir el cumplimiento de estos preceptos.”
2. En la carta a los ordinarios del lugar de la congregación para la
doctrina de la Fe del 29 de Septiembre de 1985 se recuerda además
que:“de estas prescripciones se sigue que no es lícito a los fieles
cristianos utilizar la fórmula de exorcismo contra Satanás y los
ángeles apóstatas, contenida en el Ritual que fue publicado por
orden del sumo pontífice León XIII; mucho menos les es lícito emplear
el texto entero de este exorcismo. Los Obispos procuren amonestar a
los fieles sobre este asunto cuando sea necesario.”
3. “Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los Obispos que
velen para que — aun en los casos que, excluida la auténtica
posesión diabólica, parezcan revelar algún influjo del diablo —
personas sin la debida autorización dirijan reuniones en las cuales se
hagan oraciones para obtener la expulsión del demonio, oraciones
que directamente interpelen a los demonios o traten de conocer la
identidad de los mismos.
La formulación de estas normas de ningún modo debe disuadir a
los fieles de rezar para que, como Jesús nos enseñó, sean libres del
maligno (cf-Mt 6,13). Además de eso, los Pastores podrán valerse de
esta oportunidad para recordar lo que la Tradición de la Iglesia
enseña respecto a la función propia de los Sacramentos y a
propósito de la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, de
los Ángeles y de los Santos en la lucha espiritual de los cristianos
contra los espíritus malignos”.
También, el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nos
recuerda: “tiene lugar un exorcismo cuando la Iglesia pide con su
autoridad, en nombre de Jesús, que una persona o un objeto sea
protegido contra el influjo del “Maligno” y sustraído a su dominio.
Además, precisa que el exorcismo solemne, llamado gran exorcismo,
puede ser efectuado solamente por un presbítero autorizado por el
obispo”.(nº 352)
Lo único que hace falta añadir a estos criterios, para que no se
cometan abusos, es la formación adecuada de nuevos exorcistas y
51
equipos de liberación acompañado de una pastoral especifica cuya
iniciación y aceptación debe venir de la mano de los Obispos. O bien,
de la elección de los propios exorcistas que han sido nombrados
para este cargo. Desgraciadamente, la exorcística es un campo al
que se le ha tratado de echar tierra encima para olvidarlo, y lo que
conviene hacer no es enterrarlo y desprestigiarlo, sino trabajarlo,
sacarlo del nicho donde lo hemos enterrado, y normalizarlo.
Empezando por los seminarios.
La Iglesia necesita volver a la sencillez del evangelio; “Id y expulsad
demonios”. Como hacían Jesucristo y sus discípulos en plena calle,
sin vergüenza ninguna, sin burocracias, atendían a todo aquel
necesitado. Jesús no te enviaba a hacerte una prueba médica para
comprobar la veracidad de tu enfermedad ni te enviaba a hacerte un
diagnostico psiquiátrico para comprobar la veracidad de tu
posesión. Sencillamente, hacía ejercicio de la Misericordia.
Ordenaba a los demonios que se fueran y los expulsaba.
Las personas afectadas no tenemos tiempo para esperar tanto
como nos hacen esperar, porque los síntomas avanzan y se crecen
con el transcurso del tiempo. Ni tenemos fuerzas para ir de un lugar
a otro buscando quién nos atienda como quien juega a buscar la
aguja en el pajar dando palos de ciego. Ni tenemos dinero para
gastárnoslo en diagnósticos psiquiátricos. En la Seguridad Social,
pueden tardar hasta tres meses en darte una primera cita y otros
tres meses una segunda. Esto, tratándose de España, porque en
otros países ni siquiera existe la seguridad social. Los grandes
profesionales de psiquiatría privados, en mi país, vienen a costar
entre 150 y 200 euros por una sesión. No estamos de broma,
estamos urgentemente necesitados. Nos encontramos angustiados,
desesperados, en tentación de suicidio, físicamente machacados,
psíquicamente torturados, sometidos a obsesiones continuas, a
confusión mental, a dolores continuos, a vejaciones.
Incomprendidos por el entorno familiar, y social en el que nos
movemos. Señalados como “bichos raros” sacados de una película.
¡Ahhh, el cine! Que daño nos ha hecho el cine. Ya hablaré de esto
más adelante. Estigmatizados por una sociedad incrédula que no
52
quiere reconocer que existe una fenomenología paranormal a la que
los psiquiatras no saben o no se atreven a poner nombre, porque se
sale de sus manuales. Y no tienen la solución para el conjunto de
síntomas que padecemos; sólo se atreven a tratar alguno de los
síntomas separándolos del resto. Es evidente, que conviene hacer
las cosas bien, pero hay que hacerlas de otra manera. Y este
testimonio busca abrir un campo de reflexión y debate acerca de las
mejores posibilidades de ejercer el exorcismo y una pastoral
especifica.
Ahora trataré el tema de la Oración de Liberación; aunque el
Canon no impide en absoluto que un sacerdote realice una oración
de plegaria (o liberación) a un poseso, sin embargo, algunos Obispos
prohíben que en sus diócesis se aplique este tipo de oración a los
posesos. Es más, exigen a los grupos cristianos donde este tipo de
carisma se da con frecuencia por la propia Infusión del Espíritu
Santo, que no ejerzan el ministerio de liberación. Si algunos Obispos
impiden que haya grupos que desarrollen el don de liberación. E
impiden que haya sacerdotes concretos que, teniendo o no el don
de liberación, puedan atender a casos concretos, yo me quedo sin
oración como tantas veces me ha ocurrido. No han sido pocos los
sacerdotes que no han podido hacer nada por mí, salvo darme una
bendición o un consejo. Y otros los que sólo han podido hacerme
una oración de plegaria muy puntual en un momento de urgente
necesidad. Lejos de pensar que hay sacerdotes que ven al demonio
en todas partes y que quieren protagonismo (no dudo que seguro
los haya en alguna parte), sin embargo yo me he topado con que la
mayoría son obedientes al Canon y a su Obispo. Pero se quedan mal
cuando te ven fatal y se sienten con las manos atadas. Ellos harían
algo por ti, pero tendrían que pedir permiso a sus párrocos, sus
párrocos tendrían que pedir permiso a su Obispo, y su Obispo
resulta que es contrario a que se realicen en su diócesis Oración de
Liberación a los posesos. En ocasiones es el propio Párroco quien
directamente se niega a que en su parroquia se desarrollen este tipo
de ayudas y decide no comunicar nada al Obispo ni consultarle.

53
La sensación de abandono es galopante. Porque muchos posesos
no entramos en trance sólo cuando se nos reza la oración de
exorcismo. Entramos en trance en cualquier parte, al contacto con
lo Sagrado. O, simplemente, estando en casa. En la conciencia del
cura, y en sus mismas entrañas va el querer ayudar, querer auxiliar,
querer hacer algo por esa persona que sufre y que le ha pedido
ayuda y que a veces conoce personalmente porque es de su
parroquia o de su grupo. Pero se topa con el deber a la obediencia,
quedando atrapado entre el deber de obedecer y el deber de la
caridad. El que está enfermo no entiende que no le den la medicina
que le aliviaría o incluso le curaría, porque así es como está
mandado por su Obispo.
Mi enfado ha ido dirigido, entonces, hacia los Obispos del lugar,
que a veces no quieren que determinados sacerdotes o carismas
propios dentro de la Iglesia se encarguen de estos casos. A fin de
cuentas son los que atan y desatan, y todos les debemos obediencia.
A mí me ha costado obedecer hasta las lágrimas. Porque he tenido
temporadas muy largas en las que ningún exorcista se estaba
haciendo cargo de mí. Y en esos tiempos en los que los posesos
quedamos vulnerables a los ataques de los demonios, e indefensos,
no se puede comprender la indiferencia de un Obispo. No se puede
comprender que, para recibir ayuda, me haya tenido que desplazar
hacia otras provincias de España o, incluso, fuera del país. Pero no
hablo sólo por mí. Hablo por tantas personas en el mundo entero
que en estos momentos no están siendo atendidos por nadie,
porque en sus diócesis no hay ninguna posibilidad.
Ojalá todos los Obispos fueran tan valientes como para nombrar a
ocho exorcistas por diócesis y además formarlos con la experiencia
de exorcistas que han dedicado muchos años de labor y estudio
repartidos por todo el mundo. Y ayudarlos a equiparse con sus
respectivos equipos de liberación y sanación formados por seglares
o religiosos. Pero, ¿cómo se le puede abrir los ojos y el corazón a un
Obispo? ¿Cómo se pide algo que en justicia se nos tiene que dar, la
oración de exorcismo, sin faltar a la caridad y sin perder la
paciencia?
54
Muchas veces me han dado ganas de ir a aporrear las puertas de
los Obispos noche y día, y ponerme a tocar cacerolas, con una
pancarta que dijera: “Me estás condenando al suplicio”. Muchas
veces me he llenado de ira contra los Obispos que se oponen al
exorcismo o a la oración de liberación, o que simplemente pasan del
tema. Me han dado ganas de desobedecerles, de apartarlos de mi
corazón y hasta de desearles que sufrieran lo que yo estaba
sufriendo para que supieran lo que vale un peine. Y claro, luego he
tenido que confesarme de todo este fuego y arrepentirme en mi
corazón. Porque ellos, son parte de mi Iglesia. Ellos también son
almas necesitadas de oración por parte de sus feligreses. Ellos
también están necesitados de comprensión, de cariño, y de consejo.
Y, además, yo les debo obediencia por la autoridad que Cristo puso
en ellos aunque sus decisiones me crucifiquen. Así que finalmente,
he debido apaciguar mi ira poniéndome en oración ante Jesucristo
Sacramentado, para pedirle que me diera un corazón paciente y
benevolente. Para terminar pidiendo por este Obispo y aquel
Vicario, ofreciendo por ellos mis sufrimientos del día, en lugar de
guardarles rencor.
Pero abandonar mi impulso reivindicativo con cacerolas o medios
intimidatorios que se me venían a la cabeza, a los que no he llegado
nunca, no significa renegar de mi derecho de luchar por mi causa y
la de tantas persona en diversos países del mundo que sufren sin
poder recibir una oración de exorcismo, una oración de liberación, y
un buen trato por parte de sus pastores. Por eso, como hacían los
ciegos de Jericó, he seguido gritando más alto y más fuerte.
Tengo la esperanza de que muchos Obispos de buena Fe, leyendo
este libro van a comprender un poco mejor lo que sufrimos, y sus
corazones van a estar abiertos a escucharnos y a no complicarnos
con burocracias. Espero que me excusarán si a veces parece que
cargo las tintas contra ellos. Honestamente creo no estar faltando la
caridad sino pidiendo en justicia un derecho que nos dio Jesucristo,
y, que se nos deniega en muchas partes. Que así sea.

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CAPITULO III
1.ARROJAD A LOS DEMONIOS

En España, como en muchos otros países, las personas con


posesión o con influencia demoniaca, aún no disfrutamos en la
Iglesia de una pastoral dirigida a nosotros y nuestras familias. Los
sacerdotes, en general, no están preparados ni formados para
acompañar a un alma que sufre los tormentos de los demonios. Es
un defecto que viene de “fábrica.” Ya que, en los seminarios sé de
buena tinta que no hay ninguna asignatura de demonología. Ni
tampoco estudian el Ritual de Exorcismo. Tienen siete años de
estudios en su formación como sacerdotes, sin embargo, no dedican
tiempo a estos temas. Me sorprende, pues en el Evangelio y en el
Antiguo Testamento se nombra a los ángeles y a los demonios
numerosas veces como seres reales y no meras representaciones del
bien o el mal. Que tuvieron, como cuenta el Génesis (primer libro de
la Biblia), una influencia ya en Adán y Eva, por cuya tentación caen
en el pecado original que a todos nos afecta. Se habla de ellos como
criaturas de Dios, que participan e interactúan en la vida del ser
humano, ya sea tentándole o perjudicándole (caso de los demonios),
ya sea ayudándole (caso de los ángeles).
Son varios los casos de posesión con los que Jesucristo y los
apóstoles se encuentran, relatados en los evangelios. Es más: Jesús
practica el exorcismo, diferenciándolo claramente de las
enfermedades de la época a las que practica curación. El mismo
Jesús unas veces sana, cuando hay enfermedad, y en otras exorciza,
cuando hay posesión. El mismo Cristo ordena a sus apóstoles
“arrojad a los demonios” (Mt 10,5-9). Y les enseña que a ciertos
demonios sólo se les echa con oración y ayuno (Mt 17,14-21). El
exorcismo pasa a ser, desde los tiempos de Jesús, una obligación de
sus apóstoles. Es decir, de los Obispos. Un poder contra los

56
demonios atribuido por el mismo Dios hecho hombre. El apóstol que
en nombre de Cristo ordena al demonio abandonar el cuerpo que
ha poseído, está obligando al demonio, por el mismo mandato de
Cristo, a obedecerle.
“Arrojad a los demonios” (Mt 10,5-9; Mc 6,6-13; Lc 9,1-6). ¿Cómo
hemos podido, veinte siglos después, olvidarnos de un mandato tan
directo y tan claro, tan concreto y tan impregnado de personalidad
propia? El ejercicio del exorcismo está tan lleno de particularidades,
que no es de extrañar que la Iglesia lo haya incluido como
sacramental. En mi humilde opinión, cuando leo y estudio los
evangelios, me parece tan evidente que Jesús quería que se
practicara, que me admira cómo es posible que la Iglesia de nuestros
tiempos haya casi extinguido la práctica de este mandato de
Jesucristo. Tal como lo expresa Jesús, no es una sugerencia ni un
consejo evangélico:
“Jesús envió a estos doce advirtiéndoles: “No vayáis por tierra de
gentiles, ni entréis en ciudad de samaritanos. Id, más bien, a las
ovejas perdidas de la casa de Israel. Id predicando que el reino de los
cielos está cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos,
limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios: gratis lo habéis
recibido, dadlo gratis….” (Mc 6,6-13; Lc 9,1-6; 10,3-12)
“Habiendo convocado a los doce, les dio poder y autoridad sobre
todos los demonios y de curar enfermedades, y los envió a predicar el
reino de Dios y a sanar enfermos….” (Lc 9,1-3)( Mt 10,1-2)
Claramente es un poder que Jesús otorga a los apóstoles. Y los
envía para que lo usen y practiquen, como una obligación más de
sus tareas apostólicas y un ejercicio más de misericordia. ¿Por qué
no se enseña a los sacerdotes en los seminarios este ministerio?
¿Por qué en muchas diócesis, el Obispo del lugar no encarga a nadie
este ministerio? ¿Es que acaso su diócesis carece de sacerdotes
doctos, prudentes y virtuosos que pudieran ejercerlo?
Como los sacerdotes no han recibido una buena doctrina y
formación acerca de estos temas, cuando se encuentran con un caso
personal… no saben qué hacer. Me ha sucedido a mí en primera
persona: Coincidí, en una misa dedicada a un grupo de seminaristas
57
y curas, con una celebración litúrgica que me hizo entrar en trance.
No podía levantarme del asiento aunque mi intención era salir de allí
corriendo. Recé a la Virgen para que lo contuviera. Al finalizar la
ceremonia y vaciarse el lugar, pude salir dando tumbos. Delante de
ellos, a las mismas puertas, caí desplomada hacia atrás con una
manifestación increíblemente fuerte. Una señora salió en mi
socorro.
—Parece un ataque epiléptico…
—¿Es española? — preguntó alguien.
—No sé… — contestó la señora—parece que habla en Ruso no se la
entiende.
Uno de los curas que observaban la escena comentaba al de al lado;
—Había oído hablar de esto… pero no había visto algo semejante en
la vida. No sé que hay que hacer en estos casos, yo llamo al SAMUR.
Mientras me retorcía en el suelo entre alaridos, los ojos se me
fueron. No sé cuánto espacio de tiempo transcurrió desde esa frase
a la siguiente que escuché:
—No señora… nosotros somos médicos y esto no es epilepsia esto
es otra cosa.
—Parece un caso de exorcismo…— decía otra voz.
La señora, al entender que aquello era otra situación, se puso a
rezar al Corazón de Jesús, e inmediatamente salí del trance. Me
encontré rodeada de gente del SAMUR que se quedaron a mi
cuidado hasta que llegó la ambulancia. Aunque yo insistía en que ya
me encontraba bien como demostró el reconocimiento y prefería
irme a casa, mis explicaciones sobre exorcismos solo sirvieron para
alertar de otros posibles factores y prefirieron ingresarme en
urgencias para tenerme en observación. Pero a parte de esta
anécdota, que sirve para iluminar cuán poquito saben los
seminaristas y los curas de este país sobre exorcismos, de los cuales
espero que, si se ven reflejados en este libro, comiencen a estudiar
sobre el tema para saber distinguir en qué momento tienen que
llamar a la ambulancia y en qué momento al Obispo del lugar; diré
que mi problema básicamente lo he tenido principalmente en el
sacramento de la confesión.
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Es muy difícil confesarte con un cura que no entiende NADA de
posesiones. Sus consejos no sirven para nada. No entienden que tus
obsesiones, tentaciones y algunos pecados te vienen por influencia
directa del demonio. No entienden la situación de opresión en la
que se encuentra tu alma. Las tentaciones a las que estás siendo
sometido de continuo. Las luchas que tienes a diario para rezar una
simple oración, para acercarte a comulgar o participar de una misa,
rezar el rosario, acercarte al sacramento de la confesión… No saben
discernir el grado de culpabilidad que tienes. No saben calibrar el
grado de lucha que tienes. No saben darte luz acerca de las trampas
y engaños que el demonio mete en tu cabeza para engañarte y
alejarte de la buena doctrina. Por eso, muchas veces, o caes en la
conciencia laxa, o en el extremo contrario que viene a ser la
conciencia escrupulosa. En la conciencia escrupulosa cae el que,
pensando que el sacerdote no le ha entendido, necesita confesar
una y otra vez el mismo pecado porque no se siente perdonado. Ésta
es una tentación que el demonio pone a muchas personas afectadas
para torturarlas por ahí. En la conciencia laxa caemos los que, como
en mi caso, preferimos omitir la mayoría de las cosas cuando
apreciamos que el sacerdote no entiende nuestra situación, y
preferimos no contar para que no se escandalice o para terminar
más rápido, omitiendo cosas que hubieran sido necesarias contar
para nuestro desarrollo espiritual o, incluso, para que la confesión
fuera válida. El demonio en ese caso nos tienta con la idea de que
confesarse es perder el tiempo.
Peor aún son los sacerdotes que “te expulsan de la Sinagoga”
como si fueras un leproso. Mencioné que durante todos estos años
conocí a personas que estaban sufriendo este fenómeno. Hablando
con ellos, algunos me contaban con lágrimas en los ojos, cómo, al
entrar en trance en alguna iglesia, el cura les había sacado
literalmente a rastras a la calle. A otros no los admitían en algún
grupo cristiano del que habían intentado formar parte y al que les
habían prohibido volver. En mi caso, pertenecía a un movimiento
cristiano al que finalmente decidí renunciar por sentirme
completamente aislada, sin poder asistir a la mayor parte de
59
actividades de los grupos (ya que se me aconsejó que no acudiera a
ellos hasta estar liberada) y sin tener ningún apoyo material ni
acompañamiento espiritual. Con el tiempo, algunas personas
concretas del movimiento, se enteraron de mi problema y me
mostraron apoyo y afecto a modo personal. Pero, inicialmente,
superar mi sentimiento de abandono y perdonar de todo corazón
estas actitudes por parte de personas que venían conociéndome
durante años, me supuso un dolor añadido a todas mis
tribulaciones. Uno intenta amar a la Iglesia a pesar de todo y tener
fe en la fraternidad, pero ¡cómo duele cuando la comunidad te falla,
y cuántos puntos vulnerables encuentra el demonio entonces para
tentarte y atacarte más! Una oveja enferma que ve como su rebaño
se aleja de ella… con el lobo merodeándola… es un milagro de amor
si consigue salvarse. Y ese milagro ocurrió conmigo porque el Señor
y Nuestra Madre me pusieron personas en el camino que me
ayudaron.
Desgraciadamente, estos ejemplos muestran como algunos
sacerdotes tratan a los posesos del siglo veintiuno como se trataba a
los leprosos en el antiguo testamento, a los que no se les permitía
acercarse a las poblaciones y tenían prohibido entrar a la Sinagoga.
¿De dónde vienen estas actitudes tan poco caritativas? Creo que
vienen principalmente de un miedo a ser contagiados. Y este miedo
es el fruto de una mala formación y un desconocimiento absoluto
del tema. También viene porque es un fastidio tener que estar
pendiente de alguien que necesita atención y distorsiona el ritmo
del grupo. Y así, unos con su miedo, otros con su incredulidad, otros
con su ignorancia, otros con su indiferencia, otros con su dureza, te
hacen sufrir de mil maneras. Cuando no te admiten en un grupo, o
te piden que te salgas de un templo… a consecuencia de la posesión
que sufres, te sientes tratado como un perro. Casi es lo mismo que si
el personal de un hospital pidiera a un enfermo, afectado de algo
gravísimo, que abandonase el hospital de inmediato, para dejarlo
morir en la calle sin asistencia. Sentirme así, en ocasiones, me ha
servido para acercarme más al sufrimiento de sectores marginados,
como los antiguos leprosos que nadie quería tocar, con los que me
60
he identificado muchas veces. O, como los integrantes de la raza
negra, que durante años fueron tratados como verdaderos animales,
sin alma, en tiempos de esclavitud, por los de la raza blanca.
Cuando sufres el rechazo en tu carne, te sensibilizas del sufrimiento
ajeno, y eso prepara a tu alma para ser más bondadosa y
compresiva con el dolor de los demás.
Aunque no agradezco en absoluto el rechazo sufrido por algunas
personas (pocas en mi caso, la verdad), si agradezco a Dios esta
lección, pues me ha servido de purificación. Ya que, en los años de
alejamiento de mis creencias, me había vuelto insensible al
sufrimiento humano, y me ha servido para pedir perdón por las
veces que yo haya podido pasar por alto a los demás. Sólo Dios sabe
lo que permite, y por qué lo permite. Es trabajo nuestro averiguar
los porqués y paraqués, o aprovechar las circunstancias como un
punto de inflexión.

2. LA ACTITUD DEL EXORCISTA, LA DEL OBISPO Y LA


NECESIDAD DE TRABAJAR CON UN EQUIPO MINISTERIAL.

Los exorcistas, como humanos que son, también cometen errores


en el ejercicio de su ministerio. Especialmente cuando están
empezando. La experiencia propia que adquirirán con el tiempo, y lo
que puedan aprender al consultar y compartir experiencias con
otros sacerdotes que hayan trabajado en este campo, los irá
puliendo y enriqueciendo. Y bueno será, tanto para ellos como para
los “pacientes,” que tengan la humildad de consultar a otros
compañeros, para contrastar lo que “ellos saben” con lo que saben
los demás. No con el ánimo de competir y ver cuál es mejor
exorcista que otro porque tiene más éxito o porque tiene más fama
y es más buscado o preferido, sino con el ánimo de aprender para
ser más efectivos en su ministerio dejando a un lado envidias y
recelos. El exorcismo es una oración que se hace en nombre de la
Iglesia, no es la oración de un individuo particular. Por lo que buscar

61
la unidad y el apoyo mutuo es un deber para quien ejerce el
exorcismo.
En ocasiones los errores que se cometen son importantes.
Torpezas, negligencias… vienen dadas, muchas veces, por su falta de
humildad de no querer consultar a otros. Y otras tantas veces, viene
porque, aunque quiere consultar y aprender, no encuentra quién le
enseñe. Sólo y abandonado ante la lucha… tiene que experimentar
por su propia cuenta y riesgo.
Aunque los exorcistas tengan una tarea extraordinaria, ellos son
gente normal. Eso sí, son gente creyente. Y deben ser hombres de
mucha Fe si quieren conseguir vencer a los demonios, de lo
contrario, poca fuerza tienen ante ellos. Ya que, el poder del
exorcismo, se basa sobre la autoridad que Cristo dio a sus apóstoles
para expulsarlos en su nombre. Si yo, como exorcista, no me creo
esto… no voy a poder expulsar a ningún espíritu por muchos
exorcismos que haga, ya que no estoy creyéndome la autoridad que
sobre mí mismo Cristo me ha otorgado. O lo que es lo mismo,
profundizando más: que no le creo ni una palabra a Jesucristo ni de
que los demonios existan ni de que Él tenga poder sobre ellos, un
poder que me ha transmitido a mí. Y si no tengo esta Fe, ¿los
espíritus me obedecerán cuando les ordene que se marchen? Lo
tengo comprobado en mi experiencia. Sólo experimentan temor
ante los que tienen Fe. De semejante manera, los espíritus tendrán
donde agarrarse al poseído si éste no cree en el poder de Jesucristo
y en la autoridad del exorcista. Como consecuencia, incido en la
importancia de acompañar en el crecimiento espiritual al que está
siendo atormentado por algún tipo de manifestación demoníaca.
El exorcismo debe ir siempre complementado de un seguimiento
espiritual de la persona afectada. Un exorcista de mucha Fe, que no
cuente con un ministerio de liberación que lo apoye en el
acompañamiento espiritual, psicológico, etc., de la persona
afectada, o que, él mismo, no está realizando este acompañamiento
espiritual con la persona que exorciza, tendrá muy pocos éxitos o
ninguno en la liberación de sus exorcizados. Porque si la persona no
crece en la Fe o no crece en la conversión… el demonio encontrará
62
dónde aferrarse para no irse del todo. O, yéndose por un tiempo,
volverá a entrar, esta vez acompañado de siete espíritus peores (Mt
12, 45; Lc 11, 26).
Los Obispos tienen miedo de que, exorcistas que puedan estar
cometiendo algún tipo de abuso, “creen escuela” o “sienten
cátedra” esparciendo sus errores como la pólvora. Estoy de acuerdo
en que no es cauto dejar que nadie se adueñe de ser el único que
puede “sentar cátedra” en la exorcistica, por eso veo propicio que se
fomenten espacios donde puedan encontrarse, compartir
experiencias, consultarse entre ellos, dialogar profundizando en los
conocimientos adquiridos. Unificándose en aquello en lo que la
experiencia de todos va coincidiendo, y permitiendo que, en ciertos
campos de la materia, pueda ejercerse la diversidad. De este modo
también crecerá el número de expertos. Y de esa manera veo
necesario que las diócesis más ricas paguen becas a los exorcistas
que carecen de medios económicos para acceder a estos
encuentros (hay que tener en cuenta las distancias, gastos de curso,
de alojamiento, etc.) que ellos mismos no pueden pagarse, para
apoyar así, y enriquecer, a otras comunidades con la formación de
sus sacerdotes.
Pero… ¿quién pone luz a los puntos y las comas? Deben ser los
Obispos que, acudiendo a estos encuentros, escuchen, dialoguen,
oren, acompañen y profundicen en estas cuestiones para tomar
decisiones, qué licencias permitirán y cuáles no, en sus diócesis.
Pero No sin antes haber escuchado las aportaciones, dudas,
razonamientos, propuestas de los diferentes exorcistas y expertos
en la materia. Ya que la experiencia la tiene por ejercicio el
exorcista, mientras que el Obispo carece de ella por no ejercerlo. Un
Obispo, que tomara decisiones sin consultar primero a los expertos,
cometería gravísimos errores en perjuicio de las personas afectadas
en su diócesis. Prudencia y abertura deben ir cogidas de la mano.
Igual que se avanza en otras cuestiones teologales o dogmáticas,
también la exorcistica necesita un campo de reflexión y estudio que
dé cabida a las distintas experiencias culturales, para avanzar en el
mejor conocimiento del mundo de los espíritus, de sus
63
manifestaciones, métodos para expulsar a los demonios, y la
elaboración de proyectos pastorales que beneficien el
acompañamiento de las familias afectadas por las manifestaciones
diabólicas, así como su prevención en la sociedad de la Iglesia. Todo
ello ayudaría a encontrar los criterios, contenidos, y metodología
que se pueda aplicar para la formación de grupos ministeriales de
liberación que trabajen en colaboración con los exorcistas, donde
puedan colaborar, seglares, religiosos, sacerdotes, psicólogos,
psiquiatras, médicos y asociaciones de ayuda social bajo la
jurisdicción de cada Obispo del lugar. Pretender dar solución a los
casos de posesión, utilizando la ayuda de personas individuales que
no estén integradas en un equipo de trabajo conjunto, puede
destrozar por completo al sujeto que ha pedido ayuda. Una
descoordinación en la que cada cual actúa bajo diferentes
motivaciones, creencias y criterios, a menudo contrarios entre sí,
colabora a que la liberación se retrase o no se llegue a efectuar
nunca.

3.LA FE ES IMPORTANTE

Al demonio le espanta encontrar Fe en los que rezan, mientras


que la falta de Fe le sirve de ocasión de burla: En una de las sesiones
a la que me sometía con uno de los exorcistas por los que he
pasado, el demonio comenzó a burlarse de él y desobedecerle en
todo. Este sacerdote estaba cansado, dudaba mucho a la hora de
leer el ritual de exorcismo con exactitud, evitando aquellas palabras
que nombraban al demonio como tal. Otras veces, si veía una
reacción fuerte en la manifestación, cambiaba de oración sin
terminar la primera. Y en esta ocasión a la que me refiero, ante una
risotada del demonio, se quedó paralizado sin saber qué hacer o
cómo continuar. El espíritu me había erguido de la camilla en una
postura en la que debía yo parecer una marioneta con los brazos
caídos. Le miró y le dijo en perfecto castellano.
—ja, ja, ja, ja, ja …Sigo aquí. Estoy aquí.

64
Me dejó en esa postura durante un rato, mientras el exorcista daba
vueltas en su cabeza cómo seguir con la sesión.
—Bueno, venga… a ver…—balbuceó por fin.
—¿Por qué no rezas, cura? — se burló el espíritu. La cabeza cansada
y agotada por una sesión más larga de lo que estaba acostumbrado
a encontrarse conmigo, le dejó atascado y no le dio más que para
añadir:
—Bueno. Pues…. quédate así sentado si quieres.
—Yo no te obedezco a ti. — le espetó el espíritu, volviendo a
tumbarme con un golpe que maltrató mi cabeza contra la mesa y
contra la pared.
Aquella sesión yo la sufrí sobremanera. El espíritu no me dejaba
salir del trance y lo alargó todo el tiempo que quiso sin sufrir él ni un
poquito, dejándome a mí maltrecha. Además, confieso, que aquel
día me sentí desprotegida por el exorcista, que no se hacía con el
demonio en cuestión. Sentirte desprotegido hace que vayas con
inseguridad a la próxima sesión, ya que no sabes lo que pueda pasar.
En ocasiones, los demonios te golpean contra el suelo, la mesa o lo
que tengan cerca, y si las personas que están contigo para
protegerte no saben cómo actuar acertadamente, puedes sufrir
daños.
Cuando el demonio encuentra alguna debilidad en el exorcista, le
es causa de mofa. En otra ocasión, con otro exorcista que comenzó a
experimentar algo de confusión por el cansancio, rezó mal el Credo
quedándose atascado. El demonio se echó a reír de inmediato. Otras
veces se ha entretenido en emitir soplidos sobre el exorcista con el
propósito de distraerlo de sus oraciones, y vaya que esta tontería lo
conseguía desconcertar y tener que volver a retomar la oración
desde el principio, por olvidar cómo continuaba, por dos o tres veces
consecutivas.
En cambio, la cosa cambia mucho cuando el exorcista está
descansado en el cuerpo y fuerte en el espíritu: En un lugar de
peregrinación mariana, asistí, con unos amigos, a una misa que
celebraba un cura que no conocíamos de nada pero que
acompañaba a nuestro grupo de peregrinación. Llegado el momento
65
de la consagración empecé a sentir unas nauseas horribles, y un
odio terrible hacia ese cura. Emití algunos bufidos acompañado de
gruñidos, y acercarme a comulgar de sus manos fue todo un reto
para mí,por la aversión que me despertaba ese cura. No me
explicaba esta reacción, pues había tenido una peregrinación muy
tranquila, exenta de manifestaciones hasta ese momento. Ya hacía
varias semanas que, en mi mejoría, mi asistencia a misa era casi
normal. Volví a tener otra manifestación con él, en una bendición
del Santísimo, donde caí al suelo y tuve una semi-levitación con algo
de liberación. No entendía nada, hasta que este mismo sacerdote
habló con nosotros, y nos confesó que, en su país, era exorcista. Nos
compartió algunos testimonios, y de cómo allí, para enfrentarse a
los demonios, tenía que hacer muchos ayunos. Era un hombre que
en la celebración eucarística ponía mucha Fe, acostumbrado a
expulsar demonios con ayuno, oración, y con la autoridad que
Jesucristo le concede por medio de su Obispo. No hizo falta esta vez
que usara ninguna oración; no me rezó en ningún momento, pero
los demonios habían reconocido su autoridad y, en su presencia,
sufrían, se retorcían, y algunos marchaban. Los demonios reconocen
a sus enemigos naturales y huyen despavoridos.
Lo más bonito de este encuentro, es ver cómo Dios actúa según
sus planes y, en ocasiones, hay manifestaciones demoníacas que son
permitidas según un plan. Este sacerdote nos confesó que, antes de
su encuentro con nosotros, estaba decidido a abandonar el ejercicio
del exorcismo, por el peligro que entraña en el lugar del que él
venía, y porque estaba cansado. Pero aquello que ocurrió significó
para él una señal del cielo de que debía continuar en su ministerio.
Surgió, pues, entre todos nosotros, una bonita amistad en la que nos
animamos en las cosas del Señor.
Otra gran liberación la tuve con otro sacerdote que visitaba
España desde Brasil. Unos amigos me llevaron a un encuentro donde
había sido invitado este sacerdote con fama de tener dones
especiales, en una provincia de España. Fue providencial, porque se
trataba de un viaje muy largo que decidimos hacer en último
momento y habíamos estado a punto de no ir. No había mucha
66
gente. Al ser algo preparado de forma espontánea, casi nadie se
había enterado de esta visita. Contaba su conversión, antes del
comienzo de una bendición con el Santísimo que se iba a realizar
después, por él mismo, cuando sentí rechazo dentro de mí y me
puse a pensar así para mis adentros:
—Buff, a ver si te callas ya, porque vaya rollo que nos cuentes tu
vida.
En algún momento me mira. Yo estaba a unos siete bancos de él, en
la iglesia, y dice en alto para todos:
—He venido aquí para ti. Para que escuches esto.
Yo, en mis adentros, sigo pensando:
—Pues no me apetece escucharte, tío, menudo rollo nos estás
contando.
Él siguió hablando, y yo seguía sin querer escucharle, pero me
daba cuenta de que me miraba cada vez más. Mi compañera acusó
también estas miradas y me dice:
—Silvia, ya se ha dado cuenta de lo que tienes.
—¿Cómo se va a dar cuenta? ¡Anda ya!
—Te está mirando a ti todo el rato.
Efectivamente, en ese momento, me estaba mirando fijamente,
mientras decía para todos:
—Reza conmigo en voz alta esta oración…
Y se puso a rezar algo que todos repetíamos. Él no dejaba de
mirarme como queriendo comprobar si yo también rezaba. Por unos
segundos se quedó petrificado, mirándome como si algo le hubiera
distraído, y después dejó de mirarme, se cambió de sitio, y terminó
la oración que estaba haciendo. Comienza entonces la bendición con
el Santísimo. Por aquel entonces, siempre que acudía a una
exposición del Santísimo, yo entraba en trance. Esta ocasión no fue
diferente. Según se iba aproximando con el Santísimo en las manos
bendiciendo banco por banco, me iba poniendo cada vez más tensa
con la presencia de Jesús Sacramentado. Pero, además, el sacerdote
no me perdía de vista. Ya estaba casi encima de mi banco, cuando
empecé a recular hacia un lado intentando escaparme de allí, pero
una de las personas que venían con él en su grupo se había puesto a
67
mi lado tapándome la salida. Ya, a la altura de mi banco, hace la
bendición. La custodia, que era enorme, comienza a temblar en las
manos del sacerdote como si fuera a salir disparada de sus manos. Y
en ese momento siento una potentísima fuerza que brota del
Santísimo hacia mí y caigo desmayada en el suelo como si me
hubiera fulminado un rayo.
En el suelo tengo una manifestación potente. Comienzo a
retorcerme y a pegar voces hablando en lenguas extrañas, con una
voz de ultratumba que me daba miedo hasta a mí misma. En algún
momento me empiezan a rezar el rosario todo el mundo, y el
sacerdote está a mi lado hablando en brasileño que yo no entendía
nada, y soplándome. Cuando hace ese gesto de soplarme… di un
potente alarido estremecedor. Todo el mundo se apartó de mí y
sentí como mi campo gravitatorio salía de mí a una altura de unos
veinte centímetros de mi pecho, y todo el cuerpo se elevó hacia
arriba como si algo tirase de mí, quedando sostenido en el aire por
largos segundos en una postura en la que brazos y cabeza estaban
caídos hacia atrás con la espalda en curva, y sólo tocaba el suelo con
los talones.
—¡Va a salir, va a salir!—gritó el sacerdote.(Eso sí que lo entendí.) Y
se hizo un silencio a mi alrededor.
Caí al suelo inerte, y otra vez se volvió a repetir aquella elevación
de mi cuerpo con la misma intensidad, yo no me lo podía creer.
(Dios mío, pensé, estoy levitando.) Cuando caigo otra vez al suelo,
salí del trance. Me levanté un poco aturdida, pero me encontraba
bien. Había tenido una liberación muy grande. Cuando en un aparte
hablamos con este sacerdote, con una persona que nos traducía, le
pregunté por qué me miraba tanto desde un principio. Y él me
explicó:
— Cuando estaba contando mi testimonio, te oía a ti dentro de mi
cabeza, todo el rato diciéndome que no te interesaba escucharme. Y
yo te estaba diciendo que aquello te lo estaba contando a ti. Hubo
un momento que era como si en la iglesia estuviéramos solos los
dos, y yo te estaba hablando a ti, y tú me decías todo el rato, no, no,
no, no. Y luego, cuando iba con el Santísimo sentí que Él quería ir
68
hacia ti. Y, a tu altura, comenzó la custodia a temblarme muy fuerte
en las manos porque se quería dirigir hacia allí. Eso fue lo que sentí.
Este sacerdote, hace exorcismos en su país con permiso de su
Obispo. Trabaja con un equipo con ministerio de liberación que
incluye psiquiatra y psicólogo, y ambos acuden a las sesiones, es de
los que se prepara con una semana de ayuno seco antes de rezar por
un solo caso, y del que aprendimos mucho cuando le visitamos en su
país, invitados por él, para terminar mi recuperación. Antes
mencioné la importancia de que el exorcista sea un hombre de Fe.
También lo es que todo aquel que trabaje en un equipo ministerial
de liberación tenga esta Fe. Ya sea el psiquiatra, el que intercede o el
que hace el acompañamiento espiritual. Para emitir un diagnostico
médico no es necesaria la Fe, es necesaria la profesionalidad y la
honestidad, pero para acompañar, aconsejar y ayudar en la
liberación de un poseso, sí lo es en todo el ámbito espiritual.
También se hace necesario que todo el equipo tenga conocimiento
en exorcistica y demonología. Y que, al menos una de las personas,
tenga la capacidad de discernir lo que es propio de las
manifestaciones diabólicas y lo que puede ser propio de otros
problemas subyacentes.
Hay que tener en cuenta que los espíritus malignos son capaces
de favorecer enfermedades, así como de desencadenar patologías
que antes no tenías y que asemejan cuadros psiquiátricos que en
realidad no son tales. Así mismo, en la persona que pasa por todo
este sufrimiento, despierta cuadros de ansiedad o angustia naturales
que han sido provocados por la situación de sufrimiento que padece.
Estas distinciones son muy sutiles, pero son importantes a tener en
cuenta. Paso a poner un ejemplo:
Los demonios ponen en el poseso una obsesión fortísima que le
hace sentir que Dios lo tiene abandonado, y este sentimiento lo
angustia. Además le añaden dolores físicos en el cuerpo, de origen
desconocido, que le impiden trabajar. Hasta ahí tenemos la
actuación directa de los demonios sobre el sujeto. El poseso, al verse
incapacitado para sacar su trabajo adelante, desarrolla además un
cuadro de estrés. Ese estrés es natural, no viene provocado por los
69
demonios, solo indirectamente al colocarle en una situación límite
que le preocupa. Pero los demonios lo aprovecharán para
atormentarle más con la obsesión de que Dios no le ama porque no
le ayuda y ellos son más fuertes, desestabilizándole más
emocionalmente buscando que se desespere. En ese caso, conviene
trabajar el estrés natural desde una perspectiva de terapia
psicológica, para ayudar al poseso a superar la situación por sí
mismo. Pero de nada serviría tratar de hacer lo mismo con la
obsesión. La obsesión y los dolores físicos los están poniendo los
demonios y sólo pueden desaparecer si se expulsa o se ata a los
demonios con la oración. De nada o de poco serviría medicar al
poseso, ya que la obsesión no se le irá con medicación. Incluso,
medicarle en ese estado, puede dejarle más vulnerable ante los
ataques demoníacos. Ahora bien; supongamos que estando en ese
estado de angustia y penuria por desesperación, el sujeto se tira por
una escalera y se rompe un brazo. ¿Hay que escayolarle el brazo?
Por supuesto que sí. Porque la rotura del brazo es un daño físico
natural consecuencia al hecho de caerse. Y favorecer la curación del
brazo con algún medicamento adecuado estaría perfectamente
aconsejado. Lo que no estaría aconsejado es tratarle con fármacos
una supuesta depresión que se inventa un psiquiatra, y que en
realidad no existe. Porque una obsesión, con un estado de angustia
que lleva a un acto pasajero de desesperación, no es un cuadro
depresivo.
Nos movemos en un campo muy complejo y muy sutil, en el que,
si tienes desconocimiento, no vas a acertar. Personalmente excluiría
a profesionales que carezcan de esta Fe y de este discernimiento
para hacer el seguimiento. Llego a esta conclusión por mi
experiencia personal, tras pasar por el diagnostico de cinco
psiquiatras y vivir circunstancias disparatadas entre sí. Algunas
personas están absolutamente convencidas de que las personas con
posesión o que creen presentar síntomas de posesión, tienen que
pasar forzadamente por el diagnóstico3psiquiátrico. En mi opinión,
los signos de una posible posesión diabólica son suficientemente
claros en sí mismos. No lo es tanto quizá en el caso de las influencias
70
diabólicas, que son más sutiles por presentar manifestaciones
menos llamativas en algunos casos, y más difíciles de discernir por
asemejarse a enfermedades conocidas.
Creo que queda largamente comprobado en toda la historia de la
Iglesia, y en los numerosos casos llevados por los diferentes
exorcistas del mundo, que el demonio tiene la capacidad de
enfermar física y mentalmente a la persona con la que se ceba, si su
propósito era enfermarla. Y que, todas estas enfermedades
mentales y físicas, desaparecen con la liberación total si han sido
provocadas por demonios. Es decir, cuando el demonio o demonios
que están influyendo o poseen a la persona son del todo expulsados
de ella, desaparecen los males que le estaban generando. Eso quiere
indicar que esta persona estaba siendo atormentada por el demonio
con enfermedades que no eran de procedencia natural sino
preternatural. La posesión puede por otra parte dejar consecuencias
psicológicas después de la liberación.
Son diferentes los casos de posesión que, no habiendo sido
tratados por oración, el efecto producido por los demonios durante
años ha dejado secuelas en el organismo de la persona. No me creo
que una persona que ha sido atacada de modo constante a lo largo
de mucho tiempo, sin contar con ningún alivio ni ayuda espiritual,
pueda recuperarse completamente. Es más, por una lógica de
razonamiento, creo, y esto es pura hipótesis que no he podido
comprobar, cuando un demonio, cuyo objetivo era enfermar a una
persona hasta hacerla enloquecer sin matarla, cuando cumple su
objetivo, abandona a la persona y deja de poseerla. Ya que, al
conseguir en el vejado una enfermedad crónica, al haber
conseguido destruir algo de su organismo, no hay ninguna razón
suficientemente satisfactoria para suponer que el demonio seguirá
en posesión de ese cuerpo. Ya ha conseguido dañarle y ha

3
Distinguir posesión y enfermedad. Cf. Ritual Romano. De exorcismo y otras
suplicas. Praenotanda, nº 14; llegar a la certeza moral. Cf. Ibid., nº 16.

71
conseguido alejar a esa alma de las fuentes que pueden acercarlo a
Dios. Sin embargo, sostengo, que, puesto que aquella enfermedad
fue causada por una acción directa del demonio, cuando se reza
sobre esa persona, mejorará notablemente en muchos aspectos. Y
quedará abierta también la posibilidad de que, por medio de la Fe,
Dios quiera realizar un milagro.
También existen los casos de enfermedad natural, a los que se le
añade el ataque de un demonio. Estas personas, cuando son
liberadas del todo, presentan una mejoría notable, pero mantienen
la enfermedad que antes tenían, ya que era natural y no provocada
por demonios. Pero igualmente, una oración de intercesión y de
sanación puede, por la Fe, conseguir de Dios el milagro de la
curación corporal. Ya que, me vuelvo a repetir, éste es otro poder
que Jesucristo asignó a sus apóstoles. “Id y curad a los enfermos.” Y,
cuando realiza este envío, está claramente hablando del poder que
les otorga de hacer milagros y curaciones, y no de un mero poner
vendajes y ofrecer jarabes. No en vano, la Iglesia ha estipulado el
sacramento de la unción de enfermos que se practica en todo el
mundo de forma natural.
En los dos casos que he presentado:
a) la persona normal que tiene síntomas de posesión y que, a
raíz de ahí , genera enfermedades con origen preternatural.
b) la persona que estaba enferma de modo natural y que, en un
momento dado, presenta síntomas de una posesión.
En ambos casos ninguno necesita el diagnostico psiquiátrico para
comenzar un proceso de exorcismo. ¿Para qué? Si no has conocido a
la persona cómo era antes de estar poseída o influenciada, es
improbable que sepas por un procedimiento psiquiátrico qué es lo
natural en ese individuo y qué es lo que viene provocado por
actividad maléfica. En ese caso, puede servir de baremo, mucho
más, lo que la familia te cuente y lo que el propio sujeto cuenta. El
diagnostico de un psiquiatra sólo podrá verificar lo que encuentra en
el momento actual. Y, como mucho, podrá verificar pasado un
tiempo, cuando haya liberación, qué resultados se obtuvieron con la
72
oración. Ahora bien. Rezarle una oración de exorcismo a una
persona que lo pide porque sospecha que tiene algo, no le hace
daño a nadie4. Aunque algunos autores opinen lo contrario, en mi
opinión, en el caso de que haya enfermedad mental evidente sin
que los demonios sean la causa, esa persona no va a manifestar
síntomas de posesión demoníaca en el transcurso de un exorcismo.
Por mucho que ella pueda pensar que tiene un demonio, si no lo
tiene, no puede generarse a sí mismo una posesión. El poder de la
sugestión es limitadísimo, nadie que se haya sugestionado de que es
Supermán, si se ha tirado por una ventana, ha conseguido volar.
Luego la oración no
le va a afectar para mal generándole algo que no tiene. El exorcista
se va a dar cuenta cuando rece sobre ella durante varias sesiones. La
puede derivar al equipo de liberación (para eso tiene que tenerlo)
para que realicen un seguimiento prudencial durante un tiempo.
Hay que tener en cuenta que hay demonios que no emergen hasta
que no se sienten en peligro. Y si, finalmente, se demuestra que no
hay actuación de ningún demonio, se la derivaría a una terapia
apropiada, en caso de que presente verdadera enfermedad mental
natural. Y, aún así, esta persona puede ser acompañada por la
oración de la Iglesia, ya no del exorcismo, si no de otras que existen
4
Es peligroso según algunos autores. J. De TONQUÉDEC, Les maladies nerveuses ou mentales
et les manifestations diaboliques I (Paris 1938) 82-83 : « L'exorcisme est une cérémonie
impressionnante qui peut agir efficacement sur l'inconscient des malades; les adjurations au
démon, les aspersions d'eau bénite, l'étole passée au cou du patient, les signes de croix
répétés, etc., sont très capables de susciter, dans un psychisme déjà débile, la mythomanie
diabolique en paroles et en actions. Si on appelle le diable, on le verra: non pas lui, mais un
portrait composé d'après les idées que le malade se fait de lui ». Traducimos: el exorcismo es
una ceremonia impresionante que puede actuar eficazmente sobre el inconsciente de los
pacientes; las abjuraciones al demonio, las aspersiones con agua bendita, la estola puesta al
cuello del paciente, las señales de la cruz repetidas, etc., son muy capaces de suscitar, en un
psiquismo ya débil, la mitomanía diabólica en palabras y en acciones. Si uno llama al diablo, lo
verá: no a él sino a un compuesto según las ideas que el paciente se hace de él. Cf. F. X.
MAQUART, « L'exorciste devant les manifestations diaboliques», en: G. BAZIN, et al., Satan.
Etudescarmélitaines(Paris 1948) 274; J. B. CORTES – F. M. GATTI, Proceso a las posesiones y
exorcismos: un análisis histórico, bíblico y psicológico de los demonios, diablos y endemoniados
(Madrid 1978) 147-158; 252;J. A. FORTEA, ExorcisticaSupplementum: suplemento del tratado
SummaDaemoniaca. Cuestiones sobre el demonio, la posesión y el exorcismo (s/a 200- ) n.º
120.
73
para los enfermos o afligidos.
Lo que el exorcista no puede hacer es despachar a una persona
que aparentemente presenta alguna enfermedad mental, negarse a
darle oración (pues puede rezar una oración de liberación o
sanación) y decirle que se busque la vida porque lo suyo es de
cabeza. El trabajo del exorcista es averiguar si hay actividad
demoníaca, y esto no sólo se averigua hablando, se averigua
rezando. Si la hay, tiene que atender con el exorcismo. Y si no la hay,
y esa persona está sufriendo, entonces, hay que acompañarla y
derivarla a profesionales que nos merezcan confianza. Somos Iglesia,
y junto al envío de “Id y arrojad demonios”, Jesucristo también dijo
“Id y curad a los enfermos.” Y para curar a los enfermos y
acompañarlos, están las oraciones de sanación y de intercesión. A
Dios se le puede pedir también un milagro, sin exigirlo. ¿Por qué
tenemos que pensar que esa persona no tiene remedio? ¿O
tenemos que tratar los problemas de la gente de mala gana y con
malos modos?
Insisto, e insistiré incansablemente, en la necesidad de que el
exorcismo esté acompañado de un equipo ministerial de liberación y
sanación. Un equipo formado por las personas que interceden con
su oración, personas capacitadas para hacer un seguimiento
espiritual, tanto al afectado como a las familias, que esté coordinado
con la participación de un psiquiatra, un psicólogo, un médico y
coordinado con las ayudas sociales de la Iglesia.
Los diagnósticos psiquiátricos y las terapias psicológicas deben
integrarse en un equipo coordinado por el exorcista; equipo que
trabaje en conjunto cada caso, con un seguimiento adecuado en el
tiempo. Con un diálogo entre ellos, un contraste de información,
resultados, avances, retrasos, etc. Es sabido que, por lo menos en
España, legalmente es necesario el consentimiento firmado del
afectado para poder compartir información. El acompañamiento
psicológico debe obedecer al orden de apoyar a la familia o al
afectado, si esta ayuda es necesaria en su caso. No siempre va a ser
necesario. El paso por un diagnostico psiquiátrico no debe
convertirse en algo obligatorio. Sólo debemos acudir a ese apoyo en
74
caso de verdadera necesidad. En la mayoría de los casos, si el
exorcista necesita discernir algo, con realizar una consulta con el
psiquiatra de su equipo al que comente algún aspecto del caso que
están tratando, es suficiente para que el psiquiatra valore si
realmente es necesario someter o no a un diagnostico al afectado.
Es muy fácil pedirnos a los posesos que vayamos a hacernos un
diagnostico. Pero para nosotros, pasar por la entrevista de un
psiquiatra, puede suponer un mazazo en la cabeza. Una dificultad
más añadida que desmoraliza, desgasta física y mentalmente, agrava
la situación económica del sujeto, y, sobre todo, confunde. Quiero
abrir una reflexión sobre este tema que me parece de extrema
gravedad. No desde el punto legal, que no me interesa tratarlo aquí
y tiene sus complicaciones, sino desde el punto moral y práctico. Y la
reflexión se la quiero lanzar especialmente a las pocas diócesis que
cuentan con exorcista, y que exigen diagnostico psiquiátrico, pero
no cuentan con profesionales de este campo que trabajen en
estrecha colaboración con el exorcista. Médicos, psicólogos y
psiquiatras que conozcan la materia y cuenten con experiencia en
este campo. Como estas diócesis que exigen por un lado el
diagnostico, pero carecen de equipo profesional propio por otro,
ocurre que el afectado es lanzado al mundo de la psiquiatría fuera
de la Iglesia, en el que la psicología y la psiquiatría es todavía un
campo experimental de una pseudo-ciencia, donde las diferentes
escuelas disparatadas entre sí buscan gobernar el mundo de la
psique humana; aunque, por el momento, en lo único en lo que
coinciden es en que la mente humana y los procesos psicológicos
son un grandísimo misterio para la propia ciencia, tan inabarcable
como el espacio infinito del universo. Dicho esto, los consejos a los
que vamos a ser sometidos, van a depender de cada escuela e
incluso de cada individuo.
Para empezar, no creo que al psiquiatra se le deba dar más
prioridad o autoridad sobre un poseso que al exorcista. De lo
contrario, será el psiquiatra de turno el que decida legalmente
cuando a una persona se la debe dar oración de exorcismo o no.
Entiendo que algunos Obispos, apoyados en un miedo a los
75
problemas legales que puedan surgir de un caso de posesión que
pueda terminar con suicidio u otros problemas donde la ley judicial
del país entraría en juego, quieran respaldar a sus sacerdotes,
obligando o insistiendo al poseso pasar por la consulta del
psiquiatra, para poder mostrar que se actuó prudentemente. (Según
el criterio o las leyes humanas vigentes). Soy de la opinión de que la
Iglesia debe resolver sus propios asuntos sin derivarlos a manos
ajenas. Si el ejercicio del exorcismo se convierte al final en un
problema legal, y de sanidad pública, estamos vendidos. Sería tan
absurdo como dejar en manos del Gobierno, el criterio de quién
puede acceder y en qué condiciones al sacramento del matrimonio,
al sacramento de la confesión o al del bautismo. O tuviéramos que
pedir un permiso judicial para acceder a los estudios de un
seminario o ingresar en una comunidad religiosa.
Señores Obispos: si lo que ustedes quieren es dejar en manos de
la sanidad pública el ejercicio del exorcismo, van ustedes bien
encaminados. Sigan enviando al psiquiatra de la Seguridad Social a
todos los vejados por el demonio que llamen a sus puertas. Pero si lo
que quieren es colaborar con el Evangelio, no sigan ese camino. Hay
alternativas mejores que siguen cubriendo las espaldas y aportan
calidad al trato que le damos al afectado. Si el diagnostico te lo hace
un psiquiatra que desconoce el fenómeno de la posesión, por
ignorancia o desprecio, puede llevarte directamente a terminar tus
días encerrado en un manicomio. O tratado con medicaciones que
no van a curar jamás lo que tienes:
En mi última incursión por manos de especialistas, me vi obligada
a dar una síntesis de mis síntomas en el pasillo de urgencias de una
clínica. (Tras el altercado de la ambulancia). Delante de las visitas,
sin ninguna privacidad, después de una gran manifestación que me
había dejado en estado de agotamiento y confusión mental y toda
una noche en observación sin poder dormir con suficiente descanso,
tuve que responder a un interrogatorio que basó casi todas sus
preguntas en un fenómeno que me ocurrió hace quince años y que
no se había vuelto a repetir en las mismas condiciones. Este
psiquiatra, no se conformó con derivarme a psiquiatría, lo que
76
hubiera podido ser prudente según su percepción y circunstancias
del momento para estudiar el caso, sino que, en diez minutos de
interrogatorio hablado, dictaminó un diagnostico por escrito de
«Síndrome psicótico Vs Síndrome disociativo», acompañado de un
tratamiento farmacológico con 1mg de Risperdal. Además, en el
informe de mi historial clínico, manipuló hechos de mi relato de tal
forma que, en lugar de indicar (como yo le había relatado ) que la
manifestación sufrida por la que la ambulancia me traslada hasta la
clínica había ocurrido al salir de la celebración de una misa, él indica
que ocurrió durante una sesión de exorcismo. Y otros detalles con
los que yo no estaba de acuerdo, pero no quiso corregir ni en el
historial ni en mi informe cuando se lo pedí. Carezco de
conocimientos al respecto de cómo debe actuar un especialista ante
un diagnostico, pero me choca que en ningún momento
mencionaran ponerse en contacto con mis familiares, ni con mi
exorcista ni con el psicólogo que llevaban mi caso para contrastar
información y se pasara directamente a recetarme medicación sin
darme tampoco ninguna explicación al respecto. Ya que el
diagnostico me lo entregó en el momento del alta y sólo supe su
contenido cuando lo leí antes de salir. Aunque no fuera el caso de
este psiquiatra, no podemos pasar por alto que hay especialistas que
están abiertamente en contra del exorcismo. Tenemos varios
ejemplos de ellos en las redes sociales dando su opinión. Alguno de
estos señores estaría dispuesto a llevar a la cárcel a un sacerdote por
realizar una oración donde se expulsa al demonio. Y aconsejaría a la
persona con posesión que deje de acudir a los exorcismos o a la
Iglesia con el supuesto de que esto le empeora. O podría,
simplemente, sugerir que, a lo mejor, el exorcista le ha hecho creer
que tiene un demonio y que está sugestionado. Lo que induce a
entender que el exorcista es un manipulador psicológico, y nos abre
una desconfianza hacia la profesionalidad del exorcista. Ya que, para
estos psiquiatras, el exorcista no es un profesional en su materia,
sino un farsante.
¿Quieren ustedes hacerme creer que dejarse diagnosticar,
aconsejar, medicar y hacer un seguimiento por estas personas me
77
va a ayudar? ¿O, por el contrario, me van a inducir a la sospecha y al
continuo examen de lo que tengo, cuando ni ellos mismos saben lo
que tengo? Muy diferente es el caso de un profesional al que el
fenómeno de la posesión le despierta un interés científico y desea
acercarse al fenómeno para estudiarlo, conocerlo, profundizar en él,
y aprender a acompañar a personas afectadas con esta
sintomatología, aunque en su campo personal este profesional no
crea en los demonios o ni siquiera tenga un sentimiento religioso.
Pero sí quiera conocer los efectos de la oración en el poseso,
compararlos con los casos de personas que no han sido tratadas con
la oración, observar las manifestaciones y hacer un estudio de los
procesos psicológicos que interactúan entre sí. Pero, entonces,
estaríamos hablando de un campo experimental que aportaría
documentación al caso de la posesión, pero no estaríamos hablando
de un apoyo al poseso. Ya que se trataría, en ese caso, de un
estudio, para el cual habría que pedir el consentimiento de la
persona afectada.
Pasar por el diagnostico de psiquiatras que se niegan a
acompañarte en una sesión de exorcismo para examinar en primera
persona las reacciones y manifestaciones que se tienen, y prefieren
tratar alguno de tus síntomas separándolo del resto de síntomas, sin
coordinarse con el exorcista, no sirve de gran cosa. Por supuesto, es
más lamentable la actitud del exorcista que te obliga a pasar por el
diagnostico de un psiquiatra, y que luego no permite su asistencia a
alguna de las sesiones de exorcismo para que observe en primera
línea las manifestaciones que tiene que diagnosticar. En mi opinión,
que el psiquiatra y el exorcista trabajen por separado, con criterios
diferentes, es una descoordinación que implica la ruptura de la
integridad del individuo al que van a tratar. No se puede fragmentar
a la persona humana. Si tenemos que arreglar un coche estropeado,
no lo troceamos y cada pieza se la damos por separado a un
mecánico diferente. O trabajan en equipo, o lo único que consiguen
es estropear un coche. Personalmente he pasado por cinco
psiquiatras y dos psicólogos dándose resultados disparatados:
-Psiquiatra (A):
78
Acudo en el año (2006-2010). Durante cuatro años, me trata
farmacológicamente con ansiolíticos. En el cuarto año, al poco de
hacerme oración de liberación un sacerdote(B) y experimentar
liberación completa, todos los síntomas que presento remiten, el
psiquiatra me retira paulatinamente toda la medicación, y me da el
alta. Se me hace un seguimiento temporal preventivo, de un año, ya
sin tomar nada.
Diagnóstico: cuadro de ansiedad.
Precio total: 3000 euros. A lo que habría que añadir la medicación
que no me la pagaba la Seguridad Social.
Nota: tengo que apuntar que durante este periodo fui diagnosticada
de Influencia demoníaca por un exorcista (A). (Motivo por el que
recibo la oración de liberación.) El resto de profesionales a los que
aludo a continuación me trataron en la etapa en la que fui
diagnosticada de Posesión diabólica.
- Psiquiatra (B):
Acudo en el año 2015 a petición del exorcista (C) que me trataba.
Escojo ir a uno privado, ya que me niego a ir a uno de la Seguridad
Social. Al psiquiatra le pido que asista a alguna de mis sesiones de
exorcismo para que explore las manifestaciones personalmente, y
no por lo que yo le cuento. Se niega. Así mismo, el exorcista que me
ha pedido el diagnostico, se niega por su parte a que el psiquiatra
asista a la sesión o que se hagan grabaciones (para mostrárselas al
psiquiatra.)
Diagnóstico final del psiquiatra, después de cuatro consultas de
test y dialogo a lo largo de los meses entre abril y julio; TDAH (Déficit
de atención con hiperactividad.) Se me ofrecía un seguimiento
farmacológico con Strattera, y terapéutico, que no se me explicó,
para el Déficit de atención. El resto de síntomas y manifestaciones…
se las dejaba al exorcista, ya que no las relacionaba con el TDAH.
Tomo la Strattera durante tres meses, pero la abandono con el
consentimiento del médico de cabecera, ya que me provoca efectos
secundarios que me entorpecen la atención. No hay seguimiento

79
terapéutico, ya que económicamente no me lo puedo permitir, y
tampoco acepto un cambio a un psiquiatra de la Seguridad Social.
Precio total: 600 euros. Se hace cargo mi exorcista a través de una
ayuda parroquial.
-Psiquiatra (C):
Acudo en febrero del año 2016. Me deriva la psicóloga con la que
ese mismo año empiezo a tratarme. Esta vez no ofrecí que acudiera
a ninguna de mis sesiones.
Diagnóstico final del psiquiatra, después de una consulta de test y
diálogo: No presento anomalías, no necesito medicarme, ni siquiera
aparece por ninguna parte el TDAH que me había sido diagnosticado
anteriormente. Su consejo es que siga una terapia basada en repasar
toda mi vida, detectar heridas y sanarlas.
Precio total: 200 euros. Se hace cargo la Delegación Diocesana
que me atiende gratuitamente.
La psicóloga, sigue estas instrucciones, y comenzamos una Terapia
del Perdón y de Inteligencia Emocional. Donde vamos alternando un
seguimiento en el que tratamos lo actual y lo pasado. Durante dos
años, continuando en la actualidad.
-Psiquiatra y psicóloga (CH):
Acudo en agosto del 2016. Son parte del equipo del Ministerio de
liberación-sanación del sacerdote (D), que va a hacerme exorcismo
en Brasil. Tengo una primera sesión con ellas, junto con las personas
que van a interceder por mí durante las oraciones. En esa primera
entrevista se me hacen preguntas acerca de mi vida pasada y
presente. El sacerdote no está en esta primera reunión. A
continuación, el equipo se queda hablando y discerniendo mi caso.
Se me reza una primera vez con el sacerdote, y durante días
alternos oración de liberación, ya sin la presencia de la psiquiatra y
la psicóloga ni del sacerdote. Tras cuatro sesiones, tenemos una
quinta, donde se reúnen presencialmente, el sacerdote para realizar
el exorcismo, las personas que hacen intercesión, y la psiquiatra y la
psicóloga, que toman apuntes. Finalmente, tienen una reunión con
las personas que van a seguirme en España y con mi hermana para

80
concretar seguimiento. También se tiene otra reunión conmigo,
donde se me comunican algunos consejos.
Diagnóstico: No han salido aspectos psiquiátricos, simplemente,
se me aconseja curar heridas pasadas. Se me dan algunos consejos
espirituales, y de otros aspectos. Y continuar en España con el
exorcismo y la oración de liberación para mi recuperación completa.
Pero, a mi regreso a España, el exorcista (CH) me ha dado el alta
desde junio del 2016 y no puede continuar la oración por cuestiones
de salud. No se efectúa cambio de exorcista, por lo que he de
continuar sólo con la asistencia a los sacramentos de la Iglesia.
Precio total: el coste del billete de avión, ya que el seguimiento
que se me presta es gratuito y la manutención y residencia nos la
regala el sacerdote que nos acoge en su casa.
-Psiquiatra (D):
Me atiende en octubre del 2016. Tras una manifestación potente
a las puertas de una iglesia, la gente llama a la ambulancia y me
trasladan a una clínica. Me realizan analítica y me dejan en
observación en urgencias durante un día completo. El psiquiatra me
atiende allí mismo, durante unos diez minutos de conversación. Le
comento que he estado yendo a exorcismo durante tres años como
reflejan mis informes médicos anteriores, pero que actualmente
llevaba varios meses sin ir. Comento que ya estoy yendo a terapia
psicológica en otra parte, y que ya me han diagnosticado tres
psiquiatras y no hay evidencias de enfermedad mental. Así mismo
refiero todas las pruebas médicas que se me han hecho. Él se centra
en un hecho que me ocurrió hace 15 años, ignorando otros más
recientes que no le interesan, como cuando le cuento las
experiencias que habíamos vivido en el tanatorio algunas personas.
Manipula mi historial clínico cambiando algunos de los datos de mi
relato. Se niega a corregirlos cuando se lo pido, alegando que “qué
más te da que ponga otra cosa”, y que “tú no eres quién para
cambiarme todo el informe, porque el médico soy yo”.
Diagnóstico: Síndrome psicótico Vs Síndrome disociativo. Receta 1
mg de Risperdal, y me deriva a psiquiatría del centro para
seguimiento.
81
Precio total: coste cero, ya que hablamos de la Seguridad Social.
En ningún momento tomo la medicación. Informo a mi psicóloga de
lo ocurrido y le paso los informes médicos, continuamos con la
terapia establecida por ella y el anterior psiquiatra(C) que me había
diagnosticado incorporando los consejos de (CH) que coinciden con
el psiquiatra (C). Vuelvo a gestionar que se me conceda la oración de
exorcismo en octubre del 2016, y, en marzo del 2017, por fin, se me
concede por mediación de la recomendación de una persona eclesial
en la que encuentro ayuda.
Espero que estos ejemplos, sirvan de ilustración a todo lo que he
querido transmitir con el tema de los psiquiatras.

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CAPITULO IV
1.NO HABÍA QUIEN LE LLEVARA

Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina


llamada en hebreo Bezata, con cinco pórticos. En ellos yacían
muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, que estaban esperando
el movimiento de las aguas. El ángel de Dios descendía de tiempo en
tiempo a la piscina, se agitaba el agua y el primero que descendía,
después de agitarse el agua, era curado de cualquier enfermedad
que tuviese. Había allí un hombre, enfermo hacía treinta y ocho
años. Jesús lo vio tendido y, conociendo que llevaba mucho tiempo,
le dijo: “¿Quieres curar?.” El enfermo le respondió: “Señor, no tengo
un hombre que, al agitarse el agua, me meta en la piscina y, en lo
que yo voy, otro baja antes que yo.” Jesús le dijo: “Levántate, toma
tu camilla y anda.” Y al punto el hombre quedó curado, tomó la
camilla y caminaba. Aquel día era sábado (Jn 5,1-9)
Cuando estamos atacados por el mal se nos dice que recemos.
Pero muchas veces no podemos solos: Unas veces, porque el
demonio nos distrae atentando contra la Fe, o nos pone confusión
de mente y podemos rezar con los labios pero no con la mente.
Otras veces ocurre al contrario: podemos rezar con la mente, pero
no podemos rezar en voz alta, pues nos toma la voz impidiéndonos
hablar. Incluso hace que olvidemos las oraciones más sencillas,
como el Padre Nuestro o el Ave María o Gloria, aunque lo hayamos
rezado toda la vida. En los casos más graves perdemos la conciencia
o quedamos semiinconscientes, no pudiendo rezar de ningún modo
ni seguir mentalmente las oraciones. Si alguien no se pone a nuestro
lado y reza con nosotros o por nosotros… solos no podemos orar.
Estamos en la misma situación en la que se encontró aquel
paralitico. “No tengo a nadie que me lleve”.

83
Cuando nos ataca a la Fe, necesitamos que se nos rebata las
razones que el demonio pone en nuestra cabeza. Ayudarnos a
distinguir lo que proviene de nuestra psique y lo que proviene del
malo o él está utilizando de nosotros, es una luz muy grande que
nos ayuda en la lucha. A veces, pone emociones malas en nosotros,
por ejemplo, la ira contra Dios; si no se nos ayuda a distinguir que
ahí está actuando el malo, podemos pensar que nos estamos
convirtiendo en un monstruo echándonos la culpa a nosotros
mismos. O nos pone un miedo terrorífico ante una persona que nos
estaba ayudando. Aprender a reconocer que es el malo quien actúa
para que nos alejemos de esa persona, nos da fuerza para resistirlo y
poner violencia para combatirlo. O bien, puede estar ocurriendo que
algo que es mío se lo achaco siempre al demonio; por ejemplo, para
no rezar una oración que desde pequeño nunca me ha gustado, me
excuso diciendo que el malo me pone disgusto. Ayudarme a
distinguir que eso ha estado siempre en mí, y que no hay ninguna
acción demoníaca en ello, me ayuda a no obsesionarme con el
demonio y dejar de verlo en todas partes y en todo.
Si nos está atormentando el maligno, el exorcista debe animarnos
recordándonos que el Amor de Dios es más fuerte en nuestra vida
que la acción del demonio. Y pedir a los Ángeles, a la Virgen, a algún
Santo, o al mismo Dios, que actúe contra el demonio para que deje
de atormentar. Cuando no nos deja hablar, necesitamos que el otro
rece por nosotros, mientras lo hacemos mentalmente. Es necesario,
entonces, que el exorcista ordene al demonio y lo obligue a que nos
deje rezar y concentrarnos. De nada sirve insistirnos a nosotros en
que recemos en voz alta, ya que el demonio nos está sometiendo en
ese momento. Por mucho que intentemos hacerlo, sólo
conseguiremos desesperarnos, agobiarnos, sufrir y agotarnos en el
intento. En ese momento de trance es el exorcista quien debe
doblegar al demonio con su orden, dirigiéndose a él, rezando algo
que le atormente si no obedece, hasta que ceda en dejar rezar a su
víctima. Al demonio hay que dejarle bien clarito desde el principio,
que quien tiene autoridad sobre él es el sacerdote. Cuando no nos
deja hablar y rezar una oración porque está hablando el maligno
84
todo el rato, el exorcista debe ordenarle que se calle. Pero no
siempre conviene hacer callar al demonio, también hay que
escuchar lo que dice, pues en contadas ocasiones está dando pistas
sin él quererlo de quién es, qué hace allí y qué oraciones o
sacramentales le atormentan más.
En la ausencia del exorcista deben ser los intercesores o los
familiares quienes realicen este acompañamiento. Salvo en el caso
de entrar en trance. En esos ratos deben hacer oración e intercesión
por nosotros y pedir a los Ángeles, a los Santos, a la Virgen y al
mismo Espíritu Santo, que ordenen a los demonios que los dejen
salir del trance. Estas personas no deben entrar a hacer oración de
exorcismo ni dirigirse directamente de ningún modo a los demonios,
ya que es una norma eclesial que está vigente desde hace algunos
años y deben de respetar, salvo que hayan recibido permiso del
Obispo.
Una persona con posesión o que sufre una influencia demoníaca
muy fuerte, no puede entrar por su propio pie en un lugar santo o
permanecer mucho tiempo en él. Pues, a consecuencia de los
espíritus, sufre resistencias, experimenta dolores, angustias, miedos
o ascos, entra en adversidad con lo sagrado y no es fácil que resista
estos ataques sin sufrir mucho por dentro, lo que hace que quiera
escapar del lugar o no acercarse a ellos. Por eso, se hace necesario
para estas personas que alguien haga de ángel de la guarda y lo
acompañen. Ayudándolo a resistir, permaneciendo todo el tiempo
que haga falta, para que pueda recibir la bendición del lugar que
actúa de “medicina” contra el demonio.
Con mucha probabilidad, es más rápida la liberación de alguien
que acude a los sacramentos con regularidad, y asiste a lugares o
actos religiosos, que la de una persona que sólo está siendo asistida
con la oración del exorcismo como única medicina. Es cierto que,
para casos muy concretos, es del todo imposible introducir a una
persona con posesión en un lugar santo, ya que da muestras de gran
violencia y resistencia, haciéndose necesario hacerle entrar a la
fuerza. Para estos casos tan graves, la única solución por el
momento, es la de ser asistido por el exorcismo. El exorcista puede
85
entonces ayudarse de la presencia de Jesús Sacramentado, que
ejercerá una gran fuerza sobre el poseso, sobre todo si lo bendice
con El Santísimo. Y también puede ayudarse con reliquias de santos,
además de los sacramentales como el agua bendita y el agua
exorcizada, los santos oleos, etc.
Es en estos casos, además, muy necesario que el exorcista facilite
el sacramento de la confesión al poseso o a la persona que
experimenta una gran influencia, ya que, por sí mismo, es incapaz de
acercarse a un confesionario. Pero, si se lo facilitamos, podremos
hacer grandes avances en este campo. Si aun con todo, la persona es
incapaz de confesar sus pecados, porque no puede hablar o entrara
en trance, podemos tratar de que lo haga por escrito o
respondiendo a preguntas de Si o No. Facilitando así la conversación.
Si aun con todo ello vemos que es imposible, entonces al sacerdote
sólo le queda, por el momento, dar una simple bendición (sin el
perdón de los pecados) y comenzar con el Ritual. Dando orden a los
demonios de que den libertad a la persona para acercarse
libremente a los sacramentos. Este tipo de órdenes, las puede hacer
solo el exorcista, y, en mi opinión, creo que debe hacerlas. Ya que
tiene la autoridad de Jesucristo para dirigirse a los demonios y
ordenarles.
No olvidemos que la liberación de la persona es toda una batalla
campal, en la que, el espíritu o espíritus que le influyen o le poseen,
van a tratar de resistir todo lo que puedan y oponerse a todas las
actuaciones que se haga contra ellos. Si bien es cierto, que la
liberación llega para algunas personas con dos o tres sesiones de
exorcismo, para otras llega después de muchos años de librar batalla
contra batalla. Todo depende, una vez más, del tipo de demonios,
del tiempo que han estado actuando, de los medios con los que se
cuenten, de la razón por la que entraron, de la conversión de la
persona, la Fe de los que rezan, y los planes o razones que Dios
tenga para permitir que la persona sea probada o purificada por más
o menos tiempo. Cuando comprobé cuánta gente se implicaba en mi
caso, caí en la cuenta de que en los planes de Dios no solo podría
estar mi propia conversión y purificación. También estaba llevando a
86
otras personas a la conversión a través de mis manifestaciones y
aumentando la Fe, la Caridad y la Esperanza, de los ya creyentes.
Para mí ha sido muy importante que el sacerdote que me rezaba
hablase conmigo antes y después de la sesión, para preguntar cómo
había ido la semana, que dificultades había tenido, en que me
estaba atacando más el demonio, etc. Porque así ha podido dar
órdenes concretas y acertadas al demonio o escoger las oraciones
más apropiadas para atacarle. Así mismo, preguntarme cómo me
había sentido durante la sesión. Es de gran interés conocer las
dificultades que vas teniendo durante la sesión, qué grado de
conciencia tienes, qué oraciones o sacramentales hemos sentido
que le hacían más daño al otro, etc. Porque cuando algún sacerdote
me ha forzado a hacer algo que yo no podía hacer, por ejemplo,
rezar en voz alta porque el demonio no me dejaba hacerlo, me he
sentido agobiada y mal comprendida. Lo que, emocionalmente, me
ha sobrecargado. Ya es bastante duro verte ahí, retorciéndote como
un gusano, a la vista de los presentes, babeando, bufando,
gruñendo… sin poder evitarlo, como para que, encima, te digan que
repitas una oración en alto insistentemente, cuando el otro no te
deja hablar.
El exorcista piensa a veces que si tú te esfuerzas podrás vencer al
otro, pero esto no es así. No sé quién enseña esa estupidez a los
exorcistas de la escuela nueva, pero desde aquí me gustaría decirle
amablemente que está muy equivocado. Si el demonio se empeña
en vejar a la persona delante del exorcista, va a seguir haciéndolo a
menos que éste le dé la orden de que deje de hacerlo. Cuando el
exorcista se ha empeñado en que fuera yo quien venciera al otro, y
me esforzara en decir una oración que no podía hacer, lo único que
ha conseguido es desesperarme porque, finalmente, no la he podido
decir, pues el demonio no quería que la hiciera. En cambio, cuando
el exorcista, viendo que el demonio no me dejaba hacer en voz alta
una oración que me pedía, y le ha ordenado que me dejara hacerla,
después de insistirle, algunas veces, no siempre, ha conseguido
reducir al demonio y obligarle a que me permitiera decir la oración,
aunque solo fuera moviendo levemente los labios.
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También es importante saber cómo nos hemos sentido cuando
nos sujetaban o no lo hacían. A veces, puede ocurrir que, cuando te
sujetan, alguien lo hace mal sin darse cuenta. Por ejemplo, no es
bueno sujetar a las personas presionándole en las rodillas. Porque
puedes partírselas, ya que el demonio te mueve violentamente, y si
hay alguien haciéndote presión en esa zona, te hace daño. Es mejor
hacerlo justo por debajo de la rodilla o por encima de ella, dejando
espacio para que las rodillas se puedan flexionar un poco. Si la
persona no da patadas no es necesario, para nada, sujetarla. Hay
momentos en los que es oportuno dejar de sujetar a la persona,
especialmente cuando muestra señales de querer vomitar o escupir.
Ese momento comienza desde el momento en que empiezan las
toses. Alguna vez no me han dejado girar el cuerpo y no he podido
expulsar lo que liberaba. Hay que dejar que la persona expulse toda
la baba, vómito o espumarajo que salga de su boca, evitando que se
atragante, y facilitando la liberación. Ya que el vómito suele estar
relacionado con el momento en el que liberas. Por ello, es
conveniente acompañarse siempre de un rollo de papel cuando se
va a tener una sesión, e incluso una fregona.
Tampoco es bueno dejar a la persona sin ningún tipo de sujeción
si el demonio la mueve mucho y la golpea. Por eso hay que
preguntar a cada persona. En mi caso concreto, también he tenido
muchos momentos en los que no me han sujetado nada, y el
demonio me ha golpeado con la nuca en el suelo o en la camilla a
placer. También lo ha hecho dándome de bruces la cara contra el
suelo repetidamente, y aquella vez casi me parte el tabique nasal.
Nadie me sujetó, además me estaba ahogando con una medalla que
se me había quedado atravesada en la boca y como la capucha del
abrigo me cubría la cara nadie se dio cuenta.
El equipo que ayuda al exorcista tiene que estar atento a todos
estos movimientos y detalles. Deben ser muy observadores y
cuidadosos, e ir aprendiendo cuándo es necesario hacer qué cosa.
Uno no se siente igual de cuidado durante una sesión en privado o
una manifestación en público, cuando hay alguien que se encarga de
limpiarte la baba, que cuando dejan que te empapes toda la ropa y
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el pelo, y el demonio te retuerce y te restriega sobre tu vómito. No
es lo mismo. Asistir a una manifestación demoníaca no es quedarse
mirando como el demonio maltrata. Hay que cuidar a la persona
para conservar su dignidad. Hay detalles que me han encantado:
- como cuando el sacerdote, en una manifestación pública durante
un acto religioso, se ha acercado a mí y me ha cubierto con cuidado
la cara sin asfixiarme con su capa, para protegerme de las miradas
ajenas mientras duraba el trance.
- como cuando el sacerdote me ha sujetado de una manera en la
que luego me he quejado porque esa postura me hacía daño, y la ha
corregido en la siguiente sesión, sujetándome de otro modo igual
de efectivo pero más apropiado.
- como cuando el sacerdote, después de una sesión muy violenta y
muy larga en la que he pasado un mal rato, me ha dado un abrazo
de consuelo y me ha dicho: “Lo conseguiremos”.
Por supuesto, si además ocurre que entras en trance
públicamente, en un acto religioso, y la gente se te amontona
alrededor, alguien tiene que estar pendiente de que la gente no
haga nada que pueda perjudicarte. Por ejemplo, una vez me pasó
que una mujer, en una iglesia, me cogió del cuello y me apretó,
sujetándome contra el suelo. Casi me ahoga, ya que el demonio me
hacia tirar hacia arriba con fuerza. Ocurre que, cuando estamos en
trance, en plena manifestación, aunque haya algo que nos moleste o
nos duela, no podemos quejarnos ni cambiar de postura. (Al menos
lo fue en mi caso y lo ha sido en otros que yo he presenciado.) Ya
que, en ese momento de posesión plena, el dominio lo tiene el
demonio. También ocurre al revés; que a veces nos pone en
posturas que parece que nos tiene que estar doliendo, o alguien nos
da un golpe sin querer y, en ese momento, no sentimos nada porque
no nos duele. Nos duele, después, al salir del trance. Eso me ha
ocurrido muchas veces, en las que antes de la sesión me dolía la
espalda contracturada, o el cuello casi no podía moverlo por tenerlo
rígido. Por ejemplo, una de esas veces, el demonio me puso, durante
varios minutos, en una postura en la que, apoyando casi la zona de
la frente en el suelo, sostenía todo mi cuerpo en un arco, con la
89
espalda hacia el suelo. Durante la sesión no sentí dolor ninguno. Y
eso que después me retorció, intentó levantarme, incluso con cuatro
personas haciendo peso sobre mí sin que me pudieran inmovilizar
del todo. Pero al terminar el trance, pasado un rato, me volvieron
los dolores de contractura de espalda y la rigidez del cuello que no
podía ni girar.
Nunca agradeceré lo suficiente a las personas que me han ido
acompañando durante todo el proceso de liberación. Especialmente
a los que más tiempo me han dedicado. Si ellos no me hubieran
llevado en brazos para meterme en la piscina, no me habría
liberado. Pero Dios ha puesto a todo este grupo de personas que
han estado atentos al movimiento de las aguas, para llevarme en el
momento preciso al lugar del milagro. Me han animado cuando
desanimaba, me han ayudado a rezar cuando yo no podía hacerlo.
Me han ayudado a acercarme hasta la eucaristía cuando yo no me
podía ni levantar del sitio. Han suplicado e insistido con sus
oraciones al Señor que me curase. Me han limpiado la baba, me han
cogido en brazos para rezarme a parte. Me han llevado en coche, a
veces durante kilómetros. Incluso me han llevado en avión. Para
poder llevarme a lugares marianos donde ponerme ante la Virgen. O
para buscar sacerdotes que pudieran darme una bendición,
hacerme una oración, aunque fuese pequeña, buscando el milagro.
Cuántas personas en el mundo estarán sufriendo posesión y nadie
les lleva. Cuantas personas en el mundo que estén sufriendo
posesión estarán siendo expulsados de la sinagoga. A cuántos, algún
sacerdote sin escrúpulos, los estará enviando de vuelta a sus casas
sin una oración, sin ni siquiera una bendición. Si no tienen a nadie
que les lleve, o no tienen a dónde ir… morirán. Yo puedo contarlo…
porque me han llevado. Y llevándome, me han salvado.

2.EL AMOR VENCE

El miedo no viene de Dios. El miedo que nos atenaza evitando que


ayudemos a un hermano en apuros es tentación. Mi vida da un giro

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de noventa grados cuando (C) y (M), aquel verano del 2014, me
acogen en su grupo y comienzan a pedir bendición para mí. Ya no
estaba abandonada a mi suerte. Una serie de personas desconocidas
entran a formar parte de mi vida dándome su apoyo, su consuelo y
su cariño. En septiembre de ese mismo año, me presentan a un
sacerdote, párroco de una iglesia, que me abre de par en par las
puertas de su parroquia. Por fin tengo un lugar adonde puedo ir a
rezar y entrar en manifestación sin que me echen. Empiezo a
experimentar en mi la alegría del evangelio; “tu hermano que estaba
muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.
Convenía festejarlo y alegrarse por ello“(Lc 15,31) y aquellas otras de
la dracma perdida (Lc 15,8-10) y la oveja perdida (Lc 15,1-7)
Reconociendo que habiéndome comportado como una hija
pródiga que había abandonado la casa del Padre por muchos años,
y que parte de lo que me ocurría podía estar provocado por los líos
en los que me había metido, siento como la Misericordia de Dios cae
sobre mí como un abrazo. Dios ha salido a mi encuentro, no ha
dejado que el lobo me coma; me ha traído en brazos hasta su redil
para comenzar la sanación de mis heridas. Una oveja que está
destrozada, incapaz de rezar por sí misma, incapaz de tenerse en pie
por sus dolencias, incapaz de sobrevivir más tiempo sola. Cegada por
la oscuridad que hay en su alma, extenuada, a punto de morir.
El párroco hace una labor extraordinaria con nosotros y con sus
parroquianos: Habiéndose corrido la voz de que allí hay un lugar con
las puertas abiertas para los posesos, son más personas que,
sufriendo este fenómeno, llaman a la puerta de la parroquia para ser
acogidos. El párroco enseña a los parroquianos que no deben tener
miedo de las manifestaciones por llamativas que sean,
explicándoles con paciencia que no se trata de algo contagioso,
resaltando que somos personas que necesitamos de la cercanía de
Dios y de la oración de los demás. Me ayuda a ver mi problema, no
como una maldición o castigo de Dios, sino como una gracia que
Dios permite para una mayor conversión pese a mi sufrimiento. En
la que Dios me sostendrá y me librará llegado el momento. Gracias
al aliento y el enfoque de este sacerdote, dejo de sentirme como
91
una maldita y puedo abrirme de nuevo al Amor de Dios que estoy
experimentando.
En alguna ocasión, estando en aquella iglesia, sentía cómo la
Virgen me cogía en brazos y me cuidaba como algo precioso para
ella. Sentía la misericordia de Jesús. Y la bondad de toda la
comunidad cristiana que me estaba acompañando. Éste es el Dios
que yo quiero proclamar. A éste es al Dios al que quiero dar gloria
con posesión o sin ella. Es… como si, de pronto, comenzara a
redescubrir al Señor. Ya le tenía olvidado. Pues llevaba
experimentándolo durante años como un cilicio, una cruz, un peso.
Y ahora era… Amor, Misericordia, Bondad, Belleza, Plenitud, Alegría,
Sanación, Bendición… Era un Dios vivo. Tan VIVO que se acerca a ti,
te mira, te toca, se derrama sobre ti y te transforma. ¡OH, Dios mío¡¡
Yo quería esa transformación!!! A veces, mirando al Santísimo,
sentía llamas. Llamas de amor en mi pecho. Las imágenes de la
iglesia a veces me parecían vivas y que sonreían. No podía dejar de
mirar a la Virgen, con su capa azul, que me miraba dulcemente con
sus manos extendidas queriéndonos abrazar a cada uno de
nosotros. No podía dejar de mirar la imagen del niño Jesús, tan bello
me parecía. Tan bello y tan vivo que hacía rezumar mi corazón de
gozo.
Además de estos consuelos, y otros parecidos que se derramaban
sobre mi durante el Rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia,
que me ayudaban a enfrentar de nuevo los tormentos del demonio
con los que seguía, comencé a contar con el apoyo de la gente,que
de un modo sencillo simplemente ayudaban, rezaban, se volcaban,
del modo más natural, sobre sus hermanos más necesitados, y
sabían hacer las cosas porque habían aprendido del modo más
natural a servirnos, sin juzgarnos ni castigarnos ni apartarnos. Todos
los que estábamos mal, estábamos siendo ayudados por ellos:
cuando durante la bendición del Santísimo o la Eucaristía, alguno
caíamos en trance, un grupo de personas se encargaban de
sujetarnos. Si no salíamos del trance, nos cogían en volandas entre
varios para ponernos a parte y así rezar rosarios por nosotros sin
interrumpir la Misa. También se encargaban de evitar que la gente
92
nos hiciera fotografías o grabaciones. El milagro que Dios estaba
haciendo en los corazones de la gente que asistía a los encuentros
era tan grande, que personas que antes les asustaba el tema del
demonio y las posesiones empezaron a tomarse en serio el rezar
por nosotros en sus oraciones privadas, pidiendo nuestra liberación.
El Señor y Nuestra Madre la Virgen se valían de todo para hacernos
llegar su amor. Una de las veces que pasó el Santísimo junto a mi
lado, recuerdo que reaccioné pegando un salto hacia la señora que
estaba a mi lado, emitiendo bufidos y gruñidos. Lejos de asustarse,
como yo pensé, me sostuvo en sus brazos, mi cabeza había caído en
su brazo y me estuvo acariciando el pelo y la cabeza. Me sentí
transportada a los brazos de una madre y como si fuera un bebé
recién nacido, me sentí en sus caricias tan bien, que era como si
sanara cosas en mi corazón. No sé de qué manera sentía que el
amor de la Virgen me llegaba a través de ella y una voz interior me
decía: “tranquila, yo, tu madre, te estoy cuidando.”
En otra ocasión, en una manifestación muy potente, se me rompió
una bota, desprendiéndose una de las suelas. Cuando salí del trance
una joven se acercó a mí, me preguntó:
—Perdona que me meta donde no me llaman. Pero ¿te puedo hacer
una pregunta?
—Si
—¿Qué número de pie usas?
—38
—Estupendo. —Y entonces, para mi asombro, me regaló sus botas.
Me daba cosa dejarle sin ellas, pero se las cogí y me las puse. Y ella
se quedó descalza hasta que le trajeron unas botas de su casa.
Todo aquello me llegaba al alma. Los que venían a ayudar, a veces
venían de otras provincias y se tiraban toda la noche sin dormir, ya
que, a veces, terminábamos muy tarde, y después cogían el coche
de vuelta a sus casas. Aguantaban nuestros gritos sin asustarse y nos
trataban con cariño. Gastaban su tiempo y energías en ayudarnos,
acompañarnos y orar por nosotros. Según iba pasando el tiempo, el
Señor me iba poniendo ayudas nuevas, personas que hacían de mi
ángel de la guarda. Nunca me faltó quién me llevara a los sitios en
93
coche, quién estuviera a mi lado en las manifestaciones, me
acompañaran y me invitasen a una peregrinación o lugar Mariano,
me ayudaran económicamente con los gastos que yo no podía
enfrentar, o me dieran comida o algo que en ese momento estuviera
necesitando. Dios había desplegado todo un ejército de buenas
voluntades, para ayudarme en la batalla. Yo no habría podido salir
adelante sin toda esta ayuda, material, psicológica, y espiritual. Sin
todos estos apoyos hubiera sido imposible mi liberación, y hubiera
sido imposible mi propia subsistencia. Ya que, el deterioro que
llegué a tener, físico, anímico y mental, era tan grande que me
incapacitaba.
A todas estas ayudas se sumó la de mi hermana de sangre:
Durante todo el primer año y medio de mi problema había
ignorado lo que me sucedía. Nos veíamos pocas veces, y yo trataba
de esconder lo que me pasaba. A mi madre, que estaba en una
residencia de ancianos, no se lo conté jamás para no preocuparla. A
mi hermana, alejada de la Iglesia, tenía miedo de que lo descubriera
y, ella y el resto de mi familia, pudieran pensar que estaba loca. Pero
un día no tuve más remedio que contárselo. Y se lo conté tal cual.
—Los médicos y los psiquiatras no saben lo que tengo. Pero estoy
muy mal y no puedo trabajar ni hacer nada. Sé que no me vas a
creer. Estoy yendo a un exorcista, porque lo que tengo son todas las
manifestaciones de una posesión diabólica.
Evidentemente me hizo muchas preguntas. En un primer
momento no pareció inmutarse, como si estuviera dando la razón a
un loco o simplemente lo que le contaba le sonaba tan raro y ajeno
a ella que parecía que le estuviera comentando una película que
acabara de ver en el cine. Desde entonces conté con su apoyo, tanto
para tareas, como venir a mi casa a fregarme la pila de cacharros
que acumulaba (una vez se tiró tres horas fregando), como para
acompañarme a las Oraciones de Liberación que se me empezaron a
realizar en otra provincia, donde el Obispo daba consentimiento a
ese sacerdote. Nunca experimentó miedo cuando me veía entrar en
el trance y las personalidades malignas se manifestaban. En mi
hermana, venció el amor. Mi hermana que sólo sabia rezar el Padre
94
Nuestro, rezaba como una energúmena y me acompañaba en
algunas misas. No creía en la presencia del Señor en la Eucaristía,
pero me acercaba al punto donde repartían la Comunión para que
yo pudiera comulgar, cuando las piernas se me quedaban inmóviles
y no me tenía en pie sola. Más adelante me acompañó a
peregrinaciones y viajes en busca de mi liberación y sanación. Todo
aquello nos unió. No salió corriendo ante lo desconocido, trató de
entenderlo. No me abandonó, porque me quiere. Su amor es más
grande que el miedo.
Dios es Amor, y el amor vence al demonio. El Amor de Dios se
abre paso en los corazones de las personas, y va conquistando almas
para Él. Hace veinte siglos, Jesús caminaba por las calles de sus
pueblos e iba sanando a los enfermos, expulsando a los demonios,
haciendo milagros, perdonando los pecados, predicando el
evangelio…y hoy, veinte siglos después, lo sigue haciendo desde su
presencia real en la Eucaristía. Lo sigue haciendo desde las manos de
sus apóstoles, sus sacerdotes, los sacramentos… porque hoy sigue
igual de vivo que ayer, pero resucitado de entre los muertos,
presente en su Iglesia. Hoy sigue entre nosotros mirándonos a los
ojos, invitándonos a seguirle y transformando nuestra vida. Porque…
si te has encontrado con Jesús… ¿puedes olvidar esa mirada de
Amor que te perdona todo y te dice: Ven y sígueme? ¿Puedes
olvidar esa sensación en el que tu corazón se derrite de puro amor
cuando Jesús te consuela?
Cuando el Señor te da la certeza de que Él te Ama y te tiene en
brazos, el corazón descansa en ese amor, se admira de cuán amado
es, olvida todos los sufrimientos. Todas las heridas se sanan. El
corderito ya no quiere apartarse de su Buen Pastor. Ya no quiere
poner su mirada en nada que no sea el corazón de Jesús, porque ha
quedado prendido, enamorado, abrasado por esa luz que ha
recibido. Y así me pasó a mí.
Un beso vale más que mil palabras: Durante la ceremonia de una
Misa, en una Iglesia donde había presencia de muchas religiosas,
entré en semi-trance. Había ido sola, pero allí había mucha gente
que me conocía del grupo cristiano al que había pertenecido antes.
95
Para acercarme a comulgar tuve que ir sujetándome en los bancos,
tambaleándome, pues las piernas casi no podía moverlas. Me
costaba andar y moverme. Sentada de nuevo en mi sitio, una de las
monjas que pasó por mi lado, me dio un beso en la cabeza. Nunca
olvidaré ese beso por lo que significó para mí en ese momento de
impotencia. Un solo beso tiene capacidad para reparar a todo un
grupo de personas que te conocen y que han pasado por tu lado sin
mirarte. ¿Qué debió sentir Jesús, cuando, caminando con la cruz a
cuestas en medio de la multitud que le escupía, una mujer se acercó
hasta él para secar el sudor de su frente? Nada como pasar por la
cruz, para entender la cruz. Cuánto consuelo podemos ofrecer a una
persona que sufre sólo con un beso, o cogiéndola de la mano, o
regalándole una sonrisa o un abrazo. No digo ya si la acompañamos
a los pies de su cama, si le hacemos una visita, si le damos algo que
necesita…
El mundo del amor está lleno de delicadezas. Y la Santa Madre
Iglesia ha sabido darnos unas cuantas pautas, para no perderlas de
vista, que ha recogido de las enseñanzas de Jesús:
- Visitar a los enfermos.
- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Dar posada al peregrino.
- Vestir al desnudo.
- Visitar a los presos.
- Enterrar a los muertos.
- Enseñar al que no sabe.
- Dar buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que se equivoca.
- Perdonar al que nos ofende.
- Consolar al triste.
- Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
- Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Encontré delicadeza en ese beso y en otras tres personas: Una
que lloró conmigo al verme en ese estado. Otra, porque me dio la

96
mano para llevarme lejos de las miradas de la gente y me consoló
con palabras del Señor. La otra, estuvo conmigo casi toda la tarde…
y qué cosas! ¡Ella no me conocía de nada pero no quiso dejarme
sola!
“Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán
misericordia.”(Mt 5,7)

3.DE VUELTA A LA CASA DEL PADRE

Que comenzara a acercarme de nuevo a misa, después del


diagnostico del exorcista, no significó que hubiera cambiado el
corazón. Mi corazón estaba muy lejos de Dios todavía. Tanto tiempo
caminando en dirección contraria, insensiblemente me había ido
endureciendo. En mis primeras confesiones aún no sentía
arrepentimiento de muchas cosas. Seguía teniendo conciencia laxa.
Como, además, no encontraba curas que supieran aconsejarme
bien, y cada vez que intentaba decir lo que tenía me ponían caras
raras, había cosas que ni las mentaba. Estaban siendo, por tanto,
confesiones incompletas, imperfectas, o descuidadas. Además, me
molestaban tanto las palabras del cura y su presencia, que siempre
trataba de terminar rápido. Al principio, sólo quería acercarme a
Dios y a la Iglesia para que me liberasen, pero no tenía intención de
quedarme en la Iglesia cuando mejorase.
Además, encontrar exorcista y que me atendieran me costó tanto
esfuerzo, que moralmente estaba desencantada con los Obispos, los
Vicarios, y con los curas en general por esas y otras razones. Tener
que dar tantas explicaciones a tanta gente que no entendían lo que
me pasaba, me desgastaba por dentro. Algunas experiencias de
rechazo me habían hecho tanto daño que, en el fondo de mi corazón
guardaba algo de odio. A lo que había que sumarle la aversión a
todo lo religioso que ponía el maligno en mí. Tenía tentaciones de
pensar que Dios no es bueno. Un Dios que enviaba estigmas a los
Santos y permitía que algunas personas estuviéramos así de mal,
atormentados por los demonios, sin poder hacer nada en la vida…

97
¿qué tenía que pensar? Yo en esos momentos no quería ser santa ni
nada parecido, lo que yo quería era ser normal y feliz. Y disfrutar de
las cosas bellas. No estar en esa cárcel oscura en la que se había
convertido mi cuerpo, todo el día llena de dolores y tinieblas.
Físicamente estaba machacada: fatiga crónica, los dolores propios
de una fibromialgia aguda, y dolores reumáticos que, en realidad,
no eran tales, que se prolongaban durante todo el día y la noche sin
dejarme dormir. Las pesadillas, confusión de mente, dolores
intensos de cabeza, nauseas y mareos que duraban todo el día,
pérdidas de memoria, estados de semi-trance en los que no me
podía mover, y los estados de trance, con todas las manifestaciones
demoníacas, en los que frecuentemente caía estando en casa sola,
además de los que tenía en la Iglesia o en la oración de exorcismo...
No podía trabajar en nada, por lo que no podía ganarme la vida. Ni
hacer nada divertido o que me tuviera la cabeza entretenida. Ni
relacionarme con mi familia ni mis amistades.
Materialmente llegué a estar muy necesitada: No tenía para cubrir
gastos; además, muchas cosas comenzaron a romperse en casa: la
lavadora, el móvil, el calentador del agua, luego… el coche, una
tubería que se atascaba… Cuando parecía que iba a levantar cabeza,
algo nuevo se rompía o me ponían una multa. Todo ello sumó
penuria a mi estado emocional y físico. Durante tres años aguanté
sin calefacción ni agua caliente. Durante seis meses estuve lavando
la ropa a mano a pesar de mis dolores o en casa de mi hermana, que
finalmente me ayudó a comprar una nueva lavadora. Quedarme sin
coche hizo que el acceso a los trabajos fuera aún más difícil, y
también me complicó los desplazamientos para poder acercarme a
los lugares de oración. La sensación de despojo iba en aumento. Fui
sobreviviendo con la comida que recogía de la basura, lo que me
daba la gente y Caritas. A veces pienso que Dios me hizo pasar por
aquí por dos cosas: Una, como purificación y para que viera la
pobreza desde dentro y mirase de frente a toda esa gente que yo
renuncié un día a ayudar. La otra, por misericordia, ya que, entre
unos y otros, las ayudas iban llegando a poquitos de modo que
siempre anduve en los justitos sin quedar en números rojos.
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Sentirme indigente y sin salud, me recordaba la situación del Hijo
Pródigo cuando, cuidando cerdos, miraba las bellotas con envidia y
se recordaba de todo lo que había tenido en la Casa del Padre. No
hay nada como sentirse enfermo para recordar que una vez tuviste
unos brazos y unas piernas fuertes. Pero ¿en qué había gastado mi
salud cuando la tenía sino en divertirme “en fiestas” lejos del Padre?
Una de esas veces me tiré todo el día llorando dentro y fuera de la
iglesia. Sentía que ya no quería pelearme más ni con Dios ni con el
demonio. Y que no quería perder a Dios. No quería perder la última
oportunidad de salvación. Me sentía mal por mis pecados, por mis
circunstancias, fuera de todo y sin nada. Sólo la misericordia de Dios,
que no dejé en todo el tiempo de suplicar, parecía recordarme:
“Vuelve a la casa del Padre que aún te recibirá.” Y, como un rayo de
luz que se abre paso en la oscuridad, se posó sobre mi corazón la
necesidad de hacer una confesión General de los últimos cuatro
años de mi vida. Confesión que preparé con tiempo y con un
corazón verdaderamente contrito. Como manifestación de la
grandeza de Dios, aquel mismo día que me confesé, recibí un sobre
anónimo con el dinero exacto para poder pagar mis multas. Otra
persona me pagaba el viaje y me acompañaba para poder visitar la
Sabana de Turín, que se exponía aquel año, y el Santuario de Laus.
Dos días después, recibí en la Oración una fuerte liberación, con la
que desaparecieron las pesadillas y las presencias que me agredían
por las noches físicamente. Era, lo recuerdo bien, la fecha de la
fiesta de la Divina Misericordia. Unas semanas después, me llamaron
para un pequeño trabajo de unas pocas horas que no requería
esfuerzo y que podía hacer en mis condiciones. Pero el demonio no
me lo iba a poner tan fácil… Si Dios me regalaba algo, el intentaba
quitármelo. Si recibía paz, me ponía angustia; si arreglaba algo, me
rompía otra cosa; si me quitaba un dolor, me ponía otro… Y, sobre
todo, atacaba al interior poniendo dudas de Fe, tentaciones,
obsesiones, tormentos… “¿Dios no te baja de la cruz?, ¡Vaya un Dios
que te has buscado!”, “¿Quieres estar con él?, ¡entonces te
crucificaremos!”

99
Por mucho que se te explique lo que es el pecado y sus
consecuencias uno no parece terminar de darle importancia. A
menudo vivimos nuestra Fe superficialmente, sin poner mayor
esfuerzo por cambiar nuestros defectos o dejar el pecado de lado.
Nos escudamos en que como Dios es Misericordioso nos perdonará
todo al final de nuestra vida, abusando muchas veces de su
paciencia y de su bondad. Acudimos entonces al Sacramento de la
Confesión, sin hacer verdadero propósito de enmienda, o, incluso,
dejamos la confesión, porque nos cuesta, para más adelante.
Algunas personas, incluso, deciden que pueden vivir perfectamente
sin este sacramento, y dejamos de buscar el perdón de Dios. Como si
no hubiera nada en nuestra vida que tuviera que ser perdonado o
todo fuera excusable. Nosotros mismos decidimos que el pecado no
es pecado. ¡Qué confundidos andamos! Y así cada vez, sin darnos
cuenta, nos vamos metiendo por caminos cada vez más enzarzados,
la conciencia laxa va oscureciendo nuestro entendimiento, nos
vamos apartando de las virtudes transformándonos en seres
mediocres, mezquinos o egoístas, nuestra alma se va cargando de
culpas hasta que el cuerpo las somatiza de mil maneras…
Terminamos buscando la paz y el sentido de la vida en prácticas que
nada tienen que ver con Cristo. Otros endurecen el corazón, se
enfadan con Dios porque esto o aquello es pecado, poco a poco el
odio se abre paso en el corazón y va creciendo hasta desear dar
muerte al Dios cristiano… “Matemos a Dios y seremos libres.”
“Acabemos con el yugo de los mandamientos.” “Desobedezcamos.”
Inútil que yo insistiera sobre este tema a quien tenga instalado su
corazón en la soberbia o en la dureza. La profundidad del pecado y
de sus consecuencias las tenemos en Cristo crucificado. Allí mismo
encontramos todas las razones para convertirnos. Si ante un crucifijo
nuestra alma no se conmueve y no nos sentimos amados ni
redimidos… ¿Qué otra catequesis mayor puede darnos luz?
Cristo vino a salvarnos del Infierno, cargando con nuestros
pecados y nuestras culpas. Entregando su vida en la muerte de cruz
por nosotros. Si para conseguir la misericordia de Dios sobre la
humanidad necesitó pasar por tantos tormentos… ¿No será que el
100
pecado es algo gravísimo a los ojos de Dios? Cuando reconocemos el
pecado y pedimos perdón a Dios, nos abrimos a su gracia y
recibimos su misericordia. Reconocerlo nos pone en marcha hacia el
cambio y la transformación por amor y gratitud. Dejamos de ser
huérfanos para reconciliarnos con el Padre y volver a ser sus
herederos. Dejamos de estar vacios para llenarnos con el Espíritu
Santo. Dejamos de estar muertos para resucitar a una nueva vida.
Los demonios odian la cruz. No soportan ver a Cristo entregándose
por amor. Cuando el sacerdote me ponía la cruz delante de los ojos,
ellos no querían mirar. Y si finalmente miraban, lo hacían con odio.
Blasfemaban, lo insultaban, deseaban verlo aún más torturado y
humillado, trataban de tentarlo… Muchas veces le han dicho en
lenguas a través de mí, con una sorna implacable: “Jesús… ¿Por qué
no te bajas de esa cruz?”.
Me ha chocado muchas veces comprobar cómo, cuando al
ponerles la cruz delante, ellos dialogan con Cristo como si lo tuvieran
en presente. No se refieren a la cruz como un símbolo que
representa algo, sino como un alguien que ellos tienen delante.
Algunas veces se han referido a la Virgen como si también estuviera
presente y le han dicho: “Ese guiñapo es tu hijo, ¿te gusta verle
ahí?”. No sienten piedad ante Jesucristo sufriente. Más bien
intentaban siempre aumentar su tormento burlándose de Él. Sentían
asco, repulsa, odio y se encendían en ira. En muchas ocasiones me
han hecho escupir a la cruz o intentar morderla, y otras veces
intentaban apartarla con alguna parte de mi cuerpo que pudieran
mover. Cuando observas estas reacciones desde dentro, te das
cuenta de la importancia que dan los demonios al crucificado. Su
muerte en cruz no significó algo inicuo para ellos… fue la victoria de
Dios sobre ellos. Aunque muchos demonios soportan estar delante
de la cruz, todos coinciden en que la odian. La cruz les tortura.
Muchas veces he experimentado dolores físicos cuando me han
colocado un crucifijo sobre alguna parte de mi cuerpo, o me han
tocado con él estando en trance. A mí me hacía sufrir ese
ensañamiento con Cristo. Están insultando a Jesús con tu boca, con

101
tu voz, y tú no puedes impedirlo. Sólo rezar en lo interior. O reparar
después, al salir del trance, besando la cruz que ellos han escupido.
Cuando reflexiono sobre nuestra sociedad española, que con la
imposición del laicismo intenta apartar los crucifijos de los lugares
públicos… no puedo por menos que estremecerme por dentro. Ése
es el deseo de todo el averno: que no podamos mirar al crucificado:
que lo apartemos de nuestra vida. Mi consejo a los cristianos es que
lleven siempre con ellos un crucifijo. Y que no permitan por nada del
mundo que sus gobiernos les obliguen a “escupir al crucificado” ni a
ignorarlo ni a apartarlo de ningún lugar público. Me dan ganas de
decir a la gente, si alguna vez el gobierno de una nación consigue
apartar todos los crucifijos… ¡pintad crucifijos por todas
partes!¡Pintadlo en las tumbas de vuestros seres queridos!
¡Pintadlos sobre las camas de vuestros enfermos! Haceros la señal
de la cruz sobre vuestro cuerpo a lo largo del día… porque, sin la
cruz de Cristo… el demonio se hace más fuerte en nuestra vida, y la
mente humana se olvida más fácilmente del Dios que lo ama y ha
entregado su vida por él.
Otra cosa de la que los demonios dan muestra de su odio es el
sacramento de la confesión: Durante mucho tiempo, al comienzo de
mi liberación, cada vez que me intentaba confesar me ponían asco y
resistencia. Se me crispaban las manos mientras hablaba con el
sacerdote, experimentaba una inquietud tremenda y un deseo de
salir corriendo sin esperar siquiera a la absolución. Sentía como si
algo dentro de mí me arañaba y yo misma quería arañar el
confesionario, como si se tratara de un agujero donde ha caído un
ratón y trata por todos los medios de salir. Recién recibida la
absolución comenzaba a experimentar que el asco aumentaba y me
venía un cabreo contra los curas. Daba igual que cura fuera, sentía
una repulsa incontrolable, me mareaba y comenzaban las nauseas.
Poco a poco, según fui recibiendo oración de exorcismo y oración de
liberación, esta resistencia fue desapareciendo y pude acercarme a
la confesión con absoluta normalidad y salir de ella sin manifestar
ningún síntoma.

102
Otra treta del demonio para complicarme la confesión fue
ponerme tentaciones sacrílegas, como el deseo de robar la estola, y
otras peores en las que, si hubiera caído, me hubieran sido
imposibles de confesar. No había más remedio que resistir a los
demonios, pero, el sufrimiento del alma cuando se ve atormentada
así, es difícil de describir. Sólo se me ocurre una comparación:
Imaginemos un médico que ha dedicado toda su carrera a salvar
vidas y, de pronto, se ve atormentado por la tentación de matar.
Cada vez que tiene a un paciente delante siente el impulso visceral y
deseo descabellado de estrangularlo, de mutilarlo, o dañar
cruelmente a su paciente para pasar luego a comerse sus vísceras.
Pero tiene conciencia, sabe el valor de la vida y no quiere convertirse
en un monstruo, por lo que ha de resistir estos impulsos que por el
contrario le seducen. Pues llevándolo a lo sagrado, es algo parecido:
Cuando ya estaba recuperando el sentido de lo Santo y la belleza
que encierra, cuando ya podía servirme de algo a lo que antes no
podía acercarme sin esfuerzo, el demonio lo atacaba desde su
malvada perversión. Trata de seducirte llevándote a su campo. Trata
de conquistarte para él, busca abrirse paso en tu voluntad para que
lo adores a él y le hagas ofrendas de su agrado.
Llegados a este punto, no es fácil encontrar quién te ayude. Hay
cosas que no puedes contar fácilmente a un cura. El demonio juega
su carta más retorcida aquí y planta un muro. Es un momento en el
que sólo puedes apoyarte en la oración a los Ángeles y a la Virgen.
En rezar, rosario tras rosario, para que en tu mente no entre ningún
pensamiento que no sea resistir hasta que el ángel oscuro que te
seduce pase de largo. Cuando eres consciente de cómo el pecado da
fuerza a los demonios que te doblegan, y con qué insistencia lo
buscan, no puedes, permitirte ningún pecado. Parece como si se
alimentaran de ellos: les sirve para aferrarse más a ti. Nuevos
pecados, que en tu vida normal nunca cometías y ni te tentaban,
pueden abrir puertas a nuevos demonios si te dejas seducir por
ellos. Demonios más fuertes, más destructivos, más resistentes a la
oración, de jerarquías superiores.

103
No. No puedes permitirte ningún nuevo pecado, y menos de cierta
calaña. Por mucho que intenten entrar y te acosen. Comprendes que
estás en una batalla y no puedes permitir que el enemigo te pueda
con nuevas armas o nuevos soldados. El pecado los alimenta porque
ellos son autores del pecado. El pecado te pone más cerca de ellos.
No tienes más remedio que vivir en Gracia. Cuando comprendes
esto, tu conciencia laxa desaparece. Es una cuestión de
supervivencia. Ellos están en tu cuerpo, pero no puedes cederles
también tu voluntad. De lo contrario, te arrastrarían al Infierno que
es donde desean tenerte. La confesión frecuente les contiene, les
debilita porque a ti te fortalece.
Cuando los demonios poseen a una persona o la atacan con su
influencia, su objetivo no es solamente fastidiarla para resarcir su
odio practicando su maldad. Hay mucho más de profundo en todo
ello: He observado, hablando con otros posesos y afectados por
influencia, que todos coincidimos en una cosa: los ataques que
sufrimos, a todos nos llevan a la angustia, a la desesperación, y a la
desconfianza en el amor de Dios por la intensidad o la duración de
la prueba a la que somos sometidos. Son muchas, así mismo, las
personas que somos atacadas en algún momento con el suicidio.
También los familiares del entorno más cercano son probados en la
Fe y la resistencia, llegando a caer en la falta de esperanza o incluso
el enfrentamiento con Dios por no parecer que atienda sus
oraciones de súplica. Estos pecados de desesperación dejan al alma
vulnerable ante los ataques demoníacos. Si dejas de creer que Dios
te sostiene, que Dios te ama, y te revelas contra su voluntad por
permitir tu sufrimiento… fácilmente puedes llegar a consentir el odio
en tu corazón hacia ese Dios que has dejado de comprender.
La misión de los demonios es dinamitar tu alma hasta doblegar tu
voluntad para que salga de ti el grito de: “¡Non serviam¡.” Lo harán
atacando a tu salud, a tus pertenencias, a tu familia, a tus relaciones
sociales, a tus recuerdos y heridas, a tu resistencia psíquica, a tu Fe…
Te atacarán continuamente para conseguir que desesperes y mueras
en pecado. Alejado de los sacramentos, de la oración, las virtudes y
de todo lo que te acerca a Dios. Su objetivo es ganarte para ellos.
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Eres su trofeo, su conquista. Cada alma es para ellos un enemigo
que tienen que destruir para robárselo a Dios.
En la vida de una persona normal, los demonios sólo atentan
contra uno mediante la tentación. Eso es más que suficiente para
tener a más de media humanidad sumergida en el pecado
alejándose insensiblemente de Dios y, en algunas sociedades,
incluso odiándole. La posesión y la influencia es un ataque del
demonio más directo, en grado máximo, que Dios permite
excepcionalmente, quizá como signo para que podamos creer en las
cosas invisibles a nuestros ojos, ya que, por medio de sus
manifestaciones, podemos observarlos y sacar conclusiones. Desde
luego, si pudiéramos ver en nosotros las consecuencias del pecado
en nuestra alma y cuerpo, y ver de qué manera nos aleja de Dios y
qué consecuencias tiene en nosotros estar lejos de la luz de Dios, si
pudiéramos ver con los ojos a los demonios actuando en el mundo, y
si pudiéramos así mismo ver y experimentar con los sentidos cómo
la Gracia de los sacramentos y los dones de Dios actúa en nosotros…
tener Fe en las verdades teologales no nos costaría tanto. Pero al ser
humano se nos ha pedido crecer en la Fe sin ver: “Has creído porque
has visto. Dichosos los que creyeron sin haber visto” (Jn 20,28-29)
Durante los dos primeros años de mi posesión, me he sentido
como encerrada en una mazmorra. Era como si los demonios, sin
sacarme de este mundo, me tuvieran en “un lugar” donde ellos
podían acceder a mí siempre que quisieran; unas veces venían para
meterme miedo, otras para torturarme, otras para tentarme… como
si mi persona fuera un juguete que les perteneciera. Pero sólo en el
cuerpo. Un prisionero de guerra nunca pierde su libertad interior,
por muy maltratado que esté. Eso sí, se ve continuamente tentado a
perder su Fe, su Esperanza y su Caridad. Aunque todo funcione a la
perfección alrededor tuyo, y el mundo siga su ritmo cotidiano, es un
estado de tu alma sentirte así. Los demás son ajenos a tu mundo
interior. Puedes compaginar estos estados del alma con una vida
aparentemente normal; sales a la calle, saludas a los vecinos, te
ocupas de algún pequeño trabajo o tarea… pero en tu interior sufres
una prisión, donde tus verdugos abren la puerta cuando quieren y
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entran, se divierten un rato contigo, y después te dejan en
lamentable estado de angustia y miedo.
¡Cuánto he recordado los campos de concentración nazis y el
sufrimiento que allí se vivía! De las humillaciones constantes y
vejaciones a las que los presos eran sometidos a diario hasta
llevarlos a la muerte o la extenuación, tratando de deshumanizarlos,
denigrándolos constantemente. Y de cómo muchos luchaban por no
perder la esperanza ni su dignidad en medio de la opresión. También
he meditado sobre la persecución religiosa del Comunismo que no
te permite manifestarte públicamente como cristiano, obligándote
al silencio e impidiendo el acceso a los sacramentos por estar
prohibidos. Este tipo de persecución donde los chivatos son
constantes y no sabes con quién puedes hablar de Dios… ¿Por qué
relacionaba yo mi estado con el de estas personas? No lo sé. Quizás
porque he vivido mi posesión un poco como una persecución
religiosa; los demonios odian a Dios y, como no pueden quitarle del
medio, han intentado apartarme a mí de Él: “O apostatas o te
perseguimos.” Y yo no he querido apostatar. La forma en que los
demonios se comportaban conmigo me recordaba a esos soldados
Nacis y a esos soldados del NKVD. Además, en numerosas ocasiones
me martirizaban amenazando con la persecución religiosa en
España, en la que me advertían y hacían saber que incitarían tal odio
a nuestros verdugos y perseguidores que sería el martirio más
cruento en la historia de la Iglesia. Uno no quiere dar crédito a tales
cosas y se consolaría pensando en que los demonios mienten, pero…
ante la imagen de la Virgen Dolorosa, por dos veces, he sentido el
terrible dolor que su corazón experimentaba, y al verla llorar tan
desconsoladamente la he preguntado:
—Madre, ¿Por qué estás así?
Y en mi corazón me ha contestado:
—Es por España…
Puedo no creer las amenazas de los demonios, pero… ¿se puede
no creer a una madre? ¿Se puede creer que los demonios mienten
cuando ya están torturándote a ti ellos mismos sin necesidad de
mediadores? ¿No habían comenzado ya una guerra silenciosa y
106
escondida en lo invisible conmigo? Aunque sólo se hubieran tratado
de mentiras que ellos usaban para amenazar y provocar miedo, o
aunque sólo se hubiese tratado de estados breves de alucinación
mental, estas impresiones causaban desazón y pena en mi corazón.
¿Tenía que preocuparme realmente de la posibilidad de una
persecución religiosa en España? Una vez más volvía a cuestionarme
si no estaría perdiendo la cabeza con tanta presión. No obstante mis
sufrimientos diarios estaban ahí. Y eran reales. Mi limitación física,
mi cansancio mental, la opresión y la vejación. En esos momentos de
desolación en los que mi único sentido en la vida era sobrevivir a
tanta presión me he apoyado en los únicos que sentía podían
entender mi situación y aconsejarme: los cristianos perseguidos.
Es entonces cuando te maravillas de la riqueza del misterio del
cuerpo Místico de Dios. ¿Cómo dos personas que ya están muertas
pueden consolarte y dar algún consejo? Pues así fue, elegí a dos
cristianos que habían sido perseguidos por el Comunismo: El
Cardenal Van Thuang siempre me ha inspirado una ternura
excepcional. Comencé a dialogar con el instintivamente todos los
días al acostarme. Después de desahogarme con él, pedía su
intercesión para que Dios me diera la fuerza de no llenarme de
amargor ni volverme contra Dios que permitía tanto sufrimiento en
mi alma. También le pedí que, por su intercesión, el Señor me diera
un amor a la Eucaristía como la que él, siendo prisionero, había
mostrado, para que, a pesar de mis dolores y resistencias, tuviera
fuerzas para ir a misa todos los días.
Quien no conozca a este ser extraordinario lo animo a que lea sus
testimonios. Un sacerdote que en prisión siguió todos los días
celebrando a escondidas la Eucaristía con unas gotitas de vino que
se ponía en la mano. Resistió muchos años aislado brillando por su
humildad, sencillez y capacidad de perdón. Contarle mis dificultades
de algún modo me animaba. Y algunas veces he sentido una dulzura
en el alma que me aliviaba. Psicológicamente me ayudó mucho a
estabilizar mis emociones para no perder la cabeza en mis estados
de máxima angustia.

107
El otro cristiano perseguido que se convirtió en mi consuelo y en mi
guía espiritual fue Walter J. Ciszek: Un Jesuita que había estado en
el Gulag, que escribe sus memorias en un libro titulado “Caminando
por valles oscuros”, y que descubrí en una librería a la que entré
buscando algo que leer que pudiera ayudarme.
Cuando tenía el libro en las manos supe que ése era el libro que
tenía que leer. Reflexionar sobre las cosas que Walter me iba
comunicando con su historia me ayudo a dar un giro a mi situación.
Walter me fue enseñando cómo convertir la impotencia de cada día
en un valor positivo que me acercaba a Dios por el sufrimiento.
“Continuamente tenía que aprender a aceptar la voluntad de Dios:
no como me gustaría que fuese, no como podría haber sido, sino
como era realmente en ese momento. Y fue a través de esa lu-cha
como llegaron el crecimiento espiritual y un mayor discernímiento de
su voluntad”5.
Encontraba muchos paralelismos entre la situación que yo estaba
viviendo en el alma y en el cuerpo, con las que él describía en su
testimonio. Por ejemplo, cuando cuenta por las numerosas
entrevistas por las que tenía que pasar con la policía secreta, a mí
me recordaba a todas las veces que había tenido que responder a
los interrogatorios de médicos, psiquiatras, personal de la Seguridad
Social y otros. Interrogatorios y conversaciones en las que,
constantemente, ponen a examen lo que te pasa, probando tu
paciencia, tu resistencia mental y tu equilibrio emocional. Como iba
encontrando tantos paralelismos, podía hallar consejo casi para todo
lo que me ocurría. Solo tenía que trasladar sus reflexiones a los
acontecimientos de mi vida. Permítame el lector copiar este texto en
el que Walter hace una perfecta descripción de la situación a la que
llegó mi alma:

5
Walter J. CISZEK, Caminando por Valles oscuros. Ediciones palabra, Madrid,2015.
Colección Arcaduz. Pag 149.

108
“En mi caso, el hecho de haber perdido por completo la esperanza
en mis propias fuerzas y capacidades me condujo a hacer ese acto de
fe perfecto, ese acto de pleno abandono en su voluntad, de
confianza plena en su amor y en sus cuidados, y en su afán de
sostenerme y protegerme. Sabía que ya no podía confiar en mí
mismo y lo más sensato parecía ser confiar plenamente en Él. Dios
llevaba ofreciéndome esa gracia toda mi vida y yo nunca había
llegado a aceptarla del todo. Cuando hablaba de descubrir y hacer su
voluntad, no me refería a renunciar totalmente a la mía. Cuando
hablaba de confiar en Él—y, de hecho, confiaba en Él—, no me
refería a abandonar todos los demás puntos de apoyo y a depender
exclusivamente de su gracia. Hasta entonces nunca había tenido el
valor de renunciar completamente a mí mismo. Siempre había
límites que no cruzaba, pequeñas vallas que señalaban lo que, en mi
fuero interno, sabía que era un punto sin retorno. Dios, en su
providencia, había sido constante en su gracia: había estado
brindándome siempre ocasiones para ese acto de fe y de confianza
perfectas, animándome a soltar las riendas y a confiar solo en Él. Y
yo confiaba en él, cooperaba con su gracia… pero solo hasta cierto
punto. Hasta que mis fuerzas entraron definitivamente en
bancarrota no me rendí.” 6
Este es el camino que yo también tuve que recorrer en mi nueva
conversión. En mi vida cristiana, cuando disfrutaba de una vida
normal, nunca me había abandonado del todo a Dios. Uno siempre
quiere conseguir cosas por uno mismo, guiarse por los propios
criterios, proyectar los medios, el objetivo y el método para
alcanzarlo. Pero cuando te quedas sin fuerzas, cuando tu cuerpo no
puede ni levantarse de la cama o camina tambaleándose para llegar
a una distancia de unos pocos metros; cuando rezar te cuesta y
llegar a misa te parece la subida al Everest. Cuando no puedes
ganarte un sustento y todos tus esfuerzos terminan en el
agotamiento. Y sabes que mañana será otro día igual… o te

6
Walter J. CISZEK, Caminando por Valles oscuros, 96-97.
109
abandonas en Dios y le dejas hacer todo a Él, o te desesperas.
Nuestra mente humana está acostumbrada a querer controlar todo:
lo que vistes, lo que comes, lo que gastas, a dónde viajas, cuánto
tiempo dedicas a esto o a aquello…Incluso, en la vida espiritual,
queremos medir nosotros. Y si perdemos ese control nos
inquietamos. Pero cuando te rindes del todo, dejas de pelearte con
Dios y le dices: “Hazlo tú como tú quieras” y te dejas hacer por Él,
has dado un salto de vértigo en tu vida cristiana, porque has pasado
el control a Dios y confías en que Él lo va a hacer, y cómo lo haga va
a estar mucho mejor de cómo tú lo harías.
Cuando por fin pude dar este salto de abandono, mi preocupación
por lo material dejó de angustiarme tanto. Ya no me tenía que
preocupar por qué iba a comer, el Señor me lo ponía cada día.
Empecé a disfrutar de sus detalles, como aquél día que no tenía
patatas ni huevos y me apetecía comer tortilla de patata. Le dije al
Señor: “¡Cuánto me gustaría comer una buena tortilla de patata,
pero no hecha por mí, que a mí me salen muy mal, sino una bien
hecha!” Y a los dos días de aquella oración me encuentro sobre un
banco de piedra, cerca de un parque infantil, frente a unos bares,
una bandeja llena de pinchos de tortilla casi recién hechos que
alguien había dejado allí porque le habían sobrado… Cuando lo vi,
me detuve para mirarlo, estaba todo colocado con sus palillos, su
plástico protegiéndolo del polvo… iba a pasar de largo cuando en mi
interior pensé: “¡Qué diantre, esa tortilla está ahí para mí…!” Así
que me volví le di las gracias a Dios, y me la llevé tranquilamente a
casa. Tuve una estupenda tortilla de patatas para saborear durante
¡dos días! ¿Tengo que explicar que, en mis 43 años de edad, nunca
me había encontrado una tortilla de patatas en la calle y, tan rica y
tan jugosa cómo esta?
Confieso que, aunque durante cinco años he estado viviendo de la
providencia en todos los sentidos, la confianza en Dios es una de las
cosas que más me siguen costando. Una vez más uno desea tener en
el Banco el dinero que uno calcula que le puede guardar las
espaldas. Desea tener el control de lo que come, de lo que viste, de
lo que viaja… Uno desea que, cuando físicamente ya te sientes capaz
110
de realizar algún trabajo, tus ingresos entren a través de tu propio
esfuerzo y no de lo que los demás te van dando cuando ven que lo
necesitas… Siempre queremos el control de todo. Pero en los planes
de Dios a veces entra que se lo dejemos todo a Él, durante el tiempo
que Él decida. Eso no es fácil. Por eso admiro tanto a las Órdenes
religiosas mendicantes… ¿Cómo hacen para abandonarse a la
providencia cada día todos los días de su vida? Desde luego lo hacen
confiando en aquella palabra de Jesucristo: “No os inquietéis, pues,
diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿cómo
vestiremos?”. Por todas esas cosas se afanan los gentiles. Vuestro
Padre celestial sabe que las necesitáis. Buscad primero el reino y su
justicia y todo eso se os dará por añadidura.” (Mt 6,31-34) Pero a
mí, me sigue costando, y eso que Dios me ha dado pruebas
incontables de estar pendiente de todas mis necesidades. Y que
cuanto más confías en Él, más paz experimentas en tu vida.
Vivimos en una sociedad que nos ha hecho creer que podemos
gobernar todo. Y eso es mentira. Es una forma de situarse ante la
vida autosuficiente, que a la larga crea algunos seres humanos
tiranos que desean salirse siempre con la suya, y, en muchos otros
casos, humanos insatisfechos que se frustran cuando ven que sus
expectativas no se cumplen. Cuando estás necesitado de la ayuda de
todo el mundo te sientes indefenso y un poco humillado. Al final es
una prueba de humildad. Y una cura de autosuficiencia. Cuántas
veces, durante aquellos cuatro años que estuve alejándome de la
Iglesia, me repetía a mí misma el mantra: “No necesito a nada ni a
nadie”. Y ahora tenía que tragarme el orgullo y dejar que los demás
se ocuparan de lo que yo no podía hacer. “Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón.” (Mt 11,29) Cuando contemplas a
Jesús en la Cruz suspendido en tres clavos y despojado de todo, no
puedes echarle en cara nada. Ni tampoco puedes preguntarle si hay
otro camino mejor para parecerse a Él. Los santos lo han sabido
siempre: el camino más unitivo con Cristo, es la Cruz.
Dejar que los demás te ayuden sin exigirles, dejando que cada cual
aporte algo a tu vida, me he dado cuenta de lo importante que es
también para ellos. Ayudar al que está necesitado es un ejercicio de
111
bondad propio del ser humano. Y si algo nos enaltece como seres
humanos es precisamente preocuparnos del prójimo desde el amor.
Cuando dejas que los demás te ayuden estás asistiendo a la obra
que Dios hace en el corazón de sus Hijos. Se despierta en ellos la
generosidad, la entrega, el sacrificio, el cariño, la ternura, la
compasión, la comprensión, la escucha… y, finalmente, todos estos
movimientos buenos que se activaron en sus almas son
recompensados con la alegría del dar y con una paz en el espíritu.
Pero también con el gozo del saberse parte de algo que se está
construyendo en lo escondido: El Reino de Dios.
Dios, no solamente edifica y construye en lo exterior del ser
humano; su obra más grande está esculpida en el alma del que
acoge su palabra y se deja llenar de su Espíritu. El alma egoísta que
abandona su egoísmo para transformarse en un ser generoso y
altruista. El ladrón que se arrepiente y se vuelve honrado. El
incestuoso que se vuelve puro. El blasfemo que se humilla ante Dios
y se convierte en adorador. El alcohólico que deja de ser esclavo. La
prostituta que recupera su dignidad. El agresor que deja de ser
peligroso y se vuelve manso. Si es sorprendente ver las
construcciones que Dios ha hecho en las galaxias, en las montañas,
en los fenómenos atmosféricos, en los átomos, y en cada una de sus
creaciones, y en las fuerzas responsables en la naturaleza de la
evolución y transformación de la materia y las especies, el
sostenimiento del orden y la continuidad de la vida, las relaciones
entre ellas y sus finales, mucho más sorprende la transformación del
alma humana cuando se deja penetrar por el Espíritu Santo que le
transfiere una vida nueva. El alma que ha sido tocada por la gracia
de Dios transciende a lo mundano y tiene un encuentro con lo
sagrado.

4.¡¿QUIÉN COMO DIOS?!

Cuando el hombre deja de huir de Dios y caminar en dirección


contraía a Él, se reencuentra con su verdadero Ser y sentido. San

112
Agustín decía:
“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta
que descanse en ti” 7.
“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te
buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas
hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no lo estaba
contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen
en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste
y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y
respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me
tocaste, y abráseme en tu paz” 8.
Volver a recolocar en el centro de mi vida a Cristo comenzó a
devolver orden al caos que revolucionaba mi espíritu. Todo lo que
estaba desencajado fue ordenándose en una maquinaria perfecta
que de pronto cobraba integridad. Las infusiones del Espíritu Santo
que he recibido en los encuentros Carismáticos, las continuas
bendiciones en los lugares Santos, han sido reconstituyentes de mi
alma. De un modo sensible he ido viendo los cambios que hacían en
mí. Verdaderamente me he sentido reconfortada y transformada.
Descubrí el efecto tan contundente que algunas oraciones de
sanación tienen sobre las heridas pasadas e inter-generacionales.
Tanto es así que comencé a darle importancia a la terapia del
perdón, realizando un trabajo, con el apoyo de mi psicóloga, para
descubrir aquellas cosas
de mi vida que aún tenía que perdonar. Aproveché el año de la
Misericordia para ganar todas las indulgencias plenarias que pude
para aplicarlas a mi árbol generacional hasta la cuarta generación,
pidiendo así la misericordia también para ellos. Pero lo más

7
San AGUSTÍN, Confesiones I, 1,1
8
San AGUSTÍN, Confesiones X,27,38

113
importante para mí fue descubrir que, en el centro del corazón de
Cristo, estamos cada uno de nosotros. Si yo estaba en el centro de
su corazón, significaba que toda su vida había estado pensando en
mí. Pero aún más: si yo estaba en el centro del corazón de Cristo,
entonces Él estaba sufriendo en mí lo mismo que yo padecía.
La Misericordia de Dios estuvo patente durante todo mi proceso
de liberación. Aunque largo e intenso, también los consuelos que
recibía eran intensos. Ante la Sabana Santa de Turín experimenté la
certeza absoluta de que Cristo había resucitado, recibiendo una paz
interior que se extendió durante la peregrinación al Santuario de
Laus9. En ningún momento de esta peregrinación presenté
manifestaciones demoníacas. Ni siquiera fui atacada por los
continuados dolores físicos a los que normalmente era sometida.
Recuperé mi vigor físico y mental, durmiendo estupendamente las
tres noches. Sólo a los dos o tres días de volver a Madrid, los
demonios volvieron a atacarme.
En los santuarios y ermitas dedicados a la Virgen he
experimentado paz, consuelo interior y desaparición total de mis
dolores físicos durante el tiempo que he permanecido en ellos. Fue
especialmente así en mi peregrinación a Megjugorge10; donde
incluso pude acompañar en la oración a una chica posesa que tuvo
una manifestación pública en el lugar donde se aparece Nuestra
Señora. Yo, en cambio, permanecí tranquila. Dios tiene sus tiempos
y, si algo he aprendido, es que no se pueden controlar las
manifestaciones ni los ataques demoníacos. Estos ocurren con el

9
El 4 de Mayo del 2008 se aprobó esta aparición de la Virgen, que ocurrió en los altos Alpes
franceses por la vidente BenoiteRencurel entre 1664 y 1718. El Santuario de Nuestra Señora
de Laus atrae unos 120 mil peregrinos al año. Y es conocido como Refugio para los pecadores,
para su conversión. BenoiteRencurel fue declarada “Venerable” en el año 2009 por sus
heroicas virtudes.
10
La comisión del cardenal CamilloRuini está a cargo desde el 2010 del estudio de estas
apariciones en Medjurgorje, situado en la antigua Yugoslavia. Que vienen sucediéndose
desde el año 1981 hasta nuestros días, dando numerosos frutos espirituales, sobretodo de
confesiones, por lo que de momento se permitirán las peregrinaciones a título oficial
proclamándolo santuario.

114
permiso de Dios y la Virgen, habiendo momentos o lugares donde,
por razones desconocidas, tienen prohibido pronunciarse, mientras
que, en otros momentos, son obligados a manifestarse. Aquel viaje
fue para llenarme de la presencia de Dios, del cariño de la Virgen y
de la ternura de Cristo en
la Eucaristía, del que recibí grandes bendiciones y sanación interior.
Me sirvió para enamorarme otra vez de la Iglesia y reafirmar mi
pertenencia a ella. Así como para disponer mi corazón para lo que
Dios quisiera de mí.
En mi peregrinación a Garabandal11, tuve una grandísima
liberación. Estando en los pinos, rezando el rosario junto a un grupo
de gente, comencé a tener manifestaciones, pero no llamativas.
Sentí un dolor muy fuerte dentro de mi pecho como si me
estuvieran arrancando el corazón. Caí al suelo, pero sin alaridos ni
movimientos, sólo sentía aquel dolor cada vez más fuerte y un
sufrimiento muy grande por dentro, yo no dejaba de rezar
interiormente a nuestra Madre.
Una vez se retiró el grupo, y quedamos a solas las personas que
me acompañaban y yo, me acerqué al árbol dedicado al Arcángel
San Miguel. Allí recé al Ángel pidiéndole me cubriera con sus alas y
me liberase. Al momento, el fuerte dolor volvió a hacerse más

11
San Sebastián de Garabandal es un pueblo del Noroeste de España. Donde parece ser que
hubo apariciones marianas entre 1961 y 1965 a cuatro niñas del pueblo. Existen numerosas
fotos, documentos, grabaciones y testimonios que recogen los fenómenos que allí ocurrían;
cuatro Obispos consecutivos se pronunciaron diciendo “que no consta la sobrenaturalidad.” A
partir de 1970, sucesivos comunicados de la Autoridad en Roma y Santander suavizaron
paulativamente todas las medidas disciplinares, abandonando el rechazo de la etapa anterior.
Desde 1983 el médico principal de la comisión, el Dr. Luis Morales, cuyos informes hicieron
que las apariciones fueran desechadas en años sesenta, confesó públicamente su error y
reclamó la autenticidad de las apariciones. En 1993, el Card. Ratzinger firmaba una carta en la
cual establece el actual juicio de la Iglesia sobre Garabandal: NON CONSTAT. Esta fórmula se
usa en Teología para expresar ambigüedad o indecisión: ni se aprueba ni se condenan las
apariciones. Para saber más, leer “Garabandal” edición de Asociación Van Keerbegen, del
autor Jose Luis Saavedra, libro basado en una Tesis Doctoral de Teología Histórica, que ofrece
al lector la garantía de conocer la verdad histórica de los sucesos y todo el proceso eclesiástico
de las apariciones.

115
intenso, me abracé al árbol y comencé a vomitar espumarajos que
salían a borbotones de mi boca. Tuve una liberación. Pero además
de este favor que se hizo en la más estricta intimidad, Nuestra
Madre se volcó con nosotros con toda clase de delicadezas, fue
como si guiara todo el tiempo nuestra visita, dándonos toda clase de
gracias y consuelos. En mi interior sentía: “¿No estoy yo aquí que soy
tu madre?”.
Y parecía como querer quitar el miedo de mi alma, el temor y la
angustia de que mi liberación total no llegara nunca. Aunque por
esta época cada vez me sentía mejor, y las manifestaciones eran
más suaves y más distanciadas. Muchos de mis dolores ya habían
desaparecido totalmente, y solo aparecían por temporadas, llevaba
varios meses sin exorcismo, ya que mi exorcista, al verme mejor y al
enfermar él, me había dado de alta.
A mi regreso de Brasil yo ya estaba liberada de lo más gordo, pero
el demonio daba de vez en cuando sus coletazos y todavía estaba
sufriendo influencia, con ataques que aún parecían de posesión.
Después de varias manifestaciones sueltas como la que había tenido
delante de los seminaristas en la que me habían enviado la
ambulancia, estaba muy cansada para comenzar otra lucha con el
Vicario para que me concediera otro exorcista. Mis peticiones de
ayuda habían sido desestimadas sintiéndome desprotegida. En la
vida diaria me encontraba mucho mejor y ya era persona, dormía
bien, sin pesadillas ni presencias. Los ataques ocurrían de tarde en
tarde, pero el demonio me atacaba mucho a la parte psicológica,
dándome tormentos muy grandes que me llevaban a la
desesperación e incluso la idea del suicidio, o me ponía dolores
inaguantables, aunque sólo durasen unas horas o unos días, tan
horribles, que me quería morir, pues no los aguantaba y no había
medicación ninguna con qué aplacarlos.
Tener que estar pidiendo ayuda a la Iglesia, constantemente sin
respuesta me agotaba moralmente. Ya había intentado incluso darle
una carta en mano al Papa, por lo que mi hermana me llevó de
peregrinación a Roma. Pero fue imposible dársela en la audiencia
papal cuando el papa móvil pasó junto a mí, porque una señora me
116
tapó la valla y no pude acercarme al guarda para entregársela.
Aunque no pude hacerle llegar mi carta al Santo Padre (la eché al
buzón del Vaticano), aquel viaje estuvo repleto de gracias
maravillosas. Para empezar, se había cumplido parte de un sueño
muy simpático que tuve unos meses antes, en el que soñé que mi
hermana me llevaba a Roma. Que íbamos a un puente, donde había
una tirolina. Yo me tiraba por ella y, al llegar al otro lado, estaba
Francisco, el Santo Padre, sentado en una piedra de mármol blanco
donde me invitaba a sentarme con él y hablar. Junto a él estaba un
guarda, que nos vigilaba todo el rato. Charlamos, reímos, conté mi
problema, me escuchó… y cuando pensé: “Y ahora… ¿Mi hermana
querrá hablar con el Papa Francisco, ya que ha llegado hasta aquí?”
Ahí me desperté del sueño. ¡Qué bonito! ¡Una tirolina directa al
Papa! Que sencillo. Ojalá las cosas de la Iglesia fueran así de
sencillas. Bueno, pues… aunque esa parte del sueño aún no se
cumplió, mi hermana sí que me llevó a Roma con la intención de ver
y hablar con el Papa. Solo que no encontramos ninguna tirolina. Lo
que si encontramos fue la paz de Dios. Mi hermana se confesó, por
primera vez en muchísimos años, nada menos que en la Basílica de
San Pedro. Y allí, junto a la tumba de nuestro primer Papa, sentimos
las dos una unción fortísima que casi hace que nos cayéramos al
suelo fulminadas como por un rayo que nos ponía calor en el pecho.
Ésta, y otras gracias parecidas que recibimos, nos fue fortaleciendo
por dentro.
Si bien era cierto que el tema de los exorcismos deja aún mucho
que desear, la Iglesia Católica era mi casa. Yo pertenecía a esa
historia de la Iglesia, sembrada por tantos mártires que nos han
precedido en la entrada al cielo. Sí, yo era Católica, Apostólica y
Romana. Pedro era la piedra, y sobre esa piedra, Cristo edificó su
Iglesia. Mi iglesia. Fue impresionante poder pasar por la puerta
Santa de la Basílica de San Pedro y culminar así el Año santo de la
Misericordia. Aquel día llovió, y sobre el cielo se dibujó un arcoíris. El
mismo que vi el día que Benedicto tomaba su posesión unos años
atrás. Y ahora estaba Francisco. Qué cosas, dos Papas unidos por un
arco iris. Una semana después de nuestro viaje a Roma, las puertas
117
de todas las Basílicas y Catedrales del mundo entero cerraban su
puerta Santa. Que impresión me causó por todo lo que representa.
Deseé que, cuando las puertas del Cielo (de la misericordia de Dios
en la tierra) se cierren definitivamente para los hombres, nadie se
quedara fuera; pues qué impacto deba ser para el alma saber que
has tenido la oportunidad de salvarte y… perderla para siempre. Qué
alegría me causó, sin embargo, pensar en todo este año que
Francisco había otorgado, con tantas gracias para purificarse y
acercarse a la confesión y el perdón de Dios, haciéndolo accesible a
tanta gente. Ésas son las tirolinas que el Papa lanza a la gente. Pone
las cosas sencillas para que, pertenecer a Dios, sea sencillo.
Muy diferente fue mi viaje a Fátima12,donde me sentí especial-
mente atacada y atormentada por el demonio en mi segundo
peregrinaje allí (ya que en el primero estuve muy tranquila). Ofrecí
todo a la Virgen por sus intenciones y me encomendé a sus
cuidados. Ya no lo soportaba más, los dolores físicos y morales eran
tan intensos que supliqué se terminara este infierno de algún modo;
o que me liberase del todo quedando físicamente bien para poder
dedicarme a las cosas de Dios, o que me diesen muerte para
terminar con ese suplicio. Su ayuda vino por una persona eclesial a
la que acudí escribiéndole una carta en medio de mi tormento,
escondida en la capilla del hotel, bajo el sagrario y junto a una
imagen de la Virgen. Me sentía tan extremadamente mal que creía
llegada mi muerte, como un soldado en medio del bombardeo de
bombas y disparos atronadores, atrincherado, escribiendo lo que
pudieran ser sus últimas palabras, en medio de lágrimas, para pedir
socorro. Aquella persona no me hizo esperar. En cuanto recibió mis
12
En Fátima, Cova da Iria, (Portugal), la Virgen se presentó a tres niños pastores
desde el 13 de Mayo al 13 de Octubre de 1917 dando un mensaje muy
importante para el mundo. Han sido numerosos Papas los que han promovido la
devoción a este Santuario, para que el llamado de la Virgen a la conversión, la ora
ción y la penitencia cale en el pueblo cristiano. Su aprobación oficial fue en 1930.La
canonización en 2017 de los niños videntes Francisco y Jacinta refuerza aún más la
credibilidad de estas apariciones.

118
líneas, consiguió que mi exorcista volviera a atenderme.
Unas semanas después… todos los síntomas demoníacos fueron
remitiendo. Los dolores fueron desapareciendo junto con los
tormentos. Al término de una misa, en la que caí en trance, uno de
los últimos demonios que me poseían daba su nombre rindiéndose
al parecer; Leviatán.
Sólo quedaban las manifestaciones de un demonio mudo que
únicamente se manifestaba durante el exorcismo y ni hablaba ni me
agitaba ni me provocaba dolor. Comenzaba una nueva etapa, en la
que la sanación interior, tomaba protagonismo, para sellar heridas y
alcanzar mi liberación y sanación totales. Recuperarme físicamente,
y comenzar a retomar las relaciones familiares, relaciones sociales y
actividades cotidianas.

119
CAPITULO V
1.EL DAÑO QUE NOS HACE LA T.V

Casi todo el mundo conoce la película de “el Exorcista”. El Cine se


ha basado en la temática de la posesión demoníaca, para desarrollar
películas de miedo o de intriga, por todo el misterio que rodea a
este fenómeno. Los que han visto esa película en concreto,
recordarán aquella escena de esa niña donde se le gira la cabeza con
una expresión horripilante en su rostro, llena de llagas, y soltando
blasfemias por su boca, a un cura que le apunta con un Crucifijo.
¿Cómo el mundo nos va a mirar sin miedo cuando han visto
imágenes como ésta? ¿Cómo van a ver el ejercicio del exorcismo
como algo natural dentro del mundo espiritual?
La mente humana es muy impresionable, y el cine consigue imprimir
sentimientos que perduran en el tiempo y que perduran incluso en
generaciones enteras. De modo que el poseso queda relegado a una
persona que da mucho miedo, y la figura del exorcista como una
pieza de museo. Algo de razón lleva el cine, aunque todo lo hace
desproporcionado para crear expectación. La realidad de una sesión
de exorcismo es mucho menos peliculera, aunque también
encontramos casos reales que llegan a ser espectaculares por los
fenómenos y manifestaciones que presentan. Y no son pocos si
contamos con todos los casos que existen en el mundo entero. No
me preocupa tanto el cine, porque no deja de ser un mundo donde
fantasía y realidad se encuentran, donde el espectador espera
espectáculo; me preocupa más cómo muchos programas de TV. que
han querido tocar este tema dándole un aspecto de seriedad, sin
embargo, han terminado siendo un espectáculo a costa nuestra, o
han sido un ataque abierto a la Iglesia y a los exorcistas.
En lugar de resaltar la labor que hacen y el bien que hacen a las
personas que nos hemos liberado, resaltan los defectos de la Iglesia
120
o de algunos curas que nada tienen que ver con la función del
exorcismo. Todo lleva a pensar que hay un interés por condenar el
ejercicio del exorcismo, tanto por parte de algunos psiquiatras,
como por teólogos y entrevistadores de TV. Me gustaría saber qué
hacen ellos, aparte de presentarnos a la sociedad (a los afectados)
como meros enfermos mentales. Y, a nuestras familias, como
personas que han perdido la cabeza. A veces se acusa al exorcista de
ganar dinero con esta práctica. El exorcismo es una oración que hace
la Iglesia de forma gratuita, así lo pidió el mismo Jesucristo a los
apóstoles. “… gratis lo habéis recibido, dadlo gratis…” (Mt 10,8).
Ningún Exorcista cobra a nadie. A mí no me han cobrado. Más bien,
el sacerdote se ha quitado horas de sueño y de descanso. Me ha
dedicado tiempo quitándose horas de reposo, ha pedido a Dios por
mi liberación en su oración privada, se ha sacrificado con ayunos
para ofrecerlos por mí, me ha apoyado económicamente cuando lo
he necesitado, me ha abierto otras ayudas de otro tipo con otras
personas…
Pero estos psiquiatras que salen en televisión diciendo que somos
enfermos, sin pensarlo dos veces cuando critican el exorcismo, ¿nos
atenderían gratuitamente por ir con ellos a contar nuestro
problema? Ellos cobran sus consultas. Los entrevistadores de TV.
ganan audiencia. Pero el exorcista que nos atiende, no gana nada.
Gana que le desprestigien en TV., gana que le insulten en Internet,
ganan el desprecio de una sociedad que no comprende ni entiende
su esfuerzo. Porque no están abiertos al misterio y tampoco lo
respetan. He visto cómo, a los exorcistas más reconocidos
mundialmente y que han salido en los medios de comunicación, son
con frecuencia “abofeteados” en público. Hay que ver los
comentarios que puede llegar a hacer la gente en los medios
sociales, insultantes y amenazantes.
Me decepciona comprobar cómo en algunos debates de TV., los
psiquiatras opinan de teología, los teólogos opinan de psiquiatría y
los no creyentes de Fe, en lugar de aportar cada uno lo de su
campo… Es curioso ver cómo se ponen de acuerdo para combatir, no
digo la existencia del demonio, sino el ejercicio del exorcismo como
121
si se tratase de un tumor que hay que extirpar de la Iglesia. Y lo
hacen sin contar con nosotros, con los afectados. Porque, antes de
hablar, no nos han escuchado. Normalmente, nadie que haya sufrido
esto quiere ser el bufón de un programa de televisión donde todo el
mundo se le va a echar encima para llamarle loco. Sin embargo, los
que hemos sido liberados estamos muy agradecidos al servicio que
se nos ha hecho. Igualmente, los que están en proceso de liberación
y son atendidos, se sienten reconfortados y acompañados. Echo de
menos la profesionalidad, echo de menos el compromiso de
personas serias que, cuando dialogan y debaten públicamente sobre
un tema, lo hagan desde una actitud de respeto y búsqueda de la
verdad, sin convertirlo en un show.
Por último, estaría la literatura, donde hay más campo para elegir.
He leído libros realmente pésimos, nada científicos y nada
teológicos, aunque muy entretenidos. Y, por el contrario, otros que
aportan todo un estudio científico, comparativo, donde se estudia
este fenómeno y se intenta explicarlo desde la teología o desde
casos reales, donde se trasluce que ha habido un trabajo detrás de
investigación seria de varios años. También los hay que aportan el
testimonio, especialmente visto desde el punto de vista del
exorcista.
No he encontrado escrito de la psiquiatría ni la medicina que haya
intentado estudiar el fenómeno revisando casos, analizándolos,
comparándolos… mirando y comprobando en el tiempo los efectos y
resultados de la oración o los diferentes tratamientos que se hayan
intentado aplicar, con el propósito de hacer un estudio médico serio
de todo este conjunto de síntomas que presentan los posesos. Es
por eso que me hace tanta gracia que, luego, haya tantos psiquiatras
dispuestos a resolver que “los que creen estar posesos son
enfermos” y “los exorcistas son unos estafadores”. No sé en qué
estudios serios se apoyan para defender sus conclusiones. Si los hay,
me gustaría que los mencionasen. Ni tampoco sé qué solución dan
ellos a “nuestra enfermedad” con resultados positivos.
Defiendo el derecho de ser atendidos con el Ritual de Exorcismo y
con la Oración de Liberación a aquellos que queremos acercarnos a
122
ese medio. Defiendo que, una familia con un hijo/a menor de edad
que ha pasado por médicos o psiquiatras sin ningún resultado para
su hijo, pueda llevarlo a que un exorcista le rece una oración sin que
la prensa o los Juzgados le intenten quitar ese derecho de esa
posibilidad. Y por supuesto, que si presenta manifestación
demoníaca, pueda ser tratado con exorcismo.
No pretendo que todo el mundo crea en el demonio, porque
comprendo que nos movemos en un campo de misterio difícil de
demostrar, ya que no podemos cazar a un demonio, meterlo en un
bote y estudiarlo. El campo del mundo angélico y el mundo
demoníaco sólo podemos comprenderlo desde las Escrituras
Sagradas, testimonios de algunas percepciones o experiencias extra-
sensoriales que relacionamos con ellos, y, desde el estudio
teológico, porque, en definitiva, es un campo que pertenece a la Fe
y al mundo de las ideas.
Pero sí que podemos atender al fenómeno de la posesión como
fenómeno, aunque no creyéramos en la existencia de los demonios.
Ahí están todos unos síntomas comunes y manifestaciones que se
pueden estudiar a simple vista. También existen resultados
comprobables y demostrables de que la Oración tiene poder
liberador para estas personas. Personas que tenían aversión a lo
religioso dejan de tener esta aversión con el exorcismo. Personas
que tenían opresión, dolores, pesadillas, presencias, pasan a estar
completamente bien. Personas a las que todo se les torcía en la vida,
se les rompía todo, se quedaban sin trabajo y otras desgracias,
desde que alguien les había realizado un sortilegio, recuperan la
armonía y todo comienza a ir mejor. Manifestaciones de
personalidades malignas que emergían durante las sesiones u otros
momentos del día dejan de aparecer…
Si los físicos estudian los efectos y, a través de ellos, establecen las
leyes que explican los fenómenos naturales: ¿por qué no vamos a
poder hacer lo mismo con el mundo espiritual, observando sus
efectos y sus manifestaciones? La física cuántica observa y estudia
aquellos fenómenos que no se ven a simple vista. Con sus hallazgos
ha revolucionado todo el mundo de la ciencia y la construcción que
123
nos habíamos formado de nuestro mundo. Nos ofrece cosas tan
interesantes como que dos partículas cuánticas pueden permanecer
entrelazadas a distancias ilimitadas sin ninguna conexión física
entre ellas, y se pueden tele- transportar a través del espacio vacío.
Todo lo que es observable, puede ser estudiado. Puede que no
podamos ver a un demonio, como tampoco podemos ver el
magnetismo, ni el aire, pero podemos ver los efectos que causan, las
relaciones que establecen, las reacciones que pautan, etc. Luego
podemos estudiarlos desde las manifestaciones que presentan los
posesos. Quizá algún día lleguemos a tener la tecnología suficiente
para detectar su presencia. Los virus y las bacterias han estado
activas durante miles de años, causando enfermedades que sólo
podíamos estudiar por sus efectos, hasta que se inventaron los
microscopios con los que pudimos ver los causantes de
innumerables enfermedades y comprender cómo actuaban en
nuestro organismo.

2.EL DEMONIO COMO DOGMA.

Dentro de los que participamos de la Iglesia profesando la Fe


católica, todos hemos podido tener dudas de fe en algún momento
o nos ha podido costar entender alguno de nuestros dogmas. Pero si
oramos a Dios con un corazón sencillo y humilde, pidiéndole luz a
nuestra inteligencia humana, no seremos desatendidos. Si leemos
con atención las escrituras, encontraremos numerosos pasajes que
van iluminando nuestra razón acerca del mundo angélico y
demoníaco ya desde el libro del Génesis. También tenemos
numerosos testimonios de los Santos que cuentan sus experiencias
con el demonio. Y otras muchas fuentes que testifican la presencia
de los ángeles y de los demonios, como son algunas apariciones
marianas ya aprobadas por la Iglesia. Llegar a la conclusión de que
los demonios no existen y, por tanto, no pueden actuar sobre la vida
del hombre, tras haber estudiado la Biblia, es imposible sin renegar
de toda nuestra Fe.
124
Si los demonios no existen, tampoco existen los ángeles. Si los
ángeles y los demonios no existen, todo lo que nos cuentan los
santos es mentira. Y los videntes que han presenciado las
apariciones marianas son todos mentirosos. Si el demonio no existe,
tampoco puede existir el pecado Original. Si no existe el pecado
Original, la muerte y sacrificio de Jesucristo en la Cruz es inútil. Y la
Virgen no puede ser Inmaculada. Si el demonio no existe tampoco
existe el Infierno. Si el Infierno no existe, tampoco puede existir el
Cielo ni la justicia de Dios. Por supuesto, Jesucristo sería un gran
mentiroso cuando habla del demonio y del Infierno, y sería un gran
teatrero cuando se enfrenta a los demonios de los posesos de su
tiempo y habla con ellos. Tampoco hubiera sido nunca tentado en el
desierto. No podemos quitar al demonio de nuestra Fe. Sin
embargo, el mayor triunfo que ha conseguido el mundo demoníaco
sobre el hombre cristiano ha sido hacerle creer que no existe o que
es un simbolismo del mal.
Es tremendo darse cuenta de que, mientras los cristianos dejamos
de creer en el demonio, cada vez hay más personas en el mundo que
se inician en los ritos Satánicos, y proliferan las sectas Luciferinas. Es
tremendo darse cuenta de que, mientras los cristianos dejamos de
creer en el poder de Dios, cada vez hay más personas que creen en
el poder oculto de la magia, la hechicería, la brujería, la macumba, el
reiki, el vudú… Y practican cada vez más el Yoga, el Zen, la
meditación trascendental… abandonando insensiblemente la
oración ante el Santísimo Sacramento del altar. Abandonando los
sacramentos que nos comunican el ser de Dios: la Eucaristía, la
Confesión, la Unción de enfermos, la Confirmación, el Bautismo… El
demonio está consiguiendo desterrar a Cristo de su Reino para
volver a instaurarse él como Príncipe de este mundo.
Cuando yo era más joven, me costaba creer en Satanás como ser
personal. Lo tomaba más como un símbolo del mal. Sin embargo, no
me costaba creer en los ángeles. La causa profunda de mi falta de Fe
estaba originada por mi rechazo a la existencia del Infierno como
lugar destinado a los demonios y, por tanto, la posibilidad de
condenación para el hombre pecador. No entender bien el
125
concepto del Infierno me despertaba dudas respecto a la bondad y
misericordia de Dios. No me encajaba la idea de un Dios bueno con
la condenación eterna de algunas almas. Sin embargo, nunca he
tratado de llevar a nadie a mi terreno queriendo dogmatizar a mi
propia Iglesia. Simplemente tenía dudas, que con el tiempo se
fueron resolviendo en la oración y en el estudio de la teología. Pero
sin duda, donde más he aprendido del demonio y del Infierno, es en
mi propia carne. No puedes plantearte la vida de la misma manera
cuando has vivido una experiencia como la mía.
Cuando hablo con las personas de esto que me ha pasado, me
encuentro gente creyente que sí cree en el demonio, pero le cuesta
creer que un demonio o varios o muchos puedan entrar en el cuerpo
de una persona y poseerla. Desde lo que yo he vivido puedo aclarar
algunas cosas: Una es que no toman posesión de tu alma, sólo
actúan en el cuerpo, moviéndolo a voluntad o paralizándote el
movimiento. Pueden enfermarte el cuerpo de muchas maneras.
También pueden afectarte en la mente, jugando con tu psicología,
con tus heridas pasadas, con tus recuerdos, con tus nociones, con
tus percepciones, etc. Desde ese campo psicológico pueden
martirizarte con grandísimos tormentos, de obsesión, tentaciones,
suicidio, angustias, desesperación; pueden ponerte toda clase de
pesadillas o imágenes en el pensamiento que te provocan pánico
por lo horrendas que son. Y, por supuesto, pueden causarte los
síntomas de algunas enfermedades mentales. Cuando te tienen más
cogido, pueden ponerte sentimientos suyos de aborrecimiento a lo
religioso, que hacen que tengas reacciones tales como escupir un
crucifijo, romper una imagen de un santo, blasfemar en voz alta, o
salir corriendo ante un lugar u objeto sagrados. Tu cuerpo puede
experimentar que la reliquia de un Santo, o el agua bendecida, te
abrasa la piel si te tocan con ella, aunque te la pongan por encima
de la ropa. Tu cuerpo puede experimentar que te clavan un cuchillo
cuando te colocan un crucifijo en alguna parte de tu cuerpo. Y otros
tormentos parecidos. Pueden hablar a través de ti distintas lenguas
desconocidas por ti. En mi caso, testigos me han dicho que he
llegado a hablar en perfectos Árabe, Francés y Ruso. También
126
pueden impedir que tú hables, aunque estés entendiendo todo lo
que te dicen las personas que están a tu lado, tú quieres
contestarlas, pero no puedes pronunciar una sola palabra. Y también
pueden obedecer órdenes del exorcista en lenguas que tu
desconoces pero ellos entienden.
Puedo aclarar que, aunque no sé en qué modo o manera pueden
estar ahí en tu cuerpo, a veces los puedes localizar en un sitio
concreto de tu cuerpo porque están actuando más ahí, otras veces
aprecias que lo tienes en el cuerpo entero porque no puedes mover
nada a voluntad tuya. Y tampoco puedes impedir que tu cuerpo se
esté moviendo entero, simplemente, dejas de ser el dueño de tu
cuerpo. En algunos momentos llegas, incluso, a perder del todo la
conciencia y luego no recuerdas qué ha pasado durante esos
momentos en los que tu “no estabas.” En mi caso la mayoría de las
veces me he mantenido semiinconsciente. Era consciente de
algunas cosas aunque no de todas y no todo el tiempo de la
manifestación. Por lo que asumo que, había ratos en los que perdía
del todo la conciencia. De ahí que luego, mi percepción del tiempo
fuera menor con respecto a la duración real del trance que había
tenido.
También puedo aclarar que, fuera de las manifestaciones más
fuertes en las que entras en trance y dejas de ser dueño de tu
cuerpo por completo y hablan y te retuercen, etc., el resto del día
pasa por muchos grados. Hay días en que estás absolutamente
normal. Otros en los que estás afectado de continuo con dolencias,
confusión u otras manifestaciones que te permiten moverte,
hablar… pero con mucho esfuerzo o sufrimiento, según el grado de
opresión que estás sufriendo en ese momento. A lo largo del día
puede variar la intensidad y puedes pasar de un estado normal a un
estado crítico con todos sus matices o, a la inversa, de estar fatal,
pasas a estar ratos en los que estás bien. Todas estas
manifestaciones y grados pueden depender mucho de la persona
posesa. Del tipo de demonios que actúa en ella, del número que
tenga, y de la misión que tenga ese demonio en ti. Hay demonios
que, por ejemplo, trabajan todo el tiempo en ti para llevarte a la
127
muerte. Otros tienen interés en que pierdas la Fe y te atacan de
continuo en ese terreno. Otros actúan enfermándote alguna parte
concreta del cuerpo (cabeza, estómago, piernas…) y sólo te atacan
ahí. Otros demonios tienen sólo la misión de que te obsesiones con
una persona que te ha realizado un sortilegio de amarre.
Podríamos asegurar que, dependiendo del tipo de manifestación
que tienes, podemos averiguar qué tipo de demonio es, qué es lo
que quiere, y por qué está ahí aunque no nos lo cuente él cuando se
le obliga a hablar. Viene a ser como diagnosticar una enfermedad
común, que, según los síntomas de tu cuerpo y cómo responda a
ciertos fármacos, puedes identificarla perfectamente porque
siempre se comporta igual. Por lo mismo, poder detectar el tipo de
demonio que podría está actuando, o el objetivo que tiene, o la
razón por la que ha entrado, puede ayudar a averiguar qué
sacramentales, o qué oraciones, tienen más fuerza contra él para
expulsarlo. Porque desde mi experiencia puedo aportar, que a veces,
el Ritual de Exorcismo por sí solo no basta para expulsarlo, aunque
es el arma principal, ya que el exorcismo es una oración que se hace
en nombre de la Iglesia, que es tanto como decir que toda la
autoridad que está presente en la Iglesia reza sobre mí.

3.CREO EN EL CIELO, CREO EN EL INFIERNO, CREO EN


EL DEMONIO

No ya sólo porque lo diga el Credo, sino porque lo veo en la Tierra.


Cuanto más se aleje el hombre de Dios Cristiano revelado por Cristo,
más se oscurece el ser humano, más difícil se hace la vida. Mas
violencia, más violaciones, más caos, mas guerras, más mentiras,
más robos, más odio… más infierno. Claro que creo que habrá una
separación definitiva del bien y del mal. Con una transición de
justicia y misericordia en la que seremos purificados y algunos irán al
Cielo. Pero otros irán al Infierno. Creo en esa separación definitiva.
Un Cielo donde los justos y purificados podrán disfrutar del bien y la
128
paz en su plenitud sin que el mal les haga sufrir, y donde podrán
gozar de la visión beatifica de Dios, sin posibilidad ninguna de perder
estos bienes nunca y siempre in crescendo. Y un Infierno, donde el
mal pueda “disfrutar” y seguir haciendo el mal entre ellos sin que el
bien les “amoneste.” Podrá vivir en el mal sin posibilidad de otra
cosa. Esto, que sin duda alguna nos parece horrible para los que se
condenan, es sin embargo, una elección que ellos mismos escogen
libremente, al autoexcluirse de la misericordia de Dios. Decisión que
tendrá como consecuencia un estado de sufrimiento;“ allí será llanto
y rechinar de dientes”(Lc 13,28).Luz y tinieblas sin posibilidad de
cambio. ¡Qué maravilloso estado para los que escojan la luz!
Creo en los demonios, no sólo porque lo dice Cristo y la Biblia,
palabra de Dios. Creo en ellos porque los he vivido en primera
persona. Y me han hecho sufrir en el cuerpo, en el espíritu, en la
mente y en mis cosas. Los he visto manifestarse en mí, he sentido
cómo piensan. Se han relacionado conmigo, me han “hablado,” me
han amenazado. Me han hecho manifestaciones de su existencia.
Me han querido llevar a su terreno y convencer a la fuerza, es decir,
con opresión, con vejaciones, con tormentos y con mentiras.
Mentiras con argumentos patéticos, como insistirme en la idea de:
“Dios no existe”; para luego añadir: “Yo soy Dios.” No te queda más
remedio que resistirlos y combatirlos.
En las sesiones de exorcismo se me han mostrado por dentro en
su ser, cómo piensan, cómo sienten, qué quieren: La primera vez
que experimenté fuera de mí a un ser que telepáticamente se
identificó como un demonio, me amenazó, si me consagraba a Dios,
con la persecución, mientras que si me consagraba a él triunfaría en
la vida. Durante algunas sesiones de exorcismo me han mostrado
imágenes en las que veía a cristianos siendo martirizados en una
persecución religiosa. Una de las veces, el demonio que hablaba
amenazó al sacerdote que me rezaba gritándole con un odio
tremendo en perfecto castellano:
—¡Cuando sea nuestro tiempo, te cogeremos a ti y te torturaremos!
¡Haremos que los hombres os persigan y os torturen a todos los

129
cristianos y no lo podréis resistir! ¡Acabaremos con la Iglesia en
España!
Más de una vez me han atormentado con la idea de que
derrotarían a la Iglesia, imprimiendo un sentimiento de terror en mi
alma. Recordándome en cuantas partes del mundo los cristianos ya
están siendo actualmente perseguidos, como dándome muestras así
de su poder, y reafirmando que ellos estaban incitando todas esas
persecuciones. A las personas que rezaban por mí junto al
sacerdote, durante las sesiones, les ha lanzado amenazas:
—¡Te voy a matar!—y en alguna ocasión han tratado de morderles.
Han expresado su odio a la Cruz y a Cristo numerosas veces en
sus lenguas, escupiendo el crucifijo o no dejando que lo besara. A la
Inmaculada Concepción le han expresado su terrible odio gritándole
con desgarrada voz que “¡Non Serviam!”, “¡Non Veritas!” o
“Arrancaremos de tu seno a tus estúpidos curas y los ganaremos
para el infierno donde los torturaremos en un lugar especial para
ellos!”. (Esta amenaza la realizaron en castellano.)Te impiden rezar
el Credo. Te rebaten con ideas contrarias durante la Misa o durante
las oraciones que se usan en el Ritual de Exorcismo, incidiendo
especialmente en que: “Dios no te ama. Dios permite que te
hagamos daño. Las oraciones no nos hacen nada. Nosotros somos
más fuertes”. Finalmente, hacen muestras de superioridad al
sacerdote, midiendo sus fuerzas con él, se burlan, se enfurecen,
intentan morder, intentan impedir que rece tratando de quitarle el
libro de las manos, le intentan distraer para que confunda las
oraciones o se canse. Otras veces muestran su pánico o su disgusto
ante sacramentales, oraciones especificas, o a un sacerdote en
concreto; entonces se retuercen, gritan, piden auxilio a otros
demonios, piden que no se les expulse, o terminan, obligados,
contestando a las preguntas del sacerdote, no sin antes haberse
resistido. Muestran diferentes personalidades; unos son más
habladores y contestones, otros son más agresivos. Otros son
mudos. Unos se engrandecen y muestran su fuerza, otros se
muestran como más vulnerables y sensibles a la tortura que sufren.
Algunos mueven tus miembros a su antojo, otros hacen que reptes
130
por el suelo a modo de serpiente. Unos abren los ojos y te miran
fijamente, otros los cierran. Unos reaccionan ante el agua bendita, a
otros sólo les afecta el agua exorcizada. Algunos no soportan la
misa, otros la resisten y sólo son sensibles a la bendición del
Santísimo, ante el que se retuercen de dolor o se postran humillados
como si alguien los pisara la cabeza, pero no lo adoran. Además
cada uno se define a sí mismo con un nombre personal, al que
responden si se les llama por él, y no les gusta que les confundan
con otros demonios. Como he tenido muchas clases de demonios y
muy numerosos tengo experiencias de lo más variopintas, de los
cuales, cuatro revelaron sus nombres; Belcebú con cuatro legiones a
su cargo, actuando bajo el mando de Lucifer. Leviatán y Satán.
Muchos otros nunca revelaron sus nombres.
En conclusión podríamos resumir en que:
-Manifiestan diferente identidad unos de otros, por lo que son
varios, pero presentan rasgos comunes que los identifica como seres
malignos.
-Presentan atributos personales, como la inteligencia, la voluntad,
y la libertad propias a los seres racionales.
-Se relacionan entre ellos por jerarquías, estableciendo relaciones
de interés, utilidad, obediencia, amenaza, rivalidad y envidia… En
ocasiones, también establecen simpatías y preferencias entre ellos.
-Dan grandes muestras de agresividad con los humanos;
amenazan, torturan, imprimen sufrimientos.
-Están llenos de odio y de ira: Odian a Dios. Odian a Cristo y su
muerte de Cruz. Odian a la Inmaculada Concepción.
-Les hace daño, molesta y atormenta los sacramentos, los
sacramentales y las oraciones utilizadas por la Iglesia.
-Dan muestras de inteligencia: Usan trucos para evadir la oración.
Rebaten los dogmas de Fe. Utilizan el engaño para confundir.
-Dan muestras de entender todas las lenguas en las que se les
hable. Ellos utilizan lenguas muertas, en ocasiones otros idiomas que
el poseso desconoce. (Me han confirmado que he hablado en
perfecto Francés, en Árabe y en Ruso. Estas tres lenguas las han
utilizado cuando alguien del público las conocían perfectamente).
131
Pero mayormente se han manifestado en lenguas muertas que
nadie ha sabido reconocer. Alguna vez he dicho algo en Latín. Y
algún demonio ha hablado algo que parecía alguna lengua Africana,
pero esto no me lo ha podido confirmar nadie que supiera ese
idioma, ya que cuando la han utilizado no había nadie presente que
conociera esta lengua.
-Captan las ordenes o las oraciones que van dirigidas contra ellos
aunque se hagan en silencio, reaccionando de diversas maneras.
-Muestran desobediencia, altanería, burla, aburrimiento, ante el
exorcista. Excepto cuando se sienten amenazados o torturados
respondiendo entonces con obediencia a algunas órdenes, no sin
antes haber tratado de resistirse. Así mismo dan muestra de miedo,
pánico, temor, vulnerabilidad, y, en alguna ocasión, llegan a suplicar
que no se les expulse o no se les torture más.
Todas estas observaciones y ejemplos pertenecen a mi
experiencia personal, no son generales. Pero si recurriera a lo que
he observado en otros posesos durante sus manifestaciones,
encontraríamos muchas semejanzas y coincidencias. ¿Cómo no voy
a creer en los demonios cuando he tenido tantas manifestaciones de
ellos? Cuando estas personalidades emergían en mí, tenía claro que
no eran yo, ni parte de mí. Su psicología es completamente distinta a
la mía. Y sus motivaciones contrariaban completamente a las mías.
Experimentando la maldad que tienen los demonios en su ser y
todo el odio que despliegan, me ha hecho reflexionar a menudo
sobre el Infierno. Desde luego, vivir toda la eternidad rodeado de
estas criaturas no debe ser nada agradable. Todo lo contrario. La
relación que tienen con los condenados debe ser de sometimiento
constante. Quizá se salven algunos pocos, muy cohesionados con las
fuerzas maléficas, que, por asemejarse tanto a la perversidad de
ellos, les caigan un poco bien, por así expresarlo. Esta conclusión la
saco por lo mismo que, aquel demonio que me tentó
amenazándome previamente, me dio a entender; “… pero si te
consagras a mi… tendrás toda clase de placeres y poderes en la vida,
y en el Infierno tendrás un lugar privilegiado.” ¿De qué tipo de
privilegios se trata? ¿Hay privilegios en el Infierno y quién los
132
otorga? En mi humilde opinión saco en consecuencia que, o el
demonio mentía con una promesa falsa, o simplemente, esos
privilegios significan que en el Infierno me darían un trato “más
amable” que a otros, por haberles sido útil en la condenación de
otros.
El Infierno que en sí mismo ya es un suplicio por carecer de Dios
toda la eternidad, sumaría el daño que puedan hacerse allí estas
criaturas. Y ahora es el momento de contar la manifestación que
tuve, ya en las proximidades de mi liberación total. Normalmente,
cuando he caído en trance, yo pasaba a segundo plano, sintiendo las
cosas como de lejos. Las personalidades emergían, pero estábamos
en el mismo plano de tiempo – espacio. Solo unos pocos trances
venían acompañados de imágenes que veía en mi imaginación. La
manifestación que cuento a continuación fue si cabe, la más extraña
de todas, y la más impactante por su contenido, y su forma.
Ocurrió que, estando en misa entré en trance, como siempre en la
comunión: Temblores, sacudidas, malestar, y babear… pude
acercarme a comulgar. Pero al sentarme… buff. Mi compañera se
dio cuenta que la cosa iba a más. Tuvieron que esperar a que se
despejara la iglesia de gente, y se quedó un grupito conmigo y el
sacerdote. Alguien me dio aceite en la mano izquierda y me ardió,
de hecho aparté la mano, y me quemaba el aceite. En el propio
banco, sentada donde estaba, me rezaron. Empezó normal,
revolviéndose. Me dolía la tripa mucho, en algún momento me fui
doblando y me dejaron tumbarme boca arriba en el propio banco
con cuidado de que no me cayera por ningún sitio. El Padre se
centró en la zona del estómago. Alguien me echaba agua exorcizada
por todas partes, oídos, nariz, boca… El Padre me untó aceite por
toda la tripa.
— Qué raro es esto. —dijo el Padre.
El demonio reaccionaba cuando me tocaba en ciertas partes del lado
derecho de la tripa, se revolvía y gritaba. Pronto, lo que fue quejarse
en lenguas se convirtió en alaridos y liberaciones, sentí como
distintos alaridos de diverso grado y profundidad, suspiros largos,
como algo que cae a lo profundo o se aleja. A eso le siguió la
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presencia maligna de un ser que mordía y rugía, que sacaba las
garras y lanzaba dentelladas sin ton ni son, tratando de coger carne.
Por suerte, uno de los presentes advirtió a la señora que había
puesto su mano delante de mi boca a tiempo, y ella misma esquivó
unas cuantas. Al final me pusieron cerca una estola y la estuvo
masticando como queriéndosela comer. Ese diablo odiaba a los
curas, y cuando hablaba decía en castellano:
—¡Curaaa ! — se refería al Padre. Y le rugía.
Yo, en mi interior, sentía que era un demonio guardián. Y que
odiaba a los curas. En algún momento, dirigiéndose a la Virgen (una
imagen que había en la iglesia) le decía: “Te robaré a tus asquerosos
curas”. El demonio parecía estar totalmente encarado con la Virgen
e ignoraba a la gente que me rezaba, centrándose solo en ella, a la
que le brillaba el corazón con mucha luz. Y, por alguna razón, sentí
en mi interior que aquel diablo tenía en su custodia curas que había
conseguido que se condenaran o que estaban para condenarse, y
como que nuestras oraciones (las que me hacían ellos, y el ataque
de los ángeles, la Virgen y sus oraciones…) le estaban quitando
algunas de esas almas. Esta parte no se la he querido contar a nadie,
porque me parece extraña. Era como si, atacándolo a él, el equipo
que rezaba estaba rescatando curas que aún no habían muerto o
estaban a punto de ser ajusticiados por el juicio de Dios. No sé
explicarlo mejor. En mi interior yo veía a aquel demonio, que era
tan grande como un rinoceronte, y con una forma extraña como de
animal a cuatro patas, parecido a un perro pero grotesco; y estaba
en un lugar oscuro, como una especie de grutas escalonadas.
Entendí que aquello era una parte del Infierno, y yo estaba allí
presente como mirando la escena. Aunque yo era consciente de que
me estaban rezando en una iglesia y estaba tumbada en el banco,
fue como si perdiera conciencia del espacio y me viera sumergida
en otro lugar. Como si lo estuviera soñando.
A mi hermana la sentía acariciándome la mano izquierda, y a una
de mis compañeras pidiendo con fuerza al Arcángel San Miguel
“échalo”. Yo notaba que las personas que estaban conmigo se
estaban asustando, ya que aquel modo de manifestarse queriendo
134
morder con tanta agresividad, rugiendo con tanta furia y hablando
con aquella voz tan cavernosa y potente no se había dado en
ninguna manifestación anterior tan fuerte como esta vez. Después
de éste, vino a manifestarse otro demonio más tremendo. Con gritos
y alaridos continuados. Se me retorcían las entrañas. Empecé a toser
y babear muchísimo, con fuertes arcadas. Emitiendo suspiros
profundos como si salieran demonios de mi. Gastaron un montón de
papel conmigo para limpiarme. Pero el demonio último, antes de
quedar agotado, vociferó con voz ronca y grave cosas como:
—¡Non veritas!... ¡Non serviam!—esto se lo gritaba, desgañitándose,
a la Virgen que yo seguía viendo iluminada. Estas expresiones en
latín significan ;” No es verdad”, y “ No te serviré”. Y, de pronto, se
dirigió hacia los que me rezaban :
—¡Vosotros no pertenecéis aquí!—hablaba en castellano y
vociferando. — ¿Quién os creéis para pensar que podéis enfrentaros
al Averno? ¡No sabéis lo que hay aquí…!—y luego pasó a decir cosas
como: —¡ Todo es mentira en la Iglesia, os engañan; ¡no hay Dios!!!
¡No hay Diooooossss!
En otro momento llamó a Lucifer, y, en lenguas, pidió a otros
demonios que vinieran a ayudarle. Yo estaba en aquel lugar, que
entendí que era el fondo del infierno, y estaba como atada o sujeta a
una mesa en medio de ellos. Veía seres oscuros, y una gran
compuerta delante de mí, de color gris, de metal, muy alta de la que
no podía ver ninguno de sus límites… que se había abierto por la
oración de los que estaban conmigo y por la que entraban ellos y
ángeles con mucha luz, como ráfagas que se lanzaban contra los
demonios y estos se sentían atrapados en su propio terreno,
atacados por sorpresa, y querían la retirada. Corrían como locos de
un lado a otro confusos, como no explicándose aquello, buscando a
otros que los ayudaran. Todos eran de color oscuro, algunos como
monstruosos gigantes, y otros caminaban a cuatro patas como si
fueran guardianes (a semejanza de nuestros perros de defensa, y
daban dentelladas.)
—¡Cerrad las puertas!—comenzó a gritar el demonio que se
manifestaba en mí con desesperación dirigiéndose a los suyos.
135
Consiguieron cerrar las puertas. Pero debieron tener bajas entre
ellos… vomité cantidad de baba, espuma y mocos, no sé durante
cuánto tiempo. Y suspiros y alaridos, y así hasta que todo quedó más
débil y yo pude ir saliendo del trance y emergiendo de aquellas
profundidades a las que había bajado. Estaba llena de aceite, con los
pelos de punta, el oído lleno de agua, con dolor de cabeza y
mareada. Pero bien para haber sido tan duro. Qué fuerte, qué
peliculón. El Padre me abrazó. Otra persona también, cuando tuvo
un hueco en la calle. Mi hermana, quedó muy enfadada con Dios,
pues le parecía que no atendía a nuestras oraciones y estaba muy
seria. Nadie entendíamos, ni el Padre, porqué yo seguía así después
de haber tenido una etapa tan buena. Y por qué había tantos.
Digamos que esta manifestación fue única en su especie ya que no
se volvió a repetir nada semejante.
—¿Pero cuántos tienes ahí dentro?—me decía una compañera con
el cigarro en la mano y los pelos de punta, y en ese tono suyo entre
broma y serio.
—¡Yo que sé!... Hace tiempo dijeron que eran cuatro legiones. No sé
cuantos quedan.
Salimos tarde de regreso a Madrid. Me acompañaban tres
personas. Pero no sabíamos lo que aún nos esperaba. Estuvimos
perdidos varias horas. Pues el GPS dejó de dar señal o marcó mal
varias veces, perdiéndonos por un camino que habíamos realizado
numerosas veces sin ningún tipo de contratiempo. Ya sabíamos que
era “el bicho”. No era la primera vez que tras una liberación nos
ocurrían cosas raras después. Para más inri voy yo y digo:
—Pues yo prefería que me ardiera el culo… en lugar de perdernos.
—Y va mi asiento y de forma automática comienza a calentarse.
Inaudito.(A la ida, ya me había pasado lo del asiento del coche, y por
más que miramos, no encontramos la explicación de cómo se podía
calentar tanto un asiento desde dentro, si no tenia calefacción ni
nada. Es por eso que digo esa frase.)
—No des ideas — me regañaron.
Por si fuera poco, atropellamos un animal que cruzaba la
carretera. El tropezón lo dimos cuando estábamos invocando la
136
ayuda de una Santa. Pensé que nos salíamos de la carretera. Lo peor
fue que la gente quedó desmoralizada, recordando mascotas que
habían perdido atropelladas. Conducir así de tristes no era bueno.
Eso no fue todo. En un tramo comencé a marearme y sentirme fatal,
supe que alguien estaba rezando en latín en silencio. Nos bajamos
del coche un poco a tomar aire, porque yo entraba en trance… y va
uno de ellos y me confiesa:
—No me lo puedo creer… yo estaba rezando el rosario en latín y
ofreciéndoselo a nuestra Madre para sus intenciones. Se ve que una
de sus intenciones eras tú.
No fue el único momento que entré en trance así. Hubo otro
tramo, y tenían más fuerza (las manifestaciones) según se iba
haciendo más tarde. Pedí a mis acompañantes que si nos daban las
tres de la noche rezaran una Coronilla de la Divina Misericordia, ya
que es una oración que tiene mucha fuerza. Y al llegar esa hora, yo,
que ya iba muy mareada, me puse peor cuando rezaron, no solo una
coronilla ¡¡¡sino nueve!!! No sabía cómo decirles que parasen, ¡me
estaban matando! Una cosa es darles una cuchillada a los demonios
para que sangren y dejarles sin fuerza… y otra darles nueve, porque
a mí me matan. ¡Qué mareo me entró, qué dolor de estómago, qué
náuseas, ganas de devolver, echar babas, dolor de cabeza…! Tengo
que aclarar que soy una persona que nunca me mareo en coche.
Aquello no era normal. Y era horrible. Cuando por fin pararon en
una gasolinera y dejaron de rezar, pude hablar (antes no podía por
el trance)
—Capullos… casi me matáis.
—Gracias por darnos las gracias.
—Yo dije una coronilla… ¡no tantas!
Los servicios estaban cerrados y todos queríamos ir al baño. La
chica de la gasolinera debió pensar que yo estaba borracha perdida
por las pintas que llevaba, todo el rato escupiendo, con arcadas y
retorciéndome por el dolor de estómago y al borde de la risa tonta,
porque, al final, o te tomas las cosas con un poco de humor o te
mueres de asco.

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—¿Y todos estos camioneros dónde mean?—preguntó uno de mis
acompañantes a la chica.
La chica debió pensar que éramos una panda de locos o que
veníamos de fiesta. Nos fuimos a unas sillas a descansar y compartir
unas galletas. Comentamos lo que nos parecía todo aquello. Los
inconvenientes del viaje. (Habíamos tardado cuatro horas en
ponernos en la mitad del camino. Y habíamos tardado en venir
desde Madrid sólo tres horas y media). En total, hasta Madrid
tardamos nueve horas de viaje. Todos agotados. Sin entender nada
e impactados emocionalmente. Era la primera vez que yo entraba en
trance durante un trayecto en coche con ellos.

4.LAS TRETAS Y ESTRATEGIAS DEL DEMONIO PARA


DEFENDERSE DE LA ORACIÓN.

El demonio usa muchos trucos para disuadir, asustar y salirse con


la suya de evitar la sesión de exorcismo: Además de ponerme
oposición, resistencia y malestar físico para que no acudiera a la
oración cuando tenía cita, lo ha intentado poniéndome, unas veces,
odio irracional, otras, miedo hacia el cura que iba a rezarme, no
pudiendo acercarme físicamente a él. Si él se acercaba a mí, yo
reculaba hacia atrás y quería huir.
En una ocasión me rompió el motor del coche justo cuando sólo
quedaban dos kilómetros para llegar al lugar donde tenía cita con el
exorcista que iba a atenderme. Lo hizo en mitad de la autopista,
pero una luz roja en mi cabeza me avisó de que algo marchaba mal,
y fui cambiando de carril hasta quedarme en el de la derecha, donde
tuve tiempo para arrimarme a la cuneta. Realizado este acto de
prudencia, el motor murió. La grúa tuvo que venir a recogerme,
llevándome de vuelta a mi casa, teniendo que anular mi cita. Me
quedé sin coche por seis meses, cuando recuperé el coche ya no me
atreví a volver, del miedo que cogí por lo que había pasado, ya que
podía haberme matado montando un accidente en cadena. Para

138
entonces me encontraba peor y mi aversión hacia lo sagrado había
aumentado.
Los demonios son expertos en romper cosas y presionar: En el
mismo año en el que comencé a ir a exorcismo se me rompió la
lavadora, el calentador del agua y el teléfono móvil. Como no tenía
dinero para arreglar ninguna de las cosas, estuve tres años sin usar
el agua caliente ni la calefacción, y tres meses lavando la ropa a
mano, y otros tres llevando la ropa a casa de mi hermana, que se
ofreció a ayudarme a comprar otra. En el mismo tiempo, pese a
sufrir fibromialgia, como no recibía ninguna ayuda económica y
necesitaba subsistir, cogí un trabajo de limpieza en una casa. Como
no tenía dinero ni para coger el metro, viajaba con un billete de mi
madre para poder ir al trabajo hasta que tuviera suficiente para
comprarme un bono, pero me pillaron los vigilantes del metro y me
pusieron una multa muy fuerte. Al día siguiente de multarme, y
comprarme un bono, (muy caro en mi situación), perdí el trabajo
que no me había durado ni siquiera un mes. En este mismo año me
pusieron al menos cinco multas de coche, por aparcamientos
indebidos y otros despistes parecidos. No me había recuperado de
ninguno de estos golpes cuando, camino de una Adoración al
Santísimo, el motor del coche, que sólo lo usaba para viajes muy
concretos, se me quemó. Como esta vez no tenía dinero para
comprar otro motor tuve que llevar el coche al desguace para
deshacerme de él.
Cuando he viajado con alguien en su coche, camino de algún lugar
de peregrinación Mariano, curiosamente el GPS dejaba de funcionar
o se volvía loco, llegando a perdernos de modo que el viaje se
alargaba de dos a cuatro horas más innecesariamente. Este tipo de
pérdidas acontecían cuando viajábamos a lugares Marianos o
cuando íbamos a la oración de liberación o regresábamos de ella si
se había producido liberación. ¿Casualidad? Para que pierdas la
oración, también tienen otro truco: hacer que tú o el sacerdote se
olvide de la cita. Uno de los trucos que más usa el demonio es
asustar de algún modo a los que van a rezar por ti o te ayudan.

139
La anécdota más potente que tengo en este campo le tocó a un
sacerdote en Brasil que iba a rezar esa misma tarde por mí. El
sacerdote no pudo llegar a su cita conmigo porque el coche se le
estropeó en mitad de la carretera y casi sufre un accidente mortal
del que salió muy asustado. Además de estropear la batería del
coche nuevo, que no había tenido ningún desperfecto desde que lo
compró hasta ese mismo día, también dejó de funcionarle el móvil,
por lo que se vio impedido de pedir ayuda o avisar que se le fuera a
recoger.
En otra ocasión, tras compartir otros afectados y yo nuestra
experiencia con un sacerdote que nos había acogido en su
parroquia, él tuvo un susto, justo después, cuando se puso en
marcha con su coche para irse, al abrírsele la puerta del copiloto de
par en par, donde no viajaba nadie, de forma inexplicable.
Seguramente para intimidarlo. Por suerte, no se dejó achantar y nos
abrió las puertas de su parroquia igualmente.
A otro sacerdote, de otra parroquia, que admitió en su grupo a una
persona con posesión diagnosticada, le tuvo toda la semana sin
dormir con dolores en el cuerpo inexplicables. A la semana
siguiente, esta persona fue expulsada por este mismo sacerdote del
grupo, al que le prohibió volver porque “lo tuyo se contagia”. No es
verdad que la posesión o la influencia diabólicas se contagien, pero
el demonio usa estos trucos para asustar, son tretas que utiliza a
menudo para alejar a las personas que ayudan a los posesos. Pone
pesadillas pasajeras, molestias en el cuerpo, o rompe cosas a modo
de amenaza para disuadirte. Con la intención, claro está, de que el
poseso no reciba ayuda de nadie.
Cuando el demonio da muestras de su fuerza lo hace de diversas
maneras: No sólo puede romper cosas, también puede mover
objetos y lanzártelos o dejarlos caer justo en el momento en el que
has soltado un improperio contra él. Como la vez que me lanzó un
termo, o la vez que tiró un espejo de mi casa. Puede hacer que un
ordenador o cualquier otro aparato eléctrico deje de funcionar en
un momento determinado y sin explicación ninguna vuelve a
funcionar más tarde. Por ejemplo, que estés imprimiendo una
140
oración mariana y la impresora deja de funcionar. Pero si imprimes
otra cosa diferente te funciona. Vuelves a intentar imprimir la
oración de antes y vuelve a dejar de funcionar. Pero lo más
relevante de esta anécdota que me ocurrió, fue que llevé la oración
a una casa de impresión y a la persona que me atendió también le
ocurrieron anomalías con sus aparatos, hasta el punto de que tuvo
que recurrir a la ayuda de otra compañera. Tras darle muchas
vueltas, el problema se resolvió aparentemente solo de la misma
forma extraña en la que se había presentado.
—¡Qué raro, nunca nos había pasado esto¡. —comentó la chica a
modo de excusa.
Yo me encogí de hombros. ¿Qué le iba a decir, que los demonios
no tenían interés en fotocopiar esa oración a la Virgen? Pero cuando
más miedo he pasado es cuando me ha atacado personalmente
vengándose de algo: Hubo un tiempo en el que contínuamente en
las sesiones de exorcismo escupía al crucifijo o lo mordía. Tampoco
me dejaba besarlo aunque el sacerdote se lo ordenara. Decidí
entonces hacer reparación, y un día, al salir de misa, besé a un
enorme crucifijo que había en la puerta de la iglesia; fue besarlo, y
comencé a sentir nauseas de camino a mi casa. Cuando llegué
estuve vomitando con grandes arcadas babas en cantidad, comencé
a sentirme muy mal y recurrí a una oración de exorcismo que tenía
en casa. Me pareció que ya se me pasaba el malestar cuando algo
me empujó violentamente. Sentí varias presencias a la vez, entré en
trance, me tiraron al suelo, pelee con ellos tratando de
defenderme, pues me golpeaban contra el suelo y los muebles, no
podía mover el cuerpo de cintura para abajo. Fue un ataque tan
brutal y pasé tanto miedo que intenté arrastrarme hasta el móvil,
que había quedado tirado lejos de mí. Como pude intenté pedir
ayuda a un amigo de mi barrio al que ya había comentado mi
problema, pero como apenas podía hablar pues me habían tomado
la voz, y entre medias hablaba en lenguas, o bufaba, no me
reconocía.
—…Ven a mi casa… tengo un ataque…
—¿Quién eres? ¿Quién eres??
141
—… Silvia…
Me fui arrastrando por el suelo con los brazos intentando zafarme
de aquellas cosas que seguían acosándome hasta la puerta de la
calle. Cuando sonó el timbre del portal, desde el suelo, con la ayuda
de un tubo de cartón que tenía en el pasillo pude tirar el telefonillo y
darle al botón. Abrí el manillar de la puerta desde el suelo, pues no
me podía incorporar. Mi amigo me roció en agua bendita y al poco
me recuperé.
—Sácame a dar un paseo. El ataque que he sufrido hoy ha sido
horrible no puedo casi ni creérmelo.
Una de las veces que experimenté liberación tras una sesión de
Oración de Liberación muy intensa y muy larga, las dos personas que
rezaron con el sacerdote y yo fuimos molestados por el espíritu que
había sido expulsado de mi cuerpo: Al entrar a mi casa, sentí su
presencia amenazante junto a mí. Me vi embargada por un miedo
terrible, sin embargo, corrí a por el agua exorcizada y fui rociando
habitación por habitación con ella. El espíritu se dedicó a pasar por
delante y por detrás de mí haciéndome sentir un escalofrío intenso
cada vez que lo hacía. La casa estaba en aquel momento como
invadida por una presencia maligna que densificaba el ambiente. No
puedo describirlo mejor. Tras bendecir toda la casa con el agua, y
rezar dos rosarios enteros, aquella presencia dejó de amenazarme y
se fue. El teléfono comenzó a sonar insistentemente durante aquel
rato, cuando por fin atendí la llamada me encontré la voz de una de
las dos personas que habían rezado por mí:
—¿Estás bien, Silvia?
—Sí. Pero me ha pasado una cosa.
—Es que a nosotros, cuando te hemos dejado en casa, en el coche
hemos sentido una presencia, ha sido tan fuerte que nos ha entrado
miedo y hemos tenido que parar en una iglesia y meternos a rezar. Y
he pensado: si esto nos pasa a nosotros ¿cómo estará pasándolo
Silvia?
—Ha estado aquí también, pero ya se ha ido, no os preocupéis.
Cuando les conté mi experiencia no salíamos de nuestro asombro.
Comprobar que los tres habíamos tenido la misma experiencia en el
142
mismo tiempo, y aproximadamente con la misma duración e
intensidad, me hizo darme cuenta de que aquello no sólo estaba en
mi mente. No era posible que los tres estuviéramos locos.
Desde luego, cuando quieren impresionar impresionan: Unos
años antes de llegar a tener si quiera influencia, en unos ejercicios
espirituales, una pequeña presencia maligna, que identifiqué como
un pequeño demonio, me perseguía por el jardín dándome razones
contra la Fe. Tanto me hartó que lo enfrenté rebatiendo a todo
cuanto me comunicaba. Él siguió dando la lata hasta que me enfadé
con él y le espeté en voz alta, ya sin importarme si alguien me oía o
no: “Pues por mí como si tiras todos los árboles del jardín, ¡no
pienso serviros a vosotros, sólo tengo un Dios y a él solo adoraré!” El
demonio muy enojado me espetó:
—¿Qué te crees que no puedo tirarlos?
—¡Haz lo que te dé la gana! — Y me marché a mi cuarto, ya era de
noche, pensando en que, por fin, me dejaría en paz después de
haberle dejado clara mi postura. Cuando, al rato, escucho a los gatos
de la calle maullar como locos. No presté demasiada atención,
podían estar peleando entre ellos o en celo. Pero a la mañana
siguiente, el portero comentaba con otra persona:
—¿Cómo habrá podido ocurrir? Si no hacia viento… mira que caerse
ahí en medio… menos mal que no estábamos nadie…
Corrí a verificar la noticia: Efectivamente, justo en el mismo lugar
donde yo había retado al demonio, por el camino por donde yo me
recogí a mi cuarto, el árbol junto al que me paré, estaba tronchado
por la mitad de modo que si hubiera caído encima de una persona la
habría matado. No había explicación. Era un árbol sano, no hubo
viento esa noche, ni movimientos sísmicos que supiéramos y, sin
embargo, estaba tronchado como si un oso u otro animal potente lo
hubiera partido por su centro. Evidentemente aprendí dos
lecciones: Una de confianza: Dios no les permite ir más allá de lo que
no quiere permitirles. La otra de prudencia: es mejor no discutir ni
retar a los demonios, pues cumplen, al menos en parte, con sus
amenazas. ¿Pudo ser una casualidad? ¿Por qué, justo ese árbol y no
otro y en ese día?
143
5.¿ES EL EXORCISMO UN SHOW?

A mucha gente pudiera parecerle que, si una persona está


mentalmente enferma o muy sugestionada por el tema del
demonio, podría imitar las manifestaciones de una posesión. ¿Es
posible esto?
Reptar con el cuerpo por el suelo, levitar con parte del cuerpo,
contornear el cuerpo en posiciones difíciles, e incluso aumentar la
tonicidad del cuerpo aunque te pongan peso, supongo, que un buen
atleta podría hacerlo. Y si además, es buen actor, podrá imitar las
voces graves, los gruñidos, rugidos, el cambio de personalidades, e
incluso hacer que habla en una lengua extraña. Si además sabe
idiomas, podrá ampliar su vocabulario. Pero cualquier médico sabe
que mantener los ojos en blanco durante dos horas no puede
hacerlo todo el mundo. También es de difícil imitación mantener la
mirada fija sin parpadear con dilatación de pupilas. Desde luego,
acertar si lo que te echan es agua bendita o del grifo ya no está al
alcance de muchos imitadores. O obedecer a una orden que se te da
en silencio, o reaccionar ante la presencia de un objeto religioso que
está escondido. Existen pequeñas cosas que no son fáciles de imitar,
y estas cosas las conocen los exorcistas experimentados. Que
además, tienen sus trucos para verificar si en un caso dudoso está
actuando realmente un espíritu o no. Un buen imitador podría
engañarle en algunas sesiones. Pero quedaría destapado si el
exorcista usa de esos trucos que sólo él sabe cuándo los emplea y de
qué modo. Curiosamente también los demonios saben engañar a
veces, ocultándose, y no se manifiestan hasta varias sesiones.
Pero la imitación solo puede interesar a personas de mala fe.
¿Quién iba a querer pasarse por un poseído no siendo alguien que
tenga mala idea y quiera desprestigiar al sacerdote o al exorcismo?
Desde luego, lo que hacen algunos periodistas que se prestan a
estas artes, me parece deleznable. Entiendo que tengan curiosidad y
el deseo de verificar estos temas, ya que desde el punto periodístico
es interesante, pero hay formas respetables de hacer una
144
investigación seria o hacer un documental, sin dañar el prestigio de
un sacerdote.
Cuando los periodistas y los medios de comunicación se empeñan
en convertir el exorcismo en un show, los perjudicados somos los
afectados. Necesitamos el exorcismo. Si nos lo quitan… nos
destrozan. Si un periodista, o cualquier otro medio de comunicación,
consigue que la Iglesia cese a un exorcista, ese periodista nos está
haciendo daño a nosotros. Formar a un nuevo exorcista lleva mucho
tiempo. Y conseguir que alcance experiencia puede llevar muchos
años. Es como si, en el mundo de la medicina, se desprestigiara a un
buen cirujano y se le prohibiera hacer cirugía. ¿Quién sale
perjudicado? Evidentemente los enfermos, que necesitaban de su
experiencia y su profesionalidad. Para el mundo social laical
probablemente es un triunfo tirar a un exorcista abajo. Hablo de
esto, porque en España conozco ya varios casos que me he
encontrado cuando me he documentado. Anteriormente hablé del
daño que nos hace la TV. Y, en concreto, algunas personas que
parece que estuvieran empeñadas en perseguir y llevar a la hoguera
al ministerio del exorcismo. Inciden en el lado negativo desde su
punto de vista, pero olvidan aportar a esa balanza las liberaciones
que se dan gracias al exorcismo, y lo muy agradecidos que nos
sentimos las familias y los afectados por la ayuda que hemos
recibido. Mi deseo con estas personas es, simplemente, que nos
respeten. Que respeten nuestro derecho de acudir a un exorcista.
Nadie que sufre esto quiere convertirlo en un programa de
opinión donde el público opine acerca de su facultad mental o de su
vida. Ni la familia ni el afectado. Normalmente se busca la intimidad
y el anonimato. Es más, la Iglesia protege los casos con la obligación
de no sacarlos a los medios de comunicación. Es diferente cuando el
afectado, movido por el deseo de dar un testimonio, lo da. Como es
mi caso. Llevados por el criterio de la intimidad, todas mis sesiones
de exorcismo y las de oración de liberación se han realizado en un
lugar discreto con la asistencia sólo del sacerdote y el grupo que
hace de intercesión. Sin grabaciones y sin fotografías. Nunca he
permitido que participen de este grupo personas que sólo quisieran
145
asomarse por curiosidad. Sin embargo, di permiso, a uno de los
psiquiatras que me diagnosticó, a participar en alguna de las
sesiones, para que pudiera realizar un diagnostico completo.
Aunque desestimó la invitación, puesto que decidió que para
valorarme no lo necesitaba.
Como me parecía interesante estudiar el fenómeno a nivel
científico-psicológico, con la intención de que pudiera servir en un
futuro para ayudar mejor a otras personas que pasen por este
problema, ofrecí a un amigo médico que invitase a estudiantes de
medicina y psiquiatría de su facultad, a asistir a alguna de las
sesiones. Pero debió de desestimar mi invitación porque ni vino él ni
invitó a nadie que yo sepa. Por lo que dejé de ofrecerme como
conejillo de indias y me centré sólo en la búsqueda de mi liberación,
continuando en la intimidad. Sin embargo, sí he dado un par de
testimonios escritos a personas públicas a las que he pedido
anonimato.
Una cosa es la oración en privado, y otra muy distinta la que
necesariamente se hace pública. La oración en privado ocurre
cuando acudes al sacerdote que rece por ti. La pública es cuando,
participando de una actividad religiosa en un lugar abierto al
público, entras en trance con una manifestación muy fuerte que
todos ven. A menos que te quedes encerrado en casa, las
manifestaciones públicas en una Iglesia, en un Santuario, en un lugar
de peregrinación o en la cercanía de algo religioso no pueden
evitarse. Y los que están alrededor necesariamente tienen que
actuar para ayudarte. No puedo calcular cuántas personas han
podido ser testigos oculares de mis manifestaciones públicas, pero,
al menos, doscientas personas podrían testimoniar que me han
visto en trance en los diferentes lugares y actos públicos donde me
ha ocurrido.
De los casos que personalmente he ido conociendo y de otros que
he conocido sólo de oídas, he comprobado que la persona con
posesión en un grado muy fuerte es incapaz de entrar por su propio
pie a uno de estos lugares mencionados. Por lo que no es habitual
verlos en público. Pero cuando logramos tener la fuerza de voluntad
146
necesaria, o personas que nos ayudan a ir, para acudir a estos
lugares para recibir bendición y combatir al demonio con las cosas
que odia, fácilmente entramos en trance delante de la gente, tanto
si queremos evitarlo como si no. Al contacto con lo religioso los
demonios se manifiestan y se enfurecen. Interrumpen la misa con
sus alaridos, te retuercen en el suelo ante el Santísimo, intentan
evitar que te acerques a recibir la comunión, caes en trance ante la
imagen de algún Santo que tiene especial fuerza con él, incluso se
manifiesta con toda su rabia en la presencia de personas religiosas,
etc. Ésta es la razón por la que los posesos reciben el rechazo de
algunos sacerdotes, que no quieren estas manifestaciones en sus
parroquias o en sus grupos. Pero nuestra realidad es que solo los
sacramentos, la oración, el exorcismo, y la asistencia a estos lugares
santos son los que terminan expulsando al demonio de nuestras
vidas. Cuanto más acudamos a estos sitios, y más bendición
recibamos, más tormento para ellos. Desde un primer momento de
mi posesión fui consciente de esto y me esforcé todo lo que pude en
resistir los ataques de los demonios, con tal de obligarlos a
permanecer en estos lugares. Pero al principio necesité mucha
ayuda, ya que sola era incapaz de ir o permanecer dentro de ellos.
Dejar a un poseso encerrado en su casa no es la solución para
ellos. Por tanto, se hace necesario encontrar para ellos iglesias y
parroquias que les abran las puertas, grupos cristianos que los
acojan y acompañen en su liberación. Hay que echarle paciencia al
asunto, y sobre todo caridad. Es una cuestión de conciencia social, y
la Iglesia como institución debería atender a estas personas, no sólo
con la oración, también con proyectos pastorales.
Desde luego, que los creyentes se extrañen cuando se cruzan con un
poseso, no tiene mérito, el mérito es del silencio que la Iglesia como
institución ha hecho durante tantos años sobre estos temas,
dejando a los posesos en la marginación. Y al exorcista en el punto

147
de mira de todos los recelos de sus compañeros como al bicho raro
del rebaño al que le ha tocado el “tú la llevas”13.

6.LA BONDAD DEL EXORCISTA

Creo que la figura del exorcista ya es demasiado maltratada y


perseguida. Es justo presentarlo desde el lado bello que yo he
encontrado en los distintos sacerdotes que he ido tratando,
resaltando la bondad del exorcista. Tenga en cuenta el lector que he
pasado muchos años con opresión, vejación, influencia, y finalmente
posesión. Por lo que, en todos estos años, he tenido contacto con
seis exorcistas oficiales, no sólo españoles, con los que he
consultado, me han diagnosticado, o me han realizado seguimiento.
Además, me han atendido dos sacerdotes que, con permiso de sus
obispos me han hecho, uno oración de liberación, y otro, exorcismo,
de forma puntual en los momentos críticos en los que más oración
he necesitado. Varios sacerdotes, de forma aún mucho más puntual,
me han acompañado con su oración (no exorcismo) en un momento
de trance fuerte en el que han estado a mi lado para que no me
dañe.
Hay detalles que no pueden quedar ocultos en el silencio.
Necesitan conocer la luz, para iluminar a su vez a tantas personas
que miran al exorcista como a un ser inservible o exacerbado. Son
muchas las horas que dedican algunos sacerdotes a este ministerio,
quitándose horas de sueño y descanso personal. Realizando duros
ayunos ofrecidos por nosotros. Dedicando tiempos de oración
personal para pedirle a la Virgen, y a los Ángeles que nos protejan, y
al Señor que nos libere. Son personas que nos cuidan. El exorcista se
expone de continuo entre la acción del demonio y los que estamos
siendo atormentados. En esos momentos, es el mismo Cristo,
actuando en ellos, ordenando a los demonios que se alejen. Hay

13
Expresión que utilizan los niños en un juego donde el que “la lleva”, tiene que
perseguir a todos sus compañeros mientras estos huyen para que no les toque.
148
muy pocos exorcistas que se creen esto y lo viven intensamente,
pero doy fe de que existen sacerdotes que se identifican
plenamente con Cristo, cuando se ponen en el confesionario a
perdonar en su nombre, cuando dan una bendición, cuando ofician
la misa, y por tanto… cuando ordenan al demonio que se vaya.
¿Son exacerbados? No; son hombres enamorados de lo que
hacen, y cada uno ofrece lo mejor de su carácter. Trabajan en
obediencia con su Obispo, en unión con Cristo, y aplican la
misericordia a su oficio. Son los pastores que luchan contra el lobo
hasta matarlo para rescatar a la oveja perdida, cargándola sobre sus
hombros, llevándola a casa, trabajando para cuidar sus heridas,
encargándose de que las demás ovejas no la rechacen. No puedo
por menos que sentir y expresar ternura hacia los sacerdotes que se
dedican con vocación a este ministerio, y muchísima gratitud hacia
ellos. Pues nunca he sentido al sacerdote tan cerca de mi alma como
cuando los he visto luchar por arrancarme de las garras del enemigo.
En el ministerio de un sacerdote es relativamente fácil dar un
consejo a alguien, escucharlo un rato en un confesionario, pero
cuando tienen que acompañarlo con su ayuno seco14 durante una
semana entera, o se ponen de rodillas junto a él para rezar durante
dos horas seguidas hasta que sale del trance una vez por semana
durante meses, o cuando ellos mismos le limpian las babas al
poseso como haría el buen Samaritano, cuando ha de preocuparse
de que su alma esté limpia, ayudándole en el avance de su vida
espiritual, con todas las complicaciones que esto tiene… es una labor
extraordinaria. Es la Misericordia de Dios personificada.
Personalmente, siento gratitud; mi alma sólo sabe dar Gracias a
Dios por este servicio. ¡La oveja rescatada ha conllevado tanto
esfuerzo! Pocos sacerdotes dedican en su ministerio, a una sola
alma, tantos cuidados. A muchos les parece que si no llenan una sala
de gente no merece la pena perder el tiempo en ofrecer una charla.
14
El ayuno seco consiste en no beber ni comer nada desde que te levantas hasta las
tres de la tarde.

149
Que, si a una Misa sólo vienen cuatro gatos, es mejor reducir el
horario de misas… Se busca la cantidad y no la atención personal y la
calidad. En el ministerio del exorcismo, ocurre justo lo contrario; no
importa que sea uno sólo. Todo el esfuerzo es poco y nunca cansa,
aunque los resultados se alarguen en el tiempo. Sólo Dios sabe
cuánto vale un alma para Él. Sólo Dios sabe los consuelos que quiere
dar a esta oveja que estuvo perdida, que fue mordida, desangrada, y
que balaba desesperada lejos de su rebaño pidiendo el auxilio de su
pastor.
Los depredadores, en ocasiones, atacan al más enfermo de la
manada; otras veces escogen a los terneros. ¿Escogen los demonios
a las almas que no valen para nada y por el bien de la manada es
bueno dejar que mueran? El buen pastor no dejará que ni una de sus
ovejas se pierda, aunque sea vieja o enferma. Porque la medida de
Dios no la puede poner el hombre. La piedra que desechó el
constructor, la convirtió Dios en piedra angular de su Iglesia. Cristo
alabó la acción del buen Samaritano poniéndole como ejemplo. Él
resucitó a un cadáver que todo el mundo daba por muerto desde
hacía tres
días. Pablo de Tarso, convertido, marcó un rumbo nuevo en la
Iglesia. El poseso, el encarcelado, la prostituta… ¿No podrán, con la
gracia de Dios recibida, ser los futuros Santos de la Iglesia? Si
aplicamos a las almas el mismo concepto de inservilidad que la
sociedad aplica a los niños que son abortados… ¿podremos
llamarnos Cristianos? ¿Qué clase de caridad están practicando esos
grupos cristianos que dejan que alguna de sus ovejas enferme, y,
enfermando, la dan de lado dejando que muera? ¿Qué clase de
pastor es aquél que antepone sus 99 ovejas a la una que se pierde?
Seguramente, este pastor irá perdiendo cada vez más ovejas, y por
no salir a buscarlas de nuevo… se quedará sin rebaño. Y cuando el
lobo venga a por más ovejas y no las encuentre… atacará al pastor.
¡Cuánta gente se ha ido de la Iglesia, rebotada, porque no ha sido
cuidada! No puedo dejar, escondidos en la maleta, los recuerdos
gratos que he vivido junto a los exorcistas, cuando me han ayudado.

150
Y como son muchos, escogeré unos pocos como botón de muestra
para compartir:
REZANDO EL CREDO: Recuerdo aquel momento encantador. El
demonio no me dejaba rezar el Credo durante la sesión de oración.
Pero aquél día, tras una batalla muy dura, conseguimos una victoria
y tuve una liberación potente. Ya saliendo del trance, recuperé mi
voz poco a poco. El sacerdote me hizo repetir el Credo. Estaba
inclinado sobre mí, ya que aún seguía tirada en el suelo sin poder
levantarme. Hizo que los demás guardaran silencio, y, frase a frase,
palabra a palabra, como a una niña pequeña a la que enseñan a
orar, fue repitiéndome el Credo para que yo, con mi hilo de voz,
pudiera pronunciarlo entero. Me sentí como un alma a la que
enseñan a rezar por primera vez, y la escena me transportó a la
imagen de un padre con su hija, cuando le enseña todas las noches a
repetir sus oraciones hasta que las aprende. No puedo expresarlo
con palabras, sólo decir que fue muy bonito. Ya que yo sola no
hubiese podido, pues ni siquiera recordaba la oración y tenía la
cabeza muy confusa. Al terminar, me dio a besar el crucifijo que
momentos antes había escupido, y pude besarlo.
SIN DORMIR: Aquel día el sacerdote tenía cola. Éramos cinco
personas las que esperábamos para que nos rezase aquella noche.
Se había hecho muy tarde y ya eran las once de la noche cuando
comenzó con el primero. Hubo casos complicados, algunos de dos
horas. Los integrantes del equipo que acompañaba para interceder,
podían intercambiarse entre ellos y refrescarse, pero el sacerdote
estaba él sólo y, a todos los casos, los atendía rezando de rodillas
junto a ellos (que nos tumbábamos en el suelo alfombrado, para no
hacernos daño y ser más manejables por el equipo, ya que en el
suelo es más fácil sujetar a los más violentos). Después de tres
sesiones con personas diferentes, el sacerdote estaba agotado, eran
las tres de la madrugada.
—Quedamos dos. Pero como estás agotado recibe a Silvia, que hace
mucho que no la rezan y yo puedo venir otro día, pues creo que
puedo aguantar.—Quien me daba la vez era otra compañera que
también estaba mal. En realidad era su turno, pero me lo cedía a mí.
151
El sacerdote nos miró a las dos. Estaba cansadísimo, lleno de sudor y
con los ojos cargados de sueño.
—Bueno, venga, una más. —Y me hizo un gesto para que me
tumbara.
—¡Qué bueno eres!—le dijo en agradecimiento la chica.
—¡Por Dios, la vida si hace falta!—contestó el.
Se tiró conmigo hasta las cinco de la madrugada. Gestos así no se
pueden olvidar. Tanta dedicación por nosotros, para que los que
veníamos de lejos no nos fuéramos a casa de balde, y pudiéramos
estar un poco bien; ver el sacrificio que hacía de quedarse más de
una noche sin dormir para poder atendernos a la gente que, en otras
diócesis, no tenían exorcista, o a los que llevábamos mucho tiempo
sin oración y nos hacía falta más, era para emocionarse a lágrima
viva. Sobre todo, cuando has experimentado la indiferencia de otras
personas, esta entrega te llega al alma. Sientes una gratitud infinita
que sabes que nunca vas a poder recompensar con nada. Si todos
los cristianos que formamos la Iglesia fuéramos así de entregados, la
Iglesia estaría llena de gente que no ha sentido el amor en ninguna
otra parte.
DEBAJO DEL PARAGUAS DE LA IGLESIA: Lo vi casualmente
rezando en un rincón oscuro en la Catedral, y entonces le reconocí…
¡No era posible! ¡Qué providencial !Me senté a su lado tras
saludarle. Le dije que me había tocado la lotería con este encuentro,
pues estaba pensando en llamarle, desde que una amiga me informó
de que estaba por Madrid, facilitándome su teléfono. De forma muy
natural, me atendió, me escuchó y empecé a contarle. Le recordé
que me había tratado hacía ya muchos años. El primer ratito
estuvimos allí, en la Catedral, hasta que la campana sonó y había
que marcharse. Estando dentro, me impuso las manos sobre la
cabeza, para darme una bendición en lenguas y pedir a la Virgen por
mí. No tuve fuertes movimientos solo uno muy leve, y hablé
suavemente en lenguas. Afuera llovía. Él abrió su negro y grande
paraguas, y me refugió con él. Paseamos un poco entre calles. Le
conté mis cosas y lo de mi mejoría. En general, se mantuvo a la
escucha; atento a todo cuanto le contaba. Receptivo, pero también
152
prudente. Cercano. Muy cercano. Tanto, que me parecía haber
estado haciendo eso toda la vida, pasear con él bajo su paraguas en
un día de lluvia. El momento era bonito, entre calles antiguas, su
capa moviéndose con el leve viento. La lluvia regando las calles y
poniendo brillo. Era un momento mágico. Pero sólo caí en la
profundidad de aquello unos momentos después. ¡Qué providencial
todo¡ ¡Qué regalo tan bonito de nuestra Madre la Virgen a quien yo
había entrado a rezar! Hace tan solo unos meses, estaba lejos de mi
geografía. Y ahora estaba aquí, compartiendo paraguas conmigo.
Qué hermoso. ¿No era eso un gesto más del amor de Dios,
diciéndome: “¡Silvia, te quiero tanto que te guardo bajo el paraguas
de la Iglesia, bajo la oración de mis sacerdotes, bajo el apoyo incluso
de mis mejores exorcistas. ¿No te das cuenta de cuánta gente
importante te pongo en el camino?” Sí. Así de entrañable lo sentía
yo. Antes de despedirnos, y darnos la mano, le di las gracias por
todo cuanto había hecho por mí. Le dije que le tenía un gran cariño,
por los momentos que me otorgó, y le daba las gracias por estar ahí,
que le había sentido siempre ahí conmigo, pues el solo hecho de que
haya alguien que nos entienda, para mí ya era algo muy grande. Si
Dios quería nos volveríamos a encontrar. Pensé que me gustaría
hablar con él e ir contándole. También yo quiero estar con ellos, con
los exorcistas y sacerdotes que han sido perseguidos por sus propios
hermanos en la fe, por hablar abiertamente del demonio en la
Iglesia. Creo justo y necesario darles las gracias, comunicarles, con
nuestros gestos y palabras, que les queremos, que les apoyamos,
que rezamos por ellos, y que para nosotros son un ejemplo valiente
en un mundo escéptico y falto de Fe, aunque ya no estén ejerciendo.
EL ABRAZO DE JESÚS: En medio de la manifestación demoníaca,
me retorcía y bufaba en el banco de la iglesia, como un animal
atrapado, cuando él se acercaba con los sacramentales en la mano.
Dos señoras lo acompañaban con el rezo del rosario sentadas unos
bancos más atrás. Tenía los ojos fuertemente cerrados, pero supe
que se acercaba con algo en la mano, pues asustaba tanto al
demonio que hacía que metiera la cabeza por dentro del abrigo y
me enroscara haciéndome una bola sobre el banco de la iglesia. Él
153
me untó aquel óleo aromático en la frente, y el demonio se puso a
chillar y a sisear, revolviéndose contra él fuera de sí. Muy tranquilo,
el sacerdote se sentó a mi lado y se puso a rezar en silencio el
contenido de un libro. Su mano sobre mi espalda puesta sobre la
ropa de invierno, me abrasaba la piel. De pronto, me cogió del
hombro y me inclinó sobre él de modo que mi cabeza quedó
apoyada sobre su hombro. No puedo describir lo que sentí: fue
como si Jesús me abrazara. Mientras el demonio seguía chillando
loco de pavor, yo, en cambio, en mi interior sentía un consuelo
inaudito; experimenté la belleza de los sacerdotes, como si una
ternura traspasase al interior de mi alma y me hiciera sentir segura.
Supe que, aunque el demonio se manifestara de aquella manera en
mí, mientras el exorcista estuviera a mi lado, yo no podía sufrir
ningún daño. Y, por alguna razón inexplicable, sentía que él había
comulgado recientemente, pues sentía en él la presencia de Jesús
que me llenaba de amor.
UN JERSEY QUE PROTEGE: Habíamos quedado con él unos amigos
para visitarlo, charlar y compartir experiencias que estábamos
viviendo nosotros. Hacía frío en la calle. Me prestó un jersey suyo
que tuve puesto todo el tiempo. Al despedirnos quise devolvérselo,
pero, amablemente, el Padre dijo que me lo quedase, y agregó: —
«Una vez tuve el caso de una chica al que habían realizado brujería.
La ropa que llevaba puesta contínuamente se encendía en llamas.
Probamos a vestirla con algo mío y dejó de pasar. Mi ropa la
protegía. » Con esto me dio a entender que su jersey podía hacer el
mismo efecto conmigo. Me pareció un regalo estupendo. No sabía
hasta qué punto podía funcionar o no en ese sentido, pero lo cierto
es que, aquel jersey, cuando por las noches me sentía muy atacada,
me lo ponía para dormir y, al menos, psicológicamente me
reconfortaba. Era como ponerse un escudo y recordarme por
dentro: “No estoy sola, tengo gente que me cuida.” Por mi parte
siempre he dado importancia a este tipo de regalos personales.
Recuerdo en Bolivia que un chico me regaló, el que llevaba puesto,
de recuerdo. Estaba impregnado de su olor, del olor de aquella
tierra, del polvo del camino, el olor de la lana de llama, y ponérmelo
154
era como regresar allí, como rodearme de todo aquello. El encanto
se perdió el día que a mi madre se le ocurrió meterlo en la lavadora,
borrando toda la esencia, quitándole toda magia. Por eso me gusta
más recibir un jersey usado que uno sin estrenar, o cualquier otro
objeto que esté impregnado de la persona que lo ha llevado. Que,
además, un exorcista experimentado en casos de brujería, te dé una
prenda personal suya, es un gesto, no sólo de cariño para darte un
consuelo en la distancia, sino también un gesto de confianza. Ya que,
en la brujería, se utilizan los objetos personales de la persona a la
que quieres dañar. Viene a ser, simbólicamente, lo que hace el
exorcista con nosotros: anteponer su cuerpo ante el demonio para
protegernos a nosotros de sus ataques. Por su puesto, el jersey
venía acompañado de la oración y el ayuno que este sacerdote
estaba realizando por mí, esos son los regalos más valiosos entre
cristianos. Saber que no estás solo en tu lucha, que hay otros
rezando contigo, realizando sacrificios por ti, intercediendo a Dios
por tu liberación, te da fuerzas para seguir bregando. ¿Qué hubiera
sido de mí sin la oración de tantas personas que han estado detrás,
apoyándome con esa arma?
PEDIR PERDÓN: La humildad es una de las virtudes que
caracterizan a los buenos cristianos. Y fue un gesto de humildad
cuando, mi exorcista, me pidió perdón por haberme tenido tantos
meses sin atenderme, pese a que había seguido teniendo
manifestaciones y había hecho intentos de que me volviera a rezar,
pero sin éxito. No estoy acostumbrada a que un sacerdote me pida
perdón por algo tras haberme dañado, y tengo que confesar que ese
gesto me desarmó por completo. Sé que no lo dijo por decir, y,
reconocer que me había fallado, le honra soberanamente. Nadie
somos perfectos, ni llegamos a ser todo lo bueno que quisiéramos.
Mucho menos, cuando se tiene tanto trabajo que te sobrecarga. Y
me di cuenta que él estaba sobrecargado de responsabilidades. En
realidad es injusto que él me tuviera que pedir perdón por no
haberme podido atender, ya que, si un exorcista está sobrecargado
de trabajo, es el Obispo quien debe ayudarlo poniendo más

155
exorcistas en este caso. Me pregunto: ¿Quién le pide perdón a él,
por no ponerle más ayuda cuando la necesita?
Al filo de esta experiencia he reflexionado muchas veces:¡Qué poco
nos pedimos perdón entre las personas cuando nos dañamos! Y
aunque veamos al otro herido por nuestras faltas de caridad, no
corremos hacia él para reparar el daño, excusándonos en todos
nuestros actos y omisiones. Desde luego, ya lo dice el Padre
Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos cuando nos ofenden…” Reconozco a un buen cristiano
cuando lo tengo delante. Los exorcistas cometen errores, pero
también saben pedir perdón y mejorar. Al menos, los que son
buenos cristianos.
AYUDA ECONOMICA A TIEMPO: Me había llegado la factura de la
calefacción. Decidí que ya no podría permitirme volver a ponerla en
el próximo invierno. En mi entrevista con el exorcista salió el tema
de mi imposibilidad de trabajar. Aquel mes, con el pago de la
calefacción me había quedado sin dinero en la cartilla.
—¿Te molestaría si te doy una ayuda?
— No, claro. — ¿Cómo me iba a molestar que me ayudaran?
Me extendió un sobre con el dinero que había tenido que pagar. De
ese modo, no me quedé en números rojos. Y pude sobrevivir unas
semanas más. La ayuda del exorcista no consiste sólo en la oración.
También consiste en detectar todos los problemas que nos está
causando la posesión diabólica. Apoyarme en el tema económico
era esencial para mi propia supervivencia, ya que yo carecía de
ahorros y no podía trabajar aunque lo intentaba. No estaba
acostumbrada a que nadie me diera dinero gratuitamente fuera de
mis padres. Que el exorcista estuviera atento a estas necesidades,
aunque sólo fuera de modo puntual, eran gestos que indican la
preocupación que tienen por nosotros.
UN VIAJE A BRASIL: Habían venido de otro país, y habíamos
compartido una serie de actos litúrgicos en los que hubo
manifestaciones y mucha liberación. El Padre insistió en que eso de
toser y escupir después de una liberación era bueno, que eso es que
salían cosas y que habría un tiempo de recuperación de, al menos
156
un año, en la que aún debían salir cosas así. Que ahora estaba débil
y que había que cuidarme mucho. Me regaló su rosario, para que lo
llevara encima y lo rezara. Es un rosario enorme de madera, con
medallas de san Benito. Me lo puse al cuello, y desde aquel día no
me lo he quitado. La verdad, es un privilegio: No salía de mi
asombro. De cuánto se vuelca el Señor conmigo. ¿Por qué a mí?, me
preguntaba. ¿Por qué hacerme coincidir con un sacerdote venido
desde Brasil, que no suele pasar con frecuencia por España? La
razón se hizo evidente: porque Dios tiene sus planes. En primer
lugar, porque yo había obtenido una liberación que marcó un antes
y un después en todo mi proceso. En segundo lugar, el Padre nos
invitaba un mes a Brasil, acogiéndonos en su propia casa.
Ofreciéndose a enseñar el tema de la liberación con un cursillo
intensivo, al matrimonio que me acompañaban siempre; y a mí me
ofrecía seguir rezándome, junto a su equipo de liberación, para que
me curase del todo. Todo pintaba bien. No podía salir de mi
asombro. ¿Cómo podía ser tan generoso un sacerdote que no nos
conocía de nada? Por otro lado, me daba la risa: ¿yo ¡en Brasil¡? Ja,
ja, ja, ja. ¿Irnos todos hasta allí? ¡Aquello era una locura! Y,
efectivamente, unos meses después, se hizo posible que pudiéramos
ir; nos acompañó mi hermana, para estar con él, aprender de ellos,
y a que me rezasen. Aquel viaje estuvo lleno de bendiciones para
todos nosotros. Vinimos contagiados de la Fe que allí se desborda,
con nuevos amigos, y un futuro nuevo por delante. Yo vine mucho
mejor. Mi hermana profundizó en lo que empezaba a ser un
acercamiento a la Iglesia, y, el matrimonio, con los nuevos
conocimientos integrados a la experiencia ya adquirida, pudo seguir
apoyando, en su regreso, a otro sacerdote que llevaba casos de
posesión en España, y asesorar a personas que estaban sufriendo
con este asunto.

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CAPITULO VI
1.LOS SACRAMENTALES

En los exorcismos se han usado poco conmigo, usándose más en


las oraciones de liberación. Aquí expongo el efecto que causaban en
los demonios que se manifestaban en mí, y cómo yo he usado
algunos y cómo me han ayudado. Aunque no a todo el mundo que
tenga posesión les va a afectar de igual modo, ya que depende
mucho del tipo de demonio. Es orientativo y creo que útil a modo de
investigación.
LOS SANTOS OLEOS: son un sacramental muy fuerte, pues son
consagrados directamente por un Obispo. No sólo cuando me los
han aplicado (quizá sólo se me aplicaron una vez por un exorcista) el
demonio se revuelve muchísimo, sino también la misa celebrada por
un Obispo que va a consagrar los óleos es muy potente. En mi caso
asistí a una, y el demonio lo pasó muy, muy mal.
EL ACEITE EXORCIZADO: Tiene poder sólo con algunos demonios.
A unos les molesta más que a otros. Pero está bien utilizarlo para
sellar ojos, oídos, boca, corazón. Aplicarlos a las partes del cuerpo
donde más se manifieste el demonio, los revuelve. Aunque al
principio fui reacia a hacerlo, ya que me parecía exagerado; ya
próxima mi liberación total, en cada liberación que experimentaba,
al llegar a casa antes de acostarme, tomé por costumbre untar todo
mi cuerpo con aceite exorcizado. De esta manera, sellas, y no
permites que el demonio que ha sido expulsado te ronde. También
lo he utilizado en las comidas, junto con la sal exorcizada; de este
modo, si hubiera algo tocado por maleficio o brujería, ese poder
desaparece y no nos hace daño. No es bueno obsesionarse con los
sacramentales y usarlos como si fuesen magia. Pero usándolos
correctamente, sabiendo que el poder viene de Dios y de la oración,
no tiene nada de malo usarlo cuantas veces consideremos
158
necesario. En lo tocante a la comida, aunque no se trate de un
sacramental, bendecir la mesa es una oración que en sí misma es un
“pequeño exorcismo”, caso de que la comida estuviera contaminada
por algo demoníaco, por brujería o magia. Así que, esa costumbre
cristiana que en tantas familias se ha perdido de bendecir los
alimentos y agradecer a Dios por ellos, conviene recuperarla.
AGUA BENDITA: A los demonios más débiles les quema. A los más
fuertes les molesta pero la resisten muy bien. Es otra costumbre que
los cristianos vamos perdiendo, pero sería bueno tener agua
bendecida no sólo en todas las iglesias, sino también en las casas, y
usarla cuando nos acostamos, cuando entramos y salimos de casa.
Es un protector. Como cuando nos untamos crema para el sol. El
agua bendita además se puede beber. Cuando la posesión es muy
fuerte, o el demonio que nos ataca no la soporta, beberla se hace
difícil, pero es recomendable hacerlo.
AGUA EXORCIZADA: Con esta agua, algunos demonios responden
brincando hacia atrás o retirándose cuando te salpican el cuerpo con
ella. Al igual que el agua bendita, algunos demonios la soportan.
Pero he comprobado en mis carnes, que el agua exorcizada es más
fuerte que el agua bendecida sin más. Ya que la oración contiene la
intención de expulsar a los demonios. Y aplicada al cuerpo les
abrasaba. Puede pensarse que es por efecto de la sal que a veces
contienen. Pero también echada sobre mi ropa, sentía cómo me
abrasaba. Aunque me costara al principio, todos los días bebía agua
exorcizada. No sólo un vaso o dos, sino siempre que bebía usaba
agua exorcizada. También la he usado para asperjar toda la casa,
habitación por habitación. Especialmente cuando he sentido
presencias malignas. Rociarse con ella cuando un espíritu te ronda
suele apartarlo de ti. Exceptuando, vuelvo a repetirme, aquellos
demonios que la resisten.
SAL EXORCIZADA: La usaba en las comidas, y para poner un poco
en un frasquito en cada habitación. Insisto que no es magia. Pero, al
llevar una oración especial, aleja a los demonios, especialmente a los
que están relacionados con la brujería, el maleficio, mal de ojo, etc.
Si la pones en un lugar donde suele haber mal ambiente entre la
159
gente, lo más probable es que se calmen los ánimos a los pocos días
de ponerla. La sal, el agua y el aceite, toman mucha más fuerza
cuando el sacerdote que las exorciza, además, lo hace acompañado
de ayuno o las ha tenido expuestas cerca del Santísimo al que se ha
pedido las bendiga. De igual modo, los aceites y el agua que
provienen de santuarios marianos, como el aceite de Laus o el agua
de Lourdes tienen una especial fuerza sobre los posesos. Son regalos
que nos ha hecho la Virgen, con la que obra algunos milagros en los
que están incluidos la liberación.
INCIENSO: El olor a incienso le da asco. Cuando, por el contrario, a
mí me agrada mucho. Como yo digo, es la colonia de Jesús. Ya que
se usa en la adoración y en las misas solemnes. Los demonios se
ponen muy mal con esta fragancia. Cuando he asistido a ceremonias
donde se ha utilizado, he entrado en trance de inmediato sólo con el
olor, que a los demonios les da verdaderas arcadas. Después de
bendecida mi casa, he usado incienso de misa para aromatizar la
casa de tarde en tarde; usándola en algunos rezos concretos, por
ejemplo, mientras rezo el rosario, o los laudes, o algún pasaje de la
Biblia… de esa forma uno el aroma con la oración y la palabra de
Dios, para recordar a los demonios, si vuelven a rondar por allí, que
mi casa es casa de oración.
BENDECIR LA CASA: Siempre es necesario bendecir, e incluso
exorcizar, la casa en la que vivimos. Y si hace falta, también la de
nuestros familiares, especialmente la de aquellos que nos estén
acompañando en la oración. No es necesario que la casa muestre
infestación para ser bendecida por un sacerdote. Es una forma de
marcar terreno. Pero si estamos sufriendo influencia demoníaca o
posesión, o alguno de nuestros familiares, sí es necesario siempre
que un exorcista exorcice nuestra casa. Porque, si no, las presencias
se quedan allí, y los demonios que vamos liberando nos vuelven a
rondar para darnos miedo. Hay que expulsarlos de nuestro cuerpo y
también de nuestras cosas. Cuando, por fin, conseguí que el
exorcista viniera a exorcizar mi casa, la diferencia fue notable. Todo
el mal que antes se sentía allí desapareció por completo con una
sola vez. Después, yo misma me encargué de mantenerla limpia, con
160
agua exorcizada, la sal, y poniendo la emisora de Radio María
mientras hacía cosas, o música gregoriana o religiosa. Quien diga
que todas estas medidas son innecesarias no tiene ni idea de lo que
es tener espíritus en su casa y soportarlos. Así que dejen que cada
cual tome toda las medidas que necesite. También hice lo de
encomendar a algunos santos el cuidado, colocando sus nombres
sobre las puertas. ¿Por qué voy a estar en mi casa yo sola pasando
miedo? Te invitas a unos cuantos Santos, a unos cuantos Ángeles… y
el que esté de sobra que se vaya.
BENDECIR EL COCHE: Por lo mismo, recomiendo bendecir e
incluso exorcizar, los coches donde vamos a viajar. Ya he
demostrado antes, que es un medio al que suelen atacar con
verdadera destreza.
LA ESTOLA: Es quizá por antonomasia uno de los objetos sagrados
que más odian. Cuando el sacerdote me la ponía sobrepuesta por el
cuello, les ahogaba hasta el punto de que si estaban gritando, ya no
podían hacerlo. Si me la ponían por el pecho, era como si me
colocasen una losa encima. Muchas veces lo ha intentado alcanzar
con los dientes, hasta que un día lo consiguió y lo mordió y masticó
como si fuera un perro rabioso. La imagen vista desde fuera debía
ser una mezcla entre lo grotesco y lo humorístico. El sacerdote
permitió que la tuviera en la boca, porque mientras intentaba
destrozarla así, al menos no mordía a la gente que me estaban
rezando, a los que ya había intentado alcanzar, por suerte sin éxito.
Odian la estola porque representa la Confesión, la penitencia, y es
una prenda muy en contacto con el sacerdote. Te la pongan donde
te la pongan les hace daño. Les hace daño incluso sólo verla.
LAS ORACIONES: De las que tengo experiencia de que más les
repele y revuelve y les vence, son el Credo, del que tratan por todos
los medios que tú no puedas rezarlo. El rosario, sobre todo en latín,
con el que yo entraba en trance aunque lo estuvieran rezando en
silencio. Todo lo que esté relacionado con la Virgen puede con ellos.
La coronilla de la Divina Misericordia. Y cualquier oración que les
reces en latín y en don de lenguas. Las oraciones de liberación y las
de sanación, son muy importantes. Según se va averiguando de qué
161
demonio se trata y por qué están ahí, o por donde nos atacan,
existen numerosas oraciones para cada momento o tentación o tipo
de ataque que esté sufriendo la persona. Combinadas y alternadas
con el Ritual de exorcismo, estas oraciones van trabajando en el
alma, sanado heridas, liberando ataduras, etc. Además, nos
proporcionan muchas pistas de por qué los demonios están ahí, ya
que reaccionan ante frases concretas o palabras que nos dan mucha
luz sobre el caso. Si, por ejemplo, cada vez que se nombra a los
demonios de brujería, el poseso reacciona con una manifestación
más fuerte, está claro que, si esto se repite siempre a ese
nombramiento, el propio demonio está indicando que está
relacionado con la brujería. Si lo que se nombra es una herida
concreta y hay reacción, nos está indicando que a esa herida se
aferra el demonio o la está utilizando para tentar, atormentar,
obsesionar etc. a la persona. Por supuesto, todo esto es conveniente
contrastarlo luego con la persona y con su historia personal para ver
cuánto de verdad hay en ello.

2.LOS ÁNGELES

Los Santos Ángeles han sido muy importantes en mi proceso de


liberación. He aprendido que contar con ellos es esencial para la
liberación de una persona que esté endemoniada o atacada por los
demonios. Ahora que he experimentado a estos seres de cerca, no
puedo imaginar mi vida de Fe sin ellos. Confieso que los tenía del
todo olvidados. De pequeña me enseñaron a creer en el Ángel de la
Guarda, y recuerdo que su compañía era grata cuando traía a mi
mente la idea de que un ser bondadoso, aunque invisible, me
guardaba de todo peligro. Aunque, a lo largo de mi vida, he tenido
alguna experiencia más que simpática en la que me he sentido
ayudada por estos seres, pasada la etapa de mi infancia (en la que sí
solía tratar mucho a mi ángel) llegué a olvidarlos. Ahora que los
conozco más, puedo decir de ellos que nos quieren con locura. La
contemplación constante que tienen de Dios y el amor que de Él
reciben, les hace amarnos con verdadera ternura. Nos miran con los
162
ojos de Dios, como a hermanos pequeños a los que desean cuidar.
Nos miran como a seres delicados y hermosos, elegidos por Dios
para encarnarse como uno de nosotros, llamados a ser habitados
por la Trinidad. Lejos de pasar desapercibidos por ellos, nos
acompañan siempre, especialmente cuando los llamamos. Están
deseando volcarse para ayudarnos a crecer en nuestra Fe, Esperanza
y Caridad.
No son pocos los santos que han tenido estrecha relación con los
ángeles, especialmente con sus Custodios. Existiendo casos en los
que, incluso, podían verlos, ya que éstos, tomaban alguna forma
para ellos. Los ángeles son un misterio de amor. En la capacidad
creadora de Dios ha dado vida y forma a numerosos tipos de ángeles
que forman las jerarquías angélicas: Ángeles custodios, Arcángeles,
Principados, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos,
Querubines, Serafines. No hay dos ángeles iguales. Cada cual es más
bello que el siguiente. Seres puramente espirituales, inteligentes y
libres, con capacidades que superan las nuestras. Todo intento por
describirlos es inútil, pues la palabra del hombre no puede contener
una definición tan grande y una realidad tan distinta a la que
estamos acostumbrados a manejar con nuestro raquítico lenguaje. Y
lo más asombroso de esta creación de Dios, es que los ha puesto a
nuestro servicio; permite que se relacionen con nosotros,
estableciendo lazos, no sólo de amistad, sino de servicio. No sólo
nos protegen de algunos peligros, también nos comunican aspectos
de Dios y de las verdades de Fe. Nos inspiran buenas acciones. Nos
transmiten mensajes de Dios. Cooperan con la obra de Jesús,
sirviéndole y adorándole: “Cuando introdujo a su primogénito en el
mundo, Dios dijo: “Que todos los Ángeles le adoren” (Sal 97,7; Hb
1,6)
Tengo que advertir en este aspecto, que se ha puesto de moda en
el mundo de la New Age el trato con los ángeles, a los que dan un
sinfín de nombres personales, asignando a cada uno una misión o un
poder especial. Los únicos nombres que conocemos por la Biblia son
el de los Arcángeles Miguel, Gabriel, y Rafael. Fuera de estos
nombres, recomiendo mantenerse prudentes. No todos los ángeles
163
son seres de luz; los demonios son ángeles caídos. Que, a menudo,
como estrategia, se disfrazan de luz para engañar. Por tanto, todo
ser angélico que se separe de lo que nosotros conocemos en el
magisterio de la Iglesia y nuestros dogmas: Todo aquello que se aleje
del Evangelio y de la palabra de Dios, es, cuanto menos, sospechoso.
Un ángel de Dios no puede contradecir de ninguna manera el
mensaje de Jesucristo, al que sirven, ni reducirle a mero maestro o
profeta, pues ellos, en la Biblia, lo adoran y reconocen como la
tercera persona de Dios. Ni pueden oponerse a la Virgen María a
quién tienen como Reina y Madre de Dios, ni alejarse de las
verdades reveladas en las escrituras, ya que son extremadamente
obedientes a la verdad. “Bendecid a Yahveh, vosotros, sus Ángeles,
que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su
palabra” (Sal 103,20). Si lo contradicen… es que no son ángeles de
luz aunque se muestren como tales. Por ejemplo: si alguien cree
tener contacto con su ángel, y éste les comunica que no tienen que
cumplir con la ley de ir a misa los Domingos porque eso es una
tontería… ese ángel no es un ángel de Dios. Es, claramente, un
demonio disfrazado de luz.
Ciertamente, los ángeles tienen poder sanador, liberador, y don de
sabiduría, de ciencia, entre otros, que pueden usar para el servicio
de los hombres, pero nunca lo usarán para oponerse a Dios. Nunca
faltarán a la Verdad, pues la contemplan todos los días y viven para
defenderla y guiar a los hombres hasta ella. Nunca usarán su
sabiduría para comunicar a los hombres una falsa religión. De lo
contrario, no son Ángeles, son Demonios.
Por tanto, advierto que es mejor alejarse de todas esas ideologías
que rezan, oran, a unos supuestos ángeles, a los que llaman guías y
les realizan toda clase de ceremonias para recibirlos en sus vidas,
etc. Yo me centraría en comunicarme sólo con mi ángel de la guarda,
con los Arcángeles que conocemos por la Sagrada Escritura, y de los
demás ángeles enunciándolos sólo por sus jerarquías (claro está,
refiriéndonos sólo a los ángeles de Dios). No se confundan, no vayan
a poner un demonio en sus vidas. Tampoco me fiaría de las personas
que toman a los ángeles para sus propios intereses, engañando a la
164
gente con falsas creencias, que alejan a las almas de la verdadera
doctrina.
Los ángeles son los enemigos más numerosos y fuertes que tienen
los demonios contra ellos. Son adversarios por naturaleza desde el
momento de la prueba en la que los ángeles caídos decidieron vivir
oponiéndose a Dios y los ángeles de luz eligieron ser fieles a Dios.
Los demonios no soportan la luz y la santidad de los ángeles. En mis
sesiones de Oración y Exorcismo he vivido experiencias realmente
impactantes. Ellos han estado allí, actuando en el momento en el
que se les ha convocado pidiéndoles ayuda. Cuando se ha invocado
a los Arcángeles San Miguel, San Gabriel o San Rafael… he sentido
como puñaladas. Otras veces, como lanzas penetrándome. Que en
realidad atacaban a los demonios que me poseían, haciéndolos
retorcer de dolor, consiguiendo en numerosas ocasiones liberación.
Un dolor, que yo experimentaba, en parte, en mi propio cuerpo.
Pero pienso que, de algún modo lógico, lo que yo sentía era mínimo
a lo que ellos verdaderamente estuvieran experimentando en su ser.
Cuando se les ha pedido a estos Arcángeles o a mi Ángel de la
Guarda que no dejasen hablar a los demonios, he sentido como una
mano que, sujetando mi garganta, los enmudecía. Otras veces, han
hecho posible que, el demonio que atacaba con mis manos y brazos,
quedara inmóvil, pegado al suelo o a la camilla, como si fueran
atados por cuerdas invisibles. Cuando se le ha pedido a un ángel que
forzara al demonio a pronunciar su nombre, éste se ha visto
finalmente obligado a obedecer sumisamente. Lo más resaltante de
estas anécdotas es que muchas de estas peticiones se les han hecho
a los ángeles en silencio, de modo que yo no podía saber que se
estaban haciendo.
Pero las experiencias más importantes que he tenido con los
ángeles han sido dos: Una ocurrió en Garabandal, junto a los pinos.
Me había acercado al árbol donde hay una figurita de San Miguel.
Interiormente le pedí al Arcángel que me cubriera con sus alas y me
liberase. Al instante, sentí un dolor fortísimo en el pecho, comencé a
vomitar espumarajos y finalmente tuve liberación.

165
La otra fue muy bonita, me ocurrió con mi Ángel de la Guarda;
asistía a misa. Estaba siendo muy atacada y no podía seguir las
oraciones, ni tampoco podía rezar, desde hacía algunos días, oración
personal. Entonces, le dije a mi ángel:
—No puedo rezar… si alguien no me ayuda, no sé rezar, ni qué tengo
que pedir, estoy cansada ya… ayúdame tú. Enséñame lo que tengo
que decir, o ponme a alguien que se ponga a mi lado y me ayude.
No sé si el sacerdote venía desde casa con la idea de hacer aquella
oración o si le fue inspirado durante la misa. El caso es que, justo al
terminar, dijo: “se me ocurre que hoy vamos a renovar nuestro
bautismo. Vamos a hacer acto de nuestra Fe”. Y comenzó a realizar
una oración que se inventó, en la que fue pidiendo por cosas muy
concretas, que los demás íbamos repitiendo, haciendo así una
renuncia a Satanás, a ciertos pecados y aspectos de nuestra vida. Y
reafirmando nuestra Fe. Supe que aquella era la respuesta de mi
ángel a mi petición; aquel sacerdote estaba dirigiendo una oración
espontánea en la que me sentí guiada. Estaba rezando lo que yo
debía rezar. En ese momento sentí cómo el demonio me atacaba
más, pero al terminar la oración tuve liberación. Y, aquella dificultad
que tenía para rezar, desapareció, recuperando mi capacidad para
orar. Éste es solo un ejemplo de las ayudas inmediatas que mi Ángel
Custodio me ha concedido al rezarle. Pero otras parecidas han sido
cuando, por ejemplo, he tenido dificultad para confesarme y le he
pedido que, por favor, el sacerdote viniera a mí y me invitase a
hacerlo. Me ha pasado incluso con sacerdotes con los que no solía
nunca confesarme, que, en un momento dado, se han sentido
inspirados a preguntarme si quería confesarme, justo cuando yo se
lo estaba pidiendo a mi Custodio. ¡Benditos Ángeles de Dios, que
tanto nos ayudan!
Otro ejemplo de ayuda lo tuve el día que la liturgia de la Iglesia
celebra a S. Miguel, S. Gabriel y S. Rafael el 29 de septiembre, y el
día de los Santos Ángeles Custodios, el 2 de Octubre. Ambos días
asistí a misa en una iglesia de Madrid que está dedicada a uno de
esos ángeles. Durante la ceremonia me sentía fatal, muy revuelta y
con fuertes deseos de salirme, pero aguanté. En el momento de la
166
comunión comencé a entrar en un semi- trance con temblores en el
cuerpo, malestar y mala movilidad. Hacia el final de la misa,
comencé a sentir liberación, y finalizada ésta tuve que salirme a la
calle, pues la espuma me salía por la boca a borbotones.
Decididamente, los ángeles habían hecho su trabajo, liberándome
ellos solos sin mediación de que nadie les orase. ¡No podía ser de
otra manera! ¡Era el día de su fiesta!
Recomiendo muy encarecidamente, a todas las personas que sufren
posesión o influencia diabólicas, que acudan con frecuencia a la
protección de sus Ángeles de la Guarda, y a los Arcángeles. Si ellos
no pueden, que lo hagan sus familiares para ayudarlos. Ellos son
guerreros de combate, están a la altura para poder enfrentarse a
cualquier tipo de demonio. Y no dudarán en prestar su servicio
cuando se trate de ganar un alma para Dios. Pero ojo, no nos
engañemos; a veces, los ángeles dejan que nos enfrentemos solos a
ciertas tentaciones o sufrimientos en los que nosotros mismos
debemos ser probados y responder desde nuestra libertad. Si todo
lo hicieran ellos, no tendríamos mérito ni posibilidad de purificación
o perfección. Ellos estarán a nuestro lado animándonos o
sosteniéndonos, pero no harán nuestro trabajo ni tomarán
decisiones por nosotros. También esta sencilla lección me la han
enseñado ellos. De modo semejante, hace bien el exorcista o el
equipo de liberación, que se encomienda a los Santos Ángeles antes
de realizar una sesión en la que se enfrentarán con los demonios. La
sola presencia de ellos en el lugar, atormenta a los demonios y los
debilita.

3.LOS SANTOS

No menos valiosa ha sido la compañía e intercesión de los Santos.


Ya desde el momento en el que el Ritual de Exorcismo los invoca
para pedir su intercesión, el demonio se sacude, especialmente ante
algunos santos con los que reacciona de un modo especial.
Personalmente han sido varios los santos que han parecido actuar

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más directamente con mi caso, y según el demonio que se
manifestaba.
Cuando hay algún santo que en especial atormenta al demonio del
poseído, es estratégico quedarse con su nombre, para pedir su
intercesión en otros momentos de la sesión. Pues, de modo seguro,
actuará, según he podido comprobar numerosas veces. Y si, además,
podemos conseguir alguna reliquia suya, el efecto de la presencia de
ella aplicada al cuerpo del poseso tendrá resultados valiosísimos. Sin
ofender a todos los santos que me han ayudado, voy sólo a resaltar
al Padre Pio, que ha mostrado tener un papel importante en mi
proceso de liberación. Una de esas veces fue en la que un sacerdote
se acercó a mí con el Santísimo en la mano para bendecirme, pues
yo estaba en el suelo casi levitando. En algún momento sentí que me
tocaban la frente, quizá con lo que me pareció ser la estola del
sacerdote. En ese momento, interiormente, sentí: “¡El Padre Pio me
está tocando!” Cuando nos reunimos con este sacerdote, del que yo
y los presentes ignorábamos que en su país era exorcista, hizo
referencia a que él siempre llevaba encima una reliquia del Padre
Pío cuando celebraba, pues era muy devoto de él. Entonces me
expliqué aquella sensación que yo había tenido. De algún modo, el
Padre Pío me había hecho saber que estaba allí, acompañando al
sacerdote y a la presencia Eucarística de Dios.
Otra ocasión fue con otro sacerdote, también devoto del Padre
Pío, que estrenó conmigo una reliquia que le acababan de regalar
ese mismo día, y que yo no había podido besar cuando me la
acercaron. Es más, había salido corriendo para huir de aquel trozo
de tela, que me removió de tal manera, que estuve llorando durante
más de dos horas. En la sesión, conmigo, de oración, me la puso
debajo de la barbilla. Lo curioso es que en aquel momento lo que yo
sentía era que la mano que tenía debajo de mi cara no estaba en la
misma posición en la que estaba el sacerdote, sino del lado
contrario, en el que sentí una presencia, ante la cual, el demonio
gritó exasperado: “¡Aparta esa sangre de mi¡”. Evidentemente, la
tela no tenia rastro de sangre, pero yo sentía la mano enguantada
del Padre Pío sosteniendo mi cara. Y era contra su sangre por la que
168
el demonio chillaba tanto. Acto seguido, vi la imagen del Cristo
colgado detrás del altar, una imagen grande, de la cual me pareció
que se derramaban ríos de sangre que me rodeaban, y que se
mezclaban con la sangre de tantos mártires y santos en la historia de
la Iglesia. El demonio emitió varios aullidos y me dejó salir del trance
de modo automático aunque me dejó en un gran estado de
confusión mental y un estado físico, que duró muchas horas, en el
que me costaba coordinar mis movimientos. Cuando pregunté si
alguien se había puesto a mi lado derecho durante la sesión, la
respuesta fue negativa. Nadie había ocupado el lugar donde yo
sentí aquella presencia.
La tercera anécdota que cuento del Padre Pío, ocurrió ante una
imagen suya tamaño natural. En la que él estaba representado con
las manos abiertas y los brazos extendidos al frente. Me puse en
medio de sus manos. Le miré a los ojos y recé: “Padre Pío, ayúdame
a liberarme. Dame tu bendición.” No había terminado la frase
cuando caí de espaldas al suelo, totalmente rígida, como un árbol
talado. Caí, golpeando con la cabeza en el suelo, pero no sufrí
ningún daño. Estuve en descanso espiritual por lo menos durante
diez minutos, en los que me sentí reconfortada y llena de paz.
Dejaron de dolerme todas las dolencias físicas que llevaba sufriendo
y no volvieron a aparecer durante varios días en los que físicamente
descansé.
Hacerme amiga de los Santos es una de las mejores cosas que he
sacado de este sufrimiento por el que he pasado. Experimentar la
unión mística entre los miembros del cuerpo de Cristo, comprobar
cómo intercedían por mí, hizo que me acercara más a ellos y los
tratara más a menudo. Cuando bendijeron mi casa, lo primero que
hice fue asignarle cada habitación a un santo que en ese momento
era significativo para mí. Coloqué un letrerito en cada puerta con sus
nombres, para tenerlos presentes. De ese modo, cuando volvía a
casa, los saludaba, cuando me iba, los despedía, y durante el día,
conversaba con ellos como si fueran mis invitados. Nunca he vuelto
a sentir presencias malas en mi casa. Lo bueno de los santos es que
tenemos contacto directo con ellos, y podemos pedir su intercesión
169
en cualquier lugar y momento. San Juan Pablo II, al que tengo por
santo protector, me ha hecho regalo de su bendición cada vez que
he visitado un lugar donde tiene su foto, o alguna reliquia suya. No
digo ya lo que sentí frente a su tumba en la Basílica de San Pedro;
eran ríos de unción sobre mí. A él le encomendé especialmente la
conversión de mi hermana, y fue precisamente allí, en la Basílica de
San Pedro, donde se confesó por primera vez después de muchos
años.
Ante la tumba de muchos santos, he sentido una unción especial,
que, en ocasiones, atormentaba a los demonios hasta el punto de no
querer acercarme al lugar concreto. Una vez, en una ermita muy
retirada a la que me costaba entrar, donde había numerosos
enterramientos en el suelo, no quise poner el pie en una concreta,
que me hacía retorcerme de furia por dentro. Era tan fuerte, que salí
corriendo despavorida hasta ponerme unos metros lejos de aquel
lugar, al que no pude volver a acercarme, pues me había puesto muy
violenta, y tuve que esperar a que el grupo que me acompañaba
saliera. Sólo me calmé a unos kilómetros de distancia. Después supe
que se trataba de una Santa o una Beata, no recuerdo cual, que está
enterrada en ese lugar.
En la fiesta de Santa Teresa de Jesús, unas amigas me llevaron al
convento de Ávila donde la celebraban. Durante toda la ceremonia
el demonio me hacia comportarme como una persona asustada,
especialmente en el momento de la comunión, yo no pude
comulgar, y esquivaba el roce de las personas que habían
comulgado. Había mucha gente y no había casi espacio para
moverse. Conseguí huir a un rincón de la iglesia donde me
acurruqué en el suelo como un conejo asustado. De la zona de las
rejas emanaba una fuerza que me atenazaba. La celebración
terminó con una mini procesión de una imagen de la Santa, que
ponían frente a las monjitas, para pedir la bendición de la Santa.
Miré a la imagen, y sin notar ningún movimiento en la figura,
interiormente percibí que la Santa movía su mano a modo de
bendición. Como si desde el cielo cayera sobre ese lugar una
tremenda bendición que hizo que mi demonio se manifestara con
170
gritos y aullidos que pronto fueron silenciados, sin que nadie se
percatara, más que yo y mis acompañantes, de mi estado. Mi amiga
intentó entonces que me acercara a tocar el agua bendita de la
puerta y tuvo que llevarme a rastras, cogiéndome del brazo y
tirando de mí como de una niña rebelde, y ponerme ella el agua en
mi puño cerrado. Sólo cuando salí del lugar se me pasó todo de
modo inmediato.
Besar reliquias o tocarlas me ha sido, en ocasiones, del todo
imposible sin ponerme a bufar, retorcerme y hasta caer al suelo en
plena manifestación demoníaca. Sobre todo al principio de mi
posesión, cuando la tenía más fuerte. En la medida que iba siendo
liberada, estas manifestaciones se fueron atenuando, e incluso llegó
a desaparecer la capacidad que yo tenía al principio de adivinar que
había una reliquia presente en el lugar aunque no me lo dijeran o no
me la mostraran. Algunas reliquias emanan un aroma a rosas o un
olor dulce que te envuelve. Incluso algunas tumbas de Beatos
emanan estos aromas. En una ocasión tuve que acudir al funeral del
bebé de una amiga. Cuando su pequeño ataúd pasó por mi lado, casi
me caigo del mareo. Olía fuertemente a rosas y al demonio le
desagradaba.
En el principio de mi posesión, no podía soportar estar cerca de un
bebé bautizado. Progresivamente este sentimiento de repulsa se fue
pasando hasta desaparecer por completo a mediados de mi
liberación. Desde entonces no he tenido problemas con los niños,
bautizados o no, y hasta he podido cuidar de ellos sin ningún asomo
de peligro.
Si bien es cierto que no he sentido que la acción de ningún santo
me haya liberado como ha sucedido con los ángeles, sin embargo, sí
es cierto y comprobado, que he recibido unción de ellos, mucha
bendición que me ha dado fuerza, y que, en la presencia de estas
reliquias o con la intercesión de ellos, los demonios se han sentido
cabreados, teniendo que gastar mucha energía en luchar contra
ellos. Y debilitar a un demonio es muy importante, porque lo pone al
filo de la expulsión, desatan lazos con los que te ataban, y
mentalmente, los desmoraliza. Para ellos es encontrarse con viejos
171
enemigos a los que no han podido hacer sucumbir en la tentación, y
contemplar el triunfo de Dios en ellos, ya que gozan del Cielo. Son
almas con las que perdieron la batalla, a las que ya no pueden tentar
de ninguna manera. Ante los santos que ya gozan del Cielo, los
demonios carecen de armas con las que vencerlos, su presencia les
atormenta.
Es hermoso ver cómo los santos se preocupan de nosotros y están
deseando que alcancemos el gozo del Cielo como ellos. No puedo
imaginarme el Cielo nada más que por aproximación, pues ya lo dijo
el Santo: “ni ojo vio, ni oído escuchó lo que Dios nos tiene preparado”
(1 Co 2,9 ). Que bello debe ser convivir con seres de amor toda la
eternidad, en una relación de amistad sincera, de respeto, de
justicia, de paz entre nosotros. Aquello que no tuvimos en la tierra
más que de modo interrumpido o puntual. En el Cielo, esa relación
de verdadero amor entre hermanos, no se verá frustrada ni
violentada. Nada ni nadie podrán interrumpir ni destruir ni desunir
esos lazos de amor entre nosotros. En el Cielo, nadie quedará
arrinconado, ni será despreciado, ya que los sentimientos
provocados por el pecado no existirán allí, pues allí no existe más el
pecado. Todo es puro, purificado por el paso del purgatorio en la
medida que fue necesario. Todo es justo, y los que allí habitan se
sentirán dichosos de haber recibido la misericordia y la justicia de
Dios. Donde aquellas promesas de Jesucristo (las bienaventuranzas)
se verán cumplidas. Con la dicha de que ya no habrá más muerte, ni
más dolor, ni más sufrimiento, nunca. Ni separación de ninguno de
los bienes recibidos, y de la presencia amorosa de Dios, en la que
nos sentiremos colmados y siempre regalados, sin cansancio, ni
aburrimiento alguno.
A esto, tengo que añadir una experiencia muy bonita que viví con
otra posesa, que pega contarlo ahora: compartíamos unos días en
unos encuentros cristianos, en un retiro. Esta persona no podía ni
verme. Cada vez que nos cruzábamos por un pasillo se revolvía
mucho, violentándose. Yo, a su lado, también me sentía revuelta,
pero yo sí podía acercarme a ella. Alguien me pidió entonces que
intentara estar lejos de ella, para que así no se alborotase, y me
172
pareció lo más correcto. Durante una misa, sentí que ella estaba
muy atacada, recé interiormente pidiendo por su liberación, y hubo
un momento en el que ella pegó un grito, y sentí que estaba
liberando de algo importante. ¡Cuánta fue mi sorpresa al terminar!
Pues yo venía por el pasillo, y ella y su familia por el otro frente, que
salían de la capilla. Bajé la mirada y me cambié de sitio para
esquivarla, pero me la encontré de frente de nuevo, iba a esquivarla
otra vez sin levantar la vista cuando…
—Silvia. ¿Puedo darte dos besos?
Era ella quien me hablaba. Levanté los ojos a los suyos. ¡Qué
sonrisa desplegaban sus labios, y qué mirada tan clara y bonita
tenía! Le había cambiado toda la expresión del rostro. No nos dimos
dos besos, sino muchos y un montón de abrazos. De pronto
podíamos tocarnos, hablarnos, besarnos, mirarnos… Como si
hubiéramos sido dos enamorados sin verse en mucho tiempo. Las
dos llorábamos de emoción. Que consuelo tan intenso. A partir de
ese momento, cada vez que nos encontrábamos en el retiro, nos
abrazábamos. Aquella noche dormí estupendamente sin pesadillas
ni dolores. Al despertar al día siguiente, amanecí con un sentimiento
maravilloso dentro de mí. Y se me venía a la cabeza esta imagen
interior: era una guerra espiritual que habíamos vencido. Una guerra
del bien contra el mal en la tierra. Y ya era el final de la guerra, en la
que los supervivientes nos íbamos encontrando, nos íbamos
abrazando y alegrando de los otros supervivientes. Así, me venían
ganas de abrazar a todo el mundo del retiro, al sacerdote, a mi
hermana, que ya la sabía ganada para el Cielo, y así a todos los
presentes. Les sentía a todos hermanos míos en Cristo. Y
vencedores. Y llegué a pensar… “Si este gozo que siento tan grande
es tan solo la victoria de un retiro por la liberación de una persona y
lo que se está sembrando en cada alma… ¡qué será llegar de verdad
al Cielo y recibir a los que van entrando!” Y era tanta la felicidad que
sentía que hasta se me venían lágrimas de gozo.
Pienso que la muerte no debería darnos miedo. Lo único que
deberíamos temer son nuestras obras. ¿A quién hemos servido en la
tierra, a Dios o al Demonio? ¿A quién de los dos pertenecemos por
173
nuestras obras y omisiones? ¿A quién hemos elegido servir y de qué
modo? ¿Da lo mismo seguir a un Dios que pide “ perdonar a los
enemigos, dar de comer al hambriento, ser el último para ser el
primero… que ser fiel a un Dios que pide venganza, que pide
asesinar o pide sacrificios humanos? “Al atardecer de la vida seréis
juzgados en el amor”. (San Juan de la Cruz).
Pienso que no todas las religiones son iguales. Pienso que no da lo
mismo vivir una filosofía que otra. Nada es inicuo en esta vida. No da
lo mismo creer en Dios que ser ateo, no da lo mismo creer en Dios
en la manera que lo hacen los Budistas, que en la manera en que lo
hacen los Musulmanes, que en la manera que lo hacen los Católicos,
que en la manera en que lo hacen las religiones africanas Panteístas.
Son caminos muy diferentes que llevan como término a diferentes
estados del ser. Tenemos, por tanto, la responsabilidad de elegir en
nuestra libertad desde una conciencia recta, ser consecuentes con
los resultados, y asumir sus medios y sus finales. Porque seremos
juzgados, no desde “lo que nos apetece creer”, sino desde la verdad.
Y la verdad nos juzgará en el amor, teniendo en cuenta los
atenuantes - agravantes propios de nuestra responsabilidad. Y más
de uno descubriremos que hemos estado equivocados. O que
hemos tomado el peor rumbo posible. Se hace necesario que el
hombre, todos nosotros, nos preguntemos, busquemos, y nos
dirijamos con humildad al Ser Supremo del cual venimos; para
pedirle luz, para pedirle entendimiento. Y acoger en nosotros el
misterio con respeto, acoger en nosotros la evidencia, pese a
nuestras inclinaciones o deseos. Yo puedo estar deseando algo para
mí que no se corresponde a lo que Dios, que me ha creado, quiere
para mí. Es mi libertad la que decide si oponerme a Dios o recibirle
en mi vida, realizando los cambios necesarios para ajustarme a la
Sabiduría de Dios. El paso por esta vida no puede quedarse en elegir
qué películas me gustan más, cuál música es mi preferida, a qué
equipo de futbol quiero animar, a qué profesión me quiero dedicar,
qué idiomas quiero aprender, cuánto quiero adelgazar, a qué países
quiero viajar… Estamos en esta vida para elegir a qué bando
queremos pertenecer. Y en qué medida queremos amar.
174
4.LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Y si los Ángeles son el enemigo más fuerte y numeroso que tienen


los espíritus inmundos, y los Santos son las almas que no pudieron
conquistar ni corromper… la Inmaculada Concepción es, por
antonomasia, el arma más poderosa contra los demonios. Por ella
Cristo se hizo presente en el mundo. Ella venció a la Serpiente. Es la
Inmaculada, sin mancha ni pecado original. Elegida por Dios para ser
su Madre, y elegida para Reinar sobre ángeles y humanos, junto al
Reinado de Cristo. Ella tiene la corona más grande entre los santos
del Cielo. Es la Santa de las Santas y a Ella se le ha dado el poder de
guardar, como Madre, a la humanidad, y se le ha concedido, por sus
méritos, pisar a la Serpiente. Está escrito: su Corazón Inmaculado
vencerá. Del Apocalipsis (12): “Él se lanza en persecución de la
Mujer” (vv.13-16), pero como no la alcanza, “despechado contra la
Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos.” (v.17) “¡Ay de la
tierra y del mar, porque el diablo ha bajado donde vosotros con gran
furor, sabiendo que le queda poco tiempo!” (v.12). Ante el nombre
de María, todos los demonios tiemblan. No hay ninguna jerarquía, ni
ningún número de demonios que la resista.
El rezo del Rosario, especialmente si es rezado en latín, tiene la
fuerza de una bomba atómica. Siempre que me han rezado el
rosario, el demonio se ha retorcido de espanto. Algunos demonios la
insultan, la enfrentan, pero mostrando miedo ante ella. Son
incapaces de llamarla por su nombre; se dirigen hacia ella
llamándola “mujer”, “ésa”, “ella” o cosas parecidas. Nunca ninguno
de mis demonios la ha llamado por su nombre, como si fuera un
nombre maldito, que sus bocas sucias no pueden pronunciar. Ante
ella, cuando se la invoca especialmente, blasfeman, gritan, rugen, se
enfurecen, pierden del todo los cabales. Y, sobre todo, si la llamas
“Inmaculada”. No soportan la pureza de María. Muchas de mis
liberaciones han venido por parte de Ella: la Inmaculada. Pero no
siempre; a veces, la Virgen, ha estado a mi lado sólo para

175
sostenerme o acompañarme, pidiéndome que le ofreciera todo a su
hijo Jesús para la salvación de las almas, y confiara en Él.
La mayoría de las experiencias se quedan en que, en el momento
de acudir a Ella durante una sesión de oración, se ha sentido en la
sala un aroma a rosas. En la reacción del demonio se han observado
cambios substanciales, en los que, después de gritar
desgañitándose, se ha debilitado, teniendo como resultado
liberación. En los lugares marianos, me he sentido casi siempre con
una paz interior inmensa, como si la Virgen me estuviera arropando
con su manto y protegiendo de los ataques. Pudiendo disfrutar así,
tranquilamente, de la oración, de la celebración de la misa, de la
presencia del Santísimo, sin ninguna clase de manifestación. Aunque
fuera de estos lugares de peregrinación, luego, he vuelto a tener
todas las manifestaciones: dolores, nauseas, movimientos
involuntarios, aparición de la personalidad maligna, tormentos, etc.
En alguna ocasión, sí he tenido lucha. Concretamente en
Garabandal y en Fátima. No puedo llegar a comprender si la Virgen
establece algún tipo de significado en cada lugar para conmigo. Sí
puedo ratificar que, en Garabandal, tuve liberación por parte del
Arcángel San Miguel. Y tuve la oración de liberación de un sacerdote
que, providencialmente, encontramos y se dio cuenta de mi
problema en un momento de ataque. En esa misma visita, tuve la
oportunidad de conocer el testimonio de una mujer, que contaba
había sido liberada de una gran influencia demoníaca, en la que
había sufrido muchos tormentos, por la propia Virgen que se le
apareció, dándole su bendición. Puedo asegurar que esta mujer
estaba perfectamente emocionalmente equilibrada y no había en
ella ningún rasgo de trastorno de personalidad o de problema
psiquiátrico. Una mujer buena, sencilla, humilde, discreta, con
mucho sentido común y perfectamente en sus cabales, que
transmitía alegría. Así mismo, en esta visita, también se me dio la

176
oportunidad de besar las reliquias del Padre Pío, la madre Teresa de
Calcuta y la Cruz besada15 en las apariciones de la Virgen de
Garabandal. Si bien es cierto que, ante la reliquia de la Madre Teresa
no sentí absolutamente nada, la del Padre Pío despedía un aroma
dulce que ya apreciaba a cierta distancia, y, al besar la Cruz, sentí
una unción tan fuerte sobre mí que me mareaba.
El otro lugar Mariano donde sí he sentido lucha, ha sido en el
santuario de Fátima, en Portugal. Honestamente es el lugar donde
más ataque del demonio he tenido, tanto en intensidad como en
cantidad de veces. Quizá la explicación esté en que, en los mensajes
de aquel lugar, la Virgen incide mucho en pedirnos penitencia, en
ofrecer sacrificios por la salvación de los pecadores y por nuestra
propia conversión, por lo que permite que luche. Es el único
razonamiento lógico que puedo hilar para darle un sentido
significativo de por qué en ese lugar mariano experimento más
ataques del demonio. En ese lugar, por primera vez, hace muchos
años experimenté a la Virgen como madre. Allí comenzó mi
devoción por Ella. Allí me enamoré de Ella, entendiendo, por
primera vez en mi vida, la importancia de María en la historia de la
salvación. Jamás he vuelto a tener, desde entonces, dudas acerca de
ninguno de los dogmas que la rodean. No he dudado nunca de su
Inmaculada concepción, de su virginidad antes, durante y después
del parto. Ni de su intercesión corredentora. No he puesto en duda
su Asunción a los cielos, ni que es Reina nuestra. La tengo por Madre
de Dios y madre mía. Una mamá que no se cansa de rescatar a sus
hijos y llevarlos como polluelos bajo su ala para protegerlos del mal
y acercarlos al Corazón de Jesús. Toda finalidad de María es
llevarnos ante su hijo. Ella implora con sus lágrimas la salvación de
los pecadores, se encarga de ayudarnos en nuestra purificación

15
En San Sebastián de Garabandal, durante las presuntas apariciones de la Virgen
que sucedieron durante los años 1961 y 1965, la gente entregaba objetos religiosos
a la Virgen, que eran besados por ella y devueltos a sus respectivos dueños.

177
hasta que pueda presentarnos al Padre.
No dudo de la presencia y actuación de María acompañándome
toda mi vida, desde mi infancia. En la que sí la trataba como Madre,
pero, curiosamente, al llegar a la adolescencia, llegué a creer que
darle a ella tanta importancia como a Jesús debía de ser un pecado,
y poco a poco, la fui dejando de lado hasta olvidarla por completo,
no siendo capaz de llamarla Madre, ni de dialogar con ella. Fue en
Fátima, donde la recuperé, después de muchos años de criticar
crudamente las apariciones Marianas, por muy reconocidas que
estuvieran por la Iglesia, y las devociones que se la dedicaban. Tuve
un tiempo de mi vida que estas cosas me escandalizaban, llegando a
tener una actitud casi despreciativa hacia su figura, ya que, para mi
Fe, me parecía que ella estaba de sobra, aunque, sin embargo,
siempre fui devota de rezar el Rosario a diario. ¡Qué confundida
estaba! Ahora, yo no sería capaz de ir a ninguna parte sin cogerme
de la mano de mi Madre celestial. Ni consentiría a nadie que la
ofendiera en ninguno de sus privilegios. Todos los días me consagro
a Ella y al Corazón de Jesús. Les pertenezco a Ellos; a Jesús por
derramar su sangre, a María por derramar sus lágrimas. ¿Cómo iba a
ser posible que una madre, que ha estado siempre silenciosa pero
actuando en mi vida, no me fuera a acompañar en los momentos de
la prueba? Ella me ha ayudado a vencer. Y se ha manifestado
claramente, esta vez sin esconderse, para que quedase claro, que
ella es la Mujer que pisó a la serpiente.
Hay una sola vez, en mis momentos de trance, donde ella se
manifiesta de una forma llamativa: Al comenzar una bendición, con
el Santísimo expuesto, en un encuentro, caí al suelo y comencé a
tener manifestaciones malignas. Sentía mucha angustia y no paraba
de llorar por la desesperación que tenía. Alguien me puso la talla de
una Virgen (la Rosa Mística) 16,de unos 45 centímetros, en los brazos
y me agarré fuertemente a ella. Debajo de Ella, en mi pecho,
comenzó a agitarse algo que daba brincos.
16
En 1947 se aparece la Virgen por primera vez a PierinaGilli en Montichiari, ciudad
al norte de Italia. Y le pide que se la rece bajo la advocación de Rosa Mystica.

178
Entré en trance y me tumbaron. Al contrario que otras veces, sólo
tenía sacudidas, y estaba como relajada y no hablaba, aunque podía
escucharlo todo. Entré en un dialogo interior muy intenso con Ella,
pidiéndole socorro. Ocurrió entonces un fenómeno extraño;
por una parte, una chica que estaba a mi izquierda comenzó a
hablarme del amor de Dios y del amor de la Virgen, y a decirme
cosas como que la Virgen estaba allí conmigo, y a veces me hablaba
como si la propia Virgen María le estuviera dictando a ella lo que me
quería decir. Aunque dijo muchas cosas, solo me fijé en algunas
frases, como “hija mía, estoy aquí contigo, no te abandono.” Y
“Confía en mi hijo Jesús y ofrécele todo”. Por otro lado, tenía a otra
señora que conocía de otras veces a mi derecha, que empezó a decir
a todo el mundo, muy emocionada, que sentía en mí un olor muy
fuerte a rosas. Por lo visto, dos o tres personas más también lo olían.
Y ella, con lágrimas en los ojos de la emoción, no paraba de decirme:
“Silvia, te vas a curar del todo, la Virgen está aquí contigo. Te vas a
curar, ha venido sólo para ti.” Y a los demás: “¿Pero no oléis a rosas?
Huele un montón, la huelo desde aquí”. Se acercaba a mi cuello y
seguía: “ummm, viene de ella, la Virgen está en ella, es increíble, la
huelo un montón, el olor sale de ella….”.
Entonces les contó a los demás que era una muestra de amor, que
ella había estado el otro día rezando a la Virgen, pidiéndola que
quería quererla tanto como a su Hijo, y ahora se le estaba
mostrando así. Yo llegué a pensar que, realmente, de estar allí
presente la Virgen, era más para los demás que para mí, dado el
efecto de fervor que estaba provocando en los presentes. Por otro
lado, yo seguía con mi tormento interior, por el tema de que nunca
podría hacer nada en la vida y no podría consagrarme a Dios,
sintiendo un dolor muy intenso en mi alma. Por otro lado, sentía
alivio en la presencia de María con la que yo continuaba orando, una
presencia que se me hacía patente a través de todos ellos, ya que yo
no sentía los aromas, sólo en la imaginación se me hacia la sensación
de tener sobre mí el pie de la Virgen, pisándole con su talón al
demonio que estaba dentro de mí y bajo ese talón; el demonio se
179
retorcía, pues yo experimentaba golpes dentro de mi pecho, como
puñetazos hacia fuera. En cualquier caso, el tormento fue
suavizándose hasta quedar en paz, aunque seguía sin poder
moverme. Hubo un momento en que me surgió un deseo de pedir
perdón a la Virgen María, por mis pecados, sabiendo que también a
ella la he ofendido en su propio Hijo. Y de verdad que mis pecados
me dolían mucho en ese momento. Y pedía a su vez, me diera a su
Hijo. Y me hiciera digna de Él para poder consagrarme algún día.
En alguno de esos momentos se debió acercar el sacerdote con el
Santísimo en la mano y bendecirme con Él. Sólo sentí calor y no
entré a gritar ni agitarme. Luego me atendió otro sacerdote, pues
seguía sin salir del trance, que, poniéndose a mi lado, trató de que
yo rezara con él. Como pude hacerlo, fui siguiendo sus oraciones.
Entre medias, se manifestó una personalidad, que yo no identificaba
con el comportamiento de un demonio, y que hablaba en perfecto
francés, como luego alguien que dominaba ese idioma allí presente
me ratificó. Pues bien, este espíritu hubo momentos que respondía
a las oraciones, o sea, rezaba también o por lo menos lo intentaba.
También intentó comunicarse, porque hubo un momento que me
hizo mirar hacia todo el mundo que nos rodeaba en ese momento
de trance, y que rezaban a mi alrededor, preguntando (así lo
entendí yo) a la gente, si había alguien que entendiera su idioma. Y
lo preguntó tres veces, muy desesperado de ver que nadie le
atendía, pues quería comunicarse y contar por qué estaba allí. Por
todo ello pienso que era un alma y no un demonio. Debí de estar
más de tres horas en total sumida en el trance hasta que pude salir.
Fue un día de muchísima lucha, pues me atacó muy intensamente
para derrumbarme psicológicamente, y de un modo muy insistente.
Aquel mes fue uno de los peores que he pasado, pues me atormentó
incansablemente de muchas maneras. Un mes después de aquello,
tuve una gran liberación que marcó un antes y un después, en el que
comencé una mejoría.
Es curioso comprobar que, tras un ataque muy fuerte, después
acontece una liberación importante. Como si el demonio intuyera
que le queda poco tiempo y se esforzara más en que la persona a
180
quien somete se pierda, intesificando su acción. El demonio nunca
se va sin hacer antes el mayor daño posible. Por eso hay que estar
muy atentos de los que están mal, porque hay momentos de gran
vulnerabilidad donde se hace necesario doblar la oración y cuidarlos
más.
No quiero terminar este capítulo sin animar a aquellas personas
que aún no han experimentado a María, que se acerquen a ella y
busquen su trato. Ni quiero dejar de decir lo importante que es para
el poseso que alguien lo consagre a esta Madre. Y lo lleve a
peregrinar a cuantos lugares Marianos pueda. Recen junto a él el
rosario todos los días. Encomiéndense a Ella al levantarse y al
acostarse. Y no dejen de llevar un escapulario bendecido aquellos
que lo tengan impuesto. Imítenla en sus virtudes. Usen aceites como
el del Santuario de Laus, y agua de Lourdes. Todo lo que haya sido
bendecido por ella tiene especial fuerza. Pero cuidado con las
imágenes o productos vendidos en santerías, tiendas de magia,
esotéricos, etc. que usen la imagen de María. No compren nada en
lugares donde probablemente esté impregnado de algún tipo de
magia o ritual. Y hagan bendecir por un sacerdote, aquello que
compren o les regalen relacionado con la Virgen.
Grandes exorcistas como el padre Amorth, han sido grandes
marianos, que se han encomendado a la Santísima Virgen y han
triunfado con Ella y junto a Ella, invocándola en su batalla contra los
ángeles caídos. Ella no es una maga, ni una cumple-deseos ni una
diosa, es… la Madre de Dios, y madre nuestra y como tal se
comporta. Tratará siempre de que obedezcamos a su Hijo; “Haced lo
que él os diga” (Jn, 1,10.) Nos alentará en la lucha y consolará en la
tribulación. Intercederá por nuestra salvación ante el Altísimo, nos
insistirá en nuestra conversión. Ayudará a que crezcamos en la Fe,
en la Esperanza y en la Caridad… Pero no esperemos de ella que
haga que nos toque la lotería o que le arruine el negocio a ese
vecino que nos cae tan mal; eso es magia y manipulación, no la
relación de un hijo con su madre.

181
5.LA EUCARISTIA

Los demonios reconocen la presencia real de Dios en la Hostia


consagrada. Es lo que yo he experimentado todo el tiempo de forma
constante. No ha habido ni una sola vez que, ante la Forma
consagrada, no haya tenido ninguna manifestación demoníaca
durante todos estos años.
Al principio de mi posesión, como ya conté, no iba a misa ni
siquiera los domingos. Entrar a una iglesia era un esfuerzo
sobrehumano, comenzaba a sentirme fatal ya desde el momento de
acercarme a la puerta. E, incluso, muchas veces no conseguía entrar,
o entraba, aguantaba unos minutos, y me tenía que salir enseguida.
Si resistía a pesar de sentirme mal, el malestar aumentaba. Todas
esas manifestaciones de bostezos, dolores de cabeza o de otras
partes del cuerpo, náuseas, temblores y movimientos involuntarios
de mi cuerpo, furia contra todo lo santo, aumentaba en el momento
en que el sacerdote consagraba. Llegado el momento de acercarme
a recibir la comunión, las nauseas se incrementaban, mi cuerpo no
quería obedecer, quería rehuir, me costaba incluso abrir la boca, y
habiendo comulgado, aún sentía tentaciones de escupirlo fuera,
como algo que te da mucho asco cuando lo ingieres.
Según fui progresando en mi conversión, cuidando la confesión, y
no faltando a misa los domingos y fiestas de guardar, todas estas
manifestaciones continuaban. Pero se acrecentaban llegado el
momento de comulgar. Era toda una lucha interna por dominar mi
cuerpo para que se levantara del asiento, se pusiera en la cola y se
acercara. Hubo veces que, de no haber tenido ayuda, no habría
podido acercarme a recibir al Señor, ya que las piernas no me
respondían, entraba en semi-trance, no podía hablar, entraba en
conflicto con lo sagrado y, si alguien no me tomaba del brazo y me
iba llevando, yo no podía hacerlo sola. Otras, el trance llegaba a ser
tan fuerte, que caía al suelo perdiendo la conciencia, y emergía la
personalidad maligna que mostraba su aversión por Dios bufando,
gritando y hablando en lenguas. En esta época, en la que yo tomo
conciencia de lo mal que estoy, y de la necesidad de oración que
182
tengo y lo mal que les sienta ésta a los demonios, comencé a ir a
Misa a diario. Hubo etapas en las que llegué, incluso, a ir una vez por
la mañana y otra por la tarde. Pues, aunque el demonio me atacaba
mucho en esos ratos, después, a lo largo del día, se apaciguaba, ya
que muchas veces, sólo con el hecho de comulgar, al final de la misa
tenía pequeñas liberaciones.
Estos síntomas fueron menguando en la medida que fui siendo
cada vez más liberada. Ya próxima mi liberación total, sólo
presentaba bostezos, somnolencia, o pequeñas molestias en el
cuerpo, de dolores que aparecían de repente y desaparecían al final
de la misa. Pero, los dos años y medio primeros, ir a misa era una
tortura. Sin embargo me esforzaba. Era una lucha descarnada
cuerpo a cuerpo. Donde recibía una paliza, pero yo también las
daba. De algún modo, Dios me asistía con una fuerza inaudita, pues
ya sólo salir de casa para movilizarme hasta una iglesia era en sí
mismo un desafío, soportando todo el camino la resistencia que se
oponía a mi decisión. Puede parecer que exagero, pero es que hay
que vivirlo desde dentro y saber lo que se siente. Es como luchar
contra una fuerza magnética contraria, a la que haces la oposición. O
avanzar sin equipo durante una tormenta de nieve por el Polo Norte.
Físicamente es demoledor. Psicológicamente es extenuante. Pero
tenía que demostrarle a los demonios que ellos no eran mis dueños.
Ellos eran mis torturadores, mis verdugos, pero no eran dueños de
mis decisiones libres, mi decisión era estar con Dios, no obedecerlos
a ellos. Hacer tales esfuerzos no era gratuito. Al llegar a casa otra
vez, si había tenido algo de liberación ese día, descansaba. Pero si no
había liberación, ese día se tomaban venganza, y la noche la pasaba
en vela con dolores insoportables.
La otra demostración de que los demonios reconocen la presencia
de Dios en la Forma consagrada, era en las exposiciones del
Santísimo, a las que intentaba acudir al menos una vez al mes, y
luego, siempre que podía. Daba igual qué sacerdote llevara la
ceremonia, cuando bendecía con el Santísimo, y lo ponía mirando a
mi dirección, los demonios que había en mí se encendían en ira.
Entraba en trance total; se ponían a gritar, a hablar en lenguas, a
183
retorcerse, lo insultaban, se burlaban de él: “Hijo de Dios, ¿por qué
no te bajas de esa cruz?” lo llamaban por su nombre en arameo
(Yeshua). A veces lo retaban diciéndole: “A mí no podrás echarme.”
Otras veces, atemorizados ante su presencia, entraban en pánico,
tratando de huir, gritando: “¡No te acerques a mí. No me toques!”
Entonces había que sujetarme entre varias personas. Pero muchas
de esas veces, el propio poder de Jesús bastaba para reducirlos. Si el
sacerdote ponía la custodia delante de mí, el demonio se echaba a
temblar y, como empujado por alguna fuerza invisible, algo le
obligaba a doblar mi cuerpo hasta caer postrado en el suelo, en
contra de su voluntad, que seguía bufando y quejándose. Si el
sacerdote tocaba alguna parte de mi cuerpo con la custodia,
espalda, o cabeza o estómago, el demonio se debatía, convulsionaba
mi cuerpo, pegaba alaridos, yo experimentaba un aumento de calor
en esa zona. Sentía una fuerza saliendo de la Eucaristía, que
finalmente reducía al demonio, dejándolo tirado en el suelo,
moviéndose como una serpiente, o echando baba por la boca.
Durante estas ceremonias, Dios me daba muchos consuelos
interiores, apartando de mí todos los dolores físicos. Fortaleciendo
mi Fe, mi Esperanza y mi Caridad. Sentía su presencia real, y un
amor como un fuego en llamas que penetraba en mi corazón. O
como una lluvia de unción, que acariciaba todo mi ser
reconfortándome por dentro.
La mayor parte de las liberaciones, y las grandes liberaciones, las
he tenido en presencia de Jesús sacramentado, cuando estaba
expuesto en la custodia y se me ha bendecido con Él. Cuando me
han orado en su presencia, ya fuera porque lo tenían expuesto, ya
fuera porque el sacerdote lo llevara escondido en algún bolsillo
interior. Así mismo, han sido mucho más potentes los exorcismos
que me han realizado seguidamente de una misa y comunión. A esto
tengo que añadir el misterio de la fuerza que esconden las Misas
tridentinas. He asistido tres o cuatro veces. También a alguna Misa
celebrada en latín. No sé qué tienen el latín y las oraciones incluidas
en estas ceremonias tan solemnes, pero puedo testimoniar que, en
mi caso, los demonios no las resisten y hay liberación sólo con asistir
184
a ellas. Es tal la unción que se recibe, que yo caía al suelo siempre, y
era tan fuerte la acción de Dios, que el demonio no se podía
manifestar gritando o moviéndome con la misma violencia de otras
veces. Aunque no pudiera acercarme a comulgar por estar tirada en
el suelo, casi inerme, sentía a los demonios débiles, a menudo han
querido pronunciar sus nombres en voz alta, como rindiéndose para
ser expulsados, pero no podían ni hablar. La presencia de Dios que
se hace tan fuerte los aplasta. Estoy totalmente segura que, si
después de una misa de éstas, me hubieran realizado, acto seguido,
un exorcismo mayor, la liberación hubiese sido automática y
definitiva, a menos que Dios tuviera otros planes por mantenerlos
un poco más de tiempo allí. Pero, desgraciadamente, esto no ha sido
nunca así. No sé por qué todo lo que tenga que ver con el Latín a los
nuevos exorcistas parece les diera alergia.
La primera vez que fui liberada de influencia, hace varios años, el
sacerdote que consiguió mi liberación, después de rezarme una
oración de liberación celebraba una misa en latín,
encomendándome. Cuando, estando especialmente con posesión,
alguien se ha puesto a rezar el Rosario en latín, he entrado en
trance. Y si, estando en trance, lo han rezado, el demonio se ha
vuelto loco. Que se les hable o se rece en latín, y con el don de
lenguas, son dos cosas que odian ya que tiene mucha fuerza en
ellos. Es una pena que los exorcistas no usen el latín, que casi todos
deben saber o, al menos es fácil de leer. El don de lenguas, es lógico
que no lo usen, pues no todos lo poseen. Pero si alguno lo tuviera,
es bueno que lo usara. Al fin y al cabo, los dones recibidos por Dios
son para ponerlos al servicio de los demás. Usar las armas que Dios
te ha dado es totalmente lícito. Por ejemplo, una vez asistí a una
Misa Pascual con el movimiento Neocatumenal. Era una ceremonia
grande, pues se trataba de la noche de Resurrección. ¡Qué unción
sentí durante toda la celebración! Casi me caigo al suelo del mareo
que tenía. Especialmente en el momento de los bautizos, de la
consagración cantada, y de las canciones, que son de una belleza
absoluta y de un contenido litúrgico riquísimo. Pues, si hubiera un
grupo de intercesores para la liberación, o un exorcista que
185
comparte este estilo de espiritualidad, no sería extraño que tuvieran
éxitos muy grandes si hicieran uso de esas canciones junto al Ritual
de exorcismo. O que llevaran a los posesos a asistir a este tipo de
Misas. No hay nada de malo, ni contradice las normas de la Iglesia
en cuanto al exorcismo, añadir al Ritual otras oraciones, canciones o
auxilios que estén relacionados con el estilo personal de cada
Exorcista o grupo de ministerio de liberación. Por ejemplo: si el
grupo es más contemplativo, pueden ayudarse más de la oración
ante el Santísimo, rezando en silencio. Si son de estilo carismático,
podrán usar el don de lenguas y otros apropiados para ayudar al
poseso a liberar. Si son del movimiento Neocatumenal pueden
incorporar alguna misa celebrada por ellos, o cantar los salmos en
lugar de leerlos. Si todo lo que hay en la Iglesia, que no contradiga al
magisterio, es del Espíritu Santo: ¿Por qué no usarlo?
Volviendo al tema anterior: La presencia de Dios en la Forma
consagrada es reconocida por los demonios. Ellos creen en esta
presencia, para ellos es real. Conocen la importancia de una Misa
bien celebrada mejor que nosotros. No es de extrañar que las Sectas
Satánicas, Luciferinas y gente dedicada a lo esotérico, que proliferan
en todo el mundo, roben Formas consagradas para sus rituales. Ni
sería de extrañar a nadie, que el día que la Masonería, las Sectas, el
Comunismo, o cualquier otra Religión o Ideología en oposición a
Dios desde la visión cristiana, tome posiciones de poder, lo primero
que ataque y quiera quitar del medio sea la presencia de Dios en la
tierra, prohibiendo la Misa, profanando la Eucaristía, o ideando
mecanismos que hagan que sea nula. Como, por ejemplo,
fabricando formas con fécula de patata y otros componentes que,
por alterar la materia, en el momento de la consagración no se
produce la transubstanciación17 .
17
La transubstanciación fue declarada doctrina en el siglo XII reafirmada por el Concilio de
Trento. Consiste en que la sustancia del pan cambia, por las palabras de la consagración que
pronuncia el sacerdote, y se convierte en sustancia del cuerpo de Cristo, el pan ya no tiene así
lo que lo hacía pan, ahora es el cuerpo de Cristo. Pasa igual con el vino, pero permaneciendo
los accidentes del pan y el vino como su olor, textura, sabor y otros elementos perceptibles.
Como la substancia es la de Cristo, cualquier pedazo de pan minúsculo o gota de vino contiene
a Cristo todo entero; cuerpo, alma y divinidad. El pan para la consagración debe ser ázimo, de

186
sólo trigo y hecho recientemente. El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid,
puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. Confrontar con la Redemptionis
Sacramentum. Capitulo 3, sobre la “celebración correcta de la Santa Misa”. Para entender
mejor el misterio de la transubstanciación recomiendo leer “Filosofia de la Eucaristía” porJuan
Vázquez de Mella. E. Subirana 1928.

El demonio es ávido para atacar, y no se cansa de confabular


contra Dios y su verdadera Iglesia. Hacer amigos entre los hombres,
quelo apoyen en sus maquiavélicos planes, es, simplemente, una
estrategia para ganar su guerra. Apoyaré esta teoría con una
anécdota más de las que yo he vivido en persona: para ello
confesaré públicamente un pecado que cometí hace muchos años,
cuando tenía influencia. Una vez, durante una misa, me dispuse a
comulgar en pecado mortal por vergüenza, ya que asistían conmigo
personas a las que yo no quería tener que dar explicaciones. En el
momento de ponerme en la fila, ya acercándose mi turno de
comulgar sentí una voz interior que identifiqué con un demonio, que
con mucha ansia en su tono, me insistía: “¡Ofrécemelo!!”. Se refería,
claro está, a que este demonio quería que yo comulgara con la
intención de ofrecer a ellos este sacrilegio. Por un momento, me
estremecí y dudé en ir corriendo a sentarme de nuevo a mi sitio,
pero ya me tocaba comulgar, y en mi interior le contesté muy
solemne: “No pienso ofrecerte nada a ti. Este es mi pecado. Lo
cometo solo por vergüenza. Pero no tiene nada que ver contigo, ni
quiero que lo tenga.” Al momento, aquel demonio se esfumó
enfurecido. Al día siguiente, tuve noticia
de que en una Iglesia de mi barrio, ese mismo día, algún grupo
satánico había profanado la Eucaristía, llevándose el copón con las
formas consagradas y dejando algunas por el suelo totalmente
pisoteadas. Caí en la cuenta de cuán gravoso puede ser para el
Señor que lo recibamos indignamente. Hice propósito de no volver a
comulgar, sin confesarme antes, en pecados graves. Para no ser
partícipe de ningún modo al agravio que se le hace al Santísimo
contínuamente en su presencia Eucarística, que nos ha regalado a
los hombres, para quedarse en cuerpo resucitado entre nosotros, y

187
podamos ser habitados por la Santísima Trinidad, cuando en gracia
lo recibimos.
Una de las veces que asistía a una iglesia muy importante, cerca
de la celebración de Halloween, un muchacho por delante de mí,
arrancó de las manos del sacerdote la Forma, y se la llevaba
escondida entre sus manos después de disimular que la había
tomado en la boca. Reaccioné poniéndome delante de él y le dije:
“¿A dónde te lo llevas?”. Él se hizo el tonto, por lo visto era
extranjero y hacía que no entendía el idioma. Otra señora me apoyó,
le dijimos con gestos que se la metiera en la boca. Siguió haciéndose
el tonto, mirando de reojo a la señora que lo acompañaba, que
estaba sentada en uno de los últimos bancos. Al final, conseguimos
que se la metiera en la boca. Cuando llegó a su sitio pareció querer
dar explicaciones a la señora. Era evidente que ella le había
mandado, y deduje, por la manera que tenían de discutir entre ellos,
y el empeño por haberla conseguido íntegra, que su intención era
robarla. Puesto que la señora caminaba perfectamente y no le
pasaba nada en las piernas y no había motivo para que ella misma se
hubiera acercado a comulgar, cosa que no hizo, enviando al otro.
Los católicos debemos cuidar lo mejor que tenemos. Las demás
profesiones de fe no tienen la culpa de desconocer la presencia real
de Dios en la Eucaristía. Nosotros, puesto que creemos en este
milagro de amor, estamos llamados a cuidarlo, protegerlo, amarlo, y
adorarlo al máximo de nuestras fuerzas. El mayor tesoro que Dios ha
regalado a su Iglesia es Él mismo, presente en todos los sagrarios del
mundo. Vulnerable como un bebé, está ahí, esperándonos, deseoso
de repartir sus gracias. De que lo acompañemos y nos alimentemos
de Él. Nunca seremos lo suficientemente conscientes de lo que este
misterio significa. Dios quiere unirse a nosotros y ser uno en
nosotros. Cuando lo recibimos en gracia, nos convertimos en
templos vivos, habitados por la Santísima Trinidad, aunque no
sintamos nada. Si realmente pensáramos en quién es Dios y quiénes
somos nosotros, y lo poco que nos merecemos su amor y su
misericordia, caeríamos de rodillas ante su presencia, radiantes de
felicidad. No hablaríamos en las iglesias ignorando su presencia, ni
188
vestiríamos indecorosamente, ni nos acercaríamos a comulgar sin
pedirle perdón de nuestros pecados en el sacramento de la
confesión, ni dejaríamos que se cayera al suelo ni una sola partícula,
ni lo recibiríamos en nuestras manos que luego pasamos casi sin
darnos cuenta por narices, oídos, o… No. Si valorásemos lo que
tenemos, si supiéramos de verdad quién está ahí presente, en
cuerpo, alma y divinidad, no pasaríamos delante de Él sin hacerle
una genuflexión, sin saludarlo solemnemente. Ni saldríamos
corriendo de las iglesias nada más terminar la misa sin disfrutar, al
menos durante unos minutos, de su presencia amorosa dentro de
nosotros. Ni hablaríamos mal a nadie. Si realmente tuviéramos Fe…
pero no la tenemos. Hemos perdido el sentido de lo sagrado. Hemos
perdido el respeto que merece a Jesucristo. Pasamos por encima de
Él casi pisoteándole. Le ignoramos, lo rebajamos a un mero símbolo,
o a una mera patata frita que manoseamos. ¡Qué responsabilidad
nos ha tocado llevar a los Católicos, la de custodiar a Jesús!, y sin
embargo, ¡qué mal lo estamos haciendo! ¿Cómo van a creer otros
en lo que nosotros mismos no cuidamos, ni creemos?
Se me encoge el corazón de pensar en todas las veces que yo he
caído en todos estos menosprecios. Ahora que le he vivido
realmente, que se me ha mostrado tan vivo y tan poderoso, cuánto
me arrepiento de no adorarlo más, de no amarlo más, de no
esperarlo más. Porque por más que uno lo ame, siempre lo amará
poco. Él es Dios. ¡Dios!, el Creador del universo. Él es Jesucristo, el
mismo que se entregó a la muerte de Cruz, y que resucitó de entre
los muertos. Él es el Espíritu Santo que transformó a los apóstoles. Él
es todo. Y lo tenemos ahí, en apariencia de pan y vino. Él se nos da
todo entero, y sólo nos pide tener Fe. Y mientras los Santos Ángeles
se arrodillan junto a Él para adorarlo… los demonios se ríen a
carcajadas y montan fiesta cuando ven a Dios olvidado por los
hombres. Cuantas veces no se acercarán a Él para escupirle en la
cara: “¿Dónde está tu gente?”, “¿Son estos por los que te entregaste
a la cruz?” Y Cristo, los mirará de frente, con los ojos encharcados en
lágrimas, y les dirá: “Si, por ellos me entregué. Por ellos sigo aquí.”
“¿Y hasta cuándo piensas estar así?” se burlarán los demonios…
189
“Hasta que se den cuenta de que estoy aquí.”Pero… ¿cuándo nos
daremos cuenta?

190
CONCLUSIÓN

No puedo terminar sin incidir en que, pese a sus muestras de


poder, el demonio sólo es una criatura de Dios, como lo es el tigre o
el cocodrilo, o lo fue el tiranosaurio y otras criaturas monstruosas
que nos hubieran podido matar a los hombres de un solo golpe o
bocado. El demonio no es menos peligroso que caminar por el
desierto sin agua, o caer en alta mar sin nada a lo que aferrarse. No
es menos peligroso que un virus mortal. Sin embargo, todas estas
cosas mencionadas, son criaturas de Dios limitadas en el tiempo y en
su acción.
Sólo Dios tiene el poder y el control total de las cosas. Nada ocurre
ni existe sin su consentimiento. Él es dueño de los principios y de los
finales. Pues hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados.
Darle al demonio mayor fuerza que a Dios sería caer en el error en el
que los propios demonios quieren dejarnos caer. Por tanto, no cabe
la desesperación, nunca, por muy rodeados que nos veamos del
enemigo o las fatalidades. No puedo dar una explicación
satisfactoria a los que sufren de modo inaudito las injusticias a las
que otros les someten. Es parte del misterio de la libertad que Dios
ha dado a sus criaturas inteligentes. Consiente algunos males, que él
no desea, ni manda, pero cierto es, que los permite, y algún día hará
justicia y nos recompensará de esos sufrimientos que hemos vivido.
El demonio quiere hacernos desesperar. Nos pone delante lo peor
de la humanidad. La guerra, las catástrofes, la enfermedad… pero lo
cierto es que hemos sido llamados a una vida mejor. Dios quiere
otra cosa para el hombre. Es el pecado nuestro el que hace que el
mundo sea un lugar inhabitable. Si hubiéramos obedecido a Dios
desde el principio de la humanidad, el mundo sería un paraíso.
Nosotros nos encargaríamos de cuidarlo y disfrutarlo. La naturaleza
no se vería herida ni destruida. Y las relaciones entre nosotros serían
de verdaderos hermanos, de fraternidad, de amor, de justicia y de
paz.

191
Jesucristo vino al mundo para mostrarnos el camino. “Quien quiera
ser el primero que sea el último” (Mt 20,27; Mc 9, 35; 10, 44). Nos
enseñó el servicio a los demás, siendo el primero que se arremangó
para lavarnos los pies. Él vino a sanar, a liberar, a darnos la noticia
de que no todo estaba perdido; vino a darnos esperanza,
prometiendo las bienaventuranzas. Marcó un camino de entrega, de
perdón, de misericordia… nada fácil de imitar. Pero sencillo, lleno de
pequeñas cosas cotidianas, en las que cada gesto puede ser un acto
de amor. Y así ha sido la vida de muchos santos que nos preceden en
el cielo. Somos Hijos de Dios por el bautismo. Herederos de todo lo
suyo. Nuestra alma ha sido hecha a su imagen y semejanza. Y
estamos llamados a ser templos habitados por la Santísima Trinidad;
tal es la unión que Dios quiere con nosotros. Dios no nos ha dejado
abandonados en el dolor. Él ha sido el primero en recorrerlo hasta la
muerte de Cruz. Ha pasado por todos los sufrimientos: persecución,
abandono, traición, latigazos, insultos, cárcel, juicio injusto… Ha
trabajado como nosotros, viviendo entre nosotros, como uno más,
en todo igual a nosotros excepto en el pecado. Y en el dolor de cada
hermano, sigue acompañándonos; de cada enfermo, de cada
anciano, de cada moribundo, de cada encarcelado… tu dolor es su
dolor, porque su amor por ti es tan grande que sufre junto a ti.
También Él fue molestado por los demonios, tentado incluso cuando
estaba moribundo en la cruz, abandonado de casi todos. Y Él, que
supo la importancia de una madre… nos dio a su Madre. ¡Su Madre!
Que estuvo con Él en todos los momentos de su vida viviendo el
misterio con ojos absortos y corazón anegado. Y esa Madre es para
ti, para que te acompañe junto a la cruz que te ha tocado. Y por si
fuera poco el amor que nos tiene, se ha quedado escondido en la
apariencia del pan y el vino, vivo y resucitado, glorioso, en la
Eucaristía.
No nos dejemos engañar por las noticias del Telediario. Hay en el
mundo mucha gente buena, que hace obras buenas y heroicas. No
todo está podrido. Dios tiene sus tiempos. Y ahora es tiempo de
prueba. Nos toca elegir el bando con el que queremos luchar en esta
guerra espiritual, y a veces material, entre el bien y el mal. No
192
sabemos cuánto de vida nos ha tocado a cada uno. Por eso no hay
que malgastarlo… ¡hay tantas cosas buenas por hacer! ¡Tanta gente
a la que ayudar! ¡Tanto en la naturaleza por rescatar! ¡Tantas
virtudes por conquistar para adornar con ellas nuestra alma y
embellecer la humanidad caída! Dios tiene paciencia. No seamos
una humanidad caída. ¡Levantémonos del barro del pecado! Dios
quiere que participemos en restablecer la Tierra y la vida que él
pensó para nosotros. ¡Nos ha dado tantos dones para poder
hacerlo! Sólo tenemos que escucharle para saber cómo hacerlo.
Escuchar a Cristo, que nos ha revelado al Padre. Acoger al Espíritu
Santo en nosotros, que nos da la fuerza, el valor, y nos capacita con
su gracia. Descubramos el amor que Dios nos tiene, acercándonos a
Él. Que no te engañe el demonio… Dios sí te ama. Pero no te quiere
esclavo suyo, sino amigo. Por eso no te ha conquistado con la
espada, sino que espera pacientemente un acto libre de tu voluntad.
¿No le ves con los brazos abiertos, en la Cruz?
Por fin, liberada de la posesión que he padecido, sólo puedo dar
gracias. Me siento bien, me siento viva. Y quiero mis fuerzas, mi
tiempo y mis talentos para construir un mundo mejor junto a Cristo.
Lejos, muy lejos de lo que los demonios quieren convertir a este
mundo, que no les pertenece a ellos. Pase lo que pase, yo ya he
elegido mi bando y mi bandera. “¿Quién como Dios?”.

193
AGRADECIMIENTOS

Señor; yo te amo, te adoro y te espero. Y te pido perdón por los


que no te aman, por los que no te adoran y por los que no te
esperan. Te doy gracias por haberme despertado. Por haberme
regalado otra oportunidad para estar junto a ti, en tu Iglesia,
trabajando por tu Reino. Te doy gracias por haberme liberado del
Infierno y de los demonios. Por toda la gente que has puesto a mi
lado para ayudarme y mostrarme a través de todos ellos que aún me
amas y luchas por mi alma. Señor; te alabo con todo mi cuerpo, con
toda mi alma. Espero llevar, a partir de aquí, una vida nueva junto a
ti, pase lo que pase, no quiero cambiar de bando. Si he de morir, que
sea junto a tu cruz. Si he de luchar, que sea junto a los tuyos. Dame
un corazón misericordioso, capaz de entregarse a los demás,
especialmente a los que más lo necesiten. Ayúdame tú a crecer en
las virtudes, a crecer en el amor a mis hermanos, a perdonar a mis
enemigos, a no devolver mal por mal. Señor, tú eres dueño de mi
vida a partir de ahora. Tú eres Rey, y así te proclama mi alma ante
los hombres, que sólo obedeceré tus leyes por encima de las leyes
que contradigan tu voluntad, así me maten, así me lleven a la cárcel.
Pues a nadie más pongo por encima de ti, y hago propósito de no
apartarme de ti nunca más, contando con la asistencia de tu gracia,
y la fuerza de tu Espíritu Santo, sin cuya ayuda no podría. Señor y
Dios mío; ¡Ven a mí todos los días! Que nunca falte tu pan sobre mi
mesa. A ti confío las cosas materiales de este mundo, por el que
seguiré rezando.
A ti confío mi futuro y mi destino. En ti pongo lo poco que soy y lo
poco que puedo. Que no me falten nunca, ni a mí ni a mi familia, la
ayuda de tus Santos y de tus Ángeles. A tu madre encomiendo mi
cuidado y mi crecimiento espiritual. ¡Qué regalo me has hecho
dándome a esta Madre tan maravillosa! Se me caen las lágrimas
cuando pienso en lo hermosa que es su alma. ¡Oh, Dios, ven con tu
presencia a llenar mi vida, a tomar mi cuerpo, a encauzar mi ser!
Que nunca más ocupen esos lugares los ángeles caídos a los que ha
194
costado tanto vencer. No me los mandes más, que ya he aprendido
cuán malvados son y con qué engaños y artimañas nos separan de ti
y qué oscuro y profundo es el Infierno. Si aún me queda alguien por
perdonarle algo, le perdono todo ahora. Y si queda alguien a quien
deba pedir perdón, lo hago ahora.
Gracias por haberme regalado un año entero de misericordia,
lleno de indulgencias y de bendiciones. Ruego por todos los que han
rezado por mí, por todos cuantos me han ayudado. Bendícelos
siempre. Ayuda a los que faltan por liberarse. Imprime en los
corazones de los Obispos la necesidad de formar a más exorcistas.
Llama al ministerio de liberación a tus fieles, escógelos entre tu
pueblo santo. Danos más sacerdotes buenos, enamorados de ti y
entregados a las obras de misericordia, que ayuden a sus ovejas a
alcanzar la santidad. Inspira en los corazones el deseo de ser Santos
y no conformarse con ser cristianos de domingo.
¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la Fe de tu Iglesia! Obra en
nosotros, transfórmanos, úngenos, danos tu gozo eterno, y
bendícenos con tus dones y carismas! Reparte según la fe de tus
fieles y según sus necesidades. Atrae a Cristo a todas las profesiones
de Fe, pon paz en el mundo entero, une lo que el diablo desune.
Prende fuego a nuestros corazones, para quemar abrojos y espinas.
Al tibio, caliéntale; al frio, hazle arder. Al alejado… muéstrale el
Amor de Cristo. Dale Fe a ese sacerdote que la ha perdido y me lee.
Dale vocaciones a esa orden religiosa que está rezando por el fruto
de este testimonio. Mueve el corazón de ese Obispo, incrédulo aún,
pero que hoy mismo recibirá una palabra tuya cuando abra el
Evangelio. Fortalece a esa madre que anhela la liberación de su hija,
que aún no ha llegado, pero llegará. Aparta de esa secta a ese joven
que se está metiendo hasta los huesos en cosas oscuras. Hazle sentir
tu amor a esa joven que piensa que no tiene remedio. Acerca a la
confesión a esa alma tan alejada de ti a la que estás moviendo
ahora, y vuelca sobre ella tu misericordia. Confirma en la Fe a esa
señora a la que estás dando el don de lágrimas. Derrámate sobre ese
seminarista que pensaba apartarse de su vocación, y aparta de él

195
esa tentación que no viene de ti, para que vea. Atiende las oraciones
de todos nosotros, y acógenos a tu misericordia.
Y a vosotros, Ángeles de Dios, que habéis estado ahí luchando sin
parar, gracias os doy.
A vosotros, Santos y almas del purgatorio, que habéis intercedido
por mi… gracias por acordaros de esta pobre alma.
A vosotros, hermanos, que habéis rezado, me habéis acompañado,
me habéis auxiliado, y me habéis hecho sentir la misericordia de
Dios con vuestras obras, a todos y a cada uno de vosotros, gracias
con mayúsculas, porque sin vosotros no se habría realizado el
milagro de mi conversión y de mi liberación.
A vosotros, exorcistas, que estáis ahí luchando cara a cara con el
mal. Que Dios y Nuestra Madre del Cielo os bendigan, os protejan y
os fortalezcan. Gracias a los que habéis dado la cara por los posesos,
a los que habéis hablado públicamente, sin vergüenza ni miedo, de
las verdades de nuestra fe, y habéis luchado por estar de nuestra
parte, para que el mundo no nos trate de locos… pasando vosotros
por locos.
A los psicólogos y psiquiatras que nos entienden, a los que os
habéis formado en estos temas y colaboráis en nuestra sanación
interior de heridas, que ayudáis a cerrar para que el mal no nos
ataque por ahí… Gracias.
A todas las personas que rezareis por los frutos de este
testimonio, y que ayudareis a difundirlo… Gracias por vuestra
colaboración.
A los Obispos valientes, que ponen exorcistas en sus diócesis y
que no tienen miedo a dar la cara porque creen a Jesucristo, que la
Inmaculada os proteja especialmente, y el Arcángel San Miguel
aparte de vosotros todo mal que os quieran hacer.
A los que, como yo, habéis sufrido posesión o influencia. Y a los
que aún no habéis alcanzado la liberación: ¡No desesperéis! El
corazón Inmaculado de María triunfará sobre vuestras vidas. Que el
Corazón de Cristo derrame sobre vosotros su amor, y que, por esta
sangre, huyan los demonios de vosotros, y sin hacer daño a nadie,
regresen al Infierno y queden atados a los pies de Jesús. Que Dios os
196
asista con sus auxilios, y experimentando su misericordia volváis a la
Iglesia, y alabéis a Dios con vuestra vida.
Y a ti, Virgen María; mamá querida. Guárdame en tu corazón. Y
llévanos a todos hasta Jesús. ¡Amén!

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BIBLIOGRAFÍA:

Código Derecho Canónico.


Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Caminando por Valles oscuros. Ediciones palabra, Madrid, 2015.
Walter J.Ciszek
Confesiones. San Agustín.
DiodorusSículus.
ExorcísticaSupplementum: suplemento del tratado
SummaDaemoniaca. Cuestiones sobre el demonio, la posesión y el
exorcismo. A. Fortea.
Filosofia de la Eucaristía. E. Subirana 1928. Juan Vázquez de Mella.
La Santa Biblia. Ediciones Paulinas
Para liberarse y sanar. PeréGhislain Roy. Edición: Parangona
Ritual Romano de exorcismo.
Satan. Etudescarmélitaines . (Paris 1948)

198
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES

(Recomendada por el Papa Pío IX y enriquecida de indulgencia por los


papas León XIII y San Pío X.)
Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles, tú has recibido de Dios
el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, te pedimos
humildemente que envíes tus legiones celestes para que, bajo tus órdenes
y por tu poder, persigan a los demonios, los combatan en todas partes,
repriman su audacia y los echen al abismo. “¿Quién es como Dios?
¡Oh buena y dulce Madre, siempre serás nuestro amor y nuestra
esperanza! ¡Oh divina Madre, envía los Santos Ángeles y Arcángeles,
defendednos y guardadnos!

CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

(Según Santa Margarita María de Alacoque)


Yo, (nombre) entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor
Jesucristo mi persona, mi vida, mis actos, mis penas y mis sufrimientos para
que, con todo mi ser, solo quera honrarlo, amarlo y glorificarlo.
Es mi voluntad irrevocable ser completamente suya y hacerlo todo por
amor a Él, renunciando de todo corazón a todo aquello que pudiera
disgustarle.
Te tomo pues, oh Sagrado Corazón, por mi único amor, protector de mi
vida, garantía de mi salvación, remedio a mi fragilidad y a mi inconstancia,
reparador de todas las faltas de mi vida y mi refugio seguro a la hora de mi
muerte.
Sé pues, oh Corazón de bondad, mi justificación ante Dios tu Padre, y
aparta de mí los rayos de su justa cólera. Oh Corazón amante, pongo toda
mi confianza en ti, porque todo lo temo de mi malicia y de mi debilidad,
pero todo lo espero de tu bondad.
Consume pues en mí todo lo que pueda disgustarte o resistirte. Que tu
amor puro se imprima tan fuertemente en mi corazón que jamás pueda
olvidarte ni ser separada de ti. Te conjuro, por todas tus bondades, que
inscribas mi nombre en ti, ya que deseo que toda mi felicidad y mi gloria
consistan en vivir y morir como sierva tuya.
Amén.

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