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Hubo una vez dos hermanos, cada uno de ellos tenía su respectiva esposa.

El
mayor era muy rico y tenía el mejor ganado vacuno y las más productivas vacas
lecheras, pero no tenía descendencia y, además, era muy malo. El otro hermano era
pobre, con varios hijos que pasaban hambre, pues no tenían nada para comer. Los
niños caminaban todas las mañanas a donde su tío para pedirle un poco de leche y él
los largaba de su propiedad gritando que las sobras de su comida prefería dárselas
a
sus perros y gatos antes que a sus sobrinos. Los pobres niños regresaban a su casa
sollozando y contaban a sus padres lo que su tío les decía. Por tal razón, el
padre,
convencido de que en otro pueblo podría ganar un poco de dinero, decidió irse lejos
para buscar trabajo. Los niños se pusieron muy tristes, pero lo dejaron ir.

Cuando el padre ya se encontraba lejos de su casa, se dio cuenta de que pronto


habría de oscurecer, entonces, buscó un lugar donde dormir y lo hizo a las faldas
del
cerro Pukaurqu, sin saber que los viajeros lo conocían como un cerro muy peligroso,
pues se decía que comía a las personas que pernoctaban allí. En sueños, el hombre
escuchó cómo ese apu se comunicaba con otro llamado Kaskuchayug. El Pukaurqu le
preguntó al Kaskuchayuq: «¿Qué cosa quiere este hombre?, ¡hay que comerlo!». Pero
el otro apu le respondió: «No, esa persona es pobre, tiene varios hijos y ahora
está en
búsqueda de un trabajo». «Entonces, regálale una vaca con cría, eso le ayudará»,
concluyó el Pukaurqu. Cuando el hermano pobre se despertó, encontró el regalo de
los
apus y, de inmediato, regresó a su casa muy contento. Sin embargo, su hermano, que

además de malvado también era muy envidioso, le preguntó al hombre pobre de


dónde había sacado la vaca y que seguramente la había robado y merecía una
denuncia por su delito. Él respondió diciendo que fueron los apus quienes le habían
regalado esa vaca, pero su hermano no le creía y le pidió probarlo.

Entonces, su hermano lo llevó al mismo lugar donde habían ocurrido las cosas
Y, cuando cayó la noche, se echaron a dormir. Nuevamente, entre sueños, los apus
volvieron a comunicarse. El Pukaurgu volvió a llamar al Kaskuchayug: «¡Qué cosa
quiere ese hombre!». Y el Kaskuchayug responde: «Este hombre envidioso quiere que
le regalemos una vaca como a su hermano». El Pukaurqu decidió en ese momento que,
en castigo a su maldad, se le regalase un par de cachos para la cabeza y una cola
para
su trasero. Y el Kaskuchayuq cumplió con todo lo que le ordenaron. Cuando el
hermano malo se despertó, se encontró convertido en venado, mientras que el
hermano bueno se quedó con todas sus vacas al punto que ya no podía ni contarlas.
Los apus bendijeron sus chacras, las mismas que hoy llevan el nombre de «Vaca
Yupana».

Flores, Ana. (2021). Vaca Yupana. Altazor ediciones.

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