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Texto 341
Texto 341
El
mayor era muy rico y tenía el mejor ganado vacuno y las más productivas vacas
lecheras, pero no tenía descendencia y, además, era muy malo. El otro hermano era
pobre, con varios hijos que pasaban hambre, pues no tenían nada para comer. Los
niños caminaban todas las mañanas a donde su tío para pedirle un poco de leche y él
los largaba de su propiedad gritando que las sobras de su comida prefería dárselas
a
sus perros y gatos antes que a sus sobrinos. Los pobres niños regresaban a su casa
sollozando y contaban a sus padres lo que su tío les decía. Por tal razón, el
padre,
convencido de que en otro pueblo podría ganar un poco de dinero, decidió irse lejos
para buscar trabajo. Los niños se pusieron muy tristes, pero lo dejaron ir.
Entonces, su hermano lo llevó al mismo lugar donde habían ocurrido las cosas
Y, cuando cayó la noche, se echaron a dormir. Nuevamente, entre sueños, los apus
volvieron a comunicarse. El Pukaurgu volvió a llamar al Kaskuchayug: «¡Qué cosa
quiere ese hombre!». Y el Kaskuchayug responde: «Este hombre envidioso quiere que
le regalemos una vaca como a su hermano». El Pukaurqu decidió en ese momento que,
en castigo a su maldad, se le regalase un par de cachos para la cabeza y una cola
para
su trasero. Y el Kaskuchayuq cumplió con todo lo que le ordenaron. Cuando el
hermano malo se despertó, se encontró convertido en venado, mientras que el
hermano bueno se quedó con todas sus vacas al punto que ya no podía ni contarlas.
Los apus bendijeron sus chacras, las mismas que hoy llevan el nombre de «Vaca
Yupana».