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192 Hugo Achugar El lugar de la memoria, a propóafto de monumentoa 193

((El monumento asegura, ratifica, tranquiliza, al conjurar el ser


MOTIVO del tiempo. Garantiza los orígenes y cai.ma la inquietud que cau
sa la incertidumbre de los conüenzos» (Choay citado por Salda—
El fantasma de un Alzheimer colectivo recorre el presente fin de si rriaga Roa, 1988: 18). Vencer tiempo y olvido, de eso trata el
glo. Todos están, estamos o parecen, parecernos estar atemorizados monumento, reafirmar un origen. Pero todo lo que se «abarque
por una pérdida de la memoria.Todos están, estamos, parecen, pare con la vista como patrimonio cultural tiene por doquier una
cemos estar angustiados por la imposición del olvido, O, si no es lo procedencia en la que no se puede pensar sin espanto. No sólo,
mismo es parecido, todos parecen estar, estamos o están preocupa debe su existencia a los grandes genios que lo han creado, sino
dos por democratizar el pasado, descentralizar la historia o descolo también al vasallaje anónimo de sus contemporáneos. No existe
nizarla memoria. Pierre Nora dice que hablarnos tanto de memoria un documento de la cultura que no sea a la vez de la barbarie»
porque queda muy poco de ella (Nora, 1989).Mgo parecido sostie (Benjanñn, 1996: 52). Esto lo decía o lo escribía Walter Benja—
ne Andreas Huyssen, al afirmar que la obsesión actual con la menio— mm en la década de 1930. La mención de la fecha no es trivial;
ria choca contra el pánico o temor a olvidar (Ruyssen, 2000). Benjanñn escribía o razonaba en pleno nazismo.
El tenu de la memoria es central en el debate que, en la socie El problema es si la afirmación sigue teniendo sentido hoy.
dad uruguaya y por razones propias, se abre con la década de los Pues si Benjamin sigue teniendo razón, no es posible el monu
ochenta. Por un lado, por el trauma de la dictadura y el proceso de mento democrático. Pero ¿qué seda un monumento democrático?
elaboración de dicho trauma durante la llamada «posdictadura», y ¿Cuál seda la memoria no autoritaria? ¿Es posible esa memoria, ese
por otro, por la integración regional del Mercosur, que Ñnciona a monumento democrático? ¿Democracia es sinónimo de consenso?
la vez como «bendición» y como «amenazadora catástrofe». Por si ¿Es deseable el monumento consensuado? Quizá la pregunta clave
Ñera poco, a lo anterior cabe agregarse que durante ese mismo es: ¿necesitan monumentos las democracias contemporáneas? 2•
período se intensifican tanto el proceso de globalizadón económi
ca como la globalizadón producida por la actual revolución tecno
lógica y la transformación de los medios de comunicación. Todo
esto ha implicado una reevaluacióü del pasado nacional así como PRIMER PARÉNTESIS
la discusión acerca de la propia viabilidad de Uruguay como Esta
do-nación. Todo esto ha implicado la búsqueda de orígenes y de Ea primera versión de este trabajo comenzaba con una serie de
claves que den cuenta del momento presente preguntas referidas a la memoria y a las políticas del conoci
Por eso pienso que en el monumento está la clave. En el mo miento. Se trataba de un ensayo que se había originado, por un
numento y en los que vienen detrás de los que construyeron el lado, en la preocupación por establecer el lugar desde donde se
monumento. En el monumento como signo que intenta vincular habla, y por otro, en la voluntad de participar en la discusión que
pasado y flituro está la clave. En el monumento o en la lápida que se venia desarrollando en el ámbito de la crítica cultural a partir
se supone habrá de avisarles a los que vienen detrás qué fue lo que de nociones/probleiarns como nación, desterritorialización, centro
pasó antes. En el monumento como objetivación de la memoria,

El presente trabajo fue realizado antes de que con,enzara la crisis econó— 2


Algo similar se pregunta Saldarriaga Roa al decir oaNecesita monumen
r
196 Hugo Achugar El lugar de la memoria, a propósito de monumentos 197

para mi generación. Mejor todavía, podía llegar a ocurrir que el de globalización—, nos vemos enfrentados a la amenazante cer
monumento que se construyó en Uruguay como «Memorial tidumbre de que ya somos individuos del siglo pasado. Es decir,
para los detenidos/desaparecidos durante la dictadura» en el Par— pronto dejaremos de ser parte del presente para ingresar en la
que yaz Ferreira, en las laderas del Cerro de Montevideo no sig categoría de sobrevivientes del pasado; perteneceremos a la his
nificara nada para los más jóvenes. O peor aún, que significan toria. La memoria viva será sustituida, en el mejor de los casos,
algo que pertenecía al mundo de los viejos; es decir, al mundo de por la historia y en el peor, por el mero olvido. Seremos ya ma
los otros.Y en este caso los otros éramos nosotros, los viejos para teria para el documento, memoria de piedra ya desgranada
,

quienes dictadura, democracia, política, etcétera, tenían sentido materia, involuntario y no elegido olvido. En ese sentido, la an
por el simple hecho de que habían formado parte de nuestra ex gustia nace no sólo de la más que probable posibilidad de trans
periencia de vida. Porque, precisamente, el tema de la memoria y formarnos de sujetos de la memoria en objeto de la memoria,
el del lugar desde donde se habla estaban y están relacionados sino también de transformarnos de amos de nuestra memoria en
para nosotros con el debate sobre democracia, ciudadanía, mo esclavos de la niemoria de otros.
dernidad, así como con el realineaniiento tanto del debate políti Para los más jóvenes —aquellos que no han ingresado toda
co como del intelectual en este presente fin de siglo. vía en la adultez o no han siquiera abandonado la niñez—, la
Es imprescindible aunque evidente señalar que el «nosotros» memoria viva está en pleno proceso de construcción e incluso
acechado no es universal. No es universal por el hecho de que, es todavía parte del futuro. Para éstos, categorías como «olvido»
además de la obvia diferencia marcada por la pertenencia ideoló y «memoria» apenas comienzan a cargarse de sentido. En el caso
gica o por la extracción socioeconómica o por aquellas que sur de estos jóvenes lo que están construyendo no es sólo, como
gen de las diversas identidades marcadas por el género, la etnia, suele decirse, su Futuro, sino fundamentalmente su memoria.
la religión y la orientación sexual, está la de la edad; es decir, la ¿Quiero decir que la memoria y el lugar de la memoria no tie
diferencia establecida por la marca etaria. Una marca etaria que nen continuidad? ¿Que mi memoria o la memoria de otro son
diseña un mapa diferenciado en el que por un lado están aque imposibles de integrar, aunque más no sea, parcialmente en una
llos cuya experiencia histórica es básicamente la del siglo xx, y memoria colectiva e Instórica?
por otro, aquellos que, por su juventud, están más volcados al si Hemos atacado la memoria congelada por el autoritarismo
glo xxi4. de los sectores hegemónicos, objetivada en el «canon» artístico y
Los primeros —junto al milenarismo apocaliptico, a la ex literario, y hemos estado dispuestos a crear una cultura más de
plosión de las «pestes» contemporáneas y al inexorable proceso mocrática. Estábamos y estarnos convencidos de que había y hay
una instancia de constitución del poder y de batalla por el po
der, que se concentra en el ámbito configurado por la proble
mática de la memoria. En ese sentido y tal como afirma Miquel
No resulta impertinente recordar que, por ejemplo, en Paraguay o en lzard, «el poder del poder es tan colosal que le pernúte tergiver—
Venezuela, cerca del 50 por 1(10 de ia población es menor de 18 años. O
sar la actualidad y, asimismo, el pasado» (lzard, 1994: 9).
que pan un altísimo porcentaje de los argentinos, chilenos o uruguayos que Más aun, como sugiere Singh:
vivirán su adultez en ci siglo xxi, personajes como Allende o hechos corno
la Guerra de las Malvinas o ci golpe del 27 de junio de 1973 en Uruguay
serán meros datos de una historia si no remota, muy alejada: mientras que
para «nosotros» —los que hemos vivido la mayor parte de nuestra adultez O como sugiere Mauricc Halbwacl,s, «la historia comienza cuando la
en el siglo XX— son parte central de la historia de nuestras respectivas so— memoria termii,a». Es decir, cuando la memoria viva termina, comenzaría la
ciedades. historia (citado por Koonz, 1994276).
r
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Como parte del inteijuego entre historia y memoria, los grupos margina— numento como signo que intenta vincular pasado y futuro. En
¡izados a menudo intentan mantener en ei centro de la memoria nacional el monumento o en la lápida que se supone habrá de avisarles a
lo que e1 grupo dominante querría a nenudo olvidar. Este proceso tiene los que vienen detrás qué fue lo que pasó antes. En el monu
como resultado una memoria colectiva siempre en flujo: no una memoria
mento como objetivación de la memoria. De vencer tiempo y
sino móhiples memorias luchando constantemente por ocupar y atraer la
olvido, de eso trata el monumento. Pero... ¿la indiferencia puede
atención cr1 el espacio cultural. (Singh e: gil., 1996: 6)
llegar a ser un modo de vencer al monumento? ¿Cómo evitar la
irrisión del monumento? ¿Cómo hacer que el monumento no
Las aGrmaciones de ízard y de Singh son elocuentes: una ha
termine siendo un modo de la perversión? ¿Cómo hacer pan
bla del poder y la otra de la lucha por el poder. Izard afirma que
que el monumento no sea el ejercicio del autoritarismo?
el poder puede cambiar el relato de la historia. Singh, por su
parte, señala que la conflictiva relación entre historia y memoria
lleva a que no existe ni una memoria ni un relato histórico sino
que hay una constante batalla por el poder librada por las diver
SEGUNDO PARÉNTESIS: MONUMENTALIZACIÓN DE LA MEMORIA
sas nienorias.
O LA MEMORIA EN PIEDRA
A diferencia de lo que se podría creer, el hecho, considera
do en larga duración, no es nuevo. Honrar la memoria de la
Leo que, en 1974, Phillipe Ariés responde al pedido de Orest
comunidad ha estado presente en todos los pueblos conocidos;
Ranum de que hable sobre «historia y conciencia nacional» pro
borrar la memoria del enemigo es algo tan antiguo como la
poniéndole una serie de conferencias que luego se titularon En-
destrucción de Cartago 6 Memoria, comunidad y relato o pre
sayos sobre la historia de la ¡ituerte en Oeddente. Muerte, historia y
servación del pasado han estado ligados desde siempre en la cons
conciencia nacional se me vuelven a unir.
trucción de monumentos, especialmente en los funerarios. Más
La muerte y los ritos fúnebres no han permanecido inmuta
aún, muerte y monumento, memoria y comunidad, pasado y
bles a lo ]argo de la historia. Es cierto que hay una historia diná—
relato del pasado han sido materia permanente de las más di
nñca y extremadamente variada de) modo en que los seres hu—
versas sociedades a lo largo de la historia.También lo ha sido la
nianos henios vivido y conmemorado la muerte pero también es
indiferencia, otro de los nombres que adquiere el olvido. El pro
cierto —incluso es obvio— que los seres humanos hemos hecho
blema —o la duda— es si en el proceso de deconstruir la
de la muerte una instancia particular. Muerte y olvido, muerte y
memoria autoritaria de las clases hegemónicas no habremos
recordación, son temas permanentes de nuestras culturas.
perdido algo fundamental.
Pero la cultura y el cultivo de la memoria han tenido desde la
antigüedad una misma actividad: la de la conmemoración. Según
cuentan, la poesía más antigua conservada de la Grecia clásica
nace de los epitafios grabados en las estelas funerarias. En ese sen
MOTIVO/ESTRIBILLO
tido, los grafliti —inscriptos en la piedra o en el mármol de las lá
pidas— constituyen la primera escritura poética entre los griegos.
En el monumento está la clave. En el monumento y en los que
Esta poesía en piedra, esta poesía monumental es una forma
vienen detrás de los que construyeron el monumento. En el mo—
especial de la conmemoración: la de la memoria de los nvem—
bros de la polis ofrecida a la polis mediante el monumento
Al respecto es más que elocuente el caso de Haití y en parncular el de como un modo de la autocelebración y de la ideunficación. Esa
Sans Sonci estudiado porTrouillot (1995). parece haber sido la función central del monumento o de la
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cho, lo que ha ocurrido es que las políticas de la memoria he chando y que no surgen sólo de esa tercera revolución tecnoló
redadas del siglo XIX y que tuvieron vigencia durante la primera gica.
mitad del siglo xx han sido fuertemente cuestionadas, y la na El fantasma de un Mzheimer colectivo del que hablé al co
rración que organizaba las memorias latinoamericanas ha sido mienzo inunda las páginas de los periódicos La proliferación
«contaminada» por nuevas memorias que complican el relato. de textos autobiográficos y testimonios así como la abundancia de
Es como si esa turbulencia de transformaciones sociales y polí reflexiones teóricas concentradas en el examen de las herencias
ticas hubiera estimulado la reflexión sobre la historia y la me histórico—culturales o de los legados de las memorias silenciadas
moria en función del cuestionamiento de las antiguas situacio muestran no sólo una suerte de «espíritu apocalíptico de los
nes de dominación y de las nuevas configuraciones sociales y tiempos» sino y fundamentalmente la profunda necesidad de la
culturales que volvieron obsoleto el relato del conocimiento sociedad humana por saldar las cuentas pendientes de la historia
hasta entonces dominante, si no para la totalidad de estas socie en este fin de siglo.
dades al menos para aquellos sectores que han dejado de ser Pierre Nora, además de señalar que hablamos tanto de me—
<(invisibles,) (Hannah Arendt citada por Lefort, 1988). En ese mona porque queda muy poco de ella, precisa que:
sentido, el debate sobre la visibilidad o la invisibilidad de la me
moria se relaciona estrechamente con el debate sobre la consti [...j en una sociedad donde el sentido de una identidad común y de his
tución de la ciudadanía a nivel nacional y transnacional no sólo toria ha sido convulsionado j...j los lugares de la memoria [son] la apro
en el ámbito político general sino también en el de las políticas piación vehemente de lo que sabemos que ya no es nuestro [••1• [La] jus
del conocimiento. tificación fundamental al [fijarj Un lugar de la memoria es parar el tiempo,
Más todavía, la actual suerte de frenética sucesión de mues detener el trabajo del olvido, y fijar un estado de las cosas (citado por En—
tras plásticas, simposios, coloquios e investigaciones centradas en glund, 1992: 304).
el tema de la memoria (las ha habido a lo largo de toda América
Latina pero también en los Estados Unidos y en Europa) parece Es cierto que en el lamento de Nora hay un tono «elegíaco,
indicar que, en un mundo consciente de sus múltiples orígenes, un tardío lamento imperial por la herencia clásica que inexora
se ha vuelto imprescindible la reVisión del o de los pasados. El blemente desaparece.. » (Englund, 1992: 304). Pero la observa
principio rector de la memoria en estos tiempos, multiculturales ción de Nora es acertada al señalar el hecho de que se ha per
dido «el sentido de una identidad común». Esta pérdida tiene
y politicamente correctos, ya no está sintetizado en la imagen de
la raíz o de las raíces —a pesar de eventos mediáticos que osten que ver con las transformaciones sociales y culturales de las úl
taron la metáfora de las raíces en sus propios títulos— sino que timas décadas, pero además se relaciona con la descentralización
parece ser sustituido por el del rizoma. Es decir, no por el con de los discursos teóricos y con la erosión del poder del sujeto
junto articulado de orígenes o mitos fundadores de una única de la enunciación de la modernidad. La sensación de una acele
memoria colectiva sino por esa proliferación de raíces que es el ración del tiempo, alimentada por la transformación de los me—
rizoma de las contramemorias.
Pero si bien es posible pensar que esta suerte de inflamación Al respecto y sólo como una muestra, restringida al ámbito de algunas
lezamiana del universo en torno a la memoria ha sido alimenta ptibhcaciones del mundo anglosajón, de la generalización de preocupación
da también por las transformaciones tecnológicas —en particu por el pasado, vale la pena revisar el número de febrero de 1997 de W’rId
lar de los medios de comunicación—, creo que en las horas fi— Press, cuya nota de upa, «Healing Nations», se refiere precisamente a la revi
nales del siglo xx y en el comienzo del presente siglo XXI se han sión del pasado. También es significativa la serie de artículos bajo el título
despertado otros fantasmas de los muchos que nos están ace— «The Puture of the European Pasrt
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que tampoco necesariamente es un sistema controlado por el Es ámbito del debate académico. En ese sentido, la niernona públi
tado. Pero también es posible entender la memoria pública como ca en tanto campo de batalla puede también ser identificable
lo hace Koonz cuando sostiene que «la memoria pública es el con la esfera pública o con esa forma jibarizada de la esfen pú
campo de batalla en el que los dos tipos de memoria [la memoria blica que es el ámbito académico de la iglesia universitaria
oficial y la memoria populari compiten por la hegemonía» (1994: El ‘(lugar de memoria» que propone Pierre Nora, aunque
261 mi traducción).
,
podría parecer eficaz, necesita de una ronceptualización más
Lo anterior obligaría a preguntarse si las distintas memorias cuidadosa, pues dicha noción termina por admitir cualquier ám
establecen o funcionan en distintos espacios. Más aun, cabría bito como «lugar de memoria» (Nora, 1992). En ese sentido, el
preguntarse si en algunos casos los monumentos o los lugares “lugar de memoria» de Nora debe ser acompañado por otra no
históricos donde se localiza la memoria no terminan por ser la ción que además de apuntar al lugar del enunciado incluya la
materialización de ese campo de batalla de la memoria pública enunciación; es decir, dé cuenta del «lugar desde donde se habla»
donde se combate por el poder El monumento o el lugar his (Achugar, 1994) o como dice Mignolo (1996) de los «loci de la
tórico 1» puede también no tener una materialidad o tina locali enunciación» 2i• Entender el «lugar de la memoria» conio un es
zación flsica sino ser un espacio intelectual o, a los efectos de la pacio geoctiltural o simbólico no es suficiente si no se tiene en
presente argtinsentación, puede estar constituido por el propio cuenta la enunciación —en su dimensión pragmática— y, sobre
todo, el horizonte ideológico y el horizonte político o la «agen
da» política desde donde se construye dicha enunciación.
Como parece ser ci de los campos de concentración nazis tanto en las También cabría la posibilidad de preguntar si el lugar de la
dos Alemanias corno en los otros paises ocupados por los nazis, según sostiene
memoria es o sigue siendo el lugar del pasado. O, quizá debería
Koonz (1994).
preguntarse: ¿cuál es el tiempo de la memoria?, ¿el pasado?, aun
Aunque no podemos discutir en esta oportunidad lo que argumenta
que, parafraseando a Habernias, se debería preguntar: ¿el pasado
Koshar (1994). cii el sentido de «lugar» como «edificio» o paninionio histórico,
es necesario señalar que en esa línea de pensamiento el lugar de memoria es
como futuro? Esto vuelve necesario conjugar Ja noción «lugar
también el lugar fisico o lo que se conoce como «landmark» o «patrimonio his de memoria» con la de «enunciación de la memoria» y con la de
tórico». Al respecto, también se podría considerar la noción de «patrimonio de «tiempo de la memoria». La evaluación del pasado es central en la
la humanidad” que maneja UNESCO y analizar sus implicaciones dentro de las construcción de la memoria, sobre todo, en el diseño de las po
políticas multicultunles y universalistas. Ver además lo planteado por García líticas de la memoria. Así, la memoria se constituye en el campo
Canclini (1992) en su capítulo «El porvenir del pasado». de batalla en donde el presente debate el pasado como un modo
El lugar histórico —pienso en especial en aquellos lugares donde ocu
rrieran hechos principales de las gestas independentistas de América Latina—
funciona de hecho como un «espacio monumental” adonde se remite la me— Otro aspecto, que merecería un tratamiento más detenido del que po—
mona oficial que sacnhiza lo que e1 poder hegemónico entiende conio cons drenios hacer en este ensayo, lo presenta la memoria no registrada por la es—
titutivo del Estado—nación. La particularidad de este tipo de’ noiiuinentaliza— critura; es decir, la memoria oral y también la memoria fijada a través de lo
ción del espacio histórico» por el poder hegeiiióiiico resulta tisis clan cuando visual.
2i
se lo confronta con lo realizado por individuos de ia sociedad civil en relación La idea del «lugar desde donde se habla” (Achugar, 1994) es aun a lo
con sus vidas privadas. Al respecto. resultaría interesante considerar casos planteado por Walter Mignolo en relación con los «lucí de enunciación’ y a lo
como el irnv reciente de un grupo de ciudadanos argentinos —fannliares de planteado por Micliel de Certeau en relación con el ‘lugar donde se discute
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de construir el futuro. De ahí que tanto los niovintientos de «res frente a la «celebración neopopulista de lo existente y de los
tauración del pasado)> —a nivel politico en varios países del prejuicios elitistas que socavan la posibilidad de articular una
Cono Sur— corno de ((normalización del pasado)) —corno el perspectiva democrática» (1994:197—198) existe otro lugar, otro
realizado por Kohl en Alemania— tengan una peculiar atracción discurso, un lugar para el que sin embargo y corno ella dice:
para quienes no desean un revisión del pasado 22•
Lo anterior nos llevada al tema de la memoria nacional, de Dificilmente haya deunsiada competencia pan apropiarse del lugar desde
la nación y del posnacionahsmo y al de los lugares de la enun donde ese discurso pueda arricularse. A diferencia del pasado, donde mu
ciación de las políticas de la memoria.Y quizá más todavía, nos chos quedan hablar al Pueblo, a la Nación, a la Sociedad, pocos se desvi
llevada a discutir el lugar desde donde se formula el conoci— ven hoy por ganar esos interlocutores lejanos, ficcionales o desinteresados.
miento. Un lugar donde los distintos sujetos batallan o negocian (Sano, 1994: 198).
no sólo la memoria sino también el conocimiento; es decir, el
diseño de las políticas de la memoria que están indisolublemen ¿Desde dónde habla el intelectual latinoamericano hoy? Ha
te ligadas a las del conocimiento. bla desde un espacio preciso. Un espacio que no es sólo físico,
pues no todo es geografía. La «tierra)) es algo más que árboles y
calles, son árboles y calles que tienen un sentido dado por la
memoria. Pero la memoria del periférico —Ariel o Cahbán—
«EL LUGAR DESDE DONDE SE HABLA Y LAS POLÍTICAS ya no constituye el privilegio epistemológico del esclavo ç se
DE LA ACADEMIA» gún dice Appadurai, ya tampoco tiene sentido hablar de centro
y periferia (Appadurai, 1993).
No es novedad que el lugar y el tiempo desde donde se habla es Hay un paisaje y una localización que no son considerados
también el lugar desde donde se construye el conocimiento. por Appudarai y que necesitan ser explicitados y reivindicados.
Pero, ¿cómo y quién determina lo que es conocimiento? Me refiero al paisaje y a la localización de la memoria corno lugar
En la ciudad letrada, el intelectual o el letrado de Angel de construcción de la identidad, pero también del conocimiento
Rama (1984) tenía poder y serVía al poder de Próspero. Un y de las agendas político—sociales. Memoria plural, por supuesto, y
Próspero que habitaba la ciudad y que en cierto modo legitima que hoy en día representa para el intelectual latinoamericano el
ba la ciudad. En Beatriz Sarlo, el letrado o el intelectual ha sido mayor de sus desafíos pues no sólo no se trata de la memoria del
destronado; al menos el intelectual tradicional y el intelectual intelectual sino de las múltiples memorias que los múltiples nne—
orgánico. Los letrados ya no ocupan un único lugar como en la vos y tradicionales sujetos sociales defienden e intentan rescatar o
«ciudad letrada)) de Rama, ese lugar que era el «anillo protector preservar. Memoria o memorias que suponen, además, inexora
del poder [...] y el ejecutor de sus órdenes». Pan Beatriz Sarlo, bles olvidos y sobre todo imprescindibles negociaciones en torno
a los «olvidos elegidos)) y a los «olvidos impuestos’.
Sin embargo, como sostiene Habermas con referencia a la situación ale
22 Pero ¿no será que el debate entre memoria y olvido, la opo
mana posterior a la reunificación: «los 90 no son los 50. Pero la tentación de sición que esos térnúnos parecen imponer debe ser resuelto con
elegir modelos del pasado pan interpretar ci futuro parece imposible de wsis— la pregunta que propone Yerusbahni al final de sus «Reflexiones
dr. La ‘futuridad” del pasado pudo haber funcionado con creación autocons sobre el olvido»? Es decir, ¿no será ?si que «el antónimo de
214 Hugo Achugar REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

con el monumento y con las políticas del conocimiento? (Ye—


rushalmi, 1989).

FINAL

¿Existe una justicia del monumento? ¿Es posible una justicia en


nuestras sociedades democráticas que dé cuenta de la tensión en Achugar, Hugo (1994), Li biblioteca en minas. (Ensayos ailniraks sobre arte y
tre olvido y memoria? ¿Es el monumento la solución? ;El mo literatura), Montevideo:Trilce.
numento en homenaje a los detenidos/desaparecidos inaugura Appaduni,Aijun (1993), «Disjuncture and Difference in dic Global Cul
do no hace mucho en las laderas del Cerro de Montevideo tural Economy», en Bruce Robbins (cd.): Dic Public Phanthom, Miii—
cerrará/saldará la herida de la dictadura? ¿Será ese monumento neapolis: University of Minessota Press.
Benjamin, Walter (1996), Li dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre historia,
un «monumento consensuado» con sentido nacional o será con
Santiago: Lom Ediciones / AltoS.
siderado como «producto de una administración de izquierda’) a
Bbabha, Homi K. (1991), lije h’catio;j faihnre, Londres: Routledge.
pesar de que el Comité de honor que lo respaldó incluya figuras Cornejo Polar, Antonio (1994), Escribir en el aire: Ensayo sobre la hetero,genei—
intelectuales, políticas, religiosas, artísticas con un criterio am dad socio—cultural en las literaturas andinas, Unu: Horizonte.
plio e inclusivo? Certeau, Michael de (1995), A cultura no ji/ural, Campinas: Papirus.
El monumento en tanto materialización de la memoria —ya Englund, Steven (1992), «The Ghost of Nation Past’, enJonrnal of Alodeni
lo dijimos— es uno de los campos de batalla en que los distintos Histor» 64 (junio), pp. 99—320.
sujetos combaten por la construcción de su proyecto en función Epps, Brad (1996), «Estados de deseo: homosexualidad y nacionalidad
de sus particulares memorias. En ese sentido, operada del mismo (Juan Goytisolo y Reinaldo Arenas a vuela pluma)», en Revista Iberoa
modo que funciona la nación —es decir, como el espacio donde mericana, 176—177, diciembre.
combaten por la hegemonía distintos proyectos nacionales, co— García Canchm, Néstor (1992), Culturas híbridas. Estrategias ¡‘aríz entrar y sa
munitarios o regionales— y del mismo modo en que, según lir de la modernidad, Buenos Aires: Sudamericana.
Claudia Koonz, opera la memoria pública —es decir, como el Gillis, john (¡994), «1 ntroducdon», en John 1& Gillis (cd.), Conunemora—
tions. Dic Pol ities of Nátional Identfl1ç Princeton, Princeton University
lugar donde distintas memorias compiten por obtener la hege-.
Press.
monía—. Por lo mismo, tanto la evaluación de los distintos pasa
Habermas,jurgen (1994), Dic past as future: Vcrgangenheit als Zuk,mft IJnr
dos como la propuesta de los diversos frituros y el posiciona— gen Haberuias inren’ieived h1’ 3&hael Haller, Lincoln: University of Ne—
miento en relación con el poder determinan el tipo o los tipos bnska Press.
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inclusivos y excluyentes desde los que se habla núm. 2, diciembre.
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