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1. Introducción al Curso. Herramientas para educar en las


virtudes

Fuente: Herramientas para papás

Autor: Pilar Varela

¿Sabes cuál es la diferencia entre el barro y la Roca? Al barro, cualquier lluvia lo


diluye, cualquier torrente lo lleva por las mil veredas de los caminos, cualquier bache
de terreno, lo transforma en un charco; en cambio la roca se mantiene firme ante las
tempestades, se levanta como un baluarte después de una tormenta, como un desafío
al mar y ante la impetuosidad de las olas. Así son los hombres, flacos o fuertes, como
el barro y la roca.

Los primeros nos hablan de las debilidades, de apatías y comodidades, de dejar


llevarse por la contrariedad, la tendencia habitual de ir hacia lo más cómodo y de
sustituir lo mejor por lo más fácil. Nos hablan de esa inclinación a permanecer a
merced de las opiniones ajenas, a dejarse llevar por los sentimientos y las
depresiones, permaneciendo estancados, como charcos, frente a cualquier obstáculo.

Los hombres de Roca se mantienen firmes en medio de las dificultades, son fieles a sus
principios y objetivos en los ambientes más adversos, no pierden su identidad al
enfrentarse a las mareas contrarias de la opinión pública. Las turbulencias de la vida
no lo derrumban, sino que resaltan aún más su fortaleza.

Con razón el evangelio compara la vida de los hombres débiles y de los fuertes con
aquellos que edifican su casa sobre arena blanda e inconsistentes o sobre la roca, la
sólida y segura (Cfr. Mt 7, 23-27). ¿A qué clase de hombres perteneces? ¿Qué tipo de
hombres y de mujeres estás formando en tus hijos y alumnos: inconsistentes como el
barro o sólidos como la roca?

El Hombre es un ser maravilloso, rico de elementos diversos y formado por miles de


matices, que requieren atención y adiestramiento adecuados. Cuando está
armónicamente equilibrado, estructura una personalidad fuerte; y cuando está imbuido
de fe, conforma un hombre o una mujer íntegros, ordenados y rectos. Por el contrario
una persona que se deja llevar por sus sentimientos o por sus instintos, sin dejar que
la voluntad juegue el papel que le corresponde, internamente es desordenada, sin
armonía.

Quizás te estés preguntando, ¿realmente se puede lograr esta armonía en la persona?


Yo te respondo: piensa en los grandes hombres que a lo largo de la historia han sido y
siguen siendo auténticos guías de sus hermanos. No es necesario remontarse al siglo
XV, están a tu lado.

Contempla el ejemplo del recordado Juan Pablo II, que a lo largo de sus años de
pontificado demostró ser un líder y guía infatigable. Cuando se le vio o escuchó,
incluso después de su muerte, es recordado como un verdadero guía y amigo.
Se puede agregar otros nombres a nuestra lista de ejemplos: Madre Teresa de Calcuta,

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el rey Balduino, Tomás Moro…y ojalá en algunos años veamos escrito el nombre de tu
hijo o de tus alumnos.

¿Sueñas que tus hijos y que tus alumnos poseen una gran responsabilidad? ¿Que son
hombres y mujeres de una pieza, auténticos, maduros, coherentes con lo que creen y
con lo que obran? ¿Qué son hombres realizados y felices? Seguramente tu respuesta
es Sí, porque de lo contrario no estarías iniciando este curso…

José Luis Martín Descalzo, en uno de sus famosos libros escribe: “…No es cierto, como
muchos piensan, que la dicha puede encontrarse como se encuentra por la calle una
moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se construye,
ladrillo a ladrillo, como una casa”.

Nuestro propósito es ayudarte a formar en ellos una personalidad como la de esos


grandes hombres y mujeres. Queremos ayudarte a construir una casa sobre roca.
Pretendemos brindarte algunas herramientas que te sirvan para formar a tus hijos y
alumnos integralmente, con inteligencia, voluntad, carácter, sentimientos, conciencia
moral y religiosa, y hacerlo de una manera armónica.

Muchas veces los padres de familia y profesores pensamos que el amor a los hijos o a
los alumnos se demuestra dando todo lo que ellos quieren y hasta más e incluso, se
trata de evitar todo sufrimiento “para que sean felices”; pero con esto creamos
hombres sin estructura, sin voluntad, sin capacidad de sacrificio. El verdadero amor a
los hijos no es ése. El verdadero amor a ellos está en dejarles lo más grande que
poseemos, es darles las herramientas apropiadas para que puedan caminar triunfantes
por la vida.

Miguel Ángel Cornejo que un joven pidió a su padre que lo llevara a conocer la cima de
una alta montaña. El padre pensó en los grandes riesgos que esto implicaba y el
esfuerzo que costaba, por lo que rentó un helicóptero para llevar a su hijo al volcán. El
joven vio todo el paisaje, pero con poco asombro. Para apreciar mejor la experiencia,
debería haber escalado la montaña desde la madrugada, para que, al medio día,
después de haber alcanzado la cima sudoroso y agotado, hubiera disfrutado el gozo de
alcanzar la cumbre de la montaña con su propio esfuerzo. ¿No nos pasa eso también a
nosotros como padres de familia y como formadores? Por ello, en este sencillo curso
“Herramientas para educar en las virtudes”, te presentamos algunas de las virtudes
más importantes que servirán en la educación de tus hijos y de tus alumnos para
prepararlos ante la vida.

Quizá tú, como nosotros, has asistido a conferencias sobre estos temas o leído libros
de formación y te habrás preguntado qué más puedo hacer. Aquí no queremos dar
más teoría sino ayudarte a poner en práctica algunas formas concretas para la
formación de las virtudes y valores en tus hijos y alumnos. Recuerda que lo más
importante no es tanto el contenido intelectual que encuentres en este curso,
aunque te daremos suficientes documentos para ampliar el tema, ése no es el fin de
nuestro curso.

Lo más importante es hacer algo concreto para que tus hijos y alumnos sean
hombres y mujeres que sepan estar a la altura de los retos que la vida les
presente.

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Por último te recordamos dos puntos que siempre debemos tener presentes

1. Los hijos y/o tus alumnos son un tesoro que Dios te ha concedido y del que deberás
rendirle cuantas. Él es quién, a través de sus inspiraciones, va formando en cada uno
ese hombre que siempre ha soñado, de aquí la importancia de formar en ellos una
conciencia recta capaz de escuchar la voz de Dios y una voluntad sólida para siempre
responder Sí al plan divino.

2. La receta exitosa no existe, pero juntos podremos luchar por este mismo ideal,
mismo objetivo y misma meta.

Metodología de nuestras herramientas

En la vida diaria, cuanto más sofisticado es un utensilio, más complejo es su uso. Uno
no sabe por dónde comenzar a usarlo. El siguiente curso no causará estos quebraderos
de cabeza. No pretendemos que sólo obtengas un diploma, que es importante; la
mención honorífica la obtendrás viendo a tus hijos y alumnos formarse como esos
gigantes de los que ya hemos hablado.

La metodología que vamos a usar es la siguiente:

1. Las sesiones están divididas en siete envíos. Cada una describe la formación de un
aspecto de la persona, así como la virtud que la acompaña. Cada tema equivale a un
mes deformación (esto es para el momento de aplicar los consejos formativos con los
hijos o alumnos)

2. Autoanálisis. Al inicio de cada sesión te presentamos un cuestionario para analizar el


papel que representas como formador. Te ayudará a descubrir tus fuerzas y
debilidades en esta área específica de formación. Te recomendamos al final del curso
regresa al cuestionario y compara los resultados que has obtenido después de un mes
de trabajo constante aplicando las herramientas que te proponemos.

3. Señales de peligro. Una vez que hayas contestado las preguntas del autoanálisis,
encontrarás una breve explicación del área de formación y la virtud correspondiente.
Verás también “señales de peligro”, es decir enemigos o dificultades que los niños y
jóvenes podría encontrar en su existencia. Después te ofrecemos pautas muy prácticas
para lograr la formación de dicha área y virtud.

4. Propósito. Incluimos una serie de propósitos para que tus hijos y/o alumnos los
lleven a cabo, uno por semana, y así trabajen en esa virtud. Es conveniente que al
final de la semana hables con ellos para ver cómo han cumplido su propósito, qué
dificultades encontraron y determinar con ellos el siguiente propósito de la semana.

5. Autodiagnóstico. Si ya hemos evaluado a los chicos, es conveniente evaluarnos a


nosotros mismos en el papel de formadores. Responde nuevamente las preguntas del
cuestionario de autoanálisis y constata el progreso obtenido.

6. Escribe tus conclusiones en el foro. No se deben publicar tus respuestas al


cuestionario del autoanálisis ya que es un tema personal.

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Buen inicio de curso!!!

Ejercicio y tarea para esta sesión (las respuestas NO se publican en el foro es para
reflexión personal)

1. Para calentar motores iniciemos con una revisión personal ya que “nadie da aquello
que no tiene” y como nuestro objetivo es Formar a “hombres roca” ,es decir, la
búsqueda de un crecimiento integral de la persona según la concepción cristiana del
hombre (espiritual, humana, intelectual y apostólica social); se propone el siguiente
cuestionario

“Siendo un principio cristiano formar hombres dotados lo más completamente posible


en las virtudes y valores humanos, hay que trabajar asiduamente para obtener un
desarrollo humano integral que sirva de base sólida a la acción sobrenatural de la
gracia. Para lograr esa formación humana, debemos esforzarnos por alcanzar: el
conocimiento real y objetivo de sí mismos, de nuestras posibilidades y limitaciones; la
aceptación de sí mismos, que permita trabajar con realismo y serenidad en la propia
superación; el orden recto entre el mundo instintivo, los sentimientos y emociones, y
las facultades superiores de la inteligencia y de la voluntad; un carácter recio y una
voluntad iluminada por la luz de la razón y de la fe, clara en sus objetivos y tenaz y
decidida para conseguirlos; una conciencia rectamente formada.”
(Marcial Maciel L.C.)

Madurez humana y Social

1. ¿Me conozco a mí mismo (a)? ¿Me acepto como soy? ¿Trabajo con firmeza en
superar mis defectos? ¿Conozco mis cualidades?

2. ¿Conozco las exigencias de mi estado de vida: como hijo (a), esposo(a), padre
(madre), en mi trabajo profesional? ¿Las cumplo con agrado, dedicación, alegría y
sentido sobrenatural?

3. ¿Tomo en cuenta las necesidades y derechos de los demás? ¿suelo oponerme a las
iniciativas y entorpezco la labor del grupo?

4. ¿Soy una persona de voluntad o ante la mínima dificultad retrocedo? ¿Soy


pesimista? ¿Pienso frecuentemente en mis fracasos, en mis metas no logradas?

5. ¿Sé tomar decisiones o vivo de mis sentimientos? ¿Vivo por convicciones o de


acuerdo a las circunstancias de mi vida?

6. ¿Me dejo llevar por las costumbres de mi ambiente social o profesional o vivo de fe
y principios?

Madurez Intelectual

1. ¿Me preocupo por cultivar mi inteligencia? ¿Estudio y me capacito para superarme?

2. ¿Soy capaz de analizar las situaciones, los problemas? ¿Doy pronta solución?
¿Acepto las consecuencias de mis decisiones?

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3. ¿Soy capaz de pedir consejo? ¿O creo que tengo todas las respuestas? ¿Recurro a
personas que realmente pueden orientarme cuando lo necesito?

4. ¿Resisto los embates del medio ambiente, manteniéndome firme en mis principios?
¿Defiendo la institución del matrimonio, la familia, el derecho a la vida, los derechos
humanos?

5. ¿Mi actitud es firme y receptiva a la vez? ¿O soy inflexible e incapaz de escuchar y


tomar en cuenta otras ideas?

6. ¿Me preocupo y pongo los medios necesarios para adquirir una formación intelectual
adecuada a las necesidades de mi estado de vida?

Madurez Moral

1. ¿Cómo es mi conciencia? ¿Es recta, delicada, exigente? ¿O he permitido que se


vuelva laxa, confusa, escrupulosa?

2. ¿Me preocupo por formar mi conciencia? ¿Conozco los principios morales cristianos?
¿Consulto cuando tengo duda?

3. ¿Permito que el medio ambiente o lo que está de moda influya en mis criterios?
¿Claudico por comodidad, conveniencia, respeto humano?

4. ¿aplico mis criterios morales en mi vida diaria?

5. ¿Hay contradicción en mi vida entre lo que soy, lo que debo ser y lo que quisiera
ser? ¿Por qué?

6. ¿Soy sensible a la miseria que encuentro en el mundo?¿agradezco a Dios todo lo


recibido y estoy consciente de que algún día rendiré cuentas de todo lo recibido?
¿Promuevo con acciones concretas los valores cristianos?

Madurez Religiosa

1. ¿Son mis criterios los de Jesucristo? ¿Es la norma de mi vida cumplir su voluntad?
¿es él el sentido de mi vida?

2. ¿Conozco las enseñanzas de la Iglesia? ¿Estoy al tanto de sus directrices y las


obedezco?

3. ¿Vivo la realidad de ser parte del cuerpo místico de Cristo con responsabilidad,
entrega y generosidad?

4. ¿Conozco la doctrina social de la Iglesia? ¿La aplico a los diferentes campos en que
me desenvuelvo? ¿Procuro difundirla?

2. Comparte tus conclusiones de esta sesión en los foros del curso (SI se
publica en los foros)

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Preguntas que pueden ayudarte a formular tus conclusiones

¿Qué me ha parecido el tema?

¿Qué aplicaciones prácticas encuentro para mi vida, la de mis hijos o alumnos?


Algún comentario particular…

2. Inteligencia y la virtud de la prudencia.

Fuente: Herramientas para padres

Autor: Pilar Varela; Mayra Novelo

1. Formación de la Inteligencia. Virtud: La prudencia

“Piensa bien las cosas antes de decirlas”

Autoanálisis

Responde las siguientes preguntas a nivel personal y anota la calificación que


consideras tener en relación con la formación de tus hijos o alumnos. La notación es
del 1 al 10.

1. En la convivencia familiar y en el salón de clases ¿cada quien busca defender sus


propias ideas, aferrándose a ellas, sin dejar que los demás opinen?

2. Mis hijos y/o alumnos se dejan influir fácilmente por los demás, aún en situaciones
en las que no están bien?

3. ¿Buscan el porqué de las cosas? Se dar una respuesta o me muestro indiferente


pensando “son cosas de niños o de adolescentes?

4. ¿Se guardar los secretos y confidencias de mis hijos o alumnos, rápidamente los
difundo?

5. Cuándo mis hijos y/o alumnos emiten un juicio, ¿de qué manera lo hacen: como
chisme o con objetividad y respeto?

1. La inteligencia

La inteligencia humana como capacidad de captar la esencia de las cosas, constituye la


ventana del espíritu. Ella es el auriga (chofer) de la personalidad. Podemos decir que la
madurez de la inteligencia lleva necesariamente a la madurez humana, ya que el
desarrollo de la inteligencia implica el desarrollo de sus cuatro principales funciones:
analizar, sintetizar, relacionar y juzgar.

Analizar: descomponer con acierto un todo en sus partes. Analiza bien quien reconoce
el lugar al que pertenece una parte del todo. Por ejemplo al ver una película, se pone
atención a los personajes, las acciones, los diálogos…por separado para llegar después
a la conclusión.

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Sintetizar: Recomponer lo analizado; decir con exactitud y concisión una idea que se
encuentra expresada en muchas páginas. Sintetiza bien quien sabe formar un conjunto
a partir de elementos hallados en distintas fuentes y quien con agilidad sabe distinguir
lo esencial de lo accidental y periférico.

Relacionar: Comparar, distinguir y unir los diversos aspectos de una realidad hasta
formar en su mente un todo unitario.

Juzgar: es el culmen de la actividad del entendimiento. Juzga bien quien capta y


valora con objetividad la verdad encerrada en mensajes, problemas, situaciones
humanas, actividades; quien no se precipita en sus opiniones, quien no se contenta en
pensar como la mayoría, quien supera los prejuicios personales, familiares,
ambientales, culturales o sociales; quien busca la verdad de las cosas por encima de
su propio juicio.

2. Cualidades de la inteligencia

Es importante formar en los alumnos las cualidades que mejor definen una inteligencia
rica y potente como son:

• Capacidad de pensar con profundidad, de reflexionar para penetrar en la esencia de


las cosas.

• Claridad, precisión y rigor lógico

• Mente rápida, intuitiva y dinámica

• Pensar con objetividad e independencia sin que los sentimientos y emociones


influyan indebidamente sobre la capacidad de juicio

• Cultivar la flexibilidad contraria a la rigidez y a la terquedad.

No podemos pretender que todas las personas tengan parecida capacidad intelectual,
hay diversos grados y distintas características. Lo interesante es que cada quien
alcance el máximo desarrollo de sus propias cualidades intelectuales y que la
inteligencia se encause a la búsqueda de la verdad. Para ello debemos procurar una
preparación sólida, profunda y selecta, que nos permita conocer adecuadamente las
verdades de la fe y de la moral cristiana, los problemas del mundo y las corrientes
culturales de la época. A demás es necesario combatir la pereza y la mediocridad
intelectual, que restan eficacia a nuestro trabajo y formación.

La inteligencia se mide por la consistencia de las ideas. Bajo este parámetro podemos
comparar al hombre con el barro y la roca.

• Los hombres los débiles, no tienen una estructura mental propia. Como el barro,
adquieren una forma esculpida por un agente exterior, se moldean bajo cualquier
forma, quedan marcados por cualquier huella; se asemejan al recipiente donde lo
depositan, sufren el desgaste de cualquier viento de la opinión, las circunstancias
(tiempo, lugar, ambiente) pesan más que ellos mismos y se resignan a no tener voz, a
ser apenas un eco. Los hombres de barro no deciden, son manipulados, son borregos.

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• Los hombres fuertes son siempre iguales, son siempre ellos idénticos consigo
mismos; no se dejan manipular. Ellos son los protagonistas de su propia biografía.

¿A qué tipo de persona perteneces tú?

¿A qué tipo de personas pertenecen tus alumnos?

¿Tienes un punto sólido y convicciones fundamentales?

3. Formación de la inteligencia

No se puede enseñar sino en gerundio, es decir, llevando a la persona a hacer por sí


misma la experiencia. Debe aprender a pensar, pensando; a analizar, analizando, etc.
Y nuestra tarea principal como formadores es ayudarles a reflexionar continuamente.

Sin embargo, la finalidad de la formación de la inteligencia, es que esta se convierta en


la facultad que guíe a la persona. Si analizamos el ambiente que nos rodea, sobre
todo, el ambiente con que se tienen que enfrentar nuestros alumnos, nos damos
cuenta que vivimos en un ambiente donde todo se capta mediante los sentidos, así, lo
que más llama la atención, lo que más agrada, lo que más gusta o satisface, lo que
provoca cierto placer, lo que se antoja en el momento, eso, eso es lo que se elige. Por
ello es importante enseñar al alumno a que sea su razón, bien formada e iluminada por
la fe, la que señale el camino a seguir siempre y no los sentimientos, los gustos o las
pasiones.

Una acertada formación de la inteligencia no consiste sólo en la adquisición


cuantitativa del saber, lo que podríamos llamar la acumulación de la información, sino,
en el uso adecuado de la razón, en la penetración de la verdad buscada por encima de
todo, en la capacidad de emitir juicios rectos y equilibrados sobre sí mismos, las demás
personas, los acontecimientos de la historia de la sociedad y de la cultura.

Tú labor principal como formador será:

• Presentar a los alumnos criterios claros que iluminen su mente. Darle siempre
razones, es decir, explicarles el porqué de las decisiones que como adultos tomamos,
de tal manera que ellos las comprendan y las asimilen.

• Ayudarles y enseñarles a reflexionar e interiorizar para que estén atentos en lo que


deben hacer cada momento y sepan el por qué deben hacerlo. El hábito de pensar en
las causas y consecuencias de nuestros actos es un hábito que se ha perdido
actualmente.

• Enseñarles a buscar la verdad, que ellos sepan dar razones de sus actos y encontrar
la verdad.

4. Señales de Peligro

Algunos peligros o deformaciones en los que pudieran caer nuestros alumnos.

Afán de intelectualismo: Es la característica de las personas que prefieren convivir

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más con los libros que con sus semejantes. Hay que encausar ese sano deseo de
adquirir conocimiento para que no caigan en el peligro de aislarse del mundo que les
rodea, en una forma de asilamiento personal.

Racionalismo autosuficiente: Características de aquellos que buscan medir y


valorar todo exclusivamente en función de sus razonamientos y conocimientos,
mostrándose autosuficientes y apegados a su propio juicio.

Complejo cartesiano: Es la característica de las personas que dudan de todo. Viven


en la incredulidad, la confusión y la desconfianza.

Pereza: Típico peligro en el adolescente. Es simplemente evitar todo esfuerzo que


implique razonar.

Mediocridad intelectual: no poner esfuerzo al hacer las cosas.

Irreflexión: Creer todo aquello que se oye y se ve sin reflexionar en la objetividad de


las cosas.

Imprudencia: actuar precipitadamente impulsada por la pasión o deseo de decir lo


que se sabe o piensa sin considerar personas, circunstancias y momentos.

Negligencia: perder el tiempo, no ejecutar lo que se debe hacer en el momento.

5. La Virtud de la Prudencia

La prudencia es una virtud cardinal que se manifiesta en un pensamiento o juicio


maduro, no improvisado ni precipitado; con la finalidad de evitar un mal o conseguir
un bien, para el cual el hombre pone todo su empeño.

Los grandes filósofos la llegaron a llamar ciencia y sabiduría, alma y mente del mundo.
El discernimiento entre el bien y el mal es propio de los hombres maduros y
experimentados.

Es la virtud que guía y encausa a las demás virtudes cardinales. Y esto,


evidentemente, es el acto de la razón, no del sentido ni del apetito. El hombre
prudente equivale al hombre hábil, competente, docto y sabio.

La prudencia es como la fuente y raíz de todas las virtudes, reside en la inteligencia.


En ella se distinguen cinco etapas: juicio, deliberación, ordenación, dispensación
y moderación.

Juicio, mediante este distinguimos las cosas lícitas de las ilícitas, segregando lo bueno
de lo malo.

Deliberación, de lo mucho que hay lícito, elegimos lo útil de lo inútil; discernimos


entre lo cómodo y lo incómodo. Nos retrae siempre de las cosas inútiles

Disposición, elegimos y ponemos todo en orden sin dejar nada confuso.

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Dispensación, distinguimos lo oportuno de lo inoportuno, considerando las
debilidades humanas.

Moderación, observamos en todo una digna honestidad, distinguimos entre lo


moderado y lo inmoderado

¿Qué se necesita para ser prudente?

Reflexiona: Esfuérzate por pensar bien sobre lo que vas a hacer. Analiza las
consecuencias, responsabilízate de ellas, valora diferentes opciones. No decidas lo
primero que se te viene a la cabeza.

Posee valores: Para ser verdaderamente prudente, tenemos que tener nuestros
valores muy bien establecidos. Si para mí no es un valor decir la verdad, ¿cómo seré
prudente cuando me vea tentado a mentir?

Conoce criterios rectos y verdaderos: Si soy cristiano, he de conocer los criterios


que Jesucristo quiere que yo viva en mi vida, para que las decisiones que tome sean
conforme a ellos. Por ejemplo, si no conozco ni aprecio los mandamientos de la Ley de
Dios, ¿cómo he de decidir ante las circunstancias de la vida? ¿Cómo sabré si el
divorcio, el adulterio o el aborto son buenos o malos, si no conozco lo que Dios piensa
de ellos? ¿Cómo podré ser honrado, honesto, veraz si desconozco los criterios del
Señor sobre ellos?

Acrecienta tu fuerza de voluntad: Sucederá que conoces qué valores son los que te
acercan a Dios, los criterios que el mismo Dios te da, pero, ¿cómo decidir conforme a
ellos si tienes una voluntad débil que se deja vencer por las tentaciones? ¿Cómo vas a
decidir luchar en contra del pecado si tu voluntad es de papel? Y cuando las pasiones
te ataquen, ¿cómo guardarás la serenidad para reflexionar si tu voluntad es débil?

6. Cómo formar en la virtud?

Algunos consejos prácticos que pueden ayudar a formar esta virtud. De esta manera
podemos ayudar a nuestros alumnos a dar paso a realizaciones efectivas, al amor
sincero, al servicio abnegado, siguiendo siempre la consigna de “decir poco y hacer
mucho”.

• Crear oportunidades para la buena lectura

• Vigilar el tipo de información que los alumnos reciben a través de la televisión,


películas, Internet. Tratar de presentar los argumentos verdaderos ante las ideas
recibidas por estos medios. Analizar algunas escenas de los programas que ellos ven
con mayor popularidad.

• Fomentar juegos de destreza menta

• Aprovechas los momentos de convivencia para enseñarles a reflexionar antes de


hablar, a medir las consecuencias de sus palabras, a expresar sus comentarios con
argumentaciones.

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• Crear en torno a ellos un clima de confianza y apertura para que no sientan temor de
plantear sus ideas o manifestar sus inquietudes.

7. Propósito

Te presentamos una serie de propósitos para proponer a los alumnos para que los
dispongan como pequeñas metas o retos a conquistar cada semana.

- Saber observar bien: quien se detiene a observar, podrá reconocer lo bueno y lo


malo.
- Saber distinguir entre lo que sucedió y lo que dice la gente que sucedió.

- Saber distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es.

- Saber buscar bien la información que me permitirá decidir bien.

- Saber analizar las consecuencias de algo que van a decidir.

- Saber dominar mis enojos para ver con serenidad la realidad.

Ejercicio y tarea de la sesión

1. Como ejercicio personal en cada elección de estos días aplica los siguientes
pasos: (No se publica en los foros)

a. Detente un rato: antes de decidir, piensa qué es lo que más te conviene. Si es


necesario, haz una lista de pros y contras, o busca consejo con alguien preparado y de
confianza.

b. Emite un juicio: cuando tengas bajo tu vista todas las opciones, determina cuál es la
mejor. Al hacerlo, no pienses sólo en lo que más te agrada, sino en lo que más te
ayuda a realizarte integralmente.

c. Elige y lánzate: La elección es la determinación firme de conseguir un fin. Por ello,


una vez elegido algo, lánzate a su conquista llevándolo a buen término.

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Lección 3. Formación de la Conciencia y la virtud de la
Sinceridad.

Fuente: Herramientas para papás

Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo

Sesión N ° 3

Formación de la Conciencia y la virtud de la Sinceridad

“Decir siempre la verdad”

Autoanálisis:

Responde en privado las siguientes preguntas

1. He enseñado a mis hijos y alumnos a escuchar la voz de la conciencia para saber


qué hacer y cómo comportarse en cada momento?

2. ¿Con frecuencia se dejan llevar por sus gustos y caprichos o son fieles a la
conciencia?
3. ¿Suelo consentir los caprichos y acepto que hagan lo que quieran con tal de no
discutir?

4. ¿Hablan siempre con la verdad o mienten con facilidad por quedar bien con los
demás, para evitar un castigo o por conseguir el permiso que quieren?

5. Cuando los hijos o alumnos dudan de cómo deben actuar, ¿puedo estar tranquilo
porque sé que le preguntarán a quién pueda orientarlos, o temo que actúen sin
consultar y después lleguen a arrepentirse por las consecuencias?

Tema: La conciencia

Para introducirnos en esta materia, primero debemos explicar cuáles son los niveles de
conciencia:

Conciencia metafísica. Es aquella mediante la cual la persona es capaz de volverse


sobre sí misma y verse como un ser inteligente, libre, espiritual, y a la vez, material.

Conciencia psicológica. A través de ésta la persona percibe su propio yo. Ya sea como
un objeto actual de su conocimiento o como sujeto de toda acción que realiza en el
mundo. Es la percepción del actuar propio: soy consciente de que estoy haciendo eso
(autoconciencia).

Conciencia moral. Capacidad de percibir el bien y el mal, y de inclinar la voluntad a


hacer el bien y evitar el mal. “Conciencia es la inteligencia humana cuando juzga
prácticamente sobre al bondad o maldad de los actos humanos”. Es la percepción del
valor moral de mi acción. Sobre ésta nos referiremos en adelante.

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La conciencia es la voz interior que nos dice cuando una acción es buena o mala; es el
centro de la persona y el guía de su obrar natural. La conciencia es el núcleo más
secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo
más íntimo de ella” (CIC # 177).

Así como por nuestra inteligencia somos capaces de juzgar las cosas- declaramos por
ejemplo, que esta pared es blanca o negra-, con nuestra conciencia juzgamos que una
acción es buena o mala: es buena si está conforme a la voluntad de Dios o con su ley
divina, y es mala si so está conforme a su voluntad o a sus mandatos. La conciencia
moral se expresa a través de juicio que nos indica “hay que hacer el bien y evitar el
mal”. A este juicio solemos llamar o Voz de la conciencia. Es aparentemente simple,
pero esto tiene una importancia trascendente, pues de este juicio depende la
moralidad de nuestros actos y nuestro valor como personas humanas.

La conciencia tiene una función parecida a una brújula para navegantes: indica dónde
te encuentras y hacia dónde hay que seguir. La brújula marca hacia el Norte; la
conciencia señala hacia el bien. Sin embrago, la brújula se puede alterar ante la
presencia de una gran cantidad de hierro; la conciencia también se puede modificar
debido al ambiente, por la propia comodidad o por dejarnos llevar por los gustos. De
ahí la importancia de encausarla constantemente.

Funciones de la conciencia

Percibir el bien y el mal como algo que puede hacerse o evitarse. Por ejemplo: un
joven es invitado a ver una película pornográfica, si tiene una conciencia encauzada al
bien, se dará cuenta de que es un mal verla, pero si no, justificará diciéndose “el sexo
es humano y todo el mundo lo ve”.

Impelar a hacer el bien y evitar el mal. Por ejemplo, en el primer escenario sentirá la
fuerza para elegir “no voy a ver la película” mientras que en el segundo dirá “voy”.

Emitir juicios sobre la bondad o maldad del hecho. Ante un acto bueno habrá
aprobación y paz; en un acto malo habrá remordimiento y desaprobación.

Pasos que sigue nuestra conciencia

• Advierte: Antes de un examen pensará “está mal copiar en un examen”.


• Recuerda: durante el examen dirá “no debes copiar está mal”.
• Sentencia: Después del examen sentirá remordimiento o aprobación “hiciste mal, no
debiste copiar” o “hiciste bien es mejor no copiar”.

Reglas generales de la conciencia

• El fin no justifica los medios: no está permitido hacer el mal para obtener un bien.
• Regla de oro: “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”.
• La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia.

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Normas básicas del comportamiento de la conciencia

• Hay obligación grave de formar rectamente la conciencia de acuerdo con la ley


moral.

• Es necesario actuar siempre con conciencia recta; se debe poner todos los medios
para salir de la duda o del error.

• La conciencia culpablemente errónea actúa siempre con pecado. Por el contrario,


actuar con conciencia errónea no culpable, no es pecado.

Tipos de conciencia

• Escrupulosa. Ve pecado en casi todo lo que hace; desconfía del perdón de los
pecados en el sacramento de la penitencia.

• Laxa. Niega o aminora el pecado donde lo hay, ante las faltas sabe encontrar
justificaciones, recorta la conciencia a una medida cómoda.

• Dudosa. Vacila sobre la bondad o maldad de una acción, juzga con temor a
equivocarse o no se atreve a juzgar.

• Cierta. Da su dictamen con seguridad y sin miedo a equivocarse.

• Recta o verdadera. Coincide con la voluntad de Dios, no se equivoca. La conciencia


es recta si el juicio que forma acerca de la bondad o la malicia del acto es conforme a
la ley moral objetiva.

• Falsa o errónea. Cuando la conciencia emite un juicio que no concuerda con la norma
objetiva. La conciencia puede estar afectada por ignorancia y puede formar juicios
erróneos sobre sus actos, se equivoca. Esta ignorancia puede ser:

- Venciblemente errónea. Si hay posibilidad moral para salir del error, en cuyo caso la
persona se hace responsable de la acción por no poner los medios para superar el
error.

- Invenciblemente errónea. Cuando no hay posibilidad moral para salir del error. Si,
por el contrario, la ignorancia es invencible, el mal cometido por la persona puede
serle imputado. Pero no deja de ser un mal. Por lo tanto, es preciso trabajar por
corregir la conciencia moral de sus errores (CIC # 1793)

Formación de la Conciencia

El árbitro de un partido no ha hecho el reglamento del deporte que atiende,


simplemente lo aplica: dice si las jugadas están de acuerdo con el reglamento o no. Lo
mismo sucede con nuestra conciencia, no hace la ley que regula nuestra vida (ésta es
la ley de Dios), ni tampoco hace que nuestras acciones sean buenas o malas. Tan sólo
lo declara. Es un aviso, una voz, un recuerdo.

Pero no cualquier persona puede arbitrar un partido. Se necesita conocer bien el


reglamento, estar dispuestos a ver cómo se realizan las jugadas y tener la suficiente
capacidad para tomar oportunamente las debidas decisiones. Es evidente que los

15
árbitros tienen que formarse. Una decisión equivocada puede traer fatales
consecuencias en algún jugador o en todo un equipo.

La conciencia es el árbitro de nuestra vida, debemos decirnos con seguridad lo que


está bien y lo que está mal. De ella depende una gran parte del éxito de nuestra vida:
la salvación eterna. Por ello hay que formarla recta y madura, temerosa de Dios,
abierta siempre al bien y a las inspiraciones del Espíritu Santo, capaz de discernir lo
bueno de lo malo y de la mentira, evitando la falta de sinceridad y de autenticidad. La
formación de la conciencia es una tarea para toda la vida

El tema de la conciencia es de capital importancia en la formación de los hijos, de los


alumnos y de toda persona en general, por estar tan estrechamente relacionado con la
percepción y realización práctica de los valores morales. La conciencia descubre el
valor moral de los actos humanos, el mundo ético.

Por ejemplo. En un juicio hay un testigo que ha viso la acción que se juzga, hay un
juez que emite una sentencia y hay una ley respecto a la cual se juzgan los hechos.

Todos estos elementos están en la conciencia. Hay una ley dada por Dios, el testigo y
juez es la misma conciencia, sólo que este juez antes de que obremos, nos ofrece unos
medios para que no nos equivoquemos de camino. La conciencia no sólo juzga las
acciones malas, también las buenas y no juzga las ajenas, sino las propias.

Como formadores, debemos buscar los medios necesarios para lograr una conciencia
equilibrada y sana en nuestros alumnos e hijos, que les haga capaces de guiarse por la
recta razón y no por los caprichos personales, que les haga hombre y mujeres rectos,
nobles, honestos y coherentes con sus propios principios. Una conciencia rectamente
formada garantiza la realización personal.

Señales de Peligro

• Mentir. Decir algo contrario a la verdad con intención de engañar. Es la ofensa más
directa contra la verdad. Hablar u obrar contra la verdad para inducir al error a quien
tiene derecho de conocerla.

• Maledicencia. Hablar mal de una persona. Manifestar sin razón objetivamente válida,
los defectos y las faltas de otras personas.

• Calumnia. Dañar la reputación de otros diciendo mentiras.

• Hipocresía. Ser doble; decir por un lado una cosa y por detrás otra. Es asesina de
toda verdad y rectitud de vida.

Empezamos a deformar la conciencia cuando admitimos a sabiendas pequeñas


transgresiones a los deberes de nuestra vida cotidiana, a nuestros compromisos con
Dios y con el prójimo.

Virtud de la Sinceridad

La sinceridad es decir y actuar siempre con la verdad. Decir las cosas como son, sin
inventar, agrandar o quitar. La sinceridad siempre trae paz y libertad.

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Es fundamental comprender el valor de la integridad, es decir, de la transparencia y de
la sinceridad; comprender lo triste que es vivir con máscaras, con divisiones, con
dobleces o hipocresías.

Medios para cultivar la virtud de la sinceridad

• Procurar una identidad congruente cada vez mejor entre tu fe y tus obras. Si hay
unión entre lo que piensas y lo que crees, entre lo que dices y lo que haces, estás
siendo una persona auténtica.

• Mantener la fidelidad a la palabra dada.

• Evitar ambivalencias de cualquier género.

• Actuar siempre con la conciencia rectamente formada en los principios éticos de la


recta razón y en los principios cristianos del evangelio.

El que por hábito falta a la sinceridad, acaba por engañarse a sí mismo. La sinceridad
empieza en la mente, piensas el qué decir, a quién decirlo, etc. Esto se va convirtiendo
en un mal hábito, de modo que tu mismo empiezas a creer en tus propias mentiras. Es
como una bola de nieve que cada vez se hace más grande. Estas manifestaciones de
insinceridad hacen al hombre odioso ante Dios, causa repugnancia a los hombres y
produce insatisfacción personal.

Si notas que siempre hay congruencia entre lo que tu hijo o tu alumno piensa y lo que
cree, lo que dice y lo que hace, puedes estar seguro que va adquiriendo esta virtud.
No hay mejor tesoro que puedas dejar a tus hijos ni mejor herencia, que una
conciencia rectamente formada y una sinceridad inquebrantable. Con estas dos armas,
puedes estar seguro que llegarán a su meta, a cumplir su ideal y a realizarse
plenamente como personas.

Para ayudarte en esta ardua labor, te presentamos algunos consejos para formar en la
virtud de la sinceridad. Como dijimos en la introducción, nadie da lo que no tiene, y si
queremos construir esta virtud, primero ellos deben ver en nosotros un sincero deseo
y un esfuerzo real de trabajo por su conquista.

Claves para formar en esta virtud

• Aprender a escuchar la voz de la conciencia y obedecerla siempre.

• Conocer las enseñanzas del magisterio de la Iglesia.

• Estudiar el catecismo

• Aprender a orar para escuchar la voluntad de Dios.

• Confesión frecuente (sincera y profunda)

• Acudir a un director espiritual

• Hacer un examen de conciencia diario antes de acostarnos

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• Reflexionar antes de actuar

• Asumir las consecuencias de nuestros actos

• Procurar vivir de acuerdo con lo que creemos

• “Que tu sí sea sí y tu no sea no”.

• Cumplir siempre lo que prometemos.

¿Cómo formar en esta virtud?

• Enseñar a asumir las consecuencias de sus actos. Todo acto bueno conlleva una
consecuencia positiva, todo acto malo un resultado negativo.

• ¡Mucho cuidado con las mentiras! Motivar a que siempre digan la verdad, aunque ello
les cueste trabajo. Date tiempo para preguntar y saber escuchar, así irás afinando su
conciencia.
• Recuerda que eres formador de tus hijos y de tus alumnos, no te conviertas en su
“cómplice” al concederles o conseguirles permisos que ya le habían sido negados.

• Confía mucho en ellos, pero sé también su “ángel de la guarda”: vigila sus reuniones,
amistades, salidas, los programas que ven, pero sin que se sientan “perseguíos”.
¡Vigila siempre!

• Muéstrate dispuesto al diálogo para que no teman decirte las cosas, muéstrate
comprensivo y bondadoso pero sin dejar de exigir. Sé suave en la forma, pero firme en
el fondo.

• Procura formarles la conciencia a través de los medios que nos proporciona la


Iglesia: sacramento de la confesión y la doctrina

• Cuida las películas que ven y los libros que leen. Busca todo aquello que tenga
valores y muestre con claridad el bien. Si dudas de la doctrina o ideología de un libro
pregunta a quien puede orientarte.

• No dejes pasar ninguna oportunidad para formar su conciencia: conversaciones,


llamadas de atención, diversiones, etc.

Propósitos
Te presentamos algunos propósitos para vivir este mes.

Primera semana: Diré la verdad en todo a mis papás, maestros y amigos, aunque esto
me cueste, no cambiaré ni aumentaré nada a la versión original.

Segunda semana: Prepararé una buena confesión para poner mi vida delante de Jesús
con toda sinceridad.

Tercera semana: antes de dormir haré un examen de conciencia para reconocer las
obras buenas que hice hoy y las negativas.

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Cuarta semana: estaré atento para sólo mirar, leer y escuchar lo que me hace bien y
que van de acuerdo a mis principios y valores.

Tarea y ejercicio de esta sesión:

1.- Cuestionario personal (No se publica en los foros)

Es necesario cultivar una sinceridad a toda prueba en nuestras relaciones con Dios y
con los hombres, manteniendo la fidelidad a la palabra dada, evitando ambivalencias y
divisiones interiores de cualquier género y procediendo con una conciencia rectamente
formada en los principios cristianos del evangelio.

(P.Marcial Maciel L.C.)

1. Las decisiones que tomo en momentos de mayor claridad y de reflexión seria y


profunda, ¿las mantengo día a día en mi vida? ¿las toma en conciencia ante Dios?

2. ¿Se tambalean mis convicciones ante las dificultades, las tentaciones, las
oportunidades y las fluctuaciones de mis sentimientos?

3. ¿Consiento pequeñas insinceridades porque creo que no tiene mayor importancia?


¿tengo el vicio de decir siempre mentiras? ¿Miento para quedar bien con los demás?
¿Me justifico?

4. ¿Quiero mejorar sin poner los medios y sin estar dispuesto (a) a pasar por la prueba
de la fidelidad diaria?

5. ¿Soy sincero y firme en los propósitos de mi vida espiritual?

6. ¿Suelo ser superficial en los momentos en que debo tomar decisiones importantes?
¿Soy fiel a la palabra dada?

7. ¿Busco aparecer ante los demás de modo distinto a como soy realmente?

8. ¿Coincide siempre lo que pienso con lo que digo de los demás?

9. ¿Busco la verdad cuando defiendo una opinión? ¿sé reconocer mis errores?

10. ¿Vivo mis deberes de estado y hago apostolado con deseo sincero de ayudar a los
demás?

11. ¿Tengo valor de asumir la responsabilidad cuando he faltado en algo? ¿Se


reconocer mis limitaciones personales?

12. ¿Reconozco las cualidades de los demás y su competencia en los diversos campos?

13. ¿Inculco a mis alumnos esta virtud? ¿soy consciente de que la insinceridad se
puede convertir en un vicio que deforma la conciencia del bien y del mal?

2. Comparte tus conclusiones de esta sesión en los foros del curso


Preguntas guías

¿Qué me ha parecido el tema?

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Lección 4. Formación de la Voluntad y la Fortaleza. Curso

Herramientas para formar en las virtudes

Fuente: Taller para padres

Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo

“No es más fuerte el que nunca cae, sino el que siempre se levanta.”

Autoanálisis:

¿Pienso que sin abnegación y sacrificio se pueden alcanzar grandes metas?


¿Si algo me molesta se lo ofrezco a Dios? ¿me muestro molesto (a) e impaciente ante
todo aquello que me mortifica? ¿Es norma en mi conducta el hacer lo que me agrada y
es cómodo?

¿Creo que en lo primero en que debo esforzarme es en el cumplimiento de mis deberes


personales, familiares y profesionales? ¿O, descuidando éstos, me dedico a las cosas
que más me agradan?

¿Hago las cosas con mayor exigencia sólo cuando me ven? ¿Actuó por plena
convicción, porque es una meta que quiero lograr?

¿Necesito con mucha frecuencia una palabra de ánimo para seguir adelante? ¿O me
basta la conciencia y la voluntad?

Cuando fracaso o me va mal en algo ¿el mundo se me cae encima? ¿Busco hacer
nuevo esfuerzo de superación y no me dejo llevar por el sentimiento de derrota?

¿Cualquier actitud de los demás que no concuerda con lo que me agrada, ¿me
desconcierta y enfada? ¿resto importancia a estas pequeñas contrariedades?

¿Domino mi temperamento cuando practico algún deporte o juego? ¿Sé ganar con
equilibrio? ¿Sé perder con nobleza? ¿Tengo dominio en mis palabras? ¿y cuando
compiten mis hijos y/o alumnos?

La Voluntad

Wilma Rudolph, una joven norteamericana con apenas 20 años, participó en la carrera
de los 100 metros en las Olimpiadas de Roma en 1960 y rompió el récord mundial
femenino con un tiempo de 11 segundos. Pero lo más sorprendente es que Wilma
padeció escarlatina y neumonía doble, y quedó paralítica. Durante dos años uso silla
de ruedas y durante cinco muletas. Aquella niña sólo pensaba y quería una cosa: ser
como las otras niñas. Se esforzó tanto, en durísimas sesiones de recuperación, que
consiguió no sólo correr como las otras, sino convertirse en la quinta mujer, que en la
historia de los juegos Olímpicos, llegaba a ganar los 100 y 200 metros en las mismas

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Olimpiadas.

Lograrlo le exigió centenas de pequeñas luchas, millares de pequeños sacrificios


adicionales que, progresivamente la llevaron a concluir la maravilla de un milagro
humano. El avance de un milímetro le daba la posibilidad de avanzar otros dos; una
diminuta capacidad adquirida despertaba otra, por supuesto después de muchos
intentos y fracasos. Es así como un deseo fuerte y apasionado consigue realmente una
victoria alta y grande.

Una vez Santo Tomas de Aquino fue abordado por una de sus hermanas, que le
preguntó qué era necesario hacer para ser santa. Santo Tomás le respondió sólo una
palabra: “querer”. No añadió más. Sabía lo que decía. Sabía que Dios desea que todos
seamos santos y , por tanto concede las gracias necesarias en cada momento. Pero es
preciso corresponder. Y la correspondencia a la gracia comienza con un querer. No un
querer cualquiera, sino por un querer firme de la voluntad.

Muchos hombres no pueden porque no quieren. Y no quieren, no porque les falte


capacidad, sino porque tiene la voluntad paralítica. Son hombres de gelatina. El querer
no puede ser un querer de “quisiera”, debe ser un querer decidido, que surge desde lo
más profundo de la personalidad. Cuando decimos que no podemos o cuando después
de muchos intentos, desistimos y atribuimos el desistimiento a la falta de condiciones
personales o a mil obstáculos reales o imaginarios, ¿inmediatamente pensamos que el
problema real no está ahí, en estos motivos, sino aquí, en nosotros mismos, en la falta
de fuerza de voluntad?

En la vida diaria nos suceden muchas cosas entre las cuales debemos elegir y actuar. A
veces nos quedamos a medias. ¿ Dónde está el secreto para tener buenas decisiones,
para mantenernos y terminar nuestras obras? En la Voluntad, ella es el centro de la
personalidad.

La voluntad es una facultad superior del hombre capaz de llevar a la práctica un


propósito o acción. Nos mueve a hacer un proyecto, pieza clave del edificio de la
personalidad, con ella el hombre logra ser dueño de sí mismo.
La voluntad es como el timón de mando. Pero este timón, esta facultad se forma, se
conquista. Es como un músculo: si lo ejercitamos haciendo pequeñas actividades que
requieran cada vez mayor esfuerzo se hará fuerte, de lo contrario se debilitará
paulatinamente. Si la voluntad no decide y ejecuta, las buenas ideas no sirven.
“La Voluntad es la piedra angular del éxito en la vida y uno de los más excelentes
rasgos de la personalidad: hace al hombre valioso y le permite lograr sus objetivos.
Pero la voluntad necesita ser educada; no se alcanza porque sí, sino tras la lucha por
cosas pequeñas, una y otra vez. La mejor manera de fortalecerla es a través del
orden, de la constancia y de la disciplina, con alegría. La voluntad es una joya que
tiene venta en cualquier mercado. Una persona que la posee llega en la vida más lejos
que una persona inteligente, porque consigue lo que se propone”.

Algunos males que más dañan al hombre es la debilidad de voluntad y la inconstancia


en el trabajo. Porque aunque la inteligencia nos ilumina, la memoria nos recuerda y la
fe nos enseña, el actuar o no actuar como hombres libres y creyentes, honestos y
rectos, depende del grado de finura y robustez que hayamos obtenido en la voluntad.

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Pasos que sigue la voluntad

Quiero hacer algo: fin y meta

Pienso si me conviene o no: reflexión

Decido qué es lo que voy hacer: decisión

Actúo: ejecución

Formación de la voluntad

¿Cómo formar la voluntad? Pues mira, mi mamá tenía una frase mágica, que era:
“Véncete hijita; domínate, no te dejes llevar”. Inclusive cuando veía a los nietos
siempre repetía “Hija, enseña a tus hijos a que se venzan”.
Formar la voluntad significa, ejercitarla en querer el bien, en quererlo con presteza y
eficacia, con constancia, y esto sólo se logra polarizándola por el amor a un ideal, al
buscar con convicción la coherencia de vida entre lo que uno es y lo que se piensa; el
buscar con esmero tomar decisiones prudentes y opciones definitivas e irrevocables
ante todo lo que se debe hacer en la vida, al buscar el trabajo eficaz y ordenado.

Debemos formar una voluntad fuerte para que pueda gobernar sobre las demás
facultades, y sobre todo hacerla dócil para obedecer a Dios.
Es importante que los alumnos comprendan que no se es más libre cuando se hace lo
que dicta el capricho, sino cuando se tiene la capacidad de elegir aquello que nos hace
mejor persona, cuando se aspira a los ideales altos. No será fácil hacérselos
comprender, ya que nuestra cultura y ambiente nos enseñan precisamente lo
contrario. Los jóvenes creen ser más libres cuando más permisos obtienen o cuando
hacen lo que quieren un mayor número de veces. Sin embargo la vida misma nos va
enseñando que quien tiene voluntad es más libre y puede llevar su vida donde quiera,
no hacia donde el ambiente les obligue a ir.

Pasos para lograr esta formación

1. Polarizar la voluntad por el amor: querer libremente. Tener muy claro a donde se
quiere llegar.

2. Enseñar que un bien mayor exigirá siempre renunciar a otros bienes.

3. Enseñar a renunciar a la satisfacción que produce lo urgente

4. Hacer una política de pequeños vencimientos

. Hacer las cosas que no dan ganas, con la mayor prontitud

. Hacer primero las tareas difíciles

. Cuando se ha terminado una tarea u obligación siempre hacer “algo más”

. Buscar un acto de renuncia (comida, en el trato con los demás, en las cosas que
deseo en ese momento) cada día.

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5. Querer con efectividad: hacerlo que he pensado.

6. Reflexionar antes de actuar

7. Combatir el respeto humano (el “qué dirán los demás si yo...”), porque nos conduce
a ser esclavos de lo que piensan los demás y a vivir buscando sólo caer bien a los
otros.

8. Obrar con decisión, sin dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy.

9. Obra comenzada, obra terminada: constancia

10. Cada cosa tiene un lugar y cada asunto su momento.

La voluntad necesita educarse a sí misma con ejercicios diarios que le den fuerza y le
ayuden a formar hábitos para obrar bien. Necesita vencer uno a uno a sus muchos
enemigos: pereza, lujuria, ignorancia...

Pequeños ejercicios que ayudan en la formación de la voluntad

. No comer un dulce que me gusta

. Comer de lo que no me gusta sin protestar

. Soportar el frío o el calor sin quejarme

. Elegir lo que no sea tan cómodo (un sillón, un lugar, una postura...)

. Empezar rápidamente lo que tengo que hacer , no detenerme a pensar si me gusta o


no.

. Callar alguna crítica, comentario irónico o negativo.

. hacer con perfección y limpieza mis tareas.

.poner en su lugar cada cosa que uso.

. Obedecer de inmediato

. Ser positivo y no quejarme

. Practicar algún deporte

. Marcar un horario de estudio y descanso

. Vivir el lema “obra comenzada, obra terminada”

Señales de peligro

1. Dejarse llevar por los caprichos

2. Falta de espíritu de sacrificio

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3. Huir de lo que nos cuesta

4. Buscar lo más cómodo

5. Querer todo al momento

6. Cobardía

7. Indiferencia

En la formación de la voluntad no hay que buscar el éxito inmediato, sino la victoria en


las pequeñas batallas que cada vez nos fortalecen más en la lucha. Los ganadores o
perdedores no se hacen de un día para otro.

La voluntad debe ser formada desde la niñez. De lo contrario, se deja crecer a una
persona caprichosa, blanda inconstante, que se mueve según el viento que pasa
encima de ella, incapaz de fijarse metas y objetivos claros, ni concretos.

Virtud de la Fortaleza

La Fortaleza es una virtud moral que da fuerza al alma para correr tras el bien
difícil, sin detenerse ante el miedo ni el temor a la muerte.

Cualquier hombre de bien puede tener esta virtud, pero en el caso del cristiano esta
virtud tiene que estar cimentada en el amor a Dios. Es una virtud que requiere de
una gran dosis de generosidad.

¿Cómo funciona la virtud de la fortaleza?

1. Vivir la virtud de la fortaleza significa ser transparente, sin miedo a decir las cosas
como son, aunque cueste sangre.

2. Vivir la virtud de la fortaleza significa tener muchas pequeñas victorias que venzan
la flojera y la comodidad, muchas fidelidades diarias, millares de diminutos sacrificios.

3. Vivir la virtud de la fortaleza significa negarse a la sensualidad y a la flojera.

4. Vivir la virtud de la fortaleza es poner el amor y la generosidad en todas los


pequeños actos de renuncia. Tener un ideal por el cuál hago este pequeño esfuerzo.

¿Cómo se forma la virtud de la fortaleza?

1. Educar a buscar siempre el "bien difícil", entre dos cosas buenas elegir aquella que
diga más amor (generalmente resulta ser la más difícil).

2. Buscar ejemplos cercanos de generosidad (lecturas, películas, testimonios,


personas)

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3. Llenar el corazón de ideales altos y nobles. Ayuda mucho leer historias de
testimonios de vida que han vivido la virtud de la fortaleza y lo han aplicado para
defender algún ideal noble o la amistad con Cristo.

4. hacer pequeños actos de generosidad que hagan el corazón grande para idear
nobles y ambiciosos proyectos en orden a realizar el bien.

5. Los momentos de dolor son ocasiones maravillosas para crecer en esta virtud ("Es
claro que el cristiano no sufre por sufrir, el cristiano no acepta el sufrimiento por el
sufrimiento, sino que se encuentra con él y, cuando se le presenta, debe empeñarse a
fondo para vencerlo - si es posible-, y, en el caso de que no sea superable, debe
acogerlo y sobreponerse a él con fuerza y vigor siguiendo el ejemplo de Cristo").

6. Cuando se realiza un acto bueno buscar que el siguiente sea más grande, llegue a
más personas...

Ejercicio de esta sesión

1. Reúnete con tus alumnos/ hijos. Piensa con ellos un ideal que desean alcanzar
juntos: (En esta familia o en este salón de clases buscamos que cada uno sea el mejor
especialmente en la cualidad que le caracteriza: deportista, intelectual, humana,
social, etc.…)

2. ¿Cuáles “señales de peligro” mencionadas en este tema pueden ser obstáculos para
alcanzar el ideal que han elegido? Explica por qué…

3. ¿Cuáles propósitos que formen directamente la voluntad y la fortaleza pueden


apoyar a alcanzar este ideal? (mencionados o No en el tema)

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5. Formación Espiritual y Virtud de la Piedad. Curso
Herramientas para educar
Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo | Fuente: Pilar Varela, Mayra Novelo

Formación Espiritual y la Virtud de la Piedad


Rezar es hablar con Dios

Autoanálisis

1. ¿Procuro rezar con mis hijos/ alumnos en algún momento del día?

2. ¿Cuál es mi actitud antes de ir a misa cada domingo? ¿Voy sólo para llevar a mis hijos /
para decirle a mis alumnos que fui, o por amor y gratitud a Dios?

3. ¿Qué lugar ocupa Dios en la jerarquía de valores de mi vida? ¿Hay sectores de mi vida en
los cuales prácticamente Dios no entra: profesión, diversiones, aficiones, disponibilidad de
tiempo?

4. ¿Vivo a veces como si Dios no existiera o nada tuviera que ver yo con Él?

5. ¿He experimentado algunas crisis de fe no superadas? ¿Por qué no las he superado? ¿Por
soberbia o intelectualismo?¿Por llevar una vida desordenada? ¿Por falta de formación
religiosa?¿por no seleccionar bien mis lecturas?¿Me ha faltado oración?¿me fío solamente de
mis pensamientos y criterios o me confío en Dios?

6. ¿Cómo es mi trato con Dios en la vida diaria? ¿Sé acudir a Él en mis alegrías, mis tristezas,
mis proyectos, mis luchas, mis esfuerzos, mis logros? ¿Me acuerdo de Él sólo cuando se
presentan los problemas? ¿Cuándo me sobra el tiempo?

7. ¿Busco con convicción los motivos que tengo para estar agradecida (o) con Dios?

8. ¿Creo verdaderamente que tengo una madre en el cielo: La Virgen María? ¿Acudo a ella?

9. ¿Trato de ver a Cristo detrás de cada persona: mis hijos, esposo, alumnos, compañeros
de trabajo?

10. ¿Cuál es mi oración favorita y por qué?

El Espíritu

De la conciencia moral se pasa a la genuina experiencia religiosa del hombre. Lo que


primeramente define al hombre no es su libertad sino su dependencia de Dios. Una persona
que arrastra una fe frágil se torna frágil ella misma; por lo contrario el pensamiento
profundo y amable de la paternidad de Dios, de Jesucristo como un verdadero amigo, de
María como nuestra madre, cambia completamente la vida, naciendo en el fondo del alma
una fuerte seguridad.

Formación Espiritual

El área de formación más importante y decisiva para un cristiano es la formación espiritual.


Por lo tanto, se trata de una formación vivencial más que intelectual; es la experiencia del
amor: comienza por al amor a Dios y a los hombres, y termina en ese mismo amor
fortalecido y perfeccionado. Comenzar amando para terminar amando aún más.

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Cuentan que un joven ateo entró un día a una iglesia católica para ver qué es lo que hacían
ahí. En ese momento celebraban la Santa Misa y el joven se preguntaba qué pasaba. Una
persona la empezó a explicar el sentido de cada parte de la misa y al momento de llegar a
la comunión le dijo que esas personas se acercaban para recibir a Dios en el sacramento de
la comunión. El joven se quedó pensativo, después preguntó: Si los católicos realmente
creen que en esa hostia está su Salvador, ¿cómo es posible que tantos se quedan sentados
sin recibirla?

Éste es un gran peligro que tenemos los católicos, podemos quedarnos con una fe pequeña,
de tradición y no una fe viva y operante que nos lleve a conocer cada vez más a Cristo, a
amarle más y a imitarle en cada momento. No hay mejor señal de que nuestra vida
espiritual va por buen camino que la transformación de nuestra persona para parecernos un
poco más a Cristo.

Señales de Peligro

Dureza de Corazón: Nos importan sólo nuestros propios intereses. Únicamente hay lugar
para lo que nos conviene a nosotros; no queremos incomodarnos en nada para ayudar a los
otros; no nos duele lastimar a Dios.

Dejarnos llevar por los sentimientos: El verdadero amor se demuestra con las obras y no
tanto con las buenas intenciones y sentimientos.

Soberbia y orgullo: Es una actitud de ponerse por encima de Dios y de los demás. Nos lleva
a vivir los propios caprichos y no queremos que nada ni nadie nos estorbe.

Superficialidad y materialismo: ata el corazón y no lo deja elevarse a lo espiritual porque


estamos preocupados por las cosas materiales y muchas veces no esenciales.

Egoísmo: pensar primero en uno mismo

Pereza: No permite que haya constancia en nuestro compromiso con Cristo. Nos dejamos
llevar por lo más fácil y cómodo.

Virtud de la Piedad

La piedad es una virtud que nos hace sentir profundamente hijos de Dios. Nos presenta a
Dios como Padre bueno y amoroso, y no sólo como soberano y dueño. Hace que el corazón
se dilate de amor y de confianza en Él.

También nos hace tener una tierna devoción a las personas y a las cosas de Dios.

• A la Santísima Virgen modelo más acabado de la nueva creatura surgida del poder
redentor de Cristo.
• A los ángeles y a los santos.

• A la sagrada Escritura.

• A la Iglesia

• Al sumo Pontífice ( Papa)

• A los instrumentos de Dios (sacerdotes, religiosas, etc.…)

Y nos hace tener un sentimiento de fraternidad universal hacia todos los hombres en

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cuantos hermanos e hijos del mismo Dios Padre que está en los cielos.

Para que la piedad sea sólida, no debe fundarse en vanos formulismos ni en estados
emocionales, sino en una fe honda y robusta y en una actitud de filial amor, confianza y
adoración a Dios.

Esta vivencia tiene su centro vital en Cristo y su fuente principal en el Evangelio. Pero esta
vida espiritual tiene un proceso dinámico: va del conocimiento al amor y del amor a la
imitación; quien ha conocido y ama a Cristo, experimenta el deseo ardiente de comunicarlo
a los demás, y su mejor medio de comunicación es el propio testimonio.

Proceso dinámico en la vida espiritual

Tratemos de explicar un poco más en qué consiste este dinamismo.

• Conocer a Cristo: hay que ayudar a los chicos a encontrarse con Cristo, con el Cristo vivo y
real que se acerca a nosotros a través del Evangelio, que se hace presente en la Eucaristía y
que se comunica con mostros en la oración. Enseñarles a conocer sus criterios, su manera
de pensar, de sentir, de querer. Para esto es preciso que se presente un Cristo atrayente, el
auténtico Cristo que es capaz de conquistar a cualquier persona.

• Amar a Cristo: el conocimiento personal es la puerta del amor. Hay que enseñar a tus
hijos a vivir su vida diaria en un clima de amistad íntima y profunda con Jesucristo.

• Imitar a Cristo: quien ama piensa en el amado, busca estar con él. Enseñarles a mirar
siempre a Cristo como modelo; basta hacer referencia a él cuando queremos ilustrarles una
virtud, cuando les corregimos y les aconsejamos que él sea siempre su meta, su modelo de
vida.

Medios para la formación espiritual

Existen algunos medios en los que se apoya todo proceso de formación espiritual. Son
medios que van modelando nuestra personalidad, nos acercan a Dios, modelan nuestro
corazón de apóstoles, nos abren a los valores del espíritu y nos sostienen en nuestro amino
de santificación. Lejos de ser una añadidura que “roba tiempo”, las siguientes son
necesidades profundas y exigencias normales de una auténtica vida Cristiana.

• La oración

Es fuente de luz, ella robustece la fe. La oración es generadora de amor, en ella la voluntad
se identifica con el querer de Dios. La oración es vigorosa promotora de acción, en ella Dios
nos llena de celo en su servicio y en la entrega a los demás.

Es importante aprender a rezar, buscarle el gusto a la oración. Se trata de un diálogo íntimo


y personal con Dios que ilumina y robustece en la mente, en la voluntad y en el corazón, la
decisión de identificarse con la voluntad de Dios. No podemos llenar el día de actividades,
estudio, trabajo, diversiones, y darle a Dios las migajas de nuestro tiempo.
Es necesario también orientar a los chicos para que quieran orar, que aprendan a hacerlo y
oren de hecho. Un hogar Cristiano debe ser una escuela de oración. Es importante que los
papás enseñen a los hijos a orar especialmente en temprana edad, dirigiéndoles, por
ejemplo, la acción de gracias después de la comunión, las oraciones de la mañana para
ofrecer el día y al acostarse para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas,
bendecir los alimentos…

¿Cuáles son los momentos que tenemos para la oración? Definitivamente, no existe tiempo o

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un lugar exclusivo para orar, puede hacerse siempre que se desee; sin embargo, es
conveniente tener algunos momentos determinados que ayudan a formar el hábito:

• Ofrecer con gozo al Señor cada nuevo día


• Leer un pasaje del evangelio para conocer más a Cristo
• Rezar un misterio o el Rosario completo a María
• Comulgar siempre que te sea posible
• Asistir a Misa todos los domingos
• Acercarte con periodicidad a la confesión, movido por el espíritu de arrepentimiento y el
deseo de conversión, haciendo de la confesión un encuentro personal con Cristo
misericordioso.
• Hacer una visita a Cristo en el Sagrario

• Dar gracias a Dios por la noche, por el don de la vida, de la fe, de la perseverancia y pedir
perdón por las faltas que haya ofendido su corazón.
En un salón de clases se pueden encontrar también estos pequeños sagrados momentos.

Vida litúrgica y sacramental

Se trata de ayudar a los alumnos a comprender los sagrados ritos y a participar en ellos con
toda el alma (misa, periodos litúrgicos importantes Adviento, Navidad, Cuaresma, semana
Santa, Pascua…; los sacramentos principalmente la Eucaristía y la Confesión). Esto se vuelve
cada vez más importante en la edad adolescente y en la juventud. Es normal que en su
proceso de maduración pidan explicaciones acerca de todo y que surjan inquietudes
espirituales. No hay que tener miedo a enseñar la fe como es, es el momento ideal para
ayudarles a comprender la importancia y la vivencia de estos actos para que los vayan
aceptando e interiorizando con mayor firmeza, y estos resortes espirituales saltarán cuando
ellos más lo necesiten.

Sacramento de la confesión

El amor a la Eucaristía es la manifestación de nuestro aprecio por el don que Cristo nos hace
de sí mismo. Cristo desde el sagrario, forma el carácter y las virtudes, consuela a los
afligidos, fortalece a los débiles… Cristo está ahí, esperándonos siempre que vayamos a
visitarlo.

La recepción frecuente del sacramento de la confesión nos ayuda a conocernos más a


nosotros mismos, a aumentar la delicadeza de conciencia y fortalece la voluntad para no
volver a caer en pecado. Es muy importante prepararse para recibir este sacramento a
través del examen de conciencia y el deseo de reparar el corazón de Jesús, de tal manera
que hagamos del sacramento de la confesión un verdadero encuentro con el amigo, un
encuentro personal lleno de fe y de sencillez, para que sea fuente de renovación interior y
progresiva unión con Dios.

Examen de conciencia

Es un medio excelente de conocimiento personal. Todo comerciante necesita hacer sus


cuentas y sacar sus conclusiones necesarias para prosperar en el futuro, así debe ser
nuestro trabajo espiritual. Un trabajo consciente en la vida espiritual también pide
detenerse unos minutos cada día para hacer un balance personal y constatar los progresos o
deficiencias personales en la relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. ¿De
qué debemos examinarnos? De todo lo importante en nuestra vida: fidelidad a nuestros
compromisos con Cristo, a nuestras oraciones, nuestra entrega a los demás, nuestra
caridad, obediencia, generosidad, fidelidad a la conciencia, el trabajo , el estudio, el
aprovechamiento del tiempo, las faltas de omisión, etcétera.

29
Virtudes teologales

La fe ha de dar sentido a nuestra vida, debe iluminar nuestro camino hacia el destino
eterno; sólo ella nos brindará la fuerza necesaria para superar los obstáculos y las
dificultades. La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios; la fe es mucho más:
“…es caminar, sufrir, luchar, caer y levantarse, tratando de ser fiel a un Dios que me llama
y a quien no veo…Para mí creer es sobre llevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las
fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en él”. La
esperanza nos da la seguridad que sólo puede dar la palabra de Dios y la certeza del triunfo.
Es confiar plenamente en la omnipotencia de Dios. La caridad nos lleva a responder al amor
de Dios. Es el primero y más grande de los mandamientos: “Amarás al Señor con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a prójimo como a ti mismo”.

Devoción a la Santísima Virgen

Cultivar hacia ella una tierna devoción. Que no pase un día que tengamos un rato de
conversación y trato íntimo y filial con ella nuestra madre del cielo.

Aunque todos estos son medios importantes en nuestra vida espiritual, no podemos olvidar
que lo fundamental es el cultivo de la vida de gracia, es decir la amistad con Dios que se
pierde ante la presencia del pecado mortal en el alma. Sobre ella, el padre Marcial Maciel,
fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo, dice: “La vida de Gracia es el
medio por el que el cristiano se une a Cristo como el saneamiento a la vid y por el que la
vida de Cristo se manifiesta en nuestro cuerpo mortal. Cultívenla con cuidado y vívanla
como una especial relación de amistad con Jesucristo. Procuren apreciarla, valorarla y
agradecerla sinceramente. Esfuércense por desarrollarla para que dé frutos de vida
cristiana y de buena sobras.”

Cuando los hijos son pequeños, se les deba hablar de Dios, pero a medida que crecen se les
debe hablar más de Dios y hablarle a Dios de nuestros de ellos.

Como formar en esta virtud

• Antes que nada el testimonio. Enséñale con tu testimonio a darle el primer lugar a Dios:
misa, confesión frecuente, rezar con fervor…

• Participar en algún retiro donde se hable de Dios y de la necesidad que tienen los hombres
de este amor.

• Hacer misiones en donde tengan que hablar de Dios, de su fe.

• Dar realce a tiempos litúrgicos, viviéndolos profundamente ya sea en el salón de clases o


en casa.

• Fomentar en ellos la generosidad, enseñar a dar a los demás, a la Iglesia, un poco de su


tiempo, del esfuerzo, de su colaboración también material.

• Hacer vida lo que se cree

• Hablar con aquel a quien creemos y que sabemos que nos ama.

• El cultivo de la vida de gracia en todo momento: los chicos especialmente adolescentes


son muy sensibles al tema de la amistad, cuando comprenden que Cristo es un amigo, harán

30
todo lo posible por no traicionar esta amistad. Ellos comprenden perfectamente esto. Para
ello deben hacer la experiencia del amor de Cristo.

Algunos propósitos

Te presentamos algunos propósitos que puedes trabajar con los alumnos estas semanas

Primera semana: Buscar un momento donde le ayudes a prepara una buena y sincera
confesión, ayúdate de una guía y buscando sobre todo que sea un encuentro con el amigo.

Segunda semana: leer un pasaje del evangelio para conocer cómo era Jesús, cómo hablaba,
como trataba a los demás… Comentarlo con ellos

Tercera semana: hacer una semana de oración y pequeños sacrificios por la Iglesia, por el
Papa, por las personas que más lo necesitan.

Ejercicio de esta sesión

Como una manera de iniciar tu labor de formación de la virtud de la piedad, lee con tus
alumnos el relato que te presentamos, coméntalo tratando de que sean ellos mismos los
que saquen las conclusiones sobre la importancia de esta virtud. De esta manera también
abres una puerta para hablar de cómo es Dios y escuchar lo que ellos piensan y sienten con
este tema.

Aprendí de mis padres

“Mi padre, al rezar, se arrodillaba en el piso; apoyaba sus codos en una silla y se cubría el
rostro con las manos. No se movía, no se miraba ni se impacientaba.

Yo pensaba: debe ser grande Dios, si mi padre cuando le habla, se pone de rodillas. Dios
debe ser también muy bueno, si mi padre le habla sin quitarse su saco y su corbata.

Mi madre rezaba todas las mañanas las oraciones sin perderse una sílaba, pero siempre en
voz muy baja. Nos miraba pero no nos decía nada, ni siquiera cuando los más pequeños la
molestaban o cuando había tormenta o cuando el gato se cometía alguna travesura.

Yo pensaba: Dios debe ser muy sencillo si mi madre puede hablar con ese delantal encima y
teniendo un niño en brazos. Y también pensaba: Dios debe ser un personaje muy
importante, si mi madre cuando le habla, ya no le hace caso ni al gato ni a la tormenta.

Las manos de mi padre y los labios de mi madre me enseñaron mucho más que el mejor
libro de catecismo.

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6. La Formación del Corazón y la Virtud de la Caridad. Curso
Herramientas para educar en las virtudes

Fuente: Herramientas para Padres

Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo

Sesión 6

La Formación del Corazón y la Virtud de la Caridad

Caridad virtud reina del cristianismo

Autoanálisis

Responde las siguientes preguntas y anota la calificación que consideras tener en


relación con la formación de tus hijos y alumnos. La notación será del 1 al 10.
1. ¿Cómo clasificaría el corazón de cada uno de mis hijos y de cada uno de mis
alumnos?

a) Egoísta

b) Susceptible

c) Magnánimo

d) Rencoroso

e) Caritativo

f) Misericordioso

Calificación que me doy como formador (a) de estos corazones:

2. ¿Su caridad es universal (abarca a todas las personas) o por lo general, establecen
diferencias entre las personas?

Calificación que me doy como formador (a) de estos corazones:

3. Marca con una x las características con las cuales crees se identifican más tus hijos
y tus alumnos:

- Un corazón puro

- Un corazón sincero

- Un corazón generoso

- Un corazón fiel

- Un corazón que busca el bien para todos

- Un corazón celoso

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- Un corazón inseguro

- Un corazón amargado

- Un corazón con preferencias

- Un corazón egoísta

Calificación que me doy como formador (a) de estos corazones:

4. Su relación y trato con los demás, ¿es reflejo de su amor a Cristo?

Calificación que me doy como formador (a) de estos corazones:

5. ¿Tratan a los demás como les gustaría que los trataran a ellos?

Calificación que me doy como formador (a) de estos corazones:

El Corazón

El corazón es la fuente y guía de nuestro amor, el motor de nuestra entrega. Más de


una vez nos hemos descubierto sintiendo cariño, simpatía o rechazo hacia alguna
persona sin conocer el motivo. Esos sentimientos determinan nuestro trato hacia ella;
a veces quisiéramos cambiar, pero sentimos que el corazón nos maneja. Si Dios nos da
un corazón para amar, ¿por qué nos cuesta tanto hacerlo? Principalmente, porque no
conocemos nuestro corazón. Y puedes estar seguro de que tus alumnos, tus hijos o las
personas que te rodean, tampoco conocen el suyo.

Para que este corazón arranque y funcione plenamente, es necesario conocerlo; al


igual que sus cualidades y defectos para saber cómo formarlo. El corazón debe
dedicarse a su labor fundamental: amar. Un corazón que sabe amar se desarrolla de
manera normal y logra la felicidad, se realiza plenamente.

El corazón es el lugar donde brota el amor. Cuando hablamos de corazón,


generalmente nos referimos a todo lo que sentimos y queremos en relación con las
personas.
Vamos a ver cómo podemos ayudar a nuestro corazón para que se dedique a esta
función fundamental, y cómo hacemos para que el corazón de tus alumnos e hijos, lata
a este mismo ritmo.

Características del corazón de Jesucristo

Veamos el corazón de Cristo para descubrir qué hay en él, qué no hay en el nuestro y
en el de los alumnos e hijos, y así buscar conquistarlo.

-Un corazón puro. Cristo en Belén nos enseña la pureza, nos dice que sólo los ojos
limpios pueden ver a Dios.

- Un corazón manso y humilde: Jesucristo mismo nos lo dijo: “Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón”

- Un corazón libre: Cristo tenía un corazón sin fronteras para amar.

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- Un corazón sincero: Cristo ama desinteresadamente.

- Un corazón apostólico: el amor de Cristo sale a buscar a los hombres porque quiere
salvarlos a todos.

- Un corazón misericordioso: perdona siempre y a todos.

- Un corazón profundo.

- Un corazón generoso: no calcula su entrega.

- Un corazón fiel.

Formación del corazón

Un corazón sano mantiene un ritmo y una frecuencia en parámetros normales, se


adapta a situaciones de estrés con facilidad. Espiritualmente, un corazón normal ama
espontánea y equilibradamente, busca el bien del otro y se entrega a él, se alegra
amando y sirviendo; su amor se hace entrega.

Formar el corazón significa, por lo tanto, hacerlo grande. Entonces, ¿cómo formar el
corazón de mis alumnos e hijos para que sea como el de Cristo?

• Conocerlos y ayudarlos a conocerse: enseñarles a hacer un examen de conciencia, a


reconocer sus cualidades y defectos, sus intereses e intenciones; y compararlos con los
del corazón de Cristo.

• Dominio personal: ayudarles a formar sus sentimientos y emociones (en el próximo


tema lo trataremos a fondo) de acuerdo con los de Cristo, buscando llenar su corazón
con los sentimientos e intereses de Cristo. Hacerles analizar su manera de pensar, de
sentir y actuar.

• Cultivar un creciente amor a Cristo

• Que hagan continuos actos de caridad

• Formar su voluntad

• Que siempre perdonen

• Ayudarles a optar por el bien mejor: para ello deben ejercitarse en la renuncia
personal, que es magnífica para forjar y ensanchar el corazón.

• Enseñarles a respetar a los demás.

• Rezar con ellos a Dios por todas las personas, pero especialmente por aquellas con
quienes tienen alguna dificultad.

Un corazón mal formado va a deformar necesariamente nuestras relaciones con Dios y


con los demás, incluso con nosotros mismos. ¿Qué pasa cuando el corazón no está
bien formado?

• Coarta la libertad, nos hace esclavos de nuestros gustos y caprichos.

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• Afecta considerablemente la capacidad de atención y dedicación al trabajo, a los
deberes diarios.

• Un corazón disperso no se puede centrar en lo que le corresponde cada momento.

• Nos hace juzgar erróneamente a las personas.

• Nos hace destruir nuestra relación con las demás personas.

• Provoca descontento continuo con uno mismo y con nuestros semejantes.

• Envenena a la persona, con el resentimiento y el desprecio.

Y, ¿cómo es un corazón que sabe amar? Puro en sus intenciones, busca darse más que
recibir, con un amor generoso, no posesivo como lo hace el egoísmo. ¡Cuántos
modelos tenemos de esos gigantes en el amor, de esos corazones grandes que nos
conquistan con su bondad, su caridad, su alegría, su entrega!

Muchas veces creemos que amar significa luchar para que la persona amada piense,
haga y diga lo que nosotros estimamos conveniente. Esto es contrario al verdadero
amor que busca siempre el bien para los demás. Del corazón brotan las buenas y
malas acciones. Todos debemos esforzarnos por fomentar en nuestra vida la bondad
de corazón que nos lleve a pensar y hablar siempre bien de los demás y sobre todo un
corazón que regale constantemente el don del perdón.

Señales de Peligro

• Hacer y consentir distinciones con las personas (ésta sí, ésta no).

• Favoritismos o preferencias

• Búsqueda exagerada del aprecio, la estima y el apoyo de los demás.

• La inseguridad: personas que viven con el temor constante de ser agredidas,


ignoradas o rechazadas por los demás.

• Pesimismo en relación a los otros: no me quieren, no me valoran, no me hacen caso

• Maledicencia: hablar constantemente mal del otro y justificando nuestra conducta al


hacerlo.

• Tendencia a la crítica y desprecio hacia personas o instituciones

• Envidias y celos

• Frialdad e indiferencia hacia los demás

• Cuando el trato con los demás esta gobernado por lo que siento en el momento
(sentimentalismo) o lo que me imagino que es esa persona (complico interiormente las
acciones, palabras o gestos del otro, sin conocer realmente como es)

• Cuando me siento con mucha facilidad, ofendido o herido sin motivo fuertes y veo a
esa persona que me ofendió con desprecio, con recelo, con resentimiento.

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• Cuando me siento herido ante un comentario crítico, una llamada de atención, una
mirada de indiferencia o de desprecio, un determinado tono de voz, una ironía.

• Cuando ante una omisión de los demás: no me felicitaron el día de mi cumpleaños,


porque alguien no me saludo, no me dio las gracias o no me invitó a la fiesta; parece
que el mundo se viene encima y me siento sumamente agredido (a), triste y lleno de
amargura.

• Cuando vivo con inseguridad y con el temor constante de sentirme agredida,


ignorada o rechazada por los demás.

• Cuando suelo decir “perdono pero no olvido” y me condeno a vivir con el veneno del
rencor y del odio dentro.

Formar el corazón significa desarrollar el don más grande que Dios nuestro Señor ha
querido compartir con nosotros, el don del amor. Un corazón bien formado llega a la
santidad fin de toda vida cristiana.

Virtud de la Caridad

Caridad es la virtud teologal que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y amar
a los demás como a nosotros mismos. Sus características principales son el perdón, la
delicadeza y la universalidad (porque trata bien a todos).

Hay muchos aspectos implicados en un corazón caritativo. San Pablo nos recuerda
algunos: “La caridad es paciente, es servicial, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se
engríe; es decorosa, no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se
alegra de las injusticias; se alegra con la verdad”. I Col 13, 4-6

La autenticidad de Toda virtud tiene su base en la caridad; sin embargo, vivimos en un


mundo donde el valor principal no es la caridad sino el egoísmo: que yo me divierta,
que yo esté bien, que yo esté cómodo, que yo me sienta bien,… aunque con ello dañe
al otro.

A los hombres se les mide por el corazón, por el amor; por eso la grandeza de un
hombre se observa en la manera de tratar al prójimo.

Se trata de un mandamiento nuevo, el más importante que Cristo nos ha regalado


como su testamento y distintivo de sus seguidores. Es el sello del auténtico y fecundo
testimonio cristiano que lleva a servir a todos los hombres, especialmente a los más
necesitados, para ayudarles a encontrar en Cristo el sentido de su vida y la salvación.
Todo cristiano debe ser para los que le rodean un signo visible del amor de Dios a los
hombres.
La caridad tiene que ser ante todo positiva, haciendo el bien a los demás, brindando
apoyo, estima sincera y fraterna y sirviéndoles en lo que sea posible. Debemos
aprender a sobrellevar las cargas del prójimo, a silenciar sus errores y ponderar sus
cualidades y virtudes, a compartir sus éxitos y fracasos, a reconocer sinceramente su
competencia en el campo respectivo y, si es necesario, defenderlo con prudencia,
nobleza y decisión.

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La vivencia de la caridad ha de tener su primera expresión en el hogar, por ser en él
donde la convivencia serena y armónica puede encontrase más amenazada, dada la
cercanía y la frecuencia de las relaciones interpersonales.

Para ello recomendamos:

• Crear en el interior del marco familiar, un ambiente de confianza, comprensión,


alegría, intereses compartidos, perdón, disponibilidad y apertura, de tal manera que
tanto las relaciones de los esposos entre sí, como la de éstos con sus hijos, la de los
hijos con sus padres y la de los hijos entre sí, estén impregnadas del amor mutuo.
Hablar de esto con los padres de familia de nuestros alumnos.

• Sensibilizar a los hijos y alumnos a comprender y ayudar a sus padres,


preocupándose por ellos.

• Tratar de solucionar los problemas y diferencias por medio del diálogo constructivo,
en el que todos estén abiertos a los puntos de vista de los demás, considerándolos
desapasionadamente y haciendo el esfuerzo de armonizar los intereses personales con
los de la familia, sabiendo renunciar generosamente a sí mismos en el bien de los
demás.

• Disculpar y perdonar siempre.

Elementos del amor

Alguna vez habrás escuchado la frase “El arte de amar”; veamos cuales son los
elementos distintivos de este arte:

1. Ser el primero en amar

2. Amar a todos

3. Amar al enemigo

4. Amar dando la propia vida, dándose a uno mismo.

5. Amar sirviendo

Hace falta un gran corazón para vivir la caridad madura, en paz y armonía. Implica
salir de uno mismo, romper las propias barreras, pensar en los demás antes que en
uno mismo.

Claves para lograr el éxito en la virtud

Caridad interna

• Bondad de corazón: aceptar a cualquier persona independientemente de lo que yo


sienta por ella, silenciar sus errores, ponderar sus cualidades y virtudes. Alegrarme por
sus éxitos.

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• Pensar bien de los demás: contrarrestar la tendencia natural del dicho popular
“piensa mal y acertarás” con una actitud cristiana, es decir, “cree todo el bien que se
oye, no creer sino el mal que se ve y aun ese mal, saber disculparlo”.

• Donación universal y delicada

Caridad externa

• Benedicencia: hablar siempre bien de los demás, descubrir y alabar lo bueno y


disculpar lo malo

• Evitar la crítica, la murmuración y la burla.

• Servir desinteresadamente

• Colaborar generosamente

• Dar sin medida, sin buscar recompensa

• Tratar bien a todos: con aprecio, respeto, bondad y sencillez.

Todo esto se logra cuando el corazón vive el don del perdón. Y ¿cómo se vive este
don?

• Disculpar y perdonar: si camino por la calle y me tropiezo perdiendo el equilibrio e


involuntariamente arrojo al suelo a la persona que está cercana a mí, lo que procede
es pedir disculpa. Si esa persona se da cuenta que mi acción fue involuntaria, me
disculpará. En cambio si esa persona, al llegar a su casa, insulta a su esposa, no basta
que solicite ser “disculpada”: deberá pedir perdón, porque ha sido culpable de la
ofensa cometida. Por lo tanto, se disculpa al inocente y se perdona al culpable.

En la vida ordinaria es frecuente que muchas acciones aparentemente ofensivas se


interpretan como agresiones culpables, cuando en realidad no lo son, porque carecen
de intencionalidad.

• Perdonar: El perdón No es un sentimiento, perdonar No equivale a dejar de sentir


(dolor, odio, venganza). El perdón es un acto de voluntad y un don de la misericordia
de Dios. Es un acto de voluntad porque consiste en una decisión. Al perdonar opto por
CANCELAR la deuda (herida, mal, ignorancia, crítica) que el otro ha contraído conmigo
al ofenderme y, por tanto, lo libero como deudor. No es suprimir la ofensa cometida y
vivir como si nunca existió porque carecemos de ese poder. Perdonar es un don de la
misericordia de Dios, por lo que debemos pedir a Dios esta gracia, sólo así la ofensa es
aniquilada.

“Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su


dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre” CIC N° 2840

Dios respeta nuestra libertad. Condiciona intervenir para darnos este don a nuestra
libre apertura para recibir su ayuda. Y la llave que abre el corazón para que el perdón

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divino pueda entrar, es el arte de perdonar libremente a quien nos ha ofendido, no
sólo alguna vez, sino incluso de manera reiterativa.

Perdonar es la manifestación más alta del amor y en consecuencia lo que más


transforma el corazón humano. Aquí el valor de la confesión sacramental, quien se ha
sentido perdonado está más dispuesto a perdonar. “Nada nos asemeja tanto a Dios
como estar dispuestos a perdonar” San Juan Crisóforo.

Como formar a mis hijos y alumnos en esta virtud

• No hablar nunca mal de nadie delante de tus hijos o alumnos

• Acostumbrarlos a pedir disculpas y disculpar siempre las ofensas de los demás

• Agradecer siempre y hacer que agradezcan siempre, hasta los mínimos detalles, que
los demás hacen por ti y por ellos.

• Fomentar la actitud de servicio, siempre ayudar en lo que sea posible sin esperar
nada a cambio

• Cuando se hable de alguna persona, valorar las cualidades y capacidades personales,


aunque se traten de defectos…

• Estar abiertos a todos, tanto miembros de la familia como compañeros de clase.

• Tratar a todos bien, independientemente de lo que sienta por ellos

• Fortalecer el carácter, haciendo retos que exijan vencimiento personal (ver formación
de la voluntad)

• Vivir para los demás con objetivos claros de servicio y de este modo conseguir el
olvido propio, el no pensar demasiado en uno mismo.

• Cuando una ofensa supere la capacidad humana del perdón, con la ayuda de Dios, se
puede llegar a perdonar hasta lo humanamente imposible…

Ejercicios para esta sesión

1. Te presentamos una serie de propósitos para trabajar con tus hijos y alumnos.

Primera semana: Haré todos los días un acto de servicio sin buscar que me lo
agradezcan y especialmente a las personas que no me son muy simpáticas.

Segunda semana: Hablaré bien de los demás.

Tercera semana: Todos los días pensaré en una cualidad de la persona con la que me
encuentre y en especial a aquella a la cual me sorprenda criticándola.

Cuarta semana: Pediré disculpas, cuando note que he ofendido voluntaria o


involuntariamente a alguien. Perdonaré a quien todavía no he perdonado.

2. A ti formador te proponemos el siguiente ejercicio:

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Revisar interiormente si hay alguna persona a la cual, no he perdonado y cancelar la
deuda con una decisión de perdón sincero.

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7. Formación de los Sentimientos y la Virtud de la Ecuanimidad

Fuente: Herramientas para padres

Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo

Sesión N° 7

Formación de los Sentimientos y La Virtud de la Ecuanimidad

Autoanálisis

La afectividad

Lejos de ser apática emocionalmente, la persona madura posee una vida afectiva de
gran vitalidad: un corazón grande. Sus sentimientos modelados -nobles- facilitan su
querer, lo reafirman y lo acompañan: no sólo quiere el bien, sino que lo quiere "con
todo el corazón". Es capaz de gozar, de sufrir, de superar los altibajos, de distinguir un
estado de ánimo de una decisión voluntaria, de odiar el mal y de enfadarse cuando hay
motivo. En definitiva, es dueña de sus sentimientos.

Formación de la afectividad

1. ¿Me conozco ya lo suficiente para que mi trabajo espiritual y humano tenga una
línea constante y ascendente?

2. ¿Si hay algo en mi temperamento algún aspecto francamente malo, intento quitarlo
en un momento? ¿ o lo voy trabajando perseverante y tenazmente?

3. ¿Mantengo equilibrio en mi carácter? ¿Soy dado (a) a la fantasía o al orgullo, soy


objetivo (a) ¿ Cuando me encuentro decaído (a) , o combato con amor y entusiasmo
por mi ideal? ¿Busco sobre todo en los momentos de alteración el ser equilibrado?

4. ¿Vivo en constante vigilancia para que mi vida delante de Dios y de los demás sea
pura y limpia? ¿Agradezco a Dios por la afectividad recibida por ello deseo orientarla y
trabajarla para que me ayude en el camino a la madurez?¿Me irrito contra mi manera
de sentir?

5. ¿Se aprovechar mi sensibilidad para ser más delicado (a) con Dios y con las
necesidades de los demás?

6. ¿Cuál es mi actitud más frecuente ante los fracasos: echarlo todo a rodar?
¿Desesperar de todo y de todos? ¿Enojarme conmigo mismo (a)? ¿Comprender a los
demás y ver objetivamente las circunstancias?

7. ¿Cuál es la causa frecuente de mis lamentaciones?¿ es deseo de que me


compadezcan, que me consuelen? ¿es mi vanidad, para que me digan que voy bien?
¿es un hábito en la que siempre le doy vueltas a lo mío sin pensar en los demás?

8. ¿Actúo por principios? ¿Por ello procuro tenerlos claros y concretos? ¿Soy cobarde?
¿Dejado (a)?¿Vanidoso (a)?

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Los sentimientos

Cada uno de nosotros tiene experiencia en la variabilidad de los estados de humor y de


los sentimientos. Unos veces nos sentimos alegres y pareciera que quisiéramos estallar
por dentro; somos comunicativos y capaces de hacer cualquier cosa. Otras, en cambio
nos sentimos mortalmente tristes, desganados ante cualquier actividad, sin ánimos de
entablar una conversación. Todo y todos nos molestan. Se duda de lo que ayer se
amó. Hay irritación, susceptibilidad, ansia, angustia, depresión, indecisión y miedo al
futuro.

Con esta simple descripción ya estamos hablando de la influencia que los estados de
ánimo y los sentimientos ejercen en nuestro comportamiento. No es malo sentirlos,
sino permitir que nuestra conducta se deje llevar por ellos. Y si esto nos sucede a
nosotros, personas adultas y maduras, imagina lo que pasa por la cabeza y el corazón
de tus alumnos y de tus hijos. Por eso nos conviene conocerlos muy bien, para poder
educarlos mejor.

En primer lugar, vamos a ver la diferencia que existe entre estado de ánimo y
sentimiento:

• Estado de ánimo: componente habitual de nuestro temperamento, por el cual


tendemos naturalmente a la alegría o a la tristeza, al optimismo o al pesimismo. Son
emociones variables que influyen en nosotros de manera permanente.

• Sentimientos: impresione que nos influyen positiva o negativamente (un regaño nos
hace sentirnos tristes; en cambio, ganar un concurso provoca sentimientos de alegría).
Se considera un fenómeno psíquico de carácter subjetivo producido por diversas
causas: estados de anímicos pasajeros, estado físico, etc., que nos impresionan
favorable o desfavorablemente.

Estas situaciones momentáneas no son casuales, dependen de factores:

• De orden físico: algo tan simple como un día nublado o un día radiante, un amala
digestión, una noche de insomnio, fatiga general o una alteración hormonal.

• De orden psíquico: determinadas vivencias, el logro de un éxito, una noticia alegre o


triste, etcétera.

• De orden espiritual: corresponden a una simpatía afectiva o empatía con el bien y la


virtud (gratitud, amistad, caridad, pureza, piedad…)

• Situaciones externas: un día de fiesta, vacaciones etcétera.

Los sentimientos son reacciones personales puramente subjetivas. Puesto que e trata
de reacciones, son ciegos, pasivos, irracionales, no siempre corresponden a nuestro
verdadero bien. Es por ello que a veces será necesario encauzarlos, aunque ello
signifique ir contra ellos.

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Clasificación de los sentimientos

Grupo 1

Sentimientos nobles que orientan la personalidad hacia actitudes nobles: gratitud,


sencillez, generosidad, docilidad, fidelidad, ilusión, bondad, aprecio; comprensión,
paciencia.
Sentimientos innobles que orientan a la persona hacia actitudes innobles: egoísmo,
desprecio; antipatía, avaricia; envidia, rebeldía; resentimiento, venganza.

Grupo 2

Sentimientos estimulantes que alimentan ideales y mueven la acción hacia un fin


positivo: alegría, valentía; felicidad, arrojo; optimismo, audacia; interés, capacidad.
Sentimientos depresivos que alimentan actitudes depresivas que inducen a la
introversión: tristeza, melancolía; pesimismo, desilusión; amargura, cobardía;
desazón, desasosiego.

Grupo 3

Sentimientos positivos proyectan hacia una actitud normal, segura: sinceridad,


resignación; complacencia, desprendimiento; conformidad, satisfacción.
Sentimientos negativos que carecen de proyección y no son positivos: indiferencia,
intolerancia; inconformidad, aridez.

Formación de los sentimientos

Es fácil caer en el peligro de dar a los sentimientos un papel central. Formar la


sensibilidad o los sentimientos, significa procurar la integración de las facultades
afectivas y emotivas bajo los fundamentos de la fe, de la razón, la voluntad y el amor
sobrenatural. Estos acompañan todas nuestras vivencias y acciones, dándoles un
particular matiz afectivo. Son en sí un don natural de Dios, que hay que saber trabajar
y educar mediante la virtud de la ecuanimidad.

Para formar los sentimientos contamos con dos armas fundamentales: la inteligencia y
la voluntad, de las cuales ya hemos hablado. La inteligencia ilumina el camino de los
sentimientos, mientras que la voluntad los dispone hacia el mayor bien a conseguir.
Apoyar la formación de una persona sobre “lo que siento”, es exponerse a fracasar, a
repetir la insensatez de aquel señor que edificó su casa sobre arena, y cuando llegaron
el viento y la lluvia, se perdió todo.

¿Has visto alguna vez las veletas sobre la torre de las iglesias? Giran según la dirección
del viento. Si nuestro comportamiento sigue el ritmo de nuestros sentimientos,
podemos deducir fácilmente la incongruencia y volubilidad, la superficialidad y veleidad
de nuestra vida. Cuando la veleta gira según la dirección del viento, la torre en que se
apoya permanece estable y bien afianzada en tierra. Así debe ser nuestro
comportamiento frente a la oscilación de los sentimientos.

La formación de los sentimientos no se trata de una labor represiva, sino de algo


totalmente positivo; para ello es necesario:

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• Orientarlos habitualmente hacia nuestro ideal, hacia nuestra meta; éste es el mejor
medio para la formación de los sentimientos: poner cause a un torrente caudaloso para
que produzca energía.

• Distinguir entre estados de ánimo, sentimientos y principios que han de guiar


nuestro comportamiento. Los sentimientos NO pueden determinar la línea y el modo
de comportarnos, pues hacerlo sería dejarse llevar por un factor voluble.

• Analizar y conocer los sentimientos propios, y ser conscientes de la influencia en


nuestro propio comportamiento para aprender a manejarlos, fomentando los
sentimientos positivos y rectificando los negativos.

• Educar la imaginación, ya que se convierte en “la loca de la casa”, como la llamaba


Santa Teresa, cuando está azuzada por el sentimentalismo o la pasión.

No es fácil ser jueces de nosotros mismos, mucho menos cuando estamos en el


interior de esa bola de nieve que son los sentimientos; por eso conviene acudir a una
persona que sepa orientarnos (director espiritual) para que nos ayude a conocernos, a
trazar un plan de trabajo y encontrar en él un legítimo apoyo.

Como hemos dicho los sentimientos son un don de Dios, hay que cultivarlos, educarlos
e integrarlos en la personalidad. Pero si son negativos, esto no debe apartarnos de
nuestro camino y de nuestros principios. Cuando nos ayuden y vayan en la misma
dirección bienvenidos sean; cuando no, hay que seguir caminando sin ellos, por la
senda de la fe y la razón. Tras las nubes sigue fijo y brillante el sol.

Señales de peligro

• El sentimentalismo es el enemigo número uno de toda formación sólida y constante

• La vida agitada de hoy, la preocupación por el dinero, por la propia imagen, llevan a
la acumulación de tensión que se refleja en el exterior.

• Invertir el orden de los valores: cuando ponemos en primer lugar la imagen, en


segundo las cosas que tengo que hacer y tercero a Dios y los valores espirituales.

• El aburrimiento y la tristeza que llegan cuando tenemos que hacer las cosas sin
meter el corazón y una razón de peso.

• Egoísmo que nos coloca siempre en primer lugar, nos hace tercos y a veces
agresivos con los demás.

• Dejarnos llevar por nuestros gustos y caprichos

• La falta de generosidad que nos encierra en nosotros mismos y provocan estados de


ánimo negativos.

• Conformarse al pensar “yo soy así y que así me quieran”.

• Inmadurez: llorar y enojarnos por todo, sentirnos ofendidos por todo y por todos.

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• Falta de ideales de vida: no tener un ideal, una meta, un objetivo de vida.

Aunque este curso trata de cómo educar a tus alumnos e hijos, a lo largo de las
sesiones te habrás dado cuenta de que primero debes formarte a ti mismo, quizá este
sea uno de los campos en los que más tendrás que trabajar. Por ello esta parte va
dedicada a ti. Después podrás aplicarla más fácilmente a tus alumnos.

Virtud de la Ecuanimidad

La ecuanimidad consiste en mantenerse de manera habitual con un estado de ánimo


sereno, equilibrado entre la alegría y la tristeza.

Cuando dejamos a los hijos y a los alumnos reaccionar dando rienda suelta a los
sentimientos, propiciamos que su vida se haga caprichosa. Es necesario formarlos
adecuadamente, llevándolos a buscar el bien y el servicio a los demás. Te preguntarás
¿qué puedo hacer?, ¿cómo comportarme frente a mis estados de ánimo? ¿Cómo
controlo los estados de ánimo y sentimientos de mis alumnos e hijos si soy yo la
primera persona que me dejo llevar por ellos?

Medios para formar la ecuanimidad

• Conocerme: ¿cuál es mi estado de ánimo habitual? ¿Estoy normalmente triste o


alegre, pesimista u optimista? ¿Cuáles son mis estados de ánimo y mis sentimientos
más frecuentes? ¿Influyen en mi comportamiento estas variaciones de humor? No
podemos olvidar que por la diferencia de sexo (hombre o mujer) se reacciona, se
piensa, se siente de manera diferente.

• Aceptarme: a mí mismo tal como soy, con mi carácter, con mi situación familiar y
personal. Aceptar mis límites y mis equivocaciones con humildad, mis dones,
cualidades y virtudes con sencillez, sabiendo que son un don de Dios, que Él sabe
cómo soy y así me ama, buscando siempre que sea mejor cada día.

• Superarme: consiste en cumplir con mi deber en cada momento, y no según lo que


siento o tengo ganas de hacer. Vivir así me ayudará a cumplir con lo que debo sin
importar si el estado de ánimo es positivo o negativo.

La ecuanimidad nos ayuda a superar los sofismas de creer que todo va bien cuando
“nos sentimos bien” y que todo va de cabeza cuando “no sentimos nada”, cumplimos
los deberes cuando el sentimiento positivos nos acompaña y lo abandonamos cuando
nos invaden los sentimientos negativos.

La virtud de la ecuanimidad requiere paciencia, sinceridad con uno mismo, tenacidad,


voluntad y método. Produce en nosotros estabilidad. Esta estabilidad es la mejor base,
la roca firme para levantar con seguridad el edificio de nuestra personalidad.

Claves para lograr el éxito en esta virtud

• Conocer cuáles son nuestros estados de ánimo más frecuentes.

• Hacer nuestras labores con responsabilidad cuando hay que hacerlas sin
preguntarnos si tenemos ganas o no, si nos gustan o no.

45
• Dialogar y opinar nuestro punto de vista con serenidad, sobre todo cuando algo nos
disgusta.

• Ser siempre respetuosos en nuestras respuestas a los demás, controlando las


reacciones de enojo, desagrado, etcétera.

• Vivir con espíritu positivo. Darle a cada problema una solución

• Sonreír siempre

• Salir de uno mismo: primero los demás y después yo.

Cómo formar a los alumnos e hijos

• Dedicar tiempo a explicar que cosa son los sentimientos y enseñarle a ponerle
nombre a lo que sienten: estoy nervioso, me siento ansioso, rebelde; estoy alegre,
optimista; siento compasión o cobardía…

• Hacerle ver en qué situaciones reacciona de una manera determinada (positiva o


negativamente) y que lo acepte

• Aprovechar los sentimientos positivos: siente compasión por una persona que
encuentra en la calle, hacer que exprese el sentimiento con una acción de bien por esa
persona o por otra que se encuentre en la misma situación.

• Encauzar los sentimientos negativos: siente despreció, recordarle que existen cosas
que merecen el desprecio en nuestra vida como el pecado, el mal, la injusticia, la
mentira…Es decir subir al ideal.

• No manifestar delante de ellos tus estados de ánimo negativos.

• Nunca discutir delante de ellos

• Enseñarles a ceder ante los demás y a trabajar en equipo, aceptando los puntos de
vista de los otros

• Seguir un horario diario independientemente de los estados de ánimo circulantes.

• Que actúen por el ideal que se han propuesto, no por lo que sienten en ese momento

• Ante un sentimiento negativo que pongan por delante los principios y motivaciones
que dan sentido a la vida.

Lectura

Lee con tus alumnos el siguiente cuento. Coméntalo tratando de que sean ellos
mismos quienes saquen las conclusiones, que comenten los sentimientos de una
persona que no está contenta consigo misma ni con las circunstancias de la vida y los
sentimientos de una persona que se siente feliz…

Nota: puedes buscar otra lectura más adaptada a la edad del alumno.

Cómo curar el egoísmo

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Había un hombre rico, pero egoísta. Un día fue a ver a un viejo amigo y le preguntó
cómo podía aliviarse de la tristeza y de las preocupaciones.
El amigo lo escuchó, luego lo llevó frente a un espejo, y le preguntó:

_ ¿qué es lo que ves allí?

_Me estoy viendo a mí mismo.

Lo llevó frente a una ventana abierta, y le preguntó:

_ Y ahora, ¿qué ves?

_ Veo la calle y mucha gente atareada

El amigo concluyó:

_ De aquí en adelante ya no pierdas tiempo frente al espejo, pensando en ti mismo;


mira por la ventana, fíjate en los demás y volverás a ser feliz.

Zanuso, Hermeregildo. Op. Cit., p.6

Propósitos

Te presentamos unos propósitos que pueden apoyar en la formación de esta virtud

Primera semana: Seré positivo en todos mis pensamientos y actitudes, sin quejarme
de nada.

Segunda semana: cuando sienta antipatía por algún compañero, lo trataré con más
caridad, venciendo mis sentimientos negativos y dando pie a los positivos.
Tercera semana: mantendré una sonrisa a pesar de cómo me pueda sentir física o
emocionalmente en ese momento.

Cuarta semana: daré a Dios el primer lugar en mi vida, siendo fiel a lo que él me vaya
pidiendo, sin que me importe lo que yo quiera o sienta.

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N° 8 La Formación del Carácter y el Dominio Personal. Curso
Herramientas para formar en las virtudes

Fuente: Herramientas para padres


Autor: Pilar Varela, Mayra Novelo

Sesión N° 8

La Formación del carácter y el dominio personal.

“Vencerte es conquistarte”

Autoanálisis

¿Qué significa formarse? Significa adquirir una forma. ¿Cuál es nuestra forma? Nuestra
forma es el ideal humano y cristiano, el humanismo cristiano. Esa forma la tenemos
que estar día a día, adquiriendo y perfeccionando. Y eso exige abnegarnos.

Hoy en la educación familiar, escolar, en la misma mentalidad común, se piensa y se


actúa como si formar fuese dejar que el niño o el adolescente sigan su inclinación
natural. ¿Para qué decirle: "Esto no se debe hacer"? ¿Por qué ponerle trabas?... ¿Qué
es lo que resulta? Que el concepto de abnegación y sobre todo la realidad de la misma
se están perdiendo. Es una pena, porque el que no sabe negarse a sí mismo, no tiene
voluntad. Si ha hecho siempre lo que quiere y querrá hacer siempre lo que quiera,
cuando en la vida tenga que enfrentarse con alguna dificultad, no sabrá qué hacer y se
derrumbará. La falta de abnegación produce hombres débiles, mujeres débiles. Esa es
la pena y la desgracia de una educación que no tiene en cuenta la abnegación, como
un elemento importante en la formación del hombre y de la mujer maduros.

Cuestionario

1. ¿Qué concepto tengo de mi mismo(a) cuando me examino con sinceridad? ¿Se


reconocer las cualidades que poseo y aquellas que no?

2. ¿Me desanima encontrarme imperfecto(a) con los mismos defectos de siempre?

3. ¿Soy autosuficiente? ¿Creo que soy el único(a) que puede hacer bien las cosas? ¿Me
considero mejor que los demás en el cumplimiento de mis deberes, en mis
capacidades intelectuales, en mis cualidades artísticas y físicas?

4. ¿Busco constantemente la aprobación de mi esposa(o), directores, alumnos? ¿Vivo


de la opinión “buena de los demás”?

5. ¿Suelo discutir acaloradamente de todo, aún en aquello que no conozco?


¿Sobreestimo el valor de mis opiniones? ¿Acepto con facilidad las sugerencias de los
otros?

6. Cuándo fracaso o me va mal en algo ¿el mundo se me cae encima? ¿Busco entonces
hacer un nuevo esfuerzo de superación y no dejarme llevar por mis sentimientos?

7. ¿Cuento mis penas y sufrimientos a todo mundo o sólo aquellos a quienes debo
contárselos?
8. ¿Se prescindir de mí mismo (a) cuando hay cosas que me gustan pero disgustan a
los demás?

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9. ¿Vivo atento(a) a hacer felices a cuantos me rodean? ¿Aún cuando tenga que hacer
un sacrificio?

10. Cualquier actitud de los demás que no concuerda con lo que me agrada, ¿Me
desconcierta y enfada? ¿Me irrita durante muchos días y guardo rencor?

11. ¿sé dominar mi impaciencia? ¿Pierdo lo mejor de mis energías y de mi tiempo en


enojarme por pequeñas tonterías? ¿Sé restar importancia a las cosas que no la tienen?
¿Me ejercito en el dominio propio? ¿Soy constante en eso?

12. ¿Sé ganar y perder con nobleza? ¿Tengo dominio en mis palabras?

El Carácter

El ser humano es esencialmente un ser social. Sus acciones son espejo del alma.
¡Cuántas veces una palabra amable o un gesto educado pueden abrir las puertas del
corazón de una persona! ¡Cuántas, en cambio, se cierran por culpa de un trato brusco
o poco agradable!

Temperamento, carácter y personalidad son palabras muy escuchadas, pero pocas


veces no sabemos con precisión su significado.

Temperamento: es el conjunto de características con las que una persona nace. Las
situaciones y su creatividad forman su personalidad.

Carácter: Son las características de una persona que determinan una forma propia de
comportamiento. No se nace con carácter, sino que éste se forma.

Personalidad: Resultado final que conjunta el temperamento, el carácter, la


educación, la formación, etc., en una persona.

Deducimos que el temperamento no lo es todo en el individuo, sino tan sólo aquello


que él posee como resultado de la herencia; mientras que la personalidad se va
formando al adquirir otros elementos, los cuales influyen en la formación del hombre.

Nos permitimos clasificar a las personas en dos grupos, que para nada agotan
la gama y riqueza de los temperamentos, pero ayudan a ubicar de manera
sencilla algunos rasgos característicos y visibles

Extrovertidos:

• Tendencia a ser habladores.

• Poco autoanálisis y autocrítica

• Rara vez se turban o alteran.

• El tipo de diversiones que le gustan son exteriores.

• Sociables y cordiales.
• Prefieren trabajar en equipo.

• Descuidados en su salud y en sus pertenencias.

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Introvertidos:

• Poco comunicativos.

• Inclinados al autoanálisis y a la autocrítica.

• Se turban con facilidad.

• El tipo de diversiones que les gustan son interiores (lectura, juegos mentales,
etcétera)
• Poco sociables.

• Prefieren trabajar solos.

• Pendientes de su salud y de sus pertenencias.

Es muy importante considerar que cada persona independientemente de su


temperamento, tiene tanto cualidades como defectos, y que Dios les ha dado talentos
personales para ponerlos al servicio del Señor y de los demás.

Características de la personalidad

Las personas tenemos un sinnúmero de características propias que nos van definiendo.
Para mencionar alguna usaremos tres conceptos que René Le Senne propone como
base del comportamiento y de los cuales se deduce las siguientes combinaciones de
carácter.

- Emotividad (E):

Vibrar interiormente con mayor o menor intensidad ante distintas situaciones o


estímulos. Esto dice que tan sensible es una persona. Las personas emotivas ponen
interés y atención en lo que realizan.

Emotivo – Mayor nivel de afectación


No emotivo – Menor nivel de afectación

- Actividad (A):

Instinto que nos empuja o obrar y a crear nuevas oportunidades para actuar. Sus
ideas e imágenes se convierten espontáneamente en actos, no se desaniman ni se
desesperan ante los obstáculos; tienen espíritu e lucha e inspiran valor ante las
dificultades, contagian optimismo.

Activo – Mayor capacidad de reacción

No activo – Menor capacidad de reacción

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- Prontitud para reaccionar (P o S):

Es la reacción más o menos prolongada que se produce en una conciencia, después de


una impresión o sensación. Dependiendo de esta reacción las personas podemos
clasificarlas en:

Primarios, si reaccionan de manera inmediata y olvidan con facilidad.

Secundarios, si reaccionan después de haber reflexionado y no olvidan con facilidad.

Clasificación de caracteres

Con base en la combinación de estas características, se hace la clasificación de los


caracteres:

(Para profundizar en las características, virtudes, defectos, modelos y pautas


de formación, da Clic, a cada uno de los caracteres)

 Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)

 Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)

 Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)

 Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)

 Carácter Realista (noEmotivo-Activo-Primario)

 Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)

 Carácter Adaptable ( no Emotivo-Activo Secundario)

 Carácter Conservador (no Emotivo-noActivo-Secundario)

No hay caracteres buenos ni malos; todos son buenos porque Dios los hizo. Además
todos tenemos un poco de todos. Lo importante es conocer el propio para poder
formarlo.

51
Formación del carácter

No basta educar la inteligencia y la voluntad de la persona, si no se forma también el


carácter, es decir, si no formamos hombres y mujeres bien orientados hacia fines
nobles.

El carácter es el molde, la fisonomía del hombre. El carácter es por decirlo así, nuestra
obra. Un joven con carácter, es aquel que tiene principios nobles y que permanece
firme en ellos, aun cuando esta perseverancia y firmeza le exijan sacrificio.

La formación del carácter no se determina sino a partir del momento en que la persona
haya contraído el hábito de vencerse a sí misma minuto a minuto. Entonces podemos
decir que hemos formado un hombre o una mujer de carácter.

Algunas características del joven con carácter

• Hombre o mujer de decisión

• Hombre o mujer de acción.

• Firme en la ejecución.

• Perseverante hasta morir en la raya.

• Seguro(a) de sí mismo(a)

• Valiente.

• Con fuerza de voluntad.

• Dueño(a) de sí mismo(a)

• Estable emocionalmente.

• Tenaz.

Señales de peligro

• Impulsividad: dejarse llevar por los impulsos del momento.

• Consentir en todo, los gustos y caprichos.

• Falta de voluntad.

• Falta de aceptación personal.

• Conformismo: no querer cambiar, justificarse con “así soy y que me quieran como

soy”.

• Ira: dejarse vencer con facilidad por el enojo.

• Hacer lo que hacen y dicen los demás.

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• Falta de ideales: no hay ideal ni meta.

• Inconstancia.

• Irresponsabilidad: no cumplir con nuestra responsabilidad porque nos sentimos


tristes o desanimados.

• Miedo al esfuerzo y a la lucha: vencernos fácilmente ante las dificultades y


obstáculos.

Virtud del dominio personal

El dominio personal consiste en saber ser dueño de uno mismo, haciendo siempre lo
que debe hacerse.

“El desarrollo armónico de la persona, supone el dominio sereno de las reacciones


pasionales y el encauzamiento de estas fuerzas hacia los ideales humanos y cristianos.
Por ello, esfuércense por lograr una disciplina personal que les permita mantenerse en
todo momento señores de sí mismos y de sus impulsos”. P. Marcial Maciel.

No podemos ser santos si no colaboramos con la gracia de Dios. No es mejor hombre


el de más talento, sino el de mayor dominio.

Claves para formar en la virtud

¿Quién es el hombre y la mujer de carácter?

• Quien jamás traiciona sus principios y su amor a Cristo.

• Quien no se deja vencer en la lucha, no teme a las dificultades.

• Quien huye de la comodidad.

• Quien sabe hacer grandes cosas y llevarlas hasta el final.

• Quien cumple con perfección los deberes.

• Esfuerzo constante por conseguir lo que se propone.

• Constancia: obra iniciada, obra terminada.

• Resoluciones firmes, adecuadas y cumplidas.

• Sonreír y sobreponerse a los estados de ánimo negativos.

• Fortalecer la voluntad a través de pequeños ejercicios.

• Evitar la queja.

• Espíritu positivo ante la dificultad.

Cómo formar a tus alumnos e hijos

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• Marcar metas y hacerle ver los esfuerzos que se necesitan para alcanzarlas y la
importancia del dominio personal para no dejarse vencer por la fatiga.

• No aceptar ningún capricho, berrinche o coraje.

• Enseñarles a terminar lo que empiezan, para que no se dejen llevar por los gustos
momentáneos.

• Fomentar en ellos el dominio personal: el deporte es un ejercicio maravilloso en este


campo.

• Dominio personal al comer: en casa se come lo que hay en la mesa, no lo que


apetece comer en el momento. No se come en el salón de clases…

• Recuerda que hay que ser muy pacientes con los alumnos e hijos, a veces tendrás
explosiones de carácter; evita corregir en ese momento, espera, pero No dejes de
formar siempre.

Propósitos

Te presentamos algunos propósitos para trabajar con tus alumnos e hijos como
pequeñas metas a conquistar cada semana.

Primera semana: haré todas mis tareas y trabajos completos y con perfección.

Segunda semana: Estaré bien sentado durante la clase (al comer, viendo la televisión,
etc.)

Tercera semana: Seguiré un horario de estudio y de descanso y lo seguiré aunque me


cueste trabajo.

Cuarta semana: No manifestaré ningún descontento o desagrado ni en casa ni en el


colegio.

Ejercicios de este tema

1. Presentamos el siguiente video. Después de disfrutarlo, elogia las virtudes que


observas y que hemos tratado en este curso, sobre todo en el padre, las dificultades
que ha afrontado y los medios que posiblemente se propuso para logra lo que ha
logrado. Comenta los frutos de este esfuerzo en el hijo...

2. Comparte tus conclusiones de este tema en los foros del curso

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A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)

Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de
tener emociones y de vivir intensamente

A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de
tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las
impresiones es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del
momento, pasa del entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al
odio.

Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil
centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos
intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la
abstracción y el razonamiento lógico.

Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la
literatura, poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión
espontánea.

Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su


comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos,
aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La
emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el
momento actual.

La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor.


A veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa
emotividad que le impide sistematizar su vida.

2. Comportamiento religioso.

El inquieto experimenta el contacto con Dios de una manera rápida, muchas veces con
mucha fantasía. Este tipo de carácter se siente atraído hacia el ideal religioso.
Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por
ser no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio de Dios o del
prójimo.

Siente la piedad como emoción religiosa y frecuentemente bajo un punto de vista


estético o poético. Ama la oración breve y personal que le conmueva. No tiene
aptitudes para la meditación, o se distrae, o se duerme. No hace reflexión evangélica,
sino que lee el Evangelio como una novela, por esa hambre de emociones y de
imágenes rápidas.

Su religiosidad es superficial. Las pruebas: enfermedades, decepciones, la muerte de


un amigo, le pueden ayudar a volver momentáneamente hacia Dios, pero su vida no
cambia realmente porque sus reacciones son fugaces. A este carácter espontáneo,
movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos metódicos, la disciplina, los
horarios.

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No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración del momento, se distrae o se
aburre. Le cuesta la vida espiritual y el apostolado organizado. Si se afirma que la
santidad consiste en la constancia de hacer la voluntad de Dios, la santidad del
nervioso consistirá en la constancia de levantarse de sus inconstancias en el
cumplimiento de la voluntad de Dios.

El inquieto está muy expuesto a la incontinencia sexual. Muchas de sus excitaciones


terminan en pecado, dada su gran impulsividad, sobre todo cuando se trata de
jóvenes. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán de novedad y su
desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la fidelidad de un
amor profundo.

3. Pedagogía pastoral.

La iglesia cuenta con grandes santos con este carácter, por ejemplo san Francisco de
Asís que, con el amor personal a Jesucristo, encontró un fundamental apoyo para su
santificación personal y para influir en la vida de la Iglesia.

a. Flexibilidad y constancia.

El formador requiere de mucha prudencia para no herir la gran susceptibilidad de este


tipo de carácter. Hay que escucharlo y acogerlo con paciencia y comprensión. El
formador debe mostrarse acogedor, cordial, lleno de confianza y dispuesto siempre a
animarle. Su dirección espiritual debe ser flexible pero constante.

Si el orientado es inquieto y en la dirección espiritual siente que se le oprime,


fácilmente puede explotar. Por una parte, no hay que aplastarle con brusquedades o
ironías, y, mucho menos, ridiculizar su nerviosismo. Pero tampoco hay que favorecer
su egocentrismo o dejar que sea esclavo de sus nervios. Tan mala es una dirección
espiritual severa como una blanda, ambas corren el riesgo de hundirle en un
sentimiento de rebelión o de provocar fugas o agresiones.

Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las


dificultades de su carácter. Si el formador es hiriente o brusco acaba con toda
posibilidad de relación, hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos
negativos de su carácter y sugerirle los medios para controlarlo.

El formador puede tener mucha influencia en su vida, ya que este tipo de carácter
siente fácilmente la influencia positiva de las personas, a las que intenta luego imitar.
Experimenta la necesidad de la dirección espiritual y quiere colaborar, porque es
generoso, además le gustan las conversaciones espirituales.

b. Metas cortas y atractivas.

Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo


sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a
disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse.

Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un inquieto se le deben
proponer programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para
lograrlas, no medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con
bases poco profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y
medios ágiles es la clave para su perseverancia y superación.

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c. Dominio interior.

Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe


lograr. Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en
un esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo
primero que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes
de hablar y de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios.
Aconsejarle una metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza
e inconstancia. Que trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la
responsabilidad en el trabajo.

El dominio propio y la pureza de intención acabarán progresivamente con sus errores y


le pondrán en el camino de Dios. Darle confianza, que se convenza de que puede
lograr ese dominio interior profundo. Su formación espiritual deberá centrarse en el
desarrollo y control de su emotividad.

d. Reflexionar en las actitudes.

Hay que orientar al inquieto sobre el verdadero sentido del pecado, esto es, que vea su
pecado en relación con Dios y no en relación consigo mismo. Luego hay que dirigirle
para que reflexione en sus actitudes, porque muchas veces el nervioso analiza sólo lo
que ha hecho y no por qué lo ha hecho.

El formador normalmente ve lo exterior y con frecuencia esto le puede mortificar. No


hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace
tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las
actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.

En el campo de la sexualidad y castidad hay que orientarle hacia la calma y el sentido


de responsabilidad personal. Todo debe encaminarse hacia las actitudes y el sentido de
responsabilidad y de reflexión.

e. El apostolado.

Finalmente se debe encauzar su inquietud y fuerza pasional hacia el apostolado. Su


generosidad le puede llevar al sacrificio; su afectividad, a darse y a amar si se le
presenta un ideal noble y elevado.

A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su


inquietud en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo
solo por su inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho
le dictamina.

B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)

El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz,


auténtico, audaz, con piedad profunda

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz,


auténtico, audaz, con piedad profunda.

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Por ser emotivo, los reproches le duelen hondamente, estos le pueden causar un
complejo o una represión obsesiva o una sensación de fracaso. Percibe profundamente
cualquier impresión, tanto si es buena como si es mala, alegre o triste. La medita
lentamente y la revive una y otra vez.

No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le presenta


una nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero en forma
reservada y moderada. Le atrae lo estético.

Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una persona
que desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al aburrimiento.
Está lleno de costumbres y manías.

El reflexivo tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y para la
abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas bien; sin
embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus posibilidades y es
lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas. Tiene problemas
para adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo prolongado.

Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por
otra parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus proyectos e
iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño.

Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio. Muy


recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho valor a
la vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás, porque es
reflexivo, procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y delicado.

Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular, bastante


egoísta. Más que el instinto sexual, el verdadero peligro para la castidad del reflexivo
consiste en la tendencia y en la necesidad de afecto.

2. Comportamiento religioso.

En el campo espiritual, el reflexivo se siente muy atraído por su introspección hacia


Dios de una manera íntima y profunda. Se siente atraído por todo lo que es estable,
profundo; por tanto, por el Absoluto.

Por ser emotivo, es sensible al amor de Dios, y por ser secundario se inclina a la vida
interior y a la constancia. Sin embargo, apoya su vida espiritual en el sentimiento y no
en elementos estables; así se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza,
alegría, desaliento y escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos recuerdos
del pasado, manifiesta sentimiento de culpabilidad por lo que hay que hacerle ver que
también existe la misericordia.

3. Pedagogía pastoral.

El santo Cura de Ars es ejemplo de este carácter. El reflexivo, por medio de una
acertada dirección espiritual, puede llegar a ser un gran santo, sobre todo porque uno
de sus rasgos más característicos es su profunda vida interior.

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a. Actitud del formador.

El reflexivo está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la dirección espiritual en


busca de comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de otra
persona y del ambiente en que vive, el formador tiene una enorme responsabilidad en
el aspecto humano; requiere tener una gran delicadeza de trato, una profunda
comprensión y una paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le debe ofrecer la
ocasión para expresarse libremente y a sus anchas; que nunca tenga la impresión de
que se le apresura o de que cansa escucharle.

El reflexivo necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño, comprensión y


bondad; debe ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el apego
excesivo.

b. Seguridad y proyección a los demás.

Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de salvar al


reflexivo de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo valorando los
menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de que sea más
optimista.

Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber explotar
esta fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque el amor, por
definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y satisfacción de la entrega,
que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de amar intensamente. Educarle a
amar bien; no a amar para ser amado, con interés egoísta.

Todo el trabajo del formador con el reflexivo deberá consistir en suscitar la


transformación del amor "humano" de amistad, en amor sobrenatural de caridad
fraterna. La caridad deberá ser la base de toda su formación.

c. Su vida espiritual.

Se le debe orientar para que apoye su vida espiritual en la bondad y misericordia de


Dios, así como en un amor personal a Cristo. Confiar en Dios y amarle personalmente,
he ahí la base de su vida espiritual. El reflexivo requiere vitalmente de apoyos seguros,
y quién mejor que Dios y el formador.

No se le debe orientar en una ascética negativa que lo deprimiría. Que sea consciente
de sus posibilidades, las valore y las aplique en su vida espiritual. Conviene formarle
en la abnegación de sí mismo: mortificar la imaginación, luchar contra la tristeza y el
análisis desmedido de las propias faltas. Hay que convencerle de que su carácter es el
mejor dispuesto para el verdadero espíritu sobrenatural. Alertarlo para que no sea
víctima de los escrúpulos.

Puesto que se inclina a la oración personal en el silencio, conviene desarrollar en su


alma el contacto íntimo y profundo con Dios. Su meditación ha de convertirse en un
coloquio personal y no en un pasatiempo y ocasión de desahogo de las propias penas y
de la incomprensión de que se cree víctima; por ello habrá que aconsejarle que se
olvide de si mismo en la oración. Ésta deberá proyectarle hacia afuera, con un sentido
de entrega y generosidad al servicio de Dios y al prójimo.

d. El apostolado.

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El reflexivo goza de magníficas cualidades para el apostolado individual, como son la
comprensión y la delicadeza con las almas. Por esto hay que suscitar el gusto y el valor
por el apostolado. Goza de una emotividad intensa que, encauzada hacia los demás, se
puede convertir en un gran celo apostólico.

Se sensibiliza muy fácilmente con las miserias humanas. Por consiguiente, lleva el
apostolado en el propio temperamento. Pero a la vez le faltan cualidades propias de un
apóstol: dinamismo, liderazgo, coraje. Por esto habrá que formarle en el sentido de
responsabilidad y de iniciativa (sobre todo, esta última le es necesaria), para que
llegue a poseer una "personalidad" recia y desarrolle su capacidad de liderazgo.

Cuando se haya convencido al reflexivo de que se dedique al apostolado como un


medio para el bien de su alma y la del prójimo, se habrá conseguido el éxito. Con sus
dotes positivas, después de una buena formación, estará en condiciones de nutrir, a su
vez, a otras muchas almas y convertirse en un excelente formador .

C. Carácter Dinámico (Emotivo-Activo-Primario)

El Dinámico ha nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la


nota predominante de su carácter

1. Descripción de los rasgos más característicos.

La característica más importante de este carácter es la actividad exuberante. El


Dinámico ha nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la
nota predominante de su carácter.

En la vida social es muy cordial, es popular por su iniciativa y optimismo, por su


alegría y buen humor, es muy extrovertido. Susceptible, inquieto, charlatán, es
propenso a la mentira por tender a la exageración. Sus reacciones son instantáneas,
violentas, necesita respuestas inmediatas, nada a largo plazo.

Este carácter es idealista al máximo, compasivo, generoso y servicial. Incapaz de


guardar algún rencor. Es voluble, cambiando fácilmente de gustos y amigos. Suele
cambiar de actividad de manera frecuente y caprichosa y sin terminar lo que ha
empezado. Busca éxitos inmediatos ya que es incapaz de subordinar sus actos a un fin
lejano.

Eleva a verdadera caridad fraterna su innata inclinación a amar. Es muy caritativo con
los enfermos. Sin embargo, por su vigor exuberante, peligra en su vida sexual, sobre
todo en su afectividad, donde puede conquistar amores poco duraderos o tener caídas
graves.

La inteligencia del Dinámico está inclinada a lo concreto, lo inmediato y lo técnico. Es


una inteligencia práctica que comprende con rapidez y demuestra capacidad de
improvisación. Prefiere el trabajo en equipo al trabajo individual. Tiene espíritu de
camaradería: ayuda con gusto a los demás, colabora siempre que puede, aún más, se
adelanta y previene los deseos y necesidades de sus compañeros.

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2. Comportamiento religioso.

Ama poco la oración, la meditación, la renuncia y la abnegación; prefiere, en cambio,


la actividad apostólica. Se inclina a presentar la vida sobrenatural en forma poco
exigente y hasta quisiera acomodarla con la vida del "mundo".

Busca una oración inmediata, sentida, pero breve. No le da importancia a la oración


porque le interesa más su apostolado. En la oración piensa en el apostolado, por ello
sufre muchas distracciones. Cuando ora, lo hace como si predicara a los demás.
Prefiere la oración pública: litúrgica, con canto, meditación hecha en común o al aire
libre.

Su generosidad natural le lleva a la abnegación y la caridad; está dispuesto a cualquier


trabajo, aun cuando le suponga especial sacrificio. Por su gran capacidad de amar,
ama las obras de misericordia espirituales y corporales, el apostolado social y
misionero. Sin embargo su acción carece de raíces profundas. Se compromete, sin
reflexionar suficientemente.

Es poco favorable a la dirección espiritual, porque no le encuentra utilidad. No


experimenta la necesidad de pedir consejo, porque, en general, decide por sí mismo.
Le cuesta ser humilde, es propenso a hablar de sí; se resiente si fracasa y atribuye los
éxitos a su actividad y a sus cualidades.

3. Pedagogía pastoral

San Pedro Apóstol y san Ignacio de Loyola son dos grandes santos que tenían este
carácter.

a. Actitud del formador.

El orientado con carácter Dinámico es fácilmente moldeable. Hay que acostumbrarle a


dominar sus explosiones temperamentales, convencerle de las desventajas de la
extroversión que le llevan a disiparse, que le empujan a actuar según sus tendencias
primarias. Hay que lograr que su trabajo converja en un sólo objetivo.

Se debe usar con él un lenguaje directo, pero no hiriente. No chocar con él por el afán
de dominarle, sino moldearle con motivos. Si se le trata de imponer algo, fácilmente se
puede poner de malhumor. No tiene conciencia de sus limitaciones y hay que dárselas
a conocer, pero con mucho cuidado, pues si se le contradice directamente nunca
volverá a la dirección espiritual, o por lo menos quedará inhibido y molesto.

Hay que saber potenciar y proyectar a este temperamento. La labor de Cristo con san
Pedro es un gran ejemplo; cómo le fue llevando a ser su vicario en la tierra.

b. Su vida espiritual.

Hay que presentarle la vida espiritual para que se convenza de ella y la asimile como
santificación personal con miras a su apostolado. Acostumbrarle al gimnasio de la
meditación, ayudándole en su lucha contra las distracciones. Enseñarle el diálogo con
Cristo, que hable con El de su actividad, de sus preocupaciones, así su oración será
personal y su voluntad se irá conformando con la de Dios.

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Puesto que es generoso, hay que presentarle la mortificación interior como purificación
requerida por el amor de Dios y necesaria para la eficacia apostólica. Acostumbrarle,
sobretodo, al silencio y al recogimiento interior.

Expuesto a serios peligros morales, debe habituarse a una vigilancia enérgica,


especialmente del corazón y a tener ideas bien claras en materia de castidad. Hay que
invitarle a una total sinceridad en la dirección espiritual, a mantener una sólida vida
espiritual y ayudarle a la mortificación de los sentidos. Conviene, antes que nada,
ayudarle a descubrir las raíces de sus faltas.

c. Apostolado.

El apostolado puede ser su vida, éste le reporta las mayores satisfacciones, pero
también es su caballo de Troya, porque puede caer en la herejía de la acción: hacer
por hacer. Su acción carece de raíces profundas, porque es irreflexivo y ama poco la
oración y la abnegación interior.

Se le debe hacer reflexionar sobre los motivos, el valor y el fin de cada acción que va a
realizar, tanto de cara a su santidad como de cara a su vida apostólica. Así frenará la
tendencia a actuar por actuar. La actividad es un arma de defensa y de ataque en el
Dinámico. En su actividad pone todo su corazón. Por amor se convierte en un gran
apóstol, todo lo que le conmueve, lo apoya; además es muy hábil en arrastrar a los
demás a la esfera de su actividad y alegría.

Hay que vigilarle de cerca, pero sin ahogar su entusiasmo generoso; es necesario
encontrarle objetivos a corto plazo, pues si no dejará todo a medio camino. Hay que
acostumbrarle a la reflexión sobre la obra que va a realizar, sobre los fracasos y sobre
el porqué de los éxitos logrados. Que realice ejercicios de constancia y que recapacite
en el porqué de la interrupción de su trabajo en una obra importante.

D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)

Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente
de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente
de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión.
La persona de este carácter es servicial, honorable, amante de la sociedad. Está
dotado de una comprensión inteligente para cualquier tipo de problemas y es
compasivo con la debilidad, pena o aflicción ajena.

Es, así mismo, dominador, ambicioso, apto para mandar. A veces fanático e
impaciente, hasta agresivo. Peca de temeridad arrastrando a los demás consigo. Se
deja guiar por la regla y por la razón, que considera como normas supremas de su
obrar. De aquí que observe el orden de una manera meticulosa. Puede convertirse en
un hombre o mujer severa, dura, obstinada, de las que atosigan con el ejercicio de su
autoridad.

Organiza jerárquicamente su vida afectiva y es generalmente reservado. Tiene una


gran capacidad de trabajo, y ese trabajo tiene como base la responsabilidad; se
concentra en lo que hace y es constante y organizado. Está siempre orientado hacia la

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acción que desea resulte lo más perfecta posible y, generalmente, consigue llevarla a
feliz término. Es además puntual y de conducta honorable.

El exceso de orden, indiferencia por los deportes, poca resistencia física, desinterés por
las artes son otros rasgos de este carácter. La inteligencia del apasionado es muy apta
para la abstracción y el razonamiento lógico. Sus intereses intelectuales son de
carácter social, metafísico y religioso. Posee capacidad inventiva, gran memoria, buena
atención, imaginación y comprensión. Prefiere trabajar solo.

La misma seriedad en lo que emprende ya constituye por sí misma una valiosa ayuda
tanto para su castidad personal como en el trato con el otro sexo. Sin embargo, por su
orgullo mantiene una excesiva seguridad en sí mismo que le puede hacer caer en la
sensualidad y en fallas graves en el campo de la sexualidad.

2. Comportamiento religioso.

El carácter apasionado tiene un profundo espíritu religioso; anhela vivir con sinceridad
y coherencia su propia fe. Comprende y siente la necesidad del ideal religioso. Se
apasiona por los problemas espirituales. Posee una verdadera piedad y caridad
cristianas.

Sus aptitudes le permiten aceptar un ideal elevado y sobrenatural y ser fiel al mismo,
aun a costa de un esfuerzo duro y continuo. No se deja dominar por los placeres de los
sentidos. Caracteriológicamente hablando, es el que está mejor dispuesto para aceptar
y ser consecuente con los principios que impone la religión, especialmente en la vida
práctica; no una religión vaga, meramente teórica basada en el sentimiento, sino en
acciones nobles y en el esfuerzo continuo. Pero, por ser orgulloso, no acepta el servicio
humilde, "yo he nacido sólo para cosas grandes"´ suele pensar.

Experimenta la necesidad de un contacto íntimo con Dios. En la oración se pone a


disposición de Dios para trabajar por su Reino, porque lleva el sentido de la grandeza
de Dios. Pero en esa oración busca más el objetivo que ha de alcanzar con su actividad
que la fuente de donde ha de sacar los recursos para vivificarla sobrenaturalmente.

Además del innato sentimiento religioso, posee una clara disposición a orientar sus
acciones y su misma vida al servicio de Dios; es muy generoso y la sobriedad en los
placeres de los sentidos le facilita el progreso espiritual. Su orgullo es, sin embargo, su
gran defecto, que se manifiesta en la falta de docilidad, en la excesiva confianza en sí
mismo, en la independencia de Dios y de los directores en el apostolado.

3. Pedagogía pastoral.

Este es el carácter que más santos ha dado a la Iglesia, como un san Agustín, que de
una juventud pecaminosa pasó a una vida llena de amor purismo a Dios. San
Bernardo, santa Teresa de Ávila, san Francisco Javier, san Juan Bosco, santo Tomás de
Aquino, por mencionar algunos.

a. Actitud del formador.

Al apasionado podrá ser en el plano humano, un gran hombre, y en el plano


sobrenatural un gran santo; pero si se inclina hacia el mal, puede llegar a ejercer una
influencia totalmente dañina, por eso la formación de apasionado requiere, de parte de
los formadores, un gran interés y una grave responsabilidad.

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Necesita una dirección sólida. El apasionado experimenta la necesidad de tener un guía
de su alma y confía mucho en él. Quiere una dirección seria, elevada, sobrenatural. El
formador no debe desvirtuar la dirección espiritual convirtiéndola en una mera
conversación para pasar el rato amigablemente, debe valorizar al máximo el sentido
religioso que el apasionado lleva innato.

Por ser tan emotivo, posee una marcada sensibilidad y profundo espíritu observador.
Siente la necesidad de un guía que lo oriente con firmeza, pero a la vez, con suavidad.
Por eso e1 formador deberá mostrársele comprensivo e inspirarle confianza y simpatía.
Conocerle lo más exactamente posible para aprovechar su riqueza caracteriológica. Al
tratarle, no usar ironías ni palabras ásperas o humillantes que lo desalentarían.

b. Su vida espiritual.

El formador debe hacerle ver la superioridad del ideal cristiano. Se le debe presentar lo
sobrenatural bajo el signo de la caridad, como don de sí mismo a Dios y a los
hombres; y hacerle ver la grandiosidad del ideal cristiano en medio del mundo actual.
Hay que lanzarlo a la conquista de las altas cimas de la contemplación, como vida para
su acción apostólica.

c. Combatir el orgullo y la independencia.

El apasionado no comprende la necesidad de su dependencia de Dios. Su formación


debe empezar por la lucha constante contra el orgullo, que es su defecto dominante.
Que se acostumbre a conocerse a sí mismo con sus cualidades positivas y sus
deficiencias. Se debe educar en la aceptación gustosa, por amor a Dios, de los
consejos y correcciones. Acostumbrarle a comprender y apreciar las cualidades de los
demás y a amarles. A reconocer sus faltas de tacto y de delicadeza. A aceptar los
reveses y fracasos, las enfermedades y la inacción. A comprender que él sirve al
Movimiento y no el Movimiento a él.

d. Apostolado.

Este carácter posee extraordinarias cualidades para cualquier tipo de apostolado, sólo
que le falta a veces concretar la oportunidad e importancia del apostolado. Por lo tanto
hay que ayudarle a la reflexión como principio de acción; no es conveniente que tome
apostolados individuales por su cuenta. Debe acostumbrarse, sobretodo, a recurrir
filialmente a Dios y abrazarse a Cristo en un sentido de abandono total para poder
vencer la tendencia al despotismo y a la incomprensión por las debilidades y
deficiencias de los demás.

Debe prestar atención a no abarcar un campo de acción superior a sus posibilidades.


Debe trabajar con la convicción de que es un pobre instrumento en las manos de Dios
y que la obra es del Señor y que él dará mayor gloria a Dios si trabaja con una actitud
interior de humildad y desprendimiento. Debe preocuparse por el progreso de la obra
más que pensar en el honor en que se tiene su nombre.

Si se consigue convencer al apasionado de que cualquier éxito en su vida debe nacer


de la fuente vivificadora de la humildad y de la entrega a Dios, se habrá encontrado el
camino ideal para toda una vida de plenitud y de nobleza en todos los sentidos, y su
apostolado será sumamente eficaz para el bien de las almas.

Por tanto, primero hay que ayudarle a desarrollar la propia emotividad dirigiéndola
hacia un ideal superior. Segundo, fundamentar su emotividad y actividad en su

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capacidad organizadora. Tercero, acostumbrarle a actuar según los dictámenes de la
razón y no de los sentimientos. Cuarto, prevenirle sobre la posibilidad de derrotas
penosas.

E. Carácter Realista (no Emotivo-Activo-Primario)

El realista es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida,


oportunista, versátil y educado

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El realista es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida,


oportunista, versátil y educado.

Con un gran sentido analítico, buen sentido práctico, una gran inventiva y gran
destreza manual, muy independiente en sus juicios y críticas. Destaca por sus dotes

diplomáticas, inteligencia clara y buena observación. La ironía es una de sus armas


predilectas.

Está predispuesto al egoísmo y a la codicia. Es propenso a la intriga, la denigración, el


cinismo. Es inconstante, falto de sistematización; tiene grandes necesidades sensuales
por su curiosidad malsana. Es insensible, sin convicciones hondas, dado a la
dispersión, al escepticismo, al libertinaje, a la picardía y a la glotonería.

Su inteligencia tiene muchos puntos fuertes: comprensión rápida, claridad y precisión


en las ideas, capacidad crítica y expresión objetiva. Posee una natural inclinación a
obrar, admirable adaptación a las circunstancias, a las situaciones concretas, deseoso
siempre de conocer, más reflexivo que impulsivo. Se interesa por las cosas concretas,
que impresionan los sentidos. Apegado al dinero. Es versátil: tiene el sentido del
trabajo y del trabajo hecho inteligentemente, pero se aplica a él de manera irregular;
también busca el resultado de inmediato.

El valor que busca instintivamente es la utilidad y el éxito inmediato en el campo social


con el fin de saciar su avidez y la propia vanidad. Se fija más en la apariencia que en la
sustancia.

2. Comportamiento religioso.

Al carácter realista le faltan convicciones profundas, tiene un verdadero vacío interior;


por ello, su sentimiento religioso es muy superficial y muy escasa su piedad. Practica la
religión más por costumbre que por convicción religiosa. Puede tener también
tendencias racionalistas.

Tiene una cierta curiosidad intelectual por la vida sobrenatural; curiosidad que busca
explicaciones. Pero en realidad está poco dispuesto para la vida espiritual, mantiene
una actitud crítica, sobre todo contra los caracteres emotivos en el campo religioso,
pues él es frío y calculador, en función de sus gustos e inclinaciones.

Reza, pero sólo por el éxito de sus obras. Al carecer de emotividad, se complace poco
en la oración; no la cree necesaria y por eso la abandona sin mayores problemas. Se
inclina al sacrificio siempre que vea un resultado inmediato. No es humilde ni sensible
a la voz del sufrimiento, de la miseria o de la debilidad ajena.

65
3. Pedagogía pastoral.

Este carácter también ha dado grandes santos a la Iglesia. Ejemplos: santo Tomás
Moro, san Bernardino de Sena y san Juan Capistrano

a. Actitud de formador.

El dirigido con carácter realista considera que la dirección espiritual es una pérdida de
tiempo, que no sirve más que para complicar la vida, especialmente cuando las
conversaciones se hacen frecuentes y largas. En general, quiere resolver por su cuenta
los problemas; así se cree más independiente, ya que tiene una gran confianza en sí
mismo. Por eso, el formador, además de buscar la forma adecuada de relacionarse con
él, porque es difícil de trato, debe cimentar su labor sobre razones y no sobre
sentimientos.

Hay que suscitar el desarrollo de la emotividad. Crear un ambiente afectivo, para que a
través de la acción de los demás, constate la existencia de valores elevados en el
mundo, que llenan el alma. Formarle con razonamientos convincentes y no con
reproches, buscando siempre el lado bueno.

Para desarrollar sus cualidades positivas hay que influirle a través de su inteligencia.
Habituarle a organizar y dirigir bien su actividad a través de un trabajo metódico y
continuo para robustecer su voluntad. En cuanto a la castidad, hay que prestarle
mucha atención porque es muy dado a la sensualidad.

b. Vida espiritual.

Aunque el carácter realista se inclina, por una parte, a reducir al mínimo sus deberes
religiosos y carece, por lo general, de vida interior; por otra, hay que decir que posee
una inteligencia que le ayuda eficazmente a ir conociéndose a sí mismo. Hay que
formarle, por tanto, con ideas claras, con energía y a la vez con corazón paternal, de
tal manera que vea, comprenda y ame las virtudes que le son necesarias.

Hacerle comprender que la religión no es el resultado de "unos sentimientos" sino que


para conocerla, y sobre todo para vivirla, hace falta la inteligencia que busca la verdad
y la voluntad que somete la vida entera a la voluntad de Dios.

No hay que dejar que reduzca a la mínima expresión los medios de perseverancia.
Hacerle comprender que la vida espiritual no es resultado de unos sentimientos, sino la
adaptación personal a todo lo que Dios comunica; por eso, presentársela como la
entrega de sí mismo a Dios y a los demás, a imitación de Cristo. Como desea conocer
cosas nuevas, aprovechar su inteligencia para que experimente personalmente lo
maravilloso que puede ser la vida espiritual.

c. El apostolado.

Necesita cultivar la sensibilidad y la conciencia apostólica. Hay que suscitar también


motivos elevados para realizar el apostolado, ayudarle a perseguir objetivos concretos
y a seguir un plan de trabajo. De este modo luchará contra la dispersión.

Se le debe inculcar el silencio y el alejamiento del mundo. Educarle el sentido de


comprensión y de colaboración social con miras al apostolado ya que para él, un
apostolado no se comprende si no es en sentido social.

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Es un buen organizador: tiene sentido de lo práctico, demuestra calma ante las
dificultades, sabe esperar y, sobre todo, es objetivo, claro y rico en iniciativas. Pero no
considera que es un simple instrumento en las manos de Dios y que ha de crear una
disposición interior que no impida la acción de Jesús en la santificación de las almas.
Debe persuadirse de que el verdadero sentido de la actividad apostólica nace de
Jesucristo y es para la extensión de su Reino.

d. Elevar al plano sobrenatural su utilitarismo.

El formador debe ingeniarse para elevar al plano sobrenatural su utilitarismo. En


cuanto a las prácticas externas, hay que transformarle ese deseo de aparecer, que
actúe no por la mezquina estimación de los hombres, sino por la extensión del Reino
de Cristo.

Necesita una formación muy intensa en estos tres puntos:

1) Debe combatir el egoísmo y formarse en la humildad: posee un egoísmo frío, una


verdadera indiferencia ante las necesidades de los demás: para él no existe el
sentimiento, sino la utilidad; por eso hay que procurar que en su actividad domine el
motivo intelectual y su celo apostólico en vez del espíritu utilitario.

2) La formación en la mortificación cristiana: darle motivos para que se desprenda de


los bienes terrenos, domine la gula, el afán de comodidad, etc.

3) Hay que espiritualizar su bondad natural con la verdadera caridad: hay que educarle
antes que nada en miras a la simpatía y al amor. Animar su sentido comunitario.
Acostumbrarle, poco a poco, a la delicadeza, a la lealtad, a combatir con valor y
constancia su egocentrismo.

Una vez que el realista se haya formado en la verdadera humildad y en la confianza de


poderse corregir, cuando ya esté orientado hacia el amor personal de Jesucristo y
quede convencido de la belleza y de la necesidad de la entrega total de sí mismo al
servicio de los demás, entonces podrá llegar a ser eficaz colaborador de Jesucristo en
la salvación de las almas y un activo apóstol de la Iglesia.

F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)

Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y


observador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el conservador, es el
más pobre de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza
interior de la emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el
equilibrio y la discreción de la secundariedad.

Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de


actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja
arrastrar fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su
incapacidad de esfuerzo es modesta, pero no nula.

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Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las
contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario. No
tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al máximo. No
es aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades nerviosas y
mentales que en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en grado sumo. Es
dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y
observador. Este es su secreto de éxito en el trabajo y en la sociedad. Le gustan los
deportes.

Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja
llevar por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es
indiferente a todo, aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja
curiosidad. Razona con mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado para el
pensamiento abstracto. Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e
inadaptado.

No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta
ningún sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de afectividad se
deja llevar por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es superficial, se deja
llevar por el medio ambiente.

2. Comportamiento religioso.

Carece de fervor religioso. Es él más frío de todos los caracteres. El sentimiento


religioso es muy débil y superficial. No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas
cuando debe seguir a los demás.

No siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá. Está situado en las
cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no encuadran en su
psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia iniciativa un trabajo
espiritual.

Su oración es interesada, para pedir. Aunque es fiel a la práctica de la confesión, hace


una acusación vaga de sus culpas. Su contrición es superficial, confesarse significa:
"quedarse tranquilo". Reduce la meditación a una lectura, se duerme con facilidad.
Prefiere una lectura amena, profana o una conversación cualquiera, a una visita al
Santísimo.

3. Pedagogía pastoral.

San Benito Labre es el más elocuente y eficaz modelo de este carácter.

a. Actitud del formador.

El carácter Férreo no siente necesidad de la dirección espiritual, hay más pasividad que
docilidad cuando acude a ella. Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone
resistencia alguna ni manifiesta ninguna reacción. Por eso hay que exponerle un ideal
de vida sobrenatural de acuerdo a sus capacidades.

La bondad y confianza, por una parte, y darle ánimos, por otra, con consejos
oportunos impartidos con firme pero paternal insistencia, pueden dar efectos
sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un formador fuerte y cariñoso cede y se
deja formar Dado que el amorfo es insensible y flojo, el formador debe poseer mucha
fuerza de carácter y virtud para avivar su corazón en una actividad continua. No se

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deben esperar milagros, ni que se vaya a entusiasmar con ideales demasiado
elevados, pero sí debe lograr un esfuerzo consciente y ordenado, a través de metas
sucesivas y fáciles de alcanzar.

Por tanto, primero hay que hacerle ver su carácter, su manera de ser, con los
defectos, peligros, tentaciones y también sus cualidades con las que podrá alcanzar el
éxito. Segundo, que experimente el gusto interior que proporciona toda actividad bien
llevada.

En la dirección espiritual hay que recordarle que el mundo sensible es caduco, efímero
y no puede llenar las ansías del corazón. Hay que insistir mucho en la parte activa de
la vida espiritual; en la entrega a Dios y a las cosas de Dios, motivarlo a romper la
rutina diaria egoísta. Alentarlo y hacerle ver el fruto de la dirección espiritual para
despertar en él la emotividad.

b. Vida espiritual.

Proponerle un ideal de vida sobrenatural, adaptado a su capacidad y mantenerle metas


inmediatas. Para despertar en él la necesidad de la oración, apoyarse en las
inclinaciones positivas que tiene; por ejemplo: oración de petición, oración litúrgica,
cantos; después pasará poco a poco a la oración personal.

Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar su trabajo espiritual por el
dominio de sus sentidos interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños
sacrificios corporales para robustecer la voluntad.

Ayudarle a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su


capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las miserias
humanas.

En el campo de la castidad, dado que es el más expuesto a las tentaciones de los


sentidos: gula, pereza, sensualidad, comodidad... Se le debe motivar a una práctica
seria y metódica de la mortificación de los sentidos.

c. Apostolado.

Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos
aspectos: la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo por
el prójimo. Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo contrario
no hará nada. Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y ordenando, cuando
se le propone algo atrayente y fácil de lograr.

Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque le
faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable. Debe ser
valorado por el formador. La experiencia enseña como han existido ejemplos de
carácter amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra que una
naturaleza humana, por muy pobre que sea, cuando es dócil a la gracia divina, puede
llegar a la santidad.

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F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)

Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y


observador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el conservador, es el
más pobre de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza
interior de la emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el
equilibrio y la discreción de la secundariedad.

Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de


actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja
arrastrar fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su
incapacidad de esfuerzo es modesta, pero no nula.

Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las
contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario. No
tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al máximo. No
es aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades nerviosas y
mentales que en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en grado sumo. Es
dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y
observador. Este es su secreto de éxito en el trabajo y en la sociedad. Le gustan los
deportes.

Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja
llevar por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es
indiferente a todo, aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja
curiosidad. Razona con mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado para el
pensamiento abstracto. Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e
inadaptado.

No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta
ningún sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de afectividad se
deja llevar por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es superficial, se deja
llevar por el medio ambiente.

2. Comportamiento religioso.

Carece de fervor religioso. Es él más frío de todos los caracteres. El sentimiento


religioso es muy débil y superficial. No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas
cuando debe seguir a los demás.

No siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá. Está situado en las
cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no encuadran en su
psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia iniciativa un trabajo
espiritual.

Su oración es interesada, para pedir. Aunque es fiel a la práctica de la confesión, hace


una acusación vaga de sus culpas. Su contrición es superficial, confesarse significa:
"quedarse tranquilo". Reduce la meditación a una lectura, se duerme con facilidad.
Prefiere una lectura amena, profana o una conversación cualquiera, a una visita al
Santísimo.
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3. Pedagogía pastoral.

San Benito Labre es el más elocuente y eficaz modelo de este carácter.

a. Actitud del formador.

El carácter Férreo no siente necesidad de la dirección espiritual, hay más pasividad que
docilidad cuando acude a ella. Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone
resistencia alguna ni manifiesta ninguna reacción. Por eso hay que exponerle un ideal
de vida sobrenatural de acuerdo a sus capacidades.

La bondad y confianza, por una parte, y darle ánimos, por otra, con consejos
oportunos impartidos con firme pero paternal insistencia, pueden dar efectos
sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un formador fuerte y cariñoso cede y se
deja formar Dado que el amorfo es insensible y flojo, el formador debe poseer mucha
fuerza de carácter y virtud para avivar su corazón en una actividad continua. No se
deben esperar milagros, ni que se vaya a entusiasmar con ideales demasiado
elevados, pero sí debe lograr un esfuerzo consciente y ordenado, a través de metas
sucesivas y fáciles de alcanzar.

Por tanto, primero hay que hacerle ver su carácter, su manera de ser, con los
defectos, peligros, tentaciones y también sus cualidades con las que podrá alcanzar el
éxito. Segundo, que experimente el gusto interior que proporciona toda actividad bien
llevada.

En la dirección espiritual hay que recordarle que el mundo sensible es caduco, efímero
y no puede llenar las ansías del corazón. Hay que insistir mucho en la parte activa de
la vida espiritual; en la entrega a Dios y a las cosas de Dios, motivarlo a romper la
rutina diaria egoísta. Alentarlo y hacerle ver el fruto de la dirección espiritual para
despertar en él la emotividad.

b. Vida espiritual.

Proponerle un ideal de vida sobrenatural, adaptado a su capacidad y mantenerle metas


inmediatas. Para despertar en él la necesidad de la oración, apoyarse en las
inclinaciones positivas que tiene; por ejemplo: oración de petición, oración litúrgica,
cantos; después pasará poco a poco a la oración personal.

Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar su trabajo espiritual por el
dominio de sus sentidos interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños
sacrificios corporales para robustecer la voluntad.

Ayudarle a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su


capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las miserias
humanas.

En el campo de la castidad, dado que es el más expuesto a las tentaciones de los


sentidos: gula, pereza, sensualidad, comodidad... Se le debe motivar a una práctica
seria y metódica de la mortificación de los sentidos.

71
c. Apostolado.

Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos
aspectos: la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo por
el prójimo. Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo contrario
no hará nada. Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y ordenando, cuando
se le propone algo atrayente y fácil de lograr.

Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque le
faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable. Debe ser
valorado por el formador. La experiencia enseña como han existido ejemplos de
carácter amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra que una
naturaleza humana, por muy pobre que sea, cuando es dócil a la gracia divina, puede
llegar a la santidad.

H. Carácter Conservador (noEmotivo-noActivo-Secundario)

El carácter Conservador goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una


persona de principios fijos y fríos; avaro, conservador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El carácter Conservador goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una


persona de principios fijos y fríos; avaro, conservador. Sus valores principales son la
disciplina, la fidelidad y la rica imaginación. Casi siempre es sincero, honrado y digno
de confianza.

El Conservador suele caracterizarse por una pasividad habitual en un total


sometimiento al pasado y a los hábitos que va adquiriendo. Su vida está apagada,
carece de fuerza interior, entusiasmo y alegría. Es el tipo rutinario, conservador y
esclavo de las tradiciones y costumbres. Es el más terco de todos los caracteres.

El conservador es meditativo y lento; se separa de cuanto lo rodea para insistir en su


pesimismo y carencia. Es un carácter pobre y está sometido a las necesidades
orgánicas y al automatismo. La pereza es algo constitucional en el apático, es retraído
y solitario, no se interesa por nada. No siente necesidad de trabajar. No tiene
iniciativas.

En cuanto a la vida social tienen pocas cualidades, pues siente un atractivo especial
por la soledad y el aislamiento. Le gusta la tranquilidad, la vida monótona. Es cerrado,
independiente, insensible y egoísta. Su lema es: "Pensar en sí mismo y quejarse".

Carece del estímulo de la emotividad y de la ayuda de la actividad. Por está razón


permanece casi en estado potencial, sin movilizar, prácticamente sin tensión. Es una
inteligencia muy mal dotada para extraer lo esencial, para la abstracción y para el
establecimiento de relaciones lógicas. El pensamiento es incoherente y pobre de ideas.

2. Comportamiento religioso.

Tiene muy poca vivencia espiritual. Es indiferente en cuanto a religión. Tiene poco
gusto por las prácticas de piedad. El apático sigue fácilmente a los demás en la oración
y también es capaz de seguir con fidelidad un método de oración. Pero no tiene fervor
interior, ni iniciativas, sobre todo para rezar personalmente.

72
Carece de energía espiritual por indolencia. Su inactividad y la no emotividad lo
debilitan para alcanzar ideales de orden superior. Lleva por dentro un gran vacío
interior.

Comprende que la dirección espiritual es muy útil para conocerse y ser mejor, pero no
ve su conveniencia ni concibe su necesidad, por estar aferrado a sus ideas. Esto es una
dificultad para cambiar su manera habitual de vivir.

3. Pedagogía pastoral.

También este carácter ha dado santos a la Iglesia, como san José de Cupertino.

a. Actitud del formador.

El formador puede tener mucha influencia en su formación, pues el apático necesita


mucha simpatía, afecto y aliento. Muchas veces ha sido la falta de aliento y afecto
durante su vida pasada lo que le ha causado una reacción de sombría tristeza. Una
cara alegre, un corazón expansivo por parte del formador es la mejor manera de
ganárselo. Esto le inducirá a la confianza y a la simpatía.

Con el Conservador hay que combinar la motivación con la exigencia. Estimularle en su


trabajo, interesarse por lo que hace y proponerle metas de dificultad progresiva. Por
otra parte, hay que fomentar hábitos de trabajo y actitudes de apertura y colaboración
con sus compañeros de equipo.

Sus dos grandes defectos son la insensibilidad y su inactividad. Conviene poner


remedio a base de un trabajo serio y con mucha paciencia y constancia; pero además,
con mucho afecto y firmeza.

b. La vida espiritual.

Después de haberle mostrado con mucha delicadeza el lado débil de su carácter,


hacerle comprender -sin desanimarle- que también él puede corregirse y progresar
mucho en la vida espiritual. Hacerle comprender que la secundariedad para él
constituye una verdadera fuerza espiritual, esto le animará y le infundirá confianza.

Por tanto, conviene que realice frecuentes actos de virtud: buscar la manera de
transformar su instintiva inhibición en actos de voluntad. Que adquiera hábitos buenos
en los distintos campos de las virtudes; que se acostumbre a vivirlas profundamente y
no sólo a ejercitarlas rutinariamente.

Hay que proponerle la vida espiritual como un llamado amoroso de Dios a participar en
la vida divina que es misericordia y amor. Hacerle comprender que la esencia de la
religión se resume en el amor a Dios y al prójimo. Tampoco exponerle grandes metas
o elevados ideales a alcanzar, sino irlo llevando poco a poco.

Motivar la confianza en la misericordia de Cristo y que él también puede llegar a


santificarse mediante la oración. Hay que aprovechar su preferencia por lo que es
habitual, para darle a conocer, antes que nada, un buen método de oración y una
organización vital, no formalista, de la piedad: que ponga en ella toda la vida de su
alma, y no la reduzca a una simple recitación vocal de algunas oraciones.
Acostumbrarle a oraciones en las que pida por los demás o se ofrezca a sí mismo a
Dios. Presentarle a Dios, bajo el aspecto de la bondad, como misericordia y verdadero

73
refugio de los miserables y de los pecadores; a Jesucristo como Mediador, Salvador de
los pecadores y consolador de los afligidos y de los necesitados.

No conviene exponerle la vida sobrenatural como un simple catálogo de reglas y


prohibiciones, que cada vez le dejarían más indiferente, sino como un llamamiento
amoroso de Dios a participar en la vida divina. Es conveniente, pues, hacerle
comprender que toda la esencia de nuestra religión se resume en el amor de Dios y del
prójimo. A través de una práctica dosificada de amor a Dios y al prójimo, se
desarrollará necesariamente en él una cierta emotividad que contribuirá a crearle una
tendencia a la actividad.

Hay que ejercitarle en obras que desarrollen el sentido de la obediencia por amor, y la
aceptación de una responsabilidad que le comprometa sobrenaturalmente. Animarle
mucho con el fin de demostrarle que también él, no obstante su gran debilidad, puede
conseguir santificarse; que debe tener mucha confianza en la bondad y misericordia de
Cristo.

c. El apostolado.

Se le facilita por su sentido del deber, su sentido de disciplina y su honradez y lealtad;


sin embargo la indolencia es el gran obstáculo para el apostolado. No ve en él ninguna
satisfacción. Ni comprende su necesidad. Carece de iniciativas. Tampoco tiene vitalidad
ni fortaleza para hacer frente a las dificultades de toda obra de apostolado.

Hay que motivarle con el fin de suscitar un principio de inquietud por hacer algo. Así
irá disminuyendo en él la dureza innata y la manera mecánica de comportarse.
Conviene animarlo mucho y darle muestras de confianza, así irá saliendo de su
inactividad y de su no-emotividad. Hacerle experimentar la satisfacción del esfuerzo y
del éxito logrado para motivar el apostolado realizado por iniciativa personal, no por
automatismo o por hábito, sino como fruto de su deliberación.

Hacerle trabajar en equipo con otro de carácter equilibrado, que llegue a ser como el
"Ángel de la Guarda", para que se le abran la mente y el corazón a la emotividad y al
trabajo. Sacar provecho de su inclinación a hacer las cosas por costumbre y de su
tendencia a la terquedad, encauzándolas en una actividad fundada en el sentimiento y
en la dócil colaboración.

El formador debe despertar el gusto y la satisfacción que proporciona la entrega a un


ideal elevado. Hay que desarrollar las virtudes altruistas. Inducirle a considerar las
necesidades del prójimo, e interesarle por los demás.

El secreto del éxito del apático estriba especialmente en la formación de la vida


espiritual puesto que en su interior no existe nada que le empuje a la acción, habrá
que estimularle por medio de los elementos exteriores. Según su capacidad, poco a
poco hay que irle insinuando maneras con las cuales puede poner en juego su
emotividad y actividad en el plano natural y sobrenatural. Cuando el apático haya
despertado de ese letargo en que naturalmente vive y se dé perfecta cuenta de que
solamente los que trabajan se hacen merecedores de una recompensa, como los
obreros a la hora undécima y que recibieron luego la misma paga y la misma alabanza
que los que habían trabajado todo el día; a pesar de sus modestas dotes naturales, si
las emplea como debe, con la ayuda de la gracia, recibirá de Dios la recompensa y la
gloria que durarán eternamente.

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DINAMICA

Cada pareja llenará en forma individual el cuestionario para el Estudio del Carácter con
el fin de determinar qué tipo de carácter tiene cada uno. Así mismo lo aplicarán a cada
uno de sus hijos lo que les dará una visión más clara de la composición familiar con
relación al carácter.

Para responder el cuestionario:

Cada número encierra tres preguntas que expresan modos diferentes de actuar.

En la columna “Evaluación del Sujeto” anote en el guión el número de referencia que


mejor describa su conducta ordinaria.

Si no puede decidirse por una de las preguntas, escoja la que más le pueda describir.
Pero no deje espacios en blanco.

Al final sume la columna de “Evaluación del Sujeto” y divídalo por 10 y obtendrá la


evaluación de ese aspecto.

Un carácter será emotivo si tiene una puntuación de cinco o más de cinco. Si es más
de ocho se considera muy emotivo.

Un carácter es no emotivo si tiene una puntuación inferior a cinco. Si es inferior a tres,


se considerará específicamente no emotivo.

Lo mismo cabe decir en relación con la actividad y no actividad.

Para la resonancia, el carácter será secundario si se obtiene una puntuación de cinco o


más de cinco. Y será primario si es inferior a cinco.

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